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LAS TRANSFORMACIONES SOCIECONOMICAS EN COSTA RICA. 1821-1870. José Antonio Salas Víquez 1 Presentación. El texto que se ofrece a continuación pretende ser una contribución a los docentes de Estudios Sociales en los aspectos de contenido; es por tanto un material que le puede ayudar a ampliar sus conocimientos sobre el tema. Se elaboró con el propósito de ofrecer una interpretación global sobre el cambio socioeconómico experimentado en Costa Rica durante el período comprendido entre 1821 y 1870, poniendo especial atención a los factores que incidieron en la adopción de un modelo de desarrollo apoyado en el capitalismo de base agraria. La temática mencionada se incluye como parte de los contenidos a estudiar en sétimo año de enseñanza media; sin embargo, hemos podido notar que su planteamiento en el plan de estudios y su abordaje en la práctica docente y en los libros de texto se hace de una forma superficial, segmentada, inconexa y mezclada con los cambios políticos que se dieron en el proceso de construcción del Estado nacional. Esta situación se convierte en una limitante que dificulta comprender a cabalidad el proceso de cambio y la influencia de diferentes elementos en la consolidación de un modelo de desarrollo capitalista para la economía costarricense y en el proceso de construcción del Estado Nacional. Por otro lado, esta forma de abordar el tema, además de ofrecer una visión estática, parcelada y propicia para la manipulación política de la historia, deja por 1 El autor es historiador profesional y docente en la enseñanza de los Estudios Sociales. Este texto es una versión corregida del que fuera publicado como parte del libro de José Antonio Salas V y Eddie Soto Núñez. Construyendo formas de enseñar y de aprender: una estrategia para estudiar las transformaciones socioeconómicas de Costa Rica. 1821-1870. Imprenta y Litografía Guilá, San José, 1996 y se nutre de la producción historiográfica que explica el período en estudio, 1

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LAS TRANSFORMACIONES SOCIECONOMICAS EN COSTA RICA. 1821-1870.

José Antonio Salas Víquez1

Presentación.

El texto que se ofrece a continuación pretende ser una contribución a los docentes de Estudios Sociales en los aspectos de contenido; es por tanto un material que le puede ayudar a ampliar sus conocimientos sobre el tema. Se elaboró con el propósito de ofrecer una interpretación global sobre el cambio socioeconómico experimentado en Costa Rica durante el período comprendido entre 1821 y 1870, poniendo especial atención a los factores que incidieron en la adopción de un modelo de desarrollo apoyado en el capitalismo de base agraria.

La temática mencionada se incluye como parte de los contenidos a estudiar en sétimo año de enseñanza media; sin embargo, hemos podido notar que su planteamiento en el plan de estudios y su abordaje en la práctica docente y en los libros de texto se hace de una forma superficial, segmentada, inconexa y mezclada con los cambios políticos que se dieron en el proceso de construcción del Estado nacional. Esta situación se convierte en una limitante que dificulta comprender a cabalidad el proceso de cambio y la influencia de diferentes elementos en la consolidación de un modelo de desarrollo capitalista para la economía costarricense y en el proceso de construcción del Estado Nacional. Por otro lado, esta forma de abordar el tema, además de ofrecer una visión estática, parcelada y propicia para la manipulación política de la historia, deja por fuera las abundantes explicaciones que durante los últimos años han ofrecido diversos investigadores sobre esta temática en particular. Además, impide desarrollar la concepción de la Historia como disciplina interesada en el análisis y explicación de procesos que contribuyan a comprender el presente y sobre bases firmes trazar lineamientos hacia el futuro. Este aspecto, consideramos, debe ser modificado cuanto antes para contribuir a la formación integral de los estudiantes de una mejor manera.

A nivel de tema y cumpliendo con la intención formativa indicada antes, es conveniente iniciar preguntándose sobre lo que encierra el concepto "transformación socioeconómica". Por lo general la idea que salta, tiene que ver con el cambio que se da a nivel de las características que tiene un conglomerado humano en un momento concreto y la forma en cómo ese conglomerado percibe, vive, enfrenta y actúa ante la modificación de las actividades productivas, patrones de producción y de comercialización. Es decir qué se produce, cómo se produce, porqué se produce, a quién se le vende lo producido y las consecuencias que esto tiene en la sociedad, entendiendo como tal los cambios que se generan al interior de los diversos grupos sociales, su concepción del trabajo, de la tierra, del consumo, de las formas de convivencia y cooperación con los restantes miembros del vecindario, etc.

Otro elemento que debe tenerse presente en este tipo de análisis es cuánto duran esos cambios; si se producen de una sola vez o si van ocurriendo por etapas. En este caso y considerando los aportes

1 El autor es historiador profesional y docente en la enseñanza de los Estudios Sociales. Este texto es una versión corregida del que fuera publicado como parte del libro de José Antonio Salas V y Eddie Soto Núñez. Construyendo formas de enseñar y de aprender: una estrategia para estudiar las transformaciones socioeconómicas de Costa Rica. 1821-1870. Imprenta y Litografía Guilá, San José, 1996 y se nutre de la producción historiográfica que explica el período en estudio,

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recientes en el campo de la investigación histórica se ha considerado pertinente hacer un corte que abarca el lapso comprendido entre 1821 y 1870 porque a partir de la primera fecha los costarricenses adquirieron la posibilidad de señalarle un rumbo propio al país, de acuerdo a las posibilidades y condiciones que brindaba el mundo de la época. Es decir, pensar y luchar por una Costa Rica ideal imaginándola como una unidad política nueva que debía construirse, a partir de la ruptura con las limitaciones que les imponía el mundo colonial.

El período se cierra en 1870 porque esta primera parte del proceso ya estaba madura. Los intentos y las pruebas habían dado resultados positivos. Para esas fechas, las esperanzas giraban en torno a un producto de exportación de grandes expectativas, que de una forma u otra imprimía prácticas específicas tanto a la vida económica como al Estado. El cambio se consolidaba, mientras que la sociedad costarricense denotaba su acoplamiento a la nueva situación. Por su parte las relaciones con los mercados internacionales y los inversionistas foráneos, adquirieron una nueva dimensión luego de esta fecha. Después de este período también se van a acentuar las características de la explotación económica y de la producción de corte capitalista de una forma más agresiva, a ello se unen cambios importantes en el accionar del Estado para modernizar el país e introducirlo eficientemente a las exigencias y prácticas de la economía mundial. Por esto el análisis del período posterior a 1870 será parte de un próximo trabajo.

A efectos de organizar esta exposición, el texto se dividirá en las siguientes secciones:1. La herencia colonial y el germen de los cambios.2. Explorando posibilidades de desarrollo económico: el éxito cafetalero.3. La sociedad costarricense y el nuevo modelo de desarrollo económico.

1. LA HERENCIA COLONIAL Y EL GERMEN DE LOS CAMBIOS.Varios libros de texto de uso generalizado en la enseñanza primaria y media abordan el estudio

del período colonial costarricense como un solo bloque, sin diferenciar los cambios significativos que ocurrieron durante los más de dos siglos de dominación española. Por eso sus enfoques son breves y dedicados a aportar características globales que no diferencian etapas y aíslan a Costa Rica de cualquier enlace con el resto del mundo centroamericano.

La caracterización general que expresan estos textos sobre el período colonial de Costa Rica se orienta a resaltar la idea de una sociedad empobrecida, aislada, con una economía cerrada, atrasada y de subsistencia que escasamente era capaz de satisfacer las necesidades básicas de sus pobladores. Enfatizan que el patrón común a compartir era la pobreza, un acceso generalizado a la tierra y el predominio de la pequeña propiedad, lo cual sentó las bases para una vivencia social igualitaria considerada como el pilar de la democracia costarricense. De este modo, son frecuentes las expresiones que explican como “...Al ingreso de la vida independiente Costa Rica reflejaba una economía muy pobre y estancada" o que "... La época colonial costarricense se caracterizó por la pobreza extrema", ideas que evocan un pasado muy igualitario, donde los distingos entre grupos sociales eran prácticamente inexistentes. (2)

Esta particularidad se ha convertido en una limitante que ha favorecido la consolidación de las versiones difundidas por la historiografía tradicional y que casualmente ha servido para impulsar determinadas concepciones ideológicas y políticas con un sustento histórico que no es firme ni 2    ?. Véase por ejemplo lo afirmado y enfatizado en los siguientes textos: Carmen L. Fallas . 9 Estudios Sociales. (Editorial Santillana, San José, 1994), Pp. 54 y 55. Marco A. Santamaría y otros. La enseñanza de los Estudios Sociales en I y II ciclos. Antología. (EUNED, San José, 1994), Pp. 297-298. En menor medida Chester Zelaya y otros. Aprendamos Estudios Sociales 9. (Textos Modernos Cattleya S.A., San José, 1995), Pp. 76-77.

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plenamente probado. (3) Por su parte, la investigación histórica más reciente ha logrado demostrar que, al menos a

finales del período colonial, Costa Rica estaba muy lejos de ese mundo igualitario y de pobreza generalizada. Durante todo el siglo XVIII, pero sobre todo a partir de 1750, la economía y sociedad costarricense experimentaba un dinamismo que ya anunciaba una serie de cambios que habrían de darse en los años venideros. A la luz de estos aportes es que se pretende caracterizar este período diferenciando los diversos elementos que contribuyeron a impulsar ese proceso de transformación.

1.1. El reformismo borbónico y las actividades productivas.Un elemento de especial trascendencia en el cambio que empezó a hacerse evidente a finales

del siglo XVIII, lo constituyó el reformismo borbónico y su avidez por la captación de tributos. Su intención los llevó a promover ciertas libertades en el campo comercial como mecanismo para contrarrestar el contrabando y a impulsar una reforma administrativa que les permitiera obtener un mayor control sobre la acción de los habitantes en cada una de las provincias. Sin embargo, aunque Centroamérica había compartido una misma estructura administrativa, cada provincia había tenido su propia práctica económica, lo que señalaba profundas diferencias entre ellas, sin que ninguna llegara a ostentar controles directos y fuertes sobre las otras, a no ser los creados por las élites mercantiles que se articulaban en función de relaciones de servicio y dependencia crediticia propios del intercambio comercial en todo el reino de Guatemala.

En ese sentido Centroamérica era una unidad cuyas provincias, en la práctica, se administraban individualmente, bajo patrones de crecimiento económico muy limitados. Por eso una de las acciones del reformismo borbónico se orientó a promover la dinamización de la economía decretando monopolios y actividades económicas preferenciales para ser desarrolladas en determinadas jurisdicciones bajo la supervisión de las autoridades coloniales, cuya misión era garantizar una eficiente recaudación de tributos. El fomento de esta dinamización productiva en las provincias tenía como fin acrecentar los intercambios, frenando la competencia desordenada que hasta entonces se daba entre ellas.

Estas condiciones favorecieron para que los propietarios de las actividades económicas más rentables en el campo de la producción y el comercio, se convirtieran en el grupo social y económico dominante, situación que coincide con una acentuación del espíritu criollo frente a los privilegios que disfrutaban los peninsulares. La situación también era propicia para legitimar la adquisición de las tierras que usufructuaban y comprar otras que fueran útiles a sus propósitos económicos y que expresaran el poder que deseaban ostentar y ejercer.

