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junio 2018 el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A. Paraguay 1535 (1061) Buenos Aires, Argentina Publicación mensual Año XIX, Nº 228 Precio del ejemplar: $100 En Uruguay: 100 pesos www.eldiplo.org JOSÉ NATANSON ANDRÉS MALAMUD CLAUDIO SCALETTA ALEJANDRO GRIMSON RENAUD LAMBERT FLORENCE BEAUGÉ CLAUDE AUBERT SERGE HALIMI 9 771514 522005 La agenda nuclear de Trump Dossier En movimientos paralelos, el presidente de Estados Unidos denunció el acuerdo con Irán y avanzó en una política de distensión con Corea del Norte. Sin embargo, la mezcla de intransigencia y negociación parece responder más a los caprichos que a una visión estratégica. 00228 Reuters Ibrahim Warde Sung Il-kwon y Martine Bulard Más inflación, menos crecimiento, deterioro social… La corrida cambiaria desnudó la fragilidad del modelo macrista. El oscuro futuro de la economía

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junio 2018el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.

Paraguay 1535 (1061) Buenos Aires, ArgentinaPublicación mensualAño XIX, Nº 228Precio del ejemplar: $100En Uruguay: 100 pesos

www.eldiplo.org

José NataNsoN aNdrés malamud Claudio sCaletta aleJaNdro grimsoN reNaud lambert FloreNCe beaugé Claude aubert serge Halimi

9771514

522005

00211

la agenda nuclear de trump

Dossier

En movimientos paralelos, el presidente de Estados Unidos denunció el acuerdo con Irán y avanzó en una política de distensión con Corea del Norte. Sin embargo, la mezcla de intransigencia y negociación parece responder más a los caprichos que a una visión estratégica.

00228

Reuters

Ibrahim Warde Sung Il-kwon y Martine Bulard

Más inflación, menos crecimiento, deterioro social… La corrida cambiaria desnudó la fragilidad del modelo macrista.

El oscuro futurode la economía

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2 | Edición 228 | junio 2018

por José Natanson

Todas las economías felices se pare-cen, pero cada economía infeliz lo es a su manera. La forma específi-camente argentina de la infelicidad económica no es el extractivismo

venezolano ni la ultradependencia mexicana ni la absoluta falta de palancas de desarrollo de los países centroamericanos, sino la inestabili-dad crónica, esa larga, desesperante cadena de stop and go que tuvo sus hitos en el Rodrigazo de 1975, el fracaso de Martínez de Hoz en 1981, la híper de 1989-1990 y el estallido del 2001, junto a una serie de estampidas de menor envergadu-ra imposibles de recordar. Cuando el 4 de junio de 1975 Celestino Rodrigo anunció súbitamente una devaluación del 160 por ciento no sólo esta-ba propiciando el primer paro general contra un gobierno peronista de la historia, sino también una desconfianza sobre el peso que se extende-ría hasta hoy: ese mismo año, cuentan Alejandro Bercovich y Alejandro Rebossio (1), apareció el primer aviso de venta de una propiedad en dó-lares (una casona en Acassuso ofrecida por la in-mobiliaria Varela en La Nación), punto de parti-da simbólico para un camino hacia la dolariza-ción que ningún gobierno –democrático o auto-ritario, liberal o progresista– lograría conjurar.

La inestabilidad, el sesgo inflacionario y el fan-tasma de la crisis a la vuelta de la esquina son más que simples problemas macro: constituyen el mo-do de funcionamiento profundo de nuestra econo-mía, el molde que deforma nuestras instituciones y, en el extremo, la base de una cultura política. Ocu-rre que, contra lo que sostienen las visiones más cuadradamente monetaristas, la legitimidad de la moneda, que está en el fondo de estos dramas es-tructurales, no es una simple cuestión de política monetaria sino el signo fundante de un orden so-cial. Como el amor o los celos, la moneda no es un absoluto sino el producto de una relación, cuya ba-se es la confianza. Frente a la ausencia de un Esta-do que la acuñe o respalde, los integrantes de una comunidad se inventarán la propia, se trate de la sal de la Antigüedad, las rodajas de pan de Auschwitz o las tarjetas telefónicas en las cárceles de hoy (o, por supuesto, el dólar). Si un orden monetario descansa en el reconocimiento colectivo que los ciudadanos le asignan, el verdadero principio de legitimidad de la moneda es que la sociedad cree en ella.

Y en este sentido resulta evidente que Argenti-na tiene un problema serio, cuyo resultado es un cuadro de excepción crónica que habilita sucesi-vas rupturas con el pasado, un momento funda-cional cada diez años. Este estado de “emergen-cia permanente” (2) puede verse de dos maneras: por un lado, revela la capacidad de la sociedad ar-gentina de introducir cambios y adaptarse a ellos (a diferencia de sociedades esclerosadas al estilo chileno), pero por otro expresa la dificultad para sostener colectivamente esas transformaciones, que suelen llegar asociadas a un “mundo dorado” que se busca recrear, sea éste el modelo agroex-portador de fines del XIX o el primer peronismo.

de prolongación de la madre, humilde, responsable y asexuada, y la otra, que como explica el sociólogo Vicente Palermo suele ser una mujer bella y eman-cipada, que ama y abandona, tiene carácter y sue-ños e incluso está dispuesta a dejar el barrio (y que en general termina mal) (4). Aunque ambas pueden fundirse lacanianamente en una sola, en la mayo-ría de los tangos aparecen como modelos opuestos: Palermo afirma que detrás de los cuestionamien-tos morales que suelen rodear a “la perdida” se es-conde un deseo cargado de culpa y admiración, y que por eso hay más tangos dedicados a ella que a la confiable pero aburrida novia-madre. Por ejemplo:

Cuando sales por la madrugadaMilonguita, de aquel cabarettoda tu alma temblando de fríodices: ¡Ay, si pudiera querer!Y entre el vino y el último tangop’al cotorro te saca un bacán¡Ay, qué sola, Estercita, te sientes!Si llorás... ¡dicen que es el champán! (5)

GradualismoLa corrida contra el peso puso en cuestión la pers-pectiva económica del macrismo, la idea de que el shock normalizador-liberalizador de inicios de la gestión (fin del cepo, devaluación, baja de retencio-nes, acuerdo con los buitres) apuraría un flujo de in-versiones que echaría a andar nuevamente la rue-da de la economía, generando un ciclo virtuoso de crecimiento que de a poco iría reduciendo el peso de la deuda –necesaria para financiar la transición– sobre el PIB. Una lectura ingenua de los beneficios de la globalización y el diseño perverso de la política monetaria, junto a un cambio de las condiciones in-ternacionales, llevaron al fracaso del plan, que ya es-taba siendo reemplazado por una apuesta más mo-desta a la continuidad de las políticas sociales y algo de obra pública que garantizara cierto crecimiento de cara a las elecciones del año que viene. El oscuro futuro económico abierto tras la corrida –recesión, inflación, caída del salario real– abre un interrogan-te incluso sobre esta aspiración mínima.

Desde el punto de vista político, la incompeten-cia demostrada a la hora de manejar la crisis –10 mil millones de dólares de reservas perdidas para ter-minar con una devaluación del 25 por ciento y una tasa del 40– ubicó al macrismo en la larga serie de gobiernos que, del Rodrigazo hasta hora, se mues-tran desconcertados y titubeantes frente al ánimo destemplado de los mercados. Los gestos políticos emitidos después apuntaron a mostrar una mayor apertura, aunque cabe preguntarse por su efecto real: ¿calmará a los inversores una presencia más frecuente del gobernador Gerardo Morales en la Casa Rosada? ¿Cómo tomarán los tenedores de Le-bacs la repatriación de Ernesto Sanz? El nuevo rol asignado a Nicolás Dujovne parece más orientado a unificar la negociación con el Fondo que a alte-rar el diseño del poder, que sigue descansando en el jefe de Gabinete y los dos secretarios coordina-dores. Por último, ciertos gestos y algunas medidas resultan francamente desconcertantes: reclamos

De cumbres y abismos

En esta historia de tormentas, la sociedad argen-tina suele operar como una especie de acelerador que dinamiza entusiasmado la fase ascendente de los ciclos, en un dame más que se convierte en amargo desengaño cuando los resultados no son los esperados. Un país de cumbres y abismos.

¿Cómo se explica este patrón histórico? Consi-deremos tres respuestas, que son en realidad tres formas de ver el mismo problema, de decir lo mis-mo con otras palabras.

La primera es económica. Como es conocida y como Claudio Scaletta la desarrolla en esta misma edición, la enunciamos aquí someramente: por la naturaleza desequilibrada de su estructura pro-ductiva, la economía argentina no produce de ma-nera genuina –es decir mediante exportaciones– los dólares que necesita para funcionar. Así, tras un cierto período de crecimiento, la necesidad de importaciones supera las exportaciones y deriva en escasez de divisas, la temida restricción exter-na, que a su vez frena la expansión, fuerza a la deva-luación y estimula la inflación (y el conflicto social).

La segunda explicación es política. En buena me-dida como reflejo de la estructura material descrip-ta más arriba, Argentina no ha logrado consensuar un modelo de desarrollo, un conjunto mínimo de políticas que, más allá del sesgo que le imprime cada gobierno, logren preservarse en el tiempo: en con-traste con la persistencia del liberalismo chileno y el desarrollismo brasilero, nuestro país arrastra una puja irresuelta entre la tradición liberal y la nacional-popular. Contrafácticamente, quizás la economía ar-gentina habría evolucionado de manera más estable si hubiera apostado sostenidamente al dinamismo exportador del campo (aunque al costo de una ma-yor exclusión social) o al desarrollo industrial (aun-que al costo de un menor crecimiento), pero más de medio siglo de tensiones lo impidieron. Como seña-la Pablo Gerchunoff, que acaba de reeditar su lumi-noso ensayo de historia económica (3), este choque de proyectos es lo que impide consensuar un tipo de cambio que satisfaga las aspiraciones de consumo de la sociedad y al mismo tiempo permita una dinámica exportadora capaz de superar la restricción externa: el precio del dólar como emergente del conflicto.

La tercera explicación es de cultura política. Ar-gentina, un país socialmente más homogéneo que todas las naciones latinoamericanas salvo Uruguay, aloja sin embargo una sociedad culturalmente di-vidida. Esta realidad, que puede comprobarse con solo escuchar las conversaciones en los bares, se refleja en el hecho de que es uno de los pocos paí-ses que cuenta no uno sino dos mitos fundantes: el mito del pueblo y el mito de la clase media (frente a, por ejemplo, el único mito fundante de Brasil: la democracia racial). Sutilmente naturalizada, esta tenaz dualidad se verifica en un aspecto clave de cualquier identidad nacional (obviamente cons-truida por hombres): la imagen de la mujer desea-da. Nuevamente a diferencia de Brasil, donde la mujer deseada es una sola (alegre, optimista y en general mulata), en la cultura popular argentina, sobre todo en el tango, son dos: la novia, una especie

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por Andrés Malamud*

a los exportadores que no liquidan divisas, acuerdo de precios para moderar la infla-ción, negociación con las petroleras para que prorroguen el aumento de los combus-tibles e incluso la versión de un freno a la ba-ja de retenciones. Quién diría que, junto al torniquete ortodoxo, el gobierno termina-ría ensayando manotazos morenistas.

En rigor, el proceso de deterioro polí-tico del oficialismo había comenzado en diciem-bre, con la sanción de la reforma previsional, que provocó una fuerte movilización popular, forzó al macrismo a ordenar una represión ampliamen-te televisada y, por primera vez desde su llegada al poder, quebró el bloque comunicacional que lo venía acompañando: la “verdad infográfica” –que evidenciaba la pérdida de ingresos de los jubilados con la nueva fórmula– se impuso. Luego vinieron los aumentos de tarifas, que generaron resistencia incluso entre los propios integrantes de la coali-ción de gobierno, y finalmente la corrida.

Pero conviene no apurarse. Con todos sus pro-blemas, el macrismo conserva el control de los tres Estados más importantes, dispone de candidatos taquilleros y ha demostrado que tiene recursos po-líticos para mantenerse en pie, además, claro, del apoyo externo: aunque encara la negociación con el Fondo desde una posición de debilidad, cuenta con que el organismo no dejará caer a uno de los suyos, y que hará todo lo posible para evitar la temida res-tauración populista. Como explicó Marcelo Zloto-gwiazda citando un paper de Stephen Nelson (6), el análisis del comportamiento histórico del Fon-do confirma que, frente a situaciones económicas similares, suele ser más contemplativo y laxo con aquellos países gobernados por una visión liberal.

Nada está definido aún, como se apuran a vatici-nar los socios del club yo te lo dije. Tan prematuro era afirmar dos meses atrás que Macri tenía garan-tizada su reelección como asegurar hoy que la tiene total, definitivamente perdida. Quizás una forma más precisa de considerar los efectos de la crisis sea señalar que produjo un cambio en la escena: si antes había cierto consenso en que la reelección era po-sible, incluso bastante probable, hoy parece mucho más lejana. El hecho de que haya comenzado a caer incluso la imagen de María Eugenia Vidal, que hasta el momento flotaba sobre los problemas irresueltos de su provincia al mejor estilo sciolista, confirma la intuición de que el gobierno, y con él Argentina, ha ingresado en una nueva etapa. g

1. Estoy verde. Dólar, una pasión argentina, Aguilar, 2013.2. Hugo Quiroga, La Argentina en emergencia permanente, Edhasa, 2005.3. Pablo Gerchunoff y Lucas Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto, Paidós, 2018.4. La alegría y la pasión. Relatos brasileños y argentinos en perspectiva comparada, Katz, 2015.5. “Milonguita (Esthercita)”, de Enrique Delfino y Samuel Linning, 1920. 6. The Currency of Confidence.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

“El Plan A está funcionando. Cambios gra-duales pero profundos. La economía cre-ce por segundo año seguido, crea empleo, baja la pobreza, y todo ocurre liderado por la inversión y mientras corregimos des-

equilibrios. Vamos a llegar a 2019 creciendo tres años seguidos, y al momento de las elecciones, cre-ciendo a más de 5% interanual”.

Esto me escribía un amigo, alto funcionario de Hacienda, el pasado 22 de abril. Dos semanas des-pués, la tierra temblaba y Macri anunciaba que volvíamos al FMI. Algo había fallado: el Plan A es-taba agotado y no había Plan B. Argentina no via-ja en tren ni en avión: se desliza por una montaña rusa, que combina subidas y bajadas violentas con la tranquilidad de saber que al final volveremos al punto de partida. Maldita tranquilidad.

En 1986, los politólogos Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead edita-ron cuatro volúmenes que se transformaron en un clásico instantáneo: Transiciones desde un gobier-no autoritario. Su enfoque era innovador por dos razones. Primero, no daban por sentado el pun-to de llegada: salíamos del autoritarismo pero no estábamos seguros de arribar a la democracia –o a qué democracia–. Segundo, iban más allá de las restricciones objetivas (históricas o económicas) para centrarse en los actores, sus estrategias y po-sibilidades. En otras palabras, eran indeterminis-tas: el futuro no estaba definido por el pasado. Ha-bía espacio para la imaginación sociológica, la mu-ñeca política y la experimentación económica.

Tuvieron razón: desde la década de 1980, América Latina disfruta del período de estabilidad democrá-tica más largo de su historia. Aún con impeachments controvertidos y chavismos degenerados, los golpes militares y los genocidios desaparecieron del menú. La historia podía cambiar, y cambió.

La turbulencia argentina viene a mostrarnos ahora los límites de esa voluntad política. Cristina Kirchner y Mauricio Macri son herederos de Alfon-sín tanto en la continuidad democrática como en el desgobierno económico. Las restricciones objetivas siguen imponiendo límites a todos los líderes y to-das las ideologías. Creérsela, esa costumbre argenti-na, contribuye a perpetuar la montaña rusa. De ella no se sale solamente con voluntad política ni con el mejor equipo desde el Big Bang. Lo ideal sería un acuerdo social sobre qué metas privilegiar y cómo distribuir los costos. ¿Es posible? Probablemente no. Entonces es preciso innovar, otra vez.

El mundo que viene es post-occidental. Estados Unidos verá su influencia limitada y Europa se es-tá convirtiendo en un próspero parque temático. El futuro viene de Asia, con acento en China. ¿Dónde están, en Cambiemos y en el peronismo, los líderes que deben imaginar y movilizar ese futuro? ¿Dón-de están los emprendedores que deben abrir esos mercados? ¿Qué sindicalistas están estudiando las formas de organización de los trabajadores chinos y creando lazos con sus dirigentes?

En Argentina, gobernar es emparchar pero nadie lo admite. g

*Politólogo. Su último libro El oficio más antiguo del mundo. Secretos, menti-

ras y belleza de la política, fue publicado por Capital Intelectual este año.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Editorial

Turbulencias argentinas

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Se cre ta riaPa tri cia Or fi lase cre ta ria@el di plo.org

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4 | Edición 228 | junio 2018

Todos los caminos conducían al Fondo

El gobierno decidió regresar al Fondo Monetario Internacional. Para cual-quier observador o analista imparcial, una figura siempre improbable, se trató de un hecho previsible. Se sabía que un programa con el FMI era una

carta disponible, de hecho desde diciembre de 2015 se aplican, sin decirlo, las políticas desreguladoras pro-pias de un programa al estilo del organismo. Sin em-bargo, también se sabía que era una jugada para el fi-nal del juego, de última instancia. Esta fue la novedad: la aceleración casi inimaginada de los tiempos.

La parte predecible de esta historia se explica por el hecho de que el análisis económico dispone de herra-mientas para anticipar la evolución de las principales variables. Por ejemplo, es posible predecir la evolución del ciclo económico a partir del comportamiento de los componentes de la demanda agregada y, en el camino, las tensiones que el movimiento de la economía produ-cirá en función de las restricciones, sean internas o ex-ternas. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la previ-sión de la fecha precisa en que acaecerán los sucesos, por ejemplo el mes exacto en que ocurrirá una crisis externa, nigromancia reservada sólo para los elegidos.

Las herramientas para la predicción comienzan por la teoría. Si hay teoría hay leyes, y si hay leyes hay relacio-nes causa-efecto. El laboratorio de la teoría económica es la historia. En la historia es posible observar cómo de-terminadas políticas económicas provocan determina-dos resultados y no otros. Teoría y “teoría en la historia” son, entonces, las dos herramientas para la predicción. Se trata de una obviedad absoluta, hasta repetitiva. Son principios epistemológicos muy rudimentarios, pero eternamente desdeñados en el devenir del debate eco-nómico público, donde muy rara vez se pone sobre la mesa la más elemental de las preguntas: ¿por qué la apli-cación de medidas económicas que en el pasado produ-jeron determinados resultados generán en el presente efectos distintos? Existe una respuesta. La pregunta no está sobre la mesa porque la dinámica económica no es sólo un problema teórico, sino de poder. El corpus teóri-co de la economía política incluye en su análisis al poder. La economía convencional lo excluye y descarta el dato básico del conflicto social. Su mundo es el de los presun-tos equilibrios de los mercados. Por eso funciona como una ideología: es una teoría, pero también un discurso.

Lo que se sabía antes de la corrida de mayo, lo que podía predecirse a partir de las primeras medidas eco-nómicas aplicadas por el gobierno, es que se trataba de la restauración del viejo orden neoliberal que condujo los destinos de la economía local entre 1975 y 2001, y cuyo objetivo principal, en el marco de una nueva in-tegración internacional bajo un esquema de libre cir-culación de capitales y mercancías, era el cambio de los precios relativos de la economía: salarios, tarifas y tipo de cambio. Los precios relativos son también va-riables distributivas, es decir variables cuyos cambios provocan transferencias de recursos entre sectores y

por Claudio Scaletta*

Antes y después de la corrida cambiaria

clases sociales. Finalmente, sus variaciones combina-das son las causas principales de la inflación, otro pro-blema macroeconómico mal abordado por la corrien-te principal de la economía, que la considera, contra toda evidencia, un fenómeno puramente monetario.

La desdeñadaTambién desde la asunción del nuevo gobierno se hizo evidente que su diagnóstico desdeñaba la principal res-tricción de la economía local, la escasez relativa de dóla-res o restricción externa, que había determinado el freno del crecimiento desde 2011. En este punto aparece otra vez el riesgo de la reiteración, de volver a relatar un pro-blema que los buenos macroeconomistas argentinos vie-nen contando desde hace por lo menos medio siglo. Sin embargo, dada la importancia del problema y el desdén que las élites económicas y políticas mostraron históri-camente por él, es necesario repetirlo . Una forma senci-lla de hacerlo es considerar que, dada la estructura eco-nómica local, cuando la economía crece, las importacio-nes se expanden mucho más rápido que las exportacio-nes. En concreto, al doble de velocidad. Para el promedio del período 1996-2013, por ejemplo, cuando el PBI, que es equivalente al ingreso, aumentaba un punto, las ex-portaciones lo hacían 0,85, y las importaciones 1,72 (1)

El resultado concreto de esta diferencia de elastici-dades, que podría complejizarse sumando el comporta-miento de los socios comerciales, es que, luego de perío-dos de crecimiento más o menos largos, y partiendo de una situación externa superavitaria, los dólares comien-zan a volverse escasos. Todo lo que la economía expor-ta deja de alcanzar para hacer frente a sus necesidades de divisas. Dado que la moneda estadounidense es una mercancía no reproducible, que no se puede imprimir internamente, su precio depende de la oferta y la deman-da. Si es escasa, el precio aumenta; el peso se devalúa, dando lugar a fuertes “turbulencias” macroeconómicas.

Contra lo que suele repetirse, las devaluaciones no producen el efecto de aumentar las exportaciones. El 2016, por ejemplo, comenzó con una devaluación del 40 por ciento, pero el volumen de ventas al exterior perma-neció estancado. Ello es así porque, dada la naturaleza de la canasta de bienes y servicios que el país le vende al mundo, el volumen de ventas depende de la demanda ex-terna más que de los costos internos. La estructura eco-nómica local es distinta a la de los países del Primer Mun-do en donde se elaboran los manuales ortodoxos que afirman que las exportaciones compiten por precio en el mercado global. No es lo que ocurre cuando las canastas de exportación están integradas por commodities, toma-doras de precios por definición. La devaluación, enton-ces, sólo genera un “efecto riqueza” para el exportador y no un aumento de las cantidades vendidas. Como se dijo, el tipo de cambio es una variable distributiva: cuando el dólar sube también lo hace la inflación; bajan los salarios, cae el consumo y con él la actividad. El laboratorio de la historia confirma la secuencia: las devaluaciones no au-mentan las exportaciones, sino que frenan la economía y

transfieren ingresos desde los salarios al capital. El ajuste externo se produce por una caída de las importaciones dado su encarecimiento relativo y por la baja del PIB.

En este marco, si lo que se busca es la continuidad del crecimiento sin afectar la estructura de distribución del ingreso existen sólo dos maneras de atacar el problema de la restricción externa: aumentar las cantidades ex-portadas y/o sustituir las importadas, lo que significa transformar la estructura productiva, es decir desarro-llarse, o endeudarse transitoriamente y atraer capitales.

Tomar deuda no es ni bueno ni malo, pero sí muy deli-cado. La deuda debe contribuir sí o sí al desarrollo, que es lo que genera las condiciones para su repago. Si no es así, el problema de déficit externo que llevó a endeudarse só-lo se pospone y agrava, conduciendo inevitablemente a una nueva crisis de sostenimiento de la estabilidad cam-biaria que, en el límite, puede transformarse en una crisis de pago de los compromisos internacionales.

Es necesario destacar que el problema de la restric-ción externa no se limita a la idea de aumentar exporta-ciones, que constituyen uno de los componentes de la demanda. Aumentar las ventas al exterior no es una tarea de incentivos puntuales, sino un trabajo arduo vinculado a la evolución del conjunto de la economía. Los países no crecen porque exportan; exportan porque crecen.

La reaparición de la restricción externa era el rasgo central del escenario económico de 2015. Luego del lar-go período de crecimiento registrado a partir de 2003, la falta de dólares comenzó a hacerse sentir a partir de 2011 y provocó el freno relativo de la economía y las consecuentes presiones sobre el tipo de cambio. Cuan-do irrumpe la restricción externa, un hecho predecible, toda la política económica queda subordinada a su ad-ministración. En 2015 el desafío era avanzar en un pro-ceso de desarrollo, lo que suponía programar una trans-formación de la estructura productiva y, mientras tan-to, financiar la transición. Las principales fuerzas polí-ticas que se enfrentaron en octubre de 2015, lideradas por Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri, coin-cidían en el segundo punto, en la necesidad de financia-miento externo, un imperativo de la hora que suponía la normalización de las relaciones con el capital finan-ciero global, algo que el gobierno kirchnerista intentó hasta que reapareció el conflicto con los fondos buitre.

Por último, el dato de que el crecimiento de la eco-nomía desemboca en una escasez de dólares establece una relación necesaria entre inclusión y desarrollo. A medida que la masa salarial total crece, crece también de demanda de productos con componentes importa-dos: primero se consumen alimentos e indumentaria, pero luego también “celulares y plasmas”. En el plano político, en tanto, el mayor poder adquisitivo del sala-rio y el empoderamiento de los trabajadores recrude-ce las tensiones entre el capital y el trabajo.

#CambiamosEl diagnóstico del gobierno de Mauricio Macri fue que el déficit de la cuenta corriente de la balanza de

DossierEl oscuro futuro de la economía

La decisión del gobierno de no atacar la principal fragilidad de la economía argentina, la escasez de dólares, hacía previsible que en algún momento se produjera una crisis. La perspectiva de un futuro recesivo subraya la insustentabilidad estructural del modelo.

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pagos, la restricción externa, no era un problema grave. Cuando el primer ministro de Economía ma-crista, Alfonso Prat-Gay, presentó sus proyecciones iniciales sobre la evolución de los principales indica-dores, desde el producto a los déficits y la inflación, el rojo externo aparecía como una variable creciente y prolongada a lo largo de todos los años de gestión, es decir se proyectaba su crecimiento y continuidad. Sin embargo, se confiaba en que no faltarían los dóla-res para financiarlo. Y de hecho, en los primeros dos años, no faltaron. Aprovechando la herencia de des-endeudamiento, la nueva administración tomó deu-da desaforada y despreocupadamente.

Aunque en perspectiva histórica resulte un poco in-sólito, el diagnóstico era que la sola existencia de un go-bierno “amistoso con los mercados” provocaría la ya le-gendaria “lluvia de inversiones”, y que la maduración de estas inversiones del exterior, junto con su efecto espejo local, impulsarían el crecimiento. Luego, el crecimiento licuaría progresivamente la relación deuda/producto a la vez que generaría los dólares para su repago.

Desde el punto de vista teórico, lo que está por detrás del diagnóstico es el famoso axioma oficial del reempla-zo del consumo por la inversión. El pensamiento orto-doxo cree que para crecer es necesario crear “condicio-nes favorables para la inversión” por el lado de la ofer-ta, es decir bajar los costos de todo tipo para el capital, principalmente los salariales e impositivos, pero tam-bién los “costos de transacción” implícitos en la exis-tencia de regulaciones. Esto supone la reducción del peso y de la injerencia del Estado en la economía. Sobre esta base debe entenderse la desregulación financiera y comercial, con la eliminación de cualquier barrera de entrada y salida de capitales, incluida la supresión de la obligatoriedad de la liquidación de las divisas de expor-tación, y la desregulación comercial parcial, con la quita y baja de aranceles al comercio exterior.

El pago a los fondos buitre se consideró como la pri-mera señal de amistad con las finanzas globales. De hecho, una vez concretado el pago, los capitales finan-cieros comenzaron a fluir hacia Argentina para apro-vechar las altas tasas de interés, tanto por la toma de deuda gubernamental como por el diferencial de tasas ofrecido por las Letras del Banco Central, las Lebacs, la famosa bicicleta financiera o carry trade.

