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APOCALIPSIS 4 – 5 Domingo 1 de diciembre 2019 RESUMEN DEL SERMÓN Juan, exiliado en Patmos por causa del evangelio, escribió a siete iglesias que estaban siendo atacadas y perseguidas, iglesias que se encontraban bajo presión económica, social, religiosa para que se rindan y nieguen su fe. Apocalipsis es un libro cuyo objetivo es alentar al pueblo de Dios a perseverar en la fe hasta el final. Hoy a través de Apocalipsis 4 y 5, aprenderemos que: En medio de cualquier circunstancia debemos adorar al Padre, nuestro Creador y a Jesucristo nuestro Redentor y Juez. I. ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO: EL CREADOR Y SOBERANO DE TODAS LAS COSAS (Apocalipsis 4:1-11) Juan ve una puerta abierta en el cielo y escucha la voz de Jesús, la cual lo dirige al cielo. En estos versículos, Juan ¡vio un trono! Esta es la primera de muchas veces que se menciona la palabra trono en Apocalipsis. De hecho, “trono” se menciona 12 veces en este capítulo y 5 veces en el siguiente; lo cual nos hace ver que el trono es importante. El trono está en el centro de está visión, todo existe en relación al trono, toda gira en torno al gobierno soberano de Aquel que está sentado en el trono. Luego comienza a describir lo que está en el trono: piedras preciosas que representan la majestad de Dios y retratan Su gloria. ¡Cuan hermoso es el trono! Pero Juan también ve alrededor del trono, 24 tronos con 24 ancianos que están constantemente dando homenaje al Ser sentado sobre el trono; y cuatro seres vivientes, quienes están listos a prestar servicio a Dios en cualquiera de las cuatro direcciones, es decir, en cualquier parte del universo. Representan a todos los «seres vivientes», así como los veinticuatro ancianos redimidos representan al pueblo de Dios. ¡Cuan grande es el trono! Así de grande, majestuosa y gloriosa es esta visión que representa a Aquel que está sentado en el trono. Que bien haríamos nosotros como cristianos en reflexionar continuamente en el trono de Dios. Cada día somos tentados, en medio de nuestras diferentes actividades (incluso las ministeriales), a fijar nuestra mirada en la tierra, pero ¡no olvidemos su trono! Vemos las circunstancias que nos rodean –delincuencia, inseguridad, crisis económica, problemas familiares, problemas ministeriales, etc.– poniendo nuestra mirada en lo terrenal: economía, ideologías, políticos, etc. Hablamos y actuamos como si el control de lo que nos pasa y nuestro destino estuvieran en manos de humanas, en lugar de las manos de Dios. En medio de las pruebas, la tribulación y toda circunstancia de la vida, fijemos la mirada en aquel que está sentado en el trono. Pero al hacerlo también consideremos lo que está sucediendo allí en el trono. En ese trono se está dando continua adoración a Dios: al leer lo que los seres vivientes repetían sin cesar podemos ver quién es el que está sentado en el trono: El Santo, Santo, Santo Señor Dios. El Todopoderoso. El Dios eterno. Y continuamos viendo una escena de adoración grandiosa: Cada vez que los seres vivientes dan gloria de esta manera, los 24 ancianos están adorando, rindiendo sus coronas ante el trono de Dios. En el mundo antiguo aquel gesto era expresión de una sumisión total. Cuando un rey se rendía a otro, echaba su corona a los pies del vencedor. Y la doxología de los ancianos alaba a Dios por dos cosas: Él es su Señor y Dios. Pero también adoran a Dios porque Él es Creador. La creación de Dios se basa únicamente en su voluntad y procede de ella, y el poder de Dios se revela a través de la creación. En ese trono se está adorando a Dios ahora, la pregunta es ¿nos uniremos a esa adoración? II. ADOREMOS AL CORDERO: EL REDENTOR Y JUEZ (Apocalipsis 5:1-10) A la mano derecha de Dios Padre se encuentra un libro, el cual representa el juicio de Dios (5:1). Este libro contiene el plan de juicio y redención de Dios, que ha sido puesto en marcha por la muerte y resurrección de Cristo, pero aún no se ha completado. En el v. 2 vemos que un poderoso ángel habló con voz fuerte, de modo que todos en toda la creación pudieran oírlo. El ángel «proclamaba» llamando a todos en la creación a que subieran al trono de Dios: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos? Ningún ser creado, excepto Dios, posee la dignidad y la autoridad para ser soberano sobre la historia y ejecutar su plan cósmico. En el siguiente versículo vemos que en toda la creación no se halló a nadie digno para realizar esta tarea, por eso dice que “nadie, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el rollo ni mirarlo”. Nadie en el universo entero respondía al llamamiento del ángel para romper los sellos y abrir el libro. Ningún ser humano, ni ángel, eran dignos: en realidad, su silencio daba fe de su indignidad. En consecuencia, si el rollo permanecía cerrado, la maldición de Dios seguiría presente en la humanidad pecadora y la creación no sería liberada de la esclavitud del deterioro, y el sufrimiento sería interminable. © 2019 Iglesia Gracia sobre Gracia. Todos los Derechos Reservados ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO Y AL CORDERO

