006 - Weber David Borbones y Barbaros. Centro y Periferia en La Reformulacion de La Politica de...

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 BORBONES Y BÁRBAROS. CENTRO Y PERIFERIA EN LA REFORMULACIÓN DE LA POLÍTICA DE ESPAÑA HACIA LOS INDÍGENAS NO SOMETIDOS * David J. Weber " A mediados del siglo XVIII, dos siglos después de la conquista española de México y el Perú, los indígenas no sometidos controlaban aproximadamente la mitad del territorio que actualmente denominamos Hispanoamérica. 1  Por cierto, España no había conquistado por completo América durante el período de la Conquista. Los indígenas no sometidos ocupaban  pr inci pa lm en te las zo na s de bo sq ue tr op ic al o los territo rio s ári do s en el no rt e de xico, las tierras bajas de América Central y del Golfo de Darién, las cuencas del Amazonas y del Orinoco, el Gran Chaco, las pampas, Patagonia, y Tierra del Fuego. 2  Desde la perspectiva hispánica, los grupos indígenas ocupaban las fronteras del Imperio español en el Nuevo Mundo y sus tierras adyacentes; desde la perspectiva de los indígenas no sometidos, los españoles ocupaban las fronteras de las tierras que ellos controlaban, y el territorio circundante. * Actua lment e estoy dedicado a la preparac ión de un libro, «Span iards and 'Sa vagc s' in thc Age of Enlightcnmcnt» que  p r o f u n d i za lo s te ma s ab o rd a do s en es te ar cu lo . Es to y en de u da n ue va m e n t e co n mi co le ga Wi íl ia m B. T ay lo r po r s u g en er os a lectura y comentarios. También me fueron provechosas la atención y sugerencias de Alian J. Kucthe de Texas Tech Univcrsity, Raúl Mandrini de la Universidad Nacional del Centro, Tandil, Argentina, y de Sani Truett, Fellow (1997-98) en el Clcmcnts Centcr for Southwest Studics de la Southern Methodist Univcrsity. También agradezco a los organizadores de la South Central Socicty for Eightcenth-Ccntury Studics (Edmond, Oklahoma, Marzo 1,1997), y a la 66th Anglo-Amcrican Confcrence of Historians (Londres, Julio 4,19 97), q uienes me impulsaron a escribir versiones preliminares de este trabajo. Michacl Ric kcnbcrg, en un ensayo que llegó a mi conocimie nto cua ndo ya había dado fo rma a este artículo, plantea sugestiv amente que en Argentina el centro colonial impulsó el exterminio de ¡os indígenas en la década de 1770 cuando las reformas borbónicas alcanzaron a esa área, y que las élites de la frontera se opusieron a la aplicación de tal política; M. Rickcnbcrg, «'Aniquilar hasta su exterminio a estos indios...' Un ensayo para repensar la frontera bonaere nse (1770-1830)», Ibero-Americana Pragensia  30 1996, pp. 61-75. Southern Methodist University. 1  Clau dio Esteva Fabregat,  Mestizaje en Ibero-America,  trad. John Wheat, (I a  cd. 1988)Tucson, Univcrsity of Arizona Press, 1995, p. 232, estima que los indígenas no some tidos controla ban 3, 9 millones de millas cuadradas. La s cifras para la Latinoamérica continental incluyen Mcxic o (761.601 m.c.), Améri ca Central (188.708 m.c.), y Améric a del Sur (6.875.000 m.c.) , lo que hace un total de 7.825.309 millas cuad radas. El área efect ivam ente controlada por los indígenas no somet idos fue más extensa; Esteva Fabregat no toma en cuenta las posesiones españolas en lo que hoy son los Estados Unidos. 2  James Lockhart y Stuart B.  Schwartz, Early Latin America: A History of Colonial Spanísh America and Brazii, Cambridge, Cambridge Univcrsity Press, 1983, en su cap. 8 ofrecen una descripción general de estas áreas. ¡47

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Weber David Borbones y Barbaros. Centro y Periferia en La Reformulacion de La Politica de España Hacia Los Indigenas No Sometidos.

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  • BORBONES Y BRBAROS.

    CENTRO Y PERIFERIA EN LA REFORMULACIN DE LA

    POLTICA DE ESPAA HACIA LOS INDGENAS NO SOMETIDOS *

    David J. Weber "

    A mediados del siglo XVIII, dos siglos despus de la conquista espaola de Mxico y el Per, los indgenas no sometidos controlaban aproximadamente la mitad del territorio que actualmente denominamos Hispanoamrica.1 Por cierto, Espaa no haba conquistado por completo Amrica durante el perodo de la Conquista. Los indgenas no sometidos ocupaban principalmente las zonas de bosque tropical o los territorios ridos en el norte de Mxico, las tierras bajas de Amrica Central y del Golfo de Darin, las cuencas del Amazonas y del Orinoco, el Gran Chaco, las pampas, Patagonia, y Tierra del Fuego.2 Desde la perspectiva hispnica, los grupos indgenas ocupaban las fronteras del Imperio espaol en el Nuevo Mundo y sus tierras adyacentes; desde la perspectiva de los indgenas no sometidos, los espaoles ocupaban las fronteras de las tierras que ellos controlaban, y el territorio circundante.

    * Actualmente estoy dedicado a la preparacin de un libro, Spaniards and 'Savagcs ' in thc Age of Enlightcnmcnt que profundiza los temas abordados en este artculo. Estoy en deuda nuevamente con mi colega Wiliam B. Taylor por su generosa lectura y comentarios. Tambin me fueron provechosas la atencin y sugerencias de Alian J. Kucthe de Texas Tech Univcrsity, Ral Mandrini de la Universidad Nacional del Centro, Tandil, Argentina, y de Sani Truett, Fellow (1997-98) en el Clcmcnts Centcr for Southwest Studics de la Southern Methodist Univcrsity. Tambin agradezco a los organizadores de la South Central Socicty for Eightcenth-Ccntury Studics (Edmond, Oklahoma, Marzo 1 ,1997) , y a la 66th Anglo-Amcrican Confcrence of Historians (Londres, Julio 4,1997), quienes me impulsaron a escribir versiones preliminares de este trabajo. Michacl Rickcnbcrg, en un ensayo que lleg a mi conocimiento cuando ya haba dado forma a este artculo, plantea sugestivamente que en Argentina el centro colonial impuls el exterminio de os indgenas en la dcada de 1770 cuando las reformas borbnicas alcanzaron a esa rea, y que las lites de la frontera se opusieron a la aplicacin de tal poltica; M. Rickcnbcrg, 'Aniqui lar hasta su exterminio a estos indios... ' Un ensayo para repensar la frontera bonaerense (1770-1830), Ibero-Americana Pragensia 30 1996, pp. 61-75.

    Southern Methodist University.

    1 Claudio Esteva Fabregat, Mestizaje en Ibero-America, trad. John Wheat , ( I a cd. 1988)Tucson, Univcrsity of Arizona Press, 1995, p. 232, estima que los indgenas no sometidos controlaban 3,9 millones de millas cuadradas. Las cifras para la Latinoamrica continental incluyen Mcxico (761.601 m.c.), Amrica Central (188.708 m.c.), y Amrica del Sur (6.875.000 m.c.) , lo que hace un total de 7.825.309 millas cuadradas. El rea efect ivamente controlada por los indgenas no sometidos fue ms extensa; Esteva Fabregat no toma en cuenta las posesiones espaolas en lo que hoy son los Estados Unidos.

    2 James Lockhart y Stuart B. Schwartz, Early Latin America: A History of Colonial Spansh America and Brazii, Cambridge, Cambridge Univcrsity Press, 1983, en su cap. 8 ofrecen una descripcin general de estas reas.

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  • En la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las fronteras de Amrica se constituyeron en una preocupacin central para Espaa, los funcionarios borbnicos actuaron con renovada energa con el objetivo de conseguir la lealtad de los indgenas no sometidos que vivan en la periferia del imperio. Dichos funcionarios, formados en la poca de la Ilustracin,3 aadi nuevos valores y sensibilidades a la tarea de control de los salvajes, quienes asimismo haban desarrollado nuevos valores, categoras, y tecnologas tomadas de los espaoles. A partir de la dilectica entre el programa que surgi de los centros borbnicos y los imperativos de la periferia hispanoamericana, las relaciones entre espaoles y salvajes asumieron nuevas modalidades.4

    *

    Para los Habsburgos, quienes gobernaron Espaa hasta 1700, los beneficios de extender la conquista territorial ms all de las tierras altas de Mxico, Amrica Central y Amrica del Sur, en general, parecieron no merecer el esfuerzo. Con notables excepciones - ta les como el rea cacaotera de Venezuela, los valles de los ros Cauca y Magdalena en la actual Colombia, ciertas zonas del Paraguay, y el Chile central al sur del Bo-bo- el rigor del clima, la inaccesibilidad, y una aparente escasez de recursos valiosos en las tierras bajas no estimularon a los espaoles a apropiarse de esas regiones. Tales impedimentos continuaron desalentando a los funcionarios borbnicos que reemplazaron a los habsburgos en el siglo XVIII.5 Como fuera expuesto por un virrey del Per a mediados del siglo XVIII, Los pases no conquistados son unas selvas y

    3 Utilizo el termino Enlightcnmcnt (traducido s iempre como Ilustracin [N.dcl t.]), en sentido amplio, para indicar que ciertos funcionarios de la Espaa del siglo XVIII se hicieron cco de los aspectos tpicos de la sensibilidad de la poca de las luccs. Los i lustrados espaoles, al igual que los phi losophes f ranceses, adoptaron puntos de vista muy divergentes y generalmente contradictorios. Sin embargo, a travs de las tendencias particulares de la Ilustracin espaola subyaca una fuerte creencia en el poder de la observacin humana y de la razn ajenas a la influencia de la revelacin divina o a la autoridad de los ancestros. En Espaa, particularmente ba jo el reinado de Carlos II! (1759-1788), los funcionarios ilustrados intentaron aplicar la razn a las polticas pblicas y de esc modo incrementar el comercio, la industria, la produccin agrcola y, por supuesto, los ingresos de la Corona. Al mismo t iempo, el enfoque racional y cientfico dado a los problemas sociales prometa liberar a los sbdtos de la Corona de la pobreza, la ignorancia y la opresin, convirtindolos en contribuyentes ms productivos tanto en las colonias americanas como en la propia Espaa. Cf. las principales tendencias intelectuales de la poca enPe te rGay ,TheEnl ightenment : An Interpretaron, 2 vols., N e w York, Knopf, 1966, que ofrece una descripcin completa y amena. En cuanto a la aplicacin de tales ideas en las relaciones entre Espaa y sus colonias americanas ver Ramn Ezquerra, La crtica espaola sobre Amrica en el siglo XVIII, Revista de indias, enero-junio 1962, pp. 159-283.

    * En este trabajo utilizo los trminos frontera (fivalier), periferia (perphery) y zona fronteriza (borderlaitdy) como sinnimos, expresin de esas vastas zonas de interaccin entre las sociedades espaola y las de los indgenas no sometidos. Cf. David J. W e b e r y Jane M. Rausch (cds.) Where Cultures M e c t : Frontiers in Latn American History, Wilmington, DE: Scholarly R e s o u r c e s , ! 994, pp. xiii-xiv. Los centros borbnicos hacen referencia a quienes definan la poltica en Espaa (policy makers) y a los funcionarios de alto rango que les servan de interlocutores en los centros del Nuevo Mundo. Daniel R. B r o w e r y EdwardJ . Lasserini(eds . )Russia'sOrient: Imperial Borderlands and Peoples, 1700-1917, Boomington, Indiana Univcrsi ty Press, i 997, Introduccin, pp. xiii-xiv, lamentan que la mayor parte de la literatura acerca de la experiencia imperial de Rusia se haya concentrado en la poltica tal como era definida desde el centro, sumada a generalizaciones y conclusiones provenientes de los estamentos oficiales prestando poca atencin a, primero, la indiscutible tensin entre teora y prctica, segundo, a la influencia de las circunstancias locales sobre la implemcntacin de las polticas...; y tercero, al rol de las autoridades y poblaciones regionales y/o locales en la formulacin de la poltica efectiva y en su aplicacin. Esas mismas falencias dificultan nuestra comprensin de la historia de America latina. Ver, tambin, Michacl Baud y Willclm van Schcndcl, Toward a Comparat ivo History of Borderlands, Journal of World History 8 (otoo 1997), pp. 211-242; y la nota 110 ms abajo.

