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152 153 MIGUEL-ANXO MURADO, LA INVENCIÓN DEL PASADO; VERDAD Y FICCIÓN EN LA HISTORIA DE ESPAÑA. EDITORIAL DEBATE, MADRID, 2013 En este interesante trabajo, Murado denuncia la acumulación de mitos, leyendas, fantasías y falacias que pueblan las historias de las diferentes naciones. Se centra en la historia de España pero incluye numerosas comparaciones con otras naciones para denunciar ciertas pautas recurrentes de mixtificación seudohistórica. El libro denuncia de manera contundente los vicios y pequeñas miserias del oficio de historiar. Por desgracia está lleno de vías de agua. En primer lugar, el furor iconoclasta le lleva a mostrar un exce- sivo escepticismo ante datos perfectamente verosímiles y creíbles. Sus razonamientos, lógicos en apariencia, le llevan a confundir los efectos con las causas y no dejar títere con cabeza. Por otra parte, intenta abarcar múltiples temas y, como no se puede ser experto en todo, comete errores clamorosos, afirmaciones claramente erróneas, opinio- nes cien por cien subjetivas y sin base empírica alguna que acaban creando tantos mitos como los que pretende combatir. La invención del pasado Los mitos de la historia y los mitos de la desmitificación. La invención del pasado no es, sin embargo, una obra polémica o escandalosa. Esta redactada en un tono mesurado, esquivando los temas más polémicos desde un punto de vista político: las historio- grafías nacionalistas catalana y vasca, la historiográfica franquista, La II República y la Guerra Civil, etcétera. Sin embargo no le falta tema para llenar 230 densas páginas. ASPECTOS POSITIVOS Murado denuncia lo limitado de nuestras fuentes de conocimiento. ¿Cuánto se ha conservado realmente de las edades más antiguas? ¿Y cuán fiable es la transmisión de esos datos a lo largo de los siglos? Se inclina por la visión más pesimista, apoyándose en las numerosas falsificaciones deliberadas de documentos durante la Edad Media. Es de gran interés su explicación sobre cómo se fue forjando a lo largo de muchos años la supuesta frase de Felipe II tras la derrota de su Gran Armada contra Inglaterra: “Yo no envié a mis barcos a luchar contra los elementos” (pág. 68). Uno de los puntos más sólidos del libro, y que requeriría sin duda una investigación muchísimo más extensa, es la tendencia, conscien- te o inconsciente, a estructurar las narraciones, reales o ficticias, siguiendo unos esquemas recurrentes que permiten ajustar a un mismo molde la historia de dos países tan diferente y alejados como Rusia y España (págs. 70 a 74 y 80 a 83). De ahí se deriva automáti- camente otro factor a tener en cuenta: las historias suprimidas, como aquellos periodos de la Reconquista en los que no se produjo recon- quista alguna (pág. 78), o las otras armadas enviadas contra Inglaterra tras la Armada ‘Invencible’ (pág. 79). Por supuesto, no podía faltar un clásico de la seudohistoria: la forma en la que cambia la visión de ciertos periodos o acontecimientos al compás de las luchas políticas o las polémicas de cada momento, ya sean los celtiberos, los visigodos, los árabes o los Reyes Católicos (págs. 101 a 111). Otros puntos fuertes son su crítica, casi siempre razonada y constructiva, de la pintura histórica decimonónica (cap. 8º), La falsedad de la supuesta Tizona del Cid, y su adquisición por LIBROS JUAN JOSÉ SÁNCHEZ ARRESEIGOR www.elboomeran.com Revista Claves de Razón Práctica nº 238

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    Miguel-Anxo MurAdo, La invencin deL pasado; verdad y ficcin en La historia de espaa. editoriAl debAte, MAdrid, 2013

    En este interesante trabajo, Murado denuncia la acumulacin de mitos, leyendas, fantasas y falacias que pueblan las historias de las diferentes naciones. Se centra en la historia de Espaa pero incluye numerosas comparaciones con otras naciones para denunciar ciertas pautas recurrentes de mixtificacin seudohistrica.

