11-Años Impares - Semanas 18 a 25

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1. Nuestro carácter ferial Vamos a comparar, de manera breve, dos cuadros, casi dos iconos, de la dimensión ferial. Veamos el primero: el hombre de hoy -cada uno de nosotros- en los días feriales. Nos encontramos inmersos en una febril e intensa actividad, en una carrera frenética y sin pausa. La dimensión ferial está marcada, para nosotros, por la «fiebre de la acción» y por el miedo a perder tiempo, por una doble y opuesta sensación: que nos roben nuestro tiempo y que nos coma el tiempo. Nuestra dimensión ferial está amenazada, está enferma. Veamos ahora el otro cuadro: se trata de los primeros seis grandes días feriales en los que Dios está trabajando, hace ser y da forma a toda la creación (Gn 1,1-2,4). Viene, a continuación, el hombre, asociado a Dios en esta obra «ferial»: «el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto de Edén para que lo cultivara y lo guardara» (Gn 2,15). Aquí, la dimensión ferial es creativa; el tiempo aparece como un espacio de realización. La dimensión ferial se encuentra en estado de nacimiento y no conoce aún las turbaciones y los desgarros que vendrán después. Nuestra dimensión ferial está enferma y necesita ser redimida. Esta enfermedad se ha originado por haber prestado oído a las voces del «enemigo»; la redención se llevará a cabo a través de la escucha del verdadero «Amigo». Escuchar a Dios en los días feriales es ponerse en marcha por el camino de la redención. 2. Escuchar a Dios en la vida ordinaria, en la condición ferial La dimensión ferial, tiempo para custodiar, meditar y hacer fructificar la Palabra Nuestra condición ferial encuentra su rescate y su victoria en la escucha de la Palabra. Al final de la celebración eucarística de cada domingo se nos remite a los días feriales. Tías haber sido espectadores y haber vivido los glandes acontecimientos de la salvación, el Espíritu nos impulsa a salir, a proclamar y a dar

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Lectio Divina

Transcript of 11-Años Impares - Semanas 18 a 25

  • 1. Nuestro carcter ferial

    Vamos a comparar, de manera breve, dos cuadros, casi dos

    iconos, de la dimensin ferial.

    Veamos el primero: el hombre de hoy -cada uno de nosotros-

    en los das feriales. Nos encontramos inmersos en una febril e

    intensa actividad, en una carrera frentica y sin pausa. La

    dimensin ferial est marcada, para nosotros, por la fiebre de la

    accin y por el miedo a perder tiempo, por una doble y opuesta

    sensacin: que nos roben nuestro tiempo y que nos coma el

    tiempo. Nuestra dimensin ferial est amenazada, est enferma.

    Veamos ahora el otro cuadro: se trata de los primeros seis

    grandes das feriales en los que Dios est trabajando, hace ser y

    da forma a toda la creacin (Gn 1,1-2,4). Viene, a continuacin, el

    hombre, asociado a Dios en esta obra ferial: el Seor Dios

    tom al hombre y lo puso en el huerto de Edn para que lo cultivara

    y lo guardara (Gn 2,15). Aqu, la dimensin ferial es creativa; el

    tiempo aparece como un espacio de realizacin. La dimensin ferial

    se encuentra en estado de nacimiento y no conoce an las

    turbaciones y los desgarros que vendrn despus.

    Nuestra dimensin ferial est enferma y necesita ser

    redimida. Esta enfermedad se ha originado por haber prestado

    odo a las voces del enemigo; la redencin se llevar a cabo a

    travs de la escucha del verdadero Amigo. Escuchar a Dios en

    los das feriales es ponerse en marcha por el camino de la

    redencin.

    2. Escuchar a Dios en la vida ordinaria, en la condicin ferial

    La dimensin ferial, tiempo para custodiar, meditar y hacer

    fructificar la Palabra

    Nuestra condicin ferial encuentra su rescate y su victoria

    en la escucha de la Palabra. Al final de la celebracin eucarstica

    de cada domingo se nos remite a los das feriales. Tas haber sido

    espectadores y haber vivido los glandes acontecimientos de la

    salvacin, el Espritu nos impulsa a salir, a proclamar y a dar

  • testimonio de lo que hemos escuchado y vivido en el misterio de la

    celebracin, lo que ha sido depositado en nosotros como depsito

    que debemos custodiar, meditar y hacer fructificar. A fin de que

    podamos vencer las grandes tentaciones, a fin de que podamos

    hacer frente sin miedo a los mltiples desafos, el Espritu de Dios

    se encuentra junto a nosotros y nos recuerda la Palabra que libera

    y salva.

    La Palabra que hemos odo en los diferentes domingos vuelve

    de nuevo en los das feriales, aunque dispuesta en nuevos

    contextos y en nuevas sucesiones: cada lectura est puesta en

    contacto con otras diferentes a las del domingo; cada

    acontecimiento de la historia de la salvacin se conjuga con otros;

    conjuntamente nos hablan despus a nosotros, hombres y mujeres

    de los das feriales, para hacernos ver ms all, para hacernos

    descubrir la voluntad del Amigo escondida en el tejido de la vida

    cotidiana, para introducirnos en los secretos de un amor concreto,

    para hacernos pasar de la dispersin a la unidad y de la soledad a

    la comunin, para hacernos capaces de ofrecer, da a da, el

    sacrificio espiritual que Dios espera de sus hijos, para darle a toda

    la vida una impronta pascual.

    Escuchar para ser capaces de ver ms all

    Durante los das feriales vivimos inmersos en una historia cuya

    orientacin y sentido, con frecuencia, no acertamos a entrever de

    modo claro. A veces puede presentrsenos como carente de

    direccin, catica y sin sentido. Es como si nos encontrramos ante

    algo opaco que no permite ver lo que hay ms all. Los israelitas

    que caminan por el desierto no consiguen entrever lo que hay

    delante de ellos, lo que les espera; sin embargo, a Balan -el

    hombre que oye las palabras de Dios, el oyente- le ha sido

    quitado el velo de los ojos, ha recibido un ojo penetrante y

    ve la visin. l es capaz de interpretar la historia y su

    orientacin (Nm 24,3ss).

    Si nos hacemos oyentes de las palabras de Dios, tendremos

    el ojo penetrante; seremos capaces de interpretar con mayor

  • facilidad la historia, y en particular nuestra propia vida, y, sobre

    todo, seremos capaces de intuir la presencia de Dios en los

    pliegues de la vida de cada da, hasta en los dolorosos. Incluso

    cuando la oscuridad sea tal que no podamos vislumbrar nada y

    seamos como ciegos, si escuchamos la Palabra de Dios,

    percibiremos el paso del Seor y tendremos la fuerza necesaria

    para decirle: Que yo pueda ver (cf. Le 18,35-43).

    Escuchar para descubrir la voluntad del Amigo

    La capacidad de escucha - u n don que Dios regala a cada

    hombre- nos lleva a descubrir su voluntad no como una fatalidad a

    la que no podemos sustraernos, sino como una manifestacin de

    amor que encuentra su expresin en las cosas pequeas de cada

    da. La familiaridad con la escucha diaria nos conduce a ser como

    el profeta que devora las palabras y hasta el libro (Jr 15,16), a

    convertir -precisamente como Jess- la voluntad de Dios en

    nuestro alimento diario (Jn 4,34).

    Escuchar para entrar en los secretos del amor

    Si somos capaces de ponernos a la escucha, los das feriales

    no sern un tiempo de lejana de Dios; de una manera gradual, nos

    llevarn a entrar en la intimidad ms profunda con l. La escucha

    humilde y atenta, el estar pendientes de los labios del amado, nos

    introducir en la bodega del amor (Cant 2,4). Si no fallamos a la

    cita, descubriremos las infinitas atenciones de Dios, los juegos

    misteriosos de su ausentarse para volver a presentarse a

    continuacin, su continuo sorprendernos. Estas palabras pueden

    parecer... exageradas, y as son para el que sigue an en el umbral

    de la verdadera escucha.

    Escuchar para pasar de la dispersin a la unidad, de la soledad a la

    comunin

    Los das feriales nos llevan a vivir fuera: fuera de casa y

    fuera tambin de nosotros mismos. De una manera extraa se

  • insina el miedo de volver a entrar en nuestra casa, en nosotros.

    En esta situacin percibimos que algo -si no todo- se dispersa, se

    nos escapa. Sin esta vuelta, aunque estemos en medio de mucha

    gente, estaremos solos, nos ser imposible encontrarnos con el

    otro, no llegaremos a la comunin.

    Si decidimos ponernos a la escucha de Dios, nuestros das

    feriales se convertirn en el tiempo en el que nos recuperaremos

    a nosotros mismos, recuperaremos nuestra identidad ms

    profunda y estableceremos relaciones profundas y verdaderas con

    los otros.

    Escuchar para ofrecer el sacrificio espiritual

    Aunque estamos situados en medio del huerto, en el magno

    espacio del mundo, nosotros no debemos huir ni escondernos para

    no or el paso de Dios. Dios pidi a los israelitas en el desierto que

    escucharan su voz porque slo esto tena valor de sacrificio: Yo

    no prescrib nada a vuestros antepasados sobre holocaustos y

    sacrificios cuando los saqu de Egipto. Lo nico que les mand fue

    esto: Si obedecis mi voz, yo ser vuestro Dios y vosotros seris

    mi pueblo (Jr 7,22ss).

    Esta escucha de la Palabra de Dios convierte nuestros das

    feriales en el tiempo oportuno de nuestro sacrificio a Dios. Pues

    todas sus obras, preces y proyectos apostlicos, la vida conyugal

    y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo,

    si se realizan en el Espritu, incluso las molestias de la vida si se

    sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales,

    aceptables a Dios por Jesucristo (1 Pe 2,5) (Lumen gentium 34).

    Escuchar para ser redimidos, celebrar la pascua

    Los das feriales transcurridos escuchando la Palabra se

    convierten en das de rescatados, santificados, redimidos; se

    convierten en das pascuales, de paso hacia la pascua eterna;

    son como los escalones de la escalera de Jacob (Gn 28,10-12).

    3. La ordenacin de las lecturas

  • En las ferias del tiempo ordinario hay dos ciclos anuales para

    la primera lectura: el ciclo I para los aos impares, y el ciclo II

    para los aos pares; para el evangelio hay un solo ciclo.

    Ordenacin de las lecturas evanglicas

    La ordenacin adoptada para los evangelios prev que se lea

    primero Marcos (semanas l-IX), despus Mateo (semanas X-XXI),

    a continuacin Lucas (semanas XXII-XXXIV). Los captulos 1-12

    de Marcos se leen en su totalidad; se prescinde slo de dos

    percopas del captulo 6, que son ledas en das de otros tiempos.

    De Mateo y Lucas se leen lodos los pasajes que no se encuentran

    en Marcos. De este modo, algunas parles se leen dos o tres veces:

    se trata de aquellas que tienen caractersticas absolutamente

    propias en los distintos evangelios o son necesarias para entender

    bien la seguida del evangelio. El discurso escatolgico, en su

    redaccin completa referida por Lucas, se lee al final del ao

    litrgico.

    Ordenacin de las primeras lecturas

    En la primera lectura se van alternando los dos Testamentos,

    varias semanas cada uno, segn la extensin de los libros que se

    leen.

