"... ora a tu Padre" - Mayo 6, 2012

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Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén (Mt 6.9-13). “… ora a tu Padre” Nuestra relación más importante es con el Padre Celestial Vladimir Aquino Gatón

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Sermon Predicado en la Congregación Bíblica Cristiana Las Caobas

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Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11El pan

nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como

también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos

los siglos. Amén (Mt 6.9-13).

“… ora a tu Padre” Nuestra relación más importante es con el Padre Celestial

Vladimir Aquino Gatón

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“… ora a tu Padre” – Nuestra relación más importante es la que tenemos con nuestro Padre Celestial Congregación Bíblica Cristiana Las Caobas Mayo 6, 2012

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“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino…” (Mateo 6.9, 10) “Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades. ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?”1

En la Congregación Bíblica Cristiana Las Caobas establecimos nuestras relaciones primordiales y a partir de ellas priorizamos nuestras responsabilidades como sigue:

Nuestra primera responsabilidad es desarrollar, mantener y hacer crecer nuestra relación personal con el Señor

Luego nos ocuparemos de desempeñar apropiadamente los roles que en nuestras familias nos ha tocado vivir: esposos, padres, hijos.

Entonces nos ocuparemos de crecer en nuestra relación con la Congregación Finalmente, nuestra relación ministerios-comunidad

Siendo que nuestra primera responsabilidad es la desarrollar, mantener y crecer en nuestra relación

personal con el Señor, hemos querido iniciar nuestra vida congregacional predicando acerca de esto. Hemos elegido la oración y la vida devocional como la forma de alcanzar tan vital objetivo en nuestra vida, pues la oración es el medio por el cual nos ponemos de acuerdo con el Señor en cuanto a las cosas presentes, pues las eternas ya han sido establecidas en Cristo.

La primera semana compartimos acerca del valor que para nosotros tiene el compañerismo, la relación con Dios. Nuestra relación con Dios no es natural, pues desde que se introdujo el pecado en la creación el hombre es enemigo de Dios a causa de la Santidad de Él: Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor2

Podemos ver en el pasaje que nos sirve de base en este tema (Mateo 6.5-15) que, como respuesta a la necesidad de relación con Dios, el hombre responde de dos maneras diferentes: religiosidad hipócrita (Mateo 6.5) y misticismo desconfiado (Mateo 6.7). Ambas actitudes, que pueden afectar el corazón del creyente, son incorrectas e insuficientes al momento de comunicarse con el Señor, por lo que Jesús nos hace entender que nuestra relación con Dios es de un carácter más personal e íntimo (6.6) y que siendo que es nuestro Padre Celestial con quien nos comunicamos, debemos entender que Él tiene conocimiento de nuestras necesidades aún antes de que pidamos (6.8).

Aun siendo hijos por adopción del Padre Celestial, necesitamos ser enseñados a acercarnos a Él, a ponernos de acuerdo, a comunicarnos, y es por eso que este pasaje resulta necesario para nosotros los hijos de Dios. ¡Es Jesús el que nos enseña a orar, a comunicarnos con el Padre! Su lección inicia diciendo: “Vosotros, pues, oraréis así”. La Escritura nos enseña que “qué hemos de pedir como

1Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Am 3.1-3). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

2Reina Valera Revisada (1960). 1998 (He 12.14). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

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conviene, no sabemos, pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Es de esto que nos habla el Señor en este pasaje, de cubrir la brecha entre nuestra incapacidad espiritual y la grandeza de nuestro Padre Celestial por medio de una oración que le adore y le agrade.

Es necesario que entendamos que nuestra relación con Dios es la principal y más valiosa relación de todas nuestras relaciones, las que tenemos o las que pudiéramos tener: ¡Es nuestro Padre que está en los cielos! Alejado de nosotros como estaba el Creador de este mundo a causa del pecado, su hijo Jesucristo nos redimió con su sangre en la cruz y nos dio el derecho de ser reconocidos ahora como hijos de Dios (Juan 1.12). Por esto mencionamos que nuestra relación no es natural: antes “éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2.3), pero él nos dio vida en Cristo (2.1). El hecho de que el Señor Jesús resalte la posición del Padre (en los cielos) debe ser observada por nosotros: Como Padre nuestro que está en los cielos conoce todas las cosas: las que han sido, las que son (pero también las que debieran ser) y las que serán, y conociendo todo tiene control de todas las cosas. Jesús entiende que para orar, para comunicarnos con el Padre, necesitamos antes que cualquier cosa ser conscientes de esta realidad y aplicarla en nuestra vida; estamos desnudos e indefensos delante de Dios, ante Él no podemos fingir ni pretender.

