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JUAN GUALBERTO GONZALEZ BRAVO Ministro de Fernando VII 153 HUMANISTA e define al humanista como la persona versada en conocimientos literarios y filosóficos, en especial del pensamiento griego y romano. Esta definición concuerda con la formación de nuestro personaje, así pues, Don Juan Gualberto fue un humanista y como tal fue considerado en su tiempo. Sería un atrevimiento que el autor de este trabajo tratase de juzgar o de describir la obra de D. Juan Gualberto, ya que esa función queda reservada para personas que cuenten con una mayor formación literaria. Afortunadamente, disponemos de los juicios que, en su día, emitieron personas que reunían esas características, pues contamos con los testimonios de tres de sus coetáneos, Pérez de Anaya 1 D. Ramón de Navarrete 2 y D. Javier de León Bendicho, así como con los de D. Marcelino Menéndez Pelayo y D. Juan Valera. Todos ellos nos hablan de D. Juan Gualberto en su faceta de amante de las letras. Dice el primero de ellos, Pérez de Anaya, que en “Sevilla, empero entonces de las ciencias y en especial de las letras humanas recibió su educacion científica, y formó su gusto literario; en la misma contrajo una afición estraordinaria á la poesía, que ha conservado toda su vida, habiéndose ejercitado particularmente en traducir en escelentes versos á Virgilio, Horacio, Ovidio, Calpurnio y otros. Descansaba de las graves tareas de los tribunales de justicia con el trato de las musas, y con los estudios literarios, que nunca habia abandonado. Su mas grata ocupacion consistia en la traduccion de verso de poetas latinos, de las que aun tiene inéditas muchas adversiones. En las obras que recientemente ha publicado, se ven muestras de su estilo, tanto en prosa como en verso. En ambos jeneros es correctísimo, y frases y locución esmeradas. Bastan pocas líneas del señor Gonzalez para descubrir que el autor de ellas es un distinguido humanista y consumado filólogo 3 . En lo que toca a D. Ramón de Navarrete, no disimula su respeto por D. Juan Gualberto cuando le llama “sabio y filósofo”, Agrega que “fueron pocos los que tras el hombre de estado profundo, recto y lleno de firmes convicciones, llegaron a conocer al poeta y artista eminente” “Sus obras literarias las guardaba para sí solo, ó cuando mucho, se las leia a los que honraba con su íntima confianza; es porque los destellos de su musa, tímida y recelosa como una virgen, no iluminaban otros ámbitos que los de su gabinete de estudios”. Termina D. Ramón diciendo que “sus amigos; sus sobrinos y herederos le han llorado cual si hubiesen perdido un amoroso padre. Ahora les falta a unos y otros un deber que cumplir: el de publicar las obras inéditas del ilustre difunto, enriqueciendo a la vez la literatura nacional.” 4 Es evidente que, ni sus sobrinos, ni el Ayuntamiento de Encinasola, que fueron los principales beneficiarios de la herencia, afrontaron la publicación de aquella parte de su 1 Jurisconsulto y publicista sevillano. Abogado de los tribunales del reino y asesor de la Dirección General de Loterías. 2 Periodista. Director de la Gaceta de Madrid. Director del periódico “LA ÉPOCA” y prolífico autor de obras teatrales. 3 LECCIONES Y MODELOS DE ELOCUENCIA FORENSE, Pérez de Anaya, Madrid, 1848, tomo II, pag. 73. 4 DICCIONARIO BIOGRÁFICO-BIBLIOGRÁFICO DE EFEMÉRIDES DE MÚSICOS ESPAÑOLES, Baltasar Saldoni, Madrid, 1880, tomo III, pags. 31 y 335. S

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JUAN GUALBERTO GONZALEZ BRAVO Ministro de Fernand o VII

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HUMANISTA

e define al humanista como la persona versada en conocimientos literarios y filosóficos, en especial del pensamiento griego y romano. Esta definición concuerda

con la formación de nuestro personaje, así pues, Don Juan Gualberto fue un humanista y como tal fue considerado en su tiempo.

Sería un atrevimiento que el autor de este trabajo tratase de juzgar o de describir la obra de D. Juan Gualberto, ya que esa función queda reservada para personas que cuenten con una mayor formación literaria. Afortunadamente, disponemos de los juicios que, en su día, emitieron personas que reunían esas características, pues contamos con los testimonios de tres de sus coetáneos, Pérez de Anaya1 D. Ramón de Navarrete2 y D. Javier de León Bendicho, así como con los de D. Marcelino Menéndez Pelayo y D. Juan Valera. Todos ellos nos hablan de D. Juan Gualberto en su faceta de amante de las letras.