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PASTOR DAVID SALGADO

APOCALIPSIS 4 – 5

Domingo 1 de diciembre 2019

RESUMEN DEL SERMÓN

Juan, exiliado en Patmos por causa del evangelio, escribió a siete iglesias que estaban siendo atacadas y perseguidas, iglesias que se encontraban bajo presión económica, social, religiosa para que se rindan y nieguen su fe. Apocalipsis es un libro cuyo objetivo es alentar al pueblo de Dios a perseverar en la fe hasta el final. Hoy a través de Apocalipsis 4 y 5, aprenderemos que: En medio de cualquier circunstancia debemos adorar al Padre, nuestro Creador y a Jesucristo nuestro Redentor y Juez.

I. ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO: EL CREADOR Y SOBERANO DE TODAS LAS COSAS (Apocalipsis 4:1-11)

Juan ve una puerta abierta en el cielo y escucha la voz de Jesús, la cual lo dirige al cielo. En estos versículos, Juan ¡vio un trono! Esta es la primera de muchas veces que se menciona la palabra trono en Apocalipsis. De hecho, “trono” se menciona 12 veces en este capítulo y 5 veces en el siguiente; lo cual nos hace ver que el trono es importante. El trono está en el centro de está visión, todo existe en relación al trono, toda gira en torno al gobierno soberano de Aquel que está sentado en el trono.

Luego comienza a describir lo que está en el trono: piedras preciosas que representan la majestad de Dios y retratan Su gloria. ¡Cuan hermoso es el trono! Pero Juan también ve alrededor del trono, 24 tronos con 24 ancianos que están constantemente dando homenaje al Ser sentado sobre el trono; y cuatro seres vivientes, quienes están listos a prestar servicio a Dios en cualquiera de las cuatro direcciones, es decir, en cualquier parte del universo. Representan a todos los «seres vivientes», así como los veinticuatro ancianos redimidos representan al pueblo de Dios. ¡Cuan grande es el trono!

Así de grande, majestuosa y gloriosa es esta visión que representa a Aquel que está sentado en el trono. Que bien haríamos nosotros como cristianos en reflexionar continuamente en el trono de Dios. Cada día somos tentados, en medio de nuestras diferentes actividades (incluso las ministeriales), a fijar nuestra mirada en la tierra, pero ¡no olvidemos su trono!

Vemos las circunstancias que nos rodean –delincuencia, inseguridad, crisis económica, problemas familiares, problemas ministeriales, etc.– poniendo nuestra mirada en lo terrenal: economía, ideologías, políticos, etc. Hablamos y actuamos como si el control de lo que nos pasa y nuestro destino estuvieran en manos de humanas, en lugar de las

manos de Dios. En medio de las pruebas, la tribulación y toda circunstancia de la vida, fijemos la mirada en aquel que está sentado en el trono. Pero al hacerlo también consideremos lo que está sucediendo allí en el trono. En ese trono se está dando continua adoración a Dios: al leer lo que los seres vivientes repetían sin cesar podemos ver quién es el que está sentado en el trono: El Santo, Santo, Santo Señor Dios. El Todopoderoso. El Dios eterno.

Y continuamos viendo una escena de adoración grandiosa: Cada vez que los seres vivientes dan gloria de esta manera, los 24 ancianos están adorando, rindiendo sus coronas ante el trono de Dios. En el mundo antiguo aquel gesto era expresión de una sumisión total. Cuando un rey se rendía a otro, echaba su corona a los pies del vencedor.

Y la doxología de los ancianos alaba a Dios por dos cosas: Él es su Señor y Dios. Pero también adoran a Dios porque Él es Creador. La creación de Dios se basa únicamente en su voluntad y procede de ella, y el poder de Dios se revela a través de la creación. En ese trono se está adorando a Dios ahora, la pregunta es ¿nos uniremos a esa adoración?

II. ADOREMOS AL CORDERO: EL REDENTOR Y JUEZ (Apocalipsis 5:1-10)

A la mano derecha de Dios Padre se encuentra un libro, el cual representa el juicio de Dios (5:1). Este libro contiene el plan de juicio y redención de Dios, que ha sido puesto en marcha por la muerte y resurrección de Cristo, pero aún no se ha completado.

En el v. 2 vemos que un poderoso ángel habló con voz fuerte, de modo que todos en toda la creación pudieran oírlo. El ángel «proclamaba» llamando a todos en la creación a que subieran al trono de Dios: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos? Ningún ser creado, excepto Dios, posee la dignidad y la autoridad para ser soberano sobre la historia y ejecutar su plan cósmico.

En el siguiente versículo vemos que en toda la creación no se halló a nadie digno para realizar esta tarea, por eso dice que “nadie, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el rollo ni mirarlo”. Nadie en el universo entero respondía al llamamiento del ángel para romper los sellos y abrir el libro. Ningún ser humano, ni ángel, eran dignos: en realidad, su silencio daba fe de su indignidad. En consecuencia, si el rollo permanecía cerrado, la maldición de Dios seguiría presente en la humanidad pecadora y la creación no sería liberada de la esclavitud del deterioro, y el sufrimiento sería interminable.

