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Agradecimientos

PROGRAMA RESTAURATIVO

PALABRAS JUSTAS III

Presidente de la República de Colombia

JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN

Ministro de Justicia y del Derecho

JORgE EDUARDO LONDOñO ULLOA

Director General INPEC

Brigadier General

JORgE LUIS RAMÍREZ ARAgÓN

Directora de Atención y Tratamiento

ROSELÍN MARTÍNEZ ROSALES

Grupo de Reintegración

Concepción Bernal Triviño, Coordinadora

Darío León Rincón

Juliet Cárdenas Franco

gigliola Alexandra Vargas Arbeláez

Sara Oliva Blanco Esteban

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Agradecimientos

AGRADECIMIENTOS A LOS DIRECTORES DE TALLER DEL PROGRAMA “PALABRAS JUSTAS III”

Antonio Silvera Establecimiento Carcelario de Barranquilla (EC DE BARRANQUILLA)

Rubén Darío Sánchez Cita Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario de Chiquinquirá - (EPMSC DE ChIQUINQUIRá)

Julio Mauricio González Establecimiento Penitenciario y Carcelario la Paz de Itaguí (EPC LA PAZ DE ITAgUÍ)

Bárbara Lee Rojas Reclusión de Mujeres de Bogotá -Establecimiento de Reclusión Especial (RM DE BOgOTá -ERE-)

Óscar Hernández Complejo Carcelario y Penitenciario Metropolitano de Bogotá - (COMEB DE BOgOTá)

Irina Alejandra Henríquez Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario de Montería - (EPMSC DE MONTERÍA)

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Palabras Justas III

Norwell Calderón Rojas Complejo Carcelario y Penitenciario Metropolitano de Cúcuta - (COCUC)

Walter Mondragón López Establecimiento Penitenciario de Alta y Mediana Seguridad y Carcelario con Alta Seguridad de Palmira Establecimiento de Reclusión Especial - (EPAMSCAS DE PALMIRA -ERE-)

Eder Cervera Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario de Espinal - (EPMSC DE ESPINAL) Óscar Humberto Mejía Blanco Reclusión de Mujeres de Bucaramanga - (RM DE BUCARAMANgA)

Establecimiento Penitenciario de Mediana Seguridad y Carcelario de Bucaramanga - (EPMSC DE BUCARAMANgA)

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CONTENIDO

Prólogo 19

EC BARRANQUILLAYA VOLVIÓ LUCY Luis Alfredo Argel 25AhÍ ESTABA ELLA Edmundo Guillén 27MI hISTORIA Y ALgUNOS MITOS DE MI PUEBLO Ohelis Camilo Mendoza Villazón 37NO TUVE TIEMPO DE PENSAR EN OVEJAS Jaiver Rodríguez Rincón 40PRESENTE ANUNCIADO 2 TeófiloHurtadoPérez 42CUANDO UNO SE ENAMORA WilsonFuentes 45¡DÓNDE ESTáS! Manuel Cuellar 47ENTRE ChANZAS Y TRISTEZAS MI RELATO DESDE LA PRISIÓN WoffranTeránMutis 48

EPMSC JP CHIQUINQUIRÁVOCES FEMENINAS TRAS LAS REJAS CON LAS ARMAS NO SE JUEgA Yenni Rodríguez VillanuevaMARÍA PALOMEQUE MaríaPalomeque 66LA BENDICIÓN DE UNA MUJER AnaDenisMartínezArango 68UN AMOR EN SILENCIO BeatrizVillalba 69

Editor y compilador: José Zuleta Ortiz

Director del libro: Víctor Manuel Mejía ángel

Diseño y diagramación: héctor h. Santamaría garcía

Pintura portada: “Dolor de Patria” obra del interno Jhon Jairo Samboni Noguera de EPMSC Cali (ERE)

Tercera edición, noviembre de 2016

© 2016 Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC)

© 2016 Fundalectura

© 2016 Derechos reservados para los autores

ISBN:

Esta publicación se enmarca dentro del desarrollo del programa PALABRAS JUSTAS, realizado de acuerdo con el convenio 023 de 2016, perfeccionado entre el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC y la Fundación para el Fomento de la Lectura FUNDALECTURA

Impreso en Colombia por Papel y Plástico Impresores Ltda.

Reservados todos los derechos. Prohibido reproducir esta publicación total o parcialmente, por cualquier medio, sin permiso escrito del editor.

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EPC LA PAZ - ITAGÜÍ LuisAlexanderGutiérrezCastro 73DOMINI CANES EdgarAlexanderErazoGuzmán 83UNA PARTE DE MI VIDA EdinsonPayanesBerrio 89EL gRAN FERROCARRIL JohanGonzález 91ADENTRO Y AFUERA HéctorDaríoTirado 94NOChE JorgeIvánCifuentesDuque 99UN PASADO DE MI NIñEZ OrlandoHurtadoRentería 101LA MUERTE DE MIS AMIgOS OrlandoHurtadoRentería 102DOñA RUBIELA LO EChÓ… PERO PARA DONDE SU AMIgA OFELIA FrediAlonsoPulgarínGaviria 103

COMEB - BOGOTÁ “Picota”LA RULETA DelfínCaicedoRamos 117LA TRAICIÓN DE UN AMIgO RahomirRodríguezTrujillo 121UN COLOMBIANO EN LA gUERRA EzequielMoraVallejo 129VIDA CAMPESINA WilmerdeJesúsRodríguezVanegas 140POEMA ENCADENADO AntonioAlarcónGuevara 147

RM - BOGOTÁINTRODUCCIÓN ClaudiaAlejandraCardona 151

CUANDO TE CONOCÍ FannySarmientoHerrera 154ES DIFÍCIL, PERO NO IMPOSIBLE AdrianaMaríaLópezFlórez 156ES UNA hERMOSA MAñANA AlbaLuzCifuentes 161POEMA A MI FUSIL ClaraMaríaOsorioLeón 162RENACER DESDE EL AMOR DianaYannethRiveraQuintero 163BUSCANDO UNA NUEVA LUZ LuisaFernandaPemberty 165NUNCA ES TARDE MaríaDelfinaRadaPalma 169

EPMSC JP - MONTERÍASOY NACIDO EN UN hOgAR hUMILDE JorgeFreyMindiolaArias 175CUANDO PASA EL TIEMPO Y NOS DAMOS CUENTA DE NUESTROS ERRORES MattosTabares 179TODO CAMBIA JorgeLuisS.David 182SIENDO APENAS UN JOVEN LeonardoEnriqueSánchezBarbosa 184MI NOMBRE ES JesúsAlbeiroGuisaoArias 190PARA MI QUERIDA FAMILIA OrnanPérezGómez 195BORRADOR PERDÓN PúBLICO A LAS VÍCTIMAS POR LEONARDO ENRIQUE SáNChEZ BARBOSA ExJEFE DE LAS AUC FRENTE MáRTIRES DE CéSAR BLOQUE NORTE LeonardoSánchez 196QUIéNES SOMOS LeonardoEnriqueSánchezBarbosa 199

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EPMSC JP ESPINAL AMOR Y ODIO JoséCruzTiqueAroca 203SAN JUAN DE gIRÓN IsmaelMorenoHerrera 206PERSECUCIÓN JoséGabrielVélezMuñoz 210VIVIR PARA CONTAR JorgeLuisGómezNarváez 214EL REY DE LOS ANIMALES ÓscarTabaresPérez 216MENSAJEROS FabiánTorresCano 218

EPMSC BUCARAMANGAhONORIO OvidioSánchez 223UNA MADRE EN EL CONFLICTO FaltanombredeAutor 227RECUERDOS DEL RÍO: MI TESORO CarlosHerazo 232

RM BUCARAMANGAAMIGOS NO HAY(Reflexión) KellyOsorio 237hISTORIAS DE UNA PRISIÓN Kelly OsorioCAMBIOS BibianaHernández 240

COCUC - CúcutaAQUÍ NO VUELVE A CAER MáS NADIE AlfredoAlbertoGómezFabra 245NECESITO hABLAR CON SU ESPOSO CiroAlfonsoTrespalacios 249

COMO SI COLOMBIA hUBIERA gANADO EL MUNDIAL ErlinArroyo 254COMO AVES QUE SE DESESPERAN JuanGalán 258NECESITO QUE LO LOCALICE, LO RETENgA Y LO MATE RodolfoMoralesAguirre 263LA MIRADA QUE SE PERDIÓ EN LA DISTANCIA WilmanRafaelOrtizGuevara 268EL TAPETICO ROJO JavierdeJesúsSalasQuintero 273

EPAMSCAS JP PALMIRAMI BIOgRAFÍA ArleyRuízGaviria 279MAMá… TE AMO ArleyRuízGaviria 281CRÓNICA DE UNA hISTORIA JaverGolúCarabalí 283SOMOS CONSTRUCTORES DE PAZ(Palabras para una graduación) FrivetMárquez 284ExCELENTE DIOS(Ensayo) JhonFaberMarínDávila 285CRÓNICA DE UN gALLERO(Cuento) AlbeiroEnriqueSernaOrtiz 287CRÓNICAS DE LA MUERTE RupertoPampalinda(RubielGarcésLópez) 288EL MAÍZ John Jairo Vélez Zapata 291

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Prólogo

PRóLOGO

En los textos que presentamos en este libro el lector encontrará testimonios de hombres y mujeres que fueron protagonistas de la guerra interna colombiana. Todos los autores

y autoras, aquí reunidos, son postulados a la Ley de Justicia y Paz.

Al leer estas historias vemos que el conflicto armado en Colombia tiene dimensiones muy complejas y que la dinámica de la guerra arrastra a muchachos y a campesinos humil-des, hacia una confrontación sin sentido y que tuvo consecuencias impredecibles.

La guerra es la más brutal y absurda de las actividades humanas. Ahora nuestro país ha tomado la determinación de poner fin a tantos años de barbarie y de tragedia. Estas muje-res y estos hombres que se atreven a cambiar las armas por las palabras, son un ejemplo de que ello es posible y que la guerra comienza a ser parte del pasado más que nada: que cualquier futuro es mejor que el de la guerra.

En estas historias se nos habla del campo colombiano, de la rudeza de la vida de los campesinos de nuestra nación. En una reciente entrevista al ex Presidente de Uruguay José Mujica afirmó: “hoy es más fácil formar a un ingeniero que a un campesino. Los campesinos son quienes garantizan la alimentación, el campo es la fuente de todas las riquezas, lo peor que puede hacer un país es olvidar esto”. Casi sin excepción, los autores de estas páginas son campesinos colombianos que se vieron en determinado momento de sus vidas inmersos en la lógica y en la dinámica de la guerra y en ella y por ella cometieron los crímenes que desean reconocer y reparar. En este libro hay combatientes de ambos bandos de la guerra y al leer sus historias comprobamos que sus orígenes y su idiosincra-sia es la misma.

Ofrecemos con este programa una herramienta para que los excombatientes se sien-ten a escribir, y al hacerlo, piensen en lo que les ocurrió a sus vidas y reflexionen sobre su

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Palabras Justas III

pasado y traten de construir su futuro. Romper el miedo y el temor a la verdad es el mayor logro de estos escritores. Muchas de las víctimas podrán saber qué pasó, y también saber que sus victimarios son personas de orígenes similares, con infancias y dificultades pareci-das inmersas en una guerra absurda que los llevó a enfrentarse.

Aunque muchos hechos de las guerras son irreparables y la guerra es un “monstruo cruel que pisa fuerte”, aquí hay la intención clara y la determinación de no volver a ella. Porque al leer estas historias nos damos cuenta de la dura paradoja: en la guerra quienes más pierden son los guerreros.

Esperamos sinceramente que este programa y este libro contribuyan a construir paz entre los colombianos.

José Zuleta

Los escritos que hacen parte de esta antología fueron desarrollados por internos postulados a la Ley de Justicia y

Paz y no representan la posición institucional.

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EC

BA

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AN

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ILLA

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Barranquilla

YA VOLVIó LUCY

Luis Alfredo Argel

Ayer llegó mi prima y ya no habla como nosotros, a pocos reconoció y han pasado diez años después de ese doce de octubre que viajó a España con tía.

Francisco, mi hermano mayor, buscó la leña y yo con Lucía, la gallega, los limones. Gracias a Dios no me olvidó; la fiesta hay que hacerla. Mi abuela Ana es la cambambera y ya montó la olla, mi abuelo no está de acuerdo, yo tampoco, pero la vieja manda y todos obedecen; como en pueblo chico no hay chisme que no se escape, mi abuelo hace de policía al lado de tía y yo no me despego de Lucy para que nadie le cuente lo de Miguel.

Aquel día como hoy viví el mismo dolor y una angustia difícil de describir, en mi ino-cencia de niño pensaba que al llorar aparecería en escena mi gran amiga y por eso me recostaba al palo de mango; ya había visto partir a Lucy y perderse en la distancia, yo vi los caballos hasta donde mi vista alcanzó, encaramado en un totumo.

Aún vivimos distantes de la carretera, pero ya el acceso al pueblo nos es más fácil y no en bestias, en las que también monté con mi madre cuando iba a la ciudad.

El mismo día que mi tía se fue también se desapareció El gallo, sé que eran las nueve de la mañana cuando él desapareció porque pregunté y como había viajado sabía que el bus pasaba a las diez. Lucía, Migue y yo éramos vecinos, el dos para uno y el uno para los dos. Nos decían los tri por eso de tres. Y fui yo quien le puse El gallo, porque cuando mi madre viajaba a Sahagún y no me llevaba me ponía a llorar y él, Migue, se trepaba en el palo de mango y se palmoteaba el pecho, y cantaba como un gallo, sabía que me haría

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Palabras Justas III Barranquilla

reír, me quería mucho y empezábamos a jugar.

Por eso yo también era su calanchín, quien llevaba los papelitos a mi prima y no decía quién se los enviaba, era como un incógnito, pero ella sabía, eso creo, porque cuando los recibía me decía “kikirikí”. Yo apenas tenía cinco años pero era pilas, Migue ocho, Lucy, siete y cuatro meses, pero ella decía que ocho. hoy es toda una mujer, pero no tiene los dieciocho.

Fueron días de búsqueda, yo conté cinco. El pueblo no durmió y yo lloraba debajo del palo de mango. No sé cuántas lágrimas derramé, pude haber hecho mi jagüey, pai me decía que El gallo volvería el día que volviera Lucy. Pero ya ella regresó y nada que viene El gallo.

Ya no sé qué creer porque una noche de esas en que no podía dormir, escuché cuando mi padre le decía a mi madre:

−Fue encontrado un cuerpo y al parecer es el de Migue.

Y también escuché cuando mi madre dijo:

−Dios quiera que no, pai.

Por eso esperé siempre este día.

AHÍ ESTABA ELLA

Edmundo guillén

Timbraba el teléfono, nadie lo contestaba, tal vez no había nadie o solo era que no que-ría contestar, yo llamaba a mi hija. La conocí hace solo unos meses, por cuestiones de

la vida no tenía idea de que existía.

En el año 1.998 conocí a Ana, una joven muy bonita, de voz corta aniñada, de rasgos delicados, pero de fuerte genio. Fue en un pueblito de calles blancas y polvorientas, de casas de ladrillo y estilo colonial, tenía unos parques muy hermosos donde pasábamos muchas tardes hablando de nosotros y donde se escuchaba la música del Binomio de Oro, Farid Ortiz y muchos otros. Era un pueblo muy alegre y tranquilo.

Fue un amor corto ya que mi tiempo era muy limitado y las pocas veces que nos veíamos era cuando podía salir al pueblo. Mi comunicación con ella no fallaba ya que si no nos veíamos, nos mandábamos carticas, diciéndonos todo lo que sentíamos y nada impedía nuestra relación.

Al pasar los días, nuestra relación seguía tan viva, pero mi trabajo se iba poniendo duro, ya que a cada momento nos movíamos a operaciones en otros sitios, ya estaba trabajando en las autodefensas, y no nos daban descanso. Pero eso no impedía que me comunicara con Ana, siempre se mostraba muy alegre por estar conmigo, aunque estuviera lejos siem-pre me recordaba el cuidado que debía tener.

−Cuídate mucho, me decía.

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Palabras Justas III Barranquilla

Nunca la vi triste, más bien me contagiaba con su alegría y mucho más con su cariño.

Pero en esta vida no hay cosas eternas. Para un Junio del 98 y cuando nuestra relación estaba mejor, nos trasladaron para otra zona y por lo complejo del sitio no podía comunicar-me con ella. Era un lugar boscoso, lejos de cualquier pueblo, donde solo existía el silencio de la selva en las noches lluviosas y el calor cuando era de día. Me dolió, porque me tuve que apartar de ella.

Fue difícil porque con ella me llevaba muy bien y debido a esa separación perdí con-tacto con ella. Caminé por muchas partes, montañas, veredas y valles, pasamos muchos ríos, dormimos en la selva, en ranchitos que nos encontrábamos en el camino y donde nos cogiera la noche, no supe más de mi Ana, me la imaginaba sufriendo por esta separación y más por lo que estábamos viviendo.

En ese ir y venir de mi trabajo, no supe qué pudo haber pasado con ella.

Pasó mucho tiempo, iba y venía, días malos, días buenos, lluvias, sol, caminatas largas, caminatas cortas, montañas, veredas, donde no había cómo comunicarse con Ana. Solo se trataba de sobrevivir, y la única compañía eran los combates con la guerrilla que teníamos a diario, era muy duro.

En una ocasión, un año después, logré comunicarme con Poncho, un amigo del pueblo, donde dejé a Ana. Poncho era un tipo alegre, muy buena persona, campesino de machetes tomar, porque era un jornalero que trabajaba para mantener a su familia, era mi mejor amigo y confidente de ambos.

Fue triste lo que me dijo, nunca me lo imaginé, era algo que le había sucedido a ella, me dijo que al salir yo de esa zona, hicieron desplazar a Ana.

−Fue Manuel porque al ver que tú no estabas trató de pretender a Ana y como ella no quiso, la amenazó con hacerla ir del pueblo, y fue así como envió a unos hombres que tra-bajaban con él, amenazando con matarla por no aceptar la propuesta.

Me contó Poncho que Ana salió huyendo del pueblo como pudo, bajo un tremendo agua-cero y a pie, y tras caminar por mucho tiempo logró ponerse a salvo. La iban a matar.

Poncho no pudo hacer nada, solo me contó esto porque fue lo que supo, porque él en sí no sabía qué había pasado con Ana. Fue muy triste saber esto, me sentí importante, ella solo contaba conmigo. Ana llegó a ese pueblo a visitar a unas amigas, allí la conocí, sus amigas también eran mis amigas, mucho tiempo después ellas me contaron lo que había vivido Ana.

En mi afán de saber más, le pregunté a Poncho varias veces si sabía dónde estaba ella, nadie sabe me respondió, había desparecido, solo le dijeron que era del Carmen de Bolívar, él pregunto por todas esas partes y lo único que se supo era que se había ido con sus padres para Cartagena.

Así paso el tiempo, se perdió todo lo bello y alegre que viví con ella, solo me quedaba el recuerdo de los ratos alegres que vivimos y el amor que se había creado entre los dos. También envié cartas con unas amigas de ella que decían saber dónde estaba, pero nunca tuve respuesta.

Es así como el tiempo nos devolvió de nuevo a esa región donde había vivido lo más bello, el pueblo de la alegría eterna, pero ya era muy tarde. Apenas llegué lo primero que se me ocurrió fue salir a asesinar a Manuel, él era un tipo prestante que se cubría con su plata para hacer lo que le diera la gana en el pueblo, era un tipo despreciable, pero llegué tarde, ya lo habían asesinado, alguien se adelantó. Seguí en la búsqueda de Ana pero todo fue imposible. Solo Poncho me recibió con mucha alegría, pero me dio una mala noticia, se iba del pueblo, quería buscar nuevos rumbos. Me fui muy lejos para olvidar todo esto, y así cerrar el capítulo de Ana.

Caminé por muchos lugares y hasta me fui un tiempo de las autodefensas, luego de padecer de un paludismo que adquirí en el sur de Bolívar.

Luego de recuperarme, regresé de nuevo en el año 99 a la guerra, donde viví las situa-ciones más críticas y duras de la vida, me tocó sortear muchas adversidades y luego de salvarme varias veces de morir, en ese ir y venir de la vida, dejé que Ana se fuera ya de mí. Tuve varias relaciones y en una de esas nació un niño, que también sufrió de esta guerra. Casi me lo asesina el ejército por presionarme a que me entregara, las balas pasaban ese día por encima su cuerpo, que solo tenía 40 días de nacido. El ejército se metió a la base donde yo estaba con mi gente, ese día mi hijo me visitaba con la mamá. Mi hijo fue víctima de la guerra así como Ana.

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Palabras Justas III Barranquilla

Pero lo que nunca me imaginé fue que después de 17 años y de haber pasado tantas cosas, y que para nosotros la guerra terminara, luego de haber terminado preso en la cár-cel donde en estos momentos estoy y en la cual he pasado 10 años de mi vida, estando en una de las audiencias con las que en este momento busco mi libertad, una señora de apa-riencia humilde me envió una nota, en la que me decía que le dijera sobre su hijo muerto, era la clave para encontrar a Ana.

Su nombre era Luisa y resultó siendo muy amiga de Ana. gracias a ella, me enteré que mientras Ana estuvo en el pueblo se volvió amiga de Luisa. Resultó que ella se comunicó con Ana, le dijo que ella me había visto en una sala de audiencia. Yo no había muerto, se-gún le habían dicho a Luisa y eso mismo le había contado ella a Ana.

Una tarde de cualquier día de estos, recibí una llamada, era una abogada, amiga mía.

−Buenas tardes, ¿cómo estás?

−Bien, le dije, y eso que me llamas, debe haber algo bueno.

−Sí, hay algo bueno, amigo −me dijo ella con una risa de alegría− Hay alguien que desea hablar contigo, pero le da miedo.

−¿Y eso por qué?

−Alguien que dice tener una hija tuya, pero tiene temor porque no sabe cómo vas a reaccionar.

−¿Y eso? −le respondí− que yo sepa solo tengo un hijo, nada más.

−Fue alguien importante en tu vida, dijo.

−¿Quién será?, le respondí.

−Es Ana.

−¿Cómo así?, no puedo creerte.

Yo no sabía qué hacer y mucho menos qué decir, claro aún sin saberlo de verdad y es que ella estando conmigo no me dijo nada, le comenté a la abogada.

−Bueno ya quedaste informado, ella me dejó su número de teléfono por si querías llamarla.

−Yo la llamo, me dejas pensando ahora con lo que me dices, pero yo la voy a llamar.

Fue lo último que le dije. Me quedé pensando si de verdad era ella Ana. Yo también tenía miedo, fueron varios días de pensamiento, dudas y muchas cosas más, además tenía que preguntar sobre el porqué no me dijo que había una hija, también tenía que decirle por qué no le había avisado de mi partida y muchas otras cosas que teníamos que decirnos en estos años de separación.

hice aquella llamada con mucha expectativa, con el pensamiento puesto en cómo sería la comunicación con Ana, o qué le diría o qué diría ella.

Sonó el teléfono y escuché aquella voz que no había cambiado mucho.

−Hola, dije

Me respondió:

−¿Cómo estás? Soy Ana y empezó a llorar al escuchar mi voz.

−No llores, le dije, qué bueno escucharte de nuevo.

−Es un llanto de dolor, emoción, de rabia, fue lo que me dijo en ese momento.

El habla se extendió porque me comenzó a contar todo lo que vivió el día que supo de mi partida y su ida de ese pueblo a escondidas.

−Ese fue el peor día que he vivido en toda mi vida, dijo, salí corriendo bajo la lluvia, abandonando mis cosas, y eso me dolió mucho.

−Cuéntame cómo pasó todo, le dije con voz entrecortada porque también mis ojos se lle-

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Palabras Justas III Barranquilla

naron de lágrimas al escucharla y me sentía tan culpable como la persona que le hizo daño.

−Manuel, tu amigo, me dijo que tú te habías ido y no ibas a venir más y que yo tenía que ser mujer de él, me negué porque yo te seguía esperando y te quería mucho para aceptar eso, así viví días amargos, por la presión de ese señor.

Paró un momento y lloró más y más, mi dolor se incrementó, yo era culpable de todo eso que le pasó a Ana.

−Manuel dijo que si no aceptaba me tenía que ir del pueblo, no tenía quién me defendiera, sentí temor cuando me dijo así. A los días me mandó a unos tipos que sin darme oportunidad me sacaron del pueblo, “tienes una hora para irte”, me dijo uno de ellos, al que le dicen El Loco, mientras otro lo esperaba en una moto en la puerta de mi casa. Sentí que se me cayó el mundo, no sabía qué hacer, mucho menos para dónde coger, llovía a cántaros y no había transporte

Me dijo ella y cada vez que me decía algo lloraba más y mi dolor creció.

−Perdona por no haberte avisado, me siento culpable, no podía comunicarme contigo porque nos sacaron de esa zona muy rápido y a Poncho no lo pude encontrar ese día.

Me culpó y me trató muy mal porque según le habían dicho a ella fui yo quien le había hecho todo eso.

A medida que hablaba su llanto aumentaba más.

−Tú, me dijo, fuiste quien me hizo esto, sabías que te quería mucho y no hiciste nada para ayudarme, me dejaste sola, no pensaste en mí.

Me dolió todo esto, su llanto arrugó mi corazón.

−No sabes cómo salí ese día bajo la lluvia, sin que nadie me ayudara y con solo lo que pude sacar, fue grande tú no sabes cómo viví todo esto. Me dolió, me duele y me dolerá toda la vida, me dijo.

−Lo siento.

Fueron las pocas palabras que pude decirle en ese momento, porque yo también sentía dolor al oírla relatar todo lo que vivió. Mis pocas palabras no la convencieron a ella, ya que me acusaba de su desgracia.

−Hay algo que no alcancé a decirte porque tu partida fue rápida, yo estaba embaraza-da, por eso me dolió más.

−¿Por qué no me dijiste?, ¿por qué lo ocultaste?, le dije.

−Es que te lo iba a decir pero no llegaste, tú tienes la culpa, dijo con voz entrecortada.

Solo me quedé callado, sentí que en parte tenía toda la razón.

−Estuve internada en una clínica de reposo porque mis nervios reventaron, lloré todos los días, tú no apareciste. Te olvidaste de mí.

Así hablamos de todo hasta que ya me contó de mi hija.

−Tu hija nació, me tocó duro con ella, ahora tiene 17 años, es muy bella y quiero que la conozcas.

Fue así como planeamos el encuentro, aunque antes de ese encuentro Ana me había enviado fotos. Me sorprendió lo bonita que era, cual reina de belleza, hasta dudé que fuera mi hija, pero Ana me dijo con voz rabiosa entonces: “hagamos una prueba de ADN y ve-rás”, me dejó callado.

Se logró planear todo para este encuentro deseado con mi hija aunque antes de vernos ya habíamos hablado, faltaba vernos y en lo poco que logramos hablar por teléfono me reclamó por qué no la había buscado. ¿Por qué la dejé todo este tiempo sola, sin saber de ella y por qué le habían dicho que estaba muerto si estaba vivo? Mi rostro cambiaba cada vez que ella decía estas cosas, el saber que tenía la razón.

Pasaron los días antes de vernos, crecía en ambos ese deseo. Que llegara rápido esa fecha que habíamos planeado.

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Palabras Justas III Barranquilla

Seguía hablando con Ana y con ella de todo lo que saliera en ese momento, risa, ale-grías, llanto, reclamos por perdón, intercambiamos fotos tanto de mi familia como de la de ellas, fue todo bello, yo disfrutaba por haber conocido a mi hija, aunque en fotos, aunque todavía seguía en su reclamo de por qué la había dejado sola y no la busqué. Precisamente se había escogido la sala de audiencia donde me tocaba estar presente, me tocaba pre-sentarme ante los magistrados a responder por mis hechos. Claro que yo expliqué qué fue lo que hice y dónde había estado todos estos años.

Me acuerdo que eran diez días de audiencia y lo más difícil era que no sabía si nos lle-varían a la misma sala de audiencia o sería virtual, entonces me puse de acuerdo con dos abogados amigos para que me ayudaran a que estuviera en la cita más importante de mi vida, precisamente nos llevaron y me dio tremenda tranquilidad. No esperaba la hora de ver a mi hija, yo no sabía qué iba a decir, cómo sería ese encuentro, qué sucedería, porque ese día debía haber muchas víctimas y el encuentro sería delante de estas personas, aunque eso no me importaba, solo mi hija.

Lo más importante era que no solo los abogados sabían de esto, también la asistente del magistrado me dio una mano, ya habían preparado un espacio para que yo la recibiera, fue algo muy bonito sentir que hubo personas que me dieron esa mano que nunca esperé.

Era el 19 de marzo, 8:30 de la mañana, ya esperaba la salida del penal y las ansias cre-cían en mí, yo quería estar ahí, al fin salimos, ya se acercaba la hora de ese encuentro de ensueño, era un día muy especial, era el día más dulce y rico de mi vida, era un día de esos donde todas las cosas te salen bien, era un día que hasta garcía Márquez hubiera enmar-cado en uno de sus cuentos macondianos. Llegamos al sitio de la audiencia, custodiados por muchos guardias que no daban espacio para nada. Miré para muchos lados, Ana y mi hija ya estaban ahí pero no las vi, subimos la escalera y la idea era la misma, ver a mi hija.

Entramos a la sala, nadie sabía qué iba a pasar, no le dije a nadie de esto, era mi se-creto, me senté frente a la puerta del salón, impaciente por la demora, no la veía, mi alegría era muy grande, imagínense iba a ver a mi hija. Aunque los abogados me habían ayudado, ellos no sabían que ese era el día. De pronto, en un pequeño descuido que tuve, dejé de mirar la entrada y para sorpresa cuando levanto la mirada ahí estaba ella, mirándome con sus ojos azules, llenos de lágrimas, así como los míos, me levante, corrí como nunca y ambos nos dimos el abrazo más hermoso del mundo. También Ana se nos unió, deján-

donos llevar por el llanto y la alegría, todos en esa sala se sorprendieron, creyeron que era una víctima que me había dado un abrazo. No, era el hecho más importante que me había pasado en mi vida, tener cerca tanto a Ana como a mi hija que no dejaba de preguntarme por qué no la había buscado, por qué hasta ahora, fue tan conmovedor este momento que los abogados y los asistentes de los magistrados lloraron, la vida los había puesto ahí para que vivieran este encuentro que para mí era de fantasía. Ver a mi hija borró toda esa realidad que estoy viviendo.

Ana estaba alegre porque después de tantos años y haber pasado las penurias que vivió, también ese día fue el mejor para ella, le pedí perdón porque aún me siento culpable de lo que pasó, pero me dijo que ese no era el momento, que tendríamos tiempo para eso, que ahora lo importante era que estuviera con mi hija y disfrutarlo. Le dije que tenía razón, “déjame verte bien”, le dije a mi hija, de pelo mono como decimos los costeños, unos ojazos azules y una belleza que jamás me imaginé y mucho menos siendo yo un tipo feo, como me decía yo. hubo fotos por todos lados tanto de los abogados y las demás personas, que cuando se enteraron quién era quedaron sorprendidos al saber que era mi hija a quien yo abrazaba y mucho más cuando se enteraron que ese era el encuentro después de 17 años. La verdad me dio miedo haberla presentado ahí, pero me dije “qué carajo, es mi hija y si Dios quiso que ese fuera el sitio, ¿quién lo impediría?”.

Pero hubo algo muy importante en este encuentro y era que ese mismo día mi hija cumplía años y al decirle que ya tenía su regalo me dijo:

−Papá ¿qué más regalo me vas a dar si ya con esto de estar contigo este día para mí es el mejor regalo del mundo?

Eso me dio más alegría aun.

Después de esto la relación estuvo muy bien, cada día nos hablábamos más y ya te-níamos pactada la visita a la cárcel y hasta me habían dicho que cuando saliera me fuera con ellas, pero las cosas cambiaron de un momento a otro. Ella le contó a sus amigas que había encontrado a su papá, que no estaba muerto y les contó todo lo que yo fui y dónde estaba de una forma inocente porque pensó que ellas no iban a decir nada, pero comen-zaron a decirle cosas y a hacerle cambiar de idea sobre lo malo que yo había hecho, por lo que le crearon miedo y, por otro lado, le decían que por qué yo no la había buscado. Así

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hicieron que ella tuviera un cambio conmigo y a pesar que se trató de cambiar lo dicho por las amigas y decirle que ya no estaba en eso y que yo no supe que ella existía, ella me cortó el habla y hasta este momento no he podido cambiarle ese pensamiento negativo que le inculcaron esas amigas. Pasé de la alegría a la tristeza y pensé: “estoy perdiendo a mi hija de nuevo, pero estoy haciendo lo necesario para volver a encontrar ese cariño que me mostró el día que nos encontramos”.

Ana es quien me ha dado ánimos, que a pesar que no hemos hablado de todas las cosas que sucedieron con ella, ha buscado que mi hija cambie de opinión y podamos re-encontrarnos y entonces sí decirle todo lo que ella espera saber. Esta historia ha creado en mi las ganas de seguir adelante y tratar de estar con mis hijos y darles ese espacio de conocer mi vida y mostrarles ese cariño de padre que no han tenido, por eso estoy dándolo todo por salir de esta cárcel, libre de todo problema y que ya nadie diga nada diferente de mí, que me conozcan como el hombre nuevo que soy y no como ese viejo que hizo daño a muchas personas, espero sentarme con mis dos hijos en un parque y comernos un helado, ese es mi mayor deseo.

hoy estoy tratando de hablar de nuevo con mi hija. La estoy llamando para ver si esta vez me contesta, por eso timbraba el teléfono. Nadie contesta, tal vez no hay nadie o no quieren contestar.

Pero aún espero ese día en que ella y Ana vengan a verme.

MI HISTORIA Y ALGUNOS MITOS DE MI PUEBLO

Ohelis Camilo Mendoza Villazón

Mi nombre es Ohelis Camilo Mendoza Villazón. Nacido en Valledupar, Cesar, el 23 de junio de 1971. Estatura 1.75 m, sin zapatos, camisa talla L, zapatos 42. Nunca

ha tenido ningún vicio de ninguna droga, gracias a Dios duermo normalmente. Estudié bachillerato completo, trabajé como comerciante, trabajé con la alcaldía de Valledupar, Cesar, tuve dos hogares, tengo 3 hijos, pertenecí a las extintas Autodefensas Unidas de Colombia AUC. Frente Mártires del Cesar me desmovilicé y estoy detenido en la cárcel Modelo de Barranquilla donde trato de resocializarme cada día para ser una mejor perso-na y así enfrentar a la sociedad colombiana

Siempre pertenecí al partido liberal colombiano. Soy católico. Si pudiera recomenzar mi vida sería abogado. Me gusta la música, me gusta toda clase de lecturas. Como Ban-deira, siento miedo de sentir miedo a la hora de morir y me gusta más visitar que ser vi-sitado. También me gusta tener mi pareja o mujer, soy de las personas de pocos amigos, creo en la rehabilitación que me brinda la cárcel Modelo de Barranquilla.

Me gustaría contarles las anécdotas de mi pueblo, Ríoseco, Cesar, donde desde que nací escuché anécdotas, filosofía de vida de mis abuelos y de mis padres.

LAS ÁNIMAS

Son las almas de quienes están en el purgatorio a ellas se les reza el “Dos” de noviembre se les pide “favores” o “milagros” y si una vez cumplido el “beneficiado” no cumple con la promesa hecha, “las animas” comienzan a hacer maldades en casa

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del incumplido, maldades como las de transponer las cosas, desordenar los armarios, echarle azúcar a la sopa, romper los platos, y otras travesuras, también se dice que si en una noche de ánimas, se le siente haciendo ruido, en el cementerio, y si quien lo “oye” voltea para “verlas”, se convierte en estatua, queda petrificado, tampoco se les debe hacer caso cuando a media noche van por la calle diciendo “alerta, alerta, ábreme la puerta, alerta, alerta” .

Las animas, son seres vestidos de blanco con una túnica que les cubre desde la cabeza y llevan un gorro, en forma de cono.

TAMBIÉN SE HABLA DE LA LLORONA

Que es un “espanto femenino” que aparece en los pueblos o en los montes, según la histo-ria, buscando a su hijo, en mi pueblo Rio Seco Cesar, la han “oído” varias veces y cuando han ocurrido desgracias o malas horas. Ejemplo en el año 2005, un tío mío llamado Julio Segundo Mendoza Mendoza la oyó un viernes en la noche y el día sábado yo fui a visitarlo y me dijo que estaba preocupado porque en la noche había escuchado a la “Llorona” y que eso era que iba a suceder algo en el pueblo, y el día lunes que por cierto fue día “feriado” dos primos míos que eran esposos fueron desde Valledupar a pasarse el día con sus familiares en Rio Seco y en horas de la noche cuando regresaban en una motocicleta a Valledupar se accidentaron y se murieron los dos, desde ese día se aumentó más mi creencia ya que cuando nuestros hermanos mayores o mamos dicen las cosas hay que ser obedientes.

EN RÍO SECO SE HABLA DEL SIRBORCITO

Se decía que era un “espanto” contra los niños, es un “enano”, usa un saco de gran-des bolsillos y un sombrero, más grande que su propio cuerpo, que usa para llevarse a los niños, que encontraba deambulando, solos por las calles, especialmente, a medio día cuando el sol calienta.

TAMBIÉN SE HABLA DE LOS MONITOS

Se decía que hay personas que tienen pacto con el diablo y que este les da unos seres malignos, que deben conservar en un frasco de vidrio que salen solo para cumplir órdenes de destrucción de casas y de cultivos, que se pueden volver contra su poseedor si este no domina

los rezos y conjuros para hacerlos regresar al frasco, igualmente, se afirma que hay gente que se gana la vida descumbrando selvas con la ayuda de estos Monitos.

EN RÍO SECO SE HABLA DE QUE SALEN APARATOS

Se dice que salen cuando se escucha un estropicio que no se sabe qué lo produce ni de dónde viene, es como el ruido que produciría una carretilla cargada de chatarra y manejada rápidamente a través de una calle llena de piedras se oye más que todo en el callejón que va al río, “pozo de kasoko” y en la calle, “La mala palabra”.

TAMBIÉN SE HABLA DE LA ORACIÓN DEL PERRO NEGRO

Es la que dicen que se sabía el abuelo del Buy Mariposo que gracias a esa oración era capaz de ir y venir de Rioseco al cerro Murillo “vereda la caña fina” el mismo día.

Se afirma que tenía pacto con el diablo, pues siendo un ladrón cuando la policía salía en su búsqueda él era capaz de esconderse detrás de un palo de escoba sin ser visto.

SE DICE EN RÍO SECO CESAR

Se dice que en la finca de mi tío José de los Santos Mendoza Mendoza, en la región de Rioseco, vereda Las Palmitas, hay un árbol de mamón que da ciruelas.

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NO TUVE TIEMPO DE PENSAR EN OVEJAS

Jaiver Rodríguez Rincón

Para el año 1998 me vine a trabajar de mi pueblo. Llegué a la ciudad de Riohacha.

Todo era como en las películas, me refiero a los indios porque los estaba viendo de verdad y en mi pueblo solo se ven en las películas.

Por unos días me dediqué a ayudar al hermano de un amigo a vender gasolina por pimpi-nas. Pasaron los días y ya estaba trabajando como cobrador de buseta. Todo era bueno hasta que se dañó la buseta y el dueño, mi patrón, la vendió. Como en el tiempo en que duré de cobrador hice varios amigos que eran cobradores de las otras busetas, algunos de ellos eran chinitos y tenían familia en las rancherías, conseguí trabajo como pastor de ovejas.

Aquí mis responsabilidades eran las ovejas. Comencé con un rebaño pequeño.

Para aquel tiempo yo era muy joven. Ellas, las ovejas, eran unas mansitas y otras las que, cuando uno abría el corral, salían de primeras, eran estas las que descarriaban a las demás.

Mis compañeros de trabajo, dos perros pastores, salíamos a las 6:30 de la mañana y en ocasiones volvíamos a la hora del almuerzo porque otras veces en el camino pastoreando me la pasaba comiendo miel de avispas y ya para cuando se hacía la hora del almuerzo pues estaba sin hambre porque estaba lleno de miel y agua.

Volvía con las ovejas y los dos pastores en la tarde. Era muy poco el tiempo que me

quedaba libre porque una vez de regreso a la casa, en el corral me dedicaba a hacerle cu-ración a los chivos, carneros y ovejas. Unos con gusanos en los cascos, otros con gusanos en el ombligo, otros con espinas de tuna en las orejas, otras con tunas en la barriga. En ocasiones era de noche y todavía estaba en el corral pendiente de las crías recién nacidas.

En la madrugada me levantaba a ayudar en los quehaceres del corral, ordeñar las cabras y ayudar a cortar la leche para hacer el queso y una vez terminaba de ayudar en el corral, me llamaban para que desayunara y así comenzaba de nuevo mi día.

Así transcurría mi vida en aquella finca donde trabajaba como pastor de ovejas hasta aquel día del mes de septiembre de 1999, en horas de la madrugada, íbamos el patrón, sus dos nietos y yo para la carretera a sacar el queso y la leche cuando en el transcurso del camino un grupo de hombres armados y con la cara tapada nos hizo devolver para la finca. Al patrón lo amarraron, a sus dos nietos también los amarraron de las manos, a mí igual.

Ya en la finca, mataron a mi patrón y nos mandaron a echar el ganado del corral a la mangua y nos llevaron hasta una finca vecina y allí tenían pensado embarcar el ganado. A los que habitaban en esta finca y a los nietos de mi patrón los dejaron ir, pero a mí me trajeron con ellos. Y así no tuve tiempo de pensar en ovejas.

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PRESENTE ANUNCIADO 2

Teófilo Hurtado Pérez

Mi padre y mi madre se separaron teniendo yo 11 años. Entre mis padres hubo pro-blemas por lo cual mi mamá decidió separarse. hago parte de cuatro hermanos, tres

hombres y una mujer, el mayor soy yo.

Pasados los meses mi padre se conoció con una señora, al parecer hubo química, pues se juntaron a vivir en unión libre, ella traía tres hijos, dos hombres y una mujer.

Pasamos a ser una familia numerosa y la señora pasó a tener el control de la casa, los hijos de ella eran un poco mayores.

Empecé a estudiar a mis 5 años de edad en el grado kínder en la escuela Las Delicias, el cual gané y pasé a la primaria: al primero, a segundo, a tercero, a cuarto a quinto. En el transcurso de esos 5 años de estudio, perdí mucho tiempo por inasistencia porque quería estar donde mi mamá o donde mi papá.

Por esa razón terminé mis estudios de primaria ya muy pasado de edad. Con mucho esfuerzo finalicé mi primaria y paso a la secundaria, a sexto de bachillerato al satélite del INEM en el barrio La Esmeralda. Logro ganar y paso a séptimo de bachillerato, pero tenía problemas con mi madrastra, no me entendía con ella y de tantos inconvenientes que venían pasando en mi casa, hacía tiempo estaba pensando en irme para el ejérci-to, desde niño siempre me gustó ser parte de él. En el mes de diciembre de 1993 me presento al primer examen de reclutamiento en la estación de policía de El Bagre, An-tioquía. Logro pasar, me dan un papel en que constaba que estaba en la primera con-

vocatoria de reclutamiento donde decía para qué fecha era la segunda presentación.

Para los primeros días del mes de enero del año 1994, empeño unos cepillos de carpin-tería que tenía mi papá, para los pasajes y llego a la brigada de Montería, Córdoba. Es ahí donde me reclutan y paso a prestar mi servicio militar como soldado regular.

Antes de irme a presentar no le dije a nadie lo que iba a hacer y claro que a los pocos días de estar desaparecido, mi madrastra se preocupó y ubicó a mi papá, el cual hacía unos días se había ido a trabajar a una vereda a construir una escuela. Al recibir la noticia mi papá se vino a ver qué pasaba. A los días de estar con el camuflado en el Batallón Rifle número 29 aéreo transportado en Caucasia, Antioquia, un día de mi reentrenamiento llegó un suboficial preguntando por mí, me llevó al comando de guardia y cuando llegué me di de cara con mi papá, ahí fue la primera vez que mi padre me salió a buscar, claro que al verme se sonrió y me abrazó fuertemente.

Allí hablamos por largo rato. hubo regaño. Tiempo de preguntar muchas cosas, para saber qué día era el juramento de bandera para ahí sí estar seguro que era un soldado de la patria colombiana. Así fue, el día llegó, en el juramento de bandera estuvo presente mi papá, se hicieron los protocolos correspondientes de la ceremonia. Se terminó, me fui con papá 15 días de licencia, después regresé, me activé a mi pelotón el 5 hasta… en donde me pasaron al 4 pelotón, estuve en los municipios de Nechí, Antioquia, Cuturú, Antioquía hasta mis 18 meses, cuando regresé al batallón a la ceremonia de baja, entrega de libreta militar y conducta y ese mismo día pasé a la lista de soldados voluntarios.

En el mes de junio de 1995, me voy con 15 días de permiso para volver a reintegrarme al reentrenamiento de contraguerilla para pasar al Batallón de Contraguerrilla # 10, adscrito a Tolemaida, de ahí salgo al área de orden público hacia el municipio de Nechí, Antioquía. Estando en esa base militar hago parte del pelotón Bombarda 2, ese batallón inicia una operación para zona rural del municipio de Montecristo, Bolívar, estando allá me enfermo con paludismo y me sacan del área. Me llevan a la base, allí llamo a mi papá que llegue al municipio de Nechí, a la base militar que está a las afueras de ese municipio. Un día común y corriente llegó mi papá a la entrada de la base, habla con el centinela que está ahí, él me grita con voz muy alta, yo oigo, salgo a ver y es mi papá que está en la entrada, salgo hacia allá y un subteniente de apellido Arenas me pregunta que para dónde voy, le digo que voy a la entrada a ver a mi papá, él me contesta que no, yo le digo que es mi papá el que está

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ahí, se prolongó una discusión muy tensa con este señor, cada vez se subía más de tono, ahí fue donde le pedí la baja o retirada.

Esta es la segunda parte de Presente Anunciado, la primera parte está en el libro Pala-brasJustasII, pero es en esta donde le doy inicio a mi historia de vida.

Con estas letras quiero expresar mi arrepentimiento, les pido sinceramente perdón a las víctimas, cada vez soy más consciente y reconozco el dolor irreparable que he causado. Le pido perdón a Dios, a sus familiares, padres, hermanos, amigos, allegados, a mi familia, a mis hijos, a mis amigos, a la sociedad, a todos aquellos a los que les arrebaté algo .

Dios es testigo de que estoy profunda y sinceramente arrepentido del dolor que les he generado, una disculpa en sí y por sí misma no puede hacer mucho para curar el dolor que les he causado, yo asumo la responsabilidad de mis acciones, reconozco lo inapropiado y lo destructivo de mi comportamiento y que no hay excusas que puedan cambiar la forma en que perturbé la vida de tantos.

Reconozco que tienen derecho de estar enojados y que el perdón significa mucho. Yo soy capaz de transformar mi entorno, de ser una persona útil para la sociedad, estoy con-vencido de mi cambio y todas y cada una de las cosas que he expresado son de corazón. A Dios le agrada que nos arrepintamos de hacer lo malo, arrepentimiento es cuando usted cambia, prometo públicamente la no repetición de estos hechos a las víctimas del frente Mojana y a las víctimas a nivel nacional, les pido perdón, perdón.

CUANDO UNO SE ENAMORA

Wilson Fuentes

Cuando uno se enamorasolo tiene ojos para esa persona,no quiere que se acabe nuncay le promete amor para todos los días.

Si faltaras en mi vidapara mí sería el fracasoporque no soportaríaser un hombre derrotado.

Todo lo planeé en mi destinocomo las aves del campo,menos que llegara el díapara estar más que enjaulado.

Si el amor no existierano hubiera tanto desengañoy anduviera cual padroteque recoge su rebaño.

Para mí fue muy difícilasimilar mi nueva vidaporque ya no despertécon el amor que me da alegría

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Si la paraulata hablarale encargara una cartacon palabras y frases lindaspara ti, hermosa dama.Si yo volviera a nacer no cometería errorespara ser un buen ejemploen toditas las regiones.Aprende de la lunaque se encuentre sola.Qué triste es el mundosin un ser amado,pero más triste es tenerloy no estar a su lado.

¡DóNDE ESTÁS!

Manuel Cuellar

Me cantabas canciones de cuna para en las noches dormir.Cuando llegabas del trabajo, a correr salía yo. Me engañabas con un dulce y qué feliz era yo; me cargabasy al aire me tirabas. La brisatocaba mis mejillas y con unasonrisa yo, sin hablar aún, te decía:“eres el amor de mi vida”.Crecía cada día, en los hombrosme cargabas y el pelo te untabade baba. Eras el amor de mi vida, mi triste recordar, cuando escuchabatu voz de alegría yo gritaba¡Dónde estás padre mío, donde estás!ya grande abrazarte quiero y decirte cuánto te extraño y no lo puedo decirporque la guerra una bala disparó,traspasando tu pecho con tu vida acabó. hoy solo queda en mi mente el recuerdode tu amor y de esas caricias tiernasque un día me brindaste.¡Oh guerra cuánto te odio! ¡A cuántos más arrebatarías ese gran amor!

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ENTRE CHANZAS Y TRISTEZAS MI RELATO DESDE LA PRISIóN

Woffran Terán Mutis

1Por qué delinquir no pagaMil razones te podría darPero en unos cuantos versos,Te lo quiero explicar.

2Delinquir turba el alma,Y rompe los corazones,Avergüenzas a tu familia,Les traes complicaciones.

3Atormentas a los niños,Adolescentes y a mayores, También a los campesinos,Estudiantes y educadores.

4Vas destruyendo la salud,Y a sus instituciones,A los grandes comerciantes, Y pequeños vendedores.

5Son muchos los homicidios,Que dejan nuestras acciones,Viudas desconsoladas,Y huerfanitos por montones.

6Ni hablar del desplazamientoDonde dejamos desolaciones, Parcelas abandonadas, Y animalitos sin controles.

7Delinquiendo tienes platica, Y amigos por montones,Te aparecen los familiares,Que tenías en otras regiones.

8Te aparecen los conocidos,Que son amigos cercanos,Y otros más atrevidos,Que dicen ser tus hermanos.

9Te invitan a muchas fiestas,hasta te bañan con licores,Te hacen sancocho de gallina, Y fritanga de chicharrones.

10hasta aquí todo era bonito,Todo era gozadera,Tenemos denuncias puestas,Y la justicia que nos espera.

11Nos mudamos más que la guartinajaY cambiamos la dirección,Pagamos escondites a peso, Para evitar la detención.

12Pero hay muchos informantes,Y cámaras que nos ven,El día menos pensado: “¡Venga!”Detenido queda usted.

13Se te vienen mil problemas,De la cabeza hasta los pies,Y al día siguiente sales,En la prensa, radio y tv.

14Desaparecen tus amigos, Otros te niegan cien veces,A tu familia le dan la espalda,Por tu casa ni se aparecen.

15Debes pagar un abogado,Que te pueda defender,Adelantarle un dinerito Para que se pueda mover.

16Abogado que se respetePone a tu familia a correrPidiéndole unos milloncitos,Para tranzar al señor juez.

17Le prometen a tu familiaSacarte en un dos por tres,Que se consigan esa platica,Así sea prestándola al interés.

18hipotecando la casitaO el carro lo pueden vender,Empeñando todas las joyas,Que la familia pueda tener.

19No se preocupen, les dice,Que yo se los voy a sacar,Y haciendo otro trabajito,él se puede recuperar.

20Y lo que por agua vino,Por agua también se fue,Y ahí van nuestros ahorritosDizque a las manos del señor juez.

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21A veces soy mal pensado,Quisiera estar equivocado,Para mí que esa platicaSe la gastaron en Curazao.

22En la cuota de un carro nuevo,En el estudio de sus pelaos,En una cuenta bancariaO en la lipo de la amante del abogado

23Mientras ellos están gozando,Mis hijos emproblemados,Ya viven en casa ajenaY por ahí mal arrimaos.

24Al principio es que son bonitosY avispaos los cachetones,Me los montan en burriquitoY los llenan de bendiciones.

25Pero al pasar de los días,“¡Qué pelaos tan molestones!”,Me los tratan de dañinos, Antojosos y comelones.

26Ya los tildan de bocones,hasta de ser mal educados,Les empiezan hacer el feo,Ya les hieden a pescado.

27Ya tienen cabeza de toro,La barriga ni tambores,Los pelos como estropajos,Y los ojos bien saltones.

28Los retiran del buen colegio,Donde yo los matriculé,Pasaron a escuelita de barrio,Sin saber que irán a aprender.

29Ese colegio no fue aprobadoPor ninguna institución, Los pupitres están dañadosY solo tienen un pizarrón.

30Los abanicos no le funcionan,El tablero descascarao,Los pisos llenos de huecosY el techo mal remendado.

31Agua tienen cuando llueve,Luz cuando el sol les brilla,Los sanitarios están dañados,Deben hacerlo en bacinilla.

32El colegio está mal pintado,Rodeado de mucha basura,Y tienen como celadorA un pincher miniatura.

33Al recreo llevaban mecatosDe marcas reconocidas,Ahora solo llevan crispetasY frutiño de bebida.

34A veces se van a estudiarCon la barriga casi vacía,Están pasando más hambre Que ratón en ferretería.

35Y otras cuantas cositas,Que por afán no he contado,Del infierno que viven mis hijosPor estar mal arrimaos.

36Qué es lo bueno de delinquirQue por ahora yo no lo veo,Te separan de tu familia Y te juntan con muchos reos.

37Dejas de comer a la cartaManjares y muchos pescados,Pasas a la fila del WinpyA comer poquito y mal preparado.

38Los chefs, otros internos son,Sin capacitación en su vida,Y son tan malos cocinerosQue se les quema el agua hervida.

39Se olvidan que siguen presos,Que otros internos son,Nos cocinan a la machotaY nos recortan la ración.

40Mis hijos pasan trabajo,Yo me encuentro encerrado,Pensando en los compromisosQue a mi esposa le he dejado.

41Los cobradores la presionan, Quieren su dinero recuperar,Lo que me prestaron como amigoA las malas se lo quieren cobrar.

42Tendrá que luchar solita,Con toda esta situación,Como gato patas arriba,Mientras salgo de la prisión.

43Al no tener ella trabajo, Se le complica la situación,Es cuando se arrepienteDe no tener una profesión.

44Pidió trabajo a mis amigos,Dijeron tenerla pendiente,Pero ¿quién va a contratarA la esposa de un delincuente?

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Palabras Justas III Barranquilla

45Le ofrecían trabajo de interna,De mesera de una cantina,Por ahí barriendo las calles O en granjas criando gallinas.

46Los niños no saben de gastos Ni el señor de la droguería,El cachaco de la tiendaLa comida ya no le fía.

47Ni qué hablarles del trauma,Al venirme a visitar,Casi no duerme de nochePor madrugar a cocinar.

48Al llegar a la larga fila,Empujones e incomodidades,Esperando que abran la puerta Y le revisen sus intimidades.

49Le revisan lo que trae,Le revuelcan la comida,Se dan el lujo de clasificarlaY le imponen una medida.

50Le prohíben traer ciertas prendas, Sobre todo las de joyería,De remate les ponen más sellosQue documentos de notaria.

51La pasan a otra fila,El perro la debe olfatearY es el canino quien decideSi la visita puede pasar.

52Y con otras llega a la reja, de la entrada al pabellón, donde el familiar las esperapara seguir a la habitación.

53Como si no fuera suficiente,Se complica la situación,Las parejas entran en choques,Se lastiman el corazón.

54El desespero agota las parejas,Ya se enfría la relación,Algunas mujeres cogen la curva,Como decimos en la prisión.

55Y hablando de todo un poco,Aprovecho esta ocasión,Les narro lo que es un díaDe convivencia en la prisión.

56Si usted no tiene celda,Se acomoda en cualquier pedazo,En la cárcel se duerme pocoA la espera de un volantazo.

57El volantazo es una requisaA la que nos somete el INPEC,Donde decomisan todo lo maloQue el interno pueda tener.

58Cualquier botella de trago,La droga para alucinar,Todo el dinero que tengasY cualquier marca de celular.

59También se llevan los chuzos,Toda clase de platinasY no te la hallen encima,Pues te dañan la disciplina.

60Te empiezas a dañar la vidaCon cualquier pendejadita,Ya te imponen una sanción,Te suspenden una visita.

61Si el informe es muy complejoSe lo envían a la fiscalía,Te abren otro procesoDiferente al que tenías.

62Si duermes en el pasillo Bien tarde te puedes acostar,Al día siguiente madruguePorque lo tienen que asear.

63Madrugamos para el baño A hacer las necesidades,También a lavar la ropa,Pues el agua nunca es estable.

64Y corra para la filaA buscar el desayuno,Ni espabile compadre,No esperan a ninguno.

65Viene el cambio de guardia,Nos entregan inventariaos,Nos hacen bajar al patioPara contarnos cual ganao.

66Ay de que falte algunoO que la cuenta no les de,Lo buscan por cielo y tierrahasta que lo hacen aparecer.

67De aquí muy pocos se vuelan,Son muy pocos los que se van,No existen fugas asombrosasComo la del Chapo guzmán.

68Después todos a sus oficios,Todos a sus quehaceres,Los que salen a estudiarY los que van a los talleres.

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Palabras Justas III Barranquilla

69Todos buscan qué hacerPara ganarse las moneditas,Los que hacen los escritos,Los que lavan la ropita.

70Están los de las chazas,Que nos fían las gargueriasY otros más dedicadosQue elaboran artesanías.

71También son amigos míosLos que hacen otras funciones,Quienes barren los pasillosY los que limpian los mesones.

72Al que le dicen parlante,Que grita sin compasión,Que avisa de los juristasY de cualquier notificación.

73Siguen pasando los díasY detenido sigo yo,Expuesto a que me trasladen A cualquier otra prisión.

