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Hinkelammert, Franz. La transformación del Estado de Derecho bajo el impacto de la estrategia de globalización. En publicación: Filosofía y teorías políticas entre la crítica y la utopía. Hoyos Vásquez, Guillermo. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2007. ISBN: 978-987-1183-75-3. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/hoyos/13Hinkelammert.pdf Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales de América Latina y el Caribe de la Red CLACSO http://www.clacso.org.ar/biblioteca [email protected]

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  • Hinkelammert, Franz. La transformacin del Estado de Derecho bajo el impacto de la estrategia de globalizacin. En publicacin: Filosofa y teoras polticas entre la crtica y la utopa. Hoyos Vsquez, Guillermo. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2007. ISBN: 978-987-1183-75-3.

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    EVIDENTEMENTE, hoy se lucha alrededor de una reformulacin del Estado de Derecho. Aparece en Estados Unidos una tendencia a la con-cepcin del Estado de Derecho en la que se legaliza la existencia de campos de concentracin (como Guantnamo y otros campos de pri-sioneros en Irak), la tortura sistemtica y la desaparicin de personas. Se trata de un fenmeno masivo, y el gobierno de EE.UU. lucha por in-tegrar estas medidas al propio Estado de Derecho; aspira a una especie de dictadura mundial de seguridad nacional de EE.UU. integrada en el propio Estado de Derecho.

    Es necesario apreciar esta tendencia en el marco de la estrategia de globalizacin y el modo en que llega a disearse e imponerse a par-tir del golpe de Estado en Chile, en 1973, el gobierno de Thatcher y el gobierno de Reagan, formulada en el Consenso de Washington a inicios de los aos ochenta.

    Dicha estrategia es efectivamente global, pero lo es en nombre de mercados globales en manos de grandes burocracias privadas de empre-

    Franz Hinkelammert*

    La transformacin del Estadode Derecho bajo el impacto

    de la estrategia de globalizacin

    * Doctor en Economa por la Universidad Libre de Berln. Director de Investigaciones del Departamento Ecumnico de Investigaciones (DEI) de la Universidad Bblica Latinoa-mericana (UBL), San Jos de Costa Rica.

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    sas transnacionales. Totaliza los mercados globalmente, dadas las nuevas tecnologas (computacin, informacin, transporte) que as lo permiten. Se impone en nombre de la eliminacin de las llamadas distorsiones del mercado, que son distorsiones desde el punto de vista de burocra-cias privadas que producen y distribuyen sus productos y servicios glo-balmente. Los ajustes estructurales son pautas para esta eliminacin de distorsiones. Se imponen a los estados y a los gobiernos, convirtiendo la burocracia pblica casi en un apndice de las gigantescas burocracias privadas. Y hay un aceite para esta maquinacin, que es la corrupcin, que crecientemente sale a la luz. Muchos polticos se hacen pagar bien por vender su patria y su poco honor a estas burocracias privadas.

    Desde este punto de vista, distorsiones del mercado son todas las intervenciones en el mercado con el destino de asegurar universal o regionalmente las necesidades humanas. Por ello, son distorsiones las leyes laborales, las protecciones legales del trabajo (horas de trabajo, trabajo de nios, proteccin de la mujer), cualquier poltica orientada a garantizar universalmente sistemas de salud, educacin, vivienda o seguro de vejez; medidas todas que deben ser pblicas para lograr uni-versalidad. Distorsin es tambin la poltica de pleno empleo, de desa-rrollo en sentido integral, incluso las polticas de proteccin del medio ambiente o de las autonomas culturales. Y tambin es distorsin cual-quier control de los movimientos de capitales o mercancas. En cambio, no es distorsin el control estricto o violento de los movimientos de personas humanas.

    Resulta fcil advertir que esta poltica de totalizacin de merca-dos mundiales lucha contra gran parte de los derechos humanos, cuyo reconocimiento haban logrado los movimientos populares de eman-cipacin humana desde el siglo XIX. Se marginan o eliminan ahora. Por supuesto, no se logra todo lo que los estrategas proyectan. Sera la muerte. Pero todo aquello que no se logra en este campo es considera-do una imperfeccin de la estrategia, para cuya perfeccin se trabaja y con cuya perfeccin se suea. Se trata de una racionalidad que al soar produce monstruos.

    Sin embargo, esta estrategia ocasiona efectos que no se han con-templado o no se han querido contemplar al imponerla. Se tornan visibles en amenazas globales, que ya haban aparecido antes, pero que se profundizan insospechadamente; la creciente exclusin y margina-cin de grandes partes de la poblacin humana, la subversin de las relaciones humanas mismas y la crisis del medio ambiente son las peo-res. Van profundizndose, precisamente, por el hecho de que nuestras burocracias privadas que adems son propietarias de los medios de comunicacin denuncian las medidas necesarias para luego llamarlas distorsiones del mercado. Medidas estas que se constituyen en polti-

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    cas paralizantes e impiden una accin eficaz frente a ellas. Tales ame-nazas no son, de por s, apocalpticas. Existen medidas posibles para enfrentarlas. No obstante, se transforman en apocalpticas cuando dis-torsionan el mercado. Eso les otorga libre paso. Por ello, no sorprende que el bloque de apoyo ms slido a esta poltica en EE.UU. sean los apocalpticos del fundamentalismo cristiano, en cuyas filas se incluyen el mismo Bush II y muchos integrantes de su equipo de gobierno.

    Se trata de efectos indirectos de la accin en pos de la estrategia de globalizacin; efectos que muchas veces no son intencionales en un principio. Actualmente se da una discusin sobre los efectos indirectos que producen las estrategias polticas. Tal discusin aparece en la gue-rra de Irak. Condoleezza Rice analiza los efectos cuando expresa:

    Cualquier cambio histrico grande ser turbulento [] Tambin es el caso de que, cuando los planes se encuentran con la realidad, es lo que no se pens lo que en realidad se convierte en el problema. As, la verdadera pregunta es: puedes adaptarte y realizar los cambios necesarios? (Gordon, 2004: 4).

