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Teoría y Crítica de la ArquitecturaProfesor: Ignacio Vicens y HualdeAlumno: Marina Cantó Armero

Curso: 2014/2015

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

RECORRIDO POR EL ESPACIO PRIVADO DONDE ENCONTRAMOS INTIMIDAD

LA LLEGADA:

El nido seguro

La entrada espiritual e individual

PLANTA BAJA:

Espacios de transición y % ltros La caja vacía. El espacio sin función

Miradas cruzadas. La intimidad y la inmensidad El espacio habitáculo. El modelo de cápsula autosu% ciente

El cofre que se abre “no es más que un aseo”

LAS DEPENDENCIAS: Recorrido de ascensión

La habitación como universo propio y la cámara de reclusión

El patio: símbolo del jardín perdido

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA.

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Con esta frase de João Álvaro Rocha se inicia un tema de investigación que pretende clari% car si existen y de serlo, cómo se abordan los mecanismos de construcción de la intimidad en los espacios domésticos de este arquitecto. ¿Es posible como dice Rocha la creación de inti-midad a través de la arquitectura o simplemente son herramientas que ayudan o refuerzan este concepto personal y sumamente subjetivo?

Rocha entiende la proyección de una casa como un lugar único, por todo aquello que es capaz de evocar y por servir de soporte a la vida del hombre:

(...) un lugar construido que es pertenencia del hombre y que se sitúa simplemente “entre” el cielo y la tierra – un lugar que, aunque depende de ambos no pertenece a ninguno, conquistando por eso mismo una autonomía y una identidad propias de esa condición de “estar entre”.2

Así pues explica que independientemente del tiempo, el habitar (o la casa) aún depende o se basa en “cosas más o menos prosaicas” como la orientación de la luz natural, el despertar frente a un paisaje, la magia ancestral que proporciona el fuego en una chimenea y todas las otras cosas que, no siendo visibles, acaban por ser esenciales al carácter que se quiere atribuir a un espacio.

(...) Esto se debe a que toda arquitectura, para que realmente lo sea, se hace más de ausencias, renuncias a lo que no es esencial, que de aquello que es visible y está presente. Solo así podrá aspirar a alcanzar una especie de energía que la coloca “entre el cielo y la tierra”, alcanzando así la verdadera dimensión humana.”3

Mediante el arte comunicamos, y este hecho impacta sobre la idea de la intimidad. Re-lacionar el arte con la intimidad desprende varias cuestiones: Mostrar la parte íntima del artista o potenciar la de los que le rodean. No todo lo privado es íntimo pero todo lo íntimo es privado. Hablar de intimidad es hablar de lo más profundo de uno mismo y mediante el arte podemos expresar y lograr esa comunicación que llegue a la interiorización de cada individuo.

La intimidad es a menudo confundida con la privacidad, ambos son conceptos distin-tos. Podríamos decir que la privacidad constituye la esfera dentro de la que se encuentra la de la intimidad y es, por tanto, exterior a ésta. Ambas nos hablan de una esfera dentro de otra esfera. Vivimos en un mundo de esferas.4

Con la intimidad entramos en el ámbito espiritual, algo personal cercano al núcleo del ser. Intimidad y privacidad se ven re< ejadas con mayor o menor intensidad en el ámbito domés-tico. La casa es el ámbito arquitectónico por excelencia y teatro de la vida, entre sus paredes se ha desarrollado y evolucionado la vida familiar, la común y la personal. El espacio íntimo no está únicamente asociado al espacio privado y doméstico, sin embargo las nociones de privacidad e intimidad están emparentadas a la idea de casa.

Al contrario de lo que se pretende abordar, se es consciente de que la intimidad no está necesariamente vinculada al espacio privado, y también que no es sólo en los espacios in-dividuales donde se puede entrever los espectros del habitar íntimo. Sin embargo, observar los espacios destinados a un individuo consiste en una forma, entre muchas, de acercarnos a las cuestiones concernientes a la construcción de la intimidad como un tema espacial. El presente trabajo pretende abordar y re< exionar sobre cómo son los mecanismos elementales, espaciales y constructivos que utiliza Joao Álvaro Rocha en su arquitectura y si ellos establecen una relación con la intimidad del habitante. Aunque pertenezca a un ámbito inmaterial, la intimidad se bus-ca, en las páginas siguientes, en un recorrido por varias viviendas como si de una sola se tratase.

Comencemos.

