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  • Clio & Crimenn 6 (2009), pp. 142/215

    ISSN: 1698-4374

    D.L.: BI-1741-04

    La Reconquista: un estado de la cuestin

    (La Reconqute: tat de la question

    The Reconquest: State of the question

    Birkonkista: gaien egoera)

    Francisco GARCA FITZ

    Universidad de Extremadura

    n 6 (2009), pp. 142-215

    - Cuando yo empleo una palabra insisti Tentetieso en tono desdeoso- significa lo

    que yo quiero que signifique, ni ms ni menos!- La cuestin est en saber objet Alicia- si

    usted puede conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

    - La cuestin est en saber declar Tentetieso- quin manda aqu si ellas o yo!

    Lewis Carroll, A travs del espejo y lo que Alicia encontr all.

    Artculo recibido: 27-III-09Artculo aceptado: 17-IV-09

    Resumen: Desde finales del siglo XIX el concepto de Reconquista ha merecido diversas interpretaciones y ha provocado nume-rosas controversias entre los historiadores. En este artculo se presentan algunas de ellas y se analiza su vigencia en la historiografa,atendiendo a sus significados ms comunes: un proceso de expansin militar de los reinos cristianos hispnicos a costa del Islam, queestuvo revestido e impulsado por una ideologa militante basada en los principios de guerra santa y de guerra justa, y que adems tuvouna incidencia decisiva en la conformacin de unas sociedades de frontera.

    Palabras clave: Reconquista. Guerra Justa. Guerra Santa. Cruzada. Espaa Medieval.

    Rsum: Depuis la fin du XIXe sicle, le concept de Reconqute a reu des interprtations diverses, et a caus beaucoup dediscussions entre les historiens. Cet article prsente quelques-unes d'entre elles et examine leurs validit historiographique en fonction deleur sens le plus commun: un processus d'expansion militaire des royaumes chrtiens hispaniques, au dtriment de l'Islam, qui a tcouvert et pouss par une idologie militante fonde sur les principes de la guerre sainte et guerre juste, et a galement eu un impact dci-sif dans la formation de socits de frontire.

    Mots cls: Reconqute. Guerre Juste. Guerre Sainte. Croisade. Espagne Mdivale.

    Abstract: From the end of the 19th century, the concept of Reconquest has received several interpretations and has provokednumerous controversies among the historians. In this article appears some of them and its historiographical validity is analyzed, atten-ding to its more common meanings: a process of military expansion of the Christian Hispanic kingdoms against the Islam, which was

  • legitimated and stimulated by a ideology based on the ideas of holy war and of just war, which, in addition, had a decisive influence inthe conformation of the societies of frontiers.

    Key words: Reconquest. Just War. Holy War. Crusade. Medieval Spain.

    Laburpena: XIX. mende bukaeratik Birkonkista kontzeptuak interpretazio ugari izan ditu eta historialarien artean hainbateztabaida eragin ditu. Artikulu horretan horietako batzuk azaltzen dira, eta historiografian izan duten indarra aztertu da, horien esanahiohikoenei erreparatuz: erreinu kristau hispaniarrek islamaren gainean egindako hedapen-militarraren prozesua, gerra santu eta bidezko gerraprintzipioetan oinarritutako ideologia militantearen bidez apainduta eta bultzatuta, eta gainera eragin erabakigarria izan zuen mugetakogizarte-egituraketan.

    Giltza-hitzak: Birkonkista, Bidezko Gerra, Gerra Santua, Gurutzada, Erdi Aroko Espainia.

    La Reconquista: un estado de la cuestin Francisco Garca Fitz

    Clio & Crimenn 6 (2009), pp. 143/215

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  • 1. La Reconquista: un concepto ambiguo y discutido

    El trmino Reconquista, referido a la lucha entre cristianos y musulmanesdurante la Edad Media hispnica, es uno de aquellos conceptos historiogr-ficos cuyo significado, alcance o incluso pertinencia, ha generado no pocos debatesentre los especialistas. Como otras grandes nociones que han sido viva y largamen-te discutidas en la historiografa medieval, tales como la de Feudalismo o Cruzada,sta que ahora tratamos no fue utilizada ni en las fuentes ni por los autores de lapoca, y en consecuencia su contenido jams pudo ser definido de manera clara ysistemtica durante la Edad Media.

    El hecho de que su empleo y construccin terica sean relativamente recientesexplica que sus significados estn sujetos a las preocupaciones, ideas, sentimientos oprejuicios de los autores que lo inventaron, aplicaron o criticaron mucho tiempodespus de que el fenmeno al que alude el trmino hubiera finalizado, razn porla cual el concepto no slo presenta acepciones variadas -cuando no una fuerte cargade ambigedad-, sino que tambin ha sido un arma arrojadiza en algunos de loscombates ideolgicos que se han desarrollado en Espaa durante los ltimos dossiglos1.

    Como consecuencia de todo ello, resulta muy difcil, por no decir imposible,acercarse al anlisis del fenmeno prescindiendo del debate historiogrfico que loenvuelve, por lo que quizs convenga detenerse, siquiera brevemente, en algunas delas ms significativas propuestas de interpretacin que se han realizado durante lasltimas dcadas.

    En primer lugar, y siguiendo las conclusiones alcanzadas por Martn Ros en sustrabajos citados en nota, quizs lo primero que debamos poner de manifiesto es queel concepto de Reconquista se consolidar en la historiografa hispnica durante lasegunda mitad del XIX. Desde un principio, la nocin aparece asociada a la forma-cin de la identidad nacional espaola, asegurando una empresa y un pasado comna todas las regiones y ofreciendo al mismo tiempo una singularidad esencial frente aotros pases europeos: la reconquista, entendida como una lucha armada contra el Islamque se extendera a lo largo de ocho siglos y que permitira a los espaoles la recu-peracin del solar patrio que les haba sido arrebatado por los extranjeros musul-

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    1 ROS SALOMA (2007). Aunque este trabajo an no ha sido editado, Martn Ros ha publicadoalgunos adelantos en los que puede seguirse el origen y trayectoria del concepto, as como las impli-caciones ideolgicas del mismo.A este respecto, vase IDEM (2005a); IDEM (2005b); IDEM (2005c);IDEM (2006). Continuando cronolgicamente con este tipo de estudios, el autor elabor en 2003 unproyecto de investigacin dentro del Programa de Becas Predoctorales de la Fundacin Caja Madridtodava indito- IDEM (2003), en el que aborda la evolucin que ha experimentado el concepto ysu uso a lo largo del siglo XX. Quisiera aprovechar la ocasin para agradecer a Martn Ros las faci-lidades que me ha concedido para consultar su obra. Muy recientemente AlessandroVanoli ha realiza-do otro interesante recorrido por la historia de una palabra compleja, cuyo significado ha ido cam-biando, desde mediados del siglo XIX a principios del XXI, al mismo ritmo que la percepcin histo-riogrfica y poltica de la historia de Espaa,VANOLI (2008). Por supuesto, para la revisin historio-grfica del concepto reconquista siguen resultando de obligada referencia las muchas pginas dedi-cadas a esta cuestin por LINEHAN (1993), especialmente los captulos 1, 4 y 7.

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    manes, se converta a partir de entonces en el elemento nuclear de la formacin dela identidad de Espaa como nacin y patria comn de todos los espaoles.

    Hay que reconocer que la irrupcin de este concepto en la historiografa hisp-nica del siglo XIX, con su fuerte carga nacionalista, romntica y, en ocasiones, colo-nialista, tuvo un xito notable y se transmiti, manteniendo algunos de sus rasgosidentitarios ms llamativos, a la del siglo XX.Bastara recordar aqu, a ttulo de ejem-plo y como verdadero paradigma historiogrfico, las consideraciones al respecto deRamn Menndez Pidal: para el ilustre maestro, ni la destruccin del reino godo enel siglo VIII, ni la disgregacin poltica a la que se vio abocada Espaa durante lassiguientes centurias, consigui borrar de la mente ni del sentimiento de los espao-les la idea de unidad nacional. Los distintos reinos medievales cristianos que se ori-ginaron a raz de la conquista islmica no slo no contribuyeron a la ruptura de launidad goda esa responsabilidad, en todo caso, sera islmica-, sino que por el con-trario procuraron remediar la ruina de aquella quiebra. De esta forma, la invasin delos musulmanes vino, paradjicamente, a robustecer el concepto unitario de Espaa,entroncndolo a la vez con un ideal religioso la restauracin del culto catlico- ycon un propsito nacional de recuperacin del suelo patrio.

    Consecuentemente, la idea de reconquista, tal como se expresaba en los escritospidalianos, vinculaba estrechamente al menos cuatro aspectos que se complementa-ban para forjar la identidad nacional espaola: uno, la permanencia y an el reforza-miento, entre los reinos cristianos peninsulares de la Edad Media, de la idea de unaEspaa unida; dos, la recuperacin del territorio usurpado por los musulmanes,entendida sta como la liberacin total de una patria que haba quedado en manosextranjeras a raz de la conquista islmica; tres, la conjunta participacin de todos losespaoles en esta empresa, que por supuesto se presenta como una labor comn, porencima de las circunstanciales divisiones polticas de cada momento;cuatro, la imbri-cacin de este proceso poltico-militar, de corte nacional, con un catolicismo mili-tante que da la pertinente cobertura religiosa y necesaria trascendencia a todo el edi-ficio interpretativo2.

    En una lnea similar, plenamente coincidente en el sesgo nacionalista espaol, seenmarca la nocin de Reconquista expresada por Claudio Snchez Albornoz. ComoMenndez Pidal en realidad, como buena parte de la historiografa hispnica demediados del siglo XX-, Snchez Albornoz estaba convencido de que la reconquis-ta era una empresa comn de todos los espaoles, en el curso de la cual un grupodisperso de reinos cristianos, tras varios siglos de lucha nacional y religiosa, conse-guiran no slo recuperar el solar nacional invadido en el siglo VIII por los musul-manes y liberado completamente a finales del XV, sino tambin alcanzar la libertad.

    El historiador abulense insista especialmente en la trascendencia de este procesocomo elemento conformador de la personalidad histrica de Espaa. De maneracontundente, convirti a la Reconquista en clave de la historia de Espaa, subrayandocon ello tres aspectos fundamentales para la formacin de la identidad espaola, a losque conviene aludir: en primer lugar, la extraordinaria influencia que aquel proceso

    2 Vanse, por ejemplo, las antolgicas reflexiones que plasm en MENNDEZ PIDAL (1991) [la pri-mera edicin es de 1947], pp. 172-176.