    Lo afirma en relacin al hecho de que el gobierno de EE.UU. no previ en absoluto lo que podra ocurrir como resultado indirecto y no previs-to de esta guerra, es decir, el empantanamiento en una guerra de parti-sanos que sigui a la victoria fcil en la guerra abierta. Efectivamente, lo que no se pens es lo que se convirti en el problema clave de toda la guerra. Y la pregunta que realiza Rice es pertinente: As, la verdadera pregunta es: puedes adaptarte y realizar los cambios necesarios?.

    Los efectos indirectos se transformaron en el problema clave y toda la estrategia debe redefinirse frente a tales efectos desastrosos. Bush II habl de un xito catastrfico y este est transformando su vic-toria en una victoria de Pirro, quien luego de triunfar de ese modo dijo: otra victoria as y estoy perdido.

    Pero tampoco Rice responde la pregunta que plantea. El gobier-no de EE.UU. no se muestra capaz de adaptarse y realizar los cambios necesarios. El resultado es su inflexibilidad casi absoluta, que lo obliga a su poltica de aniquilamiento. Pide flexibilidad a todos; y debe ha-cerlo, porque es absolutamente inflexible. Precisamente eso est ocu-rriendo con toda la estrategia de globalizacin. Lo que no se pens al iniciarla, hoy, en la realidad, se est convirtiendo en el problema clave. Las amenazas globales son el problema creado o que llega a su extremo por esta estrategia. Todo gira ahora alrededor de ella.

    Mucho antes que Condoleezza Rice, Marx analiz el mismo pro-blema al nivel de las estrategias de mercado y lo hizo con mayor pro-fundidad:

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    En su perplejidad, nuestros poseedores de mercancas piensan como Fausto: en el principio, era la accin. Por eso se lanzan a obrar antes de pensar. Las leyes de la naturaleza propia de las mercancas se cum-plen a travs del instinto natural de sus poseedores (Marx, 1966).

    As arrojaron la estrategia de globalizacin. Se lanzaron a obrar an-tes de pensar. Y ahora entran en una crisis resultante de estos efectos indirectos, en los cuales ni han pensado, pero que se convierten en el problema alrededor del cual gira actualmente toda esta estrategia. Bush II hablaba de la guerra de Irak como de un xito catastrfico. Hoy, la misma estrategia de globalizacin parece ser un xito catastrfico. Todo el edificio tiembla. Aparecen reacciones y resistencias del ms variado tipo. Deseara mencionar algunas:

    - las resistencias racionales en funcin de proyectos alternativos que surgen de los movimientos populares ms diversos (Porto Alegre) y que aparecen incluso en posiciones, aunque dbiles, de algunos gobiernos;

    - resistencias espontneas sin proyectos ni conduccin clara, como el Caracazo de 1989, el levantamiento de Argentina de 1989 y el posterior de 2001, que derrumb al gobierno de ese pas;

    - todava siguen existiendo algunos movimientos de liberacin de tipo armado;

    - reacciones ms o menos irracionales en los ms variados campos sociales y geogrficos: la ola de asesinatos-suicidios que comenz a fines de los setenta en EE.UU. y se extendi al mundo entero, y un creciente terrorismo de iniciativa privada que corre por el mundo.

    En su raz notamos las crisis de inestabilidad que la propia estrategia de globalizacin produce como su efecto indirecto.

    Nuevamente aparece la pregunta de Rice: As, la verdadera pre-gunta es: puedes adaptarte y realizar los cambios necesarios?. Eviden-temente, el sistema no tiene ninguna intencin de adaptarse o de realizar los cambios necesarios. Pide flexibilidad a todos, pero declara que no mostrar ninguna flexibilidad. Tiene el lema TINA: There is no alternative (no hay alternativa). Resulta igual que decir: no mostraremos ni el mni-mo de flexibilidad. El capitalismo de la estrategia de globalizacin, efecti-vamente, es el menos flexible de todos los capitalismos que han existido.

    La estrategia se convierte en una mquina aplanadora. Debe aniquilar las resistencias y volverse terrorista. Por tanto, el terrorismo de Estado resulta inevitable para poder continuar con la estrategia de globalizacin. De hecho, se encontraba ya en sus inicios, con las dicta-

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    duras de seguridad nacional que surgen en los aos sesenta y setenta. Se simboliz por el golpe militar chileno. Existen dos 11 de septiembre que conforman el marco del proceso. El primero es el 11-S 1973, de Santiago de Chile, que inici la asuncin de la dictadura de seguridad nacional y a partir del cual se impuso la estrategia de globalizacin en Amrica Latina. Derrocadas las resistencias y los movimientos popu-lares, vino la democratizacin que corre paralela a la imposicin de las burocracias privadas y sometidas a sus condiciones. Sin embargo, volvi la resistencia aplastada anteriormente. El 11-S 2001, en Nueva York, proporcion la ocasin para enfrentarla de manera tan irracional como haban sido estos atentados. Ahora lo nico que hace falta es la guerra antiterrorista igualmente irracional y sin destino. No se enfrenta directamente a los movimientos racionales de proyectos alternativos. Al parecer, tienen demasiada legitimidad dentro de toda la poblacin mundial. En vez, se los tapa por la guerra antiterrorista como problema nico, que torna invisible el conjunto de amenazas resultantes de la estrategia de globalizacin.

    Aparece la campaa de miedo que se basa en el invento, bas-tante arbitrario, de una conspiracin mundial terrorista que es preciso enfrentar antes que a cualquier otro problema. Vuelve la dictadura de seguridad nacional, pero ahora como dictadura mundial de la seguri-dad nacional de EE.UU. El primer 11-S cre la dictadura de seguridad nacional, el segundo la recrea.