Dentro de este proceso a Costa Rica le correspondió el monopolio de la producción de tabaco (1776-1813) y la ganadería como complemento. Los resultados de esas decisiones empezaron a ser evidentes en el último cuarto del siglo XVIII, cuando a raíz de la especialización que obtuvo El Salvador en la producción de añil, creció la demanda de los productos alimenticios generados en otras provincias. Este auge en el comercio colonial hizo que la orientación económica de Costa Rica se dirigiera más hacia el norte como parte de una red comercial que unía a toda Centroamérica, dinamizando los mercados internos de cada una de las provincias. Al lado de este proceso y, como actores de primera línea, estaban los comerciantes guatemaltecos quienes tenían en sus manos la

3    ?. Una crítica en detalle sobre las versiones del pasado colonial costarricense y su utilización con fines políticos puede verse en Lowell Gudmundson. Costa Rica antes del café: Sociedad y economía en vísperas del boom exportador. (Editorial Costa Rica, San José, 1993), Pp. 13-38.

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comercialización de los productos de las tierras centroamericanas con las casas españolas y de las cuales adquirían una buena cantidad de bienes importados lo que les asignaba un destacado papel como proveedores de mercancías y crédito dentro de toda el área, fenómeno del que no estaba exenta Costa Rica. (4)

Pero ¿cómo se integró Costa Rica dentro de esta dinámica comercial? Al ser Costa Rica un productor monopólico de tabaco debía enviar su producto al exterior, en especial a Nicaragua y Panamá, a lomo de mulas, las cuales además de tabaco cargaban pequeñas cantidades de granos y otros artículos producidos en estas tierras (dulce por ejemplo). Al llegar esos productos a su destino, las mulas regresaban cargadas con textiles y otras mercancías importadas que eran provistas por comerciantes ya fuera de Nicaragua o de otra provincia para que se vendieran en los mercados locales. El mercader costarricense podía adquirir esos productos ya fuera a crédito, cancelando en efectivo o como parte de un intercambio de los productos que llevaba por los que traía.

En ese sentido, el monopolio tabacalero contribuyó a dinamizar el intercambio de mercancías y a fortalecer el capital comercial, pues hacía necesaria la contratación de servicios para transportar la mercancía por vía terrestre o marítima; aumentó la demanda de medios de transporte y por tanto la cría de mulas que era el medio más utilizado; creció la demanda de cuero para fabricar las petacas en las que se enfardaba el producto y por supuesto permitió que el sector de los cosecheros de tabaco ampliaran las posibilidades de consumo de mercadería importada al aumentar su poder adquisitivo y disponer de dinero efectivo.(5)

De esta forma la producción campesina de alimentos básicos empezó a ser importante. Las unidades familiares tuvieron que producir algo más que lo requerido para la subsistencia para generar excedentes que pudieran ser intercambiables por las mercancías traídas por los comerciantes, lo que de una u otra forma coaccionaba para modificar los patrones de producción, de vida y del significado de la tierra.

Este dinamismo en las actividades comerciales y el progreso agrícola que las complementaba dio sentido para que los poblados de Heredia, San José y Alajuela adquirieran una nueva fisonomía, al igual que las actividades ganaderas y artesanales que se desarrollaban en su entorno. La ganadería era útil y necesaria para dar sustento a la población, suministrar energía (moviendo trapiches) y abono para las labores agrícolas, el transporte de personas y mercancías (mulas), pero también como un producto más a comercializar, ya fuera como medio de transporte, carne, ganado en pie o a través de sus derivados: queso, cueros, sebo, jabón, etc. El resultado de tales prácticas fue un conglomerado social que se diferenciaba según fuera su posesión y provecho de la tierra, las actividades productivas agrícolas o artesanales, el comercio y la acumulación todo tipo de bienes de fortuna.

1.2. La tierra y el proceso de cambio.4    ?. José Antonio Fernández M. "La dinámica de las sociedades coloniales centroamericanas. (1524-1792)", en Margarita Vannini; ed. Encuentros con la Historia. (Instituto de Historia de Nicaragua, UCA, Managua, 1995.), Pp.101-144.

5    ?. Iván Molina. "Comercio y comerciantes en Costa Rica (1750-1840)", Colección de fascículos Nuestra Historia, Nº 14, (EUNED, San José, 1991). Este trabajo ilustra sobremanera este aspecto revelando la dinámica de acumulación capitales en el sector comercial y la forma como la producción tabacalera fue convirtiendo a San José en el eje de las actividades económicas de Costa Rica lo que posteriormente le permitiría convertirse en la capital. Sobre el tema de la acumulación de fortunas y relaciones mercantiles en el ocaso de la colonia e inicios de la vida independiente, la obra más acuciosa es la de Iván Molina. Costa Rica (1800-1850). El legado colonial y la génesis del capitalismo. Editorial UCR, San José, 1991.

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La base del cambio estaba en lo que se pudiera obtener de la tierra, a través de las actividades agropecuarias, razón por la que durante la segunda mitad del siglo XVIII, los usufructuarios de tierras realengas y algunos personajes adinerados de la provincia expresaron una particular preocupación por legitimar la propiedad de sus terrenos a través de compras a la Corona (composiciones de tierra). También, algunos propietarios legítimos de grandes extensiones optaron por vender algunas fracciones de sus propiedades con el fin de obtener dinero en efectivo para robustecer su papel de comerciantes. En caso contrario, coaccionaban a los usufructuarios de sus propiedades para que les entregaran una fracción de su producción de víveres como parte de un arrendamiento o pago disimulado que a la vez lo proveía de mercancías. A cambio, la familia campesina se garantizaba un espacio para sobrevivir. No faltaron tampoco los casos de personajes que intentaron hacer negocio comprando terrenos realengos que desde muchos años atrás eran trabajados por familias campesinas las que se vieron comprometidas a entregar parte de sus cosechas al nuevo dueño o a pagar precios más altos por la tierra para asegurarse su posesión y sobrevivencia dentro de nuevas condiciones. De ese modo, el comerciante se garantizaba una clientela para sus bienes importados y un grupo que lo abastecía de lo necesario para la exportación y sus negocios especulativos, entregándole comestibles y bienes artesanales que se negociaban en los mercados locales, así como granos útiles para alimentar animales (cerdos, por ejemplo), que luego vendía con fines claramente mercantiles.

Tampoco fueron extraños los casos de grupos de vecinos que se unieron para comprar la tierra colectivamente y garantizarse una porción de terreno para sobrevivir ante la demanda que estaba teniendo este recurso. Muchos de quienes los representaron en los trámites fueron los mismos comerciantes que visitaban las sedes administrativas donde se hacían las gestiones correspondientes a la compra de tierra. Casualmente, muchas de esas composiciones colectivas fueron la base de los nuevos poblados que se fueron configurando en la parte occidental del Valle Central de Costa Rica.

De ese modo, la tierra adquirió un nuevo sentido ya que su posesión y uso iba más allá de la satisfacción de las necesidades de sobrevivencia, para convertirse poco a poco en una mercancía más dentro del mercado.(6) En ese proceso se fue diferenciando y consolidando un amplio sector de comerciantes y grandes propietarios que amasaron importantes fortunas gracias al comercio del tabaco, cacao, ganado, toda clase de víveres y al trasiego de mercancías importadas desde diversos puntos del istmo centroamericano.

Esta condición, unida al crecimiento natural de la población, provocó una mayor presión sobre la tierra y los productos que se podían obtener de ella exigiendo un mayor nivel de trabajo a las masas campesinas. Cada vez más, éstas requerían los artículos proveídos por el comerciante, pues las explotaciones agrícolas no eran autosuficientes, mientras que el mercader les brindaba un importante servicio al facilitarle el acceso a los artículos demandados mediante un pago diferido con productos agrícolas el cual se podía cancelar de inmediato o dentro de plazos fijados de común acuerdo.

Las particularidades mencionadas permitieron una importante de acumulación de capitales por parte de un sector de la población (mercaderes), el cual iba buscando y vislumbrando las condiciones y políticas necesarias para favorecer su actividad. Mientras tanto, la masa campesina sentía y sufría las presiones tanto por el nivel de consumo al que se les incitaba y acostumbraba, como por los niveles de rendimiento que debían tener en su trabajo para poder adquirir esos bienes. Todo eso generó una mayor presión sobre las tierras comunales y aquellas que quedaban disponibles en torno a los principales poblados de la época, lo que unido al crecimiento de la población y los pocos atractivos y posibilidades reales para la migración hacía que este recurso se estuviera volviendo escaso y por tanto poco

6    ?. Elizabeth Fonseca. Costa Rica Colonial. La tierra y el hombre. (EDUCA, San José, 1983).

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asequible para las masas. Por eso, esta condición fue un factor más que contribuyó a acentuar el proceso de diferenciación social.

1.3. La dinámica mercantil, la producción campesina y las posibilidades para la migración.La base de la diferenciación social la daba el intercambio desigual aplicado al campesino, lo

cual permitía al comerciante apropiarse del excedente agropecuario y colocarse por encima de los productores directos. El grupo mercantil pudo prosperar acumulando bienes muebles e inmuebles, administrando tercenas de tabaco y estanquillos de aguardiente, comprando cargos públicos, monopolizando el metálico, arrendando el cobro del diezmo y controlando la exportación e importación de mercadería.(7) Esto les daba poder y los colocaba por encima de la estructura social, rango que compartían con funcionarios civiles, militares y eclesiásticos y con los terratenientes, ganaderos y prestamistas; actividades que en su conjunto podían ser desempeñadas por un mismo individuo.

El campesinado en general fue sometido y explotado por una serie de medios muy diferentes que iban desde los tributos, las regulaciones oficiales de las siembras como mecanismo para contrarrestar las carestías, hasta las formas de financiar y comercializar su producción. Iván Molina aclara este punto cuando ilustra la pluralidad de coacciones que pesaban sobre el campesinado:

"...habilitaciones, renta del suelo, impuestos, diezmo y primicia e, incluso, la compra a bajo precio del excedente por el negociante. La habilitación, por la que el agricultor se comprometía a pagar con parte de la cosecha los géneros que había adquirido al fiado, era el expediente más importante. El comerciante se aseguraba el suministro de productos agropecuarios para exportar y colocaba, simultáneamente, la mercadería importada. La explotación del labriego por el mercader se expresaba, así en la ganancia de enajenación, fruto de comprar barato y vender caro." (8)

Las mercancías importadas eran caras, pues el comerciante costarricense las adquiría de sus similares nicaragüenses y panameños, quienes estaban mejor colocados en la estructura del comercio colonial. Estos siempre procuraban mayores ganancias, vendiendo caro los bienes importados y comprando barato los productos que aportaba Costa Rica. A este intercambio comercial desigual se unió otro problema: la escasez de metálico o moneda para hacer más fluidos los negocios. Las compras al exterior debían pagarse con moneda y no en especie, con el agravante de que el recurso era escaso en la mayor parte de la América española. Los préstamos en efectivo eran poco frecuentes y ante una balanza comercial desfavorable para Costa Rica, el poco metálico de que se disponía rápidamente salía

7    ?. Debe recordarse que durante esta época era común que la Iglesia rematara la recolección de diezmos, pues debido a la escasez de metálico los contribuyentes pagaban sus obligaciones en especie. Por eso se calculaba el monto del diezmo en dinero y se remataba al mejor postor; éste cancelaba en efectivo y la iglesia lo invertía brindando préstamos a interés ya fuera a agricultores o comerciantes. Por su parte los comestibles y otros productos que recolectaba el rematario de los diezmos le servía para comercializarlo en distintos lugares dentro o fuera de la colonia o para alimentar animales destinados a una venta posterior.

8    ?. Iván Molina J. "El país del café. Génesis y consolidación del capitalismo agrario en Costa Rica. (1821-1890)", en Jaime Murillo. Las Instituciones Costarricenses: de las sociedades indígenas a la crisis de la República Liberal. (EUCR, San José, 1989), Pp. 195-196.

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de la provincia. Por esta razón los mercaderes evitaron usar monedas en el comercio local, cuando hacían tratos con los campesinos, y en su lugar practicaban el trueque de artículos importados por los productos de la tierra.

