00 - Salvo el creopúsculo

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LUIS ALBERTO G. SÁNCHEZ Morelos. NOSTALGIA DE LA CIUDAD Dijiste: “Iré a otra ciudad, iré a otro mar. Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta. Todo esfuerzo mío es una condena escrita; y está mi corazón - como un cadáver – sepultado…” Constantino Cavafis Me dirijo hacia el punto más cercano de la ciudad. Sintiéndome ligero dejo que el viento sea quien me lleve a donde le plazca que él sea mi mentor durante este camino hacia alguna parte. Dejo todo en casa y salgo de ella sólo con mis vestimentas con el alma enteramente desnuda esperando encontrar algo en el camino. Abro mis ojos a todas las posibilidades y no me acuno al devenir de un destino por demás equivoco; ya no me desalienta un futuro: temo el presente. Un presente imperfecto que no me ha servido para nada un ahora que no pudo transformarse en la historia de mis manos un aquí simplista, monótono, etéreo sin nada más que fondo negro, inconcebible y falto de realismo. Mis ojos, aun así, son las puertas [¿hacia dónde?] si los abro frente a mí se dibuja una ciudad que lentamente es destruida. En cada parpadeo el todo y sus partes se desparraman en quién sabe qué cosas pero sufren y al igual que yo somos testigos, videntes de un presente no cabiendo por ningún lado. Pero me siento feliz caminando a través de la ciudad.

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Prueba 01 de la revista.

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Morelos.

NOSTALGIA DE LA CIUDAD

Dijiste: “Iré a otra ciudad, iré a otro mar.

Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.

Todo esfuerzo mío es una condena escrita;

y está mi corazón - como un cadáver – sepultado…”

Constantino Cavafis

Me dirijo hacia el punto más cercano de la ciudad.

Sintiéndome ligero dejo que el viento sea quien me lleve a donde le plazca

que él sea mi mentor durante este camino hacia alguna parte.

Dejo todo en casa

y salgo de ella sólo con mis vestimentas

con el alma enteramente desnuda esperando encontrar algo en el camino.

Abro mis ojos a todas las posibilidades

y no me acuno al devenir de un destino por demás equivoco;

ya no me desalienta un futuro: temo el presente.

Un presente imperfecto que no me ha servido para nada

un ahora que no pudo transformarse en la historia de mis manos

un aquí simplista, monótono, etéreo sin nada más que fondo

negro, inconcebible y falto de realismo.

Mis ojos, aun así, son las puertas [¿hacia dónde?]

si los abro

frente a mí se dibuja una ciudad que lentamente es destruida.

En cada parpadeo el todo y sus partes se desparraman

en quién sabe qué cosas

pero sufren y al igual que yo

somos testigos, videntes de un presente no cabiendo

por ningún lado.

Pero me siento feliz caminando a través de la ciudad.

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Observo a toda aquella gente delineando su trayecto

tal vez a casa, al trabajo o hacia alguna calle

donde esperan encontrarse con ese algo aguardándolos impacientemente.

Padres de familia,

empleados de planta, empresarios autónomos,

estudiantes, mendigos o suicidas

los veo y los siento parte de mí:

yo padre de familia [sin familia]

yo empleado atado a un escritorio de una empresa privada o pública

yo empresario o estudiante imberbe

yo suicida aborigen, cuyos destinos son ir al mismo trayecto de los sueños

porque sus sueños son dirigidos a mí.

Ciudad de mi infancia: yo no soy un melindroso dulce y afectuoso;

soy quien pisó tu suelo y que por fuerza mayor tuvo que dejarte.

Yo el graduado, el hermano, el hijo honroso, el nieto

volviendo cada temporada a casa

el amigo estimado y el amante ingenuo.

Vengo hacia ti como si de pronto sintiera una atracción extraña:

cada átomo de mi sangre es invocado, porque de ti

fui formado de tierra, de aire, de sentimentalismos carnales.

Aquí vi nacer a mis hermanos y, tal vez, vea morir a mis padres.

nostalgia de la ciudad luis alberto g sánchez

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Conocí a tantos amigos

amé, maldije

dediqué mis primeros poemas [y los maldije].

No fuiste basta para que yo pudiera atarme como ellos.

Puse mi esperanza en otras latitudes y viré mi futuro hacia un mar

que habría de mostrarme tu mismo cielo real, inalcanzable y triste.

Aun así dejé la casa lanzándome como un pez contra el precipicio.

Despotriqué aquella suerte que no habría de obtener

ni en tus brazos ni en los brazos de nadie.

Yo sería el transeúnte yendo de aquí a allá no planeando su futuro:

esperando, esperando y esperando

a que la moneda pudiera mostrarme un distinto rostro.

Añoré ser para mí una ruleta para golpear de suerte a quien la merece…

proveerme de suerte porque yo la merecía.

Yo lo supe. Siempre lo supe y aun así dejé la casa.

No merecía. Nunca lo tuve.

Nunca fui.

Y ahora toda la juventud se me viene encima

y de pronto me siento viejo. Cansado.

Comparándome con el vecino yaciendo a la puerta de casa

ya sin ninguna añoranza más que la de esperar su muerte.

nostalgia de la ciudad luis alberto g sánchez

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Me siento triste, tan realmente triste

de pronto como él que si esperase algo del mundo

preferiría ya no esperar nada del mundo.

