1ª Jornadas Regionales de Patrimonio Industrial 14, 15 y...

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1 1ª Jornadas Regionales de Patrimonio Industrial “Voces y signos de un pasado vivo en nuestro presente” 14, 15 y 16 de noviembre de 2012. EJE I.- Patrimonio Industrial, Tiempo y Espacio. a) Memoria e Historia. Identidad Cultural “Lugares de memoria y prácticas de patrimonialización en Comodoro Rivadavia entre 1983 y 2012: Conflictos, dilemas y tensiones de una sociedad local de heterogénea constitución sociocultural y de integración reciente” Autor: Daniel Cabral Marques (Gehiso/ UNPSJB UNPA). Introducción: En las últimas décadas ha cobrado impulso en el escenario internacional el significado del patrimonio y la multiplicación de los “lugares de memoria” como evidencia de un renovado interés de diversos grupos sociales por apropiarse de una historia que exprese de mejor modo sus necesidades culturales y sus particularidades identitarias. Estas expresiones, que algunos han definido metafóricamente como un “plus o inflación de memoria y patrimonio”, implican una nueva forma de relacionarse con el pasado, “privatizando” en cierto modo toda mirada hacia la historia en función de las coyunturas de un presente que pareciera urgir a los individuos y a los grupos sociales a la búsqueda de nuevos sentidos para sostener su existencia. La necesidad por la apropiación de rasgos y símbolos del pasado en vistas a la construcción de “puntos de anclaje” ha sido, desde siempre, una necesidad recurrente de las sociedades humanas, pero pareciera adquirir un sesgo inédito en estos tiempos de transformación de la mano de las complejas “crisis de sentido” propias de nuestro mundo. De hecho, esta suerte de volatilidad del tiempo, de los valores, de las tradiciones y de las prácticas culturales que ha instalado el mundo de la globalización, ha generado la fuerte necesidad de un retorno a aquellos objetos, relatos y actividades que aparecen como fuentes de identidad, en un intento por asegurar la vigencia de símbolos que liguen la experiencia con el pasado y otorguen profundidad a la memoria. En la ciudad de Comodoro Rivadavia estos procesos pueden percibirse claramente desde la restauración democrática en 1983, pero han cobrado una fuerza inusitada desde los años 90’ como expresión de las rupturas devenidas de la privatización de YPF, de los impactos locales de las políticas nacionales y de las variables repercusiones de las coyunturas internacionales en torno al precio del petróleo. En esta ponencia se realizan algunas consideraciones sobre estas dinámicas, explorando los conflictos, dilemas y tensiones que atraviesan a una sociedad local de heterogénea constitución sociocultural y caracterizada por una reciente e inacabada integración como territorio bajo la administración y regulación del Estado municipal.

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1ª Jornadas Regionales de Patrimonio Industrial

“Voces y signos de un pasado vivo en nuestro presente”

14, 15 y 16 de noviembre de 2012.

EJE I.- Patrimonio Industrial, Tiempo y Espacio. a) Memoria e Historia. Identidad Cultural

“Lugares de memoria y prácticas de patrimonialización en Comodoro Rivadavia entre 1983 y

2012: Conflictos, dilemas y tensiones de una sociedad local de heterogénea constitución

sociocultural y de integración reciente”

Autor: Daniel Cabral Marques (Gehiso/ UNPSJB – UNPA).

Introducción:

En las últimas décadas ha cobrado impulso en el escenario internacional el significado del

patrimonio y la multiplicación de los “lugares de memoria” como evidencia de un renovado interés

de diversos grupos sociales por apropiarse de una historia que exprese de mejor modo sus

necesidades culturales y sus particularidades identitarias. Estas expresiones, que algunos han

definido metafóricamente como un “plus o inflación de memoria y patrimonio”, implican una nueva

forma de relacionarse con el pasado, “privatizando” en cierto modo toda mirada hacia la historia en

función de las coyunturas de un presente que pareciera urgir a los individuos y a los grupos sociales a

la búsqueda de nuevos sentidos para sostener su existencia. La necesidad por la apropiación de

rasgos y símbolos del pasado en vistas a la construcción de “puntos de anclaje” ha sido, desde

siempre, una necesidad recurrente de las sociedades humanas, pero pareciera adquirir un sesgo

inédito en estos tiempos de transformación de la mano de las complejas “crisis de sentido” propias de

nuestro mundo. De hecho, esta suerte de volatilidad del tiempo, de los valores, de las tradiciones y de

las prácticas culturales que ha instalado el mundo de la globalización, ha generado la fuerte

necesidad de un retorno a aquellos objetos, relatos y actividades que aparecen como fuentes de

identidad, en un intento por asegurar la vigencia de símbolos que liguen la experiencia con el pasado

y otorguen profundidad a la memoria.

En la ciudad de Comodoro Rivadavia estos procesos pueden percibirse claramente desde la

restauración democrática en 1983, pero han cobrado una fuerza inusitada desde los años 90’ como

expresión de las rupturas devenidas de la privatización de YPF, de los impactos locales de las

políticas nacionales y de las variables repercusiones de las coyunturas internacionales en torno al

precio del petróleo. En esta ponencia se realizan algunas consideraciones sobre estas dinámicas,

explorando los conflictos, dilemas y tensiones que atraviesan a una sociedad local de heterogénea

constitución sociocultural y caracterizada por una reciente e inacabada integración como territorio

bajo la administración y regulación del Estado municipal.

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1. La revalorización del patrimonio y el culto a la memoria como indicios de la crisis del

presente

A lo largo de los últimos años, han aparecido un conjunto de planteos que desde el ámbito

académico y desde la más amplia producción intelectual, sostienen que en el contexto del fin de

milenio, y ante la emergencia de una supuesta “aceleración de la historia”1, se ha instalado en

diversas sociedades un fuerte proceso de revalorización del patrimonio y un frenesí por el culto a la

memoria. Tales manifestaciones van de la mano de lo que algunos sociólogos han definido como un

“mundo desbocado”, cuyo extremo dinamismo reduce significativamente todas las secuencias

temporales, tornando complejo el proceso de sedimentación de la memoria e instalando sobre los

individuos una suerte de flotación permanente en donde todo cambia tan rápidamente que casi no

puede ser vivenciado e incorporado a un “continuun temporal”.2

Frente a la fragmentación y a la imposibilidad de gobernar el dinamismo contemporáneo, se

ha instalado -con mucha fuerza desde los años 70- una tendencia definida a la revalorización del

pasado y a poner en un lugar de privilegio a los objetos e imágenes que están asociadas con ese

pasado. Desde fines de los años 70 se reproducen en Europa y América un conjunto de

conmemoraciones y aniversarios que “celebran” el pasado y que están directamente asociados con

una nueva preocupación por el pasado. Esta necesidad de recurrir al pasado se ha ejercido desde el

ámbito de lo público, con un fuerte impulso desde los organismos del Estado, pero también y con

una fuerza singular desde las organizaciones y agrupamientos de la propia sociedad civil. Esta

presencia de la sociedad en lo que se ha definido como el “boom del patrimonio” ha impulsado la

redefinición y expansión del término patrimonio, popularizando el fenómeno y dándole un alcance

mucho más amplio que aquel que propone la dimensión oficial. Esta suerte de expansión del

significado del patrimonio y de multiplicación de los “lugares de memoria” evidencia un renovado

interés de diversos grupos sociales por apropiarse de una historia que exprese de mejor modo que la

“historia y la memoria oficiales” sus necesidades culturales y sus particularidades identitarias.3 Estas

