1.the iron king

1 THE IRON KING – JULIE KAGAWA FORO ALISHEA’S DREAMS


J U L I E K A G A W A


SSiinnooppssiiss

eghan Chase nunca ha encajado en su colegio de pueblo pequeño, y ahora, en vísperas de su 16 cumpleaños, descubre porque. Cuando su medio

hermanos es secuestrado, Meghan es arrastrada a un mundo fantástico que ella nunca imagino – el mundo de las hadas, donde todo lo que ves intentara comerte, y Meghan es la hija del rey de las hadas de verano.

Ahora ella viaja a las profundidades del mundo de las hadas para hacer frente a un enemigo desconocido… y pedirle ayuda al príncipe de invierno que podría matarla tan pronto como ella toco su corazón de hielo.

M


PPRREEFFAACCIIOO Traducido por Isabella

¡Déjame!” grite, consiguiendo liberar mi brazo y tratando de clavarle las uñas en los ojos del príncipe. “¡Mi hermano está ahí fuera! ¡Tengo que salvarlo!”

“Ni siquiera sabes donde está,” Ash cogió mi muñeca y la puso sobre su pecho. Sus ojos plateados clavados en mí mientras me sacudía otra vez. “¡Escúchame! Si tú vas por ahí sin un plan, nos puedes matar a todos y tu hermano morirá. ¿Es eso lo que quieres?”

“No,” dije en voz baja, con toda la furia extinguida. Con un suspiro tembloroso, me enderece y me seque los ojos. “Lo siento,” dije, avergonzada. “Ya estoy bien. No más enloquecer, lo prometo.”

Ash todavía me tenía cogido de la mano. Trate suavemente de que me soltara, pero él no me dejaba ir. Levante la vista y me encontré su cara a pulgadas de la mía. Mi corazón trastabillo un poco, luego se recuperó, más fuerte y más rápido que antes. La expresión del príncipe estaba en blanco, su rostro no mostraba nada, ni sus ojos tampoco, pero su cuerpo se había quedado muy quieto.

Me humedecí los labios y susurre.

“¿Es aquí cuando vas a matarme?”

Una de las esquinas de su boca se levantó. “Si quieres,” el murmuro, mientras una chispa de diversión cruzaba su cara. “Aunque esto se ha vuelto demasiado interesante para eso.”

“


CCaappiittuulloo 11 EL FANTASMA EN EL COMPUTADOR

Traducido por Narumyta19

ace diez años, en mi sexto cumpleaños, mi padre desapareció.

No, el no se fue. Irse implicaría maletas y armarios vacios, y

tardías tarjetas de cumpleaños con billetes de 10 dólares metidos

dentro. Irse implicaría que era infeliz con mi mama y yo, o que encontró amor

en otra parte. Nada de eso es cierto. El tampoco murió, porque hubiéramos

oído sobre eso. No hubo accidente automovilístico, sin cuerpo, sin policías

atendiendo una escena de un brutal asesinato. Todo paso tranquilamente. En

mi sexto cumpleaños, mi padre me llevo al parque, uno de mis lugares

favoritos en esos tiempos. Era un solitario parquecito en medio de la nada,

con una pista para correr y un nebuloso estanque verde rodeado por pinos.

Nosotros estábamos en el borde de la fuente, alimentando a los patos, cuando

escuche el sonido de un carrito de helados en el estacionamiento de la

colina. Cuando le rogué que me comprara un Creamsicle, se rió, dándome

unos cuantos billetes y mandándome detrás del camión.

Esa fue la última vez que lo vi.

Después, cuando la policía registró el área, descubrieron sus zapatos en el

borde del agua, pero nada más. Enviaron buceadores al estanque, pero éste

apenas era de diez metros de profundidad, y no encontraron nada a parte de

barro y ramas en el fondo. Mi padre había desaparecido sin dejar rastro.

Por meses después de eso, tuve la misma pesadilla sobre estar parada en

la cima de esa colina, mirando abajo y viendo a mi padre caminar hacia el

H


estanque. Mientras el agua se cerraba sobre su cabeza, podía escuchar al

camión de los helados en el fondo, una lenta y misteriosa canción con

palabras que casi podía entender. Cada vez que intentaba escuchar terminaba

despertándome.

No mucho tiempo después de la desaparición de mi padre, mama nos

mudó lejos, hacia una pequeña cuidad pueblerina en medio de los pantanos

de Lousiana. Mi madre decía que quería “comenzar de nuevo,” pero yo

siempre supe, muy en el fondo, que ella huía de algo.

Pasarían años antes de que llegara a descubrir que era.

MI NOMBRE ES MEGHAN CHASE.

En menos de 24 horas, tendré dieciséis años. Los Dulces Dieciséis. Tiene

un anillo mágico. Los dieciséis se supone es la edad en el que las chicas se

convierten en princesas, y los poemas son escritos sobre esta maravillosa

época, cuando una chica encuentra al verdadero amor y todas las estrellas

brillan para ella y su hermoso príncipe la lleva hasta el ocaso.

No pensé que ese fuera una opción para mí.

La mañana de mi cumpleaños, me levante, me duche, y rebusque en mi

guardarropa algo que ponerme. Normalmente, tomaría cualquier camiseta

limpia que este en el suelo, pero hoy era especial. Hoy seria el día en el que

Scott Waldron finalmente me notaria. Quería verme perfecta. Claro, mi

guardarropa es muy lamentable en el departamento de ropa popular. Mientras

otras chicas pasan horas enfrente de su guardarropa llorando -¿Qué debería

usar?- mis prendas básicamente constaban de tres cosas: ropas de buena

voluntad, prendas usadas y overoles.

Desearía que no fuéramos tan pobres. Sé que una granja de cerdos no es

el trabajo mas glamoroso, pero tu pensarías que Mama aunque sea se puede

permitir comprarme una par de buenos jeans. Miré mi escaso guardarropa con

disgusto. Oh, bueno, supongo que Scott se contentara con mi gracia y encanto

natural, si no hago una idiota de mi misma en frente de el.


Finalmente me deslizo dentro de unos pantalones de carga, una camiseta

verde neutral, y mis únicos pares de desgastadas zapatillas, antes de pasarme

un cepillo sobre mi pelo rubio claro. Mi pelo es liso y muy fino, y estaba

haciendo esta estúpida cosa flotante de nuevo, cuando parecía como si mi

dedo se hubiera atascado en un enchufe eléctrico. Me hice una cola de

caballo, baje las escaleras, Luke mi padrastro, estaba sentado en la mesa

bebiendo café y ojeando un pequeño periódico del pueblo, que tiene mas

chismes de nuestra escuela que noticias reales.

“Ternero de cinco patas nació en la granja Patterson,” decía la primera

plana; ya puedes hacerte una idea.

Ethan, mi medio hermano de cuatro años, estaba sentado en el regazo de

su padre, comiendo Pop-Tart y llenado de migajas el overol de Luke. El

apretaba a Floppy, su conejo de peluche, en un brazo y ocasionalmente

trataba de alimentarlo con su desayuno, la cara del conejo estaba llena de

migajas y pedazos de frutas.

Ethan es un buen chico, tiene el cabello rizado, color marrón de su padre,

pero como yo, heredó los ojos azules de mama. El es el tipo de niño por el

que las señoras mayores se detienen a mirarlo, y completos extraños lo

saludan desde la otra vereda. Mama y Luke adoran a su bebe, pero eso no es

igual a malcriarlo, gracias a Dios.

-¿Donde esta mama?- pregunte a la cocina entera. Abriendo los gabinetes,

registre las cajas de cereales por el único que me gustaba, preguntándome si

mama se acordó de comprarlos.

Claro ella no tenia nada salvo cuadrados de fibra y repugnantes cereales

de malvaviscos para Ethan. ¿Es tan difícil de recordar comprar Cheerios?

Luke me ignoro y sorbió su café. Ethan masticó sus Pop-Tart y estornudó

en el brazo de su padre. Cerré los gabinetes con un satisfactorio ruido.


-¿Dónde esta mama?- pregunte, pero mas fuerte esta vez. Luke irguió su

cabeza y finalmente me miro. Sus perezosos ojos marrones, iguales a los de

una vaca, registraron sorpresa.

-Oh, hola, Meg- dijo calmadamente. -No te escuche entrar. ¿Que decías?-

Suspire y repetí mi pregunta por tercera vez.

-Ella tenía que encontrarse con alguien en la iglesia- murmuró Luke,

volviéndose a su periódico. -Ella no regresara hasta dentro de unas horas, así

que tendrás que tomar el bus-

Yo siempre tomo el bus. Yo solo quería recordarle que se suponía ella

tenia que llevarme a obtener mi permiso de aprendizaje este fin de semana.

Con Luke, era imposible. Yo podría decirle algo catorce veces diferente, y el

lo olvidaría en el momento en el que abandonara la habitación. Eso no

significaba que Luke era malo o malintencionado, o hasta estúpido. El adoraba

a Ethan, y Mama parecía ser verdaderamente feliz con ellos. Pero, siempre

que yo hablaba con mi padrastro, me miraba con genuina sorpresa, como si

olvidara que también vivía allí.

Cogí un panecillo de la cima de la refrigeradora y lo mordí hoscamente,

manteniendo un ojo en el reloj. Beau, nuestro pastor alemán, entro y puso su

gran cabeza sobre mi rodilla. Le rasque detrás de las orejas y el gimió. Al

menos el perro me apreciaba.

Luke se paró, posicionando gentilmente a Ethan de regreso a su silla,

-Está bien, gran chico,- él dijo, besando la parte superior de la cabeza de

Ethan. -Papa tiene que arreglar el lavabo del baño, así que te sientas aquí y

te portas bien. Cuando termine, iremos a alimentar a los cerdos, ¿está bien?-

-Esta ben- Ethan gorjeo, balanceando sus regordetas piernas. -Floppy

quiere ver si la Señora Daysi ya tuvo sus bebitos.-

La sonrisa de Luke era tan asquerosamente orgullosa, sentí nauseas.


-Oye Luke,- dije cuando el se volteaba para irse, -apuesto a que no

puedes adivinar que es mañana.-

-¿Mmm?- ni siquiera se dio la vuelta. -No lo se, Meg. Si tienes planes para

mañana, habla con tu madre. El chasqueo sus dedos, y Beau inmediatamente

me dejo para seguirlo. Sus pasos se apagaron en las escaleras, y estaba sola

con mi medio hermano.

Ethan pateo sus pies, recordándome de esa solemne forma que estaba

aquí. -Yo se,- el anuncio suavemente, poniendo su Pop-Tart en la mesa. -

Mañana es tu cumpleaños, ¿No es cierto? Floppy me lo dijo y yo recordé.-

-Sehh,- Murmure, girando y lanzando el panecillo en el bote de basura.

Golpeo la pared y se dejo caer en el interior, dejando una mancha de grasa en

la pared. Sonreí y decidí dejarlo así.

-Floppy me dijo que te diga Feliz Cumpleaños adelantado.-

-Dile gracias a Floppy.- revolví el cabello de Ethan mientras salía de la

cocina, mi humor completamente avinagrado. Lo sabía. Mama y Luke se

olvidarían completamente de mi cumpleaños mañana. No tendría una tarjeta,

o un pastel, o incluso un “Feliz cumpleaños” de nadie. Excepto del estúpido

conejo de peluche de mi hermano pequeño. ¿Cuan patético era eso?

De vuelta en mi cuarto, cogí mis libros, tarea, ropa de gimnasia, y el iPod

por el cual ahorre un año, a pesar del desdén de Luke por esos “artilugios sin

uso, adormecedores-de-cerebro.” En la moda pueblerina real, a mi padrastro

le desagradaba y desconfiaba de cualquier objeto que podría hacerte la vida

más fácil. ¿Celulares? De ninguna manera, nosotros teníamos una perfecta

línea telefónica por tierra. ¿Video juegos? Ellos eran los juguetes del diablo,

convirtiendo niños en delincuentes y asesinos en serie. Le rogué a mi mama

una y otra vez que me comprara una laptop para la escuela, pero Luke insistía

que si su vieja y torpe PC es suficientemente buena para el, es

suficientemente buena para la familia. No importa que el acceso por red


telefónica dure toda una vida, ¿Quien usa acceso por red telefónica de todos

modos?

Revise mi reloj y maldije. El bus vendría pronto, y tengo que caminar unos

buenos diez minutos hacia la carretera principal. Viendo afuera de la ventana,

vi que el cielo estaba gris y pesado por la lluvia, así que agarre una chaqueta,

también. Y, no por primera vez, desee que ojala viviéramos mas cerca de la

cuidad.

Juré, cuando tuviera licencia y un coche, nunca regresaría a este lugar.

-¿Maggie?- Ethan se sostenía en el marco de la puerta, apretando el

conejo debajo de su barbilla. Sus ojos azules contemplándome sombríamente.

-¿Puedo ir contigo hoy?-

-¿Qué?- encogiéndome de hombros dentro de mi chaqueta, mire

alrededor por mi mochila.

-No, Ethan. Me estoy yendo a la escuela ahora. Escuela para mayores, no

están permitidas las ratas de alfombra.-

Me voltee, solo para sentir que pequeños brazos se cerraban en mi pierna.

Poniendo mis manos contra la pared para evitar caerme, mire abajo a mi

medio hermano. Ethan se aferró a mi tenazmente, con el rostro levantado, su

mandíbula apretaba. -¿Por favor?- me rogo. -Voy a ser bueno, lo prometo.

¿Llévame contigo? Solo por hoy.-

Con un suspiro, me agache y lo recogí.

-¿Qué pasa, squirt? Pregunte, cepillando su cabello y llevándolo fuera de

sus ojos. Mama tenia que cortarlo pronto; empezaba a verse como un nido de

aves. -Estas terriblemente pegajoso esta mañana. ¿Qué esta pasando?-

-Miedo,- Ethan murmuro, escondiendo su rostro en mi cuello.

-¿Estas asustado?

El agito su cabeza. -Floppy esta asustado.-


-¿Qué le da miedo a Floppy?-

-El hombre en el armario.-

Sentí un pequeño escalofrió deslizarse por mi espalda, Ethan a veces era

tan silencioso y serio, era difícil recordar que solo tenia cuatro. Todavía tenía

miedos infantiles como los monstros bajo su cama o cocos en su armario. En el

mundo de Ethan, sus peluches le hablaban, un hombre invisible lo saludaba

desde arbustos, y aterradoras criaturas golpeaban su ventanas con largas

uñas. El raramente iba a mama o Luke con sus historias de monstros y cocos;

desde que el era lo suficientemente mayor para caminar, acudía a mí.

Suspire, sabiendo que el querría que subiera y revisara, para asegurarle

que nada merodeaba en su armario o debajo su cama. Yo guardaba una

linterna en su armario por esa razón. Fuera, los relámpagos parpadeaban, y

los truenos retumbaban en la distancia. Hice una mueca. Mi caminata hasta la

parada de no bus no iba a ser agradable.

Diablos, no tengo tiempo para esto.

Ethan me jalo y me miro, sus ojos suplicando. Suspiré nuevamente. -

Bien,- yo murmure, bajándolo. -Vayamos a revisar a los monstros.-

Me siguió en silencio por las escaleras, viendo ansiosamente mientras yo

agarraba la linterna y me arrodillaba, alumbrando debajo la cama. -No hay

monstros ahí,- anuncie parándome. Camine hacia el armario y avente las

puertas mientras Ethan miraba detrás de mis piernas. -Aquí tampoco hay

monstros. ¿Piensas que estarás bien ahora?-

El asintió y me regalo una débil sonrisa. Empecé a cerrar la puerta cuando

note un sombrero extraño en la esquina. Tenia forma de huevo en la parte de

arriba, con una borde circular y una banda roja en la base: ¿un sombrero de

hongo?

Raro. ¿Por qué eso estaría aquí?


Cuando me enderece y empecé a dar la vuelta, algo se movió en la

esquina de mi ojo. Atrape un vistazo de una figura escondida en la puerta del

cuarto de Ethan, sus pálidos ojos viéndome desde la abertura de la puerta.

Moví mi cabeza rápidamente, pero claro no había nada allí.

Jeez. Ahora Ethan me tenia viendo monstros imaginarios. Necesitaba

dejar de mirar eso filmes de terror tarde en la noche.

Un ensordecedor boom sobre mi cabeza me hizo saltar, y gruesas gotas

golpearon la ventana. Corrí pasando a Ethan, rompí a correr fuera la casa

hacia el camino.

ESTABA EMPAPADA CUANDO LLEGUE A la parada de autobuses. La lluvia

tardía de primavera no estaba helada, pero estaba lo suficiente fría para

hacerme sentir incomoda. Cruce mis brazos y me acurruque debajo de un

húmedo ciprés, esperando la llegada del autobús.

Preguntándome donde estaba Robbie? Reflexione, mirando fijamente la

carretera, él usualmente esta aquí ahora. Tal vez el no quería mojarse y se

quedo en casa. Aspire y rodé los ojos. ¿Saltándose las clases de nuevo, huh?

Vago. Desearía poder yo hacer eso.

Si solo tuviera coche. Sabía que a los chicos sus padres les daban coches

para sus dieciséis cumpleaños. Yo, yo tendría suerte si es que tengo tarta. La

mayoría de mis compañeros tenían licencia y podían manejar ellos mismos a

club y fiestas y donde quiera que quisieran. Siempre fui dejada atrás, la

retrasada pueblerina que nadie quería invitar.

Salvo Robbie, corrigiéndome con un pequeño encogimiento de hombros

mental. Al menos Robbie recordaría. Adivinando que loca cosa el esta

planeando para mi cumpleaños? Yo podía casi garantizar que seria algo

extraño y loco. El año pasado, el me saco a escondidas fuera de la casa para

un picnic a medianoche en el bosque. Fue raro; recuerdo el pequeño estanque

con las luciérnagas volando a la deriva, pero aunque explore los bosques

detrás de mi casa incontables veces nunca las volví a encontrar.


Algo susurró en los arbustos detrás de mí. Un animal o venado, o incluso

un zorro, buscando refugio por la lluvia. La vida salvaje era estúpidamente

atrevida, y tenían poco miedo de los humanos. Si no fuera por Beau, el jardín

de vegetales de mama seria una cafetería de conejos y ciervos, y la familia

local de mapaches los ayudarían en nuestros armarios.

Una rama golpeó los arboles, cerca esta vez. Me puse nerviosa,

determinada a no voltearme por alguna ardilla o mapache estúpido. Yo no soy

como “pechos inflados” Angie. La Señorita Animadora Perfecta que saltaría

hacia atrás si viera una jerbo enjaulado o una mota de polvo en sus

pantalones vaqueros Hollister. He recogido heno y matado ratas y cerdos,

cubierta por barro hasta las rodillas.

Los animales salvajes no me asustan.

Aun así, mire fijamente la carretera, esperando ver al autobús doblar la

esquina. Tal vez fue la lluvia y mi propia imaginación enferma, pero los

bosque se veían como en el set de El Proyecto de la Bruja de Blair.

No hay lobos ni asesinos en serie ahí afuera, me dije a mi misma. Deja de

ser tan paranoica.

El bosque de repente estuvo muy quieto. Me levante contra el árbol y me

estremecí, tratando de ver al autobús aparecer. Un escalofrió escalo por mi

espalda. No esta sola. Con cautela, estire mi cuello, mirando atreves de las

hojas. Un enorme pájaro negro posado en una rama, las plumas como púas

contra la lluvia, sentándose tan inmóvil como una estatua. Cuando lo miraba,

voltio su cabeza y encontró mi mirada, con ojos tan verdes como los vidrios

coloreados.

Y luego algo me alcanzo a través del árbol y me agarro.

Grite y salte lejos, mi corazón martilleando en mis ojos. Di media vuelta

rápidamente, me tense para correr, mi mente llena con violadores y asesinos

y vi en mi mente La Masacre en Texas.


Una risotada exploto detrás de mí.

Robbie Goodfell, mi más cercano vecino –es decir que vive cerca de dos

millas más lejos- salió del tronco del árbol, jadeando con alegría. Desgarbado

y alto, en unos desgastados jeans y una vieja camiseta, el se calmo para ver

mi pálida cara, antes que riera de nuevo. Su puntiagudo cabello rojo pegado a

su frente y su ropa se aferraba a su piel, resaltando su delgado y huesudo

cuerpo, como si sus miembros no se ajustaran del todo bien. Cubierto con

ramitas, hojas y lodo parecía no molestarle. Algunas cosas si.

-¡Demonios Robbie!- yo hacia estragos, pisando fuerte y dándole una

patada. El la eludió y se tambaleó por el camino, la cara roja de la risa. -Eso

no fue gracioso, idiota. Casi me da un ataque al corazón-

-Lo-lo siento princesa,- murmuro Robbie, agarrándose el corazón mientras

tomaba una poco de aire. -Era demasiado perfecto- el dio una carcajada final

y se enderezo, sosteniéndose las costillas. -Hombre, eso fue impresionante.

Tú debiste saltar tres metros en el aire. ¿Que, pensaste que era? ¿Cara de

cuero o algo así?

-Claro que no estúpido- me di la vuelta refunfuñando para esconder mi

rostro ardiendo. -¡Y te dije que dejaras de llamarme así! Ya no tengo diez.-

-Cosa segura, princesa-

Rodé mis ojos. -¿Nadie te dijo que tienes el nivel de madurez de un niño

de cuatro años?-

El rio alegre. -Mira quien habla. No soy quien me quedo toda la noche con

las luces prendidas después de mirar La Masacre en Texas. Yo trato de

advertirte- hizo una mueca grotesca y se tambaleo hacia mi con los brazos

extendidos.

-Oooooh, mira es Cara de cuero.-


Le fruncí el seño y le arroje agua. El me arrojo agua también, riendo. Para

cuando el autobús llego unos minutos después, estábamos cubiertos de lodo,

goteando agua, y el conductor nos dijo que nos sentáramos atrás.

-¿Que vas a hacer después de la escuela?- Robbie preguntó apiñándose en

el asiento de atrás.

Alrededor nuestro, los estudiantes hablaban, bromeaban, reían, y

generalmente no nos prestaban atención.

-¿Quieres tomar un café después? O podríamos entrar a escondidas en el

cine y ver una película-

-Hoy no, Rob,- replique, tratando de exprimir agua de mi blusa. Ahora

que todo termino, lamentaba mucho nuestra pequeña batalla en el barro. Yo

estaba luciendo como la Criatura del Lago Negro en frente de Scott. -Tendrás

que escaparte sin mí esta vez, estoy de tutora de alguien, después de clases-

Lo ojos verdes de Robbie se estrecharon. -¿Tutora de alguien?, ¿De

quien?-

Mi estomago se estremeció, y trate de no sonreír. -Scott Waldron.-

-¿Qué?- los labios de Robbie se curvaron en una mueca de disgusto. -¿El

suspensorio? ¿Por que te necesita él para que le enseñes como leer?-

Le fruncí el seño. -Solo porque sea capitán de del equipo de football no

significa que sea un imbécil. ¿O estas celoso?-

-Oh, claro, eso es,- Robbie dijo con sorna. -Siempre quise el coeficiente

intelectual de una roca. No, espera. Eso seria un insulto para la roca.- el

resoplo. -No puedo creer que tú vayas detrás del suspensorio. Puedes hacerlo

mejor princesa.-

-No me llames así.- me voltee para ocultar mi rostro ardiendo. -Y solo son

lecciones de tutoría. No me va a llevar a la promoción. Jeez.-


-Claro.- Robbie sonó poco convencido. -El no lo va a hacer, pero tú

esperas que él lo haga. Admítelo. Estas babeando por el, justo como todas las

animadoras cabezas-huecas en el campus.-

-Y ¿Qué si lo estoy?- solté, volteándome rápidamente. -No es asunto tuyo,

Rob. ¿De que te preocupas de todos modo?-

El se quedo muy quieto, murmurando algo inteligible para mí, por lo bajo.

Le di la espalda y mire por la ventana. No me importaría lo que Rob diga. Esta

tarde, por una gloriosa hora, Scott Waldron, seria para mi sola, y nadie me

distraería de eso.

LA ESCUELA ESTABA COMO EN CAMARA LENTA. LOS PROFESORES todos

hablaban sandeces, y los relojes parecían retroceder. Pase la tarde en un

estado de aturdimiento. Finalmente, finalmente, el ultimo timbre sonó,

liberándome de la tortura eterna de los problemas X es igual a Y.

Hoy es el día, me dije a mi misma a medida que maniobraba en los

pasillos atiborrados de personas, manteniéndome en el borde de la abundante

muchedumbre. Zapatillas mojadas rechinaba sobre las baldosas, y un miasma

de sudor y olores corporales llenaban el aire. Nerviosismo se movía dentro de

mí. Tú puedes hacer esto. No lo pienses mucho. Solo ve y acaba con esto.

Esquivando a los estudiantes, me abrí camino por el pasillo y entre en la

Sala de ordenadores.

Ahí estaba, sentado en un de los escritorios con ambos pies sobre otra

silla. Scott Waldron, capitán del equipo de Football. Hermoso Scott. Rey-de-

la-escuela Scott.

El usaba la chaqueta blanca y roja del equipo que ocultaba su amplio

pecho, y su grueso pelo negro cepillado hasta la punta de su cuello.

Mi corazón palpitó. Una hora entera con Scott Waldron, con nadie

metiéndose en el camino.


Normalmente, yo no podría ni siquiera acercarme a Scott, el estaba

siempre rodeado de Angie y su grupo de animadoras o sus amigos. Había otros

estudiantes en la Sala de Computo, pero ellos eran nerds y tipos académicos,

baja previo aviso de Scott Waldron. Los deportistas o animadoras no caerían

muertos aquí si podían evitarlo. Respiré hondo y entré en la habitación.

No me miró cuando pase por su lado. El descansaba en el sillón con los

pies hacia arriba y la cabeza hacia atrás. Lanzando una pelotita invisible a

través de la habitación. Me aclaré la garganta. Nada. Me la aclare de nuevo,

esta vez un poco más alto. Todavía nada.

Reuniendo coraje, me paré enfrente de él y lo saludé. Finalmente sus ojos

marrones me miraron. Por un momento, el lucía sorprendido. Entonces

levantó una ceja en un arco perezoso.

Uh-oh. Di algo. Meg. Algo inteligente.

-Um….- balbuceé. -Hola. Soy Megan. Me siento detrás de ti. En la clase de

informática.-

El todavía me miraba con esa mirada en blanco, y sentí que mis mejillas

se calentaban. -Uh... Yo realmente no veo mucho deporte, pero creo que

eres un mariscal de campo impresionante, no es que yo haya visto muchos,

bueno, en realidad solo a ti. Pero realmente parece que sabes lo que haces.

Voy a todos tus partidos, sabes. Me siento bien atrás, así que probablemente

tú no me ves.- Oh Dios. Cállate Meg. Cállate ahora. Clavé mi boca para dejar

de balbucear, esperando cavar un agujero y morir. ¿En que estaba pensando?

Es mejor ser invisibles que lucir como una completa idiota, especialmente en

frente de Scott.

Él parpadeó perezosamente, extendió la mano y tiró de sus audífonos. -

Lo siento, nena.- dijo arrastrando las palabras, con esa voz profunda que

tiene. -No pude oírte.- Me echó una mirada y sonrió. -Supuestamente, ¿Tú

eres mi tutor?-


-Um, sí.- Me incorporé y suavicé los pedazos sobrantes de mi dignidad. -

Soy Meghan. El Sr. Sanders me pidió que te ayudara con tu proyecto de

programación.-

El continuaba sonriéndome. -¿No eres tu la chica pueblerina que vive en el

pantano? ¿Sabes aunque sea lo que es un ordenador?-

My rostro ardió en llamas, y mi estomago se contrajo en una pequeña bola

apretada. Okay, no tenía un ordenador en casa. Era por eso que pasaba la

mayoría de mi tiempo libre después de la escuela aquí, en la Sala de

Informática, haciendo tarea o solo conectándome a la red de internet. De

hecho, esperaba entrar en ITT de tecnología. Programación y Diseño Web me

venían fáciles para mí. Sabía como utilizar un computador, maldita sea.

Pero, en la crítica cara de Scott, yo sólo pude tartamudear. -S-sí, Yo sé.

Quiero decir, yo sé mucho.- Él me dio una mirada de duda, y sentí un

pinchazo de dolor en mi orgullo. Tenía que probarle que no era la tonta

retrasada que él pensaba que era. -Ven, te muestro,- ofrecí, y alcancé el

teclado sobre la mesa.

Luego algo raro pasó.

Yo ni siquiera toqué las teclas de la computadora cuando la pantalla

parpadeó. Cuando me detuve, mis dedos sosteniéndose en el aire sobre el

tablero, palabras aparecieron a través de la pantalla azul.

Meghan Chase. Te vemos. Estamos yendo por ti.

Me congelé. Las palabras continuaron apareciendo, esas tres oraciones,

una y otra vez.

Meghan Chase. Te vemos. Estamos yendo por ti. Meghan Chase. Te vemos.

Estamos yendo por ti. Meghan Chase. Te vemos. Estamos yendo por ti… una y

otra vez hasta que llenaron la pantalla.

Scott se recostó en su silla, viéndome a mí, luego a la computadora. -

¿Qué es esto?-


Él preguntó, frunciéndome el seño. -¿Qué demonios estás haciendo,

fenómeno?-

Empujándolo a un lado, sacudí el mouse, presionando Escape, y

presionando Ctrl/Alt/Del para detener la interminable serie de palabras.

Nada funcionó.

De repente, sin advertencia, las palabras se detuvieron, y la pantalla se

puso blanca por un momento. Luego, en letras gigantes, otro mensaje se

mostró a la vista.

SCOTT WALDRON MIRA A HURTADILLAS A LOS CHICOS EN LAS REGADERAS,

ROLF.

Me quedé boquiabierta. El mensaje empezó a expandirse a todas las

demás pantallas, retomando su camino por toda la habitación, conmigo sin

poder detenerlo. Los otro estudiantes en los escritorios se detuvieron,

sorprendidos por un momento, luego empezaron a señalar y reírse.

Podía sentir la mirada penetrante de Scott como cuchillos en mi espalda.

Llena de miedo, me voltee para encontrarlo mirándome, su pecho subiendo y

bajando. Su rostro estaba rojo, probablemente por la rabia o vergüenza, y

apuntado un dedo en mi dirección.

-¿Crees que eso es gracioso, chica del pantano? ¿Lo crees? Solo espera. Yo

te mostrare lo que es gracioso. Tú solo acabas de cavarte tu propia tumba.

Perra.-

Salió tempestuosamente de la habitación con el eco de las risas resonando

atrás de él. Algunos estudiantes me dieron sonrisas, aplausos, y dedos arriba;

uno de ellos inclusive me guiñó. Mis rodillas temblaban. Me senté en la silla y

mire inexpresivamente la pantalla del computador, que de repente se apago,

llevándose el ofensivo mensaje, más el daño ya estaba hecho. Mi estomago se

irritó, y había una sensación punzante detrás de mis ojos.


Enterré mi cara en mis manos. Estoy muerta. Estoy tan muerta. Esto es. El

juego se acabó, Meghan.

¿Me pregunto si Mama me dejara mudarme a un internado en Canadá?

Una débil risita cortó mis tristes pensamientos, levanté mi cabeza.

En cuclillas sobre el monitor, una silueta negra sobre la ventana abierta,

era una pequeña y deforme. Delgado y demacrado, tenía brazos largos,

delgados y deformes y enormes orejas de murciélago.

Estrechos ojos verdes me contemplaban a través de la mesa, reluciendo

con inteligencia. Me sonrió, mostrando una boca llena de dientes puntiagudos

que brillaban con la luz azul de neón, antes de que desaparecieran como una

imagen de la pantalla del computador.

Me senté ahí por un momento, mirando fijamente el lugar donde estuvo la

criatura, mi mente girando una docena de direcciones diferentes. Okey,

grandioso. No solo Scott me odia, estoy empezando a alucinar también.

Meghan Chase, victima de ataques nerviosos el día antes de cumplir dieciséis.

Sólo mándenme al hospital psiquiátrico, por que seguro no sobreviviré otro día

en la escuela.

Arrastrándome arriba, arrastraba los pies, como un zombi por el pasillo.

Robbie me esperaba en los casilleros, una botella de soda en cada mano.

-Hey, princesa,- el me saludo mientras yo caminaba sin ánimos. -Saliste

temprano. ¿Cómo estuvieron esas clases de tutoría?-

-¿No me hables de eso?- Murmuré, golpeando mi frente en mi casillero. -

Y las clases de tutoría estuvieron fabulosas. Por favor mátame ahora.-

-Así de bien, ¿no? - Me lanzo mi soda diet, la cual apenas atrapé, la abrí

con un silbido de espuma. Pude oír la risa en su voz. -bueno, supongo que

podría decirte, te lo dije---

Lo miré con mala cara, retándolo a completar la frase.


La sonrisa se esfumó de su rostro. ---pero.. no lo haré.- presionó sus

labios tratando de no reír. -Por que… eso solo estaría mal.-

-¿Qué estás haciendo aquí de todos modos?- demandé. -Los autobuses se

habrán ido todos ya.

En su lugar tú estas acechando la Sala de Computo, como un espelúznate

acosador?-

Rob tosió fuerte y tomó un largo trago de su cerveza. -Hey, me

preguntaba,- el continuó brillantemente, -¿Que harás para tu cumpleaños

mañana?-

Esconderme en mi cuarto, con los cobertores sobre mi cabeza, pensé,

pero me encogí de hombros y abrí mi casillero oxidado. -No lo sé. Cualquier

cosa. No tengo nada planeado.- agarré mis libros, los metí en mi bolso, y

avente la puerta del casillero. -¿Porqué?-

Robbie me dio esa sonrisa que siempre me ponía nerviosa, una sonrisa que

estiraba todo su rostro así que sus ojos de estrechaban en verdes rendijas. -

Tengo una botella de champagne que tomé del gabinete de vinos,- dijo en voz

baja. Meneando sus pestañas.

-¿Que sobre que vaya a tu casa mañana? Podemos celebrar tu cumpleaños

con estilo.-

Nunca tomé champagne. Una vez probé la cerveza de Luke, y pensé que

vomitaría. Mama a veces traía a casa vino en caja, y no era tan horrible, pero

no era una bebedora de alcohol.

¿Qué demonios? Tú solo cumples dieciséis una vez ¿No? -Claro,- le dije a

Robbie, y le di una encogimiento de hombros resignado. -Suena bien. Tal ves

deberías salir con una explosión.

Ladeo su cabeza hacia mí. -¿Estás bien princesa?-


¿Qué le podría decir? ¿Que el capitán del equipo de football, del cual

estaba enamorada por casi dos años, estaba fuera de tenerme, que veía

monstros en cada esquina, y los computadores de la escuela estaban hackedas

o poseídas? Sí, claro. Yo no tenía fama de ser la gran bromista de la escuela.

Conociendo a Robbie, pensaría que era una broma brillante y me felicitaría. Si

no conociera bien a Robbie, tal ve pensara que me creería.

Sólo le di una cansada sonrisa y asentí. -Estoy bien. Te veo mañana

Robbie.-

-Te veo mañana princesa.-

Mama llego tarde para recogerme de nuevo. Las clases de tutoría

supuestamente sólo durarían una hora, pero llevaba sentada en la banqueta,

con llovizna, por otra media hora, contemplando mi miserable vida y viendo

coches ir y venir del estacionamiento.

Finalmente, su furgoneta azul dobló la esquina y se detuvo frente a mí. El

asiento de frente esta lleno con bolsas del supermercado y periódicos, así que

me deslicé en el asiento trasero.

-Meg, estas chorreando agua,- se lamentó mi madre, mirándome por el

retrovisor. -No te sientes en el tapizado-consigue una toalla o algo. ¿No

trajiste un paraguas?-

Es bueno verte, también, Mamá, pensé, frunciendo el ceño cuando

agarraba un periódico y lo ponía sobre la tapicería del asiento. Sin “¿Cómo

estuvo tu día?” o “Perdona por llegar tarde”

Debería haber abandonado las estúpidas clases de turaría con Scott y

tomado el autobús a casa.

Manejamos en silencio. La personas me solían decir que lucia igual a ella,

esto es, antes que Ethan llegara y se convirtiera en el centro de atención. En

estos días, no sabía donde estaba el parecido. Mama era una de esas damas

que lucían naturales en un traje de tres piezas y tacones; yo, me gustaban


esos anchos cargos y zapatillas. Su cabello colgaba en gruesos rizos dorados;

los míos eran lacios y finos, casi plateados si la luz les daba en el ángulo

preciso. Ella se veía majestuosa, agraciada y regia; yo solo me veía delgada.

Mama podría haberse casado con cualquiera en el mundo-una estrella de

cine, un rico magante de negocios- pero ella escogió a Luke un granjero de

cerdos y una vieja granja. Lo que me recuerda…

-Hey Mamá, no olvides que me tienes que llevar a sacar mi permiso este

fin de semana.-

-Oh, Meg.- Mamá suspiro. -No lo sé. Tengo mucho trabajo ésta semana, y

tu padre quiere que le ayude a arreglar el establo. Tal ves la próxima

semana.-

-Mamá, lo prometiste.-

-Meghan, por favor. Tuve un largo día.- mama suspiró de nuevo y me miro

en el espejo. Tenía los ojos rojos, y el rímel corrido. Me moví incomoda.

¿Había estado llorando mamá?

-¿Qué paso?- pregunté cautelosamente,

Ella vaciló. -Hubo un… accidente en la casa,- empezó, y su voz me hizo

retorcerme interiormente. -Tu padre tuvo que llevar a Ethan al hospital ésta

tarde.- ella se detuvo nuevamente, parpadeando rápidamente, y tomó un

aliento corto. -Beau lo atacó.-

-¿Qué? Mi estallido comenzó. ¿Nuestro pastor alemán? ¿Atacó a Ethan? -

¿Ethan está bien?-

Demandé, sintiendo a mí estomago retorcerse de miedo.

-Sí.- mamá me dio una sonrisa cansada. -Muy alterado, pero nada serio,

gracias a Dios.-

Exhalé un suspiro de alivio. -¿Qué pasó?- pregunté, aun sin poder creer

que nuestro perro haya atacado aun miembro de la familia. Beau adoraba a


Ethan; el se ponía furioso si alguien siquiera gritaba a mi medio hermano. He

visto a Ethan sobre Beau jalándole el pelo, orejas y cola y el perro apenas

respondía con una lamida. He visto a Beau tomar la manga de Ethan y

gentilmente jalarlo para ponerlo en el camino. Nuestro pastor alemán tal ves

era un terror para ardillas y venados, pero nunca mostro los dientes a nadie

de la casa. -¿Porqué Beau se pondría así de loco?-

Mamá sacudió su cabeza. -No lo sé. Luke vio a Beau correr arriba por las

escaleras, luego oyó a Ethan gritar. Cuando llegó a su cuarto, encontró al

perro arrastrando a Ethan por el suelo. Su cara toda rasguñada, y con marcas

de mordidas en su brazo.-

Mi sangre corrió fría. Vi a Ethan siendo atacado, imaginándome su terror

absoluto mientras nuestro antes digno de confianza perro se volvía contra el.

Era tan difícil de creer, como algo sacado de una película de terror. Sabía que

Mama estaba tan sorprendida como yo, ella confiaba en Beau completamente.

Aun así supe que mama estaba conteniéndose, lo podía decir por la forma

en la que presionaba sus labios. Había algo que no me estaba diciendo, y tenía

miedo de saber que era.

-¿Qué pasará con Beau?-

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y mi corazón se hundió. -No podemos

tener a un perro peligro corriendo por ahí, Meg,- dijo, y escuché la plegaria

por entender. -Si Ethan pregunta, dile que Beau esta en otra casa.- respiró

hondo y agarró el volante con fuerza, sin mirarme. -Es por el bien de la

familia; Meghan. No culpes a tu padre. Pero, antes de que Luke llevara a

Ethan a casa, llevó a Beau al estanque.-

El Rey de hierro


CCaappiittuulloo 22 LA LLAMADA DEL DESTINO

Traducido por Annaev

a cena estaba tensa aquella noche. Estaba furiosa con mis padres:

Luke por hacer la escritura, y mamá por permitirle hacerlo. Me

negué a hablar con cualquiera de ellos. Mamá y Luke hablaron

entre sí acerca de cosas inútiles y triviales, y Ethan agarraba a Floppy en

silencio. Era raro no tener a Beau alrededor de la mesa como siempre,

buscando migajas. Yo me excusé temprano y me retiré a mi habitación,

cerrando la puerta detrás de mí.

Me dejé caer de nuevo en mi cama, recordando todas las veces que Beau

se había acurrucado aquí conmigo, una presencia sólida y cálida. Él nunca

pidió nada a nadie, contento sólo por estar cerca, asegurándose de que sus

acusaciones estaban a salvo. Ahora él se había ido, y la casa parecía tan vacía

sin él.

Me hubiera gustado hablar con alguien. Quería llamar a Robbie y

despotricar sobre la total injusticia de todo, pero sus padres, que eran aún

más chapados a la antigua que los míos, no tienen un teléfono, o incluso un

ordenador. Hablé sobre la vida en la Edad Media. Rob y yo hacíamos nuestros

planes en la escuela, o, a veces él sólo se presentaba fuera de mi ventana,

pues su casa de encontraba caminado a dos millas de la mía. Era un dolor

total en el culo, algo que tiene la firme intención de fijar una vez que

conseguí mi propio coche. Mamá y Luke no podía mantenerme en esta burbuja

aislada para siempre. Tal vez mi gran compra siguiente sería teléfonos

celulares para los dos, y ni el tacaño de Luke lo había pensado. Todo esto de

"la tecnología es malo" Lo estaba haciendo muy mayor.

L


Hablaría con Robbie mañana. No podía ser esta noche. Además, el

teléfono sólo se encontraban fijo en la cocina de mi casa, y yo no quería dar

rienda suelta a la estupidez acerca de estar con adulto en la misma

habitación. Eso sería lo último.

Se oyó un golpe tímido en la puerta, y la cabeza de Ethan se asomó.

“Hey, chorro”, me levanté de la cama, quitándome las lágrimas de los

ojos. Una banda, de la banda Band-Aid* cubría su cabeza, y su brazo izquierdo

estaba cubierto por una gasa. “¿Qué sucede?”

*Band Aid fue una unión musical Británica e Irlandesa de caridad en que

participaron artistas y grupos pop. Fue fundada en 1984 por Bob Geldof y

Midge Ure.

"Mamá y papá enviaron a Beau lejos." Su labio inferior temblaba, y tenía

hipo, limpiándose sus ojos en la piel de Floppy. Suspiré y di unas palmaditas

en la cama.

"Tuvieron que hacerlo," le expliqué mientras trepaba y se acurrucaba en

mi regazo como conejo. "Beau no quería morderte de nuevo. Tenían miedo

que te lastimara."

"Beau no me mordió". Ethan me devolvió la mirada con los ojos muy

abiertos, llenos de lágrimas. Vi el miedo en ellos, y un entendimiento de que

iba más allá de sus años. "Beau no me hizo daño", insistió. "Beau estaba

tratando de salvarme del hombre del armario".

¿Monstruos de nuevo? Suspiré, con ganas de cerrarlo, pero dudó una parte

de mí. ¿Qué pasa si Ethan tenía razón? Había estado viendo cosas extrañas,

últimamente. ¿Qué pasa si...? ¿Y si realmente estaba Beau protegiendo a

Ethan de algo horrible y aterrador...?

¡No! Negué con la cabeza. ¡Era ridículo! Estaba por cumplir dieciséis años

en unas pocas horas, y era demasiado viejo para creer en monstruos. Ya era


hora de que Ethan creciera. Él era un chico inteligente, y me estaba cansando

cada vez más por culpar a cocos imaginarios si algo salía mal.

"Ethan". Suspiré de nuevo, tratando de no parecer con mal humor. Si yo

fuera demasiado duro, probablemente gritaría, y yo no quería molestarlo

después de todo lo que había pasado por ahora. Sin embargo, esto había ido

demasiado lejos. "No hay monstruos en tú armario, Ethan. No hay tales cosas

como monstruos, ¿de acuerdo?"

"¡Sí, hay!" Él frunció el ceño y dio patadas con sus pies sobre la cubierta.

"Los he visto. Ellos hablan conmigo. Dicen que el rey quiere verme." Extendió

el brazo, y me mostró el vendaje. "El hombre en el armario me agarró aquí. Él

me estaba tirando debajo de la cama cuando Beau entró y lo asustó."

Está claro que yo no iba a cambiar de opinión. Y yo realmente no quería

una rabieta en mi habitación ahora mismo. "Está bien, está bien," cedí,

envolví mis brazos alrededor de él. "Digamos que otra cosa que no fue Beau te

agarró hoy. ¿Por qué no le dices a mamá y a Luke?"

"Son adultos", dijo Ethan, como si fuera perfectamente claro. "No me van

a creer. Ellos no pueden ver a los monstruos." Suspiró y me miró con la más

viva expresión que jamás había visto en un niño. "Pero Floppy dice que tú

puedes verlos. Si te esfuerzas lo suficiente. Tú puedes ver a través de la

neblina y el glamour, Floppy lo dice."

“¿El qué y quien?”

“¿Ethan?” La voz de mamá flotaban fuera de la puerta, y apareció su

silueta en el marco. "¿Estás aquí?" Al vernos juntos, ella parpadeó y dedicó

una sonrisa vacilante. Me miró de nuevo con dureza.

Mamá me ignoró. "Ethan, dulzura, es momento de ir a la cama. Ha sido un

día largo." Ella le tendió la mano, y Ethan saltó a la plataforma por la

habitación, arrastrando su conejo tras él.


"¿Puedo dormir contigo y papá?" Le oí preguntar, su voz pequeña y

asustada.

“Oh, supongo que sí. Sólo por esta noche, ¿de acuerdo?"

"'Kay." Sus voces se desvanecieron por el pasillo, y yo pateé la puerta

cerrada.

Esa noche, tuve un sueño extraño y al despertar vi a Floppy, el peluche de

conejo de Ethan, a los pies de mi cama. En el sueño, el conejo estaba

hablándome a mí, las palabras eran graves y aterradoras, llenas de peligros.

Quería advertirme, o me quería ayudar. Podría haber prometido algo. A la

mañana siguiente, sin embargo, no podía recordar mucho del sueño en

absoluto.

Me despertó el sonido de la lluvia que tamborileaba en el techo. Mi

cumpleaños parecía destinado a ser frío, feo y húmedo. Por un momento,

había un pesado pensamiento presionado en la parte posterior de mi mente,

aunque yo no sabía por qué me sentía tan deprimida. Entonces todo lo de la

día anterior volvió a mí, y gemí.

Feliz cumpleaños a mí, pensé, pensando en la cama. Pasaré el resto de la

semana en la cama, gracias.

"¿Meghan?" Sonó la voz de mamá fuera de mi puerta, seguido por un golpe

tímido. "Se hace tarde. ¿Estás lista ya?"

Yo no le hice caso y me acurruqué más en las cobijas. El resentimiento a

fuego lento mientras pensaba en el pobre Beau, llevaron fuera de la libra.

Mamá sabía que yo estaba enojada con ella, pero podía usar su culpabilidad

por un tiempo. Yo no estaba dispuesta a perdonar y llevar por el momento.

“Meghan, levántate. Vas a perder el autobús", dijo mamá, metiendo la

cabeza en la habitación. Su tono era cuestión de hecho, y solté un bufido.

Tanto para levantarme.


"Yo no voy a la escuela", murmuré por debajo de las cobijas. "No me

siento bien, creo que tengo la gripe."

"¿Enferma? ¿En tu cumpleaños? Eso es lamentable." Mamá entró en la

habitación y se asomó a través de un hueco en las cobijas. Se acordó.

"Muy triste", continuó mamá, sonriendo y cruzando sus brazos. "Yo iba a

pedir un permiso para que faltaras a la escuela hoy, pero si está enferma..."

Me levante. "¿En serio? Um... bueno, supongo que no me siento tan mal.

Voy a tomar algunas aspirinas o algo así."

"Ya me lo imaginaba." Mamá negó con la cabeza mientras rebotaba mi pie.

"Voy a ayudar a tu padre a reparar el granero en esta tarde, así que no puedo

recogerte. Pero, tan pronto como llegue a casa, vamos a ir a la oficina de

licencias juntas. ¿Eso suena como un buen regalo de cumpleaños?"

Apenas la escuché. Estaba corriendo demasiada ocupada alrededor de la

habitación, agarrando la ropa y juntando mis cosas. Cuanto antes mejor

tendría todo el día.

Estaba metiendo la tarea en mi mochila, cuando la puerta se abrió de

nuevo. Ethan se asomó por la puerta, con las manos detrás de su espalda, una

sonrisa tímida y expectante en su rostro.

Parpadeé y le aparté el pelo. "¿Qué es lo que necesitas, chorro?"

Con una sonrisa, se adelantó y me tendió una hoja de papel doblada.

Brillantes dibujos hechos con crayón decoraban el frente; un sol sonriente en

su rostro se cernía sobre una pequeña casa de humo que salía de la chimenea.

"Feliz cumpleaños, Meghan", dijo, muy satisfecho de sí mismo. "¿Ves que si

lo recordé?"

Sonriendo, le tomé la tarjeta hecha en casa y la abrí. En el interior, un

sencillo dibujo a lápiz de nuestra familia y le devolví la sonrisa: figuras de

palo de mamá, Luke, yo y Ethan tomados de la mano, y una criatura de cuatro


patas que se suponía era Beau. Sentí un nudo en la garganta, y mis ojos se

humedecieron por un momento.

"¿Te gusta?" Ethan preguntó, mirándome con ansiedad.

"Me encanta", le dije, agitándole el pelo. "Gracias. En este caso, ¿por qué

no lo ponemos en la nevera, para que todos puedan ver el gran artista que

eres?"

Él sonrió y se echó a correr, apretando la tarjeta, y sentí mi corazón un

poquito más ligero. Tal vez hoy no sería tan terrible, después de todo.

"Entonces, ¿tú mamá te llevará a obtener tu permiso hoy?" Robbie

preguntó en el autobús mientras entraba en el estacionamiento de la escuela.

"Eso está bien. Tú podrás finalmente llevarnos el centro y a las películas. No

vamos a tener que depender del autobús o pasar otra noche viendo cintas VHS

en tu pantalla de doce pulgadas."

"Es sólo un permiso, Rob." Recogí mi mochila mientras el autobús se

paraba. "No voy a tener mi licencia todavía. Conociendo a mamá, van a ser

otros dieciséis años antes de que pueda conducir el coche por mi propia

cuenta. Ethan es probable que obtenga una licencia antes que yo."

El pensamiento de mi medio hermano me envió un escalofrío inesperado.

Me acordé de sus palabras de la noche anterior: Tú puedes ver a través de la

neblina y el glamour, Floppy dice.

El conejo de peluche de mi hermano, y yo no tenía ni idea de qué estaba

hablando.

Mientras caminaba por las escaleras del autobús, una figura familiar se

separó de un grupo grande y vino caminando hacia mí. Scott. Mi estómago se

retorció, y observé alrededor para buscar una ruta de escape, pero antes de

que pudiera huir de la multitud, él ya estaba frente a mí.

"Hey." Su voz, cansina y profunda, me hizo temblar. Aterrorizada como

estaba, todavía era precioso, con su pelo rubio mojado cayendo en ondas y


rizos rebeldes en la frente. Para alguna razón, parecía nervioso ese día,

pasándose las manos por el flequillo y mirando alrededor. "Um...” vaciló,

entrecerrando los ojos. "¿Cuál es tu nombre?"

"Meghan” susurré.

"Oh, sí." Acercándose más, miró a sus amigos y bajó la voz. "Oye, me

siento mal por la forma en que te traté ayer. Fue fuera de lugar. Lo siento."

Por un momento, no entendía lo que estaba diciendo. Había estado

esperando amenazas, insultos o acusaciones. A continuación, un globo

hinchado de alivio dentro de mí como sus palabras, finalmente registradas.

"¡Oh-oh", balbuceé, sintiendo el calor de mi cara “eso está bien. Olvídate de

eso."

"No puedo", murmuró. “Has estado en mi mente desde ayer. Me porté

como un imbécil, y me gustaría hacer al por ti. No..." Se detuvo, mordiéndose

el labio, entonces lo dijo. “¿Quieres comer conmigo esta tarde?"

Mi corazón latía con fuerza. Las mariposas pululaban* locamente en mi

estómago y mis pies se sentían como si estuviera flotando a una pulgada de la

tierra. Apenas tenía la voz para hablar me había quedado sin aliento "Claro

que sí." Scott sonrió mostrando unos dientes blancos cegadores, y me dio un

guiño.

*Abundar y moverse mucho en un lugar.

“¡Eh, chicos! ¡Por aquí!" Uno de los compañeros de fútbol de Scott estaba

a pocos metros, con un teléfono con cámara en mano, apuntando a nosotros.

"Sonrían para la cámara".

Antes de saber lo que estaba sucediendo, Scott puso una mano por los

hombros y tiró de me acerca a su lado. Parpadeé hacia él, aturdida, como mi

corazón comenzó a crecer alrededor de mi pecho. Él mostró su sonrisa

deslumbrante en la cámara, pero yo sólo podía mirar, estupefacta, como un

Morón.


"Gracias, Meg", dijo Scott, separándose de mí. "Nos vemos en el

almuerzo." Él sonrió y se fue al trote hacia la escuela con un guiño final. El

fotógrafo se echó a reír y salió corriendo después de él, y me dejó aturdida y

confundida a la orilla del estacionamiento.

Por un momento, yo estaba allí, mirando como un idiota como mis

compañeros subieron a mi alrededor. Entonces una sonrisa de apareció a

través de mi cara y me gritó, saltando en el aire. ¡Scott Waldron quería

verme! Él quería almorzar conmigo, sólo yo, en la cafetería. Tal vez mi suerte

finalmente empezaba a darse la vuelta. Mi mejor cumpleaños apenas estaba

comenzando.

Una cortina de plata de lluvia se extendió sobre el estacionamiento, sentí

los ojos en mí. Me volteé y vi a Robbie a unos pocos pasos, mirándome a

través de la multitud.

A través de la lluvia, sus ojos brillaban, de un verde muy brillante. El agua

golpeó el concreto y los estudiantes corrieron hacia la escuela, vi un atisbo de

algo en su rostro: un largo hocico, los ojos entrecerrados, una lengua colgando

entre los colmillos puntiagudos. Mi estómago se torció, pero parpadeé y

Robbie se fue de nuevo a lo normal, sonriente y despreocupado totalmente

empapado.

Y así fue.

Con un pequeño grito, corrí por debajo de la salida y me metí dentro de la

escuela. Robbie en seguida, riendo, tirando de mis hebras de cabello lacio

hasta que lo golpeé y se detuvo.

A lo largo de la primera clase, me quedé mirando a Robbie, en busca de

ese misterioso, depredadores que tenía el toque en la cara, me preguntaba si

estaba loca. Todo lo que me hice fue un dolor en el cuello y un brusco

comentario de mi profesor de inglés para que prestara atención y dejara de

mirar a los chicos.


Cuando sonó el timbre para ir a almorzar, me levanté de un salto, mi

corazón latía a cien millas por minuto. Scott me estaba esperando en la

cafetería. Agarré mis libros, los metí en mi mochila, y me di la vuelta.

Y me encontré cara a cara con Robbie, de pie detrás de mí.

Le grité. “Rob, ¡te voy a dar un tortazo si no dejas de hacer eso! Ahora,

muévete. Tengo que llegar a alguna parte.”

"No vayas." Su voz era tranquila y seria. Sorprendida, levanté la vista

hacia él. La sonrisa tonta eterna se había ido, y su mandíbula se ajustó. La

mirada de sus ojos era casi aterradora. "Esto es malo, puedo sentirlo.

Jockstrap está tramando algo, él y sus compañeros estaban colgados en todo

el anuario durante mucho tiempo después de haber hablado contigo. No me

gusta eso. Prométeme que no vas a ir".

Retrocedí. "¿Estabas escuchándonos?" Exigí, frunciendo el ceño. "¿Qué te

pasa? ¿Has oído hablar de una "conversación privada"?

"Waldron no se preocupa por ti." Robbie se cruzó de brazos. "Él va a

romper tu corazón, princesa. Confía en mí, he visto lo suficiente para conocer

a esos tipos."

La ira estalló, la ira que se atrevió a meter la nariz en mis asuntos, la ira

que podía ser derecha. "¡Una vez más, no es asunto tuyo, Rob!” Le espeté,

arqueando las cejas. "Y puedo cuidar de mí misma, ¿de acuerdo? Sal de

cabezazos en donde no te quieren."

Herido brilló brevemente, pero luego se fue. “Muy bien, princesa." Él

sonrió, levantando sus manos. “No te pongas las bragas de color rosa en un

giro real. Olvídate de lo que he dicho."

"Lo haré." Tirando mi cabeza, con volantes de la habitación sin mirar

atrás.

La culpa me recorrió mientras caminaba por los pasillos hacia la cafetería.

Lamenté gritarle a Robbie, pero a veces mi mal humor iba demasiado lejos.


Sin embargo, Robbie siempre había sido así, celoso, sobreprotector siempre

mirando por mí, como si fuera su trabajo. No podía recordar cuando lo conocí,

sentí como si hubiera estado siempre allí.

La cafetería era ruidosa y oscura. Yo flotaba junto a la puerta, en busca

de Scott, solo a verlo en una mesa en el centro de la pista, rodeado de

porristas y deportistas. Dudé. Yo no podía marchar hacia esa mesa y

sentarme; Angie Whitmond y su equipo de porristas me comerían en pedazos.

Scott levantó la vista y me vio, y mostró una sonrisa perezosa en su

rostro. Tomando esto como una invitación, me dirigí hacia él, esquivando las

mesas anteriores. Volteó a su iPhone, y pulsó un botón, y me miró con los ojos

medio entornados, sin dejar de sonreír.

Sonó un teléfono cerca.

Salté un poco, pero seguí caminando. Detrás de mí, hubo gritos de

asombro y, a continuación histéricas risitas. Y luego, la conversación en

susurros que siempre te hace pensar que están hablando de ti. Sentí los ojos

en la parte posterior de mi cabeza. Tratando de ignorar, seguí por el pasillo.

Otro teléfono sonó.

Y otro.

Y ahora, susurros y risas se extendieron como reguero de pólvora. Por

alguna razón, me sentí horriblemente expuesta, como si estuviera brillando

algo en mi y estaba siendo exhibida. Las risas no podían dirigirse a mí,

¿verdad? Vi a punto de varias personas en mi dirección, susurrando entre sí, y

lo mejor que pude hacer caso de ellos. La mesa de Scott estaba tan sólo unos

metros de distancia.

"Hey, ¡mejillas calientes!" Una mano golpeó mi culo y grité. Girando

alrededor, vi a Dan Ottomano, un rubio, con granos y el clarinetista de la

banda. Él soslayo hacia mí y guiñó un ojo. "Nunca me dan por un jugador,

chica” dijo, tratando de encantar supurar pero me recuerde a una sucia Rana


René. "Ven a la banda en algún momento. Tengo una flauta con la que puedes

jugar".

"¿De qué estás hablando?" gruñí, pero se rieron y él levantó su teléfono.

Al principio, la pantalla estaba en blanco. Pero entonces un mensaje que

cruzó en amarillo brillante. "¿Cómo es Meghan Chase con una cerveza fría?"

Decía. Yo jadeaba, y las palabras desaparecieron cuando una imagen me vino

a la vista.

Yo. Yo con Scott en el estacionamiento, con el brazo por los hombros, con

su ancho rostro. Sola ahora, con mi boca abierta, me sentía desnuda, lo

miraba con asombro, con los ojos en blanco y estúpida. Había utilizado

Photoshop, obviamente, mi "cuerpo" fue obscenamente flaco y sin rasgos

distintivos, como una muñeca, mi pecho tan plano como una niña de doce

años de edad. Me quedé helada, y mi corazón dejó de latir a la segunda parte

del mensaje cuando se desplazó por la pantalla.

"¡Ella es suave y baja fácil!"

La parte inferior se retiró de mi estómago y mis mejillas ardían.

Horrorizada, me fijé en Scott, al ver a su rugiente mesa completa con risas y

señalándome. Dirigiendo su dedo hacia mí a través de la cafetería, y la risa

me golpeaba como las olas. Empecé a temblar, y me quemaban los ojos.

Cubriendo mi cara, me di vuelta y huí de la cafetería antes de empezar a

llorar como una niña de dos años. Gritos de risa a mí alrededor se hicieron

eco, y las lágrimas me picaron en los ojos como el veneno. Me las arreglé para

cruzar la habitación sin tropezar con los bancos o los pies, golpeando abrí las

puertas, y escapé hacia el pasillo.

Me pasé casi una hora en el puesto de la esquina de cuartos de baño de

las niñas, sollozando y planificando el traslado a Canadá, Fiji o posiblemente

a algún lugar lejos, muy lejos. No me atreví a dar la cara a cualquier persona

en este estado nunca más. Por último, mientras las lágrimas se desaceleraron


y mi jadeante respiración volvió a la normalidad, reflexioné sobre lo

miserable que se había convertido mi vida.

Supongo que debe sentirse honrado, pensé con amargura, conteniendo la

respiración cuando un grupo de niñas acudieron al cuarto de baño. Scott se

tomó el tiempo para arruinar mi vida personal. Apuesto a que nunca ha hecho

eso a nadie más. Qué suerte la mía, soy la perdedora más grande del mundo.

Las lágrimas de nuevo amenazaron, pero yo estaba cansada de berrear y esto

tenía que cicatrizar.

Al principio, pensaba esconderme en el baño hasta la clase de

composición. Pero, si alguien se perdió de la clase, este sería el primer lugar

donde buscarían. Así que, finalmente reuní el valor y caminé de puntillas

hasta la oficina de la enfermera para decir que tenía un dolor de estómago

horrible para que pudiera esconderme allí.

La enfermera estaba en la enfermería, pero la mirada que me dio cuando

me miró a través de la puerta me sugirió que no iba a tomar ninguna locura

adolescente. Su piel parecía la de una nuez encogida, con el pelo blanco

estaba tirado en un moño severo, y llevaba gafas diminutas de oro en la punta

de la nariz.

"Bueno, ahora, Srta. Chase", dijo con una voz grave, y aguda, y dejando

de lado su portapapeles. "¿Qué estás haciendo aquí?"

Parpadeé, preguntándose cómo ella me conocía. Había ido a la enfermería

una vez antes, cuando un balón de fútbol callejero me golpeó en la nariz. En

aquel entonces, la enfermera fue ósea y de altura, con una mordida que le

daba el aspecto de un caballo. Esta gorda, arrugada mujercita era nueva y

desconcertante ligeramente, con la forma en que se me quedó viendo. "Tengo

un dolor de estómago", me quejé, agarré mi estómago como si fuera a

estallar. "Yo sólo tengo que acostarme durante unos minutos."

"Por supuesto, Srta. Chase. Hay algunas camas allá atrás. Te traeré algo

para que se sienta mejor".


Asentí con la cabeza y me mudé a una habitación dividida por varias hojas

enormes. A excepción de mí misma y la enfermera, la habitación estaba

vacía. Perfecto. Elegí una cama en una esquina y me tumbé en el colchón.

Momentos después, la enfermera apareció, dándome un vaso de papel

lleno de algo que burbujeaba y salía vapor. "Toma, te sentirás mejor", dijo

ella, apretando la copa en la mano.

Me quedé mirándola. El líquido blanco olía a chocolate y hierbas, con

excepción de fuerte, de alguna manera, una mezcla tan potente que hizo que

mis ojos se llenaran de agua. "¿Qué es?" Le pregunté.

La enfermera se limitó a sonreír y salió de la habitación.

Bebí un sorbo cauteloso y sentía como el calor se esparcía en mi garganta

hasta el estómago. El sabor era increíble, como el más rico chocolate en el

mundo, con un toque de amargo. Yo me bebí el resto en dos tragos,

sosteniendo la taza boca abajo para obtener las últimas gotas.

Casi de inmediato, me sentí soñolienta. Recostada sobre el colchón

ondulado, cerré los ojos por un momento, y todo se desvaneció.

--

Me desperté escuchando murmullos, hablando en un tono furtivo, justo detrás

de las cortinas. Traté de moverme, pero sentía que mi cuerpo estaba envuelto

en algodón, con la cabeza llena de gasa. Luchaba por mantener los ojos

abiertos. En el otro lado de las hojas, vi dos siluetas.

"No hagas nada imprudente", advirtió una voz baja y ronca. La enfermera,

pensé, pregunto, en mi delirio, si ella me daría más de esas cosas con

chocolate. "Recuerdas, tu deber es cuidar de la chica. Tu no debería hacer

nada que se centrara en ti su atención".

“¿Yo?" Preguntó una voz tentadoramente familiar. "¿Llamar la atención

hacia mí mismo? ¿Haría una cosa así?"


La enfermera soltó un bufido. "Si todo el equipo de animadoras se

convierten en ratones, Robin, voy a estar muy molesta contigo. Los mortales

adolescentes son ciegos y crueles. Tú lo sabes. Tú no debes tomar venganza,

no importa cómo te sientes acerca de la muchacha. Sobre todo ahora. Hay

más cosas preocupantes en movimiento."

Estoy soñando, me decidí. Eso debe ser. ¿Qué había en esa copa, de todos

modos? En el oscuro la luz, las siluetas jugando a través de la cortina parecía

confuso y extraño. La enfermera, al parecer, era aún más pequeña. La otra

sombra es aún más peculiar: de tamaño normal, pero con protuberancias

extrañas en el lado de su cabeza que parecían cuernos o las orejas.

La sombra más alta suspiró y se trasladó a sentarse en una silla, cruzando

sus largas piernas. "He escuchado lo mismo", murmuró. "Rumores oscuros con

agitación. Las cortes están inquietas. Parece que algo está ahí fuera que tiene

tanto miedo de ellos."

“Por eso debes seguir siendo tanto su escudo como su guardián." La

enfermera se dio la vuelta, poniendo ambas manos sobre sus caderas, con su

voz regañando. "Me sorprende que no le hayan dado la niebla de vino todavía.

Ella tiene dieciséis años en la actualidad. El velo está empezando a

levantarse."

“Lo sé, lo sé. Estoy llegando a eso mismo." La sombra suspiró, asomando

la cabeza entre las manos. "Yo me encargaré después de esta tarde. ¿Cómo

está?"

"Descansa," dijo la enfermera. "Pobrecita, ella estaba traumatizada. Le di

una leve poción de sueño hasta que regrese a casa."

Una risita. "El último niño que bebió uno de tus “pociones leves del

sueño” no se despertó de dos semanas. Tú no eres la mejor para hablar acerca

de ser discreta."

La respuesta de la enfermera era ilegible y rara, pero estaba casi segura

de que ella dijo, "Ella es hija de su padre. Ella estará bien." O tal vez era sólo


yo. El mundo se volvió borroso, como si fuera una cámara de enfoque, y yo no

sabía nada por un tiempo.

"¡Meghan!"

Alguien me sacudía. Maldije y me agitaban, momentáneamente

confundida, y finalmente levanté la cabeza. Mis ojos se sentían como si

tuviera diez kilos de arena en ellos, y sueño con costra en las esquinas, lo que

hace imposible concentrarme. Gimiendo, me limpié lo ojos y miré a la cara

con los ojos empañados de Robbie. Por un momento, su ceño estaba fruncido

por la preocupación. Entonces parpadeé y vi que tenía su cara normal, con

una sonrisa.

"Despierta, despierta, Bella Durmiente", bromeó mientras luchaba por una

posición sentada. "Tienes suerte, no hay escuela. Es hora de volver a casa."

"¿Huh?" Murmuré inteligiblemente, limpiándome los últimos restos de

mocos y sueño de mis ojos. Robbie resopló y tiró de mí para ponerme sobre

los pies.

“Aquí” dijo, y me dio mi mochila, cargada de libros. "Tienes suerte de que

soy un gran amigo. Tengo las notas para todas las clases que te perdiste

después del almuerzo. Ah, y ya estás perdonada, por cierto. Ni siquiera voy a

decir "te lo dije”.

Él estaba hablando demasiado rápido. Mi cerebro estaba aún dormido, mi

mente confusa y desconectada. "¿De qué estás hablando?" Murmuré,

encogiéndome de hombros y tomando mi mochila.

Y entonces me acordé.

"Tengo que llamar a mi mamá", le dije, dejándome caer de nuevo en la

cama. Robbie frunció el ceño y miró confundido. "Ella tiene que venir a

buscarme", dije yo. "De ninguna manera me voy a ir en el autobús, nunca

más." La desesperación se asentaron en mí, y yo escondí mi cara entre las

manos.


"Mira, Meghan", dijo Robbie, "Me enteré de lo sucedido. No es gran cosa."

"¿Estás loco?" Le pregunté, mirando a él a través de mis dedos. "Toda la

escuela está hablando de mí. Esto probablemente estará en el periódico de la

escuela. Voy a ser crucificada, si puedo mostrar mi rostro en público. ¿Y dices

que no es un problema?"

Acerqué mis rodillas a mi pecho y hundí mi cabeza entre ellas. Todo era

tan horriblemente desleal. "Es mi cumpleaños", gemí en mis pantalones

vaqueros. "Esto no se supone que le pasa a la gente en sus cumpleaños."

Robbie suspiró. Dejando caer su bolso, se sentó y puso sus brazos

alrededor de mí, jalándome contra su pecho. Lloré y derramé algunas

lágrimas en su chaqueta, escuchando su latido del corazón a través de su

camisa. Se dio un vuelco rápidamente contra su pecho, como si hubiera

estado corriendo varias millas.

"Vamos." Robbie, tiraba de mí con él. "Tú puedes hacer esto. Y te

prometo, que a nadie le importará lo que pasó hoy. Para mañana, todo el

mundo se ha olvidado de eso". Sonrió, apretando mi brazo. "Además, ¿no

tienes que ir por tu permiso de conducir?"

Sentí una chispa brillante que iluminaba la miseria negra de mi vida y me

dio esperanza. Asentí con la cabeza, para mí lo que estaba por venir. Salimos

de la oficina de la enfermera en conjunto, la mano de Robbie apretó

firmemente alrededor de la mía.

"Como palo", murmuró mientras nos acercábamos a la parte llena del

pasillo. Angie y tres de sus groupies se pararon frente a las taquillas,

charlando y enseñando sus encías. Mi estómago se tensó y mi corazón empezó

a latir con fuerza. Robbie me apretó la mano. "Está bien. ¡No te sueltes de

mí, y no digas nada a nadie! Ni siquiera se darán cuenta de que estamos aquí."

Cuando nos acercábamos a la agrupación de las niñas, me preparé para

escuchar sobre mí sus risas y sus observaciones feas. Pero barrida por ellas sin


ni siquiera una mirada, aunque Angie estaba en medio de describir mi

vergonzosa retirada de la cafetería.

"Y entonces ella, empezó a llorar", dijo Angie, su voz nasal de corte a

través de la pasillo. "Y yo estaba como, OMG (Oh dios mío) ella es una

perdedora. Pero, ¿qué se puede esperar de un chica asi?" Su voz se convirtió

en un susurro y se inclinó hacia delante. “He oído que su madre tiene una

obsesión antinatural con los cerdos, si sabes lo que quiero decir."

Las niñas entraron en un coro de risas sorprendidas, y casi me caí. Robbie,

sin embargo, apretó y me apartó. Le oí murmurar algo bajo el aliento, y sintió

un estremecimiento que va por el aire, como un trueno sin sonido.

Detrás de nosotros, Angie comenzó a gritar.

Traté de volver atrás, pero Robbie me tiró hacia adelante, serpenteando

por la multitud mientras el resto de los alumnos giraba la cabeza hacia los

chillidos. Pero, por una fracción de segundo, vi a Angie que se cubría la nariz

con las manos, y sus gritos sonaban cada vez más como a los chillidos de un

cerdo.

El Rey de Hierro


CCaappiittuulloo 33 EL NIÑO CAMBIADO

Traducido por Queeniee

l viaje en autobús fue silencioso, por lo menos para Robbie y para

mí. En parte porque no quería atraer la atención sobre mí, pero

principalmente porque tenía demasiadas cosas en la cabeza. Nos

sentamos en la esquina de atrás, conmigo estrujada contra la ventana,

mirando fijamente como los árboles pasaban con rapidez. Tenía fuera mi iPod

y los auriculares estaban a todo volumen, pero era, en su mayor parte, una

excusa para no hablar con nadie.

Los gritos, como de cerdo, de Angie seguían resonando en mi cabeza.

Seguramente era el sonido más horrible que había escuchado en mi vida, y

aunque pensaba que ella era una completa perra, no pude evitar sentirme un

poquito culpable. No tenía ninguna duda de que Robbie le había hecho algo,

aunque no podía probarlo. Realmente tenía miedo de sacar el tema. Ahora

Robbie parecía una persona diferente, sereno, cavilando, mirando a los niños

del autobús con la intensidad de un depredador. Estaba actuando de manera

extraña — extraña y escalofriante — y me preguntaba que le sucedía.

Luego estaba ese extraño sueño, del que había empezado a sospechar que

no era realmente un sueño. Cuanto más pensaba en ello, más cuenta me daba

de que la familiar voz que hablaba con la enfermera era la de Robbie.

Algo estaba pasando, algo raro, escalofriante y aterrador, y la parte más

terrorífica de todo esto era que utilizaba una apariencia normal y familiar. Le

eché una ojeada a Robbie con disimulo. ¿Cuánto le conoces, conocerle de

verdad? Había sido mi amigo durante más tiempo del que podía recordar, y,

E


aún así, nunca había estado en su casa, o conocido a sus padres. Las pocas

veces que sugerí encontrarnos en su casa, él siempre tenía una excusa para no

hacerlo; su familia estaba fuera de la ciudad, o estaban remodelando la

cocina, una cocina que yo nunca había visto. Era raro, pero lo que era más

extraño era el hecho de que yo nunca había preguntado, nunca lo cuestioné,

hasta ahora. Robbie simplemente estaba allí, como si hubiese sido invocado

de la nada, sin antecedentes, sin casa y sin pasado. ¿Cuál era su música

favorita? ¿Tenía metas en la vida? ¿Se había enamorado alguna vez?

No, en absoluto, mi mente susurraba inquietantemente. No le conoces de

nada.

Me estremecí y volví a mirar por la ventana.

El autobús daba bandazos hasta pararse en un cruce de cuatro calles, y vi

que habíamos dejado las afueras del pueblo y ahora nos dirigíamos hacia el fin

del mundo. Mi barrio. La lluvia seguía salpicando las ventanas, haciendo que

las pantanosas marismas se volviesen borrosas y vagas, las oscuras y difusas

formas de los árboles se distinguían a través del cristal.

Parpadeé y me erguí en el asiento. En la profundidad del pantano, un

caballo y su jinete estaban de pie bajo las ramas de un enorme roble, tan

inmóviles como los mismos árboles. El caballo era un negro animal gigantesco

con una crin y una cola que ondulaba tras él, incluso con lo empapado que

estaba. Su jinete era alto y demacrado, vestido de plateado y negro. Una

capa oscura se agitaba desde sus hombros. A través de la lluvia capté un

pequeño atisbo de una cara: joven, pálido, extraordinariamente apuesto...

clavando la vista en mí. El estómago se me revolvió y contuve el aliento.

“Rob,” murmuré, quitándome los auriculares, “mira ese...”

La cara de Robbie estaba a pulgadas de distancia de la mía, mirando por

la ventana, sus ojos reducidos a verdes rendijas, duros y peligrosos. El

estómago me dolía y me incliné alejándome de él, pero no se dio cuenta. Sus


labios se movieron, y susurró una palabra, tan suavemente que apenas la oí,

incluso tan cerca como estábamos.

“Ash.”

“¿Ash?” repetí. “¿Quién es Ash?”

El autobús se sacudió brusca y espasmódicamente y continuó hacia

delante. Robbie se apoyó hacia atrás, su cara estaba tan inmóvil como si

estuviese tallada en piedra. Tragando, miré por la ventana, pero el lugar

debajo del roble estaba vacío. El caballo y su jinete se habían marchado,

como si nunca existiesen.

La falta de misterio conseguía hacerlo más raro.

“¿Quién es Ash?” repetí, volviéndome hacia Robbie, que parecía estar en

su propio mundo.

“¿Robbie? ¡Hey!” le di un codazo en el hombro. Él se crispó y por fin me

miró. “¿Quién es Ash?”

“¿Ash?” Por un momento sus ojos se volvieron brillantes y fieros, su cara

como la de un perro salvaje. Entonces parpadeó y de nuevo era normal. “Oh,

es sólo un viejo compañero mío, de hace mucho tiempo. No te preocupes de

eso, princesa.”

Sus palabras se deslizaron sobre mí extrañamente, como si estuviera

dispuesta a olvidarlo simplemente porque él me lo pidiese. Sentí, con una

punzada de inquietud, que estaba ocultando algo, pero desapareció con

rapidez, porque no era capaz de acordarme de lo que estábamos hablando.

En nuestra acera Robbie se levantó de un salto como si su asiento

estuviese en llamas y se precipitó hacia la puerta. Parpadeando a causa de su

abrupta salida, puse mi iPod a salvo en mi mochila antes de salir del autobús.

La última cosa que quería era que el caro artilugio se mojase.


"Tengo que irme," anunció Robbie cuando me uní a él en la acera. Sus ojos

verdes rastreaban a través de los árboles, como si esperase que algo saliese

en estampida del bosque. Miré fijamente a mi alrededor, pero, exceptuando a

algunos pájaros que trinaban sobre nuestras cabezas, el bosque estaba inmóvil

y en silencio. "Yo… um... olvidé algo en casa." Entonces se giró hacia mí con

una mirada de disculpa."¿Te veo esta noche princesa? Traeré ese champán

más tarde, ¿si?"

“Oh.” Me había olvidado de eso. “Claro.”

"Ve derecha a casa, ¿si?" Robbie entrecerró los ojos, con la cara

encendida. "no te pares, y no hables con nadie que no conozcas, ¿has

entendido?

Me reí nerviosamente. "¿Quién eres, mi mamá? ¿Me vas a decir que no

juegue con las tijeras y que mire a ambos lados antes de cruzar? Además,"

continué mientras Robbie sonreía afectadamente, viéndose más normal, "¿a

quién me encontraría aquí fuera en este lugar dejado de la mano de Dios?" La

imagen del chico sobre el caballo vino a mi mente de repente, y el estómago

dio ese extraño vuelco de nuevo. ¿Quién era? Y, ¿porque no podía dejar de

pensar en él, si es que tan siquiera existía después de todo? Las cosas se

estaban volviendo realmente raras. Si no fuese por la extraña reacción de

Robbie en el autobús, pensaría que el chico era una de mis locas

alucinaciones.

“Bueno.” Robbie saludó, mostrando su pícara sonrisa. “Hasta luego

princesa. No dejes que Cara-de-cuero te atrape de camino a casa.”

Le pegué una patada. Se rió, saltó alejándose, y echó a correr calle abajo.

Echándome la mochila al hombro, caminé por el sendero.

"¿Mamá?" llamé, abriendo la puerta principal. "Mamá, estoy en casa."

El silencio me dio la bienvenida, haciendo eco en las paredes y el suelo,

suspendido densamente en el aire. La inmovilidad casi estaba viva, agazapada


en el centro de la habitación, mirándome con ojos impasibles. Mi corazón

empezó a retumbar, alta e irregularmente, en mi pecho. Algo no estaba bien.

"¿Mamá?" llamé de nuevo, aventurándome dentro de la casa. "¿Luke? ¿Hay

alguien en casa?" La puerta chirrió en el momento en que yo me acercaba al

interior. La televisión retumbaba y parpadeaba, poniendo una reposición de

una vieja comedia de situación en blanco y negro, aunque el sofá de enfrente

estaba vacío. La apagué y seguí por el pasillo, hasta la cocina.

Por un momento todo pareció normal, excepto la puerta de la nevera, que

oscilaba sobre las bisagras. Un pequeño objeto en el suelo captó mi atención.

Al principio pensé que era un trapo sucio. Pero, mirando más atentamente, vi

que era Floppy, el conejo de Ethan. La cabeza de peluche del animal había

sido arrancada, y el algodón se derramaba por el agujero del cuello.

Levantándome, escuché un ligero ruido al otro lado de la mesa del

comedor. La rodeé, y mi estómago se revolvió con tanta violencia que la bilis

llegó hasta mi garganta.

Mi madre yacía de espaldas sobre el suelo de baldosas a cuadros, con los

brazos en jarras y las piernas abiertas, un lado de la cara recubierto de

brillante sangre. Su bolso, cuyo contenido estaba esparcido por todas partes,

estaba tirado junto a una mano blanca y sin vida. De pie sobre ella, en la

entrada, con la cabeza inclinada como un gato curioso estaba Ethan.

Y sonreía.

"¡Mamá!" grité, arrojándome a su lado. "¡Mamá!, ¿estás bien?" La agarré de

un hombro y la sacudí, pero fue como si sacudiese un pescado muerto. Su piel

aún estaba caliente, pensé, así que no puede estar muerta. ¿No?

¿Dónde infiernos estaba Luke? Volví a sacudirla, viendo como su cabeza

colgaba flácidamente. Hizo que me doliese el estómago. "¿Mamá, despierta!

¿Puedes oírme? Soy Meghan," Miré a mi alrededor frenéticamente, luego cogí

un trapo de la pileta. Mientras se lo pasaba por la ensangrentada cara, volví a


fijarme de nuevo en que Ethan estaba de pie en la entrada, sus ojos azules

ahora estaban llorosos y muy abiertos.

"Mami duerme," susurró, y yo advertí un evidente y resbaladizo charco en

el suelo en frente de la nevera. Con las manos temblando, metí un dedo en la

viscosa sustancia y olí. ¿Aceite vegetal? ¿Qué demonios? Le limpié más sangre

de la cara y noté una pequeña herida en la sien, casi invisible bajo la sangre y

el pelo.

"¿Morirá?" preguntó Ethan, y le miré con dureza. Aunque sus ojos estaban

abiertos como platos, y las lágrimas brillaban en los bordes de sus ojos,

parecía más curiosidad que otra cosa.

Aparté bruscamente la mirada de mi medio hermano. Tenía que conseguir

ayuda, Luke se había ido así que lo único que me quedaba era llamar a una

ambulancia. Pero, en el momento en que me levantaba para coger el teléfono

Mamá gimió, se movió abrió los ojos.

Mi corazón pegó un brinco. "Mamá," dije mientras se esforzaba por

sentarse, con una mirada aturdida en la cara. "No te muevas. Llamaré al 911."

"¿Meghan?" Mama miró a su alrededor parpadeando. Levantó una mano

para tocarse la mejilla, y se quedó mirando fijamente la sangre de sus dedos.

"¿Qué ha pasado? Debo... debo de haberme caído..."

"Te has golpeado la cabeza," contesté, me puse de pie y busqué el

teléfono. "Es posible que tengas una conmoción. Espera, voy a llamar a la

ambulancia."

"¿La ambulancia? No, no." Mamá se sentó, parecía un poco más despejada.

No hagas eso cariño. Estoy bien. Limpiaré esto y me pondré una tirita. No hay

necesidad de meternos en esos líos."

“Pero, Mamá...”

"Estoy bien, Meg." Mamá me quitó el olvidado trapo y comenzó a quitarse

la sangre de la cara. "Siento haberte asustado, pero estarás bien. Sólo es


sangre, nada serio. Por otra parte, no podemos pagar la abultada factura de

un doctor." Se enderezó repentinamente y buscó en la habitación. "¿Dónde

está tu hermano?"

Sorprendida miré hacia la entrada, pero Ethan se había ido.

Las protestas de mamá fueron en vano cuando Luke llegó a casa. Le echó

un vistazo a su pálida y vendada cara, se puso furioso, e insistió en ir al

hospital. Luke puede ser obstinadamente tenaz cuando tiene que serlo, y

Mamá acaba cediendo ante la presión. Ella seguía dándome instrucciones —

cuida de Ethan, no le dejes quedarse levantado hasta tarde, hay pizza

congelada en la nevera— mientras Luke la metía a la fuerza en su maltratado

Ford y se marchaba, haciéndolo rugir a lo largo de la calle.

