20-V-2010 Benedicto XVI, en Fátima · presentó el texto del tercer secreto de Fátima en la Sala...

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Documentos 3320-V-2010

Benedicto XVI, en Fátima

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

P adre Lombardi.- Santidad, ¿quépreocupaciones y sentimientos tie-ne respecto a la situación de la

Iglesia en Portugal? ¿Qué se puede decira Portugal, profundamente católico enel pasado y que ha llevado la fe por elmundo, pero hoy en vías de profundasecularización, tanto en la vida coti-diana como en el ámbito jurídico y cul-tural? ¿Cómo anunciar la fe en un con-texto indiferente y hostil a la Iglesia?

Papa.- Ante todo, buenos días a to-dos y esperemos un buen viaje, no obs-tante la famosa nube bajo la cual esta-mos. Por lo que se refiere a Portugal, ten-go sólo sentimientos de alegría, de gra-titud, por todo lo que ha hecho y haceeste país en el mundo y en la Historia,

y por la honda humanidadde este pueblo, que he po-dido conocer en una visi-ta y con tantos amigos por-tugueses. Diría que es ver-dad, muy cierto, que Por-tugal ha sido una granfuerza de la fe católica; hallevado esta fe a todas laspartes del mundo; una fevaliente, inteligente y cre-ativa. Ha sabido crear mu-cha cultura, como vemosen Brasil y en Portugalmismo, así como en la pre-sencia del espíritu portu-gués en África o en Asia.Por otro lado, la presencia

del secularismo no es algo totalmentenuevo. La dialéctica entre secularismoy fe tiene una larga historia en Portugal.Ya en el siglo XVIII hay una fuerte pre-sencia de la Ilustración; baste pensar enel nombre Pombal. Así, pues, vemos quePortugal ha vivido en estos siglos siem-pre en la dialéctica que, naturalmente,ahora se ha radicalizado y se manifiestacon todos los signos del espíritu euro-peo de hoy. Y eso me parece un desafío,y también una gran posibilidad. En estossiglos de dialéctica entre Ilustración, se-cularismo y fe, nunca han faltado quie-nes han querido tender puentes y crearun diálogo, aunque, lamentablemente,la tendencia dominante ha sido la de lacontraposición y la exclusión uno delotro. Hoy vemos que precisamente esta

dialéctica es una chance, que hemos deencontrar una síntesis y un diálogo pro-fundo y de vanguardia. En la situaciónmulticultural en la que todos estamos,se ve que una cultura europea que fueraúnicamente racionalista no tendría la di-mensión religiosa trascendente, no esta-ría en condiciones de entablar un diálo-go con las grandes culturas de la Hu-manidad, que tienen todas ellas esta di-mensión religiosa trascendente, que esuna dimensión del ser humano. Por tan-to, pensar que hay sólo una razón pura,antihistórica, sólo existente en sí misma,y que ésta sería la razón, es un error; des-cubrimos, cada vez más, que toca sólouna parte del hombre, expresa una cier-ta situación histórica, pero no es la ra-zón en cuanto tal. La razón, como tal, es-tá abierta a la trascendencia y sólo en elencuentro entre la realidad trascenden-te, la fe y la razón, el hombre se encuen-tra a sí mismo. Por tanto, pienso que,precisamente, el cometido y la misiónde Europa en esta situación es encontrareste diálogo, integrar la fe y la racionali-dad moderna en una única visión an-tropológica, que completa el ser humanoy que hace así también comunicables lasculturas humanas. Por eso, diría que lapresencia del secularismo es algo nor-mal, pero la separación, la contraposi-ción entre secularismo y cultura de la fees anómala y debe ser superada. El granreto de este momento es que ambos seencuentren y, de este modo, encuentrensu propia identidad. Como he dicho, és-ta es una misión de Europa y una nece-sidad humana de esta historia nuestra.

Padre Lombardi.- Gracias, Santi-dad, sigamos entonces con el tema deEuropa. La crisis económica se ha agra-vado recientemente en Europa y afectaparticularmente también a Portugal.Algunos líderes europeos piensan que elfuturo de la Unión Europea está en pe-ligro. ¿Qué lección se puede aprender deesta crisis, también en el plano ético ymoral? ¿Cuáles son las claves para con-solidar la unidad y la cooperación delos países europeos en el futuro?

Papa.- Diría que precisamente esta cri-sis económica, con su componente moral,que nadie puede dejar de ver, es un caso

de aplicación, de concretización de lo quehe dicho antes, es decir, que dos corrientesculturales separadas deben encontrarse;de otro modo no encontramos el caminohacia el futuro. Vemos también aquí unfalso dualismo, esto es, un positivismoeconómico que piensa poderse realizarsin la componente ética, un mercado quesería regulado solamente por sí mismo,por las meras fuerzas económicas, por laracionalidad positivista y pragmatista dela economía; la ética sería otra cosa, ex-traña a esto. En realidad, ahora vemos queun puro pragmatismo económico, queprescinde de la realidad del hombre –quees un ser ético–, no concluye positiva-mente, sino que crea problemas insolu-bles. Por eso, ahora es el momento de vercómo la ética no es algo externo, sino in-terno a la racionalidad y al pragmatismoeconómico. Por otro lado, hemos de con-fesar también que la fe católica, cristiana,era con frecuencia demasiado individua-lista, dejaba las cosas concretas, econó-micas, al mundo, y pensaba sólo en la sal-vación individual, en los actos religiosos,sin ver que éstos implican una responsa-bilidad global, una responsabilidad res-pecto al mundo. Por tanto, también aquíhemos de entablar un diálogo concreto.En mi encíclica Caritas in veritate –y todala tradición de la doctrina social de la Igle-sia va en este sentido– he tratado de am-pliar el aspecto ético y de la fe más alládel individuo, a la responsabilidad res-pecto al mundo, a una racionalidad per-formada de la ética. Por otra parte, lo queha sucedido en el mercado en estos últi-mos dos o tres años ha mostrado que ladimensión ética es interna y debe entrardentro de la actividad económica, por-que el hombre es uno y se trata del hom-bre, de una antropología sana, que im-plica todo, y sólo así se resuelve el pro-blema, sólo así Europa desarrolla y cum-ple su misión.

Padre Lombardi.- Gracias. Hable-mos ahora de Fátima, donde tendrá lu-gar un poco el culmen también espiri-tual de este viaje. Santidad, ¿qué signi-ficado tienen para nosotros las apari-ciones de Fátima? Cuando ustedpresentó el texto del tercer secreto deFátima en la Sala de Prensa vaticana,

El Papa no olvidará este ViajeLa Visita apostólica de Benedicto XVI a Lisboa, Fátima y Oporto ha puesto de manifiesto el hondo sentido de la fe

del pueblo portugués, que ha sabido ganarse el corazón del Papa. Ha brillado con luz propia el espléndido magisteriode un Pontífice teólogo que se rinde con sincera humildad ante la fe prodigiosa de unos pastorcillos. Ofrecemos,

a continuación, a nuestros lectores el texto íntegro de sus palabras en Portugal

El Señor es más fuerte que el malPalabras a los periodistas durante el vuelo a Portugal. Martes 11 de mayo de 2010

La mayor persecución ala Iglesia no viene defuera, sino de dentro;necesita, por tanto,volver a aprenderla penitencia:el perdón, sí, perotambién la necesidadde la justicia.El perdón no sustituyela justicia

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en junio de 2000, estábamos varios denosotros y otros colegas de entonces, yse le preguntó si el mensaje podía exten-derse, más allá del atentado a Juan PabloII, también al sufrimiento de los Papas.Según usted, ¿es posible encuadrar igual-mente en aquella visión el sufrimientode la Iglesia de hoy, por los pecados deabusos sexuales de los menores?

Papa.- Ante todo, quisiera expresarmi alegría de ir a Fátima, de rezar ante laVirgen de Fátima, que para nosotros esun signo de la presencia de la fe, queprecisamente de los pequeños nace unanueva fuerza de la fe, que no se reducea los pequeños, sino que tiene un men-saje para todo el mundo, y toca la His-toria, precisamente, en su presente e ilu-mina esta Historia. En 2000, en la pre-sentación, dije que una aparición, es de-cir, un impulso sobrenatural, que noproviene solamente de la imaginaciónde la persona, sino en realidad de la Vir-gen María, de lo sobrenatural, que unimpulso de este tipo entra en un sujeto yse expresa en las posibilidades del su-jeto. El sujeto está determinado por suscondiciones históricas, personales, tem-peramentales y, por tanto, traduce elgran impulso sobrenatural según susposibilidades de ver, imaginar, expre-sar; pero en estas expresiones articula-das por el sujeto se esconde un conteni-do que va más allá, más profundo, y só-lo en el curso de la Historia podemosver toda la hondura, que estaba, por de-

cirlo así, vestida en esta visión posible alas personas concretas. De este modo,diría también aquí que, además de lagran visión del sufrimiento del Papa,que podemos referir al Papa Juan PabloII en primera instancia, se indican reali-dades del futuro de la Iglesia, que se de-sarrollan y se muestran paulatinamente.Por eso, es verdad que, además del mo-mento indicado en la visión, se habla,se ve la necesidad de una pasión de laIglesia, que naturalmente se refleja enla persona del Papa, pero el Papa estápor la Iglesia y, por tanto, son sufri-mientos de la Iglesia los que se anun-cian. El Señor nos ha dicho que la Iglesiatendría que sufrir siempre, de diversosmodos, hasta el fin del mundo. Lo im-portante es que el mensaje, la respuestade Fátima, no tiene que ver sustancial-mente con devociones particulares, si-no con la respuesta fundamental, es de-cir, la conversión permanente, la peni-tencia, la oración, y las tres virtudes te-ologales: fe, esperanza y caridad. De estemodo, vemos aquí la respuesta verda-dera y fundamental que la Iglesia debedar, que nosotros, cada persona, debe-mos dar en esta situación. La novedadque podemos descubrir hoy en estemensaje reside en el hecho de que losataques al Papa y a la Iglesia no sólo vie-nen de fuera, sino que los sufrimientosde la Iglesia proceden precisamente dedentro de la Iglesia, del pecado que hayen la Iglesia. También esto se ha sabido

siempre, pero hoy lo vemos de modorealmente tremendo: que la mayor per-secución de la Iglesia no procede de losenemigos externos, sino que nace delpecado en la Iglesia y que la Iglesia, portanto, tiene una profunda necesidad devolver a aprender la penitencia, de acep-tar la purificación, de aprender, de unaparte, el perdón, pero también la nece-sidad de la justicia. El perdón no susti-tuye la justicia. En una palabra, debe-mos volver a aprender estas cosas esen-ciales: la conversión, la oración, la pe-nitencia y las virtudes teologales. Deeste modo, respondemos, somos realis-tas al esperar que el mal ataca siempre,ataca desde el interior y el exterior, perotambién que las fuerzas del bien estánpresentes y que, al final, el Señor es másfuerte que el mal, y la Virgen para no-sotros es la garantía visible y maternade la bondad de Dios, que es siempre laúltima palabra de la Historia.

Padre Lombardi.- Gracias, Santidad,por la claridad, por la profundidad de susrespuestas y por esta palabra final de es-peranza que nos ha ofrecido. Le deseamossinceramente que este viaje tan intensose desarrolle serenamente y que pueda lle-varlo a cabo con toda la alegría y pro-fundidad espiritual que el encuentro con elmisterio de Fátima nos inspira. Buen via-je a usted, e intentaremos hacer bien nues-tro servicio y difundir objetivamente loque usted haga.

Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Benedicto XVI hablaa los periodistasdurante el vuelo

a Portugal

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Queridos amigos: En el ámbito demi visita al señor Presidente, nopodía dejar de veros y saludaros

personalmente, a cuantos colaboráis pa-ra atender adecuadamente los altos ob-jetivos de la Presidencia de la Repúblicay cuidar este hermoso palacio y a los queviven o son recibidos en él. Por mi parte,

os manifiesto mi más sincero agradeci-miento, junto con los mayores éxitos envuestras respectivas funciones. Os ase-guro un recuerdo particular en mis ora-ciones por todos vosotros y vuestros fa-miliares. Que el buen Dios os bendiga yos fortalezca con su gracia y su luz, paraque promováis una sociedad más justa y

un futuro mejor para todos, en el cente-nario de la República portuguesa, me-diante la consideración que demostráislos unos por los otros en el lugar del tra-bajo y por vuestra preocupación por elbien común al que servís. Que la bendi-ción de Dios todopoderoso Padre, Hijo yEspíritu Santo descienda sobre vosotros.

Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Señor Presidente de la República, Ilus-tres autoridades de la nación, Vene-rados hermanos en el episcopado,

señoras y señores: Hasta ahora no me ha-bía sido posible aceptar las amables invi-taciones del Señor Presidente y de mishermanos obispos para visitar esta amaday antigua nación, que conmemora esteaño el centenario de la proclamación dela república. Al pisar por vez primera susuelo desde que la divina Providencia mellamó a la sede de Pedro, me siento hon-rado y agradecido por la presencia defe-rente y la acogida que todos ustedes medispensan. Le agradezco, señor Presi-dente, sus cordiales palabras de bienve-nida, interpretando los sentimientos y an-helos del querido pueblo portugués. Ato-dos, independientemente de su fe y reli-gión, les dirijo mi saludo afectuoso,especialmente a quienes no hayan podidovenir a este encuentro. Vengo como pere-grino de Nuestra Señora de Fátima, in-vestido por el Altísimo con la misión deconfirmar a mis hermanos que peregri-nan en su camino hacia el cielo.

En los albores de su nación, el puebloportugués se dirigió al sucesor de Pedro

esperando en su arbitraje para ver reco-nocida su propia independencia nacio-nal; más tarde, un predecesor mío, dis-tinguió a Portugal, en la persona de surey, con el título de Fidelísimo (cf. Pío II,Bula Dum tuam, 25 de enero de 1460), porlos elevados y prolongados servicios a lacausa del Evangelio. Lo que ocurrió haceya 93 años fue un amoroso designio deDios, cuando el cielo se abrió precisamenteen Portugal –como una ventana de espe-ranza, que Dios abre cuando el hombrele cierra la puerta– para restaurar, en elseno de la familia humana, los vínculosde la solidaridad fraterna, que se basanen el recíproco reconocimiento del mis-mo y único Padre; no depende del Papa,ni de ninguna otra autoridad eclesial: «Nofue la Iglesia que impuso Fátima –diríael cardenal Manuel Cerejeira, de veneradamemoria–, sino que fue Fátima, la que seimpuso a la Iglesia».

La Virgen María bajó del cielo para re-cordarnos verdades del Evangelio queson una fuente de esperanza para una Hu-manidad fría de amor y sin esperanza desalvación. Naturalmente, esta esperanzatiene, como primera y radical dimensión,

no la relación horizontal, sino la vertical ytranscendente. La relación con Dios esconstitutiva del ser humano, que ha sidocreado por Dios y destinado a Dios: por supropia estructura cognitiva busca la ver-dad, tiende al bien en la esfera volitiva, yen la dimensión estética es atraído por labelleza. La conciencia es cristiana en lamedida en que se abre a la plenitud de lavida y de la sabiduría, que tenemos en Je-sucristo. La Visita, que ahora inicio bajoel signo de la esperanza, pretende ser unapropuesta de sabiduría y de misión.

El justo ordenamiento de la sociedadderiva de una visión sapiencial de la viday del mundo. Radicada en la Historia, laIglesia está abierta a colaborar con quien noexcluye ni reduce al ámbito privado laesencial consideración del sentido huma-no de la vida. No se trata de una confron-tación ética entre un sistema laico y un sis-tema religioso, sino de una cuestión desentido, al cual se confía la propia liber-tad. El punto clave es el valor que se atri-buye a la cuestión del sentido y a su im-plicación en la vida pública. El paso a larepública, que se llevó a cabo en Portugalhace un siglo, ha establecido, con la dis-tinción entre la Iglesia y el Estado, un nue-vo espacio de libertad para la Iglesia, for-malizado en los dos Concordatos de 1940y 2004, en contextos culturales y perspec-tivas eclesiales muy marcados por rápi-dos cambios. Los sufrimientos causadospor las transformaciones han sido afron-tados generalmente con valentía. Vivir enla pluralidad de sistemas de valores y decuadros éticos requiere un viaje al centrodel propio yo y al núcleo del cristianismopara reforzar la calidad del testimonio has-ta la santidad, para encontrar caminos demisión hasta la radicalidad del martirio.

Queridos hermanos y amigos portu-gueses, os agradezco de nuevo vuestracordial bienvenida. Que Dios bendiga acuantos os encontráis aquí y a todos loshabitantes de esta noble y amada nación,que confío a Nuestra Señora de Fátima,imagen sublime del amor de Dios queabraza a todos como hijos.

Como una ventana de esperanzaRecibimiento oficial. Aeropuerto internacional de Lisboa. Martes 11 de mayo de 2010

Para una sociedad más justaEncuentro con el personal del Palacio de Belém, Lisboa. Martes 11 de mayo de 2010

El Papa Benedicto XVI,a su llegada a Lisboa,recibe el saludodel Presidente de laRepública Portuguesa,Aníbal Cavaco Silva

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Queridos hermanos y hermanas,jóvenes amigos: «Id y haced dis-cípulos de todos los pueblos, [...]

enseñándoles a guardar todo lo que oshe mandado. Y sabed que yo estoy convosotros todos los días, hasta el fin delmundo» (Mt 28, 20). Estas palabras deCristo resucitado tienen un significadoparticular en esta ciudad de Lisboa, dedonde han salido numerosas generacio-nes de cristianos –obispos, sacerdotes,personas consagradas y laicos, hombresy mujeres, jóvenes y menos jóvenes–obedeciendo a la llamada del Señor y ar-mados simplemente con esta certeza queÉl les dejó: «Yo estoy con vosotros todoslos días». Portugal se ha ganado unpuesto glorioso entre las naciones por elservicio prestado a la difusión de la fe: enlas cinco partes del mundo, hay Iglesiasparticulares nacidas gracias a la acciónmisionera portuguesa.

En tiempos pasados, vuestro ir enbusca de otros pueblos no ha impedidoni destruido los vínculos con lo que eraisy creíais, más aún, habéis logrado trans-plantar experiencias y particularidadescon sabiduría cristiana, abriéndoos a lasaportaciones de los demás para ser vo-sotros mismos, en una aparente debili-dad que es fuerza. Hoy, al participar en

la construcción de la Comunidad euro-pea, lleváis la contribución de vuestraidentidad cultural y religiosa. En efec-to, Jesucristo, del mismo modo que seunió a los discípulos en el camino deEmaús, camina también con nosotros se-gún su promesa: «Yo estoy con vosotrostodos los días, hasta el fin del mundo».Aunque de modo diferente a los após-toles, también nosotros tenemos una ex-periencia auténtica y personal de la pre-sencia del Señor resucitado. Se superala distancia de los siglos, y el Resucitadose ofrece vivo y operante por medio denosotros en el hoy de la Iglesia y delmundo. Ésta es nuestra gran alegría. Enel caudal vivo de la tradición de la Igle-sia, Cristo no está a dos mil años de dis-tancia, sino que está realmente presenteentre nosotros y nos da la Verdad, nosda la Luz que nos hace vivir y encontrarel camino hacia el futuro.

Está presente en su Palabra, en laasamblea del pueblo de Dios con suspastores y, de modo eminente, Jesús es-tá con nosotros aquí en el sacramento desu Cuerpo y de su Sangre. Saludo al se-ñor cardenal Patriarca de Lisboa, a quienagradezco las amables palabras que meha dirigido al comienzo de la celebra-ción, en nombre de su comunidad, que

me acoge y que abrazo con sus casi dosmillones de hijos e hijas. Dirijo un salu-do fraterno y amistoso a todos los pre-sentes, queridos hermanos en el episco-pado y en el sacerdocio, queridos con-sagrados, consagradas y laicos compro-metidos, queridas familias, queridosjóvenes, catecúmenos y bautizados, yque extiendo a los que se unen a nosotrosmediante la radio y la televisión. Agra-dezco cordialmente al señor Presidentede la República por su presencia, y a lasdemás autoridades, con una menciónespecial del alcalde de Lisboa, que ha te-nido la amabilidad de honrarme con laentrega de las llaves de la ciudad.

Lisboa amiga, puerto y refugio detantas esperanzas que ponía en ti quienpartía, y que albergaba quien te visitaba;me gustaría usar hoy estas llaves queme has entregado para que puedas fun-dar tus esperanzas humanas en la divi-na Esperanza. En la lectura que acaba-mos de proclamar, tomada de la Prime-ra Carta de San Pedro, hemos oído: «Yocoloco en Sión una piedra angular, es-cogida y preciosa; el que crea en ella noquedará defraudado». Y el Apóstol ex-plica: Acercaos al Señor, «la piedra vi-va desechada por los hombres, pero es-cogida y preciosa ante Dios» (1P 2, 4).

¿Qué pasaría si la sal se volviera sosa?Misa en Terreiro do Paço, Lisboa. Martes 11 de mayo de 2010

Un momentode la celebración

eucarística en Terreirodo Paço. de Lisboa

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Hermanos y hermanas, quien cree enJesús no quedará defraudado; esto espalabra de Dios, que no se engaña nipuede engañarnos. Palabra confirmadapor una «muchedumbre inmensa, quenadie podría contar, de toda nación, ra-zas, pueblos y lenguas», y que el autordel Apocalipsis ha visto «vestidos con ves-tiduras blancas y con palmas en sus ma-nos» (Ap 7, 9). En esta innumerable mul-titud, no están sólo los santos Verísimo,Máxima y Julia, martirizados aquí en lapersecución de Diocleciano, o san Vi-cente, diácono y mártir, Patrono principaldel Patriarcado, san Antonio y san Juande Brito, que salieron de aquí para sem-brar la buena semilla de Dios en otrastierras y pueblos, o san Nuño de SantaMaría, que he inscrito en el libro de lossantos hace algo más de un año. De ellaforman parte también los «siervos denuestro Dios» de todo tiempo y lugar,que llevan marcada su frente con el signode la cruz, con el sello «de Dios vivo»(Ap 7, 2), el Espíritu Santo. Éste es el ritoinicial que se ha realizado en cada uno

de nosotros en el Bautismo, sacramentopor el que la Iglesia da a luz a los santos.

Sabemos que no le faltan hijos reaciose incluso rebeldes, pero es en los santosdonde la Iglesia reconoce sus propiosrasgos característicos y, precisamente enellos, saborea su alegría más profunda.Todos tienen en común el deseo de en-carnar el Evangelio en su existencia, bajoel impulso del eterno animador del pue-blo de Dios, que es el Espíritu Santo. Al fi-jar la mirada sobre sus propios santos, es-ta Iglesia particular ha llegado a la con-clusión de que la prioridad pastoral dehoy es hacer de cada hombre y mujer cris-tianos una presencia radiante de la pers-pectiva evangélica en medio del mundo,en la familia, la cultura, la economía y lapolítica. Con frecuencia nos preocupa-mos afanosamente por las consecuenciassociales, culturales y políticas de la fe,dando por descontado que hay fe, lo cual,lamentablemente, es cada vez menos re-alista. Se ha puesto una confianza tal vezexcesiva en las estructuras y en los pro-gramas eclesiales, en la distribución de

poderes y funciones, pero ¿qué pasaríasi la sal se volviera insípida?

Para que esto no ocurra, es necesarioanunciar de nuevo con vigor y alegría elacontecimiento de la muerte y resurrec-ción de Cristo, corazón del cristianismo, elnúcleo y fundamento de nuestra fe, reciosoporte de nuestras certezas, viento im-petuoso que disipa todo miedo e indeci-sión, cualquier duda y cálculo humano.La resurrección de Cristo nos asegura queningún poder adverso podrá jamás des-truir la Iglesia. Así, pues, nuestra fe tienefundamento, pero hace falta que esta fese haga vida en cada uno de nosotros. Portanto, se ha de hacer un gran esfuerzo ca-pilar para que todo cristiano se convier-ta en un testigo capaz de dar cuenta siem-pre y a todos de la esperanza que lo anima(cf. 1P 3, 15). Sólo Cristo puede satisfacerplenamente los anhelos más profundosdel corazón humano y dar respuesta a susinterrogantes que más le inquietan, sobreel sufrimiento, la injusticia y el mal, sobrela muerte y la vida del más allá.

Queridos hermanos y jóvenes ami-gos, Cristo está siempre con nosotros ycamina siempre con su Iglesia, la acom-paña y la protege, como Él nos dijo: «Yoestoy con vosotros todos los días, hasta elfin del mundo» (Mt 28, 20). Nunca du-déis de su presencia. Buscad siempre alSeñor Jesús, creced en la amistad con Él,recibidlo en la comunión. Aprended aescuchar su palabra y a reconocerlo tam-bién en los pobres. Vivid vuestra exis-tencia con alegría y entusiasmo, segu-ros de su presencia y su amistad gratui-ta, generosa, fiel hasta la muerte de cruz.Dad testimonio a todos de la alegría porsu presencia, fuerte y suave, comenzan-do por vuestros coetáneos. Decidles quees hermoso ser amigo de Jesús y que va-le la pena seguirlo. Mostrad con vues-tro entusiasmo que, de las muchas for-mas de vivir que el mundo parece ofre-cernos hoy –aparentemente todas delmismo nivel–, la única en la que se en-cuentra el verdadero sentido de la vida y,por tanto, la alegría auténtica y durade-ra, es siguiendo a Jesús.