    El libro denuncia de manera contundente los vicios y pequeas miserias del oficio de historiar. Por desgracia est lleno de vas de agua. En primer lugar, el furor iconoclasta le lleva a mostrar un exce-sivo escepticismo ante datos perfectamente verosmiles y crebles. Sus razonamientos, lgicos en apariencia, le llevan a confundir los efectos con las causas y no dejar ttere con cabeza. Por otra parte, intenta abarcar mltiples temas y, como no se puede ser experto en todo, comete errores clamorosos, afirmaciones claramente errneas, opinio-nes cien por cien subjetivas y sin base emprica alguna que acaban creando tantos mitos como los que pretende combatir.

    La invencin del pasado Los mitos de la historia y los mitos de la desmitificacin.

    La invencin del pasado no es, sin embargo, una obra polmica o escandalosa. Esta redactada en un tono mesurado, esquivando los temas ms polmicos desde un punto de vista poltico: las historio-grafas nacionalistas catalana y vasca, la historiogrfica franquista, La II Repblica y la Guerra Civil, etctera. Sin embargo no le falta tema para llenar 230 densas pginas.

    ASPECTOS POSITIVOS Murado denuncia lo limitado de nuestras fuentes de conocimiento. Cunto se ha conservado realmente de las edades ms antiguas? Y cun fiable es la transmisin de esos datos a lo largo de los siglos? Se inclina por la visin ms pesimista, apoyndose en las numerosas falsificaciones deliberadas de documentos durante la Edad Media. Es de gran inters su explicacin sobre cmo se fue forjando a lo largo de muchos aos la supuesta frase de Felipe II tras la derrota de su Gran Armada contra Inglaterra: Yo no envi a mis barcos a luchar contra los elementos (pg. 68).

    Uno de los puntos ms slidos del libro, y que requerira sin duda una investigacin muchsimo ms extensa, es la tendencia, conscien-te o inconsciente, a estructurar las narraciones, reales o ficticias, siguiendo unos esquemas recurrentes que permiten ajustar a un mismo molde la historia de dos pases tan diferente y alejados como Rusia y Espaa (pgs. 70 a 74 y 80 a 83). De ah se deriva automti-camente otro factor a tener en cuenta: las historias suprimidas, como aquellos periodos de la Reconquista en los que no se produjo recon-quista alguna (pg. 78), o las otras armadas enviadas contra Inglaterra tras la Armada Invencible (pg. 79).

    Por supuesto, no poda faltar un clsico de la seudohistoria: la forma en la que cambia la visin de ciertos periodos o acontecimientos al comps de las luchas polticas o las polmicas de cada momento, ya sean los celtiberos, los visigodos, los rabes o los Reyes Catlicos (pgs. 101 a 111). Otros puntos fuertes son su crtica, casi siempre razonada y constructiva, de la pintura histrica decimonnica (cap. 8), La falsedad de la supuesta Tizona del Cid, y su adquisicin por

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    una disparatada suma de dinero (pgs. 147 a 151). Las supuestas casas atribuidas a personajes clebres, rutas histricas arbitrarias, fabricadas por motivos tursticos, o buscar estilos artsticos singulares (visigodo, asturiano) donde no los hay (cap. 11). Tambin merece des-tacar el captulo final, titulado Sirve para algo la Historia?.

    ASPECTOS DUDOSOS O DISCUTIBLESEs razonable desmantelar todas las leyendas acumuladas sobre la invasin rabe o la batalla de Covadonga, pero acaba negando por completo la totalidad de la historia. Entonces, cmo cay el reino visigodo? Y cmo se salv Asturias de la dominacin rabe? No solo eso: la batalla de Poitiers, en la que Carlos Martel derrot a los musul-manes, la considera meramente una versin francesa de este mito his-pnico de Covadonga. Se refuerza su incredulidad cuando descubre que con pocos aos de diferencia se libraron en el sudoeste francs varias batallas entre cristianos y musulmanes. Por lo tanto, todas ellas deben ser mticas, simples versiones de la misma leyenda. No parece dispuesto a creer que todas esas batallas hayan sido completamente reales, todas y cada una de ellas. Podra leer el magnfico estudio de David Nicolle: Debacle musulmana en Poitiers (Osprey, 2008. Edicin espaola de Ediciones del Prado, Madrid 2011), que resolvera com-pletamente sus dudas al respecto.

