10 palabras clave sobre símbolos del cristianismo

SÍMBOLOS DEL CRISTIANISMOCasiano Floristán

Aceite

Agua

Asamblea

Biblia

Comida

Cruz

Fiesta

Luz

Reino

Templo

El cristianismo es una religiónprofética preñada de simbolismo. Poruna parte, posee la fuerza escudriña-dora e incisiva de la Palabra de Dios;por otra, sus pilares son los sacra-mentos, símbolos por antonomasia.A su vez, cada uno de los sacramentoslleva consigo una cascada de signoscomplementarios que dan plenituda su contenido primigenio. Inclusola palabra, que da origen a todo yprecede a todo, se despliega en laBiblia a través de imágenes, metáforas,comparaciones, analogías y alegorías,pero especialmente mediante relatossimbólicos.

El autor ha elegido los diez sím-bolos que se analizan en este libroporque los considera básicos en lavida cristiana. Empieza por unaconsideración sobre cada uno, dondeexamina su naturaleza y uso en lasreligiones, en la Biblia y en los dichosy refranes populares. Analiza sudimensión religiosa y sus signifi-cados. Acompaña cada símbolo conun texto bíblico pertinente, con uncomentario. Añade en cada uno dospoesías y sugiere canciones relativasal símbolo que pueden ayudar en lacatequesis o en la liturgia. Insinúa elmodo concreto de poner en prácticacada símbolo mediante un rito o ungesto.

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Casiano Floristán,catedrático eméritode Teología Pastoralde la UniversidadPontificia de Sala-manca, ha ejercidosu docencia desde1960 a 1997 en el

Instituto Superior de Pastoral de Ma-drid, del que fue director durante diezaños. Fue consultor del Vaticano IIy presidente de la Asociación de Teó-logos Juan XXIII. Es autor de veinti-cinco libros y de numerosos artículos.

En Verbo Divino ha publicado latrilogía Para comprender la evange-lización, Para comprender el catecume-nado y Para comprender la parroquia;Diccionario abreviado de pastoral yDiccionario abreviado de liturgia.

www.verbodivino.es

Casiano Floristán

10 palabras clavesobre símbolos del cristianismo

editorial verbo divinoAvda. Pamplona, 41

31200 Estella (Navarra)2005

Texto 10 símbolos cristianos 22/7/05 11:33 Página 3

Presentación .............................................. 7

Los símbolos cristianos................................ 11

1. El aceite, bálsamo de unción .................. 35

2. El agua, fuente de vida .......................... 59

3. La asamblea, reunión de los cristianos .... 95

4. La Biblia, libro de la palabra................. 121

5. La comida de los pobres ......................... 153

6. La señal de la cruz ................................ 183

7. La fiesta, tiempo sagrado. ....................... 211

8. La luz de la fe ....................................... 239

9. El Reino de justicia y compasión............. 263

10. El templo, casa de los cristianos ............ 293

Bibliografía general.................................... 319

Índice ....................................................... 323

Contenido


Antes de que los seres humanos descubriesenla escritura, celebrasen fiestas o erigiesen templosa la divinidad, ya se conocían los símbolos, almenos desde el neolítico. El lenguaje simbólico–persistente, ambivalente e insinuante– empezó aser empleado por los hombres para comunicarseentre sí y con la divinidad. Mediante símbolos sehace presente la realidad invisible, ilimitada yomnipresente que es Dios.

Efectivamente, desde los tiempos más remo-tos, toda religión se expresa con símbolos, y todosímbolo tiene desde su origen alguna anotaciónreligiosa. El simbolismo desempeña un papelconsiderable en la vida religiosa de la humanidad.Gracias a los símbolos, el mundo se hace trans-parente, susceptible de mostrar la trascendencia(Mircea Eliade).

En las grandes religiones no existe un objetocósmico o telúrico adorado por sí mismo. Se con-sidera sagrado porque revela la realidad última oporque participa de la misma. El objeto religiosoencarna lo sagrado, bien por su forma de ser (unacueva), bien porque es santificado mediante unrito religioso (un templo).

El cristianismo es religión profética preñadade simbolismo. Por una parte, posee la fuerzaescudriñadora e incisiva de la Palabra de Dios;por otra, sus pilares son los sacramentos, símbo-los por antonomasia. A su vez, cada uno de lossacramentos lleva consigo una cascada de signos

Presentación


complementarios, que dan plenitud a su conteni-do primigenio. Incluso la palabra, que da origena todo y precede a todo, se despliega en la Bibliaa través de imágenes, metáforas, comparaciones,analogías y alegorías, pero especialmente median-te relatos simbólicos. Así se expresó Jesús deNazaret.

El símbolo no sólo transmite un mensaje,sino que lo hace apelando a la experiencia y sen-sibilidad del oyente. Es decir, el símbolo se dirigey alcanza a la persona entera, inteligencia y senti-miento (J. Mateos). Posee en el campo religiosouna lógica diferente a la lógica de los conceptosracionales.

Los cristianos se reúnen periódicamente enasamblea, primer signo litúrgico. En el cristianis-mo es central la categoría de reino, símbolo deplenitud, causa por la que vivió, predicó, murió yresucitó Jesucristo. A lo largo de la Biblia –librofundamental cristiano– prevalece el lenguajesimbólico, y en la liturgia –que es la Biblia cele-brada– hay un despliegue inusitado de símbolos,siendo la cruz, señal de los cristianos, el principalde todos ellos.

La naturaleza es el primero de los signos yfuente de los principales, como el agua y la luz,aquí elegidos. Hay asimismo elementos elabora-dos a partir de la misma, como el pan, el vino yel aceite, imprescindibles en la comida. Por otraparte, los seres humanos, sensibles a la experien-cia religiosa, reservan espacios de tiempo sagradopara la fiesta, y lugares acotados para el templo.

