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1. 1. 1. 1. Primer Encuentro rimer Encuentro rimer Encuentro rimer Encuentro Éste era el momento de día en el que más echaba de menos ser capaz de dormir… el instituto ¿o sería más apropiado emplear el término “purgatorio”? Si existía algún modo de purgar mis pecados, esto tenía que compensar de alguna manera. El tedio era a lo que menos me había conseguido acostumbrar y aunque pareciera imposible, cada día me resultaba más monótono que el anterior. Supongo que ésta era mi manera de dormir, si el sueño se define como un estado inerte entre episodios activos. Me quede mirando fijamente las grietas de la pared de la esquina más lejana de la cafetería, imaginando dibujos en ellas. Era una manera de sofocar las voces que parloteaban dentro de mi mente como el gorgoteo de un río. Ignoré el centenar de voces por puro aburrimiento. Cuando a alguien se le ocurría algo, seguro que ya lo había oído con anterioridad más de una vez. Hoy, todos los pensamientos se concentraban en el trivial acontecimiento de una nueva incorporación al pequeño grupo de alumnos. No se necesitaba mucho para provocar su entusiasmo. Había visto pasar repetido el nuevo rostro de un pensamiento a otro, desde todos los ángulos posibles. Sólo era otra chica humana. La excitación que había causado su aparición resultaba predecible hasta el aburrimiento, era como mostrar un objeto brillante a un niño. La mitad del rebaño de ovejunos varones se imaginaba ya enamorándose de ella, sólo porque era algo nuevo que mirar. Puse más empeño en no prestar atención. Sólo hay cuatro voces que bloqueo por una cuestión de cortesía: las de mi familia, mis dos hermanos y mis dos hermanas, quienes están tan acostumbrados a la ausencia de intimidad en mi presencia que rara vez se dan cuenta. A pesar de ello, les concedo toda la privacidad posible. Procuro no escucharlos si puedo evitarlo. Lo intento con todas mis fuerzas, claro, pero aún así… me entero de cosas. Rosalie pensaba en ella misma, como de costumbre. Había captado su reflejo en las gafas de sol de alguien y se regodeaba en su propia perfección. La mente de Rosalie era un charco poco profundo de escasas sorpresas. Emmett estaba que echaba chispas después de haber perdido un combate de lucha libre con Jasper la noche anterior. Necesitaría de toda su escasa paciencia para llegar al final de las clases y organizar la revancha. Nunca he sentido que me entrometía en sus pensamientos porque nunca ha pensado nada que no pudiera decir en voz alta o poner en práctica. Sólo me siento culpable al leer la mente de los demás cuando me consta que les gustaría que ignorase ciertas cosas. Pero si la mente de Rosalie es un charco poco profundo, la de Emmett es un lago sin sombras, tan transparente como el cristal.

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1.1.1.1. PPPPrimer Encuentrorimer Encuentrorimer Encuentrorimer Encuentro

Éste era el momento de día en el que más echaba de menos ser capaz de dormir… el instituto ¿o sería más apropiado emplear el término “purgatorio”? Si existía algún modo de purgar mis pecados, esto tenía que compensar de alguna manera.

El tedio era a lo que menos me había conseguido acostumbrar y aunque pareciera imposible, cada día me resultaba más monótono que el anterior. Supongo que ésta era mi manera de dormir, si el sueño se define como un estado inerte entre episodios activos.

Me quede mirando fijamente las grietas de la pared de la esquina más lejana de la cafetería, imaginando dibujos en ellas. Era una manera de sofocar las voces que parloteaban dentro de mi mente como el gorgoteo de un río. Ignoré el centenar de voces por puro aburrimiento. Cuando a alguien se le ocurría algo, seguro que ya lo había oído con anterioridad más de una vez.

Hoy, todos los pensamientos se concentraban en el trivial acontecimiento de una nueva incorporación al pequeño grupo de alumnos. No se necesitaba mucho para provocar su entusiasmo. Había visto pasar repetido el nuevo rostro de un pensamiento a otro, desde todos los ángulos posibles. Sólo era otra chica humana. La excitación que había causado su aparición resultaba predecible hasta el aburrimiento, era como mostrar un objeto brillante a un niño.

La mitad del rebaño de ovejunos varones se imaginaba ya enamorándose de ella, sólo porque era algo nuevo que mirar. Puse más empeño en no prestar atención.

Sólo hay cuatro voces que bloqueo por una cuestión de cortesía: las de mi familia, mis dos hermanos y mis dos hermanas, quienes están tan acostumbrados a la ausencia de intimidad en mi presencia que rara vez se dan cuenta. A pesar de ello, les concedo toda la privacidad posible. Procuro no escucharlos si puedo evitarlo. Lo intento con todas mis fuerzas, claro, pero aún así… me entero de cosas.

Rosalie pensaba en ella misma, como de costumbre. Había captado su reflejo en las gafas de sol de alguien y se regodeaba en su propia perfección. La mente de Rosalie era un charco poco profundo de escasas sorpresas.

Emmett estaba que echaba chispas después de haber perdido un combate de lucha libre con Jasper la noche anterior. Necesitaría de toda su escasa paciencia para llegar al final de las clases y organizar la revancha. Nunca he sentido que me entrometía en sus pensamientos porque nunca ha pensado nada que no pudiera decir en voz alta o poner en práctica. Sólo me siento culpable al leer la mente de los demás cuando me consta que les gustaría que ignorase ciertas cosas. Pero si la mente de Rosalie es un charco poco profundo, la de Emmett es un lago sin sombras, tan transparente como el cristal.

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Y Jasper estaba... sufriendo. Reprimí un suspiro.

“Edward” Alice me llamó por mi nombre, pero sólo sonó en mi cabeza y le dediqué de inmediato toda mi atención.

Era lo mismo que si la hubiera oído hablarme en voz alta. Me alegraba que en los últimos tiempos hubiese pasado de moda el nombre que me habían puesto. Menos mal, ya que hubiera resultado un fastidio volver la cabeza automáticamente cada vez que alguien pensara en algún Edward.

En ese momento no me volví. A Alice y a mí se nos daban muy bien esas conversaciones privadas, y era raro que nos pillaran durante las mismas.

Mantuve la mirada fija en las líneas que se formaban en la pared.

“¿Cómo lo lleva?” me preguntó.

Torcí el gesto, pero sólo pareció que había cambiado ligeramente la posición de la boca, nada que pudiera alertar a los otros. Era fácil que pensaran que lo hacía por aburrimiento. El tono de la mente de Alice ahora parecía alarmado y leí que vigilaba a Jasper con su visión periférica.

“¿Hay algún peligro?”.

Ladeé la cabeza hacia la izquierda muy despacio, como si contemplara los ladrillos de la pared, suspiré, y luego me volví hacia la derecha, de nuevo hacia las grietas del techo.

Sólo Alice se dio cuenta de que estaba negando con la cabeza. Ella se relajó.

“Avísame si la cosa se pone fea”

Moví sólo los ojos, primero arriba, hacia el techo, y luego abajo.

“Gracias por ayudarme con esto.”

Me alegré de no tener que contestarle en voz alta. ¿Qué le podría haber dicho? ¿Encantado? En realidad no era así. No disfrutaba asistiendo al debate interior de Jasper. ¿Era necesario pasar por todo esto? ¿No era un camino más seguro admitir simplemente que él nunca sería capaz de controlar su problema con la sed como los demás, en lugar de tentar continuamente sus límites? ¿Por qué coquetear con el desastre? Habían pasado ya dos semanas desde nuestra última expedición de caza. No era un periodo de tiempo excesivamente insoportable para el resto de nosotros. Algo incómodo a veces, si un humano caminaba muy cerca de nosotros o si el viento soplaba del lado equivocado. Pero los humanos rara vez se aproximan a

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nosotros. El instinto les dice lo que sus mentes conscientes difícilmente comprenderían: que somos peligrosos. Y en ese preciso momento Jasper lo era en grado sumo.

Una chica bajita se detuvo en un extremo de la mesa más próxima a la nuestra para hablar con un amigo. Se pasó los dedos entre su pelo corto, color arena, y sacudió la cabeza. Justo en ese momento la rejilla del aire acondicionado empujó su aroma en nuestra dirección. Yo estaba acostumbrado a la forma en que me hacía sentir el olor: sequedad y dolor en la garganta, un agujero anhelante en el estómago, un agarrotamiento instantáneo de los músculos, el flujo excesivo de ponzoña en la boca…

Todo eso era bastante normal y, por lo general, fácil de ignorar; pero hoy resultaba más duro al tener los sentidos agudizados y notarlo todo por duplicado: la sed se multiplicaba al monitorizar las reacciones de Jasper. Era la sed de dos, no sólo la mía.

Jasper intentaba mantener la mente lejos de allí. Estaba fantaseando. Imaginaba que se levantaba del lado de Alice y se paraba al lado de la chica. Pensaba en inclinarse como si le fuera a susurrar algo al oído y dejar que sus labios rozaran el arco de su garganta. Imaginaba también cómo fluía el cálido flujo de su pulso debajo de la fina piel que sentiría bajo su boca. Propiné una patada a la silla de Jasper. Nuestras miradas se encontraron durante un minuto, y luego él bajó la suya. Pude escuchar cómo se enfrentaban en su interior la culpa y la rebeldía.

- Lo siento - musitó.

Me encogí de hombros.

- No ibas a hacer nada - murmuró Alice en un intento de mitigar el disgusto de Jasper - Lo vi.

Reprimí la mueca que hubiera echado por tierra la mentira de Alice; ella y yo debíamos apoyarnos el uno al otro. No resultaba fácil para ninguno de los dos oír voces y tener visiones del futuro. Éramos bichos raros, incluso entre los que ya lo eran de por sí. Nos protegíamos los secretos entre nosotros.

- Pensar en ellos como personas ayuda un poco - sugirió Alice con voz aguda y musical, demasiado baja y rápida para que la escucharan los oídos humanos - Se llama Whitney y tiene una hermanita muy pequeña a la que adora. Su madre invitó a Esme a aquella fiesta en el jardín, ¿te acuerdas?

- Sé quién es - contestó Jasper secamente.

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Se volvió para mirar por una de las pequeñas ventanas situadas bajo el alero a lo largo del muro que rodeaba la gran habitación. El tono de su voz puso fin a la conversación.

Deberíamos haber ido de caza el día anterior por la noche. Era ridículo enfrentar esa clase de riesgos, intentar demostrar entereza y mejorar la resistencia. Jasper tendría que asumir sus limitaciones y vivir con ellas. Sus antiguos hábitos no eran los más apropiados para el estilo de vida que habíamos elegido; no podría adaptarse a él. Alice suspiró silenciosamente y se puso de pie, llevándose la bandeja de comida, un atrezo, en realidad y dejándole solo. Sabía hasta dónde llegar con su apoyo y cuándo dejar de hacerlo. Aunque era más evidente que Rosalie y Emmett mantenían una relación, Alice y Jasper se conocían tan bien que sentían los estados de ánimo del otro como si fueran propios. Parecía que también pudiesen leer las mentes, aunque sólo fuera entre ellos.

“Edward Cullen.”

Acto reflejo. Me volví al oír mi nombre, aunque no es que nadie lo hubiera pronunciado en voz alta, sólo lo había pensado. Mi mirada se encontró durante una breve fracción de segundo con la de un par de enormes ojos marrones, de color chocolate, unos ojos humanos en medio de un rostro pálido, con forma de corazón. Conocía ese rostro a pesar de no haberlo visto nunca con mis propios ojos. Era el tema más destacado del día en todas las mentes: la nueva alumna, Isabella Swan, la hija del jefe de policía de la ciudad, que había venido a vivir aquí por algún cambio en su situación familiar. Bella. Hasta ahora había corregido a todo el mundo que se dirigía a ella por su nombre completo…

Miré a lo lejos, aburrido. Me llevó un segundo darme cuenta de que ella no había sido la persona que había pensado en mi nombre.

“Por supuesto, Bella ya se ha quedado alucinada con los Cullen.” oí cómo continuaba el primer pensamiento que había oído.

Identifiqué la 'voz' como la de Jessica Stanley. Había pasado ya un tiempo desde que me incordió por última vez con su parloteo interno. Qué alivio sentí cuando ella superó ese desdichado encaprichamiento. Había sido casi imposible escapar de sus constantes y ridículas ensoñaciones. Me dieron ganas en aquel momento de explicarle con toda exactitud lo que podría haber ocurrido si mis labios, y los dientes detrás de ellos, se hubieran encontrado cerca de ella. Esto habría silenciado cualquier tipo de molestas fantasías con bastante rapidez. Pensar en su reacción casi consiguió arrancarme una sonrisa.

“Le iría bien engordar un poco” continuó Jessica “En realidad, ni siquiera es guapa. No entiendo por qué Eric la mira tanto... o Mike”.

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Hizo una mueca mental de dolor al pensar en el último nombre. El nuevo capricho de Jessica, el súper popular Mike Newton, no sabía ni que ella existía. Sin embargo, no parecía tan insensible a la chica nueva. Otra vez la historia del chico fascinado por un objeto brillante. Aquello dio un giro mezquino a los pensamientos de Jessica, aunque en apariencia se mostraba cordial con la recién llegada mientras le explicaba lo que todos sabían sobre mi familia. La nueva seguramente habría preguntado por nosotros.

“Aunque hoy todo el mundo me mira a mí también” pensó Jessica muy pagada de sí misma, en un aparte “Ha sido una verdadera suerte que Bella compartiera dos clases conmigo... Apuesto a que luego Mike querrá preguntarme qué tal es...”

Intenté bloquear el absurdo parloteo antes de que sus superficiales e insignificantes pensamientos me volvieran loco.

- Jessica Stanley le está sacando a la chica nueva, todos los trapos sucios del clan Cullen - le murmuré a Emmett, para distraerme, él se rió entre dientes y pensó:

“Espero que lo esté haciendo bien.”

- En realidad, es bastante poco imaginativa. Sólo le ha dado un toque escandaloso, nada más. Ni una pizca de terror. Me siento un poco decepcionado.

“¿Y la chica nueva? ¿También se siente ella decepcionada con el chismorreo?”

Presté atención a ver si escuchaba lo que la chica nueva, Bella, pensaba de la historia de Jessica. ¿Qué vería cuando se fijaba en la extraña familia con la piel del color de la tiza, de la que se apartaban todos?

En cierta manera era cuestión de responsabilidad por mi parte conocer su reacción. Yo actuaba de vigía, a falta de un nombre mejor, para proteger a la familia. Si alguien empezara a concebir sospechas, yo los avisaría con tiempo suficiente para poder quitarnos de en medio con facilidad. Había ocurrido de vez en cuando que algún humano, con una imaginación despierta, nos había identificado con los personajes de un libro o una película.

La mayoría de las veces se convencían de su error, pero era mejor trasladarse a otro lugar que arriesgarse a un examen. Rara vez, muy rara vez, alguien adivinaba la verdad y no le concedíamos la oportunidad de comprobar su hipótesis. Simplemente desaparecíamos, para convertirnos como mucho en un recuerdo aterrador…

No escuché nada por más que fijé la atención en el lugar contiguo al cual continuaba fluyendo de forma compulsiva el frívolo monólogo interno de Jessica. Era como si allí no se sentara nadie. ¡Qué curioso!, ¿se habría ido la chica? No parecía probable, ya que Jessica seguía dándole la brasa. Miré hacia allí para

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comprobarlo, sintiéndome confuso. Comprobar con la vista lo que mi sentido extrasensorial me decía era algo que nunca antes había tenido que hacer.

Mi mirada se trabó de nuevo en esos grandes ojos marrones. Ella se sentaba en el mismo lugar que antes, y nos miraba, algo natural, supuse, mientras Jessica continuaba regalándole los oídos con los chismorreos locales sobre los Cullen. Pensar sobre nosotros, sin duda, era algo natural. Pero no oía ni un susurro siquiera. Mientras bajaba la mirada, un tentador rubor de un rojo cálido invadió sus mejillas, diferente al de la vergüenza que se siente cuando te han sorprendido mirando fijamente a un desconocido. Era estupendo que Jasper aún estuviera mirando por la ventana. No quería imaginarme lo que ese natural flujo de sangre supondría para su autocontrol.

Las emociones se mostraban tan transparentes en su cara que parecía llevarlas escritas en la frente: sorpresa, como si de forma inconsciente hubiera detectado indicios de las sutiles diferencias entre su naturaleza y la mía, curiosidad mientras escuchaba la historia de Jessica, y algo más... ¿fascinación? No sería ésta la primera vez. Éramos hermosos a los ojos de los hombres, nuestras presas potenciales. Y al final, por fin, vergüenza por haberla pillado mirándome.

Aun a pesar de que había mostrado con tal claridad los sentimientos en sus extraños ojos, extraños por lo profundos, de color marrón, que de tan oscuros casi parecían opacos, no oía nada más que silencio en el lugar donde ella se sentaba. Nada en absoluto.

Me sentí incómodo durante unos momentos. Nunca me había encontrado con nada similar. ¿Me pasaba algo malo? Me notaba exactamente igual que siempre. Preocupado, presté aún más atención. De pronto, empezaron a gritar en mi cabeza todas las voces de alrededor que había contenido hasta ese momento.

“Me pregunto qué música le gustará... Quizás podría mencionar ese nuevo CD..” pensaba Mike Newton, dos mesas más allá, concentrado en Bella Swan.

“Hay que ver cómo la mira. No le basta con tener a más de la mitad de las chicas del instituto pendientes de él.” Eric Yorkie refunfuñaba mentalmente con sus pensamientos girando también alrededor de la nueva.

“Es vergonzoso. Cualquiera pensaría que es famosa o algo por el estilo... La mira incluso Edward Cullen...” Lauren Mallory estaba tan celosa que, en realidad, su rostro debería haber tenido el color del jade oscuro. “Y Jessica, haciendo ostentación de su nueva mejor amiga. Qué gracia..” La mente de la chica continuó escupiendo vitriolo.

“Apuesto a que todo el mundo le ha preguntado eso. Pero me gustaría hablar con ella. He de pensar en alguna pregunta más original...” meditaba Ashley Dowling.

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“ Quizás esté en mi clase de Español...” pensaba esperanzada June Richardson.

“Esta noche tengo toneladas de trabajo. Trigonometría y los ejercicios de Lengua. Espero que mamá…” Angela Weber, un muchacha tranquila, cuyos pensamientos eran generalmente amables, algo poco habitual, era la única en la mesa que no estaba obsesionada con Bella.

Podía oírlos a todos, oía cada insignificancia que se les ocurriera conforme pasaba por su mente, pero nada en absoluto procedente de aquella nueva alumna con esos ojos aparentemente tan comunicativos.

Eso sí, podía escuchar lo que decía cuando se dirigía a Jessica. No necesitaba leer la mente para oírlas hablar con voz baja y clara en el lado opuesto de la gran estancia.

- ¿Quién es el chico de pelo cobrizo? -le oí preguntar mirándome disimuladamente de reojo, sólo para retirar de inmediato la vista cuando se dio cuenta de que aún seguía con los ojos fijos en ella.

Todavía tuve tiempo de considerar esperanzado que oír el sonido de su voz me serviría para captar el tono de sus reflexiones, perdidos en algún lugar al que yo no podía acceder, pero enseguida me decepcioné. Lo normal es que los pensamientos de la gente tengan el mismo tono que sus voces físicas. Pero esa voz tranquila, tímida, me resultaba poco familiar, no pertenecía a ninguno de los cientos que rebotaban por la habitación, estaba seguro. Era completamente nueva.

“¡Ja, buena suerte, idiota!” pensó Jessica antes de contestar la pregunta de la chica.

- Se llama Edward. Es guapísimo, por supuesto, pero no pierdas el tiempo con él. No sale con nadie. -Levantó la nariz, desdeñosa.- Quizá ninguna de las chicas del instituto le parece lo bastante guapa.

Volví la cabeza para ocultar la sonrisa. Jessica y sus compañeras de clase no tenían ni idea de la suerte que tenían al no interesarme ninguna de ellas en especial. En ese estado de humor fluctuante, sentí un impulso extraño que no terminé de entender.

Quería hacer algo respecto al tono mezquino de los pensamientos de Jessica, de los que la nueva no era consciente… Sentí la extraña urgencia de interponerme entre ellas para proteger a Bella Swan de los oscuros manejos de Jessica. Era algo muy raro en mí sentir aquello.

Intenté llegar hasta las motivaciones que alimentaban dicho impulso y volví a examinar a la chica. Quizás fuera un instinto protector, el del fuerte sobre el débil, sepultado en alguna parte desde hacía mucho tiempo. La muchacha parecía más frágil que sus nuevas compañeras de clase.

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Su piel era tan translúcida, que resultaba difícil creer que le ofreciera mucha protección frente al mundo exterior. Podía ver el rítmico pulso de su sangre a través de las venas bajo esa clara y pálida membrana…

Sería mejor que no me concentrara en eso, se me daba muy bien la vida que había escogido, pero estaba tan sediento como Jasper y no tenía sentido darle alas a la tentación.

Tenía una arruguita entre las cejas de la que ella no parecía consciente. ¡Aquello era increíblemente frustrante! Veía claramente el esfuerzo que le costaba estar allí sentada, intentando conversar con extraños, siendo el centro de la atención. Podía adivinar su timidez por la postura de sus hombros, de aspecto frágil, ligeramente hundidos, como si esperara un desaire de un momento a otro. Pero sólo podía adivinar, ver o imaginar. No había más que silencio en esta chica humana tan sumamente corriente. No podía oír nada. ¿Por qué?.

- ¿Qué pasa? - murmuró Rosalie, interrumpiendo mi concentración.

Dejé de mirar a la chica y sentí una especie de alivio. No deseaba seguir intentándolo sin éxito, me irritaba. Y no quería desarrollar ningún interés por sus pensamientos ocultos simplemente porque no podía acceder a ellos. Sin duda, cuando pudiera descifrarlos, y seguramente encontraría la manera de hacerlo, serían tan superficiales e insignificantes como los de cualquier otro humano. No merecían siquiera el esfuerzo que me costaría llegar hasta ellos.

- ¿Así que la chica nueva nos tiene miedo ya? - preguntó Emmett, esperando aún una respuesta.

Me encogí de hombros. No estaba lo suficientemente interesado para seguir presionando y obtener más información. Ni debería interesarme. Nos levantamos de la mesa y salimos de la cafetería. Emmett, Rosalie y Jasper simulaban ser estudiantes de último curso, por lo que se dirigieron hacia sus respectivas clases. Yo interpretaba un papel más juvenil, de modo que me encaminé hacia la clase de Biología de primero, preparándome mentalmente para soportar el tedio.

Era dudoso que el señor Banner, un hombre de intelecto medio, se las ingeniara para insertar en su explicación algo que pudiera sorprender a alguien que tenía dos licenciaturas en Medicina.

En la clase, me instalé en mi silla y dejé que los libros, puro atrezo, puesto que no contenían nada que no supiera ya, se desparramaran por la mesa. Era el único alumno que no compartía pupitre. Los humanos no eran lo bastante listos para saber por qué me temían, pero su instinto de supervivencia resultaba suficiente para mantenerlos alejados de mí.

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El aula se fue llenando despacio conforme los chicos iban regresando del almuerzo en un lento goteo. Me repantigué en la silla y dejé transcurrir el tiempo. De nuevo, deseé ser capaz de dormir.

Su nombre volvió a llamarme la atención, quizás porque estaba pensando en ella cuando Angela Weber la acompañó hasta la clase.

“Bella parece tan tímida como yo. Apuesto lo que sea a que este día le está resultando realmente difícil. Ojala supiera qué decirle, pero seguramente sonaría estúpido…”

“¡Bien!” pensó Mike Newton mientras se revolvía en su asiento para ver entrar a las chicas.

Pero seguía sin leer pensamiento alguno desde la posición ocupada por Bella Swan. El espacio vacío donde deberían estar sus pensamientos me irritaba y desconcertaba. Bella se acercó a la mesa del profesor avanzando por el pasillo lateral que había a mi lado. Pobre chica, el único pupitre libre era el contiguo al mío. Automáticamente limpié su lado del pupitre, empujando mis libros hasta formar una pila. Dudaba que se sintiera muy cómoda en ese asiento.

Comenzaba lo que para ella prometía ser un semestre muy largo, al menos en esta clase. Sin embargo, quizás podría sacar a la superficie sus secretos al sentarme a su lado; no es que hubiera necesitado antes de proximidad para conseguirlo… y tampoco es que hubiera nada que mereciera la pena escuchar…

Bella Swan caminó hasta interponerse en el flujo de aire caliente que soplaba en mi dirección desde la rejilla de ventilación. Su olor me impactó como la bola de una grúa de demolición, como un ariete. No existe imagen lo bastante violenta para expresar la fuerza de lo que me sucedió en ese momento.

En aquel instante, no hubo nada que se asemejara a la persona que fui antaño, no quedó ni un jirón de los harapos de humanidad con los que me las arreglaba para encubrir mi naturaleza. Yo era un depredador. Ella, mi presa. No existía en el mundo otra verdad que no fuera ésta. Para mí ya no había una habitación llena de testigos, porque en mi fuero interno los acababa de convertir a todos ellos en daños colaterales. El misterio de sus pensamientos quedó olvidado. Los pensamientos de Bella no me importaban nada porque no iba a poder pensar por mucho más tiempo. Yo era un vampiro y ella tenía la sangre más dulce que había olido en ochenta años. No concebía la existencia de un aroma como ése. Habría empezado a buscarlo desde mucho tiempo antes si hubiera sabido que existía. Hubiera peinado el planeta para encontrarlo. Podía imaginar el sabor…

La sed ardía en mi garganta como si fuera fuego. Sentía la boca achicharrada y deshidratada y el flujo fresco de ponzoña no hizo nada por hacer desaparecer esa

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sensación. Mi estómago se retorció de hambre, un eco de la sed. Se me contrajeron los músculos, preparados para saltar. No había pasado ni un segundo. Ella todavía no había terminado de dar el paso que la había puesto en la dirección del aire que fluía hacia mí.

Conforme su pie tocó el suelo, sus ojos se posaron en mí en un movimiento que ella pretendía que fuera sigiloso. Su mirada se encontró con la mía y me vi perfectamente reflejado en el amplio espejo de sus ojos.

La sorpresa que me produjo ver mi cara proyectada en sus pupilas le salvó la vida en aquellos momentos tan difíciles. Pero no me lo puso fácil. Cuando ella fue consciente de la expresión de mi rostro, la sangre inundó nuevamente sus mejillas, volviendo su piel del color más delicioso que había visto en mi vida. Su olor era como una bruma en mi cerebro a través de la cual apenas podía razonar. Mis pensamientos bramaron incoherentes, fuera de todo control.

Ella caminaba ahora más despacio, como si comprendiera la necesidad de huir. Los nervios la hicieron comportarse de modo torpe, por lo que tropezó y se tambaleó hacia delante, casi cayendo sobre la chica sentada delante de mí. Parecía débil, vulnerable, incluso más de lo que es habitual en un humano.

Intenté concentrarme en el rostro que había visto en sus ojos, un rostro que reconocí con asco. Era la cara del monstruo que había en mí, al que había combatido y derrotado a lo largo de décadas de esfuerzo y de disciplina inflexible. ¡Con qué rapidez emergía ahora a la superficie! El olor se arremolinó nuevamente a mi alrededor, dispersando mis pensamientos y casi impulsándome fuera del asiento. ¡No!

Mi mano se aferró a la parte central del borde de la mesa para intentar sujetarme a la silla. Pero la madera no estaba por la labor y mi mano atravesó el armazón y arrancó un puñado de astillas. La forma de mis dedos quedó grabada en la madera. Destruye la evidencia, ésta era una regla fundamental.

Rápidamente pulvericé los bordes que tenían la forma de mis dedos, dejando sólo un agujero desigual y una pila de virutas en el suelo, que dispersé con el pie. Destruye la evidencia. Daño colateral…

Sabía lo que iba a suceder ahora. La chica debería venir a sentarse a mi lado y yo tendría que matarla. Los testigos inocentes de la clase, otros dieciocho jóvenes y un hombre, no podrían abandonar la habitación una vez que hubieran asistido a lo que iba a ocurrir en breve.

Me acobardé ante la idea de lo que se avecinaba. Incluso en mis peores momentos, jamás había cometido una atrocidad como ésta. Nunca había matado a inocentes, al

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menos no en las últimas ocho décadas. Y ahora planeaba masacrar a veinte de una vez.

El rostro del monstruo en mi mente se burló de mí. Aun cuando una parte de mí intentaba apartarse de aquella idea espeluznante, la otra parte planeaba la forma de perpetrarla.

En el caso de que matara a la chica primero, sólo dispondría de quince o veinte segundos antes de que reaccionaran los humanos del aula. Tal vez algo más si no se daban cuenta de lo que estaba haciendo desde el principio. Ella no tendría tiempo de gritar o sentir dolor y yo no la mataría con crueldad.

Esto era todo lo que podía hacer por esta desconocida con esa sangre tan terriblente deseable. Pero habría de impedir que escaparan. No debía preocuparme por las ventanas, ya que estaban demasiado altas y eran muy pequeñas para servir a nadie en su huida. Sólo quedaba la puerta, que los dejaría atrapados en cuanto se bloqueara. Intentar abatirlos a todos cuando estuvieran dominados por el pánico y chillando, en pleno caos, seguramente sería más lento y difícil. No imposible, pero habría mucho ruido y tiempo de sobra para un montón de gritos. Alguien podría oírlos… y me vería forzado a matar incluso a más inocentes en esta hora negra.

El olor me castigó hasta cerrarme la garganta reseca y dolorida. Además, la sangre de Bella se enfriaría mientras mataba a los otros. De modo que sería mejor encargarme primero de los testigos.

Me tracé un esquema mental. Yo estaba en mitad de la habitación, en la última fila de la parte de atrás. Empezaría por el lado derecho. Estimé que podría romper aproximadamente entre cuatro y cinco cuellos por segundo, y sería menos escandaloso. El lado derecho sería el de los afortunados porque no me verían llegar. Después daría la vuelta por la parte frontal e iría de delante hacia atrás por el lado izquierdo; matarlos a todos me llevaría a los sumo cinco segundos.

Sin embargo sería tiempo suficiente para que Bella viera con claridad lo que se le venía encima. Suficiente para que tuviera miedo. Suficiente para que gritara, si el susto no la dejaba paralizada en su sitio. Sólo un débil grito que no haría venir a nadie corriendo.

Aspiré una bocanada de aire y el olor se convirtió en un fuego que corrió por mis largas venas vacías y me abrasó el pecho hasta consumir cualquier impulso positivo que hubiera sido capaz de sentir. En ese preciso momento se estaba dando la vuelta. Estaría sentada a pocos centímetros de mí dentro de escasos segundos. El monstruo en mi mente sonrió ante la expectativa. Alguien sentado cerca de mí, a la izquierda, cerró de golpe una carpeta. No miré para ver cuál de los malditos humanos había sido, pero el movimiento envió una bocanada de aire normal, inholoro, hacia mi rostro.

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Durante un escaso segundo, pude pensar con claridad. En ese precioso segundo, vi dos rostros en mi mente, uno al lado del otro. Uno era el mío, o más bien lo había sido: el monstruo de ojos inyectados en sangre que había matado a tanta gente que había dejado de contarlos. Asesinatos racionalizados y justificados. Un asesino de asesinos; el asesino de otros monstruos menos poderosos.

Era consciente de que se trataba de un complejo de Dios, si pudiera llamarlo así, el de alguien que cree poder decidir quién merece una sentencia de muerte. Era un compromiso conmigo mismo: me alimentaba de sangre humana, pero en su definición más amplia, ya que mis víctimas eran, debido a sus varios y oscuros pasatiempos, escasamente más humanos que yo.

El otro rostro era el de Carlisle. No había ninguna semejanza entre ambos rostros. Eran como la noche y el día. No existía ningún motivo para buscar semejanzas. Carlisle no era mi padre en un sentido biológico estricto y no compartíamos características similares. El parecido en el color de la piel se debía a lo que éramos; todos los vampiros tienen la misma tez helada y pálida. El parecido en el color de nuestros ojos era otra cosa: el reflejo de nuestra mutua elección.

Y aun así, aunque no había base para establecer semejanzas, me imaginaba que mi rostro había comenzado a reflejar el suyo hasta cierto punto, en los malditos últimos setenta años durante los cuales yo había abrazado su camino y seguido sus pasos. Mis rasgos no habían cambiado, pero a mí me parecía que algo de su sabiduría había marcado mi expresión y que algo de su compasión podía encontrarse en la forma de mi boca, así como trazas de su paciencia eran evidentes en mi ceño.

Todas estas pequeñas mejoras habían desaparecido de la cara del monstruo. En pocos momentos, no quedaría en mí nada que reflejara los años que había pasado con mi creador, mi mentor, mi padre en todos los sentidos que importan. Mis ojos volverían a brillar rojos como los del diablo; toda la bondad habría desaparecido para siempre.

Yo veía el rostro de Carlisle en mi mente, y sus ojos amables no me juzgaban. Sabía que él me perdonaría por el horrible acto que iba a cometer, porque me amaba, porque pensaba que era mejor de lo que realmente era. Y seguiría queriéndome, incluso aunque le demostrara que estaba equivocado.

Bella Swan se sentó en la silla que había a mi lado con movimientos rígidos y forzados, ¿por el miedo?, y el olor de su sangre se extendió como una nube inexorable a mi alrededor.

Le demostraría a mi padre que se había equivocado conmigo. Y la tristeza de este hecho hería casi tanto como el fuego de mi garganta. Me aparté de ella con asco, sintiendo repugnancia por el monstruo que deseaba tomarla.

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¿Por qué había tenido que venir aquí? ¿Por qué tenía que existir? ¿Por qué tenía ella que destruir la poca paz que me quedaba en esta existencia de no-vida mía? ¿Por qué esta irritante humana había tenido que nacer? Ella sería mi ruina.

Volví la cara lejos de ella, cuando un repentino odio feroz e irracional me invadió. ¿Quién era esta criatura? ¿Por qué yo, por qué ahora? ¿Por qué tenía que perderlo todo sólo porque a ella le hubiera dado por escoger esta inhóspita ciudad para aparecer? ¿Por qué había venido aquí?

¡Yo no quería ser un monstruo! ¡No quería matar a esta habitación llena de niños inofensivos! ¡No quería perder todo lo que había ganado en toda una vida de sacrificio y abnegación! No lo haría… Ella no podía hacerme esto a mí.

El olor era el problema, el olor terriblemente atractivo de su sangre. Si solo hubiera alguna manera de resistir… aunque solo fuera otra ráfaga de aire fresco para poder despejar mi cabeza. Bella Swan sacudió su cabello largo, espeso, de color caoba, en mi dirección.

¿Estaba loca? ¡Era como si estuviera alentando al monstruo! Burlándose de él. Ahora no habría ninguna brisa agradable que soplara el olor lejos de mí. Pronto estaría todo perdido.

No, no había ninguna brisa agradable. Pero yo no tenía por qué respirar. Paré el flujo de aire a través de mis pulmones; el alivio fue instantáneo, pero incompleto. Todavía tenía el recuerdo del olor en mi cabeza, el sabor en la parte posterior de mi lengua. Ni siquiera podría resistir eso durante mucho tiempo. Pero tal vez podría resistirlo una hora. Una hora. Sólo el tiempo suficiente para salir de esta habitación llena de víctimas, víctimas que quizás no tendrían que serlo. Si pudiera resistir sólo durante una hora.

No respirar era una sensación incómoda. Mi cuerpo no necesitaba oxígeno, pero iba en contra de mis instintos. Yo me apoyaba en el olfato más que en mis otros sentidos en momentos de estrés. Era lo que me guiaba en la caza, el primer aviso en caso de peligro. No es que me encontraba a menudo algo más peligroso de lo que yo era, pero el instinto de conservación era tan fuerte en mi especie como en el de cualquier ser humano. Incómodo, pero manejable. Más soportable que olerla a ella y no poder hundir mis dientes en su fina, delgada y translucida piel hasta su caliente y húmedo pulso…

¡Una hora! ¡Sólo una hora! No debía pensar en el olor, en el sabor. La silenciosa chica mantuvo su pelo entre nosotros, inclinándose hacia delante hasta derramarlo sobre su carpeta. No podía ver su cara para tratar de leer sus emociones en sus expresivos y profundos ojos. ¿Era por eso por lo que ella había extendido su cabello entre nosotros? ¿Para ocultarme sus ojos? ¿Por miedo? ¿Por timidez? ¿Para ocultarme sus secretos?

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Mi anterior irritación por no ser capaz de leer sus pensamientos era débil y poca cosa en comparación con la necesidad y el odio que me embargaban ahora. Porque yo odiaba a esta frágil chica a mi lado, la odiaba con el mismo fervor con el que me aferraba a mi antiguo yo. Al amor por mi familia, a mi sueño de ser algo mejor de lo que era… Odiarla, odiar el modo en que me hacía sentir me ayudaba un poco. Sí, la irritación que había sentido antes era débil, pero también me ayudaba un poco. Me aferraría a cualquier emoción que me distrajera de imaginar cómo sabría ella …

Odio e irritación. Impaciencia. ¿Es que la hora no iba a terminar nunca? Y cuando la hora terminara… Entonces ella saldría de esta habitación, ¿y yo qué?

Podría presentarme. Hola, me llamo Edward Cullen. ¿Puedo acompañarte a tu próxima clase? Ella diría que sí, era lo correcto. Incluso aunque ya me temiera, como yo sospechaba que hacía, haría lo apropiado y me acompañaría. Debería ser bastante fácil guiarla a la dirección equivocada. Un espolón del bosque sobresalía como un dedo hasta tocar la parte posterior del aparcamiento. Podría decirle que había olvidado un libro en mi coche…

¿Alguien se daría cuenta de que yo había sido la última persona con la que se le había visto? Estaba lloviendo, como siempre. Dos impermeables oscuros encaminándose en la dirección equivocada no despertarían demasiado interés ni me delataría.

Excepto que yo no era el único estudiante que había reparado en ella hoy, aunque ninguno fuera tan devastadoramente consciente como yo. Mike Newton, en particular, era consciente de cada cambio de postura mientras ella se agitaba en su asiento; estaba tan incómoda a mi lado, como lo estaría cualquiera en su lugar, tal y como había previsto antes de que su olor hubiera destruido cualquier preocupación benevolente.

Mike Newton se daría cuenta si ella salía de clase conmigo. Si podía soportarlo una hora, ¿podría soportarlo dos?

Me estremecí ante el dolor de la quemazón.

Ella volvería a casa, a una casa vacía, el jefe de policía Swan trabajaba todo el día. Conocía su casa, como conocía todas las casas de este pequeño pueblo. Estaba situada justo al lado del un espeso bosque, sin vecinos cercanos. Incluso si tuviera tiempo de gritar, que no lo tendría, no habría nadie que la escuchara.

Ésa sería la manera más responsable de hacer frente a este asunto. Había pasado siete décadas sin sangre humana. Si contenía la respiración, podría aguantar dos horas. Y cuando ella estuviera sola, no habría ninguna posibilidad de que nadie más resultara herido. Y no habría razón para apresurarse durante la experiencia, el monstruo de mi cabeza me dio la razón.

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Era una falacia pensar que por salvar a los diecinueve humanos de esta habitación con esfuerzo y paciencia yo sería menos monstruo cuando matara a esta chica inocente. Aunque la odiaba, sabía que mi odio era injusto. Yo sabía que a quien realmente odiaba era a mí mismo. Y me odiaría tanto o más cuando ella estuviera muerta.

Pasé toda la hora imaginando las mejores formas de matarla. Evitando imaginar el acto real, eso podría haber sido demasiado para mí. Podría perder la batalla y terminar matándolos a todos. Así que planeé la estrategia y nada más.

Una vez, hacia el final de la clase, ella se asomó a través de la cortina extendida de su cabello. Pude sentir el ardiente odio injustificado saliendo de mí cuando nuestras miradas se encontraron. Vi el reflejo de él en sus asustados ojos. La sangre tiñó sus mejillas antes de que pudiera esconderse en su pelo de nuevo y casi pierdo el control. Pero sonó el timbre. Salvados por la campana, como dice el dicho. Los dos nos habíamos salvado: ella, de la muerte, y yo, aunque durante un breve tiempo, de ser la criatura de pesadilla que temía y odiaba.

No pude caminar lo despacio que debía cuando salí de la clase. Si alguien hubiera estado pendiente de mí, podría haber sospechado que había algo que no estaba bien en la forma en la que me movía, pero nadie me prestaba atención. Todos los pensamientos humanos todavía se arremolinaban en torno a la chica que estaba condenada a morir en poco más de una hora. Me escondí en el coche. No me gustaba pensar en mí mismo como en alguien que se escondía. Sonaba cobarde, pero sin duda ahora éste era el caso. Yo no tenía la disciplina suficiente para estar cerca de los humanos en estos momentos. El concentrar todos mis esfuerzos en no matar a uno de ellos, me había dejado sin recursos para resistirme a los demás. Sería un desperdicio. Si tenía que ceder ante el monstruo, al menos así valdría la pena la derrota.

Puse el CD con la música que por lo general me tranquilizaba, pero me servía de poco ahora. No, lo único que en ese momento podía ayudarme era el aire frío, húmedo y limpio que soplaba con la ligera lluvia a través de las ventanas abiertas. Aunque todavía podía recordar el olor de la sangre de Bella Swan con perfecta claridad, inhalar el aire limpio era como limpiar el interior de mi cuerpo de una infección.

Estaba cuerdo otra vez. Podía pensar otra vez. Era capaz de luchar otra vez. Y ahora era capaz de volver a enfrentarme a lo que no quería ser. No tenía por qué ir a su casa, ni tenía por qué matarla. Obviamente, yo era una criatura pensante y racional , yo podía elegir. Siempre había otra elección.

No me había sentido así en clase, pero ahora estaba lejos de ella. Quizás, si la evitaba cuidadosamente, con mucho, mucho cuidado, no tendría necesidad de

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cambiar de vida. Me gustaban las cosas como las tenía organizada ahora. ¿Por qué debía dejar que nadie por molesto o delicioso que fuera lo arruinara todo?

No tenía por qué disgustar a mi padre, ni causar estrés a mi madre, preocupación, dolor… Sí, esto también disgustaría a mi madre adoptiva. Y Esme era tan tierna, tan dulce y compasiva. Causar dolor a alguien como Esme era totalmente inexcusable.

Qué irónico era ahora mi deseo de proteger a esa joven humana de los, miserables, desdentados y viles pensamientos de Jessica Standley. Yo era la última persona que podría postularse como protector de Isabella Swan. Ella nunca necesitaría protegerse tanto de nada como de mí.

De pronto, me pregunté dónde estaría Alice. ¿No me había visto matar a la chica Swan de múltiples maneras? ¿Por qué no había venido a ayudarme, a detenerme o a ayudarme a limpiar evidencias? ¿Estaba ella tan absorta vigilando que Jasper no se metiera en problemas que se había perdido las demás posibilidades mucho más horrorosas? ¿Era yo más fuerte de lo que pensaba? ¿Realmente podía no hacerle nada a la chica?

No. Yo sabía que eso no era verdad. Alice debía de estar muy concentrada en Jasper.

Busqué en la dirección en que sabía que la iba a encontrar, en el pequeño edificio que se usaba para las clases de inglés. No me llevó mucho localizar su «voz» familiar. Y estaba en lo cierto. Todos sus pensamientos giraban en torno a Jasper, vigilaba sus pequeños cambios con minucioso escrutinio. Yo deseaba poder pedirle consejo, pero, al mismo tiempo, me alegraba de que ella no supiera de lo que yo era capaz, de que no fuera consciente de la masacre que había estado considerando en la última hora.

Sentí una nueva quemazón recorrer mi cuerpo, la quemazón de la vergüenza. No quería que ninguno de ellos lo supiera.

Si pudiera evitar a Bella Swan, si pudiera manejarlo para no matarla – mientras lo pensaba, el monstruo se retorcía y rechinaba los dientes frustrado - entonces, nadie tendría que saberlo. Si pudiera mantenerme alejado de su olor…

No había razón para no intentarlo, al menos. Hacer la elección correcta. Tratar de ser lo que Carlisle pensaba que era.

La última hora de clase estaba a punto de terminar. Decidí poner mi nuevo plan en acción de inmediato. Era mejor que quedarse sentado en el aparcamiento, donde ella podría pasar cerca de mí y arruinar mis intenciones.

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Una vez más, sentí el odio injustificado por la muchacha. Odiaba que tuviera este inconsciente poder sobre mí, que ella pudiera convertirme en algo denigrante. Caminé rápidamente, más de lo que debía, pero no había testigos, y atravesé el pequeño campus hacia la oficina. No había ninguna razón para cruzarse en el camino de Bella Swan, ella debía ser evitada como la pequeña lacra que era.

La oficina estaba vacía a excepción de la secretaria, la única a la que quería ver. Ella no se percató de mi entrada silenciosa.

- ¿Señora Cope?

La mujer, con el cabello de un color rojo muy poco natural, miró hacia arriba y abrió mucho los ojos. Siempre les tomaba por sorpresa los indicios de algo que no entendían, no importaba las veces que hubieran visto antes a uno de nosotros.

- ¡Oh! – exclamó, un poco nerviosa. Se alisó la camisa “Estúpida”, pensó para sus adentros “es lo suficientemente joven como para ser mi hijo, demasiado joven para pensar de esa manera…” Hola, Edward. ¿Qué puedo hacer por tí?

Sus pestañas revoloteaban tras sus gruesas gafas, incómoda, pero yo sabía ser encantador cuando quería. Era fácil, ya que tenía la oportunidad de conocer al instante como era tomado cualquier tono o gesto. Me incliné hacia delante, encontré su mirada como si estuviera mirando profundamente sus ojos poco profundos, sus pequeños ojos marrones. Sus pensamientos estaban ya revueltos, esto debería ser sencillo.

- Me preguntaba si podría ayudarme con mi horario – dije, con la voz suave que reservaba para no asustar a los humanos.

Oí cómo aumentaba el ritmo de su corazón.

- Por supuesto, Edward. ¿Cómo puedo ayudarte? – “Demasiado joven, demasiado joven” repetía para sí misma.

Incorrectamente, por supuesto. Yo era más viejo que su abuelo, pero según mi carnet de conducir, ella tenía razón.

- ¿Me preguntaba si podía mover mi clase de de Biología por otra de mayor nivel? ¿Física, tal vez?

- ¿Hay

algún problema con el señor Banner, Edward?

- No, en absoluto. Es sólo que ya he estudiado esa materia…

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- En esa escuela acelerada a la que todos fuisteis en Alaska, ¿verdad? – frunció sus labios delgados mientras lo los labios mientras lo consideraba “Todos ellos deberían estar en la universidad. He oído quejarse a los profesores. Un diez en todo, nunca tienen dudas cuando responden, nunca se equivocan en los examen… Parece que hubieran encontrado la forma de hacer trampa en cada materia. El profesor Banner prefiere creer que alguien hace trampa antes que admitir que un estudiante es más inteligente que él… Apuesto a que su madre les da clases…” - En realidad, Edward, física está completa en este momento. El Sr. Banner odia tener más de veinticinco alumnos en una clase.

- Yo no sería ningún problema.

“Por supuesto que no. No, con un perfecto Cullen”

- Ya lo sé, Edward, sólo que no hay suficiente espacio…

- ¿Entonces podría abandonar la clase? Podría usar el tiempo para estudio independiente.

- ¿Abandonar biología? - se quedó boquiabierta. · “Es una locura. ¿Tan difícil es hacer un temario que ya te sabes? Debe haber algún problema con el Sr. Banner. Me pregunto si debería hablar con Bob sobre esto “. - No tendrías suficientes créditos para graduarte.

- Lo recuperaré al año que viene.

- Tal vez deberías hablar con tus padres.

Se abrió la puerta detrás de mí, pero sus pensamientos no llegaron a mí, así que ignoré su llegada y me concentré en la señora Cope. Me incliné un poco más cerca y intensifiqué mis ojos un poco más. Esto funcionaría mejor si fueran dorados en lugar de negros. Cuando estaban negros atemorizaban a la gente, como debía ser.

- Por favor, señora Cope – hice mi voz tan suave y convincente como pude, y podía ser bastante convincente.- ¿No hay ninguna otra clase a la que pueda cambiar? Estoy seguro de que debe de haber un hueco en algún sitio. Biología como sexta hora no puede ser la única opción…

Le sonreí, con cuidado de no mostrar mucho los dientes para no asustarla y dejé que la expresión suavizara mi cara. Su corazón martilleaba con mayor rapidez.

“¡Demasiado joven!” se recordó frenéticamente.

- Bueno, tal vez podría hablar con Bob, quiero decir, con el señor Banner, Puedo ver si…

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Un segundo bastó para cambiarlo todo: la atmósfera de la habitación, mi misión, la razón por la que me inclinaba hacia la mujer pelirroja… Lo que había empezado con un propósito, ahora tenía otro.

Un segundo fue todo lo que necesitó Samantha Wells para abrir la puerta y colocar la lista de retrasos en el buzón de la puerta, y volver a salir corriendo para irse del instituto. Un segundo bastó para que la repentina ráfaga de aire que entró por la puerta se estrellara contra mí. Un segundo bastó para darme cuenta de por qué esa primera persona que había atravesado la puerta no me había interrumpido con sus pensamientos.

Me volví, aunque no hiciera falta para asegurarme, lentamente, luchando por controlar los músculos que se revelaban contra mí. Bella Swan estaba con la espalda pegada a la pared del lado de la puerta, con un pedazo de papel en su mano. Sus ojos eran aún más grandes de lo normal mientras observaba mi feroz mirada, inhumana. El olor de su sangre saturaba cada partícula del aire de la pequeña y cálida habitación. Mi garganta estalló en llamas.

El monstruo me miró de nuevo desde el espejo de sus ojos, una máscara del mal. Mi mano vaciló en el aire sobre el mostrador, no tenía ni que mirar hacia atrás para llegar a golpear la cabeza de la señora Cope contra su escritorio con la fuerza suficiente para matarla. Dos vidas, en vez de veinte. Un buen negocio.

El monstruo esperaba ansioso y hambriento a que lo hiciera. Pero siempre había otra opción, tenía que haberla. Interrumpí el movimiento de mis pulmones y fijé el rostro de Carlisle delante de mis ojos. Me volví para hacer frente a la señora Cope y escuché la sorpresa interna por el cambio de mi expresión. Ella se apartó de mí, pero su miedo no se formó en palabras coherentes.

Utilizando todo el control que había perfeccionado durante décadas de abnegación, conseguí que mi voz fuera suave y uniforme. Solo quedaba aire en mis pulmones para hablar una vez, con palabras rápidas.

- No importa entonces. Ya veo que es imposible. Muchas gracias por su ayuda.

Me giré violentamente y me abalancé fuera de la habitación, tratando de no sentir el calor de la cálida sangre que emanaba del cuerpo de la chica cuando pasé a pocos centímetros de ella.

No paré hasta llegar a mi coche, moviéndome demasiado rápido todo el camino hasta allí. La mayoría de los humanos se habían marchado ya, por lo que no hubo muchos testigos.

Oí a un alumno de segundo, D.J. Garrett, darse cuenta y luego lo descartó...

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- De donde sale Edward Cullen, es como si acabara de aparecer de la nada... Ya estoy otra vez imaginando cosas. Mamá siempre dice...

Los otros ya estaban allí cuando entré en el Volvo. Intenté controlar mi respiración, pero estaba sin aliento, como si el aire fresco me asfixiara.

- ¿Edward? - me preguntó Alice, alarmada.

Yo sólo sacudí la cabeza.

- ¿Qué diablos te pasa? – quiso saber Emmett, distraído por un momento de que Jasper no estuviera de humor para su revancha.

En vez de contestar, tiré el coche marcha atrás. Tenía que salir antes de que Bella Swan me siguiera también hasta aquí. Mi propio demonio personal, acechándome...

Giré el coche y aceleré. Me puse a sesenta antes de coger la carretera. En la carretera, llegué a los 110 antes de tomar la curva.

Sin mirar, supe que Emmett, Rosalie, y Jasper se habían vuelto para mirar a Alice, ella se encogió de hombros. No podía ver lo que había pasado, solo lo que estaba por pasar.

Ella se giró hacia delante, hacia mí. Ambos procesamos lo que vio en su cabeza, sorprendiéndonos.

- ¿Te irás? - susurró.

Los demás me miraron.

- ¿Lo haré? - siseé entre dientes.

Entonces lo vio, cuando mi resolución vaciló, otra opción de mi futuro, un giro más oscuro.

- Oh.

Bella Swan, muerta. Mis ojos, rojos y brillantes, llenos de sangre fresca. La búsqueda que le precedería, el tiempo que tendríamos que esperar para que fuera seguro marcharse y volver a empezar …

- Oh - dijo otra vez.

La imagen se hizo más especifica. Vi el interior de la casa del Jefe Swan por primera vez, vi a Bella en una pequeña cocina con armarios amarillos, de espaldas a mí, mientras yo la acechaba desde las sombras… dejando que el aroma me llevara hasta ella…

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- ¡Para! - gemí, incapaz de soportar más.

- Lo siento – susurró, con los ojos muy abiertos.

El monstruo se regocijó.

Y la visión volvió a cambiar en su mente. Una carretera vacía en la noche, rodeada de árboles cubiertos de nieve que parpadeaban por los casi trescientos veinte kilómetros por hora.

- Te echaré de menos – dijo -. Sin importar el poco tiempo que te marches.

Emmett y Rosalie intercambiaron una mirada inquieta. Estábamos casi en el desvío del largo camino que llevaba a nuestra casa.

- Déjanos aquí - indicó Alice.- Debes decírselo tú a Carlisle.

Asentí y el coche chilló ante la repentina frenada. Emmett, Rosalie y Jasper salieron en silencio. Harían que Alice se lo explicara cuando yo no estuviera. Alice tocó mi hombro.

- Harás lo correcto - murmuró, pero ahora no era una visión, sino una orden-. Ella es la única familia de Charlie Swan. Eso le mataría a él también.

- Sí - dije, aceptando sólo la última parte.

Ella se unió a los demás, con las cejas fruncidas por la ansiedad. Se fundieron con el bosque, antes de Desaparecieron entre los árboles, desapareciendo antes de que yo girara el coche del todo.

Aceleré de vuelta a la ciudad, y supe que las visiones en la mente de Alice estarían intermitentes, oscilando del oscuro al claro, como una estroboscópica. A medida que me acercaba a Forks a ciento cincuenta, dudaba de hacia dónde iba. ¿A decirle adiós a mi padre? ¿O para abrazar al monstruo dentro de mí? La carretera desaparecía rápida bajo mis ruedas.

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2: Libro Abierto2: Libro Abierto2: Libro Abierto2: Libro Abierto

Me recosté contra un banco de suave y blanca nieve, dejando que el firme polvo se remodelara bajo mi peso. Mi piel estaba fría, coincidiendo con el aire que me rodeaba, y los pequeños trozos de hielo parecían terciopelo bajo mi piel.

Sobre mí, el cielo estaba despejado, brillante por las estrellas, azul en algunas partes y amarillo en otras. Las estrellas creaban majestuosas y remolinadas formas contra el negro universo, un espectáculo impresionante. Exquisitamente bello. O más bien debería ser exquisito. Lo sería, si yo realmente pudiera verlo.

Esto no estaba mejorando. Seis días habían pasado, seis días escondido aquí, en el vacío parque natural de Denali, pero yo no estaba más cerca de la libertad de lo que había estado desde el primer momento que capté su perfume.

Cuando miraba el cielo estrellado, era como si hubiera un obstáculo entre mis ojos y su belleza. El obstáculo era un rostro humano, solo un rostro humano corriente, pero no podía desterrarlo de mi mente. Escuché los pensamientos acercándose antes de escuchar los pasos que los acompañaban. El sonido del movimiento era sólo un débil susurro contra la nieve.

No me sorprendió que Tanya me hubiera seguido hasta aquí. Sabía que ella había estado reflexionando sobre esta conversación durante los últimos días, aplazándola hasta estar segura de lo que quería decir. Apareció a la vista a unos noventa metros, saltando sobre la punta de una roca negra y haciendo equilibrio sobre sus pies descalzos.

La piel de Tanya era de plata a la luz de las estrellas, y sus rizos rubios y largos se brillaban pálidos, casi de color rosa con reflejos de fresa. Sus ojos color ámbar brillaron mientras me espiaba, medio enterrado en la nieve, y sus labios se extendieron lentamente en una sonrisa. Exquisita. Si hubiera sido capaz de verla. Suspiré. Ella se agachó en el borde de la piedra, con la punta de sus dedos tocando la roca y su cuerpo agazapado.

- Cannonball - pensó.

Ella se lanzó al aire, su figura se transformó en una oscura y retorcida sombra mientras giraba con gracia entre las estrellas y yo. Se hizo un ovillo igual que una bola y golpeó el banco de nieve apilado junto a mí.

Una ventisca de nieve voló a mí alrededor. Las estrellas se volvieron negras y yo fui sepultado entre las plumas cristalinas de hielo. Suspiré de nuevo, pero no me moví para desenterrarme. La oscuridad bajo de la nieve ni empeoró ni mejoró la vista. Seguía viendo el mismo rostro.

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- ¿Edward?

A continuación, la nieve voló de nuevo mientras Tania me desenterraba rápidamente. Me sacudió el polvo de mi inerte cara, sin llegar a los ojos.

- Disculpa, - murmuró. - Era una broma.

- Lo sé. Fue divertido.

Su boca se torció hacia abajo.

- Irina y Kate me dijeron que debería dejarte solo. Creen que te estoy molestando.

- En absoluto - le aseguré. - Al contrario, soy yo quien está siendo grosero. Abominablemente grosero. Lo lamento mucho.

“Volverás a casa, ¿verdad?” pensó.

- No lo tengo... completamente... decidido, aún.

“Pero no te quedarás aquí .” Su pensamiento ahora era melancólico, triste.

- No. No parece estar... ayudándome.

Hizo una mueca.

- Es por mi culpa, ¿verdad?

- Por supuesto que no - mentí suavemente.

“No seas un caballero”. Sonreí. “Te hago sentir incómodo” acusó.

- No.

Levantó una ceja con expresión tan incrédula que tuve que reír. Una breve risa, seguida por otro suspiro.

- De acuerdo, - admití - Un poco.

Ella suspiró también, y colocó la barbilla en sus manos. Sus pensamientos eran de disgusto.

- Eres mil veces más encantadora que las estrellas, Tanya. Por supuesto, tú ya eres consciente de ello. No dejes que mi obstinación mine tu confianza. – Me reí por lo improbable que era.

- No estoy acostumbrada al rechazo - Se quejó, sacando hacia afuera su labio inferior en un atractivo puchero.

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- Por supuesto que no - coincidí, tratando con poco éxito de bloquear sus pensamientos mientras escudriñaba fugazmente los recuerdos de sus miles de conquistas exitosas.

Tanya normalmente prefería a los hombres humanos, por un lado ellos eran más numerosos, con la ventaja añadida de que era suaves y cálidos. Y sin duda, siempre dispuestos.

- Súcubo. - Bromeé, con la esperanza de interrumpir las imágenes que desfilaban en su cabeza.

Ella sonrió, mostrando sus dientes.

- La original.

Al contrario de Carlisle, Tanya y sus hermanas habían descubierto sus conciencias lentamente. Al final, fue su afición a los hombres humanos lo que convirtió a las hermanas en contra de la matanza. Ahora los hombres que amaban... Vivian.

- Cuando te presentaste aquí – dijo Tanya lentamente. - Pensé que...

Sabía lo que había pensado. Y debería haber adivinado que ella se sentiría de esa manera. Pero no estaba en mi mejor momento para pensar analíticamente en esos momentos.

- Pensaste que había cambiado de idea.

- Sí. - Frunció el ceño.

- Me siento fatal por jugar con tus expectativas, Tanya. No era mi intención. No lo pensé, es sólo que me fui... muy deprisa.

- ¿Y supongo que no me dirás por qué...?

Me incorporé y envolví mis brazos alrededor de mis piernas, a la defensiva.

- No quiero hablar de eso.

Tanya, Irina y Kate era muy buenas en esta vida con la que se habían comprometido. Mejor incluso, de alguna forma, que Carlisle. A pesar de la insana proximidad que se permitían con aquellos que debían ser, y una vez fueron, sus presas, ellas no cometían errores. Estaba demasiado avergonzado para admitir mi debilidad ante Tanya.

- ¿Problema de mujeres?- Supuso, haciendo caso omiso de mis reticencias.

Me reí con una risa triste.

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- No de la manera que tú quieres decir.

Eso la tranquilizó. Escuché sus pensamientos mientras corrían a través de diferentes conjeturas, tratando de descifrar el significado de mis palabras.

- Ni siquiera estás cerca. - Le dije.

- ¿Una pista? - Preguntó.

- Por favor, déjalo ya, Tanya.

Se quedó de nuevo en silencio, todavía especulando. La ignoré, tratando en vano de apreciar las estrellas. Ella desisitió después de un momento en silencio, y sus pensamientos tomaron una nueva dirección.

- Edward, ¿dónde vas a ir si te vas? ¿Volverás con Carlisle?

- No lo creo. - Susurré.

¿A dónde podría ir? No podía pensar en un solo lugar de todo el planeta que me llamara la atención. No había nada que deseara ver o hacer. Porque, no importaba a dónde fuera, no estaría yendo a ninguna parte, sólo estaría huyendo de uno. Odiaba eso. ¿Cuándo me había convertido en un cobarde?

Tanya apoyó su delgado brazo sobre mis hombros. Me puse rígido, pero me aparté. Ella lo entendía como un gesto reconfortable de amistad. O casi.

- Creo que vas a regresar - dijo, su voz adquirió un toque de su ya perdido acento Ruso - No importa lo que sea... o quién sea... el que te obsesiona. Lo enfrentarás cara a cara. Tú eres así.

Sus pensamientos eran tan seguros como sus palabras. Traté de darme esa visión de mí mismo, la que ella tenía en su cabeza. Enfrentándome a las cosas de cara. Era agradable pensar en mí de esa manera otra vez. Nunca había dudado de mi coraje, de mi habilidad para enfrentar dificultades, antes de aquella horrible hora en una clase de segundo en biología, hacía tan poco tiempo.

Yo besé su mejilla, retrocediendo rápidamente cuando ella volvió su rostro hacia el mío, con sus labios preparados.

- Gracias, Tanya. Necesitaba escuchar eso.

Sus pensamientos se volvieron petulantes.

- De nada, supongo. Desearía que fueras tan razonable para otras cosas, Edward.

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- Lo siento, Tanya. Ssabes que eres demasiado buena para mí. Yo sólo... aún no he encontrado lo que estoy buscando.

- Bueno, si te marchas antes de que te vuelva a ver... Adiós, Edward.

- Adiós, Tanya.

Mientras decía las palabras, pude verlo. Pude verme yéndome. Siendo lo suficientemente fuerte para volver al único lugar donde quería estar.

- Gracias de nuevo.

Ella se puso de pie con un movimiento ágil, y luego se alejó huyendo como un fantasma, tan rápida que sus pies no tenían tiempo de hundirse en la nieve y dejar huellas detrás de ella. No miró hacia atrás. Mi rechazo la había molestado más de lo que me había mostrado antes, incluso en sus pensamientos. No querría volver a verme antes de que me fuera.

Hice una mueca de disgusto. No me gustaba herir a Tanya, a pesar de que sus sentimientos no eran profundos, y poco inocentes, y en todo caso, no era algo a lo que yo pudiera corresponder. Aun así me hacían sentir poco caballeroso.

Apoyé la barbilla en mis rodillas y me quedé mirando las estrellas otra vez, aunque de repente estaba ansioso por volver. Sabía que Alice me vería llegar a casa, y se lo diría a los demás. Eso les haría felices, sobre todo a Carlisle y a Esme.

Pero me quedé mirando las estrellas un rato más, tratando de ver más allá del rostro en mi cabeza. Entre mí y las brillantes luces en el cielo, un par de desconcertados ojos color chocolate me devolvieron la mirada, parecian preguntar lo que ésta decisión significaría para ella. Por supuesto, no podía estar seguro si realmente era eso lo que querían esos ojos curiosos. Incluso en mi imaginación, no podía escuchar sus pensamientos.

Los ojos de Bella Swan continuaron interrogantes, impidiéndome tener una visión clara de las estrellas. Con un profundo suspiro, me di por vencido, y me puse en pie. Si corría, estaría de vuelta al coche de Carlisle en menos de una hora... Impaciente por ver a mi familia y deseando fervientemente ser el Edward que enfrentaba las cosas de cara, corrí por el campo de nieve iluminado por las estrellas sin dejar huella.

***

- Todo va a estar bien. – suspiró Alice.

Sus ojos estaban desenfocados, y Jasper tenía su mano debajo de su codo, guiándola hacia adelante mientras caminábamos hacia la pequeña cafetería como en

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formación. Rosalie y Emmett abrían camino, Emmett vigilando de forma ridícula, como un guardaespaldas en medio de un territorio hostil. Rose miraba con cuidado, también, pero mucho más irritada que protectora.

- Por supuesto que lo estará - me quejé. El comportamiento de todos ellos era absurdo -. Si no estuviera seguro de que puedo manejar la situación, me habría quedado en casa.

El cambio repentino de nuestra normal, e incluso juguetona, mañana – Había nevado por la noche y Emmett y Jasper aprovecharon mi distracción para bombardearme con bolas de nieve, cuando se aburrieron de mi falta de respuesta, empezaron a lanzársela el uno al otro – a esta vigilancia exagerada habría sido cómica si no fuera tan irritante.

- Ella todavía no está aquí, pero por donde vendrá... no estará a favor del viento si nos sentamos en nuestro lugar habitual.

- Por supuesto que nos sentaremos en nuestro lugar habitual. Ya basta, Alice. Me estás poniendo de los nervios. Voy a estar bien.

Ella parpadeó una vez más cuando Jasper le ayudó a sentarse, y sus ojos finalmente se centraron en mi cara.

- Hmm - Dijo, en tono sorprendido. - Creo que tienes razón.

- Por supuesto que la tengo. - Murmuré.

Odiaba ser el centro de su atención. Sentí una repentina simpatía por Jasper, recordando todas las veces que lo habíamos sobreprotegido. Él me miró un momento, y sonrió.

- Molesta, ¿verdad?

Le hice una mueca.

¿Tan sólo había pasado una semana desde que esta larga y gris habitación había parecido mortalmente aburrida para mí? ¿ Que me había parecido que estar aquí era como estar dormido o en estado de coma? Hoy mis nervios estaban tensos, como cuerdas de piano, tensadas para sonar a la presión más ligera. Mis sentidos estaban hiper-alerta, analizando cada sonido, cada mirada, cada movimiento del aire que tocaba mi piel, cada pensamiento.

Especialmente los pensamientos. Sólo bloqueaba uno de mis sentidos, negándome a usarlo. El olfato, por supuesto. Yo no respiraba.

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Estaba buscando a través de todos los pensamientos, esperando escuchar los nuevos chisme sobre los Cullen y la dirección que estaban tomando, buscando al amigo en el que Bella Swan hubiera confiado. Pero no había nada. Nadie se percató de los cinco vampiros de la cafetería, al igual que antes de que la chica hubiera llegado. Varios humanos seguían pensando en la chica, aún con los mismos pensamientos que la semana pasada. En lugar de encontrar esto indeciblemente aburrido, ahora estaba fascinado.

¿No había dicho nada a nadie sobre mí? No había manera de que ella no hubiera notando mi mirada negra y asesina. Yo la había visto reaccionar ante ella. Sin duda, le había dado un susto de muerte. Yo había estado convencido de que ella se lo habría contado a alguien, tal vez, incluso exagerando la historia para hacerla más interesante, agregando alguna frase amenazadora por mi parte.

Además ella también me había oído intentando cambiar la clase de biología que compartíamos. Ella debía haberse preguntado, después de ver mi expresión, si ella era la causa. Una chica normal hubiera preguntado por ahí, comparado su experiencia con la de los demás, buscando historias parecidas que explicaran mi comportamiento, para no sentirse diferente. Los humanos estaban constantemente desesperados por sentirse normales, para encajar. Para mezclarse con los que les rodeaban, como un rebaño de ovejas sin rasgo distintivo. Esta necesidad era especialmente fuerte durante los años de la insegura adolescencia. Esta chica no sería la excepción a esta regla.

Pero nadie en absoluto nos hizo caso, mientras estábamos sentados allí, en la mesa de siempre. Bella debía ser excepcionalmente tímida, no había confiado en nadie. Tal vez hubiera hablado con su padre, tal vez esa fuera la relación más fuerte que tenía…a pesar de que parecía poco probable, dado que había pasado tan poco tiempo con él a lo largo de su vida. Ella estaría más unida a su madre. Si embargo, tendría que pasar a ver a Jefe Swan, en algún momento, y escuchar lo que estaba pensando.

- ¿Alguna novedad? - preguntó Jasper.

- Nada. Ella... no ha dicho nada.

Todos levantaron una ceja ante la noticia.

- Tal vez no seas tan temible como te crees que eres - dijo Emmett, riendo entre dientes- Apuesto podría haberla asustado mucho mejor que tú.

Puse los ojos en blanco.

- ¿Me pregunto por qué...? - Jasper estaba confundido todavía por mi revelación sobre el silencio único de esta chica.

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- Ya lo hemos hablado. No lo sé.

- Ella está viniendo – murmuró Alice entonces, sentí cómo mi cuerpo se ponía rígido- Tratar de parecer humanos.

- ¿Humanos dices? - preguntó Emmett.

Él levantó su puño derecho, moviendo sus dedos para revelar la bola de nieve que había guardado en su palma. Por supuesto no se había derretido. La había exprimido hasta formar un bloque de grumos de hielo. Sus ojos miraban a Jasper, pero vi la dirección de sus pensamientos. Y Alice también, por supuesto. Cuando repentinamente le lanzó el pedazo de hielo, ella lo sacudió con un aleteo que parecía casual de sus dedos. El hielo rebotó y atravesó la cafetería, demasiado rápido para ser visible para los ojos humanos, y se rompió con un chasquido fuerte contra la pared de ladrillos. El ladrillo contra el que chocó también se rompió.

Todas las cabezas de la esquina de la habitación se volvieron para ver la pila de hielo roto en el suelo, y luego se giraron para buscar al culpable. No miraron más allá de unas pocas mesas de distancia. Nadie nos miró.

- Muy humano, Emmett. - dijo Rosalie mordazmente - ¿Por qué no aprovechas e intentas atravesar el muro?

- Sería mucho más impresionante si lo hicieras tú, cariño.

Trataba de prestarles atención, manteniendo una sonrisa fija en mi cara, como si formara parte de sus bromas. Luchando para no mirar hacia el lugar donde sabía que ella estaba de pie en la cola, aunque era lo único de lo que estaba pendiente.