74Tuve que caer bien bajo,Tocar lo profundo del suelo, Intentar ponerme de pieY volver a empezar de cero.

75Es aquí cuando me detengoY analizo mi situación,De todo lo que he perdidoPor causa de mi ambición.

76he perdido mi libertad,Recobrarla es mi gran anhelo,También perdí mi juventudQue no se compra con dinero.

77Por poco pierdo personasQue me dieron amor sincero,Casito pierdo mi hogarY la mujer que tanto quiero.

78Y otros cuantos placeres,Que por terco no he disfrutado,Los consejos de mis viejitosY la crianza de mis pelaos.

79Mientras estemos delinquiendo Y creando muy mala fama,hacen leyes los congresistasPara enviarnos a la cana.

80Existen los funcionariosQue se dedican a investigar,Interceptan las llamadas Para podernos capturar.

81Y nos van empapelando,Cual trofeo nos van a mostrar,Por acabar con el peligroQue azotaba la sociedad.

82Después nos mandan a un juez Que nos pueda sentenciar,Nos imponga la condenaQue tendremos que pagar.

83Espero te quede claro,Lo hayas podido captar,Delinquir es tan mal oficioQue te deja sin tranquilidad.

84Se despeja el panorama,Ya no se ve tan nublado,Ahora tengo aspiracionesDe muy pronto ser liberado.

85 Y esperando que el juezResponda mi apelación,Me rebaje la condena O me dé la absolución.

86 Después a buscar un trabajo,Aunque produzca poquito,De qué me sirve el dineroSi no lo gasto con mis hijitos.

87Lo mismo dice mi esposa,Al principio será complicado,Es mejor juntos a lo pobreQue ricos y bien separados.

88Debemos hacer lo bueno,Trabajar con honestidad.Disfruta lo poco que tienes Y no envidies a los demás.

89Yo le digo a mis amigosQue tengan mucho cuidado,Entrar a la cárcel es fácil,Pero salir, muy complicado.

90Dios mío te doy las gracias,Por cambiar mi corazón,Renovar mis pensamientosY por sacarme de la prisión.

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Chiquinquirá

VOCES FEMENINAS TRAS LAS REJAS1

SandraMilenaRodríguezDíasBeatrizVillalbaBetancourt

HeidyJohanaMirandaTrujilloRosa Milena Gómez León

AnaDenisMartínezArangoMaríaYarelisPalomequeMosquera

YennyRodríguezVillanuevaRuthGuzmánRodríguez

LuzAmparoCarmonaVásquez

¿Qué pienso acerca de las víctimas del conflicto armado?

Para mí, son seres humanos que de una u otra manera les causamos daño injusti-ficadamente ya que basándonos en unos ideales le fallamos al pueblo. Por falta

de principios olvidamos que son la base fundamental dentro de una organización, los obligamos a guardar en sus corazones odio, rencor tristeza desolación. Los apartamos de sus seres queridos, ellos sintieron y vivieron en carne propia esta guerra que está llegando a su fin.

Pensábamos en el ejército como el enemigo, pensábamos que eran malos por tanto daño que hacían contra la población civil y a los niños. Por ejemplo, mataban un civil y lo pasaban por guerrillero, los mirábamos como corruptos del estado. Por eso ha existido éste conflicto a nivel nacional. Eso me infundían los comandantes, según ellos el estado era el enemigo y ahí caían las víctimas civiles. hoy en día tengo otra

1 El presente texto es el resultado de un ejercicio de creación colectiva. Fue una decisión de las autoras dejar el texto en primera persona, como una expresión de su consciencia colectiva, resultado de los diálogos y los aportes que entre ellas realizaron a cada una de sus pares a lo largo del proceso de escritura.

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Palabras Justas III Chiquinquirá

forma de pensar, pero si me encontrara con una víctima sentiría miedo. Creo en que cada parte colocará lo mejor de sí para superar el pasado.

Confío en que las víctimas son personas nobles que a pesar de sus heridas tienen el valor de perdonar y compartir una misma sociedad con los causantes de sus tragedias. Ellas serán las primeras en ayudar a cualquier persona sin reprocharle su pasado, porque son mujeres y hombres que no piensan en el mal sino en hacer el bien, a pesar de haber soportado esta guerra absurda. Las personas víctimas de la guerra ayudarán a construir un país lleno de perdón, amor y paz.

Sé que las víctimas fueron las que más sufrieron la guerra, sé que es muy duro perdonar. Si se ponen a pensar, de nada sirve tanto odio pues el daño ya está hecho. A mí ya me tocó pedir perdón y fue muy duro porque también me perdoné a mí misma, causé mucho daño. Es bueno perdonar porque se quita un peso que por muchos años se llevó y si se tiene a Dios en el corazón puede perdonar. hay que tener amor, paz y mucha fe.

Si me encontrara con una víctima, con alguna de las personas a las que les causé tanto daño, me provocaría mucho temor, porque sé que fue la causa de todo ese daño.

Mi vida en perspectiva y en proyección

Me fui a la guerrilla cuando era adolecente. Fue la falta de amor de mis padres la que me llevó allá. En la guerrilla no tenía ninguna preferencia por ser mujer, desempeñaba las mismas tareas que los hombres, combatía como cualquiera, ranchaba, pagar guardia, re-molcar… Siendo mujer y teniendo un reglamento donde se dice que las mujeres luchan por una igualdad ¿por qué algunas mujeres de mandos pueden tener hijos y otras que no son mujeres de comandantes no pueden hacerlo?

Cuando uno ingresa pasa por un curso político y uno militar. El entrenamiento militar nos sirve para mantenernos vivas y, el político para sobrevivir en un grupo armado en cuestiones de disciplina, donde lo orientan a uno, le dan charlas y le leen el reglamento. Nos dice que es lo que no podemos hacer y las normas internas nos habla sobre la es-tructura jerárquica de las FARC. El estatuto habla de las faltas leves y graves de primera instancia. También dice que las mujeres en las FARC son iguales que los hombres, no hay ninguna preferencia para nadie, pasa uno por un curso básico donde uno tiene que

aprender a pagar guardia, allá estaba el peligro de que llegara el ejército y me matara.

La guerrilla es dura pues es difícil acostumbrarse a vivir en un conflicto armado, lo más duro de la guerra es romper el vínculo familiar y tener que matar en ocasiones a compa-ñeros por errores o faltas que cometen. Allí forjé un carácter fuerte, así estuviera hablando con un mando siempre era franca con mis pensamientos; me gustaba compartir con mis compañeros, pero si no me agradaba la situación me salía de mis casillas y actuaba sin pensar en las consecuencias.

En la cárcel aprendí a valorar más a mi familia y mis hijos, soy trabajadora. Me gusta el trabajo en el rancho porque puedo alimentar a las personas. En la cárcel conocí a mi pareja, me quiere, me valora, estamos enamorados y tenemos muchas expectativas sobre la rela-ción en un futuro.

En la cárcel se me presentan sentimientos encontrados: por estar acá, estoy viva, pero es algo que no se le desea a nadie. No puedo compartir con mi familia, estoy aislada de ellos, pero en cualquier momento puedo hablar con ellos y saber que están bien, algo que no podría hacer en medio de la guerra. El encierro nunca me ha llevado a querer quitarme la vida, sé que acá no voy a estar toda la vida y tendré la oportunidad de formar mi propio hogar. he sentido profunda-mente la ausencia de mi familia y la tristeza por mis dos bebés no nacidos.

La confianza es difícil en la cárcel. He tenido que seleccionar muy bien con quien com-partir mis alegrías y tristezas. A veces un abrazo me reconforta porque estoy dispuesta a sentirlo. Escogí a una compañera que me escucha, ella es lo más importante para mí acá, no tengo amigas sino compañeras, y la escogí a ella porque es muy madura.

En la cárcel he podido hacer muchas cosas. he participado en teatro, danzas y otras actividades culturales. Antes era muy tímida, pero en la cárcel he perdido la timidez. Las cosas que he aprendido me han ayudado a superarme como persona. he tenido altibajos, pero soy una mujer de mucha fe y he podido seguir.

En la cárcel no hay privacidad, todo se convierte en chismes. A veces me he sentido muy triste, soy reservada y lloro en mi habitación. Le tengo más confianza al T.V. me cuesta confiar en mi compañera de celda, son pocas personas con quienes hablo, en la mayoría de los casos prefiero tragarme las cosas.

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Palabras Justas III Chiquinquirá

En el futuro me imagino como una mujer trabajadora, segura, responsable, noble, per-severante, una mujer apasionada y llena de muchas metas a largo plazo. Pero ante todo como una gran madre, esposa, amiga y compañera.

he pensado en el futuro que lo primero que yo voy a hacer es recuperar lo perdido con mi familia, seguir estudiando, quiero estudiar una carrera que me llama la atención que, es ingeniería de sistemas. Quiero salir y recuperar mi linda libertad y a mi hija que está solita y cada vez que la llamo ella me dice que me extraña mucho. También seguir en los caminos de Dios y seguir tratando de superar mi mal genio y mi vocabulario.

he pensado salir de este lugar y salir adelante para tener una vida nueva y ayudar a mi fa-milia y sacarlos adelante. Quiero abrazar a mis hijos, recuperar todo el tiempo perdido, no he tenido la oportunidad de compartir con ellos, he perdido todo lo lindo de ellos cuando bebés. Es triste cuando le preguntan a uno cuando sale de la cárcel porque mis hijos quieren que los lleve al colegio al parque y me siento impotente al estar en un sitio de estos y no poder hacer nada, es triste para uno como madre.

Cuando salga también le agradeceré a papá Dios por la fuerza, fortaleza, paciencia, tranquilidad que me ha dado. Cuando salga y cruce la puerta grande dejaré en un cofre con candado todo mi pasado y comenzaré a crear mi futuro con mis hijas, mi madre y toda mi familia porque ellos me esperan con los brazos abiertos para apoyarme en mis decisiones, pero sé que voy a ser una gran empresaria, madre, amiga y esposa.

También visitaré a los seres amados que ya no están y a las personas que no conocí y afecté. Iré al cementerio y pediré perdón por todos los sufrimientos que hice pasar, por cada lagrima, cada trasnochada.

CON LAS ARMAS NO SE JUEGA

Yenni Rodríguez Villanueva

La primera vez que manipulé un arma tenía 12 años porque a esa edad ya pertenecía a un grupo armado. En un campamento en el que había seis frentes de las FARC

reunidos conocí a un compañero que se llama Walter. Ese día yo estaba remolcando y él también nos hicimos amigos. Él era mi confidente, a pesar de que éramos de dife-rentes unidades teníamos cosas en común, esos días nos veíamos todos los días, él era ecónomo2 y yo también.

él tenía algo parecido a mi hermano, me encantaba hablar y también reíamos mucho. Pasaron los días, ellos se fueron para el frente de ellos a mí me tocó irme para el mío y nos despedimos. A la vuelta de dos años él regresó para el frente de nosotros, ahí nos volvimos a ver, volvimos a retomar una amistad muy bonita, pero vivíamos sancionados porque éramos indisciplinados. Nos burlábamos de todo el mundo y les poníamos apodos. A ese amigo yo le contaba todas las cosas que me pasaban.

A los días llegamos de un comando3 y nos mandaron a hacer aseo de armas, ahí fue que a él dio por acercarse y comenzó a molestarme. Yo le hacía aseo a una pistola y a él le dio por cogerla y empezar a jugar con ella y él decía “hay monita… despídase del mundo”. Ya en otras ocasiones habíamos jugado con pistolas o con fusiles. Un día ya un comandan-te nos había sancionado por estar apuntándonos con un fusil, él nos dijo “con las armas no se juega, cuando uno la saca es para usarla”; cuando uno está joven no les pone cuidado

2 Es la persona encargada de administrar la comida en los campamentos.

3 Grupo fuera de la unidad cumpliendo una misión

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Palabras Justas III Chiquinquirá

a las cosas, todo lo toma como un juego. Un compañero me dijo “hasta que no le pase un cacharro, algunos de ustedes no aprenden”.

Uno puede tener mucho conocimiento sobre las cosas, pero como dijo mi abuela “la ex-periencia es como la mierda, todo el mundo pasa por el pie pero nadie quiere untarse”, así mismo nos pasa a los seres humanos.

Por manipular esta pistola y no percatarme de que estaba cargada yo le metí el caño de la pistola en la boca a él… Lo único que escuché fue cuando un compañero gritaba “lo mató” y cayó en mis brazos. A mí me daban ganas de pegarme un tiro, se me pasaron muchas cosas por la mente. Ahora que recuerdo, empiezo a caer en razón, sentí un dolor parecido al de las víctimas (pues yo era víctima de mis actos) cuando uno le quita la vida a un familiar y les hace tanto daño, desde lo más profundo de mi corazón siento el arrepentimiento.

En aquel momento un comandante de nosotros me dijo “se lo advertí, con las armas no se juega, pero no hacen caso”, también me dijo “si Walter se muere usted también. Pídale a Dios que él no se muera” me mandó a desarmar y me amarraron. Yo rezaba y le pregun-taba a los guardias qué había pasado con Walter pero ellos no decían nada. Ustedes saben que cuando uno está en una situación problemática todo el mundo le da la espalda. En ese tiempo aprendí a fumar cigarrillo, no dormía y casi no comía, cualquier bulla me hacía llorar. Eso es algo muy feo, esa incertidumbre de no saber nada. En la noche fumaba y en el día mataba zancudos.

Nadie me decía nada, yo pensaba “Walter se murió y me van a matar”. También espe-raba que me pidieran que nombrara mi defensor para afrontar el consejo de guerra. A los ocho días llegó un comandante y dijo que me soltaran, yo no lo podía creer. Pregunté por Walter, me dijeron que él estaba muy grave y que había que esperar.

A los días llegó Walter, él pedía que no me mataran que él era el que había empezado a jugar. Yo creo que por eso me soltaron. Pero si él se hubiera muerto a mí también me hubieran asesinado, así es en la guerrilla. gracias a Dios el quedó bien, el tiro no perforó nada, sólo pasó por la carne. Probablemente fue más lo que sufrí yo que lo que a él le tocó. Muchas veces uno no escucha consejos hasta que le pasan las cosas.

Uno siempre paga el precio de sus errores, pero aprende a creer en Dios. Yo creo que me

volví la persona más rezandera del mundo por el temor que a cualquier momento le toque pagar las consecuencias de los errores por su irresponsabilidad. Tanto fue así que no quise volver a portar esa pistola, cada vez que la miraba me acordaba de lo sucedido.

La compañera de Walter me cogió mucha rabia, ella no podía creer que después de tantos años en la guerra no supiera que con armas no se juega. Otros decían que no ha-bía sido un juego, que yo había querido matarlo, que yo era paraca y que ahora digo que era jugando. Me tildaron de infiltrada, perdí el reconocimiento por las cosas buenas que hubiera hecho.

Al pasar los días el comandante nos mandó a llamar, a Walter y a mí. El comandante dijo “a ustedes dos, toca sancionarlos” como si lo que ya había vivido no hubiera sido suficiente. Me hicieron consejo de guerra y el castigo fue cargar un fusil de palo4 por un año, hacer 200 m de trinchera, 20 huecos para la basura de 2m x 2m x2m cincuenta, chontos5 y un año sin salir a la población civil y transcribir un documento donde se ha-blara sobre las armas y cuál era el motivo del uso de cualquier arma.

El castigo fue duro y fue mejor que estar bajo tierra, al menos estoy compartiendo esto que viví en carne propia, quiero que las personas que lean estas líneas que escribí piensen antes de manipular cualquier clase de arma. Yo pienso que las armas las deben usar las personas que sean preparadas y la fuerza pública.

Uno muchas veces todo lo mira fácil, pero no es así, Yo pienso que los jóvenes no de-ben manipular armas, qué tal yo hubiera matado a mi amigo: hubiera dejado a una madre sin un hijo, a una esposa sin su esposo, le hubiera quitado los sueños a este ser humano por no medir las consecuencias.

4 Para un combatiente lo más peligroso era cargar un fusil de palo porque quedaban indefensos. El fusil es la vida en la guerra.

5 Pozo séptico.

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Palabras Justas III Chiquinquirá

MARÍA PALOMEQUE

María Palomeque

Voy a contar la historia de una niña pequeña que vivía con sus padres hasta que un día su papá se fue con otra mujer y dejó a sus cinco hijos y la mamá de esa niña quedó

muy triste porque su esposo la había abandonado y entonces ella se fue y dejó a sus hijos con la hija mayor que tenía 12 años. Pero con el pasar del tiempo la hermana consiguió un novio, se fue con él y dejó a sus hermanitos; los otros tres hermanos también se fueron y la pequeñita se quedó con su abuela.

La pequeña sufría mucho porque su papá nunca se preocupó por ella, cuando tenía hambre iba donde él, pero él no le daba nada porque su mujer no dejaba. Entonces esa pequeña niña empezó a trabajar con su abuela en una mina, cerca de Tadó, para poder comprar comida, aun así, había días que no teníamos para comer y les tocaba acostarse así hasta el otro día.

La abuela la dio en adopción, pero después de un buen tiempo la niña se fue a donde su hermana. Empezó a pelear con su hermana por celos así que empezó a dormir donde los amigos en Santa Cecilia.

Pasó un año y llegó un grupo guerrillero, ella estaba muy aburrida porque no tenía trabajo. Se le acercó un guerrillero y le dijo que se fuera, que allá podía trabajar y podía estudiar y que podía salir las veces que quisiera, ella era una niña inocente e ingenua. Entonces se fue y al llegar a ese lugar se dio cuenta de que todo era una mentira y que ya no podía salirse porque la mataban. Su mamá fue a reclamarla y le dijeron que si quería llevarla en un costal estaba bien, pero que ella ya no podía salir.

Para la mamá fue muy duro perder a su pequeña de 14 años. Esa pequeña nunca tuvo una niñez, nunca tuvo una familia, le tocó madurar sola, es una niña que la ha tocado muy duro en esta vida, pero después de tanto sufrimiento ella ha aprendido a salir adelante y lo único que ella quiere es ser feliz, pero tiene una persona que la ha ayudado a vencer todos los miedos y temores. Esta es la historia de la pequeña Fanny machado.

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Palabras Justas III Chiquinquirá

LA BENDICIóN DE UNA MUJER

Ana Denis Martínez Arango

A la edad de 15 años tomé la decisión de irme para un grupo armado. Allí duré aproxima-damente 10 años. Me tocó enfrentar el duro dolor de tener que separarme de mi hijo

que tenía tan solo 16 meses de edad.

Fui sentenciada a la pena de 30 años de prisión por el delito de homicidio en persona pro-tegida, homicidio agravado, lesiones personales, daños y perjuicios, terrorismo y rebelión. Soy consciente que estar en la cárcel es la consecuencia de lo malo que he cometido. A los tres meses de estar privada de mi libertad me pasó algo muy lindo, una bendición de Dios: estaba en embarazo. Fue una noticia que en el momento me dejó sin palabras. Pero luego, caí en razón y dije “Dios sabe porque suceden las cosas y por qué las hace”.

Transcurrieron las semanas y los meses, mi situación económica no era la mejor. Fui trasladada para una cárcel de máxima seguridad por mi delito y mi condena. Al mes nació mi linda princesa, me encontraba sola, sin familia, sin quien me pudiera dar la mano en la situación que me encontraba.

Por un lado, alegre por mi princesa y por el otro triste, sin saber que pasaría, pero Dios es tan lindo que me envió a alguien, me ofreció la ayuda de alguien de su familia y yo la acepté. Fue una bendición, son quienes cuidan de mi linda princesa, tengo mucho que agradecerles, sé que cuando salga de acá podré ir a recuperar a mi princesa y mi hijo. A ellos y a Dios les doy las gracias a diario.

UN AMOR EN SILENCIO

Beatriz Villalba

¿Cómo decirle a mi corazón que no te amé?Si cada vez que te veo palpita rápidamentehace que mi piel se transporte al mundo de amor y deseosDe tocarte y sentir tus manos suaves tocando mi cálido y dulce ser.

Pero ¡Qué amor tan prohibido!Sólo puedo amarte en silencioNi la distancia, ni las rejas podrán romper con este sentimiento

hoy quisiera que escucharas en silencioMi corazón te llama, te busca ansiosamentePara gritarte cuanto te amaPero no te escucha susurrar en aquella habitación silenciosa.

Si tan solo me dieras la oportunidad de expresar todo mi amor en una noche ilu-minada por las estrellas y la luna, dejando que nuestros cuerpos se fundan de pasión sin ser descubiertos por la misma naturaleza.

Sé que no escucharás mi corazón porque no podrás estar en silencio, nunca sabrás cuanto te amo. Yo te amaré cada día más, en silencio mi corazón se llenará segundo a segundo, mientras esperamos tu llegada en un bello amanecer del próximo verano.

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Itagüí

EN LA ACTUALIDAD

Luis Alexander gutiérrez Castro

En este momento, año 2016, me encuentro recluido en una de las tantas penitenciarías que tiene nuestro amado y carcelariamente organizado país, no digo el nombre de la

misma porque no quiero que se sientan agredidos los actores de esta obra, pero en gene-ral, esto se vive en cualquier penitenciaría de Colombia… en fin. Las razones por las que me encuentro acá obedecen a que en años anteriores (hablo de hace treinta años), hice parte de esta confrontación armada y sin sentido que existe en este país. La viví desde cua-tro escenarios diferentes: primero desde mi infancia y adolescencia siendo un estudiante común y corriente en la ciudad. En segundo lugar como miembro de una institución armada del Estado, la que me enseñó a ver las caras de una sociedad marcada por el odio ha-cia las instituciones, resignada por el abandono del Estado, amedrantada por la amenaza constante de perder lo poco que tenían, hasta su propia vida, si no “atendían” los caprichos de los grupos armados ilegales, siendo obligado a hacerlo para preservar mi vida y la de mi familia, al ser perseguido por la institución que me entrenó para sobrevivir… ¿Cómo es eso?, se preguntarán ustedes… ya lo van a saber… El cuarto y penúltimo: el que me tiene sentado deleitándolos a ustedes al escribirles estos apartes de mi vida… digo penúltimo porque espero que un día algún magistrado se acuerde de mí para darme la tan anhelada libertad… eso si le caigo bien, y es que no es desconocido para todos que en este hermoso país del Sagrado Corazón tenemos acostumbrados a nuestros padres de la patria a que así cumplamos el tiempo ordenado en prisión, por falta de un orden lógico de la justicia y la política carcelaria, casi debemos arrodillarnos a estos polémicos personajes para que nos coloquen las alas de libertad… ¿O será que nos quieren adherir las mismas intenciones angelicales, de seres tan perfectos?

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Palabras Justas III Itagüí

hablemos del cuarto, ese que estoy viviendo y es consecuencia de los anteriores y punto de inicio de lo que sigue, o sea el quinto, que algún día revelaré desde la libertad.

En reclusión he aprendido a hacer muchas cosas, dentro de las cuales destaco ver, es-cuchar, sentir, meditar, pensar, orar, analizar, comparar y callar… esto último hace alusión al título de esto… porque sencillamente no hay a quien ponerle la queja.

En los primeros párrafos de este capítulo hice alusión a que algún día fui parte de una institución del Estado, por eso es que no se me hace raro, y ese conocimiento lo adquirí en los catorce años, once meses, veinticinco días y ocho horas que laboré en la misma, que para poder sobrevivir y progresar, o al menos para pasar desapercibido, no se nece-sita más que la mal llamada “tramadera”, la política de hacerle creer al superior que todo se está cumpliendo al pie de la letra, o al menos se está llevando a efecto lo ordenado, !hmmm! No se puede decir que todos hagan lo mismo: siempre existen seres humanos que llevan a cabo una excelente labor… ¡Pero son tan pocos!

Yo también cometí esos errores, cumpliendo órdenes de superiores que necesita-ban también resultados, a como diera lugar; eso no es de ahora, viene de muchos años atrás, lo que pasa es que en estos momentos se generalizó a todo nivel y hasta los guías espirituales que otrora debían dar ejemplo de honestidad también se contagia-ron… ¡Qué va!, para todos hay. Aunque parezca extraño, llevo este estado, que para muchos es deshonroso, con mucha dignidad, así sea culpable de algunos hechos y los esté solucionando; sé que fui parte del conflicto, y es mi deber como colombiano ayudar a esclarecerlos, a perdonar y pedir perdón, como acto de valor y compromiso con la tan anhelada paz… ¿Suena bonito, cierto? Esto no es tramadera… es verdad, de eso depende salir en libertad.

Lo increíble de caer en este mundo, es probar que capacidad tiene el ser humano, para soportar cosas o eventos nuevos, donde todo radica en la protección de la vida propia, por-que como se sabe, la ley del silencio opera de la manera más inesperada dentro de estos muros; no dudo que la situación de Derechos humanos ha progresado de alguna manera, al menos , en muchas ocasiones hay donde quejarse…….lo incierto es, si se canaliza esa queja de manera diligente o al contrario se agravan las cosas, por no poder confiar en el recepcionista de la misma…….!.Al menos yo no confío en el que me correspondió!...

Conocer gente nueva es otra de las cosas que corresponden al ingreso en este mundo carcelario; se encuentran personajes de todo tipo, estratos, clases, delitos, idiosincrasias, capacidades laborales, condiciones psicológicas y psiquiátricas, mentirosos, chismosos, tramadores, camelletes, los convencidos de que por haber estado tras las rejas mucho tiempo lo saben todo, pero están más equivocados que cuando entraron y desafortuna-damente no han tenido tiempo para abrir los ojos y tienen una visión del mundo algo ma-soquista; también están los que vienen de cárceles de alta y pretenden que esta sea la misma y están más equivocados que los anteriores, en fin… mire y escoja… y es tanto así que a la oferta de tantas opciones se pueden ver infinidad de tratos, contubernios, prome-sas, amistades, confabulaciones, lealtades, juramentos; por estas razones, y más, surgen también estratos dentro de los muros, surgen los capos o caciques de patios, de acuerdo a su capacidad económica, con la aprobación de los encargados de la seguridad. Según eso, se queda en el ambiente la idea que la responsabilidad de un grupo de internos recae sobre el mismo y sus “carros”, quienes al sentirse protegidos realizan cualquier actividad, por ridícula que sea, para satisfacer a su “amo”.

Desde mi infancia fui educado en el catolicismo, situación en la que apoyo las activida-des que se realicen en su favor, aunque no me es prohibido ni estoy cohibido de conocer otros cultos, así he tenido la oportunidad de avanzar en cierto modo en el estudio de las creencias religiosas y hasta he tenido la satisfacción personal de aumentar conocimientos en mi espiritualidad. Eso no me convierte en guía espiritual, tampoco pretendo serlo, al menos por ahora.

Una vez desembarqué en este pabellón, y después de haber trasegado por otras cárceles, como manifesté anteriormente, la primera persona con la que entablé conversación fue un per-sonaje de estatura baja, a quien llamaban “bocachico”, que me envolvió con su charla parlotera, dándome a entender que la única persona en la que podía confiar era en él, ya que los otros compañeros, que eran de diferentes bloques de las extintas autodefensas, eran muy jodidos y pretendían, según él, tumbar a quien llegara nuevo. Todo iba bien hasta que me pidió prestados cincuenta mil pesos, con la promesa que me pagaría cuando lo visitara la familia. Ese dinero no lo tenía. Alguien que me vio hablando con ese camellete me dijo que a él no lo visitaba nadie. Pos-teriormente me enteré que eso hacía con todos los que llegaban por primera vez. De ahí empecé a cuidarme de todas esas charlatanerías, no desconociendo que estaba en tierra paisa y que este representante los estaba haciendo quedar muy mal.

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Palabras Justas III Itagüí

Ante este primer contacto, no tuve más que tomar mis medidas de precaución, de lógi-ca, y aunque no caí en esa trampa, o como llaman aquí, “esa fuma”, fui más cauto en elegir personas que fueran de alguna confianza.

La relación que tengo con los compañeros siempre se ha fundado en el respeto y la colaboración, al fin y al cabo todos estamos inmersos en este mundo en el cual suceden las cosas más inesperadas e increíbles; muchas veces las personas que están afuera, no creen todo esto… hago esta referencia ya que siempre se conocen personas nuevas, acá si se vive el día a día, en espera de lo inesperado. Mis conocimientos han permitido que el acercamiento a mis compañeros haya sido efectivo y de gran ayuda, siempre me gustó la enseñanza, motivo por el cual mi primer trabajo fue como profesor en el colegio, dictando lo que más me gusta: Dibujo técnico y artístico, esa oportunidad se la debo a un funcionario, que siendo visionario en su trabajo cambió en gran parte el funcionamiento del estableci-miento educativo; al comienzo de esta historia aseguré que no iba a dar nombres, él sabe de quién hablo y le estoy muy agradecido por esa oportunidad, ya que fue el inicio de toda mi trayectoria como instructor dentro de estos muros.

En muchas ocasiones, y como consecuencia de mi trabajo, estuve vinculado a algunas actividades recreativas y de integración en el polideportivo, a las cuales asistían compañe-ros de los pabellones de justicia transicional y común, sobre todo en los días de visita. Ahí colaborábamos en diferentes tareas y como siempre la música era el principal acto de las mismas, esta estaba dirigida por un compañero que se salía de todos los parámetros que, con su música traída de las mismas selvas chocoanas, deleitaba a todos los asistentes. Camilo se llama, es oriundo del Chocó y como tal defiende su raza y las personas que la integran dentro y fuera de esta cárcel. A pesar de sus casi sesenta años de edad, parece un niño de quince, quien para darle sabor a sus presentaciones siempre se disfraza con los atuendos típicos de un reguetonero. Presto a colaborar con todo y con todos, fue integrante de un grupo paramilitar que lo desmovilizó y estuvo pendiente de él, por sus buenos servi-cios en la zona donde laboró. El ex comandante que tuvo Camilo es uno de los pocos que no dejó botada a su gente después de entregarla.

No todos contamos con la misma suerte, y la razón es que a muchos de ellos no les inculca-ron un espíritu de cuerpo, que les permitiera ver más allá de sus bolsillos, de pronto y es lo más seguro, fueron nombrados a “dedo”, término que se utiliza en la vida cotidiana para explicar que por agradecimiento de algún favor, o por familiaridad, o por que alguna vez fueron “lavaperros”,

les dan la responsabilidad de comandar un grupo de personas, que a sus caprichos obedecían cualquier orden por ilógica que fuera.

Como es entendible, NO SE LE PODÍA PONER LA QUEJA A NADIE, y si lo hubiera hecho no estaría en estos momentos escribiéndoles estas líneas, ya que los comandantes superiores, como los antes mencionados, siempre se pusieron de acuerdo para hacer su voluntad, lo más verraco es que no escuchaban a nadie que pudiera tener algo de razón… En fin, con esta brevísima referencia de la forma de nombramiento y proceder de nuestros “jefes”, no tenemos más que caer en cuenta que la guerra que se vivió fue controlada, casi en su totalidad, por compatriotas que en su mayoría solo cumplían órdenes superiores y estos a su vez caprichos de personajes de más alto nivel. Esto me recuerda que cuando estábamos analizando en la universidad la historia de la segunda guerra mundial, los que figuraban como comandantes de la misma fueron los seres más sanguinarios y faltos de criterio, e igno-rantes, que por méritos criminales ocuparon tan altos cargos. Se sigue manejando el mismo criterio, no ha habido muchos cambios en la guerra irregular y creo que nunca los habrá.

Aunque fui educado para la guerra, en una institución que está conformada para preser-var la paz, siempre prevalecieron mis principios de hogar, con comprensión, sin violencia y mucho diálogo.

En el desarrollo del conflicto me correspondió uno de esos comandantes “dedocráticos”, a quien le apodaban “La roca”, y es que este personaje, a pesar de haber sido de cuna pobre, cuando tuvo dinero y poder, en muchas ocasiones, ya no escuchaba las razones que otras personas le daban, en otras ya era tarde. Muchos de esos errores los estamos pagando en la actualidad, y si bien es cierto que se cumplió el objetivo trazado, el cual era combatir la subversión y sacarla de sus zonas, al final nos dimos cuenta que cierta cantidad de “recursos económicos” nunca aparecieron… Afortunadamente para él, fue ubicado en otro pabellón de esta penitenciaría, digo esto ya que desde el comienzo, y en el momento en que su personal más lo necesitaba, los dejó “tirados”; en muchas ocasiones, solo ofrecía cosas por conve-niencia, no sé, siempre tuve presente el concepto de que al personal que laboró hombro a hombro, y sacrificó todo por esta guerra, en las buenas y en las malas hay que tenerlo bien, de todas las maneras posibles.

Desde que iniciamos este proceso, y más exactamente desde que estamos recluidos en centros carcelarios, como esboza la ley, los ex comandantes fueron muy cuidadosos

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en dividirnos, o más bien en aislar la tropa, muchas veces obedeciendo a que era incó-modo para ellos mismos tenernos cerca, para no tener que escuchar día a día de alguna necesidad nuestra.

Esto hizo posible que también se crearan algunos estratos, dentro de los cuales destaco los que se encontraban cerca del “patrón” y que por razones de confianza se volvían los “filtros”, o cariñosamente “lavaperros”, para llegar a ellos. Lógicamente, llegó el momento en que ellos decidían quién podía hablar, qué pedir, lo que no se podía decir, en fin… si estos no aprobaban, nada se podía hacer y así lo aceptara el “jefe” pasaba por la opinión de este encargado. De igual manera, dentro de los pabellones en los que habitamos y que quedan a distancia prudencial, o sea bien lejos, fueron también nombrados algunos “escuchas” u “oido-res”, quienes le llevaban cualquier cantidad de chismes y barbaridades al “patrón”, con el pro-pósito de ganarse su confianza, a la vez que algunas prebendas, muchas veces económicas, o de poder…Y es que estos personajes perversos, que eran llamados los fines de semana al pabellón donde se localizaban los ex jefes, cada vez que iban, no era más que a indisponer a la gente. Esa era su labor. Acá tampoco podemos poner la queja, para evitar que todo ese proceso con los “filtros” humanos sea tan dispendioso y que la información no se distorsione.

Como muchos de nosotros, después de recorrer gran parte del país, sin tener radicación fija en algún centro carcelario, fui ubicado en este, catalogado como el mejor, tanto en el trato y relación con el personal de seguridad como con otros internos de diferentes pabellones, que corresponden a la ley tradicional. Ya vimos que algunos de los “consentidos”, a cambio de información, estaban bien ubicados… No es egoísmo, no es envidia, es tratar de sopesar las cargas y, créanme, yo no estaba acá para mal informar a nadie, ni para inventar nada a cambio de alguna recompensa, es simplemente una manera de ver que las cosas son injustas.

Tuve una manera de protestar muy personal ante todo esto: cuando me llamaban a ese lugar, simplemente no asistía… ¿A QUÉ? Era más importante mi trabajo que perder ese tiempo valioso para mi redención. Total, con el transcurso de varias versiones se dieron cuen-ta que lo que yo aportaba era vital para el proceso y… con el tiempo me dieron la razón. Algunas veces me preguntaban el porqué, habiendo tenido un cargo de mando dentro del grupo armado ilegal, no adquirí recursos para que mi estadía en la cárcel fuera cómoda; la razón es muy sencilla: siempre tuve mi lealtad bien definida, las órdenes había que cumplirlas así fueran muchas veces ilógicas, como relaté anteriormente. Tanto en la institución policial

como en el grupo ilegal, mantuve muy claro esos preceptos y les puedo decir que ese hecho de ser un “frito” me ha traído otros beneficios que, con el tiempo, han dejado otra imagen de mí. La explicación a esto es que el día que llegué uno de mis ex compañeros del bloque, que entre otras cosas era de la categoría de los mitómanos, le había comentado a la fiscal que nos llevaba el proceso el hecho de que unos finqueros de Nariño me habían dado una cantidad de dinero que pasaba de varios millones y unos taxis, para comprar mi silencio. Lo que realmente no es lógico, y de cierto se cayó, fue que siendo un proceso en el que las versiones libres tienen validez y no se pueden revertir, estos personajes me dieran todas estas prebendas, para callar lo que ya se había dicho y confirmado. El hecho es que este malévolo personaje, al que conocían en el bloque como “El hongo”, ya tenía otros antecedentes con esa autoridad por ser mitómano y haber hecho contubernios con otros personajes para su beneficio. La fiscal, al conocer todo eso, me interrogó sobre si era cierta esa aseveración, a lo cual le manifesté que “si yo tuviera esa cantidad de dinero mis hijos no estuvieran en colegios públicos, ni esperando que fueran atendidos en cualquier hospital, casi de caridad… Le solicité que verificara mis antecedentes financieros y los de mi familia: no había nada de qué preocuparse, al menos de mi parte. Los que sí se asusta-ron fueron aquellos, como “El Hongo”, cuando le manifesté a la fiscal que así como ponía mi situación en manos de la justicia, así también lo hiciera con los que me señalaban. Eso sucedió hace cuatro años, menos mal que después de ese proceso, para aclarar mi falta de dinero, a ese personaje, y a los otros dos que lo secundaban, entre ellos “la Roca”, salieron en libertad… El hecho es que si esos mentirosos salen en libertad, yo también salgo y por la puerta que es…

El tercer personaje de esta historia, a quien me referiré, es nada más y nada menos que alias “Orlando Suárez”, el cual figuraba como político del bloque, un hombre entrado en años, paisa, oriundo del viejo Caldas, de hablar recio, dicen que es abogado, no habla, grita, y aprovecho la oportunidad para justificar de alguna manera el hecho de que nunca estuvo ejerciendo su cargo en la zona donde laboramos, lo sé porque yo era el comandan-te militar de esa zona y nunca lo vi. Aprovechó que nuestros amigos, La roca y El hongo, estaban desorientados en la definición de la ley a la que estábamos sometidos, en el curso de manifestar la verdad de nuestras acciones… En palabras exactas y crudas, “Orlando Suárez” los cogió de “idiotas útiles”, para mentir y sacar algún provecho de esta acción, por eso supongo, de lógica, que hubo algún arreglo económico con algunas personalidades de ámbito nacional para concretar la acción. Tal vez no pensaban que yo iba a integrar la estadística de internos de este patio, lo único que sé es que todo lo que tenían planeado se

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les fue abajo, ya que en mis declaraciones y versiones siempre manifesté lo que realmente había ocurrido.

Después de tres años y medio de vivir en un pasillo, debido a mi enfermedad (diabe-tes), el frío hizo que me salieran unas manchas en las piernas, que al comienzo no eran dolorosas, pero después se oscurecieron más y empezaron a doler al tocarlas. En la enfermería de la cárcel fui atendido por el médico de turno, o más bien el único médico, digo de turno porque a estos galenos los cambian continuamente, la razón, la entidad que nos atiende, como todo, al comienzo fue la mejor, después fue decayendo en sus servicio, eso es normal, le sucede a todas las entidades que hacen contrato con el go-bierno y más si se trata de atender a población carcelaria, aunque no son todos, pues hay empleados que se esfuerzan por dar todo de sí para prestar un buen servicio, y acá hago referencia a una señora que es la enfermera jefe y que se ha ganado el corazón de todos los internos; le decimos doña Martha, así se llama en realidad, un gran ser humano que con su presencia y forma de atender la gente se ha ganado el respeto de todos nosotros. Dios la bendiga. Personalmente le agradezco ya que en los momentos más álgidos de mi enfermedad siempre ha estado pendiente.

Otra persona a quien le debemos agradecer su gestión y colaboración en lo que se refiere a la atención médica es a nuestro “Papá Noel”, hombre de gran experiencia y bondad, quien se ha ganado la voluntad de los internos con su forma de ser. Le llamamos así por su similitud con aquel ser que en los diciembres aparece para regalar a los niños alguna ilusión. De cabellera y barba blancas, recorre a diario, y cuando su enfermedad le permite, los pasillos, dando esperanza y hablando con los enfermos, cuando no lo vemos llevando a alguno a la enfermaría, doblegado por algún dolor corporal. Más que un regalo material, los consejos de una persona con ese reco-rrido mundano y espiritual son bien recibidos por todos, y es que la persona que tiene la paciencia para escuchar, como lo hace nuestro querido amigo y compañero de infortunio, le da una voz de aliento a quien lo requiere, y muchas veces lo sana.

Para nadie es desconocido que en este país, en cuestiones de salud o de bienestar, sobre todo de los presos, NO hAY A QUIéN PONERLE LA QUEJA, siempre que se hace, NO PASA NADA, a no ser que se opte por hacer efectivos los derechos fundamentales que tenemos, y con todo eso, después que el enfermo se agrave o muera o quede con secue-las, nadie hace nada. Y es que acostumbramos a nuestros funcionarios públicos a trabajar “amenazados” con acciones legales, al menos eso resulta mucho más efectivo que hacer

las cosas con su curso normal. Da la sensación que la esclavitud no se acaba: si no es con la fusta en la mano, no se hace nada.

“En el único pastor que confió es en Pastor López”… Esta frase me la dijo en diciembre pasado un interno de mi pabellón, cuando le pregunté si iba a colaborar con el capellán para las actividades de navidad. A los que estábamos con él nos causó gracia y curiosidad lo dicho, siendo esta persona quien más colaboraba en estas actividades: de hecho parti-cipó hace cuatro años en la construcción del templo católico. Al comienzo, y cuando no es-taba el templo terminado, las personas que participábamos en los oficios nos dedicábamos a hacerlo con el fervor y la diligencia propias de esa actividad espiritual; con el tiempo ese ánimo se fue cayendo y de hecho mucha gente se apartó presencialmente de los oficios, otros se fueron a los cultos evangélicos, otros no volvieron… Esto tuvo una razón de ser. En cierto momento, el recinto al que llegábamos a orar, meditar, estar al lado del Creador, se convirtió en un sitio donde se recogían chismes de toda índole, se planeaban asuntos raros en contra de otros, en fin… El propósito por el que se había construido el templo pasó a ser el lugar de contubernios, por parte de algunas personas, que se “adueñaron” del sitio, no importando que fuera santo. De otra parte, y por falta de espacio para dar clases, los funcionarios encargados del mismo optaron por habilitarlo para tal fin. Las quejas se colocaron a todos aquellos que podían solucionar la situación y, como siempre ocurre, NO PASÓ NADA… Nuestros lugares sagrados fueron utilizados de acuerdo a la necesidad.

El día a día dentro de estos muros es incierto, como no puede suceder nada, pueden suce-der muchas cosas, todas al tiempo, y hay que solucionarlas de igual manera. Eso hace que la vida acá adentro sea diferente a como se vive en el exterior. En teoría, la cárcel no solamente es un lugar que sirve para pagar los delitos, es un sitio para reflexionar, arrepentirse de las ma-las acciones cometidas consigo mismo y con sus familias, tener la oportunidad de rehacer su vida, resocializarse… ¿Es eso cierto? Por el mismo hecho de que este mundo es diferente, los efectos de resocialización dependen de cada uno: muchas veces el mismo sistema hace que un interno no lo pueda hacer o al querer hacerlo existan infinidad de barreras que se lo impidan, o al menos que no se lo dejen hacer con facilidad.

Para mí, que he estado también en libertad después de haber cumplido una sanción penal, la resocialización se la deben realizar también, o más, a las personas que en la calle no comprenden que uno al salir de estos muros necesita la ayuda de ellos, para empezar a ser útil nuevamente. Se escuchan frases ignominiosas e insultantes como: ¿Quién lo man-

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dó a delinquir? O: “Mejor lo hubieran matado en la cárcel, pa’ que no esté jodiendo” o “Que miedo, si le doy trabajo es seguro que me roba”… Nadie conoce realmente que motivó a la persona a caer en su delito, solo él. Nadie es tan perfecto para juzgar o criticar a otro sin conocerlo, solo el mismo ser es dueño de sus acciones, de su vida… En muchas ocasio-nes el recién salido en libertad, después de haber sido sometido a muchas situaciones, al escuchar estas palabras, al encontrar las puertas cerradas, la mayoría de veces con familia por la que responder, al no tener otra oportunidad de subsistir y con el estómago vacío… vuelve a caer. Y es que la oportunidad de delinquir la aprovechan algunos inescrupulosos que viendo la necesidad de la persona le presentan las más diversas oportunidades de volver a meterse en problemas.

De otra parte, nuestro maravilloso Estado, y su política carcelaria, ha dejado a un lado o en manos equivocadas el futuro de los que salen de pagar una condena: parece que no se interesaran por convertir al pre-liberado en alguien útil para la sociedad, ni mucho menos en ofrecerle alguna ayuda a quien sale a su libertad. Ni se diga de los presos que el vicio ha convertido en seres inconscientes, vulnerables, sin ninguna ayuda, y es que hay pocas personas que los apoyan y a los que lo hacen, muchas veces les ponen problemas para que puedan efectuar su labor. NADIE hACE CASO A LAS QUEJAS. Y los que tienen la solución, solo alimentan sus “estadísticas”.

Algunas cosas sí han cambiado y han sido en parte favorables para nuestros compa-ñeros de la ley transicional, de la cual también soy participe, ya que se han acelerado las libertades a los que cumplen con el tiempo requerido para tal requisito. Esto se debe a que las entidades judiciales deben cumplir con el requisito para darle paso a la negociación con los grupos subversivos que se está efectuando en La habana (Cuba).

Vemos que cada mes están llegando nuevamente a sus hogares compañeros que otro-ra fueron, como yo, combatientes en una guerra a la que nosotros catalogamos como sin sentido. En fin… A QUIÉN LE PONEMOS LA QUEJA.

DOMINI CANES

Edgar Alexander Erazo guzmán

1

Los Domini canes, o perros del Señor, visten habito blanco con mantón y capuchón negro. Al cinto llevan un lazo, de calzado usan sandalias. La cabeza la tienen rapada, sus ojos

vigilantes y orejas siempre alerta.

El papa gregorio noveno instituyó La Inquisición como tribunal independiente y se la entregó a sus más fieles esbirros: la orden de monjes Dominicos. Solo le rinden obediencia y cuentas a este papa. Los inquisidores han sido dotados con un ingenioso instrumental de tortura y misericordia, en cuyas manos tienen la potestad de salvar almas infringiendo los más atroces dolores al cuerpo de cualquier inocente o culpable que caiga bajo su juicio. Para los Domini canes no existen inocentes. No es inocencia lo que se juzga, sino el grado de culpabilidad del indiciado.

2

Mi nombre es Emich. Nací en Bram pero he vivido la mayor parte de mis años entre Minerve y Lavaur, por cuestión de negocios. Me gano la vida como comerciante y también presto dinero en interés a una que otra persona conocida. Dios y la vida han sido genero-sos conmigo a pesar de mi poca fe. Tengo dos bellas hijas y una hermosa esposa, valga decir que son la envidia entre mis amistades.

La cotidianeidad reina en esta población. Los campesinos traen sus quesos y leche y cosechas desde sus granjas al mercado. En este, el hedor nauseabundo de las frutas y vegetales descompuestos, junto a las aguas bastardas que, en los albañales, buscan el rio,

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se conjugan bruscamente con el aroma del pan recién horneado. Las piaras de marranos que en medio de gruñidos son guiadas al matadero, hacen parar de golpe los caballos que relinchan soltando estelas vaporosas en el aire cubierto de matices resplandecientes en este temporada otoñal. El sacerdote recauda sus ofrendas y da su misa matutina a la cual asisto por pedido de mi esposa, mas no por voluntad mía. Pero esta mañana, al salir de la homilía, ha corrido el rumor que los Dominicos vienen hacia estas tierras occitanas.

El temor a los Domini canes ha sido bien ganado. Cuentan que sus dientes son filudos. De sus patas asoman dedos sarmentosos con garras, que tienen belfos lujuriosos. Atado a la cintura traen una burda soga, que les sirve para ahorcar en caso de apuro. Que de la ingle les cuelga un pene y del cinto un rosario; el pene no los deja vivir y el rosario los entretiene.

3

Es un día melancólico. El cielo está atiborrado de nubes grises. El sol se asoma tími-damente diseminado entre algunos nubarrones. Las lluvias, gélidas y menudas, insisten en permanecer incesantes sobre este panorama que avanza imparable a sumergirse en el terror. El silencio que anticipa las calamidades puede escucharse.

Sentados en una taberna, junto a la plaza de mercado, Emich y su amigo Arnoldo disfru-taban de un vino caliente para menguar el frío. A lo lejos escucharon una marcha y galope de caballos. Poco después hizo entrada un pequeño ejército de hombres uniformados y con estandartes papales. Tras ellos venían otros que vestían túnicas y capuchones negros. En medio de la caravana varios carruajes. habían llegado los inquisidores.

Emich era amarillento y magro como una espiga. Su mirada austera con celestes ojos y ademanes bruscos daba impresión de bravura. Su voz poseía un tono estridente. Pero el perplejo rostro de este, ante la turba ensotanada, mostró palidecer y en sus ojos se vio una llama de terror. Tan solo balbuceó de forma inconclusa a su amigo, que tras el asomo de los Domini canes quedó también estupefacto de miedo. De igual forma todo el poblado se llenó de pavor ante el itinerante tribunal Dominico.

Sin perder tiempo los lacayos papales pronunciaron edictos en los cuales avisaban sobre los ocho días de gracia para que todos aquellos herejes que durante este tiempo se acer-caran a los notarios de los Domini canes a confesar sus pecados fueran beneficiados con

una pena: ¡justa, benigna y menguada! También se impuso un sistema de delación anónima. Este ofrecía beneficios a aquellos que se acercasen a denunciar la herejía de sus paisanos.

Instalado el tribunal, el inquisidor fungía como acusador y juez. Solo se sentaban en sus rezanderas posaderas a encorar un rosario y esperar servir al altísimo convirtiendo y salvando almas por medio del dolor o la penitencia, según ellos, o la tortura más bien dicho. Mientras, otra parte de sus secuaces hacía su obra pía de desplazarse por la población buscando información que pudiera ser de utilidad a la obra inquisidora. Necesitaban llenar los carruajes, y no con almitas conversas. Las almas se las enviaban a las cortes celestia-les. Los carros se llenaban de las posesiones expropiadas a los herejes. Bajo esta misiva, los integrantes de esta vesánica orden fundada por Domingo de guzmán se dedicaban a instigar, conspirar, calumniar, mentir, engañar, con el fin de presionar las delaciones y acu-saciones de quienes envidiaban u odiaban o cuyos bienes codiciaban. Al delator algo de lo expropiado le tocaba. Las deudas de un delator se anulaban, mientras que su acreedor debía enfrentar al Santo Tribunal. Nadie estaba a salvo. Nobles y siervos por igual estaban en peligro de enfrentar juicio. Solo el rumor bastaba para ser enjuiciado por herejía. En este clima, de sospecha y miedo, se aseguraba el dominio en cada población enjuiciada, sobre lo visible y lo invisible, sobre los actos y las conciencias de cada uno de sus habitantes.

4

“Esta noche está más negra que de costumbre”, comento con mi esposa y mis hijas mientras cenamos. hace frio y una bruma espesa cubre la colina donde vivimos. Estos días han estado marcados por una perturbadora angustia del espíritu. Desde la llegada de los Dominicos, varios días atrás, solo intento convivir con mis propios temores y procuro no exacerbar a nadie. Es muy avanzada la noche y no he podido conciliar mi sueño. Escucho ruidos de pisadas en las charcas dejadas por las lluvias del día alrededor de mi casa. Mur-mullos de gente que conversa y ríe burlonamente trae el viento. Me parece ver sombras que se mueven agazapadas y que se arrastran como alimañas nocturnas buscando no ser vistas. Creo que sucumbí ante la sugestión y he permitido que el pánico se apodere de mí.

Pasan raudos unos caballos y me pongo en alerta cuando escucho que gritan mi nom-bre desde el silencio de la noche. Un estado de inquietud insoportable me sobrecoge. Mi mujer se despierta al escuchar aquel llamado y pasmada se queda mirando a mis ojos. Una poderosa incertidumbre se apodera de nosotros cuando se escucha cómo de golpe y violen-

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tamente derrumban la puerta de entrada de mi casa, y se van explayando lentos y acompa-sados los pasos de varias personas que ingresan. Nos paraliza la ardiente expectativa. El miedo se introduce en mí como un cuchillo frío que me hela la sangre. Jamás he sentido tanto pavor. Mi parálisis se ve sacudida cuando de un golpe seco abren la puerta de mi habitación. Y como vomitado por las tinieblas sofocantes entra un ser inmenso, armado con un arcabuz que nos apunta. Tras él ingresan varios Dominicos que me apresan con violencia.

5

Vistiendo un camisón de lino blanco y con sus ojos vendados y sus brazos atados, Emich es conducido a los calabozos de la Inquisición. Apenas toma conciencia de lo acon-tecido. Está en las mazmorras del infierno. El lugar esta infestado por ratas y olores nau-seabundos. Agua de cloacas filtra de las paredes y la humedad produce un moho lizo que hace imposible estar de pie. El camisón de Emich, que antes era blanco, ahora se tiñe del color pantanoso de las aguas putrefactas. Es silencio es abrumador.

Las mazmorras rápidamente se van llenando, y el chillido de los roedores se va per-diendo entre los lamentos de los detenidos. Los días de gracia dieron por terminado y las tribulaciones comienzan para los acusados de herejía. Cada cual enfrentara el enjui-ciamiento en el que no tendrá derecho a la defensa, ni a la misericordia terrena. Esta se recibirá luego de alcanzar el estado de gracia suprema que el Altísimo dará en los cielos a los conversos, dicen los Domini canes.

6

Escucho, cada que se abre una reja, solo gritos desgarradores que prosiguen. Me ate-rra pensar cuál es la causa de estos, y si es que a mí también me harán igual. Tengo tanta hambre y tanta sed que pronto lameré el agua del piso. No sé cuánto tiempo llevo en esta oscuridad. A veces trato de hacerme ilusiones de que más allá de la noche está el alba y que a esta faz tenebrosa la vence la luz. Pero no. Más allá de estas tinieblas no hay fulgor, solo más tinieblas, y un inmenso terreno de desamparo, terrenal y celestial. Dios mío, escucho pasos que se dirigen hacia acá. Mi acelerada respiración y el pálpito fuerte y rápido en mi pecho se pueden escuchar desde fuera de este aposento. Trato de incorporarme hacia los carceleros, pero las llamas de una tea que traen consigo ciega por completo mis ojos y caigo al piso de nuevo. No logro ponerme en pie y me arrastran hasta otro lugar más lúgubre aun.

El olor ácido y dulzón de la sangre alerta mi olfato. Mis ojos tratan de incorporarse de nuevo ante la claridad, pero más me valdría haberlos dejado cerrados. La apoteosis del te-rror me da su bienvenida. Veo varios artefactos desconocidos para mí. Me llama la atención una hornilla que encienden bajo un asiento metálico erizado con clavos afilados. En otro lugar del salón están descolgando el cuerpo de alguien que tienen atado a una garrucha. El pánico me va engullendo al límite del terror. Admiro otro artefacto: es como una abrazadera que cierra con tornillos; lo que me extraña es que uno de los monjes le rosea agua bendita y me pregunto si es algún ritual de desinfección.

Un Dominico se dirige a mí y pregunta si me voy a confesar voluntariamente. “A confe-sar qué, Dios santísimo. No sé ni de que se me acusa”, le respondo al monje. Este me dice que confiese mi herejía, que reniegue del Diablo y pida al cielo misericordia. Pero de que herejía me habla, le digo, mientras otro Dominico coloca en mi mano derecha las empul-gueras o abrazaderas que antes había visto. Siento cómo van apretando estas y mis dedos comienzan a dislocarse, el dolor es insoportable. Desboco en llanto y les pido en medio de sollozos que paren, pero estos no hacen caso y aprietan más.

“¿Confesarás tu herejía?”, me pregunta de nuevo el Dominico. En medio de gritos le respondo que sí, pero que pare por favor. Me aflojan la abrazadera y mi mano casi triturada es un cumulo de dolor que se esparce por todo mi brazo como si tuviera cien fieras aferra-das de él. El llanto me ahoga y no me permite hablar.

“Se te acusa de usura, de ateísmo, de renegar de la Santa Iglesia Católica, de amasar fortuna y bienes por medio de pactos satánicos y otras cosas más. Por consiguiente tus pose-siones serán expropiadas por el Santo Tribunal de la Inquisición. ¿Te declaras culpable?”, me dice el bastardo. “Nada de esto es cierto, son acusaciones falsas, quién dijo esto”, le refuto.

El dolor es tan intenso que pierdo el conocimiento. Me despiertan arrojándome agua fría y veo que preparan para mí el tormento de la toca. Embebían de agua un trapo para ponerlo en mi boca y jarra tras jarra de agua me hacen tragar, asfixiándome hasta el límite del ahogo. Siento cómo la vida se escapa, pero siento alivio. El desespero previo es abso-luto, pero cuando el agua llena mis pulmones, y ya no puedo respirar, aparece una inmen-sa tranquilidad que me invade y quiero permanecer en ella. Pero, de nuevo despierto. La angustia y el dolor regresan en toda su contemplación.

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Estoy tirado en piso lamoso y sucio, sin fuerzas. Mi rostro contra el suelo y el vómito no cesa. El dolor en mi mano es inimaginable e indescriptible. ¿Que más me espera? Dios, padre celestial, dónde está tu misericordia, Señor. No he terminado mi prodiga oración cuando me alzan de hombros para enfrentarme a un nuevo horror. “Qué escoges, el potro de tortura o la garrucha”. En medio de llantos atragantados les ruego cesen este suplicio. Los maquiavélicos hombres, desprovistos de piedad y ahítos de barbarie, atan mis brazos por detrás de mi espalda y me cuelgan de una polea. Apenas me levantan del suelo, mis hombros se desgarran. Es como si pudiera ver cómo colapsan mis articulaciones, mis mús-culos, mis brazos. Siento cómo un hormigueo se desliza como rayo hacia todo mi cuerpo. El cúmulo de dolor no me permite respirar y de nuevo cedo paso a la inconciencia.

