2 EL DON DE PROFECIA EN EL NUEVO TESTAMENTO

Yván Balabarca Cárdenas BRSP, MSP.

Pasado el siglo I, entre los seguidores de los apóstoles también se manifestó el don de profecía. Ya se mencionaba a Cuadrato y a Amnias como profetas.

Pero el diablo tampoco se quedó tranquilo y siempre suscitó la aparición de falsos profetas para confundir a la

iglesia


Montano, fundador del montanismo, argumentó y declaró poseer el don de

profecía solo para él y dos de sus seguidoras: Maximilia y Priscila. Este

hombre que entraba en trance con una serie de convulsiones desprestigió el don

de profecía, levantando opositores contra este don, tan mal representado

por este impostor.


Esta herejía, conocida como montanismo o nueva profecía nació en torno al 170 d.C. cuando Montano una

vez bautizado comenzó a proclamar que era un profeta del Señor. Enseñaba a no huir del martirio, ayunos estrictos y a

abstenerse del matrimonio


Grasso cita a Epifanio quien en el siglo IV expresó: “tenemos el deber de recibir lo carismas, puesto que los recibe la santa iglesia de Dios. En ella hay verdaderos carismas, autentificados por el Espíritu

Santo… pero la tesis misma que defienden los convence de que no pueden alcanzar el

objetivo que su afán se promete. En efecto, si hay que recibir los carismas en la Iglesia,

¿Cómo se explica que, después de Montano, Prisca y Maximilia, no haya más protesta?...”


Poco a poco el don de profecía se hizo menos evidente en la iglesia cristiana durante los

siglos correspondientes a la edad media y el renacimiento. A esto hay que añadirse la

aparición de los sacerdotes como mediadores entre el pueblo y Dios junto con la

institucionalización de los santos canonizados hicieron que la voz profética se hiciera innecesaria para la iglesia tradicional.


Es probable que por estas razones, la iglesia institucionalizada romana haya

rechazado los dones espirituales y proseguido a sus recipientes.


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