1 Entendemos por “aceleración de la historia” siguiendo a autores como David Harvey , Paul Virilio y Marc Augé al

proceso que cruza a la mayor parte de las sociedades contemporáneas, y que se evidencia en una suerte de estrechamiento

del planeta fruto de la cada vez más rápida circulación de los flujos de la globalización. Este proceso tiene un impacto

directo sobre los modos de concebir el espacio, el tiempo, y el cambio histórico, tornando muy vaga la frontera entre

presente y pasado, al punto de crear permanentemente la idea de que la actualidad crea su propio pasado. Para mayores

referencias sobre el particular ver David Harvey: La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes

del cambio cultural, Amorrortu, Buenos Aires, 1998; Paul Virilio: El arte del motor, Manatial, Buenos Aires, 1996 y

Marc Augé: Hacia una antropología de los mundos contemporáneos, Gedisa, Barcelona, 1995. 2 Antonhy Giddens: Modernidad e identidad del yo, Península, Barcelona, 1995 (pág. 28). 3 Pierre Nora (Ed.): Les lieux de la mémoire. Tomos 1, 2 y 3. Gallimard. París. 1984-1992. Estos mismos planteos

pueden encontrarse en otros autores que profundizan la mirada sobre algún aspecto particular de este fenómeno. En el

campo de los estudios específicos sobre el patrimonio, los museos y las nuevas manifestaciones del valor del pasado se

destacan los trabajos de Josep Ballart: El Patrimonio histórico y arqueológico. Valor y uso. Ariel. Barcelona. 1997 y

Llorens Prats: Antropología y patrimonio. Ariel. Barcelona. 1997. En cuanto a las vinculaciones entre memoria e

historia son referencia obligada los trabajos de Michael Pollak y Tzvetan Todorov. Planteos similares aparecen en los

textos de Néstor García Canclini, Mónica Lacarrieu o Rubens Bayardo, en el marco de sus estudios sobre los impactos de

la globalización y la mundialización cultural sobre las identidades y las políticas culturales del contexto latinoamericano.

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expresiones, que algunos han definido metafóricamente como un “plus o inflación de memoria y

patrimonio”4, implican una nueva forma de relacionarse con el pasado, “privatizando” en cierto

modo toda mirada hacia la historia en función de las coyunturas de un presente que pareciera urgir a

los individuos y a los grupos sociales a la búsqueda de nuevos sentidos para sostener su existencia.

La necesidad por la apropiación de rasgos y símbolos del pasado en vistas a la construcción de

“puntos de anclaje”, ha sido desde siempre una necesidad recurrente de las sociedades humanas, pero

pareciera adquirir un sesgo inédito en estos tiempos de transformación de la mano de las complejas

“crisis de sentido” propias del fin del milenio. Según la mayor parte de los autores que han explorado

estas manifestaciones, el renovado interés por las instituciones fundamentales (la familia, las

comunidades donde predominan las relaciones primarias) y la búsqueda de raíces históricas, son

signos de la necesidad por formalizar vínculos más seguros y de valores más duraderos frente a un

mundo cambiante e imprevisible.5 De hecho, esta suerte de volatilidad del tiempo, de los valores, de

las tradiciones y de las prácticas culturales que ha instalado el mundo de la globalización, ha

generado la fuerte necesidad de un retorno a aquellos objetos, relatos y actividades que aparecen

como fuentes de identidad, en un intento por asegurar la vigencia de símbolos que liguen la

experiencia con el pasado y otorguen profundidad a la memoria.6 Este constituye uno de los

fenómenos contemporáneos de mayor profundidad y proyección, en un momento en que la misma

noción de continuidad histórica pareciera flaquear frente al cambio masivo y angustiante que impulsa

una sociedad cada vez más impersonal, más consumista, y pragmática.

En este marco, el pasado pareciera tornarse un “lenitivo”, una válvula de seguridad para

construir certezas y bases de apoyo. La memoria, la reivindicación del patrimonio personal o

colectivo, actúan entonces como ingredientes sustanciales para edificar sensaciones de pertenencia,

para cimentar nociones de continuidad entre la experiencia presente y el paso del tiempo.7 En gran

medida, la tendencia contemporánea a la revitalización del pasado se explicaría por la “eficacia

simbólica”8 que este pasado posee para resocializar al individuo, para reinsertarlo en un conjunto

cultural, construyendo puentes de conexión con la comunidad y afianzando sentidos de identidad

frente a las incertidumbres y rupturas que establecen las sociedades “presentistas” de nuestro

tiempo.9 En efecto, el “presentismo” supone la reducción de la experiencia a una serie de presentes

4 Mónica Lacarrieu: “Los dilemas sociales del patrimonio y las identidades. Usos, inflación o hiperinflación de historia?.

X International Oral History Conference. Río de Janeiro, Brasil. 14-18 de Junio de 1998. 5 David Harvey: ob. cit. (pág. 323). 6 David Harvey: ob. cit. (pág. 323) y Josep Ballart: ob. cit (pág. 36-41). 7 D., Lowenthal: The past is a Foreing Country, Cambridge University Press, Cambridge, New York, 1985; y W. Lipe:

“Value and meaning in cultural resources”, H. Cleere (de.): Approaches to the archaeological heritage, Cambridge

University Press, Cambridge, New York, 1984; citados en Josep Ballart: ob. cit (pág. 37-38). 8 Entendemos por “eficacia simbólica” a la capacidad que posee un objeto o bien cultural para expresar y representar de

una forma sintética y emocionalmente efectiva aspectos de una determinada identidad. La eficacia simbólica depende de

muchos factores, entre los cuales se destacan la contextualización de los símbolos en prácticas y discursos y el nivel de

consenso de que gocen referentes y significados. (Llorens Prats: ob. cit., págs. 29-33). 9 Suele definirse al “presentismo” como a uno de los rasgos más evidentes de las sociedades del fin del milenio. Su

manifestación más notoria es la tendencia a tornar absoluto al instante y a la actualidad. Se trataría de una noción

totalizadora del presente que trata de suprimir el paso del tiempo y de eternizar el momento. Según ciertas

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puros y desvinculados, en los que el mundo pierde su profundidad. A través del “presentismo” se

postula la cancelación del futuro, la desarticulación de toda perspectiva asociada al porvenir y se

utiliza a la historia como “depósito” del presente, es decir que puede recurrirse al pasado para entrar

allí y arrebatar todos los fragmentos necesarios para rearticularlos a voluntad en la actualidad.10

Ante esta realidad, el disponer de un pasado con un fuerte sentido de continuidad, y el poder

compartir los símbolos de ese pasado con otros miembros de la comunidad, otorga al individuo una

fuerte contención afectiva y cultural, permitiéndole acceder a recursos para la búsqueda de la

trascendencia en una colectividad. En este sentido, la nostalgia se transforma en vehículo de

definición de identidades, “localizando” a la historia frente a la universalización de los sistemas

culturales que implica la mundialización.11 De este modo, la construcción de “lugares de memoria” y

la instauración de prácticas de conmemoración desde los diversos planos sociales, actúa también

como baluarte frente a la igualación y la uniformidad que propone el mercado global. Así, el

enraizamiento del individuo y su grupo aparecen como estrategias de defensa ante la posibilidad de

la disolución.

