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    REVISTA DE SOCIOLOGAN 17 2003

    Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile(P. 95- 123)

    La Tecnocracia: el falso profeta de la Modernidad85

    Alberto Mayol Miranda*

    Por ese medio slo conseguirn impedir que se tome plena conciencia

    de la verdad fundamental: de que el profeta por el que una parte

    de nuestra generacin suspira no existe... Nos ha tocado vivir en

    un tiempo que carece de profetas y est de espaldas a Dios"

    Max Weber

    Sumario

    El carcter nuclear del problema de la racionalidad para comprender el fenmeno de latecnocracia bien puede estar en el eje de este intento por dar una entrada terica a un asuntoque suele relegarse al estudio de caso. La racionalidad, como aspecto constitutivo einspirador del proyecto moderno y como un problema esencial del mismo, es indispensableen el estudio de cualquier pretensin por vincular la razn con alguna verdadpolticamente relevante. La restriccin y amputacin de la multidireccional razn y su

    cristalizacin en un proyecto unvoco, inmunizado mediante un tab de la crtica, basado enuna asptica racionalidad tcnica, supone la negacin del carcter histrico de la razn, queno slo es una premisa sociolgicamente inadmisible (se puede sociolgicamente negar lahistoricidad de lo social?), sino adems un potencial de destruccin de la esfera de lapoliticidad. Por esto, merece atencin la argucia de que la Modernidad sera la bsqueda dela razn definitiva y que la tecnificacin de las decisiones sera su punto final, argucia queno es otra cosa que la falsa profeca de una Modernidad que en rigor tiene poco demoderna. En este discurso tecnocrtico (pero no slo discurso) est la promesa de unapoltica unvoca, definitiva, incuestionable y operacionalizable, la promesa de que elsentido de la historia encuentra en la razn tcnica la orientacin fundamental. Sinembargo, la tecnocracia no parece ser sino lo contrario a una orientacin fundamental,

    siendo otra forma ms de la prdida del sentido y de la libertad que Weber detectaba comouna jaula de hierro hacia donde iba la racionalidad en el capitalismo. Es as como la

    85 Este artculo es en parte una sntesis, pero tambin una revisin y reversin de una homnima tesis demagster del autor. Vase MAYOL, Alberto (2002);La Tecnocracia; el falso profeta de la Modernidad. Unacrtica a las propuestas tecnocrticas desde la teora poltica. Tesis para optar al grado de magster en ciencia

    poltica de la Universidad de Chile.* Socilogo y magster en ciencia poltica, Universidad de Chile. Licenciado en esttica, Universidad Catlicade Chile.

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    tecnocratizacin slo puede desenvolverse en tanto anulacin de la posibilidad de que seanlos hombres los que construyan su historia.

    1. Introduccin

    Que la razn sea histrica, contingente, heternoma, es quizs una observacin banal.Cualquier socilogo ha de estar convencido de que el reino de la necesidad se construye enla contingencia. De lo contrario, a qu hacer sociologa. Nietzsche fue tan lejos (vayanovedad) que vio en el origen de la razn la lucha, el espritu agonal. La sospecha de quedetrs del universal estaba la voluntad de poder fue una luz histrica (paradojalmenteconstruida sin antecedentes histricos) que dio de lleno en la secular religin hegeliana deldesarrollo del espritu absoluto. Y nada de raro, pues la Modernidad tuvo (tiene, tendr)tanto de salvfica. Y, por eso, de ingenua, si me permiten.

    Por esto de la contingencia es que no es raro que cada poca tenga su razn. Y no es nadade extrao que sus avatares afecten (y sean afectados por) las cuestiones del poder. Por esoeste escrito no tiene novedades. Ya muchos saben que la tecnocracia representa algo ascomo la razn del capitalismo en su estado actual. Es la razn de la operacin, de la curvade oferta y demanda, de la economa comercial, de la transaccin, del individualismoconstruido desde el actor del intercambio. Por dems, ya lo haba dicho con sublimeasertividad Weber, aunque de manera demasiado bella como para (yo) haberlo notadoantes.

    El cuidado por los bienes exteriores, deca Baxter, no deba ser ms que un liviano mantoque se puede arrojar en cualquier instante sobre los hombros de sus santos. El destino haconvertido este manto ligero en una jaula de hierro86. La ascesis emprendi la tarea de

    actuar sobre el mundo y transformarlo; con ello, los bienes exteriores de este mundoalcanzaron un poder creciente y al cabo irresistible sobre los hombres, un poder que no hatenido semejante en la historia. Hoy su espritu se ha deslizado fuera de esta jaula, quinsabe si definitivamente. El capitalismo victorioso, descansando como descansa en unfundamento mecnico, ya no necesita en todo caso, de su sostn. Tambin parecedefinitivamente muerto el rosado talante de su optimista heredera, la Ilustracin (). Nadiesabe todava quin habitar en el futuro esta jaula vaca, nadie sabe si al cabo de esteprodigioso desarrollo surgirn nuevos profetas o renacern con fuerza antiguos ideales ycreencias, o si, ms bien no se perpetuar la petrificacin mecanizada, orlada de una especiede agarrotada petulancia. En este caso los ltimos hombres de esta cultura harn verdadaquella frase: especialistas sin espritu, hedonistas sin corazn (Weber, 1998a: 199,200).

    La observacin de Weber tiene ms de arrebato mstico que de anlisis. Es el instante enque Weber percibe que todo calza y que un misterioso sentido deambula en sudesencantado mundo (es quizs el sentido de la prdida del sentido). Pero, despus de todo,

    86 Esta es la clsica cita de Weber sobre la jaula de hierro, es decir, sobre la doble prdida de lo sustantivo yde la libertad que van mostrando los procesos de racionalizacin. La traduccin aqu utilizada usa frreaenvoltura en lugar de la clsica jaula de hierro, pero me he permitido devolver el clsico trmino,vulnerando as la traduccin, pero respetando la forma en que es comprendido este prrafo por los socilogos.

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    una buena teora es consistente, clara, recursiva y, por consiguiente, algo paranoica. Y esas siempre que esa teora tiene un momento de encuentro de la parte con el todo, es decir,siempre que est acabada. Por esto es que toda buena teora, en su punto de encuentrosmltiples, tiene (puede tener) algo de arrebato mstico. Ahora bien, la cita a Weber bienpuede ser el eje de todo este artculo y de hecho ya lo rebasa. Puede ser ella la matriz de

    toda una investigacin bastante ms extensa. Quizs no haya aqu ms que un comentariode esta cita, un intento por hacer una exgesis, una mera adaptacin ante el libro sagrado.Se asume el teologal riesgo. Si se quiere en estilo borgiano, salvo el plagio, todas las demsformas de repeticin son la base del conocimiento. Lo concreto es que aqu se quiere decir,simplemente, que s se ha perpetuado la mecanizada petrificacin de la razn, que s estrepresentada por nuevos profetas, que s son petulantes (esto es lo ms verificable de todo).Se quiere decir que s estamos ante esos ltimos hombres, que en sentido ingenuamentepositivo llam de igual modo Fukuyama, que s son visibles esos especialistas sin espritu.Ms an, se pretende decir que son precisamente ellos los nuevos profetas, recursivos seresque prometen lo que ya es, la razn mecnica y petrificada, que luego tien con el rosadotalante de la bella Ilustracin, con la promesa de la Modernidad, esa promesa de sentidoconvertida en mero engranaje lleno de desencanto. Son los profetas que prometen el arribode una Ilustracin ya muerta. Slo se quiere decir, entonces, que la tecnocracia es la formaque ha adoptado esa esperanza y que a la vez se torna la operatoria misma de la raznpetrificada. Y que ella misma es profeta que anuncia su propia llegada.

    Se est diciendo que Weber tena previsto el fenmeno de la tecnocracia? Ni el no ni els son respuestas razonables (para el caso). Por supuesto, la deteccin de lo que se suelellamar el problema de la jaula de hierro no aparece directamente vinculado al anlisis dela tecnocracia. Pero (y esto es parte de lo que se quiere decir), la tecnocratizacin no es unproceso que se diferencie y distinga claramente de las caracterizaciones weberianas sobre laracionalidad. Para Weber, por cierto, el fenmeno que le pareca familiar era la burocracia.Pero en lo general, lo que vio fue una dinmica caracterstica de la forma en que sedesenvuelve la racionalidad y, especficamente, la racionalidad en el capitalismo. A partirde esta tendencia consideraba, por ejemplo, que la burocracia era el camino unvoco de lamodernizacin del Estado. Y detect a la burocratizacin como una forma fundamental delos procesos de racionalizacin organizacional. Pero no es menos cierto que Weber vea enla empresa privada un grado de racionalidad instrumental ms agudo que la que estabaoperando en las esferas burocrticas. La burocracia poda ser la forma ms racional deorganizacin, pero Weber cree ver un mayor

    conocimiento de la especialidad de los hechos dentro del crculo de sus intereses (... en) elinteresado privado de una actividad lucrativa. Es decir, el empresario capitalista. Esrealmente la nica instancia inmune (o al menos relativamente) frente a la ineludibilidad de la

    dominacin cientfico-racional de la burocracia. Todos los dems, en las asociaciones demasas, estn irremisiblemente sometidos al imperio burocrtico (Weber, 1996: 179).