Podía escuchar la impaciencia de Jessica con la nueva chica, que parecía estar distraída, también, inmóvil en la cola en movimiento. Vi, en los pensamientos de Jessica, que las mejillas de Bella Swan se encendían una vez más, sonrosándose por la sangre.

Yo expiré cortas y superficiales bocanadas, listo para dejar de respirar si cualquier indicio de su perfume tocaba el aire cerca de mí. Mike Newton estaba con las dos chicas. Escuché sus dos voces, la verbal y la mental, cuando le preguntó a Jessica qué le pasaba a la chica Swan. No me gustó la forma en que sus pensamientos se envolvían alrededor de ella, los flashes de sus ya establecidas fantasías nublaban su mente mientras miraba como ella se despertaba y levantaba la vista de su ensueño, como si hubiera olvidado que estaba allí.

- Nada - Escuché decir a Bella con esa voz tranquila y clara. Parecía sonar como una campana sobre el cuchicheo de la cafetería, pero sabía que era sólo porque yo estaba escuchando con demasiada atención -. Hoy sólo quiero un refresco.

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Continuó mientras se movía para alcanzar la cola. No pude evitar lanzar un vistazo en su dirección. Ella estaba mirando al suelo, la sangre se desvanecía lentamente de su rostro. Aparté rápidamente la mirada, hacia Emmett, que se reía de la ahora extraña y dolorida sonrisa de mi cara.

“Pareces enfermo, hermano”.

Cambié mis facciones para que la expresión pareciera casual y no forzada. Jessica se estaba preguntando en voz alta sobre la falta de apetito de la chica.

- ¿Es que no tienes hambre? - preguntó.

- La verdad es que estoy un poco mareada - su voz era más baja, pero todavía muy clara.

¿Por qué me molestó la protectora preocupación que de pronto emanó de los pensamientos de Mike Newton? ¿Qué importaba si había un tono posesivo en ellos? No era asunto mío si Mike Newton se sentía innecesariamente preocupado por ella. Quizás esta es la forma en que todos reaccionaban ante ella. ¿ Yo no había querido, instintivamente, protegerla también? Antes de que quisiera matarla, claro...

¿Pero estaba enferma? Era difícil de juzgar, ella parecía tan delicada con su translúcida piel... Entonces me di cuenta de que yo también me estaba preocupando, al igual que el estúpido niño, así que me obligué a mi mismo a no pensar en su salud.

De todos modos, no me gustaba seguirla desde los pensamientos de Mike. Cambié a los de Jessica, mirando cuidadosamente cómo los tres escogían una mesa para sentarse. Afortunadamente, se sentaron con los habituales compañeros de Jessica, en una de las primeras mesas de la habitación. Sin viento a favor, tal y como Alice había prometido.

Alice me dio un codazo.

“Ella va a mirar hacia aquí muy pronto, actúa como un humano”.

Apreté los dientes detrás de mi sonrisa.

- Tranquilo, Edward. - me dijo Emmett. - Honestamente… aunque mataras a un humano, no sería el fin del mundo.

- Tú lo sabes. - murmuré.

Emmett soltó una carcajada.

- Tienes que aprender a superar las cosas. Como yo. La eternidad es mucho tiempo para regodearse en la culpabilidad.

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En ese preciso momento, Alice lanzó un pequeño puñado de hielo que había estado escondiendo, a la cara de un desprevenido Emmett.

Él parpadeó, sorprendido, y luego sonrió con anticipación.

- Tú te lo has buscado - dijo mientras se inclinaba en la mesa y sacudía los cristales incrustados en su pelo en dirección a Alice. La nieve, se deshizo en la cálida habitación, mientras salía volando de su cabello en una espesa lluvia medio líquida medio helada.

- ¡Eh! – Se quejó Rosalie, mientras ella y Alice se alejaban del diluvio.

Alice se echó a reír, y todos nos unimos a ella. Pude ver en la cabeza de Alice cómo había orquestado este momento perfecto, y supe que la chica… - Debería dejar de pensar en ella de esa forma, como si fuera la única chica del mundo- …que Bella estaría viéndonos jugar y reír, viéndonos tan felices, humanos e irreales como un cuadro de Normal Rockwell.

Alice continuaba riendo, cuando uso su bandeja como escudo. La chica, Bella, aun debía de estar mirando hacia nosotros.

“ ...mirando otra vez a los Cullen”.

Pensó alguien, llamando mi atención. Miré automáticamente hacia la involuntaria llamada, dándome cuenta mientras mis ojos encontraban su destino, que reconocía esa voz. Había estado escuchándola todo el día. Pero mis ojos se desviaron hacia la derecha de Jessica, centrándose en la chica de mirada penetrante.

Ella miró rápidamente hacia abajo, escondiéndose detrás de su espeso cabello. ¿Qué estaba pensando? En vez de diluirse, la frustración parecía volverse más intensa con el paso del tiempo.

Intenté - sin estar seguro como hacerlo - sondear con mi mente el silencio de su alrededor, Mi oído extra siempre había venido a mí de forma natural, sin tener que hacer nada, jamás había tenido que esforzarme. Pero ahora me concentré, tratando de atravesar cualquier tipo protección que tuviera a su alrededor. Nada, sólo silencio.

“¿Qué tendrá ella?” Pensó Jessica, haciéndose eco de mi propia frustración.

- Edward Cullen te está mirando – le susurró al oído a la chica Swan, añadiendo una risita. No hubo ningún indicio de su celosa irritación en su tono. Jessica parecía tener habilidad para fingir amistad.

Presté atención, totalmente absorto, a la respuesta de la chica.

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- No parece enojado, ¿verdad? - le susurró en respuesta.

Así que sí se había dado cuenta de mi salvaje reacción de la semana pasada. Por supuesto que lo había notado.

La pregunta confundió a Jessica. Vi mi propio rostro en sus pensamientos mientras comprobaba mi expresión, pero no me crucé con su mirada. Todavía estaba concentrado en la chica, tratando de escuchar algo. Mi intensa concentración no parecía estar ayudando en absoluto.

- No. - Le dijo Jess, y supe que deseaba haber podido decir que sí, por cómo le irritaba interiormente mi mirada, aunque no hubiera rastro de ello en su voz -¿Debería estarlo?

- Creo que no soy de su agrado. - susurró la chica de nuevo, poniendo la cabeza sobre su brazo, como si de repente estuviera cansada.

Traté de entender su gesto, pero sólo podía hacer conjeturas. Tal vez estaba cansada.

- A los Cullen no les gusta nadie – le aseguró Jess -. Bueno, tampoco se fijan en nadie lo bastante para que les guste. – “Nunca lo habían hecho” Su pensamiento era un reproche -. Pero te sigue mirando.

- No le mires - dijo la chica con ansiedad, levantando la cabeza del brazo para asegurarse de que Jessica le hacía caso.

Jessica se rió nerviosa, pero hizo lo que le había pedido.

La chica no apartó la vista de su mesa durante el resto de la hora. Pensé - aunque, por supuesto, no podía estar seguro - que lo hacía de forma deliberada. Parecía que quisiera mirarme. Su cuerpo parecía inclinarse ligeramente hacia mi dirección, su barbilla parecía girarse también, pero luego ella misma se detenía, respiraba profundamente, y miraba fijamente a quien estaba hablando. Ignoré la mayor parte de los pensamientos alrededor de la chica, que no eran, momentáneamente, sobre ella.

Mike Newton estaba planeando una pelea de nieve en el aparcamiento para después de clase, no parecía darse cuenta de que había dejado de nevar y ahora llovía. El suave murmullo los copos de nieve contra el techo se había transformado en, el más común, golpeteo de las gotas lluvia. ¿Realmente podía no escuchar el cambio? A mí me parecía escandaloso.

Cuando terminó la hora del almuerzo, me quedé en mi asiento. Los humanos salieron, y me sorprendí a mi mismo tratando de distinguir el sonido de sus pasos

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de entre lo demás, como si hubiera algo importante o inusual en ellos ¡Qué estúpido!

Mi familia tampoco hizo ademan de irse . Esperaron a ver qué hacía yo.

¿Iría a clase? ¿me sentaría junto a la chica, donde podría oler el aroma absurdamente potente de su sangre y sentir el calor de su pulso en el aire, en mi piel? ¿Era lo suficientemente fuerte para eso? ¿O había tenido suficiente por un día?

- Creo... que estará todo bien. - dijo Alice, vacilante. - Tu mente está preparada. Creo que lograrás pasar esta hora.

Pero Alice sabía bien lo rápido que la mente podía cambiar.

- ¿Por qué forzarte, Edward? - preguntó Jasper. A pesar de que él no quería sentirse satisfecho de que ahora fuera yo el débil, podía oír que lo hacía, sólo un poco. - Vete a casa, tómate las cosas con calma.

- ¿Cuál es el problema? - Emmett discrepó. – La mate o no, así podrá acabar de una vez, de cualquiera de las maneras.

- No me quiero mudar todavía. - protestó Rosalie. - No quiero empezar todo de nuevo. Ya casi hemos terminado el instituto, Emmett. Finalmente.

Yo estaba dividido, sin decidirme. Yo quería, y mucho, enfrentar esto de cara en vez de salir corriendo de nuevo. Pero no quería forzarme demasiado, tampoco. Jasper había cometido un error la semana pasada al pasar tanto tiempo sin cazar. ¿Era un error sin sentido?

Yo no quería desarraigar a mi familia. Ninguno me daría las gracias por ello.

Pero quería ir a mi clase de Biología. Me di cuenta de que quería ver su rostro otra vez.

Eso fué lo que decidió por mí. Esa curiosidad. Estaba enfadado conmigo mismo por sentirla. ¿Acaso no me había prometido que no iba a dejar que el silencio de la mente de la chica me hiciera sentir indebidamente interesado por ella? Y sin embargo, aquí estaba yo, más que indebidamente interesado.

Quería saber lo que estaba pensando. Su mente estaba cerrada, pero sus ojos estaban muy abiertos. Quizás podría leerlos en su lugar.

- No Rose, creo que de verdad estará bien. - dijo Alice. – Está… reafirmado. Estoy un 93% segura que nada malo va a pasar si él va a clase -. Me miró con curiosidad,

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preguntándose qué había cambiado en mis pensamientos que había hecho su visión del futuro más segura.

¿La curiosidad sería suficiente para mantener con viva a Bella Swan?

Emmett tenía razón. ¿Por qué no acabar de una vez, de cualquiera de las maneras? Enfrentaría la tentación cara a cara.

-Ir a clase. - ordené, alejándome de la mesa. Me di la vuelta y me alejé de ellos sin mirar atrás. Podía oír la preocupación de Alice, la censura de Jasper, la aprobación de Emmett y la irritación de Rosalie, siguiéndome detrás de mí.

Tomé una respiración profunda por última vez en la puerta de la clase, y luego la mantuve en mis pulmones mientras caminaba por el pequeño y cálido espacio.

No llegaba tarde. El Sr. Banner aún se estaba preparando para el laboratorio de hoy. La chica estaba sentada en mí- en nuestra mesa, con la cabeza gacha de nuevo, mirando la carpeta en la que estaba garabateando. Examiné el bosquejo mientras me acercaba, interesado incluso en esta trivial creación de su mente, pero no tenía sentido. Sólo unos garabatos de lazos dentro de círculos. Tal vez no estaba concentrada en el patrón, sino pensando en otra cosa.

Arrastré mi silla hacia atrás con innecesaria brusquedad, dejando que rascara el linóleo; los humanos siempre se sentían más cómodos cuando un ruido anuncia que alguien se acerca.

Sabía que ella había oído el sonido; No levantó la vista, pero su mano se perdió en un bucle del diseño que estaba dibujando, desequilibrándolo. ¿Por qué no levantó la vista? Probablemente estaba asustada. Tenía que asegurarme que esta vez la dejaba con una impresión diferente. Hacer que pensara que lo del otro día habían sido imaginaciones suyas.

- Hola – dije, con la voz tranquila que utilizaba cuando quería hacer sentir cómodo a alguien, formando una sonrisa cordial con mis labios, de forma que no mostrara ningún diente.

Levantó la mirada, sus grandes ojos marrones parecían sorprendidos, casi desconcertados, y llenos de silenciosas preguntas. Era la misma expresión que había estado obstruyendo mi visión durante la semana pasada.

Mientras miraba dentro de esos extrañados y profundos ojos marrones, me di cuenta que el odio - el odio que había imaginado que esta chica merecía de alguna manera por el simple hecho de existir-, se había evaporado.

Sin respirar, sin degustar su aroma, era difícil creer que se pudiera justificar tanto odio por alguien tan vulnerable.

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Sus mejillas comenzaron a enrojecer, y no dijo nada.

Mantuve mis ojos en los de ella, centrándome sólo en la intensidad de sus dudas, y traté de ignorar el apetitoso color de su piel. Tenía aliento para hablar un rato más sin respirar.

- Me llamo Edward Cullen - dije, aunque sabía que ella lo sabía. Era la manera educada de empezar -. No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Tú debes ser Bella Swan.

Parecía confusa, de nuevo apareció la pequeña arruga entre sus ojos. Le llevó medio segundo más de lo normal responder.

- ¿Cómo sabes mi nombre? – preguntó, con voz algo temblorosa.

Debía haberla aterrorizado de verdad. Eso me hizo sentir culpable; estaba tan indefensa. Me reí con suavidad - sabía que ese sonido hacía sentirse más cómodos a los humanos - de nuevo, teniendo cuidado con mis dientes.

- Creo que todo el mundo sabe tu nombre - seguramente se habría dado cuenta de que se había convertido en el centro de atención de este monótono lugar -. El pueblo entero te esperaba.

Ella frunció el ceño como si esa información fuera desagradable.

Supuse, que siendo tímida como ella parecía ser, la atención debía de ser algo malo para ella. La mayoría de los humanos sentían todo lo contrario. A pesar de que no querían destacar de la manada, al mismo tiempo anhelaban ser el centro de atención por sus semejanzas individuales.

- No, no, - dijo. - Me refería a que me llamaste Bella.

- ¿Prefieres Isabella? - Pregunté, perplejo por el hecho de que no podía ver a qué se refería. No lo entendía. Sin duda, ella había dejado clara su preferencia muchas veces el primer día. ¿Eran todos los humanos tan difíciles de entender sin el contexto mental como guía?

- No, me gusta Bella - respondió, inclinando ligeramente la cabeza a un lado. Su expresión, si es que estaba leyéndola correctamente, se debatía entre la vergüenza y la confusión -. Pero creo que Charlie, quiero decir, mi padre, debe de llamarme Isabella a mis espaldas, porque todos me llaman Isabella. - su piel se oscureció un tono más rosada.

- Oh- dije de manera poco convincente, y rápidamente desvié la mirada de su rostro.

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Entonces me caí en la cuenta de a qué se refería. Yo había tenido un desliz –había cometido un error. Si yo no hubiera escuchado a todos los demás el primer día, me hubiera dirigido a ella la primera vez por su nombre completo, como todos los demás. Ella se había dado cuenta de la diferencia.

Sentí una punzada de inquietud. Ella se había dado cuenta rápidamente de mi desliz. Muy astuta, especialmente para alguien que se supone que está aterrorizada por mi proximidad. Pero ahora yo tenía un problema más grave que las sospechas que tuviera de mi encerradas dentro de su cabeza.

Me había quedado sin aire. Si iba a hablar con ella de nuevo, tendría que inhalar. Sería difícil evitarlo. Desafortunadamente para ella, compartir esta mesa conmigo la hacía mi compañera de laboratorio, y hoy tendríamos que trabajar en pareja. Parecería extraño - e incomprensiblemente grosero- si yo la ignoraba mientras trabajábamos. Sería más sospechoso para ella, la asustaría más…

Me alejé de ella todo lo que pude sin moverme de la silla, girando la cabeza hacia el pasillo. Me preparé, bloqueando mis músculos en su lugar, y entonces absorbí rápidamente llenando mi pecho de aire, respirando solo por la boca.

¡Ahh!

Fue realmente doloroso. Incluso sin olerla, podía sentir su sabor en mi lengua. Mi garganta estaba de repente otra vez en llamas, la sed era igual de fuerte que la semana pasada, cuando capté su olor por primera vez.

Apreté los dientes e intenté recomponerme.

- Empezad - ordenó el Sr. Banner.

Sentí como si necesitara cada pedacito del autocontrol que había conseguido en los setenta años de duro trabajo para volverme hacia la chica, que estaba mirando la mesa, y sonreír.

- ¿Las damas primero, compañera? - le ofrecí.

Levantó la mirada hacia mí y su cara se quedó en blanco, con los ojos muy abiertos. ¿Había algo raro en mi expresión? ¿ Se había vuelto a asustar? No decía nada.

- Puedo empezar yo si lo deseas. – Dije en voz baja.

- No - dijo, su rostro pasó del blanco al rojo de nuevo -. Yo lo hago.

Me quedé mirando los aparatos de la mesa - el maltratado microscopio y la caja de diapositivas - en lugar de mirar la sangre arremolinarse bajo su clara piel. Cogí aíre

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de nuevo, a través de los dientes, e hice una mueca cuando su sabor me hirió la garganta.

- Profase. - dijo rápidamente después de un vistazo rápido. Empezó a sacar la diapositiva, aunque apenas la había mirado.

- ¿Te importa si lo miro? –instintivamente, estúpidamente, como si yo fuera uno de los de su especie, extendí la mano hacia la suya para impedir que retirara la diapositiva. Por un segundo, el calor de su piel quemó la mía. Fue como una corriente eléctrica, sin duda, mucho más caliente que los normales treinta y siete grados. La descarga de calor pasó a través de mi mano hasta mi brazo. Ella retiró su mano de debajo de la mía.

- Lo siento. - murmuré con los dientes apretados, Necesitando algo qué mirar, agarré el microscopio y miré brevemente por la lente. Ella estaba en lo cierto.

- Profase - coincidí.

Yo todavía estaba demasiado inquieto para mirarla. Respiré lo más tranquilamente que pude a través de mis dientes, tratando de ignorar la ardiente sed, y me concentré en la simple tarea de escribir la palabra en la línea correspondiente de la hoja del laboratorio, luego cambié la primera diapositiva por la siguiente.

¿Qué estaba pensando ahora? ¿Habría sentido lo mismo, cuando le toqué la mano? Mi piel debía haber estado helada, repulsiva. Con razón estaba tan callada.

Eché un vistazo a la diapositiva.

- Anafase - dije para mí mientras escribía en la segunda línea.

- ¿Puedo? - preguntó.

La miré, sorprendido al ver que estaba esperando expectante, con la mano medio estirada hacia el microscopio. Ella no parecía asustada. ¿Realmente creía que había respondido mal?

No pude evitar sonreír ante la mirada esperanzada en su rostro mientras yo deslizaba el microscopio hacia ella. Miró por la lente con una impaciencia que se desvaneció rápidamente. Las esquinas de su boca se deslizaron hacia abajo.

- ¿Me pasas la diapositiva número tres? - preguntó, sin levantar la vista del microscopio, pero extendiendo su mano.

Dejé caer la siguiente diapositiva en su mano, sin dejar, esta vez, que mi piel se acercara a la suya. Sentarse a su lado era como estar sentado junto a una lámpara de infrarrojos. Podía sentir como su calor iba subiendo mi propia temperatura.

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No miró la diapositiva por mucho tiempo.

- Interfase - dijo con indiferencia, quizás esforzándose demasiado para sonar así, y empujó el microscopio hacía mí.

Ella no tocó el papel, sino que esperó a que yo escribiera la respuesta. Lo comprobé – y estaba otra vez en lo cierto.

Terminamos de esta manera, hablando una palabra cada vez y sin que se encontraran los ojos del uno con el otro. Éramos los únicos que habíamos terminado, el resto de la clase tenía dificultades con el trabajo. Mike Newton parecía tener problemas de concentración, más pendiente de mirarnos a Bella y a mí.

“Desearía que se hubiera quedado donde quiera que haya ido” pensó Mike, mirándome furioso.

Humm, interesante. No me había dado cuenta de que este chico había empezado a guardar rencor hacia mí. No desde hacía mucho, parecía que desde que había llegado la chica. Aún más interesante, me di cuenta, para mi sorpresa, que el sentimiento era mutuo.

Miré nuevamente a la chica, desconcertado por la amplia gama de caos y agitación que, a pesar de su aspecto ordinario, e inofensivo, estaba causando en mi vida.

No es que yo no pudiera ver lo que Mike veía. La verdad es que ella era en realidad bastante bonita... de una manera inusual. Mejor que ser hermosa, su rostro era interesante.

No era exactamente simétrico, la barbilla era estrecha, en contraste con sus pómulos anchos; extremadamente pálida, contrastaba la luz y la oscuridad entre su piel y su pelo; y luego estaban sus ojos, rebosantes de silenciosos secretos...

Ojos que repentinamente taladraron los míos.

La miré de nuevo, tratando de adivinar al menos uno de sus secreto.

- ¿Acabas de ponerte lentillas? - Me preguntó abruptamente.

Que pregunta más extraña.

- No. - Casi sonrío ante la idea de mejorar mi visión.

- Vaya - Murmuró - Te veo los ojos distintos.

De pronto volví a sentirme más frío, cuando me di cuenta de que aparentemente no era el única intentando desentrañar secretos.

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Me encogí de hombros, poniéndolos rígidos, y miré hacia delante, hacia el profesor que estaba revisando los trabajos.

Por supuesto que había algo diferente en mis ojos desde la última vez que ella los había mirado. Para prepararme para la dura prueba de hoy, para la tentación de hoy, había pasado el fin de semana cazando, saciando mi sed tanto como me fue posible, exagerando en realidad. Me había saturado de sangre animal, aunque no es que hubiera una gran diferencia en el escandaloso sabor que flotaba en el aire a su alrededor.

Cuando la miré la otra vez, mis ojos estaban negros por la sed. Ahora, con mi cuerpo satisfecho de sangre, mis ojos eran de un cálido dorado, ligeramente ambarinos por mi intento excesivo de saciar mi sed.

Otro desliz. Si hubiera sabido lo que quería decir con su pregunta, le hubiera dicho que sí.

Había estado sentado junto a los seres humanos desde hacía dos años en esta escuela, y ella había sido la primera que me había examinado lo suficientemente como para darse cuenta del cambio en el color de mis ojos. Los otros, mientras admiraban la belleza de mi familia, tendían a mirar hacia abajo rápidamente cuando les devolvíamos la mirada. La evitaban, ignorando los detalles de nuestra apariencia en una esfuerzo instintivo de no querer comprenderlos. La ignorancia era la felicidad de la mente humana.

¿Por qué tenía que ser esta chica la que veía demasiado?

El Sr. Banner se acercó a nuestra mesa. Con gratitud, inhalé la oleada de aire limpio que trajo con él antes de que se mezclara con el perfume de ella.

- En fin, Edward - dijo, mirando por encima nuestras respuestas. - ¿No crees que deberías dejar que Isabella también mirase por el microscopio?

- Bella - Lo corregí reflexivamente -. En realidad, ella identificó tres de las diapositivas.

Los pensamientos del Sr. Banner eran escépticos cuando se volvió para mirar a la chica.

- ¿Has hecho antes esta práctica de laboratorio?

Miré, absorto, como sonreía, parecía algo avergonzada.

- Con la raíz de una cebolla, no.

- ¿Con una blástula de pescado blanco? - Preguntó el Sr. Banner.

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- Sí.

Esto le sorprendió. Había sacado la práctica de laboratorio de hoy de un curso más avanzado. El asintió con la cabeza pensando en la chica.

- ¿Estabas en un curso avanzado en Phoenix?

- Sí.

Entonces, ella iba adelantada, inteligente para un humano. No me sorprendió.

- Bueno… - dijo el Sr. Banner frunciendo los labios. - Supongo que es bueno que ambos seáis compañeros de laboratorio.

Él se giró y se alejó murmurando: - Así los otros chicos tienen la oportunidad de aprender algo por sus propios medios – en voz baja. Dudé que la chica pudiera escucharlo. Ella había comenzado a garabatear círculo otra vez en su carpeta.

Dos deslices hasta el momento, en solo media hora. Una resultado mediocre por mi parte. Sin embargo yo no tenía ni la más remota idea de lo que la chica pensaba de mí. ¿Cuánto me temía? ¿Cuánto sospechaba? Sabía que tenía que esforzarme más para que se llevara una buena y nueva impresión mí. Algo mejor para que pudiera borrar el recuerdo violento de nuestro último encuentro.

- Es una lástima, lo de la nieve, ¿no? – le dije, repitiendo la conversación que había escuchado a una docena de estudiantes. Un aburrido y típico tema de conversación: El tiempo, siempre seguro.

Ella me miró con evidentes dudas en sus ojos – una reacción anormal a mis muy normales palabras.

- En realidad, no - dijo, sorprendiéndome de nuevo.

Traté de llevar la conversación de nuevo a un campo seguro. Ella venía de un lugar mucho más brillante y cálido – su piel parecía reflejarlo de alguna manera, a pesar de su claridad – y el frío debía hacerle sentir incómoda. Mi toque de hielo sin duda lo había hecho…

- A ti no te gusta el frío - supuse - Tampoco la humedad - Ella estuvo de acuerdo -. Para ti, debe de ser difícil vivir en Forks. – Tal vez no deberías haber venido aquí, quise añadir. Tal vez deberías volver a donde perteneces.

Sin embargo, yo no estaba seguro de querer eso. Siempre recordaría el olor de su sangre. ¿Podía estar seguro de que no acabaría yendo tras ella? Además, si ella se fuera, su mente seguiría siendo un misterio para siempre. Un constante, persistente rompecabezas.

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- Ni te lo imaginas - dijo en una baja voz, con la mirada perdida por un momento.

Sus respuestas nunca eran lo que yo esperaba, me daban ganas de hacer más preguntas.

- En tal caso, ¿por qué viniste aquí? – le exigí, dándome cuenta al instante de que mi tono era demasiado acusatorio, no lo suficiente casual para la conversación. La pregunta había sonado grosera, indiscreta.

- Es... complicado.

Ella pestañeó con los ojos muy abiertos, dejándolo así, y estuve a punto de implosionar por curiosidad - La curiosidad quemaba tan ardiente como la sed en mi garganta. En realidad, me pareció que respirar era un poco más fácil; la agonía era cada vez más soportable mediante me iba familiarizando.

- Creo que voy a poder seguirte - insistí.

Quizás por pura educación, ella respondería a mis preguntas, siempre y cuando yo fuera lo suficiente maleducado como para seguir preguntando.

Ella se quedo mirando sus manos en silencio. Eso me hizo perder la paciencia, quería poner mi mano bajo su barbilla e inclinar su cabeza para poder leer sus ojos. Pero sería una insensatez de mi parte – arriesgado - tocar su piel otra vez.

De repente levantó la vista. Fue un alivio poder ver de nuevo las emociones en sus ojos. Hablaba deprisa, atropellando las palabras.

- Mi madre se ha casado.

Ah, eso era lo suficientemente humano, fácil de entender. La tristeza pasó por sus transparente mirada y la pequeña arruga entre ellos volvió.

- No me parece tan complicado – dije. Mi voz era amable, sin que yo hubiera hecho que sonara de esa manera. Su tristeza me hacía sentir extrañamente impotente, deseé poder hacer algo para que se sintiera mejor. Un impulso extraño.

- ¿Cuándo ha sucedido eso?

- El pasado mes de Septiembre. – ella exhaló profundamente. – no era exactamente un suspiro. Contuve la respiración mientras su cálido aliento rozaba mi cara.

- Pero él no te gusta. – Supuse, para que me diera más información.

- No, Phil es un buen tipo - dijo, corrigiendo mi suposición. Hubo el atisbo de una sonrisa en la comisura de sus carnosos labios. - Demasiado joven, quizá, pero amable.

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Esto no encajaba en la situación que había estado imaginando en mi cabeza.

- ¿Por qué no te quedaste con ellos? - pregunté, mi voz un poco demasiado curiosa. Sonaba como si estuviera siendo entrometido. Tenía que admitir que lo estaba siendo.

- Phil viaja mucho. Es jugador de béisbol profesional - la pequeña sonrisa se hizo más pronunciada, la elección de esta carrera parecía hacerle gracia. Yo también sonreí, sin premeditación. No para hacerla sentir mejor, simplemente su sonrisa me hizo tener ganas de sonreír en respuesta – con complicidad.

- ¿Debería sonarme su nombre? – Repasé la lista de jugadores de beisbol profesionales en mi cabeza, preguntándome cual era su Phil…

- Probablemente no. No juega bien. - otra sonrisa -. Sólo compite en la liga menor. Pero pasa mucho tiempo fuera.

Las listas de mi cabeza cambió al instante, y reduje las posibilidades en menos de un segundo. Al mismo tiempo, intentaba imaginar lo que había pasado.

- Y tu madre te envió aquí para poder viajar con él - dije.

Parecía que conseguía más información haciendo suposiciones que haciendo preguntas. Volvió a funcionar. Levantó la barbilla, y su expresión de pronto se tornó obcecada.

- No, no me envió aquí. - dijo, y en su voz había algo nuevo, un matiz duro, resentido. Mi suposición la había disgustado, aunque no sabía cómo -. Fue cosa mía.

No podía adivinar sus intenciones, ni lo que había provocado su resentimiento. Estaba perdido completamente.

De modo que me di por vencido. Simplemente no podía entender a esta chica. Ella no era como los demás humanos. Tal vez el silencio de sus pensamientos y el perfume de su olor no eran lo único inusual en ella.

- No lo entiendo. - admití, odiando tener que reconocerlo.

Ella suspiró, y me miró a los ojos más tiempo de lo que la mayoría de los humanos normales eran capaces de soportar.

- Al principio, mamá se quedaba conmigo, pero le echaba mucho de menos - explicó lentamente, su tono se iba volviendo más triste con cada palabra -. La separación la hacía desdichada, por lo que decidí que había llegado el momento de venir a vivir con Charlie.

El pequeña arruga entre sus ojos se hizo más profunda.

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- Pero ahora, tú eres la desgraciada. – Murmuré.

No podía dejar de hacer hipótesis en voz alta, con la esperanza de comprender sus reacciones. Esta, sin embargo, no pareció alejarse de la realidad.

- ¿Y? - dijo, como si eso no tuviera importancia.

Continué mirándola a los ojos, sintiendo que había conseguido por fin tener una primera visión real de su alma. Vi, en esa sola palabra, dónde se encontraba en sus propias prioridades. A diferencia de la mayoría de los humanos, sus necesidades estaban al final de la lista.

Ella era desinteresada.

Al ver eso, el misterio de la persona escondida dentro de esa mente silenciosa comenzó a aclararse un poco.

- No parece demasiado justo. - le dije. Me encogí de hombros, tratando de parecer casual, tratando de ocultar la intensidad de mi curiosidad.

Ella se echo a reír, pero no había diversión en el sonido.

- ¿Es que no te lo ha dicho nadie? La vida no es justa.

Quería reírme de sus palabras, aunque yo tampoco lo encontraba divertido. Sabía un poco sobre la injusticia de la vida.

- Creo haberlo oído antes.

Ella me devolvió la mirada, parecía confusa de nuevo. Sus ojos oscilaron lejanos y luego volvieron a los míos.

- Bueno, eso es todo - me dijo.

Pero yo no estaba dispuesto a dejar que terminara la conversación.

La pequeña “V” entre sus ojos, un vestigio de su dolor, me molestaba. Quería suavizarla con la yema de mi dedos. Pero, por supuesto, no podía tocarla. Sería peligroso de tantas maneras.

- Das el pego - hablé lentamente, todavía considerando esta nueva hipótesis - pero apostaría a que sufres más de lo que aparentas.

Hizo una mueca, sus ojos se entrecerraron y su boca se torció formando un puchero, luego volvió a mirar hacia el frente de la clase. No le gustaba cuando acertaba. Ella no era la mártir habitual, no quería una audiencia a su dolor.

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- ¿Me equivoco? - se estremeció levemente, pero por lo demás fingió no haberme escuchado.

Eso me hizo sonreír

- Creo que no.

- ¿Y a ti qué te importa? - preguntó, sin volverse para mirarme.

- Muy buena pregunta. - admití, más a mi mismo que como respuesta.

Su criterio era mejor que el mío, ella iba directa al fondo de la cuestión, mientras yo me perdía por las ramas, caminando a ciegas a través de las pistas.

Los detalles de su muy humana vida no debían importarme. Era un error que me importara lo qué pensara, más allá de lo necesario para proteger a mi familia de sus sospechas. los pensamientos humanos no eran significativos.

No estaba acostumbrado a ser el menos intuitivo. Confiaba demasiado en mi sentido extra - Estaba claro que no era tan perceptivo como pensaba.

La chica suspiró y fulminó con la mirada el frente de la clase. Algo en su expresión frustrada era gracioso. Toda la situación, toda la conversación tenía su gracia. Nadie había estado en tanto peligro como esta chica – en cualquier momento yo podía distraerme, ridículamente absorto en la conversación, inhalar por la nariz y atacarla antes de poder detenerme - y ella estaba irritada porque no había respondido a su pregunta.

- ¿Te molesto? - pregunté, sonriendo por lo absurdo de todo esto.

Me miró rápidamente, y luego sus ojos parecieron quedar atrapados en mi mirada.

- No exactamente - me dijo. - Estoy más molesta conmigo. Es fácil ver lo que pienso. Mi madre me dice que soy un libro abierto.

Frunció el ceño, disgustada.

La miré asombrado. La razón por la que ella estaba molesta era porque creía que yo veía a través de ella con demasiada facilidad. Qué extraño. Nunca me había esforzado tanto por entender a alguien en toda mi vida - o más bien mi existencia, vida no era la palabra correcta. Yo en realidad no tenía una vida.

- Nada de eso – no estaba de acuerdo, sintiéndome extrañamente... cuidadoso, como si hubiera algún peligro escondido que no era capaz de ver. Estaba repentinamente nervioso, la premonición me había puesto ansioso - Me cuesta leerte el pensamiento.

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- Ah, será que eres un buen lector de mentes - contestó, creando su propia hipótesis que daba, otra vez, justo en el blanco.

- Por lo general, sí.

Le sonreí ampliamente esta vez, dejando que mis labios se elevaran para exponer la fila de brillantes y afilados dientes que había detrás de ellos.

Era una estupidez, pero estaba repentina e inesperadamente desesperado por darle algún tipo de advertencia con ello a la chica. Su cuerpo estaba más cerca de mí que antes, se había ido desplazando inconscientemente en el transcurso de nuestra conversación. Todas las pequeñas señales e indicios que eran suficientes para asustar al resto de la humanidad no parecían estar funcionando con ella. ¿Por qué no se encogía alejándose de mí aterrorizada? Sin duda habría visto lo suficiente mi lado oscuro para darse cuenta del peligro, tan intuitiva como parecía ser.

No llegué a ver si mi advertencia tenía el efecto deseado. El Sr. Banner llamó la atención de la clase justo en ese momento y ella se alejó de mí enseguida. Parecía un poco aliviada por la interrupción, así que tal vez lo había entendido inconscientemente.

Esperaba que lo hubiera hecho.

Reconocí la fascinación creciendo dentro de mí, aun cuando traté de arrancarla de raíz. No podía permitirme el lujo de encontrar a Bella Swan interesante. O más bien, ella no podía permitir eso. Ya, yo estaba ansioso por tener otra oportunidad de hablar con ella. Quería saber más acerca de su madre, de su vida antes de venir aquí, de su relación con su padre. Todos detalles sin sentido que reflejaran más su personalidad. Pero cada segundo que pasara con ella sería un error, un riesgo que ella no debería asumir.

Distraídamente, sacudió su espeso cabello justo en el momento en el que yo tomaba otro aliento. Una ola particularmente concentrada de su olor golpeó la parte de atrás de mi garganta.

Era igual que el primer día - como una bola de demolición. El dolor seco ardía y me mareaba. Tuve que agarrarme a la mesa de nuevo para mantenerme en mi asiento. Esta vez, tenía un poco más de control. Al menos, no rompí nada. El monstruo gruñó dentro de mí, pero no obtuvo el placer en mi dolor. Él también estaba bien atado. Por el momento.

Dejé de respirar por completo, y me alejé de la chica todo lo que pude.

No, yo no me podía permitirme el lujo de encontrarla fascinante. Cuanto más interesante la encontraba, más probable era que la matara. Hoy ya había cometido dos pequeños errores. ¿Cometería un tercero, uno que no fuera pequeño?

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Tan pronto como sonó la campana, huí de clase, probablemente destruyendo cualquier impresión de cortesía que hubiera medio conseguido en el transcurso de esa hora. Volví a respirar el aire limpio y húmedo fuera, como si fuera una esencia curativa. Me apresuré a poner la mayor distancia posible entre la chica y yo.

Emmett me esperaba en la puerta de nuestra clase de Español. Leyó mi salvaje expresión al instante.

- ¿Cómo te ha ido? - Me preguntó cauteloso.

- No murió nadie - Murmuré.

“Supongo que eso ya es algo. Cuando vi a Alice abandonando al final, pensé...”

Xxxx Mientras caminábamos hacia la clase, vi en su memoria lo que había visto hacía tan solo un momento, mirando a través de la puerta de su última clase: Alice caminando rápidamente, con el rostro en blanco, hacia el patio del edificio de ciencias. Sentí su urgencia por levantarse y acompañarla, y luego su decisión de quedarse. Si Alice hubiera necesitado su ayuda, se la habría pedido...

Cerré mis ojos con horror y disgusto mientras me sentaba en mi sitio.

- No me había dado cuenta de que había estado tan de cerca. No pensé que fuera a... No noté que fuera tan grave. – susurré.

- No lo fue, - me aseguró nuevamente. – No murió nadie ¿verdad?

- Bueno. - le dije entre dientes - Esta vez, no.

“Quizá con el tiempo todo sea más fácil”

- Seguro.

“ O, tal vez la mates” se encogió de hombros “No serías el primero en meter la pata. Nadie te juzgará. A veces una persona simplemente huele demasiado bien. Estoy impresionado que hayas resistido tanto”

- No estás ayudando, Emmett.

Me rebelaba contra su aceptación de que al final mataría a la chica, como si se tratara de algo inevitable. ¿Era culpa suya que oliera tan bien?

“Sólo sé, que cuando me pasó a mí...” Rememoró, llevándome con él medio siglo atrás, a un camino rural al anochecer, donde una mujer de mediana edad estaba tendiendo unas sábanas en una cuerda atada entre unos manzanos. El olor de las manzanas colgaba fuertemente en el aire, la cosecha había terminado y las frutas

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rechazadas estaban dispersadas en el suelo, las grietas en la piel hacía que se fugara su fragancia en densas nubes.

Un fresco campo de césped era el fondo de esa esencia, una armonía. Él caminó ladera arriba, olvidando a la mujer por completo, iba a hacer un recado de Rosalie. El cielo era de un color púrpura, y anaranjado por encima de los árboles. Él hubiera continuado con el recado y no habría habido razón alguna para recordar aquella tarde, excepto por una repentina brisa nocturna que hizo volar las sábanas blancas como velas de un barco y espació la esencia de la mujer directo al rostro de Emmett.

- Ah - gemí silenciosamente.

Como si el recuerdo de mi propia sed no fuera suficiente.

- Lo sé. No duré ni medio segundo. Ni siquiera pensé en resistirme. Su memoria se volvió demasiado explícita para soportarlo. Me puse de pie, mis dientes fuertemente cerrados como para cortar acero con ellos.

- ¿Estás bien, Edward? - Preguntó la señora Goff, asustada por mi repentino movimiento.

Podía ver mi rostro en su mente, y saltaba a la vista que estaba lejos de estar bien.

- Me disculpa - murmuré, mientras me salía disparado a través de la puerta.

- Emmett, por favor, ¿puedes tu ir a ayudar a tu hermano? - preguntó ella, gesticulando preocupada por mí mientras salía de clase, con su imperfecto español.

- Claro - le oí decir.

Y entonces él volvió a estar a mi lado. Me siguió hasta el lugar más lejano del edificio, allí me alcanzó y puso su mano en mi hombro. La sacudí con una fuerza innecesaria. Habría roto los huesos de la mano de un humano, y los huesos unidos al brazo también.

- Lo siento, Edward.

- Lo sé.

Solté profundos gritos ahogados al aire, tratando de aclarar mi cabeza y mis pulmones.

- ¿Tan malo es? - preguntó, tratando de no pensar en la esencia y el sabor de su memoria mientras me preguntaba, pero sin conseguirlo.

- Peor, Emmett, peor.

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Se quedó tranquilo un momento.

“Tal vez...” pensó.

- No, no sería mejor si terminara con esto de una vez. Vuelve a clase, Emmett. Quiero estar solo.

Se dio vuelta sin decir una palabra o pensamiento y se alejó rápidamente. Le diría a la profesora de Español que yo estaba enfermo o que me había ido o que era un vampiro peligrosamente fuera de control. ¿La excusa realmente importaba? Quizás no volviera. Tal vez debía irme.

Fui a mi coche a esperar que terminaran las clases. A esconderme. De nuevo.

Debería haber pasado el tiempo tomando decisiones o tratando de reafirmar mi resolución, pero, como un adicto, me encontré buscando entre los diferentes pensamientos que emanaban desde los edificios del instituto. Las voces familiares sobresalían, pero no estaba interesado en escuchar las visiones de Alice o las quejas de Rosalie en este momento.

Encontré a Jessica fácilmente, pero la chica no estaba con ella, así que continué buscando. Los pensamientos de Mike Newton captaron mi atención, y la localicé al fin, en el gimnasio con él. Él no estaba contento, porque yo había hablado con ella en Biología. Estaba tanteando el terreno sobre la respuesta de ella cuando de pronto sacó el tema...

“Nunca lo había visto hablar con nadie más de una palabra aquí o allá. Por supuesto él encuentra a Bella interesante. No me gusta la forma en que la mira. Pero ella no parece especialmente emocionada con él. ¿Qué es lo que ha dicho? «Me pregunto qué mosca le picaría el lunes» Algo así. No sonaba como si le importara. No ha podido ser una gran conversación...”

Pensaba solo en sus conjeturas. Animado por la idea de que Bella no estaba interesada en su conversación conmigo. Esto me molestó más de lo normal, así que paré de escucharlo. Puse un CD de música violenta en el reproductor, y subí el volumen hasta que ahogó las otras voces. Me tenía que concentrar en la música con todas mis fuerzas para no volver a entrometerme en los pensamientos de Mike, para espiar a la cándida chica...

Hice trampas un par de veces, mientras la hora llegaba a su fin. No para espiar, traté de convencerme. Me estaba preparando. Quería saber el momento exacto en que ella saliera del gimnasio para saber cuándo iba a llegar al aparcamiento. No quería que me cogiera por sorpresa. Mientras los estudiantes comenzaban a salir por las puertas del gimnasio, salí de mi coche, sin saber por qué. La lluvia era suave, ignoré como lentamente mojaba mi pelo.

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¿Quería que ella me viera? ¿Acaso albergaba la esperanza de que se acercara a hablarme? ¿Qué diablos estaba haciendo?

No me moví, pero intenté convencerme de volver al coche, sabiendo que mi comportamiento era reprobable. Mantuve mis brazos cruzados contra el pecho y respiré muy despacio mientras la miraba caminar lentamente hacia mí, la comisura de sus labios se inclinaron hacia abajo.

No me miró. Un par de veces miró las nubes con una mueca, como si las nubes la hubieran ofendido.

Me sentí decepcionado cuando llegó a su coche antes de que me pasara. ¿Me habría hablado? ¿Le habría hablado yo?

Se metió en su camioneta Chevy desteñida, gigante y oxidada, era más vieja que su padre. La miré mientras encendía su camioneta, el viejo motor rugió más fuerte que cualquier otro vehículo y entonces sostuvo sus manos hacia las rejillas de la calefacción. El frío era incómodo para ella, no le gustaba. Peinó con los dedos su cabello, acercando mechones a la ráfaga de aire caliente como si estuviera tratando de secarlo. Imaginé cómo olería la cabina de la camioneta, y rápidamente aborté el pensamiento.

Ella miró alrededor preparándose para retroceder, y finalmente se encontró con mi mirada. Me miró medio segundo, y todo lo que pude ver en sus ojos fue sorpresa antes de que girara la mirada hacia la parte posterior de la camioneta, fallando en una colisión con el coche de Erin Teague, tan sólo por unos centímetros.

Miró por el retrovisor, su boca estaba abierta con disgusto. Cuando el otro vehículo la pasó de largo, ella revisó todos los puntos del blindaje, dos veces, y luego, avanzó con tanta cautela hasta que salió del aparcamiento que me hizo sonreír. Era como si pensara que era peligrosa en su decrépita camioneta. El pensamiento de Bella Swan siendo peligrosa para cualquiera, no importaba qué estuviera conduciendo, me hizo reír mientras la chica me pasaba, mirando fijamente al frente.

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3: Fenómeno3: Fenómeno3: Fenómeno3: Fenómeno

En realidad no tenía sed, pero decidí ir a cazar de nuevo por la noche. Era una pequeña prevención, insuficiente, pero sabía que debía hacerlo.

Carlisle me acompañó, no habíamos estado solos desde que volví de Denali. Mientras corríamos por el negro bosque, lo escuché pensando sobre el adiós precipitado de la semana pasada.

En su memoria, vi cómo todo lo que yo había sido se había retorcido convirtiéndose en una feroz desesperación. Sentí su sorpresa y su repentina preocupación.

- ¿Edward?

- Debo irme, Carlisle. Debo irme ahora.

- ¿Qué ha sucedido?

- Nada, todavía. Pero sucederá si me quedo aquí.

Me cogió del brazo. Sentí como hería sus sentimientos cuando me escapé de su mano.

- No lo entiendo.

- Alguna vez has… ha habido alguna vez que...

Me vi a mi mismo respirar profundamente, vi la luz salvaje de mis ojos a través del filtro de su profunda preocupación.

- ¿Alguna vez,… alguna persona ha olido mejor para ti, que el resto? Mucho mejor, quiero decir.

- Oh.

Cuando me di cuenta de que lo había entendido, mi rostro se cayó a pedazos de pura vergüenza. Se acercó de nuevo para tocarme, ignorando cuando traté de apartarme de nuevo, y su mano izquierda se posó en mi hombro.

- Haz lo que tengas que hacer para resistir, hijo. Te echaré mucho de menos. Ten, toma mi coche. Es más rápido.

Ahora él se estaba preguntando si había hecho lo correcto dejando que me marchara. Preguntándose si me había herido con su falta de confianza.

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- No - susurré mientras corría - Eso era lo que necesitaba. Pude haber traicionado tan fácilmente esa confianza, si me hubieras pedido que me quedara.

- Siento mucho que estés sufriendo, Edward. Pero debes hacer lo que puedas para mantener viva a la chica Swan. Incluso aunque eso signifique que debes dejarnos de nuevo.

- Lo sé, lo sé.

- ¿Por qué volviste? Tú sabes lo feliz que soy teniéndote aquí, pero si esto es muy difícil...

- No me gusta sentirme como un cobarde - admití.

Nos retrasamos, estaba comenzando a oscurecerse.

- Mejor eso a ponerla en peligro. Ella se irá en un año o dos.

- Tienes razón, eso ya lo sé - por el contrario, sus palabras sólo me hicieron sentir más ansioso por quedarme.

Ella ya no estaría aquí en uno o dos años... Carlisle paró de correr y yo me detuve con él. Se volvió para examinar mi expresión.

- Pero no vas a escapar, ¿verdad?

Moví mi cabeza de un lado a otro.

- ¿Es orgullo, Edward? No hay nada vergonzoso en…

- No, no es orgullo lo que me mantiene aquí. No ahora.

- ¿No tienes a dónde ir?

Solté una carcajada corta.

- No. Si quisiera irme eso no me detendría.

- Nosotros iremos contigo, por supuesto, si eso es lo que necesitas. Sólo tienes que pedirlo. Tú nos has seguido siempre a nosotros sin quejarte. Nadie se enfadará contigo.

Levanté una ceja. Él se rió.

- Sí, puede que Rosalie se enfade, pero te lo debe. De todas formas, es mucho mejor para todos que nos vayamos ahora, sin hacer ningún daño, que irnos cuando sea demasiado tarde, después de haber terminado con una vida - Se desvaneció todo el humor.

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Me estremecí con sus palabras.

- Sí - estuve de acuerdo, mi voz sonó ronca.

- ¿Pero no te irás?

Suspiré.

- Debería.

- ¿Qué te retiene aquí, Edward? No logro entenderlo...

- No sé si podría explicarlo…- Ni para mí mismo tenía sentido.

Estudió mi expresión durante un buen rato.

- No, no logro entenderlo. Pero respetaré tu privacidad, si lo prefieres.

- Gracias. Es muy generoso de tu parte, teniendo en cuenta que yo no le doy privacidad a nadie - Con una excepción. Y estaba haciendo todo lo posible para privarla de ella, ¿verdad?

- Todos tenemos nuestras cosas - se rió de nuevo. - ¿Nos vamos?

Justo en ese momento captó el olor de una pequeña manada de ciervos. Era difícil mostrar mucho entusiasmo, incluso bajo las mejores circunstancias, por un aroma que apenas abría el apetito. En ese momento, con el recuerdo de la sangre fresca de la chica en mi mente, el olor realmente revolvía mi estómago. Suspiré.

- Vamos - acepté, incluso sabiendo que aunque forzara más sangre a mi garganta me iba a ayudar más bien poco.

Ambos cambiamos a una posición de ataque y dejamos que la poca apetecible esencia nos guiara silenciosamente hacia adelante.

Hacía más frío cuando volvimos a casa. La nieve derretida se había vuelto a congelar; era como si una delgada capa de vidrio lo cubriera todo, cada rama de los pinos, cada hoja de helecho, cada lámina de hierba estaba cubierta de hielo.

Cuando Carlisle fue a vestirse para su próximo turno en el hospital, me quedé junto al río, esperando a que saliera el sol. Me sentía casi hinchado por la cantidad de sangre que había consumido, pero sabía que la actual carencia de sed significaría muy poco cuando me sentara al lado de la chica otra vez.

Helado y sin expresión como una roca, me senté, mirando el agua negra correr al lado de la congelada orilla, mirando fijamente a través de ella.

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Carlisle tenía razón. Yo debería irme de Forks. Ellos inventarían una historia para explicar mi ausencia. Que me cambié de instituto a Europa. O fui a visitar a unos parientes. Rebeldía adolescente. La historia no importaba. A nadie le importaría mucho.

Era sólo por un año o dos, y luego la chica ya no estaría. Podría seguir con su vida, tendría una vida con la que seguir. Iría a alguna Universidad, crecería, comenzaría una carrera, quizá se casaría con alguien. Podía imaginarlo, podía verla vestida de blanco y caminando con paso cuidadoso, su brazo enlazado con el de su padre.

Era extraño, el dolor que me causaba esa imagen. No podía entenderlo. ¿Estaba celoso porque ella tenía un futuro que yo no podía tener? Eso no tenía sentido. Todos los humanos a mi alrededor tenían esa misma oportunidad, “una vida” y raramente me había detenido a envidiarlos.

Debía permitirle tener un futuro. Parar de arriesgar su vida. Eso era lo correcto. Carlisle siempre elegía el camino correcto. Debería escucharlo.

El sol apareció entre las nubes, y la débil luz hizo brillar todo el césped congelado.

Solo un día más, decidí. Me gustaría verla una vez más. Podría manejarlo. Quizá mencionaría mi próxima desaparición, construiría la historia. Esto iba a ser difícil. Podía sentirlo en el fuerte desánimo que me causaba pensar en ello, me hacía pensar en excusas para quedarme, para ampliar el plazo a dos días, tres, cuatro... Pero quería hacer lo correcto. Sabía que podía confiar en el consejo de Carlisle. Y también sabía que estaba demasiado confundido para tomar la decisión correcta por mí mismo.

Demasiado confundido. ¿Cuánto de este desánimo provenía de mi obsesiva curiosidad, y cuánto provenía de mi insatisfecho apetito?

Entré en casa para ponerme ropa limpia para ir al instituto.

Alice me estaba esperando, sentada en el último escalón del primer piso.

“Te vas de nuevo” me acusó. Suspiré y moví la cabeza. “No puedo ver a dónde vas esta vez”

- Aún no sé a dónde voy - susurré.

“Quiero que te quedes” negué con la cabeza “Quizás Jazz y yo podríamos ir contigo...”

- Vosotros hacéis todavía más falta si yo no estoy para vigilar. Y piensa en Esme. ¿Se quedará con la mitad de su familia de un golpe?

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“La vas a poner muy triste”

- Lo sé. Por eso debes quedarte.

“No es lo mismo si tú no estás aquí, y lo sabes”

-Si. Pero tengo que hacer lo correcto.

“Hay muchos caminos correctos, y muchos incorrectos, ¿no es así?”

Por un breve momento ella se introdujo dentro de una de sus extrañas visiones; observé a lo largo de las imágenes poco definidas que parpadeaban rápidamente. Me vi mezclado con sombras extrañas que no podía distinguir. Y de pronto, mi piel estaba brillando a la luz del sol, en un pequeño prado abierto. Era un lugar que conocía. Había una figura en la pradera conmigo, pero, otra vez, era poco definida, no podía reconocerla. Las imágenes se tambalearon y disiparon como en un millón de pequeñas elecciones.

- No he entendido casi nada de eso - le dije cuando la visión se puso oscura.

“Yo tampoco. Tu futuro está cambiando tanto que no puedo seguirle el ritmo. Creo, que...”

Se detuvo, y me llevó por una extensa colección de más visiones recientes. Todas eran iguales, borrosas y vagas.

- Creo que algo está cambiando - me dijo en voz alta. - Tu vida parece estar en una encrucijada.

Me reí con gravedad.

- ¿Te das cuenta que hablas como una gitana farsante en un feria, verdad? - me sacó su pequeña lengua - Hoy está todo bien, ¿no? - pregunté, mi voz sonó aprensiva de repente.

- Hoy no te veo matando a nadie - me aseguró.

- Gracias, Alice.

“Ve a vestirte. No les diré nada, dejaré que lo hagas tú cuando estés listo”

Se puso de pie y bajó las escaleras, con los hombros encorvados levemente.

“Te echaré de menos, de verdad”

Sí, realmente yo también la echaría mucho de menos.

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El camino al instituto fue muy tranquilo. Jasper sabía que Alice estaba molesta por algo, pero sabía que si ella quisiera hablar de ello ya lo habría hecho. Emmett y Rosalie estaban en su mundo, teniendo otro de esos momentos, mirando dentro de los ojos del otro con curiosidad, era molesto verlos desde fuera. Todos sabíamos lo desesperadamente enamorados que estaban. O tal vez me estaba volviendo un amargado, porque era el único que estaba sólo. Algunos días era más difícil vivir con tres amantes perfectamente correspondidos. Y este era uno de esos días.

Quizás ellos serían más felices sin mí merodeando por allí, de mal humor y comportándome como el viejo que debería ser a estas alturas.

Por supuesto, lo primero que hice cuando llegué al instituto fue buscar a la chica. Sólo para prepararme. Claro.

Era vergonzoso cómo de repente mi mundo parecía estar vacío de todo, menos de ella. Toda mi existencia giraba alrededor de la chica, en vez de a mí alrededor. Realmente, era bastante fácil de entender. Después de ochenta años de todos los días y las noches lo mismo, cualquier cambio se volvía un punto de absorción.

Ella aún no había llegado, pero podía oír los ruidos ensordecedores del motor de la camioneta en la distancia. Me apoyé en el lateral del coche a esperar. Alice se quedó conmigo, mientras los demás se fueron directamente a clase. Estaban aburridos por mi fijación, era incomprensible para ellos que cualquier ser humano pudiera mantener mi interés tanto tiempo, sin importar lo deliciosamente que oliera.

La chica condujo lentamente hasta que apareció ante mi vista, sus ojos intensamente centrados en la carretera y sus manos firmemente apretadas al volante. Parecía nerviosa por algo. Me llevó un segundo darme cuenta de qué se trataba, dado que todos los humanos tenían hoy la misma expresión. Ah, la carretera estaba resbaladiza por el hielo, y todos estaban intentando conducir con más cuidado. Ella se estaba tomando muy enserio este nuevo riesgo.

Eso estaba en la línea de lo poco que había aprendido sobre su carácter. Lo agregué a mi pequeña lista: era una persona seria y responsable. Aparcó no muy lejos de mí, pero todavía no se había dado cuenta de mi presencia, mirándola.

Me pregunté ¿qué haría ella cuando me viera? ¿Ruborizarse y alejarse de mí? Esa fue mi primera teoría. Pero tal vez me devolviera la mirada. Quizá se acercaría a mí y me hablaría..

Respiré profundamente, llenando mis pulmones con esperanza, sólo por si acaso. Ella salió de su camioneta con cuidado, tanteando el suelo resbaladizo antes de poner todo su peso en él. No levantó la vista, y eso me frustró. Tal vez yo podría ir a hablar con ella... No, eso sería un error.

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En vez de girar hacia el instituto, caminó alrededor de su camioneta, aferrándose a un lado de ella, de una manera graciosa, para no caerse, no confiaba en sus pies. Me hizo sonreír, y sentí los ojos de Alice en mi rostro. No presté atención a lo que esto le hacía pensar, me estaba divirtiendo mucho mirando a la chica revisar las cadenas en sus neumáticos.

Ella de verdad pensaba que podía caerse, por la forma en que sus pies resbalaban. Nadie más tenía problemas ¿acaso había aparcado en la peor parte?

Se detuvo allí, mirando hacia abajo con una extraña expresión en su rostro. ¿Era... ternura? ¿Como si algo en las cadenas la... emocionara?

Una vez más, la curiosidad dolía como la sed. Era como si yo tuviera que saber qué estaba pensando, como si nada más importara. Iría a hablar con ella. De todas formas, parecía como si necesitara que le echaran una mano, al menos hasta que saliera del suelo resbaladizo. Por supuesto, no podía ofrecerle mi mano, ¿o sí? Vacilé, atormentado. Si no le gustaba la nieve, mucho menos iba a agradecer si la tocaba con mis manos congeladas. Debí haberme puesto guantes.

- ¡Noo! - Alice gritó muy fuerte.

Al instante, examiné sus visiones, pensando al principio que yo había tomado una mala decisión y ella me había visto hacer algo horrible. Pero no tenía nada que ver conmigo.

Tyler Crowley había decidido tomar la curva hacia el aparcamiento a una velocidad imprudente. Esta decisión lo llevaría a patinar a través de una capa de hielo... la visión se produjo sólo medio segundo antes que la realidad. La furgoneta de Tyler estaba tomando la curva cuando yo todavía estaba viendo las terribles consecuencias, un jadeo se escapó de los labios de Alice.

No, esta visión no tenía nada que ver conmigo, pero aún así, tenía que ver todo conmigo, porque la furgoneta de Tyler - las ruedas justo ahora golpeaban el hielo en el peor ángulo posible - iba a hacer un trompo y a golpear a la chica que se había convertido en el inevitable centro de mi mundo.

Incluso sin la visión de Alice, hubiera sido fácil adivinar la trayectoria del vehículo de Tyler, volando fuera del control.

La chica, estaba parada exactamente en el lugar equivocado, en la parte trasera de su camioneta, miró al frente, desconcertada por el chirrido de las ruedas. Alzó la vista y miró directamente a mi ojos horrorizados, y luego se giró para ver como se aproximaba su muerte.

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¡Ella no!¡Ella no!¡Ella no!¡Ella no! sentí las palabras como un disparo en mi cabeza, como si pertenecieran a otra persona. Aún estaba escuchando los pensamientos de Alice, y vi que la visión repentinamente cambiaba, pero no tenía tiempo para ver cómo iba a terminar.

Me lancé atravesando el espacio que nos separaba, interponiéndome entre la furgoneta y la atónita chica. Me moví tan rápido que todo se volvió un borrón yo solo veía mi objetivo. Ella no me vio - Ningún ojo humano podría haber seguido mi trayectoria -todavía miraba la mole que estaba a punto de aplastar su cuerpo contra la carrocería de metal de su camioneta.

La sujeté rodeando su cintura, moviéndome con demasiada urgencia para ser lo suave que ella necesitaba que fuera. En la centésima de segundo que me llevó sacar su liviana figura fuera del camino de la muerte y el tiempo en que choqué contra el suelo con ella en mis brazos, fui muy consciente de lo frágil y rompible que era su cuerpo.

Cuando escuché que su cabeza chocaba contra el hielo, sentí que me había transformado en hielo, también. Pero ni siquiera tuve un segundo completo para comprobar cómo estaba. Escuché la furgoneta detrás de nosotros, chirriando mientras daba un giro alrededor del robusto cuerpo de acero de la camioneta de la chica. Estaba cambiando su curso, formando arcos, viniendo por ella otra vez, como si ella fuera un imán, atrayéndola hacia nosotros.

Una palabra que jamás había dicho delante de una dama, se escapó de entre mis dientes.

Ya había hecho demasiado, cuando prácticamente había volado por los aires para empujarla fuera de su camino, era totalmente consciente del error que estaba cometiendo… pero el saber que era un error no me detuvo, no ignoraba el riesgo que estaba corriendo… no solo para mí, sino para toda mi familia.

Exposición.

Y esto realmente no iba a ayudar, pero no iba a permitir, de ninguna manera, que la furgoneta tuviera éxito en este segundo intento de quitarle la vida.

La dejé caer y lancé mis manos hacia afuera, deteniendo la furgoneta antes de que pudiera tocar a la chica. La fuerza me empujó hacia atrás, donde estaba aparcada su camioneta, y sentí la carrocería doblarse detrás de mis hombros. La furgoneta chocó contra el irrompible obstáculo de mis brazos, se levantó, y luego se balanceó inestable en los dos neumáticos derechos. Si movía mis manos, la parte trasera de la furgoneta iba a caer en sus piernas.

¡Oh, por el amor de Dios! ¿Acaso la catástrofe no iba a terminar nunca? ¿Había algo más que pudiera ir mal? Difícilmente podía sentarme aquí, sosteniendo la

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furgoneta en el aire, esperando algún rescate. Ni podía lanzarla lejos -debía tener en cuenta al conductor, aunque sus pensamientos fueran incoherentes por el pánico.

Con un gruñido interno, empujé la furgoneta para que oscilara lejos de nosotros por un instante. Cuando caía sobre mí, la sujeté por debajo de la carrocería con la mano derecha, mientras, de nuevo, enroscaba mi brazo izquierdo en la cintura de la chica y la arrojaba fuera de debajo de la furgoneta, apretándola fuertemente contra mi cuerpo. Su cuerpo se movió, mientras lo balanceaba para que sus piernas quedaran libres del peligro.

¿Estaba consciente? ¿Cuánto daño le había hecho en mi improvisado intento de rescate? dejé caer la furgoneta, ahora que ya no podía hacerle daño. Al chocar contra el pavimento las ventanas se rompieron haciéndose añicos. Sabía que estaba en medio de una crisis. ¿Cuánto había visto ella? ¿Había otros testigos que me vieron materializarme a su lado y luego detener la furgoneta mientras trataba de mantenerla fuera del alcance de la chica?

Estas preguntas deberían ser mi mayor preocupación. Pero, en realidad, estaba demasiado ansioso como para preocuparme como debiera, por la amenaza de exponernos, estaba demasiado aterrorizado por si le había herido en mí esfuerzo por protegerla, demasiado asustado como para tenerla tan cerca de mí, sabiendo cómo olería si me permitía coger aire, demasiado consciente del calor de su cuerpo suave, presionado contra el mío, incluso a través del obstáculos de nuestras chaquetas, podía sentir ese calor...

El primer miedo era el mayor. Mientras los gritos de los testigos estallaban alrededor nuestro, me incliné para examinar su rostro, para ver si estaba consciente, esperando fieramente que no estuviera sangrando por alguna herida. Sus ojos estaban abiertos, mirando en estado de shock.

- ¿Bella? - Pregunté con urgencia - ¿Cómo estás?

- Estoy bien - dijo las palabras automáticamente, aturdida.

Sentí alivio, tan exquisito, como si sintiera dolor y el sonido de su voz pasara a través de mí disipándolo. Tomé aliento a través de mis dientes, y no me importó que viniera acompañado del dolor ardiente en mi garganta. Casi lo agradecía.

Ella trato de ponerse de pie, pero yo no estaba preparado para dejarla ir. Sentía que era de alguna manera... ¿más seguro? Al menos mejor, tenerla sujeta a mi lado.

- Ve con cuidado - le advertí. - Creo que te has dado un buen porrazo en la cabeza.

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No había por ningún lado olor a sangre fresca. Un milagro, pero esto no descartaba daños internos. De repente estaba ansioso por llevarla con Carlisle y su completo equipamiento de radiología.

- ¡Ay! - se quejó con tono cómico al darse cuenta que yo tenía razón sobre su cabeza.

- Tal y como pensaba... – el alivio hizo que me parecía gracioso, hizo que casi me mareara.

- ¿Cómo demo...? - Su voz se apagó, y sus ojos parpadearon -¿Cómo llegaste aquí tan rápido?

El alivio se tornó amargo, y el humor se desvaneció. Se había dado cuenta de “demasiado”.

Ahora que parecía que la chica estaba en buenas condiciones, la ansiedad por mi familia volvió.

- Estaba a tu lado, Bella - sabía por experiencia, que si era muy convincente al mentir, la verdad sería cada vez menos segura.

Luchó para levantarse de nuevo, y esta vez se lo permití. Necesitaba respirar para poder interpretar mi papel correctamente, necesitaba distanciarme del calor de su cuerpo y de su sangre caliente para que la poderosa combinación no me abrumara, me puse lo más lejos posible, dentro del pequeño espacio entre los vehículos destrozados.

Ella levantó la mirada hacia mí y yo la miré a ella, apartar la mirada era el error de los mentiros incompetentes, y yo no lo era. Mi expresión era suave e inocente, y pareció confundirla, eso era bueno.

La escena del accidente ahora estaba rodeada. Sobre todo por estudiantes, niños, que miraban curiosos, empujándose entre ellos para ver si entre los restos había algún cuerpo destrozado. Había un barullo de gritos y varios pensamientos en shock. Escaneé los pensamientos, una vez que estuve seguro de que no había sospecha, los dejé de escuchar concentrándome sólo en la chica.

Estaba distraída por la confusión. Miraba alrededor, pasmada, e intentó ponerse de pie. Puse mi mano suavemente en su hombro para mantenerla donde estaba.

- Quédate ahí por ahora.

Ella parecía estar bien, ¿pero debía mover el cuello? De nuevo, deseé estar con Carlisle. Mis años de estudios médicos teóricos no se comparaban con sus siglos de práctica.

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- Pero hace frío - objetó.

Había estado al borde de morir aplastada, dos veces, casi quedó lisiada una tercera, y a ella lo que le preocupaba era el frío. Me reí entre dientes antes de recordar que la situación no era para nada graciosa. Bella parpadeó, y luego sus ojos se enfocaron en mi rostro.

- Estabas allí, lejos - me puse serio otra vez. Ella miró hacia el sur, pero no había nada que mirar allí ahora, sólo el arrugado costado de la furgoneta - Te encontrabas al lado de tu coche.

- No, no es cierto.

- Te vi - insistió.

Su voz sonaba muy infantil cuando se ponía obstinada. Su barbilla sobresalió un poco.

- Bella, estaba contigo, a tu lado, y te quité de en medio.

Miré profundamente sus ojos abiertos de par en par, tratando de que ella aceptara mi versión, la única versión racional sobre la mesa. Su mandíbula se tensó.

- No.

Traté de mantener la calma, controlando el pánico. Si pudiera mantenerla callada, sólo por unos momentos, para darme la oportunidad de destruir las evidencias e invalidar su historia con la excusa del golpe en la cabeza. ¿Sería fácil conseguir su silencio? ¿qué guardara el secreto una chica tan reservada? Si tan solo confiara en mí, sólo por un momento...

- Por favor, Bella - le dije, y mi voz sonó demasiado intensa, porque de pronto quería que ella confiara en mí. Lo deseaba de verdad, y no solo por el accidente.

Un deseo estúpido. ¿Qué sentido tenía que ella confiara en mí?

- ¿Por qué? - preguntó, todavía a la defensiva.

- Confía en mí - le supliqué.

- ¿Prometes explicármelo todo después?

Me enfureció mucho tener que mentirle otra vez, cuando deseaba, con todas mis fuerzas, merecer su confianza. Así que, cuando le respondí, fue una réplica.

- Muy bien.

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- Muy bien - repitió en el mismo tono de recriminación.

El rescate empezó a nuestro alrededor – Adultos acercándose, autoridades llamando, sirenas en la distancia - traté de ignorar a la chica y ordenar mis prioridades en el orden correcto.

Busqué en todas las mentes en el aparcamiento, los testigos y los recién llegados, pero no encontré nada peligroso.

Muchos estaban sorprendidos de verme al lado de Bella, pero todos llegaron a la conclusión, ya que no había otra posible, de que no se habían dado cuenta de que yo estaba de pie, al lado de la chica, antes del accidente.

Ella era la única que no aceptaba la explicación más sencilla, pero sería considerada la testigo menos fiable. Estaba asustada, traumatizada, por no mencionar el fuerte golpe de su cabeza. Posiblemente en estado de shock. Sería lógico que su historia estuviera confundida ¿verdad? Se fiarían más de la versión de el resto de los testigos que de la suya.

Hice una mueca cuándo escuché los pensamientos de Rosalie, Jasper y Emmett, que acababan de llegar a la escena. Ellos me iban hacer pasar un infierno por esto, por la noche.

Quería borrar la abolladura que mis hombros habían dejado en el coche oscuro, pero la chica estaba demasiado cerca. Tendría que esperar hasta que se distrajera.

Era frustrante esperar con tantos ojos encima de mí, mientras los humanos luchaban con la furgoneta, tratando de moverla lejos de nosotros. Los hubiera ayudado, solo para acelerar el proceso, pero ya tenía suficiente problemas y la chica no me quitaba los ojos de encima.

Finalmente, pudieron desplazarla lo suficientemente lejos para que los EMT* llegaran a nosotros con sus camillas. Un rostro familiar y canoso se acercó a mí.

- Hola, Edward - dijo Brett Warner.

Él era un enfermero habitual y yo lo conocía bien del hospital. Fue un golpe de suerte, el único en el día de hoy, que él fuera el primero en llegar hasta nosotros. Sus pensamientos estaban alerta pero tranquilos.

- ¿Estás bien chico?

(*Emergency Medical Technician - Técnicos Médicos de Emergencia.)

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- Perfectamente, Brett. No me ha tocado nada. Pero me temo que Bella podría tener una conmoción cerebral. Se dio un fuerte golpe en la cabeza cuando la quité del camino...