Dice el primero de ellos, Pérez de Anaya, que en “Sevilla, empero entonces de las ciencias y en especial de las letras humanas recibió su educacion científica, y formó su gusto literario; en la misma contrajo una afición estraordinaria á la poesía, que ha conservado toda su vida, habiéndose ejercitado particularmente en traducir en escelentes versos á Virgilio, Horacio, Ovidio, Calpurnio y otros.

Descansaba de las graves tareas de los tribunales de justicia con el trato de las musas, y con los estudios literarios, que nunca habia abandonado. Su mas grata ocupacion consistia en la traduccion de verso de poetas latinos, de las que aun tiene inéditas muchas adversiones.

En las obras que recientemente ha publicado, se ven muestras de su estilo, tanto en prosa como en verso. En ambos jeneros es correctísimo, y frases y locución esmeradas. Bastan pocas líneas del señor Gonzalez para descubrir que el autor de ellas es un distinguido humanista y consumado filólogo3.

En lo que toca a D. Ramón de Navarrete, no disimula su respeto por D. Juan Gualberto cuando le llama “sabio y filósofo”, Agrega que “fueron pocos los que tras el hombre de estado profundo, recto y lleno de firmes convicciones, llegaron a conocer al poeta y artista eminente”

“Sus obras literarias las guardaba para sí solo, ó cuando mucho, se las leia a los que honraba con su íntima confianza; es porque los destellos de su musa, tímida y recelosa como una virgen, no iluminaban otros ámbitos que los de su gabinete de estudios”.

Termina D. Ramón diciendo que “sus amigos; sus sobrinos y herederos le han llorado cual si hubiesen perdido un amoroso padre. Ahora les falta a unos y otros un deber que cumplir: el de publicar las obras inéditas del ilustre difunto, enriqueciendo a la vez la literatura nacional.”4

Es evidente que, ni sus sobrinos, ni el Ayuntamiento de Encinasola, que fueron los principales beneficiarios de la herencia, afrontaron la publicación de aquella parte de su

1 Jurisconsulto y publicista sevillano. Abogado de los tribunales del reino y asesor de la Dirección General de

Loterías. 2 Periodista. Director de la Gaceta de Madrid. Director del periódico “LA ÉPOCA” y prolífico autor de obras

teatrales. 3 LECCIONES Y MODELOS DE ELOCUENCIA FORENSE , Pérez de Anaya, Madrid, 1848, tomo II, pag.

73. 4 DICCIONARIO BIOGRÁFICO-BIBLIOGRÁFICO DE EFEMÉRIDES DE MÚSICOS ESPAÑOLES,

Baltasar Saldoni, Madrid, 1880, tomo III, pags. 31 y 335.

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creación literaria que no había sido publicada y la cual aún permanece inédita. Por otra parte, de estos escritos nada sabemos, pues de los descendientes que hemos localizado de los ocho sobrinos a los que Don Juan Gualberto legó sus pertenencias, ninguno ha podido darnos noticias de ellos.

Don Javier de Leon Bendicho, miembro de las Academias de la Historia y Sevillana de Buenas Letras, llama a D. Juan Gualberto en el prólogo de su traducción de “Los Argonautas”, de C. Flaco, “mi respetable amigo”. A lo largo de la obra le menciona repetidas veces. En síntesis, le llama “orgullo de la magistratura y de las letras”, añadiendo que “es un traductor esmerado y concienzudo, como perito en ambos idiomas...”

A lo largo de la citada obra, el Sr. Bendicho incluye estrofas del “Amor”, de Ovidio, cuya traducción, realizada por D. Juan Gualberto, era inédita.

En la pagina 231, de esta traducción de “Los Argonautas”, está la nota 23 al libro II, que es a la que Menéndez Pelayo se refiere en su “Horacio en España”, como veremos más adelante. Dice el Sr. Bendicho que incluye esta nota por la analogía que existe entre el verso “Brevis in laevos piger angitur orbes” y el 132 de la ”Epístola a los Pisones”, de Horacio, el cual no había recibido hasta entonces una interpretación completamente satisfactoria.

