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REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS AíJo XIV.—NOVIEMBRE-DICIEMBRE DE 1910.—NÚMS. I I Y 12. La Cuestión de las Bibliotecas Nacionales Y LA DIFUSIÓN DE LA CULTURA V FONDOS DE LA BIBLIOTECA NACIONAL LOS PRIMITIVOS Y SUS AUMENTOS.—MEDIDAS NECESARIAS PARA SU ACRECENTA- MIENTO PROPORCIONAL Y ÚTIL DISTRIBUCIÓN. —EL INVENTARIO Ó ÍNDICE. CENTRAL.—REFORMAS INDICADAS POR LOS MISMOS LECTORES.—DEDUCCIONES DE LA ESTADÍSTICA DE LA LECTURA PÚBLICA. A Felipe V se debe, como es sabido, el establecimiento de una Bi- blioteca pública en la Corte. Reunidos por su orden con tal ob- jeto libros, manuscritos, instrumentos de matemáticas, monedas,, medallas, etc., se abrió al público en Marzo de 1712 con un fondo de 8.000 volúmenes entre impresos y manuscritos. El primer Director nom- brado en aquella fecha fué el P. Robinet, y D. Gabriel Alvarez de Toledo, el primer Bibliotecario mayor '. A los treinta años ya se había cuadruplicado el número de volúmenes,, puesto que el P. Sarmiento los calculaba en So.ooo en 1743. Por Real Cédula de 2 de Enero de 1716 se encargó al confesor del Rey, P. Guillermo Daubenton, la Dirección de la Real librería pública,, poniendo á sus órdenes cuatro Bibliotecarios, dos escribientes y dos por- teros. Los sueldos importaban 4.500 pesos, y además, se daba habitación á los empleados. Estaba abierta la Librería seis horas diarias. Su renta consistía ea I Está en preparación una Historia de la Biblioteca Nacional. En ella podrá ver el lector- curiosas noticias de las fases poi que ha ido pasando el Establecimiento. 24 3.» ÉPOCA.—TOMO XXIII

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  • REVISTA DE

    ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS AJo XIV.NOVIEMBRE-DICIEMBRE DE 1910.NMS. I I Y 12.

    La Cuestin de las Bibliotecas Nacionales Y LA DIFUSIN DE LA CULTURA

    V

    FONDOS DE LA BIBLIOTECA NACIONAL

    LOS PRIMITIVOS Y SUS AUMENTOS.MEDIDAS NECESARIAS PARA SU ACRECENTA-MIENTO PROPORCIONAL Y TIL DISTRIBUCIN. EL INVENTARIO NDICE. CENTRAL.REFORMAS INDICADAS POR LOS MISMOS LECTORES.DEDUCCIONES DE LA ESTADSTICA DE LA LECTURA PBLICA.

    A Felipe V se debe, como es sabido, el establecimiento de una Bi-blioteca pblica en la Corte. Reunidos por su orden con tal ob-jeto libros, manuscritos, instrumentos de matemticas, monedas,, medallas, etc., se abri al pblico en Marzo de 1712 con un fondo de 8.000 volmenes entre impresos y manuscritos. El primer Director nom-brado en aquella fecha fu el P. Robinet, y D. Gabriel Alvarez de Toledo, el primer Bibliotecario mayor '.

    A los treinta aos ya se haba cuadruplicado el nmero de volmenes,, puesto que el P. Sarmiento los calculaba en So.ooo en 1743.

    Por Real Cdula de 2 de Enero de 1716 se encarg al confesor del Rey, P. Guillermo Daubenton, la Direccin de la Real librera pblica,, poniendo sus rdenes cuatro Bibliotecarios, dos escribientes y dos por-teros. Los sueldos importaban 4.500 pesos, y adems, se daba habitacin los empleados.

    Estaba abierta la Librera seis horas diarias. Su renta consista ea

    I Est en preparacin una Historia de la Biblioteca Nacional. En ella podr ver el lector-curiosas noticias de las fases poi que ha ido pasando el Establecimiento.

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    8.000 pesos, consignados en las del tabaco y naipes del reino. De los 3.500 restantes, 2.5oo se empleaban en compra de libros y lo dems en los di-ferentes gastos de material, edificio, etc.

    Dependa la Biblioteca exclusivamente de la Secretara del Despacho universal que tuviera el Negociado del Departamento de Casas Reales.

    Ei Bibliotecario mayor poda comprar libros y vender y trocar los du-plicados y mltiples. El Rey provea las vacantes propuesta del Biblio-tecario mayor y del Director. Ambas disposiciones demuestran mayor descentralizacin y autonoma y, por consecuencia, mayor conformidad con las orientaciones modernas bajo aquel rgimen absoluto, que hoy con la dependencia y recelosas trabas en uso bajo rgimen democrtico.

    Tales fueron los modestos principios de una institucin que haba de alcanzar en dos siglos el actual desarrollo.

    Y como una prueba ms de la recproca influencia entre lo espiritual y lo material, la apertura de la Biblioteca trajo como consecuencia el des-arrollo del comercio de librera, hasta entonces apenas visible en la Corte.

    En 1725 puso tienda en la Corte el primer librero extranjero, Mr. Bar-helemy, al que siguieron otros, franceses italianos '.

    Varios fueron los locales que sucesivamente fu ocupando la Biblioteca desde el primitivo, un pasadizo entre el antiguo Alczar y el Monasterio de la Encarnacin (I712-1809); convento de la Trinidad (ms tarde Mi-nisterio de Fomento) (1809-1817); Ministerio de Marina (1817-1826), edi-ficio de la calle de la Biblioteca (1826-iSgS) hasta el en que hoy est ins-talada.

    De Librera Real pas en i836 ser Establecimiento del Estado con el nombre de Biblioteca Nacional.

    Seis fuentes principales alimentan el caudal de sus fondos; obras de-positadas por impresores editores; libros procedentes de los depsitos para la Propiedad intelectual; parte correspondiente de los que por sus-cripcin, premios compra enva el Estado; adquisiciones con la consig-nacin anual de 3o.000 pesetas; donativos de corporaciones de particu-lares, nacionales y extranjeros, y cambio internacional.

    I A este Establecimiento (el de la Biblioteca Real), que al principio pas por curiosidad, e sigui la de ir i ver los libros materialmente colocados; i sta, la de abrirlos y revolverlos; ista, el apetito de leer algo; sta, la aficin de leer mucho de muchos, y todo, el deseo de comprar otros semejantes para leerlos con ms comodidad en su casa, la solicitud de comprar otros libros que all vio citados y an no se hallaban en la Biblioteca. (P. Sarmiento: Reflexio-es literarias para una Biblioteca Real, etc. 1743.)

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES 357 Depsito de impresores editores.Su origen arranca de una orden

    de Felipe V, fecha i5 de Octubre de 1716, en que dispuso que de todo cuanto se imprimiera en el reino debera entregarse la Biblioteca un jemplar, encuadernado, si era libro.

    Los resultados de este Decreto no han proporcionado la Biblioteca los aumentos que eran de esperar, pues ni l ni otros anlogos posteriores, hasta el ltimo de 4 de Diciembre de 1896, tuvieron nunca exacto cumpli-miento.

    Ciertamente el nmero de infracciones va reducindose '; pero todava es bastante considerable para ocupar, as en Espaa como en Francia Italia, la atencin de los que se interesan por el aumento de los fondos de ias Bibliotecas.

    El pblico que, en virtud de tales disposiciones, cree de buena fe en-contrar en la Nacional cuanto en Espaa se imprime, no tiene en cuenta que varias veces si las lminas, mapas, apndices, etc., de una obra, por ejemplo, no se tiran en la misma imprenta que el texto, el impresor suele presentar ste, pero el resto no viene la Biblioteca. Otras veces los re-petidos avisos de reclamacin son desodos; pasa el tiempo, y no faltan ocasiones en que se halla medio de evitar la presentacin del ejemplar el pago de la multa.

    En Francia, si el impresor quiere burlar la ley, aun poniendo al autor la cuenta los dos ejemplares exigidos, no deposita, deja pasar las recla-maciones y gana tiempo, porque los tres meses ya le ampara la prescrip-cin.

    Al principio, el cumplimiento del Decreto amenazaba llenar nuestra Biblioteca con prospectos, reclamos, etiquetas, impresas veces en telas,

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    por ser muchos los autores editores que, por no temer la reimpresin!, fraudulenta de obras de gran coste y de poca venta, por otras causas, dejan de cumplir la ley, renunciando sus beneficios cambio del ahorro-de los dos ejemplares.

    Posteriormente, en lo de Enero de 1879, se reprodujo la disposicin elevando tres el nmero de ejemplares, dos para archivarse en el Minis-terio, y uno destinado la Biblioteca Nacional '.

    Por este concepto recibi el ao pasado 2.000 libros y 3oo folletos. No-parece creble que slo se publiquen en toda Espaa cinco libros y menos, de tres folletos diarios, y ello prueba la ineficacia de la ley.

    Las Bibliotecas de provincias, adems de recibir las obras presentadas por impresores editores para la Nacional, tienen carcter de Registro de-la Propiedad para concederla las que en ella se inscriban con tal objeto..

    De todo folleto, peridico, cartel, etc., hay obligacin de presentar tres ejemplares en el Gobierno civil correspondiente.

    Esta disposicin legislativa, de marcado carcter socialista, suscita mu-chas cuestiones. En Francia, desde 1814 hasta 1848, se exigan al impre-sor cinco ejemplares; hoy dos. Pero ya se ha dicho como se burla la ley al amparo de la prescripcin.

    De los dos ejemplares, uno est destinado la Nacional; el otro, Santa. Genoveva al Arsenal, segn la materia de que trata. Los peridicos de-ben dar cuatro ejemplares, cuyo destino no est muy determinado.

    En Inglaterra, el impresor deposita cinco ejemplares, que reciben el! Museo britnico y las Bibliotecas de Oxford, Cambridge, Edimburgo y Dubln. Las Bibliotecas tienen derecho de reclamar aquellas obras que-juzgan ms tiles para su especialidad.

    Algunas Universidades de Alemania reciben las obras que se impri-men en sus respectivas demarcaciones. Baviera tiene adoptado un sistema igual al nuestro. El envo es directo la Biblioteca =>, lo que ahorra trmi-tes y gastos.

    En Italia se exigen tres ejemplares, y el depsito es regional. En Francia, desde 1883 hasta 1906, han tratado esta cuestin desde dis-

    tintos puntos de vista, entre otros, Picot, Mezires, Vachal, Philippon, Bonnerot, Morel y Chabot. Para algunos de stos este impuesto especial

    1 A pesar de estas disposiciones, en el ao 1882, p. e., no recibi la Biblioteca un solo vo lu-men por eite concepta. (V. Anuario de 882, pg.94.1

    2 Congreso internacional de Bibliografa, 1900, pg, 49.

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES SSg s^ob^ e el comercio editorial perjudica la publicacin de obras importantes

    que tienen casi su nico mercado en las Bibliotecas. As, un editor alemn , ha calculado en So.ooo marcos lo que ha perdido en diez aos, importe de

    las obras cientficas que las Bibliotecas han recibido gratis. Cmo satisface un impresor un litgrafo, dicen otros, el legtimo

    deseo de un particular que quiere darse el gusto de imprimir un libro, de grabar un retrato, etc., en ejemplar nico?

    Cuando por razones particulares un editor retrasa la publicacin de una obra impresa y el impresor cumple su deber entregndola apenas ter-minada, puede darse el caso de que el pblico lea y aun copie en las Bi-iiliotecas una comedia, una pieza de msica, meses y aun aos antes de la representacin de la ejecucin de una otra. Lo mismo puede suceder con un informe reservado, impreso exclusivamente para los jueces en un proceso escandaloso.

    En estos y otros casos anlogos, si los editores pidiesen las Bibliote-cas un plazo para poner al pblico las obras, estaran en su derecho.

    Cmo legislar en este punto acerca de los modernos procedimientos de reproduccin de obras con regular nmero de ejemplares, por medios diferentes de los de la imprenta, como la autocopia, fotografa, mquina de .escribir, etc., etc.?

