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HISTORIA, IDENTIDAD Y ALTERIDAD

ACTAS DEL III CONGRESO INTERDISCIPLINAR DE JÓVENES HISTORIADORES

José Manuel Aldea CeladaPaula Ortega Martínez

Iván Pérez Miranda Mª de los Reyes de Soto García

(Editores)

Pablo C. Díaz(Prólogo)

Salamanca • 2012Colección Temas y Perspectivas de la Historia, núm. 2

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Editores: José Manuel Aldea Celada, Paula Ortega Martínez, Iván Pérez Miranda, Mª de los Reyes de Soto García.

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ACABAR CON LA IDENTIDAD DEL ENEMIGO: POLÍTICA ROMANA DE REORGANIZACIÓN DE TERRITORIOS SOMETIDOS EN CONTEXTO DE GUERRA (S. II A.C.)

Finish with Enemy’s Identity: Roman Reorganization Politics of Submitted Territories in War Context (Second Century BC)

José Antonio Martínez Morcillo1

Universidad de las Islas [email protected]

Resumen: Entre el final de la II Guerra Púnica (200 a.C.) y el año 167 a.C. se produce la expansión mediterránea de Roma, tanto en la vertiente occidental como oriental. En el transcurso de este tiempo, numerosos pueblos y ciudades se sometieron a la potencia del Lacio. La intervención sobre el territorio de los vencidos tuvo lugar en contadas ocasiones mediante el traslado de la población, la deportación o la destrucción física de los núcleos sometidos. La comparación entre lo sucedido en Occidente y Oriente servirá para establecer los rasgos esenciales de este tipo de actuaciones y las motivaciones que generaron su actuación.

Palabras clave: Identidad, Roma, ius belli, deportación, imperialismo.

AbstRAct: Between the end of the Second Punic War (200 BC) and 167 BC occurs the Rome’s Mediterranean expansion, both in Western and Eastern. During this time, many towns and cities were subjected to his power. The intervention on conquered territory rarely came by population transfer, deportation or physical destruction of the submitted places. The comparison between what happened in East and West will establish the essential features of such actions and motivations that led to his performance.

Keywords: Identity, Rome, ius belli, deportation, imperialism.

1 Doctorando en el Departamento de Ciencias Históricas y Teoría de las Artes de la Universidad de las Islas Baleares.

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En el contexto de la expansión romano-republicana (200-133 a.C.2), y concretamente en el período comprendido entre el 200 y 167, la potencia itálica sometió a gran número de pueblos y ciudades en ambas vertientes del Mediterráneo. Algunas de las decisiones que se tomaron sobre los vencidos se centraron en la reorganización del territorio recientemente aprehendido, cuya intensidad fue variando en función del grado de oposición a la dominación romana. El Bronce de Lascuta3 ilustra perfectamente este tipo de actuación en un momento temprano de la expansión romana (189)4. En él, el procónsul destinado en Hispania Ulterior, L. Emilio Paulo, concedió a los servei de Hasta Regia (previamente manumitidos) el permiso de fundar una nueva ciudad5. Esta medida supone la constatación del interés romano sobre los territorios recién pacificados para facilitar su control, debilitando las entidades políticas más poderosas (Hasta Regia en este caso) en beneficio de las más débiles (Lascuta), que quizás se habían mostrado más favorables a Roma6. La misma cuestión territorial aparece en otros bronces: en el de Alcántara (104) como parte del formulario de la deditio (agros et aedificia… redidit)7; y en la tabula Contrebiensis (87), a propósito de una disputa interna entre comunidades indígenas (agrum quem Salluienses ab Sosinestaneis emerunt)8. Todos estos testimonios epigráficos son indicativos de la política que Roma aplicó en las zonas sometidas.

Por tanto, el objetivo del presente trabajo se centra en discernir cuáles fueron las decisiones concretas que se aplicaron en contexto de guerra y que afectaron directamente al territorio de los vencidos. Asimismo, se pretende averiguar las motivaciones que condujeron a adoptar este tipo de política. Para ello, se hace necesario indagar en los conflictos que se desarrollaron en ambas vertientes mediterráneas durante la primera mitad del siglo II, analizando cada rendición y sumisión desde la perspectiva de aplicación de sanciones acordes al ius belli. De este modo, analizaremos para el caso de Occidente las intervenciones en Galia Cisalpina, Liguria e Hispania, mientras que en Oriente nos centraremos en los conflictos contra las monarquías helenísticas: la Segunda Guerra Macedónica (200-197), el conflicto contra

2 En adelante, todas las fechas son a.C.3 CIL I 2, 614; CIL II, 5041; ILS, 15; ILLRP II, 514.4 GARCÍA MORENO, 1986: 200; HIDALGO DE LA VEGA, 1989: 60.5 MARCO SIMÓN, 1986: 219-226. El estatuto de la nueva ciudad es un aspecto aún no resuelto, pero la afirmación de que se les otorgara la ciudadanía latina es incompatible con la referencia de Plinio sobre Lascuta como ciuitas stipendiaria (Plin. NH. 3.15).6 DÍAZ ARIÑO, 2011: 108.7 AE 1984, nº 495.8 AE 79, nº 377; CIL I 2, 2951a.

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Antíoco III (191-188) y la Tercera Guerra Macedónica (171-167). En estas campañas, Roma fue mejorando su posicionamiento como mediador en los conflictos, hasta el punto de crear un equilibrio de poderes que le permitió dominar de manera indirecta los estados griegos9, desarrollándose una política de no anexión que no significó, necesariamente, la no intervención.