Brett dirigió toda su atención a la chica, que me lanzó una mirada feroz por la traición. Oh, yo estaba en lo cierto, ella era una mártir silenciosa, prefería sufrir en silencio.

No contradijo mi historia inmediatamente, y esto me hizo sentir más tranquilo. El otro EMT insistió para que le dejara examinarme, pero no fue demasiado difícil persuadirlo. Le prometí que dejaría que mi padre me examinara, y él lo dejo pasar, como la mayoría de los humanos cuando les hablaba con fría seguridad, la mayoría… pero no esta chica, por supuesto no. ¿Acaso ella encajaba en alguno de los patrones normales?

Mientras le ponían un collarín y su rostro se enrojecía por la vergüenza, aproveché el momento de distracción para arreglar, sigilosamente, la abolladura en el coche con la parte trasera de mi pie. Sólo mis hermanos notaron lo que estaba haciendo, y escuché la promesa mental de Emmett de arreglar cualquier cosa que se me pasara por alto.

Agradecido por su ayuda y sobre todo porque Emmett, al menos, ya me había perdonado por mi peligrosa reacción.

Me sentí más relajado mientras subía al asiento delantero de la ambulancia, al lado de Brett.

El jefe de policía llegó antes de que metieran a Bella en la parte posterior de la ambulancia.

Aunque el padre de Bella pensaba en algo que acababa de escuchar, el pánico y la preocupación emanaban de su mente, ahogando cualquier otro pensamiento alrededor.

Sin palabras, una oleada de ansiedad y culpa, emanaron de él cuando vio a su única hija en la camilla. Sentí como sus sensaciones me atravesaban, haciéndose eco y ampliándose dentro de mí.

Cuando Alice me había advertido que matando a la hija de Charlie Swan lo mataría a él también, no estaba exagerando. Incliné la cabeza por la culpa cuando escuché el pánico en su voz.

- ¡Bella! - gritó.

- Estoy perfectamente, Char… papá - suspiró - No me pasa nada.

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Sus explicaciones apenas calmaron su pavor. Se volvió inmediatamente al paramédico más cercano exigiendo más información.

No fue hasta que le escuché hablar, formando oraciones perfectamente coherentes a pesar del pánico, que me di cuenta que su ansiedad y preocupación no eran mudas. Yo solo... no podía escuchar sus palabras exactas.

Mmm… Charlie Swan no era tan silencioso como su hija, pero ahora podía ver de dónde lo había heredado. Interesante.

Nunca había pasado mucho tiempo alrededor del Jefe de la Policía de la ciudad. Siempre lo había tomado por un hombre de pensamientos lentos, ahora me daba cuenta que el lento era yo. Sus pensamientos estaban parcialmente encubiertos, no ausentes. Sólo podía sentir la esencia, el tono de ellos...

Quería escuchar más, para ver si resolviendo este nuevo rompecabezas, algo más sencillo, encontraba la llave para los secretos de la chica. Pero en ese momento metieron a Bella en la ambulancia y se pusieron en marcha.

Fue difícil alejarme de la posible solución al misterio que había llegado a obsesionarme. Pero ahora tenía que pensar, mirar qué había pasado desde todos los ángulos. Tenía que escuchar, para asegurarme de que no nos había puesto a todos en demasiado peligro, tanto como para que tuviéramos que irnos inmediatamente.

Tenía que concentrarme. No había nada en los pensamientos de los EMT que me preocupara. Lo más que podían decir, era que la chica no tenía nada serio. Y Bella de momento se apegaba a la historia que yo le había proporcionado.

La prioridad número uno, cuando llegáramos al hospital, era ver a Carlisle. Me apresuré a través de las puertas automáticas, pero era totalmente incapaz de dejar a Bella, me mantuve pendiente de ella a través de los pensamientos de los paramédicos.

Fue fácil encontrar la familiar mente de mi padre. Estaba en su pequeña oficina, totalmente solo, el segundo golpe de suerte en este maldito día.

- Carlisle.

Escuchó cómo me aproximaba, y se alarmó en cuanto vio mi rostro. De un salto se puso de pie, su rostro palideció a blanco hueso. Se inclinó hacia adelante a través del escritorio de nogal cuidadosamente organizado.

- Edward… no habrás…

- No, no, no es eso.

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Respiró profundo.

“Por supuesto que no. Siento mucho haberlo pensado. Tu ojos, por supuesto, yo debería haber sabido...” él notó con alivio que mis ojos aún eran dorados.

- De todas maneras, ella está herida, Carlisle, probablemente nada serio, pero...

“¿Qué fue lo que ocurrió?”

- Un estúpido accidente de coche. Ella estaba en el peor lugar en el momento equivocado. Pero no pude quedarme parado… dejar que la aplastara...

“Comienza de nuevo, no estoy entendiendo nada. ¿Cómo estás involucrado?”

- Una furgoneta patinó sobre el hielo - susurré, mirando la pared detrás de él mientras hablaba. En vez de una multitud de diplomas enmarcados, él tenía una simple pintura al óleo, una de sus favoritas, un aún por descubrir Hassam - Ella estaba en su camino. Alice lo vio venir, pero no había tiempo para hacer nada, nada excepto lanzarme a través del aparcamiento para quitarla de en medio. Nadie lo notó... excepto ella. Tuve que detener también la furgoneta, pero tampoco lo vio nadie... excepto ella. Yo... lo siento mucho Carlisle. No quise ponernos a todos en peligro.

Rodeó el escritorio y puso su mano en mi hombro.

- Hiciste lo correcto. Y no tuvo que ser fácil para ti. Estoy orgulloso de ti, Edward.

Ahora podía mirarlo a los ojos.

- Ella sabe que hay algo... raro en mi.

- Eso no importa. Si nos tenemos que ir, nos iremos. ¿Qué ha dicho ella? - Moví la cabeza, un poco frustrado.

- Nada aún.

“¿Aún?”

- Ella se ha mostrado de acuerdo con mi versión de los hechos, pero está esperando una explicación.

Él frunció el ceño, reflexionando sobre la situación.

- Se golpeó la cabeza… bueno, en realidad yo lo hice -continué rápidamente. - Yo la estrellé contra el suelo bastante fuerte. Ella parece estar bien, pero... No creo que cueste mucho desacreditar su historia.

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Me sentí como un canalla al decir esas palabras. Carlisle oyó el disgusto en mi voz.

- Quizá no será necesario. Veamos qué pasa, ¿vamos? Suena como que tengo un paciente que atender.

- Por favor - le dije - Estoy tan preocupado por haberle hecho daño.

La expresión de Carlisle se iluminó. Se alisó el pelo rubio, sólo unos tonos más claros que sus ojos dorados y se rió.

- Ha sido un día interesante para ti, ¿no es así?

En su mente, podía ver la ironía y era gracioso, al menos para él, por el absoluto cambio de roles. En algún momento, en ese corto e irreflexivo segundo, en el que me había lanzado a través del hielo, me había transformado de asesino a protector.

Sonreí, recordando haber pensado que Bella jamás necesitaría protección de nada más que de mí, pero no era divertido, porque con furgoneta o sin ella, eso era totalmente cierto.

Esperé solo en la oficina de Carlisle, una de las horas más largas que había vivido, escuchando el hospital lleno de pensamientos. Tyler Crowley, el conductor de la furgoneta, parecía estar más malherido que Bella, y le atendieron a él mientras ella esperaba su turno para rayos X.

Carlisle se mantuvo en un segundo plano, confiando en el diagnóstico de los otros, que afirmaban que la chica solo estaba un poco magullada. Esto me puso nervioso, aunque sabía que él tenía razón. Un sola mirada a su rostro le haría pensar de nuevo en mi y en el hecho de que había algo raro conmigo y mi familia, y eso podía hacerla hablar.

Ella, en realidad, sí tenía a alguien con quien hablar, Tyler estaba consumido por la culpa, ya que casi la había matado, y no parecía tener intención de callarse, Podía ver la expresión que ella tenía a través de sus ojos, y estaba claro deseaba que él se callara. ¿Cómo no se daba cuenta él? Hubo un momento muy tenso, para mí, cuando Tyler le preguntó cómo había salido de su camino. Esperé, sin respirar, mientras ella vacilaba.

- Pues... - empezó a decir, entonces hizo una pausa tan larga que Tyler llego a pensar que ella no había entendido su pregunta. Finalmente, continuó - Edward me empujó para apartarme de la trayectoria de la camioneta.

Solté el aire y entonces mi respiración se aceleró. Nunca antes la había escuchado decir mi nombre. Me gustó como sonaba, incluso a través de los pensamientos de Tyler. Quería escucharlo por mí mismo...

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- Edward Cullen -dijo ella, cuando Tyler parecía no entender lo que ella decía.

Me encontré a mi mismo en la puerta, con mi mano en el picaporte. El deseo de verla se estaba haciendo cada vez más fuerte. Tenía que recordarme a mí mismo la necesidad de ser cauteloso.

- Estaba a mi lado.

- ¿Cullen? “Hum. Que raro” No lo vi... “Podría jurar...” ¡Vaya, todo ocurrió muy deprisa! ¿Está bien?

- Supongo que sí. Anda por aquí cerca, pero a él no le obligaron a utilizar una camilla.

Vi la mirada reflexiva en su rostro, el endurecimiento en sus ojos por la sospecha, pero estos pequeños cambios en su expresión no eran perceptibles para Tyler.

“Es bonita” pensó él, casi con sorpresa. “Incluso toda desarreglada. No es de mi estilo habitual, sin embargo... Debo salir con ella. Arreglar lo de hoy...”

Yo ya estaba en el pasillo, en ese momento, a mitad de camino de la sala de emergencias, sin pensar ni por un segundo en lo que hacía. Por suerte, la enfermera entró en la habitación antes que yo… era el turno de Bella para los rayos X.

Me apoyé contra la pared, en un oscuro rincón, justo a la vuelta de la esquina, y traté de recuperar el control de mí mismo mientras ella se alejaba sobre ruedas.

No importaba que Tyler pensara que era bonita. Cualquiera podía ver eso. No había ninguna razón para que me sintiera... ¿cómo me sentía? ¿Molesto? ¿O furioso se acercaba más a la verdad? Esto no tenía ningún sentido, en absoluto.

Me quedé donde estaba durante el tiempo que pude, pero la impaciencia me ganó y me llevo de camino a la sala de radiología. Ella ya había sido trasladada de nuevo a la sala de emergencias, pero pude echar una mirada a sus radiografías mientras la enfermera estaba de espaldas.

Me sentí más tranquilo cuando las vi, su cabeza estaba bien, no la había herido, no realmente. Carlisle me pilló allí.

- Te veo mejor - comentó.

Miré hacia delante. No estábamos solos, los pasillos estaban llenos de camilleros y visitas.

- Ah, sí.

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Puso la radiografía en la mesa de luz vertical, pero no necesitaba una segunda mirada.

- Ya veo… está perfectamente. Bien hecho, Edward.

El sonido de la aprobación de mi padre creó una mezcla de reacciones en mí. Me hubiera hecho feliz, excepto porque sabía que él no aprobaría lo que estaba a punto de hacer ahora. Al menos, no lo aprobaría si conociera mis motivaciones de verdad...

- Creo que iré a hablar con ella antes de que te vea - murmuré en un suspiro.

- Se natural, como si no hubiera pasado nada. Suaviza las cosas - todas eran razones aceptables. Carlisle asintió ausentemente, aún mirando por encima las radiografías - Buena idea. Humm.

Miré para ver qué había captado su interés.

“¡Mira todas esas contusiones curadas! ¿Cuántas veces se le habrá caído a su madre?” Carlisle se rió de su broma.

- Estoy comenzando a pensar que la chica tiene muy mala suerte. Siempre en el lugar equivocado y en el momento equivocado.

“Forks es ciertamente el lugar equivocado para ella, contigo aquí”

Me estremecí.

- Vamos, ve. Suaviza las cosas un poco. Yo te acompañaré en un momento.

Caminé rápidamente, sintiéndome culpable. Realmente era muy buen mentiroso, si podía engañar a Carlisle.

Cuando llegué a la sala de emergencias, Tyler estaba susurrando por lo bajo, aún disculpándose. La chica trataba de escapar de su remordimiento haciéndose la dormida. Sus ojos estaban cerrados, pero su respiración no estaba acompasada, y de vez en cuando movía sus dedos impacientes.

Miré su rostro durante un largo rato. Esta sería la última vez que la vería. Este hecho me hizo sentir un dolor agudo en el pecho. ¿Era porque no quería irme dejando un rompecabezas sin resolver? no parecía una explicación muy convincente. Al final, respiré hondo y entré. Cuando Tyler me vio, comenzó a hablar, pero puse un dedo en mis labios.

- ¿Estará durmiendo? - murmuré.

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Los ojos de Bella se abrieron y se enfocaron en mi rostro. Se abrieron de par en par por un momento, y entonces se entrecerraron por el enfado y la sospecha.

Recordé que tenía que interpretar un papel, así que le sonreí como si nada raro hubiera ocurrido esta mañana, aparte de un golpe en su cabeza y un poquito de imaginación.

- Oye, Edward - dijo Tyler-, lo siento mucho...

Levanté una mano para detener su disculpa.

- No hay culpa sin sangre - dije irónicamente. Sin pensar, sonreí abiertamente a mi propia broma privada.

Fue asombrosamente fácil ignorar a Tyler, acostado a no más de un metro y medio de mí, cubierto de sangre fresca. Nunca había entendido cómo Carlisle podía hacer esto, ignorar la sangre de sus pacientes para poder tratarlos. ¿Acaso la constante tentación no lo distraía, no era peligroso...? Pero, ahora... podía ver cómo, si te enfocabas en algo mucho más fuerte, la tentación no significaba nada. Incluso fresca y expuesta, la sangre de Tyler no era nada comparada con la de Bella. Mantuve mi distancia de ella, sentándome a los pies de la cama de Tyler.

- ¿Bueno, cuál es el diagnóstico? - le pregunté.

Su labio inferior sobresalió un poco.

- No me pasa nada, pero no me dejan marcharme. ¿Por qué no te han atado a una camilla como a nosotros?

Su impaciencia me hizo sonreír de nuevo. Podía oír a Carlisle en el pasillo.

- Tengo enchufe -dije ligeramente -Pero no te preocupes, voy a liberarte.

Observé cuidadosamente su reacción mientras mi padre entraba en la habitación. Sus ojos se abrieron al igual que su boca, por la sorpresa. Gruñí internamente. Sí, sin duda ella se había dado cuenta del parecido.

- Bueno, señorita Swan, ¿cómo se encuentra? - preguntó Carlisle.

Tenía una gran habilidad para tranquilizar a sus pacientes. No podría decir cómo afectó esto a Bella.

- Estoy bien - dijo tranquilamente.

Carlisle puso su radiografía en la mesa de luz vertical de la pared de al lado de la cama.

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- Las radiografías son buenas. ¿Le duele la cabeza? Edward me ha dicho que se dio un golpe bastante fuerte.

Ella suspiró:

- Estoy perfectamente – repitió de nuevo, pero esta vez con impaciencia. Entonces frunció el ceño en mi dirección.

Carlisle se acercó a ella pasó sus dedos suavemente por el cuero cabelludo hasta que encontró el bulto del golpe bajo su pelo.

Estaba sorprendido por la oleada de emociones que se estrellaron contra mí.

yo había visto a Carlisle trabajar con humanos mil veces. Años atrás, le había ayudado de manera informal - sólo en situaciones dónde la sangre no estuviera involucrada. Así que no era nuevo para mí verlo interactuar con la chica como si él fuera tan humano como ella. Había envidiado su control muchas veces, pero esta emoción no era lo mismo. Le envidiaba más a él que a su control, me dolía la diferencia que había entre Carlisle y yo – que pudiera tocarla, tranquilamente, sin miedo, sabiendo que nunca le haría daño...

Ella hizo una mueca de dolor, y yo me revolví en mi asiento. Tuve que concentrarme por un momento para mantener mi postura relajada.

- ¿Le duele? - le preguntó Carlisle.

Su barbilla se contrajo un segundo.

- No mucho - dijo ella.

Otra pequeña pieza de su personalidad encajó en su lugar, era valiente. No le gustaba mostrar debilidad.

Era, posiblemente la criatura más vulnerable que había visto jamás, y ella no quería parecer débil. Una risita se escapó de mis labios.

Me lanzó una mirada fulminante.

- De acuerdo - dijo Carlisle - Su padre se encuentra en la sala de espera. Se puedes ir a casa con él, pero debe regresar rápidamente si siente mareos o algún trastorno de visión.

¿Su padre estaba aquí? Rastreé los pensamientos de la atestada sala de espera, pero no pude encontrar la voz sutil de su mente entre la gente antes de que ella hablara de nuevo, su rostro mostraba ansiedad.

- ¿No puedo ir a la escuela?

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- Hoy debería tomarse las cosas con calma - sugirió Carlisle.

Sus ojos volvieron a fijarse en mí.

- ¿Puede él ir a la escuela?

Actúa normal, suaviza las cosas... ignora la forma en la que te sientes cuando te mira a los ojos... Me dije a mi mismo

- Alguien ha de darles la buena nueva de que hemos sobrevivido - le dije.

- En realidad - Carlisle corrigió - parece que la mayoría de los estudiantes están en la sala de espera.

Esta vez esperaba su reacción - su aversión por la atención. No me decepcionó.

- ¡Oh, no! - gimió, y se cubrió el rostro con las manos.

Me gustó que al fin había acertado. Empezaba a entenderla...

- ¿Quiere quedarse aquí? - preguntó Carlisle.

- ¡No, no! - dijo rápidamente, balanceando sus piernas por el borde del colchón hasta poner sus pies en el suelo.

Se tambaleó hacia adelante, desequilibrada, hacia los brazos de Carlisle. Él la sujetó estabilizándola.

De nuevo, me inundó la envidia.

- Me encuentro bien - dijo ella antes de que él pudiera hacer algún comentario, sus mejillas se sonrojaron suavemente.

Por supuesto, eso no molestaría a Carlisle. Se aseguró de que estuviera estable, y luego la soltó.

- Tome unas pastillas de Tylenol contra el dolor - indicó.

- No me duele mucho.

Carlisle sonrió mientras firmaba sus papeles.

- Parece que ha tenido muchísima suerte.

Ella se volvió lentamente, para lanzarme una mirada fulminante.

- La suerte fue que Edward estuviera a mi lado.

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- Ah, sí, bueno.

Coincidió Carlisle rápidamente, escuchando lo mismo que yo en su voz. Ella no creía que sus sospechas fueran producto de su imaginación. No todavía.

“Toda tuya”. pensó Carlisle “manéjalo como mejor te parezca”

- Muchas gracias - dije en voz baja, rápida y tranquilo, ningún humano pudo escucharme. Los labios de Carlisle se inclinaron hacia arriba al captar mi sarcasmo, mientras se volvía hacia Tyler.

- Lamento decirle que usted se va a tener que quedar con nosotros un poquito más - dijo, mientras comenzaba a examinarlo.

Bueno, yo había provocado este lío, así que era justo que tuviera que arreglarlo. Bella caminó deliberadamente hacia mí, sin detenerse hasta que estuvo incómodamente cerca. Recordé cómo había deseado, antes de todo el caos, que ella se acercara a mi... Esto era como una burla a ese deseo.

- ¿Puedo hablar contigo un momento? - murmuró muy bajo.

Su cálido aliento rozó mi cara y tuve que retroceder un paso. Su reclamo no había disminuido ni un ápice. Cada vez que ella estaba cerca de mí, se disparaban con urgencia mis peores instintos. El veneno llenaba mi boca y mi cuerpo anhelaba atacar, tomarla entre mis brazos y exprimir su garganta con mis dientes.

Mi mente era más fuerte que mi cuerpo, pero sólo un poco.

- Tu padre te espera - le recordé, apretando mi mandíbula.

Ella miró hacia Carlisle y Tyler. Tyler no nos prestaba atención, pero Carlisle estaba vigilando cada respiro.

“Con cuidado, Edward”

- Quiero hablar contigo a solas, si no te importa - insistió en voz baja.

Quería decirle que sí, que me importaba mucho, pero sabía que tenía que hacer esto tarde o temprano, así que me puse manos a la obra.

Estaba lleno de tantas emociones contradictorias cuando salí de la habitación, la escuchaba caminar a trompicones detrás de mí, tratando de mantener mi ritmo.

Ahora tenía que interpretar un show. Sabía que papel interpretaría - el de carácter más vil: sería el villano. Mentiría, ridiculizaría y sería cruel.

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Iría en contra de todos mis mejores impulsos - los impulsos humanos a los que me había aferrado durante todos estos años. Yo nunca había querido merecer más confianza que en este momento, cuando tenía que destruir cualquier posibilidad de obtenerla.

Todo era peor al saber que este sería el último recuerdo que ella tendría de mi. Esta sería mi escena de despedida.

Me volví hacia ella.

- ¿Qué quieres? - pregunté molesto.

Retrocedió ligeramente ante a mi hostilidad. Sus ojos me miraron desconcertados, la expresión que me había estado persiguiendo...

- Me debes una explicación -me dijo en voz baja, su rostro de marfil palideció.

Fue muy duro mantener el tono áspero.

- Te salvé la vida. No te debo nada.

Ella se estremeció, quemaba como el ácido ver cómo le herían mis palabras.

- Me lo prometiste - susurró.

- Bella, te diste un fuerte golpe en la cabeza, no sabes de qué hablas- Su barbilla se tensó.

- No me pasaba nada en la cabeza.

Estaba enfadada de nuevo, y eso lo hizo todo más fácil. Respondí a su mirada, poniendo mi expresión más hostil.

- ¿Qué quieres de mi, Bella?

- Quiero saber la verdad. Quiero saber por qué miento por ti – Lo que quería era justo, era frustrante tener que negárselo.

- ¿Qué crees que pasó? - casi le gruñí.

Sus palabras se derramaron en un torrente.

- Todo lo que sé es que no estabas cerca de mí, en absoluto, y Tyler tampoco te vio, de modo que no me vengas con eso de que me he dado un golpe muy fuerte en la cabeza. La furgoneta iba a matarnos, pero no lo hizo. Tus manos dejaron abolladuras tanto en la carrocería de la furgoneta como en el coche marrón, pero has salido ileso. Y luego la sujetaste cuando me iba a aplastar las piernas...

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De pronto, apretó los dientes, sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas. La miré, con una expresión burlona, aunque lo que realmente sentía era temor, ella lo había visto todo.

- ¿Crees que aparté a pulso una furgoneta? - le pregunté con sarcasmo.

Me respondió con un gesto, asintiendo. Mi voz se hizo más burlona.

- Nadie te va a creer, ya lo sabes.

Ella hizo un esfuerzo para controlar su ira. Cuando me respondió, dijo cada palabra con deliberada lentitud:

- No se lo voy a decir a nadie.

Lo decía en serio - pude verlo en sus ojos. Incluso furiosa y traicionada, ella guardaría mi secreto.

¿Por qué?

El shock arruino mi expresión, cuidadosamente diseñada, durante medio segundo, antes de recomponerme.

- Entonces, ¿qué importa? - pregunté, tratando de mantener mi voz severa.

- Me importa a mí - me dijo con intensidad -. No me gusta mentir, por eso quiero tener un buen motivo para hacerlo.

Me estaba pidiendo que confiara en ella. Igual que yo quería que ella confiara en mí. Pero era una línea que yo no podía cruzar.

Mi voz se mantuvo insensible.

- ¿Es que no me lo puedes agradecer y punto?

- Gracias – dijo, y luego esperó echando chispas.

- No vas a dejarlo correr, ¿verdad?

- No.

- En tal caso… - No podía decirle la verdad, aunque quería… y no quería. Prefería que ella inventara su propia historia, a que supiera lo que era, porque nada podía ser peor que la verdad. Yo era una pesadilla viviente, sacado directamente de las páginas de una novela de terror - Espero que disfrutes de la decepción.

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Nos fruncimos el ceño el uno al otro. Era extraño lo entrañable que era su ira. Como una gatita furiosa, débil e inofensiva, y tan inconsciente de su propia vulnerabilidad. Ella se ruborizó y apretó los dientes otra vez.

- ¿Por qué te molestaste en salvarme?

Su pregunta me cogió desprevenido, no estaba preparado para responder. Perdí el hilo del papel que estaba interpretando. Sentí cómo la máscara se caía de mi rostro, y le dije, esta vez, la verdad.

- No lo sé.

Memoricé su rostro por última vez- que aún reflejaba la líneas de su ira, la sangre aún no había desaparecido de sus mejillas, y entonces me di la vuelta y me alejé de ella.

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4444: Visiones: Visiones: Visiones: Visiones

Volví al instituto. Esto era lo correcto, la forma más discreta de comportarme.

Al final del día, casi todos los demás estudiantes también habían regresado a clase. Sólo Tyler y Bella y algún otro – que habían usado el accidente como excusa para faltar a clases, permanecieron ausentes.

No debería ser tan difícil para mí hacer lo correcto. Sin embargo, me pase toda la tarde con los dientes apretados, luchado contra el impulso del anhelo de escabullirme también, con el fin de ir a buscar a la chica otra vez.

Como un acosador. Un acosador obsesionado. Un vampiro acosador obsesionado.

El instituto era hoy - de alguna manera, imposible - incluso más aburrido de lo que me parecía hace apenas unas semanas. Era como estar en coma. Como si el color hubiera desaparecido de los ladrillos, de los árboles, del cielo, de los rostros de mi alrededor... me quedé mirando las grietas de las paredes.

Había otra cosa correcta que debería estar haciendo...y no hacía. Por supuesto, también era algo malo. Todo dependía de la perspectiva con la que se mirara. Desde la perspectiva de un Cullen - no como vampiro, sino Cullen, alguien que pertenecía a una familia, un estado tan raro en nuestro mundo - lo correcto hubiera sido algo como esto:

- Estoy sorprendido de verte en clase, Edward. Escuché que estuviste involucrado en el horrible accidente de esta mañana.

- Sí, lo estuve, Sr. Banner, pero tuve suerte. - Una sonrisa amistosa - No me hice daño... Desearía poder decir lo mismo sobre Tyler y Bella.

- ¿Cómo están?

- Creo que Tyler está bien...sólo tiene algunos rasguños superficiales por el vidrio del parabrisas. Pero no estoy tan seguro acerca de Bella- Un gesto de preocupación – Es posible que tenga tener una conmoción cerebral. Escuché que decía cosas bastante incoherente, durante un rato incluso imaginó que veía cosas. Sé que los médicos estaban muy preocupados...

Eso es lo que debería estar haciendo. Era lo que le debía a mi familia.

- Estoy sorprendido de verte en clases, Edward. Escuché que estuviste involucrado en el horrible accidente de esta mañana.

- No me hice daño - ninguna sonrisa.

El Sr. Banner cambió su peso de un pie al otro, incómodo.

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- ¿Tienes alguna idea de cómo se encuentran Tyler y Bella? Escuché que estaban heridos...

Me encogí de hombros.

- No lo sé.

El Sr. Banner se aclaró la garganta.

- Eh, vale... - dijo. mi fría mirada hizo que su voz sonara un poco tensa. Caminó rápidamente hacia el frente de la clase y comenzó la clase.

Era la forma incorrecta de actuar, a no ser que lo mirase desde el otro punto de vista.

Es que me parecía tan... tan poco caballeroso calumniar a la chica a sus espaldas, especialmente cuando ella me había demostrado que se podía confiar en ella más de lo que podría haber soñado.

Ella no había dicho nada para no traicionarme, a pesar de tener una buena razón para hacerlo. ¿Iba yo a traicionarla a ella, cuando ella había mantenido mi secreto?

Tuve una conversación muy parecida con la Sra. Goff, sólo que en español en vez de en inglés, y Emmett me dirigió una larga mirada.

“Espero que tengas una explicación muy buena para lo que ha pasado hoy. Rose está en pie de gueraa”

Puse los ojos en blanco, sin mirarlo. De hecho, había encontrado una explicación perfectamente racional. Se suponía que yo no tendría que haber hecho nada para detener a la furgoneta que iba a aplastar a la chica... alejé ese pensamiento. Pero si la hubiera golpeado, si la hubiera destrozado y herido derramando su sangre, vertiendo el líquido rojo, vertiéndose en el asfalto, el aroma de su sangre fresca esparciéndose a través del aire...

Me estremecí de nuevo, pero no sólo por el horror. Una parte de mí se estremeció por el deseo. No, yo no habría sido capaz de ver sus sangre sin exponernos a todos de una forma mucho más flagrante y escandalosa.

Era una excusa perfecta... pero iba a utilazarla. Era demasiado vergonzoso.

Y no había pensando en ello hasta mucho tiempo después de que pasara, no lo había tenido en cuenta.

“Ten cuidado con Jasper” continuó Emmett, sacándome de mis pensamientos “No está tan enfadado... pero el es más decidido.”

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Vi lo que quería decir, y por un momento la habitación dio vueltas a mi alrededor. Mi furia era tan intensa que una niebla roja nubló mi visión. Pensé que me ahogaba en ella.

“¡Shh, Edward contrólate!” me gritó Emmett en su cabeza. Su mano cayó sobre mi hombro, sosteniéndome en el asiento antes de que pudiera saltar sobre mis pies. Él rara vez utilizaba toda su fuerza - rara vez le hacía falta, ya que era mucho más fuerte que ningún vampiro que nosotros hubiéramos encontrado - pero él la estaba utilizando. Apretó mi brazo, en lugar de apretarme hacia abajo. Si me hubiera empujado la silla se hubiera derrumbado debajo de mi.

- ¡Tranquilo! - me ordenó.

Traté de calmarme, pero era difícil. La rabia quemaba en mi cabeza.

“Jasper no va a hacer nada hasta que todos hablemos. Sólo pensé que debías saber lo que él pretendía”

Me concentré en relajarme, y sentí que la mano de Emmett aflojaba.

“Intenta no montar más espectáculos. Ya tienes bastantes problemas”

Respiré profundamente y Emmett me soltó. Comprobé la clase de forma rutinaria, pero nuestro enfrentamiento había sido tan breve y silencioso que solo unas pocas personas sentadas detrás de Emmett lo habían notado. Ninguno de ellos sabía qué hacer al respecto, así que lo dejaron pasar. Los Cullen son raros - todo el mundo sabía eso ya.

“¡Maldita sea, chico, eres un desastre!” agregó Emmett, con tono simpático.

- Muérdeme - dije en voz baja, escuché como se reía por lo bajo.

Emmett no era rencoroso, y yo debería estar agradecido por su naturaleza tranquila. Pero podía ver que las intenciones de Jasper tenían sentido para Emmett, él también estaba considerando cuál sería la mejor forma de actuar.

La rabia ardía a fuego lento, apenas bajo control. Sí, Emmett era más fuerte que yo, pero aún no había conseguido vencerme en un combate de lucha. El decía que era porque yo hacía trampa, pero escuchar los pensamientos era parte de mí, tanto como su inmensa fuerza lo era de él. Estábamos muy igualados en una pelea.

¿Una pelea? ¿En eso iba a terminar todo esto? ¿Iba a pelear contra mi familia por una humana que apenas conocía?

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Lo Pensé por un momento, pensé en la sensación de fragilidad del cuerpo de la chica en mis brazos, en contraposición con Jasper, Rose y Emmett - sobrenaturales fuertes y rápidos, máquinas de matar de la naturaleza.

Sí, quería pelear por ella. Contra mi familia. Me estremecí.

Pero no era justo dejarla indefensa cuando era yo quién le había puesto en peligro.

Yo no podía ganar sólo, no contra los tres, me pregunté quienes se pondrían de mi lado.

Carlisle, sin duda, él no querría pelear con nadie, pero estaría totalmente en contra de Rose y las intenciones Jasper. Eso podría todo lo que necesitara. Ya veríamos...

Esme, dudosa. Ella tampoco iría contra mi, y odiaría estar en desacuerdo con Carlisle, pero aprobaría cualquier plan que mantuviera a su familia intacta. Su prioridad no sería hacer lo correcto, salvo yo.

Si Carlisle era el alma de nuestra familia, entonces Esme era el corazón. Él nos dio un líder a quien merecía la pena seguir; ella hizo que seguirle fuera un acto de amor.

Todos nos queríamos - incluso con la furia que sentía hacia Jasper y Rose en estos momentos, incluso planeando luchar contra ellos para salvar a la chica, sabía que les quería.

Alice... no tenía idea. Probablemente dependería de lo que viera venir. Imaginé que ella se aliaría con el ganador.

Por lo tanto, tendría que hacer esto sin ayuda. Yo no era rival para ellos solo, pero no iba a dejar que la chica saliera herida por mi culpa. Eso podría terminar una acción evasiva...

Mi rabia se amortiguó un poco, con el repentino humor negro. Me imaginé cómo reaccionaría ella ante un secuestro. Por supuesto, rara vez acertaba con sus reacciones pero ¿qué otra reacción podría tener, además de terror? No estaba seguro de cómo podría manejar… su secuestro. No podría soportar estar cerca de ella por mucho tiempo. Tal vez sólo la llevaría con su madre. Incluso eso estaba cargado de peligro. Para ella.

Y también para mí, me di cuenta de repente. Si la mataba por accidente... no podía estar del todo seguro, de cuánto dolor me causaría, pero sabía que lo sería de muchas manera diferentes y muy intenso.

El tiempo pasó muy rápido, mientras yo reflexionaba sobre todas las complicaciones que tenía por delante: la discusión esperándome en casa, el conflicto

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con mi familia, la distancia que yo podría recorrer después, si me veía obligado... bueno, ya no me podía quejar de que la vida en el instituto fuera monótona. La chica había cambiado eso.

Emmett y yo caminamos silenciosamente hacia el coche cuando sonó la campana. Él estaba preocupado por mí, y preocupado por Rosalie. Él sabía de qué lado tendría que ponerse en caso de una pelea, y eso lo molestaba. Los demás nos esperaban en el coche, también en silencio. Parecíamos un grupo muy tranquilo. Sólo yo podía oír los gritos.

-¡Idiota! ¡Lunático! ¡Imbécil! ¡burro! ¡Egoísta, tonto irresponsable!- Rosalie mantuvo un flujo constante de insultos al máximo de sus pulmones mentales.

Se hizo difícil escuchar a los demás, pero la ignoré lo mejor que pude.

Emmett tenía razón sobre Jasper. Él estaba seguro de su decisión.

Alice estaba intranquila, preocupándose por Jasper, ojeando las imágenes del futuro. No importaba en qué dirección fuera Jasper a por la chica. Alice siempre me veía ahí, bloqueándolo. Interesante...ni Rosalie ni Emmett estaban con él en estas visiones. Así que Jasper planeaba atacar solo. Eso facilitaría las cosas.

Jasper era el mejor, sin duda el luchador más experimentado entre nosotros. La ventaja que yo tenía es que podía escuchar sus movimientos antes de que los hiciera.

Yo nunca había peleado, más que jugando, con Emmett o Jasper, sólo haciendo el tonto. Me hacía sentir mal tan solo pensar en herir de verdad a Jasper...

No, eso no. Sólo le bloquearía. Eso sería todo.

Me concentré en Alice, memorizando las diferentes formas de ataque de Jasper. Mientras hacía esto, sus visiones cambiaban, moviéndose más y más lejos de la casa de los Swan. Cada vez lo bloqueaba antes...

“¡Para ya, Edward! No puede suceder de esta manera. No lo permitiré”

No le respondí, sólo continué mirando. Ella comenzó a buscar más adelante, entre la neblina, en el inseguro reino de las lejanas posibilidades. Todo era sombrío y borroso.

Durante todo el camino a casa, no se rompió el incómodo silencio. Deje el coche en el garaje grande de la casa. El Mercedes de Carlisle ya estaba allí, junto al gran jeep de Emmett, el M3 de Rose y mi Vanquish. Me alegré de que Carlisle estuviera ya en casa, este silencio terminaría de forma explosiva y yo quería que él estuviera allí cuando ocurriera.

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Nos fuimos directamente al comedor.

La habitación, obviamente, nunca se utilizaba para el propósito previsto. Pero estaba amueblada con una larga mesa oval de color caoba, rodeada de sillas. Éramos escrupulosos sobre tener todos los accesorios correctos en su lugar. A Carlisle le gustaba usarla como sala de conferencias. En un grupo con personalidades fuertes y dispares, a veces era necesario discutir las cosas sentados con calma.

Tuve la sensación de que el escenario esta vez no serviría de ayuda.

Carlisle estaba sentado en su sitio habitual, en el extremo oriental de la habitación y Esme estaba a su lado, sus manos estaban unidas por encima de la mesa.

Los ojos dorados de Esme estaban fijos en mí, llenos de preocupación.

“Quédate” era su único pensamiento.

Deseaba poder sonreír a la mujer que era una verdadera madre para mí, pero no podía darle garantías en estos momentos.

Me senté al otro lado de Carlisle, Esme alargó su mano libre, a través de la mesa, para ponerla sobre mi hombro. Ella no tenía idea de lo que íbamos a discutir, sólo estaba preocupada por mí.

Carlisle tenía más idea de los que se avecinaba. Tenía los labios apretados y la frente arrugada. Su expresión le hacía parecer demasiado viejo para su joven rostro. Cuando todo el mundo se sentó pude ver la línea claramente definida.

Rosalie se sentó justo en frente de Carlisle, en el otro extremo de la mesa. Ella me miraba sin apartar la vista. Emmett se sentó a su lado, su rostro y sus pensamientos eran un tanto irónicos.

Jasper vaciló, y luego se apoyó contra la pared, detrás de Rosalie. Él estaba decidido, independientemente del resultado de esta discusión. Apreté los dientes.

Alice fue la última en entrar, y sus ojos estaban enfocados en algo muy lejano, el futuro, todavía demasiado confuso para que ella pudiera interpretarlo.

Pareció que sin pensarlo, se sentó al lado de Esme. Se frotó la frente como si tuviera jaqueca. Jasper se movió inquieto, pensando en unirse a ella, pero se mantuvo en su lugar.

Tomé una respiración profunda. Yo había empezado esto, así que debía hablar primero.

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- Lo siento - dije, mirando primero a Rose, a continuación a Jasper y después a Emmett. - Yo no quería poner a nadie en peligro. He sido imprudente, y asumiré toda la responsabilidad por mis actos precipitados.

Rosalie me miró ceñuda.

- ¿A qué te refieres con “asumiré toda la responsabilidad”? ¿Vas a arreglar esto?

- No de la manera que tú pretendes - dije, tratando de mantener mi voz apacible y tranquila.

- Estoy dispuesto a marcharme ahora, si hace las cosas mejor. - …Si estoy seguro de que la chica estará a salvo y de que ninguno la tocará, corregí en mi cabeza.

- No – murmuró Esme - No, Edward.

Le di una palmadita en su mano.

- Es sólo por unos años.

- Bueno, Esme tiene razón - dijo Emmett. – Ahora no puedes irte a otro sitio. Eso sería lo contrario a ayudar. Ahora más que nunca tenemos que saber lo que la gente está pensando.

- Alice notará si hay algún cambio importante. - discrepé.

Carlisle movió su cabeza.

- Creo que Emmett tiene razón, Edward. Es más probable que la chica hable si tú desapareces. O nos vamos todos, o ninguno de nosotros.

- Ella no dirá nada - insistí rápidamente. Rose estaba al borde de la explosión, y yo pretendía explotar primero.

- Tú no sabes lo que piensa - me recordó Carlisle.

- Estoy totalmente seguro. Alice, ayúdame un poco.

Alice me miró cansinamente.

- No puedo ver lo que ocurrirá si seguimos ignorando esto - miró a Rose y a Jasper.

No, ella no podía ver ese futuro, no cuando Rosalie y Jasper estaban decididos a no ignorar el incidente. La palma de la mano de Rosalie pegó en la mesa con un fuerte golpe.

- No podemos darle la oportunidad a la humana de que diga nada. Carlisle, tú debes ver eso. Incluso si todos desapareciéramos, es peligroso dejar historias detrás de

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nosotros. Vivimos de forma muy diferentes al resto de nuestra clase, tú sabes que hay a quien les encantaría tener una excusa para apuntarnos con el dedo. ¡Debemos tener más cuidado que nadie!

- Ya hemos dejado rumores atrás antes - le recordé.

- Sólo rumores y sospechas, Edward. ¡No testigos y evidencias!

- ¡Evidencias! - me burlé.

Pero Jasper asentía con la cabeza, con la mirada muy dura.

- Rose... - comenzó Carlisle.

- Déjame terminar, Carlisle. No será complicado. La chica se ha golpeado la cabeza. Así que tal vez la lesión resulte ser más grave de lo que parecía- Rosalie se encogió de hombros - Todos los mortales se van a dormir con la posibilidad de no volver despertar. Los otros esperan que seamos capaces de arreglar nuestros asuntos. Técnicamente, ese sería el trabajo de Edward, pero esto obviamente lo supera. Tú sabes que yo me puedo controlar. No dejaría ninguna evidencia.

- Sí, Rosalie, todos sabemos qué eres una asesina muy competente - le gruñí.

Ella me siseó, furiosa.

- Edward, por favor - dijo Carlisle, se volvió hacia Rosalie - Actué de otra forma en Rochester porque sentí que merecías justicia. Los hombres que murieron habían abusado de ti monstruosamente. Esta no es la misma situación. La chica Swan es inocente.

- No es algo personal, Carlisle. - dijo Rosalie entre dientes - Es para protegernos a todos.

Hubo un breve momento de silencio mientras Carlisle pensaba su respuesta. Cuando él negó con la cabeza, Rosalie puso los ojos en blanco. Ella debería haberlo sabido. Incluso si yo no fuera capaz de leer sus pensamientos, hubiera podido anticipar sus palabras. Carlisle nunca iba a permitirlo.

- Sé que tus intenciones son buenas, Rosalie, pero... me gustaría mucho que nuestra familia fuera digna de proteger. En ocasiones tenemos accidentes... lapsus con nuestro control, y eso es una parte lamentable de lo que somos. - Era muy propio de él incluirse en el plural, aunque él nunca había sufrido un lapsus. - El asesinar a una niña inocente a sangre fría es algo muy diferente. Creo que el riesgo que ella representa, hable de sus sospechas o no, no es el mayor riesgo, si hacemos excepciones para protegernos, corremos un riesgo mucho más importante. Nos arriesgamos a perder la esencia de lo que somos.

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Controlé mi expresión muy cuidadosamente. No serviría de nada sonreír, o aplaudir, como me habría gustado. Rosalie frunció el ceño.

- Es simplemente ser responsable.

- Es ser cruel - corrigió Carlisle suavemente. - toda vida es valiosa.

Rosalie suspiró profundamente y su labio inferior sobresalió en un puchero. Emmett acarició su hombro.

- Todo saldrá bien, Rose - la animó en voz baja.

- La pregunta, - continuó Carlisle - es si nos tenemos que marchar, o no.

- No - gimió Rosalie. - Acabamos de instalarnos. ¡No quiero empezar de nuevo el segundo año en otro instituto!

- Podrías mantener tu edad actual, por supuesto- dijo Carlisle.

- ¿Y tener que mudarnos de nuevo tan pronto? - ella discrepó. Carlisle se encogió -. ¡Me gusta estar aquí! ¡Hay tan poco sol, que casi podemos tener una vida normal!

- Bueno, en realidad no tenemos que decidirlo ahora. Podemos esperar y ver si es realmente necesario. Edward parece muy seguro del silencio de la chica Swan.

Rosalie resopló. Pero ya no estaba preocupado por Rose. Podía ver que ella acataría la decisión de Carlisle, sin importar lo enfadada que estuviera conmigo. Su conversación había derivado a detalles sin importancia.

Jasper permanecía impasible.

Yo entendía por qué. Antes de que él y Alice se conocieran, él había vivido en una zona de combate, un despiadado escenario de guerra. Él conocía las consecuencias de incumplir las normas, él había visto las espeluznantes repercusiones con sus propios ojos.

Ya decía mucho que no hubiera intentado calmar a Rosalie con sus facultades extras, ni que tratara de alentarla. Él se mantenía alejado de la discusión.

- Jasper - dije. Se encontró con mi mirada, su rostro inexpresivo. - Ella no pagará por mi error. No voy a permitirlo.

- ¿Ella se beneficiará de él entonces? Tendría que haber muerto hoy, Edward. Yo sólo voy a restablecer eso.

Yo lo repetí otra vez, enfatizando cada palabra.

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- No voy a permitirlo.

Enarcó las cejas sorprendido, él no había se lo esperaba, no había pensado que yo pudiera interferir para detenerlo.

Negó con la cabeza una vez.

- No permitiré que Alice viva en peligro, ni siquiera uno pequeño. Tú no sientes por nadie lo que yo siento por ella, Edward. Y no has vivido lo que yo he vivido, hayas visto mis recuerdos o no. Tú no lo entiendes.

- Yo no discuto eso, Jasper. Pero te lo digo ahora, no voy a permitir que le hagas daño a Isabella Swan.

Nos miramos uno al otro, no desafiándonos, pero midiendo la oposición. Sentí cómo probaba el estado de ánimo que me rodeaba, poniendo a prueba mi determinación.

- Jas,… - dijo Alice, interrumpiéndonos.

Él me sostuvo la mirada por un momento más, y entonces la miró a ella.

- No te molestes en decirme que puedes protegerte sola, Alice, eso ya lo sé. Aún así tengo que...

- Eso no es lo que voy a decir - le interrumpió Alice. - Te iba a pedir un favor.

Vi lo que había en su mente, y mi boca se abrió con un audible gemido. Me la quede mirando sorprendido, consciente solo vagamente de que todo el mundo, aparte de Alice y Jasper, estaba mirándome a mí con cautela.

- Sé que me amas. Gracias. Pero realmente agradecería que no trataras de matar a Bella. En primer lugar, Edward habla en serio, y yo no quiero vosotros dos os peleéis. Y segundo, ella es mi amiga, o al menos, lo será.

Estaba tan claro como el agua en su cabeza: Alice, sonriendo, con su brazo, frío y pálido, alrededor de los frágiles hombros de la cálida chica. Y Bella sonreía también, con su brazo alrededor de la cintura de Alice. La visión era sólida como una roca, el tiempo era lo único incierto.

- Pero... Alice... - dijo Jasper con voz entrecortada. Yo no logré volver la cabeza para ver su expresión. No podía alejarme de la imagen en la cabeza de Alice, con el fin de escucharla.

- Voy a quererla algún día, Jazz. Me enfadaré mucho contigo si no la dejas…

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Yo todavía estaba encerrado en los pensamiento de Alice, y vi cambiar el futuro cuando Jasper decidió aceptar su inesperada petición.

- ¡Ah! - suspiró Alice- su decisión lo había aclarado todo en un nuevo futuro.

- ¿Ves? Bella no va a decir nada. No hay nada de qué preocuparse.

La forma en que dijo el nombre de la chica... como si ya fueran íntimas amigas...

- Alice - me ahogaba - ¿Qué significa...eso…?

- Te dije que un cambio se aproximaba. No sé, Edward. - Pero ella apretó su mandíbula y pude ver que había algo más. Ella estaba tratando de no pensar en ello, se estaba centrando mucho en Jasper de repente, aunque él estaba demasiado impactado para progresar demasiado en sus decisiones. Ella hacía esto a veces, cuando trataba de esconderme algo.

- ¿Qué, Alice? ¿Qué estás ocultando?

Oí como se quejaba Emmett. Él siempre se sentía frustrado cuando Alice y yo teníamos este tipo de conversaciones.

Ella sacudió la cabeza, tratando de no dejarme entrar.

- ¿Se trata de la chica? - exigí saber - ¿Se trata de Bella?

Ella apretaba los dientes concentrada, pero cuando dije el nombre de Bella, se desconcentró. Su desliz sólo duró una milésima de segundo, pero eso fue suficiente.

- ¡NO! - grité.

Escuché como mi silla caía al suelo, y sólo entonces me di cuenta de que estaba de pie.

- ¡Edward! - Carlisle se había puesto de pie también, su mano estaba en mi hombro, apenas notaba su presencia.

- Se está solidificando - dijo Alice en voz baja.- Cada minuto está más decidido. Existen tan sólo dos opciones para ella. Es una cosa o la otra Edward. - Podía ver lo que ella veía... pero no podía aceptarlo.

- ¡No! - dije de nuevo, pero no había volumen en mi negación. Sentí mis piernas flácidas y tuve que agarrarme a la mesa.

- ¿No habrá nadie que nos explique al resto el misterio? - se quejó Emmett.

- Tengo que irme - le dije a Alice, ignorando a Emmett.

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- Edward, ya hemos hablado de eso - dijo Emmett en voz alta - Esa es la mejor manera de hacer que la chica hable. Además, si te vas, no sabríamos si ella ha hablado o no. Tienes que quedarte y hacer frente a esto.

- No veo que vayas a ninguna parte, Edward - me dijo Alice. - Creo que ya no puedes irte “Piensa en eso” agregó silenciosamente “Piensa en irte”

Vi lo que quería decir. Sí, la idea de no ver a la chica nunca más era... dolorosa. Pero era también necesaria. No podía aceptar ninguno de los futuros a los que, aparentemente, yo iba a condenarla.

“No estoy totalmente segura de Jasper, Edward” continuó Alice. “Si tú te vas, si él piensa que ella es un peligro para nosotros...”

- Yo no veo eso - la contradije, todavía sin hacer demasiado caso a los demás, que nos escuchaban. Jasper estaba confuso, pero no haría nada que perjudicara a Alice.

“No es el momento oportuno. ¿Arriesgarás su vida, dejándola indefensa?”

- ¿Por qué me estás haciendo esto? - me quejé.

Mi cabeza cayó en mis manos. Yo no era el protector de Bella. No podía serlo. ¿Acaso el futuro dividido de Alice no era suficiente prueba de eso?

“Yo le quiero, también. O lo haré. No de la misma forma, pero quiero que esté bien para cuando eso ocurra”

- ¿Quererla? ¿También? - susurré, incrédulo.

Ella suspiró.

“¡Estás tan ciego, Edward! ¿No ves a dónde te diriges? ¿No puedes ver dónde estás ya? Es mucho más inevitable que el sol salga por el este. Ve lo que yo veo...”

Agité mi cabeza, horrorizado.

- No - traté de apagar las visiones que ella me revelaba- No tengo que seguir ese camino. Me iré. Cambiaré el futuro.

- Puedes intentarlo - me dijo, con voz escéptica.

- Oh, ¡Vamos! - gritó Emmett.

- Presta atención. - Rose le susurro a él - ¡Alice ve a Edward enamorándose de la humana, ¡Qué clásico Edward! - Ella hizo un sonido de asco. Apenas la oí.

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- ¿Qué? - dijo Emmett, sorprendido, luego su tronante risa hizo eco en la habitación.

- ¿Eso es lo que está pasando? - se rió de nuevo. - ¡mala suerte, Edward!.

Sentí su mano en mi hombro y la sacudí, ausente. No podía prestarle atención.

- ¿Enamorado de una humana? - repitió Esme con voz aturdida - ¿De la chica que salvó hoy? ¿Se ha enamorado de ella?

- ¿Qué es lo que ves, Alice? Exactamente - preguntó Jasper.

Ella se volvió hacia él. Yo continué mirando el perfil de su cara, aturdido.

- Todo depende de si él es lo suficientemente fuerte o no. O la mata él mismo - se volvió para encontrarse de nuevo con mi mirada deslumbrada -, lo cual, realmente, me irritaría, Edward, por no mencionar lo que te haría a ti... - Miró a Jasper de nuevo -, o algún día ella será una de nosotros.

Alguien se quedó sin aliento, no miré quién.

- ¡Eso no va a suceder! - yo estaba gritando de nuevo - ¡Ninguna de las dos!

Alice no pareció escucharme.

- Todo depende - repitió. - él puede ser lo bastante fuerte para no matarla, ¡pero estará muy cerca! Necesitará una cantidad asombrosa de autocontrol - reflexionaba -más aún del que tiene Carlisle. Él puede ser lo bastante fuerte... la única cosa para la que no es suficientemente fuerte es para mantenerse alejado de ella. Esa es una causa perdida.

No podía encontrar mi voz. Nadie parecía ser capaz. La habitación estaba en silencio. Me quedé mirando a Alice, y todo el mundo me miraba a mí. Podía ver mi propia expresión de horror desde cinco puntos de vista diferentes.

Después de un largo rato, Carlisle suspiró.

- Bueno, esto... complica las cosas.

- Iba a decir lo mismo - asintió Emmett, su voz aún estaba cercana a la risa, Solo Emmett podía encontrarle la gracia a la destrucción de mi vida.

- Supongo que los planes siguen siendo los mismos, sin embargo - dijo Carlisle pensativo- Nos quedaremos y esperamos. Obviamente, nadie hará daño ... a la chica.

Me puse rígido.

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- No, - dijo Jasper en voz baja - Estoy de acuerdo siempre y cuando Alice vea sólo esos dos caminos...

- ¡No! - Mi voz no fue un grito ni un gruñido ni un ruego desesperado, sino una combinación de los tres. - ¡No!

Tuve que salir para estar lejos del ruido de sus pensamientos. El egoísmo de Rosalie, con su injustificada aversión, el humor de Emmett, la paciencia infinita de Carlisle... peor aún: la confianza de Alice y la confianza de Jasper en la confianza de Alice. Y lo peor de todo: La… alegría de Esme.

Salí de la habitación. Esme me tocó el brazo al pasar pero yo ignoré el gesto.

Empecé a correr antes de salir de casa, salté por encima del río, y corrí hacia el bosque. Llovía de nuevo, tan fuerte que en minutos estuve empapado. Me gustaba la densa capa de agua, que creaba una pared entre yo y el resto del mundo. Encerrándome, dejándome estar solo.

Corrí hacia el este, a lo largo y a través de las montañas sin detenerme, sin salir de mi trayectoria en línea recta, hasta que pude ver las luces de Seattle al otro lado. Me detuve antes de tocar la fronteras de la civilización humana.

Encerrado por la lluvia, totalmente solo, finalmente pude ver lo que había hecho, la forma en que había mutilado el futuro.

Primero, la visión de Alice y la chica, con sus brazos cogiéndose la una a la otra, la amistad era tan evidente que saltaba a la vista. Los ojos chocolate de Bella no estaban desconcertados en esta visión, pero seguían llenos de secretos, aunque parecían secretos felices. A ella no le importaba el frío brazo de Alice.

¿Qué significaba eso? ¿Cuánto sabía? En ese momento, en esta opción de futuro, ¿qué pensaba ella de mí?

Y, la otra imagen, muy parecida, sin embargo, ahora teñida por el horror. Alice y Bella, con los brazos aún envueltos alrededor de la una en la otra con signos de verdadera amistad. Pero ahora no había ninguna diferencia entre esos brazos, ambos eran pálidos, lisos como el mármol y duros como el acero. Los ojos de Bella ya no eran de chocolate. Su iris ahora impactaba, de un vivido carmesí.

Los secretos en ellos eran insondables. ¿Aceptación o desolación? Era imposible saberlo. Su rostro era frío e inmortal.

Me estremecí. No podía reprimir las preguntas, similares, pero diferentes: ¿Qué significaba esto? ¿Cómo había llegado a esto? ¿Y qué pensaba ella de mí ahora?

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Podía responder a esta última. Si la obligaba a pertenecer a esta media-vida, a causa de mi debilidad y mi egoísmo, seguramente ella me odiaría.

Pero había más, otra horrorosa imagen , la peor de las imágenes que había visto en mi cabeza… Mis propios ojos, de un profundo color carmesí a causa de la sangre humana, los ojos de un monstruo. El cuerpo destrozado de Bella en mis brazos, blanco, ceniciento, consumido y sin vida. Era tan concreto, tan claro.

No podía soportar ver eso, no podía soportarlo. Traté de borrarlo de mi mente, traté de ver algo más, cualquier otra cosa. Traté de volver a ver la expresión viva de su rostro, la que había estado obstruyendo mi vista en el último capítulo de mi existencia. No sirvió de nada.

La sombría visión de Alice llenó mi cabeza, y me retorcí internamente por la agonía que me causaba. Mientras tanto, el monstruo en mí rebosaba de alegría, encantado con la probabilidad de su éxito. Me daba asco.

No podía permitir esto. Tenía que haber alguna manera de eludir el futuro. No permitiría que las visiones de Alice me dirigieran. Siempre había otra opción.

Tenía que haberla.

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5: Las Invitaciones5: Las Invitaciones5: Las Invitaciones5: Las Invitaciones

La escuela. Ya no era el purgatorio, ahora era el mismísimo infierno. Tormento y fuego… sí, yo tenía ambos.

Ahora estaba haciendo todo lo correcto. Cada punto sobre la i. Nadie se podía quejar de que yo eludiera mis responsabilidades. Para complacer a Esme y proteger a los demás, me quedé en Forks. Volví a mis rutinas anteriores, cazaba al mismo tiempo que ellos, cada día asistía al instituto y representaba mi papel de humano, escuchaba con atención por si había noticias nuevas acerca de los Cullen, nunca hubo nada nuevo.

La chica no dijo ni una palabra de sus sospechas. Solo repetía la misma historia una y otra vez, que yo estaba a su lado y que la había empujado para sacarla del camino, hasta que sus entusiasmados oyentes se aburrieron y dejaron de pedirle más detalles. No había ningún peligro. Mi acción precipitada, no había herido a nadie.

A nadie excepto a mí mismo.

Yo estaba decidido a cambiar el futuro. No era una tarea fácil de hacer por mí mismo, pero no existía otra opción con la que pudiera vivir.

Alice dijo que yo no sería lo suficientemente fuerte para permanecer lejos de la chica. Quería probarle que estaba equivocada.

Había pensado que el primer día sería el más difícil, y al final del día realmente pensé que lo había sido, sin embargo, estaba equivocado.

Esto dolía, sabía que iba a hacerle daño a la chica, Me conformé con el hecho de saber que su dolor no sería más que un pinchazo, un pequeñita picadura de rechazo, en comparación con mi dolor. Bella era humana, y ella sabía que yo era algo más, algo malo, algo aterrador. Probablemente se sintió más aliviada que herida en el momento que le giré la cara y la traté como si no existiera.

- Hola Edward - se había dirigido a mí, el primer día de vuelta en biología. Su voz sonaba agradable, amistosa, un giro de ciento ochenta grados desde la última vez que hablamos.

¿Porque? ¿Qué le había hecho cambiar? ¿Lo había olvidado? ¿Había decidido que había imaginado todo lo ocurrido? ¿Me había perdonado por no haber cumplido mi promesa? Las preguntas me quemaban como la sed que me atacaba cada vez que respiraba.

Solo un momento para mirar en sus ojos, solo para ver si podía leer la respuesta que…

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No, yo no me podía permitir ni siquiera eso. No si iba a cambiar el futuro. Moví mi barbilla una pulgada en su dirección, sin dejar de mirar el frente de la habitación, asentí y volví mi cabeza hacia delante.

Ella no volvió a hablarme de nuevo.

Por la tarde, tan pronto se terminaron las clases, abandoné mi papel, y corrí hasta Seattle, como el día anterior. Parecía que podía manejar el dolor un poco mejor cuando volaba sobre la tierra, mientras todo a mi alrededor se volvía un borrón verdoso.

Esa carrera se convirtió en un hábito diario.

¿La amaba? No lo creía, no todavía. Las visiones del futuro de Alice se me habían quedado grabadas, sin embargo, veía lo fácil que era enamorarse de Bella. Sería exactamente como dejarme caer, sin esfuerzo. No enamorarme era lo opuesto a una caída, como si tirara de mí mismo en un acantilado, mano sobre mano, una tarea agotadora, como si yo solo tuviera la fuerza de un mortal.

Había pasado más de un mes y cada día era más difícil. No tenía ningún sentido para mí, intentaba encontrarlo, para que me fuera más fácil, esto debía ser lo que había pronosticado Alice cuando dijo que yo no podía alejarme de la chica. Ella había visto como iba a avanzar el dolor. Pero yo podía manejar el dolor.

Yo no destruiría el futuro de Bella. Si estaba destinado a amarla, ¿entonces evadirla no era lo mejor que podía hacer?

Sin embargo, evitarla estaba al límite de lo que podía soportar. Podía fingir que no le hacía caso y no mirar nunca hacia ella. Podía fingir que ella no me interesaba. Pero hasta ahí llegaban mis límites solo era apariencia y no la realidad.

Todavía estaba pendiente de cada respiración, de cada palabra que decía.

Tenía mis tormentos agrupados en cuatro categorías.

Los dos primeros eran familiares, su olor y su silencio. O más bien, asumiendo la responsabilidad que me correspondía, mi sed y mi curiosidad.

La sed era el principal de mis tormentos. Ahora ya era una simple costumbre no respirar en toda la clase de biología. Por supuesto siempre había excepciones, cuando tenía que contestar alguna pregunta o algo por el estilo, y necesitaba tomar aliento para hablar. Cada vez que cogía aire cerca de la chica, era igual que el primer día, fuego, necesidad y una brutal violencia, desesperada por que la dejara libre. Era difícil aferrarse, incluso ligeramente, a la razón o al control en esos momentos. Y al igual que el primer día, el monstruo en mí rugía, tan cerca de la superficie…

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La curiosidad era el más constante de mis tormentos. La pregunta nunca salía de mi mente: ¿Qué está pensando ahora? Cuando le escuchaba suspirar en voz baja, cuando ausente se retorcía un mechón de su cabello con el dedo, cuando tiraba sus libros con un poco más de fuerza que de costumbre. Cuando llegaba tarde a clase. Cuando golpeaba su pie impaciente contra el suelo. Cada movimiento captado con mi visión periférica era un misterio desesperante. Cuando se dirigía a otros estudiantes humanos, analizaba el tono y cada palabra. ¿Estaba diciendo lo que pensaba o lo que ella creía que tenía que decir?. A menudo me parecía que ella trataba de decirles a sus amigos lo que querían escuchar, y esto me recordaba a mi familia y nuestra vida cotidiana de mentiras, aunque nosotros éramos bastante mejor que ella mintiendo. A menos que me equivocara, imaginando cosas ¿Por qué tenía ella que interpretar un papel? Ella era igual a ellos, solamente una adolescente humana.

Mike Newton era el más sorprendente de mis tormentos. ¿Quién habría imaginado que semejante mortal genérico y aburrido, podría ser tan irritante? Para ser honestos, debería sentir un poco de gratitud hacia el molesto chico, él mantenía a la chica hablando más que los demás. Aprendí mucho de ella en esas conversaciones - todavía estaba completando mi lista - pero era justo lo contrario, la intervención de Mike en mi proyecto solo empeoraba las cosas. No quería que Mike fuera en el que ella confiara para guardar sus secretos. Quería ser yo.

Ayudaba que él no se diera cuenta de los pequeños detalles, sus pequeños errores. Él no sabía nada de ella, había creado una Bella en su cabeza que no existía, una chica tan genérica como él. No había observado la generosidad y valentía que la diferenciaba de otros seres humano, nunca escuchaba la extraña madurez de sus palabras. Él no percibía que cuando ella hablaba de su madre, era como si hablara de su hija y no al revés: cariñosa, indulgente, algo divertida y ferozmente protectora. Él no escuchaba la paciencia en su voz cuando tenía que fingir interés en sus historias incoherentes y nunca vio la amabilidad tras esa paciencia.

A través de sus conversaciones con Mike tuve la oportunidad de añadir la cualidad más importante en mi lista, la más reveladora de todas ellas, tan simple como rara. Bella era buena. Todas las otras cosas solo se sumaban -amable, modesta, cariñosa y valiente- al hecho de que ella era una chica buena.

Este descubrimiento tan útil tampoco hizo que me entusiasmara con el chico, sin embargo. La manera posesiva en que veía a Bella, como si se tratara de una adquisición a conseguir, me provocaban tanto como sus vulgares fantasías. Ella confiaba cada vez más en él, con el paso del tiempo, parecía que le prefería antes que a los que él consideraba sus rivales: Tyler Crowley, Eric Yorkie, e incluso, esporádicamente, a mí mismo. Él se sentaba al borde de la mesa antes de que la clase comenzara y charlaba con ella, alentado por sus sonrisas. Sonrisas de cortesía, me decía a mí mismo.

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Al mismo tiempo me divertía imaginando que le lanzaba, de un revés, a través de la clase, contra la pared del fondo… probablemente eso no le dañaría de forma irreversible…

Mike ya no pensaba en mí como en un rival. Después del accidente, él se había preocupado de que Bella y yo nos uniéramos por la experiencia compartida, pero, obviamente, el resultado había sido el contrario. En aquel entonces él se había preocupado por la atención que yo le prestaba a Bella. Pero ahora que la ignoraba como a las demás chicas, él estaba encantado.

¿Qué pensaba ella ahora? ¿acaso agradecía su atención?

Y, finalmente, el último de mis tormentos, el más doloroso: la indiferencia de Bella.

Como yo no le hacía caso, ella me ignoraba. No volvió a intentar hablarme de nuevo. Por lo que yo sabía, ella no pensaba en mí en absoluto.

Eso me podría haber vuelto loco, o incluso, haber roto mi resolución de cambiar el futuro, salvo por que a veces ella me miraba como antes, yo no lo veía por mí mismo, porque no me permitía mirarla, pero Alice siempre nos advertía cuando ella estaba a punto de mirarme; los demás todavía desconfiaban de su silencio. El hecho de que ella me mirara, de vez en cuando, desde la distancia, aliviaba mi dolor. Por supuesto, seguro que lo hacía preguntándose que clase de monstruo era yo.

- Bella mirará a Edward en un minuto. Parecer normales - dijo Alice un martes de marzo, y los otros tuvieron cuidado de moverse e ir cambiando su peso, como los seres humanos, la quietud absoluta era una señal de nuestras especie.

Prestaba atención a la frecuencia con que ella miraba en mi dirección. Me gustaba, aunque no debería, que la frecuencia no se hubiera reducido con el tiempo. Yo no sabía qué quería decir, pero me hacía sentir mejor.

Alice suspiró “Me gustaría…”

- Mantente alejada, Alice… - dije en voz baja - No va a suceder.

Hizo un mohín. Alice estaba ansiosa de empezar su amistad con Bella. De una manera extraña, ella echaba de menos a una chica que no conocía.

“Admito que eres mejor de lo que pensaba. Tienes el futuro todo enmarañado y sin sentido otra vez, espero que estés feliz”

- Tiene mucho sentido para mí.

Ella resopló con delicadeza. Traté de mantenerla fuera de mi cabeza, estaba demasiado impaciente para la conversación. Yo no estaba de muy buen humor, más

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tenso de lo que ellos veían. Solo Jasper era consciente de la fuerte agonía que yo sentía, el captaba el estrés que emanaba de mí, con su habilidad única de sentir e influenciar sobre los estados de ánimo de los demás. Sin embargo él no entendía los motivos que lo causaban, y desde que yo estaba constantemente de mal humor, él se desentendía de mí.

Hoy iba a ser muy difícil, más duro que el día anterior. Como era habitual.

Mike Newton, el chico odioso que no me veía como a un rival, iba a pedirle a Bella una cita.

El baile, en el que la chica elegía, estaba cerca y él había estado esperando ansioso que Bella le invitara, que ella no lo hubiera hecho, minaba su confianza. Ahora él se encontraba en una situación incómoda - y yo estaba disfrutando de su malestar - Jessica Stanley acababa de invitarle al baile. Él no quería decir que “si”, porque todavía tenía esperanzas de que Bella le eligiera a él y así demostrarle a sus rivales que era el vencedor, pero él no quería decir que “no” y terminar por perderse el baile. Jessica, herida por sus dudas y adivinando sus razones, estaba pensando en fulminar a Bella. Y una vez más tuve el instinto de interponerme entre Bella y los malos pensamientos de Jessica. Ahora entendía mejor ese instinto, pero eso solo hacía más frustrante no poder actuar.

¡Pensar que había llegado a esto! Estaba totalmente obsesionado con los insignificantes dramas de la escuela que antes observaba con desprecio.

Mike estaba controlando sus nervios mientras acompañaba a Bella a Biología. Yo escuchaba su lucha mientras esperaba a que llegaran. El chico era débil. Había estado esperado este baile a propósito porque no quería confesar sus sentimientos sin que antes ella demostrara que le prefería a él, no quería sentirse vulnerable si le rechazaba, prefería que ella diera el primer paso.

Cobarde.

Se sentó encima de nuestra mesa de nuevo, cómodo con la confianza que se tomaba mientras, yo imaginaba el sonido que haría su cuerpo si se golpeaba contra el muro del fondo con la suficiente fuerza como para romperse los huesos.

- Bueno - le decía a la chica, con los ojos clavados en el suelo - Jessica me ha pedido que le acompañe al baile de primavera.

- Eso es estupendo - le respondió Bella inmediatamente con entusiasmo. Fue difícil no sonreír al escuchar cómo se hundían sus pensamientos, él había esperado consternación - Te vas a divertir un montón con ella.

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Él iba a buscar la respuesta que quería.

- Eh, bueno… - vaciló y casi se acobarda, luego se recuperó - Le dije que tenía que pensármelo.

- ¿Por qué lo hiciste? - le preguntó con tono de desaprobación y también había un indicio de alivio.

¿Qué significaba eso? Inesperadamente una intensa furia me hizo apretar los puños. Mike no escuchó el alivio. Su cara se puso roja de sangre - Feroz, como repentinamente me sentía, esto me pareció una invitación- y él miro el suelo otra vez mientras hablaba.

- Me preguntaba si… bueno…, si tal vez tenías intención de pedírmelo tú.

Bella dudó.

Y en ese momento de vacilación vi el futuro con más claridad de la que Alice nunca había tenido.

La chica podía decir que sí ahora a la pregunta de Mike, o tal vez no, pero de cualquier manera, algún día, pronto, ella le diría sí a alguien. Ella era encantadora y fascinante, y los hombres humanos no eran ajenos a este hecho. Ya fuera conformándose con alguno de estos mediocres, o si esperaba hasta salir de Forks, llegaría el día en el que ella diría sí.

Vi su vida pasar ante mí: universidad, carrera… amor, matrimonio. La vi a ella junto a su padre, cogida de su brazo, envuelta en gasa blanca, con su rostro iluminado por la alegría mientras se movía al son de la marcha de Wagner.

El dolor era el mayor que jamás había sentido. Un humano tendría que estar al borde de la muerte para sentir algo así y no sobreviviría. Y no era solo dolor, sino rabia absoluta.

La furia dolía como si buscara algún tipo de salida física. Aunque este insignificante e indigno chico no fuera al que Bella dijera que sí, anhelaba aplastar su cráneo con mi mano y dejarlo como muestra para el que al final lo fuera.

No entendía esta emoción, era como un laberinto de dolor y rabia, deseo y desesperación. Nunca había sentido algo así, ni siquiera podía ponerle nombre.

- Mike, creo que deberías aceptar la propuesta de Jess - le dijo Bella con su dulce voz.