Por no sé cuánto tiempo no se de mí. Quiero que todo esto cese. “¡Voy a confesar, voy a confesar!”, le digo al sádico monje inquisidor que fungía como juez. No reía. Su seño adusto nunca se distendió ni por un momento. Se notaba su infelicidad. Torturado tal vez por su re-presión sexual, se fascinaba haciendo torturar algún tozudo desconocido bajo acusaciones falsas y pendencieras. Maldito infeliz. Este ordena que me den pausa para poder hablar.

En el éxtasis de mi delirio tormentoso veo cómo el soldado que está cortando la cuerda, de la cual yo colgaba, deja su alabarda apoyada con descuido junto a un mesón. Impulsado por una fuerza inesperada, incorporo mis pies desgonzados y aprovecho un último ápice de fuerza que llega y me llena de determinación y bravura. Cierro los ojos, aprieto los dientes y me arrojo sobre la alabarda para que esta atraviese mi humanidad. Tal vez fue agregarle más horror al horror. Pero consigo mi objetivo. La alabarda perfora mi garganta, y la sangre brota a borbollones. Caigo al innoble piso; aun consiente, me asombro con el color rojo de mi sangre, su espesura y su olor fuerte. Escucho cómo grojea al emanar de mi cuello y se lleva consigo el aliento vital. Siento cómo un frío espectral penetra por las plantas de mis pies y pasivamente sube por mis piernas, mi tronco. Mi corazón late lento, lento y se va deteniendo. Tímidamente palpita como dando su despedida. Me invade nuevamente esa calma absoluta, pero ya no me siento en mi cuerpo. Es una sensación extraña, es como si levitara y sintiera que se desgarra mi ser, pero no sabría cómo describir esto.

Pensé que a esta faz tenebrosa no la vencía la luz. Que no habría más fulgor. Que todo esto era inobjetablemente oscuro. Que este túnel no poseía salida. Estaba equivocado. Encontré la luz y esta me abrazó.

UNA PARTE DE MI VIDA

Edinson Payanes Berrio

Nací en un pequeño pueblo donde solo reinaba la violencia. Fui criado en buenos modales por mis padres; a la edad de 18 años, al ver en el abandono que nos tenía

el Estado a todos los ciudadanos de a pie, al ver la injusticia que cometían otros grupos armados, no tuve otra salida que ser parte, o un miembro más, de un grupo armado que llegó a la zona para defendernos de los otros grupos armados ilegales que ahí existían.

Duré unos años en cierto grupo y a la edad de 25 años fui capturado: me llevaron a una cárcel en Medellín, donde pensé que ahí la vida se me acababa. Recibir una condena de 37 años fue muy duro para mí, los primeros meses, luego fui trasladado a otros centros penitenciarios del país y empecé a estudiar la primaria, luego la secundaria, trabajé como panadero y como manipulador de alimentos.

Conocí unas personas que me apoyaron mucho, tanto internos como miembros del cuer-po de custodia y vigilancia del Inpec. La cárcel me ha servido para ser una persona pensante, razonable, madura, respetuosa con mis compañeros y la guardia, y a no actuar por actuar.

hoy en día se valora mi vida, mi familia y los verdaderos amigos. Amigo no es aquel que te insista en hacer lo malo o el que te invita a tomar malas decisiones, amigo es el que te apoya para salir adelante y dejar el pasado atrás.

han pasado 14 años y 5 meses, pero los he sabido aprovechar con estudio y trabajo.

hoy en día me considero un hombre nuevo, con buenos pensamientos, con sueños de

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salir adelante, de hacer todo lo mejor que esté a mi alcance para así poder enmendar los errores cometidos en mi pasado.

También aprendí que hay que empezar a perdonarse a sí mismo porque el perdón es el arma más mortal que puede existir en el mundo; si queremos vivir en paz debemos empezar a perdonarnos nosotros mismos. Para poder resocializarnos hay que dejar en el pasado todo aquello que nos afecte para poder ver la vida de otra manera, no importando el lugar donde tú te encuentres.

Dios me ha dado otra oportunidad de vivir y lo digo porque si no estuviera acá no sé qué hubiera sido de mí.

Quiero decirle al que pueda leer esto que la vida no se termina cuando estás tras las re-jas: si tú empiezas a estudiar tu propia vida, verás en qué es que has fallado y ahí es donde debes empezar a perdonarte tú mismo. Ahí es donde empieza tu resocialización: estudia, capacítate como un nuevo ser humano y verás las cosas buenas de la vida.

No te aferres a tu pasado, olvídalo, piensa en ti primero y hazte esta pregunta: ¿quién soy y para qué vine a este mundo?

Analiza tu vida, no olvides que allá arriba hay un Dios que no te deja solo y ya te perdo-nó; empieza tú por perdonarte.

EL GRAN FERROCARRIL

Johan gonzález

Es el año 1980 y el niño tiene apenas 10 años de vida y muchos interrogantes sobre el mundo en su pequeña cabeza; luego se convierte en un joven muy inquieto,

inteligente y muy ágil: salta, corre, juega, pero lo que más le gusta es sentarse con su abuelo Juan, en un balcón natural que queda detrás de su casa, una pequeña montaña llena de árboles, arbustos y plantas de todos los colores. Los pájaros revolotean can-tando agradablemente, alegrando las mañanas y las tardes, el viento sopla libremente dándole a este lugar una frescura especial y hasta pareciere que cantara dulces can-ciones armonizando el ambiente.

él se llama Emanuel, es de tez morena, con ojos color miel que brillan con tanta fuerza que pareciere que tuvieran luz propia, su cabello castaño revolotea con el viento en aquel pequeño bosque, su abuelo Don Juan, como lo conocen todos, es un hombre robusto, de cabello blanco, teñido por el paso del Tiempo: su barba bien afeitada, un sombrero que siempre lo acompaña, su traje de los años 50 con saco, pantalón, zapa-tos bien lustrados y su bastón le hacen ver como un hombre importante, como lo fue en sus tiempos, cuando era comerciante de paños de guayaquil, en el Centro de Medellín.

Todas las tardes Don Juan y Emanuel se sientan en su lugar favorito a divisar desde allí la llegada de lo más fantástico para él y su abuelo: el viejo Ferrocarril de Antioquia, que resuena en el Valle sus cornetas anunciando su llegada.

Don Juan y Emanuel, desde su lugar favorito, contemplan su majestuosidad, su gran locomotora con su chimenea gigante y humarada que se levanta al cielo y sus 12

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vagones repletos de viajeros y mercancías llegando a la estación de la Terminal del Norte de Medellín.

El abuelo Juan le cuenta a Emanuel sus historias y viajes en aquel ferrocarril, por los lugares más hermosos de su querida Colombia y cómo este viejo tren fue su cómplice en incontables travesías, trayendo los mejores paños desde los puertos de Barranquilla y Santa Marta, en la costa atlántica colombiana. Emanuel lo escucha atentamente. Don Juan le narra su primer encuentro con su viejo amigo: el Ferrocarril de Antioquia:

«Una mañana, de un domingo de 1957, me levanté temprano y desde aquí, donde estamos, desde este viejo balcón divisé el tren y me dije: “Juan, tienes que recorrer el mundo”. Metí mis manos en mis bolsillos y no tenía sino 80 centavos, lo suficiente para el pasaje, entonces decidí colarme en el tren y hacer de mi viaje toda una aventura de principio a fin, corrí hacia mi casa y sin que mi madre se diera cuenta tome unos enla-tados de sardina y atún, algunas frutas, panes, chocolate y panela. También unas dos mudas de ropa y le escribí una nota a mi madre que decía: “Te amo madre querida, me voy a recorrer Colombia en tren”.

Partí para la estación Niquía (en Bello) donde me sería más fácil colarme para cum-plir mi misión; cuando llegué me encontré con una cerca y mucha gente en la estación. También había guardias, que cuidaban para que nadie saltara las mallas hacia el tren, donde había otras personas encargadas de reclamar los tiquetes. Pero yo no era el único que quería viajar gratis y me encontré con un joven muy astuto que ya lo había hecho varias veces. Su nombre era Jarry, y me mostró cómo colarme. Cuando llegó, el tren en medio del tumulto, nos escabullimos y nos montamos en cuanto arrancó. Jarry me dijo: “Sígueme, te mostraré cómo se viaja en tren para que sea inolvidable”, y nos subimos en el techo de los vagones, donde la vista del paisaje era fenomenal y tenías que sortear las ramas de los árboles y podías saltar de vagón en vagón; pasamos por las estaciones, que eran unas grandes edificaciones con techos de tejas de barro y atiborradas de gente de todas las clases sociales y muchos animales: perros que ladraban al pasar el tren… recuerdo algunas estaciones: girardota, Barbosa, Porce, El Limón, Cisneros, pero lo más espectacular, Emanuel, fue cuando pasamos el Túnel de la Quiebra encima del vagón. No podíamos levantar la cabeza y tampoco se veía nada, pero era una oscuridad que nunca olvidaré: más negra que la misma noche, que producía miedo y a la vez una euforia que nunca había sentido, ahora le dicen adre-

nalina. Los chorros de agua caían de las paredes del Túnel, el olor del humo del tren y sus chu, chu, chu, chu, se confundían con los gritos de la gente, y la velocidad de esta poderosa máquina, que aun ahora resuenan en mi mente después de tantos años, mi querido nieto».

Emanuel, sobresaltado por la historia que su abuelo le contó, lleno de entusiasmo y emoción le dice a su abuelo: “Vamos pronto, yo también quiero viajar en el viejo ferrocarril, para que nunca se me olviden sus sonidos, su grandeza, y que mi abuelo Juan me lleve a pasear en el viejo amigo y cómplice de tantas aventuras”.

Y partieron al encuentro con el Viejo Tren.

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ADENTRO Y AFUERA

héctor Darío Tirado

Capítulo I

Mi nacimiento se dio en el municipio de Puerto Berrio, Antioquia, en el Nordeste de este departamento. Transcurrió con bajas en mi núcleo familiar, por el aspecto afectivo de

los seres humanos que se tradujo en la no comprensión, falta de atención y de carisma en-tre mi madre y mi padre. él nos abandonó cuando yo tenía la edad de 3 años y nunca más volví a saber de él, de su fortaleza, de su idoneidad, de sus fallas y sus aciertos. Como mi padre, mi madre encajaba dentro de los estatus menos apreciados en la sociedad: una ama de casa dedicada incondicionalmente al cariño, al amor a sus hijos y al cuidado de su amor (su esposo); mi madre, con infinidad de ocupaciones más, me sacó adelante al cuidar de mi vida, de mis preocupaciones, y tratando como toda madre de guiar mi vida y de fundir los dos aspectos de padre y madre a la vez: flexibilidad y carácter de un padre y una madre dentro de un mismo conjunto de familia. Como hombre de la familia fue mi deber trabajar y coadyu-var a mi madre. Me dediqué a trabajar en una bomba de gasolina. Ya antes había trabajado en empresas como la que desarrolló la construcción de dos tramos del poliducto Sebasto-pol-Tocancipá; en esos días me había quedado sin trabajo e inicié a trabajar con un señor que compraba base de coca. Por medio de unos amigos en uno o dos meses, a mediados de 1999, supe que nos trasladaríamos a San Roque, a una finca panelera, días después, allí pude descubrir, dentro de mi desconcierto y asombro, que quedaba en el corregimiento de Cristales del municipio de San Roque (Antioquia). Encontrándome en líos de trabajo descubrí una vida panelera de peligro en su alrededor: las llamadas autodefensas, que mis ojos visua-lizaban diariamente, es decir, un actor armado que no conocía y que en ese preciso momento descubría como una realidad drástica de la vida de los ciudadanos al convivir con actores

ilegales. Esos personajes extraños, con sus uniformes, con sus armamentos, hacían parte de una escuadra de entrenamiento militar de estos mismos personajes que tenían una similitud al ejército, pero podía diagnosticar por sus formas unos con bigotes, otros con barbas, otros con horrendas cicatrices en sus rostros. Notaba ese desafío de un poder arbitrario dado por la coerción de las armas y le comenté a mis amigos que en donde laborábamos no era una finca panelera, que era lo que popularmente las autodefensas denominaban paramilitares. Ese día nos levantaron a las cinco de la mañana y nos dieron unos tragos, luego nos pasaron a un kiosco de palos y madera donde nos dieron la instrucción sobre normas y políticas de las AUC, indicándonos que desde ese preciso momento hacíamos parte orgánica de dicha organización, dándonos instrucción de no poder salir de dichas filas ilegales y advirtiéndonos que si lo hacíamos tomarían retaliaciones contra nuestras familias. Desde ese momento cambió mi vida: mis recuerdos asaltaban mi mente, recordando el municipio de Puerto Berrio, sus costumbres, su clima, sus bellas mujeres, la minería aurífera, acordándome de aquellos seres queridos que todavía vivían allí, en ese paraje del nordeste antioqueño. Los mandos ilegales nos instruyeron y nos indujeron en el municipio de San Roque a un corregimiento entre la vía del municipio de Santo Domingo, por la vía de Alejandría. Allí duramos tres meses prestándole seguridad a un antena, así: se ubicaba un radio transmisor de base donde nos reportábamos con todos los otros frentes de esa organización en el nordeste y el oriente. Estando allí nos agregaron a una contraguerrilla móvil llamada “águila 6”, que se encontraba en combate con la guerrilla; salimos a hacer un registro de la zona y caímos en una embos-cada, materializada por la guerrilla en la vereda. El retiro dentro de esa confrontación dejó como parte dos compañeros heridos por unas minas; con mi experiencia en primeros auxilios los logré estabilizar mientras llegó el transporte y los trasladan al hospital. Como yo era una persona de conocimiento y categoría de paramédico, ya antes había recibido capacitación en la Cruz Roja internacional, cuando esta entidad buscaba que nosotros, actores armados, prestáramos un servicio paralelo: “el salvar vidas”. Ahí nace mi chapa de “el enfermero”. Es-tando con ese grupo se desarrollaron una serie de operativos militares en la región, donde perdieron la vida dos personas que iban a caballo, cuando nos emboscaron, después volvi-mos a prestarle seguridad a la antena en Santo Domingo. En esos días, con tres patrulleros antiguos, se conformó otro grupo de contraguerrillas y los enviaron a en misión al municipio de Maceo (Antioquia). Me puse muy triste porque se me llevaron el lanza, que dentro del argot militar es mi amigo cercano, el apoyo, la confianza, en fin, lo es todo en dicha vida de peligro, de zozobra, con palabras textuales, de adrenalina pura; también nos relevaron el comandante, cuya chapa era “Javier” o “Yupi”. Yo, dentro de mi desarrollo operativo en esa organización, logré el estatus de segundo al mando. Al comandante le gustaba ingerir licor,

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por lo cual lo sancionaron y quedé al mando del grupo que prestaba el servicio de seguridad a la antena de Santo Domingo, temporalmente, mientras trasladaban al comandante a cargo del grupo. En el mes de septiembre de 1999 recibí una llamada de mi hermano mayor infor-mándome que mi madre había fallecido: fue un duro golpe a mi vida, que se me derrumbaba. Al recibir la información de inmediato llamé al comandante “Arboleda” a la base de Cristales. Le expuse lo sucedido y así me dieron orden para los diez días de permiso.

Capítulo II

Muchas veces recapacité, reflexioné en no volver a esa vida. Me tomé unos meses, me comenzaron a llamar, a decirme que volviera (estaba presionado), no querían que les pasara algo malo. Me presenté en Cristales y me enviaron nuevamente a Santo Domingo. De ahí me trasladaron para el Jordán, y también iba al municipio de guatapé y al municipio del Peñol, al oriente antioqueño. Mi función allí fue de conductor unos meses, hasta mediados de diciembre. En esas, encontrándome en guatapé, una noche salimos a patrullar al pueblo, donde me ac-cidenté. Me remitieron al Jordán y en la tarde a Puerto Berrio. Yo iba herido y solo me acuerdo que llegamos a la sierra y pasamos el feroz río Magdalena. Estuve varios meses incapacitado. Estando en guatapé dialogaba con jovencita, que fue mi novia durante casi tres años. La de-cisión de fugarme de la organización era para mí, como dicen en la vida, “La muerte o la vida”. Llamé a mi novia y le conté lo decidido que estaba y también el miedo de que le pasara algo. Ella se decidió a venirse conmigo, con su mamá y hermano. Nos vinimos para Medellín. Un amigo me dijo que por qué no me entregaba al gobierno: nos podían entrevistar en el Obelisco en la ciudad de Medellín. Así lo hice. Me llevaron a la cuarta brigada, después al batallón Juan del Corral, de Rionegro. De ahí me enviaron a Bogotá y los ministerios de Justicia y de Defensa me certificaron para recibir los beneficios que dictaba cierto decreto… Del ministerio de defensa se me dio paso al ministerio del interior, cuando eso me encontraba estudiando en Bogotá, en el Colegio Comfama y por motivos de seguridad me fui para Villavicencio. Estando en Bogotá ya había nacido mi primer hijo. En Villavicencio compré unas lavadoras y empecé a trabajar y estudiar al mismo tiempo. Saqué un proyecto productivo y por medio de la ACR comencé a tra-bajar en una empresa de mantenimiento de vías y comencé a estudiar una carrera técnica en mantenimiento de computadores. Vendí las lavadoras y compré ocho computadores, con los cuales monté una sala de internet. En el año 2005 se me acabaron los beneficios y el gobierno me volvió a brindar la ayuda económica. Trabajaba y estudiaba a la vez. Terminé el bachillerato en 2009. Nació mi segundo hijo y luego el tercero. En la última empresa trabajé hasta 2010, luego de lo cual me fui a trabajar a Bogotá a la KR 13 Electrodomésticos. Se dictó una orden

de captura en mi contra el tres de marzo de 2012 y nuevamente cambió mi vida, dando un giro de 180 grados. Ahí empezó una nueva vida, se derrumbó todo. Los primeros días fueron muy duros, pero gracias a mi madre he sido un hombre con mucha fe y fortalecido en Dios; conservo la esperanza de algún día poder compartir con mis hijos, con mi familia, con mi actual esposa. Dios me ha dado una nueva oportunidad en la cárcel. he obtenido la oportunidad de resociali-zarme en talleres de bisutería y telares. Le doy gracias oportunamente a la ACR, que me brindó ayuda sicológica y me apoyó en la carrera técnica que actualmente realizo: Plan Ambiental (a través del SENA). Espero salir pronto. Tengo muy claro que delinquir no paga. Mil gracias a la Agencia y al Inpec por su apoyo.

Quisiera hablar un poco sobre la cárcel… que asimilo como un cementerio de hombres vivos. Toda la sociedad la describe como lo peor en la vida. Como seres humanos nos equi-vocamos y tomamos caminos errados. En la cárcel el Estado colombiano nos vulnera Dere-chos fundamentales. No es un secreto para nadie el hacinamiento que existe al interior de los penales del país; la deficiencia en servicios de salud, de alimentación, y otros, convierten el estudio en la cárcel, en una prueba a superar a toda costa. Sobrevivir es la principal meta y lo he logrado gracias a Dios mediante la debida resocialización, evolucionando en cursos que me han servido para reestructurar y edificar mi vida con nuevos horizontes, para salir como un hombre renovado para el seno de la sociedad y de mi familia.

Coda: “Palabras justas a las víctimas”

Estos dos capítulos hacen parte de un libro que me permite, al escribirlo, elevar a las víctimas del conflicto armado, no ilustrándoles los pasos anómalos o ilegítimos, si no dán-doles a conocer los cambios logrados por el tratamiento penitenciario, el cual conlleva mi resocialización como óptima para vincularme nuevamente a la sociedad, renovado, como un hombre con valores éticos, morales y espirituales y con responsabilidad, conocimientos de derechos humanos… Entidades como la ACR y el Inpec, y el profesor de Fundalectura (Julio Mauricio gonzález Arbeláez) mediante cursos de derechos humanos, derecho in-ternacional y escritura creativa, me han implementado el conocimiento autodidáctico del respeto a los derechos humanos. Ese mismo conocimiento me indicó lo desarrollado en los conflictos armados de Ruanda y Suráfrica, los cuales podrían ser un ejemplo a seguir en mi país, muy a pesar de lo de la reconciliación y el recuperar tejidos humanos entre víctimas y victimarios sea algo de muchos años de capacitación o tolerancia.

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El hombre aquel, que ha nacido en Puerto Berrio (Antioquia), anhela vivir en su terru-ño, en volver al seno de la sociedad que lo excluyó en su momento. Me encuentro seguro de que no repetiré ese momento histórico en mi vida, cuando salga en libertad, como el emblema de Nelson Mandela, “todos los tiempos cambian, las partidos cambian, las ideas o ideales cambian según las reformas mundiales”; dentro de ese conocimiento manifiesto mi sincero perdón a mis víctimas: “fui el peor humano, utilizado por los personajes que se enriquecieron con la guerra fratricida propiciada por las Autodefensas”. A las víctimas (con estas palabras) les ilustré mis sentimientos, de manera voluntaria, y a la justicia lo hice con mi desmovilización individual y buscando contrarrestar lo ilegal, lo injusto, lo deplorable, la zozobra. Todo esto, unido, ilustra mucho… Antes de que se definieran los diálogos con el alto gobierno nacional yo tuve el valor ético, moral, decisivo, audaz y sobre todo idóneo, para mi vida, para la salvación de otras vidas humanas.

Merezco la benevolencia de la alta magistratura de Justicia y Paz en lo relativo a la sustitución de mi medida de aseguramiento, con el compromiso de no volver a delinquir y con cumplimiento de las normas establecidas en la ley 975 (de Justicia y Paz). Mi perfil de desmovilizado de cierta organización, mucho antes de darse a conocer los privilegios políticos por el acogimiento judicial. Lo que me llevó a desmovilizarme individualmente fue neutralizar la injusticia, aquello que destruye la vida, que quema la semilla, que viste de luto nuestro territorio nacional. La justicia social es una de las deficiencias del Estado colombia-no, actualmente. Fue esa misma la que me indujo, me condujo, a convertirme en un actor ilegal, como fueron las Autodefensas. Mi pinito como desmovilizado individual permitió, activó, una neutralización que a muchas víctimas protegió, alertó.

Me dirijo a las víctimas como a personas a quienes pido perdón, lo merezco. Mi car-tilla biográfica, en el Inpec, mi perfil de desmovilizado individual así me lo confirma (ver el código 1276).

hoy es un día histórico para mí y para aquellos de quienes fui un victimario

NOCHE

Jorge Iván Cifuentes Duque

Es noche de septiembre. Ni un solo rayo de luz de luna logra entrar por la pequeña rendija de la pared de mi celda… y cómo esperar que los rayos de la luna lleguen a una celda donde

ni los rayos del sol lo hacen.

Anhelo y añoro estar afuera, caminando en la noche por la vereda La Mesa de San Rafael, contemplando, bajo la luz de la luna, la majestuosidad de las ceibas que apare-cen al aproximarme a la casa. Llevo a Mateo en mis hombros, escuchamos solo el silen-cio que el trópico a esas horas de la noche nos regala por el camino. Contemplo el cielo cubierto por millares de estrellas que sólo allí se observan, lejos del cielo siempre gris de la ciudad. El silencio de la noche es interrumpido por el ladrar de los perros al sentir nuestra cercanía. Llego a mi casa y aunque oscuro, me detengo a mirar las siemprevivas, las begonias, los novios, las margaritas y demás hermosas flores que siempre que subo a San Rafael encuentro florecidas, gracias al cariño y cuidado que tiene con ellas doña Edilma en su jardín.

hoy comprendo, en mi ausencia, que siempre permaneceré en aquella casa, en esa hermosa tierra donde encuentro paz, serenidad, silencio y tranquilidad todas las veces que voy allá. Allá siempre voy con Mateo, quien pareciera pertenecer a ese lugar, ya que a pe-sar de su corta edad, estalla en felicidad cuando se entera que vamos para San Rafael…

Regreso de mis recuerdos y de mis pensamientos, y estoy de nuevo en “El Pedregal”, a donde ha llegado, una vez más, la noche, donde todas las noches son iguales, frías, solitarias, oscuras, largas…

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Esta noche me encuentro escribiendo, porque además es el único momento en que puedo encontrar un poco de silencio, –iba a decir serenidad, pero no es así, siendo pri-sionero es difícil encontrar serenidad. Escribo sobre mi vida, sobre mi familia, sobre los sentimientos y sobre los pensamientos que despiertan en mi ser la pérdida de la libertad, escribo para ustedes. Es mi intención con estas páginas, sembrar en Ustedes la reflexión, la inquietud, la necesidad de que reconozcamos nuestra pobreza espiritual y trabajemos en su crecimiento, en su fortalecimiento. Volvamos nuestra mirada hacia Dios, reconozcamos, por fin, la necesidad que tiene el ser humano de acercarse a él; nunca será tarde para esto. Sin embargo, no esperemos a que llegue la noche de nuestras vidas para hacerlo porque, como dijo el poeta:

“La noche no es menos maravillosa que el día,

no es menos de Dios,

y el resplandor de las estrellas la ilumina,

y la noche tiene revelaciones que el día ignora.

La noche tiene más afinidad con los misterios

de los orígenes que el día.

El abismo no se abre más que con la noche”

UN PASADO DE MI NIÑEZ

Orlando hurtado Rentería

En mi niñez fui considerado como un buen niño, obediente a mis padres y respetuoso, amable, cordial y comprensivo con las demás personas. A la edad de 14 años pasó

algo que marcó mi vida.

Me sentí enamorado de una joven, pero ella no podía tener novio hasta que terminara el grado once, por eso me rechazaba diciéndome: “Espéreme, yo termino y lo acepto para hacer lo que queremos”.

Sus padres aceptaron mi propuesta para que yo fuera su yerno. Pasaron 4 años y me enteré que ella se había enamorado de otro compañero de su salón. La noticia me cayó como piedra al corazón porque realmente estaba enamorado de ella.

Yo la estaba esperando para decirle que nos casáramos.

Me sentí mal, desanimado, frustrado, me conmoví tanto que al final… fue bueno, porque aprendí a salir adelante con todo este sentimiento, aprendí a superar todos esos problemas y a tener en cuenta que el amor es algo difícil, en esta vida, que llega cuando uno menos piensa.

De igual manera, el amor es el que todos llevamos en el corazón, es lo máximo que existe en este planeta del universo.

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LA MUERTE DE MIS AMIGOS

(El Placer –Putumayo-. Sector Los ángeles y La Esmeralda)

Orlando hurtado Rentería

Ocurrió en el año 2002. La guerrilla llegó a Los ángeles y a La Esmeralda. Cometieron una masacre contra mis compañeros, para cobrar venganza porque siempre que iban para

esos dos sitios les iba mal y ellos tenían bajas en los combates. Pero siempre regresaban porque la intención de ellos era tomarse las dos bases de las Autodefensas que allí estaban.

Peleaban el territorio porque lo aprovechaban para el secuestro y el cobro de vacunas. Asesinaron a miembros de las Autodefensas, quienes, acantonadas en ese sector, se re-forzaron y decidieron atacar a la guerrilla. hubo muchos combates en aquellos sectores y la guerrilla se retiró de allí, en donde ellos también sufrieron bajas por parte de las Autode-fensas. La población civil se refugiaba en sus casas. Luego ingresó la fuerza pública, o sea el ejército, ya que ellos ayudaban a que la población se normalizara.

12 de los miembros de las Autodefensas que resultaron asesinados estuvieron bajo mi mando en los dos sitios donde me desempeñaba como comandante; fue muy duro para mí porque los conocí muy bien. Quedé desmoralizado, desesperado, angustiado y afligido, totalmente desconcertado. Fue muy duro para mí recuperarme, pero esas son cosas de la vida cuando se anda por mal camino.

Ahora soy un hombre bueno y con otros proyectos.

gracias.

DOÑA RUBIELA LO ECHó… PERO PARA DONDE SU AMIGA OFELIA

Fredi Alonso Pulgarín gaviria

“Estaeslahistoriadeunamigoquesefueprematuramenteunsábado.¡Yyocómotebusqué!…Ycuandomedespertaron

medicuentadelarealidad”.

¡Mi mamá me echó! Eso me dijo pasitico, “casi no me dice”, seguramente porque la garganta no le respondía, en contraste, sus ojos vidriosos gritaban a cántaros el

dolor que sentía por haber hecho que su madre se descompusiera de tal forma como para echarlo de la casa.

¿Qué podía decirle a mi amigo, su madre?, pensaba yo, un ángel, que es lo que es esa señora. ¿Qué había hecho mi amigo tan grave como para que estuviera pidiendo posada en mí casa?

Lo echó de la casa y lo corrigió. Por eso supongo que lo que le taponaba la garganta era el corazón hinchado, porque según él había deshonrado a la familia, de acuerdo a los valores de su casa, contestándole grosero a la mamá, seguramente “estresado”. Por no tener para pagar la cuenta de servicios, con todo y las recargas por llamar a larga distancia, y era que por su culpa, por estar de enamorado de mi vecina Biviana a la cual llamaba cada noche a los Estados Unidos a donde fue llevada por Doña Fanny y la fa-milia desde menor de edad por su prospecto de modelo para buscarle un mejor futuro en el exterior sin saber que en su vientre ya crecía un amor inocente. Por encima se le veía lo mucho que debió sentir, al ser corregido por una madrona del barrio, y era que

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Palabras Justas III Itagüí

Doña Rubiela recorría nuestros barrios, era una de esas personas que tan comúnmente vemos haciendo labor pastoral, una señora de avanzada edad tocando las puertas con insistencia, desarrollando la tarea evangelizadora de los testigos de Jehová. Pues así lo hacia ella, junto con su esposo y con la Biblia en una mano mientras la otra la utilizada para guiar a su hijo mayor (Juan el especial), al cual un derrame cerebral le dejó con un lado del cuerpo paralizado de los pies a la cabeza; así pues, veía yo cómo ésta señora (¡qué digo señora: “familia”!) recorrían todo mi mundo, los pocos barrios que yo conocía en ese entonces: 1994.

Mi madre, María Ofelia, y Doña Rubiela, se pusieron de acuerdo en que Juan David se quedaría en mi casa, en el barrio, pues no lo podían enviar a los Estados Unidos a casa de Doña Fanny, donde su otro amor. Todo esto pareciera que fortalecía la relación de Juan David con Biviana, pero la mucha comunicación se convertía en desahogo. Ella contándole sus penurias en un país extraño, con las complicaciones del idioma, los pocos recursos con los que contaban (donde sólo les alcanzaba para pagar un techo y dormir en el suelo) y fuera de eso su embarazo se pronunciaba y a él todo esto lo atormentaba cada vez más. Eso era sólo lo que ella le contaba, “un poquito “, y de aquí para allá él también le contaba sus planes, tropiezos, penurias y hasta los miedos. Lo primero que le contó fue que estaba viviendo en mi casa (la casa de Doña Ofelia) pero para ella no fue sorpresa, porque su madre (Doña Fanny) la había puesto por enterada y había hablado con mi madre y con la mamá de él (Doña Rubiela). Otro comentario que le hizo era que empezaba a trabajar en un almacén, en el centro de la ciudad, donde vendían ropa, y para ello debía comprar una moto si quería trabajar en la mensajería y asegurar un sueldo con el que se ganaría la moto; aparte de los servicios de él, hacía los de mensajero, promotor, vendedor, bodegue-ro, barrendero, y de todo lo que tocara, como lo contratan a uno realmente (de todero), por-que toca, porque no había más y porque si no lo hace uno, entonces lo hace otra persona. Pero el trabajo en dicho almacén terminó poniéndole más cargas en su economía, porque si quería empezar a laborar hasta ropas debía comprar, ¡Jajaja!

Con paciencia, con ayuda y con el dinero de los dos primeros meses de pagos compró el cincuenta por ciento de una motocicleta, “una Rx100”. Como prueba de su deuda y compromiso para pagar el restante cincuenta por ciento, tenía su contrato y el sueldo comprometido, más el sueldo que se ganaría la motocicleta... Dos meses más y no podía enviarle dinero a su amada para ayudarle: eran sus planes, sin lograrse aún. Terminó de trabajar los siguientes sesenta días, dos meses más laborados para quedar

a paz y salvo de su deuda restante del automotor, convirtiéndose todo esto en un acon-tecimiento, ya que se estaban cumpliendo cuatro meses viviendo en la casa de Doña Ofelia y todo coordinado por Doña Rubiela y Doña Fanny también, porque al contrario de lo que se pensaría por el título de mi narración, las tres señoras antes mencionadas, después de que Juan David salió de su casa materna, se dedicaron a ayudarle, tanto así que terminaron pagando sus deudas, tanto la de los servicios públicos como la de la moto, y también las nuevas deudas que adquirió cuando empezó a laborar en el almacén de ropa, pues recordemos que ya tenía que vestirse mejor, y también estaban los com-promisos con su amor de Estados Unidos. Todos estos menesteres fueron subsanados en su orden, aunque en importancia fueran subsanándose en la medida de lo posible. Entonces pasaron cuatro meses y Juan David nada que podía enviarle dinero a su amor, cuatro meses cada vez más lejano. Aunque por fuera se veía bien, su corazón le pesaba. Le pesaba porque se distanciaba de su primer amor y del fruto que crecía inocente. Aun-que por fuera se veía bien… Estrenando motocicleta, estrenando ropajes. Así empezó a darle cabida al entusiasmo en el corazón, seguramente buscando un consuelo, entonces se convirtió en un muchacho interesante. El supuesto estatus que le trajo la motocicleta, el andar bien vestido, aunque nadie supiera que se inundaba en deudas, pero… ¿a quién le importa? No le importó mucho a Mariela ni a Rosario, dos muchachas de buena familia, de posición privilegiada en el barrio y que siendo además primas decidieron luchar amo-rosamente entre sí por la vacante que seguramente había dejado Biviana en el corazón de Juan David, pensarían ellas. No sabiendo que no dejaba dormir hablando de su retoño y de los pesares por no trabajar más duro para poder tener a todo mundo satisfecho, con la cordura suficiente para saber que sus esfuerzos serían en vano.

Siempre se sostuvo así, con esa doble personalidad; en las noches, cuando podía juntar los ahorros y saber con qué monedas contar, entonces llamaba a Biviana para ponerse al tanto de su estado de embarazo avanzando. Ya para eso hacía una travesía desde el teléfono público más cercano, situado en el parque de la Floresta, y desde donde debía caminar medía hora a las tres de la mañana y aprovechar el descuento nocturno que da el cambio de horario para las llamadas a larga distancia que daba la empresa de telefonía local. Y en el día, el mismo devenir de las obligaciones que trae la vida en su nuevo salir del sol. Y por eso se los estoy contando, porque pasó seis meses en el camarote contiguo al mío, contándome todos esos devenires. Pero apenas pasados cinco meses de la convivencia de Juan David en mi vivienda y ya se hacía oficial una nueva relación en su vida con la anteriormente mencionada Mariela, quien desbancó a

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su prima Rosario, que era la más linda del barrio, como si fuera poco la recién llegada de Venezuela, una extranjera como lo era para nosotros, colombiana de nacimiento, pero llevada al otro país desde niña, cuando era más común caminar sin tantos requisitos por las fronteras de los países hermanos. Bueno, al quinto mes era oficial su nuevo noviazgo con Mariela, aunque Rosario no se diera por vencida tan fácil y más al atenuársele los problemas familiares por el intento de amor fallido con el ahora novio de su prima (Juan David). Ahí es cuando Rosario decide dejar el barrio Metropolitano e irse a vivir a La Amé-rica y gana en interés nuestra amistad junto con la de Juan David, porque la visitábamos más que cuando vivía al lado de mi casa y era que hacíamos su casa un punto obligado de paso en las tardes, cuando ya nos dirigíamos de trabajar hacia el barrio y sabíamos que por muy poquito que fuera Rosario siempre nos daría un refrescante vaso de jugo con galletas Noel, antes de llegar a casa, después de una larga jornada de trabajo.

Eso especial que tenía Rosario hacía que el corazón de Juan flotara entre el de ella y el de Mariela, configurando un trío amoroso dentro del mismo apellido, el que Rosa-rio no compartía pero del que sí aceptaba parchecitos y del cual Mariela se enfurecía cuando le rumoraban dichos parchecitos. Al tiempo del quinto mes, pude yo recoger un dinerito: doscientos mil pesos, junto con otros doscientos mil que me prestó mi herma-no, con el cual trabajaba albañilería desde tiempos en que ni siquiera tenía uso de ra-zón. Así pudimos juntar cuatrocientos mil pesos, como cuota inicial de una motocicleta, de la cual iba a quedar debiendo la mitad, acordando otro pago igual, por el cincuenta por ciento restante, pero con la garantía que el automotor (motocicleta Yamaha RS 100), modelo 1978, quedaría matriculada a nombre de mi hermano John Walter, ofre-ciendo su ayuda para salvaguardar su inversión inicial y su deuda al final, porque en ese entonces yo era menor de edad. Es así como nuestra popularidad aumentó sin dar-nos cuenta. Popularidad que resultaría algo malo, al oírse los comentarios y susurros chismosos que decían: “una persona trabajando honradamente no se consigue una motocicleta, y dos mucho menos”. Por comentarios como este la popularidad de la que gozábamos socavaba otras mentes, mentes fantasmales que nos miraban con mucho sigilo, todo esto a nuestro alrededor, frente al cual siempre pasamos sin advertirlo. Los que conocían nuestra realidad, pues eran nuestras familias que nos rodeaban y nos ayudaban a pagar nuestras deudas, sabían que cumplíamos nuestros compromisos. Y los que veían el reflejo solo veían jóvenes presentables, dignamente vestidos, uno que trabajaba albañilería y el otro que vendía ropa y mensajiaba (nada extraordinario); por eso a la familia de nosotros poco le interesaron los comentarios envidiosos. Sabían,

pues, que éramos buenos muchachos, trabajadores y que nos vestíamos con lo poco que nuestras madres nos cocían, “porque ahora los parches en la ropa son moda, pero antes eran una realidad”. Ellos conocían nuestra vida, pues trabajábamos con más familiares que certificarían nuestra conducta (por lo que yo trabajaba con uno de mis hermanos mayores (John Walter), como ya le había hecho mención, apreciado lector). Al tiempo del quinto mes la pasábamos en esas motocicletas para arriba y para aba-jo, de mi casa a la casa de Mariela, pero como la suegra de Juan era tan jodida “nos regañaba”, entonces nos escampábamos en la casa de Rosario. Cuando a Juan David lo empezaron a ver mejor presentado “empezaron las amenazas”. De camino hacia la casa de Mariela debía recorrer dos callejones, en motocicleta, despacio, bien tieso y bien majo, vestido para visitar a su novia en la sala de la casa, “como se hacía antaño”. Esta apariencia de Juan David, sobre todo, parecía que les despertaba alguna forma de indignación a los agentes del mal que coparon las esquinas con el paso de los días. Los comentarios arreciaron, se convirtieron en malos tratos, se convirtieron en cualquier excusa para formar un pleito. Pleitos de los cuales hacíamos parte por otras personas, y nosotros sin saberlo, y lo digo porque en esos días nos habían rodeado y la excusa que tuvieron para la agresión fue que “cuando teníamos como catorce añitos, en los días que madrugábamos mucho, en pleno cambio de horario del Presidente gaviria, Juan David se había besado con una compañera del colegio, en el bus de camino a es-tudiar”, y por eso después de cuatro años fuimos rodeados por seis muchachos, dos de los cuales querían pelear mientras los otros cuatro que acompañaban sacaban sendos revólveres para que tuviéramos claro el triste desenlace, si les dábamos la oportunidad.

Después de ver esa escena, y no alcanzábamos a imaginarlo, decíamos: cómo íbamos a hacer eso ‘home’, pero quién se va a imaginar que lo iban a secuestrar a uno o que iban a atentar contra su vida por nada o porque se compró una motocicleta o porque se viste bien y tiene una novia bonita o porque quiere simplemente salir de la inmunda trabajando, siendo una persona de bien, como Dios manda. Pero quién se va a imaginar que por eso lo quieran ver muerto a uno. ¿Por eso? yo creo que por todo esto fueron las amenazas. Nosotros ya sabíamos de lo que eran capaces de hacer, la ley eran ellos, la fuerza eran ellos, las armas las tenían ellos para callar a todo aquel que les increpaba, convirtiéndolo en un mártir más, porque hacían también de jueces y de verdugos, apagando vidas inocentes, acabando con las ilusiones de los familiares y seres queridos. Pero la familia lo hace a uno vulnerable. Pensando en la familia fue que Juan David tuvo que acceder a sus pretensiones. Sus exigencias eran diez millones de

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pesos, y si no los pagaba, después de matarlo, matarían a su hermano menor (Pelu-che), y luego al mayor, y también le dijeron que atentarían contra sus padres. Entonces no aguantó. Ay sí lo obligaron y accedió a sus pretensiones. Pero de dónde iba a sacar diez millones de pesos una persona que apenas hacía cinco meses la mamá lo canta-letiaba porque no tenía cómo pagar los servicios públicos de la casa. Lo conocían tanto que hasta le sugirieron que extorsionara a su prima, como al fin sucedió; el esposo de ella tenía un almacén de bicicletas y no vivía entre la inmunda envidia, gracias a que se quebraba la espalda de sol a sol trabajando. Entonces era candidata para que prestara la plata, pero nadie le dijo que iba a ser por las malas y a gente armada. Ella, después de ver que su primo la extorsionaba, decide denunciarlo. La ley interviene. Rastrean las llamadas. ¿Quién llama seis meses del mismo teléfono a las tres o cuatro de la mañana? Ese era Juan David. Nublado, zombi, tenía que ser especial para llamar y extorsionar a su prima del mismo teléfono del que llamaba habitualmente a las cuatro de la mañana, con razón me decía que veía tanta gente y que el parque estaba muy ilu-minado y lleno de gente haciendo mantenimiento, barriendo las calles, todo con tal ar-monía que Juan David pensó que iba a pasar desapercibido “a las cuatro de la mañana “, en el parque de la Floresta, donde además había citado a su víctima, que le dejaría un dinero en un bote de basura (y su prima así lo hizo) y luego se iría del lugar, dejando el paquete con dinero, cómo lo habían acordado, para que luego, marchándose, dejase el camino libre para que el delincuente que la extorsionaba lo tomase (y Juan David así lo hizo); al instante y de la nada (como me contó) le salieron personas de todas partes, que eran agentes, vestidos de escobitas, venteros de minutos, venteros ambulantes, venteros de periódicos, y hasta fotos le tomaban, aturdiéndolo con los flash de las cámaras para que no pudiera ver quién, cómo, con qué y por dónde era golpeado por múltiples agentes que tuvieron que ver con su captura. Luego se despertó en los cala-bozos de Laureles y ahí sí, como decía mi tío gilberto, “como a las seis de la mañana era el penado número veinticinco”. Quedó encanao, todo guarapiado, con hambre, sus-tos, pero eso era lo de menos; el problema era con su prima, pues, con toda la familia, porque era tan bruto que toda la familia sabía que estaban extorsionando a la única de la familia que tenía para montar en taxi y él “dizque no sabía”, ¡con razón lo cogieron!

Eso fue un alboroto, toda la familia se enteró que era Juan David y todo porque tocó excusarse con su prima y el esposo, y hasta con el gaula, porque la primita tuvo tan buen corazón que terminó por quitarle la denuncia y perdonarlo después de interceder por él un poco de viejitas llorando y también porque se enteró que estaba siendo amenazado por los

capuchos, que le exigieron una plata, y que por eso lo había hecho… El que no nació para pagar cárcel… “definitivamente”. Fue tan de buenas que al quitarle la denuncia sólo tenía que esperar la tramitología para salir de cárcel. ¡Pero la Universidad quería que aprendiera! Las visitas en la cárcel, nada raro, las convertían en paseo de olla para la familia y la novia, sacándolo de la realidad del problema tan macho, y pasó el tiempo… y es que a este sólo lo dejaron cuatro meses allá: no pagó ni la gasolina para llevarlo a la cárcel. ¡Qué susto me pegó ése día cuando salió! Me llamó como pasadas las nueve de la no-che y me saludó normal, contándome que había salido de la cárcel como a las siete de la noche y que le había ido muy bien porque ya estaba en la casa. ¡Y no le creía! Me pa-reció increíble que pasara por la cárcel y hubiera podido salir tan pronto, eso me parecía increíble. Le tocó poner en la bocina del teléfono a Doña Rubiela para que yo escuchara y le creyera que estaba en la casa materna y, lo más importante, que estaba en libertad.

Doña Rubiela, como siempre muy amable, me saludó, estaba también muy con-tenta con su hijo al lado haciéndole su comida favorita: “arepas con mantequilla y chocolate”, y fue breve y efusivo su saludo, se le escuchaba que no le cabía en el cuerpo la felicidad. Entonces, antes de colgar, le dije que no se acostara todavía, que yo quería constatar lo que escuchaba, que yo bajaría a su casa, y así me dispuse, me monté en la motocicleta y recorrí la primera cuadra, despacio, pues la moto estaba apagada, también así la segunda cuadra hasta entrar en el callejón de los Pulgarines; ahí bajé un poco más la velocidad por lo estrecho del camino, hasta atravesar todo el callejón y llegar a la principal. Allí fue donde prendí la motocicleta, giré a la izquierda cincuenta metros aproximadamente y doblé nuevamente a la izquierda y subí por el callejón de Los Tolas y llegué de una; a esas horas la motocicleta sonaba siempre durísimo, por eso no tuve ni que tocar, ay mismo salió, y luego lo hicieron también los dos hermanos. Nos saludamos, me contó rapidito que estaba muy asustado. Lo prime-ro, por la salida de la cárcel. Y lo segundo porque ya los hermanos lo habían dado por enterado de las amenazas, que no habían parado mientras estaba en la cárcel, “antes se hicieron públicas” con tanto comentario: con la gente diciendo que se había ido del barrio a esconderse en Bello, otros que se había ido a prestar el servicio militar, hasta que por fin se dieron cuenta que estaba en la cárcel, por las visitas de los familiares. Nosotros pensamos que cuando se supo el cuento de que Juan David estaba en la cárcel las amenazas iban a desaparecer como por arte de magia también, y no fue así. Pero tarde nos enteramos que desde en frente, en la esquina, la otra esquina, “la de más abajo”, y desde la entrada del callejón para entrar a su casa, desde allí nos vigi-

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laban, desde el morro, y quién sabe desde dónde más. Luego caímos en cuenta que desde el martes que salió se empezaron a notar las personas de negro en las esquinas o sombras vigilando, vigilando... Porque él sacó la motocicleta el miércoles en el día, mientras yo trabajaba, y subió a saludar a mi mamá y luego se dirigió hacia donde Mariela y en ambos casos, luego de marcharse, lo llegaron a buscar. Ahí fue cuando empezaron a decir que lo habían visto en los callejones y se había salvado porque no se demoró mucho, porque su suegra lo echaba, ya que tan solo tenía permiso para ver la novia los días viernes y sábados de siete a nueve de la noche: si llegaba antes no lo dejaban entrar y si llegaba tarde o no se presentaba tenía que llevar excusa (como en la escuela). Y con esa rutina (¡qué suegra jodida tenía!) pasó el jueves también; dos días apenas después de haber salido de la cárcel me dijo que había llevado dos hojas de vida, también que había pasado por el Teresiano, donde estudiaba Mariela, porque estaban haciendo gimnasia, para saludarla a la hora del descanso a través de las mallas de alambre y… luego de marcharse… también pasaron buscándole. Pudo ser a otra persona que buscaban los sospechosos, pero las acciones del sábado aumenta-ron nuestras incógnitas, llevándonos a atar cabos después del triste desenlace.

Y era que Rosario y Juan David habían quedado de verse el sábado. Rosario, aprovechando la ocasión, había arreglado la casa con bombas y serpentinas por-que quería hacerle especial el primer sábado en libertad después de pasar cuatro meses y cuatro días en la cárcel. Pero él no sabía que ROSARIO le tenía seme-jante sorpresa. Yo, sin querer queriendo, me había convertido en cómplice de Ro-sario y pues cómo no si yo trabajaba de mensajero en el barrio La América y pa-saba cinco veces al día por su casa y paraba: era un vaso de refrescante jugo lo que me brindaba. Así me convertí en testigo y cómplice, porque quería que feste-jásemos fuera del barrio, “algo me lo decía”. Y era que en el barrio se festejarían las fiestas patronales de la parroquia de Santa Rosa de Lima: una conmemora-ción a la cual ningún parroquiano podía faltar, allá de seguro nos íbamos a encon-trar con todas las personas del barrio, pero Rosario pensaba en algo más especial. Fue así como nos pusimos de acuerdo en que iríamos donde Rosario y no al festival de la Iglesia. Quedamos que después de que saliera del trabajo lo recogería donde Mariela, pasadas las siete de la noche. gracias a que sabía lo que le exigía su suegra, Juan David tenía que estar en la sala de su casa, en el mueble, sentado al lado de Mariela, y con las manos donde se pudieran ver (“reglas de oro y de las casas de mi barrio”, si querías tener novia).

Como sabía que si no llegaba puntualmente era muy probable que no lo dejaran entrar, “que suegra jodida tenía”, entonces a las siete de la noche llegamos los dos: él no hacía mucho, y yo al instante; me lo quería llevar del barrio y de los rumores: “qué te están buscando los capuchos”. Por otro lado, Rosario, la prima de Mariela, hasta me pagaba si se lo llevaba (pues era el primer fin de semana después pasar cuatro meses en la cárcel y su enemistad con su prima la alentaba); Rosario aprovechó que estaba estrenando motocicleta, que podía subir y bajar en ella recorriendo las dos cuadras y el callejón que separan nuestras casas, para que fuera a buscarlo. Pasadas las siete de la noche le arrimé y pasadas las ocho volví y le insistí; todas en esa casa me mi-raron feo y digo todas porque estaban Mariela (su novia), Petronila (su suegra), Mary Luz y Claudia (dos primas de su novia) y yo insistiendo, montado en la motocicleta, diciéndole que nos fuéramos para otro barrio, adonde Rosario, que sólo quería darle celos con el muchacho pinta del barrio. Ya iban siendo las nueve y media y “como si me jalaran” yo recorría los tres lugares haciendo un triángulo, mientras se celebraban las fiestas patronales de mi parroquia en todo su furor, a pocas cuadras de nosotros, en tanto nosotros pasábamos inadvertidos frente a los sucesos que posteriormente se desatarían. Ya iban siendo las diez pasadas y era la primera vez que lo dejaban donde la novia hasta esa hora (para que tengas una idea, querido lector, era el primer día que visitaba a la novia desde que había salido de la cárcel).

Cuatro meses nomás estuvo en el “bote”, fue tan solo un susto, pero fue muy verra-co porque salió pronto y yo aquí, después de tanto tiempo escribiendo de él, después de conocer todo esto, no sé si era mejor que lo hubiesen dejado encanao pues de pronto lo tendríamos presente, como suele suceder con todos aquellos que se fueron sin decir adiós.

Bueno… No dejes que me pierda apreciado lector. Te iba contando que pasadas las diez de la noche recorrí de nuevo, por tercera vez, el mismo triángulo: de mi casa a la casa de Mariela, la novia oficial de Juan, y luego a la casa de Rosario… y lue-go, una vez más… salí de mi casa bajando la primera cuadra, despacio, porque siem-pre es inclinado y no hay que acelerar, y pasé la segunda y se veía todo dentro de la normalidad acostumbrada en un barrio joven, como lo son la mayoría de los barrios de nuestra comunas; bueno, así fuimos entrando al callejón, que por cierto se encon-traba desolado porque la mayoría de las personas estaban en las fiestas patronales de Santa Rosa de Lima. Como cien metros había que recorrer de callejón a callejón

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y llegué a esa casa; como ya había ido tres veces, Mariela y su mamá me insultaron, además dos primas también me reprocharon por mi insistencia, pero yo sólo quería sa-carlo del barrio a como diera lugar: algo dentro de mí me lo decía. Pero aunque insistí no fue suficiente y terminé derrotado por ese mujererio, hasta devolverme por donde había llegado y entonces tomé la decisión de ir a casa de mi amiga Rosario a decir-le que no había podido llevarle a su amor platónico y que la comida y las bebidas y el agasajo, y ella, tendrían que esperar a ver si otro día teníamos mejor suerte; no me tardé mucho, ya era tarde, se aproximaba la media noche… Y rosario con su pre-sentimiento triste. Me despedí de mi amiga, apenado por dejarle semejante bienvenida. Llegué a mi casa, cansado, cuadré la motocicleta en la acera, sin saber que me observa-ban, subí las escalas hasta el descanso que da con la tercera planta y ahí me quedé vien-do las estrellas. Pensando… Pensando… hasta que el cansancio me venció y decidí por fin dormir, entonces llegué al tercer piso y me despedí de mi madre, que se encontraba haciendo arepas para la mañana siguiente, poder despacharnos a laborar. Cuando divi-samos en el horizonte, en el barrio Santa Mónica, en una comunidad vecina, un incendio que tenía buenas proporciones, como se veía a lo lejos: mi madre y yo nos miramos al tiempo que ella hacía una oración y yo decía: ¡qué pesar… a quién se le estará queman-do la casita a éstas horas! Y miramos el reloj y faltaban diez minutos para la una de la mañana; con una exclamación, mi madre termina sus oraciones y dándonos las buenas noches se despidió. Yo me fui a dormir y mi madre se quedó en vela ultimando los que-haceres de la mañana siguiente. A los diez minutos de habernos despedido sonó el telé-fono; yo dormía y no pude enterarme. Mi madre contestó la primera llamada del alba, en que se escuchaba la voz de su amiga de toda la vida, Doña Rubiela, que le preguntaba apurada si yo estaba ahí. Ella dijo que sí, que hacía poco me había dormido. Su amiga le insistió que mirara si en verdad me encontraba durmiendo y efectivamente mí madre lo confirmó muy astutamente, sin despertarme, a lo que su interlocutora, paso seguido, le contó que era que habían MATADO a Juan David y mientras lo hacían, propinándole sen-dos tiros de nueve milímetros, delante de toda la comunidad, le preguntaban al joven mal herido por mí, por mi presencia, porque sabían que siempre estábamos juntos, pero esa vez lo encontraron a él sólo… Una hora después la fiscalía le hacía el levantamiento… Y las tres de la mañana me despertaron en mi propia casa, contándome los tristes hechos... Me levanté, prendí la grabeta y puse a sonar una canción compuesta por Raphy Leavitt, en la voz de Sammy Marrero, interpretada por la orquesta La Selecta… esa canción que compuso en honor del trompetista de la orquesta: Luisito Maisonet… esa canción… La Cuna Blanca:

“Se ha escapado un angelito...Miren donde va volando se ha ido aquel viejo amigo a la Virgen fue a adorar. Mi mente no captaba el porqué de esa visión aquella cunita blanca que mis sueños quebrantó. Ahora mis ojos lloran se entristece mi canción se encuentran doce potencias, ¡ay!, reunidas en oración. Que nadie grite que nadie llore de sentimiento, si aquel amigo solo se ha ido al descanso eterno. Coro: Nadie se atreva a llorar, dejen que ría en silencio. Si te ofendí cuando te gritaba en aquellos sueños por Dios te juro que no sabía que habías muerto. ¿Por qué lo lloran, caramba? ¿Por qué lo lloran?, si ese hermanito ya está en la gloria.Te has marchado tu trompeta queda en silencio

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Palabras Justas III

permite hermano que yo te cante estos tristes versos. Óyeme, padre celestial, no me lo prives de tu bondad. Adiós Luisito compañero de mi vida allá en el cielo, Dios te bendiga”.

CO

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Bogotá

LA RULETA

Delfín Caicedo Ramos

“Cualpalmeramecidaporelviento,suhermosafiguraadornabaAqueldesiertopielcanela,cualprincesadenegrosrizos

Largoscresposcoqueteaban,suscabellosconelsusurrardelviento”

Aproximadamente a mediados del año 2001, fui trasladado de la zona del Darién, a la zona rural de Jamundí (Valle), donde inicié labores como escolta de alias “Sancocho”,

comandante de urbanos, era un hombre de contextura gruesa, de carácter fuerte y prepoten-te a veces arrogante y grosero con los patrulleros que trabajábamos bajo su mando.

Estando en la vereda San Miguel cerca del puente de la Balsa, por donde cruza el río Cauca –un punto estratégico- porque era un paso obligado de transeúntes y de fuerza pública. En dicho lugar de avanzada se encontraba alias “Richard”, comandante urbano de aquel pequeño caserío, este último había tenido un noviazgo con una bella joven caleña de nombre Milena, quién es la protagonista de esta macabra y dolorosa historia, de un amor que no logró consumarse.

Luego de unos días fui dejado por alias “Sancocho” en un pequeño corregimiento cono-cido como Timba (Valle), la verdad no conocía a nadie en ese caserío de gente muy cálida y amable. En aquel caserío se encontraban tres urbanos encargados de la seguridad del pueblo, o más bien de los grupos que operaban en la zona rural; ellos ya estaban radicados en una casa de ladrillo y madera a orillas del casco urbano. En aquella casa habían cuatro mujeres, tres de ellas compañeras sentimentales de los urbanos en mención, y ahí justo

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Palabras Justas III Bogotá

ahí estaba ella, bella y radiante, como la hija de los dioses, con la cual platiqué en varias ocasiones hasta altas horas de la noche.

Me confesó que hacia un tiempo había tenido una relación con alias “Richard”, al cual le había terminado por guache, patán, grosero y posesivo, eso fue lo que ella me contó. Al pasar los días le declaré mi amor a aquella princesa, la cual me aceptó y también me confesó que yo le gustaba pero que tenía temor.

Porque según comentarios de las otras mujeres de aquella casa: “Richard la maltrataba cada que le daba la gana y la amenazaba con matarla si ella lo abandonaba”, por mi parte le aconsejé que volviera a Cali y en cuanto me fuera posible le llamaría para acordar un lugar donde encontrarnos, puesto que yo estaba en aquel lugar solo de paso (creo que me estaba enamorando). Aquella hermosa niña estaba sin compromiso alguno, ya que no era casada, ni divorciada, ni tampoco se encontraba comprometida, estaba completamente soltera.