    5 Me concentro en los territorios continentales, dado que los espaoles haban aniquilado por completo a los indgenas en las islas mayores de! Caribe, reemplazndolos con esclavos del Afr ica negra.

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  • montaas de difcil trnsito y los llanos muy hmedos, cenagosos y ardientes, por lo que no pueden mantenerse los espaoles.6 La oposicin de los nativos de esas regiones era un motivo adicional para disuadir a los espaoles que quisieran asentarse en ellas. En general, los espaoles prefirieron conquistar a los pueblos campesinos de las tierras altas cuyo trabajo pudiera ser explotado y cuyos gobiernos jerrquicos fueran susceptibles de un control que no implicara sostener guerras prolongadas contra los grupos nmades o semi-nmades que vivan, por lo general, en las tierras bajas. Como notara el mismo virrey del Per: Las naciones que all habitan son brbaras. No cuidan de cubrir su desnudez y sus casas son tan pobres que nada pierden aunque se las quiten... Reducirlos por armas se ha tenido siempre por imposible, respecto de que con mudarse de un lugar a otro....

    A mediados del siglo XVIII se torn ms difcil para los funcionarios borbnicos ignorar el territorio indgena que circundaba al imperio. Incursionando fuera de sus tierras ciertos grupos indgenas, con una audacia y experiencia que nunca haban demostrado hasta entonces, atacaron a las haciendas y ranchos espaoles, destruyeron sus propiedades, los mataron, y obstruyeron las arterias comerciales que vivificaban al imperio. Los espaoles conocan a estos indgenas no sometidos por sus nombres locales, pero hacan referencia al conjunto de ellos como salvajes {indios brbaros o salvajes), como indios bravos, como gentiles, o como indios no sometidos, y as los distinguieron de los indgenas cristianizados, quienes reconocan la autoridad espaola -indios sometidos, reducidos, domsticos, o tributarios.

    En todo el mundo durante la poca moderna, las sociedades con organizacin estatal en general encontraron difcil controlar a las sociedades tribales, especialmente a los pueblos nmades o semi-nmades.7 Para los espaoles en Amrica, la dificultad pareci crecer en tanto los salvajes se constituyeron en adversarios ms efectivos. Un jesuta que evangeliz en el Chaco Paraguayo a mediados del siglo XVIII describi el cambio:

    Ante aquellos primeros espaoles que llegaron a Amrica, altivos sobre sus caballos, provistos de hierro, con relucientes espadas, haciendo detonar sus armas de fuego, y con grandes bigotes, los imberbes indios desnudos, dbiles, armados slo con maderas se dieron a la fuga por aquel nuevo tipo de hombres

    , cuyas costumbres desconocan, o... se dieron por vencidos ante ellos. Los brbaros que hoy declaran la guerra a los espaoles ven a diario que son capaces de vencerlos y matarlos, burlando sus ataques con caballos velocsimos y lanzas de hierro, cuando no acometindolos con gran sagacidad cuando lo creen conveniente.8

    6 Esta cita, y la que le sigue, provienen del Conde de Supcrunda, citado por Manuel Luccna Giraldo en su introduccin al libro de Francisco de Rcqucna (ed.), I lustrados y brbaros. Diario de la exploracin de l mites al Amazonas (1782), Madrid, Alianza, 1991 ,pp . 7-8.

    7 Tilomas D. Hal l ,Civi l izat ion Change: The Role o f N o m a d s , Comparat ive Civilization Review 24, primavera 1991, p. 48.

    8 Martn Dobrizhoffcr , An Account of the Abipones. An Equestrian Peop leo f Paraguay, trad. Sara Coleridgc, 3 vols,, London, John Murray, 1822, vol. 2, p. 405. En castellano en M. Dobrizhoffcr, Historia de los Abipones, Resistencia (Chaco), Facultad de Humanidades , Universidad Nacional del Nordeste , 1968,3 vols., trad. por Clara Vcdoya de Guillen, tomo 11, p. 417. De m o d o similar, Teodoro de Croix expres cu un informe general a Jos de Glvcz fechado el 23 de enero de 1780, Arizpe, oficio i 458, Archivo General de indias (AGI), Guadalajara, leg. 522: Los antiguos conquistadores pelearon con gentes que no havian visto cavailos ni armas de fuego, pero los Apaches, los Comanchcs , y los dems Indios del Norte, manejan aquellos con destreza.

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  • En todo el hemisferio, los indios brbaros estudiaron las tcnicas de combate de los espaoles, aprendieron a defenderse de ellos, adoptaron el uso de las armas y los caballos espaoles, y se reorganizaron a s mismos mediante nuevas formas de gobierno o asociacin. Los espaoles comenzaron a sentir los efectos de estas transformaciones en el siglo XVI, a partir de la tan conocida resistencia efectiva de los araucanos en el sur de Chile, los chichimecas en el norte de la Nueva Espaa, y los chiriguanos en el sur del Per.9 Las regiones colindantes donde los espaoles encontraron a los indgenas indmitos haban llegado a ser ms extensas en la medida en que tanto los espaoles como los indgenas se desplazaron hacia nuevas fronteras, as como en cuanto estos ltimos obtuvieron pertrechos y armas de fuego a travs de los rivales europeos de Espaa.

    A mediados del siglo XVIII, quienes conducan la poltica de Espaa tenan motivos para preocuparse no slo de la destruccin que los salvajes dejaban a su paso por las fronteras del imperio, sino tambin de que los indios brbaros pudieran aliarse con el principal rival europeo de Espaa, Inglaterra, y facilitar la expansin inglesa en tierras desde haca tiempo reclamadas pero nunca ocupadas por Espaa. Escribiendo desde Madrid en 1762 al momento de la conclusin de la Guerra de los Siete Aos, que terminara mal para Espaa, Pedro Rodrguez de Campomanes, uno de los principales tericos borbnicos, siendo fiscal del Consejo de Castilla, explicaba esa amenaza claramente.

    En Amrica del Norte, el fiscal vea peligro por todas partes. Ingleses de las Carolinas y de Georgia, junto a sus aliados indgenas, amenazaban los dominios de Espaa en la pennsula de la Florida, cuya ubicacin estratgica a lo largo del canal de Bahamas les asignaban una importancia para el Caribe espaol similar a la de Gibraltar en el Mediterrneo.10 Mirando ms al oeste, Campomanes tema que Inglaterra, al salir victoriosa de la reciente guerra contra Espaa y Francia, pudiera convertirse en la nueva propietaria de Louisiana. Si los ingleses se aliaran con los indgenas no sometidos en Louisiana, advirti que seran funestas las conseqencias para el dominio espaol en la Amrica Septentrional..11 Tambin hizo indicaciones sobre la costa del Pacfico en Amrica del Norte. Campomanes estimaba que con slo dos barcos de guerra y 500 hombres, los ingleses podan entrar por el Pacfico, apoderarse de la Baja Califor-nia, aliarse con los indgenas de la regin, y enlazar sus nuevas posesiones en el Pacfico a la Louisiana. Por cierto, si un rival europeo ocupara la frontera norte de la Nueva Espaa, podra con facilidad invadir su centro territorial, aduendose de la ms valiosa colonia espaola.12

    En la regin estratgica de Amrica Central, Campomanes seal que los ingleses se haban asentado en la costa del Caribe y sellado alianzas con los Indios Mosquitos-Zambos, a quienes haban librado del dominio espaol.13 En Amrica del Sur, un pas europeo poda

    9 Una sntesis y una comparacin muy bien logradas pueden verse en Carlos Lzaro Avila, Las fronteras de Amrica y los Flandes indianos, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1996. Las limitaciones de espacio 110 me permiten describir el proceso de etnognesis, para lo cual puede consultarse, por ejemplo, el trabajo de Ncil L. Whitchead, Tribcs Makc States and States M a k e Tribcs: Warfare and thc Crcation of Colonial Tribes and States in Northcastcrn South America, en R. Brian F c r g u s o n y N c i l L. Whitchead (cds.) W a r in thc Tribal Zonc: Expanding States and lndigenous Warfare, Santa Fe, School of America Research, 1992, pp. 127-150.

    10 Pedro Rodr guez Conde de Campomanes , Ref lexiones sobre ei comercio espaol a Indias [1762], edicin a cargo de Vicente Llombart Rosa, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1988, p. 28.

    11 Ib id . ,p . 32.

    12 Ib id . ,pp . 2 7 , 3 2 .

    13 Ib id . ,p . 53.

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  • fcilmente establecer una colonia y aliarse con los indgenas en ese enorme territorio que se extenda desde el sur de Buenos Aires hasta el Estrecho de Magallanes, una regin desprovista de colonias espaolas. En el sur de Chile, Espaa enfrentara el peligro de que los araucanos dejando la amnesta en que viven con nosotros se pasaran del lado de nuestros enemigos, los ingleses.14 Advertencias que provenan de diversas partes de Chile acerca de esta cuestin llegaron a Madrid, y Campomanes tambin conoca la fanfarronada del almirante britnico George Anson, quien calculaba que 1.500 ingleses podan expulsar a los espaoles de Chile y de Per si Gran Bretaa obtena el apoyo de los araucanos.'5

    A lo largo de los mrgenes del imperio desde el norte hasta el sur, los indgenas no sometidos amenazaron tanto la viabilidad comercial de las colonias espaolas como la integridad de los territorios reclamados por Espaa. Aliados con los ingleses o con otros extranjeros, los indgenas no sometidos podan facilitar la introduccin de contrabando dentro del imperio y retardar as el crecimiento del comercio espaol. En contacto con los comerciantes ingleses, los indgenas no sometidos accedieron a mercados donde vender los bienes robados a los espaoles. Pertrechados por extranjeros, los indgenas no sometidos alcanzaron mayor poder de fuego para atacar a sus vecinos espaoles.

    En resumen, los indgenas no sometidos amenazaban la agenda de los Borbones para sus posesiones americanas.16 Los borbones espaoles necesitaban extraer ms rentas de Amrica si queran revertir lo que vean como la declinacin econmica de Espaa. Con ese objetivo, buscaron perfeccionar la administracin pblica, elevar la productividad y el comercio, y aumentar la seguridad en Amrica. Ese proyecto, que comenzara a principios de siglo, no rindi frutos hasta el reinado de Carlos III (1759-1788), el ms dinmico, innovador y atento a los problemas americanos de todos los monarcas espaoles del siglo XVIII. Las presiones del conflicto internacional forzaron al rey y a sus consejeros ilustrados, entre ellos Campomanes, a mirar ms all de los centros provechosos del imperio, prestando atencin al desarrollo de sus periferias vulnerables y potencialmente rentables, para lo cual era necesario ejercer algn tipo de control sobre los salvajes que ocupaban esos territorios.17

    Un examen de las medidas a travs de las cuales los administradores borbnicos buscaron lograr ese control nos dice mucho acerca de la forma en que las polticas evolucionaron en un rgimen absolutista que pareci a ciertos historiadores separarse de la tradicin habsburguesa del compromiso y gobernar a travs de demandas no negociables, trazando una lnea dura.18

    14 l b id . ,p . 122.

    1 5 Campomanes tuvo acceso a una traduccin francesa de la obra de George Anson, Voyage round the World, London, 1748, publicada en Genova en 1750 (Campomanes , 1988, p. 92, nota 33). Anson haba intentado cstablcccr una base en la costa chiicna en 1741; cf. Hugo O 'Donncl ! , Espaa en el descubrimiento, conquista y defensa del mar del sur, Madrid, Editorial M A P F R E , 1992, p. 239. Para un trabajo que trata el problema desde el punto de visto chileno ver Leonardo Len Sols, Los araucanos y la amenaza de ultramar, 1750-1807, Revista de Indias 54 (1994 ) , pp. 313-322.

    16 Ver, por ejemplo, el trabajo publicado en 1799 por Jos Corts, Views from the Apache Frontier: Report on the Northern Provinces of New Spain by Jos Corts, Lieutenant in the Royal Corps of Engineers, 1799, editado y traducido por Elizabcth A.H. John y John Whcat , Norman, Univcrsity of Oklahoma Press, 1989, p. 40.

