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Revista Académica de Comunicación y Ciencias Sociales www.revistametacom.com TIEMPO Y COMUNICACIÓN HUMANA La temporalidad como organizador de la situación comunicativa 2011 Roberto Aguirre Fernández de Lara 1 1 Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Maestro en Ciencias del Lenguaje. Doctorando en Percepción, Comunicación y Tiempo. UniversitatAutònoma de Barcelona, España. Grupo de Psicología del Lenguaje y la Comunicación. Universidad de Granada, España, y visitante en el SFB 833 B-7. TübingenUniversität, Alemania. Correo electrónico: [email protected] Año 0, Nº 1, Julio 2011 - Enero 2012. R.D. Nº 04-2011-071410385400 y ISSN: (En trámite)

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Revista Académica de Comunicación y Ciencias Socialeswww.revistametacom.com

TIEMPO Y COMUNICACIÓN HUMANALa temporalidad como organizador de la

situación comunicativa

2011

Roberto Aguirre Fernández de Lara1

1 Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Maestro en Ciencias

del Lenguaje. Doctorando en Percepción, Comunicación y Tiempo.

UniversitatAutònoma de Barcelona, España. Grupo de Psicología del

Lenguaje y la Comunicación. Universidad de Granada, España, y

visitante en el SFB 833 B-7. TübingenUniversität, Alemania. Correo

electrónico: [email protected]

Año 0, Nº 1, Julio 2011 - Enero 2012. R.D. Nº 04-2011-071410385400 y ISSN: (En trámite)

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IntroducciónEste artículo tiene como propósito argumentar y evidenciar a la temporalidad como organizadora

de la situación comunicativa. En todo caso, se parte de considerar que el Tiempo precede a la

Comunicación y ambas a la especie humana, por lo que se señalan ambas como anclaje de la

experiencia humana del Tiempo como de la Comunicación.

Primeramente, se realizará un acercamiento sintético a la reflexión sobreel Tiempo y la eventuali-

dad evolutiva de los entes comunicantes, a fin de exponer el contexto en el que se generó y ge-

nera la posibilidad de la vivencia humana del tiempo. Tras ello, se expondrán unos apuntes sobre

la reflexión científica de la experiencia subjetiva del Tiempo, a cargo de la Psicología dedicada al

estudio de la vivencia del tiempo. Seguido a ello, se describirá a la temporalidad como un esque-

ma organizador de la situación comunicativa en el ámbito de la conducta lingüística humana. Fi-

nalmente, se desarrollarán las líneas de un modelo del evento comunicativo humano desde el

criterio de la organización espacio-temporal del mismo y del carácter articulador del tiempo en las

posibilidades y capacidades expresivas, psicológicas y conductuales de los participantes en dicho

evento.

Introduction

This article aims to argue and prove to temporality as the organizer of the communicative situa-

tion.

In any case, considering that time precedes to communication and both to human species, so that

both as an anchor point of the human experience of time as the communication.

At first, there will be a synthetic approach to reflection about time and evolutionary event of com-

municating entities, in order to explain the context in which it was generated and creates the pos-

sibility of the human experience of time.

After that, it will present some notes on the scientific reflection of the subjective experience of time,

in charge of psychology devoted to studying the experience of time.

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Following this, the timing will be described as a scheme organizer of the communicative situation

in the field of human linguistic behavior.

Finally, they will develop the lines of a model of human communicative event from the judgment of

spatiotemporal organization and character of the same time articulating the possibilities and ex-

pressive skills, psychological and behavioral aspects of the participants in this event.

1. Tiempo y comunicación como fenómenos del universo

Para explicar a la Comunicación partiremos de considerar la existencia de entes comunicantes y

de reflexionar en torno a la decisión de a cuáles de estos se pretende abarcar. Como sea que se

decida, la cuestión remite al alcance ontológico de la reflexión que pretenda explicar a la Comu-

nicación y, con ello, parece necesaria una explicación de tal fenómeno desde el lugar que ocupa

–al igual que cualquier otro- como existente en el Universo. Así, nos remitimos irremediablemente

a una Cosmología.

Tanto una reflexión filosófica como una reflexión científica sobre la Comunicación emplazan sus

esfuerzos analíticos y descriptivos sobre los entes comunicantes desde una Cosmología. Esto es,

visto semióticamente, desde la primeridad de una triada semiótica que ha constituido en el orden

de entes comunicantes aquello que considera un objeto de experiencia, es decir, que lo ha infor-

mado. Ha asumido con ello un anclaje a algo que asume como dado.

De principio, la reflexión cosmológica clásica no incluye a la Comunicación como un fenómeno de

la Naturaleza y la deja al ámbito de la Retórica, es decir, al ámbito del Lenguaje. Sea que su

descripción se centre en la manera de disponer los recursos persuasivos –Sofistas-, en la búsque-

da dialéctica de la verdad –Platón, Sócrates- o en un plano de formación de la persona –Aristóte-

les-, lo relevante es que la Comunicación no es vista en el pensamiento clásico como un fenóme-

no de la Naturaleza, sino sólo de la condición humana y de la relación del sujeto con algunos otros

de su especie. Esto es, con el implícito de estos fenómenos de la condición humana como ajenos

a la Naturaleza. Por su parte, la modernidad filosófica no se ha sacudido del todo dicha distinción

al remitirse a la Comunicación humana.

En contraparte, el Tiempo ha estado desde pronto en la reflexión cosmológica del pensamiento

clásico junto a categorías como la cantidad, el número, la continuidad, el movimiento, el espacio,

la materia, la masa y la energía; todos ellos, rasgos que explican a las entidades físicas y biológi-

cas. De este modo, la preexistencia fenomenológica y evolutiva del Tiempo frente a la Comunica-

ción está más que sugerida, sean cuales sean los entes del Universo a los que consideremos

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como comunicantes.

Las distinciones que se muestran en el pensamiento clásico, que Occidente ha reproducido –fe-

nómeno entendible por nuestros rasgos evolutivos y culturales, pero superable también gracias a

ellos mismos- privilegian a los humanos como entes comunicantes y no así a otras especies. O al

menos de principio se concentran en la capacidad humana de comunicar en una perspectiva que

poco atiende a la deuda biológica y evolutiva que nuestra capacidad de comunicar tiene, como

principio, como logro de la Naturaleza. La Cultura no es una realidad ajena a ello porque, en algún

sentido, han sido el desarrollo de la Cultura y los símbolos recursos deudores y articulados desde

nuestros rasgos evolutivos2.

