101. LA ESPERANZA: TEXTOS Y REFLEXIONES

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    REFLEXIONES SOBRE LA ESPERANZA

    LA ESPERANZAVILLIERS DE L'ISLE ADAM (1888)

    Al atardecer, el venerable Pedro Args, sexto prior de los dominicos de Segovia, tercer GranInquisidor de Espaa, seguido de un fraile redentor (encargado del tormento) y precedido por dosfamiliares1del Santo Oficio provistos de linternas, descendi a un calabozo. La cerradura de una puertamaciza chirri; el Inquisidor penetr en un hueco meftico, donde un triste destello del da, cayendodesde lo alto, dejaba percibir, entre dos argollas fijadas en los muros, un caballete ensangrentado, unahornilla, un cntaro. Sobre un lecho de paja sujeto por grillos, con una argolla de hierro en el

    pescuezo, estaba sentado, hosco, un hombre andrajoso, de edad indescifrable.

    Este prisionero era el rab Abarbanel, judo aragons, que -aborrecido por sus prstamos usurarios y porsu desdn de los pobres- diariamente haba sido sometido a la tortura durante un ao. Su fanatismo,"duro como su piel", haba rehusado la abjuracin.

    Orgulloso de una filiacin milenaria -porque todos los judos dignos de este nombre son celosos de susangre-, descenda talmdicamente de la esposa del ltimo juez de Israel: Hecho que haba mantenidosu entereza en lo ms duro de los incesantes suplicios.

    Con los ojos llorosos, pensando que la tenacidad de esta alma haca imposible la salvacin, elvenerable Pedro Args, aproximndose al tembloroso rabino, pronunci estas palabras:

    -Hijo mo, algrate: Tus trabajos van a tener fin. Si en presencia de tanta obstinacin me he resignadoa permitir el empleo de tantos rigores, mi tarea fraternal de correccin tiene lmites. Eres la higuerareacia, que por su contumaz esterilidad est condenada a secarse... pero slo a Dios toca determinarlo que ha de suceder a tu alma. Tal vez la infinita clemencia lucir para ti en el supremo instante!Debemos esperarlo! Hay ejemplos... As sea! Reposa, pues, esta noche en paz. Maana participarsen el auto de fe; es decir, sers llevado al quemadero, cuya brasa premonitoria del fuego eternal noquema, ya lo sabes, ms que a distancia, hijo mo. La muerte tarda por lo menos dos horas (a menudotres) en venir, a causa de las envolturas mojadas y heladas con las que preservamos la frente y elcorazn de los holocaustos. Seris cuarenta y dos solamente. Considera que, colocado en la ltima fila,tienes el tiempo necesario para invocar a Dios, para ofrecerle este bautismo de fuego, que es el delEspritu Santo. Confa, pues, en la Luz y duerme.

    Dichas estas palabras, el Inquisidor orden que desencadenaran al desdichado y lo abraz tiernamente.Lo abraz luego el fraile redentor y, muy bajo, le rog que le perdonara los tormentos. Despus lo

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    abrazaron los familiares, cuyo beso, ahogado por las cogullas, fue silencioso. Terminada la ceremonia,el prisionero se qued solo, en las tinieblas.

    El rab Abarbanel, seca la boca, embotado el rostro por el sufrimiento, mir sin atencin precisa lapuerta cerrada. "Cerrada?..." Esta palabra despert en lo ms ntimo de sus confusos pensamientos unsueo. Haba entrevisto un instante el resplandor de las linternas por la hendidura entre el muro y la

    puerta. Una esperanza mrbida lo agit. Suavemente, deslizando el dedo con suma precaucin, atrajola puerta hacia l. Por un azar extraordinario, el familiar que la cerr haba dado la vuelta a la llave unpoco antes de llegar al tope, contra los montantes de piedra. El pestillo, enmohecido, no haba entradoen su sitio y la puerta haba quedado abierta.

    El rabino arriesg una mirada hacia afuera.A favor de una lvida oscuridad, vio un semicrculo de muros terrosos en los que haba labrados unosescalones; y en lo alto, despus de cinco o seis peldaos, una especie de prtico negro que daba a unvasto corredor del que no le era posible entrever, desde abajo, ms que los primeros arcos.

    Se arrastr hasta el nivel del umbral. Era realmente un corredor, pero casi infinito. Una luz plida, conresplandores de sueo, lo iluminaba. Lmparas suspendidas de las bvedas azulaban a trechos el colordeslucido del aire; el fondo estaba en sombras. Ni una sola puerta en esa extensin. Por un lado, a la

    izquierda, troneras con rejas, troneras que por el espesor del muro dejaban pasar un crepsculo quedeba ser el del da, porque se proyectaba en cuadrculas rojas sobre el enlosado. Quiz all lejos, enlo profundo de las brumas, una salida poda dar la libertad. La vacilante esperanza del judo era tenaz,porque era la ltima.