    No obstante, muchos de los esfuerzos hacia la dictadura de segu-ridad nacional utilizan el terrorismo como pretexto para golpear a las resistencias populares en general. El terrorismo brinda la pantalla. Se dejan de lado estas resistencias cambiando de tema. El tema del terro-rismo es transformado en el nico que cuenta y es usado directamente frente a estos movimientos populares de resistencia. La resistencia a la estrategia aparece como algo irrelevante en comparacin con la lucha en contra de la conspiracin mundial. La crtica antiutpica anterior pierde vigencia, de la misma manera que tampoco se exagera el repro-che de terrorismo frente a las resistencias alternativas racionales. Estas son silenciadas por el mero cambio de tema1.

    EL ESTADO DE DERECHO Y SU SUBVERSINDe esta manera, aparece la tendencia perceptible hacia la recreacin de la dictadura de la seguridad nacional, pero esta vez a nivel mundial y al interior del Estado de Derecho. Hoy resulta imposible hacerlo sin

    1 Por supuesto, ello no significa necesariamente que pueda extenderse la campaa antite-rrorista tambin a estos movimientos.

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    sostener la vigencia del Estado de Derecho y la democracia. La seguri-dad nacional debe ser integrada. Ello conduce a la transformacin del Estado de Derecho en curso.

    Analizar esto implica tambin una recuperacin de la historia del Estado de Derecho mismo, desde los siglos XVIII y XIX. Su historia es accidentada, puesto que raras veces ha sido un portador de los derechos humanos. La historia del Estado de Derecho en el siglo XVIII comienza con la legalizacin del trabajo forzado (por esclavitud); ms tarde enva a la horca a los sindicalistas en Chicago y, despus de la liberacin de los esclavos, justifica la instalacin del apartheid (separacin) en EE.UU. Tampoco concede igualdad a la mujer. Frente a estas violaciones, ni los esclavos, ni las vctimas del apartheid, ni los sindicalistas, ni las muje-res podan recurrir en su defensa al Estado de Derecho. Ni las vctimas de la colonizacin podan dirigirse a los estados de derecho que los es-taban colonizando en busca de proteccin. El Estado de Derecho surge sin la mayor parte de los derechos humanos esenciales referentes a la vida humana, y muchas veces en contra de estos. Constituye un prejui-cio muy bonito y frecuente la opinin de que el Estado de Derecho tiene como su esencia la proteccin de los derechos humanos.

    El ncleo desnudo del Estado de Derecho es el principio de con-tractualidad. Este es constituido por relaciones contractuales entre in-dividuos-propietarios, que consideran que el hecho de relacionarse con contratos los hace libres. El propio Estado de Derecho decide quines son individuos y quines no. Todava en el siglo XIX, y muchas veces en el XX, el Estado de Derecho no concedi el estatus legal de individuo-propietario ni de ciudadano a los esclavos, las mujeres, los indgenas o los subyugados del apartheid. Tampoco reconoci el derecho de resis-tencia frente a las leyes contractuales del mercado, y por eso opt por la prohibicin y persecucin de los sindicatos en nombre del Estado de Derecho. Sin embargo, ese mismo Estado de Derecho muchas veces se proclama como democrtico.

    De todos modos, las luchas de emancipacin desde el siglo XIX introducen derechos humanos en este Estado de Derecho, y el mero Estado de Derecho es transformado en un Estado con derechos hu-manos fundamentales (Estado constitucional). Se trata de una lucha larga y muchas veces exitosa, que transforma el Estado de Derecho en un Estado constitucional con garantas de derechos fundamentales. En especial luego de la Segunda Guerra Mundial, el Estado de Derecho es en este sentido constitucional. Cuando los movimientos populares de los aos ochenta y noventa en Amrica Latina reclamaron el Estado de Derecho, se referan al constitucional; pero cuando lo lograron, este ya haba entrado en descomposicin. Como los derechos humanos han entrado en conflicto con la propia estrategia de globalizacin, en nom-

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    bre de la cual se ejerce el poder, estos derechos son progresivamente eliminados o marginados como distorsiones del mercado. El Estado de Derecho deja de ejercer su funcin de protegerlos.

    En esta situacin, los nuevos movimientos populares buscan la recuperacin y ampliacin de los derechos humanos aplastados, en contraposicin con la estrategia de globalizacin, que conduce a la sub-versin y vaciamiento del Estado de Derecho.

    Todos los movimientos alternativos se ordenan alrededor de la de-fensa de estos derechos humanos de emancipacin. Se trata de transfor-mar el Estado de Derecho en sentido contrario a como lo est haciendo la estrategia de globalizacin neoliberal, que vuelve a reducirlo a su es-queleto contractual. Desde la perspectiva de los movimientos alternati-vos, se trata de promover nuevamente un Estado de Derecho que asuma los derechos humanos para otorgarles validez en la sociedad actual.

    Estos derechos humanos de emancipacin formulan en trminos de derechos la utopa de liberacin. Ello abre el espacio para discutir tambin los mitos del Estado de Derecho, que son los mitos de la le-galidad. Implica, a la vez, la necesidad de introducir en esta crtica la tradicin teolgica de la crtica de la ley. Pero la meta de la liberacin aparece ahora en trminos de derechos, que tienen forma de norma. Existe all una diferencia muy importante con los grandes movimientos de liberacin que surgieron en el siglo XIX, en particular el movimien-to socialista. La utopa de liberacin no cambia demasiado. Lo que ha cambiado es la relacin con ella. Considero que la gran falla de estos movimientos ha sido buscar la realizacin directa y lineal de esta uto-pa. Creo adems que esa ha sido una de las razones decisivas para los muchos fracasos del socialismo histrico. Hoy, la utopa de liberacin aparece como un proceso de transformaciones de las instituciones de acuerdo con los derechos humanos.

    Es necesario tener presente que se sigue tratando de una relacin conflictiva. El Estado de Derecho en su desnudez es como el merca-do totalizado: aplasta a los sujetos de derechos humanos; por consi-guiente, para enfrentar esa dinmica destructora, tanto el Estado de Derecho como el mercado han de ser recuperados en cada momento por su encauzamiento y regulacin desde los derechos humanos. Los movimientos de liberacin nacidos en el siglo XIX tendieron ms bien a la negacin de la propia institucionalidad (mercado, Estado, etc.). Actualmente, por el contrario, se trata de penetrar y atravesar la insti-tucionalidad en funcin de estos derechos humanos.

