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Libro de cuentos para niños y niñas.

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  • Relatos y poemas para leer juntos

    Liberta y Orden Liberta y Orden

  • Primera edicin, 2011isbn: 978-958-9177-63-1

    Ministerio de Cultura Herederos de Agustn Jaramillo Londoo para El Rey de los Animales

    Herederos de Vctor Eduardo Caro para El Pollo Chiras

    Material impreso de distribucin gratuita con fines didcticos y culturales. Queda estrictamente prohibida su reproduccin total o parcial con nimo de lucro, por cualquier sistema o mtodo electrnico sin la autorizacin expresa para ello.

    Impreso en: Diciembre de 2011

    Los cuentos, poemas y fbulas que presentamos en este libro tienen como propsito hacer que los lectores, nios y grandes, adquieran el gusto por las palabras. En ellos estn expresados algunos

    de los valores que han permitido a la humanidad sobrevivir, y que son indispensables para la conservacin de la especie; adems, desarrollan la inteligencia, refinan el gusto literario, y sobre todo ofrecen informacin valiosa sobre el mundo. Aspiramos a que se diviertan leyndolos, pues creemos

    que el mejor aprendizaje es el que se obtiene sin darse cuenta, slo pasndola bien, slo jugando. Mientras ms se disfrute su lectura, ms poderosos y benficos sern los resultados.

    I v n H e r n n d e z

    EditorIvn Hernndez

    Coordinadora editorialJenny Alexandra Rodrguez

    Diseador editorialNeftal Vanegas

    Ilustrador de cubiertaDaniel Gmez

    Ilustradores del interiorDaniela Violi

    Henry GonzlezHernn Crdenas

    Jos Rosero Olga Luca Garca

    Comit EditorialJorge Orlando Melo

    William OspinaIvn Hernndez

    Moiss Melo

    Ministerio de Cultura de Colombia

    Mariana Garcs CrdobaMinistra de Cultura

    Ministerio de Educacin de Colombia

    Mara Fernanda Campo SaavedraMinistra de Educacin

  • ndice El pescador y su mujer Hermanos Grimm (Alemania 1785 - 1863 ; 1786 - 1859)Ilustrado por Olga Luca Garca ................................................................. 4

    El rey de los animalesVersin de Agustn Jaramillo Londoo (Colombia 1923 - 2010)Ilustrado por Jos Rosero .......................................................................... 11

    El gato con BotasCharles Perrault (Francia 1628 - 1703)Ilustrado por Henry Gonzlez .................................................................... 14

    De lo que pas con unos tejedores tramposos que hicieron una telaInfante don Juan Manuel (Espaa 1282 - 1349). Tomado del Libro del Conde LucanorIlustrado por Daniela Violi ........................................................................ 19

    La gallina de los huevos de oroFlix Mara de Samaniego (Espaa 1745 - 1801)Ilustrado por Hernn Crdenas .................................................................. 22

    El zagal y las ovejasFlix Mara de Samaniego Ilustrado por Hernn Crdenas .................................................................. 23

    El gato bandidoRafael Pombo (Colombia 1833 - 1912)Ilustrado por Daniela Violi ........................................................................ 24

    La perrillaJos Manuel Marroqun (Colombia 1827 - 1908)Ilustrado por Olga Luca Garca ................................................................. 26

    SonatinaRubn Daro (Nicaragua 1867 - 1916)Ilustrado por Jos Rosero .......................................................................... 28

    Esto dijo el pollo chirasVctor Eduardo Caro (Colombia 1877 - 1944)Ilustrado por Henry Gonzlez .................................................................... 30

    Cancin China en EuropaFederico Garca Lorca (Espaa 1898 - 1936)Ilustrado por Hernn Crdenas .................................................................. 32

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  • 4El pescador y su mujer Hermanos Grimm

    [Traduccin de Jos A. Viedma]

    aba una vez un pescador que viva con su mujer en una choza, a la orilla del mar. El pescador iba todos los das a echar su anzuelo; y pescaba y pescaba sin cesar.

    Un da estaba sentado junto a su caa en la ribera, contemplando el agua cristalina, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo ms profundo, y al sacarlo vio que colgaba de l un lenguado muy grande, el cual le dijo:

    Te suplico que no me quites la vida; no soy un lenguado verdadero, soy un prncipe encantado; de qu te servira matarme si mi carne no te gustara mucho? chame al agua y djame nadar.

    Bueno dijo el pescador, no tenas necesidad de hablar tanto, pues de todos modos no hara otra cosa que dejar nadar a sus anchas a un lenguado que sabe hablar.

    Lo ech al agua y el lenguado se sumergi en el fondo, dejando tras de s una larga huella de sangre.

    El pescador volvi a la choza donde estaba su mujer:

    Marido mo le dijo ella, no has cogido hoy nada?

    No contest el marido, he cogido un lenguado que me dijo que era un prncipe encantado y lo he devuelto al agua.