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Las esperanzas de Mike cayeron empicadas. En otras circunstancias me hubiera alegrado, pero ahora se perdió en la réplica de dolor por el remordimiento de lo que la rabia y el dolor habían hecho en mí.

Alice tenía razón. Yo no era lo suficientemente fuerte.

Ahora, Alice estaría viendo el futuro girando y retorciéndose, destrozado de nuevo ¿le gustaría?

- ¿Se lo has pedido ya a alguien? - preguntó Mike hosco.

Me miró, desconfiado, por primera vez en muchas semanas, Me di cuenta de que me había traicionado mi interés y mi cabeza estaba inclinaba en dirección de Bella.

La envidia salvaje en sus pensamientos, la envidia contra cualquier chico que Bella prefiriera sobre él, de repente puso nombre a mi desconocida emoción.

Yo estaba celoso.

- No -dijo la chica con un poco de humor en su voz - No tengo intención de acudir al baile.

A través de todo el remordimiento y la ira, sentí alivio en sus palabras. Y de repente, yo estaba considerando a mis rivales.

- ¿Por qué? - Le preguntó Mike, su tono casi grosero.

Me indignaba que usara ese tono con ella. Me tragué un gruñido.

- Ese sábado voy a ir a Seattle - contestó ella.

La curiosidad no fue tan atroz como lo habría sido antes, ahora que tenía la intención de encontrarle respuesta a todo, quería saber los dondes y los porques de estas nuevas revelaciones lo suficientemente pronto.

El tono de Mike se volvió desagradablemente zalamero.

- ¿No puedes ir otro fin de semana?

- Lo siento, pero no - Bella ahora fué brusca - No deberías hacer esperar a Jessica más tiempo, es de mala educación.

Su preocupación por los sentimientos de Jessica avivó el fuego de mis celos. El viaje a Seattle era claramente una excusa para decir que no. ¿Se negaba solo por lealtad a su amiga? Ella era lo suficientemente desinteresada. ¿En realidad le gustaría decir que sí? ¿O ambas conjeturas estaban equivocadas? ¿Estaba interesada ella en alguien más?

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- Sí, tienes razón - murmuró Mike, tan desmoralizado que casi siento pena por él. Casi.

Él retiró sus ojos de la chica, cortando así mi visión a través de sus pensamientos.

Yo no iba a tolerar eso.

Me volví para leer su cara por mí mismo, por primera vez en más de un mes. Fue como una bocanada de aire para unos pulmones humanos que hubieran estado largamente sumergidos.

Sus ojos estaban cerrados. Sus manos apretaban contra los lados de su cara. Sus hombros estaban curvados hacia dentro, a la defensiva. Sacudía la cabeza levemente, como si estuviera tratando de expulsar un pensamiento de su mente.

Frustrante. Fascinante.

El señor Banner la sacó de su ensimismamiento, sus ojos se abrieron lentamente, me miró de inmediato, quizás sintiendo mi mirada. Me miró directamente a los ojos, con la misma expresión de desconcierto que me había perseguido durante tanto tiempo.

No sentí el remordimiento o la culpa o la rabia en ese segundo. Sabía que volverían de nuevo, y vendrían pronto, pero en ese preciso momento, yo sentía algo muy extraño, estaba extremadamente nervioso. Sentía como si hubiera triunfado, en vez de perdido.

Ella no apartó la mirada, aunque yo la miraba con una intensidad inapropiada, tratando, en vano, de leer sus pensamientos a través de sus líquidos ojos marrones, que estaban llenos de preguntas en lugar de respuestas.

Yo podía ver el reflejo de mis propios ojos, y vi que eran negros, por la sed. Hacía casi dos semanas desde mi última excursión de caza, este no era el día más seguro para que mi voluntad se desmoronara. Pero la oscuridad no parecía asustarla. Ella no había apartado la mirada todavía, y un suave, y devastador atractivo color rosado comenzó a colorear su piel.

¿Qué estaba pensando ahora?

Casi hago la pregunta en voz alta, pero en ese momento el señor Banner me llamó por mi nombre, busqué la respuesta en su cabeza mientras miraba brevemente en su dirección.

Tomé aliento, rápidamente.

- El ciclo de Krebs.

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La sed arrasaba por mi garganta, - endureciendo mis músculos y llenando mi boca de veneno - cerré los ojos, Tratando de controlar el deseo de sangre que se desencadenó dentro de mí.

El monstruo era más fuerte que antes. El monstruo era feliz. Abrazaba este doble futuro que nivelaba, en un cincuenta por ciento, su oportunidad de ganar lo que anhelaba tan brutalmente. El tercero, el incierto futuro que había tratado de construir a través de solo mi fuerza de voluntad, se había derrumbado -destruido por los vulgares celos, la historia de siempre - Y estaba mucho más cerca de su objetivo.

El remordimiento y la culpa, quemaban con la sed, y si hubiera tenido la capacidad de producir lágrimas, se me habrían llenado los ojos ahora.

¿Qué había hecho?

Sabiendo que la batalla ya estaba perdida, no encontraba ninguna razón para resistirme a lo que quería. Me volví para mirar a la chica otra vez.

Ella se había escondido en su pelo, pero yo podía ver entre la separación de dos mechones de pelo que sus mejillas estaban ahora de color carmesí.

Al monstruo le gustó eso.

Ella no hizo frente a mis ojos de nuevo, pero retorció un mechón de su oscuro cabello nerviosamente entre sus dedos. Sus delicados dedos, sus frágiles muñecas, eran tan quebradizas, no había nada igual en todo el mundo, podía romperlas con mi aliento, podría morderlas en ese momento.

No, no, no. Yo no podía hacer esto. Ella era demasiado delicada, demasiado buena, demasiado valiosa para merecer ese destino. No podía permitir que mi vida colisionara contra la suya para destruirla. Pero yo tampoco podía permanecer lejos de ella, Alice tenía razón en eso.

El monstruo dentro de mi siseo frustrado cuando me vio vacilar, inclinándome primero a un lado y luego al otro.

Mi breve hora con ella pasó demasiado rápido, mientras seguía sin inclinarme en la balanza. Sonó el timbre y ella recogió sus cosas sin mirarme. Esto me decepcionó, pero no podía esperar otra cosa. La forma en que la había tratado tras el accidente era inexcusable.

- ¿Bella? - le dije, incapaz de controlarme. Mi fuerza de voluntad estaba hecha pedazos.

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Dudó antes de mirarme, y cuando lo hizo su expresión estaba en guardia, desconfiada.

Recordé que ella tenía todo el derecho a desconfiar de mí. Que debía.

Esperó a que yo continuara, pero yo la miraba, leyendo su cara. Expulsé el aire en pequeñas bocanadas superficiales a intervalos regulares, luchando contra la sed.

- ¿Qué? ¿Me vuelves a dirigir la palabra? - Hubo un deje de resentimiento en su tono de voz, como enfadada, entrañable. Me dieron ganas de sonreír.

No estaba seguro de cómo responder a su pregunta ¿ estaba hablando con ella de nuevo, en el sentido que quería decir? No. No si podía evitarlo. Me gustaría tratar de evitarlo.

- No, en realidad no - le dije.

Cerró los ojos, me sentí frustrado. Eso cortaba mi mejor vía de acceso a sus sentimientos. Ella tomó una respiración larga y lenta, sin abrir los ojos. Su mandíbula estaba cerrada.

Con los ojos todavía cerrados, habló. Estaba seguro esta no era una forma humana normal de conversar. ¿Por qué lo hacía?

- Entonces, ¿Qué quieres, Edward?

El sonido de mi nombre en sus labios hizo cosas extrañas en mi cuerpo. Si yo hubiera tenido latido en el corazón, se habría acelerado.

Pero, ¿Cómo responderle?

Con la verdad, decidí. Quería ser lo más honesto que pudiera con ella a partir de ahora. No quería merecer su desconfianza. Incluso aunque ganarme su confianza fuera imposible.

- Lo siento - esto era más sincero de lo que ella pensaba. Lamentablemente, solo pude disculparme por lo trivial, por su seguridad - Estoy siendo muy grosero, lo sé, pero de verdad que es mejor así.

Sería mejor para ella si pudiera seguir así, siendo grosero ¿podría?

Sus ojos se abrieron, su expresión seguía siendo desconfiada.

- No sé qué quieres decir.

Intentaría que ella captara la advertencia, tanto como me estaba permitido.

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- Es mejor que no seamos amigos. - ella era muy perceptiva, era una chica lista - Confía en mí.

Apretó sus ojos, y recordé que ya había usado esas palabras con ella antes, justo antes de romper una promesa, me estremecí cuando apretó los dientes, ella también lo había recordado.

- Es una lástima que no lo descubrieras antes - dijo enfadada. - Te podías haber ahorrado todo ese pesar.

Yo la miré en estado de shock. ¿Qué sabía ella de mis pesares?

- ¿Pesar? - pregunté -¿Pesar por qué?

- Por no dejar que esa estúpida furgoneta me hiciera puré - replicó ella.

Me quedé inmóvil, aturdido.

¿Cómo podía pensar eso? Salvar su vida había sido lo único aceptable que había hecho desde que la conocí. La única cosa de la que yo no estaba avergonzado. Lo única por la que me alegraba de mi existencia. Había estado luchando por mantenerla con vida desde el primer momento que había captado su aroma ¿Cómo podía pensar eso de mi? ¿cómo se atrevía a cuestionar lo único bueno que había hecho en todo este lío?

- ¿Crees que me arrepiento de haberte salvado la vida?

- Sé que es así - replicó ella.

Su juicio de mis intenciones me puso furioso.

- No sabes nada.

¡Cuán confuso e incompresible era el funcionamiento de su mente! Ella no pensaba de la misma manera que otros seres humanos, en absoluto. Esa debía ser la explicación para su silencio mental. Era totalmente distinta.

Volvió la cara, apretando los dientes de nuevo. Tenía las mejillas encendidas por la ira en este momento. Apiló todos sus libros, los cogió entre sus brazos y se dirigió hacia la puerta, evitando mi mirada.

Incluso, irritado como estaba, era imposible no encontrar su enfado un poco entretenido. Caminó rígidamente, sin mirar a dónde iba y su pie quedó atrapado en el borde de la puerta, tropezó y todas sus cosas se estrellaron contra el suelo. En lugar de agacharse a recogerlas, se puso en pie muy recta, rígida, ni siquiera miró hacia abajo, como si no estuviera segura de si valía la pena recuperar los libros.

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Me las arreglé para no reír.

No había nadie que pudiera verme, revoloteé a su lado, y ordené los libros antes de que ella mirara hacia abajo.

Ella se inclinó, me vio a medio camino y se quedó congelada. Le entregué sus libros de nuevo, asegurándome de que en ningún momento mi piel helada la tocara.

- Gracias - dijo con voz fría y seria. Su tono de voz me irritó.

- ¡No hay de qué! - le dije con frialdad.

Ella se marchó rápidamente, muy erguida y se fue pisando fuerte hacia su próxima clase.

Me la quedé mirando hasta que ya no pude ver su figura enfadada.

Español pasó de forma borrosa. La señora Goff nunca cuestionaba mi abstracción, sabía que mi español era superior al de ella, y ella me daba una gran libertad, dejándome libre para pensar.

Por lo tanto, no podía ignorar a la chica, eso era evidente, ¿ Significaba que no tenía más remedio que destruirla? Ese no podía ser el único futuro disponible, tenía que haber alguna otra opción, algún delicado equilibrio. Trate de encontrar la manera…

No le presté mucha atención a Emmett hasta que la hora estaba a punto de acabar.

Él tenía curiosidad, Emmett no era demasiado intuitivo con los estados de ánimos de los demás, pero podía ver el evidente cambio en mí. Se preguntaba que me había pasado para que hubiera desaparecido el ceño fruncido de mi cara. Luchó para definir el cambio, y finalmente decidió que yo parecía esperanzado.

¿Esperanzado? ¿ Es eso lo que se veía desde fuera?

Pensé en la idea de la esperanza mientras nos acercábamos al Volvo. Preguntándome que era exactamente lo que me hacía estar esperanzado.

Pero no tuve mucho tiempo para reflexionar. Sensible, como siempre, a los pensamientos acerca de la chica, del sonido del nombre de Bella en la cabeza de ... mis rivales. Tengo que admitir, que llamaron mi atención.

Eric y Tyler habían escuchado con mucha satisfacción, acerca del rechazo de Mike, y estaban preparando sus movimientos.

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Eric ya estaba en su lugar, apoyado contra la camioneta de Bella, para que no pudiera evitarle. La clase de Tyler se había retrasado por que les estaban dando un trabajo, y él estaba desesperado por pillarla antes de que se fuera.

Eso tenía que verlo.

- Espera a los demás aquí, ¿de acuerdo? - murmuré a Emmett. Me miró con desconfianza, pero luego se encogió de hombros y asintió.

“El chico ha perdido la cabeza” pensó, divertido por mi extraña petición.

Vi a Bella en camino, saliendo del gimnasio, y esperé donde no me pudiera ver, a que ella pasara, a medida que se acercaba a la emboscada de Eric, me dirigí hacia delante, estableciendo el ritmo para poder pasar a su lado en el momento oportuno. La vi ponerse tensa cuando vio al chico esperándola, se quedó inmóvil por un momento y luego se relajó y siguió adelante.

- Hola Eric - le escuché saludarlo con voz agradable.

Yo estaba ansioso bruscamente, de forma inesperada. ¿Qué pasa si este desgarbado adolescente, con su piel saludable, era de alguna manera, el que a ella le gustaba?

Eric tragó saliva ruidosamente, moviendo su nuez.

- Hola, Bella. - Ella no parecía consciente de su nerviosismo.

- ¿Qué hay? -Preguntó abriendo la puerta de su camioneta sin mirar su expresión asustada.

- Me preguntaba… si querrías venir al baile conmigo - su voz se quebró.

Finalmente ella levantó la vista. ¿Estaba sorprendida o satisfecha? Eric no se atrevía a cruzarse con su mirada, así que no podía ver su rostro en la mente de él.

- Creí que era la chica quién elegía - sonaba nerviosa.

- Bueno, sí - estuvo de acuerdo, y angustiado.

Este chico, digno de compasión, no me molestaba tanto como Mike Newton, pero no pude encontrar en mí ningún sentimiento de simpatía por su angustia hasta después de que Bella le contestara con voz suave.

- Te agradezco que me lo pidas, pero ese día voy a estar en Seattle - Aunque él ya había escuchado esa excusa, se sintió decepcionado.

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- Oh - murmuró sin levantar los ojos- Bueno, quizás la próxima vez.

- Claro - estuvo conforme.

Después se mordió el labio, como si sintiera dejarle la puerta abierta. Eso me gustó.

Eric se alejó hundido, en la directo equivocada hacia su coche, solo pensaba en escapar.

Pasé cerca de ella en ese momento, escuché un suspiro de alivio. Me reí. Ella se giró al escucharme, pero yo seguí mirando fijamente hacia delante, apretando mis labios tratando de disimular la sonrisa.

Tyler estaba detrás de mí, casi corriendo para cogerla antes de que se marchara en el coche.

Él era más audaz y seguro que los otros dos; él había esperado tanto para hablar con Bella porque Mike les había dicho que lo haría primero, y él lo había respetado.

Yo quería que él la alcanzara por dos razones. Si, como empezaba a sospechar, toda esta atención molestaba a Bella, quería divertirme viendo su reacción. Pero si no era así y la invitación de Tyler era la que había estado esperando, entonces también quería saberlo.

Medí a Tyler Crowley como mi rival, sabiendo que estaba mal hacerlo. Solo era un aburrido chico mediocre, insignificante para mí, pero ¿Qué sabía yo de las preferencias de Bella? Tal vez le gustaban los chicos mediocres...

Me estremecí ante ese pensamiento. Yo nunca podría ser un chico mediocre. ¡ Era un estúpido por considerándome un posible rival para conseguir su afecto! ¿Cómo podría alguna vez interesarse por alguien que era, nada menos que un monstruo?

Ella era demasiado buena para un monstruo.

Debería haberle dejado escapar, pero mi inexcusable curiosidad me impidió hacer lo que era correcto, otra vez.

¿Y si Tyler perdía su oportunidad ahora, y se ponía en contacto con ella más tarde, cuando yo no tuviera forma de saber el desenlace?

Paré mi Volvo en el estrecho callejón, bloqueándole la salida. Emmett y los otros estaban de camino, él les había explicado mi extraño comportamiento, venían despacio, mirándome, intentando descifrar lo que estaba haciendo.

Miré a la chica por el espejo retrovisor. Ella le frunció el ceño a la parte trasera de mi coche, sin encontrar mi mirada, lo miraba como deseando conducir un tanque en lugar de un Chevy oxidado.

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Tyler corrió hacia su coche y se situó en la cola detrás de ella, agradecido con mi inexplicable comportamiento. Él la saludó intentando llamar su atención, pero ella no se dio cuenta. Esperó un instante, y luego salió de su coche para acercarse al de ella, se dirigió a la ventana del lado del pasajero. Picó en el cristal.

Ella dio un salto y le miró con confusión. Tras un segundo, bajó la ventanilla manualmente, parecía tener problemas con ella.

- Lo siento Tyler - dijo, con voz irritada -. El coche de los Cullen me tiene atrapada- dijo mi apellido con una voz nada amistosa, todavía estada enfadada conmigo.

- Oh, lo sé - dijo Tyler, sin inmutarse por su estado de ánimo - Sólo quería preguntarte algo mientras estábamos aquí bloqueados - su sonrisa era engreída.

Me sentí satisfecho cuando ella palideció al adivinar sus intenciones.

- ¿Me vas a pedir que te acompañe al baile de primavera? - preguntó, sin plantearse el rechazo en su cabeza.

- No voy a estar en el pueblo, Tyler – dijo, con la irritación todavía clara en su voz.

- Ya, eso me dijo Mike.

- Entonces, ¿por qué...? - empezó a preguntar.

Él encogió los hombros.

- Tenía la esperanza de que fuera una forma de suavizarle las calabazas - sus ojos brillaban, después se congelaron.

- Lo siento, Tyler - dijo, aunque no parecía sentirlo en absoluto - pero me voy de verdad.

Él aceptó su excusa, con su autoestima intacta.

- Está bien. Aún nos queda el baile de fin de curso.

Se retiró pavoneándose mientras volvía a su coche.

Yo había hecho bien al quedarme. La expresión de horror de su cara no tenía precio. Esto me dijo lo que yo tan desesperadamente no debería querer saber, ella no sentía nada por ninguno de esto varones humanos que deseaban cortejarla.

Además, su expresión era, posiblemente, la cosa más divertida que había visto.

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Mi familia llegó en ese momento, confundidos por el hecho de que yo estaba, para variar, sacudiéndome de la risa en lugar de fulminando con mi mirada todo lo que tuviera a la vista.

“Qué es tan divertido?” quiso saber Emmett.

Me limité a sacudir la cabeza, mientras me moría de pura risa al ver como Bella aceleraba su ruidoso motor enfadada. Parecía que estaba deseando otra vez tener un tanque.

- Vamos - siseó Rosalie impaciente. - Y deja de hacer el idiota. Si es que puedes.

Sus palabras no me molestaron, estaba demasiado entretenido, pero hice lo que me pidió.

Nadie me habló durante el camino a casa. Yo seguía sonriendo de vez en cuando, pensando en la cara de Bella.

Cuando giré con el coche y ya no tenía testigos, aceleré. Alice arruinó mi estado de ánimo.

- ¿Ya puedo ir a hablar con Bella? - preguntó de repente, sin analizar las palabras, por lo que no me dio ningún aviso.

- No.

- No es justo… ¿Qué estoy esperando?

- No he decidido nada, Alice.

- Sea lo que sea, Edward.

En su cabeza los dos destinos de Bella estaban claros de nuevo.

- ¿Cuál es la gracia de conocerla… - murmuré de repente de mal humor- …si voy a matarla?

Alice vaciló un segundo.

- Tienes razón - admitió.

Tomé la curva muy cerrada al final a ciento sesenta kilómetros por hora y luego me detuve con un chirrido a un centímetro de la pared del fondo del garaje.

- Disfruta tu carrera- me dijo Rosalie con aire de suficiencia, cuando salí del coche.

Pero hoy no iba a ir a correr, en vez de eso iría de caza.

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Los otros tenían programado ir a cazar mañana, pero yo no me podía permitir el lujo de tener sed ahora. Exageré bebiendo más de lo necesario, saciándome. Un pequeño grupo de alces y un oso negro, tuve suerte de toparme con él tan temprano en el año. Estaba tan lleno que estaba incómodo. ¿Porque no podía ser esto suficiente? ¿Por qué su olor tenía que ser más fuerte que cualquier otra cosa?

Había cazado para prepararme para el día siguiente, pero, cuando ya no podía cazar más, y al sol todavía le faltaban horas y horas para salir, supe que mañana no era lo suficientemente pronto. Un gran nerviosismo se apoderó de mí cuando me di cuenta de que iba a ir a buscar a la chica.

Discutí conmigo mismo todo el camino de regreso a Forks, pero mi lado menos noble ganó la discusión y seguí adelante con mi plan indefendible.

El monstruo estaba inquieto, pero bien atado. Sabía que mantendría una distancia segura con ella. Solo quería saber dónde estaba. Solo quería ver su rostro.

Era pasada la medianoche, y la casa de Bella estaba a oscuras y en silencio. Su camioneta estaba estacionada sobre la acera, el coche patrulla de policía de su padre estaba en la entrada. No habían pensamientos conscientes en todo el vecindario.

Observé la casa desde la negrura de los bosques que la bordeaban por el este. La puerta de entrada probablemente estaría cerrada, no sería un problema, excepto por que no quería dejar una puerta rota como prueba detrás de mí. Decidí probar con la ventana de arriba primero. Casi nadie se molestaba en instalar una cerradura ahí.

Crucé el patio abierto y escalé la fachada de la casa en medio segundo. Colgando de la cornisa sobre la ventana, por un lado, miré a través del cristal y mi respiración se detuvo.

Era su habitación. Podía verla en una cama pequeña, su colcha en el suelo y las sábanas enredadas en sus piernas. Mientras miraba, ella se volvió y colocó un brazo sobre su cabeza. Ella no estaba durmiendo bien, al menos no esta noche. ¿Percibía el peligro cerca de ella?

Sentí repulsión hacía mi mismo mientras la miraba moverse otra vez ¿Acaso era mejor que un morboso voyeur? Yo no era mejor. Yo era mucho, mucho peor.

Se me relajaron los dedos y estuve a punto de caerme, pero primero me permití una larga mirada a su rostro, No estaba tranquilo, tenía un pequeño surco entre las cejas, la comisura de sus labios hacia abajo, temblaban y luego se separaron.

- Está bien mamá - murmuró.

Bella hablaba en sueños.

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La curiosidad estalló arrollando la auto repugnancia. El señuelo irrechazable, Los inconscientes pensamientos hablados eran increíblemente tentadores. Abrí la ventana, no estaba cerrada con llave, aunque se atascó por la falta de uso, la deslicé lentamente a un lado, concentrado en cada leve gemido de la estructura metálica.

Tendría que encontrar un poco de aceite para la próxima vez…

¿La próxima vez? Sacudí la cabeza, asqueado de nuevo.

Me deslicé silenciosamente a través de la ventana entreabierta.

Su habitación era pequeña. Desorganizada pero no sucia. Había libros apilados en el suelo junto a su cama, sus lomos estaban de espaldas a mí, sus cd’s estaban dispersos al lado del barato equipo de música, encima tenía un estuche transparente. Una pila de papeles rodeaba un ordenador que parecía pertenecer a un museo de tecnologías obsoletas. Sus zapatos estaban sobre el suelo de madera.

Yo tenía muchas ganas de ir a leer los títulos de sus libros y de sus cd’s, pero me prometí a mí mismo que me mantendría distanciado. En su lugar, fui a sentarme en la vieja mecedora que había en la esquina de la habitación.

¿En serio había pensado que tenía una belleza promedio? pensé eso el primer día, y me disgustaron los chicos que inmediatamente estaban interesados en ella. Cuando recordaba su rostro en sus mentes ahora, no entendía como no había visto su belleza inmediatamente. Me parecía algo obvio.

Ahora mismo - con su cabello negro enmarañado y salvaje alrededor de su rostro pálido, usando una camiseta raída y unos pantalones deportivos llenos de agujeros, su rostro relajado en la inconsciencia, sus labios entreabiertos - Me quitaba el aliento, o lo hubiera hecho, pensé con ironía, si yo estuviera respirando.

Ella ya no decía nada, tal vez su sueño se había terminado.

Me quedé mirando su rostro tratando de pensar en alguna manera de hacer el futuro soportable.

Hacerle daño era intolerable. ¿Eso significaba que mi única opción era alejarme otra vez? Los demás no podrían discutir conmigo ahora. Mi ausencia no pondría a nadie en peligro. No habría ninguna sospechas, nadie lo vincularía con el accidente.

Dude otra vez, como lo había hecho por la tarde, ninguna otra idea parecía posible.

No podía pretender competir con los chicos humanos, tanto si estos chicos le gustaban como si no. Yo era un monstruo. ¿Cómo podría verme ella como cualquier otra cosa? Si ella supiera la verdad sobre mí, se asustaría y me rechazaría.

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Al igual que una víctima en una película de terror, se escaparía gritando horrorizada.

Me acordé de su primer día en Biología… y supe que esa era exactamente la reacción correcta, la que tendría que tener.

Era una tontería pensar que si hubiera sido yo el que le hubiera invitado al estúpido baile, habría cambiado sus improvisados planes y aceptado ir conmigo.

Yo no era al que estaba destinado, al que ella diría: si. Sería otra persona, alguien humano y cálido. Y yo no podría permitirme - algún día, cuando ella dijera si- perseguirlo y matarlo, porque ella lo merecía, quienquiera que fuese. Merecía felicidad y amor con quien ella quisiera.

Yo debía hacer lo correcto por ella ahora; no podía seguir fingiendo que era el único que estaba en peligro por amar a esta chica.

Después de todo, realmente no importaba si yo me iba, porque Bella nunca me vería como yo quería que lo hiciera. Nunca me vería como alguien digno de amor.

Nunca.

¿Podía un corazón muerto y congelado romperse? Sentí que el mío lo estaba.

- Edward - dijo Bella.

Me quedé congelado, mirando sus ojos cerrados.

¿Me había descubierto? parecía dormida, sin embargo, su voz había sido tan clara…

Ella suspiró tranquila, y luego se movió inquieta de nuevo, rodando hacia un lado, todavía dormida y soñando.

- Edward - murmuró dulcemente.

Ella soñaba conmigo.

¿Podía un corazón muerto y congelado volver a latir? Sentí que el mío estaba a punto de hacerlo.

- Quédate - susurró - Por favor… no te vayas.

Soñaba conmigo y ni siquiera era una pesadilla, quería que me quedara con ella, allí en su sueño.

Me esforcé en buscar las palabras, el nombre de los sentimientos que me estaban inundando por dentro, pero yo no tenía palabras lo suficientemente fuertes como

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para describirlos. Por un largo rato, me ahogué en ellos. Cuando volví, yo ya no era el mismo hombre que había sido.

Mi vida había sido una interminable e inalterable medianoche. Debía de ser, por necesidad, siempre medianoche para mí. Entonces ¿cómo era posible que el sol estuviera saliendo ahora, en medio de mi medianoche?

En el momento en que me había convertido en un vampiro, intercambiando mi alma y mi mortalidad por la inmortalidad, en el dolor agudo de la transformación, yo realmente me había congelado. Mi cuerpo se había convertido en algo más parecido a la roca que a la carne, duradera e inmutable. Mi yo también se había congelado como había sido - mi personalidad, mis gustos y mi disgustos y lo que no me gustaba, mis estados de ánimo y mis deseos, todo se había quedado fijado en su lugar.

Había sido lo mismo para el resto de ellos. Todos estábamos congelados. Piedras vivientes.

Pero cuando el cambio nos llegaba a alguno de nosotros, era algo excepcional y definitivo. Había visto como le había pasado a Carlisle, y una década después a Rosalie. El amor les había cambiado de manera eterna, de una manera que nunca se desvanecía. Más de ochenta años habían pasado desde que Carlisle había encontrado a Esme, y sin embargo todavía la miraba con los ojos incrédulos del primer amor. Siempre sería así para ellos.

También sería siempre así para mí. Amaría siempre a esta frágil chica humana, por el resto de mi ilimitada existencia.

Miré su rostro inconsciente, sintiendo este amor por ella establecerse en cada parte de mi cuerpo de piedra.

Ahora dormía más tranquila, con una leve sonrisa en sus labios.

Siempre mirándola, empecé a darle vueltas.

Yo la amaba, y querría tratar de ser lo suficientemente fuerte como para dejarla. Pero sabía que ahora no era tan fuerte. Me gustaría trabajar en eso. Pero tal vez sí era lo suficientemente fuerte para eludir el futuro de otra manera…

Alice había visto solo dos futuros para Bella, ahora entendía los dos.

Amarla no me impediría matarla, si me permitía cometer errores.

Sin embargo, ahora no podía sentir al monstruo, no lo podía encontrar en ninguna parte de mí. Quizás el amor lo había silenciado para siempre.

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Si la mataba ahora, no sería intencionadamente, solo un horrible accidente.

Tendría que ser extraordinariamente cuidadoso. Yo nunca, sería capaz de bajar la guardia. Tendría que controlar cada respiración, tendría que mantener siempre una distancia prudente.

No cometería errores.

Y finalmente entendí ese segundo futuro. Yo había estado desconcertado por esa visión - ¿Qué podría suceder para que Bella acabara prisionera de esta media vida inmortal? - Ahora, devastado por el deseo por la chica -, podía entender cómo podría, con un egoísmo imperdonable, pedirle a mi padre ese favor. Pedirle que le quitara la vida y su alma, para que yo pudiera tenerla para siempre.

Ella merecía algo mejor.

Pero vi otro futuro, una delgada línea por la cual podría ser capaz de caminar, si pudiera mantener el equilibrio.

¿Podría hacerlo? ¿estar con ella y que siguiera siendo humana?

Deliberadamente, tomé una respiración profunda, y luego otra, dejando que su aroma se extendiera por mí como un reguero de pólvora. La habitación estaba llena de su perfume, su fragancia estaba impregnada en cada superficie. La cabeza me daba vueltas, pero luché contra ellas. Tenía que acostumbrarme a esto, si pretendía intentar cualquier tipo de relación con ella. Tomé otro profundo y ardiente aliento.

Contemple como dormía, hasta que el sol se asomó entre las nubes del este, planeando y respirando.

Llegue a casa justo después de que los otros se hubieran marchado al instituto. Me cambié rápidamente, evitando los ojos llenos de preguntas de Esme. Ella vio la luz febril en mi rostro y se sintió preocupada y aliviada al mismo tiempo. Mi larga melancolía siempre le había atormentado, y se alegraba de que ahora parecía haber terminado.

Corrí hacia el instituto, y llegué solo unos segundos después que mis hermanos, no se volvieron, aunque al menos Alice, debía saber que yo estaba aquí, en los espesos bosques que rodeaban la acera. Esperé hasta que nadie estuviera mirando, di un paseo casual entre los árboles y me metí entre los coches aparcados.

Escuché el ruido de la camioneta de Bella a la vuelta de la esquina y me detuve detrás de una Suburban, donde podía mirar sin ser visto. Entró en el aparcamiento

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y miró mi Volvo durante un largo rato, antes de aparcar, en una de las plazas más alejada, todavía con el ceño fruncido en su cara.

Fue extraño recordar que probablemente todavía estaría enfadada conmigo y con toda la razón.

Quise reírme de mi mismo - o patearme a mí mismo. Todos mis maquinaciones y planificaciones eran totalmente inútiles si ella no me quería también a mi ¿no? Su sueño podría haber sido algo completamente al azar. Era un estúpido arrogante.

Bueno, sería mucho mejor para ella si no se interesara por mí, pero eso no me impedía intentarlo, pero quería advertirle al menos. Se lo debía.

Caminé en silencio hacia delante, pensando en la mejor manera de acercarme a ella.

Me lo puso fácil, las llaves de su camioneta se resbalaron de sus dedos al salir, cayendo en el fondo de un charco.

Ella se agachó, pero yo las cogí primero, recuperándolas antes de que ella tuviera que poner sus dedos en el agua fría.

Me recliné contra su camioneta, mientras ella volvía a enderezarse de nuevo.

- ¿Cómo lo haces? - preguntó.

Sí, ella todavía estaba enfadada.

Le devolví las llaves.

- ¿Hacer qué? - ella extendió su mano y yo dejé caer las llaves en la palma de su mano.

Respiré profundamente tomando su aroma.

- Aparecer del aire - aclaró.

- Bella, no es culpa mía que seas excepcionalmente despistada - mis palabras eran irónicas, casi una broma. ¿No se daba cuenta?

¿Escuchaba como mi voz envolvía su nombre como en una caricia?

Me miró, sin apreciar mi sentido del humor. Su ritmo cardiaco se aceleró - ¿por el enfado? ¿por el miedo? después de un momento, bajó la mirada.

- ¿A qué vino taponarme el paso ayer noche? - preguntó sin mirarme a los ojos - Se suponía que fingías que yo no existía ni te dabas cuenta de que echaba chispas.

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Todavía estaba enfadada. Tenía que esforzarme por arreglar las cosas con ella. Recordé mi decisión de ser sincero con ella…

- Eso fue culpa de Tyler, no mía. Tenía que darle su oportunidad - se me escapó la risa, no pude evitarlo, recordando su expresión de ayer.

- Tu… - dijo, y luego se calló, parecía demasiado furiosa para terminar. Ahí estaba - la misma expresión. Me tragué otra carcajada. Ya estaba suficientemente enfadada.

- No finjo que no existas - terminé. Estaba bien mantener esta broma casual. Ella no entendería si le dejaba ver lo que realmente sentía. Se asustaría. Tenía que mantener mis sentimientos bajo control, para no revelarle su intensidad

- ¿Quieres matarme a rabietas dado que la furgoneta de Tyler no lo consiguió?

Un rápido destello de ira me invadió ¿Podía creer eso honestamente?

Me parecía irracional que estuviera tan ofendida - ella no sabía nada de la transformación que había ocurrido anoche. Pero yo estaba enfadado igual.

- Bella, eres totalmente absurda. - Le espeté.

Se cara enrojeció y se volvió de espaldas a mí. Comenzó a andar alejándose de mí.

Remordimiento. No tenía razón en mi enfadado.

- ¡Espera! - le supliqué.

No se detuvo, así que fui detrás de ella.

- Lo siento. He sido descortés. No estoy diciendo que no sea cierto - era absurdo imaginar que yo quisiera que se hiciera daño de alguna manera- Pero, de todos modos, no ha sido de buena educación.

- ¿Por qué no me dejas sola?

Créeme, quise decirle. Lo he intentado.

Ah, y por cierto, estoy terriblemente enamorado de ti.

Contrólate.

- Quería pedirte algo, pero me desviaste del tema - se me acaba de ocurrir una idea, me reí.

- ¿Tienes un trastorno de personalidad múltiple? - me preguntó.

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Si, podía parecerlo, mis estados de ánimo cambiaban constantemente, por la cantidad de nuevas emociones que corrían dentro de mí.

- Y lo vuelves a hacer. - le señalé.

Ella suspiró.

- Vale, entonces, ¿qué me querías pedir?

- Me preguntaba si el sábado de la próxima semana - vi la conmoción dibujada en su rostro y contuve otra carcajada - ya sabes, el día del baile de primavera... - ella me interrumpió, y finalmente volvió a mirarme a los ojos.

- ¿Intentas ser gracioso?

-Por favor, ¿vas a dejarme terminar? – esperó, en silencio, mientras sus dientes presionaban su labio inferior suavemente.

Ese pequeño gesto me distrajo un segundo. Extrañas reacciones desconocidas sacudieron profundamente al humano que ya tenía casi olvidado. Traté de expulsarlo para poder seguir con mi papel.

- Te he escuchado decir que vas a ir a Seattle ese día y me preguntaba si querrías dar un paseo - me ofrecí.

Pensé que sería mejor intentar compartir sus planes que cuestionarlos. Me miró como si no me hubiese entendido.

- ¿Qué?

- ¿Quieres dar un paseo hasta Seattle?

Sólo en el coche con ella, mi garganta quemaba solo de pensarlo, respiré profundamente. Acostúmbrate.

- ¿Con quién? - preguntó con los ojos muy abiertos, aturdida de nuevo.

- Conmigo, obviamente - dije lentamente.

- ¿Por qué?

¿Era realmente tan extraño que yo quisiera su compañía? Ella debía haber sacado la peor conclusión posible de mi pasado comportamiento.

Intenté responder lo más casualmente que pude.

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- Planeaba ir a Seattle en las próximas semanas y, para ser honesto, no estoy seguro de que tu camioneta lo pueda conseguir - me pareció más seguro burlarme de ella que intentar ser sincero.

- Mi coche va perfectamente, muchísimas gracias por tu preocupación. - Dijo con el mismo tono sorprendido.

Empezó a caminar de nuevo. La seguí manteniendo su ritmo.

Ella no había dicho no, me aferré a esa oportunidad

¿Y si decía que no? ¿Qué haría si ella me rechazaba?

- ¿Puede llegar gastando un solo depósito de gasolina?

- No veo que sea de tu incumbencia - se quejó.

Seguía sin ser un no y su corazón latía más rápido de nuevo, su respiración se hacía cada vez más rápida.

- El despilfarro de recursos limitados es asunto de todos.

- De verdad, Edward, no te sigo, creía que no querías ser amigo mío.

Sentí que un escalofrío me atravesaba cuando ella dijo mi nombre.

¿Cómo mantenerme controlado y ser honesto al mismo tiempo? Bueno, era más importante ser honesto, especialmente en este momento.

- Dije que sería mejor que no lo fuéramos, no que no lo deseara.

- Vaya, gracias, eso lo aclara todo - dijo sarcásticamente.

Ella se detuvo bajo el tejado de la cafetería y me miró de nuevo. Los latidos de su corazón tartamudeaban ¿Tenía miedo?

Escogí mis palabras cuidadosamente. No, yo no podía dejarla, pero tal vez ella sería lo suficientemente inteligente para dejarme a mí, antes de que fuera demasiado tarde.

- Sería más... prudente para ti que no fueras mi amiga- me hundí en las profundidades del chocolate derretido de sus ojos. Perdí el control de mis sentimientos - Pero me he cansado de alejarme de ti, Bella. - Las palabras me salieron con ardiente fervor, demasiado.

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Sus respiración se paró, y el segundo que tardó en recuperarse me preocupó ¿la había asustado? Bueno… lo averiguaría.

- ¿Me acompañarás a Seattle? - le pregunté a quemarropa.

Ella asintió con la cabeza. Su corazón tamborileaba ruidosamente.

Sí. Ella me había dicho que sí a mí.

Y entonces me remordió la conciencia. ¿Qué coste tendría esto para ella?

- Deberías alejarte de mí, de veras - le advertí.

¿Me habría escuchado? ¿Escaparía del futuro con el que yo la estaba amenazando? ¿Podía hacer algo para salvarla de mi?

Contrólate, me grité a mí mismo.

- Te veré en clase.

Tuve que concentrarme para no huir corriendo.

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6: Tipo de Sangre6: Tipo de Sangre6: Tipo de Sangre6: Tipo de Sangre

La seguí todo el día a través de los ojos de otras personas, apenas consciente de mi propio entorno.

Aunque, no a través de los ojos de Mike Newton, porque no podía soportar más sus fantasías ofensivas. Y tampoco por los de Jessica Stanley, porque su resentimiento hacia Bella hacia que me enfureciera de una manera que no era segura para la mezquina chica. Angela Webber era una buena elección cuando sus ojos estaban disponibles, ella era amable y su cabeza era un lugar pacífico; otras veces eran los profesores los que tenían mejor vista.

Me sorprendió, verla tropezar durante todo el día - tropezando con las grietas de la acera, cayéndosele los libros, y lo más frecuente, tropezando con sus propios pies – todas las mentes por las que la seguí, pensaban que Bella era torpe.

Lo consideré. Era cierto que a menudo tenía problemas para mantenerse derecha. Recordé su tropiezo con la mesa el primer día, resbalando sobre el hielo antes del accidente. Ayer, tropezando con el marco de la puerta ... lo curioso, es que tenían razón, ella era torpe.

No sabía por qué esto me resultaba tan gracioso, pero me reí en alto mientras caminaba de Historia Americana a Inglés y me echaron algunas miradas extrañas ¿Como no me había dado cuenta antes? Tal vez era porque había algo muy gracioso en la calma con la que se lo tomaba, la manera en la que sostenía la cabeza, el arco de su cuello...

No había nada graciso en ella ahora. El Sr. Varner vio como se le clavaba la punta de la bota en la alfombra, y caía literalmente en su silla.

Me reí de nuevo.

El tiempo se movía con lentitud increíble mientras esperaba el momento para verla con mis propios ojos. Finalmente sonó el timbre, me dirigí rápidamente a la cafetería para coger mi sitio, fui uno de los primeros en llegar. Escogí una mesa que solía estar vacía para estar seguro de que permanecería así, estando yo sentado en ella.

Cuando mi familia entro y me vieron sentado solo, en un sitio nuevo, no se sorprendieron. Seguro que Alice les había advertido. Rosalie pasó junto a mí sin mirarme.

“Idiota”

Rosalie y yo nunca habíamos tenido una relación fácil - yo la había ofendido muchísimo la primera vez que me escuchó hablar, y todo había ido cuesta abajo

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desde entonces - pero parecía que ella estaba todavía de más mal humor que de costumbre estos últimos días. Suspire. Para Rosalie todo giraba alrededor de ella.

Jasper me lanzo una media sonrisa cuando pasó a mi lado

“Buena suerte” pensó dubitativo.

Emmett puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

“ Ha perdido el juicio, pobre chico”

Alice estaba radiante, sus dientes resplandecían, demasiado brillantes.

- ¿Puedo hablar con Bella ahora?

- Mantente alejada de ella- le dije en voz baja.

La expresión de su cara se entristeció, pero enseguida se iluminó de nuevo.

“Vale, se testarudo. Es solo cuestión de tiempo”

Suspiré de nuevo

“No te olvides la actividad de Biología de hoy” me recordó.

Asentí. No, no me había olvidado.

Mientras esperaba que llegara Bella, la seguí por los ojos de los estudiantes de primer año que caminaban detrás de Jessica de camino a la cafetería. Jessica estaba parloteando sobre el baile, Bella no decía nada, tampoco es que Jessica le diera la oportunidad.

En el momento en que Bella entró por la puerta sus ojos volaron a la mesa donde estaban mis hermanos. Los miró un momento, y luego su frente se arrugó y sus ojos se desviaron al suelo, ella no me había visto.

Parecía tan… triste. Sentí un fuerte deseo de levantarme e ir a su lado para consolarla de alguna manera, sólo que no sabía cómo podía consolarla, no tenía ni idea de lo que le hacía estar así. Jessica continuaba hablando sobre del baile. ¿Estaba Bella triste porque se lo iba a perder? Eso no parecía probable…

Pero eso podía remediarse, si así lo deseaba.

Ella solo compró una bebida para almorzar ¿eso estaba bien? ¿No se necesitaban más alimentos? Nunca había prestado demasiada atención a la dieta de los humanos.

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Los humanos eran exasperadamente frágiles, había como un millón de cosa diferentes de las que preocuparse...

- Edward Cullen te vuelve a mirar- escuché decir a Jessica - Me pregunto por qué se sienta solo hoy?

Estube agradecido con Jessica – aunque ahora estaba más resentida todavía – Cuando la cabeza de Bella giró y sus ojos me buscaron hasta encontrarse con los míos.

Ahora no había rastro de la tristeza en su rostro. Tuve la esperanza de que se había entristecido al pensar que me había ido de la escuela antes de tiempo, esa esperanza me hizo sonreír.

Le hice un gesto con el dedo para que se reuniera conmigo. Se sorprendió tanto que quería tomarle el pelo de nuevo.

Así que le guiñé el ojo y su boca se abrió.

- ¿Se refiere a ti? - pregunto Jessica, incrédula.

- Puede que necesite ayuda con los deberes de Biología - dijo en voz baja e insegura - Eh, será mejor que vaya a ver qué quiere.

Eso era otro sí.

Ella tropezó dos veces de camino a mi mesa, aunque no había nada en su camino más que un suelo perfectamente liso de linóleo. En serio ¿cómo había podido pasar esto por alto? Había estado prestando más atención a sus silenciosos pensamientos, supongo... ¿Qué más me había perdido?

Se honesto, pero controlado, me repetía a mí mismo.

Se detuvo detrás de la silla frente a mí, vacilante. Respiré profundamente esta vez por la nariz en lugar de por la boca.

Siente la quemadura, pensé secamente.

- ¿Por qué no te sientas hoy conmigo? - le pregunté.

Sacó la silla y se sentó, mirándome todo el tiempo. Parecía nerviosa, pero sus acciones eran otro sí.

Esperé a que hablara, se tomó un momento, pero al final dijo:

- Esto es diferente.

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- Bueno - dudé. - Decidí que, ya puestos a ir al infierno, lo podía hacer del todo.

¿Qué me había hecho decir eso? Supongo que al menos era honesto. Y tal vez ella captara la sutil advertencia implícita en mi voz. Tal vez se daría cuenta de que debía levantarse y huir tan rápido como le fuera posible.

Ella no se levanto, se me quedo mirando, esperando, como si yo hubiera dejado la frase a medias.

- Sabes que no tengo ni idea de a qué te refieres - dijo, cuando yo no continué.

Eso era un alivio. Sonreí.

- Cierto.

Era difícil ignorar los pensamientos que me gritaban desde su espalda y de todos modos, yo quería cambiar de tema.

- Creo que tus amigos se han enojado conmigo por haberte raptado - no pareció importarle.

- Sobrevivirán.

- Aunque es posible que no quiera liberarte -ni siquiera sabía si ahora estaba intentando ser honesto o simplemente le tomaba el pelo de nuevo.

Estar cerca de ella hacía difícil dar sentido a mis propios pensamiento.

Bella tragó saliva.

Me reí de su expresión.

- Pareces preocupada - en realidad eso no debería ser divertido... ella debía preocuparse.

- No - era una mala mentirosa y no ayudaba nada que su voz se quebrara- Más bien sorprendida. ¿ A qué se debe este cambio?

- Ya te lo dije. - le recordé. - Me he hartado de permanecer lejos de ti, por lo que me he rendido.

Mantuve la sonrisa en su lugar con un poco de esfuerzo, no estaba funcionando en absoluto, lo de tratar de ser honesto y casual al mismo tiempo.

- ¿Rendido? - repitió, desconcertada.

- Si, he dejado de intentar ser bueno - y, por lo visto, también de ser casual - Ahora voy a hacer lo que quiero, y que sea lo que tenga que ser. - al menos eso era

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bastante honesto, dejar que viera mi egoísmo. Dejar que también viera la advertencia.

- Me he vuelto a perder.

Yo era suficientemente egoísta como para alégrame de que así fuera.

- Siempre digo demasiado cuando hablo contigo, ése es uno de los problemas. - Un problema bastante insignificante en comparación con el resto.

- No te preocupes… - me tranquilizó -. No me entero de nada - bien, entonces se quedaría-. Cuento con ello.

- Ya. En cristiano ¿somos amigos ahora?

Pensé en ello un minuto.

- Amigos... - repetí, no me gustaba como sonaba eso, no era suficiente.

- O no - murmuró, parecía avergonzada.

¿pensaba que no me gustaba lo suficiente? Sonreí.

- Bueno, supongo que podemos intentarlo, pero ahora te prevengo que no voy a ser un buen amigo para ti.

Esperé su respuesta, dividido en dos - deseando que por fin me escuchara y comprendiera y pensando que podría morir si lo hacía. Qué melodramático. Me estaba volviendo tan humano.

Su corazón latió más rápido

- Lo repites un montón.

- Si, porque no me escuchas - dije, demasiado intenso de nuevo - Sigo a la espera de que me creas. Si eres lista, me evitarías.

Ah, ¿pero yo se lo permitiría si lo intentaba?

Entrecerró los ojos.

- Me parece que tú también te has formado tu propia opinión sobre mi mente preclara.

No estaba seguro de lo que quería decir exactamente, pero sonreí a modo de disculpa, imaginando que le había ofendido sin querer.

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- En ese caso - dijo lentamente- hasta que yo sea lista… ¿Vamos a intentar ser amigos?

- Eso parece casi exacto.

Miró hacia abajo, mirando fijamente la botella de limonada en sus manos.

La vieja curiosidad me atormentaba.

- ¿Qué piensas? - le pregunté, era un alivio poder decir esas palabras en voz alta por fin.

Ella se encontró con mi mirada, y su respiración se aceleró, mientras sus mejillas se tornaban ligeramente sonrojadas. Aspiré, saboreándolo en el aire.

- Intentaba averiguar qué eres - mantuve la sonrisa en mi rostro, bloqueando mis facciones de ese manera, mientras el pánico recorría todo mi cuerpo.

¡Por supuesto que se preguntaba eso! ¡No era estúpida! No podía esperar que ella ignorara algo tan obvio.

- ¿Y has teniendo fortuna en tus pesquisas? - le pregunté lo más despreocupado que pude.

- No demasiada - admitió.

Me reí con un alivio repentino.

- ¿Qué teorías barajas?

No podía ser peor que la verdad, sin importar lo que se le hubiera ocurrido.

Sus mejillas se volvieron de color rojo brillante y no dijo nada. Podía sentir el calor de su rubor en el aire.

Intenté usar mi tono persuasivo con ella, funcionaba bien con los seres humanos normales.

- ¿No me lo quieres decir? - le sonreí alentándole.

Sacudió su cabeza.

- Resulta demasiado embarazoso.

Uff. No saber era peor que cualquier otra cosa. ¿por qué sus especulaciones le avergonzaban? No podía soportar no saberlo.

- Eso es realmente frustrante, ya lo sabes.

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Mi queja provocó algo en ella. Sus ojos brillaron y sus palabras fluyeron con mayor rapidez de lo habitual.

- No, no concibo por qué ha de resultar frustrante, en absoluto, sólo porque alguien rehúse revelar sus pensamientos, sobre todo después de haber efectuado unos cuantos comentarios crípticos, especialmente ideados para mantener en vela toda la noche, pensando en su posible significado… Bueno, ¿Por qué iba a resultar frustrante?

Le fruncí el ceño, molesto al darme cuenta que tenía razón, no estaba siendo justo. Ella continuó:

- O mejor, digamos que una persona realiza un montón de cosas raras, como salvarte la vida bajo circunstancias imposibles un día y al siguiente tratarte como si fueras un paria, y jamás te explica ninguna de las dos, incluso después de haberlo prometido. Eso tampoco debería resultar demasiado frustrante.

Fue el discurso más largo que jamás le había oído hacer y eso me dio una nueva cualidad para mi lista.

- Tienes un poquito de genio ¿ verdad?

- No me gusta aplicar un doble rasero.

Su irritación estaba totalmente justificada, por supuesto.

Miré a Bella, preguntándome cómo sería posible hacer algo correcto por ella, hasta que los silenciosos gritos de la cabeza de Mike Newton me distrajeron. Estaba tan furioso que me hizo reír.

- ¿Qué? - me pregunto.

- Tu novio parece creer que estoy siendo desagradable contigo. Se debate entre venir o no a interrumpir nuestra discusión - me encantaría ver como lo intenta, me reí de nuevo.

- No sé de quién me hablas - me dijo con voz gélida - pero, de todos modos, estoy segura de que te equivocas.

Disfruté mucho la forma en que renegó de él, de forma despectiva.

- Yo, no. Te lo dije, me resulta fácil saber qué piensan la mayoría de las personas.

- Excepto yo por supuesto.

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- Si, excepto tú - ¿Tenía que ser la excepción en todo? ¿No sería mejor, teniendo en cuenta con todo lo que tenía que lidiar, si pudiera escuchar, al menos, algo de su cabeza?¿Era mucho pedir? -. Me pregunto por qué será.

Le miré a los ojos, intentándolo de nuevo…

Ella apartó la mirada. Abrió la limonada y tomó un trago rápido, sus ojos estaban fijos en la mesa.

- ¿No tienes hambre? - le pregunté.

- No - respondió , mirando la mesa vacía entre nosotros - ¿Y tú?

- No, no estoy hambriento- le dije. Definitivamente no lo estaba.

Se quedó mirando la mesa, con los labios fruncidos, esperé.

- ¿Me puedes hacer un favor? - preguntó, encontrándose, de pronto, con mi mirada otra vez.

¿Qué quería de mi? ¿ella preguntaría por la verdad que no me estaba permitida decirle? ¿La verdad que yo no quería que nunca, jamás conociera?

- Eso depende de lo que quieras.

- No es mucho - me prometió.

Esperé, curioso de nuevo.

- Sólo me preguntaba - dijo lentamente, mirando la botella de limonada, trazando el borde con su dedo pequeño. - si podrías ponerme sobre aviso la próxima vez que decidas ignorarme por mi propio bien. Únicamente para estar preparada.

¿Ella quería una advertencia? Entonces ella creía que ser ignorada por mí era algo malo... sonreí.

- Me parece justo - agregué.

- Gracias - dijo, mirando hacia arriba. Su rostro estaba tan aliviado que yo quería reír por mi propio alivio.

- En ese caso ¿Puedo pedir una respuesta a cambio? - pregunté esperanzado.

- Una - me permitió.

- Cuéntame una teoría.

Ella se ruborizó.

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- Ésa, no.

- No hiciste distinción alguna, sólo prometiste una respuesta - argumenté.

- Claro, y tú no has roto ninguna promesas - me replicó.

Ahí me había cogido.

- Solo una teoría… No me reiré.

- Sí, lo harás - parecía muy segura de eso, aunque yo no podía imaginar nada que fuera gracioso al respecto.

Lo intenté con la persuasión, , mire profundamente dentro de sus ojos, algo fácil de hacer, sus ojos eran tan profundos, y susurré:

- Por favor

Ella parpadeó y su cara se quedo en blanco.

Bueno, esa no era exactamente la reacción que esperaba.

- Eh... ¿Qué? - preguntó, parecía mareada ¿Le pasaba algo malo?

Pero yo no iba a ceder todavía.

- Cuéntame sólo una de tus pequeñas teorías, por favor. - le rogué, con mi más suave y nada espeluznante, voz, atrapando sus ojos en los míos.

Para mi sorpresa y satisfacción, finalmente funcionó.

- Pues… Eh… ¿Te mordió una araña radioactiva?

¿Libros de cómics? No era de extrañar que pensara que me iba a reír.

- Eso no es muy imaginativo- le increpé, tratando de ocultar mi gran alivio.

- Lo siento, es todo lo que tengo - dijo ofendida.

Eso me alivió aún más. Fui capaz de tomarle el pelo de nuevo.

- Ni siquiera te has acercado.

- ¿Nada de arañas?

- No.

- ¿Ni un poquito de radioactividad?

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- Nada.

- Maldición - suspiró.

- Tampoco me afecta la kriptonita - le dije rápidamente, antes de que pudiera preguntar acerca de las mordeduras, y luego tuve que reír, porque ella creía que yo era un superhéroe.

- Se suponía que no te ibas a reír, ¿te acuerdas?

Apreté los labios.

- Con el tiempo, lo voy a averiguar - prometió.

Y cuando lo hiciera, huiría.

- Desearía que no lo intentaras - dije.

- ¿Por...? - le debía honestidad. Sin embargo, traté de sonreír, de hacer que mis palabras sonaran menos amenazantes.

- ¿Qué pasaría si no fuera un superhéroe? ¿Y si fuera el chico malo?

Sus ojos se abrieron se ampliaron por un momento y sus labios se abrieron, ligeramente separados.

- ¡Oh! - dijo y luego, después de un segundo - Ya veo.

Finalmente me había entendido.

- ¿Sí? - pregunté, esforzándome para ocultar mi agonía.

- ¿Eres peligroso? - supuso, respiraba más deprisa y su corazón latía a un ritmo acelerado.

Yo no podía responder ¿Era mi último momento con ella? ¿Huiría ahora? ¿Podía permitirme decirle que la amaba antes de que se fuera? ¿O eso la asustaría más?

- Pero no malo - susurró, moviendo la cabeza, no había miedo en sus ojos tranquilos - No, no creo que seas malo.

- Te equivocas - le dije, recobrando el aliento.

Por supuesto que era malo. ¿Acaso no estaba alegrándome ahora, de que ella pensara que yo era mejor de lo que me merecía? si yo fuera buena persona me hubiera quedado lejos de ella.

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Extendí mi mano sobre la mesa, alcancé el tapón de la limonada como una excusa. Ella no se apartó cuando vio mi mano, de pronto, tan cerca. Realmente no me tenía miedo, todavía no.

Giré el tapón como una peonza, y miré como giraba, en lugar de mirarla a ella. Mis pensamientos eran caóticos.

Huye, Bella, huye. No podía obligarme a mi mismo a decir esas palabras en voz alta.

Ella se levantó de un salto.

- Vamos a llegar tarde - dijo, mientras yo me preocupaba de que ella hubiera oído, de alguna manera, mi silenciosa advertencia.

- Hoy no voy a ir a clases.

- ¿Por qué no?

Porque no quiero matarte.

- Es saludable hacer novillos de vez en cuando.

Para ser precisos, era más saludable para los humanos si los vampiros faltaban los días que la sangre humana iba a ser derramada. El Sr Banner hoy iba hacer la prueba del Rh. Alice ya había tenido que abandonar su clase por la mañana.

- Bueno yo sí voy - dijo. No me sorprendió. Ella era muy responsable, siempre hacía lo correcto.

Ella era mi opuesto.

- En ese caso, te veré luego - dije, tratando, otra vez, parecer casual, mirando fijamente como giraba el tapón - Y, por cierto, te adoro… de manera aterradora y peligrosa.

Vaciló, por un momento tuve la esperanza de que ella se quedaría conmigo, después de todo.

Pero el timbre sonó y salió corriendo.

Esperé hasta a que se marchó, entonces puse el tapón en mi bolsillo - un recuerdo de la conversación más trascendental. Y caminé bajo la lluvia hacia mi coche.

Puse mi CD favorito para calmarme, el mismo que había escuchado el primer día, pero no presté atención a las notas de Debussy, durante mucho tiempo. Otras notas corrían por mi cabeza, el fragmento de una melodía que me hacía sentir alegre e

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intrigado. Apagué el estéreo y escuché la música que sonaba en mi cabeza, jugando con el fragmento, hasta que se convirtió en una armonía completa. Instintivamente, mis dedos se movían en el aire, sobre las teclas de un piano imaginario.

La nueva composición estaba surgiendo sola, cuando mi atención fue atrapada por una ola de angustia mental.

Miré hacia la angustia.

“¿Se va a desmayar? ¿Qué hago?” Mike entró en pánico.

A unos cien metros de distancia, Mike Newton estaba bajando el cuerpo inerte de Bella a la acera. Ella se dejó caer, sin responder, sobre el húmedo hormigón, sus ojos estaban cerrados, con la piel de tiza, como un cadáver.

Casi arranco la puerta del coche.

- ¿¡Bella!? - grité.

No hubo ningún cambio en su rostro sin vida, cuando me puse a gritar su nombre.

Todo mi cuerpo se volvió más frío que el hielo.

Fui consciente de la irritada sorpresa de Mike, mientras me cernía furiosamente a través de sus pensamientos. Él solo pensaba en su ira hacia mí, así que no supe que pasaba a Bella. Si él había hecho algo para hacerle daño, le aniquilaría.

- ¿Qué le sucede? ¿Está herida? - Pregunté, tratando de enfocar sus pensamientos. Era desesperante caminar a paso humano, no tendría que haber llamado la atención mientras me aproximaba.

Entonces pude escuchar los latidos de su corazón e incluso su respiración. Mientras la miraba, ella apretó más los ojos cerrados. Eso borró algo de mi pánico.

Vi un destello de recuerdos en la cabeza de Mike, un destello de imágenes en el laboratorio de Biología. La cabeza de Bella en nuestra mesa, su pálida piel volviéndose verde, Gotas de rojo contra una tarjeta en blanco...

La prueba del Rh.

Me paré donde estaba, conteniendo la respiración. Su aroma era una cosa, pero su sangre fluyendo era otra completamente diferente.

- Creo que se ha desmayado - dijo Mike, con ansiedad y resentimiento al mismo tiempo- No sé qué ha pasado, no ha movido ni un dedo.

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El alivio corrió a través de mi, y volví a respirar, saboreando el aire. Ah, podía oler el pequeño flujo del pinchazo de Mike. Una vez, eso me habría afectado.

Me arrodillé junto a ella, mientras Mike se cernía a mi lado, furioso por mi intervención.

- Bella ¿me oyes?

- No - se quejó - Vete.

El alivio fue tan exquisito que me reí. Ella estaba bien.

- La llevaba a la enfermería - dijo Mike. - pero no quiso avanzar más.

- Yo me encargo de ella, puedes volver a clase - le dije con desdén.

Los dientes de Mike se apretaron.

- No, se supone que he de hacerlo yo.

No me iba a quedar allí discutiendo con el infeliz.

Emocionado y aterrorizado, medio agradecido y medio apenado, por la situación que hacía que tocarla fuera una necesidad, levanté suavemente a Bella de la acera entre mis brazos, tocando solo la ropa, manteniendo la mayor distancia posible entre nuestros cuerpos, avancé a grandes zancadas, con movimientos bruscos movidos por la prisa por ponerla a salvo, en otras palabras, de alejarla de mí.

Sus ojos se abrieron, asombrados.

- ¡Bájame! - ordenó con voz débil, avergonzada de nuevo - supuse por su expresión. A ella no le gustaba mostrar debilidad.

Apenas escuché los gritos de protesta de Mike detrás de nosotros.

- Tienes un aspecto espantoso - le dije, sonriendo porque no le pasaba nada malo, nada más que una un pequeño mareo y un estómago débil.

- ¡Déjame otra vez en la acera! - dijo, sus labios estaban blancos.

- ¿ De modo que te desmayas al ver la sangre? - ¿Podría ser más irónico?

Cerró los ojos y apretó los labios.

- Y ni siquiera era la visión de tu propia sangre - añadí, mi sonrisa era cada vez más grande.

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Fuimos a la oficina principal, la puerta estaba entreabierta por un centímetro, le di una patada para sacarla de mi camino. La señora Cope saltó, asustada.

- Oh, Dios mío- jadeó, examinando a la pálida chica en mis brazos.

- Se desmayó en Biología - le expliqué, antes de que su imaginación pudiera irse por otro lado.

La Sra. Cope se apresuró a abrir la puerta de la enfermería. Los ojos de Bella se abrieron de nuevo, mirándola. Escuché el asombro interior de la vieja enfermera cuando puse a la chica con cuidado en un destartalado camastro. Tan pronto como Bella estuvo lejos de mis brazos, puse el mayor espacio posible entre nosotros. Mi cuerpo estaba demasiado excitado, demasiado ansioso, mis músculos estaban tensos y el veneno fluía. Era tan cálida y fragante.

- Ha sufrido un leve desmayo - tranquilicé a la Sra. Hammond - En Biología están haciendo la prueba del Rh.

Ella asintió, entendiendo ahora.

- Siempre le ocurre a alguien.

Reprimí una risa. Por descontado Bella tenía que ser ese alguien.

- Quédate tendida un minutito, cielo. - dijo la Sra. Hammond -Se pasará.

- Lo sé - dijo Bella.

- ¿Te sucede muy a menudo? - preguntó la enfermera.

- A veces - admitió Bella.

Traté de disimular mi risa tosiendo. Esto atrajo hacia mí la atención de la enfermera.

- Puedes regresar a clase - dijo.

La miré fijamente a los ojos y le mentí con absoluta confianza.

- Se supone que me tengo que quedar con ella.

“Hmm... Me pregunto... Oh bueno” La Sra. Harmmond asintió.

Eso funcionaba bien con ella ¿Por qué Bella tenía que ser tan difícil?

- Voy a traerte un poco de hielo para la frente, cariño - dijo la enfermera, un poco incómoda de que yo la mirara a los ojos, como debía ser con los humanos, y salió de la habitación.

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- Tenías razón - gimió Bella, cerrando sus ojos.

¿A qué se refería? llegué a la peor conclusión: había aceptado mis advertencias.

- Suelo tenerla - dije tratando de mantener el tono divertido en mi voz - ¿Sobre qué tema en particular en esta ocasión?

- Hacer novillos es saludable.

Ah, el alivio de nuevo.

Entonces guardó silencio, respiraba lentamente, inhalando y exhalando, sus labios comenzaban a volverse rosados. Tenía la boca ligeramente desproporcionada, su labio inferior era un pizca más grueso que el superior. Mirar su boca me hacía sentir extraño, me daba ganas de acercarme a ella, y no era una buena idea.

- Ahí fuera hubo un momento en que me asustaste - dije para reiniciar la conversación, para poder oír su voz - Creí que Newton arrastraba tu cadáver para enterrarlo en los bosque.

- Ja, ja. - dijo.

- Lo cierto es que he visto cadáveres con mejor aspecto. - Eso era realmente cierto -. Me preocupaba que tuviera que vengar tu asesinato. - Y lo habría hecho.

- Pobre Mike- suspiró - Apuesto a que se ha enfadado.

La furia se apodero de mí, pero la contuve al momento. Su preocupación era, seguramente, solo lástima. Era amable. Eso era todo.

- Me aborrece por completo - le dije, animado por la idea.

- No lo puedes saber.

- Vi su rostro… Te lo aseguro - probablemente era cierto, que leyendo su cara, podría haberme dado la información suficiente para deducir eso. Toda esta práctica con Bella estaba agudizando mis habilidades en la lectura de expresiones humanas.

- ¿Cómo es que me viste? Creí que te habías ido.

Su cara se veía mejor, el verde había desaparecido de su piel translúcida.

- Estaba en mi coche escuchando un CD.

Su expresión cambió, como si mi respuesta tan común la hubiera sorprendido de alguna manera.

Abrió los ojos de nuevo cuando la Sra. Hammond entró con una bolsa de hielo.

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- Aquí tienes, cariño - dijo la enfermera, mientras la ponía en la frente de Bella - Tienes mejor aspecto.

- Creo que ya estoy bien - dijo Bella mientras se sentaba, alejándose de la bolsa de hielo. Por supuesto. No le gusta que la cuidaran.

Las manos arrugadas de la Sra. Hammond se acercaron a la chica, como si fuera a empujarla hacia abajo, pero en ese momento la Sra. Cope abrió la puerta y la sujetó, con ella entró un olor a sangre fresca, solo un soplo.

Invisible, en la oficina, detrás de ella, Mike Newton estaba todavía muy enfadado, deseando que el pesado chico que arrastraba ahora fuera la chica que estaba conmigo.

- Ahí viene otro - dijo la Sra. Cope.

Bella saltó rápidamente del camastro, agradecida de dejar de ser el centro de atención.

- Tome, - dijo devolviéndole la compresa fría a la Sra., Hammond - ya no la necesito más.

Mike gruñó mientras medio empujaba a Lee Stephens a través de la puerta. La sangre seguía goteando de la mano que Lee sostenía en sus cara, resbalando hacia la la muñeca.

- Oh, no - esta era mi señal para salir y de Bella también, al parecer -Vámonos fuera de aquí, Bella.

Ella se me quedó mirando con ojos desconcertados.

- Confía en mí… vamos.

Ella giró y sujetó la puerta antes de que se cerrara, corrió a través de la oficina, yo la seguía unos centímetros por detrás, su pelo se meció rozando mi mano…

Se volvió hacia mí, aún con los ojos muy abiertos.

- Por una vez me has hecho caso.

Arrugó su pequeña nariz.

- Olí la sangre.

La miré claramente sorprendido.

- La gente no puede oler la sangre.

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- Bueno, yo sí. Eso es lo que me pone mala. Huele a óxido… y a sal.

Mi rostro se congeló, sin dejar de mirarla.

¿Era realmente humana? parecía humana, era suave como una humana, olía como una humana… bueno, mejor en realidad. Actuaba como humana… más o menos. Pero no pensaba como los humanos, y no respondía como ellos.

¿Sin embargo qué otra opción había?

- ¿Qué? - preguntó.

- No es nada.

Entonces nos interrumpió Mike Newton, entró en la sala lleno de resentimiento y pensamientos violentos.

- Tienes mejor aspecto - le dijo bruscamente.

Mi mano tembló, con ganas de enseñarle algunos modales. Tendría que tener más cuidado conmigo mismo o iba a terminar matando a este odioso chico.

- Tú solo métete la mano en el bolsillo - dijo ella, por un disparatado segundo, pensé que me estaba hablando a mí.

- Ya no sangra - respondió con mal humor - ¿Vas a volver a clase?

- ¿Bromeas? Tendría que dar media vuelta y volver aquí.

Eso estaba muy bien. Yo había pensado que tendría que perder toda esta hora sin ella, y ahora tenía tiempo extra en su lugar. Me sentí codicioso, un avaro que atesoraba cada minuto.

- Si, supongo que sí - murmuró Mike - ¿Vas a venir este fin de semana a la playa?

Ah, Tenían planes. La ira me congeló en el sitio. Sin embargo era un viaje en grupo. Yo había visto ya alguna cosa en las cabezas de los demás estudiantes. No era algo solo para dos. Todavía estaba furioso, apoyado inmóvil en el mostrador, tratando de controlarme.

- Claro, te dije que iría - le prometió.

Así que ella le había dicho que sí a él también. Los celos me quemaron, más dolorosos que la sed.

No, sólo era una salida en grupo, traté de convencerme a mí mismo. Solo se trataba de pasar el día con unos amigos. Nada más.

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- Nos reuniremos en la tienda de mi padre a las diez – “y Cullen NO está invitado”

- Allí estaré – dijo.

- Entonces, te veré en clase de gimnasia.

- Hasta la vista – replicó ella.

Se dirigió a su clase, con sus pensamientos llenos de rabia “¿Qué ve en ese bicho raro? Claro, es rico, me imagino. Las chicas creen que él es sexy. Pero no veo por qué. Demasiado... demasiado perfecto. Apuesto a que su padre experimenta en todos ellos con cirugías plásticas. Es por eso que son todos tan pálidos y guapos. No es natural. Además tiene una especie de... aspecto aterrador. A veces cuando él me mira, juraría que está pensando en matarme...bicho raro…”

Mike era bastante perceptivo.

- Gimnasia – repitió Bella en voz baja.

La miré, y vi que estaba triste por algo, otra vez. No estaba seguro de por qué, pero estaba claro que no quería ir a su próxima clase con Mike, y yo estaba a favor de ese plan. Fui a su lado y me incliné cerca de su rostro, sintiendo el calor de su piel irradiando hacia mis labios, no me atreví a respirar.

- Puedo hacerme cargo de eso - murmuré. - Ve a sentarte e intenta parecer paliducha.

