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Dones para rejuvenecer la Iglesia Carismas e Iglesia. Una historia compleja Carlos García Andrade, c.m.f. Dones jerárquicos y carismáticos: ¿Sintonía o diversidad? Mariano Steffan, o.f.m.cap. Economia de comunión: Una respuesta a las apelaciones del papa Francisco Guido Miglietta, o.s.j. San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal: Testigos de la “unidiversidad” en la Iglesia Morand Wirth, s.d.b. Acoger nuevos brotes María del Mar Gómez Mañas,o.m.i. N.º 102/2017 Julio - Septiembre

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Dones pararejuvenecer la Iglesia

Carismas e Iglesia. Una historia compleja Carlos García Andrade, c.m.f.

Dones jerárquicos y carismáticos:¿Sintonía o diversidad? Mariano Steffan, o.f.m.cap.

Economia de comunión: Una respuestaa las apelaciones del papa Francisco Guido Miglietta, o.s.j.

San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal:Testigos de la “unidiversidad” en la Iglesia Morand Wirth, s.d.b.

Acoger nuevos brotes María del Mar Gómez Mañas,o.m.i.

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Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; JoséLuis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; Santiago Sierra, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Av. El Ferrol, 49. 28029 Madrid. Tel. 917 39 10 56 - Mov.  696 415 291 - e-mail: [email protected]

Composición: José Luis Belver, o.s.a. www.unidadycarismas.com

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3Unidad y Carismas, N.º 102 Junio - Septiembre 2017

DONES PARAREJUVENECER LA IGLESIA

Editorial

Un nuevo paradigma

de nuevas “mutuae relationes” Mauro Mantovani, s.d.b. 4

Perspectivas

Carismas e Iglesia. Una historia compleja Carlos García Andrade, c.m.f. 7

Dones jerárquicos y carismáticos:

¿Sintonía o diversidad? Mariano Steffan, o.f.m.cap. 12

No una estrella, sino una constelación La Redacción 19

Economía de comunión: Una respuesta

a las apelaciones del papa Francisco Guido Miglietta, o.s.j. 25

Testigos

Miloslav Vlk: La valentía de un pastor Mariano Steffan, o.f.m.cap. 32

Experiencias

San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal:

Testigos de la “unidiversidad” en la Iglesia Morand Wirth, s.d.b. 35

Nuevos horizontes

Acoger nuevos brotes Mª del Mar Gómez Mañas, o.m.i. 39

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Unidad y Carismas

EDITORIALEDITORIAL

Un nuevo paradigma de

nuevas «mutuae relationes»

l 2 de febrero de 2016, se concluía el Año de la Vida Consagrada, con el Encuentrointernacional memorable Vida consagrada en Comunión, celebrado en Roma aque-llos mismos días. «Estad en el corazón del mundo con el corazón de Dios», había

recordado el papa Francisco a todos los religiosos y religiosas, y el camino indicado prosi-gue. Sabemos que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades deVida Apostólica (CIVCSVA), desde hace tiempo está trabajando en la preparación de unanueva edición actualizada de Mutuae Relationes, el Documento que en 1978 fue redactadoconjuntamente con la Sagrada Congregación para los Obispos, siendo dedicado a los crite-rios que debían regir en las relaciones entre los obispos y los religiosos en la Iglesia. Aqueltexto, compuesto de una parte doctrinal y de otra normativa, pretendía establecer «una me-jor y más eficiente aplicación de los principios renovadores indicados por el concilioecuménico Vaticano II». Se lee en la introducción: «La doctrina conciliar acerca del miste-rio de la Iglesia, junto con las constantes innovaciones culturales, han llevado las cosas atal sazón que han empezado a surgir por doquier problemas completamente nuevos; pro-blemas delicados y complejos que, sin embargo, han resultado con frecuencia positivos. Ta-les problemas se refieren a las relaciones mutuas entre Obispos y Religiosos que han sidomotivo de especiales preocupaciones».

Con ocasión del Sínodo de los Obispos de 1994 ya se había propuesto una puesta al día deMutuae Relationes, pero, dos años después, el papa Francisco dio la orden formal de estu-diarlo y replantearlo. En enero de 2017, en una Plenaria de ambos Dicasterios, ya se discu-tió un boceto de un nuevo documento que presentaba una importante novedad, porque trata-ba de las mutuas relaciones entre los pastores y la vida consagrada considerada en su totali-dad, de hombres y mujeres. También en dicho mes, la CIVCSVA publicó sobre los mismos

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temas de la vida consagrada, oportunas Orientaciones con el título: A vino nuevo odres nue-vos. La vida consagrada y sus desafíos desde el Concilio Vaticano II.

Con el propósito de ofrecer una aportación de carácter teológico y cultural a esta refle-xión, Unidad y Carismas ha querido dedicar este número para profundizar en el tema de“mutuae relationes” mirándolo no solo desde el punto de vista de la coesencialidad entre di-mensión jerárquica y carismática propia de la eclesiología de comunión del Vaticano II y delpostconcilio, sino también en el contexto de una visión más global que, desde la ciencia, laecología, las dinámicas de la globalización y de la sociedad –con sus conquistas y con susproblemas y desafíos– presenta hoy un paradigma de la “visión relacional” de la realidad.“Todo está en relación”, “todo está enlazado”, “todo está conexo” …, nos ha recordado elpapa Francisco en la Laudato si’, así como la asunción del dinamismo del diálogo, del en-cuentro, de la integración, de la “inclusión del nosotros” en la reciprocidad y en la comu-nión, aparecen como un diseño fundamental, además de la “valiente revolución cultural”(Laudato si’, 114) que nos pone como alternativa tan urgente para el futuro, tanto de la so-ciedad como de la Iglesia, basándose en una nueva ontología proyectada según el modelo dela Trinidad.

Las aportaciones que ofrecemos en este número van en esta dirección. En las Perspecti-vas, volvemos al debate conciliar y posconciliar sobre los carismas y la coesencialidad conla dimensión jerárquica, dentro de una eclesiología de comunión. Se ofrecen también algu-nas consideraciones sobre la importante Carta Iuvenescit Ecclesia de la Congregación parala Doctrina de la Fe (16 mayo 20116) dedicada a la relación entre dones jerárquicos y ca-rismáticos para la vida y la misión de la Iglesia, mostrando sobre todo los frutos de la reci-procidad entre iglesia local y carismas, antiguos y nuevos.

La Iglesia rejuvenece si es más carismática y si al mismo tiempo los carismas y los nue-vos movimientos se abren auténticamente a las otras vocaciones eclesiales y entran en co-munión con la Iglesia local y universal, superando la tentación del aislamiento y de la auto-referencialidad y aplicando hasta el fondo el valor de la encarnación y del ofrecimiento a to-dos, en la comunión y en la reciprocidad del don específico recibido, que es para toda laIglesia y para la humanidad.

Las secciones de Experiencias y Testigos ofrecen además, con una mirada abierta a la plu-ralidad de contextos históricos, geográficos y culturales, algunas realizaciones concretas de“mutuae relationes” siempre armonizadas, aunque de modo diverso, según este nuevo para-digma relacional de la coesencialidad.

Vivimos un momento fascinante en el que, desde varios frentes, nos damos cuenta quepara expresar unas nuevas “mutuae relationes” se necesita un nuevo paradigma relacional:la vida consagrada, al hallarse “en el corazón de la Iglesia”, puede ser también ahora comoen el pasado, una “forja” de nueva cultura y de “mejores prácticas”, una “palestra” en la quese pueda experimentar lo que el papa Benedicto XVI indicó en la Caritas in Veritate (29 dejunio de 2009) como una exigencia para toda la Iglesia: «Es preciso un nuevo impulso del

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5Editorial

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Unidad y Carismas

pensamiento para comprender mejor lo que implica ser una familia, la interacción entre lospueblos del planeta nos exige dar ese impulso, para que la integración se produzca en elsigno de la solidaridad en vez del de la marginación. Dicho pensamiento obliga a una pro-fundización crítica y significativa de la categoría de la relación» (n 53). Desde esta perspec-tiva asume un significado más sólido la invitación a ser vino nuevo en odres nuevos, justa-mente porque –como nos recuerda el papa Francisco– «las personas consagradas son unsigno de Dios en los diferentes ambientes de la vida, son levadura para el crecimiento deuna sociedad más justa y fraterna, profecía del compartir con los pequeños y los pobres. Asíentendida y vivida, la vida consagrada se nos presenta como realmente es: ¡un don deDios!, un don de Dios a la Iglesia, un don de Dios a su Pueblo. Cada persona consagradaes un don para el Pueblo de Dios en camino» (Ángelus, 2 de febrero de 2014).

Mauro Mantovani, s.d.b.

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«Nuestros fundadores y fundadoras han sentido en sí la compasión que embargabaa Jesús al ver a la multitud como ovejas extraviadas, sin pastor. Así como Jesús, movi-do por esta compasión, ofreció su palabra, curó a los enfermos, dio pan para comer,entregó su propia vida, así también los fundadores se han puesto al servicio de la hu-manidad allá donde el Espíritu les enviaba, y de las más diversas maneras: la interce-sión, la predicación del Evangelio, la catequesis, la educación, el servicio a los po-bres, a los enfermos... La fantasía de la caridad no ha conocido límites y ha sido capazde abrir innumerables sendas para llevar el aliento del Evangelio a las culturas y a losmás diversos ámbitos de la sociedad.

El Año de la Vida Consagrada nos interpela sobre la fidelidad a la misión que senos ha confiado. Nuestros ministerios, nuestras obras, nuestras presencias, ¿respon-den a lo que el Espíritu ha pedido a nuestros fundadores, son adecuados para abordarsu finalidad en la sociedad y en la Iglesia de hoy? ¿Hay algo que hemos de cambiar?¿Tenemos la misma pasión por nuestro pueblo, somos cercanos a él hasta compartirsus penas y alegrías, así como para comprender verdaderamente sus necesidades ypoder ofrecer nuestra contribución para responder a ellas? “La misma generosidad yabnegación que impulsaron a los fundadores – decía san Juan Pablo II – deben move-ros a vosotros, sus hijos espirituales, a mantener vivos sus carismas que, con la mismafuerza del Espíritu que los ha suscitado, siguen enriqueciéndose y adaptándose, sinperder su carácter genuino, para ponerse al servicio de la Iglesia y llevar a plenitud laimplantación de su Reino”».

Carta Apostólica del papa Francisco a los Consagrados, nº 2, 2 de febrero de 2014.

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EN la historia de la Iglesia ha sucedidosiempre que, mientras algunos de-bates teológicos ocupaban el centro

del escenario, otros, de no menos impor-tancia, aunque tal vez más complejos, per-manecían en un segundo plano, sin hacermucho ruido, en espera de que una situa-ción les ponga en primer plano. Un proce-so de este género se ha dado en la Iglesiacon la cuestión de los carismas.

En el Concilio de Jerusalén la cuestióncentral era la acogida en la Iglesia de losque no eran hebreros, o no gozaban de laheredad del Antiguo Testamento. Pero noera la única diferencia existente entre lascomunidades de origen paulino y las co-nectadas más directamente con Jerusalén.Estaban unidas a los carismas y a la inte-gración eclesial de los mismos.

El complejo proceso inicial

Sabemos que en algunas de las comuni-dades paulinas la acción del Espíritu Santohabía sido espectacular, por la abundanciade dones carismáticos. Esto produjo, con elcorrer del tiempo y con la progresiva insti-tucionalización de algunos servicios ecle-siales un estilo propio, muy vinculado alEspíritu, menos estructurado.

En otras comunidades prevalecía, sinembargo, la memoria de las intervencio-nes directas de Jesús (había elegido a losapóstoles, por designación personal, leshabía comunicado a ellos sus poderes -exousia) por los que los doce habían que-dado como una realidad especial. El crite-rio de apostolicidad que elabora Lucas esmucho más limitado y estructurado. En él

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Carlos García Andrade, c.m.f.

Carismas e Iglesia.Una historia compleja

En las líneas siguientes, trato de ilustrar la problemática historia de las relacionesentre carismas y jerarquía eclesial desde los orígenes bíblicos hasta el presente. Unahistoria compleja, no siempre bien resuelta, pero que hoy parece abriese a una nuevavisión tan necesaria.

PERSPECTIVASPERSPECTIVAS

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Unidad y Carismas

expresa claramente los criterios sobrequien puede recibir este nombramiento:el que ha sido elegido por Jesús, (por ex-tensión, los colaboradores); quien ha vivi-do con el Jesús histórico (Hch 1, 21ss) yquien ha sido testigo de la resurrección (1Cor 9, 1; 15, 7-9). Por eso se sintió, despuésdel fracaso de Judas, el deber de completarel número de los doce.

Pero en seguida se presentaron las difi-cultades. Era necesario poner a alguiencomo responsable de la comunidad funda-da, y los apóstoles no estaban dispuestos.La universalidad del mandato misionerode Jesús, no se emparejaba bien, con estanecesidad. Los apóstoles gozaban de la au-toridad indiscutible, pero las personas delgobierno eran otras. Muy pronto la pala-bra apóstol no se reduce a los doce, sinoque se emplea para nombrar a los colabo-radores en la misión. Santiago, cabeza dela comunidad de Jerusalén, no era unapóstol.

Pablo no tenía el menor problema enemplear la palabra “apóstol” para hablar desus colaboradores en la misión. Hay algu-nos como Andrónico y Junia (Rm 16, 7) oSilvano o Timoteo (1 Tes 2, 7). Muestra, portanto una actitud diversa. La razón es sim-ple. Estamos todavía en un tiempo en elque las iniciativas carismáticas no sehabían institucionalizado. Solo en el pro-ceso posterior se establece una diferencia.Algunos carismas son ministerializados,en el sentido que se considera que son es-tructurales, vinculados al nacimiento deuna comunidad (se les llama presbíteros,ancianos). Cuando sucede la muerte deuno de ellos se busca a uno que continúetal servicio.

Sin embargo, otros carismas (profecía,doctores itinerantes), aun siendo impor-tantes para la comunidad, no implican lacontinuidad en ella, ni la obligación de que

alguno ocupe el lugar cuando falta. Son li-bres iniciativas del Espíritu ligadas a laspersonas, pero no estructurales en la co-munidad.

Cuando la fe cristiana es reconocidacomo religión oficial del Imperio Romano,al mismo tiempo que se pasa de la organi-zación eclesial para la comunidad a la or-ganización geográfica (diócesis, parro-quias) ya no permanecen la mayor partede estos servicios carismáticos. Algunosdesaparecieron. Otros fueron asumidospor el ministerio ordenado. Y, sea comosea, desaparecidas las comunidades cris-tianas, aparece el presupuesto que habíahecho nacer los dones carismáticos: unavía de comunidad.

El precio que deberá pagarse por este re-conocimiento será que en adelante los mi-nistros ordenados de la Iglesia tendrántambién cargas y empeños adjuntos, deri-vados de que son funcionarios del Imperio,una carga que, mezclando las responsabili-dades religiosas con responsabilidades ci-viles, será fuente de muchos problemas enetapas posteriores.