Buscad cada día la protección de Ma-ría, Madre del Señor y espejo de toda san-tidad. Ella, la toda santa, os ayudará a serfieles discípulos de su Hijo Jesucristo.

Queridos amigos: Me ha alegradola participación tan viva y nume-rosa de los jóvenes en la Eucaris-

tía de esta tarde en el Terreiro do Paço,manifestando su fe y su determinaciónde construir el futuro sobre el Evangeliode Jesucristo. Gracias por el alegre tes-timonio que dais de Cristo, eternamen-te joven, y por el afecto que manifestáishacia su pobre Vicario en la tierra con

esta serenata. Habéis venido a desear-me buenas noches, y os lo agradezco decorazón; pero ahora debéis dejarme ir adormir, de lo contrario no sería una bue-na noche y nos espera el día de mañana.

Estoy muy feliz de poder unirme a lamultitud de peregrinos de Fátima, en eldécimo aniversario de la beatificación deFrancisco y Jacinta. Ellos, con la ayudade la Virgen, aprendieron a ver la luz de

Dios dentro de sus corazones y a ado-rarla en sus vidas. Que la Virgen María osconceda la misma gracia y os proteja. Si-go contando con vosotros y con vuestrasoraciones, para que esta Visita en Portu-gal sea fructífera. Y ahora, con gran afec-to, os imparto mi bendición, en el nombredel Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Buenas noches y hasta mañana.Muchas gracias.

Cristo, eternamente jovenSaludo a los jóvenes reunidos ante la Nunciatura. Lisboa. Martes 11 de mayo de 2010

Signo de amor

Mensaje en el 50° aniversario del santuario del Cristo Rey, en Almada

Queridos hermanos y hermanas: En estos momentos dirijo la mirada a la otra orilla del Tajo, don-de se encuentra el monumento a Cristo Rey, casi en la clausura de las celebraciones de su 50

aniversario. Ante la imposibilidad de visitar el santuario –como quería monseñor Gilberto, obis-po de Setúbal–, quisiera indicar aquí a las nuevas generaciones los ejemplos de esperanza en Diosy la lealtad al voto que se le hizo, y que los obispos y los fieles de entonces nos han dejado escul-pidos en el monumento, como signo de amor y reconocimiento por preservar la paz en Portu-gal. Desde allí, la imagen de Cristo extiende los brazos a todo Portugal, como si quisiera recordarlela Cruz en la que Jesús ha alcanzado la paz del universo y se ha manifestado como Rey y siervo,porque es el verdadero salvador de la Humanidad.

Que, como santuario, sea cada vez más un lugar donde todos los creyentes verifiquen cómo loscriterios del reino de Cristo han sido impresos en su vida de consagración bautismal, para promoverla edificación del amor, la justicia y la paz, interviniendo en la sociedad en favor de los pobres y opri-midos, para centrar la espiritualidad de las comunidades cristianas en Cristo, Señor y juez de la His-toria.

Imploro abundantes bendiciones del cielo, creadoras de esperanza y de paz duradera en los co-razones, en las familias y en la sociedad, sobre todos los que trabajan y sirven en el santuario deCristo Rey, sobre sus peregrinos y todos los diocesanos de Setúbal.

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Queridos hermanos en el episcopa-do, ilustres cultivadores del pen-samiento, la ciencia y el arte, que-

ridos amigos: Siento una gran alegría alver aquí reunido el conjunto multiformede la cultura portuguesa, que de maneratan digna representáis: mujeres y hom-bres empeñados en la investigación y edi-ficación de los varios saberes. Expreso atodos el testimonio de mi más alta estimay consideración, reconociendo la impor-tancia de lo que hacéis y de lo que sois. ElGobierno, representado aquí por la seño-ra ministra de Cultura, y a la que dirijomi deferente y grato saludo, se preocupapor las prioridades nacionales del mun-do de la cultura, con los oportunos incen-tivos. Doy las gracias a todos los que hanhecho posible este encuentro nuestro, enparticular a la Comisión episcopal de laCultura, con su Presidente, monseñor Ma-nuel Clemente, a quien agradezco las pa-labras de cordial acogida y la presenta-ción de la realidad polifónica de la cultu-ra portuguesa, representada aquí por al-gunos de sus mejores protagonistas, y decuyos sentimientos y expectativas se hahecho portavoz el cineasta Manoel de Oli-veira, de venerable edad y trayectoria, y aquien saludo con admiración y afecto, almismo tiempo que le agradezco las pala-bras que me ha dirigido, y en las que hadejado entrever las ansias y disposicionesdel alma portuguesa en medio de las tur-bulencias de la sociedad actual.

En efecto, en la cultura de hoy se refle-ja una tensión entre el presente y la tradi-ción, que a veces adquiere forma de con-flicto. La dinámica de la sociedad absolu-tiza el presente, aislándolo del patrimo-nio cultural del pasado y sin la intenciónde proyectar un futuro. Pero, una valori-zación del presente como fuente de inspi-ración del sentido de la vida, tanto indi-vidual como social, se enfrenta con la fuer-te tradición cultural del pueblo portugués,profundamente marcada por el influjo mi-lenario del cristianismo, y con un sentidode responsabilidad global, confirmada enla aventura de los descubrimientos y enel celo misionero, compartiendo la fe conotros pueblos. Los ideales cristianos deuniversalidad y fraternidad inspiraron es-ta aventura común, aunque también sesintió la influencia de la Ilustración y dellaicismo. Esta tradición dio origen a lo quepodíamos llamar una sabiduría, es decir,un sentido de la vida y de la Historia, delque formaban parte un universo ético yun ideal que cumplir por parte de Portugal,que siempre ha procurado relacionarsecon el resto del mundo.

La Iglesia aparece como la gran de-fensora de una sana y elevada tradición,cuya rica aportación está al servicio de lasociedad; ésta sigue respetando y apre-ciando su servicio al bien común, pero sealeja de la mencionada sabiduría que for-ma parte de su patrimonio. Este conflic-to entre la tradición y el presente se ex-presa en la crisis de la verdad, pero sóloésta puede orientar y trazar el rumbode una existencia lograda, como indivi-duo o como pueblo. De hecho, un pue-blo que deja de saber cuál es su propiaverdad, acaba perdiéndose en el labe-rinto del tiempo y de la Historia, sin va-lores bien definidos, sin grandes objeti-vos claramente enunciados. Queridosamigos, queda por hacer un gran es-fuerzo para aprender la forma en quela Iglesia se sitúa en el mundo, ayudan-do a la sociedad a entender que el anun-cio de la verdad es un servicio que ella leofrece, abriendo horizontes nuevos defuturo, grandeza y dignidad. En efecto,la Iglesia tiene «una misión de verdadque cumplir en todo tiempo y circuns-tancia a favor de una sociedad a medidadel hombre, de su dignidad y de su vo-cación. […] La fidelidad al hombre exi-ge la fidelidad a la verdad, que es la úni-ca garantía de libertad (cf. Jn 8, 32) y dela posibilidad de un desarrollo huma-

no integral. Por eso, la Iglesia la busca, laanuncia incansablemente y la reconoceallí donde se manifieste. Para la Iglesia,esta misión de verdad es irrenunciable»(encíclica Caritas in veritate, 9). Para unasociedad formada mayoritariamente porcatólicos, y cuya cultura ha sido pro-fundamente marcada por el cristianis-mo, resulta dramático intentar encon-trar la verdad fuera de Jesucristo. Paranosotros, cristianos, la Verdad es divi-na; es el Logos eterno, que tomó expre-sión humana en Jesucristo, que pudoafirmar con objetividad: «Yo soy la ver-dad» (Jn 14, 6). La convivencia de la Igle-sia, con su firme adhesión al carácterperenne de la verdad, con el respeto porotras verdades, o con la verdad de otros,es algo que la misma Iglesia está apren-diendo. En este respeto dialogante sepueden abrir puertas nuevas para latransmisión de la verdad.

«La Iglesia –escribía el Papa Pablo VI–debe ir hacia el diálogo con el mundo enque le toca vivir. La Iglesia se hace pala-bra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia sehace coloquio» (encíclica Ecclesiam suam,34). En efecto, el diálogo sin ambages, yrespetuoso de las partes implicadas en él,es una prioridad hoy en el mundo, y en laque la Iglesia se siente comprometida.Una prueba de ello es la presencia de la

Un pueblo, sin su verdad, acaba perdiéndose

Encuentro con el mundo de la cultura. Centro Cultural de Belém, Lisboa. Miércoles 12 de mayo de 2010

El prestigioso cineastacentenario Manuelde Oliveira saluda

al Papa, en nombredel mundo de la cultura

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Santa Sede en los diversos organismosinternacionales, como por ejemplo en elCentro Norte-Sur, del Consejo de Euro-pa, instituido aquí en Lisboa hace 20 años,y que tiene como piedra angular el diá-logo intercultural, con el fin de promo-ver la cooperación entre Europa, el surdel Mediterráneo y África, y construiruna ciudadanía mundial fundada sobrelos derechos humanos y la responsabili-dad de los ciudadanos, con independen-cia de su origen étnico o pertenencia po-lítica, y respetuoso de las creencias reli-giosas. Teniendo en cuenta la diversidadcultural, es preciso lograr que las personasno sólo acepten la existencia de la culturadel otro, sino que aspiren también a enri-quecerse con ella y a ofrecerle lo que setiene de bueno, de verdadero y de bello.

Éste es un momento que exige lo mejorde nuestras fuerzas, audacia profética y,como diría vuestro poeta nacional, «mos-trar al mundo nuevos mundos» (Luís deCamões, Os Lusíadas, II, 45). Vosotros, tra-bajadores de la cultura en cualquiera de

sus formas, creadores de pensamiento yde opinión, «gracias a vuestro talento, te-néis la posibilidad de hablar al corazónde la Humanidad, de tocar la sensibilidadindividual y colectiva, de suscitar sueñosy esperanzas, de ensanchar los horizon-tes del conocimiento y del compromisohumano. […] Y no tengáis miedo de con-frontaros con la fuente primera y últimade la belleza, de dialogar con los creyentes,con quienes, como vosotros, se sienten pe-regrinos en el mundo y en la Historia ha-cia la Belleza infinita» (Discurso a los artis-tas, 21-11-2009).

Precisamente, con el fin de «infundir enlas venas de la Humanidad actual la vir-tud perenne, vital y divina del Evangelio»(Juan XXIII, Constitución apostólica Hu-manae salutis, 3), se celebró el Concilio Va-ticano II, en el que la Iglesia, a partir de unarenovada conciencia de la tradición católi-ca, toma en serio y discierne, transfigura ytransciende las críticas que están en la basede las fuerzas que caracterizaron la mo-dernidad, o sea, la Reforma y la Ilustra-

ción. Así, la Iglesia, por sí misma, acogía yrecreaba lo mejor de las instancias de lamodernidad, pero, por un lado, superán-dolas y, por otro, evitando sus errores y ve-redas que no tienen salida. El evento con-ciliar puso las premisas de una auténticarenovación católica y de una nueva civili-zación, la civilización del amor, como servicioevangélico al hombre y a la sociedad.

Queridos amigos, la Iglesia considerasu misión prioritaria en la cultura actualmantener despierta la búsqueda de la ver-dad y, consecuentemente, de Dios; llevara las personas a mirar más allá de las co-sas penúltimas y ponerse a la búsquedade las últimas. Os invito a profundizaren el conocimiento de Dios, del mismomodo que Él se ha revelado en Jesucristopara nuestra plena realización. Haced co-sas bellas, pero, sobre todo, convertidvuestras vidas en lugares de belleza. Queinterceda por vosotros Santa María de Be-lén, venerada desde siglos por los nave-gantes del océano y hoy por los nave-gantes del Bien, la Verdad y la Belleza.

Señora nuestra y Madre de todos loshombres y mujeres, aquí estoy co-mo un hijo que viene a visitar a su

Madre, y lo hace en compañía de unamultitud de hermanos y hermanas. Co-mo sucesor de Pedro, al que se le con-fió la misión de presidir el servicio dela caridad en la Iglesia de Cristo y deconfirmar a todos en la fe y en la espe-ranza, quiero presentar a tu Corazón In-maculado las alegrías y las esperanzas,así como los problemas y los sufrimien-tos de cada uno de estos hijos e hijas tu-yos, que se encuentran en Cova de Iria oque nos acompañan desde la distancia.

Madre amabilísima, tú conoces a ca-da uno por su nombre, con su rostro ycon su historia, y quieres a todos conamor materno, que fluye del mismo co-razón de Dios Amor. Te confío a todos ylos consagro a ti, María Santísima, Ma-dre de Dios y Madre nuestra.