    Por supuesto que Weber no tematiz la posibilidad de que estas dinmicas en la empresacapitalista podan pasar a la poltica, particularmente al Estado. Pero si nos concentramosen el problema de la racionalidad en su conjunto, parece ser viable vincular a las dinmicasgenerales de la racionalizacin en el capitalismo (la creciente instrumentalizacin, porejemplo) con los procesos de las organizaciones racionales ejes, como la empresa

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    capitalista y el Estado moderno. Lo concreto es que fue Horkheimer el que dej muy claroque el proceso de traslado del especialista propio de la empresa capitalista a la poltica -yparticularmente hacia el Estado- era viable y que histricamente estaba ocurriendo.

    "Con el rpido proceso de concentracin y centralizacin del capital que, mediado por eldespliegue de la tcnica, ha tenido lugar en el ltimo siglo, los propietarios jurdicos han sidoapartados en buena medida de la direccin de las gigantescas empresas que se van formandoy que absorben sus fbricas, con lo que la direccin se autonomiza frente a los ttulosjurdicos de propiedad (). Aparecen poderosos directivos particulares que dominan sectoresenteros de la industria y slo poseen en propiedad una mnima parte de las fbricas quedirigen. Este proceso econmico trae consigo un cambio en la funcin del aparato jurdico ypoltico, y de las ideologas. Sin que haya cambiado en lo ms mnimo la definicin jurdicade la propiedad, los propietarios se tornan cada vez ms impotentes frente a los directivos ysus equipos (...). La influencia de la direccin, que en principio slo se relacionaba coninstancias jurdicas y administrativas inferiores, acaba extendindose tambin a las instanciassuperiores, y por ltimo al Estado y su organizacin de poder" (Horkheimer, 2000: 69, 70).

    La direccin, desprovista de medios de produccin y de dominacin, deja a losdetentadores de los medios en condicin de impotencia. Propietarios (en economa) ygobernantes (en poltica) pierden influencia. Que pueda no molestarles es tema parasiclogos. La direccin y sus recursos tcnicos, su razn inexpugnable de la eficiencia yeficacia, controla los recursos bajo sus lgicas. Pero no es slo control, es tambin laesperanza de que ste aumente, de que cada recurso sea crecientemente ms dominado y deque no haya nada que no sea recurso. Weber no saba qu profetas haban de erguirse enmedio de este tremendo desarrollo, pero imaginaba que alguno habra. No imagin (eraposible hacerlo?) que la petrificacin mecanizada no era el entorno donde saldra el profeta,sino que sera el profeta mismo (autonoma mxima de la racionalidad instrumental). Laracionalidad del capitalismo, ya autnoma, se hizo ella misma promesa del carisma propio,sentido ltimo de una historia que perda el sentido. La tecnocracia es el profeta de supropia Modernidad, el fundamento mecnico de un capitalismo victorioso.

    Un economista de la prehistoria (cuando la economa, tiempos hoy espeluznantes yvergonzosos, se pareca a la filosofa) llamado Karl Marx, sealaba que hay un fenmenoque, cuando se produce, genera que las cosas ms obvias sean omitidas y que diversasobjetivaciones pasen inadvertidas. Llamaba a ese fenmeno ideologa, falsa conciencia.Algo as ha de estar ocurriendo para que sea posible que la razn se vuelva nuevamente tanuniversal y hasta sea posible creer que los pajaritos actan de acuerdo a la teora de laeleccin racional. Y como se trata de decir cosas que tengan que ver unas con otras, habrque sealar que ese fenmeno se relaciona con la tecnocracia, pues lentamente la razntcnica del economista est explicando el mundo. El profeta siempre es una cara posiblede la poca que lo ha visto nacer. Si los hombres (y las mujeres, bueno) somos a imagen ysemejanza de Dios padre, Freud dir que odiamos y admiramos al padre en una trgicaambivalencia emocional. Y ritualmente lo comeremos, como acto de agresin, perotambin de identificacin (por eso las hostias, carne del padre). La tecnocracia es hija de laModernidad, odia y admira al Gran Proyecto que la hizo posible. Pero, ya no ritualmente(otra prdida de lo sustantivo es la ausencia de smbolos), se la est comiendo.

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    La Modernidad ha estado llena de profetas. A estas alturas casi no hay proyecto que no sehaya subido a la profeca de la Modernidad, bastin de racionalidad, inevitabilidad,legitimidad. Casi no hay proyecto de sociedad que no haya hecho a la Modernidad suya yque no haya hecho su proyecto como si fuese moderno. Una dialctica en la identidad juegacon la manoseada Modernidad. Ser moderno para ser o ser para ser moderno. Por eso

    Modernidad va con maysculas. Todava.Pero la pregunta sigue en pie. Por qu decir que la tecnocracia es el falso profeta de laModernidad? Para esto habr que ver, primero, sobre profetas; luego sobre la Modernidad yfinalmente sobre la tecnocracia. El orden puede alterar el producto porque el orden es elproducto. Cierto es que la lnea de argumentacin se ve algo mecnica, tosca, pero no sepuede hacer mucho: a todos nos toca algo de la jaula de hierro.

    2. De la Profeca

    Para hablar de profetas hay que referir a la tica religiosa, dicta Weber. La tica religiosaes, en el fondo, la forma en que la voluntad del hombre intenta converger con la voluntadde Dios. La contravencin de la voluntad de Dios es pecado tico. La constitucin de unatica religiosa (y ya el seguimiento a Weber va en tono de persecucin) tiene como factoresde sistematizacin al sacerdote y al profeta, formas de racionalizacin de ella. El profeta esnuestro tema, para que el ttulo de este artculo no se crea slo metfora. Con el nombre deprofeta queremos comprender aqu un puro portadorpersonal de carisma, cuya misinanuncia una doctrina religiosa o un mandato divino (Weber, 1996: 356). En trminospolticos87, vale sealar que es especfico en los profetas que no reciben su misin porencargo de los hombres, sino que la usurpan (Weber, 1996: 359). Pero la falta deconsideracin del profeta frente a los destinatarios de la profeca se enfrenta con el hechode que l mismo es un instrumento de una divinidad cuya voluntad exige la obediencia. Elpoder del profeta est en ser instrumento de la divinidad.

    Lejos los tecncratas de la divinidad, se dir. Sin embargo, qu significa sociolgicamenteesta divinidad? Weber seala que en cualquier tipo de profeca la revelacin proftica (elmensaje divino) siempre significa, tanto para el profeta como para quienes le siguen, unavisin unitaria de la vida lograda por medio de una actitud consciente, de sentido unitariopleno, frente a ella. La vida y el mundo, los acontecimientos sociales y csmicos tienenpara el profeta un determinado sentido sistemtico nico (Weber, 1996: 363). En estamatriz fundamental, en donde est en juego el develar el sentido del mundo, yace elconstructo central que histricamente dejaron los sacerdotes y profetas y desde el cual sehabra construido la filosofa laica.

    87 Nunca se insistir demasiado en el peso poltico de la sociologa de la religin weberiana. Y parareafirmarlo basta citarlo. En su pleno desarrollo, las sociedades y comunidades religiosas pertenecen al tipode las asociaciones de dominacin (Weber, 1998b: 261)

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    Se quiere decir aqu que la tecnocracia ha sido profeta de la Modernidad y, adems, falsoprofeta. Es decir, la tecnocracia ha usurpado -como un profeta- su misin y la ha impuesto alos hombres. Pero adems ha construido un sentido pleno y unitario del mundo tal y comolo hara un profeta-, sentido que lentamente va invadiendo nuevos terrenos. Ha comenzadopor la economa, se ha trasladado a diversas ciencias sociales y lentamente busca imgenes

    de mundo ms globales. La tecnocracia tambin anuncia una doctrina (la tcnica) y unmandato divino (la inevitabilidad de la tcnica) y, aunque no se porta personalmente elcarisma, como debe ser en un profeta, no es menos cierto que la ciencia y la tecnologa handesarrollado una gran capacidad para hacer uso del carisma, es decir, para llegarafectivamente, a partir de la accin extracotidiana, milagrosa, a la aceptacin de las masasy, subrepticiamente, a la legitimacin de una dominacin velada desde el saber. Y decir quehay dominacin desde la tcnica no tiene nada de raro. Ya Nietzsche deca que detrs de larazn estaba la voluntad de poder. Ya los tericos crticos sealaron que la razn era msque nunca dominacin. Ya se puede ver todos los das, privilegiados nosotros, que latcnica se hace mtodo de exclusin de la poltica, de desviacin de los problemas desde laesfera del poder poltico hacia la inmaculada y pequea esfera del saber cientfico. Y elsaber cientfico hoy est construido en un esquema de lo verosmil que no es otro que laeconoma comercial.