    Este tipo de falsos razonamientos nos muestran el error conceptual ms grave que lastra la totalidad de la obra: si dos o ms historias se parecen mucho, han de ser un tpico literario, un cliche narrativo, y por lo tanto deben ser falsas todas en bloque. Ahora bien: si ciertos tipos de sucesos se han convertido en tpicos literarios es porque acontecen con relativa frecuencia en el mundo real: el banquete sangriento, el prncipe fugitivo, el criado leal, el hijo vengador, la tropa que se desanima y amenaza con desertar, la victoria imposible, la mujer disfrazada de hombre, la fuga de una prisin inexpugnable, etctera. Murado no lo acepta. Cierra sus ojos a lo maravilloso y lo extraordinario. Olvida que la realidad supera a la ficcin. Por ejem-plo: Boabdil pronostic que los cristianos iran conquistando Grana-

    da poco a poco: Como si estuviesen plegando una alfombra desde las esquinas. Ahora bien, como el sultn otomano Mehmet II haba usado una expresin similar unos pocos aos antes para explicarles a sus cortesanos sus propios planes para conquistar Europa, Murado da por sentado que ambas ancdotas son falsas. Ni siquiera se detiene a considerar que dicha metfora sea una frase popular, una expresin coloquial o un refrn de la poca, lo que explicara sin mayores pro-blemas la coincidencia. Se molesta siquiera en verificarlo? Para qu!

    Sin embargo, esto de enrollar alfombras es una imagen muy comn en mltiples culturas. En el siglo XVI, en Japn, el Taiko (dictador militar) Hideyosi, cuando describa sus planes para invadir Corea y China, se jactaba diciendo: Lo har tan fcilmente como un hombre arrolla la estera y se la lleva bajo el brazo1. El 2 de abril de 1945, cercano ya el final de la Segunda Guerra Mundial, el Daily Express de Londres public un chiste que representaba a Hitler y a sus generales examinando con ademn preocupado un gigantesco mapa de Estado Mayor. Pero al fondo aparecen unos soldados soviticos enrollando el mapa segn avanzan hacia Hitler. En el extremo opuesto, son brit-nicos y norteamericanos los que enrollan poco a poco el mapa: una excelente metfora grfica del acorralamiento creciente de Alemania.

    Murado muestra tambin su escepticismo ante los relatos de asedios de poca romana El parecido entre las historias terribles de Sagunto y Numancia? Muy sospechoso! Han de ser pura fbula ambas. No se detiene a reflexionar sobre la brutalidad extrema de las guerras de la poca. Anbal no arras Sagunto porque fuera un sdico. Lo hizo para asegurar su retaguardia antes de avanzar contra Roma. Los numantinos se suicidaron en masa pero como los historiadores romanos nos explican muchas historias similares, incluida Masada, Murado no alberga dudas: han de ser un clich literario. No se mete en la piel de unas gentes involucradas en una guerra desesperada, la tica guerrera estilo: Antes la muerte que el deshonor y considera-ciones mucho ms prcticas: el temor a castigos espeluznantes o el

    1 Jose Florit: Extremo Oriente durante la Edad Moderna?, publicado en Historia del mundo. Salvat, 1969, vol. 8.

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    rechazo a ser esclavizados para el resto de sus vidas. Los romanos no son en absoluto el nico pueblo conquistador que se ha tropezado con poblaciones dispuestas a luchar hasta el fin, pero cuando un general romano ofreca condiciones de rendicin generosas, no se producan resistencias a ultranza ni suicidios en masa.