    Pero cuando la cuestin gira en torno de poner derechos huma-nos en el interior de la institucionalidad misma, aparece la necesidad de la reformulacin del Estado de Derecho, porque estos fueron genera-dos en una larga historia de luchas de emancipacin y son subvertidos

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    hoy en el plano del Estado de Derecho. No obstante, esta abolicin de los derechos humanos en el plano del Estado de Derecho no proviene del Estado mismo, sino de la imposicin de la estrategia de globaliza-cin como acumulacin de capital en el plano econmico, y obliga al capital a empujar en lo poltico la abolicin de los derechos humanos al interior del Estado de Derecho.

    Aqu ha cambiado un punto de vista. Los movimientos de libera-cin del siglo XIX vieron el Estado desde lo econmico. Nosotros, hoy, vemos lo econmico desde la problemtica de derechos humanos y su introduccin en el Estado de Derecho. No existe garanta de derechos humanos sin una profunda transformacin econmica. Se trata de una transformacin econmica que es condicin de posibilidad de una ga-ranta de los derechos humanos, la cual polticamente no resulta posi-ble sino por su introduccin en el Estado de Derecho. Lo econmico es ltima instancia, pero la primera instancia son los derechos humanos y su defensa desde y por medio del Estado de Derecho. Sin respetar lo econmico como ltima instancia, ello no es posible. Si se considera, en cambio, lo econmico como primera instancia, los derechos huma-nos son subvertidos y finalmente abolidos, independientemente de qu sociedad se trate.

    De esta manera, puede aparecer el proyecto de sociedad alterna-tiva que corresponda a las luchas sociales actuales. Podra hablarse de una dimensin axiolgica, en trminos de Ferrajoli (2000), de la accin. Ello otorga el sentido, pero es preciso encontrar una palabra mucho ms accesible. Se trata de un proyecto de sociedad, que no debe confundirse de ninguna manera con algo como un programa de gobierno. Por eso, la discusin de una multitud de alternativas no lo puede sustituir, porque en el fondo lo presupone. Sin embargo, expresiones como sociedad al-ternativa y otro mundo es posible pueden dar el sentido de lo que est surgiendo o, al menos, servir como horizonte de este proceso.

    Asimismo, la elaboracin de este proyecto de sociedad se consi-dera de suma importancia, particularmente porque abre el espacio para la emergencia del sujeto. Se entiende al sujeto humano como corporal y, por tanto, como necesitado, que reclama el respeto hacia sus condi-ciones de posibilidad de vivir y exige el derecho correspondiente. Lo hace en relacin con otros sujetos y en comn. Por ello, reclama este respeto hacia sus condiciones de vivir como bien comn. No existe nin-gn derecho (legal) que pueda fundar este reclamo, pero este reclamo genera todos los derechos humanos fundamentales, que lo expresan en forma de normas. Desde este sujeto, se imponen derechos humanos; pero los derechos no pueden fundar el reclamo. El reclamo del respeto de las condiciones de vida antecede a cualquier derecho y exige ser re-conocido como derecho humano. Existi antes que el derecho de recla-

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    mar estas condiciones de posibilidad de la vida; y demanda, por tanto, el reclamo de un derecho a la vida. Sin embargo, antecede a este mismo derecho a la vida, ya que una sociedad que no escucha este reclamo y que no le concede el derecho no es sostenible.

    De estas reflexiones, surge otra. Se trata de la pregunta: por qu la urgencia de la garanta de los derechos humanos hoy? Por supuesto, existen muchas razones. Pero hay una muy vinculada con el hecho de la globalidad de la tierra. Hoy la sobrevivencia de la propia humanidad no puede asegurarse sino por medio del fomento de una sociedad capaz de garantizar en grado amplio estos derechos humanos. La sobrevivencia no puede asegurarse ni por simples tecnologas sociales ni por clculos de gobernabilidad. Se ha convertido en un problema de respeto de derechos humanos y, en este sentido, en un problema del ser humano en cuanto sujeto. La estrategia de globalizacin como estrategia de acumulacin de capital no est solamente en conflicto con los derechos humanos de hecho, es incompatible con la vigencia de derechos humanos, sino tam-bin con la propia sobrevivencia de la humanidad. El respeto primario por ellos resulta hoy la condicin de posibilidad de la propia sobrevi-vencia humana, que es subjetiva en tanto sus criterios no son reducibles a clculos tcnicos; por el contrario, deben tener como fundamento el cumplimiento de derechos humanos y, por tanto, referirse al sujeto hu-mano como ser corporal y necesitado.

    El denominador comn de todos estos movimientos es el recla-mo del derecho a la vida humana, que implica la vida de la naturaleza toda. Se busca una poltica para la afirmacin de la vida.

    LA INTEGRACIN DE LA DICTADURA DE SEGURIDAD NACIONAL EN EL ESTADO DE DERECHODespus del 11-S Nueva York, se defiende la inflexibilidad de la estra-tegia de globalizacin por la guerra antiterrorista y la lucha mtica en contra de una conspiracin mundial terrorista. Es una lucha que Bush II interpreta como un exorcismo, porque en todas partes se ve enfren-tado con la cara del diablo (the devils face). La Inquisicin no puede estar muy lejos.

    Se trata ahora de una nueva transformacin del Estado de Dere-cho, que se encuentra en continuidad con las dictaduras de seguridad nacional, que siempre han recibido gran apoyo de parte de muchos pases del Norte. Esta dictadura tiene su centro en la tortura, en los campos de concentracin establecidos para realizar torturas masivas en procura de informaciones (en Chile, por ejemplo, Tejas Verdes), y en la desaparicin de personas.

