14º Domingo Tiempo Ordinario - Los envió de dos en dos...
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Los envió de dos en dos
Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja… En cualquier ciudad que entréis y os hospedéis, comed lo que os pongan, curad a los enfermos y decid: El reino de Dios está cerca de vosotros…Lucas 10, 1-20.
La mies es mucha y los obreros pocos.
Jesús envía a sus discípulos a anunciar el mensaje de Dios a todos. También nos invita a
los cristianos de hoy a esta labor misionera.
Os envío como corderos.
Jesús deja claro que no quiere colonizar ni obligar a nadie a creer en él. En la misión, no hay que
imponer nada a quien no quiere abrir el corazón.
El misionero ha de ser pacífico y humilde.
Dad la paz y anunciad el Reino
La primera consigna de Jesús: dar la paz. El mundo está falto de paz, y esta es la primera misión de los
apóstoles y la nuestra, en el mundo:
ser portadores de paz.
El Reino de Dios está cerca de vosotros.
El Reino de Dios llega con Jesús. Es un reino solidario, de esperanza y ánimo para crecer.
El Reino de Dios es el amor de Dios en el mundo, encarnado en el mismo Jesús.
Él da sentido y esperanza a nuestras vidas. Se ha entregado para que alcancemos una alegría
existencial plena y profunda. ¡Anunciad esto!, pide Jesús. Viene Aquel que llenará vuestro vacío y lo convertirá en plenitud.
Sanar el cuerpo y el alma
Curad a los enfermos, dice Jesús. Muchas enfermedades tienen su origen más allá del
cuerpo, en la falta de razones para vivir. No saber a quién amar, no sentirse amado, no tener
proyectos ni sueños es la dolencia más grave.
Pero aún hay una enfermedad más terrible:
la carencia de Dios.
Allí donde no llegan la ciencia médica, ni la psicología, allí puede llegar Dios. Él puede
penetrar hasta lo más hondo de nuestro ser y sanar el dolor existencial más agudo.
Los discípulos regresan contentos: la gente los ha escuchado y ¡hasta los malos espíritus se
les someten! Pero su mayor alegría, dice Jesús, es otra…
Vuestros nombres están escritos en el cielo.
Están grabados en la mente y en el corazón de Dios. La causa de su alegría no son sus logros,
sino el amor que les da fuerza.
Hoy, los cristianos también somos enviados. Salimos de la
eucaristía, alimentados de Dios, y vamos al mundo con una misión.
No somos lobos, sino ovejas. Esto significa renunciar al poder. Anunciar por todo el
mundo que el amor de Dios está cerca comienza por explicar nuestra historia:
¡qué dones tan grandes nos ha dado Dios!
Ojalá vengamos a misa cada domingo
satisfechos porque hemos cumplido con
nuestra labor.
El testimonio de una vida entregada a los
demás es el mejor mensaje
evangelizador. ¡Seamos valientes para
comunicarlo!
14º Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo C
Textos: Joaquín Iglesias Aranda.