En los contextos locales, estas prácticas son observadas a través de las denominadas

“microactivaciones patrimoniales”12, caracterizadas por la participación de distintos actores sociales

bajo el formato del voluntariado o semivoluntariado, cuyos objetivos están asociados a la necesidad

de reconstituir vínculos comunitarios en torno a valores y símbolos del pasado. La distinción entre

“microactivaciones” y “macroactivaciones” patrimoniales resulta de una propuesta desarrollada por

Llorens Prats para el análisis de las tendencias predominantes en la intervención social sobre el

patrimonio en el escenario contemporáneo. El criterio de lo “macro” se corresponde –según esta

visión- con las activaciones patrimoniales sostenidas por los gobiernos nacionales, regionales o los

grandes municipios, y/o patrocinadas con frecuencia por grandes empresas, o fundaciones, y que a

veces llegan a alcanzar una cierta autonomía o capacidad de autogestión como empresas

patrimoniales. El criterio de lo “micro” se corresponde fundamentalmente con iniciativas locales o interpretaciones, esta eternización del presente, que en gran medida es impulsada por la “economía mediática” y por los

“flujos informacionales” de la globalización, aparece de la mano de la crisis de la modernidad y se erige como refugio

frente a la incertidumbre y la angustia que supone toda aproximación a un futuro que es percibido como profundamente

negativo. Para mayores referencias ver Francois Hartog: “Le Temps Desorienté. Temps et histoire. Comment écrire

l’histoire de France?”’, Annales, Histoire, Sciences sociales, Nro. 6, 1995, (pp. 1219-1236); y “Time, History and the

writing of history: the Order of time”. KVHAA Konferenser, 37: (95-113), Stockhlom, 1996. 10 David Harvey: ob. ci. (págs. 71-72). 11 Según los planteos de autores como A. Giddens uno de los fenómenos simbólicos más relevantes en las sociedades del

fin de milenio es aquel vinculado a la “deslocalización o desenclavamiento de la historia”. Por este fenómeno Giddens

entiende el proceso por el cual la aceleración de la universalización extrae las relaciones sociales de los contextos locales

de interacción. De este modo, lo local, anclaje básico del pasado en el presente, pierde entidad y sustancia y con él el

pasado que lo sustenta. Así, desenganchada de la tradición la vida moderna se vuelca a crear una nueva tradición

totalizadora (o podríamos decir globalizadora) a partir de un pasado “normalizado”. Como reacción a esta dinámica

distintos fragmentos sociales intentan “anclar” nuevamente el pasado y la tradición al territorio, a través de diversas

activaciones patrimoniales (reactivación de museos sociales, promoción de conjuntos históricos y/o artísticos,

recuperación de tradiciones, etc.) que buscan ejercer una doble misión, responder a los anhelos de la comunidad de

recuperación de las señas de identidad y mostrar hacia el exterior los rasgos distintivos de la comunidad, sus valores y su

historia. Antonhy Giddens: ob. cit. (págs. 30-31) y Josep Ballart: ob. cit. (pág. 162-164 y 232). 12 Llorens Prats: ob. cit (págs. 73-92).

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comarcales, promovidas por ayuntamientos, pequeños municipios o por agentes locales. Estas

iniciativas suelen tener un bajo nivel de capitalización y se sostienen básicamente por el

acompañamiento comunitario y el interés local en la preservación de determinados símbolos del

pasado.

En algunos casos estas actividades son el soporte para la salvaguarda de elementos

significativos para la dinámica sociocultural de la región y tienen una directa incidencia en la

promoción económica de un sector de la población en función de su vinculación con el turismo, el

ocio, o la producción de bienes culturales de distinto tipo (artesanías, comidas típicas, “souvenirs”,

etc.) para el consumo del público visitante. Los museos locales y comarcales, los yacimientos

arqueológicos, los pequeños museos temáticos, la reconversión de instalaciones industriales o

preindustriales, los pequeños sitios asociados a la producción artística o a la tradición histórica de la

localidad, las ferias y eventos de conmemoración, son entre otras muchas, las formas que adquieren

este tipo de activaciones.13 La revalorización de la cultura industrial y de los bienes y símbolos

ligados a ella en distintos ámbitos puede asociarse sin duda a esta dinámica. La modificación de los

“mundos de vida” ligados a la experiencia de las fábricas, el desmantelamiento o desactivación de

tendidos ferroviarios o el fin de ciclo de experiencias extractivas (mineras, gasíferas,

hidrocarburíferas, entre otras) constituyen evidencia de una ruptura en el devenir histórico que suele

impulsar a las comunidades a la activación de referentes patrimoniales como íconos de salvaguarda

de expresiones de la propia identidad colectiva.

2. La revitalización de los orígenes: eventos simbólicos y patrimonialización del pasado en la

ciudad de Comodoro Rivadavia

A. Los años 80: La instalación de la problemática patrimonial en la agenda pública local

La ciudad de Comodoro Rivadavia joven en su constitución como espacio institucional

integrado posee características socio-históricas que la tornan compleja por definición pero no por eso

reductible a interpretaciones superficiales o estereotipadas. De hecho estamos ante un espacio social

modelado por la diversidad y la multiculturalidad de su tejido comunitario, por la existencia de

distintas formas identitarias que se vinculan con la existencia previa de pequeñas ciudades (o

campamentos en términos de los propios actores) orientadas por distintas entidades (empresas

petroleras, Ferrocarril estatal, Consejo Municipal) y en donde interactuaban flujos migratorios de

definida heterogeneidad.

En efecto, la existencia de la actividad petrolera como epicentro del crecimiento de la

economía local desde 1907 fue interviniendo de modo directo o indirecto en el devenir de todas esas

comunidades generando ciclos de expansión y de retracción que alentaron la llegada y la salida de

amplios conjuntos de población “flotante”, de residencia provisoria y sin vinculación con el lugar.

13 Llorens Prats: ob. cit. (pág. 75).

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Estas coyunturas alentaron juicios apresurados que a partir de la consideración de estos grupos

móviles trasladaron la “transitoriedad” y el “desarraigo” como características constitutivas de todas

las comunidades locales perdiendo de vista la riqueza cultural e institucional establecida en el

territorio como símbolo de vitales identidades societarias.14

De hecho, lo que hoy conocemos como ciudad de Comodoro Rivadavia con uno de los ejidos

municipales más extensos del país constituyó, durante casi setenta años, un conjunto de

asentamientos dispersos ligados a diferentes mecanismos de autoridad y a distintas normativas de

regulación del orden social. Sería sólo a partir de los primeros años de la década de 1970 que el

Municipio de Comodoro Rivadavia iría absorbiendo dentro de su jurisdicción a los barrios y

campamentos de la “zona norte” proceso que se completaría recién sobre los inicios de los años 80.

Esta “municipalización tardía” de toda una enorme franja territorial situada hacia el norte del Cerro

Chenque ha tenido, y aún tiene, consecuencias sociales evidentes en las dificultades que posee el

gobierno comunal para generar políticas de articulación de la ciudad e incluir a las viejas

localizaciones petroleras de modo efectivo en un proyecto de desarrollo colectivo que respete cada

una de sus idiosincracias. En cada una de esas localizaciones históricas que dieron origen a la ciudad

la existencia de múltiples grupos socioculturales fue otorgando un carácter fuertemente multicultural

a cada una de eses comunidades imprimiendo una riqueza, no exenta de tensiones y de fuertes

barreras de prejuicio y discriminación, a toda la región.

Por ende, no es posible proyectarnos hacia el pasado pensando que la ciudad estuvo siempre

vinculada a un formato unitario desde lo institucional, ni que existe una forma homogénea o única de

“ser comodorense”. Justamente lo que caracteriza históricamente a lo que hoy definimos como

Comodoro Rivadavia es su diversidad (de valores socio-culturales, de tradiciones político-

institucionales, de identificación con sectores de la ciudad y no con el todo) y cualquier intento de

“sintetizar lo múltiple” resultaría un esfuerzo vano y establecido en el desconocimiento de la propia

historia. Esta singularidad de lo local tiene y ha tenido claras proyecciones en los procesos de

activación y legitimación patrimonial con incidencia también en las formas particulares de

revalorización del patrimonio industrial.

