136.EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN - Moshe Lewin.Colección · LIBRO 129 ROUSSEAU Y MARX Galvano della...

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  • Moshe Lewin

    EL ÚLTIMO COMBATEDE LENIN

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  • EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN

    Libro 136

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  • Moshe Lewin

    ColecciónSOCIALISMO y LIBERTAD

    Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANAVíctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa LuxemburgoLibro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETOKarel KosikLibro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO Silvio FrondiziLibro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXISAntonio GramsciLibro 5 MAO Tse-tungJosé AricóLibro 6 VENCEREMOSErnesto GuevaraLibro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEALEdwald IlienkovLibro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTEIñaki Gil de San VicenteLibro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANONéstor KohanLibro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADREJulio Antonio MellaLibro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del surMadeleine RiffaudLibro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista David RiazánovLibro 13 ANARQUISMO y COMUNISMOEvgueni PreobrazhenskiLibro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LASOCIALDEMOCRACIARosa LuxemburgoLibro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓNHerbert MarcuseLibro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASESAníbal PonceLibro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDEOmar CabezasLibro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero enFrancia 1789-1848. Selección de textos de Alberto J. PláLibro 19 MARX y ENGELSKarl Marx y Fiedrich Engels. Selección de textosLibro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionarioIñaki Gil de San VicenteLibro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICARubén Zardoya

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    Libro 22 DIALÉCTICA Y CONSCIENCIA DE CLASEGyörgy LukácsLibro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁNFranz MehringLibro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA Ruy Mauro MariniLibro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓNClara ZetkinLibro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTADAgustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textosLibro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO - DE ÍDOLOS E IDEALES Edwald Ilienkov. Selección de textosLibro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALORIsaak Illich RubinLibro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la DemocraciaGyörgy LukácsLibro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDOPaulo FreireLibro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASEEdward P. Thompson. Selección de textosLibro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINARodney ArismendiLibro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUEOsip PiatninskyLibro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓNNadeshda KrupskayaLibro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOSJulius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textosLibro 36 UN GRANO DE MAÍZTomás Borge y Fidel CastroLibro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXISAdolfo Sánchez VázquezLibro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIALSergio BagúLibro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINAAndré Gunder FrankLibro 40 MÉXICO INSURGENTEJohn Reed Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDOJohn ReedLibro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICOGeorgi PlekhanovLibro 43 MI GUERRA DE ESPAÑAMika EtchebéherèLibro 44 NACIONES Y NACIONALISMOSEric HobsbawmLibro 45 MARX DESCONOCIDONicolás Gonzáles Varela - Karl Korsch

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    Libro 46 MARX Y LA MODERNIDADEnrique DusselLibro 47 LÓGICA DIALÉCTICA Edwald IlienkovLibro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURAAntonio GramsciLibro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINOTrotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de TextosLibro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema CapitalistaSilvio FrondiziLibro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución SocialistaSilvio FrondiziLibro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a PerónMilcíades PeñaLibro 53 MARXISMO Y POLÍTICACarlos Nélson CoutinhoLibro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOSMiguel León-PortillaLibro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓNLucien HenryLibro 56 MARX Y LA POLÍTICAJorge Veraza UrtuzuásteguiLibro 57 LA UNIÓN OBRERAFlora TristánLibro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIAIsmael ViñasLibro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBREROJulio GodioLibro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA Luis VitaleLibro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina.Selección de TextosLibro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADAMarighella, Marulanda y la Escuela de las Américas Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZPedro Naranjo SandovalLibro 64 CLASISMO Y POPULISMO Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textosLibro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTADHerbert MarcuseLibro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALESTheodor W. AdornoLibro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSAVíctor SergeLibro 68 SOCIALISMO PARA ARMARLöwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de TextosLibro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?Wilhelm Reich

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    Libro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera ParteEric HobsbawmLibro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda ParteEric HobsbawmLibro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera ParteEric HobsbawmLibro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANAÁgnes HellerLibro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo IMarc BlochLibro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2Marc BlochLibro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUALMaximilien RubelLibro 77 EL DERECHO A LA PEREZAPaul LafargueLibro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?Iñaki Gil de San VicenteLibro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIAPablo González CasanovaLibro 80 HO CHI MINHSelección de textosLibro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN Herbert MarcuseLibro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistenciaSantana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otrosLibro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICAHenri LefebvreLibro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINAEduardo GaleanoLibro 85 HUGO CHÁVEZJosé Vicente RangélLibro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINASJuan ÁlvarezLibro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICABetty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo OsorioLibro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓNTruong Chinh - Patrice LumumbaLibro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRAFrantz FanonLibro 90 HOMENAJE A CATALUÑAGeorge OrwellLibro 91 DISCURSOS Y PROCLAMASSimón BolívarLibro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textosVargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otros

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    Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICAJean Paul SartreLibro 94 LA IDEA ANARQUISTABakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - GoldmanLibro 95 VERDAD Y LIBERTAD Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del BarcoLIBRO 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICAKarl Marx y Friedrich EngelsLIBRO 97 EL AMIGO DEL PUEBLOLos amigos de DurrutiLIBRO 98 MARXISMO Y FILOSOFÍAKarl KorschLIBRO 99 LA RELIGIÓNLeszek KolakowskiLIBRO 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓNNoir et RougeLIBRO 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓNIñaki Gil de San VicenteLIBRO 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIOSelección de textosLIBRO 103 LA INSURRECCIÓN ARMADAA. NeubergLIBRO 104 ANTES DE MAYOMilcíades PeñaLIBRO 105 MARX LIBERTARIOMaximilien RubelLIBRO 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓNManuel RojasLIBRO 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIASergio BagúLIBRO 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESAAlbert SoboulLIBRO 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución FrancesaAlbert SoboulLIBRO 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L’Ouverture y la revolución de HaitCyril Lionel Robert JamesLIBRO 111 MARCUSE Y EL 68Selección de textosLIBRO 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA – Realidad y EnajenaciónJosé RevueltasLIBRO 113 ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? – Selección de textosGajo Petrović – Milán KangrgaLIBRO 114 GUERRA DEL PUEBLO – EJÉRCITO DEL PUEBLOVo Nguyen GiapLIBRO 115 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTOSergio Bagú

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    LIBRO 116 MUJER, ECONOMÍA Y SOCIEDADAlexandra KollontayLIBRO 117 LOS JERARCAS SINDICALESJorge CorreaLIBRO 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema ColonialAimé CésaireLIBRO 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRAFederico EngelsLIBRO 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIAEstrella Roja – Ejército Revolucionario del PuebloLIBRO 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMAEspartaquistasLIBRO 122 LA GUERRA EN ESPAÑAManuel AzañaLIBRO 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICACharles Wright MillsLIBRO 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico Karl PolanyiLIBRO 125 KAFKA. El Método Poético Ernst FischerLIBRO 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASESCamilo TauficLIBRO 127 MUJERES, RAZA Y CLASE Angela DavisLIBRO 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS Henri LefebvreLIBRO 129 ROUSSEAU Y MARX Galvano della VolpeLIBRO 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS - REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN ALEMANIA Federico EngelsLIBRO 131 EL COLONIALISMO EUROPEOCarlos Marx - Federico EngelsLIBRO 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIXCarlos Marx - Federico EngelsLIBRO 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARXAlex CallinicosLIBRO 134 KARL MARXKarl KorschLIBRO 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALESPeters MertensLIBRO 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENINMoshe Lewin

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    “El conflicto entre lo viejo y lo nuevo continúa. La influencia deEuropa, del pasado, de los remanentes de las viejas clasesdominantes, de la nueva burguesía que hasta cierto punto florecebajo la Nueva Política Económica –todas estas se están haciendosentir. No solamente se revelan en los sentires de grupos y gentesespeciales, sino también en combinaciones de todo tipo. Deberíarecordarse que aparte de la acción corrientes de gruposburgueses directa y deliberadamente hostiles, todavía hay otroelemento que quizás sea más peligroso que es, de todasmaneras, más difícil de derrotar –la actitud pequeño burguesahacia la vida diaria. Esto se ha hecho camino profundamentehacia las actitudes diarias del proletariado mismo, hasta demuchos comunistas. Esto explica por qué la lucha de clases, en laforma de una lucha para construir una nueva forma de vida quelleve en sí la marca de las aspiraciones socialistas delproletariado, no está solamente reduciéndose sino, mientrasmantiene su fuerza anterior, está tomando formas aún más sutilesy profundas...”

    Anatoli V. Lunacharsky Tesis sobre los problemas de la crítica marxista, 1928

    https://elsudamericano.wordpress.com

    La red mundial de los hijos de la revolución social

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    https://elsudamericano.wordpress.com/

  • EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN

    EL ÚLTIMO COMBATE DE LENINMOSHE LEWIN

    Título Original: Le dernier combat de Lénine, 1967

    ÍNDICEPREFACIO

    Capítulo IUNA DICTADURA EN EL VACÍO

    Capítulo IILA NEP, ESA DESCONOCIDA

    Capítulo IIIEL ECLIPSE DE LENIN

    Capitulo IVSTALIN, TROTSKY Y LOS GEORGIANOS

    Capítulo VEL ENFERMO Y SU GUARDIÁN

    Capítulo VI“EL TESTAMENTO” DE LENIN

    Capítulo VII“EL ASUNTO CLANDESTINO”

    Capítulo VIIIRUSIA ENTRE OCCIDENTE Y ORIENTE

    Capítulo IXPARA UNA REFORMA DE LAS ESTRUCTURAS GUBERNAMENTALES

    Capitulo XSI LENIN HUBIERA VIVIDO

    ANEXOS

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    EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN

    Lo peor que le puede acontecer al jefe de un partido extremista esverse obligado a ocupar el poder en un momento en que elmovimiento todavía no está maduro para establecer el dominio de laclase que representa y para la aplicación de las medidas que estedominio requiere. [...] Se encuentra entonces, inevitablemente, anteun dilema insoluble: lo que puede hacer contradice toda su acciónanterior, sus principios y los intereses inmediatos de su partido; lo quedebe hacer es irrealizable. [...] Quienquiera que caiga en estaequívoca situación, está irremediablemente perdido.

