1.4 caso 1

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Caso de Orientación Familiar

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Caso 1 (Páginas 188 a 202)

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COLOQUIO REGISTRADO COMENTARIO

ASESORA: Buenos días, señora. CLIENTE: Buenos días, señora.

La asesora recibe a la cliente en la puerta y le ofrece un sillón, tratando de que se sienta a gusto.

AS.: Siento que haya debido esperar tanto. La asesora, excusándose trata de ir al encuentro de la cliente y de establecer la relación de ayuda.

CL.: No ha sido nada; no he esperado mucho. La cliente parece haber apreciado la intervención de la asesora y se siente tratada como un individuo.

AS.: Gracias, señora. CL.: Hace tanto tiempo que deseaba venir para aconsejarme.

La cliente está ansiosa de comunicarse con la asesora, pero la concibe todavía como una persona que da consejos. Por el momento, la asesora no trata de corregir esta opinión.

AS.: Bien, señora. Bueno, dígame. La asesora ofrece café o un cigarrillo a la cliente para hacerla estar más a gusto. Esta acepta un cigarrillo y dice que fumando consigue hablar más fácil mente.

CL.: He venido aquí porque estoy atravesando un momento verdaderamente difícil de mi vida. Después de veinticuatro años de matrimonio mi marido ha decidido separarse y yo, le diré francamente, no sé qué pensar; sobre todo porque esto además de destruirme como mujer, va tremendamente contra los principios sobre los que se fundaba nuestro matrimonio. Yo no admito que pueda haber una división, una separación, un divorcio después de veinticuatro años de matrimonio, y por eso he venido aquí, para ver; para buscar ayuda, no sé ni siquiera yo cómo.

Aquí comienza el proceso inicial de la entrevista: el examen. La cliente habla con mucha facilidad, pero también está emocionada. La asesora escucha, y al mismo tiempo observa atentamente (comunicación no verbal) las actitudes de la otra. La asesora trata de fijarse en la mente los años de matrimonio, pero no anota nada. La cliente habla de nuevo de ayuda y parece que ha venido expresamente para obtener una «ayuda» o un «consejo» del centro de orientación familiar.

AS.: ¿Cree usted, señora, que nosotros aquí podemos ayudarla?

Todavía no sabe cuál es la verdadera función de la asesora.

CL.: Bah, yo pienso que sí, porque he oído decir que tienen asesores, que tienen personas expertas en este trabajo; por tanto, creo que me podéis ayudar.

Si bien la cliente muestra tener confianza en la asesora (cosa que no siempre es fácil al inicio), la ve como una experta y por eso la considera capaz de resolver sus problemas con facilidad.

AS.: Y no piensa que más que esperar ayuda de nosotros, es usted la que debe ayudarnos y ayudarse a comprender las razones del comportamiento de su marido, sobre todo después de tantos años de matrimonio...; yo no sé si han sido felices...

La asesora no trata de mudar radicalmente la mentalidad de la cliente, pero para estimularla a la autodeterminación precisa que sea ella la que tome la iniciativa. Mientras tanto, pregunta si el matrimonio ha sido feliz.

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CL.: Sí, lo que usted dice es muy justo, debería tratar ciertamente de ver si también yo he tenido defectos en mi comportamiento hacia mi marido; sin embargo, me parece que después de veinticuatro años de matrimonio no es justo que él...; por lo menos yo creo que si fuese una aventura de mi marido estaría también dispuesta a admitirla y a perdonarla, pero el hecho es que no se trata de una aventura; él ya ha puesto todos los puntos sobre las íes: quiere a una chica, dice que la ha quedado encinta, están buscando la casa para ir a vivir juntos y él, además, pretende de mí que le dé la mitad de nuestra casa amueblada, porque, dice él, que a mí ya no me servirá.

La cliente en este momento habla con más emoción e inconscientemente es impulsada por un sentimiento de rencor, mientras gesticula con la mano y fuma ininterrumpidamente. La asesora nota este comportamiento, pero la deja libre de expresar los propios sentimientos.

AS.: He comprendido. ¿Desde hace mucho tiempo su marido se había alejado de usted, había acompañado a esta muchacha?

La asesora no se limita a escuchar, sino que muestra su sensibilidad y comprensión (satisface así una necesidad de la cliente).

CL.: (Pausa) Mire, yo no lo sé. Para mí ha sido una sorpresa y me ha caído encima de improviso; me lo ha dicho mi marido, añadiendo que me quería dejar.