Después de muchas consultas y averiguacio-nes, he elegido estos diez símbolos porque losconsidero básicos en la vida cristiana. Empiezopor una consideración sobre cada uno, dondeexamino su naturaleza y uso en las religiones, enla Biblia y en los dichos y refranes populares.Analizo su dimensión religiosa y sus significados.Acompaño cada símbolo con un texto bíblico per-tinente, con un comentario. Añado en cada uno

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dos poesías y sugiero canciones relativas al sím-bolo que pueden ayudar en la catequesis o en laliturgia. Insinúo el modo concreto de poner enpráctica cada símbolo mediante un rito o ungesto. Para los textos bíblicos utilizo La Biblia, deLa Casa de la Biblia.

Con el despliegue de estos diez símbolos mepropongo fomentar el gusto por el lenguaje sim-bólico, tan necesario en la vida, y en la vida cris-tiana. “A Dios se le encuentra en la contempla-ción más que en el razonamiento”, dijo el teólo-go ruso Evdokimov. Y para contemplar a Diosson imprescindibles los símbolos.

Presentación / 9


El hombre actual adopta ante los símbolosuna actitud de recelo, quizás por una formación–o deformación, según se mire– basada en ellenguaje técnico, la lógica nocional y el com-portamiento utilitario. Las cosas y las personas sereducen a instrumentos de medida, y se considerala realidad material como mero objeto de trabajo oinvestigación. No se percibe bien lo no mensura-ble, lo escondido, lo velado. Hay desconfianza dela experiencia que nos sobrepasa o nos trasciende.Se rechaza más o menos directamente elmundo religioso, quizá por el escaso aprecio depalabras y ritos sagrados, considerados restos deculturas y religiones primitivas sobrepasadas.

Sin embargo, la vida está preñada de símbo-los y gestos cargados de sentido. Puede decirseque entiende la vida quien posee la capacidad dedescifrarla, de desvelar su significado. Después deun tiempo en el que sólo tenía validez la realidadracionalizada, se multiplican ahora las voces afavor de las imágenes (M. Lurker). Efectivamente,se aprecia un interés creciente por el simbolismoen diversos dominios: cultural (poesía, cine, teatro,pintura, arquitectura), celebrativo (cumpleaños,jubilaciones, fiestas patronales, éxitos profesiona-les) y religioso (liturgia renovada, creatividad,dramatizaciones, procesiones), sin olvidar elinflujo de las investigaciones recientes en la his-toria de las religiones, mundo tradicionalmentesimbólico.

Los símbolos cristianos


1. La percepción simbólica

Algunos antropólogos opinan que el hombreurbano tiene una experiencia pobre respecto deciertos elementos simbólicos de la naturaleza, adiferencia del campesino, que está más inmersoen el mundo natural, aunque con menos con-ciencia refleja simbólica. El mundo de la ciudad,pragmático y utilitario, ayuda poco a simbolizar.Como contraste, abrumados por el sinsentido dela vida, necesitamos encontrar significados, desci-frar acontecimientos, leer la naturaleza y la histo-ria. En realidad, se aleja de los símbolos la personainmadura, la que vive a cien leguas de distanciade la gratuidad, el arte, la fantasía y la utopía.

Al tiempo que subsisten celebraciones reli-giosas en bautismos y primeras comuniones,bodas y funerales, procesiones y romerías, emer-gen nuevos ritos –a veces entre gente joven– queponen de relieve, de forma laica o religiosa, va-lores comunes amenazados; por ejemplo, la vida,la solidaridad, la paz, la igualdad y la libertad.Hay ritos tradicionales y ritos emergentes, a granescala o a escala reducida, participados por unpueblo entero o por asociaciones, silenciosos osonoros, festivos o austeros, diurnos o nocturnos.Pensemos en los carnavales, aniversarios, tomasde posesión, repartos de trofeos, inauguraciones ymarchas de todo tipo. No es posible vivir unacultura sin acciones rituales. Si no las hubiera, nohabría transmisión fiable de creencias, valores ycomportamientos profundos. Crecerían el des-concierto social, las neurosis, las depresiones y losconflictos.

Pero al confundir el símbolo con el signifi-cante –objeto o acción sensible que pretende sig-nificar–, queda reducido el símbolo a una cosa,cuando en realidad es una acción u operación.Por eso se dice superficialmente que los símbolosantiguos no valen y se deben crear otros nuevos.En realidad, el problema no consiste en cambiar



de significantes, sino en rescatar o reavivar signi-ficados. Es cierto que algunos significantes estánmuertos, pero no los símbolos. Por eso es urgen-te recuperar la función simbólica.

Ningún objeto es simbólico por sí mismo. Loes cuando por un consenso cultural adquiere unsignificado determinado para un grupo humano.Claro está, el significado o los significados deun significante varían según las disposiciones,deseos, saberes y experiencias de quienes partici-pan en la operación simbólica. Un buen símbolodinámicamente expresado es inagotable; tanto,que no se puede comprender de una vez parasiempre.

El gesto simbólico es en el mejor de los casosuna acción, pero apoyada, insinuada o realzadamediante ciertos elementos naturales con ca-pacidad de significar. Los significantes visibles,audibles o palpables pueden llegar a expresar rea-lidades invisibles, inaudibles o impalpables. Dehecho, cualquier cosa vale en principio para darsentido a un deseo, pero la experiencia muestraque algunos elementos naturales o artesanalestienen una mayor capacidad de significación. LaBiblia lo avala y la historia de las religiones lodemuestra.