Desde el punto de vista del desarrollo de políticas patrimoniales el ámbito de lo que

actualmente es la ciudad de Comodoro Rivadavia tuvo escasos antecedentes de relevancia previos a

la restauración democrática de 1983. En la primera mitad del siglo XX la política de

“monumentalización” con la localización de bustos y estatuas ecuestres de figuras simbólicas de la

identidad nacional (José de San Martín, Manuel Belgrano, Bernardino Rivadavia) fue una de las

acciones más difundidas en ese sentido en todo el territorio, con expresiones particulares

mayoritariamente concentradas en el Pueblo de Comodoro Rivadavia, en el Yacimiento Fiscal o en

el Campamento Central del Ferrocarril Estatal Comodoro Rivadavia-Sarmiento. Esta tendencia se

profundizó en la segunda mitad del siglo XX con la renovación del elenco iconográfico y la

14 Para mayores referencias ver Marques, Daniel y Palma Godoy, Mario: Comodoro Rivadavia en tiempos de cambio,

una propuesta para la revalorización de nuestras identidades culturales, Ediciones Proyección Patagónica, Comodoro

Rivadavia, 1993.

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instauración de discursos evocativos en torno a nuevas figuras elevadas al panteón nacional (Enrique

Mosconi, Eva Perón, Juan Domingo Perón, Francisco Pietrobelli). Sin embargo fue en el período de

la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia (1944-1955) cuando se avanzó de modo más

sostenido en la “patrimonialización” de bienes del pasado local-regional con la concreción del

Museo Regional Patagónico (1948), el impulso a la organización de la Biblioteca Pública (1946), la

creación del Instituto Superior de Estudios Patagónicos (1948) y la construcción de un edificio para

albergar las diversas manifestaciones culturales de la región sobre tierras ganadas al mar en el centro

de la localidad.

Pero fue el retorno a la democracia en 1983 el que motorizó uno de los primeros antecedentes

institucionales significativos en la definición de políticas patrimoniales a través de la creación oficial

en 1985 de la Comisión Evaluadora del Patrimonio Histórico, Natural y Cultural de la Ciudad, que

actuaría desde entonces como asesora de la Corporación Municipal en estas temáticas. Esta entidad,

integrada por un miembro de la Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco”, un

miembro del Departamento Ejecutivo, un miembro de S.A.C.O.R.I. y un miembro del C.P.I.A.A.,

tenía entre sus funciones constitutivas “evaluar el grado de relevancia de edificios, espacios

urbanos, áreas de parques o naturales, tanto en sus valores intrínsecos como en su significación

dentro del entorno urbano o natural inmediato”.15 En la misma orientación su actividad incluía

analizar las modificaciones propuestas sobre sitios patrimoniales a fin de establecer su factibilidad y

formar un banco de datos en el que se incorporen aquellos edificios, espacios urbanos área de

parques o naturales, que por su naturaleza, características, historia o importancia en la vida de la

ciudad, sean pasibles de ser considerados parte del patrimonio local. Además, se propiciaba la

coordinación de acciones tendientes a la difusión de la importancia de la preservación de hechos

construidos o naturales de significación y su aporte en la historia e identidad de la cuidad y a la

interrelación con otros organismos Municipales, Provinciales, Nacionales e Internacionales a efectos

de llevar a cabo propuestas o estudios conjuntos.16 Esta entidad conocida originalmente como

“Comisión de Rescate Histórico”17 impulsó durante los primeros años de funcionamiento la

recuperación y preservación edilicia de de lugares históricos con formato público localizados

generalmente en el casco céntrico de la ciudad. Esta tendencia a la revalorización de edificios

emblemáticos de Comodoro Rivadavia (Escuela Nro. 24-83, Comando de la XI Brigada, Correo

Central, Ex Estación de Ferrocarril, entre otros) marcó la pauta de un ejercicio inicial de

patrimonialización por parte del Municipio y sus instituciones. En el año 1989, la comisión realizó su

primera evaluación a través del Dictamen Nro. 1, en el cual se designó una serie de edificios, sitios y

objetos de interés patrimonial. En este listado aparece, como recurrente la tendencia a la valorización

de bienes asociados al patrimonio arquitectónico con un énfasis particular en elementos del viejo

casco céntrico de la ciudad (El histórico “Pueblo” de Comodoro Rivadavia) y con muy escasas

referencias a otras áreas del ejido o a la recuperación de sitios históricos con carácter de integralidad.

15 Ordenanza Municipal Nº 2625/85, Municipalidad de Comodoro Rivadavia. 16 Ordenanza Municipal Nº 2625/85, Municipalidad de Comodoro Rivadavia. 17 Municipalidad de Comodoro Rivadavia: Cinco años de cultura para la democracia, 1989.

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La tendencia a la institucionalización de la problemática patrimonial se amplió

sustancialmente a partir de 1989 con la sanción de la Carta Orgánica Municipal de la ciudad que

incorporó, por primera vez a las políticas patrimoniales dentro de la esfera de gestión del municipio.

En efecto, este documento constitutivo de la vida pública de la localidad estableció en su texto que

“las riquezas artísticas e históricas, así como el paisaje natural, cualquiera sea su propietario,

forman parte del patrimonio cultural de la ciudad y estarán bajo la tutela de la Corporación

Municipal”.18 Desde esa perspectiva se postulaba la necesidad de organizar un registro de la riqueza

artística e histórica de la ciudad que asegurara su custodia y atendiera a su conservación. 19

Finalmente se definía que el Estado Municipal debía propender al “rescate, protección, desarrollo

del patrimonio cultural y el resguardo de los valores intrínsecos de la cultura aborigen”. 20 Como

entidad institucionalmente abocada a estos fines se propugnaba la creación de un Instituto (Consejo

Permanente de Planificación de la Comunidad Organizada) entre cuyas finalidades se incluía la

custodia del patrimonio histórico de la comunidad, la responsabilidad en la gestión del Archivo

Histórico de la ciudad, el resguardo del Museo y biblioteca municipal.21

Como un dato significativo de esta década debe destacarse la ampliación de la oferta

museística de la ciudad con la creación por parte de las autoridades de YPF del Museo Nacional del

Petróleo en 1987. Este Museo de sitio que incluye la localización del histórico pozo Nro. 2 en el que

se descubrió el petróleo representa, desde entonces, uno de los museos de ciencias y tecnología más

importantes del mundo en la temática hifrocarburífera. En la historia de la museología local, el

Museo del Petróleo vino a ampliar la escasa visibilidad que hasta ese momento tenía este tipo de

instituciones en la ciudad, con la sola presencia del Museo Regional Patagónico “Antonio Garcés”,

creado en 1948, durante el período de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia y que tuvo

una trayectoria errática a lo largo de sus seis décadas de desenvolvimiento institucional. 22 El Museo

del Petróleo organizado inicialmente como un museo de empresa vino a cerrar una iniciativa que,

impulsada también por algunos funcionarios municipales, intentaba “patrimonializar” los barrios,

campamentos e instalaciones asociadas con la historia del petróleo estatal en la localidad con el

aporte y colaboración de las empresas del sector.23 La nueva entidad con su muestra exterior e

interior vino a marcar de modo ostensible un proceso inicial de revalorización histórico-cultural del

patrimonio industrial asociado a la actividad petrolera en toda la región, avanzando en un proceso

18 Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1989), Artículo 19. Inciso 9. 19 Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1989), Artículo 19. Inciso 9. 20 Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1989), Artículo 19. Inciso 12. 21 Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1989), Artículo 216. 22 Una clara expresión de esa situación fue la política de relocalización que atravesó el Museo desde su punto original de

establecimiento en el edificio previsto para esos fines por la Gobernación Militar (hoy Edificio de Tribunales) hasta su

actual emplazamiento en el histórico edificio de los baños públicos del centro de la ciudad refuncionalizado para el

nuevo uso. 23 De hecho existieron gestiones y proyectos iniciados por la Municipalidad local para constituir áreas museísticas a

campo abierto en distintos sectores de la ciudad que reflejaran la historia de la explotación del recurso en la región.