    Sobre un punto hay bastante unanimidad en esta cuestin, y es en que la ley se modifique exigiendo un ejemplar al impresor y otro al editor. As lo propuso ante la Asociacin de Bibliotecarios franceses Mr. Sustrae, -encargado de aquel servicio en la Biblioteca Nacional, porque, de ese modo, deca, se sabr la fecha de publicacin de las obras, fecha que ahora el im-presor dice que ignora y que entra en sus clculos ir aplazando. Adems, se recibiran menos obras faltas de lminas, cubiertas, etc., tiradas en otros talleres.

    Mr. Morel propone que el Estado exija tres ejemplares de cada obra, y que destine uno la Nacional, otro la Biblioteca de provincia que cen-tralizase las producciones de la regin, y el tercero la Biblioteca espe-cial que por su materia correspondiese la obra. Adems, depsito por el impresor y por el editor; potestativo en el primero el reemplazarle por una declaracin semanal mensual de sus trabajos y de sus clientes, excepto cuando la obra no salga completa de sus prensas, en cuyo caso sera el depsito obligatorio; multa por declaracin incompleta y prescripcin los dos aos, no los tres meses. El depsito por autor editor sera el nico

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    que confiriese el derecho de propiedad, y se les concedera plazo de un ano-desde la declaracin del impresor.

    En la ley francesa hay un texto que dispone el depsito como condi-cin de derechos; pero se admite en cualquier fecha, veces hasta des-pus de la falsificacin.

    Adems del error vulgar de que en virtud de tales disposiciones la Bi-blioteca debe tenerlo todo, el autor citado combate tambin el de que al Estado le salgan as las obras de valde; antes asegura que, dando una Biblioteca el dinero que cuesta el expedienteo, inspeccin, envos, recibos. de lo.ooo volmenes y 600.000 nmeros de peridicos, cuya dcima parte es intil, con ms los gastos de clasificacin, catlogo, empaquetado, etc.^ podra enriquecer mucho mejor sus fondos.

    En apoyo de su opinin cita el ejemplo de una obra cuyo coste es-de 0,5o, y de la que la Nacional cataloga cuatro ejemplares que le cues-tan 1,5o.

    Debera estudiarse, sobretodo, la conveniencia de su proyecto de orga-nizacin de un centro nico que, anlogamente al Copiryght Office ', re-uniese el depsito de obras entregadas por impresores y las presentadas para la propiedad intelectual. Ese centro, que convendra estuviese insta-lado en la Biblioteca Nacional, conferira la propiedad literaria y artstica; reunira las funciones del Cat}ogo Bibliografa general de la nacin; se encargara del reparto de las obras entre las diversas bibliotecas y de la redaccin de cdulas mltiples de esas mismas obras, que las evitaran el trabajo de catalogacin iran formando la bibliografa moderna espaola..

    Tratndose de obras costosas, Mr. Bonnerot ha propuesto que los Go-biernos auxiliasen su publicacin, suscribindose; pero para evitar los pe-ligros que esto se presta, Morel propone sustituir la entrega del ejem-plar en la Biblioteca por una cantidad en metlico, p. e., de 5o francos, que se destinara la compra de la obra, si se consideraba necesaria, fundadO' en que el depsito es ms til para los editores que para el pblico, puesto que adems de conservar las publicaciones que ellos no conservan, como-son los peridicos, es un poderoso reclamo, como se observa en la mayor venta de libros all donde hay ms Bibliotecas.

    Envos del Estado por compra suscripcin.El Ministerio de Instruc-

    I Esta oiciaa y la de Bibliografa constituyen dos secciones en la Biblioteca del Congreso de Washington. Mis libres que nosotros, tienen facultad para dar y cambiar obras. El Copyrigb,. i pesar de sus grandes gastos, ha dejado en siete aos un benelicio de 96.351 dolars.

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES 361 cin pblica tiene encargada la Junta de Archivos, Bibliotecas y Museos y las Academias el examen de las obras presentadas en demanda de au-xilio pecuniario, bien para compra de ejemplares, bien para suscripcin ' .

    I Vanse los Reales decretos de 29 de Agosto de 1897,23 de Junio de i68g, 23 de Junio de 1899 y I." de Junio de 1900.

    Para dar una idea del nmero anual y de la clase de obras sobre cuya necesidad y utilidad para las Bibliotecas ha informado favorablemente la Junta, copio aqui la lista de las 45obras que merecieron aquella califcacn en el ao paaado de igog.

    1. Lecciones de Derecho usual, por D. Agustn Fernndez de Pearanda. 2. Las locomotoras Compound en el mundo, por D. Luis Zarco Olivares. 3. Manual del Archivero de Hacienda, por D. Manuel Rubio Borras. 4. La incineracin cadavrica, por D. Norberto Arcas Bentez. 5. El Conde de Fuentes y su tiempo, por D. Julin Fuentes y Formez. 6. Mtodo de progresiones para liquidar cuentas corrientes, por D. Francisco Campos

    Campaa. 7. Relaciones diplomticas entre Espaa y la Santa Sede durante el siglo xix, por don

    Jernimo Becker. 8. Hoyas marcAitis, por D. Conrado Solsona. 9. Influencia del Evangelio en la conquista de Canarias, por D. Jos Vanhuermert. 10. Zona de influencia espaola en el Riff, por D. Manuel Becerra y Fernndez. 11. Diccionario de Legislacin penal, procesal y de prisiones, por D. Fernando Cadalso. I; , /frja, por D. Arturo Prez Cabrero. 13. Discursos sobre la filosofa de la Naturaleza, por D. Edmundo Gonzlez-Blanco. 14- Obras completas de Curros Enrique^, edit. por Abelardo Curros Enrquez. i5. Historia de la ciudad de Cabra, por D. Nicols Albornoz y Portocarrero. 16. Cancionero, por D. Manuel de Sandoval. 17- Jurisprudencia del Cdigo civil, por D. Lorenzo Barrio y Morayta. 18. Gramtica histrica gallega, por D. Vicente Garca de Diego. 19. Construccin de cuerpos cristalogrficos, por D. Ernesto Miralles y Arrufat. 20. Grado y su concejo, por D. Alraro Fernndez de Miranda. 21. Anlisis social, por D. Antonio Sancha. 22. Doctrinas colectivistas, por D. Alvaro Calzado. 23. El Rey intruso, por D. Carlqs Cambronero. 24. ios perros de co. Rafael Ballester y Castell. 29. La cuestin regional y la autonoma, por D. Pe.Prez Daz. 30. La Virgen del Pilar y la Independencia espao/a, pO D. Ricardo Guijarro. 31. Ambrosio de Morales. Estudios histricos, por D. Enritt^ j, Redel. 32. Oda JSspafl, por D. Ricardo Guijarro. 33. Concepcin Arenal, la mujer ms grande de Espmia, por D. Francisco Mas$all. 34. ManuaZ prctico de a^uas, por D. Rafael Gay de Montrll. 35. Obras escogidas de Garca Gutirre^, edit. por D.' Francisca Garci%Estrada. 36. Bab-Al-Kofol (Puerta de Santa Maria). De la CoiUiin de Monumept^ de las Baleares 37. Tratado de Historia Natural, por D. Demetrio Fidel Rubio y Albertp. 38. Ag'ricu/tura moviisfa, por D. Pedro Villuendas y Herrero. 39. Reforma de la Legislacin Hipotecaria, por D. Pedro Higueras y Sabater. 40. La Administracin espaola al alcance de los nios, por D. Valero Almudvar y Cas-

    tillo. 41. Rinconete y Cortadillo vEdicin crtica de D. Francisco Rodrguez Marn). 42. Apuntes de Derecho penal, por D. Manuel Espejo y Martnez. 43. DerecAo/nernacionaZ piii/ico, por D. Antonio Garca Prez. 44. Necesidad de la inspeccin mdica en las Escuelas de primera enseanza, por don

    Eduardo Masip. 45. Manual de seguros sobre la vida, por D. Mateo Puyol Lalaguna.

  • 362 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y USBOS La Junta se limita informar sobre la necesidad y utilidad de las obras para las Bibliotecas. Con el informe favorable de aquellas Corporaciones el Ministro dispone la adquisicin del nmero de ejemplares que cree con-venientes para distribuirlos entre las Bibliotecas formar las llamadas populares.

    La Nacional recibi por este concepto en el pasado ao i5o volmenes y 5o folletos.

    La eficacia de esta disposicin, como tantas otras, excelente en sus in-tenciones, depende de su aplicacin, porque, naturalmente, deja ancha margen al favor si quien ha de resolver en definitiva, as de la adquisicin de la obra como del nmero de ejemplares, no se inspira exclusivamente en un espritu de honrada justicia.

    Pero tiene, adems, otro defecto. En mi pobre juicio huelga el informe de la Junta del Cuerpo. Puesto que en ella, aunque compuesta de perso-nas ilustradas y competentes en algunos ramos del saber humano, no estn representadas, como en las Academias, especialidades en todos ellos, es materialmente imposible el acierto constante, y muy expuesto que de-claren necesaria y til una obra de resistencia de materiales, de oftalmo-loga de coordinadas que no lo merezca, que elijan la peor entre varias de igual materia que contenga doctrinas errneas, atrasadas vul-gares, etc., por no haber un ingeniero arquitecto, un mdico un mate-mtico, nicos que pueden juzgar con acierto de aquellas dos condicio-nes. No bastara el informe de las Academias respectivas?

    Lo mismo la Informacin hecha en igoS porda Revue Scienifique, que Morel, y ltimamente Chabot, se .^muestran hostiles este medio de fo-mentarla publicacin de obras / de enriquecer las bibliotecas en Francia. Hace veinticinco aos dedicaba esta nacin tal objeto aSo.ooo francos, reducidos en 1902 gS.ooo, y ii3.ooo en el ao siguiente.

    La Informacin dieclaraba: Los envos del Estado, que en gran pro-porcin alimentan las bibliotecas pblicas, se hacen despecho del buen sentido. Se compran los libros y se los reparte al azar entre las bibliote-cas, sin preocuparse de la utilidad que pueden tener las obras, y aten-diendo slo al inters de sus autores.

    Contest por toda defensa el Director del Museo pedaggico en nombre del Estado que las subvenciones del Estado no se hacan enteramente la casualidad. Y Morel, con su acostumbrado gracejo, escribe:

    El Estado debe fomentar las letras. Perfectamente. Con este fin ad-

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES 363 ^quiere veinte ejemplares de una novela de P. Bourget. Dudosa la utilidad general de las letras; pero, pase; gusto personal. El autor percibe un franco por cada volumen de tres francos. Se le quiere animar? Pues darle un luis de mano mano.

    El sistema de fomentar letras, artes y ciencias por el Estado, dice en fecha reciente Mr. Chabot, no es el mejor. Adquiere cuadros estatuas

    en las Exposiciones anuales y los enva provincias tontas y locas. Edita se suscribe un nmero determinado de ejemplares de obras

    y los reparte como le parece. En la Biblioteca de la Escuela francesa de Atenas, el autor estuvo recibiendo durante tres meses de la oficina de la ru Grenelle multitud de libros sin la menor relacin con la ciencia de la antigedad.

    Procuran enviar la coleccin completa de una obra determinada Bi-blioteca; pero como contiene obras de diferentes materias, aqulla habra .comprado con ms acierto slo las que la interesaran; otra Biblioteca las suyas, etc.

    Por otra parte, cul es el jurado que elige los libros dignos de sub-vencin.'' Est libre de toda influencia?

    El sistemadice Morelaprovecha especialmente los editores, que son, al fin, los que se enriquecen. Cuando uno de ellos tiene segrala sus-cripcin del Estado un nmero de ejemplares, siente la tentacin de su-bir los precios, que la administracin no regatea, y entonces ya la venta al detalle le importa menos.

    El Estado subvenciona, adems, anualmente, ciertas colecciones tasa-das por un burcrata tanto la hoja, precio muy superior los gastos de impresin, y el editor tiene todos los beneficios de venta. Contratos es-.candalosos. En vez de auxiliar las ciencias el Estado, concede primas un comercio sin riesgos.