La entrada de dólares de deuda y financieros tu-vo como contrapartida la posibilidad, luego del shock devaluatorio inicial, de mantener relativamente esta-ble el tipo de cambio a pesar del impresionante déficit de cuenta corriente, que en el último año alcanzó los 5 puntos del PIB, repartido en tercios casi iguales entre importaciones, turismo y remisión de utilidades de las multinacionales (el costo de volver al mundo). A ello debe sumarse el hábito local de ahorrar en divisas.

El tamaño importaPara justificar el megaendeudamiento, el gobierno se autoimpuso la regla de financiar los gastos en pesos con los dólares financieros, lo que supuso emitir pesos equi-valentes para luego esterilizarlos colocando Lebacs, teóricamente para mantener a raya la inflación, consi-derada por el oficialismo como un fenómeno moneta-rio, no de precios relativos o costos (teoría esta última que fue descalificada por el presidente del Banco Cen-tral, Federico Sturzenegger, como “vernácula”, aunque remonte sus orígenes a la Inglaterra de entreguerras). En cambio, en el mundo real, el que ocurre por fuera de la imaginación de los actuales hacedores de la política monetaria, fueron los precios relativos los que marca-ron el ritmo de las subas generalizadas de precios.

Al cabo de un tiempo, con las Lebacs empezó a su-ceder lo que también se había previsto: frente a las pri-meras señales de escasez de divisas, ahora por el cierre del financiamiento externo, comenzaron a funcionar

retroalimentando la tendencia, es decir como una ma-sa de pesos gigantesca que presiona por la compra de dólares o, en contrapartida, obliga a un alza de la tasa de interés de referencia de la economía. Si las magni-tudes de deuda en divisas y Lebacs se mantuviesen re-lativamente estables o guardasen relación con la gene-ración real de divisas de la economía, serían lo que son en todo el mundo: simples instrumentos financieros. El problema es que en sólo dos años de gobierno la “deuda relevante” –la deuda nominada en divisas con acreedo-res privados y organismos financieros– se duplicó, y el stock de Lebacs registró un crecimiento exponencial.

El stock total de deuda pública ya ronda los 320 mil millones de dólares, en tanto que la “deuda relevan-te” pasó de 73 mil millones de dólares a fines de 2015 a alrededor de 140 mil millones en el presente. Si a es-te pasivo se le suma un acuerdo stand by con el FMI el año próximo, podría ubicarse en un piso de 170 mil millones. Pero incluso sin viajar al futuro Cambiemos ya duplicó la deuda relevante. Fue el pulmotor del mo-delo, que no se destinó a financiar el desarrollo ni a ge-nerar las condiciones para su repago. El contexto del presente no es el de 2001, pero en aquel año la “impa-gable” deuda relevante que desencadenó la cesación de pagos rondaba los 140 mil millones de dólares.

La evolución del stock de Lebacs, mientras tanto, pasó de algo menos de 350.000 millones de pesos en diciembre de 2015 a casi 700 mil a fines de 2016. En los últimos meses se estacionó en torno a los 1,2 billones. La inflación en pesos acumulada desde noviembre de 2015 llega, según el Instituto Estadístico de los Traba-jadores (IET), a alrededor del 100 por ciento.

La relación futura entre estas dos magnitudes, deu-da externa y Lebacs, es tan impredecible como explo-siva. La corrida de la última semana de abril y las pri-meras de mayo, en las que la moneda se devaluó el 20 por ciento y se liquidaron 8.000 millones de dólares de reservas, con una elevación de la tasa de referencia desde 27,25 puntos a 40, respondió, más allá de las sos-pechas y deficiencias en la gestión del proceso, a que algunos fondos de inversión internacionales y capita-les locales desarmaron posiciones en pesos para pa-sarse a dólares, en un nuevo contexto en el que el cré-dito en divisas ya no fluye hacia el país. La razón prin-cipal fue que el capital financiero comenzó a advertir los problemas de liquidez externa que pesan sobre la economía local, pero además apareció el desencanto de corto plazo, central en la lógica de funcionamiento del capital financiero, por las pérdidas originadas en la bicicleta debidas a la combinación, a partir del último 28 de diciembre, de baja de tasas y suba del dólar.

Como señalamos, el relato oficial sostenía que, gra-cias al crecimiento de la economía generado por la inversión, la relación deuda/PBI, después de incre-mentarse durante unos años, se estabilizaría. Pero las inversiones nunca llegaron. La cabecera de playa fue ocupada, en cambio, por el capital financiero, la inver-sión disponible más rentable y sin compromisos que tuvo para ofrecer la economía local. Vale recordar que no existen en el mundo experiencias de inversión y crecimiento libradas al mercado, es decir que no ha-yan sido dirigidas y orientadas por el sector público.

Al mismo tiempo, el gran capital, del exterior y local, reaccionó al objetivo del Poder Ejecutivo de utilizar al dólar como ancla antiinflacionaria. Otra vez, una cosa es el discurso monetarista del Banco Central y otra el mundo real. Con tarifas y combustibles dolarizados, petróleo en alza y listas de precios mayoristas que tam-bién comienzan a estar en moneda dura, ningún for-mador de precios duda de que las subas en la divisa se trasladan a precios. Por otro lado, la densidad sindical y la fuerza de los gremios, más allá de algunas conductas, continúa siendo un dato duro de la economía local: los techos salariales no resultaron tan exitosos como se es-peraba. Hasta abril al gobierno sólo le quedaba el freno del dólar, pero ahora deberá volver contra los salarios.

En una segunda línea de análisis, la corrida pudo detenerse gracias a negociaciones políticas con fondos de inversión que asumieron el riesgo de quedarse en pesos a cambio de tasas de largo plazo altísimas, inclui-dos los Botes, los Bonos del Tesoro en pesos, es decir a cambio de un elevado costo futuro para el erario. Los hechos borraron de un plumazo todas las zonceras d

Bolsa de Valores de Buenos Aires, 9-5-18 (Marcos Brindicci/Reuters)

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ideológicas acumuladas desde diciembre de 2015, entre ellas la supuesta independencia del Banco Cen-tral y la peregrina idea de que un tipo de cambio flo-tante conjuraba el problema de la restricción externa.

La pulseada con el mercado de abril-mayo fue la primera corrida que debió afrontar el oficialismo, y la perdió. Antes, había creado todas las condiciones pa-ra quedarse sin herramientas, es decir para que ello sucediera. Los presuntos pesos pesados de las finan-zas que conducen la economía tiraron la toalla en el primer round y, ya de espaldas y en el rincón, cayeron mansos en los brazos del FMI. Podría conjeturarse que fue un hecho buscado, funcional a los objetivos políticos del macrismo, pero no debe descartarse la impericia como aceleradora de los procesos.

VolverArgentina adhirió a los convenios de Bretton Woods de 1944 que crearon el FMI recién en 1956, bajo la “Revo-lución Libertadora” que derrocó al primer peronismo, y se mantuvo bajo su égida hasta 2004, cuando se sus-pendió el último acuerdo. En 2006 el gobierno de Nés-tor Kirchner se desembarazó de su injerencia pagando anticipadamente lo adeudado. La investigadora Noemí Brenta señala que durante este período se suscribieron 21 acuerdos de condicionalidad fuerte, que sumaron 38 años de vigencia. Esta dependencia se agudizó des-de comienzos de los 80. “Desde fines de 1982 hasta di-ciembre de 2001, la Argentina estuvo continuamente bajo programas del organismo o procurando negociar y/o implementar las condiciones para su aprobación” (2). La profunda crisis económica y social que estalló en 2001 y que en 2002 llevó el desempleo al 21,5 por ciento, la pobreza al 57,5 y la indigencia al 27,5, debería ser un argumento suficiente para cualquier balance de los re-sultados de casi dos décadas ininterrumpidas de pro-gramas del FMI. Si se cree que aquel final fue un hecho aislado, “un golpe impulsado por el peronismo”, como siguen releyendo la historia algunos sectores, se pue-den repasar los números de todo el período y no sólo el resultado final. Brenta detalla que entre 1982 y 2001 la variación promedio anual del PIB fue del 1,6 por cien-to, con un aumento del desempleo de 15 puntos porcen-tuales. No obstante, existieron dos subperíodos bien diferenciados, el antes y el después de las disciplinado-ras hiperinflaciones de 1989 y 1990. Entre 1982 y 1988 el crecimiento fue de apenas el 0,4 por ciento anual y la in-flación promedio del 286,3 por ciento, pero con un des-empleo que aumentó sólo dos puntos. La década negra para la desocupación fue la de 1991-2001, cuando subió 13 puntos (del 6 al 19 por ciento), a pesar de una expan-sión del PIB del 3,3 por ciento anual promedio y de una inflación anclada por el tipo de cambio fijo de la Conver-tibilidad en el 3,5 por ciento, siempre anual y promedio.

Mientras la inmediata posdictadura fue una etapa de estancamiento e inestabilidad macroeconómica, los 90 fueron un período de ajuste social. El desempleo aumen-tó por el tipo de modelo económico emergente de las po-líticas fondomonetaristas, una liberalización comercial y financiera que consolida una inserción internacional ba-sada en la producción de los sectores con ventajas com-parativas estáticas. Para el caso argentino se trata de los sectores vinculados a los recursos naturales y la gran in-dustria ya establecida, que por su naturaleza no son diná-micos en la creación de empleo, lo que agrega a la insus-tentabilidad financiera una cuota de inestabilidad social.

El fracaso de los planes del FMI, juzgándolos en sus propios términos, se explica fundamentalmente por las decisiones que imponen sobre los precios re-lativos, ya que siempre comienzan con devaluacio-nes, ajustes tarifarios y represión de salarios. Como el dólar y las tarifas se ajustan al alza, la inflación es ele-vada. Por eso señalamos que el actual gobierno aplica desde su asunción un plan “al estilo FMI” sin decirlo.

La creencia es que estas medidas ayudarían a sanear los presupuestos, las cuentas externas y los mercados la-borales, mejorando la competitividad de las empresas. La realidad es que, en tanto los tres precios –salarios, ta-rifas y tipo de cambios– son variables distributivas, su represión termina estallando y provocando el incum-plimiento de los planes. En el camino se consiguen los objetivos tácitos de este tipo de programas: mantener la libre circulación de capitales y mercancías, desregu-

DossierEl oscuro futuro de la economía

El libro de Eduardo Basualdo y un equipo de economistas, Endeudar y fugar (1), aparecido hace unos meses, cobra a la luz de los últimos acontecimientos que trastornaron el escena-

rio económico-político argentino un valor agregado como indispensable herramienta de análisis. Uno de los muchos méritos que posee este estudio es que no se focaliza en los análisis estrechos de una determina-da coyuntura sino que abarca una relativa “onda lar-ga” histórica, la que comprende desde la instauración de la última dictadura cívico-militar en 1976, que ini-cia el ciclo de valorización financiera de los grandes capitales transnacionales y argentinos, dando fin al primer proceso de industrialización por sustitución de importaciones que transcurrió entre 1930 y 1975, hasta el ascenso de Mauricio Macri al gobierno nacio-nal en diciembre de 2015 y su primer año de gestión.

Desde 1976 hasta la hecatombe de diciembre de 2001, funcionó un nuevo patrón de acumulación capi-talista basado en la especulación financiera: las grandes empresas oligopólicas argentinas y el capital extranjero expandieron notablemente su endeudamiento externo y subordinaron a sus intereses el enorme endeudamien-to del Estado, pero no para incrementar su capacidad productiva sino para obtener jugosas rentas financieras.

El mecanismo consistía en invertir los préstamos externos en activos financieros del mercado interno, cuyas tasas de interés eran sensiblemente mayores que las internacionales, y fugar luego al exterior las ganan-cias que les propiciaba ese diferencial positivo nueva-mente convertidas en dólares. Es decir, la conocida “bi-cicleta financiera” o, en términos que hoy suenan más sofisticados, el carry trade. Así, se estableció un íntimo vínculo entre el endeudamiento externo y la fuga de ca-pitales: entre 1979 y 1981, de cada 100 dólares que in-gresaban al país en forma de préstamos se escapaban 90 al exterior. Sólo en 2001 se fugaron 30.000 millones de dólares, y cabe señalar el papel relevante que desem-peñaron en ese proceso las empresas no financieras, y entre ellas las pertenecientes a la llamada burguesía nacional, supuestamente consagrada a las actividades productivas: un ejemplo fue el del grupo Perez Com-panc, entonces considerado nave insignia de ese sec-tor. Ese año encabezó la lista de los fugadores de divi-sas, con más de 3.200 millones de dólares fugados, por delante de transnacionales como Repsol y Telefónica.

La contracara de esta etapa fue la liberación indis-criminada de importaciones, la creciente desindustria-lización, el desempleo y la pauperización de amplios sectores populares. La caída del salario real de los traba-jadores fue brutal: a finales de 1977 la pérdida superaba el 40%. La nueva y regresiva redistribución del ingreso nacional redujo la participación de los asalariados en el mismo de un 45% a un 30% aproximadamente, en lo que constituyó un avance espectacular del capital que

ya nunca se logró retrotraer completamente, ni siquiera con la mejora evidente producida por los gobiernos kir-chneristas, que en su mejor momento elevaron la parti-cipación de los trabajadores hasta un 37%/39%.

El ciclo de valorización financiera termina en di-ciembre de 2001 con la mayor crisis económica, políti-ca y social de la historia argentina. Se genera entonces una fractura en el bloque dominante entre los que pro-ponían la devaluación del tipo de cambio y el default (grupos económicos locales y extranjeros ligados a la producción industrial) y los que pretendían la “dolari-zación” total de la economía (acreedores externos y ca-pital extranjero relacionado con los servicios públicos privatizados). Se imponen los primeros.

A partir de 2003, con el ascenso de Néstor Kirch-ner a la Presidencia y los siguientes dos períodos de go-bierno de Cristina Fernández, que terminan en 2015, se produce un giro radical, signado por un retorno a la economía productiva (entre 2003 y 2013 el Producto Interno Bruto creció un 6,7% anual), el desendeuda-miento externo (con dos importantes reestructuracio-nes de deuda en 2005 y 2010; esta representaba en 2001 el 125,3% del PIB; en 2015 era el 35,3%), la sustancial elevación de los salarios reales (50% de promedio) y el consecuente fortalecimiento del mercado interno (la desocupación disminuyó del 17,3% al 6,5%).

Cambio de métodosNo obstante, la fuga de capitales continuó: entre 2003 y 2015 ascendió a 136.190 millones de dólares. Pero cambió la modalidad: a diferencia del ciclo anterior, la evasión no se financió por medio del endeudamiento externo sino básicamente a través del excedente del comercio de exportación, la ingente remisión al ex-terior de las ganancias empresariales obtenidas en el mercado local y, tras la imposición de restricciones al mercado cambiario, con la compra de divisas median-te el “contado con liquidación”.

A finales de 2015 y por primera vez en la historia democrática argentina, los sectores capitalistas do-minantes, hegemonizados por los bancos transna-cionales y las empresas extranjeras no industriales, logran ascender de manera directa y con un partido propio (el PRO y la alianza Cambiemos) al control total del Estado. El resultado de este retorno al pasa-do se vio de manera dramática en la corrida financie-ra de las últimas semanas. g

1. Eduardo Basualdo, Mariano Barrera, Leandro Bona, Mariana González, Pablo Manzanelli y Andrés Wainer, Endeudar y fugar. Un análisis de la historia económica argentina, de Martínez de Hoz a Macri, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2017.

*Periodista. Ex editor de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

El arte de la fugaUn EstUdio rEVELador

por Carlos Alfieri*

lar mercados y asegurar el pago de los compromisos in-ternacionales. La contrapartida es la disminución de las funciones del Estado y, especialmente, el aumento del endeudamiento en divisas. El resultado final es la signi-ficativa reducción de los grados de libertad de la política económica, incluso para los gobiernos venideros.

La pregunta es, entonces, la del comienzo de esta no-ta: ¿por qué planes que durante décadas produjeron de-terminados efectos producirían en el presente resulta-dos distintos? ¿Cambió el FMI? Si la experiencia argen-tina desde la recuperación democrática corresponde al pasado y provincianamente se la considera particular, puede acudirse al ejemplo contemporáneo de la econo-

mía griega, donde un “nuevo” FMI provocó los resulta-dos que consigue en todo tiempo y lugar: estancamiento, desocupación, endeudamiento y dependencia.

1. Guido Zack y Demián Dalle, “Elasticidades del comercio exterior de la Argentina: ¿una limitación para el crecimiento?”, CEI, Revista Argentina de Economía Internacional, N°3, Buenos Aires, octubre de 2014.2. Noemí Brenta, “Argentina y el FMI: efectos económicos de los programas de ajuste de larga duración”, Anuario del Centro de Estudios Históricos Carlos Segreti , N° 11, Córdoba, 2011.

*Economista. Su libro La recaída neoliberal. La insustentabilidad de la

economía macrista fue publicado por Capital Intelectual en 2017.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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La cultura de la crisis

Así como Argentina se percibe a sí misma como una nación marcada por las crisis recurrentes, también ha desplegado todo un lenguaje pa-ra hablar de esos momentos en los cuales la normalidad se coloca en-

tre paréntesis. Entre todas las teorías que se han edi-ficado en torno a la idea de “crisis”, la más extrema y contradictoria es aquella que la concibe como nues-tro estado de normalidad. Así, se repiten frases co-mo “Argentina es un país en crisis permanente”, “Ar-gentina tiene una crisis cada diez años” o “El modelo neoliberal termina inexorablemente explotando”.

Pero, ¿qué es una crisis? Nadie dudaría, para dar algunos ejemplos, de que situaciones como el Ro-drigazo de 1975, la corrida de 1982, la hiperinfla-ción de 1989-1990 o el 2001-2002 pueden descri-birse, como mínimo, como situaciones de “crisis”. En todos esos casos (y en otros) se produjeron es-tallidos inflacionarios relacionados con el tipo de cambio. En otras palabras, fenómenos económicos

por Alejandro Grimson*

Más allá del precio del dólar

que afectaron (más claramente que en períodos de “normalidad”) el poder adquisitivo, los ahorros y las deudas de los argentinos.

A la vez, la crisis es también un sentimiento. Pa-ra que el término “crisis” ocupe buena parte del lenguaje social no alcanza con que configure un fenómeno puramente objetivo; tiene que existir también una vivencia subjetiva. En primer lugar, una situación de incertidumbre y desconfianza, un estrés social: una crisis es un temor a perder, una sensación de desamparo. En segundo lugar, esa vivencia opera como un paréntesis respecto del momento previo y del posterior. Ya veremos que si las variables objetivas se vuelven inmanejables durante períodos muy extensos, si se extienden en el tiempo, la noción de crisis se ve subjetivamente modificada. En tercer lugar, en cada lugar, en cada momento, en cada cultura, aparecen términos muy específicos y locales para nombrar esa crisis.

En Argentina, el 75, el 82, el 89-90 y el 2001-2002 han configurado traumas culturales, inscriptos en

la memoria, poco elaborados y profundamente in-justos. Por una parte, esa injusticia se explica por lo que los economistas designan apropiadamente como la transferencia de ingresos que implica todo proceso devaluatorio. El paso de Celestino Rodri-go por el Ministerio de Economía fue breve, pero la caída del salario real que inauguró persistió por décadas. El impacto del shock del ajuste, que tenía antecedentes menos espectaculares, está muy vivo y activo en el imaginario social.

Pero el Rodrigazo también quedó grabado en las memorias de la clase media por las injusticias hori-zontales que produjo. En efecto, una persona que tenía sus ahorros en pesos vio cómo se evaporaban en pocos días, mientras que alguien que había con-traído un crédito en pesos se benefició por la rápi-da licuación de las cuotas. Unos y otros, a diferen-cia de la transferencia vertical de ingresos, podían ser primos o amigos. Cuando los billetes en moneda nacional perdieron valor, quienes los tenían y quie-nes los debían sufrieron consecuencias opuestas.

DossierEl oscuro futuro de la economía

La corrida cambiaria reavivó la sensación de crisis permanente, una de las marcas más fuertes de la cultura política argentina. Ahora bien, ¿cuándo una crisis económica se convierte en una crisis política? ¿Cuándo deja un sedimento cultural?

Buenos Aires, 8-5-18 (Marcos Brindicci/Reuters)

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Seguramente ambos entendieron que se trató de una simple cuestión de suerte, pero concluyeron que apostar al peso era jugar a la lotería, y así se ini-ció el camino hacia la dolarización de las propieda-des inmobiliarias. Cuando, mucho después, Carlos Menem y Domingo Cavallo instalaron la converti-bilidad, los asalariados y las clases medias habían comenzado a cambiar pesos por dólares –y vice-versa– como estrategia de sobrevivencia frente a la hiperinflación de los años previos. Lo que se había dolarizado era la cabeza de los argentinos, no por tener las “mentes colonizadas” sino porque nadie les había ofrecido otro camino viable para sobrelle-var esos meses de la híper en los que el poder adqui-sitivo se reducía drásticamente semana a semana.

La injusticia disparada por los cambios econó-micos fue una experiencia real, que implicó cam-bios en los hábitos alimenticios y de consumo, con profundas consecuencias en el imaginario social. Y en las formas culturales de hacer cuentas: los ar-gentinos recordamos mejor cuándo fuimos estafa-dos que cuándo alguien salió ganando. Podría de-cirse que ambas situaciones fueron injustas, pero en nuestra memoria sólo la primera de ellas es vi-vida de ese modo, porque quienes ganaron fueron menos pero también porque, salvo los grupos eco-nómicos más concentrados, las grandes mayorías, en términos estructurales, no dejaron de perder.

La combinación de la crisis de la hiperinflación de 1989, que tuvo nuevos brotes al año siguiente, y del “caos social” que la acompañó, legó en la cultu-ra política argentina un miedo muy distinto al ya arraigado temor a la violencia política: el miedo a la inflación. La hiperinflación es en esencia un fe-nómeno de disgregación social. De hecho, Menem logró imponer su hegemonía gracias a su capaci-dad para garantizar la estabilidad monetaria, lo que explica que entre 1991 y 2001 los argentinos soportaran no solo un neoliberalismo extremo si-no el aumento del desempleo, que pasó del 6% en 1989 al 22% en 2002. Esa sociedad con “estabili-dad”, que sin embargo excluía a millones de per-sonas, comenzó a sufrir una larga recesión a partir de 1998. Las protestas de los desocupados, los ju-bilados y un sector del sindicalismo se multiplica-ban, pero no hubo una solución política a esa crisis económica hasta que nuevamente el país se hundió en otra crisis, en diciembre de 2001, en este caso la más grave de la historia.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “crisis”?Aunque en todos los países haya momentos de cri-sis, no todos asumen que viven en crisis permanen-te. Si la palabra “crisis” es cotidiana en el lenguaje de la sociedad, eso implica que atraviesa los mo-dos de significación social y por lo tanto pierde su capacidad disruptiva. Al mantenerse presente du-rante lapsos de tiempo relativamente prolongados, termina constituyendo un marco de interpretación y de comunicación. Pero ese marco de crisis esta-ble o recurrente puede, a su vez, ser interrumpi-do por un episodio inesperado. De este modo, un acontecimiento abre una coyuntura crítica, inau-gura un marco temporal excepcional, donde algu-nas de las lógicas sociales sedimentadas quedan suspendidas, y otras emergen.

Por eso es necesario comprender cuándo hay elementos que permiten caracterizar una cierta si-tuación como una “crisis”. Y en ese caso, cuándo se trata de una crisis económica, cuándo de una crisis política, cuándo de una crisis cultural.

En sus usos más frecuentes, la noción de “crisis” se construye a partir de un cierto objetivismo, como si habláramos de desastres naturales. Es, igual que la idea de “crisis permanente”, una contradicción, porque la crisis en tanto fenómeno natural diluye la temporalidad de lo social. La naturalización de la crisis despolitiza, impide analizar a los actores socia-les que intervienen en ella, sus intereses y creencias.

Un ejemplo problemático son los estallidos de alegría frente a una situación de crisis de un go-bierno neoliberal, celebración que de algún modo presupone que la crisis genera una solución polí-

tica espléndida (para los valores de quien festeja). Sin embargo, la experiencia reciente de Europa ha demostrado que las crisis funcionaron como ins-trumentos fabulosos para desmontar el Estado de Bienestar, así como la historia argentina muestra que las crisis abren oportunidades extraordina-rias para la instalación de programas económicos regresivos. Eso revela algo fundamental: una cosa son las causas de una crisis y otra sus interpreta-ciones sociales y culturales.

Es sencillo encontrar definiciones objetivas de crisis económicas, políticas o sociales: basta revisar ciertos indicadores, generalmente cuantitativos. Así, la crisis económica se produce cuando cae el PBI, la crisis política cuando se verifica inestabilidad ins-titucional y la crisis social cuando aumenta el des-empleo, la pobreza y la indigencia. Esos indicadores “objetivos” resultan de una serie de convenciones, tal como la definición de “recesión” o de “pobreza”.

Pero también es relevante comprender las dimen-siones culturales implicadas en una crisis. ¿Por qué, en ciertos contextos, se producen crisis de confianza en la economía, crisis de representación o de legiti-midad social? Del mismo modo, si consideramos la angustia social ante injusticias o desigualdades esta-mos haciendo referencia a una dimensión cultural. Un índice inflacionario puede ser percibido como traumático en un país y no tan grave en otro, con una historia diferente. De la misma forma, en contextos nacionales diferentes las cifras de pobreza o desem-pleo tienen valoraciones distintas.

Esto nos lleva a comprender la relevancia de las dimensiones subjetivas de las crisis. Una cosa es que los economistas definan una situación como rece-sión y otra muy distinta es que la sociedad perciba que se ha abierto una crisis. Mientras los análisis ob-jetivistas definen la presencia de una crisis, muchas veces se trata sólo de una cuestión de interpretación. Mientras en algunas situaciones hay consenso y na-die duda del estado crítico de una situación, en otros casos la definición es parte de una disputa política.

Cuando hay consenso en torno a la definición, la crisis sencillamente se inicia en un momento pre-ciso. Sin embargo, el diagnóstico sobre el momento de cierre de la crisis es menos nítido. Toda crisis ocurre en el espacio-tiempo, tiene distintas tem-poralidades, puede dividirse en etapas: se inicia, se despliega, termina. Si las crisis no se cerraran esta-rían fuera de la historia. Sin embargo, es más habi-tual el análisis del inicio que el de la resolución de las crisis. El abuso de la expresión “crisis” puede conducir a un facilismo de diagnóstico que termi-na en un vaciamiento de sentido.

En otras palabras, es riesgoso abusar de la no-ción de crisis y también presuponer que una crisis tiene un pronóstico certero, como si no dependie-ra de los conflictos sociales y políticos creados en torno a ella. Conviene entonces utilizar el concep-to de modo restringido, considerando indicadores objetivos, pero también incorporar a ese uso una noción intersubjetiva. Volvamos a las crisis de las últimas décadas. Fueron, por supuesto, crisis eco-nómicas y políticas, pero no fueron solo eso. Fue-ron también crisis culturales, porque hubo una ruptura de los sentidos comunes, una crisis de sig-nificación. La ruptura de la normalidad termina a veces en grandes conflictos pero también en cam-bios abruptos en la vida cotidiana: largas filas en los bancos, conversaciones estresadas, malhumor social creciente, cambios de planes de vacaciones o de compras. Cuando el automatismo de la vida cotidiana se interrumpe en alguna dimensión cru-cial, se abre una crisis cultural. Entre esas dimen-siones cruciales puede estar la vida urbana, la vida económica, la vida política y los sentimientos co-munitarios de pertenencia. En este último aspec-to, una de las modalidades de la crisis cultural es la crisis identitaria de una sociedad, los sentimien-tos sobre sí misma, algo que se ha vuelto recurren-te en nuestro país. Ante cada crisis, los argentinos sufren ansiedad por conocer su futuro. Y, acos-tumbrados a los opinólogos que fallan en sus pro-nósticos, miran al gran oráculo nacional: el dólar.