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Al ver todo esto Juan comenzó a llorar por el profundo dolor que sintió (v.4). Si el rollo seguía sellado, no se ejecutaría el plan de juicios y de salvación de Dios. Las lágrimas de Juan nos preparan para uno de los momentos más impresionantes de este libro, extraordinariamente dramático. Apocalipsis 5:5: “Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos”.

Juan menciona estos dos títulos del Antiguo Testamento que se refieren a la profecía de un Mesías que vendría para vencer, conquistar y juzgar a sus enemigos. Lo que se transmite aquí es que Aquél que es Digno es el cumplimiento de las profecías. La victoria de Cristo a sus enemigos lo coloca en una posición soberana para llevar a cabo el plan divino de redención y juicio. Pero, ¿de qué manera Cristo venció? ¿cómo venció el León de la tribu de Judá, la Raíz de David? Dice Apocalipsis 5:6: “Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra…”

El versículo 6 es crucial para entender cómo el "León que es de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido". El Cordero inmolado representa la imagen de un conquistador que fue herido de muerte mientras derrotaba al enemigo. Sí, Jesús es realmente un Cordero que por siempre lleva las marcas de haber sido sacrificado. Pero no deja de ser León; he aquí la constante paradoja: el león vence en forma de cordero inmolado. La soberanía está basada sobre el sacrificio. La corona viene desde la cruz. Pero ese Cordero inmolado está de pie, Cristo es presentado aquí como vivo y resucitado. Su entronización es una referencia a su resurrección y ascensión al cielo.

Y Juan sigue describiendo al Cordero con símbolos extraños para nosotros: siete cuernos, siete ojos, siete espíritus. Estos enfatizan, respectivamente, su plenitud, poder, omnisciencia y soberanía. Los siete espíritus de Dios son una forma de hablar de la plenitud del Espíritu de Dios. El Espíritu lleva a cabo el plan soberano del Señor en toda la tierra.

En el v. 7 vemos que el Cordero vino y tomó el rollo de la mano derecha de aquel que estaba sentado sobre el trono. Esto se refiere muy claramente al hecho de que Cristo como Mediador, al momento de su ascensión, recibió autoridad de gobernar el universo de acuerdo con el decreto eterno de Dios. Vemos a Jesús coronado con gloria y con honor. Desde este momento en adelante es el trono de Dios y del Cordero. Dios gobierna el universo por medio del Cordero. Esta es la recompensa dada a Cristo y es nuestra consolación, confianza, esperanza y seguridad.

Ese paso hacia el trono, además de ser una prueba más de que el Cordero inmolado realmente ha resucitado, vive y es digno de abrir los sellos, comienza a indicar algo nuevo que la descripción anterior aun no había revelado, pero que la adoración siguiente va a dejar claro, fuera de toda duda: ¡el Cordero es Dios!

A continuación, en los versículos 8-10, se despliega una escena de adoración celestial en la cual los seres vivientes y los ancianos caen ante el Cordero, como lo han hecho ante Dios mismo, indicando claramente la divinidad del Cordero. Cada uno de los ancianos con arpas para adorar y copas de incienso que contienen las oraciones de los santos, las cuales exigen el juicio de Dios sobre los malvados y la liberación de los justos.

Y luego vemos que se entona un cántico de redención: El Cordero es Digno porque fue inmolado, y con su muerte compró y creó un reino de sacerdotes. Estos santos redimidos, personas de todas las naciones, se han hecho un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra.

III. ADOREMOS JUNTO A TODA LA CREACIÓN AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO Y AL CORDERO (Apocalipsis 5:11-14)

El culto de adoración llega a su clímax con todo el universo alabando al Cordero de Dios y al Padre ¡sentados en el trono! Así el universo entero es gobernado por el trono, es decir, por Dios por medio del Cordero. Por tanto, los creyentes no tienen por qué temer en tiempos de tribulación, persecución y angustia.

Hemos pasado de la adoración al que está sentado en el trono de parte de los seres celestiales por ser el Creador y Soberano, a la alabanza y adoración al que está sentado en el trono y al Cordero de parte de toda la creación en los cielos y en la tierra, porque el Cordero es Digno y Él es Redentor y Juez.

APLICACIONES

La forma en la que te relaciones con Cristo hoy, determinará como te rendirás a Él en el futuro; si como parte de Su pueblo que lo alaba y adora con alegría por haber sido redimidos; o como sus enemigos que se rendirán ante Su poder y serán juzgados por Él. Por lo tanto, arrepiéntete, cree y adora al Cordero que vive y reina.