Mientras el camión giraba en la esquina y desaparecía de la vista, el

gélido silencio descendió sobre la casa una vez más. Me estremecí,

frotándome los brazos, notando como entraba en el cuarto sigilosamente y

respiraba en mi nuca. La casa en la que había vivido la mayor parte de mi vida

parecía desconocida y atemorizante, como si algo se escondiese en los

armarios y en las esquinas, esperando para agarrarme cuando pasase por

delante. Mi mirada se detuvo en los arrugados restos de Floppy, esparcidos

por el suelo, y, por alguna razón, me hizo sentir triste y asustada. Nadie de

esta casa hubiese destrozado el muñeco de peluche favorito de Ethan. Algo

estaba muy mal.

Sigilosas pisadas sobre el suelo. Me giré para encontrarme con Ethan en la

entrada, mirándome fijamente. Parecía extraño con el conejo en brazos, y me

pregunté porque no estaba enfurruñado por su causa.

“Tengo hambre,” anunció haciéndome parpadear. “Cocíname algo,

Meggie.”

Fruncí el ceño ante el exigente tono.

“Aún no es hora de cenar, mequetrefe” le dije cruzando los brazos.

“Puedes esperar un par de horas.”


Entrecerró los ojos y sus labios se fruncieron dejando ver sus dientes. Por

un momento me los imaginé afilados y con forma de sierra. "Tengo hambre

ahora," gruñó dando un paso adelante. El temor me atravesó y retrocedí.

Casi de inmediato, con el rostro suavizado de nuevo, sus ojos enormes y

suplicantes. "¿Por favor, Meggie?" se quejó. "¿Por favor? Tengo tanta hambre."

Gimoteó y su voz se volvió amenazante. "Mami tampoco me hizo de comer."

"¡Muy bien, está bien! Lo haré si te callas ¿vale?" Las airadas palabras

surgieron de miedo, y de la bochornosa vergüenza por estar asustada. De

Ethan. De mi estúpido medio hermano de cuatro años. No sabía de dónde

venían estos demoníacos cambios de humor, pero esperaba que no fuesen el

principio de una tendencia. Tal vez sólo estaba molesto por el accidente de

Mamá. Tal vez si alimentaba al mocoso, se quedaría dormido y me dejaría en

paz esta noche. Me acerqué al congelador, cogí la pizza y la metí en el horno.

Mientras se hacía la pizza, intenté limpiar el charco de aceite vegetal de

enfrente de la nevera. Me pregunté cómo esta cosa había acabado en el

suelo, especialmente cuando encontré la botella vacía metida en la basura.

Olía como Crisco cuando terminé, y el suelo seguía teniendo una mancha

resbaladiza, pero lo había hecho lo mejor que podía.

El crujido de la puerta del horno me sobresaltó. Me giré para ver a Ethan

abriéndolo y alargando la mano hacia el interior.

“¡Ethan!” Agarrándole la muñeca tiré de él hacia atrás, ignorando su grito

de protesta. "¿Qué estás haciendo, idiota? ¿Quieres quemarte?"

“¡Estoy hambriento!”

“¡Siéntate!” Me espabilé, sentándole en una silla del comedor.

En realidad el pequeño ingrato trató de golpearme. Resistí el impulso de

darle una bofetada. "Dios, hoy te estás portando como un mocoso. Siéntate y

estate quieto. Tendré tu comida en un segundo."


Cuando la pizza estuvo lista, se tiró encima de ella como un salvaje, sin

esperar a que se enfriase. Pasmada, sólo pude quedarme mirando como hacía

trizas los pedazos como un perro famélico, a penas deteniéndose para

masticar como si se las tomase de un trago. Su cara y sus manos pronto

estuvieron manchadas de salsa y queso, y la pizza disminuyó rápidamente. En

menos de cinco minutos se la había comido toda, hasta la última migaja.

Ethan se lamió las manos, después levantó los ojos hacia mí y frunció el

ceño. "Sigo teniendo hambre."

“No puedes estarlo,” le dije, despertando de mi aturdimiento. “Si comes

algo más te pondrás malo. Vete a jugar a tu habitación o algo así.”

Me miró con una expresión siniestra, y pareció que su piel se volvió

oscura, arrugada y marchita bajo su grasa de bebé. Sin previo aviso, saltó de

la silla, corrió hacia mí y hundió sus dientes en mi pierna.

“¡Ow!” El dolor me apuñalaba a través de la piel como un shock eléctrico.

Agarrándole del pelo, intenté hacer palanca para apartar sus dientes de mi

piel, pero se aferraba a mí como una lapa y mordía más fuerte. Sentí como si

fragmentos de cristal se me clavaron en la pierna. Las lágrimas emborronaban

mi visión, y mis rodillas casi se doblaban de dolor.

“¡Meghan!”

Robbie estaba de pie dentro de la puerta principal, una mochila colgaba

de su hombro, sus ojos verdes ampliamente abiertos como en shock.

Ethan me soltó, sacudiendo la cabeza hacia el grito. La sangre manchaba

sus labios. Al ver a Robbie, bufó entre dientes y —no hay otra manera de

decirlo— se escabulló de nosotros y se desvaneció en silencio subiendo las

escaleras.

Negué con tanta fuerza que tuve que sentarme en el sofá. Mi pierna

palpitaba y mi respiración se convirtió en jadeos cortos. La sangre, brillante y

vívida, se filtró a través de mis pantalones como una flor abierta. Aturdida la


miré, el entumecimiento me insensibilizaba los miembros, congelándolos en

shock.

Robbie cruzó la habitación en tres zancadas y se arrodilló a mi lado.

Eficientemente, como si ya hubiese hecho este tipo de cosas antes, comenzó

a enrollar hacia arriba el bajo de una de las piernas del pantalón.

“Robbie,” susurré mientras él se inclinaba sobre la tarea con sus largos

dedos sorprendentemente suaves. "¿Qué está pasando? Todo se está volviendo

una locura. Ethan acaba de atacarme... como un perro salvaje."

"Ese no era tu hermano," farfulló Robbie mientras hacía retroceder el

material, mostrando un revoltijo sangriento por debajo de mi rodilla. Un óvalo

de irregulares heridas punzantes me arruinaba la pierna, la sangre se filtraba

y la piel de alrededor ya estaba púrpura. Rob silbó con suavidad. "Malo.

Espera aquí. Vuelvo enseguida."

"Como si fuese a marcharme a algún sitio," contesté de forma automática,

y luego su declaración anterior me sobresaltó. "Espera un momento. ¿Qué

quieres decir con eso de que no era Ethan? ¿Quién más podía ser?"

Rob me ignoró. Caminó hacia su mochila, la abrió y sacó una alargada

botella verde y una diminuta copa de cristal. Fruncí el ceño. ¿Por qué ahora

estaba cogiendo el champán? Estaba herida, con dolor, y mi hermanito se

había vuelto un monstruo. Definitivamente no estaba de humor para

celebraciones.

Con el mayor de los esmeros, Robbie vertió el champán en la copa y

regresó, teniendo cuidado de no tirar ni una sola gota.

“Aquí,” dijo dándomela. La copa centelleó en su mano. "Bébete esto.

¿Dónde guardáis las toallas?"

Lo cogí con recelo. "En el baño. Simplemente no utilices las blancas

buenas de Mamá." Mientras Rob se marchaba, miré detenidamente el interior

de la diminuta copa. Había apenas lo suficiente para un sorbo. A mí no me


pareció champán. Esperaba algo espumoso de color blanco o rosado,

burbujeando en el cristal. El líquido de la copa era de un profundo y oscuro

color rojo, del color de la sangre. Una ligera bruma se retorcía y bailaba en su

superficie.

“¿Qué es esto?”

Robbie, volviendo del cuarto de baño con una toalla blanca, puso los ojos

en blanco. "¿Tienes que cuestionarlo todo? Te ayudaré a olvidar el dolor.

Simplemente trágatelo ya."

Olí de forma experimental, esperando matices de rosas o de bayas o de

algún aroma dulce mezclado con el alcohol.

No olía a nada. Nada de nada.

Oh, bueno. Levanté la copa en un brindis silencioso. “Feliz cumpleaños

para mí.”

El vino me llenaba la boca inundando mis sentidos. No sabía a nada, y

sabía a todo. Sabía a crepúsculo y a niebla, a luz de luna y a hielo, a vacío y a

nostalgia. El cuarto se tambaleó y caí sobre el sofá de lo fuerte que era. Los

márgenes de la realidad se desvanecían, envolviéndome en una difusa

neblina. Me sentía enferma y soñolienta a la vez.

En el momento en que mis sentidos se aclararon, Robbie estaba

sujetándome un vendaje alrededor de la pierna. No le recordaba limpiando o

vendando la herida. Me sentía aturdida y mareada, como si un manto hubiese

caído encima de mis pensamientos, lo que me hacía difícil concentrarme.

“Ya está,” dijo Robbie enderezándose. “Hecho. Por lo menos no se te

caerá la pierna.” Sus ojos me examinaron ansiosos y apreciativos. "¿Cómo te

sientes, princesa?"

“Um,” dije inteligentemente, y traté de eliminar las telarañas de mi

mente. Había algo que no recordaba, algo importante. ¿Por qué estaba Robbie

cubriéndome la pierna? ¿Me había hecho daño a mi misma de alguna manera?


Me puse de pie de un salto.

“¡Ethan me mordió!” exclamé, furiosa e indignada de nuevo. Me volví

hacia Robbie. "Y tú... ¡tú me dijiste que ese no era Ethan en absoluto! ¿De

qué estabas hablando? ¿Qué está pasando?"

“Relájate, princesa.” Robbie arrojó la toalla ensangrentada al suelo y se

dejó caer en un taburete. Suspiró. "Esperaba que no llegáramos a esto. Es por

mi culpa supongo. Hoy no debería haberte dejado sola."

“¿De qué estás hablando?”

“No se suponía que verías esto, nada de esto,” Robbie continuó,

terminando de confundirme. Parecía estar hablando más para sí mismo que

para mí. "Tu Visión siempre ha sido fuerte, eso es un hecho. Sin embargo yo

no esperé que también fuesen a por tu familia. Esto cambia las cosas."

“Rob, si no me dices lo que está pasando...”

Robbie me miró. Sus ojos brillaban, endiablados e indómitos. "¿Contártelo?

¿Estás segura?" Su voz sonaba suave y peligrosa, y la piel de gallina surgió en

mis brazos. "Una vez que empieces a ver cosas no serás capaz de parar. Hay

gente que se ha vuelto loca a causa de saber demasiado." Suspiró, y la

amenaza desapareció de sus ojos. "No quiero que eso te suceda a ti, princesa.

No tiene que ser de esta manera, lo sabes. Puedo hacer que lo olvides todo."

“¿Olvidar?”

Él asintió y levantó la botella de vino. "Esto es vino de bruma. Sólo te día

un sorbo. Una copa hará que todo vuelva a la normalidad." Balanceó la botella

con dos dedos, observando cómo se movía de delante a atrás. "Una copa y

serás normal de nuevo. El comportamiento de tu hermano no te parecerá

extraño y no recordarás nada raro o que de miedo. Ya sabes lo que dicen… la

ignorancia es una bendición, ¿no?"

A pesar de mi desasosiego, noté como la ira ardía a fuego lento en mi

pecho. "Así que tú quieres que beba ese… esa cosa y simplemente me olvide


de lo de Ethan. Simplemente que me olvide de mi hermano pequeño. Eso es lo

que me estás diciendo."

Él levantó una ceja. "Bueno, si lo pones así..."

La quemazón creció abrasadora y furiosa, alejando el miedo. "¿Pues claro

que no voy a olvida a Ethan! ¡Él es mi hermano! ¿Eres realmente tan inhumano

o sólo estúpido?"

Para mi sorpresa una sonrisa se extendió sobre su cara. Dejó caer la

botella, la atrapó y la puso en el suelo. "Lo primero," dijo muy suavemente.

Eso me desconcertó. “¿Qué?”

“Inhumano.” Seguía sonriéndome, la sonrisa se extendía por toda su boca

de manera que sus dientes brillaban bajo la luz de la noche. "Te lo advertí,

princesa. No soy como tú. Y ahora tampoco lo es tu hermano."

A pesar del miedo que punzaba mi estómago, me incliné hacia delante.

"¿Ethan? ¿Qué quieres decir? ¿Qué pasa con él?"

“Ese no era Ethan.” Robbie se echó hacia atrás cruzando los brazos. "La

cosa que te atacó hoy era un Niño Cambiado."

El Rey de Hierro.


CCaappiittuulloo 44 PUCK. DUENDE.

Traducido por Xhessii

iré fijamente a Robbie, preguntándome si ésta no era otra de sus

estúpidas travesuras. El se sentó allí, observándome

calmadamente, mirando mi reacción. Aunque él todavía tenía una

media sonrisa, sus ojos eran fuertes y serios. El no estaba

bromeando.

“¿¿Chan... changeling... Cam.... Cambio de niños??” Finalmente

tartamudeé, mirándolo como si estuviera loco. “No es eso un tipo de... de...”

“Hada.” Robbie terminó por mí. “Un changeling es un hijo de un hada que

ha sido cambiado con un niño humano. Usualmente un troll, o un gnomo a

través del sidhe ─la nobleza del reino de las hadas─ han sabido como hacer un

cambio, también. Tu hermano ha sido reemplazado. Esa cosa no es Ethan,

más de lo que lo soy yo.”

“Estás loco” Susurré. Si yo no estaba sesionando, me iría hacia atrás de él,

hacia la puerta. “Te has marchado hasta el profundo final. Es tiempo de

cortar al anime, Rob. No hay tal cosa de las hadas.”

Robbie suspiró. “¿De verdad? ¿Ésto es con lo que tú vas? ¡Qué predecible!”

Se inclinó hacia atrás y cruzó sus brazos. “Pensé que eras mejor, princesa.”

“¿Pensar lo mejor de mi?” Lloré, saltando del sofá. “¡Escúchate a ti

mismo! ¿De verdad esperabas que me iba a creer que mi hermano es algún

tipo de duendecillo con polvos brillantes y alas de mariposa?”

M


“No seas estúpida” Dijo Rob con suavidad. “Tú no tienes idea de lo que en

realidad estas hablando. Tú estás pensando en ‘Campanita’, la cual es la

típica respuesta humana para el mundo de las hadas. Las verdaderas hadas,

no son así, para nada.” Se paró por un momento. “Bueno, a excepción de los

piskies, por supuesto, pero esa es completamente otra diferente historia.”

Sacudí mi cabeza, mis pensamientos giraban en varias direcciones en un

momento. “No puedo cargar con esto, ahorita mismo.” Murmuré y me

tambaleé lejos de él. “Tengo que verificarlo con Ethan.”

Robbie, sólo encogió los hombros, se apoyó en la pared y puso sus manos

detrás de su cabeza. Después de un resplandor final sobre él, me apresuré a

las escaleras y abrí la puerta del dormitorio de Ethan.

Era un desastre, una zona de guerra de juguetes rotos, libros y ropa

dispersa.

Miré alrededor en busca de Ethan, pero el cuarto parecía vacío, hasta que

oí una imperceptible rasguño debajo de la cama.

“¿Ethan?.” Arrodillándome y apartando figuras de acción rotas y los Tinker

Toys rotos, miré entre el espacio del colchón y el piso. En las sombras, yo sólo

podía distinguir un pequeño bulto, agrupado en la esquina, con su espalda

hacia mí. El estaba temblando.

“Ethan” Llamé suavemente. “¿Estás bien? ¿Por qué no sales aquí un

segundo? Yo no estoy molesta contigo.” Bueno, eso era una mentira, pero

estaba más conmocionada que molesta.

Quería arrastrar a Ethan escaleras abajo para que probara que no era un

troll, un changeling, o cualquier cosa que Robbie hubiera dicho que él era.

El bulto se movió un poquito, y la voz de Ethan vagó fuera del espacio. “¿Está

todavía el hombre tenebroso aquí?” El preguntó con una pequeña, asustadiza

voz.

Yo podría haber sido compasiva, si mi pantorrilla no palpitara tanto.


“No.” Mentí. “Él se ha ido. Ya puedes salir.” Ethan no se movió, y mi

irritación chispeó. “Ethan, esto es ridículo. ¿Podrías salir de allí ahorita

mismo? ¿Podrás?” Metí mi cabeza, más allá del colchón y traté de alcanzarlo.

Ethan se giró hacia mí silbando, sus ojos amarillos quemándose, se

abalanzó a mi brazo. Yo me sacudí hacia atrás, y sus dientes accidentados

señalaban como los de un tiburón y se rompieron juntos con un chasquido

horrible.

Ethan gruñó, su piel estaba de un terrible azul, como los de un niño

ahogado, sus dientes al descubierto brillaban en la oscuridad. Yo chillé,

escarbando entre los juguetes y los Tinker Toys, picándome las palmas.

Golpeando la pared, brinqué hacia mis pies, me giré y huí de la habitación.

Y corrí... me golpeé contra Robbie, que estaba parado afuera de la puerta.

Él me tomó de los hombros como si gritara, y empecé a golpearlo, apenas

consciente de lo que hacía. Él resistió el ataque sin una sola palabra,

simplemente deteniéndome en mi lugar, hasta que colapsé contra él, y puse

mi cabeza sobre su pecho. Y el me detuvo mientras sollozaba mi molestia y mi

miedo.

Al final, las lágrimas se acabaron, dejándome drenada y completamente

exhausta. Me sorbí los mocos y me giré, secándome los ojos con mi palma,

temblando. Robbie todavía estaba parado silenciosamente, su camisa húmeda

por mis lágrimas. La puerta de la habitación de Ethan estaba cerrada, pero

podía oír casi imperceptibles golpes y una risa aguda más fuertes a través de

la puerta.

Tirité, mirando fijamente a Robbie. “¿Ethan de verdad se ha ido?”

Susurré. “¿No está solamente escondido en algún lugar? ¿De verdad se ha

ido?”.

Robbie asintió gravemente. Miré a la puerta de la habitación de Ethan y

mordí mi labio. “¿Dónde está el ahora?”


“Probablemente en Fairyland.” Se declaraba tan simple, que casi me reía

de lo verdaderamente ridículo que era todo eso. Ethan había sido robado por

hadas y sustituido por un malvado doble. Las hadas secuestraron a mi

hermano. Estaba tentada a pellizcarme, para ver si este era un sueño

retorcido o una alucinación. Tal vez había caído en un aturdimiento post

borrachera en el sofá. En un impulso, mordí la parte interna de mi mejilla,

muy fuerte. El dolor agudo, y el sabor a sangre, me dijo que era,

ciertamente, real.

Miré a Robbie, y su grave expresión hizo desaparecer el resto de mis

dudas. Un sentimiento enfermizo alcanzó mi estómago, haciéndome tener

náuseas y miedo.

“Entonces...” Tragué y me forcé a mi misma a entrar en calma. OK, Ethan

estaba secuestrado por las hadas; yo podía tratar con eso. “¿Ahora que

hacemos?”

Robbie alzó un hombro. “Ése es el problema, princesa. Hay familias

humanas que han criado changelings como suyos, pero ellos no son

conscientes de la verdadera naturaleza de sus hijos. Hablando generalmente,

si tú lo alimentas y lo dejas solo, se establecerá en tu casa sin muchos

problemas. Los changelings dan mucha lata al principio, pero la mayoría de

las familias se adaptan.” Robbie sonrió ampliamente, pero era un intento

mejor dicho de estar desenfadado, que de humor. “Con un poco de suerte, tu

familia sólo pensará que se ha vuelto tardíamente, terriblemente al doble.”

“Robbie, ésa cosa me mordió, y probablemente va a hacer que Mamá se

resbale y se caiga en la cocina. Es más que una molestia, es peligroso.” Miré

de reojo a la puerta cerrada de Ethan y me estremecí. “Quiero que se vaya.

Quiero que esté mi hermano de regreso. ¿Cómo nos deshacemos de eso?”

Robbie estaba serio. “Bueno, hay maneras de deshacerse de los

changelings.”


Él empezó, viéndose incómodo. “Un viejo método es preparar cerveza o

hacer guisos en cáscaras de huevo, y eso va a ser que los changelings

comenten la rareza de eso. Pero ése método es para los infantes que han sido

cambiados – desde que el bebé es demasiado pequeño para hablar, los papás

sabían que era un changeling y los verdaderos padres lo querían recuperar. Yo

no creo que esto funcione para alguien mayor, como tu hermano.”

“Genial. ¿Hay alguna otra manera?”

“Ejem, la otra manera es golpear al changeling, hasta que esté cercano a

la muerte, hasta que grite fuerte a sus padres hadas que regresen al

verdadero niño. Salvo por eso, lo podrías meter en el horno y cocinarlo vivo.”

“Basta.” Me sentía enferma. “Yo no puedo hacer ninguna de ésas cosas,

Robbie. Sólo no puedo. Tiene que haber otra manera.”

“Bueno... ” Robbie miraba indeciso y se rascó la parte posterior de su

cuello. “La única otra manera es viajar a Fairyland y traerlo de vuelta.

Trayendo al verdadero niño a la casa, forzará al changeling a irse. Pero...” Él

se detuvo, como si estuviera al borde de decir algo, sólo para pensarlo mejor.

“¿Pero qué?”

“Pero tú... no sabes quien se llevó a tu hermano. Y sin ése conocimiento,

sólo caminarás en círculos. Y, si te estás preguntando, caminar en círculos en

Fairyland, es una mala, muy mala idea.”

Entrecerré mis ojos. “Yo no sé quien se lo llevó.” Coincidí, mirando

duramente a Robbie. “Pero tú sí.”

Robbie arrastró los pies nerviosamente. “Tengo una idea.”

“¿Quién?”

“Es sólo una idea, imagínate. Podría estar equivocado. No hay que tomar

conclusiones precipitadas.”

“¡Robbie!”


Él suspiró. “La Corte Unseelie.”

“¿La qué?”

“La Corte Unseelie.” Robbie repitió. “La Corte de Mab, Reina del Aire y la

Oscuridad. Enemigos declarados del Rey Oberon y la Reina Titania. Muy

poderosos. Muy desagradables.”

“Espera, espera, espera.” Alcé mis manos. “¿Oberon? ¿Titania? ¿Como

salidos de «Sueños de una Noche de Verano»? ¿No son ésos mitos antiguos?”

“Antiguos, si.” Robbie dijo. “Mitos, no. Los Lords Hadas son inmortales.

Ésos que tienen canciones, baladas, e historias escritas acerca de ellos, nunca

mueren. Creer que, rendir culto, imaginación – nosotros nacemos de los

sueños y los miedos de los mortales, y si somos recordados, aunque sea en una

manera pequeña, nosotros siempre existiremos.”

“Tú sigues diciendo, «nosotros».” Señalé. “Como si pensaras que eres uno

del reino inmortal de las hadas.” Robbie sonrió, con orgullo, una sonrisa

traviesa, y yo tragué saliva.

“De cualquier manera, ¿Quién eres tú?”

“Oh, bueno.” Robbie encogió los hombros, tratando de verse modesto y

fallando enteramente. “Si tú has leído Sueños de una Noche de Verano, tal

vez me recuerdes. Ahí había este desafortunado incidente, completamente sin

planear, donde yo le doy a alguien una cabeza de burro y hago que Titania se

enamore de él.”

Corrí a través de la obra en mi mente. Lo leí en séptimo curso, pero he

olvidado la mayoría del argumento. Había demasiados personajes, demasiados

nombres para analizar, gente enamorándose y desenamorándose, que parecía

ridículo. Recordé unos cuantos nombres humanos: Hermia, Helena, Demetrio.

En el lado del Reino de las Hadas, estaban Oberon, Titania y...“¡Carajo!”

Susurré, cayendo contra la pared. Miré a Robbie con nuevos ojos.


“Robbie Goodfell. Robin… Tú eres Robin Goodfellow.”

Robbie sonrió. “Llámame Puck.”

PUCK. PUCK, ESTABA PARADO EN MI VESTÍBULO.

“¡Ni pensarlo!” Susurré, sacudiendo mi cabeza. Este era Robbie, mi amigo

más cercano. Yo hubiera sabido si él era una antigua hada. ¿O no?

Aterrada, mientras más pensaba acerca de eso, más probable se veía. Yo

nunca había visto la casa de Robbie, ni a sus padres. Todos los maestros lo

amaban, aunque el no hacía ni una pizca de tarea y dormía en la mayoría de

las clases. Y cosas extrañas sucedían cuando él estaba alrededor: ratones y

ranas terminaban en los escritorios, o los nombres eran cambiados en torno de

los papeles de término o los trimestrales. Aunque Robbie Goodfell pensara

que ésas situaciones eran totalmente graciosísimas, nunca nadie sospechó de

él.

“No.” Me callé otra vez, girando hacia mi habitación. “Eso es imposible.

Puck es una leyenda, un mito. No lo puedo creer.”

Robbie me dio esa escalofriante sonrisa. “Entonces, princesa, por todo lo

que significa, déjame asegurarte.”

Sus brazos se levantaron a sus lados, como si él pudiera levitar en el aire.

Desde abajo, oí el crujido de la puerta principal y esperaba que Mamá y

Luke no estuvieran en casa todavía. «Ajá, Mamá... Ethan se transformó en un

monstruo y mi mejor amigo cree que es un hada. ¿Cómo estuvo tu día?»

Un enorme pájaro negro voló en picado en el vestíbulo. Aullé y me agaché

mientras el cuervo, o corneja, o lo que sea que fuera, fue directamente hacía

Robbie y se posó en su brazo. Ellos me miraban, ambos, con ojos brillosos y

Robbie sonreía.

Una ráfaga rápida de viento, y de repente, el aire estaba lleno de pájaros

negros gritones, volando en picado desde la puerta abierta. Aullé y me agaché


mientras la nube de cuervos llenaba el vestíbulo. Sus estridentes lloriqueos

estuvieron a punto de ensordecerme. Ellos se arremolinaron alrededor de

Robbie, era un tornado de alas golpeadoras y garras afiladas, rasgándose en él

con sus garras y picos. Las plumas volaban por todas partes y Robbie

desapareció dentro de esa masa arremolinada.

Entonces, como si fueran uno, los pájaros se dispersaron, saliendo por la

puerta abierta así de rápido como habían entrado. Así como el último pájaro

voló afuera, la puerta se cerró detrás, y el silencio descendió una vez más.

Detuve mi aliento y miré de reojo a Rob.

Robbie se había ido. Sólo un remolino de plumas negras y unas motas de

polvo quedaron en el lugar donde él había estado.

Eso era mucho. Sentí que mi cordura se desentrañaba como una prenda

deshilachada. Con un grito ahogado, me giré y huí hacia mi habitación,

aporreando la puerta detrás de mí. Lanzándome a mí misma debajo de las

colchas, puse mi almohada sobre mi cabeza y me sacudí, esperando que

cuando me despertara, las cosas fueran normales.

Mi puerta se abrió, y el sonido de alas llenó mi habitación. Yo no quería

ver y jalé las colchas fuertemente alrededor de mí, dispuesta a que la

pesadilla terminara. Escuché un suspiro, y pasos caminando sigilosamente en

el piso.

“Bueno, yo te traté de advertirte, princesa.”

Eche una ojeada. Robbie se paró ahí, mirándome, con una sonrisa

dolorosa en su rostro. Mirándolo, me sentí aliviada, molesta y atemorizada al

mismo tiempo. Tiré las colchas y me senté, entrecerrando los ojos mientras lo

miraba. Robbie esperó, con las manos en los bolsillos de sus jeans, como si me

estuviera retando a contradecirlo una vez más.

“¿De verdad eres Puck?” Dije finalmente. “¿El Puck? ¿Cómo el de las

historias?”


Robbie o Puck dio una pequeña reverencia. “El mismo, el único.”

Mi corazón todavía palpitaba con fuerza. Tome un respiro hondo para

calmarme y miré al extraño en mi habitación. Mis emociones se batieron; no

sabía cómo sentirme. Entonces decidí que me establecería como molesta;

Robbie había sido mi mejor amigo por muchos años, y el nunca vio como

compartir este secreto conmigo. “Me pudiste haber dicho antes.” Dije,

tratando de no sonar dolida. “Yo hubiera guardado tu secreto.” Él sólo sonrió

malignamente y alzó una ceja, enfureciéndome todavía más. “Bien. Vete de

regreso a Fairyland, o de donde sea que vengas. ¿No se supone que tú eres el

bromista de Oberon o algo así? ¿Por qué has estado demasiado tiempo

alrededor mío?”

“Me lastimas, princesa.” Robbie sonaba como cualquier cosa, excepto

herido “Y después de que me decidí a ayudarte para que pudieras tener a tu

hermano de regreso.”

Mi coraje desapareció instantáneamente, remplazado con miedo. Con

toda la plática de hadas y duendes, casi me había olvidado de Ethan.

Tirité mientras mi estómago se retorcía en una pequeña pelota apretada. Esto

todavía se sentía como salido de una pesadilla. Pero Ethan se ha ido, y las

hadas son reales. Tengo que aceptar eso ahora. Robbie se paró ahí,

mirándome expectantemente. Una pluma negra se cayó de su pelo, cayendo

en espiral hacia la cama. Delicadamente, la recogí, girándola en mis dedos.

La sentí sólida y real.

“¿Me ayudarás?” Susurré.

Me dio una mirada inteligente, una esquina de su boca girándose hacia

arriba.

“¿Conoces alguna manera de entrar a Fairyland por ti misma?”

“No.”

“Entonces necesitas mi ayuda.” Robbie sonrió y frotó sus manos juntas.


“Además, ha pasado un tiempo sin que haya ido a casa, y nunca sucede

nada aquí. Hacer una tormenta en la Corte Unseelie suena divertido.”

Yo no compartía su entusiasmo. “¿Cuándo nos vamos?” Pregunté.

“Ahora.” Replicó Robbie. “Mientras más pronto mejor. ¿Hay algo que

quisieras llevar, princesa? Puede que no regreses en un tiempo.”

Yo asentí, tratando de permanecer calmada. “Sólo dame un minuto.”

Robbie asintió y caminó hacia el vestíbulo. Arrebaté mi mochila naranja

fluorescente y la lancé a la cama, preguntándome que llevar. ¿Qué es lo que

uno necesita para pasar la noche en Fairyland? Tomé unos jeans y una camisa

extra, una linterna, una botella de aspirinas, rellenando la mochila.

Caminando por la cocina, tomé una botella de Coca – Cola y un par de

bolsas de patatas fritas, esperando que Robbie supiera cómo encontrar

comida en el viaje. Finalmente, no sabiendo por qué, tomé mi iPod,

poniéndolo en la bolsa del costado.

Se suponía que Mamá me llevaría hoy a DMV. Dudé, mordiendo mi labio.

¿Qué pensarían Mamá y Luke cuando se dieran cuenta que no estaba? Yo

siempre seguí las reglas, nunca me escapé – a excepción de una vez con

Robbie – nunca me quedé levantada después del toque de queda. Me imaginé

que Rob quería decir que nos íbamos a ir “un rato”. Luke tal vez ni se daría

cuenta de que me había ido, pero Mamá podría preocuparse. Tomando una

hoja de una antigua tarea, empecé a escribirle una nota rápida, pero paré, mi

bolígrafo rondó sobre el papel.

¿Qué le vas a decir? «Querida Mamá: Ethan ha sido secuestrado por hadas.

Me he ido para traerlo de vuelta. Oh, y no confíes en el Ethan que está aquí –

él es en realidad un verdadero changeling.» Sonaba demente, hasta para mí.

Dudé, pensando, entonces garabateé rápidamente:

Mamá, hay algo de lo que debo de hacerme

cargo.


Regresaré pronto, lo prometo. No te

preocupes por mí.

Meghan.

Pegué la nota en la puerta del refrigerador, tratando de no pensar que tal vez

nunca más miraría nuevamente mi casa. Poniéndome la mochila en los

hombros, sintiendo que mi interior se sacudía como una cesta de serpientes,

escalé las escaleras.

Robbie esperaba en el rellano, con los brazos cruzados sobre su pecho,

con una sonrisa perezosa.

“¿Lista?”

La ansiedad le hacía cosquillas a mi estómago. “¿Será muy peligroso?”

“Oh, extremadamente.” Robbie dijo, caminando hacia la puerta de la

habitación de Ethan. “Eso es lo que lo hace divertido. Tú puedes caer de

diferentes maneras – pinchado por una espada de cristal, arrastrado bajo el

agua y comido por un Kelpie, convertido en una araña o en un rosal por el

resto del tiempo.” Se volteó para mirarme. “Bueno, ¿Vienes o no?”

Me percaté de que mis manos estaban temblando y las puse sobre mi

pecho.

“¿Por qué estas diciendo estas cosas? ¿Estás tratando de asustarme?”

“Sí.” Robbie replicó, descaradamente. Se paró en la puerta de Ethan, con

una mano en la cerradura y me miró. “Estas son las cosas a las que te tienes

que enfrentar, princesa. Te estoy dando un claro aviso, ahorita mismo.

¿Todavía piensas que quieres ir? Mi oferta anterior todavía sigue en pie.”

Recordé el sabor del mistwine, el desesperado deseo de más, y temblé.


“No.” Dije rápidamente. “No voy a dejar a Ethan con un puñado de

monstruos. Ya he perdido a un padre – y no voy a perder a mi hermano,

también.”

Y entonces, algo me ocurrió, algo que me dejó sin aliento,

preguntándome porque no lo había pensado antes. Papá. Mi corazón latía

rápidamente, recordando medias memorias y sueños, donde mi padre

desaparecía debajo de un estanque y nunca reapareció. ¿Y si él fue raptado

por las hadas también? ¡Yo podría encontrar a Ethan y a papá y traerlos a

casa!

“¡Vámonos!” Exigí, mirando a Robbie a los ojos. “¡Vamos! Hemos gastado

suficiente tiempo aquí. Si vamos a hacer esto, vamos a terminarlo de una

vez.”

Rob parpadeó, y una extraña mirada pasó por su rostro. Por un momento,

parecía que él quería decir algo. Pero entonces se sacudió, como si estuviera

saliendo de un trance, y el momento se haya ido.

“Entonces está bien. No digas que no te avisé.” Él sonrió y el brillo en sus

ojos se hizo más intenso. “Primero lo primero. Tenemos que encontrar una

entrada para Nuncajamas. Eso es lo que es Fairyland para ti. No es un lugar en

el que puedas entrar caminando como si nada, y las puertas usualmente están

muy escondidas. Afortunadamente, tengo una muy buena idea donde una esté

escondida.” Él sonrió, se giró y golpeó en la puerta de la habitación de Ethan.

“¡Knock, knock!” Llamó en una voz fuerte y cantada.

Por un momento, hubo silencio. Después hubo un golpe sordo y un

estrépito, como si algo pesado hubiera sido lanzado a la puerta. “¡Vete!”

Gruñó una voz desde adentro.

“Oh, no. No es así como se juega esta broma.” Dijo Rob. “Yo dijo ‘Knock,

knock’, y tú se supone que deberías responder con ‘¿Quién está ahí?’”

“¡Joder! ¡Vete a la chingada!”


“No, eso todavía está mal.”Robbie se miraba imperturbable. Yo, sin

embargo, estaba horrorizada con el lenguaje de Ethan, a pesar de que sabía

que no era él. “Bueno...” Continuó Rob con una amable voz. “Voy a ir a

través de toda la cosa, para que sepas que responder la próxima vez.” Se

aclaró la garganta y golpeó la puerta otra vez. “¡Knock, knock!” Él bramó.

“¿Quién está allí? ¡Puck! ¿Puck, quién? ¡Puck, el que te va a convertir en un

cerdo llorón y te meterá en el horno si no te haces a un lado!” Y con eso, él

abrió de un portazo la puerta. La cosa que se miraba como Ethan se paró en la

cama, con un libro en cada mano. Con un silbido, los lanzó a la puerta. Robbie

los esquivó, pero un libro me golpeó en el estómago y gruñí.

“Por favor.”Escuché a Robbie murmurar, y como una onda pasó a través

del aire. De repente, todos los libros en la habitación ondeaban sus portadas,

alcanzaron el piso y los estantes, y empezaron a caer en picada sobre Ethan,

como un rebaño de enfurecidas gaviotas. Yo sólo podía mirar, sintiendo que

cada segundo mi vida era más irreal. El falso Ethan silbó y gruñó, aplastando a

los libros como si ellos zumbaran a su alrededor, hasta que uno le pegó una

cachetada en su cara y lo tiró del colchón.

Chispeando en furia, se lanzó debajo de la cama. Escuché garras escarbar

contra la madera mientras sus pies desaparecían muy lentamente. Maldiciones

y gruñidos salieron de la oscuridad.

Robbie sacudió su cabeza. “Aficionados.” El suspiró mientras los libros

volaban en picado, alrededor de la habitación, se pararon a medio vuelo y

cayeron como lluvia al suelo con eco y golpes sordos. “Vámonos, princesa.”

ME SACUDÍ Y ESCOGÍ MI CAMINO a través de los libros caídos, juntándome con

Robbie en medio de la habitación. “Entonces...” Me aventuré, tratando de

sonar casual, como si los libros voladores y las hadas fueran cosas con las que

me encontrara todos los días. “¿Dónde está la entrada a Fairyland? ¿Tienes

que hacer un anillo mágico, o hacer un hechizo o algo?”


Rob se rió en voz baja. “No exactamente, princesa. Lo estás haciendo muy

complicado. Las puertas a Nuncajamas tienden a aparecer donde hay muchos

creyentes, creatividad o imaginación. A menudo puedes encontrar una en el

clóset de la habitación de un niño, o debajo de su cama.” Floppy tenía miedo

del hombre en el clóset. Temblé, pidiendo disculpas mentalmente a mi medio

hermano. Cuando lo encuentre de nuevo, me aseguraría de decirle que

también creo en monstruos. “Entonces el clóset.” Murmuré parándome sobre

los libros y los juguetes para alcanzarlo. Mi mano tembló un poco cuando

agarré el pomo. No había ahora vuelta atrás, me dije a mi misma, y la jalé

para abrirla.

Una alta, demacrada figura, con una nariz estrecha y ojos hundidos me

miraba mientras la puerta se abría. Un traje negro colgaba de su cuerpo

delgado y recto, y un sombrero redondo se posaba en su mordaz cabeza.

Parpadeó ampliamente, mirándome, y sus labios incruentos hicieron una

mueca, revelando delgados, puntiagudos dientes. Salté hacia atrás con un

chillido.

“Mi clóset.” Silbó la figura. Una mano, como una araña, salió y agarró el

pomo.

“Mi clóset, mío.” Y cerró la puerta de un porrazo.

Robbie dio un exasperado suspiro, mientras me escondía detrás de él, mi

corazón yendo a toda velocidad en mi costilla, como un murciélago enjaulado.

“Trasgo.” Dijo, sacudiendo la cabeza. Caminó en grandes zancadas hacia la

puerta, golpeó tres veces y se lanzó la puerta al abrirse.

Esta vez, el espacio estaba vacío, excepto por las camisas colgadas, la pila

de cajas y las cosas que normalmente hay en un clóset. Robbie empujó hacia

un lado la ropa, maniobró alrededor de las cajas, y puso una mano en la pared

de atrás, sintiendo con sus dedos toda la madera. Un poco curiosa, me

acerqué despacio.


“¿Dónde estás?” Él murmuró, sintiendo a través de la pared. Me moví

sigilosamente hacia la puerta y miré por encima de su hombro. “Yo sé que

estás aquí... ¿Dónde...? ¡Ajá!”

Agachándose, recobró el aliento y golpeó la pared. Instantáneamente, una

nube de polvo se levantó, ondeando alrededor de él y brillando como escarcha

o diamantina naranja.

Cuando se enderezó, miré una manilla dorada en la pared de atrás, y la

tenue línea de una puerta, la luz pálida brillando por la rendija de abajo.

“Vamos, princesa.” Rob se giró y me hizo señas para que avanzara. Sus

ojos brillaban de color verde en la oscuridad. “Este es nuestro pase. Nuestro

boleto de sólo ida a Nunca jamás.”

Dudé, esperando que mi pulso bajara hasta se estabilizara a su ritmo

normal.

No lo hizo. «Esto es demente», una pequeña, asustada parte de mí

murmuró.

¿Quién sabía que era lo que nos esperaba del otro lado de la puerta? ¿Qué

horrores estaban al acecho en la oscuridad? Tal vez nunca más regresaría a

casa. Esta era mi última oportunidad de arrepentirme.

No, me dije a mi misma. No puedo arrepentirme. Ethan está allí fuera, en

algún lugar. Ethan está contando conmigo. Respiré hondo y di un paso hacia

delante.

Una mano arrugada, me golpeó desde debajo de la cama, agarrándose en

mi tobillo. Tiró salvajemente y estuve a punto de caer, mientras el eco de un

gruñido salía del espacio negro de abajo. Con un alarido, por instinto pateé la

garra, me metí a ciegas al clóset, y cerré de un golpe la puerta detrás de mí.

El rey de hierro.


CCaappiittuulloo 55 EL NUNCA-JAMÁS

Traducido por Narumyta19

n la oscuridad humedad del closet de Ethan, presioné una mano en

mi pecho y esperé una vez más que mis latidos se normalizaran. La

oscuridad me rodeaba. Excepto por el delgado rectángulo de luz

perfilada contra la pared del frente. No podía ver a Robbie, pero sentía su

presencia cerca, escuchando su respiración tranquila cerca a mi oído.

-¿Lista?- él susurró, su aliento caliente sobre mi piel. Y antes de que

pudiera responder, empujó la puerta con un crujido, revelando el

Nuncajamás.

Una pálida luz plateada inundó la habitación. El bosque detrás del marco

de la puerta estaba rodeada por enormes árboles, tan espesa y enmarañada

que no podía ver el cielo entre las ramas.

Una niebla ondeante se deslizó por el suelo, y el bosque estaba oscuro y

silencioso, como si se encontrara atrapado en un perpetuo crepúsculo. Aquí y

allá, las salpicaduras de colores brillantes destacaban entre los grises. Un

racimo de flores, sus pétalos u azul eléctrico deslumbrante, sacudiéndolos

sutilmente en la niebla. Una enredadera trepadora serpenteaba alrededor del

tronco de un moribundo roble, largas espinas rojas daban un marcado

contraste con el árbol que estaban matando.

Una cálida brisa sopló dentro del closet, trayendo consigo un

deslumbrante surtido de olores—olores que no deberían estar juntos en un

sólo lugar. Hojas aplastadas y canela, humo y manzanas, tierra fresca,

lavanda, y el débil olor empalagoso de putrefacción y decadencia. Por un

momento, atrape un olor penetrante de algo metálico y cobreño,

E


envolviéndose alrededor del olor a podrido, pero se había ido en el siguiente

aliento. Nubes de insectos pululaban arriba de mi cabeza, y si prestaba más

atención, podía casi escucharlos cantar. El bosque estaba quieto al principio,

pero después atrape movimiento dentro de las sombras, y escuche hojas

susurrar alrededor nuestro. Ojos invisibles parecían verme de todos lados,

taladrando mi piel.

Robbie, con su cabello tan rojo como una brillante llama sobre su cabeza,

dio un paso adelante hacia la puerta, miró detenidamente alrededor, y sonrió.

-Casa.- susurró, abriendo los brazos, como si quisiera abarcar todo con ellos.

-Estoy finalmente en casa.- giró en su mismo lugar y, con otra sonrisa,

cayó de espaldas en la niebla, como si estuviera haciendo un ángel de nieve, y

desapareció.

Tragué saliva y tomé un cauto paso adelante. La niebla se arremolinaba

en mis talones, como alguna cosa viva, acariciando mi piel con dedos

húmedos. -¿Rob?-

El silencio se burló de mí. En la esquina de mi ojos, algo grande y blanco

se escabulló entre los arboles, parecía mercurio. -¿Rob?- llamé de nuevo,

acercándome al lugar en dónde desapareció.

-¿Dónde estás Robbie?-

-Boo.- Rob apareció detrás de mí, levantándose de la niebla como un

vampiro lo haría de su ataúd.

Decir que grité queda un poco corto.

-Un poco nerviosa hoy, ¿no?- Robbie rió y se escabulló de mi vista antes

de que pudiera matarlo. -Tiempo de cambiar a un descafeinado, princesa. Si

vas a chillar cada vez que alguien salte y te diga -Boo-, estarás exhausta antes

de que lleguemos al borde del bosque.-

El cambió. Unos pantalones verdes de cazador y una gruesa capucha

marrón remplazando sus jeans y su camiseta raída. No podía ver sus pies muy


bien, pero lucían como si hubiera cambiado sus zapatillas por unas suaves

botas de cuero. Su rostro estaba más delgado, mas dura, con ángulos agudos

y rasgos mas señalados. Combinado con su brillante cabello color bronce y sus

ojos verdes, me recordaba a un sonriente zorro.

Pero el cambio más notable era sus orejas. Delgadas y puntiagudas, que

sobresalían de los lados de su cabeza, como… bueno, como las de un elfo. Y,

en ese momento, todos los rastros de Robbie Goodfell, desaparecieron. El

chico que conocí la mayoría de mi vida se fue, como si nunca hubiera

existido., sólo que Puck.

-¿Cuál es el problema princesa?- Puck bostezó, estirando sus largas

piernas. Era mi imaginación, o ¿él también se había hecho más alto? -Te ves

como si hubieras perdido a tu mejor amigo.- Ignore la pregunta, no queriendo

tener que tratar con ello ahora. -¿Cómo hiciste para hacer eso?- pregunté,

para llevar la conversación a otro lado. -Tus ropas, quiero decir. Son

diferentes. Y la manera en que hiciste volar los libros alrededor de la

habitación. ¿Era magia?-

Puck sonrió. -Glamour,- él dijo, como si eso significara algo para mí.

Fruncí el ceño hacia él, y suspiró. -No tuve tiempo de cambiar antes de que

viniéramos acá, y mi Señor Rey Oberon no le gusta que ropa humana sea

vestida en su corte. Así que usé glamour para hacerme presentable. Justo

como lo usaba para parecer humano.-

-Espera un minuto.- recordé la conversación en sueños de Robbie y la

enfermera. -¿Hay otros como tu…tu tipos-de-hadas, caminado por ahí, justo

en frente de nuestras narices?-

Puck me dio una sonrisa muy escalofriante. -Estamos en todos lados

princesa,- él dijo firmemente. -debajo tu cama, en el ático, caminando

alrededor tuyo en la calle.- Su sonrisa creció mas grande, más lobuna. -el

Glamour es alimentado por los sueños e imaginación de los mortales.

Escritores, artistas, pequeños chicos pretendiendo ser caballeros-las hadas

son atraídos hacía ellos como polilla a la llama. ¿Por qué crees que tantos


niños tienen amigos imaginarios? Hasta tu hermano tiene uno. Floppy, creo

que así lo llama, pienso que ese no es su verdadero nombre. Una lastima que

el cambio se encargó de matarlo.-

Mi estomago se sintió entumecido. -Y… ¿nadie puede verte?-

-Somos invisibles, o usamos glamour para ocultar nuestra real naturaleza.-

puck se recostó contra el árbol, entrelazando sus manos detrás de su cabeza,

muy al estilo de Robbie. -No luzcas tan sorprendida princesa. Los mortales

tienen perfeccionado el arte de no ver lo que se supone no esta allí. Aunque,

hay algunos humanos raros que pueden vernos a través de la niebla y glamour.

Usualmente, son individuos muy especiales-inocentes, ingenuos soñadores- y

las hadas están aún más atraído por ellos.-

-Como Ethan.- murmuré.

Puck me dio una extraña mirada, una de las esquinas de su boca se curvó.

-Como tú, princesa.-

El parecía querer decir algo más, pero una rama golpeó en algún lado de

la enredada oscuridad.

El se enderezó rápidamente. -Whoops, tiempo de irnos. Es peligroso

quedarnos mucho tiempo en cualquier lugar. No queremos atraer indeseada

atención.-

-¿Qué?- exclamé mientras el daba grandes zancadas atravesando el

bosque, moviéndose tan lleno de gracia como un ciervo. -Pensé que dijiste

que esto era casa.-

-El Nuncajamás es Casa para todas las hadas,- Puck dijo sin mirar atrás. -

esta dividida en territorios, o más técnicamente, Cortes. La corte Seelie es de

dominio de Oberon, y Mab manda en los territorios No Seelies. Mientras que

en las otras Cortes, por lo general esta prohibido el tormento, mutilar o matar

a otra hada sin el permiso de sus gobernantes. -Sin embargo,- él continuó,

volteándose para mirarme, -ahora, estamos en territorio neutral, hogar de las


hadas salvajes. Aquí, como los humanos dicen, todas las apuestas están fuera.

Las cosas que vienen por nosotros podría ser una manda de sátiros que te

harán bailar hasta que estés cansada, después te violaran uno a uno, o podría

ser una manada de lobos salvajes que nos separan a ambos. De cualquier

manera. No creo que quieras andar por ahí explorando.-

Tuve miedo de nuevo, parecía como si siempre hubiera tenido miedo. No

quería estar aquí en este bosque espeluznante, con una persona que pensaba

que conocía. Quería regresar a casa. Solo que, casa se había convertido en un

lugar aterrador también, casi como Nuncajamás. Me sentía perdida y

traicionada, fuera de lugar en un mundo que deseaba hacerme daño.

Ethan, me recordé a mi misma. Tú estás haciendo esto por Ethan. Una vez

que lo tengas, podrás volver a casa y todo será como antes, normal.

El crujido creció más bullicioso, y las ramitas golpeaban como si alguien

estuviera ahí afuera acercándose.

-Princesa,- Puck soltó, juntó a mi lado. Salté y pegué un grito cuando el

agarraba mi muñeca.

-Las antes mencionadas bestias han cogido nuestro olor y ahora están

viniendo por nosotros.-

Aunque su voz era casual, yo podía ver la tensión en sus ojos. -Si no

quieres que tu primer día en El Nuncajamás sea el último, sugiero que nos

movamos.-

Mire hacia atrás y vi la puerta por la que habíamos llegado parada en el

medio del claro.

-¿Seremos capaces de encontrar este camino para regresar a casa?- le

pregunté cuando Puck me empujaba por el camino.

-Nop.- Cuando lo miré con horror él se encogió de hombros. -Bueno no

puedes esperar que las puertas que las puertas estén paradas alrededor en un


lugar, princesa. No te preocupes. Me tienes a mí, ¿recuerdas? Cuando el

tiempo venga, nosotros podremos encontrar el camino a casa.-

Corrimos por el otro lado del claro, directo a una maraña de pinchudas

espinas amarillas que eran tan largas como mi dedo pulgar. Me contuve,

seguro que estábamos cortados a jirones, pero mientras nos acercábamos, las

ramas se estremecían y despejaban lejos de nosotros, revelándonos un

angosto camino que cortaba entre los árboles. A medida que lo

atravesábamos, los arbustos se acercaban juntos de nuevo, escondiendo el

camino hecho por nosotros y borrando nuestro rastro.

Caminamos por horas, o al menos yo lo sentí así. Puck mantenía un paso

constante, ni muy rápido, ni muy lento, y con el tiempo los sonidos de ser

perseguidos se desvanecieron.

A veces el camino se separaba, retomando caminos en diferentes

direcciones, pero aun así Puck siempre escogía un sendera sin ninguna duda.

Muchas veces, atrapaba movimientos por el rabillo de mi ojo-un flash de color

en los arbustos, una silueta entre los árboles- pero cuando volteaba, no había

nada ahí. Algunas veces juraba oír a alguien cantando o música, pero, claro.

Esto se iba cuando trataba de concentrarme en escuchar. La iluminación

enfermiza del bosque nunca disminuía o mejoraba, y cuando le pregunté a

Puck cuando caería la noche, el levanto una ceja y dijo que vendría cuando

estuviera lista.

Molesta, verifiqué mi reloj, preguntándome cuanto tiempo llevábamos

viajando. Recibí un impacto desagradable. Las manecillas del reloj estaban

congeladas en solo lugar. O cualquiera de las baterías del reloj estaba

muerta, o algo estaba interfiriendo.

O tal vez el tiempo no existe en este lugar. No se por que encontré que

eso era enormemente perturbador, pero lo hice.

Mis pies estaban adoloridos, mi estomago dolía, y mis piernas estaban

ardiendo exhaustas cuando el eterno crepúsculo empezó a disminuir. Puck se


detuvo, mirando fijamente el cielo, donde una enorme luna brillaba sobre las

copas de los árboles, tan cercana que podías ver los hoyos y cráteres

estropeando su superficie.

-Supongo que nosotros deberíamos descansar por la noche.- Puck sonaba

reacio. Me dio una sonrisa de ambos lados cuando yo colapsaba en un mohoso

tronco. -no queremos tropezarnos dentro de un montículo bailarín, o

perseguir a u conejo blanco bajo un agujero negro. Vamos, conozco un lugar

no muy lejos de aquí en donde podemos dormir sin interrupciones.-

El tomó mi mano y me jaló hasta ponerme de pie. Mis piernas gritaron en

protesta, y casi me senté de nuevo. Estaba cansada, malhumorada, y la

última cosa que quería hacer es estar de excursionista.

Mirando alrededor, vi una pequeña laguna situado entre los arboles. El

agua titilaba en la luz de la luna. Y me detuve, mirando hacia el reflejo de la

superficie. -¿Por qué no nos detenemos aquí?- Pregunté.

Puck dio una mirada a la laguna, haciendo una mueca, y me jaló hacia

delante.

-Ah no.- él dijo rápidamente. -muchas cosas desagradables acechan bajo

el agua- kelpies y glaistigs y sirenas y otras de esas cosas. Mejor no

arriesgarse.-

Mire abajo y vi una forma oscura rompiendo la perfecta superficie del

lago, enviando ondas por toda la tranquila agua. La parte de arriba de una

cabeza de caballo, negra como el carbón y resbaladizo como una foca, me

miraban con unos funestos ojos blancos. Con un grito de asombró, me

apresure a seguir caminando.

Un par de minutos después, llegamos al tronco de un enorme y nudoso

árbol. La corteza estaba tan nudosa y rugosa, que casi podía ver rostros

echando una mirada fuera del tronco. Me recordaban a ancianos arrugados,

amontonados unos sobre otro, sacudiendo sus brazos torcidos indignados. Puck

se arrodilló sobre las raíces y golpeó la madera. Eche un vistazo sobre su


hombro y, en un principio, vi una pequeña puerta, apenas de un pie de alto,

cerca a la base del árbol. Cuando miraba con los ojos bien abiertos, la puerta

se abrió, y una cabeza miró fuera sospechosamente.

-¿Eh? ¿Quién está ahí?- una chillona voz rugosa preguntó, al mismo tiempo

en el que empezaba a preguntar. La piel del pequeño hombre era del color de

los árboles de nogal; su pelo lucía como un fardo de ramitas saliendo de su

cuero cabelludo. El usaba una túnica marrón con mallas marrones, y lucia

como si un palo hubiera cobrado vida, excepto por los ojos mirando a través

de su rostro, negros y brillantes como los de un escarabajo.

-Bunas noches Twiggs.- Puck saludó políticamente.

El hombre pequeño parpadeo, entrecerrando los aojos a la figura que

tenia en frente. -¿Robbie Goodefellow?- él chillo al final. -No te había visto

por estos lugares en tiempo. ¿Qué te trae por mi humilde árbol?-

-Servicio de escolta,- contestó Puck, poniéndose a un lado para que así

Twiggs pueda tener un buen vistazo de mí. Esos brillantes ojos se fijaron en

mí, parpadeando con confusión. Luego, de repente, ellos se volvieron

enormes y redondeos, cuando Twiggs miraba de regreso Puck.

-Es… ¿es… eso…?

-Lo es

-¿Ella no estaba…?

-No.-

-Oh, mi.- Twiggs abrió la puerta entera, haciéndonos señas para entrar,

con su brazo parecido a un palo. -Pasen, pasen. Rápido, ahora. Antes que los

dryads los vean, los chismes irritantes.-

Él desapareció dentro, y Puck se volteo hacia mí.

-Nunca seré capaz de entrar por ahí,- le dije antes siquiera que dijera una

palabra. -No hay manera de que me retuerza atreves, salvo que tengas un


hongo mágico que me haga encogerme como una avispa. Y no comeré nada

como eso. He visto Alicia en el País de las Maravillas, sabes.-

Puck sonrió y tomó mi mano.

-Cierra tus ojos,- me dijo, -y sólo camina.-

Lo hice, medio esperando ir de narices contra el árbol, cortesía de la gran

broma de Robbie

Cuando no pasó nada, casi abro los ojos pero me lo pensé mejor. El aire se

volvió caliente, y escuché una puerta cerrase tras de mí, cuando Puck dijo

que podía abrir mis ojos de nuevo.

Estuve en una acogedora habitación redonda, las paredes hechas de suave

madera roja, el suelo cubierto con una mohosa alfombra. Una roca plana

sobre tres tocones servían como mesa en el centro de la habitación,

mostrando bayas del tamaño de pelotas de fútbol. Una escalera de cuerdas

colgaba en la pared de al fondo, y cuando mi mirada la siguió hasta arriba,

casi me desmayo.

Decenas de insectos se arrastraban por las paredes o se cernían en el aire

por encima de nosotros o por el tronco más allá de lo que podía ver. Cada

insecto era del tamaño de un cocker español, y la parte de atrás brillaba con

una luminiscencia amarillaverdosa.

-Estuviste renovando Twiggs,- dijo Puck, sentándose en un montón de

pieles que hacían las veces de sillón. Mire con mas atención y pude la cabeza

de una ardilla todavía pegada a su piel, y tuve que apartar la mirada.

-Este lugar era apenas un agujero en el árbol cuando lo vi por última vez.-

Twiggs miró complacido. Era de nuestra altura ahora en realidad, o creo

que ahora nosotros éramos mas de su altura y de cerca el olía a cedro y

musgo.


-Si, le he tomado cariño,- twiggs dijo, acercándose a la mesa. Tomó un

cuchillo y cortó una baya en tres pedazos, arreglando los pedazos en platos de

madera. –Aun así, pueda que tenga que mudarme pronto. Los dryads me

susurraron cosas oscuras. Dicen que partes del Bosque Salvaje está muriendo,

desapareciendo

Más cada día. Nadie sabe que es lo que causa esto.-

-Tú sabes que esta causando esto,- Puck dijo, poniendo la cola de la

ardilla en su regazo. –todos lo sabemos. Esto no es nada nuevo.-

-No.- twiggs sacudió su cabeza. –La incredulidad de los mortales siempre

tomó un pedazo del Nuncajamás, pero no así. Esto es... diferente. Es difícil

de explicar. Veras a lo que me refiero si vas más lejos.-

Nos alcanzó una gran baya en un plato a cada uno de nosotros, mitad de

una bellota, y una pila de lo que parecía unas humeantes larvas blancas.

A pesar de la rareza del día, estaba hambrienta después de horas de

caminata. El trozo de baya sabía dulce y a tarta, pero no estaba ni cerca de

tocar las cosas de aspecto agusanado y se las di todas a Puck. Después de

cenar, Twiggs me hizo una cama de cueros y pieles de ardilla, y aunque

estaba media indecisa, me quede dormida inmediatamente.

ESA NOCHE, SOÑE.

En mi sueño, mi casa estaba oscura y silenciosa, la sala estaba sumergida

en sombras. Un leve brillo sobre el reloj de pared anunciaba las 3:19 a.m.

floté a través de la sala pasando la cocina y me dirigí arriba por las escaleras.

La puerta a mi cuarto estaba cerrada, y escuche los ronquidos de osos pardo

de Luke viniendo del cuarto principal, pero al final del pasillo, la puerta de

Ethan estaba ligeramente entreabierta. Acolchonada por el pasillo me asomé

a mirara por la rendija.


Un extraño estaba parado el cuarto de Ethan, una alta, delgada figura

vestida en gris y negro.

Un muchacho, tal vez un poco mayor que yo, aunque era imposible

descifrar su edad. Su cuerpo era juvenil, pero había una tranquilidad viniendo

de él que insinuaba algo mucho mayor, algo increíblemente peligroso. Con

una sacudida, lo reconocí como el muchacho sobre el caballo, que me estaba

viendo a través del bosque ese día. ¿Por qué estaba aquí ahora, en mi casa?

¿Cómo siquiera llegó aquí? Juguetee con la idea de confrontarlo, sabiendo

que esto era solo un sueño, cuando note algo más, algo que hizo a mi sangre

correr helada.

Grueso cabello como alas de cuervo caía sobre sus hombros, casi sin cubrir

las delicadas orejas puntiagudas.

No era humano. Era uno de ellos, unos de los feys. Parándose en mí casa,

en el cuarto de mi hermano. Me estremecí y comencé ha hacer una salida

fácil de regreso por el pasillo.

El se voltio entonces, mirándome directamente hacia mí, y hubiera

jadeado si hubiera tenido aliento.

El era magnifico. Más que magnifico, era hermoso. Majestuosamente

hermoso, príncipe-de-la-extraña nación hermosa. Si el hubiera entrado en mis

clases durante los finales, estudiantes y profesores se hubieran tirado a sus

pies. Aun así, era una belleza fría y dura, como la de una estatua de mármol,

inhumana y de otro mundo. Sus ojos rasgados, debajo del largo, dentado

flequillo, brillaban como puntas de acero.

El cambiante no estaba por ningún lado paras ser visto, pero podía oír

sonidos saliendo de debajo de la cama, el ruido sordo de rápidos latidos. El

hada parecía no notarlo.

El voltio y colocó una pálida mano sobre la puerta del closet, corriendo

sus dedos sobre la desgastada madera. Un fantasma de sonrisa tocó sus labios.


En suave movimiento, empujó la puerta abriéndola y caminando a través

de ella. La puerta se cerró detrás d él con suave sonido, y el se hubo ido.

Cautelosamente, me dirigí por borde hacia la puerta del closet,

manteniendo un ojos cuidadosamente en el espacio de debajo de la cama.

Aun oía sonidos apagados de latidos de corazón, pero nada salió a agarrarme.

Crucé la habitación sin ningún incidente. Tan calladamente como pude,

agarre la manija de la puerta, la voltee, y abría la puerta

-Mi closet!- chilló el hombre sombrero de hongo, saltando hacia mi. -

¡Mía!-

GRITE Y ME SACUDÍ sacándome a mi misma de mi sueño.

Por un momento, mire cuidadosamente alrededor del cuarto, sin saber

donde estaba. Mi corazón resonaba, y un frío sudor hacia mi frente húmeda y

resbaladiza. Escenas de una vivida pesadilla bailaban en mi cabeza: Ethan

atacándome, Robbie haciendo volar libros alrededor de la habitación, un

portal abriéndose a un espeluznante nuevo mundo.

Un fuerte ronquido llamo mi atención, y me volví. Puck estaba tumbado

en un sofá al frente mío, un brazo colgaba sobre sus ojos. Su torso envuelto

en una manta de ardilla

Mi corazón se hundió cuando, lo recuerdo venían flotando de regreso. Esto

no era una pesadilla. Yo no estaba soñando esto. Ethan estaba desaparecido;

un monstro lo estaba remplazando. Robbie era un hada

Y yo estaba en la mitad del Nuncajamás buscando a mi hermano, aunque

no tenía ni idea de dónde buscar, y sin real esperanza de encontrarlo.

Me recosté con un escalofrió, esta oscuro en la casa de Twiggs; las

luciérnagas o lo que sea que hayan sido habían dejado de parpadear y ahora

estaban pegadas a la pared, aparentemente dormidas. La única luz era el de


un brillo parpadeante que venia de fuera de la ventana, tal ves Twiggs tenia

la luz del porche encendida o algo.

Me erguí, la luz era en realidad luz de velas, y sobre eso, un rostro estaba

mirando a la habitación desde fuera. Abrí la boca para gritar a por Puck,

cuando esos ojos azules se voltearon hacia mí, y un rostro que conocía muy

bien regreso a la noche.

Ethan.

SALTE FUERA DE LA CAMA y corrí por el suelo, sin molestarme en ponerme

zapatos. Puck resopló y se volvió en el montón de pieles, pero no le hice caso.

¡Ethan estaba allí afuera! Si pudiera llegar a el, podríamos volver a casa y así

olvidarse que este lio alguna ves existió.

Tire de la puerta y di un paso adelante, escaneando los bosque a por mi

hermano. Solo después seme ocurrió que había vuelto a mi tamaño normal de

nuevo, y que la puerta aun era de un pie de alto.

En lo único que podía pensar era en Ethan y regresarlo a casa, regresarnos

a ambos a casa.

La oscuridad me acogió. Pero adelante, vi un resplandor naranja

parpadeante rebotando, alejándose más lejos. -Ethan!- llamé, mi voz

haciendo eco en la quietud. -¡Ethan espera!-

Eché a corre, mi pies descalzos eran abofeteados contra hojas y ramas,

resbalándose en rocas y lodo. Mi dedo golpeo algo afilado, y debió haber

dolido, pero mi mente no registro ningún dolor. Podía verlo adelante, una

pequeña figura haciendo su camino entre los arboles, sosteniendo una vela

delante de él. Corrí tan rápido como pude, ramas raspando mi piel y lagrimas

en mi cabello y ropas, pero parecía como que el siempre mantenía la misma

distancia.


Luego el se detuvo y miro sobre su hombro, sonriendo. La luz de las velas

fundía sus rasgos en un escalofriante resplandor. Me puse a correr con una

subida de velocidad, y estaba a solo un pie de distancia cuando la tierra se

empezó a abrir enfrente de mí. Con un chillido, me plante como piedra,

cayendo con un chapoteo en el agua helada que se cerraba sobre mi cabeza

inundando mi nariz y mi boca.

Jadeando, luchaba para mantearme a flote, mi cara ardía y mis piernas

estaba ya entumecidas. Sobre mí, una risita si fuera, una bola de luz brillante

sobrevolaba mi cabeza. Colgó ahí por un momento, como si disfrutara de mi

humillación, luego salió disparada hacia los arboles, una gran risa estridente

haciendo eco detrás de el.

Pisando agua, mire alrededor. Un canco de barro se levanto por encima de

mi, resbaladizo y peligroso.

Había vario arboles creciendo fuera sobre el agua, pero sus ramas eran

demasiado grandes para poder alcanzarlas. Trate de encontrar donde

sujetarme en el banco para empujarme fuera, pero mi pie se resbaló en el

lodo, y las plantas que agarré se desprendieron de las tierra, vertiéndome en

un ruidoso sonido. Tenia que encontrar una forma de salir.

Y luego oí otro sonido, más fuerte, y supe que no estaba sola.

La luz de la luna brillaba sobre el agua, pintando todo en relieves negros y

plateados,

Excepto por el sonido de los insectos, la noche estaba bastante tranquila.

En el lado opuesto del lago, luciérnagas danzaban y revoloteaban sobre la

superficie, algún resplandor rosado y remplazaban al amarillo. Tal vez solo

imagine que escuche algo. Nada parecía moverse excepto por un tronco a la

yendo a la deriva enfrente de mi.

Parpadee y mire de nuevo. Ese tronco de pronto se asemejaba a la mitad

de la cabeza de un caballo, si el caballo pudiera nadar como un caimán. Y de


pronto vi los murtos ojos blancos, los delgados dientes brillantes, y el pánico

se levanto como una negra corriente.

-Puck!- grité, escarbando en el banco. Lodo se desprendía en grupos;

encontraba donde sostenerme solo para volver a caer. Podía sentir a la cosa

acercarse. -¡Puck, ayúdame!-

Mire sobre mi hombro. El caballo cosa estaba solo aun pie de mi,

levantando su cuello fuera del agua para exponer un boca llena de

puntiagudos dientes. ¡Oh, Dios, voy a morir!

¡Esa cosa me iba a comer! ¡Alguien ayúdeme! Clavaba mis manos

frenéticamente en el banco-y sentí una rama solida debajo de mis dedos.

Cogiéndola, tire con todas mis fuerzas, y sentí a la rama levantarme fuera del

agua, justo cuando el caballo monstro rujia a todo pulmón. Su húmeda, y

gomosa nariz golpeo la parte de debajo de mi pie, mandíbulas golpeándose

con una diabólica muesca. Luego la rama me aventó, jadeando y llorando, al

banco, y el caballo cosa se hundió debajo de la superficie una vez más.

Puck me encontró minutos después, se hizo u ovillo a unos metro de la

orilla, mojado hasta los huesos y temblando como una hoja. Sus ojos era una

mescla de simpatía y exasperación cuando me jaló hacia arriba.

-¿Estas bien?- él corrió sus manos por mis brazos, asegurándose que

seguía en una sola pieza.

-Quédate ahí princesa, habla conmigo.-

Asentí, temblando. -Vi a…. Ethan,- tartamudee, tratando de darle sentido

a todo. -Yo lo seguí, pero el se convirtió en una luz y voló lejos, y luego ese

caballo cosa trató de comerme…- le seguí el rastro. -Ese no era Ethan ¿Cierto?

Eso era solo otra hada, jugando con mis emociones. Y yo caí.-

Puck suspiro y me dio de regreso el rastro. -Yeah.- el murmuro,

inclinándose hacia mi. -los Wips son así, haciéndote ver lo que tu quieres ver,

antes de alejarte del sendero. Aunque, ese parecía bastante malicioso,


guiándote justo a la fuente de un Kelpie. Supongo que tengo que decirte que

nunca salgas sola de nuevo, pero creo que seria una perdida de aliento. Oh,

que diablos.- él se detuvo y se volvió, deteniéndome en mis huellas. -No

salgas nunca sola princesa. Bajo ninguna circunstancia, ¿entiendes? En este

mundo, eres considerado un juguete o un aperitivo, nunca olvides eso.-

-Yeah,- murmuré. -Sí, ya entiendo eso ahora.-

Continuamos caminando sobre el rastro. La puerta en el nudoso árbol ya

no estaba, pero mis zapatillas y mochila esperaban afuera, una clara señal de

que la bienvenida fue retirada. Temblando, me puse mis zapatillas en mis pies

sangrientos, odiando este mundo y todo en el, esperando solo para ir a casa.

-Bueno,- Puck dijo alegremente, - si terminaste de jugar con los wisps y

kelpies, creo que deberíamos continuar. Oh, pero me avisas la próxima vez

que quieras tomar el té con un ogro. Me asegurare de traerte a mi club.-

Le dispare una envenenada mirada. El solo sonrió. Sobre nosotros el cielo

alumbrando esa espeluznante gris del crepúsculo, silencio y quietud como una

muerto, mientras nos adentrábamos en el Nuncajamás.

El Rey de hierro.


CCaappiittuull oo 66 LA CACERIA SALVAJE

Traducido por Pau24

o habíamos ido muy lejos cuando encontramos una zona de

muerte en medio del bosque, era un lugar misterioso y tranquilo,

pero todavía estaba vivo. Los árboles eran antiguos y altos; las

plantas florecían y manchas de vibrantes colores salpicaban el gris, indicando

vida.

Los animales se deslizaban a través de los árboles, y extrañas criaturas se

movían en las sombras; nunca podías verlas con claridad, pero sabías que

estaban ahí. Las podías sentir observándote.

Entonces, inesperadamente, los árboles disminuyeron y nos encontramos

en el borde de un yermo claro.

El poco pasto que quedaba estaba muriendo y amarillo, escasas áreas de

vegetación en el suelo rocoso. Había algunos árboles esparcidos por ahí y por

allá, pero estaban marchitos, torcidos, sin hojas y ennegrecidos. Desde la

distancia, las ramas brillaban ásperas y afiladas, como extrañas esculturas de

metal. El caluroso viento olía a cobre y polvo.

Puck observó el bosque muerto por un largo tiempo. “Twiggs tenía razón,”

murmuró, observando un árbol marchito. Iba a tocar una rama pero se retiró

con un escalofrió. “Esto no es normal. Algo está envenenando el bosque.”

Alargué una mano para tocar una de las brillantes ramas, pero la tiré

hacia atrás con un apretón. “¡Ouch!”

Puck se volteó hacia mí. “¿Qué?”

N


Le mostré mi mano. Brotó sangre de una parte de mi dedo, fina como una

cortadura de papel. “El árbol. Me cortó.”

Puck examinó mi dedo y frunció el ceño. “Árboles metálicos,” reflexionó,

sacando un pañuelo de su bolsillo y envolviendo mi dedo. “Eso es nuevo. Si

ves alguna dríada de acero, asegúrate de decírmelo para que pueda huir

gritando.”

Fruncí el ceño y volví a mirar los árboles. Una gota de sangre brillaba en

la rama culpable antes de caer a la agrietada tierra. Las ramitas destellaban

en los bordes, como si fueran delicadas espadas.

“Oberon debe saber de esto,” murmuró Puck, agachándose para examinar

un circulo de pasto seco. “Twiggs dijo que se estaba extendiendo, pero ¿de

dónde viene?” Se levantó rápidamente y sacudió sus pies, tendiendo una mano

para estabilizarse. Agarré su brazo.

“¿Estás bien?” le pregunté.

“Estoy bien, princesa.” Asintió y me dio una sonrisa apenada. “Un poco

perturbado por el estado de mi hogar, pero ¿qué se puede hacer?” El tosió y

agitó una mano en frente de su cara, como si oliera algo fétido. “Pero este

aire me está enfermando. Vámonos de aquí.”

Olfatee, pero no olí nada extraño, sólo suciedad y el olor penetrante de

algo metálico, como óxido. Pero Puck ya se estaba yendo, su frente se arrugó

por enojo o dolor, y yo me apuré para alcanzarlo.

El aullido comenzó unas horas después.

Puck se detuvo en medio del camino, tan abruptamente que casi choco

con él. Levantó una mano, silenciándome antes de que pudiera preguntar qué

sucedía.

Lo escuché entonces, moviéndose por la brisa, un coro de escalofriantes

aullidos y alaridos haciéndose eco tras nosotros. Mi corazón se aceleró, y me

acerqué más cerca de mi acompañante.


“¿Qué es eso?”

“Una cacería,” respondió Puck, mirando a la distancia. Hizo una mueca.

“Sabes, estaba pensando que necesitábamos ser perseguidos como

conejos y destrozados. Mi día no está completo sin algo tratando de

matarme.”

Me enfrié. “¿Hay algo tras nosotros?”

“Tú nunca has visto una cacería silvestre, cierto” Se quejó Puck, pasando

sus dedos por su cabello. “Maldición. Bueno, esto complicará las cosas. Estaba

esperando darte el magnífico tour de Nunca jamás, princesa, pero supongo

que tendré que posponerlo.”

El aullido se acercó, profundos alaridos guturales. Lo que sea que se nos

acercará, era grande.

“¿No deberíamos correr?” susurré.

“Nunca serás capaz de dejarlos atrás,” dijo Puck, retrocediendo. “Tienen

nuestro aroma ahora, y ningún mortal ha escapado una cacería silvestre.”

Suspiró y arrojó dramáticamente sus brazos sobre sus ojos. “Supongo que

el sacrificio de mi dignidad es la única cosa que nos salvará ahora. Las cosas

que soporto por amor. Las Parcas se ríen de mi tormento.”

“¿De qué estás hablando?”

Puck río una pequeña e inquietante risa y comenzó a cambiar.

Su cara se estiró, haciéndose más larga y estrecha, mientras su cuello

comenzaba a crecer. Sus brazos tenían espasmos, los dedos se volvieron

negros y se convirtieron en pezuñas. Arqueó su espalda, su columna

creciendo, mientras sus piernas se transformaron en su parte posterior llenas

de músculo. Pelaje cubría su piel mientras caía en cuatro patas, ya no era

más un chico sino un elegante caballo gris con una tupida crin y cola. La

transformación había tomado menos de diez segundos.


Retrocedí, recordando mi encuentro con la cosa en el agua, pero el

caballo moteado daba patadas con su pata delantera en el suelo y agitaba su

cola impacientemente. Observé sus ojos, brillando como esmeraldas a través

de los mechones colgantes, y mi miedo disminuyó un tanto.

El aullido era muy cercano ahora, volviéndose más frenético. Corrí hacia

el caballo-Puck- y me lancé a su lomo, agarrando sus mechones para jalarme

hacia arriba. A pesar de vivir en una granja, sólo había andado a caballo una o

dos veces, y me costó un par de intentos subirme.

Puck bufó y sacudió su cabeza, molestó por mi falta de habilidades

ecuestres. Luchando erguida, agarré la melena y vi a Puck poniendo los ojos

en blanco. Después, con la parte trasera, nos lanzamos hacia los arbustos y

estábamos fuera.

Cabalgar a pelo no es divertido, especialmente cuando no tienes control

sobre tu montura o hacia donde se dirige. Puedo decir honestamente que este

fue uno de los viajes más terroríficos de mi vida. Los árboles pasaban

rápidamente como una imagen borrosa, las ramas me golpeaban, y mis

piernas ardían de agarrar los costados del caballo con mis rodillas. Mis dedos

estaban cerrados alrededor de sus mechas en un agarre mortal, pero eso no

evitaba que me resbalara siempre que Puck cambiaba de dirección. El viento

gritaba en mis oídos, pero todavía podía oír los terroríficos aullidos de

nuestros perseguidores, aparentemente en nuestros talones. No me atreví a

mirar atrás.

Perdí la noción del tiempo. Puck nunca disminuyó la marcha o quedo sin

aliento, pero el sudor oscureció su cuerpo y dejó mi asiento resbaladizo e

incluso más aterrador. Mis piernas se adormecieron, y mis manos parecían

pertenecer a alguien más.

Y de repente una enorme criatura negra irrumpió de los helechos a

nuestra derecha y se lanzó hacia el caballo, chasqueando su mandíbula. Era

un perro de caza, más grande que ninguno que haya visto, con ojos de fuego

azul.


Puck brincó a un lado para evitarlo y se encabritó, casi haciéndome caer

al piso del bosque.

Como si gritara, una pata delantera atacó, golpeando al sabueso en el

pecho, y el perro aulló como si fuera lanzado lejos.

Los arbustos explotaron y otros cinco perros monstruosos cayeron en el

camino. Rodeándonos, gruñeron y aullaron, mordiendo las piernas del caballo

y brincando atrás cuando los pateaba. Yo estaba congelada, aferrándome al

lomo de Puck, mirando mientras esas enormes mandíbulas chasqueaban

cerradas a pulgadas de mis pies.

Entonces, a través de los árboles, lo vi, una figura enjuta en un enorme

caballo negro.

El chico de mi sueño, el que vi desde el autobús aquel día. Su rostro cruel

y angelical tenía una sonrisa mientras retiró un gran arco, una flecha brillaba

en la punta.

“¡Puck!” chillé, sabiendo que era muy tarde. “¡Ten cuidado!”

Las hojas sobre el cazador susurraron, y entonces una rama grande cayó,

golpeando al chico en el brazo justo cuando iba a soltar la cuerda. Sentí el

silbido cuando la flecha pasó volando por mi cabeza y se introdujo en un pino.

Una telaraña de hielo se expandió desde donde la flecha golpeó, y la

cabeza equina de Puck se movió rápidamente hacia la fuente. El cazador

colocó otra flecha en la cuerda, y con un estridente relincho, Puck se

encabritó y brinco sobre los perros, de alguna manera evitando sus dientes

chasqueando. Cuando sus pezuñas tocaron el suelo de nuevo, él huyó, los

sabuesos ladraban y mordían a sus talones.

Una flecha pasó con un silbido, y miré hacia atrás para ver al otro caballo

persiguiéndonos a través de los árboles, su jinete retrocediendo para otro

disparo. Puck resopló y cambio de dirección, casi desmontándome,

sumergiéndose más profundamente en el bosque.


Aquí los árboles eran monstruos, y se encontraban tan juntos que Puck

tuvo que virar bruscamente y zigzaguear entre ellos. Los sabuesos se

replegaron, pero todavía sentía sus aullidos y ocasionalmente alcancé a ver

sus enjutos cuerpos negros, pasando rápidamente por la maleza. El jinete

había desaparecido, pero yo sabía que todavía nos seguía, sus flechas

mortíferas listas para perforar nuestros corazones.

Mientras pasábamos bajo las ramas de un enorme roble, Puck patinó para

parar, y corcoveó tan violentamente que volé de su espalda, mis manos

arrancadas de su melena. Pasé sobre su cabeza, con mi estómago en la

garganta, y aterricé con un impacto discordante en una viga de ramas

interconectadas. El aliento salió de mis pulmones, y una puñalada de dolor se

disparó a través de mis costillas, llevando lágrimas a mis ojos. Con un bufido,

Puck siguió galopeando, con los perros siguiéndolo en las sombras.

Momentos después, el caballo negro y el jinete pasaron bajo el árbol.

Él desaceleró por un escalofriante segundo y yo contuve el aliento, segura de

que él miraría arriba y me vería. Entonces, el aullido excitado de uno de los

perros sonó a través del aire, y él espoleó su caballo hacia adelante,

continuando la cacería dentro de los árboles. En un momento, el sonido

desapareció.

Cayó el silencio entre las ramas, y yo estaba sola.

“Bueno,” dijo alguien, muy cerca. “Eso fue interesante.”

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 77 DUENDES Y GRIMALKINS

Traducido por Isabella y Queeniee

o grité esta vez, pero estuve muy cerca. Eso sí, casi me caigo del

árbol.

Abrazada a una rama, miré a mí alrededor frenéticamente,

intentando determinar quién era el propietario de la voz, pero no alcance a

ver nada más que hojas y la luz enfermiza gris brillando a través de las ramas.

“¿Dónde estas?” jadee. “Muéstrate.”

“No me estoy escondiendo niña.” La voz sonaba divertida. “Tal vez… si

abres tus ojos un poco más. Como esto.”

Justo enfrente de mí, a menos de cinco metros de distancia, un par de

ojos abiertos como platos aparecieron de la nada y me quede viendo la cara

de un gato gris enorme.

“Ya está,” ronroneó, mirándome con una mirada perezosa amarilla. Su

pelaje era largo y ralo. En perfecta armonía con el árbol y todo el paisaje.

“¿Me ves ahora?”

“Eres un gato,” espeté estúpidamente y juré que arqueaba una ceja.

“En el sentido más burdo de la palabra, supongo que me podrías llamar así.”

El gato, arqueo la espalda antes de sentarse y pusiera la cola encrespada

junto a sus patas. Ahora que el shock se desvanecía, me di cuenta de que el

gato era un él, no una cosa. “Otros me llaman, Cait sith, Grimalkin y el Gato

del diablo, pero como todas significan lo mismo, supongo que sería correcto.”

N


Me quedé asombrada, pero el latido fuerte de mis costillas devolvió mi

mente a otras cosas.

Saber que Puck me había dejado sola en este mundo en el que me ven

como la merienda y no tenía ni idea de sobrevivir.

Conmoción y rabia vinieron primero – Puck realmente me había dejado,

para salvarse el pellejo- y después llego el miedo, tan real y terrible que todo

lo que podía hacer era no bajar de la rama y llorar.

¿Cómo podía Puck hacerme esto a mí? Yo nunca lo podría hacer por mi

cuenta. Terminaría siendo el postre de algún monstruo carnívoro con forma de

caballo, desgarrada por una manada de lobos o irremediablemente perdida

durante décadas, porque estaba segura de que el tiempo había dejado de

existir y que estaría atrapada aquí para siempre.

Cogí aire profundamente, esforzándome por mantener la calma. No,

Robbie no me haría eso. Estoy segura de ello. Tal vez me abandonó para

dirigir la caza hacia otro lado, para asegurarse de que la caza seguía y me

dejaban en paz. Tal vez pensó que estaba salvándome la vida. Quizás había

salvado mi vida. Si este fuera el caso, esperaba que regresara pronto; no creía

que pudiera salir de Nuncajamas sin él.

Grimalkin, o como fuera que se llamaba, siguió observándome como si

fuera un insecto particularmente interesante. Lo mire con sentimientos

nuevos de sospecha. Claro, el parecía un enorme y regordete gato doméstico,

pero los caballos en general no comen carne y los árboles normales no tienen

hombres viviendo dentro. Este felino podría estar mirándome para ser su

próxima comida. Tragué y busqué su mirada misteriosa e inteligente.

“¿Q-Qué quieres?” Le pregunté, agradecida de que mi voz temblara solo un

poco.