Dice Bendicho que la traducción de este verso de la Epístola a los Pisones era

“Para argumento de tus obras puedes tomar asuntos que ya hayan sido tratados por otros, siempre que no te pares alrededor de un círculo mezquino”. Pero ¿Cual era este círculo? Esa era la pregunta que se hacían los traductores eruditos. Así de inseguro se encontraba tambien D. Juan Gualberto en su apreciable versión de la epístola, aunque propone a los doctos, en son de consulta, interpretar la voz orbem por escuela de equitación o picadero. “Quizá, añade Juan Gualberto, Horacio aconseja aquí que no se limite el autor a dar “vueltas en aquel círculo allanado y estrecho, sin atreverse a salir de él, como hace el ginete en las primeras lecciones, en que el maestro tiene la cuerda”.

Pasados iban algunos años despues que el Sr. González imprimió sus obras, cuando tuve el gusto de consultar con él la frase de Valerio que da motivo a esta nota, frase que sin duda convierte en evidencia la antedicha conjetura de mi ilustrado amigo, quien se apresuró desde luego, en testimonio de su convencimiento, a hacer sobre el citado pasaje de Horacio la oportuna enmienda. La traducción impresa dice:

“La pública materia hacerla tuya Con derecho podrás, si te guardares De girar en el breve y despejado Círculo, en derredor de tu modelo”.

En el ejemplar de la misma, que, con copiosas correcciones del autor, guardan sus herederos, consta en este período, desde el hemistiquio del segundo verso, la variación siguiente:

.........................si no te ciñes A reducido círculo, girando, Novel ginete, en la compuesta arena”.

Concluyo, pues, pidiendo dispensa a mis lectores de esta larga disgresión a que me ha impulsado por una parte el deseo de contribuir a fijar el genuino sentido del precepto de Horacio, y por otra el de honrar la memoria de un amigo tan querido como benemérito.”5

5 “LOS ARGONAUTAS” , poema latino, de C. Valerio Flaco, traducido en versos castellanos é ilustrados con

notas por D. Javier de Leon Bendicho y Qüilty, de las Academias de la Historia y Sevillana de Buenas Letras,

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Sobre esta obra del Sr. Bendicho sólo añadiré que en otra nota de la misma se afirma que el propio D. Juan Gualberto fue quien corrió con los gastos de la edición de su “Obras en verso y prosa”, lo que motivó que la tirada fuese muy reducida, por lo que hubo literatos de su propia época que no llegaron a tener conocimiento de la misma.

A los testimonios de estos tres personajes que, indudablemente, le conocieron, hay que unir el de uno de los más grandes literatos españoles, el de D. Marcelino Menéndez y Pelayo, que en su obra, “ Horacio en España”, en la que analiza las múltiples traducciones que en lengua castellana se han realizado de la obra horaciana, dice:

“Menos conocido que estos traductores6 es el docto magistrado y sabio humanista Don Juan Gualberto González á quien debieron nuestras letras esmeradas versiones de la Epístola horaciana tantas veces citada, de las Églogas de Virgilio, Nemesiano y Calpurnio, de los Amores de Ovidio, y de los Besos de Juan Segundo.

La Poética de Horacio llena las 75 primeras páginas del tomo I de sus Obras en verso y prosa y está en decasílabos sueltos, siendo muy digna de mención y estudio, porque en lo fiel y exacta no tiene rival en nuestra lengua, por mas que ceda a los dos últimamente citados en armonía rítmica y poesía de estilo. Ni un pensamiento, ni una frase, ni un giro horaciano faltan en el traslado de González, de quien puede decirse que más bien calcó que tradujo la Epístola á los Pisones. Ni una idea, ni una frase, ni un vocablo de mas pueden notarse en labor tan concienzuda y acabada. La versificación es correcta, pero á veces se resiente de dificultad y aspereza: los periodos rítmicos son poco llenos y rotundos, como acontece en los versos de todo humanista no poeta; faltas al cabo muy perdonables en una traducción rica de otro género de excelencias. En la interpretación de los pasajes difíciles brilla sobre todo Don Juan Gualberto González. Véase la manera como traduce y explica el Honoratum Achillem, el Spe lentus, el Officiumque virile y otros pasajes sujetos á controversia eterna. La versión va ilustrada con largas y eruditas notas.