    No le has pedido nada para ti? replic la mujer.

    H

  • 5 No repuso el marido, y qu haba de pedirle?

    Ah! respondi la mujer, es tan triste tener que vivir siempre en una choza tan sucia y maloliente como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeita para nosotros; vuelve a la orilla y llmalo; dile que quisiramos tener una casa pequeita, con seguridad que nos la dar.

    Pero cmo! dijo el marido, y por qu he de volver? No lo has cogido, continu la mujer, y dejado nadar como

    antes? Ve corriendo. Al marido no le haca ninguna gracia pero no quera contrariar a su mujer, as que fue a la orilla del mar, y al llegar vio que el agua estaba toda amarilla y toda verde, y no tan cristalina. Se acerc y dijo:

    Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeo vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece, es preciso darle lo que se merece.

    El lenguado se acerc y le dijo: Qu quieres? Ah! repuso el hombre, hace poco que te he cogido; mi mujer

    dice que he debido pedirte algo. Est cansada de vivir en una choza; le gustara tener una casa de madera.

    Vuelve a tu casa le dijo el lenguado, pues ya la tiene.Cuando el marido volvi, su mujer no estaba ya en la choza; en su lugar haba una casa pequea, y ella estaba a la puerta sentada en un banco. Lo cogi de la mano y le dijo: Entra y mira: esto es mucho mejor.Entraron y vieron que dentro de la casa haba una bonita sala y una alcoba donde estaba su lecho, un comedor y una cocina con su tetera de cobre y estao muy reluciente, y todos los utensilios indispensables. Detrs haba un patio pequeo con gallinas y patos, y un canastillo con legumbres y frutas. Ves le dijo la mujer, qu bonito es esto? S respondi el marido, si vivimos siempre aqu, seremos

    muy felices. Ya veremos qu nos conviene, replic la mujer.Despus comieron y se acostaron. Continuaron as durante ocho o quince das, al cabo de los cuales dijo la mujer: Escucha, marido mo: esta casa es demasiado estrecha, y el

  • 6patio y el huerto son tan pequeos..! El lenguado ha debido en realidad darnos una casa mucho ms grande. Yo quisiera vivir en un palacio de piedra; ve a buscarlo; es preciso que nos d un palacio.

    Pero cmo, mujer! replic el marido, esta casa es en realidad muy buena; de qu nos servir vivir en un palacio?

    Ve dijo la mujer, el lenguado puede hacerlo, y lo har con mucho gusto. No, mujer replic el marido, el lenguado acaba de darnos esta casa; no quiero volver,

    temera importunarlo. Ve insisti la mujer, ve, te digo. El marido senta vergenza y se repeta: eso no est bien; pero, sin embargo, obedeci. Al llegar al mar, el agua estaba de color violeta y azul oscuro; no verde y amarilla como la primera vez; sin embargo, segua en calma. El pescador se acerc y dijo:

    Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeo vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece, es preciso darle lo que se merece.

    Qu quiere ahora tu mujer? pregunt el lenguado. Ah! contest el marido medio apenado, quiere vivir en un palacio grande de piedra. Vuelve a tu casa le dijo el lenguado, pues ya lo tiene.El marido regres, creyendo volver a su casita; pero cuando se acercaba, vio en su lugar un gran palacio de piedra. Su mujer, que se hallaba en lo alto de las gradas, lo cogi de la mano y le dijo: -Entra conmigo. l la sigui. El palacio tena un inmenso vestbulo, cuyas paredes eran de mrmol; a su paso, numerosos criados abran las puertas con gran estrpito; las paredes resplandecan y estaban cubiertas de hermosos tapices; las sillas y las mesas de las habitaciones eran de oro; suspendidas de los techos haba esplndidas araas de cristal, y alfombras en todas las salas y alcobas; las mesas estaban colmadas de los vinos y manjares ms exquisitos, al punto que pareca que iban a romperse bajo su peso. Detrs del palacio haba un patio muy grande, con establos para las vacas y caballerizas para los caballos y magnficos coches; haba, adems, un grande y hermoso jardn, adornado de las flores ms bellas, con rboles frutales, y por ltimo, un parque de al menos una legua, donde se vean ciervos, gamos, liebres y todo cuanto se pudiera imaginar. No es muy hermoso todo esto? dijo la mujer. Oh!, s! repuso el marido, quedmonos aqu y viviremos muy contentos. Ya lo veremos dijo la mujer, y la pareja se fue a dormir. A la maana siguiente la mujer despert primero, acababa de despuntar el da; y desde su cama vio la hermosa campia; el marido estaba apenas desperezndose, cuando ella le dio con el codo y le dijo: Marido mo, levntate y mira por la ventana; ves?, no podramos llegar a ser reyes de

    todo este pas? Corre a buscar al lenguado y dile que queremos ser reyes.