    Sin titubear se aventur por el corredor, sorteando las troneras, tratando de confundirse con latenebrosa penumbra de las largas murallas. Se arrastraba con lentitud, conteniendo los gritos quepugnaban por brotar cuando lo martirizaba una llaga.

    De repente un ruido de sandalias que se aproximaba lo alcanz en el eco de esta senda de piedra.Tembl, la ansiedad lo ahogaba, se le nublaron los ojos. Se agazap en un rincn y, medio muerto,esper.

    Era un familiar que se apresuraba. Pas rpidamente con una tenaza en la mano, la cogulla baja,terrible, y desapareci. El rabino, casi suspendidas las funciones vitales, estuvo cerca de una hora sinpoder iniciar un movimiento. El temor de una nueva serie de tormentos, si lo apresaban, lo hizo pensaren volver a su calabozo. Pero la vieja esperanza le murmuraba en el alma ese divino tal vez, quereconforta en las peores circunstancias. Un milagro lo favoreca. Cmo dudar? Sigui, pues,arrastrndose hacia la evasin posible. Extenuado de dolores y de hambre, temblando de angustia,avanzaba. El corredor pareca alargarse misteriosamente. l no acababa de avanzar; miraba siempre lasombra lejana, donde deba existir una salida salvadora.

    De nuevo resonaron unos pasos, pero esta vez ms lentos y ms sombros. Las figuras blancas y negras,los largos sombreros de bordes redondos, de dos inquisidores, emergieron de lejos en la penumbra.Hablaban en voz baja y parecan discutir algo muy importante, porque las manos accionaban conviveza.

    Ya cerca, los dos inquisidores se detuvieron bajo la lmpara, sin duda por un azar de la discusin. Unode ellos, escuchando a su interlocutor, se puso a mirar al rabino. Bajo esta incomprensible mirada, elrabino crey que las tenazas mordan todava su propia carne; muy pronto volvera a ser una llaga y ungrito.

    Desfalleciente, sin poder respirar, las pupilas temblorosas, se estremeca bajo el roce espinoso de laropa. Pero, cosa a la vez extraa y natural: los ojos del inquisidor eran los de un hombreprofundamente preocupado de lo que iba a responder, absorto en las palabras que escuchaba; estabanfijos y miraban al judo, sin verlo.

    Al cabo de unos minutos los dos siniestros discutidores continuaron su camino a pasos lentos, siempre

    hablando en voz baja, hacia la encrucijada de donde vena el rabino. No lo haban visto. Esta ideaatraves su cerebro: No me ven porque estoy muerto? Sobre las rodillas, sobre las manos, sobre elvientre, prosigui su dolorosa fuga, y acab por entrar en la parte oscura del espantoso corredor.

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    De pronto sinti fro sobre las manos que apoyaba en el enlosado; el fro vena de una rendija bajo unapuerta hacia cuyo marco convergan los dos muros. Sinti en todo su ser como un vrtigo de esperanza.Examin la puerta de arriba abajo, sin poder distinguirla bien, a causa de la oscuridad que la rodeaba.Tent: Nada de cerrojos ni cerraduras. Un picaporte! Se levant. El picaporte cedi bajo su mano y lasilenciosa puerta gir.

    La puerta se abra sobre jardines, bajo una noche de estrellas. En plena primavera, la libertad y lavida. Los jardines daban al campo, que se prolongaba hacia la sierra, en el horizonte. Ah estaba lasalvacin. Oh, huir! Correra toda la noche, bajo esos bosques de limoneros, cuyas fragancias lobuscaban. Una vez en las montaas, estara a salvo. Respir el aire sagrado, el viento lo reanim, suspulmones resucitaban. Y para bendecir otra vez a su Dios, que le acordaba esta misericordia, extendilos brazos, levantando los ojos al firmamento. Fue un xtasis.

    Entonces crey ver la sombra de sus brazos retornando sobre l mismo; crey sentir que esos brazos desombra lo rodeaban, lo envolvan, y tiernamente lo opriman contra su pecho. Una alta figura estaba,en efecto, junto a la suya. Confiado, baj la mirada hacia esta figura, y se qued jadeante,enloquecido, los ojos sombros, hinchadas las mejillas y balbuceando de espanto. Estaba en brazos delGran Inquisidor, del venerable Pedro Args, que lo contemplaba, llenos los ojos de lgrimas y con el

    aire del pastor que encuentra la oveja descarriada.