Cantores y asamblea:Nosotros te cantamos y aclamamos,

María.Santo Padre:El Venerable Papa Juan Pablo II, que

te visitó tres veces, aquí en Fátima, y teagradeció aquella mano invisible que lo li-bró de la muerte, en el atentado del tre-ce de mayo, en la Plaza de San Pedro,hace casi treinta años, quiso ofrecer alsantuario de Fátima la bala que lo hiriógravemente y que fue colocada en tu co-rona de Reina de la Paz. Nos consuela

profundamente saber que estás corona-da no sólo con la plata y el oro de nues-tras alegrías y esperanzas, sino tambiéncon la bala de nuestras preocupaciones ysufrimientos.

Te agradezco, Madre querida, las ora-ciones y sacrificios que los Pastorcillosde Fátima realizaron por el Papa, ani-mados por los sentimientos que tú leshabías infundido en las apariciones.Agradezco igualmente a todos aquellosque, cada día, rezan por el sucesor dePedro y sus intenciones, para que el Pa-pa sea fuerte en la fe, audaz en la espe-ranza y ferviente en el amor.

Cantores y asamblea:Nosotros te cantamos y aclamamos,

María.Santo Padre:Madre querida por todos nosotros,

te entrego aquí, en tu santuario de Fá-tima, la Rosa de Oro que he traído des-de Roma, como regalo de gratitud delPapa, por las maravillas que el Omni-potente ha realizado, por tu mediación,en los corazones de tantos peregrinosque vienen a ésta tu casa materna.

Estoy seguro de que los Pastorcillosde Fátima, los Beatos Francisco y Jacin-ta y la Sierva de Dios Lucía de Jesús,nos acompañan en este momento de sú-plica y júbilo.

Cantores y asamblea:Nosotros te cantamos y aclamamos,

María.

Te presento nuestras alegrías y esperanzas

Visita a la capilla de las Apariciones. Oración a la Virgen. Fátima. Miércoles 12 de mayo de 2010

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Queridos hermanos y hermanas:«Cuando se cumplió el tiempo,envió Dios a su Hijo, nacido de

una mujer [...] para que recibiéramos elser hijos adoptivos» (Ga 4, 4.5). La ple-nitud de los tiempos llegó, cuando elEterno irrumpió en el tiempo: por obray gracia del Espíritu Santo, el Hijo delAltísimo fue concebido y se hizo hombreen el seno de una mujer: la Virgen Ma-dre, tipo y modelo excelso de la Iglesiacreyente. Ella no deja de generar nue-vos hijos en el Hijo, que el Padre ha que-rido como primogénito de muchos her-manos. Cada uno de nosotros está lla-mado a ser, con María y como María, unsigno humilde y sencillo de la Iglesiaque continuamente se ofrece como es-posa en las manos de su Señor.

A todos vosotros, que habéis entre-gado vuestras vidas a Cristo, deseo ex-presaros esta tarde el aprecio y el reco-nocimiento de la Iglesia. Gracias porvuestro testimonio a menudo silencio-so y para nada fácil; gracias por vuestrafidelidad al Evangelio y a la Iglesia. EnJesús presente en la Eucaristía, abrazo amis hermanos en el sacerdocio y el dia-conado, a las consagradas y consagra-dos, a los seminaristas y a los miembrosde los movimientos y de las nuevas co-munidades eclesiales aquí presentes.Que el Señor recompense, como sólo Élsabe y puede hacerlo, a todos los quehan hecho posible que nos encontremosaquí ante Jesús Eucaristía, en particulara la Comisión episcopal para las Voca-ciones y los Ministerios, con su Presi-dente, monseñor Antonio Santos, al queagradezco sus palabras llenas de afectocolegial y fraterno pronunciadas al iniciode estas Vísperas. En este cenáculo idealde fe que es Fátima, la Virgen Madre nosindica el camino para nuestra oblaciónpura y santa en las manos del Padre.

Permitidme que os abra mi corazónpara deciros que la principal preocupa-ción de cada cristiano, especialmente dela persona consagrada y del ministrodel altar, debe ser la fidelidad, la leal-tad a la propia vocación, como discípu-lo que quiere seguir al Señor. La fideli-dad a lo largo del tiempo es el nombredel amor; de un amor coherente, verda-dero y profundo a Cristo Sacerdote. «Siel Bautismo es una verdadera entradaen la santidad de Dios por medio de lainserción en Cristo y la inhabitación desu Espíritu, sería un contrasentido con-tentarse con una vida mediocre, vividasegún una ética minimalista y una reli-giosidad superficial» (Juan Pablo II, Car-

ta apostólica Novo millennio ineunte, 31).Que, en este Año Sacerdotal que miraya a su fin, descienda sobre todos voso-tros abundantes gracias, para que viváisel gozo de la consagración y testimo-niéis la fidelidad sacerdotal fundada enla fidelidad de Cristo. Esto supone, evi-dentemente, una auténtica intimidadcon Cristo en la oración, ya que la ex-periencia fuerte e intensa del amor delSeñor llevará a los sacerdotes y a los con-sagrados a corresponder de un modoexclusivo y esponsal a su amor.

Esta vida de especial consagraciónnació como memoria evangélica para elpueblo de Dios, memoria que manifies-ta, certifica y anuncia a toda la Iglesiala radicalidad evangélica y la venida delReino. Por lo tanto, queridos consagra-dos y consagradas, con vuestra dedica-ción a la oración, a la ascesis, al progre-so en la vida espiritual, a la acción apos-tólica y a la misión, tended a la Jerusalénceleste, anticipad la Iglesia escatológica,firme en la posesión y en la contempla-ción amorosa del Dios Amor. Este testi-monio es muy necesario en el momentopresente. Muchos de nuestros herma-nos viven como si no existiese el másallá, sin preocuparse de la propia salva-ción eterna. Todos los hombres están lla-mados a conocer y a amar a Dios, y laIglesia tiene como misión ayudarles enesta vocación. Sabemos bien que Dioses el dueño de sus dones, y que la con-

versión de los hombres es una gracia.Pero nosotros somos responsables delanuncio de la fe, en su integridad y consus exigencias.

Imitemos al Cura de Ars

Queridos amigos, imitemos al Curade Ars que rezaba así al buen Dios:«Concédeme la conversión de mi parro-quia, y yo acepto sufrir todo lo que Túquieras durante el resto de mi vida». Élhizo todo lo posible por sacar a las per-sonas de la tibieza y conducirlas al amor.Hay una solidaridad profunda entre to-dos los miembros del Cuerpo de Cristo:no es posible amarlo sin amar a sus her-manos. Juan María Vianney quiso ser sa-cerdote precisamente para la salvaciónde ellos: «Ganar la almas para el buenDios», declaraba al anunciar su vocacióncon dieciocho años de edad, así comoPablo decía: «Ganar a todos los que pue-da» (1 Co 9, 19). El Vicario General le ha-bía dicho: «No hay mucho amor de Diosen la parroquia, usted lo pondrá». Y, ensu pasión sacerdotal, el santo párrocoera misericordioso como Jesús en el en-cuentro con cada pecador. Prefería in-sistir en el aspecto atrayente de la vir-tud, en la misericordia de Dios, en cuyapresencia nuestros pecados son granosde arena. Presentaba la ternura de Diosofendida. Temía que los sacerdotes sevolvieran insensibles y se acostumbraran

Fidelidad: principal preocupación de cada cristiano

Celebración de Vísperas con sacerdotes, religiosos, seminaristas y diáconos. Iglesia de la Santísima Trinidad, Fátima. Miércoles 12 de mayo de 2010

El Papa se acercaal altar de la iglesia

de la Santísima Trinidad,de Fátima, para iniciar

el rezo de Vísperas

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

a la indiferencia de sus fieles: «Ay delPastor –advertía– que permanece en si-lencio viendo cómo se ofende a Dios ylas almas se pierden».

Amados hermanos sacerdotes, en es-te lugar especial por la presencia de Ma-ría, teniendo ante nuestros ojos su vo-cación de fiel discípula de su Hijo Jesús,desde su concepción hasta la Cruz, ydespués en el camino de la Iglesia na-ciente, considerad la extraordinaria gra-cia de vuestro sacerdocio. La fidelidad ala propia vocación exige arrojo y con-fianza, pero el Señor también quiere quesepáis unir vuestras fuerzas; mostraossolícitos unos con otros, sosteniéndoosfraternalmente. Los momentos de ora-ción y estudio en común, compartien-do las exigencias de la vida y del traba-jo sacerdotal, son una parte necesariade vuestra existencia. Cuánto bien oshace esa acogida mutua en vuestras ca-sas, con la paz de Cristo en vuestros co-razones. Qué importante es que os ayu-déis mutuamente con la oración, conconsejos útiles y con el discernimiento.Estad particularmente atentos a las si-tuaciones que debilitan de alguna ma-nera los ideales sacerdotales o la dedi-cación a actividades que no concuerdan

del todo con lo que es propio de un mi-nistro de Jesucristo. Por lo tanto, asu-mid como una necesidad actual, juntoal calor de la fraternidad, la actitud fir-me de un hermano que ayuda a otrohermano a permanecer en pie.

Suscitad vocaciones sacerdotales

Aunque el sacerdocio de Cristo eseterno (cfr. Hb 5, 6), la vida de los sa-cerdotes es limitada. Cristo quiere queotros, a lo largo de los siglos, perpetúenel sacerdocio ministerial instituido porÉl. Por lo tanto, mantened en vuestrointerior y en vuestro entorno la tensiónde suscitar entre los fieles –colaboran-do con la gracia del Espíritu Santo– nue-vas vocaciones sacerdotales. La oraciónconfiada y perseverante, el amor gozo-so a la propia vocación y la dedicación ala dirección espiritual os ayudará a dis-cernir el carisma vocacional en aquellosque Dios llama.

Queridos seminaristas, que ya habéisdado el primer paso hacia el sacerdocioy os estáis preparando en el SeminarioMayor, o en las Casas de formación re-ligiosa, el Papa os anima a ser cons-cientes de la gran responsabilidad que

tendréis que asumir: examinad bien lasintenciones y motivaciones; dedicaoscon entusiasmo y con espíritu genero-so a vuestra formación. La Eucaristía,centro de la vida del cristiano y escuelade humildad y de servicio, debe ser elobjeto principal de vuestro amor. Laadoración, la piedad y la atención alSantísimo Sacramento, a lo largo de es-tos años de preparación, harán que undía celebréis el Sacrificio del altar converdadera y edificante unción.

En este camino de fidelidad, amadossacerdotes y diáconos, consagrados yconsagradas, seminaristas y laicos com-prometidos, nos guía y acompaña la Bie-naventurada Virgen María. Con ella ycomo ella somos libres para ser santos;libres para ser pobres, castos y obe-dientes; libres para todos, porque esta-mos desprendidos de todo; libres de no-sotros mismos para que en cada unocrezca Cristo, el verdadero consagradoal Padre y el Pastor al cual los sacerdo-tes, siendo presencia suya, prestan suvoz y sus gestos; libres para llevar a lasociedad moderna a Jesús muerto y re-sucitado, que permanece con nosotroshasta el final de los siglos y se da a todosen la Santísima Eucaristía.

Madre Inmaculada, en este lugar de gra-cia, convocados por el amor de tu Hijo

Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, nosotros, hi-jos en el Hijo y sacerdotes suyos, nos consa-gramos a tu Corazón materno, para cumplirfielmente la voluntad del Padre.

Somos conscientes de que, sin Jesús, no po-demos hacer nada (cfr. Jn 15, 5), y de que, só-lo por Él, con Él y en Él, seremos instrumen-tos de salvación para el mundo.

Esposa del Espíritu Santo, alcánzanos eldon inestimable de la transformación en Cris-to. Por la misma potencia del Espíritu que,extendiendo su sombra sobre Ti, te hizo Ma-dre del Salvador, ayúdanos para que Cristo, tuHijo, nazca también en nosotros. Y, de estemodo, la Iglesia pueda ser renovada por san-tos sacerdotes, transfigurados por la graciade Aquel que hace nuevas todas las cosas.

Madre de Misericordia, ha sido tu Hijo Je-sús quien nos ha llamado a ser como Él: luzdel mundo y sal de la tierra (cfr. Mt 5, 13-14).

Ayúdanos, con tu poderosa intercesión, ano desmerecer esta vocación sublime, a noceder a nuestros egoísmos, ni a las lisonjasdel mundo, ni a las tentaciones del Maligno.

Presérvanos con tu pureza, custódianoscon tu humildad y rodéanos con tu amor ma-ternal, que se refleja en tantas almas consa-gradas a ti y que son para nosotros auténti-cas madres espirituales.

Madre de la Iglesia, nosotros, sacerdotes,queremos ser pastores que no se apacientan así mismos, sino que se entregan a Dios por loshermanos, encontrando la felicidad en esto.Queremos cada día repetir humildemente, nosólo de palabra sino con la vida, nuestro Aquíestoy.