  • 7 Cmo, mujer! repuso el marido, y para qu queremos ser reyes?, yo no quiero ser rey. Pues si t no quieres ser rey replic la mujer, yo s quiero ser reina. Ve a buscar al

    lenguado y dile que quiero ser reina. Ah!, mujer insisti el marido, para qu quieres ser reina? Eso no se lo voy a decir. Y por qu no? pregunt la mujer, ve al instante; es preciso que yo sea reina. Entonces el marido se fue, pero estaba muy consternado de que su mujer quisiera ser reina. Eso no est bien, no me parece bien en realidad, se deca. No quiero ir; y sin embargo fue. Cuando lleg al mar, el agua estaba de un color gris, y suba a borbotones desde el fondo a la superficie y tena un olor ftido. El hombre se acerc y dijo:

    Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeo vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece, es preciso darle lo que se merece.

    Y qu quiere tu mujer?dijo el lenguado. Ah! contest el marido, quiere ser reina. Vuelve, que ya lo es replic el lenguado.

  • 8El marido regres, y cuando se acercaba al palacio vio que se haba hecho mucho ms grande y tena una torre muy alta decorada con magnficos adornos. A la puerta haba centinelas y una multitud de soldados con trompetas y tambores. Al entrar vio que todo era de mrmol y de oro, con tapices de terciopelo y grandes cofres de oro macizo. Se abrieron las puertas de la sala: toda la corte se hallaba reunida y su mujer estaba sentada en un elevado trono de oro y de diamantes; llevaba en la cabeza una gran corona de oro, en la mano un cetro de oro puro enriquecido de piedras preciosas, y a su lado estaban en una doble fila seis jvenes, cuyas estaturas eran tales, que cada una le llevaba la cabeza a la otra. El marido se adelant y le dijo: Ah, mujer!, con que ya eres reina? S le contest, ya soy reina. El hombre la contempl durante un rato y le dijo: Ah, mujer!, qu bueno que seas reina! Ahora no tendrs nada ms que desear! De ningn modo, marido mo le contest muy agitada, hace mucho tiempo que soy

    reina, quiero ser mucho ms. Ve a buscar al lenguado y dile que puesto que ya soy reina, necesito ser emperatriz.

    Pero, mujer! replic el marido, para qu quieres ser emperatriz? No me atrevo a pedirle eso. Yo soy reina dijo la mujer, y t eres mi marido! Ve, si ha podido hacernos reyes, tambin

    podr hacernos emperadores. Ve, te digo. El marido tuvo que ir; por el camino se sinti muy turbado y se deca a s mismo: Eso no est bien. Emperador? Es pedir demasiado, el lenguado se cansar. Al llegar al mar sus aguas estaban negras y hervan a borbotones, la espuma suba a la superficie y el viento la levantaba soplando con violencia. El hombre se estremeci, pero se acerc y dijo:

    Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeo vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece, es preciso darle lo que se merece.

    Y ahora qu es lo que quiere? dijo el lenguado.

    Ah, lenguado! le contest, mi mujer quiere ser emperatriz.

    Vuelve dijo el lenguado, lo es desde este instante.

    Volvi el marido, y se encontr con un palacio de mrmol pulido, enriquecido con estatuas de alabastro y adornado con oro. Delante de la puerta haba legiones de soldados que tocaban trompetas, timbales y tambores; en el interior del palacio los barones y los condes y los duques iban y venan en calidad de simples criados, y le abran las puertas, que eran de oro macizo. En cuanto entr, vio a su mujer sentada en un trono de oro de una sola pieza y de ms de mil pies de alto; llevaba una enorme corona de oro de cinco codos, con incrustaciones de brillantes; en una mano tena el cetro y en la otra el globo imperial; a un lado estaban sus guardias en dos filas, ms pequeos unos que otros; adems haba gigantes enormes de cien pies de altos y pequeos enanos que no eran mayores que el dedo pulgar. Delante de ella haba de pie una multitud de prncipes y de duques; el marido se acerc y le dijo:

  • 9 Mujer, ya eres emperatriz. S le contest, ya soy emperatriz. Entonces se puso delante de ella y comenz a mirarla y le pareca que vea el sol. Despus de contemplarla detenidamente, le dijo: Ah, mujer, qu buena cosa es que seas emperatriz! Pero ella permaneca tiesa, muy tiesa y no deca palabra.

    Al fin exclam el marido: Mujer, ya estars contenta, ya eres emperatriz! Qu ms puedes desear? Veremos contest la mujer. Fueron enseguida a acostarse, pero ella no estaba satisfecha; la ambicin le impeda dormir y pensaba siempre en ser todava ms. El marido durmi profundamente, haba caminado todo el da, pero la mujer no pudo descansar un momento; se volva de un lado a otro durante toda la noche, pensando siempre en ser todava ms; y no encontraba nada por qu decidirse. Sin embargo, comenz a amanecer, y cuando percibi la aurora, se incorpor un poco y mir hacia la luz, y al ver entrar por su ventana los rayos del sol... Ah! pens, por qu no he de poder mandar salir al Sol y a la Luna? Marido mo, dijo

    empujndole con el codo, despirtate, ve a buscar al lenguado; quiero ser semejante a Dios!