El precio del dólar es la respuesta que los argenti-nos buscan para formarse una idea propia acerca de la gravedad de una crisis y sus consecuencias.

Una crisis económica, social o política no confi-gura necesariamente una crisis cultural, pero pue-de imbricarse con esta última. Pueden registrarse situaciones económicas o sociales críticas sin que aparezca una crisis simbólica. Si el hambre, la ex-clusión, la desnutrición o la muerte devienen, en

un cierto tiempo-espa-cio, en una rutina, puede suceder que se instituya una “cultura de la crisis”, que no es lo mismo que una “crisis en la cultura”. La cultura de la crisis es la normalización de la anomalía; la crisis cultu-ral es la ruptura de la se-dimentación social.

La crisis de mayoUna corrida cambiaria no necesariamente genera una crisis. Pero la corri-da de mayo produjo una fuerte caída en la imagen

del gobierno y los principales referentes de Cambie-mos. A pesar del desgaste que había sufrido después de su triunfo en las elecciones del año pasado, cuan-do estableció el ajuste previsional y los aumentos de tarifas, no se había desatado todavía una crisis abier-ta. Era un desgaste gradualista, con la expectativa gubernamental de que –otra vez– todo iría mejor en el segundo semestre de 2018, y que los costos de los años pares se recogen en votos de los impares.

Pero la crisis de mayo puso en cuestión una se-rie de creencias y confianzas que hasta el momento emergían lentamente como signos de interrogación. ¿Realmente la inflación de 2018 sería menor a la de 2017? ¿Realmente “lo peor ya pasó”? ¿La gestión es-tá a cargo de grandes cuadros técnicos, de los mejo-res? ¿Está bajando la pobreza, como celebró el presi-dente? Esas y otras preguntas encontraron respuesta en la apertura de la crisis y en sus manejos y desma-nejos, desazón que se agudizó cuando el gobierno anunció que buscaría apoyo en el organismo inter-nacional más desprestigiado entre los argentinos.

Hasta ahora, estamos ante una crisis acotada, aunque no sólo ante una corrida cambiaria sino frente a la apertura de una incertidumbre social y política y un salto de desconfianza. En la medida en que el gobierno fue retomando cierta iniciati-va propuso una interpretación de la crisis: básica-mente, que el gradualismo iba demasiado lento y que era necesario acelerarlo. Los mercados ya no estarían disponibles para financiar el ritmo previo. Los mercados hablaron, y Argentina sólo tiene un camino: escucharlos y aceptarlos.

Esta interpretación, que es también una hoja de ruta, golpea tres aspectos distintivos del proyecto de Cambiemos. En primer lugar, la necesidad de sostener la política social para evitar un estallido. En segundo lugar, avanzar con un plan de obras pú-blicas que garantice un cierto dinamismo econó-mico. Y en tercero, pero decisivo, que el ajuste no amenace la sustentabilidad política en 2019.

En este nuevo contexto, las metas de inflación y pobreza cero caminan rumbo al mismo cemen-terio que la promesa de “unir a los argentinos”. De los tres grandes objetivos anunciados por el pre-sidente en su discurso de asunción, sólo queda en pie el nebuloso “combate al narcotráfico”. Con la necesidad de estabilizar la economía y de recupe-rar credibilidad política, se abrió una nueva etapa de la gestión. Tras el fuerte traspié producto de las políticas aperturistas y desreguladoras, se anuncia que el remedio será profundizar el modelo. A cada crisis, un nuevo giro pro-mercado. g

*Antropólogo.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Una cosa es que los economistas definan una situación como recesión y otra muy distinta es que la sociedad perciba que se ha abierto una crisis.

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México, la tentación de la esperanza

Este mes los mexicanos eligen nuevo presidente. El candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, favorito en los sondeos, propone una respuesta moderada a un cocktail explosivo: violencia, corrupción y miseria. ¿La elite aceptará el desafío democrático?

De cara a las elecciones presidenciales

por Renaud Lambert*

Es un estudio de televisión como cualquier otro. A imagen de lo que pasa en el resto del mundo, periodistas mexicanos reunie-ron a los candidatos a la Presi-

dencia del país para un debate. Los trajes, los cortes de pelo, las sonrisas trabajadas: nada distingue a la escena de las presen-taciones en Francia, Alemania o Estados Unidos. Hasta que uno de los candidatos se pone a revolver atrás de su asiento. Cuan-do vuelve a quedar de frente, José Antonio Meade, candidato del Partido Revolucio-nario Institucional (PRI, derecha), exhibe una pancarta apenas legible que muestra a cámara: lleno de flechas y de nombres, el documento demostraría el enriqueci-miento ilícito de aquel que lo acaba de in-terpelar, Ricardo Anaya Cortés, candidato de una coalición entre el Partido de Acción Nacional (PAN, derecha) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD, centrode-recha). Sin deshacerse de su eterna sonrisa, este último se concentra a su vez en sus car-petas, luego alza un fajo de papeles dactilo-grafiados: aportarían la prueba de las mani-pulaciones fraudulentas orquestadas por el hombre que lo acaba de acusar. Otra vez to-dos en pantalla, los cinco candidatos se agi-tan pronto detrás de sus asientos, consultan diversas fichas, piden la palabra… Durante toda la emisión, las acusaciones de malver-saciones van de un lado al otro del estudio sin afectar nunca a los acusados. ¿Cuál era la temática principal sobre la que se habían puesto de acuerdo para discutir ese 22 de abril de 2018? Las medidas que tomarían, una vez en el poder, para luchar contra la corrupción…

Los que vacían las piñatasPara sus dirigentes políticos, México se pa-rece a una inmensa piñata, esos muñecos de cartón llenos de caramelos y de jugue-tes que los niños revientan dándoles gol-pes con un palo en las fiestas de cumplea-ños. Una piñata que cada elección vendría a rellenar de vuelta. En el transcurso del mandato del actual presidente Enrique Pe-ña Nieto (PRI), una retahíla de escándalos llevó a dieciséis gobernadores (o ex gober-nadores) ante la Justicia, y en algunos ca-sos detrás de las rejas. Uno de ellos, Javier Duarte, se destacó por el desvío de 3.000 millones de dólares durante su paso al fren-te del estado de Veracruz. Cuando acumula tantos ceros, la corrupción ya hace mucho que dejó de ser un hobby para dirigentes políticos sin escrúpulos: se elevó al rango de actividad económica de pleno derecho. En 2015, el Banco Mundial estimaba en un 9% (1) su participación en el Producto Interno Bruto (PIB), es decir, más que el turismo.

que se apoderó de México” −título de uno de sus muchos libros, publicado en 2010–. Esta constancia terminó por convencer de que estaba traduciendo una convicción.

¿ Pe ro l o s m ex i c a n o s d e c i d e n verdaderamente el destino de México? “Cada vez que se presentó, AMLO estuvo al frente en los sondeos −recuerda el histo-riador Massimo Modonesi–. Y sin embar-go, el vencedor fue siempre el candidato del sistema.” Y esto, mucho antes de la pri-mera candidatura de López Obrador. 1988: el aguafiestas se llama Cuauhtémoc Cár-denas. Disidente interno del partido que está en el poder, rechaza la nueva línea. La noche del escrutinio, teniendo él la ven-taja, el sistema de conteo “se descompo-ne”. Cuando los resultados finalmente se anuncian, su adversario Carlos Salinas de Gortari está a la cabeza. 1994: el candida-to del PRI Luis Donaldo Colosio Murrie-ta amenaza con romper con la línea de su predecesor. Es asesinado. 2000: esta vez la normalidad institucional no sufre ningún contratiempo. La “transición democráti-ca”, después de setenta y un años de rei-nado absoluto del PRI, troca un represen-tante del sistema por su sosías político, in-sertado en el PAN: el ex directivo de Coca Cola Vicente Fox. 2006: desde su primera campaña, López Obrador propone aban-donar el sendero neoliberal en el que Mé-xico está comprometido. Un fraude masi-vo lo priva de la victoria. 2012: AMLO lo vuelve a intentar. Las maniobras del PRI (y el apoyo de los grandes medios) llevan a Peña Nieto a la Presidencia.

López Obrador no ignora este contex-to. “Para cambiar las cosas, no hay más que dos opciones: la lucha armada o la vía electoral −declaró en un programa de te-levisión del grupo de prensa Milenio, el 21 de marzo de 2018–. Yo creo que es posible transformar México de manera pacífica […] Y por lo tanto, aunque las cartas estén echadas, yo me lanzo a la batalla electoral. No es una contradicción, es simplemente que no tengo opción […] A veces es un ca-mino más difícil que la vía armada. Porque se choca contra el Estado; un Estado anti-democrático y autoritario. Yo no me hago ilusiones, ya fui víctima de fraude electo-ral. Pero no renuncié a la esperanza.”

¿Pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad? No solamente. “México atraviesa una crisis de una extrema violencia −analiza el sociólogo Mateo Cros-sa–. Esta situación toca obviamente a las poblaciones más pobres. Pero también ter-minó afectando a la burguesía, que se está desgarrando. Por primera vez, multiplica los candidatos, lo que beneficia a AMLO.” Ni el PAN ni el PRI en efecto consiguieron unirse. En el primero, la candidatura de Anaya no convenció a la gente cercana al ex presidente Calderón, cuya esposa, Marga-rita Ester Zavala Gómez del Campo, se pre-sentó como independiente [y renunció]. En el PRI, el nombramiento de Meade por el actual presidente Peña Nieto −desacre-ditado y sospechado de enriquecimiento ilícito– provocó una fuga de cuadros hacia MORENA, la formación de López Obrador.

A pesar de estos desacuerdos (y de los intercambios de amabilidades de sus can-didatos durante el debate de abril), no es-tá del todo excluido un pacto entre el PRI y el PAN. Pero Crossa expone también un segundo factor que juega a favor de Obra-dor. “El pueblo nunca había sufrido tan-to del descrédito de la clase política, de la corrupción. La situación actual no puede durar. Ahora bien, AMLO tiene algo que la élite quiere: legitimidad.” En una columna publicada el 27 de marzo pasado, Valeria-no Suárez, vicepresidente de Coparmex, uno de los principales organismos patrona-les, no decía algo distinto: “Es verdad que el ejemplo de un presidente decidido a mos-

Para algunos, la situación tiene sus ven-tajas. Después de haber mimado a la em-presa española Iberdrola (especializada sobre todo en la explotación de gas) duran-te su paso por la Presidencia, Felipe Calde-rón (2006-2012) ahora saborea el espesor de las alfombras de su Consejo de Admi-nistración. Preocupados por una investiga-ción sobre hechos de corrupción relaciona-dos con la empresa brasilera de construc-ción Odebrecht, una mayoría de diputados mexicanos votó, en marzo pasado, contra el procesamiento de altos funcionarios cul-pables de enriquecimiento personal. Más recientemente, el tribunal electoral validó la candidatura a la Presidencia del gober-nador del estado de Nuevo León, Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, cuando el 58% de las firmas requeridas habían sido consideradas fraudulentas. “El reglamen-to aclara que se necesita una cantidad sufi-ciente de firmas −justificó uno de los magis-

trados–. No dice que las firmas tienen que ser válidas” (El País, 12-4-18).

Según algunas estimaciones, los hoga-res mexicanos consagran en promedio el 14% de sus ingresos a satisfacer las exigen-cias de funcionarios corruptos −una cifra que sube hasta el 33% para las familias cu-yos miembros perciben tan solo el salario mínimo– (2). Por el lado de las empresas, más de un tercio declaran haber tenido que dar coimas para obtener un contrato públi-co, y el 36,7% para una simple conexión al agua corriente (contra medias del 15,8% y el 8,5% respectivamente en América Latina) (3). Unos vacían la piñata, otros la llenan…

“Amor y paz”Un contexto semejante acaso explica el avance en las encuestas (4) del candidato Andrés Manuel López Obrador, conocido como “AMLO”. Desde siempre, el hombre se destaca por su combate contra “la mafia

Roberto Aizenberg, Pintura, 1974

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trarse incorruptible sería ideal para impul-sar la transformación del sistema que rige nuestro mundo político y sus apéndices del sector privado” (El Sol de México).

De ahí a apoyar a un dirigente político ubicado a la izquierda hay un paso que una parte del electorado no tiene ninguna in-tención de dar. López Obrador parece ha-berse propuesto la misión de alentarlo mul-tiplicando las muestras de moderación. ¿Su eslogan preferido? “Amor y paz”, el mismo que había elegido Luiz Inácio Lula da Sil-va para tranquilizar a las élites brasileras en 2002. “Dada la gravedad de la situación, la profundidad de la crisis, lo que preve-mos es una especie de tregua […] para que las cosas queden en el Estado”, explicó du-rante el programa organizado por Milenio. Lo que suscitó una reacción entusiasta del editorialista Jesús Silva Herzog: “Tengo la sensación de que usted asume plenamen-te, y con un cierto orgullo, una inclinación abiertamente conservadora”.

Aunque es el único candidato que ha-bla de la soberanía alimentaria del país, que quiere tratar las raíces sociales de la violencia, que denuncia el bajo nivel de los salarios, que promete mejorar el ac-ceso a la universidad, AMLO tranquilizó a las franjas conservadoras de la sociedad aliándose con el Partido Encuentro Social (PES), evangelista y opuesto al aborto (5) −como gran parte de la población y la ma-yor parte de las formaciones políticas–. Se ganó al ejército con la promesa de no revi-sar la ley de seguridad nacional, votada en diciembre de 2017, que aprueba la presen-cia de militares en las calles y amplía sus prerrogativas al punto tal de provocar la inquietud de las Naciones Unidas y de las organizaciones de defensa de los derechos

humanos (6). Su programa además sedu-jo a ciertas franjas del sector privado, que ahora estiman, con el Financial Times, que López Obrador “no sería tan peligroso co-mo muchos imaginan” (24-4-18).

La hostilidad sin embargo sigue viva den-tro de un empresariado poco acostumbrado a que lo molesten. “Por más paradójico que parezca, MORENA representa la mejor op-ción para los empresarios”, asegura Martí Batres, uno de los dirigentes del partido, an-tes de desgranar el programa: “Ponerles un

fin a las extorsiones y a las coimas, que difi-cultan los negocios”, “no aumentar los im-puestos”, “conservar los grandes equilibrios macroeconómicos” y “crear zonas francas para facilitar la inversión privada con ven-tajas fiscales” (El Universal, 6-3-17). “Nin-guna confiscación, ninguna expropiación, ninguna nacionalización. Nada de corrup-ción. Ningún problema”, resumió el can-didato ante los banqueros del país reuni-dos para su conferencia anual (7). De todas maneras, López Obrador está demasiado a la izquierda para muchos gerentes de

empresas, que intentan desacreditarlo comparándolo con otro “populista ”: el pre-sidente estadounidense Donald Trump, a quien los mexicanos detestan.

Un Estado debilitadoReproche inverso del otro lado del table-ro político: “MORENA, la derecha disfra-zada de izquierda”, resume una caricatura que circula por las redes sociales. Algunos acaso habrían preferido ver llegar al poder a un nuevo Hugo Chávez. Evidentemente, López Obrador no es el ex dirigente socia-lista. Pero el México de 2018 tampoco se parece a la Venezuela de mediados de los años 2000, cuando los precios de las mate-rias primas se habían disparado. En el car-go, AMLO deberá pilotear un Estado debi-litado. Milicias y carteles le pelean el mo-nopolio de la violencia legítima en algunas regiones. El ejército y los servicios de in-formación de su poderoso vecino del Nor-te supervisan, financian y a veces acompa-ñan a sus propias fuerzas de seguridad. Las instituciones administrativas, electorales y fiscales sufren un raro descrédito. Y, desde los años 80, la economía ha sido reestruc-turada con el único objetivo de proveer de mano de obra barata a las transnacionales estadounidenses. Con o sin Chávez, el mar-gen de maniobra resulta pequeño…

“Imaginen que ganamos −les dijo el no-velista Paco Ignacio Taibo II a militantes de MORENA, partido del cual es miem-bro–. El Congreso va a estar contra noso-tros, porque ahí vamos a ser minoría, 35% como máximo. ¿La mayor parte de los go-bernadores? Gente del PRI y del PAN, o peor aun, del PRD […] Y entonces ahí es-tá: Andrés Manuel está en Los Pinos [resi-dencia del jefe de Estado], al día siguiente

que asume el cargo. Recibe a una comisión de importantes empresarios que le dicen: ‘Cuidado Andrés, porque si sigue así deslo-calizamos nuestras empresas y nos las lle-vamos a Costa Rica’ […] Ese día, a esa ho-ra, tiene que haber dos o tres millones de nosotros en la calle diciendo: ‘Si te quieren chantajear, Andrés, expropialos. ¡Que se vayan a la mierda!’ […] La presión que esas personas pueden ejercer sobre un dirigen-te, por más radical, competente y honesto que sea, es inmensa. Se necesita un movi-miento social que lleve al cambio” (8).

La capacidad de movilización de MORE-NA existe: fue minuciosamente construida para responder a los pedidos de su dirigente. Una vez llegado al poder, ¿exhortaría a sus militantes a que acorralaran al sistema? g

1. “Corrupción representa el 9% del PIB: Banco Mundial”, El Financiero, México, 5-11-15.2. “La corrupción costó 1.600 mdp a las empresas en 2016: INEGI; 65% de las mordidas son para trámites”, 3-7-17, sinembargo.mx3. Investigación “Business environment in Mexico”, Enterprise Surveys, Banco Mundial, Washington, DC, 2010.4. 41,2% de la intención de voto, contra 28,2% para Anaya y 21,9% para Meade, según una investigación de El País, Madrid, 31-3-18.5. La legislación varía de un estado al otro dentro de la Federación: algunos lo autorizan, a menudo con condiciones; otros lo castigan severamente.6. Paulina Villegas, “Missing Mexicans’ case shines light on military’s role in drug war”, The New York Times, 30-4-18.7. Citado por Jude Webber en “Mexico leftist AMLO vows no nationalisation, no expropriations”, Financial Times, Londres, 9-3-18.8. “Deben expropiarse las empresas que no cooperen con AMLO: Paco Ignacio Taibo II”, 28-4-18, sdpnoticias.com

*Redactor en Jefe Adjunto, Le Monde diplomatique, París.

Traducción: Aldo Giacometti

Cuando acumula tantos ceros, la corrupción ya hace mucho que dejó de ser un hobby para los dirigentes políticos...

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Cómo papá me hizo entrar a Harvard

Para seleccionar a sus estudiantes, las universidades estadounidenses consideran distintos criterios: las notas escolares, el origen étnico, el lugar de residencia, el sexo. Las más prestigiosas también consideran el linaje familiar del candidato. Favorecen a los hijos de ex alumnos, y practican así una forma de discriminación positiva… para los ricos.

Cuestionado privilegio en las universidades estadounidenses

por Richard D. Kahlenberg*

cualquier otro lugar”, observa el periodis-ta Daniel Golden, que lo considera como “casi exclusivamente estadounidense” (4). ¿Cómo un país que nació de una revolución contra la aristocracia pudo revelarse como un terreno tan fértil para la selección por filiación? ¿Qué justificaciones le permiten imponerse a esta filiación a sabiendas de todos y con una aparente racionalidad?

La selección por herencia se introdujo apenas finalizada la Primera Guerra Mun-dial, con el objetivo de contener la afluen-cia de estudiantes inmigrantes −en parti-cular judíos− a los establecimientos aco-modados de la Costa Este. Descontentos de ver a los recién venidos humillar a la flor y nata de las élites anglosajonas en el terre-no de la meritocracia, los rectores al princi-pio establecieron cupos de judíos. Cuando estos dispositivos se volvieron indefendi-bles, las universidades empezaron a usar medios indirectos para excluir a los judíos, especialmente la aplicación de criterios tan disparatados como “carácter”, “diver-sidad geográfica” o “ascendencia familiar”.

Un siglo más tarde, los criterios de he-rencia siguieron operando como un arma de discriminación masiva. Según los abo-gados John Brittain y Eric Bloom, los es-tudiantes que pertenecen a minorías su-brepresentadas (negros, hispánicos, ame-rindios) cuentan con un 12,5% de las can-didaturas en las universidades selectivas, pero con sólo el 6,7% de las candidaturas reservadas, en beneficio de quienes pue-den hacer valer su linaje (5).

Sus defensores afirman a veces que el fil-tro hereditario no es más que un medio en-tre otros para elegir entre candidatos que tienen el mismo nivel. En realidad, no se reduce a un simple empujoncito del des-tino. Un estudio llevado a cabo por inves-tigadores de la Universidad de Princeton demuestra, a partir de una muestra de diez establecimientos entre los más distinguidos del país, que ser “hijo de” equivale a un bo-nus de 160 puntos (sobre un total de 1.600 puntos posibles) en el test de aptitud esco-lar (scholastic assessment test, SAT), la prue-ba estándar que tienen que rendir la mayor parte de los postulantes a una universidad estadounidense (6). En 2011, una investiga-ción llevada a cabo en treinta establecimien-tos de elite obtuvo el resultado de que, ante las mismas aptitudes, los hijos de ex alum-nos tenían chances de admisión superiores en 45 puntos con respecto a las de los candi-datos no herederos (7). Dicho de otro modo, un estudiante que tuviese el 40% de posibi-lidades de ser admitido en base a sus propios méritos y a su perfil (resultados del SAT, ca-pacidades deportivas, género, etc.) pasa a tener el 85% en caso de herencia favorable.

“En las universidades selectivas, los hijos de ex alumnos representan general-mente del 10 al 25% de la población estu-diantil −estima Daniel Golden−. El hecho de que estas proporciones varíen poco de un año al otro sugiere que existe un siste-ma informal de cupos internos.” En cam-bio, una importante institución como el California Institute of Technology, que no favorece a los herederos, sólo tiene un 1,5% de hijos de ex alumnos.

A veces se oye decir que el privilegio di-nástico refuerza el apego de los ex alumnos a sus establecimientos, lo que los anima a hacerles donaciones más generosas. Pero ningún dato empírico valida esta afirma-ción. Un equipo de investigadores dirigido por Chad Coffman, de Winnemac Consul-ting, examinó las donaciones hechas por ex alumnos a las cien universidades mejor clasificadas entre 1998 y 2007. Se advirtió así que los establecimientos que recono-cen el derecho de sucesión reciben efec-tivamente, en promedio, un monto más elevado por ex alumno (317 dólares contra 201), pero esta diferencia se debe al hecho

Los estadounidenses lo aprenden en su más tierna infancia: a par-tir de la Guerra de Independen-cia (1775-1783), Estados Unidos rechazaría el orden heredita-

rio a favor de la ley establecida “por y para el pueblo”. Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores del país, ¿no escribió acaso que sus conciudadanos aspiraban a una “aristocracia natural” basada en “la virtud y el talento” más que a una “aristo-cracia artificial”, basada, como en el Reino Unido, en la fortuna y el nacimiento?

Entre todas las violaciones a este princi-pio cardinal, la que tuvo las consecuencias más pesadas fue seguramente el sistema de discriminación que se le infligió a la pobla-ción negra. Más discreta, otra transgresión decisiva se incorporó a principios del si-glo XX: el linaje como criterio de admisión en las principales universidades del país. En el momento de la inscripción, los jóve-nes postulantes cuentan en efecto con un tratamiento preferencial si uno de sus pa-dres −generalmente el padre− pasó por el establecimiento. “Al reservarles vacantes de oficio a los miembros de la pseudoaris-

tocracia ‘de fortuna y de nacimiento’ −es-cribe el ensayista Michael Lind−, el dere-cho de sucesión universitaria hizo entrar a la serpiente aristocrática en el jardín del Edén de la República democrática” (1).

Hoy en día, estos criterios de selección hereditaria (legacy preferences) están vi-gentes en tres cuartas partes de las cien uni-versidades mejor cotizadas, públicas y pri-vadas. Reinan también en las cien mejores escuelas de artes liberales del país. Además de las notas escolares, el color de la piel, el sexo y el origen geográfico, estos estableci-mientos tienen en cuenta a la familia de los candidatos, sin revelar el peso que le otor-gan a cada uno de estos criterios. La con-centración de retoños de ex alumnos cre-ce en proporción al prestigio del estableci-miento. Según una reciente investigación del Harvard Crimson, el 29% de los estu-diantes de primer año tienen un padre que estudió en Harvard (2).

Esta reproducción de las élites por vía familiar se superpone con una falta de di-versidad socioeconómica cada vez más evidente en los establecimientos distin-guidos. Aunque la Universidad de Harvard

anuncia que en el inicio del próximo año lectivo sus nuevos inscriptos van a ser ma-yoritariamente no blancos, un estudio pu-blicado en 2017 señala que más de la mitad de los estudiantes pertenece al 10% de las familias más ricas del país. Estos alumnos provenientes del 1% de los hogares más ri-cos son casi tan numerosos como sus cama-radas del 60% más modesto.

En un medio ya marcado por la pregnan-cia de las desigualdades sociales, el privile-gio dinástico representa un nivel de favori-tismo aun más elevado. Como destaca el au-tor británico Richard Reeves, investigador de la Brooking Institution, las clases medias superiores ya no se conforman con favore-cer a su progenie con la compra de casas en los barrios chic en los que se concentran las mejores escuelas: usan su apellido como una carta blanca. “Papá ya no nos ayuda só-lo jugando al catch con nosotros en el jardín −escribe−. Ahora soborna al árbitro” (3).

Arma de discriminación masivaSólidamente establecido en Estados Uni-dos, este derecho de sucesión universi-taria es “prácticamente desconocido en

Wesleyan University, Connecticut, 27-5-18 (Eduardo Muñoz Álvarez/Getty/AFP)

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de que sus donantes son más ricos que los otros. Los autores del estudio no encon-traron “ninguna prueba que demuestre que las políticas de favoritismo familiar influyan sobre el comportamiento de los donantes”. También registraron minucio-samente durante la investigación las con-tribuciones realizadas a las siete institu-ciones que renunciaron a esta modalidad de selección. Tampoco ahí encontraron “ningún rastro significativo de una baja co-mo consecuencia de la abolición del privi-legio familiar”.

Afrenta a la ConstituciónVigente en Estados Unidos desde hace un siglo, el bonus concedido a los herederos choca sin embargo con replanteos que hoy en día hacen dudar de su viabilidad a largo plazo. En febrero de 2018, grupos de estu-diantes de una docena de prestigiosas uni-versidades empezaron a movilizarse contra las cartas blancas hereditarias. En Prince-ton, Yale, Cornell, Brown, Columbia y Chi-cago, las organizaciones reclamaban −inú-tilmente- que en la primavera se hiciera un referéndum para preguntarles a los estu-diantes si les parece justo el sistema de bo-nificación reservado a los “hijos de papá”.

Fuera de los campus, la movilización re-cibe apoyos a veces inesperados. En octubre de 2017, el presidente de la Reserva Federal de Nueva York, William Dudley, declaraba en un discurso que las prerrogativas familia-res eran “totalmente injustas” y que “tirar a la basura este tipo de política no haría más que contribuir con la movilidad social”. Y se preguntaba: “¿Realmente queremos alentar en nuestras grandes universidades esto que en el fondo no es más que una política de ‘ad-misión a cambio de donación’?”.

