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    R M I N I 2 0 1 1

    E J E R C I C I O S D E L A F R A T E R N I D A D

    D E C O M U N I N Y LI B E R A C I N

    Suplemento de la revista Huellas Litterae Communionis, n. 6, junio de 2011

    SI UNO EST EN CRISTOES UNA CRIATURA NUEVA

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    Si uno eSt en CriSto

    eS una Criatura nueva

    E jErcicios dE la FratErnidad

    dE comunin y libEracin

    R m i n i 20 1 1

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    2011 Fraternit di Comunione e LiberazioneTraduccin del italiano: Beln de la Vega

    En la portada:La llamada de Zaqueo (detalle), Capua, Baslica de SantAngelo in Formis.Por cortesa del rector de la baslica.

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    Ciudad del Vaticano, 29 de abril de 2011

    ReverendoDon Julin CarrnPresidente de la Fraternidad de Comunin y Liberacin

    Con ocasin Ejercicios espirituales Fraternidad de Comunin y Li-beracin sobre el tema Si uno est en Cristo, es una criatura nueva,el Sumo Pontce dirige a los participantes aectuoso pensamiento y

    mientras desea meritorio encuentro suscite renovado ardor misioneroal servicio Evangelio, invoca copiosa eusin dones celestes y enva aUsted y a todos los asistentes implorada bendicin apostlica.

    Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de Su Santidad

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    Viernes 29 de abril, por la noche

    A la entrada y a la salida:

    Wolgang Amadeus Mozart, Concierto para piano n. 27 en si bemol mayor, K 595

    Andrs Schi, piano

    Sndor Vegh Camerata Academica Salzburg, Decca

    n INTRODUCCIN

    Julin Carrn

    No creo que nadie sienta, al comienzo de nuestro gesto de los Ejercicios,

    una urgencia mayor que pedir, suplicar poder estar disponibles a la conver-sin. Cada uno de nosotros sabe perectamente hasta qu punto se resistea esta conversin, cuntas veces nuestro corazn est endurecido, lo pocodisponibles que estamos en el ondo para dejarnos atraer por l. Cuantoms conscientes seamos de esto, de esta guerra en la que estamos enzarza-dos y de cul es nuestra ragilidad y nuestra debilidad, tanto ms sentire-mos la urgencia de pedir al Espritu que sea l el que lave lo que est sucioen nosotros, el que riegue nuestra aridez, el que sane lo que est herido.

    Desciende Santo Espritu

    Os saludo a cada uno de los que estis aqu presentes, y a todos losamigos que estn conectados con nosotros desde distintos pases, as comoa todos aquellos que participarn de los Ejercicios en dierido en las prxi-mas semanas.

    Comienzo leyendo el telegrama enviado por Su Santidad:

    Con ocasin Ejercicios espirituales Fraternidad de Comunin y Li-beracin sobre el tema Si uno est en Cristo, es una criatura nueva, elSumo Pontce dirige a los participantes aectuoso pensamiento y mien-tras desea meritorio encuentro suscite renovado ardor misionero al servicioEvangelio, invoca copiosa eusin dones celestes y enva a Usted y a todoslos asistentes implorada bendicin apostlica. Cardenal Tarcisio Bertone,Secretario de Estado de Su Santidad.

    Por tanto, si uno est en Cristo es una criatura nueva1, porque Cristo esalgo que me est sucediendo. Tratemos de identicarnos con los discpulosdespus de la Pascua. Qu predominaba en sus corazones, en sus ojos, en

    1 Cor 5,17.

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    Viernes por la noche

    la conciencia que tenan de s mismos, sino Su presencia viva? Para ellosera tan evidente que no podan arrancrsela, era una Presencia que vencacualquier duda, cualquier sombra: se impona. Cristo era algo que estabasucediendo en ellos. No era una doctrina, un elenco de cosas que hay quehacer, un sentimiento. Era una presencia externa, distinta, es verdad, peroque abrazaba su vida. La resurreccin de Cristo, Su presencia viva, introdu-ca una novedad que haca que la vida uese nalmente vida, llenndola deuna intensidad que no podan generar por ellos mismos. Era tan evidente,que la llamaron vida nueva2. Y al que la viva, criatura nueva. La vidanueva podemos decir simplemente: la vida en su sentido ms pleno, quese desvela por primera vez con toda su intensidad dena de tal modo sus

    personas que los cristianos eran llamados los vivientes3. Imaginad qutipo de experiencia vivan y qu tipo de experiencia contemplaban los otros

    para llegar a denirles como los vivientes! Esto es lo que Cristo ha introdu-cido para siempre en la realidad: una posibilidad de vivir la vida a un nivelabsolutamente desconocido para nosotros antes, un plus, y san Pablo noencuentra otro modo mejor de expresar este hecho que la rase que hemoselegido como ttulo de nuestros Ejercicios.

    sta es la novedad que introduce la resurreccin de Cristo. No es una

    vuelta a la vieja vida precedente; es una vida que implica un salto, un in-cremento de vida desconocido previamente. Es tan real, pero al mismotiempo tan alejado de cualquier imaginacin, que lo nico que se puedehacer es dar testimonio de ella en la accin, comunicarla a travs del res-

    plandor del rostro, a travs de la intensidad de la mirada, de la relacin conla realidad, de la orma de tratar todo. No era algo que se haba aprendidocon anterioridad y que despus se trataba de aplicar: no se conoca antes, y

    por eso habra sido imposible tratar de aplicar algo que no se saba. Era una

    sorpresa, se empez a saber porque Cristo lo haca suceder: era el Acon-tecimiento lo que permita conocer la novedad. Sentado a la mesa conellos, tom el pan, pronunci la bendicin, lo parti y se lo iba dando. Aellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron4. l generaba esta sorpresaconstantemente: No arda nuestro corazn mientras nos hablaba por elcamino y nos explicaba las Escrituras?5. Se trataba de algo Cristo, Cristoresucitado que estaba sucediendo en ellos, hasta el punto de hacer ardersu corazn!

    2 Rm 6,4.3 Rm 6,11.4 Lc 24,30-31.5 Lc 24,32.

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    Ejercicios de la Fraternidad

    Arma don Giussani: Nuestra autoconciencia alcanza su cumbre en elmisterio de la Resurreccin. En l culmina la autoconciencia del cristianoy, por tanto, la autoconciencia nueva de m mismo, del modo en que miroa todas las personas y las cosas. La Resurreccin es la clave de una nuevarelacin conmigo mismo, entre yo y los hombres, entre yo y las cosas.

    Y, sin embargo, es la realidad de la que ms rehuimos. La Resurreccin esla cumbre del desao que el Misterio hace a nuestra medida. Por ello la deja-mos de lado si queris, respetuosamente, dejamos que siga siendo una pa-labra rida, percibida de manera intelectual, contemplada como una idea6.Hay alguien entre nosotros que no desee una intensidad de vida como sta?Pero si comparamos lo que vivieron los discpulos aquella semana de Pas-

    cua con lo que hemos vivido nosotros, todos reconoceremos la lejana, ladistancia abismal que nos separa de la experiencia que hicieron ellos. Estovale tambin por lo que respecta a la participacin en la Liturgia: para ellosue el momento en que Le reconocieron (se abren sus ojos y Le reconocen),mientras que para nosotros muchas veces se queda reducida a un rito.

    Pero esta lejana que vemos en nosotros, este dolor que se impone, yaha sido vencido en los apstoles: sta es la esperanza para cada uno de no-sotros. Lo que nosotros esperamos, ya es un hecho en ellos, ya ha sucedido

    en la historia. Esta novedad ya ha sido una experiencia en el hombre, enciertos hombres, y puede llegar a ser tambin nuestra si estamos dispuestosa dejarnos generar a travs de la modalidad que nos ha aerrado: el carisma.Para que esto suceda, debemos estar disponibles a seguir el camino trazado

    por don Giussani. Para que el cristianismo llegue ser tan nuestro que seacapaz de superar la distancia que nos separa de la experiencia de los aps-toles. Para que la vida se llene de esa novedad que vence cualquier aridez,es necesario continuar el recorrido que estamos haciendo, cuyas razones

    expusimos el pasado 26 de enero en la presentacin de El sentido religioso.La pregunta que se est suscitando ltimamente de distintas ormas, y quese agudiza en el trabajo de la Escuela de comunidad, es muy indicativa del

    problema en el que nos hallamos inmersos: Por qu insistimos en que Cristoha venido a despertar nuestro yo y a educarnos en el sentido religioso? Porqu esa insistencia en que la naturaleza de la experiencia cristiana se ve en quees capaz de suscitar el sentido del misterio del yo, de suscitar la preguntahumana? No habra sido ms cil hablar de Cristo sin este empecinamientoen el despertar del yo, sin insistir en aquello que hemos descubierto en noso-tros? Muchas veces me repets: Pero, a dnde nos quieres llevar? No es unacomplicacin el camino que don Giussani nos invita a hacer?.

    6 L. Giussani, Cristo resucitado, la derrota de la nada, enHuellas n. 4, abril 2006, p. 2.

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    Viernes por la noche

    Me parece estar escuchando hoy la misma objecin que don Giussaniescuchaba de un alumno suyo. Lo cuenta l mismo: Ahora la gente ya no

    percibe en qu consiste la correspondencia entre la propuesta cristiana ensu originalidad, entre el acontecimiento cristiano y la vida de todos los das.Y cuando yo me esuerzo, cuando vosotros os esorzis por hacerla com-

    prender: Pero qu complicado eres, qu complicado eres!. Cuando dabaclase en el Instituto, y enseaba a mis alumnos lo que estudiis en la Es-cuela de comunidad, tena en clase al hijo de Manz, que conoca a un curacon el que hablaba asiduamente. Este cura le instigaba contra lo que lea enmis apuntes y le deca: Lo ves? Esto complica, mientras que la religines sencilla. Que es como decir las razones complican cuntos estaran

    de acuerdo!, la bsqueda de las razones complica. Sin embargo, lo quehace es iluminar! Debido a este planteamiento, Cristo ya no es autoridad,sino un objeto sentimental, y Dios es un espantapjaros y no un amigo7.

    Don Giussani saba muy bien a dnde llevaba esa orma de vivir la eaparentemente menos complicada: En una situacin ptima en apariencia

    para la transmisin del contenido terico y tico catlico parroquias e-cientes con oerta de cursos de catecismo para todas las edades; clases dereligin obligatorias en todas las etapas escolares hasta la enseanza media

    superior; tradicin bien salvaguardada, al menos ormalmente, en los crite-rios que transmita la amilia; cierto pudor del que todava no se renegabaante la crtica indiscriminada o la inormacin irreligiosa; buen porcentajede asistencia a la misa dominical y estiva [ahora, sesenta aos despus,todo est redimensionado], el primer contacto con los jvenes estudiantesde bachillerato pona de relieve tres actores que impresionaban al obser-vador atento. Ante todo, la alta de motivacin ltima de la e. [] En se-gundo lugar, la alta de incidencia de la e sobre el comportamiento social

    en general, y en el mbito escolar en particular, que se da por descontada.Y nalmente, un clima decididamente generador de escepticismo8.Por eso tiene razn Heschel, un pensador judo: Es habitual inculpar a

    la ciencia secular y a la losoa antirreligiosa del eclipse de la religin enla sociedad moderna, pero sera ms honesto inculpar a la religin de sus

    propias derrotas. La religin ha decado no porque haya sido conutada,sino porque se ha convertido en algo irrelevante, montono, opresivo einspido9. Esta irrelevancia, esta insipidez de la e puede vericarse tam-

    bin en una situacin como la que ha escrito antes don Giussani, en la que

    7 L. Giussani, Tu (o dellamicizia), BUR, Milano 1997, pp. 40-41.8 L. Giussani,Educar es un riesgo, Encuentro, Madrid 2006, pp. 39-40.9 A.J. Heschel, Crescere in saggezza, Gribaudi, Milano 2001, p. 157.