La crisis de la Reforma

El problema oculto se hará central con lacrisis de la Reforma. La crítica de losevangélicos tendrá como objetivo principalel proceso de institucionalización de losimpulsos del Espíritu. Buscando una igle-sia más espiritual, adelgazada de tantascargas y estructuras, los protestantes re-chazaron la forma de entender el ministe-rio, como sometido a una regla estable. Jus-tamente porque, según la interpretaciónde ellos, la institucionalización significaque algo que quizá nació como impulso delespíritu, que nace de la fe, en el proceso deestructuración como entidad fija, se con-vierte en una obra de la ley. Precisamente

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en el momento que deja de ser carismáticoy se hace institucional. Por esto han hechode la doctrina bíblica de los carismas unade las “banderas” de su propuesta cristianaalternativa.

Por idéntica razón, el bando opuestotendrá una clara sospecha de cualquier vi-sión que busque recuperar la raíz ca-rismática que se encuentra sin duda en losorígenes de los institutos religiosos. Serásospechosa de aproximación al protestan-tismo. De este modo la confrontación en-tre Iglesia jerárquica e Iglesia espiritual,entre dimensión institucional y dimen-sión carismática será una herencia no re-suelta del conflicto con la Reforma. Enaquel momento nace la idea que los caris-mas del Espíritu no institucionales hansido, en realidad, solo algunos dones ex-traordinarios concedidos por Dios a laIglesia en sus inicios, que después de lamuerte de los Apóstoles habrían desapa-recido. Por eso no tendría sentido hablarhoy de carismas.

El debate en el Vaticano II

Así llegamos a las puertas del concilioVaticano II. La mayor preocupación de losPadres Conciliares era la de superar la vie-ja (del tiempo de la Reforma) oposiciónentre una Iglesia jerárquica (del derecho)y una Iglesia carismática (del amor).Señal de esta dificultad es que la palabra“carisma”, no se ha usado de ningún modoen el capítulo VI de la Lumen Gentium, eldedicado a los religiosos, si bien en lasdiscusiones internas de las comisiones,había sido reclamado por muchos el em-pleo de esta palabra. En los textos del Va-ticano II aparecen otros términos que sonsimilares a “carisma” como “don” o como“gracia”. Pero lo que revela que existió unaexplícita voluntad de no emplear este tér-

mino es que, en las citas bíblicas introdu-cidas para confirmar estos textos, la pala-bra griega correspondiente es casi siem-pre ‘carisma’.

Aun cuando no podemos ni siquieraacercarnos al intenso debate que se dio,podemos retomar la “intrahistoria” deldocumento en este proceso. En el debatedestacaban dos posiciones teológicasopuestas: la del cardenal Ruffini, que conla visión canónica rechazaba el uso de lapalabra carisma en el caso de los laicos yde los religiosos (para ellos bastaba laconfiguración canónica de los estados devida) y reforzaba la idea que los carismasno ministeriales habían sido en todo casodones extraordinarios exclusivos de lostiempos apostólicos, destinados a desa-parecer

Directamente opuesta, era la del carde-nal Suenens, que defendía, sin embargo, elvalor del reconocimiento de los carismasen los laicos. Rechazaba también que la je-rarquía de la Iglesia fuese presentadacomo desconectada de los carismas delEspíritu, como si fuese simple obra admi-nistrativa.

Ponía en primer plano que los carismasson obra del Espíritu Santo, que actúasiempre en su Iglesia y que, por tanto,siempre han existido los carismas a lo largode la historia de la Iglesia. En fin, defendíael ajuste teológico y eclesiológico del argu-mento, en vez del canónico.

Una vez admitida la palabra “carisma”, laprimera reacción fue la de decir que, en re-

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9Perspectivas

Desaparecidas las comunidadescristianas, aparece el presupuestoque había hecho nacer los dones ca-rismáticos: una vía de comunidad.

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Unidad y Carismas

quía). Sin embargo, no se lograba enten-der bien por qué motivo no se debía atri-buir a los dones jerárquicos la cualidad ca-rismática.

¿Cómo no considerar los dones que re-cibe el ministro ordenado como realida-des también carismáticas? Ciertamente,la característica común de los carismas,entendidos como dones especiales, era sucarácter personal (eran dados a las perso-nas), su gran variedad y diversidad, y elcarácter temporal (duran cuanto la vidade las personas que lo han recibido, sibien, en el caso de los fundadores, los ca-rismas continúan y se desarrollan en sushijos/hijas). Los dones conferidos al mi-nisterio ordenado están vinculados al en-cargo (no personales), son iguales paratodos, y son permanentes. Por tanto, másallá de la misión distinta, había tambiénuna base para hablar de distinción.

Pero en medio de este debate entraronlas ideas esenciales, al menos en cuantorespecta a una inicial aproximación teoló-gica a la dimensión carismática de la Igle-sia: Los carismas son dones del Espíritu;distribuidos a todos los miembros (sacer-dotes, religiosos y laicos); en beneficio detoda la Iglesia (destino universal); que de-ben ser examinados por la jerarquía; quelos carismas existen desde siempre en laIglesia y pertenecen a todos los tiempos(no solo a los tiempos apostólicos) y, porconsiguiente, son parte esencial de laIglesia, distintos de los dones jerárquicos(pero entrambos constitutivos); los mi-nistros ordenados pueden recibir caris-mas de parte del Espíritu Santo, pero a losdones recibidos en razón de la propia mi-sión se prefiere llamar “dones jerárquicos”en vez de carismas, y esta delimitación esdecisiva. Trataban de evitar la oposiciónentre iglesia jerárquica e iglesia carismáti-ca, por eso ponían el origen de los dos enel Espíritu. Pero trataban también de evi-

alidad, los primeros carismáticos son losmiembros de la jerarquía. Por eso se pidióincluir en el documento algunos referentesal carisma de infalibilidad, al carisma deinspiración, al carisma apostólico que losobispos reciben mediante la imposición delas manos, y, en general, a cómo en los mi-nistros ordenados se da aquel carisma per-manente que garantiza que Cristo puedeactuar en la iglesia como maestro, sacerdo-te y rey. Había mayor dificultad para apli-carlo a los laicos.

Después se trató de limitar las diferen-cias, buscando superar la oposición entrelas dos eclesiologías, y así se hablaba, engeneral, de carismas diversos (para los lai-cos, para el ministerio ordenado, para losreligiosos). Después se vio que el hecho deno establecer diferencias entre los caris-mas y los grados jerárquicos, comportabaun cierto riesgo: si los carismas se ponenen el mismo plano que el carisma del mi-nisterio ordinado, tal vez estos podíanconcluir que también a ellos correspondíauna parte del gobierno de la Iglesia, y porconsiguiente, para refrenar este riesgo, sellegó a la distinción entre dones jerárqui-cos y carismáticos. Por eso, aunque tal dis-tinción se revelara justa, en el origen erauna decisión salomónica. Todos tienen elmismo origen (el Espíritu Santo) pero sondistintos, aunque sin esclarecer con preci-sión la razón de la distinción. Quiero decirque los padres conciliares sabían bien quelos dones carismáticos no son jerárquicos(no tienen la misión que tiene la jerar-

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Los carismas son dones del Espí-ritu; distribuidos a todos los miem-bros (...); en beneficio de toda laIglesia (...); que deben ser examina-dos y discernidos por la jerarquía..

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tar que las realidades carismáticas se pu-diesen entender como llamadas a partici-par en la misión exclusiva de la jerarquía,respecto a la dirección y al gobierno de laIglesia.

Pasos sucesivos

Después de esta caracterización, y bajola propuesta de la eclesiología de comu-nión, la reflexión se bloqueó durante va-rios años. Si hablar de eclesiología de co-munión parecía un estímulo para profun-dizar la relación entre los dones jerárqui-cos y carismáticos, esto solo tuvo una ma-nifestación significativa con el documentoMutuae Relationes (1978) otorgado por laCongregación para los obispos y la Congre-gación para los institutos religiosos. Laperspectiva del documento era ante todocanónica y tuvo como fin esclarecer la si-tuación de la exención canónica como lacuestión de la inserción de los religiosos enla Iglesia local.

Será solo con ocasión de la llegada de losmovimientos laicales como, en 1998, la re-flexión fue recuperada y profundizada.Tanto por una intervención decisiva delcardenal J. Ratzinger, Prefecto en aqueltiempo de la Congregación de la doctrinadela Fe, que demostró cuán insuficientesson las explicaciones dialécticas de la rela-ción institución–carisma, raíz cristológi-

ca–raíz pneumatología, jerarquía–pro-fecía, y emprendió una interesante vía decomprensión de los carismas como unaprolongación en el tiempo y en la historiade la universalidad que marca el ministeriodel Papa, ofreciendo una base teológica ala cuestión de la exención y, al mismotiempo, indicando el papel específico quelos carismas pueden realizar en la iglesialocal.

Será la declaración del Papa Juan PabloII que, en el encuentro de los Movimien-tos en Roma, en Pentecostés de 1998,arriesgará una fórmula que representa unverdadero paso adelante hacia una sólidaespiritualidad de comunión. Él afirmarápúblicamente que «la dimensión institu-cional y la dimensión carismática son co-esenciales a la constitución divina de laIglesia fundada por Jesús porque concu-rren juntas a hacer presente el misterio deCristo y su obra salvíf ica en el mundo»1.

Desafortunadamente, más allá del bur-do –e increíble– intento de manipulaciónpor parte del Osservatore Romano, que sepermitió censurar y modificar el texto, laafirmación del Papa quedó como una tesisaislada, no comentada, no bien recibida.

Solo ahora, en el 2017, la DeclaraciónIuvenescit Ecclesia de la Congregaciónpara la doctrina de la Fe, publicada casi enprevisión de la nueva versión de la Mu-tuae Relationes que están preparando lasdos Congregaciones involucradas, pareceque quisiera reemprender la vía de la co-esencialidad entre lo jerárquico y lo ca-rismático en la Iglesia, Parece la vía delfuturo.

1 Cf. Juan Pablo II, Mensaje autógrafo al Con-greso Mundial de los Movimientos Eclesiales. EnPontificium Consiglium pro Laicis, Los Movi-mientos en la Iglesia. Actas del Congreso Mundialde los movimientos eclesiales, Ciudad del Vatica-no, 1999.

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11Perspectivas

«La dimensión institucional y ladimensión carismática son co-esen-ciales a la constitución divina de laIglesia fundada por Jesús porqueconcurren juntas a hacer presente elmisterio de Cristo y su obra salvíf icaen el mundo»

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LA carta Iuvenescit Ecclesia sobre larelación entre dones jerárquicos ycarismáticos para la vida y la misión

de la Iglesia tiene como fin, como es sabi-do, coordinar las relaciones entre las múl-tiples agrupaciones eclesiales, colocándo-las en la dinámica de comunión con todoel Pueblo de Dios, pero sobre todo con laJerarquía «para favorecer una fecunda y

adecuada participación […] en la misión dela Iglesia»1. Por esta razón la carta de laCongregación para la doctrina de la fevuelve a presentar las razones bíblicas, eldesarrollo de las ref lexiones magisteria-les, algunos principios teológicos básicosy, finalmente, algunos elementos y crite-rios de identidad para un discernimientocorrecto.

Unidad y Carismas

Mariano Steffan, o.f.m.cap.

Dones jerárquicos y carismáticos:¿Sintonía o diversidad?

PERSPECTIVASPERSPECTIVAS

El presente artículo, partiendo de la Carta de la Congragación para la doctrina dela fe Iuvenescit Ecclesia, se centra en el debate actual que, por un lado, se f ija en lanaturaleza profética de la vida consagrada, que se esfuerza por manifestarse mejor,y, por otro lado, el aspecto jerárquico de la Iglesia, que es una garantía, no unobstáculo, de la autenticidad carismática. Los carismas, dones del Espíritu Santopara el bien común, pueden ofrecer su contribución si son proféticamente signif i-cativos, mientras una pastoral verdaderamente evangelizadora y guiada por el Ma-gisterio no puede prescindir de la espiritualidad. Y es aquí donde se sitúa la inter-sección entre dones jerárquicos y carismáticos, los cuales tienen un único objetivo:hacer resplandecer la belleza de la Iglesia en camino hacia el Reino. La respuesta seencuentra en una acción que, en ambos casos, tiene como único sujeto al EspírituSanto. En esencia, la Iglesia de Cristo crece y se renueva si se activan las relacionestrinitarias concretamente vividas.

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Nuevo enfoque sobre el temade jerarquía y carismas

Una reflexión inmediata nos lleva apreguntarnos: Si la Iglesia está guiada porel Espíritu Santo, ¿por qué es necesariojustificar, por decirlo suavemente, dentrode la misma, la relación entre las dos rea-lidades eclesiales, la jerárquica y la ca-rismática, que son movidas por un mismoEspíritu Santo? Las dos realidades, si songenuinamente eclesiales, no pueden estarseparadas hasta el punto de necesitar unaintervención magisterial para ponerlas enrelación.

Ese único sujeto, el Espíritu Santo, quemueve a los pastores y suscita los caris-mas, es la misma persona, y su acción nose contradice a sí misma. Por lo que la re-lación entre jerarquía y carismas es estre-cha, más aún, es de la misma naturaleza.Por tanto, no puede jamás oponerse a esavida que circula en la vida misma de laIglesia. En este sentido, se tendrá que de-sarrollar posteriormente la referencia he-cha por la carta sobre «el horizonte trini-tario y cristológico de los dones divinos»,precisamente porque es donde se ilumina«la relación entre dones jerárquicos y ca-rismáticos». Más adelante se precisa que«la acción libre de la Santísima Trinidad enla historia alcanza a los creyentes con eldon de la salvación y al mismo tiempo lesmotiva para que correspondan libre y ple-namente con el compromiso de la propiavida»2.

Con estos presupuestos el problema sepone entonces al lado de la estrecha rela-ción que transcurra entre una auténtica ac-ción eclesial, que se mueve con sentido decuerpo y con Cristo cabeza, y la transpa-rencia que emana de esta acción y que haceemerger el principio que la mueve, que noes otro más que el Espíritu, prometido por

Jesús a su Iglesia para conducirla a lo largode su camino terreno.

Partiendo, pues, de la Constitucióndogmática Lumen Gentium n. 4, donde en-contramos el binomio entre dones jerár-quicos y carismáticos, encontramos tam-bién la verdadera preocupación de la Igle-sia que, aun teniendo estos espléndidosdones del Espíritu, que tienen entre ellos lamás estrecha y articulada relación, tienen,sin embargo, la finalidad de ofrecer su es-pecífica contribución a la saludable y tras-parente edificación de la Iglesia. Tal fin,aunque ofrecido de modo tan diverso, nodebe decaer a causa de los límites huma-nos que existen, y mucho menos no debenser nunca un obstáculo. Por lo tanto, debede ser purificado el sensus Ecclesiae en elpueblo de Dios, totalmente orientado ha-cia la venida de su Reino. En efecto, la pre-ocupación de la Iglesia no es de carácter deinspiración, sino pastoral y práctico, demanera que su servicio y comunión seanexpresiones del Espíritu que unifica y pro-duce fruto. Esto requiere una constantepurificación y conversión, para despejarcualquier sombra de duda. No ocurra nun-ca que el Reino de Dios está dividido en símismo, aduciendo a veces razones teológi-cas, o inspiraciones particulares, para au-tojustificarse.