    De los libros del Nuevo Testamento se lee una parte bastante

    notable, procurando dar una visin sustancial de cada una de las

    cartas.

    En cuanto al Antiguo Testamento, no era posible ofrecer ms

    que los fragmentos escogidos que, en lo posible, dieran a conocer

    la ndole propia de cada libro. Los textos histricos han sido

    seleccionados de manera que den una visin de conjunto de la

    historia de la salvacin antes de la Encarnacin del Seor. Era

    prcticamente imposible poner los relatos demasiado extensos: en

    algunos casos se han seleccionado algunos versculos, con el fin de

    abreviar la lectura. Adems, algunas veces se ilumina el significado

  • religioso de los hechos histricos por medio de textos tomados de

    los libros sapienciales, que se aaden, a modo de proemio o

    conclusin, a una determinada serie histrica (OLM 110).

    Proyectando una visin panormica sobre los dos aos, vemos

    que en los das feriales figuran casi todos los libros del Antiguo

    Testamento. Slo se ha prescindido de los libros profticos ms

    breves (Abdas, Sofonas) y de un libro potico (Cantar de los

    cantares). Entre los libros narrativos con carcter edificante, que

    exigen una lectura ms bien prolongada para ser entendidos como

    es debido, se leen Tobas y Rut; de los otros (Ester, Judit) se

    prescinde, aunque se leen algunos pasajes de los mismos en

    domingos o ferias de otros tiempos litrgicos.

    Las primeras lecturas de los aos impares estn tomadas de

    Hebreos (semanas I-IV); Gnesis 1-11 (V-VI); Eclesistico (VII-

    VIII); Tobas (IX); 2 Corintios (X-XI); Gnesis 12-50 (XII-XIV);

    xodo (XV-XVII); Levtico (XVII); Nmeros (XVIII);

    Deuteronomio y Josu (XVIII-XIX); Jueces y Rut (XX); 1

    Tesalonicenses (XXI-XXII); Colosenses (XXII-XXIII); 1

    Timoteo (XXIII-XXIV); Esdras, Ageo y Zacaras (XXV); Zacaras,

    Nehemas y Baruc (XXVI); Jons, Malaquas y Joel (XXVII);

    Romanos (XXVIII-XXXI); Sabidura (XXXII); 1 y 2 Macabeos

    (XXXIII); Daniel (XXXIV).

    Lunes de la 18 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Nmeros 11,4b-15

    4 En aquellos das, los israelitas se pusieron a llorar diciendo: -

    Ojal tuviramos carne para comer!

    5 Cmo nos acordamos del pescado que comamos en Egipto de

    balde, de los pepinos y melones, de los puerros, cebollas y ajos!

    6 y ahora languidecemos, pues slo vemos man.

  • 7 El man era como la semilla del coriandro, y su color, como el del

    bedelio.

    8 El pueblo se esparca para recogerlo, y lo molan en molinos o lo

    machacaban en el almirez. Despus lo cocan en una caldera y

    hacan tortas que saban a pasta amasada con aceite.

    9 Cuando el roco caa sobre el campo por la noche, caa sobre l el

    man.

    10 Oy Moiss cmo el pueblo se quejaba, reunido por familias a las

    puertas de las tiendas, provocando gravemente la ira del Seor, y

    muy contrariado se dirigi al Seor diciendo:

    11 -Por qu tratas mal a tu siervo? Por qu me has retirado tu

    confianza y echas sobre m la carga de todo este pueblo?

    12 Acaso lo he concebido yo o lo he dado a luz para que me digas:

    Llvalo sobre tu regazo como lleva la nodriza a su criatura y

    condcelo hacia la tierra que promet a sus padres?

    13 Dnde puedo yo encontrar carne para todo este pueblo,

    que viene a m llorando y me dice: Danos carne para comer?.

    14 Yo solo no puedo soportar a este pueblo; es demasiada carga

    para m.

    15 Si me vas a tratar as, prefiero morir. Pero si todava gozo de tu

    confianza, pon fin a mi afliccin.

    ** Reemprendemos el camino de Israel por el desierto. El

    pueblo, liberado de la esclavitud de Egipto, est cansado. No ha

    llegado an a la tierra prometida. El desierto se convierte en el

    lugar de la tentacin y de la prueba, de la murmuracin y de la

    revuelta. Ms que tener la mirada puesta en la salvacin obtenida

    y en el don recibido de Dios, mira hacia atrs con nostalgia, hasta

    adoptar la inverosmil actitud de aorar los alimentos que coman

    en Egipto. Mejor esclavos en Egipto que libres en el desierto con

    el man de Dios! Un alimento ligero que saba a pasta amasada con

    aceite y no llenaba el estmago; un pueblo descontento,

    prcticamente incapaz de reconocer los dones de Dios: la libertad

    y el alimento que viene del cielo.

  • Y con el pueblo, precisamente porque est ligado

    visceralmente a su destino, aparece la profunda crisis de Moiss,

    el caudillo decepcionado por su gente, que se queja a Dios. Es la

    suerte del mediador que debe identificarse con el destino de su

    pueblo y permanecer fiel a su Dios. La oracin de Moiss, que

    anticipa los lamentos del salmista y de los profetas, es

    significativa tambin por su realismo. El amigo de Dios tambin

    puede enfadarse con l. Y es que el pueblo es del Seor, no de

    Moiss. Por esa razn, el audaz lamento del caudillo de Israel pone

    en tela de juicio, como una razn extrema, la fidelidad paterna y

    materna de Dios. Moiss le pide a Dios, de una manera indirecta,

    que sea padre y madre del pueblo que ha engendrado.

    Evangelio: Mateo 14,13-21

    En aquel tiempo,

    13 Jess, al enterarse de lo sucedido, se retir de all en una barca

    a un lugar tranquilo para estar a solas. La gente se dio cuenta y le

    sigui a pie desde los pueblos.

    14 Cuando Jess desembarc y vio aquel gran gento, sinti

    compasin de ellos y cur a los enfermos que traan.

    15 Al anochecer, sus discpulos se acercaron a decirle: -El lugar

    est despoblado y es ya tarde; despide a la gente, para que vayan

    a las aldeas y se compren comida.

    16 Pero Jess les dijo: -No necesitan marcharse; dadles vosotros

    de comer.

    17 Le dijeron: -No tenemos aqu ms que cinco panes y dos peces.

    18 l les dijo: -Tradmelos aqu.

    19 Y despus de mandar que la gente se sentase en la hierba, tom

    los cinco panes y los dos peces, levant los ojos al cielo, pronunci

    la bendicin, parti los panes, se los dio a los discpulos y stos a

    la gente.

    20 Comieron todos hasta hartarse, y recogieron doce canastos

    llenos de los trozos sobrantes.

    21 Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar

    mujeres y nios.

  • ** El fragmento evanglico presenta a Jess en medio del

    trabajo cotidiano de su ministerio: entre la soledad del desierto y

    la presencia en medio de las muchedumbres; entre el dilogo con

    el Padre, en el desierto, y el ministerio de la evangelizacin. Mateo

    subraya asimismo el aspecto subjetivo de la experiencia de Jess,

    su compasin, que se hace efectiva a travs de la manifestacin

    concreta de una salvacin que sale al encuentro de los deseos de

    quienes le siguen y esperan un milagro de l. Jess, mdico del

    cuerpo y del espritu, cura a los enfermos (v. 14).

    En medio del desierto, o bien en algn lugar solitario, fuera

    de los pueblos y de las ciudades, se presenta un problema humano,

    muy concreto: dar de comer a la muchedumbre de gente que le

    sigue. Enviarlos a sus casas es la respuesta obvia de los discpulos.

    Darles de comer la respuesta del corazn de Cristo. sa es

    tambin la respuesta de su omnipotencia de Mesas. Cinco panes y

    dos peces, slo para comenzar, constituyen la base para un inslito

    milagro de multiplicacin de los alimentos, un milagro destinado a

    saciar a una muchedumbre de ms de cinco mil personas (v. 21).

    Aparece aqu todo el sabor de una comida sagrada, de una

    comunin viva con Jess, el Mesas, y, a travs de l, con el Dios

    de la creacin y de la vida. La accin de Jess, tpica de la tradicin

    juda de la comida sagrada, que es reconocimiento del don de Dios,

    es litrgica y eucarstica: toma con sus manos los panes y los peces;

    pronuncia la bendicin u oracin de accin de gracias; parte los

    panes y los distribuye a los discpulos, que aprenden de Jess el

    gesto del reparto. Una accin simblica, un hecho real de largo

    alcance. Una accin que tiene que ver con nuestra eucarista diaria,

    pan partido y multiplicado en todo el mundo.

    MEDITATIO

    Aunque no estn ligadas entre s de una manera estructural,

    ambas lecturas dejan entrever una unidad temtica que recorre el

    mensaje bblico de hoy.

  • En la lectura del libro de los Nmeros encontramos un pueblo

    en camino, sometido al cansancio y a la prueba; un pueblo al que le

    resulta fcil ceder a la nostalgia del pasado cuando no se deja

    dirigir por el espritu de fidelidad a la alianza estipulada con

    YHWH, sino por ese instinto mucho ms fuerte del hambre y del

    placer que producen los alimentos, aunque se trate de ajos y

    cebollas.

    El camino de Israel por el desierto fue considerado siempre

    por los Padres de la Iglesia un paradigma del itinerario del

    cristiano y de la Iglesia. El futuro produce espanto; el alimento

    ligero del espritu no basta. La nostalgia del pasado est al

    acecho. El pueblo no capta la delicadeza de las exigencias de Dios.

    Todo camino cristiano tiene sus pruebas. Pero ay del que mira

    hacia atrs! Al cristiano no le falta el alimento cotidiano, ni

    tampoco ese alimento ligero y cotidiano de la Palabra y del pan y

    el vino eucarsticos. Pero qu es este alimento ligero para hacer

    frente a la pesadez de la vida diaria? Sin embargo, Dios no tiene

    otro alimento definitivo para darnos.

    El episodio evanglico presenta a Jess, cual nuevo Moiss

    en el desierto, en medio de una muchedumbre cansada,

    hambrienta, enferma, a la que tal vez le cuesta un poco seguir a un

    Mesas del que lo espera todo, incluso una liberacin poltica. La

    respuesta de Jess es eficaz, milagrosa. Pero, en el fondo, Jess

    no hace milagros cada da. Los signos que realiza necesitan tambin

    ser recibidos con fe, lo mismo que su persona. Por lo dems, Jess

    no vive sino de la comunin diaria con el Padre y de la sencillez con

    la que comparte todo con sus discpulos. Y esto es suficiente. En

    el caso del cristiano, el man cotidiano de la Palabra y de la

    eucarista es tambin pan para el camino, vitico para la jornada.

    ORATIO

    Nos sentimos reflejados, Seor, en la actitud del pueblo de

    Israel en el desierto Tambin nosotros, aun recibiendo cada da el

    man que nos ofrece la salvacin, sentimos en el fondo de nuestro

    corazn nostalgias inconfesables de otros alimentos y de otras

  • bebidas. La ligereza del alimento celestial a menudo no nos basta

    y, aun habiendo experimentado la libertad y la liberacin con el

    xodo del pecado, mirarnos hacia atrs, soando con los ojos

    abiertos al pasado y olvidndonos casi del don de la liberacin.