    Si nos basamos en la teora de Hannah Arendt, se trata de esta-dos totalitarios. Aunque son totalitarios, no necesitan una mayor cen-

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    sura de prensa. Las mismas burocracias privadas son los propietarios de los medios de comunicacin, que por tanto son voceros de su estra-tegia. Para imponerla, no se precisa censura. Aparece un conflicto entre libertad de prensa y libertad de opinin. En cuanto los medios de co-municacin caen en las manos de las burocracias privadas, obstruyen la libertad de opinin en nombre de la libertad de prensa.

    Resulta una paradoja que sociedades con fuertes medios de co-municacin pblicos autnomos tengan ms libertad de opinin que so-ciedades con predominio de los medios privados. En general, los medios pblicos autnomos son hasta cierto grado espacios que promueven la libertad de opinin, incluso en los medios privados. Por ese motivo apa-recen cada vez ms las tendencias de privatizarlos, para controlar la pro-pia libertad de opinin (Berlusconi en Italia o Blair frente a la BBC).

    Ahora surge la tendencia de introducir este tipo de dictadura de seguridad nacional en el Estado de Derecho. Efectivamente, se est en camino a una dictadura mundial de seguridad nacional de EE.UU. La tendencia es general y utiliza el 11-S Nueva York como su pretexto. Se introducen los campos de tortura para la obtencin de informacin y la desaparicin de personas (ya hay miles de ellas). Tambin existe una continuidad con las dictaduras de seguridad nacional, hasta la integra-cin de los rasgos ms destacados de estas en el Estado de Derecho de hoy. Hay un camino directo de Tejas Verdes en el Chile de Pinochet hasta Camp Delta de Guantnamo.

    La misma tortura es legalizada y burocratizada. The Washington Post afirma:

    Oficiales del Pentgono dijeron que el grupo (un memorando del De-partamento de Justicia) examin por lo menos 35 tcnicas de inte-rrogacin, y Rumsfeld posteriormente aprob el uso de 24 de ellas en una directiva clasificada del 16 de abril de 2003, que vala para to-das las actividades de Guantnamo. El Pentgono rechaz publicar estos 24 procedimientos de interrogacin (Priest y Smith, 2004).

    Se aprueban y se aplican mtodos de tortura, pero el Estado de Derecho no se mueve. La reaccin frente a las torturas de Bagdad, al parecer, ha sido ms bien por su obscenidad. El Estado de Derecho desemboca en una paradoja, porque declara que existen territorios y seres humanos para los cuales no se aplica. Es el homo sacer que es recreado.

    Lo nuevo no es que estos estados apliquen torturas o las fomen-ten; a pesar de toda legalidad, siempre lo han hecho. En los primeros meses posteriores a la guerra de Irak, la tortura se realiz ms bien por un outsourcing que entreg esta funcin a aliados en la guerra. Pero lo mantuvieron en secreto, aunque muchas veces se trataba de un secreto

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    a voces. No obstante, cada vez ms elevan estas medidas a nivel de la legalidad del Estado de Derecho. Hay sociedades occidentales que ya lo hacen por medio de declaraciones de la propia Corte Suprema, pero todava no es la regla general. La tendencia est presente. Se producen resistencias por parte de la sociedad liberal. No es seguro el resultado. Pero resulta llamativo el hecho de que hay muchas fuerzas que impul-san en esta direccin y que incluyen muchos medios de comunicacin. Existe conflicto, y la actual polarizacin en EE.UU. as lo atestigua.

    Aparecen teoras jurdicas en el mismo sentido. Actualmente, en Alemania se discuten con seriedad teoras de Gnther Jakobs, ca-tedrtico de derecho penal de la Universidad de Bonn. Jakobs quiere introducir en el derecho penal la distincin entre el derecho penal para ciudadanos y el derecho penal para enemigos. Las garantas del dere-cho penal las reserva casi ntegramente para la primera categora. Estas garantas dejan de ser derechos humanos. Para el derecho penal para enemigos, en principio, desaparecen las garantas. De este modo, se integra la dictadura de seguridad nacional perfectamente en la propia teora del derecho y, en las definiciones de Jakobs, resultara fcil am-pliar el mbito del derecho penal para enemigos a toda resistencia seria a la estrategia de globalizacin. Jakobs ofrece un camino casi elegante hacia esta meta.

    EL VACIAMIENTO DE LA DEMOCRACIAEsta transformacin del Estado de Derecho ocurre en sociedades de-mocrticas. Por ello, la integracin de la dictadura de seguridad nacio-nal debe ser democrtica. Reducida la democracia a votacin y nada ms, precisa una mayora expresada en elecciones, aunque estas sean fraudulentas y manipuladas. Se necesitan argumentos, que muy bien pueden ser argumentos engaosos y fabricados. Su criterio no es nin-guna verdad, sino su capacidad de convencer a una mayora electoral. Aparecen campaas sistemticas que no cesan nunca. No se menciona siquiera la estrategia de globalizacin como condicionante de la trans-formacin del Estado de Derecho.

    El medio principal en la actualidad es la declaracin de la guerra antiterrorista, que es impuesta por medio de grandes construcciones mticas de sentido, con cosmologas completas y grandes visiones apo-calpticas. Sigue la huella de las grandes construcciones mticas del fas-cismo y nazismo del siglo pasado. Surge nuevamente la construccin de una conspiracin mundial, que esta vez es terrorista. Primero era juda, con un decisivo acento anticomunista, y posteriormente despus de la Segunda Guerra Mundial comunista a secas. Estas construcciones son como materia prima de la construccin de la conspiracin mundial ac-tual. La forma de construccin de tal conspiracin tiene su antecedente

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    ms directo en la que se llev a cabo durante el gobierno de Reagan, que a su vez tiene races en los mitos del nazismo.

    Reagan cre una cosmovisin del mundo. Lo vea polarizado entre EE.UU., como la ciudad que brilla en las colinas es decir, como un nuevo milenio presente en el hoy y en el ahora, y una conspira-cin mundial de parte de un reino del mal, cuyo centro se situaba en el Kremlin de Mosc. Era una rplica visible de la cosmovisin nazi con su poca en Alemania y la conspiracin juda-bolshviki mundial con sede en Mosc, pero tambin en Manhattan. En el equipo de gobierno de Reagan estaban muchos que ahora vuelven a estar en el equipo de Bush II. Regresan para luchar contra la conspiracin mundial, ahora formu-lada entre EE.UU. como el reino de la libertad y la conspiracin terrorista basada en estados canallas, que esta vez tienen la cara del diablo.