La elección de las fechas que delimitan nuestro análisis se basa en lo que algunos historiadores han denominado el inicio del imperialismo romano, en base a la referencia de Polibio10. Este concepto parte de la interpretación de «imperialismo defensivo» realizada por Mommsen11, que aceptaba la justificación oficial romana sobre la declaración de guerra, adecuada siempre a los principios del bellum iustum y del ius ad bello. En las últimas décadas, la visión de la historiografía ha cambiado en un intento de averiguar las motivaciones romanas hacia la guerra, poniendo especial énfasis en los intereses de los magistrados romanos por conseguir gloria militar y el botín suficiente como para acceder al Triunfo12, todo ello en un contexto de rivalidad aristocrática en el que el desempeño de las magistraturas superiores se convirtió en un requisito para aumentar su influencia en la política13. El momento inicial de esta etapa se establece, por tanto, en los años posteriores a la victoria romana en la II Guerra Púnica (201), que significó la derrota del gran rival romano por la supremacía en el Mediterráneo Occidental. Por su parte, el año 167 representa el final del reino helenístico de Macedonia tras la victoria de L. Emilio Paulo en Pidna, momento en el cual la política exterior romana (en Oriente principalmente) sufre una mutación considerable al evolucionar del protectorado a la dominación14, presentando de esta manera un pragmatismo que determinará el cambio de valoración en las acciones

9 GRUEN, 1984: 145-150; ECKSTEIN, 2009: 54 y 219. La primera intervención romana en Oriente tuvo lugar en Iliria, estableciendo una intensa red de pactos con diversos pueblos que aseguraban la intervención futura de Roma en la zona. Posteriormente, el pacto con Egipto creó un equilibrio precario de poderes que se acabó colapsando, lo que provocó de manera inmediata la II Guerra Macedónica. Los diversos estados griegos solicitaron ayuda a Roma, lo que significó la creación de un nuevo equilibrio con la potencia itálica como árbitro. Tras el conflicto contra el rey Filipo V, el cónsul T. Quincio Flaminino declaró la libertad de los griegos con una clara intencionalidad propagandística. LAKE, 2001: 62.10 Pol. 1.3.6; HARRIS, 1979: 107; ECKSTEIN, 2009: 235.11 Roma justificaba los continuos conflictos en los que intervenía en base a la amenaza creciente que suponía el poder de otros Estados (Cartago, Macedonia). Además, el Senado siempre rehusó la anexión de territorios tras los conflictos, cambiando esta tendencia a partir de los acontecimientos del 146. Vid. MOMMSEN, 1912.12 BASTIEN, 2007.13 Sobre el imperialismo romano: vid. BADIAN, 1967; 1972; HARRIS, 1971; 1979.14 Pol. 3.4.2-3; 1.1.5; 6.2.3; BADIAN, 1958: 96; ECKSTEIN, 2009: 350.

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de guerra, con un control mucho más laxo por parte del Senado hacia las intervenciones de los magistrados15.

La actuación de los generales se dio, en mayor medida, en el marco de respeto hacia la fides16, en base a la observancia del ius belli, que regulaba la actuación de los magistrados romanos en los territorios conquistados, y del bellum iustum, aunque existieron también algunos ejemplos de incumplimiento de estos preceptos17. Las atribuciones del imperium de los generales se hallaban matizadas en función del método en que se dio la pacificación. De este modo, en los casos de rendición incondicional, o deditio, las únicas medidas aplicables eran de carácter no destructivo, centrándose las diversas cláusulas o indemnizaciones en el campo diplomático/personal (entrega de rehenes), económico (el pago de unas cantidades acordadas) y militar (deposición de armas, imposición de guarniciones)18, que llevaba asociado el concepto de rerum repetitio como demanda de reintegración de los bienes injustamente aprehendidos por el enemigo y solicitud de resarcimiento por el coste de las operaciones militares19. Por otro lado, en casos de asalto armado, u oppugnatio, el concepto de indemnización cedía paso al de represalia, siendo legalmente aceptables y moralmente admisibles una serie de medidas de mayor dureza que podían afectar a los bienes de los núcleos rendidos (saqueo, incendio, destrucción, incautación de territorio) y a la libertad de sus habitantes, pudiéndose llegar a la aplicación de castigos físicos e, incluso, la pena de muerte20. En este caso, el imperium del magistrado no se hallaba restringido a la hora de imponer las medidas que considerase oportunas en función del grado de resistencia del enemigo.

Con todo ello, estructuraremos nuestro análisis en tres apartados en consonancia a los tres tipos de intervención sobre el territorio: el traslado

15 Sobre este tema en concreto, vid.: MARTÍNEZ MORCILLO, 2011.16 En base a la fides romana: vid. IMBERT, 1959; BOYANCÉ, 1964; ALBERT, 1980; ILARI, 1980; GRUEN, 1982; MANTOVANI, 1990; GONZÁLEZ ROMÁN, 1991. El estudio de la expansión romana en Hispania ofrece numerosos ejemplos al respecto: vid. GARCÍA RIAZA, 2002.17 Para un estudio sobre los casos de violación del ius belli: vid. MARTÍNEZ MORCILLO, 2011.18 La deditio ha centrado la atención de gran parte de la historiografía, desarrollándose toda una serie de estudios encargados de definir la naturaleza jurídica de la misma y de sus implicaciones. Vid. TAUBLER, 1915: 341-344; PARADISI, 1940; VISSCHER, 1946; BELLINI, 1964; DAHLHEIM, 1965; FLURL, 1969; ZIEGLER, 1991.19 GARCÍA RIAZA, 2007: 20.GARCÍA RIAZA, 2007: 20.20 Vid. GARCÍA RIAZA, 2002: 226-266; 2007: 19-30.

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de población, la deportación/expulsión y la devastación/destrucción de los núcleos habitados.

1. Traslados de población21.

La primera campaña en la que hallamos una decisión de este calado es la que desarrolló el cónsul M. Emilio Lépido22 en Liguria (187), en los momentos posteriores a haber conseguido la deditio de tramontanos y friniates. Éstos se habían refugiado en los montes, más allá de los Apeninos, después de haber huido del enfrentamiento con el otro cónsul, C. Flaminino, que había devastado sus campos y aldeas. Finalmente decidieron entregarse a Lépido23, que les exigió la entrega de las armas y les obligó a trasladarse de las montañas a la llanura (subegit armaque ademit et de montibus in campos multitudinem deduxit).