Aquí la cliente parece calmarse, y responde después de una breve pausa de reflexión, pero la consultora observa siempre esta comunicación no verbal.

Recorriendo con el pensamiento los años de matrimonio me doy cuenta de haber creído siempre que era un matrimonio feliz, sereno; tenemos un hijo que va a la Universidad; y acaba de venir del servicio militar, y nos ha dado todas las satisfacciones posibles e imaginables (pausa); creía vivir en una familia unida.

Aquí la cliente parece querer esconderse detrás de su máscara, mostrando una «familia unida» y una mujer ideal.

AS.: Eso, quería preguntarle; si usted había notado en estos últimos días o meses alguna cosa o alguna actitud que hiciera pensar en un alejamiento de su marido de la familia, de usted y del hijo...

La asesora trata de desarmar a la cliente de modo indirecto y pone en duda sus afirmaciones para desenmascararla.

CL.: Mire, le digo que no, porque el comportamiento de mi marido ha sido siempre igual, quizá porque yo estaba tan segura de la solidez de nuestro matrimonio, que no se me había venido nunca a la cabeza el pensar una cosa de ese género.

La cliente responde enseguida y no deja siquiera que la consultora termine de formular la pregunta; pero eso dificulta la entrevista. La cliente demuestra una cierta estabilidad y seguridad, por eso la asesora trata de hacerle tomar una profunda conciencia de sí misma. Esta seguridad parece un mecanismo de defensa.

AS.: Sí, usted estaba de tal manera segura que no se había parado nunca a pensar que su marido tuviese necesidad de alguna otra cosa que no...

Nuevamente la asesora trata de desenmascarar a la cliente y de romper este mecanismo suyo, dudando, pero sin rebatir de forma directa sus afirmaciones.

CL: No, no me he parado nunca, y quizá éste ha sido mi error.

Este autoconocimiento es el primer resultado del examen y esta admisión de error es el resultado del desenmascaramiento de la cliente.

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AS.: Usted ha dejado transcurrir la vida familiar, sin pararse jamás a pensar, a hacer una revisión de esta vida familiar (pausa)...

La asesora quiere esta pausa y mira a la cliente, que está haciendo una revisión de su vida que servirá de mucho para una eventual autodeterminación.

Cl.: Vea, una revisión he hecho en los primerísimos años de matrimonio, cuando hemos tenido que amalgamar los caracteres, nos hemos encontrado frente a dificultades de convivencia con los suegros... y entonces me había parecido que la revisión hecha día a día junto con mi marido había llevado a una cierta estabilidad, que no teníamos nada escondido el uno al otro; por eso este suceso me ha maravillado, me ha roto.

La cliente hace un rápido examen de su estado de vida y la asesora comienza a tener un co-nocimiento más profundo de la situación, aunque sin juzgar. Es una autodiagnosis que hace la cliente. El diálogo que sigue es la parte más importante del proceso de «examen».

AS.: ¿Y su marido respecto a usted, qué actitud tenía? Generalmente, ¿era afectuoso?

CL.: Mi marido no ha sido nunca muy afectuoso en realidad... En los últimos tiempos, efectivamente, era menos afectuoso que antes, pero es un hombre cerrado, en conjunto. AS.: Quizá usted se haya explicado esta falta de afecto por el hecho de que después de tantos años de matrimonio había un sentimiento tan profundo que no tenía ya necesidad de ciertas manifestaciones, de ciertas...

La cliente está preparada para responder y ofrecer una descripción del marido. La asesora debe escuchar, pero no formarse una imagen caracterizada del marido, antes de verlo, ya que de otra manera se creará prejuicios sobre él.

CL.: En efecto, evidentemente, yo me he confiado mucho en esta ilusión; de todas maneras ahora me parece todo inútil, aunque pueda llegar a cerciorarme de la situación, puesto que mi marido se va.

AS.: ¿Ha intentado usted hablar con él de esto? La asesora trata de indagar si había diálogo entre la pareja.

CL.: Hemos hablado de ello, y creo que no hay nada que hacer. El se encuentra en una situación verdaderamente espantosa con la otra mujer; es decir ha cogido a una mujer meridional, de buena familia, la cual lo ha presentado en casa como novio, y él no ha dicho nunca que está casado.