    El marido estaba dormido todava, pero se asust de tal manera, que se cay de la cama. Creyendo que haba odo mal, se frot los ojos y pregunt:

  • 10

    Mujer! Qu dices? Marido mo, si no puedo mandar salir al Sol y a la Luna, y si es preciso que los vea salir

    sin orden ma, no podr descansar y no tendr una hora de tranquilidad.Y al decir esto lo mir con un ceo tan horrible, que sinti que su cuerpo se baaba de un sudor fro. Ve al instante, quiero ser semejante a Dios. Ah, mujer! dijo el marido arrojndose a sus pies, el lenguado no puede hacer eso;

    ha podido muy bien hacerte reina y emperatriz, pero, te lo suplico, contntate con ser emperatriz.

    Entonces ella se ech a llorar; sus cabellos volaron en desorden alrededor de su cabeza, despedaz su cinturn y dio a su marido un puntapi gritando: No puedo, no quiero contentarme con esto; marcha al instante! El marido se visti rpidamente y ech a correr, como un insensato. Pero la tempestad se haba desencadenado y ruga furiosa; las casas y los rboles se movan; pedazos de roca rodaban por el mar, y el cielo estaba negro como la pez; tronaba, relam-pagueaba y el mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montaas, y todas llevaban en su cima una corona blanca de espuma. Se puso a gritar, pues apenas poda orse sus propias palabras:

    Tararira ondino, tararira ondino, hermoso pescado, pequeo vecino, mi pobre Isabel grita y se enfurece, es preciso darle lo que se merece.

    Qu quieres t, amigo? dijo el lenguado.

    Ah contest, ella quiere ser semejante a Dios!

    Vuelve, la encontrars en la choza.

    Y a estas horas viven all todava.

  • 11

    De lo que pas con unos tejedores tramposos que

    hicieron una telaInfante Don Juan Manuel

    ablaba una vez el conde Lucanor con Petronio, y le dijo: Petronio, un hombre vino y me cont algo muy importante, pero me dijo que no lo dijera a nadie, pues si no guardo el secreto, mis riquezas y hasta mi vida corren peligro. Cmo puedo saber si esto lo hizo por mi bien o me est engaando?

    Y Petronio le contest: Para que pienses qu hacer, te contar lo que le pas a un rey con tres tramposos que vinieron donde l. Ellos le dijeron que eran muy hbiles para hacer paos, y que podan hacer una tela que no podran ver los que no fueran de verdad hijos del padre que crean tener.

    Al Rey esto le gust mucho, pues podra saber cules de sus sbditos eran hijos del padre que crean y cules no y pens que podra quitarles a muchos sus herencias, por no ser legales. Y les entreg a los tejedores sedas, y mucho oro y plata para hacer los bordados, y les dio un palacio para que hicieran la tela, y no dej que nadie entrara a ver el trabajo hasta que lo terminaran.

    H

  • 12Y ellos armaron sus telares y comenzaron a hacerse los que trabajaban, y a los pocos das uno de ellos fue a decirle que era la tela ms hermosa del mundo, y le cont los dibujos y bordados que tena. Y el Rey, para ver si todo iba bien, mand a su ministro a que lo viera. Y cuando ste vio a los tejedores y oy lo que decan, no se atrevi a decir que no lo vea, y le dijo al Rey que haba visto una tela muy hermosa. Y el Rey mand otro, y despus otro, y todos le decan al Rey que la haban visto. Y el Rey fue a ver la tela, y los maestros se hacan los que estaban tejiendo y le decan: La tela tiene aqu este color, y mire su majestad los dibujos que hay aqu, y cmo es de elegante el bordado, y seguan como que tejan en el aire. Y el Rey, que no vea la tela, se preocup mucho, pues si no era hijo del Rey anterior, como crea, perdera su reino. Y comenz a alabarla y a recordar los detalles que le haban descrito los tejedores. Y en su casa habl muy bien de la tela, y de lo maravillosa que era, y de los dibujos y bordados que tena. Pero no estaba tranquilo y mand a su consejero a ver la tela, despus de contarle lo hermosa que era y de explicarle que haba gente que no poda verla. Y l fue a verla, y no vea nada, y pens que era porque el padre que crea tener no era su verdadero padre, de modo que si esto se saba quedara sin honor. Y por eso comenz a alabar la tela tanto como el Rey, o incluso ms. Y cuando le dijo al Rey que la tela era bellsima, el Rey se preocup todava ms, pues si el consejero poda verla y l no, entonces era porque l no era hijo del Rey. Y para que nadie se diera cuenta, sigui alabando la tela y hablando bien del gran trabajo de los tejedores. Y mand ms personas a verlo, y todos volvan diciendo que era una obra maravillosa.