Unos años más tarde, en el 185, el también cónsul M. Sempronio Tuditano24 se enfrentó en Liguria contra los apuanos. En este caso el general optó por la devastación de los campos y la destrucción de aldeas, acciones que posiblemente sirvieron para que el ejército se hiciera con una gran cantidad de botín (como veremos posteriormente). Ante esta situación, los apuanos se alejaron de las zonas de conflicto y decidieron asentarse en lugares elevados, donde poco tiempo después fueron atacados y desalojados por las tropas romanas25, en lo que supuso de nuevo la aplicación de una política orientada a evitar el establecimiento en las alturas de los indígenas.

Ya en el año 179, el cónsul Q. Fulvio Flaco26 consiguió de nuevo la victoria en Liguria frente a un pueblo que, debido a la imprecisión de

21 Vid. Anexos. Tabla 1: Traslados de población.22 BROUGHTON, 1951: 367-368. Durante el desempeño de la magistratura fue el encargado de devolver las armas a los cenomanos, injustamente desarmados por M. Furio Crassipes.23 Liv. 39.2.9: Liv. 39.2.9: Subactis cis Appenninum omnibus, tum transmontanos adortus —in his et Friniates Ligures erant, quos non adierat C. Flaminius—omnes Aemilius.24 BROUGHTON, 1951: 372.BROUGHTON, 1951: 372.25 Liv. 39.32.3: Liv. 39.32.3: Hostes montem, antiquam sedem maiorum suorum, ceperunt; et inde superata locorum iniquitate proelio deiecti sunt.26 BROUGHTON, 1951: 391-392. Pretor en Hispania Citerior del 182 al 180 y por suya campaña contra los celtíberos recibió el Triunfo. No debe confundirse con su homónimo que fue cónsul suffectus un año antes. Vid. infra. Posteriormente a su campaña en Liguria (por la que recibió un nuevo Triunfo: Liv. 40.59.1-3), fue el encargado de prevenir el establecimiento de los galos transalpinos en Italia. Liv. 40.53.1-6; Flor. 1.19.5.

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nuestras fuentes, no nos ha sido transmitido. El general llevó a cabo el asalto del pueblo ligur, provocando así la huida de los supervivientes hacia las montañas, donde finalmente se rindieron (in deditionem uenit)27. Q. Fulvio hizo descender desde las montañas al llano a la totalidad de la población que allí se encontraba28, procediendo a la instalación de guarniciones en su lugar. La fundación posterior de la colonia de Lucca no hubiera sido posible sin el desarrollo de esta política29.

Cabe preguntarse en qué contexto se solicitó a los vencidos el abandono del oppidum principal y el descenso al llano. Como hemos observado, el trasvase de la población se llevó a cabo tras episodios de oppugnatio en los que, después del enfrentamiento, los diferentes pueblos afectados decidieron finalmente someterse a Roma, aunque pudo darse igualmente tras deditio, una vez se hubo demostrado la superioridad romana en campo abierto. Por tanto, este requerimiento podría considerarse como una demanda de gravedad limitada, sin proceder a la pérdida de capacidad política de las comunidades ni menoscabo de su territorio. El descenso al llano suponía la restructuración territorial con el objetivo de impedir nuevos alzamientos. Junto a esta búsqueda de seguridad y la imposición de guarniciones en las alturas, la medida presentaba un claro valor simbólico, ya que escenificaba para los indígenas una topografía de la derrota. Apiano, en un pasaje correspondiente a la rendición de mercenarios durante la II Guerra Púnica, justifica la orden de descenso de éstos afirmando que «no eran propios de los suplicantes los parajes elevados»30.

2. deporTación / expulsión31.

Como antecedentes a este tipo de intervención, debemos comentar los casos de picentes y campanos, que ya habían sufrido este tipo de política en momentos anteriores. Un tiempo después de que el Piceno cayese bajo dominio romano, sus habitantes se rebelaron contra la potencia itálica en el 269, una revuelta que fue sofocada por los cónsules P. Sempronio Sofo y Ap. Claudio Ruso. Las fuentes que tratan la victoria romana no mencionan la deportación como castigo de este pueblo, sino que es Estrabón quien

27 Liv. 40.53.2.28 Liv. 40.53.3: Consul deditos in campestres agros deduxit, praesidiaque montibus imposuit.29 FORABOSCHI, 1992: 86.30 App. Iber. 31.31 Vid. Anexos. Tabla 2: Deportaciones. Tabla 3: Expulsión de población.

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se refiere a ésta sin aportar, no obstante, una fecha para el acontecimiento. Según Salmon32, cuya aportación es la más aceptada hoy en día, los picentes fueron trasladados a trescientos kilómetros de distancia después de la intervención consular, siéndoles asignadas tierras en sus nuevos domicilios. Sin embargo, Barzanò33 propone la alternativa de que el relato de Estrabón no fuese verídico, ya que considera que en estos momentos Roma no tendría la capacidad y la fuerza de concebir una deportación de estas proporciones.

El segundo caso, el de Capua, se remonta al año 211, cuando las ciudades de la zona fueron conquistadas por el ejército romano y castigadas por su defección durante la Guerra Anibálica. Los senadores de la ciudad fueron ajusticiados y condenados a muerte por haber sido los instigadores de la traición a Roma, pero se decidió que sus habitantes fuesen deportados y dispersados por diversos núcleos sin posibilidad de regreso. Pina Polo34 apunta que los motivos económicos fueron la clave en la decisión senatorial de no destruir Capua, ya que debía ser el hogar de los agricultores que pasarían a trabajar las fértiles tierras de su alrededor, con el objetivo de poseer una fuente de abastecimiento en contextos de guerra.

Con estos antecedentes, se puede afirmar que la práctica de la deportación en Liguria no constituyó un aspecto aislado, sino que contaba con una experiencia previa. En el año 180, los procónsules M. Bebio Támfilo y P. Cornelio Cethego35 llevaron a cabo una incursión en territorio de los apuanos que tuvo como consecuencia la deditio de éstos36. La entrega incondicional de 12000 apuanos ante la presencia del ejército romano conllevó una serie de cláusulas, entre las cuáles se encontraba, como condición previa, la entrega de armas. La deportación posterior se llevó a cabo en dos fases: la obligación de descender (deducere) de la montaña al llano con todas las pertenencias y, posteriormente, el traslado (traducere) de los dediticii a una porción del ager publicus, concretamente en el Samnio37.