Volviendo a la Juvenescit Ecclesia, apre-ciamos finalmente habernos re-cordado, o

«La acción libre de la SantísimaTrinidad en la historia alcanza a loscreyentes con el don de la salvacióny al mismo tiempo les motiva paraque correspondan libre y plenamen-te con el compromiso de la propiavida».

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sea, devuelto a su corazón, los perennesprincipios que nos llevan a las razones bí-blicas y a la secular sabiduría del magisterioeclesial. Pero viene también espontáneo di-latar el horizonte, que no se limita en abso-luto a la «fecunda y ordenada participaciónde las nuevas organizaciones a la comunióny a la misión de la Iglesia»3, sino que extien-de la mirada de modo mucho más ampliosobre toda la vida de la Iglesia, abarcando atodas las realidades carismáticas y a los nu-merosos carismas antiguos y recientes quehan marcado y todavía están acompañandoa la historia de la Iglesia. Al mismo tiempo,es necesario también mirar al caminohistórico eclesial y al cambio de época pro-puesto por la Iglesia, especialmente en elreciente evento del Concilio Vaticano II,donde la eclesiología ha tenido un nuevoimpulso, implicando en esta reforma a todoel pueblo de Dios, la jerarquía in primis.

Sobre este punto, damos por consolida-do el principio de co-esencialidad indicadopor Juan Pablo II y dejamos a otros las pro-fundizaciones teológicas necesarias, paradetenernos sobre las consecuencias lógicasque inciden sobre la vivencia eclesial vistapor los teólogos pastoralistas. El principiode co-esencialidad indicado por Juan PabloII, en efecto, afirma que en la Iglesia noexiste «contraste o contraposición entre ladimensión institucional y la dimensión ca-rismática […]. Ambas son co-esenciales a laconstitución divina de la Iglesia fundada porJesús, porque contribuyen conjuntamente ahacer presente el misterio de Cristo y suobra salvíf ica en el mundo»4. «Los donesjerárquicos y los carismáticos están recípro-camente relacionados así desde su origen»5.

La aplicación del principiode co-esencialidad

Mirando a las consecuencias pastorales,

inspiradas y correctamente orientadas a lasrelaciones trinitarias que son el fundamen-to de esta co-esencialidad entre donesjerárquicos y carismáticos, nos limitamos auna reflexión centrada en algunas accionesoperativas y que la teología pastoral indagadetenidamente. La acción eclesial realiza-da por los consagrados tiene una calidadde vida que se expresa con diversas flores yfrutos, que crecen y maduran en beneficiode toda la Iglesia.

Hay que notar, en primer lugar, que laVida Consagrada no se centra en primerainstancia sobre la radicalidad evangélicaque lleva a hombres y mujeres a seguir aCristo en la profesión y «práctica de losconsejos evangélicos». La radicalidadevangélica se pide a todos los bautizados.En la Vida Consagrada se pone más de re-lieve el aspecto de la profecía. La aporta-ción principal que la vida de los consagra-dos ofrece a la Iglesia es la de embellecer-la «con la variedad de dones de sus hijos,[de tal forma que] aparezca como una no-via adornada para su esposo (cf. Ap 21, 2) ypor su medio se manif ieste la multiformesabiduría de Dios (cf. Ef 3, 10)»6. El prima-do de la profecía hay que subrayarlo confuerza, porque si no es valorado medianteuna praxis significativa que no pierdejamás su originaria inspiración insertán-

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No existe «contraste o contrapo-sición entre la dimensión institucio-nal y la dimensión carismática […].Ambas son co-esenciales a la consti-tución divina de la Iglesia fundadapor Jesús, porque contribuyen con-juntamente a hacer presente el mis-terio de Cristo y su obra salvíf ica enel mundo»

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dola en su contexto actual, tal profecía seconvierte en sal insípida que pierde su sa-bor (cf. Lc 14, 35).

Desde este punto de vista, cada don ca-rismático halla su identidad y su justa re-lación con la Iglesia y con el servicio jerár-quico que ella ejerce con la fuerza delEspíritu Santo. Es una relación que poruna y otra parte va en profundidad y quese trasforma en estima recíproca, aprecioy acogida. En este desplazamiento de ejesque va desde la «práctica de los consejosevangélicos» a la «f idelidad de la vidaprofética» inspirada por el propio caris-ma, emergen señales de esperanza y sepone de mayor relieve no solo los ejem-plos luminosos de personas individuales,sino también la belleza de una vida espiri-tual intensamente vivida por toda una co-munidad. La conversión evangélica quelleva a la reforma de la Iglesia, indicadapor el Vaticano II y asumida por las indi-caciones magisteriales del postconcilio,indica el camino de una espiritualidad decomunión que no es ajena a ningún caris-ma, sino que más bien la exige.

El problema radica más bien en la aco-gida de esta eclesiología, que ya no es pi-ramidal, sino circular. Por lo cual está to-davía bastante difundida la característicade una espiritualidad individual, frente auna espiritualidad más comunitaria yabierta, que sepa estar en unión con Diosde forma vertical, y en comunión conCristo-Dios presente en el prójimo demodo horizontal. Son caminos nuevosapenas estrenados que requieren unaconstante profundización, pero tambiénuna continua constatación y encarnación,que no se limita al conocimiento intelec-tual, sino que necesita también de espe-ciales itinerarios comunitarios dirigidos ala búsqueda de lo “divino” que fascina ycontagia.

En armonía con lo universaly lo local.

«Con relación a la difusión y particulari-dad de las realidades carismáticas, leemosen la carta citada, se tendrá en cuenta la re-lación esencial y constitutiva entre Iglesiauniversal e Iglesias particulares», y másabajo se afirma que «la dimensión particu-lar es, por tanto, intrínseca a la universal yviceversa»7. Prácticamente, debemos man-tener que los carismas requieren una inser-ción vital en las Iglesias locales y no debenestar desencarnados del contexto. De aquíse desprenden muchas consecuenciasprácticas, además de y una relectura de losreconocimientos y modo de aprobación,para garantizar siempre una incorporaciónconcreta en la vida de la Iglesia local. Y vi-ceversa, la Iglesia local está llamada a viviren comunión con todas las realidades queforman el Pueblo de Dios, comprendidolos carismas de tal territorio.

«Entregado a Dios sumamente amado,quien ya había sido consagrado a él por elBautismo, se encuentra, en el estado devida consagrada, más íntimamente ofreci-do al servicio divino y dedicado al bien detoda la Iglesia»8 . Expresiones semejantessugieren que la vida consagrada debe sen-tirse mayormente comprometida, como sifuese una característica propia, en la Igle-sia universal. Por lo demás, también el do-cumento Vita Consecrata, subraya este as-

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La aportación principal que lavida de los consagrados ofrece a laIglesia es la de embellecerla «con lavariedad de dones de sus hijos, (...)y por su medio se manif ieste lamultiforme sabiduría de Dios»

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pecto cuando dice: «Emerge de este modoel carácter de universalidad y de comunión,que es peculiar de los Institutos de vidaconsagrada y de las Sociedades de vidaapostólica. En esta connotación supradio-cesana, se fundamenta la relación especialcon el ministerio petrino, ellos están tam-bién al servicio de la colaboración entre lasdistintas Iglesias particulares»9, dejandoasí en segundo lugar el compromiso por laIglesia local.

En línea con la eclesiología de comu-nión, las opciones prioritarias no depen-den de las actividades que hay que realizar,sino más bien en la profundidad del signi-ficado que la acción donde cada pequeño ogran gesto es decisivo por la capacidad quese tiene delante de Dios, para no caer encomportamientos equívocos, que se limi-tan a lo que agrada y no miran al bien en sí.Sobre el tema de Iglesia universal y local nopuede existir antagonismo, sino que todose juega desde lo prioritario, es decir, sobrela plena disponibilidad ante Dios, sabien-do discernir solo el bien que agrada a él. Unsano y exigente discernimiento rebasa todapostura de interés, para mirar exclusiva-mente al bien supremo.

A la búsqueda de lo esencial

Con las dificultades debidas a la escasezde vocaciones y a los frecuentes abando-nos, afrontar posibles aperturas significamirar más allá de la propia familia religiosay abrir los horizontes sobre los principiosfundacionales, donde cada carisma especí-fico se expresa mucho más allá que susmismos miembros internos, abriéndosetambién, en virtud del conocido principiotomista bonum est diffusivum sui, a los lai-cos. El carisma, aunque en la historia hasido muy institucionalizado, siempre con-tiene expresiones más amplias que pueden

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abrirse a una real familia carismática for-mada por colaboradores laicos y bienhe-chores cercanos. La disminución de voca-ciones obliga a revisar los oficios de gestiónactuales y obliga a centrarse en lo esencialdel propio carisma, no a cerrarse en sí mis-mos. Así los conventos abiertos, o las casasreligiosas capaces de ensanchar sus hori-zontes, son habitadas por los consagradosy las consagradas que ponen su carisma alservicio de la utilidad común, de la Iglesia ydel mundo.

Los movimientos eclesiales y las nuevascomunidades superan estas formas de ais-lamiento, saben ir más allá de ciertas for-mas de espiritualismo rígido y aprenden avivir el valor de la encarnación, permane-ciendo anclados en su carisma específico.Gracias a un laicado emergente y maduro,estos interrogantes se abren a una colabo-ración más amplia, no en virtud de la nece-sidad, sino por un renovado y más extensocompromiso en vivir el propio carisma. Lateología de los carismas enseña que todocarisma, sin dejar de ser fiel a la propiaidentidad y a las sanas tradiciones, no pier-de su creatividad profética, que se mani-fiesta en una posterior revelación, en unamás profunda comprensión, infundiendonueva vitalidad a cada cuerpo carismáticosuscitado por el Espíritu10.

En realidad, «el estado de vida consagra-da, por su naturaleza, no es ni clerical ni lai-cal»11, sino que es una expresión profética,

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Cada pequeño o gran gesto es de-cisivo por la capacidad que se tienedelante de Dios, para no caer encomportamientos equívocos, que selimitan a lo que agrada y no miran albien en sí.

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que no excluye, sino que incluye. La espiri-tualidad que un carisma emana puede servivida y compartida por todos los miem-bros del pueblo de Dios, y es una riqueza.

Hacia una nueva visión de la Vida Consagrada

En Pentecostés de 1978 fue promulgadoun documento conocido con el nombre deMutuae relationes12 el cual definía los cri-terios rectores que regulaban las relacio-nes entre los obispos y los religiosos; undocumento de orientación operativa querecogía las ya conocidas líneas indicadaspor el Decreto Perfectae Caritatis del Vati-cano II. Ha pasado el tiempo y ahora, acuarenta años de distancia, este documen-to exige una revisión, o mejor, como sos-tiene en Secretario de la Congregación,Mons. J. R. Carballo, «no se trata de unasimple revisión, sino de un texto nuevo»13.

En resumen, ¿qué está cambiando?Cierto que la reflexión no debe quedarsesolo en los criterios directivos como fueentonces, sino sobre las expectativas querequieren nuevas orientaciones inheren-tes a las relaciones eclesiales más profun-das, donde la relación entre consagra-das/consagrados con sus respectivos supe-riores mayores y los obispos, por lo delica-do del tema, requiere una mayor y mutuamadurez interior. Además, la participa-ción y la implicación de toda la Iglesia enestas dinámicas espirituales y jerárquicas,son más necesarias que nunca, porque seadvierte por doquier la necesidad de unarenovación espiritual, si bien con diferen-tes niveles de participación y compromiso.Por tanto, se espera mucho de los consa-grados, que son, por su naturaleza exper-tos en comunión. De los consagrados seespera que puedan indicar las líneas ope-rativas inspiradas en los carismas (tanto

de los de antigua tradición, como de losmás recientes) para dar una respuesta másprofunda al deseo de reforma de toda laIglesia14. Testigos del Absoluto, ellos songuías espirituales y formadores que debensaber favorecer el desarrollo integral de laspersonas.

Justamente sobre este punto son másnecesarios nuevos desarrollos de métodosformativos sobre nuevas modalidades con-templativas interiores, unidas a las habili-dades relacionales exteriores, que hacen decada encuentro un momento de espiritua-lidad concreta encarnada y contextualiza-da. En esta red de relaciones integradas,densas en humanidad y en espiritualidad,las personas se encuentran a sí mismas ydescubren la imagen que Dios ha plasma-do en ellas, invitándolas a realizar el propioproyecto de vida.

Sobre estas bases la persona formadaencuentra su oblatividad, su ser “un donpara el otro”, que le lleva a tener una mayoratención por las periferias existenciales ylas nuevas fronteras de la evangelizacióntan deseadas por el Papa Francisco. Esta-blecer un diálogo con el mundo, con lasculturas y con las religiones, la predilec-ción por los pobres, una presencia signifi-cativa en lo social, son todas realidades re-levantes que, a través de una accióncomún y constante, llegan incluso allídonde afloran nuevas fronteras que exclu-yen a Dios de la humanidad, como sucedeen tantas formas de corrupción, de explo-tación en el trabajo, o en una gestión ne-

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Testigos del Absoluto, ellos songuías espirituales y formadores quedeben saber favorecer el desarrollointegral de las personas.

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fasta y moralmente perniciosa del tiempolibre y mucho más.

La escatología: un horizonte olvidado

La vida de los consagrados, más quecualquier otra realidad eclesial, tiene siem-pre presente la dimensión de la vida ultra-terrena, aun viviendo en los avatares de estemundo. Por lo cual el aspecto trascendentede la vida es recordado constantementebajo múltiples formas y situaciones ya so-bre esta tierra. La espera de cielos nuevos ytierras nuevas, proféticamente anunciadasen el Apocalipsis (Ap 21, 1), se expone con-cretamente en el discurso ecológico, en lavisión eco-sostenible de la vida, en dar dig-nidad a la persona humana, en proteger,cuidar, desarrollar todo género de relacio-nes, convirtiéndose así en promotores depaz. En el actual contexto histórico estostemas interesan trasversalmente a creyen-tes y no creyentes; se habla de ello en am-bientes culturales y en la calle, en las plazasy por totas partes mediante las redes.

¿Cuál será el futuro de la humanidad?

Es una pregunta inquietante que no re-quiere una respuesta amañada y abstracta,sino concretizada en testimonios sencillosque hablen de resurrección y esperanza. Lapregunta no busca respuestas artificiales,sino ideales concretos realizados con per-severancia. La contribución específica y ex-clusivamente espiritual ofrecida por los ca-rismas es innegable, pero tiene que serconsolidada por la experiencia espiritualque lleva a ser testigos creíbles del encuen-tro con el Resucitado.

Conclusión

La carta de la que hemos partido, con-

cluye con una referencia a María, que«testimonia en plenitud la obediencia yf iel aceptación de todo don del Espíritu».María, icono de la Iglesia, que «se dejóconducir por el Espíritu, a través de un iti-nerario de fe, hacia un destino de servicio yfecundidad, nos ayude a anunciar a todosel mensaje de salvación […] Recurrimos aElla llenos de conf ianza a f in de que los ca-rismas, distribuidos abundantemente porel Espíritu Santo entre los f ieles, sean dó-cilmente acogidos y fructif iquen para lavida y misión de la Iglesia y para el bien delmundo»15.