Tarde o temprano la Justicia podría terminar resolviendo la cuestión. Curio-samente, al día de hoy, el derecho de suce-

rica?, que ya se volvió un clásico, más de la mitad de los grandes propietarios y alrede-dor del 40% de los responsables guberna-mentales cursaron estudios en una de las doce universidades más cotizadas (9). La historia no dice cuántos fueron admitidos gracias a su apellido… g

1. Michael Lind, “Legacy preferences in a democratic republic”, en Richard D. Kahlenberg (dir.), Affirmative Action for the Rich, op. cit.2. Jessica M. Wang y Brian P. Yu, “Meet the class of 2021”, The Harvard Crimson, 2017, www.thecrimson.com3. Richard V. Reeves, Dream hoarders: How the American upper middle class is leaving everyone else in the dust. Why that is a problem, and what to do about it, Brookings Institution Press, Washington DC, 2017. Véase también Richard D. Kahlenberg, “Classe sans risques”, Le Monde diplomatique, París, octubre de 2017.4. Daniel Golden, The price of admission: How America’s ruling class buys its way into elite colleges. And who gets left outside the gates, Three Rivers Press, Nueva York, 2007.5. John Brittain y Eric L. Bloom, “Admitting the truth: the effect of affirmative action, legacy preferences and the meritocratic ideal on students of color in college admissions”, en Affirmative Action for the Rich, op. cit.6. Thomas J. Espenshade, Chang Y. Chung y Joan L. Walling, “Admission preferences for minority students, athletes, and legacies at elite universities”, Social Science Quarterly, Vol. 85, Nº 5, Hoboken (Nueva Jersey), diciembre de 2004.7. Michael Hurwitz, “The impact of legacy status on undergraduate admissions at elite colleges and universities”, Economic of Education Review, Vol. 30, Nº 3, Amsterdam, junio de 2011.8. Steve D. Shadowen, Sozi Pedro Tulante y Shara L. Alpern, “No distinctions except those which merit originates: the unlawfulness of legacy preferences in public and prvate universities”, Santa Clara Law Reaview, Vol. 49, Nº 1, 2009.9. Thomas R. Dye, Who’s Running America? The Obama Reign, Paradigm Publishers, Boulder (Colorado), 2014.

*Investigador en la Century Foundation, especialista en

cuestiones de educación. Coordinador del libro Affir-

mative action for the rich: legacy preferences in college

admissions, The Century Foundation, Nueva York, 2010.

Traducción: Aldo Giacometti

sión universitaria fue objeto de tan sólo un litigio ante una Corte Federal. Fue en 1975, por iniciativa de una desafortunada postu-lante a la Universidad de Carolina del Nor-te en Chapel Hill. Jane Cheryl Rosenstock consideraba que sus derechos constitucio-nales habían sido quebrantados por los fa-vores consentidos a otros candidatos −en-tre los que se contaban hijos de ex alum-nos, pero también personas de condición modesta o provenientes de las minorías−. Su denuncia fue rechazada. Los medio-

cres resultados obtenidos por la denun-ciante en el SAT (850 puntos sobre 1.600) claramente no jugaron a su favor, pero el juez tampoco apreció que se cuestionaran esos privilegios, retomando el prejuicio de acuerdo con el cual eran indispensables para financiar a las universidades.

Al igual que Steve Shadowen, Sozi Tu-lante y Shara Alpern (8), muchos aboga-dos consideran sin embargo que esta dis-criminación universitaria atenta contra la Constitución, en particular contra la de-cimocuarta enmienda. Concebida inicial-mente como un freno a las discriminacio-

nes que apuntaban hacia los negros esta-dounidenses, esta enmienda se extiende más generalmente a las “preferencias ba-sadas en el linaje”, de acuerdo con la fór-mula del ex juez de la Corte Suprema Pot-ter Stewart. Establece que los individuos deben ser juzgados según sus propios mé-ritos, y no en función de su ascendencia.

El Congreso también podría tener algo que decir. Con sondeos que demuestran que tres de cada cuatro estadounidenses están en contra, el derecho de sucesión universitaria se volvió políticamente in-cómodo. De manera tal que la justificación que esgrimen sus defensores −el efecto de supuesta incitación sobre los donadores− se revela de doble filo: la administración fiscal podría encontrar allí un motivo para eliminar las reducciones de impuestos que se les conceden a esos mismos donantes. En efecto, si se reconoce que reciben una ventaja a cambio de su donación, su arre-glo con las universidades choca con las re-glas sobre las deducciones impositivas que regulan las obras de caridad: una donación no debe enriquecer al donante.

Mientras tanto, lo absurdo de esta mo-dalidad de selección ilustra el desafío cru-cial que representa el acceso a las grandes universidades. Los beneficios de una carre-ra en una de estas instituciones doradas son descomunales. En primer lugar, por el nivel de la enseñanza: una universidad prome-dio gasta 12.000 dólares por año en la for-mación de un estudiante, contra 92.000 dó-lares en las más selectivas. Luego, en térmi-nos de ingresos: con las mismas aptitudes, los egresados de estas instituciones reciben salarios que en promedio son un 45% más altos que los de sus pares egresados de es-tablecimientos con menor renombre −una distancia que crece si sólo se considera a los estudiantes de origen modesto−. Según el libro de Thomas Dye Who’s Running Ame-

La reproducción de las élites por vía familiar se superpone con una falta de diversidad socioeconómica cada vez más evidente.

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Campesinos contra la agroindustria

Las agroindustrias del Sur se parecen a las del Norte: sueñan con proyectos fáciles de desarrollo de cultivos de exportación en detrimento de los cultivos destinados a la alimentación de las poblaciones. Tal era el objetivo de la asociación brasilero-japonesa ProSavana en Mozambique, frenada por los campesinos locales.

Controvertido proyecto Sur-Sur en Mozambique

por Stefano Liberti*, enviado especial

Pacheco promocionaba su país liquidan-do las tierras con contratos de alquiler por cincuenta años por la módica suma de… un dólar por hectárea: “Ese es nuestro precio porque creemos en el desarrollo compar-tido. Juntos tenemos que emprender una nueva revolución verde” (5).

Escudado en la “modernidad” de una cooperación Sur-Sur “al servicio del de-sarrollo”, ProSavana pervertía las rela-ciones de producción en el campo, trans-formaba a los campesinos en agentes contratados de las grandes empresas y convertía a Mozambique en un centro de producción de productos agroindustria-les de exportación al resto del mundo. El proyecto fue diseñado en 2009, durante la cumbre del G8 en L’Aquila, Italia, en reu-niones privadas entre el primer ministro japonés, Taro Aso, y el presidente brasi-lero Luiz Inácio Lula da Silva. Su objetivo era reproducir una experiencia legenda-ria: la transformación de la sabana tropi-cal húmeda del Mato Grosso en la princi-pal región productora de soja del planeta, entre los años 1970 y 1990. En esa época, la transformación del cerrado brasilero, “la zona de mayor expansión agrícola del mundo”, según Norman Borlaug, el padre de la revolución verde, había contado con la ayuda de ingenieros japoneses y un im-portante financiamiento de Tokio. La coo-peración triangular de ProSavana se ins-piró en esa experiencia para desarrollar el norte del país con tecnología brasilera y confiando la comercialización de los pro-ductos, sobre todo en los mercados asiáti-cos, a empresas japonesas.

El proyecto recibió los elogios de in-fluyentes dirigentes mundiales desde su lanzamiento. En noviembre de 2011, en ocasión del IV Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda en Busan, Corea del Sur, la secretaria de Estado estadouniden-se, Hillary Clinton, aplaudió el esfuerzo de “esas economías emergentes que trabajan juntas para encontrar soluciones a desafíos comunes”. El magnate William Gates, que dirige varios programas de desarrollo en África a través de la Fundación Bill y Me-linda Gates, lo presentó como “ejemplo de asociación innovadora” (6).

Detrás de esa fachada de “asociación innovadora”, se encuentra GV Agro, una consultora vinculada con la Fundación Getúlio Vargas, think tank y renombra-da casa de estudios brasilera. A la cabe-za de GV Agro se encuentra el ex minis-tro de Agricultura Roberto Rodrigues, que pretende ser el número uno del de-sarrollo agroindustrial de toda la franja situada entre los trópicos en África. El ex ministro –que además es consultor de la empresa minera Vale, que extrae carbón en la región mozambiqueña de Tete– se erige como eminencia gris de ProSavana: a él se le debe el paralelo entre el Mato Grosso y el norte de Mozambique, y la le-yenda de un desarrollo del monocultivo en esas “tierras inexploradas” (7). Tam-bién fue él quien organizó las visitas pa-ra los potenciales inversores brasileros. Por su parte, GV Agro está detrás del plan director de ProSavana y su mecanismo de financiamiento. Si bien los gobiernos brasilero y japonés lanzaron el proyecto con una inversión inicial de 38 millones de dólares, necesitaban el sostén de un fondo ad hoc al que bautizaron “Nacala” y que buscaba atraer 2.000 millones de dólares de inversiones privadas. El ob-jetivo declarado del fondo era “generar rendimientos a largo plazo para sus in-versores, estimulando el desarrollo eco-nómico local y regional”. Paralelamente, Maputo y Tokio crearon el Fondo para la Iniciativa de Desarrollo ProSavana con el fin de “apoyar distintos modelos de inte-gración para los pequeños agricultores”.

Nakarari es un pueblo perdido en la sabana, dos mil kilóme-tros al norte de Maputo, en el distrito de Mutuali. Cerca de cuarenta hombres y mujeres

reciben a los visitantes bajo la sombra de un árbol de mango. Algunos están sentados en el suelo, otros en bancos de madera vacilan-tes. A su alrededor, un grupo de niños saltan como resortes cada vez que una fruta cae de las ramas. El secretario del pueblo toma la palabra. Tiene el rostro curtido por el sol y las manos callosas de quien ha trabajado la tierra durante mucho tiempo. Agostin-ho Mocernea se muestra severo: “No tene-mos que creer en lo que dice el gobierno, te-nemos que seguir diciendo que no”. Luego pasa la palabra a los representantes de las organizaciones campesinas, recién llega-dos de ciudades cercanas. “El gobierno está en un callejón sin salida. Nuestra lucha nos brindó una primera victoria histórica: logra-mos impedir el saqueo y afirmamos, una vez más, que la tierra es nuestra, de quienes la hemos cultivado por generaciones”, afirma Dionísio Mepoteia, de la Unión Nacional de Campesinos (União Nacional de Campone-ses, UNAC). El cuadragenario de voz serena agrega: “Este resultado fue gracias a nuestra unidad. Tenemos que seguir unidos”.

La movilización popular con centro neu-rálgico en Nakarari le asestó un golpe –que aquí esperan que haya sido fatal– al mayor proyecto agroindustrial de todo el continen-te africano: ProSavana. El encuentro bajo el árbol de mango fue el último de una larga se-rie. Dionísio Mepoteia viaja con frecuencia para informar a las comunidades rurales so-bre lo que sucede en “la ciudad”. Lo cierto es que en esa parte de Mozambique, Internet sigue siendo un espejismo y la señal de celu-lar sólo funciona de forma intermitente.

ProSavana es el fruto de una coopera-ción triangular entre el gobierno de Mo-zambique, la Agencia de Cooperación In-ternacional de Japón (JICA) y la Agencia Brasilera de Cooperación (ABC). Se trata de un proyecto que busca implantar explo-taciones agrícolas comerciales en el corre-dor de Nacala, una región que comprende tres provincias y diecinueve distritos en el norte del país. La zona en la mira tiene una superficie de catorce millones de hectáreas y se considera propicia para los “cultivos de renta” (soja, maíz, algodón) destinados al mercado mundial. El tren conecta la región con el puerto de Nacala, a orillas del Índico, y sus rutas hacia China.

“Al servicio del desarrollo”ProSavana se inscribe en la carrera por las tierras agrícolas que desde 2008 está ha-

Agnès Stienne

Pemba

Nacala

Quelimane

Chimoio

Beira

Inhambane

Maputo

AngocheMoatize

NakarariNampula

Limpopo

Zambeze

Messalo

S ave

Changane

MOZAMBIQUE

TANZANIA

MALAWI

ZIMBABWE

ZAMBIA

SWAZILANDIA

SUDÁFRICA

OcéanoÍndico

Malema

e

aakakkk

mpppppppppppppppppppoooooooooo

l

Pastoreo, cultivos dispersos Cultivos alimenticiosCultivos irrigadosZonas húmedasParque nacional, reserva

Ruta Vía férrea

Proyecto ProSavana

Corredor de Nacala(ruta y vía férrea)

Tierras acaparadas

Yacimiento de fosfatoExplotación de carbón

PuertoRepresa hidroeléctrica

Aeropuerto0 150 300 km

Algodón Tabaco Sisal

Fuentes: Alex Shankland, Euclides Gonçalves y Arilson Favareto, “Social movements, agrarian changeand the contestation of ProSavana in Mozambique and Brazil”, Future Agricultures Consortium, noviembre de 2016;Autrepart, Presses de Sciences Po, Nº 73, 2015; www.landmatrix.org; http://maps.elie.ucl.ac.be;www.cnpm.embrapa.br; Atlas de l'Afrique, Les Éditions du Jaguar, 2011.

ciendo estragos en el Hemisferio Sur, y en particular en el África subsahariana (1). Desde la crisis alimentaria mundial, cuan-do se duplicaron e incluso triplicaron los precios de los productos básicos, la adqui-sición de tierras para la producción a gran escala se ha convertido en un gran atracti-vo para los inversores y especuladores que buscan una ganancia fácil. No sólo los gru-pos agroalimentarios invirtieron en el sec-tor, también lo hicieron otros actores de las altas finanzas: casas de Bolsa, fondos espe-culativos, fondos de inversión de todo tipo, creados por gente que solía trabajar para bancos comerciales como Goldman Sachs y Merrill Lynch, entre otros (2). De Etiopía a la República Democrática del Congo, de Se-negal a Sudán, cientos de millones de hectá-

reas se vendieron para producciones que no están destinadas al mercado interno, sino al externo, más rentable (3). Un proyecto co-mo ProSavana, poco integrado a la econo-mía local, “reduce la tierra a un mero bien comercial y no tiene en cuenta su importan-cia para los pequeños productores rurales”, explica Olivier De Schutter, ex relator espe-cial sobre el derecho a la alimentación del Consejo de Derechos Humanos de la Orga-nización de las Naciones Unidas (4).

Mozambique es un país inmenso (801.000 kilómetros cuadrados) y poco po-blado (29 millones de habitantes) que se im-puso como uno de los principales destinos de esta corrida nefasta. En 2010, durante una conferencia internacional en Riad, Ara-bia Saudita, el ministro de Agricultura José

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Estos planes de transformación y de-sarrollo rural se elaboraron muy lejos de los pequeños agricultores que viven en la región. “La primera vez que escuchamos hablar de ese programa fue en agosto de 2011, en una entrevista que el ministro de Agricultura Pacheco le dio a un diario bra-silero” (8), recuerda Jeremiah Vunjane, di-rector de la Acción Académica para el De-sarrollo de Comunidades Rurales (ADE-CRU), una asociación de Maputo que sos-tiene la agricultura familiar. “Fue un shock, ¡nuestro gobierno les vendía a los extran-jeros algo de lo que nunca le había hablado al país!”, se indigna el ex periodista de lar-ga barba negra y elocuencia de predicador. “Esa entrevista nos abrió los ojos. Investi-gamos y descubrimos que se trataba de un programa marco que pretendía abrir las puertas de nuestro país a las multinacio-nales de la agroindustria”, explica. No fue muy difícil realizar esas investigaciones: en el mismo artículo, empresarios brasileros decían estar entusiasmados por la idea de emigrar al país africano, donde les prome-tían tierras por alquileres irrisorios. “Mo-zambique es un Mato Grosso en el centro de África, con tierras gratis, pocos obstá-culos ambientales y costos de transporte de mercaderías hacia China mucho me-nores”, afirmaba entonces Carlos Ernes-to Agustin, presidente de la Asociación de Productores de Algodón de Mato Grosso.

Sin embargo, más allá del discurso de GV Agro, que los promotores del proyecto repi-ten como un mantra, el corredor de Naca-la poco tiene que ver con el cerrado. Si bien ambos territorios se encuentran en la mis-ma latitud, la zona codiciada por ProSavana es mucho más fértil y, por eso mismo, más importante para el campesinado local que su vago equivalente brasilero. Además, al contrario del Mato Grosso, que en los años setenta estaba poco poblado, esas tierras es-tán habitadas por cinco millones de perso-nas, en su mayoría pequeños agricultores que producen una gran parte de los alimen-tos que se consumen en el país...

Del engaño a la acciónEn Mozambique, como en muchos otros países africanos, la tierra es propiedad del Estado y no puede venderse. Esta pre-rrogativa, que se otorgó con la indepen-dencia de 1975, quedó garantizada por la Constitución de 1990. Según la ley, el go-bierno concede a las comunidades o a los individuos un “derecho de uso y explota-ción de la tierra” o DUAT (Direito de Uso et Aproveitamento da Terra) para cultivar sus machambas (pequeñas parcelas agrí-colas). Pero, en las zonas rurales, no todos poseen un DUAT y los campesinos suelen subestimar su importancia. Puede suce-der, entonces, que la tierra cambie de ma-nos insidiosamente.

La comunidad de Wuacua, ubicada a unos quince minutos de ruta de Nakarari, es bien consciente de ello. En 2012, algu-nos funcionarios del distrito se acercaron para pedir a los habitantes que firmaran unos documentos. A cambio, les prome-tieron una suma de dinero y la implemen-tación de “proyectos sociales”. Pero se trataba de algo muy distinto: una renun-cia explícita al DUAT. “Los engañaron, les dijeron que iban a formar parte de un pro-yecto de desarrollo rural y les hicieron fir-mar documentos que no entendían. Reci-bieron una compensación de entre 4.500 y 6.000 meticais [60 a 80 euros] y los obli-garon a mudarse”, se indigna Mepoteia. Algún tiempo después, Agromoz, una em-presa de capitales brasileros y portugue-ses, obtuvo una concesión de 9.000 hec-táreas en las que cultiva principalmente soja. “Se aprovecharon de que la mayor parte de la población del lugar es analfa-beta y pocos hablan portugués”. En la ac-

Savana es el recuerdo de un matrimonio que naufragó antes de la ceremonia. Los japoneses invirtieron demasiado dinero y prestigio como para retirarse, pero los brasileros hicieron sus valijas hace tiem-po. Maputo, que soñaba con transformar el país en centro de la agroindustria africana, hoy administra un simple plan de coope-ración, que todavía está en el papel, y en el que parece no creer demasiado…

Alcanza con ir al Ministerio de Agricul-tura para mensurar la caída. La sede del que sería el mayor proyecto de desarrollo agrícola de África quedó relegada al fondo de un ala secundaria del edificio. Antonio Limbau, coordinador nacional de ProSava-na, espera en una oficina vacía, sin compu-tadora ni teléfono, detrás de un escritorio en el que sobresalen las banderas en mi-niatura de Mozambique y Japón. Le tocó la desagradable tarea de negar la evidencia: “Nunca tuvimos la intención de exportar el modelo brasilero de cerrado. Siempre qui-simos promover un desarrollo rural adap-tado a nuestro país, que favoreciera a las pe-queñas, medianas y grandes empresas. La soberanía alimentaria de nuestro pueblo es nuestra prioridad”, afirma perentoriamen-te. En su opinión, el proyecto va a avanzar “a pesar de los retrasos y malentendidos”.

Sin embargo, en el corredor de Nacala, ProSavana parece un fantasma. En la pe-riferia de Nampula, un laboratorio de aná-lisis del suelo, uno de los pocos estableci-mientos que se construyeron en el marco del plan, se eleva, solitario, como una cate-dral incongruente en medio de la sabana. En el edificio vacío y desolado, algunos es-tudiantes y un agrónomo muestran la ma-quinaria con poco entusiasmo. Americo Uaciquete, responsable de Prosavana en la provincia, recita la tesis oficial: “El pro-grama era bueno, pero no lo entendieron. Ahora está congelado”.

A pocas horas de ruta, bajo el árbol de mango de Nakarari, alcanza con pro-nunciar “ProSavana” para que los rostros se oscurezcan de rabia. “Pueden venir mil veces, pero nunca nos van a convencer”, insiste Mocernea. A su lado, un Vunjane satisfecho por haber conseguido una “vic-toria histórica” se muestra prudente: “El gobierno cambió el discurso, pero estamos atentos, porque van a volver a atacar”. g

1. Véase Joan Baxter, “Ruée vers les terres africaines”, Le Monde diplomatique, París, enero de 20102. Véase Ward Anseeuw, Liz Alden Wily, Lorenzo Cotula y Michael Taylor, “Land rights and the rush for land. Findings of the global commercial pressures on land research Project”, International Land Coalition, Roma, 2012.3. Véase la base de datos Land Matrix, www.landmatrix.org4. Olivier De Schutter, “How not to think of land-grabbing: three critiques of large-scale investments in farmland”, The Journal of Peasant Studies, Vol. 38, N° 2, Routledge, Abingdon (Reino Unido), 2011.5. Stefano Liberti, Los nuevos amos de la tierra. [Land grabbing], Taurus, Buenos Aires, 2015.6. “ODA transforming Mozambique”, Japan Times, Tokio, 6-1-12.7. Véase Alex Shankland y Euclides Gonçalves, “Imagining agricultural development in South-South Cooperation: The contestation and transformation of ProSavana”, World Development, Vol. 81, Amsterdam, mayo de 2016.8. Patrícia Campos Mello, “Moçambique oferece terra à soja brasileira”, Folha de São Paulo, 14-8-11.9. “Face oculta do ProSavana”, Youtube.com, 7-10-13.10. “Leaked ProSavana master plan confirms worst fears”, 30-4-13, www.grain.org11. “Open Letter from Mozambican civil society organisations and movements to the presidents of Mozambique and Brazil and the Prime Minister of Japan”, 3-6-13, www.grain.org

*Periodista y cineasta. Este artículo recibió una beca del

Pulitzer Center on Crisis Reporting. Se inscribe en el marco

de un documental sobre la industria mundial de la carne y el

monocultivo de soja, realizado por el autor y Enrico Parenti.

Su estreno está previsto para el otoño boreal de 2018

(www.soyalism.com).

Traducción: Georgina Fraser

tualidad, Wuacua es un pueblo fantasma, rodeado por las plantaciones de Agromoz. El personal de vigilancia contratado por la empresa no deja que nadie se acerque. Es flagrante el contraste con el paisaje de Nakarari, donde se extienden pequeñas parcelas de chauchas o mandioca, crecen los mangos y los niños corren por doquier.

El caso de Agromoz no se vincula de ma-nera directa con ProSavana, pero echa luz sobre las intenciones de sus promotores. La historia de Wuacua y la expropiación de sus tierras circuló de boca en boca por toda la

región. Alertados por esta experiencia, los representantes campesinos desafiaron al gobierno. “Algunos funcionarios nos con-vocaron a la sede distrital para hablar de de-sarrollo e hicieron una linda presentación con diapositivas. Cuando les hicimos pre-guntas sobre Agromoz no nos respondie-ron, así que nos levantamos y nos fuimos”, cuenta Mepoteia. Así, el distrito de Mutua-li se convirtió en el símbolo de una protes-ta que, en algunos meses, alcanzó a todo el país y traspasó las fronteras nacionales.

“Todo empezó con un viaje a Brasil”, cuenta Vunjane. Cuando las organizacio-nes mozambiqueñas se enteraron de la existencia del programa y sus similitudes con el Mato Grosso de hace treinta años, decidieron verlo por sí mismas. En noviem-bre de 2012, una delegación de cinco perso-nas viajó al interior del país brasileño. Los participantes volvieron en estado de shock. “Recorrimos cientos de kilómetros y solo vimos megaextensiones de soja. No encon-tramos ni un solo campesino o comunidad rural”, recuerda Abel Saída, de la Asocia-ción Rural de Ayuda Mutual (ARAM). “De-forestaron todo el territorio. No hay ningu-na forma de vida porque el uso de pestici-das y fertilizantes creó un desierto. La pers-pectiva de ver nuestra tierra convertida en un paisaje tan vacío nos parecía una pesadi-lla”. El viaje dio lugar a un documental, que fue traducido a las lenguas locales y circula en todo Mozambique (9).

“Como seguían sin darnos información, decidimos pasar a la acción”, explica el presidente de la UNAC de Nampula, Costa Estêvão, quien lleva con orgullo las insig-nias de su organización: una remera ama-rilla y una gorra de béisbol. “No nos opo-nemos al desarrollo, pero creemos que hay que involucrar y consultar a los agriculto-res. En lugar de eso, trazaron todo el plan sin informarnos y después intentaron im-ponerlo hablando de desarrollo rural, pe-ro sustrayéndoles la tierra a los que la tra-bajan desde hace décadas”, acomete con-tra el gobierno. Sin perder el hilo de su dis-curso, hace hoyos en el suelo con la azada y siembra maíz en su pequeña machamba, ubicada a media hora de ruta de Nampula: “Cuando finalmente vimos el plan director, entendimos que lo que nos estaban propo-niendo era una estafa”. El documento, re-velado por una fuga, fue elaborado por GV Agro y dos consultoras japonesas, Oriental Consulting y NTC International. Este do-

cumento confirmó las sospechas de las or-ganizaciones campesinas: hablaba de “lle-var a los agricultores de prácticas tradicio-nales de cultivo y gestión de tierras hacia prácticas agrícolas intensivas basadas en semillas comerciales, insumos químicos y títulos de propiedad privados” (10).

La movilización pasó rápidamente de ser un simple movimiento local a ganar am-plitud. En Brasil, Japón y Mozambique, los movimientos campesinos y las asociacio-nes compartieron la información y orga-nizaron acciones conjuntas. Veintitrés or-ganizaciones mozambiqueñas escribieron una carta abierta a los gobiernos japonés, brasileño y mozambiqueño en la que de-nunciaban “la total ausencia de un debate público amplio, transparente y democráti-co” en una cuestión “de gran importancia social, económica y medioambiental que tiene un impacto directo en nuestras vidas” (11). Cerca de cuarenta organizaciones in-ternacionales firmaron el documento y lo hicieron circular. El propio Estêvão se vio catapultado de la sabana mozambiqueña a los fastuosos pasillos de la Cámara de Re-presentantes de Tokio: “Me invitaron a reu-nirme con parlamentarios japonenses. Les dije que criticábamos a ProSavana porque ponía en peligro nuestro modo de vida”.

Las manifestaciones, las misiones en el exterior, la carta abierta, un movimiento de opinión que unió a las organizaciones campesinas mozambiqueñas y brasileñas con universitarios y organizaciones de la sociedad civil japonesa y europea: todo eso terminó por debilitar el proyecto. “La pro-testa alcanzó a todas las provincias. Organi-zamos caravanas para informar a las comu-nidades e incitarlas a no aceptar promesas vacías de los funcionarios. Fue duro, reco-rrimos distancias enormes, pero obtuvimos un resultado extraordinario; por primera vez, el gobierno mozambiqueño debió es-cuchar al pueblo que le dijo fuerte y claro que no iba a aceptar un modelo de desarro-llo impuesto desde arriba”, cuenta Vunjane.

Empezar de ceroEn efecto, los promotores del imponente proyecto de transformación del corredor de Nacala en un nuevo Mato Grosso em-pezaron a desinflarse. Los japoneses fue-ron los primeros en manifestar sus dudas acerca de su pertinencia, preocupados por no aparecer como agentes de un nue-vo colonialismo agrario. Los empresarios brasileros que habían visitado el país in-vitados por GV Agro anunciaron que ya no estaban interesados. Los técnicos de la agencia de cooperación brasilera se volvieron a su país. El Fondo Nacala, que debía recaudar dos mil millones de dóla-res, se cerró discretamente. ProSavana quedó suspendido.

“Cometimos un error de evaluación”, reconoce Hiroshi Yokoyama, responsable de ProSavana en la JICA. En la sede de la agencia, en un moderno edificio del cen-tro de Maputo, el funcionario admite con franqueza que no habían realizado ningún estudio de fiabilidad. “Al principio pensa-mos que se podía reproducir la experiencia de Mato Grosso, pero después nos dimos cuenta de que los contextos eran muy dis-tintos y que no era apropiado implemen-tar el modelo de desarrollo brasilero aquí”. Actualmente, Yokoyama habla de un nece-sario “apoyo a los pequeños productores” y rechaza la agricultura a gran escala, aun-que ésta era el corazón del proyecto. “Es-tamos rescribiendo el plan director con un mecanismo de consulta a las comunidades rurales involucradas”. GV Agro ya no for-ma parte del proceso; por su parte, los pro-motores afirman que aprendieron la lec-ción y proponen empezar de cero.