1. João Álvaro Rocha, TC cuadernos nº 102/103, pág 16. Véase también revista Entre_casas, Semillero de Investigación. Universidad Católica de Pereira. 29 Febrero 2012.2. João Álvaro Rocha, Algunas notas sobre el habitar. TC Cuadernos nº 102/103. (p.6)3. Ibíd. (p.6)4. Esferas I: Burbujas. Microesferología, Peter Sloterdijk, Biblioteca de Ensayo, Editorial Siruela, 2003.

Mano con esfera re< ectante. Litografía, 1935Maurits Cornelius Escher. (1898-1972)

Diógenes el cínico sentado en su tinaja, Obra de Jean-Léon Gérôme.

João Álvaro Rocha

“Vivir una casa es algo muy especial, porque construye intimidad. El acto de diseñarla también”. 1

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“Ésta también es una casa que quiere ser sólo una casa”.4

Fue así: la casa debe escalonarse en el terreno de acuerdo con la topografía, hasta que se disuelva en él; el jardín debe ocupar la máxima super% cie disponible invadiendo la casa, absorbiéndola, hasta hacerla desaparecer.5

De esta manera comienza el recorrido a la primera fase de “intimidad familiar”. de-% ende que todos tenemos la necesidad de un espacio de uno. Para este arquitecto el individuo sólo estará en condiciones de interactuar con él mismo si posee un espacio “familiar” donde se reconozca a sí mismo y a las cosas que le son propias. De lo contrario estará perdido. En este sentido “familiar” alude a una relación más ampliada de conocimiento y reconocimiento con el entorno. Lo familiar se plantea así como el entorno –paisajes, personas, objetos- con los cuales uno establece eslabones de identi% cación.

Hertzberger no se limita a remitir lo familiar con lo que es cercano y a cada uno con-cierne, sino también al entorno que produce la sensación de protección – safe nest. Siendo que nido (nest) es imagen que remite hacia lo familiar en los dos sentidos: como el lugar del naci-miento y creación, y como lugar conocido que el individuo siente como propio. En este sentido al igual que el nido pertenece al árbol esta casa pertenece a la montaña hasta disiparse en ella. Es el refugio seguro de la “intimidad familiar” de toda mirada exterior.

“El tiempo y la naturaleza se encargarán de hacerla cada vez menos presente, hasta que desaparezca y ya no sea posible disociarla del terreno que la soporta. La casa se ha de expresar entonces mucho más como una especie de ausencia, distanciándose de todo aquello que la envuelve para concentrar-se exclusivamente en el espacio que ocupa, absorbiéndolo hasta hacerse irre-conocible en él.”6

También Hannah Arendt se re% ere al refugio seguro como las cuatro paredes de la propiedad particular de una persona que ofrecen el único refugio contra el mundo - no solo contra todo lo que en él ocurre sino también contra el hecho de ser visto y oído. Explica que debe retenerse la visibilidad del terreno y éste debe permanecer oculto para no perder su pro-fundidad en un sentido real y no subjetivo. Y añade que el único modo e% caz de garantizar la sombra de lo que debe ser escondido contra la luz de la publicidad es con la construcción de intimidad.

Un lugar sólo nuestro, donde nos podemos esconder.7

Imagen en perspectiva de maqueta de% nitiva.Casa en el Lugar de Cónegos.

Imagen cubierta de maqueta de% nitiva.Casa en el Lugar de Cónegos.

Imagen distribución interior.Casa en el Lugar de Cónegos.

Planta de distribución. Casa en el Lugar de Cónegos. Maia. 2001 - 2006

5. João Álvaro Rocha, TC cuadernos nº 102/103. Casa en el Lugar de Cónegos Maia. (p.90)6. Ibíd. (p.90)7. ARENDT, Hannah, K e human condition, K e University of Chicago Press, Chicago 1958, versión portuguesa, A condição humana, trad. Roberto Raposo. Lisboa: Relógio de Água, 2001. (p.84)8. BACHELARD, Gastón. La poética del Espacio. Fondo de Cultura Económica. México, 2006. (p. 37)9. BACHELARD, Gaston, La tierra y las ensoñaciones del reposo. Ensayo sobre las imágenes de la intimidad, Mexico D.F. , 1948, (p. 98)

En esta casa encontramos el nido seguro convertido en “una enorme cuna”8. La intimidad familiar se encuentra escondida y refugiada por un manto vegetal que absorbe la arquitectura y a nosotros mismos dentro de ella creado un espacio autista del exterior inmediato, enrollándose en sí misma.