Se verá que, desde el principio, a la ruta de nuestra reflexión se le impone el anterior hecho como

advertencia y punto de partida. La investigación científica por vía de la Etología3, la Psicología

básica, la del lenguaje y otras disciplinas que estudian la conducta en otras especies han mostra-

do tanto que los humanos no somos los únicos y mucho menos los primeros entes comunicantes

de la evolución como que las especies que han desarrollado tal condición lo han logrado desde

sus particulares equipamientos, producto de su evolución4. Es decir, desde ubicaciones distintas

en el continuo del Universo.

Si bien lo anterior no quita al Tiempo como precedente cosmológico y fenoménico de la emergen-

cia de la Comunicación en la historia del Universo y sus entes, sí deja a aquella anterior al espacio

de lo considerado específicamente humano y le da un aliento cosmológico mayor. Además, nos

muestra la conveniencia de que las preguntas cosmológicas que nos hagamos –desde nuestra

condición humana- sobre la Comunicación no tengan tanto como punto de partida a los miembros

de la especie humana como entes comunicantes primeros en la evolución del Universo, como que

no dejen de apreciar lo que es específico de la comunicación humana5.

Lo anterior nos puede servir para interpretar el denominado Principio antrópico (Carter, 1973). En

un sentido general, dicho principio señala que el mundo es necesariamente como es porque hay

humanos que se preguntan por qué es así. El principio, que muestra una tautología, parece res-

1 Ver el planteamiento de John Deely (1996) sobre la semiosis especie-específica y sobre el papel de la semiosis en la sobrevivencia y adaptación de nuestra especie.2 Ver Konrad Lorenz (1984).3 Ver Manuel Martín Serrano (2007).5 En este sentido sugiero entender a Deely (1996)

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catable en cuanto remite a que la producción de conocimiento –en la particularidad de una noción

aplicada al perfil funcional de nuestra especie- es una condición privilegiada de la misma en la

evolución del Universo.

De manera más general, el Principio antrópico muestra que vivimos en un universo cuidadosa-

mente ajustado, es decir, uno que parece haber sido meticulosamente adaptado para permitir la

existencia de la vida y de los fenómenos que conocemos. Entre ellos, el Tiempo y la Comunica-

ción; esta última en especies con equipamientos específicos para ello.

Una exposición muy general de ese ajuste del Universo que permite la existencia tanto del Tiempo

como de la Comunicación, de ésta segunda desde la primera como condición –entre otras-, y de

la Comunicación humana como variedad evolutiva –biológica, primero; cultural, consecuentemen-

te, aplicando la noción de evolución de manera metafórica- de entes comunicantes puede resu-

mirse en los siguientes puntos:

A) Dos hipótesis sobre el origen del Universo: la primera, el tiempo tuvo un origen, fue creado en

un momento específico y junto con el espacio se ha expandido, idea que se ha acompañado con

la visión cristiana desde Agustín de Hipona (1953) y que incluso ha sido compatible con la Cos-

mología asociada a la relatividad general de Einstein; para la segunda, el universo ya preexistía a

la explosión del Big-Bang, por lo tanto el Tiempo y el espacio ya preexistían. En esta visión se

encontraba Aristóteles (1997, 2003), para quien el Tiempo preexiste a dicha explosión.

B) Singularidad del Universo: Como lo mostraron Hawking y Penrose (1993), el Tiempo no se

puede expandir indefinidamente hacia atrás. Proyectada hacia atrás la historia cósmica, todas las

galaxias se juntarían en un único punto infinitesimal, una singularidad. Sin embargo, Veneziano

(2008: 57) indica que esta singularidad no encaja con el elevado grado de homogeneidad e iso-

tropía del universo a gran escala. Para que el cosmos parezca el mismo en todas partes, debe

haber alguna clase de interrelación entre regiones distantes que permita coordinar propiedades.

C) Materia y dimensiones del Universo: La teoría de cuerdas (Veneziano, 2008: 58) -una

modificación de la teoría de Einstein al no tener ésta en cuenta los efectos cuánticos de la singu-

laridad- plantea que las partículas elementales son cuerdas con distintos modos de vibrar con

nuevas propiedades. Entre otras características, las cuerdas exigen la existencia de seis dimen-

siones extra del espacio, además de las tres usuales. Las constantes físicas aparecen como

campos que ajustan sus valores en diferentes épocas cosmológicas. Se llega a hablar de 11 di-

mensiones del espacio-tiempo. Tenemos acceso a sólo algunas de estas dimensiones.

D) Expansión del Universo: Se ha considerado que, a partir de la gran explosión, inicial-

mente, el Universo sufrió un proceso de expansión superacelerada que le dotó de la uniformidad

que actualmente se observa en él. A ello siguió una fase inflacionaria, conectada con un largo

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periodo de expansión desacelerada. Este periodo se extendió hasta el momento, próximo a nues-

tro presente cosmológico, en que la energía obscura empezó a dominar. A partir de dicho momen-

to se desarrolla otra expansión acelerada que se mantiene vigente y que es previsible en un futu-

ro.

E) Entes del Universo: A lo largo de los periodos antes referidos se han desarrollado todos los

elementos, compuestos y estructuras observables, siendo que a todos ellos les corresponde un

sitio en el espacio-tiempo. De la generación de los núcleos de los elementos más ligeros se siguió

a los átomos, después las galaxias (cuyos gérmenes provienen del período inicial inflacionario).

Tras la generación de los entes físicos y químicos, se desarrollan las condiciones necesarias para

que aparezca la vida, después los organismos vivos con distintos grados de complejidad (Gonzá-

lez Díaz, 2008: 87). Como parte de ésta, la capacidad de Comunicación.

F) Espacio-tiempo en el Universo: El principio según el cual las leyes de la Física son iguales a

todos los observadores ha llevado a preguntar si el espacio-tiempo existe con independencia de

las estrellas, galaxias y sus contenidos (sistemas solares, planetas, etc.) o si el espacio-tiempo es

un concepto artificial que describe cómo se relacionan los objetos. Si el espacio-tiempo es un

continuo, la relatividad general hará una descripción del mundo que contiene aleatoriedad; en el

caso de que el espacio-tiempo sea una ficción, la relatividad general hará una descripción del

mundo ausente de dicha aleatoriedad (Musser, 2008: 10).

G) Constantes del Universo: En el Universo hay constantes cuyos valores se deben al mero azar,

adquiridos en sucesos y procesos de partículas elementales aleatorias durante los primeros mo-

mentos del universo. Barrow y Webb (2005) sugieren que estemos abiertos a la posibilidad de que

el universo que conocemos sea uno entre muchos. Nuestro universo observable podría ser uno de

muchos sitios aislados entre infinidades sin vida en los que, al haber otras fuerzas de la naturale-

za involucradas, partículas como los electrones, estructuras como átomos de carbono y moléculas

de ADN podrían resultar simplemente imposibles.