Casi diez años después de su lanza-miento oficial en el G8 de L’Aquila, Pro-

Estos planes de transformación y desarrollo rural se elaboraron muy lejos de los pequeños agricultores que viven en la región.

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La segunda primavera armenia

Tras semanas de manifestaciones pacíficas y desobediencia civil, el 8 de mayo un joven diputado de la oposición se convirtió en Primer Ministro de Armenia. Una población urbana, creativa, políglota, logró derrocar a un poder impenetrable, típico del espacio postsoviético, en un movimiento que evoca más el de la independencia que las “Revoluciones de colores”.

Treinta años después

por Tigrane Yegavian*

Camiseta camuflada, gorro de visera ancha y mochila de cam-pamento, Nikol Pashinian es un caminante aguerrido. Con una barba entrecana y una voz

ronca, este diputado de segunda fila que representaba una oposición apática re-sultó ser un orador talentoso, capaz de restituir el gusto por la política a una ju-ventud armenia que no soñaba más que con el exilio. En Gumri, una ciudad del Norte perjudicada por el temblor de tie-rra de 1988 y la desindustrialización, no reunió más que una decena de partida-rios el 31 de marzo de 2018. Pero su eslo-gan “Mergir Sergin” (“Rechaza a Serge”) da en el clavo: Presidente de la República desde hace diez años, Serzh Sargsian in-tenta atornillarse en el poder con un pase de magia constitucional que hace de él un Primer Ministro con prerrogativas refor-zadas. Algunas semanas y 250 kilómetros más tarde, cuando los caminantes llegan a las puertas de Ereván, son varios miles los que le gritan: “¡Fuera!”.

El vuelco de la historiaEn un país de un poco menos de tres millo-nes de habitantes, se estima que alrededor de una persona de cada cinco participó en ese arroyo que se convirtió en un río cada vez más ancho. El 23 de abril eran por lo menos 150.000 personas solamente en la capital, Ereván, los que querían la libera-

recursos humanos, financieros, materiales, en naturaleza y otros recursos inmateriales de que disponen los candidatos salientes y los funcionarios durante las elecciones gracias al control que ejercen sobre el per-sonal, las finanzas y los nombramientos en el seno del sector público, al acceso de que gozan en las instalaciones públicas, así co-mo al prestigio o a la visibilidad pública que les confiere su estatuto de representante o de funcionario”. Si las protestas regulares en las noches de los resultados fueron en vano antes de la primavera de 2018, acom-pasaron la vida cívica desde hace dos déca-das, y permitieron que Pashinian fuera vis-to como un caballero blanco.

En 1998 éste era redactor en Jefe del diario Oraguir (“Periódico”). Luego se convirtió en el de Haïkakan Jamanak (“El tiempo armenio”), cercano a la oposición a Kocharian. Consciente de los límites de su acción como periodista, se lanza a la polí-tica y en 2006 funda Aylentrank (“Alterna-tiva”), un movimiento de la sociedad civil, y lo utiliza como trampolín para presen-tarse en las elecciones legislativas de ma-yo de 2007 en una lista cercana al ex Mo-vimiento Nacional Armenio (MNA, en el poder entre 1990 y 1998). Cuando Ter-Petrosian impugna la victoria de Sargsian en la presidencial de 2008, Pashinian ani-ma las manifestaciones en Ereván. Tras la instauración del Estado de Excepción pasa a la clandestinidad. Buscado duran-te más de un año, finalmente se entrega a la Justicia y será encarcelado hasta 2011.

Columna vertebral del sistema, el Parti-do Republicano de Armenia (HHK), afilia-do al Partido Popular Europeo, reivindica una ideología ultranacionalista y conserva-dora, que tomó sus rasgos de los escritos del combatiente nacionalista Garegin Njdeh (1886-1955), apóstol de la “religión de la ra-za” (tserakron). Progresivamente, el HHK tomó el control de las principales palancas del poder. Ni un director de establecimien-to escolar o intendente escapa a su clientela de 140.000 miembros. El pragmatismo en todos los niveles de este partido que domi-na el Parlamento se adapta a la perfección a las relaciones de interdependencia tejidas entre pequeños o altos funcionarios y po-derosos hombres de negocios.

En materia económica, los mandatos de Kocharian y Sargsian fueron marcados por la aceleración de las privatizaciones iniciadas bajo la presidencia de Ter-Petro-sian. Las concesiones a los intereses priva-dos rusos o armenios hicieron las veces de política de inversión y condujeron a mal-vender las riquezas, en particular mine-ras, sacrificando el medioambiente. Unos cuarenta oligarcas, entre ellos varios dipu-tados, controlan lo esencial de las activida-des industriales, comerciales y bancarias. En 2016, Armenia ocupaba el poco envi-diable lugar 113 del índice de percepción de la corrupción de Transparency Internatio-nal, mientras que la organización Freedom House, que estudia las naciones en transi-ción, la ubicaba en la categoría de los “re-gímenes autoritarios semi-consolidados”. Esta captación de los recursos acarrea el incremento de las desigualdades. A despe-cho del crecimiento recuperado en el curso de la última década, cerca de un tercio de la población vive todavía por debajo del um-bral de la pobreza, mientras que la tasa de desocupación alcanzó el 18% en 2016.

Consecuencia: el éxodo desangró al país, al tiempo que servía de válvula al descontento político. Cerca de un ter-cio de la población habría abandonado el país. Armenia cuenta en la actualidad, en el mejor de los casos, con 650.000 habi-tantes menos que a fines de la época sovié-tica. Los ingresos por remesas, enviados por los emigrados instalados en Rusia o en Occidente, representaban cerca del 20%

ción de Pashinian, brevemente interpela-do por la policía. “Nikol Pashinian tenía ra-zón. Y yo me equivoqué”, terminó por de-cir Sargsian, rindiéndose y dimitiendo esa misma noche, solamente seis días después de su investidura. La víspera, un encuentro inusual había reunido a los dos hombres ante las cámaras y revelado la amplitud del impacto generacional.

Esa movilización y ese vuelco de la his-toria recuerdan las grandes manifestacio-nes ecologistas y nacionalistas de 1987 y 1988 en Ereván, que prefiguraron el esta-llido de la Unión Soviética. La pequeña re-pública de la Transcaucasia había termi-nado por conquistar su soberanía a partir de agosto de 1991, varios meses antes de que ésta fuera otorgada a las otras repúbli-cas de la URSS. Como lo observa el etnó-logo Levon Abrahamian, a treinta años de distancia se encuentra una misma dimen-sión festiva, artística, y esa chispa encen-dida por un puñado de intelectuales y de militantes poco conocidos. Pashinian no tenía más que 13 años en esa época. Con él, los niños de la “generación 1988” hoy deambulan pidiéndoles cuentas a sus pa-dres que lucharon a favor de la indepen-dencia, y luego durante la guerra de Kara-baj (1991-1994), para arrancar al Azerbai-yán esa vieja república autónoma mayori-tariamente poblada de armenios.

Si bien alimentó impulsos de orgullo tanto en Armenia como en la diáspora, esa

guerra –victoriosa en el terreno pero sin una solución diplomática– arruinó el país, al tiempo que lo instalaba en una situación geopolítica precaria. Padeció un doble blo-queo, turco y azerí, y resultó dependien-te de sus aliados: Rusia por su seguridad e Irán por su aprovisionamiento, sobre todo de gas. Los principales actores de la guerra tomaron las riendas, no solo en la pequeña república autoproclamada sino también en Ereván. Presidente de la República del Alto Karabaj de 1994 a 1998, Robert Kocharian se convirtió en Primer Ministro en 1997, y luego en Presidente de la República de Ar-menia de 1998 a 2008. Antes de sucederlo, Sargsian fue su jefe de Estado Mayor, y lue-go su ministro de Defensa. Ambos nacie-ron en Stepanakert/Khankendi, la capital del Alto Karabaj, y comenzaron su carrera política en el seno del Partido Comunista, en la época de la URSS. Tras haber aparta-do del poder a las figuras de la independen-cia, entre ellos el primer presidente Levon Ter-Petrosian, los hombres del Karabaj, los “karabajis”, establecieron un sistema po-lítico impenetrable que se sostuvo veinte años, apoyándose en tres pilares: el domi-nio de las elecciones, el control de los nego-cios y las buenas relaciones con Rusia.

En materia electoral, Armenia ilustra a las mil maravillas el concepto de “recursos administrativos”, así descrito por la comi-sión de Venecia en el seno del Consejo de Europa: “Los recursos administrativos son

Celebraciones en Ereván, 8-5-18 (Sergei Gapon/AFP)

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del Producto Interno Bruto (PIB) en 2013, y todavía el 13% en 2016. Estos beneficia-ban muy poco a las inversiones, pero mu-cho al consumo de productos de importa-ción, cuya distribución es controlada por los oligarcas. Esa depresión demográfica incrementa también la amenaza a la segu-ridad del país, cuando Azerbaiyán registra 3,5 veces más nacimientos por año y está dotada de un presupuesto militar cerca de tres veces superior.

Un velo de incertidumbreEl conflicto del Karabaj finalmente puso a Armenia en una dependencia estrecha res-pecto de Rusia. Aliados estratégicos en el marco de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), los dos paí-ses tienen un sistema de defensa aérea co-mún. En virtud de tratados firmados en 1992 y luego en 1995, soldados rusos pro-tegen también la frontera entre Armenia y Turquía, y disponen en Gumri de una base de 3.000 hombres, cuyo arriendo fue reno-vado hasta 2044. El Kremlin controla el es-tancamiento del proceso diplomático, que ratifica de hecho el statu quo: ni guerra ni paz. Actor central del Grupo de Minsk, fun-dado en 1992 (con Estados Unidos y Fran-cia), Moscú conserva una palanca de pre-sión armando a Ereván o a Bakú al capricho de sus intenciones o intereses del momen-to. El acercamiento reciente de Moscú y Ankara permitió temer, del lado armenio, nuevas presiones para la restitución de los territorios azeríes ocupados. Las ventas de armas a Azerbaiyán fueron percibidas por una gran parte de la opinión armenia, tra-dicionalmente rusófila, como una traición tras la ofensiva en la línea de frente que le costó la vida a 94 soldados armenios en

abril de 2016. Pero en octubre de 2017 el go-bierno armenio anunció que Moscú iba a concederle un nuevo préstamo del orden de los 100 millones de dólares, para financiar la compra de armas rusas a precio de amigo…

La dependencia estratégica se refuer-za con una dependencia económica, ya que intereses rusos se adueñaron de sec-tores clave de la economía armenia: ener-gía nuclear, gas, electricidad, transportes, etc. Rusia contribuye con un 39,5% de las inversiones extranjeras directas realiza-

das en el país, y varios oligarcas armenios están relacionados con sus pares rusos. Cuando era diputado de la oposición, Pas-hinian no se había privado de criticar la adhesión a la Unión Económica Eurasiáti-ca, en 2013, bajo la dirección de Moscú, en el momento en que su país, como Ucrania, se aprestaba a unirse a la asociación orien-tal de la Unión Europea.

Cuando las manifestaciones de abril adquirieron amplitud, el Kremlin optó por la prudencia. Signo fuerte: los diri-gentes rusos concedieron mayor crédito a los informes de sus diplomáticos que a las advertencias de los emisarios del poder

armenio despachados a Moscú para pre-sentar los acontecimientos en curso como una repetición de las “Revoluciones de colores”, esos movimientos callejeros que en los años 2000 condujeron a regímenes hostiles a los intereses rusos en Ucrania, en Georgia y en Kirguistán.

Si Ereván y las principales ciudades del país tomaron parte en el movimiento, el sur del país, más controlado por el HHK, y so-bre todo el Karabaj, no se movieron. Jugan-do con la cuerda sensible y martillando con el imperativo de la cohesión nacional, los dirigentes del HHK no dejaron de anunciar un próximo ataque azerí. Pero ese espan-tapájaros tuvo más impacto en la diáspora que en la población armenia, decepciona-da por los escándalos de corrupción que socavan el aparato de defensa. Conscien-te de la importancia del desafío, Pashinian quiso probar que controlaba ese aspecto de la cuestión y efectuó su primer desplaza-miento de un jefe de Gobierno en Chouchi/Choucha, para el aniversario de la toma de esa ciudad, el 9 de mayo de 1992, que había marcado un giro decisivo de la guerra.

La sociedad civil armenia se consoli-dó por estratos sucesivos, ganando madu-rez en cada movimiento de impugnación: elecciones de 2008, oposición a los desa-rrollos urbanos en Ereván en 2011, al alza de las tarifas de ómnibus en 2013, al alza de la electricidad en 2015, etc. Pashinian supo canalizar en su provecho la energía y la mo-vilización de los jóvenes estudiantes y mi-litantes, y su dominio de las redes sociales. El movimiento de 2018 incluso encontró su banda de sonido con la canción Kaylum em (“Estoy marchando”), interpretada por el cantante de rock Hayk Stver, cuya letra fue escrita por el propio Pashinian.

Él, que nunca hizo realmente otra cosa que periodismo y política callejera, sin embargo, va a tener que transigir con un Parlamento todavía dominado por el HHK, poco apurado en poner en juego sus bancas y modificar la ley electoral. También deberá negociar compensaciones con algunos de sus nuevos aliados, como el oligarca Gagik Tsarukyan, cabecilla de Ar-menia Próspera (conservador), el segundo partido del Parlamento. Más complejo to-davía: tendrá que establecer una separa-ción de los poderes, garantizar una reno-vación de las generaciones y encontrar una solución duradera al Karabaj.

En el plano exterior, la realpolitik ya se impone. Ayer crítico de la adhesión de su país a la Unión Económica Eurasiática, el ex diputado de oposición se puso su ropa nueva de Primer Ministro para encon-trarse en Sochi, el 14 de mayo, con los jefes de Estado de la organización, que le reser-varon una recepción de las más calurosas. La composición del nuevo gobierno de transición, caracterizado por la juventud y la inexperiencia, arroja así un velo de in-certidumbre sobre sus posibilidades de desembocar en resultados convincentes. Si no quiere decepcionar a aquellos que lo llevaron al poder volviendo al inmovilis-mo de la generación de 1988, el nuevo Pri-mer Ministro deberá avanzar rápido en tres frentes: la organización de elecciones transparentes, el combate contra las pre-bendas y el establecimiento de una asocia-ción más equilibrada con Rusia. g

*Periodista. Autor de las obras Arménie. À l’ombre de la

montagne sacrée, Nevicata, col. “L’âme des peuples”, 2015,

y de Diasporalogue (con Serge Avedikian), Thaddée, 2017.

Traducción: Víctor Goldstein

El éxodo desangró al país, al tiempo que servía de válvula al descontento político.

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es nuestro compromiso para lograr un

Culturay

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Arabia Saudita sacude sus tradiciones

Enredada en su guerra contra Yemen y dispuesta a mostrar a Irán como la nación del oscurantismo, Arabia Saudita concentra sus esfuerzos en mejorar la condición de las mujeres en el reino. Pero las reformas, muy puntuales, resultan frágiles y responden sólo parcialmente a una gran expectativa de cambio.

Mujeres, entre el patriarcado y la modernidad

por Florence Beaugé*, enviada especial

la población tiene menos de 35 años. Sin embargo, muchas mujeres dicen estar cansadas de que se juzgue a Arabia Sau-dita únicamente a través de su estatus. “Que nos miren desde una posición de superioridad me disgusta. Queremos dic-tar nuestra propia conducta, no obstante, somos un país de tribus y de tradiciones. ¡Tenemos derecho a evolucionar a nues-tro ritmo!”, exclama la universitaria Ho-da Al-Helaissi, una de las treinta mujeres miembros de Majliss Al-Choura, la Asam-blea Consultiva cuyo rol es enviar proyec-tos de ley al gobierno (sus ciento cincuen-ta miembros, todos no elegidos, son desig-nados por el rey, y las mujeres fueron ad-mitidas por primera vez en 2013).

“En dos años, logramos lo que recla-mábamos hacía treinta años. Los cam-bios son enormes. Hay que estar acá para creerlo”, estima Fawziah Albakr. Esta profesora de Sociología de la Edu-cación en la Universidad del rey Saud forma parte de las cuarenta y siete pio-neras que, el 6 de noviembre de 1990, to-maron las riendas en la capital para lla-mar la atención sobre la prohibición de manejar, un anacronismo único en el mundo. Pero, para las mujeres, el verda-dero cambio fue sin lugar a duda el cues-tionamiento del Comité de Promoción de la Virtud y de Lucha contra el Vicio, cuya policía religiosa, llamada Mutawa, las perseguía en todos los espacios públi-cos. “Esto nos cambió la vida. Antes, nos mirábamos entre nosotras para saber si estábamos ‘en regla’. Nos sentíamos aco-sadas en la calle. Nuestra vida es mucho mejor ahora”, agrega Fawziah Albakr.

Para las más instruidas, el próximo objetivo es la abolición del tutorado mas-culino. Esta disposición de la sharia, aún en vigor en el país, y que convierte a las saudíes en menores de edad durante toda su vida, recién fue atenuada en 2017. Las mujeres por fin pueden prescindir del aval de su mahrâm (marido, padre, her-mano, incluso hijo o cualquier otro hom-bre de la familia) para realizar sus tareas administrativas, trabajar o crear una em-presa. Pero todavía necesitan su permiso para obtener un pasaporte, viajar y, sobre todo, para casarse, como en la mayoría de los países musulmanes.

Para Hatoon Al-Fassi, feminista de larga data y profesora asociada de Histo-ria de las Mujeres en la Universidad del rey Saud en Riad, la atmósfera actual es “positiva” para las mujeres, pero cada día que pasa representa una nueva bata-lla. “Incluso los hombres se encuentran bajo presión, porque ignoran cuál es su margen de maniobra”, afirma. Lo vive cada semana, cuando entrega su crónica para el diario oficialista Al-Riyad. A ve-ces, tiene que esperar tres semanas para poder ver su artículo publicado, porque el tema es sensible, y la dirección –exclu-sivamente masculina– teme hacer eno-jar al poder. La reacción de los religiosos también genera temor. Aunque depen-den del poder político desde la llegada de “MBS”, siguen siendo un aliado clave de la monarquía y podrían resurgir si fuera necesario (3). “Vamos a tientas, pero ca-da avance es una victoria”, dice también Hatoon Al-Fassi, antes de lanzar algu-nas palabras mordaces dirigidas a “esos hombres cobardes que no quieren tomar la iniciativa ni decir lo que piensan”.

Las cadenas del conservadurismo¿Los saudíes están dispuestos, en su ma-yoría, a aceptar estos cambios? ¿O siguen aferrados a su pasado en nombre de las costumbres ancestrales? No hay una res-puesta unívoca. Las redes sociales –93% de la población tiene acceso a Internet–, sobre todo Twitter, pero también Insta-

“Por fin nos estamos convirtiendo en un país normal”, declara Na-jat M., estudiante de Arquitectu-ra en Riad. Una reflexión que se escucha por todas partes. En el

reino saudí, tan frecuentemente critica-do por, entre otras cosas, la severidad de la condición femenina, los anuncios de cambios se multiplican. Una mujer fue nombrada en un puesto de mucha res-ponsabilidad; un cine volvió a abrir sus puertas, tras treinta años de prohibición, y el público es mixto. Ahora, el ejército y la policía reclutan mujeres y las auto-ridades contemplan poner fin a la pro-hibición de la diversidad en los lugares públicos y al cierre obligatorio de los ne-gocios durante las horas de plegaria (1).

Cada semana, se rompe un tabú, y el que más resuena es sin duda la prohibi-

Entrenamiento de boxeo en Jeda, 19-2-18 (Amer Hilabi/AFP)

ción de manejar para las mujeres: a partir de este mes de junio, podrán obtener un permiso aunque no cuenten con la autori-zación de su “tutor” masculino. El anun-cio se hizo el último septiembre, en el marco de un vasto programa de reformas económicas y sociales impulsadas por el príncipe heredero Mohammed Ben Sal-man (conocido como “MBS”), de 32 años de edad, hijo del rey Salman (81 años). Incluso el uso de la abaya, ese largo traje negro en el que las saudíes se envuelven de la cabeza a los pies en el espacio pú-blico, ha sido cuestionado. En febrero pa-sado, un clérigo anunció en la radio que vestirse “con modestia” era suficiente. Casualmente, algunas semanas después, durante su viaje oficial a Estados Unidos, “MBS” declaraba, en una entrevista, que una musulmana sin abaya era tan musul-

mana “como las demás”. En un momen-to en el que el reino busca cueste lo que cueste distinguirse de su rival iraní culti-vando buenas relaciones con Occidente, el estatus de las mujeres es un elemento esencial de la comunicación del prínci-pe heredero. Las agencias occidentales más importantes (Publicis, Image 7, Edi-le Consulting) acudieron al rescate, con la misión de intentar mejorar la muy degra-dada imagen del reino en el mundo y, al mismo tiempo, la de “MBS” (2).

Viejas y nuevas batallasLas saudíes, ¿están contentas con estos cambios? Es difícil saberlo. La libertad de expresión no existe, y la sociedad (30 mi-llones de personas, un tercio de ellas, ex-tranjeros) está muy atomizada. Los jóve-nes parecen estar satisfechos y el 70% de

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gram, Snapchat, Facebook, etc. son muy utilizadas y actúan como encuestadoras, a falta de un instrumento mejor: en 2016, según Global Media Insight, Arabia Sau-dita tenía el récord mundial de frecuen-tación de estas plataformas. Pero estos espacios de libertad están vigilados y la población desconfía. “Muchas personas acá piensan que los cambios actuales son anti-islámicos. Pero hoy otras voces pue-den expresarse. Hasta ahora, no las escu-chábamos, o eran demonizadas”, expli-ca Hatoon Al-Fassi. Aunque dice tener “confianza en el futuro”, algo la inquieta: estos cambios se deben “a una sola per-sona”, lo que no le parece “demasiado sano”. Alusión sibilina al Príncipe here-dero que decide soberanamente –y con frecuencia brutalmente– qué reformas realizar, sin dejar entrever la más míni-ma apertura en el plano político. Contra-riamente a sus vecinos iraníes, que eli-gen al Presidente y al Parlamento, los y las saudíes no votan para designar a sus diputados; la monarquía concentra to-dos los poderes, o casi todos. El régimen se ha endurecido, y el miedo es palpable. Para asentar su poder, “MBS” no duda en encerrar a sus oponentes, ya sean con-servadores o progresistas. Varias olas de arrestos tuvieron lugar entre junio y no-viembre de 2017, a veces por un simple mensaje de carácter político en Twitter, y muchos se encuentran todavía bajo el shock del caso del Ritz-Carlton, ese hotel en Riad donde muchas personalidades fueron secuestradas (véase el recuadro).

En el zoco popular de Swakah, al sur de Riad, las mujeres están preocupadas por la evolución de la situación. Todas se cubren herméticamente con sus abayas, hijabs y nicabs negros. Ninguna habla ba-jo su verdadero nombre. Aquí, el cambio es percibido como una amenaza. “Estoy en contra de la conducta de las mujeres y de todo lo que pasa en estos últimos tiempos”, dice una mujer de unos sesen-ta años cuyos ojos, único elemento visi-ble a través de su nicab, se llenan de lágri-mas. Hace ya veintidós años que vende ropa. “El trabajo para las mujeres, no va en contra del Islam. Pero todo el resto va en contra de la castidad que tenemos que respetar”. Al hablar, lanza miradas fur-tivas a su alrededor y agrega en voz alta: “Pero ¡larga vida al Príncipe heredero!”.

A dos pasos de ahí, Nurah L., de 25 años, sólo deja ver sus ojos maquillados y las uñas pintadas de blanco y también se manifiesta “en contra del derecho a mane-jar” concedido a las mujeres. Su marido se ocupa de sus traslados, a la mañana y a la tarde. “Nuestra vida está bien así. No so-

fiere tener chofer: “Es caro, pero menos cansador”. Como ella, millones de mu-jeres saudíes tienen un chofer paquista-ní, indio o bangladesí. Una mano de obra musulmana sumisa y maleable a volun-tad. ¿El tutor? “A partir de cierta edad, 21 años, por ejemplo, deberíamos poder in-dependizarnos”, afirman. Las más chicas escuchan a sus madres y a sus tías, pero a veces dan su opinión. La mayoría son estudiantes y dicen querer “partir dos o tres años al extranjero, pero para volver después”. Todas tienen la intención de trabajar y de casarse, “pero no antes de los 30 años, y sin tener más de dos o tres hijos”. ¿La abaya? “Es práctica y elegan-te, un poco como un tapado”, dicen.

Nurah lamenta no haber podido con-tinuar con sus estudios de Veterinaria, todavía inaccesibles para las mujeres. En cambio, hizo estudios científicos y, sobre todo, monta a caballo. Un día, está con-vencida de ello, representará a su país en los Juegos Olímpicos. “Mi hermano me dice: ‘Estoy de acuerdo con que compi-tas, ¡pero nada de salir en la televisión o de dar declaraciones a los diarios!’ Y yo le respondo: ‘Es mi vida. ¡Ocupate de tus cosas!’”. ¿Las desigualdades entre hom-bres y mujeres en Arabia Saudita? “Se de-ben a las tradiciones, y no a la religión”, afirma, estableciendo una clara distin-ción entre los dos términos.

Reema, la prima de Nurah, se lanzó a la confección y venta de abayas por Inter-net. Modernas y coloridas, sus creaciones parecen vestidos de princesa o de novia. Rápidamente, gracias a las redes sociales, los pedidos se multiplicaron. Muchas de sus amigas también optaron por el comer-cio en línea, sector en plena expansión, sobre todo entre las mujeres. Una de ellas ofrece platos caseros, otra artículos de jo-yería. Otra es maquilladora profesional. A la mayoría les va bien. El fin de semana, se encuentran en algunos lugares que se vol-vieron mixtos recientemente, como el ca-fé Bateel, y descubren sus rostros. Se trata de una de las pocas oportunidades en las que pueden conocer chicos.

A 750 kilómetros de allí, más al oeste, Taif podría hacernos creer que Riad es una ciudad liberal. La Meca se encuentra a sólo 65 kilómetros. Pero, a la inversa de Jeddah, que está abierta al contacto con peregrinos provenientes de todo el mun-do, Taif, con 987.000 habitantes, sigue siendo muy conservadora. La segregación de los sexos es muy rigurosa. Ningún res-taurante, ningún café deroga la regla. Y el negro está omnipresente…

“Acá no se puede hacer nada. Siem-pre hay un hombre que te controla.

mos occidentales”, argumenta. Está con-tenta de poder trabajar: “Mi marido me dio permiso sin ningún problema. Traigo dinero a casa y dejé de aburrirme”.

Cerca de allí, en el zoco Hijab, las reac-ciones de las mujeres son un poco diferen-tes. Sin embargo, hay algunas sorpresas. ¿Manejar? Ibtissam S. y Norr K., de unos cincuenta años, estallan en risas bajo sus nicabs: “¡Hace treinta años que maneja-mos! Entre los beduinos, las mujeres esti-man que tienen derecho a manejar. Y, por otra parte, ¿cómo podríamos actuar de

otro modo estando lejos de todo?”. Ambas viven en pueblitos o campamentos a unos cincuenta kilómetros al norte de la capital.

“Trabajo porque necesito dinero. El trabajo es un don de Dios. Además, el Pro-feta nos alienta a hacerlo”, declara una viuda, madre de ocho hijos. Su amiga agre-ga: “¡Mientras no sea en contra del Islam y no frecuentemos hombres, podemos ha-cer lo que queremos!”. Ahora son cuatro las que hacen confidencias –con pruden-cia– junto a un puesto de ropa interior. “Si hasta ahora las mujeres tenían prohibido manejar, era para protegerlas. El hombre tiene que asumir sus responsabilidades”, repite una. Las otras asienten con vigor.