    F. Engels, Las guerras campesina en Alemania

    Habría que considerar irremisiblemente perdidos a aquelloscomunistas que imaginaran que se puede consumar una empresa dealcance histórico mundial, como la de establecer las bases de unaeconomía socialista (sobre todo en un país de pequeñoscampesinos), sin errores, sin retrocesos, sin recomenzar de nuevomúltiples veces tareas inacabadas o mal ejecutadas.

    No están perdidos (y con mucha probabilidad no sucumbirán) loscomunistas que no se dejen arrastrar por las ilusiones ni por eldesánimo, y que conserven la fuerza y la flexibilidad necesaria pararecomenzar desde cero y consagrarse a una tarea de las másdifíciles.

    Lenin, Nota de un articulista, finales de febrero, 1922

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    https://elsudamericano.wordpress.com/2018/07/09/las-guerras-campesinas-revolucion-y-contrarrevolucion-en-alemania-por-federico-engels/

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    PREFACIO

    Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, han aparecido en laescena política internacional gran número de regímenes progresistasdictatoriales, cuyo único precedente lo constituye la Unión Soviética, quecelebra ahora el cincuentenario de su creación. Estos cincuenta años deexperiencias socialistas podrían ser, sin duda, muy provechosos para losnuevos Estados, si éstos se preocuparan de adquirir un conocimientoprofundo sobre los mismos y meditaran respecto a los avatares de laprimera dictadura proletaria: así, el fracaso de los “combinados agro-industriales”, creados en la URSS en 1929-1930, ha prefigurado el de lascomunas populares chinas, y Nikita Kruschev fue víctima de la mismamegalomanía cuando en 1950 quiso implantar las "agrociudades” Encuanto a las enseñanzas económicas y sociales, singularmente ricas, delperíodo de la NPE,1 con excepción de algunos soviéticos, han sido sobretodo los especialistas anglosajones quienes las han tenido en cuenta, apesar de que apenas podían sacar provecho de las mismas. Muchos otrosperíodos y otros elementos de la historia soviética permanecensumergidos en una niebla más o menos densa, apenas disipada aquí y allápor los trabajos de algunos investigadores. Es poco probable que la élitegobernante de la Unión Soviética conozca la verdadera historia de su país–descontando las experiencias vividas por cada personalidad individual–ya que, a causa de un fenómeno singular, los países marxistas tratan suhistoria como un secreto de Estado.

    Los dirigentes parecen creer que el conocimiento de un pasado confrecuencia trágico es descorazonador para la construcción del futuro a losojos de aquellos que deben construirlo; ahora bien, no cabe duda de que laignorancia de la historia hipoteca toda prospectiva mucho más gravementeque su divulgación y su análisis. Mientras la historia sólo pueda alcanzar ladivulgación a través de una sanción oficial, seguirá en la oscuridad, ya quees la disciplina científica que corre mayor riesgo de ser viciada por laestatización.

    El estudio que aquí presentamos de Lenin y de su pensamiento al final desu vida no es, por descontado, totalmente nuevo: se han podido conocerya muchas cosas al respecto gracias a las revelaciones de Trotsky en losaños veinte y a través de las consecuencias del asunto del “testamento” de

    1 Nueva Política Económica.

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    Lenin, provocadas por el XX congreso del PCUS. Sin embargo, recientespublicaciones soviéticas nos han permitido reanudar este tema e intentaruna reconstrucción a la vez más fiel y más detallada de las relaciones quese establecieron en las esferas supremas del poder en el momento de laenfermedad de Lenin. Confiamos también en llevar algo más lejos elanálisis del “testamento” de Lenin, es decir de su pensamiento político enel último período de su vida, y en proponer en algunas ocasiones unainterpretación nueva del mismo.

    Entre los documentos que constituyen nuestras fuentes, es preciso citardos en primer lugar. Por una parte, la última edición hasta la fecha de lasObras de Lenin (5ª edición), más completa que las precedentes y dotadade un importante aparato explicativo, y, por otra, el “Diario de lassecretarias de Lenin”, notas de servicio tomadas entre el 21 de noviembrede 1922 y el 6 de marzo de 1923, publicadas por primera vez por unarevista histórica soviética en 1963 y traducidas al francés en los Cahiersdu monde russe et soviétique.2

    Estas notas son tan importantes por su contenido como singulares por suforma. Están presentadas en forma de un cuaderno con cuatro columnas:fecha, nombre de la secretaria de servicio, encargos recibidos, notas sobresu ejecución; en esta última columna también figuran observacionesrelativas a los acontecimientos acaecidos en el transcurso de la jornada detrabajo en la oficina del presidente del Sovnarkom, del Consejo deComisarios del Pueblo.

    Sus hechos y gestos, sus entrevistas, su correspondencia y sus palabras,son descritos a veces día a día, lo que nos ilustra sobre los métodos detrabajo de Lenin, pero no aporta al principio ninguna revelación notable.Sin embargo, no tardamos en advertir que Lenin trabaja con lentitud, queno acude con regularidad a su despacho, sino que a menudo prefierellamar a una secretaria y dictar sin salir de sus aposentos privados. Leninestá ya minado por la enfermedad, sus médicos le obligan a cuidarse, atomarse con frecuencia unos días de reposo en el campo, a faltar aalgunas reuniones de trabajo, al Consejo de Comisarios o al Buró Político.El 13 de diciembre de 1922, el día siguiente a una importante entrevistacon Dzerjinski, Lenin sufre dos serios ataques y al fin debe someterse a las

    2 Voprosy Istorii, 1963, núm. 2. El “Diario” también se reproduce en Sotchinenija (Obras)de Lenin, tomo 45, págs. 455-486; la traducción francesa en Cahiers du monde russe etsoviétique, núm. VI I-2, abril-junio de 1967. Nuestras referencias (Sotch.) correspondensiempre a la 5ª edición.

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    prescripciones imperativas de los médicos, aplazar sus tareas y guardarcama. A partir de este momento, el “Diario” se vuelve apasionante. CuandoLenin llama a sus secretarias para hacerles un encargo o dictarles algo,éstas le observan con una sostenida atención, al acecho de sus palabras yde sus menores movimientos, que transcriben en el “Diario” en forma debreves anotaciones. Lenin está en cama, se encuentra en una pequeñahabitación de su apartamento del Kremlin, la mano y la pierna derechasparalizadas, aislado casi por completo del mundo exterior y, en apariencia,alejado de toda actividad gubernamental. Las prescripciones de losmédicos en este sentido son severas y están reforzadas por lasprohibiciones formales del Buró Político.

    Pero las notas del “Diario”, por lacónicas que sean, bastan para mostrarnosel combate intenso y apasionado que Lenin, paralizado y sin dudaconsciente de su cercano fin, libra, no sólo contra la decadencia física, sinotambién contra el aparato rector de su partido. Penosamente, traza uncuadro de conjunto de la situación del país, elabora un programa de accióny se esfuerza en imponerlo a sus colegas del Buró Político y del ComitéCentral. Este programa, que los miembros del Buró no le han pedido,comprende, cambios importantes que alteran los métodos de gobierno, laspersonas y, en parte, los objetivos. La mayoría del Buró se muestrareticente.

    Con la sola ayuda de algunas mujeres –Krupskaya, su esposa, MarijaIlinitchna, su hermana, y tres o cuatro secretarias, en especial Fotieva yVoioditcheva–, Lenin combatirá obstinadamente para obtener los dossiersque necesita. Interroga a los responsables, les propone líneas de acción;busca aliados, si es preciso se informa por medios indirectos de las ideasde tal o cual dirigente; prepara un enorme informe para el próximocongreso del Partido y publica artículos, ya que ha logrado obtener lasautorizaciones necesarias, a veces de los médicos y a veces del propioBuró Político, para proseguir en parte sus actividades.

    Pero existen razones para que desarrolle clandestinamente otra parte desu actuación. En efecto, con la ayuda de sus íntimos, este gran enfermo,inquieto por la suerte de su obra, trama un verdadero complot. El corazónde la "conspiración" –la expresión es del propio Lenin– está formado poruna comisión privada que él ha constituido secretamente para investigarlos acontecimientos sobrevenidos en Georgia, en los que han sidoimplicados altos dignatarios del Partido.

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    Las circunstancias de este asunto, que el “Diario” permite reconstruir condetalle, revelan o confirman cuáles eran las relaciones personales ypolíticas de los tres dirigentes: Lenin, Trotsky y Stalin. Las mismas notasnos permiten medir la amplitud del esfuerzo físico e intelectual de unhombre gravemente enfermo, nos hacen sentir su presencia y la intensidadde sus emociones, la influencia de su personalidad, nos hacen ver elencanto de sus risas estrepitosas.

    Pero el estrecho marco de la pequeña historia queda ampliamenterebasado. Los historiadores hablan fácilmente de una “crisis intelectual”que Lenin habría vivido en el curso de estos días, de un “golpe de Estado”que habría preparado, de una rebeldía contra los resultados a que debíallevar su propia obra, de la tragedia, en fin, de un gran revolucionario quecree ver desvanecerse ante sus ojos su ideal de liberación y deemancipación de las masas, que tiene la impresión de perder todainfluencia sobre los acontecimientos a causa de la desgraciadacoincidencia de un accidente en su vida física y de implacables realidadespolíticas. Al proseguir el estudio de los acontecimientos, tendremos queexaminar estas afirmaciones.

    Por otra parte, la situación en que se encuentra el régimen soviético en elmomento de la enfermedad de Lenin, los problemas a que éste debeenfrentarse en el transcurso de los últimos meses de su vida, siguensiendo de gran actualidad. Al abordarlos, descubriremos que nuestroestudio tiene un alcance muy distinto al de una contribución biográfica.Lenin quiere dar al régimen, a cuyo advenimiento ha contribuido, un marcosocioeconómico adecuado e inventar unos métodos de gestión adecuadosa la vez a este marco y a los objetivos finales de la revolución: el resultadoserá la NEP, la Nueva Política Económica. Intenta imprimir a la máquinadictatorial un estilo determinado, darle un nuevo vigor y una nueva eficacia.Su comportamiento plantea el problema de los deberes y lasresponsabilidades que incumben a los dirigentes de una dictadura que sequiere socialista. Estas tres cuestiones clave se encuentran siempre en losprimeros pasos de un régimen afín al arquetipo soviético, y cada vez queuna dictadura se asigna la misión de desarrollar un país atrasado.