    Nuestro desierto se vuelve en ocasiones rido, y el camino por l

    se hace pesado, y de este modo nos dejamos engaar por

    espejismos, por paisajes absolutamente imaginarios. Seor Jess,

    queremos ser peregrinos por el desierto de la vida, pero sin sentir

    nostalgia del pasado, sino tendiendo ms bien hacia el futuro de

    una tierra de promisin. Ms an: deseamos no slo no aumentar el

    nmero de los murmuradores decepcionados, sino expresarte

    nuestro agradecimiento por el alimento diario de la Palabra y de la

    eucarista. Y contigo, como en la multiplicacin de los panes y los

    peces, dirigir la mirada al Padre, darle gracias por su dones,

    compartiendo con todos la alegra de sentirnos amados por un

    Padre providente.

    CONTEMPLATIO

    As pues, Jess, en virtud de la fuerza que haba dado a sus

    discpulos para alimentar tambin a los otros, les dijo: Dadles

    vosotros de comer. Y ellos, sin negar que podan dar algunos

    panes, pero creyendo que eran muy pocos e insuficientes para

    alimentar a todos los que haban seguido a Jess, no tenan en

    cuenta que, al tomar cualquier pan o palabra, Jess los hace

    aumentar cuanto quiere, haciendo que sean suficientes para todos

    aquellos a quienes quiere alimentar, y dicen: No tenemos aqu ms

    que cinco panes y dos peces. Cinco, porque tal vez entendan de

    una manera enigmtica que los cinco panes son los discursos

    sensibles de las Escrituras, y por eso tienen el mismo nmero que

    los cinco sentidos; los peces, en cambio, son dos, y representan la

    palabra pronunciada y la interior, como condumio para los

    sentidos escondidos en las Escrituras, o bien tal vez la palabra

    llegada hasta ellos sobre el Padre y el Hijo Hasta que llevaron a

    Jess estos cinco panes y estos dos peces, no aumentaron, no se

    multiplicaron, ni pudieron alimentar a muchos; pero cuando el

  • Salvador los cogi, en primer lugar levant los ojos al cielo, como

    para hacer descender, con los rayos de sus ojos, un poder que

    habra penetrado en aquellos panes y aquellos peces, destinados a

    alimentar a cinco mil hombres; en segundo lugar, bendijo los cinco

    panes y los dos peces, haciendo que aumentaran y se multiplicaran

    con la palabra y la bendicin; y, en tercer lugar, los dividi, los

    parti y los dio a sus discpulos para que se los dieran a la

    muchedumbre [...]. Hasta este momento -me parece y hasta el fin

    del mundo, los doce canastos, llenos del pan de vida que las

    muchedumbres no fueron capaces de comer, estn junto a los

    discpulos (Orgenes, Commento al vangelo di Matteo, Roma 1998,

    I, pp. 175-179, passim).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Basta con tomar

    una palabra de all para tener un vitico para toda la vida (Juan

    Crisstomo).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    La Palabra de Dios es venerable como el cuerpo de Cristo. La

    mesa de las Escrituras, como la de la eucarista, ofrece a los fieles

    un mismo y nico Seor. Quien comulga la Palabra, como quien

    comulga el Pan de vida participa de Cristo Jess. Del mismo modo

    que, cuando se distribuye el cuerpo de Cristo, llevamos buen

    cuidado de que no caiga nada en tierra, as tambin debemos tener

    el mismo cuidado de no dejar escapar de nuestro corazn la

    Palabra de Dios que nos es dirigida, hablando y pensando en otra

    cosa. Y es que quien escucha la Palabra de Dios de manera

    negligente no ser menos culpable que el que, por negligencia, deja

    caer en tierra el cuerpo del Seor.

    Palabra y eucarista tienen la misma importancia, ambas son

    venerables. Y la veneracin que les debemos es la misma que

    adora al Seor presente en la Palabra y presente en la eucarista.

    Aqu est presente bajo las especies del pan y el vino; all, bajo la

    especie de las palabras humanas. Podemos hablar de una presencia

  • real de Cristo en la Escritura, real como la presencia en la

    eucarista, aun siendo esta ltima sacramental.

    La escucha de la Palabra constituye siempre un excelente

    catecumenado que nos ensea a vivir segn el Evangelio. Constituye

    asimismo una eficaz preparacin - la mejor- para la liturgia

    eucarstica propiamente dicha. Ahora bien, es infinitamente ms

    que un arado que prepara la tierra de nuestro corazn para que

    pueda fructificar en ella, y, a buen seguro, ms que una escuela de

    vida cristiana: es, esencialmente, celebracin de Cristo presente

    en su Palabra, puesto que cuando en la iglesia se leen las Sagradas

    Escrituras es l quien habla (L. Deiss, Vivere la Parola n

    comunit, Turn 1976, pp. 304-306 [edicin espaola: Celebracin

    de la Palabra, Ediciones San Pablo, Madrid 1992]).

    Martes de la 18 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Nmeros 12,1-13

    En aquellos das,

    1 Mara y Aarn murmuraban contra Moiss a causa de la mujer

    cusita que ste haba tomado por esposa.

    2 Decan: -Acaso ha hablado el Seor slo con Moiss? No ha

    hablado tambin con nosotros? El Seor lo oy.

    3 Moiss era el hombre ms humilde y sufrido del mundo.

    4 El Seor dijo a Moiss, a Aarn y a Mara: -Id los tres a la tienda

    del encuentro. As lo hicieron.

    5 El Seor descendi en la columna de nube y se detuvo a la entrada

    de la tienda. Llam a Aarn y a Mara, y ambos se acercaron.

    6 El Seor les dijo: -Od mis palabras: Cuando hay entre vosotros

    un profeta, yo me revelo a l en visin y le hablo en sueos.

    7 Pero con mi siervo Moiss no hago esto, porque l es mi hombre

    de confianza.

  • 8 A l le hablo cara a cara, a las claras y sin enigmas. Moiss

    contempla el semblante del Seor. Cmo os habis atrevido a

    hablar contra mi siervo Moiss?

    9 El Seor se irrit contra ellos y se fue.

    10 Apenas haba desaparecido la nube de encima de la tienda, Mara

    apareci cubierta de lepra, blanca como la nieve. Aarn se volvi

    hacia Mara y la encontr cubierta de lepra.

    11 Aarn dijo a Moiss: -Perdn, mi Seor. No nos hagas

    responsables del pecado que neciamente hemos cometido.

    12 No dejes a Mara como un aborto, que sale ya medio consumido

    del vientre de su madre.

    13 Moiss clam entonces al Seor diciendo: -Oh Dios, snala, por

    favor!

    * El presente fragmento del libro de los Nmeros introduce

    a los tres personajes clave del xodo: Moiss, Aarn y Mara, su

    hermana. En medio de ellos est presente Dios como juez, amigo y

    protector de Moiss.

    Tampoco entre los grandes hombres faltan piedras de

    tropiezo, habladuras y envidias. ste es el caso de Aarn y Mara,

    incapaces de considerar a Moiss en toda su grandeza, como

    elegido de Dios, por el simple hecho de que haba tomado como

    esposa a una mujer etope. Quieren ser como l, tal vez ms que

    l; ser investidos tambin ellos de un poder proftico como el del

    caudillo de Israel. Pero Dios viene en ayuda de su siervo, le

    defiende y realiza un juicio solemne. El lugar de esta teofana de

    YHWH es la tienda del encuentro, lugar de la

    presencia (Shehinah) del mismo Dios, donde est presente con su

    gloria (kabod), simbolizada por la columna de nube y por la nube

    misma, que marca la presencia y el ausentarse de Dios (cf. w. 5.10).

    All tiene lugar un juicio tan severo como sincero. Dios toma

    la defensa de Moiss. Entre la multitud de profetas presentes en

    el pueblo, es Moiss el profeta por excelencia; ms an, es el amigo

    y confidente de Dios. Las palabras con las que YHWH toma la

    defensa de Moiss son emotivas y ponen de manifiesto su singular

  • eleccin como amigo y confidente: A l le hablo cara a cara, a las

    claras y sin enigmas. Moiss contempla el semblante del Seor (v.

    8). El texto transmite la conviccin del pueblo sobre la grandeza

    de Moiss, el amigo de Dios, del mismo modo que se revela en otros

    fragmentos del Pentateuco.

    El castigo infligido a Mara nos parece excesivo. Sin

    embargo, se trata de un signo. Y, de nuevo, la oracin confiada de

    Moiss, la audacia que muestra al pedir a Dios la curacin,

    manifiesta de verdad que habla a Dios con la audacia confiada de

    un amigo.

    Evangelio: Mateo 14,22-36

    En aquel tiempo, despus de haber saciado a la muchedumbre,

    22 Jess mand a sus discpulos que subieran a la barca y fueran

    delante de l a la otra orilla, mientras l despeda a la gente.

    23 Despus de despedirla, subi al monte para orar a solas. Al llegar

    la noche estaba all solo.

    24 La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por

    las olas, porque el viento era contrario.

    25 Al final ya de la noche, Jess se acerc a ellos caminando sobre

    el lago.

    26 Los discpulos, al verlo caminar sobre el lago, se asustaron y

    decan: -Es un fantasma. Y se pusieron a gritar de miedo.

    27 Pero Jess les dijo en seguida: -Animo! Soy yo, no temis.

    28 Pedro le respondi: -Seor, si eres t, mndame ir hacia ti sobre

    las aguas.

    29 Jess le dijo: -Ven. Pedro salt de la barca y, andando sobre las

    aguas, iba hacia Jess.

    30 Pero al ver la violencia del viento se asust y, como empezaba a

    hundirse, grit: -Seor, slvame!

    31 Jess le tendi la mano, lo agarr y le dijo: -Hombre de poca fe!

    Por qu has dudado?

    32 Subieron a la barca, y el viento se calm.

    33 Y los que estaban en ella se postraron ante Jess, diciendo: -

    Verdaderamente, eres Hijo de Dios.

  • 34 Terminada la travesa, tocaron tierra en Genesaret.

    35 Al reconocerlo los hombres del lugar, propagaron la noticia por

    toda aquella comarca y le trajeron todos los enfermos.

    36 Le suplicaban que les dejara tocar siquiera la orla de su manto,

    y todos los que la tocaban quedaban sanos.

    * El evangelio de hoy nos presenta otra jornada de la vida

    de Jess. En este pasaje se narran aspectos de su vida diaria que

    la tradicin sinptica ha recogido. Nos referimos a los momentos

    de oracin y de soledad que pueblan la vida del Maestro. Despus

    de despedirla [a la muchedumbre], subi al monte para orar a solas.

    Al llegarla noche estaba all solo (v. 23). La semejanza con la

    percopa referida a Moiss, como orante y amigo de Dios, nos

    sugiere la aproximacin de ambos personajes.

    Ahora bien, aqu se trata de Jess; no de un amigo, sino del

    Hijo mismo orando. Una oracin intensa, que dura toda una noche.

    Un fragmento paralelo de Lucas (6,12), en el que se alude a que

    Jess pas una noche en oracin antes de la eleccin de los

    discpulos, confirma esta costumbre del Seor, una costumbre que

    despertaba admiracin en los discpulos.