El gato ni se inmutó. “Humana,” dijo y si un gato podía sonar

condescendiente, era ese, “pensar en lo absurdo de esa pregunta. Estoy

descansando en mi árbol, pensando en mis cosas y me preguntaba si debería


cazar hoy, cuando vienes volando como un grano en un sidhe y ahuyentas a

todas las aves de la zona. Y tú tienes el atrevimiento de preguntar que

quiero.” Olfateo y me miró desdeñosamente con su mirada felina. “Soy

consciente de que los mortales son groseros y brutales, pero aun así.”

“Lo siento,” le dije de forma automática. “No era mi intención

ofenderte.”

El Grimalkin torció el rabo y luego se dio la vuelta hacia sus cuartos

traseros.

“Um,” continué después de un momento de silencio, “Me preguntaba si,

quizás…tu podrías ayudarme.”

El Grimalkin paró y continuó sin levantar la visa. “¿Y por qué iba a querer

hacer eso?” pregunto, tejiendo las palabras sin perder el ritmo. Aun sin

mirarme.

“Estoy intentando encontrar a mi hermano,” le respondí, molesta por la

negativa casual del Grimalkin. “Ha sido robado por la corte Unseelie.”

“Mmm. Que terriblemente interesante.”

“Por favor,” supliqué. “Ayúdame. Dame una pista o simplemente

señálame la dirección correcta. Lo que sea. Te recompensaré, lo prometo.”

El Grimalkin bostezó, mostrando largos colmillos y una lengua de color

rosa brillante, y finalmente me miró. “¿Estas sugiriendo que te haga un

favor?”

“Si. Mira, te pagaré de alguna manera, te lo prometo.”

El contrajo el oído, mirándome divertido. “Ten cuidado de arrojar esas

palabras tan casualmente,” advirtió. “Hacer esto, puede ponerte en deuda.

¿Estás segura de que quieres continuar?”

No pensé en ello. Estaba tan desesperada por la ayuda, que estaría de

acuerdo con cualquier cosa. “¡Sí! Por favor, necesito encontrar a Puck. El


caballo que montaba cuando me lanzaron arriba. El no es realmente un

caballo, ya sabes. Es un –“

“Se lo que es,” dijo el Grimalkin en voz baja.

“¿En serio? Oh eso es genial. ¿Sabes dónde pudo haber ido?”

Me miro sin parpadear, y luego azoto su cola de nuevo. Sin una palabra, se

levantó, saltó con gracia y se dejó caer al suelo. Se estiró, arqueando su cola

peluda por encima de la columna vertebral, y desapareció entre los arbustos

sin mirar atrás.

Grité, luchando por desenredarme de las ramas, haciendo una mueca al

sentir el dolor de las costillas. Más o menos bajé del árbol, aterrizando con un

golpe sobre el trasero que provocó que dijera una palabra por la que mamá

me habría reñido. Desempolvando mi trasero, miré alrededor buscando al

Grimalkin.

“Humana.” Apareció como un fantasma gris deslizándose por los arbustos,

con grandes ojos brillantes que eran la única prueba de que estaba allí. “Este

es el acuerdo. Yo te llevo a tu Puck y tú me debes un pequeño favor a

cambio, ¿no?”

Algo acerca de la forma en la que dijo acuerdo hizo que se me erizara la

piel, pero asentí.

“Muy bien, entonces. Sígueme. E intenta mantener el ritmo.”

DEL DICHO AL HECHO. Si alguna vez has intentado seguir a un gato a

través de un denso bosque lleno de zarzas, arbustos y maleza enmarañada,

sabrás lo difícil que es. Perdí la noción de las veces que perdí al Grimalkin de

vista, y dedicaba unos minutos a buscarlo, esperando ir por el camino

correcto. Siempre sentí a un gran alivio cuando finalmente desesperada, lo


vislumbraba escabulléndose entre los arboles más adelante, solo para que

volviera a pasar de nuevo minutos más tarde.

No ayudaba que mi mente estuviera ocupada en lo que podía haberle

pasado a Puck. ¿Estaría muerto, asesinado por el muchacho oscuro y

destrozado por los perros? ¿O es que realmente huyó, resolviendo que no

volvería por mí, y que yo me buscaría la vida?

El miedo y la ira me llenaron, y mis pensamientos sombríos se centraron

en mi actual guía. El Grimalkin parecía saber el camino que debía tomar, pero

¿cómo sabia donde podría estar Puck?

¿Por qué debería confiar en él? ¿Qué pasa si el tortuoso felino me conducía

a una especie de trampa?

Mientras estaba entretenida en estos tristes pensamientos, el Grimalkin

volvió a desaparecer.

Maldita sea, iba a atarle una campana alrededor de su estúpido cuello, si

no dejaba de hacer eso.

La luz se apagaba y el bosque era aun más gris. Me detuve y miré de reojo

los arbustos en busca del felino difícil de alcanzar. Más adelante, los arbustos

crujieron, algo que me sorprendió.

El Grimalkin había sido totalmente silencioso hasta ahora.

“Humana,” susurro una voz conocida, en algún lugar por encima de mí.

“¡Escóndete!”

“¿Qué?” Le dije, pero ya era demasiado tarde. Las ramitas sonaron, el

arbusto se separó y un montón de criaturas aparecieron ante mi vista.

Eran unas cosas feas, bajas, de dos o tres pies de altura, con protuberancias

de color verde y la piel amarilla y nariz bulbosa. Sus orejas grandes y

puntiagudas. Llevaban ropa hecha jirones y lanzas con punta de hueso como


garras amarillas. Sus rostros eran maldad y crueldad, con ojos saltones y la

boca llena de dientes rotos e irregulares.

Por un momento se detuvieron, parpadeando con sorpresa. Entonces la

mayoría de ellos chillaron y pulularon adelante golpeándome con las lanzas.

“¿Qué es esto? ¿Qué es esto?” gruñó uno, mientras yo me encogía lejos de las

puntas que me apuñalaban.

Risas y burlas llenaban el aire mientras ellos me rodeaban.

“Es un elfo,” siseo otro, dándome una mirada dentuda. “Un elfo que ha

perdido sus orejas, quizás.”

“No, es una chica cabra,” exclamó un tercero. “Buena comida, entonces.”

“Ella no es ninguna cabra, ¡cretino! ¡Mírala, no tiene cuernos!”

Yo temblaba y busque a mi alrededor una vía de escape, pero donde fuera

que miraba, las afiladas puntas de las lanzan se arrojaban contra mí.

“Llevémosla al jefe,” sugirió alguien al final. “El jefe sabrá lo que es ella,

y si es segura para comérsela.”

“¡Muy bien! ¡El jefe sabrá!”

Un par de ellos se pusieron detrás y sentí un golpe en la parte posterior de

las rodillas. Con un grito, me derrumbé y la mayoría de ellos se echaron sobre

mí, aullando y gritando. Grité y les di patadas, agitando los brazos, cediendo

bajo el peso de las criaturas. Algunos salieron volando hacia los arbustos, pero

rebotaban con gritos y se abalanzaban de nuevo contra mí. Los golpes me

llovían de por todos lados.

Luego, algo me golpeo la cabeza, haciendo estallar luces detrás de los

parpados y no supe nada más por un tiempo.

ME DESPERTÉ CON LA MADRE DE TODOS los dolores de cabeza bailando

una giga dentro de mi cabeza. Estaba sentada, y alguna cosa parecida al palo


de una escoba estaba presionando incómodamente mi espalda. Gimiendo,

comprobé mi cabeza, buscando algo roto o agrietado. A excepción de un bulto

enorme justo por encima de mi pelo, todo parecía estar intacto.

Cuando estuve segura de que seguía de una pieza, abrí los ojos.

Y me arrepentí inmediatamente.

Estaba dentro de una jaula. Una jaula muy pequeña, hecha de ramas

atadas con tiras de cuero. Apenas había espacio suficiente para que pudiese

levantar la cabeza, y cuando me moví, una cosa afilada se me clavó en el

brazo, haciéndome sangrar. Miré con más atención y vi que muchas de las

ramas estaban cubiertas de espinas de alrededor de una pulgada de largo.

Más allá de los barrotes, había varias cabañas de barro sin ningún orden

concreto en torno a una gran hoguera grande. Las rechonchas, bajitas,

pequeñas y feas criaturas correteaban de aquí para allá por todo el

campamento, peleándose, discutiendo, o royendo huesos. Un grupo de ellas

se sentaron alrededor de mi mochila, tirando las cosas una por una. Mi ropa

extra tan sólo la tiraron en el suelo, pero los chips y un bote de aspirinas

fueron inmediatamente desgarrados, probados, y disputados. Uno de ellos

logró abrir la lata de refresco y roció el frío líquido por todas partes, ante los

gritos de ira de sus compañeros.

Uno de ellos, más bajito que sus compañeros y con un chaleco rojo de

barro, vio que estaba despierta. Con un silbido, se escabulló hasta la jaula y

metió su lanza por entre los barrotes. Me encogí hacia atrás, pero no tenía a

dónde ir, las espinas se me clavaron en la carne mientras la lanza se me

clavaba en el muslo.

"¡Ay, ya basta!" Lloriqueé, lo que sólo consiguió que se animase aún más.

Carcajeándose, me pinchaba y me cortaba, hasta que me agaché y agarré la

punta de la lanza. Gruñendo y maldiciendo, la criatura intentó tirar de ella

hacia atrás, y sostuvimos un ridículo tira y afloja hasta que otro duende vio lo


que estábamos haciendo. Se precipitó desde arriba y me apuñaló a través de

las barras del lado opuesto, solté la lanza con un grito.

"Greertig, para de golpear la comida", espetó la segunda criatura, más

alta. "No sabe bien si toda la sangre se agota."

"Bah, sólo estaba asegurándome de que estaba tierna, eso es todo." El

otro resopló y escupió en el suelo, luego me miró con codicia en sus rojos

ojos. "¿A qué estamos esperando? Vamos a comer ya."

"El jefe no ha vuelto todavía." La criatura más alta me miró, y para mi

horror, una larga cadena de baba goteaba de su barbilla. "Él va a asegurarse

de que es seguro comerse esta cosa."

Me dirigió una última mirada de ansiedad, luego se marchó pisando fuerte

hacia la hoguera, discutiendo y escupiéndose el uno al otro. Acerqué las

rodillas a mi pecho y traté de controlar mis temblores.

"Si vas a llorar, por favor hazlo en silencio", murmuró una voz familiar a

mi espalda. "Los Goblins pueden oler el miedo. Sólo te atormentarían más si

se les da una razón."

"¿Grimalkin?" Retorciéndome en la jaula, miré a mí alrededor para ver al

gato gris casi invisible agazapado por una esquina. Sus ojos estaban

entrecerrados a causa de la concentración, y sus fuertes y afilados dientes

masticaban una de las tiras de cuero.

"¡Idiota, no me mires!" escupió, y rápidamente desvié la mirada. El gato

gruñó, tirando de uno de los barrotes. "Los Goblins no son muy inteligentes,

pero incluso ellos se darán cuenta si empiezas a hablar con alguien. Sólo

estate tranquila y te sacaré aquí en un minuto."

"Gracias por volver," le susurré, mirando a dos duendes pelearse por el

costillar de alguna desafortunada bestia. La disputa terminó cuando un

duende golpeó al otro en la cabeza con un garrote y echó a correr con su


trofeo. El otro duende quedó aturdido por un momento y luego se puso de pie

de un salto para perseguirle.

Grimalkin olió y comenzó a masticar las tiras otra vez. "No te endeudes

más", dijo mientras le daba un bocado al cuero. "Ya hemos hecho un contrato.

Estuve de acuerdo en llevarte hasta Puck, y yo siempre mantengo mi parte del

trato. Ahora, cállate para poder trabajar."

Asentí con la cabeza y guardé silencio, pero de pronto hubo un gran

clamor en el campamento goblin. Los Goblins se pusieron de pie de un salto,

silbando y corriendo alrededor, mientras una criatura enorme salía de la selva

en medio del campamento.

Era otro duende, sólo que más grande, más ancho, y el que parecía más

malo de todos. Llevaba un uniforme rojo con botones de latón, las mangas

arremangadas y las colas arrastrando por el suelo. También llevaba una

espada curva, de bronce oxidado y con el borde dentado. Gruñía y se

pavoneaba en el campamento, los otros duendes se alejaban servilmente de

él, sabía que esto debía de ser el jefe.

"Callaos, jauría de perros farfullantes", rugió el jefe, fijando como

objetivos para su golpe a un par de duendes que no salieron de su camino lo

suficientemente rápido. "¡Caterva de inútiles que me ha tocado en suerte! He

estado trabajando duro, incursionando en las tierras fronterizas, y ¿qué tenéis

para enseñarme, eh? ¡Nada! Ni siquiera un conejo para la olla. Me ponéis

enfermo."

"¡Jefe, jefe!", Exclamaron varios duendes a la vez, bailando alrededor y

señalándome. "¡Mira eso, mira eso! ¡Cogimos algo! ¡Lo trajimos para ti! "

"¿Eh? " La mirada del Jefe atravesó el campamento, con sus malignos ojos fijos

sobre mi mí. "¿Qué es esto? ¿Habéis conseguido atrapar realmente a un

poderoso elfo, miserables patanes?"

Se paseaba hacia la jaula. No podía ayudarme a mí misma y eché un

rápido vistazo a Grimalkin, esperando que el gato huyese. Pero Grimalkin no


se fue a ningún lado. Tragando saliva, miré hacia arriba y me topé con los

pequeños y brillantes ojos rojos del Jefe.

"Por la vergüenza de Pan, ¿qué es esto?" El jefe goblin soltó un bufido.

"Esto no es un elfo, cretinos. No, ¡a menos que ella se haya cambiado las

orejas! Además..." olió el aire, arrugando la mocosa nariz "... huele diferente.

¡Hey, divertida cosa élfica!” Golpeó la jaula con la parte plana de la espada,

haciéndome saltar. "¿Qué eres?"

Tomé una respiración profunda mientras el resto de la tribu duende

rodeaba la jaula, mirándome, algunos curiosos, la mayoría con aspecto

hambriento. "Soy un... un hada otaku", les dije, haciendo que el Jefe pusiese

una mueca confusa y mirase desconcertado al resto del campamento. Los

susurros surgieron de entre la multitud, cobrando fuerza como un reguero de

pólvora.

“¿Un qué?”

“Nunca había oído hablar de eso.”

“¿Es comestible?”

“¿Podemos comerla?”

El jefe frunció el ceño. "Lo admito, nunca antes me había encontrado

ningún hada otaku," gruñó, rascándose la cabeza. "Ah, pero eso no es

importante. Pareces joven e insípida, me imagino que vas a alimentar a mi

tripulación durante varias noches. Entonces, ¿qué prefieres, otaku?" Sonrió y

levantó su espada. "¿Hervido vivo, o en brochetas a la parrilla?"

Apreté las manos para que dejasen de temblar. "De cualquier manera me

parece bien," dije, tratando de parecer casual. "Mañana no importará en

absoluto. Hay un veneno mortal que corre por mis venas. Si tragas un pedazo

de mí, tu sangre hervirá, tu interior se derretirá, y te disolverás en una pila

de humeante lodo. "Se oyeron silbidos dando la vuelta a la tribu; varios

duendes enseñaban los dientes y me gruñían. Crucé los brazos y levanté la


barbilla, mirando hacia el jefe goblin. "Así que, adelante, cómeme. Mañana

serás un gran charco de baba, hundiéndote en la tierra."

Ahora muchos de los duendes estaban retrocediendo, pero el jefe se

mantuvo firme. "¡Callaos, montón de lloricas!" les gruñó a los nerviosos

duendes. Dando una mirada agria, escupió en el suelo. "Por lo tanto, no

podemos comerte." Parecía impresionado. "Es una lástima, eso es. Pero no

creas que eso te va a salvar muchacha. Si eres tan mortal, te mataría ahora

mismo, si no fuera porque voy a desangrarte lentamente, para que la sangre

envenenada no me haga daño. Luego te voy a despellejarte y a colgar tu piel

en mi puerta, y utilizar tus huesos como puntas de flechas. Como mí abuela

siempre decía, sin despilfarros."

"¡Espera!" exclamé mientras se adelantaba, levantando la espada. "Es...

sería una vergüenza para mí que me desperdiciaseis así", balbuceé mientras él

me miraba con ojos suspicaces. "Hay una forma de purificar el veneno de mi

sangre para sea seguro comerme. Si voy a morir de todos modos, prefiero ser

comida a ser torturada."

El jefe goblin sonrió. "Sabía que ibas a verlo a mi manera", se

enorgulleció. Girando hacia sus secuaces, hinchó el pecho. "¿Veis eso perros?

¡Vuestro jefe sigue preocupándose de vosotros! ¡Tendremos una fiesta esta

noche!"

Estallaron en una estridente ovación, y el jefe se volvió hacia mí de

nuevo, poniendo su espada a la altura de mi cara. "Así que, chica otaku. ¿Cuál

es el secreto?"

Pensé rápidamente. "Para limpiar el veneno de mi sangre, me tienes que

hervir en una olla grande con varios ingredientes purificadores. Agua de

primavera de una cascada, una bellota de la encina más alta, unas setas

azules y... um... "


"No me digas que ya lo olvidaste," dijo el jefe en un tono amenazante,

mostrándome la punta de la espada a través de los barrotes de la jaula. "Tal

vez yo pueda ayudarte a recordar."

"Polvo de pixie" solté desesperadamente, haciéndole parpadear. "De un

pixie vivo," añadí. "Muerto no. Si muere, la receta no funciona." Rogué que

hubiera duendes en este mundo. Si no, sería como si ya hubiese muerto.

"Huh," gruñó el jefe, y se dirigió a la tribu que esperaba. "¡Muy bien,

patanes, escuchad esto! ¡Quiero esos ingredientes aquí antes del amanecer!

¡El que no trabaje, no come! Ahora moveos."

La tribu se dispersó. Silbando, parloteando, y maldiciéndose unos a otros,

desaparecieron en el bosque hasta que sólo quedó uno de los guardias,

apoyándose en una lanza torcida.

El jefe me miró con cautela y señaló con su espada a través de los

barrotes.

"No creas que me puedes engañar dándome ingredientes falsos," amenazó.

"Tengo la intención de córtate un dedo, mezclarlo en el guiso, y que uno de

mis compañeros lo pruebe. Si muere, o se funde en un charco, tendrás una

muerte larga y lenta. ¿Entiendes?"

Congelada, asentí con la cabeza. Sabía que ninguno de los duendes

moriría, porque mi afirmación de ser venenosa y la receta para cocerme, por

supuesto, eran completamente falsas. Aún así, no estaba muy contenta con

perder uno de mis dedos. Aterrorizada sería una palabra mejor.

El jefe escupió y miró a su alrededor al camping casi desierto. "Bah,

ninguno de ellos, perros, sabrá cómo capturar una piskie," murmuró él,

rascándose la oreja. "Probablemente se comerán la maldita cosa si la

capturan. Arg, será mejor que encuentre una yo mismo. ¡Bugrat!"

A pocos metros, el guardia se cuadró en solitario. "¿Jefe?"


"Mantén un ojo en la cena," ordenó el jefe, blandiendo su espada. "Si trata

de escapar, córtale los pies."

"Entendido jefe."

"Me voy a cazar." El jefe me echó una última mirada de advertencia, y

luego saltó entre la maleza.

"Eso fue inteligente," murmuró Grimalkin, sonando impresionado a

regañadientes.

Asentí, sin aliento para contestar. Después de un momento, el sonido de

la masticación se reanudó.

Le llevó un rato, durante el cual me mordí el labio, apreté las manos, y

traté de no preguntar cada veinte segundos lo que estaba haciendo Grimalkin.

Mientras los minutos pasaban, lanzaba ansiosas miradas a los árboles y al

bosque, esperando a que el jefe o la horda goblin viniesen para echarme a

llorar. El guardia solitario vigilaba el perímetro del campamento, lanzándome

malvadas miradas mientras caminaba y provocaba la fuga de Grimalkin. Por

último, durante la novena o la octava ronda, la voz de Grimalkin se elevó

después de que el guardia hubiese pasado.

"Ya. Creo que ahora puedes conseguirlo."

Me moví alrededor lo mejor que pude. Mirando a los barrotes, vi que

varias de las cuerdas estaban mordidas por la mitad, prueba de las fuertes

mandíbulas y los dientes afilados de Grim.

"Vamos, vamos, vámonos," susurró Grimalkin, moviendo la cola. "Después

puedes quedarte embobada - están regresando."

Los arbustos se agitaban a mí alrededor, y las ásperas risas inundaban el

ambiente, cada vez más cerca. Con mi corazón latiendo con fuerza, me

agarré a los barrotes, con cuidado de evitar las espinas, y empujé. Se

resistían, sosteniéndose en su sitio a causa de las ramas entrecruzadas,

empujé más fuerte. Era como tratar de empujar a través de un denso zarzal;


los barrotes cedieron un poco, burlándose de mí con la libertad, pero

renuentes a ceder un poco de terreno.

El jefe goblin salió de los árboles, seguido por tres duendes más. Apretó

algo pequeño y retorcido en un puño, los brazos de sus seguidores estaban

llenos de hongos azules.

"Los champiñones eran la parte fácil", resopló el jefe, lanzando una

mirada burlona de vuelta hacia los demás. "Cualquier idiota puede recolectar

plantas. Si hubiera dejado a estos perros capturar una pixie, seríamos sólo

huesos antes de... "

Se paró, y su mirada se detuvo sobre mí. Por un momento, se quedó ahí,

parpadeando, y luego entrecerró los ojos y apretó los puños. La criatura en

sus manos dio un agudo chillido mientras el goblin la aplastaba matándola y

arrojándola al suelo. Con un rugido de indignación, el jefe sacó su espada.

Grité y empujé la jaula tan fuerte como pude.

Con un chasquido de grandes ramas y espinas, la parte de atrás de la jaula

se soltó, y yo era libre.

"¡Corre!", gritó Grimalkin, no necesité estímulo. Nos largamos al bosque,

con el furioso grito de los goblins sobre nuestros pasos.

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 88 ARBOLEDA ILUMINADA POR LA LUNA

Traducido por Pau24

artí hacia el bosque, con ramas y hojas golpeando mi cara, siguiendo la misteriosa forma de Grimalkin lo mejor que pude. Detrás de mí, chasqueaban ramitas, resonaban gruñidos, y las

molestas maldiciones del jefe goblin sonaban más fuerte en mis oídos. Mi respiración raspaba en mi pecho, mis pulmones ardían, pero forcé a mis piernas a continuar moviéndose, sabiendo que si me tropezaba o caía, moriría.

“¡Por este camino!” Escuché gritar a Grimalkin, entrando como una flecha en un terreno de zarzamoras. “¡Si podemos llegar al rio, estaremos a salvo! ¡Los goblins no pueden nadar!”

Lo seguí a unas zarzas, preparándome para que las espinas rompieran mi carne y destrozaran mi ropa. Pero las ramas se apartaban fácilmente en mi camino, como lo habían hecho cuando estaba con Puck, así que me escape con pequeños rasguños. Mientras salía del terreno de zarzamoras, un gran sonido estrepitoso resonó detrás de mí seguido de fuertes aullidos y maldiciones. Parecía que los goblins no estaban encontrando el camino tan fácil de pasar, y agradecí a cualquier fuerza que estuviera trabajando mientras yo continuaba.

Sobre el rugido en mis oídos y mi respiración irregular, escuche el sonido de agua corriendo. Cuando me tambalee fuera de los arboles, el suelo se convirtió abruptamente en un rocoso dique. Un gran rio apareció ante mí, con cerca de 100 metros de ancho, sin puentes o balsas a la vista. No podía ver el otro lado porque sobre el agua estaba suspendida una muralla de niebla, extendiéndose tan lejos como podía ver. Grimalkin se paró en la orilla, casi invisible en la niebla, azotando su cola impacientemente.

“¡Apúrate!” me ordenó mientras me tropezaba en la ribera por el agotamiento que escocía mis piernas. “El territorio de Erlking se encuentra al otro lado. ¡Debes nadar, rápido!”

P


Dudé. Si monstruosos caballos se encontraban al acecho en tranquilas lagunas, ¿que podría haber en un gran rio negro? Imágenes de peces gigantes y monstruos marinos destellaron en mi mente.

Algo pasó volando por mi brazo, sobresaltándome, rebotando en las rocas con un traqueteo. Era una lanza de goblin, la punta de hueso blanco brillaba sobre las piedras. La sangre huyó de mi rostro. Podía quedarme parada y convertirme en una brocheta, o arriesgarme con el rio.

Abriéndome paso por la ribera, me lancé al agua.

El frio me sobresaltó, y jadee, luchando contra la corriente que me tiraba río abajo. Soy una bastante buena nadadora, pero mis miembros se sentían como gelatina, y mis pulmones respiraban entrecortadamente para inhalar mas oxigeno. Luché para mantenerme a flote y me hundí, resoplando agua por la nariz y haciendo que mis pulmones gritaran. La corriente me llevó más lejos, y reprimí el pánico.

Otra lanza pasó sobre mi cabeza. Miré hacia atrás y vi a los goblins siguiéndome por la orilla, arrastrándose por las rocas y arrojando lanzas. El miedo me saturó, dándome nuevas fuerzas. Arremetí a la orilla opuesta, con los brazos y piernas agitándose locamente, luchando contra la corriente lo mejor que pude. Más lanzas caían al agua cerca de mí pero menos mal, la puntería de los goblins parecía concordar con su inteligencia.

Mientras me acercaba a la muralla de niebla, algo golpeó mi hombro con fuerza, enviando una llamarada de agonía a través de mi espalda. Jadee y me hundí. El dolor paralizó mis brazos, y mientras la corriente me tiraba abajo, estuve segura que iba a morir.

Algo me agarró de la cintura, y sentí que me tiraban hacia arriba. Mi cabeza salió del agua e inhale aire en mis hambrientos pulmones, luchando con la oscuridad en el borde de mi vista. Mientras mis sentidos regresaban, me di cuenta que alguien me estaba arrastrando por el agua, pero no podía ver nada por la niebla. De repente mis pies tocaron tierra sólida, y lo siguiente que sé es que estaba tirada en la hierba, con el sol brillando calurosamente en mi cara. Mis ojos estaban cerrados, y los abrí con precaución.

La cara de una chica estaba suspendida sobre la mía, su pelo rubio tocando mis mejillas, grandes ojos verdes tanto ansiosos como curiosos. Su piel era del color de la hierba en verano, y pequeñas escamas destellaban plateadas alrededor de su cuello. Ella sonrió, y sus dientes destellaron tan afilados y puntudos como los de una anguila.


Un grito brotó de mi garganta, pero me lo tragué. Esta… ¿chica?... había recién salvado mi vida, incluso si significaba que quería comerme. Sería descortés si yo gritara en su cara, además cualquier movimiento repentino podría provocar un agresivo frenesí de hambre. No podía mostrar miedo. Con una respiración profunda, me senté, haciendo una mueca de dolor cuando un rayo de dolor atravesó mi hombro.

“Em..Hola,” balbucee, observándola sentarse y parpadear. Estaba sorprendida que ella tuviera piernas en vez de una cola de pez, aunque sus dedos y pies estaban palmeados, y sus garras eran muy, muy afiladas. Un pequeño vestido blanco se ajustaba a su cuerpo, su dobladillo estaba empapado.“Soy Meghan. Cómo te llamas?”

Ladeó la cabeza, recordándome a un gato que no podía decidir si comer el ratón o jugar con él. “Eres extraña”, afirmó, su voz se ondulaba como el agua sobre las rocas. “Que eres?”

“Yo? Soy humana.” En el momento en que lo dije, desee no haberlo hecho. En los antiguos relatos de hadas, los cuales estaba recordando más y más, los humanos siempre eran comida, juguetes, o un interés amoroso trágico. Y como estaba descubriendo rápidamente, los habitantes aquí no tenían escrúpulos sobre comer una criatura parlante y sensible. Yo estaba en el mismo escalón en la cadena alimenticia que un ratón o una ardilla. Era un pensamiento espantoso, y bastante humillante.

“Humana?” La chica ladeó su cabeza hacia el otro lado. Alcancé a ver branquias rosadas bajo su mentón. “Mis hermanas me contaron historias sobre los humanos. Ellas dicen que a veces les cantan para atraerlos bajo el agua.” Sonrío, mostrando sus afilados dientes de aguja. “Yo he estado practicando. Quieres escuchar?”

“No, ella ciertamente no quiere.” Grimalkin vino con paso majestuoso a través del pasto, con la cola mantenida en alto en el aire. El felino estaba empapado, con agua chorreando por su pelaje en pequeños riachuelos, y no se veía contento.

“Chuu,” le gruñó a la chica, y después retrocedió, siseando y mostrando sus dientes.

Grimalkin no se veía impresionado. “Vete. No estoy de humor para jugar con una Nixie*.

*Ninfa acuática


La chica siseó una vez más y huyó, deslizándose al agua como una foca. Nos observó desde la mitad del rio, y después desapareció en la niebla.

“Fastidiosas sirenas,” dijo Grimalkin echando chispas, volviéndose para mirarme con los ojos entornados. “No le prometiste nada, cierto?”

“No.” Se me pusieron los pelos de punta. Estaba feliz de ver al gato, por supuesto, pero no me gustaba su actitud. No era mi culpa que los goblins nos persiguieran. “No tenías porque asustarla, Grim. Ella salvo mi vida.”

El gato se sacudió la cola, rociándome con gotas. “La única razón por la que te sacó del rio fue por curiosidad. Si yo no hubiera llegado, ella te habría cantado bajo el agua para que te ahogues, o te habría comido. Afortunadamente, las nixies no son muy valientes. Ella prefiere luchar bajo el agua donde tienen todas las ventajas. Ahora, sugiero que encontremos al resto. Tú estás herida, y nadar me cansó mucho. Si puedes caminar, te animo a que lo hagas. ”

Hacienda una mueca, me levante. Mis hombros se sentían como si estuvieran en llamas, pero si mantenía los brazos cerca de mi pecho, el dolor se desvanecía a un sordo latido. Mordiendo mi labio, seguí a Grimalkin, lejos del rio a las tierras de Erlking.

INCLUSO MOJADA, CANSADA Y ADOLORIDA, todavía tenía la energía para quedarme embobada. Poco después, mis ojos se sentían enormes e inflamados de mirar fijamente tanto tiempo sin parpadear. La tierra de este lado del rio era un lejano llanto del misterioso bosque gris de los duendes salvajes. Más que los colores se fueran atenuando y desapareciendo, todo era demasiado vibrante e intenso. Los arboles eran demasiado verdes, las flores escandalosamente coloridas. Las hojas brillaban, afiladas como una navaja en la luz, y los pétalos destellaban como joyas cuando recibían la luz del sol. Todo era muy hermoso, pero no me pude quitar un sentimiento de aprehensión mientras lo asimilaba. Todo se veía...falso de alguna manera, como si fuera un elaborado revestimiento sobre la realidad, como si no estuviera mirando el mundo real en absoluto.

Mi hombro ardía, y la piel alrededor de él parecía hinchada y caliente. Cuando el sol se alzaba más alto en el cielo, el fuerte calor bajo por mi brazo y se extendió a mi espalda. El sudor corría por mi cara, haciendo que mis ojos picaran y que mis piernas temblaran.

Al final colapsé bajo un pino, jadeando, mi cuerpo estaba caliente y frio al mismo tiempo. Grimalkin circuló alrededor mío y trotó hacia atrás, con


la cola mantenida en alto en el aire. Por un momento había dos Grimalkins, pero después parpadee el sudor fuera de mis ojos y había solo uno.

“Hay algo que está mal conmigo”, plantee mientras el gato me contemplaba con calma. Sus ojos salieron de su cara bruscamente y se deslizaron en el aire entre nosotros. Pestañee, fuertemente, y eran normales de nuevo.

Grimalkin asintió. “Veneno de dreamlace,” dijo, para mi confusión. “Los goblins envenenan sus lanzas y flechas. Cuando comienzan las alucinaciones, no te queda mucho.”

Respire entrecortadamente. “No hay algún antídoto?” susurré, ignorando el helecho que comenzaba a arrastrase hacia mí como una araña con hojas. “Alguien que pueda ayudar?”

“Ahí es donde vamos.” Grimalkin se quedo de pie, mirándome. “No muy lejos, humana. Mantén tus ojos en mi, y trata de ignorar todo lo demás, sin importar que vaya hacia ti.”

Me tomó tres intentos volver a levantarme, pero al final logré levantarme y mantener el balance lo suficiente para poder dar un paso. Y después otro. Y otro. Seguí a Grimalkin por millas, o al menos eso pareció. Después de que el primer árbol se me abalanzó, agitando sus ramas, me resultó difícil concentrarme. Casi perdí a Grimalkin varias veces, mientras el paisaje se transformaba en terroríficas versiones de sí mismo, intentando cogerme con dedos de ramas. Figuras lejanas hacían señas desde las sombras, llamando mi nombre. El suelo se convirtió en una retorcida masa de arañas y ciempiés, arrastrándose por mis piernas. Un ciervo se paró en medio del camino, ladeó la cabeza, y me pregunto la hora.

Grimalkin se detuvo. Saltando a una roca, ignorando los gritos indignados de la piedra de que se baje, me miró a la cara. “Estás sola de aquí en adelante, humana,” dijo, o al menos eso es lo que oí sobre los bramidos de la roca. “Solo sigue caminando hasta que él se muestre a sí mismo. Me debe un favor, pero también tiende a desconfiar de los humanos, así que las posibilidades de que te ayude son como 50-50. Desafortunadamente, el es el único que te puede curar ahora.”

Fruncí el ceño, tratando de entender sus palabras, pero zumbaban como moscas y no podía comprender. “De que estás hablando?” pregunté.

“Sabrás lo que quiero decir cuando lo encuentres, si lo encuentras.” El gato ladeó la cabeza y me dio una mirada escrutadora. “Todavía eres virgen, cierto?”


Decidí que esa última parte era producto del delirio. Grimalkin se escabulló antes que pudiera preguntarle algo más, dejándome confusa y desorientada. Alejando con la mano un enjambre de avispas que circulaban por mi cabeza, me tropecé en busca de él.

Una enredadera me alcanzó y se engancho en mi pie. Me caí, rompiendo el suelo, para aterrizar en una cama de flores amarillas. Ellas voltearon sus pequeños rostros hacia mí y gritaron, llenando el aire con polen. Me senté y me encontré en una arboleda iluminada por la luna, el piso alfombrado por flores. Los árboles bailaban, las rocas se reían de mí, y pequeñas luces se movían rápidamente a través del aire.

Mis miembros se encontraban adormecidos, y yo estuve repentinamente muy cansada. La oscuridad se arrastró en la periferia de mi visión. Me recosté contra un árbol y observe las luces pululando a través del aire. Confusamente, alguna parte de mi se dio cuenta que había parado de respirar, pero al resto de mi realmente no le importaba.

Un rayo de luz de la luna se escapo de los árboles y se deslizó hacia mí. Lo miré sin interés, sabiendo que era una alucinación. Mientras se acercaba, titiló y cambio de forma, algunas veces pareciendo un ciervo, otras veces una cabra o un poni. Un cuerno de luz creció en su cabeza, como si me contemplara con antiguos ojos dorados.

“Hola, Meghan Chase.”

“Hola,” respondí, a pesar de que mis labios no se movieron y no tenía aliento para hablar. “Estoy muerta?”

“No todavía.” La criatura de luz de la luna se río suavemente, agitando su melena. “No es tu destino morir aquí, princesa.”

“Ah.” Lo considere, mis pensamientos se arremolinaban en mi cabeza. “Como sabes quién soy?”

La criatura bufó, agitando una cola como de león. “Aquellos que vemos el cielo hemos visto tu llegada por mucho tiempo, Meghan Chase. Los catalizadores siempre brillan con más fuerza, y tu luz brilla como ninguna que haya visto antes. Ahora, la única pregunta pendiente es, que camino tomarás, y como elegirás gobernar?

“No entiendo.”

“No se supone que lo hagas.” La criatura de luz de la luna dio un paso adelante y respiró. Un aire de plata me baño, y mis parpados se cerraron.


“Ahora, duerme, mi princesa. Tu padre te espera. Y dile a Grimalkin que elijo ayudar, no como un favor, sino por mis propias razones. La próxima vez que me visite será la última.”

Yo no quería dormir. Preguntas se arremolinaban en mi mente, zumbando e insistentes. Abrí mi boca para preguntar sobre mi padre, pero el cuerno de la criatura toco mi pecho, enviando una ráfaga de calor a través de mi cuerpo. Jadee y abrí mis ojos.

La arboleda iluminada por la luna había desaparecido. Una pradera me rodeo, el alto pasto ondeando en el viento, un débil brillo rosado iluminaba el horizonte. Los últimos rastros de un extraño sueño revolotearon en mi mente: arboles que se movían, un ciervo que hablaba, una criatura hecha de hielo y luz de luna. Me pregunté que era real, y que era simplemente efecto del delirio. Me sentía bien ahora—mejor que bien. Algo de eso debe haber sido real.

De repente la hierba crujió, como si algo se deslizara detrás de mí.

Me di vuelta y vi mi mochila a unos pies de distancia, un naranjo fuerte en contraste con el verde. Tomándola rápidamente, la abrí. La comida ya no estaba, por supuesto, como también mi linterna y la aspirina, pero mi ropa extra estaba ahí, arrugada en una pelota y empapada.

Confundida, miré la mochila. Quién podría haberla traído aquí desde el campamento de los goblin? No creía que Grimalkin hubiera ido por ella. Especialmente porque eso hubiera significado cruzar el rio de nuevo. Pero, aquí estaba mi mochila—mohosa y mojada, pero estaba aquí. Al menos la ropa se secaría.

Y entonces recordé algo más. Algo que me hizo estremecerme.

Abriendo el bolsillo del costado, saqué mi empapado IPod.

“Maldición.” Suspiré, mirándolo. La pantalla estaba borrosa y deformada, totalmente arruinado, los ahorros de un año por el desagüe. Lo agité y escuché agua chapoteando dentro. No era bueno. Sólo para estar segura, le conecté los audífonos y lo prendí. Nada. Ni siquiera un zumbido. Estaba bien y verdaderamente muerto.

Con tristeza, lo volví a colocar en el bolsillo y volví a cerrar el cierre. Ya no podría escuchar a Aerosmith en la Tierra de las Hadas. Estaba por ir a


buscar a Grimalkin cuando una risita sobre mi cabeza me hizo mirar hacia arriba.

Algo se acuclillaba en las ramas. Algo pequeño y deforme, mirándome con brillantes ojos verdes. Vi el perfil de un vigoroso cuerpo, tenía largos y delgados brazos, y orejas como goblin. Solo que no era un goblin. Era muy pequeño para eso, y más perturbador, parecía inteligente.

El monstruo me observó mirándolo y me ofreció una lenta sonrisa. Sus dientes, puntiagudos y afilados como una navaja, centelleaban con fuego azul-neón, justo antes que desapareciera. Y no me refiero a que haya huido o se haya desvanecido como un fantasma. Se borró fuera de vista, como la imagen en la pantalla de un computador.

Como esa cosa que vi en el laboratorio de computación.

Definitivamente hace tiempo.

Encontré a Grimalkin asoleándose sobre una roca, con los ojos cerrados, ronroneando profundo en su garganta. Entreabrió un ojo mientras yo me acercaba apresurándome.

“Nos vamos,” le dije, encogiéndome en mi mochila. “Tú me vas a llevar donde Puck, voy a rescatar a Ethan, y nos iremos a casa. Y si nunca veo un goblin, nixie, cait sith o lo que sea, será muy pronto.”

Grimalkin bostezó. Exasperantemente, se tomó su tiempo para levantarse, estirándose, bostezando, rascándose las orejas, asegurándose que cada pelo estuviera en su lugar. Me quedé quieta, casi bailando con la impaciencia, queriendo agarrarlo por el pescuezo, a pesar de que sabía que probablemente estaría despedazada para ese entonces.

“Arcadia, la Corte de Verano, está cerrada,” dijo Grimalkin cuando por fin se considero listo para comenzar. “Recuerda, me debes una pequeña deuda cuando encontremos a tu Puck.” Brincó de la roca al sueño, mirándome solemnemente. “Reclamaré mi precio tan pronto como lo hayamos encontrado. No lo olvides.”

Caminamos por horas, a través de un bosque que parecía estar constantemente cerrándose sobre nosotros. En la periferia de mi visión, ramas, hojas, incluso troncos de árboles se movían y cambiaban de forma, tratando de alcanzarme. A veces pasaba por un árbol o arbusto, sólo para ver el mismo más allá en el camino. La risa se hizo eco desde el firmamento por


lo alto, y extrañas luces parpadeaban y se movían abruptamente en la distancia. Nada de esto molestaba a Grimalkin, que trotaba por el sendero del bosque con la cola arriba, nunca mirando atrás para ver si lo seguía.

Descendió la noche, y la enorme luna azul estaba en lo alto, cuando Grimalkin se detuvo, achatando las orejas. Con un siseo, se deslizó fuera del sendero y desapareció en un terreno de helechos . Sorprendida, levante los ojos para ver un par de jinetes acercándose, resplandeciendo brillantes en la oscuridad. Sus monturas eran grises y plateadas, y los cascos no tocaban el piso mientras frenaban a medio galope, derecho hacia mí.

Me quedé parada mientras se acercaban. No tenía sentido tratar de sobrepasar a cazadores a caballo. Cuando se acercaron más, vi a los jinetes: altos y elegantes, con rasgos marcados y cabello cobrizo atado en una cola. Ellos usaban cotas de malla plateadas que resplandecían bajo la luz de la luna, y llevaban consigo, delgadas espadas a sus costados.

Los caballos me rodearon, resoplando vapor, su aliento suspendido en el aire como nubes.

Sobre sus monturas, los caballeros me miraron con belleza poco natural, sus rasgos demasiado finos y delicados para ser reales. “Eres Meghan Chase?” preguntó uno de ellos, su voz alta y clara como una flauta. Sus ojos resplandecían, el color del cielo en verano.

Tragué. “Sí.”

“Vas a venir con nosotros. Su Alteza el Rey Oberón, Señor de la Corte de Verano, nos ha enviado por ti.”

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 99 EN LA CORTE DE LA LUZ


onté en frente de un caballero de los elfos, que tenía un brazo asegurado alrededor de mi cintura mientras la otra sostenía las riendas. Grimalkin estaba dormido en mi regazo, una caliente y

pesada carga, y se negaba a hablar conmigo. Los caballeros tampoco responderían a ninguna de mis preguntas: a dónde íbamos, si conocían a Puck, o por qué el rey Oberon me quería. Yo ni siquiera sabía si era una prisionera o una invitada de esta gente, aunque suponía que iba a saberlo muy pronto. Los caballos volaban sobre el suelo del bosque, y noté que más adelante los árboles empezaban a ser más delgados.

Entramos a través de la línea de árboles y, por delante de nosotros, se

alzaba un montículo enorme. Se destacaba por encima de nosotros en su antiguo y herbáceo esplendor, el pináculo parecía tocar el cielo. Arboles espinosos y zarzas crecían por todas partes, especialmente en la parte superior, por lo que todo parecía una gran cabeza con barba. En torno a ella crecía un seto erizado de espinas, algunas más largas que mi brazo. Los caballeros espolearon sus caballos hacia la parte más espesa del seto. No me sorprendió cuando las zarzas se separaron para ellos, formando un arco para que cabalgasen por debajo, antes de volver a su lugar con un fuerte crujido.

Me sorprendí cuando los caballos cabalgaron por el borde de la colina sin

disminuir la velocidad, y me agarré con fuerza a Grimalkin, haciéndole gruñir en señal de protesta. De cualquier manera el montículo no se abrió ni se hizo a un lado; entramos a caballo en la montaña y pasamos a través de ella, enviando un escalofrío por toda mi espalda hasta mis tobillos.

Parpadeando, miré alrededor desorientada. Un patio enorme se extendía ante mí, con una gran plataforma circular

con pilares de marfil, estatuas de mármol, y árboles en flor. Las fuentes arrojaban géiseres de agua hacia el aire, luces multicolores bailaban sobre las

M


piscinas, y flores, de todos los colores del arco iris, florecían por todas partes. El sonido de la música llegó a mis oídos, una combinación de arpas y tambores, cuerdas y flautas, bombos y platillos, de alguna manera alegre y melancólica a la vez. Trajo las lágrimas a mis ojos y, de repente, todo lo que quería hacer era bajar del caballo y bailar hasta que la música me consumiese y me perdiese en ella. Afortunadamente, Grimalkin murmuró algo así como "Contrólate" y hundió sus uñas en mi muñeca, espabilándome.

Las Hadas estaban por todas partes, sentadas en los escalones de mármol

o en los bancos, bailando juntas en pequeños grupos, o simplemente deambulando. Mis ojos no podían captarlas lo suficientemente rápido. Un hombre con el pecho desnudo y las piernas acabando en cascos peludos me guiñó el ojo desde la sombra de un arbusto. Una muchacha esbelta, con la piel verde-teñida salió de un árbol, regañando a un niño que colgaba de las ramas. El niño sacó la lengua, sacudió su cola de ardilla, y trepó más alto dentro del follaje.

Noté un tirón en el pelo. Una pequeña figura se movía cerca de mi

hombro, con alas de gasa zumbando como un colibrí. Jadeé, pero el caballero que me sostenía no hizo más que echarle un vistazo. Ella sonrió y le tendió lo que parecía una uva gorda, con excepción de que la piel de la fruta era de color azul brillante y salpicado de naranja. Me sonrió amablemente y asintió, pero frunció el ceño y señaló a la mano. Confundida, levanté mi mano. Dejó caer el fruto en ella, dio una risita encantada, y salió corriendo.

"Ten cuidado", dijo Grimalkin con voz ronca, mientras un aroma

embriagador surgió de entre los pequeños frutos, haciéndome la boca agua. "Comer o beber ciertas cosas en País de las Hadas podría tener consecuencias desagradables para alguien como tú. No comas nada. De hecho, hasta que encontremos a Puck, yo no hablaría con nadie. Y hagas lo que hagas, no aceptes regalos de ninguna clase. Esta va a ser una larga noche. ".

Tragué saliva y dejé caer la fruta en una de las fuentes mientras

pasábamos a caballo, mirando los enormes peces de color verde y dorado revoloteando a su alrededor, con las bocas abiertas. Los caballeros dispersaban a las hadas mientras pasábamos a través del patio hacia un alto muro de piedra con un par de puertas de plata en el frente. Dos enormes criaturas, cada una de unos diez pies de altura, con piel azul y colmillos, vigilaban las puertas. Sus ojos brillaban amarillentos debajo del pegajoso pelo negro y las espesas cejas. Incluso vestidos, con sus brazos y pechos abultados a través de la tela de su uniforme rojo, reventando los botones de latón, seguían siendo aterradores.


"Trolls", murmuró Grimalkin, mientras yo me encogía contra la implacable

montura del caballero elfo. "Da las gracias a que estamos en la tierra de Oberon. La Corte de la Oscuridad emplea ogros ".

Los caballeros pararon y me abandonaron a pocos metros de la puerta.

"Sea cortés cuando hable con el Erlking, niña," me dijo el caballero con el que había montado, y dio media vuelta a su caballo alejándose. Me quedé frente a dos trolls gigantes con nada más que un gato y mi mochila. Grimalkin se retorció en mis brazos, y lo dejé caer sobre las piedras.

"Vamos." El gato suspiró, agitando su cola. "Vamos a cumplir con el Señor

Orejas Puntiagudas y acabar con esto." Los dos trolls parpadearon mientras el gato se acercaba a la puerta sin

miedo, pareciendo un bicho gris que hundía alrededor sus patas con garras. Uno de ellos se movió, y me abracé a mi misma, esperando que no pisase a Grimalkin convirtiéndole en budín de gatito. Pero el troll sólo alargó la mano y tiró de la puerta abierta mientras que el otro hizo lo mismo en su lado. Grimalkin me lanzó una mirada hacia atrás, torció el rabo, y se deslizó a través del arco. Tomé una profunda inhalación, me alisé el pelo enmarañado, y le seguí.

El bosque se espesaba al otro lado de las puertas, como si la pared se

hubiese construido para mantenerlo bajo control. Un túnel de árboles con flores y ramas se extendía alejándose mí, completamente en flor, con un aroma tan apabullante que me sentí mareada.

El túnel terminaba con una cortina de enredaderas, abriéndose a un claro

enorme rodeado de árboles gigantes. Los ancianos troncos y las ramas entrelazadas formaban una especie de catedral, un palacio viviente de enormes columnas y frondoso techo abovedado. A pesar de que sabía que estábamos bajo tierra y fuera era de noche, la luz del sol salpicaba el suelo del bosque, inclinándose a través de pequeñas grietas en la bóveda. Bolas incandescentes de luz bailaban en el aire, y una cascada se precipitaba suavemente en una piscina cercana. Aquí los colores eran deslumbrantes.

Un centenar de hadas se agrupaban alrededor de la mitad del claro,

vestidas con, ropas brillantes y desconocidas. Por su aspecto, supuse que estos eran los nobles de la corte. Su cabello caía largo y fluido, o estaban peinados con diseños imposibles sobre lo alto de sus cabezas. Los sátiros, fácilmente reconocibles por sus peludas patas de cabra, y los peludos hombrecillos que


iban y venían, sirviendo bebidas y bandejas de comida. Escuálidos perros con pelaje de color verde musgo se arremolinaban, esperando por las migajas que se caían. Los caballeros élficos en cota de malla plateada se quedaron erguidos alrededor de la habitación, unos pocos llevaban halcones e incluso pequeños dragones.

En el centro de esta reunión se asentaban un par de tronos,

aparentemente surgidos del suelo del bosque y flanqueados por dos centauros con librea. Uno de los tronos estaba vacío, a excepción de un cuervo enjaulado sobre uno de los brazos. El gran pájaro negro graznó y batió sus alas contra su prisión, con sus brillantes y pequeños ojos verdes. Sin embargo, en el trono de la izquierda ...

El rey Oberón, porque sólo podía asumir que era él, se sentó juntando los

dedos en forma de campanario, mirando a la multitud. Al igual que el resto de los nobles de las hadas, era alto y delgado, con cabello plateado que le caía hasta la cintura y los ojos verdes como el hielo. Una corona astada descansaba sobre su frente, proyectando una larga sombra sobre el tribunal, como las garras de una rapaz. El poder emanaba de él, tan sutil como una tormenta.

Sobre el mar de colores de los nobles, nuestras miradas se cruzaron.

Oberon levantó una ceja, graciosa como la curva del ala de un halcón, pero no mostró expresión en su rostro. Y en ese momento, cada hada en la habitación dejó lo que estaba haciendo y se volvió a mirarme.

"Fantástico," murmuró Grimalkin, arrinconado a mi lado. "Ahora todos

saben que estamos aquí. Bueno, vamos, humana. Vamos a jugar a las cosquillas ante el tribunal."

Notaba mis piernas débiles, la boca seca, pero me obligué a caminar. Los

señores de las hadas y las damas se apartaron de mí, pero si fue por respeto o por desprecio, no lo sabía. Sus ojos, fríos y distraídos, no dejaban entrever nada. Un perro-hada verde me olfateó y gruñó al pasar, pero aparte de eso, el lugar estaba en silencio.

¿Qué estaba haciendo aquí? Ni siquiera lo sabía. Grimalkin se suponía que

me conduciría a Puck, pero ahora Oberon quería verme. Parecía que estaba alejándome más y más de mi objetivo de rescatar a Ethan. A menos, claro, que Oberon supiese dónde estaba Ethan. A menos que Oberon lo mantuviese como rehén.

Llegué al pie del trono. Mi corazón latía con fuerza, sin saber qué hacer,


me dejé caer sobre una rodilla y me incliné. Noté los ojos del Erlking1 sobre mi nuca, era tan antiguo como la selva que nos rodeaba. Por último, habló.

"Levántate, Meghan Chase." Su voz era suave, aunque el cadencioso matiz me hizo pensar en los

rugientes océanos y las tormentas salvajes. La tierra temblaba bajo mis dedos. Controlando mi miedo, me paré y le miré y vi algo parpadear sobre su enmascarada cara. ¿Orgullo? ¿Diversión? Se había ido antes de que pudiera decirlo.

"Has entrado ilegalmente en nuestras tierras", me dijo, enviando un rumor

a través de la Corte de las hadas "Nunca debiste ver el Nuncajamas, y sin embargo engañaste a un miembro de este tribunal para que te trajese a través de la barrera. ¿Por qué? "

No sabiendo qué más hacer, le dije la verdad. "Estoy buscando a mi hermano, señor. Ethan Chase." "Y ¿tienes razones para creer que él está aquí?" "No lo sé." Lancé una mirada desesperada a Grimalkin, que estaba

acicalándose una pata trasera y sin hacer caso de mí. "Mi amigo Robbie ... Puck ... me dijo que Ethan fue secuestrado por hadas. Que dejaron un niño cambiado en su sitio. "

“Ya veo." Oberon volvió la cabeza ligeramente, mirando al pájaro

enjaulado en su trono. "Y eso es otra transgresión, Robin." Me quedé embobada, con mi boca completamente abierta. "¿Puck?" El cuervo me miró con brillantes ojos verdes, graznó suavemente, y

pareció encogerse de hombros. Miré de nuevo a Oberon. "¿Qué estás haciendo con él?"

"Se le ordenó que nunca te trajese a nuestra tierra." La voz de Oberon fue

tranquila, pero sin piedad. "Se le ordenó que te mantuviese ciega a nuestras costumbres, nuestra vida, nuestra propia existencia. Lo castigo por su

1Se utiliza como apodo o nombre por eso no lo traduzco, significa "Rey elfo".

http://en.wikipedia.org/wiki/Erlking


desobediencia. Tal vez lo convertiré de nuevo en unos pocos siglos, después de haber tenido tiempo de pensar en sus transgresiones. "

“¡Trataba de ayudarme!” Oberon sonrió, pero era una sonrisa fría y vacía. "Nosotros, los inmortales,

no pensamos en la vida de la misma manera que los seres humanos. Puck no debería haber tenido ningún interés en el rescate de un niño humano, especialmente si entraba en conflicto con mis órdenes directas. El hecho de que cediese a tus demandas sugiere que puede estar pasando demasiado tiempo con los mortales, aprendiendo sus costumbres y sus caprichosas emociones. Ha llegado el momento de que se acuerde de cómo ser hada ."

Tragué saliva. "¿Pero que hay de Ethan?" "No lo sé." Oberon se echó hacia atrás, encogiéndose sus delgados

hombros. "No está aquí, dentro de mi territorio. Eso es lo que puedo decirte. " La desesperación me aplastó como un peso de diez toneladas. Oberon no

sabía dónde estaba Ethan, y peor aún, no le importaba. Ahora también había perdido a Puck como guía. Volvía de nuevo al principio. Tendría que encontrar la otra Corte - la Corte de la Oscuridad - entrar y rescatar a mi hermano, todo por mí misma. Es decir, si podía llegar allí de una sola pieza. Tal vez Grimalkin estaría de acuerdo en ayudarme. Miré abajo hacia el gato, que estaba completamente dedicado a lavarse la cola, y el corazón se me encogió. Probablemente no. Bueno, entonces. Estaba por mi cuenta.

La enormidad de mi tarea estaba delante de mi, y luché por contener las

lágrimas. ¿Dónde voy ahora? ¿Cómo voy a sobrevivir tan siquiera? "Bien." No quise parecer arisca, pero no me sentía muy positiva en este

momento. "Ahora me voy. Si no me ayudas, tendré que seguir buscando. " "Lo siento," dijo Oberon, " no puedo dejarte ir por ahora." "¿Qué?" Yo retrocedí. "¿Por qué?" "Gran parte del reino sabe que estás aquí", continuó el Erlking. "Fuera de

esta corte, tengo muchos enemigos. Ahora que estás aquí, ahora que estás enterada, te utilizarán para llegar hasta mí. Me temo que no puedo permitir eso."


"No lo entiendo." Miré a mi alrededor a los nobles de las hadas; muchos de ellos parecían sombríos, hostiles. Las miradas que apuntaban hacia mí ahora brillaban con disgusto. Me volví hacia Oberon, suplicando. "¿Por qué me quieren? Sólo soy una humana. No tengo nada que ver con vosotros. Sólo quiero a mi hermano."

"Al contrario." Oberon suspiró, y por primera vez, la edad parecía pesarle.

Parecía viejo; todavía mortal y muy poderoso, pero anciano y cansado. "Estás más conectada con este mundo de lo que tú sabes, Meghan Chase. Mira, tú eres mi hija."

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 1100 LA HIJA DE ERLKING

Traducido por Pau24

iré fijamente a Oberon mientras el mundo desaparecía bajo mis pies. El Erlking me miró de vuelta, con una expresión fría y serena, sus ojos inexpresivos una vez más. El silencio alrededor

nuestro era absoluto. No veía a nadie excepto a Oberon; el resto de la corte se desvanecía en el fondo, hasta que éramos los únicos dos en todo el mundo.

Puck me graznó indignado y batió sus alas contra la jaula.

Eso rompió el hechizo. “¿Qué?” me ahogué. El Erlking ni siquiera parpadeó, lo cual de alguna manera me enfureció incluso más. “¡Eso no es verdad! Mi mamá estaba casada con mi papá. Ella se quedó con él hasta que el desapareció, y ella se volvió a casar con Luke.”

“Eso es verdad,” asintió Oberon. “Pero ese hombre no es tu padre, Meghan. Yo lo soy.” Se quedó parado, sus elegantes túnicas ondulándose alrededor suyo. “Eres mitad-elfo, mitad de mi sangre. ¿Por qué crees que tenía a Puck vigilándote, evitando que vieras nuestro mundo? Porque es natural para ti. La mayoría de los mortales son ciegos, pero tu podías ver a través de la Niebla desde el comienzo.”

Recordé todas esas veces que casi veía algo, fuera de la esquina de mi ojo, o siluetas en los árboles. Breves visiones de cosas que no estaban exactamente ahí. Sacudí mi cabeza. “No, no te creo. Mi mamá amó a mi papá. Ella no habría—“Me interrumpí, no queriendo pensar en las repercusiones.

“Tu madre era una mujer hermosa,” continuó Oberon suavemente. “Y bastante extraordinaria, para una mortal. Las personas artísticas siempre pueden ver un poco del mundo de los elfos alrededor de ellos. Ella iba frecuentemente al parque a pintar y dibujar. Fue ahí, junto al estanqué, que nos vimos por primera vez. ”

M


“Détente,” rechiné. “Estás mintiendo. No soy uno de ustedes. No puede ser.”

“La mitad,” dijo Oberon, y desde la esquina de mis ojos pude ver miradas de disgusto y desprecio del resto de la corte. ”Incluso así, eso es suficiente para mis enemigos para intentar controlarme a través de ti. O, tal vez, para volverte en mi contra. Eres más peligrosa de lo que sabes, hija. Por la amenaza que representas, debes permanecer aquí.”

Mi mundo parecía estar colapsando a mí alrededor. “¿Por cuánto tiempo?” susurré, pensando en mamá, Luke, el colegio, todo lo que dejaba atrás en mi mundo. ¿Ya me habrían extrañado? ¿Volvería para encontrar que pasaron cien años mientras me fui, y todos a quienes conocí estarían muertos hace tiempo?

“Hasta que considere lo contrario,” dijo Oberon, en el tono que mi madre utilizaba con frecuencia cuando decidía un asunto. Porque yo lo digo. “Al menos, hasta que termine Elysium. La Corte de Invierno llegará en unos pocos días, y te tendré donde pueda verte.” El palmoteó, y una sátira se separó de la multitud para hacer una reverencia frente a él. “Lleva a mi hija a su habitación,” ordenó, sentándose en su trono. “Ve que esté cómoda.”

“Sí, mi señor,” murmuró la sátira, y comenzó a alejarse, mirando hacia atrás para ver si la seguía. Oberon se reclinó, sin mirarme, su rostro inexpresivo y glacial.

Mi audiencia con el Erlking había terminado.

Me había tropezado, preparada para seguir a la chica cabra fuera de la corte, cuando la voz de Grimalkin flotó desde el suelo. Me había olvidado completamente del gato.

“Discúlpeme, mi señor,” dijo Grimalkin, incorporándose y enroscando la cola alrededor de sí mismo, “pero nuestra misión no ha finalizado aún. Mire, la chica me debe. Ella me prometió un favor por traerla a salvo hasta acá, y ese compromiso no ha sido pagado todavía.”

Miré ferozmente al felino, preguntándome porque mencionaba eso ahora. Oberon, no obstante, me miró con una expresión siniestra. “¿Es eso verdad?”

Asentí, preguntándome por que los nobles me estaban dando miradas de terror y compasión. “Grim me ayudó a escapar de los goblins,” expliqué. “El salvó mi vida. No estaría aquí si no fuera por…”Mi voz se fue apagando cuando vi la mirada en los ojos de Oberon.


“Una deuda de vida, entonces.” El suspiró. “Muy bien Cait Sith. ¿Qué querrás de mí?”

Grimalkin cerró sus parpados. Era fácil ver que el gato estaba ronroneando. “Un pequeño favor, gran señor,” dijo con una voz profunda, “ser invitado en otra ocasión.”

“Concedido.” El Erlking asintió, y a pesar de todo el pareció crecer en su silla. Su sombra amenazó al gato, el que parpadeó y acható sus orejas. Truenos resonaron sobre nuestras cabezas, la luz en el bosque se oscureció, y un viento frio golpeó las ramas de los árboles, bañándonos en pétalos. El resto de la corte retrocedió; algunos desaparecieron de la vista completamente. En la repentina oscuridad, los ojos de Oberon brillaban ámbar.”Pero se advertido, felino,” retumbó, su voz hacía que el piso temblara. “No se puede jugar conmigo. No pienses que puedes hacerme tonto, porque puedo concederte tu petición de maneras insuperablemente desagradables. ”

“Por supuesto, gran Erlking,” Grimalkin se tranquilizó, su pelaje azotándose en la tormenta. “Siempre seré su servidor.”

“Sería tonto, de hecho, en confiar en las palabras aduladoras cait sith.” Oberon se reclinó, su rostro una máscara inexpresiva una vez más. El viento amainó, el sol regresó, y las cosas eran normales de nuevo. “Tienes tu favor. Ahora vete.”

Grimalkin ladeó su cabeza, se volvió, y trotó hacia mí, con la cola en alto.

“Qué fue eso, Grim?” demandé, mirando al felino con el ceño fruncido. “Pensé que querías un favor de mi. Qué fue todo eso con Oberon?”

Grimalkin ni siquiera se detuvo. Con la cola en alto, pasó a mi lado sin comentarios, se deslizó en el túnel de arboles, y desapareció de la vista.

La sátira tocó mi brazo. “Por aquí,” murmuró, y me guió lejos de la corte. Sentía los ojos de los nobles y los sabuesos en mi espalda mientras dejábamos la presencia del Erlking.

“No entiendo,” dije miserablemente, siguiendo a la chica sátira a través del claro. Mi cerebro se había adormecido; me sentí inundada en un mar de confusión, a momentos de ahogarme. Sólo quería encontrar a mi hermano. ¿Cómo había llegado a esto?

La sátira me dio una mirada comprensiva. Era más baja que yo por un pie, con grandes ojos avellana que hacían juego con su cabello ondulado.


Traté de mantener mis ojos lejos de la peluda mitad inferior, pero era difícil, especialmente cuando olía ligeramente como una granja interactiva.

“No es tan malo,” dijo, guiándome no a través del túnel, sino a un lado alejado del claro. Los árboles aquí eran tan gruesos que la luz del sol no se filtraba por las ramas, ensombreciendo todo a una oscuridad verde esmeralda. “Tal vez disfrute aquí. Su padre le hace un gran honor.”

“El no es mi padre,” dije bruscamente. Ella parpadeó, con ojos café líquido, y su labio inferior tembló. Suspiré, arrepintiéndome de mi duro tono. “Lo siento. Es sólo que es mucho para asimilar. Hace dos días estaba en casa, durmiendo en mi cama. No creía en goblins o elfos o gatos parlantes y ciertamente yo no pedí nada de esto.”

“El Rey Oberon se arriesgó mucho por usted,” dijo la sátira, con la voz un poco más firme. “El cait sith mantenía una deuda de vida por usted, lo que significaba que podría haber pedido cualquier cosa. Mi señor Oberon la tomó y la hizo suya, así que Grimalkin no puede pedirle que envenene a nadie o que le entregue su primer hijo.”

Retrocedí horrorizada. “¿Él lo habría hecho?”

“¿Quién sabe que sucede en la mente de un gato?” La sátira se encogió de hombros, escogiendo el camino sobre una maraña de raíces. ”Tan sólo…tenga cuidado de lo que dice por aquí. Si hace una promesa, está atada a ella, y se han librado guerras por ‘pequeños favores’. Sea especialmente cuidadosa cerca de los altos señores y señoras—todos ellos son adeptos al juego de la política y a hacer peones.” Ella repentinamente palideció y se llevó una mano a la boca. “He dicho demasiado. Por favor perdóneme. Si se entera el Rey Oberon…”

“No diré nada,” prometí.

Ella se veía aliviada. “Estoy agradecida, Meghan Chase. Otros habrían utilizado eso en mi contra. Todavía estoy aprendiendo las costumbres de la corte.”

“¿Cómo te llamas?”

“Tansy.”

“Bueno, has sido la única que me ha tratado amablemente sin esperar nada a cambio,” le dije. “Gracias.”

Se veía avergonzada. “De verdad, no tiene porque estar en deuda conmigo, Meghan Chase. Aquí, déjeme mostrarle su habitación.”


Estábamos a la orilla de los árboles. Una muralla de zarzas, tan espesa que no se podía ver hacia el otro lado, se asomaba sobre nosotras. Entre las flores rosadas y violetas, se erizaban espinas amenazadoras.

Tansy alargó la mano y acarició un pétalo. El seto se sacudió, después de torció y cambio de lugar, formando un túnel no diferente al que llevaba a la corte. Al final del espinoso túnel había una pequeña puerta roja.

Confundida, seguí a Tansy en el túnel de zarzas y a través de la puerta mientras ella la abría para mí. Dentro, una deslumbrante habitación se presento a mis sentidos. El piso era de mármol blanco, incrustado con diseños de flores, pájaros, y animales. Bajo mi incrédula mirada, algunos de ellos se movieron. Una fuente burbujeaba en medio de la habitación, y una pequeña mesa situada cerca, cubierta con pasteles, té, y botellas de vino. Una enorme cama cubierta de seda dominaba una pared, mientras que había una chimenea en la otra. Las llamas crepitando en la chimenea cambiaron de color, de verde a azul a rosado y así de nuevo.

“Esta es la suite de los invitados de honor,” anunció Tansy, mirando alrededor con envidia. “Aquí sólo son permitidos invitados importantes de la Corte de Luz. Su padre realmente le está dando un gran honor.”

“Tansy, por favor deja de llamarlo así.” Suspiré, mirando alrededor de la enorme habitación. “Mi papá era un representante de una compañía de seguros de Brooklyn. Sabría si no soy completamente humana, ¿no es así? No existiría alguna especial de signo, orejas puntiagudas o alas ¿o algo así?”

Tansy parpadeó, y la mirada que me dio me envió escalofríos por la espalda. Haciendo ruido con las pezuñas, cruzó la habitación para pararse al lado de una gran cómoda con un espejo sobre él. Mirando hacia atrás, ella me hizo una seña con un dedo.

Ansiosamente, me moví para pararme a su lado. En alguna parte en lo profundo, una voz comenzó a gritar que no quería ver lo que revelaría a continuación. No escuché a tiempo. Con una mirada solemne, Tansy señaló el espejo, y por segunda vez en ese día, mi mundo se puso boca abajo.

No me había visto desde el día que pasé por el closet con Puck. Sabía que mi ropa estaba sucia, manchada por la transpiración, y rasgada en tiras por las ramas, espinas, y garras.

Del cuello para abajo, me veía como esperaba: como un vagabundo que ha estado caminando por la jungla por dos días sin un baño.

No reconocí mi cara.


Quiero decir, sabía que era yo. El reflejo movía sus labios cuando yo lo hacía, y parpadeaba cuando yo parpadeaba. Pero mi piel estaba más pálida, los huesos de mi cara más marcados, y mis ojos se veían enormes, aquellos de un ciervo atrapado en las luces de un faro. Y a través de mi cabello enmarañado y enredado, donde no había habido nada ayer, dos largas orejas puntiagudas sobresalían a ambos lados de mi cabeza.

Miré boquiabierta el reflejo, sintiéndome mareada, incapaz de comprender el significado. ¡No! Gritó mi cerebro, rechazando violentamente la imagen frente a él, ¡esta no eres tú! ¡No lo eres!

El piso se sacudió bajo mis pies. No podía respirar. Y entonces, todo el impacto, adrenalina, miedo, y terror de los dos días pasados llegaron a mí a la vez. El mundo giró, se inclinó en su eje, y caí en la inconsciencia.

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 1111 LA PROMESA DE TITANIA

Traducido por Pau24

Meghan,” llamó mamá desde el otro lado de la puerta. “Levántate. Vas a llegar tarde al colegio.”

Gruñí y eché una mirada entre las sabanas. ¿Ya era mañana? Aparentemente sí. Una nebulosa luz azul se filtró por la ventana de mi habitación, brillando en mi reloj-alarma, que marcaba 6:48 a.m.

“¡Meghan!” Llamó mamá, y esta vez fuertes golpecitos acompañaron a su voz. “¿Estás despierta?”

“¡Si-ii!” grité desde la cama, deseando que se fuera.

“¡Entonces, apúrate! Vas a perder el bus.”

Caminé arrastrando los pies, me puse de prisa ropa de la pila limpia en el suelo, y agarré mi mochila. Mi iPod se cayó, aterrizando con un plaf sobre la cama. Fruncí el ceño. ¿Por qué estaba mojado?

“Meghan” llegó la voz de mamá otra vez, y puse los ojos en blanco. “¡Son casi las siete! ¡Si tengo que llevarte a la escuela porque perdiste el bus, estás castigada por un mes!”

“¡Está bien, está bien! Voy en camino, ¡maldición!” Pisando fuerte hacia la puerta, la abrí.

Ethan estaba ahí, su rostro triste y arrugado, sus labios apretados en una mueca. En una mano, empuñaba un cuchillo carnicero. Tenía sangre salpicada en sus manos y cara.

“Mamá se resbaló,” susurró, y hundió el cuchillo en mi pierna.

ME DESPERTÉ GRITANDO.

“


Llamas verdes chisporroteaban en la chimenea, proyectando en la habitación un brillo misterioso. Jadeando, estaba acostada sobre frías almohadas de seda, la pesadilla desapareciendo en la realidad.

Estaba en la Corte de la Luz del rey, tan prisionera aquí como el pobre Puck, atrapado en su jaula. Ethan, el verdadero Ethan, estaba todavía ahí afuera en alguna parte, esperando ser rescatado. Me pregunte si estaba bien, si estaba tan aterrado como yo. Me pregunté si mamá y Luke estaban bien con ese demonio impostor en la casa. Rogué que la herida de mamá no fuera seria y el impostor no causara daños a nadie más.

Y entonces, recostada en una extraña cama en el reino de las hadas, otro pensamiento vino a mí. Un pensamiento suscitado por algo que dijo Oberon.

Ese hombre no es tu padre, Meghan. Yo lo soy.

Es tu padre, no era. Como si Oberon supiera donde estaba. Como si estuviera vivo todavía. El pensamiento hizo que mi corazón latiera entusiasmado. Lo sabía. Mi papá debía estar en la Tierra de las Hadas, en alguna parte. Tal vez en algún lugar cercano. Si sólo pudiera alcanzarlo.

Aunque primero lo primero. Tenía que salir de aquí.

Me senté… y me encontré con los imperturbables ojos verdes del Erlking.

El estaba cerca de la chimenea, la cambiante luz de las llamas bañando su rostro, haciéndolo más misterioso y espectral. Su larga sombra se deslizo por la habitación, la cornuda corona echaba ramas sobre las mantas de la cama como codiciosos dedos. En la oscuridad, sus ojos brillaban como los de un gato. Viendo que estaba despierta, el asintió y me hizo señas con su mano elegante y de largos dedos.

“Ven.” Su voz, aunque suave, era férrea con autoridad. “Acércate a mí. Conversemos, mi hija.”

No soy tu hija, quise decir, pero las palabras se atascaron en mi garganta.

Fuera de la esquina de mi ojo, vi el espejo sobre la cómoda, y mi reflejo de largas orejas en él. Me estremecí y volví la cabeza.

Quitando las mantas, vi que mi ropa había cambiado. En lugar de la rasgada y asquerosa blusa y los pantalones que había usado los últimos dos días, estaba limpia y cubierta con un camisón blanco de encaje. No solo eso, había un conjunto dispuesto para mí al pie de la cama: un vestido ridículamente elegante incrustado con esmeraldas y zafiros, como también una capa y largos guantes hasta el codo. Arrugué mi nariz ante el conjunto.


“¿Dónde está mi ropa?” Pregunté, mirando a Oberon. “Las de verdad.”

El Erlking gimoteó. “Me desagrada la ropa mortal dentro de mi corte,” dijo tranquilamente. “Pienso que deberías usar algo apropiado para tu herencia, como te quedarás aquí por un tiempo. Hice que quemaran tus harapos.”

“¿Tú qué?”

Oberon entornó los ojos, y me di cuenta que quizás había ido muy lejos.

Supongo que el Rey de la Corte de Luz no estaba acostumbrado a ser cuestionado. “Em…disculpa,” murmuré, deslizándome fuera de la cama. Me preocuparía de la ropa después. “Así que, ¿de qué querías hablar?” El Erlking suspiró y me estudió incomodo. “Me pones en una posición difícil, hija,” murmuró al final, mirando a la chimenea. “Eres la única de mi descendencia que se ha aventurado en nuestro mundo. Debo decir, que estaba un poco sorprendido de que lograras sobrevivir hasta ahora, incluso con Robin cuidando de ti. ”

“¿Descendencia? Pestañee. “¿Quieres decir, que tengo otros hermanos y hermanas? ¿Medios hermanos?”

“Ninguno que esté vivo.” Oberon hizo un gesto desdeñoso. “Y ninguno en este siglo, te lo aseguro. Tu madre fue la única humana que me llamó la atención en casi doscientos años.”

Mi boca estaba repentinamente seca. Me quede mirando a Oberon con una creciente rabia. “¿Por qué?” Demandé, haciéndolo arquear una fina ceja. “¿Por qué ella? ¿No estaba ya casada con mi papá? ¿Al menos te preocupaste por eso?”

“No lo hice.” La mirada de Oberon era despiadada, impenitente. “¿Que me importan los rituales humanos? No necesito permiso para tomar lo que quiero. Además, si hubiera sido verdaderamente feliz, no habría sido capaz de convencerla.”

Bastardo. Me mordí la lengua para evitar que la enojada palabra saliera.

Podía estar furiosa pero no era suicida. Pero la mirada de Oberon se endureció, como si supiera lo que estaba pensando. Me dio una larga y ecuánime mirada, retándome a desafiarlo. Nos miramos por varios segundos, las sombras ondulándose alrededor nuestro, mientras luchaba para mantener firme mi mirada. Fue inútil; mirar a Oberon era como enfrentarse a un tornado que se avecina. Temblé y bajé los ojos primero.


Después de un momento, el rostro de Oberon de suavizó, y una débil sonrisa curvó sus labios. “Eres muy parecida a mí, hija,” continuó, su voz dividida entre el orgullo y la resignación. “Tu madre fue una mortal extraordinaria. Si hubiera sido elfo, sus pinturas habrían tomado vida, ponía tanto cuidado en ellas. Cuando la vi en el parque, sentí su anhelo, su soledad y aislamiento. Quería más de su vida de lo que estaba recibiendo. Ella quería que sucediera algo extraordinario.”

No quería oír esto. No quería que nada arruinara mi recuerdo perfecto de nuestra vida anterior. Quería seguir creyendo que mi mamá amó a mi papá, que fuimos felices y contentos, y que ella era toda la vida de él. No quería oír sobre una madre que estaba sola, que cayó presa de trucos de hada y glamour. Con una declaración despreocupada, mi pasado había sido destrozado en un caos desconocido, y sentí que no conocía a mi madre en absoluto.

“Esperé un mes antes que hacer que nos conociéramos,” continuó Oberon, ajeno a mi tormento. Me desplomé contra la cama mientras él continuaba. “Llegué a conocer sus hábitos, sus emociones, cada pulgada de ella. Y cuando me dejé ver, le mostré solo un vistazo de mi verdadera naturaleza, con curiosidad de ver si se acercaría a lo extraordinario, o se aferraría a su incredulidad mortal. Me aceptó con ansias, con alegría desenfrenada, como si me hubiera estado esperando todo el tiempo.”

“Détente,” me atoré. Mi estomago se revolvió; cerré mis ojos para evitar enfermarme. “No quiero oír esto. ¿Dónde estaba mi papá cuando estaba sucediendo todo esto?”

“El esposo de tu madre estaba fuera casi todas las noches,” respondió Oberon poniendo énfasis en esas dos palabras, para recordarme que ese hombre no era mi padre. “Quizás era tal vez por eso tu madre anhelaba algo más. Yo le di eso; una noche de magia, de la pasión que se estaba perdiendo. Solo una, antes que regresara a Arcadia, y el recuerdo de nosotros desapareciera de su mente. ”

“¿Ella no te recuerda?” Lo miré. “¿Es por eso que ella nunca me lo dijo?”

Oberon asintió. “Los mortales tienden a olvidar sus encuentros con nuestra clase,” dijo suavemente. “A lo más, parece como un vívido sueño. La mayoría de las veces, desaparecemos de la memoria completamente.

Seguramente has notado esto. Como incluso la gente con la que vives, que te ve todos los días, parece no poder recordarte. Aunque, yo siempre sospeché que tu madre sabía más, recordaba más de lo que aparentaba.


Especialmente después que tu naciste.” Un tono oscuro se deslizó en su voz, sus sesgados ojos se volvieron negros y sin pupilas. Temblé cuando la sombra se deslizó sobre el piso, alcanzándome con dedos puntiagudos. “Trato de llevarte lejos,” dijo en una voz terrible. “Quería esconderte de nosotros. De mi.” Oberon se interrumpió, viéndose completamente inhumano, aunque no se había movido. El fuego brincó en la chimenea, bailando furiosamente en los ojos del Erlking.

“Y aun así estás aquí.” Oberon pestañeó, su voz suavizándose, y el fuego parpadeó nuevamente. “Estando frente a mí, tu semblante humano desapareció al fin. Al momento en que pusiste pie en Nuncajamas, era solo cuestión de tiempo antes que tu herencia comenzara a mostrarse. Pero ahora debo ser cuidadoso.” Se levantó, recogiendo sus túnicas alrededor suyo, como si fuera a irse. “No puedo ser suficientemente cauteloso, Meghan Chase,” advirtió. “Hay muchos que te utilizarían contra mí, algunos dentro de esta misma corte. Ten cuidado, hija. Incluso yo no puedo protegerte de todo.”

Me hundí en la cama, mis pensamientos girando locamente. Oberon me miró un momento más, sus labios en una línea sombría, después atravesó la habitación sin mirar hacia atrás. Cuando miré hacia arriba, el Erlking se había ido. Ni siquiera había oído la puerta cerrarse.

UN GOLPE EN LA PUERTA ME SOBRESALTÓ.

No sabía cuando tiempo había pasado desde la visita de Oberon. Todavía estaba tendida en la cama. Las llamas de color ardían bajas, parpadeando erráticamente en la chimenea. Todo parecía irreal y confuso como un sueño, como si me hubiera imaginado todo el encuentro.

El golpe vino de nuevo, y me desperté. “¡Entra!”

La puerta se abrió, y Tansy entró, sonriendo. “Buenas noches, Meghan Chase. ¿Cómo se siente hoy?”

Me deslicé al piso, dándome cuenta que todavía usaba el camisón. “Bien, supongo,” murmuré, mirando alrededor la habitación. “¿Dónde está mi ropa?”

“El Rey Oberon te ha dado un vestido.” Tansy sonrió y apunto el vestido sobre la cama. “Hizo que lo diseñaran especialmente para ti”

Fruncí el ceño. “No. De ninguna manera. Quiero mi verdadera ropa.”


La pequeña sátira parpadeó. Caminó y cogió el dobladillo del vestido, recorriéndolo con sus dedos. “Pero…mi señor Oberon desea que use esto.”

Ella parecía desconcertada de que yo desafiara los deseos de Oberon.

“¿No le complace?”

“Tansy, no voy a usar eso”

“¿Por qué no?”

Retrocedí ante el pensamiento de desfilar en ese circo. Toda mi vida, había usado jeans andrajosos y camisetas. Mi familia era pobre y no podía costear ropas de diseñador ni de marcas. Más que lamentar el hecho de que nunca tuve cosas bonitas, alardeaba de mi estilo grunge y despreciaba a las superficiales chicas ricas que pasaban horas en el baño perfeccionando su maquillaje. El único vestido que había usado fue en la boda de alguien. Además, si usaba el elegante conjunto que Oberon había escogido para mi, sería admitir ser su hija. Y yo no haría eso.

“Yo… yo solo no quiero,” tartamudee poco convincentemente. “Preferiría usar mi propia ropa.”

“Su ropa fue quemada.”

“¿Dónde está mi mochila?” De repente recordé el cambio de ropa que había metido dentro. Estaría húmeda, mohosa, y asquerosa, pero mejor que usar galas de hadas.

Encontré mi mochila, puesta sin cuidado detrás de la cómoda, y abrí el cierre. Un agrio y húmedo olor subió desde dentro mientras tiraba el contenido al piso. La arrugada bola de ropa se desenrolló, arrugada y hedionda, pero mía. Mi iPod roto también cayó libre, se deslizó por el piso de mármol, y llego a parar a unos pies de Tansy.

La chica sátira aulló, y en un fantástico salto, brincó a la cama. Agarrando firmemente el poste, ella miró con los ojos muy abiertos el aparato sobre el piso.

“¿Qué es eso?”

“¿Qué? ¿Esto? Es un iPod.” Parpadeando, recuperé el aparato y lo sostuve.

“Es una máquina que toca música, pero ahora está roto, así que no puedo mostrarte cómo funciona. Disculpa.”

“¡Apesta a hierro!”


No sabía que decir a eso, así que opté por un ceño confundido.

Tansy me miró con enormes ojos cafés, muy lentamente bajando de su elevada posición.

“¿Usted…usted puede sostenerlo?” susurró. “¿Sin quemarse la carne? ¿Sin envenenar su sangre?

“Em.” Miré el iPod, yaciendo sin causar daño en mi palma. “¿Si?”

Se estremeció. “Por favor, guárdelo.” Me encogí de hombros, tomé mi mochila, y lo puse dentro del bolsillo lateral. Tansy suspiró y se relajó.

“Perdóneme, no deseo molestarle. El Rey Oberon me ha pedido que le acompañe hasta el Elysium. ¿Quiere ver más de la corte? ”

No realmente, pero era mejor que estar confinada aquí sin nada que hacer. Y tal vez encontraría la manera de salir de este lugar.

“Está bien,” le dije a la chica sátira. “Pero me quiero cambiar primero.” Le lanzó una mirada a mi ropa de mortal, tirada arrugada sobre el piso, y sus fosas nasales se encendieron. Sabía que quería decir algo pero fue suficientemente educada para no comentarlo. “Como desee. Esperaré afuera.”

ME DESLIZÉ EN MIS JEANS HOLGADOS y en la arrugada, hedionda camiseta, sintiendo una sucia sensación de satisfacción cuando se resbalaron cómodamente sobre mi piel. Quemar mis cosas, ¿lo hará? Pensé, arrastrando mis zapatillas y metiendo mis pies en ellas. No soy parte de su corte, y ciertamente no voy a pretender ser su hija. No importa que diga.

Había un cepillo sobre la cómoda, lo tomé y lo pasé por mi cabello. Cuando me miré en el espejo, mi estomago se revolvió. Parecía menos reconocible que antes, de maneras que no podía entender. Solo sabía que mientras más tiempo permanecía ahí, mas me perdía.

Temblando, tomé mi mochila, feliz por el familiar y cómodo peso, y la colgué sobre mis hombros. Incluso aunque no llevara nada más que mi iPod roto, era mía. Rehusando mirarme en el espejo, y sintiendo ojos atrás de mi cuello, abrí la puerta y me metí en el túnel de zarzas.