H) Ausencia de una teoría del todo: La ausencia de una descripción de dichas constantes (cons-

tante de estructura fina) coherente que revelase un orden bajo una naturaleza que parece arbitra-

ria, explicaría si el espacio-tiempo tiene un carácter sustancialista o relativista y daría ubicación

dentro la totalidad a fenómenos (Barrow &Webb, 2008: 47) que, como la Comunicación, trascien-

de distintos órdenes y es a la vez específica para cada uno de estos.

Ante estas afirmaciones, es difícil no recordar el señalamiento de Immanuel Kant (1724-1804)

–para quien espacio y tiempo son formas puras de la sensibilidad-, según el cual conocemos las

apariencias y no las cosas en sí. Es decir, que hay un mundo a priori –que incluye al Tiempo- que

no nos es accesible. Ese mundo a priori de Kant bien podría incluir a las mencionadas dimensio-

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nes que no nos son accesibles, a los valores de las constantes del Universo y al ajuste referido

por el Principio antrópico. En suma, que, de ser cierto este principio antrópico, es el ajuste men-

cionado del Universo quien explica nuestra capacidad para desarrollar una vivencia del tiempo.

Sin duda que éste es un abordaje extraño a la manera en que el mundo académico de la Comu-

nicación se ha acercado al estudio de la competencia comunicativa como rasgo de la condición

humana; lo es menos en alguna medida para los casos de la Psicología de la Comunicación, la

Sociología, las ciencias del lenguaje. En todo caso, un apartado titulado como éste sólo pretende

poner de relieve que la competencia comunicativa humana está anclada y es deudora de la evo-

lución del Universo, en el entendido de éste como el conjunto de entes y fuerzas que existen y de

los modos en que estos se han venido relacionando y ejerciendo contacto entre ellos.

2. La averiguación psicológica sobre la vivencia del Tiempo

Aunque la descripción del Tiempo cubre una investigación más amplia que abarca tanto al conjun-

to de las disciplinas de las Ciencias Exactas y Naturales como de las Ciencias Sociales y de las

Humanidades, nos ocuparemos en este apartado de la investigación psicológica que se ha dedi-

cado al estudio de la experiencia y la vivencia del tiempo, por ser este enfoque quien se ocupa en

parte y científicamente de la experiencia subjetiva del tiempo.

Además, ayuda a ilustrar tanto los señalamientos acerca de las orientaciones mencionadas a

partir de Aristóteles en la tradición filosófica sobre el Tiempo como los señalamientos de la Socio-

logía comprensiva (Schütz, 1993). Recogeremos algunos estudios orientados a la percepción,

cognición y conducta humana respecto del Tiempo para ponerlos en perspectiva del estudio de la

Comunicación humana.

Como imagen general, en la reflexión psicológica sobre la temporalidad se ha desarrollado el es-

tudio de los ritmos sociales en el marco de la relación con la Antropología cultural; así como los

ritmos biológicos (p. e. ritmos circadianos, infradianos y ultradianos), en el marco de la relación

con la Cronobiología. En un ámbito más propiamente psicológico, se ubican los estudios de las

anticipaciones en intervalos breves y las regulaciones temporales adquiridas a través de la Psico-

física del tiempo. También, los estudios de la gestión del tiempo tanto individual como grupal, del

horizonte temporal, así como la vivencia y la adquisición de un concepto de tiempo en razón del

grupo social, la memoria, la atención y la función simbólica del lenguaje, entre otros aspectos.

Este amplio universo es sin duda sugerente para una variedad de temáticas de la Comunicación

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humana en lo que tiene de realidad material, física, simbólica, psicológica, social y cultural.

En la Psicología de la Percepción, la averiguación sobre la percepción y la estimación del tiempo

desarrollados por Paul Fraisse (1967) son punto de referencia obligado para la comprensión de la

vivencia y la experiencia del tiempo desarrollados desde la Psicología. Como campo de estudio,

los estudios de la percepción y estimación del tiempo alcanzaron en la década de los 80 del siglo

pasado dos décadas de florecimiento como un enfoque cognitivo interesado en reexaminar diver-

sos aspectos de la experiencia humana, incluida la del tiempo, tras el desinterés conductista.

Enfoques sobre la percepción como el New Look fueron extendidos a los estudios sobre el tiempo

(Avant& Nelson, en Wolman, 1975: 629).

En opinión de Fraisse (1984: 2), la noción de tiempo está asociada con el tiempo del mundo; in-

cluso, podemos concebir los cambios de pensamiento y tener una noción personal del Tiempo que

no es fundamentalmente diferente del tiempo del mundo.

La noción de tiempo se aplica a dos conceptos diferentes que pueden ser claramente reconocidos

en nuestra experiencia personal del cambio. La primera es el concepto de sucesión, el cual co-

rresponde al hecho de que dos o más eventos pueden ser percibidos como diferentes y organiza-

dos secuencialmente; lo anterior se sustenta en nuestra experiencia del cambio continuo a través

del cual el presente se vuelve pasado. Segundo, el concepto de duración, el cual se aplica al in-

tervalo entre dos eventos sucesivos. La duración no existe en sí misma y se caracteriza intrínse-

camente por lo que porta. En esta comprensión, no hay duración sin sucesión, y viceversa.

En este enfoque, Fraisse (1984: 2) considera que es bastante posible que la experiencia personal

pueda proveer las bases para la representación abstracta teniendo una amplia aplicación, por

ejemplo, en el desarrollo de nuestras maneras socialmente estandarizadas de medir y estimar el

tiempo para organizar y coordinar nuestra conducta, incluida la comunicativa. Es el caso de los

estudios sobre proyectos personales y situaciones vitales de cambio (Lens, 1987; Zimbardo,

2002).

La investigación en este campo ha mostrado que las percepciones de duración y de sucesión

están presentes de manera temprana en los sujetos, pero aquéllas funcionan juntas hasta la edad

de 7 u 8 años cuando el niño es capaz del pensamiento lógico. Entonces, una noción abstracta de

tiempo es elaborada de manera gradual a partir de dicha edad (Fraisse, 1984: 3), así que en esa

medida esa noción abstracta adquiere relevancia para los participantes de un acto comunicativo.