La cliente afirma que han hablado, pero parece que su forma de hablar no ha sido un verdadero diálogo. La asesora, en la entrevista con el marido, deberá indagar si se ha producido el hecho de la presentación del «novio» y cómo se ha comportado él.

AS.: ¿Su marido es muy joven?

CL.: No, tiene casi mi edad.

AS.: ¿Es decir?

CL.: Cuarenta y cinco años.

AS.: ¿Y podía dar la impresión de ser novio de una muchacha?

CL.: Bah, pienso que sí, en cuanto esta chica, por lo que me ha dicho mi marido, tiene treinta y cuatro años: no hay, pues, un abismo enorme. Ahora mi marido justifica su decisión de abandonar a la familia por el hecho de que esta chica esperé un hijo, y

Aquí comienza una parte importante del «examen» y la cliente es muy libre en su modo de hablar, revelando complejos, perjuicios, rencores, turbaciones y otras expresiones útiles a la ase-sora Mientras habla se emociona cada vez más y

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puesto que la familia de ella es calabresa, sin lugar a dudas si él no se casara los hermanos lo podrían matar, vengarse, etc. Yo le he preguntado que cómo hará para anunciar el matrimonio, pero dice que éstos son particulares que llegados a un punto significan poco y que él encontrará el sistema. Lo importante es que se la lleve fuera de su casa y se pongan en otra juntos. Por tanto, además del hecho de que mi marido me parece y dice estar profundamente enamorado de esta mujer, hay todos estos factores que lo impulsan hacia una solución de este género.

parece haberse quitado la máscara.

AS.: He comprendido, señora: dígame algo sobre qué tipo es su marido. Cuénteme algo de los dos, cuándo se han casado, de su vida en común, del hijo.

Ya en otras ocasiones la asesora ha dicho: «He comprendido», para significar la propia comprensión.

CL.: Vea, es muy difícil en este momento, porque hasta hace poco tiempo tenía la máxima estima hacia mi marido. En este momento yo estoy poniendo todo en tela de juicio; por tanto, estoy realmente en un estado de nebulosidad total. Hoy la primera cosa que me viene a la mente para hablar de mi marido, es que es un falso, que es mentiroso, que es... (Hora)... un traidor, que no tiene sentido de la responsabilidad; por otra parte, recuerdo también veinticuatro años de matrimonio: ponerle la cruz encima de esta manera me parece verdaderamente demasiado fácil. Yo he tratado sólo de salirle al encuentro en este momento, de comprenderlo, de hacerle razonar y de pedirle, pol-lo menos, de dejar para más adelante su decisión de salir de casa, de dividir el apartamento, de dejar al hijo; pero no hay ningún tipo de coloquio que yo pue-de hacer con él; parece que él de golpe se ha atrincherado en su posición y yo no lo puedo seguir, incluso con toda mi buena voluntad. (Llora.)

La cliente vuelve enseguida a la imagen del marido, pero comprende que responder a la pregunta de la asesora «es muy difícil en este momento». Se ve que en él pasado la cliente no ha mirado nunca el matrimonio a la cara. Por eso ahora sé le manifiesta el drama y llora por el pasado.

AS.: (Pausa) ¿Y usted cree que podrá atraer a su marido, sobre todo ahora que hay otro hijo que debe nacer de otra mujer? ¿Piensa que hay alguna posibilidad de que la escapada de su marido sea realmente tal y, por tanto, se pueda anular; o bien que su marido ahora tiene responsabilidades precisas hacia esta otra mujer, un hijo, y por consiguiente... ?

La asesora deja una pausa de silencio y ofrece un cigarrillo; en este momento la cliente se tranquiliza un poco. La asesora solicita todavía unas palabras sobre el marido.

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CL.: Es precisamente con esto con lo que juega mi marido. Mi marido está diciendo que él tiene graves responsabilidades hacia esta chica que ha salido por primera vez con él; yo no lo creo absolutamente, porque indudablemente es una chica poco seria, es una chica totalmente diversa de la que él me quiere pintar, de otra manera no habría hecho lo que ha hecho. Yo no la conozco, pero no puede ser muy piadosa en lo que a ella respecta; y, además, mi marido siente una enorme responsabilidad hacia este niño que va a nacer. Pero le diré francamente que a mí no me importa nada, porque el mismo sentido de responsabilidad debería tenerlo también para la familia. Cuando se lo he puesto de manifiesto, me ha respondido que esta familia nuestra ha servido ya para algo, porque ha sacado adelante a un hijo, ya grande y autosuficiente; y que ahora debe dedicarse totalmente a este otro pequeño que nacerá y su responsabilidad es hacia él.