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  • tuvo en la formacin de la realidad histrica de Espaa. En sus propias palabras, fue-ron muchas las proyecciones histricas de esa larga y compleja empresa en la cristalizacinde muy variadas facies del vivir hispano, desde la poltica a la economa, pasando por lareligiosidad o la cultura. A este respecto, podra concluirse que, a su juicio, fue laReconquista la que hizo a Espaa.

    En segundo lugar, cabe indicar que en este proceso de formacin no todos losagentes polticos que intervinieron parecen tener el mismo protagonismo: laReconquista moldear con mayor vigor a unos reinos cristianos que a otros, siendo asque el castellano-leons se ver especialmente influido, en su organizacin constitu-cional y econmica, por la dinmica reconquistadora. Consecuentemente, si laReconquista es el fenmeno histrico forjador de Espaa y si Castilla es el mbito enel que la incidencia de aquella se observa con mayor nitidez, bien podra entender-se que Castilla resume en s misma a toda Espaa, o que Espaa es, bsica y esen-cialmente, Castilla.

    Pero, y en tercer lugar, adems de configurar sus estructuras internas, laReconquista le otorga a la historia espaola y con ello a su forma de ser y de estaren el mundo- una fuerte singularidad respecto a otras naciones europeas:

    esta empresa multisecular -sealaba este autor- constituye un caso nico en la his-toria de los pueblos europeos, no tiene equivalente en el pasado de ninguna comunidadhistrica occidental. Ninguna nacin del viejo mundo ha llevado a cabo una aventuratan difcil y tan monocorde, ninguna ha realizado durante tan dilatado plazo de tiem-po una empresa tan decisiva para forjar su propia vida libre3.

    Queda claro, pues, que el concepto de Reconquista, tal como surgi en el sigloXIX y se consolid en la historiografa de la primera mitad del XX, se convirti enuno de los principales mitos originarios alumbrados por el nacionalismo espaol4.Desde luego, es ridculo reducir esta propuesta interpretativa a una soflama fran-quista, de la misma forma que sera falso e injusto identificar a los historiadores cuyasideas acabamos de glosar con el rgimen dictatorial que se instaur en Espaa en1939 bastara recordar los problemas que hubo de padecer Menndez Pidal duran-te el mismo o el largo exilio de Snchez Albornoz-. Sin embargo, no puede negar-se que su fuerte carga nacionalista, cristiana y castellanista permita una fcil asimi-lacin y utilizacin por parte del nacional-catolicismo.

    El paralelismo entre una guerra de liberacin emprendida por los espaolescontra los extranjeros musulmanes para recuperar su patria y restaurar la religin y

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    3 Sobre todo lo anterior vase SNCHEZ ALBORNOZ (2000), vol. II, pp. 723-726 [la primera edi-cin en Buenos Aires, 1956]. La singularidad hispnica de la Reconquista, considerada como fenme-no que no encuentra paralelo en la historia medieval de otras naciones, y entendida como un esfuer-zo continuado de recuperacin de los territorios perdidos, tambin ha sido subrayada por UDINAMARTORELL (1983).4 Todava en los inicios del siglo XXI, en algunos textos de carcter divulgativo, pueden encontrarselas viejas interpretaciones nacionalistas. Por no citar sino un ejemplo, en 2003 un conocido divulga-dor sostena que la llegada del Islam a la Pennsula se tradujo en la aniquilacin de la cultura ms impor -tante de Occidente a la sazn [la visigoda] y en una lucha de liberacin nacional [la reconquista] que se pro -longara a lo largo de casi ochocientos aos,VIDAL (2004), p. 15.

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    RenanSticky NoteUSOS FRANQUISTAS

    RenanRe:Sticky Note

    RenanTypewritten textHay que reconocer que la irrupcin de este concepto en la historiografa hisp

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  • la unidad, y la otra cruzada iniciada por Franco para segn sus defensores- igual-mente liberar a la patria, subyugada y maltratada por sus enemigos comunistas, paradefender a la Iglesia catlica humillada y perseguida, y para recomponer su unidad,quebrada por los separatismos, resultaba demasiado evidente para no ser aprovecha-do: as como ahora los requets luchan contra los comunistas, [se explicaba en el semana-rio Pelayos] entonces los buenos espaoles guerreaban contra los moros, que se haban apode -rado de casi todo el solar de los espaoles5.

    La identificacin del Cid con Franco, o mejor an, de Pelayo con Franco, amboscaudillos de Espaa iniciadores de un movimiento patritico de salvacin, sinte-tiza de manera grfica esta absorcin de la idea de Reconquista por la ideologa y lapropaganda franquista, si bien todos los rituales de victoria empleados por los ven-cedores de la guerra civil ponen de manifiesto el retorno del imaginario de laReconquista como fantasa mtica privilegiada, la constante evocacin simblica deaquellas gestas militares (Covadonga, la reconquista de Toledo, Las Navas de Tolosa),de sus referentes sagrados (Santiago) y sus protagonistas (Pelayo, el Cid, Alfonso VI,Fernando III, los Reyes Catlicos), la consideracin de la guerra civil como una cru-zada o una segunda reconquista, la omnipresencia, en fin, del espritu de laReconquista6.

    Asimilado y utilizado hasta lmites esperpnticos, el concepto de Reconquistaacab siendo una nocin particularmente querida por el nacional-catolicismo,entrando a formar parte integral de la historiografa oficial del franquismo y con-virtindose en una de las bases del adoctrinamiento de la sociedad espaola en losprincipios del rgimen.As las cosas, no puede extraar que, como reaccin inevita-ble, entre los sectores polticos, sociales o intelectuales que eran crticos con el fran-quismo el trmino Reconquista y la interpretacin de la Historia de Espaa que sub-yaca en l acabaran siendo hondamente denostados.

    Desde luego, en el terreno estrictamente historiogrfico la validez y pertinenciadel concepto han sido negadas o matizadas en muchas ocasiones y por causas diver-sas. Jos ngel Garca de Cortzar clasific y resumi en su momento las razones dequienes, desde el campo de la investigacin y la interpretacin histrica, haban cri-ticado su significado y rechazado u objetado su empleo7, de modo que nosotros noslimitaremos nicamente a recordar algunas de las posturas crticas que han supuestouna profunda revisin de las propuestas historiogrficas nacionalistas o tradicionalesrelacionadas con el concepto de Reconquista.

    Sin duda, la publicacin de las tesis de Abilio Barbero y de Marcelo Vigil a fina-les de la dcada de los aos sesenta y principios de los setenta vino a representaruna ruptura radical con el modelo de interpretacin hasta entonces aceptado por lahistoriografa espaola en torno a los orgenes y el significado histrico de la

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    5 Pelayos fue la revista infantil publicada por la Junta Nacional Carlista durante la guerra civil. El textocitado procede del nmero editado el 27 de diciembre de 1936, reproducido en OTERO (2000), p. 142.6 FEBO (2002), especialmente las pginas dedicadas a narrar los ritos celebrados con motivo de laentrada del ejrcito de Franco en Madrid, pp. 145-187.7 GARCA DE CORTZAR (1985), p. 13.

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  • Reconquista8. Muy sintticamente, podra indicarse que los citados autores vinierona sostener que los pueblos que habitaban el rea cantbrica astures, cntabros y vas-cones- se mantuvieron prcticamente al margen de las estructura polticas romanasy, lo que resultaba mucho ms relevante, presentaron una organizacin socioecon-mica muy diferente a la impuesta por Roma:durante siglos conservaron una estruc-tura social de tipo gentilicio, con predominio de la economa agro-ganadera frentea una urbanizacin que no lleg a implantarse en la zona, permanencia del bandi-daje como actividad econmica, y una dbil o tarda cristianizacin. De todo elloderivaba una actitud hostil frente a la dominacin romana, que se pone de mani-fiesto en la necesidad que tuvieron las autoridades imperiales de crear un limes mso menos fortificado para controlar las acciones de aquellos pueblos. La desaparicindel Imperio Romano y la creacin del reino visigodo de Toledo no vinieron a cam-biar este estado de cosas: cntabros, astures y vascones mantuvieron su antagonismosocioeconmico frente a los nuevos gobernantes germanos, herederos en muybuena medida de la tradicin romana, as como una independencia en el planopoltico que conllev un enfrentamiento casi constante entre el estado visigodo ylos pueblos norteos. Por ltimo, los rabes tampoco consiguieron someter a estospueblos, que prolongaran contra los dominadores recin asentados en la Pennsulala hostilidad tradicional que haban manifestado en siglos anteriores frente a roma-nos y visigodos.

    Las consecuencias que se derivaban del panorama histrico expuesto por losautores tendran hondas repercusiones sobre el concepto de Reconquista, puesto quede hecho venan a desmontar algunas de las claves sobre las que se asentaba la tradi-cin historiogrfica, no ya desde el siglo XIX, sino desde la propia Edad Media: enprimer lugar, visto el antagonismo que en todo momento hubo entre los pueblosnorteos y el reino visigodo, difcilmente se poda considerar a los primeros comosucesores polticos del segundo, y mucho menos se les poda tener como vindica-dores, restauradores o reconquistadores del orden poltico y de la patria de los visi-godos, que en todo momento y hasta la vspera de la derrota del rey Rodrigo en elGuadalete, haban sido sus enemigos.

    En segundo lugar, y estrechamente relacionado con lo anterior, la reaccin quese produjo en las montaas asturianas frente a la dominacin musulmana no tuvonada que ver con las razones polticas y religiosas que conforman el ideal de laReconquista, sino con los tradicionales motivos de orden socioeconmico que yahaban llevado a astures, cntabros y vascones a enfrentarse con otras sociedadesexpansivas y antagnicas, como la romana y la visigoda: nada nuevo haba en la resis-tencia y el enfrentamiento armado contra los musulmanes, slo continuacin de unproceso secular.

    En tercer lugar, las ideas neogoticistas, esto es, los argumentos polticos y religio-sos que se forjaron para justificar la lucha contra el Islam y que pretendan presen-tar a sta como un combate para restaurar o recuperar el antiguo orden visigodo, la

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    8 Se trata de tres artculos publicados por los autores entre 1965 y 1971, recogidos poco despus enBARBERO y VIGIL (1974). Una valoracin de los efectos de su obra en la historiografa espaola, yen particular de sus nuevas interpretaciones en torno al concepto de Reconquista en FACI (1998).

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  • perdida libertad de la Iglesia y el patrimonio territorial de los antepasados, no fue-ron creadas ni compartidas por quienes protagonizaron originariamente el movi-miento de resistencia contra la presencia musulmana, sino que por el contrario fue-ron fruto de una elaboracin muy posterior, al servicio de intereses y realidades queya nada tenan que ver con las que originalmente inspiraron o causaron el movi-miento de los pueblos norteos.