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Por ejemplo, la percepción del tiempo en la espera para la toma de turnos en la conversación o la

percepción de la sucesión de acciones en un relato audiovisual implican una noción de tiempo que

es relevante en la comprensión de los contenidos y la intención comunicativa.

En la investigación sobre el tiempo, el rol del sujeto es aún más obvio que en los estudios psico-

lógicos en general, porque los estímulos –que son duraciones- no tienen un impacto sensorial

específico, sino que están relativizados por la percepción del sujeto. Por su parte, la sucesión

puede ser distinguida respecto a la simultaneidad de ocurrencia; por otra parte, la duración se ha

de distinguir respecto a la instantaneidad. Por ejemplo, para temas tan de moda como la comuni-

cación “en tiempo real” con las nuevas tecnologías de la información, el estudio de la percepción

de la sucesión vs. la simultaneidad resultan una valiosa ruta para comprender la experiencia in-

tersubjetiva de esa simultaneidad y su relevancia comunicativa, más allá del dato cronológico y

tecnológico.

Propiamente hablando, la transición de simultaneidad a sucesión se ha estudiado a través de di-

versos experimentos que contrastan la variación en la duración de la intensidad de estímulos

(Oostenbrug et al, 1978; Mills &Rollman, 1980), que atienden al inicio de dos estímulos (Allan,

1975), al cierre de ambos (Allan &Kristofferson, 1974), o al cierre del primero y el inicio del segun-

do (Efron, 1970; Allan, 1976). Algunos estudios utilizan estímulos visuales (monocular, binocular

o dinotópica [Rutschmann, 1973]), otros sonoros, otros motrices, o desarrollan estimulaciones

intermodales visual-auditiva, visual-motora y auditiva-motora. Utilizan formas gráficas, sílabas o

cadenas de letras (Carmon&Nachshon, 1971; Fraisse, 1978; Hylan 1903).

El asunto de la modalidad sensorial tiene importancia relativa en la percepción de la sucesión,

como lo muestra el trabajo de Hirsh&Sherrig (1961), quienes mostraron un umbral del orden de

sucesión constante a pesar de las variedades sensoriales. Los resultados se obtuvieron tras se-

siones de entrenamiento. Otros experimentos han mostrado asimetrías que enfatizan la importan-

cia de las latencias tanto en estimulación auditiva como visual.

Un tema de relevancia ha sido el denominado umbral de sucesión, que es determinado por un

conjunto de parámetros cuyas relaciones han sido difíciles de describir. Uno de estos factores

que, sin embargo, parece tener un claro papel es la localización de la decisión en el lóbulo tem-

poral izquierdo.

Finalmente, respecto a la sucesión, se ha investigado la percepción de los eventos como instan-

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táneos o durables. En términos del diseño de la experimentación, el uso de estímulos muy breves

para obtener la percepción de la instantaneidad ha mostrado la dificultad de distinguir entre el

encendido y el apagado de los estímulos utilizados (Cf. Efron, 1970, 1974).

La estimación de la percepción de la duración se ha orientado, por una parte, al uso de la memo-

ria para la puesta en relación de un evento pasado con un evento presente; por otro lado, para

relacionar dos eventos pasados. En cualquier caso, la percepción de la duración involucra al pre-

sente psicológico.

La percepción de la duración refiere a la habilidad para aprehender eventos sucesivos como per-

ceptivamente más o menos simultáneos dentro de una red de presente psicológico, identificado

por William James (1890) con el nombre de “speciouspresent”, y reexaminado posteriormente por

Fraisse (1967) y por Michon (1978). Es en este tema de la duración donde la memoria ha adqui-

rido relevancia en tanto un evento determinado en la experiencia de los sujetos es percibido en

relación con el presente psicológico.

Este presente psicológico ha correspondido a la duración de una experiencia, más que a un pe-

riodo dado de duración. Sin embargo, Fraisse (1984: 9) señala que dicho presente tiene un límite

superior de duración que difícilmente excede los 5 sec y ha sido evaluado con un valor promedio

de 2 a 3 sec. Dentro de esos límites se puede hablar de percepción de la duración, la que por lo

tanto se convierte en una cantidad cuyo inicio no ha sido aún almacenado en la memoria de los

sujetos.

En estos estudios, la relación entre la intensidad de una sensación y la fuerza de un estímulo físi-

co ha sido importante para la metodología, desarrollándose diversos modelos sobre tal relación y

diversas leyes para explicar su relación. Profundizando en los elementos de esta relación, la na-

turaleza de las estimulaciones ha merecido atención, destacando en ello la modalidad sensorial

como la duración de las mismas. Así, algunos autores han señalado que los intervalos vacíos se

juzgan como más prolongados (Thomas & Brown, 1974), o los estímulos visuales y auditivos más

intensos se han juzgado como más duraderos (Glodstone et al 1978). Fraisse (1984: 14) señala

que un estímulo auditivo parece más prolongado que uno visual.

Además de la estimación del tiempo entre el presente y el inicio de un evento recién terminado;

también se ha desarrollado el estudio de la estimación de la duración de un periodo pasado de

tiempo. En este último caso, el rol de la memoria de largo plazo se vuelve vital; mientras que en

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el primer caso esa relevancia corresponde a la denominada memoria de corto plazo.

El trabajo de Ornstein (1969) ha considerado que la duración estimada en un momento dado es

proporcional al tamaño del almacenaje. Ésta constituye una variable hipotética que dependería

tanto del número de eventos almacenados y recuperados como de la complejidad de la codifica-

ción de dichos eventos.

La percepción fenomenológica de la duración del continuo temporal ha sido distinguida en los

estudios de estimación del tiempo en tres órdenes: a) menor a 100 ms, en el cual se percibe la

instantaneidad; b) 100 ms a 5 sec, que corresponde a la percepción de la duración en el presente

percibido, c) más allá de 5 sec, en el que la estimación involucra a la memoria.

Las duraciones menores a 100 ms no son percibidas como tales; la percepción de la sucesión

aparece más allá del límite de los 20 ms. De hecho, las sucesiones son el material básico del

tiempo físico. La duración es un constructo de la mente humana; mientras los ojos humanos per-

ciben la sucesión, la duración se encuentra ligada a la identificación de los efectos de aparición y

desaparición de un estímulo. En estricto sentido, la percepción de la duración se sitúa por arriba

de los 100 ms y en los límites del denominado presente psicológico.