Guiados por ti, queremos ser apóstoles dela Divina Misericordia, llenos de gozo porpoder celebrar diariamente el Santo Sacrifi-cio del altar y ofrecer a todos los que nos lo pi-dan el sacramento de la Reconciliación.

Abogada y Mediadora de la gracia, tú, queestas unida a la única mediación universal deCristo, pide a Dios, para nosotros, un cora-zón completamente renovado, que ame a Dioscon todas sus fuerzas y sirva a la Humani-dad como tú lo hiciste.

Repite al Señor esa eficaz palabra tuya:«No les queda vino» (Jn 2, 3), para que el Pa-dre y el Hijo derramen sobre nosotros, comouna nueva efusión, el Espíritu Santo.

Lleno de admiración y de gratitud por tupresencia continua entre nosotros, en nom-bre de todos los sacerdotes, también yo quie-ro exclamar: ¿Quién soy yo para que me visitela Madre de mi Señor? (Lc 1, 43).

Madre nuestra desde siempre, no te can-ses de visitarnos, consolarnos, sostenernos.Ven en nuestra ayuda y líbranos de todos lospeligros que nos acechan. Con este acto de

ofrecimiento y consagración, queremos aco-gerte de un modo más profundo y radical,para siempre y totalmente, en nuestra exis-tencia humana y sacerdotal.

Que tu presencia haga reverdecer el de-sierto de nuestras soledades y brillar el sol ennuestras tinieblas, haga que torne la calmadespués de la tempestad, para que todo hom-bre vea la salvación del Señor, que tiene elnombre y el rostro de Jesús, reflejado en nues-tros corazones, unidos para siempre al tuyo.

Así sea.

Queremos acogerte

Acto de consagración de los sacerdotes al Corazón Inmaculado de María

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Queridos peregrinos: Todos juntos,con la vela encendida en la mano,semejáis un mar de luz en torno a

esta sencilla capilla, levantada con amorpara honrar a la Madre de Dios y Madrenuestra, a la que los pastorcillos vieronvolver de la tierra al cielo como una es-tela de luz. Sin embargo, ni ella ni noso-tros tenemos luz propia: la recibimos deJesús. Su presencia en nosotros renueva elmisterio y el recuerdo de la zarza ardien-te, que en otro tiempo atrajo a Moisés enel monte Sinaí, y que no deja de seducir alos que se dan cuenta de una luz especialen nosotros, que arde sin consumirnos(cf. Ex 3, 2-5). Por nosotros mismos, nosomos más que una mísera zarza, en laque, sin embargo, se ha posado la gloriade Dios. A Él sea la gloria, y a nosotros laconfesión humilde de nuestra nada y laadoración obediente de los designios di-vinos, que se cumplirán cuando «Dios loserá todo para todos» (1Co 15, 28). La Vir-gen llena de gracia sirvió incomparable-mente dichos designios: «He aquí la es-clava del Señor, hágase en mí según tupalabra» (Lc 1, 38).

Queridos peregrinos, imitemos a Ma-ría haciendo resonar en nuestra vida suHágase en mí. Dios había ordenado aMoisés: «Quítate las sandalias de lospies, pues el sitio que pisas es terrenosagrado» (Ex 3, 5). Y así lo hizo; luego sepuso nuevamente las sandalias para ira liberar a su pueblo de la esclavitud deEgipto y guiarlo a la tierra prometida.No se trataba simplemente de poseeruna parcela de terreno o del territorio

nacional al que todo pueblo tiene dere-cho. En la lucha por la liberación de Is-rael y en su salida de Egipto, lo que des-taca en primer lugar es, sobre todo, elderecho a la libertad para adorar, a la li-bertad de un culto propio. A lo largo dela historia del pueblo elegido, la prome-sa de la tierra acaba asumiendo cada vezmás este significado: la tierra se da paraque haya un lugar de obediencia, paraque haya un espacio abierto a Dios.

En nuestro tiempo, cuando en exten-sas regiones de la tierra la fe corre el ries-go de apagarse como una llama que seextingue, la prioridad más importantede todas es hacer a Dios presente en estemundo y facilitar a los hombres el accesoa Dios. No a un dios cualquiera, sino alDios que ha hablado en el Sinaí; al Dioscuyo rostro reconocemos en el amor has-ta el extremo (cf. Jn 13, 1), en Cristo cru-cificado y resucitado. Queridos herma-nos y hermanas, adorad en vuestros co-razones a Cristo Señor (cf. 1P 3, 15). Notengáis miedo de hablar de Dios y demostrar sin complejos los signos de la fe,haciendo resplandecer a los ojos de vues-tros contemporáneos la luz de Cristo que,como canta la Iglesia en la noche de laVigilia Pascual, engendra a la Humani-dad como familia de Dios.

Hermanos y hermanas, en este lugarimpresiona ver cómo tres niños se rin-dieron a la fuerza interior que los había in-vadido en las apariciones del ángel y de laMadre del cielo. Aquí, donde tantas ve-ces se nos ha pedido que recemos el Ro-sario, dejémonos atraer por los misterios

de Cristo, los misterios del Rosario deMaría. El rezo del Rosario nos permiteponer nuestros ojos y nuestro corazón enJesús, como su Madre, modelo insupera-ble de contemplación del Hijo. Al meditarlos misterios gozosos, luminosos, dolo-rosos y gloriosos, recitando las Avemarías,contemplamos todo el misterio de Jesús,desde la Encarnación a la Cruz y la glo-ria de la Resurrección; contemplamos laíntima participación de María en este mis-terio y nuestra vida en Cristo hoy, quetambién está tejida de momentos de ale-gría y de dolor, de sombras y de luz, decontrariedades y de esperanzas. La graciainunda nuestro corazón suscitando el de-seo de un cambio de vida radical y evan-gélico, en comunión de vida y de desti-no con Cristo, de manera que podamosdecir con San Pablo: «Para mí la vida esCristo» (Flp 1, 21).

Siento que me acompañan la devo-ción y el afecto de todos los fieles aquíreunidos y del mundo entero. Traigo con-migo las preocupaciones y las esperanzasde nuestro tiempo y los sufrimientos dela Humanidad herida, los problemas delmundo, y vengo a ponerlos a los pies deNuestra Señora de Fátima: Virgen Ma-dre de Dios y Madre nuestra querida, in-tercede por nosotros ante tu Hijo, paraque las familias de los pueblos, tantoaquellas que llevan el nombre de cristia-nas como las que todavía no conocen a suSalvador, vivan en paz y en concordiahasta que todas formen un solo pueblode Dios, a gloria de la Santísima e indi-visible Trinidad. Amén.

Dejémonos iluminar por su luzBendición de las antorchas y rezo del Rosario. Explanada del santuario, Fátima. Miércoles 12 de mayo de 2010

Benedicto XVI llegaa la explanada

del santuario de Fátimapara la ceremonia

de Bendiciónde las antorchas

y rezo del Rosario

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Queridos peregrinos: «Su estirpeserá célebre entre las naciones,[...] son la estirpe que bendijo el

Señor» (Is 61, 9). Así comenzaba la pri-mera lectura de esta Eucaristía, cuyaspalabras encuentran un admirable cum-plimiento en esta asamblea recogida condevoción a los pies de la Virgen de Fá-tima. Hermanas y hermanos amadísi-mos, también yo he venido como pere-grino, a esta casa que María ha elegidopara hablarnos en estos tiempos mo-dernos. He venido a Fátima para gozarde la presencia de María y de su protec-ción materna. He venido a Fátima, por-que hoy converge hacia este lugar la Igle-sia peregrina, querida por su Hijo comoinstrumento de evangelización y sacra-mento de salvación. He venido a Fáti-ma a rezar, con María y con tantos pere-grinos, por nuestra Humanidad afligi-da por tantas miserias y sufrimientos.En definitiva, he venido a Fátima, conlos mismos sentimientos de los BeatosFrancisco y Jacinta y de la Sierva de Dios

Lucía, para hacer ante la Virgen una pro-funda confesión de que amo, de que laIglesia y los sacerdotes aman a Jesús ydesean fijar sus ojos en Él, mientras con-cluye este Año Sacerdotal, y para ponerbajo la protección materna de María alos sacerdotes, consagrados y consagra-das, misioneros y todos los que trabajanpor el bien y que hacen de la Casa deDios un lugar acogedor y benéfico.

Ellos son la estirpe que el Señor habendecido... Estirpe que el Señor ha ben-decido eres tú, amada diócesis de Lei-ría-Fátima, con tu pastor, monseñor An-tonio Marto, al que agradezco el saludoque me ha dirigido al inicio y que me hacolmado de atenciones, a través tambiénde sus colaboradores, durante mi estan-cia en este santuario. Saludo al SeñorPresidente de la República y a las demásautoridades que sirven a esta gloriosanación. Envío un abrazo a todas las dió-cesis de Portugal, representadas aquí porsus obispos, y confío al cielo a todos lospueblos y naciones de la tierra. En Dios,

abrazo de corazón a sus hijos e hijas, enparticular a los que padecen cualquiertribulación o abandono, deseando trans-mitirles la gran esperanza que arde enmi corazón y que aquí, en Fátima, se ha-ce más palpable. Nuestra gran esperan-za hunde sus raíces en la vida de cadauno de vosotros, queridos peregrinospresentes aquí, y también en la de losque se unen a nosotros a través de losmedios de comunicación social.

Sí, el Señor, nuestra gran esperanza,está con nosotros; en su amor miseri-cordioso, ofrece un futuro a su pueblo:un futuro de comunión con Él. Tras ha-ber experimentado la misericordia y elconsuelo de Dios, que no lo había aban-donado a lo largo del duro camino devuelta del exilio de Babilonia, el pueblode Dios exclama: «Desbordo de gozo conel Señor, y me alegro con mi Dios» (Is61, 10). La Virgen Madre de Nazaret esla hija excelsa de este pueblo, la cual, re-vestida de la gracia y sorprendida dul-cemente por la gestación de Dios en suseno, hace suya esta alegría y esta espe-ranza en el cántico del Magnificat: «Miespíritu exulta en Dios, mi Salvador».Pero ella no se ve como una privilegiadaen medio de un pueblo estéril, sino quemás bien profetiza para ellos la entraña-ble alegría de una maternidad prodi-giosa de Dios, porque «su misericordiallega a sus fieles de generación en gene-ración» (Lc 1, 47.50).

Este bendito lugar es prueba de ello.Dentro de siete años volveréis aquí paracelebrar el centenario de la primera visitade la Señora venida del cielo, como Ma-estra que introduce a los pequeños vi-dentes en el conocimiento íntimo delAmor trinitario y los conduce a sabore-ar al mismo Dios como el hecho más her-moso de la existencia humana. Una ex-periencia de gracia que los ha enamora-do de Dios en Jesús, hasta el punto deque Jacinta exclamaba: «Me gusta mu-cho decirle a Jesús que lo amo. Cuandose lo digo muchas veces, parece que ten-go un fuego en el pecho, pero no me que-ma». Y Francisco decía: «Lo que más meha gustado de todo, fue ver a NuestroSeñor en aquella luz que Nuestra Ma-dre puso en nuestro pecho. Quiero mu-chísimo a Dios» (Memórias da Irmâ Lú-cia, I, 40 e 127).

Hermanos, al escuchar estas revela-ciones místicas tan inocentes y profun-das de los pastorcillos, alguno podríamirarlos con una cierta envidia porqueellos han visto, o con la desalentada re-signación de quien no ha tenido la mis-ma suerte, a pesar de querer ver. A estas

Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Un momentode la Comunión,durante la celebraciónde la Eucaristía,en la explanadadel santuario de Fátima

La misión profética de Fátima no está acabada

Misa en la explanada del santuario de Fátima. Jueves 13 de mayo de 2010

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

personas, el Papa les dice lo mismo queJesús: «Estáis equivocados, porque noentendéis la Escritura ni el poder deDios» (Mc 12, 24). Las Escrituras nos in-vitan a creer: «Dichosos los que creansin haber visto» (Jn 20, 29), pero Dios–más íntimo a mí de cuanto lo sea yomismo (cf. san Agustín, Confesiones, III, 6,11)– tiene el poder para llegar a noso-tros, en particular mediante los sentidosinteriores, de manera que el alma es to-cada suavemente por una realidad queva más allá de lo sensible y que nos ca-pacita para alcanzar lo no sensible, lo in-visible a los sentidos. Por esta razón, sepide una vigilancia interior del corazónque muchas veces no tenemos, debidoa las fuertes presiones de las realidadesexternas y de las imágenes y preocupa-ciones que llenan el alma (cf. Comenta-rio teológico del Mensaje de Fátima, 2000).Sí, Dios nos puede alcanzar, ofreciéndo-se a nuestra mirada interior.