Hermanos, en medio de cualquier circunstancia adoremos al Padre, nuestro Creador, y a Jesucristo nuestro Redentor y Juez. Por lo tanto:

1. Adoremos a Dios porque Él es Creador. Esta es traducción de Ap 4:11 de la versión King James, Apocalipsis 4:11: “Tú eres digno, O Señor, de recibir la gloria y el honor y el poder, pues Tú has creado todas las cosas, a para Tu placer éstas son y fueron creadas.” La maravillosa frase: para Tu placer estas son y fueron creadas, nos recuerda que cada uno de nosotros existe para dar gloria y placer a Dios. Hasta que no hagamos eso, no hemos de cumplir nuestro propósito por el cual fuimos creados.

2. Adoremos a Dios porque Él es Soberano. Dios no se ha retirado de su trono. Él inició la historia y todavía está a cargo de ella, a pesar de lo que a veces nos haga pensar lo que sucede a nuestro alrededor. Debemos confiar en esto para que, incluso en medio del sufrimiento, estemos seguros de que Él tiene un propósito redentor y está de acuerdo con su voluntad.

3. Adoremos a Jesucristo porque Él es Redentor. Jesucristo nos ha redimido. Nos ha salvado. Le pertenecemos a Aquel que reina… Esto significa que podemos vivir cada día, en cada momento, en medio de cualquier circunstancia confiados y seguros en que nuestro Rey cuida de nosotros.

4. Adoremos a Jesucristo porque Él es Juez. Debemos recordar que todo aquel que no esté con el Cordero está en contra de Él. Recordemos que todo aquel que persigue a la iglesia del Cordero lo persigue a Él. No importa cuan poderosos e influyentes se muestren los enemigos de Cristo y de la iglesia, jamás podrán prevalecer contra el Cordero, ellos serán juzgados y sentenciados por Él. Por lo tanto, en medio del dolor y el sufrimiento, en medio de la maldad de este mundo, consolémonos con la verdad: que Cristo volverá y hará justicia final y definitiva.

ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADOEN EL TRONO Y AL CORDERO

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ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO Y AL CORDERO

RESUMEN DEL SERMÓN

Juan, exiliado en Patmos por causa del evangelio, escribió a siete iglesias que estaban siendo atacadas y perseguidas, iglesias que se encontraban bajo presión económica, social, religiosa para que se rindan y nieguen su fe. Apocalipsis es un libro cuyo objetivo es alentar al pueblo de Dios a perseverar en la fe hasta el final. Hoy a través de Apocalipsis 4 y 5, aprenderemos que: En medio de cualquier circunstancia debemos adorar al Padre, nuestro Creador y a Jesucristo nuestro Redentor y Juez.

I. ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO: EL CREADOR Y SOBERANO DE TODAS LAS COSAS (Apocalipsis 4:1-11)

Juan ve una puerta abierta en el cielo y escucha la voz de Jesús, la cual lo dirige al cielo. En estos versículos, Juan ¡vio un trono! Esta es la primera de muchas veces que se menciona la palabra trono en Apocalipsis. De hecho, “trono” se menciona 12 veces en este capítulo y 5 veces en el siguiente; lo cual nos hace ver que el trono es importante. El trono está en el centro de está visión, todo existe en relación al trono, toda gira en torno al gobierno soberano de Aquel que está sentado en el trono.

Luego comienza a describir lo que está en el trono: piedras preciosas que representan la majestad de Dios y retratan Su gloria. ¡Cuan hermoso es el trono! Pero Juan también ve alrededor del trono, 24 tronos con 24 ancianos que están constantemente dando homenaje al Ser sentado sobre el trono; y cuatro seres vivientes, quienes están listos a prestar servicio a Dios en cualquiera de las cuatro direcciones, es decir, en cualquier parte del universo. Representan a todos los «seres vivientes», así como los veinticuatro ancianos redimidos representan al pueblo de Dios. ¡Cuan grande es el trono!

Así de grande, majestuosa y gloriosa es esta visión que representa a Aquel que está sentado en el trono. Que bien haríamos nosotros como cristianos en reflexionar continuamente en el trono de Dios. Cada día somos tentados, en medio de nuestras diferentes actividades (incluso las ministeriales), a fijar nuestra mirada en la tierra, pero ¡no olvidemos su trono!

Vemos las circunstancias que nos rodean –delincuencia, inseguridad, crisis económica, problemas familiares, problemas ministeriales, etc.– poniendo nuestra mirada en lo terrenal: economía, ideologías, políticos, etc. Hablamos y actuamos como si el control de lo que nos pasa y nuestro destino estuvieran en manos de humanas, en lugar de las

manos de Dios. En medio de las pruebas, la tribulación y toda circunstancia de la vida, fijemos la mirada en aquel que está sentado en el trono. Pero al hacerlo también consideremos lo que está sucediendo allí en el trono. En ese trono se está dando continua adoración a Dios: al leer lo que los seres vivientes repetían sin cesar podemos ver quién es el que está sentado en el trono: El Santo, Santo, Santo Señor Dios. El Todopoderoso. El Dios eterno.