Los herederos del autor guardan un ejemplar de la Epístola con grandes correcciones hechas por González en los postreros años de su vida. No cesó de limar y pulir su obra, y sería de desear que en el caso de hacerse una nueva edición, se tuviesen presentes dichas enmiendas y alteraciones. El ilustre traductor de Los Argonautas de Valerio Flaco, cuya perdida reciente lloran las letras castellanas, amigo íntimo de Don Juan Gualberto7, advierte en una de las notas al poema latino por él con tanta destreza traído á nuestra lengua, que González halló al fin el verdadero sentido de Nec circa vilem patulumque moraberis orbem, materia de interminable lid entre los expositores. La traducción impresa de 1844, dice:

“La pública materia hacerla tuya Con derecho podrás, si te guardares De girar en el breve y despejado Círculo, en derredor de tu modelo”.

En la nota á este pasaje advierte que tal vez convendrá traducir el orbem por escuela de equitación o picadero. Habiendo consultado con él el Sr. Bendicho este verso de Valerio

“ Brevis in laevos juger angitur orbes”

convenciose el traductor de Horacio de lo atinado de su conjetura, y corrigió el pasaje

Madrid. Imprenta de la viuda de Aguado é hijo, Pontejos, 8, 1868. D. Javier de León Bendicho también fue Procurador en Cortes en 1834.

6 Se refiere a Javier de Burgos, Alberto Lista y Martínez de la Rosa. 7 D. Marcelino Menéndez y Pelayo se refiere, como es fácil deducir, a D. Javier de Leon Bendicho

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del modo siguiente: ..........si no te ciñes A reducido círculo, girando, Novel jinete, en la compuesta arena”.

Tradujo además Don Juan Gualberto en el metro decasílabo introducido por Moratín en una epístola á Jove-llanos, y bautizado por Hermosilla con el nombre de asclepiadéo, dos odas de Horacio: la 1ª, Macaenas, atavis, y la 8ª del libro IV, Donarem pateras. Están en el tomo II de sus Obras8”

Hasta aquí el comentario de D. Marcelino sobre la traducción del “Arte poética”. En él afirma que D. Gualberto también tradujo los “Besos” de Juan Segundo. Esta traducción no se halla incluida en ninguno de los tres volúmenes que constituyen su obra, tal vez debido a que Juan Segundo, no es un clásico latino y, quizás también, al carácter lascivo de estas poesías.9

Con respecto a la traducción de la obra de Virgilio, Menéndez Pelayo se muestra menos conforme, pues dice que:

“Es la más literal que hay en castellano, y la más sobria y concisa, pero no la más poética. Los versos son duros, apretados y difíciles, muy lejanos de la pompa y lozanía de Hidalgo10. D. Juan Gualberto se propuso conservar “la frase, el tono, el giro de las construcciones y hasta la cadencia y el sonido de los versos en cuanto fuese compatible con la lengua y versificación castellana”. En Calpurnio y Nemesiano estuvo más feliz que en Virgilio, quizá por la medianía de los poetas traducidos, o por haber tratado el original con menos supersticioso respeto. Para muestra de las cualidades y defectos de esta traducción (la más recomendable para estudio), véase este pasaje de la égloga virgiliana:

Candido Dafni admira el Olimpo Los no vistos umbrales, y contempla Bajo sus pies las nubes y los astros. Pues alégrense ya los campos todos; El gozo tenga en las cabañas todas

A Pan y a los pastores y a las ninfas, Ni el ensidioso lobo a los ganados,

Ni a los incautos ciervos ya las redes Dolo alguno meditan: el buen Dafnis Ama la paz. De los intrusos montes Sube el rumor alegre a las estrellas, Los árboles, las rocas a mis versos

Corresponden sonando: ”Dios, Menalcas, Aquel es Dios.” ¡Oh Dafni!; sé propicio,

A los tuyos! ¿Por tí felices sean! Ves aquí cuatro altares: dos a Febo

Y dos erijo a tí: de fresca leche Y espumosa dos tazas cada año Tu ara bañarán, y del opimo

Licor de los olivos otras tantas. ..............................

