... · mi inmensa familia, de El Salvador y Guatemala, primos, tíos, abuelos, vivos y muertos, a...

Editorialwww.elsalvadorebooks.com

MI NORTE FUE EL SUR…Buscando mi destino, y El Salvador mi salvador.

Autor: Alberto Yanuario Sopón SolísCopyright © 2018 por Alberto Yanuario Sopón Solís

Todos los Derechos Reservados.

Edición Digital

Equipo EditorialEdición y corrección de estilo: Carlos Clará

Diseño de portada: Sr. Ricardo LópezDiseño y Diagramación: Eunice Hernández

Fotografías: Propiedad del autor.

Todos los derechos reservados. Ninguna sección de este material puede ser reproducida en ninguna forma ni por ningún medio sin la autorización expresa de su autor. Esto incluye pero no se limita a reimpresiones,

extractos, fotocopias, grabación, o cualquier otro medio de reproducción.

Publicado en El Salvador, porwww.elsalvadorebooks.com

ISBN 978-99961-0-098-7

Julio 2018.

4 / MI NORTE FUE EL SUR

Dedicatoria.......................................................Compartir la vida............................................Primera ParteMi Infancia 1956 -1964...................................La Escuela 1965 -1968....................................La Nueva Escuela 1969 -1972........................Viaje en Familia a Esquipulas.......................El instituto y la Ciudad de Coatepeque, Quetzaltenango 1973 -1975...........................LXXIII...............................................................INVO: Instituto Normal para Varones de Occidente.........................................................El Magisterio y la Gran Ciudad de Quetzaltenango 1976 -1978...........................Censo, Tareas, Prácticas y Exámenes Finales, Luego Graduación.............................Segunda Semana de Enero de 1979. A La Universidad......................................................Universidad de San Carlos de Guatemala de Occidente.....................................................Universidad Unach (Tapachula, Chiapas, México) 1980 -1981........................................Trabajo en Cahabón (Cobán, Alta Verapaz), Guatemala 1981-1982....................

Índice89

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Despedida y Viaje a La Ciudad de Cobán....Viaje a La Feria Internacional de Guatemala, Capital.....................................Regreso de Feria Internacional a Cobán.....Viaje a Cahabón...............................................Regreso de Cahabón a Cobán........................Viaje Definitivo a Guatemala, Capital..........Segunda ParteMi Norte Fue El Sur y El Salvador Mi Salvador.....................................................Viaje A El Salvador, Enero de 1983...............De San Salvador a Santa Ana, Febrero 1984-1985...........................................Trágica Muerte de Mi Prima Sandra, 8 de Noviembre de 1984.........................................Nacimiento de nuestra Hija: ¡Paolita............Traslado de Santa Ana a San Salvador: Sep/85 - Dic/86................................................¡Un Año, Paolita!.............................................El Terremoto de 1986......................................"El Salvador está de pie”.................................."Nacimiento de Nuestro Segundo Hijo: ¡Carlitos!...........................................................Traslado de San Salvador a San Miguel: Febrero 1987......................................La enfermedad de mi padre...........................Regreso a San Miguel, El Negocio, Los Socios y Las Amistades...................................

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Perfumes Franceses, La Exposición y El Carnaval Migueleño....................................Traslado de San Miguel a San Salvador. Finales de Enero de 1988................................Recaída, Gravedad y Muerte de Mi Papá, Enero y Febrero, 1988..................................... Semana Santa y asalto en Guatemala. Abril 1989...................................................................Ofensiva Guerrillera ¡Hasta El Tope!............Traslado Urgente a Guatemala, Noviembre de 1989..............................................................Febrero 1991, Regreso a El Salvador........Nace Nuestro Tercer Hijo: ¡Edgar David!16/Mayo/1991.............................................Convenciones...................................................Casa Propia, Buena Vista, Santa Tecla, La Libertad 1995-1998.........................................Tragedia Del Fútbol en Guatemala, 16 de Octubre de 1996..............................................Los Compañeros distribuidores.....................Don Adán.........................................................Casa Nueva, Vida Nueva 1999-2002.............Casamiento por La Iglesia 21-Enero-2000...15 Años de Paolita. 19 de Marzo de 2000....Atami, Casa de Playa.......................................Estrategias de Última Hora............................¡Terremoto, 2001!............................................