    La primera cuestión, tal como se plantea a Lenin, es la del equilibrio difícilde establecer entre las fuerzas económicas espontáneas, necesarias parael primer impulso, a saber el campesinado de las granjas privadas, losartesanos, los hombres de negocios, y, por otra parte, el sector estatalcentralizado y más o menos planificado, que debe asegurar al conjunto de

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    la economía una dirección general determinada. Ya bajo la NEP existe eldilema del “mercado” y del “plan”. A pesar de la desaparición delcampesinado privado y de las clases medias de tipo capitalista, todavíahoy ocupa un primer plano en las preocupaciones de los dirigentessoviéticos, que descubren que ambas nociones no son en absolutoexcluyentes una respecto a la otra, sino que se completan si se sabenponer en marcha simultáneamente de forma armoniosa.

    La segunda cuestión, la del funcionamiento del Estado dictatorial, nosllevará más tiempo. Al principio, la dictadura se organiza para llevar a cabosu misión de desarrollo del país y establecimiento de una mayor justiciasocial, principios en nombre de los cuales se ha realizado la revolución.Pero el Estado dictatorial muestra tendencia a cristalizar en un organismoque tiene sus leyes e intereses propios, corre el riesgo de sufrirsorprendentes distorsiones en relación a los objetivos iniciales, escapar delas manos de sus fundadores y contrariar, al menos durante largo tiempo,las esperanzas de las masas. El instrumento se convierte entonces en unfin en sí. Un sistema coercitivo instituido para promover la libertad, puede,en lugar de asegurar a las fuerzas sociales exteriores al aparato estataluna creciente participación en el poder, convertirse en una máquina deopresión. Todo Estado que intenta ejecutar eficazmente tareas difíciles y amenudo penosas para la masa, pasa a constituir inevitablemente unestrato privilegiado de cuadros que gozan de un cierto prestigio y deventajas materiales y políticas. Estos privilegios, si no se controlan y semantienen dentro de límites estrictos, en función de las realidades socialesy económicas, se hacen rápidamente peligrosos y frenan el desarrollo.

    Ahora bien, se corre el peligro de que los privilegios y los poderescorrompan a los hombres. Los dirigentes y los administradores del Estadosurgido de una revolución, aun si pertenecen a la élite a menudo valerosa,idealista y austera que ha hecho esta revolución, se sienten tentados aanteponer los privilegios a la función que los justifica, especialmente si seencuentran perdidos en el seno de una masa de funcionarios nuevos queno poseen el nivel ni el valor de los fundadores. ¿Cuáles son los mediospara preservar la integridad y evitar esta decadencia? La respuesta no esfácil. Todo lo que puede decirse es que el temple moral y la concienciapolítica de la élite, así como ciertas garantías institucionales, constituyenfactores decisivos.

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    En estas condiciones, es tanto más fructuoso meditar sobre la advertenciade Lenin aconsejando a los comunistas conservar “fuerza y flexibilidad”,estar preparados para “recomenzar desde cero”; se trata de no perder elespíritu crítico y de saber batirse para rehacer, llegado el caso, todo omucho de lo que ha sido intentado.

    No nos extenderemos de nuevo sobre estas implicaciones actuales a lolargo de la obra. Después de apuntarlas aquí, nos proponemos sóloproporcionar lo más objetivamente posible todas las piezas necesariaspara emprender una reflexión sobre el tema.

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    Capítulo IUNA DICTADURA EN EL VACÍO

    La Revolución de Octubre no tenía, a los ojos de sus promotores, sentidoni porvenir si se desligaba de su función internacional como catalizador ydetonante: esta primera chispa debía permitir el establecimiento degobiernos socialistas en países que, contrariamente a Rusia, dispusierande una infraestructura económica y una base cultural adecuadas. Sin elcumplimiento de esta función, el régimen soviético no hubiera debidosiquiera sobrevivir. Lenin lo había afirmado con frecuencia y persistió enesta idea incluso después de transcurrir varios años sin que aportaran unaconfirmación a su esperanza. En junio de 1921, declara:

    “La República Socialista puede subsistir dentro de un cerco capitalista,pero, con seguridad, no por largo tiempo”.

    En febrero de 1922, es igualmente categórico:

    “Siempre hemos proclamado y repetido esta verdad elemental delmarxismo, que la victoria del socialismo exige el conjunto deesfuerzos de algunos países avanzados”.3

    Rusia, que había iniciado sola el camino revolucionario, se encontrabadesde el comienzo bastante aislada, pero dos factores impedían concienciaresta situación: por una parte, las concepciones internacionalistas de losdirigentes, y, por la otra, la persistencia durante cierto tiempo de laagitación social en Europa. Incluso durante la guerra civil, cuando Rusia,para sobrevivir, tuvo que hacer frente a una especie de internacionalcapitalista, los jefes soviéticos no se habían percatado de la soledad delpaís. Sólo hacia el final de la guerra, las ilusiones de los menos teóricos yde los menos internacionalistas empezaron a esfumarse. Al fin, todostuvieron que rendirse a la evidencia. Lenin, en el último discurso público desu carrera, declara:

    “ – Estamos solos: esto es lo que nos hemos dicho a nosotrosmismos.

    – Estáis solos: casi todos los Estados capitalistas nos lo han repetidoa cuenta de no importa qué asunto tratado con ellos. Es ahí dondereside la dificultad esencial, es preciso darse cuenta de ello.”4

    3 Sotch., t. 44. págs. 9 y 418.4 Discurso del 20 de noviembre de 1922. Sotch., t. 45, pág. 304.

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    Pero el hecho de esta soledad de consecuencias incalculables para unlargo período de tiempo, debía llevar también a registrar algunasconsecuencias imprevistas, derivadas de ella, y a revisar determinadosprincipios. La dictadura del proletariado, sistema de gobierno de la primerarevolución victoriosa, debía, según la interpretación más usual de la teoríamarxista, establecerse en un país de población en su mayoría obrera, y eneste caso la dictadura del proletariado se ejercía sólo sobre una minoríanegligible. Nada de esto era realizable en Rusia, pero en realidad losbolcheviques se sentían menos incómodos al constatarlo que losmencheviques; los primeros aceptaban una interpretación de Marx segúnla cual se admitía la posible consecución de un triunfo socialista en laAlemania atrasada de los años de 1850, gracias a “una revoluciónproletaria apoyada por una guerra campesina”. Había tanto menos motivode inquietarse por la infraestructura rusa, dado que la revolución, más fácilde desencadenar en tales condiciones, se extendería de inmediato a otrospaíses y cedería la dirección del movimiento a otros partidos hermanosmás dignos de asumirla.

    Pero si la segunda proposición resultó ser falsa, la primera se revelóasimismo en consecuencia bajo una nueva luz. Es incontestable que losobreros jugaron un papel de primer orden en la conquista del poder porparte de los bolcheviques. En el transcurso de la guerra civil, siguieronproporcionando los cuadros más abnegados y adictos, tanto al ejércitocomo a la administración soviéticos. Pero esta guerra, mortífera ydevastadora, ocasionó un paro en la producción de numerosas fábricas, oincluso su destrucción; cobró un pesado tributo de hombres entre losobreros, combatientes de vanguardia en todos los frentes, y provocóasimismo su dispersión por los campos en busca de medios desubsistencia. Al mismo tiempo, los elementos más entregados y mejordotados son movilizados por los servicios gubernamentales, locales ycentrales. Las funciones gubernamentales merman las filas de la claseobrera, especialmente en los sectores donde se había reclutado suvanguardia: metalúrgicos, ferroviarios o mineros. La utilización de losobreros en el aparato administrativo fue quizá la carga más pesada para elproletariado ruso, cuyo número no abarcaba más de tres millones deobreros industriales. El propio Lenin lo constata: “Las fuerzas delproletariado han sido sobre todo agotadas por la creación del aparatoadministrativo”,5 y añade que el proletariado ha perdido conciencia de

    5 Ibíd., pág. 106.

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    clase, es decir se ha desviado del camino de la clase que constituye. Yafueran los obreros muertos en combate, integrados en el aparatoadministrativo o desmoralizados por la penuria y el tráfico de mercadonegro emprendido para no perecer,6 el resultado fue en cualquier casotrágico. La revolución, presentada como la conquista del poder por la claseobrera, y que en efecto lo había sido en gran medida, encontró unresultado diferente al término de la guerra civil, porque la misma revoluciónhabía matado a sus pioneros en la tarea. Dos años después de Octubre,los soviets habían perdido el ejercicio directo del poder. En marzo de 1919,Lenin constatará con profundo enojo, pero con la mayor franqueza, quedebido al nivel deplorable de la instrucción y de la educación de las masas“los soviets, que eran por naturaleza unos órganos de gobierno por lostrabajadores, no son en realidad más que órganos de gobierno para lostrabajadores, gobierno ejercido por el estrato más avanzado delproletariado, pero no por las masas obreras”.7

    Desde el momento en que se admitió el hecho de el debilitamiento delproletariado, la dictadura perdió fatalmente uno tras otro los caracteres quese le habían atribuido. Deja de considerarse que el poder revolucionario seapoya sobre toda la clase obrera, ni siquiera sobre una gran mayoría deella. Pero, en realidad, la dictadura no debe contar sólo con una delgadacapa de obreros avanzados, o no se sostendría mucho tiempo; el Partido,en el que los obreros sólo constituyen una importante minoría, sustituye alproletariado, es a la vez el brazo y la espada del poder revolucionario.

