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CONCLUSIONES El Medellín de la segunda mitad del siglo XIX corresponde a un contexto en constante transformación. El talante de los procesos en plena ebullición estaba asociado a cambios demográficos, la inserción al sistema capitalista internacional, una acelerada urbanización y la acción de un Estado en consolidación y empeñado en la modernización de sus estructuras. Este proceso tenía lugar en un medio social construido a partir de un orden de género excluyente con las mujeres a la hora de brindarle oportunidades y juzgarlas. El orden jerárquico de la sociedad se expresaba en las diferencias según el sexo y la clase. Las mujeres de los sectores populares, además de sufrir la exclusión por su sexo, afrontaron las de clase y etnia. El trasfondo de ese orden era una ideología fundada en preceptos divinos y naturales. Dios y la naturaleza dictaban los roles a cumplir 152

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por hombres y mujeres. Sin embargo, en ese escenario, el ser imponía sus condiciones al afrontaron las de clase y etnia. El trasfondo de ese orden era una ideología fundada en través de la imagen de la Virgen, y la normatividad y las instituciones impusieron unos transformación. El talante de los procesos en plena ebullición estaba asociado a cambios mostraron que la lucha por la vida tomaba sus propios atajos. Ante la falta del hombre 152 deber ser.

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CONCLUSIONES

El Medellín de la segunda mitad del siglo XIX corresponde a un contexto en constante

transformación. El talante de los procesos en plena ebullición estaba asociado a cambios

demográficos, la inserción al sistema capitalista internacional, una acelerada urbanización

y la acción de un Estado en consolidación y empeñado en la modernización de sus

estructuras. Este proceso tenía lugar en un medio social construido a partir de un orden de

género excluyente con las mujeres a la hora de brindarle oportunidades y juzgarlas.

El orden jerárquico de la sociedad se expresaba en las diferencias según el sexo y la clase.

Las mujeres de los sectores populares, además de sufrir la exclusión por su sexo,

afrontaron las de clase y etnia. El trasfondo de ese orden era una ideología fundada en

preceptos divinos y naturales. Dios y la naturaleza dictaban los roles a cumplir en sociedad

por hombres y mujeres. Sin embargo, en ese escenario, el ser imponía sus condiciones al

deber ser.

Mientras el avance del discurso de la domesticidad simbolizó el ideal de feminidad a

través de la imagen de la Virgen, y la normatividad y las instituciones impusieron unos

límites y contenidos concretos al desempeño de cada sexo, las condiciones reales

mostraron que la lucha por la vida tomaba sus propios atajos. Ante la falta del hombre

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proveedor por viudez, abandono o madresolterismo y las crisis económicas de un Estado

en ciernes, las mujeres pobres cargaron con el peso de sacar adelante sus familias.

La participación social de la mujer trabajadora de los sectores populares estuvo lejos de

ser pasiva y resignada. A ella se la encuentra resolviendo su existencia, atendiendo

responsabilidades en la reproducción familiar, en la producción de bienes materiales, y en

contacto permanente con las instituciones y el Estado. En otras palabras, construyendo

estrategias de sobrevivencia que involucran a su vez redes de apoyo en el marco familiar,

comunitario (amigos y vecinos) y social (organizaciones de beneficencia), que les

permitieron afrontar el doble estigma de ser mujeres y pobres en un sistema sociocultural

y económico que las excluyó de forma sistemática.

En la lucha por la sobrevivencia, estas mujeres respondieron de diversas formas a dicho

entramado social. En ocasiones se sometieron, en otras aprovecharon las pocas ventajas

que ofrecía el sistema, y cuando fue necesario, algunas se opusieron a toda restricción y

sujeción mostrándose emprendedoras y resueltas. Una de las peticiones de las mujeres

casadas a los jueces, la restitución de sus derechos civiles para tratar, contratar y trabajar

es ilustrativo del trato diferencial y asimétrico por géneros y de su condición de pobreza e

indefensión.