    ASPECTOS NEGATIVOSCausa gran sorpresa que en un libro consagrado al escepticismo historiogrfico se d pbulo a los delirios e incoherencias de un seudohistoriador como Ignacio Olage, un sujeto que debera acom-paar en las estanteras a los libros de Von Daninken sobre extra- terrestres arqueolgicos? o las historias de conspiraciones secretas para dominar el mundo. Segn Olage, la invasin rabe de Espaa fue en realidad una revolucin sociorreligiosa protagonizada por los cristianos arrianos, perseguidos por los catlicos. Despus, el arria-nismo habra sido reemplazado por el islam o habra ido evolucionado hasta convertirse en el islam. Olage llega incluso a insinuar que el propio profeta Mahoma podra ser una figura mtica, creada para per-sonalizar en un solo sujeto de talla heroica lo que en realidad era un vasto movimiento social.

    Que Murado est dispuesto a concederle beligerancia a este tipo de fbulas no es por desgracia algo excepcional. Cualquier autor que cuestione las tesis dominantes goza de su benevolencia, sin pararse a valorar crticamente las teoras en s mismas. De esta forma el autor se mete muchos goles en su propia portera. Por ejemplo, los guas tursticos de Masada les muestran a los visitantes la gigantesca rampa construida por los romanos durante el asedio de la fortaleza. Pero algn listillo asegur que esa supuesta rampa era en realidad una for-macin geolgica natural. El bulo goz de cierta difusin a finales del siglo XX, aunque resultaba incongruente que Herodes se construyese una fortaleza inexpugnable con un punto dbil tan obvio: un repliegue ortogrfico que conduca directamente a la muralla principal, para que hipotticos enemigos pudieran ascender cmodamente con sus mquinas de asedio desde el valle, decenas de metros ms abajo, y

    abrir brecha en seguida. La realidad es que los romanos construyeron realmente una enorme rampa, pero buscaron un relieve del terreno que les facilitase el trabajo.

    A medida que va avanzando el libro, Murado va entremezclando cri-ticas razonadas, denuncias fundadas y juicios certeros con disparates y autnticas boutades, como afirmar (pg. 104) que los visigodos ni siquiera eran un pueblo sino una especie de ejrcito de mercenarios de variopinto origen. Para remachar el clavo, aade que casi todos los pueblos germanos de los que tenemos noticia tienen el tamao de un ejrcito romano convencional. Qu se pretende insinuar con esto? Qu las tribus germnicas no existan? Que no cruzaron en masa el Rhin cuando los hunos las presionaron?

    El captulo 12, dedicado a las conmemoraciones histricas, es interesante hasta que llega al Dos de Mayo de 1808 (pg. 178). Los historiadores estn hoy prcticamente de acuerdo en que lo que ocu-rri aquel da en Madrid fue un motn con poco o ningn significado poltico. Fue breve y minoritario. (...) participaron en ella unas mil quinientas personas, en una ciudad que contaba entonces con unos 200.000 habitantes. La cifra de muertos que se dio entonces, un cen-tenar, era la de muchos episodios similares en aquellos tiempos en los que los motines no eran algo infrecuente. No est claro lo que caus este en concreto. (...) Desde luego, los testigos presenciales cuyos testimonios nos han llegado no lo vieron como algo heroico, sino ms bien lamentable, y en los primeros aos de la guerra nadie quera acordarse de lo sucedido.

    El nico dato verdico de toda esta parrafada es la poblacin de Madrid. Todo lo dems es fantasa pura. Existe abundante documenta-cin y estudios concienzudos que describen el Dos de Mayo como un levantamiento generalizado en el que intervinieron varios millares de personas, la mayora de las clases populares, pero tambin, contra lo que se ha afirmado con frecuencia, gentes de cierto nivel social. Los motivos del levantamiento fueron muy explcitos y no ofrecen la menor duda. El nmero de muertos, incluidos los fusilados al da siguiente, super los 400. Sus nombres son conocidos. Los motines no eran algo

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    frecuente en la Espaa borbnica del siglo XVIII. Dejando aparte el motn de Aranjuez, el ltimo tumulto importante en Madrid haba sido el motn de Esquilache en 1766. Estos alborotos eran poco o nada san-grientos. El motn de 1766 en Guipzcoa no provoc ni una sola baja. La zamacolada vizcana de 1804, tampoco. Por lo tanto, que en una sola ciudad perecieran cuatrocientas personas supona una verdadera hecatombe, algo para lo que no existan precedentes. Los testigos pre-senciales hablan del horror de la matanza y el valor desesperado de los rebeldes. Los nicos testimonios despectivos provienen de aque-llos que despus abrazaron el bando afrancesado, como Zamcola. Y de donde demonios saca Murado la idea de que durante los primeros aos de la guerra nadie quera acordarse de lo sucedido?