2. Signos y símbolos

Los seres humanos nos comunicamos no sólocon palabras, sino con señales, signos y símbolosque producen impactos en los sentidos, ya quesomos seres sensibles. En un nivel inferior decomunicación está la señal, capaz de ser percibidapor un animal, válida para ciertas orientacionesprácticas, como los códigos de tráfico. Signo esun medio visual, auditivo, táctil o gustativo, nomeramente verbal, de comunicación. Es unarealidad que, al ser conocida, nos remite a otra.Es una señal que hace comprender, explica el

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sentido, nos hace “caer en cuenta” o, como diceP. Ricoeur, “da que pensar”. Nos remite a unarealidad ausente y la hace presente. Sirve paradistanciarnos de la realidad ordinaria y elevarnosa una realidad superior o más profunda.

La información se transmite según un códigoconvenido entre dos o más personas. El signopuede ser un objeto (bastón), una acción (abra-zo) o una situación (estar con el brazo levantado).Se compone de un significante (lo que es sensibleo palpable, se ve o se oye) y de un significado (larealidad evocada, que no se ve pero se transmiteo se tiene presente). El signo propone un signi-ficado de un orden distinto al significante. Larelación entre significante y significado, es decir,la significación, es en el signo arbitraria y con-vencional. Significante y significado son, pues,heterogéneos.

En cambio, en el símbolo, significante ysignificado son homogéneos. La palabra griegasímbolo designa un objeto roto en dos partes quese entregan a dos socios o amigos que hacenalianza y que, más adelante, al unirlos, se recono-cen. El símbolo logra que dos cosas se hagan unay sean una. En el símbolo, la relación entre signi-ficante y significado es natural, es decir, radica enla naturaleza misma de las cosas.

El símbolo es mediador, hace presente lo quesignifica, es medio de reconocimiento relaciona-do con algo humano decisivo, como el pecado yel perdón, la fe y la conversión, la vida y la muer-te. Simbolizar no es simplemente significar; esoperar. El símbolo es específicamente humano;por su mediación, se logra dar sentido profundoa la realidad soñada o esperada. Por eso requiereiniciación. Digámoslo con un ejemplo: la cruz esseñal, signo y símbolo. Significa el madero dondefue crucificado Jesús de Nazaret (señal), la perte-nencia religiosa a una Iglesia (signo) y el aconte-cimiento salvador (símbolo).



Para el hombre religioso, el símbolo es unfenómeno concreto, en el que la idea de lo divinoy absoluto se hace inmanente, de tal manera quese expresa con más claridad que con las palabras(M. Lurker). Debido a la energía espiritual queacarrea el símbolo, todas las culturas profundas yreligiones universales son simbólicas. Algunosentienden que el símbolo es “un signo expresivomanifiesto de la experiencia de lo trascendente”(Wisse).

3. Ritos ancestrales religiosos

Uno de los constitutivos principales de lasgrandes religiones son los ritos o acciones sagra-das, acompañadas de palabras, cuyo sujeto activoes el pueblo, bajo la dirección del sacerdote,según unas normas precisas, con el fin de entraren contacto vital con la divinidad salvadora.Estos ritos se llaman en el cristianismo sacramen-tos, término derivado de la palabra latina sacra-mentum, que significó en la cultura romana delsiglo II “compromiso”, semejante al que hacíanante el juez dos litigantes para decir la verdad. Enlas comunidades cristianas, el sacramento delbautismo era compromiso de fe, conversión eingreso en la Iglesia.

El pueblo cristiano ha practicado a lo largode muchos siglos ritos religiosos que consagransituaciones excepcionales, relacionadas con elfondo misterioso del ser humano: nacer, crecer,casarse, enfermar y morir, excelentes ocasionespara entrar en contacto con Dios. Los histo-riadores de las religiones los llaman “ritos detránsito”, correspondientes a momentos estelaresde la vida, merecedores de un gesto religioso.Antropológicamente, el bautismo consagra elnacimiento respecto a lo biológico-personal; laprimera comunión, la crianza hogareña en rela-ción a lo educativo-familiar; el casamiento por laIglesia, el compromiso de una pareja dentro de lo



afectivo-sexual; las exequias y misa de difuntos, lamuerte de un creyente y la esperanza en un másallá. Teológicamente, estos gestos tiene un signi-ficado trascendente.

Cuando son percibidos únicamente comoritos religiosos ancestrales, vagamente entendi-dos, se alejan de su significado evangélico. Seidentifican con lo mágico o supersticioso. ElConcilio lo señaló al afirmar que “el espíritu crí-tico más agudizado purifica a la vida religiosa deun concepto mágico del mundo y de residuossupersticiosos” (GS 7). La magia es un fenómenosecundario y parasitario en relación a la religión,que se pervierte por quien la practica, al intentarapoderarse con ritos del poder divino para utili-zarlo a su antojo. Con la pretensión de dominarlas fuerzas numinosas de lo sagrado, la magiaconvierte la finalidad del rito en algo causal;intenta operar por sí misma, independientemen-te de la voluntad divina, de la condición humanay de las disposiciones personales. Descansa enuna fe ciega. No suplica a la divinidad, sino que laobliga, ya que es manipuladora. Por eso la magiaes clandestina, ilícita y privada, inclinada en oca-siones al maleficio. Los usuarios de la magiaconstituyen la clientela del hechicero.

En cambio, la genuina acción simbólica cris-tiana, cuando no es mágica, opera por persuasiónrespetuosa y se dirige a la libre decisión de Dios,a quien no se le obliga, ya que es propiciación.Descansa en una fe confiada y entraña un com-portamiento evangélico. Tiene en cuenta el bene-ficio, la liberación o la salvación; es oficial ypública y, en definitiva, trascendente. No siempretranscurre la ritualidad cristiana bajo estas exi-gencias. Con frecuencia, se da un tradicionalismoconformista o un costumbrismo mágico sin fecristiana.