    Por resumirlo con las palabras de los propios autores en un prrafo verdadera-mente antolgico:

    los cntabros-astures y vascones que con su independencia [frente al reino visigodo]haban conservado un rgimen social antagnico al de los visigodos, donde los hombreslibres eran mayora y las diferencias de clase eran mnimas, tenan poderosos motivospara continuar defendiendo su libertad [contra los nuevos dominadores musulma-nes]... Es decir, la regin nunca dominada por los musulmanes y de donde surgira laReconquista fue la misma que defendi su independencia frente a los visigodos ysegua luchando por ella todava contra el ltimo rey godo don Rodrigo en el ao 711.Por consiguiente, el fenmeno histrico llamado Reconquista no obedeci en sus orge-nes a motivos puramente polticos y religiosos, puesto que como tal fenmeno exista yamucho antes de la llegada de los musulmanes Se ha adjudicado habitualmente a estosmontaeses, enemigos tradicionales de los visigodos, el papel de ser sus sucesores polti-cos frente a los musulmanes; pero el deseo de reconquistar unas tierras que evidente-mente nunca haban posedo, no se puede aceptar hasta tiempos posteriores en los quese cre realmente una conciencia de continuidad con el reino visigodo9.

    El impacto de estas ideas sobre los fundamentos supuestamente histricos delnacionalismo espaol, tal como se haba formado en el siglo XIX, y especialmentesobre los principios y la propaganda historicista del nacional-catolicismo, justo en elmomento en el que el rgimen comenzaba a tambalearse, fue notable: ni los asturesde Pelayo haban pretendido la recuperacin del reino y de la unidad poltica detiempos visigodos, ni haban luchado contra los musulmanes por la restauracin delcatolicismo. Sus motivaciones haban sido de orden socioeconmico y slo muchasdcadas despus se haba inventado un argumentario vindicador, unionista y cristia-no para justificar y dar trascendencia a un movimiento que no era sino la continua-cin de lo que vena ocurriendo en aquella zona desde siglos antes.Ante tal cmu-lo de evidencias, slo poda llegarse a la conclusin, como hicieron los propios auto-res, de que el concepto de Reconquista, entendida como una empresa nacional, eraficticio10.

    Con posterioridad, no pocos reconocidos representantes del medievalismo hispa-no han profundizado en estas mismas ideas, incidiendo sobre algunos aspectos yacomentados. Baste una par de ejemplos: hace poco ms de una dcada Jos MaraMnguez pona un nfasis particular en el hecho de que el proceso de expansin ini-ciado en el siglo VIII y protagonizado por los pueblos del norte peninsular, que toda -va sigue denominndose con bastante impropiedad reconquista, no puede entenderse ade-cuadamente si no se tienen en cuenta las transformaciones internas que las socieda-

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    9 BARBERO y VIGIL (1988), pp. 96-97.10 IBDEM, p. 5.

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  • des tribales de la Cordillera Cantbrica y los Pirineos venan experimentando desdemucho antes, subrayando as la continuidad expresada por Barbero y Vigil. Mientras,por las mismas fechas, Jos Luis Martn ahondaba en la idea de que la Reconquista fueuna nocin elaborada siglo y medio despus de Covadonga, que consecuentemen-te no vino de la mano de los visigodos vencidos en el 711, sino de los clrigos moz-rabes expulsados o huidos de al-Andalus en el siglo IX.stos fueron sus inventores,y con aquella creacin respondan tanto a sus situaciones personales como a los pro-blemas que el reino asturiano tena planteado en aquellos momentos: la defensa yrestauracin de la fe cristiana frente al Islam, la recuperacin de los dominios visi-godos y la restauracin de la unidad poltica visigoda, todo ello bajo la direccin dela monarqua asturleonesa, que de esta forma se presentaba como legtima sucesorade la toledana, en evidente detrimento de cualquier otro competidor peninsular, yafuera pamplons o cataln11.

    No cabe duda de que estas apreciaciones en torno al concepto se han extendidoms all del mbito estrictamente universitario y se han difundido en otros niveleseducativos: as, en una obra expresamente destinada a la formacin de profesores deenseanza media, publicada a principios de la dcada de los aos noventa, se soste-na, a partir de los postulados anteriores, que la Reconquista nunca existi. El autor,lgicamente, se explicaba: si entendemos por reconquista el acto de volver a conquistar unaplaza, provincia o reino, la tradicionalmente denominada Reconquista nunca existi. Entodo caso, sera ms correcto hablar de Conquista de Espaa por los pueblos norteos orga -nizados en ncleos polticos independientes,ms o menos estables, a partir del siglo VIII. Slosiglo y medio despus, a finales del siglo IX, aflorara en el reino de Asturias un esp -ritu de reconquista de expresin neogoticista, pero para entonces se tratara de unconcepto falso y sin base histrica anterior, forjado intencionadamente para justificar elpoder regio y el avance militar hacia el sur a costa del Islam12.

    Por otra parte, al hilo de los acontecimientos de estos ltimos aos, el conceptoReconquista incluso parece haberse cargado de otras connotaciones que lo relacionan,de manera ms o menos difusa, con los extrmistes du choc des civilisations et de la lgi -timation outrance des campagnes militares de lOccident contre les pays musulmans, raznpor la cual ha entrado a formar parte de los trminos polticamente incorrectos13.

    La Guerra de los Cien Aos:primer conflicto global en el espacio europeo

    Francisco Garca Fitz

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    11 Respectivamente en MNGUEZ (1994), p. 66 y MARTN (1996), p. 222.12 MONTERO GUADILLA (1990), pp. 100-101. En otro trabajo igualmente didctico y destinado ala educacin de los jvenes, Jess Espino sostena, siguiendo la estela de Barbero y de Vigil, que quie-nes lucharon en Covadonga no tenan intencin alguna de recuperar territorios ocupados por el infiel,y por tanto no respondan a ningn espritu de Reconquista, sino slo al deseo de mantener su inde-pendencia frente a un modo de vida distinto al suyo el de los musulmanes-, como antes lo habanhecho contra romanos y godos, ESPINO (1996), p. 8.13 AURELL (2005), p. 213.Aunque Martin Aurell no es explcito a este respecto, me atrevo a indicarque quizs tena en su mente la famosa leccin impartida por el ex-presidente espaol, Jos MaraAznar, en la Universidad de Georgestown en septiembre de 2004, en la que, a propsito del terroris-mo islmico y de los peligros a los que, a su juicio, tiene que hacer frente la civilizacin occidental,recordaba cmo en el siglo VIII Espaa, invadida por los moros, rehus a convertirse en otra pieza ms delmundo islmico y comenz una larga batalla para recobrar su identidad. Este proceso de reconquista fue largo, unos800 aos. De todas formas, termin satisfactoriamente.

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  • Llegado a este extremo, quizs hubiera sido razonable, como propone JosepTorr, en finir avec la Reconqute, proscribir definitivamente su uso, y no slo porlas inexactitudes histricas que encierra, sino tambin porque, a su juicio, su empleomantiene implicaciones que, de una manera u otra, impregnan el contenido del dis-curso, ayudando a perpetuar un schma idologique indiscut, profondment enracin dansla conscience et dans les reprsentation du pass national de la citoyennet, assum commesous-entendu du savoir commun14.

    Y sin embargo, a pesar de todo lo que hemos indicado, el uso del concepto deReconquista se ha mantenido vigente hasta nuestros das, a pesar de que el rgimende Franco ha desaparecido, de que el ideario nacional-catlico que lo sostuvo duran-te dcadas cay vertiginosamente en el ms absoluto olvido, y de que incluso elnacionalismo espaol de origen decimonnico rabiosamente unitario, castellanistay catlico-, se ha enfriado no pocos grados en la sociedad espaola de las ltimasdcadas del siglo XX y de la primera del XXI, o al menos as ha sido en la histo-riografa acadmica.

    Habr que reconocer, pues, que alguna virtualidad tendr el concepto cuando haconseguido sobrevivir a los principios ideolgicos que lo crearon, lo manosearon ylo agitaron durante muchos decenios. Deca Josep Torr que el aval de una fuertetradicin historiogrfica no justifica su empleo15. No estoy seguro de esto ltimo,pero, como se deriva de sus propias consideraciones, de lo que no cabe duda es quedicha tradicin existe, y que, adems, es fuerte.

    Sin duda, en muchos casos, su uso es nicamente una cuestin de comodidad ode convencionalismo: en la medida en que se trata de un trmino ampliamentedifundido, con significados que pueden conocerse de manera intuitiva, que partici-pa de sobreentendidos implcitos que eximen de mayores explicaciones, el usuariotiende a perpetuarlo sin entrar en mayores cuestionamientos, o al menos sin recha-zarlo de manera absoluta. Barbero y Vigil, por no ir ms lejos, tras reconocer lo fic-ticio de su sentido, admitan a finales de los aos sesenta que seguiran utilizando lapalabra a lo largo de su obra como un trmino convencional, pero consagrado por el uso16.Casi veinte aos despus, cuando casi todo haba cambiado en la historiografa y enla sociedad espaola, Jos Mara Mnguez tambin adverta que utilizar la expresinReconquista en el ttulo de una obra para resumir el contenido de buena parte dela historia medieval peninsular supona elegir un ttulo absolutamente convencional,incluso inexacto hasta errneo, si se me apura un poco, y que la versin ofrecida por lahistoriografia ms tradicional del trmino reconquista era una interpretacin esquemti -ca, simplista y lamentablemente demasiado difundida del verdadero contenido de nuestra EdadMedia. Pero todo ello no era bice para que el citado autor siguiera manteniendoel concepto en el ttulo de su propia obra y lo usara a lo largo del texto como sin-nimo de expansin territorial17. Ms recientemente todava, Jos Luis Corral ha cri-ticado el significado del trmino Reconquista tal como fue acuado y utilizado por

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    14 TORR (2000), pp. 83-84.15 IBDEM, p. 83.16 BARBERO y VIGIL (1988), p. 5.17 MNGUEZ (1989), p. 7.

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  • la historiografa tradicional, castellanista y catlica, y advertido que la Reconquista nofue la recuperacin de unas tierras previamente perdidas, sino la consecuencia del crecimien -to de los Estados feudales cristianos peninsulares ante la decadencia del islam andalusi.Obsrvese, pues, que se cuestiona el contenido del concepto, pero no as su uso, quede hecho este autor mantiene a lo largo de su obra18.