    “La burguesía –dirá Lenin– comprende bien que en realidad lasfuerzas de la clase obrera» están formadas en la actualidad por lapotente vanguardia de esta clase: el partido comunista ruso.”8

    Por otra parte, escribirá también que el Partido es la más sólida raíz de ladictadura, lo que constituye un fenómeno aberrante con respecto a lateoría marxista. Bien organizados, guiados y encuadrados, las células y losgrupos locales proporcionaban a la vez jefes y ejecutores para la lucha quese libraba en todos los frentes, para todas las tareas administrativas yeconómicas. Un historiador norteamericano, que difícilmente puedesuponerse simpatizante con el comunismo, dice:

    6 Ibíd., págs. 103 y 106.7 Sotch., t. 38, pág. 170.8 Sotch., t. 39, pág. 412 y t. 44, pág. 106.

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    “Los Blancos tenían que enfrentarse a un enemigo que, ciertamente,tenía que afrontar deserciones, casos de corrupción y desobediencia,pero que en el partido comunista disponía todavía a través de todo elpaís de una masa de hombres adiestrados y disciplinados”.9

    ¿No constituye esto un homenaje al poderoso instrumento forjado porLenin y que quizás ahora tomaba un sesgo que él no había previsto? ElPartido detentaba el poder real y soportaba su carga. En efecto, se habíahecho evidente desde los primeros meses de la revolución, e incluso antesde las destrucciones causadas por la guerra civil, que la sola clase obrerano era capaz de gobernar ni siquiera de dirigir las fábricas dondetrabajaba. Los comités de empresa, los consejos obreros, el control obrero,creaciones espontáneas y auténticas realizadas con el ímpetu revolucionarioque siguió a la toma del poder y debidas a un impulso libertario deinspiración anarcosindicalista, se encontraban plenamente legitimadas porEl Estado y la Revolución de Lenin, pero sólo condujeron a desórdenes y auna ineficacia susceptibles de paralizar el aparato de producción del país.Hubo que cerrar el camino a esta orientación y emprender uno nuevo;muchos han visto en ello una traición a los ideales socialistas, pero Leninmantuvo sus exigencias con la mayor energía: exigencias de disciplinagarantizadas por el reinado de los directores (edinonatchalia) y lapreponderancia de las administraciones. Antes de la hecatombe deobreros causada por la guerra civil, existe ya una ancha brecha abiertaentre la teoría y la práctica de la dictadura del proletariado. Brecha a la queseguirían otras.

    Hemos visto en una de las citas, que Lenin escribía entre comillas laspalabras: “las fuerzas de la clase obrera”. La vanguardia partisana ya notenía tras ella el grueso de sus tropas; su base social estuvo en lo sucesivoentre comillas. Los cerebros más lúcidos del Partido se daban cuenta deque él mismo estaba en cierto modo suspendido en el vacío, pero creerque esta situación pudiera prolongarse por mucho tiempo era otra quimerade teóricos. El vacío social en cuestión iba a rellenarse muy pronto confuerzas distintas de las que inicialmente se habían previsto.

    Las administraciones industriales empiezan a afirmarse –aunque la industriasea todavía débil–, pero al lado de ellas se encuentra en los servicioslocales y centrales una enorme masa de funcionarios que son, segúnLenin, antiguos burócratas zaristas y que ocupan un lugar cada vez más

    9 Donald Treatgold, Twentieth Century Russia, Rand McNalIy & Co., 1959, pág. 181.

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    importante en la vida política. El régimen no podía prescindir de unamáquina gubernamental de este tipo, pero, y siempre según la opinión deLenin, esta maquinaria no es soviética, constituye una vergonzosaanomalía. Estos funcionarios zaristas –el término ruso tchinovniki indicamuy bien su carácter– habían boicoteado el nuevo régimen al principio, ydespués se habían dejado convencer. “Regresaron y ésta fue nuestradesgracia”,10 dijo Lenin. No sabemos qué hubiera sucedido si no hubieranvuelto, pero he ahí lo que pasó:

    “Tenemos en la cúspide del poder, no sabemos exactamente cuántos,pero como mínimo unos miles, y como máximo unas decenas demillares de los nuestros. Sin embargo, en la base de la jerarquía,centenares de miles de antiguos funcionarios que hemos heredadodel zar y de la sociedad burguesa, trabajan, en parte a sabiendas, enparte inconscientemente, contra nosotros”.11

    Ante esta red apenas marcada por la influencia soviética, Lenin quedaperplejo y desarmado. Por otra parte, su análisis no es totalmente exacto,ya que esta máquina se ha convertido, contra la voluntad de losfuncionarios en cuestión, en un auténtico sostén social del poder; ejecutamal que bien las tareas que le son asignadas por éste y a pesar de todoestá ligada a él por el hecho de que, aunque parcialmente, está constituidapor elementos adictos al nuevo régimen en una proporción más importanteque la que dice Lenin. Escuchemos a este respecto otro valioso testimonio,el de Trotsky:

    “La desmovilización de un Ejército Rojo de cinco millones de hombresiba a jugar un papel considerable en la formación de la burocraciasoviética. Los graduados victoriosos ocuparon los puestos importantesen los soviets locales, en la producción, en las escuelas, para llevar atodas partes, obstinadamente, el régimen que les había hecho ganarla guerra civil. Las masas fueron eliminadas paulatinamente por todaspartes de la participación efectiva en el poder”.12

    El lugar ocupado por estos combatientes responsables ha sido mucho másconsiderable de lo que haría creer la cifra propuesta por Lenin de algunasdecenas de millares de comunistas en la cumbre de la jerarquíaadministrativa, puesto que éstos se mezclaron en todos los niveles a lamasa de los tchinovniki.

    10 Sotch., t. 45, pág. 290.11 Ibíd.12 Trotsky, La Révolution trahie, en De la Révolution, París Ed. de Minuit, 1963, pág. 501.

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    En realidad, Lenin se siente profundamente inquieto y descontento ante laforma en que ejerce el poder y cumple las tareas cotidianas el conjunto delas administraciones, sea cual fuere su composición. No cesa de criticar alos héroes de la guerra civil que se muestran incapaces de cumplir lastareas del tiempo de paz; es el único que puede hacerlo impunemente. Enel propio Moscú, donde se han reunido algunos millares de los mejorescuadros comunistas, Lenin descubre y fustiga la rutina y la incuria.13 Loscomunistas se dejan asfixiar por una masa extraña y no son ellos quienesdeciden efectivamente la marcha de los asuntos:

    “¿Qué es lo que falta entonces? Está muy claro, lo que falta a losdirigentes comunistas es la cultura. Consideremos el caso de Moscú:cuatro mil setecientos comunistas responsables y una masa enormede burócratas. ¿Quién dirige y quién es dirigido? Dudo mucho quepueda decirse que los comunistas dirigen, creo que puede decirseque son dirigidos.”14

    Todos los fenómenos que acabamos de revisar ejercen una profundainfluencia en los mecanismos del poder: prácticamente, el Partido lo ejercesolo en lo sucesivo, y escapa a un control preponderante de cualquierfuerza social. Mientras la clase obrera se debilita, el Partido acrecienta supoder. Figuran obreros entre sus nuevos miembros, por descontado, perotambién un número considerable de campesinos, y sobre todo deintelectuales y de funcionarios procedentes a veces de otros horizontespolíticos. Se aflojan los lazos con la ideología de los fundadores; inclusopueden faltar totalmente cuando son vulgares arribistas atraídos por losprivilegios de un partido en el poder los que se afilian a él. En el transcursode unos años, el nivel político y cultural del Partido en su conjunto debióbajar considerablemente:

    “La inmensa mayoría de los miembros del Partido no están lobastante educados políticamente para que se tenga una direcciónefectivamente proletaria en un momento tan difícil, sobre todo si setiene en cuenta el enorme predominio numérico del campesinado enel país, que despierta con rapidez a una política de claseindependiente”.15

    13 Véase O prodnaloge, Sotch., t. 43, pág. 234. Sotch., t. 45, pág. 95.14 Sotch., t. 45, pág. 95.15 Ibíd., pág. 19.

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    A decir verdad, aun en el caso de que hubiera una mayoría de obreros enel Partido, esto no cambiaría nada, serían a pesar de todo incapaces deponer freno a su propensión a degenerar en pequeños burgueses. Lenin losabe,16 y el motivo de sus peores temores es la posible asfixia bajo elocéano de la pequeña burguesía, tan poderosa en Rusia. Por el contrario,se muestra mucho menos consciente de otro peligro que aparece en elhorizonte en una dirección totalmente distinta.

    El Partido, al tener que imperar sobre los obreros que han permanecidofuera de su organización, tiende a adoptar la misma actitud hacia losobreros que se han unido a sus filas; y esta dominación se ejercerá conmayor razón sobre los miembros de otras clases sociales que han podidoser admitidos. La mayoría de obreros, incluso aquellos que trabajan en lagran industria y que en teoría deberían ser por tanto los más sólidospilares del poder, son demasiado incultos para poder participar de formaefectiva en la elaboración de la política y en el ejercicio de la funcióngubernamental. Al decir esto, queremos referirnos a los obreros en cuantogrupo, ya que, individualmente, llegaban a los puestos más altos delPartido, que había permanecido fiel a la doctrina en este terreno y extraíasus cuadros de las filas de la clase obrera, a veces hasta agotar la fuente.Era la misma élite interna la única que podía asumir a la vez con éxito ladirección de los asuntos y la educación de los miembros del Partido, yafueran obreros o procedieran de otras clases sociales.

    La dictadura del proletariado, que la presión de las circunstancias habíatransformado en dictadura de una minoría socialmente diversa, se convirtiópronto en una dictadura del Partido. Pero, en este sentido, la contraccióndel núcleo dirigente todavía no ha terminado. En el mes de marzo de 1922,Lenin, en una carta a los miembros del Comité Central, debe rendirse anteuna nueva evidencia:

    “Hay que reconocer que la política proletaria del Partido no esdeterminada en la actualidad por sus efectivos, sino por la autoridadinmensa y no compartida de esta capa delgadísima que puededenominarse la vieja guardia del Partido”.17

    Sin embargo, el proceso todavía no ha terminado. Sigue actuando lasingular dinámica que lleva a una concentración cada vez mayor del poderen un número de manos cada vez más restringido. Se diría que sobre el

    16 Ibíd., págs. 18, 19.17 Ibíd., pág. 20.

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    régimen soviético pesa una fatalidad, pero es más justo ver en un conjuntode circunstancias particularmente duras el origen de esta evolución. Laguerra civil ha tenido sobre este régimen una influencia más decisiva yduradera de lo que se cree generalmente. Apenas instaurado y todavíamuy poco firme en su organización y sus métodos, se vio sometido a unterrible esfuerzo y tuvo que volcar todas sus fuerzas hacia un solo objetivo:vencer para sobrevivir. Quisiéramos insistir sobre el punto de que en laépoca que comentamos el régimen salía de la guerra civil y había sido tanmoldeado por ella como por las doctrinas del Partido, o por la doctrinasobre el Partido, en la que muchos historiadores ven el "pecado original"de Lenin.