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    Ejercicios de la Fraternidad

    la religiosidad era omnipresente, o como aquella que imaginaba Nietzsche,en donde la religin estaba extendida, pero era incapaz de despertar a la

    persona. Nietzsche nos advirti hace tiempo de que la muerte de Diosera perectamente compatible con una religiosidad burguesa []. l no

    pens en absoluto que la religin estuviese acabada. Lo que pona en dis-cusin era la capacidad de la religin de mover a la persona y de abrir sumente []. La religin se ha convertido en un producto de consumo, enuna orma de entretenimiento entre otras, en una uente de consuelo paralos dbiles [] o un dispensador de servicios emotivos, destinado a apa-gar algunas necesidades irracionales que ella es capaz de satisacer mejorque cualquier otra cosa. Aunque pueda parecer unilateral, el diagnstico de

    Nietzsche ha dado en la diana10.Un cristianismo que no es capaz de mover a la persona, de suscitar lo

    humano, ha conducido a un desinters hacia el mismo cristianismo, convir-tindolo en algo irrelevante. En muchos casos no se trata de una rebelincontra la propuesta cristiana; en la mayora de los casos el cristianismo ha

    perdido simplemente el inters, se ha vuelto irrelevante. Esto indica que eldespertar del yo, el sentido religioso, no es algo til nicamente antesde la e, sino que resulta decisivo en cualquier momento: es su autntica

    vericacin. Acaso pensamos que podemos actuar de orma distinta a losdems sin hacer esta vericacin? No acabaremos como todos? No ter-minaremos tambin nosotros perdiendo el inters por la propuesta cristianasi no hacemos el camino que nos propone don Giussani?

    Por eso, amigos, el mismo don Giussani expresa en una rase sintticael reto que tenemos ante nosotros: Me haba persuadido proundamentede que una e que no pudiera percibirse y encontrarse en la experiencia

    presente, que no pudiera verse conrmada por ella, que no pudiera ser til

    para responder a sus exigencias, no poda ser una e en condiciones deresistir en un mundo donde todo, todo, deca y dice lo opuesto a ella11.sta es la cuestin decisiva: la necesidad de precisar una experiencia que

    pueda resistir. Por eso, en la rase que acabo de citar, don Giussani nosorece una triple clave para comprender si estamos haciendo el caminoapropiado: que la e sea una experiencia presente (no el relato de hechos alque luego cada uno aade algo como un pegote), una experiencia juzgada,no una repeticin de rmulas, rases o comentarios; que la e encuentre laconrmacin de su utilidad para la vida en la experiencia presente, en la

    10 E.L. Fortin, The Regime o Separatism: Theoretical Considerations on the Separation o Churchand State, en Id.,Human Rights, Virtue, and the Common Good, U.S.A., 1996, p. 8.11 L. Giussani,Educar es un riesgo, op. cit., p. 19.

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    experiencia misma (si no es as, siempre necesitaremos un suplemento decerteza que venga de uera); que la e sea capaz de resistir en un mundoen el que todo dice lo contrario.

    Slo si somos conscientes de la lucha en la que estamos inmersos, po-dremos tomarnos en serio el trabajo que estamos haciendo, y comprenderlas razones por las que Giussani ha hecho lo que ha hecho. Aqu radica larazonabilidad de la e: en su capacidad de exaltar lo humano para poder

    percibir la pertinencia de la e a las exigencias de la vida. El cristianismoy el hombre comparten la misma suerte!

    Esta experiencia presente de la e es decisiva para que la novedad que seha introducido en la historia y en nuestra vida a travs del Bautismo pueda

    perdurar, pueda resistir en nosotros como conciencia, como nos recordabael Papa recientemente en la Misa Crismal: San Pedro, en su gran cateque-sis bautismal, ha aplicado dicho privilegio y cometido de Israel a toda lacomunidad de los bautizados, proclamando: Vosotros, en cambio, sois unlinaje elegido, un sacerdocio real, una nacin santa, un pueblo adquirido

    por Dios para que anunciis las proezas del que os llam de las tinieblas a suluz maravillosa. Los que antes erais no-pueblo, ahorasois pueblo de Dios(1 P 2,9-10). El Bautismo y la Conrmacin constituyen el ingreso en el

    Pueblo de Dios, que abraza todo el mundo; la uncin en el Bautismo y enla Conrmacin es una uncin que introduce en ese ministerio sacerdotalpara la humanidad. Los cristianos son un pueblo sacerdotal para el mundo.Deberan hacer visible en el mundo al Dios vivo, testimoniarlo y llevarle al. Cuando hablamos de nuestra tarea comn, como bautizados, no hay ra-zn para alardear. Eso es ms bien una cuestin que nos alegra y, al mismotiempo, nos inquieta: Somos verdaderamente el santuario de Dios en elmundo y para el mundo? Abrimos a los hombres el acceso a Dios o, por

    el contrario, se lo escondemos? Nosotros el Pueblo de Dios acaso nonos hemos convertido en un pueblo de incredulidad y de lejana de Dios?No es verdad que el Occidente, que los pases centrales del cristianismoestn cansados de su e y, aburridos de su propia historia y cultura, ya noquieren conocer la e en Jesucristo? Tenemos motivos para gritar en estahora a Dios: No permitas que nos convirtamos en no-pueblo! Haz que tereconozcamos de nuevo! S, nos has ungido con tu amor, has inundido tuEspritu Santo sobre nosotros. Haz que la uerza de tu Espritu se haga nue-vamente ecaz en nosotros, para que demos testimonio de tu mensaje conalegra. No obstante toda la vergenza por nuestros errores, no debemosolvidar que tambin hoy existen ejemplos luminosos de e; que tambinhoy hay personas que, mediante su e y su amor, dan esperanza al mundo.Cuando sea beaticado, el prximo uno de mayo, el Papa Juan Pablo II,

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    Ejercicios de la Fraternidad

    pensaremos en l llenos de gratitud como un gran testigo de Dios y deJesucristo en nuestro tiempo, como un hombre lleno del Espritu Santo12.

    El beato Juan Pablo II es un testigo de excepcin para arontar estos das,pues en l resulta evidente que es posible vivir hoy como cristianos. Tenemosrazones evidentes para sentir especialmente cercano el evento de la beatica-cin de su persona, por la historia que nos ha unido a l, porque podemos res-

    ponder a lo que l mismo nos haba recomendado: Cuando un movimientoes reconocido por la Iglesia, se convierte en un instrumento privilegiado parauna adhesin personal y siempre nueva al misterio de Cristo. No permitis

    jams que en vuestra participacin anide la carcoma de la costumbre, de larutina, de la vejez. Renovad continuamente el descubrimiento del carisma

    que os ha ascinado y l os llevar ms poderosamente a haceros servidoresde esta nica potestad que es Cristo Seor13. Cmo no sentir especialmentevivo este reclamo suyo en un momento como el actual, que coincide con su

    beaticacin? Hay alguno entre nosotros que no sienta estas palabras comouna llamada particularmente intensa a la conversin? Slo podremos respon-der adecuadamente a esta tarea si seguimos el carisma que nos ha ascinado,como trataremos de hacer durante estos Ejercicios.

    Pidamos a Juan Pablo II y a don Giussani, al comienzo de este gesto, que

    nos hagan estar disponibles a la gracia de Cristo, que no deja de salir a nues-tro encuentro, para que podamos llegar a ser testigos como ellos lo ueron.

    Un gesto de estas dimensiones es imposible sin la contribucin y elsacricio de cada uno de nosotros en la atencin a los avisos, al silencio, alas indicaciones. Cada una de estas cosas es la orma inmediata de nuestra

    peticin a Cristo, para que tenga piedad de nuestra nada, para que no nosconvirtamos en un no-pueblo. Porque en esto consiste la lucha, amigos;

    no se trata de poner las cosas en su sitio, porque el riesgo que corremos esperder el inters, convertirnos en no-pueblo, como muchos a nuestro alre-dedor. Y todos sabemos que necesitamos el silencio, un silencio que nos

    permita dejar penetrar hasta la mdula todo lo que se nos diga, un silencioque se convierta en grito, en peticin a Cristo para que tenga piedad denosotros, de nuestra nada.

    12 Benedicto XVI, Santa Misa Crismal, 21 de abril de 2011.13 Juan Pablo II,Discurso a los sacerdotes participantes en la experiencia del movimiento Comu-nin y Liberacin, 12 de septiembre de 1985.

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    Viernes por la noche

    SANTA MISA

    HOMILA DE DON STEFANO ALBERTO

    Esta ue la tercera vez que Jess se apareci a los discpulos (Jn21,14). Su presencia sica, real, esta vida nueva, haba irrumpido en lavida de los apstoles prcticamente cada da; y sin embargo estaban tristes,la noche haba sido inructuosa. Pedro pensaba que poda entrar en relacincon esa nueva presencia del Seor segn lo que ya saba, segn lo que eracapaz de hacer: Me voy a pescar. Pero no sucede nada, una inecundidadtotal.

    Slo la iniciativa de Cristo, slo el suceder real de la novedad de Supresencia, es capaz de abrir toda nuestra humanidad. Pero hay un detalle:ser aerrados por Cristo, por l, no por nuestras imgenes, no por lo queya sabemos, ni siquiera por la riqueza del patrimonio de tantos aos dehistoria con l en el movimiento, ser aerrados por Cristo sucede, paraPedro y para los dems, a travs de aquel que viva hasta el ondo el dramade su humanidad, del que estaba ms atento: Juan es el primero en darsecuenta de su presencia. Su grito desgarra nuestra somnolencia, nuestra pre-

    suncin, nuestra distraccin: Es el Seor!. Don Giussani es esto paranosotros, el carisma es esto: la posibilidad concreta de ser agarrados denuevo, pero agarrados ahora, porque hay una voz que grita ahora mar deTiberades o mar de Rmini, es lo mismo, no hay dierencia alguna, hayun rostro, una mano que nos indica esta Presencia que nos aerra uno a uno.Es el Seor.

    Pidamos a la Virgen para cada uno de nosotros la gracia de no dormiry de no resistirnos.

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    Esercizi della Fraternit

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    Sbado 30 de abril, por la maana

    A la entrada y a la salida:

    Wolgang Amadeus Mozart, Concierto para piano y orquesta n. 23 en la mayor,

    KV488

    Wilhelm Kemp, piano

    Ferdinand Leitner Bamberger Symphoniker, Decca

    Don Pino. El que est en Cristo es una criatura nueva, porque Cristo esalgo que me est sucediendo ahora.