  • 13

    Y como el Rey tena que dar una gran fiesta, se pusieron de acuerdo en que le haran un gran vestido con la tela, y la cortaron y cosieron. Y el Rey se puso el vestido, se mont a caballo, y sali por la ciudad con el vestido que no poda ver ni tocar. Por suerte, era verano y haca calor. Y las personas que lo vean, como saban que el que no viera la tela era porque no era hijo del padre que crea, no decan nada para no quedar mal. Y as qued todo, hasta que un negro que cuidaba el caballo del Rey, y que no tena nada que perder, fue a donde el Rey y le dijo: Seor: A m no me importa que me crean que mi padre es el que yo pienso, o cualquier

    otro, y por eso digo que o yo estoy ciego, o usted est desnudo. Y el Rey comenz a insultarlo y a decirle que lo que pasaba era que no era hijo del padre que crea y por eso no vea el vestido. Pero desde que el negro dijo eso, otros se atrevieron a decir lo mismo, y otros ms, hasta que el Rey pens que todo era un engao de los tejedores. Y los mand a buscar, pero no los encontraron, pues se haban ido a un pas vecino con todo el oro y la plata y las sedas que el Rey les haba dado. Y por eso, Conde Lucanor, cuando alguien le cuente algo y le diga que nadie ms puede saberlo y que tiene que ser un secreto, seguro que quiere engaarlo.Y como le pareci un buen consejo, el Conde Lucanor hizo escribir esta historia en un libro, con un versito que deca:

    Quien te aconseje que ocultes algo a tus amigos,lo que quiere es daarte, y que sea sin testigos.

  • 14

    El gato con botasCharles Perrault

    [Traduccin de Ivn Hernndez]

    n Molinero, al morir, no dej ms herencia a sus tres hijos que un molino, un burro y un gato. Muy pronto la reparticin se llev a cabo, sin tener que llamar al abogado ni al notario, quienes habran dado buena cuenta de la herencia.Al mayor le correspondi el molino, al segundo el burro, y al pequeo nicamente el gato, de modo que este ltimo no qued para nada satisfecho con tal dote. Mis hermanos se quejaba en voz alta podrn ganarse la vida juntando sus herencias; yo

    en cambio, no bien me haya comido el gato y haya hecho un saquito con su pellejo, morir de hambre.

    El gato, que lo oa aunque finga estar distrado, le dijo con aire serio y reflexivo: No sufris, amo mo; lo nico que tenis que hacer es regalarme un saco y un par de botas,

    de modo que pueda recorrer los montes; pronto os daris cuenta de que lo que os ha toca-do en herencia no es tan malo como parece.

    A pesar de que el amo no crey en sus palabras, le haba visto tal ingenio al cazar ratones y ratas (cuando se esconda entre la harina y se haca el muerto, o cuando se colgaba patas arriba), que no desesper, pensando que tal vez poda ayudarle en su miseria.Una vez el gato tuvo lo solicitado, se calz bien sus botas, y echndose el saco al cuello, cogi los cordones del saco con sus patas delanteras y se dirigi a un campo de caza donde

    U

  • haba una inmensa variedad de conejos. Meti entre el saco un poco de salvado y algunas hierbas, y tirndose en el suelo como si estuviera muerto, esper a que algn conejito, poco conocedor de las maldades de este mundo, viniera y se metiese dentro del saco para comerse lo que haba en l. Poco despus de acostarse, un conejito atolondrado e imprudente satisfizo sus deseos: entr en el saco, y el seor gato, halando rpidamente de los cordones, lo caz y lo estrangul sin piedad. Orgulloso de su hazaa, fue en busca del Rey y le pidi una audiencia. Llevado al recinto de su majestad, hizo una gran venia al soberano y le dijo: Aqu os traigo, Majestad, un conejo de monte que mi amo, el seor Marqus de Carabs

    (el nombre se le ocurri en ese momento), me ha pedido que os traiga. Di a tu amo que se lo agradezco y que me gusta mucho.Otro da, el gato fue a esconderse en un campo de trigo, tambin esta vez con el saco abierto; y no bien se metieron en l dos perdices, tir de los cordones y las atrap. De inmediato fue a ver al Rey y se las ofreci del mismo modo que lo haba hecho con el conejo de monte. El Rey recibi de buena gana las perdices y orden que le dieran una propina para beber.

  • 16

    Y as, por dos o tres meses, el gato sigui llevndole al Rey diferentes animales que segn l haban sido cazados por su amo. Un da se enter de que el Rey saldra de paseo por la orilla del ro con su hija, la princesa ms bonita del mundo; as que dijo a su amo: Si segus mi consejo, tu porvenir est resuelto; nicamente debis baaros en el ro, en el

    lugar que yo os seale; lo dems dejadlo de mi cuenta.