Nuestra esperanza tieneun fundamento real: Jesús

Más aún, aquella Luz presente en lainterioridad de los pastorcillos, que pro-viene del futuro de Dios, es la misma quese ha manifestado en la plenitud de lostiempos y que ha venido para todos: elHijo de Dios hecho hombre. Que Él tienepoder para inflamar los corazones másfríos y tristes, lo vemos en el pasaje delos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 32).Por lo tanto, nuestra esperanza tiene unfundamento real, se basa en un eventoque se sitúa en la Historia, a la vez que lasupera: es Jesús de Nazaret. Y el entu-

siasmo que suscitaba su sabiduría y supoder salvador en la gente de su tiempoera tal que una mujer en medio de lamultitud –como hemos oído en el Evan-gelio– exclamó: «¡Dichoso el vientre quete llevó y los pechos que te criaron!» Alo que Jesús respondió: «Mejor: ¡Dichososlos que escuchan la palabra de Dios y lacumplen!» (Lc 11, 27.28). Pero, ¿quién tie-ne tiempo para escuchar su palabra y de-jarse fascinar por su amor? ¿Quién per-manece, en la noche de las dudas y delas incertidumbres, con el corazón vigi-lante en oración? ¿Quién espera el albade un nuevo día, teniendo encendida lallama de la fe? La fe en Dios abre al hom-bre un horizonte de una esperanza fir-me que no defrauda; indica un sólidofundamento sobre el cual apoyar, sinmiedos, la propia vida; pide el abandono,lleno de confianza, en las manos delAmor que sostiene el mundo.

«Su estirpe será célebre entre las na-ciones, [...] son la estirpe que bendijo elSeñor» (Is 61, 9), con una esperanza in-quebrantable y que fructifica en un amorque se sacrifica por los otros, pero queno sacrifica a los otros; más aún –comohemos escuchado en la segunda lectu-ra–, «todo lo disculpa, todo lo cree, todolo espera, todo lo soporta» (1Co 13, 7).Los pastorcillos son un ejemplo de esto;han hecho de su vida una ofrenda a Diosy un compartir con los otros por amorde Dios. La Virgen los ha ayudado a abrirel corazón a la universalidad del amor.En particular, la Beata Jacinta se mostra-ba incansable en su generosidad con lospobres y en el sacrificio por la conver-sión de los pecadores. Sólo con este amor

fraterno y generoso lograremos edificar lacivilización del amor y de la paz.

Se equivoca quien piensa que la mi-sión profética de Fátima está acabada.Aquí resurge aquel plan de Dios que in-terpela a la Humanidad desde sus inicios:«¿Dónde está Abel, tu hermano? [...] Lasangre de tu hermano me está gritandodesde la tierra» (Gn 4, 9). El hombre ha si-do capaz de desencadenar una corrientede muerte y de terror, que no logra inte-rrumpirla... En la Sagrada Escritura, semuestra a menudo que Dios se pone abuscar a los justos para salvar la ciudadde los hombres, y lo mismo hace aquí, enFátima, cuando Nuestra Señora pregunta:«¿Queréis ofreceros a Dios para soportartodos los sufrimientos que Él quiera man-daros, como acto de reparación por lospecados por los cuales Él es ofendido, ycomo súplica por la conversión de los pe-cadores?» (Memórias da Irmâ Lúcia, I, 162).

Con la familia humana dispuesta a sa-crificar sus lazos más sagrados en el al-tar de los mezquinos egoísmos de nación,raza, ideología, grupo, individuo, nuestraMadre bendita ha venido desde el cieloofreciendo la posibilidad de sembrar en elcorazón de todos los que se acogen a ellael amor de Dios que arde en el suyo. Alprincipio fueron sólo tres, pero el ejem-plo de sus vidas se ha difundido y multi-plicado en numerosos grupos por todala faz de la tierra, dedicados a la causa dela solidaridad fraterna, en especial al pa-so de la Virgen Peregrina. Que estos sieteaños que nos separan del centenario delas Apariciones impulsen el anunciadotriunfo del Corazón Inmaculado de Ma-ría para gloria de la Santísima Trinidad.

Medio de redención

Saludo a los enfermos

Queridos hermanos y hermanas: Antes de acercarme hasta vosotros, llevandoen las manos la custodia con Jesús Eucaristía, quisiera dirigiros unas palabras

de aliento y de esperanza, que hago extensivas a todos los enfermos que nosacompañan a través de la radio y la televisión y a quienes, aun sin tener esa po-sibilidad, se unen a nosotros mediante los vínculos más profundos del espíritu,es decir, mediante la fe y la oración.

Hermano mío y hermana mía, tú tienes «un valor tan grande para Dios que sehizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy re-al, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Poreso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; deahí se difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor participa-do de Dios y así aparece la estrella de la esperanza» (encíclica Spe salvi, 39). Con esta esperanza en el corazón, podrás salir de las arenas mo-vedizas de la enfermedad y de la muerte, y permanecer de pie sobre la roca firme del amor divino. En otras palabras, podrás superar la sen-sación de la inutilidad del sufrimiento que consume interiormente a las personas y las hace sentirse un peso para los otros, cuando, en reali-dad, vivido con Jesús, el sufrimiento sirve para la salvación de los hermanos.

¿Cómo es posible esto? Las fuentes de la fuerza divina manan precisamente en medio de la debilidad humana. Es la paradoja del Evangelio. Poreso, el divino Maestro, más que detenerse en explicar las razones del sufrimiento, prefirió llamar a cada uno a seguirlo con estas palabras: «El quequiera venirse conmigo… que cargue con su cruz y me siga» (cf. Mc 8, 34). Ven conmigo. Participa con tu sufrimiento en esta obra de la salvacióndel mundo, que se realiza mediante mi sufrimiento, por medio de mi Cruz. A medida que abraces tu cruz, uniéndote espiritualmente a la mía, sedesvelará a tus ojos el significado salvífico del sufrimiento. Encontrarás en medio del sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual.

Queridos enfermos, acoged esta llamada de Jesús que pasará junto a vosotros en el Santísimo Sacramento y confiadle todas las contrarie-dades y penas que afrontáis, para que se conviertan –según sus designios– en medio de redención para todo el mundo. Vosotros seréis redentoresen el Redentor, como sois hijos en el Hijo. Junto a la cruz… está la Madre de Jesús, nuestra Madre.

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Queridísimos hermanos y amigos:Habéis oído que Jesús dijo: «An-da, haz tu lo mismo» (Lc 10,37).

Él nos invita a hacer nuestro el estilo delbuen samaritano, cuyo ejemplo se acabade proclamar, que se acerca a las situa-ciones en las que falta la ayuda frater-na. Y, ¿cuál es este estilo? «Es un cora-zón que ve. Este corazón ve dónde se ne-cesita amor y actúa en consecuencia»(encíclica Deus caritas est, 31). Así hizoel buen samaritano. Jesús no se limita aexhortar; como enseñan los Santos Pa-dres, Él mismo es el Buen Samaritano,que se acerca a todo hombre y «cura susheridas con el aceite del consuelo y elvino de la esperanza» (Prefacio común,VIII) y lo lleva a la posada, que es la Igle-sia, donde hace que lo cuiden, confián-dolo a sus ministros y pagando perso-nalmente de antemano lo necesario pa-ra su curación. Anda, haz tu lo mismo. El

amor incondicional de Jesús que nos hacurado, deberá ahora, si queremos vi-vir con un corazón de buen samaritano,transformarse en un amor ofrecido gra-tuita y generosamente, mediante la jus-ticia y la caridad.

Me complace encontrarme con voso-tros en este lugar bendito, que Dios seeligió para recordar, por medio de Nues-tra Señora, sus designios de amor mi-sericordioso a la Humanidad. Saludocon gran afecto a todos los aquí presen-tes, así como a las instituciones de lasque forman parte, en la variedad de ros-tros unidos para profundizar en lascuestiones sociales y, sobre todo, en lapráctica de la compasión hacia los po-bres, los enfermos, los encarcelados, losque viven solos o abandonados, los dis-capacitados, los niños y ancianos, losemigrantes, los desempleados y quie-nes sufren necesidades que perturban

su dignidad de personas libres. Gracias,monseñor Carlos Azevedo, por el gestode comunión y fidelidad a la Iglesia yal Papa, que ha querido ofrecerme, tan-to en nombre de esta asamblea de la ca-ridad, como de la Comisión episcopalde Pastoral Social, que preside, y queno cesa de animar esta gran siembra debuenas obras en todo Portugal. Cons-cientes de que, como Iglesia, no pode-mos brindar soluciones prácticas a ca-da problema concreto y, aunque des-provistos de todo tipo de poder, deter-minados a servir el bien común, estaddispuestos a ayudar y ofrecer los me-dios de salvación a todos.

Queridos hermanos y hermanas quetrabajáis en el vasto mundo de la cari-dad, Cristo «nos revela que Dios es amor(1Jn 4, 8) y, al mismo tiempo, nos enseñaque la ley fundamental de la perfecciónhumana, y por ello de la transformación

Una caridad libre de política e ideologías

Encuentro con las organizaciones de la Pastoral Social. Iglesia de la Santísima Trinidad, Fátima. Jueves 13 de mayo de 2010

Los miembrosde las organizacionesde Pastoral Socialse encuentrancon Benedicto XVI,en la iglesiade la SantísimaTrinidad, de Fátima

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Venerados y queridos hermanos enel episcopado: Doy gracias a Diospor la oportunidad que me ha

concedido de encontrarme con todosvosotros aquí, en el santuario de Fáti-ma, corazón espiritual de Portugal, don-de multitudes de peregrinos, prove-nientes de los más diversos lugares de latierra, buscan recuperar o fortalecer en símismos la certidumbre del cielo. Entre

ellos, ha venido de Roma el Sucesor dePedro, acogiendo las reiteradas invita-ciones y movido por una deuda de gra-titud con la Virgen María, quien preci-samente aquí ha transmitido a sus vi-dentes y a los peregrinos un amor in-tenso por el Santo Padre, que fructificaen una vigorosa muchedumbre que re-za con Jesús a la cabeza: Pedro, «yo hepedido por ti para que tu fe no se apa-

gue. Y tú, cuando te recobres, da firme-za a tus hermanos» (Lc 22, 32).

Como veis, el Papa necesita abrirsecada vez más al misterio de la Cruz,abrazándola como única esperanza y úl-tima vía para ganar y reunir, en el Cru-cificado, a todos sus hermanos y her-manas en humanidad. En obediencia a laPalabra de Dios, está llamado a vivir, nopara sí mismo, sino para que Dios esté

del mundo, es el mandamiento nuevodel amor. Así pues, a los que creen en lacaridad divina, les da la certeza de queel camino del amor está abierto a todoslos hombres» (Gaudium et spes, 38).

Un desarrollo humano integral

El actual escenario de la Historia esde crisis socioeconómica, cultural y es-piritual, y pone de manifiesto la conve-niencia de un discernimiento orienta-do por la propuesta creativa del men-saje social de la Iglesia. El estudio de sudoctrina social, que asume la caridadcomo principio y fuerza principal, per-mitirá trazar un proceso de desarrollohumano integral que implique la pro-fundidad del corazón y alcance una ma-yor humanización de la sociedad (cf.encíclica Caritas in veritate, 20). No setrata de un mero conocimiento intelec-tual, sino de una sabiduría que dé sa-bor y condimento, que ofrezca creati-vidad a las vías teóricas y prácticas pa-ra afrontar una crisis tan amplia y com-pleja. Que las instituciones de la Iglesia,junto con todas las organizaciones noeclesiales, mejoren la capacidad de co-nocimiento y orientación para una nue-va y grandiosa dinámica, que lleve a«esa civilización del amor, de la cual Diosha puesto la semilla en cada pueblo yen cada cultura» (ibíd., 33).

En su dimensión social y política,esta diaconía de la caridad es propiade los fieles laicos, llamados a promo-ver orgánicamente el bien común, lajusticia; y a configurar rectamente lavida social (cf. Deus caritas est, 29). Unade las conclusiones pastorales de vues-tras recientes reflexiones es la de for-mar una nueva generación de dirigen-tes servidores. Atraer nuevos agenteslaicos a este ámbito pastoral merece-rá, ciertamente, una especial solicitudpor parte de los pastores, atentos alporvenir. Quien aprende de Dios Amorserá inevitablemente una persona pa-ra los demás. En efecto, «el amor de

Dios se manifiesta en la responsabili-dad por el otro» (encíclica Spe salvi, 28).Unidos a Cristo en su consagración alPadre, participamos de su compasiónpor las muchedumbres que reclamanjusticia y solidaridad y, como el buensamaritano de la parábola, nos com-prometemos a ofrecer respuestas con-cretas y generosas.