    Ante los ejércitos “blancos”, numerosos, bien equipados y apoyados porvarios países occidentales, se imponía en forma imperiosa un centralismoy un absolutismo estrictos. No obstante, en el curso de este período, ladiscusión en el seno del Partido no se detuvo; estuvo sólo limitada por lasolidaridad contra el enemigo. La interdicción de fracciones y la ilegalidadde todo debate que tocara demasiado a fondo los problemas, no hicieronsu aparición hasta finalizada la guerra.

    El carácter constantemente alarmante de la situación, la persistencia delestado de emergencia, exigían una movilización constante de los cuadrosy su transferencia de un frente a otro, o de una tarea militar a otraeconómica y viceversa. Ningún procedimiento democrático hubierapermitido estas soluciones. Sólo las hacían posibles los procedimientosautoritarios: órdenes, nombramientos, desplazamientos de oficio. Estosmétodos, absolutamente imprevistos por la teoría o por los estatutos, peropracticados durante tres años, se convirtieron en una realidad de la vidadel Partido.

    Nombrar desde arriba un secretario de una organización del Partido pasó aser cosa natural; las organizaciones locales que necesitaban personal sedirigían a veces ellas mismas a la jerarquía y pedían que se les enviaranjefes; por otra parte, ya se designaban mediante nombramiento todos lospuestos importantes de la vida nacional ajenos al Partido. Con el retornode la paz, estas costumbres no se perdieron, y siguió funcionando unaoficina especial (utchraspred) afecta al Comité Central, que distribuía loscuadros según las necesidades. El procedimiento era eficaz pero iba aprovocar numerosas protestas, ya que resultaba facilísimo para elsecretariado del Comité Central cambiar de un puesto a otro, menosimportante o más alejado, a cualquier persona políticamente molesta,

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    opuesta a una determinada línea o a uno de los jefes. Las protestas quesurgieron con la implantación de la NEP contra este procedimiento,juzgado antidemocrático y contrario al principio electivo consagrado por losestatutos del Partido, fueron poco eficaces. Para poner fin a esta políticaque, en el interior del Partido, otorgaba un enorme poder al Orgburó, elBuró de Organización, era necesario proceder a una reorganización dearriba abajo del sistema de dirección, a una modificación casirevolucionaria.18

    Ahora bien, la implantación de la NEP, en plena hambre, con la rebelión deKronstradt y el espectro de un levantamiento campesino generalizado, noera todavía el momento adecuado para el aflojamiento de los controles.Hacia marzo-abril de 1921, la situación parecía todavía más grave queantes y Lenin, deseoso de evitar la parálisis del Partido, única fuerza deque disponía, prohibió las fracciones y reservó al Comité Central elderecho de excluir del Partido a los miembros acusados de fraccionarismo.Movimiento impaciente ante la urgencia, decisión temporal,19 o bien frutode un error de cálculo y de falta de clarividencia, en cualquier caso estamedida iba a gravitar pesadamente sobre el futuro del Partido y del país.Iba a reforzar todavía más el Buró Político, su secretariado y su Orgburó.La propia posición del Comité Central se debilitó. Crecía la tendencia depasar todos los asuntos por el Buró Político; los altos funcionarios,incluidos también los comisarios del pueblo, llevaban ante la instanciasuprema todos los asuntos que se sentían demasiado timoratos pararesolver por sí mismos, y Lenin se lamenta amargamente de ello en el XIcongreso del Partido.

    Esta situación se disimula, al menos en parte, con la presencia de Lenin enel Sovnarkom, en tanto éste puede mantenerse en su puesto, y el BuróPolítico se dedica ante todo a la elaboración de las grandes líneas de lapolítica nacional y a la resolución de problemas de principio. No obstante,el propio Lenin discutía en el Buró Político problemas corrientes quehabrían debido depender de la actividad del Sovnarkom y, cuando caegravemente enfermo, el Buró Político se convierte en la institución clavedel país.

    18 Véase Carr, Socialism in One Country, 1924-1926, t. 2, Londres, Macmillan, 1959, cap.19, especialmente págs. 201-204 sobre elsistema de nombramientos.19 Véase Carr, The Interregnum, 1923-1924, Londres, Macmillan, 1954, anexo. Trotsky,op. cit., pág. 506: “La interdicción de las fracciones estaba concebida, repetimos, comouna medida excepcional destinada a caer en desuso en cuanto mejorara la situación.”

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    El secretariado que dirige el trabajo administrativo y de ejecución porcuenta del Buró y del Comité Central sigue siendo en apariencia unengranaje secundario pero, con las nuevas prácticas aparecidas en elPartido, no es difícil ver qué formidable poder puede adquirir su jefe.

    En abril de 1922, Stalin es nombrado secretario general, gensek, en ellenguaje del Partido. En este momento, sigue siendo comisario para lasnacionalidades y, durante algún tiempo, comisario para la InspecciónObrera y Campesina, cúmulo impresionante de poderes y competenciasque, en aquel entonces, sólo el prudente Preobrajensky denunció conenergía. A partir de este momento, ya no está muy lejos la materializaciónde la situación que Trotsky, al criticar el punto de vista de Lenin sobre laorganización del Partido, había previsto en 1903-1904:

    “La organización del Partido ocupará el puesto del propio Partido; elComité Central ocupará el puesto de la organización; y, finalmente, eldictador ocupará la del Comité Central...”20

    El único error de Trotsky fue considerar el centralismo de Lenin como un“egocentralismo”: las concepciones de Lenin no ocultaban ninguna sed depoder personal y, en definitiva, la máquina política que Lenin y Trotskycontribuyeron a construir se revolvió contra ellos.

    A fin de comprender mejor el pensamiento político de Lenin durante losúltimos meses de su vida, no es inútil insistir en otro aspecto del fenómenode concentración del poder. Los bolcheviques creían sinceramente en ladoctrina de la dictadura del proletariado. La sustitución del proletariado porel Partido, puro estado de hecho al principio, tuvo que ser introducida, nosin ambigüedad, en la doctrina; se consideró como un fenómeno transitorio,en espera del reagrupamiento de los obreros de las grandes fábricas y delincremento de las industrias por medio de las futuras realizaciones. Enrealidad, empezó en las fábricas el reinado de las administraciones, y lainstalación de la burocracia en todo el país. Lenin explicaba esta situaciónpor la carencia de bases económicas adecuadas. Este estado de hecho noera muy molesto en tanto subsistieran perspectivas revolucionarías enEuropa; pero, a la larga, este hándicap iba a resultar trágico. Lenin decíaque, aunque Rusia poseía el régimen político más avanzado del mundo,no había logrado construir todavía ni siquiera las bases de una economíanacional; la ausencia de las bases del socialismo, tal como se constataba,significaba casi que nada había sido logrado definitivamente:

    20 Loc. cit. Bertram D. Volfe, Lénine et Trotsky, París, Calmann-Lévy, 1951, pág. 142.

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    “Las fuerzas enemigas del capitalismo moribundo todavía puedenrecuperar el poder”.21

    Así, los términos de la fórmula básica del materialismo histórico seencuentran invertidos por sus más fieles adeptos. Fallan trágicamente lasbases socioeconómicas indispensables para la realización de los objetivosoficiales del poder. El nuevo poder se encuentra suspendido en unaespecie de “doble vacío”: la primera carencia es la del proletariado; lasegunda, la de la infraestructura económica. El profesor Carr dijo que ladictadura del proletariado estaba in posse más bien que in esse.22 Se estámuy lejos de las concepciones optimistas, utópicas y simplistas expuestasen El Estado y la Revolución en 1917, donde todos los problemas parecíanresueltos por anticipado con el ejemplo de la Comuna de París. Losmilitantes acostumbrados a deducir lo político de lo económico y lo social,descubren una situación desconcertante en la que una élite gobernantedesprovista de base social encarna una especie de “poder político puro” eimpone su voluntad a una sociedad, cuya entera dinámica espontánea,bajo la NEP, tiende a fines opuestos a los del Partido.