    Angelus

    Laudes

    n PRIMERA MEDITACIN

    Julin Carrn

    El misterio eterno de nuestro ser

    Si hubisemos podido preguntar a la Virgen cmo haba empezado a conce-birse a s misma, sorprendindose en accin despus del anuncio del ngel,habra utilizado palabras parecidas a stas de don Giussani: Toda la per-sonalidad de la Virgen brota del instante en que se le dice: Dios te salve,Mara; es decir, del instante en que percibe el signo, la llamada. A partir delinstante del anuncio asume su puesto en el universo y rente a la eternidad.Se establece una uente totalmente nueva de moralidad en su vida. Brota un

    sentimiento de s proundo, misterioso: una veneracin de s, un sentimientode grandeza comparable slo al sentido de su nada, en la que nunca ha pen-sado de ese modo14.

    Hay alguno entre nosotros al que no le gustara vivir toda la vida domi-nado por este sentimiento de s tan proundo y misterioso, por este sentidode grandeza, cuanto ms consciente se es de la propia nada? Y si hubisemosdirigido la misma pregunta a Andrs despus del encuentro con Jess, eseencuentro que le haba llenado de silencio en el camino de vuelta a casa, ha-

    bra podido intuir lo que le estaba sucediendo mirando a su mujer y sus hijos:Y cuando volvieron, por la noche, al acabar la jornada probablemente re-corriendo en silencio el camino, porque jams haban hablado entre s como

    14 L. Giussani, Toda la tierra desea ver tu rostro, San Pablo, Madrid 2000, pp. 125-126.

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    en aquel gran silencio en el que Otro haba hablado, en el que l continuabahablando y resonando dentro de ellos y llegaron a casa, la mujer de Andrs,mirndole, le dijo: Qu te pasa, Andrs, qu te pasa?. Y sus nios, asom-

    brados, miraban a su padre: era l, s, era l, pero era ms l, era distinto. Ycuando como dijimos una vez conmovidos con una imagen cil de pensar

    porque es muy realista, ella le pregunt: Qu ha pasado?, l la abraz,Andrs abraz a su mujer y bes a sus hijos: era l, pero jams la habaabrazado as! Era como el alba, o la aurora, o el amanecer de una humanidaddistinta, de una humanidad nueva, de una humanidad ms verdadera. Comosi dijese: Por n!, sin creer a sus propios ojos. Pero era demasiado evi-dente para no creer a los propios ojos!15.

    Qu intensidad humana! Hay alguien al que no le gustara sentir la vi-bracin de una humanidad tan nueva que le permitiera abrazar a su mujerde este modo? Hay alguna mujer a la que no lo gustara sentirse abrazadaas? No un discurso, sino sentirse abrazada as! No un marido que le repitael discurso correcto, sino que le ayude a hacer experiencia de lo que le diceabrazndola as! Y a qu hijo no le gustara mirar a su padre, cuando yatodo ha comenzado a decaer por la lgica normal de la vida, y decir lleno deasombro: Es l, pero es ms l ahora que cuando era joven?

    Tal vez alguno pueda pensar que la Virgen y Andrs experimentaban el otromundo en este mundo porque era la primera vez. Luego se les pasara, comoa todos, se desinfaran. Es como si esto conrmara nuestro escepticismo: ueas, pero luego todo decae. Pero que no termina as lo hemos visto todos connuestros ojos, todos! Quin no recuerda la imponencia del testimonio de donGiussani en la plaza de San Pedro cerca ya del nal de su vida? Qu es elhombre para que te acuerdes de l, el ser humano para darle poder?. Ninguna

    pregunta me ha impresionado en la vida tanto como sta. Solamente ha habido

    un Hombre en el mundo que poda responderme, planteando una nueva pre-gunta: De qu le sirve al hombre ganar todo el mundo si luego se pierde as mismo? O, qu podr dar el hombre a cambio de s?. No he escuchado

    jams dirigirme ninguna otra pregunta que me dejara tan cortada la respiracincomo sta de Cristo! Ninguna mujer ha escuchado jams otra voz que hablarade su hijo con la misma ternura original, con la misma valoracin indiscutibledel ruto de su seno, con semejante armacin totalmente positiva de su des-tino: nicamente la voz del hebreo Jess de Nazaret. Pero, ms an: ningnhombre puede sentirse armado mejor, con la dignidad de quien tiene un valorabsoluto que est por encima de cualquier logro suyo! Nadie en el mundo ha

    15 L. Giussani,El tiempo apremia, Ejercicios de la Fraternidad de Comunin y Liberacin. Apun-tes de las meditaciones. Suplemento de la revistaLitterae Communionis, 1994, pp. 21-23.

    Sbado por la maana

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    podido jams hablar as! Solamente Cristo se toma toda mi humanidad en se-rio. Es lo que llenaba de estupor a Dionisio el Areopagita (s. V): Quien podrhablarnos del amor singular que tiene Cristo al hombre, desbordante de paz?.Me repito estas palabras desde hace ms de cincuenta aos!16.

    Cada uno puede comparar esto consigo mismo, comparar su experienciahumana y la que nos testimonian estos hombres y mujeres. No para sentirlocomo el ensimo reproche por el hecho de no dar la talla por nuestra tenden-cia habitual a reducir todo en trminos moralistas, sino para ser conscientesde lo que nos estamos perdiendo. Lo que nos perdemos es esta intensidad,esta vibracin! Y todos nosotros sabemos que es verdad, lo hemos experi-mentado en ciertos momentos de la vida. Pero qu distancia hay muchas

    veces entre esos hombres y nosotros! Amigos, estamos juntos para acom-paarnos, para sostenernos, para testimoniarnos mutuamente que en mediode todos nuestros lmites los lmites no tienen nada que ver, dejemos delamentarnos, no tienen nada que ver! es posible vivir as.

    Ahora bien, lo primero que debemos comprender, con la compaa insus-tituible de don Giussani, es por qu nos aecta esta reduccin.

    1. La conusin del yo

    Sobre la palabra yo existe hoy una gran conusin, y sin embargo es de pri-mordial inters comprender qu es mi sujeto. Porque mi sujeto, de hecho, esten el centro, en la raz de todos mis actos (acto es tambin un pensamiento).La accin es la dinmica mediante la que yo entro en relacin con cualquier

    persona o cosa. Si descuido mi yo, es imposible que sean mas las relacionescon la vida, que la misma vida (el cielo, la mujer, el amigo, la msica) sea ma.

    []: hoy la palabra yo evoca para la inmensa mayora algo conuso y fuc-tuante, un trmino que se usa por comodidad con mero valor indicativo (comobotella o vaso). Pero detrs de esta palabreja ha dejado de vibrar cualquiercosa que indique con vigor y claridad qu clase de concepto y sentimiento po-see el hombre del valor de su propio yo. Por ello puede decirse que vivimosuna poca en que la civilizacin parece enecer, pues una civilizacin evolu-ciona en la medida en que avorece que salga a la supercie y quede claro elvalor de cada yo individual. Y, al contrario, atravesamos tiempos en los quese avorece una enorme conusin en torno al contenido de la palabra yo17.

    16 L. Giussani, En la sencillez de mi corazn te he dado todo con alegra, en L. Giussani S.Alberto J. Prades, Crear huellas en la historia del mundo, Encuentro, Madrid 1999, pp. 11-12.17 L. Giussani,El rostro del hombre, Encuentro, Madrid 1996, pp. 7.9.

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    Es lo que describe por poner un ejemplo este pasaje de la novela deP. RothLa contravida: Todo lo que puedo decirte con certeza es que yo,

    por ejemplo, no tengo un yo, y que no quiero o no puedo someterme a labuonada de un yo. Lo que tengo en lugar del yo es una variedad de inter-pretaciones en las que puedo producirme, y no slo de m mismo: toda unatroupe de actores que he interiorizado, una compaa estable a la que puedodirigirme cuando necesito un yo, un stock de libretos y papeles que ormanmi repertorio. Pero seguramente no poseo un yo independiente de mis enga-osos intentos artsticos de tener uno. Y no lo querra. Soy un teatro y nadams que un teatro18.

    Una experiencia que no responda a esta mentalidad tan diundida, a pe-

    sar de todas las reuniones e iniciativas que llevamos a cabo, est derrotada!Es el eclipse de la humanidad, como dice de nuevo Heschel: La incapacidadde percibir nuestro valor [] es de por s un castigo terrible19, que surimosen nuestra propia carne todos los das.

    Pero, cmo ha llegado a suceder esto? La primera constatacin quesurge, al comenzar cualquier investigacin seria sobre lo que constituyenuestro sujeto, es que la conusin que predomina actualmente detrs de largil mscara (casi unfatus vocis) de nuestro yo, procede, en gran parte,

    de un infujo exterior a nuestra persona. Es preciso tener bien en cuenta lainfuencia decisiva que ejerce sobre nosotros lo que el Evangelio llama elmundo, que se presenta como enemigo de la ormacin estable, digna yconsistente de la personalidad humana. Existe una ortsima presin delmundo que nos rodea (a travs de los medios de comunicacin de masas,

    pero tambin por medio de la escuela o la poltica) que infuye en nosotrosy acaba por impedir en orma de prejuicio cualquier intento de tomarconciencia de nuestro propio yo20.

    Qu es este mundo, esta infuencia externa? Es el poder como nosha dicho don Giussani en muchas ocasiones, que no permanece externo anosotros (como dice Bernanos, hablando de la opinin dominante: Frente aella se agotan las energas, se empobrecen los caracteres, pierden su claridadlas sinceridades21), sino que, por el contrario, penetra tan proundamenteen nosotros que nos convertimos en extraos para nosotros mismos. Ojaluese slo una persecucin exterior y permaneciese intacta nuestra autocon-ciencia, ojal! Lo que nos rodea, la mentalidad dominante, la cultura que

    18 P. Roth,La controvita, Einaudi, Torino 2010, p. 388;La contravida, Planeta 2007.19 A.J. Heschel, Chi luomo?, Se, Milano 2005, p. 43.20 L. Giussani,El rostro del hombre, op. cit., p. 8.21 G. Bernanos, Un uomo solo, La Locusta, Vicenza 1997, p. 41.

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    nos invade, el poder, produce una extraeza con respecto a nosotros mismos[nos arranca el alma!]: es como si ya no hubiera ninguna evidencia real msque la moda, porque la moda es un proyecto del poder22.

    Escuchemos de nuevo a don Giussani: La mentalidad comn, creada porlos medios de comunicacin y por toda la trama de instrumentos que tiene el

    poder que se espesan cada vez ms, lo que hace decir a Juan Pablo II que elpeligro de la poca que estamos atravesando es la abolicin del hombre porparte del poder, altera el sentido de uno mismo, el sentimiento de s, msconcretamente, atroa el sentido religioso, atroa el corazn, mejor an, loanestesia totalmente (una anestesia que puede convertirse en coma, pero esuna anestesia)23.