Estas circunstancias hicieron que comerciantes, terratenientes, agricultores y labriegos se unieran en un mundo de compromisos complementarios, donde los mecanismos de explotación no eran vistos ni sentidos como tales. El comerciante proveía un servicio fundamental al abastecer las chacras de aquellos y artículos e instrumentos de labranza que no podían producir pero que eran necesarios para la sobrevivencia familiar, todo a cambio de pagos diferidos en productos agrícolas a entregar en el momento del trueque o posteriormente. Estos compromisos estaban basados en una relación de confianza y compromiso de honorabilidad por lo que no había razón para firmar contratos legales, como era común en los casos de concesiones crediticias en dinero efectivo.

Cabe aclarar que en este contexto, la relación entre mercaderes y labradores no exigía un financiamiento sistemático, pues la inversión en agricultura y ganadería no necesitó de una fuente externa que apoyara las actividades de la chácara. El intercambio, aunque no era favorable para el agricultor, debió darse ante la incapacidad de las explotaciones campesinas, para ser autosuficientes; por esto el agricultor vendía sus excedentes agropecuarios en el mercado. El vendía para comprar y para esto no era indispensable el metálico.

La utilización de moneda fue un privilegio del sector mercantil y terrateniente quienes para atender sus actividades acudían a las dos fuentes de crédito básicas existentes en aquella época: el capital privado, constituido por los recursos particulares de los dueños de fortunas y el capital público conformado por las riquezas monetarias de las cofradías, las capellanías, el Convento de Cartago, algunas parroquias y la Casa de Enseñanza de Santo Tomás. Estos medios le proporcionaban al comerciante la liquidez necesaria para sostener el comercio exterior. (9)

Al iniciarse el siglo XIX, Costa Rica tenía una estructura productiva diversa la cual no estaba bien articulada en torno a un modelo de desarrollo. Se caracterizada por la presencia de actividades como la ganadería extensiva que se desarrollaba en zonas como Orotina, Esparza y Guanacaste, en haciendas cuyos propietarios residían en los pueblos ubicados en la parte central de la provincia y que eran administradas por mayordomos y trabajadas por unos cuantos peones. Esta estructura era complementada por algunas haciendas cacaoteras que agonizaban en la costa caribeña, las cuales eran propiedad de familias cartaginesas, mientras que en la parte central de la provincia se desarrollaban actividades agrícolas, pecuarias y artesanales en terrenos de muy diversa extensión. El resto de la jurisdicción permanecía despoblado y sus tierras sin apropiar en forma privada.

La población, apenas excedía los cincuenta mil habitantes y se aglomeraba mayoritariamente en el centro del territorio donde tenía acceso a las tierras comunales (ejidales en Cartago, terrenos de propios y propiedades colectivas privadas en otras comarcas), propiedades privadas producto de compras a la Corona o a particulares y algunos poquísimos terrenos realengos que todavía quedaban disponibles. Los rasgos que habían adquirido las actividades comerciales hizo que el acceso a la tierra tuviera un nuevo significado y por lo tanto las presiones sobre este recurso aumentaron.

Quien tenía tierra en abundancia, vendía parcelas o las arrendaba a campesinos a cambio de cierta cantidad de productos comercializables. Trabajarlas por su cuenta no tenía mayor sentido dado que no existía un producto de exportación fuerte que ameritara el riesgo de hacer altas inversiones en producción y pago de salarios, de ahí que fuera mejor aprovechar la forma tradicional del trabajo familiar campesino para obtener los excedentes de la producción y mejorar los ingresos a través del

9    ?. Idem. Pp. 197-198.

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comercio. Al campesino le correspondía correr con los riesgos de la producción (calidad de la cosecha, plagas, lluvias, etc.), mientras que el comerciante se ubicaba en una mejor posición al fijar los precios de compra y venta de acuerdo a la oferta y la demanda.

La migración hacia otras partes de la provincia no era un atractivo a corto plazo, pues la mayoría de los terrenos estaban cubiertos de montaña, no habían caminos; pero lo más importante, no existía un aliciente económico, como un producto de exportación de gran demanda, que diera sentido al sacrificio de dejar la vida de pueblo para irse a trabajar en el aislamiento y soledad de los campos. Por tanto, el movimiento migratorio fue muy lento y orbitaba en torno a los predios de los lugares más poblados, situación a la que se unían las disposiciones gubernativas y eclesiásticas que no querían una población diseminada, pues eso era un problema para el recaudo de tributos, el control de siembras y transacciones comerciales ilegales. Buen ejemplo de ello fueron los pobladores de la joven villa de La Lajuela, quienes antes de poder establecerse allá en forma más permanente tuvieron que soportar la quema de ranchos por parte del teniente de gobernador de Heredia con la bendición del señor cura párroco de la comarca.(10)

El influjo mercantil y el deseo de recolectar mayores tributos permitió una mayor flexibilidad en estos movimientos ya bien entrado el siglo XIX, pero siempre dentro de un radio de acción controlado por las autoridades civiles y eclesiásticas y por los comerciantes que no querían perder a sus proveedores y clientes. Quizá por esto, la mayoría de las chacras no quedaban más allá del medio día de viaje a caballo del centro de población más cercano. Las actividades productivas más comunes en las parcelas ubicadas en estos predios fueron aquellas que además de abastecer el incipiente mercado interno con productos de subsistencia como el maíz, frijoles, trigo, yuca, ajos, hortalizas se mezclaban con otras de mayor peso para los mercados externos como la ganadería, el tabaco, la caña de azúcar y las artesanías.

Los requerimientos que el comercio le fue imponiendo a las actividades productivas en las zonas aledañas a San José hizo que los cultivos y actividades más tradicionales se fueran desplazando hacia los pueblos vecinos y la tierras de la frontera agrícola, fomentándose cierta especialización productiva a nivel regional. (11) La demanda comercial de estos productos exigió el cercamiento de las parcelas como un modo de proteger los cultivos y de defender lo propio.

En este contexto, San José se imponía como el núcleo más dinámico de las relaciones mercantiles, tanto por el auge que le había generado el tabaco como por la residencia en esa localidad de los comerciantes más fuertes que manejaban importantes sumas de dinero, característica que desde entonces provocó choques de autoridad económica y política con el viejo esquema de poder que

10    ?. Lowell Gudmundson. Op.Cit. 1993, Pp. 45-47. Véase también Iván Molina J. Costa Rica (1800-1850). El legado colonial y la génesis del capitalismo. (Editorial U.C.R., San José, 1991), Pp. 140-145. Las pruebas aportadas por ambos autores permiten afirmar que la Costa Rica de entonces distaba mucho de ser una unidad territorial y poblacional como la que conocemos ahora, pues en la práctica la jurisdicción de la provincia no era más que cuatro pueblos grandes dispersos en la denominada meseta central, separados por un viaje que duraba entre uno o más días de camino a lomo de mula o caballo, con malas vías de comunicación que los vincularan y con dinámicas productivas y mercantiles que los diferenciaban antes que unirlos. Las haciendas cacaoteras en el Caribe estaban escasamente pobladas y no configuraban ningún núcleo poblacional importante, mientras que Guanacaste estaba dominado por haciendas ganaderas independientes y unos escasos poblados que servían para brindarles servicios básicos (administrativos y mercantiles) como Nicoya y Santa Cruz. Igual sucedía con las tierras aledañas a la zona marítima Puntarenas, donde Esparza cumplía una función similar.

11    ?. Patricia Alvarenga. "Campesinos y comerciantes en la transición hacia el capitalismo. Un estudio microanalítico de la región de Heredia. 1785-1850". (Tesis de Maestría en Historia, U.C.R., San José, 1986).

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intentaba mantener Cartago. (12)

1.4. El trabajo y la vida aldeana.Las circunstancias mencionadas hicieron que la sociedad costarricense se desenvolviera

alrededor de una vida aldeana bastante activa, marcada por la vivencia cotidiana que se daba en torno al centro de los principales pueblos como Cartago, Heredia, San José y Alajuela. Los núcleos de estos poblados se distinguían por los edificios públicos básicos y algunos pequeños locales comerciales ubicados muchas veces en las casas de sus propietarios quienes eran apoyados en su acción por vendedores ambulantes, en sus tratos de compra y venta de mercancías.

El paisaje se complementaba con la presencia de algunos barrios artesanales en las afueras del poblado (pueblas) encargados de diverso tipo actividades, desde las muy simples hasta otras más complejas. Entre ellas se pueden mencionar las labores de los telares, confección de vestidos, zapatos, trabajos de herrería, artículos para la construcción de viviendas como tejas y adobes; platería, sombrerería, ebanistería, etc. Aquí también radicaban albañiles, carpinteros y otros trabajadores necesarios para la construcción de casas, galeras, trapiches, molinos, utillaje agrícola, etc.(13)

A esas labores se unían otros tipos de producción artesanal realizadas al interior de las chacras ubicadas en torno al pueblo, como eran la fabricación de quesos, mantequilla, jabón, sebo, productos derivados de la caña como dulce, azúcar y panela entre otros. Mientras tanto, el resto de las faenas agrícolas las realizaban los miembros de la familia en su conjunto. Hombres, mujeres, jóvenes y niños se integraban al trabajo con tareas específicas en el campo, como medio para obtener los recursos que les garantizaran su subsistencia. Para ello utilizaban instrumentos de labranza rústicos como las hachas, los machetes y otros fabricados de madera como arados, rastrillos, palas, etc.

Las yuntas de bueyes eran indispensables para arar las tierras y mover los trapiches de madera, magistralmente trabajados por los artesanos de la época. Los productos obtenidos eran de consumo rápido y sólo algunos como el trigo, el tabaco, el cacao, la caña de azúcar, el licor, para citar algunos requerían algún tipo de procesamiento. Por esto la tecnología agrícola no era compleja ni tampoco las edificaciones, siendo lo más común un tosco trapiche de madera, trojas, graneros, galeras en las fincas mejor dotadas. En su mayoría, esas edificaciones eran construcciones sencillas fabricadas con madera o adobe, cubiertas con techos de paja y algunas veces de teja. (14)

Sin embargo el dinamismo comercial hizo llegar nueva tecnología agrícola a estas unidades de producción familiar las cuales incorporaron a su actividad herramientas de metal, pailas, peroles, construcción de molinos; elementos todos que aumentaban la productividad y por ende las posibilidades consumo. Así, la posesión de alguna tecnología fue un elemento diferenciador de riqueza al interior del grupo campesino, al igual que sucedía entre el grupo de los artesanos, donde se notaban importantes desniveles en la acumulación de fortunas.

El grupo social mayormente favorecido con todo este cambio fue el de los comerciantes quienes actuaron como proveedores de herramientas y materias primas para la agricultura y artesanía (tijeras, dedales, agujas, hilos, telas, yunques, fuelles, limas, taladros, moldes, serruchos, martillos, etc.). Esta dinámica favoreció los vínculos con el exterior, estimuló el desarrollo de un incipiente

12    ?. Iván Molina J. Op. Cit. 1991, Pp.134 y siguientes.

13    ?. Idem. Pp. 31-39.

14    ?. Idem. Pp.49-53 y 71-74.

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mercado interno y a la vez permitió la acumulación de importantes niveles de fortuna al interior de cada uno de los principales grupos productivos (comerciantes, agricultores y artesanos). El mercader fue un facilitador y promotor del cambio que en su acción cumplió una importante función social brindando servicios y corriendo grandes riesgos para vincular mundos alejados. (15)

Los rasgos anteriormente citados permitieron delinear un futuro para la Costa Rica de aquel entonces. Un porvenir orientado por el dinamismo comercial y productivo, un mejor aprovechamiento del suelo, tecnología más eficiente, mayor consumo de bienes y un mejoramiento sustancial en las condiciones de vida. En esos momentos se trabajaba mucho y muy duro en medio de una economía pobre y cambiante, pero no se salía de la pobreza de una forma rotunda, pues lo que se proveía a los mercados de Panamá y del norte de Costa Rica, eran productos que también se obtenían en las otras provincias. Sin embargo, en medio de un proceso de cambio social paulatino que anunciaba un pronto ingreso al mundo capitalista, la población estaba alerta para aprovechar las oportunidades que se le pudieran presentar. Sólo hacía falta algo que viniera a concretar y dinamizar esos sueños. Esa oportunidad se la dejaba guardada el café para los años posteriores a la independencia política de España.