1 Congregación para la doctrina de la fe, Iuve-nescit ecclesia, Roma, 15 de mayo de 2016, n. 3.

2 Ibidem.3 Ibidem.4 Juan Pablo II, Mensaje a los participantes en

el Congreso Mundial de los Movimientos Eclesialespromovido por el Pontif icio Consejo para los Lai-cos (Roma 27-29 de mayo de 1998, n. 5).

5 Congregación para la doctrina de la fe, o.cit.,n. 10.

6 Concilio Vaticano II, Perfectae Caritatis, n. 1.7 Congregación para la doctrina de la fe, o. cit.,

n. 21.8 Catecismo de la Iglesia católica n. 945.9 Juan Pablo II, Vita Consecrata, Roma 25 mar-

zo 1996, n 47.10 Cf. Morán, J., Fedeltà creativa, la sf ida dell’at-

tualizzazione di un carisma, Città Nuova, Roma2016, pp. 18-34.

11 Código de Derecho Canónico, can 588, 1.12 Sagrada Congregación para los religiosos y

los institutos seculares - Sagrada Congregaciónpara los Obispos, Mutuae relationes, Criterios di-rectivos sobre las relaciones entre los obispos y losreligiosos en la Iglesia, Roma, 14 de mayo de 1978.

13 Gori, N., A colloquio con l’arcivescovo Rodrí-guez Carballo sulla plenaria del dicastero per lavita consacrata, in L’Osservatore Romano, 31 deenero de 2017.

14 Papa Francisco, Evangelii Gaudium, n. 27ss.15 Congregación para la doctrina de la fe, o. cit.,

n. 24.

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NO hay duda que el tratado sobre elcarácter co-esencial de los donesjerárquicos y carismáticos significa

abrir una nueva perspectiva eclesial. Undecisivo paso adelante hacia la realizaciónde una real eclesiología de comunión. Esuna fórmula feliz que, aunque fue pronun-ciada por san Juan Pablo II en Pentecostésde 1998 y, por tanto, en realidad se mantu-vo aislada y sin ser realmente recibida porla Iglesia durante casi 20 años, ahora en-cuentra aceptación en la reflexión y el pen-samiento teológico, también por parte dela teología que podemos llamar “oficial”.

Las lecciones del Vaticano II

Pero no debemos olvidar las lecciones

del Vaticano II. En aquel momento de gra-cia aparecieron muchas perspectivas nue-vas, se abrieron tantas puertas, que el entu-siasmo se disparó. Era normal. ¡Argumen-tos, opiniones, críticas que antes se decíansolo en voz baja, y solo a los amigos másfiables, porque se consideraban opinionesun tanto atrevidas, contrarias a la tradi-ción, y, por tanto, potencialmente peligro-sas, se proclamaron de repente en público,y precisamente desde el mismo magisteriode la Iglesia! Los que participaron directa-mente en aquellos días, decían que no lo-graban entender estas novedades descon-certantes.

Pero después de cincuenta años se veclaramente que no bastan los grandes títu-los. Algunos de estos nuevos horizontes,

La Redacción

No una estrella,sino una constelación

PERSPECTIVASPERSPECTIVAS

En esta especie de abanico de artículos que encuentras en este número de Uni-dad y Carismas, se cuentan, desde diversos puntos de vista, las relaciones entre je-rarquía y carismas, era necesaria también de una especie de ventana abierta al fu-turo. No basta encontrar las fórmulas adecuadas, es necesario que exista el con-texto en el que estas fórmulas encuentren apoyo. Después de algún intento fallido(entrevistas fallidas, preguntas no respondidas …) hemos decidido, sin embargo,intentar hacer un diseño como un esbozo del horizonte de novedad oculto bajo laco-esencialidad.

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tan prometedores, apenas se han desarro-llado. Cuando aparecen de vez en cuandoen los discursos teológicos de hoy, se utili-zan las mismas fórmulas utilizadas hacecincuenta años. Y esto quiere decir que noha habido evolución, profundización, ma-duración.

Era bellísimo oír hablar al Concilio so-bre la “colegialidad episcopal” y ver quetambién se creaban los instrumentos y lasestructuras para desarrollarla (sínodo delos obispos). O también del sacerdociocomún de los fieles. Pero, ¿se ha dado des-pués un verdadero desarrollo? Y si no hasido así, ¿cuál ha sido el motivo? Posible-mente puedan indicarse muchos motivosdiversos, pero, según mi opinión, la cues-tión decisiva era que a estos nuevos puntosles faltaba un marco teológico adecuado.

El marco tradicional no permitía el de-sarrollo. Y este es el riesgo que hay que evi-tar con esta propuesta de la co-esenciali-dad entre los dones jerárquicos y carismá-ticos. No sea que, al final, la co-esenciali-dad se convierta en una especie de “meda-lla conmemorativa”, en una especie de es-trella que ilumina el cielo común, estrella ala que todos hacen referencia, pero que, enrealidad, no dice nada significativo o espe-cial. Es algo decorativo.

El origen de la co-esencialidad

Alguno puede pensar que el reconoci-miento de la co-esencialidad eclesial de lasrealidades carismáticas. –nadie ha cuestio-nado la condición esencial de los donesjerárquicos– haya nacido por entender quehabía una falta importante en la compren-sión de estos carismas. Esto ya sería mu-cho. Durante siglos, la falta de reconoci-miento del origen neumático de los caris-mas ha reducido la comprensión eclesialde las órdenes y de las congregaciones a

una visión puramente canónica: un estadode vida especial, fruto de una llamada par-ticular del Señor. En realidad, sin embargo,el marco es mucho más amplio. Y es nece-sario tomar conciencia de ello.

Si los carismas deben de ser reconocidoscomo intervenciones del Espíritu Santo esporque antes se ha superado la histórica yrígida separación de la Trinidad con res-pecto a lo creado. Y esto significa que laraíz más profunda de la co-esencialidad seencuentra en el claro propósito del Vatica-no II de recuperar la dimensión trinitariade Dios. Esta conciencia da una nueva di-mensión, un horizonte mayor a la novedaddel carácter co-esencial.

Este estilo de investigación coincide conla perspectiva global del Concilio. Cuandolos padres conciliares se pusieron a refle-xionar sobre la idea de Iglesia desde el trí-pode de la recuperación de la Trinidad, delrestablecimiento del lugar que correspon-de a la Palabra de Dios en el proceso teoló-gico, de la centralidad de Cristo para pen-sar la relación entre natural y sobrenatu-ral, ¿cuál es el modelo de Iglesia que hasurgido?

No ha surgido la visión clásica que hacehincapié en la diversidad entre los estiloscristianos de vida, que promovía la separa-ción entre las vocaciones, y la clasificaciónjerarquizada entre los diversos estados,

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Era bellísimo oír hablar al Conci-lio sobre la “colegialidad episcopal”y ver que también se creaban losinstrumentos y las estructuras paradesarrollarla (sínodo de los obis-pos). O también del sacerdociocomún de los fieles. Pero, ¿se hadado después un verdadero desa-rrollo?

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sino que dio lugar a la dimensión comúnuniversal, previa a cualquier clasificación,donde todos coinciden, donde todos so-mos “uno”, dimensión que san Pablo ca-racterizaba así: «Los que habéis sido bauti-zados en Cristo, os habéis revestido deCristo. Ya no hay más judíos ni griegos, yano hay esclavos y libres, ya no hay hombreni mujer, porque todos sois uno en CristoJesús» (Gal 3, 27-28). Llamada universal ala santidad, participación de todos en ladimensión profética, sacerdotal y real deCristo, sentido de la fe común a todos losfieles, son algunos de los aspectos que sehan manifestado en este emerger de la di-mensión común, que unifica a todos: serhijos e hijas de Dios.

A mí me parece que también esta com-prensión de los dones jerárquicos y ca-rismáticos como co-esenciales y comple-mentarios, brota de esa base común, de esaespecie de vocación fundamental previa acualquier vocación concreta.

La razón es simple. En esta nueva vi-sión, los rasgos distintivos que servíanpara distinguir –también para separar– lasdiferentes vocaciones entre ellas, se com-prenden de forma diferente. Por ejemplo,la perfección. Desde este horizonte se en-tiende que lo que lleva a la perfección es lacaridad, de la que ninguna vocación tienela exclusiva. Todos están llamados a lasantidad encarnando la caridad en elmodo de vida al que han sido llamados porDios. No importa tanto cuál sea tu estadode vida, sino vivir la perfección de este es-tado a través de la caridad. Lo mismo sepuede decir de la autoridad. Como afirmael Papa Francisco, «la única autoridad es laautoridad del servicio y el único poder es elpoder de la cruz»1. El sacerdocio de Cristoes ante todo servicio (lavar los pies) y darla propia vida, y la misma idea de autori-dad en la Iglesia es modelada de un modoespecial, en el sentido de que «en esta Igle-

sia, como en una pirámide invertida, lacima se encuentra por debajo de la base.Por eso, quienes ejercen autoridad se lla-man “ministros”, porque, según el signif i-cado originario de esta palabra, son losmás pequeños de todos»2.

Como confirmación de esta tesis, qui-siera mencionar cómo el Papa Franciscoconcede a la categoría de “pueblo de Dios”un carácter prioritario por la capacidad deexpresar esta raíz común que nace delbautismo.

«Mirar al Pueblo de Dios, es recordarque todos entramos en la Iglesia como lai-cos. El primer sacramento, el que sella parasiempre nuestra identidad y del quetendríamos que estar siempre orgullosos esel del bautismo. A través de él y con la un-ción del Espíritu Santo (todos los f ieles)quedan consagrados para formar un tem-plo espiritual y un sacerdocio santo (LG10). Nuestra primera y fundamental consa-gración hunde sus raíces en nuestro bau-tismo. Nadie ha sido bautizado siendo curau obispo. Nos han bautizado laicos y es elsigno indeleble que nadie nunca podrá eli-minar. Es bueno recordar que la Iglesia noes una élite de sacerdotes, de consagrados,de obispos, sino que todos formamos elSanto Pueblo f iel de Dios. Olvidarnos deesto acarrea varios riesgos y deformacio-nes tanto en nuestra propia vivencia perso-

Esto significa que la raíz más pro-funda de la co-esencialidad se en-cuentra en el claro propósito del Va-ticano II de recuperar la dimensióntrinitaria de Dios. Esta concienciada una nueva dimensión, un hori-zonte mayor a la novedad del carác-ter co-esencial.

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nal como comunitaria del ministerio que laIglesia nos ha conf iado»3.

Por idéntico motivo el Papa considera lasinodalidad (ese caminar y discernir juntosde todas las vocaciones en el proceso ecle-sial) como un rasgo fundamental de laIglesia. Afirma: «Precisamente el caminode la sinodalidad es el camino que Dios es-pera de la iglesia del tercer milenio»4. Enesta ninguno está excluido: «Una Iglesia si-nodal es una Iglesia de la escucha, con laconciencia de que escuchar es más que oír.Es una escucha recíproca en la cual cadauno tiene algo que aprender. Pueblo f iel, co-legio episcopal, Obispo de Roma: uno en es-cucha de los otros; y todo es en escucha delEspíritu Santo, el “Espíritu de verdad” (Jn14, 17), para conocer lo que él “dice a lasIglesias” (Ap 2, 7)»5.

Dimensiones abiertas a la perspectiva trinitaria

Pero solo si se añaden algunas dimen-siones que se derivan de la raíz trinitaria yde la centralidad cristológica se clarificacon mayor profundidad qué se escondedetrás del nuevo concepto de co-esenciali-dad. Veamos primero las que se derivan dela Trinidad.

En primer lugar porque de la dinámicatrinitaria brota una nueva ontología. Unaontología del don. Somos lo que damos.Esto es decisivo. Lo que ha bloqueado du-rante siglos la comunión en la Iglesia hasido el pensamiento de la sustancia, queentendía el ser como autoafirmación,como autosubsistencia, como no tener ne-cesidad de nada ni de nadie para existir. Unpensamiento donde la relación no conta-ba. En su lugar, lo que fluye de las relacio-nes trinitarias es precisamente lo contra-rio: ser significa darse, el don total de sí,por amor a los otros. Y este es el camino de

la perfección para las realidades persona-les. Esto es central para evitar la tentaciónde pensar que reconocer la co-esencialidadde los carismas solo significa que son otroslos admitidos en el exclusivo club de losque deciden o tienen autoridad (¡mientrasque los demás permanecen excluidos!).

También porque introduce como ele-mento clave la reciprocidad. No es suficien-te que se reconozca el carácter co-esencialde los carismas. Si esto se entiende según elmodelo trinitario significa que también loscarismas tienen que tener una dinámica si-milar respecto a la jerarquía de la Iglesia,respecto a otras vocaciones y a los demáscarismas. No hay que darlo por sentado.Hay que recordar que ha habido un típicoindividualismo y actitud cerrada típica delos carismas. Una vez que han conseguidoel reconocimiento y la aprobación por par-te de la autoridad eclesial, a menudo se cie-rran en sí mismos, dedican el tiempo y losesfuerzos solo a sus cosas, y, con la exen-ción canónica, parece que no hacen comu-nión con la Iglesia a excepción de a travésdel Papa.

La perspectiva que nace de la reciproci-dad trinitaria invita a una inserción real delos carismas en la Iglesia local, a conectar yvivir el amor recíproco con las otras voca-ciones, con las otras instituciones y losotros carismas. Este es un desafío que nopuede olvidarse nunca. Solo entonces laco-esencialidad traerá beneficios para todala Iglesia.

Uno de estos aspectos de la reciproci-dad tiene que ver con el desarrollo de lavocación de los carismas. Los carismas sondones de Dios para toda la Iglesia. Esto seve con claridad en los grandes carismas.Francisco de Asís no es solo para los fran-ciscanos/as. Es para toda la Iglesia. Pero lafalta de una verdadera inserción eclesial,el hecho de haber sido individualistas ha

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hecho que tantos otros miembros de laIglesia que quizá han sido afectados porestos carismas, o han sido atraídos porellos, se han quedado, incluso durante si-glos, como realidad “satélite” que girabanen torno a las congregaciones, calificadoscomo colaboradores, amigos, voluntarios,seguidores, tercera orden, pero no comoverdaderos hijos. Eso quedaba reservadopara los consagrados/as, considerados ver-daderos ejemplares “DOC” de las respecti-vas congregaciones.

Pero la conciencia de que los carismasson dones para toda la Iglesia y para todaslas vocaciones; la conciencia de que los ca-rismas alcanzan su realización en la medi-da en que “muriendo” en la Iglesia, consi-guen colorear la Iglesia con la propia tona-lidad, porque, renunciando al “copyright”han dado a la Iglesia la propia identidad,está dando hoy en el concepto de familiacarismática, en el sentido que las distintasvocaciones tocadas por la gracia del caris-ma son y se comprenden como verdaderoshijos e hijas del fundador, incluso si vivenel seguimiento de Cristo según la propiavocación (como esposos, como trabajado-res, como sacerdotes diocesanos), pero con

los mismos derechos y dignidad que losmiembros consagrados.