Esta carretilla de ideas sobre el marido y sobre la chica son la parte más importante del coloquio, porque la asesora trata de tener un feed-back sobre el marido de la cliente (es decir una relación sobre el diálogo entre la cliente y su marido). Esta parte de la entrevista ayuda a la asesora a penetrar más profundamente en el inconsciente del cliente.

AS.: ¿Ha tratado que su marido le describa a esta mujer, que le cuente cómo ha sucedido su encuentro?

Una pregunta semejante impulsa a la cliente a hablar más y puede mostrar qué imagen tiene de la chica.

CL.: Lo he intentado, no porque la cosa me interesase, naturalmente; por el contrario me pro-ducía mucho mal, sino porque quería dar la impresión a mi marido de quererlo comprender y perdonar. El me habla de esta mujer como de un ángel, me dice que es muy afectuosa, que yo no he sido nunca afectuosa con él, y sobre todo me dice que es una chica muy seria; naturalmente, mi marido no tiene nada que reprocharme a mí en este sentido, ni antes ni después del matrimonio, pero ahora se ha quedado deslumbrado por ésta otra. Hemos tratado de hablar de ello: he conseguido comprender que esta relación dura desde hace más de un año y que él desde entonces está recitando este papel en casa de los llamados «futuros suegros». Ahora la situación se está complicando por el nacimiento de este niño. AS.: Usted ha dicho algo muy importante, pienso; ha dicho que su marido le reprochaba de no haber sido tan afectuosa con él como esta chica: ¿no lo era ya o no lo había sido nunca?

De nuevo la asesora busca el feed-back y pone en contacto a la cliente con la chica. Será difícil para la cliente evitar la autenticidad ante esta pregunta electiva. Nótese que la asesora no asiente, sino que pregunta: «¿No lo era ya o no lo había sido nunca?»

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CL.: Probablemente sí, sin embargo yo no soy por naturaleza muy afectuosa y expansiva, más bien soy un poco cerrada; por otra parte, mi marido no había manifestado nunca esta exigencia en lo que a mí respecta, no sé por qué: si dependía de mí, porque yo no era bastante afectuosa y él no tenía el valor de pedirme que lo fuera más, o bien es que quizá no le importaba nada. No lo sé, yo creía que iba bien así.

La cliente dice que no es «muy afectuosa y expansiva». Corresponde a la asesora interpretar esta declaración.

AS.: Quizá usted pensaba que no era necesaria cierta afectuosidad; sobre todo en un matrimonio que usted consideraba tranquilo, sereno...

CL.: Pero yo pensaba no tanto que no fuera necesaria, sino que debía estar contenida en los lí-mites de las posibilidades de cada uno. Mi marido, le repito, no había manifestado nunca exigencias particulares a propósito de esto.

AS.: ¿Y usted, no había sentido nunca la necesidad de ser afectuosa con su marido? ¿Expansiva?

CL.: Yo expansiva no lo soy ni siquiera con mi hijo No lo soy por carácter, pero no veo por qué en veinticuatro años de matrimonio mi marido no haya manifestado nunca esta exigencia, si la sentía, y porque hoy me la echa en cara. AS.: Dígame algo, ¿su marido qué oficio tiene?

Parece aquí que la cliente esté demasiado segura de sí misma, pero después de veinticuatro años de matrimonio quizá no conoce todavía a su marido.

CL.: Mi marido es contable y gana bastante; podría tranquilamente permitirse mantener a otra familia; pero no gana tanto como para mantener a ambas con el mismo tren de vida que tenemos ahora nosotros; y también por esto es por lo que estoy muy preocupada, porque yo no sé hacer nada, no he trabajado nunca. El no ha querido que trabajara, y ahora me deja con la mitad de su sueldo.

Aquí entran en juego cuestiones nuevas, de naturaleza económica.

AS.: ¿Usted no puede continuar como antes, la misma vida?

CL.: Sí, pero no sé verdaderamente qué hacer, y además no veo por qué razón él debe dar la mitad de su sueldo a esta otra mujerzuela.

AS.: Usted dice, señora, que esta mujer es una mujerzuela y cree que, independientemente de lo que ha sucedido con su marido, ha tenido otras experiencias, algún encuentro con...