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Convención Océano 2000-2001 12 de Febrero del 2001..............................................“Mi Norte Fue El Sur”.....................................Demanda Ministerio de Trabajo. Atentado 9/11, Torres Gemelas.......................................Viaje a Guatemala. Enfermedad de mi Abuelo Efraín. Nov-2001................................Paseo a Guatemala.Febrero-2002..................Convención Océano 2001-200214 de Febrero Del 2002...................................Conclusiones....................................................Fotografías........................................................

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DedicatoriaDedico este largo historial de mi preciada vida a toda mi inmensa familia, de El Salvador y Guatemala, primos, tíos, abuelos, vivos y muertos, a todos los que me han apreciado y ayudado, en especial a mi madre que aún vive y a mi padre que en paz descansa. A todos mis familiares que están en el norte y el sur, gracias por su cariño y su consideración, que Dios los bendiga hoy y siempre. A todos mis amigos y maestros, y muy, pero muy en especial, a mis amados hijos Paolita, Carlitos, Edgarín, a mi queridísima y amada esposa Arely, gracias por su paciencia, amor, ternura y respeto, los amo hoy más que nunca, además al Tao, nuestro querido y obediente perrito.


Compartir La VidaSentado aquí, a la par de la ventana de mi habitación, con vista privilegiada hacia el volcán de San Salvador, el 20 de octubre del 2009, día de la Revolución de Guatemala, he decidido escribir este libro sobre los cincuenta y tres largos, trabajosos, sacrificados, pero también productivos, divertidos y exitosos años de mi vida. Ha sido larga, pero la he vivido con mucha satisfacción; tengo una envidiable familia y nos hemos hecho felices los unos a los otros.

Hay altas y bajas, triunfos y derrotas, pero la vida sigue, hay que saber levantarse y sobreponerse ante la adversidad, pues no siempre se gana, hay que saber perder y prepararse para la siguiente batalla, donde, sin duda, el triunfo nos espera.

Por todo lo anterior, porque bien dicen que la historia de un hombre es el de la humanidad, escribí este libro, para compartir la vida. Bienvenidos a esta historia.


Primera ParteMi Infancia

1956 -1964

Nací en 1956, en la hacienda San Antonio Naranjo, jurisdicción de la aldea Santa María Naranjo, del municipio de Coatepeque, del departamento de Quetzaltenango, Guatemala. Esta hacienda está ubicada al sur poniente de la República de Guatemala a orillas del río Naranjo, casi fronterizo con Ciudad Hidalgo, Tapachula, Chiapas, México. Por el centro de la hacienda San Antonio pasa la carretera que conduce hacia el balneario Tilapa, Ocós, San Marcos. La carretera inicia en El Castaño por la aldea Las Palmas y es el entronque de la carretera Panamericana que viene de México y cruza casi toda América.

Soy el primero de cuatro hijos y el mayor de tres hermanos: Leonel, Ilda y Lesbia. Provenimos de una familia muy pobre, la mayoría campesinos, jornaleros de la hacienda San Antonio Naranjo, propiedad de don Randy, un gringo bien parecido, alto y bonachón, y su esposa Sonia, doña "Chony", quien recibió la mitad de la hacienda como herencia


de su padre, don Lizandro, y doña Elodia, dueños de casi toda esa región, desde Santa María Naranjo hasta la hacienda Monte Cristo al sur, colindando con El Naranjo y El Prado al poniente y parte de la Aldea Santa María Naranjo y El Retiro al oriente. La hacienda era ganadera y de mucha vegetación, con el tiempo se convirtió en granero, se cultivaba mucho maíz, arroz, ajonjolí, poco después pasó a ser en su mayor parte algodonera.

Mis padres eran muy jóvenes cuando nací.

Mi madre, Paula Francisca Solís Ocampo, de dieciséis años, venía de una familia también de escasos recursos económicos, originaria de Génova Costa Cuca, hija de don Leonardo Solís, papá "Nayo", y de Juana Francisca Ocampo. Mi mamá nunca aprendió a leer y escribir, aunque con el tiempo reconocía algunas letras y números. Ella tenía varias hermanas: Genara, Virginia, Francisca, Antonia, Andrea, Nasaria, Gabriela y sus medio hermanos, Augusto, Julia y Raúl, hijos de doña Goya, la última mujer con la que vivió mi abuelo "Nayo".