Y continuamos viendo una escena de adoración grandiosa: Cada vez que los seres vivientes dan gloria de esta manera, los 24 ancianos están adorando, rindiendo sus coronas ante el trono de Dios. En el mundo antiguo aquel gesto era expresión de una sumisión total. Cuando un rey se rendía a otro, echaba su corona a los pies del vencedor.

Y la doxología de los ancianos alaba a Dios por dos cosas: Él es su Señor y Dios. Pero también adoran a Dios porque Él es Creador. La creación de Dios se basa únicamente en su voluntad y procede de ella, y el poder de Dios se revela a través de la creación. En ese trono se está adorando a Dios ahora, la pregunta es ¿nos uniremos a esa adoración?

II. ADOREMOS AL CORDERO: EL REDENTOR Y JUEZ (Apocalipsis 5:1-10)

A la mano derecha de Dios Padre se encuentra un libro, el cual representa el juicio de Dios (5:1). Este libro contiene el plan de juicio y redención de Dios, que ha sido puesto en marcha por la muerte y resurrección de Cristo, pero aún no se ha completado.

En el v. 2 vemos que un poderoso ángel habló con voz fuerte, de modo que todos en toda la creación pudieran oírlo. El ángel «proclamaba» llamando a todos en la creación a que subieran al trono de Dios: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos? Ningún ser creado, excepto Dios, posee la dignidad y la autoridad para ser soberano sobre la historia y ejecutar su plan cósmico.

En el siguiente versículo vemos que en toda la creación no se halló a nadie digno para realizar esta tarea, por eso dice que “nadie, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el rollo ni mirarlo”. Nadie en el universo entero respondía al llamamiento del ángel para romper los sellos y abrir el libro. Ningún ser humano, ni ángel, eran dignos: en realidad, su silencio daba fe de su indignidad. En consecuencia, si el rollo permanecía cerrado, la maldición de Dios seguiría presente en la humanidad pecadora y la creación no sería liberada de la esclavitud del deterioro, y el sufrimiento sería interminable.

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s Re

serv

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Al ver todo esto Juan comenzó a llorar por el profundo dolor que sintió (v.4). Si el rollo seguía sellado, no se ejecutaría el plan de juicios y de salvación de Dios. Las lágrimas de Juan nos preparan para uno de los momentos más impresionantes de este libro, extraordinariamente dramático. Apocalipsis 5:5: “Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos”.

Juan menciona estos dos títulos del Antiguo Testamento que se refieren a la profecía de un Mesías que vendría para vencer, conquistar y juzgar a sus enemigos. Lo que se transmite aquí es que Aquél que es Digno es el cumplimiento de las profecías. La victoria de Cristo a sus enemigos lo coloca en una posición soberana para llevar a cabo el plan divino de redención y juicio. Pero, ¿de qué manera Cristo venció? ¿cómo venció el León de la tribu de Judá, la Raíz de David? Dice Apocalipsis 5:6: “Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra…”

El versículo 6 es crucial para entender cómo el "León que es de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido". El Cordero inmolado representa la imagen de un conquistador que fue herido de muerte mientras derrotaba al enemigo. Sí, Jesús es realmente un Cordero que por siempre lleva las marcas de haber sido sacrificado. Pero no deja de ser León; he aquí la constante paradoja: el león vence en forma de cordero inmolado. La soberanía está basada sobre el sacrificio. La corona viene desde la cruz. Pero ese Cordero inmolado está de pie, Cristo es presentado aquí como vivo y resucitado. Su entronización es una referencia a su resurrección y ascensión al cielo.

Y Juan sigue describiendo al Cordero con símbolos extraños para nosotros: siete cuernos, siete ojos, siete espíritus. Estos enfatizan, respectivamente, su plenitud, poder, omnisciencia y soberanía. Los siete espíritus de Dios son una forma de hablar de la plenitud del Espíritu de Dios. El Espíritu lleva a cabo el plan soberano del Señor en toda la tierra.

En el v. 7 vemos que el Cordero vino y tomó el rollo de la mano derecha de aquel que estaba sentado sobre el trono. Esto se refiere muy claramente al hecho de que Cristo como Mediador, al momento de su ascensión, recibió autoridad de gobernar el universo de acuerdo con el decreto eterno de Dios. Vemos a Jesús coronado con gloria y con honor. Desde este momento en adelante es el trono de Dios y del Cordero. Dios gobierna el universo por medio del Cordero. Esta es la recompensa dada a Cristo y es nuestra consolación, confianza, esperanza y seguridad.

Ese paso hacia el trono, además de ser una prueba más de que el Cordero inmolado realmente ha resucitado, vive y es digno de abrir los sellos, comienza a indicar algo nuevo que la descripción anterior aun no había revelado, pero que la adoración siguiente va a dejar claro, fuera de toda duda: ¡el Cordero es Dios!

A continuación, en los versículos 8-10, se despliega una escena de adoración celestial en la cual los seres vivientes y los ancianos caen ante el Cordero, como lo han hecho ante Dios mismo, indicando claramente la divinidad del Cordero. Cada uno de los ancianos con arpas para adorar y copas de incienso que contienen las oraciones de los santos, las cuales exigen el juicio de Dios sobre los malvados y la liberación de los justos.