    17 Alian J. Kuethe, Towards a Periodization of thc Reformas of Charles III, en Richard L. Garncr y William B. Taylor (eds.) Iberian Colonies. N e w World Societies: Essays in M e m o r y of Charles Gibson, Univcrsity Park, Pa: Prvate Printing, 1985, pp. 103-117, provee una buena introduccin ai per odo c indica sus diferentes etapas.

    1 8 Las citas estn tomadas respectivamente de John Lynch, The Institutional Framework of Colonial Spanish America,

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  • Si las polticas borbnicas hacia los indios brbaros pueden condiderarse ejemplares, los administradores borbnicos recurrieron al compromiso de tan buena gana como sus predecesores habsburgueses. Nuevas polticas hacia los indgenas nacieron de las relaciones dialcticas entre centro y periferia, tradicin e innovacin, pragmatismo e ideologa, venalidad e idealismo.

    * *

    Para los administradores borbnicos que buscaban maneras de controlar a los indios bra-vos a lo largo de las periferias del imperio, la tradicin espaola ofreci dos soluciones obvias: enviar militares para conquistar a los nativos recalcitrantes por la fuerza, o enviar religiosos para conquistarlos mediante la persuasin. Pero los indgenas armados y provistos de caballos no sucumbieron fcilmente a las dulces palabras de los evangelizadores, cuyos xitos parecieron disminuir en el siglo XVIII. Del mismo modo, ejrcitos privados liderados por encomenderos o de aspirantes a serlo, a quienes Espaa haba confiado previamente el avance de las fronteras, ya no poda cumplir esos objetivos contra el creciente nmero de bandas mviles de atacantes indgenas. Los Borbones reaccionaron, particularmente despus de la humillante ocupacin inglesa de La Habana en 1762, reestructurando el ejrcito y la milicia en Amrica, con el objetivo de lograr un ejrcito ms profesional para pacificar a los indgenas en reas donde los clrigos y los ejrcitos privados haban fracasado. Se ha escrito abundantemente acerca de esta reforma militar as como del empleo de tropas y fortificaciones en regiones donde los indgenas hacan peligrar el control espaol, particularmente en la frontera sur del Virreinato del Ro de la Plata y en la Comandancia General de las Provincias Interiores de la Nueva Espaa, ambas creadas en 1776 para dar impulso a la defensa y desarrollo de esas vastas reas que haban alcanzado un nuevo valor estratgico.19

    Sin embargo, el pensamiento ilustrado y los ejemplos ingls y francs sugirieron otra estrategia a los Borbones: controlar a los indgenas a travs del comercio ms que por medio de la conquista fsica o espiritual. La ms clara exposicin de esa idea en la tradicin del pensamiento espaol se encuentra en el bien conocido Nuevo sistema de gobierno econmico para la Amrica, un pan maestro para el desarrollo econmico de las colonias espaolas. Los especialistas discrepan- acerca d quin haya sido el autor del Nuevo sistema, publicado por primera vez en 1779, y acerca de su influencia sobre la poltica espaola. Pero si no fue la biblia de los reformistas, el texto definitivo que inspir la revolucin en el gobierno borbnico, como ha argumentado un historiador, s reflej claramente los puntos de vista de ciertos funcionarios liberales que redisearon la estructura administrativa de las colonias espaolas en Amrica durante el reinado de Carlos III.20

    Journal o f L a t i n American Studics 24, 1992, p. 78; y Or lando Fals Borda, Historia doble de la costa, vo!,4; Retorno a la tierra, Bogot, Carlos Valencia Editores, 1986, p. 44.

    1 9 Por ejemplo, Christon I . Archcr, The A r m y in Bourbon Mxico, 1760-1810, Albuqucrquc, Universiy of N e w Mxico Press, 1977; Max L. Moorhcad, The Presidio: Bastin of (he Spanish Borderlands, Norman, Univcrsity of Ofclahoma Press, 1975; Norbcr to Ras, Crnica de la frontera sur, Buenos Aires, Academia Nacional de Agronoma y Veterinaria, 1994.

    2 0 La cita proviene de David A. Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mxico, 1763-1810, Cambridge, Cambridge Universi ty Press, 197 , p. 25. Brading adhiere al punto de vista segn el cual la versin manuscrita del Nuevo sistema fue escrita por Josc del Campillo y Cosso en 1743 siendo Ministro de Finanzas, de la Marina, de a Guerra y de indias, y Ministro del Estado (a principios de su carrera Campillo haba pasado a Mxico y el Caribe durante seis aos), y sostiene que el trabajo fue muy influyente pues el manuscrito circul entre los ministros borbnicos aun cuando no fuera publicado como libro hasta

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  • El autor del Nuevo sistema lament que Espaa hubiera perdido millones de pesos en acciones de guerra contra poblaciones indgenas que tratadas con maa y amistad, nos daran infinitas utilidades.21 A principios del siglo XVI, argumentaba, los espaoles en Amrica no tenan otra alternativa a la utilizacin de la fuerza militar porque haba unos pocos espaoles en Amrica y muchos millones de indios que dominar. Pero Espaa cometi el error de conservar intempestivamente el espritu de conquistas, y preferir el dominio las ventajas y utilidades del comercio, y trato amigable con las Naciones brbaras.22

    As como la bestia ms feroz puede ser amansada mediante un trato bondadoso, el Nuevo sistema planteaba por analoga que no hay hombre salvaje que no pueda dominar la industria y hacerlo tratable...23 pues establecer un comercio con los indios bravos... pide tiempo, maa y paciencia, pero que no es imposible.24 Otras naciones ya lo haban conseguido.

    Sin embargo, los espaoles tenan una desventaja: se haban ganado el odio que tienen a los Espaoles las Naciones confinantes.25 Pero si los evangelizadores podan entrar a las tierras de aquellos indgenas tratndolos con bondad, el autor argumentaba que otro tanto podan hacer los comerciantes espaoles. Por cierto, el Nuevo sistema sugera que los comerciantes veran ms allanado el camino en sus tratos con los indgenas, pues estos ltimos sabemos atienden bien un hombre [misionero] que les amenaza con el infierno, si se emborrachan toman mas de una muger, reprehendiendo con aspereza todos los dems vicios, que naturalmente son inclinadisimos, y con ms razn reconoceran a los comerciantes quienes les proveen bienes

    1789. Josc del Campil lo y Cosso, N u e v o s istema de govierno econmico para la Amrica, Madrid, imprenta de Benito Cano, 1789. David A.Brading, T h e First America: T h e Spanish Monarch, Crele Patriots, and the Liberal State, 1492-1866, Cambridge, Cambridge Univcrsity Press, 1991, pp. 469-70 y 486-87, sostiene esa misma posicin, en consonancia con buen nmero de investigadores. Ver, por e jemplo, Miguel Artola, Campil lo y las reformas de Carlos III, Revista de Indias 12,1952, pp. 692,711-14; Josefina Cintrn Tiryakian, Campillos Pragmatic New System: A Mcrcantile and Utilitarian Approach to Indian Reform in Spanish Colonscs o f t h e Eightccnth Ccntury, History of Poltica! E c o n o m y 10, invierno 1978, pp. 234-35, 254-57; y Anthony Pagdcn, Lords of all the World: Ideologies of Empire in Spain, Britain and France ca. 1500-ca. 1800, N e w Havcn, Yalc Univcrsi ty Press, 1995, pp. 121-22. Sobre la permanencia de Campil lo en Amrica puede consultarse Jos del Campi l lo y Cosso [sic] Dos escritos polticos: Lo que hay de ms y de menos en Espaa / Espaa despierta [ 1741] editado por Dolores Mateos Dorado, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 1993, pp. ix-xxi. El Nuevo sistema apareci impreso por primera v e z como la segunda parte del Proyecto econmico, que el economista ilustrado Bernardo Ward escribiera en 1762, pero no fue publicado hasta 1779. Ward fue acusado de plagiar el N u e v o sistema y de hccho le realiz slo cambios mn imos (la parte segunda de su trabajo Sobre la Amrica incluye los pasa jes sobre la obtencin de la lealtad de los indgenas no sometidos a raves del comercio, el tema que considero en mi trabajo). Cf. Bernardo Ward, Proyecto econmico, editado por Juan Luis Castellano Castellano, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982, pp. 324-330. Otros investigadores, sin embargo, sealan las inconsistencias internas y errores que indicaran que Campil lo no pudo haber sido el autor del Nuevo sistema y que el documento no influy demasiado en cuanto reflejo de los puntos de vista de los pensadores borbnicos. Para consultar acerca del contenido de esas crticas y referencias de otros trabajos al respecto, ver Luis Navarro Garca, Campillo y el 'Nuevo Sistema': una atribucin dudosa, Temas americanistas 2 ,1983 , pp. 22-29, y Luis Navarro Garca, El falso Campillo y el re formismo borbnico, Temas americanistas 12,1995, pp. 5-14. Manuel Ballesteros Gaibrois, responsable de la edicin ms rccicntc del Nuevo sistema (Jos del Campillo y Coso, Nuevo sistema de gobierno econmico para la Amrica, Oviedo, Grupo Editorial Asturiano, 1993), no se expide sobre la cuest in de la atribucin de autora (p. 30).

    2 ' Campil lo , 1789, p. 16.

    22 l b id . ,p . 14.

    23 Ibid., p. 211.

    2 4 I b i d . , p . 2 i 0 .

    25 I b i d , p. 212.

    153

  • que necesitan y les regalan buenos tragos de aguardiente que tanto estiman, y adems nada les demandan.26

    En esa formulacin ilustrada, los indgenas se constituan en el fundamento del resurgimiento comercial y econmico de Espaa dejando de ser meros enemigos, pasando a actuar de otra manera. All donde los espaoles del Renacimiento esperaron que los indgenas adoptaran la fe cristiana en tanto les fuera revelada por sus evangelzadores, el Nuevo sistema esperaba de ellos que se comportaran como racionales consumidores europeos cuando los comerciantes desplegaran sus mercancas. Mientras los espaoles tradicionalmente perciban a los indgenas como viciosos o indolentes por naturaleza, precisados por tanto de ser obligados por la fuerza a trabajar en su propio provecho,27 el Nuevo sistema argumentaba que los indgenas seran sensibles a los beneficios de la nueva situacin y voluntariamente y siguiendo su propio inters se convertiran en productores y consumidores.28 En resumen, los indgenas podan cambiar si el sistema cambiaba, y los beneficios econmicos para Espaa seran enormes. La expansin comercial brindara a Espaa los beneficios del comercio sin los costos de un control poltico y econmico formal sobre los indgenas.29

    Los administradores espaoles interesados en la poltica indgena no necesitaron leer el Nuevo sistema para escuchar su mensaje. Los espaoles ilustrados, quienes generalmente prefirieron buscar nuevas ideas en el extranjero, tuvieron abundantes oportunidades de aprenderlo directamente de las obras francesas e inglesas que inspiraron al Nuevo sistema. Campomanes, por ejemplo, se haba llenado de entusiasmo por el sistema comercial ingls en 1784, cuando recibiera una detallada descripcin del mismo mientras era presidente del Consejo de Castilla. Recomend el sistema britnico al Ministro de Indias, Jos de Glvez, como la mejor manera de controlar a los indios bravos en el rea contigua a los nuevos Estados Unidos. Este mtodo [britnico] puede ser conducente a nuestra situacin actual y un modo indirecto de mantener aquellas naciones [indgenas] libres del dominio de la Repblica Americana, la qual de este modo no podr poblar a las orillas del [ro] Misisipi ni de la Bellerivier [mrgenes del ro Ohio].30

    Por su parte, Jos de Glvez, el poderoso y activo Ministro de las Indias desde 1776 hasta 1787, no necesit que Campomanes le hablara de las polticas de sus rivales europeos en Amrica del Norte.Tena sus propias fuentes de informacin, incluido un sobrino y protegido a quien haba designado como gobernador interino de la Louisiana en 1776. A partir dess observaciones en Louisiana, as como a travs de la experiencia previa combatiendo a los apaches, Bernardo de Glvez urgi a su to a confiar en el comercio para controlar a los indios y no en guerras costosas

    26 Ibid., pp. 212-213.

    2 1 Una idea que todava sostenan ciertos i lustrados espaoles, como por e jemplo Antonio de Ulloa, marino, cientf ico y filsofo por excelencia quien haba l levado adelante una investigacin destacada junto a Jorge Juan de Ulloa entre los aos 1736 y 1744 y fuera gobernador de la Louisiana de 1766 a 1768. Ulloa era un convencido de que los indgenas eran por naturaleza haraganes, mentirosos y revoltosos, y de que por tanto los espaoles deban forzarlos a trabajar por su propio bien.