Además se impulsó sin que llegara a concretarse la definición de algunas localizaciones originadas en campamentos

petroleros como “muestras vivientes”, tal fue el caso del Barrio Diadema Argentina. Municipalidad de Comodoro

Rivadavia: Cinco años de cultura para la democracia, 1989.

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que se completó con la creación también en 1987 del Museo Paleontológico y Petrolero de Astra en

Km. 20. Ambos Museos fueron afectados directamente en los años 90 por los cambios en las

políticas empresariales de las estructuras institucionales que les habían dado origen (Privatización de

YPF, Modificaciones en el Directorio de Astra) paralizando y poniendo en riesgo por muchos años

su continuidad.

B. Los años 90: la búsqueda de alternativas frente a la ruptura traumática de un orden

previsible

Los años 90 estuvieron signados en la vida colectiva de la ciudad por la profunda crisis del

modelo sociocultural vertebrado por la explotación petrolera que había sido desarrollada

históricamente desde el Estado Nacional. La reestructuración de la empresa estatal YPF

(Yacimientos Petrolíferos Fiscales) y su posterior privatización, la consecuente emergencia de

fuertes índices de desempleo y recesión económica asociadas a este proceso de transformación

fueron los signos más evidentes del profundo cambio que cruzó la vida cotidiana de la ciudad y la

región desde 1990.24 Esta coyuntura que alteró significativamente las posibilidades de reproducción

económica de la ciudad, tuvo también un efecto directo sobre el modo de vida dominante en la

localidad, propiciando sensaciones colectivas de vulnerabilidad e instaurando una profunda

percepción de ruptura y crisis en las posibilidades de sostenimiento del conjunto de la población. En

pocos años, la certeza de un horizonte de desarrollo posible y la visión de previsibilidad respecto del

futuro de la sociedad local, se trocaron en una fuerte representación ligada al imaginario de una

“ciudad fantasma”, dirigida inevitablemente hacia un punto sin retorno.25 En este clima cultural, de

evidente pesimismo y desazón se potenciaron viejos mitos latentes en el escenario simbólico de la

comunidad, que contribuían a potenciar la emergencia y que a la vez destacaban la necesidad de un

profundo replanteo en las actitudes de la sociedad frente a la crisis. Uno de estos mitos, se expresó en

la gráfica imagen del retorno de importantes contingentes de la población hacia sus lugares de

origen, en la búsqueda de mejores perspectivas de vida. De hecho, esta apelación que circuló

24 El aglomerado urbano de Comodoro Rivadavia fue uno de los más impactados en el período 1992-1995 por la

dinámica de transformación del complejo petrolero de la Cuenca del Golfo San Jorge. Al nivel de los indicadores socio-

ocupacionales, la manifestación de elevadas tasas de desocupación abierta, con la presencia de cifras que marcaban

niveles récords (14,8% para Abril/Mayo de 1993) comenzaron a erosionar el histórico imaginario social construido en

términos de la posibilidad de sostener una plena inserción laboral y social en situaciones de estabilidad y formalidad. De

estar signada como la “Capital Nacional del Petróleo”, la ciudad pasó a ser identificada por sus propios habitantes como

la “Capital Nacional de la Desocupación”, dado que en 1993 fue efectivamente la ciudad con el mayor índice de

desocupación en la Patagonia y el país. 25 La idea de una “ciudad fantasma” circuló recurrentemente entre 1992 y 1995 por los distintos medios de comunicación

de la ciudad y sus manifestaciones también eran claramente identificables en ocasión de los discursos públicos o en las

distintas evocaciones que se hicieron a lo largo del período. En el imaginario social estaba instalada la noción de que de

no revertirse el estado de cosas vigente, la ciudad se transformaría rápidamente en un páramo, siguiendo el cruel destino

que ya habían anticipado otras ciudades patagónicas afectadas también, hacia inicios de los 90, por el proceso de

privatización de empresas estatales, y cuyo símbolo más notorio era la localidad de Sierra Grande (Río Negro) atravesada

por la crisis estructural de la empresa siderúrgica HIPASAN.

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recurrentemente a través de los medios de comunicación –y que en parte respondió a situaciones

objetivas- volvía a instalar en el imaginario colectivo la visión onmipresente del “desarraigo” y de la

escasa identificación de la población con el lugar de asentamiento.26

En este marco de situación, y quizás como reacción ante el desmoronamiento de un orden al

que se creía inmutable y que había demostrado su vigencia a través de décadas, se potenciaron

ciertos procesos de identificación del individuo y de su grupo social con el propio entorno cultural y

con las tradiciones significativas ligadas al origen histórico. A partir de los 90 fueron muchos los

indicios que daban la pauta de la construcción de una nueva agenda cultural para la ciudad y la

región, en la que significativamente las tradiciones locales y la simbología relacionada con la historia

de la localidad cobraron un inusitado relieve. En cierto modo, tales prácticas fueron propiciadas

desde una dinámica sostenida desde la sociedad civil y respondieron a un intento por “elaborar la

frustración”27, a través de un proceso de fuertes activaciones patrimoniales y de la concreción de

nuevos circuitos culturales, cuyo sentido último estaba dirigido al fortalecimiento de identidades

preexistentes (recuperando para ello una memoria histórica hasta entonces latente) y a la urgencia

por crear signos y ritos que ayudaran a edificar una nueva memoria colectiva. Desde esta

perspectiva, cobraron trascendencia –entre otros- tres eventos que con el paso del tiempo se

26 La apelación al “desarraigo” fue una de las imágenes más extendidas en los discursos culturales de importantes

sectores de la población de la ciudad durante muchos años, al punto de plasmarse sucesivamente en libros y

publicaciones, y constituir tema de tratamiento recurrente en programas de radio, televisión o en notas gráficas

promovidas por los diarios de circulación local. En síntesis, la perspectiva del desarraigo, sostenía que gran parte de los

problemas y dificultades que la ciudad tenía para diseñar su propio futuro estaban asociadas a la falta de identificación y

pertenencia de los habitantes con su propio lugar. Esta negación a construir lazos de vinculación con el lugar estaba

asociada a la expectativa de los habitantes por residir sólo temporariamente en Comodoro Rivadavia a los efectos de

acumular el capital necesario que permitiera -en poco tiempo- al sujeto y a su grupo de referencia el retorno a sus lugares

de origen con el futuro asegurado. Dicha noción que solía expresarse con la simbólica imagen de que todos los habitantes

“tenían sus valijas hechas detrás de la puerta” se consolidó a lo largo de los años casi como si se tratara de un “mito”, y

que en un amplio sentido no se correspondía con las opciones o las definiciones que sobre su vinculación y

“enraizamiento” a la ciudad habían hecho amplios sectores sociales que sí habían construido lazos de pertenencia con el

territorio. El propio “mito del desarraigo” recibió un golpe mortal con la irrupción de la crisis de los años 90, dado el

fuerte impacto que esa crisis generó sobre los modos dominantes de pensar el escenario cultural de la localidad y la

región. Para mayores referencias sobre el particular desde diversos puntos de vista se recomienda ver, Lino Marcos