    Un signo de esta alteracin del sentido de nosotros mismos, de estaextraeza, es la lectura que hacemos de nuestras necesidades. Por eso nosadvierte don Giussani: Hay que estar muy atentos porque con demasiadaacilidad no partimos de nuestra verdadera experiencia, es decir, de la ex-

    periencia completa y genuina. En eecto, a menudo identicamos la expe-riencia con impresiones parciales, reducindola as a una caricatura, comosucede recuentemente en el campo aectivo, al enamorarse o soar sobreel porvenir. Y, ms a menudo todava, conundimos la experiencia [aunque

    no se nos caiga de la boca esta expresin] con los prejuicios o con losesquemas quiz inconscientemente asimilados del ambiente que nos ro-dea [coinciden de tal orma con nosotros mismos que creemos que sonnuestros: hasta este punto llega la infuencia del poder!]. De ah que en vezde abrirnos con esa actitud de espera, de atencin sincera, de dependencia,que la experiencia nos sugiere y exige proundamente, le imponemos a laexperiencia categoras y explicaciones que la bloquean y angustian, presu-miendo de comprenderla [imponemos los esquemas a la experiencia: slo

    se cuentan hechos, que no aportan claridad alguna sobre nosotros mismos,slo comentarios, lo que quiere decir que no hay experiencia alguna]. Elmito del progreso cientco que resolver un da todas nuestras necesida-des es la rmula moderna de esta presuncin, una presuncin salvaje yrepugnante: no considera nuestras autnticas necesidades, ni siquiera sabeen qu consisten; se niega a observar la experiencia con mirada clara, y aaceptar lo humano en toda su exigencia. Por eso la civilizacin de nuestrosdas hace que nos movamos ciegamente entre esta exasperada presuncin yla ms oscura desesperacin24.

    22 L. Giussani,Lio rinasce in un incontro (1986-1987), Bur, Milano 2010, p. 182.23 Ibidem, pp. 364-365.24 L. Giussani,El camino a la verdad es una experiencia, Encuentro, Madrid 1997, p. 60.

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    Dice el rancs Olivier Rey: Estamos tan acostumbrados a esta miseriaque la mayora de las veces ni siquiera la percibimos25: nos contentamos.

    Pero Giussani nos advierte de que esta infuencia del poder es directa-mente proporcional a nuestra impotencia. Por qu lo dice? Porque ningnhecho humano puede atribuirse en su totalidad a meras circunstancias exte-riores, ya que la libertad del hombre, an debilitada, sigue siendo un signoindeleble de la criatura de Dios26. El pecado original ha debilitado mi yo,

    pero yo sigo siendo criatura de Dios, no me identico con una pieza delmecanismo de las circunstancias del poder. Esto quiere decir que esta inci-dencia tan uerte del poder en nosotros tiene lugar tambin gracias a nuestraconnivencia. Lo que podra parecer una acusacin ulterior de Giussani, en

    realidad se convierte para l en el recurso para el contraataque. El hombre noest denitivamente derrotado. Y por eso nos dice: No hablamos del poder

    porque tengamos miedo, hablamos del poder para despertarnos del sueo. Lauerza del poder es nuestra impotencia. [] En cualquier caso, nosotros notenemos miedo del poder, sino de la gente que duerme y, por tanto, permiteal poder hacer lo que quiera de ellos. El poder adormece a todos lo ms que

    puede. Su gran sistema, su gran mtodo es el de adormecer, anestesiar o,mejor todava, atroar. Pero, qu atroa el poder? Atroa el corazn del

    hombre, las exigencias del hombre, los deseos, busca imponer una imagende deseo o de exigencia distinta de ese mpetu sin lmite que tiene el corazn.El resultado de esta educacin es gente limitada, acabada, prisionera, mediocadver, es decir, gente impotente27.

    Es esa somnolencia de los discpulos [que] sigue siendo a lo largo de lossiglos una ocasin avorable para el poder del mal28 de la que habla el Papaen su reciente libro.

    Cmo podemos saber que el poder no tiene razn? T sabes qu hay

    en el corazn del hombre, porque est en ti. Cul es el criterio para com-prender la verdad sobre el hombre (leeEl sentido religioso)? La refexinsobre uno mismo en accin [no un discurso correcto y limpio!]. No hay otrocriterio29. No hay otro!

    Pero, como nos recordaba Hannah Arendt: Por desgracia, parece quees mucho ms cil condicionar el comportamiento humano y hacer que lagente se conduzca de la manera ms inesperada y atroz que convencer a todo

    25 O. Rey,Itinraire de lgarement, Seuil, Paris 2003, p. 17.26 L. Giussani,Por qu la Iglesia, Encuentro, Madrid 2004, p. 51.27 L. Giussani,Lio rinasce in un incontro (1986-1987), op. cit., pp. 173-174.28 Benedicto XVI,Jess de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusaln hasta la Resurreccin, En-cuentro, Madrid 2011, p. 181.29 L. Giussani,Lio rinasce in un incontro (1986-1987), op. cit., p. 365.

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    el mundo para que aprenda de la experiencia, tal como suele decirse: a saberempezar a pensar y a juzgar en lugar de aplicar categoras y rmulas proun-damente enraizadas en nuestra mente30. Qu ayuda nos oreceramos unosa otros si nos acompasemos en esto!

    Me escribe una amiga: Querido Julin, el jueves pasado qued a comercon algunos amigos de nuestro grupo y con nuestro responsable. Tratamosde retomar el trabajo sobre el cuarto captulo deEl sentido religioso. Empe-zamos a contarnos hechos que haban sucedido esa semana, hechos que noshaban impresionado especialmente, por motivos positivos o negativos, y quehaban suscitado en nosotros un cierto tipo de asombro, alegra o dolor. Sinembargo, nuestro responsable nos invitaba a buscar en lo que haba sucedido

    los actores constitutivos de nuestro yo, sin caer en respuestas ya sabidas yconciliadoras [me consuela saber que no pasa slo conmigo]. No te ocultoque ue un trabajo muy provocador y, por lo que a m respecta, incluso doloro-so. Me di cuenta de que, a menudo, el grito y la exigencia de bondad, justiciay belleza, ante las circunstancias de la vida, es ahogado, y estoy tentada dedejar que se ahogue. Mi grito autntico, el mo. No el de mis compaeros detrabajo, sino el mo. No el de los amigos del movimiento, sino el mo. El mo,que es absolutamente original y me hace percibir esa desproporcin inmensa,

    esa ausencia, esa espera. Es como estar al descubierto, no te puedes esconderdetrs de lo ya sabido o detrs de los amigos que piensan como t. Estst y ese misterio inmenso que es tu grito rente a las circunstancias, en lascircunstancias que ms te importan. Es un grito vertiginoso, y con recuenciatengo miedo de l. Paradjicamente, he necesitado un amigo para poder man-tenerme ante mi grito. He necesitado el testimonio de este amigo mo, que nosha desaado a todos: l estaba solo contra todos, y sin embargo, nunca lo hesentido tan amigo como entonces. El trabajo acaba de empezar.

    Amigos, debemos decidir continuamente si queremos seguir verdaderamentea don Giussani, o nos quedamos nicamente en la intencin de seguirle, paradespus aadir como un pegote nuestros pensamientos a los hechos. Porque slosi nos sorprendemos en accin, como l nos ensea, podremos sacar a la luz todolo que somos. Para hacer este trabajo, contamos con la ayuda del captulo quintode El sentido religioso (para continuar nuestro recorrido), en donde Giussanidescribe la verdadera naturaleza del yo, de un yo que no est reducido. Cadauno puede comparar esa vibracin humana y el apagarse del deseo en el que nosencontramos muchas veces, y en el cual, como dice don Giussani, tiene su origenla desorientacin actual de los jvenes y el cinismo de los adultos31.

    30 H. Arendt,Responsabilidad y juicio, Paids, Barcelona 2007, p. 65.31 L. Giussani,El yo, el poder, las obras, Encuentro, Madrid 2001, p. 154.

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    2. El misterio eterno de nuestro ser

    Nada hay tan ascinante como el descubrimiento de las dimensiones realesque tiene nuestro yo; nada est tan repleto de sorpresas como el descubri-miento de nuestro rostro humano32, dice de nuevo don Giussani. Por eso setrata de una aventura apasionante, pero como acabamos de escuchar, paralanzarnos a esta aventura y vencer la extraeza con respecto a nosotros mis-mos hace alta alguien que nos ayude a mirar nuestro rostro humano, alguienque no se asuste de mi humanidad. Como escribe una chica a un amigo: Eneste momento siento la necesidad de hablar contigo, ahora que esas pregun-tas que durante tanto tiempo he tenido escondidas dentro de m, encerradas

    y encadenadas, han explotado nalmente. Finalmente... Todo ha conspiradoy conspira contra m, todo, hasta mi madre me deca: Estate tranquila, sete pasar esa tristeza; o tambin: No pienses en ello... Pero no se me ha

    pasado, y no he dejado de pensar en ello, porque es una necesidad de sentidoatenazante, que no me deja y me atormenta sin cesar cada da, en todo mo-mento, sin tregua. Todos han tratado de domesticarme, de tranquilizarme, deahorrarme el surimiento y de hacer que todo sea ms soportable; han tratadode sedar un corazn inquieto que, sin embargo, nunca tena intencin de

    dejar de desear y de pedir ms. Despus has llegado t. Nunca haba tenidoun amigo como t. Eres el nico que no se ha espantado ni escandalizadoante mi dolor y ante mi exigencia de innito. Nadie me ha mirado nuncacomo t. Mi corazn ha temblado, ha vibrado como nunca. Me he visto re-

    pentinamente invadida por la conciencia amarga de que hasta ahora nadie mehaba mirado como deseaba verdaderamente, pues todos dejaban a un ladomi urgencia incmoda, compartiendo conmigo todo, menos lo que era indis-

    pensable. Pero una vida que no considera mi humanidad, las exigencias ms

    viscerales e ntimas, no es vida, no es ni siquiera muerte, es slo un llantodesesperado. Yo no puedo dejar a un lado mi bsqueda de sentido, pues si lohago me ahogo, no pudo seguir adelante, todo se vuelve igual, plano, intil,aburrido y terriblemente insoportable. El encuentro contigo ha creado en muna pretensin con relacin a toda mi vida, a cada segundo, y ya no quieroseguir viviendo por menos de esto. Has encendido en m una pasin, un gustoque nunca haba saboreado. Necesito junto a m personas que estn a la alturadel pensamiento que domina mi vida, personas con las que pueda en cadamomento hablar de lo que realmente vale. Quiero estar contigo porque nome reduces, no me niegas, no me morticas, no me consuelas y no tratas dedarme una respuesta, no tratas de distraerme o de levantarme la moral, sino

    32 L. Giussani,El rostro del hombre, op. cit., p. 8.

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    que compartes conmigo la espera, la pregunta, la nobleza de nuestro dolor,la grandeza de ese deseo ilimitado y la desproporcin que crea. Te necesito

    porque me haces mirar a la cara y estar en pie ante este terrible pero queridodolor, ante este terrible pero querido pensamiento que me hace tan humana.

    Pensemos en la Samaritana: la mirada de aquel Hombre desvel justa-mente la verdadera naturaleza de su sed33, igual que le ha pasado a estachica con su amigo.