32 Vid. SALMON, 1967: 288-289; BARZANÒ, 1995: 181; PINA POLO, 2004: 212.33 BARZANÒ, 1995: 181.34 PINA POLO, 2004: 213.35 BROUGHTON, 1951: 383-384 y 388. Después de la victoria sobre los apuanos, el segundo año en el cargo (como procónsules) lo dedicaron a organizar la deportación de este mismo pueblo al Samnio.36 Liv. 40.38.1: …duodecim milia hominum dediderunt se.37 Liv. 40.38.3: Liv. 40.38.3: Ager publicus populi romani erat in Samnitibus, qui Taurasinorum fuerat. Eo cum traducere ligures Apuanos vellent, edixerunt, ligures Apuan de montibus descenderent cum liberis copniugibusque, sua omnia secum portarent.

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Ese mismo año, aunque unos meses más tarde, el cónsul suffectus Q. Fulvio Flaco38, realizó una nueva deportación de apuanos. En este caso, atacó desde Pisa a los que vivían en torno al río Macra, donde en el 177 se fundaría la colonia latina de Luna. En total, según las fuentes, 7000 apuanos se sometieron a Roma tras la intervención consular y fueron transportados a la misma zona que los afectados unos meses antes. Se desconoce la existencia de alguna solicitud previa a la deportación, pero siguiendo con la política romana aplicada en la zona en los anteriores casos, debemos pensar que la entrega de armas fue el requisito fundamental39. De este modo, desarmados, fueron transportados por mar hasta Neapolis e instalados en el Samnio, a quinientos kilómetros de distancia de su patria40.

En total, y de acuerdo con Livio, cuarenta y siete mil ligures fueron deportados a lo largo del año 180 al Samnio41. Las deportaciones significaron un masivo movimiento de colonización, concebidas y organizadas como si de una gran deductio se tratara, un proceso sufragado íntegramente por el Estado romano. El traslado se concibió entre los apuanos como un castigo, como realmente fue, pero es interesante el interés mostrado por la potencia del Lacio para que la integración de los ligures en sus nuevos hogares fuera un éxito, como demuestra la afirmación de Plinio sobre los habitantes del Samnio, que formaban dos comunidades ligures llamadas Corneliani y Baebiani, recibiendo el nombre de quienes habían impulsado la deportación42. Parte de las tierra disponible procedía del territorio que había sido arrebatado a los boyos tras su derrota definitiva en el 191, y que trataremos posteriormente. La fundación de colonias en la zona, caso de Bononia en 189 y Aquileia en 181, muestra el claro interés romano en la zona, que con la deportación de los ligures pasarían a contar con una mayor capacidad de mano de obra.

38 BROUGHTON, 1951: 387. Como cónsul BROUGHTON, 1951: 387. Como cónsul suffectus sustituyó a C. Calpurnio Pisón por su fallecimiento. No debe ser confundido con el que aparece en este mismo territorio un año después.39 La entrega de armas como método generalizado en Galia Cisalpina y Liguria se pone de manifiesto en la campaña de M. Claudio Marcelo contra los apuanos en 182. La carta del Senado al entonces procónsul pone de manifiesto que se trató de una política generalizada, por lo que su aparición en las fuentes cobra un carácter residual al no representar una novedad. Liv. 40.16.5-6.40 Liv. 40.41.3-4: Fuluius secunda et quarta legione adortus a Pisis Apuanos Ligures, qui eorum circa Macram fluuium incolebant, in deditionem acceptos, ad septem milia hominum, in naues impositos praeter oram Etrusci maris Neapolim transmisit. Inde in Samnium traducti, agerque iis inter populares datus est. 41 BASTIEN, 2007: 79-80, ofrece unas cifras de alrededor de 40000 personas desplazadas entre las dos deportaciones.42 Plin. n.h. 3.105. Sobre este tema vid. LUISI, 1995; PINA POLO, 2004: 220.

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Por lo que respecta a la sustracción de una parte significativa de la aristocracia de un pueblo vencido, el caso mejor conocido es el de los notables griegos que fueron obligados a residir en Italia tras la victoria romana en Pidna en el año 167. Las fuentes principales para el conocimiento de este episodio son Polibio, Livio y Pausanias43. Después de una serie de actuaciones y medidas, la comisión enviada por el Senado decidió que todos aquellos que habían ofrecido su apoyo al monarca macedonio debían marchar a Roma voluntariamente para dar cuenta de su actuación, sin ser declarados oficialmente prisioneros. Por su parte, los embajadores Cayo Claudio y Cneo Domicio, que marcharon a ocuparse de la situación en Acaya, confeccionaron una lista de notables que debían trasladarse a Italia. En total, más de mil Aqueos de diferente procedencia44 fueron asentados en diversas ciudades de Etruria, donde permanecieron diecisiete años. Sólo en el año 150 fueron autorizados los supervivientes a regresar a su tierra de origen45.

Además de la depuración ideológica llevada a cabo por Roma entre las clases dirigentes de las diversas regiones de Grecia, los diez embajadores se ocuparon asimismo del entorno más inmediato del rey Perseo. Según Livio, se ordenó a los notables macedonios que habían ocupado algún cargo de responsabilidad bajo el gobierno monárquico que marcharan a Italia, con la amenaza de pena de muerte a quien desobedeciera dicha orden46. Esta decisión fue presentada al pueblo macedonio como una contribución a su liberación, según se desprende del texto del patavino. Los obligados a marchar fueron asentados de manera individual o en grupos por Etruria, donde tendrían una capacidad limitada de movimientos. El objetivo, en este caso, era privar de liderazgo a pueblos potencialmente hostiles, mientras que a los notables que permanecieron en sus lugares de origen se les ofreció la posibilidad de ostentar el poder, bajo supervisión, a cambio de la lealtad a Roma47.

De manera diferente pueden definirse las cláusulas aplicadas contra los boyos en el año 190, ya que no se optó por la deportación sino por la expulsión de los indígenas de, al menos, parte de su territorio con el

43 Pol. 30.13.6-11; Liv. 45.31.9-10; Paus. 7.10.7-11.44 Básicamente, los deportados eran naturales de Macedonia, Epiro, Acarnania, Etolia y Beocia. PINA POLO, 2010: 75.45 Paus. 7.10.12.46 Liv. 45.32.6.47 Sobre esta deportación, vid. PINA POLO, 2004: 223-225.