Más allá de los límites del presente percibido, la duración puede ser sólo estimada por los cons-

tructos que los sujetos tienen almacenados en las memorias de largo como de corto plazo. En la

estimación de la duración, la variabilidad se ha vuelto un obstáculo cada vez más difícil para al-

canzar leyes certeras. De este modo, las fuentes de esta variabilidad han adquirido cada vez

mayor importancia en la explicación de actitudes, según sea una estimación prospectiva o retros-

pectiva con un muy alto efecto de intervalo entre la duración experimentada y el momento de la

estimación.

En fin, aunque los estudios de la estimación del tiempo no se han realizado persiguiendo una

pretensión comunicativa por dos razones: una, porque el estímulo -en las variedades menciona-

das, y a pesar de estar realizado en sustratos auditivos o visuales en los que también se realizan

los mensajes audiovisuales- no constituye necesariamente mensajes con significado; segunda,

porque -asociado a ello- la tarea solicitada no remite necesariamente a una conducta comunicati-

va a ser evaluada en el éxito de su orientación al logro por el investigador, sí se puede advertir la

posibilidad y el beneficio de orientar tales estudios en dicho sentido.

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3. Tiempo y lenguaje

En la averiguación de la experiencia humana del Tiempo, la significación y la representación sim-

bólica aparecen pronto, pues incluso se ha sugerido al Tiempo como uno de los sustentos de la

posibilidad de la experiencia. Si bien limitar esta relación a la lingüística es una reducción del

perfil semiótico del tiempo, nos permitirá mostrar la afirmación antes realizada en la reflexión del

sistema de significación humana más desarrollado y más atendido: la lengua.

Al igual que en el subapartado anterior, y como se ha advertido antes, la significación es una pre-

sencia mayor en la vivencia subjetiva del Tiempo, de ahí que atendemos en este apartado a una

parte del trabajo que para el estudio científico del Lenguaje y, en particular de la enunciación, se

ha realizado.

3.1. El observador en el contraste antes-después

En el desarrollo de la Lingüística, la noción de Tiempo ha ofrecido a distintas escuelas y acerca-

mientos una amplia resistencia a la reflexión y sistematización científica. En la perspectiva de una

Lingüística del sistema, interesada en una descripción formal del lenguaje, el esfuerzo por poner

al hablante y a la función semiótica social del lenguaje fuera de la descripción quita a la sistema-

tización del Tiempo su base de incidencia. A saber, la posición del observador y su mirada. Incluir

el Tiempo en nuestras descripciones lingüísticas es posible si no perdemos de vista que el tiempo

es de algo, sobre los actos, y de alguien, de un observador que organiza con el tiempo una posi-

ción respecto a su dicho y a los acontecimientos.

Entonces, más que una reflexión sobre el tiempo como un algo a describir, como un elemento

léxico o gramatical, hablamos de la representación cognitiva del tiempo que organizamos a través

el lenguaje, en distintos niveles de significación, porque esta representación cognitiva organiza a

partir del enunciado una mirada del observador sobre los acontecimientos predicados.

Al buscar describir la representación del tiempo como una esquematización queremos apuntar a

una representación que organiza los recursos léxicos y gramaticales, fundamentalmente los para-

digmas verbales, en referencia al punto de vista que el enunciante organiza para el observador.

En suma, a una comprensión del lenguaje como un comportamiento organizador de organizacio-

nes. Así, los sistemas, como colección de elementos léxicos y gramaticales y sus condiciones

semiótico sociales de uso, son estructuras abiertas organizadas por dicho comportamiento.

La esquematización es una insistencia en la representación y en la continua reorganización se-

miótica de los recursos léxicos y gramaticales por parte de las comunidades de enunciantes,

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como en la existencia de condiciones biológicas y sociales que organizan el lenguaje. (Lemke,

1995: 9)

De la tradición interesada en la descripción formal, quisiera rescatar el análisis sobre la sistemá-

tica verbal del castellano que realiza Mauricio Molho (1975) porque permite una descripción de la

condición temporal del mismo lenguaje y de su capacidad de representación. Tomaré dos axiomas

que permiten argumentar que la representación conceptual es de carácter temporal.

Para Molho, un primer axioma es que la mente, constructora del sistema de la lengua, sólo puede

operar reduciendo lo que concibe a binariedades contrastivas. Todo contraste binario, insiste, ra-

dica en la solidaridad de las dos representaciones elementales que en él se implican recíproca-

mente. Cada elemento de la oposición se define por su posición. (Molho, 1975: 10)

La distinción anterior es una relación binaria que organiza contrastes y define cada uno de sus

elementos en función de la relación. Entre las dos posiciones de esta relación binaria el autor

argumenta un orden de sucesividad. Esta condición de la relación de contraste, que denominaré

como principio de sucesividad, corresponde a una condición organizadora de las representacio-

nes conceptuales. Esta condición organizadora de sucesividad puede ser denominada como tiem-

po, no como objeto de nuestras representaciones conceptuales, sino como condición organizado-

ra de las representaciones que organiza la mente.

Más en detalle, el aquí denominado Principio de secuencia organiza la relación tanto entre repre-

sentaciones elementales como entre conjuntos esquemáticos más complejos. Es decir, este Prin-

cipio de secuencia funciona en distintos niveles de organización de la representación conceptual

y lingüística. Aún más, para Molho “el sistema total de la lengua no es sino una concatenación de

entidades sistemática cuya totalidad forma una serie conclusa” (Molho, 1975: 10). Ello explica por

qué con el lenguaje el enunciante produce significado organizando el contraste entre sus elemen-

tos y sistemas. Lo anterior parece suponer que cada uno de estos es una posición en una secuen-

cia organizadora constituida por la totalidad del sistema del lenguaje.

Si la sucesividad como principio de organización de la representación se caracteriza porque el

contraste organiza la anterioridad y la ulterioridad de cada posición, el juego de las posiciones se

organiza desde una orientación. Entonces, esta orientación se organiza en función de la posición

del observador, atribuyéndole a éste el presente. Así, una de las posiciones funciona como sopor-

te de incidencia de la otra, es decir, como posición anterior que organiza a la ulterior.

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La representación conceptual que organiza el castellano y otras lenguas ha desarrollado históri-

camente en el sistema verbal el principal sistema organizador del principio de secuencia, es decir,

una sistemática de la representación del tiempo (Molho, 1975: 11). El autor señala que “esta sis-

temática organiza una gama que va de un tiempo mensurable a otro inconmensurable” (Molho,

1975: 11). Es decir, organizado en un vector infinito de tiempo como cercano a la posición del

observador u organizado como una posición lejana a ésta. En este acercamiento, la posición del

observador es el presente. La sistemática verbal es ordenada en función del principio de secuen-

cia en dos posiciones de un contraste radical: antes-después.