    Mejor hara en subvencionar autores recomendados por Cuerpos sabios, en conceder suplementos de consignacin las Bibliotecas.

    La importacin de libros en los Estados Unidos, pesar de las reim-presiones fraudulentas, llega los i5 millones. Contra nuestro triste pa-liativo de la suscripcin de los Ministerios, tienen all la libre compra por millares de bibliotecas, seleccin mucho ms seria y seguramente menos expuesta intrigas.

    Slo el Estado de Massachussets gasta en libros ms de 200.000 dolars .al ao.

  • 3 6 4 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    Aqu, como en tantos otros puntos relativos bibliotecas, los crticos-franceses contraponen siempre sus defectuosas prcticas los sistemas americanos. Yo los cito para que si por caso participramos de anlogas corruptelas, pueda reflexionarse por quien corresponda acerca del reme-dio, si se desea aplicarle.

    Premios.La Biblioteca Nacional anuncia anualmente el concurso ' dos premios, uno de 2.000 y otro de i.5oo pesetas, impresin de la obra. y 3oo ejemplares los mejores trabajos bio-bibliogrficos bibliogrficos, respectivamente. En general, esta disposicin ha dado tiles resultados, y mientras no se pretenda, como se ha pretendido, extender las materias-del concurso fuera del campo de la bibliografa, la Biblioteca, con contadas excepciones, puede responder del acierto en sus fallos.

    Pero, ya por haber fallecido los autores de obras premiadas dispuestas-para la impresin, sin corregirlas adicionarlas, ya por otras causas-que no es de este lugar especificar, aunque ninguna imputable la Biblio--teca, ello es que permanecen manuscritas ocho, y que sin un crdito espe-cial para imprimirlas todas, slo podr hacerse con las premiadas en la ac-tualidad, y aquel atraso privar las Bibliotecas de este otro medio de en-riquecer sus fondos, auxiliar sus trabajos ir reuniendo materiales para< la bibliografa espaola.

    Adquisiciones por compra.La Biblioteca emplea en obras extranje-ras, y por excepcin nacionales, impresas y manuscritas; estampas y ma---pas, las 3o.000 pesetas de su consignacin anual para este objeto.

    I PRESUPUESTOS PARA ADQUISICIN DE LIBROS EN LAS BIBLIOTECAS DE ITALIA

    BIBLIOTECAS

    Vittorio Emmanuele. 1889 54 000 liras. Florencia. . 30.000 Turn 22 5o( aples 18.000 Miln iS.ooo Palermo 13.000 Venecia 11.000

    UNIVERSIOAOBS

    aples 17.000 Padua 8.5oo Pavia 8.5oo Bolonia 8.000 Pisa 7.000 Roma 6.000

    Totales J18.186

    El presupuesto total para compra de libras en la Repblica americana ascendi en 1907 ' a.800 000 dolars.

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES 365 En el pasado ao adquiri 900 volmenes de obras extranjeras im-

    presas '. Esta tan exigua consignacin ante la exigencia justsima, pero imposi-

    ble, del pblico, que quiere encontrar en la Biblioteca cuanto de impor-tante se publica en el extranjero en todas materias, nos coloca en la situa-cin de un nio que pretendiera alcanzar corriendo un tren toda, marcha. Ya vimos que se calculaba en i So.ooo obras la produccin mun-dial en cada ao =*.

    Necesitaramos, por tanto, acelerar 166 veces el paso para seguir tan velocsima carrera.

    La reconocida competencia de un Menndez y Pelayo ofrece hoy sufi-cientes garantas de que en la eleccin de obras adquiridas se logra eK acierto y la imparcialidad deseada en cuanto las materias preferidas.

    Queda dicho que en la Nacional de Pars el Administrador general Mr. Marcel, para el mejor acierto en la eleccin de obras, quiso asesorarse de una Comisin de personas competentes en varias materias del saber humano, y que el 83 por 100 de las obras que propusieron para su ad-quisicin se encontraban ya en la Biblioteca. Prueba es esta de impar-cialidad y acierto de los Bibliotecarios en este punto, que deben conse-guirse en gran parte si se consultan bibliografas, revistas, peridicos y juicios crticos, catlogos de ventas pblicas y de anticuarios, especial-mente alemanes, porque, como dice Chabot, en realidad sobre una cues-tin dada no siempre hay un libro mejor que otros, sino uno que acasa habr que rehacer, pero irreemplazable por el momento.

    I Las colecciones de libros, estampas, etc, adquiridas por compra hasta mediados del' pasado siglo fueron las del Cardenal Arquinto (Carlos III), y la de B51h de Faber (Libros espa-oles raros y curiosos) (1849).

    Despus, y segn el orden de fechas, las siguientes: 1849. Col. de D. Benito Maestre. (Novelas, autores espaoles.) 1863. Col. de D. Agustn Duran. (Teatro, Poesa, etc.) 3-700 vols. y legajos. 1864. Col. de D. Jos Carlos Meja, 8.000 artculos, libros, folletos, etc.; publicados en .M-

    jico despus de su emancipacin. 1867. Col. de D. Valenta Carderera, 70,000 estampas y dibujos originales. 1869. Col. de D. Antonio Lpez de Crdoba. (Obras en turco, rabe y armenio ) 187a. Col. de O. Miguel Fernando Capdebou, 1.965 obras de la librera balear. 1871. Col. de D. Manuel Castellano, 24.000 artculos fotogrficos. 1873. Col. de D. Cayetano Alberto La Barrera, 2.5oo vols. y 2.000 estampas. 1873. Col. de D. Serafn Estbanez Caldern, 9.671 libros y folletos. 1873. Col. del Marqus de la Romana, 19.630 libros y manuscritos. 1887. Col. del Duque de Osuna, 11.007 ^"'s-1900. Col. de D. Pascual de Gayangos, 27.000 vols. 2 Vase la Estadstica internacional de la produccin intelectual, por M. RStlisberger, p u -

    blicacin anual en el Droit d'auteur.

  • 366 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    Conviene registrar aqu las observaciones, reformas y acuerdos que dio lugar la Informacin de la Revue Scientifique ya citada. El decano ho-norario de la Facultad de Medicina reconoci que hace veinte aos haba en las Bibliotecas hombres que prestaban grandes servicios los lectores-en sus investigaciones por sus conocimientos en la ciencia objeto de la Bi-blioteca respectiva; pero algunas veces les faltaba toda la competencia ne-cesaria para su perfecto sostenimiento, porque es muy difcil, dice, te-ner las cdulas al corriente y redactarlas como se debe. Entonces fu cuando se cre el Concurso. Hoy todos los Bibliotecarios son buenos Bi-bliotecarios.

    Fu su conclusin que el Bibliotecario, para la eleccin de obras, se asesorara con un hombre de ciencia. Morel propone tambin que para la adquisicin de obras y lugar de su destino el Bibliotecario consulte con especialistas en cada ciencia.

    El profesor de Fsica de la Facultad de Ciencias, Mr. Pellat, declar que en la Biblioteca de la Sorbonne (Universitaria) todo marchaba bien, y que otra, distinta, conservada por hombres de ciencia, ofrecera inconvenien-tes. Hay que dejar, dice, los procedentes de la Escuela de Cartas sus puestos de conservadores. A ello les llevan todos sus estudios, y necesa-riamente tienen que dar algn buen resultado. Los jvenes que estudian ciencias tienen ocupaciones preferibles las del Bibliotecario.

    Las Comisiones extraas las Bibliotecas y encargadas en algunas de la adquisicin de obras, son una calamidad, dice Mr. Giraud-Mangin '.

    En conclusin: el principio necesario, lo que la prctica y el sentido co-mn aconsejan, lo que hacen Alemania y Holanda, y no hay que decirlo, los Estados Unidos con sus 14 millones de francos invertidos anualmente

    -en libros, es la autonoma de las Bibliotecas para emplear sus consigna-ciones, sin ms intervencin que la" consulta con las personas ms com-petentes en cada ramo de los conocimientos humanos; el examen de ca-tlogos, bibliografas y revistas crticas, y, por ltimo, el de los Registros de Desiderata, en que el pblico debe ir apuntando las obras que desea consultar y que no hall en la Biblioteca.

    Las Academias, Universidades Institutos y, en general, todo centro docente, los particulares, los peridicos, cuantos se interesan de veras por la cultura deberan indicar las Bibliotecas las adquisiciones de libros

    "I Les Comits dinspection et d'achats dans les bibliothques municipales, par Giraud-Mangin. (Vase Bulletin de iAssociation des Biblioth. fratifais, ii, 1908, pgs. 62-65.

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES 367 cuya importancia les fuera conocida, y aqullas procuraran comprarlas,. escalonndolas con arreglo sus consignaciones y al relativo inters de las obras.

    Donatims de particulares y de Corporaciones.Adems de las colec-ciones regaladas la Biblioteca Nacional por el Museo Britnico, la Socie-dad Bblica de Londres, Instituto Smithsoniano, Congreso de Washing-ton, las Repblicas sudamericanas y otros Gobiernos, los donativos de-particulares, contar desde el pasado siglo, fueron los siguientes:

    Macanaz 200 volmenes. Usoz. 1873 11.357 obras. Pi y Margal! 3.ooo volmenes. Barbieri 6.000 Huelin 7.000 Faosa i.ooo Cortina. 1908 5.000 Lpez Fernndez (D. Luis), igio. 433 Hartzenbusch. (1910) i.ooo

    TOTAL 37.990

    Pueden aadirse aqu los siguientes aumentos de fondos de varias pro-cedencias:

    De los conventos suprimidos 70.000 volmenes. De la incautacin (Toledo, Avila, etc.) 55o De Simancas 137 legajos. Del Ministerio de Estado (Trabajos de Fe-

    lipe V) 60 volmenes manuscritos. De la Calcografa Nacional 1.200 grabados. De la Biblioteca del Ministerio de Ultramar... 4.000 volmenes. Izquierdo ' 3.000 libros y 3o.000 estampas. Museo-Biblioteca de Ultramar , . . 23.000 artculos. Del Paular i. 600 im presos y 18 manuscritos.

    Es de toda conveniencia conceder personalidad civil la Biblioteca^ Nacional para aceptar, rechazar poner condiciones los donativos de los particulares. Los trmites burocrticos necesarios para la entrega del donativo en el Ministerio de Instruccin pblica retraen muchas veces al donante, que se ahorrara muchos pasos tratando directamente con la Bi-blioteca. Esta, por su parte, podra modificar en ocasiones ventajosamente

    I De la Biblioteca del Musco de Ciencias naturales pasaron, por su ndole particular, la>< Biblioteca Nacional.

  • 368 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    el donativo, entendindose con el propietario, bien para cambios, bien para envos otros establecimientos, si las obras resultaban duplicadas, bien para una corts y razonada negativa si el donativo era tan insignifi-

    cante que slo sirviera para aumentar el trabajo y ocupar sitio sin utilidad para el pblico.

    El Subbibliotecario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Pars Mr. Jean Gautier pensaba presentar al Congreso de Bruselas la

    cuestin, favorecida por un fuerte movimiento de la opinin general, de otorgar Bibliotecas, Universidades y centros cientficos personalidad ci-vil para aceptar legados, vender, cambiar sus fondos, etc. '.

    Cambio internacional.Mil quinientos volrtienes y 400 folletos ingre-saron por este concepto el pasado ao en la Nacional.

    La balanza en este punto nos es favorable, por ms que los motivos no nos hagan mucho honor.

    Como resumen de lo que estos varios conceptos han contribuido al acrecentamiento de los fondos de la Nacional, puede calcularse que en los ltimos doce aos ingresaron unos 223.000 volmenes impresos y 20.000 peridicos.

    Inventario ndice central. Resta establecer si toda esta riqueza de 'Ja Biblioteca, que hemos convenido en calcular en un milln de artculos aproximadamente, guarda la proporcionalidad debida en las materias que representa; si no admite modificaciones ventajosas, y, en caso afirmativo, cules puedan ser stas.