No creo que sea posible traducir con más exactitud ni con tanta. Compárese este texto con el latino, y se verá, que no se ha perdido ni un epíteto. Más que traducción, es un calco. Si los versos fueran un poco mejores, y tuviesen más alma, bastarían para convencer a los partidarios de las traducciones en prosa de lo vano y ridículo de su

8 HORACIO EN ESPAÑA, Tomo I, Madrid 1885, Imprenta de A. Pérez Dubrull, pags. 163 a 165. 9 Juan Segundo (Janus Secundus Everaerts) fue un humanista holandés del siglo XVI, 10 Se refiere a la traducción de D. Felix M. Hidalgo, aparecida en Sevilla en 1829. D. Juan Gualberto menciona

esta traducción en el prologo del tomo I de su obra.

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opinión, tratándose de lenguas como la de nuestra Península y la italiana. Bueno que traduzcan prosa los franceses, porque el sistema de versificación que tienen no les consiente otra cosa, pero nosotros ¿qué ganamos con eso, cuando (aunque parezca paradoja) podemos ser más concisos y literales escribiendo en verso suelto, el cual, además, por la licencia consentida al lenguaje poético, puede reproducir intactos giros, vocablos y latinismos que en prosa fueran exóticos y pedantescos, y hasta remedar en algun modo la cadencia de los versos del original, como acontece cuando se traducen sáficos latinos o griegos en los llamados sáficos modernos?

Todavía se aventuró a más D. Juan Gualberto, haciendo en exámeros una segunda traducción de la égloga Alexis, que puede verse en el Tomo III, pag. 105 de sus obras (Apuntes sobre la versificación castellana). Pero en esta tentativa fracasó, y los más de los versos no tienen cadencia alguna o la tienen diversa del exámero. De los que suenan menos mal son los siguientes:

Ya apresta a los segadores, cansados del rápido estío. Testilis sérpol y ajos, aromáticas yerbas: Conmigo en las florestas, cuando voy tus huellas siguiendo, Bajo del sol ardiente resuenan las roncas cigarras11.”

También el autor de “Pepita Jiménez”, Juan Valera, al prologar la traducción que Luis Herrera y Robles hizo de “La Eneida” dice que “Después de Moratín, se han hecho en castellano en verso endecasílabo libre, algunas excelentes traducciones de poesías latinas, descollando a mi ver, entre todas, la de don Juan Gualberto Gonzalez”12.

La Historia de España de Ballesteros13, no menciona a D. Juan Gualberto como secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, sin embargo, sí que nos habla de su faceta como traductor de los clásicos latinos. Califica su obra de menor categoría que las de Felix José Reinoso, Pérez del Camino, Mor de Fuentes y Javier de Burgos.

Prueba evidente de la pureza de su estilo es el hecho de que, a pesar de la escasa extensión de su obra literaria, D. Juan Gualberto figure en la página 39 del Catálogo de los Escritores que pueden servir de Autoridad en el uso de los vocablos y de las frases de la lengua castellana publicado por la Academia Española14, se lee:

GONZÁLEZ (D. Juan Gualberto) Siglo XIX

Horacio (Traducción.) Virgilio (Id.) Calpurnio (Id.) Memesiano(Id.) Etc.

En la Biblioteca Nacional se encuentran las siguientes obras de D. Juan Gualberto:

• Obras en verso y prosa. • Dictamen fiscal en la causa contra D. Domingo Antonio de Velasco. De este

dictamen existen, en dicha Biblioteca Nacional, ejemplares correspondientes a dos ediciones.

11 TRADUCCIONES DE LAS ÉGLOGAS Y GEÓRGICAS DE VIRGILIO , Marcelino Menéndez Pelayo,

Madrid 1879, pags. LIII y LVI. 12 Página XXIX del prólogo de la citada obra, impresa en Sevilla el 1 de Abril de 1898. Librería de Juan Antonio

Fé, calle Sierpes num. 89. 13 HISTORIA DE ESPAÑA Y SU INFLUENCIA EN LA HISTORIA U NIVERSAL, Antonio Ballesteros y

Beretta, Tomo VII, pag. 662 14 CATALOGO DE LOS ESCRITORES QUE PUEDEN SERVIR......, Academia Española, Madrid.

Imprenta de Pedro Abienzo. 1874. Es una obra de 116 paginas

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• El Fiscal de Nueva España en el pleito entre el Consulado de Cádiz y sus acreedores prestamistas sobre pago de réditos.