A su valor de protección se adhieren también valores imaginados, y dichos valores son valores dominantes. El espacio captado por la imaginación antes de entrar a la casa es pensado, por lo tanto, es vivido. Y es vivido, con todas las parcialidades de la imaginación de cada uno de los que están inmediatamente a la entrada de la casa de in% nitas maneras. De esta forma Rocha provoca un primer contacto directo con la intimi-dad de cada uno, la casa está totalmente escondi-da y eso crea un mundo de sensaciones previas a la entrada, personales e intransferibles que dialo-gan y viven en la intimidad de cada uno.

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Estamos otra vez en la misma situación anterior pero ahora encontramos un aliciente más: El recorrido de entrada alarga la secuencia de aproximación al edi% cio. La entrada es totalmente ocultada y la bienvenida no se da hasta ser descubierto el % ltro de entrada al fondo de un profundo y sinuoso pasaje. Estamos en un cul-de-sac hasta que la puerta de entrada se presenta.

Bachelard sugiere que es precisamente en la tensión existente entre interior y exterior que el habitar íntimo más se expresa o vibra:

“El exterior y el interior son ambos íntimos; están siempre prepara-dos a invertirse, a cambiar su hostilidad. Si hay una super% cie – límite entre tal interior y tal exterior, esa super% cie es dolorosa de los dos lados. (…) El punto del “estar-ahí” vacila y treme. El espacio interior pierde toda claridad. El espacio exterior pierde su vacío. El vacío, ¡esa materia de la posibilidad del ser! Estamos banidos del reino de la posibilidad.”11

Es precisamente en el límite entre ambos donde se crea esta tensión que provoca una conexión directa con nuestra parte más íntima. Todo el lazo íntimo, crea un espacio interior, aunque este interior se erija en territorios que no se sometan a la física. Bachelard explica:

“El interior y el exterior no son abandonados a su oposición geométrica. ¿De qué vertedor de un interior rami% cado escurre la sustan-cia del ser? ¿El exterior llama? ¿El exterior no será una intimidad antigua perdida en la sombra de la memoria? (…) Para vivirlo en la realidad de las imágenes, parece necesario ser incesantemente contemporáneo de una os-mosis entre el espacio íntimo y el espacio indeterminado.” 8

Mientras se identi% que esta ósmosis entre interior y exterior, no se puede perder la conciencia de que ambos espacios son categorías geométricas complementarias así como irre-conciliables. El interior es el espacio que se encuentra contenido y demarcado por un límite, el exterior es lo que está más allá del mismo límite.

Un espacio no puede en rigor geométrico ser simultáneamente interior y exterior. En cambio estando en este pasadizo tan estrecho entre la casa y el muro pesado de granito nos en-contramos en un espacio “entre” el cielo y la tierra, entre interior y exterior, nos encontramos en un deambulatorio que antecede a la vivienda.

Éste es previo a la entrada donde se fusionan los dos mundos y que se concibe espa-cialmente con lo mejor de ambos. Ultrapasa las leyes geométricas a través de la construcción de estos lazos íntimos y hace que al recorrerlo entremos en un “tiempo de preparación” a la casa inmediata, es un % ltro, un espacio en tránsito para ser pensado.

Imagen parte posterior de la vivienda donde se advierte la negación hacia la calle y se visualiza el corredor en la parte trasera.

Planta de distribución casa en Montedor. Viana do Castelo (2002 - 2006)

Imágenes casa en Sousa. Porto (2001 - 2009)En estas imágenes nada más cruzamos la puerta de la calle se observa un espacio delimitado por dos mantos vegetales (imagen 1) e inmediatamente se advierte un paso estrecho para llegar a la entrada de la casa, situada en el patio posterior. Resulta inquietante esta hilera pa-vimentada que parece estar diseñada para tan solo una persona (imagen 2).

Imagen patio de entrada

Imagen zona pavimentada

10. João Álvaro Rocha, TC cuadernos nº 102/103 (p.112)11. BACHELARD, Gaston, La Poétique de l’espace, P.U.F., Paris 1957. (p.221)12. Ibíd. (p.232)

Estos recursos en el que el terreno ab-sorbe la casa hasta hacerla desaparecer creando un nido-refugio seguro, limitando al máximo su presencia hacia la calle e invitándonos a crear una imagen previa, son utilizados también en otras viviendas en terrenos escarpados, la casa en Montedor en Viana do Castelo es una de ellas. Acerca de la vivienda Álvaro Rocha dice:

“En este enfrentamiento imposible la casa debe remitirse casi exclusivamente a su “localización”, eliminando cualquier gesto más pintoresco, para que su presencia se haga tan “natural” como los viejos muros de granito que delimitan el terreno.”10

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Estos espacios de acceso son articulaciones que surgen en este contexto como una “caja de aire”. Es un espacio de % ltro entre dos naturalezas distintas de habitar. El mundo está fracturado y así fragmentado en varias categorías que implican formas distintas de experi-mentar el espacio. En el libro de Especie de Espacios, Georges Perec14 advierte que habitamos un espacio discontinuo, fragmentado y, sobre todo, escindido. Atravesamos sus % suras, ha-bitamos las discontinuidades, experimentamos sus lapsos, pliegues y superposiciones, altera-mos nuestros registros de habitar de acuerdo con estos cambios, aunque a veces sutiles o casi imperceptibles.