Los “ritos de tránsito” cristianos se convier-ten a veces en acciones mágicas o ceremonias detipo familiar y social para solemnizar momentos



importantes de la vida. Ahí se diluye el compro-miso personal e incluso salta por los aires la liber-tad. Decía el sociólogo y jurista francés GabrielLe Bras que algunos católicos sólo van a la iglesiacuando “los llevan” en brazos a bautizar, de lamano a comulgar, del bracete a casarse y en unataúd a enterrar. No “van” por su propio pie.Dicho de otro modo: van a la iglesia cuando lascampanas tocan para ellos solos, no cuandodoblan para todo el pueblo.

Los sacramentos no distinguen, de hecho, alos cristianos. Han sido administrados con facili-dad durante siglos a todo el mundo, como si elmundo fuera la cristiandad, la cristiandad fuerala Iglesia y la Iglesia el Reino de Dios. El hechoes que muchos padres de niños bautizados no sonni practicantes ni creyentes. No es extraño quesurjan ritos seudorreligiosos laicos, sustitutivosde unos sacramentos insignificantes. Los padrestienen derecho a festejar la vida, el crecimiento,el casamiento y la vida de sus hijos. Son criti-cables los bautismos y comuniones “civiles”, perodebe respetarse a quienes lo hacen sin mofa.Asimismo, son criticables los bautismos y prime-ras comuniones sin fe, como mero acto familiar osocial.

Los gestos sacramentales se han entendidosimplemente como actos integradores en unasociedad que fue cristiana o como ritos heredadosque no se pueden rechazar, so pena de quedarfunestamente señalados quienes lo intenten. ParaMarx, los ritos religiosos son “el opio del pueblo”.Freud piensa que juegan el papel de “cosas iluso-rias”, a causa de la angustia que tiene el ser huma-no ante la perspectiva de desaparecer.

Hay que reconocer que después del VaticanoII son menos virulentas las críticas a la religióncristiana, pues hay creyentes practicantes que sonpersonas cabales y respetables, dignas de admira-ción. También hay personas laicas agresivas fren-te al hecho religioso, algo inadmisible.



Los sacramentos sufren una expropiaciónevangélica cuando son relegados al ámbito oscurode lo sagrado, sin referencias adecuadas. Se re-ducen a gestos insignificantes vaciados de sentido,ritos sociales de mero cumplimiento o accionesde carácter mágico. De ahí que, alejados de laexperiencia personal, hayan perdido credibilidad.Se han devaluado.

Para que los sacramentos sean signos cristia-nos de una salvación liberadora o de una libera-ción salvadora, es menester que se celebren conuna liturgia viva, no meramente repetitiva; socia-lizadora, es decir, transformadora de ideas, valo-res y pautas de conducta; impulsora de compro-misos, ya que son pacto o alianza nueva renova-da, compromisos de fe del Reino de Dios.

4. La simbólica sacramental

Los sacramentos, en cuanto símbolos efica-ces, pretenden simbolizar y hacer presente laacción de Dios en los hombres y en el mundo,teniendo en cuenta la respuesta de los fieles aDios. Por un lado, las acciones sacramentales sonmateriales, a saber, se refieren al cuerpo (baño,unción, comida) y utilizan porciones de la crea-ción, ya sea natural (agua) o elaborada (aceite,pan y vino). Por otro lado, intentan hacer pre-sente la acción salvadora de Dios en Cristo, quese resume en la edificación de un mundo nuevoy de una nueva humanidad, es decir, en la libera-ción histórica y transhistórica.

La liturgia sacramental que pervive en el pue-blo cristiano –con sus oscilaciones y crisis– operasimbólicamente. Exige por parte de la acciónpastoral una constante renovación. Los símbolossacramentales deben significar o expresar la causade Jesús, que se identifica con la causa de Diosen cuanto causa del hombre, y con la causa delhombre en cuanto causa de Dios. La celebración



sacramental expresará una o otra faceta de Jesús,según sea la cristología que recubra el culto. Endefinitiva, se celebra con una determinada teolo-gía o, si se prefiere, con una concreta ideología.

Es evidente que algunos significados de lossímbolos sacramentales han sido desplazados.Pongamos dos ejemplos: la eucaristía era hastahace poco “banquete de ángeles”, no “comidafraterna” en el Reino; el bautismo se ha enten-dido como “limpieza del pecado original”, nocomo entrada en la comunidad cristiana. Esdecir, la reforma de la liturgia exige una revisiónde significados incompletos o inadecuados.

A pesar de definir tradicionalmente el sacra-mento como signo eficaz, apenas interesó duran-te muchas generaciones el sentido del signo, sinoque se circunscribió el interés al efecto de loeficaz. Además, no era comprensible el idioma,ya que el sacramento se administraba en latín.Tampoco tenían importancia los significantes,desgraciadamente oscurecidos. Se confundía elmisterio con la ininteligibilidad, y el signo con lacosa. Prácticamente, el sacramento no era signo,sino medio para causar la gracia.

Hoy, al recuperar el sentido del signo, peligraque se derrumbe el valor de la eficacia. Al pueblo,marginado y pobre, le han sido dados los sacra-mentos más como medios eficaces de resignaciónque como símbolos evangélicos de justicia, solida-ridad y libertad. Al encontrar la eficacia históricaen otra parte, es decir, en el campo de lo social,cultural, político y económico, el derrumbesacramental ha sido patente. De ahí el quehacerpastoral de significar evangélica y socialmente laacción sacramental.

El sacramento, aunque hunde sus raíces enla ritualidad o en el comportamiento simbólicohumano, no es rito entendido como mera rúbrica.Se ha degradado tanto el sentido del rito porintereses y formalismos que ha surgido unareacción antirritual, de carácter devastador, que



origina paradójicamente, sin proponérselo, nue-vos ritos.