    Sobre el fondo de esta presentacin del Maestro, que vive el

    misterio de su relacin orante con Dios, se manifiesta asimismo su

    trascendencia divino-humana, caminando sobre las aguas. Las

    palabras del Maestro tranquilizan a los discpulos, que estn llenos

    de miedo. El instintivo Pedro, acostumbrado a su mar de Galilea,

    quiere caminar sobre las aguas como Jess. Prueba a hacerlo, pero

    est a punto de hundirse. El miedo a la muerte hace brotar de l

    una oracin sentida y profunda, una oracin en la que implora la

    salvacin: Seor, slvame! (v. 30). Con su reaccin, Jess, que

    reprocha a Pedro su miedo y denuncia su falta de fe (v. 31), se

    presenta a nuestros ojos como Salvador, a la luz de la revelacin

    de su superioridad divina.

    MEDITATIO

  • Los dos fragmentos de la Escritura ponen el acento en la

    presencia y en la intervencin de Dios en la vida cotidiana. Es una

    presencia fuerte, que podramos definir muy bien

    como teofnica, manifestadora de Dios.

    Una presencia majestuosa en la que nos demuestra que l se

    encuentra situado en el centro de la vida y de la historia y que le

    alcanzamos, siempre a una equidistancia entre su presencia y su

    trascendencia, a travs del dilogo de la oracin. Moiss aparece,

    en la primera lectura, como el confidente de Dios. La tienda

    aparece como el lugar visible donde Dios viene al encuentro de su

    pueblo y se deja encontrar. El Dios afable, dialogante, que toma la

    defensa de Moiss, manifiesta tambin su calidad de Dios amigo,

    dispuesto a defender a su elegido. Y tambin solcito a la hora de

    escuchar su oracin.

    Jess, el Hijo predilecto, ms grande que Moiss, es tambin

    un orante; ms an, es el lugar de la oracin, la nueva tienda del

    encuentro donde Dios se hace presente, el nuevo templo donde

    Dios se rene con los hombres. Jess, mientras ora durante la

    noche, se convierte en la tienda del encuentro, misteriosamente

    iluminada por la columna de nube, por la gloria del Seor. Una gloria

    que le envuelve, aunque sea en pocos momentos -como en la

    Transfiguracin-, y en la que se manifiesta

    a los ojos de sus discpulos en toda su grandeza. El Jess que

    camina sobre las aguas es el Dios del xodo liberador, el Creador

    que domina sobre su criatura. Y es tambin el Dios que se

    manifiesta con el realismo de un hombre, no de un fantasma, a

    pesar del estupor que despierta verle caminar sobre las aguas del

    lago. De ah que Jess, ante esta revelacin, pida fe en l,

    confianza en su persona. En la oracin de Moiss se manifiesta

    nuestra oracin de intercesin, que nos hace amigos y confidentes.

    En la oracin de Pedro se manifiesta nuestra necesidad de

    salvacin.

    ORATIO

  • Seor, nos gustara vivir en tu presencia, como Moiss, tu

    siervo amigo; como Jess, t Hijo amadsimo. Sabemos que, para

    Moiss, la tienda era el lugar del encuentro.

    Mas para Jess, tambin el cosmos era la tienda cubierta por

    la bveda celeste, iluminada por las estrellas brillantes, lugar de

    la presencia de nuestro inmenso Padre y Creador.

    Concdenos experimentar en la oracin, prolongada tambin

    algunas veces durante la noche, tu viva participacin en los

    acontecimientos de nuestra vida cotidiana; concdenos sentir que

    siempre ests despierto para escuchar y acoger nuestra splica.

    Queremos ser como Moiss, que hablaba contigo como un amigo

    habla con su amigo. Ms an, como Jess, inmerso en tu corazn

    de Padre.

    Concdenos la sabidura de una oracin de splica como la de

    Pedro: Seor, slvame!. Pero tambin la generosa intercesin

    de la oracin de Moiss por todas aquellas personas a las que

    amamos y queremos que se salven en el cuerpo y en el

    espritu: Oh Dios, snalas, por favor!.

    CONTEMPLATIO

    Y Jess subi a la montaa, a orar en un lugar apartado. A

    orar por quin? Por las muchedumbres, a fin de que, despus de

    haber comido los panes de la bendicin, no hicieran nada contrario

    a la despedida que haban recibido de Jess; y tambin por los

    discpulos, a fin de que, obligados por l a subir a la barca y a

    precederle en la orilla opuesta, no tuvieran que sufrir ningn mal

    en el mar, ni por parte de las olas que sacudan la barca, ni por

    parte del viento contrario.

    Y me atrevera a decir que, gracias a la oracin de Jess,

    dirigida al Padre por sus discpulos, stos no sufrieron ningn mal,

    a pesar de la furia del mar, de las olas y del viento que soplaba en

    contra suya [...]. Si un da tenemos que debatirnos en medio de

    pruebas ineludibles, recordemos que fue Jess quien nos oblig a

    subir a la barca porque quera que le precediramos en la otra

    orilla. No es posible, en efecto, llegar a la otra orilla sin sostener

  • las pruebas de las olas y de los vientos contrarios. Despus, cuando

    nos veamos rodeados de muchas y penosas dificultades y estemos

    cansados de navegar entre ellas durante tanto trecho con

    nuestras modestas fuerzas, deberemos pensar que nuestra barca

    est, precisamente en ese momento, en medio del mar, agitada por

    olas que quieren hacernos naufragar en la fe o en cualquier otra

    virtud [...]. Y cuando veamos que se nos aparece elLogos, nos

    sentiremos turbados hasta que hayamos comprendido claramente

    que el Salvador ha venido a nosotros [...].

    l nos hablar enseguida y nos dir: Animo! Soy yo, no

    temis. Inmediatamente despus, mientras Pedro est todava

    hablando y diciendo: Seor, slvame!, el Logos extender su

    mano, le ayudar, lo coger en el momento en que empieza a

    hundirse y le reprender por su poca fe y por haber dudado. Con

    todo, observa que no dice: Incrdulo, sino: Hombre de poca

    fe!, y que aade tambin: Por qu has dudado y, aun teniendo

    la fe, te has inclinado hacia el lado contrario?

    (Orgenes, Commento al vangelo di Matteo I, Roma 1998, pp. 194-

    197,passim).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Seor,

    slvame! (Mt 14,30b).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    Practicamos con una gran frecuencia la intercesin; oramos

    por nuestros padres, por aquellos que nos aman. Sin embargo,

    nuestra intercesin se limita, con excesiva frecuencia, a una

    llamada dirigida a Dios, aunque se trate de una llamada afligida y

    sincera: Mira, Seor!, Seor, ten piedad!, Seor, aydanos!

    Ven en ayuda de los que estn necesitados! [...]. Lo que hacemos

    es una especie de recordatorio, dirigido a Dios, de lo que sigue

    siendo imperfecto en este mundo. Pero cuntas veces estamos

    dispuestos a hablar como hace Isaas cuando oye preguntar a

    Dios: A quin enviar? (Is 6,8)? Cuntas veces estamos

  • dispuestos a levantarnos y a decir: Aquestoy, Seor,

    envame? Slo de este modo puede convertirse nuestra

    intercesin en lo que es por naturaleza.

    Interceder no quiere decir hablar al Seor en favor de

    aquellos que se encuentran en necesidad; significa dar un paso, un

    paso que nos lleva al corazn mismo de una situacin, que nos leva

    all de una manera definitiva y hace que no podamos echarnos atrs

    de ninguna manera, porque ahora nos hemos entregado y

    pertenecemos a esta situacin. En una situacin de mxima

    tensin, el corazn es el punto donde el choque se vuelve ms

    violento y el tormento ms cruel: ah es donde se sita el acto de

    intercesin. Todo compromiso que se vuelve intercesin implica una

    solidaridad de la que ya no queremos prescindir.

    Esta solidaridad la encontramos en Dios: l se compromete

    en el mismo instante en que nos llama con su Palabra a la existencia,

    sabiendo que le abandonaremos, que le perderemos y que ser l

    quien deba encontrarnos de nuevo no all donde l est, sino all

    donde nos encontremos nosotros, con todo lo que eso implica (de

    una conferencia del metropolita A. Bloom, citado en E. Bianchi

    [ed.], Letture per ogni giorno, Leumann 1980, pp. 412ss).

    Mircoles de la 18 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Nmeros 13,l-3a.25b-14,l-26-30ss

    En aquellos das,

    1 el Seor dijo a Moiss:

    2 -Enva a algunos hombres, un jefe de cada tribu, para que

    exploren la tierra de Canan que voy a dar a los israelitas.

    3 Moiss los envi desde el desierto de Farn, segn la orden del

    Seor. 25 A los cuarenta das regresaron los exploradores de la

    tierra.

  • 26 Se presentaron a Moiss, a Aarn y a toda la comunidad de los

    israelitas en el desierto de Farn, en Cades; les informaron

    detalladamente y les mostraron los frutos de la tierra.

    27 ste fue su informe: -Fuimos a la tierra a la que nos enviasteis.

    Es una tierra que mana leche y miel; fijaos en sus frutos.

    28 Pero el pueblo que la habita es fuerte y las ciudades estn

    fortificadas y son grandes; hemos visto, incluso, descendientes de

    Anac.

    29 Los amalecitas ocupan el desierto del Ngueb; los hititas, los

    jobuseos y los amorreos habitan la montaa; y los cananeos, la

    costa y la ribera del Jordn.

    30 Caleb hizo callar al pueblo ante Moiss diciendo: -Iremos a

    conquistarla, pues somos capaces de ello.

    31 Pero los que haban ido decan: -No podemos combatir contra ese

    pueblo; es ms fuerte que nosotros.

    32 Y empezaron a hablar mal entre los israelitas de la tierra que

    haban explorado diciendo: -La tierra que hemos explorado devora

    a sus habitantes. Los hombres que hemos visto son de gran

    estatura.

    33 Hemos visto gigantes, descendientes de Anac. Nosotros a su

    lado parecamos saltamontes, y as nos vean ellos.

    14,1 Entonces toda la comunidad empez a gritar, y el pueblo se pas

    la noche llorando.

    26 El Seor dijo a Moiss y a Aarn:

    27 -He odo las murmuraciones de los israelitas, hasta cundo

    tendr que soportar a esta comunidad malvada que murmura

    contra m?

    28 Respndeles: Por mi vida, Palabra del Seor, que os tratar como

    merecen vuestras murmuraciones.

    29 En este desierto caern los cadveres de todos los mayores de

    veinte aos que fuisteis registrados y habis murmurado contra

    m.

    30 Ninguno de vosotros entrar en la tierra en la que haba jurado

    estableceros con mi poder; slo entrarn Caleb, hijo de Jefon, y

    Josu, hijo de Nun.

  • 31 Cargaris con vuestra culpa durante cuarenta aos, es decir,

    tantos como das estuvisteis explorando la tierra: ao por da.

    Sabris por experiencia lo que significa haberos alejado de m.

    32 Yo, el Seor, lo he dicho. As tratar yo a esta comunidad

    perversa que se ha confabulado contra m.