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CL.: Sí, sí. Ah, mire por mí, yo no lo sé y no quiero ni siquiera indagar. Para mí, una que hace una cosa así es solamente una mujerzuela y, por tanto, no puedo juzgar la cosa objetivamente.

AS.: ¿Pero la chica no sabía que su marido estaba casado?

CL.: ¡De todas maneras, ahora lo sabe! Lo sabe desde hace bastante tiempo, incluso antes de que existiera este niño; por consiguiente ella se ha comportado mal porque debía haberlo dejado.

CL.: Sí, ahora estoy llena de sospechas; quizá voy más allá de la realidad, pero evidentemente mi marido le ha presentado lo nuestro como un matrimonio en quiebra y...

AS.: Quizá no muy feliz. Por primera vez desde el comienzo de la entrevista la asesora expresa una frase directa.

CL.: Sí, matrimonio infeliz, y ha tratado de hacer mella en el sentimiento de esta chica. Pero según yo creo, si fuera una chica seria, lo repito, es inútil, y nadie me convencerá de lo contrario; si fuera una chica seria, ella lo habría dejado, no habría nada que hacer.

AS.: ¿Y usted, no cree que también su marido se ha equivocado en lo que respecta a esta muchacha?

CL.: Ciertamente que se ha equivocado, no ha sido leal ninguno de los dos, por lo que ahora me entra el deseo de no serio tampoco yo con ellos; es decir, quiero ir a casa de los padres de la chica y contar cómo están las cosas, y veremos qué sucede; voy a decir que su hija no es esa florecilla que todos creen y que el «novio» es, en cambio, un marido, y tiene un hijo de veinte años.

AS.: ¿Y cree obtener algo de esta forma? CL.: No me importa en absoluto obtener algo; llegados a este punto las cosas están en quiebra y por eso, aunque no obtenga nada... No lo sé, realmente yo quiero hacer daño a esta mujer.

Mientras la cliente expresa sin contención sus sentimientos, la asesora la hace reflexionar por si con eso puede obtener algo. Pero parece que ahora es también una cuestión patológica.

AS.: ¿Y no piensa, señora, que yendo a los padres, dará estos pobrecillos también un disgusto, un dolor? Usted, en el fondo está casada, tiene un hijo, podría pensar en una madre...

CL.: Debían custodiar mejor a su hija. Por mí, mire, le digo que están todos de acuerdo para ponerme en apuros; y no es en absoluto verdad, probablemente nada de lo que me ha contado mi marido: que éstos son calabreses, que son vengativos, y así sucesivamente. Probableme n t e ellos han visto en mi marido sólo a un buen hombre.

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AS.: Bien, bien, señora, quiero preguntarle otra cosa: me quiere hablar un poco de su hijo, de sus relaciones con el padre, pasadas y actuales, y de cómo ha acogido esta situación, esta noticia.

La asesora trata de centrar la conversación sobre él hijo, para alejar a la cliente del pensamiento de la chica y de la familia de ésta. La cliente está contenta, porque el hijo se «ha pasado a su parte» y eso la hace sentirse inocente o víctima del marido.

CL.: Mire, mi hijo está destrozado, porque ha estado siempre particularmente unido a su padre, ha dicho siempre que tiene en su padre al mejor amigo; y además los domingos se iban siempre juntos, hacían viajecitos incluso bastante largos, en el verano, solos: estaban muy bien juntos. Yo no me he preocupado nunca ni siquiera de quedarme sola, porque sabía que estaban juntos, con esta bonita relación entre ellos. Sin embargo, ahora debo decirle que mi hijo se ha pasado incondicionalmente a mi parte, porque tampoco él consigue admitir que su padre...

AS.: ¿Por consiguiente, él no comprende a su padre en este momento?

CL.: Yo creo que no; sé que me ha dicho que estará siempre cerca de mí, y me ha dado a entender de que está contra su padre.

La cliente está todavía más contenta, porque el hijo parece estar «contra su padre».

AS.: Por tanto, la situación no es en el fondo muy trágica: tendrá siempre cerca un hijo que podrá sostenerla, ayudarla, sobre todo en este momento tan difícil; quizá está más solo su marido en este momento.