Con frecuencia, sin embargo, no esfácil lograr una síntesis satisfactoria en-tre la vida espiritual y la actividad apos-tólica. La presión ejercida por la culturadominante, que presenta insistente-mente un estilo de vida basado en la leydel más fuerte, en el lucro fácil y seduc-tor, acaba por influir en nuestro modode pensar, en nuestros proyectos y en elhorizonte de nuestro servicio, con el ries-go de vaciarlos de aquella motivaciónde fe y esperanza cristiana que los ha-bía suscitado. Las numerosas e insis-tentes peticiones de ayuda y atenciónque nos presentan los pobres y margi-nados de la sociedad nos impulsan abuscar soluciones que respondan a lalógica de la eficacia, del resultado visibley de la publicidad. Queridos hermanos,la mencionada síntesis, sin embargo, esabsolutamente necesaria para poder ser-vir a Cristo en la Humanidad que os es-pera. En este mundo dividido, se impo-ne a todos una profunda y genuina uni-dad de corazón, de espíritu y de acción.

Entre tantas instituciones sociales alservicio del bien común, cercanas a laspoblaciones necesitadas, se hallan lasde la Iglesia católica. Es preciso que es-té clara su orientación, para que tenganuna identidad bien definida: en la ins-piración de sus objetivos, en la elecciónde sus recursos humanos, en los méto-dos de actuación, en la calidad de susservicios, en la gestión seria y eficaz delos medios. La identidad nítida de lasinstituciones es un servicio real, congrandes ventajas para los que se bene-fician de ellas. Además de la identidad yunido a ella, un elemento fundamentalde la actividad caritativa cristiana es su

autonomía e independencia de la polí-tica y de las ideologías (cf. Deus caritasest, 31 b), si bien en colaboración con losorganismos del Estado para alcanzar fi-nes comunes.

Vuestras actividades asistenciales,educativas o caritativas han de comple-tarse con proyectos de libertad que pro-muevan al ser humano, buscando la fra-ternidad universal. Aquí se sitúa el com-promiso urgente de los cristianos en ladefensa de los derechos humanos, pre-ocupados por la totalidad de la perso-na humana en sus diversas dimensio-nes. Expreso mi profun-do reconocimiento a to-das las iniciativassociales y pastorales quetratan de luchar contralos mecanismos socio-económicos y culturalesque favorecen el aborto;y también a las que fo-mentan la defensa de lavida, así como la recon-ciliación y atención a laspersonas heridas por eldrama del aborto. Lasiniciativas que tiendena salvaguardar los valo-res esenciales y prima-rios de la vida, desde su concepción, yde la familia, fundada en el matrimonioindisoluble entre un hombre y una mu-jer, ayudan a responder a algunos de losdesafíos más insidiosos y peligrosos quehoy se presentan al bien común. Dichasiniciativas, junto a otras muchas formasde compromiso, son elementos esen-ciales para la construcción de la civili-zación del amor.

Todo esto está muy en sintonía conel mensaje de Nuestra Señora, que re-suena en este lugar: la penitencia, la ora-ción, el perdón en aras de la conversiónde los corazones. Éste es el camino paraedificar dicha civilización del amor, cu-yas semillas puso Dios en el corazón decada hombre y que la fe en Cristo sal-vador hace germinar.

Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Además de la identidady unido a ella, unelemento fundamentalde la actividadcaritativa cristianaes su autonomíae independenciade la políticay de las ideologías

Se ha relegado demasiado tiempo la responsabilidad de la autoridad

Encuentro con los obispos de Portugal. Salón de conferencias de la Casa Nuestra Señora del Carmen, Fátima. Jueves 13 de mayo de 2010

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

presente en el mundo. Me conforta ladeterminación con la que también vo-sotros me seguís de cerca, sin otro temorque el de perder la salvación eterna devuestro pueblo, como muestran bien laspalabras con las que monseñor Jorge Or-tiga ha querido saludar mi llegada en-tre vosotros, y dar testimonio de la fide-lidad incondicional de los obispos dePortugal al sucesor de Pedro. Os lo agra-dezco de corazón. Gracias también portodo el cuidado que habéis puesto en laorganización de esta Visita mía. QueDios os lo pague derramando abundan-temente el Espíritu Santo sobre vosotrosy vuestras diócesis, para que, con un so-lo corazón y una sola alma, podáis lle-var a cabo el cometido pastoral que oshabéis propuesto de ofrecer a cada fieluna iniciación cristiana exigente y fasci-nante, que comunique la integridad de lafe y de la espiritualidad, enraizada en elEvangelio y formadora de agentes libresen medio de la vida pública.

Verdaderamente, los tiempos en quevivimos exigen una nueva fuerza mi-sionera en los cristianos, llamados a for-mar un laicado maduro, identificadocon la Iglesia, solidario con la complejatransformación del mundo. Se necesi-tan auténticos testigos de Jesucristo, es-pecialmente en aquellos ambientes hu-manos donde el silencio de la fe es másamplio y profundo: entre los políticos,intelectuales, profesionales de los me-dios de comunicación, que profesan ypromueven una propuesta monocultu-ral, desdeñando la dimensión religiosay contemplativa de la vida. En dichosámbitos, hay muchos creyentes que seavergüenzan y dan una mano al secu-larismo, que levanta barreras a la ins-

piración cristiana. Entre tanto, queri-dos hermanos, quienes defienden convalor en estos ambientes un vigorosopensamiento católico, fiel al Magiste-rio, han de seguir recibiendo vuestroestímulo y vuestra palabra esclarece-dora, para vivir la libertad cristiana co-mo fieles laicos.

Mantened viva en el escenario delmundo de hoy la dimensión profética,sin mordazas, porque «la palabra deDios no está encadenada» (2Tm 2, 9).Las gentes invocan la Buena Nueva deJesucristo, que da sentido a sus vidas ysalvaguarda su dignidad. En cuanto pri-meros evangelizadores, os será útil co-nocer y comprender los diversos facto-res sociales y culturales, sopesar las ne-cesidades espirituales y programar efi-cazmente los recursos pastorales; perolo decisivo es llegar a inculcar en todoslos agentes de la evangelización un ver-dadero afán de santidad, sabiendo queel resultado proviene sobre todo de launión con Cristo y de la acción de suEspíritu.

En efecto, cuando en opinión de mu-chos la fe católica ha dejado de ser pa-trimonio común de la sociedad, y se lave a menudo como una semilla acecha-da y ofuscada por divinidades y por losseñores de este mundo, será muy difí-cil que la fe llegue a los corazones me-diante simples disquisiciones o mora-lismos, y menos aún a través de gené-ricas referencias a los valores cristianos.El llamamiento valiente a los principiosen su integridad es esencial e indispen-sable; no obstante, el mero enunciadodel mensaje no llega al fondo del cora-zón de la persona, no toca su libertad,no cambia la vida. Lo que fascina es, so-

bre todo, el encuentro con personas cre-yentes que, por su fe, atraen hacia la gra-cia de Cristo, dando testimonio de Él.Me vienen a la mente aquellas palabrasdel Papa Juan Pablo II: «La Iglesia tie-ne necesidad, sobre todo, de grandescorrientes, movimientos y testimoniosde santidad entre los fieles de Cristo, por-que de la santidad nace toda auténticarenovación de la Iglesia, todo enrique-cimiento de la inteligencia de la fe y delseguimiento cristiano, una reactualiza-ción vital y fecunda del cristianismo enel encuentro con las necesidades de loshombres y una renovada forma de pre-sencia en el corazón de la existencia hu-mana y de la cultura de las naciones»(Discurso en el 20º aniversario de la pro-mulgación del Decreto conciliar «Apostoli-cam actuositatem», 18 noviembre 1985).Alguno podría decir: La Iglesia tiene ne-cesidad de grandes corrientes, movimientosy testimonios de santidad..., pero no los hay.

A este respecto, os confieso la agra-dable sorpresa que he tenido al encon-trarme con los movimientos y las nue-vas comunidades eclesiales. Al obser-varlos, he tenido la alegría y la graciade ver cómo, en un momento de fatigade la Iglesia, en un momento en que sehablaba de invierno de la Iglesia, el Espí-ritu Santo creaba una nueva primave-ra, despertando en jóvenes y adultos laalegría de ser cristianos, de vivir en laIglesia, que es el Cuerpo vivo de Cris-to. Gracias a los carismas, la radicalidaddel Evangelio, el contenido objetivo dela fe, la corriente viva de su tradición secomunican de manera persuasiva y sonacogidos como experiencia personal, co-mo adhesión libre a todo lo que encierrael misterio de Cristo.

Un momento del saludodel Santo Padrea los obisposde Portugal,en su encuentrode Fátima

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Queridos hermanos y hermanas:«En el libro de los Salmos estáescrito: […] que su cargo lo ocupe

otro. Hace falta, por tanto, que uno seasocie a nosotros como testigo de la Re-surrección» (Hch 1, 20-22). Así habló Pe-dro, leyendo e interpretando la palabrade Dios en medio de sus hermanos, reu-nidos en el Cenáculo después de la as-censión de Jesús a los cielos. El elegidofue Matías, que había sido testigo de lavida pública de Jesús y de su triunfo so-bre la muerte, permaneciendo fiel hastael final, a pesar del abandono de mu-chos. La desproporción de fuerzas en ac-ción, que hoy nos asusta, impresionabaya hace dos mil años a los que veían yescuchaban a Jesús. Desde las playas dellago de Galilea hasta las plazas de Jeru-salén, Jesús se encontraba prácticamen-te solo en los momentos decisivos; eso sí,en unión con el Padre, guiado por lafuerza del Espíritu. Y con todo, el mismoamor que un día creó el mundo hizo que

Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Naturalmente, es condición necesariael que estas nuevas realidades quieranvivir en la Iglesia común, si bien con es-pacios en cierto modo reservados parasu vida, de manera que ésta sea despuésfecunda para todos los demás. Quienesviven un carisma particular, han de sen-tirse fundamentalmente responsables dela comunión, de la fe común de la Iglesia,y deben someterse a la guía de los pas-tores. Éstos son quienes han de asegurarla eclesialidad de los movimientos. Lospastores no son sólo personas que ocu-pan un cargo, sino que ellos mismos sonportadores de carismas, son responsa-bles de la apertura de la Iglesia a la ac-ción del Espíritu Santo. Nosotros, losobispos, estamos ungidos por el EspírituSanto en el sacramento y, por tanto, el sa-cramento nos asegura también la aper-tura a sus dones. De este modo, por unlado, hemos de sentir la responsabilidadde acoger estos impulsos que son un donpara la Iglesia y le dan nueva vitalidad,pero, por otro, hemos de ayudar tambiéna los movimientos a encontrar el cami-no justo, haciendo correcciones con com-prensión, esa comprensión espiritual yhumana que sabe aunar la guía, el reco-nocimiento y una cierta apertura y dis-ponibilidad para aprender.

Decid o reiterad precisamente esto avuestros presbíteros. En este Año Sa-cerdotal, que está llegando a su conclu-sión, descubrid de nuevo, queridos her-manos, la paternidad episcopal, sobretodo respecto a vuestro clero. Se ha re-

legado a un segundo plano durante de-masiado tiempo la responsabilidad dela autoridad como servicio para el cre-cimiento de los demás y, antes que na-die, de los sacerdotes. Ellos están lla-mados a servir en su ministerio pastoralintegrados en una acción pastoral de co-munión o de conjunto, como nos re-cuerda el Decreto conciliar Presbytero-rum Ordinis: «Ningún presbítero, portanto, puede realizar bien su misión demanera aislada e individualista, sinoúnicamente juntando sus fuerzas conotros presbíteros bajo la dirección de losque presiden la Iglesia» (n. 7). Esto noquiere decir volver al pasado, ni un sim-ple retorno a los orígenes, sino recuperarel fervor de los orígenes, la alegría delcomienzo de la experiencia cristiana, ha-ciéndose acompañar por Cristo comolos discípulos de Emaús el día de Pascua,dejando que su palabra nos encienda elcorazón, que el pan partido abra nues-tros ojos a la contemplación de su rostro.Sólo de este modo el fuego de su amorserá suficientemente ardiente para im-pulsar a todo fiel cristiano a convertirseen dispensador de luz y de vida en laIglesia y entre los hombres.

Antes de concluir, me gustaría pedi-ros, como presidentes y ministros de lacaridad en la Iglesia, que deis nuevo vi-gor en vosotros mismos y en vuestro en-torno a sentimientos de misericordia ycompasión, capaces de responder a si-tuaciones de graves carencias en la so-ciedad. Que se instituyan organizacio-

nes y se perfeccionen las ya existentes,para que puedan responder con creati-vidad a todas las pobrezas, incluida lade la falta de sentido de la vida y la au-sencia de esperanza. Es muy loable el es-fuerzo que hacéis para ayudar a las dió-cesis más necesitadas, especialmente enlos países de habla portuguesa. Que lasdificultades que ahora se hacen sentirmayormente no os debi-liten en la lógica del don.Que siga siendo muy vi-vo en el país vuestro tes-timonio de profetas dejusticia y de paz, defen-sores de los derechosinalienables de la perso-na, uniendo vuestra voza la de los más débiles, alos que sabiamente ha-béis motivado a que ten-gan su propia voz, sin te-mer nunca levantarvuestra voz en favor delos oprimidos, los humi-llados y maltratados.