Tal vez fueran estos espacios los que precisamente Perec perseguía, un espacio cuya inutilidad se basase en acoger el uno, un espacio que le recordase un grado cero de las necesida-des, que le transportase a un lugar anterior, donde no hubiese nada, donde no sería necesario hacer nada. Este sería el lugar construido verdaderamente a partir de la tabula rasa. Podremos quizás decir que Perec, al reclamar un espacio sin función en la casa, que no estimulase ningún deseo o necesidad, estaba pidiendo un lugar de “pausa” o de suspensión.

El habitante al ser esencialmente un ser fragmentado, encuentra o busca también en su planteamiento ante su entorno una relación de intimidad, a través de la cual no quiere úni-camente enrollarse en sí y así encerrarse ante el mundo, sino también donde construye una re-lación íntima con el mundo. El individuo mira cotidianamente el árbol que habita del otro lado de su ventana, lo ve crecer, asiste a la caída de sus hojas y al brotar de las nuevas, y aunque la presencia neutral del árbol contemporice con la mirada pasiva del habitante, algo se construye entre individuo y árbol.

Este es un ejemplo entre una in% nidad de lazos íntimos que cada individuo va tejiendo con el mundo: con los paisajes, con los otros individuos, con los objetos o con el espacio que, como entidad contenedora, tiene la propiedad de englobarlo todo. Para Bachelard es la inmen-sidad lo que precisamente establece la consonancia entre el espacio del mundo y el espacio de la intimidad:

“Parece, entonces, que es por su “inmensidad” que los dos espacios – el espa-cio de la intimidad y el espacio del mundo – se vuelven consonantes. Cuan-do la gran soledad del hombre se profundiza, las dos dimensiones se tocan, se confunden.”15

En esta concepción doméstica la relación entre “inmensidad” e intimidad surge a tra-vés de los huecos. Kiesler designa los vanos de dos maneras: “daylight” (luz del día) son los huecos únicamente destinados a la iluminación natural y “view window” destinada a mirar hacia el exterior.

Este tipo de ventana para mirar únicamente existe en esta vivienda en el espacio co-mún que es el salón. En este sentido, aunque estemos en un lugar de reunión, tendremos mo-mentos de intimidad en el cual dependiendo de nuestra posición respecto al hueco podremos observar como si de un pequeño cuadro se tratase diferentes visuales del exterior.

Este espacio con estos huecos propone un interior que abriga y acoge a el habitante. Su esencia se basa en la interioridad, ya que incluso el acto de mirar hacia el exterior es controlado.

Imagen contraposición huecos mirar-huecos iluminar.Casa in Várzea II. Maia 1993

Imagen pasaje juego luz y sobra, “Caja de aire”Casa in Várzea II. Maia 1993

El vacío es cubierto por tensores “Se trata entonces de de& nir un recinto, de escala apropiada para el habitar”Planta superior volumen antiguo con cubierta volumen nuevo. Casa en Calle Tomé de Sousa. Porto (2001 - 2009)

Imagen interior del salón. Casa in Várzea II. Maia 1993.

Imagen parte posterior de la vivienda.Casa in Várzea II. Maia 1993.

Planta de distribución. Casa in Várzea II. Maia 1993.

13. João Álvaro Rocha, TC cuadernos nº 102/103. (p.16)14. PEREC, Georges, Espèces d’espaces, op. cit.15. BACHELARD, Gaston, La Poétique de l’espace, P.U.F., Paris 1957. (p.207)

“Es en este contexto en el que la intervención pro-puesta debe ser entendida. Se trata % nalmente de conseguir con aquello que ahora se añade, independientemente de que sea una expresión de su tiempo, no se sobreponga, en su lógi-ca, a una existencia anterior.

Es exactamente en la articulación entre los dos cuer-pos edi% cados (la casa preexistente y el contiguo) donde se si-túa la nueva entrada de la casa y es ahí también cuando todo adquiere un nuevo sentido, cuando el espacio entre ambos se constituye en el centro – un patio que agrega todo, donde todo puede acontecer.”13

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Imagen lavandería insertada en la cocina

Imagen armarios como muro separador

Imagen hueco para mirar.