Cuando la vida de la Iglesia no está preñadade sacramento liberador, el cristianismo puedeconvertirse, por vía de la doctrina, en mera ideo-logía, incluso aunque materialmente se relacionecon la Palabra de Dios. El sacramento, no lo olvi-demos, ha de simbolizar la praxis de Jesús o lasalvación de Dios en términos de liberación hoyy aquí, de cara al Reino. En consecuencia, pararescatar el significado de los sacramentos es nece-sario que nos internemos en la importancia queposee el lenguaje sacramental como lenguajesimbólico.

5. Los símbolos en la liturgia

Dado que las tres cuartas partes de la liturgiason textos bíblicos, tiene suma importancia exa-minar el papel de la Biblia en las celebraciones.Recordemos que las lenguas semíticas tienden aluso del símbolo porque desconocen las palabrasabstractas. Muchos exégetas encuentran símbolosen la Biblia a cada paso, en todos los ámbitos dela vida, que ocultan y revelan, son cambiantes yambivalentes. Giran en torno a una doble polari-dad: luz y tinieblas, verdad y mentira, nacimien-to y muerte, salvación y condenación.

La relación entre el símbolo y la palabrarecuerda la tensión entre el sacerdote y el profeta,frecuente en la Biblia. Pero no hay que extremar-la, pues el profeta no se sirve sólo de palabras,sino que recurre a las acciones simbólicas.Símbolo y palabra se complementan en la Bibliay en la liturgia. Los Padres de la Iglesia descu-brieron analogías entre los ritos cristianos y losacontecimientos bíblicos.

La celebración cristiana es una acción simbó-lica compuesta de gestos (con el pan y el vino, elagua, el aceite, las luces, la cruz, etc.) y palabras



(lecturas, cantos, oraciones, homilía, monicio-nes) para comunicarnos entre sí y con Dios. Losgestos empleados en el culto cristiano procedende la herencia cultural y religiosa humana, enri-quecida y transmitida por el judaísmo y lasEscrituras. Sirven para expresar lo invisible; porejemplo, el amor de Dios, la salvación de Jesu-cristo y la esperanza del Reino en su plenitud.

Los símbolos están en la celebración para unira los creyentes, recordar la memoria de Jesús, hacerpresente al Dios cristiano e impulsar el compro-miso. Son imprescindibles en la liturgia, donde seactualiza el recuerdo y se anticipa el futuro.

La Palabra de Dios es insustituible en la litur-gia, pero insuficiente; ha de entremezclarse oencarnarse en las palabras de los hermanos. Aunasí, hay un peligro grande de racionalización. Sonnecesarios unos gestos, extraídos de la vidahumana por vía cultural y cargados de significa-ción cristiana por la Escritura, la tradición y laliturgia, que sean al mismo tiempo perceptiblescomo símbolos por el hombre actual. Su signifi-cación última no es inmediata, y su percepciónprofunda es imposible sin la fe y la conversión.

Se ha dicho repetidas veces que la liturgiaposconciliar ha desarrollado ampliamente la ver-balidad o parte hablada, sin dar suficiente relievea la gestualidad o parte corporal tangible. A losumo, se ha relacionado el cuerpo con la rúbrica.El cuerpo sigue estando bajo sospecha, a pesar dela encarnación del Verbo y de la comunión sacra-mental de los creyentes entre sí y con Dios.Hemos olvidado que la corporeidad es esencialen la liturgia. Los sacramentos –signos y gestos–tienen que ver, de una u otra manera, con elcuerpo.

La celebración es sensible, ya que nos comu-nicamos por los sentidos. Para lograrlo, incorpo-ramos ciertos elementos de la naturaleza (el agua)o artesanales (el pan, el vino y el aceite) paraexpresar unas acciones corporales (el baño, la



unción y la comida). Es decir, un signo se con-vierte en gesto simbólico o rito cuando lo in-corporamos. Evidentemente, el gesto no es meroapoyo de la palabra, ya que tiene su propia lógicay autonomía. Es un lenguaje diferente al de lapalabra, a la que a veces suple y en muchas oca-siones refuerza.

Hay que rescatar la confianza de los creyen-tes en los símbolos, suprimidos algunos apresura-damente porque se creía que no expresaban nadao significaban mal. Hemos llegado a una verba-lización de la liturgia con el resultado de ser ex-cesivamente letrada, teniendo en cuenta que elpueblo iletrado apenas puede participar. Hemoshecho una liturgia moralizadora, a pesar de quela nueva ética social es mejor que la antigua. Lahemos usado como plataforma de evangelizaciónu ocasión de compromiso, sin descubrir su capa-cidad doxológica.

Rescatar la fuerza de los símbolos exige quelos tomemos en serio. Muchas veces, en la liturgiareducimos la materia empleada a unos mínimos,que no favorecen la simbolización para que seanbien percibidos. Así, el baño bautismal, quesignifica inmersión, se reduce a derramar con unaconcha un poco de agua sobre la cabeza de lacriatura. Jesucristo dijo “toda y comed”, perohemos transformado la comida o el convite en lacomunión de una hostia blanca y delgada, con lapreocupación increíble, hasta hace poco tiempo,de que no la tocasen los dientes. Celebramos laeucaristía en un templo que no es refectorio ysobre un altar que no es mesa. Nuestros gestos nocorresponden a los gestos originales, con todo supoder evocativo. En ocasiones, son ritos vacíos.