Ella hizo lo que le pedí, se sentó en una de las sillas plegables y apoyó la cabeza hacia atrás, contra la pared, mientras que, detrás de mí, la Sra. Cope salía de la habitación de atrás e iba a su escritorio. Con los ojos cerrados, Bella parecía como si se hubiera desmayado de nuevo, su color todavía no había regresado.

Me dirigí a la secretaria, esperaba Bella estuviera prestando atención, pensé con sarcasmo, así era como se suponía que un humano debía responder.

- ¿Señora Cope? - pregunté usando de nuevo mi voz más persuasiva.

Agitó las pestañas, y su corazón se aceleró. Demasiado joven, ¡contrólate!

-¿Sí?

Eso era interesante. Cuando el pulso de Shelly Cope se aceleraba, era porque me encontraba físicamente atractivo, no por que estuviera asustada.

Estaba acostumbrado a estar rodeado de hembras humanas.... sin embargo, no había considerado esa explicación para los latidos del corazón de Bella.

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Me gustaba eso, mucho, en realidad. Sonreí y la respiración de la Sra. Cope se hizo más fuerte.

- Bella tiene gimnasia la próxima hora y creo que no se encuentra del todo bien. ¿Cree que podría dispensarla de asistir a esa clase?

La miré fijamente a los ojos, disfrutando de los estragos que esto provocaba en los procesos de sus pensamientos ¿Era posible que Bella...?

La Sra. Cope tuvo que tragar antes de contestar.

- Edward ¿necesitas también que te dispense a ti?

- No. Tengo clase con la Señora Goff, A ella no le importará.

Ahora no le estaba prestando mucha atención. Yo estaba estudiando esta nueva posibilidad.

Hmm, me gustaría creer que Bella me encontraba atractivo, como hacían las otras humanas, pero ¿cuándo había tenido Bella las mismas reacciones que otros seres humanos? No debía hacerme demasiadas ilusiones.

- De acuerdo, no te preocupes de nada. Que te mejores, Bella.

Bella asintió débilmente, sobreactuando un poco.

- ¿Puedes caminar o quieres que te lleve en brazos otra vez? - le pregunté, divertido por su pobre interpretación, yo sabía que querría caminar, ella no quería ser débil.

- Caminaré - dijo.

Correcto de nuevo, estaba mejorando en esto.

Ella se levantó, dudó un momento como para comprobar su equilibrio, sujeté la puerta para ella y salimos a la lluvia.

Le vi levantar la cara hacia la lluvia, con los ojos cerrados y una ligera sonrisa en los labios. ¿Qué estaba pensando? Algo en ese acto parecía fuera de lugar y rápidamente me di cuenta de porque la situación me parecía rara. Normalmente las chicas humanas no levantaban sus caras hacia la lluvia de esa manera, la chicas humanas normales, por lo general, llevaban maquillaje, incluso aquí, en este lugar húmedo.

Bella nunca usaba maquillaje, ni debía. La industria cosméticas ganaba millones de dólares al año de mujeres que trataban de tener una piel como la suya.

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- Gracias - dijo, sonriéndome ahora - Merecía la pena seguir enferma para perderse la clase de gimnasia.

Miré a través del campus, preguntándome como prolongar mi tiempo con ella.

- Sin duda. - dije.

- De modo que vas a ir…Este sábado, quiero decir - parecía esperanzada.

Ah, su esperanza era tranquilizadora. Quería ir conmigo y no con Mike Newton. Y yo quería decir que sí. Pero había muchas cosas a considerar. Por lo pronto, el sol brillaría este sábado...

- ¿A dónde vais a ir exactamente? - Traté de mantener mi voz indiferente, como si no me importara mucho, aunque Mike había dicho playa, no había muchas posibilidades de evitar la luz del sol allí.

-A La Push, al puerto.

Maldición. Bueno, entonces era imposible.

De todos formas, Emmett se hubiera irritado si cancelaba nuestros planes.

Le eché una mirada y sonriendo irónicamente.

- En verdad, no creo que me hayan invitado.

Ella suspiró, resignada.

- Acabo de invitarte.

- No avasallemos más entre los dos al pobre Mike esta semana, no sea que se vaya a romper.

Pensé en romper al pobre de Mike yo mismo, y disfruté intensamente de la imagen mental.

- El blandengue de Mike… - dijo, desdeñosa de nuevo. Sonreí ampliamente.

Y luego comenzó a caminar lejos de mí. Sin pensar en lo que hacía, extendí la mano y la cogí de la parte de atrás de su cazadora. Se detuvo bruscamente.

- ¿Adónde te crees que vas? - estaba casi enfadado porque ella me estaba dejando.

Aún no había tenido suficiente tiempo con ella. No se podía ir, todavía no.

- Me voy a casa - dijo, desconcertada al ver que yo me había molestado.

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- ¿Acaso no me has oído decir que te iba a dejar a salvo en casa? ¿Crees que te voy a permitir que conduzcas en tu estado?

Sabía que a ella no le iba a gustar eso - mi implicación de debilidad por su parte. Pero necesitaba practicar para el viaje a Seattle, de todos modos. Ver si podía manejar su proximidad en un espacio cerrado. Este era un viaje mucho más corto.

- ¿En qué estado? -preguntó. - ¿Y qué va a pasar con mi coche?

- Se lo tendré que dejar a Alice después de la escuela.

Tiré de ella hacia mi coche, con cuidado, sabiendo que caminar hacia delante era suficiente reto para ella.

- ¡Déjame! -dijo tambaleándose hacia los lados y casi tropezando.

Tendí la mano para cogerla, pero ella se enderezó antes de que fuera necesario. No debería estar buscando excusas para tocarla. Eso me hizo pensar en la reacción que había causado en la Sra. Cope, pero lo dejé para más tarde. Había mucho para considerar sobre ese tema.

La dejé ir al lado del coche y tropezó en la puerta. Tendría que ser aún más cuidadoso, tener en cuenta su falta de equilibrio...

- ¡Eres tan insistente!

- Está abierto. - Me subí y arranqué el coche. Ella mantuvo su cuerpo rígido, todavía a fuera, a pesar de que la lluvia había apretado. Yo sabía lo poco que le gustaba el frío y la humedad. El agua estaba empapando su espeso pelo, oscureciéndolo casi al negro.

- Soy perfectamente capaz de conducir hasta casa.

Por supuesto que lo era, era yo el que no era capaz de dejarla ir.

Bajé el cristal de la ventanilla y me incliné hacia ella.

- Entra, Bella. - entornó los ojos y supuse que se estaba debatiendo entre salir corriendo o no - Te arrastraré de vuelta aquí - le prometí, disfrutando de la desilusión en su cara cuando se dio cuenta de lo que quería decir.

Alzó la barbilla, abrió la puerta y subió. Su cabello goteaba sobre el cuero y la botas chirriaban una contra otra.

- Esto es completamente innecesario -dijo secamente. Pensé que parecía avergonzada bajo su resentimiento.

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Subí la calefacción para que no estuviera incómoda y puse música de fondo.

Conduje hacia la salida, mirándola de reojo, Su labio inferior sobresalía con terquedad, me lo quedé mirando, analizando cómo me hacía sentir... pensando de nuevo en la reacción de la secretaria...

De repente ella miró el estéreo y sonrió, sus ojos se hicieron más grandes.

- ¿Claro de Luna? -preguntó.

¿Una fan de los clásicos?

- ¿Conoces a Debussy?

- No mucho - dijo - Mi madre pone mucha música clásica en casa, pero sólo conozco a mis favoritos.

- También es uno de mis favoritos.

Me quedé mirando la lluvia, pensativo. Tenía algo en común con la chica, había empezando a pensar que éramos opuestos en todos los sentidos.

Ahora parecía más tranquila, mirando la lluvia como yo, con la mirada perdida. Aproveché su distracción momentánea para experimentar con la respiración.

Inhalé cuidadosamente por la nariz.

Potente.

Agarré el volante más fuerte. La lluvia la hacía oler aún mejor. No habría imaginado que fuera posible. Estúpido, de repente estaba imaginando cómo sería su sabor.

Traté de tragarme el fuego de mi garganta y pensar en otra cosa.

- ¿Cómo es tu madre? -pregunté para distraerme.

Bella sonrió.

- Se parece mucho a mí, pero es más guapa -yo lo dudé - he heredado muchos rasgos de Charlie. -continuó.- Es más sociable y atrevida que yo. - esto también lo dudé - También es irresponsable y un poco excéntrica, y una cocinera impredecible. Es mi mejor amiga. - Su voz se había vuelto melancólica, su frente se había arrugado. Una vez más, hablaba como una madre de su hija.

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Me detuve frente a su casa, pensando demasiado tarde, si se suponía que yo debía saber donde vivía. No, esto no sería sospechoso en un pueblo tan pequeño, con su padre siendo una figura pública...

- Bella ¿cuántos años tienes? - Ella debía ser mayor que sus compañeros. Tal vez había empezado tarde la escuela o había repetido… aunque eso no era probable.

- Diecisiete -respondió.

- No los aparentas.

Ella se rió.

- ¿Qué pasa?

- Mi madre siempre dice que nací con treinta y cinco años y que cada año me vuelvo más madura - Ella volvió a reír y luego suspiro - En fin, una de las dos debía ser adulta.

Esto me aclaraba muchas cosas. Ahora podía ver... la irresponsabilidad de la madre ayudaba a explicar la madurez de Bella, que había tenido que crecer más deprisa, para convertirse en la que cuidaba, era por eso que no le gustaba que cuidaran de ella, sentía qué ese era su trabajo.

- Tampoco tú te pareces mucho a un adolescente de instituto -dijo ella, sacándome de mi ensimismamiento.

Hice una mueca, por cada cosa que yo percibía de ella, ella percibía mucho más a cambio. Cambié el tema.

- En ese caso, ¿ por qué se casó tu madre con Phil?

Ella dudó un minuto antes de contestar.

- Mi madre tiene... un espíritu muy joven para su edad, Creo que Phil hace que se sienta aún más joven. En cualquier caso, ella está loca por él - sacudió la cabeza con indulgencia.

- ¿Lo apruebas? - pregunté.

- ¿Importa? -preguntó.- Quiero que sea feliz y Phil es lo que ella quiere.

La generosidad de su comentario me habría sorprendido, si eso no encajara tan bien con lo que había aprendido de su carácter.

- Eso es muy generoso por tu parte... Me pregunto…

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- ¿Qué?

- ¿Tendría ella esa misma cortesía contigo, sin importarle tu elección?

Era una pregunta tonta y no pude mantener mi voz casual mientras la hice. Qué estúpido considerar si quiera que alguien pudiera aprobarme a mí para su hija. Que estúpido incluso pensar que Bella me elegiría a mí.

- E-eso c-creo - tartamudeó, reaccionando de alguna manera a mi mirada ¿miedo... o atracción? - pero, después de todo, ella es la madre. Es un poquito diferente - terminó.

Sonreí con ironía.

- Entonces, nadie que asuste demasiado.

Ella me sonrió.

- ¿A qué te refieres con que asuste demasiado? ¿Múltiples piercings en el rostro y grandes tatuajes?

- Supongo que ésa es una posible definición - una definición no muy amenazante, en mi opinión.

- ¿Cuál es la tuya?

Ella siempre hacía las preguntas equivocadas, o quizás justo las preguntas acertadas. De todas maneras yo no quería responder.

- ¿Crees que puedo asustar? -le pregunté, tratando de sonreír un poco.

Ella lo pensó detenidamente, antes de responder con voz seria.

- Eh… Creo que puedes hacerlo si te lo propones.

Yo estaba serio también.

- ¿Te doy miedo ahora?

Ella respondió de inmediato, sin pensarlo detenidamente.

-No.

Sonreí más tranquilo. No creía que ella estuviera diciendo toda la verdad, pero tampoco estaba mintiendo exactamente. Por lo menos no me tenía el miedo suficiente como para querer irse. Me pregunté cómo se sentiría si le dijera que estaba discutiendo esto con un vampiro. Me estremecí al imaginar su reacción.

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- Bueno, ¿vas a contarme algo de tu familia? Debe de ser una historia mucho más interesante que la mía.

Una más aterradora, como mínimo.

-¿Qué es lo que quieres saber? - le pregunté con cautela.

- ¿Te adoptaron los Cullen?

-Sí.

Ella vació y luego habló en voz baja.

- ¿Qué les ocurrió a tus padres?

Esto no era tan difícil, ni siquiera tenía que mentir.

- Murieron hace muchos años.

- Lo siento - murmuró, claramente preocupada por si me había herido.

Ella estaba preocupa por mí.

- En realidad, los recuerdo de forma confusa. -le aseguré- Carlisle y Esme llevan siendo mis padres desde hace mucho tiempo.

- Y tú los quieres -dedujo.

Sonreí.

- Si. No puedo concebir a dos personas mejores que ellos.

- Eres muy afortunado.

- Sé que lo soy - en mis circunstancias, en cuestión de padres, no podía negar mi suerte.

- ¿Y tu hermano y hermana?

Si dejaba que siguiera preguntando, tendría que mentirle. Miré el reloj, descorazonado porque mi tiempo con ella se había terminado.

- A propósito, mi hermano, mi hermana, así como Jasper y Rosalie se van a disgustar bastante si tienen que esperarme bajo la lluvia.

- Oh, lo siento. Supongo que debes irte.

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Ella no se movió. Tampoco quería que nuestro tiempo se terminara, eso me gustó muchísimo.

- Y tú probablemente quieres recuperar el coche antes de que el jefe de policía Swan vuelva a casa para no tener que contarle el incidente de Biología- Sonreí, al venirme a la memoria su vergüenza en mis brazos.

- Estoy segura de que ya se ha enterado. En Forks no existen los secretos -dijo el nombre de la ciudad con notable aversión.

Yo me reí de sus palabras. Que no existen secretos… ¡ya lo creo!

- Diviértete en la playa… - eché un vistazo a la lluvia, sabiendo que no iba a durar y deseando más que nunca que lo hiciera - Que tengáis buen tiempo para tomar el sol - Bueno, el sábado lo tendrían. Ella disfrutaría.

- ¿No te voy a ver mañana? -preguntó, su tono de preocupación me gustó.

- No. Emmett y yo vamos a adelantar el fin de semana.

Estaba molesto conmigo mismo por haber hecho esos planes. Podría cancelarlos... pero no había nada como la caza excesiva para ayudarme en este momento, además mi familia ya estaba bastante afectada por mi comportamiento sin desvelarles lo obsesivo que me estaba volviendo.

- ¿Qué es lo que vais a hacer? -preguntó, no parecía feliz con mi revelación. Bien.

- Nos vamos de excursión al bosque de Goat Rocks, al sur del monte Rainier. -Emmett estaba ansioso por la temporada de osos.

- Ah, vaya, diviértete -dijo sin ganas, su falta de entusiasmo me alegró de nuevo.

Mientras la miraba comencé a sentir la agonía de la idea por decirle siquiera un adiós temporal. Ella era tan suave y vulnerable. Parecía temerario dejarla fuera de mi vista, donde cualquier cosa podría pasarle. Y sin embargo lo peor que podía pasarle sería estando conmigo.

- ¿Querrías hacer algo por mí este fin de semana? -Le pregunté muy serio.

Ella asintió, con sus ojos muy abiertos, desconcertada por mi intensidad.

No la abrumes.

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- No te ofendas, pero pareces ser una de esas personas que atraen los accidentes como un imán. Así que… intenta no caerte al océano, dejar que atropellen, ni nada por el estilo…¿De acuerdo?

Le sonreí con tristeza, esperando que ella no lo notara en mis ojos. Cuánto me hubiera gustado que ella no estuviera mejor lejos de mí, sin importar lo que pudiera pasarle.

Huye, Bella, huye. Te amo demasiado, para tu bien o el mío.

Ella se sintió ofendida por mi broma. Me miró.

- Veré que puedo hacer -espetó, saltando a la lluvia y cerrando la puerta detrás de ella tan fuerte como pudo.

Como una gatita enojada que se cree que es un tigre.

Cerré la mano alrededor de la llave que había cogido del bolsillo de su chaqueta y sonreí mientras me alejaba.

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7777: Melodía: Melodía: Melodía: Melodía

Tuve que esperar cuando llegué a la escuela. Todavía no habían salido de la última clase. Eso estaba bien, porque tenía cosas en las que pensar y necesitaba un tiempo a solas.

Su aroma se había quedado en el coche. Me quedé con las ventanas cerradas, dejando que me asaltara, tratando de acostumbrarme a la sensación como un incendio intencionado en mi garganta.

Atracción.

Era algo complicado de analizar. Tiene tantos aspectos, tantos múltiples significados y niveles diferentes. No es lo mismo que el amor, pero se relacionaban estrechamente.

No tenía ni idea de si Bella se sentía atraída por mí. ¿Podría su silencio mental, de alguna manera, volverse más y más frustrante hasta volverme loco? ¿O había un límite al que finalmente llegaría?

Traté de comparar sus respuestas físicas con la de otras personas, como la secretaria o Jessica Stanley, pero la comparación no era concluyente. Las mismas reacciones, cambios en la frecuencia cardiaca y en los patrones de respiración, podrían fácilmente significar miedo, estado de shock, o ansiedad por algo que le interesara. Me parecía poco probable que Bella se entretuviera con el mismo tipo de pensamientos que Jessica Stanley solía tener. Después de todo, Bella sabía muy bien que había algo malo en mí, incluso aunque no supiera exactamente lo que era.

Ella había tocado mi helada piel, y retiró rápidamente su mano del frío.

Y sin embargo… si recordaba las fantasías que me habían repugnado, pero con Bella en el lugar de Jessica…

Estaba respirando más rápidamente, el fuego desgarraba de arriba a abajo mi garganta.

¿Qué pasaría si fuera Bella la que imaginara mis brazos alrededor de su frágil cuerpo? Sintiendo como la apretaba con fuerza contra mi pecho y luego sosteniendo su barbilla con mi mano, retirando la pesada cortina de su pelo de su rostro ruborizado. Trazando la forma de sus carnosos labios con mis dedos. Inclinando mi cara más cerca de la suya, donde podía sentir el calor de su aliento en mi boca. Acercándome más todavía…

Pero entonces desperté de mi ensoñación, sabiendo, como ya había sabido cuando Jessica se había imaginado estas cosas, lo qué pasaría si estuviera tan cerca de ella.

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La atracción era un dilema imposible, porque yo ya estaba demasiado atraído por Bella pero de la peor manera.

¿Deseaba que Bella se sintiera atraída por mí, como una mujer por un hombre?

Esa era la pregunta equivocada. La pregunta correcta era si debería desear que Bella se sintiera atraída por mí de esa forma, y la respuesta era no. Porque yo no era un hombre humano, no era justo para ella.

Anhelé, con cada fibra de mi ser, ser un hombre normal, para poder tenerla entre mis brazos sin poner en riesgo su vida. Para ser libre y dejarme llevar por mis propias fantasías, fantasías que no terminarían con su sangre en mis manos, su sangre brillando en mis ojos.

Seguir deseando que se interesara por mí era indefendible. ¿Qué tipo de relación podía ofrecerle, cuando yo ni si quiera podía arriesgarme a tocarla?

Hundí mi cabeza entre mis manos.

Todo era más confuso, al no haberme sentido tan humano en toda mi vida, ni siquiera cuando era humano, por lo que podía recordar. Cuando era humano, mis pensamientos giraban en torno a la gloria de un soldado. La gran guerra había ardido en la mayor parte de mi adolescencia, y había sido solo nueve meses antes de mi dieciocho cumpleaños cuando la gripe me había golpeado… Tenía solo vagos recuerdos de mis años humanos, recuerdos borrosos que se desvanecían con cada década que pasaba. Mi madre era lo único que recordaba con claridad, y sentía un dolor antiguo cuando pensaba en su rostro. Recordé vagamente lo mucho que ella había odiado el futuro que yo deseaba con entusiasmo, rezando cada noche, cuando bendecía la mesa, para que la horrible guerra llegara a su fin…. Yo no tenía recuerdos de otro tipo de anhelos. Aparte del amor a mi madre, no había conocido otro tipo de amor que me hiciera desear quedarme…

Esto era totalmente nuevo para mí, no había nada con lo que trazar paralelismos, nada con lo que poder comparar.

El amor que sentía por Bella había llegado puro, pero ahora las aguas se habían enturbiado. Yo deseaba tanto ser capaz de tocarla. ¿Se sentiría ella de la misma manera?

Eso no importaba, traté de convencerme a mí mismo.

Miré mis manos blancas, odiando su dureza, su frialdad, su fuerza sobrehumana…

Salté cuando se abrió la puerta del pasajero.

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“¡Aha! Te cogí por sorpresa, siempre hay una primera vez” pensó Emmett cuando se deslizó en el asiento.

- Apuesto a que la señora Goff piensa que estás metido en las drogas. Has estado tan ausente últimamente. ¿Dónde estuviste hoy?

- Estaba… haciendo buenas obras.

“¿Qué?”

Solté una risita.

- Velando por los enfermos, ese tipo de cosas.

Eso lo confundió aun más, pero entonces inhaló, capturando el olor en el coche.

- ¡Oh! ¿La chica otra vez? - hizo una mueca “Es extraño”

- Háblame sobre ello -murmuré.

Inhaló de nuevo.

- Hmmm, tiene bastante sabor, ¿no es así?

El gruñido se escapó a través de mis labios antes de que él terminara de decir esas palabras, una respuesta automática.

- Calma, chico, solo estoy opinando.

Los otros llegaron después. Rosalie capto el olor inmediatamente y me fulminó con la mirada, no se le había pasado el enfado. Me pregunté cuál era su problema, pero todo lo que podía escuchar de ella eran insultos.

No me gustó la reacción de Jasper, tampoco. Al igual que Emmett, capto el atractivo de Bella. No es que el olor tuviera, para ninguno de ellos, ni una milésima parte de la atracción que tenia para mí. Aún así me molestaba que su sangre fuera dulce para ellos. Jasper tenía un control muy pobre…

Alice pasó por mi lado del coche y extendió la mano para la llave del coche de Bella.

- Solo he visto que era yo - dijo con tono misterioso, como era habitual.- Tendrás que decirme el porqué.

- Eso no quiere decir...

- Lo sé, lo sé. Esperaré. No falta mucho.

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Suspiré y le di la llave.

La seguí hasta la casa de Bella. La lluvia golpeaba como un millón de pequeños martillos, tan fuerte que quizás los oídos humanos de Bella no podrían oír el rugido del motor de la camioneta. Miré su ventana, pero ella no se asomó. Quizás no estaba allí. No había pensamientos que escuchar.

Me entristeció no poder oír lo suficiente ni siquiera para comprobar cómo estaba. asegurarme de que ella estaba feliz, o a salvo, al menos.

Alice se subió atrás y fuimos rápidamente a casa. Las carreteras estaban vacías, por lo que solo tardamos unos pocos minutos. Entramos a tropel en casa, y luego fuimos a nuestros distintos pasatiempos.

Emmett y Jasper estaban en medio de un complicado juego de ajedrez, utilizando ocho tableros unidos, - esparcidos a lo largo contra la pared de cristal del fondo - y su complejo conjunto de normas específicas. Ellos no me dejaban jugar, solo Alice jugaba conmigo ya.

Alice fue a su ordenador a la vuelta de la esquina de donde estaban ellos y pude oír como encendía el monitor. Alice estaba trabajando en un proyecto de diseño de modas para el vestuario de Rosalie, pero hoy Rosalie no le acompañaba, poniéndose detrás de ella para dirigir el corte y el color mientras la mano de Alice hacía trazos en la pantalla táctil. (Carlisle y yo habíamos tenido que modificar un poco ese sistema, dado que la mayoría de las pantallas responde a la temperatura). En lugar de eso, Rosalie estaba triste, tirada en el sofá, cambiando sin parar de canal a veinte canales por segundo en la pantalla plana, sin detenerse en ningún momento. Podía oírla tratando de decidir si iba o no al garaje a reajustar otra vez su BMW.

Esme estaba arriba, tarareando mientras trabajaba en unos planos.

Al cabo de un rato Alice apoyó la cabeza contra la pared, y empezó a soplarle los movimiento que pensaba realizar Emmett - Emmett estaba sentado en el suelo de espaldas a ella - a Jasper, que mantuvo su expresión muy calmada cuando derribó el caballo favorito de Emmett.

Y yo, que por primera vez en mucho tiempo me sentí apenado, fui a sentarme en el imponente piano situado al lado de la entrada.

Deslicé mi mano suavemente por las escalas, probando el tono. La afinación estaba todavía perfecta. Arriba de las escaleras, Esme dejó lo que estaba haciendo e inclinó la cabeza hacia un lado.

Empecé la primera línea de la melodía que me había sugerido mi propia mente hoy en el coche, satisfecho de que sonara aún mejor de lo que había imaginado.

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“Edward está tocando de nuevo” pensó Esme con alegría, una sonrisa irrumpió en su rostro. Se levantó de su escritorio y voló silenciosamente al borde de las escaleras.

Añadí una línea de armonía, y dejé que se entrelazara con la melodía central. Esme suspiró satisfecha, se sentó en el escalón de arriba de la escalera y apoyó la cabeza contra la barandilla.

“Una nueva canción ¡Ha pasado tanto tiempo! Que sonido tan hermoso”

Dejé que la melodía fuera en una nueva dirección, siguiendo con la línea base.

“¿Edward está componiendo otra vez?” pensó Rosalie, apretando los dientes con feroz resentimiento.

En ese momento, levantó la guardia, y pude leer toda su indignación subyacente. Vi porque ella estaba de tan mal humor conmigo. El porqué no le remordía todo lo que debiera la conciencia al pensar en matar a Isabella Swan.

Con Rosalie, se trataba siempre de Vanidad.

Paré la música de golpe, sin poder contener una carcajada, un ladrido afilado de diversión que interrumpí rápidamente tapándome la boca con la mano.

Rosalie se giró para mirarme con rabia, sus ojos ardían en un odio feroz.

Emmett y Jasper también se volvieron. Escuché la confusión de Esme, que estuvo abajo en un instantes, interponiéndose entre Rosalie y yo.

- Edward no te detengas-me animó Esme, para romper la tensión.

Empecé a tocar de nuevo, dándole la espalda a Rosalie, mientras intentaba con todas mis fuerzas controlar la sonrisa que quería extenderse por mi cara. Ella se levantó y salió de la habitación, más enfadada que avergonzada, pero, sin duda, bastante avergonzada.

“Si dices algo te daré caza como a un perro”

Contuve otra carcajada.

- ¿Qué pasa, Rose? -Preguntó Emmett. Rosalie no se dio la vuelta, continuó hacia el garaje con la cabeza bien alta, luego se lanzó bajo su coche, como si pudiera enterrarse allí.

- ¿ Que ha pasado? - me preguntó Emmett.

- No tengo ni idea. -Mentí.

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Emmett gruñó, frustrado.

- Sigue tocando - me instó Esme, mis manos se habían detenido otra vez.

Hice lo que me pidió, y ella se colocó detrás de mí, poniendo sus manos sobre mis hombros.

La canción era convincente, pero incompleta. Jugué con un puente, pero no parecía el adecuado.

- Es encantadora. ¿Tiene nombre? -preguntó Esme.

- Todavía no.

- ¿Tiene una historia? -me preguntó con una sonrisa en su voz. Esto le hacía disfrutar tanto, me sentí culpable por haber descuidado mi música durante tanto tiempo, había sido egoísta.

- Es… una nana, supongo -justo entonces encontré el puente, conduciéndome fácilmente al siguiente movimiento, adquiriendo vida propia.

- Una nana -repitió ella para sí misma.

Ahí estaba la historia de esta melodía, y una vez lo vi, las piezas cayeron sin esfuerzo en su lugar. La historia era sobre una chica que dormía en una estrecha cama, su oscuro y espeso cabello salvaje se retorcía como las algas sobre la almohada...

Alice dejó a Jasper a su suerte, y vino a sentarse junto a mí en el banco. Con su voz sonando como un trino que repicaba en el aire, dibujó un sonido dos octavas por encima de la melodía.

- Me gusta -murmuré. - ¿Pero, y así?

Añadí su línea a la armonía. Mis manos volaban a través de las teclas uniendo todas las piezas, modificándola un poco, tomando un nuevo rumbo… Ella vio por donde iba y cantó a su lado.

- Si, perfecto - le dije.

Esme presionó mi hombro.

Pero yo ahora podía ver el final, con la voz de Alice elevándose por encima de la melodía, y se dirigía a otro lugar. Pude ver como la canción debía terminar, porque la chica dormida era perfecta tal y como estaba y cualquier cambio sería un error, una tristeza.

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La canción se desvió al comprenderlo, más lenta, descendiendo junto a la voz de que se volvió solemne, un tono que pertenecía al eco entre los arcos de una catedral iluminada con la luz de las velas. Toqué la última nota y luego incliné la cabeza hacia las teclas.

Esme me acarició mi pelo.

“Todo saldrá bien, Edward.. esto será para mejor. Tú te mereces ser feliz, hijo mío. El destino te lo debe”

- Gracias -murmuré, deseando poder creerla.

“El amor no siempre llega en las mejores condiciones”

Me reí sin humor.

“Tu, entre todos en este planeta, eres tal vez el más preparado para hacer frente a este dilema tan difícil. Eres el mejor y el más brillante de todos nosotros”

Suspiré. Cada madre pensaba lo mismo de su hijo.

Esme se sentía feliz porque por fin mi corazón había sido tocado después de todo este tiempo, sin importarle el potencial de la tragedia. Ella había pensado que yo estaría siempre solo…

“Ella tendrá que amarte también…” pensó repentinamente, sorprendiéndome por la dirección de sus pensamientos “Si es una chica inteligente.” Sonrió. “Pero no puedo imaginar a alguien tan lento como para no ver lo maravilloso que eres”

- ¡Basta mamá!. Harás que me sonroje -bromeé.

Sus palabras, aunque improbables, me animaron.

Alice se echó a reír y empezó a interpretar el principio de “Heart and Soul”. Me reí y le acompañé completando la sencilla armonía con ella, interpretando juntos la alegre melodía de Chopsticks.

Ella rió y después dejo escapar un suspiro.

- Me gustaría saber qué te hacía tanta gracia de Rose - dijo Alice - Pero puedo ver que no me lo dirás.

- No.

Me dio un golpecito en la oreja con su dedo.

- Se buena, Alice -dijo Esme- Edward está siendo un caballero.

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- Pero yo quiero saberlo.

Me reí de su tono llorón. Entonces dije:

- Esme - y comencé a tocar su canción favorita, un tributo sin nombre al amor que yo había visto entre Carlisle y ella durante tantos años.

- Gracias, querido - apretó mi hombro de nuevo.

No tenía que concentrarme para tocar aquella pieza tan familiar, así que en lugar de eso, pensé en Rosalie, que aún se estaba retorciendo por la humillación, en sentido figurado, en el garaje, y sonreí para mí mismo.

Habiendo sentido la potencia de los celos en mí mismo, sentía un poquito de compasión por ella. Era una manera miserable de sentirse. Por supuesto, sus celos eran mil veces más mezquinos que los míos. Como en la leyenda del zorro en el pesebre, me pregunté cómo de diferente hubiera sido la personalidad y la vida de Rosalie si ella no hubiera sido siempre la más bella. ¿Sería una persona más feliz si la belleza no hubiera sido siempre su punto más fuerte? ¿Menos egocéntrica? ¿Más compasiva? Bueno, supongo que era inútil preguntárselo, porque no tenía remedio, y ella siempre había sido la más hermosa.

Incluso cuando era humana, su mundo había girado siempre alrededor de su propia belleza, no es que a ella le hubiera importado, más bien todo lo contrario, ella necesitaba que le admiraran por encima de todo, eso no había cambiado con la pérdida de su mortalidad.

No era de extrañar, conociendo esa necesidad, que ella se hubiera sentido ofendida, cuando, desde el principio, yo no la había adorado por su belleza, de la forma en que ella esperaba que todos los hombres lo hicieran. No es que ella me deseara a mí de ninguna manera, nada más lejos de eso. Pero de todas formas le había molestado que yo no la deseara. Ella estaba acostumbrada a que todos lo hicieran.

Era diferente con Jasper y Carlisle, ellos ya estaban enamorados. Yo era completamente libre, y aún así seguía siendo obstinadamente indiferente.

Había pensado que ese viejo resentimiento estaba enterrado. Que ella lo había superado hacía mucho tiempo. Y lo había hecho… hasta el día en que finalmente encontré a alguien cuya belleza me conmovió de la manera en que la suya no lo había hecho.

Rosalie había confiado en su convicción de que si yo no encontraba su belleza digna de adoración, entonces, indudablemente, no habría belleza en la tierra que lograra hacerlo. Por eso había estado furiosa desde el momento en que yo había salvado la vida de Bella, adivinando, con su sagaz intuición femenina, el interés del que yo era totalmente inconsciente.

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Rosalie había sido mortalmente ofendida porque una insignificante humana me había parecido más atractiva que ella.

Reprimí otra vez las ganas de reír.

Sin embargo, me molestaba la manera en que ella veía a Bella. Rosalie realmente pensaba que la chica era vulgar. ¿Cómo podía pensar eso? Me parecía incomprensible, producto de los celos, sin duda.

- ¡Oh! -dijo Alice repentinamente. - Jasper ¡adivina que!

Vi lo que acababa de ver, y mis manos se congelaron en las teclas.

- ¿Qué, Alice? - preguntó Jasper.

- ¡Peter y Charlotte vendrán de visita la semana que viene! Ellos están de camino hacia aquí ¿No es genial?

- ¿Qué pasa Edward? - me pregunto Esme, sintiendo la tensión en mis hombros.

- ¿Peter y Charlotte están viniendo a Forks? - le susurré a Alice.

Ella movió sus ojos hacia mí.

- Cálmate Edward, no es su primera visita.

Apreté los dientes. Era su primera visita desde que Bella había llegado, y su dulce sangre no me atraía solamente a mí.

Alice frunció el ceño ante mi expresión.

“Ellos nunca cazan aquí, lo sabes”

Pero el hermano de Jasper, sí es que se le podía llamar así, y la pequeña vampiro que él amaba no eran como nosotros, ellos cazaban de la forma habitual. No podía confiar en que ellos no se acercaran a Bella.

- ¿Cuándo? - pregunté.

Ella hizo una mueca triste con sus labios, pero me dijo lo que necesitaba saber.

- El lunes por la mañana. Nadie va a hacerle daño a Bella.

- No, no lo harán - estuve de acuerdo, entonces me volví alejándome de ella - ¿Estás listo, Emmett?

- ¿ No íbamos a salir por la mañana?

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- Estaremos de vuelta el domingo a medianoche. Así que supongo que depende de cuánto quieras estar fuera.

- Bueno, está bien, déjame decirle adiós a Rose primero.

- De acuerdo.

Con el estado de ánimo de Rosalie sería una despedida corta.

“Realmente lo has perdido, Edward” pensó mientras se dirigía hacia la puerta de atrás.

- Supongo que sí.

- Toca la nueva canción para mí, una vez más - me pidió Esme.

- Si lo deseas - Estuve de acuerdo, aunque un poco reticente a continuar la melodía hasta su inevitable final , el final que me hacía sentir desconocidos tipos de dolor. Pensé por un momento, y entonces saqué el tapón de la botella de mi bolsillo y lo puse en el atril vacío.

Eso me ayudó un poco, mi pequeño recuerdo de su “sí”.

Asentí para mis adentros y empecé a tocar.

Esme y Alice intercambiaron una mirada, pero ninguna preguntó.

- ¿Nadie te ha dicho nunca que no hay que jugar con la comida? -llamé a Emmett.

- ¡Oh! ¡hey Edward! - me gritó en respuesta, saludándome con una sonrisa.

El oso aprovecho la distracción para intentar desgarrar con su pesada pata el pecho de Emmett, sus garras afiladas le destrozaron la camisa y gritó cuando se dio cuenta de que le tocaba la piel. El oso bramó por el ruido estridente.

- ¡Ah, animal del demonio!. Rose me regaló esta camisa. -le rugió Emmett al furioso animal.

Suspiré y me senté en un cómodo pedrusco. Esto podía ir para largo. Pero Emmett casi estaba terminando. Dejó que el oso intentara atraparle la cabeza con otro golpe de su pata, riendo cuando el golpe falló y se calló de espaldas, el oso rugió y Emmett también, en medio de una risa. Luego se lanzó hacia el animal, que sobre sus patas traseras era una cabeza más alto que él, y sus cuerpos cayeron enredados al suelo arrastrando con ellos un abeto adulto. Los gruñidos del oso se cortaron con un gorgoteo.

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Minutos más tarde, Emmett corrió a donde yo le estaba esperando, su camisa estaba destruida, rota y ensangrentada, y estaba cubierto con una mezcla pegajosa de savia y pelos. Su oscuro y rizado pelo no estaba mucho mejor. Tenía una enorme sonrisa en su cara.

- Ese era fuerte, casi pude notar cuando me arañaba.

- ¡Eres un niño, Emmett!

Miró mi suave camisa, limpia y blanca.

-¿al final no fuiste capaz de rastrear al puma?

- Desde luego que lo hice ¡pero yo no como cómo un salvaje!

Emmett soltó en una risa atronadora.

- Me gustaría que fueran más fuertes. Sería más diversión.

- Nadie dice que tengas que luchar contra tu comida.

- Sí, pero ¿con quién más voy a luchar? Alice y tú hacéis trampas, Rose nunca quiere porque se despeina y Esme se enfada si Jasper y yo nos ponemos en serio.

- La vida es muy dura, ¿verdad?

Emmett me sonrió, cambiando su peso de lado, preparándose para atacar.

- Vamos, Edward. Apágalo solo durante un minuto para que la lucha sea justa.

- Esto no se apaga -le recordé.

- Me gustaría saber como lo hace la chica humana para mantenerte fuera- Emmett reflexionó - Tal vez podría darme algún consejo.

Mi buen humor se desvaneció.

- Mantente lejos de ella -gruñí entre dientes.

- Susceptible, susceptible…

Suspiré. Emmett se sentó a mi lado, en la roca.

- Perdona, se que estás pasando por una situación difícil. Realmente me estoy esforzando para no ser un idiota insensible, pero es parte de mi estado natural.

Él esperó que me riera de su broma, y luego hizo una mueca.

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- Tan serio todo el rato ¿Qué te molesta ahora?

- Estoy pensando en ella, bueno, preocupándome, en realidad.

- ¿De qué hay que preocuparse? Estás aquí. -Él se echó a reír.

Ignoré su broma otra vez, pero contesté a su pregunta.

- ¿Alguna vez has pensado lo frágiles que son todos ellos? ¿Cuántas cosas malas le pueden pasar a un mortal?

- En realidad no. Sin embargo supongo a que te refieres. Yo no fui rival para un oso la primera vez ¿es eso?

- ¿Osos? -murmuré, añadiendo un nuevo temor a mi lista - Podría pasar con su suerte ¿verdad? Un oso extraviado en la ciudad, por supuesto se dirigiría directamente hacia Bella.

Emmett rió entre dientes.

- Hablas como un loco ¿lo sabes?

- Imagina por un momento que Rosalie es humana, Emmett. Y se pudiera encontrar con un oso... o que la atropellara un coche... o se cayera por las escaleras... o que se ponga enferma - ¡Contraer una enfermedad!. Las palabras salían de mí como en una ráfaga tormentosa, pero sentí alivio al dejarlas salir, me habían atormentado todo el fin de semana - ¡Incendios, terremotos y tornados! ¡Uf! ¿Cuándo fue la última vez que viste las noticias? ¿Has visto alguna vez el tipo de cosas que les pasan? robos, homicidios... -De repente apreté los dientes con fuerza, tan furioso ante la idea de que otro ser humano le pudiera hacer daño que no podía respirar.

- ¡Vale, vale! Para un momento, chico. Ella vive en Forks, ¿recuerdas? Así que el mayor riesgo es que se moje bajo la lluvia-se encogió de hombros.

- Creo sufre algún tipo de mala suerte grave, Emmett, de verdad. Mira las pruebas. De todos los lugares en el mundo donde podía ir, termina en un pueblo donde los vampiros forman una parte significativa de la población.

- Sí, pero somos vegetarianos. Así que eso es buena suerte, no mala.

- ¿De la forma en que ella huele? Definitivamente mala. Y más mala suerte todavía si tenemos en cuenta la forma en la que ella huele para mí - fulminé mi propias manos con la mirada, odiándolas de nuevo.

- Salvo por que tú tienes más control de ti mismo que nadie, exceptuando a Carlisle. Buena suerte otra vez.

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- ¿La furgoneta?

- Eso fue solo un accidente.

- Deberías haber visto como venia hacia ella, Em, una y otra vez. Te lo juro, era como si tuviera una especie de atracción magnética.

- Pero tú estabas allí. Eso fue buena suerte.

- ¿Lo fue? ¿No es esa la peor de las suertes que un humano podría llegar a tener? ¿Tener un vampiro enamorado de ella?

Emmett lo consideró en silencio durante un momento. Imaginó a la muchacha en su cabeza, y encontró la imagen poco interesante.

- Francamente, no puedo entenderlo.

- Bueno, realmente yo tampoco puedo ver el encanto de Rosalie -dije groseramente - francamente, no creo que merezca la pena tanto trabajo solo por una cara bonita.

Emmett se rió entre dientes.

- No me vas a contar...

- No sé cuál es su problema, Emmett -mentí con una repentina amplia sonrisa.

Vi sus intenciones, a tiempo para prepararme. Él trató de tirarme fuera de la roca, sonó un fuerte crujido y una grieta se abrió en la piedra entre nosotros.

- ¡Tramposo! -murmuró.

Esperé que lo intentara otra vez, pero sus pensamientos tomaron una dirección diferente. Él imaginaba otra vez la cara de Bella, pero se la imaginaba más blanca, imaginando sus ojos de un color rojo brillante...

- No -dije, con voz estrangulada.

- Así se resolverían tus preocupaciones sobre la mortalidad ¿no? Además así tampoco querrías matarla ¿No sería la mejor solución?

- ¿Para mí? ¿O para ella?

- Para ti -respondió con facilidad, su tono añadía el por supuesto.

Me reí sin ganas.

- Respuesta incorrecta.

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- No me importó tanto - Me recordó.

- A Rosalie sí.

Él suspiró. Los dos sabíamos que Rosalie haría cualquier cosa, renunciaría a todo, si esos significara que podía volver a ser humana otra vez, incluso a Emmett.

- Sí, a Rosalie sí -Aceptó él tranquilamente.

- No puedo... yo no... no voy a arruinar la vida de Bella. ¿No sentirías lo mismo, si se tratara de Rosalie?

Emmett lo pensó durante un momento.

- ¿Realmente... la amas?

- Ni siquiera puedo describirlo, Emmett. De repente, esta chica es el mundo entero para mí. Sé que nada en este mundo tendrá sentido sin ella, nunca más.

- ¿Pero no la transformarás? Ella no durará para siempre, Edward.

- Lo sé -gemí.

- Y, como has señalado, ella es especialmente frágil.

- Confía en mí, eso también lo sé.

Emmett no era una persona con tacto, y las conversaciones delicadas no eran su fuerte. Él se estaba esforzando mucho para no ser ofensivo.

- ¿Puedes siquiera tocarla? ¿Quiero decir, si le amas... no desearás ... tocarla?

Emmett y Rosalie compartían un intenso amor físico. Él no podía entender cómo se podía amar sin ese aspecto.

Suspiré.

- Ni siquiera puedo pensar en eso, Emmett.

- ¡Guau! ¿Entonces cuáles son tus opciones?

- No lo sé -susurré.- Estoy tratando de encontrar la manera de... de dejarla. Pero simplemente no puedo ni imaginar cómo podría permanecer lejos...

De repente sentí una gran satisfacción, al darme cuenta de que, por ahora, era conveniente quedarme, con Peter y Charlotte en su camino, por el momento, ella estaría más segura conmigo aquí, de lo que estaría si yo me iba. De momento, yo podría ser su insólito protector.

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La idea me hizo sentir ansioso. Me moría por estar de vuelta y poder cumplir con mi misión el mayor tiempo posible.

Emmett notó el cambio en mi expresión.

- ¿Qué estás pensando?

- En este momento -admití un poco avergonzado- Me muero por volver corriendo a Forks y comprobar cómo está ella. No sé si podré esperar hasta el domingo por la noche.

- ¡No, no! no vas a ir a casa tan pronto. Rosalie tiene que enfriarse un poco. ¡Por favor! Por mi bien.

- Voy a tratar de quedarme -dije lleno de dudas.

Emmett golpeó al teléfono en mi bolsillo.

- Alice llamará si hay alguna base para tus ataques de pánico. Ella está tan rara con esta chica como tú.

Hice una mueca por eso.

- Bien. Pero no me quedaré después del domingo.

- No hay ninguna prisa, además estará soleado de todos modos. Alice dijo que estaríamos libres de la escuela hasta el miércoles.

Sacudí la cabeza, rígido.

- Peter y Charlotte saben cómo comportarse.

- Realmente no importa Emmett. Con la suerte de Bella, irá a vagar por los bosques justo en el momento equivocado y -me estremecí.- Peter no es conocido por su autocontrol. Definitivamente vuelvo el domingo.

Emmett suspiró.

“Pareces un completo loco”

Bella estaba durmiendo tranquilamente, cuando subí por la ventana de su dormitorio el lunes de madrugada. Me había acordado de traer el aceite, y la ventana ahora se movió silenciosamente cuando pasé.

Me di cuenta, por el modo en que su pelo se extendía liso sobre la almohada, que había tenido una noche menos inquieta que la última vez que había estado aquí.

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Tenía las manos cruzadas bajo su mejilla, como un niño pequeño, y su boca estaba ligeramente abierta. Podía oír su respiración moverse lentamente, entre sus labios.

Era un alivio increíble estar aquí, poder volver a verla. Comprendí que no estaba realmente a gusto si no era así. Nada estaba bien cuando estaba lejos de ella.

No es que todo estuviera bien cuando estaba con ella, tampoco.

Suspiré, dejando que el fuego de mi sed desgarrara mi garganta. Había estado lejos de ella mucho tiempo.

El tiempo que había transcurrido sin sentir el dolor ni la tentación ahora lo hacía todo más fuerte. Ya era bastante malo tener miedo de arrodillarme al lado de su cama para poder leer los títulos de sus libros, quería conocer las historias en su cabeza, pero tenía miedo de algo más que de la sed, temía que si me permitía estar tan cerca de ella, yo desearía estar todavía más cerca...

Sus labios parecían tan suaves y cálidos. Podía imaginar rozándolos con la punta de mi dedo. Suavemente...

Ese era exactamente el tipo de error que tenía que evitar.

Mis ojos recorrieron su rostro minuciosamente, examinándolo por si hubiera habido algún cambio. Los mortales cambiaban todo el tiempo, me puse triste al pensar que podía haberme perdido algo…

Pensé que ella parecía... cansada. Como si no hubiera dormido suficiente este fin de semana. ¿Habría salido?

Me reí en silencio y con ironía por lo mucho que me molestaba. ¿Y qué si había salido? Yo no era su dueño, ella no era mía..

No, ella no era mía y yo estaba triste otra vez.

Movió nerviosamente las manos y descubrí unos arañazos superficiales, apenas curados, en la palma de sus manos. ¿Se había hecho daño? Aunque era evidente que no era una lesión grave, aún así me molestó. Considerando la ubicación, decidí que había tropezado. Parecía una explicación razonable, considerando todas las posibilidades.

Era reconfortante pensar que no tendría que romperme la cabeza con este tipo de pequeños misterios nunca más. Ahora éramos amigos, o al menos tratábamos de serlo, podría preguntarle acerca de su fin de semana, de la playa, y sobre qué actividad había hecho que ella tuviera un aspecto tan cansado esta noche. Podría preguntarle que había pasado con sus manos, e incluso podría reírme un poco sí confirmaba mis teorías.

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Sonreí con dulzura mientras me preguntaba si se habría caído al océano. Me pregunté si se lo habría pasado bien en la excursión. Me pregunté si había pensado algo en mí. Si me había echado de menos una mínima parte de lo que yo la había echado de menos a ella.

Traté de imaginarla bajo el sol de la playa. Sin embargo la imagen era incompleta, porque yo nunca había estado en First Beach. So sólo la había visto en fotos... Sentí un pequeño reparo de malestar cuando pensé en la razón por la que ni una sola vez había estado en la bonita playa situada a unos pocos minutos de mi casa. Bella había pasado el día en La Push, un lugar donde tenía prohibido ir, por un tratado. Un lugar donde un puñado de ancianos recordaba las historias de los Cullen, la recordaban y las creían. Un lugar donde conocían nuestro secreto…

Sacudí la cabeza, no tenía nada de qué preocuparme, los Quileutes estaban sometidos también al tratado. Incluso aunque Bella se hubiera cruzado con uno de aquellos sabios ancianos, no podrían revelarle nada. ¿Y por qué iba a querer abordar el tema? ¿Por qué iba a querer Bella expresar su curiosidad allí? No, los Quileutes eran, tal vez, la única cosa, por la que yo no tenía que preocuparme.

Me enfadé con el sol cuando empezó a levantarse. Me recordó que no podría satisfacer mi curiosidad en los próximos días. ¿Por qué elegía brillar justo ahora?

Con un suspiro, bajé por su ventana antes de que amaneciera lo suficiente para alguien pudiera verme aquí.

Quería quedarme en la espesura del bosque de su casa y verla ir a la escuela, pero cuando llegué a los árboles me sorprendí al encontrar un rastro fresco de su aroma en aquel camino. Lo seguí con rapidez, con curiosidad, cada vez más y más preocupado mientras me adentraba más en la oscuridad. ¿Qué había estado haciendo Bella allí?

El rastro se detuvo bruscamente en medio de nada en particular. Había ido solamente unos cuantos pasos fuera del sendero, entre los helechos, donde había tocado el tronco de un árbol caído, tal vez se había sentado allí...

Me senté donde ella lo había hecho y miré a mi alrededor, Todo lo que ella podría haber sido capaz de ver allí, era helechos y bosque. Probablemente había estado lloviendo, el olor había sido lavado, el olor no era intenso en el árbol.

¿Por qué Bella había venido a sentarse aquí sola, y no había duda de que había estado sola, en medio del bosque húmedo y oscuro?

No tenía ningún sentido, y, a diferencia de las otras cuestiones por las que sentía curiosidad, no podría sacar esto a colación en una conversación casual.

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Esto, Bella, estaba siguiendo tu olor por el bosque, después de abandonar tu dormitorio donde estuve observando cómo dormías... Sí, eso estaría bien para romper el hielo.

Yo nunca sabría lo que había estado pensando y haciendo aquí, y eso hizo rechinar mis dientes por la frustración. Peor aún, esto se parecía demasiado al escenario que yo había imaginado para Emmett. Bella vagando sola por el bosque, donde su aroma llamaría a la atención de cualquiera que tuviera la capacidad de rastrearlo.

Gemí. Ella no tenía solo mala suerte, sino que la tentaba. Bien, por el momento tenía un protector. Yo la protegería, no permitiría que se hiciera daño, durante todo el tiempo que pudiera justificármelo. De repente me encontré deseando que Peter y Charlotte hicieran una visita prolongada.

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8: Fantasma8: Fantasma8: Fantasma8: Fantasma

No vi mucho a los invitados de Jasper los dos días de sol que estuvieron en Forks. Solo iba a casa todos los días para que Esme no se preocupara. Por lo demás, mi existencia parecería más la de un espectro que la de un vampiro. Rondaba, invisible en las sombras, donde podía seguir al objeto de mi amor y mi obsesión, donde podía verla y oírla en la mente de los seres humanos afortunados que podían caminar bajo la luz del sol a su lado, a veces, accidentalmente, alguien rozaba el dorso de su mano con la suya. Ella nunca reaccionó a esos contactos, esas manos estaban tan calientes como las suyas.

La ausencia forzosa de la escuela nunca antes había sido una prueba parecida a esta. Pero el sol parecía hacerla feliz, así que no podía molestarme demasiado. Aceptaría de buen grado cualquier cosa que le hiciera feliz.

El lunes por la mañana escuché una conversación que tenía el potencial de destruir mi confianza y hacer del tiempo lejos de ella una tortura. Tenía que sentir algo de respeto por Mike Newton; él no había abandonado, ni se escabullía para lamerse las heridas. Tenía más valor del que yo había creído, iba a intentarlo de nuevo.

Bella llegó a la escuela muy temprano, con la intención aparente de disfrutar del sol mientras durara, se sentó en uno de los bancos de picnic, que rara vez se utilizaban, mientras esperaba a que sonara el primer timbre. Su cabello atrapaba el sol de forma inesperada, despidiendo unos reflejos rojizos que yo no había previsto.

Mike la encontró allí, garabateando otra vez, emocionado por su buena suerte. Fue una agonía tan solo ser capaz de mirar, impotente, atado en las sombras del bosque por la luz brillante del sol.

Ella lo saludó con suficiente entusiasmo para que él se sintiera eufórico, y yo todo lo contrario.

“Ves, si que le gusto. Si no, no me sonreiría así. Apuesto que quería ir al baile conmigo. Me preguntó que habrá tan importante en Seattle...”

Él percibió el cambio en su cabello.

- No me había dado cuenta antes de que tu pelo tiene reflejos rojos.

Por accidente, rompí el joven abeto donde descansaba mi mano cuando él atrapó un mechón de su cabello entre los dedos.

- Solo al sol - dijo ella. Para mi satisfacción, ella se alejó incomoda cuando él lo colocó detrás de la oreja.

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A Mike le costó un minuto encontrar el coraje, desperdiciando el tiempo en conversaciones triviales. Ella le recordó el ensayo que teníamos que entregar el miércoles. Por la casi imperceptible expresión petulante en su rostro, el suyo ya estaba terminado. Él se había olvidado por completo, lo que disminuía su tiempo libre.

“Maldición, estúpido ensayo”

Finalmente fue al grano, mis dientes estaban apretados con tanta fuerza que podrían haber pulverizado el granito, e incluso entonces no fue capaz de formular la pregunta abiertamente.

- Te iba a preguntar si querías salir.

- Ah -dijo ella.

Hubo un breve silencio.

“¿Ah? ¿Qué significa eso? ¿Va a decir que sí? Espera, supongo que en realidad no le he preguntado” trago saliva.

- Bueno, podíamos ir a cenar o algo así… Puedo trabajar más tarde -. “Estúpido, esa tampoco es la pregunta correcta”

- Mike…

La agonía y la furia de mis celos fue más poderosa de lo que había sido la semana pasada. Rompí otro árbol tratando de retenerme. Deseaba tanto atravesar el campus, demasiado rápido para los ojos humanos y arrebatársela, alejarla del chico que yo odiaba tanto en ese momento que podría haber disfrutado matándolo.

¿ Le diría que sí?

- Creo que no es una buena idea.

Respiré otra vez y mi cuerpo rígido se relajó.

“Después de todo Seattle no era solo una excusa. No debería haberle preguntado ¿en que estaba pensando? Seguro que es por ese bicho raro, Cullen...”

- ¿Por qué?-preguntó malhumorado.

- Creo... -dudó.- y te voy a dar una buena tunda sin remordimiento alguno como repitas una sola palabra de lo que voy a decir - Me reí en voz alta al escuchar el sonido de la amenaza procedente de sus labios. Un arrendajo gritó sorprendido y huyó lejos de mí. -que eso heriría los sentimientos de Jessica.

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- ¿Jessica? – “¿Qué? Pero... ¡Oh! vale… supongo... entonces... ¡eh!”

Sus pensamientos ya no eran coherentes.

- De verdad, Mike, ¿estás ciego?

Me hice eco de su sentimiento, Ella no debería esperar que todos fueran tan perceptivo como lo era ella, pero en realidad en este caso era más que evidente. Con todos los problema que Mike había tenido para preguntarle a Bella ¿no se había imaginado que no sería tan difícil con Jessica? Debió de ser su egoísmo lo que le hacía ciego a las demás. Pero Bella no era nada egoísta, ella lo percibía todo.

“Jessica. Eh. Guau. Eh”

- Vaya - atinó a decir.

Bella aprovechó su confusión para escabullirse.

- Es hora de entrar en clase, y no puedo llegar tarde.

Mike se convirtió en un punto de vista poco fiable a partir de ese momento. Él encontró, al darle vueltas una y otra vez a la idea de Jessica en su cabeza, que le gustaba bastante la idea de que le encontrara atractivo. Era una segunda opción, no tan buena como si fuera Bella la que lo pensara.

“Es guapa, aunque, supongo. Cuerpo decente. Más vale pájaro en mano…”

Él estaba sumido en su pensamientos, en sus nuevas fantasías que eran tan vulgares como las que tenía con Bella, pero ahora solo me irritaban en vez de enfurecerme. Qué poco se merecía a cualquiera de las dos chica, eran casi intercambiables para él. Me quedé fuera de su cabeza después de eso.

Cuando la perdí de vista, me acurruqué en el tronco de un enorme y fresco madroño, y salté de mente en mente, manteniéndola a la vista, alegrándome siempre que Angela Weber estaba disponible para mirar a través de ella, yo deseaba encontrar alguna manera de agradecerle a la chica Weber simplemente por ser una buena persona. Me hacía sentir mejor pensar que Bella tenía una amiga que valía la pena.

Vi la cara de Bella desde todos los ángulos posibles, y pude ver que estaba triste de nuevo. Eso me sorprendió, pensé que el sol sería suficiente para mantener su sonrisa. Durante el almuerzo. Vi como miraba una y otra vez a la mesa vacía de los Cullen y eso me emocionó. Me devolvió la esperanza. Tal vez ella también me echaba de menos.

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Ella tenía planes para salir con las otras chicas, yo automáticamente planeaba mi propia vigilancia, pero esos planes se pospusieron cuando Mike invitó a Jessica a salir en la cita que había planeado para Bella.

Así que, en vez de eso, me fui directo a su casa, para hacer un barrido rápida de los bosques para asegurarme de que nadie peligroso se había acercado demasiado. Sabía que Jasper había advertido a su hermano que evitara la ciudad, citando mi locura, al mismo tiempo, como explicación para la advertencia, pero yo no quería correr ningún riesgo. Petter y Charlotte no tenían intención de causar problema con mi familia, pero las intenciones eran una cosa variable.

De acuerdo. Estaba exagerando. Ya lo sabía.

Como si ella supiera que estaba observando, como si se apiadara de la agonía que sentía cuando no podía verla, Bella salió al patio trasero después de una larga hora en el interior. Llevaba un libro en la mano y una manta debajo del brazo.

En silencio, subí a las ramas más altas del árbol más cercano con vistas al patio.

Ella extendió la manta sobre la hierba húmeda, se tumbó bocabajo y empezó a hojear el libro usado, como si tratara de encontrar una página. Leí por encima de su hombro.

Ah, más clásicos, ella era una fan de Austen.

Leía rápido, cruzando una y otra vez los tobillos en el aire. Yo miraba la luz del sol y el viento jugar con su pelo cuando de repente su cuerpo se puso rígido y su mano se congeló en la página. Todo lo que pude ver es que había llegado al capítulo tres cuando cogió toscamente un abultado número de páginas y las pasó por encima.

Eché un vistazo al título de la página, Mansfield Park. Estaba empezando una historia nueva, el libro era una recopilación de novelas. Me pregunté por qué había cambiado de historia tan abruptamente.

Solo uno momento después cerró el libro de golpe, enfadada. Con un furioso ceño fruncido en su cara, empujó el libro a un lado y se estiró sobre su espalda. Suspiró hondo, como si tratara de calmarse y cerró los ojos. Recordé la novela, pero no pude pensar en nada ofensivo en ella que pudiera molestarla. Otro misterio. Suspiré.

Se quedó muy quieta, moviéndose solo una vez para apartar su pelo lejos de la cara. Lo extendió como un abanico por encima de su cabeza, un río castaño. Y luego se quedó inmóvil de nuevo.

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Su respiración se tranquilizó. Después de unos minutos sus labios comenzaron a temblar. Murmurando en sueños. Imposible de resistir. Escuche tan lejos como pude, percibiendo las voces de las casas cercanas.

“Dos cucharadas de harina… una taza de leche”

“¡Vamos! ¡Métela por el aro! ¡Oh, vamos!”

“ Rojo o azul… o tal vez debería usar algo más casual”

No había ninguno cerca de allí. Salté al suelo, aterrizando en silencio sobre los dedos de mis pies.

Esto estaba muy mal, muy arriesgado. Que condescendientemente había juzgado en otro tiempo a Emmett por sus formas irreflexivas y a Jasper por su falta de disciplina y ahora yo desobedecía conscientemente todas las reglas, con un salvaje abandono, que hacía que sus lapsos parecieran nada en absoluto. Yo solía ser el responsable.

Suspiré, pero me acerqué sigilosamente saliendo a la luz del sol, sin tenerla en cuenta.

Evité mirarme bajo el resplandor del sol. Ya era bastante malo que mi piel fuera de piedra e inhumana en la sombra, no quería vernos a Bella y a mí juntos, bajo la luz del sol. La diferencia entre nosotros era ya insufrible, lo suficientemente dolorosa sin tener también esta imagen en la cabeza.

Pero no pude pasar por alto los destellos de arco iris que se reflejaron en su piel cuando estuve más cerca. Me quede boquiabierto al verla. ¿Podría ser más monstruoso? Imaginé su terror si abriera los ojos ahora…

Empecé a retroceder, pero murmuró otra vez, manteniéndome allí.

- Mmm… Mmm.

Nada, inteligible. Bueno esperaría un poco. Con mucho cuidado le robé su libro, estirando mi brazo hacia afuera y contiendo la respiración mientras estaba cerca, por si acaso. Empecé a respirar de nuevo cuando estuve a unos metros de distancia, saboreando la manera que el sol y el aire libre afectaban su aroma. El calor parecía endulzar su olor. Mi garganta ardía con el deseo, con un fuego nuevo y violento porque había estado alejado de ella demasiado tiempo.

Esperé un momento para controlarlo y a continuación, obligándome a respirar por la nariz, y dejé que el libro se abriera en mis manos. Ella había empezado con el primer libro… pase rápidamente las páginas hasta el tercer capítulo de Sentido y

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Sensibilidad, buscando algo potencialmente ofensivo en la prosa excesivamente delicada de Austen.

Cuando mis ojos se detuvieron automáticamente en mi nombre, donde el personaje de Edward Ferrars era introducido por primera vez, Bella volvió a hablar.

- Mmm. Edward - dijo en un suspiro.

Esta vez no tuve miedo de que se hubiera despertado. Su voz era un bajo y melancólico murmullo. No el grito de miedo que hubiera sido si me hubiera visto ahora.

Mi alegría luchó contra mi auto-aborrecimiento. Ella todavía soñaba conmigo, por lo menos.

- Edmund. Ah. Demasiado…parecido...

¿Edmund?

¡Ja! Ella no estaba soñando conmigo en absoluto, me di cuenta sombríamente, El auto-aborrecimiento volvió con fuerza. Ella soñaba con los personajes de ficción. Demasiado para mi vanidad.

Devolví el libro a su lugar y me escabullí al abrigo de las sombras, donde yo pertenecía.

Transcurrió la tarde y vi, sintiéndome impotente de nuevo, como el sol se escondía en el cielo, y las sombras se arrastraban por el césped hacia ella. Quería hacerlas retroceder, pero la oscuridad era inevitable; las sombras la alcanzaron. Cuando la luz se marchó su piel se volvió demasiado pálida, fantasmal. Su pelo se volvió oscuro, de nuevo, casi negro contra su cara.

Fue algo aterrador de mirar, como ser testigo de las peores visiones de Alice haciéndose realidad. Las constantes de Bella, los fuertes latidos de su corazón era lo único que me tranquilizaba, el sonido era lo único que hacía que este momento no pareciera una pesadilla.

Me sentí aliviado cuando su padre llegó a casa.

Pude escucharle un poco mientras conducía por la calle de abajo hacia la casa. Algunas pequeñas molestias… del pasado, algo de su día en el trabajo. Expectación mezclada con hambre, supuse que estaba esperando la cena. Pero sus pensamientos eran tan quedos y contenidos que no podía estar seguro de mis suposiciones, solo tenía la esencia de ellos.

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Me preguntaba como sonaría su madre. ¿Qué tipo de combinación genética la había hecho ser tan única? Bella se despertó, se incorporó bruscamente hasta quedar sentada cuando los neumáticos de su padre golpearon las losas de la acera. Miró a su alrededor, parecía confundida por la inesperada oscuridad. Por un breve instante, sus ojos se posaron donde yo me escondía entre las sombras, pero luego siguió mirando rápidamente alrededor.

- ¿Charlie? -preguntó en voz baja, mirando todavía hacia los árboles que rodeaban el pequeño patio.

La puerta del coche se cerró de golpe y ella giró hacia el sonido. Se incorporó rápidamente y recogió sus cosas, mirando hacia atrás para echarle un último vistazo al bosque.

Me cambié a un árbol cercano a la pequeña ventana de atrás de la cocina, para escucharles durante la cena. Fue interesante comparar las palabras de Charlie con sus pensamientos apagados. El amor y la preocupación por su única hija eran casi abrumadores y sin embargo sus palabras eran siempre lacónicas y casuales. Aunque la mayor parte del tiempo lo pasaron sentados en un cómodo silencio.

Escuché como hablaban de los planes para el día siguiente en Port Angeles y yo iba refinando mis propios planes mientras les escuchaba. Jasper no había advertido a Peter y a Charlotte que se mantuvieran lejos de Port Angeles. Aunque yo sabía que se habían alimentado recientemente y no tenían intención de cazar cerca de nuestra casa, la vigilaría, por si acaso. Después de todo, siempre habían otros de mi especie por ahí. Además, estaban todos los peligros humanos en los que nunca había pensado hasta ahora.

La escuché cuando manifestó en voz alta su preocupación de dejar que su padre se preparara la cena sólo y sonreí ante la confirmación de mi teoría, sí, ella era una cuidadora.

Y entonces me fui, sabiendo que volvería cuando ella estuviera durmiendo. No invadiría su intimidad, de la forma en que lo haría un voyeur . Yo estaba aquí para protegerla, no para espiarla lascivamente del modo en que lo haría Mike Newton, si fuera lo suficientemente ágil para moverse entre las copas de los árboles de la forma en la que yo podía. Yo no la trataría de forma tan burda.

Mi casa estaba vacía cuando regresé, mejor para mí. No iba a echar de menos los desconcertados o despectivos pensamientos cuestionando mi cordura. Emmett había dejado una nota pegada en una columna.

Fútbol en el prado de Rainier. Ven, por favor.

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Encontré un lápiz y garabateé la palabra perdón debajo de su petición. Los equipos estaban completos sin mí, de todos modos.

Fui uno de los viajes de caza más rápidos, me conformé con las criaturas más pequeña y dóciles, que no sabía tan bien como los cazadores, y después me puse ropa limpia antes volver corriendo a Forks.

Bella no durmió tan bien esa noche. Se revolvió entre las mantas, con el rostro a veces preocupado y otras veces triste. Me pregunté qué pesadilla la angustiaba… y entonces me di cuenta de que tal vez en realidad no quería saberlo.

Cuando hablaba, normalmente en murmullos, decía, con voz triste, cosas despectivas sobre de Forks. Solo una vez, cuando ella suspiró las palabras “ Vuelve” y su mano tembló abierta, como una muda súplica, tuve una oportunidad para la esperanza de que podría estar soñando con migo.

El día siguiente en la escuela, el último día que el sol me tendría prisionero, fue más de lo mismo que el día anterior. Bella parecía todavía más sombría que ayer, me pregunté si cancelaría sus planes, no parecía estar con ánimos.

Pero, siendo Bella, probablemente antepondría el bienestar de sus amigas por encima del suyo.

Hoy llevaba una blusa azul oscuro, y el color hacía juego con su piel a la perfección, dándole a su cara un color fresco como a crema.

La escuela terminó y Jessica quedó en recoger a las otras chicas, agradecí que Ángela también fuera.

Me fui a casa a buscar mí coche. Cuando me enteré de que Peter y Charlotte estaban allí, decidí que podría darme el lujo de dar a las chicas una hora, más o menos de ventaja. Yo habría sido incapaz de soportar el ir detrás de ellas conduciendo al límite de velocidad, era una idea espantosa.

Entré por la cocina, asintiendo vagamente hacia Emmett y saludando a Esme mientras pasaba por delante de todo el mundo hasta la sala de estar y fui directo al piano.

“¡Uf!, ya ha vuelto” Rosalie, por supuesto.

“Oh, Edward. Odio verlo sufrir así” la alegría de Esme se estaba convirtiendo en preocupación. Ella tenía por qué estar preocupada. Esta historia de amor que había imaginado para mí se estaba inclinando hacía una tragedia cada vez más perceptible.

“Que te diviertas esta noche en Port Angeles” pensó Alice alegremente. “Avísame cuando se me esté permitido hablar con Bella”

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“Eres patético, No puedo creer que te perdieras el partido solo para ver dormir a alguien” refunfuñó Emmett.

Jasper no me prestó la menor atención, ni siquiera cuando la canción que tocaba sonó un poco más tormentosa de lo que había previsto. Era una vieja canción, con un tema familiar: impaciencia. Jasper se despedía de sus amigos, que me miraban con curiosidad.

“Que extraña criatura” Estaba pensando Charlotte, del mismo tamaño que Alice, con el pelo rubio casi blanco “y la última vez que nos reunimos era tan normal y agradable”

Los pensamientos de Peter estaban sincronizados con los de ella, como era habitual.

“Deben de ser los animales. La falta de sangre humana los vuelve locos con el tiempo” Concluyó. Su pelo era casi igual al de ella y casi igual de largo. Eran muy similares - excepto por el tamaño, él era casi tan alto como Jasper - tanto en el aspecto como en la forma de pensar. Siempre había pensado que hacían buena pareja.

Todos menos Esme dejaron de pensar en mí después de un momento, toqué en tonos más suaves para no atraer la atención.

No les presté demasiada atención durante un largo rato, dejando que solo la música me distrajera de mi inquietud. Era duro tener a la chica fuera de la vista y la mente. Solo volví a prestar atención a la conversación cuando la despedida pareció definitiva.

- Si vuelves a ver a María … -estaba diciendo Jasper, con cautela- dile que le deseo lo mejor.

María era la vampiro que les había creado a los dos. A Jasper en la mitad del siglo XIX, y a Peter más recientemente, en los años cuarenta. Ella había venido a ver a Jasper una vez cuando estábamos en Calgary. Había sido una visita llena de acontecimientos y nos tuvimos que trasladar de inmediato. Jasper le pidió, cortésmente, que mantuviera las distancias en el futuro.