La luz de la luna se filtraba a través de las ramas, manchando el camino con sombras plateadas. Me pregunté cuando tiempo había dormido. La noche era cálida, y débiles notas musicales flotaban en la brisa. Tansy se aproximó, y en la oscuridad, su cara se veía menos humana y más como una curiosa


cabra negra. Un rayo de luz de luna cayó sobre ella, y ella era normal de nuevo. Sonriendo, tomó mi mano y me guío hacia adelante.

El túnel de zarzas parecía más largo esta vez, lleno de giros y vueltas que no recordaba. Una vez miré hacia atrás y vi las espinas cerrándose detrás nuestro, el túnel desapareciendo de la vista.

“Em…”

“Está bien,” dijo Tansy, tirándome hacia adelante. “El Seto puede llevarle donde quiera ir dentro de la corte. Solo tienes que conocer el camino correcto.”

“¿Dónde vamos?”

“Ya lo verá.”

El túnel se abrió a una arboleda iluminada por la luna. La música flotaba en la brisa, tocada por una esbelta chica verde en una elegante harpa dorada.

Un pequeño grupo de chicas elfas se agruparon alrededor de una alta silla con un respaldo de vides con rosas blancas creciendo en los brazos.

Sentado a los pies de la silla había un humano. Parpadee, frotando mis ojos para asegurarme que no me estaban jugando trucos. No, era humano, un hombre joven con un ondulado cabello rubio, sus ojos vacios y confundidos.

Estaba sin camiseta, y un collar de perro de oro rodeaba su cuello, unido a una delgada cadena de plata. El grupo de chicas elfas pululaban alrededor de él, besando sus hombros desnudos, frotando sus manos sobre su pecho, susurrando cosas en sus oídos. Una de ellas deslizó su lengua rosada por su cuello, sus uñas dibujando gubias* (especie de cincel) sangrientas por su espalda, haciéndolo arquearse en éxtasis. Mi estomago se revolvió y aparté la mirada. Un momento después, olvidé todo sobre ellos.

En el trono había una mujer de una belleza de otro mundo, y yo me mortifiqué instantáneamente por mi andrajosa ropa y apariencia informal. Su largo cabello cambiaba de colores en la luz de la luna, a veces plateado, a veces el oro más brillante. Arrogancia luchaba con el aura de poder alrededor suyo. Cuando Tansy me tiró hacia adelante e hizo una reverencia, la mujer entornó sus brillantes ojos azules y me contempló como examinando una babosa encontrada bajo un palo.

“Así que,” dijo ella al fin, su voz chorreando témpanos de hielo envenenados, “ésta es la pequeña bastarda de Oberon.”


Oh, mierda. Sabía quién era. Se sentaba segunda, el trono vacío en la corte de Oberon. Ella era la otra fuerza que dirigía en Sueño de una noche de verano. Ella era casi tan poderosa como el propio Oberon.

“Reina Titania,” tragué saliva, haciendo una reverencia.

“Habla,” continuó la dama, fingiendo sorpresa, “como si eso me conociera. Como si ser la cavernícola de Oberon la protegiera de mi furia.”

Sus ojos brillaban como chispas de diamante, y ella sonrió, haciéndola incluso más hermosa y terrorífica. “Pero me estoy sintiendo misericordiosa esta noche. Quizás no cortaré su lengua y se la dé de comer a los perros… Quizás.” Titania pasó la mirada a Tansy, todavía inclinada, y dobló un elegante dedo. “Ven adelante, niña-cabra.”

Manteniendo la cabeza inclinada, Tansy se acercó hasta que estuvo ante el brazo de la reina hada. La reina Titania se inclinó hacia adelante, como susurrándole a la sátira, pero hablo suficientemente fuerte para que yo escuche. “Te permitiré ser la voz de esta conversación” explicó, como si se dirigiera a un niño inteligente. “Te dirigiré todas las preguntas a ti y tú hablaras por la bastarda de ahí. Si, en algún momento, intenta hablarme directamente, la convertiré en un ciervo y liberaré a los sabuesos tras eso hasta que se desplome por el agotamiento o sea destrozada. ¿Está perfectamente claro?”

“Si, mi señora,” murmuró Tansy.

Perfectamente claro, reina-perra, me hice eco en mis pensamientos.

“Excelente.” Titania se recostó, viéndose complacida. Ella me lanzó una frágil sonrisa, tan hostil como un perro gruñendo, después se volvió a Tansy.

“Ahora, chica-cabra, ¿por qué está la bastarda aquí?”

“¿Por qué estás aquí?” repitió Tansy, dirigiendo la pregunta a mí.

“Estoy buscando a mi hermano,” respondí, siendo cuidadosa de mantener mi mirada en Tansy y no a la vengativa bruja de hielo a su lado.

“Ella está buscando a su hermano,” confirmó Tansy, volviéndose de nuevo a la reina hada.

Buen Dios, esto iba a durar para siempre.

“El fue robado y traído a Nuncajamas,” dije, metiéndome antes de que Titania pudiera hacer otra pregunta. “Puck me guió aquí a través del armario.


Vine a buscar a mi hermano y llevarlo a casa, y deshacerme del impostor dejado en su lugar. Eso es todo lo que quiero. Me iré tan pronto como lo encuentre.”

“Puck” reflexionó la señora. “Aah, ahí es donde ha estado todo este tiempo. Que inteligente por parte de Oberon, escondiéndote así. Y entonces tenías que arruinar su pequeña mentira viniendo aquí.” Chasqueó la lengua y sacudió la cabeza. “Chica-cabra,” dijo, mirando a Tansy una vez más, “pregúntale a la bastarda esto ¿preferiría ser un conejo o un ciervo?”

“¿M-mi señora?” tartamudeó Tansy mientras sentía sombras cerrándose sobre mí. Mi corazón palpitó y miré alrededor por una ruta de escape.

Espinosas zarzas nos rodeaban; no había donde correr.

“Es una pregunta simple,” continuó Titania, su tono perfectamente conversacional. “¿En que preferiría que la convierta-un conejo o un ciervo?” Viéndose ella como un conejo, Tansy se volvió y encontró mis ojos. “A mi señora le gustaría saber si tu—“

“Si, escuche,” interrumpí. “Un conejo o un ciervo. ¿Qué tal ninguno?” me atreví a mirar arriba y me encontré con los ojos de la reina hada. “Mire, sé que me odia, pero solo déjeme rescatar a mi hermano e ir a casa. El tiene solo cuatro, y debe estar asustado. Por favor, sé que está esperando por mí. Una vez que lo encuentre, nos iremos y usted nunca nos vera de nuevo, lo juro.”

El rostro de Titania ardía con triunfo y enojo. “¡La criatura se atreve a hablarme! Muy bien. Ella ha escogido su destino.” La reina de las hada levanto una mano enguantada, y rayos relampagueaban sobre su cabeza. “Un ciervo, entonces. Liberen a los sabuesos. ¡Tendremos una alegre cacería!”

Su mano se movió hacia abajo, apuntándome, y espasmos sacudieron mi cuerpo. Grité y arquee mi espalda, sintiendo que mi columna se alargaba y estallaba. Pinzas invisibles agarraron mi cara y tiraron, estrechando mis labios en un hocico. Sentí que mis piernas se volvían más largas, delgadas, y mis dedos se convertían en pezuñas. Grité nuevamente, pero lo que dejó mi garganta fue el balido agonizante de un ciervo.

Entonces, repentinamente, se detuvo. Mi cuerpo volvió a su verdadera forma, como una tensa banda elástica, y me desplomé, jadeando, en el piso del bosque.

A través de mi borrosa visión, vi a Oberon parado en la entrada del túnel, y un par de caballeros hadas detrás de él, sus brazos extendidos. Por un


momento, estaba segura que vi a Grimalkin parado en sus pies, pero pestañee y las sombras estaban vacías. Con su aparición, la melodiosa música del arpa se detuvo. Las elfas que rodeaban al humano con el collar de perro se lanzaron al piso e inclinaron sus cabezas.

Titania se paró, su rostro una máscara de furia. “Te atreves a hablarme de esa manera” espetó, y el viento agitó las ramas de los árboles. “Te atreves, después de que la escondiste de mi, ¡después de que mandaste a tu pequeña mascota a protegerla!” se burló Titania, y relámpagos crepitaron en lo alto. “Tú me niegas un consorte, y aun así haces alarde de tu abominación mestiza en la corte para que todos la vean. Eres una desgracia. La corte se burla de ti en secreto, y tu todavía la proteges.”

“Sin embargo.” De alguna manera, la compuesta voz de Oberon se elevó sobre el aullido del viento. “Ella tiene mi sangre, y tu no la tocarás. Si tienes alguna queja, mi señora, lánzamelas a mí, no a la chica. No es su culpa.”

“Quizás la convierta en un repollo,” reflexionó la reina, lanzándome una mirada de odio negro, “y la plante en mi jardín para que los conejos la disfruten. Entonces sería útil y querida.”

“No la tocarás,” dijo Oberon de nuevo, su voz aumentando en autoridad.

Su capa se hinchó, y él se hizo más alto, su sombra alargándose en el suelo. “Lo ordeno, esposa. He dado mi palabra que ella no será lastimada dentro de mi corte, y tú me seguirás en esto. ¿He sido claro?”

Relámpagos crepitaron, y el suelo tembló bajo la intensidad de las miradas de los monarcas. Las chicas al pie del trono se arrastraron, y los guardias de Oberon cogieron las empuñaduras de sus espadas. Una rama estalló cerca, apenas fallando a la chica del harpa, la que se acurrucó bajo el tronco. Me apreté contra la tierra y traté de hacerme lo más pequeña posible.

“Muy bien, esposo.” La voz de Titania era fría como el hielo, pero el viento gradualmente murió y la tierra paró de moverse. “Como tu digas. No le hare daño a la mestiza mientras ella esté dentro de la corte.” Oberon asintió bruscamente. “Y tus sirvientes no le harán nada malo, tampoco.”

La reina frunció sus labios como ella se hubiera tragado un limón. “No, esposo.”

El Erlking suspiró. “Muy bien. Hablaremos de esto después. Te deseo buenas noches, mi señora.” Se volvió, su capa, ondulándose detrás suyo, y dejó el claro, los guardias siguiendo sus pasos. Quise llamarlo, pero no quería


parecer como si estuviera corriendo tras la protección de Papi, especialmente después que le pegara el golpe final a Titania.

Hablando de eso…

Tragué y me volví para encarar a la reina de las hadas, la que me miro como si esperar a que la sangre hirviera en mis venas. “Bueno, escuchaste a Su Majestad, mestiza,” ella arrulló, sus voz envenenada. “Sal fuera de mi vista antes que olvide mi promesa y te transforme a un caracol.” Estaba feliz de irme. Sin embargo, tan pronto como me paré y me preparé para huir Titania chasqueó los dedos.

“¡Espera!” ordenó. “Tengo una idea mejor. Chica-cabra, ven aquí.”

Tansy apareció a su lado. La sátira se veía aterrorizada; sus ojos sobresalían de su cabeza y sus peludas piernas temblaban. La reina movió un dedo hacia mí. “Lleva a la bastarda de Oberon hacia las cocinas. Dile a Sarah que hemos encontrado una nueva sirvienta. Si la bastarda debe quedarse, ella debería trabajar también.”

“Pe-pero, mi señora,” tartamudeo Tansy, y me maravillé que tuviera el coraje para contradecir a la reina, “el Rey Oberon dijo…”

“Ah, pero el Rey Oberon no está aquí ahora, ¿cierto?” Los ojos de Titania destellaron, y ella sonrió. “Y lo que Oberon no sepa no le hará daño. Ahora, vete, antes de que pierda verdaderamente mi paciencia.”

Nos fuimos, tratando no tropezar entre nosotras mientras huíamos de la presencia de la reina y nos dirigíamos de vuelta al túnel.

Mientras nos dirigíamos al costado de las zarzas, una onda de poder sacudió el aire, y las chicas detrás de nosotros dieron gritos de espanto. Un momento después, un zorro se precipitó dentro del túnel con un destello de piel roja. Se detuvo unas yardas más allá y nos miró, ojos ámbar abiertos en confusión y miedo. Vi el brillo del collar de perro de oro alrededor de su garganta, antes de dar un ladrido asustado y desaparecer en las espinas.

En silencio, seguí a Tansy a través de la masa de zarzas, tratando de procesar todo lo que había ocurrido. Está bien, así que Titania tenía un grave rencor contra mí; eso era realmente, realmente malo. Como iba el registro de “Enemigos-que-no-quería”, la Reina de las Hadas probablemente encabezaría la lista. Tendría que ser muy cuidadosa de ahora en adelante, o me arriesgaría terminar como un hongo en la sopa de alguien.


Tansy no dijo ni una palabra hasta que llegamos a un par de grandes puertas de piedra en el seto. El vapor se ondulaban bajo las grietas, y el aire era caliente y grasoso.

Abriendo las puertas liberó una ráfaga de caliente aire ahumado.

Parpadeando lágrimas de mis ojos, miré una enorme cocina. Hornos de ladrillos rugían, calderas de cobre burbujeaban sobre los fuegos, y una docena de aromas inundaron mis sentidos. Un pequeño hombre peludo en un delantal iba de aquí para allá entre varios mostradores largos, cocinando, horneando, probando los contenidos de las cacerolas. El cuerpo de un jabalí ensangrentado yacía sobre la mesa, y estaba acuchillándolo una enorme mujer de piel verde con gruesos colmillos y cabello castaño trenzado.

Ella nos vio en la entrada y se acercó pisando fuerte, con sangre y pedazos de carne pegados a su delantal.

“No se permiten holgazanes en mi cocina,” gruñó, agitando un gran cuchillo carnicero hacia mí. “No tengo sobras que te gusten. Toma tus furtivos y ladrones dedos a otro lugar. ”

“S-Sarah Skinflayer, esta es Meghan Chase.” Mientras Tansy nos presentaba, le di a la mujer troll una forzada sonrisa de por favor-no-me-mates. “Ella viene a ayudar en la cocina por orden de la reina.”

“No necesito un delgado cachorro medio-humano,” gruñó Sarah Skinflayer, mirándome con desdén. “Ella solo nos atrasará, y estamos quedando en el suelo, preparándonos para Elysium.” Mirándome, suspiró y se rasco la cabeza con la punta desafilada del cuchillo. “Supongo que podría encontrar algún lugar para ella. Pero dile a Su Majestad que si quiere torturar a alguien, pruebe los establos o la perrera. Tengo toda la ayuda que necesito aquí.”

Tansy asintió y se fue rápidamente, dejándome sola con la gigante. Sentí la transpiración bajando por mi espalda, y no era por el fuego. “Muy bien, cachorro,” ladró Sarah Skinflayer, apuntándome con el cuchillo. “No me importa si eres la cavernícola de Su Majestad, estás en mi cocina ahora. Las reglas aquí son simples—si no trabajas, no comes. Y me divierto con el látigo en la esquina. No me dicen Sarah Skinflayer por nada.”

El resto de la noche pasó como una imagen borrosa lavando y limpiando. Trapee sangre y restos de carne del piso de piedra. Barrí cenizas de los hornos de ladrillo. Lavé montañas de platos, copas, ollas, y sartenes. Cada vez que me detenía para frotar mis doloridos miembros, la mujer troll estaba ahí, ladrando órdenes y empujándome a la siguiente tarea. Hacia el final de la


noche, después de pillarme sentada en un banco, ella gruñó algo sobre “flojos humanos,” me arrebató la escoba de las manos, y me dio la que ella estaba usando. En cuanto mis manos se cerraron en el mango, la escoba brincó viva y comenzó a barrer vigorosamente, rápido, con fuertes golpes, mientras mis pies me llevaban por la habitación. Traté de soltar la cosa, pero mis dedos parecían pegados al mango, y no podía abrir las manos. Barrí el piso hasta que mis piernas me dolían y mis brazos ardían, hasta que no podía ver por la transpiración en mis ojos. Finalmente, la mujer troll chasqueó los dedos y la escoba paró su loco barrido. Me derrumbé, mis rodillas doblándose debajo de mi, tentada de lanzar a la sádica escoba en el horno más cercano.

“¿Disfrutaste eso, mestiza?” Preguntó Sarah Skinflayer, pero estaba sin aliento para responder. “Habrá más de lo mismo mañana, te lo garantizo.

Toma.” Dos pedazos de pan y un trozo de queso golpearon el piso. “Esa es la cena que te ganaste esta noche. Debería ser seguro para ti comerlo. Tal vez mañana recibas algo mejor.”

“Bien,” murmuré, lista para arrastrarme de vuelta a mi habitación, pensando que no había manera que yo volviera a aquí. Planee “olvidar” convenientemente mi servicio forzado mañana, tal vez incluso encontrar una manera de salir de la Corte de la Luz. “Nos vemos mañana.”

El troll bloqueó mi camino. “¿Donde crees que vas, mestiza? Eres parte de mi mano de obra, y eso significa que eres mía.” Apuntó una puerta de madera en la esquina. “Los cuartos de los sirvientes están llenos. Puedes tomar la despensa ahí.” Ella me sonrió, fiera y terrible, mostrando sus romos dientes amarillos y colmillos. “Empezamos a trabajar al amanecer. Nos vemos mañana, cavernícola.”

Comí mi miserable cena y me arrastré a dormir bajo repisas de cebollas, nabos, y extraños vegetales azules. No tenía ninguna manta, pero la cocina estaba incómodamente caliente. Estaba tratando de convertir un saco de granos en una almohada, cuando recordé mi mochila, tirada en una repisa, y me arrastré para recuperarla. Ahora no había nada en la mochila naranja salvo el iPod roto, pero aun así, era mía, el único recuerdo de mi vida pasada.

Agarré la mochila de la repisa y estaba caminando hacia mi pequeña habitación cuando sentí algo retorcerse dentro del bolso. Asustada, casi la boto, y escuché una suave risa desde el interior. En el borde del mesón, baje la mochila, agarre un cuchillo, y abrí el cierre, lista para hundir la hoja en cualquier cosa que saltara fuera.


Mi iPod estaba ahí, muerto y silencioso. Con un suspiro, cerré la mochila y la lleve a la despensa conmigo. Tirándola en un rincón, me enrosqué sobre el suelo, puse mi cabeza sobre la bolsa de granos, y deje que mis pensamientos fluyeran. Pensé en Ethan, en mamá, y en la escuela. ¿Me extrañaba alguien en casa? ¿Estaban siendo enviados grupos de búsqueda por mí, policía y perros olfateando por los últimos lugares donde fui vista? ¿O me había olvidado mamá, como lo había hecho Luke? ¿Tendría incluso un hogar al cual volver, si es que lograba encontrar a Ethan?

Comencé a temblar, y mis ojos se volvieron nebulosos. Pronto, lágrimas cayeron por mis mejillas, manchando el saco bajo mi cabeza y poniendo mi cabello pegajoso. Volví mi rostro a la áspera tela y sollocé. Había tocado fondo. Tirada en una oscura despensa, sin ninguna esperanza de rescatar a Ethan y sin nada que esperar salvo miedo, dolor, y agotamiento, estaba lista para rendirme.

Gradualmente, mientras mi llanto se silenciaba y mi respiración se calmaba, me di cuenta que no estaba sola.

Levantando mi cabeza, primero vi mi mochila, donde la había lanzado en la esquina. La cremallera estaba abajo, abierta como unas fauces. Vi la luz del iPod destellar adentro.

Entonces, vi esos ojos.

Mi corazón se detuvo, y me senté rápidamente, golpeando mi cabeza con la repisa. El polvo me bañó mientras me escabullía a la esquina más alejada, jadeando. Había visto esos ojos antes, brillando verdes e inteligente. La criatura era pequeña, más pequeña que los goblins, con grasosa piel negra y largos, escuálidos brazos. Excepto por las grandes orejas como de goblin, parecía una cruza horrible entre un mono y una araña.

La criatura sonrió, y sus dientes iluminaron la esquina con una pálida luz azul.

Entonces habló.

Su voz se hizo eco monótonamente en la penumbra, como un altavoz de radio siseando estática. Al principio no pude entenderlo. Después, como si estuviera cambiando la estación, la estática desapareció y escuché palabras. “—están esperando,” crepitó, su voz todavía zumbando con estática. “Ven a…hierro…tu hermano…mantiene…”

“¿Ethan?” me erguí golpeando mi cabeza nuevamente. “¿Dónde está él? ¿Qué sabes tú de él?”


“…Corte de Hierro…nosotros…esperando por…” La criatura parpadeó en la oscuridad, poniéndose confuso como una débil señal. Silbó y desapareció fuera de vista, sumiendo la habitación en la oscuridad nuevamente Me quede acostada en la penumbra, mi corazón palpitando, pensando sobre lo que la criatura había dicho. No podía recoger mucho de la misteriosa conversación, excepto que mi hermano estaba vivo, y algo llamado la Corte de Hierro estaba esperando algo.

Está bien, me dije a mí misma, tomando un profundo aliento. Todavía están ahí afuera, Meghan. Ethan y tu papá. No puedes rendirte ahora. Es tiempo de parar de ser una llorica y ponerse las pilas.

Tomé el iPod y lo metí dentro de mi bolsillo trasero. Si esa cosa-monstruo venia a mí con mas noticias de Ethan, quería estar lista. Yaciendo acostada sobre el frio piso, cerré los ojos y comencé a planear.

LOS SIGUIENTES DOS DIAS PASARON como una imagen borrosa. Hice todo lo que la mujer troll me dijo: lavé platos, trapee pisos, corte carne de cadáveres de animales hasta que mis manos estaban teñidas de color rojo. No me arrojaron más hechizos, y Sarah Skinflayer comenzó a verme con respeto a regañadientes. La comida que ellos me ofrecieron era simple: pan con queso y agua. La mujer troll me informo que cualquier cosa más exótica podría causar estragos en mi delicado organismo medio-humano. En la noche, yo me arrastraría, exhausta, a mi cama en la despensa y me dormiría inmediatamente. La delgada criatura no me visito más después de esa primera noche, y mi sueño estuvo dichosamente libre de pesadillas.

Todo el tiempo, mantuve mis ojos y orejas abiertos, recogiendo información que me ayudaría cuando finalmente me escapara. En la cocina, bajo el ojo de águila de Sarah Skinflayer, era imposible escapar. La mujer troll tenía el hábito de aparecer siempre que pensaba en tomar un descanso, o llegar caminando a zancadas justo cuando había terminado una tarea. Traté de escabullirme fuera de la cocina una noche, pero cuando abrí la puerta del frente, me recibió un pequeño depósito en vez del túnel de espinas. En ese punto casi me desesperé, pero me forcé a ser paciente. El momento llegaría, me dije; tan solo tendría que estar lista cuando lo hiciera.

Hablaba con los otros trabajadores de la cocina cuando podía, criaturas llamadas brownies y gnomos de casa, pero estaban tan ocupados que gané poca información de ellos. Pero descubrí algo que hizo que mi corazón latiera excitadamente. Elysium, el evento que tenía a todos en la cocina corriendo como locos, sería llevado a cabo en algunos días. Como dictaba la tradición,


las cortes de la Luz y Oscura se verían en suelo neutral, para discutir sobre política, firmar nuevos acuerdos, y mantener su muy incómoda tregua. Como era primavera, la Corte Oscura viajaría al territorio de Oberon para Elysium; en invierno, la Corte Oscura seria anfitriona. Todos en la corte estaban invitados, y como miembros de la cocina, éramos requeridos ahí.

Continué trabajando duro, con mis propios planes para Elysium dando vueltas en mi cabeza.

Entonces, tres días después de mi sentencia en las cocinas, tuvimos visitantes.

Yo estaba parada sobre un canasto de pequeñas codornices muertas, desplumándolas después de que Sarah Skinflayer rompiera sus cuellos y me las pasara. Traté de ignorar al troll cuando introducía sus manos en una jaula, agarraba a un pájaro de ojos brillantes aleteando, y les rompía el cuello con un leve estallido. Después ella arrojaba los cuerpos sin vida en el canasto como una fruta arrancada y buscaba otro.

Las puertas se abrieron abruptamente, filtrando luz en la habitación, entrando tres caballeros de las hadas. Su largo cabello plateando, tirado en una simple cola de caballo, brillaba en la penumbra de la habitación, sus rostros eran soberbios y arrogantes.

“Hemos venido por la mestiza,” anunció uno de ellos, su voz resonando en la cocina. “Por orden del Rey Oberon, ella vendrá con nosotros.” Sarah skinflayer miró en mi dirección, bufó, y cogió otra codorniz. “Por mi está bien. Esa mocosa no ha sido nada más que peso muerto desde que llegó. Llévensela fuera de mi cocina, adiós y buen viaje” Perforó su declaración con el chasquido del cuello del pájaro, y un brownie dejó el horno y tomó mi lugar, espantándome para que me fuera mientras saltaba al taburete.

Comencé a seguirlos, pero recordé mi mochila, tirada sobre el piso de la despensa. Murmurando una disculpa, me apuré a agarrarla, colgándola sobre mi espalda mientras regresaba. Ninguno de los brownies me miró mientras me iba, aunque Sarah Skinflayer me fulminó con la mirada mientras retorcía el cuello de un ave. Batallando entre el alivio y un extraño sentimiento de culpa, seguí a los caballeros fuera de la habitación.

Ellos me guiaron a través de las retorcidas zarzas hasta otra puerta, abriéndola sin preámbulos. Entré a un pequeño dormitorio, no tan lujoso como el primero, pero suficientemente agradable. Vislumbré una redonda piscina de vapor por una puerta lateral de la habitación, y pensé con nostalgia en un baño.


Escuché apagados ruidos de cascos sobre el piso alfombrado, y me volví para ver un par de chicas sátiras entrar detrás de una alta y esbelta mujer con una pura piel blanca y liso pelo negro. Ella usaba un vestido tan negro que absorbía la luz, y sus dedos eran largos y como de araña.

Una de las chicas sátiras me miró desde detrás del vestido de la mujer.

Reconocí a Tansy que me dio una sonrisa tímida, como si temiera que estuviera enojada por el encuentro con Titania. No lo estaba; ella había sido un peón en el juego de la reina de las hadas, igual que yo. Pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, la mujer alta se deslizó y me agarró, sosteniendo mi barbilla en sus huesudos dedos.

Ojos negros, sin iris o pupila, escudriñaron mi rostro.

“Sucia,” dijo con un tono áspero, su voz como seda sobre un cuchillo de acero. “Que simple, sucio y pequeño espécimen. ¿Qué espera Oberon que haga con esto? No hago milagros. ”

Arranqué mi cara de sus garras, y las chicas sátiras chillaron. La señora, sin embargo, parecía divertida. “Bueno, supongo que tendremos que intentar. Mestiza…”

“Mi nombre no es ‘mestiza’,” dije bruscamente, cansada de escuchar la palabra. “Es Meghan. Meghan Chase.”

La mujer no parpadeó. “Das tu nombre completo tan fácilmente, niña,” declaró, frunciendo el ceño confundida. “Tienes suerte de que no sea tu Verdadero Nombre, o te encontrarías en una difícil situación. Muy bien, Meghan Chase. Soy Lady Weaver, y me escucharás cuidadosamente. El Rey Oberon me pidió que te haga presentable para Elysium esta noche. El no tendrá a su hija mestiza desfilando por ahí en trapos de campesino, o peor, ropa mortal, en frente de la Corte Oscura. Le dije que haría lo mejor que pudiera y que no espere milagros, pero trataremos. “Ahora…” hizo un gesto hacia la habitación del lado “…primero lo primero. Apestas a humano, troll, y sangre. Ve a tomar un baño.” Ella aplaudió una vez, y las dos sátiras trotaron alrededor para encararme. “Tansy y Clarissa te atenderán. Ahora debo diseñar algo para que uses que no haga de tu padre el hazmerreír. ”

Observé a Tansy, que no me miraba a los ojos. Silenciosamente, las seguí a la piscina, me saqué mi asquerosa ropa, y me hundí en el agua caliente. Dicha. Floté por varios minutos, dejando que el calor empapara mis huesos, calmando las molestias y dolores de los últimos tres días. Me pregunté si las hadas alguna vez se ensuciaban o transpiraban; no había visto a ningún noble viéndose nada menos que elegante.


El calor me estaba dando sueño. Debo haber dormitado, porque tuve sueños inquietantes de arañas arrastrándose por mi cuerpo en grandes enjambres, cubriéndome con telarañas como si fuera una mosca gigante.

Cuando desperté, temblando y con comezón, estaba tendida sobre la cama Lady Weaver estaba sobre mí.

“Bueno.” Suspiró mientras yo luchaba a mis pies. “No es mi mejor trabajo, pero supongo que tendrá que ser suficiente. Ven aquí, muchacha.

Párate en frente del espejo por un momento.”

Hice lo que me pidió, y me quedé boquiabierta ante el reflejo que me mostró. Me cubría un reluciente vestido plateado, el material era más ligero que la seda. Se ondulaba como agua con el más ligero movimiento, mangas de encaje ondeaban desde mis brazos, apenas tocando mi piel. Mi cabello había sido elegantemente ondulado y torcido en un agraciado remolino sobre mi cabeza, mantenido en su lugar por destellantes alfileres. Un zafiro del tamaño del puño de un bebe brillaba azul en mi garganta.

“¿Bien?” Lady Weaver tocó gentilmente una de mis mangas, admirándola como una artista haría con su pintura favorita. “¿Qué piensas?”

“Es hermoso,” logré decir, mirando fijamente la princesa elfica en el espejo. “Ni siquiera me reconozco.” Una imagen pasó por mi cabeza y me reí con ligera histeria. “No me convertiré en un zapato cuando llegue la media noche, ¿cierto?”

“Si molestas a la gente incorrecta, puede ser.” Lady Weaver se dio vuelta, aplaudiendo sus manos. Como un trabajo de relojería, Tansy y Clarissa aparecieron utilizando simples vestidos blancos, su rizado cabello cepillado.

Alcancé a ver cuernos bajo el flequillo avellana de Tansy. Ella sostenía mi mochila naranja en dos dedos, como si tuviera miedo de que fuera a morderla.

“Hice que las muchachas lavaran tu ropa mortal,” dijo Lady Weaver, girándose lejos del espejo. “Oberon las habría destruido, pero eso significaría más trabajo para mi, así que las puse en tu bolso. Una vez que termine Elysium, me llevaré ese vestido, así que te querrás quedar con tu ropa.”

“Em, está bien,” dije, tomando la mochila de Tansy. Una rápida inspección me mostró mis jeans y blusa doblados dentro, y el iPod todavía escondido en el bolsillo del costado. Por un momento, pensé en dejar la mochila atrás, pero decidí lo contrario. Oberon podría encontrarlo ofensivo y


hacer que lo quemaran sin mi conocimiento. Todavía era mío, y tenía todas las cosas que poseía en este mundo. Sintiéndome un poco avergonzada, la colgué en uno de mis hombros, la princesa paleta con una brillante mochila naranja.

“Vamos,” dijo Lady Weaver con tono áspero, envolviendo su cuello con un chal de gasa negro. “Elysium espera. Y, mestiza, trabajé duro en ese vestido. Trata de que no te maten.”

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 1122 CAMPOS ELÍSEOS


aminamos a través de los túneles de brezo del interior del patio.

Al igual que antes, estaba llena de hadas, pero el estado de ánimo

se había vuelto sombrío. Sonaba la música, misteriosa y salvaje, y

los faeries2 bailaban, saltaban, y hacían cabriolas con salvaje abandono. Un

sátiro se arrodilló detrás de una chica sumisa de piel roja, pasando sus manos

por las costillas y besando su cuello. Dos mujeres con orejas de zorro hacían

círculos alrededor de un brownie3 con aspecto aturdido, sus dorados ojos

brillantes con el hambre. Un grupo de nobles hadas bailaba con hipnóticas

cadencias, con movimientos eróticos y sensuales, abandonándose a la música

y a la pasión.

Sentí el salvaje impulso de unirme a ellos, de volver la cabeza y girar con

la música, sin importarme a donde me llevara. Cerré los ojos por un

momento, sintiendo como los cadenciosos sonidos elevaban mi alma y la

hacían volar hacia el cielo. Se me hizo un nudo en la garganta, y mi cuerpo

empezó a agitarse en sintonía con la música. Abrí los ojos con un sobresalto.

Sin querer, había empezado a caminar hacia el círculo de bailarines.

Me mordí el labio con fuerza, saboreando la sangre, y el agudo dolor me

hizo reaccionar. Espabila Meghan. No puedes bajar la guardia. Eso significa no

comer, bailar o hablar con extraños. Concéntrate en lo que tiene que hacer.

Vi a Oberón y a Titania sentados a una larga mesa, rodeada de caballeros

de la Corte de la Luz y trolls. El rey y la reina se sentaron juntos, pero ponían

2 Hadas 3 Duende de las cocinas. http://en.wikipedia.org/wiki/Brownie_(folklore)

C


mucho empeño en ignorarse mutuamente. La barbilla de Oberón descansaba

en sus manos mientras miraba a lo largo de su corte; Titania estaba sentada

como si hubiera un polo de hielo metido por el trasero.

Puck no estaba por ningún lado. Me pregunté si Oberón no lo había

liberado todavía.

"¿Disfrutando de la fiesta?", preguntó una voz familiar.

"¡Grimalkin!" Exclamé, viendo al gato gris posado en el borde de una

piscina elevada, con la cola enroscada alrededor de sus piernas. Sus ojos

dorados me miraron con la misma perezosa falta de interés. "¿Qué estás

haciendo aquí?"

Él bostezó. "Estaba tomando una siesta, pero parece que las cosas pronto

podrían ponerse interesantes, así que creo que andaré por aquí."

Levantándose, el gato se estiró, arqueando su espalda, y me miró de reojo.

"Así que, humana, ¿cómo es la vida en la corte de Oberón?"

"Lo sabías," le recriminé mientras se sentaba y se lamía una pata. "Supiste

todo el tiempo quien era. Por eso aceptaste llevarme hasta Puck – estabas

deseando chantajear a Oberón."

"Chantajear," dijo Grimalkin, parpadeando con su lánguidos ojos

amarillentos, "es una palabra grosera. Y tú tienes mucho que aprender sobre

las hadas Meghan Chase. ¿Crees que los demás no hubiera hecho lo mismo?

Aquí todos tienen un precio. Pregúntaselo a Oberón. Es más, pregúntale a tu

Puck."

Quise preguntarle que quería decir, pero en ese momento sentí una

sombra en mi espalda y me volví para ver a Lady Weaver cerniéndose sobre

mí.

"La Corte de Invierno llegará pronto,” dijo con voz áspera, con sus dedos

delgados como lápices aferrando mi hombro. "Debes ocupar tu lugar en la

mesa al lado del Rey Oberón. Ha requerido tu presencia. Venga, ve."


Agarrándome con fuerza me condujo a la mesa donde Oberón y los Lores

de la Corte de Verano esperaban. Oberón tenía la mirada cuidadosamente

impasible, pero los destellos de absoluto odio de Titania me hicieron tener

ganas de correr y esconderme. Entre la escalofriante dama araña y la Reina

de la Corte Seelie4, estaba bastante segura de que terminaría la noche como

un ratón o una cucaracha.

"Preséntale tus respetos a tu padre," susurró lady Weaver en mi oído,

antes de darme un pequeño empujón hacia el Erlking5. Tragué saliva y, bajo la

mirada dura de los nobles, me acerqué a la mesa.

No sabía qué decir. No sabía qué hacer. Me sentí como si estuviera dando

un discurso ante el auditorio de la escuela y se me hubieran olvidado mis

notas. Rogando en silencio por una pista, me encontré con los vacíos ojos

verdes Oberón e hice una torpe reverencia.

El Erlking se removió en su asiento. Vi sus ojos parpadear sobre la mochila

de color naranja brillante y fruncir el ceño. Mis mejillas ardían, pero ahora no

podía quitármela. "La Corte te da la bienvenida Meghan Chase", dijo Oberón

con una voz envarada y formal. Hizo una pausa, como esperando que yo dijera

algo, pero mi voz se atascó en mi garganta. El silencio se extendía entre

nosotros, y entre la multitud alguien se reía. Por último, Oberón hizo un gesto

hacia una silla vacía cerca del final de la mesa y me senté, ruborosa y

sonrojada bajo la mirada de toda la corte.

"Eso fue impresionante", musitó una voz cerca de mis pies. Grimalkin saltó

sobre la silla situada a mi lado, justo cuando estaba a punto de poner mi

mochila donde él estaba. "Sin duda has heredado de tu padre su agudo

ingenio. La señora Weaver debe estar muy orgullosa."

"Cállate, Grim," murmuré, y empujé la mochila bajo de mi asiento.

Hubiese dicho más, pero en ese momento la música se detuvo y comenzó un

fuerte sonido de trompetas.

4 Otro nombre para la Corte la Luz, o Corte Seelie 5 Elfos oscuros


"Han llegado", declaró Grimalkin, entornando los ojos hasta convertirlos

en ranuras doradas. El gato casi parecía sonreír. "Esto debería ser muy

interesante."

El sonido de trompeta se hizo más fuerte, y en un extremo de la Corte, la

omnipresente pared de espinas se movió, apartándose hacia atrás, y formó un

arco grande, más alto y mucho más elegante que cualquier otra que hubiese

visto antes. Negras rosas florecieron entre las espinas, y un viento helado

silbó a través del acceso, cubriendo los árboles cercanos con escarcha.

Una criatura camino silenciosamente a través del arco, y me estremecí

por algo más que por el frío. Era un duende, verde y verrugoso, vestido con un

abrigo negro de lujo con botones de oro. Echó una socarrona mirada alrededor

de la expectante Corte, infló el pecho y gritó con voz ronca pero clara:

"Su Majestad, la Reina Mab, Lady de la Corte de Invierno, Soberana de los

Territorios del Otoño, y la Reina del Aire y la Oscuridad"

Y los Unseelies6 llegaron.

A primera vista, parecían muy similares a las hadas de la corte seelie. Los

hombrecillos que llevaban el estandarte Unseelie parecían gnomos con capas

de lujo y gorras rojas. Entonces me di cuenta de sus sonrisas de dientes

puntiagudos, como de tiburón, y del brillo de la locura en sus ojos, y supe que

no se trataba de amigables gnomos de jardín, en ningún sentido de la palabra

"Gorras rojas7", meditó Grimalkin, arrugando la nariz. "Querrás

mantenerte alejada de ellos, humana. La última vez que vinieron, un phouka8

6 Otro nombre para la Corte de la Oscuridad, o Corte Unseelie. 7 Redcaps. Son vistos por los demás como hadas violentas y sanguinarias, y en realidad se equivocan poco. Adoran la intimidación, la pelea, la bebida y la sangre, y no necesariamente por ese orden. No les gusta tratar con otros que no sean de su linaje, y ni siquiera estas amistades pueden llegar a buen puerto, por su mal carácter. 8 Según la leyenda, los pucas o phoukas son hábiles cambia-formas, capaces de asumir una

variedad de formas agradables o terroríficas, pudiendo aparecer como un caballo, un conejo,

una cabra, un duende, o un perro. No importa qué forma toman, su piel es casi siempre oscura.

Es frecuente que adopten la forma de un elegante caballo negro con una larga y fluída crin y

luminosos ojos dorados.


no demasiado brillante desafió a uno a una partida de triles amañados y le

ganó. No le fue bien."

"¿Qué pasó?" Le pregunté, sin saber qué era un phouka.

"Ellos se lo comieron."

Señaló a los ogros cercanos, grandes bestias descomunales con gruesas

caras estúpidas y colmillos babeantes. Con esposas sujetando sus muñecas, y

cadenas de plata enrolladas alrededor de sus enormes cuellos. Entraron en la

Corte arrastrando los pies como gorilas drogados, con los nudillos

arrastrándose por el suelo, ajenos a la miradas asesinas que estaban

recibiendo de los trolls.

Más Unseelie se dispersaron por el claro. Delgados y acechantes bogeys

como el del armario de Ethan, se arrastraban por el suelo como flacuchas

arañas. Duendes refunfuñantes y siseantes goblins. Un hombre con la cabeza y

el pecho de un peludo macho cabrío negro, con los dañados extremos de sus

cuernos reflejando la luz. Y más criaturas, cada una más de pesadilla que la

anterior. Me miraron de refilón cuando notaron mi presencia, lamiéndose los

labios y los dientes. Afortunadamente, ante las severas miradas de Oberón y

Titania, ninguno de ellos se acercó a la mesa.

Por último, mientras el tribunal aumentaba a casi el doble de su número,

la reina Mab hizo su aparición.

El primer indicio que recibí fue que la temperatura en el interior del claro

cayó alrededor de diez grados. Se me erizó la piel de los brazos, y me

estremecí, deseando tener algo más pesado que un vestido hecho de seda de

araña y gasa. Estaba a punto de mover mi silla unos metros a lo largo de la

mesa, alejándome del viento, cuando una nube de nieve se introdujo de

repente por la boca del túnel, y entró el tipo de mujer que hacía llorar a las

mujeres de la envidia y declarar guerras a los hombres.


No era alta, como Oberón, o esbelta y delgada como Titania, pero su

presencia atrajo todas las miradas en el patio. Su cabello era tan negro que

parecía azul en algunos lugares, se extendía por su espalda como una cascada

de tinta. Tenía los ojos como el vacío, como una noche sin estrellas, un agudo

contraste con su piel de mármol y con sus labios de un pálido morado. Llevaba

un vestido que se retorcía a su alrededor, como si fuese su sombra. Y, al igual

que Oberón y Titania, irradiaba poder.

La cantidad de hadas en el patio, tanto Seelie como Unseelie, me estaba

poniendo muy, muy nerviosa. Pero justo cuando pensaba que las cosas no se

podrían volver más inquietantes, la comitiva de Mab entró.

Los dos primeros eran altos y hermosos como el resto de su especie,

angulosos y con elegantes extremidades. Llevaban trajes de color negro y

plata con la seguridad en sí mismos de los nobles, el negro cabello recogido

hacia atrás para poner de relieve su crueldad y su orgullo. Al igual que los

príncipes oscuros, marcharon detrás de Mab con toda la arrogancia de la

reina, las finas manos descansando en sus espadas, sus capas ondeando a sus

espaldas.

El tercer noble, caminando detrás de ellos, también estaba vestido de

negro y plata. Al igual que los otros dos, llevaba una espada, descansando

cómodamente en la cadera, y su rostro mostraba las líneas finas de un

aristócrata. Pero, a diferencia de los demás, parecía desinteresado, casi

aburrido, con todo el evento. Sus ojos captaron la luz de la luna y brillaron

como monedas de plata.

Mi corazón se convirtió en hielo, y mi estómago amenazaba con subir por

mi garganta. Era él, el chico de mis sueños, el que nos había perseguido a

Puck y a mí por el bosque. Eché un vistazo alrededor salvajemente,

preguntándome si podría esconderme antes de que él me viese. Grimalkin

miró con perplejidad y torció el rabo.


"¡Es él!" Susurré, acuchillando con la mirada a los nobles que se acercaban

detrás de la reina. "¡Ese chico! Me estaba cazando ese día en el bosque,

cuando aterricé en tu árbol. ¡Él trató de matarme!"

Grimalkin parpadeó. "Ese es el príncipe Ash, el hijo menor de la reina

Mab. Dicen que es un buen cazador, y pasa gran parte de su tiempo en

Wyldwood, en lugar de en la corte con sus hermanos."

"No me importa quién sea", le susurré, agachándome en mi asiento. "No

puedo dejar que me vea. ¿Cómo puedo salir de aquí?"

El resoplido de Grimalkin se parecía sospechosamente a una risa. "Yo no

me preocuparía por eso, humana. Ash no se arriesgaría a provocar la furia de

Oberón al atacarte en su propia corte. Las reglas del Elíseo impiden cualquier

tipo de violencia. Además, - el gato olisqueó - la caza fue hace días. Es

probable que él se haya olvidado de ti."

Le fruncí el ceño a Grimalkin y mantuve al muchacho hadas en mi punto

de mira mientras se inclinaba ante Oberón y Titania, murmurando algo que no

podía oír. Oberón asintió con la cabeza, y el príncipe dio un paso atrás,

todavía inclinado. Cuando se enderezó y se dio la vuelta, su mirada recorrió la

mesa –para descansar exclusivamente en mí. Entrecerró los ojos y sonrió,

haciéndome un pequeño guiño. Mi corazón se aceleró y me estremecí.

Ash no se había olvidado de mí, ni siquiera había una remota posibilidad.

Mientras la noche avanzaba, pensé con nostalgia en mis días en las

cocinas.

No sólo a causa del Príncipe Ash, aunque esa fuese la razón principal por

la que traté de pasar desapercibida. Los subordinados de la Corte Unseelie me

pusieron nerviosa e incómoda, y yo no era la única. Hubo gran tensión entre

las filas de los Seelie y los Unseelie; era evidente que se trataba de antiguos

enemigos. Sólo la devoción de las hadas por las reglas y la etiqueta apropiada

- y el poder de sus amos hadas - evitaban que las cosas acabaran en un baño

de sangre.


O al menos eso me había dicho Grimalkin. Me fié de él y me quedé muy

quieta en mi asiento, tratando de no llamar la atención.

Oberón, Titania y Mab se quedaron en la mesa toda la noche. Los tres

príncipes se sentaron a la izquierda de Mab, con Ash más alejado en la mesa,

para mi gran alivio. La comida fue servida, el vino se derramó, y los

gobernantes sidhe hablaban unos con otros. Grimalkin bostezó, aburrido de

todo, y se fue de mi lado, desapareciendo entre la multitud. Después de lo

que parecieron horas, la diversión comenzó.

Tres chicos con brillantes vestidos con colas de mono subieron al

escenario puesto delante de la mesa. Realizaron saltos increíbles y volteretas,

cayendo, y continuando. Un sátiro tocó la gaita, y un humano bailó con la

melodía hasta que sus pies sangraban y su cara era una mezcla de terror y

éxtasis. Una mujer imponente con pezuñas de cabra y dientes de piraña cantó

una balada sobre un hombre que siguió a su amante bajo las aguas del lago,

para nunca ser visto otra vez. Al final de la canción, introduje,

entrecortadamente, aire en mis pulmones en llamas y me senté, sin ser

consciente de que había sido incapaz de respirar.

En algún momento durante el transcurso de las celebraciones, Ash

desapareció.

Frunciendo el ceño, examiné el patio en su busca, buscando una cara

pálida y pelo oscuro entre el mar caótico de hadas. No estaba en el patio,

hasta donde yo podía ver, y no estaba a la mesa con Mab y Oberón...

Hubo una suave risa a mi lado, y mi corazón se detuvo.

"Así que esta es la famosa mestiza de Oberón," reflexionó mientras me

rodeaba. Sus ojos, fríos e inhumanos, brillaban, divertidos. De cerca, era aún

más guapo, con pómulos altos y el oscuro pelo revuelto cayendo sobre sus

ojos. Mis manos traidoras picaban, ansiosas por pasar mis dedos a través de su

pelo. Horrorizada, las apreté en mi regazo, tratando de concentrarme en lo


que Ash estaba diciendo. "Y pensar", continuó el príncipe, sonriendo, "que te

perdí ese día en el bosque y ni siquiera sabía lo que estaba persiguiendo."

Me eché hacia atrás, mirando a Oberón y a la reina Mab. Estaban

enfrascados en una conversación y no me veían. Yo no quería interrumpirlos

simplemente porque un príncipe de la Corte Unseelie me estaba hablando.

Además, ahora yo era una princesa de las hadas. Incluso si no me lo creía

del todo, Ash ciertamente lo hizo. Respiré profundamente, levanté la barbilla,

y lo miré fijamente a los ojos. "Te advierto," le dije, contenta de que mi voz

no temblara, "que si intentas algo, mi padre te arrancará la cabeza y la

pegará en una placa en su pared."

Encogió uno de sus enjutos hombros. "Hay cosas peores." Ante mi mirada

horrorizada, me mostró una auto-despectiva y desganada sonrisa. "No te

preocupes, princesa, no voy a romper las reglas del Elíseo. No tengo ninguna

intención de enfrentarme a la ira de Mab si la avergonzase. No es por eso por

lo que estoy aquí."

"Entonces, ¿qué es lo que quieres?"

Hizo una reverencia. "Un baile."

"¡Lo qué!" Me quedé mirándole con incredulidad. "¡Has intentado

matarme!"

"Técnicamente, yo estaba tratando de matar a Puck. Tú sólo estabas allí.

Pero sí, si hubiese tenido la oportunidad, lo hubiese hecho."

"Entonces ¿por qué diablos piensas que iba a bailar contigo?"

"Eso fue entonces." Me miró suavemente. "Esto es ahora. Y es tradición en

el Elíseo de que un hijo y una hija de los territorios enfrentados bailen juntos,

para demostrar la buena voluntad entre las Cortes."

"Bueno, es una tradición estúpida" Crucé los brazos y le miré. "Y puedes

olvidarte de eso. Yo no voy a ninguna parte contigo."


Levantó una ceja. "¿Insultarás a mi monarca, la reina Mab, al negarte? Ella lo

tomaría como algo muy personal, y culparía del delito a Oberón Y Mab puede

guardar rencor durante mucho, mucho tiempo."

¡Oh, maldita sea. Me he quedado atrapada. Si decía que no, insultaría a la

reina de las hadas de la Corte Unseelie. También me pondría en las listas

negras de mierda tanto de Mab como de Titania, y entre ellas dos, mis

posibilidades de supervivencia eran fútil y completamente nulas.

"Entonces, estás diciéndome que no tengo elección."

"Siempre hay elección". Ash me tendió su mano. "No te forzaré. Sólo sigo

las órdenes de mi reina. Pero sabemos que el resto de la corte nos está

esperando" Entonces él sonrió, con amargura y la auto-burla. "Y me

comprometo a ser un perfecto caballero hasta que la noche termine. Te doy

mi palabra."

"Maldita sea." Me abracé a mi misma, tratando de pensar en algo que me

sacase de esta.

"Te avergonzaré de todas maneras," le dije en tono desafiante. "No sé

bailar."

"Llevas la sangre de Oberón" Una nota fresca de diversión dio color a su

voz. "Por supuesto que sabes bailar."

Luché conmigo misma durante un rato más. Este es el príncipe de la Corte

Unseelie, pensé, mientras mi mente trabajaba deprisa. Tal vez pueda saber

algo acerca de Ethan. ¡O de tu papá! Lo menos que puedes hacer es

preguntar.

Tomé una respiración profunda. Ash esperó pacientemente con la mano

extendida, y cuando finalmente puse los dedos sobre su mano, me ofreció una

débil sonrisa. Su piel era fría cuando pasé suavemente la mano por su brazo, y


me estremecí ante su proximidad. Olía fuertemente a hielo y a algo extraño -

no era desagradable, pero era raro.

Nos levantamos de la mesa juntos, y mi estómago se retorció como si

notase a cientos de brillantes ojos de hadas observándonos. Seelie y Unseelie

por igual se apartaron para nosotros, haciendo una reverencia, mientras nos

acercábamos al área abierta.

Mis rodillas temblaban. "No puedo hacer esto", le susurré, apretando el

brazo de Ash en busca de apoyo. "Deja que me vaya. Creo que voy a vomitar."

"Estarás bien." Ash no me miraba mientras entrábamos en la pista de

baile. Se enfrentó al trío de gobernantes de las hadas con la cabeza levantada

y su expresión en blanco. Miré por encima del mar de rostros y me sacudí de

terror.

Ash apretó mi mano. "Sólo tienes que seguir mi ejemplo."

Hizo una reverencia a la mesa de Oberón, y yo también la hice. El Erlking

asintió solemne, y Ash se giró hacia mí, cogiendo una de mis manos y

poniendo la otra en su hombro.

La música comenzó.

Ash dio un paso adelante, y casi me caí, mordiéndome los labios mientras

trataba de acompañar sus pasos. Bailamos más o menos elegantemente por el

escenario, conmigo concentrándome en no caer o pisarle los pies, Ash se

movía con gracia felina. Afortunadamente, nadie abucheaba o tiraba cosas,

pero yo daba traspiés hacia delante y hacia atrás aturdida, sólo deseaba que

la humillación terminase.

En algún lugar de esta pesadilla estando despierta, escuché una risa

ahogada. "Deja de pensar", murmuró Ash, tirando de mí en un giro que

terminó conmigo contra su pecho. "El público no importa. Los pasos no tienen

importancia. Sólo cierra los ojos y escucha la música."


"Para ti es fácil decir eso," gruñí, pero él me hizo girar de nuevo, tan

rápidamente que mientras giraba cerré los ojos. Recuerda por qué estás

haciendo esto, susurró mi mente. Esto es por Ethan.

Bien. Abrí los ojos y me enfrenté al príncipe oscuro. "Así que," murmuré,

tratando de parecer locuaz, "tú eres hijo de la Reina Mab, ¿no?"

"Creo que eso está demostrado, sí."

"¿Le gusta... coleccionar cosas?" Ash me miró con curiosidad, y me

apresuré a continuar. "Humanos, quiero decir ¿Tiene muchos humanos en su

corte?"

"Unos pocos". Ash me hizo girar de nuevo, y esta vez me fui con él. Sus

ojos brillaban cuando volví a sus brazos. "Mab, por lo general, se aburre con

los mortales después de algunos años. Ella o bien se les libera o los convierte

en algo más interesante, dependiendo de su estado de ánimo. ¿Por qué?"

Mi corazón latía con fuerza. "¿Tiene un niño pequeño en su corte?" Le

pregunté mientras daba vueltas alrededor del escenario. "¿Cuatro años de

edad, cabello rizado y castaño, ojos azules? ¿Tranquilo la mayor parte del

tiempo?" Ash me miró con extrañeza. "No lo sé", dijo, para mi decepción. "No

he ido a la corte últimamente. Incluso si lo hubiese hecho, no puedo realizar

un seguimiento de todos los mortales que la reina ha adquirido y liberado en

los últimos años."

"Oh", murmuré, bajando los ojos. Bueno, esa idea no me servía. "Bueno, si

no vives en la Corte, ¿entonces donde vives?"

Ash me ofreció una escalofriante sonrisa. "El wyldwood", respondió,

haciéndome girar lejos. "Cazando. Rara vez dejo que mi presa escape, así que

estate agradecida de que Puck sea un cobarde" Antes de que pudiera

responder, él me arrimó contra si mismo de nuevo, con su boca sobre mi

oreja. "Aunque, me alegra no haberte matado entonces. Te lo dije una hija de

Oberón sabe bailar."


Me había olvidado de la música, y me di cuenta que mi cuerpo estaba

funcionando con el piloto automático, deslizándose sobre la pista de baile

como si lo hubiera hecho mil veces. Durante un buen rato no dijimos nada,

perdidos en la música y el baile. Mis emociones se desbocaron cuando llegó el

punto culminante de la noche, y no había nadie, excepto nosotros, dando

vueltas y más vueltas.

La música paró en el momento en que Ash me daba el giro final. Terminé

aferrada a él, con su cara a escasas pulgadas de la mía, sus ojos grises

brillantes e intensos. Nos quedamos allí un momento, congelados en el

tiempo, con nuestros corazones zumbando violentamente entre nosotros. El

resto del mundo había desaparecido. Ash parpadeó y me ofreció una pequeña

sonrisa. Sólo hacía falta medio paso para rozar sus labios.

Un grito rasgó la noche, haciéndonos reaccionar. El príncipe me soltó y se

alejó, con su rostro oculto de nuevo detrás de esa máscara en blanco.

El grito se repitió, seguido por un atronador rugido que sacudió las mesas

y las copas de fino cristal haciendo que se estrellasen contra el suelo. Sobre la

multitud de espectadores, vi como la pared de zarzas se sacudía

violentamente como si algo muy grande se abriese camino a través de ella.

Las hadas empezaron a gritar y a empujarse unos a otros, y Oberón se puso en

pie, con su grandilocuente voz llamando al orden. Por un momento, todo el

mundo se congeló.

Las zarzas se separaron con un chasquido ensordecedor, y algo muy

grande se abrió camino con sus garras. Había vetas de sangre sobre la oscura

piel del monstruo - no era un sombrío hombre del saco de debajo de la cama

que te fuera a saltar encima, sino que era un verdadero monstruo que sería

capaz de rasgarte el estómago y comerse tus entrañas. Tenía tres cabezas

horribles: un león con un sátiro con sangre en sus fauces, una cabra loca con

los ojos blancos, y un sibilante dragón con llamas liquidas goteando de entre

sus dientes. Una quimera.


Durante un latido de mi corazón, hizo una pausa, mirando la fiesta que

había acabado de interrumpir, con sus cabezas parpadeando a la vez. El sátiro

muerto, que ahora era un revoltijo destrozado y masticado, cayó al suelo, y

alguien de entre la multitud gritó.

La quimera rugió, con sus tres voces emitiendo un chillido ensordecedor.

La multitud se dispersó mientras el monstruo encogía sus cuartos traseros y

saltaba a la palestra. Llegó al lado de un gorra roja que huía y le atacó con

sus puntiagudas garras, atrapando al Fey por el estómago y destripándolo al

instante. Mientras el gorra roja se tambaleaba y se caía, con sus intestinos

sujetos, la quimera se volvió y se abalanzó sobre un troll, arrojándole contra

el suelo. El troll gruñó y agarró la garganta del león, arrojándola lejos, pero

entonces la cabeza de dragón bajó, apresando con sus mandíbulas el cuello

del troll y retorciendo. La oscura sangre brotó como un rocío fino, llenando el

aire con un olor nauseabundo y cobrizo. El troll se estremeció y quedó

inmóvil.

Sangre coagulada goteaba de su hocico, la quimera levantó la vista y me

vio, todavía congelada sobre el escenario. Con un rugido saltó, posándose en

el borde de la pista de baile. Mi cerebro me gritó que corriera, pero no me

podía mover. Sólo podía mirar con distante fascinación mientras se ponía en

cuclillas, con los músculos de ondulando bajo su piel sangrienta. Su caliente

aliento me envolvió, apestando a sangre y carne podrida, y vi un trozo de ropa

roja en el diente del león.

Con un grito, la quimera se abalanzó sobre mi, y yo cerré los ojos,

esperando que fuese rápido.

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 1133 ESCAPE DE LA CORTE DE SEELIE

Traducido por Kiiariitha

lgo se estrelló contra mí, empujándome lejos. El dolor se

disparó a mi brazo cuando aterricé sobre mi hombro, y abrí mis

ojos con un jadeo.

Ash se interponía entre la quimera y yo, su espada desenvainada. La hoja

brillaba en un gélido azul, enroscada en hielo y niebla. El monstruo rugió y

arremetió contra él, pero saltó a un lado, atacando con su espada. La punta

congelada se clavó en la pierna de la quimera, sacando del monstruo un grito

parecido al humano. Se abalanzó y Ash se apartó. En sus pies otra vez, él

arrojó su mano lejos, y la quimera gritó como una ráfaga de brillantes

fragmentos de hielo arrancados de su piel.

“¡A las armas!” la voz en auge de Oberón sobrepasó los rugidos de la

quimera. “¡Caballeros, mantengan a la bestia atrás! ¡Protejan a los enviados!

¡Rápido!”

La voz de Mab se unió al caos, ordenando a sus súbditos atacar. Ahora más

elfos estaban llegando, saltando hacia el escenario con armas y gritos de

batalla, colmillos y dientes al descubierto. Unos pocos elfos tipo guerrero se

escurrieron fuera del escenario, huyendo por sus vidas mientras los otros

atacaron. Gnomos y ogros estrellaron grandes palos de púas en la piel de la

bestia, sombreros rojos lo rebanaron con cuchillos empañados en bronce y los

caballeros de Seelie blandieron espadas de corte de llamas en sus flancos. Vi a

los hermanos de Ash uniéndose a la lucha, sus espadas gélidas apuñalando la

espalda del monstruo. La quimera rugió de nuevo, mal herido,

momentáneamente intimidado por sus atacantes.

A


La cabeza del dragón se levantó, el vapor ondeando de su mandíbula, y

lanzó una corriente de fuego líquido a los elfos que lo rodeaban. El escupitajo

fundido cubrió a varios de sus atacantes, quienes gritaron y cayeron al piso,

revolcándose frenéticamente mientras la carne se derretía de sus huesos. El

monstruo intentó dejar la pista de baile, pero los elfos oprimieron más,

golpeándolo con sus armas, manteniéndolo en su lugar.

Cuando el último elfo civil dejó el escenario, el Rey de Seelie se levantó,

su rostro ajeno y aterrador, largo cabello plateado ondeando detrás de él.

Levantó sus manos, y un gran ruido sacudió el piso. Las placas hicieron ruido y

se rompieron contra el piso, los árboles temblaron y los elfos retrocedieron

alejándose del monstruo gruñendo. La quimera gruñó y golpeó al aire, sus ojos

cautelosos y confusos, como si fuera incapaz de entender que estaba

sucediendo.

El escenario -cuatro pies de mármol sólido- astillado con un crujido

ensordecedor y enormes raíces desplegadas a través de la superficie. Gruesas

y antiguas cubiertas en relucientes espinas, se envolvieron alrededor de la

quimera como serpientes gigantes, cavando en su piel. El monstruo rugió,

rastrillando la madera viva con sus garras, pero las espirales continuaron muy

apretadas.

Los elfos pululaban en el monstruo otra vez, acuchillando y cortando. La

quimera continúo luchando, atacando con garras y colmillos mortales,

atrapando aquellos quienes se acercaban demasiado. Un ogro golpeó con su

palo el lado de la bestia, pero recibió un golpe salvaje de la garra del

monstruo que desgarró su hombro abierto. Un caballero de Seelie cortó la

cabeza del dragón, pero las mandíbulas se abrieron y expulsaron sobre los

elfos fuego líquido. Gritando, el caballero rodó hacia atrás, y el dragón

levantó su cabeza para mirar al Erlking parado en la mesa, sus ojos medios

cerrados en concentración. Sus labios se curvaron, y tomó un respiro. Le grité

a Oberón, pero mi voz estaba perdida en la cacofonía y sabía que mi

advertencia llegaría demasiado tarde.


Y luego Ash estaba allí, esquivando las garras de la bestia, su espada

rasgando hacia abajo en una mancha borrosa y glacial. Se deslizó limpiamente

a través del cuello del dragón, cortándolo, y la cabeza golpeó el mármol con

un asqueroso sonido. Ash se alejó saltando mientras el cuello continuaba

retorciéndose, salpicando sangre y fuego líquido del muñón. Algunos elfos

aullaban de dolor. Mientras Ash retrocedía de la espuma de lava, un gnomo

estrelló su lanza a través de las fauces abiertas del león y por la parte

posterior de su cabeza un trío de gorros rojos lograron esquivar las garras

agitándose para invadir la cabeza de la cabra, cortando y apuñalando. La

quimera tiró, golpeó y finalmente se desplomó en la red de ramas,

retorciéndose esporádicamente. A pesar que murió los gorros rojos siguieron

arrancando su carne.

La batalla había terminado, pero la carnicería permanecía. Cuerpos

carbonizados, destrozados, mutilados, tendidos como juguetes rotos alrededor

del escenario fracturado. Elfos gravemente heridos se aferraban a sus

lesiones, sus rostros retorcidos de dolor. El olor de la sangre y carne quemada

era abrumador.

Mi estómago se revolvió. Girando mi cabeza de la vista horripilante, me

arrastré hasta el borde del escenario y vomité en los rosales.

“¡Oberón!”

El grito causó escalofríos a través de mí. La Reina Mab estaba en pie, los

ojos ardiendo, señalando con un dedo enguantado al Erlking.

“¿Cómo te atreves?” ella dijo con voz áspera, y me estremecí cuando la

temperatura bajó a cero. El hielo cubrió las ramas y se arrastró a lo largo de

la tierra. “¡Cómo te atreves poner a este monstruo entre nosotros durante el

Elíseo, cuando venimos a ti bajo la bandera de la confianza! ¡Has roto el

pacto y no olvidaré esta herejía!”

Oberón lucía dolido, pero la Reina Titania se puso de pie. “¿Te atreves?”

ella replicó, mientras un relámpago estallo en lo alto. “¿Te atreves acusarnos


a nosotros de convocar esta criatura? ¡Esto es obviamente el trabajo de la

Corte de Unseelie para debilitarnos en nuestra propia casa!”

Elfos comenzaron a murmurar entre ellos, lanzando miradas sospechosas a

aquellos de la otra corte, aunque unos segundos antes habían luchado codo a

codo. Un militar, su boca goteando sangre negra de la quimera, saltó del

escenario para mirarme con lascivia, con pequeños ojos brillantes con

hambre.

“Huelo a un humano,” él cacareó, recorriendo con una lengua púrpura sus

colmillos. “Huelo la sangre de una joven chica, y la carne mas dulce que el de

un monstruo.” Me alejé rápido, caminando alrededor del escenario, pero él

me siguió. “Ven a mí, pequeña niña,” él cantó. “La carne de monstruo no es

mejor, no como el dulce de humanos jóvenes. Solo quiero un bocado. Quizás

solo un dedo.”

“Atrás.” Ash apareció de la nada, luciendo peligroso con sangre oscura

esparcida en su rostro. “Estamos en bastantes problemas sin que tú te comas

a la hija de Oberón. Sal de aquí.”

El gorro rojo se burló y se escurrió. El muchacho elfo suspiró y se volvió

hacia mí, su mirada exploró a lo largo de mi vestido. “¿Estás lastimada?”

Sacudí mi cabeza. “Salvaste mi vida,” murmuré. Estaba a punto de decir

“gracias,” pero me sorprendí a mi misma ya que esas palabras parecían

endeudarte en el País de las Hadas. Un pensamiento llegó, prohibido e

inquietante. “¿Yo…yo no estoy atada a ti ni nada de eso, verdad?” pregunté

con miedo. Él levantó una ceja, y yo tragué. “¿Ninguna deuda de vida, o tener

que volverme tu esposa, verdad?”

“No, a menos que nuestros padres hicieran un trato sin nuestro

conocimiento.” Ash miró a los gobernantes discutiendo. Oberón estaba

tratando de silenciar a Titania, pero ella no quiso saber nada, convirtiendo su

ira sobre él así como Mab. “Y yo diría que cualquier convenio que ellos hayan

hecho está oficialmente roto ahora. Esto probablemente significaría guerra.”


“¿Guerra?” Algo frío tocó mi mejilla, y levanté la vista para ver los copos

de nieve que se arremolinaban en un cielo acribillado por relámpagos. Era

extrañamente hermoso y me estremecí. “¿Qué pasará entonces?”

Ash se acercó más. Sus dedos se acercaron a peinar el pelo de mi cara,

enviando una descarga eléctrica a través de mí desde mi columna hasta los

dedos de mis pies. Su aliento frío hacía cosquillas en mi oído mientras él se

inclinaba.

“Te mataré,” susurró y se alejó, uniéndose a sus hermanos en la mesa. Él

no miro atrás.

Toqué el lugar donde sus dedos habían rozado mi piel, mareada y

aterrorizada a la misma vez.

“Cuidado, humana.” Grimalkin apareció en la esquina del escenario,

eclipsado por la quimera muerta. “No pierdas tu corazón por un príncipe

hada. Nunca termina bien.”

“¿Quién te preguntó?” Lo fulminé con la mirada. “¿Y por qué siempre

apareces cuando no te quieren? Tienes tu pago. ¿Por qué sigues

persiguiéndome?”

“Tu eres divertida,” ronroneó Grimalkin. Ojos dorados se sacudieron hacia

las peleas de los gobernantes y regresaron. “Y un gran interés para el rey y las

reinas. Eso te hace un peón valioso, de hecho. Me pregunto que harás

después, ahora que tu hermano no se encuentra en territorio de Oberón.”

Miré a Ash, parado junto a sus hermanos, rostros de piedra mientras la

discusión entre Mab y Titania aumentaba. Oberón estaba tratando de calmar a

ambas, pero con poco éxito.

“Tengo que ir a la Corte Unseelie,” susurré mientras Grimalkin sonreía.

“Voy a tener que buscar a Ethan en el territorio de la reina de Mab.”

“Me imagino que si,” ronroneó Grimalkin, mirándome con suspicacia.


“Solo, que no sabes donde esta la Corte Unseelie, ¿verdad? El séquito de

Mab vino aquí en carruajes voladores. ¿Cómo lo encontrarás?”

“Podría colarme en uno de los carruajes, quizás. Disfrazarme.”

Grimalkin resopló con una risa. “Si los gorros rojos no te huelen, los ogros

lo harán. No habría mas que huesos al momento en que alcances al Tir Na

Nog.” El gato bostezó y se lamió una pata. “Lástima que te falte un guía.

Alguien que conociera el camino.”

Miré al gato, una cólera lenta iba creciendo mientras comprendía qué

estaba diciendo. “Tú conoces el camino hacia la Corte Unseelie,” dije en voz

baja.

Grimalkin fregó una pata sobre sus orejas. “Quizás.”

“Y me llevarás hasta allí,” continué, “por un pequeño favor.”

“No,” Grimalkin dijo, levantando la mirada hacia a mi. “No hay nada de

pequeño sobre ir hacia el territorio Unseelie. Mi precio seria exagerado,

humana, no hay ninguna duda de ello. Así que, debes preguntarte, ¿Cuánto

vale tu hermano para ti?”

Me quedé en silencio, mirando a la mesa, donde las reinas continuaban en

ello.

“¿Por qué convocaría yo a la bestia?” Mab cuestionó con una sonrisa

burlona en dirección a Titania. “He perdido súbditos leales, también. ¿Por qué

pondría a la criatura contra los míos?”

Titania emparejó el desdén de la otra reina. “No te importa a quien

asesinas,” dijo ella con una inhalación, “siempre y cuando obtengas lo que

deseas al final. Es una hábil táctica para debilitar nuestra corte sin levantar

sospechas sobre ti.”


Mab se hinchó de furia, y la nieve se volvió en aguanieve. “¡Ahora me

acusas de asesinar a mis propios súbditos! ¡No voy a escuchar esto un

momento más! ¡Oberón!” Giró hacia Erlking con sus dientes descubiertos.

“¡Encuentra a quien haya hecho esto!” siseó, su cabello retorciéndose

alrededor de ella como serpientes. “Encuéntralos y entrégamelos o enfrenta

la ira de la Corte Unseelie.”

“Lady Mab,” dijo Oberón, levantando su mano, “No se precipite.

Seguramente se dará cuenta qué significará esto para ambos.”

La cara de Mab no cambió. “Esperaré hasta la víspera de pleno verano,”

anunció con su expresión glacial. “Si la Corte Seelie no me entrega los

responsables de esta atrocidad a mí, entonces tendrán que prepararse para la

guerra.” Ella se volvió hacia sus hijos, quienes esperaron sus órdenes

silenciosamente. “Envíen a buscar a nuestros curanderos,” les dijo. “Reúnan a

nuestros heridos y muertos. Regresaremos al Tir Na Nog esta noche.”

“Si vas a decidirte,” dijo Grimalkin suavemente, “Decide rápido. Una vez

que ellos se vayan, Oberón no dejará que te marches. Eres un peón demasiado

valioso como para que la Corte Seelie quiera perderte. Él te mantendrá aquí

en contra de tu voluntad, bajo cerradura y llave si fuera necesario, para

mantenerte lejos de las garras de Mab. Después de esta noche, puede que no

tengas otra oportunidad de escapar y nunca encontrarás a tu hermano.”

Observé a Ash y sus hermanos desaparecer en la multitud oscura de elfos,

vi el severo, aterrador aspecto en la cara del Erlking y tomé mi decisión.

Tomé aliento profundamente. “Muy bien, entonces. Salgamos de aquí.”

Grimalkin se puso de pie. “Bien,” dijo él. “Nos iremos ahora. Antes que el

caos se acabe y Oberón te recuerde.” Él miró mi vestido elegante y olfateó,

arrugando su nariz. “Buscaré tus ropas y pertenencias. Espera aquí y trata de

no llamar la atención hacia a ti.” Él torció su cola, se deslizó hacia las

sombras y desapareció.


Me quedé al lado de la quimera muerta, mirando alrededor nerviosamente

y tratando de mantenerme fuera de la vista de Oberón.

Algo pequeño cayó de la melena del león, brillando brevemente cuando

atrapó la luz, golpeando el mármol con un tintineo débil. Curiosa, me acerqué

con cautela, manteniendo mis ojos en el gran cuerpo y en los pocos sombreros

rojos royendo todavía. El objeto en el piso guiño un ojo metálico cuando me

arrodillé y lo recogí, girándolo en mi palma.

Se veía como un pequeño insecto de metal, redondo y como garrapata,

como el tamaño de mi uña del meñique. Sus patas delgadas de metal curvadas

hacia arriba sobre su vientre, con la forma de las patas de los insectos cuando

mueren. Estaba cubierto de lodo negro, me di cuenta con horror que era

sangre de la quimera.

Cuando la miraba, las patas se movieron, y se volcó en mi mano. Grité y

arrojé el insecto al piso, donde huyó sobre el escenario de mármol,

metiéndose en una grieta, y desapareció de la vista.

Estaba limpiando la sangre de la quimera de mis manos, descubriendo las

manchas de carne, cuando Grimalkin apareció, materializándose de la nada

con mi mochila naranja brillante. “por aquí,” murmuró el gato, y me guió

desde el patio de la corte hacia un racimo de árboles. “Apresúrate y

cámbiate,” ordenó él a medida que nos metíamos bajo la sombra de las

ramas. “No tenemos mucho tiempo.”

Abrí la mochila y lancé mis ropas hacia el suelo. Comencé a deslizarme

fuera el vestido, cuando noté que Grimalkin todavía me observaba, ojos

brillando en la oscuridad. “¿Puedo tener un poco de privacidad?” pregunté. El

gato siseó.

“No tienes nada en lo que estaría interesado, humana, apresúrate.”

Frunciendo el ceño, me liberé del vestido y lo cambié por mi vieja ropa

cómoda. Cuando puse mis pies en mis zapatillas, noté a Grimalkin mirando

hacia atrás al patio de la corte. Un trío de caballeros de Seelie vagaron hacia


nosotros a través del césped y parecía que estaban buscando a alguien.

Grimalkin agudizó sus orejas. “Ya has sido extrañada. ¡Por aquí!”

Seguí al gato a través de las sombras hacia el muro que rodeaba el patio

de la corte. Las zarzas se desprendían cuando nosotros nos acercábamos,

revelando un agujero estrecho en el muro, lo suficiente grande para meterme

sobre mis manos y rodillas. Grimalkin se deslizo sin mirar atrás. Hice una

mueca, arrodillada, y me arrastré dentro después del gato, arrastrando mi

mochila detrás de mí.

El túnel estaba oscuro y sinuoso. Me pinché una docena de veces mientras

maniobraba mi camino a través del laberinto de espinas retorcidas.

Metiéndome por un tramo particularmente estrecho, maldije cuando las

espinas permanecían enganchando mi cabello, ropas, y piel. Grimalkin miró

sobre su hombro, parpadeando sus luminosos ojos brillantes mientras yo

luchaba.

“Trata de no sangrar tanto en las espinas,” dijo mientras me clavaba una

en la palma y silbé de dolor. “Justo ahora, cualquiera puede seguirnos, y tú

estas dejando un rastro muy fácil.”

“Cierto, porque estoy sangrando sobre todo el lugar para mierdas y risas

tontas,” una zarza atrapó mi cabello, y tiré de ella con un doloroso sonido

desgarrado. “¿Cuánto falta hasta que estemos fuera?”

“No muy lejos. Estamos tomando un atajo.”

“¿Éste es un atajo? Qué, ¿Conduce esto hacia el jardín de Mab o algo?”

“No realmente.” Grimalkin se sentó y se rascó su oreja. “Este camino de

hecho nos conduce de regreso a tu mundo.”

Sacudí mi cabeza en alto, pinchándome en mi cabeza y trayendo lagrimas

a mis ojos. “¿Que? ¿Hablas en serio?” alivio y emoción estallaron en mí; podría

ir a casa; podría ver a mi mamá; ella debe de estar muy preocupada por mí.

Podría ir a mi antiguo cuarto y —


Me detuve, el globo de felicidad desinflándose tan repentinamente como

había llegado. “No. No puedo volver a casa aún,” dije, sintiendo mi garganta

apretada. “No sin Ethan.” Mordía mi labio, resuelto, luego miré hacia el gato.

“Pensé que me estabas llevando hacia la Corte de Unseelie, Grim.”

Grimalkin bostezó, sonando aburrido con todo. “Lo estoy. La Corte de

Unseelie yace mucho mas cerca a tu mundo que a los territorios de Seelie. Es

mas rápido entrar a las tierras mortales y deslizarse hacia Tir Na Nog desde

allí.”

“Oh.” Pensé en ello por un momento. “Bueno, entonces, ¿por qué Puck

me llevó a través del bosque salvaje? Si es mas fácil llegar a la Corte Unseelie

desde mi mundo, ¿Por qué él no usó ese camino?”

“¿Quién sabe? Las pisadas— los caminos hacia Nunca Jamás— son difíciles

de encontrar. Algunas son constantemente movedizas. La mayoría te dirigen

directamente hacia el bosque salvaje. Solo algunos pocos te llevarán hacia los

territorios de Seelie o de Unseelie, y ellos tienen poderosos guardianes

protegiéndolos. La pisada que estamos usando ahora es de viaje de una sola

ida. Una vez que lo realicemos, no seremos capaces de encontrarlo de nuevo.

“¿No hay otra manera de entrar?”

Grimalkin suspiró. “Hay otros caminos hacia Tir Na Nog desde el bosque

salvaje, pero tienes que tratar con las criaturas que viven allí, cómo

descubriste a los duendes, y ellos no son las peores cosas que conocerás.

También, los guardias de Oberón estarán cazándote, y el bosque salvaje

será el primer lugar donde ellos buscarán. La forma más rápida para llegar a

la Corte Unseelie es la manera en que te estoy llevando. Así que, decide,

humana. ¿Aún quieres ir?”

“Parece como si no tuviera otra opción, ¿verdad?”


“Sigues diciendo eso,” Grimalkin observó, “pero siempre hay una opción.

Y yo sugiero que paremos de hablar y sigamos moviéndonos. Estamos siendo

perseguidos.”

Seguimos adelante, deslizándonos por nuestro camino a través de las

zarzas del túnel, escogiendo entre las espinas hasta que perdí todo sentido de

tiempo y dirección. Al principio, intenté evadir que las zarzas me rasguñaran,

pero continuaron pinchando y golpeando, hasta que finalmente me rendí y

deje de molestarme por ello. Extrañamente, una vez que lo hice, fui pinchada

mucho menos. Una vez que deje de moverme como un caracol, Grimalkin fijó

un ritmo constante a través de las zarzas, y lo seguí lo mejor que pude.

Ocasionalmente, vi túneles laterales girando en otras direcciones y cogía

atisbos de formas en movimiento entre los arbustos, aunque nunca conseguí

una vista clara.

Giramos en una esquina y de repente encontramos un largo tubo de

cemento en nuestro camino. Era un tubo de drenaje; pude ver aire libre y el

cielo azul a través del agujero. Curiosamente, era soleado en el otro lado.

“El mundo mortal esta a través de esto,” me informo Grimalkin.

“Recuerda, una vez que crucemos, no seremos capaces de regresar a

Nunca Jamás de esta forma. Tendremos que buscar otra pisada para

regresar.”

“Lo sé,” dije.

Grimalkin me dio una larga, incómoda mirada. “también, recuerda,

humana— has estado en Nunca Jamás. El encanto sobre tus ojos se ha ido.

Aunque los demás mortales no verán nada extraño sobre ti, tú veras las cosas

un poco…diferentes. Así que trata de no reaccionar de forma exagerada.”

“¿Diferentes? ¿Cómo qué?”

Grimalkin sonrió. “Ya lo verás.”


Salimos de la tubería de drenaje hacia los sonidos de motores de los

automóviles y tráfico de la calle, una conmoción después de estar en el

desierto por tanto tiempo. Estábamos en una zona del centro, con edificios

cernidos sobre nosotros en ambos lados. Una acera se extendía sobre la

tubería de drenaje; mas allá de eso, la hora de mayor tráfico obstruía los

caminos y la gente revuelta bajando por los caminos, absorbidas en sus

propios mundos pequeños. Nadie pareció notar un gato y una desaliñada,

ligeramente ensangrentada adolescente arrastrarse fuera de una zanja de

drenaje.

“Está bien.” A pesar de mi preocupación, estaba emocionada de estar de

vuelta en mi propio mundo familiar, asombrada por los enormes edificios de

cristal y metal altísimos por encima de mí. El aire aquí era frío, tan incómodo,

y aguanieve sucia obstruyó las aceras y los desagües. Estirando mi cuello,

levanté la vista hacia los rascacielos en el horizonte, sintiéndome un poco

mareada cuando parecieron balancearse contra el cielo. No había nada como

esto en mi pequeña ciudad de Luisiana. “¿Dónde estamos?”

“Detroit.” Grimalkin medio cerró sus ojos, mirando alrededor de la ciudad

y a la gente apresurándose cerca de nosotros. “Un momento. Ha pasado un

tiempo desde que he estado aquí. Déjame pensar.”

“¿Detroit, Michigan?”

“Silencio.”

Mientras él estaba pensando, una figura grande en una sudadera roja con

capucha hecha jirones se sacudió de la multitud y avanzó hacia nosotros,

agarrando una botella en una bolsa. Él lucia como una persona sin hogar,

aunque yo nunca realmente había visto uno. No estaba muy preocupada,

estábamos en una calle bien transitada, con muchos testigos para oírme gritar

en caso de que él intentara cualquier cosa. Él probablemente me preguntaría

por cambio o cigarrillos y seguiría adelante.


Sin embargo, mientras se acercaba, levantó su cabeza y vi un rostro

arrugado y con barba, con colmillos sobresaliendo de su mandíbula retorcida.

En la sombra de la capucha, sus ojos eran amarillos y entrecerrados como un

gato. Salté cuando el extraño miró con lascivia y se acerco más. Su hedor casi

me tira al suelo; él olía a muerte de carretera, huevos podridos y pescado

pudriéndose al sol. Me atraganté y por poco pierdo mi desayuno.

“Chica linda,” el extraño gruñó, alargando su mano con una garra.

“Viniste de allí, ¿No es así? Envíame de vuelta, ahora. ¡Envíame de vuelta!”

Me aparté pero Grimalkin saltó entre nosotros, ahuecó el doble de su

tamaño. Su chillido maullar obligó al hombre a detenerse con los ojos

agrandados en vago terror. Con un grito de gorgoteo, él se giró y corrió,

golpeando a personas a su lado mientras huía. La gente maldijo y miró a su

alrededor, mirando de uno a otro, pero ninguno pareció darse cuenta del

vagabundo huyendo.

“¿Qué fue eso?” le pregunté a Grimalkin.

“Un norrgen.” Suspiró el gato. “Cosas repugnantes. Aterrorizados de los

gatos, si puedes creerlo. Él probablemente fue desterrado de Nunca Jamás en

algún momento. Eso explicaría las palabras que te dijo, queriendo que tú lo

enviaras de regreso.”

Busqué al norrgen, pero había desaparecido entre la multitud. “¿Están

todos los elfos marginados caminando por el mundo de los humanos?” Le

pregunté.

“Por supuesto que no.” La mirada de Grimalkin era desdeñosa y nadie

hace un mejor desprecio que un gato. “Muchos optan por estar aquí, yendo y

viniendo entre tu mundo y el Nunca Jamás por voluntad, tanto mientras ellos

puedan encontrar una pisada. Algunos, como bownies o bogarts, frecuentan

una casa para siempre. Otros se mezclan en la sociedad humana, haciéndose

pasar por mortales, alimentándose de sueños, emociones y talento. Algunos

incluso han sido conocidos por casarse con un mortal particularmente


excepcional, aunque sus hijos son rechazados por la sociedad hada, y los

padres elfos por lo general se van si las cosas se ponen demasiado difíciles.

“Por supuesto, hay aquellos que han sido desterrados al mundo mortal.