Y luego vemos que se entona un cántico de redención: El Cordero es Digno porque fue inmolado, y con su muerte compró y creó un reino de sacerdotes. Estos santos redimidos, personas de todas las naciones, se han hecho un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra.

III. ADOREMOS JUNTO A TODA LA CREACIÓN AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO Y AL CORDERO (Apocalipsis 5:11-14)

El culto de adoración llega a su clímax con todo el universo alabando al Cordero de Dios y al Padre ¡sentados en el trono! Así el universo entero es gobernado por el trono, es decir, por Dios por medio del Cordero. Por tanto, los creyentes no tienen por qué temer en tiempos de tribulación, persecución y angustia.

Hemos pasado de la adoración al que está sentado en el trono de parte de los seres celestiales por ser el Creador y Soberano, a la alabanza y adoración al que está sentado en el trono y al Cordero de parte de toda la creación en los cielos y en la tierra, porque el Cordero es Digno y Él es Redentor y Juez.

APLICACIONES

La forma en la que te relaciones con Cristo hoy, determinará como te rendirás a Él en el futuro; si como parte de Su pueblo que lo alaba y adora con alegría por haber sido redimidos; o como sus enemigos que se rendirán ante Su poder y serán juzgados por Él. Por lo tanto, arrepiéntete, cree y adora al Cordero que vive y reina.

Hermanos, en medio de cualquier circunstancia adoremos al Padre, nuestro Creador, y a Jesucristo nuestro Redentor y Juez. Por lo tanto:

1. Adoremos a Dios porque Él es Creador. Esta es traducción de Ap 4:11 de la versión King James, Apocalipsis 4:11: “Tú eres digno, O Señor, de recibir la gloria y el honor y el poder, pues Tú has creado todas las cosas, a para Tu placer éstas son y fueron creadas.” La maravillosa frase: para Tu placer estas son y fueron creadas, nos recuerda que cada uno de nosotros existe para dar gloria y placer a Dios. Hasta que no hagamos eso, no hemos de cumplir nuestro propósito por el cual fuimos creados.

2. Adoremos a Dios porque Él es Soberano. Dios no se ha retirado de su trono. Él inició la historia y todavía está a cargo de ella, a pesar de lo que a veces nos haga pensar lo que sucede a nuestro alrededor. Debemos confiar en esto para que, incluso en medio del sufrimiento, estemos seguros de que Él tiene un propósito redentor y está de acuerdo con su voluntad.

3. Adoremos a Jesucristo porque Él es Redentor. Jesucristo nos ha redimido. Nos ha salvado. Le pertenecemos a Aquel que reina… Esto significa que podemos vivir cada día, en cada momento, en medio de cualquier circunstancia confiados y seguros en que nuestro Rey cuida de nosotros.

4. Adoremos a Jesucristo porque Él es Juez. Debemos recordar que todo aquel que no esté con el Cordero está en contra de Él. Recordemos que todo aquel que persigue a la iglesia del Cordero lo persigue a Él. No importa cuan poderosos e influyentes se muestren los enemigos de Cristo y de la iglesia, jamás podrán prevalecer contra el Cordero, ellos serán juzgados y sentenciados por Él. Por lo tanto, en medio del dolor y el sufrimiento, en medio de la maldad de este mundo, consolémonos con la verdad: que Cristo volverá y hará justicia final y definitiva.

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RESUMEN DEL SERMÓN

Juan, exiliado en Patmos por causa del evangelio, escribió a siete iglesias que estaban siendo atacadas y perseguidas, iglesias que se encontraban bajo presión económica, social, religiosa para que se rindan y nieguen su fe. Apocalipsis es un libro cuyo objetivo es alentar al pueblo de Dios a perseverar en la fe hasta el final. Hoy a través de Apocalipsis 4 y 5, aprenderemos que: En medio de cualquier circunstancia debemos adorar al Padre, nuestro Creador y a Jesucristo nuestro Redentor y Juez.

I. ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO: EL CREADOR Y SOBERANO DE TODAS LAS COSAS (Apocalipsis 4:1-11)

Juan ve una puerta abierta en el cielo y escucha la voz de Jesús, la cual lo dirige al cielo. En estos versículos, Juan ¡vio un trono! Esta es la primera de muchas veces que se menciona la palabra trono en Apocalipsis. De hecho, “trono” se menciona 12 veces en este capítulo y 5 veces en el siguiente; lo cual nos hace ver que el trono es importante. El trono está en el centro de está visión, todo existe en relación al trono, toda gira en torno al gobierno soberano de Aquel que está sentado en el trono.

Luego comienza a describir lo que está en el trono: piedras preciosas que representan la majestad de Dios y retratan Su gloria. ¡Cuan hermoso es el trono! Pero Juan también ve alrededor del trono, 24 tronos con 24 ancianos que están constantemente dando homenaje al Ser sentado sobre el trono; y cuatro seres vivientes, quienes están listos a prestar servicio a Dios en cualquiera de las cuatro direcciones, es decir, en cualquier parte del universo. Representan a todos los «seres vivientes», así como los veinticuatro ancianos redimidos representan al pueblo de Dios. ¡Cuan grande es el trono!