Mi padre, Carlos Humberto Sopón García, también era muy joven, aproximadamente de unos veintiún años, hijo de María Felipa García, "Lipa", y don Efraín Sopón Tizol, al igual que yo, él fue el primer hijo varón de mis abuelos, luego le siguieron Rubén,


Leonor, Eluvia, Rosaura, Enrique, Efraín, Arnoldo y Leticia.

Mi padre aprendió el oficio de mi abuelo Efraín y le gustó tanto que fue su trabajo durante el resto de su vida, él era vaquero, montaba a caballo, cuidaba y ordeñaba vacas aparte de tener su siembra de maíz para el sustento de la familia.

En mi nacimiento, mi madre fue atendida por doña Chon, la comadrona de la comunidad, que vivía en Santa María Naranjo. Dicen mis padres que fue una gran novedad, hubo mucha algarabía. Mi padre estaba orgulloso de su primer hijo, además varón. Ese día fue de fiesta y borrachera, no era un día común y corriente, se paseaba en su caballo medio ebrio, dicen que lucía muy nervioso.

Cuentan mis padres, además lo aseguran algunos familiares, que desde que nací, fui un niño muy sano, moreno, robusto y cabezón, pero muy querido por toda la familia de ese entonces. Dicen que era muy quieto y callado, no era llorón ni molestaba para nada ni porque tuviera hambre. Donde me decían que me quedara sentadito, ahí permanecía sin protestar, y me quedaba ahí sentado hasta que me cambiaran de puesto.


Tendría como dos años, creo, recuerdo que, desde mi quietud sentado en el suelo de barro dentro de la casa, observaba todo lo que pasaba afuera, y eso era porque la casa donde vivíamos era de manaque, con paredes de cerco, separados unos de otros levemente, que dejaban pasar la luz; por esas rendijas se veían a todos los que pasaban afuera de la casa: personas, patos, gallinas, cerdos, chompipes.

En la hacienda San Antonio Naranjo viví mis primeros años, en esa casa de manaque, rodeada de matorrales y muchos árboles.

La casa era pequeña, medía aproximadamente 6 por 9 metros cuadrados y ahí adentro estaba todo lo que necesitábamos para sobrevivir: el catre para dormir de mis papás, el pollo o fogón para cocinar, ollas y sartenes por todos lados, una mesa para comer y una hamaca de pita para descansar. No sé si tuve cuna o en la hamaca me dormían, el piso de la casa era de barro y se mantenía siempre húmedo. La leche fresca y pura de vaca, queso, cuajada, masa y tamales o tortillas de maíz eran nuestra principal dieta alimenticia.

Ahí nacimos y crecimos juntos casi todos los de mi generación, en un área aproximada de cuatro manzanas, al lado derecho del camino que pasaba por el medio de la hacienda hacia Tilapa, en el kilómetro 11, aproximadamente.


En esa ladera había muchas casas parecidas, todas de manaque, en una de ellas, casi de la misma dimensión, vivía don Chema con doña Francisca, la "Chica", hermana de mi mamá, con todos sus hijos, entre ellos, Ménfilo, "Chimpa", a quien le debo mi vida.

Me contaron que cuando yo tenía un año, más o menos, se le ocurrió a mi papá llevarme en el caballo a la hacienda El Naranjo, al otro lado del río, para presentarme con sus amistades y, cuando venía de regreso, el río estaba muy crecido; por venir un poco borracho, en medio del turbulento río, me soltó. Me fui entre la correntada y mi primo Ménfilo casualmente se estaba bañando ahí cerca, y al presenciar lo que pasaba, se lanzó a la correntada y pudo salvarme de una muerte prematura.

Lamentablemente, tiempo más adelante, la familia del primo Ménfilo se desintegró a raíz de la muerte de Daniel, uno de sus hermanos, quien era aún muy joven, como de veinte años y por algo muy dramático y vergonzoso que supe, don Chema violó a una de sus hijas, la cual quedó embarazada, por ello decidieron marcharse a vivir lejos, Ménfilo no quiso irse y se quedó ahí viviendo con nosotros y ellos se fueron a vivir al cantón El Rosario de Champerico, Retalhuleu.


Más adelante de la casa de mis primos, por el árbol de naranjas o mandarinas y el árbol de jaboncillo, vivía don Calixto y doña Aurelia y sus hijos. Ahí enfrente de su casa había un gran patio donde jugábamos canicas, trompo, pelota y escondidillas; cerca de la pampa, una poza de agua donde pescábamos sabrosos juilines vivía tío Rubén, con la Sara y sus hijos.