Ellos hacen su camino lo mejor que pueden, pero pasar mucho tiempo en

el mundo humano les hace extrañas cosas. Quizás es la cantidad de hierro y

tecnología que es tan fatal para su existencia. Ellos comienzan a perderse a sí

mismos, un poco a la vez, hasta que solo son sombras de sus antiguos ellos,

cáscaras vacías cubiertos de glamour para hacerlos lucir reales.

Eventualmente, ellos simplemente dejan de existir.”

Miro a Grimalkin alarmada. “¿Puede pasarte eso? ¿A mí?” Pensé en mi

iPod, recordando la forma en que Tansy se alejó de él con terror. De repente

recordé la forma en que Robbie estaba misteriosamente ausente en todas las

clases de computación. Yo había pensado simplemente que él detestaba

escribir. No tenía idea que era mortal para él.

Grimalkin parecía despreocupado. “Si me quedo aquí lo suficiente, quizás.

Tal vez en dos o tres décadas, aunque sin duda no pienso quedarme tanto

tiempo. Y para ti eres mitad humana. Tu sangre mortal te protege del hierro y

los efectos banales de sus ciencias y tecnologías. No me preocuparía mucho si

fuera tú.”

“¿Qué está mal con la ciencia y la tecnología?”

Grimalkin de hecho rodó los ojos. “Si pensara que esto se convertiría en

una lección de historia, habría elegido un aula mejor que una calle de la

ciudad.” Su cola azotó y se sentó. “Nunca encontrarás un hada en una feria de

ciencia. ¿Por qué? Porque la ciencia tiene que ver con probar teorías y la

comprensión del universo. La ciencia recoge todo en limpio, lógico, paquetes

bien explicados. Los elfos son mágicos, caprichosos, ilógicos e inexplicables.

La ciencia no puede probar la existencia de hadas, así que naturalmente,

nosotros no existimos. Ese tipo de incredulidad es fatal para las hadas.”


“¿Qué pasa con Robbie…eh…Puck?” pregunté, sin saber por qué él de repente

vino a mi cabeza. “¿Cómo permaneció él cerca de mí yendo al colegio y todo,

con todo el hierro alrededor?”

Grimalkin bostezó. “Robin Goodfellow es un hada muy vieja,” dijo él y me

revolví pensando en él de esa manera. “No solo eso, él tiene baladas, poemas

y relatos escritos acerca de él, así que está muy cerca de inmortales mientras

los humanos los recuerden. Sin decir que él es inmune al hierro y la

tecnología— lejos de ello. Puck es fuerte, pero incluso él no puede resistir los

efectos.”

“¿Lo mataría?”

“Poco a poco, con el tiempo.” Grimalkin me miró con ojos solemnes. “El

Nunca Jamás esta muriendo, humana. Se vuelve pequeño y más pequeño cada

década. Demasiados progresos, demasiada tecnología. Los mortales están

perdiendo su fe en todo menos en la ciencia. Incluso los niños del hombre son

consumidos por los progresos. Ellos se burlan de las viejas historias y son

atraídos por los nuevos artefactos, computadores o videojuegos. Ellos ya no

creen en monstruos o magia. A medida que las ciudades crecen y la tecnología

se apodera del mundo, la creencia y la imaginación se desvanecen así como

nosotros también.”

“¿Qué podemos hacer para detener eso?” susurré.

“Nada.” Grimalkin levantó una pata trasera y se rascó una oreja. “Quizás

el Nunca Jamás resistirá hasta el fin del mundo. Quizás desaparecerá en unos

pocos siglos. Todo muere eventualmente, humana. Ahora, si ya terminaste

con las preguntas, deberíamos seguir moviéndonos.”

“Pero si el Nunca Jamás muere, ¿no desaparecerías también?”

“Soy un gato,” Grimalkin respondió, como si eso explicara todo.

Seguí a Grimalkin por la acera mientras el sol se colocaba sobre el

horizonte y las farolas parpadeaban a la vida. Capturé vistas de elfos en todas


partes, caminando junto a nosotros, matando el tiempo en los oscuros

callejones, rodando sobre los tejados o saltando a lo largo de las líneas de

energía. Me pregunté como pude estar tan ciega antes. Y recordé una

conversación, Robbie, en mi sala de estar hace mucho tiempo, hace una

eternidad. Una vez que comienzas a ver cosas, no serás capaz de parar. Sabes

lo que dicen: ignorancia es felicidad ¿no?

Si solo lo hubiera escuchado entonces.

Grimalkin me condujo varias calles mas abajo y de repente se detuvo.

Frente a un club de baile de dos pisos, iluminado con luces de neón de color

rosa y azul, irradiado en la oscuridad. El letrero lo declaraba como Blue

Chaos. Jóvenes hombres y mujeres hacían fila fuera del club, las luces

brillando sobre los pendientes, tachones metálicos y cabellos blanqueados. La

música resonaba en las paredes de afuera.

“Aquí estamos,” dijo Grimalkin, sonando satisfecho de sí mismo. “La

energía alrededor de una pisada nunca cambia, aunque cuando estuvo aquí

por ultima vez este lugar era diferente.”

“¿La pisada pequeña es el club de baile?”

“Dentro del club de baile,” dijo Grimalkin con una gran muestra de

paciencia.

“Nunca entrare allí,” le dije al felino, mirando hacia el club. “La fila es

como de una milla de larga, y no creo que este sea un lugar amigable. No voy

pasar mas allá de la puerta principal.”

“Pensé que tu Puck te habría enseñado mejor que esto.” Grimalkin

suspiró y se deslizó hacia un callejón cercano. Confundida lo seguí

preguntándome si iríamos en otra dirección.

Pero Grimalkin saltó encima de un contenedor de basura repleto y me

miró, sus ojos flotando orbes amarillos en la oscuridad. “Ahora,” él comenzó,

azotando su cola, “Escucha con atención, humana. Eres mitad elfo. Más


importante, eres la hija de Oberón, y es hora de que aprendas a acceder a

algunos de esos poderes sobre el que todo el mundo esta tan preocupado.”

“No tengo ningún…”

“Por supuesto que si.” Los ojos de Grimalkin se estrecharon. “Apestas de

poder, es por lo cual los elfos reaccionan ante ti con tanta fuerza. Tu solo no

sabes como usarlo. Bueno, yo te enseñaré, porque será más fácil que tener

que colarte en el club yo mismo. ¿Estas lista?”

“No lo sé.”

“Está bien. Primero” y los ojos de Grimalkin desaparecieron “—cierra tus

ojos.”

Sintiéndome con un poco de miedo, lo hice.

“Ahora, extiéndete y siente el glamour que te rodea. Estamos muy cerca

del club de baile, así que el glamour esta ya abasteciendo las emociones

dentro. El glamour es lo que alimenta nuestro poder. Es como cambiamos de

forma, canta a alguien hacia su muerte y parece invisible para los ojos de los

mortales. ¿Puedes sentirlo?”

“Yo no…”

“Deja de hablar y solo siente.”

Lo intenté, aunque no sabía que era lo que se suponía tenia que

experimentar, sintiendo nada más que mi propia incomodidad y miedo.

Y luego, como una explosión de luz en el interior de mis ojos, lo sentí.

Era como colores dando emociones: pasión de naranja, bermellón lujuria, la

ira carmesí, la tristeza azul, un remolino hipnótico lleno de sensaciones en mi

mente. Jadeé, y escuché el ronroneo de aprobación de Grimalkin.

“Si, eso es glamour. Los sueños y emociones de mortales. Ahora abre tus

ojos. Vamos a comenzar con el glamour mas simple de las hadas, el poder de

desaparecer de la vista de los humanos, para volverse invisible.”


Todavía aturdida por el torrente de remolinos de emociones, asentí. “Está

bien, hacerse invisible, suena fácil.”

Grimalkin me miró. “Tu incredulidad te lisiara si piensas así, humana. No

creas que esto sea imposible, o lo será.”

“Está bien, esta bien, lo siento.” Levanté mis manos. “Entonces, ¿Cómo

haré eso?”

“Imagínate el glamour en tu mente.” El gato entrecerró sus ojos otra vez.

“imagínate que es un manto que te cubre por completo. Puedes cambiar

el glamour para parecerse a cualquier cosa que desees, incluyendo un espacio

vacío en el aire, un lugar donde nadie está parado. A medida que cubras el

glamour sobre ti misma, debes creer que nadie puede verte. Solo así.”

Los ojos se desvanecieron, junto con el resto del gato. Incluso sabiendo

que Grimalkin era capaz de ello, todavía era misterioso verle desaparecer de

mi vista justo frente a mis ojos.

“Ahora.” Los ojos se abrieron otra vez, y el cuerpo del gato le siguió. “Tu

turno. Cuando creas que eres invisible, nos iremos.”

“¿Qué? ¿No puedo tener una carrera práctica o algo así?”

“Todo lo que se necesita es creer, humana. Si tú no crees que eres

invisible en el primer intento, solo se pondrá mas difícil. Vamos. Y recuerda,

no dudar.”

“Correcto. No dudar.” Tomé aliento y cerré mis ojos, ordenando al

glamour venir. Me imaginé a mí misma desapareciendo de la vista, girando un

manto de luz y aire alrededor de mis hombros y tirando hacia arriba la

cubierta. Nadie podía verme, pensé, tratando de no sentirme tonta. Soy

invisible ahora.

Abrí mis ojos y baje la mirada hacia mis manos.

Aun estaban allí.


Grimalkin negó con su cabeza cuando levanté la mirada con decepción.

“Nunca entenderé a los humanos,” murmuró. “Con todo lo que has visto,

magia, elfos, monstruos y milagros, aún no puedes creer que puedes hacerte

invisible.” Él suspiró profundamente, bajando del contenedor de basura. “Muy

bien, supongo que tendré que conseguir que entremos.”

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 1144 BLUE CHAOS


stuvimos en la fila durante casi una hora.

“Todo esto pudo haberse evitado si tú solamente hicieras lo

que te dije,” susurró Grimalkin por centésima vez. Sus garras se

clavaron en mi brazo, y resistí el impulso de patearlo sobre la

valla como una pelota de futbol.

“Dame un respiro, Grim. Lo intente, ¿de acuerdo? Ya déjalo.” Ignoré las

miradas extrañas que estaba recibiendo de la gente que me rodeaba,

escuchando a la chica loca murmurando para sí misma. No sabía que veían

cuando miraban a Grim, pero claramente no era un vivo, hablador gato. Y

uno pesado de eso.

“Un simple hechizo de invisibilidad. No hay nada más fácil. Los gatitos

pueden hacerlo antes de caminar.”

Habría dicho algo, pero nos estábamos acercando al guardia, quien

vigilaba la puerta delantera de Blue Chaos. Oscuro, musculoso, y enorme, él

comprobó la Identificación de la pareja en frente de nosotros antes de

señalarles hacia adentro. Grim pinchó mi brazo con sus garras, y me acerqué.

Fríos ojos me examinaron de arriba abajo. “No lo creo, cariño,” dijo el

guardia, flexionando un musculo de su brazo. “¿Por qué no te das la vuelta y

te vas? Tienes colegio mañana.”

Mi boca estaba seca, pero Grim habló, su voz baja y tranquilizadora. “No

estás mirándome bien,” ronroneó, aunque el gorila no lo miro en absoluto.

“En realidad soy mucho mayor de lo que aparento.”

E


“¿Si?” él no parecía muy convencido, pero al menos no estaba sacándome

por la nuca de mi cuello. “Veamos alguna identificación, entonces.”

“Por supuesto.” Grim me empujó, y cambié su peso a una mano para que

así yo pudiera entregar mi tarjeta Blockbuster al guardia. Él la arrebato,

mirándola con sospecha, mientras mi estomago se revolvía y un sudor frio

bajaba por mi cuello. Pero Grimalkin continuo ronroneando en mis brazos,

completamente inalterado, y el guardia devolvió la tarjeta con una mirada a

regañadientes.

“Si, bien. Sigan adelante, entonces.” Él agitó una mano enorme en mí, y

estábamos dentro.

Dentro era un caos. Nunca había estado en un club antes, y estaba

momentáneamente estupefacta por las luces y el ruido. El humo de hielo-

seco retorció a lo largo del suelo, recordándome de la niebla que se deslizaba

a través del Bosque Salvaje. Luces de colores volvieron la pista de baile en un

mundo de fantasía eléctrica de color rosa, azul y oro. La música sacudió mis

oídos; podía sentir la vibración en mi pecho, y me preguntaba cómo alguien

podía comunicarse en tal cacofonía.

Los bailarines giraban, se retorcían, y se balancearon en la pista, saltando

al ritmo de la música, sudor y energía fluyendo de ellos mientras bailaban.

Algunos bailaban solos, otros en parejas que no podían mantener sus manos

lejos del otro, sus energías volviéndose en pasión.

Entre ellos, retorciéndose y girando en el frenesí cerca, alimentándose de

la efusión del glamur. Bailó el elfo.

Vi hadas en pantalones de cuero y ropa que brillaban, bajaban, y estaban

medio rotos, muy diferente de las galas medievales de la Corte de Verano.

Una chica con garras de pájaro y plumas para cabello revoloteó a través

de la multitud, cortando piel joven y lamiendo la sangre. Un chico delgado

hasta los huesos con tres unidos brazos los envolvió alrededor de una pareja

bailando, largos dedos se entrelazaron en sus cabellos. Dos chicas con orejas

de zorro bailaban juntas, un mortal entre ellas, sus cuerpos presionaban

contra el suyo. El rostro del humano estaba echado atrás en éxtasis,

inconsciente de las manos que recorrían su trasero y entre sus piernas.


Grimalkin se retorció y salto de mis brazos. Él trotó hacia la parte trasera

del club, su cola luciendo como un periscopio borroso navegando el océano de

niebla. Lo seguí, tratando de no mirar a los bailarines sobrenaturales girando

entre la masa de humanidad.

Cerca del bar, una pequeña puerta con las palabras Solo Personal estaba

cerca de la parte trasera del club. Podía ver el brillo del glamur a su

alrededor, haciendo difícil ver la puerta; mi mirada quería deslizarte más

allá. Casualmente, me acerqué a la puerta, pero antes de llegar demasiado

cerca, el barman se levanto detrás de la barra y entornó sus ojos.

“No quieres hacer eso, amor,” advirtió él. Su oscuro cabello estaba

echado atrás en una coleta, y cuernos se curvaban hacia arriba desde su

frente. Se movió hacia la orilla de la barra y oí los cascos golpeando sobre la

madera.

“¿Por qué no vienes hacia aquí y te preparo algo bueno? La casa invita,

¿Qué dices?”

Grimalkin saltó sobre un taburete y puso sus patas delanteras en la barra.

Un humano en el taburete continuo, bebió su trago como si nada

estuviera pasando. “Estamos buscando a Shard,” dijo Grim mientras el

barman le lanzaba una mirada irritada, alejándola de mi.

“Shard está ocupada,” replicó el sátiro, pero él no se encontró con los

ojos de Grim mientras lo decía, y un momento después él comenzó a frotar

un trapo por la barra. Grim continúo observándolo, hasta que el sátiro

levanto la mirada. Sus ojos entrecerrados peligrosamente. “Dije, que ella

está ocupada. Ahora, ¿Por qué no lo dejas, antes que llame a los redcaps para

que te metan dentro de una botella?”

“David, esa no es la forma de tratar a los clientes,” una fría voz femenina

respiró detrás de mí, y yo salté. “Especialmente si uno es un viejo amigo.”

La mujer detrás de nosotros era baja y ligera, con piel pálida y labios de

neón azul que se curvaron con sorna en los bordes. Su cabello puntiagudo

salía en todos los ángulos, sus matices teñidos de azul, verde, y blanco

semejantes a cristales creciendo de su cuero cabelludo.


Su rostro brillaba por las incontables perforaciones: cejas, nariz, labios, y

mejillas, todas de plata u oro. Sus largas orejas brillaron con anillos, pernos,

y barras, los suficientes como para hacer llorar a un metalero de envidia. Una

barra de plata se abrió a través de su ombligo, y un pendiente de un dragón

pequeño colgaba de ello.

“Hola, Grimalkin,” dijo la mujer, sonando resignada. “A pasado un

tiempo, ¿no? ¿Qué te trae a mi humilde club? ¿Y con la cachorra de Verano a

remolque?” Sus ojos, brillando azul y verde, me miraron con curiosidad.

“Necesitamos pasaje hacia Tir Na Nog,” dijo Grimalkin sin dudar. “Esta

noche, si puedes.”

“No pides mucho, ¿verdad?” Shard sonrió, señalándonos hacia una cabina

en la esquina. Una vez sentada, ella se echó hacia atrás y chasqueó sus

dedos. Un humano, flaco y desgarbado, fundido en las sombras para colocarse

junto a ella, su rostro ausente con adoración.

“Appletini,” ella le dijo. “Viértelo, y pasa el resto de tus días como una

cucaracha. ¿Ustedes dos quieren algo?”

“No,” dijo Grimalkin firmemente. Negué con mi cabeza.

El humano se escurrió, y Shard se inclinó hacia adelante. Sus labios azules

se curvaron en una sonrisa.

“Así que. Pasajes hacia el territorio de Invierno. Quieres usar mi pisada,

¿Es eso correcto?”

“No es tu pisada,” dijo Grimalkin, golpeando su cola contra los cojines de

la cabina.

“Pero esta bajo mi club de baile,” replicó Shard. “Y la Reina de Invierno

no estará encantada si dejo que la cachorro de Verano entré en su territorio

sin previo aviso. No me mires así, Grim. No soy estúpida. Reconocí a la hija

del Erlking cuando la vi, Así que, la pregunta es, ¿Qué saco yo de esto?”

“Un favor devuelto.” Grimalkin entornó sus ojos hacia ella. “Tu deuda

cancelada hacia mí.”


“Eso está bien para ti,” dijo Shard, y volvió su mirada maliciosa sobre mí,

“Pero, ¿Qué pasa con ella? ¿Qué puede ofrecer ella?”

Tragué saliva. “¿Qué quieres?” pregunté antes que Grimalkin pudiera

decir algo. El gato me lanzo una mirada exasperada, pero lo ignoré. Si alguien

cambiaria mi destino, esa seria yo. No quería a Grimalkin prometiéndole a

esta mujer mi primer hijo sin mi consentimiento.

Shard se echó a tras de nuevo, cruzando sus piernas con una sonrisa. El

muchacho desgarbado apareció con su bebida, una mezcla verde con un

pequeño paraguas, y ella lo bebió lentamente, sus ojos nunca dejaron los

míos.

“Hmm… esa es una buena pregunta,” murmuró Shard, girando su bebida

pensativamente. “¿Qué quiero de ti? Debe ser muy importante para ti entrar

en el territorio de Mab. ¿Qué valdría la pena?”

Ella tomo otro sorbo, pareciendo sumida en pensamientos. “¿Qué tal…tu

nombre?” ella ofreció al final. Yo parpadeé.

“¿Mi…mi nombre?”

“Así es.” Sonrió ella encantadoramente. “No mucho. Solo prométeme el

uso de tu nombre, tu Verdadero Nombre, y lo llamaremos a mano, ¿Si?”

“La chica es joven, Shard,” dijo Grimalkin, mirándonos a ambas con ojos

entrecerrados. “Ella podría incluso no saber su verdadera vocación todavía.”

“Está bien.” Shard me sonrió. “Solo dame el nombre de cómo te llamas

ahora, y haremos algo, ¿sí? Estoy segura de que puedo encontrar algún uso

para ello.”

“No,” le dije. “No hay trato. No tendrás mi nombre.”

“Oh, bien.” Shard se encogió de hombros y se llevo el vaso a sus labios.

“Creo que tendrás que encontrar otro camino hacia el territorio de Mab,

entonces.”

Ella se movió hacia el final de la cabina. “Ha sido un placer. Ahora, si me

disculpan, tengo un club que manejar.”


“¡Espera!” dije bruscamente.

Shard se detuvo, mirándome con expectación.

“Esta bien,” susurré. “Está bien, te daré un nombre. Después de eso,

abrirás la pisada, ¿verdad?”

El hada sonrió, mostrando sus dientes. “Por supuesto.”

“¿Estás segura que quieres hacer esto?” pregunto suavemente Grimalkin.

“¿Sabes lo que sucede cuando le das tu nombre a un hada?”

Lo ignoré. “Júralo,” le dije a Shard. “Promete que abrirás la pisada una

vez que te dé el nombre. Di las palabras.”

La sonrisa del hada se volvió viciosa. “No es tan estúpida como parece la

primera vez,” murmuró ella, y se encogió de hombros. “Muy bien. Yo, Shard,

guardiana de la pisa de Chaos, juro abrir el camino una vez que haya recibido

el pago en la forma de un solo nombre, hablado por la parte solicitada.” Ella

se interrumpió y me sonrió. “¿Está bien?”

Asentí con la cabeza.

“Bien.” Shard lamió sus labios, luciendo inhumanamente ansiosa,

mientras sus ojos brillaban. “Ahora, dame el nombre.”

“Esta bien.” Tomo un profundo respiro cuando mi estomago se retorció

violentamente. “Fred Flintstone.”

El rostro de Shard se volvió blanco. “¿Qué?” por un glorioso momento,

ella parecía completamente desconcertada. “Este no es tu nombre, mitad-

sangre. Eso no fue lo que acordamos.”

Mi corazón palpitó. “Si, lo es,” le dije, manteniendo mi voz firme.

“Prometí darte un nombre, no mi nombre. He mantenido mi parte del

trato. Tienes tu nombre. Ahora, muéstranos la pisada.”

A mi lado, Grimalkin comenzó a estornudar, una súbita explosión de risa

felino. El rostro de Shard permaneció blanco un momento más, luego rabia

fría se deslizo en sus facciones y sus ojos se volvieron negros. Sus púas se


erizaron, y hielo cubrió el vaso en su mano antes de que se rompiera en un

millón de piezas brillantes.

“Tú.” Su mirada se calvó en mí, fría y aterradora. Luché con el impulso

de salir gritando fuera del club. “Te arrepentirás de esta insolencia, mestiza.

No olvidare esto, y te hare rogar por misericordia hasta que tu garganta este

ronca de ello.”

Mis piernas temblaron, pero me enderece y la encare. “No antes que nos

muestres la pisada.”

Grimalkin dejo de reírse y salto hacia la mesa. “Has estado fuera del

negocio, Shard,” dijo él, su voz todavía tupida con diversión. “Corta tus

perdidas y vuelve a intentarlo en otro momento. Justo ahora, necesitamos

estar yéndonos.”

Los ojos del hada todavía brillaban negro, pero ella hizo un visible

esfuerzo para controlarse. “Muy bien,” dijo ella con gran dignidad. “Voy a

mantener mi parte del trato. Esperen aquí un momento. Necesito informa a

David que me iré por un rato.”

Ella se alejó con la barbilla en el aire, sus espinas temblando como

carámbanos.

“Muy inteligente,” dijo Grimalkin en voz baja cuando el hada se dirigió

hacia la barra. “Shard siempre ha sido muy precipitada, nunca pausando para

escuchar detalles importante. Ella piensa que es muy inteligente para eso.

Aun así, nunca es sabio enojar a una sidhe de Invierno. Podrías lamentar tu

pequeña batalla de ingenio antes de que esto termine. Los elfos nunca

olvidan un insulto.”

Permanecí en silencio, observando a Shard inclinada y susurrando algo al

sátiro. David me miró, entrecerrando los ojos, antes de sacudir su cabeza una

vez y voltearse para limpiar la barra.

Shard regresó. Sus ojos estaban normales otra vez, aunque me seguían

mirando con fría aversión. “Por aquí,” anunció ella fríamente, y nos guío a

través del cuarto, hacia la puerta Solo Personal en la pared lejana.


La seguimos por cinco o seis tramos de escaleras, pausando en otra

puerta con las palabras ¡Peligro! ¡No Entrar! Pintado en la superficie en rojo

brillante. Shard miró hacia a mí con una pequeña sonrisa malvada.

“No te preocupes por Grumly. Él es nuestro último disuasorio contra

aquellos que meten la nariz donde no pertenecen. Ocasionalmente, algún

phouka o redcap se creen inteligentes, y se filtran más allá de David para ver

lo que hay aquí abajo. Obviamente, no puedo tener eso. Así que, uso a

Grumly para disuadirlo.” Ella rió entre dientes. “Algunas veces, un mortal

encontrara su camino hacia aquí, también. Ese es el mejor entretenimiento.

Se reduce el costo de su alimento, también.”

Ella me dio una sonrisa afilada y empujó la puerta abierta.

El olor me golpeó como un martillo gigante, una mezcla repugnante de

putrefacción, sudor y excremento. Retrocedí, y mi estomago se revolvió.

Huesos cubrían el suelo de piedra, algunos humanos, algunos decididamente

no humanos. Un montón de paja sucia estaba en una esquina, junto a una

puerta en la pared del fondo. Yo sabía que era la entrada hacia el territorio

de Unseelie, pero alcanzarla sería un verdadero desafío.

Encadenado a un anillo en el piso, esposado por una pierna de madera de

árbol, estaba el ogro más grande que había visto nunca. Su piel estaba

morada de magulladuras, y cuatro colmillos amarillos se rizaban de su

mandíbula inferior. Su torso era enorme, músculos y tendones rizándose bajo

su moteado oculto, y sus gruesos dedos terminaban en negras garras

curvadas.

Él también llevaba un pesado collar alrededor de su garganta, la piel

debajo de color rojo y crudo, mostrando viejas cicatrices donde él había

arañado. Un momento después, me di cuenta tanto el collar y las esposas

estaban hechas de hierro. El ogro cojeó por la habitación, favoreciendo la

pierna encadenada a medida que avanzaba, su tobillo inflamándose con

ampollas y llagas abiertas. Grimalkin dio un pequeño silbido.

“interesante,” dijo él. “¿Es el ogro realmente así de fuerte, para ser

confinado de esa manera?”


“Él se escapo un par de veces en el pasado, antes que comenzáramos a

usar el hierro,” respondió Shard, luciendo complacida consigo misma.

“Destrozo el club en pedazos, y se comió algunos clientes antes que lo

detuviéramos. Pensé medidas drásticas que fueron convocadas. Ahora se

comporta él mismo.”

“Lo está matando.” La voz de Grimalkin era plana. “Debes darte cuenta

que esto acortara considerablemente su lapso de vida.”

“No me des lecciones, Grimalkin.” Shard le dio al gato una mirada

disgustada y avanzo a través de la puerta. “Si no lo mantuviera aquí, él solo

se arrastraría en otro lugar. El hierro no lo matará de inmediato. Los ogros

sanan tan rápido.”

Ella se paseó hasta el ogro, quien la miro con ojos amarillos llenos de

dolor. “Muévete,” ella ordenó, señalando hacia el montón de paja en la

esquina. “Ve a tu cama, Grumly. Ahora.”

El ogro la miro, gruñó débilmente, y se marchó hacia su cama, la cadena

sonando detrás de él. No puede evitar sentir un poco de lástima por él.

Shard abrió la puerta. Un largo pasillo se extendía mas allá de la puerta, y

niebla fluyó a través de la abertura hacia la habitación. “¿Y bien?” ella nos

llamó. “Aquí está tu pisada hacia el territorio Invierno. ¿Te vas a quedas ahí o

qué?”

Manteniendo un ojo cauteloso sobre Grumly, comencé a caminar.

“Espera,” murmuró Grimalkin.

“¿Cuál es el problema?” me giré y lo encontré explorando la habitación,

con ojos entrecerrados. “¿Miedo del ogro? Shard lo mantendrá lejos de

nosotros, ¿verdad?”

“No en absoluto,” respondió el gato. “Su parte del trato está hecho. Ella

solo abrió el camino hacia Tir Na Nog para nosotros. Ella nunca nos prometió

protección.”

Miré hacia la habitación de nuevo y encontré a Grumly observándonos, baba

cayendo hacia el suelo de sus dientes. Por el otro lado, Shard estaba

sonriéndome.


Hubo un ruido repentino en las escaleras, el sonido de muchos pies

saltando escalones. Sobre la barandilla, una cara arrugada y siniestra me miró

detenidamente, con dientes de tiburón brillando. Un pañuelo rojo se cayó se

su cabeza para aterrizar a mis pies.

“Redcaps,” jadeé, avanzando hacia la habitación sin pensar.

Grumly rugió, surgiendo al final de su cadena, rastrillando el suelo con

sus garras. Grité y me aplaste contra la pared cuando el ogro gruñó y

acuchillo en el aire, esforzándose por alcanzarme. Sus enormes puños

golpearon el suelo no a menos de diez pies de distancia, y él bramó de

frustración. No podía moverme. Grimalkin había desaparecido. La risa de

Shard resonó en el aire mientras una docena de redcaps irrumpieron en la

habitación.

“Ahora,” dijo ella, apoyándose contra el marco de la puerta, “esto es

entretenimiento.”

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 1155 EL REGRESO DE PUK

Traducido por Linetas

os porteros se abrieron paso a codazos por la puerta, los dientes

brillando en la penumbra. Vestían chaquetas de ciclista y

pantalones de cuero, y lucían pañuelos carmesí en lugar de sus

denominadas gorras. Gruñendo y rechinando sus dientes, localizaron a

Grumly al mismo tiempo que el ogro se fijo en ellos, y saltó hacia atrás

como un puño enorme golpeo el pavimento.

Gruñidos y maldiciones se elevaron en el aire. Los porteros bailaban

locamente fuera del alcance del ogro, blandiendo cuchillos de bronce y

bates de béisbol de madera. "¿Qué pasa?" Escuché a uno de ellos gritar. "El

Hombre-Cabra nos prometió carne joven, si seguíamos las escaleras.

¿Dónde está nuestra carne? "

"¡Ahí está!” Gruñó otro, señalándome con lo que parecía un cuchillo

manchado. "En la esquina. ¡No dejen que el monstruo obtenga nuestra

carne! "

Se deslizaron hacia mí, pegándome a la pared como lo había hecho,

manteniéndome fuera del alcance del ogro.

Grumly rugía y acuchillo el suelo, rastrillando profundas zanjas en el

suelo de cemento, pero los porteros eran pequeños y rápidos, y no podía

alcanzarlos. Vi con horror como la horrible condenada salió en tropel hacia

mí, riendo y agitando sus armas, y yo no podía moverme. Estaba a punto

de ser comida viva, pero si me aventuraba más lejos en la habitación,

Grumly me despedazaría.

L


A pesar de todo, yo era consciente de Shard, descansando en la otra

puerta, una sonrisa de satisfacción en su rostro. ¿Te gusta a donde nuestro

convenio se ha ido, pequeña perra? "Ella llamó por sobre los bramidos

Grumly y los estridentes dientes de los porteros. "Lánzame tu nombre real,

y yo les podría ordenar que se detengan."

Uno de los porteros saltó hacia mí, fauces abiertas, saltando

directamente a mi cara. Lance hacia arriba mi brazo, y los dientes

puntiagudos se hundieron en mi carne, sujetando como una trampa de

acero.

Gritando, me sacudí violentamente, desalojando el peso repulsivo y

arrojándoselo al ogro. El portero golpeo el suelo y salto a sus pies

gruñendo, justo cuando el puño de Grumly se estrelló contra él en una

pasta sangrienta.

El tiempo parecía ir más despacio. Supongo que eso pasa cuando estás

a punto de morir. Los porteros se lanzaron hacia delante, los dientes de

tiburón sonriendo y chasqueando, Grumly gritó al final de su cadena, y

Shard apoyado en el marco de la puerta y se echó a reír.

Un pájaro negro enorme aleteo por la puerta abierta.

Los porteros saltaron.

El pájaro bajo en picada, hundiendo sus garras en la cara de un

portero, chillando y agitando sus alas.

Asustados y confundidos, los porteros vacilaron mientras el ave se

movía agitadamente, batiendo sus alas y picando los ojos del hada con su

pico. La jauría aulló y le pegaron con sus bates, pero el pájaro se elevó en

el último segundo, y el portero aulló cuando las armas se estrellaron

contra él en su lugar.

En la confusión, el pájaro explotó, cambiando de forma en el aire. Un

cuerpo cayó entre mí y los porteros, desprendiéndose de plumas negras y


dándome una sonrisa familiar.

"Hola, princesa. Siento llegar tarde. El tráfico era una puta."

"¡Puck!"

Él me guiñó un ojo, y luego lanzó una mirada al sidhe del Invierno, de

pie en la puerta. "Hey, Shard." Hizo una seña. "Bonito lugar el que has

conseguido aquí. Voy a tener que recordarlo, para que yo pueda darle el

especial "toque de Puck".”

"Es un honor tenerte, Robín Goodfellow," Shard respondió, sonriendo

maliciosamente. "Si los porteros dejan tu cabeza intacta, la voy a montar

sobre la barra para que todos puedan verla cuando vengan. ¡Mátenlo!"

Gruñendo, los porteros saltaron, dientes destellando como pirañas

apiñándose sobre un ave ahogada.

Puck sacó algo del bolsillo y se lo arrojó. El artefacto explotó en un

grueso tronco, y los porteros sujetaron sus mandíbulas alrededor de la

madera, los dientes hundiéndose en la corteza. Con aullidos apagados,

cayeron al suelo.

"Astucia," llamado Puck.

Gritando de rabia, los porteros astillaron el tronco, cortándolo como

sierras giratorias. Dientes chasqueando, escupieron astillas de madera y

nos dieron una mirada asesina. Puck se volvió hacia mí con una mirada de

disculpa. “Disculpa un momento, la princesa. Tengo que ir a jugar con los

cachorros." Dio un paso hacia ellos, sonriendo, y los porteros se lanzaron,

blandiendo cuchillos y bates de béisbol. Puck esperó hasta el último

segundo antes de que él se echara a un lado, en la habitación y lejos de la

pared. La jauría siguió. Yo jadee cuando el puño de Grumly se clavo, pero

Puck saltó a un lado justo a tiempo, y un portero fue hecho pedazos más

aplastado que un panqueque.


"Huu," exclamó Puck, poniendo ambas manos sobre su boca, incluso

mientras él esquivaba el segundo balanceo de Grumly. "Torpe de mí." Los

porteros gruñeron maldiciones y se abalanzaron hacia él de nuevo.

Continuaron esta danza mortal por la habitación, Puck engañando a los

porteros con burlas, risas y vítores. Grumly rugió y estrello sus puños

contra los hombrecitos corriendo alrededor de sus pies, pero los porteros

eran rápidos, y ahora cautelosos ante el peligro. Esto no impidió que

lanzaran un ataque a todo dar contra Puck, que bailaba, esquivaba, y

pirueteaba su camino alrededor del ogro, casi parecía divertirse. Mi

corazón se quedó alojado en mi garganta todo el tiempo; un movimiento

en falso, un error de cálculo, y Puck sería una mancha de sangre en el

suelo.

El aire a mí alrededor se enfrió. Había estado tan centrada en Puck,

que no me di cuenta de que Shard se había escabullido del marco de la

puerta y estaba a pocos metros. Sus ojos brillaban negros, y sus labios

curvados en una sonrisa cuando ella levantó una mano. Una larga lanza de

hielo se formaba sobre su cabeza, en ángulo hacia mí.

Hubo un aullido, y un peso invisible debe haberla golpeado en la

espalda, porque ella se tambaleó y casi cayó. Algo brilló dorado en su

pecho: una llave, atada a una delgada cadena de plata. Con una maldición,

Shard arrojó al asaltante invisible a la pared, hubo un ruido sordo y un

siseo de dolor cuando Grimalkin se materializo por una fracción de segundo

y titiló fuera de la vista de nuevo.

En ese momento de distracción me lance, agarrando la llave alrededor

de su cuello. Se dio la vuelta con una rapidez deslumbrante, y una blanca

mano pálida se sujeto alrededor de mi garganta. Yo jadeaba, arañando su

brazo con mi mano libre, pero parecía estar hecho de piedra. Su piel

quemaba por el frío, cristales de hielo se formaron en mi cuello cuando

Shard lentamente apretó su agarre, sonriendo. Caí de rodillas cuando la

sala comenzó a oscurecerse.


Con un grito feroz, Grimalkin aterrizó sobre su espalda, hundiendo

uñas y dientes en su cuello. Shard gritó, y la presión sobre mi garganta

desapareció. Tambaleándome de pie, empuje a la sidhe con todas mis

fuerzas, apartándola. Hubo una sacudida y un chasquido metálico, y la

llave se soltó de mi mano.

Tosiendo, me tambalee lejos de la pared, mirando hacia el ogro.

"¡Grumly!" Grité, mi voz tosca y áspera. "¡Grumly, mírame! ¡Escúchame!"

El ogro se detuvo golpeando el suelo y giró su atormentada mirada

hacia mí. Detrás de mí, un aullido felino cortó el aire, y el cuerpo de

Grimalkin se desplomó al suelo.

"¡Ayúdanos!" Lloré, sosteniendo la llave. Esta brillo de oro a la luz.

"¡Ayúdanos, Grumly, y te liberaremos! ¡Vamos a liberarte!"

"¿Liberarme...a mí?"

Algo se estrelló contra la parte posterior de mi cabeza, casi me

noqueo. Me desplomé, apretando la llave, cuando el dolor se propago

sobre mis sentidos. Algo me pateo en las costillas, volteándome de un tirón

sobre mi espalda. Shard apareció sobre mi cabeza, su puñal en una mano

levantada.

"¡No!"

El grito de Grumly llenó la habitación. Sobresaltada, Shard levantó la

vista, simplemente dándose cuenta de que estaba al alcance del ogro.

Demasiado tarde. El revés de Grumly se estrelló contra su pecho,

arrojándola contra la pared con un desagradable ruido sordo. Incluso los

porteros dejaron de perseguir a Puck y miraron hacia atrás.

Me puse de pie, haciendo caso omiso de la forma en que mis músculos

gritaron de protesta. Me dirigí tambaleándome hacia Grumly, esperando

que el ogro no olvidara y me aplastara en un budín. No se movió cuando

llegué a las cadenas, las crudas esposas de hierro se clavaban en su carne.


Empujando la llave en el agujero, le di la vuelta hasta que hizo clic. La

banda de hierro se aflojo y cayó.

Grumly rugió, un rugido lleno de triunfo y rabia. Se dio la vuelta,

sorprendentemente rápido para su corpulencia, y pateó a un portero

contra la pared. Puck saltó fuera del camino cuando el ogro levantó un pie

y pisoteo a dos más como cucarachas. Los porteros se volvieron locos.

Gruñendo y chillando, ellos se apiñaron a los pies de Grumly, golpeándolos

con bates y hundiendo los dientes en sus tobillos. Grumly pisoteó y pateó,

casi errando en mí, y el suelo se estremeció con sus golpes, pero no tenía

fuerzas para moverme.

Esquivando la carnicería, Puck me agarró y me llevó lejos de la batalla.

“Vamos” murmuró, mirando hacia atrás por encima de su hombro.

"Mientras que están distraídos. Dirijamos las pisadas. "

"¿Qué pasa con Grimalkin?"

"Estoy aquí," dijo el gato, que apareciendo junto a mí. Su voz sonaba

tensa y propicio su pata izquierda, pero por lo demás parecía estar bien.

"Definitivamente, es hora de partir."

Nos dirigimos tambaleándonos hacia la puerta abierta, pero

encontramos nuestro camino bloqueado por Shard. “No” gruñó la sidhe. Su

brazo izquierdo colgaba, pero levantó una lanza de hielo y la dirigió hacia

mi pecho. “No van a pasar. Van a morir aquí, y yo los clavare en la pared

para que todos lo vean. "

Un gruñido sordo se hizo eco detrás de nosotros, y los pesados pasos

hicieron temblar el suelo.

"Grumly", dijo Shard sin apartar los ojos de mí, "matalos. Todo está

perdonado. Desgárralos, lentamente. Hazlo, ahora."

Grumly gruñó de nuevo, y una pierna gruesa cayó al lado mío.

"Amigos," el ogro rugió, de pie junto a nosotros. “Liberaron a Grumly.


Amigos de Grumly." Dio otro paso, en carne viva, la carcomida herida en su

pierna oliendo a gangrena y putrefacción. "Matar a ama” Gruñó.

"¿Qué?" Shard retrocedió, sus ojos muy abiertos. Grumly arrastró los

pies hacia adelante, levantando sus puños enormes. "¿Qué estás haciendo?

Vuelve, tu cosa estúpida. ¡Yo te mando! ¡No, no!"

"Vamos," Puck susurró, tirando de mi brazo. Nos metimos debajo de las

piernas Grumly y corrimos hacia la puerta abierta. Lo último que vi,

cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, fue a Grumly cerniéndose

sobre su antigua maestra, y Shard levantando su lanza mientras ella

retrocedía.

EL CORREDOR SE EXTENDIA ante nosotros, lleno de niebla y las luces

parpadeantes. Me dejé caer contra la pared, temblando mientras la

adrenalina se desvanecía.

"¿Estás bien, princesa?" Puck preguntó, ojos verdes brillando con

preocupación. Me tambaleé hacia adelante y lance mis brazos alrededor de

él, abrazándolo con fuerza. Él envolvió sus brazos alrededor mío y me

atrajo. Sentí su calor y el ritmo rápido de su corazón, su aliento en mi

oído. Finalmente, me aparte y sentándome contra la pared, jalándolo

hacia abajo conmigo.

"Pensé que Oberon te había convertido en un pájaro," le susurré.

"Él lo hizo," Puck respondió con un encogimiento de hombros. "Pero

cuando descubrió que habías escapado, me mandó a encontrarte."

"Así que fuiste tú lo que oí siguiéndonos," dijo Grimalkin, casi invisible

en la niebla.

Puck asintió con la cabeza. "Me imaginé que se dirigían a la Corte

Unseelie. ¿Quién creen que creo ese atajo? De todos modos, una vez que

estuve fuera, olfatee y un piskie me dijo que los vio dirigiéndose a esta


parte de la ciudad. Sabía que Shard poseía un centro aquí, y el resto, como

dicen los mortales, es historia."

“Me alegro de que hayas venido” dije, poniéndome de pie. Mis piernas

se sentían un poco más fuertes ahora, y el temblor casi había parado.

“Salvaste mi vida. Otra vez. Sé que no quieres oírlo, pero gracias.”

Puck me dio una mirada de soslayo que no me gustó en absoluto. "No

me des las gracias todavía, princesa. Oberon estaba muy molesto de que

hayas dejado la seguridad de los territorios Seelie.”

Se frotó las manos y parecía incómodo. "Se supone que debo llevarte

de vuelta a la Corte."

Me lo quedé mirando, sintiendo como si él justo me hubiera dado una

patada en el estómago. "Pero... no lo harás, ¿cierto?" Tartamudeé. Él

desvió la mirada, y creció mi desesperación. "Puck, no puedes. Tengo que

encontrar a Ethan. Tengo que ir a la Corte Unseelie y llevarlo a casa. “

Puck se restregó una mano por el pelo, un gesto extrañamente

humano. "No entiendes," dijo en tono inusualmente inseguro. "Soy el lacayo

favorito de Oberon, pero sólo puedo empujarlo hasta ahora. Si yo le falló

otra vez, yo podría terminar mucho peor que un cuervo por dos siglos. El

me podría desterrar de Nunca jamas para siempre. Yo nunca sería capaz de

volver a casa. "

“Por favor” supliqué, tomando su mano. Todavía no me miraba.

"Ayúdenos. Puck, te he conocido siempre. No lo hagas. "Dejé caer su mano

y lo mire fijamente, estrechando mis ojos. "Te das cuenta que tendrás que

arrastrarme de regreso pataleando y gritando, y nunca voy a hablar contigo

de nuevo."

“No seas así." Puck finalmente levantó la vista. "No te das cuenta de lo

que estás haciendo. Si Mab te encuentra...no sabes de lo que ella es

capaz. "


"No me importa. Lo único que sé es que mi hermano aún está allí, en

problemas. Tengo que encontrarlo. Y voy a hacerlo con o sin tu ayuda. "

Los ojos de Puck brillaron. "Yo podría poner un encantamiento sobre

ti," él medito, una esquina de su labio curvándose hacia arriba. "Eso

resolvería muchos problemas."

“No” dijo Grimalkin antes de que yo pudiera explotar "No lo harás. Y

sabes que no lo harás, así que deja de dramatizar. Además, tengo algo que

podría solucionar este pequeño problema. "

"¿Oh?"

"Un favor." Grimalkin agitó su cola lánguidamente. "De el rey."

"Eso no va a evitar que Oberon me destierre."

“No” convino Grimalkin. "Pero podría solicitar que seas desterrado por

un tiempo limitado. Unas décadas más o menos. Es mejor que nada."

"Uh-huh." Puck sonaba poco convencido. "Y esto sólo me costaría un

pequeño favor a cambio, ¿verdad?"

"Me metiste en este conflicto al momento en que dejaste caer a esta

chica en mi árbol," Grimalkin dijo, parpadeando con pereza. "No puedo

creer que fuera un acto de coincidencia, no del infame Robín Goodfellow.

Deberías haber sabido que podría llegar a esto,"

"Yo tengo mejor criterio que llegar a acuerdos con un cait sith” Puck

devolvió el disparo, y luego suspiró, restregando una mano sobre sus ojos.

“Está bien” dijo al fin. "Tú ganas, princesa. La libertad es muy

sobrevalorada, de todos modos. Si yo voy a hacer nada, yo también podría

hacerlo a lo grande."

Mi corazón se elevo. "Así que, ¿nos ayudarás?"

“Claro, ¿por qué no? "Puck me dio una sonrisa resignada. “Serás comida

viva sin mí. Además, ¿invadir la Corte Unseelie? "Su sonrisa se amplió. "No


puedo dejarlo pasar por nada."

"Entonces déjanos ir," dijo Grimalkin cuando Puck tiró de mí a mis pies.

“Entre más tiempo tardemos, el aviso más lejano se extenderá sobre

nuestras intenciones. Tir Na Nog no está lejos ahora,” Se volvió y corrió

por el pasillo, su cola subió en la niebla.

Seguimos por el pasillo por varios minutos. Después de un rato, el aire

se volvió frío y agudo; escarcha cubría las paredes del pasillo, y

carámbanos colgaban del techo.

"Nos estamos acercando," dijo la voz incorpórea de Grimalkin en la

niebla.

El pasillo terminaba con una simple puerta de madera. Un polvo fino

de nieve se alineaba en el fondo de la rendija, y la puerta temblaba y

crujía en el viento aullando justo afuera.

Puck se adelantó. "Señoras y felinos," afirmó con grandilocuencia,

agarrando el picaporte, "Bienvenidos a Tir Na Nog. Tierra del invierno sin

fin y mucha nieve. "

Una ola de polvo congelado me acarició la cara cuando él abrió la

puerta. Parpadeando cristales de hielo, me adelante.

Estuve de pie en un jardín helado, los espinos en la cerca cubiertos con

hielo, una fuente de querubín en el centro del patio chorreando agua

congelada. A lo lejos, más allá de los árboles secos y matorrales espinosos,

vi el techo puntiagudo de una enorme hacienda Victoriana. Miré hacia

atrás para sombrías y Puck y los vio de pie bajo un emparrado colgaban de

vid de cristal morado y flores de color azul. A medida que atravesó, el

corredor se desvaneció detrás de ellos.

"Encantador," comentó Puck, mirando alrededor con disgusto. "Me

encanta el estéril, sentimiento que intentan lograr. ¿Quién es el jardinero,

me pregunto? Me encantaría obtener algunos consejos."


Yo ya estaba temblando. "C-cuan lejos estamos de la corte de la Reina

Mab?” pregunté, mis dientes castañeteaban.

"La Corte del Invierno esta tal vez una caminata de dos días de aquí,"

dijo Grimalkin, saltando sobre un tronco de árbol. Sacudió sus patas, una

por una, y se sentó con cuidado. "Debemos encontrar un refugio pronto. Me

siento incómodo con este clima, y la chica sin duda se congelará hasta la

muerte."

Una oscura risa resonó en todo el jardín. "Yo no me preocuparía por

eso ahora."

Una figura salió de detrás de un árbol, una espada sostenida

holgadamente en una mano. Mi corazón dio un vuelco y, luego tomo

velocidad de nuevo, más fuerte y más irregular que antes. La brisa agitaba

el pelo negro de la figura mientras se movía hacia nosotros, elegante y

silencioso como una sombra. Grimalkin silbó y desapareció, y Puck me

empujó detrás de él.

"Os he estado esperándo” Ash murmuró en el silencio.

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 1166 EL MUNDO DE HIERRO

Traducido por Linetas

Ash", susurre mientras la figura delgada y sigilosa se deslizaba

hacia nosotros, sus botas sin hacer ruido en la nieve. Él era

devastadoramente hermoso, vestido de negro, su rostro pálido

parecía flotar sobre el suelo. Me acordé de la forma en que sonreía, la mirada

de sus ojos de plata mientras bailábamos. Él no sonreía ahora, y sus ojos eran

fríos. Este no era el príncipe con el que había bailado la noche de Elysium,

este no era nada excepto un depredador.

"Ash," Puck repitió en un tono de conversación, aunque su rostro se había

vuelto duro y salvaje.

"¡Qué sorpresa verte aquí! ¿Cómo nos encontraste? "

"No fue difícil." Ash parecía aburrido. "La princesa mencionó que ella

estaba buscando a alguien en la corte de Mab. Sólo hay tantos caminos a Tir

Na Nog desde el mundo mortal, y Shard no convirtió exactamente en un

secreto que ella custodia el camino. Me imaginé que era sólo cuestión de

tiempo antes de que vinieran aquí. "

"Muy inteligente", dijo Puck, sonriendo. "Pero entonces, tú siempre fuiste

el estratega, ¿no? ¿Qué quieres, Ash? "

"Tu cabeza” respondió Ash suavemente. "En una pica. Pero lo que yo

quiero no importa en este momento”. Señaló su espada hacia mí. "He venido

por ella."

“


Yo jadee cuando mi corazón y estómago empezaron a dar bandazos

alrededor de mi pecho. Él está aquí por mí, para matarme, como prometió en

Elysium.

"Sobre mi cadáver". Sonrió Puck, como si se tratara de una conversación

amistosa en la calle, pero yo sentí los músculos enroscándose bajo su piel.

"Eso era parte del plan." El príncipe levantó su espada, la hoja de hielo

envuelta en niebla. "me vengare de ella hoy, y pondré su memoria a

descansar." Por un momento, una sombra de angustia se dibujó en su rostro, y

él cerró los ojos. Cuando los abrió, estaban fríos y brillaban con malicia.

"Prepárate".

"Atrás, princesa", advirtió Puck, empujando fuera del camino. Metió la

mano en su bota y sacó una daga, la hoja curva clara como el cristal. "Esto

podría ser un poco rudo".

"Puck, no." Yo lo agarré de la manga. "No luches contra él. Alguno puede

morir”.

"Los duelos a muerte tienden a terminar de esa manera." Puck sonrió,

pero fue una cosa salvaje, cruel y aterradora. "Pero me conmueve que te

importe. Un momento, principito ", llamó a Ash, quien inclinó su cabeza.

Tomando mi muñeca, Puck me dirigió detrás de la fuente y se inclinó, su

cálido aliento en mi cara.

"Tengo que hacer esto, princesa", dijo con firmeza. "Ash no nos dejara ir

sin una pelea, esto ha estado a punto de ocurrir durante mucho tiempo

ahora." Por un momento, una sombra de arrepentimiento cruzó su rostro, pero

luego desapareció.

“Bueno” murmuro, sonriendo mientras inclinaba mi barbilla hacia arriba",

antes de que me marche a la batalla, ¿qué tal un beso para la suerte?"

Dudé, preguntándome por qué ahora, de todas las veces, él pediría un

beso. Ciertamente, no piensa en mí de esa manera... ¿verdad? Me sacudí. No


había tiempo para pensar en eso. Inclinándome hacia adelante, le di un beso

en la mejilla. Su piel estaba caliente, y erizada con una barba incipiente.

"No te mueras", le susurré, dando un paso atrás.

Puck, estaba desilusionado, pero sólo por un segundo. “¿Yo? ¿Morir? ¿No te

dijeron, princesa? Soy Robin Goodfellow”.

Con un grito, blandió su cuchillo y atacó al príncipe en espera.

Ash se lanzó, una mancha oscura sobre la nieve, su espada silbando en un

arco perverso. Puck saltó fuera del camino, y el golpe envió una tormenta de

nieve en miniatura arqueándose hacia mí. Yo jadee, la llovizna congelada

punzando como agujas, y rozo mis ardientes ojos. Cuando pude abrirlos de

nuevo, Ash y Puck estaban profundamente en la batalla, y parecía como que

cada uno tenía la intención de matar al otro.

Puck esquivo un golpe salvaje y arrojó a Ash algo de su bolsillo. Esto hizo

erupción en un jabalí grande, chillando como loco cuando atacó al príncipe,

colmillos relucientes. La espada de hielo se clavó en él, y el jabalí explotó en

un remolino de hojas secas. Ash extendió su brazo, y un ramillete de

brillantes fragmentos de hielo volaron hacia Puck como dagas. Grité, pero

Puck inhalo y sopló en su dirección, como si estuviera soplando una vela de

cumpleaños. Los fragmentos relucieron en margaritas, lloviendo sin causar

daño a su alrededor y él sonrió.

Ash atacó perversamente, su espada cantando mientras él se abalanzaba

sobre su oponente. Puck lo esquivó y se defendido con su puñal, retirándose

ante la embestida del príncipe del Invierno.

Lanzándose lejos, cogió un puñado de ramas de la base del árbol, sopló

sobre ellos, y los tiró en el aire—

—Y ahora había tres Pucks, sonriendo maliciosamente mientras atacaban a

su oponente.


Tres cuchillos brillaron, tres cuerpos rodearon al príncipe oscuro, mientras

el Puck real se apoyaba contra el árbol y observaba a Ash luchar.

Pero Ash estaba muy lejos de ser vencido. Se dio la vuelta lejos de los

Pucks, su espada un borrón mientras esquivaba y rechazaba, dando vueltas de

un ataque al siguiente. Él se agachó bajo la guardia de un oponente,

destrozando su hoja, y cortó limpiamente a través del estómago de un Puck.

El Doppelgänger (doble fantasmagórico) se dividió en dos, transformándose en

una rama cortado que cayó lejos. Ash se giró para encontrar al Puck

acercándose rápidamente desde un lado. Su espada se volvió, y la cabeza de

Puck se cayó de sus hombros antes de volverse una ramita. El ultimo Puck

ataco al príncipe desde detrás, el puñal en alto. Ash ni siquiera se volvió, pero

estrelló su hoja hacia atrás, apuntando hacia arriba. La estocada de Puck lo

llevó hacia la hoja y la condujo a través de su estómago, la punta brotando

fuera de su espalda. El príncipe tiró de la espada liberándola sin volverse, y

una rama rota cayó a la nieve.

Ash bajó su espada, mirando alrededor con cautela. Siguiendo su mirada,

me sobresalte. Puck había desaparecido, tirando de Grimalkin mientras

estábamos distraídos. Al instante cauteloso, el príncipe del Invierno escaneó

el jardín, avanzando pausadamente adelante con su espada en alto. Su mirada

se lanzó hacia mí, y me tense, pero él me descarto casi tan rápidamente,

dando un paso por debajo de las ramas de un pino congelado.

Cuando Ash camino bajo las ramas, algo saltó fuera de la nieve, aullando.

El príncipe esquivó el cuchillo por poco, y Puck perdió el equilibrio,

tropezando hacia adelante.

Con un gruñido, Ash condujo la punta de la espada por la espalda de Puck

y fuera de su pecho, inmovilizándolo en al suelo.

Grité, pero cuando lo hice, el cuerpo desapareció. Durante una fracción

de segundo, Ash se quedó mirando a la hoja perforada en la punta de su

espada, después se lanzó a un lado cuando algo cayó del árbol, la daga

destellando en la luz.


La risa de Puck resonó cuando Ash rodo a sus pies, agarrándose el brazo.

La sangre se filtraba entre los dedos pálidos. "Casi demasiado lento esta vez,

príncipe," Puck se burló, equilibrando la daga en dos dedos. "En realidad, ese

es el truco más viejo en el libro. Lo sé, porque yo escribí el libro. Tengo un

millón más, si quieres seguir jugando."

"Me estoy cansando de pelear con copias." Ash se enderezó, dejando caer

su mano. "Creo que el honor no es tan frecuente en la Corte Seelie como yo

pensaba. ¿Eres tú el Puck real, o es él demasiado cobarde para hacer frente a

mí mismo? "

Puck lo miró con desdén, antes de brillar en la nada. Otro Puck salió de

detrás de un árbol, con una desagradable sonrisa en su rostro.

"Muy bien, entonces, príncipe," dijo, sonriendo mientras se acercaba, "si

eso es lo que quieres, Te voy a matar a la antigua usanza. "Y ellos volaron el

uno hacia al otro de nuevo.

Vi la batalla, mi corazón en la garganta, deseando poder hacer algo. No

quería que ninguno de ellos muriera, pero no tenía ni idea de cómo parar

esto. Gritar o correr entre ellos parecía una muy mala idea, uno podría ser

distraído, y el otro no perdería el tiempo para rematarlo. Una enferma

desesperación revolvió mi estómago. No me había dado cuenta de que Puck

estaba tan sediento de sangre, pero el brillo loco en sus ojos me dijo que iba

a matar al príncipe del invierno si pudiera.

Tienen una historia, me di cuenta, mirando a Ash cortar brutalmente la

cara de Puck, apenas fallando como su oponente se agachó. Algo pasó entre

ellos, para hacerlos que se odian. Me pregunto si alguna vez fueron amigos.

Mi piel se erizó, un ansioso temblor de más que el frío. Sobre el estruendo

y chirrido del metal, escuché algo más, un rumor débil, como si un millar de

insectos estuvieran corriendo rápidamente hacia nosotros.


"¡Corre!" La voz de Grimalkin me hizo saltar. Huellas aparecieron en la

nieve, corriendo hacia mí, y garras invisibles escarbaron contra la corteza

cuando el felino huyó a un árbol. "¡Algo está llegando! ¡Ocúltate, rápido!"

Eché un vistazo a Puck y Ash, todavía en pleno combate. El murmullo se

hizo más fuerte, acompañado por interferencia y una débil, risa estridente.

De pronto, a través de los árboles, cientos de ojos brillaban de color verde

eléctrico en la oscuridad, rodeándonos. Puck y Ash dejaron de luchar y se

separaron, finalmente conscientes de que algo estaba mal, pero ya era

demasiado tarde.

Se vertieron sobre el suelo como una alfombra vida, apareciendo por

todas partes: pequeñas criaturas, de piel negra con brazos delgados, orejas

grandes, y sonrisas afiladas que brillaban de blanco y azul en la oscuridad. Oí

los gritos de sobresalto de los chicos, y el aullido de horror de Grimalkin

mientras huía más arriba en el árbol. Las criaturas me vieron, y no tuve

tiempo para reaccionar. Me pululaban como avispas enojadas, trepando por

mis piernas, lanzándose sobre mi espalda. Sentí las garras cavarse en mi piel,

mis oídos llenos de fuertes zumbidos y chillidos de risa, y grité, apaleando

salvajemente. Yo no podía ver, no sabía qué camino era arriba. El peso de sus

cuerpos venciéndome, y caí en un aferradora, masa retorciéndose. Cientos de

manos me levantaron, como hormigas cargando un saltamontes, y empezaron

a llevarme lejos.

"¡Puck!" Grité, tratando de liberarme. Pero cada vez que me apartaba de

un grupo, una docena más se deslizaban para ocupar su lugar, levantándome.

Yo nunca toque el suelo. "¡Grimalkin! ¡Ayuda!” "

Sus gritos parecían distantes y lejanos. Llevada sobre un zumbante,

colchón vivo, me deslicé rápidamente por el suelo y en la oscuridad

esperando.

NO SÉ CUÁNTO TIEMPO me llevaron. Cuando forcejee, las garras me

agarraron clavándose en mi piel, volviendo el colchón una cama de agujas.

Pronto deje de patalear, y traté de concentrarme en a dónde me llevaban.


Pero era difícil; siendo llevada sobre mi espalda, lo único que veía con

claridad era el cielo. Traté de volver la cabeza, pero las criaturas habían

hundido sus garras en mi pelo y tirarían de él hasta que las lágrimas se

formaran en mis ojos. Me resigné a permanecer quieta, temblando de frío,

esperando a ver qué pasaba. El frío y la mordedura me preocupantemente me

drenaron.... Dejé que mis ojos se cerraran, y encontré consuelo en la

oscuridad.

Cuando abrí los ojos otra vez, el cielo de la noche había desaparecido,

reemplazado por un techo de hielo sólido. Me di cuenta de que estábamos

viajando bajo tierra. El aire se hizo aún más frío cuando el túnel se abrió en

una caverna de hielo magnífica y brillante con una belleza irregular y extraña.

Enormes carámbanos goteaban del techo, unos más largos de lo que yo

estaba, alto y malvadamente afilado. Era un poco preocupante pasar por

debajo de los picos erizados, observándolos brillar como arañas de cristal,

rezando para que no se cayeran.

Mis dientes castañeteaban, y mis labios estaban entumecidos por el frío.

Sin embargo, mientras viajábamos más adentro en la cueva, el aire se calentó

gradualmente. Un leve ruido se hizo eco a través de las cavernas más

profundas: un rugido, silbido, como el vapor que escapando de un tubo roto.

El agua goteaba del techo en riachuelos ahora, empapando mi ropa, y algunos

de los fragmentos de hielo parecían peligrosamente inestables.

El silbido se hizo más intenso, puntuado con grandes toses estruendosas y

el olor acre del humo. Ahora vi que algunos de los carámbanos de hielo había

de hecho caído, haciéndose pedazos en el suelo y brillando como el cristal

roto.

Mis secuestradores me llevaron dentro de una gran caverna llena de

fragmentados pedazos de hielo.

Los charcos llenaban el suelo y el agua caía como lluvia desde el techo.

Las criaturas me dejaron en el suelo helado y se escabulleron. Me froté los

miembros doloridos, entumecidos y mire alrededor, preguntándome dónde


estaba. La cueva estaba casi vacía, salvo por una caja de madera llena de

rocas negras— ¿carbón?—En un rincón. Más se amontonaban a lo largo de la

pared del fondo, junto a un arco de madera que se abría en la oscuridad.

Un silbido penetrante, como un rugido de una locomotora en la estación,

brotando desde el túnel, y el humo negro turbio desde la apertura. Olí cenizas

y azufre, y luego una voz profunda se hizo eco a lo largo de la caverna. "¿LA

HAN TRAÍDO?"

Las criaturas escurridizas se dispersaron, y varios carámbanos se

estrellaron en el suelo con un timbre casi musical. Me agaché detrás de una

columna de hielo cuando pasos pesados sonaron por el túnel. A través del

humo, vi algo enorme y rudamente distorsionada, algo definitivamente no

humano, y me sacudí de terror.

Un enorme caballo negro surgió del humo retorciéndose, los ojos brillando

como carbones caliente, acampanadas fosas nasales soplando humo. Era tan

grande como los caballos que tiraban del carricoche de Budweiser, pero allí

terminaba la semejanza. Al principio, pensé que estaba cubierto de placas de

hierro, su piel estaba abultada con metal, oxidado y negro, y se movía

torpemente con el peso. Entonces me di cuenta de que su cuerpo era de

hierro. Pistones y engranajes sobresalían de sus costillas. Su crin y la cola

eran cables de acero, y un gran fuego ardía en su vientre, visible a través de

las rendijas de su piel. Su rostro era una máscara terrorífica cuando se volvió

hacia mí, bombardeando llamas de sus narices.

Me caí hacia atrás, segura de que iba a morir.

"¿ERES MEGHAN CHASE?" la voz del caballo sacudió la habitación. Más

carámbanos obligados al suicidio, pero eran la menor de mis preocupaciones.

Me encogí de nuevo cuando el monstruo de hierro se cernió sobre mí,

sacudiendo su cabeza y resoplando llamas. "RESPONDEME, HUMANA. ¿ERES

MEGHAN CHASE, HIJA DEL REY DEL VERANO?"


“Sí” Susurre mientras el caballo se acercaba, los cascos de hierro

golpeando el hielo. "¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí? "

"YO SOY EL CABALLO DE HIERRO", respondió la bestia ", UNO DE LOS

LUGARTENIENTES DEL REY MACHINA. TE HE TRAÍDO AQUÍ PORQUE MI SEÑOR

LO HA SOLICITADO. VENDRÁS CONMIGO A VER AL REY DE HIERRO”.

El vozarrón me estaba dando un dolor de cabeza. Traté de enfocar a

través del golpeteo en mi cráneo. "¿El Rey de Hierro?” Pregunté

estúpidamente. "¿Quién—?"

"REY MACHINA" El caballo de Hierro confirmó. "SEÑOR SOBERANO DE LA

CORTE DE HIERRO Y LA LEY DEL MUNDO DE HIERRO".

¿El Mundo de Hierro?

Un escalofrío se deslizó por mi columna vertebral. Miré a mí alrededor, a

los innumerables ojos de los monstruos como duendes, a la enorme masa del

Caballo de Hierro, y me sentí mareada por las consecuencias. ¿El Mundo de

Hierro?

¿Puede haber tal cosa? En todas las historias, poemas y obras de teatro, nunca

había encontrado algo como esto. ¿De dónde vienen? ¿Y quién era este

Machina, gobernante del Mundo Acero? Más importante...

"¿Qué quiere él de mí?"

"NO ES MÍO SABER." El caballo de hierro resopló, removiendo la cola con

un sonido ruidoso. "YO SÓLO OBEDEZCO. SIN EMBARGO, SERÍAS SABIA AL VENIR

CON

NOSOTROS, SI DESEAS VER A TU HERMANO OTRA VEZ. "

"¿Ethan?" Sacudí mi cabeza hacia arriba, mirando a la máscara inexpresiva

del Caballo de Hierro. "¿Cómo sabes de él?" Exigí. "¿Está bien? ¿Dónde está? "

"VEN CONMIGO, Y TODAS TUS PREGUNTAS SERÁN RESPONDIDAS. LA CORTE

DE HIERRO Y MI SEÑOR MACHINA ESPERAN. "


Me puse de pie cuando el Caballo de Hierro se volvió, rechinando de

regreso al túnel. Sus pistones crujían y los engranajes chillaban ruidosamente

mientras el arrastraba los pies. Era viejo, me di cuenta, observando un

tornillo soltarse y caer al suelo. Una reliquia de los días pasados. Me pregunté

si había más nuevos y elegantes modelos allí afuera, y lo que ellos parecían.

Más rápidos, mejores, más superiores criaturas de hierro. Después de un

momento, decidí que no quería saber.

El Caballo de Hierro se situó en la boca del túnel, sellado con

impaciencia. Las chispas volaban de sus cascos, cuando me fulminó con la

mirada. “Vamos” ordenó, con un chorro de vapor de su nariz.

"SIGA EL CAMINO A LA CORTE DE HIERRO. SI NO VAS A CAMINAR, LOS GREMLINS

TE LLEVARÁN. "Sacudió su cabeza y se irguió, llamas salían de su hocico. "O

TAL VEZ VOY A CORRER DETRÁS DE TI, ESCUPIENDO FUEGO"

Una lanza de hielo voló por el aire, golpeando al Caballo de Hierro entre

las costillas, estallando en vapor cuando el fuego la envolvió. El caballo gritó,

un silbido agudo, y se volvió, las pezuñas echando chispas cuando azotaron al

hielo. Los gremlins se deslizaron hacia delante, mirando frenéticamente

alrededor, en busca de intrusos.

"¡Hey, feo!" Gritó una voz familiar. "¡Bonito lugar que tienes aquí! He aquí

un pensamiento, sin embargo.

¡La próxima vez, intenta un escondite un poco más resistente al fuego que

una cueva de hielo! "

"Puck” exclamé, y el elfo pelirrojo me saludó con la mano, sonriendo

desde el otro lado de la caverna. El Caballo de Hierro gritó y ataco,

dispersando a los gremlins como pájaros cuando él se abalanzó sobre Puck.

Puck no se movió, y la gran bestia de hierro lo derrumbo en el hielo,

pisoteándolo con sus cascos de acero.

"Oh, eso parecía doloroso", llamó otro Puck, un poco más abajo.

"Realmente tenemos que hablar de tus problemas de manejo de la ira".


Con un rugido, el Caballo de Hierro ataco al segundo Puck, moviéndose

más lejos de mí y el camino. Los gremlins lo siguieron, riendo y silbando, pero

mantuvieron una distancia considerable de la bestia furiosa y sus cascos.

Una mano fría se sujetó sobre mi boca, amortiguando mi grito

sobresaltado. Me volví para mirar a los plateados ojos brillantes.

"¿Ash?"

"Este camino," dijo en voz baja, tirando de mi mano ", mientras que el

idiota les tiene distraídos".

"No, espera," susurré, echándome hacia atrás. "Él sabe de Ethan. Tengo

que encontrar a mi hermano—”

Ash entornó los ojos. "Duda ahora, y Goodfellow morirá. Además...

"Extendió la mano y me tomó la mano de nuevo. "Yo no voy a darte una

elección".

Aturdida, seguí al príncipe del invierno a lo largo de la pared de la

caverna, demasiado aturdida como para preguntar por qué me estaba

ayudando. ¿No quería él matarme? ¿Era este rescate sólo para tenerme a

solas para terminar el trabajo en paz? Pero eso no tenía sentido ya que pudo

solo haberme matado mientras Puck estaba distraído con el Caballo de Hierro.

"Holaaaaaa." La voz de Puck resonó más abajo en la caverna. "¡Lo siento,

feo, perjudícame! ¡Sigue adelante, estoy seguro de que lo harás bien la

próxima vez! "

El Caballo de Hierro levantó la vista de pisotear a un falso Puck en el

suelo, los ojos color carmesí brillaron de odio. Al ver al otro Puck, tensó los

músculos de hierro para atacar, cuando uno de los gremlins nos divisó

moviéndonos a escondidas a lo largo de la pared y dio un grito de alarma.

El Caballo de Hierro se giró, los ojos ardiendo cuando se fijaron en

nosotros. Ash murmuró una maldición. Con un bramido y una explosión de

fuego de su nariz, ataco, avanzando amenazadoramente hacia nosotros, como


para lo que la máquina de vapor fue nombrada. Ash sacó su espada y lanzó

una lluvia de fragmentos de hielo al monstruo. Se rompieron sin causar daño

en su piel blindada, sin hacer nada, pero enfureciéndolo aún más. Como el

bramido, llamas de metal descendieron a granel, Ash me empujó fuera del

camino y se lanzó hacia adelante, los cascos agitándose lo perdieron por

centímetros. Rodando se puso de pie detrás del monstruo, cortó en su

costado, pero el Caballo de Hierro hundió la cabeza hacia abajo y le dio

patadas en las costillas. Se oyó un chasquido repugnante, y Ash fue arrojado

lejos, estrujado al piso en un montón.

Una bandada de cuervos gritando descendió sobre el Caballo de Hierro

antes de que este pudiera estampar a Ash en el suelo. Ellos se arremolinaron

alrededor de su cabeza, picoteando y arañando, y el Caballo de Hierro rugió

cuando arremetió contra el rebaño, haciéndolos explotar en pedazos

cenicientos. Ash se tambaleó a sus pies cuando Puck apareció a nuestro lado,

agarrándome la mano.

"Es hora de irnos", anunció con alegría. "El príncipe, ya sea continua o

quédate atrás. Nos vamos. "

Corrimos a través de las cavernas, resbalando en el hielo y el aguanieve,

los locos rugidos del Caballo de Hierro y el silbido de los gremlins sobre

nuestros talones. No me atreví a mirar hacia atrás. La caverna se estremeció,

y carámbanos se estrellaron en el suelo a nuestro alrededor, rociándome con

fragmentos punzantes, pero seguimos adelante.

Una forma gris indefinida salto hacia nosotros, la cola en alto. "La

encontraron", dijo Grimalkin, deteniéndose para mirar a Puck. "Idiota. Te dije

que no lucharas contra la cosa caballo”.

"No puedo hablar ahora, ¡un poco ocupado en este momento!" Puck

jadeaba a medida que arrancamos pasando al felino, continuando por el

túnel. Grimalkin aplano sus orejas y se unió a nosotros como los chillidos de

los gremlins rebotaban en las paredes. Pude ver la boca de la cueva,

chorreando carámbanos, y encender una explosión de velocidad.


El Caballo de Hierro gritó, y un fragmento de hielo aplastó por

centímetros mi cara.

"¡Cierra la cueva!" Grimalkin gritó, saltando junto a nosotros. "¡derriba el

techo sobre sus cabezas! ¡Hazlo! "paso a gran velocidad, a través de la

entrada de la cueva, y se fue.

Salimos corriendo de la cueva momentos más tarde, jadeando,

tropezando en la nieve. Mirando hacia atrás, Vi decenas de ojos verdes

deslizándose hacia adelante, oí el golpeteo de los cascos del Caballo de Hierro

mientras él seguía de cerca.

"¡Sigan!" Ash-exclamó, y se volvió. Cerrando los ojos, se llevó el puño a la

cara y bajó la cabeza. Los el Caballo de Hierro apareció, las llamas fluyendo

en la oscuridad.

Ash abrió los ojos y extendió una mano.

Un ruido sordo hizo temblar el suelo, y tembló la cueva. Grandes grupos

de carámbanos se estremecieron, tambaleándose hacia atrás y adelante.

Cuando los gremlins llegaron a la boca de la cueva, el techo se derrumbó con

un rugido y un sonido como de cristales rotos. Los Gremlins chillaron cuando

fueron aplastados por varias toneladas de hielo y roca, y el consternado

bramido

del Caballo de Hierro se elevó por encima de la discordancia.

El ruido se apagó, y se hizo el silencio. Ash, encontrándose a dos pies de

la pared sólida de hielo sellando la cueva, se desplomó en la nieve.

Puck me agarró del brazo mientras se precipitaba hacia adelante. "Whoa,

whoa, princesa", dijo mientras yo trataba de liberarme. "¿Qué crees que estás

haciendo? En caso de que lo hayas olvidado, el principito ahí es el enemigo.

No ayudamos al enemigo”.

"Está herido".

“Razón de más para salir ahora”.


"¡Simplemente nos salvó la vida!"

"Técnicamente, estaba salvando su propia vida", respondió Puck, todavía

sin dejarme marchar. Lo empujé, duro, y finalmente me libero. “Mira,

princesa. "Suspiró como yo lo mire. "¿Crees que Ash juega limpio ahora? La

única razón de que él ayudó—la única razón por la que aceptó una tregua—fue

para que pudiera llevarte a Mab. Ella te quiere viva, para usarte como ventaja

frente a Oberón. Esa es la única razón por la que él apareció. Si él no

estuviera herido, estaría tratando de matarme ahora. "

Miré a Ash, inmóvil en la nieve. Copos salpicaban su cuerpo, pronto lo

iban a esconder completamente. "No podemos dejarlo morir".

"Él es un príncipe del Invierno, Meghan. Él no se congela hasta la muerte,

confía en mí. "

Fruncí el ceño. "Eres tan malo como ellos." Él parpadeó, sorprendido, y

me alejé de él. "Voy a ver si él está bien, por lo menos. Ya sea sígueme o sal

de mi camino. "

Puck alzó las manos. “Muy bien, princesa. Voy a ayudar al hijo de Mab,

eterno enemigo de nuestra corte. A pesar de que probablemente insertara

una espada en mi espalda al segundo que baje la guardia. "

"Yo no me preocuparía por eso", murmuró Ash, levantándose lentamente.

Una mano se apoderó de su espada, el otro brazo estaba envuelto alrededor

de sus costillas. Sacudió la nieve de su pelo y levantó su arma. "Podemos

seguir ahora, si lo deseas."

Sonriendo, Puck sacó su daga. "Yo estaba emocionado", murmuró, dando

un paso hacia adelante.

"Esto no tomará mucho tiempo para nada".

Me lancé entre ellos.


"¡Ya basta!" Susurre, mirando a ambos a su vez. "¡Ya basta ahora mismo!

¡Levanten sus armas, los dos! Ash, tú no estás en condiciones de luchar, y,

Puck, la culpa es tuya, acordando un duelo cuando él obviamente está herido.

Siéntate y cállate”.

Ellos parpadearon hacia mí, asombrados, pero poco a poco bajaron sus

armas. Una carcajada estornutatoria resonó en las ramas de un árbol y

Grimalkin miró hacia abajo, removiendo la cola en alegría.

"Una hija de Oberón, después de todo” dijo él, enseñando los dientes en

una sonrisa felina. "La Reina Titania estaría orgullosa."

Puck se encogió de hombros y se dejó caer sobre un tronco, cruzando los

brazos y las piernas. Ash seguía de pie, mirándome con una expresión

indescifrable. Haciendo caso omiso de Puck, me acerqué a él.

Entrecerró los ojos y se puso tenso, levantando su espada, pero yo no tenía

miedo. Por primera vez desde que llegué aquí, yo no tenía miedo en absoluto.

"Príncipe Ash", murmuré, acercándome más, "Propongo que hagamos un

trato."

La sorpresa cruzó su rostro.

"Necesitamos tu ayuda," continué, mirando directamente a sus ojos. "No

sé lo que esas cosas eran, pero ellos se hacían llamar las criaturas de hierro.

También mencionaron un tal Machina, el Rey de Hierro. ¿Sabes quién es? "

"¿El Rey de Hierro?" Ash sacudió su cabeza. "No hay nadie con ese nombre

en las cortes. Si este Rey Machina existe, es un peligro para todos nosotros.

Ambas cortes se querrán saber sobre él y estas criaturas de hierro...".

"Tengo que encontrarlo", le dije, forzando tanta determinación en mi voz

como pude.

"Él tiene a mi hermano. Necesito que nos ayudes a escapar del territorio

Unseelie y encontrar la corte del Rey de Hierro”.


Ash levantó una ceja. "¿Y por qué habría de hacerlo?", Preguntó en voz

baja. No burlona, sino mortalmente serio.

Tragué saliva. "Estás herido", señalé, sosteniendo su mirada. "No vas a ser

capaz de llevarme por la fuerza, no con Puck con tantas ganas de clavar un

cuchillo en tus costillas." Miré hacia atrás a Puck, malhumorado sobre el

tronco, y baje la voz. "He aquí mi pacto. Si me ayudas a encontrar a mi

hermano y llega sano y salvo a casa, entonces me iré contigo a la Corte

Unseelie. Sin una lucha, de mí o Puck”.

Los ojos de Ash brillaron. "¿él significa tanto para ti? ¿Intercambiarías tu

libertad por su seguridad? "

Respiré hondo y asentí con la cabeza. "Sí." La palabra flotó en el aire

entre nosotros, y me apresuré a antes de que pudiera retractarme. "Entonces,

¿tenemos un trato?"

Inclinó la cabeza, como si todavía tratando de comprenderme “No,

Meghan Chase. Tenemos un contrato. "

"Bien". Mis piernas temblaban. Me aparté de él, necesitando sentarme

antes de que me cayera.

"Y no trates de matar a Puck, tampoco."

"Eso no era parte del trato", dijo Ash, antes de que él hiciera una mueca y

se hundiera hasta las rodillas, los brazos alrededor de su cintura. Goteaba

sangre oscura entre sus labios.

"¡Puck!” Grité, dando vuelta para mirar al hada sobre el tronco. "Ven aquí

y ayuda."

"Oh, ¿estamos jugando bien ahora?" Puck se quedó sentado, mirando nada

más que conforme.

"¿Vamos a tomar el té primero? preparare un buen bote de besa-mi-

trasero.”


"¡Puck!” Grité, exasperada, pero Ash levantó la cabeza y miró a su

enemigo.

"Tregua, Goodfellow," él rechino. "La casa solariega Chillsorrow está a

pocas millas al este de aquí. En este momento, la señora de la casa está lejos

de la corte, por lo que vamos a estar a salvo allí. Sugiero posponer nuestro

duelo hasta llegar y la princesa este fuera del frío. A menos que quisieras

matarme ahora."

“No, no. Podemos matarnos el uno al otro después. "Puck saltó del tronco

y piso suavemente levantándose, empujando su puñal en su bota. Poniendo el

brazo del príncipe sobre sus hombros, lo tiró a sus pies. Ash gruñó y apretó los

labios, pero no grito. Mire a Puck. Él no me hizo caso.

"Ya nos vamos." Suspiró Puck. "¿Vienes, Grimalkin?"

"Oh, definitivamente." Grimalkin aterrizó con un golpe suave en la nieve.

Sus ojos dorados, brillantes, divertidos, me miró con complicidad. "No me lo

perdería por nada del mundo".

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 1177 EL ORÁCULO

Traducido por Pau24

a finca de Chillsorrow estaba a la altura de su nombre. El exterior

de la extensa propiedad estaba cubierto de hielo, el césped estaba

congelado, los numerosos espinos estaban recubiertos de agua

cristalizada. El interior no era mucho mejor. Las escaleras estaban resbalosas,

los pisos parecían pistas de patinaje sobre hielo, y mi aliento se mantenía en

el aire mientras pasábamos por el glacial y estrecho pasillo. Al menos los

sirvientes eran serviciales, aunque extremadamente espeluznantes; gnomos

delgados como esqueletos con una piel pura y blanca, y largos, largos dedos

que se deslizaban silenciosamente alrededor de la casa, sin decir ni una

palabra. Sus ojos negros sin pupilas parecían demasiado grandes para sus

rostros, y tenían el desconcertante hábito de mirarte lastimosamente, como si

tuvieras una enfermedad mortal y no te quedara mucho de vida.

Aun así, nos dieron la bienvenida a la casa, haciéndole una reverencia

respetuosamente a Ash, poniéndolo cómodo en una de las habitaciones. El

cortante frío no afectó al príncipe de Invierno, aunque yo estaba temblando,

dientes castañeando, hasta que uno de los sirvientes me ofreció un pesado

edredón y lo acolchó sin decir una palabra.

Agarrando el edredón con gratitud, eché un vistazo a la habitación donde

Ash se sentaba en una cama rodeado de gnomos de hielo. Estaba sin su

camisa, mostrando sus delgados y musculosos brazos y pecho. Era de

constitución más como un bailarín o artista marcial que de fisicoculturista, su

elegante cuerpo insinuando una gracia que un humano simplemente no podría

L


igualar. Su despeinado cabello negro caía sobre sus ojos, y el ausentemente lo

arrastró fuera de su cara.

Mi estómago se revolvió extrañamente, y perdí el conocimiento en el

pasillo. ¿Qué estás haciendo? Me pregunté, horrorizada. Ese es Ash, príncipe

de la Corte Oscura. Trató de matar a Puck, y tal vez trata de matarte

también. Él no es sexy. No lo es.

Pero lo era, extremadamente, y era inútil negarlo. Mi corazón y mi

cerebro estaban en desacuerdo, y sabía que mejor llegaba a un acuerdo

rápidamente. Está bien, me dije, él es hermoso, lo admito. Estoy sólo

reaccionando ante su buena apariencia, eso es todo. Todo los sidhé son

despampanantes y hermosos. No significa nada.

Con ese pensamiento manteniéndome a flote, volví a la habitación.

Ash elevó la mirada mientras me acercaba, el edredón envuelto alrededor

de mis hombros. Un par de gnomos estaban envolviendo su torso con

vendajes, pero sobre su estómago, pude ver un inflamado verdugón negro.

“¿Es ahí donde…?”

Ash asintió una vez. Continué mirándolo fijamente, notando como la

carne estaba ennegrecida y con costras. Me estremecí y alejé la mirada.

“Se ve casi como quemado.”

“Los cascos de la criatura estaban hechos de hierro,” replicó Ash. “El

hierro tiende a quemar, cuando no te mata en el acto. Tuve suerte que el

golpe no fue sobre mi corazón.” Los gnomos apretaron los vendajes, y él hizo

una mueca de dolor.

“¿Qué tan grave estás herido?”

Me dio una mirada evaluadora. “Los elfos sanan más rápido que ustedes

los mortales,” contestó, y se levantó con elegancia, dispersando a los gnomos.

“Especialmente si estamos dentro de nuestro territorio. Excepto por esto—”


tocó ligeramente la quemadura de hierro sobre sus costillas — “debería estar

bien para mañana.”

“Oh.” Estaba sin aliento, repentinamente incapaz de sacar mis ojos de él.

“Eso está… bien, entonces.”

Entonces él sonrió, un gesto frío y sin humor, y se acercó.

“¿Bueno?” Su voz era burlona. “No deberías desear mi salud, princesa.