CL.: Ah, mi marido ahora ya no está solo; mi marido ha encontrado a esa otra «cursi» y se dedica a sus asuntos. Sí, yo me quedo con mi hijo, pero la cosa es igual de trágica, porque debe estudiar, y además, podría casarse de un momento al otro; yo soy un peso para él. Y también la cosa es trágica por sí misma, porque yo no admito que un matrimonio se deshaga. Este es el quid: la cosa es trágica de por sí, independientemente de mi soledad. Pero usted no puede hacer nada por mí, no sé cómo uno se comporta en un consultorio matrimonial, dígame usted qué debo hacer...

El modo de hablar de la cliente de nuevo cambia y termina poniendo en duda también lo que pueda hacer la asesora. Esto es típico, porque quizá la cliente buscaba la plena aprobación de la asesora y no sabiendo lo que debe hacer, espera recibir una directiva del centro de orientación familiar.

AS.: Pero, señora... Hace bien la asesora en no responder directamente. CL.: 0 qué puede hacer usted.

AS.: Yo pienso que no puedo hacer nada por usted en este momento, salvo escucharla y tratar junto a usted de comprender por qué su marido ha actuado de este modo, y de encontrar una solución.

En este momento la asesora explica estupendamente cuál es su función: escuchar, comprensión y finalmente autodeterminación.

CL.: Quizá pueda llamar a mi marido aquí, y tratar de convencerlo usted de que está cometiendo una estupidez, que está vendo con una mujerzuela, que deja un hijo, si es que no quiere tener cuentas conmigo que soy su mujer.

La cliente tiene todavía confianza, y ofrece un plan de trabajo para su caso.

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AS.: Esto se podría hacer también, pero deberá echarnos una mano también usted, ayudarnos a traer aquí a su marido: nosotros no podremos ir allí a cogerlo, a llamarlo; por eso debería ser usted la que lo convenciera y quizá lo pueda traer, hacerle hablar con nosotros, encontrar juntos una solución.

La asesora acepta la propuesta y proyecta el primer encuentro con el marido. El contacto directo a través de la mujer es un modo de proceder. También se puede escribir al marido (no es aconsejable telefonear).

CL.: Escuche, sin más hablo de ello con mi marido. Puedo muy bien decir que he venido aquí al centro de OF, pero si acaso hubiese necesidad de vuestra intervención os telefoneo. Es decir, si mi marido se empecinase en no querer venir, entonces, no sé si podrían llamarlo ustedes, echarme una mano: confío mucho que ustedes le pongan la cabeza en su sitio.

AS.: Bien, señora, le ayudaremos, no se preocupe. Entre tanto hable con su marido; a la vuelta nos haga saber sus reacciones a esta noticia, si quiere venir a nosotros, si piensa que pueda ser útil.

CL.:Yo creo que es útil, y sobre todo no sé ya a quién recurrir: ni siquiera mis familiares me han sostenido en todo este asunto; de todas maneras ahora hablaré con mi marido de esto y si hay dificultad les pediré que intervengan por mí, porque es indispensable que alguien desde fuera le haga entrar en razón.

AS.: Sí, no se preocupe de esto. Entonces hagamos así; la próxima vez, cuando quiera venir, no sé...

CL.: Diga cuándo piensa que es mejor que vuelva. AS.: Bueno, lo haremos la próxima semana. ¿Le viene bien a usted?

Será bueno dejar pasar al menos una semana entre una entrevista y la otra.

CL.: A mí me viene bien; pienso encontrar el momento en una semana para poder hablar con mi marido y convencerlo. Gracias, entretanto.

Parece que la cliente está satisfecha de la entrevista; tan es así que está dispuesta a volver.

AS.: Bien, bien, hasta pronto.

Esta grabación es indicativa de cómo sucede la primera entrevista entre asesor familiar y cliente. Es un caso típico de la casuística que se encuentra todos los días en centros de orientación familiar. La entrevista ha durado más de media hora y se ve que en este tiempo han sido muchos los hechos constatados por la cliente sobre sí misma, sobre su marido, sobre la chica y sobre la propia vida matrimonial. Esto se debe al hecho de que la cliente era extrovertida y se comunicaba con la asesora con una cierta facilidad; pero se debe también a la técnica adoptada por ésta. Es evidente que ha sabido dirigir bien la entrevista y era consciente de las necesidades del cliente, es decir:

1) tratarla como un individuo; 2) dejarle expresar los sentimientos propios; 3) permitir una correspondencia sensitiva; 4) valorar a la cliente como persona; 5) no juzgarla; 6) prepararla para la autodeterminación; 7) mantener el secreto.