    Es posible pensar, pues, que detrs de una utilizacin tan convencional comogeneralizada, subyazca algn o algunos contenidos que expliquen por qu un buennmero de prestigiosos historiadores, pertenecientes a las ms diversas corrientesideolgicas e historiogrficas, han seguido emplendolo en sus libros y artculos:desde Luis Surez a Julio Valden, pasando por Miguel ngel Ladero Quesada,Manuel Gonzlez Jimnez, Jos ngel Garca de Cortzar, Jos Luis Martn, JosMara Monsalvo Antn, Ermelindo Portela, M Carmen Pallares, Garca Turza,Carlos Laliena entre los espaoles, y desde Pierre Guichard a Joseph OCallaghan,pasando por Charles Julian Bishko, Derek Lomax,Angus Mackay,Adeline Rucquoi,Marie-Claude Gerbet, Philippe Snac, Odilo Engels, Alexander P. Bronisch,Alessandro Vanolli, Jos Mattoso, Bernardo Vasconcelos y Pedro Gomes Barbosa,entre los extranjeros, por citar nicamente a una veintena de figuras suficientemen-te reconocidas en el panorama historiogrfico de los ltimos treinta aos19.

    2. La Reconquista y la historiografa reciente: dos propues-tas de interpretacin

    2.1. La Reconquista como sinnimo de la expansin territorial de los reinoscristianos peninsulares

    Quizs la ms evidente de las razones que ha permitido la pervivencia del tr-mino en la historiografa, aparte de la mera comodidad a la que ya hemos aludido,es que su acepcin ha ido perdiendo la carga ideolgica nacionalista con la quenaci y creci, hasta alcanzar una significacin neutra que permite aludir, con unasla palabra y sin necesidad de mayores explicaciones, al proceso de expansin terri-torial que protagonizaron los reinos cristianos peninsulares a costa de al-Andalusdurante la Edad Media.

    Es as, por ejemplo, como entenda la nocin de Reconquista el hispanista britni-co Derek Lomax cuando afirmaba que entre el ao 711 y 1492 el poder poltico [en

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    18 CORRAL (2008), caps. 5 y 6 [la cita textual en pp. 324-325].19 Respectivamente en SUREZ FERNNDEZ (1975);VALDEN BARUQUE (2006); LADE-RO QUESADA (coord., 1998c); GONZLEZ JIMNEZ (2000); GARCA DE CORTZAR(1990); MARTN (1975); MONSALVO ANTN (2006); PORTELA y PALLARES (2006);GARCA TURZA (2002); LALIENA y SNAC (1991); GUICHARD (2002); OCALLAGHAN(2003); BISHKO (1975); LOMAX (1984); MACKAY (2001); RUCQUOI (1993); GERBET (1985,cap. 6); SNAC (2005); ENGELS (1989); BRONISCH (1998); VANOLLI (2003); MATTOSO(1985);VASCONCELOS e SOUSA (2000); GOMES BARBOSA (2008).

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  • la Pennsula Ibrica] fue pasando lentamente de manos musulmanas a manos cristianas, yque precisamente este traspaso de poder es normalmente llamado la Reconquista. Enla misma lnea, Philippe Conrad recordaba hace una dcada a un pblico francsmuy amplio el uso del trmino Reconquista pour dsigner la lutte qui, du dbut du VIIIesicle la fin du XVe, a permis aux royaumes chrtiens du nord de la pninsule Ibrique dese substituer aux pouvoirs musulmans qui sy taient successivement tablis20.

    Desde una posicin historiogrfica muy distinta, y a pesar de ser un autor crticocon la utilizacin y el contenido tradicional de este concepto, Jos Luis Martn tam-bin se mostraba dispuesto a aplicarlo, siempre que se entendiera por tal el avance delas fronteras de los reinos y condado cristianos del norte.Y tambin desde una posicincrtica hacia el sentido tradicional del significado de Reconquista, lvarez Borge pare-ce asimilarlo al de expansin, entendiendo eso s que la Reconquista obedece a losintereses de los grupos dominantes cristianos que ven en la expansin territorial y la luchacontra al-Andalus una forma clara de desarrollar su hegemona social, econmica y poltica.En fin, igualmente la historiografa portuguesa ha realizado diversas objeciones a laspremisas que tradicionalmente estn implcitas en el concepto de Reconquista liga-zn entre la monarqua visigoda y la asturiana, legtima recuperacin de territoriosusurpados, dicotoma absoluta entre cristianos y musulmanes-, pero admite su usopara designar a globalidade da aco militar que conduziu a fronteira criti para zonas maismeridionais at conquista de Faro, em 1249, para os Portugueses, e queda do reino deGranada, em 1492, para os Castelhanos21.

    Al margen del medievalismo, las grandes obras de sntesis referidas al conjunto dela historia de Espaa no han dudado en mantener y utilizar aquella nocin, en elentendimiento de que el mismo resulta una herramienta til para designar a laexpansin militar de los reinos cristianos peninsulares a costa de al-Andalus. A esterespecto, bastara recordar que dos de los xitos editoriales de carcter historiogrfi-co ms importantes de la ltima dcada siguen acudiendo a expresiones tales comola labor reconquistadora, campaas de reconquista o simplemente reconquista paraaludir a aquel fenmeno22.

    Tal vez resulte una obviedad, pero convendra no olvidar que cuando los diver-sos autores aplican el concepto de Reconquista en este sentido, refirindose con l auna expansin territorial, al traspaso de poder de unas manos a otras o a la dilata-cin hacia el sur de las fronteras, estn dando por supuesto que, al menos desde elsiglo X en adelante y salvo raras excepciones, aquellos procesos fueron el resultadode una accin armada, esto es, de un operacin blica que implicaba la imposicinpor la fuerza de la voluntad de unos sobre otros.Y es que, como escribi lacnicapero contundentemente Antonio Ubieto al referirse a esta significacin del concep-

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    20 LOMAX (1984), p. 9; CONRAD (1998), p. 5.21 Respectivamente en MARTN (1975), p. 230; LVAREZ BORJE (2003), pp. 350-351; BARRO-CA, DUARTE y GOUVEIA MONTEIRO (2003), p. 24.22 GARCA DE CORTZAR y GONZLEZ VESGA (2004), pp. 168-170 [la primera edicin esde 1994]; DOMNGUEZ ORTZ (2001), cap. II.

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  • to, ocupacin violenta de tierras pobladas por gentes musulmanas, tras una accin militar. Estose conoce con el nombre de Reconquista23.

    Es evidente que en estos casos, como en el de la mayora de los historiadores queemplean el concepto para hacer referencia a la progresin territorial de los ncleospolticos del norte peninsular en detrimento del espacio dominado por los musul-manes del sur, los autores no participan ni de un espaolismo recalcitrante ni dela idea de que aquella dinmica expansiva respondiera nica o principalmente a ladeliberada y expresa voluntad de los gobernantes cristianos de recuperar las tierrasde sus antepasados visigodos y de reestablecer el culto cristiano en toda en laPennsula, siendo as que en sus anlisis privilegian otro tipo de causas, al margen opor delante de las religiosas o irredentistas, como las polticas o las socioeconmicas,para explicar aquel fenmeno.

    Por lo que vemos, y en la medida en que sigue utilizndose, parece que el con-cepto contina siendo vlido u operativo para calificar un proceso expansivo queconllevaba, lgicamente, no slo una dilatacin espacial de los reinos norteos, sinotambin la integracin de los territorios y comunidades conquistadas en la estruc-tura poltica, cultural y socioeconmica de los conquistadores. En este sentido, qui-zs puedan caber dudas, como ha sealado Garca de Cortzar, sobre la pertinenciade aplicar el concepto Reconquista durante los primeros siglos de expansin, cuandosta se lleva a cabo sobre territorios muy poco poblados y, en todo caso, poltica-mente desorganizados y nada o muy dbilmente sometidos al dominio islmico enel valle del Duero, en la alta Rioja, en el norte cataln-. Pero est mucho ms claroque el trmino puede emplearse y de hecho as se emplea- para aludir a la ocupa -cin de tierra retenida por los musulmanes que tiene lugar a partir de mediados del sigloXI, cuando se puede detectar, ahora con suficientes evidencias, el comienzo del pro -ceso reconquistador, que implicaba la puesta en marcha de un proyecto militar, econmicoe ideolgicamente deliberado de desalojo de los musulmanes24.

    Por supuesto, en lo que no existe unanimidad entre los especialistas es en el diag-nstico sobre las causas ltimas que impulsaron a los reinos cristianos del norte aprotagonizar esta apuesta expansiva que estn dispuestos a llamar, con mayor omenor conviccin segn el caso, reconquista: como puede suponerse, la historiogra-fa ms tradicional y nacionalista haba privilegiado las razones poltico-vindicativas

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    23 UBIETO ARTETA (1970), p. 214. La misma consideracin, casi literalmente, es compartida porTULIANI (1994), p. 6. Recientemente Julio Valden ha vuelto a subrayar que el trminoReconquista, como es sabido, se refiere a la actividad militar desarrollada por los combatientes cristianos a lolargo de los diversos siglos de la Edad Media, con la finalidad de recuperar todos aquellos territorios que cayeron,durante las primeras dcadas del siglo VIII, en poder de los invasores musulmanes procedentes de las tierras occi -dentales del norte de frica,VALDEN BARUQUE (2006), p. 9.24 GARCA DE CORTZAR (1990), pp. 695-696. En la misma lnea VALDEN BARUQUE(2006), p. 9. Idntica consideracin se ha expresado en relacin con los xitos militares de los reyesaragoneses de la primera mitad del siglo XI: difcilmente se puede hablar de reconquista de unosterritorios caso de Sobrarbe o el alto valle del Gllego- que nunca haban estado bajo dominiomusulmn, LALIENA y SNAC (1991), pp. 148-149. Por el contrario, la historiografa ms tradicio-nal no haba dudado en aplicar el concepto a la expansin territorial de los ncleos norteos con ante-rioridad al siglo XI, as por ejemplo en IBARRA y RODRGUEZ (1942).

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  • y religiosas, casi siempre de orden local o hispnico, a la hora de explicar el avancede las fronteras hacia el sur, las conquistas militares y la aniquilacin de los poderesislmicos en al-Andalus. Por ejemplo, podra recordarse la opinin al respecto deMenndez Pidal, quien lleg a sostener que el libre y puro espritu religioso salvado enel Norte fue el que dio aliento y sentido nacional a la Reconquista.Sin l, sin su poderosa fir -meza, Espaa hubiera desesperado de la resistencia y se habra desnacionalizado, y habra lle -gado a islamizarse como todas las otras provincias del imperio romano al este y al sur delMediterrneo... Lo que dio a Espaa su excepcional fuerza de resistencia colectiva, prolonga -da durante tres largos siglos de gran peligro [del VIII al XI] fue el haber fundido en un soloideal la recuperacin de las tierras godas para la patria y la de las cautivas iglesias para laCristiandad25.