Además, hay una especie de guerra declaradaa lo ceremonial, a la solemnidad, a lo convenidoy a lo convencional. Pero al mismo tiempo surgecon nuevos bríos un aprecio por lo festivo y lopopular, uno de cuyos componentes es el com-portamiento ritual. Es cierto que la vida cristiana



no consiste en celebrar ritos. El Concilio lo dijocon toda claridad: “La sagrada liturgia no agotatoda la actividad de la Iglesia” (SC 9). Olvidamosque la vida cristiana es la misma vida humanasignificada o simbolizada sacramentalmente,desde la inserción de Dios en el ser humano através del sacramento primordial de Dios, que esJesucristo.

Para ciertos símbolos utilizamos elementoscósmicos y elementos agrícolas. Los pertenecien-tes al cosmos tiene validez cultural en cualquiertiempo y lugar, aunque sus significados puedenentenderse de maneras distintas; por ejemplo, elfuego, el agua, la comida, la piedra. Los pertene-cientes al reino vegetal tienen un significado vin-culado al lugar donde se producen; por ejemplo,el pan de trigo y el vino de uva en la eucaristía.

6. La corporeidad en la liturgia

a) Posturas corporales

El primer nivel de actitud corporal en laliturgia se traduce en diversas posturas del cuerpoque ayudan a celebrar y a orar. Estar de pie es laactitud de la persona libre y redimida que esperay confía. En muchas culturas, indica respetohacia los otros. En la asamblea litúrgica, es gestode resurrección. Significa dignidad y prontitud.Con esta actitud escuchamos el evangelio, reza-mos, profesamos la fe y nos unimos a las oracio-nes del presidente. Estar sentados equivale a unaactitud de recepción, escucha y diálogo. El obis-po celebrante preside sentado desde su cátedra,que significa silla. El gesto de arrodillarse, unidoa la oración, equivale a homenaje y súplica.Solamente nos postramos ante un ser superior. Esun gesto de humildad, penitencia y adoración.Quien lo hace reconoce su debilidad personal y lagrandeza de Dios. Nos arrodillamos para confe-sar los pecados y para adorar la cruz.



Junto a estas tres posturas corporales funda-mentales se da también en la liturgia la actitud deinclinarse, como gesto de súplica. El celebrante seinclina ante el altar. La reverencia expresa respe-to. El gesto de postrarse o de yacer sobre el sueloes excepcional. Ocurre en la ordenación de unobispo, sacerdote, diácono o abad y en la consa-gración de vírgenes, mientras se convocan a lossantos en las letanías como testigos de lo que sehace. Al postrarse, la persona se iguala con latierra, con su humus, y acata a Dios; se hace hu-milde. Renuncia a su voluntad y se entrega a unservicio o ministerio.

Las manos tienen gran relieve en la liturgia.Precisamente al elevarlas expresan el diálogo conDios. Es un signo tradicional de atención y deescucha. Es actitud de oración. Los golpes depecho son gestos de arrepentimiento y humildad,mediante los cuales se reconoce la propia culpa.Se hace este gesto al recitar en el acto de reconci-liación de la eucaristía el “yo confieso”. Para sig-nificar el recogimiento se cruzan las manos en elpecho. Cuando las palmas de las manos se unen,expresan una súplica, y, si los dedos se entrelazan,indican compenetración.

b) Los cinco sentidos

La convicción de que el ser humano estádotado de cinco sentidos es un logro de las cul-turas primitivas basadas en comprobacionesempíricas y cifras simbólicas. Cinco son los dedosde una mano, los libros del Pentateuco, las llagasde Cristo y las columnas de la piedad islámica.Los cinco sentidos simbolizan la quintaesenciadel ser humano y del creyente. La cuaresmaprimitiva, actualizada por el Vaticano II, tiene encuenta en la iniciación a la vida cristiana laapertura de los cinco sentidos: vista, oído, olfato,gusto y tacto.



Sentido significa percepción y orientación.Con los cinco sentidos captamos la naturaleza yla historia, nos comunicamos con los demás, vivi-mos la experiencia personal y nos dirigimos enuna dirección. Sin embargo, algunos van por lavida a tientas y a locas, sin sentido o con los sen-tidos embotados. Otros, por el contrario, tienenadmirablemente despiertos tres sentidos profun-dos: el sentido común, el de la vida y el de Dios.Desplegar los cinco sentidos es ir por la vida conatención y cuidado. Tienen razón los pedagogosal recomendarnos que vivamos con los cincosentidos la andadura de nuestra existencia.

El primer sentido que despierta en el reciénnacido es el gusto, ya que el hambre y la sed sonnecesidades apremiantes primordiales. Comer ybeber es alimentarse, convivir con amigos o her-manos, compartir sentimientos comunes y feste-jar un convite fraterno. La comida, signo naturalde la fraternidad, es el acto por el que se mantie-ne la vida. Abarca intimidad, celebración y fiesta.La comida entre amigos o hermanos es acto decomunidad que simboliza la solidaridad del serhumano con el mundo, los hermanos y Dios.Dar de comer al hambriento y de beber al sedien-to son obras de misericordia y signos primacialesde caridad; ahí se encuentra Dios. Mediante elgusto se percibe el sabor de la comida. Recorde-mos que “sabor” y “saber” proceden de la palabra“sabiduría”, percibida de dos modos: como ali-mento y como conocimiento.

La vista sirve para examinar los contornos dela realidad, medir distancias y distinguir lo cla-roscuro de la vida. Al echar la mirada nos comu-nicamos con los demás y expresamos nuestrossentimientos. A menudo nos acordamos más delo que vimos en una fiesta, por ejemplo, que de loque oímos. La contrapartida de la visión es laceguera, que puede significar obcecación, cerra-zón. El ojo “malvado” –dice la Biblia– equivale aenvidia, avidez, ambición. La mirada limpia tiene



relación con la transparencia y la fe. Ver con ojosde fe equivale a creer, a convertirse. Al final de lostiempos, los creyentes “de corazón puro” verán aDios.