Pero Richard quizás no pensaba igual, la princesa y yo comenzamos a soñar despiertos en fantasías de cómo sería nuestra vida juntos, por fuera de la guerra y en qué forma po-dríamos darle un vuelco a todo y empezar de nuevo. Pero siempre he tenido los pies sobre la tierra y a veces creo que ninguna felicidad es completa, y todo, de una forma u otra tiene su precio, a veces la vida nos cobra, pero ninguno queremos pagar.

Cierta noche ella me dijo: “Papi, fulano me mandó llamar, que me necesitaba urgente” y por un instante en un déjà vu, en una visión, vi el fin de un viaje que le insistí que no hicie-ra; le dije: no vayas porque siento que si lo haces nunca volverás, no sé porque, pero mis palabras se las llevo el viento, partió a un viaje sin regreso.

Cierto día mientras salí a un patrullaje no tardé en regresar de nuevo. Pues no veía la hora de volver para verla y platicar de nuevo, al no encontrarla pregunté a una de sus amigas: ¿Dónde estaba Milena? una de ellas me miró en silencio. Pero sus ojos me hablaron todo lo que temía escuchar, fueron solo segundos los cuales me parecieron horas, con voz fría como presagiando una desgracia, me dijo: “Richard la llamó, que él la necesitaba urgente”, y ella se fue, me dijo que no te dijera , que si te dabas cuenta que te amaba, que un beso y que no te fueras a enojar, que no estaba haciendo nada malo, le respondí a aquella mujer: Porque es tan necia, tan terca, le dije que aquel tipo no era de fiar, que en lo poco que yo lo conocía, sabía perfectamente que clase de persona era.

Al cabo de unos minutos recibí una llamada de alias “Arturo Bigotes”, que en voz entrecorta-da, me relató lo que yo presentía, me dijo: “Pesca’o aquí llegó Milena para hablar con Richard, y escuché que le rogaba que volvieran, a lo cual ella le dijo que no, porque se había cansado de tanto abuso de su parte. Por lo que después Richard la tomó por el cabello –me interpuse para que la soltara- porque la estaba maltratando y aunque la gente de aquella vereda llamada “La Balsa”, trataron también de ayudarla, porque ella gritaba pidiendo auxilio”, pero el temor no los dejaba defender aquella indefensa criatura. Así la arrastró, la llevó a la fuerza hasta la mitad del puente y le dijo: “Si no eres para mí no eres para nadie”, a lo cual desempretinó*1 su revólver y sin pensarlo dos veces, descargó seis balas sobre su cabeza, su sangre a borbollones bañaba su rostro, sus ojos que ayer se habían clavado en los míos y sus bellos labios que no solo se tatuaron en los míos, sino también en mi pecho, en mi alma.

Así con los ojos de un cobarde, llenos de llanto, la tomó como pudo y la arrojó al río, el cual lentamente se la fue tragando, en sus aguas turbias y frías, las aguas del río Cauca, las cuales aunque purificadas nos han hecho beber la sangre de cientos de víctimas ino-centes, quizás como Milena. Al cabo de un rato, me llamó el “comando Mario o el Cura”, que se encontraba con alias “Sancocho” en un restaurante conocido como Baja Mar en la entrada de Timba (Valle).

En ese momento llegó alias “Richard” con su revólver en la mano, mirándome con temor, porque ya había oído hablar de mí, y de seguro pensaba lo peor. Así procedió a reportar el co-barde crimen que hacía unos minutos había cometido, ante lo cual alias “Sancocho” lo felicitó y entre risas le dijo: “Bien hecho mijo, vuelva a su puesto”. Todo esto me revolvió el estómago y creo que generó, que los matara hasta más no poder en mi pensamiento.

Al cabo de un tiempo, Richard fue trasladado a El Cerrito (Valle) y yo a una vereda llamada Villa Paz, perteneciente a Jamundí (Valle) y como dice el dicho: “la justicia cojea pero llega” o “el que siembra vientos cosecha tormentas”. Esa es la ley de la compensación “con la medida que mides…”

Llegó la noticia que alias “Richard” quería hacer lo mismo que en “La Balsa”. Pero la vida le hizo cosechar lo que había sembrado. Un traqueto de aquel pueblo lo masacró hasta mas no po-der, lo dejó como una zuzunga*, como un colador, a veces pienso que la sangre que Milena bebió

1 Acción de desenfundar el revólver.

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en aquel río, estaba pidiendo justicia. Y así fue Dios qué es un Dios de justicia, tarde o temprano si no te pones a cuentas con él, te pedirá cuentas a ti y tal vez con intereses.

No me alegra para nada el fin de aquel hombre, porque sé que tarde o temprano, a mí también me pasarán la cuenta de cobro. Pero creo que de ser así, yo estoy en paz conmigo y con Dios dueño de la vida y juez de los hombres.

A las víctimas de mi actuar delictivo les pido perdón por todo el daño que les pude haber causado, de cualquier manera, de ser posible, les daría mi vida para resarcir todo el mal que por ignorancia les causé. hay quienes todavía creen que con violencia y desamor, se combate o destruyes tus enemigos, pero solo así te conviertes en otro delincuente, te des-truyes a ti mismo y a quienes dices amar.

Dedico estas líneas a la memoria de Milena, a su familia y a todos aquellos que aún piensan que la vida es un carnaval.

La Juventud no es eterna

No hay día que nunca llegué

No hay fecha que no se cumpla

Ni deuda que no se pagué

BENDICIONES A TODOS, gLORIA A CRISTO

DELFÍN CAICEDO RAMOS PESCA’O MIRANDA (CAUCA)

PESCA’O UN AMIGO DE LA PAZ

LA TRAICIóN DE UN AMIGO

Rahomir Rodríguez Trujillo

En las húmedas y selváticas tierras del Caquetá a orillas del Río Sunsilla, se conformó la familia de don Alfonso Sánchez y doña Amparo Molina, él un paisa emprendedor y

trabajador, ella una tolimense, luchadora y decidida; los dos llegaron al Caquetá huyendo de la familia de doña Amparo, que nunca compartió que ella se hubiera enamorado de “El Paisa”, como lo llamaban.

Se conocieron en la hermosa capital del departamento del Tolima, Amparo estudiaba y Alfonso trabajaba en lo que le resultara, Reinaldo un primo-hermano de Amparo y el único que trataba al paisa, les dijo: “que en las vírgenes selvas del Caquetá estaba el futuro de ellos y que así se librarían de la oposición de la familia. Que además él planeaba viajar con un patrón a colonizar una buena cantidad de tierra, ya que no era de nadie”

Corría el año de 1970, Alfonso tenía 20 años y Amparo 18, cuando se embarcaron en tan grande aventura, camino al Caquetá, llevando consigo en sus bolsillos $30.000 pesos por parte del joven enamorado, mientras que el primo de Amparo cargaba con $50.000 pesos.

El patrón de Reinaldo no pudo viajar por una calamidad doméstica y solo los orientó y les explicó lo que debían hacer, se gastaron dos semanas para arribar hacia los baldíos, dotados no más de dos “escopetas chispun2”, unos machetes, hachas, piedra de afilar, sal, manteca, panela, toldillos. Comenzaron a trochar y a marcar lo que con los años se con-vertiría en su hermosa finca, que llamarían “Las Brisas”.

2 Escopeta o arma artesanal utilizada para cazar.

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A los pocos años, sobreviviendo de la caza, la pesca y un rancho de “vara en tierra”3, construido con chontas de Palma Cachuda y Yaripas4 de la misma palma, el techo elabo-rado con hojas de Palma de Milpe. Mientras todo esto ocurrió Amparo y Alfonso, ya eran padres de un niño que llamaron José Omar Sánchez Molina.

Transcurría el año de 1975, y a pesar que tenían que tomar dos días de camino para llegar a la Inspección de la Unión Peneya, donde conseguían los elementos y abarrotes de primera necesidad.

La familia fue prosperando y ya contaban con gallinas, patos, piscos, unas cuantas reses y bestias que eran el medio de transporte y de subsistencia para la familia, ya tenían potreros para mantener el ganado y los semovientes. Contaban con cultivos de: maíz, yuca, plátano; árboles frutales de: mango, naranjos, limonares, marañones; una pequeña huerta donde cultivaban: cebolla, cilantro y tomate, que eran abonados con la ceniza que doña Amparo, sacaba todas las mañanas del fogón de leña donde se cocinaba para toda la familia.

Así fueron pasando los años, convirtiéndose en unos campesinos prósperos y con mu-chos planes hacia futuro. José Omar ya era un adolescente y su vida transcurría entre ayudar a sus padres en las labores de la finca y estudiar en una escuela de tabla, donde una profesora les enseñaba en una jornada diaria a los hijos de los campesinos, los cuales empleaban hasta dos horas en llegar a estudiar, unos a lomo de bestias, otros caminando, para poder aprender lo que la “Profe Marleny” les enseñaba con todo amor y sacrificio.

Reinaldo que tenía una finca vecina de la de su prima, también contaba con una familia que iba prosperando y hacia todo para salir adelante y ser cada día más exitosos.

Pasados 25 años desde la llegada de la familia por primera vez a estas tierras, José Omar ya se había convertido en un adulto de más de veinte años y sufría producto del asma, seguía viviendo con sus padres, había tenido una relación con Josefina, la hija de unos vecinos con la que compartió sus primeros años de escuela, producto de esa relación

3 Casa o vivienda elaborada de manera artesanal, utilizando: árboles, hojas de palma y bejucos.

4 “Esterilla gruesa elaborada con tallos de palma, generalmente chonta, abiertos en dos mitades. Utilizada para pisos y paredes de viviendas”, Glosario Amazónico del Instituto Amazónico de Investigaciones SINCHI http://www.sinchi.org.co/index.php?option=-com_content&view=article&id=171&Itemid=1614

habían tenido una hermosa hija, Milena, que por infortunio del destino ahora debía quedar huérfana de madre y sola con la protección de su padre. Josefina murió como consecuen-cia de la mordedura de “un verrugoso”5, la vida de su amada no se pudo salvar por la falta de un centro médico o un hospital en la localidad donde vivían -lo más parecido a un mé-dico en la región era un (Yerbatero o Brujo)6 al que llamaban “El hermano Chucho”- este curandero a punta de oraciones, tomas y bebedizos de yerbas, curaba a los campesinos, pero para desgracia de la familia el yerbatero no se encontraba en la región.

José Omar que había construido una casa en la finca de sus padres, donde vivía con su esposa e hija, al quedar sin su mujer decidió volver a vivir con sus padres. Además ellos eran viejos y no tenían más hijos, por lo que se alegraron de poder compartir su casa con su único hijo y su adorada nieta.

Pero tristemente la desgracia volvió a visitarlos. Pues mientras don Alfonso iba de caza, cayó por un peñasco y sufrió una lesión en la columna. Al día siguiente, al ver que no llegó a su casa, su familia se dispuso a buscarlo en compañía de unos vecinos, como al medio día lo encontraron arrastrándose con rumbo a su casa.

Lo llevaron con “El Yerbatero”, para que lo curara, pero fue imposible, doña Amparo y su hijo vendieron unas reses y lo llevaron hasta Florencia (Caquetá), para que lo revisará un especialista, pero desafortunadamente en menos de 15 días y después de haberle practicado varios exámenes médicos les dieron la triste noticia: “don Alfonso no volvería a caminar y quedaría discapacitado de por vida”.

Esa noticia entristeció mucho a la familia, como resultado de esto le compraron una silla de ruedas y regresaron para la finca, pero don Alfonso se sumió en una profunda depresión producto de la cual casi no comía, doña Amparo y su hijo preocupados por la situación convencieron a don Alfonso para que vendieran la finca, pues aunque José Omar quería seguir al frente de la finca, esto ya no era muy fácil, debido a su enfermedad y la lejanía en la que se encontraba la finca. El negocio más favorable fue una permuta por una Casa-Pensión. Así lo hicieron intercambiaron su finca por esta casa, pues tenía tres piezas que se podían arrendar.

5 El verrugoso es una serpiente extremadamente venenosa, que había en las regiones selváticas del área amazónica.

6 Persona que trata y cura a enfermos con plantas, oraciones y bebedizos.

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El negocio se finiquitó y la familia Sánchez Molina se trasladó a la capital del depar-tamento, con el dinero que recogieron producto de la venta de los animales de la finca pusieron una tiendita de barrio y ofrecieron en arriendo unas piezas. Todo parecía ir bien, Milena iba a la escuela, pero pronto la tienda se fue menguando, porque le fiaron a algu-nos vecinos que no pagaban y sumado a eso lo que recibían del alquiler de las piezas no alcanzaba para sostener a la familia.

José Omar preocupado por la situación y siendo el que tenía las riendas de la familia, hacía hasta lo imposible por conseguir un empleo, pero solo por haber cursado la primaria y además por el asma que lo afligía, le era imposible emplearse bien y solo conseguía trabajos informales y temporales.

Pasaba el año 2004 y en la pensión se hospedó un hombre que se hacía llamar Mau-ricio, vivía bien vestido, pagaba puntualmente el arriendo, llevaba diferentes mujeres y por temporadas viajaba y cuando regresaba traía buena plata. José Omar hizo amistad con Mauricio y hasta le pidió que si lo ayudaba a emplearse donde él trabajaba. Mauricio le dijo: “que él trabajaba con unos ganaderos en Nariño y que le iba conseguir trabajo”.

José Omar le dijo a su amigo que le agradecía mucho, ya que como él sabía, era el responsable por sus ancianos padres y su pequeña hija.

Pasados unos días Mauricio llegó y le comunicó a José Omar que en dos días viajaban a Nariño y que le tenía trabajo. A los dos días José Omar, muy feliz porque tendría un em-pleo para ayudar a sus padres y su adorada hija, partió con un pequeño equipaje donde llevaba un poco de ropa, útiles de aseo, algunos medicamentos y un inhalador.

Don Alfonso, doña Amparo y la pequeña Milena quedaron contentos por su nuevo em-pleo y se quedaron haciendo plegarias por su bienestar.

Extrañamente José Omar notó un cambio inexplicable en Mauricio, durante el viaje fue distante y ya no parecía el inquilino y amigo jovial de la familia, además con ellos iban dos jóvenes más.

Después de tres días, entre carretera y caminos, llegaron a una vereda llamada “Nuevo Horizonte”, era una finca con pastizales y maraña, con una casa con techos de zinc y pare-

des de madera y cercana a otras casas de similares características.

José Omar se extrañó al ver un sin número de hombres uniformados, con armas largas y brazaletes de las A.U.C., los recibieron bruscamente y los pusieron a dormir en un caidi-so7, al otro día los levantaron a las cuatro de la mañana, les entregaron dos camuflados, una hamaca, un toldillo, una cintela, unas botas de caucho y un equipo y a madrazos les ordenó un hombre: “ que se alistarán, que iban para la escuela”, también los motilaron rapados y después de caminar una hora llegaron a un sitio que llamaban “La Escuela” , donde los recibió un comandante que se hacía llamar “Rambo” y quién hacía de instructor en “La Escuela”.

Allí comenzaría la pesadilla para José Omar, pues lo ponían a trotar, a hacer arrastre bajo, rollos y toda clase de ejercicios al igual que manejo de armas. José Omar por temor a la forma violenta en que los trataban, no se atrevía a decir nada.

Pero por su problema de asma siempre llegaba de último o no podía realizar las exigen-tes tareas, esto hacía que “Rambo” lo pateara y lo golpeara, también le gritaban que era un infiltrado o un sapo. José Omar enfermó, y maltratado se atrevió a preguntar por Mauricio para hablar con él, pero “Rambo” le dijo que ya se había marchado, que Mauricio había cobrado los $150.000 que le daban de comisión por cada reclutado.

No pasaron cuatro días cuando llegó una camioneta Toyota de vidrios oscuros y de la cual se bajó un tipo de 1.75 cm de estatura, con contextura robusta, portaba un radio de comunicación, dos teléfonos móviles, un arma corta en la cintura, pues la cacha de la pis-tola se veía por fuera de la camisa.

Con mirada fría y mal encarado después de saludar a “Rambo” y cruzar unas palabras preguntó: ¿quién es el que se va conmigo? El instructor le señaló a José Omar, a lo que el tipo que vestía de civil le indicó que se subiera a la camioneta.

A pesar de los golpes y las lesiones, José Omar sacó fuerza y muy contento se subió al carro, pero antes le pidió a “Rambo” que si le podían entregar el bolsito con sus cosas, a lo cual le respondieron: “que para donde él iba no lo necesitaba”, solo ordenó buscar la

7 Techo adicional a la casa

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billetera con los documentos, pero extrañamente se los entregó al tipo de civil, en cuestión de media hora emprendieron el camino.

José Omar muy feliz trataba de entablar conversación con el tipo que solo lo miraba por el retrovisor mientras manejaba la camioneta. Después de casi dos horas de recorrido, por una difícil trocha y al haber pasado por bastas montañas, llegaron a orillas de un caudaloso río de aguas turbias.

Divisando en horas de la tarde los rojizos rayos del sol que se ocultaba y el sonoro canto de las aves “también volaban los tucanes…”

El paramilitar que conducía el carro, lo apagó y le dijo a José Omar que se bajara, él también se bajó, caminó hacía la orilla del río, sacó un paquete de cigarrillos Imperial, prendió uno y comenzó a fumar, le ofreció uno a José Omar, pero él con la humildad que lo caracteriza le agradeció y le dijo: que no podía fumar.

Mientras el viento se llevaba el humo que exhalaba, el hombre sacó una pistola y revi-só que tuviera tiro en la recámara, mirando a José Omar con frialdad y sin el más mínimo gesto de cordialidad.

En ese instante, timbró un celular dentro de la camioneta, el hombre tiró lo que le que-daba del cigarrillo y se dispuso a dirigirse hacia el carro, mientras caminaba le dijo: “espé-reme ahí”, a lo que José Omar asintió con una amable sonrisa. Enseguida escuchó que el tipo hablaba con una mujer mientras caminaba y por primera vez lo vio sonreír.

Antes de cortar su llamada le dijo a su interlocutora: “Que la amaba y que al siguiente día, iría a verla, pues ya estaba cayendo la noche y se encontraba trabajando”.

José Omar contento porque pensaba encontrarse con su adorada hija y sus padres. Sin embargo lo asaltaba una duda, no entendía porque lo había llevado a tal sitio, pues no ha-bía continuidad de la trocha y solo podían regresar sobre lo recorrido. Mientras José Omar pensaba, el hombre le preguntó: ¿de dónde es usted y cómo llego hasta la base? – José Omar no se hizo esperar y le empezó a contar toda su historia.

Reflejaba una molestia con su amigo Mauricio por la forma en que lo había engañado y

peor aún la situación en la que él y su familia se encontraban, su enfermedad y la impoten-cia en la que se encontraba al no poder seguir ayudando a sus padres y poder ayudar en la crianza de su hija. El hombre lo escuchó en total silencio y luego le preguntó: ¿si podía confirmar todo lo que le había contado? A lo que José Omar sin el más mínimo temor le respondió: que sí.

El hombre le dijo: “Yo soy Bernardo, soy comandante de la estructura de urbanos y tengo la orden de matarlo porque supuestamente usted es un infiltrado. José Omar sintió que las fuerzas le faltaban y cayó de rodillas ante su verdugo. Pero este le dijo que se tran-quilizara, que vería si podía hacer algo por él. De inmediato cogió un celular y se comunicó con alguien al que llamaba señor y le pidió verlo lo antes posible. Terminó la llamada y le dijo: “Súbase rápido”, y empezó a conducir, con rapidez, notándose en su rostro un gesto bastante molesto.

Luego de casi tres horas llegaron a un pequeño pueblo y en una especie de bar, en-tró y saludó con gesto de respeto a un tipo alto, impecablemente vestido y con el cabello largo. José Omar encontrándose a unos pocos metros del lugar, miró que tenía al menos 4 escoltas y que lo acompañaba una hermosa mujer que no parecía de la región. Le dijo algo a su acompañante y se pasó a la mesa contigua, se sentó con Bernardo y mientras le llevaban unas cervezas, habló con Bernardo y enseguida le hicieron señas a José Omar para que se acercara.

El muchacho llegó y saludó al jefe de Bernardo, pero se negó a sentarse debido a que estaba desorganizado, pero el hombre con aire de amabilidad le pidió que se sentara y le pasó una cerveza. Un tanto avergonzado asintió y cuando se sentó Bernardo le pidió que le contara todo lo que le había dicho.

En presencia del nuevo sujeto, relató todo lo ocurrido, cuando terminó el testimonio, el tipo le dijo que ya era un hombre libre y que nadie le haría daño. Sacó un poco de dinero y procedió a dárselo a Bernardo, mientras le daba instrucciones para hospedarlo, comprarle ropa y darle el dinero necesario para que el muchacho regresara con su familia a su tierra natal.

José Omar no pudo contener las lágrimas y lloró profundamente, mientras Bernardo lo acompañaba a una pequeña residencia. Al siguiente día, siendo las nueve de la mañana

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Bernardo le llevó una muda de ropa completa con zapatos, le dio plata para que se mar-chara y le devolvió su billetera con los documentos. En cuestión de 10 minutos estaba listo, siendo conducido por el sujeto a la empresa de transporte que lo llevaría a su casa.

Al despedirse José Omar le pidió permiso para abrazarlo y con lágrimas en los ojos le agradeció por devolverle el padre a su pequeña Milena y el único apoyo a don Alfonso y doña Amparo, también le juró por su hija que mientras él viviera siempre lo llevaría en sus plegarias.

REFLEXIÓN:Estahistoriaestábasadaenhechosrealesqueleocurrieronapersonasdebien,queporfaltadeoportunidadesyporteneraltosíndicesdedesempleo,terminaronenmanosdereclutadoresdesalmadosydespiadadoscomoMauricio;quesintenerelmásmínimoasomodecompasiónysinimportarlelaamistadqueleofreciólafamiliaSánchezMolina,destrozólavidadeJoséOmar,sabiendoqueéleraquiénvelabaporsufamilia,todoporlaambiciónamiserables$150.000pesos.

Estonodebepasarleaningúnserhumano.Ojalánuestrasociedaddepasoshacialareconciliación,elperdón,lacomprensiónylapaz.

Quepodamosdejarleunpaístranquiloysinviolenciaanuestrasfuturasgeneraciones,dondehayaeducación,empleo,justiciayequidad.

UN COLOMBIANO EN LA GUERRA

Ezequiel Mora Vallejo

Esta historia empieza en Sirasi (Boyacá), corregimiento del municipio de Páez (Boyacá), caserío ubicado en la ribera del río Upía, incrustado en la cordillera oriental, un territorio

con una hermosura incomparable, diría en pocas palabras que es un territorio similar al paraíso, de gente humilde, trabajadora y con esperanzas de obtener un futuro mejor.

Allí nací siendo el octavo hijo de una familia de 11 hermanos, a la edad de 5 años mi padre nos abandonó partiendo con rumbo desconocido.

En este hermoso pueblo, conocí a una linda mujer y conformé un hogar, naciendo del fruto de nuestro amor una hermosa hija, junto a mi madre vivíamos en una finca, que ellos habían construido con mucho cariño y amor.

Aquella tarde del 8 de febrero de 1999, se frustraron mis sueños cuando salí al ca-serío a recibir unos encargos que hice de la Cabecera Municipal para celebrarle los 3 primeros años a mi linda hija. Siendo un campesino de tan solo 21 años de edad, alegre, trabajador y enamorado de mi familia, que solo pensaba en un buen futuro para ella. Me encontré con una gran sorpresa del señor del “carro de línea”, que era un buen amigo de la infancia, él me llevaba una razón de un paramilitar que ese día se dirigía a Sirasi con sus tropas, llevando consigo un listado de campesinos a los cuales tildaba de guerrilleros y que al paso de su incursión los iba a matar. Con gran sorpresa yo hacía parte de esa lista, la amenaza era clara: “Que mejor me fuera para no matarme con mi familia y todo lo que tuviera”; mi amigo de la infancia me envió la razón -en nuestra niñez compartíamos las onces que nos daban nuestros padres cuando nos mandaban a estudiar-. Sin embar-

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go la vida se encargaría de situarnos en orillas distintas, con el tiempo él eligió un camino criminal al lado de “los paras”, mientras yo construía una familia.

Al oír la razón que me tenía, salí sin saber qué hacer, con una tormenta de pensa-mientos que se cruzaban y bloqueaban mi mente. Con rumbo a la finca, ubicada a 15 minutos del caserío. Pensaba ¿Qué pasó? ¿Quién nos metió en esto? ¿Por qué? No sabía cómo darle la noticia a mi madre y a mi esposa.

Resolví que saldría de la finca, pero no sabía para donde, lo más triste era dejar el terruño donde nací y me crié con mis hermanos y pasé los mejores años de mi vida.

Quedaba solo con el fruto de mi trabajo.

Llegué y le conté a mi madre y a mi esposa lo que estaba pasando, grande fue el asombro de ellas, que estallaron en llanto, haciéndose la misma pregunta que yo me realizaba en silencio: ¿Por qué?, mi madre dijo, llorando: “Yo no me voy de mi finca hijo, nosotros somos inocentes”. Yo la convencí que nos fuéramos a casa de mi abuela en Chámeza (Casanare), mientras pasaba la incursión paramilitar, lo anterior debido a que los paras entraban y se demoraban (8) y hasta (5) días y salían del territorio, dejando a su paso maltrato y desolación.

El Ejército Nacional, casi nunca llegaba por allí, se podía decir que estábamos aban-donados por el Estado, y la única ley que había era la del silencio. No sabía cómo hacer-les saber a los “señores paras”, que no éramos los que ellos decían.

Entre llantos de mi madre y mi esposa, y con mucha tristeza por dejar mi terruño abandonado, salimos con la esperanza de un día volver allí.

Con mi hija en mi hombro y con la lluvia cayendo, entre truenos y relámpagos, sobre nuestras espaldas y a la luz de una linterna con rumbo a Casanare, pudimos llegar aquella noche a un lugar a orilla de la quebrada Minquira, la cual no pudimos cruzar ya que estaba muy crecida. Nos refugiamos en una casa cercana, que estaba abandonada, para poder protegernos de la lluvia –que ya nos tenía con calambres– y de la frialdad de la noche.

Siendo yo un muchacho con grandes aspiraciones, estaba en una encrucijada, me

estaban acusando de algo que nunca había pensado ser.

Esa noche solo pensaba poner a salvo a lo más lindo que he tenido en la vida: mi familia.

Como a las cuatro de la madrugada, en medio de la lluvia, mi madre, mi esposa y mi hermanita menor habían podido dormir un poco, sobre un plástico que habíamos puesto en el piso.

Los embates del clima las obligaron a arruncharse. Yo no dormí en toda la noche, me mantuve atento a cualquier ruido que pudiera alterar la tranquilidad de mi familia, escu-che voces y ruidos cerca, las levanté -poniendo mi mano sobre la boca de mi hija, para que no se escuchara su llanto- salimos con rumbo a Casanare, pero en el camino nos encontramos una roca, que cerraba el paso, nos quedamos ahí hasta que aclaró, para poder ver por donde seguiríamos nuestro rumbo.

Cuando amaneció, nos dimos cuenta que estábamos cerca de la carretera que con-duce de Sirasi a Chámeza -que para la época parecía más un camino de herradura- . Como a 100 metros vimos un grupo de hombres vestidos de camuflado, que no se podían distinguir con claridad quienes eran.

Con mucho silencio bajamos por entre el rastrojo a la carretera y pudimos pasar la quebrada. Ese día llegamos a Chámeza a donde mi abuela que vivía allí y nos recibió con alegría sin saber lo sucedido, cuando le comentamos fue grande su asombro.

Un primo me prestó una pantaloneta y un buzo, para que pudiera lavar la ropa que llevaba puesta; lo mismo hicieron mis tías con mi madre y mi esposa, les prestaron ropa, ya que no llevábamos nada.

En Chámeza yo tenía varios conocidos y cuando fui a pedirles ayuda me dieron la espalda, solo por el hecho de venir de Sirasi. Por esa época la única ley que imperaba en este pueblo era la de las (Farc-Ep), esta organización mantenía un estigma sobre todos los habitantes de Sirasi, decía “que todos eran paracos”.

El único apoyo que recibimos por esa época fue el de la familia, en este pueblo pasa-mos muchas necesidades.

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Palabras Justas III Bogotá

El 15 de febrero de 1999 en la mañana me levanté con ganas de ir a la finca para ver que podía llevar o ver si teníamos la posibilidad de regresar. Le comenté a mi esposa y a mi madre la decisión que había tomado, ellas no querían que yo me fuera, yo les respondí que ya me iba.

Salí con rumbo a Sirasi, a pie gastaba entre 8 y 9 horas de camino, con el sol a mis espaldas caminé y cuando remonte la cordillera desde donde se divisaba a lo lejos Sira-si. Sin darme cuenta y sin andarlo buscando, estaba en medio de un poco de gente de camuflado en frente a una escuela, la Escuela Barriales; me cerró el paso un señor alto, vestido de militar, el cual iba acompañado de varios más y me dijo: “Que era de las Farc Ep”, me preguntó: ¿Qué para dónde iba? ¿Qué quién era?, le dije: que para Sirasi y le comenté lo sucedido en días pasados y que me iba a recoger ropa para mi familia, él me dijo: “que los paras no se habían ido, que seguían allí”, al verme sudando del calor, orde-nó que me dieran de tomar un poco de limonada. (Quien iba a pensar que este episodio iba a marcar un giro completo en mi vida).

Un instante después, llegó en un caballo una señora proveniente de Sirasi y dijo con voz de asombro:

“Señores me les volé a los paras, esos perros están matando a la gente, allá en el caserío”, nombró a unas personas que yo conocía, gente honorable y trabajadora.

Dijo que si la guerrilla no aparecía seguían matando. Yo creí lo que la señora estaba diciendo, pero después me di cuenta que era producto del miedo que llevaba. Porque hacía tres días que tenían la gente encerrada en el caserío -al que llegaba no lo dejaban salir- solo estaban esperando el momento de irse para masacrar un poco de campesinos, entre ellos los padres de mi esposa, que los tenían allí. Cuando la señora terminó de hablar, y sin saber quién era el señor que me había dado la limonada, les dije esto: ¡Lo que está pasando, es culpa de ustedes y ustedes no hacen nada al respecto!, el señor me miraba y se sonreía de lo que yo le decía y me dijo: “Muchachos, nosotros no hemos ido, porque ellos están en el filo alto y no sabemos cómo llegarles allá”

Sí, era cierto, los paras estaban en la finca de mis padres, de donde me había tocado irme, y allá hacía mucho tiempo quedaba una base militar, este era un punto estratégico para cualquier grupo armado, yo les dije que conocía un camino por la parte de arriba,

que si querían yo los guiaba, que era un camino estrecho por unas rocas y que casi nadie lo conocía, ante lo que reaccionaron diciendo: ¡en serio!

El señor llamó a otros y les dio la orden de alistar, en 10 minutos debían estar for-mados y equipados con solo un mini crucero con suficiente dotación de combate. Yo me quedé asombrado, de ver como se alistaba un ejército para el combate.

En ese momento llegó un señor y se presentó diciendo: “Soy Eduardo”, traía con él un fusil R-15 y dijo: “usted no va a ir con las balas en la mano”, procedió a preguntarme: ¿usted ha disparado un fusil? , le conteste asombrado: no.

Las únicas armas que yo había visto en mi vida eran una escopeta de fisto y un calibre 22, que había dejado mi padre en la finca y que yo las manipulaba para cuidar los cultivos de maíz y yuca, para que los animales salvajes no se los comieran.

Eduardo me dijo: “mientras ellos se alistan, usted va a aprender a manipular esta arma, a disparar, a cambiar y llenar el proveedor. Fue algo muy rápido y me dijo: “Yo no voy, esta es mi dotación, solo le pido que regrese con ella, ya para esa hora, corría el medio día y el sol era canicular, ellos estaban listos con todo su arsenal de guerra y a mí, me habían dado un fusil, bien dotado.

Al instante regresó el señor de la limonada, con un grupo como de 10 hombres, para que le dijera como llegar al sitio para planear el ataque, un señor alto, caradura por la guerra, hizo el plan de ataque para el otro día en la mañana y me dijo: “Soy el comandan-te Redondo, usted no se aparte de mí, usted va a ser mi guía”, y dio órdenes de partir al mando de unos hombres hasta un filo al frente de donde estaban. Qué allá les llegáramos que se tomaran ese filo o barranco, antes de oscurecer el día llegamos allí, a este filo que a la vez estaba tan cerca y tan lejos, debido a que nadie creía que alguien podía pasar por allí y se veían los paras en la finca de mis padres, estaban en la casa y por todos sus alrededores.

Desde el lugar en donde nos encontrábamos -un sitio alto- procedí a indicarles por donde se salía a la trocha, por donde íbamos a pasar esa noche y les dije que yo los guiaba hasta allá, saliendo adelante, yo estaba ansioso de llegar a mi casa, sin saber lo que pasaría.

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Al amanecer del día 16 de febrero de 1999 ya estábamos en la finca -en donde nací y me críe- conmigo iban aproximadamente unos 100 hombres de las Farc-Ep, pero grande fue la sorpresa al llegar allí, porque solo encontramos ruinas, no había nadie allí, habían quemado la ropa y los enseres que estaban en la casa, se habían comido las gallinas y un cerdo, “parecía como si hubiese pasado una tormenta”, sentí mucha tristeza y con ga-nas de llorar al ver esto, el señor Redondo me dijo: “que continuáramos, que esos perros se habían ido”, vamos para el pueblo dijo.

En ese momento le comunicó por radio un señor que ya estaba en el filo -desde donde se divisaba el pueblo- “que los veía en el pueblo”. Rápido fuimos a reunirnos con los que se comunicaron, y efectivamente vimos que ya iban de salida, observando que en el caserío se disponían a hacer una reunión para matar a unos campesinos y luego marcharse.

El señor Redondo de inmediato dio órdenes de tomar posiciones de ataque, sentí mu-cho miedo, no sabía lo que me podía pasar. De manera sincronizada todos dispararon sin piedad contra “los paras” que estaban en el caserío, a los alrededores se escuchaban gri-tos allá y acá. Mientras todo esto sucedía, del otro lado respondían con toda su artillería. El señor Redondo que estaba al lado mío, me dijo: “hágale, dele plomo a esos perros”, yo no tenía fuerzas y me tocó sacar fuerzas de donde no tenía, siguiendo las instrucciones, entre a hacer parte del combate, que duró aproximadamente una hora.

Pasado el combate se sentía una tensa calma, no se veía a nadie, ni siquiera los habitantes del pueblo, ni los campesinos que tenían allí. Los paras echaron un montón de gente por delante como escudo humano y se habían ido; unos habitantes del caserío estaban escondidos en las casas debajo de sus camas.

De forma rápida llegamos al pueblo, mientras que otros se fueron siguiendo a los paras. Al llegar al pueblo el señor Redondo me preguntó: ¿Usted ha hecho parte del Ejército? Le dije que no, y me contestó: “Pero lo hizo bien”.

La gente al vernos allí, empezó a salir y alguien dijo: “Todos se fueron, pero se lleva-ron un poco de civiles”, al pasar un tiempo y para mi asombro, me encontré al señor del “Carro de Línea” y se asombró al verme con un fusil y me dijo: “¡Que le pasa! -Yo si creía que usted no tenía nada que ver con la guerrilla”, después de esto se fue.

Por esos momentos yo mantenía el recuerdo, de cómo había encontrado mi casa, y los momentos que había pasado en ese combate, me encontraba confundido. La gente que me había visto crecer solo se quedaba mirándome, pero nadie me dirigía la palabra.

El señor Redondo dio la orden de regresar y la gente inocente le pedía que no los abandonara, de regreso al punto de encuentro desde donde habíamos partido (La Es-cuela Barriales en Casanare), nos estaban esperando con carne asada y buena comida. Ahí estaba Eduardo y me preguntó: ¿Cómo me trató a mi amigo? (el fusil), le conteste: bien y se lo entregue.

El señor Redondo le dio parte al señor que me dio la limonada y le dijo: “que yo tal vez era militar” y él solo se sonreía, también le comentaron que los paras habían aca-bado con todo en la finca, él me preguntó: ¿qué cómo se llamaban mis padres? Me dio $500.000 pesos y me dijo que me fuera, que me esperaba al tercer día, que él quería hablar conmigo.

Salí con una mezcla de alegría y tristeza con rumbo a Chámeza, en donde me espe-raba mi familia, al caer la noche llegue a casa de mi abuela, en el comedor se encontraba mi hija que salió a recibirme diciendo: ¡Papá, papá!, detrás de ella se encontraba mi esposa y detrás de ella, mi madre y mi abuela, recibí de ellas un caluroso abrazo y al mo-mento me abordaron para pregúntame ¿cómo me había ido? ¿pudiste ir a la finca?, les dije que sí; empecé a narrar lo sucedido, mi esposa llorando me dijo: ¿para qué hizo eso? No tuve respuesta para ellas. Sentí un nudo en la garganta y se me aguaron los ojos.

Procedí a darles el dinero que me habían dado y ellas me reprocharon diciendo: “solo lo quieren comprometer”, con ese dinero se compró lo necesario para la casa. Sin embar-go todavía no les había comentado que debía regresar tres días después.

Al otro día dije eso que con tanta dificultad me había costado decirles: mi partida en tres días sería inminente, grande fue la tristeza de mis queridas mujeres, mi madre y mi esposa. Ella precisamente con quién había decidido conformar una familia, me hizo pro-meterle que no la abandonara. En ese momento me encontraba en una encrucijada, al no poderle cumplir a mi esposa lo que acababa de prometerle, al encontrarme pasando la delgada línea invisible en donde terminarían todos mis sueños de tener una familia, de ser finquero, todo quedaba allí.

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Llegado el tercer día acudí al lugar donde me citaron, allí estaba el señor que me dio la limonada, se presentó diciéndome: “soy ‘Javier Suárez’ segundo al mando de este frente” y dijo: “Le voy a preguntar algo y espero que me conteste con la verdad ¿usted ha prestado el servicio militar?

Con una sonrisa burlona yo le dije: la verdad no. En un gesto como que no creía, que él pocas veces se equivocaba, me dijo: ¡Bienvenido a las Farc!, desde este momento ya no podrá volver a su finca, ya que todos piensan que usted es guerrillero (sin serlo), si usted vuelve a la finca lo matan los paras, desde el día de hoy comienza un “Curso Básico” en la guerrilla, me tocaba que hacerlo, ya no habría camino de regreso, me toca-ba integrarme a los muchachos, unos conocidos y otros no.

Mi asombro era grande solo pensaba en mi familia ¿qué pasaría con ellas? -mi es-posa, mi madre, mi hija, mi único tesoro, lo estaba dejando todo a la deriva y contra mi voluntad me integré. Solo sentía que me moría de la tristeza y de la impotencia de tener que integrarme a un grupo armado.

Sin tener otra alternativa esa noche le pedí a Dios que me protegiera a mí y a mi fami-lia, al igual que a los otros muchachos que estaban más asustados que yo.

Al otro día, iniciaría un curso militar básico, el cual tendría una duración de un mes -tiempo que para mí sería eterno- sin saber nada de nadie solo de los que nos encontrá-bamos allí, terminó el curso y nos dieron una dotación personal completa; realizaron un registro con el nombre propio de mi madre y mi padre, me cambiaron el nombre de pila. Ese día el “señor Suárez”, me dijo: “que íbamos a ir con él para que nos despidiéramos de nuestras familias”.

Salimos para el pueblo, yo iba lleno de alegría, pero me invadía la tristeza porque solo podía ver a mi familia y comunicarles que había sido reclutado por las Farc-Ep. Cuando llegamos al pueblo muchos ojos estaban puestos sobre nosotros, pues conmigo iban muchachos del caserío, que también habían sido reclutados por este grupo armado en Chámeza (Casanare).

Chámeza había sido tomado por las Farc unos años atrás, no contaba con presencia del Estado, la ley que imperaba era la de este grupo armado. Cuando mi familia me vio

no podía contener el llanto. El “señor Suárez”, les comunicó: “que yo hacía parte de las Farc, que tenía una hora para que me despidieran”, mi esposa llorando, le rogó: “que no hiciera eso, que yo tenía una niña, que ellas eran mi familia”.

Mientras yo jugaba con mi hija y con ganas de llorar porque me tocaba dejarlas so-las. Le prometí a mi esposa que nunca me olvidaría de ellas y me tocó irme otra vez, con lágrimas en mis ojos. Partí dejando a mi madre, esposa e hija, todas tres sin poder controlar el llanto.

Regresamos al campamento y solo le pedía a Dios, que pronto terminara esta gue-rra, donde yo empezaba a ser parte de ella a través del frente. Empezaron a asignarme misiones, en las cuales yo ponía todo de mi parte para darles cumplimiento, para ver si de esta manera podría terminar todo, ya que en las charlas siempre decían que pronto íbamos a tener el poder y todo terminaría.

Ejecuté toda clase de tareas asignadas violando la constitución y las leyes, pues no las conocía, yo era un campesino que solo había cursado hasta tercero de primaria y no pude estudiar más, pues me tocó ponerme a trabajar, para ayudar con los gastos de la casa. A mi madre le tocaba muy duro para darnos de comer a sus 11 hijos. Yo solo le ponía el alma a lo que hacía, ya mis sueños del pasado habían quedado atrás, ahora quería ser un comandante de alto rango, para con el tiempo poder ayudar a mi familia.

Cometí muchos delitos estando allí en las Farc-Ep, tarde o temprano me pasarían la cuenta de cobro. El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Fueron pasando los años y yo seguía en las Farc, recorriendo varios departamentos de Colombia, viviendo una guerra deshumanizada desde todos los puntos de vista, dejando a su paso desplaza-miento de civiles entre otras conductas atroces, algo que yo había rechazado cuando me encontraba en la finca, pero ahora esa era mi vida. Por otro lado, “los paras” habían desaparecido a una hermana con su esposo y otra hermana la habían asesinado de la forma más vil, descuartizándola por completo. Todo esto me tenía confundido y quería seguir en la guerra con todo y sus errores.

Al regresar un día a mi pueblo Chámeza a visitar a mi familia, en un permiso que me habían dado, me sorprendió un operativo de la xVI Brigada del Ejército, con sede en Yopal Casanare, cuando llegaron a retomar el municipio de Chámeza (Casanare),

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quedando disgregado, mi esposa me manifestó “que me desmovilizara y que podríamos estar juntos nuevamente”, pero no le hice caso, lo que procedí fue a pedirle que saliera para Bogotá, que yo también lo haría y me salí del caserío, por en medio del ejército, cogí rumbo a Bogotá, donde también habían llegado mi esposa e hija, en esta ciudad conseguí trabajo y me desconecte de las Farc.

Cuando ya estaba organizado y pensaba que ya todo había pasado. Un día me llegó la hora de pasar la cuenta de cobro por mis errores, fui capturado por el Das el 18 de abril de 2007. Fui trasladado a la prisión de máxima seguridad de Cómbita (Boyacá), me tildaban de ser un individuo muy peligroso, allí me di cuenta de la gravedad de los delitos que había cometido, siendo guerrillero.

Ahora me tocaba pasar un largo tiempo en la cárcel, desde ese momento mi esposa me prometió que estaría conmigo, pero que no volviera a cometer errores. Me puse a es-tudiar en la cárcel, pase papeles para desmovilizarme y colaborar con la justicia. grande fue la sorpresa cuando encontré que en el patio donde estaba recluido, habían solo paras desmovilizados y activos, pero que me expresaban que era un error la situación de ellos.

Muchos me mostraban arrepentimiento por lo que habían hecho, por mi mente solo pasaba, salir de ese lugar sin tener problemas, pudiendo llevar a cabo mi proyecto de vida.

Seguí estudiando. En el año 2009 me trasladaron a Chiquinquirá (Boyacá), cárcel de justicia y paz. Terminé el bachillerato con el colegio “Julio Flórez”, comencé un diplomado en derechos humanos y Derecho Internacional humanitario con la Universidad Ideas, gracias a estos estudios comprendía la magnitud de mis errores.

hoy en día comparto patio con los que un día me victimizaron, estudio con ellos, com-parto hasta el café en el mismo vaso, porque entendí que el rencor no se debe alimentar, solo se debe sacar del pensamiento y del corazón.

Por lo anterior quiero pedir perdón a todos y cada uno de los seres humanos a los cuales algún día les causé daño. De la misma forma que ya pude perdonar a quienes un día me hicieron tanto daño, de lo que si pueden estar seguros es que de mi parte no habrá repetición de hechos atroces.

Solo quiero pasar el resto de vida que Dios me dé, al lado de mi familia, viendo crecer el amor de mi vida, “mi nieta”, ya que perdí los mejores años de mi vida sin ver crecer hija y sin colmar de amor a mi esposa.

A los jóvenes del hoy y del mañana, les quiero hacer la invitación para que vivan la vida de una manera sana, sin cometer errores como los que he narrado en este escrito.

Estas últimas líneas se las quiero dedicar a mi madre, la mejor del mundo. Perdón por todos los daños que te cause, cuando solo tú me enseñabas a hacer el bien.

La paz de Colombia y del mundo sea para todos, sentirla y vivirla es la verdadera esencia de cada ser.

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VIDA CAMPESINA

Wilmer de Jesús Rodríguez Vanegas

Nací en la hermosa región de “La Mojana”, ubicada en la costa norte de Colombia, en un extenso valle de clima caliente. Corren por ahí las aguas turbias y caudalosas

de los ríos: San Jorge, Cauca y Magdalena, razón por la cual existen muchas ciénagas, caños y zapales8 que la convierten en una región muy rica en recursos naturales y bio-diversidad.

La ganadería, la agricultura y la pesca son los tres principales pilares que mueven la economía; sus paisajes expresan tranquilidad y belleza pura, el aire que se respira es limpio y agradable. La gente es maravillosa, se trata de campesinos humildes y trabaja-dores que no se martirizan la vida para nada, a pesar de las adversidades, son personas muy cariñosas, amantes de las riñas de gallos, de las corralejas taurinas, de las carreras de caballos, les gusta bailar fandango y vallenato, siempre viven alegres. Las mujeres son hermosas y trabajadoras.

Crecí en un ambiente de pobreza y violencia armada, casi nunca había ni para la comida. A diario veía flotar cuerpos sin vida, aguas abajo por el río, nadie se sorprendía, ni se preocupaba al verlos, todo eso parecía normal.

Mi padre es un campesino honesto -afortunadamente vive-. Es una persona a quien quiero mucho y agradezco todo lo que ha hecho para sacarme a mí y a mis hermanos

8 Bosques especiales de pantano presentes en la cuenca del río San Jorge y la depresión Momposina. http://siam.invemar.org.co/siam/tesauro_ambiental/Z/ZAPALES.htm

adelante. Es cariñoso y de carácter sencillo. Es alto y robusto. Le gusta vestir bien, es buen amigo, la avanzada edad no le impide salir a divertirse bailando y tomándose sus tragos con los amigos. Siempre ha sido responsable con el hogar y la familia.

Mi madre es muy bella y cariñosa de origen absolutamente campesino, tiene una gran personalidad que es difícil de describir por su generosidad y humildad. Respeta mucho las cosas de Dios. Siempre está de buen genio y nunca se le escuchan discusiones, ni problemas con mi papá, ni con nadie. No le gustaba salir, se dedicaba a los quehaceres de la casa, pero debido a las circunstancias del conflicto, le ha tocado trabajar duro para poder sobrevivir en una ciudad desconocida por ella.

Poco a poco, yo iba creciendo pero todavía era niño y no comprendía el tortuoso camino de la vida de un campesino. No pensaba, ni me preocupaba por los problemas que rondaban en la región. No sabía diferenciar entre el bien y el mal, para mí todo era divertido. Solo me dedicaba a estudiar mi primaria y a jugar bola e’ trapo.

Se escuchaba decir que por ahí andaba “la gente del monte” se trataba de la guerrilla, pero yo no sabía quiénes eran, porque nunca los había visto.

Vivíamos en una pequeña parcela que delimitaba con una hacienda llamada “El Pa-lermo”, propiedad de Diógenes Jiménez, quién era un terrateniente que con la intensión de rodar sus linderos para agrandar sus terrenos, una mañana lluviosa y oscura del mes de abril de 1986, hizo presencia en nuestras casas acompañado de varias policías que venían del municipio de Sucre (Sucre).

Nos detuvieron a todos sin excepción y nos condujeron hasta un viejo corral lleno de barro y excremento de ganado. Ahí nos hicieron acostar a todos, boca abajo con las ma-nos en la nuca y la cara en el barro. Los policías nos apuntaban con sus armas de fuego y nos gritaban muchas palabras soeces, luego fueron llamando uno por uno a los adultos, para propinarle una fuerte golpiza en presencia de todos. Recuerdo que había muchos niños y todos llorábamos al ver como torturaban a nuestros padres en ese barrizal.

No conforme con eso, procedieron a incendiar cada una de nuestras casas sin dejarnos sacar nada de nuestros enseres, con desilusión y tristeza, veíamos como poco a poco las gigantescas llamas consumían todos nuestros sueños, convirtiéndolos en ruinas.

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Después de sufrir este cruel y aberrante trato, comenzaba otra etapa adversa. Me tocó abandonar la escuela donde estudiaba tercero de primaria. Vivimos a la intemperie durante varios meses, sin techo ni nada con que protegernos de aquellos días y noches pasados por sol y lluvias. Esto sin mencionar el hambre que tuvimos que soportar. Algu-nos amigos nos ayudaban con ropa y algo de comer.

Permanecíamos con zozobra, porque no sabíamos a qué horas podía llegar Diógenes a matarnos como lo expresaba constante y públicamente en forma de amenazas para intimidarnos y hacernos abandonar nuestras parcelas pero tuvimos que soportar, porque no teníamos para donde irnos.

El día lo pasábamos en la casa y cuando comenzaba a asomar la oscuridad de la no-che nos desplazamos monte adentro para dormir como animales soportando picaduras de zancudos, de hormigas y de toda clase de insectos. En la oscuridad escuchábamos deslizar las serpientes venenosas por “la hojarasca” muy cerca de donde me encontraba acostado con mis padres y mis cuatro hermanos.

Las circunstancias me enseñaron a ser fuerte, a defenderme y a vivir en cualquier condición y a superar las dificultades para poder salir adelante.

Así estuvimos viviendo durante mucho tiempo, hasta cuando apareció públicamente un grupo de guerrilleros que se identificaron como miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Reunieron a todos los habitantes de la vereda para darnos a conocer los motivos de su presencia y de su lucha revolucionaria. También para pedir el apoyo de la comunidad, y por último dijo una guerrillera, alta, delgada u de pelo largo: “que habían llegado para quedarse, que cualquier cosa que necesitáramos, teníamos que hablar con ellos que eran los iban a tomar el control y a mandar en la zona”.

Ciertamente nuestra región estaba sufriendo el abandono de manera histórica por parte del Estado. No nos visitaba un alcalde, ni siquiera un periodista. Solo le veíamos la cara a un montón de políticos mentirosos cuando se aproximaban las elecciones locales y nacionales. Iban a engañar a nuestra gente con las falsas promesas de siempre, de llevar bienestar a las comunidades si eran elegidos, pero cuando ya lograban el objetivo de ganarse los votos que necesitaban y subían al poder, se les olvidaba todo aquello que antes habían prometido, siguiendo todo igual, con las mismas necesidades, sin agua

potable, sin vías de comunicación, sin alcantarillado, sin apoyo a los campesinos. El abandono era total.

Diógenes no volvió a molestar. Los guerrilleros rondaban casi todos los días por nues-tras viviendas haciendo su trabajo, el de ganarse la confianza de los pobladores, pidién-doles y haciéndoles favores con el propósito de comprometerlos con su causa ideológica y literalmente quemarlos con las autoridades del Estado, para que fueran perseguidos y que luego no les quedara otra opción que las de ingresar a las filas armadas del grupo ilegal.

Los dirigentes de los grupos de guerrillas, saben muy bien que en las zonas más alejadas y abandonadas del país por parte del Estado es donde encuentran un montón de personas vulnerables, fáciles de convencer para hacer parte de los grupos armados ilegales. Campesinos y trabajadores con muy bajo nivel de escolaridad, sin oportunida-des y con un futuro desconocido e incierto.

Yo era uno de esos humildes campesinos que trabajaban sin descanso, preparando la tierra para cultivarla y de eso conseguir el sustento diario para sobrevivir.

Recién cumplí la mayoría de edad, varios de los comandantes guerrilleros, me co-menzaron a utilizar, frecuentemente me pedían que les hiciera favores trayéndoles cosas del pueblo y yo no veía ningún problema en colaborarles, porque me habían convencido que estaba realizando una buena obra a favor del pueblo. Me dejé comprometer de tal manera que cuando me di cuenta, los paramilitares me andaban buscando para matarme y las autoridades también preguntaban por mí “porque yo era un guerrillero” decían.

Debido a eso comencé a trabajar como miliciano para que me dieran un arma corta de dotación para defenderme, y dos años después me tocó irme definitivamente para ese grupo guerrillero. No tenía ni la menor idea de qué rol cumpliría allá dentro.

Me habían inculcado que el objetivo único de la lucha armada consistía en derrocar al Estado y tomar el poder para que toda la sociedad viviera mejor, en condiciones sociales, políticas y económicas igualitarias, donde todos disfrutáramos de las mismas oportunidades.

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No pensé, no tuve la capacidad de decidir por mí mismo. Simplemente creí todo aque-llo que me decían y convencido de eso, tomé esa decisión. No sé si fue por ignorancia o porque tenía razón, lo cierto es que tenía que asumir las consecuencias, porque ya no había marcha atrás, me había convertido en un hombre de guerra.

Me ordenaron participar en la Escuela Básica de Combatientes, donde habíamos cincuenta guerrilleros recién ingresados. Nos enseñaron difíciles entrenamientos mili-tares que consisten en realizar actividades de elevada especialización, capacitación y sacrificios, inclusive de la vida misma. Para objetivos de alto nivel militar, en cualquier tipo de situaciones geográficas o de alto riesgo. Enseñándome técnicas y disciplinas de entrenamiento de fuerzas especiales, conocidas como tácticas de combate o de opera-tividad militar.

En muy poco tiempo comenzaron a aparecer distintos problemas, fueron mis padres los que sufrieron los perjuicios y consecuencias del rigor de la guerra, porque fueron tor-turados, desplazados y perseguidos por los paramilitares en 1997.

En el año 2001, mi padre sobrevivió a un atentado ocasionado por dos sicarios quie-nes le propinaron siete impactos de bala, en varias partes de su cuerpo, cuando se encontraba almorzando en la sala de la casa donde vivía como inquilino en la ciudad de Barranquilla.

Me enteré de lo que había sucedido con mi papá y que dos de los autores materia-les eran vecinos conocidos, fueron mis amigos de infancia y de escuela. Nos criamos juntos en la misma vereda. El tercero de los implicados fue quién elaboró el plan, él es un desertor de la guerrilla que pasó a ser paramilitar, se trata del mismo que antes me había involucrado y comprometido para vincularme con la guerrilla, el mismo que torturó y desplazó a mis familiares.

Eso me hizo sentir muy ofendido y con ganas de venganza. Quise hacer algo para desquitarme, pero el reglamento de la organización y mis superiores no me lo permitie-ron. Pasaron varios años y se me fue pasando la rabia, desistí de ese plan y no pasó nada. Creo que fue lo mejor.

En el año 1996 la comandancia del Frente Alfredo gómez Quiñones del (ELN), a la

cual pertenecía, decidieron crear una disidencia y fundar una nueva organización guerri-llera denominada Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que se extinguió por comple-to en el mes de mayo del año 2007.

Catorce años después de estar transitando por el camino de la guerra, hice un alto de-finitivo. Dije no más métodos ni acciones que causen daño y dolor a personas inocentes e indefensas de nuestro país. Tomé la decisión de abandonar la lucha en armas. Las ra-zones sociales, políticas, económicas y culturales siguen vigentes, pero no hay razones que justifiquen perpetuar una guerra que ha generado tanto derramamiento de sangre y ha dejado más de siete millones de víctimas que han sufrido directamente las atrocidades de un conflicto que debe terminar ya.

¡No más víctimas! ¡No más guerra ideológica!, es hora de que todos los colombianos aportemos un granito de arena para la construcción de una paz justa, estable y duradera.

hoy pienso diferente, anhelo tener la oportunidad de poder encontrarme personal-mente con Diógenes y los policías que nos maltrataron y destruyeron todos nuestros sueños cuando yo era niño, con aquellos paramilitares que torturaron, desplazaron y persiguieron a mi familia, con aquellos que planearon y ejecutaron el atentado contra la vida de mi padre. No para cobrar venganza, ni para reclamarles por lo que hicieron, quiero encontrarme con ellos para estrecharles su mano, saludarlos y decirle a cada uno que los perdono de todo corazón. Admitan o no que cometieron un error.

De igual manera le pido perdón a todas aquellas personas que son víctimas porque les cause daño y dolor irreparable. Sé que no es fácil perdonar, sobre todo aquellas per-sonas que sufrieron directamente los perjuicios de mis acciones violentas y que les ha quedado un daño físico, moral y psicológico irremediable que vivirá para siempre en sus mentes y corazones.

Acepto la responsabilidad de mis errores cometidos durante mi pertenencia al grupo armado ilegal.

Nunca más haré uso de armas, ni de violencia contra alguna persona.

hoy me encuentro privado la libertad en una cárcel de máxima seguridad, pagando

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por haber infringido las leyes de nuestro país. ha sido otra experiencia muy compleja; es difícil convivir con una multitud de personas que piensan y se comportan de una manera diferente.

he aprendido a tener paciencia, a pensar antes de actuar, a encontrar solución a cada problema, a valorarme y a valorar a mis familiares. he subido mi nivel de escolaridad y día a día hago esfuerzos por superarme y ser mejor persona.

Anhelo recobrar mi libertad absoluta con prontitud para enfrentarme a la nueva vida, sacar adelante todos mis proyectos como ciudadano de bien, reencontrarme con todos mis seres queridos; en especial con mis hijos que los amo con todo mi corazón, ellos son la luz de mis días. Tengo presente que ellos me necesitan libre, son muy importantes para mí y daré todo lo que esté a mi alcance para sacarlos adelante.