    28 Tiryakian, 1978, p. 243.

    1 9 Esta visin de un imperio informal result m u y difundida; los expansionistas americanos, por ejemplo, la defenderan en las lt imas dcadas del siglo XIX. Ver Walter LaFcbcr, T h e N e w Empirc: An Interpretation of American Expansin, 1860-1898, Ithaca, Cornell University Press, 1963.

    30 Campomanes a Jos de Glvez, reservado, Madrid , 14 de septiembre de 1784, Archivo Histrico Nacional , Estado, Leg, 3 .885 ,exp . 1 7 , n 4 .

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  • e ineficaces. Sostena que, a travs del comercio, el Rey dara gran contento a los indgenas durante diez aos con la suma que gastaba anualmente en hacerles la guerra.31

    Aparentemente persuadido por ese argumento, y acuciado por ahorrar recursos para asignarlos a la preparacin de la guerra con Gran Bretaa, Jos de Glvez puso en marcha una poltica de dul9ura, buen trato y beneficencia hacia los indgenas en las Provincias Interiores de la Nueva Espaa en 1779. Instruy a sus funcionarios a realizar slo acciones defensivas, para evitar matanzas, y para que los indgenas dependieran de los espaoles para obtener sus provisiones, incluidos bienes de lujo y armamento: Conseguido esto no podrn vivir sin nuestros auxilios. El rey, sostena Jos de Glvez, prefera una conquista lenta y pacfica.32 Sin em-bargo, tres aos despus, cuando los apaches se resistieron a establecer relaciones comerciales y siguieron realizando incursiones, Jos de Glvez dispuso el regreso a una modalidad de guerra ofensiva atendiendo a los reclamos de los oligarcas ms poderosos quienes indignados demandaron una poltica militar ms agresiva que protegiera sus disminuidas manadas de los depredadores indgenas.33

    En 1786, cuando Bernardo de Glvez, favorecido por la predileccin de su to por el nepotismo, fue designado Virrey de la Nueva Espaa, instruy a sus funcionarios en las Provincias Interiores a aplicar nuevamente el tipo de poltica que su to haba enunciado en 1779. Si bien le dio un mayor nfasis a la accin ofensiva contra los apaches, Bernardo de Glvez aspiraba al mismo resultado que su to: forzar a los apaches a recurrir a la paz y a entrar en relaciones comerciales con los espaoles. [C]on el tiempo -sugiri en su conocida Instruccin de 1786 [el comercio puede lograr que se] los ponga bajo de nuestra dependencia.34 Al igual que otros pensadores ilustrados de su poca, crea que el inters del comercio enlaza y estrecha las voluntades de los hombres. En el caso de los apaches, una estrategia que los hiciera dependientes de las provisiones, vestimenta y armamento espaoles y tambin los hiciera conocer las ventajas de una vida racional.35 En resumen, la presin militar combinada con el comercio lograra que los apaches, o al menos sus nietos, se convirtieran en subditos tiles de la Corona.36

    No todos los funcionarios espaoles coincidan con Bernardo de Glvez en cuanto a que para Espaa sera mas fructuosa una mala paz con todas las Naciones que la soliciten, que los esfuerzos de una buena guerra.37 Sin embargo, con diversas modificaciones y agregados formales,

    3 ' Bernardo de Glvez a Jos de Glvez, [NcwOrleans] , 24 de octubre de 1778, cit. cnE l i zabe thHowardWcs t , Thc Jndian Pol iey of Bernardo de Glvez, Proceedings of t h e Mississippi Valley His tor ica l Assoc ia t ion , 8, 1914, pp. 100-101.

    3 2 Jos de Glvez al Comandante General Teodoro de Croix, El Pardo, 22 de febrero de 1779. Fotocopia existente en la Biblioteca de la Universidad de Texas, Archivo de San Francisco el Grande, vol. 33, XI, 1779,pp. 33-39. La localizacin de esta copia de las instrucciones de Glvez lleg a mi conocimiento mediante la obra de Alfred B. Thomas, Teodoro de Croix and the Northern F r o n t i e r o f N e w Spain, 1776-1783, Norman, Universi ty o f O k i a h o m a Press, 1941, p . 43.

    33 Juan Lucas d e L a s s a g a y el Marques de San Miguel de Aguayo a [el Rey], Mxico, 20 de febrero de 1782; y [Glvez] a Croix, San Ildefonso, 27 de junio de 1782, AGI , Guadalajara 519. El contexto puede verse en David J. Webcr, The Spanish Frontier in North America, N e w Havcn, Yalc Universi ty Press, 1992, pp. 224-230.

    3 4 Bernardo de Glvez, Instructions for Governing the Interior Provinees of N e w Spain [ 1786], editado y traducido por Donald E. Worccster, Berkclcy, Quivira Society, 1951, art. 24. Worccstcr incluye tambin la versin original en castellano. Ci to los artculos y no las pginas, para facilitar la ubicacin del texto en cualquiera de los dos idiomas.

    35 Las citas se encuentran respectivamente en ibid., art. 47 y art. 52.

    36 Corts , 1989, p. 31.

    37 Glvez , 1951, art. 29.

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  • la poltica de Glvez, tal como se articul en su Instruccin de 1786, prevaleci en las Provincias Interiores. Los funcionarios espaoles ms capaces cumplieron su dictamen y ofrecieron a los indgenas no sometidos acceso a los mercados, regalos, cooperacin contra enemigos comunes, y un tratamiento ms justo y consecuente que en el pasado. Conciliacin y negociacin, previamente subordinados mediante el uso de la fuerza, se convirtieron en el sello de la poltica borbnica hacia Amrica en su conjunto a fines de la dcada de 1780,38 y en la piedra angular de una nueva poltica espaola hacia los indgenas.

    En las Provincias Interiores de la Nueva Espaa, la poltica indgena conciliatoria incluy la disposicin de reservas para los apaches que apelaran a la paz. En estas reservas, ciertos funcionarios espaoles aspiraron a convertir a los apaches a las costumbres de los espaoles catlicos de los pueblos que cultivaban la tierra, criaban ganado, y comerciaban habitualmente. Dado que los Borbones necesitaban poblar las fronteras vulnerables del imperio con subditos leales pero no disponan de suficientes colonizadores para alcanzar ese objetivo, cobr sentido el intento de convertir a los apaches en espaoles.39 Espaa haba dependido fuertemente de las rdenes religiosas para alcanzar ese tipo de transformacin en las fronteras tempranas y, a pesar de las crticas llenas de desprecio de algunos funcionarios borbnicos ilustrados, continuaran hacindolo en aquellos lugares donde los indgenas parecan dciles, como por ejemplo en la Alta California. Pero entre los pueblos que los evangelizadores no haban logrado convertir, los soldados fueron los agentes preferidos del cambio cultural paternalista en las reservas indgenas del norte de la Nueva Espaa a fines del siglo XVIII.''0 El plan de Glvez ignor-a los clrigos, cuyo poder econmico y poltico en el norte de la Nueva Espaa haba disminuido durante el reinado de Carlos III.41

    Para Espaa, una poltica indgena conciliatoria prometa algo ms que ventajas econmicas y estratgicas. Tambin ofreca un blsamo tranquilizador al escozor provocado por la reputacin de sus antepasados por la cruel opresin a que sometieran a los indgenas durante y despus de la Conquista. La humanidad es la ms excelsa caracterstica de la civilizacin. Todas las ciencias y artes no tienen valor alguno si solamente sirven para hacemos crueles y altivos, escribi un botnico espaol en Amrica, Jos Mariano Mozio, lamentando la forma brutal del trato dado a los indgenas no sometidos por parte de ciertos espaoles menos ilustrados.42 Por cierto, algunos oficiales del ejrcito espaol prximos al terreno tambin celebraron las nuevas polticas indgenas tanto por su carcter humanitario como por su efectividad. Escribiendo desde El Paso

    38 Kuethc, 1985, pp. 115-117.

    39 Cortes, 1989, p. 34.

    4 0 Las condiciones de los acuerdos de paz con los apaches fueron detalladas por Pedro de Nava en sus Instrucciones de 1791. Nava puso ms nfasis en tas donaciones que en el comercio y aplic polticas no implcmcntadas por Bernardo de Glvez en 1786. Moorhcad, 1975, pp. 260-65, analiza ias Instrucciones de Nava. Para un estudio de caso, ver WilHam B. Griffen, Apaches at War and Peace: The Janos Presidio, 1750-1858, Albuqucrquc, Univcrsity of N e w Mxico Press, 988.

    41 Luis Navarro Garca, El ilustrado y el brbaro: la guerra apache vista por Bernardo de Glvez, Temas americanistas 6, 1986, p . ! 5, apoya esc argumento en un minucioso comentario a las Instrucciones de 1786 de Glvez. Al respecto existe una bibliografa ampla aunque fragmentaria. Un anlisis especialmente interesante de !a frontera norte de Nueva Espaa puede verse en Luis Navarro Garca, Poltica indgena de Espaa en el Noroeste, en Josc Luis Pcset (cd.) Culturas de la costa noroeste de Amrica, Madrid, Turner Libros, 1989, cuyo contenido es ms amplio de lo que indica su ttulo.

    4 2 Jos Mariano Mozio, Noticias de Nutka: An Account of Nootka Sound in 1792, editado y traducido por Iris Wilson, Seattle, Univcrsity of Washington Press, 1970, p. 84.

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  • en 1796, por ejemplo, el teniente coronel Antonio Cordero y Bustamante, veterano militar de la frontera, subrayaba que las sabias providencias de un gobierno justo, activo y piadoso, la van haciendo terminar [la guerra], debiendose advertir que no solo no aspira su sistema la destruccin esclavitud de estos salvajes, sino que solicita por los medios mas eficaces su felicidad, dejndolos poseer sus hogares en el seno de la paz, con la precisa circunstancia de que bien impuestos de nuestra justicia y poder para sostenerla... cesaran de incursionar sobre los asentamientos espaoles.43

    La poltica ms humanista que Cordero aplauda no podra funcionar, sin embargo, si los apaches eran demonizados. Los funcionarios de frontera como Cordero, Glvez, y Corts necesitaban un nuevo discurso si iban a redimir a los apaches -y encontraron uno. Estos funcionarios ilustrados describieron a los apaches como feroces, valientes y grandes guerreros, pero no como indolentes, indignos de confianza y ladrones por naturaleza, como los haba caracterizado la generacin anterior de funcionarios que haba pretendido exterminar a los apaches.44 Los funcionarios ilustrados buscaron explicar la conducta de los apaches como respuestas a fuerzas externas, ms que a caractersticas innatas. Si los apaches posean una robustez extraordinaria era porque vivan a la intemperie y coman alimentos elementales; si se movan con una asombrosa agilidad, velocidad y resistencia era a causa del ejercicio diario y de su condicin de vida nmade.45 Si los apaches mantenan una cruel y sangrienta guerra contra los espaoles, la causa podra encontrarse en las infacciones [incursiones], excesos y avaricia de los propios espaoles, como confes el teniente Cordero.J Si los apaches trataban cruelmente a los espaoles, esto se deba segn Glvez, a que no nos deben bondad, y que si son vengativos es por la justa satisfaccin de sus agravios. La verdad es -agregaba Glvez- que son muy agradecidos y vengativos, y que esta ltima [la cualidad de vengativos] debemos perdonarla en una nacin que no ha aprendido una filosofa que le permitiera dominar un sentimiento natural...47

    Estas eran ideas vigentes en la poca, defendidas sobre bases pragmticas y compartidas por funcionarios ilustrados que enfrentaban a los salvajes a travs de las fronteras del hemisferio. En Chile, por ejemplo, Ambrosio O'Higgins (de origen irlands) en 1767 le expresaba al soberano espaol que no podra defender su inmensa costa del Pacfico de la amenaza extranjera sin ganarse la,buena voluntad de los indgenas. Los espaoles, deca, no lo conseguiran mientras estemos a cada instante irritando y golpeando a los indios de las Fronteras hacindose de enemigos

    43 Antonio Cordero y Bustamante, Noticias relativas a la nacin apache, que en el ao de 1796 extendi en el Paso del Norte, el Teniente Coronel D. Antonio Cordero, por encargo del Sr. Comandante general Mariscal de C a m p o D. Pedro Nava, en Manuel Orozco y Berra (cd.) Geografa d l a s lenguas y carta etnogrfica de Mxico, Mxico, Imprenta de J .M. Andrade y F. Escalante, 1864, p. 379. Una traduccin en Antonio Cordero y Bustamante, Cordero ' s Dcscription o f t h e Apachc-1796, New Mxico Historical Review 32, oct. 1957, p. 350, articulo editado y traducido por Daniel S. Matson y Albcrt H. Schroeder.