El otro axioma considera a la lengua como una sustancia bajo forma. En opinión del autor, una

sustancia se concibe como la involuta de una forma envolvente que la aprehende, y no puede

concebirse una forma que no sea la forma de una sustancia aprehendida en un envolvente formal

mediante la cual accede a la condición de ente lingüístico significante (Molho, 1975: 16).

3.2. El tiempo como organizador de la situación comunicativa humana

He argumentado a favor del tiempo, en la forma del esquema de secuencia, como uno de los es-

quemas organizadores de la representación cognitiva de la significación. Nuestra comprensión de

esquema es cercana a la que elaboran Lakoff y Johnson sobre los esquemas de imagen, en tanto

que por esquema organizador remitimos a una organización recurrente “de nuestras interacciones

perceptivas, experiencias corporales y operaciones cognitivas.” (Johnson, 1991: 149).

Como esquema, la temporalidad es una organización que presenta una cantidad reducida de ele-

mentos o componentes que se interrelacionan de manera definida y proyectan a otros ámbitos de

experiencia su patrón de organización para organizar esos dominios. La temporalidad refiere al

Principio de secuencia y a la representación que emerge como proyección de uno de los esque-

mas organizadores de la representación lingüístico-cognitiva a partir del cual el enunciante parti-

cipa en aquello de lo que habla y, a la vez, organiza la situación de enunciación.

Este esquema de temporalidad se organiza a través de cuatro principios fundamentales de la re-

presentación cognitiva. El primero señala que las especificaciones estructurales de las formas

lingüísticas son regularmente conceptualizadas en términos de delineaciones idealizadas, abs-

tractas y a menudo virtualmente geométricas en relaciones particulares con cada una (Talmy,

2000: 13). Un segundo principio de organización es que el sistema de clases cerradas del lengua-

je es su más fundamental y comprensivo sistema de estructuramiento conceptual (Talmy, 2000:

14). Un tercer principio está relacionado con los sistemas de estructuramiento conceptual del len-

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guaje, y es que, en general, el mismo complejo ideacional puede ser representado en términos de

alternativas de conceptualización. El cuarto principio es el paralelismo entre la representación

lingüística de la estructura espacial y temporal (Talmy, 2000: 14).

El esquema de temporalidad organiza la estaticidad o la progresión dada la espacialización de la

representación espacial del tiempo; es decir, dada la elaboración cognitiva de posiciones que se

contrastan perceptualmente, el observador organiza una representación más relacional o más

estática.

El esquema de temporalidad incluye ambos movimientos o subyace a la elección de una u otra

representación para organizar la significación. La distinción entre progresión y estaticidad corres-

ponde más bien a la representación del tiempo como dominio y no al esquema organizador deno-

minado temporalidad.

3.2.1. La progresión de la temporalidad en el evento de habla

Dado el carácter semiótico-social del lenguaje, la representación lingüístico-cognitiva del tiempo

no sólo organiza el acontecimiento observado, sino todo el evento de habla, es decir, es relativa

a la temporalidad de una actividad de escritura por parte del enunciante; a una temporalidad del

discurso, y a una temporalidad de la actividad lectora de los intérpretes.

La temporalidad de la escritura se organiza entre la temporalidad de lo fenoménico, es decir, re-

lativa al punto de vista del enunciante sobre el acontecimiento, como actividad o quehacer social,

y la temporalidad de la interpretación como un significado relativo al punto de vista del enunciante

respecto a su propio dicho y sus intérpretes; la temporalidad del discurso, como organizador de

las posibilidades de significación del texto en contraste con otros discursos y puntos de vista com-

patibles e incompatibles, anteriores o posteriores; y la temporalidad de la lectura se organiza en-

tre la temporalidad de la interpretación, relativa al punto de vista del intérprete respecto al enun-

ciante y al dicho de éste, y la temporalidad de lo fenoménico, como organizadora del

acontecimiento en la actividad lectora. El siguiente cuadro expone con más detalle las ideas antes

mencionadas:

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4. Comunicación humana y tiempo

Se ha dicho que la Comunicación es un fenómeno de largo aliento cosmológico. Se ha mostrado

que tanto la Comunicación como el Tiempo son fenómenos que existen tanto en el orden material

y físico como en el orden simbólico, psicológico y social para los entes comunicantes, y, además,

en el orden lingüístico, cultural y político para el caso humano.

Hemos enfocado nuestra atención en la experiencia subjetiva del tiempo en razón de nuestra

condición de seres vivos, en las capacidades psicológicas y conductuales con las que la evolución

nos ha dotado (percepción, cognición y conducta lingüística), y en el Tiempo como organizador

–no único- de la capacidad y diseño representador de la lengua. Hemos dado cuenta de la re-

flexión científica sobre la experiencia subjetiva del Tiempo.

Figura 1: Progresión del esquema de temporalidad Fuente: Tomado de La temporalidad como esquema organizador de la situación comunicativa: El caso de los textos

“Crónica de las andanzas de Durito en la marcha del primero de mayo” y “La reunión será en San Miguel”, (p.53) por R. Aguirre, 2004, México: BUAP.

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Sin embargo, no se ha dicho nada con puntualidad sobre la relación entre Tiempo y Comunicación

humana desde la perspectiva de ésta última como un fenómeno explicable con una teoría propia

o al menos específica y no por la vía muy acostumbrada en el campo académico de la Comunica-

ción de explicar los efectos o condiciones de ésta. En el caso de nuestro planteamiento, la refe-

rencia a las capacidades psicológicas como a la semiosis y a la lengua no terminan de cumplir

esta condición de una descripción específica de la Comunicación humana, pues en todos estos

casos ésta queda definida por los otros fenómenos también incluidos en el evento comunicativo.

Es cierto que la filosofía ha aportado en autores como Habermas, Jaspers, Nicol, Castilla del Pino

(aunque este autor desde la cercanía de la Psicología con la Filosofía), Cassirer o Apel definicio-

nes satisfactorias para el caso de la Comunicación humana, tanto en sus aspectos estéticos como

éticos; pero sus descripciones –orientativas como es propio de la Filosofía- no tienen la vocación

descriptiva de la ciencia –en la que estamos interesados- y dejan de lado los aspectos materiales,

físicos, biológicos y en ocasiones semióticos que son constitutivos a la Comunicación como un

fenómeno que rebasa al caso de versión humana en el conjunto de sus modalidades perceptivas

y de presencialidad.

También, la Sociología comprensiva ha desarrollado una definición de la Comunicación humana

que es una de las que más eco hace de la experiencia subjetiva del Tiempo como organizadora

de la experiencia y de la interacción.