Imagen zona de trabajo insertada en el comedor

16. PEREC, GEORGES. Especies de espacios. Op. Cit. (p. 46)17. PEREC, GEORGES. Especies de espacios. Op. Cit. (p. 134)

Planta de distribución casa en Calle Tomé de Sousa. Porto (2001 - 2009)

“(...) El resto se quiere que sea sobrio y dis-creto, y por ello no merece ser descrito. No sea que la descripción se convierta en narrativa, sabiendo que la narrativa siempre impide la objetividad y tiende a % jarse en lo accesorio…”

La intimidad que se construye a nivel indivi-dual podrá ser relativa al enrollamiento del habitante en sí mismo o a una experiencia aislada del mundo, pues aunque todo el ser humano sea un ser social es también un ser aislado.

He aquí el punto de partida de la intimidad individual: todo rincón de una casa, todo rincón de un cuarto, todo espacio reducido donde nos gusta acurrucamos, agazaparnos sobre no-sotros mismos, es para la imaginación una soledad, es decir, el germen de un cuarto, el germen de una casa.

La comparación entre las diferentes dimensiones de una composición arquitectónica, asi-mismo, puede activar o desactivar la importante relación entre la % gura y el fondo. Los cuerpos situados en espacios muy grandes se diluyen, pierden protagonismo, mientras que en espacios re-lativamente pequeños, encienden de modo especialmente vívido la tensión estética existente entre la edi% cación y el espacio, lo lleno y lo vacío.

Para Perec, sin duda, la pintura de Antonello da Messina “San Jerónimo en su estudio” nos ofrece un mueble como metáfora de la casa, e incluso del mundo, de todo el universo.

“El espacio de la habitación funciona en mí como una magdalena prousiana!” Dice Perec.16

Esos pequeños microcosmos facilitan la intimidad, activando y subrayando el valor tan-gible y cercano de la arquitectura. Logran sacar al niño que tenemos dentro, deseoso de esconderse y protegerse en un lugar recogido, en un rincón misterioso y reservado del que poder apropiarse; un espacio interior, pequeño e íntimo que nos recoja como un protector útero.

Así, la arquitectura entendida como microcosmos responde a un deseo de interioridad, de aislamiento con respecto del mundo exterior; de soledad y concentración, se puede a% rmar, al observar construcciones como la ideada por el pintor Antollo da Messina para el estudioso San Jerónimo de Estridón. Así la describe el pintor francés Georges Perec:

“Todo el espacio se organiza por entero alrededor de este mueble (y el mueble se organiza por entero alrededor del libro): la arquitectura glacial de la iglesia queda anulada: sus perspectivas y sus verticales ya no delimitan el único lugar de una fe sublime; sólo están presentes para dar al mueble su escala, permitirle su inscripción: en el centro de lo inhabitable, el mueble de% ne un espacio do-mesticado que los gatos, los libros y los hombres habitan con serenidad”17

El modelo de cápsula autosu% ciente, a modo de joya dentro de un joyero, se ha dado pos-teriormente en varias iglesias como en Portiuncula: “una pequeña porción de tierra” franciscana. En el mismo sentido, pero en un contexto exclusivamente doméstico, una aproximación cierta-mente interesante al mundo de los espacios pequeños, cercanos y encapsulados o autocontenidos es la realizada por Christopher Alexander, que aboga por la creación de una serie de espacios menores que tengan identidad propia dentro de los espacios más grandes de la casa.

Alexander reclama, entre otras reivindicaciones arquitectónicas, el gabinete, la cabina, la alcoba o el vestidor, es decir, la habitación dentro de la habitación, la cápsula pequeña que comple-menta al espacio mayor.

“Deberían ser lo su% cientemente grandes como para acoger dos per-sonas para sentarse, para hablar, jugar o incluso lo su% cientemente grandes para contener un escritorio o una mesa”.

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Escaleras, ascensión hacia la cámara de reclusiónCasa en el Lugar Várzea III. Maia, 2001

Plantas de distribución. Casa en el Lugar Várzea III

Imagen cofre cerrado. Casa en Amorosa.Viana do Castelo (2003 - 2007)

Imagen cofre abierto. Casa en el Lugar Várzea IIIMaia, 2001

Imagen cofre chimenea-aseo en salón casa Sousa.