Jasmeen D. y Mariam N., estudiantes de Economía, son vendedoras a tiempo parcial en el zoco Hijab. Escriben todo el día en sus teléfonos celulares. La segun-da está comprometida con un estudian-te de Medicina que conoció en una fiesta de casamiento. La vio de lejos, cuando se había sacado su nicab, y enseguida con-tactó a los padres para pedirles su mano. “Los cambios actuales van por buen ca-mino. Y gracias al permiso para manejar, ¡pronto tendremos autonomía!”, dice su amiga sonriendo mientras hace la V de la victoria. En cambio, las dos jóvenes están a favor del principio del tutor: “Nos sen-timos protegidas”. ¿El futuro? “Antes que

nada, ¡quiero sentirme importante en la sociedad!”, afirma N.

Las saudíes son ambiciosas, y no lo esconden. “Aprovechan todas las opor-tunidades. Son más dinámicas que los hombres, como si se estuvieran toman-do revancha”, observa el joven jefe de una empresa. El 97% de las chicas están escolarizadas. En la universidad, repre-sentan el 60% de los estudiantes activos. En realidad, la liberación –muy relativa– de las mujeres comenzó bajo el reino del rey Abdallah (2005-2015). Fue él quien las autorizó a trabajar, principalmente en comercios. Empleos con frecuencia modestos de cajera y de vendedora, pero que les abrieron las puertas en todos los ámbitos, a excepción de la magistratura, porque el wahabismo considera, como otras corrientes del Islam, que la sharia les prohíbe a las mujeres desempeñar la función de juez. En el mismo período, Abdallah distribuyó becas para realizar estudios en el extranjero a miles de jóve-nes, de los cuales un 30% eran mujeres. “Todo esto contribuyó a abrir las mentes. Los jóvenes están conectados al mundo exterior a través de las redes sociales. Con la crisis económica, ya no se puede vivir con un solo salario, y las mujeres tienen la intención de hacer carrera. Sue-len contar con el apoyo de sus maridos, hermanos o padres”, subraya la universi-taria Hoda Al-Helaissi.

De hecho, todo depende de las fami-lias, del medio, del lugar, etc. Cada fin de semana, las mujeres de la familia Mansur se reúnen a cenar con la abuela, bajo una gigantesca tienda beduina instalada en el jardín de la propiedad familiar. El ruido de los autos que invade Riad casi no se escu-cha. La capital (6 millones de habitantes) es una ciudad inmensa y llana, construida en pleno desierto. No hay edificios resi-denciales sino casonas color arena que se extienden al infinito, avenidas bordeadas de palmeras bajas y polvorientas, rasca-cielos futuristas e innumerables centros comerciales al estilo estadounidense don-de las mujeres deambulan.

En la casa de los Mansur, antigua fa-milia burguesa y de fortuna, son bas-tante conservadores. “Desconfío de los cambios actuales. ‘Ellos’ quieren que nos convirtamos en Dubai. Yo me aferro a nuestros valores, y no dejaría de usar mi nicab. Soy musulmana, es mi identidad”, dice una mujer de unos cincuenta años. ¿Manejar? Ellas están a favor, “siempre y cuando no nos fuercen”. Para ellas, lo importante es “poder elegir”, y en todos los ámbitos. Una de ellas, que vivió du-rante seis años en Estados Unidos, pre-

La entrada masiva de las mujeres al mercado del trabajo representa un imperativo económico. En este plano, no habrá vuelta atrás.

NOVEDADESJUNIO

RAZONES PARA LA ESPERANZALa legitimidad y efecti-vidad de los derechos humanos de cara al futuroKathryn Sikkink

LAS CUENTAS PENDIENTES DEL SUEÑO AMERICANOPor qué los derechos sociales y económicos son más necesarios que nuncaCass R. Sunstein

LOS ESCOMBROSDEL PROGRESOCiudades perdidas, estaciones abandonadas y deforestación sojeraen el norte argentino Gastón R. Gordillo

¡7500 MILLONESDE PERSONAS!Qué es y para qué sirvela demografíaJorge Paz

NOVEDAD

VIDA DE PERROBalance político

de un país intenso,del 55 a Macri Horacio

Verbitsky

d

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¡Nunca nos dejan tranquilas! Yo ten-go suerte, mi padre confía en mí, pero no es el caso de mis amigas. Cada vez que le suplican a su tutor que las deje salir, les dicen que no, y casi siempre les pegan”, suspira Salwa, de 26 años, estudiante de Ciencias Islámicas. Muchas tienen no-vio, cuenta. Sus padres creen que están en clase, mientras que ellas hacen que su chofer las deposite en un domicilio pri-vado. Aunque están condenadas, las re-laciones sexuales antes del matrimonio son corrientes. Y si el aborto está estric-tamente prohibido, salvo en caso de que la vida de la madre esté en peligro, todas las mujeres pueden comprar pastillas anticonceptivas de emergencia en cual-quier farmacia, incluso sin receta.

Según M., si las mujeres se casan en Taif –se trata siempre de matrimonios arreglados– es por despecho, “para obte-ner su libertad”. Una vez que está casada y es madre, la mujer tiene autoridad en su hogar. La educación de los hijos y los gastos son su responsabilidad. En cuan-to a la poligamia (entre el 8 y el 10 %), es cada vez menos frecuente en las jóvenes generaciones, aunque se suelen escuchar algunas voces que abogan en su favor, pa-ra “remediar” el celibato de las mujeres.

Cuando no está en clase, M. se entre-tiene mirando televisión. Adora las no-velas turcas e indias. Sobre los hombres saudíes, no se hace ilusiones. “No saben lo que es el amor. Sólo quieren sexo…”.

Arreglado o no, “aproximadamente uno de cada dos matrimonios termina hoy en divorcio”, declara Mohammed Al-Amri. Este investigador en Ciencias Sociales lanzó recientemente un grito de alarma en la prensa, evocando un pro-blema “con serias consecuencias para la sociedad”. Khadija S., de 28 años, amiga de M., está divorciada. Su marido le pe-gaba. Ahora vive con su hermano, que se convirtió en su tutor. Trabaja en una pe-luquería. “Lo que le preocupa a mi her-mano, es la mirada de los vecinos. Acá, el qué dirán es lo único que cuenta”. Las dos amigas añoran la época de la policía religiosa: “Por lo menos, no nos acosaban en la calle. ¡Ahora sí! ¡Los hombres nos persiguen para conseguir nuestro nú-mero de teléfono!”. Sueñan con partir a un país “en el que las mujeres tengan de-rechos”. En Taif, estiman, todavía falta “por lo menos una generación”.

Represión y límitesCon su cornisa y su Ciudad Vieja –Al Ba-lad, declarada Patrimonio Mundial de la Unesco–, sus esculturas al aire libre y sus restaurantes de todas las nacionali-dades, Jeddah, 4 millones de habitantes (de los cuales 840.000 son extranjeros), es sin duda la ciudad más atractiva –y la menos conservadora–de Arabia Saudita. Se trata de una ciudad comercial situada a orillas del Mar Rojo y paso obligado ha-cia La Meca, por lo cual recibe inconta-bles influencias. Además, según la leyen-da, ¿no es allí donde fue enterrada Eva, la madre de la humanidad?

Aquí también, las avenidas son desme-suradas y la cantidad de centros comer-ciales, inverosímil. Pero las mujeres res-piran mejor que en ninguna otra parte del reino. Las abayas suelen ser beige, azules, gris pálido, adornadas con perlas, cierres, etc. La elegancia está de moda, y el recur-so a la cirugía estética es muy frecuente. La sociedad, se percibe, está en ebullición. Hace mucho tiempo que aquí, más que en cualquier otra parte, los saudíes encon-traron en el arte –cine, pintura, literatu-ra– un medio para expresarse o evadirse.

Tres meses antes de la reapertura ofi-cial de un cine en Riad, Mariam, un film de Faiza Ambah que celebra a una ado-

lescente francesa que quiere llevar el velo en el colegio a pesar de la ley que lo prohíbe, había sido proyectado en públi-co en Jeddah, en el Arbab Al-Heraf. En este espacio cultural único, abierto en 2017 por un joven hombre que volvió de Australia, unos sesenta jóvenes de ambos sexos vieron este film. La directora con-fiesa haberse quedado “atónita” al escu-char las reflexiones de los jóvenes duran-te el debate que siguió a la proyección. “Se animaban a hablar de su propia ex-periencia delante de desconocidos”, sos-tuvo. “Mi novio me dejó porque no usaba el hidjab”, contó una adolescente. Otra tuvo una experiencia diferente: su novio se negaba a que lo usara. Otra dijo: “Soy cristiana” [la práctica de otros cultos di-ferentes al Islam está prohibida en Ara-bia Saudita]. En ese momento, un chico de unos veinte años se levantó y dijo: “Fi-nalmente, su film habla de la aceptación del Otro, y es lo que nos falta acá”, afirma.

Abir Abusulayman, primera guía tu-rística del reino, puede hacer descubrir Al Balad como nadie, aunque los turis-tas no son muy numerosos. Deplora los “estereotipos” instalados, según ella, por la prensa occidental sobre los saudíes. “Cuando me dicen: ‘Usted por fin va a ser libre, porque va a poder manejar’, ¡me ofenden! Sí, mi país evoluciona por eta-pas. Hace diez años, nadie habría podido imaginar que llegaríamos a esto”.

En 2006, la publicación de la novela de Rajaa Alsanea, Chicas de Riad (4), ha-bía provocado un escándalo. En un blog, cuatro amigas contaban sus vidas y sus amores. Nada demasiado escandaloso, sólo la cotidianidad de cuatro mujeres abrumadas por las tradiciones. El libro, que se publicó inicialmente en el Líbano, había circulado ilegalmente en el reino. En 2015, Dos mujeres de Jeddah, de la no-velista y médica Hanaa Hijazi (5), tam-bién sacudió a la sociedad, pero no fue censurada. En esta novela, dos amigas, oprimidas por las prohibiciones, termi-nan por suicidarse. El libro fue leído y bien recibido en su conjunto, “incluso por los hombres”, subraya la autora. Pe-ro muchas lectoras criticaron el final trá-gico. “Les hubiera gustado otro final pa-ra las dos heroínas, y eso me reconfortó. Quiere decir que imaginaban otras pers-pectivas para las mujeres”.

Lina Al-Maeena piensa que la posi-bilidad de manejar constituye ante todo un símbolo: “Manejar nuestras vidas, y por qué no, algún día, ¡el país!”, imagi-na. Nada es un obstáculo para esta mu-jer, de unos cuarenta años, que cree en la emancipación a través del deporte. Hace doce años, creó el primer equipo nacional femenino de básquet, cuando el deporte estaba prohibido para las mu-jeres. Hoy, ocupa un puesto en la Asam-blea Consultiva. Desde hace un año, el deporte es obligatorio para las chicas en las escuelas públicas. ¿Apertura social o emergencia médica? Según la Organiza-ción Mundial de la Salud, casi el 70% de las saudíes tiene sobrepeso, y el 40% su-fre de obesidad.

¿El proceso de modernización del país es irreversible? La entrada masiva de las mujeres al mercado del trabajo represen-ta un imperativo económico. En este plano, no habrá vuelta atrás. Sin embargo, el Prín-cipe heredero nunca habla en sus declara-ciones de una democratización. De hecho, las elecciones municipales son el único escrutinio del reino (6). “En el extranjero, se presenta a MBS como un joven prínci-pe reformador que lucha contra la corrup-ción. No obstante, la represión nunca fue tan feroz. Es cierto que, como mujer, tengo más libertad, pero nuestro espacio de ex-presión para todos se redujo. Ya no tengo

La economía en la mira

El impErativo dE la divErsificación

Pasar de una economía rentista a una economía productiva es el objetivo de Visión 2030, el plan de desarrollo promulgado por

el príncipe Mohammed Ben Salman (“MBS”). La economía saudí vacila por-que depende completamente de los hi-drocarburos. Entre fines de 2014 y prin-cipios de 2015, el precio del petróleo pa-só de 100 dólares por barril a menos de 45 dólares. Resultado: el reino vio caer su tasa de crecimiento al 1,4% en 2016, contra el 7% alcanzado dos años antes. En 2017, entró en recesión.

Desde 2015, las autoridades reac-cionaron: supresión de las subvencio-nes, aumento en varias oportunidades de las tarifas públicas e introducción de un impuesto al valor agregado (TVA) del 5% a partir de enero de 2018. La fa-milia real, preocupada por mantener el contrato social que la liga a la población creó en paralelo una cuenta ciudadana. De este modo, once millones de saudíes reciben un subsidio mensual (entre 80 y 240 dólares). El Producto Interno Bru-to (PIB) por habitante se eleva a 21.000 dólares por año, mientras que el de los Emiratos Árabes Unidos es de 37.000 dólares y el de Qatar de 61.000 dólares.

Al mismo tiempo, el Estado, hasta aquí proveedor del 70% de los empleos, aceleró su retirada para cederle el lu-gar al sector privado. Para diversificar su economía, Arabia Saudita apostó a las minas (potasa, cobre, uranio, oro), la petroquímica, las energías renova-bles y el turismo. Actualmente, La Me-ca recibe a 8 millones de peregrinos por año, el reino espera alcanzar los 30 millones de aquí a 2030. Y, sobre todo, quiere abrirse al turismo no religioso. Los sitios arqueológicos como Mada’in Saleh, el equivalente de Petra en Jorda-nia, podrían convertirse en destinos de primer orden. Los islotes del Mar Rojo deberían estar preparados para recibir a los turistas occidentales. Finalmente, el proyecto Neom (500.000 millones de dólares), en el Norte, apunta a construir la ciudad del futuro, dotada de todas las tecnologías más avanzadas.

Objetivo: el cambioOficialmente, el desempleo alcanza hoy el 12,8%. Un joven de menos de 30 años sobre tres está inactivo. Casi dos

tercios de las mujeres estaría buscan-do empleo. En febrero, el Departamen-to de Pasaportes en los aeropuertos y fronteras recibió 107.000 candidaturas femeninas para 140 puestos propues-tos con prioridad para las mujeres.

Llevar el porcentaje de mujeres en la población activa al 30% de aquí al 2030, contra el 15% hoy (y el 40% en el resto del Golfo), permitiría aumentar los ingresos de los hogares, mejorar el crecimiento y reemplazar a los 11 mi-llones de extranjeros que sustituyen a los saudíes en el sector privado. “MBS tiene el mérito de ser coherente. No habla de religión sino de economía. El cambio económico sólo será posi-ble con un cambio social, y asociando la mano de obra femenina a este cam-bio”, subraya Stéphane Lacroix, in-vestigador en Ciencias Políticas. La “saudización” anunciada desde hace años, llega a pasos acelerados. Los ex-tranjeros y sus familias se ven some-tidos a impuestos cada vez más pesa-dos. Los inmigrantes paquistaníes e indios parten en masa.

Algunos inversores y jefes de em-presa siguen traumatizados por el caso del Ritz-Carlton: durante tres meses, el pasado invierno, este hotel de lujo de Riad se convirtió en una prisión dora-da para la élite económica y política del reino, atrapada en lo que se presentó como una vasta campaña anticorrup-ción. Los detenidos (entre los cuales se encontraba el millonario Al-Walid Ben Talal) fueron liberados tras haber llegado a un acuerdo financiero con las autoridades o fueron exculpados.

Si la juventud y las clases populares aplaudieron esta operación “manos limpias”, la alta burguesía de Riad y de Jeddah lo interpretó como una extor-sión del Príncipe heredero para forzar a algunas grandes fortunas a asociarse a sus proyectos ruinosos. Balance de esta operación: 106.000 millones de dólares “recuperados”, pero una desconfian-za acrecentada de los inversores, en un momento en el que la entrada a la Bolsa del gigante petrolero Saudi Aramco –si se produce– no bastará para financiar todas las necesidades del reino. g

F.B.Traducción: María Julia Zaparart

miedo de caminar por la calle, pero tengo miedo de hablarles con el rostro descubier-to. Me da miedo que lo arbitrario reine aquí como nunca lo hizo”, confiesa una perio-dista de unos cuarenta años.

Allí residen los límites de la apues-ta sobre el futuro. La disminución de la subordinación de las mujeres, ¿no es más que una coartada para instalar un poder despótico? ¿O se trata de una re-forma indispensable a la que debe con-sentir un régimen deseoso de volverse frecuentable en el plano internacional para poder mantenerse en las filas de Washington y Tel Aviv en caso de una guerra contra Irán? g

1. Vivian Nereim, “Saudi program calls for gender-mixing, no prayer closure”, Bloomberg, Nueva York, 4-5-18.2. Gilbert Achcar, “Impasse saudita en Medio Oriente”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, marzo de 2018. 3. Nabil Mouline, “La ‘deswahabización’ de Arabia Saudita”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2018.4. Rajaa Alsanea, Chicas de Riad, Emecé, Barcelona, 2007.5. Hanaa Hijazi, Deux femmes de Djeddah, L’Harmattan, París, 2017.6. En las elecciones de 2015, abiertas por primera vez a las mujeres, catorce candidatas fueron elegidas, sobre 2.106 puestos a cubrir.

*Periodista.

Traducción: María Julia Zaparart

d

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Aunque Donald Trump acostumbra jugar al belicista, no desestima la diplomacia del paso a paso con tal de mar-car la diferencia con su predecesor. Pero esta alternancia entre la intransigencia –como la denuncia del acuerdo nuclear con Irán y el restablecimiento de las sanciones– y la moderación –como la propuesta de un encuentro con Corea del Norte para desnuclearizar la península– pare-ce responder más a los cambios de humor del presidente estadounidense que a una verdadera política de Estado.

El desmadre Trump

Irán enfrenta el diktat de Trump por Ibrahim Warde 22 | Frágil distensión entre las dos Coreas por Sung Il-Kwon y Martine Bulard 24

DossierCasa Blanca, 8-5-18 (Jonathan Ernst/Reuters)

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22 | Edición 228 | junio 2018

El 8 de mayo, el presidente de Estados Unidos decidió denunciar el acuerdo nuclear con Irán y restablecer las sanciones contra Teherán. El ex promotor inmobiliario de Nueva York, acostumbrado a las apuestas de riesgo y al desprecio por el derecho, pone nuevamente en riesgo la paz de una región.

La carrera de Donald Trump se construyó sobre el principio de que todo se puede volver a nego-ciar. Una vez terminado un edi-ficio, el promotor inmobiliario invocaba la baja calidad de los

trabajos (u otros pretextos) para no tener que honrar sus compromisos. Imponía entonces nuevas condiciones a los diversos gremios, de-clarándoles por ejemplo: “No les pagaré más que el 75% del monto que habíamos convenido”. Era una cuestión de tómalo o déjalo. Los que recha-zaban su proposición no tenían más que dirigir-se a los tribunales, enfrentando así el riesgo de procesos judiciales costosos y con una resolu-ción muchas veces incierta frente a abogados tan astutos como tenaces. En su libro Trump: think like a billionaire (Trump: Piensa como mul-timillonario, 2004), aconsejaba a sus lectores

“discutir siempre las facturas”. Sus métodos de mal pagador eran muy conocidos por los pro-veedores y los banqueros, muchos de los cuales se negaban a vincularse con él.

En Think big and kick ass in business and life (Ser ambicioso y destrozar en los negocios como en la vida, 2007), asevera que le gusta “aplastar al otro bando y recoger los beneficios”, y burlarse de los banqueros que perdieron las sumas que le habían prestado. “Es su problema; no el mío. Yo les dije que no tendrían que habérmelas presta-do.” El Deutsche Bank, la única institución gran-de que sigue tratando con la empresa Trump, tu-vo una experiencia edificante. En 2008, en lo más álgido de la crisis financiera, había llevado al pro-motor ante la Justicia por una deuda de 40 mi-llones de dólares. Este contraatacó, reclamando a cambio 3.000 millones de dólares. Su argumen-to: sus problemas de liquidez se explicaban por la

Irán enfrenta el diktat de Donald Trump

Desprecio por el derecho internacional

crisis financiera; y el Deutsche Bank se contaba entre los responsables de la crisis… El banco le concedió una tregua de cinco años. El entonces futuro presidente no tardó en comprender que la amenaza de un recurso ante los tribunales po-día tener efectos disuasivos. Se estima que estuvo implicado, como querellante o como acusado, en más de 3.500 juicios.

Desprecio por el DerechoNovato en la política, Trump había prometido poner sus talentos de “mayor negociador de la historia” al servicio de Estados Unidos. Anun-ciaba, apenas elegido, que se dedicaría a “rom-per el horrible Acuerdo de Viena” sobre el pro-grama nuclear iraní, así como el Acuerdo de Pa-rís sobre el clima. El hecho de que esas decisio-nes fueran tomadas con total desprecio por el derecho internacional o que los otros firmantes

por Ibrahim Warde*

Teherán, 11-5-18 (Tasnim News Agency/Reuters)

DossierEl desmadre

Trump

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se opusieran le importaba poco. Sus métodos de jefe por derecho divino, así como su ignorancia de la historia y de la diplomacia, se conjugaban con su deseo de deshacer la herencia dejada por su predecesor. Preocupado por romper con las convenciones, confiaría en su instinto y se con-tentaría con transponer al campo de las relacio-nes internacionales las prácticas perfeccionadas durante su carrera de promotor inmobiliario y estrella de la telerrealidad.

El “Plan de Acción Integral Conjunto” fue fir-mado en Viena el 14 de julio de 2015 por Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Fran-cia y Reino Unido), así como por Alemania, des-pués de varios años de duras negociaciones. Por otra parte, fue avalado el 20 de julio de 2015 por la Resolución 2.231 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada por unanimidad. A cambio de una detención del programa de investigación nuclear militar y de controles internacionales que se extenderían hasta 2025, las sanciones im-puestas por el Consejo de Seguridad a la Repú-blica Islámica desde 1995 debían ser progresiva-mente levantadas.

Los beneficios económicos esperados repre-sentaban un componente esencial del Acuerdo. Pero si los intercambios de Irán con el exterior realmente aumentaron, distó mucho del boom que se esperaba tres años atrás, sobre todo a causa del mantenimiento de sanciones anterio-res, adoptadas por el Congreso inmediatamente después de la Revolución Islámica de 1979. Pa-ra gran cantidad de iraníes, la mala fe de Esta-dos Unidos saltaba a la vista: las autoridades de Washington mantenían la ambigüedad sobre la cuestión de las transacciones en dólares con el objeto de desalentar a los inversionistas y a los exportadores potenciales. Para los países expor-tadores, sin embargo, los progresos no eran des-deñables. El monto de las exportaciones france-sas hacia Irán, por ejemplo, se triplicó, pasan-do de 500 millones de euros en el momento del Acuerdo a 1.500 millones en 2017.

Aunque a menudo fue calificado de “Estado canalla”, Irán respetó sus compromisos, como lo atestiguaron el Organismo Internacional de Energía Atómica así como las certificaciones pe-riódicas del gobierno estadounidense. Por otra parte, esto explica por qué el presidente Trump, que asumió sus funciones el 20 de enero de 2017, no denunció el Acuerdo sino el 8 de mayo de 2018. Tanto el secretario de Estado Rex Tiller-son como el general Herbert Raymond McMas-ter, consejero de Seguridad Nacional, admitían los méritos del texto y se oponían a un retiro. So-lo después de haberlos despedido y reemplazado por “halcones”, respectivamente Michael Pom-peo y John Bolton, Trump tuvo libertad de ac-ción. Aunque ninguno de los otros países firman-tes siguió a Estados Unidos en su retiro, la de-cisión de Washington estará cargada de conse-cuencias para sus relaciones con Europa, en vir-tud del restablecimiento de las sanciones contra las empresas estadounidenses o extranjeras que sigan comerciando con Irán.

La cuestión de la aplicación extraterritorial de las leyes de Estados Unidos se remonta a la Guerra Fría. Después de la imposición de la ley marcial en Polonia, el 13 de diciembre de 1981, el presidente Ronald Reagan prohibió en un primer momento que las sociedades estadounidenses participaran en la construcción de un gasoducto que debía alimentar a los países europeos desde Siberia. En junio de 1982, el embargo se extendió a sus filiales, así como a las sociedades extranje-ras que trabajaban bajo licencia estadounidense, aduciendo que la Unión Soviética podría sacar partido de las tecnologías nacionales.

Esta decisión suscitó un clamor de protesta; las medidas de represalia de los Estados euro-peos involucrados obligaron a Estados Unidos a retractarse. Porque si bien Washington poseía el arma de la extraterritorialidad, los países de Eu-ropa podían replicar con leyes de bloqueo que prohibían que sus empresas se sometieran a las leyes extranjeras. Aunque gran aliado del pre-sidente Reagan, Margaret Thatcher, la Primera Ministra británica, se mostró intratable. Declaró

biar mails que transiten por un servidor de ese país, también da origen a las acciones judiciales.

El caso de las sanciones contra Irán, sin em-bargo, no dejó de marcar una ruptura. El mismo día de la denuncia del acuerdo sobre el progra-ma nuclear el nuevo embajador estadounidense en Berlín, Richard Grenell, publicó un tweet en forma de sentencia: “¡Las empresas alemanas que hacen negocios en Irán deben retirarse inmedia-tamente!”. (Luego alegaría que, en su opinión, se trataba de una obligación moral). Por su parte, el nuevo secretario de Estado, Pompeo, prome-tió poner de rodillas a los Estados que ayudaran a Irán, a menos que Teherán consienta en doce con-diciones que son como una capitulación a campo abierto. En una circular de diez páginas, la ofici-na de control de activos extranjeros (Office of Fo-reign Assets Control, OFAC) del Tesoro publicó la lista de las reglamentaciones que deben regir el restablecimiento de las sanciones. Aquellas que son calificadas de “secundarias”, levantadas por

el Acuerdo de Viena, se-rán restablecidas en un plazo de noventa días (es decir, a partir del 6 de agosto) para el sector del automóvil y de cien-to ochenta días (4 de no-viembre) para el sector petrolero. Por decisión de Trump, las socie-dades que se nieguen a someterse a los nuevos reglamentos podrán en-contrarse en una lista de empresas (Specially De-signated Nationals List) cuyos activos serán sus-

ceptibles de ser bloqueados y con las cuales las entidades y los ciudadanos estadounidenses no tienen derecho a tratar.

Durante el Consejo de Sofía, los días 16 y 17 de mayo, los dirigentes europeos declararon su voluntad unánime de permanecer en el Acuer-do –un deseo piadoso–, sin siquiera evocar un recurso ante la OMC. Único anuncio concreto: la puesta en marcha de una ley de bloqueo (vota-da en 1996) que apunta a neutralizar los efectos extraterritoriales de las sanciones estadouni-denses. El ministro de Economía francés Bruno Lemaire propone mecanismos de financiación independientes para las inversiones en Irán y la indemnización de la Unión Europea a las em-presas que pudieran ser víctimas del mecanismo de sanciones secundarias reactivado por Esta-dos Unidos. Pero nada dice que habrá de con-vencer a sus pares europeos, mientras que, para una empresa, el conjunto de estas medidas no tiene peso frente a la amenaza de ser apartada del mercado estadounidense.

Desde su elección, Trump no dejó de tomar distancia de Europa. Su afinidad con los regí-menes autoritarios y su alineamiento con Israel y la mayoría de los Estados del Golfo en todo lo relacionado a Irán permiten presagiar una con-frontación mayor con sus aliados transatlánticos. Pero las lecciones de la historia muestran clara-mente los riesgos del unilateralismo para la he-gemonía estadounidense. Hace un poco más de veinte años, en 1997, tres cercanos consejeros diplomáticos de los presidentes James Carter, George H. W. Bush y William Clinton, respecti-vemente Zbigniew Brzezinski, Brent Scowcroft y Richard Murphy, advertían: “La política de las sanciones estadounidenses unilaterales para con Irán resultó ineficaz, y la tentativa de obligar a los otros a seguir el ejemplo de Estados Unidos fue un error. La intimidación extraterritorial ge-neró tensiones inútiles entre Estados Unidos y sus principales aliados y amenazó el orden inter-nacional del libre comercio que Estados Unidos promovió durante tantas décadas”. g

*Profesor Asociado a la Fletcher School of Law

and Diplomacy (Medford, Massachusetts).