    Sin embargo, esta explicacin esencialmente poltico-religiosa ha sido fuerte-mente cuestionada en las ltimas dcadas por no pocos autores que han buscadorazones ms complejas. En ocasiones, por ejemplo, se ha apelado a las dinmicassocioeconmicas internas del feudalismo a la hora de explicar la expansin, en elentendimiento de que la explicacin ltima de los grandes hechos polticos [las conquis-tas militares entre ellos] hay que buscarla en el entramado estructural de la propia sociedad.Desde este punto de vista, ser la consolidacin en los espacios norteos de unasdeterminadas relaciones de produccin las propias de las sociedades feudales-, lasque reactiven la colonizacin, dinamicen la expansin poltica y proyecten en formade conquista militar, la agresividad del feudalismo hacia el exterior, es decir, hacia el espaciopoltico andalus. La agresividad feudal, resultante de la necesidad de la nobleza demantenerse como grupo social dominante que har de la fuerza militar la principalgaranta de su poder, no slo se aplicar hacia el interior frente a las comunidadescampesinas o contra otros linajes-, sino tambin hacia el exterior: no es una casua -lidad [concluye Jos Mara Mnguez, a quien citamos y glosamos en este prrafo] lasimultaneidad cronolgica que se produce entre la consolidacin definitiva de las estructurasfeudales en el reino castellano-leons y el inicio de una agresin militar directa y sistemticacontra el espacio poltico andalus26. O, en palabras de otro historiador que compartela misma lnea interpretativa, es la hegemona de la nobleza, y sus necesidades de repro -duccin social, la que explica la dinmica de expansin territorial27.

    Desde una perspectiva ms amplia, aunque centrada en las vicisitudes histricaspor las que a finales del siglo XI pas Toledo, la primera gran ciudad musulmana recon -quistada por los cristiano-romnicos, la expansin territorial de los reinos cristianos his-pnicos tambin ha sido interpretada como el resultado de la colisin entre dosgrandes formaciones econmico sociales: la tributaria-mercantil, propia del mundorabe y a la que pertenece al-Andalus, y la tributaria evolucionada o feudal, a la quese adscriben los ncleos norteos peninsulares. En este escenario global, la Espaamusulmana y la Espaa cristiana representaran la frontera occidental de aquellasdos grandes formaciones, de modo que el avance territorial expresamente deno-minado Reconquista- de la segunda sobre la primera no sera sino la expresin de

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    25 MENNDEZ PIDAL (1991), p. 114.26 MNGUEZ (1994), pp. 218-220.27 LVAREZ BORGE (2003), p. 352.

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    RenanSticky NoteAFIRMAO E EXPORTAO DO MODELO FEUDAL PARA FORA DOS TERRITRIOS CRISTOS: RECONQUISTA. SOBREPOSIO DO MODELO URBANO MERCANTIL ISLMICO PELO RURAL FEUDAL.

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  • la fuerza expansiva de la formacin feudal y del deterioro que experimenta la tri-butaria mercantil del mundo rabe a partir del siglo XI28.

    Sin duda podramos aadir algunas interpretaciones ms acerca del procesoexpansivo desplegado por las monarquas hispnicas medievales, pero creemos que,a los efectos que aqu interesan, puede bastar con recordar una ltima muy sugerentey, a nuestro juicio, atinada: prescindiendo de las nociones del materialismo histricoque caracterizan al anlisis que acabamos de esbozar, algunos autores han puesto elnfasis en la conexin existente entre el avance de las fronteras locales o ibricas acosta de al-Andalus, y la expansin general que, en la misma poca, protagoniz laCristiandad latina, desde el Atlntico norte al Mediterrneo oriental, pasando por lasriberas del Bltico, manifestaciones expansivas todas ellas que parecen participar deuna lgica comn y de una dinmica de crecimiento general demogrfico, econ-mico, tcnico, institucional y cultural-.

    No deja de ser significativo, a este respecto que, en su clsico manual sobre Lapoca medieval, Jos ngel Garca de Cortzar titulase como La ofensiva y expansinde Europa en el escenario espaol al captulo dedicado a explicar el triunfo de laCristiandad sobre el Islam a travs de la Reconquista.Y es que, segn su criterio, losenfrentamientos entre cristianos y musulmanes en la Pennsula Ibrica de los siglosXI al XIII

    reproducen en Espaa el proceso de crecimiento y expansin ofensiva que caracteriza ala historia del Occidente europeo en estas tres centurias. Durante ellas, la Cristiandadlatina desarrolla, por la fuerza de las armas y la evangelizacin, un proceso expansivofrente a hngaros, eslavos y musulmanes, cuyo resultado sera la creacin del rea geo-grfica que conocemos como Europa occidental. En este proceso, simultneo en todos losfrentes, corresponde al escenario espaol el enfrentamiento entre los musulmanes de al-Andalus, fortalecidos por la llegada de nuevos guerreros bereberes del norte de frica, ylos cristianos de los ncleos del norte que, trabajosamente y con ayudas ultrapirenaicas,progresan sin cesar hacia el sur, a costa de los islamitas.

    Est claro, pues, que desde esta perspectiva existe un evidente paralelismo entreel fenmeno de la Reconquista, entendida como ocupacin violenta de tierras habitadas pormusulmanes, y los otros dos grandes movimientos que evidencia la expansin euro-pea de la Plena Edad Media: el Drang nach Osten, esto es, el avance alemn hacia eleste por las riberas del Bltico, y las Cruzadas29.

    En fin, aunque con matices, en esta misma lnea parece insertarse la propuesta deJosep Torr quien, siguiendo los esquemas interpretativos de Robert Bartlett, apues-ta por entroncar la conquista de al-Andalus en el marco general de la expansinoccidental, puesto que una y otra participan de una logique commune, si bien aler-tando de que las formas de progresin del sistema feudal europeo presentan moda-lidades diferentes en cada frente de expansin30.

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    28 PASTOR DE TOGNERY (1975), pp. 9-17. La utilizacin del concepto reconquista por parte de estaautora en pp. 17 y 35.29 GARCA DE CORTZAR (1981), pp. 111-112 y 154 [la primera edicin es de 1973].30 TORR (2000), p. 85. Las propuestas de Robert Bartlett en BARTLETT (2003).

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  • En cualquier caso, como ha hecho notar alguno de los autores ya citados, la con-frontacin armada entre cristianos y musulmanes en el mbito peninsular, la mate-rializacin del dominio poltico y militar de los reinos del norte sobre al-Andalus,esto es, la Reconquista, seguira siendo la manifestacin ms ostensible o la expresinexterna de la expansin feudal, de la pugna secular entre dos formaciones socioe-conmicas antagnicas o de la lucha entre dos sociedades, la cristiana y la islmica31.

    Conviene advertir que, aunque el concepto de Reconquista tiene en esta acepcinun evidente significado blico, la bibliografa casi nunca ha puesto el nfasis en elestudio de los aspectos estrictamente militares del proceso, sino que ha incidido fun-damentalmente en el estudio de las consecuencias polticas, socioeconmicas y cul-turales derivadas de la expansin territorial, esto es, en las dinmicas demogrficasdesarrolladas a raz de las anexiones, en la organizacin social de los espacios con-quistados, en las transformaciones experimentadas en la explotacin de la tierra y ensu rgimen de propiedad, en su incidencia sobre las actividades y redes comerciales,o en las novedades institucionales introducidas por los conquistadores en las ciuda-des o territorios ganados a los musulmanes.

    Ocurre que durante mucho tiempo los estudios sobre la Reconquista, entendidadesde esta perspectiva expansionista, han dado por supuesto que las acciones blicas,los choques armados, las conquistas, en definitiva, la guerra y la violencia, constitu-an la antesala de las profundas transformaciones a las que quedara sometido el espa-cio anexionado, pero aquella la guerra- casi nunca mereca atencin en s misma,ms all del establecimiento de la secuencia de hechos o de la narracin de los con-flictos. Parafraseando a un conocido medievalista britnico, cabra afirmar que loshistoriadores de las ltimas dcadas han estado tan ocupados estudiando lo que ocu-rra una vez que los ejrcitos haban reconquistado algo o alcanzado sus objetivoscuestiones por otra parte de una trascendencia incuestionable-, que apenas habantenido oportunidad de ocuparse de lo que estos hacan mientras reconquistaban,esto es, mientras estaban en guerra32.

    Afortunadamente, desde mediados de los aos noventa del siglo XX se viene pro-duciendo en la historiografa hispnica, en conexin con algunas tendencias muyconsolidadas de las historiografas francesas y anglosajonas, una importante renova-cin de los estudios sobre la guerra. Gracias a ello, a estas alturas se conocen conmucho ms detalle y precisin algunos de los aspectos estratgicos y tcticos deaquel gran proceso de expansin territorial, tales como la centralidad de las opera-ciones tendentes a garantizar el control del espacio cercos y bloqueos-, la impor-tancia radical de la guerra de desgaste cabalgadas- y la rareza y escasa aportacin, apesar de su indudable impacto sobre la percepcin de los contemporneos, de lasbatallas campales33.

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    31 GARCA DE CORTZAR (1990), p. 694.32 GILLINGHAM (1992), p. 194.33 GARCA FITZ (1998). Sobre estas cuestiones recientemente se han presentado en el I SymposiumInternacional La Conduccin de la guerra (950-1350). Historiografa, celebrado en Cceres en noviembrede 2008, dos estados de la cuestin, referido uno a los reinos ibricos occidentales y otro a la Coronade Aragn -GARCA FITZ (en prensa);ALVIRA CABRER (en prensa)-, de prxima publicacin.

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    RenanSticky NoteGUERRA PROJETO BLICO EXPANSIONISTA MILITAR E VEM ACOMPANHADO DE PROJETOS IDEOLGICO LEGITIMADORES QUE ADOTAM UM CARTER CULTURAL E ESPIRITUAL DENTRE OUTROS.

  • 2.2. La Reconquista como perodo histrico

    No puede negarse que la conflictividad blica entre cristianos y musulmanes, quese tradujo como hemos indicado en la expansin territorial de los primeros y el pro-gresivo repliegue de los segundos, lleg a adquirir unas dimensiones, una continui-dad y unas repercusiones de todo tipo sobre ambas sociedades, altamente significa-tivas. En ocasiones ha llegado a considerarse que tal incidencia fue tan determinan-te para muchos aspectos de sus vidas, que acab siendo el factor clave de la evolu-cin histrica de todo el perodo. Consecuentemente con esta conviccin, el tr-mino Reconquista ha sido tambin utilizado para hacer referencia a una realidad his-trica mucho ms amplia y compleja que la estricta expansin territorial de los rei-nos cristianos del norte: desde este punto de vista, la Reconquista es un concepto quese asimila con todo un perodo histrico, convirtindose en una categora histrica ehistoriogrfica que permite configurar el mapa amorfo del acontecer histrico, modu-lando etapas y contenidos, integrando y relacionando todos los aspectos que componenla vida simultnea de las diversas comunidades: aspectos polticos, sociales, econmicos y cultu -rales, enmarcados en sus respectivas coordenadas, geogrficas y temporales. Partiendo de estapremisa, Benito Ruano concluye que la Edad Media espaola puede llamarse de estemodo: Reconquista34.