    El Marqus de Carabs sigui al pie de la letra las indicaciones que su gato le daba, sin entender muy bien qu ganancia iba a sacar de todo aquello. Cuando estaba nadando en el ro, el Rey pas por all, y en ese momento el gato se puso a gritar: Socorro, socorro! Mi amo, el Marqus de Carabs, se ahoga!

    Cuando el Rey oy los gritos, sac la cabeza por la ventana de su carroza, y al reconocer al gato que le haba trado regalos tantas veces, orden a su squito que corrieran en auxilio del Marqus de Carabs. Mientras el pobre Marqus era sacado de las aguas, el gato se acerc a la carroza del Rey y le cont cmo, aprovechando el bao de su amo, unos ladrones le haban hurtado la ropa, a pesar de que l haba gritado Ladrones, Ladrones!, tan fuerte como pudo. El muy pcaro la haba escondido detrs de una piedra enorme.El Rey dio orden a los subalternos encargados de su guardarropa de buscar de inmediato uno de sus trajes ms hermosos y entregrselo al Marqus de Carabs. Cuando ste se visti, el Rey le dio muestras de su gratitud; y como las elegantes ropas hacan ms notorio su buen aspecto, pues era gentil y buen mozo, la princesa sinti una secreta inclinacin por l, de modo que el Marqus de Carabs no tuvo sino que darle algunas tiernas miradas para dejarla locamente enamorada.El Rey le pidi que se subiera con ellos a la carroza y los acompaara en su paseo.Mientras tanto el gato, satisfecho al ver que sus planes iban por tan buen camino, se adelant, y al encontrar a unos campesinos que cortaban el prado, les dijo: Odme, buenos segadores, si no decs que el prado que segis es de mi amo el Marqus

    de Carabs, os har picadillo.

    Al pasar, el rey pregunt a los segadores de quin era el prado que estaban segando. Es del seor Marqus de Carabs contestaron en coro, pues la amenaza del gato los

    haba asustado terriblemente. Pues s, Majestad, es verdad; y cada ao me da una buena cosecha.

    El seor gato, que iba adelante, al encontrarse con unos cosecheros, les dijo: Odme, buenos cosecheros, si no decs que estos campos son de mi amo, el seor Marqus

    de Carabs, os har picadillo.

    Un poco despus, al pasar por all, el Rey quiso saber de quin eran todas aquellas cosechas que vea. Son del seor Marqus de Carabs respondieron los cosecheros, y el Rey se sinti

    an ms interesado en el Marqus.

    El gato, que continuaba adelante de la carroza, dijo lo mismo a todos cuantos se encontr; y el Rey estaba asombrado de las grandes riquezas que posea el seor Marqus.

  • 17

    Finalmente el seor gato lleg a un castillo hermoso, propiedad de un ogro, el ms rico de aquellos contornos, quien adems era el dueo de todas las tierras por las que el Rey acababa de cruzar. El gato, que se haba informado muy bien acerca del ogro y de lo que era capaz, le pidi audiencia, dicindole que no haba querido pasar por su castillo sin ofrecerle sus respetos. El ogro lo recibi con la cortesa que cabe esperar en un ogro y le pidi que se sentara. Me han dicho coment el gato que tenis el don de convertiros en cualquier clase

    de animal; que si queris, por ejemplo, podis transformaros en len o en elefante.

    Es verdad respondi el ogro en forma brusca, y para que no lo dudis, veris cmo me convierto en len.

    Se asust tanto el gato al verse frente a un len, que trep al tejado con mucho esfuerzo y mucho pnico, pues nunca unas botas fueron apropiadas para caminar sobre las tejas.Luego, al ver que el ogro haba recuperado su aspecto de ogro, baj y le confes que se haba asustado mucho. Me han dicho adems, pero eso s me resulta muy difcil de creer, que sois capaz de

    trasformaros en un animal muy pequeo, por ejemplo en una rata o un ratn, lo cual me parece completamente imposible.

  • 18

    Imposible? coment el ogro, pues ya lo veris. E inmediatamente se convirti en un ratn y se puso a correr por el suelo.El gato entonces se arroj sobre l y se lo trag de un bocado.A todas stas, el Rey, al divisar el hermoso castillo del ogro, quiso entrar; y el gato, cuando oy el ruido de la carroza que atravesaba el puente levadizo, sali a su encuentro y dijo al Rey: Bienvenido Su Majestad al castillo de Su Excelencia, el Seor Marqus de Carabs.

    Cmo, es tambin vuestro este castillo? No es fcil ver algo ms hermoso que este patio y los edificios que lo rodean. Si me permits, me gustara visitarlo.