    Lenin y la doctrina leninista tuvieron que acomodarse a esta nuevasituación. Dos elementos les prestaron su ayuda: la importancia del papelatribuido a la toma de conciencia, que no es espontánea, y una ciertaconcepción del Partido que le atribuye la tarea de despertar estaconciencia. El puesto central otorgado al Partido en la estrategia leninista yla interpretación más bien voluntarista que el leninismo da del marxismo nodeben, sin embargo, llevar a imputarle, como lo hacen algunos, toda laresponsabilidad de ciertos fenómenos, como la contracción progresiva delpoder político descrita anteriormente, que, a fin de cuentas, debía culminaren una autocracia. El leninismo, por descontado, no es monolítico; ladictadura del Partido sobre el proletariado no entraba en los esquemas deLenin, y constituyó el resultado final totalmente imprevisto de una serie decircunstancias igualmente imprevistas. A pesar de la aguda intuición deTrotsky, sería equivocado creer que la concentración de poder que llegó asu paroxismo con el régimen estaliniano sea el resultado de las ideas yescisiones de 1903-1904. Su origen está en la historia de otro período, enlos acontecimientos postrevolucionarios y en la forma en que éstosdesviaron la doctrina. Ni el “comunismo de guerra”, ni las nocionesdiametralmente opuestas que dieron lugar a la NPE, pueden remontarse a

    21 Sotch., t. 44, pág. 148 y t. 45, pág. 109.22 Carr, op. cit., t. 1, págs. 103-104.

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    las preocupaciones y a las teorías prerrevolucionarias. Una vez conquistadala paz con la victoria interior, Lenin procuró dotar de bases seguras alpoder político en todos los frentes: la adquisición de una infraestructuraeconómica, la elevación del nivel cultural de los cuadros y del pueblo, quetenía que empezar por la alfabetización. Lenin sabía que, en la situaciónen que se encontraba su régimen, lo político se anteponía a lo económico,pero la idea de que tal preponderancia pudiera prolongarse en formadurable le intranquilizaba. No se resignaba a servirse durante largo tiempode la palanca política que muchos en nuestra época consideran como lamás potente y la más decisiva.23

    Sobre este punto, otra decepción esperaba a los militantes al salir de lasilusiones del comunismo de guerra. La construcción de las bases quefaltaban al edificio no iba a permitir un acceso directo al socialismo y, conmás razón, al comunismo. Lenin calma a los impacientes repitiendo que essólo un período de transición el que empieza, período para el cual éladmite la prolongación de la política de la NEP. Y, sin embargo, Lenin veperfectamente las terribles amenazas que a causa de ella se ciernen sobreel régimen: amenazas exteriores, inestabilidad interior (la del campesinado),pero asimismo el peligro que representa la tendencia a la degeneración delos propios comunistas bajo la presión de un medio corruptor. Ante el XIcongreso del Partido, Lenin, prosiguiendo su idea de que los comunistasya no dirigen el juego sino que, por el contrario, son dirigidos, declara:

    “Ha sucedido algo parecido a lo que se nos enseñaba en laslecciones de historia de nuestra infancia: sucede que un pueblosubyuga a otro. El que ha subyugado es entonces un puebloconquistador y el que ha sido subyugado es un pueblo vencido.Efectivamente, pero, ¿qué sucede con la cultura de estos dospueblos? La respuesta no es tan sencilla. Si el pueblo conquistadores más culto que el pueblo vencido, le impone su cultura. Pero, en elcaso contrarío, el pueblo vencido puede imponer su cultura alconquistador. ¿No es esto lo que ha sucedido en la capital de laRSFSR24, y cuatro mil setecientos comunistas (casi una división) delos mejores no han sido sometidos a una cultura extranjera?

    23 La primacía de la política sobre la economía en un sentido que seguramente difiere dela concepción marxista clásica fue expresada claramente por Lenin, en especial en Onachej revoltsii, Sotch., t. 45, págs. 378-382, y en el texto que hemos reproducido enexergo. Véase también, Carr, op. cit., págs. 130-131.24 República Socialista Federativa Soviética de Rusia.

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    Es verdad que pudiera tenerse la impresión de que la cultura de losvencidos es de alto nivel. Error: es miserable e insignificante. Peroaun así es superior a la nuestra.”25

    Este texto muestra que Lenin tenía un sentido agudo de los peligros queacechaban a su régimen. Aun cuando los acontecimientos ulteriores de lahistoria hayan sido bastante diferentes a lo que él suponía, debereconocerse que Lenin era un hombre que analizaba primero la situación ydecía seguidamente sin ambages, al Partido y al país entero, la verdad dela situación tal como él la veía.

    25 Sotch., t. 45, págs. 95-96.

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    Capítulo IILA NEP, ESA DESCONOCIDA

    En las condiciones que hemos expuesto, los dirigentes del régimensoviético, debían, al final de la guerra civil, resolver una serie deproblemas. ¿Cómo evitar un enfrentamiento con Occidente, a la espera denuevas revoluciones en Europa o en Asia? ¿Cómo impedir la degeneracióndel poder, o mejor, como preservar la pureza ideológica y moral del Partidoconvertido en gobernante? ¿Cómo acabar con la plaga burocrática? Nohabía respuesta a estos problemas, que comprendían múltiples incógnitas,pero las cosas se complicaron más todavía con la implantación de unsistema económico original e inesperado conocido bajo la denominaciónde “Nueva Política Económica”. Esta política se adoptó ante la imperiosanecesidad de poner remedio al marasmo en el que estaba sumergido elpaís y principalmente la agricultura. Al cabo de dos años de funcionamiento,demostró ser útil, pero, para los bolcheviques, era un auténtico pacto conel diablo.

    Lenin explicó que se trataba, con el fin de salvar al país del desastre, dehacer las concesiones necesarias al campesinado para que éstereemprendiera la producción y alimentara al país. Y estas concesionespodían resumirse en la inyección de una dosis de capitalismo:

    “capitalismo que debemos y podemos admitir, y al que podemos ydebemos asignar ciertos límites, ya que es necesario a la gran masadel campesinado y al comercio que permite satisfacer las necesidadesde los campesinos. Hay que procurar que sea factible el curso regularde la economía y del circuito de intercambio capitalistas. Hay quehacerlo por el pueblo. Sin esto no podríamos vivir [...] Para ellos, parala facción campesina, sólo esto es absolutamente necesario; en lodemás, ellos pueden tomar partido".26

    Lenin efectúa, por lo tanto, una operación que raramente se ha visto en lahistoria. Concede a los campesinos una fuerte dosis de capitalismo acambio de “lo demás”, a saber, el poder político en manos de losbolcheviques, operación ventajosa, cierto, pero también peligrosa.

    26 Sotch., págs. 85-86.

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    Numerosos militantes temían que este remedio, aunque saludable para elpaciente, resultara mortal para el médico. En el mundo entero menudearonlos comentarios; los enemigos del régimen abrigaron la esperanza de quela NPE, que introducía de nuevo el capitalismo, anunciaba el fin delbolchevismo. Los componentes de todas las tendencias que existían en elinterior del Partido habían aceptado al principio esta solución como laúnica posible, pero muchos no tardaron en ver en ella una verdaderatraición, una alianza contra natura. El Partido estaba en todo caso inquieto,y no sin razón, ya que ahora se venían abajo las ilusiones suscitadas porel comunismo de guerra: era preciso restablecer el mercado campesino yel comercio privado, que no dejarían de penetrar en todos los sectores dela vida soviética y de ser un elemento de corrupción y de disolución,incluso para el Estado y para el Partido. En aquel entonces se pudo haberpensado en dar la razón a Rosa Luxemburg:

    “La reforma agraria de Lenin ha creado en el campo una nueva ypoderosa clase de enemigos para el socialismo, enemigos cuyaresistencia puede ser mucho más peligrosa y obstinada de lo quefuera la de los grandes terratenientes aristócratas”.27

    Se verá que Lenin, sin poner en discusión la reforma, dijo más o menos lomismo de los campesinos. El campesinado ruso, poco interesado en lasexperiencias socialistas, iletrado en su mayoría, y, por añadidura, muy malproductor, constituía una masa de cien millones de personas en cuyo senose incubaba constantemente cierto espíritu de rebelión, el de la pugatchev-chichina o sublevación popular, que a menudo había turbado la tranquilidadde los zares. La NEP tenía la ventaja de conceder la libertad de comercio,pero parecía aumentar aún los inconvenientes políticos de la división quehabía provocado la reforma; no hacía otra cosa que ligar un poco más loscampesinos a la economía capitalista y separarlos de los principioscolectivistas del Partido.

    Pero había algo todavía peor. La NEP se encaminaba a reinstaurar laclase capitalista, hombres de negocios, comerciantes, industriales, nuevoso antiguos. Así, la revolución no sólo seguía decepcionando a losproletarios,28 sino que iba a proporcionar al campesinado un foco antibolchevique y los jefes necesarios a la rebelión en el caso de que cualquier

    27 Rosa Luxemburg, La Révolution russe, París, Cahiers Spartacus, mayo de 1948, p. 22.28 Lenin confirmará públicamente en 1921 que hasta entonces habían sido loscampesinos, y no los obreros –a quienes había correspondido la carga más pesada– losque se habían aprovechado más de la revolución. Véase Sotch., t. 44, pág. 46. Esto ibaa ser todavía más cierto un año después.

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    conflicto con el Estado disgustara a los campesinos. Nadie dejaba deconsiderar el peligro que suponía ver al campesinado inclinarse del lado delos nepmany, o nueva burguesía, y de los cuadros burgueses tradicionalestodavía hostiles al régimen, eventualmente ayudados por los paísescapitalistas extranjeros, que seguían gozando de una superioridadeconómica y militar aplastante. La NEP hacía pensar en una auténticamina situada bajo el edificio todavía mal consolidado del nuevo régimen.Ya las haya admitido o refutado en público, Lenin no estaba menosabrumado que otros militantes por la perspectiva de estas amenazas. LaNEP era una apuesta que no estaba ganada de antemano. Todos seguíanpreguntándose con Lenin: “Kto kovo?”, (“¿Quién la ganará?”), y esta vezen el frente interior.

    Durante este tiempo, con la esperanza de llegar al fin a una fase deconstrucción pacífica, los bolcheviques hacen un esfuerzo considerable. Elperíodo que va desde marzo de 1921, implantación de la NEP, hasta laaparición de las primeras luces esperanzadoras con la buena cosecha de1922 y un cierto apaciguamiento del campesinado, fue aquel en que sebuscó con mayor intensidad unos métodos de gestión y unos remedios alos fracasos registrados, pero fue igualmente un tiempo de gran confusiónteórica entre los militantes. Muchos de los dogmas y conceptosanteriormente admitidos saltaron bajo la presión de los hechos. Era precisoreplantearse la cuestión capital del propio carácter de la revolución deOctubre. Lenin no escapa a la confusión; la reconoce al mismo tiempo quees víctima de ella. En agosto de 1921 escribe que la revolución había sidodemocrático-burguesa entre noviembre de 1917 y el 5 de enero de 1918, yque entonces había comenzado la etapa socialista con la instauración dela democracia proletaria. Pero en el mismo texto se trasluce otra divisiónen períodos, que se acerca a la adoptada en otoño de 1918. La etapasocialista habría sido alcanzada cuando el movimiento del comité de losindigentes o kombedy había llevado la lucha de clases al campo, contra loskulaks. Ahora bien, es útil recordar que los kombedy fueron suprimidos afines del año 1918.29

    29 El texto de agosto de 1921 está reproducido en Sotch., t. 44, págs. 101-102. Lenindeclaró el 6 de noviembre de 1918 en el congreso de los Soviets: "La Revolución deOctubre de las ciudades no se ha convertido en una auténtica Revolución de Octubrepara el campo hasta otoño de 1918". Sotch., t. 37, pág. 144.