Nosotros vivíamos a la orilla del camino, en un cerrito o pendiente y más adelante, casi enfrente donde hoy es la escuela, vivían mis abuelos, doña Felipa, con don Efraín, a la sombra de un frondoso amate y varios árboles de mango de oro; era la casa más grandecita de todas, tenía un pozo, un patio grande y corredor, cerca de la casa tenían un corral para los cerdos, patos y chompipes.

No sé si en esa casa nacieron, pero ahí vivían los hijos solteros de mis abuelos, los ya casados o con mujer residían en casas aledañas o muy cercanas.

Cada uno de los solteros tenía un oficio para ayudar en los quehaceres de la casa, sin embargo, recuerdo que mi tía Chagua era la que se encargaba de darle comida a los animales, se mantenía de corral en corral y era la que también estaba pendiente de mí, ya que yo andaba siempre viendo lo que ella hacía y me gustaba observar a los animales cómo comían y hacían ruido.


Entre casa y casa, había veredas para comunicarse y hacer mandados y en cada casa había corralitos con algunos animales, más que todo cerdos y chompipes, las gallinas y patos andaban por todos lados, libres. Eso sí, había muchos árboles de mango, caspirol, caimitos, mandarinas, naranjales, palos blancos, amates, caulotes, palos de hule, guachipilines, capulines y muchos bejucos. En el patio de cada casa había pequeños sembradíos de maíz, frijol, pepinos, sandía y ayotes. Y ahí crecimos nosotros correteando por todos lados, desnudos, descalzos, panzones, sin camisa ni zapatos, muchas veces en calzoncillos de manta, fue una infancia muy inocente, pero muy feliz, no había delincuencia, ni guerrilla, ni maras, ni asaltos, ni secuestros, éramos libres, con limitaciones, pero dueños absolutos de nuestro destino.

Al otro lado del camino estaba el campo de fútbol y ahí un poco al sur, a la orilla, vivía doña Teresa, con sus hijos. Residían en una casa de teja, con paredes de madera o tabla, con una ventana grande con vista hacia el camino. Parecía una tienda, era como parte de la hacienda, como una bodega pequeña y a la par tenía un patio con un árbol grande de tamarindo; además tenían un bulldog blanco, grande y mal encarado, feo.

A ese mismo lado del camino estaba el casco de la finca, casi a la entrada, al lado izquierdo, estaba la iglesia,


pequeña, muy bonita, de madera, luego estaban las oficinas donde pagaban y tenía dos dormitorios; más adentro estaban varias bodegas con galeras para guardar los tractores, es decir, toda la maquinaria. Al lado derecho de la entrada de la hacienda estaba el taller. Hacia adentro, frente a las bodegas y el taller estaba un árbol de caimitos; en la esquina del predio lleno de cocoteros que estaban al frente de la casa patronal, atrás estaban otras pequeñas bodegas y un garaje para los vehículos del patrón, una casita para la servidumbre y un pozo.

Al lado derecho del casco de la hacienda estaba la casa donde vivía Emeterio, el marido de mi tía Eluvia, a quien también llamábamos Luva. Él era el administrador de la hacienda, la mano derecha de don Randy. Frente a la carretera y a la par de Emeterio vivía Rogelio, tractorista de confianza y tía Leonor, "Noy", de sus hijos quiero mencionar a Fernando, quien nació con retraso mental y no podía caminar solo, se arrastraba por el suelo. A mi tía Noy le recomendaron abrir un hoyo en la tierra y que lo metiera parado hasta la cintura, apelmazando la tierra como que estuviera sembrando un árbol y ahí lo mantenía por horas, Fernando no paraba de llorar. Y ocurrió el milagro, el secreto dio resultado, porque con el tiempo Fernando aprendió a caminar y aunque con problemas en su forma de hablar, conversa y se le entiende un 65 %; ayuda con algunos quehaceres y


mandados de la casa, se baña y se viste solo, tiene ya como treinta y cinco años.