    44 Ver, por ejemplo, Lafora, 1958, p. 79. Una introduccin a la extensa bibliografa sobre el discurso como racionalizacin, y su aplicacin al perodo temprano en el norte de Mxico, puede verse en Charlotte M. Gradic, Discovering thc Chichimccas, T h e A m e r i c a s 51, ju l io 1994, pp. 67-88.

    4 5 Cordero, 1864, p. 370. Asimismo, ver El izabc thA.H. John (cd.y trad.) A Cautionary Excrcise in Apache Historiography [ 'Notes and Rcflcctions on thc War with thc Apache Indians in thc Provinces of N e w Spain ' , por Bernardo de Glvez, ca. 1785-86], Journal o f A r i z o n a History 25, o too 1984, pp. 303-04.

    46 Cordero, 1864, p. 379.

    47 Citado en John, 1984, p. 304.

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  • intestinos.48 Los rivales europeos, adverta O'Higgins, sacaran ventaja de esa situacin para aliarse con los indgenas no sometidos. Los imperativos de la frontera, entonces, forzaban al estado borbnico a encontrar vas pacficas para conseguir la lealtad de los indgenas y, en palabras de un historiador, convertirlos en soldados de frontera de la Corona.49 Esa poltica era consecuente con los esfuerzos borbnicos por ubicar otros grupos de originarios de Amrica, criollos y mestizos, dentro de su sistema defensivo despus que la prdida de La Habana en a Guerra de los Siete Aos revelara de qu mala forma Espaa poda ser derrotada en una de sus propias colonias.50

    Sin embargo, por s solas las condiciones de la frontera no explican las polticas conciliatorias de los Borbones hacia los "indios brbaros". Tanto en Amrica del Sur como en Amrica del Norte, una mayor atencin de las sensibilidades europeas a los derechos humanos se combin con consideraciones pragmticas para dar contenido a las polticas borbnicas. En 1799, cuando el gobernador intendente de Cochabamba sentenci a Sacuarao, lder de la rebelin de los chiriguanos de ese ao, a ser bautizado y ahorcado, despert la ira de Victorin de Villava, fiscal de la Real Audiencia de Charcas, quien consider la sentencia de bautismo y ahorcamiento como un regreso a los tiempos de Atahualpa. Matando a Sacuarao y tomando revancha, expresaba, los espaoles actuaron como salvajes.51 Villava criticaba al gobernador, Francisco de Viedma, por tratar a los chiriguanos como a criminales, sin reflexionar sobre la naturaleza del crimen o de la criminalidad. Un acto criminal, deca, consiste en la ruptura del pacto social dentro de una nacin por parte de alguien que pertenece a esa nacin. Los chiriguanos no pertenecan a Espaa. Vivan fuera del control espaol. Si no eran vasallos de la Corona, no podan considerarse, entonces, como rebeldes. Sin embargo, podan -y lo hicieron- invadir el territorio espaol, y la invasin de otra Nacin podra ser un atentado contra el derecho de gentes que podr vindicarse con las armas pero no un delito que pueda castigarse con las leyes, deca Villava52, y volva a rechazar la fuerza como una poltica efectiva contra los chiriguanos.

    48 Ambros io O'Higgins , Descripcin dct Rcyno de Chile.. . con algunas proposiciones relativas a la reduccin de los indios infieles, y adelantamiento de aquellos dominios de Su Magcstad, 2 de septiembre de 1767, en Aurelio Gonzlez Santis, El gobernador Ambrosio O'Higgins , Santiago, Editorial Salesiana, 1980, p. 37, citado por Len Solis, 1994, p. 326.

    4 9 La expresin es de Carlos Lzaro Avila, El re formismo borbnico y los indgenas fronterizos americanos, en Agust n Guimer (cd.) El reformismo borbnico, Madrid, Alianza, 1996, p. 286.

    50 Alian J. Kue thcyLowc l l Blaisdcll, Thc Esquilachc Government and thc Rcforms of Charles 111 inCuba, Jahrbuch fr Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesel lschaft Latc inamerikas 19, 1982, p. 119.

    51 En opinin de Villava, Plata, 29 de junio de 1800, en Expediente obrado a representacin del seor Govcrnador Intendente de Cochabamba sobre haber mandado ahorcar al indio rebelde Sacuarao, Archivo General de la Nacin, Buenos Aires, IX, Guerra y Marina, 1800, Icg. n 24.3.6. Agradezco su transcripcin a Silvia Ratto.

    52 Significativamente, Viedma y sus seguidores no rebatieron el argumento de que los rebeldes no formaban parte de la sociedad colonial. Viedma al Virrey de Buenos Aires, 15 de octubre de 1800, en ibid. Un agudo anlisis de ese episodio puede verse en Josc Mara Mari luz Urquijo, El levantamiento chir iguano de 1799 y la controversia sobre la legitimidad de la guerra, Investigaciones y Ensayos 1, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, oct. 1966- dic. 1966, pp. 309-330.

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  • Es mejor poltica no escarmentarlos sino atraherlos: por haberlos escarmentado con azotes, nos han escarmentado ellos a flechazos y por no saber tratarlos y reducirlos estamos en continua guerra con unos hombres que no teniendo lugar, tierra ni domicilio jijo, es imposible vencerlos ni sujetarlos.5*

    * * *

    Los indgenas no sometidos que obligaron a los lderes espaoles a realizar concesiones retricas y tcticas tambin empujaron a los espaoles a abandonar sus reclamos de dominio total sobre ellos, como la opinin jurdica de Victorin de Villava sugiere. En la prctica si no en la teora, estos reclamos se remontaban a la conocida donacin papal de 1493 y al clebre requerimiento de 1513, que emplazaba a los indgenas a someterse o atenerse a las represalias militares.54 Los espaoles continuaron manifestando esos reclamos aun en las representaciones pictricas que mostraban a los indgenas salvajes dentro del mundo hispnico ms bien que fuera de l.55

    Durante la poca borbnica los funcionarios vieron cada vez con ms claridad los beneficios prcticos derivados del reconocimiento de que ciertos grupos indgenas tenan derecho a vivir de manera autnoma fuera de los lmites del imperio - u n reconocimiento que tuvo efecto, irnicamente, al mismo tiempo que los Borbones extendan las fronteras efectivas del imperio. En el siglo XVIII, el reconocimiento de los derechos a la autonoma de los indgenas fue tomando de modo creciente la forma de tratados escritos. En Amrica del Norte, por ejemplo, los funcionarios espaoles establecieron una serie de tratados de comercio, amistad y alianza con indgenas no sometidos, luego de la adquisicin de la Louisiana en 1762.56 En el ao 1784, los espaoles firmaron acuerdos en Mobile con los representantes de grupos alabamas, chickasaws ychoctaws, y en Pensacola con los creeks.57 En 1785 y 1786, respectivamente, los gobernadores de Texas y de Nuevo Mxico firmaron tratados de alianza con los comanches: en 1786, el

    " Ibid.

    5 4 Patricia Sccd, Ceremonies of Possession in Europe's Conquest of the N e w World, 1492-1640, Cambridge, Cambridge Univcrsi ty Press, 1995, pp. 69-97, ofrece un detallado anlisis del conocido requerimiento y una breve introduccin a las subsiguientes Reales Ordenes de 1573 que convertan a los indgenas en vasallos de la Corona espaola c instituan su evangclizacin. Una interpretacin alternativa de esas disposiciones de 1573 puede verse en Abelardo Lcvaggi, Los tratados entre la Corona y los indios, y el plan de conquista pacfica, Revista Complutense de Historia de Amrica 19 ,1993, p. 85.

    5 5 Elena Isabel Estrada de Gerlero, Thc Rcprcscntation o f ' H c a t h c n Indians ' in Mcxican Casta Painting, en liona Katzcw (cd.) N e w World Orders: Casta Painting and Colonial Latn America, N e w York, Amcricas Soc ic tyAr Gallcry, 1996, pp. 42-54.

    56 Los primeros intentos de suscribir tratados con las Naciones del norte y los Comanchcs en la frontera entre Texas y Louisiana, emprendidos por un comerciante pionero de origen francs, Athanasc de Mziercs en 1771 y 1774, encontr oposicin por parte del Virrey Bucarcli y del funcionar io de ms alto rango en el norte de Nueva Espaa, Hugo Oconor, mayormente porque los comerciantes provean de armas y municiones a esos nuevos aliados indgenas. Hcrbcrt E. Bolton (cd. y trad.) A t h a n a s e d e M z i e r e s and the Louisiana-Texas Frontier, 1768-1780 ,2 vols., Cleveland, A r t h u r H . Clark, J914, voi. 1, pp. 93-108, y docs. 8 3 , 1 2 0 y 123.

    57 Los textos espaoles de estos tratados pueden consultarse en Miguel Gmez del Campillo, Relaciones diplomticas entre Espaa y los Estados Unidos segn los documentos del Archivo Histrico Nacional, 2 vols., Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1944, vol . 1, pp. 412-430.

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  • gobernador de Nuevo Mxico tambin firm un tratado de alianza con los navajos.58 En 1793, los funcionarios espaoles en Louisiana firmaron un tratado de asistencia mutua con los alabamas, chickasaws, choctaws y creeks quienes, si no efectivamente al menos en el papel, haban formado una confederacin.59

    En estos acuerdos, los espaoles se refieren a los indgenas como naciones y reconocen que su constitucin poltica es diferente a la propia. Ambas partes se comprometan a la paz, a luchar contra los enemigos comunes y a establecer relaciones comerciales.60 Al firmar tales tratados, los indgenas usualmente aceptaron la proteccin de la Corona, tal como hiciera Ecueracapa, el lder de los comanches occidentales en 1786 y las tribus de las inmediaciones de la Louisiana y la Florida en 1793. Sin embargo, estos nativos no se convirtieron en vasallos o subditos de la corona, ni cedieron su autonoma, ni aceptaron misioneros.61 Tampoco los espaoles les sugirieron que lo hicieran. Ms que intentar imponer contribuciones a los indgenas, los funcionarios espaoles regularmente ofrecieron regalos a sus lderes, como era prctica entre los franceses e ingleses. Hacia 1794, los obsequios a los indgenas representaban el 10% de los gastos de Espaa para el sostenimiento de la Louisiana y la Florida Occidental.62

    En resumen, los espaoles dieron a los indgenas un trato de naciones nativas en el sudeste de Amrica del Norte en un sentido ms amplio que el de pueblo de origen comn (el uso vulgar del trmino nacin en la poca), considerndolas como naciones-estado soberanas - d e un rango inferior, seguramente, pero naciones-estado de todos modos.63 Manuel Gayoso de Lemos, gobernador del distrito Natchez de la Louisiana espaola, expres este punto de vista claramente refirindose a los creeks, chickasaws y choctaws, cuando escribi en 1792 que tales

    5* Odie Faulk (cd. y trad.) Spanish-Comanchc Rclations and thcTrcaty of 1785, Texana 2 , 1 9 6 4 , pp. 44-53, incluye lo convenido en el tratado, segn la descripcin de Pedro de Nava a! virrey, Chihuahua, 23 de julio de 1799; el mismo documento es reproducido casi en su totalidad en S immons , 1967, pp. 21-22. Alfred B. Thoraas (cd. y trad.) Forgottcn Fronters: A Study of the Spanish Indian Policy of Don Juan Bautista de Anza, Governor of N e w Mxico, 1777-1787, Norman, Univcrsity of Oklahoma Press, 1932, incluye la traduccin de documentos clave para Nuevo Mxico, entre ellos el notable relato del propio Gobernador Juan Bautista de Anza del proceso de negociacin de la paz con ios comanches (pp. 329-31), y con los navajos (pp. 346-48).