    Muchos aos hace que el desidertum de una Biblioteca Nacional mo-delo, en cuanto la cientfica y proporcional distribucin de sus fondos, s". hubiera conseguido, de habrsela dotado del personal necesario en calidad y cantidad; de haberla concedido la autonoma de que disfrutan tantas de Alemania y otras naciones de Europa y de Amrica y de haberse reali-zado el proyecto siempre aplazado del ndice central.

    Es indudable que en Espaa, en punto Bibliotecas, se habra necesi-tado un perodo centralizador, para descentralizar despus, siguiendo las corrientes modernas. Quiero decir, que hace mucho tiempo que todas

    I En este mismo ao, el ponente del PresupuestoTde Bellas Artes, Mr. Paul Boncour, se propone pedir la Cmara que contribuya al fomento de la Manufactura de Svres (que despus de pagar 689.000 francos de gastos, recauda unos 100.000 anuales), concedindola personalidad

    -civil para disponer de recursos superiores y emplearlos con entera independencia. Prueba de lo generalizada que va estando en Francia y en otras naciones latinas la idea de la

    4utonomia de los Establecimientos docentes.

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES 369 'las Bibliotecas de provincias deban haber redactado el inventario de sus libros, incunables, raros, mapas, manuscritos, etc., y all donde los fondos provinciales no hubieran facilitado la impresin de catlogos ', por los f-

    iciles procedimientos modernos de reproduccin, por la copia manus-crita, haberlos enviado ese centro, llamado ndice central que debi es-tablecerse en la Biblioteca Nacional.

    En el estado presente de independencia en que respecto esos Inven-tarios se encuentran aquellos Establecimientos, el Estado ignora cuntas y cules obras posee cada provincia. Sujetas quedan todas las eventua-lidades de prdida, deterioro, etc., sin que jams pueda comprobar ni lo

    ,que existe, ni si existe lo que exista. Debi darse un plazo prudencial cada Biblioteca para redactar su In-

    ventario, y por medio de premios y castigos, asegurar el cumplimiento .de esa obligacin dentro de aquel plazo ^.

    Hecho esto, y autorizada competentemente la Nacional, mejor an, dotada de autonoma, podra cambiar obras espaolas por otras extranje-ras; pedir tal biblioteca ejemplar de obras en ella duplicadas mltiples, y no existente en la nuestra; repartir entre las de provincias los mlti-(ples que en ella en otras bibliotecas existen; proponer el cambio, por ejemplo, de una coleccin de tratados de sericicultura que la casualidad llev Galicia, por otros de ganadera que fortuitamente existiesen en Va-lencia, y muchas veces completar con tomos descabalados de un Estable-cimiento, obras colecciones faltas del tomo en otros.

    Hoy, con la actual reglamentacin, fundada en la desconfianza y rece-lo, cuesta toda una larga negociacin el completar p. e. en la Biblioteca de San Isidro una obra falta del tomo que se encuentra duplicado en la Nacio-nal. Buena es una prudente desconfianza; pero sistemtica y exagerada, sobre entorpecerlo todo, deja siempre abiertos los portillos por donde en-tra y sale su sabor el enemigo.

    Descargadas as de ejemplares Repetidos todas las Bibliotecas; com-pletadas las faltas, y proporcionados en lo posible los fondos, el Estado debera aumentar la consignacin de las Bibliotecas de provincias, para remozar, digmoslo as, sus vetustas existencias; conceder los Munici-

    i Se han impreso con fondos provinciales los Catlogos de la de Burgos, Mahn y alguna otra.

    2 Escrito este artculo, leo en la Gacita del mes de Octubre que se ha dictado un Decreto :-5obre este punto. La premura del plazo har ineficaz el buen propsito.

  • 370 REVISTA DE ARCHIVOS, BICLIOTECAS Y .MUSEOS

    pios la suficiente autonoma para que pudiesen adquirir aquellas obras; modernas ms en armona con las necesidades histricas, cientficas, in-dustriales, agrcolas, etc., de la regin, y autorizarlas para buscar im-poner los recursos pecuniarios suficientes. Las autoridades podran tam-bin invitar los particulares enriquecer con sus legados los fondos de las Bibliotecas de los pueblos provincia donde nacieron, residieron fa-llecieron.

    El ndice central, adems de ser el Inventario general de la riqueza bibliogrfica de la nacin, podra indicar en el momento en qu Biblioteca se encontraba tal obra no existente en la Nacional. Ventaja importante-que ahorrara largas peregrinaciones por las provincias los investigado-res nacionales y extranjeros en busca de obras de que slo tienen noticia que existen en Espaa.

    As este ndice como la eleccin de una clasificacin metdica de los libros de la Nacional y el manejo por el pblico de los Catlogos de ma-terias ' en ella fundados son tres mejoras indispensables y que slo depen-den de la decisin de un Gobierno que quiera emplear el dinero necesario-y el personal idneo para llevarlas la prctica.

    La lectura en la Biblioteca.No siempre son intiles las estadsticas. La Biblioteca conserva centenares de miles de papeletas del pedido diario, y con ellas la vista extiende mensualmente cuadros sinpticos por ma-terias y lenguas de las obras pedidas y facilitadas. De las negadas por no-existir en la Casa, se lleva, como dije. Registro aparte, fin de ir adqui-riendo las ms importantes, segn permitan 'as consignaciones.

    Es indudable que el nmero y clase de las obras consultadas nos dar: un dato bastante preciso y seguro de la cultura y aficiones del pblico es-paol, y que el nmero y la clase de los libros negados nos probar, tanto lo exiguo de la consignacin anual, como el poco mucho acierto en la eleccin de obras adquiridas, segn sea el nmero de las importantes que-se hubieren omitido y el de otras de menos valor cientfico que se hubie-ren comprado.

    La estadstica de lectores de un da tomado al acaso, el 3o de Agosto

    I Si nuevas dificultades no lo estorban, probablemente en el mes de Febrero, y por va d r ensayo para ulteriores mejoras, podr el pblico manejar 24 tomos de un Catlogo por materias de las obras adquiridas por la Biblioteca en los diez ltimos aos. Las cdulas pasan de 10 000, y la tardanza en el envo desde el extranjero de las cubiertas articuladas, y la copia en mquinas de tal nmero de papeletas son las causas del retraso.

    Es de esperar de Ja cultura del pblico que tan justamente y por tanto tiempo ha clamado-por esta mejora, que no har arrepentirse de haberla adoptado.

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES Syi de este ao, arroja un total de 495. La distribucin de materias de los li-bros pedidos es la que detalla la nota de abajo '.

    El i .de Septiembre, de 425 pedidos, i i3 son novelas; 5o, peridicos; jy, poesas, y 12, teatro. Total, 192. Casi se igualan las obras de litera-tura con las de todas las dems materias, Ciencias, etc.

    El da siguiente, de un total de 447 pedidos, 188 obras literarias y de pasatiempo. El domingo penltimo la novela tan pornogrfica: La suegra de Tarquino fu pedida por dieni lectores!

    I Derecho 18 Ingeniera, Construccin 13 Sociologa. I Agricultura 1 Econamia poltica 1 Comercio 11 Filosofa II Fotografa 2 Pedagoga 3 Taquigrafa 4 Mstica I Sastrera c Historia y Biografas 34 Juego i Geografa y Viajes 12 Bellas Artes, estampas O Ciencias en general 2 Msica , 2 Matemticas elementales 3b Revistas cientifcas 3 Fsica, Qumica, Historia natural. . . . 46 Periditos. (17 Gacetas) 33 Medicina y Farmacia 35 Literatura en general. Preceptiva. . . . 5 Otras revistas: Novelas 144 Sol y Sombra 24 Teatro moderno 13 Nuevo Mundo 14 Poesas o Blanco y Negro '^ fi Gramticas y Diccionarios 18 Alrededor del Mundo 9- [ * Diccionarios enciclopdicos 10 Por esos mundos 2 I Bibliografa 3 Gente menuda t ]

    Entre las 5oo obras, 6j son extranjeras traducciones. 1 resto en castellano. De las 144 novelas, 74 nacionales y 70 extranjeras. Prez Galds es el ms ledo de los novelistas espaoles (14); pero le iguala Dumas, entre los

    extranjeros (14). Siguen luego, por orden de pedidos, Salgad (lo); Blasco Ibez (9); Trigo(8); P-rez Ziga, 6; Cervantes y Ortega Fras, cada uno, i 4 lectores. Siguen con menos de 4 Lpez Silva, Fernndez y Gonzlez, Del Val, Valle Incln y Pereda; y de un solo lector, Alarcn, F. Ca-ballero, Coloma, Palacio Valds, Valera, Taboada, Tarrago, Gascn y Casaal.

    Extranjeros: Dumas, 14; J, Verne,8; Vctor Hugo, 6; Ponson du Terrail, 5; Zola, 4; Sienkewitz, 3; X. de Montepn, 3; Conan Doyle, 3; y de un solo lector, Rousseau, Balzac, B. de Saint Pierre; E. Su, Jaccolliot, Mirbeiu, Ricbebourg, Rostand, A. France, Pierre Louys, Dickens, Mayne-Reyd, Tolstoi y Eja de Quirs.

    Curiosa es la ortografa de algunas cdulas de pedidos, porque hacen pensar que, los que las escribieron slo ven los grabados del peridico, que antes de entrar en la Biblioteca de-beran haber pasado algn tiempo ms en la escuela.

    Pertenecen las cdulas al mismp domingo 4 de Septiembre. Tres lectores distintos escriben: Baleo y Neg, Bino y Negro (firma: Manolo Godoy), Blaco y Negro, Blanco y Nengro.

    Otro pide: Sol y Sombra. Autor: No s. Edicin: Ultima. El domingo 13 de Noviembre de este ao acudieron la Biblioteca 280 lectores. De ellos pi-

    dieron 62 las revistas y peridicos siguientes: i5 Blanco y Negro, 10 Sol y Sombra, S Alrededor del Mundo,6 Ilustracin espaola,^ Gente

    menuda, 5 Nuevo Mundo, i Por esos mundos, 5 Gacetas, 3 Heraldo, 3 Imparcial, 3 Corres-pondencia, 2 Liberal, I Nuevo Heraldo, 1 Espectador, i Diario de Madrid, i Diario de Sesiones t A B C,i Vida martima.

    Ninguna Revista de las otras cuatrocientas y tantas existentes en la Seccin. Novelas, 75; 24 extranjeras: Zola, Dumas, P. de Kock, Verne, Montepin, Su, etc.; 5l espaolas: Salgari, 8; Trigo, 6; Blasco Ibez, 5; 6 Quijotes, rara vez bien pedidos; Kijote, Cerbantes (sic). Otras de Ortega y Fras, P. Eectich, Bcquer, Palacio Valds, Prez Ziga y Galds; 14 obras del teatro moder-no, 5 de Poesa, 14 de Medicina y i5 de Ciencia* aplicadas. o se ven obreros.

    Corresponden estos resultados lo que supone la lectura en una Biblioteca Nacional^ iHo es ms bien lo propio de un gabinete de lectura?

    25 3.> POCA.TOMO ZXIII

  • 37 * REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    Domingo 4 de Septiembre, 276 lectores. De las obras pedidas, 180, se dividen as: 65, peridicos; 107. novelas; 4, poesas y amena literatura, y 4, teatro.

    A las Ciencias puras y aplicadas, las Artes industriales, la Historia, Derecho, Filosofa, Diccionarios, etc., pertenece el resto de 96 pedidos.

    De estas estadsticas se deducen varias conclusiones, no todas lisonje-ras. La primera es lo poco que en la capital de la Nacin se lee. Una po-blacin de 600.000 almas slo da la Biblioteca Nacional, el da que ms, un contingente de 714 lectores, y un total anual de unos 100.000 ', cuando en Boston, de igual nmero de almas que Madrid, utilizan 945.329 vol-menes en la Biblioteca y milln y medio en prstamos domicilio.