Habría sido más facial para ti si Puck me hubiera matado cuando tuvo la

oportunidad.”

Resistí el impulso de retroceder. “No, no sería.” Su sombra se deslizó

sobre mí, haciendo que mi piel hormigueara, pero me quede en mi sitio.

“Necesito tu ayuda, la de ambos para salir del territorio Oscuro, y para

encontrar a mi hermano. Además, no podía dejar que te mate a sangre fría.”

“¿Por qué no?” Él estaba muy cerca ahora, tan cerca que podía ver las

pálidas cicatrices sobre su pecho.“El parece muy devoto a ti. ¿Tal vez

esperarás hasta que dejemos Tir Na Nog para hacer que me apuñale por la

espalda? ¿Qué pasaría si lucháramos de nuevo, y lo mato?”

“Detente.” Lo miré, encontrando sus ojos. “¿Por qué estás haciendo esto?

Te di mi palabra. ¿Por qué estás sacando esta mierda ahora?”

“Sólo quiero ver dónde estás parada, princesa.” Ash retrocedió, ya no

sonreía. “Me gusta hacerme una idea de mis enemigos antes de entrar en

combate. Ver cuáles son sus fortalezas y debilidades.”

“No estamos en combate…”

“El combate no tiene que ser con espadas.” Ash caminó de vuelta a la

cama, empuñando su espada y examinando su brillante extensión. “Las

emociones pueden ser armas mortales, y conocer el punto de quiebre de tu

enemigo puede ser clave para ganar una batalla. Por ejemplo…” Se volvió y

apuntó la espada, mirándome bajo el brillante borde. “Harías cualquier cosa

por encontrar a tu hermano—ponerte en peligro, negociar con el enemigo,


renunciar a tu libertad—si eso significa salvarlo. Probablemente harías lo

mismo por tus amigos, o cualquiera que te importe. Tu personalidad leal es tu

punto de quiebre. Y tus enemigos con certeza lo utilizaran en tu contra. Esa

es tu debilidad, princesa. Ese es el aspecto más peligroso en tu vida.”

“¿Y qué?” Lo reté, apretando más el edredón a mi alrededor. “Todo lo que

me estás diciendo es que no traicionaré a mis amigos o familia. Si eso es una

debilidad, es una que quiero.”

Me contempló con ojos brillantes, la expresión en su rostro era

insondable. “Y, ¿si la elección estuviera entre salvar a tu hermano y dejarme

morir, cual elegirías? La respuesta debería ser obvia, ¿pero podrías hacerlo?”

Me mordí el labio y permanecí en silencio. Ash asintió lentamente y volvió

la cara. “Estoy cansado,” dijo, sentándose sobre la cama. “Deberías encontrar

a Puck y decidir dónde vamos desde aquí. A no ser, por supuesto, que sepas

donde está la corte de esta Machina. Si voy a ayudarte, necesito descansar.”

Se recostó y puso su brazo sobre sus ojos, deshaciéndose de mí. Retrocedí

y dejé la habitación, oscuras dudas revoloteaban en mi cabeza.

En el pasillo me encontré con Puck, apoyándose contra la pared con los

brazos cruzados. “Así que, ¿cómo está el apuesto principito?” Se burló,

alejándose de la pared. “¿Sobrevivirá esta experiencia traumática para luchar

otro día?”

“Él está bien,” murmuré mientras Puck se ponía a caminar a mi lado.

“Tiene una quemadura horrible donde el caballo lo pateó, y creo que sus

costillas estaban rotas, pero no me quiso decir.”

“Perdóname si mi corazón no sangra por él,” replicó Puck, poniendo los

ojos en blanco. “No sé cómo conseguiste que ayude, princesa, pero no

confiaría en él más de lo que podría sacrificarlo. Los tratos con la Corte de

Invierno son malas noticias. ¿Qué le prometiste?”


“Nada,” dije, sin mirarlo a los ojos. Podía sentir su incrédula mirada, y

me puse en la ofensiva para distraerlo. “Mira, ¿cuál es el problema con él, de

todas maneras? Dijo que una vez lo apuñalaste en la espalda. ¿Qué hay con

eso?”

“Eso…” Puck vaciló, y me di cuenta que había tocado un punto delicado.

“Eso fue un error,” dijo en voz baja. “No quise que sucediera eso.” Se

sacudió, y la duda desapareció, reemplazada por su irritante sonrisita. “De

todas maneras, no importa. No soy el malo aquí, princesa.”

“No,” admití. “No lo eres. Pero voy a necesitarlos a ambos para que me

ayuden a recuperar a Ethan. Especialmente ahora. Especialmente desde que

el Rey de Hierro me quiere tanto. ¿Sabes algo de él?”

Puck se puso serio. “Nunca había escuchado de él,” murmuró mientras

entrabamos al comedor. Había una larga mesa en el centro de la habitación,

con una magnifica escultura de hielo como pieza de centro. Grimalkin estaba

agachado sobre la mesa con su cabeza dentro de un cuenco, comiendo algo

que olía fuertemente a pescado. Miró hacia arriba cuando entramos, lamiendo

su mandíbula con una brillante lengua rosada.

“¿Escuchar de quien antes?”

“Rey Machina.” Tomé una silla y me senté, descansando mi mentón en mis

manos. “Esa cosa caballo—caballo de hierro—lo llamó gobernante de los elfos

de hierro.”

“Hmm. Nunca he escuchado de él.” Grimalkin puso su cabeza de vuelta en

el cuenco, masticando ruidosamente. Puck se sentó a mi lado.

“No parece posible,” murmuró, imitando mi pose con su mentón en sus

manos. “¿Elfo de hierro? ¡Es blasfemo! Va en contra de todo lo que sabemos.”

Llevó sus dedos a su frente, entornando sus ojos. “Aun así, Caballo de hierro

era definitivamente elfo. Pude sentirlo. Si hay más como él y esas cosas

gremlins, Oberon debe ser informado inmediatamente. Si este Rey Machina


lleva sus elfos de hierro contra nosotros, podría destruir la corte antes de que

sepamos que nos golpeó.”

“Pero no sabes nada sobre él,” dijo Grimalkin, su voz haciéndose eco dentro

del cuenco. “No tienes ni idea donde está, cuáles son sus motivos, cuantos

elfos de hierro hay realmente por ahí. ¿Qué le dirías a Oberon ahora?

Especialmente desde que… ehem… caíste en desgracia por desobedecerle.”

“Tiene razón,” dije. “Deberíamos averiguar más sobre este Machina antes

de decirle a las cortes. ¿Qué pasa si deciden confrontarlo ahora? Él podría

contraatacar, o podría ocultarse. No puedo arriesgar perder a Ethan.”

“Meghan…”

“No le diremos a las cortes,” dije firmemente, mirándolo a los ojos. “Se

acabó.”

Puck suspiró y me lanzó una sonrisita a regañadientes. “Está bien,

princesa,” dijo, levantando las manos. “Lo haremos a tu manera.”

Grimalkin rió dentro del cuenco.

“Así que, ¿cómo encontraremos a este Machina de todas formas?”

Pregunté, manifestando la pregunta que me había molestado toda la tarde.

“El único paso a su reino del que sabemos está enterrado bajo una tonelada

de hielo. ¿Dónde comenzamos a buscarlo? Podría estar en cualquier lugar.”

Grimalkin levantó su cabeza. “Tal vez conozca a alguien que nos pueda

ayudar,” ronroneó, cerrando los ojos. “Un oráculo si puedes llamarlo así, que

vive en tu mundo. Muy viejo, incluso más viejo que Puck. Más viejo que

Oberon. Casi tan viejo como los gatos. Si alguien puede decir donde pudiera

estar este Rey de Hierro, ella podría.”

Mi corazón saltó. Si este oráculo pudiera decirme sobre el Rey de Hierro,

tal vez ella sepa dónde estaba mi papá, también. No haría daño preguntar.


“Pensé que había muerto,” dijo Puck. “Si es el mismo oráculo que estoy

pensando, ella desapareció hace siglos.”

Grimalkin bostezó y lamió sus bigotes. “No muerta,” respondió. “Difícilmente

muerta. Pero ella ha cambiado su nombre y apariencia tantas veces, que

incluso el más antiguo de los elfos podría difícilmente recordarla. Le gusta

tener un bajo perfil, sabes.”

Puck frunció el ceño, juntando sus cejas. “Entonces, ¿cómo es que tú la

recuerdas?” Demandó, sonando indignado.

“Soy un gato,” ronroneó Grimalkin.

NO DORMI BIEN ESA NOCHE. Las numerosas mantas no me protegieron

completamente del incesante frío; se deslizó por cualquier grieta que pudiera

encontrar, robando el calor con helados dedos. Además, Grimalkin durmió

sobre mí bajo las frazadas, su peludo cuerpo era bendito calor, pero seguía

enterrando sus garras en mi piel. Cerca del amanecer, después de despertar

pinchada nuevamente, me levanté, envolviendo un edredón alrededor de mis

hombros, y salí a buscar a Puck.

En su lugar, encontré a Ash en el comedor, practicando ejercicios de

espada bajo la luz gris del amanecer. Su delgado y satinado cuerpo se

deslizaba sobre las baldosas, blandiendo la espada con elegancia a través del

aire, los ojos cerrados por la concentración. Me quedé en el umbral y observé

por varios minutos, incapaz de apartar la mirada. Era un baile, hermoso e

hipnótico. Perdí la noción del tiempo que me quedé mirándolo, y me habría

quedado feliz toda la mañana, cuando abrió sus ojos y me observó.

Yo chillé y me enderecé culpablemente. “No te preocupes por mí,” dije

mientras él relajaba su postura. “No quise interrumpir. Por favor, continúa.”


“Ya terminé, de cualquier manera.” Enfundando su espada, me miró

solemnemente. “¿Necesitabas algo?”

Me di cuenta que estaba mirando fijamente y me sonrojé, apartando la

mirada. “Em, no. Es que… estoy contenta que te sientas mejor.”

Me dio una extraña sonrisa. “Tengo que estar en lo más alto de mi juego si

voy a matar cosas para ti, ¿cierto?”

Me salvé de responde cuando llegó Puck, tarareando, llevando un cuenco

de una extraña fruta dorada, cada una del tamaño de una pelota de golf.

“Buenos días, princesa,” dijo con la boca llena, poniendo en cuenco sobre la

mesa. “Mira lo que encontré.”

Ash pestañeó. “¿Ahora estás asaltando las bodegas, Goodfellow?”

“¿Yo? ¿Robando?” Puck esbozó una sonrisa torcida y se metió otra fruta en

la boca. “¿En la casa de mi antiguo enemigo? ¿Qué te dio esa idea?” Cogió otra

fruta y me la arrojó con un guiño. Era suave y caliente, y tenía la textura de

una pera demasiado madura.

Grimalkin saltó sobre la mesa y olfateó. “Vaina de verano,” declaró,

envolviendo su cola a su alrededor. “No creí que creciera en los territorios de

Invierno.” Se volvió a mí con una expresión seria. “Mejor no comas demasiado

de esas,” me advirtió. “Hacen el vino de las hadas de eso. Tu lado humano no

lo manejará bien.”

“Oh, deja que pruebe una,” bufó Puck, poniendo los ojos en blanco. “Ella

ha estado en el reino de las hadas suficiente tiempo, comer nuestra comida.

No la transformará en una rata ni nada.”

“¿Dónde iremos?” Preguntó Ash, sonando aburrido de nosotros. “¿Lograste

elaborar un plan para encontrar al Rey de Hierro, o vamos a pintar blancos en

nuestras espaldas y vagar en círculos hasta que se dé cuenta?”


Mordí la fruta, y el calor fluyó por mi boca. Tragué, y llenó todo mi

cuerpo, alejando el frío. El edredón estaba sofocantemente caliente; cubrí

una de las sillas con él y me tragué el resto de la fruta en un mordisco.

“Estás terriblemente ansioso por ayudar,” dijo Puck arrastrando las

palabras, recostándose contra la mesa. “Y aquí estaba preparándome para un

duelo a primera hora de la mañana. ¿Por qué el cambio de corazón, príncipe?”

Los efectos de la vaina de verano estaban desapareciendo; el frío

hormigueó en mis brazos, y mis mejillas cosquilleaban. Ignorando la mirada de

advertencia de Grimalkin, agarré otra fruta y la hice estallar en mi boca como

había hecho Puck. Un grandioso y delicioso calor me invadió, y suspiré de

placer.

El perfil de Ash se hacía borroso en el borde mientras se enfrentaba a

Puck. “Tu princesa y yo hicimos un trato,” dijo. “Acepté a ayudarla a

encontrar al Rey de Hierro, aunque no te aburriré con más detalles. Aunque

cumpla mi parte del trato, no te involucra de ninguna manera. Sólo prometí

ayudarla.”

“Lo que significa que todavía estamos libres para batirnos en un duelo

cuando queramos.”

“Exactamente.”

El cuarto se balanceaba ligeramente. Me dejé caer pesadamente en una

silla y agarré otra vaina de verano del cueco, metiéndola completa en mi

boca. De nuevo, sentí esa maravillosa ráfaga de calor y excitación. En algún

lugar lejano, Puck y Ash estaban manteniendo una peligrosa conversación,

pero no podía hacer que me importe. Cogiendo el borde del cueco, tiré toda

la cosa y comencé a comerlos como dulces.

“Bien, ¿por qué esperar?” Puck sonaba ansioso. “Podríamos ir afuera ahora

mismo, Su Alteza, y terminar con esto.”


Grimalkin suspiró ruidosamente, interrumpiendo la conversación. Ambas

hadas se volvieron y lo miraron. “Todo esto es muy fascinante,” dijo

Grimalkin, su voz arrastrándose en mis oídos, “pero en lugar de posar y arañar

el suelo como pavos reales en celo, quizás deberían ver a la chica.”

Ambos chicos me miraron, y los ojos de Puck se hicieron enormes.

“¡Princesa!” Aulló, saltando y tirando del cueco de mis tenaces dedos. “No

debes… No todos… ¿Cuántos comiste?”

“Que típico de ti, Puck.” La voz de Ash llegó desde una gran distancia, y

el cuarto comenzó a girar. “Ofréceles un trago de vino de hadas, y actúa

sorprendido cuando estén consumidos por él.”

Eso me pareció divertidísimo, y comencé a reír como histérica. Y una vez

que empecé, no podía parar. Me reí hasta que estaba jadeando por aliento,

lágrimas corriendo por mi cara. Mis pies picaban y mi piel se arrastraba.

Necesitaba moverme, hacer algo. Traté de pararme, queriendo girar y bailar,

pero el cuarto se inclinó violentamente y me caí, aún riéndome a carcajadas.

Alguien me agarró, levantándome de mis pies y poniéndome en sus

brazos. Olí escarcha e invierno, y oí un suspiro enojado desde algún lugar

sobre mi cabeza.

“¿Qué estás haciendo, Ash?” Oí preguntar a alguien. Una voz familiar, a

pesar que no podía pensar en su nombre, o por que sonaba tan sospechoso.

“La llevo a su habitación.” La persona sobre mi sonaba maravillosamente

calmada y profunda. Suspiré y me acomodé en sus brazos. “Tendrá que dormir

la mona los efectos de la fruta. Estaremos seguramente otro día aquí por tu

idiotez.”

La otra voz dijo algo incomprensible e ininteligible. Repentinamente

estaba demasiado somnolienta y mareada para importarme. Relajándome

contra el pecho de la persona misteriosa, caí en un profundo sueño.


ESTABA EN UN CUARTO OSCURO, rodeada de maquinas. Cables de acero

gruesos como mi brazo colgaban arriba, computadoras del tamaño de una casa

a lo largo de las paredes, parpadeando con millones de luces intermitentes, y

miles de televisores rotos, antiguos PCs, consolas de juego antiguas,

reproductores de VHS colocados en montones y pilas en toda la habitación.

Cables cubrían todo, retorciéndose y deslizándose sobre las paredes, sobre las

montañas de tecnología olvidada, cayendo en enredados grupos desde el

techo. Un alto zumbido llenó el lugar, haciendo el piso vibrar y mis dientes

zumbar.

“Meggie.”

El estrangulado suspiro llegó desde detrás mío. Me volví y vi una pequeña

silueta colgaba de los cables. Se enroscaban alrededor de sus brazos, pecho, y

piernas, sujetándolo con las piernas abiertas cerca del techo. Con terror, vi a

algunos de los cables apuñalándolo, enchufados en su cara, cuello, y frente

como tomas de corriente. Pendía débilmente, ojos azules implorando a los

míos.

“Meggie,” murmuró Ethan, mientras algo enorme y monstruoso se

levantaba detrás de él. “Sálvame.”

Me levanté, gritando, la imagen de Ethan pendiendo de los cables grabada

en mi mente. Grimalkin saltó lejos con un maullido, sus afiladas garras

pinchando mi pecho cuando huía. Casi no lo sentí. Arrojando a un lado las

colchas, corrí de prisa hacia la puerta.

Una oscura silueta se irguió desde una silla contra la pared,

interceptándome cuando trataba de salir disparada por ella. Agarró mi

antebrazo, sujetándome mientras luchaba contra él. Todo lo que podía ver

era el rostro de Ethan, contorsionado por la agonía, muriendo frente a mí.

“¡Suéltame!” Grité, liberando mi brazo y tratando de arañar los ojos de

mi oponente. “¡Ethan está ahí afuera! ¡Tengo que salvarlo! ¡Déjame ir!”


“Ni siquiera sabes dónde está.” Una mano agarró mi muñeca y la sujetó

contra su pecho. Ojos de plata miraron a los míos mientras me sacudía, una

vez. “¡Escúchame! Si vas por ahí atacando sin un plan, nos matarás a todos y

tu hermano morirá. ¿Es eso lo que quieres?”

Me hundí contra él. “No,” susurré, toda la lucha saliendo de mi. Lágrimas

brotaron, y me sacudí tratando de retenerlas. No podía ser débil, no más. Si

iba a tener alguna oportunidad de salvar a mi hermano, no podía pararme en

una esquina y llorar. Tenía que ser fuerte.

Con una temblorosa respiración, me incorporé y me limpié los ojos. “Lo

siento,” susurré, avergonzada. “Estoy bien ahora. Ya no enloqueceré más, lo

prometo.”

Ash todavía sostenía mi mano. Suavemente, traté de tirarla hacia atrás,

pero no me soltaba. Miré hacia arriba y encontré su rostro a centímetros del

mío, sus ojos intensamente brillantes en las sombras de la habitación.

El tiempo a nuestro alrededor se congeló. Mi corazón trastabilló, después

se recuperó, más fuerte y rápido que antes. La expresión de Ash era vacía; no

mostraba nada en su rostro ni ojos, pero su cuerpo se había quedado inmóvil.

Sabía que me estaba ruborizando como un carro de bomberos. Sus dedos se

acercaron y suavemente frotaron una lágrima de mi mejilla, enviando un

estremecimiento a través de mi piel. Temblé, asustada por la presión

creciendo entre nosotros, necesitando liberar la tensión.

Me lamí el labio y susurré, “¿Es aquí dónde dices que me matarás?”

Una comisura de su labio se curvó. “Si quieres,” murmuró, un destello de

diversión finalmente cruzó su cara. “Aunque se ha vuelto muy interesante

para eso.”

Se escucharon pasos fuera en el pasillo, Ash se alejó, soltando mi mano.

Cruzó sus brazos y se apoyó contra la pared mientras Puck entraba, Grimalkin

galopando perezosamente tras él.


Tomé un profundo, furtivo aliento y esperé que mi ardiente rostro se

perdiera en las sombras. Puck le dio a Ash una mirada sospechosa antes de

mirarme. Una sonrisa avergonzada cruzó sus labios.

“Er, ¿cómo que te sientes, princesa?” Preguntó, entrelazando sus manos

tras su cabeza, un signo certero que estaba nervioso. “Esos frutos de verano

dan un buen golpe, ¿cierto? Hey, al menos no era bristlewort. Habrías pasado

el resto de la tarde como un erizo.”

Suspiré, sabiendo que era lo más cercano a una disculpa que recibiría.

“Estoy bien,” le dije, poniendo los ojos en blanco. “¿Cuándo nos vamos?”

Puck parpadeó, pero Ash contestó como si no hubiera sucedido nada.

“Esta noche,” dijo, alejándose de la pared, estirándose como una pantera.

“Hemos desperdiciado demasiado tiempo aquí. ¿Asumo que el cait sith conoce

el camino a este oráculo?”

Grimalkin bostezó, mostrando sus colmillos y una brillante lengua rosada.

“Obviamente.”

“¿Qué tan lejos está?” Le pregunté.

El gato miró de Ash a mí y ronroneó de manera cómplice. “El oráculo vive

en el mundo humano,” dijo, “en una gran ciudad que está bajo el nivel del

mar. Cada año, la gente se disfraza y organiza un enorme fiasco. Bailan,

comen y lanzan cuentas a otros por quitarse la ropa.”

“New Orleans,” dije, frunciendo el ceño. “Estas hablando sobre New

Orleans.” Gruñí, pensando sobre lo que tomaría llegar ahí. New Orleans era la

ciudad más cercana a nuestro pequeño pueblo, pero aun así era un largo

viaje. Lo sabía, porque había fantaseado con conducir a la cercana y mítica

ciudad cuando finalmente obtuviera mi licencia. “¡Eso está a cientos de millas

de distancia!” Protesté. “No tengo auto ni dinero para boletos de avión.

¿Cómo vamos a llegar—o estábamos planeando viajar a dedo?”


“Humana, Nuncajamás limita con todas las fronteras del mundo humano.”

Grimalkin sacudió su cabeza, sonando impaciente. “No tiene fronteras

físicas—podrías llegar a Bora Bora desde aquí si conocieras el paso correcto.

Deja de pensar en términos humanos. Estoy seguro que el príncipe conoce el

camino a la ciudad.”

“Oh, seguro que si,” interrumpió Puck. “O un camino derecho al centro de

la Corte Oscura. No es que me importe colarme a la fiesta de Mab, pero me

gustaría que fuera en mis propios términos.”

“Él no nos guiará a una trampa,” le dije bruscamente a Puck, que

parpadeó. “Él prometió ayudarnos a encontrar al Rey de hierro. El estaría

rompiendo su palabra si nos entregará a Mab. ¿Cierto, Ash?”

Ash se veía incómodo pero asintió.

“Correcto,” repetí, forzando una bravuconería que no sentía. Esperaba

que Ash no nos traicionara, pero, como había aprendido, los tratos con las

hadas tienden a morderte el trasero. Me quité de encima la indecisión y me

volví al príncipe.” Así que,” demandé, tratando de sonar confiada, “¿dónde

podemos encontrar este paso a New Orleans?”

“Las ruinas del gigante congelado,” respondió Ash pensativo. “Muy cerca

de la Corte de Mab.” Ante la mirada de Puck, se encogió de hombros y ofreció

una diminuta y triste sonrisa. “Ella va al Mardi Gras todos los años.”

Me imaginé a la Reina de la Corte Oscura exhibiéndose a un par de

juerguistas borrachos, y me reí incontrolablemente. Los tres me dieron una

extraña mirada. “Lo siento,” jadeé, mordiéndome el labio. “Aun un poco

mareada, supongo. ¿Nos vamos, entonces?”

Puck sonrió. “Tan sólo déjame pedir prestadas algunas provisiones.”

MÁS TARDE, LOS CUATRO CAMINABAMOS por un estrecho sendero cubierto

de hielo, la finca de Chillsorrow se empequeñecía más y más detrás de

nosotros. En algún punto durante la noche, los gnomos habían desaparecido;


la casa estaba vacía cuando nos fuimos, como si hubiera estado así por cien

años. Yo usaba una larga túnica de piel gris que tintineaba musicalmente

cuando caminaba, como pequeñas campanillas. Puck me lo había dado cuando

estábamos lejos de la finca, bajo la mirada desaprobadora de Ash, y no me

atreví a preguntarle de donde la había sacado. Pero me mantuvo

perfectamente caliente y cómoda mientras viajábamos a través del frío y

congelado dominio de Mab.

Mientras caminábamos, comencé a darme cuenta que el helado paisaje

del territorio Oscuro era tan hermoso—y peligroso—como el dominio de

Oberon. Carámbanos colgaban de los árboles, destellando como diamantes

bajo la luz. Ocasionalmente, un esqueleto yacía bajo ellos, lanzas de hielo

entre sus huesos. Flores de cristal florecían a lo largo del camino, con pétalos

tan duros y delicados como el vidrio, espinas angulándose hacia mí cuando me

acercaba. Una vez pensé haber visto un oso blanco mirándonos desde sobre

una colina, una pequeña figura encaramada en su espalda, pero un árbol pasó

frente a mi visión y ya no estaba.

Ash y Puck no se dijeron una palabra mientras viajábamos, lo que era

probablemente algo bueno. La última cosa que quería era otro duelo a

muerte. El príncipe mantenía una marcha estable y silenciosa delante de

nosotros raramente mirando hacia atrás, mientras Puck me entretenía con

bromas y cháchara inútil. Creo que intentaba mantener mi ánimo arriba,

hacerme olvidar a Machina y mi hermano, y estaba agradecida por la

distracción. Grimalkin se desaparecía de vez en cuando, dando saltos en los

árboles, sólo para reaparecer minutos u horas más tarde sin ninguna

explicación de donde había estado.

Esa misma tarde, llegamos a una pradera de irregulares picos cubiertos de

hielo, y la caminata se volvió bruscamente camino arriba. El camino se hizo

más resbaladizo y traicionero, y tuve que mirar donde pisaba. Puck se había

caído en el sendero; él seguía dando miradas sospechosas sobre su hombro,

como si temiera una emboscada detrás de él. Lo miré de nuevo, y en ese

momento, mi pie golpeó un trozo de hielo y se deslizó de debajo de mi. Me


sacudí, perdiendo el balance en el estrecho sendero, tratando

desesperadamente de permanecer vertical y no caer montaña abajo.

Algo me agarró la muñeca, tirándome hacia adelante. Choqué contra un

sólido pecho, mis dedos cavando en la tela para mantenerme parada. Cuando

la oleada de adrenalina desapareció y mi ritmo cardiaco volvió a ser normal,

miré hacia arriba y encontré el rostro de Ash a centímetros del mío, tan cerca

que podía ver mi reflejo en sus ojos plateados.

Su cercanía hizo dar vueltas a mis sentidos, y no podía apartar la mirada.

A esta distancia, su rostro era cuidadosamente cauteloso, pero sentí el rápido

golpe de su corazón bajo mi palma. Mi propio corazón se aceleró en

respuesta. Me mantuvo un momento más, suficiente para hacer que mi

estómago se sacudiera locamente, y después se alejó, dejándome sin aliento

en medio del sendero.

Miré hacia atrás y me encontré a Puck mirándome. Avergonzada y

sintiéndome extrañamente culpable, me limpié la ropa y me alisé el cabello

con una rabieta indignada antes de seguir a Ash montaña arriba.

Puck no me habló después de eso.

Tarde en la noche, había empezado a nevar, grandes y suaves copos

flotando perezosamente desde el cielo. Ellos literalmente cantaban al caer

pasando por mis oídos, diminutas voces danzando en el viento.

Ash se detuvo en medio del camino, mirándonos. Copos espolvorearon su

cabello y ropa, arremolinándose a su alrededor como si estuvieran vivos. “La

Corte Oscura no está muy lejos,” dijo, ignorando los remolinos que giraban a

su alrededor. “Deberíamos desviarnos del camino. Mab también tiene a otros

además de mí buscándote.”

Cuando terminó, la nieve se arremolinó furiosamente alrededor nuestro,

aullando y rompiendo nuestra ropa. Mi abrigo de piel hizo un estruendo

cuando la ventisca me arrojó nieve, quemando mis mejillas y cegándome. No

podía respirar; mis miembros están tiesos a mis lados. Cuando el remolino se


calmó, me encontré recubierta en hielo desde el cuello hacia abajo, incapaz

de moverme. Puck estaba similarmente congelado, excepto su cabeza que

estaba cubierta por vidrio de cristal, sus rasgos congelados en shock.

Ash estaba ileso, mirándonos fijamente con la mirada vacía.

“¡Maldición, Ash!” Grité, luchando por liberarme. No podía ni mover un

dedo. “Pensé que teníamos un trato.”

“¿Un trato?” susurró otra voz. El torbellino de nievo se solidificó,

fundiéndose en una alta mujer con largo cabello blanco y piel teñida azul.

Una túnica blanca cubría su elegante cuerpo, y sus labios negros se curvaban

en una sonrisa.

“¿Un trato?” Repitió, volviéndose a Ash con una mirada de horror fingido.

“Dime. Ash, querido, creo que nos has estado escondiendo cosas.”

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 1188 EL MUSEO DE VUDÚ


Narissa,” murmuró Ash. Parecía desinteresado, incluso aburrido,

aunque vi como agarraba la espada entre sus dedos. "¿A qué

debemos el placer de tu visita?"

La fey de nieve me miraba como si fuera una araña mirando a un insecto

atrapado en su tela, antes de poner sus negros ojos sin pupilas sobre Ash. "¿La

he escuchado bien, cariño?" Ronroneó ella, flotando sobre el suelo hacia el

príncipe. "¿Realmente has hecho un trato con la mestiza? Según recuerdo,

nuestra reina nos ordenó traerle a la hija de Oberon. ¿Ahora confraternizas

con el enemigo? "

"No seas ridícula." El tono de voz de Ash era plano, como estuviese

lanzando una burla dirigida a mí. "Nunca traicionaría a mi reina. Ella quiere a

la hija de Oberon, voy a llevarle a la hija de Oberon. Y yo estaba a punto de

hacerlo, hasta que apareciste e interrumpiste mis progresos."

Narissa no parecía muy convencida. "Un discurso bonito", canturreó,

deslizando un dedo por la mejilla de Ash, dejando un rastro helado. "Pero,

¿qué pasa con el acompañante de la chica? Creo que has jurado matar a Robin

Goodfellow, querido Ash, y sin embargo lo traes al corazón de nuestro

territorio. Si la reina supiese que está aquí... "

"Me permitiría tratar con él en mis propios términos," la interrumpió Ash ,

entrecerrando los ojos. Ahora la ira de su rostro era real. "He traído a Puck

porque quiero matarlo lentamente, tomarme mi tiempo con él. Después de

que haya entregado a la mestiza, voy a tener siglos para exigir mi venganza

“


sobre Robin Goodfellow. Y nadie me negará ese placer cuando llegue. "

Narissa retrocedió flotando. "Por supuesto que no, querido," le aplacó.

"Pero tal vez deberías llevar a la mestiza a la Corte desde aquí. Ya sabes lo

impaciente que puede ser la reina, y en realidad no es apropiado para el

príncipe hacer de escolta. "Ella sonrió y se volvió hacia mí. "Sólo voy a sacar

esta carga de tus manos."

La espada de Ash chirrió al liberarse, haciendo que la fey se parase en

seco. "Da un paso más y será el último."

"¡Cómo te atreves a amenazarme!" Narissa se volvió hacia atrás, con la

nieve cayendo a ráfagas a su alrededor. "¡Yo me ofrezco a ayudar, y esta es mi

recompensa! Tu hermano se enterará de esto."

"Estoy seguro de que lo hará." Ash sonrió con frialdad y no bajó su espada.

"Y tú puedes decirle a Rowan que si quiere ganarse el favor de Mab, primero

debe capturar a la mestiza por sí mismo, no enviarte a ti a robármela.

Mientras estás en ello, puedes informar a la reina Mab de que voy a entregarle

a la hija de Oberon, empeño en ello mi palabra."

"Ahora," continuó, haciendo con su espada un movimiento para

espantarla, "es hora de que te vayas ."

Narissa le fulminó con la mirada durante un instante más, con el pelo

ondeando alrededor de su cara. Luego sonrió. "Muy bien, cariño. Voy a

disfrutar viendo como Rowan te raja miembro a miembro. Hasta que nos

volvamos a encontrar." Ella giró sobre sí misma, su cuerpo se desvaneció en la

nieve y el viento, y voló hacia los árboles.

Ash suspiró, sacudiendo la cabeza. "Tenemos que movernos rápido,"

murmuró, caminando hacia mí. "Narissa le dirá a Rowan donde estamos, y

vendrá rápidamente para reclamarte para él. No te muevas."

Levantó la empuñadura de la espada y la clavó en el hielo. La congelada

cáscara se agrietó y comenzó a saltar en algunos lugares. La clavó de nuevo y


las grietas se ampliaron.

"N... no te preocupes por m... mi," le dije con los dientes castañeteando.

"Ayuda a P-Puck. ¡Va a asfixiarse en a... allí! "

" Mi trato no es con Goodfellow," murmuró Ash, sin levantar la vista de su

tarea. "No suelo ayudar a mis enemigos mortales. Además, estará bien. Ha

sobrevivido a cosas peores que ser congelado. Por desgracia."

Le fulminé con la mirada. "¿De verdad n... nos estás ayudando?" Rogué que

más trozos de la capa de hielo empezaran a resquebrajarse. "Lo que le dijiste

a Narissa..."

"No le dije que nada que no fuese cierto," Ash se interrumpió,

devolviéndome la mirada. "No voy a traicionar a mi reina. Cuando esto

termine, voy a entregarle a la media-sangre hija de Oberon a ella, como lo

prometí." Rompió el contacto con mi mirada y puso la mano sobre el hielo,

donde la grieta era mayor. "Sólo voy a hacerlo un poco más tarde de lo que

ella espera. Cierra los ojos."

Lo hice y sentí vibrar la columna de hielo. El zumbido se hizo más fuerte y

más fuerte hasta que, con el sonido de cristales rotos, el hielo se rompió en

mil pedazos y yo fui libre.

Me hundía en el suelo, temblando incontrolablemente. Mi ropa estaba

cubierta de hielo, la tintineante capa silenciada. Ash se arrodilló para

ayudarme, pero le golpeé en la mano.

"Yo no voy a ninguna parte," gruñí, "hasta que saques a Puck."

Suspiró con irritación, pero se levantó y caminó hacia el segundo

montículo congelado, poniendo su mano sobre él. Esta vez, el hielo se rompió

violentamente, volando en todas direcciones como esquirlas de cristal. Varias

piezas se clavaron en el tronco de un árbol cercano, como brillante dagas de

hielo, hundidas profundamente en la corteza. Me encogí ante la feroz

explosión. Si me hubiera hecho eso a mí, me habría destrozado.


Puck se tambaleaba hacia delante, con la cara ensangrentada y la ropa

hecha jirones. Se bamboleaba sobre sus pies, con los ojos vidriosos, y empezó

a caerse. Yo gritaba su nombre y corrí hacia él mientras se desplomaba en mis

brazos.

Y desapareció. Su cuerpo desapareció en el momento en que lo cogí, y me

quedé mirando fijamente una hoja marchita, que hacía espirales en el suelo.

A mi lado, Ash resopló y sacudió la cabeza.

"¿Has oído todo lo que querías, Goodfellow?" Le dijo al aire vacío.

"Lo hice," fue la voz incorpórea de Puck, flotando entre los árboles, "pero

no estoy seguro que creer lo que oía."

Se dejó caer desde las ramas de un pino, aterrizando con un golpe seco en

la nieve. Cuando se enderezó, sus ojos verdes brillaban de furia. No dirigida a

Ash, sino a mí.

"¿Eso es lo que le prometiste, princesa?," gritó, levantando las manos.

"¿Ese fue el trato? ¿Te ofreciste a ti misma a la Corte Unseelie" Se volvió y

golpeó un árbol, tirando ramas y carámbanos en el suelo. "¡De todas las ideas

estúpidas! ¿Qué te pasa?"

Me eché hacia atrás. Esta era la primera vez que lo veía enfadado. No sólo

a Puck, sino también a Robbie. Él nunca se había vuelto loco, viéndolo todo

como una broma colosal. Ahora parecía a punto de arrancarme la cabeza.

"Necesitábamos ayuda," le dije, mirando con horror cómo sus ojos

brillaban y sus cabellos se retorcían como llamas encima de su cabeza.

"Tenemos que salir del territorio Unseelie y entrar en el territorio de

Machina."

"Yo te habría llevado hasta allí!" rugió Puck. "¡Yo!¡No necesitas su ayuda!

¿No confías en mí para mantenerte a salvo? Lo habría dado todo por ti. ¿Por

qué no creíste que sería suficiente? "


Me quedé muda, sin saber que decir. Puck parecía herido, mirándome

como si yo acabara de apuñalarlo por la espalda. No sabía qué decir. No me

atrevía a mirar a Ash, pero noté que estaba muy divertido por toda este

espectáculo.

Mientras nos mirábamos el uno al otro, Grimalkin salió de la maleza, como

una mancha de humo deslizándose sobre la nieve. Con sus aburridos ojos

entrecerrados, nos lanzó una mirada divertida mientras observaba al

humeante Puck, a continuación, volvió a mirarme a mí. "Se vuelve más

entretenida cada día", ronroneó él con su sonrisa felina.

No estaba de humor para su sarcasmo. "¿Tienes algo útil que decir Grim?"

Le contesté toscamente, mirándole a los ojos aún más cerrados.

El gato bostezó y se sentó para lamerse a sí mismo. "En realidad, sí,"

murmuró, inclinándose hacia sus flancos. "Tengo algo que tal vez te interese."

Continuó lavándose la cola durante varios segundos, mientras yo luchaba

contra el impulso de agarrar esa cola y girarle alrededor de mi cabeza como a

un bolo. Por último, se estiró y miró hacia arriba, parpadeando con pereza.

"Creo," susurró él, estirándose, "que he encontrado el trod9 que estás

buscando."

Seguimos a Grimalkin hasta los cimientos de un antiguo castillo en ruinas,

en el que los pilares y las gárgolas rotas estaban esparcidas por el patio. Los

huesos también invadían la zona, surgiendo a través de la nieve, poniéndome

nerviosa. Puck iba rezagado, sin hablar con ninguno de nosotros, envuelto en

un enojoso silencio. Hice la promesa de hablar con él más tarde, cuando se

hubiese enfriado, pero por ahora, estaba ansiosa por salir del territorio

Unseelie.

"Allí," dijo Grimalkin, señalando con la cabeza hacia un pilar de piedra

partido en dos. Una mitad se apoyaba en la otra, formando un arco entre las

9No lo he traducido porque depende del capítulo anterior, puesto que puede ser tanto un acceso al mundo

fey, com un anillo de hadas, un montículo de hadas, un sendero utilizado por las hadas o incluso una línea de ley. Voy a mantener el original "trod" durante todo el capítulo.


dos.

También había un cuerpo tendido delante de él. Un cuerpo que medía por

lo menos cuatro metros de alto, cubierto con cueros y pieles, en piel de color

blanco-azulada y una enmarañada barba blanca. Estaba tumbado sobre su

espalda con la cabeza girada, una mano carnosa agarraba un garrote de

piedra.

Ash hizo una mueca. "Es cierto," murmuró mientras se agachaba detrás de

un muro bajo de piedra. "Mab deja a su mascota gigante aquí para custodiar el

lugar. Tom el Frío no escucha a nadie más que a la reina."

Fulminé con la mirada al gato, que parecía despreocupado. "Podrías

haberme mencionado algo Grim. ¿Has olvidado ese pequeño pero siempre tan

importante detalle? ¿O es que no viste al gigante de doce metros en mitad del

suelo?"

Puck, con su animosidad olvidada o reprimida, se asomó desde detrás de

una roca." Parece que es la hora de la siesta de Tom," dijo. "Tal vez podamos

pasar furtivamente a su alrededor."

Grimalkin nos observó cada uno de nosotros por turnos y parpadeó

lentamente. "En tiempos como estos, estoy aún más agradecido que ser un

gato." Suspiró, y trotó hacia el enorme cuerpo.

"¡Grim! ¡Alto! "Susurré detrás de él. "¿Qué estás haciendo?"

El gato no me hizo caso. El corazón me subió hasta la garganta mientras él

se paseaba hasta el gigante, como un ratón desdibujado en comparación con

la enorme mole de Tom. Mirando arriba hacia el cuerpo, sacudió la cola, se

agachó y saltó sobre el pecho del gigante.

Dejé de respirar, pero el gigante no se movió. Tal vez Grimalkin era

demasiado ligero para que él lo notase. El gato se volvió y se sentó,

enroscando la cola alrededor de sus pies y nos observó con desconcierto.

"Muerto", nos gritó. "Muy muerto, de hecho. Podéis dejar de encogeros con


despreciable terror si queréis. Lo juro, cómo sobrevivís con narices como

esas, no lo sabré nunca. Podía oler su hedor a una milla de distancia."

" Está muerto?" Ash se adelantó inmediatamente, frunciendo el ceño. "Es

extraño. Tom el Frío era uno de los más fuertes en su clan. ¿Cómo murió?"

Grimalkin bostezó. "Tal vez comió algo que no le sentó bien."

Me adelanté con cuidado. Tal vez había visto demasiadas películas de

terror , pero casi me esperaba que el gigante "muerto" abriese los ojos y se

echara sobre nosotros. "¿Por qué te preocupa?"

Llamé a Ash, manteniendo un ojo atento sobre el cuerpo. "Si está muerto,

entonces podemos salir de aquí sin tener que pelearnos."

"No sabes nada," respondió Ash. Su mirada recorrió el cuerpo, con los ojos

entornados.

"Este gigante era fuerte, uno de los más fuertes. Algo lo mató, dentro de

nuestro territorio. Quiero saber que es lo que fue capaz de derrotar de esta

manera a Tom el Frío."

Ahora estaba cerca de la cabeza del gigante, lo suficientemente cerca

para ver los blancos ojos saltones, la lengua gris colgando hasta la mitad de su

boca. Unas venas azules destacaban alrededor de sus ojos y en su cuello. Lo

que lo mató, no fue rápido.

Luego una araña de metal salió de su boca.

Grité y salté hacia atrás. Puck y Ash se apresuraron a ponerse a mi lado

mientras el gran arácnido se deslizaba lejos, por encima de la cara de Tom y

sobre una pared. Ash sacó su espada, pero Puck dio un grito y arrojó una

piedra contra ella. La piedra golpeó a la araña matándola, con un destello de

chispas el bicho se desplomó al suelo, aterrizando con un tintineo metálico

sobre las losas.


Nos acercamos con cautela, Ash con la espada desenvainada, Puck con una

piedra de buen tamaño. Pero el insecto estaba roto e inmóvil en el suelo, casi

partido en dos. De cerca, parecía menos una araña y más una cosa abraza-

caras como las de Alien10, excepto que era de metal. Con cuidado, la cogí por

la cola en forma de látigo.

"¿Qué es eso?" murmuró Ash. Por una vez, el fey imperturbable ... sonaba

casi aterrorizado. "¿Otro fey de hierro de los de Machina?"

Algo hizo clic en mi cabeza. "Es un error", le susurré. Los muchachos me

miraron desconcertados frunciendo el ceño, y me arriesgué. "Caballos de

metal, duendes, bichos - ahora todo está empezando a tener sentido para mí."

Me volví hacia Puck, que parpadeó y dio un paso atrás. "Puck, ¿no me dijiste

una vez que los fey nacieron de los sueños de los mortales?"

"¿Sí?," dijo Puck, sin entenderlo.

"Bueno, ¿y si estas cosas..." sacudí el insecto de metal, "nacen de unos

sueños diferentes? ¿Sueños sobre la tecnología y el progreso? ¿Los sueños de la

ciencia? ¿Qué sucede si la búsqueda de ideas que una vez parecieron

imposibles - el vuelo, los motores de vapor, internet - trajera a la vida a un

conjunto de diferentes especies de hadas? La humanidad ha dado pasos

enormes en tecnología durante los últimos cien años. Y con cada éxito, hemos

alcanzado más - para soñar sobre ello. Estos feys de hierro podrían ser el

resultado."

Puck palideció, y Ash parecía increíblemente perturbado. "Si eso es

cierto," murmuró él, sus ojos grises oscuros como nubes de tormenta,

"entonces todos los fey podrían estar en peligro. No sólo las Cortes Seelie y

Unseelie. El Nuncajamás se vería afectado, todo el mundo fey."

Puck asintió con la cabeza, pareciendo más serio de lo que nunca le había

visto. "Esto es la guerra," dijo, intercambiando miradas con Ash. "Si el Rey de

Hierro está matando a los guardianes de los trods, debe estar planeando

10La película, se refiere a los bichos que se te tiran a la cara en ella.


invadir. Tenemos que encontrar a Machina y destruirlo. Tal vez él es el corazón

de estos fey de hierro. Si lo matamos, sus seguidores podrían dispersarse."

"Estoy de acuerdo." Ash envainó la espada, echándole un vistazo rebelde

al bicho. "Llevaremos a Meghan a la Corte de hierro y rescataremos a su

hermano matando al que gobierna a los fey de hierro."

"Bravo", dijo Grimalkin, mirando hacia abajo desde el pecho de Tom el

Frío. "El príncipe de Invierno y el bufón de Oberón se ponen de acuerdo sobre

algo. El mundo debe estar acabándose."

Todos fulminamos al gato con la mirada. Al gato se le escapó una

carcajada y se metió debajo del cadáver, mirando al bicho de mi mano. Arrugó

la nariz.

"Interesante," reflexionó. "Esa cosa apesta a hierro y acero, y sin embargo

no te quemas. Supongo que ser mitad-humana tiene beneficios después de

todo."

" ¿Qué quieres decir?," le pregunté.

"Mmm. Lánzaselo a Ash, ¿quieres?"

"¡No!" Ash dio un paso atrás, con la mano yendo hacia su espada.

Grimalkin sonrió.

"¿Lo ves? Incluso el poderoso príncipe de Invierno no puede soportar el

contacto con el hierro. Tú, en cambio, puede manejarlo sin efectos negativos.

¿Entiendes ahora por qué las Cortes se esfuerzan por encontrarte? Piensa en lo

que Mab podría hacer si te tiene bajo su control."

Tiré el bicho con un estremecimiento. "¿Es por eso por lo que Mab me

quiere?" Le pregunté a Ash, que seguía en pie unos metros de distancia.

"¿Como un arma?"

"Ridículo, ¿no?" Ronroneó Grimalkin. "Ni siquiera puede utilizar el glamour.

Sería una asesina horrible."


"No sé por qué te quiere Mab," dijo Ash lentamente, mirándome a los ojos.

"No pongo en duda las órdenes de mi reina. Yo sólo obedezco."

"Ahora no importa," interrumpió Puck, echando una mirada punzante

sobre el príncipe de Invierno. "Primero, tenemos que encontrar Machina y

derrotarle. Luego resolveremos esos asuntos a partir de entonces." Su tono de

voz dio a entender que los asuntos de los que habló se decidirían con una

pelea.

Ash parecía querer decir algo más, pero asintió. Grimalkin bostezó

ruidosamente y corrió hacia la puerta.

"Humana, no dejes al bicho cuando salgamos de aquí," gritó sin mirar

atrás. "Puede corromper la tierra a su alrededor. Puedes tirarlo en tu mundo y

no hará daño."

Agitando la cola, se alejó trotando por debajo de la columna y

desapareció. Cogí el bicho pellizcándolo entre el pulgar y el dedo índice y lo

metí en mi mochila. Con Ash y Puck flanqueándome como precavidos perros

guardianes, di un paso debajo de los pilares y todo se volvió blanco.

CUANDO EL BRILLO DESAPARECIÓ, miré a mi alrededor, primero con

confusión, luego con horror. Me paré en medio de una boca abierta, revestida

con dientes romos a cada lado y una lengua roja bajo de mis pies. Chillé de

terror y salté, tropezando con el labio inferior y cayendo boca abajo sobre mi

estómago.

Al volverme, vi a Ash y a Puck pasar a través de la fauces de una ballena

azul de dibujos animados. Sentado sobre la estatua de la ballena, sonriendo y

señalando a lo lejos, estaba Pinocho, con sus rasgos de madera congelados en

yeso y fibra de vidrio.

"¡Perdone señora!" Una niña pequeña con un mono de color rosa pasó por

encima de mí para entrar en la boca de la ballena, seguida por sus dos


amigos. Ash y Puck se hicieron a un lado, y los chicos no les prestaron

atención mientras gritaban y hacían cabriolas en el interior de las mandíbulas

de la ballena.

"Interesante lugar", reflexionó Puck mientras me ayudaba a ponerme de

pie. No le contesté, demasiado ocupada embobándome con el ambiente.

Parecía haberme metido en medio de un mundo de fantasía. Un zapato de

color rosa gigante se asentaba a unos pocos metros, y más allá había un

castillo azul brillante, con unos niños pululando sobre ambos. Entre los bancos

del parque y los árboles de sombra, un barco pirata era el anfitrión de una

turba de aventureros en miniatura, y un dragón verde magnífico se

encabritaba sobre sus patas traseras, para respirar un fuego de plástico. La

llama que salía disparada de su boca en realidad era un tobogán. Vi a un niño

pequeño trepar por la escalera de la espalda del dragón y bajar por el

tobogán, gritando de alegría, y sonreí con tristeza.

A Ethan le encantaría este lugar, pensé, viendo al niño salir disparado

hacia un coche calabaza. Tal vez, cuando todo esto termine le traiga aquí.

"Vamos," dijo Grimalkin, saltando sobre una seta gigante de color rosa. La

cola del gato se erizó, y sus ojos se precipitó sobre mi. "El oráculo no está

lejos, pero deberíamos apresuramos."

"¿Por qué estás tan nervioso Grim?" Puck arrastraba las palabras, mirando

alrededor del parque. "Creo que deberíamos quedarnos durante un rato,

disfrutar de la atmósfera." Él sonrió y saludó a una niña que le miraba desde

detrás de una casa de campo y ella se agachó fuera de su vista.

"Hay demasiados niños aquí," dijo Grimalkin, mirando nerviosamente por

encima de su hombro. "Demasiada imaginación. Ellos nos pueden ver, ya

sabes. Como somos en realidad. Y a diferencia del duende de allá, no disfruto

de sus atenciones."

Seguí su mirada y vio a una pequeña hada corto jugando en el zapato con

varios niños. Tenía el pelo marrón rizado, una gabardina estropeada y sus


peludas orejas asomaban por los lados de su cabeza. Se reía y perseguía a los

niños a su alrededor y los padres sentados en los bancos no parecían darse

cuenta.

Un niño de unos tres años nos vio y se acercó, con la mirada fija sobre

Grimalkin. "Gatito, gatito," canturreó, extendiendo las dos manos. Grimalkin

aplanó sus orejas y silbó, enseñando los dientes, y el chico retrocedió.

"Lárgate, chico," escupió, y el niño estalló en lágrimas, corriendo hacia una

pareja sentada en un banco. Le fruncieron el ceño a su hijo que se lamentaba

sobre un gatito malo y alzaron la mirada hacia nosotros.

"Bueno, es hora de irnos," dijo Puck alejándose. Continuamos, con

Grimalkin a la cabeza. Dejamos Storyland, como se le llamaba en un letrero a

la salida, a través de una puerta custodiada por Humpty Dumpty11 y Little Bo

Peep12, y caminamos a través de un parque lleno de robles gigantes

completamente cubiertos con musgo y enredaderas. Capté unas caras que nos

miraban desde los troncos, unas mujeres con negros ojos pequeños y

brillantes. Puck lanzó besos a algunas de ellas, y Ash inclinó la cabeza

respetuosamente a nuestro paso. Incluso Grimalkin asintió con la cabeza a los

rostros de los árboles, lo que hizo que me preguntase por qué eran tan

importantes. Después de casi una hora de caminata, llegamos a las calles de

la ciudad.

Hice una pausa y miré a mí alrededor, deseando que tuviéramos más

tiempo para explorar. Siempre había querido ir a Nueva Orleans,

11Humpty Dumpty (Tentetieso) es un personaje en una rima infantil de Mamá Ganso, creado en Inglaterra. Es representado como un huevo antropomórfico.

Humpty Dumpty sat on a wall. Humpty Dumpty had a great fall. All the king's horses and all the king's men Couldn't put Humpty together again. Humpty Dumpty se sentó en un muro. Humpty Dumpty cayó y pegó duro. Todos los caballos y hombres del rey No pudieron unir a Humpty de nuevo. 12'Little Bo Peep' o 'Little Bo Peep ha perdido sus ovejas "es una popular rima infantil en Inglés. Es el personaje aparece como "Bo Peep", una muñeca de cerámica, en las películas de animación Toy Story (1995) y Toy Story 2 (1999).


especialmente durante el Mardi Gras13, aunque yo sabía que mamá nunca me

lo permitiría. Incluso ahora, Nueva Orleans latía con vida y movimiento. Las

tiendas rústicas y los edificios se alineaban en las calles, muchos

amontonaban dos o tres plantas una encima de otra, con rejas y balcones con

vistas a la acera. Los sonidos del jazz descendían hacia la calle, y el olor

picante de la comida cajún hizo que mi estómago gruñiese.

"Quédate pasmada más tarde." Grimalkin me dio un golpecito en la

espinilla con una garra. "No estamos aquí para hacer turismo. Tenemos que

llegar al barrio francés. Uno de vosotros tiene que encontrarnos algún medio

de transporte."

"¿Dónde estamos yendo exactamente?" Preguntó Ash mientras Puck le

hacía señas a un carro tirado por una mula roja que parecía soñolienta. La

mula resopló y cubrió sus orejas como si se escondiese, pero el conductor

sonrió y asintió con la cabeza. Grimalkin saltó sobre el asiento delantero.

"El Museo Histórico del vudú," le dijo al conductor, que no se parecía nada

amedrentado por un gato que hablaba. "Y rápido."

¿EL MUSEO DEL VUDÚ? NO ESTABA segura de qué esperar cuando el coche

se detuvo frente a un edificio de aspecto miserable en el barrio francés. Un

par de simples puertas negras estaban colocadas por debajo del voladizo, y un

humilde cartel de madera decía el Museo Histórico del Vudú de Nueva

Orleans. El anochecer había llegado y la señal colocada sobre la mugrienta

ventana decía 'Cerrado'.

Grimalkin asintió con la cabeza hacia Puck, que murmuró unas palabras en

voz baja y llamó a la puerta. Se abrió con un crujido suave, y entramos.

13Mardi Gras es el nombre del carnaval que se celebra en Nueva Orleans, Luisiana y Mobile, Alabama

(EEUU). Su nombre deriva del francés, que se traduce directamente al español como "martes gordo", (semejante al Jueves Lardero español) pero se denomina tradicionalmente como "Martes de Carnaval". Se celebra el día antes del Miércoles de Ceniza. Mardi Gras es propiamente el desfile que tiene lugar el último día, aunque muchas veces, se le asocia con toda la temporada.


El interior estaba mohoso y templado. Tropecé con una piedra sobre la

alfombra y choqué con Ash, quien me tranquilizó con un suspiro. Puck cerró la

puerta detrás de nosotros, sumiendo la habitación en la oscuridad. Busqué la

pared, pero Ash había dicho una palabra rápida, y un globo de fuego azul

apareció sobre su cabeza, iluminando la oscuridad.

La pálida luz atravesó una colección de macabros horrores. Un esqueleto

con sombrero de copa permanecía cerca de la pared del fondo, junto a un

maniquí con una cabeza de lagarto. Los cráneos de humanos y animales

decoraban la sala, junto con máscaras sonrientes y numerosas muñecas de

madera. Las vitrinas almacenaban frascos con serpientes y ranas flotando en

un líquido de color ámbar, dientes, pilones de mortero, tambores, conchas de

tortuga, y otras rarezas.

"Por aquí," se oyó la voz de Grimalkin, anormalmente fuerte en el

amenazante silencio. Le seguimos a través de un pasillo oscuro, donde los

retratos de hombres y mujeres nos miraban desde las paredes. Sentí una

mirada siguiéndome mientras me metía en una sala abarrotada de

parafernalia más espeluznantes y una mesa redonda en el centro cubierta con

un mantel negro. Cuatro sillas estaban a su alrededor, como si alguien nos

estuviese esperando.

Cuando nos acercamos a la mesa, uno de los rostros desecados de la

esquina se movió y flotó lejos de la pared. Grité y salté detrás de Puck

mientras una mujer esquelética con el pelo blanco arrastraba los pies hacia

nosotros, sus ojos eran pozos huecos sobre un rostro marchito.

"Hola, niños," susurró la bruja, con voz sibilante como arena cayendo a

través de un tubo. "Venís a visitar a la vieja Anna, ¿verdad? Puck está aquí, y

también Grimalkin. ¡Qué placer!" Hizo un gesto hacia la mesa, y las uñas de

sus manos nudosas brillaron como el acero. "Por favor, sentaos."

Nos sentamos alrededor de la mesa mientras la bruja se quedaba de pie

frente a nosotros. Olía a polvo y a decadencia, a periódicos viejos que se

habían quedado en el desván durante años. Me sonrió, mostrando una afilada


dentadura amarilla.

"Huelo a necesidad," jadeó ella, hundiéndose en una silla. "La necesidad y

el deseo. Tú, niña." Ella me señaló con el dedo. "Has venido en busca de

conocimiento. Buscas algo que hay que encontrar, ¿no? "

"Sí," dije en voz baja.

La bruja asintió con su marchita cabeza. "Pide, pues, hija de dos mundos.

Pero recuerda... " Ella me miró con una mirada vacua. "Todo conocimiento

debe ser pagado. Te daré las respuestas que buscas, pero quiero algo a

cambio. ¿Aceptarás el precio?"

La derrota me aplastó. Más ofertas del País de las Hadas. Más precios a

pagar. Estaba tan en deuda ya que no volvería a ver la final de la misma. "Yo

no tengo mucho que dar," le dije. Ella se rió, con un sonido sibilante y

siseante.

"Siempre hay algo, querida niña. Hasta ahora, sólo tu libertad ha sido

reclamada por otro." Ella olfateó, como un perro cuando estaba captando un

olor. "Aún dispones de tu juventud, tus talentos, tu voz. Tu futuro hijo. Todas

estas cosas son interesantes para mí."

"No conseguirás a mi futuro hijo," le dije de forma automática.

"¿En serio?" El oráculo golpeteaba con los dedos juntos. "¿No te rendirás, a

pesar de que no te traerá nada más que dolor?"

"Basta." La fuerte voz de Ash se abrió paso a través de la oscuridad. "No

estamos aquí para debatir el que tal sí del futuro. Dinos tu precio, oráculo, y

deja que la chica decida si quiere pagarlo."

El Oráculo olfateó y se acomodó. "Un recuerdo", afirmó.

"¿Un qué?"

"Un recuerdo," dijo la bruja de nuevo. "Uno que recuerdes con gran

cariño. El recuerdo más feliz de tu infancia. Tengo muy pocos propios, ya ves."


" ¿En serio?" Le pregunté. "¿Eso es todo? ¿Lo único que quiere es uno de mis

recuerdos y tenemos un trato?"

"Meghan..." Puck me interrumpió "...no te tomes esto tan a la ligera. Tus

recuerdos son una parte de ti. La pérdida de uno de tus recuerdos es como

perder un pedazo de tu alma."

Eso sonaba a mal presagio. Aun así, pensé, un recuerdo es mucho más

fácil de pagar que mi voz, o que mi hijo primogénito. Y no es como si yo lo

fuera a echar de menos, especialmente si no me acordaba. Pensé en los

momentos más felices de mi vida: fiestas de cumpleaños, mi primera moto,

Beau como un cachorro. Ninguno de ellos parecía lo suficientemente

importante como para mantenerlo. "Está bien," le dije al oráculo, y me sentó

frente a ella. "Aclaremos esto. Tú recibes un recuerdo mío, uno, y luego me

dices lo que quiero saber. ¿Trato hecho?"

Bruja mostró sus dientes con una sonrisa. "Síiiiiiiiiiiiiiii."

Ella se irguió sobre la mesa, enmarcando mi cara con sus dos garras. Me

estremecí y cerré los ojos mientras sus uñas me arañaban suavemente las

mejillas.

"Esto podría parecerte un poco ... desagradable," silbó el oráculo, y yo

contuve el aliento mientras hundía sus garras en mi mente, desgarrándome al

abrirla como si fuera un saco de papel. La sentí arrastrándose pies por mi

cabeza, revisándome a través de mis recuerdos como si fuesen fotografías,

examinándolas antes de arrojarlas a un lado. Imágenes desechadas

revoloteaban a mi alrededor: los recuerdos, las emociones y las viejas heridas

se alzaron de nuevo, frescos y dolorosos. Quería dar marcha atrás, para que

dejase, pero no podía moverme.

Por último, el oráculo hizo una pausa, buscando a un punto brillante de

felicidad, y horroriza vi a por cual iba.


¡No! Tenía ganas de gritar. ¡No, ese no! ¡Déjalo, por favor!

"Sííííííííííí," susurró el oráculo, hundiendo sus garras en el recuerdo. "Voy a

aprovechar este. Ahora es mío."

Hubo una sensación de rasgado, y un rayo de dolor atravesó mi cabeza. Me

puse rígida, mi mandíbula se bloqueó en torno a un grito, y me desplomé en

la silla, sintiéndome como si mi cabeza estuviese abierta en dos.

Me senté, haciendo una mueca ante el latido de mi cráneo. El oráculo me

miraba por encima del mantel, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

Puck murmuraba algo que yo no podía imaginar, y Ash me examinaba con una

mirada de lástima. Por alguna razón me sentía cansada, agotada y vacía,

como si hubiese un profundo agujero en mi interior.

Vacilante, exploré mis recuerdos, preguntándome cual había cogido el

oráculo. Después de un momento, me di cuenta de lo absurdo que era.

"Ya está hecho," murmuró el oráculo. Extendió las manos, con las palmas

hacia arriba sobre la mesa que estaba entre nosotras. "Y ahora voy a mantener

mi parte del trato. Coloca tus manos sobre las mías niña, y pregunta."

Me tragué mi repugnancia, puse mis manos suavemente sobre las de ella,

temblando mientras esas largas uñas se enroscaban en mis dedos. La vieja

cerró los ojos sin hueso. "Tres preguntas," jadeó ella, con una voz que parecía

provenir de una gran distancia. "Esa es la negociación estándar. Te respondo

tres preguntas, y con esto termino. Elije con cuidado."

Respiré hondo, miré a Puck y a Ash, y le susurré: "¿Dónde puedo encontrar

a mi hermano?"

Hubo silencio durante un momento. Los ojos de la bruja se abrieron, y yo

salté. Ya no eran huecos, pero ardían en llamas, como si fueran negros y sin

fondo, como el vacío. Abrió la boca, estirándola en un ancho imposible,

mientras respiraba:

Dentro de la montaña de hierro


un niño robado espera.

Un rey que ya no está en su trono

te guiará a través de las puertas.

"Oh, fabuloso," murmuró Puck, sentado en su silla y poniendo los ojos en

blanco. "Me encantan las adivinanzas. Y riman tan bien. Pregúntale dónde

podemos encontrar al Rey de Hierro."

Asentí con la cabeza. "¿Dónde está Machina, el Rey de Hierro?"

El Oráculo suspiró, unas voces surgieron de su garganta para susurrar:

En el corazón del mundo humano

una torre canta

sobre cuyos tronos

se sientan los Reyes de Hierro.

"El mundo humano." Puck asintió con la cabeza, arqueando las cejas. "Y

las torres que cantan. Bueno, esto se pone mejor y mejor. Estoy muy contento

de que decidiéramos venir aquí. Príncipe, ¿puedes pensar en cualquier otra

cosa más que quieras preguntarle al amable oráculo?"

Ash, sumido en sus pensamientos con el mentón sobre sus manos, levantó

la cabeza. Sus ojos se estrecharon. "Pregúntale cómo podemos matarlo,"

exigió.

Me retorcí, incómoda con la idea de tener que matar. Yo sólo quería

rescatar a Ethan. No sabía que se iba a convertir en una guerra santa. "Ash.."

"Sólo hazlo".

Tragué saliva y me volví hacia el oráculo. "¿Cómo podemos matar al Rey de

Hierro?" le susurré a regañadientes. La boca del Oráculo se abrió:


El Rey de Hierro no puede ser asesinado

por el hombre mortal o por el fey.

Buscad a los Guardianes de los árboles.

Sus corazones os mostrarán el camino.

Tan pronto como las últimas palabras salieron de su boca el oráculo se

derrumbó sobre la mesa. Por un momento se quedó allí, una anciana reseca, y

luego simplemente... se desintegró. El polvo volaba por todas partes,

irritándome los ojos y la garganta. Me di la vuelta, tosiendo y carraspeando, y

cuando pude respirar de nuevo, el oráculo se había ido. Después de todo sólo

unas pocas motas de polvo flotando demostraban que había estado allí.

"Yo creo," dijo Grimalkin, mirando por encima del borde de mesa, "que

nuestra audiencia ha terminado."

"¿Y AHORA A DONDE?" Le pregunté cuando nos fuimos del Museo de vudú,

metiéndonos bajo la tenue luz de las calles del barrio francés. "El oráculo no

nos ha dado mucho con lo que continuar."

"Al contrario," dijo Grimalkin, mirándome, "nos dio mucho. Uno, sabemos

que tu hermano está con Machina. Eso es un hecho, pero la confirmación es

siempre beneficiosa. Dos, sabemos que Machina es supuestamente invencible,

y su guarida está en medio del mundo humano. Y, lo más importante, tres,

sabemos que hay alguien que sabe cómo matarlo."

"Sí, pero ¿quién? "Me pasé la mano por los ojos. Estaba tan cansada,

cansada de buscar, cansada de correr en círculos, sin respuestas para nada.

Quería que todo acabase.

"De verdad humana, ¿no estabas escuchando?" Grimalkin suspiró,

exasperado de nuevo, pero no me importaba. "Ni siquiera era parte de un

acertijo, de verdad. ¿Qué pasa con vosotros dos? ", preguntó, mirando a los


chicos. "¿Nuestros protectores poderosos recogieron los trozos de información,

o era yo el único que estaba prestando atención?"

Ash no respondió, estaba demasiado ocupado mirando la calle, con los

ojos entornados. Puck se encogió de hombros. "Busca a los Guardianes de los

árboles," murmuró. "Eso es bastante fácil. Supongo que deberíamos volver al

parque."

" Muy bien, Goodfellow."

"Lo intento."

" Estoy tan perdida, "gemí, sentándome en la acera. "¿Por qué vamos de

nuevo al parque? Acabamos de venir de allí. Hay otros árboles en Nueva

Orleans."

"Porque, princesa..."

"Las explicaciones más tarde." Ash apareció a mi lado. Su voz era grave y

severa. "Tenemos que irnos. Ahora."

"¿Por qué?", pregunté, justo cuando las farolas - y todas las luces

artificiales del bloque - parpadearon y se apagaron.

Las luces del País de las Hadas brillaban sobre nuestras cabezas,

acercándose, llegando de todas partes. Grimalkin murmuró algo y

desapareció. Puck y Ash dieron un paso atrás para flanquearme, con sus ojos

escudriñando la oscuridad.

Más allá del anillo de luz, unas formas oscuras arrastraban los pies hacia

nosotros. Al entrar en la luz, el fuego feérico se apoderó de los rostros de los

seres humanos - hombres y mujeres normales - poniendo sus expresiones en

blanco, mientras se tambaleaban hacia delante. La mayoría de ellos llevaban

armas: tubos de hierro y bates de béisbol de metal y cuchillos. Cada película

de zombis que había visto me vino a la mente, y me apreté contra Ash,

sintiendo los músculos tensarse bajo su piel.


"Humanos," murmuró Ash, llevando la mano a su espada. "¿Qué están

haciendo? No deben ser capaces de vernos. "

Una risa sombría se elevó desde las filas de los que arrastraban los pies

hacia nosotros, y la turba se detuvo bruscamente. Se movieron a un lado

mientras una mujer flotaba entre ellos, con las manos sobre sus delgadas

caderas. Llevaba un traje de color verde veneno, tacones de tres pulgadas, y

una barra de labios de color verde que resplandecía con un brillo radiactivo.

Su cabello parecía estar hecho de alambres, como cables de red fina de

colores diferentes: verdes, negros y rojos.

"Aquí estáis por fin." Su voz sonó como si millones de abejas diesen un

discurso. "Estoy sorprendida de que le hayáis causado un problema al Caballo

de hierro, pero por otro lado, es muy viejo. Diría que ha sobrepasado su vida

útil. No lo tendréis tan fácil conmigo.”

"¿Quién eres tú?" gruñó Ash. Puck se puso junto a él, y juntos formaron un

escudo humano frente a mí. La dama se rió, como un mosquito zumbándote al

oído, y le tendió una mano con uñas verdes.

"Soy del Virus, la segunda teniente del Rey Machina." Me lanzó un beso

que me puso la piel de gallina. "Encantada de conocerte Meghan Chase."

"¿Qué le has hecho a esta gente?" exigí.

"Oh, no te preocupes por ellos." Virus giró sobre si misma, sonriendo. "Solo

han cogido un pequeño bicho. Estos pequeños insectos, para ser exactos."

Levantó la mano, y un enjambre de insectos diminutos salió volando de su

manga para posarse sobre su palma, como el centelleante polvo plateado.

"Pequeñas cosas bonitas ¿no? Muy inofensivos, pero me permiten entrar en un

cerebro y reescribir su programación. Déjame demostrártelo." Le hizo un

gesto al humano más cercano, y el hombre cayó a cuatro patas y comenzó a

ladrar. Virus reía, aplaudiendo con sus manos. "¿Ves? Ahora piensa que es un

perro."


"Brillante," dijo Puck. "¿También puedes hacer que cante como un gallo?"

Ash y yo le fulminamos con la mirada. Él parpadeó. "¿Qué?"

Empecé, un recuerdo encajó en su sitio, y me giré de nuevo hacia Virus.

"Tú... tú eres la que soltó a la quimera en Elysium!"

"Caray, sí, ese era mi trabajo." Virus parecía complacida, aunque su

expresión decayó un momento después. "Si bien, como un experimento, no

funcionó como yo esperaba. Los fey normales no reaccionan bien a mis

errores. Esa completa aversión al hierro, ya sabes. Volvió loca a esa estúpida

bestia, y probablemente la habría matado, si no hubiera sido cortada en

pedazos. ¡Mortales creo! " Hizo una pirueta en el aire, elevando los brazos,

como para abrazar a la multitud. "Hacen unos drones14 maravillosos. Tan

dedicados a sus ordenadores y a la tecnología, que eran esclavos de ella

mucho antes de que yo llegase."

"Que se vayan," le dije.

Virus me miró con sus brillantes ojos verdes. "No lo creo querida."

Chasqueó los dedos y la multitud arrastró los pies hacia adelante de nuevo,

con los brazos extendidos. "Traedme a la niña," ordenó mientras el círculo se

estrechaba a nuestro alrededor. "Matad a los demás."

Ash sacó su espada.

"¡No!" Exclamé, agarrando su brazo. "No le hagas daño. Son sólo seres

humanos ordinarios. No saben lo que están haciendo."

Ash me lanzó una mirada salvaje por encima de su hombro. "Entonces,

¿qué quieres que haga?"

"Yo sugiero que corramos," propuso Puck, cogiendo algo de su bolsillo. Lo

lanzó hacia la multitud, e hizo explosión en un tronco, clavando a dos

asustados hombres zombie al suelo, creando un agujero en el anillo que nos


rodeaba.

"¡Vámonos!" gritó Puck, no necesitábamos que nos animasen. Saltamos por

encima de los cuerpos golpeados, esquivando las tuberías que empuñaban

contra nosotros, y bajamos por la calle.

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 1199 LA DRIADA DEL PARQUE URBANO

Traducido por Pau24

as fuertes pisadas nos advirtieron que nos estaban siguiendo. Un tubo pasó volando por sobre mi hombro, rompiendo la ventana de una tienda. Grité y casi me caí, pero Ash me tomó la mano y tiró de

mí hacia arriba.

“Esto es ridículo,” lo escuché gruñir, tirando de mí. “Corriendo de una turba, una turba de humanos. Podría deshacerme de ellos con un movimiento de mi mano.”

“Tal vez no viste la abundante cantidad de hierro que están llevando,” dijo Puck, haciendo un gesto de dolor cuando arrojaron un cuchillo pasando a su lado, deslizándose a la calle. “Por supuesto, si quieres oponer resistencia, yo definitivamente no te voy a detener. Aunque estaría decepcionado si no estuvieras en nuestro último duelo.”

“¿Asustado, Goodfellow?”

“En tus sueños, principito.”

No podía creer que estuvieran bromeando mientras corríamos por nuestras vidas. Quería decirles que la cortaran, cuando arrojaron un tubo por el aire, golpeando a Puck en un hombro. El jadeó y se tambaleó, apenas estabilizándose a tiempo, y yo grité asustada.

El zumbido de una risa se hizo eco detrás nuestro. Giré mi cabeza para ver a Virus flotando sobre la multitud, sus insectos girando a su alrededor como una ventisca de diamantes. “Pueden correr, pequeños chicos hadas, pero no se pueden esconder,” dijo. “Hay humanos por todos lados, y todos pueden ser mis marionetas. Si se detienen y me entregan a la chica, incluso les dejaré elegir como morir.”

Ash gruñó. Empujándome hacia adelante, giró y lanzó un ramillete de fragmentos de hielo sobre la cabeza de la mujer. Ella jadeó, y un zombie

L


saltó en el aire para bloquear el ataque, los fragmentos desgarraron su pecho. Se desplomó, retorciéndose, y Virus siseó como una avispa furiosa.

“Oh, buen intento, príncipe,” dijo Puck mientras los zombies se abalanzaban con gritos airados. “Qué manera de hacerla enojar.”

“¡Lo mataste!” Miré a Ash fijamente, horrorizada. “Tú acabas de matar a una persona, ¡y no era ni siquiera su culpa!”

“En toda guerra hay víctimas,” respondió Ash fríamente, tirando de mí en una esquina. “Él nos habría matado si hubiera podido. Un soldado menos del que preocuparse.”

“¡Esto no es una guerra!” le grité. “Y es diferente cuando los humanos ni siquiera saben que está sucediendo. ¡Ellos solo están detrás nuestro porque un hada loca está jugando con sus cabezas!”

“De todas formas, estaríamos muertos.”

“No más matanzas,” gruñí, deseando que pudiéramos detenernos para poder mirarlo directamente. “¿Me escuchaste, Ash? Encuentra otra manera de detenerlos. No tienes que matarlos.”

Me miró por el rabillo del ojo, después suspiró irritado. “Como desees, princesa. Aunque podrías lamentarlo antes que termine la noche.”

Entramos de sopetón en una plaza iluminada con una fuente de mármol en el centro. La gente paseaba por las veredas, y yo me relajé un poco. Seguramente, Virus no nos atacaría aquí, en frente de todos estos testigos. Las hadas podían mimetizarse o volverse invisible, pero los humanos, especialmente turbas de humanos, no tenían ese poder.

Ash desaceleró, tomando mi mano y arrastrándome a su lado. “Camina,” murmuró, tirando de mi brazo para detenerme. “No corras, atraerá su atención.”

La multitud que nos seguía se detuvo al borde de la calle, paseando como si siempre hubieran tenido esa intención. Mi corazón palpitó, pero me forcé a caminar, aferrándome a la mano de Ash como si fuéramos a dar un paseo.

Virus flotó en la plaza, sus bichos pululando en todas las direcciones, lo que aumentó mi nerviosismo. Descubrí un policía recostado al lado de su auto y me separé de Ash, corriendo hacia él.

La risa de Virus atravesó la noche. “Te veo,” dijo, justo cuando alcancé al policía.


“¡Discúlpeme, señor!” Jadeé mientras el policía se giraba hacia mí. “¿Podría ayudarme? Hay una banda persiguiendo…“

Me tropecé hacia atrás horrorizada. El oficial me miraba con una expresión vacía, su mandíbula colgando floja, sus ojos vacios de juicio. Se abalanzó y me agarró el brazo, y grité, pateándolo en la canilla. No le molestó, y me agarró la otra muñeca.

Los peatones en la plaza se tambalearon hacia nosotros con energía renovada. Gruñí una maldición y arremetí contra el policía, llevando mi rodilla a su ingle. El hizo un gesto de dolor y me golpeó en la cara, haciendo que mi cabeza diera vueltas. La turba se cerró, arañando mi cabello y ropa.

Y Ash estaba ahí, golpeando con su puño la mandíbula del policía, derribándolo. Puck me agarró y saltó sobre el auto del policía, arrastrándome sobre el capó. Nos libramos de la turba y corrimos, la risa de Virus nos seguía por la calle.

“¡Ahí!” Grimalkin apareció a nuestro lado, su cola estaba erizada y sus ojos salvajes. “¡Un muerto adelante! Un carruaje. Úsenlo, rápidamente.”

Miré a través de la calle y vi un caballo sin vigilancia y una calesa descapotable, esperando en la acera para recoger pasajeros. No era un auto de huida, pero era mejor que nada. Cruzamos la calle y corrimos hacia el carruaje.

Un disparo sonó detrás nuestro.

Puck se sacudió extrañamente y cayó, desmoronándose sobre el pavimento con alaridos de agonía. Grité, y Ash inmediatamente lo levantó, obligándolo a moverse. Se tambalearon a través de la calle, Ash llevando a Puck con él, cuando otro disparo destrozó la noche. El caballo relinchó y casi se encabritó ante el ruido, poniendo los ojos en blanco. Tomé sus riendas antes de que la bestia huyera aterrorizada. Detrás mío, caminando hacia nosotros arrastrando los pies como zombies, vi al policía, con un brazo extendido, apuntándonos con su revólver.

Ash empujó con el hombro a Puck dentro del carruaje y saltó al asiento del conductor, Grimalkin brincó a su lado. Yo trepé al interior y me agaché al lado de Puck, tumbado sobre el piso del carruaje, jadeando. Horrorizada, observé sangre oscura alrededor de sus costillas, colándose por las tablas del suelo.

“¡Agárrate!” Gritó Ash, y llevó las riendas hacia abajo sobre los flancos del caballo con un fuerte “¡Hiya!” El caballo saltó hacia adelante con un


chillido. Galopamos a través de una luz roja, apenas esquivando a un taxi que nos tocaba la bocina. Los autos nos piteaban, las personas nos gritaban y maldecía, y los sonidos de persecución desaparecieron detrás nuestro.

“¡Ash!” lloré unos minutes después. “¡Puck no se mueve!”

Preocupado en conducir en carruaje, Ash apenas miró atrás, pero Grimalkin brincó al piso y trotó al cuerpo. El rostro de Puck era del color de cascaras de huevo, su piel estaba fría y húmeda. Traté de contener el sangrado con la manga de su sudadera, pero había demasiada sangre. Mi mejor amigo estaba muriendo, y no podía hacer nada para ayudarlo.

“Necesita un doctor,” llamé a Ash. “Necesitamos encontrar un hospital…“

“No,” interrumpió Grimalkin. “¡Piensa, humana! Ningún hada sobrevivirá en un hospital. Con todos esos afilados instrumentos de metal, el estaría muerto antes que terminara la noche.”

“¿Entonces qué podemos hacer?” Lloré, al borde de la histeria.

Grimalkin saltó al lado de Ash nuevamente. “El parque,” dijo calmadamente. “Lo llevamos al parque. Las dríadas deberían ser capaces de ayudarlo.”

“¿Deberían? ¿Qué pasa si no pueden?”

“Entonces, humana, empezaría a rezar por un milagro.”

Ash no se detuvo al borde del parque, sino que condujo el carruaje sobre la acera y por el césped bajo los árboles. Preocupada por Puck, no me di cuenta que nos habíamos detenido hasta que el príncipe se arrodilló a mi lado, balanceó a Puck sobre un hombro, y se dejó caer abajo. Aturdida, lo seguí.

Nos habíamos detenido bajo las ramas de dos enormes robles, sus ramas retorcidas bloqueaban completamente el cielo nocturno. Ash llevó a Puck debajo de los retorcidos gigantes y lo movió con mucho cuidado hacia el pasto.

Y esperamos.

Dos figuras salieron de los troncos de los arboles, materializándose a la vista. Ambas eran mujeres esbeltas, con cabello verde musgo y piel como caoba pulida. Ojos negros como escarabajos se asomaron cuando las dríadas dieron un paso adelante, y el aroma de tierra fresca y corteza llenó el aire.


Grimalkin y Ash saludaron con la cabeza respetuosamente, pero yo estaba demasiado preocupada para pillar el movimiento a tiempo.

“Sabemos por qué han venido,” dijo una dríada, su voz era el susurro del viento a través de las hojas. “La brisa nos trae rumores, noticias de lugares lejanos. Sabemos de su situación con el Rey de Hierro. Hemos estado esperándote, niña de dos mundos.”

“Por favor,” pedí, dando un paso adelante, “¿pueden ayudar a Puck? Le dispararon camino hacia aquí. Negociaré con ustedes, les daré lo que quieran, si pueden salvarlo.”

Por el rabillo del ojo, vi a Ash dándome una oscura mirada, pero lo ignoré.

“No negociaremos contigo, niña,” murmuró la segunda dríada, y sentí una desesperada sensación de desazón. “No es nuestra costumbre. No somos como los sidhé o el cait sith, buscando interminable maneras de obtener poder. Nosotras simplemente estamos.”

“Como un favor, entonces,” pedí, rehusándome a rendirme. “Por favor, él morirá si no lo ayudan.”

“La muerte es parte de la vida.” La dríada me miro con despiadados ojos negros. “Todas las cosas desaparecen eventualmente, incluso una tan longeva como Puck. La gente olvidará sus historias, olvidará lo que fue, y el dejará de existir. Es el camino de las cosas.”

Luché contra el impulso de gritar. Las dríadas no ayudarían, simplemente condenarían a Puck a morir. Apretando los puños, miré a las mujeres árbol, queriendo sacudirlas, estrangularlas hasta que aceptaran ayudar. Sentí un ataque de…algo…y los árboles sobre mí gimieron y se sacudieron, bañándonos de hojas. Ash y Grimalkin dieron un paso hacia atrás, y las dríadas intercambiaron miradas.

“Ella es fuerte,” susurró una.

“Su poder duerme,” replicó la otra. “Los árboles la oyen, la tierra contesta su llamada.”

“Quizás será suficiente.”

Ellas asintieron nuevamente, y una de ellas levantó a Puck por la cintura, llevándolo hacia su árbol. Ambas se fundieron en la corteza del árbol y desaparecieron. Me sacudí alarmada.

“¿Qué están haciendo?”


“No te preocupes,” dijo la dríada restante, volviéndose hacia mí. “No podemos sanarlo, pero podemos detener el daño. Puck dormirá hasta que esté suficientemente bien para unirse a ustedes. Si eso toma una noche o varios años depende completamente de él.”

Ella inclinó su cabeza hacia mí, soltando musgo. “Tú y tus acompañantes pueden quedarse aquí esta noche. Es seguro. Dentro de estos límites, no se aventurarán los elfos de hierro. Nuestro poder sobre los árboles y tierra los mantiene fuera. Descansa, y nosotros te llamaremos cuando sea el momento.”

Con eso, se fundió de vuelta en el árbol, dejándonos solos, con un acompañante menos que cuando salimos.

Yo quería dormir. Quería recostarme y perder el conocimiento, y despertar en un mundo donde nunca les dispararan a mis amigos y los hermanos pequeños no fueran secuestrados. Quería que todo terminara y mi vida volviera a ser normal.

Pero, tan cansada como estaba, no podía dormir. Deambulé por el parque aturdida, insensible a todo. Ash estaba ausente hablando con los elfos residentes del parque, y Grimalkin había desaparecido, así que estaba sola. Bajo la dispersa luz de la luna, las hadas bailaban y cantaban y reían, llamando desde la distancia. Los sátiros silbaban melodías en sus pitos, los piskies zumbaban en el aire sobre delicadas alas, y las esbeltas dríadas bailaban a través de los árboles, sus delgados cuerpos se ondulaban como pasto en el viento. Los ignoré a todos.

Al borde de una laguna, bajo las ramas marchitas de otro roble gigante, me deje caer, arrastré mis rodillas a mi pecho, y sollocé.

Las sirenas rompieron la superficie de la laguna y me miraron, y un anillo de piskies se reunió a mi alrededor, pequeñas luces revoloteando confundidas. Apenas los vi. La preocupación constante por Ethan, el miedo de perder a Puck, y la malograda promesa a Ash eran demasiado para mí. Lloré hasta que estaba jadeando por aliento, hipando tan fuerte que me dolían los pulmones.