- No creo que eso ocurra pronto -dijo Peter con una sonrisa. María era innegablemente peligrosa y no había mucho cariño entre ella y Peter. Después de todo Peter había contribuido a la deserción de Jasper. Y Jasper siempre había sido el favorito de María, que consideraba un detalle sin importancia que ella hubiera planeado matarle.- Pero, si ocurre, lo haré sin duda.

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A continuación se dieron la mano, se preparaban para marchar. Dejé la canción que estaba tocando desvanecerse poco a poco, hasta un fin poco satisfactorio. Y me puse de pie apresuradamente.

- Charlotte, Peter. -dije, asintiendo con la cabeza.

- Fue un placer verte de nuevo, Edward - dijo Charlotte. Peter solo asintió como respuesta.

“Loco” Emmett intentaba provocarme.

“Idiota” Pensó Rosalie al mismo tiempo.

“Pobre muchacho” Esme.

Y Alice en tono de reprimenda “Ellos van hacia el este, a Seattle. No pasan cerca de Port Angeles.” y me lo demostró enseñándome sus visiones.

Hice como que no la había oído. Mis excusas ya eran suficientemente endebles.

Una vez en mi coche, me sentí más relajado, el ronroneo del robusto motor que Rosalie había potenciado para mí el año pasado, cuando ella había estado de mejor estado de ánimo, era tranquilizador. Era un aliviado estar en movimiento, saber que cada kilómetro que volaba sobre mis neumáticos me acercaba más a Bella.

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9: Port Ángeles9: Port Ángeles9: Port Ángeles9: Port Ángeles

Cuando llegué a Port Angeles había demasiada luz, para mí, como para conducir por la ciudad; el sol estaba todavía demasiado alto y, aunque mis ventanas estaban tintadas oscuras, no había ninguna razón para correr riesgos innecesarios. Más riesgos innecesarios, debería decir.

Estaba seguro de que sería capaz de encontrar los pensamientos de Jessica a distancia, sus pensamientos eran más fuertes que los de Angela, y una vez la encontrara, sería capaz de escuchar a la otra. Luego, cuando las sombras se alargaran, podría acercarme más. Por ahora, me salí de la carretera y me puse bajo la cubierta de una entrada de coches en las afueras de la ciudad, que parecía poco frecuentada.

Sabía por dónde tenía que buscar, en realidad solo había una zona para ir a comprar vestidos en Port Angeles. No pasó mucho tiempo antes de que encontrara a Jessica, girando ante tres paneles de espejos, y pude ver a Bella en su visión periférica valorando el vestido largo de color negro que llevaba.

“Bella está molesta todavía. Ja, ja. Angela tenía razón. Tyler la malinterpretó. Aunque no entiendo porqué ella está tan molesta por eso. Al menos sabe que tiene algo seguro para el baile de graduación. ¿Y si Mike no se divierte en el baile y no me lo pide de nuevo? ¿ Y si le pide a Bella que le acompañe al baile de graduación? ¿ Se lo habría pedido ella a Mike si yo no lo hubiera hecho antes? ¿ Él piensa que ella es más guapa que yo?¿Pensará ella que es más guapa que yo?”

- Creo que me gusta más el azul, realmente resalta tus ojos.

Jessica sonrió a Bella con falsa cordialidad, mientras la miraba con recelo “¿Realmente piensa eso? ¿O quiere que parezca una vaca el sábado?”

Ya estaba cansado de escuchar a Jessica. Busqué cerca a Angela. Oh, pero Angela estaba cambiándose de vestido, salté rápidamente fuera de su cabeza para darle un poco de intimidad.

Bien, no podían haber demasiados problemas porque Bella estuviera en unos grandes almacenes. Las dejaría en la tienda y luego me pondría al día cuando salieran. No faltaba mucho tiempo para que oscureciera, las nubes comenzaban a regresar, empujadas por el viento, desde el oeste. Yo solo las podía vislumbrar a través de los densos árboles, pero pude ver como se daban prisa por llegar antes que la puesta de sol. Les di la bienvenida, ansiaba sus sombras más de lo que nunca lo había hecho antes. Mañana podría sentarme otra vez al lado de Bella en la escuela, monopolizar su atención de nuevo en la comida. Podría hacerle todas las preguntas que me había estado guardando…

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Así que Bella estaba indignada por las pretensiones de Tyler. Yo ya había visto en su cabeza, cuando le habló de la fiesta de graduación, que se la estaba atribuyendo, recordé la expresión de ella la otra tarde, incrédula e indignada, y me reí. Me pregunté cómo se lo diría ahora. No quería perderme su reacción.

El tiempo pasaba lentamente mientras esperaba que se alargaran las sombras. Yo fui controlándola periódicamente a trabes de Jessica, su voz mental era más fácil de encontrar, pero no me gustaba quedarme allí mucho tiempo. Vi el lugar donde tenían previsto para cenar. Estaría oscuro en la hora de la cena... tal vez, por coincidencia, elegiría el mismo restaurante. Toqué el teléfono en mi bolsillo, pensando en invitar a Alice a cenar… a ella le encantaría, pero ella también querría hablar con Bella. No estaba seguro de estar listo para que Bella participara más en mi mundo. ¿No era ya suficiente problema solo un vampiro?

Hice otra comprobación de rutina con Jessica. Ella pensaba en sus joyas, le estaba pidiendo su opinión a Angela.

- Tal vez debería devolver el collar. Tengo uno en casa que probablemente quedaría bien, y ya me he gastado más de lo que se suponía que… “Mi madre va a flipar. ¿En qué estaba pensando?”

- No me importa volver a la tienda. ¿Crees que Bella nos estará buscando?

¿Qué quería decir? ¿Bella no estaba con ellas? Primero miré a través de los ojos de Jessica, luego pasé a los de Angela. Ellas estaban en la acera, delante de una calle de tiendas, dando la vuelta hacia el otro lado. Bella no estaba a la vista.

“Va, ¿quién se preocupa por Bella?” pensó Jess con impaciencia, antes de contestar la pregunta de Ángela.

- Ella estará bien. Llegaremos al restaurante con tiempo de sobras, incluso si volvemos atrás. De todos modos, creo que ella quería estar sola.

Recibí un breve vistazo de la librería a la que Jessica pensaba que había ido Bella.

- Entonces vamos a darnos prisa -dijo Ángela. “Espero que Bella no piense que la hemos abandonado. Antes en el coche fue muy amable conmigo…es realmente encantadora. Pero ella ha parecido un poco triste todo el día. Me pregunto si es por Edward Cullen. Apuesto a que por eso preguntaba por su familia…”

Debería haber prestado más atención. ¿Cómo no la había echado de menos?¿Bella estaba afuera deambulando sola?¿Y había estado preguntando por mí? Ahora Angela estaba prestando atención a Jessica, que estaba parloteando del idiota de Mike, ya no conseguiría más información de ella.

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Juzgué las sombras. El sol estaría detrás de las nubes bastante pronto. Si me quedaba en el lado oeste de la calle, donde los edificios daban sombra a las calles atenuando la luz…

Empecé a sentir ansiedad mientras conducía por el poco tráfico del centro de la ciudad. Esto no lo había previsto - Bella saliendo por su cuenta - y yo no tenía ni idea de cómo encontrarla. Debería haberlo considerado.

Yo conocía bien Port Angeles, conduje directamente a la librería de la cabeza de Jessica, esperando que mi búsqueda fuera breve, pero dudaba que fuera tan fácil. ¿Cuándo lo había hecho más fácil Bella?

Efectivamente, la pequeña tienda estaba vacía a excepción de la mujer vestida anacrónicamente de detrás del mostrador. Este no parecía el tipo de lugar en el que Bella podía estar interesada, demasiado “new age” para una persona práctica. Me pregunté si Bella se habría molestado en entrar.

Había un trocito de sombra donde podía aparcar… que hacía un camino oscuro hasta el cornisa de la tienda. En realidad no debía. Pasear en horas de luz solar no era seguro. ¿Qué pasaría si un vehículo en marcha arrojara un reflejo de luz a la sombra justo en el momento equivocado?

¡Pero yo no sabía de qué otra manera buscar a Bella!

Aparqué y salí, manteniéndome en el lado más profundo de la sombra. Me dirigí rápidamente a la tienda, percibiendo la leve huella del olor de Bella en el aire. Ella había estado aquí, en la acera, pero no había ningún indicio de su fragancia dentro de la tienda.

- ¡Bienvenido! ¿Puedo ayudar... - empezó a decir la dependienta, pero yo ya estaba saliendo por la puerta ¡Seguí el olor de Bella todo lo que me permitieron las sombras, deteniéndome al llegar al borde de la luz del sol.

¡Qué impotente me sentía!, atrapado por la línea entre la oscuridad y la luz que se extendía por la acera frente a mí. Tan limitado.

Sólo pude adivinar que había atravesado la calle en dirección sur. Realmente no había mucho en esa dirección. ¿Estaba perdida? Bueno, esa posibilidad no sonaba para nada improbable.

Me volví a subir al coche y conduje lentamente a trabes de las calles, buscándola. Me bajé en algunas sombras, pero solo capté su fragancia una vez más, y la dirección me confundió ¿Dónde trataba de ir?

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Conduje ida y vuelta de la librería al restaurante unas cuantas veces, con la esperanza de verla por el camino. Jessica y Angela ya estaban allí, tratando de decidir si pedir ya o esperar a Bella. Jessica insistía en pedir de inmediato.

Comencé a revolotear por la mente de los extraños, mirando a través de sus ojos. Seguramente, alguien debía haberla visto en alguna parte.

Me sentía cada vez mas ansioso cuanto más tiempo permanecía desaparecida. No había pensado antes lo difícil que podía resultar encontrarla, como ahora, una vez la perdía de vista y no estaba en los lugares habituales. No me gustaba.

Las nubes se estaban concentrando en el horizonte, y en pocos minutos, tendría la libertad de seguirle la pista a pie. Después no me costaría mucho tiempo, era el sol lo que me hacía ahora tan impotente. Unos cuantos minutos más y la ventaja sería mía de nuevo y el impotente sería el mundo humano.

Otra mente, y otra. Tantos pensamientos triviales.

“Parece que el niño tiene otra infección de oído…”

“¿Era seis-cuatro-cero o seis-cero-cuatro…?”

“Tarde otra vez. ¡Debería decirle…”

“¡aquí viene! ¡Ajá!”

Allí, por fin, era su rostro. ¡Al final alguien se había fijado en ella!

El alivio duró solo una fracción de segundo, y luego leí más a fondo los pensamientos del hombre que se regodeaba en su rostro entre las sombras.

Era una mente desconocida, y sin embargo, no totalmente desconocida. Yo había cazado exactamente ese tipo de mentes una vez.

- ¡NO! - rugí, y una sarta de gruñidos estalló en mi garganta. Mi pie pisó a fondo el acelerador, pero ¿dónde iba?

Sabía la ubicación general de sus pensamientos, pero no era lo suficientemente específico. Algo, tenía que haber algo - una señal de tráfico, el escaparate de una tienda, algo en su mirada que me indicara el lugar. Pero Bella estaba sumida en las sombras, y sus ojos se centraban solo en su expresión asustada - disfrutando su miedo.

La cara de ella era borrosa en su mente, por el recuerdo de otras caras. Bella no era su primera víctima.

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El sonido de mis gruñidos sacudió la carrocería del coche, pero no me distrajo.

No había ventanas en la pared de detrás de ella. Un sitio industrial, lejos de la poblada zona comercial. Mi coche chirrió alrededor de una esquina, derrapando hacia otro vehículo, salí disparado, a lo que esperaba, fuera la dirección correcta. Para cuando el otro conductor me pitó, el sonido estaba ya muy lejos detrás de mí.

“Mira como tiembla” El hombre se rió entre diente con anticipación, el miedo era lo que le atraía.

“Apártese de mí” su voz era baja y estable, no un grito.

- No seas así, ricura.

Él vio como se estremecía por la risa escandalosa que provenía desde otra dirección. Él ruido le irritó.

“¡Cállate Jeff!” pensó, pero le gustó la forma en que ella se encogió. Le excitó. Empezó a imaginarse sus súplicas, la forma en que ella rogaría…

No me había dado cuenta de que habían otros con él hasta que escuche la carcajada. Escudriñé a su alrededor, desesperado por algo que pudiera servirme. Él dio el primer paso hacia su dirección, mostrando sus manos.

Las mentes de su alrededor no eran un pozo negro como la suya. Todos estaban un poco ebrios, ninguno de ellos se daba cuenta hasta que punto, el hombre al que llamaban Lonnie, planeaba llegar con esto. Estaban siguiendo el ejemplo de Lonnie a ciegas. Él les había prometido un poco de diversión…

Uno de ellos echó un vistazo atrás de la calle, nervioso, él no quería quedarse atrapado acosando a la chica, y me dio lo que necesitaba. Reconocí la calle transversal hacia la que miraba. Salí volando saltándome el semáforo en rojo, a través del pequeño espacio apenas suficiente, me deslicé entre dos coches en medio del tráfico. Los cláxones sonaban detrás de mí.

El teléfono vibró en mi bolsillo. Lo ignoré.

Lonnie se movió lentamente hacia la chica, acabando con el suspense, buscando el momento de terror que a él le excitaba, él espero a que ella gritara, disponiéndose a disfrutarlo.

Pero Bella apretó los dientes y dominó sus nervios. Él se sorprendió, había esperado que tratara de correr, sorprendido y un poco decepcionado. Le gustaba perseguir a sus presas, la adrenalina de la caza.

“Valiente. Éste. Quizás mejor, supongo …más luchará”

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Quería ver cuánto le gustaría la caza, cuando él fuera la presa. Quería ver lo que pensaría sobre mi estilo de caza.

En otro compartimiento de mi cabeza, estaba seleccionando entre la gama de torturas que había observado en la mente de los monstruos que yo había cazado en el pasado, buscando el más doloroso de ellos. Él sufriría por esto, se retorcería de dolor. Los demás, por su parte, simplemente morirían, pero el monstruo llamado Lonnie suplicaría por su muerte mucho antes de que yo le concediera ese regalo.

Él estaba en la carretera, cruzando hacia ella. Hice un trompo girando bruscamente, mis luces barrieron la escena iluminándola, congelando al resto en su lugar. Podría haber atropellado al líder, que saltó fuera de la carretera, pero era una muerte demasiado fácil para él.

Dejé que el coche se descontrolara, balanceándose todo el camino mientras giraba, orientándolo hacia atrás de la carretera, hasta que la puerta del pasajero quedó cerca de Bella, tiré para abrirla y ella corrió hacia el coche.

- ¡Entra! -gruñí.

“¿Qué demonios?”

“Sabía que esto era una mala idea, ella no está sola”

“¿Debo correr?”

“Creo que voy a vomitar…”

Bella saltó por la puerta abierta sin vacilar, cerrando la puerta detrás de ella.

Entonces ella me miró con la expresión más confiada que yo había visto en un rostro humano y se derrumbaron todos mi planes violentos.

Tardé mucho, mucho menos que un segundo para mí, en ver que yo no podía dejarla en el coche para hacer frente a los cuatro hombres en la calle ¿Qué iba a decirle? ¿Qué no mirara? ¡Ja! ¿Cuándo había hecho ello lo que yo le pedía? ¿Cuándo había hecho lo más seguro?

¿Podría arrastrarlos lejos de allí, fuera de su vista, y dejarla sola aquí? Era una posibilidad remota que otro ser humano peligroso rondara las calles de Port Angeles esta noche, ¡pero también lo era que estuviera el primero! Parecía un imán, atrayendo todas las cosas peligrosas sobre sí misma. Yo no podía perderla de vista.

Ella sentiría que todo formaba parte del mismo movimiento cuando aceleré, llevándomela lejos de sus perseguidores, tan rápido que ellos se quedaron boquiabiertos detrás de mi coche, con expresión de incomprensión. Ella no se daría

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cuenta del instante de indecisión, asumiría que el plan había sido la fuga desde el principio.

Yo ni siquiera podía golpearle con mi coche. Eso la asustaría.

Deseaba su muerte tan salvajemente que la necesidad resonaba en mis oídos, me nublaba la vista y tenía sabor en mi lengua. Mis músculos se tensaron con urgencia, el ansia, la necesidad. Tenía que matarlo. Lo desollaría por partes, pieza por pieza, la piel del músculo, el músculo del hueso…

Salvo que la chica - la única chica en el mundo - se aferraba a su asiento con las dos manos, mirándome, con sus ojos muy abiertos y llenos de confianza. La venganza tendría que esperar.

- Ponte el cinturón de seguridad -le ordené.

Mi voz era áspera por el odio y la sed de sangre. No la sed de sangre habitual. No me mancillaría tomando parte de ese hombre dentro de mí.

Abrochó el cinturón de seguridad en su lugar, sobresaltándose un poco con el ruido que hizo. Ese pequeño sonido la sobresaltaba, y sin embargo, no se inmutaba porque yo fuera a toda velocidad a través de la ciudad. Haciendo caso omiso de todas las señales de tráfico. Podía sentir sus ojos en mí. Ella parecía extrañamente relajada. No tenía sentido para mí. No con lo que había pasado.

*- ¿Estás enfadado conmigo?* -preguntó, con la voz ronca por el estrés y el miedo.

¿Quería saber si estaba enfadado con ella?

- No -dije tajante, mi tono hervía de rabia.

La llevé al mismo lugar semiabandonado, donde había pasado la tarde haciendo la peor de las vigilancias hecha nunca. Ahora estaba oscuro bajo los árboles.

Estaba tan furioso que mi cuerpo se quedó congelado allí, en el coche, completamente inmóvil. Mis heladas manos bloqueadas dolían, querían atrapar a su atacante, para molerle en pedazos tan destrozados que su cuerpo nunca podría ser identificado…

Pero eso implicaba dejarla allí sola, desprotegida en la oscura noche.

- ¿Bella? -Pregunté entre dientes.

*NDT:: esta parte es diferente en el libro en castellano que en la versión en ingles. En “Midnightsun” es así: ¿estás bien? . ¿EllaEllaEllaElla

Quería saber si yoyoyoyo estaba bien? Pensé en su pregunta una fracción de segundo, no el suficiente para que notara mi indecisión. ¿Estaba bien? –No –Me di cuenta. Mi tono hervía de rabia.

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- ¿Estás bien? - eso era lo más importante en realidad, lo prioridad número uno. La venganza era secundaria. Yo lo sabía, pero mi cuerpo estaba tan lleno de rabia que era difícil pensar.

- Sí - su voz era todavía turbia, por el miedo, sin duda.

Y por eso yo no podía dejarla.

Incluso aunque ella no estuviera constantemente en riesgo por alguna exasperante razón, por una broma que me estaba gastando el universo, incluso si pudiera estar seguro de que iba a estar perfectamente en mi ausencia, no podría dejarla sola en la oscuridad.

Ella debía estar tan asustada.

Sin embargo, yo no estaba en condiciones para reconfortarla, aunque supiera cómo hacerlo, que no lo sabía. Lo más seguro es que ella pudiera sentir la brutalidad que yo irradiaba, seguro que era evidente. Y yo iba a asustarla aún más si no podía calmar la sed de masacre que hervía dentro de mí.

Tenía que pensar en otra cosa.

- Distráeme, por favor-supliqué.

-Perdona, ¿qué?

Apenas tenía control suficiente para tratar de explicar lo que necesitaba.

- Limítate a charlar de cualquier cosa insustancial hasta que me calme - le indiqué, con la mandíbula todavía bloqueada.

El hecho de que me necesitara era lo único que me mantenía dentro del coche.

Podía escuchar los pensamientos del hombre, su decepción y enfado… yo sabía dónde encontrarlo… cerré los ojos, deseando de algún modo poder dejar de verlo.

- Eh… -ella vaciló, tratando de dar sentido a mi petición, imaginé.- Mañana antes de clase voy a atropellar a Tyler Crowley -lo dijo como si fuera una pregunta.

Sí - eso era lo que necesitaba. Por supuesto Bella había salido con algo inesperado. Al igual que me había pasado la otra vez, la amenaza violenta proviniendo de sus labios me pareció hilarante - tan divertida por incompatible. Si yo no hubiera estado ardiendo por el impulso de matar, me habría echado a reír.

- ¿Por qué? - espeté, para hacer que hablara de nuevo.

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- Va diciendo por ahí que me va a llevar al baile de promoción - dijo, su voz era como la de un gatito-tigre indignado - O está loco o intenta hacerme olvidar que casi me mata cuando… Bueno, tú lo recuerdas, y cree que la promoción es la forma adecuada de hacerlo. Estaremos en paz si pongo en peligro su vida y ya no podrá seguir intentando enmendarlo. No necesito enemigos, y puede que Lauren se apacigüe si Tyler me deja tranquila. Aunque - continuó, pensativa - también podría destrozarle el Sentra. No podrá llevar a nadie al baile de fin de curso si no tiene coche…

Era alentador ver que ella a veces tenía cosas malas. La persistencia de Tyler no tenía nada que ver con el accidente. Ella no parecía entender la atracción que ejercía sobre los chicos humanos de la escuela. ¿ tampoco percibía la atracción que ejercía sobre mi?

Ah, esto estaba funcionando. Los desconcertantes procesos de su mente eran siempre fascinantes. Estaba empezando a recuperar el control de mi mismo, a ver algo más allá que venganza y tortura.

- Estaba enterado -le dije.

Ella había dejado de hablar, necesitaba que continuara

- ¿Sí? - me preguntó incrédula. Y luego su voz sonó más enfadada que antes - Si está paralítico del cuello para abajo, tampoco podrá ir al baile de fin de curso.

Deseé que hubiera alguna manera de pedirle que continuara con las amenazas mortales y lesiones corporales sin sonar como un loco. Ella no podría haber elegido mejor manera de calmarme. Y sus palabras, solo exagerado sarcasmo en su caso, era una manera de recordarme que ella me necesitaba en este momento.

Suspiré, y abrí mis ojos.

- ¿Estás bien? -preguntó tímidamente.

- En realidad, no. - No, estaba más tranquilo, pero no mejor. Porque me acababa de dar cuenta de que no iba a poder matar al monstruo llamado Lonnie, y yo deseaba hacerlo más que casi ninguna otra cosa en el mundo. Casi.

La única cosa, en este momento, que deseaba más que cometer una asesinato más que justificado, era esta chica. Y, aunque no podía tenerla, tan solo el sueño de tenerla, hacía imposible para mí ir a cometer un asesinato múltiple esta noche. Sin importar lo justificable que fuera.

Bella merecía algo mejor que un asesino.

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Había pasado siete décadas tratando de ser algo más que eso, cualquier cosa menos un asesino. Los años de esfuerzo nunca podrían hacerme digno de la chica que estaba sentada a mi lado. Y sin embargo yo sentía que si volvía a aquella vida, la vida de un asesino, aunque solo fuera por una noche, ya no habría dudas, ella estaría fuera de mi alcance para siempre. Incluso si no bebiera la sangre de ellos, sin tener la evidencia del rojo ardiendo en mis ojos. ¿Tendría sentido para ella la diferencia?

Estaba intentando ser lo suficientemente bueno para ella. Era un objetivo imposible. Pero quería seguir intentandolo.

- ¿Qué es lo que pasa? -Susurró.

Su aliento llenó mi nariz, recordándome por qué yo no podía merecerla. Después de todo, incluso por mucho que la quisiera… ella todavía me hacía la boca agua.

Intentaría ser lo más honesto posible. Se lo debía.

- A veces tengo problemas con mi genio, Bella - Me quedé mirando hacia la negra noche, deseando que reconociera el horror inherente en mis palabras, y también que no lo hiciera. Sobre todo que no lo hiciera. Corre, Bella, Corre. Quédate, Bella, quédate -. Pero no me conviene dar media vuelta y dar caza a esos... - tan solo pensarlo casi me hace tirarme del coche. Tome aire profundamente, dejando que su olor chamuscara mi garganta - Al menos, eso es de lo que me intento convencer.

- Ah.

No dijo nada más. ¿Cuánto había oído en mis palabras? Le miré furtivamente. Pero su rostro era inescrutable. Estaba blanca, probablemente por el shock. Bueno, no estaba gritando. No todavía.

Todo estuvo en silencio por un momento. Yo luchaba conmigo mismo, tratando de ser lo que debía ser. Lo que no podía ser.

- Jessica y Angela se van a preocupar -dijo en voz baja. Su voz estaba muy tranquila, yo no entendía como podía. ¿Estaba en estado de shock? Tal vez no había digerido todavía los acontecimientos de esta noche. -Iba a reunirme con ellas.

¿Quería alejarse de mí? ¿O solo estaba preocupada por la preocupación de sus amigas?

No le pregunté, pero encendí el coche y la llevé de vuelta. Cada centímetro que me acercaba a la ciudad, me hacía más difícil aferrarme a mi propósito. Estaba tan cerca de él…

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Si esto era imposible, si yo nunca podría merecer a esta chica, entonces ¿Qué sentido tenía dejar que el hombre quedara impune? En realidad yo podría permitirme…

No, no iba a darme por vencido. Todavía no. yo no lo haría. No aún. Yo la quería demasiado para rendirme.

Estuvimos en el restaurante en el que se suponía que debía reunirse con sus amigas antes de que yo hubiera empezado a dar sentido a mis pensamientos. Jessica y Angela habían terminado de comer, y estaban realmente preocupadas por Bella. Ellas iban a salir en su búsqueda, estaban dirigiéndose hacia las calles oscuras.

No era una buena noche para pasear.

- ¿Cómo sabías dónde...? - Me interrumpió la pregunta inacabada de Bella, y me di cuenta de que había vuelto a meter la pata. Había estado demasiado distraído como para recordar preguntarle donde se suponía que tenía que encontrarse con sus amigas.

Pero en vez de indagar más y presionarme, Bella solo sacudió la cabeza con una media sonrisa.

¿Qué significaba eso?

Bueno, yo ahora no tenía tiempo para romperme la cabeza por su extraña aceptación de mis extraños conocimientos. Abrí la puerta.

- ¿Qué haces? - preguntó sorprendida.

“No volver a perderte de vista, no permitirme a mi mismo quedarme solo esta noche. En ese orden”

- Llevarte a cenar.

Bueno, esto debería ser interesante. Podía parecer otra noche por completo, cuando lo que yo había imaginado era traer a Alice fingiendo escoger el mismo restaurante que Bella y sus amigas por casualidad. Y ahora, aquí estaba yo, teniendo, prácticamente, una cita con la chica. Solo que no contaba, porque no le había dado la oportunidad de decirme que no.

Ella tenía la puerta medio abierta antes de que yo pudiera dar la vuelta al coche - por lo general no era tan frustrante tener que moverme a una velocidad discreta-, no me esperó para que se la abriera.

¿Era porque no estaba acostumbrada a que la trataran como a una dama o porque no me veía como a un caballero?

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Esperé que se uniera a mí, cada vez más ansioso por sus amigas, que continuaban en dirección a la esquina oscura.

- Detén a Jessica y Ángela antes de que también deba buscarlas a ellas. - Le pedí rápidamente - Dudo que pudiera volver a contenerme si me tropiezo otra vez con tus amigos.

No, yo no sería lo suficientemente fuerte para eso.

Se estremeció, y después se serenó rápidamente, dio medio paso hacia ellas, llamándolas.

- ¡Jess, Angela! -Dijo en voz alta. Se volvieron y ella agitó el brazo por encima de la cabeza para llamar su atención.

“¡Bella! ¡Uf, ella está a salvo!” pensó Angela con alivio.

“¿Tan tarde?” Refunfuñó Jessica para sus adentros, pero ella también estaba agradecida de que Bella no estuviera perdida o herida. Eso hizo que ella me pareciera un poquito mejor. Volvieron apresuradamente, y luego se pararon sorprendidas cuando me vieron a su lado.

“¡Oh!” Pensó Jess, aturdida “¡No estoy alucinando!”

“¿Edward Cullen? ¿se habrá ido sola para encontrarse con él? Pero no habría preguntado si estaban fuera de la ciudad si hubiera sabido que estaba aquí…” Obtuve un breve flash de la triste expresión de Bella cuando le preguntó a Angela si mi familia se ausentaba frecuentemente de la escuela “No, ella no lo sabía” decidió Angela.

Los pensamientos de Jessica habían pasado de la sorpresa a la sospecha. “Bella me está ocultando algo”

- ¿Dónde has estado? - preguntó, mirando hacia Bella, pero observándome a mí por el rabillo del ojo.

- Me perdí y luego me encontré con Edward -dijo Bella, moviendo la mano hacia mí.

Su tono era muy normal. Como si eso fuera realmente todo lo que había pasado.

Debía estar en estado de shock. Esa era la única explicación para su calma.

- ¿Os importaría que me uniera a vosotras? - les pregunté, tratando de ser agradable. Sabiendo que ya habían comido.

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“¡Joder! ¡Pero es tan sexy!” pensó Jessica, con la cabeza de repente un poco incoherente.

Angela no parecía mucho más serena:

“Desearía no haber comido ¡Guau! Solo.¡Guau!”

¿Pero por qué no podría hacerle eso a Bella?

- Eh, sí, claro - aceptó Jessica.

Angela frunció el ceño.

- De hecho, Bella, lo cierto es que ya hemos cenado mientras te esperábamos... -admitió - Perdona.

“¿Qué? ¡Cállate!” se quejó Jess internamente.

Bella se encogió de hombros. Tan a gusto. Definitivamente en estado shock.

- No pasa nada. No tengo hambre.

- Creo que deberías comer algo -discrepé. Ella necesitaba azúcar en la sangre, aunque ya oliera suficientemente dulce tal y como estaba, pensé irónicamente, cuando llegara el momento en que se derrumbara horrorizada, un estomago vacío no iba ayudarla. Ella se desmayaba con facilidad, yo lo sabía por experiencia.

Estas chicas no estarían en peligro si se iban directamente a casa. El peligro no las acechaba a ellas a cada paso.

Y yo prefería estar solo con Bella, siempre y cuando ella estuviera dispuesta a estar a solas conmigo.

- ¿Os importa que lleve a Bella a casa esta noche? - dije a Jessica antes de que Bella pudiera responder- Así, no tendréis que esperar mientras cena.

- Eh, supongo que no... hay problema... - Jessica miró fijamente a Bella, buscando alguna señal de que esto era lo que deseaba - “Quiero quedarme… pero probablemente lo quiera para ella. ¿Quién no lo haría?” pensó. Al mismo tiempo, que veía como Bella le guiñaba un ojo.

¿Bella le había guiñado un ojo?

- De acuerdo - dijo Angela rápidamente, con prisa por dejar libre el camino si eso era lo que Bella quería. Y parecía que ella quería -. Os vemos mañana. Bella, Edward… - ella luchó para decir mi nombre en un tono casual. Entonces agarró la mano de Jessica y se la llevó arrastras de allí.

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Tendría que encontrar la forma de agradecérselo a Angela.

El coche de Jessica estaba cerca, en un brillante circulo de luz que proyectaba una farola. Bella las observó con atención, una pequeña arruga de preocupación apareció entre sus ojos, hasta que estuvieron en el coche, así ella debía ser plenamente consciente del peligro que había corrido. Jessica se despidió con la mano y Bella le devolvió el saludo, no fue hasta que el coche desapareció que respiró hondo y se volvió a mirarme.

- De verdad, no tengo hambre -dijo.

¿Por qué había esperado a que se fueran para decirlo? ¿Realmente quería estar a solas conmigo, incluso después de haber presenciado mi rabia homicida? Fuera el caso o no, iba a comer algo.

- Compláceme - le dije.

Yo sostuve la puerta del restaurante abierta para ella y esperé.

Ella suspiró, y entró.

Camine junto a ella, directo hacia el mostrador donde esperaba la maître. Bella todavía parecía totalmente dueña de si misma. Quería tocar su mano, su frente, para comprobar su temperatura. Pero mi mano fría le causaría rechazo, como la otra vez.

“Oh… Mío” la estridente voz mental de la maître se metió en mi cabeza. “Mío, para mí”

Parecía que esta era mi noche para volverlas locas. ¿O sólo lo notaba más porque deseaba que Bella me viera de esa manera? Nosotros siempre éramos atractivos para nuestra presa. Antes nunca había pensado tanto sobre ello. Por lo general, a no ser que, como con gente como Shelly Cope y Jessica Stanley que constantemente ignoraban el horror, el miedo sustituía rápidamente a la atracción inicial…

-¿Tienen una mesa para dos? -Le pregunté a la maître cuando no habló.

- ¡Ah! Eh…sí. Bienvenidos a la Bella Italia. - “¡Mmm...! ¡Qué voz!” - Por favor síganme - Sus pensamientos eran de preocupación, calculadores “Tal vez ella es su prima. No puede ser su hermana, no se parecen en nada. Pero familia, definitivamente. Él no puede estar con ella”

Los ojos humanos estaban nublados, no veían nada con claridad ¿Cómo podía esta mujer, de mente estrecha, picar en el cebo, la trampa para presas, de mi atractivo, y sin embargo ser incapaz de ver la suave perfección de la chica que estaba a mi lado?

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“Bien, no hay ninguna necesidad de ayudarle, por si acaso” pensó la camarera mientras nos conducía a una mesa de tamaño familiar en el centro más concurrido del restaurante. “¿Podré darle mi número aunque ella está allí…?” reflexionó.

Saqué un billete de mi bolsillo trasero. La gente era invariablemente cooperativa cuando el dinero estaba implicado. Bella ya se estaba sentando, donde le maître le había indicado, sin objeciones. Le hice una señal con la cabeza, y ella vaciló, ladeando su cabeza a un lado con curiosidad. Sí, ella iba a ser muy curiosa esta noche. Una muchedumbre no era el lugar ideal para esa conversación.

- ¿Tiene, tal vez, algo más privado? - solicité a la maître, dándole el dinero.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa, y luego los estrecharon mientras enroscaba la mano.

- Naturalmente - echó un vistazo al billete mientras nos conducía alrededor de una mampara ¿”Cincuenta dólares para una mesa mejor? Rico, también. Esto tiene sentido, apuesto que su chaqueta cuesta más que el último cheque de mi paga. ¡Maldita sea! ¿Por qué quiere intimidad con ella?”

Nos ofreció un reservado en un tranquilo rincón del restaurante donde nadie sería capaz de vernos, y podría ver las reacciones de Bella a lo que le dijera. No tenía ni idea de lo que ella quería de mí esta noche, o de lo qué me daría. ¿Cuánto había adivinado? ¿Qué explicación le daba a los acontecimientos de esta noche?

- ¿Algo como esto? - preguntó la maître.

- Perfecto - le dije, sintiéndome un poco molesto por su actitud resentida hacia Bella, le sonreí ampliamente, descubriendo mis dientes. Dejando que me viera con claridad.

“¡Guau!” Esto… ahora mismo les atiendo “Él no puede ser real. Debo estar dormida. Tal vez ella desaparezca…tal vez podría escribir mi número sobre su plato con el Ketchup…” ella se alejó, inclinándose ligeramente a un lado.

Qué raro. Todavía no se había asustado, de pronto recordé a Emmett tomándome el pelo en la cafetería, hace unas semanas “Apuesto a que yo podría haberla asustado mucho mejor que eso” ¿Estaba perdiendo mi toque?

- De veras, no deberías hacerle eso a la gente – Bella interrumpió mis pensamientos con tono de desaprobación -. Es muy poco cortés.

Me quedé mirando su expresión crítica. ¿Qué quería decir? Yo no había asustado a la maître en absoluto, a pesar de mis intenciones.

- ¿Hacer qué?

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- Deslumbrarla... Probablemente, ahora está en la cocina hiperventilando.

¡Hmm! Bella estaba casi en lo cierto. La maître seguía solo semicoherente en este momento, describiendo su evaluación incorrecta de mí a su amiga camarera.

- Oh, venga - Bella me regañó cuando no respondí de inmediato -. Tienes que saber el efecto que produces en los demás.

- ¿Los deslumbro? -esa era una manera interesante de expresarlo. Bastante preciso para esta noche. Me pregunté a que se debía la diferencia…

- ¿No te has dado cuenta? - preguntó, todavía crítica- ¿Crees que todos ceden con tanta facilidad?

-¿Te deslumbro a ti? -expresé mi curiosidad impulsivamente, las palabras salieron solas, y ya era demasiado tarde para retirarlas.

Pero antes de que tuviera tiempo para lamentarme profundamente por haber dicho esas palabras en voz alta, ella respondió.

- Con frecuencia -y sus mejillas adquirieron un tenue rubor rosado.

¡Yo la deslumbraba a ella!

Mi silencioso corazón se hinchó con la esperanza más intensa que yo recordaba haber sentido jamás.

- ¡Hola! - dijo alguien, la camarera, presentándose. Sus pensamientos eran ruidosos, y más explícitos que los de la maître. Pero pude mantenerme fuera de ellos, me quedé mirando la cara de Bella, en lugar de escucharla, viendo la sangre propagándose por su piel, sin prestar atención a como esto encendía la llama de mi garganta, sino más bien en como iluminaba su hermoso rostro, la forma en que cambiaba su piel de color crema…

La camarera esperaba algo de mí. ¡Ah!, ella había preguntado que tomaríamos de beber.

Seguí mirando fijamente a Bella, y la camarera se volvió también hacia ella, de mala gana.

- Voy a tomar una Coca-cola - dijo Bella, como pidiendo aprobación.

- Dos - corregí. La sed, la normal, la sed humana, era un signo de shock. Quería asegurarme que ella tuviera un extra de azúcar de la gaseosa en su sistema.

Sin embargo ella parecía saludable, más que saludable, ella estaba radiante.

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- ¿Qué pasa? - preguntó. Supuse que se preguntaba por qué la miraba fijamente. Yo era vagamente consciente de que la camarera se había marchado.

- ¿Cómo te sientes? -pregunté. Ella parpadeó, sorprendida por la pregunta.

- Estoy bien.

- ¿No tienes mareos, ni frío, ni malestar...? - ahora estaba más confundida todavía.

- ¿Debería?

- Bueno, de hecho esperaba que entraras en estado de shock. - medio sonreí, esperando que lo negara. Ella no quería que la cuidaran.

Se tomó un minuto para contestarme. Tenía los ojos ligeramente desenfocados, ella a veces se ponía de esa manera cuando yo le sonreía. ¿Estaba ella… deslumbrada?.

Quise creerlo.

- Dudo que eso vaya a suceder. Siempre se me ha dado muy bien reprimir las cosas desagradables - Respondió, un poco sin aliento.

¿Entonces tendría mucha práctica con cosas desagradables? ¿Su vida siempre estaba en peligro?

- Da igual - le dije - me sentiré mejor cuando hayas tomado algo de glucosa y comida.

La camarera volvió con las Coca-Colas y una cesta de colines. Los puso delante de mí, y me preguntó que íbamos a pedir, tratando de captar mi mirada. Le indiqué que debía atender a Bella, y luego se volvió hacia ella de malas maneras. Tenía una mente vulgar.

- Eh… - Bella echó un vistazo rápido al menú -. Tomaré el ravioli de setas -la camarera se giró hacia mí con entusiasmo.

- ¿Y usted?

- Nada para mí.

Bella hizo una leve mueca. Humm. Ella debía haber notado que nunca comía. Se daba cuenta de todo, y yo siempre olvidaba tener cuidado cuando estaba con ella. Esperé hasta que nos quedamos solos otra vez.

- Bebe -insistí.

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Me sorprendió cuando me hizo caso de inmediato y sin objeción. Bebió hasta que el vaso estuvo totalmente vacío, así que empujé la segunda coca-cola hacia ella, frunciendo un poco el ceño. ¿Sed o shock?

Ella bebió un poco más, y después se estremeció.

- ¿Tienes frío?

- Es sólo la Coca-Cola - dijo, pero se estremeció de nuevo. Sus labios temblaban ligeramente, como si sus dientes estuvieran a punto de castañear.

La bonita blusa que llevaba parecía demasiado delgada para protegerla adecuadamente; se ajustaba como una segunda piel, casi tan frágil como la primera. ¡Ella era tan frágil, tan mortal!

- ¿No tienes una cazadora?

- S. - Ella miró a su alrededor, un poco perpleja -. ¡Vaya!, me la he dejado en el coche de Jessica.

Me quité la chaqueta, deseando que el gesto no se estropeara por mi temperatura corporal. Hubiera sido agradable haber sido capaz de ofrecerle un abrigo caliente. Me miró fijamente, sus mejillas se acaloraron de nuevo. ¿Qué estaba pensando ahora?

Le entregué la chaqueta a través de la mesa, se la puso inmediatamente y se estremeció otra vez.

Sí, sería muy agradable ser caliente.

- Gracias -dijo.

Cogió aire profundamente, y luego empujó las mangas, demasiado largas, hacia atrás para liberar sus manos.

Volvió a respirar hondo. ¿estaba asimilando por fin lo que había pasado por la tarde? seguía teniendo buen color; su piel parecía de crema y rosas contra el profundo azul de su camisa.

- Tu piel tiene un aspecto encantador con ese color azul - la halagué, solo siendo sincero.

Se sonrojó, mejorando el efecto.

Se la veía bien, pero no tenía sentido correr riesgos. Empujé la cesta de colines hacia ella.

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- No voy a entrar en estado de shock - objetó, adivinando mis motivos -. de verdad.

- Pues deberías, una persona normal lo haría, y tú ni siquiera pareces alterada - la miré fijamente, con desaprobación, preguntándome por qué no podía ser normal y luego preguntándome si realmente quería que lo fuera.

- Me siento segura contigo - dijo, con sus ojos, de nuevo, llenos de confianza. Confianza que yo no merecía.

Sus instintos estaban totalmente equivocados. Del revés. del todo incorrectos. Ese debía ser el problema. Ella no percibía el peligro de la forma en que un ser humano debería ser capaz de hacerlo. Tenía las reacciones opuestas. En vez de correr, ella deseaba quedarse, atraída por lo que debería asustarla.

¿cómo podía protegerla de mí cuando ninguno de los dos lo deseábamos?

- Esto es más complicado de lo que pensaba -murmuré.

Podía ver como daba vueltas a mis palabras en su cabeza, me pregunté qué hacía con ellas.

Tomó un colín y comenzó a comérselo sin parecer ser consciente de que lo hacía, masticó durante un momento, y luego ladeó la cabeza a un lado, pensativa.

- Normalmente estás de mejor humor cuando tus ojos están claros - dijo con tono casual.

Su comentario, dicho de esa forma, con total naturalidad, me dejó tambaleándome.

- ¿Qué?

- Estás de mal humor cuando tienes los ojos negros. Entonces, me lo veo venir. Tengo una teoría al respecto - añadió a la ligera.

Así que había sacado sus propias conclusiones. Por supuesto que lo había hecho. Sentí una profunda sensación de terror mientras me preguntaba lo cerca que habría llegado de la verdad.

- ¿Más teorías?

- Ajá. - mordió otro bocado, completamente despreocupada. Como si no estuviera hablando de los aspectos de un monstruo con el monstruo mismo.

- Espero que esta vez seas más creativa - mentí cuando vi que no continuaba. Lo que realmente esperaba es que estuviera totalmente equivocada, lo más lejos posible de la verdad - ¿O sigues tomando ideas de los tebeos?

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- Bueno, no. No la he sacado de un tebeo - dijo, un poco avergonzada.- pero tampoco me la he inventado.

- ¿Y? -pregunté entre dientes.

Seguramente no hablaría con tanta calma si estuviera a punto de gritar.

Mientras ella vacilaba, mordiéndose el labio, la camarera reapareció con su comida.

Le presté poca atención mientras ponía el plato frente a Bella y luego me preguntó si quería alguna cosa. rehusé, pero pedí más coca-cola. La camarera no había notado los vasos vacíos. Los cogió y se marchó.

- ¿Qué decías? - le pedí, ansioso, en cuanto nos quedamos solos otra vez.

- Te lo diré en el coche - dijo en voz baja. Oh, eso era malo. Ella no estaba dispuesta a hablar de sus conjeturas rodeada de gente.- Si…-añadió de pronto.

- ¿Hay condiciones? - estaba tan tenso que casi gruñí las palabras.

- Tengo unas cuantas preguntas, por supuesto.

- Por supuesto. -me mostré de acuerdo, con voz dura.

Probablemente sus preguntas serían suficiente para mostrarme por donde iban sus pensamientos ¿Pero cómo le contestaría? ¿Con mentiras responsable? ¿O intentaría alejarla con la verdad? ¿O no diría nada, incapaz de decidir?

Estuvimos en silencio mientras la camarera reponía nuestros refrescos.

- Bueno, adelante -dije, con la mandíbula apretada, cuando se hubo ido.

- ¿Por qué estás en Port Angeles? - esa era una pregunta demasiado fácil, para ella. No me aclaraba nada, mientras que mi respuesta, si era sincera, le rebelaba demasiado. Esperaría a que ella me diera alguna pista primero.

- Siguiente pregunta -dije.

- Pero ésa era la más fácil.

- La siguiente -dije otra vez.

Ella estaba frustrada por mi negativa, apartó la mirada de mí y la fijó en su comida. Despacio, muy pensativa, ella dio un mordisco y lo masticó con deliberación, luego bebió de su cola-cola, y finalmente me miró con recelo, estrechando los ojos.

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- En tal caso, de acuerdo – dijo - Supongamos que, hipotéticamente, alguien es capaz de... saber qué piensa la gente, de leer sus mentes, ya sabes, salvo unas cuantas excepciones.

Podría ser peor.

Esto explicaba su pequeña medio sonrisa en el coche. Era suspicaz, nadie antes había adivinado esto sobre mí. A excepción de Carlisle, y había sido bastante obvio entonces, al principio, cuando contestaba todos sus pensamientos como si me estuviera hablando. Él lo había entendido antes que yo…

Esta pregunta no era tan mala. Si bien, estaba claro que ella sabía que había algo erróneo en mí, no era tan grave como podría haber sido. Al fin al cabo leer mentes no era un aspecto característico de los vampiros. Seguí adelante con su hipótesis.

- Solo una excepción -corregí.- hipotéticamente.

Ella luchó contra una sonrisa, mi vaga honestidad la había complacido.

- De acuerdo entonces, una sola excepción. ¿Cómo funciona? ¿Qué limitaciones tiene? ¿Cómo podría… ese alguien... encontrar a otra persona en el momento adecuado? ¿Cómo sabría que está en un apuro?

-¿Hipotéticamente?

- Claro – sus labios temblaron y sus líquidos ojos marrones estaban ansiosos.

- Bueno, si… -vacilé- ese alguien…

- Supongamos que se llama Joe - sugirió. Tuve que sonreír ante su entusiasmo.

¿Realmente pensaba que la verdad sería algo bueno? ¿Si mis secretos fueran agradables, por qué se los iba a ocultar?

- En ese caso, Joe - estuve de acuerdo -. Si Joe hubiera estado atento, la sincronización no tendría por qué haber sido tan exacta - sacudí mi cabeza y reprimí un escalofrío al pensar en lo cerca que había estado de llegar demasiado tarde -. Sólo tú podrías meterte en líos en un sitio tan pequeño. Destrozarías las estadísticas de delincuencia para una década, ya sabes.

La comisura de sus labios se curvaron hacia abajo, haciendo un puchero.

- Estamos hablando de un caso hipotético.

Me reí de su irritación.

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Sus labios, su piel… parecían tan suaves. Yo quería tocarla, quería alisar con la yema de mi dedo la curva de su ceño y devolverlo arriba. Imposible. Mi piel sería repelente para ella.

- Sí, cierto - dije, volviendo a la conversación antes de que pudiera deprimirme demasiado. - ¿Qué tal si la llamamos Jane?

Se inclinó sobre la mesa hacia mí, todo el humor y la irritación pasaron a unos ojos muy abiertos -. ¿Cómo lo supiste? - preguntó, con voz baja e intensa.

¿Debía decirle la verdad? Y, si era así ¿qué parte?

Yo quería hacerlo. Quería merecer la confianza que todavía podía ver en su rostro.

- Puedes confiar en mí, ya lo sabes - susurró, y extendió una mano hacia adelante como si fuera a tocar mis manos, que descansaban sobre la mesa vacía delante de mí.

Las retiré, odiando la idea de su reacción por mi piel frígida, de piedra. Ella bajó su mano.

Sabía que podía confiar en que ella guardaría mis secretos; ella era totalmente digna de confianza, buena hasta la médula. Pero no podía confiar en que ella no se horrorizara por ellos. Ella se horrorizaría. La verdad era horrible.

- No sé si tengo otra alternativa -murmuré.

Recordé que una vez le había tomado el pelo llamándola “excepcionalmente despistada”. Ofendiéndola, si es que había juzgado su expresión correctamente. Bueno, al menos podía corregir esa injusticia.

- Me equivoqué. Eres mucho más observadora de lo que pensaba - y, aunque ella podría no darse cuenta, yo ya le daba mucho crédito, a ella no se le escapaba nada.

- Creí que siempre tenías razón -dijo, sonriendo mientras me tomaba el pelo.

- Así era - Yo solía saber lo que estaba haciendo. Solía estar siempre seguro de mi rumbo. Y ahora todo era caótico y tumultuoso. Sin embargo yo no lo cambiaría, no quería que la vida tuviera sentido, no si el caos significaba que podía estar con Bella.

- Hay otra cosa en la que también me equivoqué contigo - continué, poniendo las cosas en su sitio en otra cuestión -. No eres un imán para los accidentes... Ésa no es una clasificación lo suficientemente extensa. Eres un imán para los problemas. Si hay algo peligroso en un radio de quince kilómetros, inexorablemente te encontrará.

¿Por qué ella? ¿Qué había hecho para merecer esto?

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La cara de Bella se puso seria de nuevo.

- ¿Te incluyes en esa categoría?

La honestidad era más importante en esta cuestión que en cualquier otra.

- Sin ninguna duda.

Sus ojos se estrecharon ligeramente, no con desconfianza ahora, sino extrañamente preocupada. Estiró su mano de nuevo por encima de la mesa, despacio y deliberadamente. Retiré mis manos a unos milímetros de distancia de ella, pero lo ignoró, determinada a tocarme. Contuve el aliento, ahora no a causa de su olor, sino por la repentina tensión insoportable, por el miedo. Mi piel la repugnaría, y ella huiría.

Rozó suavemente el dorso de mi mano con la yema de sus dedos, el dulce calor de su contacto no se parecía a nada que yo hubiera sentido antes. Era casi puro placer, podría haberlo sido, si no fuera por mi miedo. Miré su rostro cuando ella sintió la fría piedra de mi mano, todavía incapaz de respirar.

Una media sonrisa apareció en la comisura de sus labios.

- Gracias - dijo, manteniendo mi mirada con la intensidad de la suya - Es la segunda vez.

Sus suaves dedos se quedaron en mi mano, como si les resultara agradable estar allí.

Le contesté con tanta naturalidad como pude.

- No dejarás que haya una tercera, ¿de acuerdo?

Mis palabras le hicieron fruncir el ceño, pero asintió.

Retiré mis manos de debajo de la suya. Aunque su roce me parecía exquisito, yo no iba a esperar a que la magia de su tolerancia pasara para dar paso a la repulsión. Oculté mis manos bajo la mesa.

Leí su mirada; aunque su mente estuviera en silencio, podía percibir la convinación de confianza y asombro en ella. En aquel momento me di cuenta que quería responder a sus preguntas. No porque se lo debiera, ni porque quisiera que confiara en mí.

Yo quería que ella me conociera.

- Te seguí a Port Angeles - dije, las palabras se derramaban hacia fuera demasiado rápido para modificarlas. Conocía el peligro de la verdad, el riesgo que estaba corriendo. En cualquier momento, su calma antinatural se podía hacer añicos y dar

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paso a un ataque de histeria. Contrariamente, saber esto solo me hacía hablar más rápido - Nunca antes había intentado mantener con vida a alguien en concreto, y es mucho más problemático de lo que creía, pero eso tal vez se deba a que se trata de ti. La gente normal parece capaz de pasar el día sin tantas catástrofes.

Yo la observaba, esperando.

Sus labios se curvaron hacia arriba, y sus ojos de chocolate se hicieron más cálidos.

Yo acababa de admitir que la estaba siguiendo, y ella sonreía…

- ¿Crees que me había llegado la hora la primera vez, cuando ocurrió lo de la furgoneta, y que has interferido en el destino? -preguntó.

- Ésa no fue la primera vez. - dije, mirando fijamente hacia abajo, al mantel granate, y mis hombros inclinados por la vergüenza. Seguía con la guardia baja, la verdad seguía derramándose temeraria - La primera fue cuando te conocí.

Eso era cierto, y me enfureció. Yo me había colocado sobre su vida como la cuchilla de una guillotina. Era como si hubiera sido marcada para morir por algún destino cruel, injusto, y - como yo no había aceptado ser su instrumento - el mismo destino continuaba tratando de ejecutarla. Me imaginé a ese destino – personificado en una bruja espantosa, celosa, una arpía vengativa.

Yo buscaba alguna cosa, alguien a quien responsabilizar de esto - para que hubiera algo concreto contra lo que luchar. Algo, cualquier cosa que destruir para que Bella pudiera estar a salvo.

Bella estaba muy callada; su respiración se había acelerado.

Yo miré hacia ella, sabiendo que finalmente vería el miedo que estaba esperando. ¿Acaso no acababa de admitir lo cerca que había estado de matarla? Más cerca que cuando la furgoneta se había quedado a unos pocos milímetros de aplastarla. Y sin embargo, su rostro seguía en calma, sus ojos todavía apretados sólo por la preocupación.

- ¿Lo recuerdas? - tenía que recordarlo.

- Sí - dijo, con voz neutral y grave. Sus profundos ojos estaban llenos de conciencia.

Ella lo sabía. Sabía que yo había querido matarla.

¿Dónde estaban los gritos?

- Y aun así estás aquí sentada -dije, señalando la contradicción inherente.

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- Sí, estoy aquí... gracias a ti - Su expresión cambió, resultaba curioso cómo le daba la vuelta a la tortilla.- Porque de alguna manera has sabido encontrarme hoy.

Sin esperanzas, empujé una vez más la barrera que protegía sus pensamientos, desesperado por entender. No tenía ningún sentido lógico para mí. ¿Cómo podía siquiera preocuparse de lo demás con aquella verdad manifiesta sobre la mesa?

Ella esperó, solo curiosa. Su piel estaba pálida, lo que era natural en ella, pero aun así me preocupé. Su cena estaba casi sin tocar delante de ella. Si yo seguía hablando demasiado, iba a necesitar un amortiguador cuando el shock llegara.

Puse mis condiciones.

- Tú comes y yo hablo.

Procesó esto durante medio segundo, y después lanzó un bocado a su boca con una velocidad que desmentía su calma. Estaba más ansiosa por mi respuesta de lo que sus ojos daban a entender.

- Seguirte el rastro es más difícil de lo habitual - le dije - Normalmente puedo hallar a alguien con suma facilidad siempre que haya «oído» su mente antes - miré detenidamente su rostro al decir esto, las suposiciones eran una cosa y recibir la confirmación era otra.

Ella estaba inmóvil, con los ojos bien abiertos. Sentí como apretaba mis dientes, mientras esperaba su pánico.

Pero ella apenas parpadeó, tragó con fuerza, y rápidamente metió otro bocado en su boca. Quería que yo continuara.

- Vigilaba a Jessica sin mucha atención... - continué, observando cómo calaban en ella mi palabras - Como te dije, sólo tú puedes meterte en líos en Port Angeles - No pude resistirme a agregar esto. ¿Se daba cuenta de que las demás vidas humanas no se exponían a tantas experiencias cercanas a la muerte, o se pensaba que era normal? Ella era lo más opuesto a lo normal que había visto en mi vida -. Al principio no me di cuenta de que te habías ido por tu cuenta y luego, cuando comprendí que ya no estabas con ellas, fui a buscarte a la librería que vislumbré en la mente de Jessica. Te puedo decir que sé que no llegaste a entrar y que te dirigiste al sur. Sabía que tendrías que dar la vuelta pronto, por lo que me limité a esperarte, investigando al azar en los pensamientos de los viandantes para saber si alguno se había fijado en ti, y saber de ese modo dónde estabas. No tenía razones para preocuparme, pero estaba extrañamente ansioso… - Mi respiración se aceleró al recordar esa sensación de pánico. Su olor me quemó la garganta y me alegré. Ése dolor significaba que ella estaba viva. Mientras me quemara, ella estaría a salvo.

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- Comencé a conducir en círculos, seguía alerta - Tenía la esperanza de que las palabras tuvieran algún sentido para ella. Esto debía ser confuso -. El sol se puso al fin y estaba a punto de salir y seguirte a pie cuando...

Al venirme todo a la memoria - perfectamente claro y vivido, fue como si estuviera allí de nuevo - sentí como la furia asesina corría otra vez por mi cuerpo, congelándome. Yo lo quería muerto, lo necesitaba muerto, Apreté la mandíbula firmemente, concentrándome en mantenerme en la mesa. Bella todavía me necesitaba. Eso era lo que importaba.

- ¿Qué pasó entonces? - susurró, con sus oscuros ojos muy abiertos.

- Oí lo que pensaban - dije entre dientes, incapaz de impedir que mis palabras salieran en un gruñido - Y vi tu rostro en sus mentes.

Yo apenas podía reprimir el impulso de matar, todavía sabía exactamente donde podía encontrarle. Sus negros pensamientos absorbían el cielo nocturno, atrayéndome hacia él…

Me cubrí la cara, sabiendo que mi expresión era la de un monstruo, un cazador, un asesino. Fijé su imagen detrás de mis ojos cerrados para controlarme, centrándome sólo en su rostro. La delicada estructura de sus huesos, la fina capa de su pálida piel - como tela extendida sobre cristal, increíblemente suave y fácil de romper. Ella era demasiado vulnerable para este mundo. Necesitaba un protector, y por algún retorcido descuido del destino, yo era lo más cercano disponible.

Traté de explicarle mi violenta reacción para que pudiera entenderme.

- Resultó duro, no sabes cuánto, dejarlos... vivos - susurré - Te podía haber dejado ir con Jessica y Angela, pero temía que, si me dejabas solo, iría a por ellos.

Era mi segunda confesión de intento de asesinato esta noche. Al menos ésta era defendible.

Ella estaba tranquila mientras yo luchaba para mantener el control de mi mismo. Escuché el latido de su corazón, el ritmo era irregular, pero fue desacelerando con el transcurso del tiempo, hasta que se estabilizó de nuevo. Su respiración también era mesurada y acompasada.

Yo estaba demasiado cerca de mi límite, tenía que llevarla a casa antes de…

Entonces ¿lo mataría? ¿Volvería a convertirme en un asesino ahora que ella confiaba en mí? ¿Había alguna manera de detenerme?

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Ella había prometido decirme su última teoría cuando estuviéramos solos. ¿Quería escucharla? estaba ansioso por hacerlo, pero, ¿ sería la recompensa por mi curiosidad peor que la ignorancia?

En cualquier caso, ella debería haber tenido demasiada verdad para una noche.

La miré de nuevo, su rostro estaba más pálido que antes, pero sereno.

- ¿Estás lista para ir a casa? -pregunté.

- Lo estoy para salir de aquí -dijo, escogiendo sus palabras cuidadosamente, como si un simple sí no expresara por completo lo que quería decir.

Frustrante.

La camarera volvió. Había escuchado la última declaración de Bella, había estado dudando, al otro lado del reservado, preguntándose qué más podía ofrecerme. Me contuve para no poner los ojos en blanco al ver alguna de las ofertas que había tenido en mente.

- ¿Qué tal todo? - me preguntó.

- Dispuestos para pagar la cuenta, gracias - le dije, sin apartar mis ojos de Bella.

La respiración de la camarera se paralizó momentáneamente, por usar la expresión de Bella, deslumbrada por mi voz.

En ese momento caí en la cuenta, escuchando la forma en que mi voz sonaba en la cabeza de esta intrascendente humana, de porqué parecía estar atrayendo tanta admiración esta noche, en vez del miedo habitual.

Era a causa a Bella. Me había esforzado tanto en ser seguro para ella, en parecer menos espantoso, más humano, que al final había perdido mi toque. Con mi horror innato tan cuidadosamente bajo control, los demás humanos ahora solo veían la belleza.

Miré a la camarera, esperando a que se recuperase. Tenía algo de gracia, ahora que entendía la razón.

- Claro - tartamudeó - Aquí la tiene.

Me entregó una carpetita con la cuenta, pensando en la tarjeta que había deslizado detrás del recibo, con su nombre y número de teléfono.

Sí, era bastante divertido.

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Yo tenía el dinero listo de nuevo. Le devolví la carpeta con la tarjeta a la vez, para que no perdiera el tiempo esperando una llamada que nunca llegaría.

- Quédese con el cambio - le dije, esperando que el tamaño de la propina aliviaría su decepción.

Me levanté y Bella siguió mi ejemplo rápidamente. Quería ofrecerle mi mano, pero pensé que ya había llevado mi suerte demasiado lejos por una noche. Le di las gracias a la camarera, sin apartar mis ojos del rostro de Bella. Parecía que Bella también encontraba algo divertido.

Nos dirigimos a fuera, caminé a su lado todo lo cerca que me atreví, tan cerca que el calor que emanaba su cuerpo era como un contacto físico contra el lado izquierdo de mi cuerpo. Mientras le sostenía la puerta ella suspiró en voz baja, y me pregunté qué le había entristecido. Me quedé mirando sus ojos, apunto de preguntarle, cuando de repente miró al suelo, aparentemente avergonzada. Esto me provocó más curiosidad, pero también me hizo más reacio a preguntar. El silencio entre nosotros siguió mientras le abría la puerta para que entrara en el coche.

Encendí la calefacción, el clima cálido había llegado a su fin abruptamente, el frío del coche tenía que ser incómodo para ella. Se acurrucó en mi chaqueta, con una pequeña sonrisa en sus labios.

Esperé, aplazando la conversación hasta que las luces del muelle se desvanecieron. Lo que hizo que me sintiera mas a solas con ella.

¿Era lo correcto? Ahora que me centraba sólo en ella, el coche me pareció muy pequeño. Su olor se arremolinaba esparciéndose a través de la corriente de la calefacción. Construyéndose y reforzándose, creciendo como una fuerza, como otra entidad en el coche. Una presencia que exigía atención.

Y la tenía, me quemaba. Sin embargo la quemazón era aceptable, aunque parezca mentira me parecía apropiada. Me había dado tanto esta noche, más de lo yo que esperaba, y ahí estaba ella, todavía a mi lado por voluntad propia. Yo le debía algo a cambio por eso, un sacrificio, una ofrenda.

Ahora bien, si tan solo pudiera mantener a esta última, solo la quemadura, y nada más. Pero el veneno llenaba mi boca, y mis músculos estaban tensos por la anticipación, como si estuviera de caza… tenía que apartar esos pensamientos de mi mente. Y yo sabía que me distraería.

- Ahora - le dije, el distraerme de la quemazón ganó al miedo a su respuesta - Te toca a ti.

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10 : Teoría10 : Teoría10 : Teoría10 : Teoría

- ¿Puedo hacerte sólo una pregunta más? - suplicó, en lugar de responder a mi petición.

Yo estaba nervioso, ansioso para lo peor. Y, sin embargo, me tentaba prolongar el momento, para que Bella estuviera conmigo, voluntariamente, aunque solo fuera unos segundos más. Suspiré ante el dilema, y luego dije:

- Una.

- Bueno… - dudó por un momento, como si tratara de decidir que pregunta hacer - Dijiste que sabías que no había entrado en la librería y que me había dirigido hacia el sur. Sólo me preguntaba cómo lo sabías.

Miré a través del parabrisas. He aquí otra pregunta que no revelaba nada sobre ella, y demasiado de mí.

- Pensaba que habíamos pasado la etapa de las evasivas -dijo con tono crítico y decepcionado.

Qué irónico. Ella había sido implacablemente evasiva, sin siquiera intentarlo.

Bueno, ella quería que fuera directo. Y de todos modos esta conversación no iba a llegar a buen puerto.

- De acuerdo - dije -. Seguí tu olor.

Quería mirar su rostro, pero tenía miedo de lo que vería. En lugar de eso escuché como aceleraba su respiración y luego se estabilizó. Ella volvió a hablar después momento, y su voz fue más firme de lo que yo esperaba.

- Aún no has respondido a la primera de mis preguntas - dijo.

Giré la vista hacia ella, con el ceño fruncido Ella estaba haciendo tiempo, también.

- ¿Cuál?

- ¿Cómo funciona lo de leer mentes? - pidió, repitiendo su pregunta del restaurante - ¿Puedes leer la mente de cualquiera en cualquier parte? ¿Cómo lo haces? ¿Puede hacerlo el resto de tu familia…?

Su voz fue disminuyendo, ruborizándose otra vez.

- Has hecho más de una pregunta -dije.

Ella sólo me miró, esperando las respuestas.

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¿Y por qué no decírselo? Ella ya lo había adivinado casi todo sobre esto, y este tema era más sencillo que el que se avecinaba.

- Sólo yo tengo esa facultad, y no puedo oír a cualquiera en cualquier parte. Debo estar bastante cerca. Cuanto más familiar me resulta esa “voz”, más lejos soy capaz de oírla, pero aún así, no más de unos pocos kilómetros - Traté de pensar en una manera de describirlo para que ella lo entendiera, Una analogía para poder compararlo - Se parece un poco a un enorme hall repleto de personas que hablan todas a la vez. Sólo es un zumbido, un bisbiseo de voces al fondo, hasta que localizo una voz, y entonces está claro lo que piensan… La mayor parte del tiempo no los escucho, ya que me puede llegar a distraer demasiado, y así es más fácil parecer normal - fruncí el ceño -, y no responder a los pensamientos de alguien antes de que los haya expresado con palabras.

- ¿Por qué crees que no puedes “oírme”? - preguntó.

Le dije la verdad con otra analogía.

- No lo sé -admití - Mi única suposición es que tal vez tu mente funcione de forma diferente a la de los demás. Es como si tus pensamientos fluyeran en onda media y yo sólo captase los de frecuencia modulada.

Me di cuenta de que esta analogía no le había gustado. Sonreí anticipándome a su reacción. Ella no me defraudó.

- ¿Mi mente no funciona bien? - preguntó. Con la voz más alta por el disgusto - ¿Soy un bicho raro?

Ah, la ironía de nuevo.

- Yo oigo voces en la cabeza y es a tí a quien le preocupa ser un bicho raro - me reí.

Ella entendía todas las cosas sencillas, pero las importantes las entendía al revés. Siempre los instintos equivocados…

Bella mordió su labio, y una profunda línea apareció grabada entre sus ojos.

- No te inquietes - la tranquilicé - Es sólo una teoría… -Y había una teoría más importante que tratar. Yo estaba ansioso por conocerla, Empezaba a sentir que cada segundo era cada vez más como tiempo prestado.

- Y eso nos trae de vuelta a ti. -le dije, dividido en dos, tan ansioso como reticente.

Ella suspiró, todavía mordiéndose el labio, empezaba a preocuparme que se hiciera daño. Me miró a los ojos, con rostro preocupado.

- Pensaba que habíamos pasado la etapa de las evasivas. - le dije en voz baja.

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Ella miró hacia abajo, luchando con algún dilema interior. De repente, se puso rígida y sus ojos se abrieron de par en par. El miedo cruzó su rostro por primera vez.

- ¡Dios Santo! -gritó ahogadamente.

Me entró el pánico. ¿Qué había visto? ¿Cómo la había asustado?

Entonces ella gritó:

- ¡Ve más despacio!

- ¿Qué pasa? - No entendí que era lo que provocaba su terror…

- ¡Vas a ciento sesenta! -me gritó.

Lanzó una mirada por la ventana, y retrocedió ante los oscuros árboles que corrían ante nosotros. ¿Algo tan insignificante, apenas un poco de velocidad, y la hacía gritar de miedo? Puse los ojos en blanco.

- Tranquilízate, Bella.

- ¿Pretendes que nos matemos? - preguntó, con voz alta y firme.

- No vamos a chocar -le prometí.

Ella respiró hondo y luego habló en un tono un poco más calmado.

- ¿Por qué vamos tan deprisa?

- Siempre conduzco así.

Busqué su mirada, divirtiéndome con su expresión conmocionada.

- ¡No apartes la vista de la carretera! -gritó.

- Nunca he tenido un accidente, Bella, Ni siquiera me han puesto una multa - Sonreí mientras me tocaba la frente, me pareció aún más cómico, el absurdo de ser capaz de bromear con ella acerca de algo tan secreto y extraño- A prueba de radares y detectores de velocidad.

- Muy divertido -dijo sarcásticamente, con la voz más asustada que enfadada -. Charlie es policía ¿recuerdas? He crecido respetando las leyes de tráfico. Además, si nos la pegamos contra el tronco de un árbol y nos convertimos en una galleta de Volvo, tendrás que regresar a pie.

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- Probablemente - admití, riéndome sin humor. Sí, nos iría muy diferentemente en un accidente de coche. Ella tenía razón de tener miedo, a pesar de mis habilidades para conducir…- Pero tú no.

Con un suspiro dejé que el coche se arrastrara a paso de tortuga.

- ¿Satisfecha?

Ella miró el marcador de velocidad.

- Casi.

¿Todavía era demasiado rápido para ella?

- Odio conducir despacio-murmuré, pero dejé que la aguja bajara una línea más abajo.

- ¿A esto le llamas despacio? -preguntó.

- Basta de criticar mi conducción - Le dije impaciente, ¿Cuántas veces iba a esquivar mi pregunta? ¿Tres veces? ¿Cuatro? ¿Eran sus especulaciones tan terribles? Tenía que saberlo de inmediatamente - Sigo esperando tu última teoría.

Ella se mordió el labio otra vez, con expresión de disgusto, casi dolorosa. Controlé mi impaciencia y suavicé mi voz. No quería angustiarla.

- No me voy a reír - le prometí, deseando que fuera solamente la vergüenza lo que le hacía no querer hablar.

- Temo más que te enfades conmigo -susurró.

Forzando mi voz para que sonara tranquila.

- ¿Tan mala es?

- Bastante, si.

Ella miró hacia abajo, negándose a encontrar mi mirada. Los segundos pasaron.

- Adelante - la animé.

Su voz era muy baja.

- No sé cómo empezar.

- ¿Por qué no empiezas por el principio? - recordé sus palabras antes de la cena -. Dijiste que no era de tu invención.

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- No - me confirmó, y luego volvió a guardar silencio.

Pensé en las cosas que podían haberla inspirado.

- ¿Cómo empezaste? ¿Con un libro? ¿Con una película?

Debería haberle echado un vistazo a su colección cuando ella estaba fuera de casa. No tenía ni idea de si Bram Stoker o Anne Rice estaban en la pila de sus desgastados libros de bolsillo…

- No - dijo de nuevo - Fue el sábado, en la playa.

Eso no me lo esperaba. El chisme local sobre nosotros nunca había derivado en nada demasiado extraño, o demasiado preciso. ¿Había un nuevo rumor que me había perdido? Bella se asomó entre sus manos y vio la sorpresa en mi cara.