A mi tía Noy, en cierta ocasión, se le metieron los espíritus y, según me contaron, cayó desmayada y se levantó sin recordarse lo que le había pasado, pero desde esa vez ella de repente entraba en trance y empezaba a hablar cosas que no se le entendían. Con el tiempo, ella se fue acostumbrando a vivir con ese problema y creyó que ese era un don para poder prevenir y curar alguna enfermedad, ya que los espíritus que la poseían le advertían y recetaban remedios caseros para curar enfermos. Fue así como mi tía Noy se dedicó al espiritismo y tenía en la parte de afuera de su casa una pequeña casita como iglesia, llena de santos e imágenes de los espíritus que la poseían cuando ella entraba en trance y los invocaba: San Martín, San Simón, San Antonio, Justo Rufino Barrios, San Pascual. Esa casita o iglesia está llena de flores, veladoras, candelas, recuerdos y mensajes de creyentes agradecidos por el milagro de su curación o solución a sus problemas.

Cierto día, curiosamente me fui a meter a la casita de oración espiritual, pues mi tía nos dijo que iba a consultar a los espíritus sobre algunas enfermedades, problemas o situaciones difíciles que tuviéramos. Todos los presentes, muy callados, observábamos el trance en el que entraba mi tía Noy, quien ya se había


bañado con agua florida, levantaba los brazos y la cabeza e invocaba con reverencia a todos los espíritus que quisieran hacerse presentes... hasta que después de tanto invocar se sacudía, temblaba y empezaba a hablar con una voz que no era la de ella y no mucho se le entendía. Parecía que era la de un espíritu errante que la había poseído y ella se retorcía como queriendo quitárselo de encima, esperando recibir otro que de verdad fuera invocado.

Todos, aunque nerviosos por lo que estábamos viendo, agachábamos la cabeza y escuchábamos las recetas y recomendaciones que hacía el nuevo espíritu inquilino que había sido bienvenido. La mayoría de remedios eran caseros y naturales: ruda, hierba buena, epazote, floripondio, canela, orégano, laurel, flor de muerto, achote, romero. Todas esas hierbas había que machacarlas, hacer un brebaje y tomárselo en ayunas por varios días para aliviar cualquier dolencia o sufrimiento. Terminada la sesión había que rezarle a las once mil vírgenes y arcángeles por la sanidad, santificación de los presentes y por la paz y descanso de los espíritus errantes que deambulaban por todas partes.

Al solo terminar los rezos de muchísimos Avemarías, mi tía Noy se sacudía de nuevo y poco a poco volvía a la normalidad, ya era ella misma, desposeída del espíritu invasor y hablaba como si nada hubiera

pasado, decía no acordarse de nada, pero se veía muy agotada. La gente la abrazaba, la despedía y se iba muy agradecida con sus apuntes o recetas milagrosas.

Al costado sur de las casas de Emeterio y Rogelio estaban el pozo de agua dulce y los corrales para el ganado. Frente a esos corrales, al otro lado del camino, estaba un predio baldío como de media manzana y era ahí donde se instalaba las ruedas y el circo para celebrar las fiestas de San Antonio, que ocurrían la segunda semana de junio y el día principal era el 13 de junio, día de San Antonio; también había procesión y corridas de cintas a caballo y de toros. Recuerdo muy bien que los toreros principales eran Emeterio, "el Garrobo", y Marcos Moreno, "el Coque", eran toreros bufos que se vestían de mujer o payasos y nos hacían reír mucho.

Al principio de ese predio baldío, donde se celebraba la feria con ruedas y circo, junto a los árboles de mango, vivía don Beto Bisoña con su mujer, una indígena de corte y huipil llamada Minga, muy callada, que a saber de dónde se la robó; don Beto era un viejo que aparentaba que provenía de buena familia, de otro país, parecía inglés, bien parecido, como de setenta años, siempre se le veía fumando puros, era el carpintero de la comunidad y nos contaba historias de la Guerra Mundial, donde estuvo combatiendo y de los balazos que había recibido, tenía los brazos


llenos de abultaciones, decía que eran las huellas de las balas, nos gustaba escuchar sus fantásticas historias.

Al fondo de la entrada principal de la hacienda, por el lado izquierdo, estaba la pista de aterrizaje de la avioneta del patrón y de las fumigadoras que parecían libélulas gigantes, justo al otro lado de la calle que atravesaba el terreno rumbo a la hacienda El Retiro.