18. BACHELARD, Gaston, La Poétique de l’espace, P.U.F., Paris 1957.19. Charles dos , Poémes etpwses, ed. Gallimard, El poema “El mueble”, de Le co] ret de Santal esa dedicado a Mme. Mauté de Fleurville. (p. 87)

Con el tema de los cajones, de los cofres, de las cerraduras y de los armarios, tomaremos contacto con la reserva insondable de los ensueños de intimidad. El armario y sus estantes, el escri-torio y sus cajones, el cofre y su doble fondo, son verdaderos órganos de la vida secreta.

Sin esos “objetos”, y algunos otros así valuados, nuestra vida íntima no tendría modelo de intimidad. Son objetos mixtos, objetos-sujetos. Tienen, como nosotros, por nosotros, para noso-tros, una intimidad. En un armario, sólo un pobre de espíritu podría colocar cualquier cosa. Poner cualquier cosa, de cualquier modo, en cualquier mueble, indica una debilidad insigne de la función de habitar. En el armario vive un centro de orden que protege a toda la casa contra un desorden sin límites. Allí reina el orden o más bien, allí el orden es un reino.18

El cofre, sobre todo el cofrecillo, del que uno se apropia con más entero dominio, son ob-jetos que se abren. Cuando el cofrecillo se cierra vuelve a la comunidad de los objetos; ocupa su lugar en el espacio exterior; pero ¡se abre! Entonces, este objeto que se abre es como diría un % lósofo matemático, la primera diferencial del descubrimiento.

Existe una la dialéctica de lo de dentro y lo de fuera. Pero en el instante en que el cofrecillo se abre, acaba la dialéctica. Lo de fuera queda borrado de una vez y todo es novedad, sorpresa, desco-nocido. Lo de fuera ya no signi% ca nada. E incluso, suprema paradoja, las dimensiones del volumen ya no tienen sentido porque acaba de abrirse otra dimensión: la dimensión de intimidad.

La imaginación no puede decir nunca “no es más que esto”. Así, en un poema en prosa de Charles Cros se encuentra una de estas maravillas donde el poeta prolonga al ebanista. Los bellos objetos realizados por una mano hábil son naturalmente “continuados” por el ensueño del poeta18

“Pero he entrevisto, por % n, la % esta clandestina, he oído los minuetos minúsculos, he sorprendido las complicadas intrigas que se traman en el mueble. (...) Cuando el mueble está cerrado, cuando el oído de los inoportunos está ta-pado por el sueño o colmado de ruidos exteriores, cuando el pensamiento de los hombres pesa sobre algún objeto positivo, entonces surgen extrañas escenas en el salón del mueble, algunos personajes insólitos por su aspecto y su tamaño salen de los pequeños espejos.”19

Y una vez más, después de haber soñado en ese minúsculo salón que enfebrece un baile «de rancios personajes, el poeta abre el mueble: “Y el salón queda vacío, silencioso y limpio.” La gente seria puede decir entonces con el poeta: “Es un mueble de marquetería y nada más”. Haciendo eco a esta opinión sensata, el lector que no quiera jugar con las inversiones de lo grande y lo pequeño, del exterior y de la intimidad, podrá decir a su vez:

“Es un poema y nada más”.

En realidad el poeta ha traducido a lo concreto un tema psicológico bien general: habrá siempre más cosas en un cofre cerrado que en un cofre abierto. La comprobación es la muerte de las imágenes. Imaginar será siempre más grande que vivir. Toda intimidad se esconde. Además de los espacios individuales que observamos en los primeros niveles de la vivien-das de Rocha, veri% camos la existencia de un espacio que Kiesler nombra de cámara de reclusión (“seclusion chamber”) en el segundo mezzanine. Esta estancia, de acuerdo con su nombre, está tam-bién destinada al aislamiento.

En esta planta de la casa los espacios surgen unos después de los otros, se van sucediendo de acuerdo con el grado de intimidad implícito en cada uno.

“Nadie me ve cambiar. Pero, ¿quién me ve? Yo soy mi escondite”. Joe Bousquet, La neige d’un autre age. p. 90.

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Este espacio es concebido como “cámara de reclusión” y se ubica en el punto más ele-vado de la casa, en la zona más distante de los espacios comunes. Este es el título que Kiesler da al espacio como un espacio de aislamiento distinto, como impenetrable.

Frente a una concepción abierta del espacio doméstico moderno, Álvaro Rocha concibe la casa como un joyero que guardara un bien precioso, la intimidad del habitar. Existe una clara voluntad de establecer una barrera protectora entre el exterior hostil y el interior protector, que solo aquellos elegidos por los propietarios podrán rebasar. En la casa en el Lugar Várzea III lo concibe verticalmente frente a la horizontalidad de la casa para el pintor en Santarém.