Después de la invocación que introduce nuestro diálogo con el Padre, entonces estamos listos para pedir. ¡Que interesante ha sido para mí observar en este pasaje el contenido y el orden de las peticiones! La “Oración Modelo” se divide en tres partes: la invocación que vimos ya (“Padre nuestro que estás en los cielos”), las peticiones de gloria divina (vv. 9-10) y las peticiones personales (vv. 11-13). En nuestros cultos al pedir “peticiones y motivos de oración” usualmente saltamos directo al paso número tres y pedimos por aquellas cosas que nos atribulan; Jesús nos enseña el orden correcto. John MacArthur lo resume de esta manera:

“El beneficio inicial de esta oración es la manera en que exhibe la relación del creyente con Dios. "Padre nuestro" muestra la relación padre/hijo; "santificado sea tu nombre", la de la deidad con el adorador; "venga tu reino", la del soberano con el sujeto; "sea hecha tu voluntad", la del amo con el sirviente; "el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy", la del benefactor con el beneficiario; "perdónanos nuestras deudas", la del Salvador con el pecador; y "no nos metas en tentación", la del guía con el peregrino. Esta oración también define la actitud y el espíritu que deberíamos tener. "Padre", refleja devoción familiar; “nuestro", refleja desinterés; "santificado sea tu nombre", reverencia; "venga tu reino", lealtad; "sea hecha tu voluntad", sumisión; "el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy", dependencia; "perdónanos nuestras deudas", penitencia; "no nos metas en tentación", humildad; "tuyo es el reino", triunfo; "tuya la gloria", júbilo; y "por todos los siglos", esperanza. De manera similar, la oración se puede esbozar para enfatizar el balance entre la gloria de Dios y nuestra necesidad. También puede mostrar el triple propósito de la oración: Santificar el nombre de Dios, guiar a la entrada de su reino y hacer su voluntad. Detalla nuestra provisión actual (pan diario), perdón pasado (perdón de pecados) y protección futura (seguridad contra la tentación)” - “A solas con Dios”, John MacArthur.

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Peticiones de Gloria:

1. Primera petición: “Santificado sea tu nombre”

Para poder entender esto de "santificar" el nombre de Dios necesitamos colocarnos en la cultura oriental, y más específicamente en la hebrea, donde los nombres significan algo en sí mismos. Los nombres para ellos encierran, en cierta forma, una declaración de propósito, y por esto con frecuencia vemos personajes cuyas vidas se relacionan con el nombre, sea porque nacieron con este y fueron criados por sus padres para lograr lo que sus nombres declaraban, sea porque les cambiaron el nombre los familiares o conocidos, o sea porque Dios mismo les cambiara el nombre. Otro asunto aquí a considerar es que usualmente quien nombra tiene o adquiere autoridad sobre aquel a quien nombra (vg. Daniel y sus amigos siendo renombrados por Nabucodonosor). Cuando hablamos del nombre de Dios estamos hablando de algo mucho mayor: mientras Dios nombra, Él no es nombrado por nadie (véase Génesis 5.2). Dios se revela a sí mismo por medio de una serie de nombres, y cada uno de estos nombres manifiesta un aspecto del carácter y del ser de Dios mismo, por lo que su persona se encuentra directamente ligada a los nombres con que se da a conocer.

Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos3

Al escuchar la respuesta del Señor Moisés no tan sólo escuchó un nombre propio: él entendió

que hablaba con el Todosuficiente, con el Dios verdadero que tiene control de todo, que no necesita de algo o de alguien, y que existe por su propio mérito desde siempre y por siempre. Muy diferente a que hubiese respondido: “Mi nombre es Luis, mucho gusto”, ¿verdad?

Es por esto que Dios es celoso del uso de su nombre: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano4.

Entonces, antes que “tomar su nombre en vano”, debemos “santificarlo”.