Los trabajadores de aquella época aunque pobres y frágiles en su producción fueron gente esforzada y dinámica, que vivió en un mundo marcado por los profundos rasgos de diferenciación social y económica gracias a las particularidades que le imprimió el capital comercial. Estas características la hacían muy distante de una sociedad en extremo igualitaria y democrática como se ha afirmado hasta ahora, pero también abrieron el espacio para que un sector social asumiera la conducción de este territorio con pasos firmes, una vez que se logró la independencia.

2. EXPLORANDO POSIBILIDADES DE DESARROLLO ECONOMICO: EL EXITO CAFETALERO.

Costa Rica inició su vida independiente con una herencia que pesaría mucho en la construcción de su futuro. La producción en la parte central y más poblada del nuevo Estado era de subsistencia y aunque muchos de los productos de la tierra se exportaban hacia el exterior, no puede afirmarse que se tratara de una agricultura plenamente comercial. Los negocios más lucrativos orbitaban en torno a tres actividades básicas: la ganadería, la producción de algunos excedentes comestibles comercializables, que se obtenían de las chacras, y las actividades artesanales propias de los barrios marginales ubicados en torno a las cuatro poblaciones principales.

La población se concentraba en y a los alrededores de los cuatro núcleos principales en pueblos y caseríos donde se agrupaban las viviendas, todo como producto de una política oficial restrictiva a la migración. Esto trajo como consecuencia un acceso limitado a la tierra, sobre la que cada día se daban más presiones. Las posibilidades de poseer terrenos se limitaban a los fundos privados de mediana y pequeña extensión en los cuales cobraban vida las chacras y en el acceso cada vez más limitado a los terrenos comunales que eran arrendados y administrados por los municipios recién creados en cada uno de esos pueblos. El dinero recaudado por este arrendamiento era utilizado como un fondo que financiaba las principales tareas que debía cumplir el gobierno comunal, en especial, la construcción y mantenimiento de obras de infraestructura (edificios públicos y caminos, entre otros).

La vida aldeana palpitaba alrededor de una diferenciación social evidente desde el punto de vista socioeconómico,

"La base de la pirámide estaba conformada por un sector de

15    ?. Lowell Gudmundson. Op. Cit., 1993, Pp. 85-100.

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labriegos empobrecidos, con un acceso reducido y precario a la propiedad fundiaria. La situación del campesino medio era desahogada. El, aunque no era rico, poseía más tierra, mejores instrumentos agrícolas y disponía de algún ganado. La cima de la jerarquía la ocupaban los agricultores acomodados, que contaban con abundante tierra, bastante ganado, combinaban la agricultura de subsistencia con la comercial y, a veces, eran dueños de molinos y trapiches, la máxima tecnología agrícola asequible."(16)

Este mundo de diferencias se complementaba con la presencia de artesanos especializados en Cartago, Heredia, San José y Alajuela, poblados que cobraban vida económica gracias a las acciones y prácticas de los mercaderes, la clase más rica y poderosa de ese período. Esos comerciantes controlaban la circulación mercantil y el monopolio del metálico,

"...explotaba al agricultor mediante el intercambio desigual: comprándole barato y vendiéndole caro. El mercader adquiría, por debajo de su valor, los productos agrícolas y pecuarios que la chácara, cubierto el consumo de la familia, enviaba al mercado y los exportaba a Nicaragua y Panamá, de donde importaba "efectos" -textiles sobre todo- que luego colocaba por encima de su valor, en la provincia de Costa Rica."(17)

La vida en sociedad con caracteres urbanos se reducía a la parte central del país, el cual aunque empezaba a experimentar una vocación agroexportadora no había tenido tanto éxito, pues entró a competir con productos comunes a los producidos por sus vecinos regionales y con una infraestructura inadecuada, si se toma en cuenta el estado de los caminos, puentes, puertos y medios de transporte existentes en ese momento. Esas condiciones no proporcionaban alicientes para trasladarse a otras partes del territorio, totalmente vírgenes y vacías, ya que eso implicaba vivir en el aislamiento y la pobreza. Por eso las familias se quedaban en las cercanías de los poblados aprovechando las oportunidades que brindaba la vida aldeana "civilizada", aunque eso implicara pobreza, penurias y movilidad social descendente.

2.1. La independencia y la definición de la vocación agroexportadora.La independencia estimuló viejas ilusiones así como cambios importantes que se evidenciarían

en los acontecimientos futuros. Desde el punto de vista económico, el acto de independencia estuvo inspirado en la búsqueda de rupturas con todos aquellos mecanismos de control que la administración colonial impuso sobre las actividades productivas y comerciales. El deseo era producir en libertad y utilizar los ingresos de esa producción en beneficio propio, de la comarca y en la generación de más riqueza. De eso estaban claros y conscientes los forjadores del destino del nuevo territorio conocido como Costa Rica. Por esa razón, uno de los primeros actos de los nuevos estados fue declarar la libertad de comercio, lo que permitió y motivó el ingreso de comerciantes y capitalistas foráneos, que con capitales y una mentalidad comercial más agresiva vinieron a aprovechar de inmediato las

16    ?. Iván Molina J. Op. Cit., 1989, p.193.

17    ?. Loc.Cit.

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oportunidades que se abrían y actividades más rentables que se practicaban en la nueva nación. Con sus actividades, estos inmigrantes unidos a algunos nacionales reforzaron la acumulación

mercantil y aceleraron el crecimiento económico. En primera instancia volcaron sus ojos hacia la actividad minera que empezaba a desarrollarse en los Montes del Aguacate y que tuvo su apogeo entre 1821 y 1843. Gracias a esa actividad se fundó en San José, la Casa de la Moneda en 1824, viniendo a proveer de una mayor cantidad de metálico; a facilitar las transacciones con dinero y, consecuentemente, a dinamizar el mercado interno. Las actividades en los Montes del Aguacate demandaron mano de obra y comestibles, lo que empezó a dar sentido a un leve movimiento migratorio hacia el oeste de Alajuela. Sin embargo, los frutos de las minas no fueron abundantes y no generaron la riqueza que algunos esperaban. (18)

Otra actividad en la que pusieron un marcado interés fue en la corta y posterior venta del palo de brasil a especuladores ingleses, un árbol muy apreciado por su tinte y que crecía en forma silvestre en la costa del Pacífico. La actividad que se inició cerca de 1800, tuvo su esplendor hacia 1830 para decaer diez años después, pues lo que se hizo fue cortar y vender, sin pensar en su producción con fines comerciales. Sin embargo, el negocio se convirtió en una rica fuente de acumulación de fortuna para algunas familias foráneas y nacionales. Puntarenas adquirió una fisonomía diferente, pues a sus playas llegaban los buques ingleses, cada vez mayor regularidad e incluso se empezaron a establecer algunas casas comerciales para facilitar las transacciones de venta de brasiles e importación de mercancías foráneas. (19)

Estas actividades y el deseo ferviente de los dirigentes políticos para que Costa Rica transitara por los caminos del progreso, motivaron la promulgación de leyes claramente liberales en lo económico que favorecieron la apropiación privada de grandes extensiones de tierra, premios a quienes se dedicaran a actividades altamente rentables, e inmejorables condiciones para impulsar el mundo de los negocios.

Amparados en estas expectativas arribaron más inmigrantes de España, México, Suramérica y otros países de Europa (ingleses, franceses, alemanes, italianos), quienes tenían una sólida experiencia empresarial, contactos y capitales, lo que les abrió las puertas para integrarse familiarmente, por medio del matrimonio, con los sectores más distinguidos y acaudalados de la sociedad costarricense. Esto significó un cambio cualitativo de gran trascendencia para la forma en que los nacionales habrían de involucrarse y practicar en el mundo de los negocios de ese momento en adelante.(20)

Los contactos de estos inmigrantes y la liberalidad con que operaron los gobiernos en términos comerciales, hicieron que buques de todas partes de América, pudieran arribar a las costas del Pacífico, tanto para proveer nuevas, lujosas y más refinadas mercancías, como para abastecerse de productos agropecuarios y artesanales, útiles para las travesías o que se pudieran comercializar en otras latitudes. Esto lógicamente abrió los ojos de algunos importantes agricultores, especuladores y comerciantes locales en la búsqueda de un producto que les permitiera usufructuar las buenas condiciones que en ese momento ofrecían los mercados más allá de las fronteras nacionales.

Buques de distinto tamaño, cuyos propietarios eran comerciantes nacionales o algunos de los

18    ?. Carlos Araya P. "La minería en Costa Rica. 1821-1843", en Revista de Historia. N. 2. EUNA, Heredia, 2o. semestre. 1976, Pp.83-125.

19    ?. Clotilde Obregón. "Inicio del comercio británico en Costa Rica", en Revista de Ciencias Sociales. N. 24, EUCR, San José, 1982. Pp. 59-70.

20    ?. Iván Molina. Op.Cit. 1989, p.200.

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recién llegados, surcaron con mayor liberalidad por las costas del Pacífico hacia puertos como Panamá, El Callao y Guayaquil. A ellos se unieron los barcos mercantes que, cada vez con mayor regularidad, fondeaban en las cercanías de Caldera y Puntarenas, trayendo mercancías para abastecer los comercios de nacionales y extranjeros. Estos últimos se habían afincado en las cabeceras de Heredia, Cartago y San José, compartiendo prestigio y fortuna con algunos de los comerciantes criollos El dinero y el prestigio que el sector mercantil fue acumulando, les permitió probar fortuna diversificando sus inversiones en tierras, minas y toda clase de oportunidades comerciales, legales e ilegales, ya fuera en el campo de los textiles o en el de los minerales. Sus acciones e intereses generaron condiciones para que algunos pobladores de los pueblos antiguos se aventuraran a establecerse en las cercanías de lugares que brindaban buenas expectativas para el futuro, lo cual reactivó el comercio terrestre que proveía de frutos y productos artesanales a las diversas comarcas, fortaleciendo de esta forma al mercado interno.

Estas actividades contaron con el total respaldo del Estado, pues de ellas obtenía significativos ingresos. Gracias al cobro de impuestos, las rentas públicas fueron en ascenso constante desde 1826 y aunque el comercio se daba bajo condiciones muy rudimentarias, eso no fue obstáculo para la multiplicación de las ferias locales (días de mercado) en cada uno de los principales pueblos de la época. Una decisión oportuna en este sentido, fue el establecimiento de la Casa de la Moneda en 1824, lo que facilitó los intercambios, pues ya se contaba con monedas nacionales.

Como una forma de ordenar, proteger y no perder control sobre la actividad, los comerciantes más ricos impulsaron la promulgación de un Reglamento de Comercio en 1829, el cual, entre otras cosas, permitía el ejercicio de la actividad a los extranjeros, sin ningún tipo de obstáculos. Y esto era lógico, pues favorecía tanto a nacionales como a foráneos vinculados con el comercio exterior, del cual se obtenían jugosas ganancias tal y como sucedía en el caso de los textiles y artículos de ferretería de los que se obtenían utilidades oscilantes entre el 100 y el 200 por ciento. (21) Los primeros gobiernos también se preocuparon por estimular la producción y actividades económicas rentables ofreciendo donar lo que más tenía en sus manos: la tierra. Su acción la justificaban argumentando los beneficios que conlleva la propiedad privada como aliciente para apegarse a algo y trabajarlo con especial interés. Se esperaba que esa condición impulsara la agricultura y la exportación de lo producido, lo que a su vez generaba fondos para ser invertidos en la construcción de las obras de infraestructura que tanto necesitaba la nueva patria.