    Prueban, adems, las cifras antes expuestas que en Espaa, como en el extranjero, el nmero de lectores de obras de amena literatura es conside-rable, y que el caso por s mismo est pidiendo la traslacin de tales lec-turas locales distintos de la Nacional, donde con eleccin de obras, en horas del da y de la noche y con un mnimum de formalidades, puedan satisfacerse mejor estas atendibles exigencias de la fantasa y hasta del honesto pasatiempo.

    El nmero, relativamente escaso, de pedidos de obras cientficas re-. vela tres cosas: Primera: que el tener que someterse al rgimen de la ma-

    yora, que es el lector de paso, aleja de la Biblioteca los hombres de ciencia. Estos necesitan mayor aislamiento y menos bullicio del que for-zosamente hallan en el Saln de lectura. Adems, empleo simultneo de varios volmenes; no tener que moverse cada instante de su asiento para cambiarlos; hallar pronto y la mano en los ndices cuanto la Biblioteca posee en el ramo que se dedican, y otras comodidades que en el actual rgimen son muy difciles de proporcionar.

    Segunda: urgente necesidad de poner en manos del pblico Catlogos de cdulas encuadernadas en que por orden alfabtico de Materias pueda enterarse, por lo menos, de las adquisiciones en los ltimos diez aos. Una sola mquina de escribir y un solo, mecangrafo, todava poco prc-tico en su manejo, no son medios suficientes para responder la urgen-cia. Con ellos, sin embargo, como nicos de que es posible disponer, se trabaja, como queda dicho, en realizar aquella mejora. Es seguro que,

    I En veintiocho aos apenas se ha triplicado el nmero de lectores que fu de 37.437en 1882. 1 de los de las otras seis Bibliotecas de la corte, fu en el mismo ao de 84.650, lo que da un pro-medio diario para las siete de 482 lectores. .

  • LA CUESTIN DE LAS BIBLIOTECAS NACIONALES S jS realizada, aumentar bastante el nmero de lectores de muchas obras mo-dernas cientficas, histricas, artsticas, etc., de cuya existencia en la Bi-blioteca no han podido hasta ahora tener noticia.

    Y tercera: las consultas de obras de texto y elementales, as de Dere-cho, como de Medicina, Farmacia, muchas de Ciencias y de Artes indus-triales deben ir desapareciendo de la Biblioteca Nacional.

    Puesto que tenemos la suerte de contar en la Corte con Bibliotecas es-peciales, ya de largo tiempo establecidas, de Derecho, Filosofa y Letras, Medicina, Farmacia, Ciencias Naturales, Agrcola, Veterinaria, Artes industrias, Arquitectura y Minera, la Nacional debera restringir la ad-quisicin de obras extranjeras referentes esas materias lo puramente indispensable para que no faltaran en sus fondos las de carcter general y necesarias para consultas como, por ejemplo, los ms completos Diccio-marios de Medicina, Atlas anatmicos, Farmacopeas, Diccionarios de His-toria Natural, etc., y en cuanto las obras impresas en Espaa, conser-var uno de los dos ejemplares procedentes de impresores editores y de la Propiedad intelectual, y enviar el otro la Biblioteca que correspon-diere por su asunto. As, por ejemplo, el mdico, el estudiante de Medi-cina, ira buscar la Biblioteca de San Carlos las obras objeto de su estudio; no se dara el caso de comprar una misma obra de Medicina aque-lla Biblioteca y la Nacional; se ahorrara el gasto de catalogarlas en ambas partes y el lector sabra con seguridad dnde podra hallarla. Y lo que se dice de Medicina, claro es que se dice de obras de Arquitectura, general-.mente tan costosas, de Ciencias naturales, etc.

    Esta Biblioteca, en especial, deba enriquecerse considerablemente, y Tioy que dispone, si no me equivoco, de local ms amplio, convendra que durante algunos aos fuera la mimada por los Poderes pblicos, para compensar en parte el abandono en que la tuvieron. La importancia de las materias que en aquel centro se estudian es tan grande como la indiferencia, ya que no el desdn, con que son miradas por la mayora del pueblo espaol. El maestro de escuela hambriento y el naturalista 'Chiflado que consagra su vida estudiar la de un pulgn contar los ^estambres de una flor desconocida, han sido constante objeto de sus bur-las. Luego, cuando plagas de los poderosos ejrcitos de los infinitamente pequeos dejan asolada una regin entera y hacen perder millonadas, acu-dimos sabios extranjeros para que nos enseen los medios de combatir 4 un enemigo que ellos conocen, porque han podido estudiarle y estudiar

  • 374 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    el remedio, y que para nosotros es invisible porque carecemos, no de nai-turalistas, pero s de laboratorios y de libros.

    Hermoso es el edificio de la Biblioteca y Museos Nacionales, y her-moso le quiso Carlos III para las Ciencias. Lstima que desde entonces hayan vivido en locales de prestado, y que hoy, si se le aloja mejor, en cambio se le aleje.

    Y perdneseme la digresin. La verdad tan triste como conocida de la escassima aficin la lectura

    en Espaa la seal ya siglo y medio hace el P. Sarmiento, haciendo no-tar el contraste de su Patria, donde no se lea, donde los ms aficionados comprar libros no tienen dinero, y los que lo tienen no son los que ms-aficin tienen comprarlos, con Inglaterra, Italia, Francia y Alemania, en las que est tan en moda tener por preciso adorno de una casa una selecta y numerosa biblioteca, que no hay persona de esfera alguna que no pro-cure emulacin formarla segn sus medios, y tal vez mejor que lo que los medios alcanzan .

    Confirman lo mismo en lo moderno las estadsticas recientes de lectores-en la Nacional, y las que hace veintiocho aos constan en el Anuario de nuestro Cuerpo, publicado en 1882. De ella resulta, dando por buenas sus cifras, que las 28 bibliotecas de provincias, en uti promedio de doscien-tos cincuenta y tres das lectivos, acudieron 15i.SSg lectores. En una na-cin de i8 millones de habitantes! Contra 154.611 lectores y 2.000.000 de volmenes prestados en 1908 en sola la ciudad de Filadelfia.

    Pero no todo este triste resultado procede de la escasa aficin la lec-tura. Las bibliotecas de provincia tienen poco interesante y nuevo que ofrecer lectores del siglo xx. Renuvense sus fondos con obras moder-nas de literatura, ciencias, artes, agricultura, historia general y local, pro-curando que coincidan con las tradiciones, necesidades materiales y gustos regionales de cada provincia, y el nmero de lectores aumentar seguramente, Qu se necesita para esto? Dinero, buena voluntad y un criterio medianamente ilustrado.

    Sobre este punto habr que volver tratar cuando se hable de las bi-bliotecas libres.

    A. P. Y M -(Continuar.)

    I Rcfieziones literarias, etc.. 1743.

  • Plazas de guerra y castillos medioevales de la frontera de Portugal. (ESTUDIOS DE ARQUITECTURA MILITAR)

    {Continuactn.J OUTEIRO (NM. 15).

    H LLASE situada esta villa corta distancia de la frontera del anti-guo reino de Len (provincia de Zamora), unos i8 kilmetros al SE. de Bragan^a, entre esta ciudad y la de Miranda de Due-ro. El ro Sabor fertiliza los campos de su trmino bajando de Norte Medioda, enriquecido con las aguas de algunos afluentes que nacen al S. y SE. de la Puebla de Sanabra y cruzan la Raya Seca.

    Al pie de un otero elevadsimo, que dio nombre y asiento en su cum-bre la antigua poblacin y al castillo de Outeiro, se extiende la villa mo-derna junto al histrico templo de Nossa Senhora da Ribeira, modesta er-mita en tiempos de D. Alfonso III de Portugal, y santuario ms capaz y Tico despus que lo reconstruy la Reina Santa D.* Isabel, esposa de D. Dionisio. Al mismo tiempo que se hicieron aquellas obras, hacia ej ao 1282, realizronse tambin las de la fortaleza, unas y otras debidas, segn refiere Soares de Azevedo, la visita que la citada reina hizo al oratorio de la milagrosa imagen, y que, apreciando el monarca la impor-tancia estratgica y posicin inexpugnable del otero, lo quiso fortalecer, perseverando as en su propsito y tenaz empeo de asegurar la defensa de las fronteras de sus estados.

    Estas son todas las noticias histricas que hemos podido hallar refe-rentes la villa de Outeiro, cuyo origen relacionan los autores con la aparicin maravillosa de la Virgen de la Ribera. Las vistas panormicas

  • 376 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    del cdice (ambas fotograbadas) nos dicen algo ms, documentndolo ei> parte con una de las notas del segundo dibujo, que tiene estas letras: abylla velha despovada. Las otras notas que figuran en cabeza expresan que el tirado se hizo de la banda do oeste el primer dibujo, y de la banda de leste el segundo, y que era alcaide mayor del castillo D. Lopo Lope

    de Sousa, personaje que, como despus ve remos , desempe-aba el mismo cargO' en Bragan^a (nme-ro 16) '.

    Despoblada la an-tigua villa al quedar totalmente arruina-dos sus edificios por azares de la guerra por otras causas que ignoramos, tan slo

    permaneci en pie la cerca de su recinto, que vino ser por eso un ex-tenso albacar casi redondo. Ten/a dos postigos que lo ponan en comuni-cacin con la campaa, y para entrar en el castillo poda hacerse por una poterna abierta en la barrera, que oculta en un entrante de las fortificacio-nes, como estaba la de Miranda de Duero, quedaba flanqueada y dispuesta en forma muy parecida la que citamos al describir el frente septentrio-nal de la fortaleza de Gstelo Rodrigo.

    Destruida la primitiva poblacin de Outeiro, que no era de gran exten-sin, lo natural hubiera sido que siguiera la misma suerte el casamuro de su recinto; pero al verlo perfectamente conservado en la poca en que se hicieron los dibujos, cuando creca la villa moderna, indicando con esto que no se pensaba en la reedificacin de la vieja, creemos que el mante-

    OTEiRO.VISTA DEL FRENTE OESTE

    I Textos tan respetables como la Chronica de D. Joao II (V. 320), la Coll. de ined. de Ais/, portug. (II, XIV, 46), y el Nob. de tos Reyes, etc. (cod. cit. de la Bibl. Nac. de Madrid, fo-lio 121 y 168), hablan de los hermanos D. Lope y D. Juan de Sousa, hijos de D. Pedro de Sousa que fueron alcaide de Ouitiro y Bragan^a el primero, y de Chaves y Montalegre el segun-do. En el cdice antes citado se le llama Fernando al ltimo de los hermanos Sousa, y esta noticia nos hace sospechar que pueda estar equivocado el nombre; pero, 4 pesar de esto, puede-afirmarse que las fortalezas del Duque de Braganza situadas en las provincias de Entre Duero Minho y Tras-os-Montes, estuvieron desempeadas por individuos de aquella familia.

  • CASTILLOS PORTUGUESES 877

    nerse as dicha obra obedeca la conveniencia de utilizarla para guardar el ganado bien para defensa exterior de la vertiente menos escarpada del otero. Esta opinin sera arriesgadsima si para sostenerla contramos nicamente con los datos grficos del cdice. Mas no sucede as conocien-do la disposicin de los citados recintos llamados albacar, y la de los esca-lonados, que en algunos cas t i l l o s medioevales J ^ ^^ ;=;rir:,bsfcf-^ - respondan la conve-niencia de levantar su-cesivas independien-tes defensas, y, sobre todo, teniendo en cuen-ta los documentos que avaloran nuestro aserto probando que los re -cintos denominados de la villa vieja servan para los fines expresa-dos y su conservacin se atenda cuidadosamente. El albacar del castillo de Denia, donde, como queda dicho ', se edific la poblacin antiguamen-te, conserva todava el muro defensivo que fu utilizado durante la guerra de Sucesin y la de la Independencia, cuando ya no existan construccio-nes civiles dentro de sus lmites. Entre los modelos de esta clase, perte-necientes la arquitectura militar de otros pases, puede citarse el nota-ble castillo de Trifels en Alemania, que tena amplio recinto exterior ms bajo nivel que el principal ^, y en cuanto los testimonios escritos que acreditan la firmeza de nuestro parecer, aun cuando pudieran citarse al-gunos ms, transcribiremos solamente aquellos que constan en las actas de visita de las encomiendas de la Orden de Santiago, extendidas en 1498 3.