    El Marqus, llevando de la mano a la princesita, y siguiendo al Rey que iba adelante, entr a un gran saln en el que se encontraba preparada una esplndida cena que el ogro ofrecera ese da a unos amigos, quienes al enterarse de que la comitiva del Rey estaba all, no se atrevieron a entrar.El Rey estaba encantado con las riquezas del Marqus de Carabs, al igual que su hija, quien se hallaba locamente enamorada. Despus de beber cinco o seis copas, Su Majestad le dijo: Slo de vuestra voluntad depende, seor Marqus, que os convirtis o no en el esposo de

    mi hija.Entre grandes reverencias el Marqus acept el honor que el Rey le haca. Y ese mismo da se casaron el Marqus y la princesa. El gato se convirti en un gran seor, que slo cazaba ratones por diversin.

  • 19

    La Gallina de los Huevos de OroFlix Mara de Samaniego

    rase una Gallina que ponaun huevo de oro al dueo cada da.

    Aun con tanta ganancia mal contento,quiso el rico avariento

    descubrir de una vez la mina de oro,y hallar en menos tiempo ms tesoro.Matla; abrile el vientre de contado;pero, despus de haberla registrado,qu sucedi? que muerta la Gallina,

    perdi su huevo de oro y no hall mina.

    Cuntos hay que teniendo lo bastante,enriquecerse quieren al instante,

    abrazando proyectosa veces de tan rpidos efectos,

    que slo en pocos meses,cuando se contemplaban ya marqueses,

    contando sus millones,se vieron en la calle sin calzones!

  • 20

    El zagal y las ovejasFlix Mara de Samaniego

    pacentando un Joven su ganado,grit desde la cima de un collado:

    Favor!, que viene el lobo, labradores.stos, abandonando sus labores,

    acuden prontamente,y hallan que es una chanza solamente.Vuelve a clamar, y temen la desgracia;segunda vez los burla. Linda gracia!

    Pero qu sucedi la vez tercera?Que vino en realidad la hambrienta fiera.

    Entonces el Zagal se desgaita,y por ms que patea, llora y grita,

    no se mueve la gente escarmentada,y el lobo le devora la manada.

    Cuntas veces resulta de un engao,contra el engaador el mayor dao!

    A

  • 21

    El gato bandidoRafael Pombo

    ichn dijo a su mam:Voy a volverme Pateta,y el que a impedirlo se metaen el acto morir.Ya le he robado a papdaga y pistolas; ya estoyarmado y listo; y me voya robar y matar gente,y nunca ms (ten presente!)vers a Michn desde hoy.Yndose al monte, encontra un gallo por el camino,y dijo: A ver qu tal tinopara matar tengo yo.Puesto en facha dispar,retumba el monte al estallo,Michn maltrtase un calloy se chamusca el bigote;

    pero tronchado el cogote,cay de redondo el gallo.Luego a robar se encarama,tentado de la gazuza,al nido de una lechuzaque en furia al verlo se inflama,mas se le rompe la rama,vuelan chambergo y pual,y al son de silba infernalque taladra los odoscae dando vueltas y aullidosel prfugo criminal.Repuesto de su cadave otro gato, y da el asaltoTocayito, haga usted alto!Dme la bolsa o la vida!El otro no se intimiday antes grita: Alto el ladrn!

    M

  • 22

    Tira el pillo, hace explosinel arma por la culata,y casi se desbarataMichn de la contusin.Topando armado otro daa un perro, gran bandolero,se le acerc el marrullerocon cario y cortesa:Camarada, le deca,celebremos nuestra alianza;y as fue: dironse chanza,baile y brandy, hasta que al fincay rendido Michny se rascaba la panza.Compaero, dijo el perro,debemos juntar caudalesy asegurar los realeshacindoles un entierro.Hubo al contar cierto yerroy grita y gresca se arm,hasta que el perro empua dos manos el garrote:Zumba, cae, y el amigote

    medio muerto se tendi.

    Con la fresca matinal

    Michn recobr el sentido

    y se hall manco, impedido,

    tuerto, hambriento y sin un real.

    Y en tanto que su rival

    va ladrando a carcajadas,

    con orejas agachadas

    y con el rabo entre piernas,

    Michn llora en voces tiernas

    todas sus barrabasadas.

    Recoge su sombrerito,

    y bajo un sol que lo abrasa,

    paso a paso vuelve a casa

    con aire humilde y contrito.

    Confieso mi gran delito

    y purgarlo es menester,

    dice a la madre; has de ver

    que nunca ms ser malo,

    oh mamita! dame palo

    pero dame qu comer!

  • 23

    la perrillaJos Manuel Marroqun

    s flaca sobremaneratoda humana previsin,pues en ms de una ocasin sale lo que no se espera.

    Sali al campo una maana un experto cazador,el ms hbil y el mejoralumno que tuvo Diana.

    Seguale gran cuadrillade ejercitados monteros,de ojeadores, ballesterosy de mozos de tralla.