Los conflictos familiares, personales y laborales las llevaron ante las instancias del Estado.

Allí defendieron su derecho a una vida en familia más gratificante, buscaron protección de

las agresiones del medio, y cuando fue el caso, aceptaron culpabilidades. Las que en su

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diario transcurrir desafiaron la autoridad y todo orden establecido, en especial las mujeres

públicas, también llegaron a conformar sus propios espacios de expresión y fueron

insertadas a la dinámica del Estado a partir de unas regulaciones que legitimaban esta

actividad mediante el control –aplicado a través de políticas asistenciales– y la vigilancia.

En el ámbito de la reproducción de la vida doméstica, por ser “natural” a su condición

biológica, la mujer cumple un papel central: ser la encargada de gestar, criar y educar a los

hijos. Las pobres, además de trabajar por un sustento se desempeñaron como esposas y

madres, que en dicho contexto, implicó amoldarse a unos cánones sociales y culturales

que les impidió, legitimado en un corpus legal, manejar dinero, aún el ganado con su

propio trabajo y tomar decisiones respecto a sus bienes e hijos.

El sometimiento al esposo, por lo que evidencian los procesos judiciales y de policía, fue

otra carga en su existencia. En el espacio doméstico las relaciones de poder entre los

géneros estaban mediadas por la violencia física y de palabra, además, de una serie de

abusos por parte de la autoridad masculina. Las quejas conyugales, el divorcio o el

abandono del hogar de parte de las mujeres, insinúan los dramas familiares que éstas

padecieron. Esta circunstancia no parece muy lejana a las que resisten en la actualidad

muchas mujeres de los sectores más desfavorecidos de Medellín, quienes mediante el

despliegue de diversas estrategias económicas, mantienen el núcleo familiar; sobrellevan

la pesada obligación del trabajo doméstico y soportan el lastre de una violencia

intrafamiliar.

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En el ámbito del trabajo remunerado contribuyeron en la supervivencia familiar durante

las crisis políticas, económicas y matrimoniales. La participación laboral estuvo

supeditada a la necesidad y no a expectativas personales. Las subvaloración de las

habilidades técnicas e intelectuales de la mujer, y en consonancia con ello los bajos

ingresos y la alta demanda de esfuerzo por los escasos desarrollos tecnológicos, actuaron

en detrimento de sus condiciones de vida.

Las estrategias de sobrevivencia, tienen lugar en un complejo entramado social en el que

la movilidad de las mujeres y los bajos ingresos no siempre son suficientes para la

subsistencia de toda la familia. De ahí que la obtención de bienes y el campo de acción de

las mujeres pobres involucren el trabajo de otros miembros de la familia en diversos

oficios al mismo tiempo. Desde la indefensión y la exclusión social, actuaron como

amortiguadoras de una pobreza que, a través de la creación y puesta en marcha de

múltiples estrategias productivas, lograron mantener niveles de subsistencia apenas

suficientes para una existencia que se define en el día a día.

En un contexto histórico de crecimiento urbano, que posteriormente sería expresión real y

concreta del proyecto de modernización y progreso, las mujeres pobres dedicadas a la

diversificación de oficios habrían de encontrar en la industria textil la oportunidad para

insertarse a la economía capitalista mediante unas relaciones salariales.

La brecha entre las mujeres de los sectores populares y marginados de ese ayer y el hoy no

parece muy grande. Estudios sobre las actuales condiciones de hogares con jefatura

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femenina demuestran una mayor pobreza que en aquellos donde existe el hombre

proveedor, así como la necesidad de combinar distintas estrategias de sobreviviencia y de

involucrar a los demás miembros de la familia. Del mismo modo, el desempeño paralelo

del trabajo doméstico no remunerado y el trabajo remunerado, en virtud de la división

sexual del trabajo en la reproducción doméstica, hoy día no ha representado para las

mujeres trabajadoras un alivio en las tareas del hogar, las cuales siguen asumiendo una

doble jornada laboral.

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