    Esta visin es reforzada por varias teologas del fundamentalis-mo cristiano en EE.UU., que actualmente es el bloque de apoyo ms importante de la derecha republicana. Su ideologa encaja sin mayores problemas en este espacio mtico. Por tanto, pueden ser la mayor fuerza que lo sustenta; mencionaremos tres de ellas:

    - La teologa de la prosperidad. Es la teologa de un sujeto que se deja aplastar por el sistema y busca en la riqueza, de por s, su afirmacin de la gracia de Dios.

    - La teologa apocalptica del fundamentalismo cristiano. Es la teologa de aceptacin de la catstrofe que el propio sistema est produciendo, de esta catstrofe como tribulacin, que an-tecede a la segunda venida de Jess. No ven remedio para ella y denuncian cualquier esfuerzo de enfrentarla como accin del Anticristo. Es la teologa de un sujeto aplastado por el sistema, que se identifica con l sin lmites, interpretando su destructivi-dad como camino de Dios.

    - La teologa y tica de los valores morales individualizados. Vuel-ve una moral, que se desentiende de todos los grandes problemas morales. En las recientes elecciones de EE.UU., el 22% de los elec-tores afirmaron que haban votado por la recuperacin de los valo-res morales. Entre dichos valores, no haba ninguna preocupacin por los grandes genocidios que estn en curso en Irak y que a raz de esta votacin por valores morales se extendern a otros pases. Tampoco exista inquietud por la creciente pobreza en la pobla-cin humana, ni por la destruccin de la naturaleza. Al parecer, tales problemas no afectan a los valores morales por recuperar. Se trata de valores ms bien vinculados con la sexualidad humana. Desaparecen los grandes crmenes de nuestro tiempo y son desa-

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    parecidos en nombre de estos valores morales individualizados. El problema de los matrimonios de homosexuales parece mucho mayor que cualquier genocidio cometido o por cometer.

    Son teologas fundamentalistas, pero su vigencia va muchas veces ms all de los grupos explcitamente fundamentalistas. De esta manera, la opinin pblica es arrollada por la propaganda del miedo. Los ar-gumentos que se basan en problemas reales de la poblacin pierden fuerza y parecen dbiles al lado del espanto casi-metafsico del terror que inspiran estas imgenes y mitos de los reinos del mal, del diablo, de fuerzas oscuras que amenazan desde lo desconocido.

    Detrs de tales mitos y fantasmas surge otro argumento, que los sostiene de una manera aparentemente racional. Se trata de un argu-mento que se invierte hacia lo que los movimientos alternativos sostie-nen. Estos consideran que una poltica de afirmacin de la vida exige cambios, al igual que la imposicin ciega de la estrategia de globaliza-cin necesita dichos cambios de poder para superar las resistencias en todas sus formas. Frente a los cambios de la estrategia de globalizacin que exigen los movimientos alternativos, la ultraderecha en el poder demanda cambios en el ejercicio del poder, de modo que la estrategia pueda ser continuada sin mostrar la ms mnima flexibilidad. Es un cambio de todas las reglas de convivencia que permite marginar o des-truir las resistencias sin respetar ninguno de los lmites tradicionales del poder. Este cambio ahora esgrime igualmente el argumento de la afirmacin de la vida, pero en un sentido contrario a los movimientos alternativos. Se sostiene que este desencadenamiento del poder absolu-to del Estado es condicin para salvar la vida humana, amenazada por el terrorismo; salvada, eso s, por la imposicin de la propia estrategia de globalizacin y la integracin de parte del Estado de Derecho de la dictadura de la seguridad nacional. La ultraderecha llama ahora a afir-mar la vida amenazada por las resistencias en general, pero especial-mente por las reacciones terroristas ms bien irracionales.

    Ocurre una inversin del argumento de la vida que sostienen los movimientos alternativos, para la cual el terrorismo dio la ocasin: salvar vida pasa por dar muerte. La tortura salva vida, los campos de tortura salvan vidas, la desaparicin de personas salva vidas; la estra-tegia de globalizacin, aunque da muerte, salva muchas ms vidas. La propia dictadura de la seguridad nacional parece ahora una instancia para salvar vidas.

    El argumento es fcil. El terrorismo da muerte. Para salvar las vidas amenazadas, es preciso encontrar y eliminar a los terroristas. La muerte de las vctimas inocentes no puede evitarse sino eliminando a los terroristas. Entonces, cualquier medida para eliminarlos salva vi-

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    das. En cuanto a la estrategia de globalizacin, esta aument las tasas de crecimiento del producto; por lo tanto, permite sostener ms vidas humanas. Aunque tal estrategia exige sacrificios humanos, salva ms vidas humanas de las que sacrifica2.

    Eso se presenta como realismo de afirmacin de la vida. Este realismo promueve la tortura y la desaparicin, fomenta la explotacin y la miseria, pero descubre que a travs de ellas afirma la vida de la nica manera realista posible. Desde los inicios de la estrategia, este argumento aparece por todas partes. En tal sentido, puede resutar til una cita de un torturador prominente de Camp Delta en Guantnamo, que apareci en The Washington Post. Van Natta concluy su tarea de superintendente en septiembre y expresa que se siente orgulloso de lo que l y sus tropas lograron:

    Se trata del ao ms importante que jams he vivido, porque estoy convencido de que hemos salvado vidas [deca Van Natta, quien aho-ra volvi para dirigir la prisin de mxima seguridad al norte de In-dianapolis]. Si resulta as como yo creo que resultar [Camp Delta] ser considerada la nica prisin jams realizada. Si la informacin que hemos recolectado salv vidas, entonces va a ser considerada como lo ms adecuado hecho jams. Sin embargo, si se comprueba que no ha habido inteligencia (informacin eficaz), entonces todo ser visto como accin de un superpoder que ha usado su poder arbitrariamente3 (Hinkelammert, 2004).