Con ello se garantizaba también un dominio efectivo del territorio nacional gracias a la presencia de pobladores por todos los espacios que hasta entonces habían estado vacíos y cubiertos por las montañas. Por eso la preocupación no fue sólo la de obsequiar tierras o venderlas a bajo precio, sino garantizarse que se volvieran productivas. En ese sentido, ofrecieron donaciones gratuitas y premios a quienes se dedicaran con éxito a tareas como el cultivo del cacao, café, caña de azúcar, la ganadería y otros frutos.

La visión sobre la forma de insertarse a mercados más amplios era a través de la agroexportación y con productos tradicionales, aunque también se procuró estimular experimentos con cultivos nuevos, como el café, para lo cual, además de donarse tierras se distribuían almácigos. Esta intención queda muy clara cuando se analizan las expresiones que el diputado Venancio Sandoval expusiera al Congreso del Estado en 1840:

"Pero la palabra que ha de servir a este grandioso fin no es otra que

21    ?. José Luis Vega C. Hacia una interpretación del desarrollo costarricense: ensayo sociológico. (Editorial Porvenir, San José, 1980), Pp. 95-115.

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la agricultura a la cual estamos llamados, mas, para todas esas dilatadas selvas que en todas direcciones nos rodean se hace indispensable conocer el interés de los individuos y ya que se conceden premios no se reparta con mano avara lo que liberalmente se había de dar, una vez que se ganara el aumento de la riqueza nacional de la que el comercio emana; que proporcionará ocupación a todos los brazoz (sic), que dará radicación a las familias pobres en los lugares que han de cultivar, apartándolas de la corrupción que las ciudades engendran en esta clase miserable y finalmente disminuirá los proletarios, convirtiéndolos en pudientes." (22)

Estas expectativas hicieron que algunas personas se apropiaran de importantes extensiones de tierra en los frentes de colonización con la esperanza de especular con ellas en el futuro o de utilizarlas como respaldo hipotecario para sus otras actividades comerciales o agrícolas. Pero la ilusión también provocó para que algunos otros campesinos se establecieran en terrenos un tanto más alejados de los antiguos centros de población, hacia el valle de Turrialba al este de Cartago; al suroeste de San José en los valles de Candelaria y Puriscal y hacia el norte y oeste de Alajuela, en los terrenos de Poás y los aledaños al camino hacia Puntarenas (Atenas, Palmares, San Ramón).

Las condiciones de la época permitieron que algunos agricultores de San José y Heredia, los cuales tenían más tierra de la requerida para la subsistencia familiar, dejaran algunos espacios en sus predios para experimentar con cultivos nuevos, de producción no anual, como fue el café. De este modo, hacia 1830 el café ya se cultivaba en forma decidida en algunas propiedades pequeñas, medianas y grandes ubicadas en el centro del país. Sin embargo, las experiencias más notorias se daban en San José lo que rápidamente la convirtió en la zona líder del cambio, permitiéndole delinear con mayor profundidad las pautas de una especialización productiva regional que habría de sentirse en los años venideros. En los otros poblados, aunque también se sembraba café, éste no era dominante; así Cartago empezó a sobresalir como productor de hortalizas y verduras, Heredia de granos, y Alajuela con granos, ganadería y caña de azúcar.

Toda esta transformación evidencia la primacía que fue adquiriendo San José como centro de acumulación de grandes fortunas, trasiego de mercancías y en general del mundo de los negocios, lo que a la larga explica por qué la capital se trasladó a este punto.

Dado el buen resultado de los experimentos realizados con café, los gobiernos de la época, desde fecha muy temprana, eliminaron los impuestos que podían pesar sobre su producción, como fue el caso del diezmo. Por otra parte, los municipios obsequiaron almácigos a las personas interesadas y hasta empezó a circular literatura sobre la forma de cultivar y tratar el fruto para comercializarlo con éxito.(23) De este modo, una planta que se conocía en Costa Rica desde finales del siglo XVIII como un arbusto que decoraba algunos solares de las casas campesinas, se convirtió en un fuerte aliciente para ayudar a que el nuevo país tuviera contactos comerciales con el mundo y buscara otras vías de desarrollo económico y cambio social, bajo condiciones mejores que las experimentadas durante el

22    ?. Citado en José A. Salas. "La privatización de los baldíos nacionales en Costa Rica durante el siglo XIX: legislación y procedimientos utilizados para su adjudicación", en Revista de Historia. N. 15; EUNA-EUCR, Heredia, en-jun. 1987, p. 70.

23    ?. José A. Fernández. "La formación de una hacienda cafetalera en 1845. Un intento de transmisión de tecnología agrícola", en Revista de Historia. N. 14, EUNA-EUCR, Heredia, jul-dic. 1986, Pp. 199-214.

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período colonial.

2.2. El éxito cafetalero, la tierra y la organización de las actividades económicas.La planta del café era conocida en Costa Rica desde finales del siglo XVIII y ya para 1816 se

tiene noticia de que existían algunos pequeños cafetales y almacigales en San José, donde las plantas se adaptaban con gran éxito gracias a las condiciones geográficas, ecológicas y climáticas de la zona. Luego de la independencia, las autoridades dictaron una serie de disposiciones para proteger aquellas actividades agrícolas que pudieran tener algún futuro para desarrollar el comercio exterior de Costa Rica. Fueron varios los productos que se impulsaron con las disposiciones protectoras, entre ellos el café, cultivo al que desde muy temprano se le exoneró del pago del diezmo. También, dentro del marco general de donación de tierras, se ofreció entregar importantes extensiones a quienes tuvieran éxito con su cultivo; se entregaron almácigos en forma gratuita y ya para 1830 se promulgaron disposiciones concretas para impedir los robos de este fruto, lo cual habla del alto valor y aprecio que tenía en el mercado.

Hacia 1830, el cultivo era exitoso en las zonas vecinas a San José, razón por la que empezó a cultivarse con mayor intensidad, a pesar de que todavía no existían condiciones de beneficiado óptimas, mercados, medios de transporte y buena preparación de la mano de obra. Aunque algunas pequeñas cantidades se habían exportado a Panamá en años anteriores, a partir de 1832 se inician exportaciones, cada vez de mayor volumen, hacia Chile de donde era reexportado a Europa. Un año después se exportaba en forma directa a los mercados europeos por la ruta del Cabo de Hornos. En 1845 llegaron a Costa Rica veintinueve barcos procedentes de Londres, cargados de artículos para el comercio local y regresaron con sus bodegas llenas de café. Esta dinámica fue creciendo año tras año, consolidando el comercio exterior costarricense y cambiando definitivamente muchas de las concepciones del trabajo y de vida de los comerciantes, artesanos, pero sobre todo de los trabajadores ligados al agro.

La caficultura modificó radicalmente los patrones productivos, pues como cultivo permanente poco a poco fue desplazando los cultivos anuales de comestibles y motivó a los productores directos para obtener la máxima producción en sus propiedades. Eso cambió el significado de la tierra, pues de un bien de uso que garantizaba la simple subsistencia, pasó a convertirse en un bien mercantil, útil y valioso por lo que se obtenía y comercializaba de ella en el mercado. Con esto también cambió el sentido del trabajo, de la pobreza, de la riqueza, el comercio y el capital, los cuales se vieron permeados por las nuevas formas capitalistas de producción y acumulación.

La posesión de bienes de fortuna fue vista entonces como el fruto de una incorporación exitosa a las nuevas condiciones de producción y desarrollo agroexportador que experimentaba el país y al que incitaban los gobiernos de la época. El que se quedaba atrás en este proceso modernizador estaba destinado a ocupar los niveles más bajos dentro de la estructura social por no haber aprovechado las oportunidades que en ese momento se presentaban. El diputado José Vargas retrata bien este sentir, cuando en 1891 expresaba que

"La tierra en sí no tiene más valor que el de ser un agente natural de la producción inútil si se le deja en perpetuo reposo, pero fuente universal de riqueza, independencia y bienestar si se cultiva y fertiliza, empleando el capital y trabajo necesarios, puesto que sin el concurso del trabajo, el capital y la naturaleza, no hay riqueza posible. Tal vez no sea cosa fácil apreciar en cada caso la parte que a cada una de estas tres causas productoras deba referirse, pero

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incuestionablemente el trabajo tiene ventaja sobre las demás, cual es la de solicitarlos y provocar su acción, la de reunirlas y encaminarlas hacia sus fines y esta circunstancia le da una gran superioridad sobre todas... cada edificio que se levanta y cada árbol que se planta forman parte de la riqueza pública que en último término no es más que la resultante de las fortunas privadas".(24)

En este contexto, la aspiración mayor para los habitantes de aquella época fue la de poseer alguna propiedad y esa posibilidad se presentó vinculándose y aprovechando algunas de las condiciones que se ofrecieron y que el Estado impulsó. Sobre este particular cabe mencionar la venta y posterior titulación privada de los antiguos terrenos comunales, municipales y propiedades de la iglesia, pero sobre todo, las oportunidades que brindó la migración a las tierras de la frontera agrícola, donde los baldíos nacionales abrieron el espacio para el establecimiento de nuevos poblados y fincas productoras de comestibles, ganado y por supuesto café.

Esas oportunidades fueron aprovechadas especialmente por los sectores que tenían importantes fortunas para ir consolidando sus haciendas cafetaleras en la parte central del país y para concentrar notables extensiones de baldíos en los frentes de colonización, las cuales les sirvieron para desarrollar negocios especulativos con tierras algunos años después o para utilizarlas como respaldo hipotecario del crédito necesario para sus otros negocios cafetaleros, ganaderos o comerciales.

El productor directo vinculado a la tierra, enfrentaba el problema de la presión y escasez de ese medio de producción en las cercanías de los antiguos poblados, problema que se agravó con el crecimiento demográfico y el cambio de ciertos patrones culturales que chocaron con sus tradiciones productivas. Bajo las nuevas alternativas, la tierra debió trabajarse con intensidad para obtener los mayores provechos. La producción, sobre todo en San José, se fue especializando y los productos tradicionales se relegaron a las tierras de la frontera, conforme el café iba ocupando los nuevos espacios geográficos. Criar ganado y sembrar comestibles implicaba superar las condiciones de subsistencia familiar, pues los mercados locales en los pueblos cafetaleros demandaron esos artículos para satisfacer sus necesidades alimenticias. Por su parte, el productor obtenía ingresos que utilizaba para satisfacer las necesidades de consumo, para ampliar las siembras y propiedades o para ahorrar lo suficiente y especializar las siembras de su finca años después.

Las labores artesanales perdieron la intensidad que tuvieron en los años anteriores al éxito cafetalero debido a que no pudieron competir con la cantidad y calidad de los artículos importados que ingresaron y se consumieron en los mercados locales. Mientras tanto, el trabajo que demandaron los cafetales motivó para que muchos trabajadores dirigieran sus energías hacia esa actividad, donde los salarios eran buenos y en constante crecimiento dada la relativa escasez de brazos en los pueblos cafetaleros debido a la competencia generada por los alicientes y atractivos que ofreció la migración.