Pero, por supuesto, los elfos no podían dejarme ser miserable en paz. Mientras mis lagrimas se detenían, me di cuenta que no estaba sola. Una manada se sátiros me rodeaba, sus ojos brillaban en la penumbra.

“Linda flor,” dijo uno de ellos, dando un paso adelante. Tenía un rostro oscuro, una barba de chivo, y cuernos curvándose a través de su espeso cabello negro. Su voz era baja y suave, y tenía una pizca de acento criollo. “¿Por qué tan triste, bella? Ven conmigo, y te haremos reír de nuevo.”


Me estremecí y me levanté temblorosa. “No, gracias. No. Estoy bien. Solamente quería estar sola por un rato.”

“Estar solo es terrible,” dijo el sátiro, acercándose. Sonrió, encantador y atractivo. El glamour brillaba a su alrededor, y vi su aspecto mortal por una fracción de segundo: un atractivo universitario, de paseo con sus amigos. “¿Por qué no nos tomamos un café, y me puedes contar sobre eso?”

Él sonaba tan sincero, que casi le creí. Entonces capté el destello de lujuria en sus ojos, en los ojos de sus amigos, y mi estomago se contrajo de miedo.

“Realmente me tengo que ir”, dije, retrocediendo. Ellos me siguieron, sus miradas hambrientas e intensas. Olfatee algo intenso en el aire y me di cuenta que era almizcle. “Por favor, por favor déjenme sola.”

“Nos agradecerás después,” prometió el sátiro, y arremetió.

Yo corrí.

La manada me persiguió, dando alaridos y gritando promesas: que lo disfrutaría, que necesitaba relajarme un poco. Ellos eran mucho más rápidos, y la cabra líder me agarró desde atrás alrededor de mi cintura. Grité cuando me levantó, pateando y golpeando. Los otros sátiros se acercaron, agarrando y manoseando, rompiendo mi ropa.

Una ola de poder, la misma que había sentido antes, y repentinamente el roble sobre nosotros se movió. Con un desafiante crujido, una rama retorcida tan gruesa como mi cintura se balanceó hacia abajo y golpeó al sátiro líder en la cabeza. El me soltó y se tambaleó hacia atrás, y la rama se abalanzó hacia atrás para golpearlo nuevamente en el estomago, dejándolo tumbado. Los otros sátiros retrocedieron.

El chico-cabra logró poner los pies en el suelo y se paró, mirándome. “Veo que te gusta un poco duro,” dijo respirando con dificultad, cepillándose. Agitando la cabeza, pasó una lengua sobre sus labios y dio un paso adelante. “Eso está bien, podemos ser bruscos, ¿cierto, chicos?”

“También puedo yo.” Una figura oscura se deslizo fuera de los arboles, una parte de la sombra cobró vida. Los sátiros parpadearon y retrocedieron apresuradamente cuando Ash avanzó a granes zancadas hasta el centro de la manada. Apareciendo detrás mío, deslizó un brazo alrededor de mis hombros y me atrajo hacia su pecho. Mi corazón se aceleró, y mi estomago dio una voltereta hacia atrás. “Ella,” gruñó Ash, “está fuera de los limites.”


“¿Príncipe Ash?” jadeó el sátiro líder, mientras el resto de la manda inclinaba sus cabezas. Palideció y levantó sus manos. “Lo siento, Su Alteza, no sabía que ella era suya. Mis disculpas. No pasa nada, ¿está bien?”

“Nadie la tocará,” dijo Ash, su voz cubierta de hielo. “Tócala, y congelaré tus testículos y los pondré en un frasco. ¿Entiendes?”

El sátiro se encogió. Tartamudeando disculpas a ambos, a Ash y a mí, hicieron una reverencia y se escabulleron. Ash le dio una mirada a dos piskies flotando en las cercanías para observar, y aceleraron hacia los árboles con agudas risitas. Cayó el silencio, y estábamos solos.

“¿Estás bien?” murmuró Ash, liberándome. “¿Te hirieron?”

Yo estaba temblando. El excitante torrente de poder se había ido; ahora me sentía vacía. “No,” susurré, alejándome. “Estoy bien.” Podría haber llorado, pero ya no me quedaban lágrimas. Mis rodillas temblaron y me tropecé, poniendo una mano contra un árbol para estabilizarme.

Ash se acercó. Tomando mi muñeca, me tiró suavemente hacia él y me envolvió en sus brazos, abrazándome fuerte. Me sobresalté, pero sólo por un momento. Gimoteando, cerré mis ojos y enterré mi cara en su pecho, dejando que todo el miedo y rabia se escurrieran bajo su toque. Escuché sus rápidos latidos, y sentí el frio hormigueando en mi piel a través de su camisa. Extrañamente, no era para nada incomodo.

Nos quedamos así por un largo momento. Ash no habló, no hizo preguntas, no hizo nada salvo abrazarme. Suspiré y me relajé contra él, y por un pequeño momento, todo estaba bien. Ethan y Puck todavía permanecían en el fondo de mi mente, pero por ahora, esto estaba bien. Esto era suficiente.

Entonces cometí el estúpido error de mirar hacia arriba.

Sus ojos encontraron a los míos, y por un momento, su rostro estaba abierto y vulnerable bajo la luz de la luna. Capté un indicio de admiración ahí mientras nos mirábamos el uno al otro. Lentamente, se inclinó hacia delante. Aguanté la respiración, escapándoseme un pequeño jadeo.

Se puso rígido, y su expresión se cerró, sus ojos se volvieron duros y helados.

Empujándome, dio un paso atrás, y mi corazón se hundió. Ash miró hacia los arboles, las sombras, la laguna, a todos lados menos a mí. Queriendo recuperar el momento perdido, intenté llegar a él, pero se deslizó lejos.


“Esto se está volviendo aburrido,” dijo con una voz que concordaba con sus ojos. Cruzó sus brazos y dio un paso atrás, aumentando la distancia entre nosotros. “No estoy aquí para jugar a la niñera, princesa. Tal vez no deberías andar vagando sola. No quisiera que te dañaras antes de llegar a la Corte Oscura.”

Mis mejillas ardían, y apreté los puños. El recuerdo de ser humillada en la cafetería, hacía tanto, apareció en mi mente para burlarse de mí. “Eso es todo lo que soy para ti, ¿cierto?” Le gruñí. “Tu oportunidad para ganar el favor de tu reina. Eso es todo lo que te importa.”

“Sí,” respondió calmadamente, enfureciéndome incluso más. “Nunca he pretendido algo más. Tú conocías mis motivaciones desde el principio.”

Lágrimas de rabian ardieron en mis ojos. Pensé que ya no podía llorar más, pero estaba equivocada. “Bastardo,” siseé. “Puck tenía razón sobre ti.”

El sonrió fríamente. “Tal vez deberías preguntarla a Puck porque he jurado matarlo algún día,” dijo, sus ojos destellaban. “Ve si tiene el valor de decirte esa parte de la historia entre nosotros.” Sonrió con satisfacción y cruzó sus brazos. “Eso, si es que alguna vez despierta.”

Abrí mi boca para responder, pero con un susurro de hojas, dos dríadas se fundieron desde un tronco cercano. Ash desapareció en la oscuridad mientras se acercaban, dejándome con mis enojadas palabras sin ser dichas. Apreté los puños, queriendo eliminar la arrogancia de su perfecto rostro. Me volví y pateé un tronco en su lugar.

Las dríadas me hicieron una reverencia, indiferentes ante mi pequeña rabieta.

“Meghan Chase, la Anciana te verá ahora.”

Las seguí a la base de un roble, sus ramas estaba tan cubiertas en musgo, que parecía como si le colgaran cortinas mohosas. Ash y Grimalkin ya estaban ahí, aunque Ash ni siquiera me miró cuando me acerqué. Lo miré, pero el continuó ignorándome. Con el gato a un lado y príncipe de Invierno flanqueando el otro, di un paso bajo las ramas del enorme roble y esperé.

La corteza del árbol se onduló, y una anciana salió del árbol. Su piel se desprendía, como corteza de árbol arrugada, y su largo cabello era del verde pardusco del musgo antiguo. Ella estaba encorvaba e inclinada, cubierta por una túnica de líquenes que se estremecían ante miles de insectos y arañas. Su


rostro se asemejaba a un nogal, rayado y arrugado, y cuando se movía, sus articulaciones crujían como ramas en el viento. Pero sus pequeños y brillantes ojos eran agudos y despejados cuando me miraba y hacia una seña con una retorcida mano como un rama.

“Acércate, niña,” susurró, su voz crujía como hojas secas. Tragué y avancé, hasta que pude ver los insectos perforando su piel, oler su perfume de tierra. “Sí, tu eres la hija de Oberon, de la cual susurra el viento. Sé porque estás aquí. Tú buscas a uno llamado el Rey de Hierro, ¿si? Deseas encontrar la entrada a su reino.”

“Sí,” murmuré. “Estoy buscando a mi hermano. Machina lo secuestró, y yo voy a rescatarlo.”

“Como estás, no serás capaz de salvarlo,” me dijo la Anciana, y mi estomago cayó a mis pies. “El Rey de Hierro te espera en su guarida de acero. El sabe que tú vas, y no serás capaz de detenerlo. Ningún arma forjada por un mortal o elfo puede dañar al Rey de hierro. No le teme a nada.”

Ash dio un paso adelante, haciendo una reverencia respetuosamente. “Anciana,” murmuró, “nos dijeron que usted podría saber el secreto para asesinar al Rey de Hierro.”

La antigua dríada lo miró solemnemente. “Si, joven príncipe,” murmuró. “Escuchaste bien. Hay una manera de matar a Machina y terminar su reinado. Necesitas un arma especial, una que no puede ser forjada con herramientas, algo tan natural como una flor creciendo a la luz del sol.”

Ash se inclinó hacia adelante con ansiedad. “¿Donde podemos encontrar esta arma?”

La Anciana dríada suspiró, y pareció encogerse. “Aquí,” murmuró, mirando hacia atrás al gran roble, su voz teñida de tristeza. “El arma que necesitas es Witchwood, del corazón del más antiguo de los árboles, tan mortal para Machina como el hierro lo es para los elfos normales. Una madera viviente que contiene el espíritu de la naturaleza y el poder de la tierra… la perdición para las hadas del progreso y tecnología. Sin ella, no pueden esperar derrotarlo y salvar al niño humano.”

Ash se quedó en silencio, su rostro severo. Desconcertada, lo miré, después de vuelta a la Anciana Dríada. “¿Nos la darás, cierto?” pregunté. “Es la única manera de salvar a Ethan…“


“Meghan,” murmuró Grimalkin desde el césped, “no sabes lo que estas pidiendo. Witchwood es el corazón del árbol de la Anciana. Sin él, el roble morirá, y también lo hará la dríada conectada a él.”

Consternada, miré a la Dríada Anciana, cuyos labios se curvaban en una débil sonrisa. “Es verdad,” susurró. “Sin su corazón, el árbol se marchitará lentamente y morirá. Y a pesar de todo, sabía por lo que venias, Meghan Chase. Planeaba ofrecerlo desde el comienzo.”

“No,” dije automáticamente. “No lo quiero. No de esta manera. Tiene que haber otra manera.”

“No hay otra manera, niña.” La Anciana agitó su cabeza. “Y si no derrotas al Rey de Hierro, pereceremos de todos modos. Su influencia crece. Mientras más fuerte se vuelve, más se desvanece Nuncajamás. Eventualmente todos nos marchitaremos y moriremos en un páramo de lógica y ciencia.”

“Pero no puedo matarlo,” protesté. “No soy un guerrero. Tan solo quiero a Ethan de vuelta, eso es todo.”

“No tienes que preocuparte por eso.” La dríada asintió hacia Ash, parado silenciosamente en la cercanía. “El príncipe de Invierno puede luchar por ti, me imagino. El huele a sangre y dolor. Yo le concederé felizmente Witchwood a él.”

“Por favor.” La miré, rogando, queriendo que ella entienda. Puck ya había dado su vida por mi búsqueda; no quería otra muerte en mis manos. “No quiero hacer esto. Es demasiado. No debería tener que morir por mí.”

“Doy mi vida por todos los elfos,” replicó la dríada solemnemente. “Tú serás simplemente mi instrumento de salvación. Además, la muerte llega para todos nosotros, al final. He vivido una larga vida, más larga que la mayoría. No lamento nada.”

Me sonrió, una vieja sonrisa de abuela, y se desvaneció en el roble. Ash, Grim, y otras dríadas se quedaron paradas en silencio, sus expresiones sombrías y graves. Un momento después, la Anciana resurgió, agarrando algo en sus marchitas manos… un largo, y recto palo, tan pálido que era casi blanco, con venas rojizas corriendo a lo largo. Cuando dio un paso adelante y me lo ofreció, pasaron segundos antes que pudiera tomarlo. Era cálido y suave en mis manos, pulsando con vida propia, y casi lo lancé lejos.

La Anciana colocó una marchita, nudosa mano sobre mi brazo. “Una cosa más, niña,” ella añadió mientras yo luchaba con sostener el tronco viviente. “Tú eres poderosa, mucho más de lo que te das cuenta. La sangre de Oberon


fluye a través de tus venas, y Nuncajamás responde a tus caprichos. Tu talento todavía duerme en tu interior, pero está comenzando a despertar. Como lo uses determinará el futuro de las cortes, los elfos, tu propio destino, todo.”

“Ahora,” continuó, sonando más débil que antes, “ve y rescata a tu hermano. El paso al reino de Machina se encuentra en una fábrica abandonada por los muelles. Un guía te llevará ahí mañana. Mata al Rey de Hierro y trae paz a nuestros mundos.”

“¿Y si no puedo?” susurré. “¿Y si el Rey de Hierro es verdaderamente invencible?”

“Entonces todos moriremos,” dijo la Anciana dríada, y volvió a desaparecer en el roble. Las otras dríadas se fueron, dejándome sola con un gato, un príncipe, y un palo. Suspiré y miré hacia abajo a la madera en mis manos.

“Sin presión ni nada,” murmuré.

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 2200 DRAGONES DE HIERRO Y CACHIVACHEROS

Traducido por Pau24

os fuimos al amanecer. Lo que me dio tiempo suficiente para dormir tal vez dos horas sobre el suelo lleno de bultos, y despedirme de Puck. Cuando me desperté en el silencio horas antes

de la salida del sol, el todavía estaba durmiendo en las profundidades del árbol. La dríada ligada al roble me dijo que él todavía vivía, pero que no tenía idea de cuándo despertaría.

Me quedé al lado del roble por varios minutos, mi mano contra la corteza, tratando sentir el latido de su corazón a través de la madera. Lo extrañaba. Ash y Grimalkin podían ser aliados, pero no eran amigos. Ellos querían usarme para sus propios propósitos. Solamente Puck se preocupaba verdaderamente, y ahora él se había ido.

“Meghan.” Ash apareció detrás mío, su voz sorprendentemente suave. “Nos deberíamos ir. No nos podemos permitir esperarlo, no si podrían pasar meses antes de que despierte. No tenemos tanto tiempo.”

“Lo sé.” Presioné mi mano contra la corteza, sintiendo que los ásperos bordes raspaban mi piel. Despierta rápidamente, le dije, preguntándome si soñaba, si podía sentir mi tacto a través del árbol. Despierta rápidamente, y

encuéntrame. Te estaré esperando.

Me volví hacia Ash, que estaba vestido para la batalla, con su espada en la cintura y un arco colgado a través de su espalda. Mirarlo hizo que mi piel cosquilleara.

“¿Lo tienes?” pregunté, para esconder el ardor en mis mejillas.

El asintió, y levantó una reluciente flecha blanca con venas rojas curvándose a su alrededor. El había preguntado por el Witchwood la noche pasada, afirmando que podía convertirlo en un arma adecuada, y se lo di sin dudar. Ahora miraba el dardo, sentí crecer mi aprehensión. Se veía como una

N


cosa tan pequeña y frágil para derrotar al supuestamente invencible Rey de los Elfos de Hierro.

“¿Puedo sostenerlo?” le pregunté, y Ash puso inmediatamente la flecha en mi palma, sus dedos quedándose un momento sobre los míos. La madera palpitó en mi mano, un rítmico pulso, como el latido de un corazón; me estremecí y se la ofrecí, esperando que la tomara de vuelta.

“Cuídala por mí,” dijo Ash suavemente, su mirada nunca dejando la mía. “Esta es tu misión. Tú decides cuando se supone que debo usarla.”

Me ruboricé y abrí mi mochila, metiendo el dardo dentro. El asta de la flecha sobresalía del bolso, así que cerré los cierres a su alrededor, asegurándola en su lugar antes de colocar la cosa sobre mis hombros. La mochila era más pesada ahora; anoche había asaltado una fuente del parque y conseguido suficiente cambio para comprar comida y agua embotellada para el resto de la nuestro viaje. El empleado en la gasolinera cercana pareció un poco molesto al tener que contar puñados de monedas de diez centavos y cuartos de dólar a la una de la mañana, pero no quise comenzar la última etapa de nuestro viaje con las manos vacías. Esperaba que a Ash y Grimalkin les gustara la carne seca, el muesli y los Skittles.

“Solo tendrás una oportunidad,” murmuré. Ash sonrió sin humor.

“Entonces tendré que hacer que cuente.”

El sonaba tan confiado. Me preguntaba si el alguna vez se asustaba, o dudaba sobre lo que tenía que hacer. Mantener rencor parecía tonto ahora, ya que él estaba a punto de seguirme a un peligro mortal. “Mira, siento lo de anoche,” ofrecí. “No quise ser una psicópata. Solo estaba preocupada por Ethan. Y con Puck recibiendo un disparo y todo—“

“No te preocupes por eso, Meghan.”

Parpadeé, mi estomago se revolvió. Esa era la primera vez que el me llamaba por mi nombre. “Ash, yo—“

“He estado pensando,” anunció Grimalkin, brincando sobre una roca. Lo miré ferozmente y reprimí un suspiró, maldiciendo su sincronización. El gato arañó la tierra sin darse cuenta. “Tal vez deberíamos repensar nuestra estrategia,” dijo, mirándonos. “Se me ocurre que precipitarnos apresuradamente en el reino de Machina es una idea particularmente mala.”

“¿Qué quieres decir?”


“Bueno.” El gato se sentó y lamió sus patas traseras. “Dado que continúa enviando sus oficiales tras nosotros, yo sospecharía que probablemente sabe que vamos. ¿Por qué secuestro a tu hermano en primer lugar? Él debe haber sabido que tu irías tras él.”

“¿Demasiado confiado?” adiviné. Grimalkin sacudió la cabeza.

“No. Falta algo. O tal vez sólo no lo estamos viendo. Al Rey de Hierro no le serviría un niño. A menos que…” El gato levantó la mirada hacia nosotros, estrechando los ojos. “Me voy.”

“¿Qué? ¿Por qué?”

“Tengo una teoría.” Grimalkin se paró, agitando la cola. “Creo que podría conocer otro camino al reino de Machina. Son bienvenidos a unirse a mí.”

“¿Una teoría?” Ash cruzó los brazos. “No podemos romper un plan por una corazonada, Cai Sith.”

“¿Incluso si el camino que siguen los lleva directo a una trampa?”

Sacudí la cabeza. “Tenemos que arriesgarnos. Estamos tan cerca, Grim. No podemos retroceder ahora.” Me arrodillé para encarar a Grimalkin a los ojos. “Ven con nosotros. Te necesitamos. Siempre nos has guiado en la dirección correcta.”

“No soy un guerrero, humana.” Grimalkin sacudió la cabeza y parpadeó. “Tienes al príncipe para eso. Te acompañé para indicarte el camino hacia tu hermano, y para mi propia diversión. Pero conozco mis limitaciones.” El miró a Ash y levantó sus orejas. “No te sería de ayuda ahí. No por el camino que van. Así que, es tiempo que establezcamos nuestras deudas y nos separemos.”

Es verdad. Todavía le debía un favor al gato. Me invadió la inquietud. Esperaba que el gato no pidiera mi voz, o mi futuro hijo. Todavía no entendía que sucedía en su pequeña y astuta cabeza. “Está bien.” Suspiré, tratando de evitar que me temblara la voz. Ash se movió para pararse detrás mío, una tranquila, confiada presencia. “Un trato es un trato. ¿Qué quieres, Grim?”

La mirada de Grimalkin perforó la mía. Se sentó derecho, agitando su cola. “Mi precio es este,” declaró. “Quiero poder llamarte, una vez, en un momento de mi elección, sin preguntas. Esa es mi deuda. ”

El alivio me inundó. Eso no sonaba tan malo. Ash, sin embargo, hizo un sonido pensativo y cruzó los brazos.


“¿Una convocatoria?” El príncipe sonaba confundido. “Extraño en ti, Cait Sith. ¿Qué esperas lograr con ella?”

Grimalkin lo ignoró. “Cuando te llame,” continuó, mirándome, “debes venir directamente sin interrupción. Y me debes ayudar de cualquier manera que seas capaz. Eso son los términos de nuestro contrato. Estas ligada a mí hasta que se cumpla.”

“Está bien.” Asentí. “Puedo vivir con eso. Pero si llamas, ¿cómo sabré donde encontrarte?”

Grimalkin estornudó una carcajada. “No te preocupes por eso, humana. Lo sabrás. Pero por ahora, debo dejarte.” Se quedo quieto, inclinando la cabeza hacia mí, después a Ash. “Hasta que nos volvamos a ver.”

Entonces se deslizó al suelo, con su cola en lo altor, y desapareció.

Sonreí tristemente. “Y entonces había dos.”

Ash se acercó y tocó mi brazo, una breve caricia como una pluma. Lo miré y me ofreció una pequeña, atractiva sonrisa, una de disculpa y animo, y una promesa silencia de que no me dejaría. Le di una sonrisa temblorosa y resistí el impulso de inclinarme hacia él, queriendo sentir sus brazos a mi alrededor una vez más.

Una piskie cayó como un espiral desde las ramas, planeando a unas pulgadas de mi cara. Su piel era azul, con cabello de diente de león y alas de telarañas, me sacó la lengua y se movió rápidamente a Ash, posándose sobre su hombro. Ash ladeó la cabeza mientras la piskie susurraba algo en su oído. Una comisura de su boca se ladeó; me miró y agitó su cabeza. La piskie se rió y giró en el aire de nuevo. Yo fruncí el ceño, preguntándome que estaban diciendo de mí, después decidí que no me importaba.

“Esta es Seedlit,” dijo Ash mientras la piskie giraba a través del aire como un colibrí ebrio. “Ella nos guiará hacia los enanos, y después hacia la fabrica. Después de eso, estamos solos.”

Asentí, mi corazón martilleando en mis oídos. Esta era la última parte del viaje. Al final estaba Machina y Ethan, o la muerte. Sonreí con bravuconería y levanté el mentón. “Está bien, Tinker Bell,” le dije a la piskie, que me dio un zumbido indignado. “Guíanos.”

Seguimos la luz titilante hacia la orilla del rio, donde la fría y lenta agua del Mississippi se agitaba bajo un cielo gris. No hablamos mucho. Ash caminaba a mi lado, nuestros hombros casi se tocaban. Después de varios


minutos en silencio, rocé su mano. Curvó sus dedos alrededor de los míos, y caminamos así hasta que alcanzamos la fabrica.

Un edificio de acero corrugado achaparrado detrás de una cerca de malla, una oscura mancha contra el cielo. Seedlit farfulló algo a Ash, quien asintió gravemente, antes de alejarse fuera de la vista. Ella nos había traído tan lejos como podía; ahora estábamos solos.

Cuando nos acercábamos al portón, Ash vaciló un poco, con una mirada dolorida en su rostro.

“¿Qué sucede?”

El hizo una mueca. “Nada. Sólo…” El inclinó la cabeza hacia la cerca. “Demasiado hierro. Lo puedo sentir desde aquí.”

“¿Duele?”

“No.” Sacudió la cabeza. “Tendría que tocarlo para eso. Pero es agotador.” Se veía incomodo admitiéndolo. “Hace difícil usar el glamour.”

Agité la cerca de forma experimental. No iba a ceder. Gruesas cadenas envolvían la entrada, cerradas con un candado, y un alambre de púas se enrollaba en la parte superior de la cerca.

“Dame tu espada,” le dije a Ash. El parpadeó ante mí.

“¿Qué?”

“Dame tu espada,” repetí. “Tenemos que entrar, y no te gusta tocar el hierro, ¿verdad? Dámela, y me encargaré de esto.”

Parecía dudoso, pero tiró de su espada y me la ofreció, por la empuñadura. Tomé el arma con cautela. La empuñadura estaba dolorosamente fría, la hoja emitía un aura azul congelada. La levanté sobre mi cabeza y la llevé hacia abajo cortando la cadena que unía la entrada. Los eslabones se rompieron como si estuvieran hechos de vidrio, destrozándose con una sonido metálico. Complacida, agarré la cadena para retirarla, pero el metal quemaba como el fuego y la solté con un grito.

Ash estaba a mi lado, reclamando su espada mientras yo agitaba mis dedos chamuscados, adolorida. Después de enfundar su arma, agarró mi mano y volteó la palma hacia arriba. Una línea roja cortaba a través de mis dedos, entumecida y hormigante al tacto.

“Pensé que era inmune al hierro.” Lloriqueé. Ash suspiró.


“Lo eres,” murmuró, moviéndome lejos de la cerca y sus cualidades agotadoras-de-glamour. Su expresión se tambaleaba entre diversión y exasperación. “Sin embargo, agarrar metal súper frío es todavía muy desagradable para los elfos de Verano, sin importar quien seas.”

“Oh.”

Sacudió su cabeza, examinando la herida de nuevo. “No está congelado,” murmuró. “Va a ampollarse, pero deberías estar bien. Tal vez solo pierdas un par de dedos.”

Lo miré con dureza, pero se estaba riendo. Por un momento, me quedé sin palabras. Dios mío, el Príncipe de Hielo ahora estaba haciendo bromas; el mundo debe estar terminando. “Eso no es gracioso.” Siseé, golpeándolo con mi otra mano. La esquivó fácilmente, la diversión aun sobre su rostro.

“Eres muy parecida a ella,” reflexionó, tan suavemente que apenas lo escuché. Y antes de que pudiera decir cualquier cosa, se dio vuelta, sacó su espada, y retiró las cadenas de la puerta. La abrí con un crujido, y Ash escaneó el recinto con cautela

“Mantente cerca mío,” murmuró, y entramos con cuidado.

Grandes pilas de chatarra se amontonaban en el patio por el que caminábamos, los puntiagudos bordes brillaban bajo los débiles rayos del alba. Ash se contraía de dolor cada vez que pasábamos por una, manteniendo un ojo cauteloso sobre ellas, como si fueran a brincar y atacarlo. Extrañas criaturas correteaban por los montones de metal, diminutos hombres con rasgos de rata y colas desnudas. Cuando mordisqueaban un pedazo de metal, se oxidaba bajo sus dientes. No nos molestaron, a pesar de Ash se estremecía cada vez que veía uno, y sus manos jamás abandonaban su espada.

Las puertas de hierro tenían más cadenas a su alrededor, pero la espada de hielo las cortó fácilmente. Al entrar, miré alrededor lentamente, mis ojos se ajustaban a la tenue luz. Parecía un almacén ordinario, vacío y oscuro, aunque oía sonidos en las esquinas. Más montañas de chatarra ensuciaban la penumbra, algunas más grandes que yo.

¿Dónde está el paso? Me pregunté, adentrándome más. Rejas de metal cubrían el piso, presionando a través de mis zapatillas. Ash vaciló, quedándose en la entrada.

Vapor flotaba sobre el suelo, enrollándose alrededor de mis piernas. Contra la pared del fondo, vi que una de las rejas había sido levantada, dejando un enorme agujero cuadrado. Humo hervía desde la apertura. ¡Ahí!


Me dirigí hacia el agujero. Desde la entrada, Ash me dijo que parara. Antes de que mis nervios pudieran hacer sonar una advertencia, una pila de chatarra se movió. Entonces, con un chirrido que pusieron mis dientes a rechinar, el montículo se desenroscó, emitiendo chispas en el aire mientras se arrastraba por el piso. Desde el desorden, se levantó un largo cuello, hecho de hierro, cable, y vidrios rotos. La cabeza de un reptil me miró, fragmentos de metal se erizaban desde su cráneo. Entonces el montículo completo se tambaleó, convirtiéndose en un enorme lagarto de hierro y acero, con garras de metal curvado y una cola dentada con púas.

El dragón rugió, un ensordecedor chirrido metálico que hizo que mis ojos quisieran salir de mi cráneo. Arremetió, y yo me arrastré detrás de otro montículo, rogando que no fuera un dragón también. El dragón siseo y continuó, emitiendo vapor desde sus fauces abiertas, las garras de acero tintineando sobre el suelo.

Una descarga de dardos de hielo voló por el aire, golpeando al dragón en la cabeza y destrozándose inofensivamente fuera de su cráneo. Gritó y se encabritó, mirando a Ash, que estaba en el otro extremo de la habitación con su espada desenvainada. Azotando su cola, el dragón embistió, chispas volando desde sus garras mientras se dirigía hacia Ash. Mi corazón saltó hacia mi garganta.

Ash cerró sus ojos por un momento, entonces se arrodilló y llevó el extremo de su espada apuntando hacia el piso. Hubo un destello de luz azul, y el hielo se extendió rápidamente desde la punta, cubriendo el suelo y revistiendo todo de cristal. Mi respiración se quedó suspendida en el aire, y se formaron carámbanos en las vigas en lo alto. Me estremecí violentamente por el repentino frio mientras la chatarra se congelaba, irradiando un frio absoluto.

Ash saltó a un lado cuando el dragón lo alcanzó, moviéndose tan fácilmente sobre el hielo como sobre el suelo normal. Incapaz de detenerse, el dragón se golpeó contra la pared, y pedazos de metal volaron por todas partes. Siseó y luchó por levantarse, deslizándose por el resbaladizo piso, su cola azotándose. Ash saltó hacia delante y dejó escapar un largo silbido, enviando un torbellino de hielo girando a través del aire. El dragón chilló cuando la tormenta de nievo lo rodeó, cubriéndolo de hielo y nieve. La escarcha endureció su cuerpo de metal, su lucha se volvió cada vez más débil mientras el hielo lo llevaba hacia abajo.


Ash se detuvo, jadeando fuertemente. Se tambaleó lejos del dragón congelado y se reclinó contra un poste, cerrando sus ojos. Yo medio corrí, medio tropecé, resbalándome sobre el hielo, hasta alcanzarlo.

“¿Estás bien?”

“Nunca más,” murmuró, casi para sí mismo. Sus ojos estaban todavía cerrados, y no estaba segura si sabía que yo estaba ahí. “No observaré eso suceder de nuevo. No perderé…otra…así. No puedo…”

“¿Ash?” Susurré, tocando su brazo.

Sus ojos se abrieron y su mirada cayó sobre la mía. “Meghan,” murmuró, viéndose un poco confundido que yo todavía estuviera ahí. Parpadeó y agitó la cabeza. “¿Por qué no corriste? Traté de comprarte tiempo. Debiste haber seguido.”

“¿Estás loco? No podía dejarte con esa cosa. Ahora, vamos.” Tomé su mano, tirando de él lejos del poste mientras miraba nerviosamente al dragón congelado. “Salgamos de aquí. Creo que esa cosa recién nos parpadeó.”

Sus dedos apretaron los míos y tiró de mi. Asustada y perdiendo el equilibrio, lo miré, y entonces él estaba besándome.

Me congelé por la sorpresa, pero sólo por un momento. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, me levanté de puntillas para alcanzarlo, besándolo de vuelta con un hambre que nos sorprendió a ambos. Me apretó llevándome más cerca, y yo pasé las manos por su sedoso cabello, deslizándolo a través de mis dedos. Sus labios se sentían fríos sobre los míos, y mi boca cosquilleaba. Y por un momento, no existía Ethan, ni Puck, ni Rey de Hierro. Sólo esto.

Él se retiró, ligeramente sin aliento. Mi sangre corrió, e incliné mi cabeza sobre su hombro, sintiendo los duros músculos de su espalda. Lo sentí temblar.

“Esto no es bueno,” murmuró, su voz curiosamente agitada. Pero él todavía no me soltaba. Cerré mis ojos y escuché el rápido latir de su corazón.

“Lo sé,” susurré de vuelta.

“Las Cortes nos matarán si se enteran.”

“Sí.”


“Mab me acusaría de traición. Oberon creería que te estoy volviendo en contra de él. Ambos verían motivos de destierro, o ejecución.”

“Lo siento.”

Él suspiró, enterrando su rostro en mi cabello. Su respiración se sentía fría sobre mi cuello, y me estremecí. Ninguno de los dos dijo nada por lo que pareció un largo tiempo.

“Pensaremos en algo,” me aventuré.

El asintió sin decir nada y se alejó, pero se tropezó al dar un paso atrás. Tomé su brazo de nuevo.


“Estaré bien.” Soltó mi codo. “Demasiado hierro. El hechizo tomó mucho de mí. “

“Ash—“

Un estruendo desgarrador nos interrumpió. El dragón liberó una pata y la estrelló contra el piso. Aparecieron mas grietas mientras luchaba por pararse, derramando hielo. Ash tomó mi mano y corrió.

Con un enfurecido chillido, el dragón destrozó su prisión de hielo, enviando fragmentos volando. Corrimos a toda velocidad a través de la habitación, escuchando al dragón persiguiéndonos, sus garras clavándose en el helado suelo. El agujero sin rejilla se asomaba adelante, y nos lanzamos hacia él, saltando a través del vapor y cayendo en picada en los desconocido. El bramido frustrado del dragón sonó sobre nuestras cabezas, mientras nubes de vapor nos envolvían, y todo se volvió blanco.

No recuerdo aterrizar, aunque estaba consciente de que Ash tomaba mi mano mientras el vapor se aclaraba a nuestro alrededor. Con ojos bien abiertos, ambos miramos alrededor horrorizados.

Un retorcido paisaje se extendía ante nosotros, árido y oscuro, el cielo de un enfermizo amarillo grisáceo. Montañas de escombros llenaban la tierra: antiguos computadores, autos oxidados, televisores, teléfonos, radios, todos apilados en enormes montículos que se cernían sobre todo. Algunas de las pilas estaban en llamas, quemándose con un espesa y asfixiante niebla toxica. Un viento caliente aullaba a través del páramo, agitando el polvo en brillantes remolinos, girando la rueda de una antigua bicicleta tirada en un montón de basura. Trozos de aluminio, latas viejas, y tasas de espuma rodaban por el piso, y un fuerte olor a cobre flotaba en el aire, obstruyendo mi garganta. Los


árboles aquí eran cosas enfermizas, doblados y marchitos. Unos cuantos tenían bombillas y baterías que colgaban como brillantes frutas.

“Esto es Nuncajamás,” murmuró Ash. Su voz era severa. “En alguna parte de Deep Tangle, si tuviera que adivinar. Con razón que el bosque está muriendo.”

“¿Esto es Nuncajamás?” Pregunté, mirando alrededor horrorizada. Todavía recordaba la fría, inmaculada belleza de Tir Na Nog, los deslumbrantes colores de la Corte de Verano. “De ninguna manera. ¿Cómo pudo llegar a esto?”

“Machina,” respondió Ash. “Los territorios toman el aspecto de sus gobernantes. Supongo que su reino es muy pequeño ahora, pero se expande, se tragará el bosque y eventualmente destruirá Nuncajamás.”

Pensé que odiaba el Reino de las Hadas, y todo en él, pero eso fue antes de Ash. Este era su hogar. Si Nuncajamás moría, el moriría también. También lo haría Puck y Grim, y todos los demás que conocí en mi extraño viaje aquí. “Tenemos que detenerlo,” exclamé, mirando alrededor del paisaje muerto. El humo me hizo cosquillas en la garganta, queriéndome hacer toser. “No podemos dejar que esto se expanda.”

Ash sonrió, frio y atemorizante. “Por eso estamos aquí.”

Lentamente, nos abrimos paso a través de montañas de basura, manteniendo un ojo cauteloso sobre cualquier cosa que pudiera cobrar vida y atacar. Por el rabillo del ojo capté movimiento y me giré hacia él, temerosa de otro dragón disfrazado de inofensivos escombros. Esta vez no era un dragón, sino varias criaturas pequeñas y jorobadas contoneándose de aquí para allá entre los montículos. Parecían gnomos marchitos, inclinados por el enorme montón de cosas apiladas en sus espaldas, como gigantes cangrejos ermitaños. Cuando encontraban algún artículo que les gustaba —un juguete roto, rayos de una bicicleta— ellos lo adjuntaban a su colección en sus espaldas y se arrastraban al siguiente montón. Algunos de sus montículos eran grandes y bastante impresionantes, de una manera triste.

Algunas de las criaturas nos vieron y se acercaron contoneándose, redondos y brillantes ojos curiosos. Ash tomó su espada, pero yo puse una mano sobre su brazo. Sentí que estos seres no eran peligrosos, y tal vez ellos podrían dirigirnos a la dirección correcta.

“Hola,” los saludé suavemente mientras nos rodeaban, resoplando como perros impacientes. “No queremos ningún problema. Estamos un poco perdidos.”


Ellos ladearon sus cabeza pero no dijeron nada. Algunos se acercaron, y varios dedos largos se extendieron para fisgonear en mi mochila, tirando del brillante material. No maliciosamente, sino curiosos, como gaviotas picoteando un botón. Dos de ellos se agolparon alrededor de Ash, manoseando la vaina de su espada. Se movió con inquietud y se alejó.

“Necesito encontrar al Rey Machina,” dije. “¿Nos pueden mostrar donde vive?”

Pero las criaturas no estaban prestando atención, demasiado ocupados manoseando mi mochila, farfullando entre ellos. Uno le dio un tirón experimental que casi me derriba.

En un destello de luz azul, Ash sacó su espada. Las criaturas se escabulleron hacia atrás, sus ojos amplios y fijados en la hoja brillante. A algunos les temblaban los dedos, como si quisieran tocarla, pero eran suficientemente listos para no acercase.

“Vamos,” murmuró Ash, apuntando su espada a cualquier gnomo que se acercara. “No nos van a ayudar. Vámonos de aquí.”

“Espera.” Tomé su manga mientras se giraba. “Tengo una idea.”

Sacándome la mochila, abrí el cierre lateral, extendí mi mano, y saqué mi iPod roto desde hacía tanto. Dando un paso adelante, lo levanté en lo alto, viendo que los gnomos lo seguían con miradas amplias y continuas.

“Un trato,” dije en el silencio. Me miraron sin parpadear, “¿Ven esto?” Dije, agitando el iPod de atrás a adelante. Ellos lo siguieron, como perros mirando una galleta. “Se los daré, pero a cambio, llévenme al Rey de Hierro.”

Los gnomos se giraron y farfullaron uno al otro, ocasionalmente mirando hacia atrás para asegurarse que todavía estaba ahí. Finalmente, uno de ellos dio un paso adelante. Un triciclo se balanceaba en la parte superior de su montículo. Me clavó una mirada sin parpadear, y me hizo una seña que lo siguiera.

Seguimos a la extraña y pequeña criatura —a quien secretamente apodé cachivachero— a través del desierto de basura, atrayendo miradas curiosas de los otros residentes que vivían ahí. Vi más de los hombres parecidos a ratas cuyos dientes oxidaban el metal, unos cuantos perros flacos vagando, y enjambres de insectos de hierro arrastrándose sobre todo. Una vez, en la distancia, alcancé a ver aterrorizada otro dragón, desplegándose desde un montículo de basura. Menos mal, se movió a una posición más cómoda para dormir y retornó a su perfecto disfraz como una pila de chatarra.


Al final, las montañas de basura disminuyeron, y el cachivachero guía señalo con un largo dedo a una árida llanura. A través de una agrietada meseta gris, recubierta con lava y millones de luces parpadeantes, un ferrocarril se extendía a la distancia. Descomunales maquinas, como enormes escarabajos de hierro, se sentaban a su lado, resoplando vapor. Su silueta contra el cielo, una escalonada torre negra se erguía desde la tierra, envuelta en niebla y humo ondulante.

La fortaleza de Machina.

Ash respiró tranquilo. Me quedé mirando la imponente torre, mi estomago revolviéndose con miedo, hasta que un tirón en mi mochila me sacó de mi estupor. El cachivachero estaba ahí, una mirada expectante en su cara, dedos crispados.

“Oh, sí.” Sacando el iPod, se lo entregué solemnemente. “Un trato es un trato. Espero que lo disfrutes.”

El cachivachero sonrió de alegría. Apretando el aparato en su pecho, se escabulló como un enorme cangrejo, desapareciendo de vuelta en el desierto de basura. Escuché un chillido excitado, y lo imaginé exhibiendo su trofeo para que todos lo vean. Entonces las voces desaparecieron y estábamos solos.

Ash se volvió a mí, y me golpeó lo mal que se veía. Su piel estaba pálida; había sombras bajo sus ojos, y su cabello estaba húmedo de sudor.

“¿Estarás bien?” Susurré. Una comisura de su boca se curvó.

“Ya veremos, ¿no es así?”

Tomé su mano, envolviendo mis dedos alrededor de los suyos, y la apreté. El llevó mi mano a su cara y cerró los ojos, como tomando fuerza de mi tacto. Juntos, descendimos al corazón del reino de Machina.

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 2211 LOS CABALLEROS DE LA CORONA DE HIERRO


No mires ahora,” murmuró ASH después de estar horas caminando," pero nos están siguiendo."

Estiré la cabeza por encima de mi hombro. Estábamos siguiendo las vías

del tren – caminando a su lado, en vez de hacerlo directamente sobre lo raíles – hacia la imponente fortaleza, y no nos habíamos encontrado a una sola criatura, fey u otra cosa, durante el viaje. Las farolas sobresalían del suelo, iluminando el camino, y los gigantes de hierro, recordándome a los medios de transporte de un anime de ciencia ficción15, escondidos a lo largo de las vías, silbando con el humo. A través del retorcido vapor, era difícil ver algo más allá de unos pocos metros.

Pero entonces, una pequeña y familiar se escabulló rápidamente entre las

vías, desvaneciéndose entre el humo. Pude ver un triciclo asomando a través de un montón de chatarra y fruncí el ceño. "¿Por qué nos está siguiendo los cachivacheros16?"

"¿Cachivacheros? "Ash me sonrió. "Sí, ya sabes, coleccionan cosas brillantes, acumulándolas en sus guaridas.

¿Cachivacheros? Oh, es igual." Le lancé una mirada burlona, demasiado preocupada como para enfadarme. Ash nunca se quejó, pero yo podía notar que el hierro que estaba por todas partes le estaba pasando factura. ¿Quieres parar en algún sitio para descansar?"

"No." Presionó la palma de su mano contra uno de sus ojos, como si

estuviese tratando de detener un dolor de cabeza. "Eso no cambiaría nada." El retorcido paisaje continuaba. Dejamos atrás las piscinas de lava

fundida, burbujeando y resplandeciendo a causa del calor. Las chimeneas 15La palabra es "steampunk", aunque la he traducido como "ciencia ficción" la definición sería

:Steampunk es un género de la ciencia ficción que tiene como una de sus características la utilización de la máquina de vapor.

16La autora utiliza la plabra "pack rat" refiriéndose a una persona que lo guarda o lo colecciona todo. También se podría decir: "urraca" refiriéndose al vicio que tiene este animal de llevarse todo lo que brilla, "chamarilero".

“


sobresalían, eructando grandes chorros de negra contaminación que se retorcía en el cielo amarillo-grisáceo. Los rayos se arqueaban y crepitaban entre las chispeantes torres metálicas, y el aire zumbaba por la electricidad. Unos tubos se entrecruzaban por el suelo, dejando escapar el vapor desde las válvulas y las juntas, y unos cables negros atravesaban el cielo sobre nuestras cabezas. El penetrante olor17 del hierro , el óxido y el vapor obstruían mi garganta y me hacían arder la nariz.

Ash hablaba muy poco, caminaba dando traspiés sin dejarse vencer. Mi

preocupación por él era un nudo constante en mi estómago. Estaba haciendo esto con él, era mi contrato lo que le comprometía a ayudarme, a pesar de que estuviese matándose lentamente. Pero no podíamos volver atrás, y yo sólo podía ver, impotente, como Ash luchaba para continuar. Su aliento raspaba dolorosamente su garganta, y se ponía más pálido a cada hora. El miedo me rasgaba las entrañas. Estaba aterrorizada, él iba a morir y me dejaría sola en este oscuro y retorcido lugar.

Pasó un día, y la torre de hierro negro y amenazador se cernía sobre

nosotros, aunque todavía estaba lejana. El enfermizo color amarillo-grisáceo del cielo se oscurecía y la silueta borrosa de la luna brillaba entre las nubes. Me detuve, mirando hacia el cielo. Sin estrellas.

Ninguna. Las luces artificiales se reflejaban en la niebla, haciendo que la

noche tuviese tanta claridad como el día. Ash empezó a toser, apoyando una mano contra una pared que se caía a

pedazos para mantener el equilibrio. Puse mis brazos alrededor de él, sujetándole constantemente mientras se apoyaba en mí. Los violentos estallidos de tos hicieron que mi corazón se contrajese. "Tenemos que descansar," murmuré, mirando a mi alrededor buscando un sitio para acampar. Un gran tubo de cemento estaba medio enterrado debajo de las vías, cubierto de graffitis, y señalé hacia él. "Vamos".

Esta vez no protestó, sino que me siguió pendiente abajo y entró en el

refugio de cemento. No era lo suficientemente alto como para quedarse de pie, y el suelo estaba salpicado de astillas de vidrio de colores. No era el mejor de los campamentos, pero al menos no era de hierro. Aparté de una patada una botella rota y él se sentó con cuidado, ignorando mi mochila.

Sacando de un tirón la espada de su cinturón, Ash se sentó frente a mí sin

disimular apenas un gemido. La flecha de la Bruja del bosque vibraba como si hubiese abierto el paquete y busqué a su alrededor para coger la comida y el agua embotellada.

Rasgando una bolsa de carne seca para abrirla, le ofrecí a Ash. Dijo que no

con la cabeza, sus ojos parecían cansados y sin brillo.

17"Tang" puede ser tanto "sabor fuerte" como "olor penetrante".


"Tienes que comer algo," le reñí, mientras mordisqueaba la carne seca. Yo

misma no estaba particularmente hambrienta, estaba demasiado cansada, tenía demasiado calor y estaba demasiado preocupada como para tener un apetito, pero quería tener algo en el estómago. "Tengo una mezcla de frutos secos o dulces, si quieres otra cosa. Aquí están." Agité una bolsa de cacahuetes mezclados delante de él. La miró dubitativo, y yo fruncí el ceño. "Lo siento, pero no venden comida para feys en los supermercados. Come."

En silencio, aceptó la bolsa y cogió un puñado de cacahuetes y de pasas.

Miré a lo lejos, donde la negra y amenazante torre se abría un hueco entre las nubes. "¿Cuánto tiempo crees que tardaremos en alcanzarla?" Murmuré, sólo para que él volviese a hablar.

Ash se metió todo el puñado en la boca, lo masticó y lo tragó, sin

entusiasmo. "Yo diría que como máximo un día," respondió apoyando la bolsa. "Después de eso ..." Él suspiró, y sus ojos se oscurecieron. "Dudo mucho que pueda volver a ser útil."

Mi estómago se contrajo con el miedo. Ahora no le podía perder. Ya había

perdido tanto, parecía especialmente cruel que Ash no pudiese llegar hasta el final de nuestra aventura. Yo le necesitaba como nunca antes había necesitado a nadie. Yo te protegeré, pensé, sorprendiéndome a mí misma. Conseguirás superar esto, lo prometo. Simplemente no te me mueras, Ash.

Ash cruzó su mirada con la mía, como si pudiese notar lo que yo pensaba,

con sus solemnes ojos grises bajo las sombras de la tubería. Me pregunté si mis emociones estaban difundiendo mis pensamientos, si Ash podía leer el aura de glamour que me rodeaba. Por un momento, dudó, como si estuviese librando una batalla en su interior. Luego, con un suspiro de resignación, me sonrió débilmente y me tendió la mano. La cojí y me tiró de mi acercándome, poniéndome mí delante de él y abrazándose contra mi estómago. Me recosté contra su pecho y escuché latir su corazón. Cada latido me decía que esto era real, que Ash estaba aquí, y vivo, y todavía conmigo.

El viento arreció, oliendo a ozono y a algún otro raro olor químico. Una

gota de lluvia golpeó el borde de la tubería, y una pequeña brizna de humo hacía espirales en el aire. Excepto por su lenta respiración, Ash estaba completamente inmóvil, como si temiese que cualquier movimiento brusco me asustase. Me agaché y dibujé con mis dedos el perfil de su brazo, maravillada por la suave y fresca piel bajo mis dedos, como hielo vivo. Lo sentí temblar, escuchando su respiración irregular.

“¿Ash?” “¿Hmm?” Me humedecí los labios. "¿Por qué hiciste la promesa de matar a Puck?"


Él se movió con brusquedad. Sentí sus ojos en mi nuca y mordí el interior

de mi mejilla, deseando poder retractarme, cuestionándome que fue lo que me había hecho preguntar eso en un principio. "No importa," le dije, agitando una mano. "Olvídalo. No tienes que contármelo. Sólo me estaba preguntando..."

¿Quién eres en realidad? ¿Qué ha hecho Puck para hacer que le odies?

Quiero entenderlo. Siento que no os conozco a ninguno de los dos. Unas cuantas gotas más de lluvia golpearon el suelo, siseando en medio

del silencio. Mastiqué las tiras de carne y me quedé mirando la lluvia, hiper-consciente del cuerpo de Ash, de sus brazos alrededor de mi cintura. Le oí ponerse en una posición más cómoda y suspirar.

"Fue hace mucho tiempo," murmuró, con su voz casi perdida en el viento

que se levantaba, "antes de que tú nacieras. Invierno y verano había estado en paz durante varias estaciones. Siempre había pequeñas escaramuzas entre las Cortes, pero, durante un período que fue el más largo desde hacía siglos, en realidad nos dejamos en paz unos o otros."

"Cerca del final del verano," continuó, un poco de dolor se empezó a

notar en su voz, "las cosas empezaron a cambiar . Los fey no se las apañan bien con el aburrimiento, y algunos de los miembros más impacientes empezaron otra vez a hacerle jugarretas a la Corte de Verano. Debería haber sabido que habría problemas, pero en esa estación, no estaba pensando en la política. Toda la corte estaba aburrida e inquieta, pero yo ... " Su voz se quebró, sólo por un momento, antes de continuar. "Yo estaba con mi Dama, Ariella Tularyn."

Sentí como si me robaran el aliento. Su Dama. Ash había estado

comprometido, una vez. Y, a juzgar por dolor oculto en su voz, él la quería mucho. Me puse tensa, de repente fui demasiado consciente de mi respiración, de sus brazos alrededor de mi cintura. Ash no parecía darse cuenta.

"Estábamos cazando en el bosque salvaje," continuó, apoyando la barbilla

sobre mi cabeza. "Siguiendo el rumor de un zorro dorado que se había visto en la zona.

Había tres de nosotros ese día, cazando juntos. Ariella, yo y ... y Robin Goodfellow."

"¿Puck?" Ash se removió incómodo. La tormenta rugió en la distancia, lanzando

hilos de rayos verdes que atravesaban el cielo. "Sí," murmuró, como si le doliese decirlo. "Puck. Puck era ... fue un amigo, en otros tiempos. No me


daba vergüenza llamarle eso. En aquel entonces, nosotros tres nos encontrábamos unos con otros a menudo en el bosque salvaje, lejos de la censura de las Cortes. No nos importaban las reglas. En aquel entonces, Puck y Ariella fueron mis compañeros más cercanos. Yo confiaba en ellos por completo."

"¿Qué pasó?" La voz de Ash fue suavizándose con los recuerdos mientras continuaba.

"Estábamos cazando," explicó una vez más, "siguiendo a nuestra presa por un territorio que ninguno de nosotros había visto antes. El bosque salvaje es enorme, y algunas partes están cambiando constantemente, por lo que puede ser peligroso, incluso para nosotros. Rastreamos al zorro dorado durante tres días, a través de bosques desconocidos y montes, haciendo apuestas sobre de quien sería la flecha que finalmente le haría caer. Puck se jactó de que la corte de Invierno seguramente perdería con la Corte de Verano, y Ariella y yo nos jactamos de lo mismo pero a la inversa. Mientras el bosque que nos rodeaba se oscureció y se volvió salvaje. Nuestros caballos eran corceles fey cuyos cascos no tocaban el suelo, pero estaban cada vez más nerviosos. Tendríamos que haberles hecho caso, pero no lo hicimos, nuestro obstinado orgullo nos hizo seguir adelante como si fuésemos tontos.

"Por fin, el cuarto día, llegamos a un lugar que se precipitaba hacia abajo

formando un gran hueco. Por el otro lado, trotando por la cresta, estaba el zorro dorado. El hueco que nos separaba no era profundo, pero era amplio y estaba lleno de sombras y de maleza enmarañada, lo que hacía difícil ver lo que había allá abajo."

"Ariella quería dar la vuelta, a pesar de que nos llevaría más tiempo. Puck

no estuvo de acuerdo, insistiendo en que perderíamos a nuestra presa a menos que cabalgásemos a través del agujero. Discutimos. Me puse de parte de Ariella - aunque no encontraba razones para su recelo, si ella no estaba dispuesta a seguir adelante, yo no la iba a obligar.

"Puck, sin embargo, tenía otras ideas. Mientras yo daba la vuelta

alrededor de mi caballo, soltó un grito, le dio una palmada al caballo de Ariella en la grupa, y espoleó su propio caballo hacia delante. Cayeron sobre el borde, corriendo por la ladera, con Puck gritándome que los alcanzara si podía. No tuve más remedio que seguirles."

Ash se quedó en silencio, con la mirada sombría y atormentada. Miró a lo

lejos, hasta que yo no pude soportarlo más. "¿Qué pasó?" Susurré. Soltó una carcajada amarga. "Ariella tenía razón, por supuesto. Puck nos

llevó directamente a un nido de wyvern." Me sentí estúpido por preguntar pero ... "¿Qué es un wyvern?"


"Es de la familia de los dragones," replicó Ash. "No es tan inteligente, pero sigue siendo muy peligroso. Y muy territorial. Esa cosa salió de la nada, todo escamas,dientes y alas, atacándonos con su aguijón envenenado. Era enorme, un macho antiguo, cruel y poderoso. Luchamos a nuestra manera sin problemas, los tres, uno al lado del otro. Habíamos estado juntos durante tanto tiempo que conocíamos los estilos de lucha de los demás, y los utilizamos para derribar al enemigo. Fue Ariella la que le dio el golpe de gracia. Pero, mientras se estaba muriendo, el wyvern sacudió su cola por última vez, golpeándola en el pecho. El veneno de Wyvern es extremadamente potente, y estábamos a kilómetros de cualquier curandero. Nosotros ... intentamos salvarla, pero ... "

Hizo una pausa, inspiró agitadamente. Le apreté el brazo para consolarle. "Murió en mis brazos," concluyó, haciendo un perceptible esfuerzo para

recobrar la compostura. "Murió con mi nombre en los labios, pidiéndome que la salvara. Mientras la sostenía, vi como la vida desaparecía de sus ojos, sólo podía pensar en una cosa - que Puck había provocado eso. Si no fuera por él, ella todavía estaría viva."

"Lo siento mucho, Ash." Ash asintió con la cabeza una sola vez. Su voz se volvió firme. "Juré, ese

día, vengar la muerte de Ariella, matando a Robin Goodfellow, o muriendo en el intento. Nos hemos enfrentado varias veces desde entonces, pero Goodfellow siempre se las arregla para escaparse, o tenderme alguna trampa que termina con nuestros duelos. No puedo descansar mientras él viva. Le prometí a Ariella que iba seguir cazando a Robin Goodfellow hasta que uno de nosotros estuviese muerto."

"Puck me dijo que fue un accidente. No quería que eso sucediese."Las

palabras dejaron un sabor amargo en mi boca. No me parecía bien defenderle. Ash había perdido a alguien que amaba a causa de las acciones de Puck, una broma que finalmente fue demasiado lejos.

"No me importa." Ash se alejó de mí, su voz era despiadada. "Mi promesa

es vinculante. No puedo descansar hasta que haya cumplido mi juramento." No sabía qué decir, así que miré la lluvia, sintiéndome miserable y partida

en dos. Ash y Puck, dos enemigos enfrentados en una lucha que sólo terminaría cuando uno de ellos asesinase al otro. ¿Cómo podría quedarme entre dos personas así, sabiendo que un día, uno de ellos tendría éxito? Sabía que los juramentos de las hadas eran vinculantes, y Ash tenía buenas razones para odiar a Puck, pero todavía me sentía atrapada. No podía detener esto, pero no quería que ninguno de ellos muriese. Ash suspiró y se inclinó de nuevo hacia delante, rozando mi mano, acariciándome la piel con sus dedos. "Lo siento," murmuró. Un escalofrío me subió por el brazo. "Desearía que no estuvieses involucrada. No hay manera de deshacer una promesa, una vez que


se ha dicho en voz alta. Pero quiero que sepas esto - si entonces supiese que iba a conocerte, tal vez mi juramento no hubiese sido tan precipitado."

Se me cerró la garganta. Quería decir algo, pero en ese momento, una

fuerte ráfaga de viento lanzó unas gotas de lluvia al tubo. El agua salpicó mis vaqueros, y grité mientras algo me quemaba la piel.

Examinamos mi pierna. Pequeños agujeros estropeaban mis pantalones

vaqueros donde las gotas habían caído, el material se chamuscó a distancia, con la piel de debajo enrojecida y quemada. Palpitaba como si me clavasen agujas en la carne.

"¿Qué diablos?" Murmuré, mirando hacia la tormenta. Parecía lluvia normal

- gris y brumosa, un poco deprimente. Casi obligatoriamente, dirigí la mano hacia la abertura, donde el agua goteaba por el borde del tubo.

Ash me agarró de la muñeca, tirando de ella hacia dentro. "Sí, te

quemarás la mano tanto como te quemaste la pierna," dijo con voz suave. "Y yo que pensaba que habías aprendido la lección con las cadenas."

Avergonzada, dejé caer la mano y me metí más adentro del tubo, lejos

del borde y de la lluvia ácida que goteaba de ella. "Supongo que me quedaré despierta toda la noche," le dije, cruzando los brazos. "No quisiera quedarme dormida y encontrar la mitad de mi cara derretida cuando me despierte."

Ash tiró de mi apoyándome otra vez contra él, apartándome el pelo del

cuello. Su boca pasó rozándome el hombro, hasta el cuello, haciendo que sintiese mariposas en el estómago. "Si quieres descansar, entonces hazlo," susurró contra mi piel. "La lluvia no te tocará, lo prometo."

"¿Y tú?" "Yo no tenía la intención de dormir." Hizo un gesto casual hacia un chorrito

de agua de lluvia que se filtraba en el tubo, y convirtió el agua en hielo. "Me temo que no sería capaz de despertarme."

Mi preocupación aumentó enormemente. "Ash..." Sus labios rozaron mi oreja. "Duerme Meghan Chase," susurró, y de

repente no pude mantener los ojos abiertos. La mitad de mi conciencia que todavía luchaba contra la oscuridad se rindió y me hundí en sus brazos que me esperaban.

CUANDO ME DESPERTÉ HABÍA PARADO DE LLOVER y todo estaba seco,

aunque el suelo seguía desprendiendo vapor. No había sol visible a través de las asfixiantes nubes, pero el aire seguía burbujeando con el calor. Agarré mi mochila y salí de la tubería, buscando a mi alrededor a Ash. Estaba sentado en la parte exterior del tubo, con la cabeza hacia atrás y la espada apoyada


sobre sus rodillas. Al verlo, sentí una oleada de ira y de miedo. Me había encantado la noche anterior, hechizándome para que durmiese sin mi permiso. Lo que significaba que probablemente había usado glamour, aunque su propio cuerpo estaba cada vez más débil. Echando humo y con miedo, me acerqué pisando fuerte y puse las manos sobre mis caderas. Sus ojos grises se abrieron como platos y me miró somnoliento.

"No lo vuelvas a hacer." Intenté gritarle, pero su vulnerabilidad me hizo

parar. Parpadeó, pero tuvo la gentileza de no preguntarme de que estaba hablando.

"Mis disculpas", murmuró, inclinando la cabeza. "Pensé que al menos uno

de nosotros podría beneficiarse de unas pocas horas de sueño." Dios, se veía horrible. Tenía las mejillas hundidas, ojeras bajo los ojos y su

piel era casi translúcida. Necesitaba encontrar a Ethan y conseguir que todos saliésemos de aquí, antes de que Ash se convirtiese en un esqueleto andante y se desplomase muerto a mis pies.

Ash miró más allá de mí hacia la torre, parecía sacar fuerzas de ella.

"Ahora no está muy lejos," murmuró, como si se tratase de un mantra que lo mantenía en pie. Le tendí la mano y me dejó tirar de él para ayudarle a ponerse de pie.

Empezamos a seguir las huellas otra vez. Las chimeneas y las torres de metal lentamente se fueron quedando lejos,

detrás de nosotros, a medida que continuábamos a través del reino de Machina. La tierra se volvía vacía y estéril, y el vapor se elevaba de las grietas del suelo, haciendo espirales a nuestro alrededor como si fuesen fantasmas. Máquinas colosales, con enormes ruedas de hierro y escudos blindados, estaban colocadas al lado de las vías. Parecían un cruce entre unos tanques modernos y los vehículos Mechs18 de los dibujos animados. Eran viejos, estaban oxidados y me recordaron extrañamente a Ironhorse.

Ash gruñó y cayó de repente, encorvando las piernas debajo de él. Agarró

su brazo, mientras él mismo se puso de pie, jadeando. Parecía tan delgado. "¿Paramos a descansar?", le pregunté. "No", apretó los dientes. "Sigue adelante. Tenemos que..."

18Los Mechs son un amplio género de vehículos andantes que son, generalmente, controlados por un

piloto. Aparecen con frecuencia en el anime, la ciencia ficción y otros géneros que contienen elementos fantásticos o futuristas. Son por lo general, aunque no necesariamente, bípedos, con brazos, manos, dedos y por lo general capaces de agarrar objetos. Un mecanismo que se aproxima a la forma de un cuerpo humano permite utilizar los movimientos de las artes marciales y de la esgrima, los actos ceremoniales de honor, los saludos, y otros gestos humanos que no se pueden realizar usando un tanque o un avión.


De repente se enderezó, con su mano yendo hacia su espada. Delante de nosotros, el vapor se despejó, separándose lo suficiente como

para revelar una figura descomunal sobre las vías. Un caballo hecho de hierro y resoplando fuego, con sus cascos de acero pateando el suelo. Nos miraba torvamente con sus ojos brillantes.

"¡Ironhorse!" Jadeé, preguntándome, durante un momento surrealista, si

mis pensamientos de antes le había convocado aquí. "PENSASTEIS QUE OS HABIAIS DESHECHO DE MI, ¿VERDAD? "Ironhorse tronó,

con su voz retumbando en las máquinas a nuestro alrededor. "NECESITAREIS ALGO MAS QUE UN DERRUMBE PARA MATARME. ANTES COMETÍ EL ERROR DE SUBESTIMAROS. NO VOLVERÁ A SUCEDER"

El movimiento surgió a nuestro alrededor, mientras cientos de duendes se

ponían a la vista arrastrándose, silbando y crujiendo. Se abalanzaron sobre las máquinas como las arañas, riendo y parloteando, y escabulléndose por el suelo. En cuestión de segundos, nos habían rodeado, una negra alfombra viviente. Ash sacó su espada, y los duendes le silbaron groseramente.

Dos figuras aparecieron a través del vapor a cada lado de nosotros.

Marcharon hacia adelante al unísono, los duendes y se separaron para dejarles pasar. Eran guerreros con armaduras de combate, con cascos y máscaras cubriendo sus rostros, entraron en el círculo. Sus trajes de insecto parecían sacados de una película de ciencia-ficción, de alguna forma antiguos y modernos al mismo tiempo. Sus corazas llevaban la insignia de una corona de alambre de púas. Sacando sus espadas, dieron un paso adelante.

"Meghan, retrocede," murmuró Ash, preparándose para luchar contra la

pareja armada que venía hacia él. "¿Estás loco? No puedes luchar así..." "¡Vete!" De mala gana retrocedí, pero de repente me agarraron por detrás. Grité

y pataleé, pero fui arrastrada hasta el borde del círculo, donde los duendes me mascullaban cosas. Me giré alrededor y vi que mi captor era un tercer guerrero.

"¡Meghan!" Ash trató de seguirme, pero los dos primeros caballeros le

cerraron el paso, con los destellos de sus espadas de hierro. Mirándoles furioso, Ash blandió su espada y colocó en una posición de batalla.

Se abalanzaron sobre él, las espadas descendieron borrosas haciendo una

curva, procedentes tanto de arriba como de abajo. Ash saltó por encima de la


primera y paró la segunda, arrojándola lejos con una ráfaga de hielo y chispas. Aterrizó, giró a su izquierda para bloquear el salvaje golpe del revés, y se agachó cuando la segunda espada le pasó silbando sobre la cabeza. Se dio media vuelta rápidamente, su espada arremetió, clavándose a través de uno de los pechos blindados con un chirriante chillido. El caballo se tambaleó hacia atrás, con la imagen de la corona de alambre cortada y cubierta de escarcha.

Ellos se separaron por un momento, uno frente al otro, con las espadas en

la mano. Ash estaba jadeando, con los ojos entrecerrados por la concentración. No parecía estar bien, y mi estómago se contraía por el miedo. Los otros caballeros comenzaron a rodearle lentamente, yendo hacia él desde diferentes lados como lobos acechando. Pero antes de que pudiesen llegar hasta su posición, Ash gruñó y se lanzó.

Por un momento, el caballero del que se estaba ocupando fue rechazado

por la ferocidad de su ataque. Ash le golpeaba sin descanso, con su espada deslizándose a través de las defensas del enemigo para hacer añicos su armadura. Las chispas volaban, y el caballero tropezó, casi cayéndose. La espada de Ash hizo un barrido y le asestó un golpe despiadado al lado de su cabeza, rasgando el casco limpiamente. Jadeé. El rostro bajo el casco era el de Ash, o por lo menos el de un hermano perdido. Los mismos ojos grises, el mismo pelo del color del ébano, las mismas orejas puntiagudas. Su cara parecía un poco mayor, y una cicatriz bajaba por su mejilla, pero las similitudes eran casi perfectas.

El verdadero Ash vaciló, tan aturdido como yo, y le costó muy caro. El

segundo caballero corrió detrás de él, con su espada lanzando un tajo bajo, y Ash se dio la vuelta - demasiado tarde. Su hoja se trabó en la espada de su oponente, pero el golpe le sacó el arma de las manos. Al mismo tiempo, su compañero le lanzó un revés Ash con su guante de metal, golpeándole detrás de la oreja. Ash se desplomó en el suelo sobre su espalda, y las dos espadas de hierro presionaban su garganta.

"¡No!" Traté de correr hacia él, pero el tercer guerrero me sujetó y me

retorció los brazos detrás de la espalda. Me pusieron unas esposas alrededor de las muñecas. Los dos caballeros patearon a Ash en el estómago y le pusieron los brazos detrás , atándolo de manera parecida a mi. Le oí jadear cuando el metal tocó su carne, y su doble le puso salvajemente de pies. Nos empujó hacia Ironhorse, que nos esperaba en medio de las vías, moviendo la cola. Su máscara de hierro no mostraba nada.

"BIEN" bufó. "EL REY MACHINA ESTARÁ ENCANTADO." Sus ojos rojos estaban

fijos en Ash, que apenas podía estar de pie, y volvió a taparse los oídos. "COGED SUS ARMAS," ordenó con desdén.

El rostro de Ash se retorcía agónicamente. El sudor corría por su frente y

apretaba los dientes. Vio al caballero de hierro coger su espada al borde de


las vías y arrojarla a una zanja. Hubo un sonido suave cuando la hoja golpeó el agua aceitosa y se hundió fuera de su vista. Un segundo caballero hizo lo mismo con el arco. Yo contuve la respiración, rezando para que no viese el arma más importante de todas.

"LA FLECHA TAMBIÉN" Mi corazón se hundió y la desesperación surgió en mi interior. El doble de

Ash se acercó, quitó de un tirón la flecha de la Bruja del bosque de mi mochila y la lanzó a la cuneta con el resto de las armas. Mi corazón se desplomó aún más, y el pequeño margen de esperanza se marchitó encogiéndose y desapareció. Entonces eso era todo. El juego se acabó. Habíamos fracasado.

Ironhorse miró detrás de nosotros dos y soltó un bufido de vapor. "NO

INTENTES HACER NADA RARO PRINCESA", advirtió, lanzándome una cortina de humo. "O MIS CABALLEROS ENVOLVERÁN AL PRINCIPE DE INVIERNO CON TANTO HIERRO QUE LA PIEL SE LE DESPRENDERÁ DE LOS HUESOS." Tosió una llama, quemándome las cejas, y giró la cabeza hacia la fortaleza que nos esperaba. "VAMOS. EL REY MACHINA ESPERA."

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 2222 Traducido por Pau24

a Resistencia Final de Ash era una tortuosa caminata de pesadilla

hacia la torre de Machina. Me habían envuelto una cadena

alrededor de la cintura, sujetándome a Ironhorse, que caminaba

con fuerza por el camino. A mi lado, Ash tenía otra, y sabía que le estaba

haciendo daño. Continuaba tropezándose, apenas caminando mientras

seguíamos a Ironhorse por la línea del ferrocarril. Gremlins brincaban a

nuestro alrededor, golpeándonos, pinchándonos y riéndose de nuestro

tormento. Los caballeros caminaban a ambos lados y se rehusaban a dejar que

Ash caminara fuera del camino de hierro, empujándolo de vuelta si lo

intentaba. Una vez, se cayó, y fue arrastrado varias fardas antes de que

pudiera pararse de nuevo. Quemaduras rojas atravesaban su cara donde su

piel había tocado el camino de metal, y yo sufría por él.

El cielo se nubló, pasando del amarillo-gris a un siniestro rojizo-negro en

cosa de momentos. Ironhorse se detuvo y extendió su cuello, abriendo sus

fosas nasales.

“MALDICION,” murmuró, pisoteando el casco. “VA A LLOVER PRONTO.”

Mi estomago se revolvió ante el pensamiento de la lluvia ácida.

Relámpagos destellaron, llenando el aire de un fuerte olor. “RAPIDO, ANTES

QUE LLEGUE LA TORMENTA.” El caballo se alejó del camino, comenzando a

trotar mientras un trueno gruñía sobre nosotros. Mis piernas quemaban

mientras yo rompía en una extraña carrera detrás de él, cada músculo

protestando, pero era continuar o ser arrastrado. Ash se tropezó y se cayó, y

esta vez no se levantó.

L


Una gota de lluvia salpicó contra mi pierna, y un dolor punzante me

atravesó. Jadeé. Más gotas cayeron, siseando mientras golpeaban el suelo. El

aire apestaba a químicos, y escuché a algunos gremlins gritar cuando gotas de

lluvia los golpeaban también.

Una cortina plateada de lluvia se arrastró hacia nosotros. Alcanzó a unos

de los gremlins más lentos, envolviéndolos. Gritaron y se retorcieron, saltaban

chispas de sus cuerpos, hasta que dieron una última sacudida y se quedaron

quietos. La lluvia aumentó.

Con pánico, miré hacia arriba para ver a Ironhorse guiándonos a un pozo

de una mina…nos agachamos bajo el techo mientras la tormenta barría sobre

nosotros, alcanzando algunos gremlins más, que chillaban y bailaban en

agonía, agujeros quemaban a través de su piel. El resto de los gremlins se

burlaban y reían. Me di vuelta antes de sentirme enferma.

Ash estaba recostado sin moverse sobre el suelo, cubierto de polvo y sangre

desde donde había sido arrastrado. Salía vapor de su cuerpo donde las gotas

habían golpeado. El gruñó y trató de levantarse, pero no consiguió levantar su

espalda. Riéndose, unos gremlins comenzaron a golpearlo, subiéndose a su

pecho para pegarle en la cara. El se estremeció y se giró, pero esto solo los

alentó a seguir.

“¡Deténganse!” Arremetí y pateé a un gremlin con toda mi fuerza,

lanzándolo lejos de Ash como una pelota de futbol. Los otros se volvieron a

mí, y los ataqué, pateando y pisándolos. Siseando, se subieron a mi pierna,

tirando de mi cabello con sus garras. Uno hundió sus afilados dientes en mi

hombro, y grité.

“¡SUFICIENTE!” El grito de Ironhorse hizo temblar el techo. Nos bañó la

suciedad y los gremlins se deslizaron hacia atrás. La sangre corría por mi piel

desde una docena de pequeñas heridas, y mi hombro me palpitaba donde el

gremlin me había mordido. Ironhorse me miró, agitando su cola contra su

flanco, luego giró la cabeza hacia los caballeros.

“LLEVENLOS A LOS TÚNELES,” ordenó con un indicio de exasperación.


“ASEGÚRENSE QUE NO ESCAPEN. SI LA TORMENTA NO DISMINUYE,

PODRIAMOS ESTAR AQUÍ POR UN TIEMPO.”

Las cadenas que nos unían a Ironhorse fueron soltadas. Dos caballeros

tiraron a Ash para que se parara y lo arrastraron por un túnel. El último

caballero, el que tenía el rostro de Ash, me tomó por el brazo y me guío tras

sus hermanos.

Nos detuvimos en un cruce donde se comunicaban varios túneles.

Caminos de madera llevaban a la oscuridad, y desvencijados coches

medio llenos de mineral se apoyaban a los lados. Gruesas vigas de madera

sostenían el techo, de pie a lo largo del camino cada pocos pasos. Unos

cuantos faroles habían sido clavados en la madera, aunque la mayoría estaban

rotos y oscuros. En la parpadeante luz de las antorchas, brillantes vetas de

hierro serpenteaban por las paredes. Continuamos por un túnel que terminaba

en una pequeña habitación, donde había parados dos postes de madera en el

centro. Unas pocas cajas y una piqueta estaban apiladas en un rincón. Los

caballeros empujaron a Ash contra un poste, abrieron una esposa, y la

colocaron detrás de la viga, asegurándola en su lugar. La piel bajo la banda de

metal estaba roja y quemada, y él se agitó cuando la volvieron a cerrar

alrededor de su muñeca. Me mordí el labio por lástima.

El caballero que me capturó primero se enderezó y le dio una palmadita

a Ash en la mejilla, riéndose cuando Ash se apartaba del guante de acero. “Se

siente bien, ¿no es así, gusano?” dijo, y yo me levanté sorprendida. Era la

primera vez que escuchaba hablar a uno de ellos. “Ustedes de sangre vieja

son completamente débiles, ¿cierto? Es hora de que se aparten. Ahora estás

obsoleto, antiguo. Tu tiempo se acabó.”

Ash levantó su cabeza y miró al otro hada a los ojos. “Palabras atrevidas

para alguien que se mantuvo a un lado y peleó con una chica mientras sus

hermanos luchaban por él.”


El caballero lo golpeó con el revés de la mano. Grité enojada y me puse

en marcha hacia adelante, pero el caballero detrás de mi me tomo el brazo.

“Déjalo, Quintus,” dijo con voz tranquila.

Quintus hizo una mueca de desprecio. “Sintiendo lastima por él,

¿Tertius? ¿Tal vez algo de afecto fraternal por tu gemelo aquí?”

“No se supone que hablemos con los sangre vieja,” respondió Tertius en

el mismo tono frio. “Tú sabes eso. ¿O debería informar a Ironhorse?” Quintus

escupió sobre el piso. “Siempre fuiste débil, Tertius,” gruñó. “Demasiado

compasivo para ser hecho de hierro. Eres una desgracia para la hermanad” Se

giró en un talón y se dirigió hacia el túnel, el ultimo caballero siguiéndolo

detrás. Sus botas resonaban fuerte sobre el piso de piedra, entonces se

atenuaron en el silencio.

“Pelmazo,” murmuré mientras el caballero restante me ponía contra el

poste. “Tu nombre es Tertius, ¿cierto?” Abrió un grillete y enrolló la cadena

alrededor de la viga, sin mirarme. “Si.”

“Ayúdanos,” suplique. “Tú no eres como ellos, puedo sentirlo. Por favor,

tengo que rescatar a mi hermano y sacarlo de aquí. Haré un trato contigo, si

eso quieres. Por favor, ayúdanos.”

Por un momento, me miró a los ojos. Y me golpeó de nuevo como se

parecía a Ash. Sus ojos eran de un gris metálico en vez de plateados, y la

cicatriz lo hacía ver más viejo, pero tenía el mismo rostro intenso y

honorable. Se detuvo, por un momento, y me atreví a tener esperanza. Pero

entonces cerró la esposa alrededor de mi muñeca y se alejó, sus ojos se

oscurecieron a negros.

“Soy un Caballero de la Corona de Hierro,” dijo, su voz era tan dura

como el acero. “No traicionaré a mis hermanos, o a mi rey.”

Se volvió y se alejó sin mirar atrás.


EN LA PARPADEANTE OSCURIDAD del túnel, escuche la respiración

rasposa de Ash, el movimiento de la grava mientas de hundía en una posición

sentada. “¿Ash?” llamé suavemente, mi voz se hacía eco entre las vigas.


Silencio por un momento. Cuando Ash habló finalmente, su voz era tan

baja que apenas la podía escuchar. “Lo siento, princesa,” murmuró, casi para

sí mismo. “Parece que no podré mantener nuestro contrato después de todo.”

“No te rindas” le dije, sintiéndome como una hipócrita mientras luchaba

contra mi propia desesperación. “Saldremos de esto de alguna manera. Tan

solo tenemos que cuidar nuestras cabezas.” Me llegó un pensamiento y bajé

mi voz. “¿No puedes congelar las cadenas hasta que se rompan, como hiciste

en la fabrica?”

Una baja risita sin humor. “En este momento, me está tomando todo lo

que tengo no desmayarme,” murmuró Ash, sonando adolorido. “Si tienes algo

del poder del que estaba hablando la Dríada Antigua, ahora sería tiempo de

usarlo.”

Asentí. ¿Qué podíamos perder? Cerrando mis ojos, me concentré en

sentir el glamour a nuestro alrededor, tratando de recordar lo que Grimalkin

me había enseñado.

Nada. Excepto por un parpadeo de determinación pura desde Ash, no

había emociones de las que extraer, ni esperanzas o sueños o nada. Todo

estaba muerto, desprovisto de vida, sin pasión. Los elfos de hierro eran como

máquinas—fríos, lógicos, y calculadores—y su mundo reflejaba eso.

Rehusándome a rendirme, presioné más profundamente, tratando de

pasar la superficie. Esto había sido Nuncajamás alguna vez. Tenía que quedar

algo sin tocar por la influencia de Machina.

Sentí un pulso de vida, en alguna parte muy en lo profundo. Un árbol

solitario, envenenado y muriendo, pero todavía aferrándose a la vida. Sus


ramas estaban volviéndose lentamente en metal, pero las raíces, y el corazón

del árbol, todavía no estaban corrompidos. Se revolvió ante mi presencia, un

pequeño pedazo de Nuncajamás en el vacio de la nada. Pero antes de que

pudiera hacer cualquier cosa, pasos arrastrados rompieron mi concentración,

y el vínculo despareció.

Abrí mis ojos. La luz en el túnel se había ido, dejándonos en la negrura.

Escuché a criaturas moviéndose hacia nosotros, rodeándonos, y no podía ver

nada. Mi mente saltó a toda clase de terribles conclusiones: ratas gigantes,

cucarachas enormes, grandes arañas subterráneas. Casi me desmayo cuando

algo palmeó mi brazo, pero entonces oí el bajo murmullo de voces familiares.

Un haz de luz amarilla hizo clic en la oscuridad: una linterna. Iluminó la

curiosa, arrugada cara de media docena de cachivacheros, parpadeando ante

la repentina luz. Sorprendida los miré mientras me hablaban en su extraño

lenguaje. Varios rodearon a Ash, tirando de sus mangas.

“¿Qué están haciendo aquí?” Susurré. Ellos farfullaron tonterías y tiraron

de mi ropa, como si trataran de llevarme lejos. “¿Están tratando de ayudar?”

El cachivachero con el triciclo dio un paso adelante. Me señaló, entonces al

fondo de la habitación. En el haz de luz de la linterna, vi la apertura de otro

túnel, casi invisible en las sombras. Estaba parcialmente formado, como si los

mineros hubieran comenzado a cavar solo para abandonarlo. ¿Una salida? Mi

corazón dio un vuelco. El cachivachero estaba impaciente y me hizo una seña

hacia adelante.

“No puedo,” le dije, haciendo sonar mi cadena. “No me puedo mover.”

Él habló con el resto de ellos, y avanzaron arrastrando los pies. Uno a

uno, ellos estiraron la mano hacia atrás, a los bultos de basura en sus

espaldas, y comenzaron a sacar cosas.

“¿Qué están haciendo?” murmuró Ash.

Yo no podía comenzar a responder. Uno de los cachivacheros presentó un

taladro eléctrico, mostrándoselo al guía, que agitó la cabeza. Otro sacó un


cuchillo mariposa, pero el guía lo declinó, también, como al igual que un

encendedor, un martillo, y un reloj con alarma redondo. Entonces uno de los

cachivacheros más pequeños chilló excitadamente y dio un paso adelante,

sosteniendo algo largo y metálico. Un cortador de candados.

El cachivachero guía farfulló y señaló. Pero al mismo tiempo, escuché el

ruido de botas de acero acercándose por el túnel, y el sonido de miles de

garras sobre la roca. Mi estomago se revolvió. Los caballeros estaban

regresando, y también lo hacían los gremlins.

“¡Apúrate!” Le pedí, mientras el cachivachero se balanceó y comenzó a

aserrar las cadenas. Aparecieron luces en la distancia, meneándose a lo largo

del suelo; gremlins con faroles o linternas. La risa se extendió por la

habitación, y se me revolvió el estomago. ¡Apúrate! Pensé, furiosa con el

lento progreso del cachivachero. ¡No vamos a logarlo! ¡Estarán aquí en

cualquier segundo!

Sentí el chasquido de los eslabones al separarse, y estaba libre.

Agarrando el corta candados, corrí hacia Ash. Las luces se acercaban más y

más, y el siseo de los gremlins podía escucharse por el túnel. Inserté la

cadena entre las fauces de metal y apreté el mango, pero la herramienta

estaba oxidada y era difícil usarla. Gruñendo maldiciones, agarré el mango y

apreté.

“Déjame,” murmuró Ash mientras yo forcejeaba por cerrar las fauces.

“No seré capaz de ayudar, y solo te retrasaré. Solo vete.”

“No te voy a dejar,” Resoplé, apretando los dientes y empujando con

toda mi fuerza.

“Meghan…”

“¡No te voy a dejar!” dije bruscamente, luchando con mis lagrimas.

¡Estúpida cadena! ¿Por qué todavía no se rompía? Arrojé todo mi peso contra

ella, aserrando con una furia que nacía del miedo.


“¿Recuerdas cuando te dije de tu debilidad?” murmuró Ash, estirando la

cabeza para mirarme. Aunque sus ojos eran duros, vidriosos de dolor, su voz

era amable. “Tienes que hacer esa elección ahora. ¿Qué es más importante

para ti?” “!Cállate!” Las lágrimas me cegaban, y pestañee para alejarlas. “No

puedes pedirme que tomé esa decisión. Tú también eres importante para mí,

maldición. No te voy a dejar atrás, así que solamente cállate.”

La primera ola de gremlins entró en el túnel y gritaron alarmados cuando

me vieron. Con un gruñido de miedo y terror, le di al cortador de candados un

último tirón, y la cadena finalmente se partió. Ash se paró mientras los

gremlins aullaban indignados y se lanzaban hacia delante.

Corrimos por el túnel oculto, siguiendo a los cachivacheros mientras se

escabullían a través de él. El pasillo era bajo y estrecho; tenía que agachar mi

cabeza para evitar el techo, y las paredes cortaban mis brazos mientras

huíamos. Detrás de nosotros, salían gremlins de la apertura como hormigas,

deslizándose a lo largo de las paredes y techo, siseando mientras nos seguían.