Siguen a Jesús según el estilo del propiofundador o fundadora. Y puede ser que lafalta de vocaciones consagradas que sufrenhoy las congregaciones clásicas tenga unvínculo con esta llamada para enriquecerlas otras vocaciones con los dones carismá-ticos. Lo he oído decir a un superior mayorde una congregación de hermanos: «bendi-ta falta de vocaciones consagradas que estápermitiendo la multiplicación de las voca-ciones de los laicos o de los casados en elinstituto».

La raíz trinitaria nos lleva a una mayorprofundidad. Co-esenciales y comple-mentarias, aunque expresen relación, soncategorías poco dinámicas, que parecendefinir una cualidad intrínseca de los do-nes de Dios. Pero si son pensadas a la luzde la dinámica trinitaria implican muchomás. Significa una comprensión relacio-nal total de la identidad de esta realidad,por lo que los dones jerárquicos tienennecesidad de los dones carismáticos paraser lo que son (sin estos, los dones jerár-quicos no sirven de nada), y tienen nece-sidad de vivir la propia distinción en co-munión de reciprocidad amorosa. Y lomismo se debe decir de los dones ca-rismáticos. La reciprocidad trinitaria es-tablece un tipo de relación que va muchomás allá de la simple acogida, cortesía oamabilidad. Esto significa expresar la rea-lidad del Cuerpo que somos y manifestarla total independencia. La mano tiene ne-cesidad del ojo, y no puede permitirse ellujo de decir a los otros: “No te necesito”.

Así la co-esencialidad experimenta unaverdadera transfiguración, «Yo tengo ne-cesidad de ti –dice el obispo al casado o ala consagrada– para ser realmente yo mis-mo, es que necesito vivir nuestra distin-ción en reciprocidad compartida contigo».

De la dinámica trinitaria brota unanueva ontología. Una ontología deldon. Somos lo que damos. Esto es de-cisivo. Lo que ha bloqueado durantesiglos la comunión en la Iglesia hasido el pensamiento de la sustancia,que entendía el ser como autoafirma-ción, como autosubsistencia, comono tener necesidad de nada ni de na-die para existir. Un pensamiento don-de la relación no contaba..

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Unidad y Carismas

No es solo una nueva posibilidad, es lacondición para vivir la propia vocacióncomo Dios quiere. La propia identidadnace de la comunión. No es una realidadanterior o que puede ser alcanzada en unareflexión solitaria.

Esta es la forma de comunión que nacede la Trinidad y que la Iglesia está llamadaa encarnar en todos sus aspectos. Dice laCristif idelis laici: «En la Iglesia-Comuniónlos estados de vida están de tal modo rela-cionados entre sí que están ordenados eluno al otro. Ciertamente es común –mejordicho, único– su profundo signif icado: elde ser modalidad según la cual se vive laigual dignidad cristiana y la universal vo-cación a la santidad en la perfección delamor. Son modalidades a la vez diversas ycomplementarias, de modo que cada una deellas está en relación con las otras y a suservicio» (n. 55).

La comunión trinitaria conduce a la uni-versalidad no uniformante. Quiero decirque el modelo divino que une la unidad yla pluralidad ayuda a comprender que launiversalidad cristiana (catolicidad) noimplica ninguna uniformidad. Precisa-mente porque en la interacción del don to-tal y la recuperación total, se refleja la pe-culiaridad del que es distinto de mí. Nosolo. En el don recíproco total no solo lo-gro respetarte como eres, sino incluso te-nerte dentro de mí, precisamente porqueyo me recupero a mí mismo en el don reci-proco que tú me haces. Tu peculiaridaddistinta es una riqueza para mí. Y vicever-sa. Solo la comunión universal responde ala universalidad cristiana y cumple el deseodel Papa Francisco de pasar del modelo“esfera” (uniformante) al modelo “polie-dro” (respetar las peculiaridades de cadafaceta). La clave, es evidente, consiste en eldon total recíproco que exige la comunióntrinitaria.

Ahora tendríamos que hablar de las di-mensiones que salen de la centralidad cris-tológica, que no son pocas (carismas como

Evangelio encarnado: la dimensión profé-tica de los carismas; el desafío de la encar-nación: el carisma y la llamada a encarnar-se en las realidades humanas, de otra ma-nera no cumple su misión; el vínculo con ladimensión pascual de Cristo: comuniónque nace de dar la vida recíprocamente. Otal vez de aquellas que se derivan de la raízdel Espíritu, que serían enormes (misión,capacidad de inculturación…) Pero no te-nemos espacio. En todo caso, queda claroque, como indica el título, no basta la es-trella de la co-esencialidad; sin la constela-ción de todas las otras dimensiones queabren el horizonte, no se consigue com-prender el alcance de la novedad.

1 Discurso del Papa Francisco 17. 10. 2015. En el50 Aniversario del nacimiento del Sínodo de losObispos.

2 Ibidem.3 Carta del Santo Padre al Cardenal Marc Oue-

llet. 19.03. 2016.4 Discurso del Papa Francisco en el 50 Aniversa-

rio, cit.5 Ibidem.

La comunión trinitaria conduce ala universalidad no uniformante.Quiero decir que el modelo divinoque une la unidad y la pluralidadayuda a comprender que la univer-salidad cristiana (catolicidad) noimplica ninguna uniformidad. Pre-cisamente porque en la interaccióndel don total y la recuperación total,se refleja la peculiaridad del que esdistinto de mí..

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EN el centro del mensaje de ChiaraLubich está, hablando dinámica-mente, el amor recíproco en una co-

munidad y que se traduce en: disponibili-dad, iniciativa, creatividad y en muchasotras formas… Así es incluso en una empre-sa que tiene la capacidad de acoger, preve-nir y recuperar a nivel económico, multi-plicar los bienes y de “soñar” un mundo deverdaderas relaciones, donde la vida con-siste en recibir y ser don los unos para losotros. La economía de un grupo de perso-nas es siempre expresión del propio estilode vida, o sea, de donde ellas ponen suspreferencias.

El 4 de febrero pasado los 1200 partici-pantes en el encuentro “Economía de Co-munión”, promovido por el Movimiento delos Focolares, fueron recibidos por el papaFrancisco en Aula Pablo VI del Vaticano.1200 agentes de la Economía de Comunión(EdC), la mayoría empresarias y empresa-rios, llegados de 54 Países, que han elegidola comunión –en esto ponen sus preferen-cias– como su estilo de vida personal y em-presarial. Son 860 las empresas del net-work, la red mundial para contribuir aerradicar la pobreza. Son una red interna-cional (Economy of Communion Interna-tional Incubating Network – EOC-IIN), con

Guido Miglietta, o.s.j.

Economía de comunión:Una respuesta a las apelaciones

del papa Francisco

PERSPECTIVASPERSPECTIVAS

Cualquier período histórico nos hace ver el influjo que los carismas han ejercidosobre la sociedad. No solo por su misión específ ica, sino porque han sido capacesde encarnar su impulso espiritual y evangélico en obras, en estructuras humanas,respetando su autonomía, pero iluminando nuevos caminos gracias al don divinoque los inspira. La Economía de Comunión es una de estas concretizaciones queofrecemos como ejemplo. En el artículo aparece con claridad el diálogo entre estainiciativa carismática y la guía de la jerarquía.

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“hub” presentes en algunos Polígonos em-presariales EdC (y no solo) para respaldarespecialmente a jóvenes empresarios.

Las prioridades del papa Francisco

¿Dónde coloca el papa Francisco las pre-ferencias? Su expresión de las preferencias,en la responsabilidad por la familia huma-na que él considera tan importante, seorienta sobre todo hacia los miembros másfrágiles.

Las preferencias expresadas por el papaFrancisco a los oyentes privilegiados de laEconomía de Comunión son tres:

1) sí a la comunión de los benef icios;2) no al capitalismo actual, sí al mercado

pero no solo, sí a la prevención para que elsistema económico no produzca más vícti-mas, y sepa recuperar a quienes cometenerrores;

3) economía de comunión no es solo di-visión sino también multiplicación de losbienes, creación de nuevos bienes, de unnuevo bien para todos, levadura de acción,mentalidad y cultura «que tendrá futuro sila dais a todos».

Con una visión cada vez más estructura-da, sus palabras merecen una considera-ción especial. Estamos en la intersección,en el encuentro de dos caminos: el delpapa Francisco que quiere «una Iglesia po-bre para los pobres» y la superación de la«economía que mata, que excluye, quearruina», y el carisma de Chiara Lubich,don a la Iglesia, a la humanidad, al mundo.

Mientras tanto, dijo enseguida: «En-cantado de acogeros como representantesde un proyecto en el que desde hace tiempoestoy sinceramente interesado»; lo quenos hace pensar en los contactos del en-tonces arzobispo de Buenos Aires –del1998 al 2013– con las primeras experien-cias de la Economía de Comunión en Ar-

gentina y en el continente latinoamerica-no donde ella nació.

En efecto, dijo: «Economía y comunión, dos palabras

que la cultura actual tiene separadas y amenudo son consideradas opuestas. Dospalabras que vosotros habéis unido, si-guiendo la invitación que hace veinticincoaños os dirigió Chiara Lubich, en Brasil,cuando frente al escándalo de la desigual-dad en la ciudad de San Pablo, pidió a losempresarios convertirse en agentes de co-munión, invitándoos a ser creativos, com-petentes, pero no solo esto. El empresarioes visto por vosotros como agente de comu-nión. Al introducir dentro de la economía elbuen germen de la comunión, habéis inicia-do un cambio profundo en el modo de ver yvivir la empresa. La empresa no solo puedeno destruir la comunión entre las personas,sino que puede construirla y promoverla».

Los tres puntos, los tres aspectos –oprincipios– pronunciados por el papaFrancisco a los participantes son:

1) sí a la comunión de los benef icios, quequiere decir no a la idolatría del dinero,como elección suprema de los valores éti-cos y espirituales, para decirlo brevemente,ya que, al releerlo tal como lo ha dicho elpapa, todo esto parece que se dé por des-contado;

2) no al capitalismo actual, sí al merca-do, pero no solo: las verdaderas novedadesestán en que la comunión llega hasta la pre-vención para que el sistema económico noocasione más víctimas, y hasta la acogida delos que económicamente se equivocan.

El capitalismo actual dice que sigueproduciendo pobreza, «produciendo des-cartados que después se querría cuidar. Elprincipal problema ético de este capitalis-mo es la creación de descartados para des-pués tratar de esconderlos o cuidarlos paraque no se vean».

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A partir de este punto parece que co-mienza a dar tareas a sus 1200 oyentes:«La economía de comunión, si quiere serf iel a su carisma, no debe solamente cui-dar a las víctimas, sino construir un siste-ma donde las víctimas sean cada vez me-nos, donde posiblemente ya no haya más[...] Es necesario apuntar a cambiar las re-glas de juego del sistema económico-so-cial. Imitar al buen samaritano del Evan-gelio no es suf iciente». Y va más allá en supropuesta:

«Cierto, cuando el empresario o unapersona cualquiera se tropieza con unavíctima, está llamado a cuidarla, como elbuen samaritano, asociar incluso al mer-cado (el posadero) a su acción de fraterni-dad. Sé que vosotros tratáis de hacerlo des-de hace 25 años. Pero es necesario actuarsobre todo antes de que el hombre se en-cuentre con los ladrones, combatiendo lasestructuras de pecado que producen ladro-nes y víctimas. Un empresario que es solobuen samaritano hace la mitad de su deber;cura a las víctimas de hoy, pero no reducelas del mañana. Para la comunión hay queimitar al Padre misericordioso de la pará-bola del hijo pródigo y esperar en casa a loshijos, los trabajadores y colaboradores quese han equivocado […]. Un empresario decomunión está llamado a hacer de todopara que incluso los que se equivocan y de-jan su casa, puedan conf iar en un trabajo yen una renta digna, y no tener que encon-trarse comiendo con los cerdos. Ningúnhijo, ningún hombre, ni siquiera el más re-belde, merece las algarrobas. esos que seequivocan y dejan su casa, puedan esperarun trabajo y un sueldo digno, y no verse co-miendo con los cerdos. Ningún hijo, ningúnhombre, ni siquiera el más rebelde, merecelas algarrobas».

3) En el tercer punto el papa afronta laesencia del principio “comunión”:

«El capitalismo conoce la f ilantropía, nola comunión», y «la comunión no es solodivisión sino también multiplicación delos bienes, creación de nuevo pan, de nue-vos bienes, de nuevo Bien con mayúscula.El principio vivo del Evangelio (la levadura)permanece activo solo si lo regalamos, por-que es amor, y el amor es activo cuandoamamos […]. La economía de comunióntendrá futuro si la dais a todos y no perma-nezca solo dentro de vuestra “casa”. ¡Do-nadla a todos, y en primer lugar a los po-bres y a los jóvenes, que son los que más lanecesitan y saben aprovechar el don recibi-do! Para tener vida en abundancia es nece-sario aprender a donar: no solo los benef i-cios de las empresas, sino vosotros mis-mos. El primer regalo del empresario es lapropia persona […]. El dinero no salva si nova acompañado del don de la persona. Laeconomía de hoy, los pobres, los jóvenesnecesitan antes que nada de vuestra alma,de vuestra fraternidad respetuosa y humil-de, de vuestras ganas de vivir y solo despuésde vuestro dinero».

En resumen, el Papa Francisco ha con-fiado a la Economía de Comunión, unagran tarea, esencial para la humanidad ytambién para la Iglesia, una misión. Nosgusta verla como un punto alto de la rela-ción que el papa Francisco ha iniciado con

«Economía y comunión, dos pala-bras que la cultura actual tiene se-paradas y a menudo son considera-das opuestas. Dos palabras que vo-sotros habéis unido...(...) Al introdu-cir dentro de la economía el buengermen de la comunión, habéis ini-ciado un cambio profundo en elmodo de ver y vivir la empresa».

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los movimientos populares de todo elmundo en el 2014 hasta ahora y a ello volve-remos.

Los tres pasos por él expresados formanparte de una elección consciente y admira-da, tanto más evidente cuanto más se reco-noce el peso de sus palabras, los hechosque deben seguirse y una estrategia inicia-da con el itinerario del papa Francisco jun-to con los movimientos populares de todoel mundo.

La acogida por parte del Movimiento

Esta es la reacción significativa y senti-da de María Voce, presidenta del Movi-miento de los Focolares, en el Aula PabloVI, a continuación del encuentro con elpapa Francisco:

«El Papa ahondó en la raíz, puso en evi-dencia el principio de la Economía de Co-munión que es el amor recíproco, o sea, esacapacidad de darse a sí mismos, antes dedar los frutos del propio trabajo, antes dedonar los talentos, antes de donar cualquiercosa, la capacidad de darse a sí mismos contoda la vida, y hacerlo con alegría. Y en estovio una posibilidad de progreso, una posibi-lidad de desarrollo, una posibilidad de ma-yor comunión y de mayor reciprocidad en elmundo. Me parece que puso realmente elacento sobre lo que es la economía de co-munión y sobre lo que puede llegar a ser,sobre la profecía que puede ser reconocien-do en esto los frutos que él ha constatado,pero también en la idea inspiradora deChiara Lubich a la que nombró explícita-mente como fundadora, como inspiradoratambién de la economía de comunión, unaprofecía que se actualiza en el hoy y quepodrá dar más; lo ha dicho tres veces, al f i-nal del discurso: «Vosotros ya lo hacéis,pero podéis hacer más, vosotros ya daispero podéis dar más». Ha insistido sobre

este dar más, lo que quiere decir que hay laesperanza de un proceso evolutivo y de de-sarrollo sostenible porque él lógicamentesiente mucho esta cosa. Me ha parecidoverdaderamente una cosa revolucionaria,en el sentido propio de ir a la raíz y mirar alfuturo.