Traducción: Víctor Goldstein

El carácter global del terrorismo, por ejemplo, pareció justificar la vigilancia planetaria de los flujos financieros.

que, por razones de principios, las empresas del Reino Unido debían honrar sus compromisos co-merciales. Invocaba una ley de bloqueo (Protec-tion of Trading Interests Act), votada en 1980, que les prohibía someterse a las intimaciones de Estados Unidos cuando el interés nacional es-tuviera en juego. En Francia, Jean-Pierre Che-vènement, entonces ministro de Investigación e Industria, se apoyó en una ordenanza de 1959 dictada por el general De Gaulle y ordenó a la sociedad Dresser-France, filial de un grupo esta-dounidense de mecánica, que hiciera caso omiso de las intimaciones de su casa matriz. Washing-ton terminó por ceder; las sanciones fueron le-vantadas en noviembre de 1982.

Después de la Guerra Fría, sin embargo, se asistió a una intensificación de las reivindicacio-nes extraterritoriales, con el pretexto de que la globalización debe traer aparejadas reglas comu-nes. Sólo en 1996 Estados Unidos votó dos legis-laciones fundadas en ese principio. La ley Helms-Burton apuntó a las sociedades extranjeras que invirtieran en territorio cubano, mientras que la ley Amato-Kennedy se aplicó a Irán y Libia. La Unión Europea replicó con un dispositivo de blo-queo que prohibió una vez más que toda persona europea física o moral se someta a actos admi-nistrativos, legislativos o judiciales decididos por una potencia extranjera. Por otra parte, entabló un contencioso ante el Órgano de Solución de Di-ferendos de la Organización Mundial de Comer-cio (OMC) con el objeto de impugnar la aplica-ción extraterritorial de esas leyes. La Comisión Europea estableció incluso una lista de empresas estadounidenses susceptibles de ser multadas a su vez por sanciones análogas. Esa determina-ción fue beneficiosa: Estados Unidos aceptó una suspensión de sus dispositivos de sanción en el caso de los europeos, que entonces retiraron sus reclamos frente a la OMC.

La ley del más fuerte¿Qué ocurrió desde entonces? Existió, por cier-to, el efecto 11 de Septiembre. El carácter global del terrorismo, por ejemplo, pareció justificar la vigilancia planetaria de los flujos financie-ros. Votada como consecuencia de los atenta-dos, la ley USA Patriot (Uniting and Strengthe-ning America by Providing Appropriate Tools Required to Intercept and Obstruct Terrorism, “Unir y reforzar a Estados Unidos suministrán-dole las herramientas apropiadas para intercep-tar e impedir el terrorismo”) concedió al Ejecu-tivo prerrogativas suplementarias. Nuevo aspec-to del “privilegio exorbitante” de la moneda es-tadounidense de que hablaba antaño el general De Gaulle. Todas las transacciones en dólares se volvieron pasibles de la ley de Estados Unidos, incluso cuando no ocurrieran en su territorio. Se habló entonces de la era del “cumplimiento de la globalización a la estadounidense”.

Entre diktat y mimetismo, las leyes y prácticas de Estados Unidos se internacionalizaron. Se tra-te de la lucha contra el blanqueo de dinero, con-tra la financiación del terrorismo o de campañas contra la corrupción, las legislaciones adoptadas a través del mundo se calcaron sobre las suyas. A menudo es la Justicia de ese país la que des-encadena las persecuciones y la que sanciona a entidades extranjeras por infracciones cometi-das fuera del territorio nacional. Así, en junio de 2014 el banco BNP Paribas fue condenado a pagar 8.900 millones de dólares al Tesoro estadouni-dense por haber infringido, a través de su filial suiza, los embargos impuestos por Estados Uni-dos a Cuba, a Irán y a Sudán. Estos últimos años, varias multinacionales europeas también caye-ron en las redes del Foreign Corrupt Practices Act (FCPA), una ley de 1977 que prohíbe sobor-nar a dirigentes de terceros países para conseguir contratos. Varias empresas tuvieron que pagar multas importantes, entre ellas la francesa Als-tom (772 millones de dólares en 2014) o la alema-na Siemens (800 millones de dólares en 2008). Basta con una vinculación, incluso mínima, para que la Justicia estadounidense se considere com-petente: en el caso BNP Paribas las transacciones ilícitas estaban denominadas en dólares. Poseer una cuenta en Estados Unidos, incluso intercam-

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Después de varias idas y vueltas pareciera que, finalmente, se realizará el encuentro estadounidense-norcoreano este 12 de junio. Aunque el presidente surcoreano, Moon Jae-in, no escatimó esfuerzos para lograrlo, la distensión entre las dos Coreas una vez más se ve amenazada por los intereses foráneos.

El mundo entero lo veía como un dicta-dor monstruoso, tonto y malo. Sin em-bargo, se mostró sonriente, amable y abierto. En pocos días, el líder de la Re-pública Popular Democrática de Co-rea (RPDC) pasó de ser el “little rocket

man” [hombrecito cohete], según la poco amable expre-sión del presidente estadounidense Donald Trump, a dar la imagen de jefe de Estado responsable, a la altu-ra de su par surcoreano. La ofensiva de seducción que implementó Kim Jong-un, el pasado 27 de abril, cuan-do cruzó la línea de demarcación junto a Moon Jae-in haciendo chistes y riendo fue un éxito rotundo. Actual-mente, una parte de la élite surcoreana roza la “Kim-manía” y el jefe de Corea del Norte ya no es considera-do un paria. Lo que, en definitiva, es un buen escenario para entablar las negociaciones.

El ballet diplomático comenzó su danza después de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeong-chang, en febrero de 2018. El encuentro en el Para-lelo 38, en Panmunjeom, sería seguido por una cum-bre histórica entre los dirigentes norcoreano y esta-dounidense en Singapur, el 12 de junio.

Para entender la magnitud de la transformación, es necesario recordar que, hace menos de un año, Kim Jong-un lanzaba sus misiles al Pacífico y pro-baba sus armas nucleares, mientras que el presi-dente estadounidense lo bombardeaba con tweets

vengativos, y el Consejo de Seguridad de la ONU apretaba las tuercas mediante sanciones. ¿Cómo se explica este vuelco tan grande?

Como cabía esperar, Trump y sus seguidores lo atribuyen al éxito de sus duros métodos (incluyendo las “tweetonadas”) y ven allí la prueba de que su eslo-gan favorito funciona: imponer “la paz por la fuerza”. Así, suponen que fueron las amenazas de un diluvio de fuego sobre Corea del Norte lo que logró doblegar al señor de Pyongyang. La fábula tiene su gracia, pero si esto fuera cierto, la dinastía Kim hubiese entrado en vereda hace tiempo. Por el contrario, el primer misil norcoreano fue producto del rechazo estadouniden-se a conversar con el abuelo, Kim Il-sung, en 1993. La decisión del presidente George W. Bush de rebajar a la RDPC a la categoría de “Estado canalla” y profundi-zar el embargo entre 2002 y 2003 llevó al padre, Kim Jong-il, a fortalecer su programa nuclear.

El hijo apretó el acelerador, mientras que en Seúl el poder conservador (Lee Myung-bak y luego Park Geun-hye, que cumple condena en la cárcel por co-rrupción) le cerraba todas las puertas con la bendi-ción del presidente estadounidense Barack Obama, quien hizo del desarme nuclear un prerrequisito pa-ra la negociación: la mal llamada “paciencia estraté-gica” de la administración estadounidense. Como lo explicó el ex ministro de Unificación surcorea-no Jeong Se-hyun: “No era una política. No se podía

La paz armadaFrágil distensión entre las dos Coreas

esperar que Corea del Norte abandonara las armas atómicas por propia voluntad sin mediar compensa-ción. […] Irónicamente, eso le dio tiempo para per-feccionar su tecnología nuclear” (1).

En definitiva, lo que llevó al dirigente norcorea-no a la mesa de negociaciones no fueron tanto las amenazas como la ruptura con esta estrategia del “todo o nada”. Aunque Trump acostumbra a jugar al belicista, no desestima la diplomacia del paso a paso con tal de dar la espalda a la política de su pre-decesor. “Cada etapa cuenta, aunque el objetivo si-gue siendo el mismo: el desarme completo, com-probable e irreversible. Ese es el objetivo de esta ad-ministración” (2), asegura el secretario de Estado Mike Pompeo; el objetivo y no una condición pre-via. Con cierto énfasis, Pompeo afirma que se trata de una “ocasión sin precedentes de cambiar el cur-so de la historia”. Aunque resulte lamentable, está claro que este vuelco (esperado) no podría haberse dado de no existir el arsenal nuclear de Pyongyang.

Sea como fuere, es probable que la idea de inscri-bir su nombre en la historia por oposición a Obama haya sido fundamental en el cambio de opinión de Trump. Sobre todo porque tiene grandes expectati-vas de conseguir una rápida destrucción de los mi-siles balísticos capaces de alcanzar territorio esta-dounidense. “Tenemos la obligación de abrir las ne-gociaciones para intentar encontrar una solución

por Sung Il-kwon y Martine Bulard*

Carnaval de Niza, 20-2-18 (Jean-Pierre Amet)

DossierEl desmadre

Trump

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pacífica que garantice que los estadounidenses ya no corren peligro”, explicó el secretario de Estado (3).

Detrás de la guerra de los botonesSin subestimar la importancia del probable encuen-tro entre los líderes de Corea del Norte y de Estados Unidos (el primero fue en 1953), el cambio de actitud a ambos lados del Pacífico se debe ante todo a la obs-tinación del presidente surcoreano, a quien Trump reprendió el verano pasado con un tweet: “La estra-tegia de apaciguamiento no lleva a ninguna parte” (3-9-17) (4). Ya en la primavera boreal de 2017, du-rante la campaña presidencial que siguió a la “Revo-lución de las Velas”, esas inmensas manifestaciones que terminaron con la destitución de Park Geun-hye (5), Moon se había comprometido a bregar por la reanudación del diálogo intercoreano. Decir que de-bió superar muchos obstáculos es poco.

Apenas un mes después de asumir, Moon comu-nicó claramente: “Estamos decididos a entablar un diálogo incondicional si Corea del Norte abandona las provocaciones” (6). El anuncio cayó en oídos sor-dos. El 6 de julio, volvió a intentarlo durante una con-ferencia en Berlín. La capital alemana, partida en dos durante la Guerra Fría, no fue una elección casual: diecisiete años antes, en esa misma ciudad, Kim Dae-jung –presidente de 1998 a 2003– definió la “Doctri-na de Berlín”, que llevó al histórico apretón de ma-nos con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-il, en junio de 2000. Fue el gesto inaugural de casi una dé-cada de diálogo e intercambio. Sin embargo, esa “Po-lítica de Rayo de Sol” (sunshine policy) chocó contra la intransigencia estadounidense para finalmente ir-se a pique cuando los conservadores recuperaron el poder en Seúl en 2008 (7).

Moon, colaborador cercano de dos ex presidentes demócratas (Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun), volvió al ruedo en Berlín, dos días después de un nuevo lan-zamiento balístico norcoreano. Allí dijo querer “em-prender un viaje audaz para establecer un régimen de paz en la península coreana en el que el gobierno coreano desempeñara un papel preponderante”. Sus palabras estaban cuidadosamente elegidas: el “via-je” presuponía varias etapas y autonomía respecto de Washington. Además, precisó: “No deseamos el hundimiento de Corea del Norte ni trabajaremos por una reunificación que implique que el Sur absorba al Norte” (8). De ese modo, tranquilizaba tanto a Pyon-gyang como a su propia población, poco afín a una fusión que resultaría dificultosa en extremo.

Por supuesto, el presidente de Corea del Sur no des-conoce el peso decisivo de Estados Unidos, por lo que decidió concederle el despliegue del sistema antimi-siles Terminal High Altitude Area Defense (THAAD), suspendido un mes antes. Sin embargo, teme que pue-da haber intervenciones intempestivas, como las que hicieron fracasar la apertura de la década de 2000. Una época que Moon Jae-in recuerda bien, ya que ocupó varios puestos en el gabinete del presidente Kim Dae-jung y participó en las negociaciones con Corea del Norte. Así, sin esperar luz verde, invitó a la RPDC a participar en los Juegos Olímpicos de Invierno.

Por otra parte, en Berlín también señaló que “se necesitan dos para bailar el tango”. En efecto, nada hubiera sido posible sin la transformación de Kim Jong-un, quien, no se puede negar, había expresado sus deseos para 2018 con la clásica diatriba contra Estados Unidos y había apuntado: “El botón nuclear está en mi escritorio al alcance de mi mano”. Decla-ración que provocó el legendario tweet de Trump: “Yo también tengo un botón nuclear y es mucho más grande y poderoso que el suyo” (3-1-18).

Sin embargo, detrás de la guerra de botones, se per-filaba el cambio. Kim Jong-un dejó de calificar a la Re-pública de Corea de “títere” de Washington y anun-ció: “2017 fue un año de grandes victorias, un año en el que hemos marcado un hito imborrable” (9). Con ello quería decir que su país poseía armas nucleares y que a partir de ese momento podía jugar en las ligas mayo-res. Al poco tiempo, aceptó la invitación a los Juegos Olímpicos y envió una delegación dirigida por su her-mana mayor, Kim Sul-song. El 27 de abril, cruzó la lí-nea de demarcación, consciente de su lugar en el mun-do: “Hoy comienza una nueva historia, un período de paz”, escribió en el libro de visitantes de la Casa de la Paz. Un mes después, anunció con gran pompa el des-mantelamiento del sitio de Punggye-ri, escenario de seis ensayos nucleares desde 2006. Este desaparecerá bajo la mirada de periodistas extranjeros, aunque no

“China es indispensable para la desnuclearización de la península” (15). Kim debió ir en persona a tranqui-lizar a Xi Jinping unos días después.

En cuanto a Moon Jae-in, no solo espera el apoyo político de China, sino también su ayuda contante y sonante. Ambos países acordaron desarrollar la lí-nea ferroviaria que conecta a Seúl con el puerto chi-no de Dandong, pasando por Pyongyang y Sinuiju, una ciudad portuaria de Corea del Norte, a orillas del río Yalu. El presidente de Corea del Sur apues-ta a lo que llama el “nuevo cinturón económico de la península” en busca de nuevos motores de creci-miento que creen empleo (el desempleo entre los jóvenes supera el 11,5%). El cinturón incluye tanto las investigaciones energéticas en el Mar del Este (donde habría petróleo) como los grandes proyec-tos de infraestructura y el auge de vastas áreas tu-rísticas en ambos lados de la frontera.

Dentro del país, Moon reforzó su posición. En víspe-ras de los Juegos Olímpicos, el 70% de los surcoreanos

encuestados había expre-sado su insatisfacción por la creación de un equipo unificado de hockey so-bre hielo que Moon había impuesto. Después de la cumbre de Panmunjeom, el 82% aprobaba sus ac-ciones y el 65% declaraba confiar en Corea del Nor-te para mantener la paz, contra un 14,7% antes de la apertura (16).¿Son demasiado optimis-tas, como creen algunos expertos surcoreanos? Más allá de las declara-

ciones de buenas intenciones, no es seguro que una reunión entre Trump y Kim Jong-un allane el camino para verdaderas negociaciones que permitan estable-cer una hoja de ruta, cuya elaboración, en cualquier escenario, será muy difícil... Lo que abre las puertas a posibles provocaciones en ambos lados del Pacífico. g

1. Entrevista con Lee Jeong-ho y Minnie Chan, “Korea summit could help clarify denuclearisation process ahead of Kim-Trump talks, says South’s ex unification minister”, South China Morning Post, Hong Kong, 25-4-18.2. Entrevista para el canal American Broadcasting Company (ABC) News, 29-4-18.3. Hamish Macdonald, “A bad deal with North Korea is not an option, Pompeo says”, NK News, 2-5-18.4. Véase Martine Bulard, “Corea del Norte atemoriza al mundo”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, noviembre de 20175. Véase Sung Il-kwon, “‘Révolution des bougies’ à Séoul”, Le Monde diplomatique, París, enero de 2017.6. JH Ahn, “Following in Kim Dae-jung’s footsteps? Moon’s June 15 speech, in summary”, NK News, 16 -6-17.7. Véase Philippe Pons, Corée du Nord. Un État-guérilla en mutation, Gallimard, col. “La suite des temps”, París, 2016.8. “Discours du président Moon à la Fondation Körber”, Berlín, 16-7-17, http://overseas.mofa.go.kr.9. Véase Park Jong-hee, “Six things you should know about Kim Jong un’s 2018 new year address”, East Asia Institute, 7-2-18.10. Si bien los especialistas difieren en el número de ojivas nucleares que posee Pyongyang (entre 20 y 60), todos suponen que Corea del Norte domina la fabricación de la bomba y a partir de ahora realizará las pruebas con simulación por computadora. Véanse “Statement for the record: Worldwide threats assessment”, Defense Intelligence Agency, 6-3-18, www.dia.mil y “IAEA director general provides update on North Korea at board of governors meeting”, Organismo Internacional de Energía Atómica, Viena, 11-9-17. También “SIPRI Year Book: Armaments, disarmament, and international security”, Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, 2018.11. Véanse Patrick Maurus, “Corea del Norte, el dragón despierta” y Martine Bulard “La otra cara de Pyongyang”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, febrero de 2014 y agosto de 2015 respectivamente.12. Yi Yong-in, “Pompeo and Bolton offer different stances regarding North Korea’s denuclearization”, The Hankyoreh, Seúl, 1-5-18.13. Véase Rémy Hémez, “Corée du Sud: une puissance militaire entravée”, Monde chinois, N°53, París, abril de 2018.14. Ock Hyun-ju, “Complex calculations over signing peace treaty”, The Korea Herald, Seúl, 2-5-18.15. “China’s role indispensable in resolving North Korea nuclear crisis”, Global Times, Pekín, 14-5-18.16. Encuestas realizadas por Realmeter y publicadas por la agencia de noticias Yonhap, Seúl, 30-4 y 3-5-18.

*Respectivamente, responsable de la edición surcoreana de Le Monde

diplomatique y redactora en Jefe adjunta de Le Monde diplomatique, París.

Traducción: Georgina Fraser

Después de la cumbre de Panmunjeom, el 65% de los surcoreanos declaraba confiar en Corea del Norte para mantener la paz.

de expertos internacionales, quienes no fueron invita-dos. Así no se sabrá qué habrá de real en la actividad que se despliegue en los túneles.

Está claro que la RPDC domina la tecnología y ya no necesita seguir haciendo experimentos subterrá-neos (10). Por eso, el líder de Pyongyang espera tratar a Estados Unidos de igual a igual –el gran sueño de la dinastía Kim– y pasar al segundo pilar de su política, el apogeo económico, para que “el pueblo nunca ten-ga que volver a apretarse el cinturón”, como prome-tió al llegar al poder. Por el momento, todos lo apoyan, incluso el ejército, al que Kim Jong-un hizo “volver al cuartel”, en palabras de uno de los grandes espe-cialistas franceses en la península de Corea, Patrick Maurus; un ejército que era omnipotente bajo el régi-men de su padre. En cuanto a la nueva capa social aco-modada, que ya se vio beneficiada con la flexibiliza-ción de la política económica (11), no caben dudas de que promovió este vuelco estratégico, ya que veía con muy malos ojos la perspectiva de una caída debido al endurecimiento de las medidas de embargo.

Más allá de las declaracionesEl camino hacia la paz parece estar plagado de dificul-tades. Todos están a favor de una “desnuclearización” de la península, pero ninguno de los protagonistas está de acuerdo en sus términos; empezando por los pro-pios estadounidenses. Pompeo cree que es posible fir-mar un tratado de paz que sustituya el armisticio vi-gente desde 1953 y confía en una “posibilidad real de desnuclearización” gracias a “acciones concretas de Corea del Norte” que podrían sugerir un levantamien-to parcial del embargo (12). Por su parte, el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, mano derecha del Presidente, imagina más bien un “escenario al es-tilo libio”, en referencia al ex presidente Muamar Ga-dafi, quien renunció a todo arsenal químico y nuclear en 2003. La suerte que corrió Gadafi, asesinado por los occidentales diez años después, es un pobre incentivo para Kim Jong-un. Incluso cuando, a diferencia del lí-der libio, posee la tecnología que le permitiría volver a la carrera atómica, si fuera necesario. Claro está que los dos negociadores estadounidenses coinciden en el ob-jetivo final: una Corea del Norte purgada de toda bom-ba nuclear, misil y arma química.

Cuando Pyongyang habla de desnuclearizar toda la península, como lo hizo Seúl, se refiere únicamente a la RPDC. La declaración conjunta, adoptada el 27 de abril en Panmunjeom, declara sin ambages: “El Sur y el Norte confirman su objetivo común de constituir una península sin armas nucleares”... Y, por lo tanto, sin paraguas estadounidense. No es tarea fácil, ya que no queda claro cómo Pyongyang podría renunciar a las armas nucleares. Estas constituyen un seguro de vida contra una Corea del Sur que posee el sexto ejér-cito del mundo y que puede disponer de 28.000 GI con armas último modelo (13).

La visión de Pyongyang se apoya en una serie de “etapas progresivas y sincronizadas”. A las conce-siones de Corea del Norte –desmantelamiento de las instalaciones, aceptación del control internacional, etc.– seguirían concesiones de Estados Unidos y Co-rea del Sur: la firma de un tratado de paz en debida forma, la normalización de las relaciones con Esta-dos Unidos, el levantamiento de las sanciones, la re-ducción y luego el fin de los ejercicios militares con-juntos entre Corea del Sur y Estados Unidos. Se trata de una posición muy cercana a la de Seúl.

Por su parte, el presidente de Corea del Sur, lejos de querer romper su alianza histórica con Washing-ton, espera contener el afán autoritario de los nego-ciadores estadounidenses buscando apoyo en... Pe-kín. “El papel de China es vital para establecer la paz en la península”, creyó necesario afirmar un miem-bro del gabinete presidencial (14). Una precisión tan-to más útil cuanto que el comunicado de Panmunjom indicaba que las negociaciones para llegar a un trata-do de paz se harían “de a tres (las dos Coreas y Esta-dos Unidos) o de a cuatro (con China)”. En Seúl, atri-buyen esta imprecisión a los “proestadounidenses de Pyongyang”, que esperan emanciparse (un poco) de la tutela económica china apostando a Washington, así como sus antepasados habían puesto sus fichas en Rusia y luego en China –en ese entonces hermanas enemigas– para mantener su independencia. Hete aquí al menos un punto de contacto con los líderes es-tadounidenses, que buscan contener el poder chino en la región. Como respuesta, Pekín recordó, en un mordaz editorial del periódico oficial Global Times:

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“El fracaso, son los otros…”

Confrontados a un desastre electoral, los dirigentes políticos suelen revisar sus decisiones. No es el caso de los socialistas franceses tras el fracaso de 2017. En sus Memorias, el ex presidente François Hollande y otros influyentes colaboradores muestran su incapacidad para imaginar una estrategia distinta a la que los condenó.

Las lecciones del socialismo francés

por Serge Halimi*

gos”, a sus “pequeños odios reconcen-trados”, al “izquierdismo” de los con-testatarios del PS.

Para esa época, los socialistas identi-ficaban fuera de sus filas al enemigo. A su izquierda, para ser más exactos. Por eso, Cazeneuve nos confiesa que on-ce días antes de la primera vuelta de la elección presidencial de 2017, “François Hollande expresó su preocupación por el ascenso en los sondeos de Jean-Luc Mélenchon”. “No es difícil pensar que debamos combatirlo”, opina enton-ces su primer ministro, de quien ten-deríamos a imaginar que se regocijaría más por el estancamiento de la extre-ma derecha. En la pareja del Ejecutivo, la aversión por lo que denomina “la iz-quierda radical” prevalece sobre lo de-más. Según el ex presidente, esta “no forja ningún sistema alternativo, no tie-ne propuestas creíbles ni aliados; es el adversario soñado del capitalismo”.

Teorización de la impotencia¿Acaso sigue teniendo sentido opo-nerse al capitalismo si uno es socialde-mócrata? Leer los libros de los señores Hollande y Cazeneuve –o el de Pierre Moscovici, quien en el quinquenio pa-sado, precedió a Macron en el Ministe-rio de Economía (5)– disipa la menor duda, al menos sobre este punto. Los tres autores no ven jamás en su resul-tado electoral –o social– un castigo a su adhesión al neoliberalismo. Apenas si conceden torpezas de método, errores de ritmo o una falta de “pedagogía”. Se refieren con desprecio a las objeciones de fondo a su “política de la oferta” o a su sumisión a las preferencias de Ange-la Merkel (“discursos”, “encantamien-tos”, “invectivas”), en lugar de discu-tirlas. Moscovici deja al descubierto, si bien de un modo implícito, el encie-rro intelectual –¿la esclerosis?– de sus amigos políticos: “Algunos nos lo re-criminarán, pero nosotros ni siquie-ra debatimos [la prioridad acordada a la reducción de los déficits] y desde un principio, optamos por Europa”. El asunto lo fastidia, pero no por el moti-vo que podríamos imaginar: “Nadie nos da crédito por ello, y eso es una injus-ticia”. Terrible injusticia es, sin duda, que no se les “de crédito” por una deci-sión estratégica efectuada sin debate. Y en sentido contrario a los compromisos electorales asumidos ante el país.

En efecto, Hollande había anuncia-do lo siguiente en su discurso de Le Bourget (22-1-2012): “En relación a Europa, si los franceses me eligen, mi primer viaje será para reunirme con la canciller de Alemania, para decirle que debemos modificar juntos la orienta-ción de Europa, en el sentido del cre-cimiento y la realización de grandes obras”. Balance: cero. En un libro-acusación, su ex consejero Aquilino Morelle manifiesta, en relación a es-te asunto, que “desde febrero de 2012, exactamente después de su discurso de Le Bourget, Hollande envió dentro del mayor secreto a Emmanuel Ma-cron a Berlín, para reunirse con Niko-laus Meyer-Landrut, consejero de An-gela Merkel sobre Asuntos Europeos, y por su intermediación, tranquilizar a la canciller sobre sus reales intenciones” (6). Merkel nunca más tuvo motivo de preocupación.

Tampoco en este aspecto se arre-piente Hollande de nada: “Hasta ese momento, nos amparaba la idea de ‘otra Europa’ que cumpliría los criterios del socialismo. ¿Pero con quién construir-la? […] Mi experiencia me confirmó en esta certeza: ya no se trata de soñar una

Hace doce años, François Hollande, entonces secre-tario general del Partido Socialista (PS), aprendía las lecciones de la derrota

de Lionel Jospin en la primera vuelta de la elección presidencial de 2002. Y apremiaba a todas las formaciones ubi-cadas a la izquierda del PS “a no dejar a la socialdemocracia sola consigo mis-ma”. Porque si así ocurriera, temía que los “dos ríos” de la izquierda, el suyo y el más radical, “nunca se reunieran, ni siquiera en ocasión de las confluencias electorales” (1). Eso no estaba tan mal visto… Durante cinco años, Hollande, elegido Presidente de la República en 2012 gracias a la fuerza del rechazo que despertó su predecesor, gobernó solo, y tuvo a su disposición todas las palancas

Investidura de la candidatura de François Hollande para las presidenciales de 2012, París, 22-10-11 (Frédéric Legrand/Shutterstock)

políticas. Al final de ese camino, “de-cepcionó” tanto que en abril de 2017, Benoît Hamon, candidato oficial de su partido, cosechó apenas –con el apoyo de los ecologistas– el 6,3% de los votos. En efecto, la mayoría de los electores de Hollande en 2012 se volcaron ha-cia Emmanuel Macron o Jean-Luc Mé-lenchon (2). En los últimos cincuenta años, la distancia entre los “dos ríos” nunca había sido tan grande.