    59 El texto en castellano del Tratado de Nogales, 28 de octubre de 1793 se encuentra en Manuel Serrano y Sauz, Espaa y los Indios Cherokis y Chactas en la segunda mitad del siglo XVIII , Sevilla, Tipografa de la Gua Oficial, 1916, pp. 91-92. Se firm a continuacin de los tratados de 1792 sellados con los crecks, chickasaws y choctaws. Un trabajo detallado realizado a partir de fuentes espaolas: Jos Antonio Armillas Vicente, La gran confcdcracin india. Interaccin hispano-angloamcricana con ias naciones indias del sudeste norteamericano a fines del siglo XVIII, Estudios de poltica indigenista espaola en Amrica. S imposio conmemorat ivo del V Centenario del Padre Las Casas..., 3 vols., Valladolid, Seminario de Historia de Amrica, Universidad de Valladolid, 1975, pp. 225-66.

    6U Anza tambin negoci un acuerdo con grupos navajos en 1786, semejantes a aquellos otros tratados, pero no queda claro a partir de los documentos que se conservan si el mismo fiie f i rmado por los representantes de ambas partes. El documento aparece traducido en Tilomas, 1932, pp. 347-48.

    61 En la letra del tratado de 1784 los crecks se refieren a nuestro Soberano, el Gran Rey de las Espaas (art. 4), pero el tratado tambin deja claro que los creeks estaban conviniendo la paz con sbditos y vasallos del Rey, una categora en la que no se incluan. Cf. Gmez del Campil lo , 1944, vol. 1, pp. 414-415.

    6 2 Jack D.L. Holmes, Gayoso: The L i f e o f a Spanish Governor in the Mississippi Valley, 1789-1799, Baton Rouge, LSU Press for thc Louisiana Historical Association, 1965, p. 154.

    4 5 Pedro Alvarcz de Miranda, Palabras e ideas: El lxico de la ilustracin temprana en Espaa (1680-1760), Madrid, Anejos del Boletn de la Real Academia Espaola, 1992, pp. 211-26, quien indica la importancia de! contexto en la determinacin del significado del termino nacin en una poca en que era utilizado indistintamente como equivalente de patria, pas, estado o reino (p. 217).

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  • grupos son naciones libres e independientes; aunque se encuentran bajo la proteccin de Su Majestad, no podemos impedirles que firmen un tratado con los Estados Unidos.64 El secretario de Guerra de los Estados Unidos, Henry Knox expuso la cuestin en trminos similares en 1789: las naciones independientes y las tribus de indgenas deben ser consideradas como naciones extranjeras, no como los subditos de ningn Estado particular.65 La idea de que los indgenas podan mantener su soberana al tiempo que se hallaban bajo la proteccin de Espaa era legtima segn lo que se acostumbraba a considerar en la poca. Simples alianzas de proteccin, tributo o vasallaje, que un estado puede establecer con otro, no perturban la continuidad de una soberana completa, expresaba un jurista en 1788.66

    A fines del siglo XVIII, la poltica indgena de Espaa en la mayor parte de Amrica del Norte haba llegado a ser similar a las polticas francesas y britnicas, algo que era impulsado desde el Nuevo sistema. Comerciantes o intrpretes al servicio de Espaa, muchos de ellos mestizos que comprendan ias lenguas y las costumbres indgenas, con nombres tales como Brashears, Thompson o Franchimastabe, vivan inmersos en las naciones indgenas para mantener su amistad y comercio -tal como disponan los tratados sellados con las tribus del sudeste (as como el tratado de 1786 con los navajos).67 De esa forma, Espaa intent controlar a los indgenas indirectamente a travs del comercio y no por medio de la dominacin directa.

    Las circunstancias en el sudeste de Amrica del Norte en particular no le dejaban a Espaa otra alternativa. Como advirtiera Campomanes en 1792, si Espaa trataba de imponer un con-trol directo sobre los indios salvajes a lo largo del Golfo de Mxico o establecer puestos de avanzada en sus territorios, los indgenas se desconfiaran y llamaran en su defensa a los americanos.68 As como el estilo de despotismo benevolente de la monarqua borbnica redujo el poder de sus propios subditos -aristcratas espaoles, criollos americanos, y muchos de los indios domsticos- paradjicamente limit sus reclamos de dominio directo sobre los indgenas no sometidos de Amrica del Norte.69

    Los funcionarios espaoles confiaban en que los documentos escritos que reconocan la autonoma indgena en Amrica del Norte representaban una innovacin. En el pasado, los

    64 Gayoso de Lcmos a Carondelet , Natchcz, 24 de marzo de 1792, citado en Holmcs, 1965, p. 157.

    6 5 Citado en Dorothy V. Jones, License for Empire: Colonial ism by Treaty in Eirly America, Chicago, Univcrsity of Chicago Press, 1982, p. 166.

    6 6 Gcorg Frederich von Martcns, S u m m a r y of the L a w of Nations, trad. por William Cobbctt ( I a cd. 1788, Philadclphia, Ti lomas Bradford, [1795], pp. 23-24. Ver, tambin, Flix S. Cohn, Handbook of Federal Indian Law, Washington, Government Printing Off ice , 1942, p. 34. Los antecedentes ibricos pueden consultarse en Gibson, 1978, p. 5.

    67 Frank Defina, Mestizos y blancos en la poltica india de la Luisiana y Florida del siglo XVIII, Revista de Indias, 1966, p. 61.

    6S Campomanes , Dictamen sobre los medios de asegurar el dominio de Espaa en la Florida y Luisiana y sobre el proyecto para aumentar su comercio, San Lorenzo, II de noviembre de 1792, en Pedro Rodrguez Conde de Campomanes , Inditos polticos, cd. por Santos M. Coronas Gonzlez, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 1996, pp. 311 -12. El texto citado fue escrito por Campomanes desde su posicin en el Consejo de Estado al final de su carrera. A principios de su carrera haba bregado por expandir el dominio de Espaa en la Florida a travs del comercio. Campomanes , 1988, pp . 29-30.

    M Ver los mecanismos de ajuste del control, por ejemplo, en David A. Brading, Bourbon Spain and its American Empire, en Leslic Bcthcll (cd.) The Cambridge History of Latin America, vol. 1: Colonial Latn America, Cambridge, Cambridge Univcrsity Press, 1984, pp. 389-439; N a n c y M . Farriss, Maya Society under Colonial Rule. The Collectve Enterprise of Survival, Princcton, Princcton Univcrsity Press, 1984, pp. 355-65.

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  • espaoles haban sellado acuerdos con los indgenas en diversos puntos del hemisferio, pero generalmente para especificar los trminos de la subordinacin indgena, requiriendo a los nativos el servicio a la Corona. Previamente, como expresara con acierto un historiador, los espaoles consideraron a los pueblos indgenas como sbditos reales, a disposicin de la cristianizacin y de la explotacin, pero no aptos para los tipos de pacto y de negociacin que dara por resultado la firma de tratados.70

    Sin embargo, el recurso de los borbones a los tratados escritos que garantizaban la autonoma de los indgenas en Amrica del Norte tena precedentes en Amrica del Sur, que se remontaban a la poca de los Habsburgos. En Chile, los funcionarios espaoles haban mantenido negociaciones formales, o parlamentos con los araucanos ya en 1606 y 1612, y hacia 1641 los araucanos forzaron a los espaoles a reconocer al ro Bo-Bo como una frontera fija. AI sur del mencionado ro los indgenas estaran libres de obligaciones de servicio personal a los espaoles, pero permaneceran bajo la proteccin Real de Su Majestad. Este acuerdo escrito, segn el cual los araucanos se aliaban con los espaoles para enfrentar a enemigos comunes, fue firmado por el conciliatorio gobernador de Chile, el marqus de Baides, y lderes araucanos en el ao 1641 en QuiJh'n. La misma Corona aprob los trminos de ese tratado, que reconoci a los signatarios araucanos derechos ms amplios que los que disfrutaban otros grupos indgenas sobre los cuales Espaa reclamaba dominio directo.71 De acuerdo con una versin del tratado, los araucanos reconocan vassallaje a la Corona espaola y al mismo tiempo permitan que

    70 Gibson, 1978, p. 2, intenta encontrar las razones por las cuales los espaoles en Amrica generalmente no enlabiaron negociaciones formales mediante tratados escritos, como s hicieran ingleses y franceses. Ver, tambin, Lawrence Kinnaird, Spanish Treatics with IndianTribcs, Western Historical Quarterly 10, enero 1979, pp. 39-40, y Lcvaggi, 1993, pp. 88-89, quienes remiten directamente a Gibson. Lcvaggi indica que los tratados de paz borbnicos no representaron una innovacin sino ms bien una aplicacin ms consecuente de los incumplidos objetivos reales tal como aparecan expresados en las Reales Ordenes para los Nuevos Descubr imientos de 1573. La intencin de tales leyes, segn mi parecer, sin embargo, era persuadir a los nativos de convertirse en vasallos de la Corona, para reducirlos a la condicin de cristianos sujetos a tributacin, no para tratar con los indgenas como naciones diferenciadas con dcrccho de disfrutar de autonoma. Ordenanzas de su Magcstad hechas para los nuevos descubrimientos, conquistas y pacificaciones [13 de jul io de 1573], Coleccin de documentos inditos relativos al descubrimiento, conquista y organizacin de las antiguas posesiones espaolas de Amr ica y Oceana, 42 vols., Madrid, 1864, vol. 16, pp. 181-87. Ver, tambin, Secd, 1995, pp. 95-96. Lcvaggi destaca la distincin entre tratados escritos y no escritos, argumentando que la costumbre de entrar en tratativas de paz se dio en toda la frontera indgena, y durante todo el perodo colonial (p. 90). Sin embargo, el contenido y el espritu de los primeros acuerdos parecen ser cualitativamente diferentes de aquellos cerrados a fines del siglo XVI11 en el sudeste de Amrica del Norte.

    71 Los antecedentes de los aos 1616 y 1612, los cuales tambin reconocan a los araucanos un status jur dico especial, pueden verse en Andrea Ruiz-Esquide Figucroa, Los indios amigos en la frontera araucana, Santiago, Direccin de Bibliotecas, Archivos y Muscos , 1993, pp. 25-28; y Horacio Zapatcr, Parlamentos de paz en la guerra de Arauco, 1612-1626, en Sergio Villalobos R. y Jorge Pinto (cds.) La Araueana. Temas de historia fronteriza, Tcmuco, Ediciones de la Universidad de la Frontera, 1985. Distintas versiones del contenido del tratado de 1641 han llegado a nuestras manos, incluida la de Diego de Rosales, Historia general del reyno de Chile, Flandes indiano, cd. Benjamn Vicua Mackcnna, 3 vols., Valparaso, Imprenta del Mercurio, 1877, vol. 3, pp. 184-85, un testigo presencial de las negociaciones. Las diversas versiones tienen variaciones de detalle, y son analizadas en un artculo de Carlos Lzaro Avila, La diplomacia fronteriza en la Araueana: el precedente dei Marqus de Baides (1641) prximo a aparecer en la revista Mar Ocano. Por mi parte, he tomado la cita del texto: Que no han de ser encomendados a los espaoles, sino que han de estar en cabera de su Magcstad; y debaxo de su Real amparo, reconocerle vassallaje como a su seor, de la versin del Pacto que aparece en Jos Abrcu y Bcrtodano, Coleccin de tratados de paz, alianza, neutralidad, garanta... hechos por los pueblos, reyes y prncipes, repblicas y dems potencias de Espaa.. . hasta el feliz reynado del rey N.S. don Felipe V, 12 vols., Madrid, Antonio Morin, Juan de Ziga y la Viuda de Peralta, 1740, vol. 4, p. 416. La idea de sellar una alianza aparece en Felipe Gmez de Vidaurrc, Historia geogrfica, natural y civil del reino de Chile, en J.T. Medina (cd.) Coleccin de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, vols. XIV y XV, Santiago, Imprenta Ereilla, 1889, vol. XV, p, 240. Eugcnc H. Kort, Spanish Policy in Colonial Chile: The Struggle for Social Justice, 1535-1700, Stanford, Stanford Univcrsity Press, 1968, pp. 175-76, errneamente sostiene que los araucanos consiguieron su independencia en esa ocasin.