En el ámbito del trabajo científico, son los planteamientos de Martín Serrano (2007) los que mejor

han atendido una descripción de la Comunicación humana desde la perspectiva de su aliento

evolutivo y temporal. Su planteamiento permite una descripción que:

a) Considera la Comunicación en el marco del espacio-tiempo al entender a aquélla desde

sus dimensiones físicas y materiales.

b) Considera a la Comunicación en el marco del espacio-tiempo al entenderla como resulta-

do de una evolución que da lugar a los seres vivos.

c) Reconoce que, entre los seres vivos, algunos presentan las capacidades de autopoiesis y

de conducta funcional a dicha capacidad como rasgos necesarios, aunque no suficientes, para ser

un ente comunicante.

d) Del conjunto de las capacidades de autopoiesis reconoce a la orientación al logro del pro-

yecto y, del conjunto de las capacidades de interacción de los seres vivos, a la heteronomía en

razón de su eventual eficacia interactiva.

e) La acción heterónoma remite a un logro pretendido por el comunicante solicitador (Ego)

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que requiere una determinada conducta del ente comunicante solicitado (Alter) como necesaria

para el cumplimiento de su orientación al logro.

f) Así, en el caso de la Comunicación humana, si bien las capacidades psicológicas y expre-

sivas están necesariamente involucradas en el tipo de interacción que es la Comunicación, son

insuficientes para una descripción.

Una descripción suficiente de la Comunicación humana sólo se alcanza en el presupuesto tempo-

ral del desarrollo previo de capacidades fisiológicas, neurológicas y psicológicas y de sistemas de

representación simbólica (lenguajes, cultura, patrones de conducta), cuya activación para las tres

primeras y cuyo uso de dichos recursos de representación en una situación comunicativa –que

corresponde al presente del comunicante humano- son requisitos para una interacción heteróno-

ma respecto a otros entes comunicantes. La orientación al logro de un proyecto señala que el acto

de Comunicación como proyecto pertenece al antes y como logro al después. El sujeto es un ob-

servador, sea prospectivo o retrospectivo.

A diferencia de Martín Serrano, quien mantiene una visión logocéntrica en su descripción de la

Comunicación, compartimos una visión semiocéntrica porque permite ver la dinámica temporal de

la Comunicación al considerar a (b) las capacidades fisiológicas, neurológicas y psicológicas y a

los sistemas de representación simbólica de los entes comunicantes en el estado de no relación

como Objeto experimentado en una triada semiótica que, como tal, corresponde a lo que el obser-

vador asume como dado, sea considerado un “Yo semiótico” o un objeto experimentado; (a) a la

situación comunicativa en la que dichas competencias se actualizan y dichos sistemas de repre-

sentación se usan, en los límites de pertinencia de la orientación al logro de la acción heterónoma

emprendida, como el Representamen, es decir, como índice que hace presente a Ego; y al (c)

estado de relación logrado en el proyecto de la orientación al logro como el polo del Interpretante

que, como tal, corresponde a lo que el observador asume como futuro posible, sea considerado

“Otro semiótico” o un interpretante.

Las nociones de “Yo semiótico” y de “Otro semiótico” corresponden por igual para Alter como para

Ego, pues remiten a ambos desde su ubicación en el antes, para el “Yo semiótico”, y el después,

para el “Otro semiótico” de la Situación comunicativa. Completada la triada semiótica, un determi-

nado evento comunicativo –con su horizonte de presente y no presente- se llega a constituir en el

objeto de experiencia de un nuevo evento comunicativo.

Lo anterior bien sugiere que la Comunicación humana es un fenómeno que ha desarrollado un

potencial expresivo y cognitivo –para referirse al conjunto de capacidades psicológicas y de repre-

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sentación simbólica- y de coordinación de la acción a través distintos órdenes de materialidad,

sean tecnológicos, culturales o económicos.

4.1. Simetría temporal y variedad estimular

Del conjunto de los incisos presentados anteriormente, la descripción de la situación comunicati-

va, es decir, el espacio temporal de presente en la Comunicación, puede ser el eje de una descrip-

ción del horizonte temporal del fenómeno. Siguiendo la estrategia de los estudios de la vivencia y

la estimación del tiempo, consideramos que la fenomenología de la lógica temporal de la Comu-

nicación se puede describir en función de las capacidades psicológicas y expresivas involucradas

–la tecnología queda subsumida a ello, pues ésta se diseña en imitación a nuestra corporeidad-

como de las capacidades simbólicas de los sistemas de representación que son utilizados.

Sin embargo, la ausencia de una explicación del funcionamiento y la organización de la informa-

ción a través de dichos sistemas de representación cuando diversos de ellos concurren en un

mensaje (p. e. lenguajes audiovisuales) es una circunstancia que necesita ser rebasada para una

descripción adecuada de su interfase con las capacidades sensoriales, perceptivas, cognitivas y

expresivas de los comunicantes humanos (p. e. la percepción audiovisual en su interfase con los

lenguajes audiovisuales). Este señalamiento ha de dejarse de lado, en razón de no ser éste el

espacio para tal tarea, y nos limitaremos a presentar un conjunto de modelos generales.

Conviene partir de considerar la coincidencia espacio temporal entre el ente comunicativo que

solicita a otro (Ego) y el ente comunicativo que es solicitado (Alter), porque es el formato del es-

tado evolutivo más primigenio de la interacción y de la Comunicación humana que desarrolló en

nuestro cuerpo un potencial expresivo y cognitivo como soporte que coordina nuestra acción.

Esta coincidencia temporal de ambos entes comunicantes permite que en la interacción con el

entorno –incluido el otro participante- las capacidades expresivas y cognitivas de cada cual –sin

presumir equivalencia ontogenética- desarrollen de manera simétrica procesos de objetivación

–en tanto permiten a Ego apropiarse de información- y de subjetivación –en tanto permiten a Ego

proyectar información.

La simetría significa que los participantes tienen las mismas posibilidades espacio-temporales de

poner en juego las capacidades expresivas, cognitivas y conductuales con las que cuentan para

actuar de manera heterónoma y para el control de la situación. Esto es un potencial comunicativo

de la corporeidad en torno al cual se desarrolla la tecnología.

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En el esquema anterior, el Mensaje (M) es una instancia corpórea de los sistemas de representa-

ción simbólica y cognitiva de los comunicantes y las consecuencias en la acción (CA) remiten al

logro del proyecto que busca Ego (ver figura 2).