    Esto nos lleva a las fuentes, o a la falta de ellas, del autor. Para la sarta de despropsitos que Murado vas desgranando sobre el Dos de Mayo cita dos fuentes: El sueo de la nacin indomable; los mitos de la Guerra de la Independencia, de Garca Crcel (Temas de Hoy, Madrid, 2008) y La maldita guerra de Espaa, de Ronald Frasier (Crtica, Barcelona 2006, pgs. 80 a 101). Frasier no afirma nada que ni remotamente se parezca a lo que Murado le atribuye. En cuanto a Garca Crcel, sus tesis s que coinciden en algunos aspectos con Murado, pero cul es la fiabilidad de sus anlisis? En que eviden-cias se basa?

    Otro disparate, encima recalcado en rojo en la contraportada: La rendicin de Breda no ocurri nunca. No hubo entrega de la llave de la ciudad ni homenaje caballeroso a los derrotados porque no hubo derrotados. Ni siquiera hubo batalla (pgs. 134-135). Hace falta mucha audacia o mucha ignorancia, o ambas cosas, para afirmar algo as. Es necesario recordar que en 1625 Breda era una poderosa plaza fortificada, en la frontera entre los dominios espaoles y la Holanda independiente? Qu el asedio se prolong durante meses? Qu lle-garon ejrcitos de socorro para romper el asedio de la ciudad y que los piqueros espaoles pelearon contra esas tropas en campo abierto? Y que los defensores se rindieron porque no les qued otro remedio? Estoy dispuesto a aceptar que la entrega de las llaves de la ciudad

    no tuviera lugar, y que el general Spinola no otorgase condiciones de rendicin favorables por generosidad de espritu, sino porque estaba ansioso de zanjar aquel interminable asedio cuanto antes, pero el cua-dro dice la verdad en lo esencial: los holandeses tuvieron que rendirse y Spinola les trat con generosidad.

    Como digno remate a tanto despropsito, Murado arremete contra el ttulo que se da a veces al cuadro: las lanzas, por las picas de ambos ejrcitos. No haba tales lanzas, nos asegura. Las picas haban desa-parecido de los campos de batalla desde hacia mucho. Nuevo error: la bayoneta, el arma que reemplaz a la pica, apareci en el Pas Vasco-francs en la dcada de 1640, es decir, despus del asedio de Breda, pero los primeros mosquetes eran tan pesados que era necesario usar una horquilla para apoyar el extremo del arma antes de disparar. Por lo tanto era imposible colocar un peso extra, la bayoneta, en el extre-mo del can. La bayoneta fue desplazando a la pica gradualmente, a medida que se desarrollaron mosquetes perfeccionados mucho ms ligeros. A partir de 1700, algunos ejrcitos mantuvieron piqueros por inercia o falta de recursos. Si andabas escaso de mosquetes, desplegar una formacin de piqueros defendiendo tus flancos contra la caballe-ra enemiga era mejor que nada.

    En resumen: habr de venir otro autor que escriba un libro como este, pero sin los desconocimientos y los errores que convierten esta obra en inutilizable. Tiene aspectos positivos, pero sencillamente es demasiado trabajo separar el grano de la paja.

    juAn joS Snchez ArreSeigor eS hiStoriAdor, eSpeciAliStA en el Mundo rAbe conteMporneo. colAborAdor del diArio eL correo, radio euskadi y lA reviStA historia nationaL GeoGraphic Autor de vascos contra napoLen y diccionario de La Guerra de La independencia.

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