El tacto ayuda a tocar, palpar, contactar, aca-riciar. Su instrumento es la mano. Sirve para des-cubrir la realidad material, la existencia, la vida.Tiene que ver con el beso, el abrazo, el amor.Antes de entrar en comunión con Dios entramosen contacto con los hermanos. A la hora demorir, el enfermo grave se despide de los suyoscon el tacto, con un contacto de manos.

Con el oído escuchamos palabras y sonidos,cuentos y teatro, canciones y música. Necesi-tamos abrir los oídos atentamente para percibirlos gritos humanos y los susurros de Dios. Enmuchas ocasiones, no sólo no escuchamos, sinoque nos tapamos los oídos cuando no queremosoír cuatro verdades. En relación con el oído estála boca, que sirve para comer, besar y hablar. Sufunción más noble es pronunciar palabras degratitud, amor y esperanza. Sirve para respondera lo escuchado, dialogar con todos, hablar desdela experiencia y transmitir convicciones.

Al gusto, primer sentido, se añade el olfato.El buen olor tiene relación con el perfume queacompaña a unciones sagradas, lugares propiciosde acogida y personas que atraen por su aroma.Mediante el buen olor apreciamos el lugar perfu-mado donde nos reunimos, olor que nos ayuda arevivir experiencias anteriores tenidas en unacelebración. Con esta finalidad emanan en laliturgia olores procedentes del incienso, las floresy los cirios encendidos.

Los cinco sentidos se despliegan en la celebra-ción eucarística. Usamos la boca para proclamar,responder y rezar. Abrimos el oído para escucharla Palabra de Dios. Vemos colores, símbolos, ges-tos y acciones que rememoran las maravillas de lacreación y de la recreación. Nos sentimos comoen una nube cuando el incienso oloroso asciende



como oración. Y nos comunicamos con un apre-tón de manos, un beso o un abrazo la paz, queresume el deseo más universal y profundo quetiene como reto el ser humano. Celebrar es vivirespiritualmente “con los cinco sentidos”.

c) La suspensión del gesto: el silencio

El silencio forma parte de la comunicaciónhumana: es casi la mitad de nuestro lenguaje.Efectivamente, la persona es comunicación,comunión. Uno vale en la medida en que escapaz de relacionarse con los otros, con las cosas,consigo mismo, con Dios. Vale, asimismo, en lamedida en que sabe guardar silencio. Antes dehablar con los demás, es necesario cavilar consigomismo en silencio. Desde el silencio brota lapalabra, la comunicación, la comunión.

El ser humano, locuaz y taciturno, puedehablar y callar. La soledad se entrelaza con lacomunicación, el retiro con el bullicio, y el silen-cio con la palabra. Los grandes creadores demúsica, poesía, pintura y mística son maestrosdel silencio creativo. El silencio es atención,acogida e interiorización; exige suspender todogesto, palabra o rito. Al mismo tiempo, es fuentey cima de todo lenguaje. El silencio engendra lapalabra y el gesto. No se manifiesta cuando seagotan las palabras, sino que constituye elcomienzo de toda palabra. Sin el silencio, lapalabra no tiene pleno sentido.

El silencio no es mutismo. El silencio abre larevelación, y el mutismo la cierra; el silencio daque pensar, y el mutismo agosta el pensamiento;el silencio es progreso, y el mutismo retroceso; elsilencio no es tiempo muerto, sino voz interior.El silencio, por ejemplo, del minuto de silencioes lenguaje colectivo, ceremonia secular, rito demasas sacudidas interiormente, clamor públicoque exterioriza lo que se vive dentro.



En la Biblia hay al menos siete términosdistintos para expresar los diferentes silencios.Están, entre otros, el de la noche, el desierto, elcaos y la muerte. El silencio precede a la palabra,la interrumpe y la prolonga. “Cuando un silencioapacible lo envolvía todo, y la noche llegaba a lamitad de su veloz carrera, tu omnipotente pala-bra fue lanzada desde el cielo, desde el trono real”(Sab 18,14-15).

Según el monacato antiguo, el silencio es unagran ceremonia, un constitutivo esencial de laliturgia. Se dirige hacia el interior de uno mismopara meditar y hacia el exterior para escuchar.Sirve para que la Palabra de Dios y sus exigenciasy dulzuras penetren profundamente. Los templosejercen un doble función: servir como lugares decelebración y ofrecer espacios de silencio.

No debe confundirse en la liturgia el silenciocon el intervalo. El silencio forma parte de lacelebración, es uno de sus elementos estructura-les. En el culto hay silencios de recogimiento,apropiación, meditación, adoración. Se guardasilencio en el acto penitencial, antes de la oraciónprimera o colecta, al acabar la homilía y despuésde la comunión. “El silencio es condición prime-ra de toda acción sagrada” (Romano Guardini).

Cuando hay silencio puede haber recogi-miento, meditación, apertura hacia Dios y hacialos hermanos. Hay silencios elocuentes antes dehablar, silencios intencionados durante la mani-festación de la palabra y silencios significativoscuando concluye la palabra. En la sonoridad delsilencio encuentra el ser humano el hondón de supropia intimidad. Donde mayor es el misterio,más grande es el silencio y mejor penetra elEspíritu, que habla en el silencio de la noche. Elsilencio no se construye; se guarda.

Aunque no es fácil precisar cuándo se guar-dó por primera vez un minuto de silencio, suimplantación entre nosotros es relativamentereciente. Probablemente tuvo lugar en la déca-



da de los setenta, época de secularización.Efectivamente, el minuto de silencio es un ritosecularizado. Antes, en su lugar y en similarescircunstancias, se rezaba un padrenuestro o unresponso.