Budiño: Comodoro Rivadavia, sociedad enferma, Hernández editor, Buenos Aires, 1971; Miguel De Boer:

Desarraigo y depresión en Comodoro Rivadavia, Ediciones, Comodoro Rivadavia, 1993; Daniel Márques y Mario

Palma Godoy: Comodoro Rivadavia en tiempos de cambio, una propuesta para la revalorización de nuestras

identidades culturales, Ediciones Proyección Patagónica, Comodoro Rivadavia, 1993 y Daniel Márques: “Crisis de

desarrollo, identidades socioculturales y políticas municipales de cultura, un análisis desde la Patagonia Central

(1983-1999)”, inédito, 1999. 27 Algunos autores refieren para casos similares a la “museabilización de la frustración”, definida ésta como el ejercicio

de activaciones patrimoniales que aparecen en aquellas ciudades o regiones que pierden aquello que ha constituido la

base material de su desarrollo socioeconómico y que buscan a través de dichas activaciones la salvaguarda de las

identidades de referencia, y en ciertos casos hasta el sostenimiento de alternativas económicas a través de la atracción de

inversiones o la promoción turística. Cristian Bromberger le llama a este proceso “el eco de una catástrofe (la

desaparición de una actividad, el cierre de una fábrica, etc.) y una respuesta a una herida de la historia”. Christian

Brombergen: “Ethnologie, patrimoines, identités. Y a-t-il una spécificité de la situation francaise”. D. Fabre (de.):

L’Europe entre cultures et nations, Maison des Sciences de l’Homme, París, 1996 (pág. 21). Citado en Llorens Prats:

ob. cit., págs. 85-86.

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convirtieron en actividades permanentes del calendario cultural de la ciudad y que fueron concitando

el interés y el acompañamiento de un significativo número de habitantes.

El evento de mayor impacto en ese sentido es aquel desarrollado desde 1989 por la

denominada Comisión de Comunidades Extranjeras de Comodoro Rivadavia, con una secuencia de

actos articulados en torno a los festejos del Día Nacional del Inmigrante (4 de setiembre). Esta

Comisión que sumó cada vez a un número más importante de colectividades y asociaciones

extranjeras, comenzó a funcionar el 12 de Octubre de 1989 con representantes de once

organizaciones de inmigrantes28, y su convocatoria fue ampliándose año tras año hasta concentrar en

su última edición (1999) a un total de 21 instituciones organizados bajo el formato jurídico de una

Federación.29

Con un formato bastante cercano al anterior, y con inicio en la misma fecha (1989) durante

todos los meses de noviembre la autodenominada “Expo-Feria de las Provincias”, organizada por

Asociación de Provincianos integrados a la Patagonia (APAIP) y por distintos Centros de Residentes

Provincianos.30

En otro sentido, y más tardíamente (hacia 1992) comenzó a desarrollarse con epicentro en la

costanera de la ciudad la ceremonia de celebración del Aniversario de Fundación de la localidad,

conocida popularmente como “La Flor de la Esperanza”. Este acto evocativo, impulsado desde un

medio de comunicación y particularmente asociado a la figura de un comunicador social de

28 La Comisión de Comunidades Extranjeras de Comodoro Rivadavia, se constituyó formalmente el 25 de Octubre de

1989, y entre los objetivos específicos de su reglamento de funcionamiento establecía el de conservar, divulgar y difundir

las actividades y expresiones culturales de las asociaciones que la integraban, sin fines de lucro. En la primera comisión

estaban representadas la Asociación Helénica, el Centro de Residentes Chilenos, la Asociación de Residentes

Paraguayos, la Alianza Francesa, la Asociación Galesa, la Casa de Andalucía, la Asociación Portuguesa, la Asociación

Italiana, la Colectividad Arabe, la Asociación Yugoslava y la Asociación Española, sumándose breve tiempo más tarde la

participación de la colectividad polaca, búlgara, sudafricana, gallega y asturiana. Archivos Diarios Crónica y El

Patagónico, Comodoro Rivadavia, período 1989-1999. 29 Un dato relevante de este proceso es aquel vinculado con las estrategias de institucionalización que se dieron las

distintas entidades participantes de la Comisión para llegar a constituir en el lapso de diez años una Federación con

mecanismos regulatorios preestablecidos para la toma de decisiones y para la organización de las diversas actividades

que se promueven año tras año. La Federación de Comunidades Extranjeras, se rige por estatutos que fueron aprobados el

15 de junio de 1999 y que dictaminan –entre otros- los pasos a seguir para incorporar nuevas asociaciones o para renovar

el mandato de las autoridades electas. La Federación está representada por un presidente y un vicepresidente con

mandato anual y prevé el cumplimiento de tareas en distintas áreas a través de la definición de subcomisiones (cultura,

arte, prensa, protocolo, feria, etc.). Actualmente en la Federación participan más de veinte colectividades, sumándose al

grupo original entidades tales como el Centro Vasco, la Colectividad Germana, la Colectividad Checa y Eslovaca, la

Colectividad Boliviana, la Colectividad Brasileña y la Asociación Israelita. Archivos Diarios Crónica y El Patagónico,

Comodoro Rivadavia, período 1989-1999. 30 En la última edición de la “Expo-Feria de las Provincias” de los años 90 (12, 13 y 14 de noviembre de 1999)

participaron entidades representantes de las provincias del Chubut, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba,

San Juan, San Luis, Mendoza, Río Negro, Neuquén, La Pampa, Buenos Aires, Corrientes, Misiones, Salta, Jujuy y Santa

Cruz, y de los centros de residentes de Anillaco, El Puesto, Tinogasta y Belén (Catamarca). Archivos Diarios Crónica y

El Patagónico, Comodoro Rivadavia, período 1989-1999.

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trayectoria en el plano local, se lleva a cabo todos los días 23 de febrero con la participación de las

instituciones más representativas de la ciudad.31

Estos tres eventos, que hoy representan acontecimientos culturales permanentes de la

localidad, vinieron a cubrir un evidente “déficit de simbolismo” en la vida comunitaria de Comodoro

Rivadavia y la región. En efecto, la popularización de cada una de estas prácticas de conmemoración

ha permitido el ensamblaje de diversos circuitos culturales, que tendieron a confluir en la necesidad

de proveer a la sociedad de un nuevo simbolismo y de pautas definidas para el anclaje de la

pertenencia. Frente, a la turbadora manifestación de la crisis y la desorganización del mundo de

relaciones y valores sociales que supuso la transformación acelerada del aparato productivo de la

localidad, estos eventos contribuyeron a reinstalar -en cierto modo- una nueva perspectiva para la

reconstitución de vínculos societarios. En los tres eventos, las prácticas sociales de conmemoración

intentaron asignar un significado global a los acontecimientos que fueron dando sustento a la historia

de la ciudad, a través del recurso de la palabra, pero mucho más de la eficacia simbólica de los

objetos, ceremonias y representaciones que formalizan la evocación. En tal sentido, cada

manifestación pareciera estar asociada a una especie de “ilusión del pasado”, es decir a una visión

del pasado mitificada por la nostalgia y por la necesidad de encontrar en él referentes para ligar la

experiencia del presente y la posibilidad del futuro. De este modo, la activación patrimonial de

símbolos, valores, imágenes, y objetos, se realizó teniendo en cuenta no necesariamente su apego

estricto a la complejidad que supone la realidad histórica, sino y sobre todo el potencial que tales

bienes culturales poseen para expresar nuevos sentidos que garanticen la cohesión social y la

vigencia de las identidades locales. Estos eventos representaron y aún representan nuevas

modalidades de movilización local, cuyo sentido último está ligado a la necesidad de promover y

conservar las referencias colectivas en relación con un pasado al que se postula como un pasado en

común. La producción deliberada de estos eventos, como “lugares de la memoria”, reflejó el ansia

por resguardar el derecho a la historia y a la expresión cultural de los grupos que participan de estas

manifestaciones, pero a la vez indicó la urgencia por articular una nueva secuencia entre pasado -

presente y futuro que permitiera elaborar la crisis y articular un nuevo horizonte para el conjunto de

la ciudad como destino colectivo.