Al haber una distancia espacio-temporal entre la actividad realizadora de Ego y la actividad recep-

tora de Alter se desarrolla una asimetría de las posibilidades de exposición expresiva y cognitiva,

en tanto los procesos de subjetivación y objetivación no cuentan con la presencia corpórea del

otro comunicante, y éste no es por tanto uno de los estímulos disponibles para ambos participan-

tes (ver figura 3).

Figura 3: Modelo del evento comunicati-vo por círculos temporales en sucesión espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al, 2006.

Figura 2: Modelo del evento comunicativo por círculostemporales en simultaneidad espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al

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Siguiendo con esta noción de la asimetría, la separación espacio-temporal entre Recepción y

Realización desarrolla para cada una de ellas un antes, un durante –que constituye una situación

comunicativa escindida entre Recepción y Realización- y un después. A diferencia de la situación

cara a cara, en la que las capacidades cognitivas y expresivas de Ego como de Alter son parte de

una situación comunicativa común; el Mensaje se constituye un índice no corpóreo de las situa-

ciones comunicativas de cada participante. El presente de cada uno está constituido por su rela-

ción con el mensaje.

El reto y la guía de las tecnologías con las que en la historia humana se ha buscado dar infraes-

tructura a la Comunicación humana a distancia espacio-temporal es precisamente acercar el des-

pliegue de las capacidades psicológicas y expresivas y de las capacidades simbólicas de los

sistemas de representación que son utilizados por Ego y Alter al potencial de comunicación de la

simetría espacio-temporal de una situación comunicativa no escindida. De allí la relevancia del

control en el ejercicio y el estudio de esta modalidad de la Comunicación humana.

Figura 4: Ecologías del evento comunicativo por círculos temporales en sucesión espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al, 2006.

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Como muestra la figura 4, vale la pena mostrar un mapa que ubique a las CA por su distancia

temporal respecto a la situación comunicativa, distinguiendo un nivel sistémico y otro vital. Si-

guiendo la nomenclatura desarrollada, proponemos distinguir una Ecología de la coordinación de

la acción (ECA); una Ecología del mensaje (EM); una Ecología de la realización y otra de la recep-

ción (ER).

Cada una de estas ecologías agrupa eventos –de la más diversa índole y variedad de participan-

tes- que se desarrollan en regiones del antes y/o del después de la situación comunicativa y se

pueden observar tanto prospectiva como retrospectivamente. Se verá que las ecologías están

ubicadas de manera que la ECA es la más cercana a las CA de la Realización como a las CA de

la Recepción. Esta representación recoge así lo que tanto la Realización como la Recepción tie-

nen de proyecto como de logro.

El “antes” de la Realización como de la Recepción corresponde a su condición de proyecto; el

“después” corresponde a lo que tienen ambas regiones de logro. De allí que la ecología más in-

mediata es la ECA, que, como se verá, puede ser compartida como contenido entre las regiones

del evento comunicativo ya señaladas. En términos generales, las ecologías son una manera de

agrupar un conjunto de fenómenos y realidades –de una índole diversa- predadas, simultáneas o

previstas como expectativas o supuestos generales respecto a una situación comunicativa deter-

minada. El modelo las presenta en una secuencia de mayor a menor limitación espacio-tempo-

ral.

Los modelos implican capas de los elementos del total con rangos de alcance en las regiones,

pero como esquema es una explicación que excluye todo el rango de presencia de los elementos,

según el punto de observación.

Resta hacer algunos comentarios sobre la observación del mensaje como objeto percibido (OP)

desde esta distinción temporal y espacial. El carácter genérico del modelo considera el extremo

de un perceptor (P) que participa desde una de dos posibilidades de temporalidad -como Campos

perceptuales (CP) en referencia a la CA- y en una de dos situaciones comunicativas -como Esce-

nas objetivas (EO)- según sea participante o no. Es decir, en la temporalidad de la Realización,

Ego es un participante, pero no en la temporalidad de la Recepción. Lo contrario sucede con Al-

ter.

Sin embargo, el investigador de la Comunicación puede ser un sujeto que no participa del acto de

comunicación que pretende describir. Es decir, que como perceptor ha recogido índices del mismo

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a través de los mensajes que atestiguan al acto en estudio (videos, publicaciones impresas, gra-

baciones de audio, etc.) o que lo observa mientras acontece (presencial o virtualmente). Es decir,

el investigador es un perceptor que en unos casos participa y en otros no del acto de comunica-

ción que constituye su objeto de estudio (ver figura 5).

En suma, el Tiempo como dominio de experiencia –denominado más puntualmente espacio-tiem-

po- es un articulador de las posibilidades de la interacción y del éxito de la orientación al logro

requerido por la heteronomía que caracteriza al fenómeno de la Comunicación humana en todos

los aspectos de experiencia que se ven involucrados en dicho fenómeno. Lo mismo vale para los

esfuerzos de comprensión y descripción del mismo.

Figura 5: Modelo de observaciones del evento comunicativopor círculos temporales en sucesión espacio temporalFuente: Tomado de “Hacia una teoría del Lenguaje televisual”, por Aguirre et al, 2006.

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Conclusiones

Este artículo ha pretendido mostrar quela Comunicación humana, con todo lo que tiene de pecu-

liar y compleja, se ha ido desarrollando en los individuos y generaciones de nuestra especie gra-

cias a los mismos principios y criterios con los que se explica su aparición y desarrolla en otras

especies. La experiencia humana del Tiempo como de la Comunicación son singulares y los al-

cances de la creación cultural –subsecuentemente la tecnológica-, simbólica e institucional para

actualizar o emular el potencial comunicativo de la presencialidad evidencian que son los logros

evolutivos (fisiológicos, biológicos, psicológicos) de nuestra especie un punto de partida felizmen-

te insuperable aún.

Ello sugiere que el estudio profundo y pleno del fenómeno de la Comunicación humana necesita

trascender la distinción entre Ciencias Sociales y Humanidades frente a Ciencias Naturales y

Exactas. La presencia de psicólogos, lingüistas, informáticos e ingenieros, filósofos y antropólo-

gos, con distintas subespecialidades de las anteriores disciplinas, en centros, grupos de investi-

gación y programas de formación son un buen ejemplo de lo dicho.

Es de destacar que, sea cual sea la interdisciplina requerida en la comprensión y descripción de

la Comunicación humana, ello no es ajeno al hecho de que la ciencia sigue siendo sin duda un

expediente funcional a los desequilibrios sociales y a la incomunicación humana y que ha llegado

a promover y ser producto de una conducta instrumental haya donde menos ha sido conveniente

para una convivencia social más humanizadora.

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