    Supongamos que se acepta que la tecnocracia tiene rasgos de profeta. Por qu falso profetaentonces? Un falso profeta es un profeta que no es. O que promete algo que no es, formaalgo maliciosa de no ser profeta. Pero la sociologa aceptar que, por un lado, no es su temasaber si efectivamente porta o no el mrito de la profeca y que, por otro, habr que aceptarcualquier cosa que cumpla con las categoras sociolgicas de profeta para hablar de tal.Puede ser entonces falso profeta considerndose este relativismo sociolgico? Porsupuesto, pues puede estar profetizando el arribo, la llegada, la consecucin de algo que noes. O puede portar el mensaje de algo que ya fue. O puede estar vulnerando la sustancia delmensaje sobre el cual se superpone. Una compleja interaccin de todos estos factoresparece, en este caso, hacer surgir el carcter de falso profeta de la tecnocracia. Latecnocracia promete la llegada de la Modernidad, el triunfo del proyecto tantas vecesmalherido en sus hegelianos avatares. La tecnocracia ofrece un camino segn el cual lahistoria ha tenido la astucia, nuevamente, de acercarnos a la tan codiciada Modernidad.Pero lo que ofrece no es sino la misma y maltrecha Modernidad, la que nos toc vivir,estticamente reconstituida para ocultar los tortazos. Nos promete la reconstitucin delsueo ilustrado, pero slo nos dice que nuestra resignacin es en realidad la felicidad. Latecnocracia ha vulnerado el sentido de la Modernidad y se ha constituido en profeta de latrayectoria desviada. Ha teido de belleza la jaula de hierro weberiana, ha devuelto laeficiencia como un valor unidireccional y se ha enfrentado a la crtica de Horkheimer, deAdorno, de Marcuse, de Habermas y de tantos otros que slo a veces no son alemanes.

    De si es mejor o peor el sentido recto o el desviado, queda para otros ratos. Es un juicio dedifcil resolucin. Pero s es muy claro que es desagradable que el sentido desviado pasepor el recto. Eso sola llamarse ideologa. Necesario es penetrar en estos asuntos paracomprender el fenmeno de la tecnocracia, pero no en este texto. Aqu es an necesariopreguntarse qu ser eso de desviar la Modernidad, si es que acaso es posible. Y surgetambin la pregunta de si acaso se puede estar seguro de que la tecnocracia se inserta en laModernidad desviada. Alguien ms exigente terminar diciendo, en la tpica regresin

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    interpretativa, qu es la Modernidad? La definicin, siempre se vuelve a lo mismo. Undiccionario no basta a la ciencia, pero cmo nos gustara que as fuese.

    3. De la ModernidadLa Modernidad es, en primer lugar y en trminos muy formales, la autorreferencia de unapoca nueva frente a lo viejo (es ese el sentido del trmino original modernus que tieneunos quince siglos). Como tal, muchas modernidades han existido (ver Habermas, 1985).Pero ninguna anterior quiso separar el pasado del futuro, siempre el primero fue maestrodel segundo (ver Koselleck, 1993). La Modernidad ilustrada s so con esa distincin,segn la cual esta Modernidad es ante todo proyecto y escasamente pasado.

    Es cierto que la Modernidad ha sido asociada tambin a la forma cognitiva deldescentramiento del mundo. Habermas ha tomado este concepto de Piaget y ha traspasadolos conceptos de evolucin cognitiva desde el sujeto hasta las sociedades. A travs de laidea de un descentramiento se remite al fenmeno segn el cual la experiencia del propiorol en la construccin de la realidad pasa a ser tematizada. Y eso no slo lo dice Piaget. Lodice tambin Marx de un modo ms bello y ms poltico. Y adems no lo dijeron, pero lohicieron, los revolucionarios de 1789 en Francia, en el momento de unin de la teora y lapraxis. Piaget seala tambin que una etapa cognitiva es la del surgimiento de la brechaentre acontecimiento y sujeto. Societalmente es el surgimiento de los problemas de laepistemologa y, por tanto, del conocimiento. Habermas seala que la cultura resultante defenmenos de descentramiento cognitivo (es decir, la moderna) goza de diferenciacin anivel de las categoras que permiten la labor argumentativa. Si en Platn lo bello, lo buenoy lo verdadero estaban vinculados, convergiendo sofisticadamente entre s y relacionndoseen el mundo de las ideas; en Kant lo bello, lo bueno y lo verdadero son criteriosdiferenciados, que merecen distinciones fundamentales (que incluso hay que remarcar condistintos libros para cada esfera). Esto es clsico del descentramiento, donde se asume laexistencia de una distancia entre realidad e interpretacin y que llega a expresarse en lalingstica con la agresiva tesis de que no hay vnculo alguno entre el significante y elsignificado.

    Algunos paradigmas sociolgicos han sealado que la Modernidad es el momento en que lacoordinacin de acciones, de manera simple, cara a cara, entra en crisis. Los criterios paracoordinar acciones suponen un incremento en su racionalidad, generndose un nuevo modode llevar a cabo dicha coordinacin. Se trata del impersonal modo de los sistemas deaccin. Este desarrollo conduce a nuevas formas organizacionales y, entre otros, supone elsurgimiento del Estado moderno y la empresa capitalista. Las acciones de los actores debencoordinarse entonces no slo entre s, sino tambin (y a veces predominantemente) con elsistema. Y por eso ser moderno es, por ejemplo, ser impersonalista para las decisiones. Oeso dijo Parsons.

    La Modernidad es, tambin, el resultado de una serie de procesos como la industrializacin,la urbanizacin y la explosin demogrfica. Pero adems es, si creemos en ciertainmanencia, la causa de estos procesos. Yo no creo en la inmanencia, pero basta que hayaalgunos que s crean para que ella opere, lo que dicen que es el teorema de Thomas. Y

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    como causa de esos procesos la inmanencia recurrida y ms socorrida es la inmanencia dela razn, casi como el espritu de la poca. La Modernidad es la razn en tanto es supromesa, la buena nueva del advenimiento de la razn que de tanto deambular en la historiaha encontrado su sitio y se comienza a desplegar con todo su ser. Y aqu entramos en elmensaje global, casi mtico, de la Modernidad.

    La Modernidad, la que ha estado tan prxima a nosotros, es identidad y construccin de unproyecto, hacia el futuro, donde la razn finalmente llegara a imperar. La historia tiene susvicisitudes, su dialctica, pero la Modernidad espera el momento casi religioso dondehayamos llegado a la razn, el momento donde no estemos equivocados, como unaangustiante respuesta al juicio final del judeocristianismo (juicio, que es palabra fuerte,pues es tambin crtica, razn; es decir, en la Modernidad vivimos entre dos juicios finales).Con la Modernidad se espera que el final sea no slo feliz sino adems tranquilo ypermanente, que adems sea de (y en) este mundo, que sea el punto quieto de una felizracionalidad. Por eso la Modernidad es tambin una promesa. Todo proyecto lo es. Es lapromesa del progreso. Los ms radicales racionalistas trataron de negar el punto,hacindolo menos tosco. Weber y Spencer, por ejemplo, descreyeron del asunto, detectaronel aspecto religioso de semejante esperanza. Pero Hegel y Marx de manera muy clara, Kantcon ms implcitos y toda la construccin terica ms cargada de politicidad explcita(liberalismo, socialismo) vislumbraron el punto final, ms quieto o ms mvil, con la formade la utopa baconiana, con la verdad hecha carne y la sociedad movindose a su son. Perono se trata de cualquier razn la que ha de triunfar. En la Modernidad encontramos laesperanza tambin de la plena constitucin del sujeto poltico, donde se forma laautoconciencia de que en l reside la historia, que es sta algo por construir, no un meroatavismo de tragedia griega. Es la esperanza de la autonoma y la emancipacin.