En el mismo contexto, la completa privatización de YPF (1989-1999), la desarticulación final

de los Ferrocarriles Estatales, la modificación en la gestión estatal del puerto y en lo general la

retirada compulsiva de la presencia del Estado Nacional en su formato empresarial marcaron la

emergencia en la ciudad de nuevos objetos patrimonializables. Por toda la ciudad, pero

particularmente en torno a la denominada “Zona Norte”, lugar de establecimiento de las

comunidades petroleras y ferroviarias viejos edificios y sitios históricos asociados a tales actividades

quedaban ahora expuestos al abandono y a la desactivación. En gran medida, referentes urbanísticos

31 En este evento participan como actores institucionales relevantes la Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas, los Centros

Tradicionalistas, la Asociación-Federación de Colectividades Extranjeras, autoridades municipales y provinciales, y

algunas empresas privadas de amplia trayectoria en la ciudad, entre otras. Archivos Diarios Crónica y El Patagónico,

Comodoro Rivadavia, período 1989-1999.

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ligados a la cultura industrial aparecían de repente como vaciados de su contenido original,

“huérfanos” de sentido institucional y expuestos a la necesidad de ser incorporados por nuevos usos

sociales y esquemas de funcionamiento. La “vieja” Proveeduría Central de YPF, las gamelas de la

empresa estatal en el Barrio General Mosconi, los talleres ferroviarios del Km. 5, las galpones del

Puerto en la costanera del centro de la ciudad, fueron algunos de los bienes que quedaron expuestos a

esta situación como expresión visible de un trauma ligado a un cambio de época. En este marco los

poderes públicos locales ponían en evidencia las dificultades para procesar en forma planificada e

integral la dinámica de la transformación. De hecho, muchos de los edificios fueron incorporados y

refuncionalizados por las estructuras del Municipio que aparecía como la única entidad con

capacidad para revitalizar los bienes edilicios disponibles en la gestión de la trama urbana. En otros

casos fue la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco o el Ministerio de Educación

Provincial quienes asumieron los nuevos roles de administración generalmente bajo la forma de

comodato. Sin embargo, y a pesar de la diversidad de situaciones imperantes en cada caso, muchos

edificios y sitios fueron afectados por una “refuncionalización oclusiva” que invisibilizaba el valor

original del bien incorporado detrás de una inercia en la intervención sobre el espacio público. En

otros casos, las instalaciones fueron simplemente abandonadas a la inercia de su autopreservación

con el riesgo de ser colocadas en el mercado como objeto de compra-venta por parte del sector

privado y ser factibles de diversas formas de intervención agresiva. Quizás uno de los casos

emblemáticos de este proceso fue la venta desde el Municipio y posterior demolición de la ex

Terminal de transportes de YPF para convertirse en un centro de culto alterando de modo

significativo el paisaje cultural de lo que fuera un área emblemática del viejo Campamento Central

de la petrolera estatal.

Quizás una excepción a este proceso fue la concreción a partir de 1995-1997 del Proyecto del

Museo Ferroportuario, aprobado en el año 1996, por el Consejo de Representantes bajo la Ordenanza

Nro. 5853/95. La propuesta define y marca pautas de protección a un área ubicada en el casco

céntrico de la ciudad, que comprende los siguientes lugares que históricamente estuvieron ligados a

la actividad del Ferrocarril Estatal Comodoro Rivadavia-Sarmiento y a la Administración de la

Dirección General del Puerto de la ciudad. Los galpones de almacenamiento, la Aduana del puerto,

la Estación del ferrocarril, la Usina y el taller del área portuaria, la locomotora y un vagón del

ferrocarril, fueron algunos de los bienes incluidos en la muestra museística que más allá de la

preservación trataba de potenciar en términos urbanísticos un área estratégica de la ciudad a la que se

evaluaba como “deprimida”. La creación del CEPTUR (Centro de Exposición y Promoción

Turística) y la sanción de una ordenanza con claros criterios de sustentabilidad de los bienes

patrimoniales integrados al sitio (Normativas sobre intervenciones legales, edilicias y urbanas al

patrimonio histórico del Museo Ferroportuario)32 marcaron un nuevo formato de relacionamiento

con el patrimonio industrial local-regional.

32 Ordenanza Municipal Nº 6406/97, Municipalidad de Comodoro Rivadavia.

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En este marco, en 1999, en ocasión de la reforma de la Carta Orgánica Municipal se

ampliaban las referencias sobre la intervención patrimonial al establecer como uno de los deberes de

los vecinos de la ciudad el “Conservar y proteger los intereses y el patrimonio histórico cultural de

la ciudad”.33 Al mismo tiempo el Municipio planteaba como una de sus facultades en materia de

Desarrollo Urbano el “proyectar, concertar y ejecutar acciones de renovación y preservación de

áreas y componentes del patrimonio histórico, urbano, arquitectónico, arqueológico y paisajes de

la Ciudad, y reconocer su carácter de patrimonio colectivo de la comunidad”.34 En este articulado

se enfatizaba la necesidad de valorizar los espacios representativos de la identidad de la Ciudad,

favorecen su accesibilidad social y fomentan la creación, producción y circulación de bienes

culturales, desde una perspectiva pluralista.

En ese mismo año se impulsó la Ordenanza Nº 6629-1/99 que creaba el Registro permanente

de edificios, sitios y objetos del patrimonio histórico, cultural y natural de Comodoro Rivadavia. En

este instrumento legal se determinaban los criterios de valorización de los bienes a inventariar

(histórico, estético, paisajístico, testimonial, arquitectónico, entre otros), las etapas a observar en la

dinámica de selección de los bienes como patrimonio de la ciudad (preinventario, inventario y

registro) y las prioridades a tener en cuenta al momento de la evaluación. En tal sentido se sostenía

que para el caso de los edificios y sitios, se evaluarán primero los que hayan sido construidos durante

los primeros asentamientos en la ciudad (antes de 1901) hasta 1930, posteriormente los construidos

desde 1930 hasta la conclusión de la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia en 1955 y

finalmente los definidos desde 1955.35 En el documento se planteaba la necesidad de realizar la

valoración patrimonial en dos escalas: Áreas urbanas (zonas y sitios) y edificios-monumentos,

potenciando casi por primera vez la revalorización integrada de los bienes patrimoniales en sus

respectivos contextos comunitarios y superando la tendencia dominante hasta el momento sostenida

en torno a la preservación de elementos aislados.