POEMA ENCADENADO

Antonio Alarcón guevara

Aunque me hayan sentenciadoY me encuentre en la prisiónEn la vida seré felizPorque he hallado el verdadero perdón

Ahora estando en la cárcelAlgunas cosas aprendí a hacerA interpretar guitarra y organetaA contar y a componer

Aprendí a tejer bolsos con hilo de crochéCorreas y capelladasgracias a Dios le daré

Cuando estaba en libertadse me había olvidado leerpor el licor y los amigosel trabajo y el placer

hoy invito a todo el mundoCon todo mi corazón

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Palabras Justas III

A que apliquemos la justiciaLa reconciliación y el amor

La paz justa y verdaderaJesucristo nos la dejóVivámosla y disfrutémoslaDándole gracias a Dios

Reconciliados unos a otrosConsigo mismo y con DiosViviremos muy felicesSin odio y sin rencor

RM

- B

OG

OTÁ

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Bogotá

INTRODUCCIóN

Claudia Alejandra Cardona

Soy mujer y no sé cómo empezar a hacer la introducción a este capítulo!

Es complicado hablar por todas las mujeres cuando cada una de nosotras ha vivido una experiencia diferente, tanto en los grupos armados ilegales, como en los sitios de reclusión en los que nos encontramos.

Durante estos ocho años y medio de estar privada de mi libertad he escuchado a muchas de ellas y si bien sus historias aunque parecidas son diferentes, vivimos sien-do estigmatizadas, como dice Naciones Unidas en su página de internet en Colombia “…En el campo de batalla son maltratadas y una vez abandonan las armas también cargan sobre sus hombros los estigmas de exguerrilleras. En uno y otro escenario son vulneradas”.

Cuando se presentó la oportunidad de poder escribir para este libro, todas estuvimos de acuerdo en que no queríamos solamente contar historias de guerra, sino presentar his-torias donde se vieran reflejadas no solamente las angustias, miedos, temores, rechazos, sino también, las alegrías, satisfacciones, dichas, euforias y complacencias que hemos tenido aún estando encarceladas pagando una pena y privadas de la libertad.

Aunque la perspectiva que se tiene que para los hombres el estar privados de la libertad es más difícil que para las mujeres, porque las condiciones de habitabilidad no son las más adecuadas, considero que no es así, nosotras pagamos una doble condena de la que tenemos, ya que desde este sitio, seguimos asumiendo nuestro deber como

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Palabras Justas III Bogotá

hijas, hermanas, tías, pero sobre todo como madres, lo cual es lo más duro que se nos presenta.

Si nuestros hijos e hijas están mal, nos sentimos impotentes al no poder solucionar los inconvenientes que se les presentan y tratamos de apoyarlos tanto con nuestra capacitación académica, laboral y consiguiendo un trabajo que nos permita una remuneración económica y de crecimiento personal, al igual que la atención emocional aún desde el encierro físico. Nuestros hijos son nuestra mayor motivación para seguir en este proceso de reintegración y se han convertido en la fuente de inspiración para realizar las labores diarias en busca de la integración familiar y social que soñamos en un futuro próximo.

La desmovilización no ha sido fácil para nosotras, porque sobre todo en nuestros hombros recae una mayor carga cultural. La sociedad juzga más duramente a la mujer, sin tener conocimiento de las razones por las cuales fuimos vinculadas en esta guerra que estamos asumiendo, pese a la voluntad de cada una de no continuar perteneciendo a un grupo armado ilegal.

Las mujeres hemos sido desestigmatizadas en los procesos de desarme, desmovili-zación y reintegración, enfrentándonos a una sociedad que considera que hemos trans-gredido las normas tradicionales de género, femineidad, cultura, entorno social y familiar. El número de mujeres desmovilizadas es menor que el de los hombres, pero debemos ser tenidas en cuenta a la hora de construir e implementar las estrategias con un enfoque de género y teniendo en cuenta que poseemos dificultades económicas y aún detenidas seguimos siendo madres cabeza de familia.

A pesar de todos los inconvenientes familiares, jurídicos y emocionales nosotras asumimos con entereza todos los procesos de resocialización, reintegración y repara-ción, los cuales y a pesar de estar estipulados en una Ley, estamos convencidas que no son obligatorios para nosotras porque lo estamos haciendo de una manera des-interesada y sobre todo para mostrar a la sociedad, a nuestras familias y a nosotras mismas que las mujeres desmovilizadas somos unas verracas, mujeres constructoras de paz y sobre todo ciudadanas colombianas.

Tras las rejas no sólo han quedado nuestro años, la juventud...hemos pagado en cuerpo y alma las decisiones que marcaron nuestro pasado, que nos acompañan en el

presente, pero que nos invitan a recrear un futuro con mejores posibilidades para noso-tras, nuestras familias y en especial para nuestros hijos.

Las líneas que siguen son una muestra de nuestro pensamiento, de nuestra alma, de nuestra cotidianidad tras estas rejas y concreto que nos alejan físicamente de nuestros seres queridos y nos recuerdan que, toda acción del pasado nos abraza en el futuro más cercano.

Ansiamos la libertad y el perdón por todo y de todos, pero en especial de nuestro hijos y familiares, con ilusión para construir, con prisa, una familia completa e integrar un mejor país.

“ L ograr olvidar las malas experiencias, es llenar el corazón de

I lusiones, las cuales se pueden ver reflejadas en

B uenas acciones. La PAZ es

E mprender nuevos caminos, emprender nuevos

R etos, para liberar

T odos los malos recuerdos; y

A ctuando de forma correcta poder

D ar paso a la construcción de un nuevo país”

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Palabras Justas III Bogotá

CUANDO TE CONOCÍ

Fanny Sarmiento herrera

Te vi bailar un día.

Quería ser tu pareja pero los días pasaban y nada conseguía.

Te escribí una carta sin saber tu nombre ni donde residías.

La carta llegó a otra otras manos, pues nada coincidía, que cosa tan horrorosa a donde llegaría, fue devuelta en picadillos, pero esto no me apagaría.

De nuevo la carta hice, a su destino llegaría muy pronto.

De esa boca besos recibiría. No solo recibí besos, también caricias y abrazos.

Esta historia está bonita, pues hasta nos ennovíamos.

Siete años ya llevamos pasando buenos y malos, así nos enamoramos, entre proble-mas y risas.

Un largo camino llevamos, siete años viviendo juntos llevamos y de ellos casados, y tan rico la pasamos que hasta papás nos volvimos. ¡Qué alegría, qué ilusión! Un bebé nos acompaña y ha llegado a nuestra vida.

Valió la pena la carta y hasta la espera un ratico.

Mi amado es un hombre llanero de cotizas, poncho y sombrero. Quien creyera que un día este hombre me conquistaría, me regalaría una hija y mi vida alegraría, ¡Que cosa tiene la vida!

hoy nuestra hija Ana Sofía, corriendo grita mamá, durmiendo sueña a papá.

Qué grande ilusión tenemos mi esposo Lucinio y yo de salir muy pronto libres a cumplir la obligación con mucho amor y cariño.

Todo esto les cuento yo, que una tarde de agosto a un llanero conocí, y él con su can-cioncita a esta morena santandereana enamoró.

Con alegría y emoción, esta historia terminó.

DedicadaamiEsposoLucinioFuentesOlivar

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Palabras Justas III Bogotá

Perdónamemigranamor.

ES DIFÍCIL, PERO NO IMPOSIBLE

Adriana María López Flórez

Cuántas veces me lo he preguntado.

¿Serán más los momentos felices que tristes?

Pero no he podido darle respuesta a tan grande pregunta, será por ser tan inexplicables momentos que han hecho parte de este camino, que yo por ingenuidad quise tomar

sin tener en cuentas las consecuencias que hoy me trajeron a éste lugar, tantos recuerdos, recuerdos que hoy me acompañan, de los que quisiera tener otras imágenes diferentes a tanta sangre y dolor donde solamente las personas, que no tenían nada que ver con éste nudo que se llama guerra, son las que tuvieron que pagar los resultados de un desenlace que hasta el día de hoy no ha arrojado nada bueno con que podamos curar esas heridas que duelen en el corazón de todas aquellas aves a las que les cortaron sus alas limitándolas a girar al interior de un túnel oscuro, donde no había ninguna salida.

Las esperanzas cada vez se desvanecían más tanto para aquellas aves que están en medio de ésta guerra como para las que nos encontrábamos en el grueso de ella.

Cuántas lágrimas corrieron por mis mejillas, escondidas en la oscuridad al ver que se perdía el amor por la vida, por los días que transcurrían y las oportunidades de cambiar de historia.

Una historia que nos marcó física y moralmente ya que las heridas que más duelen son las que marcan nuestro interior porque sin el perdón de Dios y de las personas que les causamos daño, es muy difícil de borrarlas sin que queden secuelas de cicatrices en el alma. Quizás más difícil que haber podido escapar de ese túnel oscuro y no volar más al interior de él, sino volar detrás de nuevas oportunidades donde pise otro camino diferente logrando sobrevivir sin tener que hacerle daño a nadie.

Cada uno de nosotros tenemos que pagar las consecuencias de nuestros actos y esto es lo que yo estoy pagando, pero lo estoy haciendo con una mente y un corazón arre-pentido, que en todo este tiempo, solo se ha dedicado a pedir que lo perdonen porque es consciente que cometió muchos errores al atentar contra la vida de otros.

Es hermoso contar con una nueva oportunidad donde me encuentro privada de mi libertad física pero no espiritual ya que aprendí a amarme a mi misma y a las personas que me rodean.

han ido transcurriendo los años y he ido recuperando lo que ya creía que no existía, mi madre, mis hermanos y algunos amigos, no personalmente pero si por medio de una llamada, que, en este lugar, es muy valiosa y alegra mi vida. Una vida que me ha cambiado totalmente cuando conocí en la cárcel de Chiquinquirá aquel hombre de contextura gruesa que mide 1. 67, de piel morena, que le quedan muy bien esos ojos color miel.

Es muy importante haberme dado cuenta que por primera vez y, estando privada de mi libertad, me sentí una mujer amada y protegida, sin que me pidieran nada a cambio ya que lo único que esperaba el de mí, era que le correspondiera ese amor que cada día el me ofrecía con sinceridad y eso fue lo que él recibió de mí, sólo amor.

Unimos nuestras vidas bajo la bendición de Dios, fue una celebración muy bonita ya que el pastor que nos unió en matrimonio, organizó a todos los hermanos de la iglesia ha-ciendo una calle, levantando cada uno de ellos su biblia y mi esposo y yo cruzamos cogidos de la mano, esa calle, donde al final, nos encontramos con sus tres hijos que nos estaban esperando muy felices ya que yo siempre he podido contar con el apoyo de ellos, porque les he demostrado que, el amor que yo siento por su padre es puro y verdadero. No fue para ellos difícil aceptarme, a mí, como parte de su familia, ya que por circunstancias de la vida, la madre de ellos también tenía su esposo, era un camino que se había roto entre ellos dos, pero permanecía unido por esas raíces que se llamaban, hijos.

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Palabras Justas III Bogotá

Se realizó la boda, todos reían y disfrutaban, de la comida, la torta y la gaseosa. Mientras que yo disfrutaba de ese amor que siento por el que hoy es mi esposo y de los que hoy tam-bién se convirtieron en mis hijos; también de la compañía de algunos compañeros que había conocido desde que teníamos 16 años cuando estábamos en la guerrilla. Fueron varias las lágrimas que ese gran día me robó y muchos sentimientos encontrados; me sentí feliz cuan-do mis ojos observaban a los que creí que nunca volvería a ver.

Se acabó la ceremonia, despedimos a nuestros familiares y compañeros, los dos es-tábamos unidos bajo la bendición de Dios. Nos seguíamos viendo todos los días, nos graduamos y seguíamos asistiendo a la asamblea de Dios hasta que a finales de 2012, me empecé a sentir diferente, con náuseas, dolor de cabeza y muchas ganas de llorar. Pues si, ya no éramos dos sino tres.

Fue una noticia maravillosa para los dos ya que lo deseábamos desde los más profundo de nuestros corazones, porque siempre decíamos que estar tras estas rejas, que pronto se abrirán, no nos quitaría la ilusión de que naciera nuestro hijo.

El siempre me traía ricas comidas preparadas por él mismo ya que trabajaba en el ran-cho y todos mis antojos me los calmó.

En el mes de Julio del año 2013, cuando ya tenía 7 meses me trasladaron hacia el Buen Pastor en Bogotá y nació nuestro hijo el 8 de septiembre del año 2013, a las 7:59 de la noche en el hospital de Engativá. Me hicieron cesárea porque no pude dilatar bien, ese día fue el más feliz de mi vida porque pude ver y escuchar llorar a mi hijo por primera vez. El médico que lo recibió me dijo que era un hermoso hombrecito y que estaba completo, pero para mí no fue suficiente, supliqué para poderlo ver inmediatamente en la sala de cirugía, a mí me habían dicho que los niños los cambiaban y es por ese motivo que lo quise ver para grabar su figura, ese es el momento más bonito que puede tener una mujer, cuando ama a sus hijos, verlos por primera vez.

Por un momento me acompañó el recuerdo de una orden que perduró conmigo 10 largos años, cuando estuve en la guerrilla, ya que era prohibido estar embarazada, porque nos arrancaban a nuestros hijos del vientre, sin preguntar si estábamos de acuerdo. Pero en el momento me dije a mí misma, es el día más feliz de mi vida porque estaba segura de que a mí hijo nadie me lo iba a quitar. A las 10 p.m. lo pude cargar, darle pecho y estrecharlo

entre mis brazos. El dolor desapareció, lo besaba, lo abrazaba y quería que se pasaran los días para llegar al Buen Pastor ya que me iba en domiciliaria por 6 meses.

Me fui en domiciliaria y mi esposo nos visitaba cada dos meses. Transcurrió el tiempo y mi Santiago todos los días, más hermoso y saludable.

Se cumplió el tiempo y me presenté de mi domiciliaria en Chiquinquirá . Ahí estaba mi espo-so dándome fuerzas. Fue muy duro tener que dejar a mi hijo tan pequeño, sentí que mi corazón se partía en pedazos, como si me hubieran arrancado el alma. Mis lágrimas no paraban yo ya no veía sus risas, ni escuchaba su llanto. Esa figurita que tenía de él me estaba llamando.

No me recibieron en la cárcel de Chiquinquirá y me regresé al lado de mi hijo, por dos días, nunca salió de mi mente que lo tenía que dejar. A los dos días me presenté en el Buen Pastor de Bogotá, acompañada por Nelly, la que se convirtió en mi hija. Al llegar acá, me encontré con una compañera que se convirtió en mi ángel de la guarda, con sus palabras y consejos empezamos a escribir y a tocar puertas para conseguir un cupo para mi hijo acá y que él estuviera conmigo hasta los 3 años.

Después de una gran lucha, me dieron el cupo a los 15 días. Siempre voy a estar agradecida, con Diana, así se llama quién me ayudó a luchar para que el día de hoy pueda estar escribiendo ésta historia, que por tres años se ha convertido en los momentos más felices de mi vida.

Ese día a las 11 de la mañana, me llamaron, me abrieron la reja, crucé al pasillo y me abrieron otra reja, recuerdo como si fuera hoy esa puerta, que incontables veces se abre y se cierra…La puerta que, ese día, me acercaba cada vez más a mi hijo, porque yo sabía que al momento que la abrieran, lo primero que iba a ver era ese ser inocente que al verme me reconocería, a mí, su madre.

Mis piernas me temblaban, no podía ni hablar, sentí que nunca más nos íbamos a separar. La misteriosa puerta se abrió y me recibiste con una sonrisa, tus ojos expresi-vos, negros y rasgados, brillaron más que de costumbre, estiraste tus brazos para que te alzara y no sabes con cuánto amor lo hice. Tu hermana se fue llorando y, desde ese día se convirtió en tu tutora. Yo te miraba y no lo creía, te tenía entre mis brazos; no recuerdo cuántas veces te dije que te amo. Todas las señoras te miraban y se les escuchaba decir

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Palabras Justas III Bogotá

“ qué bebé tan hermoso” y tú les respondías con una sonrisa .

Ingresamos al patio, te llevé a la cama, organicé tu ropa y alimentos y empezaste a conocer el lugar, ya tenías 6 meses, gateabas de un lugar a otro, siempre buscándome para consentirme; pronunciabas algunas palabras papá, mamá; empezaste a ir al jardín, por días salías con tu hermana a pasear y encontrarte con tu papá.

Cuando cumpliste un año, caminaste por primera vez, me acompañabas para dónde yo me moviera, eras mi sombra, empezaron a multiplicarse cada vez más tus caricias, besos y abrazos, acompañados de frases que repetías en las noches cuando yo, entre dormida, sentía que tu mano rosaba mi cara con esa ternura y tu boca pronunciaba ¡mamá te amo!

Cómo han pasado de rápido estos tres años que se convirtieron en los más importantes para mí. Porque hoy me he dado cuenta que tu corazón late por mí, por todos los momentos que hemos vivido, donde tú siempre te sientes protegido por mí, pero hoy que estás a punto de cumplir tus tres años de vida y que te tengo que dejar ir, me pregunto yo, ¿ será que te acor-darás de mí por ser tu madre o por todos los momentos que tú me regalaste? Te prometo que los tendré guardados en mi mente, mi corazón y mi alma; nunca hablé de ésta día, pero era mi gran temor. Te tengo que dejar ir porque no te puedo tener más conmigo ya que el compromiso que hice cuando te traje, a este lugar, era tenerte, los tres años. hoy se ha cumplido ese tiempo y nuevamente vuelvo a sentir lo mismo cuando nos separamos por primera vez.

No tengo calma, siento que mis ojos no se quieren cerrar para que nos transcurran los días. Este dolor que hay en mi interior, cada minuto que pasa, aumenta más, mis lágrimas no quieren parar, es desesperante saber que tienes tu felicidad y de un momento a otro la tienes que dejar ir. Porque las consecuencias de tus actos en el pasado te obligan a desprenderte de los que más amas.

Pero no puedo ser egoísta, yo sé que vas a estar bien, con tus abuelos, no te faltará amor porque yo te lo transmitiré, aunque esa puerta que ha sido nuestro sitio de salida y de regreso, muy pronto se abrirá para que tu ya no puedas regresar y nos obligue a estar separados. Yo siempre te acompañaré desde acá, demostrándote éste gran amor, que con tu ausencia, cada día que pase, se aumentará más.

¡Te amo! Y pronto estaré contigo, hijo.

ES UNA HERMOSA MAÑANA

Alba Luz Cifuentes

hoy es un hermoso día en el cual le puedo dar la gloria, la honra y la alabanza al Señor Jesucristo.

Porque puedo ver, respirar, caminar y los más hermoso es que soy sana en el nombre de Jesús.

Soy feliz aunque estoy privada de mi libertad. El sólo poder abrir mis ojos sé que el Señor siempre está conmigo, soy un ser hermoso, claro con errores, defectos, pero si cada día tratando de ser mejor. Mejor esposa, mejor hija, mejor madre y mejor compañera.

El sentirme libre espiritualmente es una bendición que sólo Dios la puede dar, para seguir adelante y no dejarnos derrumbar fácilmente como lo dice filipineses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que nos fortalece”

Por eso para mí puedo decir que cada día es una bendición del Señor, porque Dios es un ser único, divino, maravilloso.

Siempre invitando a toda persona que deje que el Señor entre en su corazón. No importa si es malo o bueno, solo Dios tiene derecho de juzgar porque no hay ser hu-mano sobre ésta tierra que tenga derecho de tirar la piedra.

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Palabras Justas III Bogotá

POEMA A MI FUSIL

Clara María Osorio León

Mi compañero inseparable…

Que en muchas ocasiones tuvo que re-calentarse ¡para defender mi vida!

hoy, miro las cosas desde otro punto de vista.

Quisiera que ese amigo incondicional no disparara balas, sino, frases de amor, perdón y humildad y que pudiera gritar: ¡ya no más guerra!

Quiero la paz para que los hijos de mi Colombia, puedan disfrutar de la libertad y, los niños vuel-van a jugar en los campos, sin las minas destructoras.

¡Ya no más personas sin sus piernas!

Que puedan caminar, como cuando dieron sus primeros pasos.

¡Basta ya la guerra!

!Si a la paz¡

RENACER DESDE EL AMOR

Diana Yanneth Rivera Quintero

Elamortodolopuede,todolosufre,todolosoporta.

Mi ángel, te fuiste, te lloro, te extraño. Pude haber hecho más por ti, pero me encontraba en este lugar lleno de rocas, puertas y cemento. El muro, nos distanció tanto, hasta el

punto de que te fuiste para siempre, mi princesa de cuento de hadas, Kelly Johanna. En esos primeros 20 mesecitos de vida, me llenaste de amor y de ternura con tus sonrisas y ojos lle-nos de luz. Mi ángel, te fuiste, pero no sin antes dejarme en la brisa tu amor y tus recuerdos para siempre. gracias ángel de amor por la enseñanza y evolución en nuestras vidas, las de todos los que te amamos.

Samuel, regalo de Dios del cielo. Renací el amor desde que sentí tus primeros mo-vimientos en mi vientre, llenaste de luz y ternura. Momento difícil transitorio de mi vida, llegaste a los 12 años después de tu hermanita, un ángel que vive en el cielo azul.

Naciste prematuro, llegaste con la pureza suficiente para levantarme y cuidarte con todos mis abrazos y cuidados de la mamita canguro para hacer de ti mi hijo fuerte y sano, inteligente.

Me acompañaste, viviste a mi lado tus primeros tres añitos, con sufrimientos, lágrimas y desventajas, logramos salir adelante…soltaste tu lengua me dijiste te amo mamá Nana. Tardaste en dar tus primeros pasos, pero con fuerza, cada día veía tu avance y renacías a todo lo negativo…diagnósticos médicos, indiferencia.

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Palabras Justas III Bogotá

Fuiste y eres siempre un campeón que transformó mi oscuridad e nuestro encuentro luz.

Por el duro tránsito de una guerra y un cautiverio que, aunque bastante prolongado, rodeado de muros y dolor, tú lo transformaste en fe, esperanza y amor.

Nos vemos separados por un breve instante al compartir tus primeros tres añitos, te fuiste a vivir con tus abuelos, tío y tías quienes te colman de amor y sus cuidados te hacen cada vez más fuerte, sano y bello.

En tus visitas, cada mes, me llenas de amor y de alegría, con tus abrazos me traes tus avances, tus tareas. Realizamos un juego, concluimos nuestro encuentro, llenos de postres dulces y manjares, respiramos amor por nuestros poros.

Cada vez que te veo, estás más grande, inteligente, independiente, fuerte y sano…Te debo todo mi amor, mis cuidados, lucho por salir pronto para forjarte con amor y con valores para hacer de ti el mejor ser humano del mañana. Mi semilla en tierra fértil.

Te ama, mamá.

BUSCANDO UNA NUEVA LUZ

Luisa Fernanda Pemberty

Comienzo relatando mi historia desde la edad de 14 años. vivía con mis padres y mis hermanas, estudiaba en 2 grado de bachiller cuando conocí a un hombre que

trabajaba en la milicia de la comuna 13 de Medellín. Una vez no fui a estudiar, me volé de mi casa para encontrarme con él y desde ese momento me fui para la milicia. Mis pa-dres preocupados me buscaban y cuando me encontraron ya yo prestaba guardia en la comuna 13, mis padres me insistían que volviera a casa y yo nunca quise, yo le dije a mi mamá que no volvía porque mi papá me maltrataba y yo no podía devolver mi decisión, ya me había comprometido.

En el 2001 metieron el operativo Orión en la comuna 13, donde el ejército quería sa-car a la guerrilla de la comuna, sentí tanto miedo que creí morir. De ahí nos trasladamos a otro sector y un comandante ordenó que me fuera para el monte a llevar unas compa-ñeras y yo me devolvía, pero desafortunadamente no me dejaron devolver y me obligaron a quedarme en el monte, en ese lugar lloraba muchísimo yo no quería estar allá pues me ponían a hacer cosas muy duras como prestar guardia, cocinar, entrenar, etc.

Pero todo no fue malo, allí conocí a un hombre llamado Román, que me ayudó mucho, como a estar tranquila y pasamos momentos muy bonitos y fue tan intensa nuestra amistad que nos enamoramos y nos tocó comentarle al comandante del grupo sobre la relación y él nos manifestó que tenemos que convivir máximo 6 meses y así fue y un día noté que me sentía mal y me doy cuenta que estoy embarazada.

Pasados los meses más o menos 6, tuve que enfrentar una situación muy fea, ver

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al padre de mi hijo con otra mujer y él me golpeó cuando yo le reclamé y yo de la rabia que tenía, cogí el fusil y empecé a dispararle y debido a esta situación me separaron de él y nos volvimos a ver cuando tenía 7 meses y volví con él, pero fue una pesadilla pues estando en embarazo el abusaba de mí, me obligaba a acostarme con él, pero cuando tenía 8 meses me mandan para otro campamento como una comunidad donde habían niños y el 5 de Febrero me empezaron los dolores y tuve a Julio el 5 de Febrero del 2005 y fue muy hermoso verlo.

Yo, había armado mi rancho para poder vivir con el niño, pero él nació y no podía hacer del cuerpo y lloraba y yo también, él era hastítico tocaba ayudarlo para que pudiera hacer del cuerpo, fue duro. Un día nos llegó un operativo y tuve que correr con mi bebé que tenía un mes de nacido y las balas me seguían y el niño lloraba y debido a esto ordenaron que tenía que sacarlo y fue muy pero muy triste, así que tuve que llamar a mi familia, que me creía muerta, para ver si me podían tener al bebé y ellos se pusieron muy contentos de escucharme después de 6 años. Me contaron mis hermanas que papá se enfermó pues me buscaron por cielo y tierra pensando que yo estaba muerta. Entonces mi hermana Liliana, me recibió el niño en el terminal del norte, enviamos la ropa y un millón de pesos y a los pocos días tuvieron que hospitalizar al niño porque tenía unos granos en la cabeza, le dio bronconeumonía y hasta ahí no volví a saber nada de mi hijo hasta después de 2 años le pedimos al comandante que nos permitiera una visita familiar y no la autorizaron y nos fuimos y nos encontramos con ellos y vimos a nuestro hijo en un pueblo llamado Cedeño y allí estuvimos reunidos, compramos regalos pero la felicidad no era completa pues mi hijo no me quería, me rechazaba, en cambio con el papá se entendía y se dejaba alzar y yo me quedé muy triste al saber que mi familia se iba con mi hijo y no pues solo nos dieron una noche y un día. fue muy triste.

Desde ese momento empecé a planear mi fuga de la guerrilla y yo le comente al papá de mi hijo y le decía que él no se volaba. En esos días al papá del niño le dio paludismo y no había droga para darle y con un aguacero impresionante decidimos volarnos y por me-dio de un amigo de Román el gaula nos interceptó en cierto punto y nos recogieron, nos ayudaron, nos llevaron al batallón de Yarumal y duramos una noche. al otro día viajamos a gaula de la cuarta brigada del gaula Medellín allí me permitieron hacer traer a mi niño y los 3 fuimos llevados a un albergue como un mes mientras nos daban el certificado del CODA. Tuve que enviar a mi hijo 8 días a donde mi familia mientras conseguía donde vivir, pero cuando fui a sacarlo de mi casa, papá dijo que no me lo dejaba sacar porque ellos lo

habían criado y me echó la policía y pues la policía no le dio la razón a mis papás, que si yo era la mamá del niño, no lo podían retener, entonces me lo llevé y nos fuimos a vivir a Santander los 2 solos porque el papá nos abandonó, entonces yo me puse a estudiar, a terminar el bachillerato y a estudiar confecciones en el SENA, pero vivía muy triste pues mi hijo extrañaba sus abuelos y primitos y tuve que enviarlo donde mis papás pues no so-portaba ver que no era feliz conmigo. 8 días con ellos, 8 días conmigo, pero sucedió que el papá del niño volvió y nos fuimos a vivir los 3.

él dormía con el niño pues el niño era feliz con su papá y una noche tuvimos relaciones y quedé embarazada de nuevo. él me ayudaba con los gastos y un día llegó el momento y le dije que estaba embarazada y a él no le importó, se la pasaba pegado al teléfono, no me ayudaba a nada así que tuve que enviar a mi hijo a donde mis papás pues me daba mucho asco cocinar, no quería que él sufriera además, pero para colmo de males Roman, empieza a trabajar con el ejército gaula de Antioquia y en una misión desafortunadamente mataron a un campesino y le abren una orden de captura y yo iba y lo visitaba, no me importaba.

Me fui a vivir más cerca de la casa de mi mamá y mi hijo ya se veía más feliz y un día su-cedió que me llaman de la fiscalía para entregarme las pertenencias de Román, entre eso el celular, y me doy cuenta que tiene unos mensajes de otra mujer y yo devolví la llamada y al otro lado contestó una mujer que dijo “hola amor” y yo dije “¿con quién hablo?” y ella dijo que “con una amiga” y yo le dije que “yo sabía que no era una amiga” y ella me dijo que ella sabía que Román tenía un hijo y la mujer embarazada, pero que eso no importaba, que ella estaba enamorada, entonces casualmente me llama Román y le dije que necesitaba hablar con él, que ya sé que tiene otra persona.

Fui lo visité y el negó todo. Duré unos días sin visitarlo, en ese tiempo tenía 7 meses y el 12 de Febrero del 2008 nace Sofía a las 12:15 a.m. Mi hermana Diana me llevó al hospital y Sofía nació en una camilla. Era hermosa. Mi familia feliz. Me dieron de alta al otro día a diferencia de lo que tuve que pasar con mi niño. Mi mamá me atendió como una reina, me consentían mucho y al mes de cumplir la dieta, de nuevo volvió al frente a seguir viviendo donde pagaba arriendo con mi hermana Mary, el esposo y con mi hijo hermoso y con mi sobrino y Sofía. Y, justo a los 2 meses exactos me abren orden de captura.

Un día llegó al frente de mi casa y el gaula empieza a llamar desde un teléfono al frente

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de mi casa y empieza a gritarme que apure baje a contestar, yo estoy dándole teta a Sofía y la dejo en la cama y bajó corriendo, cuando salgo a pasar la calle paso y me coge de la mano el gaula y me dice que vamos y yo asustada dije: ¡me mataron!

No pensé en nada más y yo le dije al gaula que no y él me dice que Brigit y cuando él dice eso, toda mi familia asustada gritando. Me empiezan a leer los cargos que son: se-cuestro, extorsión y homicidio. Mi hermana cogió del pelo a Brigit que era desmovilizada, el papá de mi hijo la ayudó.

Finalmente, llegó el momento de asumir las consecuencias de mis actos. Todo ha sido difícil, duro, pero lo más doloroso es haberme separado de mis luces y no tener la libertad de poder asistirlos en el instante en que más han necesitado de mí y yo de ellos. hoy estoy más que consciente del pasado, pero tengo la esperanza puesta en el futuro y en mi ca-pacidad para guiar a mis hijos para que forjen un futuro mejor: en busca de una nueva luz.

NUNCA ES TARDE

María Delfina Rada Palma

Nunca es tarde para tener un hijo, no importa la edad que una mujer tenga

Cuando era una niña, hablaba mucho con mi hermana, le preguntaba que, si cuando crecie-ra, quería tener hijos, ella me decía que “sí y un esposo”.

Yo le dije: yo no quiero tener hijos ni un esposo,

¿por qué? Pregunta ella

Yo respondo: no me gustan los niños, pero yo nunca le dije la verdad a ella porque ra-zón, y la verdad, es que me tocó muy duro cuidar a mis hermanos. Mis padres eran rígidos conmigo, me pegaban mucho. Soy la hija mayor de 5 hermanos, yo fui creciendo, y como mis padres me estaban educando, yo fui igual con mis hermanos, les pegaba, era muy rígi-da con ellos porque mis padres no les decían nada a mis hermanos y esa era la rabia mía.

Yo le preguntaba a mi mamá que si era que no me quería, ella me decía que sí. Yo terminé el estudio 5 de primaria, tenía 14 años, en 1998. Trabajaba en lo que saliera, coger café, limpiar… Soy buena trabajadora y me siento orgullosa.

Cuando tenía 14 años conseguí trabajo en Bogotá, duré 6 meses por el motivo de que mi jefe quería manosearme a las malas. Volví al Tolima donde mis padres están, hasta el día de hoy.

En el año 2002 en enero, encontré, de nuevo, trabajo en una finca para que la cuidara

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Palabras Justas III Bogotá

y viera por 2 niños que estaban ahí, ya que los padres estaban con un bebé enfermo en Bogotá. Trabajé un mes. Ahí cerca había una familia y me gustaba mucho un muchacho, yo le mandaba saludes, estaba enamorada, pero no sabía…

El mes de febrero se fue a pagar servicio, yo lo vi cuando se fue y desde ese día, cambió mi vida, estaba tan desesperada que no sabía qué hacer. Me fui para el pueblito a trabajar en una heladería, contrasur. El 28 de marzo del 2002 cumplí 18 años. Trabaje hasta abril, tenía un novio que era miliciano, pertenecía a un grupo armado, yo le pedí que me reclutara, el no quiso.

Estaba tan desesperada que hablé con un comandante llamado Salcedo, era orga-nizador de masas, cuando le pedí que por favor me reclutara, que me llevara con ellos, él me dijo piénsalo bien, le doy 15 días, yo le dije: no, yo estoy decidida a lo que me toque con tal de desaparecerme.

Por un tiempo escogí el camino equivocado por un amor que nunca respondió a mi corazón abatido, siempre, por él. Pasé muchos años en la selva, allá me asocié con un guerrillero, viví 5 años, nos entendimos bien, tenía una relación bonita, pero ni así podía olvidar al otro.

Fueron pasando los días, meses y yo caminando por las selvas oscuras, mojada, emba-rrada y con hambre. En mi pensamiento decía ¡nunca vuelvo a ingresar a la guerrilla!

Así fueron los momentos más difíciles en mi juventud que pasé en las selvas. Pasaron 7 años y medio, un día hable de nuevo con el muchacho del que estaba enamorada, volví a caer de nuevo,él me dijo ¡sálgase de allá¡ y yo le dije: no se preocupe que me voy a salir.

Mis padres fueron a verme en el año 2009, yo estaba muy aburrida, hasta que un día decidí cómo venirme, planeé todo, en esos días ya se habían volado varios compañeros, yo lo pensé muy bien.

A finales de junio me volé, estaba en una avanzada. Dejé la dotación en el lugar que estaba pagando guardia, habíamos 3, a mí me tocó a media noche de guardia y ahí fue el momento que decidí coger la selva, a media noche se dieron cuenta.

A las 3 de la mañana yo iba embarrada, mojada y con hambre. Salí al otro día a las 8 de la noche al cañón de las hermosas, llegué donde mis padrinos, ellos me ayudaron.

Al otro día llamé a mi mamá, le conté lo que pasaba. Ella bajó donde me encontra-ba, yo le dije que nos fuéramos a Chaparral, donde mi prima. Tenía mucho miedo, ellos me buscaban. Duré 8 días escondida. Decidí desmovilizarme al batallón Caicedo. Viví 20 días en el batallón. El 23 de julio del 2009 me dieron orden de captura en el guavio, Tolima. Fui llevada a la cárcel de Picaleña el 24 de julio. Tenía mucho susto, lloraba, no comía. Tenía el apoyo del batallón. Me visitaban constantemente, pero yo seguía preocu-pada. Yo acepté cargos y me leían de 28 a 40 años.

Fui llevada al complejo nuevo, que fue a mitad de año. En esos días, vivía más aburrida por el encierro. Una tarde mi compañero se fué al médico pidió, que me llevaran, pues. yo desesperada me tomé un tarro de benzoato, quería morirme.

Le pedía mucho a Dios que me sacaran de ese lugar y así fue, a los 20 días fui trasladada al guavio, Tolima. Estuve 2 meses y acabaron esa cárcel.

Volví de nuevo a Picaleña, duré 8 meses. En el año 2011, fui trasladada a Bogotá. Duré 9 meses. Fui llevada a la cárcel de Chiquinquirá, estaba contenta porque me iba a encontrar con hombres, pero nunca pensé que iba a ser mamá, yo no quería a los niños, los odiaba.

Conseguí un novio, pero no me gustaba nada, era muy muelón ¡se le veía la comida en los dientes ! fuimos novios 20 días. Lo dejé y conocí al papá de mi hijo, él quería un hijo, yo le decía que no. Un día le dije que no me preñaba ni un burro y el sonrió, jajaja. Yo planificaba para no quedar embarazada, pero un día llamé a mi mamá y me dijo: hija, te puedo preguntar algo, yo le dije sí, dime, -mija, ¿tú puedes tener un hijo? Yo le respondí: sí, mamá, pero no sabía si, si o si no, quedé con dudas. Dejé de planificar, llevaba dos meses y fue cuando ha-blé con el médico que yo quería saber si podía tener un hijo. Me sacaron al médico el 18 de diciembre del 2012, cuando él me revisó, me dijo: sí, está bien, si puede. Ese día, tenía visita conyugal con mi esposo. Quedé embarazada ese mismo día, pero no sabía, él me dijo el 31 de diciembre: amor, en estos días me han dado ganas de vomitar. Yo le dije, que estaba con rebote y él me dijo: no mamita, si estás embarazada. El 12 de enero, tuve el retraso, me fui para sanidad a hacerme la prueba y sí, salió positiva, pero yo no creía.

Las compañeras me regañaban porque yo corría y dormía boca abajo, sin importarme nada, pero mi esposo quería un hijo. A los 15 días, tuve un brote en el cuerpo y me sacaron de urgencia y ahí salí de dudas, ya tenía 7 semanas, se me vinieron las lágrimas, no sabía

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Palabras Justas III

si era de felicidad o porque no quería, estaba peleada con mi esposo. La guardia le contó a él que yo estaba embarazada y que tenía 7 semanas, él estaba que no se cambiaba por nadie, pero yo no quería, no estaba en mis planes tener hijos todavía.

Mis compañeras me decían que se lo regalara a ellas y mi esposo también, yo le respondía: ¡ja! No, yo no lo regalo porque yo soy la que voy a sufrir para tenerlo. Tenía 3 meses cuando me hicieron la primera ecografía, a los 6 meses me hicieron la 2. Fue cuando supe qué era. Llegué al patio un poco contenta porque en mi pensamiento quería un varón, yo le pregunté a mi esposo qué quería, él me dijo un varón, yo le dije sí, es un varón.

Fui enviada a Bogotá el día 5 de septiembre del 2013. Tuve a mi bebé ese día y me cambió la vida, no creía que a los 28 años iba a ser mamá. Soy muy feliz, amo mucho a mi hijo y a mi esposo también, porque él nunca tuvo la oportunidad de ver crecer a los otros hijos que tiene, solo a mi hijo, él vio como crecía en mi barriguita. Estuvo conmigo mi bebé, 28 meses disfruté mucho con él, hasta que me tocó que sacarlo casi obligada. había otro niño que me le pegaba mucho y lo mantenía encerrado y ahí fue que tomé la decisión de sacarlo, claro que me dolió mucho la sacada de mi hijo y de nuevo le cogí rabia a los niños, pero a los varones, por lo mismo que ese otro niño le pegaba a mi bebé. Trabajo duro para que no le falte nada a él. Pese a las difíciles circunstancias que trae el encierro debido a los errores del pasado, Doy gracias a Dios, que me dio ese hermoso bebé, que me hizo madre y me dió la oportunidad de reconciliarme a través de él con la vida y la sociedad.

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Montería

SOY NACIDO EN UN HOGAR HUMILDE

Jorge Frey Mindiola Arias

Soy nacido en un hogar humilde conformado por un padre trabajador, amoroso y ca-rismático, y una mujer hermosa, cristiana y recta, tengo la fortuna de ser el mayor de

seis hermanos con los que he compartido poco tiempo. Mi vida ha sido muy diversa en cuanto a sentimientos y vivencias que han dejado marcas y enseñanzas buenas y malas.

A los ocho años tuve el infortunio de ver muerto a mi padre debido a un accidente de trabajo, eso aunque a muy corta edad es difícil superarlo y aún hoy con mucha resigna-ción lo extraño. Con referencia a los estudios siempre he tenido una mente abierta hacia el aprendizaje aunque al final no lo capitalizo, en ese vaivén estudiantil llegue hasta octavo grado y me retiré porque no me gustaba depender de los demás, para mí era decepcionante salir al recreo y no tener como comprar un refresco por eso mientras veía a mis amigos hacerlo me trazaba metas para no seguir pasando por lo mismo, entonces decidí incorporarme al ejército nacional para ganar mi libreta militar, documento que era indispensable para conseguir trabajo, en efecto a través de muchas luchas y después de 18 meses puede adquirir mi objetivo. Después de un breve descanso comencé a tra-bajar en vigilancia privada, luego de un tiempo me retiré para trabajar en una empresa de un familiar, allí comencé desde los oficios más pesados hasta llegar a administrador por un corto tiempo.

Años atrás fui obligado a salir de mi pueblo, el pueblo de mis ancestros y raíces por unos guerrilleros y milicianos de las Farc que oprimían la zona, me dieron un ultimátum de 24 horas a mí y unos amigos para abandonar el pueblo por supuestas colaboracio-nes de nosotros con el ejército nacional, con afirmaciones que eran totalmente falsas

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e injustas, conociendo la gravedad de la situación y las actuaciones de ellos opté esa misma madrugada abandonar mi lugar de origen y a mi familia. Al día siguiente estaba en una ciudad sin dinero, sin comida y sin más ropa que la que llevaba puesta, sin rumbo fijo y enfrentado a todas las adversidades que el día a día me presentaba, también fue creciendo dentro de mi corazón odio y resentimiento que poco a poco se convirtió en venganza que durmió por un tiempo pero que despertó un día cuando por casualidad acompañaba a un amigo a una reunión y me vi frente a frente con un comandante de autodefensa, en ese momento pasaron mil ideas y pensamientos por mi cabeza y efec-tivamente comencé a hacer parte de ese grupo armado ilegal desde donde comencé a ejecutar mis deseos de venganza, no hubo para mi otro objetivo, ni otros ideales para pertenecer a este grupo, simplemente fue venganza por todo lo que me hicieron sentir y pasar al acusarme y desterrarme de esa manera tan injusta.

Sé que por mi accionar delictivo murieron muchas personas, también reconozco que nada justifica ni lo uno ni lo otro pero en el estado que me encontraba y al que me habían llevado dominado por esos sentimientos tan negativos no se razona no hay cordura y no se miden consecuencias.

hoy cuando llevo diez años privado de mi libertad le doy gracias a Dios por mi vida y por darme la oportunidad de someterme voluntariamente a un proceso de justicia y paz en el cual puedo contar la verdad y aceptar mis delitos, expresando un sincero arrepenti-miento y haciendo un compromiso de no repetición al delito. Sé que aprender a perdonar y perdonar es un proceso difícil e incomprensible muchas veces pero realmente es muy necesario e importante ya que de ello depende el fortalecer y afianzar las bases para ser una mejor persona y digna de confianza y así poder obtener también el perdón de los ofendidos y entrar nuevamente a la sociedad.

No puedo devolver la vida, la felicidad y la compañía de los seres queridos y a las personas que fueron víctimas de mi mal proceder y eso es algo que me aguijoneará cada día de mi existencia recordándome que no soy dueño de nada. En la cárcel se sufre todos los días porque para nadie es satisfactorio estar encerrado y sometido, se pierden cosas, sentimientos y personas que en nuestra vida también son muy importan-tes pero eso tampoco compensa el dolor que siente cada persona que ha perdido un familiar en una guerra absurda y sin razón.

Eso a la vez me ha servido y enseñado a comprender y valorar la vida en todo su sentido, a las personas con sus ideas y pensamientos.

he tenido la dicha y la fortuna de estudiar, aprender y participar en cosas nuevas e importantes para mi cómo para el entorno donde conviva, es muy indispensable conocer sobre derechos humanos para ser sociable y valorar a los demás y eso es lo que nos han enseñado las personas que comparten parte de su valioso tiempo con todos los privados de la libertad, por eso extiendo un caluroso mensaje de gratitud a todas las or-ganizaciones e instituciones que lo hacen muy a pesar de las diferentes dificultades que se presentan con los custodios para ingresar a los diferentes pabellones. gracias seño-res de los ministerios religiosos, defensores del pueblo, Citpax, comisiones de derechos humanos, Sena, Mapf OEA, Fundalectura y otros, sin ustedes es casi imposible acceder a un mínimo de resocialización eso sumado a la entera disposición y voluntad que cada interno le coloca al verdadero deseo de cambio. Por eso desde esta experiencia invito a cada persona donde quiera que se encuentre, en libertad o privado de ella a echarle ga-nas al cambio de actitud y alejarse de cualquier género de violencia y buscar una mejor manera de vivir libre y feliz, aunque no haya nada que comer o vestir podemos tener la seguridad de que el Dios de la vida hará y proveerá para ello.

Siempre he sido un soñador, enamorado de la vida y las mujeres, esas que desde los seis años de mi edad comenzaron a cautivarme con sus encantos y pasiones, he disfrutado la miel y la hiel del amor en cada una de sus etapas agradables y dolorosas, con todo ello he perseverado erguido como un roble, sé que algún día seré vuelto leña pero aun así la llama del amor arderá con más fuerza, podrá ser efímera a la vista pero será intensa y eterna en algún corazón. Tengo unos hermosos hijos productos del amor y la pasión que sentí en cada tiempo con diferentes mujeres a las cuales expreso mis sinceros respetos, cariño y admiración.

Amo a cada uno de esos pequeños retoños que alegraron y alegran cada día mi cora-zón con su sola existencia, son ocho columnas que sostienen mi fuerza y mi voluntad para seguir en la lucha diaria de ser una mejor persona, es un motor divino que me da la vida y me guía hasta cumplir los propósitos, y aunque haya una espada blandida que traspase mi corazón y mi alma o me lleve cautivo hacia el mar de la indiferencia la traición y el olvido, habrá una madre de rodillas ofrendando su vida como olor grato al creador, y su respuesta divina será el amor y la esperanza de ver un nuevo ser y una nueva vida.

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Así es la vida, así soy yo, es el resultado de lo que he sido, son los frutos del amor y las consecuencias de los errores, pero ahí está Dios con su amor y misericordia, y ahí estoy yo agarrado de ella, no importa cuán malo hayas sido, si con tu esfuerzo y volun-tad eres alcanzado por ese amor y esa misericordia hasta a tus enemigos hará estar en paz contigo, pues Dios obra de una manera tan misteriosa que las partes afectadas pueden experimentar ese amor y perdón, y es allí cuando los ojos del mundo pueden ver nacer y florecer un hermoso lirio sobre los desechos de una poza séptica.

CUANDO PASA EL TIEMPO Y NOS DAMOS CUENTA DE NUESTROS ERRORES

Mattos Tabares

Cuando pasa el tiempo y nos damos cuenta de nuestros errores queremos que el mun-do gire al revés para que el tiempo retroceda hasta cierto punto y empezar de nuevo.

Muchos no se arrepienten de sus malos actos.

La desgracia para mi empezó a los 17 años cuando por primera vez tuve un arma en mis manos, me creí un justiciero, me creía dios, porque tuve el poder de quitar vidas pero hoy me doy cuenta lo equivocado que estaba.

Me llamo Alcides Mattos Tavares, hoy soy adulto y me encuentro preso desde hace 12 años soy desmovilizado de las A.U.C, un hombre de aspecto tosco pero colaborador humilde con sueños y ganas de vivir, conversador como todo costeño pero con la carga de la culpa de mi pasado.

Con miedo que mi pasado llegue a mi familia pero con la fortaleza para ayudar a cam-biar el país desde mi experiencia.

Muchos jóvenes desconocen la realidad de la vida y creen que cargar un arma es lo mejor, piensan que estar en un grupo armado los hace importantes.

Créanme cuando les digo que no es así, es lo peor estar hay es no querer la vida ni querer vivir. Vi morir muchos jóvenes unos dejaron raíces otros no murieron sin conocer el motivo de su vida, muchos fueron mis amigos otros simplemente los vi llegar una tarde y en la mañana ya habían muerto.

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hoy miro atrás con ganas de no recordar, porque el recuerdo para mi, es dolor. Pero con el deber de no olvidar.

hablo con mis compañeros recordando a los que ya no están, pensando qué va a pasar con nuestra salida, a muchos nos da miedo porque cargamos con una verdad en un país que no la quiere aceptar ni conocer.

Me preocupa salir y encontrar lo mismo, aunque diferente por la infraestructura pero lo mismo, personas matándose, sólo por pensar diferente. Así dejé las cosas cuando llegué a prisión, pero veo por las noticias que todo sigue igual.

Recuerdo un amigo que aunque no sabía nada del conflicto ni de por qué nos matába-mos unos a otros, entró a las A.U.C., le decían Chapulín era flaco, moreno, cabezón, alegre y como todos los combatientes, engañado. Yo lo recluté y hoy me arrepiento de haberlo he-cho porque en el pueblo que comandé, todos los jóvenes querían ser como yo. Me decían el samario, tenía el suficiente poder para decidir todo.

Yo era como un policía, como un militar, como un alcalde, como un inspector y como todo el consejo. Era un poder artificial falso y peligroso.

Un día Chapulín se fue para otro pueblo, donde otro comandante, con la idea que podía llegar a ser comandante de las A.U.C., se fue alegre, pero no sabía que el camino de la ilegalidad es un camino de dolor y que todos los que pasamos ese dolor vivimos con él para siempre.

Cuando se encontraba en ese sitio, comenzó a experimentar lo que todos sentimos, el deseo de estar con la familia, pero para él ya era demasiado tarde. Era joven pero tenía dos hijos, duró muchas semanas, meses sin saber de su familia. Esporádicamente me lo encontraba, él me preguntaba por su mujer y sus hijos que los tenía en uno de los pueblos que yo comandaba, yo le mamaba gallo porque le tenía cariño, le decía que ya la mujer tenía otro pero después le contaba que estaba bien,él se sentía un poco mejor pero en su mirada se veía la falta que le hacía estar en su hogar. Y aunque yo también tenía la misma mirada ya me había acostumbrado a vivir con ese dolor.

Un día por una mala coordinación tuvo un combate con el ejército donde alcanzó a salir ileso, cuando me lo encontré tragando en seco y con una lágrima me dijo jefe casi me ma-

tan y pensé en mis hijos, como yo era el encargado de la zona no le preste mucha atención porque estaba tratando de arreglar el impase.

Pasadas varias semanas me comunicaron que Chapulín se había volado, que había dejado el fusil botado. Por mi mente paso de todo, sentí dolor porque sabía lo que iba a pasar.

Un día Chapulín se presentó ante mi, quería seguir, pero en el pueblo cerca a su familia le dije –espera averiguo por qué estás caliente. Le comunique a mi superior y me dijo que lo dejara en el pueblo, que lo necesitaba para un trabajo. Pasaron dos semanas después que me dieran la orden de que Chapulín se quedará.

Me llamaron, me tocó ir donde el mando superior, me dieron un fusil viejo –llévatelo que después te decimos para qué es.

Una tarde me dieron la orden de hacer un trabajo de esos que no me gusta recordar, pero lo recuerdo, porque ese día quede marcado.

Me dijeron que le entregará el fusil a un militar amigo, cerca de una vereda y que ese militar me iba a entregar un guía que me iba a mostrar unas personas que supuestamente eran de la guerrilla y que cuando estuviera con él militar llamara. Así lo hice, cuando me reuní con el militar llamé y me llevé la sorpresa que aunque la presentía, no la aceptaba, tenía que dar a Chapulín como positivo. Me sentí tan mal pero ya nada podía hacer, hasta ese día existió Chapulín, no les relato más detalles porque me da asco recordar eso, ver como un joven que aunque con errores murió sin saber por qué y lo peor por la mano de la persona que el admiraba, por mi mano.

hoy lo recuerdo con tanto dolor, pero ya no está. Pienso en esos jóvenes que se dejan seducir por un mundo de mentiras, que les puede pasar lo mismo que a Chapulín o que a mí que me toca cargar toda la vida con ese dolor.

hoy él ya no está y yo en prisión; ojalá lean esto y se lo graben para que piensen bien an-tes de tomar una mala decisión que los podría dejar en cualquiera de los dos extremos en el cementerio o en prisión.

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TODO CAMBIA

Jorge Luis S. David

En mi pensamiento pasan miles de ideas y muchos proyectos por realizar: un día quise ser un gran profesional, pero algo inesperado cambió mi visión; no sé si sería por ven-

ganza o por sentirme algo más importante, lo único que sé es que un día desperté y todo había cambiado, ya no era lo mismo, ya no tenía aquella motivación que me hacía seguir mi camino y cumplir mi visión.

Con el pasar del tiempo, me di cuenta que vivía en una realidad llena de caos y violen-cia y comprendes más a fondo cuando tienes la experiencia de perder a un ser querido, el cual hace parte fundamental de tu vida. Jamás pensé que esto me tocaría a mí, pues veía muchas cosas pero las ignoraba, porque no era conmigo, ni mi familia. No imaginaba siquiera por un momento, que todo cambia en un segundo, una hora o un día; fue así como aprendí que la vida no es todo lo que uno imagina o mejor dicho, no es todo lo que se ve en los cuentos, en las películas, las cuales veía cuando niño.

A la edad de 12 años supe por primera vez que era sentir el dolor de perder a alguien que era un pilar principal de mi familia: mi padre, a esa edad mi futuro se nubló, pues yo era el mayor de tres hermanos y me tocó cuidarlos mientras mi mamá trabajaba para sostenernos. Dos años después, no tenía claro cuál sería mi futuro, pero sabía cuál era mi meta y por esos amigos, que hoy llamamos malas amistades todo cambió, y llegué a un mundo frío, lleno de rencor, de violencia y donde nada es lo que parece ser. Este camino está lleno de muchos enemigos, que sin duda no confían en nadie ni en nada, fue así como llegué a ser parte de las AUC.

Mi historia no es como la de cualquiera, pero tiene sus momentos buenos, pues aún

sigo vivo y lo mejor, he aprendido muchas cosas, que quizás antes no me habían impor-tado, como por ejemplo, aprender a perdonar, confiar y ver a los demás como posibles amigos y no como posibles enemigos; a veces es más fácil convivir con el que un día tra-taste como enemigo, porque de él aprendes mucho más. Un día como hoy, leí la biblia, un versículo donde decía que “todo tiene su tiempo y que el tiempo de Dios es perfecto…” y creo que es así, pues me ha dado muchas bendiciones, a pesar de las circunstancias y por eso hoy escribo esto con el título “todo cambia” para bien o para mal.

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SIENDO APENAS UN JOVEN

Leonardo Enrique Sánchez Barbosa

Siendo apenas un joven andariego de 18 años, en la década de los 90 salí una vez más de mi tierra natal Barbosa, un pueblo tradicional incrustado en la cordillera oriental ubi-

cado en la provincia de Vélez, Santander Colombia. Iba en busca de un nuevo horizonte, ganas de salir adelante y a la vez con la incertidumbre de saber qué me esperaba en mi nueva aventura. El destino: los llanos orientales, una hermosa región al oriente del país, próspera en ganadería, agricultura y la yerba maldita: la coca, con llanuras inmensas e in-hóspitas, selvas llenas de peligro según había escuchado de amigos que habían estado por esa región del país. Algo nuevo para mí. Organicé mi viaje con gran rapidez, me despedí de mi amada abuela Lola, ella me dio su bendición, un abrazo y las sabias recomendaciones.

–hijo lo mejor de la vida consiste en tener algo que hacer y un sueño por el cual luchar. Siempre anda con cuidado, ve con Dios.

Animado por la motivación que me dio mi vieja, salí rumbo al Llano, solo me acompañaba un maletín viejo con tres mudas de ropa y llevaba poco dinero, la situación económica en esos tiempos no era la mejor pues solo se sobrevivía, tomé el bus muy temprano de madrugada y salí de mi pueblo a Bucaramanga. En Bucaramanga me embarqué a Bogotá. De Bogotá a Villa-vicencio fue un largo viaje de 15 horas aproximadamente atravesando el país, llegué al siguien-te día a la terminal de Villao capital del Meta. Me bajé del bus y me pregunté: ¿Y ahora qué?

Revisé mis bolsillos y solo me acompañaban 10.000 devaluados pesos. Tenía un ham-bre del verraco. Miré a mi alrededor y había un pequeño restaurante que se llamaba “Brisas del Llano”, tomé asiento en unas de sus mesas y pedí una gaseosa y a la vez pensando hacia dónde iba a seguir mi camino, difícil situación pues no conocía a nadie.

De repente ingresa un señor de baja estatura y de piel curtida, llevaba puesto un sombrero de color negro de ala ancha y cotizas bien vestido, atuendo muy común en esa región, era el típico llanero. Me saludó amablemente, me dio su mano y me dijo.

–Camarita, ¿cómo está? -Yo le contesté:

–Muy bien señor, muchas gracias, llegando por esta región.

–Qué bien muchacho, bienvenido al Llano, esta región es muy buena yo soy de un pueblo cercano que se llama Cumaral, vivo en mi finca por esos lados.

Pensé entonces que este señor se veía como buena gente y que esa era mi oportunidad de pedirle trabajo, no tenía opción del ahogado el sombrero.

–Y le hablé con franqueza.

–yo soy del Santander, mi nombre es Leonardo, por allá no hay mucho trabajo vine por acá a probar suerte a ver cómo me va. Señor en su finca no tiene trabajito que me dé, me le mido a todo, sé mucho de agricultura también de ganadería y construcción.

Sonrió y contestó:

–mire muchacho que casualidad, mi nombre es Juan si estoy buscando un trabajador que sea arrecho, tengo trabajitos allá pendientes, si quiere camine y me ayuda.

–almorcemos y nos vamos.

–muy amable don Juan muchas gracias por la oportunidad.