La muerte de una o de varias personas a causade una catástrofe natural o de un acto terroristaes el motivo principal del minuto de silencio. Lamuerte produce llanto, angustia, rebelión o ple-garia en los allegados y amigos del difunto. Loscristianos convertimos el silencio en plegaria Esimpensable un minuto de silencio a solas. Elminuto de silencio es público, breve, intencio-nado, rememorativo, elocuente. Un “silenciosonoro”, del que habló poéticamente san Juan dela Cruz.

Si la persona o las personas por las que seguarda silencio murieron a causa de un accidenteo una catástrofe, el minuto es relativamentetenso, pero tolerable. La tensión crece cuando seguarda un minuto de silencio por quienes hanmuerto de un modo violento e injusto, a saber,cuando han sido vilmente asesinados en un actoterrorista. El silencio es entonces sepulcral, reli-gioso, trascendente. Entonces, cuando las pala-bras sobran o no llegan, se hace silencio.

La duración del minuto de silencio es corta;a veces, no llega ni a un minuto. Sin embargo, esun espacio intensamente sentido. El silencio seguarda de pie, en actitud de personas libres, conlos pies firmes en el suelo y la cabeza recogida. Elsilencio que dura un minuto se dirige hacia elinterior de uno mismo y hacia los que acaban demorir, con cuyas familias nos unimos en unmismo sentimiento.

El silencio de ese minuto es intencionado,perturbador y provocativo. A través de la sonori-dad del silencio se encuentra uno consigo mismo.Para escuchar el mensaje del silencio es necesariohacer silencio, guardar un minuto de silencio.



d) La danza religiosa

Un caso particular del gesto con el cuerpo esla danza, cuyo origen es sagrado. En algunas reli-giones antiguas, el sacrificio y la danza son expre-siones cultuales destacadas. Las danzas ritualesintentan establecer una comunicación entre elcielo y la tierra. En las celebraciones judías, sonexpresión de alegría y de agradecimiento, mani-festación de vida espiritual.

A pesar de esta herencia, la Iglesia fue contra-ria a la danza durante mucho tiempo, en granparte por el ejemplo de Herodías cuando, despuésde bailar su hija ante Herodes, le pidió que lecortasen la cabeza a Juan Bautista (Mt 14,3-12).Se consideraba la danza demoníaca. Los Padresde la Iglesia Juan Crisóstomo, Ambrosio deMilán y Clemente de Alejandría la consideraronexpresión del paganismo. Los Concilios deAuxerre (573/603) y de Würzburg (1298) la con-denaron en la liturgia. Sin embargo, permaneció–a veces macabra, con el tema de la muerte–durante la Edad Media. Excepciones notablesfueron el baile de los seises en Sevilla, aprobadopor una bula papal de 1439, y la procesión deEchternach, que mantuvo sus antiguos ritmos bai-lables. Pero la danza nunca formó parte de la litur-gia. Precisamente en la época en la que la Iglesiafavoreció la creación en la arquitectura, pintura ymúsica, la danza fue descartada.

Actualmente se plantea la posibilidad deincluirla en algunas liturgias. Romano Guardiniacentuó la corporeidad del ser humano, y HugoRahner interpretó la liturgia como juego y danza.Hoy se intenta recuperar la danza en la liturgia,al descubrir la importancia de la corporeidadfrente a la “logolatría” (J. Baumgartner).

Naturalmente, esta pretensión tiene sus difi-cultades. La primera obedece a que la danza vaunida a cultos y culturas primitivas. Parece algoexótico. La segunda proviene de la incapacidad



del pueblo para llevarla a cabo, por falta de cos-tumbre y creatividad. En Occidente se ha per-dido el sentido popular de la danza. La terceradificultad procede de la escasa posibilidad deejecutarla: habría que contar con profesionales dela danza, ajenos quizá al sentir de la liturgia.

En todo caso, la danza es especialmente sig-nificativa en las liturgias africanas, latinoamerica-nas y orientales. Hay danzas litúrgicas de aclama-ción, gloria, ofertorio, comunión, homenaje yadoración. El misal romano para las diócesis deZaire admite la danza rítmica. “En algunos pue-blos –señala la instrucción Varietatis ligitimae– elcanto se acompaña espontáneamente con batirde manos, balanceos rítmicos o movimientos dedanza de los participantes. Tales formas de expre-sión corporal pueden tener lugar en las accioneslitúrgicas de esos pueblos, a condición de quesean siempre expresión de una verdadera ycomún oración de adoración, de alabanza, deofrenda o de súplica y no un simple espectáculo”(n. 42).

En estas últimas décadas se percibe clara-mente el ascenso de una cultura secular del cuer-po, al que se le rejuvenece y cuida mediante ejer-cicios físicos, dietas, baños y perfumes. Esta cul-tura, basada en el placer y el ocio, con ser unlogro importante, tiene el peligro de que sereduzca sólo a cultivo corporal, sin que se prestesuficiente atención a la totalidad de la persona. ElVaticano II se hizo eco de esta preocupacióncuando dijo: “Uno en cuerpo y alma, el serhumano, por su misma condición corporal,reúne en sí los elementos del mundo material, detal modo que, por medio de él, éstos alcanzan sucima y elevan la voz para la libre alabanza delCreador” (GS 14). Precisamente la acción litúrgi-ca se desarrolla con la incorporación del cuerpo.El gesto pretende no tanto hacer ver cuanto sen-tir. Semejante a un movimiento exterior por elque expresamos nuestro sentimiento, damos más



fuerza a la palabra o nos cohesionamos mejor engrupo. Todo el cuerpo está presente en cada gestolitúrgico incorporado a la celebración.

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