    ** La forma fragmentaria con la que el leccionario nos

    presenta este pasaje nos invita a una lectura personal de toda la

    percopa bblica. Se trata de una percopa compuesta de

    diferentes tradiciones y que presenta algunas contradicciones con

    el conjunto de los textos paralelos. Sobresalen aqu cuatro

    momentos: el envo de representantes de las doce tribus de Israel,

    por parte de Moiss, para que exploren la tierra prometida y la

    realizacin del mandato; la vuelta de los exploradores que traen

    los frutos de la tierra prometida y el relato de los mismos; el miedo

    del pueblo a causa de los aspectos negativos y exagerados

    relacionados con los habitantes de la tierra de Canan y sus

    ciudades (tendrn que enfrentarse con hombres fuertes y con

    ciudades fortificadas, elementos que desaniman al pueblo a seguir

    su marcha hacia adelante); el lamento del pueblo y la nuevas

    nostalgias de la tierra de Egipto, con la consiguiente falta de

    confianza en Dios y en sus promesas.

    En medio de las contradicciones, Moiss mantiene su

    fidelidad al Seor, seala al pueblo la tierra prometida y sus

    frutos, y pronuncia las palabras-clave de este relato -no incluidas

    en la lectura propuesta por el leccionario-, unas palabras que

    suponen una exhortacin a la confianza basada en la fidelidad de

    Dios: El Seor est de nuestra parte; l nos har entrar en ella y

    nos la dar; es una tierra que mana leche y miel. No os rebelis

    contra el Seor ni temis a los habitantes de esa tierra, pues sern

    para nosotros pan comido. Ellos se han quedado sin defensa, y con

    nosotros est el Seor; no los temis (Nm 14,8ss). En estas

    palabras se manifiesta toda la confianza de Moiss en la fidelidad

    de Dios, capaz de vencer todo temor ante el oscuro panorama

    descrito por los exploradores, a pesar de la apetecible conquista

  • de aquel territorio por los magnficos frutos que produce; un

    territorio presentado como una tierra que mana leche y miel, la

    frmula clsica para describir la tierra prometida.

    Evangelio: Mateo 15,21-28

    En aquel tiempo,

    21 Jess se march de all y se retir a la regin de Tiro y Sidn.

    22 En esto, una mujer cananea venida de aquellos contornos se puso

    a gritar: -Ten piedad de m, Seor, Hijo de David; mi hija vive

    maltratada por un demonio.

    23 Jess no le respondi nada. Pero sus discpulos se acercaron y

    le decan: -Atindela, porque viene gritando detrs de nosotros.

    24 l respondi: -Dios me ha enviado slo a las ovejas perdidas del

    pueblo de Israel.

    25 Pero ella fue, se postr ante Jess y le suplic: -Seor,

    socrreme!

    26 l respondi: -No est bien tomar el pan de los hijos para

    echrselo a los perrillos. Ella replic:

    27 -Eso es cierto, Seor, pero tambin los perrillos comen las

    migajas que caen de la mesa de sus amos.

    28 Entonces Jess le dijo: -Mujer, qu grande es tu fe! Que te

    suceda lo que pides. Y desde aquel momento qued curada su hija.

    ** El fragmento evanglico que hemos ledo prolonga la

    visin de la predicacin de Jess y de sus destinatarios, dirigida a

    una tierra prometida que se encuentra ms all de los confines de

    la nacin y de los habitantes que hasta ahora han escuchado la voz

    de Jess. Tiro y Sidn estn situadas en los confines de Galilea,

    ms all de la frontera que hoy recibe el nombre de Rash-en-

    Naqura, en la frontera entre Israel y el Lbano. Es tierra de

    paganos, de fenicios. Jess se desplaza hacia el norte, buscando

    tal vez un momento de distensin y de descanso tras el intenso

    ritmo de la predicacin en Galilea. Se trata de un desplazamiento

    simblico que anuncia la universalidad de la salvacin. El encuentro

    con la mujer cananea, en este marco general, constituye un

  • episodio emblemtico. Es un encuentro entre un rab y una mujer,

    una mujer que, por aadidura, es pagana. La actitud del Maestro

    expresa, al comienzo, la distancia y la desconfianza normal entre

    el pueblo elegido y los pueblos paganos. La insistente peticin de

    la mujer cananea, absolutamente preocupada por la salud fsica y

    psquica de su hija, expresa afecto materno y, al mismo tiempo,

    confianza en Jess.

    A las tres intensas imploraciones de la mujer le siguen tres

    actitudes de distanciamiento por parte de Jess, actitudes casi

    incomprensibles para nosotros, a no ser por su alcance pedaggico.

    A la invocacin de la mujer:Ten piedad de m, Seor, Hijo de

    David (v. 22), Jess no le responde ni con una palabra. Al segundo

    intento insistente de mediacin por parte de los discpulos slo le

    responde con un rechazo que acenta las distancias entre Israel y

    los dems pueblos (w. 23b-24). A la renovada peticin de la

    cananea, que se postra ante Jess, le corresponde una respuesta

    dura y enigmtica: No est bien tomar el pan de los hijos para

    echrselo a los perrillos (v. 26). Sin embargo, el instinto materno

    capta en el duro lenguaje empleado por Jess una rendija de

    esperanza, y transforma la objecin del Maestro en una razn

    ineludible para obligarle a hacer el milagro:Tambin los perrillos

    comen las migajas que caen de la mesa de sus amos (v. 27). Su fe

    ha quedado probada. Ha superado el examen de amor. Mujer, qu

    grande es tu fe! (v. 28). El Reino de Dios se dilata con el amor de

    aquellos que han acogido, acogen y acogern a Jess ms all de

    todo lmite terreno.

    MEDITATIO

    Los dos fragmentos de la Escritura que nos presenta la

    liturgia de hoy nos ofrecen la posibilidad de meditar sobre algunos

    aspectos de la realidad de nuestro Dios: su fidelidad y nuestra

    confianza. Dios es fiel a sus promesas; ms an, a fin de que no

    esperemos al ltimo momento para ser confirmados en las pruebas

    por parte de su fidelidad, Dios anticipa en nuestra vida el goce de

    los bienes prometidos. Del mismo modo que los israelitas, cuando

  • todava estaban en el rido desierto, pudieron gozar de los frutos

    de la tierra prometida, gracias a los exploradores que confirmaron

    la verdad de las promesas de Dios, tambin con nosotros se

    muestra el Seor esplndido en sus dones definitivos y nos los

    hace probar de manera anticipada. Tenemos las primicias y la

    prenda de nuestra esperanza ya en este mundo. Sin embargo,

    todava no hemos llegado a la meta; queda margen para la

    esperanza, puesto que los bienes prometidos no los poseemos

    plenamente, y delante de nosotros se presenta todava un arduo

    camino, lleno de asechanzas y dificultades.

    La confianza ilimitada de la cananea, la mujer extranjera que

    se confa a Jess y desafa con su decidida perseverancia al

    corazn del Maestro, tambin supone para nosotros un motivo de

    nimo. Dios espera de nosotros que mostremos una gran esperanza

    en l. Las primeras respuestas, aunque no sean definitivas, son ya

    un camino propedutico para atrevernos a ms. Tambin las

    pruebas ahondan en nosotros el verdadero sentido de la confianza

    y purifican las motivaciones egostas de nuestras preguntas, para

    convertirse en preguntas de salvacin.

    ORATIO

    Seor, a menudo, en la experiencia cotidiana de nuestra vida,

    tenemos necesidad de saborear los frutos que nos tienes

    prometidos, de tener un anticipo de los signos de tu presencia en

    nuestra vida. En un mundo que se nos presenta todava hoy

    frecuentemente como un desierto y no nos permite vislumbrar la

    tierra prometida, como un desierto vaco de tu presencia, hostil al

    mismo Evangelio, tenemos necesidad de alguna prueba efectiva de

    que ests con nosotros. Con todo, sabemos que la esperanza no

    defrauda, porque t mismo has infundido en nuestro corazn el

    Espritu Santo, que es prenda de los bienes futuros.

    Concdenos creer constantemente en tu amor, un amor que

    se revela siempre ms grande que nuestro corazn. Haz que

    nuestro deseo engendre una fe ms grande, como la fe de la mujer

    cananea, a la que t mismo reconociste con admiracin como

  • merecedora del don que haba implorado. Que tambin la prueba

    suponga para nosotros un motivo de esperanza y el incomprensible

    rechazo de nuestras oraciones por tu parte sea un motivo de

    purificacin y de renovada audacia en nuestro creer en tu amor.

    CONTEMPLATIO

    Muchas veces he pensado si, como el sol estndose en el

    Cielo, que sus rayos tienen tanta fuerza que no mudndose l de

    all de presto llegan ac, si el alma y el espritu, que son una misma

    cosa, como lo es el sol y sus rayos, puede, quedndose ella en su

    puesto, con la fuerza del calor que le viene del verdadero Sol de

    Justicia, alguna parte superior salir sobre s misma. En fin, yo no

    s lo que digo, lo que es verdad es que con la presteza que sale la

    pelota de un arcabuz cuando le ponen el fuego, se levanta en lo

    interior un vuelo, que yo no s otro nombre que le poner, que,

    aunque no hace ruido, se hace movimiento tan claro que no puede

    ser antojo en ninguna manera; y muy fuera de s misma, a todo lo

    que puede entender, se le muestran grandes cosas; y cuando torna

    a sentirse en s, es con tan grandes ganancias y teniendo en tan

    poco todas las cosas de la tierra, para en comparacin de las que

    ha visto, que le parecen basura; y desde ah adelante vive en ella

    con harta pena, y no ve cosa de las que le solan parecer bien que

    no le haga drsele nada de ella. Parece que le ha querido el Seor

    mostrar algo de la tierra adonde ha de ir, como llevaron seas los

    que enviaron a la tierra de promisin los del pueblo de Israel, para

    que pase los trabajos de este camino tan trabajoso, sabiendo

    adonde ha de ir a descansar.

    Aunque cosa que pasa tan de presto no os parecer de mucho

    provecho, son tan grandes los que deja en el alma que si no es por

    quien pasa no se sabr entender su valor. Por donde se ve bien no

    ser cosa del Demonio; que de la propia imaginacin es imposible, ni

    el Demonio podra representar cosas que tanta operacin y paz y

    sosiego y aprovechamiento dejan en el alma, en especial tres cosas

    muy en subido grado: conocimiento de la grandeza de Dios, porque

    mientras ms cosas viremos de ella, ms se nos da a entender:

  • propio conocimiento y humildad de ver cmo cosa tan baja, en

    comparacin del Criador de tantas grande/as, la ha osado ofender,

    ni osa mirarle; la tercera, tener en muy poco todas las cosas de la

    tierra, si no fueren las que puede aplicar para servicio de tan gran

    Dios (Teresa de Avila, Moradas del castillo interior, VI, 5,9-10,

    en Obra completa de santa Teresa de Jess, Biblioteca de

    Autores Cristianos, Madrid 91998, pp. 542-543).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Pedid y se os

    dar, buscad y encontraris (Mt 7,7).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    Es preciso pasar a travs del desierto y morar en l para

    recibir la gracia de Dios; es all donde nos vaciamos, donde

    expulsamos de nosotros todo lo que no es Dios y donde se vaca

    esta pequea casa de nuestra alma para dejarle todo el sitio a Dios.

    Los judos atravesaron el desierto. Moiss vivi en l antes de

    recibir su misin. San Pablo, cuando sali de Damasco, fue a pasar

    tres aos en Arabia. Tambin san Jernimo y san Juan Crisstomo

    se prepararon en el desierto. Es indispensable [...]. Es un tiempo

    de gracia. Es un perodo a travs del que debe pasar

    necesariamente toda alma que quiera dar fruto [...]. Le hacen falta

    este silencio, este recogimiento y este olvido de todo lo creado en

    medio de los cuales pone Dios en el alma su Reino y forma en ella

    el espritu interior: la vida ntima con Dios, la conversacin del alma

    con Dios a travs de la fe, de la esperanza, de la caridad [...]. Los

    frutos que pueda producir el alma ms tarde sern exactamente

    proporcionales a la medida en que se haya formado en ella el

    nombre interior (Ch. de Foucauld, Opere spirtuali, Miln 1960, p.