Para el Movimiento de los Focolares sig-nif ica mirar algo particular –la Economíade Comunión– con una mirada universal,porque en el fondo la economía de comu-nión no es todo el Movimiento, pero tam-bién es todo el movimiento, porque puederepresentar todo el carisma del Movimientodesde un punto de vista, en un color, en unaspecto, que después es también el primeraspecto para nosotros, el de la economía.Pero ¿qué puede hacer el carisma por un as-pecto? Multiplicarlo por los inf initos aspec-tos de la actividad humana, que es lo quepuede hacer un carisma, que Dios dio aChiara para el mundo de hoy. Por tanto, meparece verdaderamente también una tomade conciencia, un toma de compromiso to-davía mayor, porque se puede hacer estopor la economía, puede hacerlo también entodos los otros campos, y debe hacerlo por-que el papa lo quiere».

El Papa Francisco y la opción de una Iglesia “pobre para los pobres”

«Algunos no sabían por qué el Obispo deRoma ha querido llamarse Francisco. Algu-nos pensaban en Francisco Javier, Francis-co de Sales, incluso en Francisco de Asís. Oscontaré la historia. En la elección, yo teníajunto a mí al arzobispo emérito de San Pa-blo, y también prefecto emérito de la Con-gregación para el Clero, el cardenal ClaudioHummes: ¡un gran amigo, un gran amigo!Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa,él me animaba. Y cuando los votos alcanza-ron los dos tercios, llegó el acostumbrado

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plauso, porque había sido elegido el Papa. Yél me abrazó, me besó y me dijo: “¡No te ol-vides de los pobres!”. Y aquella palabra meentró aquí: los pobres, los pobres. Después,enseguida, en relación a los pobres pensé enFrancisco de Asís. Luego pensé en las gue-rras, mientras proseguía el escrutinio, has-ta el recuento de todos los votos. Y Francis-co es el hombre de la paz. Y así surgió elnombre en mi corazón: Francisco de Asís.Para mí es el hombre de la pobreza, el hom-bre de la paz, el hombre que ama y cuida lacreación; en este momento también noso-tros tenemos con la creación una relaciónmuy buena, ¿no? Es el hombre que nos daeste espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah,cómo querría una Iglesia pobre y para lospobres!»1.

Esto no es un eslogan vacío, sino unapráctica, de hecho tres días más tarde, elmartes 19 de marzo del 2013, él pone en re-lación la actitud ante los pobres con la vir-tud de custodiar. Solemnidad de San José,misa de inicio del ministerio petrino delobispo de Roma: la actitud, el estilo de“custodiar”, vocación de San José, hace de-cir al Papa: «La vocación de custodiar nosolo nos atañe a nosotros, los cristianos,sino que tiene una dimensión que antecedey que es simplemente humana, correspondea todos». Él identifica los “sujetos” que sehan de custodiar: «Es custodiar toda la cre-ación, la belleza de la creación, como se nosdice en el libro del Génesis y como nosmuestra san Francisco de Asís: es tener res-peto por todas las criaturas de Dios y por elentorno en el que vivimos. Es custodiar a lagente, el preocuparse por todos, por cadauno, con amor, especialmente por losniños, los ancianos, quienes son más frági-les y que a menudo se quedan en la periferiade nuestro corazón».

El Jueves Santo, 28 de marzo del 2013, elpapa Francisco va a celebrar la misa in Coe-

na Domini en una cárcel de menores, en elinstituto penal para Menores de “Casal delMarmo” en Roma, al oeste de la ciudad, dela que es obispo, comenzando una tradi-ción que continúa en los años sucesivos.

La frase «Cómo quisiera una Iglesia po-bre y para los pobres» fue el saque inicialdel juego que Francisco quería jugar –sos-tiene con lenguaje futbolístico un religio-so–. Francisco sorprendió a todos con susprimeros viajes fuera de Roma: Lampedu-sa, Albania, Centro África, sin duda in-tencionales. La otra frase de Francisco:«Esta economía mata», fue utilizada paratener una idea clara de su pensamiento,crítico, porque es simplista decir «lo pri-vaticemos todo, así derribaremos los cos-tes», es decir, negamos que tenemos bie-nes comunes que deben preservarse, peroes también manipulativo e instrumentalpara los intereses de unos pocos: «Mien-tras no se resuelvan radicalmente los pro-blemas de los pobres, renunciando a la au-tonomía absoluta de los mercados y de laespeculación f inanciera y atacando lascausas estructurales de la iniquidad, no seresolverán los problemas del mundo y, endef initiva, ningún problema. La iniquidad

es raíz de los males sociales» (Evangeliigaudium, 202).

«“¡No te olvides de los pobres!”. Yaquella palabra me entró aquí: lospobres, los pobres. Después, ense-guida, en relación a los pobres penséen Francisco de Asís. Luego pensé enlas guerras, mientras proseguía elescrutinio, hasta el recuento de to-dos los votos. Y Francisco es el hom-bre de la paz. Y así surgió el nombreen mi corazón: Francisco de Asís».

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También en los documentos publicadoses posible leer el mismo estilo de ministe-rio petrino. Por los objetivos enumeradospodemos leer el ministerio petrino me-diante sus documentos: las encíclicas Lu-men f idei (2013) y Laudato si’ (2015), la car-ta apostólica Misericordia et misera (2016),con la cual instituyó la Jornada mundial delos pobres, en el domingo XXXIII delTiempo Ordinario, las exhortacionesapostólicas Evangelii gaudium (2013) yAmoris Laetitia (2016).

Francisco promotor de una visión económica: el encuentro con los movimientos populares

No muchos saben que, en torno a la invi-tación dirigida por el papa Francisco a lospobres y a los pueblos organizados paraque no se resignen y sean protagonistas delproceso de cambio, se constituyó una pla-taforma –de la cual es activamente anima-dor– de más de un centenar de movimien-tos populares, el Encuentro Mundial de losMovimientos Populares (EMMP) que sedefine así: un espacio fraterno entre las or-ganizaciones de base de los cinco conti-nentes.

El EMMP promueve la cultura del en-cuentro para que los movimientos popula-res combatan, sin soberbia pero con cora-je, sin violencia pero con tenacidad, por ladignidad humana, por la naturaleza y porla justicia social, para promover la organi-zación de los excluidos, para construirdesde abajo la alternativa humana a unaglobalización excluyente que despoja amenudo los sagrados derechos a la casa, altrabajo y a la tierra.

El primer encuentro del Papa Franciscocon los movimientos populares fue el mar-tes 28 de octubre del 2014 en el Aula del Sí-nodo del Vaticano. El segundo encuentro

fue en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia eljueves 9 de julio del 2015 durante el viajeapostólico del Papa Francisco a Ecuador,Bolivia y Paraguay. El tercer encuentro, elsábado 5 de noviembre del 2016 en el AulaPablo VI en el Vaticano.

En estos años se han multiplicado losencuentros regionales de los Movimien-tos Populares, el más reciente tuvo lugaren Modesto, en California –USA– del 17 al19 de febrero pasado. El tema estaba diri-gido a estar unidos y superar la economíaglobal de exclusión, el concepto que elPapa Francisco declina en su recientemensaje del 17 de febrero pasado, con len-guaje práctico, y que es una verdad de re-velación y razón: ignorar a los pobres, ig-norar el sufrimiento y los problemas esuna estafa moral.

Poner a los pobres en el centro de la economía: el “plus” de la Economía de Comunión

El Papa Francisco concluía el encuen-tro con los 1200 representantes de Eco-nomía de Comunión con estas palabras:«Os deseo continuar siendo semilla, sal ylevadura de otra economía: la economíadel Reino, donde los ricos saben compartirsus riquezas, y los pobres son llamadosbienaventurados». Resuena el Magnif icatde María en Lucas, resuenan las Biena-venturanzas como discurso escatológicode Mateo. Esta es una provocación a lavida de los carismas, construida institu-cionalmente sobre cuatro elementos pro-pios de la primera comunidad de Jeru-salén: la fidelidad a la enseñanza de losapóstoles, a la unión fraterna, a la frac-ción del pan y a las oraciones (Hch 2, 42).Cada comunidad nace en torno a uno –in-separablemente juntos– de los cuatro ele-mentos. La comunidad religiosa asume en

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la historia el significado de la pobrezacomo fraternidad con los pobres, enmodo sustancial.

La Economía de Comunión es cierta-mente fraterna, pero de una fraternidadpráctica y verdadera, según un “plus” expli-cado a la luz del Evangelio, que quiere a to-dos sujetos de reciprocidad, y que constitu-ye la revolución y el encanto: todos son lla-mados a ser protagonistas en la economíadel don de sí, todos no equiparados, sinoensalzados en la perspectiva del don, queno es estática, sino dinámica, es decir, queen la economía de comunión nadie estáestáticamente, ni un rico que da ni un po-bre que recibe, sino que todos dan y todosreciben. Esta es la revolución.

Chiara Lubich, en una conversación enel Congreso del Movimiento de los Reli-giosos, el 19 de abril del 1995, en CastelGandolfo, explicaba que en la base de laEconomía de Comunión, está la espiritua-lidad «simple y compleja, como las cosasde Dios. Nueva, como es siempre el Espíri-tu, que hace nuevas todas las cosas. Comu-nitaria y colectiva, que se distingue poresto de otras bellísimas espiritualidades denuestra Iglesia, que genera santos, peromás individuales. En esta espiritualidad seama y se es amado. Es obligatoria la reci-procidad hasta la unidad. Pero ¿qué es loque hace que esto sea posible? El ver aCristo el uno en el otro y viceversa. Tam-bién aquí, lo que se hace al hermano, se lehace a Él. Por tanto, todo el Movimiento,en todas sus expresiones está empapado,se fundamenta en la Palabra: “Me lohabéis hecho a mí” (Mt 25, 40)»2.

En el Ágora de los Foros Socialesla perspectiva de los carismas

El que escribe ha seguido el camino delos Foros Sociales Mundiales desde su ini-

cio en 2001, sobre todo en los medios decomunicación y algunas veces en Brasil pu-diendo participar –2002, 2005, 2009– y ha

encontrado en esta ágora a hermanos reli-giosos de todos los carismas, y tambiénmuchas otras asociaciones, presentes in-cluso de forma oficial como actores y pro-tagonistas.

Fue conmovedor encontrar a la sociólo-ga focolarina Vera Araujo, en Porto Alegreen 2002, presentando la Economía de Co-munión a través del libro de Chiara Lu-bich: la representaba justamente, la eco-nomía de Comunión en medio de los mo-vimientos sociales y populares. Los caris-mas en la sociedad mundial tienen la fun-ción de gritar desde las azoteas lo que hanescuchado en lo secreto, «lo que habéisoído en secreto, gritadlo a los cuatro vien-tos» (Mt 10, 26). La presencia de la Eco-nomía de Comunión continúa su anunciocompartiendo experiencias prácticas, enlas que se pone de manifiesto la raíz de laauténtica fraternidad recíproca a travésdel don de sí, y acogiendo los retos queFrancisco nos ha indicado.

1 Francisco, Audiencia a los representantes delos medios, 16 de marzo de 2013.

2 En Ciardi, F., L’avete fatto a me”. Le sf ide so-ciali e i religiosi, Città Nuova Editrice, Roma 1995,pp. 47.

Perspectivas 31

En esta espiritualidad se ama y sees amado. Es obligatoria la recipro-cidad hasta la unidad. Pero ¿qué eslo que hace que esto sea posible? Elver a Cristo el uno en el otro y vice-versa. También aquí, lo que se haceal hermano, se le hace a Él.

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LOS integrantes de la secretaría de losObispos amigos del Movimiento delos Focolares, entre los cuales hay

también un obispo religioso, el viernes 24de marzo de 2017, partieron de Grottaferra-ta, Centro del Movimiento de los Focola-res, para dirigirse a Praga y poder partici-par al día siguiente en las exequias delCard. Miloslav Vlk. Nada más llegar al ae-ropuerto, un microbús los llevó a la iglesitade las carmelitas, frente al obispado, parapoder unirse a la larga fila de fieles que seacercaban al difunto para tener con él unmomento de intimidad espiritual, ahoraque había pasado a la otra vida. A ellos seunió un grupo significativo de miembrosdel Movimiento de los Focolares para dargracias a Dios, que concedió a la Iglesia

esta inolvidable figura de obispo, que tantohizo por este movimiento.

Su vida

El Card. Miloslav Vlk murió el 18 demarzo de 2017 en su archidiócesis de Pra-ga, a la edad de casi 85 años. Nacido el 17de mayo de 1932 en Líšnice, provincia dePísek, en Bohemia del Sur, en una familiamuy buena y sencilla, pudo concluir susestudios medios (1952). Luego trabajócomo obrero en una fábrica de motores,hizo el servicio militar en Dvory y poste-riormente frecuentó la Universidad deSan Carlos, en Praga, donde se doctoró enArchivística en 1960. Solo más tarde(1964) se le permitió emprender los estu-

Unidad y Carismas

TESTIGOSTESTIGOS

Miloslav Vlk:La valentía de un Pastor

Mariano Steffan, o.f.m.cap.

En Praga, centro religioso y político de la República Checa, la Iglesia se reuniópara dar su último adiós a su cardenal. Muy amado de la gente por su compromisopor la justicia, los derechos humanos, la paz y el diálogo en todos los campos y contodos, nos deja un mensaje comprometedor de colaboración y de esperanza en fa-vor de un futuro de convivencia estable y libre, lleno de esperanzas por realizar.

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dios teológicos en la facultad de Teologíade los Santos Cirilo y Metodio de Lo-tomĕřice, y en 1968 fue ordenado sacerdo-te. Su influencia y su estilo pastoral alar-maron a las autoridades políticas hasta elpunto que fue trasladado como párroco alejanos pueblecitos rurales. Pero tampocoallí su actividad permaneció oculta por-que en 1978 los organismos estatales le re-tiraron definitivamente la autorización deejercer su ministerio sacerdotal que D.Moloslav siguió ejerciendo clandestina-mente. No pudiendo realizar actividadespastorales públicas, se colocó de limpia-cristales y de archivista en la Banca Estatalde Praga. Así hasta 1989, cuando, autori-

zado nuevamente a ejercer su ministeriosacerdotal, volvió a ser párroco de pueble-citos de la sierra y, en 1990, fue nombradoobispo de České Budĕjovice. Un año des-pués fue nombrado arzobispo de Praga yPrimado de Bohemia y, finalmente, du-rante diez años Presidente de la Confe-rencia Episcopal. Permaneció a la cabezade la archidiócesis de Praga hasta el 3 defebrero de 2010, año en que el papa Bene-dicto XVI aceptó su renuncia por razonesde edad.