Por otro lado, la fragmentación del suelo a raíz de las costumbres hereditarias hizo que algunos campesinos quedaran con tierra insuficiente para sobrevivir y ascender favorablemente en medio de las circunstancias de la época. Por esta razón, muchos optaron por vender sus pequeñas propiedades y con el dinero obtenido trasladarse a un paraje más alejado en las afueras del pueblo o en los frentes de colonización de baldíos, en especial al oeste de Alajuela, al sur y oeste de San José y al este de Cartago. Incluso, muchos padres hicieron adelantos de herencias a sus hijos, para que experimentaran mejor suerte en los frentes de colonización antes de quedarse en sus pueblos de origen esperando una

24    ?. Citado en José A. Salas. Op. Cit. 1987, P. 71.

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movilidad social descendente debido a la lejanía del estatus de propietario y todo lo que eso implicaba a nivel de la producción, el trabajo, las oportunidades para el consumo y una vida mejor.

Poco a poco, los terratenientes, hombres de fortuna, agricultores medianos y pequeños de los pueblos de la parte central del país, fueron especializando sus fincas en la producción cafetalera, lo que los llevó a compartir sueños, preocupaciones, riesgos, formas de producir y hasta compartir la mano de obra. Los brazos para las plantaciones de mayor tamaño vinieron de los no propietarios, pero sobre todo de los pequeños productores, cuya subsistencia estaba atada al trabajo en lo propio y a la venta de la fuerza de trabajo sobrante. Quien no tenía condiciones para el trabajo asalariado recurría a la autoexplotación de la familia, que atendía todas las fases de la producción, pues se trataba de un bien familiar que, de una u otra forma beneficiaba a todos los miembros del hogar. De ahí la importancia que tenían los hijos para las familias campesinas y así como la opción de retardar, hasta donde fuera posible, la salida de los hijos del hogar. (25)

La necesidad de mano de obra era de cinco a diez veces mayor en la época de cosecha, durante los meses de noviembre y abril, período durante el cual la familia campesina en su totalidad se abocaba a la recolección del fruto. En los meses restantes atendían la plantación (siembras, podas, limpieza, resiembra) e igual trabajaban por un salario en su tiempo libre para el hacendado o agricultor rico. A finales de la década de 1830 se introdujo el beneficio húmedo actividad que también acrecentó la demanda de trabajadores. Sin embargo, la relativa escasez de población en la zonas cafetaleras a raíz de la migración motivada por la colonización agrícola, hizo que los salarios fueran en aumento duplicándose entre 1847 y 1856, por lo que hasta se propuso traer trabajadores de Europa. Los trabajadores agrícolas comprendieron bien la naturaleza del cambio y buscaron formas positivas de adaptación:

“La venta de fuerza de trabajo, a raíz del alza en el salario nominal, era a juicio del campesino una decisión sabia. La especialización, por su parte, fue alentada por la excelente cotización internacional del fruto. El agricultor que no contaba con tierra suficiente, descubrió que una finca exigua, rebosante de cafetos era más rentable que un terreno, de mayor extensión, sembrado de maíces y pastos. La especialización y la intensificación en el cultivo del café, que compensaban la fragmentación del suelo, valorizaban, igualmente, la parcela diminuta y permitían a su dueño competir, ventajosamente, por el crédito disponible, al estar respaldado por un fundo súbitamente valorizado." (26)

A partir de la década de 1840 la vida de los costarricenses transcurrió alrededor y al ritmo de la caficultura, pero para que esto sucediera debieron darse las condiciones financieras necesarias que

25    ?. Gudmundson. Op. Cit. 1993. Pp. 164-191. Según los estudios de este autor el tamaño promedio de las familias campesinas durante el período cafetalero era de aproximadamente cinco personas y la edad de primeras nupcias para los hombres oscilaba entre los 24 y 26 años, mientras que para las mujeres era de 19 a 21 años. La presencia de hogares compuestos (una familia más otras personas que no formaban parte del núcleo familiar original), no fue una característica común durante este período y solo se notaba en los principales ciudades y pueblos, en casas de familias acomodadas. Por otro lado, la influencia paternal era evidente cuando para formar un nuevo hogar o migrar los hijos recibían algún adelanto de herencia.

26    ?. Iván Molina. Op. Cit. 1989, P. 207.

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permitieran a los agricultores abandonar sus actividades tradicionales y volcar toda su atención hacia el "grano de oro", como se le empezó a llamar. Es decir era necesario darle otra dimensión al papel que el crédito había desempeñado hasta entonces.

El cultivo del café exigió que el agricultor requiriera de dinero efectivo para atender las siembras iniciales y su posterior expansión. Dada la escasez de mano de obra, los movimientos de colonización agrícola y lo caro de los salarios, la expansión cafetalera no pudo ser atendida por los poseedores de fortuna. La tarea fue asumida por el campesino quien para esto requería de un crédito a bajo interés y a largo plazo de modo que pudiera iniciar la plantación y atenderla mientras maduraba. El préstamo en dinero tuvo que extenderse al campesinado, rompiendo el monopolio que el sector mercantil había tenido como principal usufructuario de ese recurso.

Las inversiones de capital público y privado se orientaron hacia San José. Nuevas posibilidades de obtener crédito surgieron después de la independencia gracias a la creación de instituciones como el Lazareto y el Montepío de Agricultura. A ellos se unieron los dineros adquiridos por las municipalidades a raíz de la venta de tierras, el cobro de tributos y el control sobre los antiguos recursos eclesiásticos, los cuales fueron colocados a crédito para acrecentar los fondos que se destinarían a atender sus tareas como promotoras del desarrollo regional.

Por lo general, el capital privado hacía sus préstamos a dos años plazo, con un interés del 12% anual, mientras que los plazos en las instituciones públicas oscilaban entre tres y cinco años con un rédito del 6% al año. Este crédito estaba al servicio de la producción y fue aprovechado por el beneficiador y los agricultores para atender sus actividades y cultivos cafetaleros. El dinero se utilizó para comprar tierra, plantar cafetales, construir beneficios, pagar salarios, etc.; es decir se convirtió en capital, en inversión que produciría rentabilidad.

Este paso fue básico para que el capitalismo agrario se consolidara, pues la finca familiar se ató al mercado produciendo para satisfacerlo de acuerdo a sus demandas y buscando obtener dividendos para pagar los empréstitos en dinero. De este modo, las explotaciones agrícolas empezaron a requerir de estímulos externos para reproducirse y mantenerse. (27)

Como complemento a esos cambios, fue fundamental el beneficiado o tratamiento del fruto para darle el acabado requerido para su exportación. En su fase inicial, el grano era procesado rudimentariamente por medio del beneficio en seco, consistente en secar los frutos al sol y luego machacarlos en un pilón para extraer sus cáscaras y ventearlo hasta obtener la semilla que se tostaba y molía. El procedimiento, al ser tan rudimentario, permitía que casi todas las fincas tuvieran sus espacios para procesar los cafetos; sin embargo, obtener el producto final era lento y la calidad no era de la mejor.

La puesta en práctica del beneficiado húmedo a finales de la década de 1830, hizo que la tecnología ingresara al procesamiento del café, pues además de procedimientos hidráulicos, incluía el secado a vapor, obteniéndose un producto de más calidad en menos tiempo. Además, por las condiciones que ofrecía el beneficiado húmedo se podía procesar una mayor cantidad de granos. Pero tal inversión tecnológica demandaba fuertes sumas de dinero, razón por las que no todas las fincas pudieron introducir tal innovación. Mientras tanto los compradores extranjeros de café exigían mayor calidad, lo que a la larga hizo que el sistema de beneficiado en seco fuera desplazado por el húmedo. (28)

27    ?. Idem, Pp. 204-205.

28    ?. Carolyn Hall. El café y el desarrollo histórico-geográfico de Costa Rica. (Editorial Costa Rica y Universidad

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Por su parte, los dueños de beneficios húmedos vieron aumentar su capacidad para procesar el fruto, pero sus cafetales, si era que los tenían, no podían ser muy grandes, dadas las condiciones existentes para utilizar mano de obra. Por esta razón procuraron garantizarse una clientela que les entregara su cosecha utilizando como recurso las habilitaciones o adelantos en dinero para sembrar y atender las fincas campesinas. En correspondencia, el productor adquiría el compromiso de entregar los frutos obtenidos bajo condiciones claramente establecidas en un contrato: café maduro, limpio y en cantidad proporcional al dinero adelantado. De esa forma, el beneficiador trasladó al productor los riesgos de la producción y el se quedó disfrutando de los beneficios que podía obtener con la comercialización del "grano de oro."

Por otro lado esa práctica fue generando una dependencia productor – beneficiador que adquirió una nueva dimensión a raíz de las ataduras con los mercados internacionales y así lo evidenciaron las crisis de 1848-49; 1856-57; 1874-75 y 1884-85, cuando muchos pequeños agricultores perdieron sus tierras al no poder cancelar los compromisos con sus acreedores debido a los bajos precios del grano. No obstante, el panorama se volvía más complejo a causa de los negocios que hacían los beneficiadores con sus compradores ingleses, pues estos últimos, para obtener una adecuada provisión, pagaban por adelantado al gran cafetalero o beneficiador quien a su vez financiaba a los pequeños y medianos productores.

El capital británico procuró que el negocio fuera altamente rentable para ellos y por eso establecieron en el país las casas consignatarias, especie de almacenes que se encargaban de proveer mercancías importadas de Europa, las cuales colocaban a crédito con los comerciantes de la época, los que en su mayoría también estaban ligados al negocio cafetalero, ya fuera como productores-beneficiadores o simplemente como beneficiadores. Por esta razón las habilitaciones que hacían los beneficiadores a los campesinos eran mayoritariamente en dinero, pero también podían incluir algunos efectos importados que el productor debía adquirir, pues por sembrar había dejado de producirlos (textiles, instrumentos de labranza, etc.). Como consecuencia general, el intercambio comercial siguió siendo desigual para Costa Rica, con reglas y patrones fijados de una forma u otra por el capital inglés. El producto agrícola se vendió barato, mientras que las costosas importaciones manufactureras aumentaban día a día.

En este contexto, la vida económica se volvió más compleja y la necesidad por obtener mayores dividendos, aprovechando las oportunidades del cambio, hizo que se incentivaran las sociedades de negocios tanto en el campo comercial como en el de la producción. Las sociedades comerciales fueron las que predominaron, traficando al por mayor y detalle con todo cuanto estaba a su alcance y que produjera alguna rentabilidad. Este paso fue un mecanismo para capitalizar negocios que exigían importantes sumas de dinero, tales como el establecimiento de almacenes proveedores de artículos importados, la consolidación de fincas cafetaleras y la instalación de beneficios y cualquier otro tipo de negocio que como las minas o la ganadería requerían de un amplio apoyo financiero.(29)

Por su parte, la fundación de estas sociedades tuvo un impacto directo en la organización del trabajo, pues tendieron a especializarlo para enfrentar los retos que imponía la reestructuración de la dinámica económica; una reestructuración que también valorizaba la tierra y la fuerza de trabajo, en un marco donde el trabajador seguía siendo libre y dueño de su tierra.

Nacional, San José, 1976). Pp.44-58.

29     ?. Iván Molina. Op. Cit. 1991, Pp. 215-220.

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2.3. El café, el capitalismo de base agraria y el Estado.Después de 1850, el capitalismo de base agraria se muestra plenamente consolidado en Costa

Rica, haciéndose presente en los procesos productivos, las relaciones de producción, la colonización agrícola y las tareas del Estado. El café se afianzó como cultivo dominante en el parte central del país desplazando la agricultura de subsistencia y el ganado, mientras que en las tierras de la frontera agrícola coexistía con los productos y actividades desplazadas, siempre y cuando las condiciones ecológicas lo permitieran.