Bueno gracias a Dios ya tenía enganche, seguimos la charla mientras almorzábamos unas ricas hayacas llaneras, al cabo rato nos fuimos al otro costado de la terminal, don Juan compró los pasajes y nos embarcamos en un campero Aro Carpati vehículo de fuerza muy común por esa región y arrancamos rumbo a Cumarál, según don Juan estaba a 30 km de Villao. Mientras avan-zábamos contemplaba esa inmensa y verde llanura que hacía contrastes con grandes arco iris y que sin lugar a dudas lo hacía diferente a otras regiones del país que ya conocía. Por su paisaje. El

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viaje continuaba pasamos por Restrepo y finalmente llegamos al destino Cumarál se veía aparen-temente apacible y tranquilo pero se respiraba miedo y desconfianza no preguntaba mucho para no generarle desconfianza a don Juan pero como la mayoría de pueblos en Colombia en conflicto siempre había dominio de grupos armados era normal para mí el que nada debe nada teme.

–me dice don juan.

–Muchacho tocó seguir a pie hasta una vereda que se llama Sardinata.

Emprendimos la marcha hacia la vereda llevando 30 minutos de recorrido por el camino nos encontramos a 5 hombres vestidos de camuflado armados hasta los dientes saludaron a don Juan , y le preguntaron que quién era yo, don Juan contestó que era un trabajador de él, no preguntaron más y siguieron su camino era la guerrilla.

–Me dijo don juan– muchacho por acá hay que aprender a convivir con esta gente aquí existen normas que hay que cumplirlas o si no lo matan. Desde que llegamos a Cumarál ya nos habían visto y miraron que no eras de por acá, por eso me preguntaron los guerrilleros que estaban en el camino y a partir del momento yo respondo por ti es un mecanismo que aplican ellos para evitar infiltrados.

Le contesté gracias, Sí don Juan he trabajado por muchas partes del país y casi todos los grupos aplican las mismas normas de control.

Finalmente llegamos al destino la finca de don Juan era un lugar muy agradable rodeado de palmeras y verdes pastos; salió a recibirnos una señora, era doña maría la esposa de don Juan nos brindó un vaso de limonada y seguido se dispuso a servirnos la comida un sancocho de pescado llamado amarillo muy tradicional en el llano, después don Juan me indicó en donde iba a dormir, y al entrar veo a un señor anciano sentado con una apariencia algo extraña, su rostro decrépito y cadavérico y con una mirada fría y penetrante infundía miedo. Me dijo don Juan:

–este es Belisario un trabajador, lleva mucho tiempo conmigo.

–Me extendió su mano y dijo ¿qué tal muchacho?

–muy bien señor gracias.

Su mano era hosca y cuarteada de su pecho colgaba una camándula mugrosa muy rara, tenía colmillos de animal y unas piedras de colores, era diabólico, me acomodé para descan-sar. El viaje había sido largo pero con mucha curiosidad de Belisario.

Al siguiente día me levanté animoso, don juan nos dijo que teníamos que desyerbar un cultivo de coca, que ya casi estaba de raspar, adicional de Belisario y yo, llegó un trabaja-dor de una finca vecina se llamaba Diego; afilamos los machetes desayunamos endulza-mos el guarapo, salimos, al rato llegamos al cultivo y cada quien cogió su tajo llevando una hora y media de trabajo escuché un alarido de dolor.

–grito Diego me corté.

Corrí hasta donde estaba Diego y efectivamente estaba tirado en el suelo su rostro estaba lánguido y asustado tenía una gran herida abierta y profunda en la rodilla, salía un torrente de sangre se había pegado un machetazo el viejo Belisario le dijo.

–Quédese quieto que le voy a aguantar la sangre.

Belisario colocó sus dedos frente a la herida haciendo forma de cruz comenzó a rezar en silencio y sorprendentemente la sangre dejó de fluir de la herida y se fue coagulando rápidamente, yo me quedé totalmente sorprendido y pensar que este anciano era un per-sonaje arcano y tenía poderes sobrenaturales, a Diego le llevamos como pudimos hasta donde don Juan y él posteriormente lo llevó al pueblo para que le curaran la herida, segui-mos con la faena de trabajo, ya cayendo la tarde, el día se puso oscuro, sonaban truenos mire a lo lejos en la llanura, y vi que se acercaba con gran rapidez un aguacero iba ser una mojada segura. Le dije a Belisario vamos que no vamos a mojar.

Contestó Belisario: –no hombre muchacho nos mojamos si yo quiero, espere y verá.

Se paró de frente en dirección a la tormenta, levantó sus brazos y comenzó a invocar espíritus y dioses, a lanzar conjuros extraños, su rostro se trasformó en una figura diabólica y de manera asombrosa la tormenta se detuvo, muy cerca de nosotros, no lo podía creer era un suceso inexplicable pero muy real.

Me dijo Belisario muchacho yo soy el mismo diablo, en mi habitan espíritus que van con-

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migo para donde yo quiera, para mí no hay ley ni dios, he hecho muchas cosas malas, si ve lo que cuelga de mi cuello (se refería a la camándula que ya se la había visto) esta camándula es una aseguranza viva, cuando yo esté en peligro de muerte me convierto en una gran serpiente y que una vez convertido ya no podré volver a mi estado normal si quieres te enseño todo lo que sé. hace 8 días fui al pueblo, y hubo un muchacho que se estaba burlando de mí, de pron-to, sería por mi apariencia de anciano, lo insulte, y siguió, y fue tanta la burla que me tenía que me tocó venirme, y le dije de los próximos 8 días te tengo que ver buscándome, pidiéndome ayuda el muchacho se rió a carcajadas y me dijo: Que va, viejo hijueputa, haga lo que quiera.

Va ver que Mañana le voy a mandar una culebra venenosa para que lo pique en varias partes y tendrá que buscarme pero no lo voy a curar para enseñarlo a respetar, lo voy a dejar que se muera, porque tengo un pacto con los espíritus, que por cada diez picados de culebra que cure, uno tengo que dejarlo morir para darle su alma al diablo y así yo poder mantenerme con mis potestades.

–La lengua se me hizo un nudo de lo asustado que estaba, escuchando los relatos de malevolencia de Belisario pero le dije: tenga cuidado con eso le puede traer problemas don Belisario. No dijo nada solo soltó una risa maquiavélica.

Al día siguiente siendo el medio día estando en el receso del almuerzo los perros de la finca comenzaron a ladrar se acercaba un joven montado en un caballo su rostro estaba pá-lido y reflejaba susto y preocupación, saludó a don Juan, el muchacho le dijo que hacía poco le había picado en el trabajo una culebra Mapaná y la gente le había dicho que en esta finca había un señor que curaba, don Juan le respondió:

–Sí claro, Belisario es el curandero de toda la región don Juan lo llamo y ahí estaba Beli-sario con cara de regodeo, el muchacho se quedó estupefacto: la amenaza se había cumplido a cabalidad: estaba en manos del siniestro personaje.

El joven le dijo:

–Señor sé que en estos días tuvimos un percance pero quiero que me ayude, la culebra me picó dos veces, es muy venenosa y ya me siento mareado, no quiero morir.

–Muchacho vamos a ver que se puede hacer –Le contestó Belisario, tranquilo consiguió unos limones los partió en forma de cruz y se los colocó en las picaduras y comenzó a aplicar rezos de

repente el muchacho comenzó a convulsionar y quedo inmóvil, había muerto. Era una escena dantesca Belisario había cumplido su macabra venganza. La noticia se regó como polvo por toda la región, de que Belisario había matado al muchacho y eso, sin lugar a dudas, traería consecuencias

Pasaron dos días y en la mañana estábamos Belisario y yo en el trabajo cuando de repente aparecieron varios hombres armados era la guerrilla, le preguntaron con cierta agresividad quien es Belisario aquí.

Y Belisario contestó con mucha imponencia yo soy Belisario, para que me necesitan.

Y un guerrillero le apuntó con su fusil y le dijo:

–Camine con nosotros viejo hijueputa que hoy llegó tu día piensas que puedes pasar por sobre todo el mundo con tus maldades.

Belisario sonrió y dijo:

–Listo muchacho, vamos.

Lo amarraron de las manos y se lo llevaron, le había llegado el fin a Belisario. Pasados unos minutos escuche ráfagas de fusil y varios guerrilleros corriendo de lado a lado gritando búsquenlo que por ahí debe de estar. Depronto se me acerca un guerrillero estaba sudoroso y agitado.

–Muchacho usted no ha visto el viejo, mire que lo llevábamos y de repente salió corriendo y se nos metió en un matorral lo levantamos a plomo y solo vimos fue una gran culebra que se alejaba con rapidez, se nos escapó el viejo es el mismo diablo y no supinos ni a qué horas.

Belisario se había salido con la suya había demostrado que ni la guerrilla lo había podido parar en sus maldades, una vivencia más como andariego, situación que sin lugar a dudas marcó mi vida, trabajé unos meses más y regresé a mi bella tierra.

De Belisario nunca se volvió a saber nada, se convirtió en una leyenda, se dice que en esa región siempre ven la gran serpiente que merodea en las fincas y los labriegos dicen:

Ahí va el viejo Belisario

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Palabras Justas III Montería

MI NOMBRE ES

Jesús Albeiro guisao Arias

Mi nombre es Jesús Albeiro guisao Arias, conocido con el alias de “El tigre de Ura-bá” “Brayan Richor” “Jonatan James” y “el amiguito”, soy desmovilizado del Bloque

Norte de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) y las AUC. Ingresé a las AUC en el año 1993, en Urabá, estuve en muchos lugares de Colombia luchando contra la guerrilla de las FARC y el ELN. hice muchas cosas en mi estadía en las AUC, que fue desde 1993 hasta el 2006 cuando me desmovilicé en el Bloque Norte donde mi comandante era Jorge 40, extraditado a Estados Unidos como todos lo de la cúpula de las AUC y como les dije, hice muchas cosas, de las cuales no me siento nada orgulloso, porque de nada me sirvió, ya que no me alivio del dolor que llevo dentro, ni reviví a mis hermanos asesinados. En la zona de Urabá, donde me crié, donde la guerrilla mató a mis hermanos y motivo por el cual me uní a los paramilitares donde siempre fui comandante urbano; y digo que de nada me sirvió porque perdí mi familia y hoy en día estoy preso, privado de mi libertad y arrepentido del inmenso dolor que les causé a todos mis her-manos colombianos. Por eso, estoy confesando, en justicia y paz, todos los delitos que cometí, diciéndoles la verdad a las víctimas, pidiéndoles perdón a ellas, a toda Colombia y a nuestro padre celestial.

Voy a contarles algo que hice en el año 2000. A mitad del año 1997, caí preso por 4 homicidios que cometí en Valledupar, con mis compañeros alias “camilo” o “cara e’ vieja” y Danilo. “Camilo” está muerto y Danilo huyendo. Estando en la cárcel del Bosque de Barranquilla, desde el 97 hasta el 2000, en un traslado a Valledupar donde me llevaban amarrado, encadenado de pies y manos, fui rescatado por un comando paramilitar al mando de alias “Rocoso” y “Macelao” por orden de Carlos Castaño y Jorge 40; fui reca-

tado y secuestramos a 7 o 8 guardianes, de los que me llevaban para la cárcel de Valle-dupar. Una vez libre, me llevaron a San ángel, Magdalena donde me encontré con Jorge 40, me dio un abrazo, me dijo que disfrutara de la libertad y que pronto me ubicaría en una zona para que trabajara, ya se imaginarán cual era el trabajo: asesinar guerrilleros e informantes. En el primer semestre del 2000 me mandó para Pivijay, Magdalena como segundo del grupo que había allá, que estaba al mando de “09” o “Esteban”. Una vez llegué, me uniformo con un camuflado nuevo, escojo un fusil R15, pequeño, 8 proveedo-res, 2 granadas, una pistola Esmid, lanchas, Dos proveedores, 2 granadas de mano, 2 granadas de fusil, las cuales se disparaban con cartucho de guerra. Cogí un Toyota rojo, varios muchachos y empecé a recorrer la zona, más bien, a conocer la zona; mis escoltas me presentaron mucha gente campesina, muy amables, se les notaba la sinceridad, la amistad, de esa gente que da sin esperar recibir nada a cambio, hasta una linda novia conseguí por esa zona, de la cual me abstengo de dar el nombre por su seguridad, ahí me disculpo, señores lectores…

Una mañana estaba en la base militar Las piedras, cuando me llamaron por el radio base, donde nos ordenaban a “Esteban” o “09” y a mi “Brayan” que nos presentáramos en la base militar de Pueblito Solo o 2020 donde se mantenía nuestro comandante Jorge 40, nos fuimos en una camioneta hi Lux modelo 2000 donde andaba “esteban” yo fui manejándola. Llegamos donde 40, nos recibió la seguridad de él, al poco rato nos ordenó seguir, nos saludó muy amablemente el patrón, nos comentó de un secuestro que había hecho la guerrilla de unos diputados de Barranquilla que estaban en la Ciénaga y que en un pueblito que quedaba por ahí, les habían colaborado a los guerrilleros y que el pueblo cuidó varios días a la guerrilla y los secuestrados. Visto de esa manera, era un motivo suficiente para incursionar y buscar los guerrilleros y colaboradores y darles de baja por-que, según la información que nos dio nuestro comandante y que a él, se la había dado quien sabe quién, porque no nos dijo y nosotros jamás preguntamos esas cosas, porque en las AUC entre menos sepas más vives, ese era el lema de allá. Ese pueblo era todo guerrillero y el que no, era colaborador. había que incursionar, esa era la orden. Este hecho o mejor, esta macabra masacre fue el 22 de noviembre del 2000 en la Ciénaga grande más conocida como “la masacre de Nueva Venecia”.

En el segundo semestre del 2000, para el mes de noviembre nos llegó refuerzo de la zona Bananera, formamos al personal, los abastecimos de munición y víveres (más munición que víveres) les comentamos lo que íbamos a hacer “09” y yo alias “Brayan”.

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Salimos en dos turbos hasta donde estaban 5 chalupas, allí distribuimos el personal y partimos hacia la Ciénaga grande “Nueva Venecia” a cumplir la orden impartida por Carlos Castaño, máximo comandante de las ACCU y las AUC y Jorge 40. Entrando por un caño, capturamos los primeros objetivos, no los llevamos hasta cierta parte y los ase-sinamos con cuchillo, continuamos, interceptamos una lancha grande, que venía de eso lados, la requisamos y capturamos a varias personas porque les encontramos prendas militares, también fueron asesinados.

Una vez entramos a Nueva Venecia, empezamos a entrar a las casas y a sacar a los hombres y asesinarlos, los primeros, con arma blanca para no hacer bulla o ruido y los otros no se nos volaran; después de una hora, más o menos, de estar en el pueblito ha-ciendo y deshaciendo, Esteban y yo, llegamos al frente de la iglesia donde habían varias personas retenidas, todos hombre, los pusimos en fila de frente a la iglesia y empezamos dispararles, Esteban y yo, nadie más disparó; Esteban con una AK47 y yo, con un R15, caminamos sobre ellos y les disparábamos una vez habían caído. Lo de la iglesia fue lo úl-timo, ya estaba amaneciendo, nos montamos en las … y salimos hacia nuestra base llama-da Las Piedras cerca de Pivijay, Magdalena; a todo el que nos encontrábamos en nuestro regreso, le disparábamos, lo asesinábamos, incendiamos algunas lanchas de pescadores a fuerza de plomo. Una vez llegamos a tierra firme, dimos gracias a Dios por haber llegado bien, que ironía de la vida, y no le pedimos perdón por lo que habíamos hecho esa madru-gada, habíamos asesinado a más de 50 personas, la mayoría por nosotros, Esteban y yo.

Bueno, les sigo contando esta historia real y vivida por mí, quien está escribiendo, relatando esta barbarie que cometí… una vez llegamos a la orilla del caño nos bajamos de las lanchas Esteban dio gracias a Dios por haber llegado bien, porque casi nos aho-gamos en el regreso, me miró y me hizo señas que llegara, me le arrimé y me dijo sin testigos “hay que matar a los chaluperos” lo miré directo a los ojos y le dije: ¿Cómo así? ¿Estos señores que nos salvaron la vida? Que nos los llevamos a la fuerza porque noso-tros de eso no sabíamos nada… ¿me dice usted que los mate? Le dije agarrando mi fusil R15, el mismo con el que había matado tanta gente inocente horas atrás –no y no voy a permitir que nadie los mate. Me miró, guardo silencio por un rato, todos los presentes guardaron silencio, al rato dijo –usted encárguese de ellos, usted responde, le dije –no se preocupe yo responso ante el que sea, usted es comandante, yo también. Di la orden de que se regresaran, les di algo de dinero, los pobres estaban tan asustados que no querían recibir el dinero, ni nada.

Recibieron después de un rato el dinero, les di… no me acuerdo cuanto, sé que eran de 100 a 200.000 mil pesos, unos motores que traían los muchachos, les di la mano, les agradecí por todo y les dije que se fueran rápido y que olvidaran lo que había pasado, lo que habían visto. Nosotros regresamos a la base de Las Piedras, nos reportamos a Jorge 40 para dar la parte de la orden cumplida, nos dijo que fuéramos a la base 2020, nos presentamos donde 40 y hablamos de lo que habíamos hecho; yo también fui por lo que había sucedido a la llegada con los chaluperos, pues no había querido que los mataran, todo salió bien con Jorge 40, nos felicitó. Regresamos a la base de Las Piedras, continuamos haciendo presencia en la zona, como si nada hubiera pasado. hasta un mes después de la masacre de Nueva Venecia, en un trabajo que iba a hacer Esteban, de legalizar con el ejército unos paracos para que se acabara la presión del ejército en nuestra zona, ya que se había calentado bastante por los muertos de Nueva Venecia. Esteban iba a darles un positivo de supuestamente los que habían hecho esa masacre, para que apareciera como si el ejercito los hubiera enfrentado y dado de baja, entre ellos, estaba yo, supuestamente, como el comandante del grupo y que el ejército del batallón La Popa había enfrentado y había dado de baja a alias “brayan” y a su grupo de asesinos de Nueva Venecia. Pero todo salió mal, y el muerto fue él y varios de sus escoltas y yo, estoy vivo, gracias a Dios y les estoy narrando esta historia real y vivida por mí. No hay día en que no pida perdón a nuestro Padre Celestial por todos los hechos que cometí en las ACCU y las AUC. Perdón a las víctimas de Nueva Venecia.

El viernes 17 de octubre, recibí la noticia de que había sido expulsado de la JyP por decir la verdad, no les voy a negar que estoy preocupado, pero a la final todo está en manos de nuestro Padre Celestial, yo creo en la justicia divina, no en la terrenal, todo es la voluntad de Dios, pero seguiré diciendo la verdad por encima de todo. En este caso, déjenme decirles algo importante, hay compañeros que están condenados a 60 años por la masacre de Nueva Venecia y estos señores son inocentes, no participaron en ella, yo para esa época ni los conocía, como es el señor Fredy alias “el niño” y Roberto; estos se-ñores están en la cárcel de Barranquilla, han negado su participación en dicha masacre y no les creen, yo me pregunto, ¿será que uno tiene que mentir para que no lo saquen de JyP y mentirle a las víctimas? Pues no, nunca le voy a mentir a las víctimas, siempre diré la verdad y a mí nunca me han llamado a rendir indagatoria por este caso y soy uno de los actores materiales, en versión libre lo he dicho y nada, mientras que a las personas que no participaron las condenaron a 60 años y está la Fiscalía general de la nación acu-sando a otras personas también por este hecho, como es el caso del señor alias “pacho”

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viendo que este señor llegó a Pivijay después que yo salí de allí.

Tengo muchas cosas más que decir, de este y otros casos porque soy muy antiguo en las AUC, pero por hoy, dejémoslo así.

Mi nombre es Jesús Albeiro guisao Arias, alias “James” o el “amiguito”, entren a las redes sociales con mi nombre y comprobarán que todo lo que les digo es cierto, gracias, que Dios los bendiga.

PARA MI QUERIDA FAMILIA

Ornan Pérez gómez

Para mi querida familia, a quienes considero la razón de mi existir y hoy desde este lugar donde nadie ir, pero que todos los días le pido a Dios más por ustedes que por mí, que

les vaya bien.

Desde acá, un fuerte abrazo a mi esposa, a mis hijos, a mis nietos, a mis sobrinos, a mis hermanos (as), a mis tíos (as) y a todos mis amigos, que a pesar de tanto tiem-po preguntan por mí, les recuerdo que a pesar que no les puedo decir que los amo y abrazarlos físicamente, los llevo en mi corazón. Estoy muy contento y orgulloso por los éxitos en los estudios de mis hijos y la buena forma como mi esposa ha administrado su vida y todo lo demás; y los sigo animando a pesar de las dificultades de la vida misma, a que sigamos luchando, por mí no se preocupen más de lo necesario, ya que considero que estoy muy bien, también me alegra saber, que dentro de poco llegarán nuevos integrantes a la familia, que vienen en camino, felicito a mis hijos, nueras y yernos, por multiplicar mi descendencia.

Yo en este lugar, estoy tratando de sobrellevar esta situación y superándome en todos los campos posibles.

Por hoy me despido, diciéndoles nuevamente que los amo con toda la fuerza de mi corazón.

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BORRADOR PERDóN PúBLICO A LAS VÍCTIMAS POR LEONARDO ENRIQUE SÁNCHEZ BARBOSA ExJEFE

DE LAS AUC FRENTE MÁRTIRES DE CéSAR BLOQUE NORTE

Leonardo Sánchez

Reciban todos los presentes un saludo respetuoso, quiero agradecerle por la generosidad de permitirme este espacio de perdón en busca de la reconciliación y la anhelada paz.

Desde la soledad de mis días como el llanto que cruza por mi alma después de haber causado tanto y injustificado dolor a cientos de seres humanos en Colombia.

hoy quiero expresarle mi arrepentimiento y vergüenza, animo de enmienda y pedirle perdón desde lo más profundo de nuestro corazón, gracias por la generosidad de avernos dado la oportunidad de aminorar un poco el dolor y el sufrimiento causado incluido de paso mitigar el nuestro que ha sido nuestra más dura condena gracias infinitas por dejarnos edi-ficar sus dolores y sufrimiento que padecieron durante nuestra equivocada participación en el conflicto armado. para que esta barbarie jamás se vuelva a repetir, solo dios sabe cuánto arrepentimiento hay en mi corazón. Cuanto desearía regresar en el tiempo para sentir que este episodio oscuro y desalmado y doloroso fue solo una pesadilla pero todos los días al despertar con ocasos que no fue eso que fue un fatal capítulo de mi vida y de la vida de los seres que cause mucho daño dolor y sufrimiento, cuanto quisiera no haber vivido mu-cho menos, y protagonizado este dolor y sufrimiento a todos ustedes, a las comunidades indígenas Aruhacos, Kamkuamos, Koguis y Wiwas, a los municipios del sur de la guajira Jagua del Pilar, Urumita, Villanueva, El Molino, y Sanjuán del César a los corregimientos del norte de Valledupar, el Jabo, guacoche, guacochito, Los Corazones, Las Raíces, El Alto de

la Vuelta, Badillo, Río Seco, La Vega, Patillal, La Mina, El Mojao, Los áticos, guatapuri, El Pontón, Chemesquemena, Sabana Crespo y Atanquez, y a la sociedad vallenata en general a esta bella tierra de hermosos valles fértiles, gente alegre, buena y trabajadora, a todas las víctimas a toda Colombia.

Desde el fondo de mi alma les pido nuevamente el mismo perdón que a diario le pido a Dios, quizás y apelando su infinita misericordia, se lo pido no solo para mí también para quienes fueron subalternos míos porque además todas las acciones que ellos cometieron fueron mi responsabilidad .

También por ustedes de haber sufrido en carne propia todos los vejámenes cometidos por la certeza cristiana que me da la fe de saber que todo el perdón, toda la misericordia, toda la reconciliación podrá abrir de par en par las salas de nuestro corazón, se necesita sentirse libre de todo resentimiento de todo sufrimiento de toda angustia y opresión.

Sin culpa sin enorme culpa estoy pagando una condena sin haberme resistido a con-cederme el perdón a mí mismo, que diariamente suplico a Dios encadenada mi conciencia lastimada más que cualquier barrote de cualquier prisión, más que cualquier carcelero impiadoso e indiferente, solo puedo pedirles en ustedes un espacio una ventana por donde poner el contacto directo.

Dolor que ciento por mi infinita culpa por el dolor que sienten ustedes por mi infinita culpa y que entonces por la misericordia de Dios e iluminado por su inmenso amor, poda-mos ustedes y yo trabajar juntos de corazón a corazón.

Sin más límites e interferencias que nuestra íntima e imperiosa necesidad de la paz de nuestros corazones, la paz de nuestras familias, la paz de Colombia, un perdón sublime y valeroso y quien nos concede, y nos convierte en victoriosos .

Y con ello nos da el firme inviolable y persistente compromiso de reparar en lo posible el daño causado, y el juramento anterior ante la justicia y la sociedad entera que mis manos no volverán a empuñar un arma y que enlazados con mi infinito amor de Dios para trabajar y enmendar el dolor causado y con garantía de no repetición .

Suplico públicamente a toda la comunidad del resguardo indígena Kankuamo a sus

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autoridades en general perdón por todas las acciones realizadas por nosotros y que le causaron tanto daño. Ellos obligados por la presión de la guerra fueron saliendo de sus territorios ancestrales y con ello perdiendo su identidad, su lengua y lo más sagrado que tienen: sus costumbres, negándose algunos a salir, ofrendaron sus vidas antes de dejar abandonados su único patrimonio: su cultura .

hoy en un acto de arrepentimiento le pido perdón a Dios y a todos ellos, por todo el daño que les pude haber causado, les pido perdón a las madres por sus hijos, perdón a las viudas por sus esposos, perdón a los hijos por sus padres y pido perdón a toda la sociedad colombiana por mi responsabilidad en todo el daño que les pude haber causado, directa e indirectamente. Perdón mil veces perdón.

Ruego al todo poderoso que les ilumine el corazón, y les de la paz en sus almas para que me puedan perdonar.

En esos años atrás cuando circunstancias dolorosas y traumáticas me enceguecían y a la medida que el estado y las organizaciones políticas tradicionales no cumplieron con su tarea histórica de defender la vida y honra de todos nosotros, fui impulsado por el estado a tomar las armas y convertirme en mala hora en autor del conflicto político social armado de nuestro país lo hice orientado por principios humanos y políticos supuestamente bien intencionados y egoístas pero permisivos y laxos con el uso de la violencia y la ilegalidad yo hoy juzgo total-mente equivocado y que en aquella época me sugería que el fin justificaba los medios: hacer justicia haciendo injusticia. Qué gran error, el mismo en que cayeron nuestros victimarios, qué tragedia para tantas víctimas, que tragedia para mí, para mi familia, para mis hijos, para mi bello país, que ha sufrido en carne propia la irracionalidad del conflicto armado.

Y el sacrificio de tantas víctimas sobre el maligno altar de la perversidad ideológica de la intolerancia política y del crimen atroz, puesto al servicio de cusas que puede que sean nobles, idealistas en sus orígenes, pero que a la práctica la guerra contamina y degrada por la ciega y desmedida ambición de victoria y poder .

Espero que este terrible periodo termine e inicie uno nuevo donde la brújula que nos oriente sea la paz y la reconciliación y el amor y el corazón muchas gracias…

QUIéNES SOMOS

Leonardo Enrique Sánchez Barbosa

Según la ciencia somos descendientes del mono, según al referente de nuestra reli-gión somos creados por un dios omnipotente que nos hizo a su imagen y semejan-

za, pero en realidad ¿Qué somos? Somos lo que queremos ser, algunos afirman con vehemencia que todos nacimos con un destino, afirmación que no comparto, nosotros hacemos el destino, algunos somos inverosímil egocentristas insensibles justificamos nuestros errores con argumentos mediocres nos creemos los dueños del mundo cuan-do en realidad somos inducidos a realizar acciones que no están intrínsecas en noso-tros pero a la final es que no somos nada, el verdadero sentido de ser es la recopilación que logras obtener durante tu vida con cualidades y capacidades que ganas como persona el poder reconocer errores con humildad y nobleza y manifestar con firmeza el arrepentimiento que hay en lo más recóndito de nuestro corazón a veces quisiéramos retroceder el tiempo para sentir que los episodios oscuros desalmados y dolorosos de nuestra vida fueron solo una pesadilla, un fatal capítulo de la vida y de la vida de los seres que le causamos ese dolor atroz y sufrido, el perdón a mí mismo es lo único que diariamente hay que suplicar a Dios encadenada la conciencia más que a cualquier ba-rrote de cualquier mazmorra o prisión, seguir adelante con la frente en alto, es la única opción demostrarte a ti mismo de que estas hecho y con la firme convicción y certeza que cada día será mejor, el servir a los demás el retroalimentarte en el día a día de cosas positivas, aunque el entorno en donde estés sea de incertidumbre y oscuridad , siempre hay una opción y una luz en el camino que nos puede guiar por un nuevo sen-dero los años te respiran en la nuca, la vida sigue sin parar, pero la única realidad es que siempre divaga en nuestra mente confusa y soñadora ¿Quiénes somos ?

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El Espinal

AMOR Y ODIO

José Cruz Tique Aroca

Carmelo y Virginia tuvieron una hija que llamaron Cielo. Ella era su adoración desde muy pequeña. La cuidaban mucho. No admitían que alguien le hablara. Ni siquiera Luis y

Teresa, los vecinos de confianza de la familia. Solo la dejaban hablar con los animales. Juan y Camilo eran los perros que la acompañaban a todos lados. Tenía de amigas, dos vacas que llamaban Martha y María, las cuales estaban en un corral lejos de la casa y a veces la acompañaban las aves mañaneras.

Al comenzar el día Cielo buscaba a sus dos amigos. Papávoyamirarmisdosamigui-tasalcorral, al salir ella se ponía a contemplar y a jugar con todas las aves que la cono-cían. Sabían que ella no les haría daño. Cuando Carmelo veía a su hija hablando con los animales se sentía feliz. Nunca le ponía atención a lo que su hija sentía o pensaba, solo se dedicaba a trabajar en los cultivos de la finca.

Cielo se sentía feliz por tener sus animales, pero al llegar el atardecer se sentía triste, solo tenía la acompañaban Juan y Camilo, junto con Pachita, una gata que ella tenía. Así fue creciendo. Le faltaba alguien con quien hablar y sonreír. Los animales eran buenos pero no suficientes. Ella quería amigos de verdad, quería sentirse acompañada de más personas. Un día le preguntó a su papá que porque no la dejaba tener amigos, que ya era grande. él le respondió con voz fuerte, Aunquepasen losaños,aunquetehagansentirgrande,todavíaeresunaniña.Ella siempre se preguntaba porque su papá le negaba la amistad. Los animales ya no eran amigos. Ella quería jugar con otros niños. En el silencio se sentía sola y aburrida. Así que cuando creció un poco volvió a preguntarle su papá por qué no podía tener amigos. Pero esta vez le respondió su mama, enfurecida, queestá

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Palabras Justas III El Espinal

pasando,nobastaconloquetiene.Cielo respondió, nomamá.Con más ira su mamá le respondió ¿quiere un castigo? Cielo salió llorando de la habitación.

Con el paso del tiempo Cielo cumplió quince años. Nunca había podido aceptar que los animales fueran amigos de verdad. Comenzó a sentir resentimiento hacia sus padres. A veces se sentaba a mirar el camino que pasaba cerca a la casa. Poca gente pasaba por allí y por eso sus padres estaban tranquilos. Con los días, Cielo empezó a mostrarse feliz, sus padres sentía que tenía un comportamiento extraño, pero cuando le preguntaban sobre esto, ella no respondía nada. Así que empezaron a estar más vigilantes, hasta que se dieron cuen-ta de que ella se acercaba al camino para hablar con la gente que cruzaba por allí. Decidieron castigarla encerrándola en la habitación. Su madre le llevaba la comida. Lo único que Cielo les decía es que un día se iba a cansar de todo. Carmelo le respondía que ella no iba a tener a donde llegar y que lo único que iba a poder hacer era trabajar en los cultivos y que nunca iba a tener tiempo para los amigos. Después de unos días el castigo se levantó, ella pudo volver al corral a mirar las vacas, allí todas las aves la estaban esperando para jugar. Cielo tenía una sonrisa inmensa y pensaba en lo hermoso que podría ser volar como las aves. Se repetía a si misma que un día sería libre.

Una tarde se acercaron unas personas a la casa. Ella se sintió feliz al verlas. Se acercó a ellos. Uno de los hombres mirándola a los ojos le pregunto ¿Qué te pasa? La joven esta-ba llorando, quieroirmedelacasa,mispadresmetienenencerradaynomedejanhablarconnadie,nopuedoteneramigos.Solotrabajoconmipapáenloscultivosdemaízynopuedoacercaranadiequenoseanmispadres.Megustaríateneralgodelibertad¿puedoirmeconustedes?Cuando los padres llegaron la vieron hablando con esos hombres, así que la encerraron de nuevo. Solo podía escuchar el canto de las aves cuando empezaba a salir el sol. Ella pensaba que cuando volvieran a abrirle las puertas se iba a marchar, que ya no le importa morirse si seguía en las mismas condiciones. Pensaba en buscar otros caminos por donde pudiera irse. Así sucedió. Un día la casa amaneció sin ella. Sus padres asustados se fueron a buscarla preguntando por los caminos y las casas de la vereda, pero nadie daba razón. Pasaron muchos días y ellos seguían levantándose temprano esperan-do a que su hija apareciera. Se llevaron una gran sorpresa cuando miraban un colibrí en el jardín de la casa que jugaba con una flor. Este se acercó cuando vio a los padres llorando. Se paró frente a ellos y una voz fuerte salió de la pequeña ave,soyunmensajero. Ellos se quedaron sin palabras. El ave se fue acercando más hacia ellos. Después de pasar la sor-presa los padres intentaron preguntarle si sabía dónde estaba su hija. El ave les respondió,

que la niña se había ido a la guerra.Los padres empezaron a llorar aún más y el colibrí desapareció de inmediato. Carmelo y Virginia tomaron algunas cosas de la casa y algo de dinero, se fueron a caminar para buscar algún campamento que les diera información de su hija. Caminaron durante muchos días preguntando en las casas para encontrar alguna pista. Después de varias semanas llegaron a un campamento donde estaba Cielo. Ellos intentaron hablarle, pero la chica no les prestaba atención. Hija,tequeremos,teamamos,nuncapensamosquepasaríaesto.Cielo contesto sin mirarlos, papánuncameamaste,yyaestardeparatodo.Nosirvearrepentirse.Aquíenelcampamentotengoloquenuncamedejastetener,mequedareacáenlasmontañasynoregresareacasa.Ustedesmetraenmalosytristesrecuerdos. Los padres agacharon la cabeza y se retiraron, pero antes de irse le dijeron a Cielo que ella regresaría a la casa viva o muerta. Cuando llegaron a de nuevo a la casa buscaron una foto de ella y se la enviaron al bando enemigo.

El tiempo fue pasando y la amargura les lleno el corazón. Empezaron a volverse agre-sivos con todo el mundo. Sus vecinos empezaron a odiarlos. Los animales de la finca se fueron muriendo de soledad y tristeza porque no estaba Cielo. Las aves dejaron de acercarse y hasta que un día llegó un ave grande de plumas marrones que sobrevolaba el jardín de la casa. Desaparecía al llegar la madrugada y volvía al atardecer. hasta que por fin volvió de nuevo el colibrí. Se acercó a los padres y sin mediar saludo les contó que su hija había fallecido por una bala. Carmelo se sintió culpable. Empezó a llorar diciendo que había perdido lo que más quería. Virginia decía que ella no tenía la culpa que ella le había dejado tener amigos y empezó a orar para que Dios la llevara a su gloria.

Cielo murió a los diecinueve años porque el maltrato de sus padres la llevo a buscar la muerte. Carmelo y Virginia no supieron entender a su hija y se aprovecharon de su ino-cencia. Por eso cuidemos a nuestros hijos, no los maltratemos, ellos son el futuro. Que no hagan parte del conflicto que se vive.

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Palabras Justas III El Espinal

SAN JUAN DE GIRóN

Ismael Moreno herrera

“Y vi un cielo nuevoyunatierranueva

porqueelprimercieloylaprimeratierrapasaron

yelmaryanoes”Apocalipsis21

Sí, a veces el destino nos envuelve con su magia. Mi nombre es Ismael, significa Dios oye, según las traducciones hebreas y griegas de la biblia. Soy obstinado, compulsivo, tem-

peramental, a veces solitario y meditabundo. Me encerraron en la cárcel Modelo de Bogotá y allí distinguí a gustavo Becerra. Un día me dijo, abre tu mano derecha. Puso un péndulo de bronce y me menciono un nombre de cinco letras. Me dijo que era el elegido de Dios para luchar contra las fuerzas del mal. Empecé a tener cambios en mis sueños, cosas jamás antes vistas. En un sueño vi un humanoide alto que me llevó a un gran monte. Me mostró una ciudad llena de luces y luego me introdujo por un tobogán. Al caer resulte dentro de un templo con paredes de oro y pisos de cristal. Al despertar, supe que ese sueño no era como los demás, era más vívido. No lo pude entender, todavía no había leído apocalipsis veintiuno.

Me trasladaron de la Modelo a la cárcel San Juan de girón en Santander, una prisión de máxima seguridad. Allí me encontré con un joven llamado Wilmer Villegas, nacido en Santuario Risaralda; Fíjense en el nombre, Santuario, muy apropiado. Wilmer practicaba metafísica cristiana de la venezolana Conny Méndez. Le pregunte:

―¿Wilmer le gustaría tener un nivel de luz más avanzado?

―Si claro―me contesto.

―Deme su nombre completo y se lo consigo.

―Listo.

Así empecé a enseñarle las ejecuciones espirituales como me lo había enseñado gus-tavo, el vidente. Una noche Wilmer y yo soñamos las mismas cosas al tiempo. Al día si-guiente nos encontramos.

―Ismael, anoche en el sueño vi una iglesia, por fuera había estatuillas de oro, como indígenas. Era mi pueblo Santuario, Risaralda.

―Yo también vi la iglesia y las esculturas indígenas. Se manifestaron en mi pueblo.

―De pronto es una guaca, cerca de mi pueblo. Allá hay dos montañas, una se llama el Tatama y la otra el Tarama. Son triangulares.

―Voy a llamar a Gustavo y le preguntamos.

―Vale.

Espere hasta la tarde que estuvieran los teléfonos desocupados.

―Aló, ¿Gustavo?

―¿Que más Ismael?

―Gustavo para comentarle unas visiones que tuvimos con Wilmer.

Ahí le conté sobre los sueños y las suposiciones que teníamos.

―Ismael, si es un tesoro pero no una guaca, es la pirámide dorada.

―Gustavo, hay dos montañas de forma piramidal entre el Choco y Risaralda.

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Palabras Justas III El Espinal

―Ismael, de estas hay cuatro en el mundo. Ahí hay un pueblo divino que debe ser liberado. Manejan la estabilidad del planeta tierra.

gustavo me dio las indicaciones, las seguimos y terminamos con la oración “que se haga justicia a favor de los justos y se cumplan las profecías”. Se me calentaron las manos. Mi corazón latía más rápido. Los ojos me ardían como el fuego. Busque una señal. Puse mi mano derecha en la biblia, invoque al Espíritu Santo en nombre de Jesucristo y le pedí a Dios, Jehová, que me confirmara la verdad sobre la pirámide de la que me hablaba Gustavo. Hice todo esto para no ofender a Dios. Para mi sorpresa Dios me hablo a través de Apocalipsis veintiuno, La Nueva Jerusalén.

Las medidas de las pirámides que existen en Egipto, son de 144 metros y todos sus lados son iguales. Sus pisos son cuadrados. Esto lo afirma la metafísica cristiana Conny Méndez y la Biblia Thompson, Reina Valera.

Estudie la Biblia y en Apocalipsis quince, dieciséis, diecisiete y dieciocho me confir-maban las medidas. Exclame ¡es real! Pensé en el profeta Juan. A él también le habían mostrado visiones en su tiempo. Al otro día me senté en el mesón del comedor de la cárcel. Vi un libro abandonado. Lo abrí y era sobre ángeles. Lo leí un poco. En una hoja decía “y me llevó a un monte alto y me mostró la ciudad santa de Jerusalén”. Mi mente re-cordó aquella visión de hacía dos año, cuando estaba en la modelo de Bogotá. A los días de ser liberado el pueblo divino llovió sangre del cielo entre el Choco y el Risaralda, los especialistas le hicieron pruebas para determinar si era sangre humana y efectivamente salió positiva. Esta noticia salió en todos los noticieros en el año 2008. Según los viden-tes, se trató de la sangre de los justos (estapuertaesdelseñorporellaentranlosjustos). Todo esto sucedió gracias al apoyo de videntes de otros países como España y Argen-tina. Me pidieron que apoyara a Wilmer porque él era un escogido para luchar contra el mal. Mi misión era orar en el plano astral para destruir la oscuridad demoniaca, en todas sus formas y pedirle a Wilmer el mensaje que Dios nos daba. “Cuidado porque el hombre con el poder y el conocimiento puede ser engañado por su propia razón; y puede ser convertido en un barco sin timón, recuerden siempre ser guiados por el Espíritu Santo”.

Luego tuvimos varias visiones de acontecimientos antes de que sucedieran. Vi el tra-tado de libre comercio con Estados Unidos, la ayuda tecnológica estudiantil, las reuniones de UNASUR con el Ex presidente Uribe Vélez, deslizamientos de tierra, aviones que caían,

aviones incendiados, la gran ramera fornicando con cinco hombres. Wilmer vio la libera-ción de Ingrid Betancourt, la muerte de Tiro Fijo, la muerte de uno de los mellizos Munera, los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, la bestia de dos cabezas, el caballo negro de la muerte y el hades. Ya no había dudas por que antes de las visiones no habíamos leído Apocalipsis. Fuimos escogidos para misiones divinas en estos tiempos, soldados de la luz, inmersos en este planeta y sus transformaciones. guerreros del destino como lo dice el salmo 103 versículo 20, BendecidaJehová,vosotrossusángelespoderososenfortalezaqueejecutáissupalabraobedeciendoalavozdesuprecepto.

Ahora caigo en cuenta, escribiendo estas líneas, que la cárcel donde ocurrieron estas cosas se llamaba San Juan, igual que el profeta que escribió el Apocalipsis. “y mire aquí al cordero, estaba sobre el Monte de Sion y con el ciento cuarenta y cuatro mil que tienen el nombre de su padre inscritos en sus frentes”.

Estimados lectores y lectoras, quiero decirles que aunque ya no soy el mismo joven, extrovertido y fanático, les puedo asegurar que algo en mi cambió. hay momentos de fe-licidad, siento la pasión humana con más intensidad que en mi pasado. Sé que no soy el mismo, pero soy el que soy, así debía suceder, ahora lo comprendo.

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Palabras Justas III El Espinal

PERSECUCIóN

José gabriel Vélez Muñoz

Iba para el campamento de la organización a la cual pertenecí. Estaba ubicado en la par-te montañosa de la vereda Monterrey. Para llegar al campamento me tocaba pasar por

otras veredas y por el medio de un gran platanal. Escuché algo que me llamó la atención. Me detuve un momento para mirar cual era el ruido que escuchaba. Lo único que llevaba conmigo era mi ropa y un pedazo de teléfono que funcionaba cuando le daba la gana. No llevaba arma de ninguna clase. El ruido era un murmullo de alguien que hablaba en voz baja. Todo volvió a quedar en silencio y proseguí mi camino. Algo me decía que no estaba solo y los nervios se apoderaron de mí. Aceleré el paso para salir pronto del platanal, pero escuche una voz que me dijo, quietoahínovayaacorrer. Sin pensarlo dos veces hice todo lo contrario a lo que me dijo. Empecé a correr con toda la fuerza que tenía, conocía aquella voz, sabía que intenciones tenía.

Con el habían muchas más personas. Me empezaron a disparar de todos lados. Se es-cuchaban detonaciones de diferentes armas, galiles, AK-47, 5,56. Yo seguía corriendo en zigzag como me habían enseñado, hasta que pude sacarles ventaja. Entré a una carretera y en una curva me desvíe por la trocha para cortar camino. Pero fue más la sorpresa que me lleve cuando un poco más adelante me encontré de frente con Rómulo, un ex comandante mío que andaba por la zona. Iba acompañado de un gran número de personas que tenían la misión de encontrarme y matarme.

–Hasta que por fin lo encontramos. ¿Creía que se nos iba a volar tan fácil?

–¿Pero que hice?–Le pregunté asustado–Todo es un mal entendido, puedo explicarlo.

–No traidor–contestó él–la orden que tenemos es clara. Usted desertó y eso se paga con la vida.

–No hombre, yo no deserte.

–¿Que no?¿entonces porque no se comunicó con el Comándate?

–No he sido capaz de encontrar un medio y ese teléfono que me dieron no ha querido funcionar.

–No, no, no. Eso no es excusa.

Al ver que era inútil tratar de dar alguna explicación intente correr de nuevo. Al dar la vuelta escuché una detonación y sentí algo que me empujó, haciéndome trastabillar y casi caer boca abajo. Sentí mucho dolor. Me habían disparado en la espalda. Me esforcé por seguir corriendo hasta llegar al filo de un monte y me eché a rodar. Para mi desgracia quede atorado en medio de dos palos. El dolor aumentaba, se hacía insoportable. No me podía mover. Pensé, aquí si fue, me van a matar estos bellacos. Debido al dolor y a que no me podía mover, opté por quedarme quieto. Escuchaba lo que decían en la loma. Dejemos a ese hijueputatraidoralláenesehueco,sinolomatoeltirolomatolacaída. Ellos creyeron que había llegado hasta el despeñadero que había al final del rastrojo.

Me quedé muy quieto y silencioso para escuchar lo que pasaba. Después de una hora empezó a oscurecer. Saqué fuerzas de donde pude y logré destrabarme de los palos. El dolor era insoportable. Con mucho esfuerzo empecé a subir arrastrándome muy despacio. Me daba miedo que aun estuvieran esperándome Rómulo y su gente. Cuando llegue al filo, echado boca abajo, mire a todos lados y vi que estaba solo.

Casi desmayado empecé a deslizarme por un potrero, no me quería arriesgar por los caminos o carreteras. Me deslice hasta llegar a una casa en la cual vivía doña Ana y su esposo Jair. Doña Ana me conocía desde hace muchos años y al verme caer en el corredor se lanzó a socorrerme y me dijo.

–¿William que te paso?¿Porque estas así?

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Palabras Justas III El Espinal

–Me hirieron doña Ana.

–¿Quién te hizo esto?

–Mis ex compañeros.

–Cómo es eso que tus ex compañeros. ¿Acaso usted no pertenece a la guerrilla?

–Sí, pero ya no.

–¿Cómo es eso? No entiendo.

–Ellos creen que yo deserte y me buscan para matarme.

–¿Entonces, todos esos disparaos eran contra usted?

–Si mi señora, todos.

–Nosotros–dijo ella–nos encerramos cuando escuchamos el tiroteo. Pero nunca nos ima-ginamos que fueran contra usted. Por aquí pasaron unos corriendo, parecía el fin del mundo.

–Si señora, me buscan sin tregua. Don Jair no me puedo quedar aquí, dígame ¿Dónde puedo meterme para que no me encuentren?

―Hombre, William, yo conozco una cueva que hay cerca. Pero usted está mal herido, toca hacer algo con ese balazo que tiene en la espalda.

–¿Y qué se puede hacer Don Jair?

–Yo tengo algo–contestó Doña Ana–y además se algo de enfermería.

–Bueno Doña Ana, haga lo que pueda–le contesté sin fuerzas para hablar–pero aquí no me quedo.

–Jair–dijo ella–dale una tela de secar café y yo le doy una manta para que lo lleve al

cafetal. Escóndelo en uno de esos palos grandes de café, que yo ahora voy con disimulo y le hago curación. Mientras tanto busco algo para aplicarle para evitar la gangrena.

Así fue como Don Jair me llevo a un palo de café que parecía un rancho. A los pocos minutos llego Doña Ana y me aplico un antibiótico. Me hizo cosas muy dolorosas en la he-rida y cuando termino llegó Don Jair.

–¿Cómo se siente?

–Muy cansado Don Jair.

–¿Puede caminar?

–Sí señor.

–Bueno William, lo voy a llevar a una cueva, pero ni por el diablo se le vaya a ocurrir salir. Mucho menos dejarse ver. Nadie puede saber de esa cueva, porque si se dan cuenta nos embalamos nosotros también.

Eran casi las diez de la noche cuando salimos para la cueva. Estaba en medio de un cañaduzal y la hojarasca hacia un ruido tremendo. Don Jair me llevaba los alimentos y medicamentos que me enviaba Doña Ana. Así transcurrió el tiempo. Fueron dos meses los que estuve oculto en aquel oscuro y solitario lugar. Cuando pude salir fui y me despedí de los esposos. Emprendí mi viaje. Me fui muy lejos de esa vereda, a donde no me en-contraran y donde nadie me conociera. Quería hacer una nueva vida. Porque ya no solo me buscaban los paramilitares y la justica, ahora también era objetivo militar de la misma organización a la que por tantos años pertenecí, en la que había acabado mi juventud tras un ideal que nunca alcanzamos.

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Palabras Justas III El Espinal

VIVIR PARA CONTAR

Jorge Luis gómez Narváez

Me encontraba en el alojamiento descansando. Estaba bien vestido y comiéndome unas salchipapas. Llegó Arteaga, uno de mis compañeros, y me dijo: tenemosque

salirparaunoperativo,paraelCañóndelalloronaenUrabá. Sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo. Corrí a llamar a mi familia para comentarles a dónde íbamos. Mi familia sabía que ese lugar era demasiado peligroso. Llegó el capitán y nos mandó a formar. éramos una compañía de noventa hombres armados y equipados. Nos dio las instrucciones del ope-rativo. Nos comentó que en el pueblo de Bajirá llego la guerrilla y se tomó todo el caserío, que habían masacrado treinta soldados; ellos habían tratado de defenderse pero les fue imposible porque la guerrilla tenia más hombres. Me di cuenta de la barbarie que habían hecho con estos soldados, sin contar los daños materiales como torres de comunicación derribadas y casas averiadas por las pipetas que había lanzado la guerrilla.

Después de tres días nos internamos en las montañas. Estábamos tristes por no haber llegado a tiempo. Llovía intensamente. Estábamos llenos de barro. Teníamos sed. Tenía-mos hambre por que la ración de comida de campaña no nos alimentaba como debía ser. Teníamos temor porque en cualquier momento podríamos ser atacados. Después de tanto caminar llegamos a las orillas del rio Tamborales. Eran más o menos las siete de la noche. Nos dieron la orden de armar carpas. Desconocíamos que teníamos a nuestros enemigos a tan solo cien metros. La noche era muy oscura y solo se escuchaba el sonido de los animales y el zumbido del rio.

A las doce de la noche me llamó mi compañero y me dijo:

–Lanza levántese que le toca la guardia. Ponga mucho cuidado que estamos en zona muy peligrosa.

–¿Qué pasa Lanza, escucho algo?

–No mi Lanza, solo que siento un miedo especial. No entiendo que me pasa pero es como un presentimiento.

–Tranquilo–le dije yo–vaya y descanse que yo estere muy pendiente.

Termine mi turno de guardia a las dos de la madrugada. Me fui a descansar a mi carpa. Todo estaba aparentemente tranquilo. Me recosté pensando en mi familia. Pronto amaneció. Eran las seis de la mañana cuando el guardia de turno se dio cuenta de que habíamos dormido al lado de la guerrilla. Con las luces del amanecer los veía y así em-pezó un sangriento combate. Solo se escuchaba el sonido de los fusiles. Las granadas causaban deforestaciones. Los gritos de los heridos eran fuertes, pero no podía ayudar-los. Solo se veían compañeros mutilados y muertos.

Sentí que era el último día de mi vida. Pensaba en Dios y mi familia. Después de cinco días de combate nos encontrábamos sin munición. Tomamos la decisión con cinco compañeros de cruzar el rio, donde las ráfagas de fusil nos podían matar. Caminamos hasta llegar a una casa de unos indígenas y les pedimos ayuda. Les pedimos comida. Algunos andábamos sin botas y con los pantalones rotos. Por suerte los indígenas nos dieron alimento y fueron al pueblo de Mutatá y dieron aviso al ejército de que en su casa había soldados perdidos, que habían salido de combate.

El helicóptero llego muy pronto con ayuda. Nos recogieron y nos llevaron a la brigada diecisiete en Antioquia, donde pude recuperarme.

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Palabras Justas III El Espinal

EL REY DE LOS ANIMALES

Óscar Tabares Pérez

Cuando este animalito comenzó a crecer los demás animales decían que no se iba a criar bien, pero la madre leona escuchaba en silencio. La pequeña cría fue creciendo de una

forma demasiado rápida. Todos los animales estaban asombrados con la velocidad con que se hacía grande. Su melena empezó a taparle todo el cuello, tanto que hasta la misma madre sentía envidia. él se sentí muy orgulloso por ser el mejor de la familia. Creció siendo muy responsable y quiso independizarse, no solo por el sino para darle un mejor futuro a su madre y hermanos. Todos le preguntaban para donde se iba a ir y el solo respondía soy grande y fuerte y ante todo un animal de la selva. Un día me rendirán cuentas todos los animales y pagaré de acuerdo a los resultados. Tendrán que cumplir con lo que yo les ordene y sino pondré sanciones a cada uno de ellos. Ordenare toda la selva en secciones y pondré en cada una de ellas un animal que los rija. Mi mano derecha será los tigres, que pedirá las vacunas a cada animal y si hay alguno que se resista a cumplir su destino será la muerte.

Así lo hizo el león y dejo un tigre en cada parte de la selva. Mientras fue creciendo el reinado del león, empezó a crear nuevas reglas.

Señortigre,ustedescapazdeencargarsedelalogísticaylasreunionespolíticasconlosotrosanimales.Ypídalesalosanimalesqueleavisensilosreptilessilvestreslleganamonopolizarnuestrosterrenos,paraaniquilaratodosesoslagartosylagartijasqueaparez-cancomounaplaga.Esteesmiedictofinalcomorey.

Los animales y lagartos pagaron las cuotas para conservar la vida y cuidaron de que no aparecieran plagas en los terrenos del león. Los hijos, hijas y abuelos de los animales también

debieron sujetarse a las reglas. Todos daban información al león para evitar que los lagartos silvestres aparecieran en la selva. El gran poder del león era gracias a esta asociación de ani-males, pero sabía que debía estar alerta con el monstruo dormido. A ese animal que llamaba elefante. El león intento hablar con él para evitar guerras, pero el elefante solo le propuso una reunión clandestina para que nadie supiera de lo que se hablaba en ella.

El león consulto a sus amigos sobre la propuesta que significaba un pacto de paz con todos los animales. Porque los reptiles también son enemigos del monstruo.

Después de la reunión el león contó que la propuesta era que el león debía entregar su poder, no tener cacerolas quiebra patas, explosivos o revólveres. Cuando el león y los tigres hicieron esto muchos animales empezaron a unirse. Las ranas en los estanques empezaron a decir la verdad de lo que pasaba en las aguas. Los gatos que eran muy contemporáneos con los tigres empezaron a trabajar juntos para hacer alianzas con los demás animales. El león trata de integrar a todos los animales que quisieran vivir en paz y asegurar la transparencia con el elefante. Así empezaron a haber procesos jurídicos para que algún día se pueda hablar de paz en la selva. También el león ayudó con el elefante para que los animales de la guerra ya no tuvieran que pelear más y pudieran ayudar a que sus hijos estudiaran. Crearon normas, leyes y sentencias para que los animales pudieran ver y comprender lo que se estaba haciendo en toda la selva. Algunos animales dejaron su libertad para demostrar el compromiso con la justicia. También empezaron a existir ca-pacitaciones para que los animales pudieran vivir de forma pacífica. También empezaron a existir leyes restaurativas para los animales que hayan sufrido algún daño antes del fin del conflicto. A demás de eso, en la selva se crearon programas de resocialización para garantizar que las cosas malas que había en la selva no se repitieran y así incentivar a los animales que aún no se habían unido.

En la selva empezaron a existir las primeras empresas animales, que le enseñaban a los demás las formas de crear negocios y proyectos de producción de cultivos para no dejar que ningún animal tuviera que elegir la ilegalidad. Así cualquier animal que este libre podrá trabajar sin hacerle daño a nadie.

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Palabras Justas III El Espinal

MENSAJEROS

Fabián Torres Cano

Descansaba en un viejo tronco bajo la sombra de un naranjo. Al frente estaba una cada desgatado por el tiempo y la pobreza. había tenido una larga marcha, así que me quede

ahí sentado contemplando el atardecer. Observaba como las ves anidaban cerca, daban sus últimos canticos. Sentí el viento fresco de la tarde rozar mis mejillas. No dejaba de acariciar el viejo fusil que descansaba en mis piernas. Esperaba la orden para volver a la marcha. Quien estaba al mando nos había hecho parar en este lugar, él quería dialogar con el civil y así enterarse de algunas novedades de la zona y ponerlo al tanto de los avances del enemigo.

Una joven salió de las habitaciones del rancho. Caminando lento se dirigió hacia un colgadero de ropa y mientras extendía una toalla yo miraba su largo cabello, que ador-naba su espalda hasta sus caderas. Me recordaba a un amor que no había olvidado. Recordé mi mano sintiendo su textura y su aroma. Cerré mis ojos y recordé su nombre, mi Alexa. Aunque ya sea parte de su olvido, fueron tantas las madrugadas en que me envolvía en sus brazos. Fueron tantas risas y miradas en las que nos entendíamos en silencio, las palabras sobraban cuando nuestros corazones hablaban.

No fueron más de diez segundo en que pague mis ojos y cuando los abrí la chica es-taba cerca de mí. Me miró a los ojos. Se podía notar la tristeza que había en mi corazón. Escuche su voz.