Las exequias

Su funeral, que tuvo lugar el 25 de mar-zo en la catedral de Praga, fue presididopor el Card. Dominik Duka y concelebra-

do por una treintena de obispos y unostrescientos sacerdotes. Estaban presentesalgunas autoridades civiles y numerosasasociaciones. La multitud presente nosolo llenaba la espléndida iglesia gótica,sino también los patios del palacio epis-copal que la rodea, hasta la plaza. La ho-milía, pronunciada por Mons. FrantišekRadkoský, obispo emérito de Plezeň, sub -rayaba que para este cardenal, amigo ycompañero suyo en tantas aventuras, fuedecisiva la elección de Dios-Amor y tratarde hacer siempre concretamente su vo-luntad. Esa opción, a él, que estaba llenode energía, no le resultó sencilla, sino unalucha difícil, dados los avatares con losque tropezó en su vida. «Era un luchadorperseverante y valiente –afirmó Mons. F.Radkoský–, comprometido con la pobre-za, el derecho y la justicia para la Iglesia,no solo durante la dictadura comunista,sino también en la época en que asumió laresponsabilidad de toda la Iglesia de supaís como Primado y Presidente de la Con-ferencia Episcopal». La espiritualidad delos Focolares le ayudó mucho a superarmuchos obstáculos, según opinión de va-rias personas.

Él mismo admite: «En el corazón deaquellos años tenebrosos, el encuentro conel Movimiento de los Focolares fue una granluz para mí. [...] Comprendí que solo hay unpaso: el camino de la Cruz. [...] Una situa-ción totalmente desesperada no es nunca elf inal de todo, sino solo un descenso abismalentre las sombras de la muerte, que condu-ce a la resurrección». Por tanto, para él nohay lugar para el derrotismo o para el pesi-mismo, sino que hay que conservar hasta elfinal la fe en el Padre. Descansa en su cate-dral, dentro de aquellas paredes góticasque durante dos decenios oyeron resonarsu voz y su mensaje, que ahora se convierteen un compromiso para los que lo se-

«Comprendí que solo hay un paso:el camino de la Cruz. [...] Una situa-ción totalmente desesperada no esnunca el f inal de todo, sino solo undescenso abismal entre las sombrasde la muerte, que conduce a la resu-rrección».

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guirán. Los testimonios de la gente queacudió a acompañarlo en su paso de estemundo al Padre hablan de reconciliación yde paz. Creyentes y no creyentes, cristianosde todas las iglesias, pueblos de diversasproveniencias y que históricamente se con-sideraban “enemigos”, ahora ven en él a unlíder que ha sabido reconciliar; un Padredecidido, pero tan bueno que construyófraternidad y la unidad con todos.

Al final de la larga ceremonia, el palacioblanco de la Curia del Cardenal se abrió alos numerosos invitados, que compartie-ron un fraterno piscolabis, ocasión únicapara saludarse y contar alguna anécdotapersonal para resaltar la extraordinaria fi-gura de este hombre y de este pastor.

Un eco que continúa

Las numerosas iniciativas en los ámbitospastoral, ecuménico y político seguramen-te continuarán y tendrán ulteriores desa-rrollos. La tarde misma de su funeral, en elfocolar femenino de Praga, en la localidadde Vinoř, una decena de personas del Mo-vimiento de los Focolares se reunió con elobispo luterano Christian Krause, obispode Brandenburgo, para compartir una cenafraterna. El obispo C. Krause, presidentede las iglesias luteranas, tiene amplias mi-

ras mundiales y era muy amigo del carde-nal. Gracias a la colaboración de ambos,cayeron muchas barreras ecuménicas. Re-sultó interesante la convicción de esteobispo luterano, que observa un trasladoreal del eje del ecumenismo desde el Nortede Europa hacia Roma, «porque –dijo– lasmejores expectativas de futuro se estánconcentrando allí».

Al día siguiente, en la parroquia de Vi-noř, acogidos por el párroco, Mons. VítHorák, fue el mismo obispo eméritoMons. František Radkoský, quien presidióla Eucaristía parroquial rodeado por seissacerdotes, cuatro focolarinos y dos reli-giosos, con toda la comunidad de la Obrade María llegada a Praga para el funeral.Con aquellos parroquianos se recordó suinolvidable figura de párroco, de padre, deobispo y de primado, «que ha sabido –asíse dijo– mantener f irme su f idelidad aCristo, como hizo el ciego curado porJesús, que, a pesar de la oposición de los es-cribas y fariseos y de su expulsión de la si-nagoga, permaneció convencido de su fe yse arrodilló ante Jesús cuando supo que erael Hijo del Hombre quien lo había sanado»(cf. Jn 9, 34).

Tanto en esta pequeña celebracióncomo en la que tuvo lugar en la catedral, asícomo en los periódicos expuestos en losquioscos, bares, estaciones de ferrocarril yen los aeropuertos, la persona del amigo ypastor Miloslav Vlk estaba presente y todoshablaban de él con entusiasmo. Honores,prestigiosos reconocimientos, cinco doc-torados honoris causa, ocho ciudadaníashonorarias y otros numerosos premios nolo han alejado nunca del Pueblo de Dios, alque ha servido siempre con gran pasión.Esta es la larga ola provocada por figurascomo la del Card. Vlk, que han amado a lagente y se han involucrado plenamente ensus problemas y críticas sociales.

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«Ha sabido mantener f irme su f i-delidad a Cristo, como hizo el ciegocurado por Jesús, que, a pesar de laoposición de los escribas y fariseos yde su expulsión de la sinagoga, per-maneció convencido de su fe y searrodilló ante Jesús cuando supo queera el Hijo del Hombre quien lohabía sanado».

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Dios ha creado el “unidiverso”

Para expresar la “admirable diversidad”existente en la creación de Dios, y al mis-mo tiempo la “suma unidad del acto divi-no” que todo lo creó, san Francisco de Salestuvo que inventar un vocablo nuevo que noexistía en ninguna lengua: unidiverso. Deeste modo, quería ensalzar la unidad de lacreación en su diversidad y su diversidaden la unidad. La unidad se opone a la con-fusión y al desorden, no a la distinción y ala variedad, de la cual, por el contrario, sesirve para dar belleza a las cosas, «reducien-do todas las diferencias y diversidades a laproporción, la proporción al orden y el or-den a la unidad del mundo».

Lo que san Francisco de Sales afirma del

orden natural parece que se pueda aplicar alorden espiritual de los dones y carismas enla Iglesia. En el prólogo a su Introducción ala vida devota, él cuenta a Filotea la historiade Glicera, una famosa florista de la an-tigüedad, la cual, con las mismas flores, lo-graba componer un número increíble de ra-mos diferentes. La conclusión es obvia: delmismo modo actúa el Espíritu Santo.

En el prólogo del Tratado del amor deDios, su obra maestra, explica lo mismoutilizando otra imagen: «Si tú ves hermo-sas palomas a los rayos del sol, verás que elsol, dándoles con su fulgor, genera una inf i-nidad de reflejos que dan origen a una granvariedad de matices y mutaciones de color».Sin duda, el autor era consciente de la no-vedad de su enseñanza y, al mismo tiempo,

Morand Wirth, s.d.b.

San Francisco de Salesy Santa Juana de Chantal:

Testigos de la «unidiversidad» en la Iglesia

EXPERIENCIASEXPERIENCIAS

Igual que la variedad en la creación es índice de la riqueza y la benignidad de laobra del Creador, así la diversidad de carismas y de funciones es una de las carac-terísticas más hermosas de la Iglesia y de su “unidiversidad”. Así lo entendieron yvivieron con especial profundidad Francisco de Sales y Juana de Chantal, cons-cientes de que la llamada a la santidad es para todos y cada uno y que pasa siem-pre a través de un “nosotros”.

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de la fuente única de todos los dones y ca-rismas actuando en la Iglesia, que es elEspíritu Santo.

Entre estos dones y carismas con losque Francisco ha enriquecido a la Iglesiajuntamente con santa Juana Francisca deChantal, consideramos tres: la santidadpara todos, el don del acompañamientoespiritual y el amor que lo comprende yperfecciona todo.

La santidad para todos

La novedad de Francisco de Sales ha con-sistido en colocar la vida espiritual al alcan-ce de todos, común lenguaje claro, acorde ala sensibilidad de la época y con la fuerza desu testimonio personal. Efectivamente, si lasantidad es amor, amor de Dios en primerlugar, así como, con un mismo movimien-to, amor al prójimo, es accesible a todos, entodas las situaciones. La “devoción civil”que él enseña y propaga, tiene en cuenta to-dos los aspectos de la realidad humana, so-bre la cual ejercerá una influencia benefi-ciosa. Para llevar una vida cristiana auténti-ca, no es indispensable retirarse del mun-do, irse al desierto o entrar en un monaste-rio. Es verdad que la vida cristiana exige aveces una cierta soledad, pero eso no signi-fica huir del mundo. Dirigiéndose a Filotea,es decir, a toda persona que quiere amar aDios, el autor de la Introducción a la vidadevota se propuso trazarle un itinerario deferviente vida cristiana en medio del mun-do, enseñándole que es necesario servirsede las propias alas para volar hacia las altu-ras de la oración, y, a la vez, de los propiospies para caminar junto con los hombres«en santa y amistosa conversación».

A pesar de todo, eso constituía una no-vedad, de la que Francisco era perfecta-mente consciente. Efectivamente, en su li-bro hallamos una cantidad de consejos yenseñanzas sobre temas que, antes que él,

la literatura espiritual había afrontadopoco, como la vida de todos los días con susproblemas, sus quehaceres y cuestionesacerca del matrimonio, las relaciones so-ciales, la vestimenta, el esparcimiento, eljuego y las amistades. Más en general, se hareconocido que el obispo de Ginebra ha te-nido el mérito de hacer entrar la religiónen la vida y la vida en la religión.

La santidad es para todos, pero el cami-no para alcanzarla no es igual para todos,porque «hay que adaptar la práctica de ladevoción a las fuerzas, a las ocupaciones y alos deberes de cada uno en particular». Nosería correcto que el obispo quisiera estarsolo como los cartujos, que los casados noquisieran renunciar a algo como, sin em-bargo, hacen los capuchinos, o que el arte-sano se pasara todo el día en la iglesia comoel religioso.

En este sentido, el papa Pablo VI pudoescribir que «nadie más ni mejor que Sales,entre los recientes doctores de la Iglesia, hasabido, con la profunda intuición de su sa-gacidad, adelantarse a las deliberaciones delConcilio Vaticano II».

El don del acompañamientoespiritual

«Mi espíritu acompaña siempre al vues-tro», escribió un día Francisco de Sales aJuana de Chantal, en un período en el queésta se sentía asaltada por tinieblas y tenta-ciones. Y añadía: «Caminad, pues, queridahija, y avanzad en mal tiempo y durante la

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«Caminad, pues, querida hija, yavanzad en mal tiempo y durante lanoche... sed valiente, querida hijamía; con la ayuda de Dios, haremosmucho».

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noche... sed valiente, querida hija mía; conla ayuda de Dios, haremos mucho».

El director es padre, hermano y amigo.Lo que mejor caracteriza el estilo salesianoes el clima amigable y recíproco que une aldirector con la persona dirigida. Para él nohay verdadera dirección espiritual si no hayamistad, intercambio, comunicación, in-fluencia recíproca. Con Juana de Chantal lareciprocidad llegó a ser tan intensa quetransformó “lo mío” y “lo tuyo” en “nuestro”.

Obediencia al director, pero en un climade confianza y de libertad. Francisco de sa-les se la recomienda a Juana de chantal conrelación a su primer director. Cuando, des-pués de haber conocido a Francisco de Sa-les, quiso cambiar de director, cayó en unmar de escrúpulos, y éste, para tranquili-zarla, le indicó otro camino:

«He aquí la regla general de nuestra obe-diencia, escrita en letras muy grandes: hayque hacerlo todo por amor, nada a la fuerza;hay que amar la obediencia más de lo que seteme la desobediencia. Os dejo el espíritu delibertad: no el que excluye la obedienciaporque entonces habría que hablar de unalibertad de la carne, sino el que excluye lacoacción, el escrúpulo y la prisa».

La confianza que Francisco inspiraba no

provenía de él: es Dios –pensaba– quien«inclina a tantas personas a entregarme lasllaves de su corazón; o mejor, a abrir delan-te de mí la cerradura de su casa, para quepueda ver todo lo que hay dentro».

Cuando escribe a su «queridísimo y úni-co padre», Juana le manifiesta su deseo y supasión de ser totalmente de Dos, pide con-sejo y oraciones y, se preocupa de “nuestra”salud corporal y espiritual. Como Francis-co, ella pasa al “nosotros” para expresar suunidad sobrenatural, hablando de “nues-tro corazón” y de “nuestra santa unidad”.Francisco, por su parte, era consciente detodo lo que había recibido gracias a estaamistad con Juana y las primeras religiosasde la Visitación. Ofreciendo al lector sutratado, escribe: «Se lo debo a esa comuni-dad bendita», en particular a «quien es sumadre y la preside» y que la ha «asistido deun modo especial».

El amor, que todo lo integray perfecciona

«En la santa Iglesia, todo pertenece alamor, vive en el amor, se hace por amor yviene del amor», escribe Francisco en elprólogo del Tratado del amor de Dios.

Los mandamientos de Dios se compen-dian en el precepto del amor. Ahora bien,como es tarea del amor hacernos practicartodos los mandamientos de Dios sin ex-cepción en su totalidad, le corresponde a ladevoción añadir prontitud y diligencia.

Solamente la caridad nos eleva a la per-fección, pero los consejos evangélicos sonlos tres grandes medios para alcanzarla: «Laobediencia consagra nuestro corazón, lacastidad nuestro cuerpo y la pobreza nues-tros bienes al amor y al servicio de Dios: sonlos tres brazos de la cruz espiritual».

Además, el amor, que es bienaventuran-za, encierra en sí las ocho bienaventuran-

El amor perfecciona todas las vir-tudes: «Nosotros agradaremos aDios, no por la grandeza de nuestrasacciones, sino por el amor con quelas realizamos». Y las virtudes másapreciadas son las pequeñas de cadadía: paciencia, humildad, dulzura,deberes cotidianos, obediencia,amistad, mortificación del corazón,buenas conversaciones, buenos en-tretenimientos...

Experiencias 37

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zas, porque nos hace amar –o al menosaceptar con amorosa sumisión– la pobreza,la aflicción, la dulzura, las privaciones, lamisericordia, la pureza del corazón, la pazy las persecuciones.

La caridad incluye también los siete do-nes del Espíritu Santo. Según san Francis-co, la sabiduría es el amor que nos hacegustar cuán amable es Dios; el intelecto esel amor que nos hace penetrar la belleza delos misterios de la fe; el consejo es el amorque nos hace discernir los medios adecua-dos para perfeccionarnos; la fortaleza es elamor que nos hace combatir el mal; laciencia es el amor que nos hace conocer elmal para detestarlo y el bien para realizar-lo; la piedad es el amor que nos hace res-ponder con corazón filial al amor del Pa-dre; el temor es el amor en cuanto nos hacehuir del mal que no agrada a Dios.