- Me encontré con un viejo amigo de la familia… Jacob Black – prosiguió - Su padre y Charlie han sido amigos desde que yo era niña.

Jacob Black, El nombre no me era familiar, y sin embargo, me recordó algo… hacía mucho tiempo… Miré a través del parabrisas, hojeando recuerdos para encontrar la conexión.

- Su padre es uno de los ancianos Quileutes -dijo.

Jacob Black… Efraín Black. Un descendiente, sin duda.

Era tan malo como cabía esperar.

Ella sabía la verdad.

Mi mente volaba a través de las posibilidades como el coche volaba alrededor de las curvas del oscuro camino. Mi cuerpo se quedó rígido por la angustia, inmóvil, excepto por las pequeñas acciones automáticas necesarias para dirigir el coche.

Ella sabía la verdad.

Pero… si ella sabía la verdad desde el sábado… entonces lo había sabido durante toda la noche… y sin embargo…

- Fuimos a dar un paseo… -continuó- y él me estuvo contando viejas leyendas para asustarme. Me contó una…

Ella se detuvo un momento, pero ahora no eran necesarios sus reparos. Yo sabía lo que iba a decir. El único misterio que quedaba era por qué estaba aquí conmigo ahora.

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- Continúa -dije.

- …sobre vampiros -espiró las palabras en menos que un susurro.

De alguna manera, oírla decir la palabra en voz alta era incluso peor que saber que lo sabía, me estremecí al oírla, y después me controlé otra vez.

- ¿E inmediatamente te acordaste de mí? - pregunté.

- No. Jacob mencionó a tu familia.

Qué irónico sería que la propia descendencia de Efraín violara el tratado que él había prometido defender. Un nieto o bisnieto, tal vez. ¿Cuántos años tendría? ¿Setenta?

Debería haberme dado cuenta de que el peligro no podía venir de los ancianos que creían en la leyendas. Desde luego, era la generación más joven, los que habían sido advertidos, pero pensaron que solo eran antiguas supersticiones ridículas, y por supuesto, que el peligro de revelarlas sería mentira.

Supuse que eso significaba que ahora era libre de masacrar a la pequeña tribu indefensa de la costa, si estuviera dispuesto. Efraín y su manada de protectores estaban muertos desde hacía mucho tiempo…

- Sólo creía que era una superstición estúpida - dijo Bella de repente, su voz reflejaba una nueva angustia - No esperaba que yo me creyera ni una palabra.

Vi con el rabillo del ojo cómo retorcía sus manos con inquietud.

-Fue culpa mía - dijo, después de una breve pausa, y entonces bajó la cabeza como si se avergonzara - Le obligué a contármelo.

- ¿Por qué? - ya no era tan duro mantener mi nivel de la voz. Lo peor ya estaba hecho. Mientras habláramos de los detalles de la revelación, no tendríamos que pasar a sus consecuencias.

- Lauren dijo que algo sobre ti… intentaba provocarme - hizo un pequeño gesto al recordarlo. Me distraje un poco, preguntándome como podían provocar a Bella hablándole de mí… - Un joven mayor de la tribu mencionó que tu familia no acudía a la reserva, sólo que sonó como si aquello tuviera un significado especial, por lo que me llevé a Jacob a solas y le engañé para que me lo contara.

Al admitir esto bajó más aún la cabeza, su expresión parecía… culpable. La miré y me reí en voz alta. ¿Ella se sentía culpable? ¿Qué podría haber hecho para que fuera posible que mereciera cualquier tipo de condena?

- ¿Cómo le engañaste? - pregunté.

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- Intenté flirtear un poco… Funcionó mejor de lo que había pensado - explicó, y su voz se volvió incrédula ante el recuerdo del éxito.

Podía imaginármelo, teniendo en cuenta que ella tenía alguna cosa que la hacía atraer a todos los hombre, y de la que era totalmente inconsciente, lo abrumadora que sería cuando ella tratara de ser deliberadamente atractiva. De pronto me sentí lleno de compasión por el confiado muchacho sobre el que ella había desatado esa fuerza tan potente.

- Me gustaría haberlo visto - le dije, y entonces me volví a reír con humor negro. Ojalá hubiera podido oír la reacción del chico, haber presenciado su devastación por mí mismo.- Y tú me acusas de confundir a la gente… ¡Pobre Jacob Black!

No estaba tan enfadado con el causante de mi exposición como cabía esperar. Él no había podido hacer otra cosa. ¿Y cómo podría esperar que nadie se negara a hacer lo que esta chica quería? No, solo podía sentir simpatía por el daño que ella habría hecho a su paz mental.

Sentí el calor de su rubor en el aire entre nosotros. La miré, y ella estaba mirando por su ventana. No volvió a hablar.

- ¿Qué hiciste entonces? -la provoqué. Era hora de volver a la historia de terror.

- Busqué en Internet.

A veces era práctico.

- ¿Y eso te convenció?

- No – dijo -. Nada encajaba. La mayoría eran tonterías y entonces…

Se interrumpió de nuevo y oí como apretaba sus dientes.

- ¿Qué? - pedí. ¿Qué había encontrado? ¿Qué sentido tenía la pesadilla para ella?

Hubo una breve pausa y entonces susurró:

- Decidí que no me importaba.

El shock congeló mis pensamientos durante medio segundo, y después todo encajó. El por qué había enviado a sus amigas a casa esta noche en lugar de escapar con ellas, Por qué se había metido conmigo en mi coche de nuevo en lugar de correr, gritando a la policía… Sus reacciones fueron siempre equivocadas, siempre totalmente al revés. Ella no atraía el peligro hacia sí misma, ella lo invitaba.

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- ¡¿Que no importaba?! - dije a través de mis dientes, lleno de ira. ¿Cómo se suponía que tenía que proteger a alguien…tan… tan… tan empeñada en ser “improtegible”?

- No -dijo ella en una voz baja, inexplicablemente tierna - No me importa lo que seas.

Ella era imposible.

- ¿No te importa que sea un monstruo? ¿Que no sea humano?

- No.

Empecé a preguntarme si estaba del todo equilibrada.

Supuse que podría arreglarlo para que recibiera los mejores cuidados disponibles… Carlisle tenía contactos para encontrarle a los médicos mejor cualificados, los mejores terapeutas. Tal vez pudieran hacer algo para arreglar lo que fuera que estuviera mal en ella, lo que hacía que pudiera estar sentada junto a un vampiro mientras su corazón latía regular y con calma. Yo iría a visitarla al centro, naturalmente, tantas veces como se me permitiera…

- Te has enfadado. - suspiró - No debería haberte dicho nada.

Como si ocultar estas perturbadoras tendencias pudiera ayudar a ninguno de nosotros.

- No. Prefiero saber qué piensas, incluso cuando lo que pienses sea una locura.

- Así que, ¿me equivoco otra vez? - preguntó, ahora un poco agresiva.

- No me refiero a eso - apreté los dientes de nuevo - “No importa” - le repetí con tono mordaz.

Ella jadeó.

- ¿Estoy en lo cierto?

- ¿Importa? - repliqué.

Ella respiró hondo. Yo esperé enfadado su respuesta.

- En realidad, no -dijo, con voz serena, de nuevo- Siento curiosidad.

En realidad no. En realidad no importaba. No le importaba. Ella sabía que yo no era humano, que era un monstruo, y esto en realidad no importaba para ella.

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Aparté mis preocupaciones por su cordura, y empecé a sentir una hinchazón de esperanza. Traté de reprimirla.

- ¿Sobre qué sientes curiosidad? - le pregunté. No habían más secretos, solo pequeños detalles.

- ¿Cuántos años tienes? - preguntó.

Mi respuesta era automática y arraigada.

- Diecisiete.

- ¿Y cuánto hace que tienes diecisiete años? - Intenté no sonreír al escuchar su tono condescendiente.

- Bastante -admití.

- De acuerdo -dijo, con repentino entusiasmo.

Ella me sonrió. Cuando yo le devolví la mirada, preocupado otra vez por su salud mental, ella me sonrió aún más ampliamente. Fruncí el ceño.

- No te rías –advirtió -, pero ¿cómo es que puedes salir durante el día?

Me reí a pesar de su petición. Al parecer había anotado las excepciones de su investigación.

- Un mito -le dije.

- ¿No te quema el sol?

- Un mito.

- ¿Y lo de dormir en ataúdes?

- Un mito.

Hacía mucho tiempo que el sueño no formaba parte de mi vida, no hasta estas últimas noches, cuando yo había vigilado a Bella soñando...

- No puedo dormir - murmuré, respondiendo a su pregunta con más detalle.

Ella guardó silencio por un momento.

- ¿Nada? -Preguntó.

- Jamás -dije en voz baja.

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Miré dentro de sus ojos, muy abiertos bajo el espeso contorno de sus pestañas, y anhelé dormir. No para olvidar, como lo había hecho antes, ni para escapar del aburrimiento, sino porque quería soñar. Tal vez, si pudiera estar inconsciente, si pudiera soñar, yo podría vivir algunas horas en un mundo donde ella y yo podríamos estar juntos. Ella soñaba conmigo. Yo quería soñar con ella.

Ella me devolvió la mirada, su expresión llena de asombro. Tuve que apartar la mirada.

Yo no podía soñar con ella. Ella no debía soñar conmigo.

- Aún no me has formulado la pregunta más importante -dije, mi silencioso pecho se heló, endureciéndose más que antes. Tendría que forzarla a entender. En algún momento tendría que darse cuenta de lo que estaba haciendo ahora, debía hacerle ver que todo esto si importaba, importaba más que cualquier otra cosa. Más que el hecho de que yo la amara.

- ¿Cuál? -dijo sorprendida e inconsciente.

Eso sólo hizo mi voz más dura.

- ¿No te preocupa mi dieta?

- Ah, ésa. -lo dijo en un tono tranquilo que yo no pude interpretar.

- Sí, ésa ¿No quieres saber si bebo sangre?

Retrocedió ante mi pregunta, finalmente parecía haberlo comprendido.

- Bueno, Jacob me dijo algo al respecto -dijo.

- ¿Qué dijo Jacob?

- Que no cazabais personas. Dijo que se suponía que vuestra familia no era peligrosa porque sólo dabais caza a animales.

- ¿Dijo que no éramos peligrosos? - repetí cínicamente.

- No exactamente. - aclaró - Dijo que se suponía que no lo erais, pero los Quileutes siguen sin quereros en sus tierras, sólo por si acaso.

Me quedé mirando la carretera, mis pensamientos eran un gruñido desesperado, mi garganta dolorida por la familiar sed abrasadora.

- Entonces, ¿tiene razón en lo de que no cazáis personas? - preguntó, con la misma calma como si estuviera confirmando un informe del tiempo.

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- La memoria de los Quileutes llega lejos…

Ella asintió para sus adentros, muy pensativa.

- Aunque no dejes que eso te satisfaga. Tienen razón al mantener la distancia con nosotros.

- No comprendo.

No, ella no lo comprendía. ¿Cómo hacérselo ver?

- Intentamos… - le dije -, solemos ser buenos en todo lo que hacemos, pero a veces cometemos errores. Yo, por ejemplo, al permitirme estar a solas contigo.

Su olor todavía era como una fuerza en el coche. Yo estaba cada vez más acostumbrado, casi podía ignorarlo, pero no podía negar que mi cuerpo todavía la anhelaba por la razón equivocada. Mi boca nadaba en veneno.

- ¿Esto es un error? - preguntó, y había angustia en su voz. Ese sonido en su voz me desarmó. Ella quería estar conmigo, a pesar de todo, ella quería estar conmigo.

La esperanza volvía a crecer, la expulsé.

- Uno muy peligroso - le dije sinceramente, deseando que la verdad realmente, de alguna manera, dejara de importar.

Por un momento no respondió. Oí que su respiración cambiaba, atrabancándose de forma extraña, pero no sonaba como miedo.

- Cuéntame más - dijo de pronto, su voz distorsionada por la angustia.

La examiné cuidadosamente.

Ella estaba sufriendo. ¿Cómo había permitido esto?

- ¿Qué más quieres saber? - le pregunté, tratando de pensar una manera de evitar hacerle daño. Ella no debía sufrir. No podía dejar que sufriera.

- Dime por qué cazáis animales en lugar de personas -dijo, todavía afligida.

¿No era obvio? O tal vez esto tampoco le importa.

- No quiero ser un monstruo -murmuré.

- Pero ¿no bastan los animales?

Busqué otra comparación, para que pudiera entenderlo.

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- No puedo estar seguro, por supuesto, pero yo lo compararía con vivir a base de queso y leche de soja. Nos llamamos a nosotros mismos vegetarianos, es nuestro pequeño chiste privado. No sacia el apetito por completo, bueno, más bien la sed, pero nos mantiene lo bastante fuertes para resistir… la mayoría de las veces. -Me salió la voz baja, avergonzado, como estaba, de haber permitido que se expusiera al peligro, por permitir que siguiese expuesta…- Unas veces es más difícil que otras.

- ¿Te resulta muy difícil ahora?

Suspiré, por supuesto ella hizo la pregunta que yo no quería contestar.

- Sí -admití.

Esperé para ver si esta vez su respuesta física era la correcta: su respiración se mantuvo estable, su corazón mantuvo su pauta uniforme. Ya me lo esperaba, aunque no podía comprenderlo ¿Cómo podía no tener miedo?

- Pero ahora no tienes hambre -declaró, completamente segura de sí misma.

- ¿Qué te hace pensar eso?

- Tus ojos - dijo con tono informal -. Te dije que tenía una teoría. Me he dado cuenta de que la gente, y los hombres en particular, se enfada cuando tienen hambre.

Me reí entre dientes por su descripción: Malhumorado. Era quedarse corto. Pero ella había dado justo en el clavo, como de costumbre.

- Eres muy observadora, ¿verdad? - reí de nuevo.

Ella sonrió un poco, el pliegue entre sus ojos regresó como si estuviera concentrada en algo.

- Este fin de semana estuvisteis cazando, ¿Verdad? - preguntó después de que mi risa se desvaneciera. La forma casual en la que hablaba era tan fascinante como frustrante. ¿Realmente podía aceptarlo todo con tanta calma? Yo estaba más cerca del shock de lo que ella parecía estar.

- Sí - le dije, y entonces, cuando estaba a punto de dejar las cosas así, sentí el mismo impulso que había tenido en el restaurante: Quería que ella me conociera.

- No quería salir - continué lentamente -, pero era necesario. Es un poco más fácil estar cerca de ti cuando no tengo sed.

- ¿Por qué no querías marcharte?

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Respiré profundamente, y luego giré para encontrarme con su mirada. Este tipo de honestidad era difícil, de una manera muy diferente.

- El estar lejos de ti me pone… ansioso - supuse que esa palabra sería suficiente, aunque no fuera lo suficientemente fuerte -. No bromeaba cuando te pedí que no te cayeras al mar o te dejaras atropellar el jueves pasado. Estuve abstraído todo el fin de semana, preocupándome por ti, y después de lo acaecido esta noche, me sorprende que hayas salido indemne del fin de semana. - Entonces me acordé de los arañazos en la palma de su mano -. Bueno, no del todo -corregí.

- ¿Qué?

- Tus manos -le recordé.

Suspiró e hizo muecas.

- Me caí - Yo había acertado.

- Eso es lo que pensé - dije, incapaz de contener mi sonrisa -. Supongo que, siendo tú, podía haber sido mucho peor, y esa posibilidad me atormentó mientras duró mi ausencia. Fueron tres días realmente largos y la verdad es que puse a Emmett de los nervios -. En realidad, eso no pertenecía al pasado, probablemente yo todavía irritaba a Emmett y al resto de mi familia, también. Excepto a Alice…

- ¿Tres días? -preguntó con voz cortante de repente -. ¿No acabas de regresar hoy?

No entendía el nerviosismo de su voz.

- No, volvimos el domingo.

- Entonces, ¿por qué no fuisteis ninguno de vosotros al instituto? - exigió, su irritación me confundió. Ella no parecía darse cuenta de que esta cuestión estaba otra vez relacionaba con la mitología.

- Bueno, me has preguntado si el sol me daña, y no lo hace, pero no puedo salir a la luz del día… Al menos, no donde me pueda ver alguien - eso la distrajo de su misterioso enfado.

- ¿Por qué? - preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado.

Dudo que pudiera dar con la analogía apropiada para explicar esto. Así que solo le dije:

- Alguna vez te lo mostraré.

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Y entonces me pregunté si esta sería una promesa que terminaría por romperse. ¿La Volvería a ver, después de esta noche? ¿La amaba lo suficiente como para soportar su marcha?

- Me podías haber llamado -dijo ella.

Qué extraña conclusión.

- Pero sabía que estabas a salvo.

- Pero yo no sabía dónde estabas. Yo… -ella se detuvo bruscamente y se miró las manos.

- ¿Qué?

- Me disgusta no verte -dijo con timidez, se acaloró la piel de sus pómulos -. También me pone ansiosa.

¿Ahora ya estás contento? me pregunté a mí mismo. Bueno, aquí estaban mis esperanzas recompensadas.

Estaba desconcertado, exaltado, horrorizado - sobre todo horrorizado -, al darme cuenta de que todas mis descabelladas fantasías, no habían estado tan lejos de la realidad. Esa era la razón por la que no le importaba que yo fuera un monstruo. Era exactamente la misma razón por las que las normas ya no me importaban a mí. Por qué el bien y el mal ya no era suficiente influencia. Por qué todas mis prioridades habían descendido, un peldaño hacia abajo, para dejar pasar a esta chica en primera posición.

Bella también se preocupaba por mí.

Sabía que podría no ser nada en comparación a la forma en que yo la amaba. Pero era lo suficiente como para arriesgar su vida sentándose aquí conmigo, para hacerlo encantada.

Lo suficiente como para causarle dolor, si yo hiciera lo correcto y me alejara de ella.

¿Había algo que yo pudiera hacer para no herirla ahora? ¿Cualquier cosa?

Debería haberme mantenido alejado. Nunca debí haber regresado a Forks. Yo no le causaría nada más que dolor.

¿Qué me impediría el quedarme ahora? ¿el empeorarlo todo?

La manera en que yo me sentía en este momento, sintiendo su calor contra mi piel… No. Nada podría detenerme.

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- Ay – me queje a mí mismo -, eso no está bien.

- ¿Qué he dicho? - preguntó ella, asumiendo rápidamente la culpa.

- ¿No lo ves, Bella? De todas las cosas en que te has visto involucrada, es una de las que me hace sentir peor. No quiero oír que te sientas así -. Era la verdad, era una mentira. La parte más egoísta de mí volaba con el conocimiento de que ella me quería como yo la quería.- Es un error. No es seguro. Bella, soy peligroso. Grábatelo, por favor.

- No - apretó los labios, contrariada.

- Hablo en serio - estaba luchando conmigo mismo con tanta fuerza, medio desesperado porque lo aceptara, medio desesperado por mantener mis advertencias a ralla, que las palabras salieron a través de mí como un gruñido.

- También yo – insistió -. Te lo dije, no me importa qué seas. Es demasiado tarde.

¿Demasiado tarde? El mundo fue de un desolador blanco y negro por un interminable segundo, mientras recordaba como las sombras se arrastraban por el césped soleado hacia el cuerpo dormido de Bella, en mi memoria. Inevitables, imparables. Robando el color de su piel, sumergiéndola en la oscuridad.

¿Demasiado tarde? La visión de Alice giraba en mi cabeza, los ojos rojos sangre de Bella me devolvían la mirada, impasible. Inexpresiva, pero no había manera de que ella pudiera no odiarme por ese futuro. Odiarme por robar todo de ella. Robar su vida y su alma.

No podía ser demasiado tarde.

- Jamás digas eso -susurré.

Ella miró por la ventana, y sus dientes mordían su labio de nuevo. Sus manos cerradas en un puño apretado en su regazo. Su respiración quebrada y dificultosa.

- ¿En qué piensas? - tuve que saber.

Ella negó con la cabeza sin mirarme. Vi brillar algo, como un cristal, en su mejilla.

Agonía.

- ¿Estás llorando?

La había hecho llorar, la había herido demasiado.

Se frotó las lágrimas con el dorso de la mano.

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- No -mintió, con la voz quebrada.

Un instinto, hacía tiempo enterrado, me hizo alargar la mano hacia ella. En ese segundo me sentí más humano que nunca. Y entonces recordé que no lo era… y bajé mi mano.

- Lo siento - dije con la mandíbula cerrada. ¿Cómo podía decirle cuánto lo sentía? Lo sentía por todos los errores estúpidos que había cometido. Lo sentía por mi infinito egoísmo. Sentía que ella hubiera tenido la mala suerte de haber inspirado este primer y trágico amor en mí. Lo sentía también por las cosas ajenas a mi voluntad, por haber sido el monstruo elegido por el destino, en primer lugar, para poner fin a su vida.

Respiré profundamente, ignorando mi despreciable reacción al sabor del coche, quería cambiar de tema, para pensar en otra cosa. Por suerte para mí, mi curiosidad sobre la chica era insaciable. Yo siempre tenía una pregunta.

- Dime una cosa - dije.

- ¿Sí? - preguntó con voz ronca, las lágrimas todavía en su voz.

- Esta noche, justo antes de que yo doblara la esquina, ¿en qué pensabas? No comprendí tu expresión… No parecías asustada, sino más bien concentrada al máximo en algo - recordé su cara, forzándome a olvidar los ojos por los que la miraba, el aspecto de resolución en ella.

- Intentaba recordar cómo incapacitar a un atacante - dijo, con la voz más serena -. Ya sabes, autodefensa. Le iba a meter la nariz en el cerebro a ese…

Su compostura no duró hasta el final de su explicación. Su tono se retorció hasta hervir por el odio. No se trataba de una exageración, y su furia juguetona no era graciosa ahora.

Pude ver su frágil figura, seda sobre cristal, bajo las sombras del pedazo de carne, de los fuertes puños de los monstruos humanos que la habrían lastimado. La furia hervía en la parte posterior de mi cabeza.

- ¿Ibas a luchar contra ellos? - quise gemir. Sus instintos eran mortales, para ella misma - ¿No pensaste en correr?

- Me caigo mucho cuando corro - dijo tímidamente.

- ¿Y en chillar?

- Estaba a punto de hacerlo.

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Sacudí la cabeza con incredulidad. ¿Cómo había logrado mantenerse con vida antes de venir a Forks?

- Tienes razón - le dije, con un toque amargo en mi voz -. Definitivamente, estoy luchando contra el destino al intentar mantenerte con vida.

Ella suspiró y miró por la ventana. Luego se volvió hacia mí.

- ¿Te veré mañana? -pidió bruscamente.

Mientras estuviera en mi camino al infierno, yo podía también disfrutar del viaje.

- Sí. También he de entregar un trabajo - le sonreí, y me sentó bien hacerlo -. Te reservaré un asiento para almorzar.

Su corazón latió con fuerza; mi corazón muerto de repente se sintió más cálido. Detuve el coche frente a la casa de su padre. Ella no hizo ademán de dejarme.

- ¿Me prometes estar ahí mañana? -insistió.

- Lo prometo.

¿Cómo podía hacer lo incorrecto darme tanta felicidad? Seguramente había algo que no encajaba en eso.

Ella asintió para sí misma, satisfecha, y empezó a quitarse la cazadora.

- Te la puedes quedar… - le aseguré rápidamente. Yo quería darle algo mío. Un símbolo, como el tapón de la botella que estaba en mi bolsillo ahora…- No tienes una para mañana.

Ella me la devolvió, sonriendo con tristeza.

- No quiero tener que explicárselo a Charlie - me dijo.

- Ah, de acurdo - podía imaginarme que no. Le sonreí.

Puso la mano sobre la manivela de la puerta, y luego se detuvo. No quería irse, como yo no quería que se fuera.

Para dejarla desprotegida, ni siquiera por un momento…

Petter y Charlotte habían seguido su camino por ahora, pasado Seattle, sin duda. Pero siempre había otros. Este mundo no era un lugar seguro para ningún humano, y para ella parecía ser más peligroso de lo que era para el resto.

- ¿Bella? - le llamé, sorprendido por el placer que era simplemente decir su nombre.

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- ¿Sí?

- ¿Vas a prometerme algo?

- Sí - estuvo de acuerdo enseguida, y entonces frunció los ojos, como si hubiera pensado en un motivo para oponerse.

- No vayas sola al bosque - le advertí, preguntándome si esta petición daría lugar a una objeción en sus ojos.

Ella parpadeó sorprendida.

- ¿Por qué?

Fulminé con la mirada la traicionera oscuridad, la falta de luz no era un problema para mis ojos, pero tampoco sería un problema para otro cazador. Sólo lo era para los cegados humanos.

- No soy la criatura más peligrosa que ronda por ahí fuera - le dije -Dejémoslo así.

Ella se estremeció, pero se recuperó rápidamente e incluso estaba sonriendo cuando me dijo:

- Lo que tú digas.

Su aliento tocó mi rostro, tan dulce y fragante.

Podría quedarme aquí toda la noche de esta manera, pero ella necesitaba dormir. Los dos deseos parecían igual de fuertes, cuando ellos continuaron luchando dentro de mí: el deseo de estar con ella contra el deseo de que estuviera segura.

Suspiré ante la incompatibilidad.

- Nos vemos mañana - le dije, sabiendo que la vería mucho antes que eso. Sin embargo ella no me vería hasta mañana.

- Entonces, hasta mañana - estuvo de acuerdo, mientras abría la puerta.

Agonía de nuevo, viéndola marchar.

Me incliné hacia ella, deseando retenerla aquí

- ¿Bella?

Se giró, y entonces se quedó congelada, sorprendida de encontrar nuestras caras tan próximas.

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Yo también estaba abrumado por la proximidad. Oleadas de calor salían de ella, acariciando mi rostro. Casi podía sentir la seda de su piel…

El latido de su corazón tartamudeó, y sus labios se abrieron.

- Que duermas bien - susurré, y me aparté antes de que la urgencia de mi cuerpo, ya fuera por la sed familiar o por el muy nuevo y extraño apetito que sentía de repente, me empujara a hacer algo que pudiera lastimarla.

Se quedó allí sentada por un momento, con los ojos aturdidos y muy abiertos. Deslumbrada, supuse.

Al igual que yo.

Se recuperó, aunque su cara estaba todavía un poco desconcertada, y se medio calló del coche, tropezando con sus pies y teniendo que cogerse al marco del coche para mantenerse derecha.

Solté una risita, esperando que hubiera sido demasiado baja para que la escuchara.

La vi tropezar por el camino hasta el circulo de luz que rodeaba la puerta principal. A salvo por el momento. Y yo estaría pronto de vuelta para estar seguro.

Podía sentir sus ojos siguiéndome mientras conducía por la calle oscura. Con una sensación diferente a la que yo estaba acostumbrado. Por lo general, yo simplemente tenía que mirarme a través de los ojos de alguien, a través de su mente. Esto era extrañamente excitante, esta intangible sensación de que unos ojos me vigilaban. Yo sabía que era solo porque eran sus ojos.

Un millón de pensamientos se perseguían unos a otros por mi cabeza mientras conducía sin rumbo en la noche.

Durante mucho rato di vueltas por las calles, yendo a ninguna parte, pensando en Bella y en la increíble liberación de que ella conociera la verdad. Ya no tenía que temer que la descubriera. Ella lo sabía y no le importaba. A pesar de que esto era obviamente algo malo para ella, era increíblemente liberador para mí.

Más que eso, pensaba en Bella y el amor correspondido. Ella no podía amarme de la manera en que yo la amaba, tan abrumadora que todo lo consumía, con un amor tan demoledor que probablemente rompería su frágil cuerpo. Pero lo que ella sentía era suficientemente fuerte. Lo suficiente para someter el miedo instintivo. Suficiente como para querer estar conmigo. Y estar con ella era la mayor felicidad que yo había conocido jamás.

Durante un rato, y como yo estaba solo y no perjudicaba a nadie más por el cambio, me permití sentir la felicidad sin pensar demasiado en la tragedia. Estar feliz porque

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ella se preocupaba por mí. Para regocijarme en el triunfo de haber ganado su cariño. Para imaginarme día tras día sentado a su lado, escuchado su voz y ganándome sus sonrisas.

Reproduje esa sonrisa en mi cabeza, viendo como las comisuras de sus carnosos labios tiraban hacia arriba, la insinuación de un hoyuelo que tocaba la punta de su barbilla, la manera en que sus ojos calentaban y enternecían… había sentido sus dedos tan cálidos y suaves en mi mano esta noche. Imaginé como sería tocar la delicada piel que se extendía sobre sus pómulos, sedosa y cálida… tan frágil. Seda sobre cristal… terriblemente frágil.

No vi a donde me conducían mis pensamientos hasta que fue demasiado tarde. Al insistir en la vulnerabilidad devastadora, las nuevas imágenes de su rostro invadieron mis fantasías.

Perdida en las sombras, pálida de miedo, y sin embargo con la mandíbula apretada y decidida, sus ojos feroces llenos de concentración, su delgado cuerpo preparado para atacar a las formas descomunales que la rodeaban, pesadillas en la oscuridad…

¡Ah!, gemí cuando el odio que hervía a fuego lento, y que casi había olvidado en la alegría de amar, estalló otra vez en un infierno de furia.

Yo estaba solo. Confiaba en que Bella estaba a salvo dentro de su casa. Por un momento estuve extremadamente contento de que Charlie Swan, jefe de policía local, entrenado y armado, fuera su padre. Eso debería significar algo, proporcionarle protección.

Ella estaba a salvo. No me llevaría mucho tiempo vengar la ofensa…

No. Ella merecía algo mejor. No podía permitir que ella cuidara de un asesino.

Pero… ¿y las demás?

Bella estaba a salvo, sí. Angela y Jessica también lo estaban, seguramente, seguras en sus camas.

Sin embargo, había un monstruo suelto en las calles de Port Angeles. Un monstruo humano, ¿Se podía hacer algo por los problemas humanos? Cometer un asesinato, me dolía que cometerlo fuera un error. Yo lo sabía. Sin embargo dejarlo libre para que atacara de nuevo tampoco podía ser correcto.

La maître rubia del restaurante. La camarera a la que en realidad nunca había mirado. Ambas me habían irritado de un manera trivial, pero eso no significaba que merecieran estar en peligro. Cualquiera de ellas podría ser la Bella de alguien. Comprender eso me decidió.

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Giré con el coche hacia el norte, acelerando ahora que tenía un propósito. Siempre que tenía un problema que me superaba, uno tangible como este, sabía dónde podía ir en busca ayuda.

Alice estaba sentada en el porche, esperándome. Dejé el coche parado delante de la casa en lugar de llevarlo al garaje.

- Carlisle está en su despacho -me dijo Alice antes de que le preguntara.

- Gracias -dije, alborotando su pelo mientras pasaba.

“Gracias a ti por devolverme la llamada” pensó sarcásticamente.

- ¡Oh! - me detuve en la puerta, sacando mi móvil y sacudiéndolo para abrirlo-. Lo siento, ni siquiera comprobé de quien era. Estaba… ocupado.

- Sí, lo sé. Yo lo siento, también. En el momento en que vi lo que iba a ocurrir, ya estabas en camino.

- Por los pelos - murmuré.

-Lo siento - repitió avergonzada.

Era fácil ser generoso, a sabiendas de que Bella estaba bien.

- No, te preocupes, sé que no puedes estar en todo, nadie espera que seas omnisciente, Alice.

- Gracias.

- Casi te invito a cenar esta noche, ¿lo viste antes de que cambiara de opinión?

Ella sonrió.

- No, me perdí eso también. Ojalá lo hubiera visto. Hubiera ido.

- ¿En qué estabas tan concentrada que te has perdido tanto?

“Jasper piensa en nuestro aniversario” Ella rió “Él está intentando no tomar ninguna decisión sobre mi regalo, pero creo que teniene una idea bastante buena…”

- Eres una desvergonzada.

- Sip - ella apretó los labios, y miró hacia mí, con un matiz acusatorio en su expresión “Después presté más atención ¿Vas a decirles que ella lo sabe?”

- Sí. Más tarde - Suspiré.

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“Yo no voy a decir nada, pero hazme un favor. Díselo a Rose cuando yo no esté cerca, ¿de acuerdo?”

- Claro - Me estremecí.

“Bella se lo tomó bastante bien”

- Demasiado bien.

Alice me sonrió.

“No subestimes a Bella”

Traté de bloquear la imagen que no quería ver. Bella y Alice, siendo las mejores amigas.

Impaciente ahora, suspiré profundamente. Quería saber que iba a pasar con lo próxima parte de la noche, y quería que pasara de una vez. Pero estaba un poco preocupado por dejar Forks.

- Alice,… -comencé. Ella vio lo que planeaba preguntarle.

“Ella estará bien esta noche. Ahora estoy vigilando mejor. Ella necesita veinticuatro horas de supervisiones ¿no?”

- Por lo menos.

- De todos modos, estarás con ella muy pronto - respiré profundamente. Las palabras sonaron hermosas para mí - Venga, termina de una vez para que puedas estar donde deseas estar - Me dijo.

Yo asentí y corrí a la habitación de Carlisle.

Él me estaba esperando, con los ojos en la puerta, en lugar de en el grueso libro sobre su escritorio.

- Escuché a Alice decirte dónde encontrarme -dijo y sonrió.

Era un alivio estar con él, ver la empatía y profunda inteligencia en sus ojos. Carlisle sabría qué hacer.

- Necesito ayuda.

- Cualquier cosa, Edward -prometió.

- ¿Alice te ha contado lo que le ha ocurrido a Bella esta noche?

“Casi ocurrido” corrigió.

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- Sí, casi. Tengo un dilema, Carlisle. Verás, yo deseo… muchísimo… matarle - las palabras comenzaron a fluir rápida y apasionadamente-. Tanto. Pero yo sé que es incorrecto, porque sería venganza, no justicia. Ira y no imparcialidad. Aún así, ¡no puede estar bien dejar a un violador asesino en serie errante en Port Angeles! No sé qué humanos serán, pero no puedo dejar que alguien ocupe el lugar de Bella como su víctima. Esas otras mujeres, alguien puede sentir por ellas lo mismo que yo siento por Bella, podrían sufrir lo que yo hubiera sufrido si le hubieran hecho daño a ella. Eso no está bien.

Su ancha e inesperada sonrisa detuvo el torrente de mis frías palabras.

- Ella es muy buena para ti ¿verdad? Tanta compasión, tanto control, estoy impresionado.

- No estoy buscando elogios, Carlisle.

- Por supuesto que no. Pero no puedo evitar mis pensamientos, ¿puedo? -Volvió a sonreír - Yo me encargo de esto, puedes estar tranquilo. Nadie saldrá perjudicado en lugar de Bella.

Vi el plan es su cabeza. No era exactamente lo que quería, no satisfacía mis ansias de brutalidad, pero pude ver que era lo correcto.

- Te mostraré dónde encontrarlo -le dije.

- Vamos.

Él cogió su maletín negro por el camino. Hubiera preferido una forma más agresiva de sedación, como un cráneo roto, pero dejaría que Carlisle hiciera esto a su manera.

Cogimos mi coche. Alice seguía en los escalones. Ella sonrió y nos despidió con la mano cuando nos alejábamos. Vi que había mirado el futuro para mí. No tendríamos dificultades.

El viaje fue muy corto por la carretera oscura y vacía. Apagué las luces para no llamar la atención. Me hizo sonreír la idea de cómo habría reaccionado Bella a este ritmo. Yo estaba conducido más lento de lo habitual, para prolongar mi tiempo con ella, cuando ella había protestado.

Carlisle también estaba pensando en Bella.

“No había previsto que ella pudiera ser tan buena para él. Eso es inesperado. Tal vez esto sea por alguna razón lo que tiene que ser. Tal vez forma parte de un propósito superior. Pero…”

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Se imaginó a Bella con la piel fría cómo la nieve y los ojos rojos, y luego se estremeció por la imagen.

Sí. Pero. Efectivamente. ¿Por qué cómo podía haber nada bueno en la destrucción de algo tan puro y hermoso?

Fulminé la noche con la mirada, toda la alegría de la tarde destruida por sus pensamientos.

“Edward merece la felicidad, se lo debe” La ferocidad de los pensamientos de Carlisle me sorprendió. “Tiene que haber un camino”

Ojalá pudiera creerlo. Cualquiera de ellas. Pero no había un propósito superior para lo que le estaba sucediendo a Bella. Solo aquella arpía viciosa, el desagradable y amargo destino que no podía soportar que Bella tuviera la vida que se merecía.

No me quedaría en Port Angeles. Llevé a Carlisle directamente al antro donde la criatura llamada Lonnie ahogaba su decepción con sus amigos, dos de los cuales ya habían perdido el conocimiento. Carlisle pudo ver lo difícil que era para mí estar tan cerca, escuchar los pensamientos del monstruo y ver sus recuerdos, los recuerdos de Bella mezclados con los de otras chicas menos afortunada a las que ya nadie podía salvar.

Mi respiración se aceleró. Apreté el volante.

“Tranquilo, Edward” me dijo con suavidad. “Mantendré al resto a salvo. Tu vuelve con Bella”

Eso era exactamente lo que había que decir. Su nombre era la única distracción que podría significar algo para mí ahora.

Le dejé en el coche y corrí de regreso a Forks en línea recta a través del bosque dormido. me llevó menos tiempo que el viaje de ida en el coche a toda velocidad. Solo unos minutos más tarde escalaba el lateral de su casa y me deslizándome por su ventana.

Suspiré en silencio, con alivio. Todo estaba tal y como tenía que estar. Bella estaba a salvo en su cama, soñando, con su cabello mojado enmarañado como algas a través de la almohada. Pero, a diferencia de casi todas las noches, ella estaba hecha un ovillo, con la manta tensa sobre sus hombros. Tenía frío, supuse. Antes de que pudiera instalarme en mi asiento habitual, se estremeció en sueños, y le empezaron a temblar los labios.

Lo pensé durante un momento y luego me desvié hasta el pasillo, explorando otras partes de su casa por primera vez.

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Los ronquidos de Charlie eran fuertes y acompasados. Podía ver el hilo de sus sueños. Algo sobre torrentes de agua y paciente expectación… ¿la pesca tal vez?

Allí, en la parte superior de la escalera, estaba el prometedor armario que andaba buscando, Lo abrí esperanzado y encontré lo que buscaba. Seleccioné la manta más gruesa del pequeño armario de la ropa, y la llevé de vuelta a la habitación. La devolvería antes de que ella despertara y nadie se daría cuenta.

Conteniendo el aliento, extendí la manta sobre ella; no reaccionó ante el cambio de peso. Volví a la mecedora.

Mientras esperaba ansiosamente a que ella entrara en calor, pensé en Carlisle, preguntándome donde estaría ahora. Sabía que no habría problemas con su plan, Alice lo había visto.

Pensar en mi padre me hizo suspirar, Carlisle me subestimaba, me hubiera gustado ser la persona que él pensaba que era. Esa persona que merecía la felicidad, que podía aspirar a ser digno de esta chica durmiente. Como de diferentes serían las cosas si pudiera ser ese Edward.

Mientras pensaba esto, una imagen extraña y fuera de lugar llenó mi cabeza.

Por un momento, la cara de la bruja que había imaginado, la que buscaba la destrucción de Bella, fue remplazada por el más estúpido y temerario de los ángeles. Un ángel de la guarda, algo para la versión que Carlisle tenía de mí. Con una desobediente sonrisa en sus labios, con sus ojos color cielo llenos de picardía, el ángel creaba a Bella, de tal manera que no había forma de que yo la pudiera pasar por alto. Un olor absurdamente potente para exigir mi atención, una mente silenciosa que inflamaba mi curiosidad, una belleza tranquila para mantener mis ojos, un alma desinteresada para ganar mi admiración. Dejando afuera el sentido natural de instinto de conservación, de manera que Bella pudiera soportar estar cerca de mí, y por último, añadir una terrible racha de mala suerte.

Con una risa descuidada, el ángel irresponsable impulsaba su frágil creación directamente en mi camino, confiando alegremente en mi deficiente moralidad para mantener a Bella viva.

En esta visión yo no era la sentencia de Bella; ella era mi recompensa.

Negué con la cabeza ante la fantasía del ángel irreflexivo. Ella no era mucho mejor que la arpía. No podía pensar así de un poder superior, que se comportaba de tal estúpida y peligrosa manera.

Por lo menos yo podía luchar contra el feo destino.

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Y yo no tenía ningún ángel. Ellos se reservaban para los buenos, para la gente como Bella.

¿Dónde estaba su ángel a todo esto? ¿Quién estaba velando por ella?

Reí en silencio, sorprendido, cuando me di cuente de que en este momento era yo el que llenaba ese hueco.

Un ángel vampiro, había un largo camino.

Después de, aproximadamente, media hora, Bella se relajó saliendo del ovillo. Su respiración se volvió más profunda y comenzó a murmurar. Sonreí satisfecho. Era una cosa pequeña, pero al menos esta noche dormía más cómodamente porque yo estaba aquí.

- Edward - suspiró, y también sonrió.

Empujé la tragedia a un lado por el momento, y me dejé ser feliz otra vez.

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11111: Int1: Int1: Int1: Interrogatorioerrogatorioerrogatorioerrogatorio

La CNN fue la primara en divulgar la historia.

Me alegré de que llegara a los medios antes de que tuviera que ir a la escuela, estaba ansioso por escuchar la versión de los humanos, y cuanta atención obtenía. Por suerte, fue un día cargado de noticias. Hubo en terremoto en Sud América, y un secuestro político en Oriente Medio. Así que terminó ocupando sólo unos segundos, unas pocas frases, y una imagen granulada.

«Alonzo Calderas Wallace, presuntamente violador en serie y asesino buscado en los estados de Texas y Oklahoma, fue detenido ayer por la noche en Portland, Oregón, gracias a una denuncia anónima. Wallace fue hallado inconsciente en un callejón esta mañana, justo al lado de una estación policial. Los funcionarios no son capaces de decirnos en este momento si será extraditado a Houston o la ciudad de Oklahoma para ser juzgado.»

La imagen no era clara, de ficha policial, y él llevaba una espesa barba en el momento de la fotografía. Incluso si Bella lo viera, probablemente no le reconocería. Esperaba que no, no quería que ella pasara miedo innecesariamente.

- No creo que tenga cobertura en el pueblo. Está demasiado lejos como para ser considerado de interés local -me dijo Alice -. Fue una buena idea que Carlisle lo llevara fuera del estado.

Asentí con la cabeza. Bella no veía mucho la televisión, y yo nunca había visto a su padre viendo algo que no fueran los canales de deporte.

Había hecho lo que podía. El monstruo ya no cazaría, y yo no era un asesino. No desde hacía mucho, al menos. Había hecho bien en confiar en Carlisle, aunque todavía deseaba que a ese monstruo no lo hubiera tenido tan fácil. Me sorprendí a mi mismo deseando que fuera extraditado a Texas, donde la pena de muerte era tan popular…

No. Eso no importaba. Iba a dejar esto atrás y concentrarme en lo más importante. Había dejado la habitación de Bella hacía menos de una hora y ya me dolían las ganas de verla de nuevo.

- Alice, ¿te importaría…? - ella me cortó.

- Rosalie nos llevará. Fingirá estar enfadada, pero en el fondo sabes que disfrutará de tener una excusa parar exhibir su coche - Alice ahogó una risita.

Le sonreí.

- Nos vemos en el instituto.

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Alice suspiró, y mi sonrisa se convirtió en una mueca.

“Lo sé, lo sé” pensó “Todavía no. Voy a esperar hasta que estés listo para que Bella me conozca. Pero debes saber, sin embargo, que esto no se trata solo de mí, también voy a gustarle a Bella”

No le respondí mientras me apresuraba hacia la puerta. Esa era una forma diferente de ver la situación ¿Desearía Bella conocer a Alice? ¿Tener una vampiro como amiga? Conociendo a Bella… la idea probablemente no le molestaría lo más mínimo.

Fruncí el ceño. Lo que quería Bella y lo mejor para Bella eran dos cosas muy diferentes. Comencé a sentirme inquieto mientras aparcaba mi coche en la calle de Bella. Un dicho humano decía que las cosas se ven distintas por la mañana, que podían verse diferentes después de haber dormido.

¿Me vería diferente Bella bajo la débil luz del día nublado? ¿Más o menos siniestro que en la oscuridad de la noche? ¿Habría calado la verdad en ella mientras dormía? ¿Tendría miedo al fin? Sin embargo su sueño había sido pacífico, la noche pasada. Cuando había dicho mi nombre, una y otra vez, ella sonreía. Más de una vez murmuró que había un motivo para que me quedara ¿Significaría algo eso hoy?

Esperé nervioso, escuchando los sonidos del interior de su casa – Prisas, pasos tropezándose en la escalera, el agudo sonido de un envoltorio de aluminio, las botellas del frigorífico chocando unas contra otras cuando se cerró la puerta. Sonaba como si fuera a toda prisa. ¿Ansiosa de llegar al instituto? La idea me hizo sonreír, esperanzado de nuevo.

Miré el reloj. Supuse que, teniendo en cuenta la velocidad de su decrépita y limitada furgoneta, ya llegaba un poco tarde.

Bella salió corriendo de casa, su mochila deslizándose de su hombro, su pelo enrollado en un giro complicado que se deshacía cayendo por su nuca. El grueso jersey verde que llevaba no era suficiente para cubrir sus delgados hombros encorvados por la fría niebla.

El enorme jersey era demasiado grande para ella, poco favorecedor. Ocultaba su esbelta figura, convirtiendo sus delicadas curvas y suaves líneas en una masa sin forma. Yo agradecía esto casi tanto como deseaba que se hubiera puesto algo como la suave blusa azul que había usado la noche anterior… la tela se había aferrado a su piel de una manera tan atractiva, el escote era lo suficientemente bajo para revelar la forma fascinante de los huesos de su cuello, del hueco de debajo de su garganta. El azul había fluido como el agua a lo largo de la forma sutil de su cuerpo…

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Era mejor - fundamental - que mantuviera mis pensamientos lejos, muy lejos, de esa forma; por lo que agradecía el inapropiado jersey que llevaba. No podía permitirme el lujo de cometer errores, y sería un error monumental detenerme en el hambre extraño que los pensamientos de sus labios… su piel… su cuerpo… me sacudían, liberando algo dentro de mí. Un hambre que había eludido durante cien años. Pero no podía permitirme pensar en tocarla, porque eso era imposible.

La rompería.

Bella se alejó de la puerta, con tanta prisa que casi corría hacia mi coche sin darse cuenta. Luego se paró en seco, bloqueando las rodillas cómo un potro asustado. Su mochila resbaló por su brazo, y sus ojos se ampliaron cuando vio mi coche.

Salí, sin tener cuidado de moverme a una velocidad humana, y abrí la puerta del copiloto para ella. Yo no quería engañarla más, cuando estuviéramos solos, por lo menos, me gustaría ser yo mismo.

Ella me miró, sorprendida de nuevo cuando aparentemente me materialicé fuera de la niebla. Y entonces la sorpresa de sus ojos cambió a otra cosa, y yo ya no tuve miedo – o esperanza – de que sus sentimientos por mí hubieran cambiado en el transcurso de la noche. Calidez, maravilla, fascinación, todo nadaba en el chocolate derretido de sus ojos.

- ¿Quieres dar una vuelta conmigo? - le pregunté. A diferencia de la cena de anoche, me gustaría dejarla elegir. A partir de ahora, siempre debía ser su elección.

- Sí, gracias – murmuró ella, y subió a mi coche sin vacilar.

¿Podría alguna vez dejar de emocionarme, que fuera a mí al único al que ella decía sí? Lo dudaba.

Corrí alrededor del coche, deseoso de unirme a ella. No manifestó ningún signo de sorpresa por mi repentina reaparición.

La felicidad que sentía con ella sentada a mi lado no tenía precedente. Por mucho que hubiera disfrutado del amor y compañerismo de mi familia, a pesar de los diversos entretenimientos y las distracciones que el mundo ofrecía, yo nunca había sido así de feliz. Aún sabiendo que esto era un error, que esto no podía terminar bien, no pude contener la sonrisa de mi cara por mucho tiempo.

Mi chaqueta estaba doblada en el reposacabezas de su asiento. Vi que la miraba.

- He traído la cazadora para ti - le dije.

Esa era mi excusa, había creído necesario tener una, para presentarme sin invitación esta mañana. Hacía frío. Ella no tenía chaqueta.

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Ciertamente se trataba de una forma aceptable de caballerosidad.

- No quiero que vayas a enfermar ni nada por el estilo.

- No soy tan delicada -dijo, mirando a mi pecho en lugar de mi cara, como si no se atreviese a mirarme a los ojos. Pero se puso la chaqueta antes de que tuviera que recurrir a ordenárselo o persuadirla.

- ¿Ah, no? - murmure para mí mismo.

Ella se quedó mirando la carretera cuando aceleré hacia el instituto. Sólo pude soportar el silencio durante unos segundos. Tenía que saber que estaba pensando esta mañana. Habían cambiado tantas cosas entre nosotros desde la última vez que el sol había salido.

- ¿Qué? ¿No tienes veinte preguntas para hoy? - le pregunté, restándole importancia de nuevo.

Ella sonrió, parecía contenta de que hubiera abordado el tema.

- ¿Te molestan mis preguntas?

- No tanto como tus reacciones -le dije con honestidad, sonriendo en respuesta a su sonrisa.

Su boca se deslizó hacia abajo.

- ¿Reaccioné mal?

- No. Ése es el problema. Te lo tomaste todo demasiado bien, no es natural - Ni un grito hasta ahora, ¿Cómo podía ser eso? -. Eso me hace preguntarme qué piensas en realidad.

Por supuesto, todo lo que ella hacía o dejaba de hacer me hacía preguntarme eso.

- Siempre te digo lo que pienso de verdad.

- Lo censuras.

Sus dientes presionaron su labio de nuevo. Ella no parecía ser consciente de que lo hacía, era como una respuesta inconsciente a la tensión.

- No demasiado.

Esas palabras eran suficientes para mi aguda curiosidad. ¿Qué era lo que me estaba ocultando deliberadamente?

- Lo suficiente para volverme loco - le dije.

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Ella vaciló, y luego susurró:

- No quieres oírlo.

Repasé por un momento toda nuestra conversación de anoche, palabra por palabra, antes de hacer la conexión. Tal vez costaba tanta concentración porque no podía imaginar nada que no quisiera que me dijera. Y en ese momento - porque el tono de su voz era el mismo que ayer por la noche, y el dolor estaba ahí de repente otra vez – me acordé.

Una vez, le había dicho que no quería me dijera sus pensamientos. Nunca he dicho eso, había estado a punto de gruñirle. Yo le había hecho llorar…

¿Era eso lo que me ocultaba? ¿La profundidad de sus sentimientos hacia mí? ¿Qué no le importaba que fuera un monstruo, y que pensaba que era demasiado tarde para cambiar de opinión?

No podía hablar, porque la alegría y el dolor eran más fuertes que las palabras, el conflicto entre ellos, demasiado salvaje para permitir una respuesta coherente. El coche se quedó en silencio, salvo por el constantes ritmos de su corazón y sus pulmones.

- ¿Dónde están tus hermanos? - preguntó de repente.

Tomé un profundo aliento, - dándome cuenta del olor del coche con verdadero dolor, por primera vez. Me estaba acostumbrando a él, me di cuenta con satisfacción - y me obligué a ser casual otra vez.

- Han ido en el coche de Rosalie - aparqué en el sitio libre junto al coche en cuestión. Ocultando mi sonrisa cuando vi como se ampliaban sus ojos -. Ostentoso ¿verdad?

- Eh…, ¡Caramba! Si ella tiene esto, ¿Por qué viene contigo?

Rosalie habría disfrutado de la reacción de Bella… si fuera objetiva respecto a Bella, lo que probablemente no sucedería.

- Como te he dicho, es ostentoso. Intentamos no desentonar.

- No tenéis éxito - me dijo, y entonces se rió, una risa despreocupada.

El alegre y despreocupado sonido de su risa calentó el hueco de mi pecho, aún cuando hizo que mi cabeza nadara en dudas.

- Entonces, ¿por qué ha conducido Rosalie hoy si es más ostentoso? - preguntó.

- ¿No lo has notado? Ahora, estoy rompiendo todas las reglas.

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Mi respuesta debería haber sido ligeramente aterradora, así que, por supuesto, a Bella le hizo sonreír. No esperó a que yo abriera su puerta, igual que la noche anterior. Tenía que fingir normalidad aquí en el instituto, así que no podía moverme lo suficientemente rápido para evitarlo, pero ella iba a tener que acostumbrarse a ser tratada con más cortesía, y acostumbrarse a ello en breve.

Caminé tan cerca de ella como me atreví, observando detenidamente cualquier señal de que mi proximidad la molestara. Dos veces movió su mano hacia mí y luego la apartó de nuevo. Parecía como si ella quisiera tocarme… Mi respiración se aceleró.

- ¿Por qué todos vosotros tenéis coches como ésos si queréis pasar desapercibidos? - preguntó mientras caminábamos.

- Un lujo – admití -. A todos nos gusta conducir deprisa.

- Me cuadra -murmuró, con tono ácido.

Ella no levantó la vista para ver mi sonrisa de respuesta.

“¡Oh! ¡No puedo creerlo! ¿Cómo diablos lo ha hecho Bella? ¡No lo entiendo! ¿Por qué?” La atónita mente de Jessica interrumpió mis pensamientos. Ella estaba esperando a Bella, refugiándose de la lluvia bajo el saliente del tejado de la cafetería, con la cazadora de Bella en el brazo. Sus ojos estaban muy abiertos, con incredulidad.

Bella la vio, también, al momento. Un tenue rubor tocó sus mejillas cuando Bella reconoció la expresión de Jessica. Los pensamientos de la cabeza de Jessica eran bastante claros en su rostro.

- Eh, Jessica. Gracias por acordarte - le agradeció Bella.

Ella extendió su mano para coger la chaqueta y Jessica se la entregó sin decir ni una palabra. Debía ser cortés con los amigos de Bella, fueran buenos amigos o no.

- Buenos días, Jessica.

“Guau…”

Los ojos de Jessica se ampliaron más todavía. Era extraño y divertido… y, honestamente, un poco embarazoso… darse cuenta de lo mucho que estar cerca de Bella me había ablandado. Parecía que nadie iba a tener miedo de mí nunca más.

Si Emmett se enteraba de esto, se iba a reír durante el próximo siglo.

- Eh… Hola – murmuró Jessica, y sus ojos volaron hacia la cara de Bella, llenos de significado -. Supongo que te veré en Trigonometría.

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“Vas a tener que soltarlo todo. No voy a aceptar un no por respuesta. Detalles. ¡Tengo que saber los detalles! ¡Edward fenómeno CULLEN! La vida es tan injusta”

Bella movió la boca nerviosa.

- Sí, allí nos vemos.

Los pensamientos de Jessica se volvieron salvajes mientras se apresuraba a su primera clase, volviéndose para mirarnos de nuevo de vez en cuando.

“Toda la historia. No aceptaré menos. ¿Tenían planeado reunirse ayer por la noche? ¿Son novios? ¿Desde hace cuánto? ¿Cómo ha podido Bella mantener esto en secreto? ¿Por qué iba a querer? No puede ser una cosa casual, tiene que ir en serio con él... ¿Hay alguna otra opción? Voy a averiguarlo. No puedo soportar no saberlo. Me pregunto si lo ha hecho con él. Oh, qué fuerte…”

Oh, dios… los pensamientos de Jessica eran de repente inconexos, y ella dejo que las fantasías sin palabras se arremolinaran en su cabeza. Me estremecí por sus especulaciones, y no sólo porque había sustituido a Bella por ella misma en sus imágenes mentales. Eso no podía ser. Y, sin embargo, yo… yo lo deseaba… Me resistía a admitirlo, incluso a mí mismo. ¿De cuántas formas equivocadas iba a desear a Bella? ¿Cuál de ellas iba a terminar matándola? Negué con la cabeza y traté de relajarme.

- ¿Qué le vas a contar? - Le pregunté a Bella.

- ¡Eh! -susurró con fiereza.- ¡Creía que no podías leerme la mente!

- No puedo – le miré sorprendido, tratando de dar sentido a sus palabras. Ah, debemos de haber estado pensado lo mismo al mismo tiempo. Humm… me gustó eso.

- Pero – le dije - puedo leer la suya. Te va a tender una emboscada en clase.

Bella gimió y, luego dejó caer la cazadora de sus hombros. No me di cuenta de que me la estaba devolviendo - yo no se la hubiera pedido, hubiera preferido que la conservara… un símbolo - así que fui demasiado lento para ofrecerle mi ayuda. Me entregó la chaqueta y pasó sus brazos a través de la suya, sin levantar la vista para ver que mis manos se extendieron para ayudarla. Fruncí el ceño ante eso y luego controlé mi expresión antes de que ella se diera cuenta.

- Bueno, ¿qué le vas a decir? - la presioné.

- Una ayudita ¿qué quiere saber?

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Le sonreí y sacudí la cabeza. Quería escuchar lo que estaba pensando sin provocarlo.

- Eso no es elegante – Ella frunció los ojos.

- No, lo que no es elegante es que no compartas lo que sabes - Vale, a ella no le gustaba el doble resero.

Llegamos a la puerta de su clase, donde tendría que dejarla, me pregunté, ociosamente, si la Sra. Cope sería más flexible acerca de un cambio en el horario de mi clase de Inglés… intenté centrarme. Tenía que ser justo.

- Quiere saber si nos estamos viendo a escondidas -dije despacio -. Y también qué sientes por mí.

Sus ojos estaban muy abiertos, no sorprendida, sino ahora con ingenio, ellos estaban abiertos para mí, legibles. Ella estaba tratando de hacerse la inocente.

- ¡Oh, no! -murmuró- ¿Qué debo decirle?

- Humm - ella siempre trataba de que yo revelara más de lo que ella hacía. Medité cómo responder. Un mechón rebelde de su pelo, ligeramente húmedo por la niebla, caía por su hombro y se enroscaba alrededor de donde su clavícula se escondía tras el ridículo jersey.

Tracé mis ojos… a través de las otras líneas ocultas… lo alcancé con cuidado, sin tocar su piel, la mañana ya era lo suficientemente fría sin mi tacto, y lo coloqué en su lugar en la desordenada coleta para que no me distrajera de nuevo.

Recordé cuando Mike Newton había tocado su cabello, y mi mandíbula se tensó al recordarlo. Ella se había estremecido, apartándose de él entonces. Su reacción ahora no había sido la misma, en cambio, hubo una ligera ampliación de sus ojos, un torrente de sangre bajo su piel, y de repente, un golpeteo irregular de su corazón.

Traté de esconder mi sonrisa cuando respondí a su pregunta.

- Supongo que, si no te importa, le puedes decir que sí a lo primero… -su elección, siempre su elección -. Es más fácil que cualquier otra explicación.

- No me importa -susurró. Su corazón todavía no había encontrado su ritmo normal.

- En cuanto a la pregunta restante… - No pude ocultar mi sonrisa ahora -. Bueno, estaré a la escucha para conocer la respuesta.

Dejé que Bella considerara eso. Contuve la risa cuando la conmoción cruzó por su rostro. Me volví rápidamente, antes de que pudiera pedirme más respuestas. Tuve

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un momento difícil al no darle lo que ella me había pedido. Y yo deseaba escuchar sus pensamientos, no los míos.

- Te veré en el almuerzo – le grité por encima del hombro, una excusa para comprobar que aún seguía mirándome, con los ojos muy abiertos y boquiabierta.

Me volví de nuevo y me eché a reír. Mientras me alejaba, fui vagamente consciente de los pensamientos conmocionados y especulativos que se arremolinaban a mi alrededor, ojos que saltaban de la cara de Bella a mí marchándome. Les presté poca atención. No podía concentrarme. Era bastante difícil mantener los pies en movimiento a una velocidad aceptable mientras cruzaba la hierba empapada hacia mi siguiente clase.

Quería correr, correr de verdad, tan rápido que pudiera desaparecer, tan rápido que sintiera estaba volando... Una parte de mí ya estaba volando.

Me puse la cazadora cuando llegué a clase, dejando que su fragancia flotara densa a mi alrededor. Quería quemarme ahora, dejar que su olor me desensibilizara, y entonces sería más fácil ignorarlo más tarde, cuando estuviera con ella de nuevo en el almuerzo…

Era bueno que mis profesores ya no se molestaran en preguntarme. Hoy podría haber sido el día en que me hubieran pillado desprevenido y sin respuestas. Mi mente estaba en tantos lugares esta mañana, sólo mi cuerpo estaba en la clase. Por supuesto, yo estaba mirando a Bella. Eso estaba convirtiéndose en lo normal, tan automático como respirar. Escuché su conversación con un desmoralizado Mike Newton. Ella rápidamente dirigió la conversación hacia Jessica, y yo sonreí tan ampliamente que Rob Sawyer, que estaba sentado en la mesa a mi derecha, se estremeció visiblemente y se hundió más profundamente en su asiento, alejándose de mí.

“Ah. Espeluznante”

Bueno, yo no lo había perdido por completo.

También estaba siguiendo vagamente a Jessica, viéndola perfeccionar sus preguntas para Bella. Apenas podía esperar a la cuarta hora, diez veces más impaciente y ansiosos que la curiosa chica humana que quería chismes frescos.

Y también estaba escuchado a Angela Weber.

No había olvidado la gratitud que sentía por ella - por pensar nada más que cosas amables hacia Bella, en primer lugar y luego, por su ayuda ayer por la noche. Así que esperé toda la mañana, en busca de algo que ella quisiera. Supuse que sería fácil; como cualquier otro humano, debía de haber algún adorno o juguete que quisiera

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en particular. Varios, probablemente. Me gustaría darle algo de forma anónima, llamarla incluso.

Pero Angela resultó ser casi tan difícil de complacer como Bella con sus pensamientos.

Estaba extrañamente contenta para ser una adolescente. Feliz. Tal vez esa era la razón de su inusual amabilidad - era una de esas raras personas que tenían lo que querían y querían lo que tenían. Si no estaba prestando atención a sus profesores y sus notas, estaba pensando en sus pequeños hermanos gemelos a los que iba a llevar a la playa este fin de semana - anticipando sus emociones con un placer casi maternal. Ella cuidaba a menudo de ellos, pero no estaba resentida por eso… era muy dulce.

Pero no demasiado útil para mí.

Tenía que haber algo que ella quisiera. Tendría que seguir buscando. Pero más tarde. Ya era la hora de la clase de trigonometría de Bella con Jessica.

Me dirigí a clase de Inglés sin mirar lo que me rodeaba. Jessica ya estaba en su asiento, sus pies golpeaban contra el suelo mientras esperaba con impaciencia a que Bella llegara.

Yo en cambio cuando me instalé en el asiento de mi aula me quedé completamente inmóvil, tuve que recordarme a mí mismo que debía moverme de vez en cuando para mantener la farsa, aunque fue difícil, mis pensamientos estaban totalmente centrados en Jessica. Tenía la esperanza de que si ella prestaba atención, podría leer la cara de Bella para mí.

Los golpecitos de Jessica se intensificaron cuando Bella entró en la habitación.

“Ella parece… triste. ¿Por qué? Tal vez no tenga nada con Edward Cullen. Eso sería una decepción. A no ser… entonces él está todavía disponible… Si él está de repente interesado en tener citas, no me importaría ayudarle con eso…”

La cara de Bella no parecía triste, lo que parecía era reticente. Ella estaba preocupada, sabía que yo iba a estar escuchado esto. Sonreí para mis adentros.

- ¡Cuéntamelo todo! – Le exigió Jess mientras Bella se quitaba la cazadora y la ponía en el respaldo de su silla. Ella se movía con parsimonia, reacia.

“Uff, que lenta. ¡Vamos a las cosas jugosas!”

- ¿Qué quieres saber? – Bella fue directa al grano mientras tomaba asiento.

- ¿Qué ocurrió anoche?

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- Me llevó a cenar y luego me trajo a casa.

“¿Y después?¡Vamos, tiene que haber algo más que eso! Ella me está ocultando algo, lo sé, Conseguiré que me lo diga.”

- ¿Cómo llegaste a casa tan pronto?

Vi a Bella poner los ojos en blanco ante la desconfianza de Jessica.

- Conduce como un loco. Fue aterrador.

Ella esbozó una pequeña sonrisa, y yo me reí en voz alta, interrumpiendo los enunciados del Sr. Mason. Traté de convertir la risa en tos, pero nadie se lo tragó. El Sr. Mason me lanzó una mirada de irritación, pero ni siquiera me moleste en escuchar los pensamientos que habían detrás de ella. Yo estaba escuchando a Jessica.

“Humm. Suena como si estuviera diciendo la verdad ¿Por qué me hace sacarle las cosas palabra por palabra? Si estuviera en su lugar estaría alardeando a pleno pulmón”

- ¿Fue como una cita? ¿Le habías dicho que os reunierais allí? – Jessica vio la sorpresa en la expresión de Bella, y se sintió decepcionada por lo genuina que parecía.

- No… Me sorprendió mucho verlo allí – dijo Bella.

“¿Qué está pasando?”

- Pero él te ha recogido hoy para traerte a clase…- “Tiene que haber algo más”

- Sí, eso también ha sido una sorpresa. Se dio cuenta de que la noche pasada no tenía cazadora.

“Eso no es demasiado divertido” pensó Jessica, decepcionada de nuevo.

Estaba cansándome de su línea interrogatoria, quería escuchar algo que no supiera ya. Tenía la esperanza de que no se sintiera tan decepcionada como para saltarse las preguntas que yo estaba esperando.

- Así que… ¿vais a salir otra vez? – exigió Jessica.

- Se ofreció a llevarme a Seattle el sábado, ya que cree que mi coche no es demasiado fiable. ¿Eso cuenta?

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“Humm. Él realmente se está desviviendo para… bueno, para cuidarla, en cierto modo. Por parte de él sí que debe de haber algo, sino por la de ella. ¿Cómo puede ser ESO? Bella está loca.”

- Sí – respondió Jessica a la pregunta de Bella.

- Bueno, entonces, sí.

- V-a-y-a… Edward Cullen. – “Le guste o no esto es importante”

- Lo sé – suspiro Bella.

El tono de su voz alentó a Jessica. Finalmente, sonaba como si lo estuviera consiguiendo. Ella tenía que darse cuenta…

- ¡Aguarda! – dijo Jessica, recordando de pronto su pregunta más importante – ¿Te ha besado? – “Por favor, dime que sí. Y luego descríbeme cada segundo”

- No – murmuró Bella, y luego miró sus manos, con aspecto decaído – No es de esos.

“Maldita sea. Me hubiera gustado… ha. Parece que a ella también”

Fruncí el ceño. Bella se veía molesta por algo, pero no podía ser por lo que Jessica pensaba. Ella no podía querer eso. No sabiendo lo que sabía. No podía querer estar tan cerca de mis dientes. Por lo que ella sabía, yo tenía colmillos.

Me estremecí.

- ¿Crees que el sábado…? – Le pinchó Jessica.

Bella todavía pareció más frustrada cuando dijo:

- Lo dudo, de verdad.

“Sí, lo deseaba. Que mierda”

¿Era porque yo estaba viendo todo esto a través del filtro de las percepciones de Jessica por lo que parecía que Jessica tenía razón? Por medio segundo me distrajo la idea, lo imposible, que sería intentar besarla. Mis labios en sus labios, piedra fría contra calidez, moldeable seda… y entonces ella muere.

Negué con la cabeza, con un gesto de dolor, y seguí prestando atención.

- ¿Sobre qué hablasteis? – “¿Hablas con él, o tiene que arrancarte hasta la última gota de información como yo?”

Sonreí con pesar, Jessica no andaba desencaminada.

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- No sé, Jess, de un montón de cosas. Hablamos un poco del trabajo de Literatura.

Muy poco. Sonreí ampliamente.

- Por favor, Bella. Dame algunos detalles.

Bella deliberó por un momento.

- Bueno… De acuerdo. Tengo uno. Deberías haber visto a la camarera flirteando con él. Fue una pasada, pero él no le prestó ninguna atención.

Qué extraño detalle para contar. Me sorprendió incluso que Bella lo hubiese notado. Parecía una cosa sin importancia.

“Interesante…”

- Eso es buena señal. ¿Era guapa?

Humm. A Jessica sí que le parecía un dato interesante. Debía ser cosa de chicas.

- Mucho, y probablemente tendría diecinueve o veinte años.

Jessica se distrajo momentáneamente recordando la cita que había tenido el lunes por la noche con Mike, él había sido demasiado amistoso con una camarera a la que Jessica ni siquiera consideraba guapa. Ella se deshizo del pensamiento, ahogando su irritación, y volvió en busca de más detalles.

- Mejor aún. Debes de gustarle.

- Eso creo – dijo Bella despacio, mientras yo estaba en el borde de mi asiento, con el cuerpo rígido, inmóvil -. pero resulta difícil de saber. Es siempre tan críptico…

Yo no debía ser tan transparente, obvio y fuera de control como había pensado. Aún así… tan observadora como era… ¿Cómo no se había dado cuenta de que yo estaba enamorado de ella? Repasé cada palabra de nuestras conversaciones, sorprendido de no haber dicho las palabras en voz alta. Había sentido como si ese hubiera sido el trasfondo de cada una de las palabras entre nosotros.

“Guau. ¿Cómo puedes sentarte al lado de un adonis masculino y tener una conversación?”

- No sé cómo has tenido suficiente valor para estar a solas con él – dijo Jessica.

El shock brilló en el rostro de Bella.

- ¿Por qué?

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“Curiosa reacción, ¿Qué creerá que quiero decir? él es tan…¿Cual es la palabra correcta?”

- Intimida tanto… Yo no sabría qué decirle. “Ni siquiera he podido hablar hoy con él, y todo lo que me dijo fue buenos días. Debo haber sonado como una idiota.”

Bella sonrió.

- Cometo algunas incoherencias cuando estoy cerca de él .

Debía de estar tratando de hacer que Jessica se sintiera mejor. Ella era, casi de forma antinatural, muy dueña de sí misma cuando estábamos juntos.

- Oh, bueno. Es increíblemente guapo.

La cara de Bella se congeló de repente. Sus ojos brillaron de la misma forma que lo hacían cuando le molestaba alguna injusticia. Jessica no entendió el cambio de expresión.

- Él es mucho más que eso - espetó Bella.

“Oh. Ahora estamos llegando a alguna parte”

- ¿De verdad? ¿Cómo qué?

Bella se mordió el labio por un momento.

- No te lo puedo explicar ahora, pero es incluso más increíble detrás del rostro – apartó la mirada de Jessica, con los ojos ligeramente desenfocados, como si estuviera mirando algo muy lejano.

La sensación que sentía era vagamente similar a como me sentía cuando Carlisle o Esme me elogiaban más allá de lo que merecía. Similar, pero más intensa, más arrolladora.