    Van todos apercibidoscon las armas necesarias,y llevan de castas variasperros diestros y atrevidos,

    caballos de noble raza,cornetas de monte, en fin,cuanto exige Moratnen su poema La Caza.

    Levantan pronto una pieza,un jabal corpulento,que huye veloz, rabo al viento,y rompiendo la maleza.

    Todos siguen con gran bullatras la cerdosa alimaa;pero ella se da tal maaque a todos los aturulla.

    Y, aunque gastan todo el daen paradas, idas, vueltas,y carreras y revueltas,es vana tanta porfa.

    E

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    era, otros, derrengada;la derribaba un resuello;puede decirse que aquellono era perra ni era nada.

    A ver, pues, la bataholala vieja al cerro suba,de la perra en compaa,que era lo mismo que ir sola.

    Por donde iba, hizo la suerteque se hubiese el jabalocultado, por si asse libraba de la muerte.

    Empero, sintiendo luegoque por ah andaba gente,tuvo por cosa prudentetomar las de Villadiego.

    La vieja entonces, al verque escapaba por la loma,sus! dijo por pura broma,y la perra ech a correr.

    Y aquella perra extenuada,sombra de perra que fue,de la cual se dijo queno era perra ni era nada;

    aquella perrilla, s,cosa es de volverse loco!,no pudo coger tampocoal maldito jabal!

    Ahora que los lectoreshan visto de qu manerapudo burlarse la fierade los tales cazadores,

    oigan lo que aconteci,y aunque es suceso que admira,no piensen, no, que es mentira,que lo cuenta quien lo vio:

    Al pie de uno de los cerrosque batieron aquel da,una viejilla viva,que oy ladrar a los perros;

    y con gana de saberen qu paraba la fiesta,iba subiendo la cuestaa eso del anochecer.

    Con ella iba una perrilla...mas, sin pasar adelante,es preciso que un instantegastemos en describilla:

    Perra de canes decanay entre perras protoperra,pasaba en toda su tierrapor perra antediluviana;

    flaco era el animalejo,el ms flaco de los canes,era el rastro, eran los manesde un cuasi-semi-ex-gozquejo;

    sarnosa era, digo mal,no era una perra sarnosa,era una sarna perrosa,y en figura de animal;

  • 25

    sonatinaRubn Daro

    a princesa est triste... Qu tendr la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa est plida en su silla de oro, est mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

    El jardn puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la duea dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufn. La princesa no re, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la liblula vaga de una vaga ilusin.

    Piensa, acaso, en el prncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueo orgulloso de las perlas de Ormuz?

    L

  • 26

    Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

    Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcn encantado, ni el bufn escarlata, ni los cisnes unnimes en el lago de azur. Y estn tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

    Pobrecita princesa de los ojos azules! Est presa en sus oros, est presa en sus tules, en la jaula de mrmol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragn colosal.

    Oh, quin fuera Hipspila que dej la crislida! (La princesa est triste, la princesa est plida). Oh visin adorada de oro, rosa y marfil! Quin volara a la tierra donde un prncipe existe, (la princesa est plida, la princesa est triste), ms brillante que el alba, ms hermoso que abril!

    Calla, calla, princesa dice el hada madrina; en caballo, con alas, hacia ac se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor.

  • 27 Esto dijo el pollo chiras

    Vctor Eduardo Caro

    sto dijo el Pollo Chirascuando lo iban a matar:Dse breve, mi seora,ponga el agua a calentar,

    Un carbn eche a la estufay no cese de soplar,que nos va cogiendo el day el seor viene a almorzar.

    Pero esccheme una cosaque le quiero suplicar;el pescuezo no me tuerzacomo lo hace Trinidad.

    Hay mil medios ms humanosde dormir a un animaly de hacer que dure el sueopor toda la eternidad.

    Cumpla, pues, buena seorami postrera voluntad,y despcheme prontitosin dolor y sin crueldad.

    La seora que era damade extrema caridad,se qued muy confundidaal or lo dicho atrs.

    E

  • 28

    Estudi el asunto a fondo,consult una autoridad,se ley varios volmenesen ingls y en alemn;

    Compr frascos, ingredientes,un termmetro, un comps,dos jeringas hipodrmicasy no s qu cosas ms.

    Y en ensayos y experienciasen tubitos de cristal,y en lecturas y consultastodo el tiempo se le va.

    Mientras tanto el Pollo Chirascanta alegre en el corral:Dse breve, mi seora,ponga el agua a calentar!

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    Cancin china en EuropaFederico Garca Lorca

    a seorita del abanico, va por el puente del fresco ro.

    Los caballeros con sus levitas, miran el puente sin barandillas.

    La seorita del abanico y los volantes, busca marido.

    Los caballeros estn casados, con altas rubias de idioma blanco.

    Los grillos cantan por el Oeste. (La seorita, va por lo verde).

    Los grillos cantan bajo las flores. (Los caballeros, van por el Norte).

    L