La economía nacional asoció su destino al café, principal producto de exportación. Más del 90% de las exportaciones realizadas entre 1840 y 1890 correspondieron al "grano de oro". De ese modo, el café era un competidor invencible frente a otras opciones de diversificación de la economía, lo que lo convirtió en el eje de la acumulación de capital. La producción de bienes para el consumo interno fue desatendida para concentrar el máximo de energías en la caficultura, así, el 80% de las importaciones efectuadas entre 1850 y 1890 correspondieron a bienes de consumo como textiles, alimentos, loza, etc. Dada la abundancia de tierra, el cultivo se hacía en forma extensiva y la única tecnología de avanzada que se aplicó se restringió al beneficiado húmedo.

Esa especialización productiva consolidó la vocación agroexportadora de Costa Rica, le asignó una posición subordinada en la división internacional del trabajo y permitió que una clase, la burguesía cafetalera consagrara su poder socioeconómico. Siendo esta clase la que controlaba el gobierno del Estado, pudo desarrollar acciones que aseguraron su poder y hegemonía. Un ejemplo de esto fueron las facilidades concedidas y el resultado obtenido con la apropiación privada de baldíos y el fomento a la colonización agrícola.

En las tierras de la frontera agrícola se sembraba caña de azúcar, plátanos, granos básicos, café y se criaba ganado, aunque no en forma intensiva dado el poco desarrollo de las vías de comunicación, lo cual dificultaba el transporte. El productor con tierra insuficiente se sintió tentado y antes de enfrentar procesos de movilidad social descendente prefirió moverse hacia aquellos sitios que le permitieran desarrollar sus expectativas para convertirse en un productor mercantil. Los migrantes fueron jóvenes, integrantes de hogares que empezaban a hacer su vida y que no tenían espacios alentadores en sus pueblos de origen. A ellos los acompañó la avidez de algunos ricos que apropiaron grandes extensiones de tierra para formalizar hipotecas y respaldar sus negocios o para especular posteriormente. Sin embargo, el costo para ponerlas a producir era alto y no todos invirtieron la misma fortuna ni el mismo esfuerzo, por eso las diferencias socioeconómicas en los pueblos recién fundados, se multiplicaban conforme se abrían los caminos y las regiones se integraban al sistema económico nacional.(30)

El acceso a la tierra no fue restringido, como tampoco lo fue la movilidad social y geográfica, situación que la burguesía cafetalera aprovechó en su beneficio trasladando al labrador los riesgos y gastos de la roturación de las montañas y manteniendo las fincas campesinas con sus formas tradicionales de trabajo, incluyendo la utilización de mano de obra familiar como una forma de bajar los costos de la producción y obtener mayores dividendos.

El campesino vio mejorar su condición con el acceso a la tierra, la revalorización de los productos agrícolas, los ingresos y el prestigio que generaba el café, así como con la posibilidad de acrecentar sus ingresos vendiendo parte de su fuerza de trabajo o vinculándose a las actividades de transporte y artesanía relacionadas con la caficultura. Pero este progreso no fue eterno y ya a finales del

30    ?. Brunilda Hilje Q. "La colonización agrícola de Costa Rica. (1840-1940)", en Colección de fascículos Nuestra Historia, Nº 10, (EUNED, San José, 1991).

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siglo XIX sufría las consecuencias del acaparamiento de tierras, la fragmentación de sus propiedades, los altibajos en los precios del café y la caída de los salarios. A partir de ese momento la búsqueda de salidas tomó otro rumbo. (31)

La complejidad que fueron adquiriendo los negocios comerciales y cafetaleros exigió que el capital privado experimentara un cambio fundamental ante las presiones del comercio exterior que exigía un servicio financiero más eficiente. La solución parecía ser la banca, punto de disputa de los diversos sectores de la burguesía que pretendían controlarla para reorientar la acumulación de capital a su favor. Sin embargo, la disputa fue en vano pues la banca que se creó y expresó en la fundación del Banco Nacional Costarricense en 1858 y el Banco Anglo en 1863 no cumplió tareas financieras ni hipotecarias. Su acción se concentró en las funciones emisoras, a descontar valores, abrir cuentas corrientes, comprar y vender diferentes medios de pago, etc.; es decir, a facilitar los intercambios colocándose al servicio del gran capital y su rama comercial.(32)

El Estado con sus acciones estimuló el arraigo del capitalismo agrario modernizando la legislación, readecuando las políticas de impuestos, privatizando las propiedades corporativas de origen colonial, dando facilidades para la colonización y el libre comercio, pero sobre todo ofreciendo los servicios necesarios y la creación de una infraestructura básica al servicio del capital. Eso fue lo que se hizo con la creación de la banca y el estímulo a las obras de infraestructura.

Al momento de la independencia las comunicaciones de Costa Rica con el mundo exterior se limitaban al tráfico marítimo por las costas del Pacífico, especialmente, y a las tradicionales rutas terrestres empleadas desde 1601, a saber, el camino mulero a Panamá y el camino real a Nicaragua, pasando por Esparza. Llevar mercancías a lomo de mulas de San José a Puntarenas demoraba de cinco a seis días, razón por la que la expansión cafetalera exigió el mejoramiento de la ruta al Pacífico. Por esta razón, en 1843, se fundó la Sociedad Económica Itineraria, que se financiaba con un impuesto de un real por quintal de café exportado, dinero que se usaría en la construcción de la carretera nacional, entre San José y Puntarenas, en cuyas cercanías se fundaron varios poblados al calor del tránsito de las carretas.

Aunque el café se transportaba en carretas haladas por bueyes y con una capacidad de media tonelada, el viaje resultaba lento, peligroso y caro (un peso por quintal), razón por la que desde inicios de 1850 se hablaba de la posibilidad de construir un ferrocarril que acortara las distancias con los mercados británicos y abaratar los costos del transporte, idea que cristalizó hasta principios de la década de 1890.

El café y el capitalismo de base agraria marcharon de la mano dejando una huella profunda en la economía y sociedad costarricense del siglo XIX cuyas repercusiones llegan a nuestros días. Pero, ¿cómo repercutió la caficultura y el capitalismo de base agraria en la dinámica y el proceso de cambio social? Eso es lo que se tratará de explicar a continuación.

3. LA SOCIEDAD COSTARRICENSE Y EL NUEVO MODELO DE DESARROLLO ECONOMICO.

3.1. Sociedad y trabajo en el mundo precafetalero.31    ?. José A. Salas V. "La búsqueda de soluciones al problema de la escasez de tierras en la frontera agrícola: aproximación al estudio del reformismo agrario en Costa Rica. 1880-1940", en Revista de Historia. Número especial. Simposio Historia, Problemas y Perspectivas Agrarias en Costa Rica, EUNA, 1985, Pp. 97-161.

32    ?. Iván Molina J. Op. Cit. 1989, Pp. 216-218.

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Antes del éxito cafetalero, la vida de los costarricenses se vio limitada por las oportunidades inherentes al patrón de poblamiento nucleado impuesto por las autoridades españolas. El espacio geográfico en la parte central del país se componía de una serie de pueblos y caseríos en los que se concentraban las viviendas, alrededor de los cuales se ubicaban los terrenos de labranza que no quedaban más allá del medio día de camino del centro habitacional. Esta forma de poblamiento fue expresión del control social, político y tributario a que se vieron sometidos los habitantes de la época, sobre todo a partir del reformismo borbónico.

El control burocrático a la migración, hizo que la presión sobre la tierra fuera cada vez mayor, el recurso se tornó escaso y por esto muchos hogares campesinos subsistieron en medio de la pobreza o como dependientes de la parentela que vivía bajo condiciones más cómodas. Otros por su parte debieron encontrar el sustento desempeñando trabajos artesanales o trabajando la tierra de propietarios mayores.

La sociedad precafetalera, independientemente del pueblo que se tratara, se desenvolvía en medio de una amplia división social del trabajo que tenía su expresión en la notoria diferenciación social entre y al interior de los distintos grupos de trabajadores. En consecuencia, estaba muy lejos de ser igualitaria y homogénea, situación que se agravaba ya que las posibilidades de ascenso social eran realmente difíciles.(33)

La diferenciación al interior de los diversos grupos sociales la marcaba la posesión de la tierra, de los instrumentos de labranza y algunos bienes de fortuna que generaban prestigio, poder y control social por medio del crédito, la provisión y compra de mercancías. Las unidades de producción campesina no eran autosuficientes y por eso requerían de diversas mercancías provistas por los comerciantes las cuales eran elaboradas por los artesanos de la comarca o traídas del exterior. Esta pauta permitió la injerencia indirecta de los comerciantes, presionando para que se modificaran algunas de las pautas productivas al interior de las explotaciones campesinas, lo que condicionó para que las posibilidades de ascenso social y material dependieran del contacto que las chacras tuvieran con el mercado.

La dinámica social también estaba permeada por una serie de controles incubados en la tradición. Así por ejemplo, en el mundo de trabajo era frecuente la colaboración comunal expresada a través del uso colectivo de pastizales, potreros, aguas, bosques, tierras ejidales, uso del molino, etc. Por eso el comprar tierras a la Corona, en forma colectiva por un grupo de vecinos, fue una forma corriente de garantizar la sobrevivencia familiar, la cual se complementaba con la cooperación vecinal en los períodos de recolección de la cosecha.

La vida en los pobladores transcurría entre el cultivo del suelo, el trabajo familiar, el trueque, el comercio, la crianza de los hijos, el matrimonio, el culto religioso y los rituales funerarios. El resto de la dinámica social se desenvolvía en medio de un fuerte control al proceder individual, sobre todo en los casos de delincuencia, vagancia, vicios, locura, indigencia, etc. Pero igualmente, la comunidad era solidaria ante los casos de orfandad, el combate de las plagas y por supuesto las fiestas, principal medio para promover la interacción social entre los pobladores de los distintos villorios. (34)

Este tipo de dinámica, unida a la falta de estímulo que pudiera brindar un producto de exportación, hacía que los movimientos migratorios fueran lentos y fuertemente controlados sobre todo gracias a la mentalidad religiosa que sancionaba la vida marginal y no "civilizada" por las

33    ?. Lowell Gudmundson. Op.Cit., 1993. Pp. 43-80.

34    ?. Iván Molina J. Op. Cit. 1991, Pp. 246-250.

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oportunidades que abría al pecado y el escape a las contribuciones civiles y religiosas. Por su parte, la vida familiar estaba bajo el yugo del varón, cabeza de familia, aunque también mujeres viudas y solteras desempeñaron las tareas de cabezas de hogar, organizando el trabajo y la explotación de la tierra con los demás miembros del núcleo familiar.

En los primeros años posteriores a la independencia, las condiciones no variaron mucho, tal y como lo reflejan las acciones político electorales del momento, las cuales

"...hundían sus raíces en la cotidianeidad de sus habitantes, no era un mundo aparte, sino un quehacer permanente y poco diferenciado que transcurría sutilmente en el trato comercial, la fiel asistencia a misa, la amena conversación con el vecino y la apasionada y fugaz diversión...En ese espacio limitado las relaciones personales se multiplicaban, los sujetos compartían diversas actividades de manera que cualquiera de sus integrantes sólo podía llevar a cabo sus propósitos actuando conjuntamente con otros...Los vecinos se conocían unos a otros y los principales actúan valiéndose de ese conocimiento...Las relaciones sociales tenían como pilar básico la tierra comunal y la solidaridad expresada en la colaboración vecinal. Esos factores en su conjunto proporcionaron el marco material y moral para la acción política sustentada en favores, lazos sanguíneos, alianzas familiares y apoyos mutuos."(35)

3.2. La producción capitalista y el cambio social.

El éxito cafetalero introdujo cambios significativos en la sociedad de la época al otorgar un valor diferente a la tierra, al trabajo y al aumento de la riqueza material. En los inicios de la expansión cafetalera la sociedad se caracterizaba por su alto grado de diferenciación social. Por un lado se destacaba un grupo minoritario, pero no homogéneo, compuesto por personas acaudaladas como los comerciantes, algunos burócratas de importancia y los eclesiásticos quienes ostentaban su mejor ubicación dentro de la estructura social, gracias a la posesión de dinero y al número de sirvientes que tuvieran bajo su mando. La mayoría estaba constituía por una masa dedicada a las labores de la tierra entre las que destacaban los agricultores, labradores y jornaleros, quienes se diferenciaban a su interior de acuerdo a los bienes de fortuna que poseían y al prestigio obtenido al interior de sus comunidades.