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mismo objetivo que definimos anteriormente, aunque algunos autores han sugerido que la totalidad del pueblo boyo corrió esta suerte48. Este hecho viene atestiguado en Estrabón (5.1.6), quien afirma que este pueblo emigró a la zona del Ister y que habitaron junto a los tauriscos. Lo que está claro es que el cónsul P. Cornelio Escipión Nasica49 logró la rendición de los boyos en el año 191, después de haber vencido en el campo de batalla, un episodio que Livio nos ha transmitido50. Como represalias, Nasica exigió rehenes al pueblo galo y confiscó la mitad de su territorio con el fin de que el pueblo romano fundara ciudades si ese era su deseo. Un año después, el Senado ordenó a Q. Minucio, procónsul en Liguria, que llevara su ejército a territorio de los boyos y lo entregara a Escipión Nasica para que, de este modo, llevara a cabo la expulsión de los vencidos51. La confiscación de la mitad del territorio no significa, necesariamente, que la totalidad de la población fuese expulsada, pero es perfectamente plausible que una parte importante de los boyos se viera afectada por esta decisión, como varios especialistas apuntan. De este modo, Briscoe considera exagerada la idea de que todos los boyos fueran expulsados, mientras Harris piensa que la afirmación de Estrabón es imprecisa, pero que la expulsión es creíble sobre todo a raíz del verbo deducere, utilizado por Livio, que se acomoda perfectamente a la idea de un traslado forzoso de un grupo importante de población52.

3. desTrucción / devasTación53.

Las campañas desarrolladas en Hispania por M. Porcio Catón54 y Ti. Sempronio Graco55 se resolvieron con la decisión de derruir las murallas de los núcleos sometidos. En el caso de Certima, Graco impuso esta cláusula en un contexto de deditio, exigiendo a sus habitantes, entre otras, la destrucción del perímetro defensivo. Después de este episodio, y según un fragmento de Floro56, un total de centum et quinquaginta urbium de los celtíberos se entregaron

48 Ibid.: 223.49 Cónsul en el año 191, vio prorrogado su cargo al año siguiente, durante el cual llevó a cabo la expulsión de los boyos. Liv. 37.2.5; BROUGHTON, 1951: 357.50 Liv. 36.38.5-7.Liv. 36.38.5-7.51 Liv. 37.2.5.Liv. 37.2.5.52 HARRIS, 1979: 211; BRISCOE, 2003: 292.HARRIS, 1979: 211; BRISCOE, 2003: 292.53 Vid. Anexos. Tabla 4: Devastación / Destrucción (Occidente). Tabla 5: Devastación / Destrucción (Oriente).54 BROUGHTON, 1951: 339.55 Ibid.: 338 y 393.56 1.33.9.

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a Graco, a los que se requirió de nuevo la demolición de las fortificaciones, una actuación acorde con la que Catón había resuelto en la década anterior57. A todo ello, debe unirse la prohibición expresa de establecer contacto entre las diversas poblaciones afectadas, impidiendo así los lazos horizontales que dificultaban la creación de coaliciones antirromanas58.

Actuaciones análogas encontramos en las campañas de Liguria. En el año 192, los dos cónsules aplicaron la misma represalia contra los pueblos que lograron someter. Q. Minucio Thermo59, procónsul en el año al que nos referimos, sometió a a fuego y hierro (igni ferroque) los enclaves fortificados y las aldeas indígenas, procediendo posteriormente al saqueo de los oppida60. De igual modo, el cónsul L. Quincio Flaminino61 centró su campaña en la devastación del territorio ligur y en la ocupación de diversos Castella, cuyo nombre y localización son desconocidos, a los que se sometió por la fuerza de las armas, tomándose abundante botín y prisioneros62. La política seguida por ambos magistrados ese año podría responder a una línea de actuación marcada desde Roma y que se limitaron a seguir, a tenor de la similitud de sus actuaciones y al tipo de represalias con las que hostigaron a los ligures, entre las que destacan la destrucción de núcleos habitados y la devastación.

Volviendo a la campaña del 185 de M. Sempronio Tuditano contra los apuanos, debemos recordar que la causa que provocó la huida a las montañas de los indígenas fue, precisamente, la actuación llevada a cabo por el general. Partiendo de Pisa, M. Sempronio procedió a la devastación de los campos y al incendio de aldeas y castra63, cuya situación posterior no se especifica en nuestras fuentes, pero muy posiblemente fueron sometidas al saqueo de las

57 Sobre la campaña de Catón: vid. Liv. 39.17.11-12; Plut. Cat. Ma. 10.3; App. Iber. 41; MARTÍNEZ GÁZQUEZ, 19922: 71 y 134-138; LORRIO, 1997: 291; GARCÍA RIAZA, 2005: 473. Sobre la de Graco: Flor. 1.3.39; GARCÍA RIAZA, 2002: 57; 2005: 473.58 GARCÍA RIAZA, 2005: 476.59 BROUGHTON, 1951: 346 y 351. En su primer año en Liguria estableció su base en Pisa, pero no logró ningún resultado a nivel militar, un hecho que sí consiguió una vez su cargo fue prorrogado para el año siguiente. Solicitó el Triunfo en el 190, pero fue rechazado por el Senado. Vid. Liv., 47.46.1-2; BONNEFOND-COUDRY, 1989: 271.60 Liv. 35.21.10.61 BROUGHTON, 1951: 350. En el sorteo de provincias le fue asignada Italia y Galia, aunque intervino militarmente en Liguria. Se trata del hermano de T. Quincio Flaminino (cos. 198), con el que participó como legado en la rendición de Macedonia, un hecho que Brennan (2000: 158-159) considera que fue definitivo a la hora de su elección para el consulado.62 Liv. 35.40.4.63 Liv. 39.32.2: Sempronius a Pisis profectus in Apuanos Ligures, uastando agros urendoque uicos et castella eorum aperuit saltum usque ad Macram fluuium et Lunae portum.