    La afirmacin me recuerda una ancdota que se cuenta sobre el Gran In-quisidor Torquemada del siglo XV. Este se preguntaba a s mismo: es lcito o no torturar a un hereje? Y contestaba: no es lcito no torturarlo, porque al no torturarlo se le quita su ltima oportunidad para salvar su alma.

    Eso cambi, aunque contina. La pregunta ahora es: es lcito torturar a un sospechoso de terrorismo? Y la respuesta: no es lcito no torturarlo, porque con eso se pierde una oportunidad de salvar vidas inocentes.

    El memorando citado del Departamento de Justicia dice que las leyes internacionales en contra de la tortura posiblemente son in-

    2 Hayek lo expresa en 1981: Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en ltima instancia se reducen a la mantencin de vidas: no a la mantencin de todas las vidas por-que podra ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un nmero mayor de otras vidas. Por lo tanto, las nicas reglas morales son las que llevan al clculo de vidas: la propiedad y el contrato (Hayek, 1981).

    3 Van Natta termin su tarea de superintendente de Camp Delta en septiembre. Dice que hoy est orgulloso de lo que l y sus tropas han logrado (Hinkelammert, 2004).

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    constitucionales [violan la constitucin] si son aplicadas a interroga-ciones llevadas a cabo en la guerra de Bush en contra del terrorismo (Priest y Smith, 2004).

    Si un empleado del gobierno tortura a un sospechoso preso, lo podra hacer para prevenir ataques futuros de parte de la red Al Qaeda en contra de EE.UU. expresaba el memorando escrito en respuesta al pedido de consejo legal de parte de la CIA. Aada luego que argumen-tos centrados en la necesidad y la autodefensa podran brindar justifica-cin que eliminara cualquier responsabilidad criminal4.

    No torturar resulta ahora ser una violacin del derecho y la Cons-titucin, una irresponsabilidad, una colaboracin con el terrorismo frente al cual la tortura es resultado de la afirmacin de la vida. Es Tor-quemada secularizado. Este tipo de argumento surge por todos lados. Apareci tambin en relacin con la bomba atmica sobre Hiroshima. En una entrevista, el piloto que arroj la bomba responde a la pregunta sobre qu ha sido lo ms importante en su vida:

    Obviamente el haber formado y operado el grupo 509, entrenado para usar la bomba... Originariamente se me dijo que los bombar-deos en Europa y Japn se iban a hacer simultneamente. Me atrevo a decir que salv millones de vidas al hacerlo, labor que me tom diez meses y medio. Para usted cul sera la gran leccin que le dej haber tirado la bomba?Dira que lo que aprend es que si me propona algo poda hacer-lo. Desde el momento en que me informaron que esta arma poda existir, yo me dije a m mismo: si la construyen, yo la cojo y la tiro al blanco. Me molesta mucho el negativismo, la gente que se autode-rrota y que no puede hacer las cosas. Yo poda hacerlo, y saba muy bien que poda. Y lo hice (La Nacin, 1999)5.

    4 Que las leyes internacionales contra la tortura pueden ser declaradas inconstitucionales si su aplicacin tiene lugar en los interrogatorios, como los originados en las tcticas de guerra contra el terrorismo presidida por el presidente Bush, aclara la nota [] Si un empleado del gobierno torturara a un sospechoso en cautiverio, lo estara haciendo con el fin de prevenir ataques futuros contra los Estados Unidos, perpetrados, bien sea, por la red terrorista Al Qaeda, aclaraba la nota de la oficina del departamento de la Justicia de Consejos Legales, escrita en respuesta a una peticin de la CIA. De igual forma, la nota estipulaba que las discu-siones se centraban en trminos de necesidad y autodefensa como elementos justificatorios que eliminaran cualquier responsabilidad criminal futura (Priest y Smith, 2004).

    5 Entrevista con el coronel Paul Tibbets quien, con 27 aos de edad, como piloto principal, arroj la bomba atmica de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. La bomba se llamaba Little Boy y el avin llevaba el nombre de la madre del piloto principal Enola Gay. La entrevista la realiza Andrs Jimnez, periodista de la revista colombiana Semana y fue reproducida en La Nacin (1999).

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    Sobre un viaje de Condoleezza Rice a Europa, se ha publicado la si-guiente noticia:

    La secretaria norteamericana de Estado, Condoleezza Rice, defen-di ayer los traslados de sospechosos de terrorismo a terceros pases para interrogarlos, pero neg que EE.UU. practique la tortura. Poco antes de iniciar una gira por Europa, Rice afirm que las operaciones encubiertas de la CIA salvan vidas europeas [] Se neg a abordar directamente las acusaciones de que la CIA tiene prisiones clandes-tinas: No podemos hablar de informaciones que comprometeran el xito de operaciones militares, policiales o de inteligencia, dijo (El Pas, 2005: 1; nfasis propio).

    La tortura, la bomba atmica, la estrategia de globalizacin: todo sal-va vidas. Hasta habra sido irresponsable e inconstitucional no haber lanzado la bomba atmica sobre Hiroshima6. El terrorismo de Estado se hace pasar por un realismo humanista, verdadera afirmacin de la vida humana. Con ello, el argumento es completo. Se trata de un crculo argumentativo, cuya estructura encontramos igualmente en todos los totalitarismos anteriores del siglo XX. No existen ms que variaciones. Tiene una enorme fuerza para arrastrar masas a las cuales se ha lo-grado inculcar el miedo correspondiente. Hace desaparecer la realidad y desata una potencia agresiva inimaginable y sin lmites. Cualquier crtica, o aun llamado a la calma, parece una simple traicin y una falta completa de realismo. Si se impone, arrastra la democracia desde adentro y la transforma en una estructura hueca al servicio de poderes incontrolables del asalto al poder mundial.