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  • los misioneros pasaran a sus territorios. Con todo, a fines del siglo XVIII los espaoles implcitamente reconocan que el territorio araucano, el Estado de Arauco, gozaba de autonoma. A partir de 1774, los araucanos enviaron embajadores a la capital espaola.72

    La frontera entre espaoles y araucanos no se pacific de un modo permanente luego del Pacto de Quilln de 1641, pero los parlamentos y los tratados redactados formalmente se convirtieron en el mecanismo normal para dirimir las disputas.73 Adems, los funcionarios chilenos reconocieron el valor del comercio para controlar a los indgenas araucanos mucho antes de que los philosophes o los funcionarios borbnicos elogiaran sus virtudes. Al sur del Bo-Bo, a partir del siglo XVII, ios funcionarios espaoles establecieron agentes bilinges, biculturales y generalmente biraciales (capitanes de amigos) para que vivieran entre los "indios amigos" araucanos. Estos agentes, cuyos salarios salan del presupuesto militar y que tambin participaban por su propia cuenta del comercio con los indgenas, tuvieron en relacin al mantenimiento de la paz una influencia similar a la de los comerciantes franceses y britnicos entre las tribus de Amrica del Norte.74 Un franciscano en Chile lamentaba en 1783 que los indios obedecen su capitn teniente y n otro alguno.75

    A fines del siglo XVIII, influenciados por sus contrapartes en Chile, los funcionarios del Ro de la Plata tambin comenzaron a emplear capitanes de amigos,76 y los tratados escritos se volvieron frecuentes, a su vez, en la Pampa y en el Gran Chaco. En contraste con aquellos tratados de fines del siglo XVIII en Amrica del Norte que reconocieron la plena autonoma de los indgenas, los tratados redactados en Amrica del Sur generalmente requirieron de los indgenas la aceptacin de misioneros, asentados en reas especficas, el reconocimiento de su vasallaje hacia la Corona, y la obediencia a los funcionarios reales. A diferencia de lo que ocurra en Amrica del Norte, tanto en la Araueana, el Chaco, como en la Pampa, la ausencia de una amenaza directa de otras potencias extranjeras dispuestas a establecer alianzas impidi a los indgenas obtener mayores concesiones enfrentando a unas con otras.77

    Los precedentes de Chile o del resto de Amrica del Sur parecen haber tenido muy poca o ninguna influencia sobre la poltica espaola desarrollada en Amrica del Norte en las dcadas

    12 Mariano Jos Campos Mcnchaca, Nahuelbuta, Santiago, Editorial Francisco de Aguirrc, 1972, pp. 52-54.

    13 Luz Mara Mcndcz Bcltrn, La organizacin de los parlamentos de indios en el siglo XVIII, Sergio Villalobos ct al. (eds.) Relaciones fronterizas en la Araueana, Santiago, Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1982, pp. 107-73.

    7J Sergio Villalobos R. La vida fronteriza en Chile, Madrid, Edit. M A P F R E , 1992, pp. 363-82.

    75 Un misionero franciscano a su superior, 22 de abril de 1783, citado en Claudio Gay, Historia fsica y poltica de Chile... Documentos sobre la historia, la estadstica y la geografa 1, Santiago, Musco de Historia Natural, 1846, p. 384, citado en Villalobos, I 9 9 2 , p . 3 7 6 .

    76 Abelardo Lcvaggi, Una institucin chilena transplantada al Ro de la Plata: El 'capitn de amigos ' , Revista de Estudios Histrico-Jurdicos 13, 1989, pp. 99-107.

    77 Una buena muestra de estos tratados puede verse en Abelardo Lcvaggi, Tratados entre la Corona y los indios del Chaco, en Joaqun Salcedo Izu (cd.) Homenaje a Ismael Snchez Bella, Pamplona, Biblioteca Jurdica, Universidad de Navarra , 1992,pp. 291-323. El autor cita l ibremente los tratados y afirma que no pudieron haber sido muy comunes durante el siglo XVIII , sino que se trata de las fuentes de esc tipo mejor conservadas. Ver tambin Guillermo Furlong, Entre los pampas de Buenos Aires, segn noticias de los misioneros.. . , Buenos Aires, Talleres Grficos San Pablo, 1938, pp. 77-80 y 124. Guil lame Boceara, Notas acerca de los dispositivos de poder en la sociedad colonial-fronteriza, la resistencia y la transcul-turacin de los rcchc-mapuche del centro-sur de Chile (ss. XV1-XVIII), Revista de Indias 56 ,1996 , pp. 682-90, destaca correctamente que desde el punto de vista espaol, el control de los indgenas era el objetivo del comercio y los tratados.

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  • de 1780 y 1790. Ms bien, el impulso para el cambio de estrategia en Amrica del Norte parece haber nacido de los propios indgenas, quienes exigieron el tipo de tratamiento que haban recibido en sus relaciones de parte tanto de franceses e ingleses como de funcionarios como Bernardo de Glvez, quien desde el terreno de los hechos reconoca que Espaa necesitaba aliarse a los indgenas para guardar sus fronteras de los americanos en el sudeste y de los apaches en el sudoeste an si ello significara dar el paso extremo de dar a los indgenas amigos armas y municiones.78 En Amrica del Norte, entonces, las recomendaciones para cambiar la estrategia parecieron fluir ms desde ias fronteras hacia la metrpoli, donde fueron recibidas con buena predisposicin por los borbones educados en el pensamiento ilustrado, que desde la metrpoli hacia las fronteras.

    La misma dialctica se observ en la costa caribea de Amrica Central, donde los ingleses ejercieran una poderosa influencia sobre los indios miskito. En 1778, por ejemplo, los miskitos dictaron los trminos de un tratado de paz que negociaron con el gobernador de Panam, Pedro Carbonell. Rechazando la idea del gobernador Carbonell, que propona visitarlos, los miskitos le enviaron un representante. En junio de 1778 el hijo de un gobernador miskito, un capitn de milicia llamado Fara, lleg a la ciudad de Panam con dos sargentos, un cabo, y plenos poderes para firmar un tratado de paz. Fara demand concesiones, entre ellas que los espaoles no obstaculizaran las actividades de pesca de los miskitos y que se les permitiera el comercio libre en todos los puertos [espaoles] desde el Ro de San Juan hasta Chagres.79 Urgido por sumar a los miskitos a una expedicin que expulsara a los comerciantes ingleses de la Costa de los Miskito, el gobernador Carbonell consinti en los trminos expuestos por Fara con la condicin de que los miskito no comerciaran con extranjeros. Cuando el gobernador pregunt a Fara si poda contar con la participacin de los miskito en una ofensiva contra los ingleses, Fara consinti con la condicin de que el gobernador suministrara los pertrechos para la expedicin. A cambio de la firma de un tratado de alianza y amistad con los espaoles, los miskito obtuvieron la proteccin espaola y la promesa de que la Corona enviara maestros que los ensean a leer y escribir, y otras artes mecnicas y liberales, un beneficio que Fara indic haban disfrutado en tiempos de su asociacin con los ingleses.80 Firmado en la ciudad de Panam el 16 de junio de 1778, el tratado fue posteriormente refrendado por Carlos III.81 Una dcada ms tarde, en el Golfo de Darin, Cunas tambin utiliz sus vnculos con los comerciantes ingleses para obtener concesiones del virrey de Nueva Granada, Antonio Caballero y Gngora.82

    7S Como virrey, Bernardo de Glvez respald la idea de proveer armamento tanto a los indgenas de las Provincias Interiores de la Nueva Espaa como a los del sudeste de America del Norte, como han sealado los investigadores hace ya tiempo. West, i 914, pp.96-98; Jane M. Bcrry, Thc ludan Po l i cyo f Spain in thc Southwest , 1783-1795, Mississippi Valley Historical Rev iew3 , marzo 1917, p. 466. Ver en Wcbcr, 1992,pp. 271-85, el contexto y un ndice de la abundante bibliografa sobre las relaciones entre espaoles c indgenas en el sudeste de America del Norte en esa poca.

    79 Pedro Carbonell y Pinto, Gobernador de Panam, a Jos de Glvez, 4 de agosto de 1778, reservado n 4, AGI, Estado, Audienc ia de Guatemala, detalla los contenidos de los tratados de paz, que verificaron en esta plaza. Una referencia al contexto en Troy S. Floyd, T h e Anglo-Spanish Struggle for Mosquit ia, Albuqucrquc, Univcrsity of N e w Mxico Press, 1967, p. 127.

    80 Ibid.

    1,1 Floridabanca a Glvez, 4 de enero de 1779, en ibid.

    82 E texto de este tratado de Turbaco ftic publicado en Pacificacin general de los indios de Darin, celebrada en 21 de jul io de 1787, Boletn de historia y ant igedades 13, jun io 1920, pp. 197-202. Su transcripcin en castellano indica que los

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  • Si los funcionarios borbnicos ignoraron ios precedentes de Amrica del Sur al ocuparse de la poltica indgena en Amrica del Norte y Amrica Central, ello pudo deberse a su tendencia a mirar el presente y el futuro sin analizar con rigor su propio pasado. Como expresara John Lynch: Carlos III y sus ministros conocan menos a la Amrica espaola que los historiadores de nuestro tiempo. Los registros abundaban... Pero parece que no los hubieran ledo, o en caso de haberlo hecho, parecen no haber comprendido su significado. El pasado era ignorado, casi repudiado.83

    Los funcionarios espaoles habran encontrado particularmente fcil ignorar las relaciones armnicas que existan en la frontera chilena en el siglo XVIII. En el mundo hispnico, la araueana haba adquirido una reputacin de proporciones mticas como territorio de guerra, y los jefes militares en Chile, ansiosos por mantener las asignaciones presupuestarias y sus privilegios, mantenan viva esa reputacin exagerando en sus informes la ferocidad de los araucanos.84 Entonces, tambin, haba propuestas nativas que parecan hacer necesario a los borbones el sello aprobatorio de las variedades extranjeras. El estudioso y marino espaol, Alejandro Malaspina, lo entendi de ese modo. Malaspina haba visitado Chile en 1790 en su pico viaje de exploracin por el Pacfico y all tom conciencia de que las negociaciones, el comercio y los tratados haban conseguido un elevado nivel de armona en las relaciones entre espaoles y araucanos. Sin embargo, al recomendar un enfoque ms pacifista de tales relaciones en el norte de la Nueva Espaa, pona ms nfasis en el sistema ingls que en el chileno, quizs suponiendo que producira un mayor efecto sobre lectores que, como l, tendan a buscar en el extranjero las soluciones a los problemas espaoles. No obstante, Malaspina lamentaba el marcado contraste entre las provincias del norte de la Nueva Espaa, donde la tierra era con frecuencia manchada con la sangre espaola, y Chile, donde se halla tranquila nuestra frontera con los araucanos, bajo un sistema casi semejante al que han seguido las colonias inglesas.85

    As como los funcionarios borbnicos reconocan el derecho de ciertos grupos indgenas a vivir de manera independiente bajo la proteccin de la Corona, otros funcionarios cuestionaban

    cunas se haban subordinado, declarndose vasallos de la Corona y consintiendo en la imposicin de no comerciar con extranjeros. 'Sin embargo, no parece que los cunas hayan considerado que al f irmar el tratado se subordinaran. Obtuvieron autorizacin para desplazarse por todo e! territorio espaol, incluidos los centros urbanos principales, y comerciar con sus productos en donde les fuera ms provechoso. Si no conseguan vender sus productos a los precios que hubieran recibido de los comerciantes ingleses, el tratado les garantizaba que el comandante militar los adquirira con fondos de las cuentas reales. El contexto puede verse en Aan J. Kucthe, Mlitary Reform and Society in New Granada, 1773-1808, Gaincsville, Univcrsi ty of Florida Press, 1978, p. 143. Abundan otros e jemplos . Las concesiones hechas a los guajiros, por ejemplo, se detallan bien en Alian J. Kucthe, Thc Pacif icado Campaign on thc Riohacha Frontier, 1772-1779, Hispanic American Historical Review 50, agosto 1970, pp. 467-81 ;y Lance R. Grahn, Guajiro Culture and Capuchin Evangclization: Missionary Failure on thc Riohacha Frontier, Erick Langcr y Robcrt Jackson (eds.) The New Latn American Mission History, Lincoln, Univcrsity o f N c b r a s k a Press, 1995,pp. 130-56.