    En la de la fortaleza de Mon lanches se lee: .Por esta dicha puerta [del atajo] entran la VILLA VIEJA, donde est vna yglesta d vocacin de Nuestra Seora... y en esta dicha VILLA VIEJA est vn palomar nueva-mente fecho, y vna cauallerinia nuevamente Jecha. La yglesia ha tnenester

    OuTBiRO.VISTA DEL FRBNTB ORIENTAL

    1 Vate la cita del albacar de Denia en el estudio de Gstelo Rodrigo (nm. 9 2 Handbuch der Architekiur, tomo cit., pgs. 76 y 77. 3 Cd. cit. del Arch. Hist. N a c , fol. 179, 25o y 25i,

  • 378 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS .

    algunos reparos... El acta de Mrida dice, refirindose lo mismo: En este dicho patn [patio de la fortaleza] est vn atajo de piedra mampuesta que di!{ que fii{0 la condesa de Medellin por do salen por vna puerta con sus cerraduras y llaues ala VILLA VIEJA, donde est vn muro y otro rincn de vn esquina que se cay quando tembl la tierra... y es menester co-brir quatro torres de la DICHA VILLA, la vna que est en el atajo que li^o la condesa de Medellin, y la otra que est encima de la puente, y otra que se llama de Cantarranas, y otra que se llama la Torre del Emperador que sale sobre la cibdad. Para todas quatro tasaron que es menester, y vn escalera de piedra para mandarse toda la VILLA VIEJA die!{ mili marave-ds... En esta dicha VILLA VIEJA, parece aver antiguamente casas y po-blacin, lo qual est todo enel suelo, quepodria aver cinquenta casas poco ms menos. Toda esta dicha VILLA VIEJA es fecha de cantera labrada.

    Conocida por la vista panormica de Mogadoiro la fuerte posicin que ocupaba el castillo de Outeiro, los dibujos que ahora estudiamos nos muestran su organizacin defensiva y el perfil de cada una de las partes que la integraban.

    Esta fortaleza, levantada en terreno rocoso que la libraba de la zapa, tena, como otras construidas por el Rey D. Dionisio, dos elevados reduc-tos: era uno el del homenaje (indicado por el estandarte real) el cual estaba dotado de ventanales para iluminar lo interior y servir de elementos de-fensivos; y el otro el que siendo de iguales proporciones y almenado coro-namiento, pudo llamarse el de las armas, no mostrando al exterior saete-ras ni otra clase de huecos. En la disposicin de esas fbricas, que care-can de mnsulas donde establecer cadahalsos, y en la de otras obras de Outeiro, como el matacn situado sobre la puerta y la volada garita del ngulo NO., hallamos, sin embargo, notables concordancias con las forti-ficaciones de Almetda, labradas estas por orden del mismo monarca, y quin sabe si tambin dirigidas por el mismo maestro; alarife, sin duda muy experimentado, cual lo demuestra el acierto que tuvo levantando la coracha ' en lugar tan conveniente para ocultar y proteger, en caso nece-sario, las salidas de la guarnicin la entrada de refuerzos, con el apoyo de la torre mayor en el otro flanco. Los edificios interiores, que ocultan casi por completo las cortinas, deban proceder de tiempos ms modernos,

    I La coracha de A/rania de Ouer estab formada, como esta de Outeiro, por un muro recto sin cubos flanqueantes.

  • CASTILLOS PORTUGUESES Syg

    'lo mismo que la barrera, edificada quiz en los de D. Manuel I, y provista de lombarderas cruciferas para fuegos fijantes ', que flanqueaban la poter-n a antes citada y el muro del frente SE. de la villa vieja.

    La moderna artillera y los poderosos elementos de ataque que con ella vinieron, anularon hace muchos aos el poder defensivo del castillo de Outeiro, pero si queremos saber el que an conservaba fines de la dci-rmoctava centuria, cumplidamente lo hallamos explicado en el siguiente prrafo que Cornide escribi en 1800 : Monseor Du-Mouriezdice el diligente investigadoropina que el nico puerto defensable que tiene esta provincia [de Tras-os-Montes] es el castillo de Outeiro, situado entre Bra-ganza y Miranda; pero Outeiro slo puede oponer algn obstculo un ejrcito que haga su entrada desde Zamora por Carvajales y Akaices, pero no al que pretenda internarse por Chaves [nm. 19] y Villarreal: las operaciones de este ejrcito sern las que ms tienen que temer los portu-gueses, pues adelantndose con rapidez pueden llegar en dos das al Duero, apoderarse de las barcas de la Regoa, subir hasta Lamego por un exce-lente camino internarse en la provincia de la Beira; pero para semejan-tes operaciones es preciso contar con los vveres, y stos, sobre ser esca-sos en la provincia de que voy tratando, tienen fcil salida por el Duero, que desde la Torre de Moncorvo es navegable hasta Oporto, y los portu-gueses no dejarn de aprovecharse de esta proporcin para que no caigan en manos del enemigo los que tengan en sus pueblos, que todos comuni-can con aquel ro con caminos, aunque speros, transitables para caballe-ras y aun para los carrillos del pas.

    BRAGANZA (NM. 16). A tres leguas al NO. de Outeiro y dos al S. de la Raya Seca, se en-

    cuentra esta ciudad fortificada, la que corresponde por la parte de Es-;paa la Puebla de Sanabria, plaza fuerte tambin en otros tiempos, y en-tre la cual y el reino de Galiciadeca Cornide 3corre la alta Sierra de Padozuelo, que es continuacin de las del Rabanal y Cebrero, y que se linterna y extiende sus ramos por las provincias que voy describiendo [de

    1 La voz lombardera se emplea como sinnima de tronera en el Memorial condiciones de la obra que se ha de hacer en la fortaleza de Hite jar, ms. que publicamos en el estudio de las

    1 fortificaciones de Freixo de Espada a Cinta (nm. lo). 2 Est. de Portugal, tomo i, pg. 241. 3 Ob. cit., tomo I, pg. 5i,

  • 38o REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    Beira y Tras-os-montes]. La escabrosidad de los derrames de esta sierrai y los profundos barrancos que forman los ros Tuela, Ta, Rabaza, Ra-goa y otros, se han considerado como defensa suficiente de esta frontera, y, por consiguiente, en unas once doce leguas que se cuentan entre Bra-gan^a y el castillo de Monforte de Ro-libre (nm. i8), no hay fortifica-cin alguna ' .

    Desconcese el origen de la primitiva poblacin de Bragan^a, cuyas-ruinas, afirma Soares de Azevedo, que ainda se vem prximo d'esta ci-dade 2, suponindolas, como otros autores 3, h s de la cltica Brigantium,. hoy da identificada con Betanzos, donde se unan los caminos de Lugo y de Braga al puerto de la Corua 4. Destruido por los rabes el pueblo me-dioeval, principi repoblarlo, hacia el ao iioo ii3o, D. Fernando-Mendes, cuado de Alfonso Henrquez, llamndose entonces la aldea de Bengueren9a, perteneciente al monasterio de Castro de Avellans; mas des-truida nuevamente por los musulmanes, la reedific D. Sancho I en i i85, bien en 1187.

    En tiempos de D. Juan I (el Maestre de Avis), la villa, que an no ha -ba obtenido el ttulo de ciudad, perteneca D. Juan Alfonso Pimentel, noble lusitano que siendo partidario del Rey de Castilla obtuvo de ste el condado de Benabente, cuyas armas ainda existem no castello. Expa-triado aquel magnate despus de la desastrosa jornada de Aljubarrota,. que asegur la corona al de Avis, fu Seor de Bragan^a D. Fernando,, hijo bastardo del Infante D. Juan y nieto de Pedro I, pasando despus el Seoro su hijo D. Duarte, y ms tarde D. Alfonso, Conde de Barce-los, por haber muerto aqul sin dejar sucesin. El Conde D. Alfonso, pri-mer Duque de Braganza en 1449 ^ por merced del Monarca, su padre,

    1 Entre Bragani^a y Monforte de Rio-Ubre existia la fortaleza de Vinhaes (nm. 17). 2 Ob. cit., art. corr. 3 S. Moreri; El Gran Dice. Hist., trad. del franc. con adic. de D. Jos de Miravel y Casade-

    van te. Pars, MDCCLIII. 4 E. Philipon: Les ibires, Pars, 1909, pg. 144, sita en la Corua la ciudad de Bri-

    gantium. 5 Conveyo o Inf. Reg. na cessa, e fer merce o Conde [de Barcellos] da. Villa de Bragan;a

    con el ttulo de Duque, e juntamente do Castello de Outeiro, de Miranda, e de Nusellos com seus termos, rendas, e Padreados de juro, e herdade, de que se Ihe passou Carta em nome del Rey D. Affonso V, por Ruy Galva, seu Secretario, e Cavalleiro de sua Casa, em Lisboa a 28 de Junho de 1449. Hist. gen. de la Casa Real post., tomo v, cap. i, pgs. 39 y 40. El autor de esta obra, ya. citado en otra ocasin, aade lo copiado que el Conde de Barcellos ostentaba el ttulo de Du-que de Braganza desde 1442, segn consta en document conservado en el Archivo de la Torre: do Tombo.

  • CASTILLOS PORTUGUESES 38i

    vino ser el fundador de la Casa que ha ocupado el trono de Portugal desde la proclamacin de D. Juan IV el ao 1640 .

    La poblacin de Bragam^a divdese en dos partes: una, llamada la vi-lla, y otra, la ciudad. La primera, que es la fortificada, tiene la iglesia ma-triz de Santa Mara del Castillo y la capilla de Santiago, que fu de la Or-den de Cristo (V. el segundo fotograbado), conservando unto la forta-leza las ruinas de una casa fuerte que era de los Duques, y donde ^por seculos viveram os al-, caides-mres (do ap-pellido de Figueredo Moracs Sarment, de Azufc, da familia dos condes de E r v e d o -sa) =.

    La plaza fuerte, sea la villa, es toda murada e com um an-tiquissimo e grande castello que tem loo metros de altura e 5o de dimetro, segundo diz o padre Cardoso, podendo n'elle manobrar mui-to vontade mil combatentes) muito bem conservado. Dizem que foi edi-ficado por D. Dioniz, no fin do seculo xiii, mas foi ampliado (e provavel-mente reedificado) por D. Joao I (cujas armas se vem no castello) pelos annos de i Sgo.

    Conocidos estos datos histricos, veamos ahora los que obtenemos en. el examen del cdice. Las dos vistas de Bragati^a, que reproducen los fo-tograbados, tienen las notas siguientes:

    En la primera vista: 1. Braganga, tirado naturall da banda de leste, alcayde moor Lopo>

    de Sonsa 3. 2. aqui esta a porta da villa:

    BRAGANZA.VISTA DEL FRENTE ORIENTAL

    I D. Juan IV, primer monarca portugus de la casa de Braganza, era hijo del 7 Duque D. Teodcsio, al que sucedi en este ttulo el ao 1630.

    2 S. de Azevedo: ob. y art. cit. 3 V. Ouierio.

  • 382 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    3. Sam Francysco. 4. ponbal. 5. ribeyra e que moye muitos moinhos. 6. (En los campos) vinhas. En la segunda vista: 1. Braganga, tirado naturall da banda do oeste, alcayde moor Lopo

    .de So usa. Lado izquierdo: 2. tiesta torre abaxo esta huma jante prienall'.

    3. no fundo desta 'S '^rtsr"*^ r torre esta hum forte.

    4. aeste po pee des-te monte vay ho ryo (Fervenga).

    Lado derecho: 5. Sam Joham. 6. Sam FrancyS'

    co 2. En la ciudad: 7. aguada uelha. 8. adefycyo velho. 9. Sam Vy cite.