• Madrid, 1817 • Discurso del Ministerio de Estado Sr. González, en la Sesión del día 23 de agosto

en el Senado solicitando la retirada del Proyecto de ley presentado el día 9 de julio del mismo año para la sesión de las Islas de Fernando Pòo y Annobon a Inglaterra. [sic]

• El Fiscal de Nueva España en el pleito con los herederos escritos en el Testamento que se supone otorgado en México por D. José de los Heros. Madrid: Collado, 1819, 18 pág.

De su Epístola a los pisones, de Horacio, se hizo la siguiente edición: EPÍSTOLA A LOS PISONES, Texto latino, versión directa de M. Verdaguer Calles

y traducciones en verso (castellano) de Juan Gualberto González y (en catalán) de Antonio M. Fabregas. PUBLICACIÓN , Barcelona, L’Avenç, 1910. 95 p.; 8º m

La obra literaria publicada de D. Juan Gualberto se halla contenida, como antes se ha dicho, en tres volúmenes de 19x12 cm, impresos en 1844 en la Imprenta de Alegría y Charlain, que se hallaba en la cuesta de Santo Domingo, número 8, a escasa distancia del domicilio del autor.

Imposible es incluir en este trabajo la obra de D. Juan Gualberto o hacer un resumen de ella. Sin embargo, limitarse a una ligera descripción y no ofrecer, aunque sólo sea, una brevísima selección de algunas de sus traducciones, sería dar a conocer unos datos biográficos, no ya incompletos, sino faltos de uno de los testimonios en los que el personaje muestra sus sentimientos, su formación, su estilo literario, su amplia cultura y unos rasgos que parece que debían definir su carácter: su modestia y su laboriosidad.

En el ANEXO 1 se ofrece una breve muestra de sus traducciones, que él mismo define como literales, sin embargo, esa literalidad no debe ser interpretada como la “repetición exacta, sin omitir, cambiar o añadir nada”, que es como el diccionario define este término, sino en el sentido de que se trata de un fiel reflejo del contenido del texto latino, pero adornado y embellecido de acuerdo con la sensibilidad y la capacidad de que está dotado el traductor.

Los prólogos de los tomos I y II son una buena muestra de su erudición, de su estilo y, en cierto modo, definen determinados aspectos de su carácter. En ellos se refleja claramente su tendencia al perfeccionismo, confirmado por la reseña que sobre él hace D. Marcelino Menéndez y Pelayo y que el mismo Don Juan Gualberto manifiesta, de forma expresa, en la siguiente frase “Repito que no estoy contento de mis escritos, y en otra edad, todavia continuarian en el encierro hasta que me ocurriese la correccion que busco y no encuentro para muchos lugares”; su modestia, que queda patente al justificar las causas que motivaron la impresión de su obra, y su amor a lo patrio. Pueden descubrirse más aspectos de su personalidad, pero nos conformamos con citar las anteriores y dejamos que cada lector haga su propio análisis.

El tomo III es, que duda cabe, el que contiene una creación más personal. En él, el autor hace una amplia exposición sobre versificación, en lo que califica de simples Apuntes. De nuevo aquí se descubre al “sabio humanista, al filósofo y al consumado filólogo”. De este volumen sólo se ha recogido una pequeña parte, la dedicada a los esdrújulos, y no por ser la más interesante, sino por ser la más breve, pues, determinadas circunstancias limitaron el tiempo durante el cual se podía acceder a la obra de D. Juan Gualberto y esto obligó a simplificar el estudio que, sobre ella, se estaba efectuando.

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La forma en que dicho capítulo, “DE LOS ESDRÚJULOS”, aparece transcrito en esta obra - fuera de contexto y desconectado de los demás que tratan sobre el mismo tema - hacen que su contenido sea difícil de interpretar. No obstante, se ha optado por mantenerlo como parte integrante de esta biografía para constancia de su existencia y como muestra del contenido del Tomo III. Su conocimiento puede llevar a quien sienta atracción por la poesía a la consulta de estos interesantes y pedagógicos “Apuntes sobre versificación”.

Con relación a la traducción de la Epístola a los pisones hemos halladoque fue reeditada el año 1910. La ficha de esta reedición es la siguiente:

TÍTULO : Epístola a los pisones / Horacio

Texto latino, versión directa de M. Verdaguer Calles y traducciones en verso (castellano) de Juan Gualberto González y (en catalán) de Antonio M. Fabregas

PUBLICACIÓN Barcelona, L’Avenç, 1910. 95 p.; 8º mlla (19 cm)

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