    En la Modernidad la razn est en el hombre, en los hombres (y las mujeres, para no serpatriarcal, aunque la Modernidad lo sea). La razn se deposita livianamente sobre loshombres para que sus decisiones la porten como una brjula que orienta sus acciones,hallazgos, pensamientos. La razn moderna y ste es el punto- es sustantiva y formal,como lo era el sueo de la razn en la Ilustracin. La profeca del progreso, deladvenimiento de la razn, es el gran espritu de la Modernidad. La tecnocracia se hasuperpuesto a ese espritu, pero lo ha desviado. Es una razn castradora, que reduce aescombros la amplia racionalidad del todo y se queda con la nimia racionalidad de la parte,que desplaza los problemas sustantivos y se queda con los operativos. Pero esto puedequedar slo en atribuciones gratuitas si no se describe el fenmeno. La mecnica secuenciade este texto nos conduce a la tecnocracia.

    4. De la TecnocraciaAl caracterizar un fenmeno como la tecnocracia se ha de comenzar por una intildistincin que slo llegar a ser importante si el mundo se vuelve algo ms complejo. Latecnocracia tiene caractersticas que le son contingentes y otras que le resultan necesarias.La tecnocracia, para ser tal, es siempre un grupo que participa en la distribucin del poder,pero cuyas formas de acceso a la concentracin de ste se fundamentan desde perspectivastcnicas y no polticas. La fundamentacin remite al problema de la legitimidad, es decir,

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    al problema de si la verticalidad relacional entre actores y grupos puede justificarse poralgn motivo y ser aceptada en razn a l por quienes son dominados. Sin embargo, en latecnocracia no puede haber legitimidad. Incluso se puede apelar, en un discurso falaz yseudopositivista, a una legitimidad otorgada por la verdad cientfica hecha razn tcnica.Y alguien lo puede creer. Pero no hay legitimidad, pues el actor dominado no est

    aceptando jams la dominacin en s, pues en la tecnocracia se omite el tema de lasvoluntades. La tecnocracia apela a que no se pueda decidir voluntariamente si estar o no deacuerdo, slo se puede apreciar el resultado que operativamente la razn ha sealado. Laanulacin del reino de la decisin y de la voluntad es parte del credo tecnocrtico y de sulgica misma de justificacin. Esto es, en la tecnocracia, permanente y necesario. Pero latecnocracia podra ser razn tcnica sociolgica, econmica, psicolgica, comunicacional,lo que fuese. O podra ser la razn resultante de una sociedad donde el paradigmaeconmico predominante fuese otro (pero ya no se me ocurren ejemplos, dao cognitivoresultante de la ideologa). Es decir, el contenido terico de un pensamiento tecnocrtico escontingente.

    Cmo es nuestra tecnocracia? La que hemos conocido es primordialmente econmica. Yhoy es particularmente la que se basa en la economa comercial, cuya raz terica es laeconoma neoclsica. El mundo se ha empeado, ltimamente, en hacernos las cosassimples. Es cierto, por ejemplo, que una tecnocracia comunicacional rpidamente crece y sedesarrolla en reas del llamado marketing poltico. Pero an no reciben ellos el estatus detecncratas, les falta mucha cientificidad segn parece. Adems, ellos son tambinresultado de la razn tcnico-econmica y slo se abocan a que la cultura se adapte a losintereses y responda a las curvas de oferta y demanda. El marketing es slo un subproductode la economa, est en funcin a ella. Lo importante es entonces que nuestra tecnocraciacontingente es econmica y que se le suele describir ideolgicamente como neoliberal oneoconservadora. Y es sublime que ese neo sea lo permanente mientras se cambie deliberal a conservador y no importe (la razn no se complica con nebulosos valores). Porqueen el neo est la economa. Neo, que es nuevo. Moderno, que tambin es lo nuevo.La economa es lo moderno, lo inmutable e indiscutible, el destino de esta Modernidad.

    En trminos de tematizacin la convergencia conceptual entre lo necesario y lo contingentefacilita las cosas, pues permite simplificar el modelo y trabajar con lo contingente y lonecesario juntos. Es la ventaja de hacer ciencia en entornos mtico-primitivos, dira unantroplogo. De hecho, qu ms mtico que pensar que la convergencia de actores en elmercado supone un acto de autorregulacin y mgico equilibrio que permite que todosresulten beneficiados. Qu ms mtico que la mano invisible que guiara los destinos delmercado. La idea de que el mundo est, se haga lo que se haga, en permanente equilibrio,es mtica, no moderna. Pero en fin, esto no define a la tecnocracia, slo es algo quecontingentemente los actuales tecncratas piensan (y lo dicen con cara de cientficos).

    Decamos que la tecnocracia ha de ser caracterizada, en primer trmino, como un grupo queparticipa en la distribucin del poder en la sociedad. Habr que sealar adems que ostentaun claro 'ethos' y un tipo de posicin que, estando vinculado al aparato pblico, se sita enuna relacin flexible con la institucionalidad del aparato de Estado. La conexin con elprincipal subsistema de la poltica, como es el Estado, deviene de la creciente necesidad deespecializacin que ste ha requerido para la toma de sus decisiones. La bsqueda de un

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    mayor grado de racionalidad en trminos de eficacia y eficiencia condujo alcuestionamiento del paradigma burocrtico y a la revisin del mismo, pensndose ennuevas frmulas. La bsqueda de una mejor capacidad operativa llev a la pregunta por lasformas de organizacin y tomas de decisin ms acertadas de acuerdo a los referidos finesltimos (la eficacia y la eficiencia).

    El origen de la tendencia tecnocrtica parece ostentar antecedentes desde distintos frentes.Quizs las primeras propuestas concretas, en el siglo XX, de algo parecido a la tecnocraciason las del pro-ingenieril socilogo Thorsten Veblen, quien propona una sociedadmanejada por ingenieros. Recin pasado el ao 1930, la cruel tradicin humana de nombrarla ignominia para hacerla permanente y dolorosa hizo que se generara un neologismo. Sellamaba tecncratas a quienes merodeaban el aparato burocrtico, pero que no estabanincluidos en l (y por tanto no gozaban de ese prestigio). El arribo de tcnicos externos sehizo ms frecuente en el keynesianismo, pues sus complejidades tericas requeran deprofesionales expertos, lo que condujo a la construccin de cierto prestigio para loseconomistas. Esta genealoga no pretende ser exhaustiva, pues lo que de todo esto s resultarelevante es que el camino de desarrollo de un pensamiento tecnocrtico fue rpidamenteasimilado a las convergencias ideolgicas. Por la poca, casi no quedaban especialistas queno reivindicaran las propuestas keynesianas y el Estado social. De hecho, en un congresotitulado "El futuro de la libertad" desarrollado en Miln en 1955, ms de 150 intelectualesde distintas nacionalidades y de casi todas las posturas ideolgicas (salvo comunistas), sedieron cita y llegaron a la conclusin de que las diferencias ideolgicas se haban reducidoostensiblemente, lo que era tan evidente que ellos mismos estaban de acuerdo en todos losaspectos centrales. El nico que no estaba de acuerdo con las conclusiones del congreso eraFrederick von Hayek. Y el consenso estaba construido respecto a las polticas de losEstados de bienestar. De hecho, en el mencionado congreso, "todos concordaban (menosHayek) en que el aumento de control estatal, manifestado en varios pases, no concluira enuna disminucin de la libertad democrtica" (Lipset, 1987: 358). Y las nicas discrepanciasque persistan eran leves diferencias entre los niveles de planificacin estatal consideradosdeseables por la izquierda y la derecha. Fue precisamente en este congreso donde setermin hablando del fin de las ideologas, pues se consider evidente que prontamente sellegaran a acuerdos universales. En este marco de confluencias, los tecncratasencontraban campo frtil: la ausencia de discusin ideolgica, les pareca, favoreca eltrabajo tcnico, que slo opera en marcos de reduccin de complejidad.

    Paralelo a este proceso de penetracin de la tcnica en la poltica, la relevancia del Estadocomo sistema central de la vida social abra las necesidades de respuestas a las inquietudessobre su propio funcionamiento. Este proceso supuso nuevos planteamientos y propuestas.Finalmente, una de las vas fue el creciente acceso de un particular tipo de especialista muysimilar al 'director' de las corporaciones privadas de corte empresarial. Los directores nacencon las sociedades de acciones y se posicionan como las personas a cargo de administraruna propiedad con la 'tica' de quin la posee, pero sin tenerla materialmente. Entre eldueo de los medios de produccin y quien vende su fuerza de trabajo, se sita el gerenteque es en cierto sentido ambas cosas y que, en rigor, no es ninguna. De manera similar, enel aparato de Estado comienzan a arribar actores que no tienen legitimidad para poseer losmedios de dominacin (no son representantes) y a su vez no tienen orientado su trabajo porlas rdenes de los dominadores (no son funcionarios). La tecnocracia finalmente ser un

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    trmino cuya ampliacin histrica referir a esta clase de individuos que -como dirTouraine- distienden el equipo y el servicio (Touraine, 1973).