–¿Qué te ha pasado? Todos hablan y ríen ahí, adentro de mi casa. Toman el tinto que mi madre ha preparado, pero tú no lo quisiste. Estas aquí perdido en tus recuerdos y ni cuenta te diste de cuando me acerque a ti ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

–Estoy muy lejos de mi casa–le respondí con voz temblorosa–extraño mi familia, la protección de mi hogar. Es cierto que tengo un arma, pero este fusil solo dispara muerte, no dispara palabras bonitas o amor sincero. No, no es lo mismo, me sentiría más seguro en los brazos de mi madre. Estoy triste, la guerra es horrible y tras todas estas cosas, también me siento solo. Sé que estoy rodeado de otros como yo, pero talvez mañana no estemos. Para algunos de nosotros la compañía no será más que la hierba creciendo por en medio de nuestros dedos.

–Tranquilo, estas cosas tendrán que terminar–dijo la joven–la guerra es difícil, no solo eres tú el que la vive y de alguna manera también la haces. Quienes estamos cerca o en medio de ella la sentimos igual. Tampoco es fácil verte a ti o a tus compañeros cansado y agobiados de la guerra, de la vida que llevan. Tengo un hermano que desde chico se fue a la guerrilla y son años sin saber en dónde está. Por eso me acerque ti, pensé que él podría estar en otro lugar, sintiéndose solo, queriendo ver su familia. Queriendo ver a mi madre y sentirse mimado, estrechado en sus brazos. Sé que él ha estado extrañándonos como tu extrañas a los tuyos.

Las palabras de la joven me hicieron subir un poco los ánimos. Levante mi mirada, la lleve hacia ella y entonces vi su belleza. Mi rostro se iluminó y fue ahí cuando le pedí que si podría hacer algo especial por mí.

–Acostumbraba despertar a mi madre con un beso y decirle cada día cuanto la quiero, pero aquí no me dejan llamar o enviarle alguna carta. Es prohibido, y si se enteran que lo hago podría ocasionar mi muerte. Los operativos del enemigo son frecuentes e intensos. Los bombardeos nos han ocasionado muchas muertes y esto hace que nos adentremos más en la selva. Sé que en unos minutos partiremos. Ya no podemos sostener un combate pues moriríamos todos. Anoche pensamos que sería el último día de nuestra existencia. Sinceramente me siento un poco decaído después de tener la muerte tan cerca. hay re-flexiones que me asaltan e invaden mi alma, en esta guerra mi nombre no importa. Solo cuenta lo que mi fusil haga para quienes desde la distancia y detrás de un radio de comu-nicaciones ordene. Aquí no hay lugar para sentimientos, pero deseo enviarle un mensaje a mi madre por medio tuyo, para que sepa que aún estoy vivo y que le envió muchos besos.

–Claro que puedo ayudarte. Dame un beso y ese beso lo estampare con mi labial en una carta donde le diré que estas bien y que pronto estarás en casa. Que esta guerra que

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Palabras Justas III

durante cincuenta años nos ha quitado la felicidad pronto llegara a su fin. Se ventilan tiem-pos de paz. Busca en tus cosas alguna dirección y en el momento en que llegue al pueblito, enviare tu mensaje por el correo.

Luego de entregarle la dirección y sin contener mis impulsos me acerque a ella de manera apresurada. Busque sus labios con los míos. Le di un profundo beso. Parecía que nunca iba a terminar. Sus labios eran suaves y mojados. Los míos se perdieron totalmente en ellos. Por un instante nuestros labios hablaban sin hablar. Separe mi boca y al instante sentí un fuerte abrazo.

–Ahora hay algo que tú puedes hacer por mí–dijo ella–este abrazo quiero que lo lleves a mi hermano, he sabido que él pertenece a esta unidad. Quiero que lo busques y te ase-gures de que mi mensaje llegue. No importa cuando, solo asegúrame que lo entregaras así como me asegurare de que el tuyo sea entregado.

Luego dio media vuelta. Me quede ahí, en ese viejo tronco, sentado, mirando como ella se iba alejando. En sus labios llevaba toda la felicidad que sería entregada a mi madre. En los míos sentía su delicadeza. Al poco momento dieron la orden de partir. La noche había llegado. Un con la excitación en mi corazón levante el fusil, lo descargue en mi espalda y empezamos a marchar. Días después supe quién era su hermano, espere el momento apropiado para acercarme a él. Al llegar al lugar donde se encontraba descargue el fusil y aun lado tire el chaleco con los proveedores. Me arrodille ante él y con mis brazos extendi-dos sobre la hierba cerré mis ojos. Abrí mi corazón y le hable en silencio. Lo abrace fuerte. Luego me retire. Mientras me alejaba pedí a Dios que mi madre pudiera leer mi mensaje.

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Bucaramanga

HONORIO

Ovidio Sánchez

En 1974 nació un niño, llamado honorio, en Angosturas de los Andes, municipio de El Carmen de Chucurí.

Este niño fue abandonado por su padre cuando tenía 4 años. honorio quedó al lado de su abuela materna, Elvia, junto con sus dos tíos, Ismael y Arnulfo. Allí le cambió la vida; a pesar de que era muy niño, honorio debía hacer algunos mandados, pues le decían que debía aprender a trabajar. La abuela y sus tíos vivían en una finca.

él traía agua, leña y acompañaba a la abuela. Allí honorio pasó tres años, soportando golpes y regaños, pues ya querían que Honorio se ocupara de los oficios de la casa.

Un día lo mandaron a llevarle el almuerzo a los obreros lejos de la casa. Fue y regresó tarde, pues no pensó que su abuela lo esperara para mandarlo a traer unas auyamas. Cuando honorio llegó, su abuela Elvia le pegó por llegar tarde, lo mandó a traer auyamas, y él no encontró, y le dio miedo llegar sin ellas. Como no llevó nada, su abuelo no le dio almuerzo, y lo mandó a traer leña. Así que la fue a buscar, y después de algunos viajes de leña pensó en irse de la casa, pues ya tenía siete años de edad y estaba aburrido.

Cuando honorio trajo la leña, vio la forma de sacar unas cosas personales, como ropa y un par de chancletas. Esto lo echó en una mochila de fique, y cuando su abuela se des-cuidó, honorio cogió las cosas, pues ya era casi hora de que llegaran los obreros, y con ellos, llegaban sus tíos Ismael y Arnulfo. Sabía que si ellos llegaban, no podía escaparse. Entonces honorio pensó irse para donde vivía ángela.

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Palabras Justas III Bucaramanga

Su mamá y ella estaban a una distancia de hora y media de camino por montaña, y no podía esperar más. Tomó sus cosas y se fue. Cuando llegó donde vivía su mamá, ya estaba oscureciendo. Tenía la ilusión de que allí podría vivir tranquilo, pero no. Cuando Pedro, el esposo que tenía su mamá, lo vio, dijo que honorio no podía vivir con ellos; la mamá del niño respondió: “Déjelo, que se quede unos días”, y así fue. Allí pasó honorio tres años más de sufrimiento, pues su mamá ya tenía cuatro hijos.

Así cumplió diez. Tomó la decisión de irse a trabajar de finca en finca, como la historia del raspachín sin futuro, pero trabajando en agricultura: cacao, café yuca y plátano. En las fincas, conocía diferentes personas, algunas lo apreciaban, otras no. Pues a pesar de que trabajaba, era un niño y no lo miraban como obrero, sino como mandadero. Cada quince o veinte días, visitaba a su mamá, pero el padrastro le pedía plata de su trabajo para el alimento de su mamá y los hermanos. Como honorio era pequeño, le daba miedo negarse; así pasó un tiempo. En ocasiones, Pedro le decía que para qué quería plata. Poco a poco se fue alejando de su mamá y demás hermanos. En 1989, se fue para un corregimiento llamado Yarima, municipio de San Vicente de Chucurí. Allí trabajó en fincas de agricultura y ganade-ría. Aprendió a trabajar la ganadería. Trabajó muchos años, y paró en 1996. Un día tomó la decisión de viajar a la ciudad donde vivía su tío Arnulfo, para decirle que estaba cansado de trabajar en el campo. Que le ayudara a buscar trabajo en la ciudad, que no quería dañarse la vida tomando caminos equivocados, pero su tío no pudo ayudarlo. En septiembre de 1997 Honorio se perdió. Nadie sabía dónde estaba cuándo volvió, ¿dónde? Un familiar contó que estaba en un grupo armado.

honorio decía que si no hubiera quedado solo, su vida fuera diferente; pero a la edad de 23 años su vida cambió por completo, al ingresar a este grupo armado. Allí debía cumplir órdenes, fueran lógicas o no, eran órdenes de los superiores; con estos grupos recorrió parte de Santander, Norte de Santander y sur del Cesar. En un tiempo habló con su superior para comunicarle que pensaba retirarse por un tiempo y luego regresaba; el superior, al ver que honorio no tenía faltas disciplinarias, le concedió el retiro con el compromiso de volver nueva-mente. Y así fue. honorio decidió volver a El Carmen de Chucurí, su tierra natal; allí encontró muchas cosas diferentes de lo que vivió cuando era niño.

Trabajó como obrero en agricultura; se dio cuenta que en la parte laboral todo era igual. Fue buen obrero responsable con el trabajo, y para él fue un momento de gran alegría el en-cuentro con sus hermanos, pues se habían separado desde niños. Vio a ángela, su mamá;

para ella también fue muy agradable recuperar a su hijo perdido, pues desde que honorio era niño no había compartido momentos de alegría con él. Pero cuando honorio le comentó que se volvía a ir, fue un momento de amargura. Sin embargo, trató de olvidar y pasar momentos felices al lado de su hijo: pensaba convencerlo de que no regresara al lugar de donde venía.

Así pasó honorio un tiempo trabajando y compartiendo con su mamá y hermanos. Pasado un tiempo suficiente decidió regresar al grupo armado a cumplir su palabra. Allí lo esperaban. Duró un largo tiempo cumpliendo órdenes de sus superiores. En algunas ocasiones no estaba de acuerdo con las órdenes que legaban, pues eran ilógicas; pero debía cumplirlas: incumplirlas era poner en peligro su propia vida. Se hacían cosas des-cabelladas como desplazar personas y asesinar por comentarios; después de cometer los hechos, otros daban información de que en realidad se trataba de envidias de vecinos… Caminaron por cerros y montañas, buscando a sus propios hermanos colombianos que tenían por enemigos. Un día reaccionó y tomó la decisión de abandonar para siempre este grupo. Se dirigió a su superior y le comentó lo que había decidido. Este, al conocer la de-cisión, trató de impedírselo, pero no encontró motivos para detener la reacción de honorio. Y le dio la retirada.

honorio salió de ese lugar rumbo a su tierra. Allí se reencontró con su familia y prome-tió no volver a los grupos armados. Quería tener su propio hogar y darle cuentas solo a Dios. Desde entonces se dedicó a trabajar con el fin de algún día tener su propia finca y así trabajar por un futuro sin cometer delitos y no causarle más daño a la sociedad. Y así fue. Un día le ofrecieron un lote abandonado. honorio tenía algunos ahorros, fue y lo visitó y le gustó; pero el ahorro que tenía no le alcanzaba para comprarlo. Le comentó a su tío Orlando quien lo había respaldado como un verdadero padre. Y al ver que honorio quería trabajar, le ayudó prestándole el dinero que le faltaba para comprar el lote. Empezó a sem-brar árboles frutales, así trabajaba el dinero prestado, lo pagó trabajando en una finca que tenía su tío. honorio trabajó por unos años en este lote con el sueño de formar su hogar y estar al lado de su mamá y ayudarle en algunas cosas, ya que ella había vivido enferma, y los otros hermanos estaban lejos y poco la visitaban. honorio le decía a ángela que él no la iba a dejar sola, y que por ella lucharía y que no quería perderla otra vez. Pero este sueño no fue posible, ya que un día le notificaron a Honorio que tenía problemas con la justicia, por delitos cometidos cuando hizo parte del grupo armado. él no le dijo nada a su mamá para no angustiarla, pues ella se estaba recuperando de una cirugía a corazón abierto, y no debía preocuparla, y menos con una noticia como esa. Así pasó más de un año. honorio

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Palabras Justas III Bucaramanga

habló con los investigadores que llevaban el caso, y estos le dijeron que unas personas que estuvieron con él en el grupo armado estaban presos, y ellos lo estaban nombrando en hechos cometidos por este grupo. honorio se reunió en varias ocasiones con los investiga-dores del proceso, y estos le notificaban los resultados del caso. No eran buenas noticias, ya que fueron claros, y le dijeron que él debía pagar por estos hechos; así pasaron unos meses más sin que la mamá de honorio tuviera idea de lo que le esperaba. Un día muy de mañana llegó honorio a la casa de ángela. Y le dijo que él quería comentarle unas cosas, pero que solamente él tenía la solución, que no culpara a nadie ni buscara otra forma de arreglar este problema. Y le dijo: “Mamá, yo he cometido delitos graves antes de regresar a su lado; perdóneme por hacerle daño, pero no puedo esconderme de la justicia. debo pagar por mis errores”.

La mamá de honorio no podía creer que su hijo se alejara nuevamente de ella. Iba a quedar sola otra vez, y no quería perderlo. Fue una noticia desagradable. Ella se enfermó y honorio estuvo allí para cuidarla, pues él había prometido hacerlo hasta que pudiera y lo cumplió.

El proceso seguía en investigación, cuando honorio vio que su mamá ya estaba recu-perada. Le dijo que él se iba a someter a la justicia, y que se iba a presentar de manera libre y voluntaria. Este fue un golpe más para ella.

Y así fue. El 16 de junio de 2010 se presentó a la Fiscalía general de la Nación, sede Bucaramanga, donde fue legalizada su captura. Aceptó también otros cargos. Por los deli-tos que lo señalaban fue trasladado a la Cárcel Modelo, donde hoy se encuentra pagando una condena de 20 años. Allí él ha hecho capacitaciones de resocialización, allí conoció a una mujer quien hoy es su compañera sentimental, y está a la espera de recobrar su liber-tad para hacer parte de la sociedad y dar a conocer que la experiencia vivida y los caminos recorridos le han servido para reflexionar y entender que nunca es tarde para comenzar una nueva vida. Y espera que la sociedad lo reciba y le brinde el apoyo que él necesita para reconstruir una vida que perdió el rumbo.

UNA MADRE EN EL CONFLICTO

Falta nombre de Autor

En 1986, en un municipio de Norte de Santander, a unos cuantos metros de una hermosa quebrada, había una finca habitada por una noble y humilde familia, que con el sudor y

esfuerzos de sus propias manos labraba aquellas tierras fructíferas. Un día, muy temprano, se interrumpió la paz. Unos hombres que en sus manos tenían armas largas, un hombre de voz gruesa, gritó que todos salieran al frente y que se debían arrodillar. El miedo y el terror hizo temblar aquella humilde familia. Sin mediar palabra, el hombre apuntó su arma y al ins-tante sonó un estruendo. Luego aquel hombre de voz gruesa se marchó. Con gran dolor y con un entierro sencillo, despidieron a aquel ser querido. Pensaron que ya había terminado todo, y no fue así. Solo habían transcurrido unos cuantos meses, y aquellos hombres volvie-ron, y sin faltar, también regresó aquel hombre de voz gruesa.

El abuelo de aquella familia, a pesar de su edad, trataba de calmar a su familia. Para evitar el miedo estaban todos reunidos. Todo sucedió tan rápido que, en un parpadeo, mataron a otro hombre de la familia, y se marcharon como sin nada. Volvieron a perder otro ser querido. El abuelo, ya preocupado, le dijo a su hija, hermana de los hombres muertos, y madre ya de dos hijos, uno de seis y otro diez años, que la vida de aquellas criaturas estaba en riesgo. Aquella madre se marchó con sus dos hijos a tierras desco-nocidas.

La mujer llegó a una ciudad donde no conocía a nadie, y sin dinero. Con dignidad, tocó puerta a puerta suplicando un trozo de pan para sus hijos. La misericordia de Dios es muy grande, tocó a la puerta de una casa donde vivía una familia adinerada. La dueña, al abrir la puerta y escuchar la súplica de aquella madre angustiada, se compadeció de

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Palabras Justas III Bucaramanga

inmediato invitándola a entrar y a que tomara asiento en el comedor junto con sus dos hijos. Les sirvió unos alimentos muy deliciosos. Mientras ellos comían, le preguntaban sobre su vida, cuál era el motivo para encontrarse en esas condiciones; aquella madre con pena y tristeza contó su triste verdad. Cuando terminó de contar, le dijeron que po-día duchar a los niños y ella también si quería; la dueña de la casa, acompañada de su esposo, pensaban que podrían ayudarle. Cuando la mujer junto con sus dos hijos termi-naron aquel baño, le hicieron una propuesta: que trabajara para ellos como ama de casa interna, y por sus servicios recibiría un sueldo digno, alimentación techo y estudio para sus dos hijos. Y, desde luego, un buen trato como persona.

No hubo palabras en ese instante. Solo se veían unas lágrimas que se deslizaron por sus mejillas, acompañadas de una hermosa sonrisa en su rostro.

Como muestra de alegría, y con una voz tan suave y delicada, dijo que todo

era como una fantasía: todo era bello, no había nada malo en aquel lugar. Un día tocaron a la puerta, y ella se asomó por la ventana del segundo piso, y vio a dos mu-jeres que en sus manos cada una traían un libro, bajó y abrió la puerta, las señoras se presentaron. Le iban a hablar del Dios que todo lo puede. Conversaron por varios mi-nutos, y le regalaron un pequeño texto bíblico con una tarjeta que tenía una dirección. Las dos mujeres se despidieron, y se marcharon; pasaron los días, y aquellas palabras daban vueltas y vueltas en la mente de ella. Un día le pidió permiso a los patrones, y que por favor la llevaran a esa dirección el domingo en la mañana. Ellos le dijeron que sí, y que por supuesto la llevarían. Se alistaron. Todos llegaron a la dirección de la tar-jeta. Le dieron dinero para que tomara un taxi de regreso. En aquella dirección, había un lugar grande. Al entrar vio muchas sillas y bancas, personas arrodilladas y otros compartiendo unas charlas que ella no entendía. Tomó asiento en la última banca con sus dos hijos, y se dio inicio a lo que ella desconocía: un culto.

Transcurrieron unas horas y se terminó el culto. Cuenta ella que entró una mujer y salió transformada. Llegó a la casa de los patrones, y emocionada les contó lo que suce-dió en aquél lugar, estaba muy contenta, alegre, se veía muy feliz; los patrones, al ver su reacción, le dieron permiso cada quince días.

Pasaron meses y meses, y ella se congregaba sin falta. Un día una mujer, o como se

dan a conocer en aquella iglesia, una hermana en cristo, le comentó que le había salido un trabajo muy bueno en otro país y que no tenía quien le cuidara la casa, que si ella se la podía cuidar que le avisara en dos días, si podía o no. Ella, fiel a sus patrones, les comentó la propuesta que esta señora le había hecho.

Ellos la felicitaron, le dijeron que aceptara esta oportunidad, y como ya no viviría más allí, podía aún conservar su trabajo, le aumentarían el sueldo y se podría marchar en una hora adecuada para su casa.

Así aceptó ambas propuestas. Cuando llegó, vio que aquel nuevo lugar era muy bello, era una casa campestre, y ella se sintió bien en aquel lugar, porque permanecería un promedio de dos a tres años. Después de un año en este lugar, conoció a un señor que se congregaba en la iglesia. Y, como se dice, hubo química entre los dos. Pasados los días de una relación, con mucho respeto por ser cristianos, él le propuso matrimonio, una felicidad más para ella.

Ella aceptó con una condición, que deberían tener su propia casa así fuera la más hu-milde. Lo que le importaba era no sentirse arrimada, y este hombre aceptó su condición. Comenzaron a organizar los preparativos para la boda.

Faltando un mes para el matrimonio, le dio la sorpresa.

En su mano derecha colgaban unas llaves, eran las llaves de la casa que sería su nuevo hogar.

Como toda persona llena de preguntas, quiso saber su valor y dónde estaba situada, el respondió el precio y la llevó para que conociera. Era para no creerlo. Era muy barata para tan grande y linda casa. Tampoco tenían idea por qué la vendieron, al fin y al cabo eso no importaba. Los hijos de aquella madre ya eran unos jovencitos capaces de entender muchas cosas, como una de tantas era que ya estaban en la etapa de ayudar en los gastos de la casa.

Llegó el gran día; aquella madre contrajo matrimonio, y al día siguiente fue la mudan-za para su nueva casa. Cuando descargaba sus pertenencias del carro de acarreos, ella miraba que la mayoría de las casas de esa cuadra tenían sus puertas cerradas, solo se veían sus rostros asomados por las ventanas.

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Palabras Justas III Bucaramanga

Tan solo pasaron dos días para saber el motivo.

Aproximadamente eran las once y treinta de la mañana, se formó una gran balacera, que de el mismo susto se escondieron debajo de la cama; las balas se escuchaban cuan-do pasaban de un lado a otro, los gritos e insultos de cantidades de hombres incluso de mujeres; aquella madre recordará unas de tantas frases que decía como: ahí vienen los pati amarrados, y ahí vienen los aguacates. Dios santo, qué era todo esto. Días después, unos hombres que constantemente pasaban por esa calle tocaron a su puerta para pe-dirle que debía de asistir a una reunión de inmediato; en menos de nada, todo el barrio estaba reunido, y alrededor, los hombres armados; uno de ellos se montó en una tarima improvisada, presentándose. De tantas palabras que decía, argumentaba que él luchaba por el pueblo. Pasados quizás unos quince minutos, se escuchó un volador de esos que lanzan en celebraciones.

En ese momento, el hombre dio la orden de que todo el mundo se fuera para sus casas, y que cerraran las puertas. Meses después, todo cambio. Estos hombres comen-zaron a hostigar y hacer persecución a los jóvenes sanos que no hacían parte de este grupo. Les dijeron que tenían que pertenecer a sus filas. Los que no lo hacían quedaban bajo observación de este grupo armado, y que si se iban a prestar el servicio militar, no podrían volver a pisar sus casas, porque si lo hacían, los mataban a ellos y a sus familias.

Los dos hijos de esta madre vendían mercancía a crédito, y en varias ocasiones, les tocó dejar la carreta botada por las balaceras que se formaban. Otras veces este grupo solo porque les daba la gana les decían que no podían vender en otro barrio, a veces convoca-ban a paros armados, y nadie podía salir a trabajar. A estos dos jóvenes sus corazones se les convirtieron en piedra. Tenían rencor por tantas humillaciones, y ya cansados de chocar con la guerra sin tener culpa alguna, tomaron la peor decisión. Creo que allí ya había co-menzado a surgir un grupo que peleaba para acabar, derrotar, a los que supuestamente defendían al pueblo y lo que hacían era tenerlo bajo un yugo de barbaries, humillaciones y muchas cosas más. Los dos jóvenes ingresaron a las estructuras de este nuevo grupo.

Ahora era peor para aquella madre. La violencia la tocó, y de ñapa, sus dos hijos eran ahora asesinos y delincuentes. De la zozobra de recibir algún día las malas noticias de sus hijos, se fue enfermando poco a poco. Su hijo menor estaba en la ciudad, pero en otro barrio, mientras que su hijo mayor se fue sin saber para dónde. Peor aún para ella.

Tras sufrir por tres años, el gobierno invitó a los grupos que entregaran a los menores de edad, ya que no deberían estar en estos grupos, por lo contrario, deberían estar estu-diando… gracias a Dios, esta madre pudo tener la mejor noticia: su hijo menor se retirarían de este grupo, y el gobierno le daría muchos beneficios. Lo llevaron a un albergue de me-nores, y como al año, un veinticinco de diciembre, a las cuatro y treinta de la tarde, llegó a la casa su hijo mayor; casi le da un infarto al ver a su hijo, que por varios años no supo de él.

No era el mismo ni en lo físico, ni en lo personal. El daño ya estaba hecho. La guerra le transformó a su hijo. Ella pensó que él ya vendría a buscar a su familia, y no fue así. Pasados tres días, se enteró que era un comandante de bajo rango. En el barrio, ella le dio la noticia a su hijo menor que su hermano había llegado, creyendo que le daría fuer-zas para continuar con su resocialización.

A los dos días, llegó su hijo el menor, que ya era mayor de edad. Se había volado del albergue para encontrarse con su hermano. La madre, feliz al verlo, pero a la vez desilu-sionada, más aún cuando vio que también se reincorporó de nuevo al dicho grupo armado.

Después de dos años, fue capturado el hijo que se voló del albergue. Y hoy lleva once años privado de su libertad. Cuatro años después, el hijo mayor se presentó a la justicia por múltiples delitos, y este hoy lleva siete años privado de la libertad. Ambos hermanos están en la misma cárcel, y en el mismo patio. Aquellos que eran unos jovencitos siguen juntos. Aquella madre muy pocas veces puede visitarlos; cuando lo hace, sus hijos le comentan que hoy pueden comprender que se equivocaron. Estando presos han tenido grandes logros, han terminado su bachillerato, y han descubierto buenos talentos.

Su hijo mayor hace obras de arte en M.D.F, estas siglas significan maderas del futuro. Y su otro hijo se enfocó en la mecánica automotriz. Ambos están a la espera de recobrar su libertad para estar al lado de aquella mujer y madre que nunca los abandonó hicieran lo que hicieran; siguen siendo sus hijos queridos: amigo lector, esta es la vida real de una de las tantas mujeres y madres que les ha tocado vivir un conflicto sin empuñar un arma, pero por decisión de sus seres queridos tuvieron que vivirlo como espectadoras de primera fila.

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Palabras Justas III Bucaramanga

RECUERDOS DEL RÍO: MI TESORO

Carlos herazo

Yo nací en 1952: nací en una canoa. Trabajé con mi papá desde los nueve años. Las subiendas de pescado iban de orilla a orilla del río.El río era todo parejo de pescado, llenito. De noche el ruido de los peces no lo dejaba dormir a uno:le quitaban la corriente de lo mucho que habían. había tantos que no necesitaba la atarraya:bocachicos de cuatro a cinco libras saltaban a la chalupa. Vivíamos en la ladera del río. En los islotes sembrábamos plátano, yuca, maíz, auyama, batata. La carga de maíz la vendíamos a cinco pesos. Sembraba mi maíz y vendía la carga a cinco pesos. El bulto de plátano, también. De noche me iba a hueviar(hueviar es coger huevos de tortuga).Los traía a Barranca y los vendía a 20 centavos cada uno.Y me buscaban para jornalear, el día lo pagaban a siete pesos.

Yo paraba en el monte desde las 4 de la mañana, todos los días.Paraba sólo para almorzar. hasta las ocho de la noche. Y al otro día, hágale otra vez desde las cuatro de la mañana

a sembrar maíz, yuca. Entre la mitad de esa viday la de hoy, estuvo la guerra. Ya no hubo más libra de bagre a peso. Yo no fui a la escuela… hasta ahora aquí que sí empecé, hice el kínder.Ni leer ni escribir ni firmar nada sabía. Ahora ya puedo leer por ahí la Bibliay los cuentos que me trae el profesor de las palabras justas,aunque me toma mucho tiempo… ¿Qué de esa vida bonita de antes qué recuerdo? Recuerdo las historias del río:los peces, los búfalos y los manatíes del río Magdalena.

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Bucaramanga

AMIGOS NO HAY

(Reflexión)

Kelly Osorio

I

hoy, 3 de febrero, me levanté muy temprano a cumplir mi rutina. Bajé a recoger el agua hervida para el tinto que guardo en mi termo. Vi en el comedor del patio el termo y la

jarra de mi amiga. Por más hacer, le dije Nodejeslajarrayeltermoenelcomedor,porquelosniñoslospuedenvoltear,ysepuedenquemar.Lo hice como por evitarle un problema, pues la consideraba mi amiga. Resulta y pasa que lo tomó a mal, y me contestó feo. Perosiahílosdejanlosdemás, entonces yo le dije que se lo había dicho por su bien; en respuesta me dijo que no le dijera nada, y que no la llamara más.

Pues yo no me lo tomé en serio, puesto que era mi amiga. Subimos las escaleras con el intercambio de palabras. Ella cogió para su salón y yo para el mío; me recosté en mi cama cuando llegó a mi puerta, y me dijo que le regalara un minuto. Yo le respondí que siguiera, y me dijo que a ella le habían dicho que yo decía que ella no servía para nada en el curso de Derechos humanos… Pues me senté y le dije, Primerohagaalgo, frentiéalasqueledijeroneso;delocontrarionocreanada. Entonces dijo que no frentiaba a nadie, que no la llamara y que no volvía a mi celda, que era mejor para evitar chismes. Bueno, mi “amiga” me trató de chismosa, me dijo que mi amistad para ella no valía nada. Y al ver su reacción yo le respondí Puescrealoqueustedquiera,ysinoquierevolveramicelda,esoparamíesnormal,puesyolaestimo;perosiustednoquierehablarmemás,puesbienpueda.Essuproblema. Amigo lector, pero algo sí le digo: que no esperaba esa actitud en ella, siendo una persona tan formada… Esto es una reflexión real: no crea en chismes, es mejor aclarar las cosas con quienes las dijeron. Y cuando uno tiene un amigo o amiga, valórela y respétela, y

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Palabras Justas III Bucaramanga

aclare los inconvenientes sin destruir una amistad. No se deje llevar de lo que dicen los otros, crea en su amigo.

II

hoy estaba recostada en la cama de una amiga, en el primer piso, cuando pasó mi examiga, la que me había dicho que no le volviera hablar. Y me saludó como si nada. Yo no le contesté, porque no entendí qué pasó. Luego volvió, y me preguntó que cómo hacía para pagarme un saldo de tarjetas que yo le había prestado. Le respondí que me no me pagara, porque yo también le debía y tenía que pagarle. Me respondió entonces que yo no le debía nada. Le dije que sí…

Me dijo que si le iba a terminar las piyamas que me había mandado hacer. Y le dije que si me arreglaban la máquina. En este lugar, la gente sufre de mucho estrés, de des-ilusiones de amistades, de familiares, de parejas, de hijos, de superiores, de casi todo el mundo, menos de nuestro Rey Jesucristo: es nuestro padre, que nunca nos desilusiona de nada. La cárcel es un lugar de encierro, deprimente, desolado, de sufrimiento, no cualquiera sale con vida de la cárcel; este lugar es un lugar frío, de dolores, se ven a las compañeras con sufrimientos desgarradores, los del alma, paradas tras una reja cerrada con un candado como de una libra de peso, y verlas llorar, gritar, saltar de dolor, y no podemos hacer nada. Yo tengo muchas experiencias con tantos años vividos en la cárcel. Son 16 años, hay que contar, es difícil que tengamos que acabar nuestra juventud tras unas rejas… Pienso ahora en los que están afuera, los que han perpetrado delitos aún más graves contra los Derechos humanos, los que han puesto minas, que hicieron cosas terribles… Suspiro… Y yo sigo aquí, contando las horas, pensando en la voz de mis hijas, en todo lo que hay afuera y espera por mí. Mi libertad.

HISTORIAS DE UNA PRISIóN

Kelly Osorio

hoy, aproximadamente a las 7 de la mañana, cuando una compañera llamó a su casa, y cuando le contaron algo, pegó un grito desgarrador. Y todas quedamos con la boca

abierta y súper asustadas, con la mano en el corazón. Yo no sabía qué hacer, pero por mi mente pasó lo peor. Me imaginé a su familia muerta o grave; por mi mente pasaron muchas cosas por la reacción de la interna. Cuando las otras internas que estaban más cerca de ella le pudieron preguntar qué le pasaba, ella les respondió que la noticia fue que la juez le había dado la libertad, y por eso se emocionó y no se pudo controlar. Me tocó a mí hablarle como una general, con voz alta le dije Quépasa,amiga,cálmese,contrólese,porquesinoseleparaelcorazón,ysemuereaquímismo,ynoalcanzaadisfrutarsulibertad. Y la señora Matilde, en medio de su llanto y emoción, escuchó mi voz, y se calmó de una. Yo siempre he dicho que cuando una persona entra en shock hay que hablarle fuerte y con autoridad. horas después nos cogió la risa por lo que había pasado. Amigos, les cuento que todos tenemos una forma de reaccionar cuando recibimos una emoción, porque todos somos diferentes en medio de tanta gente; sé que hay que saber recibir toda clase de noticias en este lugar. Igual la vida sigue, con tristeza o con alegría, solo nos queda pedirle a Dios que bendiga nuestras familias, y actuar bien en la vida que de lo que reguemos, recogemos, lo dice Jesús en su santa palabra. Quien lea esta historia ya se podrá imaginar una emoción o una desilusión en este encierro, porque para ningún lado podemos correr. Solo cuando logremos nuestra anhelada libertad. De lo contrario, para donde miremos, hay rejas y candados. Pregunto, ¿qué opina de esto?

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Palabras Justas III Bucaramanga

CAMBIOS

Bibiana hernández

Siendo tan solo una niña,sin tener el conocimiento de que todo lo que empezaría hacerpodría destruir la vida de una familia…Cometí errores, me dejé llevar de cosas falsasque nunca serían buenas en mi vida;después de un tiempo siendo ya adulta,me encuentro aquí:en una fría y solitaria celda, donde solo tengo la compañía de un rayito de sol, que entra en medio de los barrotes azules. Pero no era todo el día, no lo comprendía. Solo anhelaba poder tenerlo todo el día y todos los días.A veces dormía, esperando la única luz que llegaba. Y me ponía triste.

hasta que un día llegó como de costumbre y le pregunté: ¿Por qué a veces no llegas,por qué te demoras, y por que no me avisas cuando te vas, si eres la única compañía que yo tengo?él me responde que no tengo por qué sentirme triste, si siempre está conmigo: me ilumina todo el día,aunque no brille siempre.

Que es fortaleza, me dice, que no me deja sola. Siempre me envía algo para que me acompañe, inclusocuando llega lo oscuro y siento miedo, cuando todo es muy callado.Y está la noche, es la que da descanso, da paz y salud. La que toda persona necesita para concentrarseconsigo mismo; no debes tener miedo, me dice. Porque siempre hay algo que te acompaña, y te guía,y esto es para que tengas la conciencia tranquilay puedas aprender de los errores, me murmura. Solo mira lo lindo que trae el día y el descanso de la noche, aprende a vivir, reconoce los errores y lo que te rodea.Acepta los cambios, reconoce los errores, repite y repite.Cambia. Y aprende de los errores.

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C -

CU

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Cúcuta

AQUÍ NO VUELVE A CAER MÁS NADIE

Alfredo Alberto gómez Fabra

Mi proyecto es en el campo, especies menores, gallinas ponedoras, pollos de engorde, estanques de pescado y cerdos. Una casita en el campo, con árboles y galpones, ma-

llas, y por los bordes estanques reventados de pescados. Aunque vengo de zona calurosa mi proyecto lo imagino en una zona cafetera, cerca de Medellín. he visto el sitio, lo sueño y siempre lo tengo en la mente.

Especies menores, me he especializado en eso. En Sincelejo y en Cúcuta he hecho cursos de esos, que ya suman cuatro años. Me gusta la tranquilidad del campo. En la ciu-dad se paga todo, el agua o un grano de arroz, en cambio en el campo se produce lo de comer y vivir, y el aire es puro y fresco, sin el humo de los carros, sin el ruido. Las noches son tranquilas, hechas de grillos y ranas cantando. A mí en la ciudad me despertaban los ruidos de una moto, los de cualquiera que pasaba, la bulla de la música.

Yo casi crecí en el campo, pero la mayor parte de mi vida la pasé en el monte. A los diez años me hice de la guerrilla del EPL, voluntario, porque habían matado al primo que me ayudaba y me daba consejos. Yo me retiré de la escuela para trabajar y él tenía cultivos de coca, que era lo normal allá. Una vez en la finca de él terminamos una raspa y yo me vine adelante. Pero en el camino lo encontró el ejército y le dio seis tiros. Me fui al EPL por rabia. Nunca me gustó el ejército, ni eso de prestar servicio militar. Yo había visto la gue-rrilla, porque crecí en zona de influencia y vi el trato que daban en esa época. Me pareció mejor, y como allá uno tiene que escoger con que ejército está, yo me quedé con el que no mataba por permisos.

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Palabras Justas III Cúcuta

Me desmovilicé del EPL en el noventa y cuatro, y ese mismo mes, en noviembre, entré a las autodefensas. De cuatrocientos del EPL que éramos habíamos bajado a ciento treinta, yo ya no les creía políticamente y sabía que estábamos acorralados. Por eso nos desmovili-zamos. Nos desmovilizaron en una finca de Mancuso, y cuando nos dimos cuenta, el ejército se fue y llegaron unas volquetas y los paramilitares. Nos montaron, nos dieron cuatrocientos ochenta mil pesos para que visitáramos a la familia, nos dieron la oportunidad de apartarnos y yo preferí ir con la única familia que había tenido en ese tiempo: el grupo al que pertenecía. Así cambié de bando, pero la vida siguió siendo la misma, en el mismo monte.

Luego rodé por Urabá, Chocó, Córdoba y Norte de Santander. Un camino largo. Y un día de mi cumpleaños, nueve de noviembre, en el dos mil uno, ya por la noche salí bajo los efectos del alcohol a comprar más trago, amparado con una nueve milímetros. Entonces unos comerciantes que estaban en el parque me vieron y me buscaron: “Vea, comandante, esos que están ahí son ladrones, piratas. Roban a la gente y la gente está cansada. Eran los transportadores piratas que se hacían por el parque. Yo les creí a los comerciantes y sin preguntar, sin averiguar primero, fui y le dije a uno que me hiciera una carrera, a la salida a Bucaramanga. Llegamos al sitio, cruzamos unas pocas palabras y luego, todavía convenci-do que era gente mala, lo maté. Cuando regresé a la casa estaba menos borracho pero al día siguiente volví a terminar la tarea con el otro pirata. Me apoyé en el escolta del coronel del ejército, que trabajaba con nosotros, y le dije que me esperara con Brito en el matadero. Allá llevé al pirata y también se lo entregué a la muerte. Le dieron tres tiros con mi pistola. No niego nada, la gente tiene que saber lo que pasó en ese tiempo y tal vez alguien pueda entenderlo, porque a estos tiempos yo sé qué hicimos, pero cuesta entender por qué.

Pasaron así esos días, hasta que caí en una requisa de un operativo de gasolina, cami-no de La Laguna en la vía a Bucaramanga. Fue en mayo de dos mil dos. Fue una casuali-dad, pero allá me identificaron como el comandante Aníbal, y al arma le hicieron las prue-bas de balística y salió que la pistola de los muertos era la mía. Era verdad y acepté todo.

A los diez meses me dieron la boleta de libertad, con una caución de un millón seiscien-tos mil pesos.

–No se le haga raro que lo capturen otra vez saliendo de Pamplona. Me dijo el abogado.

Llamé a mi comandante y él se entendió con el abogado. Salí a los tres días, a las diez

de la noche, recogí a la esposa que tenía y arrancamos para el barrio Atalaya, en Cúcuta. Luego me perdí de allí, busqué vida en Sincelejo y viví normal, con dos cédulas falsas. La primera era la de un amigo policía y luego usé la de mi cuñado, pero… ¿quién se iba a imaginar lo de los alimentos de mi cuñado?

El 24 de octubre de 2007 yo estaba en Sincelejo, Sucre, en un día de mucho calor, con un sol como para tostar lagartijas. Trabajaba de mototaxista y como a las diez de la mañana esperaba a un señor para llevarlo al centro. Lo había visto bajar y subir unas varillas largas y me recosté en la moto, como haciendo pereza. Me había estacionado a la orilla de la carretera, en El Mirador, un barrio nuevo, todavía con las calles destapadas. Entonces llegaron cuatro motos desde atrás de mi moto. Eran policías y me hicieron una requisa, de esas de rutina. No me encontraron nada, pero luego me pidieron los documentos y los radiaron. No pasaba nada, porque yo cargaba los documentos del esposo de mi hermana y aunque yo, Alfredo Alberto, tenía orden de captura, mi cuñado Daniel, que era el que aparecía en la cédula, era un tipo bien, trabajador y sin problemas.

–Usted está solicitado por un juzgado de Saiza, por alimentación de sus hijos.

El que me lo dijo era un policía alto, gordo y moreno. Era un tal sargento Osorio, y cuando lo dijo aún tenía la cédula en la mano. Entonces se me vino el mundo encima y quedé frío ahí. Yo no sabía de eso y de seguro que Daniel tampoco, pero igual, cuando me llevaran se iba a saber la verdad.

–La verdad –le dije al policía- mi nombre es Alfredo Alberto gómez Fabra, y soy desmo-vilizado del bloque Catatumbo.

Luego le mostré mi cédula original y el carnet de desmovilizado. él me dijo “Y porque no empezó por el principio”. Le expliqué que yo tenía un proceso en Cúcuta por homicidio, concierto, tentativa y porte. “Un coctelito”, me dijo Osorio antes de llamar a la patrulla. Me quedé esperando que llegara la patrulla y la que llegó fue mi esposa, que era consciente de las cosas y de los riesgos. Le dije que estuviera tranquila, que hasta ahí llegábamos, y nos despedimos con un abrazo y un beso. Ya sabía que esto iba para largo y sentí tristeza por mi esposa y mi hija, y porque sabía que no iba a ser fácil, ni para mí ni para ellas.

En la estación me notificaron: “usted está condenado como reo ausente a treinta y cua-tro años de cárcel por el juzgado segundo especializado de Cúcuta”.

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Palabras Justas III Cúcuta

En la cárcel de Sincelejo recibí la primera visita de mi esposa, de mi hija y mi cuñada, que en ese tiempo era toda mi familia. Los siguientes quince meses los pasé allí, con la seguridad de verlas cada semana. De Sincelejo me llevaron a Palogordo y luego de die-ciocho meses me trasladaron acá, a Cúcuta, donde había trabajado alguna vez y al menos tenía conocidos. Cuando uno está en la cárcel necesita muchas cosas y los conocidos son apoyo, acá tenía el de la familia de mi esposa y algunos amigos. Llevo aquí desde el dos mil diez, pero lo más jodido fueron los meses de Palogordo. Allá es una cárcel de alta seguridad, complicada, y nunca recibí una visita. Allá mi esposa dijo que no me visitaría y me di cuenta de que nos alejábamos. Luego me di cuenta de que ella tenía otra pareja y la hermana me lo confirmó: está embarazada, me dijo. Solo pensaba en mi hija para agarrarme a la vida. Fue duro y aprendí lo que ya sabía: que en cualquier momento a uno se le va lo que más quiere. Por eso en Palogordo aprendí a tejer, a hacer moñas, bolsas, portarretratos y otros objetos artesanales. Fue el salvavidas para no estar pensando todo el tiempo en ellas.

Después de tantos años lo único que extraño y anhelo es salir de aquí, recuperar mis hijas, que las quiero y extraño. Cumplir mi proyecto de vida, al lado de ellas. Recuperar el tiempo. El tiempo no se devuelve, pero el cariño y el apoyo, esos tal vez los recupere. No he estado para mis hijas y espero estar muy cerca.

Todo esto empezó a los diez años, con una muerte, y ahora termina aquí, porque no voy a caer más en esos errores. Volveré a ver a mi madre, volveré a abrazar a mis hijas. Es lo que sueño.

***

Abrazo a mis dos hijas en la hamaca, el sol se esconde y todos tomamos chocolate porque la tarde está fría, y se va aponer más fría. Repartimos buñuelos y mi madre dice que vamos a reventar la hamaca porque mis hijas están ahí conmigo, como todas las tardes.

–Madre, esta hamaca no va a caer, está bien hecha. Mami, aquí no vuelve a caer más nadie, y usted me entiende.

NECESITO HABLAR CON SU ESPOSO

Ciro Alfonso Trespalacios

Año 2002, corregimiento de Campo Dos, día domingo. Sentado en el parque vi llegar a gustavo, mi segundo al mando. Yo era comandante de la urbana que hacía parte del

frente Tibú de las A.U.C. y era conocido como El Sargento.

–Sargento –me dijo gustavo- en el restaurante hay unos señores del ejército que vie-nen a hablar con usted.

–Y qué quieren, gustavo.

–No sé. Lo único que digo es que son tres y vienen en una Toyota azul.

–gustavo, lleve a esos señores a la hacienda de Beto y tome todas las medidas de se-guridad. No sé quiénes son, así que, aunque los voy a atender bien, necesito las medidas pertinentes.

Lo último que le pedí fue que me avisara cuando todo estuviera hecho. Después de que me avisó gasté veinte minutos en la Ford Explorer hasta la hacienda de Beto, un ganadero buena gente que nos colaboraba. Nada más llegar vi a los señores. Me quedé un momento dentro del carro observándolos, buscando una cara conocida; jamás los había visto en mi vida. Apagué el motor, me bajé y los saludé con un fuerte apretón de manos. Ordené que les trajeran sillas y botellas de agua. El que habló primero fue uno blanco, alto y rubio.

–Sargento, soy oficial y ellos –señaló a un blanco y un moreno que también vestían de

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Palabras Justas III Cúcuta

civil- son suboficiales. Todos somos de inteligencia. Venimos a compartirle una información que manejamos hace mucho tiempo.

–Cuál es la información -les pregunto.

No me responden, pero uno de ellos se levanta, va a su carro, trae un computador y lo abre.

–Este es trabajo de muchos meses –me dice.

Me muestran una joven: videos y fotos de su casa y de los barrios de Cúcuta que ella frecuenta.

–Y qué tiene qué ver ella conmigo o en qué les puedo colaborar.

–Se llama Alejandra y es la esposa de un comandante guerrillero que opera en el Tarra.

Enseguida me mostraron fotos de ella en Tibú, Campo Dos y él Tarra.

–Bueno, ¿y por qué no la capturan?

–No se puede. Sólo tenemos esas pruebas: audios, videos y fotos que no la comprome-ten. Estamos acá para que usted termine esta investigación… usted tiene otros métodos para manejar esto.

Me entregaron copia de todo el seguimiento, conseguido gracias a unos ex guerrilleros que se entregaron. No volví a saber de esos visitantes.

Comencé a trabajar con las fotografías, con los nuestros que podían seguir a Alejandra entre Cúcuta, Tibú, Campo Dos y el Tarra; todo para atrapar al guerrillo que era su esposo.

Pasaban los meses y la mujer entraba y salía al Tarra visitando al comandante del otro bando. Ella no lo sabía, pero se le hacía un seguimiento en la ciudad y en la zona rural, a la espera de que el guerrillero saliera, para atraparlo. El encargado de seguirla me decía que a la mujer la recogían en la madrugada y se internaba en la selva. No la seguía porque era muy peligroso. La zona la dominaban las guerrillas de las FARC y el ELN.

Un domingo me levanté decidido a retenerla. Llamé al informante del Tarra para que me avisara cuando ella saliera, y el martes, muy temprano, recibí la llamada del Tarra. Poco después llamé al informante en Tibú: “Esté muy pendiente de la encomienda que usted sabe. Ya salió del Tarra y siempre viajaba en los buses de Peralonso”. La íbamos a retener mientras regresaba a Cúcuta.

Cuando el informante me avisó que “la encomienda” ya había salido, a la mujer le falta-ba una hora para llegar al retén que le íbamos a montar en la Florida. Me cargué a gustavo, Chunvin y Papasalá, y una sección de hombres uniformados.

A las tres y media apareció el bus. Un patrullero lo mandó parar y yo me quedé en la camioneta, observando cómo bajaban los pasajeros. Los pasajeros no estaban nerviosos, porque Florida era un retén rutinario. Cuando Alejandra apareció, le dije a gustavo: “pón-galos en fila de reconocimiento a un lado de la camioneta”.

La camioneta tenía vidrios polarizados y, cuando le tocó el turno, ella se puso muy ner-viosa. “gustavo -le dije a mi segundo- despache a todos los pasajeros, menos a la mujer de la blusa naranja. A esa súbanle las maletas a la camioneta”.

Alejandra subió a la camioneta escoltada por gustavo y se largó en llanto.

–Porqué llora, señora. Cálmese -la miré a la cara- ¿usted sabe quién soy yo?

Ella sacudió la cabeza para decir que sí, con un gesto de angustia. En su pantalón jean se comenzaron a marcar los enormes goterones de sus lágrimas.

–Sí, sargento, yo sé quién es usted.

–Bueno, patrona, yo también sé quién es usted y más de lo que usted se imagina. Su casa está vigilada, así que vamos a hablar claro.

Sin dejar de llorar, comenzó a hablar pausadamente. El marido le había dicho quién era yo y por eso estaba nerviosa. También le dijo que nosotros éramos la peor plaga y que no bajara muy seguido, por lo de los guerrilleros que se habían entregado. “Si la agarran –le dijo- la matan”. Por eso lloraba.

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Palabras Justas III Cúcuta

–Sé que me van a matar, Sargento. No me maten –miraba al frente de la camioneta y se frotó las manos hasta que se le pusieron rojas- ¡yo tengo dos niños muy pequeños, yo tengo dos niños!

–Señora Alejandra –se estremeció cuando le dije su nombre- yo lo que quiero es hablar con su esposo. Sé que cuando usted llega a su casa se le reporta, y eso va a hacer ahora.

Nos bajamos de la camioneta y fuimos hasta una tienda. Le pedí unas monedas al due-ño para usar el teléfono público. Ella marcó, le contestaron y yo le dije que me lo pasara. La voz de Escorpión sonaba chillona y alterada, y en su acento de paisa levantó una torre de insultos y más insultos.

–Cálmese –le dije- usted no está en condiciones de exigirme nada. Cálmese.

–Vea, mi viejo, –lo escuché decir en su acento paisa cuando por fin se calmó- yo sé que usted me va a matar la esposa, porque yo sé que usted no se la perdona a nadie. Pero lo que le pido es que no me la vaya a desaparecer. No por mí, por los niños.

Nos trenzamos en una discusión sobre lo que cada bando le había hecho al otro en la guerra, nos insultamos y nos amenazamos. Ambos sabíamos quiénes éramos y hasta donde nos había llevado el conflicto. Lo que ellos nos habían hecho a nuestras mujeres, lo que él me iba a hacer cuando nos encontráramos. Fue una discusión larga y tensa. Al final le dije:

–Yo sé que usted piensa lo peor para su mujer, porque soy paramilitar y según ustedes somos la peor gonorrea; pero yo también soy de carne y hueso. Ahora yo le pregunto: qué haría usted si me captura mi esposa.

guardó silencio por un momento. únicamente se oía su respiración, muy agitada, y me respondió: la soltaría. Le dije que esa era una buena respuesta y que yo diría lo mismo, pero después le hablé con calma.

–Los del problema somos usted y yo, que escogimos caminos equivocados. Aquí no seguirán pagando justos por pecadores. Su esposa quedará libre.

–Sargento, ¿va a dejar que mi esposa se vaya?

–Ni su esposa ni su familia tiene la culpa de lo que usted hace.

–Si es verdad, gracias sargento, por dejar que ella siga criando a mis hijos.

-Comandante –le dije después de pensarlo un momento- quiero dejar bien claro con esto que hago con su esposa es para que lo tenga presente, usted y sus hombres. Nues-tras familias no hacen parte del conflicto. Ustedes y nosotros escogimos caminos equivo-cados, pero ya es hora de que nos atrevamos a humanizar un poco esta locura.

Le entregué el teléfono a Alejandra, ella habló y me lo devolvió.

–Parce –escuché decir a Escorpión- será que usted me puede regalar su número de teléfono. Entrégueselo a mi mujer y ella le da este número. Tenemos que seguir hablando. Ah, Sargento, y no sé cómo pagarle.

–Cumpliendo, paisa. Con eso me paga.

Embarqué a la esposa personalmente; estaba impactada y feliz. No podía creerlo y se desbordaba en agradecimientos. Antes de subir al carro que la llevaría, su rostro se acercó a mí, me dio un abrazo fuerte y con una voz ronca de tanto llorar me dio las gracias a nombre de sus hijos.

Volví hablar con este comandante en varias oportunidades, ya no como lo que éramos, sino casi como amigos. Nos contábamos cosas que pasaban en ambos bandos, cosas que estaban fuera de lo táctico y del conflicto, o cosas que pasaban y anécdotas de la gente. Su esposa me enviaba saludos. hasta el 2003 tuve contacto con él, pero luego fui trasladado a Tarazá, Antio-quia, como instructor de una escuela de entrenamientos bloque Minero de las AUC.

Ese pacto fue un pequeño remanso en la avalancha de la guerra, y ahora puede que no parezca tan importante, pero es porque casi nadie sabe lo que cuesta empezar a pensar y sentir cuando todo son ordenes de otros y cuando revientan las balas. De ese hombre no supe más, pero espero que esté vivo, y espero que las FARC acepten este proceso de regreso a la sociedad que nosotros ya escogimos, y espero encontrarlo alguna vez, para sentarnos en un parque o un café, a hablar de la familia o de deportes, de lo que sea. Es-pero hablar con él como siempre debió ser: como amigos.

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Palabras Justas III Cúcuta

COMO SI COLOMBIA HUBIERA GANADO EL MUNDIAL

Erlin Arroyo

El sur de Bolívar, por la parte por la que yo estuve es un terreno muy duro. Lo que no es agua es cerro. Solamente hay vías destapadas, a los lados de las vías solo agua

y, más allá, cerros. Caminando por ahí nos salían ampollas grandotas, de sangre, que no le dejaban a uno seguir aunque tuviera que seguir, y seguir entre campos minados que solo tenían alguna señal escondida. Para no caer en ellos dependíamos del aviso y buena voluntad de los campesinos de Cocotiquisio.

Toda esa zona era mandada por la guerrilla desde hacía tiempo, pero nosotros, las au-todefensas de la casa Castaño, compañía Cordillera, veníamos como agregadas de apoyo a los hombres de la Mojana, y estábamos peleando ese territorio. Eran combates que comenzaban al amanecer y terminaban ya entrada la noche, como a las siete, y era igual todos los días. Apenas terminaba el combate los comandantes de los dos bandos se esca-neaban las frecuencias de radio para hablarse, para preguntarse si “les gustó la fiestecita” y “que tal están para el amanecer”. Así fueron los días antes y así fue como los cuarenta y cinco minutos que había entre un pueblo y otro, a punta de combates, se volvieron cuatro días de guerra. Íbamos a Coca.

Cuando llegamos a Coca, la guerrilla había sacado a toda la gente, las casas estaban solas, las varias tiendas y negocios estaban cerrados. hay que decir la verdad: a ese pue-blo y sus gentes los arruinamos. Lo que no pudimos llevar se rompió o se echó al río, no importaba si eran televisores o neveras, si era el cuaderno de un niño o el remedio de un viejo. Fue igual que una catástrofe, que un terremoto o una inundación, porque la guerrilla

vivía ahí, enquistada, pero al final la gente civil es la que terminaba pagando. Y eso era igual con los dos lados.

Todos los días nos abastecía uno o dos helicópteros, que pilotaba el propio Mancuso. Un día de agosto de 1998, a finales, acabábamos de tener un combate durísimo en Coca. El grupo grande, bien abastecido, gasto granadas de fusil, MgL, y mortero; igual gastó mu-nición de fusiles de todo calibre. No solo fue duro, también se jugó a la estrategia, y un gru-po pequeño recogió todas las canoas que bajaban por el río -cerca de Cocotiquisio- para sorprender a la guerrilla cayéndoles por agua. Y en esas pangas nos metimos a Puerto rico. Cuando bajábamos en las rápidas por el río -donde el río se abre a la ciénaga- divi-samos el pueblo, entre los árboles y la maleza, y caímos al fin a la ciénaga, que era donde estaba propiamente Puerto rico.

Todavía veloces, avanzábamos hacia la orilla de la ciénaga abierta, ancha como si estu-viera recién rozada por una guadaña. El opaco sol naranja de las cinco y media de la tarde se ahogaba entre la inmensidad del agua. A esa hora se oía solo el trino de los pájaros en busca de dormitorio y el agua que se partía y se esparcía con el poder del motor. Y el único ser humano que se veía era un parroquiano recostado en el mirador de un estadero, y que, al vernos llegar, se sorprendió de ver que era tropa. Cuando nos localizó bien, salió corriendo hacia una moto, y al tratar de prenderla no fue capaz. Todos nos pusimos en expectativa, pensando que tenía que ser un guerrillo, y lo confirmamos cuando nos dimos cuenta de que iba armado. Intentó prender la moto tres veces, como no fue capaz salió a correr. Nosotros ya llegábamos a tierra, pero la gente novelera se estaba acercando a la playa y eso dificultaba las cosas. Luego de ver que corría, la propia gente se espantó y no-sotros le disparamos. El hombre lo que hizo fue ir agarrando niños, como escudos. Soltaba uno y agarraba otro. Por eso no lo dimos de baja. había estado oscureciendo muy rápido y metido entre la gente no supimos que se hizo. La orden fue bloquear todas las entradas y salidas del pueblo. No sabíamos quién era, pero los proveedores de la reata de nueve milímetros que encontramos nos decían que era un comandante, y no un raso. Cuando le preguntamos a la población nos dijeron: “ese es Lucho pata”, un comandante del ELN.

Nunca en la vida había sabido de nadie que fuera más odiado por una comunidad. Después lo vi, y después me enteré que era un tipo alto, robusto, que había regresado hacia quince días proveniente de Antioquia. En ese tiempo ya había regañado, amenazado y azotado a todo el mundo.

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Palabras Justas III Cúcuta

Y ese fue el que se nos escabulló por la ciénaga. Entonces se le dijo a la población que íbamos a ir casa por casa, que no lo ocultaran, porque sabíamos que no había salido del pueblo. Y ya listos para iniciar el registro, se nos acercó una anciana, de unos 70 años, con un niño al lado, un pelao de 8 años, y pidió ver al comandante. Lo esperó hasta que al verlo le dijo: “Mire, es que ese que buscan, Lucho pata, se me metió al ranchito, y aunque le dije no se quiso ir. Tal vez tiene una pata partida”. Le preguntamos donde vivía y luego arrancamos para allá, al lado del cementerio. Corrimos en desorden, pero allá nos organi-zamos. él nos debió ver por las hendijas y empezó a disparar. Le disparamos sin saber en dónde estaba. Cada vez que intentábamos llegarle –y no había sino una vía de llegada- él nos disparaba y nosotros le disparábamos después.