    En consecuencia, Reconquista es un concepto que sirve, segn palabras de JosLuis Martn, para designar el largo perodo que va desde la entrada de los musulmanes enla Pennsula (711) hasta la desaparicin del ltimo estado islmico (1492) y que se concibecomo la poca en la que los cristianos centran su vida e incluso su organizacin en ocupar lastierras perdidas por los visigodos y en restablecer el cristianismo en la Pennsula35.

    A algunos autores siempre les ha parecido errneo resumir el contenido histri-co de la etapa que transcurre entre el siglo VIII y el XV con el trmino Reconquista36.Ciertamente, con esta eleccin se pone el nfasis, se quiera o no, en los procesosmilitares de aquel tiempo, de tal manera que la guerra entre cristianos y musulma-nes se convierte inevitablemente en el eje de la historia hispnica medieval, margi-nando u obscureciendo otros aspectos que se consideran ms importantes o igual-mente relevantes, como los de orden econmico, social o poltico. En todo caso, seinsiste, la aplicacin de aquel concepto viene a encubrir una realidad histricamucho ms compleja de la que se deriva de una accin militar.

    Sin duda, resumir toda la complejidad histrica de un perodo con un slo tr-mino tiene el riesgo evidente de simplificarla y deformarla, y as puede ocurrir si

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    34 BENITO RUAN0 (2002), pp. 94 y 96.35 MARTN (1975), p. 229. Para la Edad Media portuguesa tampoco resulta extrao hablar del pero -do chamado da Reconquista -GOMES BARBOSA (2008), pp. 11-12-. La historiografa britnica tam-bin ha recogido esta acepcin, poniendo de manifiesto que ese perodo de quinientos aos [siglo VIII-XIII] ha sido conocido desde hace mucho tiempo por los historiadores de Espaa como la poca de la Reconquista,y sealando que tradicionalmente la historia medieval de Espaa se ha organizado en torno al drama dela Reconquista, FLETCHER (2001), p. 71 [la edicin original en ingls es de 2000].36 Precisamente a esto es a lo que se refera Jos Mara Mnguez cuando alertaba sobre la impertinen-cia del trmino, tal como hemos comentado en pginas anteriores, MNGUEZ (1989), pp. 7-8.

  • queremos incluir a toda la Edad Media, a todos los caracteres y evoluciones de lassociedades cristianas peninsulares, bajo una nocin, la de Reconquista, que inevitable-mente apela a una realidad militar, como hemos visto.

    Sin embargo, en este caso hay algo que debera tenerse en cuenta y que tampo-co puede negarse: en la historia medieval hispnica, al menos en la del reino dePortugal y en la Corona de Aragn hasta mediados del siglo XIII, y en la de Castillay Len hasta fines del XV, el peso de lo militar, y en particular la incidencia de lalucha contra el Islam sobre el resto de las realidades histricas es enorme.

    A esto es a lo que aluda Snchez Albornoz, en una frase que ya hemos comen-tado, cuando sostena que la Reconquista fue la clave de la historia de Espaa, puestoque su influencia en la formacin de la realidad histrica de Espaa fue determi-nante: recurdese que, a su juicio, fueron muchas las proyecciones histricas de esa largay compleja empresa en la cristalizacin de muy variadas facies del vivir hispano. Ms an,este autor no dud en identificar la formacin de una supuesta esencialidad hisp-nica, del homo hispanicus, a partir de la accin de la multisecular pugna con el Islam37.

    En cierta medida, y siempre que prescindamos de esencialismos, no parece fal-tarle razn. Como hemos tenido ocasin de indicar en otro lugar, la idea de que elpermanente conflicto con los musulmanes marc de manera profunda los rasgos delas sociedades medievales hispnicas parece bastante cierta y, desde luego, comparti-da por muchos historiadores. El medievalismo hispnico no ha dejado de poner demanifiesto la incidencia de la guerra de conquista en la organizacin poltica de losreinos, en la adjudicacin de un papel central y predominante a la monarqua enrelacin con otros grupos sociales, en el dbil desarrollo de las instituciones feuda-les clsicas, en la configuracin de las elites nobiliarias, en la permeabilidad social, enlas actividades y estructuras econmicas, en la formacin de una mentalidad, de unaideologa y de una sensibilidad religiosa particulares. Se adopte el punto de vista quese quiera, la confrontacin militar con el Islam peninsular aparece una y otra vezconformando, matizando, explicando las evoluciones sociales, los entramados eco-nmicos, las construcciones institucionales, polticas, mentales e ideolgicas de losreinos medievales38.

    Deca Georges Duby, al referirse a la historia europea de los siglos XI al XIII,queaquella etapa fue une priode o la civilisation de l'Europe occidentale se trouve toute enti -re domine par le fait militaire39. La frase bien podramos trasladarla, sin demasiadoesfuerzo, al contexto de la historia medieval hispnica, porque tambin aqu la gue-rra en general es un fenmeno omnipresente, y la guerra contra el Islam colorea demanera caracterstica el panorama blico. Consecuentemente, sus efectos sobre elentramado vital fueron de lo ms variados.

    En buena medida, las tesis de Angus Mackay publicadas a finales de la dcada delos aos sesenta del siglo XX- sobre la incidencia de la frontera en la conformacinde las sociedades y reinos hispnicos medievales vienen a ratificar lo que decimos:

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    37 SNCHEZ ALBORNOZ (2000), pp. 723 y 1263.38 GARCA FITZ (1998), p. 22.39 DUBY (1973), p. 449.

  • Muchos de los rasgos peculiares del desarrollo histrico ibrico -afirmaba- se explican en tr -minos de la experiencia fronteriza y la dureza de una empresa, la reconquista, que haba con -seguido casi la totalidad de sus objetivos a finales del siglo XIII. El planteamiento del his-toriador escocs, a la hora de abordar su obra de sntesis sobre La Espaa de la EdadMedia no poda ser ms concluyente:

    [...] se puede demostrar -continuaba- que el retroceso continuo de la frontera, y el avan-ce de la colonizacin cristiana hacia el sur molde el desarrollo histrico espaol, y quecuando ya no haba frontera la poca de formacin de la historia espaola haba acabado.

    Es evidente que cuando el citado autor aluda al avance fronterizo estaba pen-sando en el proceso de expansin territorial y en las actividades blicas ligadas almismo, esto es, estaba pensando en la Reconquista, que a la postre fue la que deter-min, a su juicio, la conformacin de las sociedades hispnicos:

    En realidad, gran parte del impacto de la frontera se debi al hecho de que generacio-nes sucesivas tuvieron que pasar por las mismas disciplinas transformadoras -es decir,tuvieron que prescindir de todo lo superfluo y adaptarse a aquellas costumbres e insti-tuciones que eran necesarias para la vida fronteriza y la reconquista.

    Partiendo de estas premisas, la conclusin a la que llegaba no poda ser ms rotunda:La existencia de una frontera militar permanente significaba, virtualmente, que la Espaa medie -val era una sociedad organizada para la guerra... . Dicho con otras palabras, y sin necesidadde forzar el sentido de sus expresiones, el carcter particular de la sociedad hispnicauna sociedad organizada para la guerra- derivaba directamente de la Reconquista unafrontera militar permanente. Que sepamos,Angus Mackay no lo hizo, pero de ah a iden-tificar a la Reconquista con la Edad Media hispnica slo haba un paso40.

    3. La Reconquista como ideologa de la guerra

    3.1. Una reflexin sobre la funcin de la ideologa de la guerra: de la justifi-cacin a la movilizacin

    Volviendo a la bibliografa que habitualmente utiliza el concepto de reconquista, cabehacer una breve reflexin: es evidente que si simplemente se quisiera hablar de unosprocesos de expansin militar y territorial o de avance de las fronteras, comparables alos de los cruzados en el Levante Mediterrneo o a los de los alemanes por las riberasdel Bltico, no estara justificada la utilizacin del concepto de Reconquista. Los espe-cialistas habran tenido bastante con emplear los de conquista, anexin, expan-sin o cualquier otro trmino ms neutro. Quizs podra argumentarse que con aqulse significa de manera inconfundible, sin necesidad de ms calificativos ni aclaraciones,a la vertiente especficamente hispnica de la dilatacin de la Cristiandad medievalfrente a sus adversarios musulmanes o paganos, evitando confusiones con otros proce-

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    40 MACKAY (1980), p. 12.

  • sos de conquista, como el protagonizado por los musulmanes en la Pennsula en el sigloVIII o el llevado a cabo por los espaoles en Amrica, por ejemplo41.

    Pero creemos que hay algo ms. Es posible que lo que subyace bajo la preferenciapor la nocin que estamos comentando frente a otras posibles competidoras, es suimplcita apelacin al entramado ideolgico que sirvi para justificar o motivar laguerra contra los musulmanes en tierras hispnicas: cuando se habla de Reconquista nose est aludiendo slo a una conquista, sino a una conquista justificada de determi-nada manera, a una expansin territorial motivada con un argumentario coherente ybien definido42.Y este es, precisamente, el segundo de los grandes contenidos del con-cepto y el significado central del trmino: la Reconquista como ideologa de la gue-rra. Por su trascendencia, nos acercaremos a ella con cierto detenimiento.

    Como se sabe, el ideal de la Reconquista, tal como se presenta en las fuentes his-pnicas desde el siglo IX hasta el siglo XV, sostena que los monarcas y poblacionescristianas del norte eran herederos legtimos de los visigodos. Como tales, tenan elderecho y la obligacin histrica de recuperar aquello que haba pertenecido a susantepasados y que, como consecuencia de la invasin musulmana, les haba sidoinjustamente arrebatado. Dado que lo que se haba perdido a raz de la irrupcinde los musulmanes no haba sido slo la patria de sus antepasados, sino tambin laIglesia, que haba quedado aniquilada por los seguidores de otra religin, aquellarecuperacin territorial se presentaba ntimamente asociada a la restauracin ecle-sistica. Mientras existiera un poder islmico sobre el solar que en otro tiempo habaocupado el reino visigodo, quienes se postulaban como sus herederos tendran lainexcusable misin de combatir a los conculcadores hasta que el dominio perdidofuera plenamente reintegrado y la fe de Cristo volviera a su antiguo esplendor, unsentimiento que a veces ha sido comparado con una especie de destino manifiesto43.