    CONCLUSIONESNos encontramos en un terreno resbaladizo. Las tendencias aparecen con toda claridad, aunque todava no se han impuesto definitivamente. Hay un conflicto en curso por la estrategia de globalizacin y el aplas-tamiento creciente de los derechos humanos por el Estado de Derecho y la democracia.

    Ya en mayo de 2005, la secretaria general de Amnesty International, Irene Khan, expresaba al presentar el documento anual de la organizacin:

    6 Se trata de un argumento heredero de argumentos conservadores anteriores. Por ejem-plo, afirmaba el cardinal Hffner, arzobispo de Colonia en Alemania: El derecho del Es-tado de aplicar la pena capital (derecho de la espada) es un reconocimiento especial de la invulnerabilidad de bienes humanos, en especial de la vida humana. La santidad del orden de Dios se muestra con poder en este Eon por medio de la pena capital (Hffner, 1975: 231; nfasis en el original).

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    Guantnamo se ha convertido en el gulag de nuestra poca. Am-nista sostuvo que Washington elude su responsabilidad de sentar normas para la proteccin de derechos humanos y lo acus de crear una justificacin semntica para el abuso y la tortura.Los derechos humanos estn amenazados en todo el mundo y Es-tados Unidos tiene la mayor parte de la responsabilidad, dijo. Los gobiernos estn despreciando cada vez ms el imperio de la ley, si-guiendo la senda de la guerra contra el terrorismo liderada por Esta-dos Unidos, denunci la organizacin.Cuando el pas ms poderoso del mundo se burla del Estado de Derecho y de los derechos humanos, est dando permiso para que otros pases cometan abusos con impunidad y audacia, agreg (La Nacin, 2005).

    El ex presidente Carter solicit que se cerrara el campo de Guantnamo:

    Nuestro gobierno debe cerrar Guantnamo y la veintena de centros de detencin secretos administrados por las autoridades estadouni-denses en cuanto sea posible, declar Carter en Atlanta, al presentar las conclusiones de una conferencia organizada por el Centro Carter (La Nacin, 2005).

    Segn un informe de esa organizacin, Carter pidi detener la poltica de transferencia de prisioneros a pases en los que se inform de casos de tortura, y exigi la formacin de una comisin independiente habili-tada para investigar sobre lugares de detencin de presuntos terroristas en poder de EE.UU. (La Nacin, 2005) .

    A estas crticas contest primero el vicepresidente de EE.UU., Dick Cheney:

    El vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, dijo hoy sentirse ofendido por un informe reciente de Amnista Internacional (AI) so-bre los abusos a los derechos humanos de los detenidos como parte de la lucha antiterrorista.Durante una entrevista que ser difundida esta noche por la ca-dena CNN, en apartes filtrados a la prensa, Cheney defendi las prcticas de detencin e interrogatorios de Estados Unidos. El informe de AI, divulgado la semana pasada, destac que los pri-sioneros en la base naval de Estados Unidos en Guantnamo (Cuba) haban sido sujetos de diversos abusos, al tiempo que tambin reco-mend su cierre.Francamente, me sent ofendido. Que Amnista Internacional sugie-ra que de alguna forma Estados Unidos es un violador de los dere-

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    chos humanos, francamente no lo tomo en serio, dijo Cheney en la entrevista pregrabada para el programa Larry King Live, de CNN.Segn el vicepresidente estadounidense, los centenares de presos en Guantnamo han sido bien tratados, de forma humana y decente. En algunos casos, las quejas de malos tratos provienen de reos pues-tos en libertad y devueltos a sus pases, y que ahora propagan men-tiras sobre el trato que recibieron, agreg Cheney (La Cuarta Ciber-ntica, 2005; nfasis propio).

    A estas reacciones ciegas de Cheney siguieron, como era de esperar, otras casi iguales de muchos funcionarios de menor rango. Resultan sorprendentemente parecidas a todas las reacciones de los responsa-bles de campos de concentracin desde los aos treinta y cuarenta. Y siempre sus afirmaciones van unidas a la prohibicin de visitas de estos campos, a menos que sea bajo estricta vigilancia.

    Puede advertirse que el conflicto es serio. Pero, visto a la luz de los resultados anteriores, se est escondiendo tambin por parte de los crticos del sistema actual la raz del problema. Toda crtica se limita exclusivamente a los derechos humanos de la integridad fsica y psqui-ca de la persona humana individual. No obstante, para que la crtica sea realmente una crtica a fondo, debera partir de la constatacin de una interdependencia de todos los derechos humanos. Llegamos entonces a un circuito de derechos humanos que vincula, por un lado, los derechos de la integridad de la persona humana y, por otro, los derechos huma-nos de la vida humana, que son los derechos econmicos y sociales, que hoy ya no pueden analizarse sin su ampliacin hacia el conjunto de derechos de una naturaleza integralmente respetada.

    La estrategia de la globalizacin ha eliminado o marginado todos los derechos a la vida humana. Con ello ha desatado un proceso destruc-tivo tal que est provocando en todas partes conflictos y resistencias, que en el marco de la estrategia no tienen ninguna solucin. Al declarar la es-trategia su propia inflexibilidad absoluta, dichos conflictos desembocan fcilmente en erupciones de violencia, que no hacen ms que reproducir la agresividad del sistema. Esta agresividad mutua sin ninguna capaci-dad de acuerdos amenaza la propia descomposicin de la sociedad.

    Cuando se produce esta situacin, la inflexibilidad de la estra-tegia de globalizacin no puede sostenerse ms sin la anulacin de los derechos humanos de la integridad corporal y psquica de la persona humana. Para poder continuar negando los derechos humanos de la vida humana, tendra que anulrselos en su conjunto: para ello, el te-rrorismo de Estado sera la nica o principal salida.

    Si hoy deseamos efectuar una crtica realista de las violaciones de los derechos humanos, no es posible restringirla a los derechos de

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    la integridad de la persona humana. En la raz de estas violaciones se encuentra la propia estrategia de globalizacin.

    BIBLIOGRAFA

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