A la vez que os enco-miendo a Nuestra Se-ñora de Fátima, pidiéndole que os sos-tenga maternalmente en los retos quese os presentan, para que seáis promo-tores de una cultura y una espirituali-dad de caridad y de paz, de esperanza yjusticia, de fe y de servicio, os impartode corazón la Bendición Apostólica, quese extiende a vuestros familiares y avuestras comunidades diocesanas.

Los pastores son quieneshan de asegurarla eclesialidadde los movimientos.No son sólo personasque ocupan un cargo:son portadoresde carismas,son responsablesde la aperturade la Iglesia a la accióndel Espíritu Santo

Limitarnos a lo que tenemos sería una muerte anunciada

Misa en Avenida dos Aliados, Oporto. Viernes 14 de mayo de 2010

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

surgiese la novedad del Reino como unapequeña semilla que brota en la tierra,como un destello de luz que irrumpe enlas tinieblas, como aurora de un día sinocaso: es Cristo resucitado. Y aparecióa sus amigos mostrándoles la necesidadde la cruz para llegar a la resurrección.

Aquel día, Pedro buscaba un testigode todas estas cosas. De los dos que pre-sentaron, el cielo designó a Matías, y «loasociaron a los once apóstoles» (Hch 1,26). Hoy celebramos su gloriosa memo-ria en esta Ciudad invicta, que se ha ves-tido de fiesta para acoger al sucesor dePedro. Doy gracias a Dios por habermetraído hasta vosotros, y encontraros entorno al altar. Os saludo cordialmente,hermanos y amigos de la ciudad y dió-cesis de Porto, así como a los que habéisvenido de la Provincia Eclesiástica delnorte de Portugal y también de la veci-na España, y a cuantos se encuentranen comunión física o espiritual con nues-tra asamblea litúrgica. Saludo al obispode Porto, monseñor Manuel Clemente,que deseaba con mucha solicitud mi Vi-sita, y me ha recibido con gran afecto,

haciéndose intérprete de vuestros sen-timientos al comienzo de esta Eucaristía.Saludo a sus predecesores y a los demáshermanos en el episcopado, a los sacer-dotes, los consagrados y las consagra-das, y a los fieles laicos, especialmente atodos aquellos que están comprometi-dos activamente en la Misión diocesa-na y, más en concreto, en la preparaciónde mi Visita. Sé que han podido contarcon la colaboración efectiva del alcaldede Porto y de otras autoridades públicas,muchas de las cuales me honran hoycon su presencia; aprovecho este mo-mento para saludarlos y asegurarles, aellos y a cuantos representan y sirven,los mejores éxitos para el bien de todos.

«Hace falta, por tanto, que uno seasocie a nosotros como testigo de la re-surrección de Jesús», decía Pedro. Y susucesor actual repite a cada uno de vo-sotros: Hermanos y hermanas míos, ha-ce falta que os asociéis a mí como testi-gos de la resurrección de Jesús. En efec-to, si vosotros no sois sus testigos envuestros ambientes, ¿quién lo hará porvosotros? El cristiano es, en la Iglesia ycon la Iglesia, un misionero de Cristoenviado al mundo. Ésta es la misiónapremiante de toda comunidad eclesial:recibir de Dios a Cristo resucitado y ofre-cerlo al mundo, para que todas las si-tuaciones de desfallecimiento y muer-te se transformen, por el Espíritu, enocasiones de crecimiento y vida. Paraeso debemos escuchar más atentamen-te la palabra de Cristo y saborear asi-duamente el Pan de su presencia en lascelebraciones eucarísticas. Esto nos con-vertirá en testigos y, aún más, en porta-dores de Jesús resucitado en el mundo,haciéndolo presente en los diversos ám-bitos de la sociedad y a cuantos viveny trabajan en ellos, difundiendo esa vi-da abundante (cf. Jn 10, 10) que ha gana-do con su cruz y resurrección y que sa-cia las más legítimas aspiraciones delcorazón humano.

Sin imponer nada, proponiendosiempre, como Pedro nos recomiendaen una de sus Cartas: «Glorificad envuestros corazones a Cristo Señor y es-tad siempre prontos para dar razón devuestra esperanza a todo el que os lapidiere» (1P 3, 15). Y todos, al final, nosla piden, incluso los que parece que nolo hacen. Por experiencia personal ycomún, sabemos bien que es a Jesús aquien todos esperan. De hecho, los an-helos más profundos del mundo y lasgrandes certezas del Evangelio se unenen la inexcusable misión que nos com-pete, puesto que, «sin Dios, el hombreno sabe a dónde ir, ni tampoco lograentender quién es. Ante los grandesproblemas del desarrollo de los pue-blos, que nos impulsan casi al desaso-siego y al abatimiento, viene en nues-tro auxilio la palabra de Jesucristo, quenos hace saber: Sin mí no podéis hacernada (Jn 15, 5). Y nos anima: Yo estoycon vosotros todos los días, hasta el finaldel mundo (Mt 28, 20)» (encíclica Caritasin veritate, 78).

Aunque esta certeza nos conforte ynos dé paz, no nos exime de salir al en-cuentro de los demás. Debemos vencerla tentación de limitarnos a lo que ya te-nemos, o creemos tener, como propio yseguro: sería una muerte anunciada, porlo que se refiere a la presencia de la Igle-sia en el mundo, que, por otra parte, nopuede dejar de ser misionera por el di-namismo difusivo del Espíritu. Desdesus orígenes, el pueblo cristiano ha per-cibido claramente la importancia de co-municar la Buena Noticia de Jesús acuantos todavía no lo conocen. En estosúltimos años, ha cambiado el panoramaantropológico, cultural, social y religio-so de la Humanidad; hoy, la Iglesia estállamada a afrontar nuevos retos y estápreparada para dialogar con culturas yreligiones diversas, intentando construir,con todos los hombres de buena volun-tad, la convivencia pacífica de los pue-blos. El campo de la misión ad gentes sepresenta hoy notablemente dilatado yno definible solamente en base a consi-deraciones geográficas; efectivamente,nos esperan no solamente los pueblosno cristianos y las tierras lejanas, sinotambién los ámbitos socio-culturales y,sobre todo, los corazones que son losverdaderos destinatarios de la acción mi-sionera del pueblo de Dios.

Se trata de un mandamiento, cuyofiel cumplimiento «debe caminar, pormoción del Espíritu Santo, por el mis-mo camino que Cristo siguió, es decir,por el camino de la pobreza, de la obe-diencia, del servicio, y de la inmolaciónde sí mismo hasta la muerte, de la quesalió victorioso por su resurrección»(Decreto Ad gentes, 5). Sí, estamos lla-mados a servir a la Humanidad de nues-tro tiempo, confiando únicamente en Je-sús, dejándonos iluminar por su pala-bra: «No sois vosotros los que me ha-béis elegido, soy yo quien os he elegido,y os he destinado para que vayáis y deisfruto, y vuestro fruto dure» (Jn 15, 16).¡Cuánto tiempo perdido, cuánto trabajopostergado, por inadvertencia en estepunto! En cuanto al origen y la eficaciade la misión, todo se define a partir deCristo: la misión la recibimos siemprede Cristo, que nos ha dado a conocer loque ha oído a su Padre, y el Espíritu San-to nos capacita en la Iglesia para ella.Como la misma Iglesia, que es obra deCristo y de su Espíritu, se trata de reno-var la faz de la tierra partiendo de Dios,siempre y sólo de Dios.

Queridos hermanos y amigos de Por-to, levantad los ojos a aquella que habéiselegido como Patrona de la ciudad, laInmaculada Concepción. El ángel de laAnunciación saludó a María como llenade gracia, significando con esta expresiónque su corazón y su vida estaban total-mente abiertos a Dios y, por eso, com-pletamente desbordados por su gracia.Que ella os ayude a hacer de vosotrosmismos un Sí libre y pleno a la gracia deDios, para que podáis ser renovados yrenovar la Humanidad a través de la luzy la alegría del Espíritu Santo.

Os confío a Ella

Saludo a los fieles reunidos en la Avenida dos Aliados

Queridos hermanos y amigos: Me siento feliz de en-contrarme entre vosotros, y os agradezco el reci-

bimiento festivo y cordial que me habéis dispensan-do en Porto, la Ciudad de la Virgen. Confío a su protec-ción materna vuestras vidas y vuestras familias, vues-tras comunidades e instituciones al servicio del biencomún, en particular, las universidades de esta ciudadcuyos estudiantes se han reunido aquí conmigo y mehan manifestado su gratitud y su adhesión al magis-terio del sucesor de Pedro. Gracias por vuestra pre-sencia y por el testimonio de vuestra fe. De nuevo, mu-chas gracias a todos los que han colaborado, de una uotra manera, en la preparación y realización de mi Vi-sita, para la que os habéis preparado, sobre todo, con laoración. Me hubiera gustado aceptar la invitación aprolongar mi permanencia en vuestra ciudad, pero nome es posible. Permitidme, por tanto, que me marcheabrazando a todos afectuosamente en Cristo, nuestraEsperanza, a la vez que os imparto la bendición en elnombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

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Benedicto XVI, en Portugal✦ Viaje apostólico en el 10º aniversario de la beatificación de Jacinta y Francisco, pastorcillos de Fátima ✦

Señor Presidente de la República,Ilustrísimas autoridades, queridoshermanos en el episcopado, queri-

dos amigos: Llegado el final de mi Vi-sita, vuelvo a sentir en mi espíritu la in-tensidad de tantos momentos vividosen esta peregrinación a Portugal. Con-servo en el alma la cordialidad de vues-tra acogida afectuosa, el calor y la es-pontaneidad que han consolidado losvínculos de comunión en los encuen-tros con los grupos, el esfuerzo que hasupuesto la preparación y realizacióndel programa pastoral previsto.

En este momento de despedida, ex-preso a todos mi más sincera gratitud: alseñor Presidente de la República, quedesde que he llegado me ha honradocon su presencia, a mis hermanos obis-pos con los que he renovado la profun-da unión en el servicio al reino de Cris-to, al Gobierno y a todas las autorida-des civiles y militares, que se han pro-digado durante todo el Viaje conmanifiesta dedicación. Os deseo todaclase de bienes. Los medios de comuni-cación social me han permitido acer-carme a muchas personas, a las que nome era posible ver de cerca. También aellos les estoy muy agradecido.

En el momento de despedirme devosotros, saludo a todos los portugue-ses, católicos o no, a los hombres y mu-jeres que viven aquí, aunque no hayannacido aquí. Que no deje de crecer entrevosotros la concordia, que es esencialpara una sólida cohesión, y camino obli-gado para afrontar con responsabilidadcomún los desafíos que tenéis por de-lante. Que esta gloriosa nación siga ma-nifestando su grandeza de alma, su pro-fundo sentido de Dios, su apertura so-lidaria, guiada por principios y valoresimpregnados por el humanismo cris-tiano. En Fátima, he rezado por el mun-do entero, pidiendo que el porvenir nosdepare una mayor fraternidad y soli-daridad, un mayor respeto recíproco yuna renovada confianza y familiaridadcon Dios, nuestro Padre que está en loscielos.

Con gozo he sido testigo de la fe ydevoción de la comunidad eclesial por-tuguesa. He podido ver el entusiasmode los niños y los jóvenes, la fiel adhe-sión de los presbíteros, diáconos y reli-giosos, la dedicación pastoral de losobispos, el deseo expreso de buscar laverdad y la belleza en el mundo de lacultura, la creatividad de los trabajado-res de la pastoral social, la fe vibrantede los fieles en las diócesis que he visi-

tado. Deseo que mi Visita sea un incen-tivo para un renovado ardor espiritual yapostólico. Que el Evangelio sea acogi-do en su integridad y testimoniado conpasión por cada discípulo de Cristo, pa-ra que sea fermento de auténtica reno-vación de toda la sociedad.

Por la intercesión de Nuestra Señora deFátima, a la que invocáis con tanta con-fianza y firme amor, imploro de Dios quemi Bendición Apostólica, portadora de es-peranza, paz y ánimo, descienda sobrePortugal y sobre todos sus hijos e hijas. Si-gamos caminando en la esperanza. Adiós.

En Fátima, he rezadopor el mundo entero

Ceremonia de despedida. Aeropuerto Internacional de Oporto. Viernes 14 de mayo de 2010

Benedicto XVIse despide

de Portugal

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