Ash se detuvo repentinamente. Girando su rostro hacia la horda, levantó

la piqueta como un bate de baseball, apoyándose contra la pared. Me asusté;

debió haberlo tomado de las cajas, justo antes de que llegáramos al túnel. Las

cadenas rotas, todavía colgaban de sus muñecas, temblando cuando sus

brazos se agitaron. Los gremlins se detuvieron a algunas yardas de distancia,

sus ojos brillantes mientras analizaban esta nueva amenaza. Unidos como uno

comenzaron a avanzar hacia delante.

“¡Ash!” Lo llamé. “¿Qué estás haciendo? ¡Vamos!”

“Meghan.” La voz de Ash, a pesar del dolor bajo la superficie, estaba

calmada. “Espero que encuentres a tu hermano. Si ves a Puck de nuevo, dile

que me arrepiento de tener que abandonar nuestro duelo.” “¡Ash, no! ¡No

hagas esto!”

Lo sentí sonreír. “Me hiciste sentir vivo de nuevo,” murmuró. Chillando,

los gremlins atacaron.


Ash golpeó a dos de ellos a la inconsciencia con la piqueta, se agachó

cuando otro brincó hacia su cabeza, y fue aplastado. Ellos pululaban sobre él,

aferrándose a sus piernas y brazos, mordiendo y arañando. Se tambaleó y cayó

sobre una rodilla, y se deslizaron a su espalda, hasta que no pude verlo a

través de la masa de gremlins que se retorcía. Aun así, Ash siguió luchando;

con un gruñido, se volvió a poner de pie, enviando a varios gremlins volando

solo para que una docena más tomara su lugar. “¡Meghan, vete! “Su voz

estaba ronca mientras golpeaba un gremlin contra la pared. “¡Ahora!”

Ahogándome en lagrimas, me giré y hui. Seguí a los cachivacheros que

me hacían señas hasta que el túnel se dividió y se ramificó en varias

direcciones. Un cachivachero saco algo de su paquete y lo agito hacia el guía.

Jadee cuando vi que era dinamita. El guía gruñó algo, y otro

cachivachero se escabullo hacia adelante con un encendedor.

No pude evitar mirar hacia atrás, justo a tiempo para ver a Ash

finalmente lanzado bajo el mar de gremlins y fuera de vista. Los gremlins

chillaron por su triunfo y se dirigieron hacia nosotros.

La mecha petardeó al prenderse. El cachivachero guía seseó y señaló los

túneles, donde el resto de ellos estaba desapareciendo. Lagrimas caían por

mis mejillas, los seguí, y el cachivachero que sostenía la dinamita la arrojó

hacia los gremlins que se acercaban.

El estruendo sacudió el techo. Suciedad y rocas cayeron sobre mí,

llenado el aire de polvo. Tosí y me hundí contra la pared, esperando que el

caos amainase. Cuando todo estaba quieto, miré hacia arriba para ver la

entrada del túnel se había hundido. Los cachivacheros estaban gimiendo

suavemente. Uno de los suyos no había logrado pasar a tiempo.

Hundiéndome en la pared, llevé mis rodillas hacia mi pecho y me uní a

ellos en su dolor, sintiendo que había dejado mi corazón en el túnel donde

Ash había caído.

El Rey de Hierro


CCaappiittuull oo 2233 EL REY DE HIERRO


or muchos minutos, me senté ahí, demasiado insensible hasta como para llorar. Yo no podía creer que de verdad Ash estuviera realmente muerto. Yo seguí mirando a la pared – cueva, medio esperándolo a él

de alguna manera, milagrosamente, empujado a través de los escombros, magullado y sangriento, pero vivo.

Cuánto tiempo me senté ahí, no lo sé. Pero finalmente, la correa con el paquete de ratas dio un tirón gentil en mi manga. Sus ojos, tristes y solemnes, se encontraron con los míos, antes de que él se girara y me hiciera señas para que lo siguiera. Con una mirada final hacia la cueva detrás de nosotros, los seguí hacia los túneles.

Caminó por horas, y gradualmente, los túneles se transformaron en cuevas

naturales, empapados con agua y estalactitas. El paquete de ratas me prestó una linterna, y como si yo brillara en la cueva, miré que el piso estaba lleno con extraños artículos, una aleta aquí, un juguete robot allá... Se miraba como si nos estuviéramos metiendo al nido del paquete de ratas, mientras más lejos, había más basura en el piso.

Al final, entramos a una cueva que parecía una catedral, donde el techo

se elevaba hacia la oscuridad, y las paredes estaban amontonadas con montañas de basura, pareciéndose a Wasteland (La Tierra de los Desperdicios) en miniatura.

En el centro de la habitación, sentado en un trono hecho totalmente de

basura, había un hombre viejo, muy viejo. Su piel era gris, y no me refiero a tonos grises pálidos o ceniza, sino a gris metálico, como el gris del mercurio.

Su pelo blanco fluía pasando sus pies, casi cercano a tocar el piso, como si

no se hubiera movido de su silla en siglos. El paquete de ratas arrastraron los pies alrededor de él, deteniéndose en varios objetos, para después posarse a sus pies. Entonces miré mi iPod entre ellos. El hombre viejo sonrió como si el paquete de ratas estuviera parloteando e hiperactivos alrededor de él, como perros ansiosos, entonces sus ojos verde pálido miraron hacia mí.

P


Él parpadeó muchas veces, como si no pudiera creer lo que estaba

mirando. Yo detuve mi respiración. ¿Dónde estaba esta Machina? ¿O el paquete de ratas que había comprado

me había traído directamente al Rey de Hierro? Para ser un todo poderoso gobernante, no esperaba que estuviera demasiado... viejo.

“Bueno...” Resopló al final “Mis súbditos me han traído muchas cosas

curiosas a través de los años, pero creo que esta es la más inusual. ¿Quién eres niña? ¿Por qué estás aquí?”

“Yo… Mi nombre es Meghan, señor. Meghan Chase. Estoy buscando a mi

hermano” “¿Tu hermano?” El hombre viejo miró al paquete de ratas, horrorizado.

“No las recuerdo trayendo a casa a un niño. ¿Qué se les ha metido a ustedes?” El paquete de ratas parloteó, sacudiendo sus cabezas. El hombre viejo

frunció el ceño hacia ellos como si ellos parlotearan y saltaran a su alrededor, entonces me miraron de nuevo. “Mis súbditos me dicen que no han encontrado a nadie más que a ti y a tu amigo allá afuera en Wasteland. ¿Por qué crees que tu hermano podría estar aquí?”

“Yo...” Paré, mirando fijamente alrededor de la sórdida caverna, el

paquete de ratas, al frágil hombre viejo. Esto puede estar bien. “Lo siento...” Continué, sintiéndome estúpida y confundida. “Pero… ¿Es usted Machina, el Rey de Hierro?”

“Ah.” El hombre viejo se estabilizó, encajando sus manos juntas. “Ahora

entiendo. Machina tiene a tu hermano, ¿Verdad? Y tu estás en camino para rescatarlo.”

“Sí.” Me relajé, respirando un suspiro de alivio. “Entonces, ¿Creo que usted no es el Rey de Hierro?”

“Oh, yo no diría eso.” El hombre viejo sonrió, y guardia se vino abajo. El

se rió por lo bajo. “No te preocupes, hija. Me refiero a que no te haré daño. Pero tú deberías abandonar tu plan de rescatar a tu hermano. Machina es muy fuerte. No hay arma que pueda herirlo. Tu podías estar tirando tu vida.”


Me recordé de la flecha de Witchwood, tirada en el fondo de una zanja, y mi corazón se constriñó. “Lo sé.” Suspiré. “Pero necesito intentarlo. Ya vine así de lejos. No me voy a rendir ahora.”

“Si Machina ha robado a tu hermano, el te debería estar esperando.” El

hombre viejo dijo, inclinándose hacia delante. “El te quiere para algo. Puedo sentir el poder en tí, mi niña, pero no será suficiente. El Rey de Hierro es el maestro de la manipulación. El te usará para promover sus propios planes, y tú no serás capaz de resistir. Ve a casa, niña. Olvida lo que haz perdido y ve a casa.”

“¿Olvidar?” Pensé en mis amigos, quienes han sacrificado todo para verme

así de lejos. Puck. El Mayor Dryad. Ash. “No.” Murmuré, un bulto se formaba en mi garganta. “No puedo olvidar. Aún si esto es inútil, necesito seguir. Le debo a todos mucho.”

“Niña tonta.” El hombre viejo gruñó. “Yo conozco más acerca Machina que nadie – sus maneras, su poder, la manera de que su mente trabaja – y tú todavía no me escuchas. Muy bien. Apúrate a tu fatalidad, como todos los demás que vinieron antes que tú. Tú lo verás, como yo lo hice, demasiado tarde. Machina no puede ser derrotado. Yo solo deseo que hubiera escuchado cuando mis consejeros me lo dijeron, como mucho.”

“¿Intentaste derrotarlo?” Lo miraba fijamente, tratando de imaginarme al frágil hombre viejo peleando con cualquiera y fallando. “¿Dónde? ¿Por qué?”

“Porque...” El viejo hombre me explicó pacientemente. “Yo fui una vez el Rey de Hierro. Mi nombre es Ferrum.” El hombre viejo explicó a mi silencio impresionado. “Como tú, sin duda te has dado cuenta, yo soy viejo. Más viejo que Machina, más viejo que todas las hadas de hierro. Yo era el primero, como puedes ver, nacido de los falsificadores, cuando la humanidad primero empezó a experimentar con el hierro. Yo alcancé su imaginación, su ambición de conquistar al mundo con un metal que pudiera rebanar al bronce como papel. Yo estaba ahí, cuando el mundo empezó a cambiar, cuando los humanos tomaron sus primeros pasos fuera de las Edades Oscuras para ir a la Civilización.” “Por muchos años, pensé que estaba solo. Pero la humanidad nunca está satisfecha – siempre está alcanzando, siempre intentando de hacer algo mejor. Otros vinieron, otros como yo, alzados por los sueños de un nuevo mundo. Ellos me aceptaron a mí como su rey, y por siglos, permanecimos escondidos, aislados del resto de las hadas. Yo me di cuenta de que, más allá


de la duda, si las cortes supieran de nuestra existencia, ellos se unirían para destruirnos.” “Entonces, con la invención de las computadoras, los gremlins vinieron, y los bichos. Dieron vida por el miedo de los monstruos que están al acecho en las máquinas, éstos eran más caóticos que las otras hadas, violentas y destructivas. Se esparcieron por todas partes del mundo. Como la tecnología se volvió una fuerza de conducción en todos los países, nuevas y poderosas hadas, llegaron a existir. Virus. Glitch. Y Machina, la más poderosa de todos ellos. El no estaba contento con sentarse y esconderse. Su plan era la conquista, propagarse a los largo de Nuncajamás como virus, destruyendo todo lo que se oponía a ellos. Él era mi Primero – mi más poderoso teniente – y nosotros nos enfrentamos en muchas ocasiones. Mis asesores me dijeron que lo exiliara, que lo aprisionara, incluso que lo matara. Ellos tenían temor de él, y estaban en lo correcto, pero yo estaba demasiado ciego para el peligro.” “Por supuesto, sólo era un asunto de tiempo, antes de que Machina me diera la espalda. Teniendo un grupo de hadas en un ejército de su lado, el atacó la fortaleza desde adentro, sacrificando a todo aquél que me fuera leal a mí. Mis fuerzas pelearon, pero éramos viejos y obsoletos, sin comparación con el ejército cruel de Machina. Al final, me senté en mi trono y lo miré aproximarse, sabiendo que iba a morir.”

“Pero, Machina me tiró al suelo, se rió y dijo que no iba a matarme. El me

dejó desvanecerme un poquito en el tiempo, volviéndome oscuro y olvidado, hasta que nadie sabía mi nombre ni quien yo era. Y, mientras él se establecía de nuevo en mi trono, sentí como mi poder se fue y fluyó a Machina, reconociéndolo como el nuevo Rey de Hierro.”

“Entonces, ahora yo vivo aquí.” Señalando Ferrum a la caverna y al

paquete de ratas. “En una olvidada cueva, sentado en un trono hecho de basura, rey de los poderosos coleccionistas de basura. Es un título noble, ¿verdad?” Sus labios se giraron en una sonrisa amarga.

“Estas criaturas son muy leales, trayéndome ofertas que no puedo usar,

haciéndome gobernante de éste montón de basura. Ellos me han aceptado como su rey, ¿Pero, que tan bueno es eso? Ellos no pueden regresarme mi trono, y todavía ellos son los únicos que me hacen que no me desvanezca. Yo no puedo morir, pero difícilmente puedo soportar vivir, sabiendo que estoy perdido. ¿Qué me fue robado? ¡Y Machina es el único que todo lo motivó!” Se desplomó en su trono y puso su cabeza entre sus manos. El paquete de


ratas arrastró los pies, palmeándolo, haciendo preocupados sonidos chillones. Mirándolo, sentí un surgimiento de simpatía y asco.

“Yo he perdido cosas, también.” Dije, sobre el sonido de su silencioso sollozo.

“Machina ha robado un montón de cosas mías. Pero yo no me voy a sentar

en una silla y esperarlo. Yo me voy a enfrentar a él, invencible o no, y de alguna manera voy a recuperar lo que es mío. O voy a morir intentándolo. De cualquier manera no me voy a rendir.”

Él me miró a través de sus dedos, su frágil forma se sacudía con lágrimas. El se sorbió los mocos y bajó sus manos, su cara estaba malhumorada y oscura. “Ve, entonces.” Susurró Ferrum, haciendo la mano para que me vaya. “No puedo dominarte. Tal vez una sola niña desarmada, podrá tener éxito donde un ejército entero ha fallado.” Él se rió entonces, amargada y caprichosamente, y yo sentí una ola de irritación. “Buena suerte para ti, la tontita. Si tu no me escuchas, serás bienvenida aquí en poco tiempo. Mis súbditos te llevarán debajo de su fortaleza, a través de los túneles secretos que son como un panal en la tierra. Es una manera más rápida de acelerar tu destrucción. Ahora, ve. Yo estoy contigo.”

Yo no le hice una reverencia. Yo no le agradecí por su ayuda. Sólo me giré y seguí el paquete de ratas fuera de la cueva, sintiendo la mirada llena de odio del rey destronado en mi espalda.

MÁS TÚNELES. EL BREVE respiro con el último Rey de Hierro no fue suficiente para quitarme mi agotamiento. Descansábamos, poco frecuente, y atrapaba cada pequeño sueño que podía.

El paquete de ratas me dio unos extraños hongos para mascar, pequeñas cosas blancas que brillaban en la oscuridad y sabían como moho, pero me permitían ver en diferentes tonos de oscuridad como si fuera el crepúsculo. Esto era una cosa buena, porque mi linterna finalmente parpadeó y murió, y nadie me ofreció nuevas baterías.

Perdí la noción del tiempo. Todas las cavernas y los túneles parecían estar unidas en un gigante, imposible, laberinto. Yo sabía que, si lograba llegar a la fortaleza de Machina y rescatar a Ethan, no podría salir por el mismo camino.


El túnel se acabó, y de repente yo estaba parada en un puente de piedra que cruzaba un vasto precipicio, accidentadas rocas lanzándose de abajo. Alrededor de mí, en las paredes y el techo, colgando precariamente cerca al puente, enormes mecanismos de hierro giraron y crujieron, haciendo que el piso vibrara. Los equipos más cercanos eran fácilmente tres veces mi estatura; algunos incluso más largos. Era como estar dentro de un reloj gigante, y el ruido era ensordecedor.

Debíamos estar debajo de la fortaleza de Machina, pensé, mirando alrededor con miedo. Me preguntaba, ¿para qué serían esos enormes mecanismos?

Alguien estaba tirando de mi brazo, y me giré para ver al líder del paquete de ratas apuntar a través del puente, su parloteo perdido en los ruidos rechinantes de la habitación. Yo entendí. Ellos me han llevado lo más lejos que podían ir. Ahora la última parte del viaje sería por mi cuenta.

Asentí para mostrar que entendía y empecé a ir hacia delante, cuando él agarró mi mano. Deteniendo mi muñeca, hizo señas a su paquete de ratas, parloteándoles. Dos caminaron hacia delante, alcanzando algún objeto en sus jorobas. “Está bien.” Les dije. “No necesito algún…”

Mi voz murió. El primer paquete de ratas sacó una larga funda con un puño familiar, resplandeciendo azulado – negro en la oscuridad. Detuve mi respiración. “¿Es eso...?”

Él lo soltó solemnemente. Comprendiendo el puño, jalé la hoja de la espada afuera, lavando el hueco en luz azul claro. El vapor se retorció al filo de la espada, y un bulto se quedó atrapado en mi garganta.

«Oh, Ash»

Metí en la funda la navaja y la abroché alrededor de mi cintura, gravemente apretada en el cinturón.

“Yo de verdad agradezco esto.” Le dije al paquete de ratas, insegura de si ellos entendían. Ellos parlotearon hacia mí y yo todavía no me movía, y el líder apuntó al segundo paquete y la rata – la más pequeña de todas – se aproximó. Él parpadeó y alcanzó, sacando hacia delante un poco maltratado arco y – para la segunda vez mi corazón se paró. – El paquete de ratas sostuvo la


flecha Witchwood, viscosa y cubierta con aceite, de manera diferente, pero intacta. La tomé reverentemente, y mi mente giraba.

Ellos pudieron habérsela dado a Ferrum, pero no lo hicieron, la salvaron después de todo este tiempo, para mí. La flecha palpitaba en mis manos, seguía viva y mortal.

No pensé. Me caí sobre mis rodillas y abracé al paquete de ratas, dos veces al líder y el pequeño. Ellos chillaron de sorpresa. Sus jorobas empujaban mi piel, haciendo imposible tener mis brazos alrededor de ellos completamente, pero no me importó. Cuando me levanté, pensé que el líder estaba sonrojado, pensé que era difícil de ver en la oscuridad, y el pequeño sonreía de oreja a oreja. “Gracias.” Dije, poniendo mucha sinceridad en mi voz, tanto como pudiera. “De verdad ‘gracias’ no es suficiente, pero es todo lo que tengo. Ustedes chicos, son asombrosos.”

Ellos parlotearon hacia mí y palmearon mis manos. Deseé que supiera lo que ellos estaban diciendo.

Entonces, con un grave ladrido del líder, se giraron y desaparecieron en los túneles. El más pequeño miró una vez más atrás, sus ojos brillaban en las tinieblas, y entonces ellos se habían ido.

Me enderecé, metiendo mucho la flecha a mi cinturón, como si Ash ya hubiera terminado. Apasionante, con el arco y con la espada de Ash, colgando de mi cintura, me paré debajo de la torre de Machina.

SEGUÍ EL CAMINO, el cual se convertía de piedra a hierro chillante, a través del gigante laberinto de mecanismo de relojería, ubicando mi diente el rechinido del metal contra el metal. Encontré una escalera de hierro retorcida y la seguí hasta una trampilla (escotilla), la que se abrió con un chirrido y un golpe. Yo hice una mueca de dolor y eché una ojeada cautelosamente. Nada. La habitación a la que miré estaba vacía, a excepción del enorme horno de la caldera que brillaba en rojo y llenaba el aire con vapor silbante.


“Bien.” Me callé, escalando fuera del piso. Mi cara y mi camisa ya estaban empapadas de sudor del calor reverberante. “Estoy adentro. Me pregunto, ¿Dónde iré ahora?”

El pensamiento vino sin intentarlo, y sabía que estaba bien. Machina y Ethan, estarían en la cima de la torre.

El sonido de pasos atrapó mi atención, y yo me escondí detrás de uno de los calderos, ignorando el calor quemante del metal. Muchas figuras entraron en la habitación, pequeñas y robustas; vestidas en voluminosos trajes de lona, como los bomberos. Ellos usaban aparatos para respirar que cubrían enteramente su cara, un par de tubos serpenteaban de la boca a un tipo de tanque que estaba en su espalda. Ellos caminaban entre las calderas, haciendo un sonido metálico con sus llaves, chocando numerosas pipas, tuberías y válvulas. Un gran aro de llaves colgaba en cada uno, de los cinturones, tintinando mientras se movían.

Los seguí, manteniéndome oculta en el vapor y en las sombras, observando como trabajaban.

Los trabajadores no conversaban ni hablaban a otro, estando demasiado atrapados por su trabajo, lo que a mi me venía bien. Uno quebró del resto del grupo, quienes no le prestaron atención y empezó a deambular entre el vapor. Le seguí la pista hasta un salón hecho de tuberías, mirándolo mientras se giraba a comprobar una grieta silbante en el metal, y observé a hurtadillas detrás de él.

Sacando la espada de Ash, esperé hasta que levantó y se giró; entonces presioné la punta de la espada contra su pecho. El trabajador brincó y dio un paso atrás para escabullirse, pero la conexión de tuberías lo atrapó entre mí y la salida. Di un paso hacia delante y le metí la espada entre el ángulo de su garganta. “No te muevas.” Gruñí lo más fieramente que pude. El asintió y alzó sus manos enguantadas.

Mi corazón me pesaba, pero estaba acelerada, clavándole la espada. “Haz exactamente lo que diga y no te mataré, ¿Esta bien? Quítate tu traje.”

Él obedeció, tirando sus ropas exteriores y quitándose la máscara, revelando a un hombre sudoroso con una espesa barba negra. Un enano, uno ordinario; sin piel de acero, sin cables saliendo de su cabeza, nada para señalarlo como una


hada de hierro. Él me miró con ojos color negro como el carbón, sus brazos marcados con músculos e hizo una mueca.

“Al final has venido, ¿Verdad?” Él escupió en el piso cerca de una tubería, que chisporroteaba ruidosamente.

“Todos nos estábamos preguntando que ruta tomarías al final. Bueno, si me vas a matar, hazlo de una vez.”

“No estoy aquí para matar a nadie.” Dije cuidadosamente, manteniendo la espada en él, como había visto hacer a Ash. “Estoy aquí por mi hermano.” El enano resopló. “Él está arriba en el trono con Machina. En la cima del la torre oeste. Buena suerte para que llegues a él.”

Entrecerré los ojos. “Estás siendo tremendamente útil. ¿Por qué debería de creerte?” “Bah, a mi no me importa Machina o tu hermano llorón, niña.” El enano habló y escupió en un tubo, que burbujeaba como si fuera ácido. “Nuestro trabajo es mantener este lugar trabajando, no jugar a los tribunales con un manojo de aristócratas mocosos. Machina trabaja por su cuenta, así que te pediría que me mantengas fuera de esto.”

“Así que, ¿No me vas a detener?”

“¿Tienes plomo en los oídos? ¡A mí no me importa lo que hagas, niña! Así que o mátame o déjame sólo en el infierno ¿Puedes? No me meteré en tu camino, si tú no te metes en el mío.”

“Está bien.” Bajé la espada. “Pero voy a necesitar tu traje.”

“Esta bien, tómalo.” El enano lo pateó hacia mí, con una bota de casco de acero. “Ahora, ¿Ya puedo regresar a trabajar, o tienes más ridículas peticiones que hacerme de mi trabajo?”

Yo dudé. Yo no quería herirlo, pero no podía dejarlo correr libre. No importaba lo que dijera, el podía decirles a los demás trabajadores, y yo estaba muy segura de que yo no podría pelear contra todos ellos. Miré alrededor y encontré otra trampilla, como la anterior en la que subí unos cuantos pies.


Apunté hacia arriba con la espada. “Abre eso, baja y quédate ahí.”

“¿Hacia los engranes?”

“Deja tus botas. Y tus llaves.”

Él frunció el ceño, y alcé mi espada, lista para cortarlo si él se abalanzaba sobre mí. Pero el enano gruñó una maldición, acechó a la reja de metal, y empujó una llave en la cerradura. Empujándola para abrirla, con un chirrido, él se quitó sus botas y bajó por la escalera retorcida, haciendo que sonara con cada paso. Con el enano mirándome furiosamente, cerré la puerta y le puse seguro, ignorando la culpa que me roía por dentro.

Me vestí con el traje del enano, el cual era caliente, pesado y apestaba a sudor. Me amordacé mientras me metía. Era muy corto, pero con el traje ancho y mi forma delgada, lo hice funcionar. Mis pantorrillas se salían de las piernas del pantalón, pero yo empuje mis zapatillas de deporte en las botas del enano y no era demasiado evidente. Al menos, esperaba que no lo fuera. Puse el tanque sobre mi espalda, encontrándolo sorprendentemente ligero, y me puse la máscara. Genial, aire dulce golpeó mi cara, y suspiré de alivio. Ahora el único problema eran la espada y el arco. Me imagine que los trabajadores de la torre no iban por ahí con armas, así que encontré una pieza de lona y los enrollé, metiéndolos debajo de mi brazo. La flecha Witchwood, estaba todavía segura en mi cinturón, dentro del traje.

Mi corazón pesaba, regresé al salón de los calderos, donde los demás enanos estaban saliendo en una línea. Tomando un respiro hondo para calmar a mi retorcido estómago, me agregué a ellos, manteniendo mi cabeza gacha y sin hacer contacto ocular. Nadie me prestó atención, y los seguí hasta un largo tramo de escaleras, hasta que alcanzamos la torre principal.

LA FORTALEZA DE MACHINA ERA ENORME, metálica y puntiaguda. Enredaderas espinosas avanzaban lentamente por las murallas, sus púas hechas de metal. Restos accidentados sobresalían de las paredes sin razón aparente. Todo estaba con líneas duras y bordes filosos, hasta las hadas que vivían acá. Además de los omnipresentes gremlins, miré más caballeros armados, sabuesos hechos de mecanismos de relojería, y criaturas que se miraban como


mantis religiosas metálicas, con sus brazos afilados y sus antenas plateadas brillando en la tenue luz.

Los enanos se dispersaron en el momento que dejaron atrás las escaleras, alejándose en pequeños grupos de dos o tres. Yo me alejé de la multitud que disminuía rápidamente y seguí la pared, tratando de mirarla como si tuviera un propósito. Los gremlins echados a pique a lo largo de las paredes, atrapando y atormentando a una que otra hada. Ratones computarizados con pequeñas orejas, pies y parpadeantes ojos rojos se escabullían lo que yo aproveché. Una vez, un gremlin paró a uno, provocando un gran chillido, antes de rellenar a la pequeña criatura en su boca y hacer crujir chispas. El me sonrió, la cola del ratón estaba colgando entre sus dientes puntiagudos, y echándose a pique otra vez. Arrugando mi nariz, seguí caminando.

Al final descubrí una escalera, que subía en espiral cientos de pies de largo en las paredes de la torre.

Mirando fijamente el infinito número de escalones, sentí que algo me empujada en el estómago. Este era el correcto.

Ethan estaba arriba. Y Machina.

Sentí un dolor en mi corazón, como si hubiera algo... alguien a quien debería recordar. Pero mi memoria se fue, estaba fuera de mi alcance. Con mi corazón aleteando alrededor de mis costillas como un murciélago loco, empecé la última parte de mi viaje.

Ahí había pequeñas y estrechas ventanas, cada veinte pasos arriba en las escalaras. Miré hacia fuera y miré al cielo abierto, con raras aves brillosas elevándose en el viento. En la cima de las escaleras se paraba una puerta de hierro, que tenía una insignia de una corona con púas. Rápidamente me quité la ropa del enano, aliviada de estar fuera de la voluminosa y apestosa prenda. Quitando el arco, metí cuidadosamente la flecha Witchwood en la cuerda. Cuando la flecha estaba asegurada, empezó a latir más fuerte, como los latidos de un corazón acelerados en excitación.

Y, parada en la última puerta en la torre del Rey de Hierro, dudé. ¿Podría yo realmente hacer esto, matar a una criatura viviente? Yo no era una guerrera como Ash, o una brillante embaucadora como Puck. Yo no era inteligente


como Grim, y claramente yo no tenía el poder de mi padre, Oberon. Era sólo yo, Meghan Chase, una ordinaria estudiante de preparatoria. Nada especial. No. La voz en mi cabeza era mía, y no lo era. Tú eres más que eso. Tú eres la hija de Oberon y Melissa Chase. Tú eres la llave para prevenir una guerra entre hadas. Eres la amiga de Puck, hermana de Ethan, querida de Ash: eres mucho más de lo que piensas. Tú tienes todo lo que necesitas. Todo lo que falta es dar un paso hacia delante. Un paso hacia delante. Yo puedo hacer esto. Tomando un respire hondo, empujé la puerta abierta. Me paré en la entrada de un enorme jardín, la puerta chirriaba mientras se balanceaba lejos de mí. Las lisas paredes de hierro alrededor de mí terminaban con accidentadas espinas, siluetas negras contra el cielo abierto. Los árboles formaban una línea al costado de un camino pedregoso, pero todos ellos estaban hechos de metal, y sus ramas estaban torcidas y afiladas. Los pájaros me miraban desde sus miembros acerados. Cuando ellos movían sus alas, sonaba como su las navajas se arañaran unas contra otras.

En el centro del jardín, donde todos los camino se encontraban, se elevaba una fuente. No estaba hecha de mármol o de yeso; pero de diferentes tamaños de cabezas de arte (maquinaria), girándose lentamente con el flujo de agua. Enfoqué y miré más de cerca. En el diente de abajo, descansando en su espalda mientras el equipo giraba lentamente a su alrededor, había una figura. Era Ash.

Yo no grité su nombre. No corrí hacia él, incluso cuando cada fibra de mi cuerpo me decía que lo hiciera. Forzándome a mi misma a calmarme, miré alrededor del jardín precavida de trampas y de repentinas emboscadas. Pero no había muchos lugares para que los atacantes se escondieran; a excepción de los árboles de metal y unos cuantos espinosos vid, el jardín se miraba vacío. Hasta cuando estaba segura que de verdad estaba sola, corrí a toda velocidad a través del camino pedregoso hacia la fuente.

«No estés muerto. Por favor, no estés muerto». Mi corazón cayó en picado cuando lo vi. El estaba encadenado a un engrane, envuelto en eslabones de metal, girando una y otra vez en un círculo sin final.

Una pierna balanceaba en la orilla; la otra estaba doblada debajo de él. Su camisa había sido rota a jirones, la piel tenía un escandaloso contraste de


carne pálida y de marcas color rojo vívido de arañazos. La carne donde las cadenas lo tocaban estaba a carne viva y carmesí. El no parecía estar respirando. Mis manos temblaban, cuando agarré la espada. El primer corte destrozó la mayoría de los eslabones, el segundo partió las cabezas de arte (maquinaria) en dos. Las cadenas se deslizaron, y el engrane armó un estruendo mientras molía hasta detenerse. Tiré la espada y jale a Ash fuera de la fuente, su cuerpo estaba flojo y frío en mis brazos.

“Ash.” Le dije en mi regazo, más allá de las lágrimas, más allá de cualquier cosa pero un horrible, y bostezante vacío. “Ash, vámos.” Lo sacudí un poco. “No me hagas esto. Abre tus ojos. Despierta. Por favor…”

Su cuerpo estaba flojo, no respondía. Me mordí mi labio lo suficientemente fuerte para sentir sangre, y puse mi cara entre su cuello. “Lo siento.” Susurré, y ahora empecé a llorar.

Las lágrimas salieron de mis párpados cerrados y bajaron a su húmedo cuerpo. “Lo siento mucho. Deseo que no hubieras venido. Deseo que nunca hubiera aceptado ése estúpido contrato. Esto es mi culpa, todo lo es. Puck y la Dríada y Grim, y ahora tú...” Se estaba volviendo muy difícil hablar, mi voz estaba muy ahogada con las lágrimas. “Lo siento.” Murmuré otra vez, con la carencia de alguna otra cosa que decir. “Perdón, lo siento mucho.”

Algo aleteó debajo de mi mejilla. Parpadeando, con hipo, me levanté y miré a su cara. Su piel seguía pálida, pero pude atrapar un movimiento debajo de su párpado. Mi corazón pesaba, bajé mi cabeza y rocé un beso en su boca. Sus labios se abrieron, y un suspiro quebrado escapó de el.

Yo respiré su nombre en alivio. Sus ojos se abrieron y parpadearon a los míos, confundidos, como si no estuviera seguro de si estaba soñando o no. Movió sus labios, pero había unos cuantos intentos antes de que todo saliera. “¿Meghan?” “Sí.” Susurré inmediatamente. “Estoy aquí.”

Su mano subió, sus dedos descansando en mi mejilla, sobando mi piel.


“Yo... soñé... que tú… vendrías…” El murmuró, antes de que sus ojos se aclararan un poco y su cara se oscureciera.

“No deberías... estar aquí.” El gruñó, clavando sus dedos en mi brazo. “Esto... es una trampa.”

Y entonces, lo escuché – un horrible, oscura risa, elevándose de la pared de atrás de nosotros.

Los equipos en la fuente tiritaron, y entonces empezaron a girar hacia atrás. Con un fuerte tintineo y un rechinido, la pared que estaba detrás de nosotros empezó a hundirse en la tierra, revelando otra parte del jardín.

Árboles de metal estaban alineados en un camino hasta un enorme trono de hierro, que se elevaba hasta el cielo. Un escuadrón de caballeros armados se paró al pie del trono, con sus armas bajadas, apuntándome a mí.

Otro escuadrón entró a través de la puerta y la cerraron de un golpe, atrapándonos entre ellos.

Parado en la cima de su trono, con la agrimensura en la mirada hacia todos nosotros con una sonrisa de satisfacción, estaba Machina, el Rey de Hierro.

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 2244 MACHINA


a figura en el trono me lanzó una sonrisa tan afilada como navajas.

“Meghan Chase,” murmuró él, su voz chispeante haciendo eco

sobre el jardín. “Bienvenida. Te he estado esperando.”

Suavemente deposite abajo a Ash, ignorando sus protestas, y avanzando

un paso, protegiéndolo detrás de mí. Mi corazón latió con fuerza. No sabía

que esperar de la apariencia del Rey de Hierro, pero no era esto. La figura en

el trono se levanto alto y elegante, con cabello de plata ondeando y las orejas

puntiagudas de la nobleza elfo. Él se parecía ligeramente a Oberon, refinado y

elegante, pero increíblemente poderoso. A diferencia de Oberon y los lujosos

de la Corte de Verano. El Rey de Hierro llevaba un abrigo completamente

negro que se agitó en el viento. Energía crujía alrededor de él, como trueno

sin sonido, y vi destellos de relámpagos en sus sesgados ojos negros. Un botón

de metal brillaba en una oreja, un teléfono Bluetooth en la otra. Su rostro era

hermoso y arrogante, todos los planos y ángulos agudos; sentí que podía

cortarme en su mejilla si me acercaba mucho. Y aun así, cuando él sonrió, él

iluminó toda la habitación. Una capa plateada extraña yacía sobre sus

hombros, retorciéndose levemente como si estuviera viva.

Cogí el arco y la flecha del piso, sosteniéndolo contra el Rey de Hierro.

Esta podría ser la única oportunidad que tenia. El Witchwood vibró en mis

manos cuando jalé hacia atrás la cadena, apuntando en el pecho de Machina.

Los caballeros gritaron en alarma y avanzaron, pero ya era demasiado tarde.

Libere la cadena con un grito de triunfo, viéndolo marchar directo en el

blanco, hacia el corazón del Rey de Hierro.

L


Y la capa de Machina cobró vida.

Cables plateados se desenredaron con la velocidad de un rayo, surgiendo

de sus hombros y espina dorsal. Se propagaron alrededor de Machina como un

halo de alas de metal, púas malvadas en un extremo, las puntas brillando en

la luz. Se movieron hacia adelante para proteger al Rey de Hierro, golpeando

el Witchwood lejos, enviándolo a volar en otra dirección. Vi la flecha golpear

un árbol de metal y partirse en dos, revoloteando hacia el piso en pedazos.

Alguien gritó de rabia y horror, y me di cuenta que era yo.

Los guardias se apresuraron hacia nosotros, sus espadas alzadas, y los vi

venir con una cierta imparcialidad. Yo era consciente de Ash, tratando de

ponerse de pie para protegerme, y sabía que era demasiado tarde. La flecha

había fracasado, y nosotros estábamos a punto de morir.

“Alto.”

La voz de Machina no era fuerte. Él no grito o bramo la orden, pero cada

caballero se detuvo bruscamente como si fueran tirados por cuerdas

invisibles. El Rey de Hierro flotó bajando de su trono, los cables retorciéndose

lentamente detrás de él como serpientes hambrientas. Su pie toco el piso, y

me sonrió, completamente indiferente del hecho que yo solo había tratado

de matarlo.

“Fuera,” le dijo él a los caballeros sin apartar los ojos de mi. Muchos de

ellos sacudieron su cabeza en sorpresa.

“¿Mi Rey?” Balbuceó uno, y reconocí su voz. Quintus, uno de los caballeros

quien había estado con Ironhorse en las minas. Me pregunte si Tertius estaba

aquí, también.

“La dama esta incómoda en tu presencia,” Machina continuo, sin apartar

la mirada de mi. “No deseo que este incomoda. Fuera. Me encargare de ella,

y del príncipe de Invierno.”

“Pero, señor—”


Machina no se movió. Uno de sus cables azoto de repente, casi demasiado

rápido para verlo, golpeando directamente la armadura del caballero y su

espalda. El cable levanto a Quintus en el aire y lo lanzo hacia la pared.

Quintus resonó contra el metal y se desplomó inmóvil en el piso, un agujero

áspero a través de su coraza. Sangre oscura y aceitosa se reunió debajo de él.

“Fuera,” Machina repitió suavemente, y los caballeros se apresuraron a

obedecer. Salieron a través de la puerta y la cerraron de golpe, y estábamos

solos con el Rey de Hierro.

Machina me considero con profundos ojos negros. “Eres mas hermosa de lo

que imagine,” dijo él, caminando hacia adelante, sus cables enroscándose

detrás de él. “Hermosa, vehemente, determinada.” Se detuvo a unos pocos

metros, los cables estableciéndose detrás de esa capa viva. “Perfecta.”

Con una ultima mirada a Ash, todavía desplomado junto a la fuente, di un

paso adelante. “Estoy aquí por mi hermano,” dije, aliviada de que mi voz no

temblara. “Por favor, déjalo ir. Déjame llevarlo a casa.”

Machina me miro silenciosamente, luego hizo un gesto detrás de él. Un

fuerte ruido metálico comenzó, y algo surgió de la tierra junto a su trono,

como si hubiera nacido de un ascensor. Una jaula grande, de hierro forjado

apareció a la vista. Dentro…

“¡Ethan!” comencé a avanzar, pero los cables de Machina azotaron,

bloqueando mi camino. Ethan agarró los barrotes de la jaula, mirando con

asustados ojos azules. Su voz sonó aguda en el patio.

“¡Maggie!”

Detrás de mi, Ash gruñó una maldición y trato de levantarse. Me gire hacia

Machina furiosa. “¡Déjalo ir! ¡Solo es un pequeño niño! ¿Qué quieres con él,

de todos modos?”


“Mi querida, me entiendes mal.” Los cables de Machina se agitaron

amenazadoramente, haciéndome retroceder. “No me lleve a tu hermano

porque lo quería. Lo hice porque sabia que te traería aquí.”

“¿Por qué?” Pregunté, girando en él. “¿Por qué secuestrar a Ethan? ¿Por

qué no solo llevarme a mí en su lugar? ¿Por qué arrastrarlo en todo esto?”

Machina sonrió. “Tu estabas bien protegida, Meghan Chase. Robin

Goodfellow es un guardaespaldas formidable, y no podía arriesgarme a

llevarte sin llamar la atención hacia mí y mi reino. Afortunadamente, tu

hermano no tenía tal protección. Mejor arrastrarte hasta aquí, por tu propia

voluntad, que arriesgarme a la ira de Oberon y la Corte Seelie. Además…” los

ojos de Machina se redujeron a rendijas negras, aunque todavía me sonreía.

“Necesitaba probarte, asegurarme de que tu eras verdaderamente la

indicada. Si no podías llegar a mi torre por tu cuenta, no eras digna.”

“¿Digna de que?” De repente, estaba muy cansada. Cansada y desesperada

por salvar a mi hermano, llevarlo lejos de esta locura antes de lo que

consumiera. No podía ganar; Machina nos tenía en jaque mate, pero llevaría a

Ethan a casa, al menos. “¿Qué quieres, Machina?” pregunté cansada, sintiendo

al Rey de Hierro más cerca. “Sea lo que sea, solo deja llevarme a Ethan de

regreso a nuestro mundo. Dijiste que me querías. Aquí estoy. Pero deja

llevarme a mi hermano a casa.”

“Por supuesto,” Machina calmo. “Pero primero, hagamos un trato.”

Me congelé, todo yendo todavía dentro de mi. Un trato con el Rey de

Hierro, a cambio de la vida de mi hermano. Me pregunté que iba a pedir. De

algún modo, sabía que me costaría de cualquier manera.

“Meghan, no,” gruñó Ash, arrastrándose a si mismo hacia arriba por la

fuente, ignorando las quemaduras a sus manos. Machina lo ignoró.

“¿Qué tipo de trato?” pregunté suavemente.


El Rey de Hierro se acerco más. Sus cables acariciaron mi cara y mis

brazos, haciéndome temblar. “Te he estado observando por dieciséis años,”

murmuró él, “esperando por el día en que finalmente abrieras tus ojos y nos

vieras. Esperando por el día que vinieras a mí. Tu padre te habría cegado a

este mundo para siempre. Él tiene miedo de tu poder, miedo de tu potencial—

un medio-elfo que es inmune al hierro, a pesar que tiene la sangre del Rey de

Verano en sus venas. Tanto potencial.” Su mirada se detuvo en Ash, por

último en sus pies, y lo despidió con la misma rapidez. “Mab se dio cuenta de

tu poder, por lo cual ella te quiere tanto. Por lo cual envió lo mejor para

capturarte. Pero incluso ella no puede ofrecer lo que yo puedo.”

Machina cerró los últimos pasos entre nosotros y tomo mi mano. Su tacto

era frío, y sentí poder tarareando a través de él, como corrientes de

electricidad. “Quiero que seas mi reina, Meghan Chase. Te ofrezco mi reino,

mis súbditos, a mi. Quiero que gobiernes a mi lado. Los sangre viejas están

obsoletos. Su tiempo esta terminado. Es tiempo para una nueva orden

ascender, más fuertes y mejores que los antiguos. Solo di que sí, y vivirás para

siempre, Reina de los Elfos. Tu hermano puede irse a casa. Incluso dejare que

te quedes con tu príncipe si lo deseas, aunque me temo que él puede que no

se adapte bien a nuestro reino. A pesar de todo, perteneces aquí, a mi lado.

¿No es esto lo que siempre quisiste? ¿Pertenecer?”

Dudé. Gobernar con Machina, convertirme en una reina. Nadie se burlaría

o reiría de mí nunca más, tendría decenas de criaturas listas para saltar a mi

orden, y finalmente seria la única en la cima. Finalmente seria la más amada.

Pero entonces vi los arboles, torcidos y metálicos, y recordé el terrible baldío

seco en el Bosque Salvaje. Machina corrompería el Nunca Jamás completo.

Las plantas morirían, o se convertirían versiones torcidas de si mismas.

Oberon, Grimalkin, Puck: se desvanecerían con el resto de Nunca Jamás,

hasta que solo duendes, insectos, y elfos de hierro permanecieran.

Tragué saliva. Y, aunque ya sabía la respuesta, pregunté, “¿Qué pasa si

me niego?”


La expresión de Machina no vaciló. “Entonces tu príncipe morirá. Y tu

hermano morirá. O, quizás, haré de él uno de mis juguetes, mitad humano,

mitad máquina. La erradicación de los sangre viejas comenzara con o sin ti,

mi querida. Te estoy dando la opción de dirigirla o ser consumida por ella.”

Mi desesperación creció. Machina extendió la mano y acaricio mi cara,

pasando sus dedos por mi mejilla. “¿Es tan terrible gobernar, mi amor?”

pregunto él, inclinando mi barbilla hacia arriba para mirarlo. “A lo largo de

milenios, tanto humanos como elfos lo han hecho. Eliminando a los débiles

para hacer espacio para los fuertes. Los sangre viejas y los elfos de hierro no

pueden existir juntos, sabes esto. Oberon y Mab nos destruirían si supieran

sobre nosotros. ¿Cómo es eso diferente?” él rozó un beso sobre mis labios,

pluma y vibración con energía. “Vamos. Una palabra, eso es todo lo que

tienes que decir. Una palabra para enviar a tu hermano a casa, para salvar al

príncipe que amas. Observa.” Él agito una mano, y un gran arco de hierro

surgió de la tierra. En el otro lado, podía ver mi casa, brillando a través del

portal, antes de que se desapareciera de la vista. Jadeé, y Machina sonrió.

“Lo enviare a casa ahora, si solo dices si. Una palabra, y serás mi reina, para

siempre.”

Tomé respiración. “Yo—”

Y Ash estaba allí. Como podía estar de pie, mucho menos moverse, era un

misterio. Pero él me empujo a un lado, su rostro salvaje, mientras las cejas

de Machina se elevaron en sorpresa. Los cables llamearon, apuñalando hacia

Ash cuando el príncipe embistió hacia adelante y golpeó con su espada en el

pecho de Machina.

Machina se tambaleo hacia atrás, su cara contraído de dolor. Relámpagos

estallaron alrededor de la espada en su pecho. Sus cables golpearon

salvajemente, golpeando a Ash y lanzándolo a un árbol de metal con un

crujido repugnante. Ash se desplomó contra el tronco mientras Machina se

enderezó, dándole una mirada de blanca furia.


Llegando abajo, el Rey de Hierro agarró la empuñadura y tiro, deslizando

la espada fuera de su pecho. Relámpagos crepitaron, derritiendo el hielo

alrededor del hoyo, y pequeños cables se tejieron a si mismos alrededor de la

herida, tejiéndola juntos. Machina arrojó la espada lejos y me miró, sus ojos

negros destellando con furia.

“Estoy perdiendo la paciencia contigo, mi querida.” Uno de sus cables se

disparo hacia adelante, enroscándose alrededor de la garganta de Ash y

levantándolo de sus pies. Ash se sofoco y lucho débilmente cuando Machina lo

colgó varios pies en lo alto. Ethan gimió en su jaula. “Gobierna conmigo, o

déjalos morir. Haz tu elección.”

Me hundí en mis rodillas cuando mis piernas se doblaron, temblando. El

piso de piedra estaba frío contra mis palmas. ¿Qué puedo hacer? Pensé

desesperadamente. ¿Cómo puedo elegir? De cualquier modo, personas

morirán. No puedo permitir eso. No lo haré.

La tierra vibró bajo mis manos. Cerré mis ojos y dejé mi conciencia flotar

hacia la tierra, buscando esa chispa de vida. Sentí los arboles de la Corte de

Machina, su ramas sin vida y muertas, pero sus raíces y corazones incorruptos.

Al igual que la última vez. Les di un empujón y los sentí responder,

retorciéndose a mí encuentro, empujando hacia arriba a través de la

suciedad, como los arboles de la Corte Verano tenía por Oberon con la

quimera.

De tal padre, tal hija.

Tomé un profundo respiro, y tiré.

La tierra retumbo, y de repente, raíces vivas rompieron a través de la

superficie, adentrándose a través del pavimento, rompiéndose y enroscándose

alrededor. Machina dio un grito de alarma, y raíces volaron a su encuentro,

envolviéndose alrededor de su cuerpo, enredando los cables. Él rugió y

arremetió, relámpagos rasgando de sus manos, volando lejos la madera.


Raíces y cables de hierro entrelazado alrededor del otro como serpientes

enfurecidas, girando en un baile hipnótico de furia.

Ash cayó de los cables, golpeando el piso junto un árbol de metal, sin

aliento y aturdido pero todavía tratando de ponerse en pie, tambaleándose

detrás de su arma. Vi una tira de madera pálida bajo el tronco— una mitad de

la flecha Witchwood rota— y me lancé tras ella.

Un cable se envolvió alrededor de mi pierna, tirándome de mi pierna. Giré

alrededor para ver a Machina mirándome, su brazo extendido mientras

luchaba contra la red de raíces. El cable se apretó alrededor de mi pierna y

me arrastró hacia él. Grité y arañé el piso, arrancando mis uñas y

ensangrentando mis dedos, pero no pude detenerme. El rostro furioso del Rey

de Hierro surgió más cerca.

La espada de Ash ataco una vez mas, cortando hacia los cables,

rompiéndolos. Más cables azotaron contra él, pero el príncipe de Invierno se

mantuvo firme, la espada brillando mientras tentáculos de hierro se

retorcieron alrededor de nosotros.

“Ve,” gruñó él, cortando el extremo de un cable por el aire. “Los

retendré. ¡Ve!”

Salté en mis pies, corriendo hacia el tronco y la flecha debajo. Mi mano se

cerro sobre la madera y la jale, solo para ver un cable cortar a través de las

defensas de Ash y golpear contra su hombro, y estacándolo contra el piso. Ash

chilló, blandiendo su espada débilmente, pero otro cable lo golpeo de su

agarre.

Embestí contra el Rey de Hierro, esquivando cables y serpenteantes

raíces. Por un momento, su atención estaba clavada sobre Ash, pero luego su

mirada se posó en mí, relámpagos brillando en las profundidades de sus ojos.

Gritando un grito de guerra, embestí.


Justo cuando lo alcanzaba, algo golpeó contra mi espalda, sacando el

aliento de mí. No me podía mover, y me di cuenta que uno de los cables me

había apuñalado por la espalda. Extrañamente, no había dolor.

Machina me arrastro hacia él mientras los cables y raíces libraron su

guerra en lo alto. Todo lo demás desapareció, y allí estábamos solo nosotros.

“Habría hecho de ti una reina.” Murmuró él, levantando una mano hacia

mí. Las raíces rodeando su torso, sujetando su otro brazo, apretándose a su

alrededor, pero él parecía no darse cuenta. “Te habría dado todo. ¿Por qué

rechazar tal oferta?”

Mi mano se apretó sobre el Witchwood, sintiendo todavía un débil latido

de vida dentro. “Porque,” susurré, levantando mi brazo, “Ya tengo todo lo

que necesito.”

Lleve mi brazo hacia adelante, hundiendo la flecha en su pecho.

Los labios de Machina se abrieron en un grito silencioso. Él arqueó su

cabeza hacia atrás, todavía gritando, y disparos verdes estallaron de su boca,

propagándose por su cuello. Una extraña vibración de energía, como una

sacudida eléctrica, corrió por mi cuerpo, haciendo espasmo mis músculos. El

cable me arrojó lejos, golpeé el piso y contuve un grito cuando el dolor se

lanzó hasta mí espina dorsal. Agarrándome derecha, mire alrededor, agarré la

espada, y me precipite hacia la jaula de Ethan. Un golpe de la espada de hielo

rompió la puerta abriéndola, abracé a mi hermano contra mi, sintiéndolo

sollozar contra mi cabello.

“¡Meghan!” Ash se tambaleó hacia mí, sosteniendo su hombro, sangre

oscura corriendo por su piel. Detrás de él, la puerta se abrió, y docenas de

caballeros corrieron dentro. Por un momento, se congelaron en conmoción,

mirando a su rey en el centro del jardín.

Machina aún se retorcía en su prisión, pero débilmente. Ramas crecían de

su pecho, sus cables convirtiéndose en vid que florecieron con pequeñas flores

blancas. Mientras observábamos, él se dividió, cuando el tronco de un roble


nuevo salió de su pecho, elevándolo hacia el aire. El teléfono Bluetooth cayó

de las ramas y yació, parpadeando, en las raíces del árbol.

“Wow,” susurré en el silencio.

Los caballeros voltearon hacia nosotros con un rugido. Corrieron hacia

adelante, pero de repente, la tierra tembló. Ruidos llenaron el aire cuando el

trono de hierro comenzó a derrumbarse, derramando ásperas metrallas como

escamas. Un temblor sacudió la tierra, causando que todos se tambalearan.

Luego, un gran trozo del jardín se quebró y cayó lejos, llevándose muchos

caballeros con el hacia el olvido. Más grietas aparecieron cuando el patio

comenzó a quebrase.los caballeros aullaron y se dispersaron, y gritos se

elevaron hacia el aire.

“¡La torre entera se esta viniendo abajo!” gritó Ash, esquivando una rayo

cayendo. “Tenemos que salir de aquí, ¡ahora!”

Corrí hacia el arco de hierro, tropezando mientras más grietas aparecían a

través del piso, y me agaché a través de el, solo para reaparecer en el otro

lado. Nada paso. La desesperación se elevo, y miré alrededor violentamente.

“Humana,” dijo una voz familiar, y Grimalkin apareció, crispando su cola.

Quedé asombrada por él, difícilmente creyéndole a mis ojos. “Por aquí. De

prisa.”

“Pensé que no ibas a venir,” jadeé, siguiéndolo a través del jardín hacia

donde dos arboles de metal crecieron juntos, los troncos formando un arco

entre ellos. Grimalkin me miró y resopló.

“Confié que tu tomarías la ruta más difícil posible,” dijo él, azotando su

cola. “Si solo me hubieras escuchado, te habría mostrado un camino mas

fácil. Ahora, de prisa. Este aire me esta poniendo enfermo.”

Un rugido ensordecedor sacudió el piso, y el jardín se desmoronó por

completo. Agarrando con fuerza a Ethan, me sumergí entre los troncos, Ash

justo en mis talones. Sentí el cosquilleo de magia cuando pasamos a través de


la barrera, y me di cuenta que estaba cayendo, antes de que todo se volviera

completamente negro.

El Rey de Hierro.


CCaappiittuull oo 2255 EL REGRESO A CASA


esperté despacio, una fría y dura baldosa estaba contra mi mejilla. Haciendo una mueca de dolor, me senté, comprobando mi cuerpo por si persistía algún dolor. No era consiente si había

alguno; recordé a Machina golpeándome a través de la espalda con sus cables de hierro, sentí la explosión de agonía mientras me rasgaba mi carne –pero no había ningún dolor. De hecho, me sentía mejor de lo que me había sentido en mucho tiempo, mis sentidos zumbaban con energía mientras yo miraba alrededor. Descansaba en una larga y oscura habitación llena de escritorios y computadoras. ¡El laboratorio de computadoras de la escuela!

Con una sacudida, me senté y miraba alrededor por mi hermano, preguntándome, por un momento se paró mi corazón, si todo había sido un horrible sueño. Un momento después, me relajé.

Ethan descansaba debajo de un escritorio cercano, su cara pacífica, su respiración suave y profunda. Acaricié un rizo rebelde de su frente y sonreí, después me levanté.

Ash no estaba en algún lugar que pudiera ver, pero Grimalkin descansaba en un escritorio debajo de una sucia ventana ronroneando por la luz solar que se colaba por la ventana. Cuidadosamente, para no molestar a Ethan, me acerqué y me encontré con él.

“Ahí estás.” El gato bostezó, mirándome por una abertura de su ojo dorado. “Estaba empezando a creer que dormirías para siempre. Sabes, tú roncas.”

Ignoré ése comentario, saltando al escritorio que estaba atrás de él “¿Dónde está Ash?”

“Se ha ido.” Grimalkin dijo eso y se estiró, enrollando su cola alrededor de él mismo. “Se fue temprano, antes de que tú despertaras. Él dijo que

D


había algunas cosas de las que tenía que hacerse cargo. Me dijo que te dijera que no esperaras por él.”

“Oh.” Dejé que eso se hundiera, sin saber que sentir. Podría estar molesta, furiosa, resentida que de él se fuera tan de repente, pero todo lo que sentía era cansancio. Y un poco de tristeza. “Él estaba muy lastimado, Grim. ¿Podrá estar bien?”

Grimalkin bostezó, obviamente desconcertado. Yo no estaba tranquila, pero Ash era fuerte: lo suficientemente fuerte para hacer todo el camino hasta el corazón del Reino del Hierro y regresar. Un hada menor podría haber muerto. Él casi se moría. ¿Habrá él estado sacado glamour de mí, en ése lugar tan desolado? ¿O había sido otra cosa la que le permitió sobrevivir? Me pregunté si alguna vez tendría la oportunidad de preguntarle.

Después de un momento, me giré a observar alrededor del cuarto, maravillada de que el camino hacia el Reino del Hierro hubiera estado demasiado cerca. ¿Podrá ser que una de las computadoras escondiera el camino hacia la tierra de Machina? ¿Habremos salido volando de un monitor, o sólo habíamos sido una señal hasta existir, como los gremlins?

“Entonces…” Me giré hacia el gato. “Encontraste por nosotros un camino a casa. Felicidades. ¿Qué te debo por esto? ¿Otra deuda de vida? ¿Mi primogénito?”

“No.” Los ojos de Grimalkin brillaron de diversión. “Dejaremos pasar esta. Sólo por ésta vez.” Nos sentamos en silencio por un momento, disfrutando la luz del sol, contentos de estar con vida. Todavía, observaba a Ethan, durmiendo debajo del escritorio, una extraña pesadumbre me invadió, como si hubiera perdido algo. Como si hubiera olvidado algo de vital importancia en Faery.

“Entonces…” Grimalkin reflexionó, lamiendo su pata frontal, “¿Qué vas a hacer ahora?”

Me encogí de hombros. “No lo sé. Llevar a Ethan a casa, supongo. Regresar a la escuela. Tratar de seguir con mi vida.” Pensé en Puck, y un bulto subió por mi garganta. La escuela no sería la misma sin él. Esperé que él estuviera bien, y que lo pudiera ver otra vez. Pensé en Ash, y me pregunté si el Príncipe de la Corte Unseelie aceptaría cenar y ver una película.

“Espero por los eterna primavera,” el gato murmuró.

“Sí,” Suspiré. Y caí en silencio otra vez.


“Lo que me he estado preguntando,” Grimalkin siguió, “es como Machina secuestró a tu hermano en primer lugar. Él uso un changeling, sí, pero no era un hada de hierro. ¿Cómo hizo el cambio, si no era de los suyos?”

Pensé en eso y fruncí mi ceño. “Alguien debió de haberlo ayudado” Imaginé.

Grimalkin asintió. “Me podría imaginar eso. Lo que significa que Machina tiene hadas normales trabajando también para él, y ahora que se ha ido, ellos no estarán para nada contentos contigo.”

Tirité, sintiendo esperanza por una vida normal que rápidamente se estaba yendo. Imaginé navajas en el piso, mi pelo amarrado en el cabezal de la cama, cosas perdidas, y hadas molestas que estaban al acecho en mi clóset o debajo de mi cama, listas para echarse encima. Nunca más podría dormir, eso era certero. Me pregunté como yo podría proteger a mí familia.

Un gemido vino de la figura durmiente de la esquina. Ethan estaba despertando.

“Ve, entonces…” Grimalkin ronroneó mientras me levantaba. “Llévalo a casa.”

Quería decir ‘gracias’, pero no había manera de ponerme a mi misma todavía más deudas gatunas. En lugar de eso, fui a reunirme con Ethan, empezamos al otro lado de la habitación, zigzagueando alrededor de escritorios y, oscuras y silenciosas computadoras. En la puerta, la cual estaba afortunadamente sin seguro, miré hacia atrás, a la ventana y para el rayo de luz solar, pero Grimalkin ya no estaba ahí.

Los pasillos de la escuela estaban vacíos y oscuros. Desconcertada, hice el camino hacia abajo en los sórdidos corredores, agarrando la mano de Ethan y preguntándome donde estaban todos. A menos que fuera fin de semana, pero eso no explicaba los pisos y taquillas sucias, y el sentimiento de completo vacío mientras pasábamos un salón cerrado tras otro. Inclusive en Sábados, siempre hay como mínimo una clase extracurricular. Se sentía como si la escuela hubiera estado vacía en semanas.

Las puertas frontales estaban cerradas y con seguro, entonces tuve que abrir una ventana. Después de levantar a Ethan, me meneé para salir después de él, cayéndome en el pavimento y mirando alrededor. No había carros en el estacionamiento, aunque era el mediodía. El lugar se miraba completamente desierto.


Ethan miró alrededor en silencio, girando sus ojos azules para capturar todo. Había una precaución en él que se miraba terriblemente fuera de lugar, como si estuviera viejo pero su cuerpo no hubiera cambiado. Me preocupó, y gentilmente apreté su mano.

“Estaremos pronto en casa, ¿Ok?” Susurré mientras empezábamos a cruzar el estacionamiento. “Sólo falta tomar un corto viaje en autobús, y tú podrás mirar de nuevo a mamá, y a Luke. ¿Estás emocionado?”

Él me saludo solemnemente y asintió una vez. El no sonrió.

DEJAMOS ATRÁS EL CAMPUS ESCOLAR, siguiendo la acera hasta que alcanzamos la más cercana parada del autobús. Alrededor de nosotros, los carros aceleraban zigzagueando de un lado a otro en el tráfico de la tarde, y la gente cruzó alrededor de nosotros. Algunas mujeres ancianas sonrieron y saludaron a Ethan, pero él no les prestó atención. Mi preocupación por él, hizo un nudo en mi estómago. Trate de animarlo, haciéndole preguntas, contándole pequeñas historias acerca de mis aventuras, pero él sólo me miró con esos tristes ojos azules y no dijo ni una palabra.

Nos paramos en la esquina, esperando que el autobús llegara, mirando a las personas incrementar alrededor de nosotros. Miré hadas, deslizándose a través de la multitud, entrando en las pequeñas tiendas que estaban en la avenida, siguiendo a los humanos como lobos al acecho. Un niño hada con alas de cuero negro sonrió y saludó a Ethan desde un callejón del otro lado de la calle. Ethan tembló, y sus dedos apretaron los míos.

“¿Meghan?”

Me giré al sonido de mi nombre. Una niña salía de una cafetería atrás de nosotros, y estaba mirándome con asombro y con incredulidad. Fruncí el ceño, moviéndome incómoda. Se miraba familiar, con su largo y oscuro pelo y su cintura delgada de porrista, pero no podía recordar de dónde la conocía. ¿Era una compañera de clase? Si era, creo que la hubiera podido reconocer. Ella podría haber sido muy hermosa, pero no lo era, de otra manera, era su distorsionada nariz la que empañaba su perfecta cara.

Y entonces me golpeó.

“Angie…” Susurré, sintiendo que la impresión me dio un puñetazo en el estómago. Entonces recordé: La risa de burla de la porrista; Puck murmuró


algo debajo de su respiración, de sus gritos de horror de Angie. Su nariz era plana y delgada, con dos largas ventanas de la nariz que la hacían parecerse mucho a la de un cerdo. ¿Era esto la venganza de las hadas? Un horrible sentimiento de culpa royó mis adentros, y quité mi mirada de su cara. “¿Qué es lo que quieres?”

“¡Oh por Dios, eres tú!” Angie me miró boquiabierta, sus ventanas de la nariz se hincharon. Miré a Ethan mirando sin vergüenza a su nariz. “¡Todos piensan que tú estás muerta! Ha habido policías y detectives buscándote. Ellos dijeron que huiste. ¿Dónde has estado?”

Le parpadeé. Esto era nuevo. Angie nunca me había hablado antes, excepto para burlarse de mí frente a sus amigos. “Yo… ¿Cuánto tiempo me he ido?” Tartamudeé, sin saber que más decir.

“Hasta ahorita más de tres meses” Ella contestó, y la miré. ¿Tres meses? Mi viaje a Nunca Jamás no había sido tan largo, ¿o sí? Una semana o dos, como mucho. Pero recordé que mi reloj se paró en los bosques salvajes, y un sentimiento enfermizo subió a mi estómago. El tiempo fluye diferente en Faery. No me sorprende que la escuela estuviera cerrada y vacía; estaban ahorita las vacaciones de verano. De verdad me había ido por tres meses.

Angie me estaba observando con curiosidad, y vacilé por una respuesta que no sonara descabellada. Antes de que pudiera pensar algo, un trío de rubias que iba a la cafetería se paró y nos miró boquiabiertas.

“¡Oh por Dios!” Una de ellas chilló. “¡Es la chica pantanosa! ¡Ha regresado!” Agudas risas se escucharon, resonando en la acera, causando que mucha gente se detuviera y mirara. “Oye, escuchamos que te golpeaste y que tu gente te envió a alguna escuela militar. ¿Es verdad?”

“¡Oh por Dios!” Una de sus amigas gritó, apuntando a Ethan. “¡Mira eso! ¡Ella ya tuvo a su hijo!” Ellas se desplomaron en risitas histéricas, enviándome sutiles miradas para ver mi reacción. Las miré calmadamente y sonreí. «Discúlpeme por decepcionarte» —pensé, mirándo sus frentes tricotar con confusión—, «después de enfrentar goblins homicidas, gorras rojas,

gremlins, caballeros, y demoníacas hadas, ustedes ya no son terroríficas.»

Pero entonces, para mi sorpresa, Angie frunció el ceño y dio un paso hacia delante. “Cálmense,” ella saltó, mientras yo reconocía al trío de rubias como su viejo equipo de animadoras. “Ella apenas está regresando a la ciudad. Denle un descanso.”

Ellas dispararon sus miradas malvadas. “Lo siento, Cara de Cerdo, ¿Nos estás hablando a nosotras?” Una preguntó dulcemente. “Yo no creo que te he


hablado a ti, para nada. ¿Por qué no te vas a casa con la pequeña perra de pantano? Estoy segura que ella podrá encontrar un lugar para ti en su finca.”

“Ella no puede entenderte,” Otra dijo. “Tienes que hablar su lenguaje. Así.” Ella dijo un coro de oinks y chillidos, y las otras dos empezaron a llorar. Los ecos de la calle con agudos gruñidos, hicieron que la cara de Angie quedara roja.

Estaba parada ahí, atónita. Era tan extraño, mirar que la niña más popular en la escuela se parara en mis zapatos. Debería estar feliz; la perfecta porrista esta tomando finalmente una probadita de su propia medicina. Pero mis instintos decían que este tratamiento no era nuevo. Empezó el día en que Puck hizo su cruel broma, y lo que sentí fue empatía. Si él estuviera aquí, giraría su brazo hasta que la pusiera como antes.

Si él estuviera aquí…

Rápidamente saqué esos pensamientos. Si seguía pensando en él, empezaría a llorar, y eso era lo último que quería hacer enfrente de las porristas. Por un segundo, pensé que Angie se echaría a llorar y huiría. Pero, después de un momento, ella tomó un respiro hondo y se giró hacia mí, girando sus ojos.

“Salgamos de aquí,” Ella susurró, sacudiendo su cabeza hacia un cercano estacionamiento. “¿Ya fuiste a tu casa? Yo podría llevarte, si quieres.”

“Um…” Impresionada otra vez, miré hacia Ethan. El me miró, su cara estaba pálida y cansada. A pesar de mi vacilación, quería llevarlo a casa lo más pronto posible. A pesar de que todavía tenía mis dudas, Angie verdaderamente se miraba diferente ahora. En resumen, me pregunté si era la adversidad la que hacía a una persona fuerte. “Claro.”

ELLA HIZO UN MONTÓN DE PREGUNTAS en el camino a casa: dónde había estado, que me hizo irme, que si de verdad era un embarazo lo que me hizo irme. Contesté lo más vagamente posible, dejando fuera las partes con las hadas homicidas, por supuesto. Ethan se onduló atrás de mí y cayó dormido, y pronto sus casi imperceptibles ronquidos eran el único sonido además del zumbido del motor.


Angie finalmente subió junto a un familiar camino de grava, y mi estomagó se giró nerviosamente mientras yo abría la puerta, jalando a Ethan conmigo. El sol se había ido, y un búho ululó en algún lugar sobre mi cabeza. En la distancia, la luz del porche brilló tenuemente como un faro en el crepúsculo.

“Agradezco el aventón…” Le dije a Angie, cerrando la puerta del carro. Ella asintió, y me hice decir una pequeña palabra “Gracias”. La culpa me apuñaló de nuevo mientras yo miraba a su cara. “Siento mucho acerca… bueno tú sabes…”

Ella se encogió de hombros. “No te preocupes por eso. Me voy a hacer una cirugía plástica en un par de semanas. Él debería hacerse cargo de eso.” Ella puso el carro en marcha, pero paro girándose hacia mí. “Sabes,” ella dijo frunciendo el ceño, “Ni siquiera recuerdo como me hice esto. ¿Sabes? Algunas veces, pienso que siempre fui así. Pero entonces, la gente me mira raro, como que ellos no pueden creerlo. Como si tuvieran miedo, porque soy muy diferente.” Ella me guiñó un ojo, había sombras debajo de sus ojos. Su nariz se miraba que saltaba hacia delante. “Pero tú sabes cómo es eso, ¿verdad?”

Asentí sin respiración. Angie parpadeó de nuevo, como si me estuviera viendo por primera vez. “Bueno, entonces…” Un poco avergonzada, ella saludó a Ethan y me dio un rápido movimiento con la cabeza. “Nos vemos.”

“Adiós.” La observe irse, los faros traseros del coche se hacían pequeños y más pequeños, hasta que ellos giraron en una esquina y desaparecieron. La noche de repente se hizo oscura y sin viento.

Ethan tomó mi mano, y miré hacia él con preocupación. El todavía no hablaba. Mi hermano siempre había sido un niño callado, pero este completo silencio, a pesar de las vueltas que le daba, era inquietante. Esperaba que el no estuviera demasiado traumatizado por su penosa experiencia.

“A casa, niño.” Suspiré, mirando un largo, largo camino. “¿Crees que puedes hacerlo?”

Tomé una respiración, sintiendo como si me hubiera golpeado. “¿Qué?”

“Te miras diferente” Ethan tocó su oído, mirando el mío. “Como el rey malo. Como Ellos.” El se sonó la nariz. “¿Vas a vivir con Ellos ahora?”

“Claro que no. No pertenezco con Ellos.” Apreté su mano. “Yo viviré contigo, con Mamá y con Luke, como siempre.”


“La persona oscura habló conmigo. Me dijo que me olvidaría de Ellos en un año o dos, y que ya no sería capaz de verlos nunca más. ¿Eso significa que te olvidaré a ti también?”

Me arrodillé y lo miré a los ojos. “No lo sé, Ethan. Pero ¿Sabes qué? No importa. Cualquier cosa quier cosa que pase, seremos una familia, ¿verdad?”

El asintió solemnemente, como demasiado viejo para su edad. Juntos, seguimos caminando.

EL CONTORNO DE NUESTRA CASA creció más conforme nos aproximamos. Se miraba familiar y extraña a la vez. Podía ver la camioneta de Luke en el camino, y las cortinas florales de Mamá ondeándose en las ventanas. Mi dormitorio estaba oscuro y quieto, pero una luz de noche salía del cuarto de Ethan, parpadeando en naranja. Hice que mi estómago se revolviera, por pensar que dormiría allí arriba. Una simple luz se miraba en la ventana de abajo, y recuperé mi ritmo.

Mamá dormitaba en el sofá cuando abrí la puerta. La televisión estaba encendida, y tenía una caja de pañuelos de papel en su regazo, un pañuelo lo giraba entre los dedos. Ella se movió cuando cerré la puerta, pero antes de que yo dijera algo, Ethan gimió, “¡Mamá!” y se lanzó a su regazo.

“¿Qué?” Mamá se sacudió al despertarse, sobresaltada por el niño que se movía en sus brazos. “¿Ethan? ¿Qué estás haciendo aquí abajo? ¿Tuviste una pesadilla?”

Entonces me miró, y su cara quedó pálida. Intenté hacer una sonrisa, pero mis labios no funcionaban muy bien, y el bulto en la garganta hacía difícil que hablara. Ella se levantó, cargando a Ethan, y nos abrazamos. Sollocé en su cuello, y ella me abrazó muy fuerte, sus lágrimas manchaban mi mejilla.

“Meghan” Al final, ella se recompuso y me miró, un brillo de furia se advertía con alivio en sus ojos. “¿Dónde has estado?” Ella preguntó con una pequeña sacudida. “Hemos tenido a la policía buscándote, a los detectives, a la ciudad entera. Nadie pudo encontrar un rastro tuyo, y yo me he enfermado de la preocupación. ¿Dónde has estado por tres meses?”


“¿Dónde está Luke?” Pregunté, sin saber porqué. Tal vez sentí que él no necesitaba escuchar esto, que solamente entre Mamá y yo. Me pregunté si Luke se había dado cuenta de mi ausencia. Mamá frunció el ceño, como si supiera lo que estaba pensando. “El está arriba, durmiendo.” Contestó, regresando. “Debería despertarlo, decirle que haz regresado a casa. Cada noche durante estos últimos tres meses, él ha tomado su camioneta y manejado por los caminos, buscándote. Algunas veces el no regresa hasta la mañana.”

Atónita, parpadeé para alejar las lágrimas. Mamá me dio una mirada severa, la única que he tenido antes de ser molida. “Esperarás ahí hasta que lo despierte, y entonces, señorita, tienes que decirnos dónde has estado mientras nosotros nos volvíamos locos. Ethan, cariño, vamos a la cama.”

“Espera” Dije mientras ella se giraba para irse, Ethan todavía colgaba en su toga. “Iré contigo. Ethan, también. Creo que todos deberían escucharlo.”

Ella vaciló, mirando a Ethan, pero finalmente asintió. Nos giramos para irnos juntos, pero un ruido en las escaleras congeló nuestros pasos.

El changeling se paró ahí, sus ojos se estrecharon, sus ojos se pelaron en un gruñido. El usaba la piyama de conejito de Ethan, y sus pequeños puños estaban apretados por la ira. El verdadero Ethan gimoteó y se presionó junto a Mamá, escondiendo su cara. Mamá dio un grito ahogado, su mano fue a su boca, mientras el changeling me silbaba.

“¡Maldita!” Chilló, pateó contra el piso. “¡Estúpida, niña estúpida! ¿Por qué tenías que traerlo de regreso? ¡Te odio! ¡Te odio! Yo…”

Brotó humo de sus pies, gritando maldiciones mientras se hacía cada vez más pequeño, hasta que finalmente desapareció.

Me permití una pequeña sonrisa de triunfo.

Mamá bajó su mano. Se giró hacia mí de nuevo, miré el entendimiento en sus ojos, y un terrible, terrible miedo. “Ya veo” Ella murmuró, mirando a Ethan. Ella tembló, y su cara estaba pálida. Ella sabía. Ella sabía todo acerca de Ellos. La miré. Las preguntas subieron a mi mente, eran demasiado revueltas y enmarañadas para hacerlas salir. Mamá se miraba diferente ahora, frágil y con miedo, no era la madre que yo conocía. “¿Por qué no me dijiste?” Susurré.

Mamá se sentó en el sofá, jalando a Ethan con ella. Él se acomodó en ella como si nunca más fuera a dejarla ir. “Meghan, yo… Eso paso hace


muchos años, cuando lo… conocí… a él… a tú padre. Con dificultad lo recuerdo… se mira más como un sueño que otra cosa.” Ella no me miraba mientras hablaba, estaba perdida en su propio mundo. Me senté en el borde del sillón mientras ella continuaba con una voz casi imperceptible.

“Por meses, me convencí a mí misma que eso nunca sucedió. No se miraba real, lo que hicimos, las cosas que me mostró. Fue sólo una vez, y nunca más lo volví a ver. Cuando descubrí que estaba embarazada, estaba un poco nerviosa, pero Paul estaba muy feliz. Los doctores nos habían dicho que nosotros nunca podríamos tener hijos.”

Paul. Mi mente se dio vueltas inquietamente por ése nombre. Sentí como si lo debiera reconocer. Entonces una palabra de Mamá flotó y me golpeó: Paul había sido mi padre, o por lo menos se había casado con mi mamá. Yo no lo recordaba, en absoluto. No tenía idea de quien era, como se miraba. El debió haber muerto cuando yo era muy pequeña.

Ése pensamiento me puso triste, y molesta. Había otro padre que Mamá estaba tratando de ocultarme.

“Entonces tú naciste”, Mamá continuó, todavía en la distancia, con una voz lejana, “y cosas extrañas empezaron a pasar. Inclusive te encontré fuera de tu cuna, en el piso, o inclusive afuera, a pesar de que todavía no podías caminar. Las puertas se abrían y se cerraban solas. Las cosas desaparecían, sólo para ser encontradas en lugares extraños. Paul pensó que la casa estaba embrujada, pero yo sabía lo que Ellos estaban buscando. Los podía sentir, inclusive aunque no los pudiera ver. Me tenían aterrada. Y tenía miedo de que Ellos fueran detrás de ti, y que yo no le pudiera decir a mi esposo lo que estaba pasando.”

“Decidimos mudarnos, y por un tiempo, las cosas fueron normales. Tú creciste en una ordinaria y feliz niña, y creí que todo había quedado atrás. Entonces…” La voz de Mamá tembló, y las lágrimas llenaron sus ojos. “Entonces pasó el incidente del parque, y supe que Ellos nos habían encontrado otra vez. Después, de que todo se amainara, venimos aquí, y conocí a Luke. Tú conoces el resto.”

Fruncí el ceño. Recordaba el parque, con sus altos árboles y con el pequeño césped verde, pero no podía recordar ése ‘incidente’ del que Mamá estaba hablando. Andes de que pudiera preguntar, Mamá se inclinó hacia delante y agarró mi mano.

“Durante mucho tiempo quise contártelo” Ella murmuró, sus ojos estaban amplios y al borde de las lágrimas. “Pero tenía miedo. No de que no


me creyeras, sé que lo harías. Quería darte una vida normal, no una vida de miedo a Ellos, de que despertaras cada mañana con pavor a que Ellos te hubieran encontrado.”

“Eso no funcionó ¿verdad?” Mi voz salió ronca y chillona. El coraje me tenía a punto de explotar, y la miré. “No sólo Ellos vinieron por mí, sino que también Ethan fue jalado a todo esto. Ahora, ¿Qué vamos a hacer, Mamá? ¿Huir igual que las últimas dos veces? Ya viste lo bien funcionó.”

Se reclinó hacia atrás, abrazando protectoramente a Ethan. “Yo… no sé” Ella tembló, limpiando sus ojos, e inmediatamente sentí culpa. Mamá ha pasado por las mismas cosas que yo.

“Pensaremos en algo. Ahora mismo, sólo estoy feliz de que estés a salvo. Los dos.”

Ella me dio una sonrisa provisional, y la regresé, aunque sabía que esto no había acabado. Nosotros no podíamos sacar nuestras cabezas de la arena y pretender que las hadas no estaban allá afuera. Puede ser que Machina se haya ido, pero el Reino del Hierro continuaría creciendo, envenenando a Nunca Jamás, poco a poco. No había manera de detener el progreso o la tecnología. De todas maneras, yo sabía que no podíamos escapar. Huir no serviría… Ellos son demasiado persistentes y testarudos.

Ellos podían guardar rencor para siempre. Tarde o temprano, tendríamos que enfrentarnos con ellos. Por supuesto, el ‘temprano’ llegó más rápido de lo que pensé.

“ETHAN,” MAMÁ DIJO DESPUÉS de un momento, cuando la adrenalina se bajó y la casa estuvo quieta, “¿Por qué no subes corriendo y despiertas a Papá? Él quisiera saber que Meghan ya está en casa. Después puedes dormir entre nosotros, si quieres.”

Ethan asintió, pero en ése momento, la puerta frontal se abrió con un chirrido, y un viento frío cruzó la habitación y nos hizo tiritar. La luz de la luna que estaba detrás de la puerta tiritó también, consolidándose en algo sólido y real.

Ash estaba parado en el umbral de la puerta.


Mamá no lo miraba, pero Ethan y yo brincamos mientras mi corazón empezó a golpear ruidosamente en mi pecho. Ash se miraba diferente ahora, sus cortes y sus quemaduras habían sanado, sus cabellos caían suavemente alrededor de su cara. El usaba simples pantalones oscuros y una camisa blanca, y su espada colgaba a un lado. Todavía era peligroso. Todavía era inhumano y mortal. Todavía era la cosa más linda que he visto. Sus ojos color mercurio encontraron los míos, y el inclinó su cabeza.

Por un momento, lo mire, sin entender. Y entonces me golpeó todo de una vez. Oh, Dios. El contrato. Él está aquí para llevarme a la Corte Invernal.

“¿Meghan?” Mamá me miró a mí y a la puerta, sin ver a la silueta del Príncipe del Invierno contra el marco. Pero su cara estaba dura; sabía que había algo ahí. “¿Qué está pasando? ¿Quién está ahí?”

No me puedo ir ahora, me llené de cólera silenciosamente. ¡Acabo de llegar a casa! Quiero ser normal; quiero ir a la escuela y aprender a manejar para ir a la graduación el siguiente año. Quiero olvidar que las hadas existen. Pero dí mi palabra. Y Ash conservó la suya al final del trato, aunque él casi murió por ella.

Ash esperó silenciosamente, sus ojos nunca dejaron los míos. Le asentí y me giré a mi familia.

“Meghan, no.” Mamá tomó mi mano, apretándola fuerte. “Podremos hacer algo. Debe haber una manera de mantenerlos… lejos. Nos podemos mudar otra vez, todos nosotros. Nosotros…”

“Mamá” Dejé que mi glamour desapareciera, revelándole mi verdadera identidad a ella. No fue difícil manipular el glamour circundante. Como las raíces en el dominio de Machina, vino tan naturalmente que me pregunté cómo me puede imaginar alguna vez de que fuera difícil. Los ojos de Mamá se engrandaron, y jaló su mano para atrás, acercando a Ethan. “Ahora soy uno de Ellos” Susurré.

“No puedo huir de esto. Deberías haberlo sabido. Me tengo que ir.”

Mamá no contestó. Se quedó mirándome con una mezcla de pena, culpa y horror. Suspiré y me levanté, dejando que el glamour se asentara de nuevo en mí. Se sentía como el peso del mundo entero.

“¿Lista?” Ash murmuró, yo me detuve, echando una ojeada en dirección a mi habitación. ¿Quería llevar algo conmigo? Tenía mi ropa, mi música, mis pequeños artículos personales que había coleccionado en mis dieciséis años.


No. No los necesitaba. Esa persona ya se había ido, y se ha convertido en real en primer lugar. Tenía que averiguar quién era en realidad, antes de que regresara. Si regresaba. Echando un vistazo hacia Mamá, que seguía congelada en el sofá, me pregunté si podría alguna vez estar en casa otra vez.

“¿Meggie?” Ethan se deslizó del sofá y caminó hacia mí. Me arrodillé, y él me abrazó alrededor del cuello con toda la fuerza que un niño de cuatro años podía tener.

“No me olvidaré” Susurró, y tragué el bulto que tenía en mi garganta. Me paré, y despeiné su cabello y me giré a Ash, que todavía esperaba silenciosamente en la puerta.

“¿Tienes todo?” Él dijo mientras yo me aproximaba. Asentí.

“Todo lo que necesito.” Murmuré. “Vámonos.”

Él hizo una reverencia, no a mí, pero sí a Mamá y a Ethan, y salió caminando. Ethan se sorbió los mocos ruidosamente y saludó, tratando con todas sus fuerzas no llorar. Y yo sonreí, viendo sus emociones claramente como una hermosa pintura: azul de la pena, esmeralda de la esperanza, escarlata del amor… Estábamos conectados, todos nosotros.

Nada, hadas, Dios o inmortal, podía romper eso.

Saludé a Ethan, asentí por perdón a Mamá, y cerré la puerta, siguiendo a Ash a la plateada luz de la luna.

El Rey de Hierro

FFIINN


AAGGRRAADDEECCIIMMIIEENNTTOOSS

� FORO ALISHEA’S DREAMS � http://alisheadreams.foroactivo.com/

� CORRECTORAS � Anne2426 � BelenTorres � Ebby_SinE � JaNnYtA � Maweyumi

� Pau.bascur � Suzana � Tezza

� FORMATO Y DISEÑO DEL DOCUMENTO � Glad

Y RECUERDA…EL SEGUNDO LIBRO DE ESTA MARAVILLOSA SAGA, SERÁ TRADUCIDA EN EL FORO ‘ALISHEA’S DREAMS’

¡NO PUEDES PERDERTELO!

FFOORROO AALLIISSHHEEAA’’SS DDRREEAAMMSS Un foro hecho por fans, para fans.

¡UNETE A NOSOTROS!

1.the iron king

Art & Photos

Transcript of 1.the iron king