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tropas. La belicosidad que los ligures habían mostrado en años anteriores sería el motivo que condujo a Roma a aplicar este tipo de medidas, una expedición de castigo que tuvo como consecuencia el sometimiento de los apuanos y su traslado posterior.

En el 181, el entonces procónsul L. Emilio Paulo64 logró la victoria sobre los ingaunos, que habían traicionado la tregua que el magistrado les había concedido, a fin de que decidieran el sometimiento mediante deditio o la prolongación del enfrentamiento65. Tras solicitar ayuda al Senado, la situación pudo ser reconducida por Paulo sin la ayuda de los patres66, alzándose posteriormente con la victoria tras asaltar el campamento ligur67. Sobre la aplicación de cláusulas posteriores al sometimiento existen dos versiones diferentes en las fuentes. La primera, tradición transmitida por Livio, establece que los diversos núcleos ingaunos se entregaron mediante deditio en los momentos posteriores a la batalla, imponiéndoles como cláusula la entrega de un número indeterminado de rehenes. Por otro lado, la versión de Plutarco establece una «propuesta humana y conciliadora», ya que la ruptura de las indutiae por parte de los indígenas facultaba al general para aplicar una serie de condiciones mucho más duras. Las cláusulas se establecieron, finalmente, en la entrega de ciudades68, naves y en la destrucción de murallas69. De nuevo, la anulación del sistema defensivo de los castra conquistados vuelve a aparecer como un método punitivo orientado a asegurar la defensa ante posteriores alzamientos.

En las campañas orientales, Roma recurrió también a esta misma política, aunque de manera más atenuada de lo que encontramos en Occidente. En el contexto de la II Guerra Macedónica, la campaña del legado L. Apustio70 en el año 200 dio como resultado la toma de Antipatrea, una ciudad que contaba con fuerte sistema defensivo basado en su posición geográfica.

64 BROUGHTON, 1951: 381 y 384.65 Liv. 40.25.2-3. La política romana sobre la rendición puede rastrearse años después, en el año 151, en Celtiberia, concretamente en la campaña de M. Claudio Marcelo, cuyos acuerdos con belos, titos y arévacos fueron denegados por el Senado, recordando a Marcelo que Roma exigía la deditio, lo que obligó al general a retomar los conflictos contra los celtíberos. Vid. GARCÍA RIAZA, 2002: 148-149.66 BONNEFOND-COUDRY, 1989: 467.67 Para la descripción de la contienda Liv. 40.28.1-5.68 El método de entrega debió ser más cercano a los parámetros de la deditio, en base a las 25 coronas de oro que L. Emilio Paulo hizo desfilar en su Triunfo, símbolo de sometimiento de las ciudades con una clara raíz helenística. Sobre este tema, vid. COUDRY, 2009.69 Plut. Aem. 6.4-7.70 Liv. 31.27.1; Zon. 9.15; BROUGHTON, 1951: 325.

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El legado decidió entablar relaciones diplomáticas para que la ciudad se entregara de manera incondicional71, pero el fracaso de esta vía condujo al asalto del núcleo, que fue ocupado y saqueado72. Las represalias posteriores se centraron en diezmar el sistema defensivo de la ciudad, destruyendo las murallas y procediendo al incendio de la misma (diruit muros atque urbem incendit). La aparición de este tipo de referencias nos hace pensar, en base a publicaciones recientes73, que se trató de una magnificación por parte de las fuentes, centrándose dicha destrucción tan sólo en el caserío o en los centros simbólicos relacionados con el desempeño del poder.

Para volver a hallar actuaciones análogas debemos centrarnos en el contexto de la III Guerra Macedónica. En el año 171 contamos con dos casos de destrucción de ciudades, concretamente en las campañas del pretor C. Lucrecio Galo y en la del cónsul P. Licinio Craso74. El primero de ellos asaltó y sometió la ciudad de Haliarto, defendida en esos momentos por los coroneos75, aplicando unas medidas de diversa naturaleza: la esclavización de los supervivientes, el saqueo y la demolición de la ciudad. La destrucción total del núcleo, según nos transmite Livio76, se puede entender a raíz de la resistencia presentada (en contraste con Antipatrea).

Por su parte, L. Licinio Craso actuó de una forma parecida en Ptéleo, cuyos habitantes abandonaron la ciudad tras el avance romano y el efecto intimidatorio que provocaba. Una vez el ejército estuvo en Ptéleo, deshabitaba ya, el cónsul decidió su destrucción77, aunque es posible que previamente se autorizase el saqueo de la misma.

El último caso que debemos comentar tuvo lugar en el Epiro, en el año 167, con posterioridad a la victoria de L. Emilio Paulo78 en Pidna, cuando el Senado ofreció las ciudades de la zona como botín para el ejército del procónsul. En este contexto, el general llevó a cabo una intervención contraria al ius belli y a la fides79, ya que mediante una artimaña solicitó a

71 Liv. 31.27.3.72 Liv. 31.27.4.73 GARCÍA RIAZA, 2011: 58.74 Para ambos vid. BROUGHTON, 1951: 416.75 Liv. 42.63.3.Liv. 42.63.3.76 Liv. 42.63.11: Liv. 42.63.11: urbs diruta a fundamentis.77 Liv. 42.67.9: Liv. 42.67.9: oppidanorum diruit a fundamentis.78 Liv. 45.34.1; Plut. Liv. 45.34.1; Plut. Aem. 29.1.79 Las ciudades epirotas se encontraban entre los aliados romanos en el área, aunque no puede hablarse de una adhesión generalizada, de modo que durante la III Guerra Macedónica salió vencedora la facción antirromana, que fue finalmente derrotada tras la

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los principales que salieran a un punto de encuentro con una cantidad determinada de oro y plata y con la promesa de que retiraría las guarniciones que allí se encontraban. Pero cuando estuvieron en el exterior se ordenó el saqueo de las 70 ciudades, se tomaron prisioneros y, finalmente, se procedió a su destrucción80. Sobre este último aspecto existe, de nuevo, una doble versión a tenor de las referencias de Livio y Plutarco: el primero se refiere a la demolición de las murallas de las ciudades, mientras que el segundo afirma que los núcleos en su totalidad fueron eliminados81. La versión del biógrafo parece mucho más plausible a raíz de los datos aportados sobre el número de prisioneros, ciento cincuenta mil (un dato en el que coinciden ambas fuente), que podrían significar el total de la población de todos los núcleos, aunque en este caso la duda subsiste por la irrupción de la versión de Estrabón, que establece el número total de apresados en quince mil82. Sea como fuere, ambas represalias se encontrarían en los límites de la legalidad83.