Así de grande, majestuosa y gloriosa es esta visión que representa a Aquel que está sentado en el trono. Que bien haríamos nosotros como cristianos en reflexionar continuamente en el trono de Dios. Cada día somos tentados, en medio de nuestras diferentes actividades (incluso las ministeriales), a fijar nuestra mirada en la tierra, pero ¡no olvidemos su trono!

Vemos las circunstancias que nos rodean –delincuencia, inseguridad, crisis económica, problemas familiares, problemas ministeriales, etc.– poniendo nuestra mirada en lo terrenal: economía, ideologías, políticos, etc. Hablamos y actuamos como si el control de lo que nos pasa y nuestro destino estuvieran en manos de humanas, en lugar de las

manos de Dios. En medio de las pruebas, la tribulación y toda circunstancia de la vida, fijemos la mirada en aquel que está sentado en el trono. Pero al hacerlo también consideremos lo que está sucediendo allí en el trono. En ese trono se está dando continua adoración a Dios: al leer lo que los seres vivientes repetían sin cesar podemos ver quién es el que está sentado en el trono: El Santo, Santo, Santo Señor Dios. El Todopoderoso. El Dios eterno.

Y continuamos viendo una escena de adoración grandiosa: Cada vez que los seres vivientes dan gloria de esta manera, los 24 ancianos están adorando, rindiendo sus coronas ante el trono de Dios. En el mundo antiguo aquel gesto era expresión de una sumisión total. Cuando un rey se rendía a otro, echaba su corona a los pies del vencedor.

Y la doxología de los ancianos alaba a Dios por dos cosas: Él es su Señor y Dios. Pero también adoran a Dios porque Él es Creador. La creación de Dios se basa únicamente en su voluntad y procede de ella, y el poder de Dios se revela a través de la creación. En ese trono se está adorando a Dios ahora, la pregunta es ¿nos uniremos a esa adoración?

II. ADOREMOS AL CORDERO: EL REDENTOR Y JUEZ (Apocalipsis 5:1-10)

A la mano derecha de Dios Padre se encuentra un libro, el cual representa el juicio de Dios (5:1). Este libro contiene el plan de juicio y redención de Dios, que ha sido puesto en marcha por la muerte y resurrección de Cristo, pero aún no se ha completado.

En el v. 2 vemos que un poderoso ángel habló con voz fuerte, de modo que todos en toda la creación pudieran oírlo. El ángel «proclamaba» llamando a todos en la creación a que subieran al trono de Dios: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos? Ningún ser creado, excepto Dios, posee la dignidad y la autoridad para ser soberano sobre la historia y ejecutar su plan cósmico.

En el siguiente versículo vemos que en toda la creación no se halló a nadie digno para realizar esta tarea, por eso dice que “nadie, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el rollo ni mirarlo”. Nadie en el universo entero respondía al llamamiento del ángel para romper los sellos y abrir el libro. Ningún ser humano, ni ángel, eran dignos: en realidad, su silencio daba fe de su indignidad. En consecuencia, si el rollo permanecía cerrado, la maldición de Dios seguiría presente en la humanidad pecadora y la creación no sería liberada de la esclavitud del deterioro, y el sufrimiento sería interminable.

Al ver todo esto Juan comenzó a llorar por el profundo dolor que sintió (v.4). Si el rollo seguía sellado, no se ejecutaría el plan de juicios y de salvación de Dios. Las lágrimas de Juan nos preparan para uno de los momentos más impresionantes de este libro, extraordinariamente dramático. Apocalipsis 5:5: “Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos”.

Juan menciona estos dos títulos del Antiguo Testamento que se refieren a la profecía de un Mesías que vendría para vencer, conquistar y juzgar a sus enemigos. Lo que se transmite aquí es que Aquél que es Digno es el cumplimiento de las profecías. La victoria de Cristo a sus enemigos lo coloca en una posición soberana para llevar a cabo el plan divino de redención y juicio. Pero, ¿de qué manera Cristo venció? ¿cómo venció el León de la tribu de Judá, la Raíz de David? Dice Apocalipsis 5:6: “Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra…”

El versículo 6 es crucial para entender cómo el "León que es de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido". El Cordero inmolado representa la imagen de un conquistador que fue herido de muerte mientras derrotaba al enemigo. Sí, Jesús es realmente un Cordero que por siempre lleva las marcas de haber sido sacrificado. Pero no deja de ser León; he aquí la constante paradoja: el león vence en forma de cordero inmolado. La soberanía está basada sobre el sacrificio. La corona viene desde la cruz. Pero ese Cordero inmolado está de pie, Cristo es presentado aquí como vivo y resucitado. Su entronización es una referencia a su resurrección y ascensión al cielo.