    A medida que el keynesianismo perda relevancia, los tecncratas keynesianos se fueronextinguiendo. Las propuestas neoclsicas en economa intentaron (con bastante xito a la

    larga) ser el paradigma econmico predominante. Y desde su seno formativo emergierontambin tecncratas, pero esta vez con pretensiones de estar ms cerca de la clase poltica ycon un afn de prestigio social mucho ms ambicioso. Con una mezcla de razonamientospositivistas, sistmicos y neoclsicos, unidos a la innovacin de que la economa mismapoda ser un discurso poltico; la tecnocracia logra situarse como un grupo portador de unaverdad que supera la mera opinin fundamentada. Es mucho ms que el intelectual ycrecientemente ms que el asesor. De hecho, obtiene con relativa rapidez cierta capacidadde decisin. Y ella deriva de una asociacin clave: el vnculo entre la medida tcnicamentevlida con la presuncin de que la decisin es cientficamente elaborable. De este modo, enel paradigma tecnocrtico, la decisin es perfectamente reductible a racionalidad. Y,especficamente, a racionalidad instrumental. Se trata de una conjuncin del concepto msfuerte del positivismo con el ms contundente del utilitarismo. La verdad y la utilidad estnen juego y, ante esto, hay especialistas capaces de dar cuenta de ambas. Es ese el credotecnocrtico.

    Como toda estructuracin del pensar, las posturas tecnocrticas ostentan una serie depremisas fundamentales. Segn Garca Pelayo (1974), la tecnocracia tiene como supuestos:

    1- la imagen del Estado, de la sociedad global y de las sociedades sectoriales comosistemas88. Slo en base a esta premisa la tecnocracia supone que una medida tomadaen un factor tendr efecto en otro, efecto adems predecible si pensamos que todosistema tiene una lgica sistematizable.

    2- la conviccin de que tales sistemas deben ser orientados segn los principios de larazn tcnica. Esta premisa es central. Ms abajo, en el apartado sobre racionalidad sever que a la tcnica le subyace la racionalidad medios-fines, la racionalidad acuadacomo instrumental. Esto implica que toda sociedad, ya que es entendible como sistemaen el paradigma tecnocrtico, debe estar orientada en trminos instrumentales.

    3- el argumento de que los conocimientos adecuados a la direccin del Estado sonproporcionados por disciplinas cuyas conclusiones son vlidas y aplicables a distintossistemas. Esta premisa nos conduce a un terreno ms que interesante. Si losconocimientos de la conduccin del Estado son entregados por muy diversas disciplinasque a su vez pueden tomar sus observaciones y extrapolarlas a otras dimensiones de lavida social, hallamos que se anula la distincin operativa entre aparato de Estado ysociedad. Los saberes no distinguen fronteras ni las requieren. La burocracia jamsextrapol sus saberes al resto de la sociedad. La tecnocracia supone esa posibilidad.

    88 En la presente enumeracin se anotarn en cursivas las sntesis de las premisas detectadas por GarcaPelayo. En grafa normal se harn comentarios.

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    4- la imagen de que para cada problema existe una solucin ptima, con lo cual se evitandiscrepancias. Esta premisa es clave. Supone el grado ms alto de racionalidad yconecta con las teoras de toma de decisiones.

    5- La recomendacin de que la estructura poltico-institucional debe adaptarse a lasexigencias de la razn tcnica.

    El punto 3 es uno de los ms importantes a la hora de analizar el pensamiento tecnocrtico.Las ideas de organicidad social recorren la historia de la sociologa (con mucha fuerzadesde Spencer), pero su evolucin muestra diferencias y cambios importantes. ParaLyotard, la idea de que la sociedad forma un todo orgnico era una conviccin quedominaba el espritu de los fundadores de la escuela francesa de sociologa. Pero esteaspecto adquiere nuevos nfasis y nuevas precisiones con el funcionalismo, ante todocuando Parsons, en los aos cincuenta, asimila la sociedad a un sistema autorregulado. Elmodelo terico deja de ser el organismo vivo y pasa a ser la ciberntica. Para Lyotard, elprincipio del concepto de sistema en Parsons es todava optimista, pues corresponde a laestabilizacin de economas en crecimiento y abundancia. En los tericos alemanes de hoy(se refiere bsicamente a Luhmann), la teora de sistemas es derechamente tecnocrtica(ms an, cnica', dir Lyotard). La armona entre necesidades o esperanzas de individuoso grupos respecto a las funciones que asegura el sistema es una relacin secundaria,adjunta. La fiabilidad del sistema slo radica en la optimizacin, en la performatividad.Pase lo que pase (y el relativismo es aqu paradjicamente absoluto), todo es un reajusteinterno y el resultado no puede ser sino la mejora en la vida del sistema. De cualquiermodo, el fundamento ltimo del pensamiento tecnocrtico permanece en la tradicinspenceriana y persiste en Parsons y en Luhmann: se trata de la idea de que la sociedad esuna totalidad funcionalmente unida. El estado del sistema debe considerarse como un todo,como dir Parsons, donde un proceso conjunto de condiciones hace ms desarrollado alsistema o resulta disfuncional a la eficiencia del mismo. Esta idea es tambin compartidapor los tecncratas, dir Lyotard, de ah su credibilidad, pues cuentan con la posibilidad deadministrar las pruebas, debido a su doble posicin tcnica y poltica (Lyotard, 1995).

    Otra caracterizacin clsica en la materia es la de Jean Meynaud (vase textos de 1965 y1968), quien entiende por tecnocracia una forma de estructurar el poder de manera tal quelos tcnicos condicionan o determinan la toma de decisiones, tendiendo as a sustituir alpoltico en la fijacin de 'polticas' y a los burcratas en la puesta en operacin de lasdecisiones. En este sentido, 'tecnocracia' es una nueva clase poltica. Sin embargo, la formade uso del poder no sera semejante a la del poltico, como sealar Touraine, pues laaccin del tecncrata no es de mando, es de manipulacin

    "los tecncratas no son tcnicos, sino dirigentes, pertenezcan a la administracin del Estado oa grandes empresas estrechamente vinculadas, siquiera por su importancia, a los ambientes dedecisin poltica. Solamente en este sentido puede hablarse de una 'lite del poder'"(Touraine, 1973: 53).

    A la hora de caracterizar la dominacin del 'tecncrata', Touraine dir que no es directa niclara: es ambivalente. Esta conjuncin es decisiva. Se trata de una elite de poder que acta

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    de manera indirecta, cuya forma de acceso al control radica en su vnculo socialmenteaceptado con el saber, la expertiz.

    Lo cierto es que todas estas caractersticas de la tecnocracia requieren quedar superpuestasa condiciones socioculturales que permitan su arribo a ser parte de la clase dirigente. Es

    cierto que la conversin de la decisin en una cuestin tcnica est a la par con laposibilidad (conceptualmente hablando y no necesariamente de manera histrica) de que eltcnico adquiera una relevancia antes insospechada. Sin embargo, no es menos cierto que eltipo de tecnocracia existente ha de adaptarse al tipo de decisiones que son consideradassustantivas para los destinos de la sociedad. Y, fundamentalmente, se requiere que las capasdominantes sean permeables a la operatividad tecnocrtica (pues finalmente las ideasdominantes de una sociedad son las ideas de la clase dominante). Y en este punto es dondeel tecncrata actual, economista comercial, encuentra el terreno muy frtil para suspropuestas en las condiciones actuales del capitalismo. Despus de todo, el hecho de serquienes (se supone) saben cmo hacer la riqueza, cmo administrarla, cmo hacerla crecer;les convierte en portadores de un saber fundamental, sobre todo considerando sociedadesdonde el acceso al mercado es eje de la jerarqua social y donde, por tanto, la riqueza esvalor supremo. La pregunta sobre cmo hacer riqueza ha sido traducida mecnicamente enla pregunta sobre cmo generar desarrollo, como si para pasar de lo privado a lo pblicobastase un chasqueo de los dedos. Se pasa de la organizacin productiva a la asociacin dedominacin sin problemas, con la misma forma de construccin de ndices y de evaluacinde decisiones. La racionalidad del mercado se hace, as, razn de Estado.

    Sin embargo, el acceso del tecncrata al Estado supona una propuesta de anlisis eintervencin en la sociedad que requera de aceptacin. En este proceso es posible detallaralgunos discursos de legitimacin que sern sintetizados ms abajo. Pero hay una necesidadprevia: para que un paradigma cientfico predominante (que ha logrado imponerse en sumedio a partir de la instalacin de algunos problemas como los ms sustantivos de ladisciplina) pueda extrapolarse a un paradigma de conduccin de la sociedad, resultaindispensable vincular ciertos aspectos sustantivos del paradigma con cuestiones dereferencia general en la sociedad. Es decir, el paradigma debe ostentar algn nivel depredominio como imagen de mundo. Y si bien la descripcin de este proceso sera larga yengorrosa de detallar, considerando adems que no est en los objetivos de este texto; esposible reducir las expectativas a la mera descripcin de esa imagen del mundo, en estecaso, de la sociedad.