Los años 90 también fueron testigos del cierre de algunos de los Museos concretados en la

década anterior como sitios de preservación del patrimonio industrial. Quizás el caso más

emblemático fue el del propio Museo del Petróleo que fue desafectado del ámbito de YPF S.A.

empresa en pleno proceso de privatización al considerárselo un “activo no estratégico”. En julio de

1992 el Museo discontinuó sus actividades y se inició una conflictiva coyuntura por transferir la

entidad a otras instituciones. A partir de 11 de Agosto de 1993, la Universidad Nacional de la

Patagonia San Juan Bosco asumió la responsabilidad sobre los bienes del Museo del Petróleo, a

través de un acta de transferencia anticipada y en abril de 1997 se declaró al Museo Nacional del

Petróleo bien de interés histórico por la Ley 24 799. Sin embargo la nueva gestión desarrolló una

intervención errática sobre el bien y sus múltiples recursos básicamente por la falta de fondos para la

continuidad de las acciones y las diferencias en las formas previstas para la administración del

emprendimiento con anteriores modalidades de apoyo (Asociación Amigos del Museo). Esta

33 Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1999), Artículo 16. Inciso 4. 34 Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1999), Artículo 30. 35 Ordenanza Municipal Nº 6629-1/99, Municipalidad de Comodoro Rivadavia,

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coyuntura crítica parece haberse estabilizado en los últimos años con un nuevo impulso a la

preservación de los bienes contenidos en el Museo y una decidida política de renovación y

reactivación de las muestras museísticas. En el año 2005 una Ordenanza Municipal avanzó en

declarar como Patrimonio Histórico de la ciudad de Comodoro Rivadavia, al Museo Nacional del

Petróleo y al predio donde está asentado con su posterior incorporación al Registro permanente de

Bienes de Valor Patrimonial de la ciudad (Ordenanza Nro. 6629-1/99).

C. Los últimos años: La multiplicación de los sitios de memoria y las nuevas formas de

activación del patrimonio industrial en la ciudad.

Durante la última década Comodoro Rivadavia presenció el aumento de las iniciativas no

gubernamentales en pro de la revalorización y preservación del patrimonio histórico-cultural. En

gran medida estas acciones surgieron como reacción a la crisis sociocultural y al “vacío de

simbolismo” que atravesó el tejido social de la ciudad durante los años 90. En efecto, desde el marco

institucional de algunas Asociaciones Vecinales o desde entidades comunitarias de rescate histórico

como la Asociación “Detrás del Puente Km. 5”, se propiciaron proyectos de recuperación-

revalorización patrimonial que postularon la necesidad de consolidar nuevos sitios de memoria. La

evidente legitimidad social de estas iniciativas y su tendencia a definir esquemas de articulación con

otras instituciones de la comunidad (gubernamentales y no gubernamentales) han fortalecido su

presencia pública.

Al mismo tiempo, coyunturas históricas significativas como la conmemoración del

Centenario del descubrimiento del Petróleo, en 2007 o la estrategia gubernamental de

renacionalización de YPF en 2012, han potenciado la necesidad de revitalizar los signos de una

historia asociada directamente con la visibilidad del patrimonio industrial en la ciudad de Comodoro

Rivadavia. En esa dirección, y fruto de un trabajo en conjunto entre algunas asociaciones vecinales

(Asociación Vecinal del Barrio General Mosconi) y de la Comisión Evaluadora del Patrimonio

Histórico, Natural y Cultural de la Ciudad, se han formulado distintos dictámenes y proyectos para la

revalorización del viejo “Campamento Central de YPF” como área patrimonial integral. La misma

orientación puede evidenciarse en la salvaguarda comunitaria de algunos bienes establecidos

oficialmente como parte del patrimonio local pero que, en ocasiones, no han recibido por parte de los

gobiernos municipales un tratamiento acorde a su status de bien protegido y que incluso han estado

próximos a perder parte de su integridad original al ser concedido por las autoridades para otros usos

sociales (Es el caso emblemático del Parque General Saavedra construido por YPF hacia fines de los

años 20’ y concesionado por el Municipio al Centro de Empleados de Comercio en la última

década).

En muchos casos estas formas de activación patrimonial se han proyectado también sobre

parte de las empresas devenidas de la privatización de YPF en la década de los 90, conocidas

inicialmente como “sociedades de ex agentes”, estimulando la necesidad de preservar y difundir el

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valioso conjunto de bienes patrimoniales ligados al patrimonio industrial petrolífero. Entidades como

los Talleres Integrales Patagónicos S.A (viejo Taller Central de YPF) o SERPECOM S.R.L (sector

de instalaciones de YPF en Km. 5), entre otros, han propiciado iniciativas para el resguardo del

capital histórico contenido dentro de sus instalaciones y se han sumado a la necesidad de revalorizar

una trayectoria que hunde sus raíces en la mítica presencia anterior de la gran empresa petrolera del

Estado.

Sin embargo, y pese al creciente involucramiento comunitario en la problemática, aún son

muchas las deudas acumuladas en torno a la urgencia por recuperar y preservar el patrimonio cultural

existente en la ciudad. La dimensión histórica de la actividad petrolera estatal y privada, la presencia

ferroviaria, la impronta portuaria son algunas de las áreas con fuerte visibilidad patrimonial en la

localidad y la región que aún siguen esperando una intervención reparadora. Más allá de la

importante emergencia de “microactivaciones patrimoniales” ligadas a iniciativas promovidas por

agentes locales y con definido acompañamiento comunitario resulta imprescindible ensayar una

política de conjunto que integre las experiencias acumuladas en la gestión del espacio público y

supere las intervenciones puntuales descontextualizadas sobre los bienes histórico-culturales.

Instalaciones industriales (talleres, galpones), edificios de variado uso social (gamelas, proveedurías,

clubes, escuelas), maquinaria (locomotoras, vagones, grúas, vehículos, usinas), centros de acopio

documental, bibliotecas, áreas de histórica forestación son algunas de las expresiones específicas de

un pasado con una gran riqueza testimonial que aún evocan una fuerte eficacia simbólica al ser

signados por distintos colectivos sociales como anclajes de la memoria local.

Se abre un desafío que involucra un esfuerzo múltiple que debe ser impulsado desde un

marco interinstitucional en el que la evocación del patrimonio constituya la posibilidad de constituir

un “foro”, un ámbito de intercambio y comunicación, asociado a la premisa de que la recuperación,

preservación y divulgación de estos elementos que se nos aparecen como un “legado” pueden

contribuir a una mejor comprensión de la compleja trama histórica de nuestras comunidades. En tal

sentido, el reconocimiento de la presencia de una variedad de bienes patrimoniales o

patrimonializables, muchos de ellos ligados a la “cultura industrial” pone en evidencia la existencia

de múltiples fragmentos identitarios como basamento del escenario cultural de la ciudad de

Comodoro Rivadavia, nos ofrece un “rompecabezas de la diversidad” que nos postula el desafío de

repensar la interpretación del pasado y redefinir una agenda cultural más inclusiva en el

redescubrimiento de la particularidad de lo local.

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Municipalidad de Comodoro Rivadavia: Cinco años de cultura para la democracia, 1989.

Nora, Pierre (Ed.): Les lieux de la mémoire. Tomos 1, 2 y 3. Gallimard. París. 1984-1992.

Prats, Llorens: Antropología y patrimonio. Ariel. Barcelona. 1997.

Virilio, Paul: El arte del motor, Manatial, Buenos Aires, 1996.

Documentos citados:

Ordenanza Municipal Nº 2625/85, Municipalidad de Comodoro Rivadavia.

Ordenanza Municipal Nº 6406/97, Municipalidad de Comodoro Rivadavia.

Ordenanza Municipal Nº 6629-1/99, Municipalidad de Comodoro Rivadavia,

Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1989).

Carta Orgánica Municipal de Comodoro Rivadavia (1999).

Archivos hemerográficos:

Archivos Diarios Crónica y El Patagónico, Comodoro Rivadavia, período 1983-2012.