    La villa murada, que probablemente fund Sancho I en el ltimo ter-cio del siglo xn, aparece en la parte baja de la meseta seoreada por el grandioso castillo, segn se ve en los dos dibujos; pero la situacin del pueblo que existi antes de esa poca, tal vez dominado primero por un castro y luego por romano arce, debi ser en paraje ms bajo. Para creerlo as, tenemos en cuenta que casi en la parte central de la moderna ciudad perduraba, principios de la decimosexta centuria, un gran arco de me-dio punto abierto en un muro derruido entonces, reputado ya como piejo (nota 8), contiguo la robusta torre en cuya plataforma se levantaba la espadaa del templo de San Vicente. Ese monumento, del que no hablan

    BRAGANZA.VISTA DEL FRENTE OCCIDENTAL.

    1 S. de Azevedo, en su cit. ob., dice que en una concavidad del castillo consta que nacen aguas, parte de las cuales se conservan y parte se pierden por acueductos hoy desconocidos. Este autor no indica el lugar donde se encuentra la fuente, que debe ser sta que se refiere aamota. '

    2 Segn el escritor mencionado en la nota anterior, el Monasterio de San Francisco fu fun -dado por el propio Santo de Ass en 1214, reinando en Portugal Alfonso II.

  • CASTILLOS PORTUGUESES 383

    los textos por nosotros consultados, y del cual slo podemos apreciar la^ forma, tena ms aspecto de fortaleza que de fbrica destinada al culto, y no sabemos, por esto, si por ventura era aquella la Casa de Cmara, re-putada como obra romana por Soares de Azevedo, las ruinas de otro construccin importante del mismo tiempo, pues sabemos que la casa> fuerte de los alcaides mayores de Bragan{a estuvo dentro de murallas. Aunque aquella torre parece de antigedad muy remota, tambin pudo-ser una de las obras destacadas que se llamaron albarranas '.

    De perfecto acuerdo el aspecto arquitectnico de las obras con las no-ticias histricas, que atribuyen, como sabemos, el origen de las fortifica-ciones al Rey D. Dionisio y la ampliacin de ellas D. Juan I, as parece-probarlo adems el carcter defensivo de las diversas construcciones que nos muestran las vistas, observndose notables diferencias de estilo entre-las fbricas interiores (torre del homenaje y palacio seorial), que son sin duda las ms modernas, y las exteriores constituidas por el elevado cir-cuito del alczar, con cbelos y reductos cuadrados de alturas distintas;, la muralla de la villa, torreada de un modo original y bello, y la barbacanas que la cie, en forma parecida la de Gstelo Rodrigo.

    En este ltimo muro de la plaza de Bragan^a, que por su almenado-coronamiento guarda armona con todas las dems edificaciones militares, . son notables las pequeas plazas cuadrangulares que precedan las dos-puertas del frente occidental, una con coracha semejante la de Melgado (n. 24), y ambas parecidas, aunque ms fuertes y mejor dispuestas, la que por entonces ya deba estar labrada delante de la puerta de Lisboa (cercana al puerto) que dibuj Yanssonius en su precioso Theatrum Ur-bium. Tambin la citada coracha ofrece un trazado casi idntico al que tena la de Tnger, mencionada en el pasaje de la Crnica de D. Manuel, publicado por Vieira en su Grande Diccionario ^ y reproducida en la obra de aquel notable viajero, donde, en una nota que ilustra el dibujo co-rrespondiente, se leen estas letras: Arx aedificate a D. loanne, Lusitanie^ Rege, eius nomini II. Del valor defensivo de dichas plazas de armas slo

    I Si razoaes econmicas de otra naturaleza no permitan que el trazado [de un recintol pasase por puntos, cuya ocupacin fuera conTeniente para vigilar avenidas, evitar abrigos, etc.^. entonces, para no dejar estos puntos abandonados al sitiador, se establecan torres albarranas en ellos, las que por medio de puentes de bvedas subterrneas, se comunicaban con el recinto. Tal era la torre de Gironella, de Gerona, que han volad les franceses al desocupar esta plaza en 1814. (Camino: Mem. cit., 2.^ parte, i855, pig. 14.)

    a V. Miranda dt Duero, pg. 94.

  • 384. REVISTA DE ARCHIVOS.. BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    diremos, para explicar su importancia, que, pesar de los progresos obte-riidos en el arte de fortificar mediados del siglo xvi, todava siguieron labrndose por entonces, como lo atestigua la de la Puerta Nueva de Bi-sagra en Toledo, construida en 155o, cuando se restaur la fortificacin rabe, que nosotros tuvimos la suerte de ser los primeros en darla co-nocer *. El fin que principalmente se proponan obtener los maestros de obras militares al levantar esta clase de recintos, si tenemos en cuenta el lugar que ocupaban, su reducida extensin y que hubo algunos con doble antepecho en los corredores laterales =, no poda ser otro que el de preca-ver sorpresas, manteniendo cerrada la puerta interior mientras los explo-radores hacan la descubierta; facilitar las salidas, ordenando antes la tropa, y proporcionar un abrigo en caso de desorden en la retirada, sin

    . correr el riesgo, frecuente por entonces en esos -casos, de que el enemigo penetrara en la poblacin mezclado con las fuerzas derrotadas.

    Las numerosas torres del cinto de Bragam^n, muchas de planta cua-drada y otras octgonas y pentgonas (pues slo haba una redonda en el

    -ngulo SE.), venan ser de igual trazado, y estaban igualmente dispues-tas que las de Freixo de Espada a Cinta y Miranda de Duero. Labradas todas durante el reinado de D. Dionisio, en stas que estudiamos se puede

    . apreciar, como en las de la primera villa citada, que no estando situadas de un modo simtrico y equidistantes, su misin principal, adems de la general del flanqueo, era, ciertamente, la de constituir en los lugares ms dbiles un conjunto de reductos apropiados para multiplicar la defensa,

    : buscando por ese medio el recproco apoyo que podan prestarse, unidos por cortinas de poca extensin.

    En un curioso manuscrito del siglo xvi, que guarda nuestra Biblioteca Nacional 3, describiendo su autor Garca Ferrndez las fortificaciones de Talavera de la Reina, dice, refirindose los reductos que la defendan:

    1 G. Simancas: Puerta Nueva de Bisagra^ Bol. de a Soc. Arqueol. de Toledo, nm. 8,1901, ipgs. 179 y 180.

    D. Rodrigo Amador de los Ros, en su articulo Recintos amurallados y puertas de la anti-gua Toledo (o. cit., nms. g y 10, pg. 19b), supone que la Puerta Nueva de Bisagra fu la Bib-Ath-Thafelin Puerta de tos vendedores de greda, y D. Manuel Castaos Montijano, coin-cide en absoluto con nuestras opiniones respecto i aquel monumento en su articulo La Puerta Nueva de Bisagra, publicado en el Boletn de la Real Academia de la Historia (tomo XLIX, 1906;

    . pg. 333)-2 Los corredores de os muros laterales en la plaza de armas de la citada Puerta Nueva de

    Bisagra, tienen petril uno y otro lado. Esta disposicin permita batir la plaza en caso nece--sario, quedando los defensores resguardados por el ar t^epecho de aquel frente.

    3 Cd. nm. 1.722, fol.

  • CASTILLOS PORTUGUESES 385

    Las dos fortalezas menores que estn dichas estn cada vna dellas junto vna torre de las que ay en el muro principal que se llaman torres alba-rranas, de las quales ay en el dicho muro die\ y seis, tan grandes que cada vna en algunas partes podra bastar por fortalei{a. Acuerdme que oy de-i(ir estando en Escalona al Capitn Diego de Vera, que el muro de Talave-rra era el ms fuerte que auia visto, porque los que estvuiesen en la vna torre Muian de estoruar que no llegasen la otra, de manera que los combatidos no auian de tener cuidado de la defensa de sus personas sino de las agenas, y que ansi peleauan con menos temor. Y entre cada dos torres destas ay otras dos torres pequeas, algunas quadradas y otras redondas y en ocha-uo, que todas ayudan afuerina del muro."

    Ya vimos al estudiar la citada fortaleza t Freixo de Espada a Cinta, y luego reconoceremos en la de Chaves (nm. 19), que la torre del home-naje tena unas pequeas y voladas garitas en los ngulos de la plata-forma, la altura del antepecho. La de Bragani{a, edificada fines del siglo XIV, como puede presumirse por el escudo de los Pimenteles que ostenta, es ms grandiosa y de aspecto ms bello que aqullas, te-.niendo tambin esos graciosos elementos que caracterizaron los reduc-tos mayores de muchas ciudadelas castellanas de la decimoquinta centu-itia, distinguindolas, entre todas las de la arquitectura peninsular, por la iimponente majestad y severa elegancia de su quebrada silueta y el cubo enorme de su fbrica. La torre mayor del Alczar de Segovia, obra de don Juan I, en 1412 '; la del castillo de la Mota, en Medina del Campo, levan-tada en 1440 2; y la Torre del Clavero en Salamanca, hace aos derruida y que se edific en 1470 3, son en Espaa modelos preciosos de esta clase de monumentos. El origen de su estilo lo hallamos, pues, en obras portu-.guesas del siglo de D. Dionisio, y la influencia de l lleg en nuestro pas |)or Oriente hasta la levantina ciudad de Villena, en cuyo castillo se con-servan las garitas que mand labrar, en la precitada centuria, D. Juan Pacheco, Marqus de Villena, cuando por orden suya se levantaron los

  • 386 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    bvedas mahometanas que cubren los departamentos inferiores labrados por los rabes probablemente eu el siglo xii.

    Las garitas de la torre del homenaje de Bragan^a no son completa-mente cilindricas como las que antes hemos mencionado, y como lo son las del castillo da Penha en Cintra y las del reducto ma '^or de la fortaleza de Benabente, que resultan ser las ms parecidas por tener dos cuerpos fingidos separados por un cordn. Aqullas, fabricadas en esa misma for-ma, tienen, sin embargo, la parte inferior cuadrada, con coronamiento de almenas y apoyadas sobre grandes mnsulas piramidales, y la superior ci-lindrica, algo retrada modo de caballero, y quiz formando en su pie-un estrecho corredor; disposicin que suponemos singular en las fortifi-caciones de esta clase, y que permita pudieran'ser utilizadas al mismo-tiempo como elementos defensivos y de vigilancia.

    Desde el punto de vista tcnico, el castillo y el cinto de Bragan^a ofre-can todas las condiciones necesarias para estimarlos de primer orden erj los tiempos en que el can an no haba adquirido la potencia destruc-tora que luego obtuvo en los modernos; y si en ellos no hallamos baluar-tes dispuestos para utilizar la artillera, como los tuvieron otros portu-gueses desde el ltimo tercio del siglo xv, quiz esta carencia de tan im-portantes elementos pudiera atribuirse la falta de atencin en que debi-quedar la plaza cuando fueron confiscados todos los bienes y seoros del infortunado DuqueD. Fernando, por mandato de D. Juan II. El estado rui-noso de la barbacana en el frente oriental parece confirmar esta opinin, y aun cuando levant aquella confiscacin el Rey D. Manuel, el heredero d-los Estados de la Casa de Braganza, tal vez no restaur los derruidos mu-ros para no despertar desconfianzas.

    Antes de dar por tesrminada la nota crtica de las fortificaciones de Braganza, hemos de llamar la atencin de nuestros lectores respecto . dos detalles de construccin. Es uno de ellos el muro cortafuego que se eleva sobre el tejado del palacio capilla del castillo, demostrando tal obra el talento y previsin del alarife que dirigi las de la fortaleza, al oponer semejante fbrica dabrada en casi todos los antiguos templos toledanos) los terribles efectos de los proyectiles incendiarios, ya empleados por la primitiva artillera y ms temibles fines del siglo xiv, en que aquel edifi-cio se debi levantar.