    Mientras el rabino, los ojos sombros bajo las pupilas, jadeaba de angustia en los brazos del Inquisidor yadivinaba confusamente que todas las fases de la jornada no eran ms que un suplicio previsto, el de laesperanza, el sombro sacerdote, con un acento de reproche conmovedor y la vista consternada, lemurmuraba al odo, con una voz debilitada por los ayunos:

    -Cmo, hijo mo! En vsperas, tal vez, de la salvacin, queras abandonarnos?

    EDUARDO GALEANOLA ESPERANZA

    ... para m, la esperanza es una cosa que tengo cuando medespierto, que pierdo en el desayuno, que recupero cuando reciboel sol en la calle y que, despus de caminar un rato, se me vuelvea caer por algn agujero del bolsillo.

    Y me digo: "Dnde qued la esperanza?". Y la busco y no laencuentro. Y entonces, aguzando el odo, la escucho ah, croandocomo un sapito minsculo ,llamndome desde todos los pastos.

    La tengo, la vuelvo a perder. A veces duermo con ella y a vecesduermo solo. Pero yo nunca tuve una esperanza de receta,comprada en una tienda de corte y confeccin, una esperanzadogmtica. Es una esperanza viva y, por lo tanto, no slo est asalvo de la duda, sino que se alimenta de la duda.

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    EDUARDO GALEANOOJAL SEAMOS DIGNOS DE LA DESESPERADA ESPERANZA.

    Ojal podamos tener el coraje de estar solos y la valenta de arriesgarnos a estar juntos,porque de nada sirve un diente fuera de la boca, ni un dedo fuera de la mano.

    Ojal podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos rdenes que humillan nuestraconciencia o violan nuestro sentido comn.

    Ojal podamos merecer que nos llamen locos, como han sido llamadas locas las Madres dePlaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a olvidar en los tiempos

    de la amnesia obligatoria.

    Ojal podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que lacondicin humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados.

    Ojal podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las cadasy las traiciones y las derrotas, porque la historia contina, ms all de nosotros, y cuando ella

    dice adis, est diciendo: hasta luego.

    Ojal podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporneode todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca

    donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo.

    PAULO FEIRE

    PEDAGOGIA DE LA ESPERANZA

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    En este libro FREIRE reescribe la pedagoga del oprimido, reflexiona sobre ella, sus ideas,el contexto donde stas se desarrollaron y tomaron forma, tanto poltico-social comopersonal. Aclarando que no slo era vlido entonces sino que lo sigue sindolo.

    Freire pone de manifiesto la necesidad de la utopa y de la esperanza, a pesar de que elmundo en el que vivimos no se las considera tiles. Defiende que la educacin debe tratar de

    desocultar la verdad, la educacin es poltica y se defiende de los ataques recibidos por supolitizacin, poniendo al descubierto la falsa neutralidad de sus crticos.

    Habla de la esperanza como una necesidad ontolgica, lo que nos mueve, lo que nos marcauna direccin. Sin embargo, dice que aunque necesaria no es suficiente para transformar larealidad. La desesperanza nos anula y para vencerla hay que analizar el por qu de esadesesperanza. Para ello pone un ejemplo, sobre cmo los das lluviosos estaba msdeprimido. Dice que no basta slo comprender para transformar, igual que no basta slo conla esperanza. Es como cuando un obrero hace un objeto, sabe cmo ser, lo tiene en sucabeza, pero hasta que no lo hace no toma verdadera forma.

    UN FRAGMENTO SOCRATICO DE LA PEDAGOGIA DE LA ESPERANZA

    Disculpe seor-dijo uno de ellos-, que estuviramos hablando. Usted es el que puede hablarporque es el que sabe. Nosotros no.

    Muy bien-dije en respuesta a la intervencin del campesino-, acepto que yo s y ustedes nosaben. De cualquier manera, quisiera proponerles un juego que, para que funcione bien,exige de nosotros lealtad absoluta. Voy a dividir el pizarrn en dos partes, y en ellas irregistrando, de mi lado y del lado de ustedes, los goles que meteremos, yo contra ustedes yustedes contra m. El juego consiste en que cada uno le pregunte algo al otro. Si elinterrogado no sabe responder, es gol del que pregunt. Voy a empezar por hacerles unapregunta.

    En este punto, precisamente porque haba asumido el momento del grupo, el clima era msvivo que al empezar, antes del silencio.Primera pregunta:- Qu significa la mayutica socrtica?Carcajada general, y yo registr mi primer gol.- Ahora les toca a ustedes hacerme una pregunta a m- dije.Hubo unos murmullos y uno de ellos lanz una pregunta:

    - Qu es la curva de nivel?No supe responder, y registr uno a uno.- Cul es la importancia de Hegel en el pensamiento de Marx?Dos a uno.- Para qu sirve el calado del suelo?Dos a dos.- Qu es un verbo intransitivo?Tres a dos.- Qu relacin hay entre la curva de nivel y la erosin?Tres a tres.- Qu significa epistemologa?Cuatro a tres.