Se puede decir que desde los inicios de la actividad constructiva siempre ha existido una arquitectura entendida como cápsula aislada e independiente. La habitación entendida como universo, como microcosmos autosu% ciente, se ha considerado al igual que una mónada, distinta e indivisible.20 Dando respuesta principalmente al deseo de reclusión y de recogimiento, con-centrando lo máximo en lo mínimo. Este modelo está relacionado con el indivisible paradigma monista, compacto y autárquico, morfológicamente y conceptualmente.

El mencionado deseo de soledad, de enclaustramiento, es lo que nos lleva a pensar en las arquitecturas organizadas en torno a patios. El patio, como símbolo del jardín perdido, pero también como símbolo de la mente, de lo interior. Las órdenes religiosas más dedicadas a con-templación, como fuera la orden de los cartujos organizaban las celdas de sus monjes alrededor de patios.

“El empeño y propósito nuestro son principalmente vacar al silencio y la so-ledad de la celda. Ésta es, pues, la tierra santa y el lugar donde el Señor y su siervo conversan a menudo como entre amigos; donde el alma % el se une frecuentemente a la Palabra de Dios; donde se unen lo terreno y lo celestial, lo humano y lo divino”.21

Asimismo, la búsqueda de un espacio individual motivada por estas voluntades resulta ser sobre todo la búsqueda de la construcción de un mundo propio, mundo este que no termina en las cuatro paredes que conforman eventualmente el espacio, sino un mundo donde se preten-de combatir los límites que la materialidad impone en la condición humana. Es interesante lo que dice al respecto el arquitecto holandés Ton Venhoeven:

“Vivir en un ambiente refugiado aumenta la necesidad de experiencias exci-tantes, porque el contacto con el mundo exterior es necesario para combatir la sensación de con% namiento. Cuando estás protegido por una interacción intensa con los demás”.

Para Bachelard es la inmensidad lo que precisamente establece la consonancia entre el espacio del mundo y el espacio de la intimidad: Parece, entonces, que es por su “inmensidad” que los dos espacios – el espacio de la intimidad y el espacio del mundo – se vuelven consonantes. Cuando la gran soledad del hombre se profundiza, las dos dimensiones se tocan, se confunden.22

“(...) Estando dentro parece que se está fuera, porque la luz todo lo uni% ca. En este sitio y en esta casa no puede haber distracción alguna – la luz y el paisaje no perdonan.”23

Imagen de la casa en el Lugar do Baixinho Santarém vista desde el jardín situado en la parte posterior de la vivienda.

Imagen de la casa frente a la inmensidad.

Plantas de distribución donde se advierten cuatro volúmenes autónomos.

Fachada principal casa-estudio Tacubaya. Calle Gene-ral Francisco Ramírez nº 12 y 14

Casa en el Lugar do Baixinho Santarém 1998 - 2004Estancia del pintor.

Bocetos casa para el pintor. Se aprecia la voluntad de crear un marco del paisaje inmenso mediante el alarga-miento de los muros hacia el exterior.

20. LEIBNIZ, GOTTFRIED W. Monadología. 1ªEdición. Oviedo: Pentalfa, 198121. Primeras frases del capítulo cuarto, “La guarda de la celda y el sielencio”, de los estatutos de la orden cartuja, escritos por varios monjes cartujos en base a descripciones sobre la regla cartujana del prior Guigo II, adaptados al código canónico en 1987.22. BACHELARD, Gaston, La Poétique de l’espace, P.U.F., Paris 1957. (p.207)23. João Álvaro Rocha, TC cuadernos nº 102/103. (p. 66)

924. BACHELARD, GASTÓN. La poétique de l’espace. 1957, Presses Universitaires de France, París25. João Álvaro Rocha, TC cuadernos nº 102/103. (p.7)

CONCLUSIONES:

La motivación en percibir de que formas el concepto de intimidad se cruza con las problemáticas implícitas en el concebir y experimentar el espacio se va destilando a lo largo del trabajo: se identi% can a% nidades entre lo que podrá parecer ajeno y se obser-van temas que por tan vinculados a las experiencias más banales del habitar se encuentran a menudo en el olvido. Este trabajo es un acercamiento a las cuestiones más elementales del proyecto de arquitectura de alguien que más allá de experimentar el espacio como habitante se dispone también a pensarlo y vivirlo apropíandose de el.