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    41 A este respecto, Josep Torr ha recordado una ancdota muy ilustrativa, protagonizada por PierreGuichard en el coloquio sobre La formaci i expansi del feudalismo catal, que tuvo lugar en Gerona en1985. Durante los debates de la reunin, Guichard explic que los editores de la conocida Historie desEspagnols, dirigida por Bartolom Bennassar, le haban cambiado sistemticamente el trmino conquis-ta por el de reconquista, alegando que, fuera de Espaa, el uso de la palabra conquista para referir-se a la expansin de los reinos cristiano podra dar lugar a confusin,TORR (2000), p. 83. Igualmente,Gonzlez-Casanovas utiliza sistemticamente los conceptos de reconquista y de conquista para dife-renciar de manera grfica la expansin territorial de los reinos hispnicos frente al Islam y los de la coro-na de Espaa en Amrica durante el siglo XVI, as en GONZLEZ-CASANOVAS (1994).42 Creemos que Miguel ngel Ladero estaba en lo cierto cuando, al reflexionar sobre la obra de SnchezAlbornoz, sealaba que actualmente, muchos consideran espurio el trmino reconquista para describir la realidadhistrica de aquellos siglos, y prefieren hablar simplemente de conquista y sustitucin de una sociedad y una cultura, laandalus, por otra, la cristiano-occidental, pero, aunque esto fue as, tambin lo es que el concepto de reconquista nacien los siglos medievales [no el trmino, matizaramos nosotros, sino la idea] y pertenece a su realidad en cuantosirvi para justificar ideolgicamente muchos aspectos de aquel proceso, LADERO QUESADA (1998a), p. 334.43 Sobre la idea de reconquista como programa de nuestra historia medieval y sobre la tradicin de la heren -cia goda como mito poltico en la Edad Media hispana, la obra de MARAVALL (1981), especialmentelos captulos VI y VII sigue siendo una referencia historiogrfica inexcusable. Aunque la primera edi-cin de esta obra se remonta a 1954, lo cierto es que tanto por su metodologa como por su solven-cia documental este libro es de obligada lectura para cualquiera que pretenda comprender el entra-mado ideolgico al que denominamos Reconquista, si bien el autor limita la argumentacin ideolgi-ca al mbito poltico y prescinde de cualquier referencia al religioso. La alusin a la Reconquista comodestino manifiesto de Espaa en MACKAY (2001), pp. 98 y 100.

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  • Como sealaba hace un par de dcadas Garca de Cortzar, algunos de los auto-res que han negado la validez de la Reconquista como concepto historiogrfico hansubrayado que, a pesar de lo que explcitamente indiquen las crnicas u otros escri-tos de la poca, aquella nocin no haca sino encubrir la realidad cotidiana de lalucha entre cristianos y musulmanes, que se sustentaba sobre los intereses econmi-cos, sociales y polticos de la elite feudal dominante en los reinos del norte, pero enabsoluto sobre ideal poltico alguno. Como contundentemente afirmaba a este res-pecto lvarez Borge, la ideologa de la Reconquista fue un instrumento de justificacin alservicio de los poderosos. En todo caso, este ideal poltico reconquistador no sera sinouna pura construccin terica, elaborada a posteriori de manera artificiosa e interesa-da, con la que justificar la expulsin de los musulmanes en virtud de unos presun-tos derechos histricos y de unas razones religiosas44.

    Despus de todo si, como parecan haber demostrado a principios de la dcadade los aos setenta Abilio Barbero y Marcelo Vigil, los protagonistas que iniciaron laresistencia contra la dominacin musulmana astures, cntabros, vascones- bajo nin-gn concepto podan ser considerados como herederos de los visigodos, difcilmen-te podran haber reivindicado con legitimidad algo que nunca les haba perteneci-do. Por tanto, el entramado ideolgico de carcter reconquistador, construido en lacorte asturiana muchas dcadas despus ya en el siglo IX-, no se apoyaba sobre basehistrica alguna y respondera, como hemos comentado pginas arriba, a la necesi-dad de justificar otros intereses de corte estrictamente polticos o militares, talescomo la expansin territorial a costa de los vecinos del sur o la preeminencia pol-tica de la monarqua asturiana frente a otros ncleos norteos45.

    En el ltimo cuarto de siglo se han realizado avances significativos en el conoci-miento de los pueblos del norte que permiten cuestionar las tesis de Barbero y deVigil, y consecuentemente, la idea de que la nocin de reconquista sea completamenteartificiosa e impertinente para explicar el comportamiento y las motivaciones deaquellos pueblos. Siguiendo las conclusiones sintetizadas por Manuel GonzlezJimnez a partir de los trabajos de Armando Besga, Jos Miguel Novo Gisn,YvesBonnaz, Julia Montenegro y Arcadio del Castillo, podra sealarse que las regionesdel norte peninsular haban sido bastante ms romanizadas de lo que pensabanBarbero y Vigil; que las estructuras sociales de los mismos haban perdido buenaparte de sus caracteres distintivos y se haban acercado a las formas de organizacinsocial de romanos y godos; que tanto la regin cntabra como la asturiana s habansido dominadas por los visigodos de manera efectiva; que el universo poltico ycultural visigodo estuvo presente en las montaas desde el mismo inicio de la resis-tencia contra el Islam; o que el pueblo que protagoniz esta primera resistencia, elastur, se encontraba en la segunda dcada del siglo VIII muy incardinado en elmundo visigodo46.

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    44 GARCA DE CORTZAR (1985), p. 13. La afirmacin de lvarez Borge en (2003), p. 351.45 MARTN (1996), p. 222; MONTERO GUADILLA (1990), pp. 100-101.46 GONZLEZ JIMNEZ (2000), pp. 158-161. Las ideas que han servido para cuestionar las tesis deBarbero y Vigil en BESGA MARROQUN (1983); IDEM (2003); NOVO GISN (1992); BON-NAZ (1976); MONTENEGROVALENTN y DEL CASTILLO LVAREZ (1992); IDEM (1995).

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  • En una lnea similar, Julio Mangas ha advertido, con matices, pero de manera bas-tante clara, sobre la temprana penetracin de la influencia romana entre cntabros yastures variable en el tiempo de unas zonas a otras- y la consiguiente transforma-cin de las formas sociales indgenas hacia formas de organizacin romanas -tam-bin ms temprana de lo que haban supuesto Barbero y Vigil-, mientras que Garcade Cortzar se ha referido a la oleada romanizadora para referirse a la continuaaparicin de restos romanos al norte de la cordillera Cantbrica. Por su parte, y en relacincon otra de las vertientes del problema, Ruiz de la Pea tambin ha llamado la aten-cin sobre el hecho de que los astures que acompaaron a Pelayo en su enfrenta-miento armado contra los musulmanes ya estaban cristianizados y haban estadointegrados en el marco poltico godo, al tiempo que familias godas caso de la delpropio Pelayo- estaban plenamente arraigadas en Asturias47.

    Debe advertirse, no obstante, que sigue abierto el debate en torno al grado deromanizacin y cristianizacin de los pueblos del norte, as como a la intensidad dela influencia romana y visigoda en la desestructuracin o transformacin de lassociedades gentilicias, y con ello el problema de la posible continuidad o herenciagoda en el mundo astur, del que obviamente deriva la pertinencia o falta de perti-nencia histrica o, si se quiere, la legitimidad o no de los poderes y sociedades cris-tianas posteriores para aplicar el concepto de Reconquista48.

    De cualquier manera, estas cuestiones, que son muy relevantes desde el punto devista del conocimiento histrico, no lo son tanto desde la perspectiva del anlisis ide-olgico: como en su momento advirtiera Jos Antonio Maravall, cuando se abordauna cuestin relacionada con la historia del pensamiento, como es el asunto queahora nos ocupa, lo que importa no es determinar cmo los hechos pasaron en reali -dad, sino cmo se fue constituyendo un sistema de creencias49. Pues bien, en nuestrocaso, creemos que no afecta sustancialmente ni al contenido de aquella construccinideolgica, ni al papel que desarroll a lo largo de varios siglos como argumento jus-tificador y motivador de la actividad conquistadora, el hecho de si Pelayo y los astu-res a los que acaudill en Covadonga eran realmente herederos de la patria de losgodos, y por tanto sus sucesores podan proclamarse con pleno derecho como susvindicadores legtimos, o si por el contrario aquellos sucesores se inventaron lanocin de Reconquista para justificar a posteriori su accin poltica, sus ambiciones ysus proyectos expansivos de futuro.

    A los efectos que aqu interesan, e independientemente de cmo se resuelva eldebate historiogrfico al que acabamos de aludir o del posicionamiento que se adop-te en una u otra direccin, lo que resulta incuestionable es que en los reinos cristia-

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    47 MANGAS (1998); GARCA DE CORTZAR (1998), pp. 317-318; RUIZ DE LA PEA (1995),pp. 38-42.48 A este respecto vase LOMAS (1998).49 MARAVALL (1981), p. 257. En la misma lnea, Gonzlez Jimnez ha explicado, dirigindose a unpblico general, que desde la realidad de los hechos, no tiene la menor importancia que algunos o muchos delos elementos sobre los que se construy esta ideologa sean mticos o fabulosos, ya que lo cierto es que la sociedaden su conjunto acab aceptando estas ideas y aplicndolas a lo largo de buena parte de la Edad Media, hasta laguerra final de Granada, GONZLEZ JIMNEZ (2004), p. 11.

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  • nos del norte se elabor desde muy pronto al menos desde el siglo IX-, un entra-mado ideolgico, de contenido indudablemente restaurador y reconquistador, quese configur como un sistema de representaciones mentales y de valores morales,religiosos, polticos y jurdicos al servicio de la expansin territorial. Esta ideologaparece concebida para justificar y dar sentido, en un plan de conjunto, a las preten-siones expansionistas de las monarquas hispnicas a costa de sus vecinos musulma-nes, pero tambin para movilizar, en aras de la consecucin de tal fin y a travs de lapropaganda poltica, a sus recursos humanos, econmicos e institucionales50.

    Dicho esto, tal vez convenga hacer algunas matizaciones para encajar en sus jus-tos trminos el significado y la valoracin que hacemos de la Reconquista en tantoque sistema ideolgico: en primer lugar, no entendemos que el ideal reconquistadorimplicando en esta idea tanto la recuperacin territorial de reino visigodo como larestauracin religiosa de Espaa, ambas (Patria e Iglesia) perdidas como consecuen-cia de la invasin islmica-, fuera de hecho el motor y el hilo conductor de la expan-sin de los reinos cristianos peninsulares. Consideramos, por el contrario, que dichaexpansin es un fenmeno complejo que implica condicionantes demogrficos,sociales, econmicos, polticos y culturales de muy diverso tipo, y que en absolutopueden ser postergados o ignorados en beneficio de una nica -o principal- inspi-racin vindicativa y religiosa.