    El tecncrata ha logrado dar cuenta de las sociedades y sus instituciones como sistemas, enlos que predominan ciertas lgicas operativas que, de ser conocidas, (se asume) pueden sermanipuladas. En este marco, los sistemas 'deben' ser orientados segn los principios de larazn tcnica (el deben no es normativo, est en calidad de poder fctico). La bsqueda deptimos especficos y acotados conduce necesariamente a la optimizacin de la sociedadtoda. Por dems, el Estado es un sistema como cualquier otro. Y lo que es regla para losdistintos sistemas, como la empresa capitalista, es vlido para el Estado, se asume. Por estoes que la direccin del Estado debe ser realizada desde los mismos ejes que la empresa, loque indica a la economa como la disciplina sustantiva. Ms an, la disciplina que se ocupedebe ser utilizada en razn a su grado de univocidad, pues existe slo un ptimo y por tantono deben haber respuestas discrepantes. Es por esto que la disciplina a cargo de la

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    resolucin de problemas debe usar modelos claros y precisos, carentes de grandesdiferencias unos de otros. La unanimidad es considerada prueba de la sensatez de ladisciplina. Y esto supone la conversin de dicha disciplina en una tcnica (la tcnica es ellamisma razn instrumental, es decir, la bsqueda del mejor camino para un fin), en estecaso, la conversin de la economa en economa aplicada de corte comercial. Finalmente,

    como corolario, la razn tcnica debe ser el fundamento de la estructuracin institucional ypoltica de la sociedad, es decir, el diseo de sta debe responder a los objetivos deoptimizacin econmica que seala la disciplina cuya lgica impera.

    Importante resulta destacar que el acceso de la tecnocracia modifica la forma especfica delEstado moderno. En ste, la separacin entre dirigente y funcionario era seguida por ladiferencia entre representante (que toma la decisin) y especialista (que seala las posiblesconsecuencias de las distintas acciones al representante). Sin embargo, el tecncrata esdirigente, pero no es representante; y es especialista, pero no es funcionario. Y no esfuncionario porque en parte la naturaleza del tecncrata exige cierta ausencia de formalidaden su insercin en el aparato de dominacin. Para que el especialista pueda decidir en elEstado moderno, no puede ser funcionario, pues estos tienen claras delimitaciones defunciones desde el mbito jurdico, muy rgidas e imperativas, con explcitas y continuasjerarquas, adems de roles permanentes. Por dems, el mero funcionario, hasta hoy, estsupeditado a la decisin voluntarista del poltico, lo que para el tecncrata sencillamentevulnera el espritu de su racionalidad (ms an, vulnera el espritu de la Razn).

    Ahora bien. Aunque es cierto que ser tecncrata supone ubicarse fuera de lainstitucionalidad permanente, no es menos cierto que la burocracia tpicamente modernapropia de la administracin pblica le resulta un obstculo. Bsicamente es la diferencia decultura organizacional entre el tecncrata y el burcrata la que complejiza la imposicin delparadigma tecnocratizado. En este sentido, la tecnocracia ha cuestionado fuertemente laadministracin pblica, a la que ha catalogado de 'tradicional' (notable frmula de oponerlaa Modernidad) y ha propuesto un nuevo paradigma, una Nueva Gerencia Pblica que seaconcomitante al desarrollo de un proyecto de modernizacin del Estado.

    El tecncrata construye un discurso donde el poltico es visto como un actor pblico cuyarelevancia decisional debe ser baja por su fuerte diletantismo. Por dems, la poltica mismaes apreciada como un espacio de meras luchas de poder entre intereses personales, donde sedirimen cuotas de poder y cuyas lgicas de operacin estn lejos de la racionalidad (lo queadems muchos polticos se empean en confirmarlo). Por otro lado, el burcrata quedasealado como un especialista de corte ineficiente, de baja preparacin y muy apegado areglas excesivamente estrictas que (supuestamente) quitan capacidad ejecutora.

    Por supuesto, el tecncrata no es el tipo que tiene un pie en la tcnica y otro en la poltica.El tecncrata es el tcnico que es capaz de tener capacidad operativa y de toma dedecisiones en razn de sus argumentos tcnicos, siendo capaz de imponerlos ante diversosotros argumentos. Es este el fenmeno de la tecnocracia. La cooptacin del tcnico por laactividad poltica es accesoria y no aporta al anlisis de este tema (aunque s al anlisis delas elites).

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    Son stas, someramente, las bases del pensamiento e imaginario tecnocrtico. Pero estasbases han de plasmarse polticamente, han de ser proyecto. Y lo han sido. Desde elimaginario tecnocrtico una serie de razonamientos se han construido. El gran antagonistaexplcito o implcito es la poltica. Eso se puede apreciar en cualquier discursoprotecnocrtico89. La escasez de un estatus claro de racionalidad de la poltica como

    actividad ha sido, en parte importante, el espacio abierto a la crtica tecnocrtica. Eldesapego de la ciencia poltica respecto a los problemas de racionalidad y su esquivamirada, hasta resentida a veces, hacia la sociologa, donde dicho tema s es eje; parecen serfactores que favorecen la crtica respecto a la poltica como actividad o como problemticaque carecera de un estatus claro respecto a la racionalidad. Y es as como se ha construidoun argumento que seala que el pensamiento ideolgico (no en el sentido marxista, sinocomo doctrinas polticas o, ms en general, como tematizacin del orden social),propiamente poltico, estara en un nivel muy bajo -y hasta indefinible- de racionalidad. Yes as tambin como se ha aceptado la idea de que la poltica debe modernizarse. Inclusoesta idea ha sido absorbida por algunos crculos politolgicos que, indirecta o directamente,reconocieron (en prueba de ignorancia) la necesidad de tecnocratizar las decisiones,quedando la poltica resumida slo a la mera lucha por cuotas de poder en aparatos dondelo sustantivo aparece como ya decidido.

    5. De la razn tecnocrtica y la falsa profeca.En el mundo de la jaula de hierro weberiana no cabe nada sustantivo. Cmo llegar desdela prdida de la sustancia a la profeca? Cmo pasar de la profeca de lo extracotidiano a laprofeca de la norma estadstica? El proceso no parece ser asible de buenas a primeras. Perodesde el tibio idealismo se pueden hacer algunas intentonas. La descripcin weberiana de lajaula de hierro cuestiona el sentido de la historia y la autonoma del hombre en ella. De estemodo la jaula nos plantea una interesante paradoja al cuestionar tanto la matriz premodernade comprensin de la historia (el mundo tiene un sentido trascendente) como la moderna (lahistoria la construyen los hombres, quienes pueden darse sus propias reglas). Lo que lajaula de hierro ofrece a cambio es la irrelevancia de la voluntad y el mecnico trayecto deuna razn operativa. En la medida en que se logra prescindir del uso de la voluntad enmedio de la racionalidad, se promete el camino de la Modernidad. Ella, la Modernidad, haperdido su sentido poltico. La decisin pierde valor en tanto se asimila a arbitrariedad ydogmatismo, quedando en el lado opuesto a la razn. Al poder se le distancia de laprobabilidad de que alguna voluntad se imponga a otra en el marco de una relacin social.En cambio, el poder comienza a quedar definido desde la razn instrumental: es el poderdel disponer, del control, del manejo y la prediccin de rendimientos de determinadosrecursos. En este nuevo marco la ausencia de actores conduce al poder como una operacin.Y es aqu donde es posible una profeca hecha de curvas normales.

    La resolucin idealista nos deja sin actores. Es como si no existieran los tecncratas, comosi no hubiera politicidad en medio del proceso de imposicin de una forma de la razn.Podramos recurrir (y debemos hacerlo aunque sea como matiz) a una mirada algo ms

    89 Al respecto se puede ver la ya referida tesis, homnima a este artculo, donde se revisan algunos discursosprotecnocrticos.