    761, passim [edicin espaola: Obras espirituales, Ediciones San

    Pablo, Madrid 1998]).

    Jueves de la 18 semana del Tiempo ordinario

  • LECTIO

    Primera lectura: Nmeros 20,1-13

    En aquellos das,

    1 la comunidad de Israel en su totalidad lleg al desierto de Sin el

    primer mes, y el pueblo acamp en Cades. All muri Mara, y all

    fue sepultada.

    2 No haba agua para la comunidad, y sta se amotin contra

    Moiss y Aarn.

    3 El pueblo se quejaba contra Moiss diciendo: -Ojal hubiramos

    muerto con nuestros hermanos ante el Seor!

    4 Por qu habis trado a la asamblea del Seor a este desierto,

    para que muramos nosotros y nuestros ganados?

    5 Por qu nos sacasteis de Egipto para traernos a este lugar

    maldito, donde no hay semillas, ni higueras, ni vias, ni ganados, ni

    siquiera agua para beber?

    6 Moiss y Aarn se apartaron de la comunidad hacia la entrada

    de la tienda del encuentro. Cayeron rostro a tierra y se les

    manifest la gloria del Seor.

    7 El Seor dijo a Moiss:

    8 -Toma el bastn y rene a la comunidad. Cuando est reunida,

    ordenad a la roca t y tu hermano Aarn que d agua, y hars

    brotar para ellos agua de la roca, y les dars de beber a ellos y a

    sus ganados.

    9 Moiss tom el bastn que estaba ante el Seor, como l le haba

    ordenado,

    10 convoc, junto con Aarn, a la comunidad delante de la roca y

    les dijo:

    -Od, rebeldes! Podremos nosotros hacer brotar agua de esta

    roca?

    11 Entonces Moiss alz el brazo y golpe dos veces la roca con el

    bastn. Brotaron de ella aguas en abundancia, y bebieron todos,

    junto con sus ganados.

    12 El Seor dijo a Moiss y a Aarn: -Por no haber credo en m,

    por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas,

  • no seris vosotros quienes introduzcan a este pueblo en la tierra

    que yo le doy.

    13 stas son las aguas de Merib (es decir, de la Querella), donde

    los israelitas se querellaron con el Seor y l les mostr su

    santidad.

    * Prosiguiendo el camino del pueblo de Israel por el

    desierto, segn la narracin sacerdotal del libro de los Nmeros,

    nos encontramos con un conocido episodio del que tambin se habla

    en Ex 17,1-17. Es diferente el lugar: aqu se trata de Cades, donde

    fue sepultada Mara; segn la versin del libro del xodo, fue Masa

    y Merib, literalmente el lugar de la murmuracin y de

    la prueba. Los dos caudillos, Moiss y Aarn, tienen que vrselas

    con las murmuraciones del pueblo: esta vez, despus de aquella

    otra relacionada con el man, la murmuracin est relacionada con

    la subsistencia del pueblo por la falta de agua, cosa obvia en el

    largo trayecto que recorrieron por el desierto. De nuevo aparecen

    lamentaciones y maldiciones, la insoportable acusacin contra los

    dos jefes que les llevaron al desierto, aunque en realidad la

    protesta va dirigida contra YHWH.

    Tambin esta vez se dirigen Moiss y Aarn al Seor,

    presente en la tienda del encuentro, lugar visible de la presencia

    y la proximidad de Dios. Tambin esta vez el Dios condescendiente

    y compaero de viaje ofrece un remedio milagroso a la sequa:

    ordena a Moiss que golpee la roca con el bastn y brota de ella

    agua en abundancia tanto para el pueblo como para el ganado. Pero,

    esta vez, al episodio de Ex 17,1-17 se le aade un detalle: la duda

    de Moiss y de Aarn al ejecutar la orden del Seor (aunque el

    texto no lo diga de una manera explcita).

    Se habla, en efecto, del castigo por su incredulidad y se

    anticipa ahora la suerte futura de Moiss y de Aarn: no entrarn

    en la tierra prometida. La conclusin de este episodio, sealada

    por el texto en el v. 13, es importante: los israelitas se han

    atrevido a contender con su Dios, pero ste es un Dios santo y fiel.

  • Pablo recuerda la leccin enlazando el episodio del man y el

    del agua de la roca, y los aplica a la vida cristiana: Todos comieron

    el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida

    espiritual; [...] Sin embargo, la mayor parte de ellos no agrad a

    Dios y fueron por ello aniquilados en el desierto (1 Cor 10,3-5).

    Se trata de una invitacin a permanecer fieles al Seor hasta el

    final.

    Evangelio: Mateo 16,13-23

    En aquel tiempo,

    13 de camino hacia la regin de Cesrea de Filipo, Jess pregunt a

    sus discpulos: -Quin dice la gente que es el Hijo del hombre?

    14 Ellos le contestaron: -Unos que Juan el Bautista; otros, que Elas;

    otros, que Jeremas o uno de los profetas.

    15 Jess les pregunt: -Y vosotros, quin decs que soy yo?

    16 Simn Pedro respondi: -T eres el Mesas, el Hijo de Dios vivo.

    17 Jess le dijo: -Dichoso t, Simn, hijo de Juan, porque eso no te

    lo ha revelado ningn mortal, sino mi Padre, que est en los cielos.

    18 Yo te digo: t eres Pedro, y sobre esta piedra edificar mi

    iglesia, y el poder del abismo no la har perecer.

    19 Te dar las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la

    tierra quedar atado en el cielo, y lo que desates en la tierra

    quedar desatado en el cielo.

    20 Entonces mand a sus discpulos que no dijesen a nadie que l

    era el Mesas.

    21 Desde entonces comenz Jess a manifestar a sus discpulos que

    tena que ir a Jerusaln y que tena que sufrir mucho por causa de

    los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley;

    que lo mataran y al tercer da resucitara.

    22 Entonces Pedro, tomndolo aparte, se puso a recriminarle: -Dios

    no lo quiera, Seor; no te ocurrir eso.

    23 Pero Jess, volvindose, dijo a Pedro: -Ponte detrs de m,

    Satans! Eres para m un obstculo, porque tus pensamientos no

    son como los de Dios, sino como los de los hombres.

  • ** Este fragmento evanglico contiene el conocido e

    importante texto de la confesin de Pedro. Se desarrolla en

    cuatro momentos, con una fuerte tensin entre ellos. El primero

    est constituido por la pregunta de Jess; el segundo, por las

    respuestas de los apstoles y de Pedro, que se erige en portavoz

    de los discpulos con su acto de fe en Cristo, el Hijo de Dios vivo.

    Viene, a continuacin, la solemne promesa hecha a Pedro y, en l, a

    quien le suceda a la cabeza de la Iglesia. Todo concluye con un

    episodio de lo ms enigmtico: al or las palabras de Jess

    referentes a su suerte futura, Pedro, al que poco antes Jess le

    haba dirigido palabras de revelacin de gran honor y

    responsabilidad, quiere disuadir al Maestro de ese destino y

    recibe de ste un reproche con palabras duras: Ponte detrs de

    m, Satans! Eres para m un obstculo (v. 23).

    He aqu algunas indicaciones para realizar una lectura

    fructuosa de este conocido pasaje. El marco en el que se desarrolla

    este episodio es, segn muchos exgetas, Banias, lugar situado en

    las fuentes del Jordn, donde se encuentra una gran roca, evocada

    por Jess en la frase que dirige a Pedro. Este ltimo aparece aqu,

    tal como ocurre en otros episodios del evangelio, como el

    corifeo, como el portavoz de la fe de los apstoles. Las palabras

    de la confesin son esenciales, y contienen los ttulos de Jess:

    Mesas e Hijo de Dios (cf. v. 16). Las palabras de la respuesta de

    Jess, que son fruto de la gracia del Padre, son solemnes:

    expresan el aprecio de la confesin del jefe de los discpulos y el

    cambio del nombre: de piedra, Pedro. Y, sobre todo, contienen

    una serie de promesas expresadas con palabras constitutivas:

    sobre Pedro y sobre la roca de su fe edifica Jess la casa, el

    templo de su asamblea o Iglesia (qahal en hebreo, ekklesa en

    griego). Hay aqu una referencia al nuevo templo{edificar: v.

    18) donde se rene la nueva asamblea del Seor. Por consiguiente,

    Pedro es el fundamento y centro de la unidad y la comunin. Ahora

    bien, Pedro, a su vez, tiene como fundamento a Cristo, pues es

    Cristo el centro de la comunin eclesial.

  • El telogo ortodoxo S. Boulgakov, muy cercano a la Iglesia

    catlica, deca de este texto que su significado pleno se encuentra

    en la Iglesia catlica, y la nica razn que garantiza de hecho la

    existencia de la Iglesia catlica es este texto. Ahora bien, a Pedro,

    en su confesin de fe, Jess le pide fidelidad y la aceptacin de

    su destino de cruz y de gloria.

    MEDITATIO

    Los dos episodios bblicos de los que hemos intentado

    realizar una breve lectura exegtica se desarrollan entre la

    murmuracin, el acto de fe y la duda. Sin embargo, su lectura

    suscita reflexiones, meditaciones, contrastes, acercamientos. Por

    una parte, encontramos un pueblo decididamente en rebelin

    contra Moiss, pero tambin contra Dios.

    La prueba y la murmuracin, la tentacin y la sublevacin

    afectan asimismo a los sentimientos ms humanos y se difunden

    como un contagio, como una peste, entre la poblacin. Con todo,

    Dios es siempre paciente con nosotros y deja que la tentacin nos

    pruebe y nos provoque, por eso pedimos en el Padrenuestro que no

    caigamos en la tentacin y, en ltima instancia, que Dios no nos

    someta a la prueba, que es tambin un momento de verdad.

    Tambin esta vez nos da Dios una respuesta vlida, aunque

    pasajera, como hace en nuestra vida. No permite que seamos

    tentados por encima de nuestras fuerzas.

    Por otra parte, la confesin de fe de Pedro nos coloca en la

    direccin apropiada de nuestra adhesin a Cristo, hijo del Dios

    vivo. En torno a la fe de Pedro y a la de sus sucesores nos

    convertimos en Iglesia, asamblea de Dios, fundamentada en la fe

    en Cristo. Debemos creer en la Iglesia y no slo a la Iglesia. Creer

    en la Iglesia es acogerla como un don de Cristo y amarla; sentir

    con la Iglesia es tambin sentirla como algo nuestro, como algo

    vivo. A travs de las vicisitudes del tiempo, debemos sufrir por la

    Iglesia y, si hiciera falta, sufrir a causa de la Iglesia. Sin perder

    nunca de vista al Seor de la Iglesia, sin poner como prioridad slo

    a la Iglesia del Seor.

  • ORATIO

    Somos con frecuencia, Seor, como el pueblo de Israel en el

    desierto, dispuestos a murmurar contra ti, superficialmente

    nostlgicos respecto a lo que hemos dejado a la espalda con

    nuestra conversin, nuestro bautismo, nuestra vocacin eclesial.