Lo que espero de mí, solamente, es la individualidad.

Así el mundo seguirá su curso, el reloj marcará la hora

y los árboles van a desprender sus hojas en alguna estación del año. Unas caerán

y otras serán movidas hacia otros campos

pero tarde o temprano caerán; en todo esto reside la existencia.

Sin embargo, transito la ciudad no importándome cuántas veces

he dirigido la vista al mismo espacio: cada vez lo percibo diferente.

Ella es tan distinta a ella que yo prefiero recorrerla, andar la vida vendado

para que no me duela ella ni su gente.

Temo enfrentarme con el espejismo de mi propia imagen

con la igual insistencia de existir y pensar que sigo existiendo.

Empero prefiero recorrerla siendo guiado por sus pasos

quienes no habrán de llevarme devuelta a casa. Temo regresar a casa.

Entre sus cuatro paredes y dos plataformas, todo es Vacío.

nostalgia de la ciudad luis alberto g sánchez

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MA

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Yuca

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DECIR LO AJENO

Somos los hombres sin nieve

nacidos entre tormentas caniculares,

con las casas abiertas de par en par

y las retinas contraídas

frente al motín incesante de los colores.

Eugenio Montejo

I

No es mía la blancura

que hay fuera de la página.

Acostumbrado al mar, no puedo comprender

ese cristal que vuelve al árbol reverente,.

que torna delicada su genuflexión glaciar.

El suelo me encandila, y sin embargo

voy dejando huella

sobre una luz que observo

con ojos asombrados.

Hoy mienten los caminos. Finge su aliento

el agua detenida que va quedando allí

sobre lo níveo que —parece— lo soporta todo

y en verdad, como cualquier belleza

todo absorbe y consume:

Hoy no he podido doblegar a la blancura.

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II

…ni escribir la transparencia. Mis herramientas

no han podido comprender el árbol de cristal, su sombra que es de luz

ni su capacidad de sepultarme en hermosura, de lapidarme

en su fragilidad.

III

Alma tranquila, horma, dura vena,

molde interior de la escultura de sí mismo

el árbol sigue allí,

gotea.

Se va tornando cada vez más árbol.

Todo nos dice que la eternidad se acaba

y el silencio sigue allí,

[Salto de línea automático] cayendo.

Cincinnati, OH Enero del 2009

decir lo ageno manuel iris

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mirándola dormir manuel iris

MIRÁNDOLA DORMIR

Como esta voz, mi lengua busca el laberinto de tu oreja y yo te escribo y sé muy

bien que hay algo —hay un lugar— más bello que tu vientre aunque jamás lo

he visto.

En cambio se revelan —entrega de la espuma, oseznos de la luz— tus pies de pan

de dulce.

Y no saber el cómo apareciste, no haber vivido en el momento que tu espalda fue la

rosa, abierta luz de lo que significas.

Afuera escucho algo.

Afuera del poema algo te dice un canto más hermoso que la piel pero también más

vivo: una caricia: lengua bajo lengua, sonido bajo letra en acto de buscarte.

¿En qué momento me has atravesado? ¿Cuándo tu luz—incendio, llamarada—se

clavó en mi pecho?

Hoy puedo hacer un verso en que no mueras nunca.

Un cáliz, un jarrón, un algo que contenga vino enloquecido, danza, fruta lenta carne

en movimiento para entrar en otra carne.

Creyente de tu forma, en mi oración he decidido no ceder al verbo de tu ombligo, a

la floresta del verano en tus pezones, a todos tus aromas.

Hoy no quiero morir: No quiero ver el río que se duerme en tus muñecas. No quiero

andar la forma en que te extiendes de tu piel hasta la piel de todo lo que

existe.

Árbol de mí, estoy llegando a tu región más fértil.

He leído en tu oreja que la recta no existe.

Gilberto Owen

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LY

DIA

RA

TE

- -

AUTORRE - TEATRO II

Naces de la derrota de las luces,

aprisionando mansamente escenarios mustios

de un alguien desmedido

que persiste en tu imagen,

en tu piel sin ti.

Eres la denuncia taciturna

de tu investidura de ceniza.

Sigues estallando en las manos del tiempo

con tus ojos incendiarios,

con tu vocación de mina insomne.

Eres el caos de la ternura.

La noche guarece su fauna melancólica

en tu follaje doliente.

Regresas con tu lluvia,

a poblar el invierno de algún retrato.

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materia dispuesta lydia zárate

MATERIA DISPUESTA

Mis manos siguen goteando en el baño

(memorias que manifiestan sus voces

como habitantes

desprendiéndose hacia este lado del mundo).

Para erigir los días visto de aprendiz,

de menesterosa aspirante a un nombre.

O repaso abismada las inconsistencias del vértigo

apilando fantasmas, consumiendo segundos.

Busco la forma de aglutinarme,

de pasarme desapercibida

en los días que faltan para atraparte

entre mis lindes crecidas y las paredes de junio.

Otra vez llego tarde a la cita con mi rostro.

Sigo acechando las pertenencias de los gatos,

las presencias que se elevan de las sombras como hogueras,

la albura escanciada, el vaso tendido de la luna.

Leo tu horóscopo todos los días para saber de ti.

Recupero los peces del tiempo de mi boca.

Me hago un paradero en el vientre

para las distancias de tu oficio ingrávido.

Y dispongo a tu azul instilante

mi peligro de mansa superficie.