    El otro detalle que nos referimos es la torre almenada que aparece^ flanqueando el Monasterio de San Francisco (vista del frente oriental), r e -

  • CASTILLOS PORTUGUESES 387

    ducto que por su situacin y altura es posible que fuera resto de una cerca fortificada, construida por la comunidad antes de levantar D. Dionisio la que circunvalaba la antigua villa, puesto que la casa religiosa exista desde 1214 y no es de suponer que en aquellos tiempos careciera de obras de-fensivas. Destruido el convento por un voraz incendio en 1728 y reedifi-cado en 1800 ', ignoramos si se conserva la expresada torre, que, de exis-tir todava, tal vez pudiera decirnos su fbrica si nuestra suposicin es acertada, si aquella fuerza estuvo siempre aislada.

    M. GoNZ'.EZ SIMANCAS. (Continuar.)

    I S, de Azevedo: ob. y art. cit.

    26 3. POCA.TOMO XXIII

  • LA GEOGRAFA DE LA PENNSULA IBRICA (Continuacin ^.)

    CAPITULO VI LA GEOGRAFA DE LA PENNSULA IBRICA DESPUS DE TOLOMEO.

    SIGLOS III VII DE J. C.

    125). Despus de Tolomeo se descubren dos tendencias en los es-critores griegos y latinos que siguieron cultivando los estudios geogrfi-cos: la cientfica y la potica, fabulosa mtica. Representan la primera los gegrafos que no pudiendo enriquecer la ciencia geogrfica con nuevos datos ni descubrimientos, se dedican extractar y resumir las obras de los grandes maestros con objeto de divulgarlas. Siguen la segunda, que haba iniciado ya Dionisio el Periegeta, cuantos escritores, vidos de no-vedades, rebuscan la antigedad, y, sin criterio para distinguir lo potico de lo cientfico, nos ofrece en sus obras una mezcla de noticias, falsas unas y verdaderas otras, que han puesto en los mayores apuros todos los cr-ticos intrpretes que las han tomado en serio, y han pretendido concer-tarlas, buscar la razn de ellas y los puntos partes de la tierra que las mismas se refieren.

    Ni en unos ni en otros de estos escritores encontraremos datos nuevos para la Geografa histrica de la Pennsula. Todo lo que nos dicen ellos, lo haban dicho ya los que les precedieron. No hicieron ms que extractar: para ellos no exista ni tena lugar lo que no se encontraba en los libros; y tanto es esto verdad, que para conocer el nico cambio que en Espaa ocurri durante este perodo de la dominacin romana, hemos de acudir un historiador, Sexto Rufo que, en su obra acerca de las Hasiaas del

    Vase el numero anterior.

  • LA GEOGRAFA DE LA PENNSULA IBRICA SSg

    pueblo romano, publicada por los aos de 370 de J. C , es el primero que nos indica la divisin de las Espaas en seis provincias: Tarraconense, Carthaginense, Lusitania, Gallacia, Batica y Tingitana. Esta ltima al >otro lado del Estrecho. La Btica y Lusitania eran consulares; las restan-tes, del Prncipe. No aade ms: ni nos dice quin hizo esta divisin, ni el tiempo en que se estableci.

    126). 1. Tendencia cientfica. Agathemero. Annimos. Marciano de Heraclea. Siguieron la direccin cientfica en el cultivo de la Geografa Agathemero y Marciano de Heraclea. De ninguno de los dos puede preci-sarse la poca en que vivieron. Slo se sabe que debieron escribir entre los aos 327 y 627 de J. G. '

    A) El compendio de Agathemero trata De la Geografa de los anti-guos, de los vientos, del periplo de los mares, de la longitud y latitud de la tierra habitada y de las dimensiones de las islas '; pero de modo tan general y en compendio, que si menciona Iberia, que en su tiempo, dice se llamaba Hispania, es para indicar la direccin del cfiro. A Cdiz la toma como punto de referencia al exponer la distancia en longitud de la tierra, que desde el Ganges hasta ella tena, segn l, 68.545 estadios. De Cdiz hasta el Promontorio de los Artabros, pasando por el Sacro pro-montorio, cuenta 7.932 estadios. Este punto era el fin de la Habitada, se-.gn la medida de Agathemero; en l est el cabo que despus se llam Finisterrae.

    Por otra va, el camino desde el Ganges hasta Cdiz meda 71.560 es-tadios, correspondiendo al trayecto de la Pennsula desde Iliberri, la de la Galia, hasta la misma Cdiz, segn las mansiones, 6.651, ms 60 que co-rrespondan al trayecto por mar, desde el continente la Isla.

    En la ltima parte de la obra nos da las medidas de Cdiz: 108 por 16 estadios; la mayor de las Pitiousas le da 3O estadios de larga, y la menor, 100; la mayor de las Gymnesias, 1.200 estadios de longitud por 400 de ancho; de la menor slo dice que tiene 3oo estadios.

    Estas medidas las tom, como l mismo nos dice, de Artemidoro, de Menippo y otros autores dignos de fe. Podemos afirmar, por el testimo-nio de Estrabn, que la de las Baleares la tom del primero de estos ge-grafos. Dice aqul 3 que Artemidoro duplica la longitud de la mayor de

    I Bibl. Didot: Geographi Graeci minores, tomo ii, pg. xii, y tomo i, pg. cxxix. a Op. cil., tomo i, pg. 471 y sig. _3 Vase libro ui, cap. , i.

  • 390 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    estas islas, y vemos, en efecto, que las medidas que nos da Agatheme ro, 1.200 por 400, son exactamente el doble de las que le da Estrabn, 600 por 200. Tampoco conviene la extensin que atribuye Ebuso con la, que le dio Estrabn (400 estadios de permetro y casi igual ancha que larga);, la de Cdiz conviene en la longitud, pero precisa mejor Estrabn la latitud que el autor de quien tomara la noticia Agathemero.

    127). B) Otro compendio de geografa, annimo y de esta poca y tendencia, inserta Didot en el tomo 11 de los Geographi graeci minores, en el que ocupa las pginas desde la 494 5i i.

    Segn l, la longitud de la tierra desde la boca del Ganges hasta el Sa-cro promontorio es de 70.000 estadios, mediando S.ooo entre Cdiz y di-cho promontorio. La divide en tres continentes, advirtiendo que deben to-marse como base para esta divisin, los itsmos y los estrechos. Dice que los antiguos designaron Libia y Europa coio si fuera todo un conti-nente, con el nombre comn de Europa. No sabemos cules sean esos autores antiguos quienes se refiere, pues los primeros gegrafos unieroa la Libia, no Europa, sino al Asia. La idea de haber estado aqulla for-mando un todo con Europa tuvo su origen en los escritores posteriores '..

    En la exposicin de las naciones de Europa nos presenta Espaa di-vidida en las tres provincias de Btica, Lusitania y Tarraconense, sin de-cir nada de particular. En la mencin que hace de las ms grandes islas, no cita ninguna de la Pennsula; entre los montes, pone los Pirineos y al Idbeda; y entre los ros de Europa cita, en segundo lugar, los siguientes en este orden: el Erdano, Iber, Baetis, Secoanas, Dorias y los que estis cerca del Rdano.

    128). C. En nuestra Biblioteca Nacional se conserva un manus-crito que se cree del siglo x, de autor annimo tambin 2. Aunque por el ttulo y por el prlogo parece que deba darnos noticias de nuestra Penn-sula, no las da. Se titula Stadiasmo [ distancias en estadios] j'e/A/ar grande, nombre que siguiendo Hecateo da nuestro autor ial Mediterr-neo, en vez de las denominaciones usuales y corrientes de Mar interior y Mar nuestro.

    Dice en el prlogo que se propone exponer todas las distancias de la, costa de estemar, desde Alejandra hasta la columna de Hrcules de la. Libia, y despus desde la misma Alejandra por el Oriente hasta venir

    I Vase U nota de C, MUer este pasaje de nuestro autor en la pg. 496 del tomo citadoi. Publicado por Didot en el tomo i de los Geographi graeci minores, pg. 427 y sigs.

  • LA GEOGRAFA DE LA PENNSULA IBRICA SQI

    dando la vuelta Calpe y Cdiz. Desgraciadamente, el manuscrito no llega ms que hasta Creta. El nico dato que de l puede aprovecharse para resolver un punto de la geografa de la Pennsula, es el que nos da de la existencia del puerto de Carpe (pg. 471) en el golfo de Tnez 190 estadios de Cartago. Dato que, por lo dems, tampoco es nuevo, y debi tomar de Tolomeo '.

    129). D. Marciano de Heraclea.Este es el mejor de los gegra-fos de todos estos siglos y el que con ms cuidado y diligencia extract las obras de los grandes maestros y las arregl las necesidades de su tiem-po. No podemos precisar los aos en que vivi, pues mientras unos lo po-nen por el 400-410 de J. C , otros lo tienen por anterior Constantino, y, aun otros, por contemporneo de Trajano y Adriano. Si de los datos que su obra nos proporciona pudiramos juzgar, daramos la razn los que le tienen por anterior Constantino, pues, no slo no menciona la ciudad de Constantinopla, sino que nos dice tambin que en su tiempo la Espaa estaba dividida en tres provincias. En este caso sera anterior Sexto Rufo; pero, como ya hemos dicho que estos gegrafos no hacan ms que copiar y extractar los antiguos, sin tener en cuenta las 'mudanzas que en la divisin de las provincias se introducan, dejaremos la cosa como est, sin intentar decidir la cuestin =.

    Las obras que escribi Marciano, fueron: un Eptome de los once li-bros de la Geografa de Artemidoro en 11 libros, un Periplo del Alar ex-terior en dos libros, otro Eptome de los tres libros del Periplo del Mar interior de Menipo de Prgamo y un tratadito de la distancia de Roma las ciudades ms renombradas de la Tierra, De la primera de estas obras no han llegado nuestro tiempo ms que dos insignificantes fragmentos

    1 No slo llama la atencin este puerto en el golfo de Tnez, igual en el nombreCarpe, Kalpeal de la columna de Hrcules de Espaa, sino otro puerto, monte y rio del mismo nom-bre en el mar Negro. El puerto y monte los describe Jenofonte en su Anbasis (lib. TI, cap. iv), y Arrianoen su Periplo describe tambin el puerto. Del ro habla Estrabn. Es curiosa la nota que al pasaje de Arriano acompaa Mller (pg. 382 del tomo cit.), y la cita que trae de Esteban de Bizancio, segn el cual, la ciudad que haba junto este puerto y monte se llamaba, segn al-gunos, Krpeia ( Klpeia], y los ciudadanos, Carpetans Calptianos,,

    De modo que tenemos Carpetans Carpeyanos en Bitinia, cosa que nada tiene de particular desde el punto en que haba all un lugar llamado Calpe. Esto corrobora lo que ya hemos dicho acerca de las denominaciones de los Vackaeos y dems gentes que los gegrafos nos presentan n el interior de la Pennsula. Dichos nombres empeztron en la costa, mas poco poco se les recluy en el interior medida que, por circunstancias histricas que desconocemos, adquira, ms celebridad otra gente vecina. De entre los muchos casos que podramos citar, baste el ejem-plo de los Carpetans, separados y distantes en la poca histrica de! monte Calpe que no pudo cambiar de lugar con la gente y se conserv en su puesto, lo mismo que el ro Vacua.

    2 Vase Bibl. Didot, Geogr. Graec. min., tomo i, pg. cxxix y sigs

  • 392 REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS

    conservados por Esteban de Bizancio, en los que se menciona Mlaga y Cdiz (vol. cit., pg. SyS). Tampoco se nos ha conservado el periplo de Me-nipo; ni del eptome de Marciano, nada de lo referente Espaa (vol. cit.,. pg. 563). nicamente nos queda, y no completo, el Periplo del Mar exte-rior, en cuyo segundo libro describe la costa de la Pennsula desde Calpe hasta el Duero, y nos da una ligera descripcin de cada una de las tres provincias.

    Marciano nos dice en el prlogo que para la composicin de su Peri-plo tom los datos de la Geografa del divino y sapientsimo Tolomeo^ de la medida en estadios que Protgoras puso como apndice sus libros de Geografa y de otros gegrafos antiguos. Por lo que respecta la parte de Espaa, diremos que tom de Tolomeo todos los materiales, arreglndolos su sistema y plan, que es el siguiente: Explica la causa de empezar su per