El camino que pasaba por enfrente de la comunidad era de tierra con mucho barro y sino había polvo, mucho polvo, cuando llovía era muy lodoso y difícil de transitar, para salir al pueblo más cercano, que era Coatepeque, había que hacerlo en tractor, a caballo o en camioneta, de vez en cuando pasaba la Giralda, siempre y cuando no se descompusiera o quedara atascada entre el lodazal. En verano pasaba más seguido, por la mañana pasaba hacia el pueblo y por la tarde regresaba, ese era su trajín todos los días, incluyendo los domingos que era cuando se llenaba; llevaba gente sentada, parada y hasta en la parrilla.

De lo que sí me acuerdo bien y creo que nunca olvidaré es cuando me mordió el perro de los Zamo-ra. Yo iba muy tranquilo, caminando, saltando y cantando no sé qué canción de niños, tenía como siete años, más o menos, iba por la orilla del cami-no cuando se me ocurrió, no sé por qué, entrar al campo de fútbol. Encontré una pita o bejuco e hice


una soga como para lazar algo, cuando vi a la dis-tancia dos perros a medio campo que estaban como peleando, luchando por separarse, entonces corrí y les tiré la soga para lazarlos, los perros se asus-taron y se desprendieron automáticamente; uno se me vino encima encabronado, ladrando, se me tiró y me mordió el brazo derecho, me zangoloteó y casi me lo arrancó de un tirón. Asustado grité y grité llorando sin parar, a todo pulmón. El horrible per-ro, un bulldog blanco, fornido, se asustó y me soltó inmediatamente y se fue corriendo; me dejó tirado con el brazo casi arrancado de la mordida.

Ahí me fueron a recoger asustados, no me acuerdo quiénes, pero era un gran bullicio, todos lloraban y se ponían de acuerdo para llevarme al hospital más cercano antes de que me desangrara por completo, me pusieron un torniquete, me desmayé, cuando desperté ya estaba en el hospital de Coatepeque. Me atendieron inmediatamente debido a la gravedad de la mordida, me anestesiaron, curaron, suturaron como con cuarenta puntadas y me empezaron a poner la primera de las catorce inyecciones en el ombligo contra la rabia, por si las dudas. Aún tengo las huellas en el antebrazo derecho de tan terrible suceso, la gran cicatriz se me nota a leguas.

Todo mundo quería ajusticiar al animal, empezando por mi papá y Emeterio a pesar de que con los dueños


del perro éramos muy buenos amigos, mis tíos lo querían sacrificar lo más pronto posible y lo buscaban por todas partes. Los Zamora lo escondieron, no lo dejaban salir al pobre e inocente animalito, pero uno de esos días lo dejaron amarrado junto a la ventana que daba al camino.

En un descuido el perro se inquietó mucho, como no estaba acostumbrado a estar amarrado, se puso bravo, ladraba y saltaba por todos lados, saltó por la ventana y quedó colgando con la soga al cuello, se ahorcó y santos en paz. Los pobres Zamora lloraron por muchos días a su blanco, horrible y mordelón bulldog. Pasé varios días en el hospital hasta que me dieron el alta y pude regresar a mi casita, todavía se seguía hablando del perro y del accidente mientras me seguían poniendo las inyecciones, una por día, hasta llegar a catorce.

Varias veces mi papá me llevaba en ancas del caballo a ver a los animales, vacas, toros, chivos y caballos; sobre todo me gustaba ir a ver cómo las yeguas y caballos de pelo largo amanecían bien trenzados y eran trenzas que ningún hombre o mujer se las hacía, pues eran animales muy cerreros, ariscos o medio salvajes, que no dejaban que nadie se les acercara, excepto que los hubieran domado antes. Mi papá y toda la gente aseguraban que era el duende el que por las noches los trenzaba; el duende era un hombrecito


sombrerudo, mitológico, que aparecía y desaparecía sin dejar rastro.

Cierto día por la tarde, ya casi de noche, lo pudimos ver a la distancia cuando estaba en plena faena encima de una yegua, trenzándola, que se dejaba sin siquiera patalear o relinchar, nos fuimos acercando lentamente, para verlo de cerca, pero en un cerrar y abrir de ojos desapareció de nuestra vista, dejando las trenzas a medio hacer.

Me consta, el mito fue cierto, yo lo vi con mis propios ojos, el duende existe, es un hombrecito de sombrero grande que mide como cincuenta centímetros de alto.

Así transcurrieron los primerísimos años de mi vida.

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