    Nos espanta el futuro y no nos fiamos suficientemente de tus

    planes de salvacin. Sin embargo, tu Palabra es una palabra que

    invita no slo a creer, sino tambin a esperar, porque es palabra

    de promesa.

    Concdenos el valor de confesar tu nombre de Mesas e Hijo

    del Dios vivo. En medio de las borrascas de la vida, en las

    incertidumbres, haznos recordar las promesas que hiciste a tu

    Iglesia. Una Iglesia que puede ser una barca traqueteada por las

    olas de las tempestades, pero siempre roca firme que tiene en ti,

    Seor de la Iglesia, su fundamento y su piedra angular.

    Concdenos, sobre todo, creer en ti incluso cuando te manifiestas

    y te proclamas Mesas crucificado y te revelas as en nuestra vida.

    Concdenos tambin saber esperar, con confianza, en tus

    promesas, hasta ese tercer da de la vida en el que t, Seor

    victorioso, te muestras siempre fiel.

    CONTEMPLATIO

    No debemos sentirnos turbados cuando nos damos cuenta de

    que estamos sumergidos en las tinieblas, sobre todo si no sabemos

    la causa. Considera que esas tinieblas que te recubren te han sido

    dadas por la divina providencia, por razones que slo Dios conoce.

    Algunas veces, en efecto, nuestra alma, anegada, es engullida por

    las olas. Tanto si nos dedicamos a la lectura de la Escritura como

    a la oracin, hagamos lo que hagamos estamos encerrados cada vez

    ms en las tinieblas. Ahora mismo el alma est llena de

    desesperacin y miedo. La esperanza en Dios y el consuelo de la fe

    han abandonado por completo el alma. Ahora est llena de

    vacilacin y de angustia.

  • Pero los que han sido probados por la turbacin de una hora

    como sta saben que a ella le sigue, finalmente, un cambio. Dios

    nunca deja durante todo un da al alma en ese estado, porque eso

    destruira la esperanza [...]. Hay un tiempo para la prueba. Y hay

    un tiempo para el consuelo (Isaac de Nnive, Discorsi ascetici, 57,

    citado en O. Clment, Alie fonti con i Padri, Roma 1987, p. 184).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Ojal escuchis

    hoy la voz del Seor! (de la liturgia).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    Abandonarse en Dios proporciona a nuestro corazn el

    reposo de las angustias del mundo, nos libera de la agitacin del

    alma y del sufrimiento de los deseos insatisfechos. Nos da la

    calma, la tranquilidad y la paz [...]. El abandono en Dios impide al

    alma vagar por caminos lejanos, unos caminos que extenan el

    cuerpo y abrevian la vida. Por esos caminos, en efecto, se consuman

    las fuerzas y el hombre avanza hacia la muerte. Abandonarse en

    Dios libera al alma y al cuerpo de las acciones difciles, de las

    empresas fatigosas [...]. El que se ha abandonado del todo en Dios

    busca, entre os medios que procuran la subsistencia, slo lo que

    puede proporcionarle un mayor reposo al cuerpo, el honor que se

    debe a s mismo, la libertad del espritu, el espacio necesario para

    practicar la religin, con la certeza de que esos medios nada

    aaden o quitan si no es por voluntad de Dios. Abandonarnos en

    Dios nos proporciona, por ltimo, alegra en todas las situaciones

    en las que Dios se complace poner al hombre, aunque sean

    contrarias a su inclinacin natural. Nos brinda la certeza de que

    Dios no nos hace ms que bien en todas las cosas, como una madre

    que da el pecho a su hijo y lo lava aunque chille. sta es la imagen

    que sugiere el rey profeta:Seor, mi corazn no es ambicioso, ni

    mis ojos altaneros, sino que acallo y modero mis deseos como un

    nio en brazos de su madre (Bahya Ibn Paqda, Le devoir du

    cceur, Pars 1972, pp. 252ss).

  • Viernes de la 18 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Deuteronomio 4,32-40

    En aquellos das, habl Moiss al pueblo diciendo:

    32 Pregunta, si no, a los tiempos pasados que te han precedido

    desde el da en que Dios cre al hombre en la tierra: Se ha visto

    jams algo tan grande, se ha odo cosa semejante desde un

    extremo a otro del cielo?

    33 Qu pueblo ha odo la voz de Dios en medio del fuego, como la

    has odo t, y ha quedado con vida?

    34 Ha habido un dios que haya ido a buscarse un pueblo en medio

    de otro con tantas pruebas, milagros y prodigios en combate, con

    mano fuerte y brazo poderoso, con portentosas hazaas, como

    hizo por vosotros el Seor, vuestro Dios, en Egipto ante vuestros

    propios ojos?

    35 El Seor te ha hecho ver todo esto para que sepas que l es Dios

    y que no hay otro fuera de l.

    36 Desde el cielo te dej or su voz para ensearte, en la tierra te

    mostr su gran fuego y has odo las palabras que salan del fuego.

    37 Porque am a tus antepasados y eligi a su descendencia despus

    de ellos, te sac de Egipto con su gran poder,

    38 expulsando delante de ti a naciones ms numerosas y fuertes

    que t, para llevarte a su tierra y drtela en posesin, como sucede

    hoy.

    39 Reconoce, pues, hoy y convncete de que el Seor es Dios all

    arriba en los cielos y aqu abajo en la tierra, y de que no hay otro.

    40 Guarda sus leyes y mandamientos, que yo te prescribo hoy, para

    que seas feliz t y lo sean tus hijos despus de ti, y prolongues tus

    das en la tierra que el Seor, tu Dios, te da para siempre.

    ** Se trata de las palabras que dirigi Moiss al pueblo como

    conclusin de su primer discurso, con el que comienza el libro del

  • Deuteronomio. El tono es altamente teolgico y est cargado de

    palabras clave de la teologa del Antiguo Testamento. Es el

    discurso de la memoria. El pueblo debe recordar y transmitir todo

    lo que ha visto y odo, debe ser testigo viviente de cuanto Dios ha

    hecho. La historia pasada, cargada de la presencia y la accin de

    Dios, pide fidelidad. Moiss recuerda las maravillas del Dios

    creador, cosas nunca odas desde los comienzos de la existencia

    del hombre sobre la tierra.

    El pueblo ha escuchado la voz de Dios en el fuego; ha visto

    con sus propios ojos la predileccin del Dios que lo ha elegido, que

    ha obrado signos y prodigios y ha manifestado la fuerza de su

    brazo con la liberacin de Egipto. Este Dios es como un padre:

    educa con su palabra, se muestra lleno de amor con la fuerza de la

    eleccin, cercano con su presencia y su poder, fiel en el don de la

    tierra prometida.

    Qu respuesta se debe dar a un Dios as, al mismo tiempo

    prximo con su presencia en la tierra, y lejano y majestuoso en los

    cielos? Antes que nada, debemos responderle con la confesin del

    Dios nico, lo que constituye ya una alusin a la plegaria del Shema

    Yisra'el, confesin de la fe del pueblo en el Dios nico {cf. Dt 6,4-

    9; 11,13-21; Nm 15,37-51). A continuacin, con la fidelidad a los

    mandamientos que Dios mismo entreg al pueblo en el Sina. Ms

    tarde, con la fidelidad en la transmisin de este recuerdo a los

    hijos, a fin de que el pueblo goce de las promesas de su Dios de

    generacin en generacin. Estamos, en suma, ante un texto de gran

    valor, en el que el mediador de la alianza, que es Moiss, pide una

    respuesta de fidelidad en nombre de YHWH: recordar, celebrar,

    vivir. Aqu se encuentra reunida toda la espiritualidad del Antiguo

    Testamento: recuerdo de las palabras y de los hechos, celebracin

    de las obras de la misericordia divina, fidelidad activa a la hora de

    observar las leyes dadas por un Padre educador y lleno de amor

    por su pueblo.

    Evangelio: Mateo 16,24-28

    En aquel tiempo,

  • 24 dirigindose a sus discpulos, aadi Jess: -Si alguno quiere

    venir detrs de m, que renuncie a s mismo, cargue con su cruz y

    me siga.

    25 Porque el que quiera salvar su vida la perder, pero el que pierda

    su vida por m la conservar.

    26 Pues de qu le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su

    vida? O qu puede dar a cambio de su vida?

    27 El Hijo del hombre est a punto de venir con la gloria de su Padre

    y con sus ngeles. Entonces tratar a cada uno segn su conducta.

    28 Os aseguro que algunos de los aqu presentes no morirn sin ver

    al Hijo del hombre venir como rey.

    *+ El texto de Mateo que hemos ledo hoy se encuentra

    situado en el marco de la lectura evanglica de ayer. Est

    conectado con la profeca o anuncio de la suerte final de Jess: ir

    a Jerusaln, sufrir, morir, resucitar. Una suerte que Pedro

    rechaza, a pesar de la perspectiva final de victoria -la

    resurreccin-, que, a buen seguro, el discpulo no capta en su

    autntico sentido.

    Jess vuelve a afirmar, por consiguiente, que la confesin de

    fe debe estar guiada tambin por una fidelidad en la vida. Las

    palabras pronunciadas por el Maestro tienen, pues, seriedad

    evanglica: son unas palabras basadas en las exigencias ascticas

    ms radicales y que slo es posible cumplir si son captadas en la

    triple dimensin del discipulado: vivir como el Maestro, a causa

    de l, en comunin con l. Slo entonces es cuando la fuerza de las

    palabras adquiere su lgica de gracia: seguir a Jess, negarnos a

    nosotros mismos, tomar la cruz, perder nuestra propia vida.

    Estas difciles exigencias no pueden ser comprendidas en

    todo lo que encierran, incluso en su misma formulacin, antes de la

    resurreccin de Jess. Cmo hablar, por ejemplo, de cargar con

    la cruz, con el aadido de cada da (en el texto paralelo de

    Lucas), sin haber visto a Jess cargando con la cruz? O cmo

    hacer comprender la lgica del perder la vida para ganarla sin la

    clave de bveda que constituye la victoria de Jess sobre la

  • muerte? Con todo, aunque no puedan ser comprendidas hasta el

    final estas exigencias, Jess pide fidelidad a los discpulos; que

    estn atentos a recorrer con l el mismo camino; que estn

    dispuestos a seguirle, tambin despus de la resurreccin, por

    este sendero.

    MEDITATIO

    La historia de Israel, ms que escrita en libros, est grabada

    en el corazn. La memoria agradecida de lo que Dios ha realizado

    se renueva con la oracin que acoge la Palabra y con los salmos, que

    ayudan a rumiar en el corazn y a expresar con los labios las

    alabanzas del Seor.

    En todo acontecimiento se puede cantar: Porque es eterna

    su misericordia. En cada etapa progresiva se puede decir, como

    en la oracin de la noche de Pascua: Dayen!, esto nos habra

    bastado.

    A nosotros, hombres y mujeres de la posmodernidad, a causa

    de la frgil y no convencida memoria del pasado, a causa del

    carcter efmero de lo cotidiano, que parece desplomarse

    constantemente en la nada, la leccin que nos da el pueblo de la

    memoria nos resulta preciosa: re-cor-dar, volver a dar al corazn,

    como necesaria oxigenacin teolgica, el recuerdo de los hechos

    de Dios en nuestra historia personal y comunitaria, es una actitud

    preciosa del espritu. Y es tambin una preciosa indicacin

    pedaggica en la transmisin de la fe en el seno de la familia.