Este grupo mayoritario dependía del acceso que pudiera tener a la tierra, fuera ésta privada, ejidal o comunal como un medio para enfrentar la pobreza en el contexto de una población nucleada y sin grandes estímulos para la migración. Su destino lo compartían los artesanos, también diferenciados en su interior, por los ingresos monetarios que percibieran por su trabajo y el grado de especialización de su oficio.

El cultivo del café alteró los niveles y formas de productividad en las fincas campesinas, cambiando la lógica de la estructuración social existente hasta el momento. Sus rendimientos y relaciones con el mundo exterior le dieron otro significado a la riqueza, la pobreza, la tierra, el trabajo, el capital y el comercio. La aspiración que movió a las mayorías fue la de ostentar la posición de propietarios aprovechando las oportunidades que se abrían con la migración y colonización agrícola de

35    ?. Margarita Silva. "Las elecciones y las fiestas cívico electorales en San José, durante la formación del Estado Nacional en Costa Rica. (1821-1870)." (Tesis de Maestría en Historia, U.C.R, San José, 1993), Pp. 136-137.

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las tierras ubicadas más allá de los pueblos antiguos del Valle Central y a las orillas de los caminos que conducían a los puertos.

Los rendimientos económicos y la posesión de la tierra hicieron que la acumulación de la riqueza se convirtiera en el elemento que habría de unificar los comportamientos de la élite cafetalera y de la masa campesina, pero también en el factor que los distanciaba como grupos y señalaba importantes diferencias a su interior. Esos elementos de distinción fueron más notorios en las ciudades grandes, sobre todo, en las de mayor actividad económica, como San José, y un poco menos notorios en los pueblos nuevos de las afueras, aunque conforme pasaba el tiempo los matices se profundizaban.

Las diferencias entre los trabajadores de la tierra las marcaba la mayor o menor extensión de las propiedades, los rendimientos que se obtuvieran de ella y la riqueza que concentraban. El éxito que estos propietarios evidenciaban demostraba experiencia, sacrificio, racionalidad; rasgos que a nivel del comportamiento social se traducían en el prestigio y respeto que legitimaba el control de los cargos políticos en los gobiernos locales para orientar las acciones del desarrollo regional. Sin embargo, llegar a ese punto fue una tarea difícil que se iniciaba con la migración de matrimonios jóvenes, que voltearon la montaña, abrieron caminos y que consagraron su vida al trabajo. Por eso eran personas que acumulaban varios años de edad (más de cuarenta) y experiencia.

Matices similares se notaban entre los otros agricultores y labradores, asociados todos a la edad, al tiempo que llevaran de trabajar sus tierras y al éxito obtenido en su labor. Los migrantes en general eran matrimonios jóvenes que formaban la familia en el sitio donde se establecían, por eso sus primeros años eran duros y la fortuna tardaba en llegar. Al labrarse la tierra con mano de obra esencialmente familiar, había que esperar a que los hijos crecieran, aumentaran en número y sobrevivieran a las enfermedades de la época, para que la parcela diera dividendos provechosos. Igualmente, los adelantos de herencia en efectivo fueron comunes y cruciales como ayuda inicial para obtener el éxito esperado.

Por su parte, los jornaleros eran el grupo más pobre y su condición hasta cierto punto denotaba una inserción no provechosa dentro de las condiciones que se daban en aquellos momentos. Sus ingresos provenientes del trabajo asalariado, rápidamente escapaban de sus manos al tener que comprar lo necesario para su subsistencia, en un mundo donde la inflación crecía como consecuencia de la especialización productiva, la importación de mercancías y comestibles del exterior y el aumento acelerado de salarios, producto de la escasez de mano de obra, el leve crecimiento de la población (2% anual) y los movimientos migratorios. (36)

No obstante, el mayor o menor éxito económico y la ubicación dentro de la estructura social, también tenía que ver con las actividades productivas a que se vinculaban los propietarios y los trabajadores. El café era el cultivo de mayor prestigio, implicaba inversión, laboriosidad, ganancias importantes y acceso a bienes de consumo con mayor holgura, mientras que los cultivos y actividades de subsistencia denotaban cierta lejanía del progreso y una forma de quedarse atrás. Por esto los finqueros cafetaleros eran los de mayor fortuna y estaban plenamente identificados con la agricultura mercantil, mientras que los propietarios menores se vinculaban a la agricultura de subsistencia y a la eventual venta de su fuerza de trabajo.

En medio de una escasez recurrente de brazos, el trabajo asalariado fue en aumento, beneficiando a labradores y jornaleros y aumentando el prestigio, poder e influencia de los patronos cafetaleros, condición que fue capitalizada para controlar la acción política en provecho de los grupos dominantes. Pero también, el marco general de oportunidades y condicionamientos que aportó la

36    ?. Lowell Gudmundson. Op. Cit., 1993, Pp. 81-119.

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caficultura rompió las ataduras y estructuras rígidas heredadas del período colonial abriéndose las puertas para que los distintos sectores de la población pudieran experimentar procesos de movilidad social ascendente, demorando la proletarización plena del campesinado.

El café y el capitalismo agrario hicieron que el campesinado costarricense se sintiera y expresara como un grupo parcelario de aspiraciones burguesas, polarizado en su interior por diversos factores, pero todos ligados al trabajo y la posesión de la tierra. Por otra parte, provocó que la élite cafetalera se unificara en su acción, en torno a un producto de exportación y un modelo de desarrollo capitalista. Su negocio estuvo en controlar toda actividad que fuera de alta rentabilidad: crédito, café, comercio, etc., pero dadas las condiciones de producción su relación con los productores directos no adquirió los matices de una explotación desalmada. Por eso, aunque el modo de producción los distanció del campesino en cuanto a bienes de fortuna, manejo del poder político y disfrutes materiales, si compartieron el destino con él, ya que en última instancia con su trabajo e ilusiones, fue el productor de la riqueza y el progreso material. Esta condición es uno de los rasgos más notables del capitalismo de base agraria costarricense.

En el desarrollo de sus perspectivas, la élite no fue un grupo cerrado y compartió proyectos y actividades con los extranjeros y eclesiásticos de todas las comunidades. Sin embargo, al calor de la caficultura los subgrupos locales unieron sus lazos con mayor intensidad, ya fuera bajo el sello de las sociedades comerciales o por medio de los vínculos matrimoniales, formando verdaderos clanes que se disputaban el control del poder político para utilizarlo en su beneficio. En este contexto, los sectores subalternos no pudieron quedarse fuera del juego, así:

"Los profundos cambios sociales operados en la composición de los grupos traería consigo irremediablemente la transformación de las relaciones sociales comunales que antes se basaban en la solidaridad vecinal. En la sociedad de mediados del siglo XIX se dibujan los primeros trazos oligárquicos, que producirían la acentuación de las diferencias y una redefinición del equilibrio existente entre los grupos. La coincidencia de ideales económicos entre el campesinado y los cafetaleros daría origen a relaciones sociales determinadas por los beneficios económicos, tales como el clientelismo, la honorabilidad cedería espacio al contrato. La ley sería, en adelante, el gran regulador entre los diversos sectores sociales." (37)

El impacto que la caficultura tuvo en nivel de relaciones políticas también tocó lo más profundo de las relaciones familiares. Las nuevas condiciones fomentaron el trabajo duro para todos los miembros del núcleo familiar. El número de hijos era importante, al igual que la más larga permanencia en el hogar con el fin de obtener y prolongar mayores dividendos para la unidad familiar. Esto tenía la intención de consolidar las fortunas familiares con un significado que iba más allá del ahorro para emergencias, usual durante el período precafetalero. Se trataba ahora de apoyar a los hijos y matrimonios jóvenes para que migraran con el auxilio proporcionado por los adelantos de herencias y que reprodujeran en las tierras de la frontera los patrones de reproducción y éxito capitalista que el café les enseñó en sus pueblos de origen.

Definitivamente la Costa Rica de 1870 era otra muy diferente a la que se heredó después de

37    ?. Margarita Silva. Op.Cit. 1993, P. 143.

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más de dos siglos de dominación española. Su transformación se había consolidado en poco menos de cincuenta años.

CONCLUSION.Las transformaciones fomentadas por la caficultura impactaron en muy distintas direcciones

pero a partir de un eje central, cual fue la consolidación de un modelo de desarrollo capitalista basado en el agro. Este modelo, impulsó la explotación desigual tanto del país en general por el tipo de vínculos y compromisos dependientes que adquirió con el mercado externo, como por las relaciones de producción, explotación y dependencia que consolidó al interior de la nación. A este modelo de desarrollo también se debe la ruralización, el parcelamiento privado del país, la desaparición de los terrenos comunales y el aumento de los índices de productividad. Igualmente logró integrar la población al vincular la mayoría de los oficios al trabajo de la tierra y a un producto básico de exportación.

Los habitantes fueron redistribuidos hacia el campo y ligados a las labores agrícolas, lo que simplificó las angustias que los hogares de herencia colonial tenían para sobrevivir. De la misma forma moldeó el accionar político por la vía de la legalidad, la negociación y el convencimiento al integrar a la sociedad plena dentro de una misma estructura productiva y patrón de desarrollo.

La diferenciación social orbitó en torno a la vinculación de los pobladores con las actividades productivas marcando una profunda diferencia respecto a la alta polarización existente el período anterior. Es decir, la caficultura abrió espacios para desarrollar procesos de movilidad social ascendente y con ellos la legitimación de una vivencia democrática que contradictoriamente restringía el acceso al poder, elemento que será la base de los choques que habrían de darse en los años venideros, como se explicará en un próximo trabajo.

En este sentido, la caficultura estuvo presente y moldeando la construcción y el destino del Estado Nacional. La organización administrativa, las pugnas y decisiones políticas, la diplomacia, el crecimiento institucional y económico llevaron siempre el sello cafetalero, tal y como también sucedió en el campo de la construcción de obras de infraestructura y vinculación a los mercados internacionales.

La actividad y el modelo de desarrollo económico permearon todos los sectores sociales haciéndolos compartir un mismo destino. Esto los unía o distanciaba cuando las decisiones políticas tocaban a sus puertas, actitud que sirvió de escuela para la formación democrática del costarricense. Las condiciones bajo las que se consolidó el cultivo y el modelo de desarrollo, hizo que las opiniones, apoyos, disconformidades e inquietudes se expresaran por la vía legal como un medio de preservar la fortaleza y concretar las esperanzas depositadas en el patrón de desarrollo económico.

La dependencia monocultivista, la fragilidad económica frente a las grandes potencias internacionales, el endeudamiento externo fueron elementos que tuvieron su mayor expresión después de 1870 y la causa de muchos males que todavía hoy se lamentan. Lo mismo podría decirse de los gobiernos elitistas y dictatoriales que con su mano fuerte impusieron y dieron la tónica para la modernización del Estado a partir de la misma fecha y hacerlo corresponder a los requerimientos de un modelo de desarrollo capitalista más agresivo. Sin embargo, y a pesar de las críticas que puedan hacerse a toda esta situación no puede negarse el impacto que la caficultura tuvo para orientar a Costa Rica por las rutas de un modelo desarrollista claro, promoviendo la transformación de la sociedad y hasta la práctica política de acuerdo a las directrices de ese modelo, el cual nos da abundantes luces para comprender la situación que se vive en el presente.

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