    Por tanto, el punto de partida para investigar lo que nos interesa esten nuestra propia experiencia, en nosotros-mismos-en-accin. [] El actorreligioso representa la naturaleza de nuestro yo en cuanto se expresan ciertas

    preguntas: Cul es el signicado ltimo de la existencia?, Por qu exis-

    te el dolor, la muerte?, Por qu vale la pena realmente vivir?34.La primera caracterstica de estas preguntas es que son inextirpables: Es-

    tas preguntas arraigan en el ondo de nuestro ser: son inextirpables, porqueconstituyen como el tejido del que est hecho35. Arma de nuevo Heschel:A pesar de los racasos y las rustraciones, seguimos estando obsesionados

    por esta pregunta inexpresable, y no sabemos aceptar la idea de que la vidaest vaca, de que carezca de signicado36. Y, como dice Leopardi, a pesardel nauragio universal, la pregunta permanece: Al igual que una torre / en

    campo solitario, / ests solo, gigante, en medio de ella37. Ese pensamientodominante, terrible, mas valioso38 es el indicio de algo que no se ahoga enel contraste sealado, que emerge de nuevo desde el nauragio universal, algoque la innita vanidad del todo39 no consigue eliminar. Pensemos en el hijo

    prdigo: cuando se da cuenta de la innita vanidad de las cosas, su urgenciahumana se hace ms aguda que antes.

    Por eso, la segunda caracterstica de estas preguntas es que son inagota-bles, llevan dentro una exigencia de totalidad: En tales preguntas el aspecto

    decisivo nos lo muestran los adjetivos y adverbios: cul es el sentido ltimode la vida? En el ondo, de que est hecha la realidad? Por qu vale verda-deramente la pena que yo exista, que exista la realidad? Son preguntas queagotan la energa, toda la energa para investigar que tiene la razn. Preguntasque exigen una respuesta total, que cubra por entero el horizonte de la razn,agotando todas las categoras de lo posible. En eecto, la razn tiene una

    33 Jn 4,15.34 L. Giussani,El sentido religioso, Encuentro, Madrid 2008, p. 71.35 Ibidem, p. 73.36 A.J. Heschel, Chi luomo?, op. cit., p. 71.37 G. Leopardi, El pensamiento dominante, vv. 18-20.38 Ibidem, v. 3.39 G. Leopardi, A s mismo, v. 16.

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    coherencia que no le permite detenerse si no llega exhaustivamente hasta elondo de todo, hasta el nal. Bajo el denso azul / del cielo un ave marina vue-la; / nunca descansa, porque todas las imgenes llevan escrito: / ms all40.Empezar a reconocer esto se convierte en luz para el camino de la vida. Miradlo que dice don Giussani comentando este pasaje de Montale: El problemaes, de hecho, no vivir las relaciones como si uesen dioses, como si uesenrelaciones con lo divino; son relaciones con el signo, y por tanto no puedencumplir; pueden convertirse en camino, paso, signo, pueden remitir, comodeca Clemente Rebora en la poesa que he citado en El sentido religioso: Noes aqu, no es para esto; todas las cosas que aerras te dicen: No es aqu, noes para esto, no es para esto!. Y Montale, desde un punto de vista pagano,

    ateo, dice: todas las cosas gritan de orma extraa, llevan escrito ms all.Y entonces deben tratarse no como si dijesen: Yo soy todo; y esto permitegozar ms las cosas, las personas, porque, por ejemplo, es mucho ms asci-nante ser compaeros de un camino que cmplices de un goce provisional41.

    Cada uno de nosotros puede elegir.Por eso, una persona verdaderamente atenta a la experiencia no puede

    dejar de reconocer la desproporcin estructural que constituye nuestro yo,y que Leopardi ha descrito de orma insuperable en este texto: El no poder

    estar satisecho de ninguna cosa terrena, ni, por as decirlo, de la tierra en-tera; el considerar la incalculable amplitud del espacio, el nmero y la molemaravillosa de los mundos, y encontrar que todo es poco y pequeo para lacapacidad del propio nimo; imaginarse el nmero de mundos innitos, y eluniverso innito, y sentir que nuestro nimo y nuestro deseo son an mayo-res que el mismo universo, y siempre acusar a las cosas de su insucienciay de su nulidad, y padecer necesidades y vaco, y, an as, aburrimiento, me

    parece el mayor signo de grandeza y de nobleza que se pueda ver en la natu-

    raleza humana42

    .Qu sentimiento de grandeza! La imposibilidad de agotar esas pregun-tas exalta la contradiccin que hay entre el ardor de la exigencia y la limi-tacin de la capacidad humana para buscar. Y, an as, leemos con gustoaquellos textos en cuya temtica resuena la vibracin de esas preguntas y ladramaticidad de nuestra desproporcin43. Esta contradiccin irresoluble esel Misterio eterno / de nuestro ser44, que entre nosotros es lo que ms alta,

    40 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., p. 73.41 L. Giussani,Lio rinasce in un incontro (1986-1987), op. cit., p. 385.42 G. Leopardi, Pensamiento LXVIII, enPoesa y prosa, Alaguara, Madrid 1990, pp. 465-466.43 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., p. 75.44 G. Leopardi Sobre el retrato de una bella mujer esculpido en el monumento sepulcral de lamisma, vv. 22-23.

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    y justamente por la razn a la que nos hemos reerido: por la infuencia quetiene el poder sobre nosotros, con nuestra connivencia. No alta Dios, altael misterio de nuestro yo, ese eterno misterio de nuestro ser! Por eso notenemos necesidad de l, y buscamos la respuesta donde la buscan todos.

    Pero cuando uno empieza a experimentar de orma refexiva este misterioeterno de su propio ser, entonces comienza a vencer esa conusin que arruinala vida, y descubre en s una claridad de juicio nica. Aqu tenis el ejemplodramtico de un amigo que me escribe: Querido Julin, quera contarte unhecho que est trastocando mi vida. Lo hago despus del reclamo que noshiciste en la ltima Escuela de comunidad cuando, citando el texto del canto

    Il mio volto, nos decas: Miro dentro de m y veo la oscuridad sin n. Si

    no sorprendemos esto es porque lo que ms nos alta volver sobre ello enlos Ejercicios de la Fraternidad es el sentido del Misterio. Esto se ve en elhecho de que nosotros, al nal, buscamos la satisaccin de la vida donde la

    buscan todos. Pues bien, yo, que estoy en CL desde hace aos, que estoycasado y tengo hijos, me he enamorado de una chica. He necesitado algntiempo para comprenderlo, porque en el ondo no quera admitirlo, pero esas. Trataba de rechazar esta evidencia aadiendo a Cristo a nuestra amis-tad, pero era evidente que se trataba nicamente de un consuelo psicolgico

    para no mirar la deriva de mi yo. Cada bra de mi ser vibra ante el rostrode esa persona. Si me he armado de valor y he decidido escribirte es porquedespus de la Escuela de comunidad sobre el captulo El sentido religioso:el punto de partida, he empezado a mirar mi situacin hasta el ondo, parasorprender en accin los actores constitutivos de mi yo. Y he descubiertoque soy verdaderamente una necesidad ilimitada, una necesidad que no puedesatisacer ni siquiera un rostro hermoso y puro como el de esa chica. Ha sidosuciente con un instante en el que he reconocido esta evidencia para que la

    conusin alimentada por esta situacin se haya disuelto, sin eliminar el sacri-cio enorme de la distancia de ella y el dolor que experimento cuando piensoen mi mujer, a la que quiero con toda el alma, en mis preciosos hijos, en misamigos y testigos. Por primera vez percibo hasta el ondo el misterio de mi ser,su amplitud innita y al mismo tiempo su nulidad y pequeez. La sorpresaes que, dentro de todo este dolor, veo ante m la belleza y la conveniencia delcamino verdaderamente humano que nos ests proponiendo, con una decisiny una ranqueza que son para m el signo ms grande de la ternura de Dios pormi nada. Si Cristo no uese una presencia real para m, no sera capaz de mi-rarme as. Y estoy verdaderamente agradecido por esto, porque no tengo quedesechar nada de mi humanidad, es ms, todo lo que me est sucediendo esuna provocacin que me empuja a preguntarme de Quin soy, a Quin quierodar toda mi vida. Ya no quiero vivir como si tuviese el encealograma plano.

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    Slo as se puede resolver la vida superando un moralismo estril. Sisomos capaces de mirar hasta el ondo el misterio de nuestro ser, percibimosque todo es pequeo para la capacidad del nimo cuntas complicacionesen la vida por no comprender esto!, porque no resuelve nada irse detrs dela primera que pasa, no resuelve nada, sino que lo complica todava ms,

    para terminar encontrndonos como al principio. Y ante algo as no podemosresponder de orma moralista: Est prohibido, para luego decirnos a noso-tros mismos: En el ondo me estoy perdiendo lo mejor. Signica que nohemos comprendido nada! Como dice Gertrud von le Fort: cualquier cosa,considerada desde el punto de vista religioso, adquiere lucidez y claridad.

    De este modo, mirarnos a nosotros mismos por el misterio que somos nos

    permite comprender lo que hay en nosotros (y que tantas veces nos descon-cierta), como, por ejemplo, la tristeza, la gran tristeza, caracterstica unda-mental de la vida consciente de s, deseo de un bien ausente, como decasanto Toms45. Cuando siento tristeza es porque deseo un bien que est to-dava ausente. Por eso, ser conscientes del valor de esa tristeza se identicacon la conciencia de la estatura de la vida y con el sentimiento de su destino.Y entonces uno puede percibir la verdad de esta tristeza como nos la describeDostoievski (todo menos una desgracia!): Aquella eterna y santa tristeza

    que algunas almas elegidas, una vez saboreada y conocida, nunca cambianpor una satisaccin barata46.Y rerindose a Dostoievski, prosigue don Giussani: Si la tristeza es una

    chispa que salta de la dierencia de potencial que vivimos entre el destinoideal y nuestra carencia histrica, la ocultacin de esta dierencia sucedacomo suceda engendra el opuesto lgico de la tristeza: la desesperacin.La sola idea constante de que exista algo innitamente ms justo y ms elizque yo me llena totalmente de desmedida ternura y de gloria, sea yo quien

    sea, haya hecho lo que haya hecho. Para el hombre, bastante ms indispen-sable que su propia elicidad es saber y creer en todo momento que existeun lugar donde hay una elicidad perecta y calma para todos y en todo...En esto se resume toda la ley de la existencia humana: en que el hombre

    pueda inclinarse ante lo innitamente grande. Si los hombres se vieran pri-vados de lo innitamente grande, ya no podran vivir y moriran presos dedesesperacin47.

    Por eso, el yo sorprendido en accin se revela como promesa, comodescriba Pavese de modo genial: Lo que un hombre busca en los placeres

    45 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., p. 79.46 F. Dostoievski,Los demonios, en Obras completas, vol. II, Aguilar, Madrid 1986, p. 1.098.47 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., pp. 80-81.

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    es un innito, y nadie renunciara nunca a la esperanza de conseguir estainnitud48, porque la espera constituye la estructura misma de nuestra na-turaleza, [] la vida es estructuralmente promesa49. No lo decidimos no-sotros, es as.