4. conclusiones

El análisis realizado a lo largo de las anteriores páginas es indicativo de la gestión que Roma llevó a cabo en la reorganización territorial de las zonas sometidas, aunque existieron diferencias notables entre las intervenciones realizadas en Occidente y en Oriente. El primer aspecto que debemos destacar es que, en prácticamente todos los casos que hemos tratado, la intervención sobre el ager de las ciudades rendidas se llevó a cabo después del enfrentamiento armado directo (oppugnatio), y sólo en contadas ocasiones tuvo lugar tras la rendición incondicional (caso de los núcleos hispanos durante la I Guerra Celtibérica). Este dato resulta significativo si tenemos en cuenta que la intervención sobre el territorio se llevó a cabo como represalia por haber alzado las armas contra Roma. En efecto, para mitigar las consecuencias del sometimiento a la potencia itálica, las diversas comunidades afectadas optaron por la fórmula de la deditio para evitar una intervención mucho más severa sobre sus pertenencias y su propia autonomía. Aquellos núcleos que,

intervención de L. Anicio Galo, que decidió la imposición de guarniciones (Liv., 45.26.4), de modo que nos hallamos ante unos núcleos previamente rendidos a Roma y, por tanto, gozaban de un supuesto estatuto de dediticii. SCULLARD, 1945: 58-59.80 Vid. MARTÍNEZ MORCILLO, 2011: 75-76.81 Liv. 45.34.6; Plut Aem. 29.4.82 Liv. 45.34.5; Plut Aem. ibid.; Str. 7.7.3.83 Sobre las controversias suscitadas alrededor de la figura de Emilio Paulo y su actuación en el Epiro, vid.: VIANOLI, 1972; BARZANÒ, 1994; TRÖSTER, 2010.

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por diversas causas, decidieron oponerse debieron hacer frente a represalias de mayor dureza que llegaron a hacer peligrar su supervivencia. Además, existen evidencias de que Roma favoreció a aquellos que colaboraron o no se opusieron a su avance, como es el caso de Lascuta que comentamos al inicio.

Por tanto, el grado de oposición al expansionismo romano determinó la imposición de penas más o menos severas contra los insurrectos, pudiéndose establecer una escala en función de la gravedad. En primer lugar, el traslado de poblaciones enteras se halla en numerosos ejemplos en la expansión occidental, especialmente en Hispania y Liguria. El objetivo de semejante medida fue la desvinculación del sentimiento indígena hacia su territorio, un aspecto que favorecía el control romano posterior y, además, permitía a la potencia vencedora un control más eficaz de los potenciales núcleos de conflicto, obligándoles a permanecer en ubicaciones que contaban con menos protección geográfica (de las montañas al llano principalmente).

Una actuación mucho más dura, pero que guardaba una relación directa con los objetivos que hemos comentado, se documenta en los casos de expulsión y deportación. Si el traslado desvinculaba a los indígenas de su territorio, la deportación eliminaba de manera definitiva el peligro y ofrecía un triple beneficio para Roma. Por un lado, se anexionaban los territorios de los rendidos, que si bien no pasaban a controlarse de manera directa con un gobierno establecido, sí que se pretendía asegurar la presencia romana en la zona mediante la fundación de nuevas colonias y la repoblación84, un aspecto que pasa a tener especial relevancia a partir del final de la II Guerra Púnica como señala García Riaza85. En segundo lugar, con el alejamiento de su domicilio sin esperanza de regreso, se lograba desligar el sentimiento de pertenencia a un territorio y, por tanto, el interés por la defensa del mismo desaparecía. Finalmente, los contingentes desplazados pasaban a ocupar y trabajar tierras fértiles, de modo que entraban en la dinámica económica romana y se favorecía su integración, con un claro propósito de socialización que bloqueaba el surgimiento de nuevas insurrecciones86. Por su parte, la expulsión carecía de esta vertiente de inclusión de los contingentes sometidos, obligando a la emigración forzosa, aunque se trató de una medida aplicada

84 PINA POLO, 2010: 64. En época republicana, el imperium Populi Romani consistía ante todo en la capacidad de los romanos de obligar a otras poblaciones a obedecerles, ejerciendo así su poder y supremacía. A este respecto, vid. ECKSTEIN, 2006: 568.85 GARCÍA RIAZA, 2009: 212.86 El caso de los Baebiani y Corneliani es significativo. LUISI, 1995; PINA POLO, 2004.

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en menor medida y reservada a aquellos pueblos que habían supuesto un peligro para el Estado romano (como es el caso de los boyos).

Un tercer grado de intervención, relacionado con los casos más extremos, conllevó la destrucción de los núcleos o la devastación del territorio. La supervivencia física de las ciudades enfrentadas con Roma quedó en entredicho con la aplicación de medidas punitivas de extrema gravedad que tuvieron como objetivo la destrucción total de los oppida. En este caso debemos hacer una invitación a la prudencia, ya que es posible que la destrucción intencional se limitara a los centros simbólicos de poder, tales como lugares de reunión o templos. La idea de la desaparición absoluta de la ciudad enemiga e, incluso, de la eliminación del recuerdo del lugar donde ésta se alzó (delere memoriam hostium sedis) constituye en ocasiones un topos literario empleado para denotar el logro de una victoria total, formando parte del relato oficial de los acontecimientos de las campañas militares coronadas por el triumphus87.