Los frutos del Espíritu Santo son nueve

(doce en la biblia utilizada por san Francis-co), pero en realidad, como dice san Pablo,hay un único fruto: la caridad (Ga 5, 22);los otros son propiedad y cualidad del úni-co fruto, como la alegría, la paz, la pacien-cia, la bondad, la mansedumbre, etc. y lacaridad se llama “fruto” porque es agrada-ble y deliciosa.

El amor perfecciona todas las virtudes:«nosotros agradaremos a Dios, no por lagrandeza de nuestras acciones, sino por elamor con que las realizamos». Y las virtu-des más apreciadas son las pequeñas decada día: paciencia, humildad, dulzura, de-beres cotidianos, obediencia, amistad,mortificación del corazón, buenas conver-saciones, buenos entretenimientos...

Por último, hay que reconocer que ni si-quiera la muerte se ha de separar del amor.El último capítulo del Tratado del amor deDios nos conduce al monte Calvario,«monte de los enamorados», donde halla-mos «la verdadera academia de la dilección”.Esta es la conclusión del autor: «¡O amar, omorir! ¡Morir y amar! Morir a todos losdemás amores para vivir el de Jesús, para nomorir por la eternidad; de modo que, vivien-do en tu eterno amor, oh Salvador de nues-tras almas, cantemos eternamente: ¡VivaJesús! ¡Amo a Jesús! ¡Viva Jesús, a quienamo! Amo a Jesús que vive y reina por los si-glos de los siglos. amén».

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«¡O amar, o morir! ¡Morir y amar!Morir a todos los demás amorespara vivir el de Jesús, para no morirpor la eternidad; de modo que, vi-viendo en tu eterno amor, oh Salva-dor de nuestras almas, cantemoseternamente».

«La Iglesia “en salida” es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia losdemás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rum-bo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedadpara mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al quese quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se que-da con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad».

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Los inicios

Siempre que contamos nuestra historia,decimos que nuestra Congregación naceen la Iglesia y para la Iglesia. Así, al narrarel camino que hemos vivido, nos hacemosun poco más conscientes de la historia degracia que Dios ha hecho y continúa ha-ciendo con nosotras.

Nuestra Congregación nace en 1997 enMadrid. Nueve chicas, procedentes de va-rios grupos de jóvenes pertenecientes adiferentes parroquias atendidas por losMisioneros Oblatos de María Inmacula-da, comenzábamos a vivir en comunidadcon el deseo de abrazar la vida religiosa ycontinuar la obra de evangelización si-

guiendo el carisma de San Eugenio de Ma-zenod. Desde el comienzo de esta pe-queña obra, sentíamos que nuestro cami-nar debía ir de la mano de la Iglesia, y endiálogo constante con sus pastores. Al co-menzar a vivir en comunidad, uno de losprimeros pasos que dimos fue el de infor-mar al Vicario para la Vida Consagrada dela Diócesis de nuestro proyecto de vida, ycon corazón atento nos pusimos a la escu-cha de lo que la Iglesia nos proponía paracrecer en nuestra vocación en la vida reli-giosa oblata.

La manera de proceder de la Iglesia eneste momento de nuestra historia, nos re-vela el rostro de una “Iglesia madre” queacoge y cuida a sus hijos. La Iglesia, por

Mª del Mar Gómez Mañas, o.m.i.

Acoger nuevos brotes

NUEVOS HORIZONTESNUEVOS HORIZONTES

Una de las misiones específ icas de la jerarquía de la Iglesia es la de discernir lasnuevas iniciativa del espíritu para captar la autenticidad, el don carismático que seencuentra allí y su inserción eclesial. Hemos pedido a las superiora general de unafundación muy reciente, incluida en una familiga carismática clásica, que noscuente cómo ellas, misioneras oblatas de María Inmaculada, que les gusta decirse“en la Iglesia y por la Iglesia”, han vivido directamente esta relación con la Iglesia.

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medio de sus pastores, nos fue acom-pañando y guiando e igualmente actuandocon prudencia y discernimiento ante la ac-ción del Espíritu Santo en nuestra pequeñacomunidad en aquel primer momento.

Unos años más tarde, en 2001, recibimosde la Iglesia el regalo de la aprobacióncomo Instituto religioso de derecho dioce-sano. La Iglesia reconocía nuestras Consti-tuciones y Reglas como camino de santidadpara nosotras y para todas aquellas a lasque el Señor iba a ir llamando a nuestra fa-milia religiosa. Fue un momento únicopara nosotras, lleno de fuerza del EspírituSanto y también de gran responsabilidadante la Iglesia y el mundo. El día de la pro-fesión de las ocho primeras MisionerasOblatas de María Inmaculada significabatambién el nacimiento de un nuevo Insti-tuto en la Iglesia. Sentíamos nuestrasaquellas palabras de San Eugenio de Maze-nod que escribía a los Oblatos tras la apro-bación de las Reglas en 1826:

«La conclusión que tenemos que sacar,mis queridos amigos, mis hermanos bue-nos, es que debemos trabajar con renovadoardor y con una abnegación más radical to-davía, (...) es adherirnos de corazón y dealma a nuestras Reglas y cumplir con lamayor exactitud lo que nos prescriben (…)Han sido juzgadas santas y eminentementeaptas para conducir a la meta a todos aque-llos que las hayan abrazado. Ya son propie-dad de la Iglesia que las ha adoptado (…) Pornuestra fragilidad y por nuestro pequeñonúmero, no por eso tenemos en la Iglesiauna existencia inferior a la de los cuerposmás célebres o de las sociedades más san-tas. Ya estamos instituidos».

Nuestras Constituciones, a partir delmomento de la aprobación son ya propie-dad de la Iglesia que las ha acogido y nues-tra respuesta ha de ser la de una adhesióntotal a ellas y a la Iglesia.

El don del Espíritu

El documento Mutuae Relationes diceen el número 11:

«Los Institutos religiosos en la Iglesia sonmuchos y diversos, cada uno con su propiaíndole; pero todos aportan su propia voca-ción, cual don hecho por el Espíritu, por me-dio de hombres y mujeres insignes y aproba-do auténticamente por la Sagrada Jerarquía”.

Al leer estas palabras podemos recono-cer en nosotras que vivimos este don delEspíritu Santo que ha sido aprobado por laIglesia. En el Decreto de aprobación denuestro Instituto en 2001 se nos decía:«Hemos examinado el carisma que informasu proyecto de consagración y de vida, con-siderándolo un don del Señor para su Igle-sia, y hemos ponderado la oportunidad y lautilidad eclesial del proyectado Instituto,así como su posibilidad de desarrollo» . Poruna parte, el carisma oblato era reconocidopor la Iglesia como un don del Señor, cami-no de santidad para las Misioneras Obla-tas, y por, otra parte, las posibilidades rea-les de trabajar al servicio de la Iglesia y dedesarrollo. Siempre en comunión con laIglesia y en un constante espíritu de discer-nimiento, es responsabilidad de cada her-mana dejarse guiar por las Constituciones yReglas y vivir con fidelidad creativa el dondel carisma de San Eugenio de Mazenod.

Desde nuestro ser mujeres consagradasque viven el carisma oblato, tenemos que irdescubriendo la índole propia de nuestraCongregación, el estilo particular de santi-ficación y apostolado que va creando nues-tra propia tradición (cf. MR 11).

Nuestro ser en la Iglesia

A lo largo de estos años se ha ido confi-gurando también nuestra manera de ser enla Iglesia. Nuestra Congregación es de de-

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recho diocesano, por lo que siempre he-mos querido tomar parte en la vida y mi-sión de las Diócesis en las que hemos esta-do presentes. Allí donde estamos, nos sen-timos verdaderamente parte de la familiadiocesana (cf. MR 18), tratando de colabo-rar en la pastoral de la diócesis a diferentesniveles, bien sea desde la vida parroquial odesde organismos diocesanos.

Una nota característica del carismaoblato es el amor a la Iglesia. San Eugeniode Mazenod amaba entrañablemente a laIglesia, cuando escribe el Prefacio a lasConstituciones y Reglas en 1825, presentaasí la lamentable situación de la queridaEsposa del Hijo de Dios:

«La Iglesia, preciada herencia que el Sal-vador adquirió a costa de su sangre, ha sidoen sus días atrozmente devastada. Esta que-rida Esposa del Hijo de Dios llora aterroriza-da la vergonzosa defección de los hijos porella engendrados (...) La consideración de es-tos males ha conmovido el corazón de algu-nos sacerdotes celosos de la gloria de Dios,que aman entrañablemente a la Iglesia, yestán dispuestos a entregar su vida, si es pre-ciso, por la salvación de las almas» (cf. Pre-facio de las Constituciones y Reglas de losMisioneros Oblatos de María Inmaculada).

El amor profundo de San Eugenio por laIglesia se ha transmitido a la familia oblata,

y nosotras también, como parte de esta fa-milia, nos hacemos depositarias de estesentir con la Iglesia. En nuestras Constitu-ciones decimos que por amor a la Iglesia lasOblatas cumplimos nuestra misión en co-munión con los pastores que el Señor hapuesto al frente de su pueblo y en las Igle-sias locales donde trabajamos toda nuestraactividad misionera está en coordinacióncon la pastoral de conjunto, tratando dellevar adelante esta acción desde un verda-dero deseo de colaboración y unidad contodos los obreros del Evangelio.

En estos últimos años hemos tomadoparte activa en el apostolado y misión de laIglesia, estando disponibles para respon-der a las necesidades más urgentes de lamisma. Trabajamos al servicio del Reinode Dios y nuestra misión es la de anunciara Cristo a los más abandonados, a los po-bres en sus múltiples aspectos. Así, allídonde estamos tratamos de acudir al en-cuentro de aquellos cuya condición estápidiendo a gritos una esperanza que sóloCristo puede ofrecer en plenitud. Comomiembros de la familia diocesana, uno delos campos en los que más nos hemos in-volucrado ha sido en la pastoral juvenil,aunque ninguna misión nos es ajena,siempre y cuando no perdamos de vista elfin principal del Instituto: la evangeliza-ción de los más abandonados.

Dentro de las Iglesias locales nos com-prometemos a trabajar en favor de los jóve-nes y con los jóvenes, tratando de acercar-les a Cristo y ayudándoles a descubrir lavida en plenitud que El les viene a ofrecer yel proyecto de vida que les tiene preparado.Nuestras comunidades tratan de vivirabiertas para acoger y acompañar a los jó-venes que buscan un sentido para sus vidasy se interrogan por el plan de Dios paraellos. Nos alegra ver como hay muchos jó-venes, chicos y chicas, que desde el en-

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Nuestras comunidades tratan devivir abiertas para acoger y acom-pañar a los jóvenes que buscan unsentido para sus vidas y se interro-gan por el plan de Dios para ellos.Nos alegra ver como hay muchos jó-venes, chicos y chicas, que desde elencuentro con la vida consagrada sepreguntan sobre la llamada de Dios..

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cuentro con la vida consagrada se pregun-tan sobre la llamada de Dios.

En la comunión eclesial

En nuestras Constituciones también de-cimos que en la obra de la evangelizaciónde la Iglesia, cooperamos de manera singu-lar con los sacerdotes y hermanos oblatos,y también con el ministerio ordenado. Par-te de nuestra misión es llevar también a loshombres a la participación de la vida sacra-mental de la Iglesia y al servicio al prójimo.Como comunidades interculturales e in-ternacionales que somos, cooperamos conlos oblatos dentro y fuera de España; esuna nota que nos caracteriza y que nosabre a la catolicidad de la Iglesia.

Actualmente, como Instituto de Derechodiocesano, tratamos de mantener un contac-to con nuestros pastores y transmitirles lavida y misión de nuestra Congregación. Lajerarquía, por su parte, sigue acompañandonuestro caminar, especialmente en momen-tos singulares de la vida del Instituto, comopuede ser la celebración de los Capítulos Ge-nerales u otros momentos en los que pedi-mos también el parecer de la Iglesia paraafrontar nuevos retos y misiones.

El amor a la Iglesia

San Eugenio de Mazenod en sus escri-tos hacía constantes referencias a la Igle-sia. En una carta pastoral en la cuaresmade 1860, ya en los últimos años de su vida,resume bellamente el significado quetenía para él la Iglesia: «¿Cómo sería posi-ble separar nuestro amor a Jesucristo delque debemos a su Iglesia? Estos dos amo-res se confunden: amar a la Iglesia es amara Jesucristo y viceversa». Como Obispo dela diócesis de Marsella, vivía totalmenteentregado al servicio de la Iglesia y de supueblo. De este amor a la Iglesia y a Jesu-cristo nace el amor por los más pobres,sus predilectos.

Como Misioneras Oblatas de María In-maculada, miembros de la familia oblata,deseamos vivir en plenitud estos mismostres amores que vivió San Eugenio: amor aJesucristo, amor a la Iglesia, amor por lospobres. «Vivid para Dios y para la Iglesia»,era la petición que San Eugenio hacia a susOblatos. Que nosotras podamos vivir tam-bién así y que toda nuestra vida esté al ser-vicio de Dios, al servicio de la Iglesia y alservicio de los pobres.

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UNA IGLESIA EN SALIDA

«En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de “salida” queDios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó la llamada a salir hacia unatierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó la llamada de Dios: “Ve, yo te envío”(Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremíasle dijo: “Adondequiera que yo te envíe irás” (Jr 1,7). Hoy, en este “id” de Jesús, estánpresentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora dela Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva “salida” misionera. Cada cristiano ycada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somosinvitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar atodas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

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UNIDAD, PALABRA DIVINA

Unidad, palabra divina. Si en un determinado momento fuese pro-

nunciada por el Omnipotente y los hombres la llevasen a la práctica

en sus más variadas aplicaciones, veríamos el mundo detenerse de

golpe, en su marcha general, como en una película, y reanudar la ca-

rrera de la vida en dirección opuesta. (…) Familias desmembradas por

peleas, heladas por las incomprensiones, por el odio, y destrozadas

por los divorcios, se recompondrían. Y los niños nacerían en un clima

de amor humano y divino y se forjarían hombres nuevos para un

mañana más cristiano.

Las fábricas, muchas veces reunión de “esclavos” del trabajo en un

clima de tedio, si no de blasfemias, se convertirían en lugares de paz,

donde cada uno realizaría su trabajo para bien de todos.

Y las escuelas superarían los límites de la ciencia, poniendo conoci-

mientos de todo tipo al servicio de la contemplación eterna, aprendi-

da en los pupitres como en un cotidiano desvelarse de misterios, intui-

das a partir de pequeñas fórmulas, de simples leyes, incluso de los nú-

meros…

Y los Parlamentos se convertirían en un lugar de encuentro entre

hombres a los que –más que la idea que cada uno sostiene– les urge el

bien de todos, sin engaño de hermanos ni de patrias.

En definitiva, veríamos al mundo hacerse más bueno y al Cielo ba-

jar como por encanto a la tierra, y la armonía de la creación servir de

marco a la concordia de los corazones.

Veríamos… ¡Es un sueño! ¡Parece un sueño! .

Chiara Lubich, La doctrina espiritual, pag. 147.

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