    Recuerdo de las obras de Dios ya realizadas, recuerdo de las

    promesas de Dios que nos orientan hacia un futuro de gloria.

    Tambin Jess nos anuncia palabras cargadas de sentido, incluso

    a travs de la contradiccin humana que encierra su significado.

    Dice la verdad; no engaa ni lisonjea.

    La invitacin a cargar con la cruz y a perder la vida no es la

    leccin estoica de un maestro de la sospecha de los que afirman

    que todo es vanidad. Es palabra anticipada que debe permanecer

    en el corazn cuando las circunstancian aclaren lo que significa

    tomar la cruz de cada da y perder la vida. Las palabras se vuelven

  • hechos, el conocimiento se convierte en sabidura con la

    experiencia.

    Para los cristianos, las palabras de Jess son una clave de

    comprensin que hemos de mantener siempre en el corazn. Ahora

    bien, tambin se hace necesario llevarlas en la memoria, a fin de

    obtener una renovada esperanza que se apoya en el anuncio de su

    definitiva venida gloriosa.

    ORATIO

    Recordamos, Seor, con alegra tus maravillas. Cada uno de

    nosotros podra contar a los otros su propia historia de salvacin,

    una historia compuesta de personas, palabras, encuentros, gracias,

    que van marcando un sendero de vida. Nuestro corazn, Seor,

    quisiera tener la profundidad espiritual del corazn de Mara,

    modelo de una Iglesia que medita y conserva en su corazn

    acontecimientos y palabras, los discierne en su vida diaria y

    escruta su sentido profundo.

    Mi oracin es hoy alabanza que te bendice por lo que has

    hecho en mi vida desde su comienzo, porque todo est envuelto de

    amor paterno y materno hacia m. Haz, oh Seor, que en mi

    memoria pesen ms que cualquier otra cosa las palabras

    alentadoras, la confianza que nace del recuerdo agradecido, a fin

    de que me muestre fiel en las pruebas y en las exigencias que t,

    con ese sentido de la realidad propio del Maestro que no defrauda,

    me propones.

    Cargar con la cruz es levantarla como trofeo glorioso. Perder

    la vida es abrir nuestro sepulcro a la alegra y a la gloria de la

    resurreccin.

    CONTEMPLATIO

    Desear sufrir no equivale simplemente al piadoso recuerdo

    de los sufrimientos del Seor. El sufrimiento aceptado

    voluntariamente como expiacin es lo que nos une de verdad al

    Seor, y realmente lo hace hasta el fondo. Pero ste nace slo de

    una unin con Cristo que ya est en acto [...].

  • El amor a la cruz no est en absoluto en contradiccin con la

    alegra de nuestro ser hijos de Dios. Brindar nuestra contribucin

    a llevar la cruz de Cristo es fuente de una alegra vigorosa y pura,

    y aquellos a quienes se les ha concedido y lo hacen -los

    constructores del Reino de Dios- son hijos de Dios en el sentido

    ms verdadero y ms pleno. De ah que sentir predileccin por el

    camino de la cruz no signifique en absoluto negar que el viernes

    santo haya pasado ni que la obra de la redencin ya est realizada.

    Slo pueden llevar la cruz los redimidos, los hijos de la gracia. El

    sufrimiento humano toma su poder reparador slo de la unin con

    nuestra Cabeza divina. Sufrir y, en medio del sufrimiento, ser

    felices (E. Stein, L'amore della croce, en Edith Stein. Store

    davanti a Dios per tutti,Roma 1991, pp. 280ss).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Quiero llevar

    contigo, oh Seor, mi cruz.

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    La cruz ha sido siempre un signo de contradiccin y un

    principio de seleccin entre los hombres. Con excesiva frecuencia

    se presenta la cruz a nuestra adoracin como un smbolo de

    tristeza, de restriccin, de remocin, ms que como una meta

    sublime que slo alcanzaremos superndonos a nosotros mismos.

    Ahora bien, este modo de hablar acaba dando la impresin de

    que el Reino de Dios slo se puede realizar con el luto, y tomando

    siempre por principio la direccin opuesta, a contracorriente de

    las energas y de las aspiraciones humanas. Siendo fieles a la

    Palabra, nada es menos cristiano, en el fondo, que esta

    perspectiva.

    Considerada del modo ms general, la doctrina de la cruz es

    aquella a la que se adhiere todo hombre convencido de que, en

    presencia de la agitacin humana, se le abre un camino hacia alguna

    salida y de que este camino sube. La vida tiene un trmino; por

    consiguiente, impone una direccin a la marcha [...]. Hacia las

  • cimas, envueltas por nuestras miradas en la niebla, a donde nos

    invita a subir e Crucificado, nos elevamos a travs de un sendero

    que es el mismo camino del progreso universal. La va real de la

    cruz es precisamente el camino del esfuerzo humano. El que

    entiende plenamente el sentido de la cruz ya no corre el riesgo de

    considerar triste y fea la vida. Slo se ha vuelto ms atento a su

    incomprensible gravedad (P. Teilhard de Chardin, .'ambiente

    divino,Miln 1968, pp. 1 lOss [edicin espaola: El medio

    divino, Taurus Ediciones, Madrid 1967]).

    Sbado de la 18 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Deuteronomio 6,4-13

    En aquellos das, habl Moiss al pueblo diciendo:

    4 Escucha, Israel, el Seor es nuestro Dios, el Seor es uno.

    5 Amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma

    y con todas tus fuerzas.

    6 Guarda en tu corazn estas palabras que hoy te digo.

    7 Inclcaselas a tus hijos y hblales de ellas estando en casa o

    yendo de viaje, acostado o levantado;

    8 talas a tu mano como signo, ponas en tu frente como seal,

    9 escrbelas en las jambas de tu casa y en tus puertas.

    10 Cuando el Seor, tu Dios, te haya introducido en la tierra que ha

    de darte segn jur a tus antepasados Abrahn, Isaac y Jacob,

    una tierra con grandes y hermosas ciudades que t no edificaste,

    11 con casas repletas de toda clase de bienes que t no llenaste,

    con cisternas excavadas que t no excavaste, con vias y olivos que

    t no plantaste, entonces comers y te saciars.

    12 Cudate de no olvidar al Seor que te sac de Egipto, de aquel

    lugar de esclavitud.

    13 Respetars al Seor, tu Dios; a l le servirs y en su nombre

    jurars.

  • *> Shema Yisra'el: 'Adonay 'Hohn, 'Adonay

    ehadh... ste es uno de los textos ms sagrados y ms conocidos

    del Antiguo Testamento, la confesin de fe que Moiss ensea de

    los mismos labios de Dios al pueblo elegido. Son unas frases que

    todo judo piadoso debe decir tres veces al da, vuelto hacia

    Jerusaln. Unas palabras sagradas que acompaan la vida cotidiana

    del pueblo de la alianza y que fueron repetidas por millones de

    judos en su triste peregrinacin hacia la muerte en los hornos

    crematorios...

    Primera afirmacin: invitacin a la confesin de fe en

    Dios, nuestro Dios, uno. De ah se sigue, como consecuencia

    teolgica ms que lgica -porque se trata de algo vital, divino-, que

    debemos poner a Dios en el primer lugar, amndole con todo tu

    corazn, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.

    La importancia de Dios en la vida del israelita piadoso, la

    fuerza educativa y tica de sus preceptos, se ponen an ms de

    relieve en los versculos siguientes. stos dibujan algo as como

    el habitat de su vida: definen la atmsfera vital en la que est

    inmerso, el tema sagrado del que tiene que hablar siempre, la

    conciencia que debe mantener da y noche, en casa y en el trabajo.

    Es un precepto que se convierte en proyecto educativo para los

    hijos. Y para que no se le olvide, el israelita piadoso materializa,

    por as decirlo, la exhortacin de Moiss escribiendo los sagrados

    preceptos en las jambas de la puerta de casa. De esta severa

    amonestacin procede asimismo el uso de llevar escritos en una

    cajita, sobre la frente y sobre los brazos, junto al corazn, los

    preceptos del Seor.

    Y, como fondo, una promesa, no realizada todava pero que se

    convierte en motor de esperanza para transformarse, a

    continuacin, en memoria perenne: los dones de la tierra

    prometida. Y en un signo de fidelidad: el temor de Dios, su servicio,

    la proclamacin de la alianza en su nombre.

    Evangelio: Mateo 17,14-20

    En aquel tiempo,

  • 14 cuando llegaban a donde estaba la gente, se acerc un hombre,

    que se arrodill ante Jess,

    15 diciendo: -Seor, ten compasin de mi hijo, que tiene ataques y

    est muy mal! Muchas veces se cae al fuego y otras al agua;

    16 se lo he trado a tus discpulos, pero no han podido curarlo.

    17 Jess respondi: -Generacin incrdula y perversa! Hasta

    cundo estar con vosotros? Hasta cundo tendr que

    soportaros? Tradmelo aqu.

    18 Jess le increp, y el demonio sali del muchacho, que qued

    curado en el acto.

    19 Despus, los discpulos se acercaron en privado a Jess y le

    preguntaron: -Por qu nosotros no pudimos expulsarlo?

    20 l les dijo: -Por vuestra falta de fe; os aseguro que si tuvierais

    una fe del tamao de un grano de mostaza, dirais a este monte:

    Trasldate all, y se trasladara; nada os sera imposible.

    * Estamos ante un tpico fragmento evanglico que

    presenta una vez ms a Jess en su actividad milagrosa curadora,

    aspecto que produjo un fuerte impacto en las primeras

    comunidades cristianas. stas, inmersas en el ambiente judo y

    pagano, exaltaron la figura de Cristo como mdico. Aqu se trata

    de un caso especial. La enfermedad reviste formas patolgicas de

    carcter psquico, achacables, por consiguiente, a fuerzas

    malignas y superiores que no es difcil atribuir en este contexto

    religioso a la accin de Satans, el enemigo de Dios y, por tanto,

    enemigo del hombre.

    Para nuestra mentalidad cientfica, los sntomas descritos

    por el padre de este desgraciado muchacho presentan las

    caractersticas de una crisis de epilepsia. Jess aparece una vez

    ms, como sucede con frecuencia en estas primicias de su

    evangelizacin, en contraste implacable con el diablo, origen del

    mal y de todos los males.

    La indicacin de que los discpulos no han conseguido curar al

    muchacho sirve para dejar bien claro que Jess cuenta con una

    evidente superioridad sobre ellos. Para estar a la altura de Jess,

  • para realizar sus mismos milagros, es preciso contar con una fe

    autntica, fuerte, que permite a los discpulos identificarse con l,

    con su persona, su misin y su fuerza. Sin embargo, su fe es todava

    dbil e insuficiente. Jess, con unas palabras que tienen el sabor

    de la retrica y el lenguaje tpicamente orientales, les invita a

    mostrarse atrevidos a la hora de pedir, a creer en su poder, hasta

    el absurdo. Les pide una fe capaz de trasladar montaas; y, en

    primer lugar, las de sus propios corazones.

    MEDITATIO

    La confesin del Dios vivo y nico no es slo una afirmacin

    abstracta de la presencia de Dios y de su exclusiva calidad div