    Por tanto, cuanto ms entra uno en el misterio de su propio ser, ms seda cuenta de qu es la verdadera soledad que no es el sentimiento pasajerode sentirse solos, esto no sera nada: Se puede perectamente decir que elsentido de la soledad nace en el corazn mismo de cualquier compromisoserio con la propia humanidad [cuanto ms serio es uno con su propia hu-manidad, ms se da cuenta de la naturaleza de sus necesidades y ms sientela impotencia de no poder responder a ellas]. Puede entender bien esto todo

    aqul que haya credo haber encontrado la solucin a una gran necesidadsuya en algo o en alguien; pero luego esto le desaparece, se va, o se revelaincapaz. Estamos solos con nuestras necesidades, con nuestra necesidad deser y de vivir intensamente. Como uno que est solo en el desierto: lo nicoque puede hacer es esperar a que alguien llegue. Y la solucin no vendrciertamente del hombre; porque lo que se trata de resolver son precisamentelas necesidades del hombre50.

    Precisamente en este punto podemos empezar a vislumbrar cul es la

    verdadera compaa: El lsoo americano Alred N. Whitehead dene lareligin de esta manera: Aquello que hace el hombre en su soledad. La de-nicin es interesante, aunque no expresa todo el valor del que parte la intui-cin que la ha engendrado. Pues, en eecto, la pregunta ltima es constitutivadel individuo, y en este sentido el individuo est totalmente solo: l mismoes ese interrogante, y no otra cosa. Por eso, si contemplamos a un hombre,una mujer, un amigo o un caminante sin que resuene en nosotros el eco dela pregunta, de la sed de destino que lo constituye, nuestra relacin no ser

    una relacin humana, y menos an podr tratarse de una relacin amorosa acualquier nivel que sea: no respetar la dignidad del otro, no ser adecuada ala dimensin humana del otro. La misma pregunta, en el idntico instante enque dene mi soledad, sienta tambin las bases de mi compaa, porque sig-nica que yo estoy constituido por otra cosa, aunque permanezca misteriosa

    para m. Por tanto, si quisiramos completar la denicin del lsoo ame-ricano, la religin es ciertamente lo que el hombre hace en su soledad, perotambin es aquello en lo que descubre su esencial compaa. Tal compaaes adems ms original que la soledad, porque el interrogante estructural no

    48 C. Pavese,El ocio de vivir, Seix Barral, Barcelona 1992, p. 198.49 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., p. 82.50 L. Giussani,El camino a la verdad es una experiencia, op. cit., p. 61.

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    me acuerdo de ti, y velando medito en ti, porque uiste mi auxilio, y a lasombra de tus alas canto con jbilo; mi alma est unida a ti y tu diestra mesostiene55. O tambin: Como busca la cierva corrientes de agua, as mialma te busca a ti, Dios mo. Tiene sed de Dios, del Dios vivo. Cundo en-trar a ver el rostro de Dios?56.

    No alta Dios, alta un hombre as! Un hombre que lleve en su interioresta nostalgia, esta sed Comprendis por qu dice Jess: Bienaventura-dos los que tienen hambre y sed57? Bienaventurados! Slo un yo verda-dero que est despierto puede reconocerle conmovido. Esto conrma ademsla razonabilidad del recorrido que don Giussani nos invita a hacer me pa-rece!, y es decisivo que no nos lo ahorre: es una gracia.

    La lucha con el poder se produce a este nivel. Un yo as es la victoriasobre el poder, sobre el intento del poder de reducir el mpetu de su deseo, deaplastarlo. Para un yo como ste, los orecimientos del poder son migajas,

    porque sabe que ningn regalo puede bastar, porque un hombre as sabe dn-de encontrar su descanso, un descanso a la altura de su necesidad, el nicodescanso que de verdad descansa: Nos hiciste, Seor, para Ti, y nuestrocorazn est inquieto hasta que descanse en Ti58.

    Cuanto ms consciente es un ser humano de que slo en l encuentra

    descanso, ms se conmueve por el hecho mismo de que exista Dios. No pue-de evitar conmoverse por Su existencia, como repeta con recuencia donGiussani: Mi corazn est alegre porque Cristo vive59.

    Por eso, su presencia nos llena de silencio: Seor, te esperamos desean-do tu nombre y tu recuerdo60. Pero este deseo no puede sobrevivir ni siquie-ra unos pocos minutos si no se convierte en peticin, porque la verdaderaorma del deseo es la peticin: se llama oracin.

    55 Sal62,2-9.56 Sal42,2-3.57 Mt5,6.58 San Agustn, Conesiones, I, 1.59 L. Giussani,LAlleanza, Jaca Book, Milano 1979, p. 106.60 Is 26,8.

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    Sbado 30 de abril, por la tarde

    A la entrada y a la salida:

    Wolgang Amadeus Mozart, Concierto para piano en do menor n. 24, K 491

    Clara Haskil, piano

    Igor Markevitch Orchestre des Concerts Lamoureux

    Spirto Gentil n. 32, Philips

    n SEGUNDA MEDITACIN

    Julin Carrn

    Ubi fdes ibi libertas

    Qu hermoso es el camino para el que camina61. Caminar es una decisinque cada uno debe tomar continuamente porque, a pesar de que el tejido hu-mano del que estamos hechos es accesible al hombre verdaderamente atentoa la experiencia y al yo que se observa en accin, todos sabemos lo lejosque estamos de tener esta claridad. Slo algunos hombres, en algunos mo-

    mentos culminantes, consiguen percibir lo que hay en el ondo de su persona,logran llegar a ser verdaderamente conscientes de s mismos. La conusin eslo que prevalece habitualmente lo sabemos perectamente, basta con mirarcmo nos movemos muchas veces, por la infuencia del poder o por nuestraconnivencia y distraccin, y entonces uno deja de caminar.

    Don Giussani describe de orma asombrosa las consecuencias de esteno caminar en el captulo octavo de El sentido religioso. Son determi-nantes, basta con un breve elenco: el vaciamiento de la personalidad (que

    queda a merced de la reactividad), la aridez en las relaciones, el dilogoreducido a charlatanera, la soledad como ausencia de signicado (cuyossntomas ms graves son la exasperacin, la violencia y una vulnerabilidadcada vez mayor).

    Por tanto, quien se da cuenta de esto comprende cul es la situacin dra-mtica en la que muchas veces nos encontramos. Dice von Balthasar: Yaque gran parte de lo ms proundo en el hombre ha quedado muy tapadoy olvidado a causa de su alejamiento de Dios, esa proundidad puede serelevada a la luz de la memoria y de la autocomprensin del hombre slo

    por medio de la encarnacin de Dios62.

    61 C. C. Chieo, bella la strada, en Cancionero, Comunin y Liberacin 2007, p. 340.62 H.U. von Balthasar, Si no os hacis como este nio, Fundacin San Juan, Raaela 2006, p. 37.

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    sta es la razn por la que Dios ha salido al encuentro del hombre:Sale al encuentro de la inquietud de nuestro corazn, de la inquietud denuestro preguntar y buscar63.

    En esta situacin, el cristianismo debe mostrar su capacidad de desper-tar al yo, este yo tantas veces resignado, tan reducido que piensa que

    puede bastarse a s mismo. Conseguir despertarlo ser la vericacin mspotente de la e.

    1. Slo Cristo salva lo humano

    Slo lo divino puede salvar al hombre; es decir, las dimensiones ver-daderas y esenciales de la gura humana y de su destino slo pueden serconservadas, esto es, reconocidas, proclamadas y deendidas por aquelque es su sentido ltimo64, nos ha enseado don Giussani.

    Es un acontecimiento la respuesta positiva a la dramtica dispersinen la que nos obliga a vivir la sociedad. Esslo un acontecimiento [] loque puede arrojar claridad y consistencia sobre los actores constitutivosdel yo. Esto es una paradoja que ninguna losoa o teora sociolgica

    o poltica logra tolerar: que sea un acontecimiento, y no un anlisis, oun registro de sentimientos, el catalizador que hace que los actores denuestro yo puedan salir a relucir con claridad y componerse ante nues-tros ojos, ante nuestra conciencia, con una transparencia rme, duradera yestable. [] El acontecimiento cristiano es, eectivamente, el catalizadordel conocimiento del yo, lo que hace posible y estable la percepcin delyo, lo que permite al yo volverse operativo como tal yo. Fuera delacontecimiento cristiano no se puede comprender qu es el yo. Y el acon-

    tecimiento cristiano segn lo que ya vimos al hablar del acontecimientocomo tal es algo nuevo, ajeno, que procede del exterior, y por consiguien-te algo no pensable, imposible de presuponer, de reducir a una reconstruc-cin nuestra, algo que irrumpe en la vida. [] Este encuentro me abre losojos acerca de m mismo, hace que yo me descubra,se muestra como algocorrespondiente a lo que yo soy: hace que me d cuenta de lo que soy, delo que quiero, porque me hace comprender que lo que proporciona es pre-cisamente lo que yo quiero, corresponde a lo que yo soy65.

    sta es la conrmacin del camino que estamos tratando de hacer, por-

    63 Benedicto XVI, Santa Misa Crismal, 21 de abril de 2011.64 L. Giussani,Los orgenes de la pretensin cristiana, Encuentro, Madrid 2001, p. 103.65 L. Giussani, En camino, enHuellas-Litterae Communionis n. 2, ebrero 2000, pp. III, V, VII.

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    que slo un acontecimiento puede despertar al yo, no una obsesin porrepetir ciertas rmulas; slo el acontecimiento cristiano me permite com-

    prender mi yo y por eso, en la Escuela de comunidad, hemos insistidotratando de testimoniarnos mutuamente cmo hemos sorprendido Su acon-tecer en nosotros, porque lo que testimonia el acontecimiento cristiano esel despertar del yo. Estamos tratando de comprender quin es Cristo ob-servando lo que consigue despertar en nosotros, para comprendernos a no-sotros mismos, para llegar a tener una consistencia mayor, para que nuestraconciencia adquiera estabilidad, para estar menos a merced del poder, paratener una mayor inteligencia de la realidad, para ser nosotros mismos, paraque nadie nos engae.

    Cristo corresponde hasta tal punto a lo que yo soy que cuando me en-cuentro con l puedo comprender por n Quin es el objeto de esa ausen-cia que experimento, Quin es ese que me dice: Yo soy el Misterio quealta en todo lo que gustas, en cualquier promesa que vives. Desees lo quedesees, busques lo que busques, yo soy el Destino de todo lo que haces. Tme buscas en todas las cosas66.

    Un autor rancs, Chrtien, ha identicado muy bien que esta concien-cia slo es posible en el cristianismo: Que el ms alto deseo, y lo que

    constituye la grandeza del hombre, es el deseo del innito, un deseo quenada detiene o adormece, pues nada nito puede satisacerlo, constituye unpensamiento propiamente cristiano, por el hecho de que el deseo innitotiene por verdad el deseo del innito, el deseo de Dios mismo. Un pensa-miento tal se opone radicalmente a toda la sabidura griega antigua, parala cual un deseo sin lmite sera el signo de la desmesura y de la locura, elcamino seguro hacia la inelicidad o la desesperacin67. Y la comproba-cin de que este pensamiento antiguo es plenamente actual se encuentra en

    la reaccin de muchos padres, cuando empiezan a decir a sus hijos que esuna locura desear de este modo: como no son capaces de comprenderse as mismos, son incapaces de comprender a sus hijos (al igual que los pro-esores con sus alumnos). Slo Cristo hace brotar toda mi humanidad, todomi deseo, porque, como dice Kierkegaard, slo cuando aparece el objeto,aparece el deseo68.