Y Juan sigue describiendo al Cordero con símbolos extraños para nosotros: siete cuernos, siete ojos, siete espíritus. Estos enfatizan, respectivamente, su plenitud, poder, omnisciencia y soberanía. Los siete espíritus de Dios son una forma de hablar de la plenitud del Espíritu de Dios. El Espíritu lleva a cabo el plan soberano del Señor en toda la tierra.

En el v. 7 vemos que el Cordero vino y tomó el rollo de la mano derecha de aquel que estaba sentado sobre el trono. Esto se refiere muy claramente al hecho de que Cristo como Mediador, al momento de su ascensión, recibió autoridad de gobernar el universo de acuerdo con el decreto eterno de Dios. Vemos a Jesús coronado con gloria y con honor. Desde este momento en adelante es el trono de Dios y del Cordero. Dios gobierna el universo por medio del Cordero. Esta es la recompensa dada a Cristo y es nuestra consolación, confianza, esperanza y seguridad.

Ese paso hacia el trono, además de ser una prueba más de que el Cordero inmolado realmente ha resucitado, vive y es digno de abrir los sellos, comienza a indicar algo nuevo que la descripción anterior aun no había revelado, pero que la adoración siguiente va a dejar claro, fuera de toda duda: ¡el Cordero es Dios!

A continuación, en los versículos 8-10, se despliega una escena de adoración celestial en la cual los seres vivientes y los ancianos caen ante el Cordero, como lo han hecho ante Dios mismo, indicando claramente la divinidad del Cordero. Cada uno de los ancianos con arpas para adorar y copas de incienso que contienen las oraciones de los santos, las cuales exigen el juicio de Dios sobre los malvados y la liberación de los justos.

Y luego vemos que se entona un cántico de redención: El Cordero es Digno porque fue inmolado, y con su muerte compró y creó un reino de sacerdotes. Estos santos redimidos, personas de todas las naciones, se han hecho un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra.

III. ADOREMOS JUNTO A TODA LA CREACIÓN AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO Y AL CORDERO (Apocalipsis 5:11-14)

El culto de adoración llega a su clímax con todo el universo alabando al Cordero de Dios y al Padre ¡sentados en el trono! Así el universo entero es gobernado por el trono, es decir, por Dios por medio del Cordero. Por tanto, los creyentes no tienen por qué temer en tiempos de tribulación, persecución y angustia.

Hemos pasado de la adoración al que está sentado en el trono de parte de los seres celestiales por ser el Creador y Soberano, a la alabanza y adoración al que está sentado en el trono y al Cordero de parte de toda la creación en los cielos y en la tierra, porque el Cordero es Digno y Él es Redentor y Juez.

APLICACIONES

La forma en la que te relaciones con Cristo hoy, determinará como te rendirás a Él en el futuro; si como parte de Su pueblo que lo alaba y adora con alegría por haber sido redimidos; o como sus enemigos que se rendirán ante Su poder y serán juzgados por Él. Por lo tanto, arrepiéntete, cree y adora al Cordero que vive y reina.

Hermanos, en medio de cualquier circunstancia adoremos al Padre, nuestro Creador, y a Jesucristo nuestro Redentor y Juez. Por lo tanto:

1. Adoremos a Dios porque Él es Creador. Esta es traducción de Ap 4:11 de la versión King James, Apocalipsis 4:11: “Tú eres digno, O Señor, de recibir la gloria y el honor y el poder, pues Tú has creado todas las cosas, a para Tu placer éstas son y fueron creadas.” La maravillosa frase: para Tu placer estas son y fueron creadas, nos recuerda que cada uno de nosotros existe para dar gloria y placer a Dios. Hasta que no hagamos eso, no hemos de cumplir nuestro propósito por el cual fuimos creados.

ADOREMOS AL QUE ESTÁ SENTADO EN EL TRONO Y AL CORDERO

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2. Adoremos a Dios porque Él es Soberano. Dios no se ha retirado de su trono. Él inició la historia y todavía está a cargo de ella, a pesar de lo que a veces nos haga pensar lo que sucede a nuestro alrededor. Debemos confiar en esto para que, incluso en medio del sufrimiento, estemos seguros de que Él tiene un propósito redentor y está de acuerdo con su voluntad.

3. Adoremos a Jesucristo porque Él es Redentor. Jesucristo nos ha redimido. Nos ha salvado. Le pertenecemos a Aquel que reina… Esto significa que podemos vivir cada día, en cada momento, en medio de cualquier circunstancia confiados y seguros en que nuestro Rey cuida de nosotros.

4. Adoremos a Jesucristo porque Él es Juez. Debemos recordar que todo aquel que no esté con el Cordero está en contra de Él. Recordemos que todo aquel que persigue a la iglesia del Cordero lo persigue a Él. No importa cuan poderosos e influyentes se muestren los enemigos de Cristo y de la iglesia, jamás podrán prevalecer contra el Cordero, ellos serán juzgados y sentenciados por Él. Por lo tanto, en medio del dolor y el sufrimiento, en medio de la maldad de este mundo, consolémonos con la verdad: que Cristo volverá y hará justicia final y definitiva.