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    Dos meses después del artículo citado, en octubre de 1921 aparecetodavía una nueva división en períodos. La etapa democrático-burguesade la revolución no habría terminado hasta 1921. Y algo más adelante, seencuentra una versión ligeramente distinta: la Revolución de Octubre habíasido plenamente una revolución proletaria, pero habría cumplido “de paso”las tareas de una revolución democrático-burguesa.30 En realidad, estasincertidumbres no son tan sorprendentes como parecen; sólo losresultados a largo término de los acontecimientos de Octubre iban apermitir revelar su verdadero carácter.

    Otro punto: ¿cómo justificar teóricamente la NEP, qué definición estratégicapodía darse? ¿Se trataba de una “retirada” en relación al períodoprecedente –y, en tal caso, no se renunciaba a los objetivos ni a losmétodos del comunismo de guerra, que se consideraban como muyprematuros–, o se había reemprendido, por el contrario, la línea más justaadoptada en la primavera de 1918? Y, desde este último punto de vista, elcomunismo de guerra no era más que una política de circunstanciasampliamente errónea.31 Lenin no opta claramente por una u otra de estasdos ideas pero, en su último discurso, volverá a la de una “retirada”, de unretroceso para saltar mejor.32

    Todo esto no proporcionaba una explicación suficiente de la NEP. Largoperíodo de transición, la NEP debía ser necesariamente primero unaretirada estratégica, después una reanudación de la marcha hacia delante.Lenin intentó poner un poco de orden en toda esta confusión enunciandola teoría del “capitalismo de Estado”, formulada en su folleto Sobre elimpuesto en especies, en ocasión del lanzamiento de la NEP. Esteconcepto, utilizado ya después de la revolución de Febrero y asimismo aprincipios de 1918, se inspiraba en la experiencia de la economía alemanade guerra, fuertemente estatificada y estrictamente controlada. En el marcode la economía soviética existía, sin embargo, una diferencia sustancial: elEstado no era capitalista sino proletario, y ocupaba directamente importantesposiciones económicas.

    Lenin empleó el término de “capitalismo de Estado” porque requería lacolaboración del capitalismo ruso y sobre todo del gran capital extranjero;creía que Rusia tenía necesidad de un largo período de desarrollocapitalista para asimilar los métodos de organización, los conocimientos

    30 Sotch., t. 44, págs. 102, 145, 147. 31 Véase Carr, The Bolshevik Revolution, t. 2, pags. 273-278.32 Sotch., t. 45, pág. 310 y más adelante.

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    técnicos, y para adquirir los capitales y los medios intelectuales que elEstado obrero todavía no poseía. Este, evidentemente, debía mantenerseconstantemente alerta e inventar los métodos de fiscalización y de controlnecesarios. Lenin esperaba, pues, construir el socialismo “con manosextranjeras”, creyendo que éstas no dejarían de apreciar el interés deltributo que podrían obtener en esta ocasión. Otra singularidad de estateoría contribuyó a que otros responsables, y entre ellos Preobrajensky,Bukharin y Trotsky, la acogieran con críticas o reservas. Según Lenin, elprincipal enemigo del Estado ya no era en este momento el gran capital,sino el sector pequeño-burgués, anárquico, dividido, que desafiaba todaplanificación y toda disciplina estatal. En sí mismo, el gran capitalpresentaba cualidades útiles al progreso, a saber, su capacidad deorganizar en gran escala, su tendencia a planificar y su sentido de ladisciplina. Esta era la razón de que el Estado obrero tuviera que pactar conél para combatir la influencia perniciosa de la pequeña burguesía vacilante.Lenin dijo: "El Estado proletario debe formar un bloque o alianza con elcapitalismo de Estado contra la anarquía pequeño-burguesa". Y, en untexto anterior del mismo año, cita una opinión expresada ya en 1918: "laanarquía pequeño-burguesa es entre nosotros el principal enemigo delsocialismo".33

    Ahora bien, es preciso comprender que la pequeña burguesía en cuestiónno es otra cosa que el campesinado. ¿En qué paraba, pues, el imperativoestratégico, considerado también fundamental, de una alianza con elcampesinado, tal como la expresaban los slogans? En el curso de lahistoria, Stalin iba a resolver esta profunda contradicción con los métodosque le eran familiares. Lenin proponía otros, pero no los pudo aplicar por símismo.

    En lo inmediato, la teoría ambigua del capitalismo de Estado iba a conoceruna suerte curiosa. Fue concebida para llenar simultáneamente variasfunciones: primero, disipar toda ilusión sobre el pretendido caráctersocialista de la sociedad soviética, y, a continuación, formular en términosmarxistas la naturaleza del período de transición por que pasaba Rusia ydefinir en qué forma el desarrollo de este período llevaría a Rusia alsocialismo, cuyas condiciones previas no se habían reunido por elmomento. La noción de capitalismo de Estado, considerada como la formapolítica y social más perfecta del capitalismo, y, por lo mismo, la queprecedía directamente al socialismo, podría cumplir estas funciones de

    33 Sotch., t. 44, pág. 108 y t. 43, pág. 206.

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    clarificación y de explicación, siempre que la teoría se verificara en lascondiciones específicas de Rusia. Pero tuvo que abandonarse dos añosdespués, rebatida por los hechos. Lenin, al no obtener la colaboración delgran capital, buscó la del campesinado. Volveremos sobre esta cuestión;baste constatar que, por el momento, la NEP se revelaba beneficiosa parala vida económica del país; parecía abrirse un período de edificaciónpacífica, aunque nadie supiera con exactitud cuánto tiempo podría durar.Lenin, sin pronunciarse firmemente, parecía admitir que, en las condicionesde un cerco capitalista, no sería “evidentemente por largo tiempo”.34

    Para tener éxito en esta empresa, era preciso reorganizar, sobre todo en elplano concreto. En una situación así, totalmente nueva, faltaban lasestructuras de referencia, la experiencia y toda base científica para laelaboración de los programas de acción. Primer mal a curar, el que sedenunciaba con más frecuencia, el de la burocracia. Lenin confiesa: “Nosabemos cómo actuar”.35

    Durante cierto tiempo creyó que la iniciativa partiría de provincias. Leparecía más fácil experimentar y aprender los procedimientos de unabuena gestión en unidades administrativas limitadas, ya que “el mal de lademocracia se concentra naturalmente en el corazón”. Pero, ante loshechos, Lenin cambió pronto de parecer y, sin dejar de denunciar a Moscúcomo la capital de las nefastas rutinas burocráticas, arremetió tambiéncontra las influencias locales, oscurantistas y corruptoras, y los ejemplosde liquidación de cuentas que facilitaban.36 Era preciso por tanto acudir denuevo a los obreros más avanzados, a la élite proletaria, o mejor, alPartido. Gracias al apoyo de que éste gozaba por parte de una fracción delos obreros y campesinos pobres, podría empezarse de nuevo sobrenuevas bases, aprovechando la neutralidad del conjunto del campesinadosatisfecho con la NPE. Debía dotarse a la élite de nociones teóricas clarasy de amplia jurisdicción gubernamental. En caso necesario, debía sobretodo poder emplear el terror a fin de “organizar la coacción en interés delos trabajadores”,37 según una antigua fórmula de 1917.

    34 Ibíd., pág. 4. Véase pág. 21. Sin embargo, se muestra más optimista en otros pasajes.35 Sotch., t. 43, pág. 234.36 Sotch., t. 45, págs. 197-201.37 Fórmula empleada el 21 de noviembre de 1917. Sotch., t. 35, p.110.

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    Por el momento, la primera arma de la élite, es decir un programa claro deacción, no existía. En su último discurso, Lenin se pregunta: “¿Cómoreorganizar?”, y responde: “Todavía no lo sabemos”. La otra arma, a la quese podía recurrir siempre, también debía ser adaptada a un período dereconstrucción pacífica y de economía de mercado. Lenin empieza areorganizar la Checa y a disminuir sus prerrogativas. Quedaba entoncespor resolver el problema más amplio: ¿Cómo preservar la pureza de laélite detentadora de un poder absoluto? ¿Dónde buscar las garantíascontra su eventual corruptibilidad?

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    Capítulo IIIEL ECLIPSE DE LENIN

    La formidable máquina administrativa creada en el curso de la guerra civilfue un factor decisivo de la victoria bolchevique. Lenin, a pesar dededicarle las críticas más amargas, no dejaba de constatar este éxito.Declara que la victoria en el curso de los años 1917-1921 sólo había sidoalcanzada gracias a la creación del aparato bélico y estatal. Añade inclusoque “constituyó una obra grande y excitante.”38 Pero, en Rusia, la historiaavanza aprisa y se pasa de una crisis a otra; un factor favorable seconvierte rápidamente en una maldición y produce amargos frutos. Lasconsecuencias de la guerra se hicieron sentir también en el personaldirectivo del Partido. Pronto aparece un tipo específico de dirigentes, queocupa en exclusiva los peldaños de la jerarquía. Tenían que saber serrudos, tenían que ser buenos organizadores, tenían que mostrarsecapaces de utilizar sin excesivos escrúpulos los enormes poderes que lesconfería la dictadura en tiempo de guerra, ya que lo que se les exigía eravencer a toda costa, y no se les exigía razonar o dudar.

    El fin de la guerra no se sintió de inmediato como un aflojamiento de latensión. La conciencia de que acababa de empezar una época nueva sóloaparecería en el curso de los dos años siguientes. La implantación de laNPE se presentó como una medida de urgencia para evitar la catástrofe.El funcionamiento de la máquina gubernamental iba a proseguir, pues, enforma natural durante algún tiempo tras la estela del pasado. El hecho deque la prohibición de las fracciones sobreviniera sólo después de la guerracivil, demuestra que la psicología seguía siendo la de una lucha por laexistencia.