    83 Lynch, 1992, p. 80.

    8 4 Jos Perfecto Salas, Informe sobre el reino de Chile, 1750, en Ricardo Donoso, Un letrado del siglo XVIII. El doctor Jos Perfecto de Salas, 2 vols., Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1963, p. 119. Citado en Villalobos, 1992, pp. 263, 293.

    85 Ale jandro Malaspina, Reflexiones polt icas sobre las Costas Occidentales de la Amrica al Sur del Cabo Blanco de Martn de Aguilar y sobre las ocho Provincias Internas de Oriente y Occidente, en Juan Pimentel Igca (cd.) La expedicin Malaspina, 1789-1794, vol. 7: Descripciones y reflexiones polticas, Madrid, Ministerio de Defensa, Musco Naval y Lunwcrg Editores, 1995, p. 146. Ver, tambin, p. 147. Malaspina basaba sus juicios acerca del norte de la Nueva Espaa en fuentes escritas, y sus conclusiones estaban un poco atrasadas cuando las llev al papel en la dcada de 1790, antes de retomar

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  • la justicia de los reclamos espaoles sobre las mismas tierras que los indgenas ocupaban. Hacia mediados del siglo XVIII haba llegado a quedar claro a los pensadores ilustrados en Espaa que la donacin papal de 1493 no asegurara la dominacin espaola sobre la totalidad del hemisferio, de un polo al otro.86 A partir del Tratado de Madrid de 1750, mediante el cual Espaa intent resolver diferencias de larga data con Portugal respecto de los lmites de sus posesiones en Asia y Amrica, los funcionarios borbnicos se aplicaron con tesn a la ubicacin de las fronteras naturales que pudieran ser delimitadas y demarcadas para separar claramente sus posesiones de las de otras potencias, aun cuando aquellas nuevas fronteras representaran un retroceso respecto a reclamos previos.87

    A fines del siglo XVIII Espaa continu importando colonizadores y fundando nuevos asentamientos en reas estratgicas que deseaba conservar pero que no haba ocupado, tales como la Patagonia, la Costa de los Miskito, la Louisiana, y California.88 Y Carlos III, en par-ticular, envi una oleada de cientficos a Amrica, quienes se apropiaron intelectualmente de territorios -incluidas sus flora y su fauna, recursos naturales y habitantes- como una parte integral de la toma de posesin efectiva de los mismos en la poca de la Ilustracin.89 Pero en medio de esa continua expansin y exploracin, la idea de insistir en los reclamos espaoles sobre reas que carecan de valor estratgico lleg a ser considerada un anacronismo por ciertos funcionarios ilustrados. La de stos fue una respuesta eminentemente racional a la evidencia de que Espaa no podra defender o colonizar todo el espacio que reclamaba. En trminos exclusivamente militares, pareca prudente, como expresaba un oficial del ejrcito, tratar de controlar solamente aquellas regiones que los espaoles ya ocupaban - lo que debe llamarse dominio y verdaderas posesiones del Rey.90 Ciertos pensadores ilustrados dieron un paso ms

    a la pennsula. Al indicar la simpata que despertaban en los Borbones las cuestiones francesas no pretendo convalidar la vieja idea segn la cual las reformas espaolas fueron inspiradas enteramente por el modelo francs, y estoy atento a las advertencias que expone Alian J. Kucthe y Lowcll Blaisdcli, Frcnch Influencc and thc Origins of thc Bourbon Colonial Rcorganization, Hspanic Amer ican Historical Review 71, agosto 1991, pp. 579-607.

    86 Demetrio Ramos Prez, 'Lnea 'y 'Frontera': deTordesil lasalaborbonizacindelimitadora, Boletn de la Real Academia de la Historia 191,1994, pp. 197-214. Patricia Sccd, Taking Posscssion and Reading Tcxts: Establ ishingthc Authority of Ovcrscas Empircs, Wil l iam and M a r y Quarterly 94, abril 1992, p. 207, indica que los espaoles dejaron de reclamar sus derechos invocando la donacin papal a fines del siglo XVI, con el fin de la universalidad papal, pero hubo espaoles que

    .siguieron invocando la bula papal a fines del siglo XVII y principios dclXVIII. Ver Wcbcr, 1992, pp. 152 y 158. Los juristas espaoles distinguieron entre el derecho de posesin territorial y el derecho de soberana sobre los pueblos que ocupaban esos territorios. En la segunda mitad del siglo XVI, los funcionarios espaoles en la poca de Felipe II llegaron a concebir el alcance de la concesin papal de 1493 como aplicable solo al territorio, y no a los indgenas que lo habitaban. A su vez, pensaban que Espaa tena derecho a apropiarse del territorio sin permiso de los nativos. Lcvaggi, 1993, p. 85. El desarrollo de este debate en Espaa puede verse en James Muldoon, The Americas in thc Spanish World O r d e n T h e Justification for Conqucs t in the Seventeenth Century, Philadelphia, Univcrsity of Pcnnsylvania Press, 1994, pp. 29-30 y 62-75.

    8 7 Manuel Lucena Giraldo, El re formismo de frontera, en Agustn Guimer (cd.) El reformismo borbnico, Madrid, Alianza, 1996, pp. 265-75.

    8 8 Navarro Garca, 1994, pp. 37-52.

    89 La bibliografa sobre esa poca de redescubrimicnto es amplia; puede verse, por ejemplo, R. S. Wcddlc, Changing Tides: Twilight and D a w n in the Spanish Sea, 1763-1803, Coilegc Station, Texas Univcrsity Press, 1995; y Rcqucna, 1991.

    90 Marqus de Rub, Dictmenes que de orden del cxmo. sor. marques de Croix, virrey de este reino, expone el mariscal de campo marqus de Rub en orden a la mejor situacin de los presidios... 1768, en Mara del Carmen Vclzqucz (cd.) La frontera norte y la experiencia colonial, Mxico, Secretara de Relaciones Exteriores, 1982, p. 30.

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  • y criticaron los gastos militares consumidos por la defensa de las mismas verdaderas posesiones de Espaa, cuando el costo exceda los beneficios. Alejandro Malaspina, quien consideraba arriesgada la ocupacin espaola de la costa californiana, sostena que Espaa deba dejar de esforzarse por defender el norte de la Nueva Espaa con soldados y fuertes: una frontera que, consumiendo para su defensa un milln de pesos, no abriga mas que una propiedad de cien mil, debe precisamente evitarse.91 En trminos econmicos, Malaspina parece haberse sentido atrado por los puntos de vista de los philosophes quienes argumentaban que en esos climas remotos se debe comerciar y no conquistar.92 Tanto Campomanes como el misterioso autor del Nuevo sistema habran coincidido, aunque probablemente no hubieran llevado el razonamiento al extremo al que lo llevara el Conde de Aranda en su famoso informe a la Corona en 1783, segn el cual con la excepcin de algunos puertos de escala o bases comerciales en islas como Cuba y Puerto Rico, Debe V.M. deshacerse de todas sus posesiones en el continente de ambas Amricas, conservando tan slo las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte Septentrional, y alguna otra que pueda convenir en la parte meridional, con objeto de que nos sirvan como escala o depsito para el comercio espaol.93

    En los centros administrativos del imperio, aquellos funcionarios espaoles que buscaron limitar los reclamos territoriales espaoles y hacer hincapi en la dominacin a travs del comercio, redefinieron la forma en que el poder deba hacerse efectivo en las fronteras del imperio. Sus planteamientos acerca de la nueva definicin de las relaciones de Espaa con sus territorios americanos sin asentamientos o controlados sin firmeza, brindaron una razn de ser terica y legal al reconocimiento de la autonoma de los indgenas (quienes, por supuesto, eran autnomos de hecho). La nueva poltica tambin brind espacio ideolgico para establecer relaciones con los indgenas no sometidos sobre la base del derecho de las naciones, ms que en el requerimiento de la subordinacin de los indgenas como vasallos o en caso contrario atenerse a las consecuencias de la guerra de pacificacin.94

    * * * *

    Las nuevas polticas, que no eran enteramente nuevas, no reemplazaron por completo a las anteriores, ni en su letra ni en su implementacin.95 La implementacin de polticas requera la iniciativa de funcionarios individuales, muchos de ellos militares que generalmente ocupaban

    91 Malaspina, 1995, p. 144; y pp. 113-15 para sus puntos de vista sobre California. Ver tambin Angel Guirao de Vicrna, Notas para una comparacin entre las expediciones a la Patagonia y a las del Noroeste americano, en Jos Luis Pcsct (cd.) Culturas de la costa Noroeste de Amrica, Madrid, Turncr Libros, 1989, pp. 265-76.

    9 2 Charles de Brosse, Histoire des navigations auxTerres australes [1756], citado en Pagdcn, 1995, p. 151.

    93 Joaqun Oltra y Mara Angeles Prez Sampcr, El conde de Aranda y los Estados Unidos, Barcelona, PPU, 1987, pp. 237-38. Ver, tambin, Pagdcn, 1995, pp. 118-25 y 194; Ezqucrra, 1962, pp. 212-25; Campomanes , 1988, p. 355.

    54 Me refiera aqu, por supuesto, al famoso requerimiento y a las posteriores Reales Ordenes para los Nuevos descubrimientos de 1573, donde se enfat izaba en la bsqueda de soluciones pacficas.

    95 Carlos Lzaro Avila, Los tratados de paz con los indgenas fronterizos de Amrica: evolucin histrica y estado de la cuestin, Estudios de Historia Social y Econmica de Amrica 13,1996, pp. i 5-24, destaca las continuidades antes que las rupturas en relacin al pactismo espaol, el cual hace remontar hasta Coln, pco al hacerlo estimo que pierde de vista la naturaleza innovadora de los tratados escritos espaoles que reconocan la autonoma indgena en Amrica del Norte . Cf. Lzaro Avila, 1996 (El re formismo borbnico), pp. 277-92.

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  • los puestos administrativos ms elevados en Amrica bajo los Borbones.96 Algunos de estos militares, acostumbrados a desconfiar de los "indios bravos", y a combatirlos, se oponan a la propuesta de coexistir con ellos en lugar de destruirlos.97 Tan es as, que el mismo sucesor de Bernardo de Glvez como virrey de la Nueva Espaa, Manuel Antonio Flores, rechaz la estrategia pacifista de Glvez e impuls, en cambio, una guerra sin cuartel.98 En el virreinato del Ro de la Plata, Juan Jos de Vrtiz, caracterizado como un virrey ilustrado que deploraba la guerra y se opona a la expansin sobre reas que Espaa no podra controlar efectivamente, inform que ni l ni sus funcionarios le encontraban sentido a entrar en tratos con el jefe araucano Line, con motivo de la propuesta de paz que este ltimo realizara en 1779. Vrtiz interpretaba la iniciativa como una tctica de los indgenas para ganar tiempo y continuar con sus incursiones. Adems, expres que el resultado sera dudoso no teniendo estos brbaros principios bastantes para discernir la fuerza de estos pactos.99 Del mismo modo que el largo debate acerca de la capacidad de los indgenas para el trabajo sin coercin, el debate sobre los mritos de la utilizacin de la diplomacia o el comercio en lugar de 3a fuerza para pacificar a los indios bravos continu hasta el final del perodo colonial.'00

    Sean cuales fueran las ideas que inspiraban sus acciones, los funcionarios borbnicos en los centros coloniales y en las fronteras respondieron con pragmatismo a las circunstancias locales tal como haban hecho sus predecesores habsburgueses. Los funcionarios espaoles realizaron concesiones sustanciales a aquellos indgenas que los forzaron a admitir que la conquista sera ms costosa que la paz, as como a aquellos indgenas que podan recurrir al apoyo extranjero.101 En lugares como el sudeste de Am