    - Qu es abono verde?Cuatro a cuatro.

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    Y as sucesivamente hasta que llegamos diez a diez.

    Al despedirme de ellos hice una sugerencia: Piensen en lo que ocurri aqu esta tarde.Ustedes empezaron discutiendo muy bien conmigo. En cierto momento se quedaron ensilencio y dijeron que solo yo poda hablar porque slo yo saba, y ustedes no. Hicimos unjuego sobre saberes y empatamos diez a diez. Yo saba diez cosas que ustedes no saban yustedes saban diez cosas que yo no saba. Piensen en eso.

    De regreso a casa recordaba la primera experiencia que haba tenido mucho tiempo antes enla zona de selva de Pernambuco, igual a la que ahora acababa de vivir. Despus de algunosmomentos de buen debate con un grupo de campesinos el silencio cay sobre nosotros y nosenvolvi a todos. El discurso de uno de ellos fue el mismo, la traduccin exacta del discursodel campesino chileno que haba odo en aquel atardecer.

    - Muy bien- les dije- yo s, ustedes no saben. Pero Por qu yo s y ustedes no saben?Aceptando su discurso, prepar el terreno para mi intervencin. La vivacidad brillaba en

    todos. De repente la curiosidad se encendi. La respuesta no se hizo esperar.- Usted sabe porque es doctor. Nosotros no.- Exacto. Yo soy doctor. Ustedes no. Pero, Por qu yo soy doctor y ustedes no?- Porque fue a la escuela, ha ledo, estudiado, y nosotros no.- Y por qu fui a la escuela?- Porque su padre pudo mandarlo a la escuela, y el nuestro no.- Y por qu los padres de ustedes no pudieron mandarlos a la escuela?- Porque eran campesinos como nosotros.- Y qu es ser campesino?- Es no tener educacin ni propiedades, trabajar de sol a sol sin tener derechos ni esperanzade un da mejor.- Y por qu al campesino le falta todo eso?

    - Porque as lo quiere Dios.- Y quin es Dios?- Es el Padre de todos nosotros.- Y quin es padre aqu en esta reunin?Casi todos, levantando la mano, dijeron que lo eran.Mirando a todo el grupo en silencio, me fij en uno de ellos y le pregunt:- Cuntos hijostienes?- Tres.- Seras capaz de sacrificar a dos de ellos, sometindolos a sufrimientos, para que el terceroestudiara y se diera buena vida en Recife? Seras capaz de amar as?- No!- Y si t, hombre de carne y hueso, no eres capaz de cometer tamaa injusticia, Cmo esposible entender que la haga Dios? Ser de veras Dios quien hace esas cosas?Un silencio diferente, completamente diferente del anterior, un silencio en que empezaba acompartirse algo. Y a continuacin:- No. No es Dios quien hace todo eso. Es el patrn!

    Posiblemente aquellos campesinos estaban, por primera vez, intentando el esfuerzo desuperar la relacin que en la Pedagoga del oprimido llam de adherencia del oprimido alopresor, para, tomando distancia de l, ubicarlo fuera de s, como dira Fann.La falta total de sentido sera que despus del silencio que interrumpi bruscamente nuestrodilogo yo hubiera pronunciado un discurso tradicional, con frases hechas, vaco,intolerante.

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    JORGE LUIS BORGES (1926)EL TAMAO DE MI ESPERANZA

    Hay un libro mo bastante bochornoso llamado El tamao de mi esperanza. He pasado buenaparte de mi vida quemando ejemplares de ese libro y he llegado a pagar sumasverdaderamente altas por ellos. Cuando est muerto alguien desenterrar ese libro y dir quees lo mejor que yo haya escrito.

    Este libro tambin contiene fragmentos de gran calidad, sobre todo cuando el joven escritorse propone reflexionar sobre la funcionalidad misma del lenguaje potico y afirma, entreotras cosas que

    [...] los sustantivos se los inventamos a la realidad. Palpamos un redondel, vemos unmontoncito de luz color de madrugada, un cosquilleo nos alegra la boca, y mentimos que esas

    tres cosas heterogneas son una sola y que se llama naranja. [...] Todo sustantivo esabreviatura. En lugar de contar fro, filoso, hiriente, inquebrantable, brillador, puntiagudo,enunciamos pual; en sustitucin de alejamiento de sol y profesin de sombra, decimosatardecer. (pp. 52-53).