“Vende esa estupidez en otro sitio ¡no hay nada mejor que esa cara! A menos que sea su cuerpo”

- ¿Es eso posible? – rió Jessica.

Bella no contestó. Ella seguía con la mirada perdida, ignorando a Jessica.

“Una persona normal estaría regodeándose. Tal vez si continuo con las preguntas simples. Ja ja. Como si estuviera hablando con una niña del jardín de infancia”

- Entonces, ¿te gusta?

Yo estaba rígido de nuevo, Bella no miró a Jessica.

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- Sí.

- Me refiero a que si te gusta de verdad.

- Sí.

“¡Mira ese rubor!”

Yo lo hacía.

- ¿Cuánto te gusta? – exigió Jessica.

La clase de Inglés podría estar siendo pasto de las llamas y yo no me daría cuenta. La cara de Bella ahora era de un rojo intenso, casi podía sentir el calor de la imagen mental.

- Demasiado – susurró -, más de lo que le gusto a él, pero no veo la forma de evitarlo.

“Joder, ¿Qué ha preguntado el Sr. Varner?”

- Umm ¿Qué número Sr. Varner?

Estaba bien que Jessica no pudiera continuar con el cuestionario de Bella. Necesitaba un minuto.

¿En qué diablos estaba pensando ahora esta chica? ¿Más de lo que yo le gusto a él? ¿Cómo había llegado a esa conclusión? ¿Pero no veo la forma de evitarlo? ¿Qué se supone que significaba eso? No me cabía una explicación racional para esas palabras. Eran prácticamente sin sentido.

Parecía que yo no podía dar nada por sentado. Las cosas obvias, cosas que tenían su sentido lógico, de alguna manera se retorcían y se volvían del revés en su extraño cerebro. ¿Más de lo que yo le gusto a él? Tal vez no debía descartar el sanatorio todavía.

Miré el reloj, apretando los dientes ¿Cómo podían unos pocos minutos sentirse tan increíblemente largos para un inmortal? ¿Dónde estaba mi perspectiva?

Mi mandíbula estuvo tensa durante toda la clase de trigonometría. Escuché más las explicaciones del Sr. Varner que las de mi propia clase. Bella y Jessica no volvieron a hablar, pero Jessica miró a Bella varias veces, y una de ellas su cara volvía a estar de un intenso rojo sin ninguna razón aparente.

Parecía que nunca iba a llegar la hora del almuerzo. Y no estaba seguro de que Jessica pudiera conseguir alguna de las respuestas que yo estaba esperando cuando

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la clase terminó, pero Bella fue más rápida que ella. Tan pronto como sonó la campana, Bella se volvió hacia Jessica.

- En Lengua, Mike me ha preguntado si me habías dicho algo sobre la noche del lunes – dijo Bella, con una sonrisa tirando de la comisura de sus labios. Entendí lo que hacía, Un ataque es la mejor de las defensa.

“¿Mike ha preguntado por mí?” La alegría hizo que la mente de Jessica bajara la guardia, más suave, sin su lado vil habitual.

- ¡Estás de guasa! ¡¿Qué le dijiste?! ¡Dime exactamente qué dijo y cuál fue tu respuesta palabra por palabra.

- Le dije que me habías dicho que te divertiste un montón, él pareció complacido.

Eso era todo lo que iba a conseguir de Jessica por hoy, claramente. Bella estaba sonriendo como si estuviera pensando lo mismo. Cómo si hubiera ganado esta ronda.

Bueno, el almuerzo sería otra historia. Me gustaría tener más éxito consiguiendo respuestas que Jessica, me aseguraría de eso.

Apenas pude soportar comprobar de vez en cuando la mente de Jessica en la cuarta hora. No tenía paciencia para sus pensamientos obsesivos con Mike Newton. Yo había tenido más que suficiente de él en las últimas dos semanas. Tenía suerte de estar vivo.

Me movía apáticamente por la clase de gimnasia con Alice, esa era la forma en la que nosotros nos movíamos siempre en la hora de educación física con los humanos. Ella era mi compañera de equipo, naturalmente. Era el primer día de bádminton. Suspiré aburrido, moviendo la raqueta a cámara lenta para devolver el birdie al otro lado de nuevo. Lauren Mallory estaba en el otro equipo. Ella falló. Alice estaba girando la raqueta como un bastón, mirando el techo.

Todos odiábamos gimnasia, especialmente Emmett. Retenerse jugando era una afrenta a su filosofía personal. Gimnasia parecía hoy peor de lo habitual, me sentía tan irritado como lo estaba siempre Emmett.

Antes de que mi cabeza estallara por la impaciencia, el entrenador Clapp llamó a los jugadores y nos hizo recoger antes de tiempo. Me sentí ridículamente agradecido de que se hubiera saltado el desayuno, en un nuevo intento de hacer dieta, y el hambre le hiciera tener prisa por salir del instituto para conseguir una comida grasienta en algún lugar. Se prometió que lo intentaría de nuevo mañana…

Esto me daba tiempo suficiente para llegar al edificio de matemáticas antes de que terminara la clase de Bella.

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“Pásatelo bien” pensó Alice mientras se dirigía al encuentro de Jasper “Sólo tendré que esperar unos días más. Supongo que no le vas a decir hola a Bella de mi parte ¿verdad?”

Negué con la cabeza, exasperado. ¿Todos los psíquicos eran tan petulantes?

“Para tu información, va a estar soleado todo el fin de semana. Es posible que desees reorganizar tus planes”

Suspiré mientras continuaba en dirección opuesta. Petulante, pero definitivamente útil.

Me apoyé en la pared junto a la puerta, esperando. Estaba tan cerca que podía escuchar la voz de Jessica a través de los ladrillos, al igual que sus pensamientos.

- Hoy no te vas a sentar con nosotros, ¿verdad? - “Se ve toda... entusiasmada. Apuesto a que hay un montón de cosas que no me ha contado”

- Creo que no – respondió Bella, extrañamente insegura.

¿No le había prometido que pasar el almuerzo con ella? ¿Qué estaba pensando?

Salieron juntas de clase, y los ojos de ambas se ampliaron cuando me vieron. Pero yo solo podía escuchar a Jessica.

“Guapo. Guau. Oh, sí, hay mucho más de lo que me está contando. Tal vez la llame esta noche… o tal vez no debería animarla. Humm. Espero que se canse de ella deprisa. Mike es mono pero… Guau” Te veo luego, Bella.

Bella caminó hacia mí, caminando despacio, todavía insegura. La piel de sus pómulos estaba rosada.

Ahora la conocía lo suficientemente bien como para estar seguro de que no había miedo tras su vacilación. Al parecer, se trataba de un abismo imaginario entre sus sentimientos y los míos. Más de lo que yo le gusto a él. ¡Absurdo!

- Hola – le dije, con la voz un poco brusca.

Su cara se iluminó.

- Hola.

Ella no pareció inclinada a decir nada más, así que tomé el camino a la cafetería con ella caminando silenciosamente a mi lado.

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La cazadora había hecho su trabajo, su olor no me golpeo como lo hacía normalmente. Era tan solo una intensificación del dolor que ya sentía. Podía ignorarlo más fácilmente de lo que alguna vez hubiera creído posible.

Bella estaba inquieta mientras esperábamos en la fila, jugando distraídamente con la cremallera de su cazadora y desplazando su peso, nerviosa, de un pie a otro. Me miraba con frecuencia, pero siempre que se encontraba con mi mirada miraba hacia abajo, como si estuviera avergonzada ¿Era porque había mucha gente que nos miraba? Tal vez ella había captado los susurros, hoy los cotilleos eran tanto verbales cómo mentales. O tal vez se había dado cuenta, por mi expresión, de que estaba en problemas.

Ella no dijo nada hasta que me vio cogiendo el almuerzo. Yo no sabía lo que a ella le gustaba así que cogí un poco de todo.

- ¿Qué haces? – susurró en voz baja - ¿No irás a llevarte todo eso para mí?

Negué con la cabeza, y arrastré la bandeja hasta la caja registradora.

- La mitad es para mí, por supuesto.

Levantó una ceja con escepticismo, pero no dijo nada más mientras pagaba la comida y la acompañaba a la mesa donde nos habíamos sentado la semana pasada, antes del desastroso episodio de la prueba del grupo sanguíneo. Parecía que hubieran pasado más que unos pocos días. Ahora todo era diferente.

Se sentó otra vez frente a mí. Yo empujé la bandeja hacia ella.

- Toma lo que quieras – la animé.

Ella cogió una manzana y la volteó en sus manos, con una mirada especulativa en su rostro.

- Siento curiosidad - que sorpresa -. ¿Qué harías si alguien te desafiara a comer? – continuó en voz baja, para que no llegara a los oídos humanos. Los oídos inmortales eran otra cosa, sí esos oídos estaban prestando atención. Probablemente debería haberles comentado algo previamente…

- Tu siempre sientes curiosidad – Me quejé. Oh Bueno. No era como si yo no hubiera tenido que comer antes. Era parte de la farsa. Una parte desagradable.

Cogí lo que tenía más cerca y le sostuve la mirada mientras mordía un pequeño bocado de lo que fuera, sin mirar, yo no podía saber lo que era. Era como viscoso, grueso y repulsivo, como cualquier alimento humano. Mordí con rapidez y me lo tragué, tratando de contener la mueca de mi cara. El bocado de alimento se movió

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lento e incomodo por mi garganta. Suspiré al pensar que tendría vomitarlo más tarde. Repugnante.

La expresión de Bella fue de horror. Impresionada.

Yo quise poner los ojos en blanco. Por supuesto, habíamos perfeccionado esos engaños.

- Si alguien te desafía a tragar tierra, puedes, ¿verdad? – Arrugó la nariz mientras sonreía.

- Una vez lo hice… en una apuesta. No fue tan malo.

Me reí.

- Supongo que no me sorprende.

“Parecen cómodos ¿no?, buen lenguaje corporal. Le daré mi opinión a Bella luego. Él está inclinado hacia ella de la manera que debería, si estuviera interesado, él parece interesado, él parece… perfecto” Jessica suspiró. “Hmmm”

Busqué los ojos curiosos de Jessica y ella apartó la mirada nerviosa, riéndose hacia la chica de al lado.

“Hmmm. Puede que sea mejor quedarse con Mike. Realidad, no fantasía…”

- Jessica está analizando todo lo que hago – Informé a Bella -. Luego, lo montará y desmontará para ti.

Empujé el plato de comida de nuevo hacia ella – pizza, me di cuenta ahora – preguntándome la mejor manera de empezar. La frustración de antes continuaba quemándome, repitiéndome las palabras una y otra vez en la cabeza: más de lo que yo le gusto a él, pero no veo la forma de evitarlo.

Ella le dio un mordisco a la misma pizza que yo. Me sorprendió lo confiada que era - Por supuesto, ella no sabía que yo era ponzoñoso – compartir alimentos no iba a hacerle daño. Sin embargo, yo esperaba que ella me tratara de otra manera. Como algo diferente. Ella nunca lo hacía – al menos, no de una forma negativa…

Quería empezar con suavidad.

- ¿De modo que la camarera era guapa? – ella levantó la ceja otra vez.

- ¿De verdad que no te diste cuenta? - como si alguna mujer tuviera la posibilidad de apartar mi atención de Bella. Absurdo, de nuevo.

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- No. No prestaba atención. Tenía muchas cosas en la cabeza. – Entre las cuales se hallaba, y no entre las menos importantes, la suave, fina y ceñida blusa … Menos mal que hoy se había puesto ese horrible jersey.

- Pobre chica -dijo Bella, sonriendo.

A ella le gustaba que yo no hubiera encontrado a la camarera nada interesante. Podía entenderlo ¿Cuántas veces me había imaginado destrozando a Mike Newton en la clase de biología?

- Algo de lo que le has dicho a Jessica… - no pude mantener mi voz casual - bueno…, me molesta.

Ella se puso inmediatamente a la defensiva.

- No me sorprende que oyeras algo que te disgustara. Ya sabes lo que se dice de los cotillas - Los cotillas nunca oyen cosas buenas sobre ellos, eso decía el dicho.

- Te previne de que estaría a la escucha - le recordé.

- Y yo de que tú no querrías saber todo lo que pienso.

Ah, estaba pensando en cuando la hice llorar. El remordimiento hizo que mi voz se apagara.

- Lo hiciste, aunque no tienes razón exactamente. Quiero saber todo lo que piensas… Todo. Sólo que desearía que no pensaras algunas cosas. - Más medias mentiras. Sabía que no debería querer que se preocupara por mí. Pero lo hacía. Por supuesto que lo hacía.

- Ésa es una distinción importante –refunfuñó, frunciendo el ceño.

-Pero, en realidad, ése no es el tema por ahora.

- Entonces, ¿cuál es? - Se inclinó hacia mí, su mano ahuecada ligeramente alrededor de su garganta. Atrayendo mi atención, distrayéndome . Qué suave debía sentirse su piel… ¡Céntrate! Me ordené.

- ¿De verdad crees que te interesas por mí más que yo por ti? –Le pregunté.

La pregunta me sonó ridícula, como si las palabras estuvieran revueltas. Sus ojos se ensancharon, su respiración se detuvo. Entonces miró hacia otro lado, parpadeando rápidamente. Su respiración se volvió un suave jadeo.

- Lo has vuelto a hacer -murmuró.

- ¿El qué?

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- Aturdirme - admitió, mirando mis ojos con cautela.

- Ah.

No estaba seguro de qué hacer al respecto. Tampoco estaba seguro de no querer deslumbrarla. Todavía estaba emocionado de poder hacerlo. Pero no era de ayuda para que la conversación progresara.

- No es culpa tuya – suspiró .- No lo puedes evitar.

- ¿Vas a responder a la pregunta? -le exigí.

Ella miró la mesa.

- Sí -Eso fue todo lo que dijo.

- ¿Sí me vas a responder o sí lo piensas de verdad? -Pregunté con impaciencia.

- Sí, lo pienso de verdad -dijo sin levantar la vista.

Hubo un leve matiz de tristeza en su voz. Se sonrojó de nuevo, sus dientes se movieron inconscientemente presionando su labio. De repente, me di cuenta de que esto era difícil de admitir para ella, porque realmente lo creía.

Y yo no era mejor que ese cobarde, Mike, pidiendo que confirmara sus sentimientos antes de que yo hubiera confirmado los míos. No importaba que yo sintiera que lo había dejado perfectamente claro, no había logrado llegar a ella, por lo tanto no tenía excusa.

- Te equivocas - prometí. Ella debía escuchar la ternura en mi voz. Bella me miró, sus ojos opacos, sin dejar entrever nada.

- Eso no lo puedes saber - susurró.

Ella pensaba que subestimaba sus sentimientos porque no podía oír sus pensamientos. Pero, en verdad, el problema era que ella estaba subestimando los míos.

- ¿Qué te hace pensarlo? -pregunté.

Ella volvió a mirarme, con un surco entre sus cejas, mordiendo sus labios. Por enésima vez, deseé desesperadamente tan sólo poder oírla.

Estaba a punto de suplicarle que me contara los pensamientos con los que estaba luchando, pero ella levantó un dedo para que no hablara.

- Déjame pensar – me pidió.

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Mientras estuviera simplemente organizando sus pensamientos yo podía ser paciente. O fingir que lo era. Ella presionó sus manos, enlazando y desenlazando sus finos dedos. Ella miraba sus manos como si pertenecieran a otra persona mientras habló:

- Bueno, dejando a un lado lo obvio – murmuró -, en algunas ocasiones… No estoy segura, yo no puedo leer mentes, pero algunas veces parece que intentas despedirte cuando estás diciendo otra cosa – Ella no levantó la vista.

Lo había cogido ¿lo había hecho? ¿Se daría cuenta de que sólo la debilidad y el egoísmo era lo que me mantenían aquí? ¿me condenaría por ello?

- Muy perceptiva – dije en voz baja, y vi con horror como el dolor retorcía su expresión. Me apresuré a contradecir su suposición -, aunque por eso es por lo que te equivocas – continué, y luego hice una pausa, recordando la primera parte de su explicación. Me había molestado, aunque no estaba seguro de haberlo entendido exactamente - ¿A qué te refieres con «lo obvio»?

- Bueno, mírame - dijo. Yo ya estaba mirándola, todo lo que hice fue buscar en ella. ¿ Qué quería decir? -. Soy absolutamente normal; bueno, salvo por todas las situaciones en que la muerte me ha pasado rozando y por ser una inútil de puro torpe. Y mírate a ti.

Ella sacudió el aire hacia mí, como si fuera tan obvio que no valiera la pena dar detalles.

¿Ella pensaba que era corriente? ¿Ella pensaba que de alguna manera yo era mejor que ella? ¿En qué estimación? ¿Bajo el ridículo y limitado punto de vista de seres humanos ciegos como Jessica o la Sra. Cope? ¿Cómo podía no darse cuenta de que ella era la más hermosa… la más maravillosa… esas palabras no eran aún suficientes.

Ella no tenía ni idea.

- Nadie se ve a sí mismo con claridad, ya sabes – le dije -. Voy a admitir que has dado en el clavo con los defectos – me reí sin humor. No encontraba divertido que un malvado destino la atormentara. Su torpeza, sin embargo, era una especie de gracia, entrañable. ¿Me creería si le decía que ella era hermosa, por dentro y por fuera? Tal vez encontrara la corroboración más convincente -, pero no has oído lo que pensaban todo los chicos de esta escuela el día de tu llegada.

Ni la Esperanza, la emoción o el entusiasmo de esos pensamientos. La velocidad con la que se habían vuelto fantasías imposibles. Imposibles porque ella no quería a ninguno de ellos.

Yo era al único al que ella le había dicho sí.

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Mi sonrisa debía ser petulante.

Su rostro palideció por la sorpresa.

- No me lo creo…- murmuró.

- Confía en mí por esta vez, eres lo opuesto a lo normal.

Su sola existencia era razón suficiente para justificar la creación de todo el mundo.

Pude ver que no estaba acostumbrada a los cumplidos. Otra cosa a la que se tendría que acostumbrar. Ella se sonrojó y cambió de tema:

- Pero yo no estoy diciendo adiós.

- ¿No lo ves? Eso demuestra que tengo razón. Soy quien más se preocupa, porque si he de hacerlo - ¿Podría alguna vez ser lo suficientemente altruista para hacer lo correcto? Negué con la cabeza con desesperación. Tendría que encontrar la fuerza. Ella merecía una vida. No lo que Alice había visto para ella – si dejarlo es lo correcto – y eso era lo correcto ¿lo era? No había ningún ángel imprudente. Bella no me pertenecía -, sufriré para evitar que resultes herida, para mantenerte a salvo.

Mientras decía las palabras, deseaba que fueran verdad.

Ella me fulminó con la mirada. De algún modo mis palabras la habían enfurecido.

- ¿Acaso piensas que yo no haría lo mismo? – preguntó furiosa.

- Nunca vas a tener que efectuar la elección – deprimido de nuevo por la gran diferencia entre nosotros.

Ella me miró. La preocupación sustituyó a la ira en sus ojos y apareció la pequeña arruga entre ellos.

Había algo mal en el orden del universo si alguien tan bueno y frágil no merecía un ángel de la guarda para mantenerla alejada de los problemas.

Bueno, pensé con humor negro, por lo menos tenía un vampiro de la guarda.

Sonreí. Cómo me encantaba mi escusa para quedarme.

- Por supuesto, mantenerte a salvo se empieza a parecer a un trabajo a tiempo completo que requiere de mi constante presencia.

Ella sonrió también.

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- Nadie me ha intentado matar hoy – dijo a la ligera, y luego su rostro se tornó especulativo durante medio segundo, antes de que sus ojos se volvieran opacos de nuevo.

- Aún – agregué secamente.

- Aún – estuvo de acuerdo para mi sorpresa. Esperaba que negara cualquier necesidad de protección.

“¿Cómo se atreve? ¡Imbécil egoísta! ¿Cómo ha podido hacernos esto?” Los penetrantes gritos mentales de Rosalie rompieron mi concentración.

- Tranquila Rose – escuché susurrar a Emmett desde el otro lado de la cafetería. Su brazo estaba alrededor de sus hombros, sosteniéndola con fuerza a su lado, conteniéndola.

“Lo siento Edward” pensó Alice con culpabilidad “Se habría dado cuenta de que Bella sabía demasiado por vuestra conversación … y, bueno, hubiera sido peor si yo no le hubiera dicho la verdad ahora. Créeme”

Hice una mueca ante la imagen mental que siguió, a lo que habría sucedido si le hubiera dicho a Rosalie que Bella sabía que yo era un vampiro en casa, donde Rosalie no tenía que mantener una fachada. Tendría que ocultar mi Aston Martin en algún lugar fuera del estado si no se calmaba antes de que se acabara el instituto. Ver mi coche favorito, destrozado y en llamas, era perturbador, aunque sabía que me lo había ganado.

Jasper no estaba mucha más feliz.

Trataría con los demás más tarde. Yo tenía un tiempo limitado para estar con Bella, y no iba a desperdiciarlo. Y escuchar a Alice me había recordado que tenía unos asuntos que atender.

- Tengo otro pregunta para ti – le dije, ignorando la histeria mental de Rosalie.

- Dispara – dijo Bella, sonriendo.

- ¿Tienes que ir a Seattle este sábado de verdad o es sólo una excusa para no tener que dar una negativa a tus admiradores? – ella me hizo una mueca.

- Todavía no te he perdonado por el asunto de Tyler, ya sabes. Es culpa tuya que se haya engañado hasta creer que le voy a acompañar al baile de gala.

- Oh, hubiera encontrado la ocasión para pedírtelo sin mi ayuda. En realidad, sólo quería ver tu cara.

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Me reí, recordando su expresión horrorizada. Nada de lo que yo le había dicho sobre mi propia oscura historia la había hecho parecer tan horrorizada. La verdad no le asustaba. Ella quería estar conmigo. Alucinante.

- Si te lo hubiera pedido ¿me hubieras rechazado?

- Probablemente, no – dijo -, pero lo hubiera cancelado después, alegando una enfermedad o un tobillo torcido.

Qué extraño.

- ¿Por qué?

Ella negó con la cabeza, como si estuviera decepcionada de que no lo entendiera esta vez.

- Supongo que nunca me has visto en gimnasia, pero creía que tú lo entenderías.

- ¿Te refieres al hecho de que eres incapaz de caminar por una superficie plana y estable sin encontrar algo con lo que tropezar?

- Obviamente.

- Eso no sería un problema. Todo depende de quién te lleve a bailar.

Por una breve fracción de segundo, me sentí abrumado por la idea de sostenerla entre mis brazos en un baile, donde, seguramente llevaría algo bonito y delicado en lugar de este horrible jersey. Ella estaba tan cálida y tan suave, encajaba perfectamente contra la forma de piedra del mío… arranqué de mí esos recuerdos.

- Pero aún no me has contestado… - dije rápidamente, evitando que ella discutiera conmigo acerca de su torpeza, ya que tenía clara intención de hacerlo -¿Estás decidida a ir a Seattle o te importaría que fuéramos a un lugar diferente?

Enrevesado – le hacía escoger sin darle opción a alejarse de mí ese día. Apenas aceptable para mí. Pero me había hecho una promesa anoche… y me gustaba la idea de cumplirla, casi tanto como me aterraba.

El sol brillaría el sábado. Y podría mostrarle mi verdadero yo, si es que era lo suficientemente valiente para soportar su horror y repugnancia. Conocía el lugar perfecto para exponerme…

- Estoy abierta a sugerencias - dijo Bella -, pero he de pedirte un favor.

Un sí con reservas. ¿Qué querría de mí?

- ¿Cuál?

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- ¿Puedo conducir?

¿Esta era su idea del humor?

- ¿Por qué?

- Bueno, sobre todo porque cuando le dije a Charlie que me iba a Seattle, me preguntó concretamente si viajaba sola, como así era en ese momento. Probablemente, no le mentiría si me lo volviera a preguntar, pero dudo que lo haga de nuevo, y dejar el coche enfrente de la casa sólo sacaría el tema a colación de forma innecesaria. Y además, porque tu manera de conducir me asusta.

Puse los ojos en blanco.

- De todas las cosas por la que te tendría que asustar, a ti te preocupa mi conducción – Realmente, su cerebro funcionaba al revés. Negué con la cabeza, disgustado.

“ Edward” Alice llamó con urgencia.

De repente yo estaba mirando un círculo brillante de luz solar, atrapado en una de las visiones de Alice. Era un lugar que conocía bien, el lugar donde había pensado llevar a Bella, un pequeño prado donde nadie iba, aparte de mí. Un lugar tranquilo y bonito donde podía contar con la soledad – lo suficientemente lejos de cualquier lugar habitado por humanos, donde mi mente podía encontrar algo de paz y tranquilidad.

Alice también lo reconoció, porque ella me había visto allí no hace mucho tiempo, en otra visión; en uno de esos destellos de visiones borrosas que Alice me había mostrado la mañana que salvé a Bella de la Van. En aquellas visiones vacilantes, yo no había estado solo. Y ahora estaba claro – Bella estaba allí conmigo. Así que yo sería lo suficientemente valiente. Ella me miraba, con el reflejo de las luces del arco iris bailando en su rostro, sus ojos insondables.

“Es el mismo lugar” pensó Alice, su mente llena de un horror que no coincidía con la visión.

Tensión, tal vez ¿pero horror?¿ Qué quería decir el mismo lugar?

Entonces lo vi.

“Edward” protestó contundentemente Alice “Le quiero, Edward”

La expulsé ferozmente.

Ella no quería a Bella como yo. Su visión era imposible. Errónea. Ella estaba de alguna manera cegada, viendo imposibles.

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No había pasado ni medio segundo. Bella estaba mirando mi cara con curiosidad, esperando la aprobación de su solicitud ¿habría visto el flash de temor, o había sido demasiado rápido para ella?

Me concentré en ella, en nuestra conversación inconclusa, expulsando a Alice y sus defectuosas, y falsas visiones muy lejos de mis pensamientos. No merecían mi atención.

Sin embargo, no fui capaz de mantener el tono juguetón de nuestras bromas.

- ¿No le quieres decir a tu padre que vas a pasar el día conmigo? – le pregunté, la oscuridad se filtró en mi voz.

Yo empujé las visiones de nuevo, tratando de empujarlas más lejos, para evitar los flashes a través de mi cabeza.

- Con Charlie, menos es siempre más – dijo Bella, convencida -. De todos modos ¿adónde vamos a ir?

Alice estaba equivocada. Totalmente equivocada. No había ninguna posibilidad de eso. Y sólo había sido una vieja visión, inválida ahora. Las cosas habían cambiado.

- Va a hacer buen tiempo – le dije, luchando contra el pánico y la indecisión. Alice estaba equivocada. Me gustaría continuar como si no hubiera escuchado ni visto nada -, por lo que estaré fuera de la atención pública y podrás estar conmigo si así lo quieres.

Bella captó el significado a la primera. Sus ojos brillaban ansiosos.

- ¿Y me enseñarás a qué te referías con lo del sol?

Tal vez, como tantas veces antes, su reacción sería lo contrario de lo que yo esperaba. Yo sonreí ante la posibilidad, luchando por volver a un terreno más ligero.

- Sí. Pero si no quieres estar a solas conmigo, seguiría prefiriendo que no fueras a Seattle tú sola. Me estremezco al pensar con qué problemas te podrías encontrar en una ciudad de ese tamaño.

Ella apretó los labios, estaba ofendida.

- Sólo en población, Phoenix es tres veces mayor que Seattle. En tamaño físico…

- Pero al parecer, en Phoenix no te había llegado la hora – le dije, interrumpiendo sus justificaciones -, por lo que preferiría que permanecieras cerca de mí.

Ella podría permanecer cerca de mí para siempre, y no sería suficiente.

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No debía pensar de esa manera. Nosotros no teníamos un para siempre. Cada segundo contaba más de lo que lo había hecho nunca antes; ella cambiaba a cada segundo mientras yo permanecía intacto.

- No me importa estar a solas contigo cuando suceda – No, porque su instinto estaba del revés.

- Lo sé – suspiré – Pero se lo deberías contar a Charlie.

- ¿Por qué diablos iba a hacer eso? – preguntó, con tono horrorizado.

La fulminé con la mirada, las visiones que no conseguía reprimir se arremolinaban repugnantemente en mi cabeza.

- Para darme algún pequeño incentivo para que te traiga de vuelta – susurré.

Ella debía darme eso, un testigo que me obligar a ser cauteloso. ¿por qué Alice me había obligado a ver esto ahora?

Bella tragó con fuerza, y me miró durante un largo rato ¿Qué estaba viendo?

- Creo que me arriesgaré – dijo.

¡Uf! ¿Ella obtenía alguna emoción al arriesgar su vida?¿anhelaba una inyección de adrenalina? Fruncí el ceño a Alice, que respondió a mi mirada con otra de advertencia. A su lado Rosalie estaba con el ceño fruncido, furiosa, pero no podía importarme menos. Dejaría que me destrozara el coche. Era sólo un juguete.

- Hablemos de cualquier otra cosa – sugirió de pronto Bella.

La miré de nuevo, preguntándome cómo podía ser tan inconsciente de lo que realmente importaba. ¿Por qué no quería verme como el monstruo que era?

- ¿De qué quieres hablar? – Sus ojos miraron de izquierda a derecha, como si estuviera comprobando que nadie nos espiaba. Ella debía tener la intención de introducir otro tema relacionado con el mito.

Sus ojos se congelaron por un segundo y su cuerpo se puso rígido, luego miró de nuevo hacia mí.

- ¿Por qué te fuiste a ese lugar, Goat Rocks, el último fin de semana? ¿Para cazar? Charlie dijo que no era un buen lugar para ir de acampada a causa de los osos.

Tan inconsciente. La miré fijamente, levantando una ceja.

- ¿Osos? – dijo con voz entrecortada.

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Le sonreí con ironía, mirando cómo caía en la cuenta ¿Haría esto que me tomara en serio? ¿Serviría de algo?

Ella controló su expresión.

- Ya sabes, no estamos en temporada de osos – dijo severamente, estrechando sus ojos.

- Si lees con cuidado, verás que las leyes recogen sólo la caza con armas.

Ella volvió a perder el control de su expresión por un momento. Sus labios se abrieron.

- ¿Osos? – dijo de nuevo, una pregunta tentativa esta vez, en vez de un grito de shock.

- El favorito de Emmett es el oso pardo – Miré sus ojos, mirando de adaptarse.

- ¡Humm! – murmuró. Ella tomó un bocado de pizza, mirando hacia abajo, masticó pensativa y luego tomó un trago –. Bueno – dijo finalmente, levantando la vista -, ¿cuál es tu favorito?

Supongo que debería haber esperado algo así, pero no lo había hecho. Bella era siempre interesante, por lo menos.

- El puma – le respondí con brusquedad.

- Ah – dijo con tono neutro. Su latido continuaba firme e uniforme, como si estuviéramos hablando sobre mi restaurante favorito.

Bien, entonces. Si ella quería actuar como si esto no fuera nada inusual…

- Por supuesto, debemos tener cuidado para no causar un impacto medioambiental desfavorable con una caza imprudente – Le dije, con voz desinteresada y clínica -. Intentamos concentrarnos en zonas con superpoblación de depredadores… Y nos alejamos tanto como sea necesario. Aquí siempre hay ciervos y alces. Nos servirían, pero ¿qué diversión puede haber en eso?

Ella escuchaba con expresión cortésmente interesada, como si yo fuera un maestro dando una conferencia. Tuve que sonreír.

- Claro, qué diversión – murmuró con calma, tomando otro bocado de pizza.

- El comienzo de la primavera es la estación favorita de Emmett para cazar al oso – dije, continuando con la conferencia -. Acaban de salir de la hibernación y se muestran mucho más irritables – habían pasado setenta años, y él no había conseguido olvidar aquel primer encuentro.

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- No hay nada más divertido que un oso pardo irritado – Bella se mostró de acuerdo, asintiendo con la cabeza solemnemente.

No pude contener la risa mientras negaba con la cabeza ante su ilógica calma. Tenía que ser simulada.

- Dime lo que realmente estás pensando, por favor.

- Me lo intento imaginar, pero no puedo – dijo, la arruga apareció entre sus ojos -. ¿Cómo cazáis un oso sin armas?

- Oh, las tenemos – le dije, y luego le mostré una amplia sonrisa, esperando que ella retrocediera, pero se mantuvo quieta, observándome -, solo que no de la clase que se contempló al legislar las leyes de caza. Si has visto atacar a un oso en la televisión, tendrías que poder visualizar cómo caza Emmett.

Miró a la mesa donde los otros estaban sentados, y se estremeció.

Al fin. Y entonces yo me reí de mi mismo, porque parte de mí deseaba que ella continuara inconsciente.

Sus ojos oscuros eran amplios y profundos mientras me miraba a mí ahora.

- ¿También tú te pareces a un oso? – preguntó en casi un susurro.

- Más al puma, o eso me han dicho – le dije, tratando de sonar desinteresado de nuevo – Tal vez nuestras preferencias sean significativas.

Sus labios se levantaron un poquito por las comisuras.

- Tal vez – repitió. Luego inclinó la cabeza hacia un lado, y la curiosidad de repente era clara en sus ojos -, ¿es algo que podría llegar a ver?

Yo no necesitaba las imágenes de Alice para ilustrar este horror, mi imaginación era más que suficiente.

- ¡Absolutamente no! – le espeté.

Ella se alejó de mi, con los ojos perplejos y asustados. Me eché para atrás también, con ganas de poner espacio entre nosotros. Ella nunca podría verlo. ¿Era ella? No iba a hacer nada para ayudarme a mantenerla con vida.

- ¿Demasiado aterrador para mí? – preguntó, con voz apacible. Su corazón, sin embargo, todavía palpitaba a doble velocidad.

- Si fuera eso, te sacaría fuera esta noche – respondí entre dientes -. Necesitas una saludable dosis de miedo. Nada te podría sentar mejor.

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- Entonces, ¿por qué? – preguntó, sin inmutarse.

La miré enfurecido, de forma siniestra, esperando que ella tuviera miedo. Yo tenía miedo. Podía imaginarme claramente teniendo a Bella cerca mientras cazaba…

Sus ojos permanecían curiosos, impacientes, nada más. Esperaba una respuesta, sin echarse para atrás.

Pero nuestra hora había terminado.

- Más tarde – le espeté, y me puse de pie – vamos a llegar con retraso.

Miró a su alrededor, desorientada, como si hubiera olvidado que estábamos en el almuerzo. Parecía que había olvidado que estábamos en el instituto, sorprendida de que no estuviéramos solos, en algún lugar privado. Comprendía perfectamente esa sensación. Era difícil recordar el resto del mundo cuando estaba con ella.

Se levantó rápidamente, con un movimiento, y arrojó su bolso contra su hombro.

- En tal caso, más tarde – dijo, y pude ver la determinación en el gesto de su boca; no iba a dejarlo correr.

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12 : Complica12 : Complica12 : Complica12 : Complicacionescionescionesciones

Bella y yo caminamos en silencio hasta biología. Yo trataba de concentrarme en el momento, en la chica a mi lado, en lo que era real y sólido, en cualquier cosa que mantuviera alejadas las mentiras de Alice, sus visiones sin sentido, de mi cabeza.

Pasamos junto a Angela Weber, estaba en la acera, discutiendo un trabajo con un chico de su clase de trigonometría. Recorrí sus pensamientos superficialmente, esperando otra decepción, sólo para ser sorprendido por su tono melancólico.

Ah, así que había algo que Angela quería. Por desgracia no era algo que pudiera ser fácilmente envuelto para regalo.

Me sentí extrañamente reconfortado por un momento, escuchando el anhelo desesperado de Angela. Un sensación de cercanía, que Ángela nunca sabría, pasó a través de mi, y yo estaba, en ese momento, igual que ese amable chica humana.

Era extrañamente consolador saber que yo no era el único que vivía una trágica historia de amor. Habían corazones rotos por todas partes.

Al segundo, me sentí abrupta y completamente irritado. Porque la historia de Angela no tenía por qué ser trágica. Ella era humana y él era humano y la diferencia que parecía insuperable en su cabeza era ridícula, verdaderamente ridícula en comparación con mi propia situación. Su corazón roto no tenía sentido. ¡qué despilfarro de tristeza! Cuando no había ninguna razón válida para que ella no pudiera estar con la persona que quería. ¿Por qué no habría de tener lo que quería?¿Por qué esta historia de amor no podía tener un final feliz?

Yo quería hacerle un regalo… Bueno, yo le daría lo que ella quería. Conociendo como conocía la naturaleza de humana, es probable que ni siquiera fuera difícil. Me filtré a través de la conciencia del chico a su lado, el objeto de sus afectos, él no parecía reacio, estaba frustrado por la misma dificultad que ella. Sin esperanza y resignado, igual que ella.

Todo lo que tendría que hacer era plantar una sugerencia…

Tramé un plan fácilmente, el guión se escribió sin esfuerzo. Iba a necesitar la ayuda de Emmett – conseguir que se uniera a mí en esto sería la única dificultad real. La naturaleza humana era mucho más fácil de manipular que la de vampiro.

Estaba satisfecho con mi solución, con mi regalo para Angela. Era una distracción agradable de mis propios problemas. Ojalá el mío se arreglara tan fácil.

Mi estado de ánimo mejoró ligeramente cuando Bella y yo tomamos nuestros asientos. Tal vez había alguna solución por ahí para nosotros que se me escapaba, el camino de la obvia solución de Angela era invisible para ella. No era probable…

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pero ¿por qué perder el tiempo con la desesperanza? Yo no tenía tiempo para perder cuando se trataba de Bella. Cada segundo importaba.

El Sr. Banner entró tirando de un viejo televisor y un video. Él estaba trabajando un tema que no le interesaba particularmente – trastornos genéticos – e iba a pasarnos una película los próximos tres días. “El aceite de la vida” no era una película muy alegre, pero eso no impidió la emoción en la clase. No habría apuntes ni exámenes. Tres días libres. Los humanos estaban exultantes.

De todas formas no me importaba. No estaba en mis planes prestar atención a cualquier otra cosa que no fuera Bella.

Hoy no alejé mi silla de ella para darme espacio para respirar. En su lugar, me senté cerca de ella, como cualquier ser humano normal. Más cerca de lo que habíamos estado dentro de mi coche, tan cerca, que el lado izquierdo de mi cuerpo se sentía sumergido en el calor de su piel.

Era un experiencia extraña, agradable y angustiosa, pero prefería esto a sentarme al otro lado de su mesa. Era más de a lo que estaba acostumbrado, y sin embargo, inmediatamente me di cuenta de que no era suficiente. No estaba satisfecho. Estar tan cerca de ella solo me hacía desear estar más cerca todavía. La atracción era más fuerte cuanto más cerca estaba.

Yo le había acusado de ser un imán para el peligro. En este momento, sentía que era una verdad literal. Yo era un peligro, y cada centímetro que me permitía a mi mismo acercarme más a ella, aumentaba la fuerza de su atracción.

Y entonces el Sr. Banner apagó las luces.

Fue curioso lo mucho que cambió todo este hecho, teniendo en cuanta lo poco que significaba para mis ojos la falta de luz. Todavía podía ver tan perfectamente como antes. Cada detalle de la habitación estaba claro para mí.

Entonces ¿a qué se debía este repentino impacto eléctrico en el aire, en esta oscuridad que no era oscura para mí? ¿era porque sabía que era el único que podía ver con claridad? ¿De modo que Bella y yo éramos invisibles para los demás? Como si estuviéramos solos, solos nosotros dos, escondidos en una habitación oscura, sentados tan cerca el uno del otro…

Mi mano se acercó a ella sin permiso. Sólo para tocar su mano, para sostenerla en la oscuridad. ¿Sería un error tan horrible? Si mi piel le molestaba solo tenía que retirarla…

Yo tiré de mi mano, cruzando los brazos con fuerza sobre mi pecho y apretando mis manos cerradas. Sin errores. Me había prometido que no cometería errores, no importaba lo insignificantes que parecieran. Si le cogía la mano, yo querría más –

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otro toque insignificante, otro paso más cerca de ella. Podía sentirlo. Un nuevo tipo de deseo estaba creciendo dentro de mí, tratando de destruir mi auto control.

Sin errores.

Bella cruzó los brazos firmemente sobre su pecho, y sus manos se cerraron en puños, igual que las mías.

¿Qué estás pensando? Me moría de ganas de susurrarle las palabras, pero la habitación estaba demasiado silenciosa para eso, incluso para una conversación en susurros.

La película comenzó, aligerando la oscuridad un poco. Bella me miró. Noto la rigidez de mi cuerpo, igual que el suyo, y sonrió. Sus labios estaban ligeramente entreabiertos y sus ojos perecían repletos de una cálida invitación.

O tal vez yo estaba viendo lo que quería ver.

Le devolví la sonrisa; su respiración se detuvo, capturando un bajo jadeo y retiró rápidamente la mirada.

Eso lo hizo todavía peor. No escuchaba sus pensamiento, pero de repente tuve claro que tenía razón, que ella quería que la tocara. Ella sentía este peligroso deseo igual que yo.

La electricidad zumbaba entre su cuerpo y el mío.

Ella no volvió a moverse en toda la hora, manteniendo su rigidez, controlando su posición como yo controlaba la mía. De vez en cuando me miraba otra vez, y el constante zumbido se sacudía a través de mi con un golpe repentino.

La hora pasó, despacio, y sin embargo, no lo suficientemente despacio. Esto era tan nuevo, yo podría haber estado sentado así con ella durante días, solo por experimentar esta sensación por completo.

Había tenido una docena de diferentes discusiones conmigo mismo, mientras pasaban los minutos. La razón luchando contra el deseo, tratando de justificar el tocarla.

El Sr. Banner encendió las luces al fin.

A la luz brillante del fluorescente la atmósfera de la habitación volvió a la normalidad. Bella suspiró y se estiró, flexionando los dedos frente a ella. Debía de haber sido incómodo para ella mantener esa posición durante tanto rato. Era más fácil para mí, la quietud era mi estado natural.

Me reí al ver la expresión de alivio en su rostro.

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- Vaya, ha sido interesante.

- Humm – murmuró ella, comprendiendo claramente a lo que me refería, pero sin hacer comentarios. Lo que daría yo por saber lo que estaba pensando ahora mismo.

Suspiré. Por mucho que lo deseara no iba a ayudar con eso.

- ¿Nos vamos? – le pregunté, levantándome.

Ella hizo una mueca y se levantó vacilando sobre sus pies, extendiendo sus manos hacia afuera, como si temiera caerse.

Podría ofrecerle mi mano. O podría poner mi mano bajo su codo, ligeramente, y estabilizarla. Seguramente no sería una infracción tan terrible…

Sin errores.

Ella estaba tranquila mientras caminábamos hacia el gimnasio. La arruga entre sus ojos apareció de nuevo, una señal de que estaba absorta en sus pensamientos. Yo también estaba sumido en los míos.

Un pequeño roce en su piel no podría hacerle daño, sostuvo mi lado egoísta.

Yo podía moderar la presión de mi mano. No era demasiado difícil, mientras estuviera firmemente controlado. Mi sentido del tacto estaba más desarrollado que el de un humano. Yo podía hacer malabarismos con una docena de copas de cristal sin romper ninguna. Podía acariciar una pompa de jabón sin hacerla estallar. Mientras estuviera firmemente controlado…

Bella era como una burbuja de jabón, frágil y efímera. Temporal.

¿Cuánto tiempo iba a ser capaz de justificar mi presencia en su vida? ¿Cuánto tiempo tenía? ¿Tendría otra oportunidad como esta, como en este momento, como en este segundo? Ella no estaría siempre al alcance de mis brazos…

Bella se volvió hacia mí en la puerta del gimnasio, y sus ojos se ampliaron al ver la expresión de mi rostro. Sin decir nada. Me miré en el reflejo de sus ojos y pude ver el conflicto de los míos. Vi mi rostro cambiar cuando mi lado bueno perdió la partida.

Mi mano se levantó, sin una orden consciente de mi parte. Tan suavemente como si estuviera hecha del más fino de los cristales, como si fuera frágil como una burbuja, mis dedos acariciaron la cálida piel que cubría su pómulo. Se calentó bajo mi roce y pude sentir el pulso de su sangre corriendo veloz bajo su piel transparente.

¡Basta! Me ordené. Aunque mi mano dolía por dibujar el perfil de su rostro. ¡Basta!

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Era difícil retirar mi mano hacia atrás, detenerme a mí mismo para no aproximarme a ella más de lo que estaba. Mil posibilidades diferentes pasaron por mi mente en ese instante, mil maneras diferentes de tocarla. Las yemas de mis dedos trazando la forma de sus labios. La palma de mi mano ahuecada bajo su barbilla. Mis brazos deslizándose alrededor de su cintura, sosteniéndola contra la longitud de mi cuerpo.

¡Basta!

Me obligué a volverme, a alejarme de ella. Mi cuerpo se movía con rigidez, reticente.

Dejé que mi mente se quedara detrás, para verla, mientras me alejaba rápidamente, casi corriendo lejos de la tentación. Capturé los pensamientos de Mike Newton, los más ruidosos de todos, mientras miraba a Bella caminando junto a él de forma inconsciente, con los ojos desenfocados y las mejillas rojas. Él frunció el ceño y de repente mi nombre se mezcló con maldiciones en su cabeza; No pude evitar sonreír un poco en respuesta.

Mi mano estaba cosquilleando. La flexioné y después la abrí y cerré en un puño, pero continuó punzando sin dolor.

No, yo no la había herido, pero tocarla había sido un error.

Se sentía como el fuego, como si la sed que quemaba en mi garganta se hubiera extendido por todo mi cuerpo.

La próxima vez que estuviera cerca de ella ¿sería capaz de pararme para no tocarla de nuevo? Y si la tocaba otra vez ¿sería capaz de detenerme?

No más errores. Eso había sido todo. Disfruta de los recuerdos, Edward, me dije con gravedad, y mantén tus manos en su sitio. Eso, o tendría que esforzarme para dejarla… de alguna manera. Porque no me podía permitir estar cerca de ella si insistía en cometer errores.

Respiré hondo y traté de controlar mis pensamientos.

Emmett me alcanzó a la salida del edificio de inglés.

- Hey Edward – “Él tiene mejor pinta. Raro, pero mejor. Feliz.”

- Hey , Em - ¿yo parecía feliz? Supuse que, a pesar del caos en mi cabeza, me sentía de esa manera.

“Procura mantener la boca cerrada, chico. Rosalie quiere arrancarte la lengua.”

Suspiré.

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- Lo siento, te deje lidiando con eso ¿estás enfadado conmigo?

- No. Rose lo superará. Tenía que suceder de todos modos – “Con lo que Alice vio venir…”

Las visiones de Alice no eran algo en lo que yo quisiera pensar ahora mismo. Me quedé mirando hacia delante, con los dientes apretados.

Como yo buscaba una distracción, vi a Ben Cheney entrando a la clase de español delante de nosotros. ¡Ah! Esta era mi oportunidad para darle a Angela Weber su regalo.

Me detuve y cogí el brazo de Emmett.

- Espera un segundo.

“Qué pasa”

- Se que no lo merezco, pero ¿me harías un favor de todos modos?

- ¿Qué? – pregunto curioso.

En voz baja, y a una velocidad que habría hecho incomprensible entender a un ser humano sin importar lo fuerte que hubiéramos hablado, le expliqué lo que quería.

Me miró fijamente cuando lo hice, sus pensamientos estaban en blanco, como su cara.

- ¿Y? – le pregunté - ¿Quieres ayudarme?

Le tomó un minuto responder.

- Pero, ¿por qué?

- Vamos, Emmett ¿Por qué no?

“¿Quién eres y que has hecho con mi hermano?”

- ¿No eres tú el que se queja de que el instituto es siempre lo mismo? Esto es algo un poco diferente ¿no? Considéralo como si fuera un experimento, un experimento sobre la naturaleza humana.

Me miró durante otro momento antes de rendirse.

- Bueno, es diferente, voy a reconocerte eso… Ok, está bien - Resopló Emmett y se encogió de hombros -. Te ayudaré.

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Yo le sonreí, sintiéndome entusiasmado con mi plan ahora que estaba en marcha. Rosalie era una pesadilla, pero siempre tendría que agradecerle que hubiera escogido a Emmett, nadie tenía un hermano mejor que el mío.

Emmett no necesitaba practicar. Le susurré el guión una vez en voz baja mientras caminábamos por el aula.

Ben ya estaba sentado detrás de mí, recopilando sus deberes en la mano. Emmett y yo nos sentamos e hicimos lo mismo. La clase no estaba en silencio; el murmullo de las conversaciones contenidas continuaría hasta que la Sra. Goff llamará la atención. Ella no tenía ninguna prisa, evaluaba los cuestionarios de la última clase.

- Entonces – dijo Emmett, su voz era más fuerte de los necesario, si realmente estuviera hablando solo conmigo - ¿Todavía no has invitado a salir a Angela Weber?

El sonido de los papeles crujieron detrás de mí, precediendo a una parada brusca, cuando Ben se quedó inmóvil, su atención estaba repentinamente fija en nuestra conversación.

“¿Angela? ¿Están hablando de Angela?”

Bien, ya tenía su atención.

- No – dije, sacudiendo la cabeza lentamente, aparentando lamentarme.

- ¿Por qué no? – improvisó Emmett - ¿eres un gallina?

Le hice una mueca.

- No. He oído que estaba interesada en alguien más.

“¿Edward Cullen va a pedirle salir a Angela? Pero… no. No me gusta. No lo quiero cerca de ella… él no es bueno para ella. No es… seguro.”

Yo no había previsto la caballerosidad, el instinto de protección. Yo había pretendido ponerle celoso. Pero de cualquier manera, estaba funcionando.

- ¿Vas a dejar que eso te detenga? – preguntó Emmett con desprecio, improvisando otra vez - ¿No puedes con un poco de competencia?

Le fulminé con la mirada, pero le seguí la corriente.

- Mira, creo que realmente le gusta ese tal Ben. No voy a tratarla de convencer de lo contrario. Hay otras chicas.

La reacción en la silla de atrás fue electrizante.

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- ¿Quién? – preguntó Emmett, volviendo al guion.

- Mi compañera de laboratorio dijo que era un chico llamado Cheney. No estoy seguro de quien es.

Contuve mi sonrisa. Solo un arrogante Cullen podía fingir no saber quién era cada uno de los estudiantes de este pequeño instituto.

La cabeza de Ben daba vueltas en shock “¿Yo? ¿más que Edward Cullen? Pero ¿Por qué iba a gustarle yo?”

- Edward – murmuró Emmett en un tono más bajo, rodando sus ojos hacia el chico – él está detrás de ti – el vocalizó de forma obvia, para que el humano pudiera leer sus palabras.

- Oh – murmuré de espaldas.

Me giré en mi asiento y le eché un vistazo al chico. Por un instante, los ojos negros detrás de su gafas se mostraron asustados, pero luego se puso rígido y cuadro los hombros, ofendido por mi evaluación claramente despectiva. Alzó el mentón y una furiosa descarga oscureció su piel dorada.

- Hug – dije arrogantemente cuando me volví hacia Emmett.

“Él piensa que es mejor que yo. Pero Ángela no … se lo demostraré”

Perfecto.

- ¿No dijiste que ella le había pedido a Yorkie para ir al baile? – preguntó Emmett, resoplando cuando dijo el nombre del chico que muchos despreciaban por su torpeza.

- Parece ser que fue una decisión de grupo – quería que a Ben le quedara claro esto – Angela es tímida. Si B…, bueno, si un chico no tiene valor para pedirle salir, ella nunca se lo pedirá.

- Te gustan las chicas tímidas – dijo Emmett, volviendo a la improvisación. “Las chicas reservadas. Las chicas como… mmm, no sé. ¿tal vez Bella Swan?”

Le sonreí.

- Exactamente – Entonces volví al guión – Tal vez Angela se canse de esperar. Tal vez le pida que me acompañe a la fiesta de graduación.

“No, no lo harás” pensó Ben, enderezándose en su silla “¿y qué si ella es mucho más alta que yo? Si a ella no le importa, entonces a mi tampoco. Ella es la chica más inteligente y agradable, la más bonita del instituto… y ella me quiere a mí”

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Me gustaba este Ben. Parecía inteligente y tenía buenas intenciones. Tal vez incluso era digno de una chica como Angela.

Yo levanté el pulgar hacia Emmett mientras la Sra. Goff se ponía de pie y saludaba a la clase.

“Bueno, voy a admitir, que ha sido algo divertido” pensó Emmett.

Sonreí para mis adentros, satisfecho de haber sido capaz de darle un final feliz a una historia de amor. Estaba seguro de que Ben seguiría adelante, y Angela recibiría mi regalo anónimo. Mi deuda estaba saldada.

Cómo tan de tontos los seres humanos, para que una diferencia de seis centímetros de altura interfiriera en su felicidad.

Mi éxito me puso de buen humor. Yo sonreía otra vez mientras me acomodaba en la silla, preparado para entretenerme. Después de todo, como Bella había señalado en el almuerzo, nunca la había visto en acción en la clase de gimnasia.

Los pensamiento de Mike eran los más fáciles de identificar en el murmullo de voces que pululaban por el gimnasio. Su mente se había vuelto demasiado familiar en la últimas semanas. Con un suspiro, me concentré en escuchar a través de él. Por lo menos podía estar seguro de que iba a estar prestando a tención a Bella.

Llegué justo a tiempo para oír cómo se ofrecía como pareja de bádminton, mientras lo sugería, otros pensamiento corrían por su mente. Mi sonrisa se desvaneció, apreté los dientes y tuve que recordarme que asesinar a Mike Newton no era un opción aceptable.

- Gracias, Mike… No tienes por qué hacerlo, ya lo sabes.

- No te preocupes, me mantendré lejos de tu camino.

Se sonrieron el uno al otro, y flashes de múltiples accidentes, siempre, de alguna manera, relacionados con Bella, pasaron por la cabeza de Mike.

Mike jugó sólo al principio, mientras Bella vacilaba en la mitad posterior de la cancha, sosteniendo la raqueta con cautela, como si fuera algún tipo de arma. Entonces el entrenador Clapp se acercó a Mike y le ordenó que dejara jugar a Bella.

“¡Oh, oh!” pensó Mike mientras Bella se adelantaba dando un suspiro, sosteniendo su raqueta en un ángulo incómodo.

Jennifer Ford sirvió el birdie directamente hacia Bella con un toque presumido en sus pensamientos. Mike vio a Bella dando bandazos hacia ella, moviendo la raqueta lejos de su objetivo, y se apresuró para internar salvar la bola.

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Contemplé la trayectoria de la raqueta de Bella alarmado. Efectivamente, golpeó en la tensa red y retrocedió de nuevo hacia ella, golpeándola en la frente antes de que saliera disparada hacia el brazo de Mike y le golpeara con rotundidad.

“¡Ay!¡Ay! Uff. Eso va a dejar un moratón”

Bella masajeaba su frente. Fue difícil quedarme en mi asiento como debía, sabiendo que estaba herida. Pero ¿Qué podía hacer yo si iba allí? Y no parecía ser grave… dudé, observando. Si tenía la intención de seguir intentando jugar, iba a tener que inventar una escusa para sacarla de la clase.

El entrenador se echó a reír.

- Lo siento Newton. – “esa chica es la peor gafe que he visto nunca. No debería dejar que se acercara a los demás”

Él les dio la espalda deliberadamente, y se fue a ver otro juego para que Bella pudiera volver a su inicial papel de observadora.

“¡Ay!” pensó de nuevo Mike, masajeándose el brazo. Se volvió hacia ella.

- ¿Estás bien?

- Si, ¿y tú? – preguntó avergonzada, sonrojándose.

- Creo que lo estaré – “No quiero parecer un llorica. Pero, hombre, ¡ha dolido!” Mike hizo rodar en círculos su brazo, haciendo una mueca.

- Me pondré aquí detrás otra vez – dijo Bella, la vergüenza y el disgusto se reflejaban en su cara, en lugar del dolor. Tal vez Mike se había llevado la peor parte. Desde luego, esperaba que fuera el caso. Al menos había dejado de jugar. Sostenía su raqueta cuidadosamente en su espalda, con sus ojos muy abiertos por el arrepentimiento… tuve que disfrazar mi risa con una tos.

“¿Qué es tan gracioso” quiso saber Emmett.

- Te lo diré más tarde – murmuré.

Bella no se atrevió a jugar de nuevo. El entrenador la ignoró y permitió que Mike jugara solo.

Me pasaron un cuestionarios al final de la hora y la Sra. Goff me dejó salir antes. Yo estaba escuchando con atención a Mike mientras caminaba por el campus. Él había decidido hablarle a Bella de mí.

“Jessica jura que están saliendo ¿Por qué? ¿por qué tenía que elegirla a ella?”

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Él no se daba cuenta de que lo verdaderamente asombroso era que ella me hubiera elegido a mí.

- Así…

- Así… ¿qué? – preguntó ella.

- Tú y Cullen ¿eh? – “tú y el bicho raro. Supongo que, qué sea rico debe ser importante para ti…”

Apreté los dientes antes su desagradable suposición.

- No es de tu incumbencia, Mike.

“Está a la defensiva. Así que es verdad. Mierda”

- No me gusta.

- No tiene por qué – le espetó.

“¿Por qué no puede ver que es una atracción de circo? Igual que todos ellos. La forma en que la mira. Me da escalofríos”.

- Te mira como si… te mira como si fueras algo comestible.

Me encogí, esperando su respuesta.

Su rostro se puso rojo brillante, y sus labios estaban apretados, como si contuviera la respiración. Entonces, de repente, una explosión de risa atravesó sus labios.

“Ahora ella se está riendo de mí. Genial.”

Mike se volvió, con pensamientos hoscos, y se alejó para cambiarse.

Me apoyé en la pared del gimnasio y traté de recomponerme.

¿Cómo podía haberse reído de la acusación de Mike? Había dado totalmente en el clavo, empezaba a preocuparme de que en Forks empezaran a ser demasiado consciente… ¿Por qué se había reído ante la sugerencia de que podía matarla, cuando ella sabía que era completamente cierta?¿Donde le encontraba la gracia?

¿Qué estaba mal en ella?

¿Tenía un morboso sentido del humor? Eso no encajaba con mi idea de su carácter, pero ¿Cómo podía estar seguro? O tal vez mi fantasía del otro día, la del ángel imprudente, era cierta en ese aspecto, en que ella no tenía sentido del miedo en absoluto. Era valiente, esa era la palabra para esto, otros podrían decir estúpida, pero yo sabía lo inteligente que era. No importaba cual fuera la razón, sin embargo,

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esa falta de temor o su retorcido sentido del humor no era bueno para ella ¿era esta extraña carencia lo que le ponía en peligro tan constantemente? Tal vez ella siempre me necesitara aquí…

Y así, sin más, mi estado de ánimo volvió a levantarse.

Si pudiera tan solo ser disciplinado, hacerme seguro, entonces, tal vez sería correcto para mi quedarme con ella.

Cuando ella atravesó la puerta del gimnasio, sus hombros estaban rígidos y su labio inferior entre sus dientes de nuevo, un signo de ansiedad. Pero tan pronto como sus ojos encontraron los míos, sus rígidos hombros se relajaron y una amplia sonrisa se extendió en su rostro. Era un expresión extrañamente tranquila. Ella caminó hacia mí sin vacilar, solo se detuvo cuando estuvo tan cerca que el calor de su cuerpo se estrelló contra mí, como una oleada.

- Hola – susurró.

La felicidad que sentí en ese momento fue, de nuevo, sin precedentes.

- Hola – dije, y entonces, como mi estado de ánimo estaba tan ligero, no pude resistirme a tomarle el pelo, y añadí: - ¿Cómo te ha ido en gimnasia?

Su sonrisa flaqueó.

- Bien.

Ella era una pésima mentirosa.

- ¿De verdad? – le pregunté a punto de sacar el tema, yo seguía preocupado por su cabeza; ¿Todavía le dolía? Pero entonces, los pensamientos de Mike Newton, fueron tan fuertes que llamaron mi atención.

“ Le odio. Me gustaría que se muriera. Espero que conduzca su brillante coche y acabe bajo un precipicio. ¿Por qué no puede simplemente dejarla sola? Ves con los de tu propia especie, con los bichos raros”.

- ¿Qué pasa? – preguntó Bella.

Mis ojos volvieron a centrarse en su rostro. Ella miró hacia Mike y luego volvió a mí de nuevo.

- Newton me saca de mis casillas.

Su boca se abrió, y su sonrisa se disipó. Ella debía haber olvidado que yo tenía el poder de ver a través de su última y desastrosa hora, o había esperado que no lo utilizara.

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- ¿No habrás estado escuchando otra vez?

- ¿Cómo va esa cabeza?

- ¡Eres increíble! – dijo entre dientes, y luego se apartó de mí y se dirigió furiosa hasta el aparcamiento. Su piel sonrojada se tornó rojo oscuro, estaba avergonzada.

Seguí su ritmo, esperando que su enfado se pasara pronto. Ella normalmente me perdonaba rápido.

- Fuiste tú quien mencionaste que nunca te había visto en clase de gimnasia. Eso despertó mi curiosidad.

Ella no respondió, sus cejas se unieron.

Ella paró repentinamente en el aparcamiento cuando se dio cuenta de que mi coche estaba bloqueado por una multitud de estudiantes varones.

“Me pregunto lo rápido que irá esta cosa…”

“Mira los SMG. Nunca había visto uno fuera de una revista…”

“Bonita rejilla…

“Seguro, desearía tener sesenta mil dólares por ahí…”

Esto era por lo que era mejor que Rosalie utilizara su coche solo fuera de la ciudad.

Caminé a través de la multitud de chicos lujuriosos hacia mi coche, después de un segundo de vacilación Bella hizo lo mismo.

- Ostentoso – murmuró mientras subía - ¿Qué tipo de coche es? – preguntó.

- Un M3.

- No hablo jerga de Car and Driver.

- Es un BMW.

Yo puse los ojos en blanco y luego me centré en salir de allí sin matar a nadie. Tuve que mirar fijamente a unos cuantos chicos que no parecían estar dispuesto a salir de mi camino. Sólo tenían que encontrarse medio segundo con mi mirada y era suficiente para convencerlos.

- ¿Sigues enfadada? – pregunté. Su ceño se había relajado.

- Muchísimo – respondió secamente.

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Suspiré. Tal vez no debería haber sacado el tema. Oh bueno, podía intentar hacer las paces, supuse.

- ¿Me perdonarás si te pido disculpas?

Pensó sobre ello por un momento.

- Puede… si te disculpas de corazón – decidió -, y prometes no hacerlo otra vez.

Yo no iba a mentirle, y no había manera de estar de acuerdo con eso. Tal vez si le ofrecía un trato diferente.

- ¿Qué te parece si me disculpo sinceramente y accedo a dejarte conducir el sábado? – me encogí internamente ante el pensamiento.

La arruga volvió a salir entre sus ojos mientras consideraba mi nueva oferta.

- Hecho – dijo tras un momento de reflexión.

Ahora mi disculpa… yo no había intentado deslumbrar a Bella a propósito antes, pero ahora parecía un buen momento. Le miré profundamente a los ojos mientras salía de las escuela, preguntándome si lo estaría haciéndolo bien. Utilicé mi tono más persuasivo.

- Entonces, lamento haberte molestado.

El latido de su corazón dio un vuelco más fuerte que antes, y el ritmo aumento abruptamente. Sus ojos se ampliaron, un poco aturdidos.

Yo sonreí con media sonrisa. Parecía que lo había hecho bien. Po supuesto, yo estaba teniendo alguna dificultad para apartar la mirada de sus ojos, también. Igualmente deslumbrado. Era algo bueno tener esta opción, lo tendría en cuenta.

- A primera hora de la mañana del sábado estaré en el umbral de tu puerta – agregué, para cerrar el acuerdo.

Ella parpadeó rápidamente, sacudiendo la cabeza como para despejarla.

- Humm… - dijo – Que, sin explicación alguna, un Volvo se quede en la carretera no me va a ser de mucha ayuda con Charlie.

Ah, lo poco que aún me conocía.

- No tengo intención de llevar el coche.

- ¿Cómo…? – empezó a preguntar.

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Yo la interrumpí. La respuesta era difícil de explicar sin una demostración, y ahora no era el momento.

- No te preocupes. Estaré ahí sin coche.

Ella ladeo la cabeza y me miró por un segundo, como si fuera a presionar por más, pero luego pareció cambiar de opinión.

- ¿Ya es «más tarde»? – preguntó, recordándome la conversación inconclusa de hoy en la cafetería, ella había dejado de lado una cuestión difícil para regresar a otra que era más desagradable.

- Supongo que sí – asentí sin querer.

Aparqué el coche frente a su casa, tenso mientras trataba de pensar en cómo explicarlo… sin hacer mi monstruosa naturaleza más evidente, sin asustarla otra vez ¿o eso estaba mal? ¿minimizar mi oscuridad?

Ella esperó con la misma máscara cortés de interés que había llevado en el almuerzo. Si yo hubiera estado menos ansioso, su absurda calma me habría hecho reír.

- Y aún quieres saber por qué no puedes verme cazar, ¿no? – le pregunté.

- Bueno, sobre todo me preguntaba el motivo de tu reacción.

- ¿Te asusté? – pregunté, sabiendo positivamente que ella lo negaría.

- No.

Traté de no sonreír y fracasé.

- Lamento haberte asustado – y entonces mi sonrisa se desvaneció con el humor momentáneo –. Fue sólo la simple idea de que estuvieras allí mientras cazábamos.

- ¿Estaría mal?

La imagen mental era demasiado - Bella, tan vulnerable en solitaria oscuridad y yo fuera de control… traté de borrarla de mi cabeza.

- En grado sumo.

- ¿Por…?

Tomé una profunda respiración, concentrándome por un momento en el ardor de la sed. Sensación que, manejándola, demostraba mi sominio sobre ella. No volvería a contralarme a mi otra vez - quise que fuera verdad. Yo quería ser seguro para ella.

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Me quedé observando las nubes sin verlas, deseando poder que creer que mi determinación marcaría la diferencia si me encontrara con su olor cazando.

- Nos entregamos por completo a nuestros sentidos cuando cazamos – le dije, pensando cada palabras antes de decirla -, nos regimos menos por nuestras mentes. Domina sobre todo el sentido del olfato. Si estuvieras en cualquier lugar cercano cuando pierdo el control de esa manera…

Sacudí mi cabeza con agonía al pensar en lo que, aunque no quisiera, probablemente ocurriría entonces.

Escuché como aumentaban los latidos de su corazón, y me volví inquieto, para leer sus ojos.

La cara de Bella estaba compuesta, sus ojos solemnes. Su boca se frunció ligeramente por la preocupación. ¿Pero que le preocupaba? ¿su seguridad o mi angustia? Seguí mirándola, tratando de traducir su expresión ambigua en algo concreto.

Ella me miró. Sus ojos se ampliaron más después de un momento y sus pupilas se dilataros, aunque la luz no había cambiado.

Mi respiración se aceleró, y de repente el silencio en el coche parecía estar zumbando, al igual que en la oscura clase de biología de esta tarde. El pulso de la corriente corrió entre nosotros otra vez y mi deseo de tocarla fue, en pocas palabras, más fuerte incluso que las exigencias de mi sed.

La palpable electricidad me hizo sentir como si tuviera pulso de nuevo. Mi cuerpo clamaba por ella. Como si yo fuera humano. Más que nada en el mundo, quería sentir el calor de sus labios contra los míos. Por un segundo, luché desesperadamente por encontrar la fuerza, el control, para poder poner mi boca tan cerca de su piel…

Ella tomó aire de forma irregular, y sólo entonces me di cuenta de que cuando yo había empezado a respirar más rápido ella había dejado de respirar por completo.

Cerré los ojos, tratando de romper la conexión entre nosotros.

No más errores.

La existencia de Bella estaba atada a un millar de procesos químicos con un delicado equilibrio, todos tan fáciles de destruir. La expansión rítmica de sus pulmones, el flujo del oxígeno, era la vida o la muerte para ella. La cadencia del revoloteo de su frágil corazón podría detenerse por tantos estúpidos accidentes o enfermedades o… por mí.

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Yo no creía que ningún miembro de mi familia dudara sí a él o a ella se les ofreciera la oportunidad de volver, si él o ella pudieran negociar la inmortalidad por la mortalidad otra vez. Cualquiera de nosotros soportaría el fuego por ello, arderíamos tantos días o siglos como fueran necesarios.

La mayor parte de nuestra especie apreciaba la inmortalidad por encima de cualquier cosa. Incluso habían persona que la ansiaban, y que buscaban en oscuros lugares hasta encontrar quién les diera el más oscuro de los regalos…

Nosotros no. No mi familia. Nosotros nos cambiaríamos por cualquier humano.

Pero ninguno de nosotros había estado nunca tan desesperado por volver como yo ahora.

El picazón sin dolor de mi mano derecha volvió otra vez, de cuando la había tocado antes.

Me quedé mirando los hoyos microscópicos y defectos del parabrisas, como si hubiera alguna solución escondida en el cristal. La electricidad no se había desvanecido, y yo tenía que concentrarme para mantener mis manos en el volante.

- Bella, creo que ahora deberías entrar en casa.

Ella obedeció esta vez, sin comentarios, salió del coche y cerró la puerta tras ella. ¿Sentía el potencial para el desastre tan claramente como yo?

¿Le hería marcharse, cómo me hería a mí dejarla ir? El único consuelo era que yo la vería pronto. Más pronto de lo que ella me vería a mí. Sonreí al pensarlo, entonces bajé la ventanilla y me incliné hacia ella para hablarle una vez más, era más seguro ahora, con el calor de su cuerpo fuera del coche.

Ella se volvió para ver lo que quería, curiosa.

Todavía curiosa, a pesar de que ella me había hecho tantas preguntas hoy. Mi curiosidad estaba totalmente insatisfecha; responder a sus preguntas hoy solo había revelado mis secretos. Yo había averiguado muy poco de ella, solo mis propias conjeturas. Eso no era justo.

- ¿Bella?

- ¿Sí?

- Mañana me toca a mí.

Su frente se arrugó.

- ¿El qué te toca?

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- Hacer las preguntas.

Mañana, cuando estuviéramos en un lugar seguro, rodeado de testigos, me gustaría obtener mis propias respuestas. Sonreí ante la idea, luego me volví otra vez porque ella no tenía intención de irse. Incluso fuera del coche, el eco de la electricidad zigzagueaba en el aire. Yo quería salir, también, para acompañarla hasta la puerta como una escusa para permanecer a su lado…

No más errores. Pisé el gas, y en un suspiro desapareció detrás de mí. Parecía que siempre estaba corriendo hacia Bella o huyendo de ella, sin permanecer a su lado. Tendría que encontrar la manera de mantenerme en mi sitio, si es que alguna vez queríamos tener algo de paz.

OOOO