No sabíamos quien estaba en esa casa más que humilde, ni menos quien estaba en la casita de más allá, por el lado del corral, pero de pronto salió alguien. Era una mujer muy muy anciana, que quedó en mitad del cruce de disparos y cuyo vestido se manchó de sangre desde donde debía estar el ombligo. No hubo nada que hacer, y fue después que nos enteramos que llevaba siete meses sin levantarse, casi inconsciente, pero que se levantó ese día, tal vez por curiosidad por los disparos, a cumplirle la cita a la muerte. La hija fue la que nos contó. “No los culpo, dijo. Era el día de mamá, y si no, como se explica que teniendo ya 95 años y varios meses sin moverse, sentada en su mecedora desde que yo la bañaba, ahora se halla levantado y parado en ese sitio”. Cita o no con la muerte algo sentimos, y tratamos después de ayudarle a la hija con el entierro y otros gastos. Siempre me ha impresionado ese momento.

Pero igual estábamos en la brega y Lucho pata nos seguía disparando. Ya había muer-to una civil y Cordillera, nuestro comandante, decidió tomar medidas extremas. Ordenó lan-zarle una granada, una m-26 de mano que voló tabla, techo y todo. él, Lucho pata, estaba ahí: roto, muerto, en medio de los restos de la casa. Nos Extrañó cuando la gente comenzó a gritar cosas como ¡gracias a Dios que está muerto ese verdugo!

En un pueblo minado de guerrilla ni su propia gente hizo nada por ayudarlo o sacarlo de la situación.

Fue una pena con la señora, la dueña de la casa, la que nos avisó. No teníamos tiempo para arreglarle la casa, pero el comandante le dejó el dinero para reconstruirlo. Poca cosa, pues las casas y hasta los pueblos se reconstruyen, pero las vidas ya no se pueden arreglar.

Tres días estuvimos ahí, pero el último, cuando ya nos íbamos, los comandantes or-denaron meterle candela a la alcaldía. Porque todo eso de las ordenes y el dinero lo ma-nejaba la guerrilla. Entonces le rociaron gasolina y le echaron un fósforo. Todo comenzó a arder y la población se quedó parada cerca, mirando el final de un pedazo de su propia historia, mientras nosotros nos alejamos en chalupas de madera, rumbo nuevamente a la guerra sin fin.

Una casa pobre estaba destruida, una alcaldía, un pueblo arruinado, una anciana ino-cente muerta y un hombre especialmente perverso no yacía en el suelo, destrozado, sino mal enterrado, en un hueco del cementerio. Lucho pata fue enterrado como un animal sin dueño. Decían que estaba rezado, pero no le valió de nada porque el rezo no sirve para proteger al malo. Al final, uno sabe que en estas guerras a la gente le va la desventura con los dos bandos, que lo mejor es que las guerras se acaben ya que no tienen sentido y nadie gana. No hay que ganar. Y si no, entonces por qué al morir Lucho pata, que solo tenía dos semanas de haber vuelto al pueblo, la gente hizo fiesta como si Colombia hubiera ganado el mundial de futbol. Las fiestas deben ser por la vida y no por la muerte, pero está en no-sotros reconciliarnos, pedir perdón y rogar que nos perdonen, y esperar que a Colombia le vaya bien en lo importante, en la paz de la gente, para que la fiesta de la vida vuelva como antes y ahí sí celebremos, con buena razón, como si Colombia hubiera ganado el mundial.

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Palabras Justas III Cúcuta

COMO AVES QUE SE DESESPERAN

Juan galán

En Turbo, a los diez años, me gustaba pescar en un punto llamado el muelle. Para ese entonces la pesca me daba para comprar dulces, gaseosas, pan. Con nailon y anzuelo

era nada más ponerle carnada de queso o carne. Picaban en cantidad, el más brillante el barbudo y el más grande el róbalo. Los róbalos y barbudos se los vendía a los guardianes del Inpec. Llegaba hasta la puerta de la cárcel y se los ofrecía. Para mi esa estructura de edificio no significaba nada, solo era un lugar donde yo vendía. También para ese entonces, de once a trece años, me mantenía en el campo, cazando aves para tenerlas enjauladas en la casa. Me gustaba escucharlas cantar y eran muy bonitas. Todavía me encantan los pájaros, pero…

El tiempo pasó, me hice adolescente. Y un once de noviembre, no se me olvida esa fecha, estuve en el momento preciso, en el lugar equivocado: por un juego de carnaval y reinado, por un puñado de Maizena mal echado y mal recibido, a un tío le estaban dando plan de machete en la calle principal del barrio. Empezaba a caer la noche y el Barrio Nue-vo estaba hirviendo de gente, y yo subí con otro primo porque nos avisaron del problema y fuimos a ver que estaba pasando. Recuerdo que las luces amarillas de los postes aun no alcanzaban a iluminar y la fuerza de la luz del sol mostraba claridad suficiente para ver a mi tío girando en un círculo de gente, en el medio, mientras los gritos de los que veían decían “Quítenselo, quítenselo”. Al ver retorcerse a mi tío busqué en el piso una piedra, la encontré y la desenterré con el zapato. No tenía más que hacer. Era una piedra grande pero que podía sostener en una mano, una piedra redonda y pesada, y se la lancé con fuer-za al agresor, con la seguridad de que lo iba a tumbar. Y lo tumbé. Cuando cayó la gente se amontonó a verlo y yo arranqué a correr por esa calle principal, en tierra, seguido de los familiares del caído, un tipo de unos treinta años, buena gente pero de malos tragos. Y ese

día, para mi desgracia, él estaba borracho. Cuando corrí no sabía que le partí el mentón; pero sí lo sabían los familiares de él.

Corrí tres cuadras. Agotado y sudando llegué hasta la casa de un primo, donde había una fiesta, y me acogieron, me ofrecieron dos cervezas para que pasara la sed y el susto. Eran los hijos del tío que defendí y me encerraron para protegerme. Los otros, los fami-liares del tipo, no pudiendo alcanzarme, abalearon a un primo mío que trató de calmar la cosa. Fue con un revolver treinta y dos. Un proyectil en el brazo y otro en el abdomen. él vivió, también el caído por la pedrada, ambos vivieron, pero mi vida cambió. Estuve oculto varios días hasta que me sacaron para Córdoba. Para ellos la vida siguió casi normal, pero para mí fue el encuentro con otra forma de vida, en Valencia, donde conocí el comercio de pesero, matador y vendedor de cerdos, administré una fuente de soda, fui maestro de construcción, y un día, a los veintidós años, por propia voluntad me fui para el ejército.

Necesitaba la libreta militar para trabajar y tener un mañana mejor. Que así fue, porque al tiempo de salir del ejército volví a Turbo, un veintiuno de abril del noventa y uno, y aunque pasé varios meses si tener trabajo fijo, metí carta al municipio como guardián municipal.

La guerrilla perseguía a un muchacho joven, de unos diecisiete, que no recuerdo por qué lo buscaban, pero no lo agarraron. Decepcionados o furiosos al final de la carrera vol-tearon a ver a mis sobrinitos, que estaban frente a su casa jugando con una coca grande y así, sin más, les dispararon y los asesinaron. Yo los quería mucho, les compraba cosas, era muy allegado. Los vi ya en la morgue, destrozados. y aunque trabaje varios días más, ya estaba buscando a los responsables.

Me saqué un revolver marca Llama y los busqué. Pregunté a todo el mundo, recorrí todo el camino por donde se metieron y no di con ellos. Me quedé con esa ira como un quiste.

De allí regresé a Valencia, a una finca: “La montaña”. Comencé como albañil buscando rumbo para entrar a las autodefensas, porque quería venganza, porque venía dolido. A los dos o tres meses de laborar como constructor, el dueño, Roberto, se quedó sin escolta. Le quedó uno solo, Mariguano. A mí, que en ese entonces me llamaban El ingeniero, me re-comendó Mariguano (porque yo era reservista) y Roberto me pidió que fuera su escolta por una noche, que luego se alargó una semana. La construcción quedó apartada. Después, cuando quise terminar el trabajo de la casa campestre que construíamos, él me dijo. “No,

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vístase y coja el fusil Mp5, que usted ahora es mi escolta. Así ingresé a las autodefensas.

En las AUC. Vivimos un mundo delictivo y atroz. En donde se hicieron cosas que jamás habían pasado por nuestra mente. A veces pienso mucho en todo eso. En esa primera persona que asesiné: nosotros lo encontramos en su casa, en una vereda, y lo llevábamos amarrado, por un camino de polvo, y le dimos muerte más adelante. La esposa del hombre gritaba des-esperada desde la puerta y nos siguió todavía más. gritaba: “ay Andrés, te fuiste, Andrés, te fuiste”. Lo repetía, lo repetía. Y el muchacho que estaba esa vez conmigo, el otro culpable de ese crimen, me lo repetía cada vez que yo estaba en la hamaca, cada vez que me veía: “Ay Andrés, te fuiste, Andrés, te fuiste”. Me atormentaba. Y aunque en el momento en que llevé a ese hombre no sentí nada, y luego recibí la orden de hacerlo, de matarlo, tuve que hacerlo porque, como ellos decían para eso de probar finura: “el que no sirve para matar, sirve para que lo maten”. Y aunque lo maté con un arma blanca, creo que me sentí aliviado en ese mo-mento, porque si no lo hacía el muerto era yo. Pero después llegaron las pesadillas, y el otro repitiéndome los gritos, imitando a la señora: “Ay Andrés, te fuiste, Andrés, te fuiste”. Tanto me atormenté que me volvía loco, dejaba el arma, salía corriendo, no contestaba a nadie y corría. Estaba mal de la cabeza. Luego me vieron unos naturistas y me arreglaron la salud del cuerpo.

Después, al tiempo, me desmovilicé. Y aunque sale en el expediente como captura, la ver-dad es que me entregué. Ya en la cárcel fue el estrés, un sentimiento de engaño porque no era lo que nos decían, ese borrón y cuenta nueva que pensaba. La cárcel después fue reflexión, tiempo para pensar. Y un día fue otra cosa: venía sufriendo desde el 2008 de un dolor en el lado izquierdo del abdomen. Un fuego ardiente y doloroso. Siempre, todos los días con ese dolor iba al dispensario de la cárcel y me daban Buscapina compuesta, y así pase más de dos años. El dolor y yo. Me levantaba a media noche, no me dejaba dormir. hasta un día le dije a la doctora: “ojo con un cáncer”, y ella me dijo: “No, eso es inflamación del colon, eso no es nada”.

Me fui secando. Me trasladaron a Córdoba y luego volví otra vez a Cúcuta. Y fue lo mismo hasta que otro médico me ordenó una colonoscopia. “A este señor hay que operar-lo”, dijo el médico al guardia. “Tiene un tumor que le bloquea el 98 % del colon”. Y no era verdad, no era uno solo, eran dos tumores, grandes, viejos, vellosos. Yo los vi después. Estuve presente con cirujanos y estudiantes en el Erasmo Meoz, para que estudiaran la operación. Aun así no me operaron en ese hospital. Ellos me mandaron a la clínica San José, con el doctor Salgar, que me operó en 2009.

Estuve dos años sin sentir ningún síntoma de nada. Revisiones cada seis meses, hasta la última vez que fui, en abril del 2012, cuando me detectan otro cáncer de dos centímetros y medio en el colon, parte derecha.

Me operaron en abril del 2012 y a los cinco días me dio una peritonitis. Algo se rompió y estuve desahuciado, estuve podrido por dentro, desahuciado de la vida. Pasaron días en donde los mismos médicos me llevaron a un alojamiento con otros cuatro operados. Y de allí me sacaron sólo para que me muriera en un cuarto, solo, porque la bacteria por la que me desahuciaron era muy fuerte. Estando en la UCI, más bien muerto luego de cuatro la-vados, vi cosas – me las mostró Dios-, cosas que jamás había visto. Una figura en la pared, una silueta de una mano hacia la que caminaban varias personas, y esa mano las arrojaba a un pozo negro, oscuro, sin fondo. Ya me tocaba el turno del pozo a mí y sentí una mano en el pecho y vi a los médicos. Vi otras cosas, otros perfiles sin rostro, vi mi propio cuerpo hinchado en una camilla, vi todo esto y no sentí nada, solo agradecimiento.

Cuando desperté, cuando volví, me preguntaron cómo estaba y entonces pude decir-les: bien, porque Dios me salvó.

Ahora que pienso porque a mí, digo que Dios me llamó. Yo era la oveja cien, la oveja des-carriada. Nosotros, los que vivimos un mundo oscuro y un día reconocemos la verdad de la palabra de Dios. El viene por los que más lo necesitan, ese que está muerto en delitos y en pecados.

Esto no es casualidad, son cosas que nos llegan para reflexionar: qué fui, qué hice, qué dejé de hacer. No es casualidad: fui un niño pescador que llegó a venderle pescados a la guardia, y vi una cárcel desde afuera, con inocente indiferencia y no es casualidad que mis errores me trajeran a caer a una cárcel, donde estoy a cargo del Inpec, una cárcel desde adentro. Y no va a ser casualidad que Dios nuevamente me abra la puerta para salir de este plantel carcelario. Puerta que él cierra nadie la abre, pero puerta que él abre nadie la cierra. Ahora me doy cuenta qué es un encierro, no lo sabía a los de trece años. Tenía enjauladas aves en la casa para escucharlas cantar, de lujo, me parecía que eso estaba bien, pero al pasar de tanto tiempo y caer en esta situación en la que me encuentro, mirando ese pasado de aves enjauladas de mi adolescencia, ahora veo como se sufre estando encerrado, sin libertad. Ellas eran inocentes y se rasgaban el pico buscando la libertad, y morían de rabia o de nervios, sin recibir comida. Ellas eran presas inocentes. Nosotros sí somos culpables de

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muchos daños que causamos a muchas personas, al común. A nuestras familias también les hicimos daño. Nos metimos en un cuento que ellos no pensaban, no pensaban el camino que iba a coger uno, y sufrieron ellos y sufrimos nosotros. Decíamos que queríamos a nuestras familias, pero era mentira, no nos queríamos a nosotros mismos y menos a las mujeres que estaban a nuestro lado. Vivíamos el lado oscuro del mal.

Todavía me encantan los pájaros, pero ya no los tendría encerrados, porque ya conozco el encierro. Como ellos quiero salir, cantar, recrearme. Y en el primer día de mi libertad, cuando ya haya saludado a todos y quede solo conmigo mismo, iré al templo y le daré gracias a Dios por ayudarme a comprender la vida, y encontrar una realidad nueva, que tampoco será casualidad, que será construida por nosotros, con la ayuda de Dios. Ese día elevaré una oración:

Holaseñor¿cómoestás?Demipartepuedodecirtequeyanosoyelmismoynosoyigual.Esehombrequemalpasabalosdíasentrelosvacíosplaceresdelmundo,drogas,maledicencia,hurto,homicidioyalcohol.Esequeseconsumíalentamenteyahogabasualma,esedelasartimañasdetuenemigo,denuestroenemigo.Quierodecirteseñorloquehasidodemivida, loagradecidoqueestoycontigo.Porquenomedejastesolocuandobienmelomerecía.Llegasteamí,aestedesahuciado,yenlamuertemeencontraste.Cómoolvidaresemomentoimposible,entrelavidaylamuerte,cuandopostradoenunacama,elbulliciodeloscirujanosylasenfermerasdesalentabamialma.Cuandosudicta-meneracomosiechasensuerteaversivivíaomoría.

Esbonitorecordarloquetúhacescontodostushijos,contusseresamados.Vivíunpasadoenunmundodeoscuridad,ahoravivounpresenteenluz.Señor,piensoqueatusojossomoscomoavesquesedesesperanynosabenonopuedenvolar.AyerEstuveencerrado,másaúnquehoy:encerradoenlaoscuridad,enesasrejasdelmal.Comoesasavesmedesesperabaporsalirsinsabercómoysinsaberhaciadónde.Teníamicuerpodesechoypodrido,ypenséqueeseeramipeorcastigo,peronoloera,eraenelalma.Nuncavolveréatenerunaveenjaulada,yelalmaesunavequesoloenelvientodetubienpuedevolar,Señor.

NECESITO QUE LO LOCALICE, LO RETENGA Y LO MATE

Rodolfo Morales Aguirre

Digamos que se llamaba Asdrúbal, porque aquí le voy a cambiar el nombre a todos, hasta al pueblo, para evitarles incomodidades a las familias. Asdrúbal se desempeña-

ba como celador del concejo y era cristiano. Tendría unos cuarenta y cinco años, tirando a bajito. Era trigueño y de corto cabello, abundante y ondulado. Yo lo conocía como conocía a muchos en el pueblo donde operaba como comandante militar de frente de las autode-fensas bloque Central Bolívar. Era un tipo muy serio, poco charlador, dedicado a su trabajo y su familia, por eso me extrañó cuando por el celular me llamó Cleotilde, la presidenta del concejo y pastora de los cristianos. Me dijo exaltada:

-Cómo le parece, monito, que ese hijueputa del Asdrúbal, que yo misma lo metí a traba-jar al concejo, y me viene a violar a mi hija.

Le iba a responder pero ella desesperada repetía y repetía lo mismo, sin dejarme ha-blar. Lloraba al hablar y la sentía enfurecida.

-Necesito que lo localice, lo retenga y lo mate, a ese violador hijueputa que le desgració la vida a mi hija hace dos días, y yo me vine a enterar ahora.

-Cálmese y déjeme actuar, señora concejal. Yo sé qué hacer -le respondí.

El asunto era delicado, porque se trataba de la violación de una menor de 13 años y porque la mamá era la presidenta del concejo, en su cuarto periodo como representante

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de los cristianos y ahora apoyada por nosotros; pero lo más grave era la violación de una menor, porque la organización no toleraba ese tipo de hechos. Era más fácil perdonarle la vida a un guerrillero que a un violador. Por eso procedí rápido desde el Avantel:

-Comandante Ronald, ubíqueme a Asdrúbal, el celador del concejo, y llévelo al Pintao. Necesito hablar con él, llévelo como sea y respétele la vida. Allá nos vemos.

El Pintao era un caserío a cuatro horas en carro de donde yo me encontraba, y para allá me dirigí casi a mitad de la tarde. A Asdrúbal lo encontré sentado y esposado. Lloraba enlo-quecidamente. Después de que abrí la puerta y vi sus ojos supe que se le salían del susto.

-Por qué me trajeron, comandante. Yo qué hice para que me tengan en esta forma.

-Usted violó a la hija de Cleotilde y por eso está aquí. Y si no me dice la verdad, lo vamos a matar.

Se arrodilló sin dejar de mirarme y juró por Dios y sus hijos que él jamás había hecho nada contra esa niña. Así se mantuvo las cuatro horas que lo interrogué. Me quedaba la duda y yo siempre investigaba hasta donde se pudiera. Decidí llamar a Cleotilde y le dije que trajera a la niña. Llegó como a la hora, en la oscuridad de la noche y con la niña vestida con la sudadera de colegio y en tenis. La niña era delgadita como un palillo y alta para su edad. Tenía ojos de susto, pero no de rabia, como sí los tenía la mamá.

Yo las recibí en la carretera y las acompañé hasta la casa donde estaba Asdrúbal. Uno de mis patrulleros abrió la puerta y lo sacó hasta la sala donde estábamos. Me fijé en la niña, la vi agachar la mirada, pero se sostuvo en lo dicho por la mamá. Asdrúbal también insistió en su inocencia, entre los gritos y la agitación de sus manos, a las que les había hecho quitar las esposas. Temblaba y parecía un ternero que espera en la fila el turno para que lo castren, y me pareció ver humedad en sus pantalones.

-Comandante, se da cuenta que no le mentí. ¡Mátelo! -Me dijo Cleotilde, con la voz alterada- ese hijueputa no quiere reconocer que violó a mi hija.

Ella más de una vez hizo el gesto de sacar el teléfono de la bata, como para insinuar que podía llamar a mi superior –porque ella tenía línea directa con él y tenía un poder que

iba más allá del concejo- y yo entendía el porqué estaba así: a Cleotilde le extrañaría mi llamada, encontrar a Asdrúbal vivo, vivir la sorpresa del careo. Tenía que haberse dado cuenta de que yo no le había creído del todo.

–Pues vea, concejal, regrese para la casa y mañana me lleva la niña a un examen. Me trae los resultados y yo tomo la decisión.

–¡Yo pensaba que usted era más justo! –gritaba y le temblaba la boca- yo pensaba que usted era más justo. haga lo que quiera.

Se montaron en la camioneta del concejo, la misma que la había traído. La niña se había ido adelante y la concejal arrastraba la larga bata y agitaba de lado a lado su pelo largo, de ese ondulado apretado, del material del pelo del pibe Valderrama pero en negro. Asdrúbal iba otra vez al encierro de la pieza, pero ya no lloraba. Pensé si había dejado de llorar por inocente o porque ya todo le daba lo mismo.

Impartí las órdenes y agarré camino en la camioneta Mazda, con seis de mis escoltas. Miré el reloj y supe que era otra noche de sueño perdido. Era casi la una de la mañana y para donde íbamos quedaba a más de tres horas. El patrullero que manejaba se mantenía despierto por los huecos del camino, nosotros por el riesgo de una emboscada del enemi-go. Era noche oscura, inviernosa, pero aun así me distraje pensando en si había tomado la decisión correcta, en que la concejal no me había confirmado que sí le iba a hacer el examen, en que esa era una persona cercana a la organización y con poder en los cristia-nos. Nosotros la habíamos apoyado para el concejo y ahora se sentía defraudada por mí. Estuve distraído hasta que repicó el celular y vi el nombre de Cleotilde.

–No hay necesidad. Dijo su voz.

–¿De qué, concejal?

–Del examen. Es que Ninfa nos mintió. Fue un juego de niños.

Le grité que no fuera irresponsable, decidí retirarle la amistad y le colgué sin darle tiempo a decir más.

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A Cleotilde en el tiempo la encontré algunas veces, por cosas del concejo, pero nunca volvió a hablar del tema. Parecía avergonzada y se lo creí, pero una acusación de esas no es un juego. No se va por el mundo pidiendo a otros que venguen una ofensa que no existe. ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo la niña? Me quedé con esa duda y aún, después de hablar con Asdrúbal, sigo teniendo mis dudas.

Después del almuerzo al que la esposa y Asdrúbal me invitaron, hablé con él.

–Algo anda mal con la niña Ninfa, comandante. Ella era muy confianzuda, me incomo-daba, me buscaba, tiraba a sentárseme en las piernas y acariciarme la barbilla. Yo no le hacía caso y eso tal vez la ofendió.

–Mire, Asdrúbal, yo visitaba esa casa y también la niña me paseaba las faldas, como buscando otra cosa. Eso me hizo dudar y me ayudó a decidir.

–Otro no hubiera dudado. No le hubiera gastado tiempo a la verdad, comandante.

–Para eso estoy, para escuchar y buscar soluciones. Yo no soy los otros.

No volví a hablar con él, pero me quedaron claras varias cosas: que uno no debe creer cualquier cosa que le digan; que la vida de alguien no es un juego de niños; que Cleotilde no buscaba justicia sino venganza, y que no fue a la Fiscalía sino que vino a nosotros, y que Ninfa, que yo veía como una niña y la hija de una amiga, no era más que una ruleta rusa. El muerto por ella pude haber sido yo. Pero lo que ahora tengo claro es que en todo esto que hicimos también estuvo la sociedad. gente que apoyaba y que hasta exigía muer-tos, gente que anda por ahí. Todos debemos reconocer que hicimos males, así no sea en público, pero sí por dentro.

Esa noche fue importante para mí. Sentí que había tomado una decisión justa y evité la muerte de un inocente. Yo había sido un líder comunal y entré a las autodefensas porque estaba cansado de los abusos y amenazas de la guerrilla.

hoy día pienso que vivimos errores muy grandes. Entré creyendo que estaba en una organización que quería hacer la diferencia con la guerrilla y terminé decidiendo en una organización en la que se cometieron muchas injusticias, en la que se acabó con la vida

de personas sin escucharlas, sin entender que cada uno tiene su propia verdad. La verdad no la tiene el policía, el guerrillero, el paramilitar, la verdad la tiene el propio individuo, la verdad estaba en los ojos nerviosos de la niña y en el llanto de Asdrúbal, no en los labios de la concejal.

Esa verdad es una suma. Parte de esa verdad la tienen las víctimas, otra la Fiscalía y otra nosotros; pero es por las víctimas que escribo estas palabras.

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LA MIRADA QUE SE PERDIó EN LA DISTANCIA

Wilman Rafael Ortiz guevara

I

Un primero de enero mi hermano y yo nos encontramos departiendo frente de su residencia. A las siete de la noche de la nada apareció una camioneta Toyota color

rojo, de platón. Frenó en seco, se detuvo y en milésimas de segundo desembarcaron una cantidad de hombres armados, vistiendo prendas militares. La claridad de las luces interrumpió la oscuridad de la noche. Las bombillas que se encontraban en el frontal de cada casa casi no alumbraban. El fluido eléctrico no era tan perfecto. Ese comienzo de noche los perros ladraban, la muerte paseaba por las calles disparejas por las piedras que no encajaban y ni así entorpecieron el paso de quien preguntó: “usted salió anoche a dar el feliz año”. Sí, respondió mi hermano. “Se estaba despidiendo,” Los disparos interrumpieron el silencio de la noche; proyectiles de fusil que sin permiso mordieron la carne de mi hermano. Cinco impactos de bala lo desplomaron. Yo tenía 18 años de edad cuando presencié la inhumanidad de la guerrilla de las FARC. Vi a mi hermano saltar por los impactos de fusil. Del miedo y por terror corrí a esconderme, yo creo que fue por impulso de vivir.

Desde mi escondite, donde esperé a que todo pasara, oía los gritos de dolor y angus-tia. Salí asustado, caminé con paso rápido, llegué frente a la casa de mi hermano, vi a mi madre (TERE) como la llamamos, llorando. Claudia, Marta y Bexaida, mis tres hermanas, estaban de rodillas junto a mi madre y con sus dedos tapaban los orificios que dejaron las balas, tratando de evitar la hemorragia para que no se desangrara mi hermano.

Me acerqué y lo vi tendido en el piso, boca arriba, con abundante sangre que salía con espuma de su nariz y boca. Mi madre, al igual que mis hermanas, permanecían de rodillas.

Mi hermano Nacho tenía un impacto que le había partido el brazo izquierdo por la fuerza del golpe y dos balazos en la tetilla izquierda. Otros dos a la altura del ombligo.

Mi madre y mis hermanas, que vivían a unas escasas cuadras de donde mi hermano, estaban ahí pidiendo a “Dios” frente a un cuerpo sin vida. “Ay, Dios, dame la fuerza para llevar a mi hijo al puesto de salud. él está vivo”. Ella no tenía la fuerza necesaria para mo-verlo, mientras mi hermano con su mirada perdida en el cielo, tal vez buscando una expli-cación a su partida repentina no era más que un montón de carne que esperaba ser tirada en algún lugar para el proceso de descomposición. Yo nada más dije: “ya está muerto”.

Pasaron las noches del primero enero y el dos enero. Muy temprano el sol con sus rayos besaba las copas de los árboles más altos, unos centellazos rompieron el comienzo de la mañana, otro hecho de sangre se cometía a unos escasos metros del sitio donde velaban a mi hermano. Otra familia enlutaba.

Las calles quedaron desoladas por el terror y miedo. Con mi otro hermano, Nelson, dos años mayor que yo, nos miramos a los ojos pero no nos dijimos nada.

Se escuchaban los diferentes llantos por lo que acababa de acontecer. Alguien dijo: “¡MATARON AL INSPECTOR DE POLICÍA, Y A ISIDRO MANOSALVA!”. Mi corazón saltó como salta un potro salvaje tratando de tirar el jinete que lleva en su lomo, el tiempo corría tan deprisa y sólo eran las nueve de la mañana.

Yo pregunté: “A quién hay que esperar Si nadie se atreve salir a las calles”. éramos nueve de la familia y cinco amigos varones los que nos encontrábamos en el velorio de mi hermano Nacho. Ellos habían amanecido allí porque les dio miedo de irse a sus casas. A las 10 de la mañana, cuando nos disponíamos a salir con el féretro al cementerio que estaba cerca (porque el pueblo es pequeño), los cinco señores nos ayudaron a cargar el ataúd. Llegamos al cementerio no íbamos sino a mitad de la puerta del cementerio cuan-do un carro se aproximó a gran velocidad y paró frente al cementerio. Frente a nosotros los ocupantes del carro nos llamaron: “muchachos, móntense y nosotros los llevamos. Ya vienen allí, los van a matar.

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Mi hermano y yo nos montamos en el carro y escapamos del lugar. Ese fue un cambio muy drástico: yo era un campesino de pueblo perdido en la ciudad, en la pobreza absoluta. Pasaron los meses y yo tomé un rumbo distinto a mi familia. La guerrilla les dijo que se fueran, mientras yo en la ciudad trabajaba de ayudante de albañilería, o sea, en la rusa.

Nunca fue tan dura la vida como en ese tiempo. Sufrí para adaptarme al clima y al trabajo.

II

Un hombre contextura joven me dijo: “hombre, Wilman, yo te vengo mirando desde hace rato y me pareces un hombre que la guerreas. Dominas con facilidad las grandes tem-peraturas, y así, como tú, un señor quiere unos muchachos para que anden con él”. Eso fue para una fecha casi de quincena, llegó el pago y me entusiasmé con el viaje.

Nos presentamos al batallón y aprobaron nuestro viaje a lo desconocido. Viajamos mu-chas horas hasta que llegamos a un sitio donde estaba un montón de gente armada y ca-muflada. Descansaban. Era una base los brazaletes los identificaban como autodefensas de la A.U.C. o mal llamados paramilitares. Nos identificamos, dijimos que íbamos recomen-dados por el batallón y presentamos un certificado que fue aprobado por el comandante de ese grupo. Nos leyó la cartilla y nos dijo: “ya llegaron hasta aquí, ya conocen mucho. Esta es una organización antisubversiva y nuestro objetivo es matar, eliminar, destruir al enemi-go sin ninguna piedad. El que no cumpla mis órdenes lo pelo. Al que me deje un objetivo vivo lo pelo”. Sus órdenes eran matar, matar y matar.

Ese fue mi ingreso a las autodefensas. Pasamos un mes de pruebas y el reentrena-miento fue duro. había personas que querían desertar y eran asesinadas en la formación. Otros, muertos en los combates, no por balas enemigas sino porque no peleaban y otros que se despencaban para que no fueran llevadas por el enemigo, eran matadas por el comandante. Era como una lección para los que presenciaban el caso. Vi morir muchos jóvenes, llenos de vida. Aún veo los rostros de esos jóvenes con deseos de vivir, las manos abiertas de las personas que lloraban y rogaban: “no, por favor, no me maten. Denme otra oportunidad, yo tengo hijos pequeños”.

Pero no escuchamos, era una guerra y éramos asesinos y por todos los lados matamos tanto que ya se nos estaban convirtiendo en adicción. En mi historial maté muchas perso-

nas que nunca me hicieron nada, sólo por una idea loca. Por mi terror me convertí en un hombre de terror. Mi alias era “el indio”. Fui muy reconocido y me convertí en comandante segundo. Un día me pusieron una cita para que me presentara urgente, el comandante urgía verme y fui. Cuando llegué a la cita había una mesa plástica, se encontraba en la puerta y junto a estaban unos hombres me cortaron el paso. “Si tú quieres entrar tienes que dejar las armas aquí”.

Yo era un hombre reconocido con el alias del “indio” segundo al mando de un grupo de paramilitares sicarios despiadados, máquinas de guerra para matar, ese fui yo. Me senté con los grandes de la ley, con políticos, policías, ejército, empresarios y comerciantes los que se beneficiaron con mis servicios.

Tuve mis carros, mis motos, gente bien armada que obedecía mis órdenes, plata por montón, y tuve al lado hasta la muerte, a la que vi muy cerquita en varios atentados que sufrí. Pero ese día pedían que dejara las armas en una mesa plástica. Mi jefe, alias Memo, me encaró y se me acercó hasta tal punto que le agarré con mi mano derecha su pistola y con mi mano izquierda le puse mi pistola en la cabeza, a la altura de la sien. “Usted sabe que yo soy mejor que usted” le dije. Y se oyeron disparos. El tiro se me fue y le atravesé en la cabeza, de cien a cien. Me enfrenté con los escoltas hasta matarlos a todos. Como a los tres minutos de la balacera llegaron mis escoltas, que pensaron que me había pasado algo. Buscamos palas y picas para enterrar a los muertos. Fueron seis. El jefe y sus cinco escoltas. El resto de la gente quedó bajo mis órdenes. hice unos cuatro cascaos más y mujeres que nos perseguían. El número es incontable.

Ya era hora de cambiar, de darle un cambio positivo a mi vida. Eso hice.

Ya no me quería matar. Un día un capitán del ejército me pidió que matara a un mu-chacho, en el barrio El Bambo. Era un flaco, cabellón, sin más datos. Yo me fui temprano ese día a la calle que me indicó el capitán y vi un cabellón flaco, como él me dijo. Saqué mi arma Prieto Beretta, pero vi otro igual, luego conté cinco flacos cabellones.

Le dije al chofer del capitán del ejército: “que mande a la madre de él para que le mate el flaco, por qué yo no”. Así le dije. Ya tenía un año que no mataba a nadie, ni daba una orden de matar.

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Palabras Justas III Cúcuta

Me capturaron la policía, el ejército y la fiscalía en un motel llamado Puerto Amor, en mayo de 1998. Después vino aquello a lo que yo le tenía miedo: miedo a quedarme solo. Todo lo que tenía se me esfumó, como se disuelven las nubes en el verano. Mis carros, mis motos, los hombres que estaban bajo mis órdenes hoy no sé dónde están, mis fieles amigos, aquellos que cada día decían: “lo que le pase a usted, señor, me pasa a mí”. Se esfumaron las mujeres que decían “te amo con el corazón”, y el dinero. Me quedé tan sólo que mi mirada se perdió en la distancia. Diecisiete largos años y cuatro meses sin una caricia, en un espacio tan reducido que el aire es tan pesado y el calor también atormenta. Cuánto extraño la comi-da de mi madre, cuánto extraño los regaños de mi padre. Yo creí que todo lo que me decían mis padres eran sólo palabras, volaba tan libre. Tan consentido que fui, y hoy me consienten los candados que aseguran mi puerta de hierro. Esto es lo más triste.

Y con mis carros, mis motos, mis armas el dinero que conseguí con los hombres que estaban a mi mando fuertemente armados labré mi suerte. Vendí mi libertad, construí una celda en el olvido y por todas las hazañas me condecoraron con cinco mil ciento noventa y nueve días de prisión, hasta el primero de septiembre del dos mil quince. Yo no sé cuánto me toca esperar más. Día tras día pido a Dios que me dé suficiente fuerza y fortaleza y que no me deje morir en prisión. Porque al día de hoy logré ver diferente, por medio de personas que se interesan por el bien del país, por medio del esfuerzo, de la pintura y las artes. Logré despertar en mí un sentimiento de paz y reconciliación que no sentía desde la muerte de mi hermano.

he contado sin esconder nada de lo que hice porque tengo un compromiso con la paz. Sé que soy muy útil: tengo la herramienta, que es mi conocimiento de lo vivido y sé que nada de lo que hice sirve. Me arrepiento de alma y corazón por todo el daño que causé a muchas personas que tenían ideales diferentes a los míos. Fueron asesinados. Dejé a mi paso ruina y desolación, dolor y llanto, viudas y huérfanos. Pido perdón a Dios, a mi familia, a la sociedad. La paz y la reconciliación no es compromiso de uno, es el compromiso de todos.

EL TAPETICO ROJO

Javier de Jesús Salas Quintero

La arrugada y delgada mano de María Isabel recogió un pedazo de machete viejo y atizó la leña que hacía hervir el agua de yerbabuena y manzanilla, yerbas recién arrancadas.

La chocolatera, tiznada y apacharrada por los años de uso, todavía mostraba la finura del día en que su madre se había casado. Era a la vez un recuerdo y una herencia. En ella preparaba cada día el mismo cocido para su nieta, sin verle mejoramiento. Veía a la niña cada vez más pálida, delgada y abatida, la escuchaba toser despacio, sin fuerza. Pensan-do en eso, María Isabel se arrodilló, juntó las manos y miró hacia el cielo: “Señor bendito, dame el valor y ayúdame para que pueda llevar a Cristina a la ciudad. Ya casi no me queda ni con qué viajar, menos para pagarle una consulta. Y estamos tan solas en este mundo”.

–¡Cristina, cristina! –la anciana sacudió el brazo de su nieta hasta despertarla- perdóna-me pero mañana de madrugada te dejaré sola, para buscar ayuda en la ciudad. Tú ya ni puedes pararte y sólo un médico te puede salvar.

La niña movió la cabeza para decir que había entendido y cerró los ojos para quedarse dormida. Cuando despertó su abuela ya no estaba.

Con los pies ampollados, con hambre y sed, y luego de tres horas de caminar, María Isabel vio los dos pisos del humilde hospital, las paredes blancas y limpias, las enfermeras de uniformes aseados y bien presentados.

–Señora, eso está muy lejos. Traiga a la niña –le dijo el médico al que lo remitió la enfer-mera que la había atendido en recepción.

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Palabras Justas III Cúcuta

–Es que mi nieta no consiente ni pararse de la cama, doctor.

–Eso es lo único que le digo, abuela. Tráigala, ninguno de los médicos que estamos acá podemos trasladarnos tan lejos.

Salió del hospital. Caminaba sin rumbo, de un lado a otro, con los ojos aguanados y entrelazando una y otra vez las manos con fuerza, con nervios. Y al pasar por una iglesia decidió entrar. Algunas señoras oraban de rodillas en voz alta y ella también lo hizo:

–hola, Dios. Soy yo, María. Fíjese, señor, que mi nieta está bien enferma. Yo quisiera que usted fuese para allá a curarla. Por favor, Dios, anote la dirección.

Las señoras se sorprendieron al escuchar su oración y callaron, luego pusieron aten-ción a las palabras de María Isabel.

–Dios, es muy fácil. Solamente es seguir el camino de las piedras y cuando el río pase por un puente, usted entra en la segunda calle de Terracería, pasa la tiendita y mi ran-cho está a un cuartico de tabaco, más allá del último jacal de esa callecita.

Las que la oían se miraron y se esforzaron para no reír. Ella continuó:

–Mire, Dios, la puerta está cerrada, pero la llave del candado está abajo del tapetico rojo de la entrada. Por favor, señor, cure a mi nietecita. gracias, gracias.

Las mujeres se tapaban la boca y volteaban a mirar a otro lado, para que María Isabel siguiera divirtiéndolas con su ingenuidad.

–Ah, señor, por favor, no se olvide de colocar de nuevo el candado, para que no se le metan a la niña los animales, ni ninguna mala persona, y no se olvide de dejar la llave debajo del tapetico rojo. Si no yo no voy a poder dentrar. Muchas, muchas gracias.

Antes de salir, María Isabel escuchó las carcajadas de las señoras, pero su cara siguió tranquila y casi alegre, igual que hacía unos momentos, cuando hablaba con Dios. Siguió alegre durante el regreso y aun alegre cuando agarró la llave de debajo del tapetico y abrió el candado. Las tablas de la casita relucían con los rojizos rayos del último sol de la tarde,

pero al entrar a su rancho el cambio de luz la encegueció. Sólo escuchó una voz que le pareció muy tierna:

–Me dio un beso en la frente y me dijo que me iba a mejorar, abuelita. –María Isabel comenzó a ver poco a poco. La niña le hablaba desde el piso de tierra mientras jugaba con sus muñecas-. él era tan hermoso y su ropa era tan blanca, abuelita. Parecía una azucena brillante. Ah, y me dijo: “dile a tu abuela que sí fue fácil encontrar la casa”.

María Isabel se arrodilló, la abrazó con fuerza y le acarició la cabellera lacia y negra. Junto a cada ojo de la anciana rodó, hasta sus labios sonrientes, una lágrima feliz.

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Palmira

MI BIOGRAFÍA

Arley Ruíz gaviria

“Emprendounaobradequenohayejemployquenotendráimitadores….”

JuanJacoboRousseau

Yo nací en el departamento del Cauca, en una vereda llamada El guaico en la casa de mis abuelos por parte de mamá, en un corregimiento llamado las Brisas, Patía, el

corregimiento hace parte de El Bordo-Patía, nací en el año 1975, hacía parte de una familia muy trabajadora que son de raza mestiza, mis padres son unas personas muy humildes, somos diez hermanos, unos de ellos por parte de papá, y otros por mamá, yo soy el sexto.

Cuando tenía cinco años me tocaba aprenderme el Padre Nuestro, si no, no me de-jaban dormir. A la edad de seis años me gustaba que mi papá me llevara para donde mis abuelos o sea donde los padres de él. Me gustaba ir porque ellos me querían más que a un hijo bobo, me daban plata para que yo comprara lo que quisiera cuando saliera al pueblo. A los siete años entré a la escuela con mi hermano Juan Andrés y mi sobrina Yamileth y con unos amigos de nosotros hijos de unos vecinos. En ese entonces nos tocaba estudiar todo el día, es decir, de las siete de la mañana en adelante. Esa escuela quedaba retirada de la casa, nos echábamos una hora hasta allá, se llamaba El guaico, como la vereda, el profesor era del Bordo, en ese entonces y se llamaba Delio Mayorga, era excelente, nos tocaba pasar por una quebrada, por un puente de guaduas, ese era mi temor: pasar por ahí con mis hermanos y mi sobrina y mis amigos, cuando esa quebrada se crecía no podíamos ir a la escuela. También no íbamos a almorzar sino que nos íbamos para donde los amigos o los primos, por eso nos daban correa mi mamá o mi papá que eran igualmente bravos.

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Palabras Justas III

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Palmira

Después el profesor tenía una mujer y comenzó a atender almuerzos, entonces mi papá le pagaba para que nos asistiera. Yo peleaba mucho con mis compañeros de estudios porque me ponían apodos odiosos, me pusieron “El Topo”, y después “Congo”, eso era mi rabia con ellos o cuando le pegaban a mi hermano o mi sobrina o a los primos. Los juegos que me gustaban eran la rayuela, la meca, el trompo. Tenía dos amiguitos muy queridos, eran un muchacho y una niña, compartíamos muchas cosas que nos pasaban.

Estudié la primaria, después con eso de trabajar por mi cuenta para vestirme no seguí, además había aquí un grupo de fútbol, el equipo de El guaico, el capitán de ese conjunto era mi tío Marcial gaviria, a ese equipo hacía parte. En cuanto llegaba tarde a la casa mi papá me pegaba, entonces yo gritaba muy desesperado a mi mamá o tío, o bueno, hasta aquí termina este corrido prohibido. hasta luego.

MAMÁ… TE AMO

Arley Ruíz gaviria

Amiga, Amiga…, donde quiera que estés, por favor escucha esto!

Más que una carta estas diminutas letras son el reconocimiento y homenaje a tu in-mensa entrega e inigualable labor.

Fuiste quien me enseñó a conocer el delicioso saber del amor, sin ti hubiese sido im-posible tener tan lindas experiencias pues hoy día me miro y me sonrío, diciéndome: qué semillas tan preciosas sembró aquella hermosa dama en mi corazón.

Con mis pequeños y negros ojos aguados que permitieron poder memorizar hasta este día y hasta que esté en este mundo todo tu deslumbrante y bello resplandor.

Veo lo que mi latente e incesante corazón, ordena a mis temblorosas manos, mi men-te y mi corazón ansiosos anhelan que puedas escucharme.

Muchas gracias pues estoy totalmente orgulloso de ti, pues cuando estuve a tu lado fuiste espectacular y cuando el destino (compensando?) nos separó fue donde más te amé, pues inevitablemente la distancia que a cada segundo me abrumaba con fuertes estruendos gritaba a mis oídos: “Ahí tienes la paga por no haberme escuchado y no ha-ber estado atento y obedecer lo que esta mujer te decía”

Por mis erróneos y alocadas ideas me tocó pagar con el infortunio de perder tu calor para siempre.

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Palabras Justas III Palmira

Era mi corazón lo que le decía a mi estrecha y sensible mente.

Waldina, este pequeño mensaje estaba represado dentro de mí, pues en mis entra-ñas estaba un fastidioso nudo tratando de ahogarme.

Aquí en estas dos hojas miro la oportunidad de poder manifestarte lo que de pronto nunca fui capaz de decirte.

Cada uno de los sentimientos hablaban, cuando constante y tristemente, se reunían uno a uno aportaban a mi pesarosa y desafiante situación, gotas de angustia, desespero y arrepentimiento.

Cinco largos y tortuosos años de presión serían doblegados por el sinsabor, más sin embargo, todo este padecimiento se encontraría apaciguado cuando de manera repetitiva día a día, podía escuchar tu melodiosa y encantadora voz, o cuando en el silencio de esta soledad te recordaba y soñaba despierto poder estar de nuevo a tu lado, hoy después de nueve años, ocho meses, trece días de tu triste y lamentable partida de este indiferente mundo.

Quince años y tres meses de prisión en diferentes cárceles de este bonito y fascinan-te país, quiero desde lo más profundo de mi ser decirte que me perdones por haberte he-cho sufrir y por abandonarte cuando no merecías pasar momentos difíciles, por causarte dolor cuando ya habías hecho mucho por mí.

Nunca dejaré de pensarte ni de amarte pues vives dentro de mí.

Te amo… Mamá!

CRóNICA DE UNA HISTORIA

Javer golú Carabalí

El día 22 de julio del año 1997, sucedió algo que damas le voy a borrar de mí memoria estando en un pueblo que fui a acompañar a mi hermana, yo en ese tiempo tenía veinte

años, cuando mi hermana nos dice que ella estaba en la iglesia con mi cuñado y llegaron unas personas pidiendo cédula y mi cuñado no tenía la cédula y lo hicieron a un lado y otras personas que también estaban con él y se los llevaron por todo el pueblo con el cuento de que ellos eran culpables de incitar a la población y causar desorden.

Desde aquel tiempo no se sabe nada de ellos, unos dicen que están vivos y otros afir-man que los mataron y los echaron en unas canecas grandes y las echaron al río.

Pero la verdad nunca supo, solo quedó el dolor de aquel día tan cruel.

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Palabras Justas III Palmira

SOMOS CONSTRUCTORES DE PAZ(Palabras para una graduación)

Frivet Márquez

Si un gran pintor ha podido con sus pinceles y vinilos borrar las tristes huellas de un pasado, y en belleza convertirlo… Qué gran pintor! Porque entre maderas, paredes,

lienzos y pergaminos ha podido expresar aquel talento que el cielo le ha concedido.

Tomando su gran ejemplo ya todos decidimos cambiar nuestros corazones y convertirnos en constructores de paz, amor, reconciliación, verdad y olvido, donde el odio ya no cabe ni el rencor ni el egoísmo, porque como constructores de paz, de acuerdo nos pusimos.

Que si hubo llanto de muerte por ello, hoy nos arrepentimos, porque queremos que todas las madres envejezcan con sus hijos, que no existan más tumbas en las maraña y tampoco en los ríos, ni cruces con nombres que fueron escritos con balas y han quedado enterrados en el olvido.

Porque como constructores de paz hemos construido esperanza, humildad, compren-sión, honestidad y sobre todo, un nuevo camino.

hoy nuestras familias están orgullosas, la sociedad y nuestros amigos porque como constructores de paz tuvimos el gran valor de reconocer nuestros errores, y don para arre-pentirnos.

¡Muchas gracias!

ExCELENTE DIOS(Ensayo)

Jhon Faber Marín Dávila

Desde este lugar de castigo, como bien usted lo sabe, me atreví a escribir la presente carta para usted, a fin de preguntar ¿Cuál es el alcance de la justicia? Si usted es el

que guía a los jueces y magistrados ¿Por qué ellos se equivocan?

he comenzado preguntando pero también quiero pedirle muchas cosas que pienso pro-ceden de usted, espero ser atendido a pesar de nuestras diferencias pues es usted celestial, Divino, Eterno, yo terrenal y limitado.

Le pregunto por el alcance de la justicia porque en lo que he podido percibir de ella observo grandes falencias, pues ha castigado a inocentes y culpables con un mismo ra-sero. Entonces cuando el administrador de justicia se equivoca ¿falla la justicia? o ¿falla la persona? Como hombre cualquiera diría: la persona. Pero, luego, ¿usted no es pues el que dirige y guía al hombre? ¿Acaso usted no es justo? O es por lo que dijo Pablo: “No hay justo ni aun uno” Romanos 3:10.

Supremo Dios, con el respeto que usted se merece, yo le pido excluirme del castigo eterno, pedido para mí ante su trono por todos los males que he causado, pues como usted sabe todas las cosas, son muchos. Así como también son muchas las quejas y súplicas de todas aquellas personas que han sufrido y están padeciendo en este mundo, los cuales le piden a usted, les haga justicia.

habiendo pasado quince años sometido a la justicia y pasando por diferentes tratos,

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Palabras Justas III Palmira

algunos más crueles que otros y continuando encerrados aún, aquí entre cuatro paredes, obedeciendo a la justicia que me condenó a cuarenta años de encierro en una prisión.

Yo considero estarle cumpliendo a la justicia establecida por usted, en la cual según la Carta Magna y la Constitución política colombiana de 1991: “No debo ser juzgado DOS VECES POR LOS MISMOS hEChOS” C.N. Artículo 29.

Así las cosas, le ruego me libere del castigo que otros pidieron para mí y me ayude a creer en la misericordia, el amor, y la justicia divina.

Por todo eso estoy muy agradecido con usted, pues le otorgo el éxito de estar aún vivo, sano y con muchas esperanzas de hacer parte de los escogidos para el Reino suyo, por la eternidad.

Por tu benevolencia Amado Dios, mil gracias.

CRóNICA DE UN GALLERO(Cuento)

Albeiro Enrique Serna Ortiz

Carlos Calle Correa un gallero de toda la vida, que se ha destacado por hacer cruces de gallos finos con otras clases de aves o animales u otras razas, una vez tenía una

gallina Canyon en su casa, a donde vivía solo, sin mujer ni hijos. Su única compañía era un gato, además de su gallina. Carlos se enfermó y estuvo hospitalizado por un tiempo largo de cuatro años habiendo dejado solos al gato y la gallina en la casa. Cuando Carlos regresó: había una cantidad de pollos raros diferentes a los demás pollos. Carlos miraba sorprendido. Cuando escuchó un pollo cantando pues su canto era diferente, este cantaba así: KIKIRIMAU KIKIRIMAU.

Entonces fue cuando comprendió que el gato y la gallina Canyon se habían apareado y tenido hijos: unos pollos enrazados en gato.

Carlos continuó enrazando su pollos y logró un resultado abrumador, logró enrazar un pollo hijo del gato, con una guacharaca y tuvo un gallo pinto, el cual ganó en diferentes concentraciones y galleras, llegando a ser campeón mundial.

hace poco ese pinto, fue declarado incompetente porque cuando peleaba y no mataba al rival con la espuela o el pico, les aruñaba los ojos y los dejaba ciegos.

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Palabras Justas III Palmira

CRóNICAS DE LA MUERTE

Ruperto Pampalinda

(Seudónimo usado por Rubiel garcés López)

Noviembre 12 de 1999, mataron a Ruperto Pampalinda.

31 de diciembre de 1997. “Bueno, muchachos, hoy es 31, vamos a emborracharnos, ya tenemos la chicha lista y está muy rica, de mero grano vivo y panela, ¡Qué rico!

Parlotaba Botija, la pluma del patio y por ende el líder de todos los catorce que dormíamos en la misma celda con él.

–Pero hay un problema. -dice el viejo Botti´– hoy ya cumplimos más de tres meses sin “richi” y no podemos dejarles la chichita botada, hoy 31, lo más seguro es que se metan.

Bueno después de hablar y hablar el viejo Botti, decidió darle a guardar la chicha al pana-dero ya que este sitio era menos posible que hicieran richi y como para llegar al patio pasá-bamos por la panadería quedaba apenas perfecto. Listo. Llegaron los comandantes y todo el mundo para el patio, y cuando pasábamos por la panadería echó Botti, y sus “carros” que es como se les dije a quienes hacen los mandados al líder. Le entregaron la chicha al panadero e inmediatamente el viejo Ruper corrió aguardarla junto a los insumos de la panadería, pero sólo mientras nosotros ingresábamos en el patio porque al parecer todo el día en viejo Ruper-to la pasó fue enrumbado tome que tome chicha. Al fin y al cabo nada le había costado y lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta. El viejo Ruper se le tomó la chicha al pluma y ahora…

Bueno se llegó la hora de la encerrada. Todos listos, armoniosos, 31 de diciembre.

Cuatro de la tarde pa´ la celda pero con moral todos los de la celda porque teníamos buena chicha… teníamos licor para esperar el Año Nuevo, eso era lo que creíamos!

Pero que tan grande sería la sorpresa cuando llegamos a la celda y al viejo Botti, le dio por probar la chicha,, sacó un vasado y se echó un buen sorbo e inmediatamente lo escupió y dijo gritando y pronunciando palabras obscenas que Ruper el panadero se había tomado la chicha. También dijo que lo había irrespetado y que lo era él no lo iba a tolerar… “Eso es un irrespeto y por solamente lo voy a matar”… que no en ese momento porque le faltaba muy poco para irse en libertad, pero que en la calle se las cobraría.

Transcurrieron varios meses tres o cuatro, creo, cuando, sí, le llegó la libertad al Botti: se le cumplió el sueño de volver de nuevo a la vida.

Siguió transcurriendo el tiempo y cuando menos pensamos sin avisar, un día de visita masculina se nos apareció el viejo Botti ; nos llevó panes y gaseosas, unos panes muy ricos y hechos por él mismo, ya que viejo Botti era panadero.

Y el tiempo siguió transcurriendo y se le cumplió el sueño de salir al panadero, tam-bién: un permiso de 72 horas, ya que cumplía con todos los requisitos.

La mayoría de los que estábamos ese 31 de diciembre en esa celda se habían ido en remisión o en libertad; solo quedábamos unos tres de aquella época.

El percance de ese día ya no estaba en ninguna memoria. Para todos, al fin y al cabo, fue un hecho sin importancia… eso creía yo.

Pero todo cambió cuan el viejo Ruperto Pampalinda, salió al segundo permiso de 72 horas.

Salió a las 8:00 a.m. se despidió muy formalmente de todos sus allegados y partió al igual que en el primer permiso rumbo a la casa del Botti para que este le regalara una “liga”

Ya lo había hecho durante el permiso anterior pues al parecer el Botti era un man pudiente y le había ofrecido ayuda a Ruperto y hasta la dirección de su casa se la había dado.

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Palabras Justas III Palmira

Ruperto un joven humilde, de noble conducta para con todos sus compañeros lo único que había hecho malo en la vida había sido tomarse esa chicha aquel 31 de diciembre, porque hasta lo que estaba pagando en la cárcel no lo había hecho él, como dicen vulgarmente, estaba pagando “un ganso” o sea un delito que no cometió, nunca le pasó por la mente que el haberse tomado esa chicha el 31 de diciembre de 1997, le iba a costar la vida: eso nunca se le pasó por la mente ya que eso sólo cabía en una mente loca y pervertida como la del Botija.

Veintitrés meses después de que Ruperto Pampalinda se tomara esa chicha y el Botija no lo había olvidado.

El 12 de noviembre de 1999 a las 10: 12 a.m., bien tempranito llegó Ruperto a casa del Botti, y lo llamó:

-Boti, Boti…, ¡Botija!

Pero cuando menos pensó, de algún lugar le salió la muerte disfrazada de persona, con la cara endemoniada, y se lo llevó.

Nueve impactos de bala, de un arma de fuego calibre 9 mm habían hecho blanco en la humanidad del Ruperto Pampalinda, quien con una gran ilusión de recibir la liguita, se dirigió directo a la muerte.

¡Paz en su tumba!

EL MAÍZ

John Jairo Vélez Zapata

Un fuerte grito se escuchó desde las entrañas del guadual ¡hoooeee…! y como trueno retumbó en toda la ribera del río, pero mi hermano con ínfulas de valiente respondió

con un silbido desde la copa del aguacate donde se hallaba montado y le gritó:

–Eche pa´ca que aquí lo esperamos.

Pasados dos minutos aquel extraño grito se tornó en desgarradores y tristes lamentos.

Mi padre nos había advertido antes de salir de la casa “por ningún motivo se desvíen del camino, vayan directo al cultivo de maíz y traen un poco”. El estrecho camino estaba cubierto por el rastrojo y abriéndonos paso con los machetes llegamos hasta la “Y” nos de-tuvimos un momento para pensar cuál camino coger pero, mi hermano, escogió el camino equivocado a la mata de guadua, nos encontramos con el palo de aguacates y él subió y allí seguía tumbando algunos de esos frutos biches, por ociosidad.

Ayyyyyyy…, repitió uno, dos, tres veces aquel extraño ser que lentamente fue saliendo de su escondite, mientras que un fuerte ventarrón comenzó a soplar meciendo las copas de los árboles con gran violencia, y cubierto de hojarasca y musgo avanzaba hacia nosotros sin tocar el suelo, con sus dos metros de alto, orejas y ojos grandes abrió la boca para gritar o quejarse nuevamente.

Mi hermano cayó al suelo como un aguacate más de lo alto del árbol, emprendiendo una veloz carrera para salvar nuestras vidas y mientras corríamos despavoridos, escucha-

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Palabras Justas III

mos los tristes lamentos como si hubiese perdido a sus hijos o quizás su alimento.

-¡La Madremonte! –exclamó mi papá. –Eso fue la Madremonte que casi se los lleva. –comentó papá después de oír nuestro relato y darnos un fuerte regaño. -¿Y el maíz? –Nos preguntó.

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