Además de considerar el carácter de Dios por medio de su nombre, debemos tener en mente los beneficios que por el tal obtenemos: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios5

3Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Ex 3.13-15). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

4Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Ex 20.7). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

5Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Jn 1.12). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

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Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.6

Es por esto que el Señor demanda que exaltemos, que glorifiquemos su nombre. Luego de padecer humillación por nosotros, viene el tiempo en el que el nombre de Jesús será exaltado por todos, aunque ya no todos gozarán del privilegio que gozamos nosotros ahora: Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre7 Pero, ¿qué es santificar el nombre del Señor? ¿Cómo podemos hacerlo? Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado8 Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía9 Es evidente que para santificar el nombre del Señor entre los hombres primero debemos hacerlo en nuestra vida, y entonces los demás lo santificarán por medio de lo que ven en nosotros, tal como ocurrió con los primeros creyentes en Antioquía: su vida y sus actuaciones apegadas a los principios y verdades enseñados por Cristo les mereció el privilegio de ser considerados “pequeños Cristo”, ¡por su conducta merecieron la gracia de ser llamados como Cristo! 2. Segunda Petición: “Venga tu reino”

Venga tu reino plantea tres cosas importantes en relación con nosotros y la autoridad divina: debemos someternos en obediencia a Dios (él debe ser rey primero en mi vida), luego nuestro compromiso con el discipulado (expandiendo el reino), y finalmente en nuestra esperanza de participar del reino milenial de Cristo en su venida (gozándonos en la esperanza). Jesús nunca ignoró su calidad de rey, pero entendió que su tiempo de reinar en la tierra era futuro:

Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: 6Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 4.12). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

7Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Flp 2.9-11). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

8Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 20.10-12). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

9Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 11.26). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

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Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.

David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.10

Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte.

Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy.

Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.

Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás11

Aunque el Señor nos ha hecho “reyes y sacerdotes”, el reinado no es en el presente para que reclamemos autoridad y señorío para nosotros mismos, y los unos sobre los otros.

Hay que entender que la esencia de este reino divino “no es de este mundo” (Juan 18.36)

Nuestra meta como creyentes es establecer el señorío de Cristo en nuestras vidas y buscar primeramente Su reino y justicia (Mateo 6.33). Esto se manifiesta en el tiempo presente de esta manera:

“… porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”12 No somos de este mundo (Juan 17.21), nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3.20), somos “peregrinos y extranjeros” en esta tierra (1 Pedro 1.17), en espera de que se manifieste el reino de Cristo (Hebreos 11.10). Es lo que ilustra el Señor en las parábolas del tesoro escondido y de la perla de gran precio (Mateo 13.44-46). Vivir como quienes son parte del reino divino significa practicar acciones y decisiones justas (conforme a la justicia del Señor, no la nuestra), viviendo en cuanto dependa de nosotros en paz para con todos (Romanos 12.18), y teniendo gozo en nuestra vida sin importar la circunstancia que nos toque vivir en el presente, pues lo que esperamos es mejor. Es lo que Jesús expresó a sus discípulos cuando les preparaba para su partida: La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo13 10Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Mr 12.35-37). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

11Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Sal 2.6-9). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

12Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Ro 14.17). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

13Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Jn 16.21-22). Miami: Sociedades Bıb́licas Unidas.

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Luego de orar porque se establezca Su reino en nuestras vidas, nos toca alcanzar, acreditar a los demás que han de pertenecer a este reino, pues la entrada a ser parte del mismo consiste precisamente en arrepentirse y convertirse, tal cual lo pregonaba el Señor: “¡Arrepentíos, por que el reino de los cielos se ha acercado!” (Mateo 4.12; Marcos 1.14, 15), y ya sabemos que “si no hay quien les predique” no tendrían oportunidad de creer.

Finalmente, esta segunda petición de gloria evoca nuestra esperanza de que Jesús mismo descenderá del cielo como Santo Guerrero y Rey Victorioso (Apocalipsis 19.11-16) a establecer su reino de justicia y paz duradera (Apocalipsis 20.1-6), tal cual profetizó Daniel (2.44-46) y el arcángel Gabriel (Lucas 1.31, 32). De esta manera, los creyentes nos enfocamos en lo importante y no simplemente en lo que nos conviene; junto a los creyentes de todos los siglos imploramos “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22.20)