Hay un tipo de experiencia, que no sabemos bien como nombrarla, pero que parece consistir en una especie de transfor-mación mágica súbita ante cualquier tipo de suceso o acontecimiento: ante un espacio sin función, la inmensidad de un paisaje, un rincón escondido o ante algo que nos aleja del sitio donde estamos y nos despierta un estado de atención diferente al que acostum-bramos. En estos momentos tenemos la sensación de que nuestro tiempo se desconecta del tiempo que sigue comandando en el resto del mundo, nuestro tiempo (en estos momentos solo nuestro) se torna lento o rápido y esto permite establecer una relación distinta con el exterior. Estos momentos de “apertura” son momentos de intimidad con el mundo, y por esto solemos sentirlos muchas veces como una especie de experiencia religiosa, o mística aunque estemos rodeados de personas.

El espacio de la intimidad es el espacio de las sensaciones y de las emociones, podrá ser el espacio de roce entre nuestro interior sentido e imaginado y el exterior como se ha explicado a lo largo del presente trabajo. El espacio donde interior y exterior con< uye, se toca, se intercepta. Podrá ser el espacio donde cada uno proyecta su interior, como también podrá ser el espacio que proyecta en el interior de cada uno las más diversas huellas.

Aunque no sea condición necesaria que el espacio de intimidad se proporcione obligatoriamente en el espacio privado, no se puede, sin embargo, menospreciar el hecho de que el secretismo, el pudor o la ocultación, que están también vinculados al habitar íntimo, encuentran en el espacio privado un territorio favorable por estar protegido de las miradas ajenas.

La intimidad concierne un territorio difícilmente expresable, que incluso puede huir del lenguaje, a la experiencia que no tiene que ser obligatoriamente explicada a través de la razón. Los distintos grados de intimidad que se viven en la arquitectura doméstica están ligados a las experiencias personales por ello la arquitectura puede, en cierto modo, ayudarnos a conectar con esta interioridad aunque en mayor o menor medida la experiencia sea totalmente personal.

El ámbito de lo propio nace de la necesidad de poseer un espacio donde pueda habitar el intelecto, la moralidad y todas las dimensiones que conciernen la esfera individual. En cuanto a la interiorización, se puede a% rmar que la visión subjetiva y particular, es decir, la interior de cada uno, de todo lo que nos rodea es única.

“No solamente nuestros recuerdos, sino también nuestros olvidos, están “alojados”. Nuestro inconsciente esta “alojado”. Nuestra alma es una morada. Y al acordarnos de las “casas”, de los “cuartos”, aprendemos a “morar” en nosotros mismos. Hay que decir, pues, cómo habitamos nuestro espacio vital de acuerdo con todas las dialécticas de la vida, cómo nos enraizamos, de día en día, en un “rincón del mundo”.24

La casa es nuestro rincón del mundo.

“(...) será que en esta nuestra época, en la que la información es casi instantánea y las imágenes prevalecen sobre los contenidos y en la que se procura que la arquitectura continúe, como antes, a ser re< ejo de un tiempo, todavía cabrá interrogarnos si tiene sentido lo fascinante que puede ser un rayo de sol deslizándose sobre la super% cie de una pared blanca o de un muro de piedra, revelándonos a veces “presencias” absolutamente inesperadas que provocan mutaciones espaciales completamente insólitas. ¿No será esto su% ciente?… ¿O será que el “vacío” no se constituye siempre como una oportunidad para que las cosas puedan acontecer – las presentes y las ausentes?”.25

BIBLIOGRAFÍA:

_ Joao Álvaro Rocha. Tomo I. Habitar. TC cuadernos nº 102/103. 2012. _ Bachelard, Gastón. La poétique de l’espace. Presses Universitaires de France, París. 1957. _Bachelard, Gaston, La tierra y las ensoñaciones del reposo. Ensayo sobre las imágenes de la intimidad, Mexico D.F. , 1948, _ Sloterdijk, Peter. Esferas I: Burbujas. Microesferología. Biblioteca de Ensayo, Editorial Siruela, 2003. _ Perec, Georges. Especies de espacios. Editorial Montesinos, 1999. _ Hertzberger, Herman, Lessons for students in architecture. Rotterdam: Uitgeverij 010 Publishers, 1991. _ Giddens, Anthony: La transformación de la intimidad. Ed. Cátedra, Madrid 1992. _ Simmel, Georg, El individuo y la libertad. Barcelona: Ediciones Península, 2001. _ Crowther, C. Edgard: Intimacy. Strategies for Succesful Relationships. Dell. New York. 1988. _ Hall, Edward T.: La dimensión oculta. Siglo XXI editores, México, 1966.