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    materialista (aunque este texto ya se gradu de idealismo). Pero es necesario ir con cuidado.Una burda resolucin materialista podra conducirnos a la hiptesis conspirativa de unaclase dominante que consuma su posicin con una asptica mecanizacin. Y, sin embargo,hasta esta burda interpretacin merece atencin. Entonces, aparentemente se requiereavanzar en medio de ambas interpretaciones (la materialista y la idealista). Por un lado, la

    mecanizacin de una jaula de hierro como el sino de una formacin histrica (capitalismo)nos puede conducir a la prdida de los actores. Pero, quizs por lo mismo, permitecomprender las lneas gruesas de un proceso. En parte entonces el trabajo idealistapermite llegar a buen puerto aunque nos basemos en el sofisma de un desenvolvimientode procesos histricos. Por otro lado, s hay actos de construccin de hegemona que hansido sustantivos para la tecnocratizacin. Se pueden mencionar, por ejemplo, desde un tipode formacin profesional y acadmica que niega los debates paradigmticos en la disciplinaeje (la economa) hasta las especficas formas en que se invaden las esferas de la decisinpoltica con una teora de la toma de decisiones. Estos ejemplos no agotan los aspectosconcretos que toman las dinmicas tecnocrticas, cuyos correlatos se pueden hallar en lasms diversas expresiones de la vida social.

    La lucha de paradigmas en las ciencias es siempre una lucha poltica. Esto se hace muyclaro cuando se aprecia que la economa (ya subyugados los debates en su interior) intentay logra avanzar hacia otras disciplinas gracias a la construccin de un marco metodolgicogeneral (el individualismo metodolgico). A travs de ese marco la premisa individualistade que el actor elige racionalmente (es decir, se asume, en su propio beneficio) ante lacoyuntura de una decisin cualquiera, se proyecta como modelo de comprensin general delos fenmenos. Este proceso, el traslado de una imagen de mundo a una norma lgica ymetodolgica sumamente restrictiva, no es un evento menor. En el fondo se trata delproceso por el cual una imagen de mundo se proyecta a la categora de modo de pensar. Yun fenmeno de esta ndole slo puede haberse producido si esa imagen de mundo esportada por quienes son capaces de imponerla con xito, la clase dominante, el grupo queha visto que sus intereses se satisfacen avanzando por los derroteros de una forma de ver elmundo. La dominacin se consuma con una imagen de mundo adecuada y los actoresquedan incapacitados para imaginar siquiera alguna frmula alternativa. Nos convencemosincluso que decidir es confrontarnos con un mercado de alternativas mentales. La formade pensar supone imponer determinados fines ltimos, horizontes de posibilidad, bienes desalvacin. La dominacin se ha hecho hierocrtica en el sentido weberiano.

    Desde un aparentemente inofensivo principio metodolgico (el individualismometodolgico) los tecncratas han constituido una imagen de mundo. Y, desde ella, se hallegado a la frmula poltica, a la construccin de un discurso de legitimacin. Cmo seproduce este salto? Se propone, aqu y ahora, a la profeca como fenmeno capaz derealizar este paso fundamental. Weber, en sus ensayos de sociologa de la religin, sealaque toda profeca est enfocada en los desgraciados o amenazados. La bsqueda deredencin es propia de los oprimidos. Sin embargo, quienes portan la profeca, susconstructores, no son los oprimidos: por lo general, el profeta mismo no era en absolutodescendiente o representante de las clases oprimidas. Veremos que es ms bien lo contrariolo que constituye casi una regla. (Weber, 1998b: 240). La profeca tecnocrtica viene deuna clase en tanto es portada por un grupo cuya situacin de aprovisionamiento yadquisicin est determinada por un tipo de destreza en el ejercicio de funciones

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    codiciadas (Weber, 1998b: 267). De la situacin de clase ha derivado una situacinestamental fundamentada en un honor social resultante de un estilo de vida, una cierta clasede adquisicin educacional, un concepto de prestigio y unas oportunidades econmicasjurdicamente monopolizadas. De este modo, el sujeto histrico decisivo de la promesatecnocrtica (el economista comercial o equivalente con participacin en el mundo pblico)

    define el particular bien de salvacin de esta profeca. Los bienes de salvacin pueden sermundanos o extramundanos. La profunda vinculacin con el mundo del sujeto histricocentral de la profeca tecnocrtica hace que su bien de salvacin sea eminentementemundano. Se trata del eje riqueza-desarrollo, bien de salvacin que en tanto riqueza hasido el de muchas profecas mundanas (uno de los ms comunes junto a la salud, lalongevidad, la liberacin del sufrimiento y la evitacin de la muerte). Lentamente el eje dela comprensin del mundo de la clase tecnocrtica se adapta a motivos especficamenteplebeyos (en un sentido nietzscheano, si se quiere), es decir, se hace legtimo.

    Weber, hacindose cargo de Marx, ha dicho que son los intereses, materiales o ideales, nolas ideas, quienes dominan inmediatamente la accin de los hombres. Pero las imgenes demundo creadas por las ideas han determinado, con gran frecuencia (), los rales en losque la accin se ve empujada por la dinmica de los intereses (Weber, 1998b: 247). Laprofeca, como promesa, es una apelacin a una imagen de mundo posible, futura, deseada.Detrs de ella han de haber intereses. La profeca tecnocrtica actual est obviamentesustentada en una base de intereses. No hay que apelar a un burdo mecanicismo que nosconducira a la tautolgica observacin de que tras la profeca tecnocrtica est latecnocracia como clase. Estando ella en una situacin de intereses muy clara, que permiteentender su doctrina y su promesa, no es menos razonable que sea ella misma el resultadode otra constelacin de intereses y de otra imagen de mundo. Foucault ha sealado que parala constitucin de una disciplina es necesario primero abrir esa posibilidad discursiva(Foucault, 1996). Y la posibilidad discursiva de la economa actual tuvo un desarrollooriginario en la constitucin de un ethos adaptado al capitalismo, el mismo que Weberestudia minuciosamente en gran parte de sus obras (y especficamente en La ticaProtestante y el Espritu del Capitalismo). En este marco, las dinmicas tecnocrticasactuales no parecen responder a lgicas demasiado diferentes a las que describe elcapitalismo y su jaula de hierro a la racionalidad.

    Puede resultar paradjico que la razn instrumental del capitalismo victorioso se tia deprofeca religiosa. Pero una visin poltica de esto anula la paradoja:

    en su pleno desarrollo, las sociedades y comunidades religiosas pertenecen al tipo de lasasociaciones de dominacin: representan asociaciones hierocrticas, es decir, aquellas en lasque el poder de dominacin se apoya en el monopolio de la administracin o la negacin de

    bienes de salvacin (Weber, 1998b:261).

    La promesa de la economa como disciplina respecto de unos bienes de salvacinespecficos, como desarrollo (para lo pblico) y riqueza (para lo privado), es el eje de laconstruccin de un imaginario detrs del predominio poltico. Pero todo proceso delegitimacin es ms complejo y pone en juego el problema del mrito del dominio. Para elcaso, debido a la pretensin cientificista de la tecnocracia, sus discursos han debido hacerse

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    cargo del debate terico. Es decir, el discurso tecnocrtico, por sus propias pretensiones,exige discursos de legitimacin con un cariz cientfico.

    En este sentido es posible detectar dos discursos tericos de legitimacin de latecnocratizacin que resultan consolidados: se trata del discurso de que la tcnica es

    superior en racionalidad a la ideologa y que por tanto el uso de criterios tcnicos hace msracional, por tanto moderno, al Estado y la poltica. El otro discurso es, en parte, subsidiariodel primero. Seala que con vista en las problemticas organizacionales y de eficiencia enel Estado, ste requiere una 'modernizacin', donde el incremento en la expertiz de losfuncionarios y el uso de un nuevo marco organizacional permitir incrementar los nivelesde eficiencia, tal y como ha sido posible de realizar desde hace ya aos en el sectorprivado (el mercado). Son estos los principales discursos tericos de legitimacin de latecnocracia.

    Veamos el primer punto. La pretensin de una racionalidad superior en la tcnica que debereemplazar a la ideologa como forma empobrecida de racionalidad ha sido sealadadurante el siglo XX con distintas intensidades. Desde Veblen en adelante la fuerza de estaidea tuvo momentos ms y menos felices. Pero ya a fines del siglo XX el surgimiento deFrancis Fukuyama revitaliz la postura. En una arriesgada maniobra, tomando a Hegel ycierta parte de las ideas marxistas, con un desarrollo muy hbil y con una lectura de laHistoria Universal asumida con un Sentido (as, con maysculas), Fukuyama termindiciendo que los hechos acaecidos recientemente, como la cada de los socialismos reales,como el triunfo de las ciencias en (y con) el capitalismo y la convergencia de puntos devista sobre dicho modelo econmico; revelaban inequvocamente el fin de la historia. Nose trata de que se acaben los hechos y las cosas. Pero los grandes procesos han llegado a sufin, el reino de la contingencia se ha acabado pues al llegar al punto clmine de la razn seha construido el reino de la necesidad en este mundo. Ante esto, la ideologa que siempre esdiscusin y poco acuerdo, que opera bajo la premisa de que los distintos grupos tienenpremisas distintas, ha de acabarse. Ms an, se acab. El argumento del fin de lasideologas era ahora argumentado desde Hegel. La Modernidad haba llegado a su final.