    Por tanto mi deseo, tan desproporcionado con relacin a mis uerzas,me orece una claridad decisiva sobre lo que me alta; y es el mayor tes-timonio de Cristo, el signo ms evidente de Su contemporaneidad: no se

    66 L. Giussani,Avvenimento di libert, Marietti, Genova 2002, p. 149.67 J.-L. Chrtien,La Joie spacieuse, Les ditions de Minuit, Paris 2007, p. 196.68 S. Kierkegaard,Don Giovanni, M.A. Denti, Milano 1944, p. 87.

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    trata de hablar de Cristo, sino de un yo que tiene este deseo! Conocemosa muchas personas que hablan de Cristo, pero, cuntas de ellas no sonescpticas, cuntas llegadas a una cierta edad tienen todava vivo el deseode vivir? Esto testimonia la contemporaneidad de Cristo y, cuando uno vealgo as, comprende que la e es todo menos una creacin del hombre! Esimposible para el hombre crear la e, porque un hombre tan despierto ensu deseo es lo ms imposible humanamente hablando. El hombre no podasiquiera soar algo as, es ms, le pareca una locura. Por tanto, la mayorapologa de Cristo es nuestra humanidad despierta.

    Es lo que llenaba de maravilla a Isaac de Nnive: Qu estupenda es lameditacin sobre tu constitucin, oh hombre! Pero ms estupenda que ella

    es el misterio de tu despertar69.El despertar de nuestro yo muestra que Cristo no resuelve el drama

    del yo eliminando el deseo humano, sino exaltndolo, haciendo ms pro-undo el sentido del misterio. Qu solucin sera aquella que terminaraaplanando el deseo o suprimindolo? Quien reconoce a Cristo, en cambio,ve su humanidad llevada ms all de cualquier imaginacin. Por eso, la

    proundizacin en nosotros del sentido del misterio es el signo de Su pre-sencia.

    Deca un amigo en un testimonio pblico: Mi recorrido existencialde los ltimos seis aos, cuya novedad principal puedo describir como laexplosin de la desproporcin estructural, ha sido la radicalizacin de la

    percepcin de mi necesidad humana, de una exigencia de signicado, casilacerante en ciertos momentos, unida a la percepcin de la imposibilidadhumana de colmarlo y a la cada de muchas ilusiones. Lo primero quequiero deciros es que mirar a Carrn en estos aos ha signicado el des-

    pertar de mi exigencia radical, darme cuenta de que haba reducido toda la

    historia precedente, de que mi despertar no ha dependido de estudiarElsentido religioso, sino de la convivencia con el acontecimiento de Cristoque algunos amigos me testimoniaban. El encuentro con un testigo vivo nome ha vuelto ms grantico; yo pensaba que madurar equivala un poco a laataraxia. En cambio, me encuentro ahora mucho ms rgil, con mayor tur-

    bacin, mucho ms vulnerable, mucho ms aectado por la enermedad dealguien o por un proyecto que no se realiza, por un deseo que no se cumple,

    por la angustia ante la suerte de un amigo y del mundo. La herida es muchoms radical que antes (la herida esencial, personal, psicolgica), y las cosasy las personas me turban mucho ms. Pero, al mismo tiempo, la novedad esque percibo que nadie puede responder a esta vorgine sino Alguien que no

    69 Isacco di Ninive,Discorsi spirituali, Qiqajon, Magnano (Bi) 2004, pp. 141-142.

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    se puede reducir a la naturaleza. Es una apertura a Alguien distinto de m.Es decir, me he dado cuenta en estos aos, en esta convivencia, del engaoque supone tratar de llenar la exigencia humana con algo menor que lo que

    puede satisacerla, y esto se puede vivir perectamente siendo del GrupoAdulto con delidad, como creo haber tratado de vivir en estos aos; perola esperanza humana no est puesta en Cristo presente, y es como si sevivieran vidas paralelas (el dualismo del que hablamos a menudo): por una

    parte, armas a Cristo y crees que rezas, pero el criterio de juicio que utili-zas en la relacin con la realidad est basado en otra cosa. Si mi necesidades tan grande, necesito volver a encontrar esta Presencia siempre, no unavez; si no la vuelvo a encontrar, no estoy bien, y ciertos das eso lo llego a

    percibir sicamente, como si una herida traspasase el corazn, y entoncesnecesito ver Sus hechos, porque estos hechos son como el blsamo delabismo que tengo dentro. Y as ha sucedido algo extrao: la Presencia hadesencadenado la percepcin de mi desproporcin, pero la desproporcinme ha vuelto capaz de ver esta Presencia en cosas en las que antes no caa.

    Un forecimiento semejante del propio yo es la vericacin de la ey de la vocacin, ante la cual uno no puede dejar de experimentar asom-

    bro y una gratitud innita. Gratitud por qu motivo? Porque l existe,

    porque Cristo existe y est presente. Cuanto ms descubre uno su propianecesidad, tanto ms se da cuenta de que no resuelve esta necesidad con undiscurso, con la teora justa, con la interpretacin justa (ni siquiera la inter-

    pretacin justa de Giussani), con las obras, las iniciativas, el trabajo, la ca-rrera, con ciertas relaciones aectivas. No la llena con nada. Para encontrarrespuesta a un yo percibido de esta manera, con el misterio imponenteque encierra, es necesario volver a encontrar Su presencia, porque nada nos

    basta. No sirve ninguna otra cosa, y por eso la relacin con l es la nica

    posibilidad de encontrar lo que corresponde.Slo con amigos as seremos capaces de hacer una lectura verdadera denuestras necesidades. El encuentro libera tus necesidades, las libera de laescoria de esa interpretacin reductiva que tiende a concebir la persona enuncin del poder70.

    Giussani insiste: Ahora bien, el encuentro genera, suscita si el cora-zn es sincero, si tiene un mnimo de sinceridad una compaa distinta,que se opone a la de la sociedad, una compaa como la nuestra! En ella,la lectura de las necesidades es transormada, la lectura que ella hace de lasnecesidades vence la sugestin de la sociedad, vence la sugestin del poder,de lo que el poder te inculca; en esta compaa las necesidades se empiezan

    70 L. Giussani,Lio rinasce in un incontro (1986-1987), op. cit., p. 377.

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    a leer segn la verdad que has encontrado71. Y aade ms adelante: En-tonces, el encuentro genera instintivamente una compaa, una anidadcon la persona que se ha encontrado, con otras que la han encontrado; deeste modo, nace un grupo, nace una compaa, nace el movimiento. En estacompaa, en este movimiento, se leen de orma verdadera las necesidadesque se tienen. Y esto determina un contraste, esta compaa se convierteen una polis paralela, se convierte en una humanidad paralela; unoempieza a comprender qu quiere decir relacin con la mujer, qu quieredecir relacin de amistad, relacin con el hombre como tal, relacin con eltiempo, qu quiere decir el pasado, el error, la equivocacin, el pecado, ququiere decir el perdn. En denitiva, empieza a comprender, a comprender

    lo que antes no comprenda, que los dems no comprenden, y se llena deuna compasin por todos. Es como si uno que hubiese vivido en un zulo,que hubiese nacido y crecido all, y creyese que el mundo era el zulo, derepente saliese uera: Dios mo, esto es otra cosa!72.

    Cmo se genera un yo as?

    2. La generacin de nuestro rostro humano

    Escuchemos lo que dice don Giussani: El poder no puede impedir que sesuscite un encuentro, pero trata de impedir que surja de ah una historia;es decir, no puede impedir totalmente el despertar del encuentro, pero encuanto se da cuenta de l trata de impedir que se convierta en historia73,es decir, acta impidiendo que se mantenga en el tiempo, que dure, que

    permanezca lo que se ha despertado. Cmo lo hace? Tratando de reducirnuestros deseos nada ms ser despertados por el encuentro. Cuntas veces

    nos sorprendemos volviendo a la situacin de antes: Basta considerar losgrandes vacos que se abren en el tejido cotidiano de nuestra conciencia yla dispersin que sure nuestra memoria74, como vemos en nosotros tantasveces.

    Para que la novedad introducida por el encuentro llegue a ser consisten-te, de modo que no slo no volvamos a la situacin de antes o, peor todava,nos volvamos escpticos, sino que la percepcin de nuestro misterio sehaga cada vez ms prounda, es necesario hacer un camino, un camino as-

    71 Ibidem, pp. 362-363.72 Ibidem, p. 364.73 Ibidem, p. 247.74 L. Giussani,El rostro del hombre, op. cit., p. 7.

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    cinante, porque no hay nada tan ascinante como el descubrimiento de lasdimensiones reales de nuestro yo, nada hay tan lleno de sorpresas comoel descubrimiento de nuestro verdadero rostro humano.

    Es impresionante leer la sugerencia que daba don Giussani hace algu-nos aos a los estudiantes que pasaban a la universidad, para animarlesen esta aventura creo que nos sirve tambin a nosotros: Esperaos uncamino, no un milagro que eluda vuestras responsabilidades, que anulevuestro esuerzo, que haga mecnica vuestra libertad. No! No esperisesto. Esto supone una dierencia con respecto a lo que habis vivido hastaahora, al camino que habis recorrido: la dierencia prounda es que no

    podrs seguirme, no podrs seguirnos si no tienes una tensin por com-

    prender. Hasta ahora has podido seguir incluso sin comprender, incluso sinesa tensin por comprender. Ahora ya no podrs seguirnos si no existe estatensin en ti. Y hasta ahora has podido seguir sin amar nada; ahora tendrsque empezar a amar realmente la vida y su destino. En caso contrario, sino hay en ti una tensin por comprender y por amar la vida y su destino,acabars dejndonos: slo en ese caso75. Porque todo dice lo contrario, ysi uno no comprende las razones por las que hacerlo, no se mantendr, nollegar a ser historia lo que le ha sucedido.

    Entonces Giussani propone un camino, una atiga, no un milagro o algomecnico. Detrs del malestar que tantas veces afora entre nosotros seencuentra esta conusin: pensamos siempre en una propuesta que produz-ca rutos sin trabajo, sin implicar nuestra libertad, sin comprometer todanuestra persona. Mirad lo que dice Giussani no existe otro compaero decamino que nos describa de orma tan autntica, como si nos pasasen unscanner por encima!: La endeblez de la convivencia personal, la aridezde la convivencia en las comunidades, a qu se debe sino al hecho de que

    muy pocos pueden decir que estn comprometidos con la experiencia, conla vida entendida como experiencia? Es la alta de compromiso con la vidacomo experiencia lo que hace que se charlotee y no se hable. La ausenciade dilogo verdadero, esta aridez terrible que hay en la comunicacin, estaincapacidad de comunicar, crecen slo en paridad al chismorreo76. Pen-semos en ciertas cenas entre nosotros: qu impresin se llevara de lo querealmente nos interesa uno que nos observara desde uera?