    Cierto número de hombres abandonan entonces el Secretariado delComité Central. Entre ellos se encuentran los tres secretarios Krestinsky,Preobrajensky y Serebriakov, todos futuros oposicionistas de izquierda yfuturas víctimas de las purgas estalinianas. Y, en forma significativa,Kaganovitch, Uglanov, Jaroslavsky y Molotov llegan a los peldaños másaltos. Todos ellos son futuros estalinistas; casi todos son de la "raza" dehombres de acción realistas y prácticos.39

    38 Sotch., t. 44, pág. 106.39 Después de haber ayudado eficazmente a Stalin a combatir la oposición de izquierda,Uglanov se hará, sin embargo, bukhariniano en 1928.

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    La conmoción de la guerra civil no ha dejado al país, aparte del Partido,más que una sola estructura resistente y bien articulada: el aparatoadministrativo del Estado. En cualquier otro punto, es preciso reconstruir yreconsiderar. Pero la máquina administrativa y, ahora más que antes, lamáquina del Partido prosiguen su camino hacia el endurecimientodictatorial. Al principio, el proceso se desarrolla sin duda de acuerdo conlos deseos de Lenin pero, cada vez más, aparecen tendencias, ora a susespaldas, ora a su pesar, contra las que está mal pertrechado, ya quedespués de tres dolorosos años de guerra, de luchas, de trabajo y deinquietud, Lenin cae enfermo.

    A finales del año 1921 se encuentra ya muy afectado por la enfermedad yse ve obligado a tomarse un descanso de varias semanas. En el curso delprimer semestre del año siguiente, se reduce constantemente sucapacidad de trabajo.

    Luego, de repente, el 25 de mayo de 1922, sobreviene una crisiscatastrófica: parálisis de la mano y de la pierna derechas, y perturbación –o incluso pérdida– de la capacidad de hablar. La convalecencia es larga ypenosa.

    “Comprendes, –dirá más tarde Lenin a Trotsky–, no podía hablar niescribir, era preciso que aprendiera de nuevo.”40

    Su robusta constitución le salva una vez más, pero no reanuda el trabajohasta el 2 de octubre, y su salud no está del todo restablecida. Lossíntomas de fatiga y de malestar que mostraba, sus frecuentes ausenciasde las sesiones de trabajo y su última crisis no pasaron inadvertidos a losmiembros del Sovnarkom y del Buró Político. En el círculo restringido delos dirigentes se había planteado ya sin duda el problema de la sucesión.

    La reaparición pública de Lenin constituyó para él una prueba. AlfredRosmer, que le vio aparecer en la tribuna del IV° Congreso de laInternacional, el 13 de noviembre de 1922, aporta su testimonio:

    “Aquellos que le vieron por primera vez dijeron: «Es el Lenin desiempre». Los otros no podían hacerse esta ilusión; en lugar del Leninvigilante que habían conocido, el hombre que tenían ante sus ojoshabía quedado duramente marcado por la parálisis, sus rasgosestaban como congelados, su aspecto era el de un autómata; suhabla habitual, sencilla, rápida, segura de sí, se había convertido en

    40 Trotsky, Ma vie, París, Livre de poche, 1966, pág. 547.

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    un hablar vacilante, a trompicones. El camarada que le había sidoasignado le ayudaba mal, Radek lo apartó y le sustituyó”.41

    El regreso a la vida pública no tuvo larga duración. El 13 de diciembre, unnuevo ataque obliga a Lenin a retirarse, esta vez definitivamente. Es, por lotanto, evidente que su participación en los asuntos del año 1922 es muylimitada. Esto constituye un hecho importante para comprender todo esteperíodo, que ha jugado un papel capital en los destinos de la Rusiasoviética. La máquina gubernamental creada bajo Lenin, mucho más acausa de las circunstancias que por una voluntad premeditada, siguefuncionando sin que él casi participe. Sus camaradas del Buró Político seacostumbran a gobernar solos y se aficionan a esta independenciaadquirida gracias a la ausencia del “viejo”. Pero su forma, su estilo deacción, seguían inspirándose principalmente en la experiencia y en larutina anteriores.

    A principios de 1922, Lenin aceptó y quizás incluso sugirió el nombramientode Stalin para el cargo de secretario general. Este puesto no tenía todavíauna importancia de primerísimo orden, pero la adquirió considerablementeen el curso del año, ante la sorpresa quizá del propio Lenin, cuya ausenciacontribuyó mucho a ello. Mientras Lenin perdía capacidad de trabajo y ladirección de los asuntos se le escapaba cada vez más de las manos,Stalin se afirmaba, adquiría soltura, seguridad, muy a menudo en pugnacon Lenin. Se rodeó de hombres de su conveniencia; durante la guerracivil ya se había constituido una camarilla muy adicta a él. Algunos de losmiembros del Buró Político ni siquiera se daban cuenta. Este fenómeno sehizo patente con el examen del asunto llamado “del comercio exterior”, ymás todavía a través de los meandros del conflicto georgiano, dosocasiones en las que Lenin tuvo que luchar contra sus compañeros deequipo, y que reflejan todos los problemas del régimen en el momento deleclipse de su jefe supremo.

    El problema del monopolio del comercio exterior se planteó con ciertagravedad hacia finales de 1921, cuando Milutin, delegado soviético en lasnegociaciones de Riga, prometió la abolición de este monopolio.42 No sesabe quién le dio instrucciones en este sentido, pero es probable que lamayoría de los jefes del Partido intentaran arreglar este asunto dentro delespíritu general de la NEP. Bukharin, Sokolnikov, Frumkin y otros, poniendoen duda la capacidad del comisariado para el comercio exterior de llevar a

    41 Alfred Rosmer, Moscou sous Lénine, París, Fierre Horay, 1953, p. 231.42 Sotch., t. 44, págs. 562-563.

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    buen término los intercambios económicos internacionales y deseosos dedesarrollarlos con la mayor velocidad, preconizaban ya la atenuación delrigor del monopolio, ya su abolición pura y simple. El propio Stalin erapartidario de una de estas tesis. Pero Lenin veía en ello un error capital, ungolpe inadmisible a los intereses del país. Según él, era no sóloimprudente, sino indudablemente nefasto permitir que los exportadoresextranjeros entraran en contacto directo con los hombres de negociosprivados del interior, los nepmany, puesto que entonces “los extranjerosvan a llevarse todo lo que posea algún valor”. Pero el argumento másimportante se relacionaba con la realidad social básica de Rusia, elcampesinado. Sin duda, los contrabandistas infringían de todas formas elmonopolio del comercio –los partidarios de su debilitamiento insistíansobre este punto–, pero, siempre según Lenin, sólo se trataba de unpuñado de especialistas, y sería algo completamente distinto:

    “tener que habérselas con todo el campesinado, que se defenderácomo un solo hombre y se batirá contra el poder que intente privarlode su propio interés”.43

    Lenin acumulaba pruebas para intentar convencer al Comité Central desus puntos de vista. Únicamente el mantenimiento rígido del principio delmonopolio permitiría conjurar la debilidad económica del país. Eranecesario considerar la capacidad del extranjero en ofrecer precios desostén, sin hablar de las condiciones del mercado internacional, muyventajosas en sí mismas para el productor agrícola ruso. La menor brechaabierta en la defensa acabaría por destruir la débil industria nacional yayudaría a establecer una alianza entre las fuerzas del capitalismointernacional y los hombres de negocios, por una parte, y el conjunto delcampesinado ruso, por la otra, en contra del poder de los soviets.

    En el mes de marzo, los argumentos de Lenin parecían triunfar y elmonopolio fue confirmado por medio de una serie de decretos, pero no eramás que una tregua. Lenin comprueba con inquietud que los mediosgubernamentales y del Comité Central no cesan de poner esta cuestiónsobre el tapete y de impugnar la solución adoptada formulandoconstantemente nuevos proyectos de modificaciones legislativas. Estasincesantes tergiversaciones perjudicaban en forma considerable lasconversaciones de los delegados comerciales soviéticos con los medios

    43 Carta secreta a Kamenev, del 3 de marzo de 1922, publicada por primera vez en 1959.Sotch., t. 44, pág. 247). Véase igualmente la carta dirigida a Stalin, el 13 de octubre de1922, publicada en 1950 (Sotch., t. 45, pág. 221).

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    comerciales extranjeros. Krestinsky, por entonces delegado en Berlín, loseñala así a Lenin. Los extranjeros, al creer que iba a ser abolido elmonopolio del comercio exterior, preferían probablemente esperar laposibilidad de entrar en contacto con los comerciantes privados antes quetratar con la incógnita que era entonces en este campo el gobiernosoviético. Lenin, irritado, acaba por exigir, en una carta a Stalin, que elprincipio del monopolio sea reafirmado y que sean prohibidos todos losproyectos en sentido contrario.44

    Quizás es en esta ocasión cuando Lenin descubre que el gensek no estátotalmente de acuerdo con él y que le hace frente con una firmezacreciente. A la carta de Lenin, Stalin responde lo siguiente:

    “En esta etapa, no me opongo a la prohibición formal de las medidasque tiendan a debilitar el monopolio del comercio exterior. Creo, sinembargo, que el debilitamiento se hace inevitable”.45

    Las proposiciones de Lenin fueron adoptadas por el Buró Político el 22 demayo, pero, durante su prolongada ausencia a causa de su primeraparálisis, los adversarios del monopolio logran, por fin, una victoria.Algunos días después del regreso de Lenin a sus tareas, en la sesión delComité Central del 6 de octubre, son ratificadas por el pleno las propuestasde Sokolnikov, tendentes a introducir notables derogaciones en elmonopolio estatal. Lenin, indispuesto, estaba ausente de la sesión, yconsideró esta decisión un golpe por la espalda. Según su costumbre, selanzó a la batalla para exigir que el Comité Central revisara la decisión, yempezó a preparar el terreno para tomar el desquite en la próxima sesiónplenaria.

    Era necesario primero lograr el acuerdo del Comité Central para que lacuestión figurara de nuevo en su próxima orden del día. Para lograr susfines, Lenin envía carta tras carta a los miembros del Buró Político, a loscekistas, los miembros del Comité Central, y a los altos funcionarios, sereúne con Stalin y otras personalidades, busca apoy