Un aspecto fundamental que puede rastrearse a raíz de los acontecimientos analizados es la diferencia de actuación entre Oriente y Occidente. En las guerras desarrolladas en Macedonia y Grecia en este período, tan sólo en cuatro ocasiones se decidió la intervención sobre el territorio de las ciudades sometidas, y tres de ellos se insertan en el contexto de la III Guerra Macedónica. La historiografía ha tratado este tema con especial atención, estableciendo que el interés por el control territorial directo en Oriente no fue en ningún momento un objetivo fundamental. Ni en la II Guerra Macedónica ni en el conflicto contra Antíoco III Roma procedió a la anexión de territorios, sino que centró su política en la creación de clientelas y en la figura del protectorado, cuyo origen podemos rastrear en la campaña de T. Quincio Flaminino88. No obstante, la no anexión de territorios no significó necesariamente la no intervención en la zona. La opinión pública griega, entre otros muchos factores, influyó notablemente en el desarrollo de este modus operandi en Oriente en contraste con Occidente, según propone Badian89. En efecto, en el Este la política hegemónica fue seguida por un anuncio de cautela con un discurso civilizado, evitando el control directo de la zona.

87 La asociación entre captura de la ciudad, destrucción y triunfo es patente en Liv. per. 59, a propósito de Numancia. Vid. GARCÍA RIAZA, 2007: 29.88 Para un estudio de la política de Flaminino vid. HOLLEAUX, 1923; BALDSON, 1967.89 BADIAN, 1967: 4.

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Contrariamente a esto, en la expansión occidental la actitud fue mucho más agresiva, donde la opinión pública no era un instrumento temido y se tenía como objetivo el avance de la frontera90. Especialmente en Galia y Liguria, el ritmo de adquisición de tierras fue paralelo al de las victorias en batalla, un hecho que queda ratificado con la fundación de colonias, como Bononia (189), Aquileia (181) y Luna (177), y la deportación de grandes contingentes de ligures91. En el caso de Hispania, la conquista romana tuvo como objetivo inicial el control de nuevos territorios de cara a su propio interés92. Para cumplir estas metas era necesario que el Estado romano realizara, en opinión de algunos historiadores, una planificación tributaria que, en sus inicios, no se encontraba plenamente desarrollada ni formalizada desde un punto de vista jurídico, sino que en todo caso se podría definir como «economía de guerra»93.

Sin embargo, a partir de la victoria en la III Guerra Macedónica las motivaciones romanas sufren una mutación, evolucionando de una política encaminada a conseguir tratados de amistad y una posición de arbitraje a un mayor intervencionismo político caracterizado por la dominación. Este aspecto queda patente en los episodios de destrucción de Cartago y Corinto, ambas sucedidas en el año 146, demostrando que se optó por una acción más directa y un control más estrecho de los aspectos relacionados con la gestión territorial94.

90 Ibid., 10-11.91 Sobre estos aspectos vid. BADIAN, 1958; BARIGAZZI, 1991.92 GONZÁLEZ ROMÁN, 1979.93 ÑACO DEL HOYO, 2003; PRIETO-ARCINIEGA, 2006: 24.94 Sobre la destrucción de Cartago vid., SALINAS DE FRÍAS, 2007; acerca de Corinto, y especialmente sobre la actuación de L. Mummio, KALLET-MARX, 1995. Para una contextualización de la destrucción de enclaves, GARCÍA RIAZA, 2011: 58-60.

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anexos

Tabla 1: Traslados de Población

AÑO MAGISTRADO ZONA / CIUDAD CONDICIONES REFERENCIA

187 M. Emilio Lépido TramontanosFriniates

Entrega de armasTraslado a la llanura Liv. 39.2.9

185 M. Sempronio Tuditano Apuanos Desalojo de lugares

elevados Liv. 39.32.3

179 Q. Fulvio Flaco Ligures Descenso a la llanura Liv. 40.53.3

Tabla 2: Deportaciones

AÑO MAGISTRADO ZONA / CIUDAD CONDICIONES REFERENCIA

269 P. Sempronio SofoAp. Claudio Ruso Piceno Traslado a 300 km. Str. 5.4.13

211 C. Fulvio Flaco CapuaDeportación y dispersiónEsclavización

Liv. 26.26.5-6

180 M. Bebio TámfiloP. Cornelio Cethego Apuanos Deportación de 12000

hombres al Samnio Liv. 40.38.1-8

180 Q. Fulvio Flacco (suffectus) Apuanos 7000 deportados Liv. 40.41.3-4

167 C. ClaudioCn. Domicio

Pidna y Acaya

1000 aqueosNotables macedonios

Paus. 7.10.12Liv. 45.32.6

Tabla 3: Expulsión de población

AÑO MAGISTRADO ZONA / CIUDAD CONDICIONES REFERENCIA

190 P. Cornelio Escipión Nasica Boyos Se requisó la mitad de

su territorioStr. 5.1.6Liv. 37.2.5

Tabla 4: Devastación / Destrucción (Occidente)

AÑO MAGISTRADO ZONA / CIUDAD CONDICIONES REFERENCIA

192 Q. Minucio Thermo Ligures Saqueo y destrucción Liv. 35.21.10

192 L. Quincio Flaminino Ligures Devastación de

territorio Liv. 35.40.4

185 M. Sempronio Tuditano Apuanos

Devastación de camposIncendio de aldeas y castra

Liv. 39.32.2

181 L. Emilio Paulo Ingaunos Destrucción de murallas Plut. Aem. 6.4-7

178 Ti Sempronio Graco Celtíberos Demolición

fortificaciones Flor. I.34.4

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Tabla 5: Devastación / Destrucción (Oriente)

AÑO MAGISTRADO ZONA / CIUDAD CONDICIONES REFERENCIA

200 L. Apustio Antipatrea Derribo de la murallaIncendio de la ciudad Liv. 31.27.4

171 C. Lucrecio Galo Haliarto Destrucción de la ciudad Liv. 42.63.11

171 P. Licinio Crasso Ptéleo Destrucción (núcleo abandonado) Liv. 42.67.9

167 L. Emilio Paulo Ciudades de Epiro

Destrucción de 70 núcleos

Liv. 45.34.6Plut. Aem. 29.4

Mapa 1: Italia

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156 Historia, Identidad y AlteridadActas del III Congreso Interdisciplinar de Jóvenes Historiadores

Mapa 2: Grecia

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