    Por eso resulta ms evidente el alcance del camino que don Giussani nossugiere recorrer y yo no tengo nada distinto que proponer: el camino a laverdad es una experiencia presente, que conrma la utilidad de la e para

    75 L. Giussani, Raduno nazionale maturati, Rimini, 28-30 settembre 1982, Archivo CL.76 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., p. 122.

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    responder a las exigencias y a los deseos que apremian en nosotros de ormainextirpable e inagotable. Todos sabemos muy bien cunto nos cuesta: damosnuestras impresiones, contamos cosas, orecemos nuestras opiniones, pero,cuntos estamos comprometidos con una experiencia verdadera?

    La dicultad que hoy debemos arontar es la misma que encontraba Gius-sani: Hace treinta aos, cuando empezaba a decir estas cosas, no pensabaque despus de treinta aos habra tenido que repetirlas tantas veces parahacrselas comprender a aquellos que desde hace diez aos caminan por elmismo camino! Porque se leen, uno cree que las ha comprendido, da un

    paso ms, pero no se es serio con las palabras que se usan, es decir, no sees serio con la realidad que las palabras indican, no se es serio con el sujeto

    que vive la realidad de la que est hecho y ormado su tiempo. Cul es elpunto de partida para una indagacin humana, para una investigacin sobrela verdad? El punto de partida es la experiencia. No lo que uno prueba, sinola experiencia, que es lo que se prueba juzgado por los criterios del corazn,los cuales, como criterios, son inalibles (inalibles como criterios, no como

    juicios: puede ser una inalibilidad mal aplicada). Los criterios son stos, nohay otros; o los criterios son los del corazn, o bien estamos alienados, ven-didos en el mercado de la poltica o de la economa77.

    Don Giussani nos advierte de que uno puede permanecer aparentemen-te en el camino sin hacer experiencia: la cinta transportadora siempre estal acecho... Si nuestro camino y nuestra e no se convierten en experiencia

    presente en la que encontramos la conrmacin de su conveniencia huma-na, no podremos seguir ni hacernos compaa: La experiencia debe serverdaderamente tal, es decir, tiene que ser algo juzgado por la inteligencia;de otro modo la comunicacin se convierte en chismorrear palabras o vo-mitar lamentos78.

    Por tanto, la vericacin que nos dice si estamos haciendo experiencia ono, es el crecimiento de nuestro yo, su mayor consistencia. Forma parte dela experiencia se nos ha dicho siempre el hecho de darnos cuenta de quecrecemos79. Y uno se da cuenta de que crece porque esta experiencia per-manece en la memoria, ya no se olvida: La experiencia est guardada por lamemoria. La memoria consiste en custodiar la experiencia. Mi experiencia,

    por tanto, tiene que guardarse en la memoria, porque yo no puedo dialogarcontigo si mi experiencia no est custodiada dentro de m, no est protegidaen m como un nio en el seno de su madre, y vaya creciendo as dentro de

    77 L. Giussani, Si pu (veramente?!) vivere cos?, Bur, Milano 1996, p. 83.78 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., p. 123.79 L. Giussani,Educar es un riesgo, op. cit., p. 117.

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    m a medida que pase el tiempo80. Entonces s, cuando hablamos, podemoscomunicar algo que hemos vericado verdaderamente en la experiencia.

    Si nosotros hacemos esta experiencia, la e puede generar una personaverdaderamente consistente: La consistencia del propio yo es una expe-riencia proundamente nueva, es realmente el nacer de nuevo de Nicode-mo. El milagro que debe producirse es esta consistencia del propio yo,es decir, la dignidad, la certeza del destino y la capacidad de obrar de unaorma nueva y ms humana81.

    Slo un camino puede generar una criatura nueva, y don Giussani lodescribe as: Una experiencia distinta del sentimiento de s, una percep-cin distinta de las cosas, una emocin distinta de la presencia de los de-

    ms, un mpetu y una densidad distinta en las relaciones, un gusto distintoen la dinmica atigosa del trabajo, un resultado inconcebible, inimagina-

    ble previamente82. Si no sucede esto, qu inters tendr para nosotros lae? Antes o despus vencer tambin en nosotros el desinters, pero no ser

    como decimos muchas veces porque Cristo no cumple la promesa quenos ha hecho en el encuentro, sino porque nosotros hemos reducido todoa mecanicismo, porque no estamos verdaderamente comprometidos en lavericacin de la experiencia. Y sin esto, yo no tengo rostro.

    Es impresionante el nal de una poesa de Rimbaud: Todos aquellosque me han conocido es como si no me hubiesen visto83. Te topas conalguien que no tiene rostro. En cambio, ser presencia signica tener unrostro, y la e es lo que hace signicativo el rostro.

    La uerza de nuestra presencia es la e, la e vivida como experienciapresente, y entonces uno se convierte en una presencia que no se puedeolvidar: Qu hay que no se puede olvidar ? [] Aquello que no se dejaolvidar [], aquello que, por s mismo, y casi de orma anticipada, res-

    plandece con una claridad que nada pueda apagar o tapar84

    .

    3. Ubi fdes ibi libertas (san Ambrosio)

    Si el individuo no tiene consistencia, si su personalidad se ve vaciada, en-tonces queda a merced de las uerzas ms incontroladas del instinto o del

    80 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., pp. 122-123.81 L. Giussani, Consiglio nazionale di CL, Milano, 9-10 ebbraio 1985, Archivo CL.82 La ede oggi, Incontro di don Giussani con gli adulti di CL, Torino, 13 giugno 1981, ArchivioCL.83 C. A. Rimbaud, Una stagione in inerno, in Opere, Mondadori, Milano 1975, p. 219.84 J.-L. Chrtien,Linsperabile e lindimenticabile , Cittadella Editrice, Assisi 2008, p. 123.

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    poder: es la prdida de la libertad (as termina el captulo octavo de Elsentido religioso).

    Hoy nos encontramos ante un enorme deseo de libertad, pero al mismotiempo, constatamos la incapacidad de ser verdaderamente libres, es decir,de ser nosotros mismos en la realidad. Es como si, de hecho, cada uno se

    plegase a lo que se espera de l en cada circunstancia: y as uno tiene unrostro en el trabajo, otro con los amigos, otro en casa... Pero, dnde somosverdaderamente nosotros mismos? Por no hablar de todas las veces en lasque uno se siente ahogado por las circunstancias de la vida cotidiana, sin lams mnima idea de cmo liberarse, a no ser esperando que cambien dichascircunstancias (a menudo, ste parece el nico camino de liberacin que lle-

    gamos a concebir). Al nal, uno se encuentra bloqueado, soando con unalibertad que nunca llega. En un momento histrico como ste, en el que sehabla tanto de libertad, asistimos a la paradoja de su alta, de su ausencia.

    Por eso, el hecho de que la libertad hoy en da sea un bien tan escaso,tan raro, es otro testimonio de la alta de una experiencia real de la e, segnel gran lema de san Ambrosio: Ubi des ibi libertas85 (Donde est la e,est la libertad).

    Por eso, la libertad es el signo ms precioso y potente de la e, y es

    ah donde nosotros podemos vericar verdaderamente si estamos haciendouna experiencia de e capaz de resistir en un mundo en donde todo perotodo! dice lo contrario, lo opuesto. Pero, nos damos cuenta del desaoque tenemos que arontar? Si en una realidad como sta no tenemos un ros-tro y una consistencia, nuestra e no podr resistir en la historia, seremos

    barridos!Cul es la condicin de la libertad? En qu condiciones tiene sentido

    hablar de libertad, de irreductibilidad del yo, de consistencia? En un solo

    caso: Slo en un caso este punto que es el hombre individual y concretosera libre de todo el mundo, libre hasta el punto de que ni el mundo enteroni todo el universo podra constreirlo, slo en un caso esta imagen dehombre libre es explicable: si se supone que ese punto no est constitui-do slo por la biologa de su madre y de su padre, que posee algo que noderiva de la tradicin biolgica de sus antecedentes inmediatos, sino queest en relacin directa con el innito, en relacin directa con el origen detodo el fujo del mundo []. Slo en la hiptesis de que exista en m estarelacin, el mundo podr hacer de m lo que quiera, pero no me vencer,no me despojar, no me atar, porque yo ser ms grande, ser libre. []He aqu laparadoja: la libertad es depender de Dios. Es una paradoja, pero

    85 SantAmbrogio, Epistule, 65, 5.

    Ejercicios de la Fraternidad

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    clarsima. El hombre el hombre concreto, yo, t antes no exista, ahoraexiste, y maana no existir: por lo tanto, depende. O depende del fujo desus antecedentes materiales, y es esclavo del poder; o depende de Aquelloque est en el origen del fujo de las cosas, ms all de ellas, es decir, deDios. La libertad se identica con depender de Dios de una manera huma-na, esto es, con una dependencia que se reconoce y se vive. Mientras quela esclavitud es negar o censurar esta relacin. La conciencia vivida de estarelacin se llama religiosidad. La libertad consiste en la religiosidad! Poreso, la nica rmora, la nica rontera, el nico lmite a la dictadura delhombre sobre el hombre ya se trate del hombre sobre la mujer, de padrescon hijos, de gobierno y ciudadanos, de patronos y obreros, o de jees de

    partido y estructuras a las que la gente est sometida, la nica rmora, lanica rontera, la nica objecin a la esclavitud del poder, la nica, es lareligiosidad86.

    Pensad cuntas veces soamos que alcanzamos la libertad: en este pun-to conrontmonos en serio con Giussani, sometindolo a la vericacin dela experiencia: Por eso quien detenta el poder [] est siempre tentado aodiar la religiosidad verdadera, a menos que l mismo sea proundamentereligioso [] porque una religiosidad autntica [] es un lmite para po-

    seerla, es un desao a su posesin87.Y contina: La e es el gesto undamental de libertad, y la oracin esla constante educacin del corazn, del espritu, en la autenticidad huma-na, en la libertad; porque e y oracin son el reconocimiento pleno de esaPresencia que constituye mi destino, y en depender de ella consiste porconsiguiente mi libertad88.

    Pero, cmo es posible vivir en todas las circunstancias la religiosidad,la relacin con el Misterio, que me hace tan irreductible a cualquier poder?

    Es necesario que el hombre se adhiera siempre al Misterio del que depen-de. Siempre me ha impresionado esta pregunta, evocada con recuencia pordon Giussani: cmo puede tener el hombre la conciencia clara y la energaaectiva para adherirse al Misterio mientras que este Misterio permanececomo tal? Cmo puede el objeto todava oscuro y misterioso despertar laenerga de la libertad para cumplirla?

    Mientras que el objeto es oscuro, cada uno puede imaginarse lo quequiera, y puede determinarse en su relacin con ese objeto como le pa-rezca. Pensad en la experiencia amorosa: uno est deseando amar y ser

    86 L. Giussani,El sentido religioso, op. cit., pp. 132-133.87 Ibidem, p. 133.88 Ibidem, p. 128.

    Sbado por la tarde

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    amado, pero, qu hacemos mientras ese rostro permanece desconocido?Lo que nos parece y apetece. Slo cuando aparece el rostro, se introducerealmente una pos