    Atendiendo a este criterio, tenemos que reconocer que, desde nuestro punto devista, la guerra contra el Islam responde a un amplio abanico de motivaciones, desdelas ms generales dinmicas expansivas de las sociedades occidentales o el ms parti-cular inters por la ganancia material a travs de la participacin en el botn, hasta lavenganza personal en respuesta a un perjuicio recibido previamente, pasando por losrepartos de tierras conquistadas, el cobro de tributos, el ascenso social, la fama, el inte-rs poltico, la ampliacin del dominio o la defensa de una zona de influencia, porindicar algunas de las causas ms habituales de la conflictividad armada. Ni qu decirtiene que, en este contexto, habr ocasiones en las que el mvil ideolgico de tiporeconquistador est completamente ausente, mientras que en otras concurrir junto alos anteriores.A su vez, en estos ltimos casos encontraremos situaciones en las que supresencia no sea determinante ni en la causa ni en la justificacin de la accin blica,pero tambin habr otras en las que la carga ideolgica sea omnipresente y envuelvaa todos los testimonios que nos han llegado de determinados hechos de armas.

    En segundo lugar, resulta evidente que cuando el entramado ideolgico de cortereconquistador se hace patente en las fuentes que describen el desarrollo o el plan-teamiento de algn conflicto, aqul no siempre tiene porqu haber sido la causa nila justificacin real del mismo. Por el contrario, perfectamente puede ocurrir que elargumento se aplique a posteriori para explicar la confrontacin en trminos o encoordenadas mentales e ideolgicas aceptables para el autor de la informacin, aun-que stas tuvieran poco que ver con las motivaciones reales de los protagonistas delhecho narrado.

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    50 Retomamos en los siguientes prrafos algunas ideas que hemos tenido ocasin de desarrollar enotros trabajos previos, a los que remitimos para un mayor detalle.Vase al respecto GARCA FITZ(2004a), pp. 59-66; IDEM (2003), pp. 194-224; IDEM (2005), pp. 389-441.

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  • En tercer lugar, parece claro que ni todos los que participaron en la guerra con-tra los musulmanes abrazaron el ideal de la reconquista con el mismo entusiasmo, niste se mantuvo o fue proclamado con la misma intensidad y significado en todomomento: la diversidad marca no slo el grado de aceptacin de la idea por partede los individuos y de los diversos sectores sociales, sino tambin el nfasis que sepone en la defensa o actualidad de la misma de una situacin histrica a otra51. Msan, como ha resaltado Stphane Boissellier, incluso entre las personas, grupos e ins-tituciones que la hicieron suya el Papado, los obispos, los monjes, los cruzados, losreyes, las rdenes Militares, la nobleza- la lectura de aquel ideal se hizo con infle-xiones diferentes, aunque dentro de un fondo ideolgico comn 52.

    Ahora bien, teniendo en cuenta todas estas matizaciones, tambin creemos queno se puede menospreciar el papel de la ideologa reconquistadora en el proceso deexpansin territorial de los reinos del norte, ni siquiera cuando aparece en momen-tos o en fuentes en los que claramente se utiliza para falsificar, distorsionar o mani-pular la realidad histrica con fines interesados o propagandsticos. Por muy anacr-nica o anmala que hubiera sido en sus orgenes, como sostiene Thomas F. Glick53,o por muy artificiosa que sea su utilizacin en un momento dado, parece evidenteque, en la medida en que aquel ideal se formula explcita y reiteradamente, pasa aocupar un lugar en el orden social y contribuye a forjar la imagen que la sociedadtiene de s misma y de sus actos. En el universo ideolgico de los ncleos polticoscristianos peninsulares, el ideal de la Reconquista sirvi ni ms ni menos para confi-gurar un marco terico de relaciones entre cristianos y musulmanes peninsulares ypara definir un programa modlico de actuacin poltica.

    Afirmaba Georges Duby que cualquier ideologa se caracteriza por su capacidadpara ofrecer a la sociedad que la construye una representacin global de su devenirhistrico, integrando pasado, presente y futuro en una dinmica y evolucin cohe-rente: todos los sistemas ideolgicos indicaba- se fundan en una visin de esta historia,instaurando en un recuerdo de los tiempos pasados, objetivo o mtico, el proyecto de un futuroque vera el advenimiento de una sociedad ms perfecta54. Pues bien, como tendremosocasin de comprobar en los siguientes prrafos, la reconquista, tal como apareceexpresada en la cronstica del siglo IX y se mantiene hasta finales del siglo XV, esoes precisamente lo que propona: una visin interpretativa de las sociedades cristia-nas peninsulares que daba sentido a lo ya acontecido, a la forma de actuar en cadamomento presente y a lo que debera ocurrir en tiempos venideros, engarzndoloen un discurso lgica y sentimentalmente estructurado: mirando hacia atrs, el idealreconquistador colocaba a las comunidades norteas ante sus orgenes, hacindoles

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    51 LOMAX (1984), p. 12.A propsito de la complejidad del fenmeno y de sus variaciones a lo largodel tiempo, se han propuesto diversas etapas que marcaran la heterogeneidad de propsitos, prcticas,representaciones y actores que intervinieron, de forma dinmica y cambiante, entre el siglo VIII y elXV, BALOUP (2002), pp. 454-455.52 BOISSELLIER (1994), p. 165. En la misma lnea parece moverse Daniel Baloup al sealar los fal-sos contrastes entre la ideologa de la guerra santa y las prcticas de protectorado o de pacto entre cris-tianos y musulmanes, BALOUP (2004).53 GLICK (1991), p. 57.54 DUBY (1978), vol. I, p. 162.

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  • entroncar con una herencia el reino visigodo- de la que haban sido injustamentedesposedos por los musulmanes. Partiendo de esta representacin del pasado qui-zs ms mtica que objetiva-, en el presente cualquiera que fuera- cada generacinse encontraba con la obligacin de hacer una aportacin a la labor de restauracinde la herencia perdida. En consecuencia, la empresa se proyectaba hacia un futuro enel que las sociedades recuperaran su plenitud una vez que fueran expulsados losconculcadores y fuera restaurado el reino de sus antepasados.

    Por otra parte, la nocin de reconquista, ajustndose de nuevo a los rasgos propiosde cualquier ideologa tal como esta fuera descrita por George Duby, actuaba comoun sistema de representaciones completo y globalizante que proporcionaba una jus-tificacin y un marco de referencias aceptable para las conductas cotidianas de lasgentes55: en nuestro caso, la reconquista ofreca a las sociedades cristianas un objetivosuperior, justo y bendito, por el que luchar, objetivo que por s mismo serva parajustificar cualquier accin emprendida por los reinos del norte frente a sus vecinosde al-Andalus. Gracias a este marco ideolgico, toda manifestacin blica contra elIslam, independiente de sus causas reales y objetivos concretos, quedaba incluida enun proyecto global: la legtima recuperacin de un bien perdido.

    Por si fuera poco, el argumento reconquistador serva, adems, para cubrir otro delos frentes conceptuales que toda ideologa procura atender: el de dotar a las comu-nidades a las que iba dirigido de unas seas de identidad propias que las definanfrente a un otro distinto y hostil, cuya mera presencia contribua a construir lazosde solidaridad interna y legitimidades gubernamentales. En consecuencia, creemosque la Reconquista contiene elementos suficientes como para conformar una ideolo-ga en toda regla, dotada de los ingredientes necesarios para contribuir a los proce-sos de formacin y estructuracin de las sociedades que la crearon56.

    Cosa distinta es saber hasta qu punto aquel marco terico, aquel conjunto deimgenes y argumentos, era capaz de movilizar por s mismo, o en conjuncin conotros incentivos, la guerra contra el Islam. Pero parece evidente que si se utilizabadicho contenido ideolgico, y no otro, es porque al menos se esperaba que surtieraefectos entre los sectores a quienes iba dirigido. En este sentido, quizs la repeticina lo largo de los siglos de la misma propuesta pueda considerarse un indicio de efi-cacia57. Porque lo cierto es que, como en su momento demostrara Jos AntonioMaravall, la Reconquista fue una idea lanzada como una saeta que con imparable fuerza

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    55 IBDEM, pp. 159-164.56 Lpez Quiroga considera que la creacin de una identidad propia mediante la apelacin a los orge-nes godos y la utilizacin de la religin como elemento de diferenciacin sociopoltica, ambos conte-nidos en el concepto de Reconquista, actuaron como mito-motor de unas formaciones sociopolticasque se encontraban en fase de gestacin, LPEZ QUIROGA (2005). Sobre la imagen del otro vaseBENITO RUANO (1988). La alteridad musulmana y, por consiguiente, la identidad cristiana, se for-man no slo a partir del contenido de los textos, sino tambin a partir de las representaciones icono-grficas: a los efectos que aqu interesan, vase MONTEIRA ARIAS (2007a) e IDEM (2007b).57 Baste pensar que la conquista del reino de Granada por parte de los Reyes Catlicos en las dos lti-mas dcadas del siglo XV fue explicada, justificada y motivada con los mismo argumentos que los uti-lizados en la corte asturiana del siglo IX o en la castellana de los siglos XI y XII, sobre ello vaseLOMAX (1993), especialmente pp. 236-243.

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  • recorre la trayectoria de nuestros siglos medievales y que, conservndose la misma, lleg hastalos Reyes Catlicos. En consecuencia, la permanencia y reiteracin de la idea permi-te suponer que, cuanto menos, aquella fue una construccin terica operativa, pen -sada para ser llevada a la prctica en palabras de Gonzlez Jimnez-, que generaba ose esperaba que generase con algn fundamento no slo cierto grado de consensosocial en torno a su contenido, sino tambin cierto grado de movilizacin58.

    Por supuesto, siempre es difcil evaluar la incidencia real de una ideologa sobreel comportamiento cotidiano del cuerpo social que la sustenta o a la que va dirigi-da, especialmente cuando las fuentes que la recogen son escasas y procedentes casisiempre de los mismos mbitos sociolgicos, el eclesistico o el cortesano, como esnuestro caso. En funcin de esto ltimo, quizs cabra suponer que su difusin yapoyo social habran sido muy restringidos, limitados a una minora. No obstante,por elitista y restringida que hubiera sido en sus momentos iniciales, cabra recor-dar, con Duby, la tendencia de las formas culturales construidas para las categoras superio -res de la sociedad a vulgarizarse, a expandirse desde las alturas, a descender de grado en gradohacia estratos cada vez ms difusos.Aplicado a nuestro caso, habra que reconocer quesi el ideal reconquistador naci en el crculo de los resentidos clrigos mozrabesref