    Respecto al segundo punto, el argumento sobre la modernizacin del Estado, se puedesealar que las lgicas tecnocrticas son confirmadas, respaldadas y reproducidas enproyectos como el que hoy se denomina bajo el rtulo de 'modernizacin el Estado. Debesealarse la fuerte ausencia de potencia y articulacin conceptual de la teora sobre lamodernizacin del Estado, lo que entre otras cosas desmiente su fuerza en racionalidad.Ms an, slo un aspecto especfico de este proyecto, como es la construccin de un nuevotipo de funcionario pblico (el Nuevo Gerente Pblico) cuenta con una teorizacin mselaborada, aunque no es sano sealar que se trata de una construccin demasiadoconsistente. Lo cierto es que el marco terico de la Nueva Gerencia Pblica es unaexcelente fuente de legitimacin de la tecnocracia, pues resulta evidente que el 'ethos'detrs de esta nueva gerencia pblica responde al imaginario tecnocrtico. De este modo, elactor clave de la reforma del Estado, es decir, el funcionario pblico del nuevo paradigma,no hace sino establecer criterios de operatoria general similares a los de la operatoriatecnocrtica. El tecncrata deja de tener un vnculo extraordinario con el Estado y setransforma en parte de la rutina. Weber deca que la dominacin es cotidianamente, antetodo, administracin. La tecnocracia, con su insercin al nivel del funcionariado interno,

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    gana esta dominacin cotidiana, destruyendo el ethos tecnocrtico. Su lgica comienza apenetrar la organizacin misma y no slo las decisiones hacia la vida social.

    La modernizacin del Estado y la bsqueda de un cambio de actor nuclear en laadministracin pblica (del burcrata al gerente pblico) tienen como dimensiones

    principales la flexibilidad en la toma de decisiones, la discrecionalidad del funcionariado, labsqueda de eficacia y eficiencia, adems de una mayor proximidad a la ciudadana entanto 'usuarios' de aquellos servicios que, por fallas de mercado, quedan en manos delEstado. Hay aqu un desplazamiento y no una mera reduccin de dimensiones y aspectos.Es el desplazamiento de la poltica entendida como gestin de gobierno y del gobiernoentendido como gestin administrativa. Hasta aqu el desplazamiento no es tan pronunciadocomo s lo es el nfasis en aspectos ya existentes. Sin embargo, el tema radica en que elmodelo de racionalidad que opera es el del mercado. La administracin pblica ha de sercomo si no fuera pblica. De hecho, debe hacerlo como si fuera privada. Notablemente, sereproduce el fenmeno que ha sido reiterado sobre el origen posible de la tecnocracia,como desplazamiento de las dinmicas gerenciales en las empresas privadas hacia el sectorpblico. La lgica de la poltica, entonces, pasa a ser la lgica de las constelaciones deintereses, como dira Weber para sealar al mercado. Estamos en la carencia de legitimidad,en la mera bsqueda del ptimo. Y mejor que la poltica sea polticas pblicas, la economade los pobres90.

    Respecto al discurso de legitimacin no terico, es ste extremadamente simple. Siendo laciencia el vnculo de los hombres con la verdad, entonces la tcnica, que no sera otra cosaque la aplicacin de la ciencia, debe ser la que provea los criterios (verdaderos) de decisinen la vida social. Pues la razn es el ms noble instrumento terrenal, la ciencia es elproducto propio de la razn y la tcnica es la ciencia aplicada" (Fernndez de la Mora,1968: 147). Como se ve, este discurso no terico, igual se ha manifestado tericamente.

    La tecnocracia trae la profeca del fin de las incertidumbres, del imperio de la razn. Sepretende la utopa moderna hecha carne, el control del reino de este mundo. La Modernidadhaba soado con este momento de unin con la Razn, como esas muchachas que sloesperan el da en que se casarn, y aunque la razn no era eso que se pensaba, esa mgicaconjuncin entre lo sustantivo y lo formal, sino una cosa ms parecida a una jaula de hierro,no ha quedado otra que aceptarlo, como tantas otras novias que ocultarn su frustracin enel hecho de portar el vestido de princesa.

    La tecnocracia es el profeta, hace el llamado al nuevo mundo, trae la buena nueva, pero estambin ella misma la profeca. Lentamente crecen sus sacerdotes, sus gerentes pblicos yotros portadores de las interpretaciones correctas. Sin embargo, hace tiempo ya que

    90 En la investigacin que fundamenta este artculo se detect que en los programas discursivos de los actorespolticos protecnocrticos las polticas pblicas surgen como un mbito disciplinario que debe ser capaz deusar los mismos mtodos de la economa. Pero se han de usar para analizar el problema de la pobreza (que seasumen excluidos de la economa). Esto se universaliza en la medida que lentamente se significa, casisinonmicamente, a las polticas sociales con las polticas pblicas. Se atribuye as, en implcito, que laeconoma es la ciencia de la riqueza, lo que no es extrao en la medida en que la tradicin del liberalismoeconmico reconoce el origen de esta ciencia en la obra Un Examen de la Naturaleza y las Causas de laRiqueza de las Naciones de Adam Smith, es decir, la economa habra nacido para entender la riqueza.

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    tenemos a la razn instrumental por doquier dispersa. Hace rato que el capitalismo haconstruido sus leyes de la racionalidad y las ha hecho carne. Hace rato vivimos en la jaulade hierro y hace rato que la dialctica de la Ilustracin ya ni siquiera alcanza para tesis yanttesis. Este profeta ha llegado para anunciar lo ya ocurrido y teirlo como un futuro deesperanza. Este profeta es un falso profeta.

    A mediados de siglo Marcuse declaraba que a pesar de que "la totalidad parece tener elaspecto mismo de la Razn (...) esta sociedad es irracional como totalidad" (Marcuse, 1968:11). El fenmeno tecnocrtico parece situarse en este mismo marco conceptual. Es ste laaparente objetivacin de la racionalidad, pero una revisin en determinados niveles deanlisis desnuda otros componentes, no slo distintos, sino hasta opuestos. En su origen, elespritu de la Modernidad se depositaba sutilmente sobre la Razn y ella envolvasuavemente al Hombre. El apcrifo evangelio del tecncrata carece del espritu y mantienelas palabras, haciendo de ellas una profeca inevitable.

    Se seal que dos son los grandes rasgos de un profeta. Es l la objetivacin de unapromesa o una amenaza, pero tambin es quien certifica que el pronstico tiene una base,que se puede invocar al destino. Ya Weber vea en 1919 que a la ciencia le exigan rasgosde profeta y escpticamente peda que quienes necesitaban de profecas en sus vidas,volvieran a las viejas iglesias. Hoy el tecncrata trae la profeca de la Modernidad, laprofeca que siempre estuvo subyacente al proyecto de racionalizacin: que toda decisinsea tomada con base en la inequvoca razn, que el poder y su compleja verticalidadestuviese marcado por la parsimonia del conocimiento, por la sabidura de los expertos. Latecnocracia se ha erguido profeta, un desencantado profeta que cumple, pero no gua. Latecnocracia es el profeta de las soluciones a todo, pero es la ausencia de problemas ltimos.Es la profeca de un mundo desencantado, la religin de una mquina. La limpia eficacia yel pacfico consenso de un saber unidimensional son sus cartas de presentacin. Pero es unprofeta sin carisma, una tradicin sin historia, unos valores relativos, una razn del absurdo.La tecnocracia se ha erguido profeta para anunciar el mundo nuevo, salvfico, de laoptimizacin y la certeza. Promete un impersonal reino de modelos de anlisis y una nuevaclase de cientficos-sacerdotes a su cargo, convirtiendo la hermenutica y exgesis del librosagrado en la operatoria que conduce al nuevo sentido del mundo: la inequvocaoptimizacin.

    Pero la Modernidad no era esta promesa. Una razn operatoria es todo lo contrario de losideales emancipatorios y del hombre como constructor de su historia. Una polticadesprovista de la dimensin de la decisin es la ausencia misma de politicidad. Una cienciadesprovista de debate, de riquezas paradigmticas, es la ausencia de conocimiento. Laprofeca es falsa, como lo es el profeta. Si la tecnocracia se instala en el Estado habrhallado su iglesia e instalar sus sacerdotes que cumplirn su obvio e histrico rol: justificarque el reino no se parece a la promesa. Quizs entonces sea demasiado tarde, quizs yanadie pueda elegir el demonio que gua su vida y tendr que aceptar el que le viene dado.Ser una sutil jaula de frmulas y nmeros, la descarada jaula de la razn petrificada.

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