Desde el momento en que algunos de los principales actores del quinquenio pasado tomaron la pluma para entre-gar sin demora una crónica del mismo –el ex primer ministro Bernard Caze-neuve (3)– o extraer “las lecciones” del mismo –el ex presidente Hollande (4)–, habríamos podido esperar de sus obras alguna autocrítica de fondo. Mas en va-

no. En sus Memorias, Cazeneuve no di-ce casi nada de sus “ciento cincuenta días de tensión en Matignon”, salvo su observación de los “espectaculares re-sultados del régimen alimentario” de Martin Schulz, entonces presidente del Parlamento Europeo. O un pormenori-zado informe de sus sensaciones olfa-tivas cuando, en un bosque, aspira “los aromas a tierra mojada, que son como promesas para los nuevos brotes de la próxima primavera”. No hay rastro, en su testimonio, de una esperanza (a no ser botánica), de una gran ambición, ni –a decir verdad– de proyecto alguno. Cazeneuve gobierna, eso es todo. Pre-side reuniones, inaugura locales, emite discursos. Y cuando nada funciona, lo cual ocurrió a menudo, atribuye su im-popularidad a la división de sus “ami-

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nueva Europa. Se trata de saber si hay que irse o quedarse. Ya no hay medias tintas”. El actual comisario europeo para los Asuntos Económicos, Mos-covici, apoya esa teorización de la im-potencia: “A riesgo de decepcionar, no alimentaré las ilusiones de nadie […]. La Europa social –otro leitmotiv– se-guirá siendo una hermosa intención, mientras no rompamos con la regla de la unanimidad”. Pero para ello, habría que renegociar los tratados, alternativa que descarta, tajantemente…

Y ese no es el único impedimento, o el único pretexto que habilita a no hacer nada. “El poder de los mercados, con los que debimos contemporizar” –para re-tomar los términos del ex presidente–, también encontró insistentes portavo-ces en el aparato de Estado. La descrip-ción intimidante que ofrece Moscovici de la administración que él dirigió per-mite comprenderlo. Al describir el po-der absoluto de Bercy (Ministerio de Economía y Finanzas), sus “16.000 fun-cionarios, más de cinco veces el número de efectivos de la Comisión Europea, o el equivalente de una ciudad como Nî-mes”, el ex ministro declara sin vueltas (en un estilo sin duda perfectible): “Esta administración es la más convencida de que Francia es quien tiene muchísimo para ganar de la integración europea”.

Semejante convicción viene acom-pañada de algunas otras, al menos igual-mente problemáticas, para un eventual gobierno realmente de izquierda: “La administración de las finanzas puede parecer arrogante, dura, rígida e inclu-so hostil a los proyectos políticos pro-gresistas. Su inclinación espontánea la orienta más al conservadurismo. Lo mismo ocurre con los recursos presu-puestarios, con su tendencia a recortar en primer lugar todas las políticas pú-blicas con fines sociales, ecológicos o educativos, y con muchas normativas del Tesoro, que en nombre de la exigen-cia de las reformas estructurales, siem-pre van en el sentido del liberalismo económico y la desregulación”.

Podemos imaginar que un Estado entregado a semejantes manos no es proclive a imponer la senda del sufra-gio universal a los grandes industriales extranjeros. Y por otra parte, ¿sigue te-niendo los medios para hacerlo? El re-lato según el cual Hollande se exime de haber incumplido su promesa electoral de reabrir los altos hornos de Lorena, cerrados por ArcelorMittal, permite dudarlo: “Considero necesario esta-blecer con él [Lakshmi Mittal] una re-

lación de firmeza. Le pido que busque un comprador, y si no lo encuentra, le doy a entender que el Estado está dis-puesto a nacionalizar las actividades de Florange, obligando así a Mittal a desprenderse de esta. Con su dulce voz, Lakshmi Mittal responde que en ese caso, deberíamos adquirir todos los otros sitios franceses del grupo, en los que dan empleo a unos 20.000 trabaja-dores. Porque se retirará del país”. La dulzura le ganó a la “firmeza”: Floran-ge no fue nacionalizada.

Los verdaderos adversariosEl episodio del impuesto de un 75% para los salarios altos proyecta aun más luz. A principios de 2012, cuando su campa-ña patina y teme que Mélenchon lo al-cance, Hollande decide izquierdizar su línea. Para dar contundencia a la denun-cia de su “verdadero adversario, el sec-tor de las finanzas”, ratifica la propues-ta, adelantada por uno de sus conseje-ros (7), de una carga impositiva extraor-dinaria para los ingresos superiores a un millón de euros por año. Moscovici descifra la maniobra: “François Hollan-de, como buen táctico, quiso evitar que se produjera en 2012 lo que pasaría en 2017. Es decir, el ascenso de una izquier-da nacionalista, de tónica populista”.

Una vez ganada la elección, se pro-puso aplicar una idea, aunque presintió “que iba a ser un poco radioactiva”. Y esta vez, no fue Mittal sino Bernard Ar-nault quien se plantó. El hombre más ri-co de Francia alecciona al nuevo minis-tro de Economía. “El dueño de LVMH –relata Moscovici– me dice, en suma: ‘Si usted aplica el 75% a todos los in-gresos superiores al millón de euros, yo deslocalizaré a todos mis empleados je-rárquicos. Porque si quiero atraer crea-dores a Francia, no puedo pagarles ade-cuadamente, con su 75%. Todo el mun-do se irá. Así que, esa medida no pue-de aplicarse en absoluto’”. Moscovici comenta: “¿Renunciar a ello por orden de Bernard Arnault? ¡Inimaginable! Era una de las medidas –había pocas– que habían causado conmoción en la cam-paña, y sin duda, había sido necesaria para… ganar la elección”. ¿Inimagina-ble? No tanto, puesto que a continua-ción, el ex ministro añade: “Nos apre-miaba enterrar ese argumento electo-ralista. Tanto, que no nos molestó que el Consejo Constitucional lo censura-ra”. La Comisión Europea, Alemania, el Ministerio de Economía, el Consejo Constitucional: los intereses del capital parecen no carecer nunca de abogados

poderosos. Más seguros incluso de ga-nar por tener frente a sí a unos socialis-tas llenos de dulzura hacia ellos…

Hollande tituló sus memorias Las lecciones del poder. Nosotros podemos extraer otras, distintas a las suyas (8). En su historia, los socialistas rara vez cedieron tanto a las exigencias de los industriales y las finanzas, como en el último quinquenio. Dispusieron unos

“Armado de un lápiz y una goma”

En sus Memorias, el ex presidente francés François Hollande, dubitativo o impotente sobre los grandes temas europeos, cuenta cómo, cuando tuvo que proceder a la redefinición de las regiones francesas,

decidió majestuosamente.

Procedo a las consultas indispensa-bles, asocio al primer ministro con los principales ministros en funcio-nes. Pero al fin y al cabo, debo ejecu-tar yo mismo el arbitraje definitivo. Despliego el mapa de Francia sobre la gran mesa de mi escritorio, y arma-do de un lápiz y una goma, luego de haber escuchado las opiniones más divergentes, propongo al Parlamen-to una nueva división administrativa de la nación. Bretaña no quería fusio-narse con los Países del Loira, Langue-doc-Roussillon se negaba a casarse con Mediodía-Pirineos, Alsacia quería quedarse sola, Picardía prefería unir-se con Norte-Paso de Calais. Tomo en cuenta algunas demandas. Descar-to otras. La oposición fustiga “la ar-bitrariedad”, la “lógica oscura” de al-gunas anexiones, la restricción de las responsabilidades del departamento, y el cuestionamiento de la comuna. Pero enseguida el debate se detiene por sí solo. […] Así fue cómo se decidió y aplicó la mayor reforma territorial desde las leyes de descentralización de 1982. g

François Hollande, Les Leçons du pou-voir, Stock, París, 2018.

onerosos descuentos fiscales en bene-ficio de los empresarios (“Pacto de Res-ponsabilidad”) con una “Ley del Tra-bajo” que desbarató los derechos de los trabajadores. Ninguna de esas dos medidas fundamentales figuraba en el programa del candidato elegido. Pese a estas obsecuencias, las clases altas, que el PS descontaba seducir de esa ma-nera, lo echaron y pusieron a Macron, quien por su parte, no disimula su jue-go ni la clientela a la que sirve. Es per-ceptible que tanta ingratitud abruma, a veces, a los dirigentes socialistas. “Yo no recuerdo, pese a unas decisiones tan extraordinariamente beneficiosas, un solo comunicado, ni una sola expresión positiva, sin reservas, de parte del Me-def o la CGPME (9) –se lamenta Mos-covici–. Esa hostilidad de los ámbitos económicos se mantendría constante y sin reservas, durante todo el quinque-nio. ¡Ellos nunca le dieron una oportu-nidad al gobierno!”.

Aunque ciertamente no sea la inten-ción de los autores de las obras, estas confirmarán a muchos lectores la ne-cesidad de identificar a los verdaderos adversarios de una política de izquier-da. No para convencerlos, sino para vencerlos. g

1. Véase Serge Halimi, “Quand la gauche de gouvernement raconte son histoire”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2007.2. Según Jérôme Fourquet, Hamon recolectó apenas un 16% de los votos de Hollande en la primera vuelta de 2012, Macron un 48%, Mélenchon un 26% (“Sur la gauche radicale: le vote Mélenchon”, Commentaire, París, otoño de 2017).3. Bernard Cazeneuve, Chaque jour compte. Cent cinquante jours sous tension à Matignon, Stock, París, 2017.4. François Hollande, Les Leçons du pouvoir, Stock, 2018.5. Pierre Moscovici, Dans ce clair-obscur surgissent les monstres. Choses vues au cœur du pouvoir, Plon, París, 2018.6. Aquilino Morelle, L’Abdication, Grasset, París, 2017.7. Aquilino Morelle, quien por otra parte confirma en su libro que se inspiró en un artículo de Le Monde diplomatique sobre el tope a las fortunas.8. Véase Serge Halimi, Quand la gauche essayait. Les leçons du pouvoir (1924, 1936, 1944, 1981), Agone, Marsella, 2018 (1ª ed.: 2000).9. Dos organizaciones patronales, el Movimiento de Empresas de Francia y la Confederación General de las Pequeñas y Medianas Empresas.

*Director de Le Monde diplomatique.

Traducción: Patricia Minarrieta

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La batalla de la paz en el País Vasco

Tras medio siglo de lucha armada, marcada por numerosos atentados y varios intentos de resolver pacíficamente el conflicto, la organización vasca ETA anunció su disolución. El gobierno español apuesta a una derrota total de los independentistas, y su negativa a cualquier gesto de conciliación podría impedir que se cierren las heridas.

Tras la disolución de ETA

por Laurent Perpigna Iban*

zález y miembros de ETA en Argel en 1989; acuerdos Lizarra-Garazi, en 1998, que implicaron a sindicatos, partidos y asociaciones de ambos lados de la fron-tera; y por último, las negociaciones ini-ciadas en 2005 entre ETA y el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (véase la cronología adjunta). Si bien los con-textos de dichos fracasos difieren, ETA siempre se refugió tras el inmovilismo de las autoridades españolas para justificar la continuación de los atentados.

En un contexto internacional de abandono de la lucha armada, parti-cularmente en Irlanda del Norte, la iz-quierda abertzale (patriota) inició, sin embargo, desde los años 80, una profun-da reflexión estratégica. Comprome-tiéndose plenamente en el juego demo-crático y rechazando la violencia, Eus-kal Herria Bildu (EH Bildu) se ha vuel-to así la segunda fuerza política en el Parlamento Vasco de España. Al mismo tiempo, varias organizaciones pacifistas como el Centro Henri Dunant para el Diálogo Humanitario (Suiza) y la Fun-dación Berghof (Alemania) cumplieron el papel de mediadores entre los prota-gonistas del conflicto.

El 17 de octubre de 2011, seis persona-lidades de renombre se reunieron en San Sebastián para examinar metódicamente los fracasos previos y proponer un nue-vo escenario. Asistieron a esta Conferen-cia de Aiete (nombre del antiguo palacio del dictador español Francisco Franco) el ex secretario general de las Naciones Unidas y premio Nobel de la Paz Kofi An-nan, Gerry Adams, Jonathan Powell, los ex primeros ministros Bertie Ahern (Ir-landa) y Gro Harlem Brundtland (No-ruega), así como el francés Pierre Joxe. Allí presentaron una lista con cinco reco-mendaciones para “impulsar un proceso de paz” y propusieron su mediación. La primera recomendación, negociada pre-viamente, llamaba a ETA “a declarar pú-blicamente el cese definitivo de toda ac-ción armada y a solicitar el diálogo con los gobiernos de España y de Francia”. Tres días más tarde, ETA anunciaba el fin de sus acciones armadas.

Una delegación de la organización acu-dió a Oslo en el más estricto secreto. Allí esperarían durante dieciocho meses un diálogo con emisarios españoles. El Esta-do noruego, que desempeñó un rol crucial en el proceso, comprendió rápidamente que el nuevo gobierno español, resultante de las elecciones legislativas anticipadas del 20 de noviembre de 2011, no respon-dería. El nuevo jefe de Gobierno conser-vador, Mariano Rajoy, y su Partido Popu-lar (PP) no tenían ninguna intención de negociar: mientras que ETA se mostraba más debilitada que nunca, Madrid con-centraba sus esfuerzos en reprimir y pro-clamar su “victoria contra el terrorismo”. La delegación vasca dejó Noruega y volvió a la clandestinidad.

A pesar de todo, la Comisión Interna-cional de Verificación del Alto el Fuego en el País Vasco (CIV), creada en septiembre de 2011 por iniciativa de Brian Currin, in-formaba, durante la primavera de 2012, sobre la firme voluntad de desarme por parte de ETA. El gobierno español, por su lado, manifestaba su descontento de-clarando en mayo de 2012, a través de las palabras del ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, “no necesitar verificado-res internacionales”. En efecto, la lucha contra ETA resultó ser un valioso instru-mento para unir al país detrás de sus ins-tituciones. En lo que respecta a Francia, la llegada al poder de Manuel Valls, en 2012, como ministro del Interior, y luego, en 2014, como primer ministro, reconfortó a Madrid en su intransigencia.

Fue un acto solemne. El 4 de mayo de 2018, personalidades del mundo entero acudieron a la Villa Arnaga de Cambo-les-Bains, en los Pirineos Atlánti-

cos, con motivo del Encuentro Interna-cional para avanzar en la resolución del conflicto en el País Vasco (1). En un deco-rado digno de postal, fueron recibidas por Jean-René Etchegaray (Unión de los De-mócratas e Independientes, UDI), presi-dente de la comunidad de aglomeración del País Vasco, y por el abogado sudafrica-no Brian Currin (2). Durante el acto, Ge-rry Adams, ex líder del partido nacionalis-ta irlandés Sinn Féin, se mantuvo al lado de Jonathan Powell, jefe de gabinete del primer ministro británico Anthony Blair durante las negociaciones con el Ejército Republicano Irlandés (IRA) a fines de los años 90, y de Michel Camdessus, ex direc-

Guernica, 21-10-11 (Vincent West/Reuters)

tor general del Fondo Monetario Interna-cional (FMI). Todos fueron a confirmar su apoyo al proceso de abandono de la lucha armada, iniciado en octubre de 2011 en el Palacio de Aiete de San Sebastián, y a eva-luar el camino recorrido desde entonces por Euskadi Ta Askatasuna (ETA: “País Vasco y Libertad”, en vasco), que acababa de anunciar su disolución definitiva me-diante la declaración del inasible militan-te histórico Josu Urrutikoetxea.

La decisión fue tomada al cabo de un lar-go debate interno. De 1.077 militantes que participaron de la consulta, 997 se pronun-ciaron a favor de la disolución: “ETA quiere poner fin a un ciclo en el conflicto que en-frenta al País Vasco con los Estados y que estuvo caracterizado por el uso de la vio-lencia política […]. ETA nació del pueblo, y ahora, se disuelve en él”, afirmaba en su último comunicado del 3 de mayo de 2018.

Algunos días antes, la “organización socialista revolucionaria vasca de libera-ción nacional” había reconocido su “res-ponsabilidad directa” en el “sufrimiento desmedido” y los “daños irreparables” causados durante el conflicto. “Creo que esta declaración ha sorprendido a mu-cha gente, porque va más allá de lo que se esperaba. Era indispensable el recono-cimiento de la responsabilidad y las dis-culpas respecto del tema de las víctimas y sus familias”, explica Iñaki Egaña, histo-riador vasco (3).

Desarme“Hacer la paz requiere de un largo ca-mino”, recordó Gerry Adams en la Vi-lla Arnaga. Desde hace casi treinta años, hubo varios intentos fallidos de conci-liación: negociaciones bilaterales entre emisarios del gobierno de Felipe Gon-

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Ante el rechazo de ambos Estados de organizar o de facilitar aquella iniciativa, diversos actores de la sociedad civil fran-cesa tomaron las cosas en sus manos. El 16 de diciembre de 2016 en Luhuso, Pirineos Atlánticos, la escena se tornó grotesca. Al cabo de un gran operativo policial franco-español, el ministro del Interior Bruno Le Roux se refería en un comunicado a “un nuevo golpe duro para ETA”. Un viticul-tor, una periodista, el presidente de la Cá-mara de Agricultura, un videasta, un mi-litante ecologista: las cinco personas de-tenidas eran en realidad “artesanos de la paz” que pretendían llevar a cabo la neu-tralización y la entrega de una parte del stock de armas de ETA. El presidente de honor de la Liga de los Derechos Huma-nos Michel Tubiana –que debía participar de la entrega– denunció “una gran men-tira: evidentemente, ni las autoridades francesas ni las españolas quisieron pre-sentar las cosas tal cual son”.

Al día siguiente, miles de personas –entre ellas, cientos de representantes políticos de distintos partidos– bajaron a las calles de Bayona. El gobierno francés fue objeto de fuertes críticas. “Lo que hi-cimos era tan legítimo que esta situación absurda le planteó un problema al Estado francés: teníamos una organización ar-mada que quería desarmarse, y dos Esta-dos que le impedían hacerlo”, comentaba uno de los cinco militantes, el altermun-dialista vasco Jean-Noël “Txetx” Etche-verry. La neutralización del arsenal era no obstante esencial en un contexto de ame-naza yihadista: toneladas de armas y de municiones seguían ahí afuera, en el su-doeste de Francia.

Fue el comienzo de una discordia en-tre París y Madrid que estallaría a puer-tas cerradas durante la cumbre franco-española de Málaga, el 20 de febrero de 2017. “París transmitió el mensaje de que, a partir de esa fecha, Francia no pondría más obstáculos a la entrega de las armas por parte de ETA”, resume Iñaki Egaña. La credibilidad del desarme unilateral de ETA fue luego asegurada por diver-sas instituciones, como el grupo de reso-lución de conflictos del Vaticano, y tuvo como punto cúlmine la entrega a las au-toridades francesas, el 8 de abril de 2017, de 3,5 toneladas de armas, al término de una jornada histórica y singular: eran ci-viles los que acababan de efectuar el des-arme de ETA. Sin querer, Rajoy ofreció a la organización una salida simbólica que se inscribía directamente en su ideal re-volucionario original: ETA le devolvía al pueblo las armas que había tomado para defenderlo.

El riesgo del revanchismoDesde entonces, el final de la trayecto-ria de ETA se ha convertido en un desa-fío político. Las heridas abiertas de una sociedad española polarizada complican la reconciliación, más aun cuando algu-nas asociaciones como el Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (COVITE) y la Asociación Francesa de Víctimas del Terrorismo (AFVT) ejercen una presión constante sobre el gobierno

de Madrid. Una amplia parte de la socie-dad española acusa a ETA de reescribir la historia y de simular su disolución. Pa-ra Rajoy, no fue el proceso de paz, sino la presión policial lo que precipitó el fin de la organización: “Hoy, los protagonistas no deben ser los asesinos, sino las vícti-mas. Las investigaciones sobre los críme-nes de ETA continuarán; esos delitos se-guirán siendo juzgados y se seguirán eje-cutando las condenas”, declaró el jefe del Gobierno español durante el Encuentro de Cambo-les-Bains.

En Villa Arnaga, quienes participa-ron de la reunión insistieron sobre la si-tuación de las decenas de personas que siguen prófugas y de los 279 prisioneros sometidos a una política penitenciaria de excepción: “La dispersión y la lejanía difi-cultan las visitas. Es una manera de sepa-rar a los presos de sus familias, lo cual vio-la el derecho al respeto de la vida privada y familiar”, declara Maritxu Paulus-Basur-co. Esta abogada defiende desde hace va-rios años a presos gravemente enfermos,

que, según ella, son “rara vez liberados”. Unai Arkauz, de 24 años, nunca vio a

su padre en otro lado que no fuera detrás de las rejas: “El costo humano y financie-ro para mi familia es enorme, sin contar los obstáculos encontrados, como cuando nos enteramos, después de haber recorri-do unos mil kilómetros, que mi padre ha-bía sido transferido al otro extremo de Es-paña”. El Movimiento para la Amnistía y contra la Represión (Amnistia Ta Askata-suna, ATA), creado en 2014, se arraigó en ese contexto. Si bien es minoritario, ATA considera difícil “conseguir la paz cuando hay prisioneros de guerra que mueren en la cárcel”, como explica uno de sus porta-voces, Sendoa Jurado. “Si no se resuelve el problema de fondo de España, esta situa-ción se reproducirá. El ejemplo catalán es revelador: hay gente presa por delito de opinión. Frente a cualquier resistencia, ya sea violenta o pacífica, el Estado espa-ñol responde reprimiendo”. Considerado actualmente como el movimiento más ra-dical, el ATA tiene una mirada muy críti-ca respecto de los partidos abertzale, los cuales habrían “abandonado la reivindi-cación histórica por la amnistía de los pri-sioneros en favor de la reivindicación por el acercamiento”.

Poco prolijo en esta cuestión, el Estado francés procedió sin embargo a una leve flexibilización de su política al transferir a unos diez prisioneros hacia estableci-mientos donde están más cerca de sus fa-milias. La senadora Frédérique Espagnac insiste: “El trabajo de negociación sobre el acercamiento comenzó durante el gobier-no socialista, dos años antes de finalizar el mandato de Christiane Taubira [ministra de Justicia entre 2012 y 2016], y me alegra que el gobierno actual haya tomado el rele-vo”. Por su parte, Rajoy permanece inflexi-ble e incluso declaró a principios de mayo: “Los terroristas no ganaron nada matan-do ni dejando de matar hace algunos años. Tampoco conseguirán nada anunciando su disolución. […] No habrá impunidad”.

“Cuando se pretende obtener una vic-toria total, se corre el riesgo de que vuel-va a aparecer el conflicto, como pudimos verlo en muchas otras situaciones”, afir-maba la declaración final de Cambo-les-Bains. En ausencia de justicia transicio-nal, la posición española presenta el ries-go de complicar el trabajo necesario de verdad y reconciliación. ETA mató a 837 personas, entre las cuales, según la asocia-ción COVITE, 358 en circunstancias aún no aclaradas. Las familias aguardan su es-clarecimiento. Muchas preguntas siguen sin respuesta también del lado de los in-dependentistas, en particular respecto de los 4.113 casos de tortura registrados des-de 1960 (4), así como de los asesinatos no dilucidados del período durante el cual los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) hicieron estragos. Entre 1983 y 1987, esos comandos paramilitares dirigi-dos por Madrid eliminaron a varias dece-nas de militantes vascos, particularmente en suelo francés. Cesaron sus actividades a cambio de la colaboración antiterrorista entre los dos países, instaurada por Char-les Pasqua, por entonces ministro del In-

Un interminable adiós a las armas Julio de 1959. Bajo el régimen dictatorial del general Francisco Franco, estudiantes inspirados por los movimientos de libe-ración revolucionarios fundan Euskadi Ta Askatasuna (ETA).

Junio de 1968. Primera víctima de ETA: un guardia civil asesinado cerca de San Sebastián.

Diciembre de 1973. Primer ataque de ETA en Madrid: asesinato del almirante Carre-ro Blanco, sucesor designado de Franco.

Noviembre de 1975. Muerte de Franco, democratización de España. Los prisione-ros de ETA son amnistiados, pero la organi-zación continúa con los atentados.

Marzo de 1980. Los nacionalistas mode-rados ganan las primeras elecciones en el Parlamento Vasco, creado por el nuevo Estatuto de Autonomía.

Diciembre de 1983. Creación de los Gru-pos Antiterroristas de Liberación (GAL).

Enero de 1989. ETA anuncia su primera tregua y negocia en Argel con emisarios del gobierno de Felipe González. Pero el diálogo se bloquea y ETA rompe la tregua.

Julio de 1997. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, joven consejero mu-nicipal vasco del Partido Popular, provoca una ola de indignación.

Septiembre de 1998. Acuerdos de Lizarra-Garazi. ETA decreta un alto el fuego total e ilimitado. Pero el proceso vuela por los ai-res en noviembre de 1999.

30 de diciembre de 2006. El atentado de Madrid marca el fracaso de las últimas negociaciones con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

17-20 de octubre de 2011. Tres días después de la Conferencia Internacional por la Paz en Aiete, ETA anuncia el fin de la lucha armada y llama al diálogo con Francia y España.

8 de abril de 2017. Ante el inmovilismo de los Estados francés y español, actores de la sociedad civil organizan el desarme de ETA.

20 de abril de 2018. En un comunicado, ETA reconoce su responsabilidad directa y pide perdón.

3 de mayo de 2018. Disolución de la or-ganización. g

terior. Aún sigue estando muy presente el caso más reciente del militante de ETA Jon Anza, cuyo cuerpo fue encontrado en 2010 en la morgue de un hospital de Tou-louse, diez meses después de haber lle-gado allí, razón por la cual fue imposible identificar la causa de su muerte.

Figura histórica de la izquierda abert-zale, Arnaldo Otegi advierte: “El conflic-to político vasco es anterior a la creación de ETA, por lo que no se detendrá tras su disolución. Nuestro país tiene derecho tanto a la paz como a la libertad”. Etche-verry abunda en el mismo sentido: “La capacidad de movilización y de organi-zación de la juventud y la población vas-ca es bastante excepcional en Europa. El día de mañana, podría constituir una fuerza de ruptura, municipalista, solida-ria y feminista de primer orden”.

“Construir la paz es mucho más difí-cil que hacer la guerra”, declaraba Gerry Adams en Villa Arnaga. El camino será tanto más difícil cuanto que varias de las razones que condujeron a una parte del pueblo vasco a comprometerse en el com-bate por el derecho a la autodetermina-ción persisten. Al adoptar una actitud re-vanchista, el Estado español, que durante mucho tiempo utilizó el rechazo al terro-rismo para despolitizar el conflicto, y que está teniendo que hacer frente a las reivin-dicaciones de autonomía de Cataluña, co-rre el riesgo de encontrarse de cara a un segundo proceso soberanista. g

1. Coorganizado por el Grupo Internacional de Contacto (GIC), el Foro Social Permanente y la plataforma Bake Bidea (Camino de la Paz).2. Precursor de las comisiones Verdad y Reconciliación en su país. Véase Brian Currin, “Elegir la paz en el País Vasco”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, junio de 2011. 3. Véase Iñaki Egaña, El desarme. La vía vasca, Txalaparta, Tafalla, 2018.4. Según el Departamento de Derechos Humanos y Convivencia del gobierno vasco.

*Periodista.

Traducción: Victoria Cozzo

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Longevidad, los límites de una esperanza

Una vida cada vez más larga: tal era la promesa de los progresos sociales y médicos alcanzados desde la Segunda Guerra Mundial. El aumento continuo en la esperanza de vida permite fundamentar numerosas políticas, particularmente la postergación de la edad de la jubilación. Sin embargo, no todo es alentador.

¿Cuánto vivirán nuestros hijos?

por Claude Aubert*

En Francia, como en la mayo-ría de los países europeos, los pronosticadores anuncian un aumento continuo de la espe-ranza de vida. Desde luego,

este crecimiento sería menos rápido que en el curso de las últimas décadas, pero podría conducir a una longevidad de 93 años para las mujeres y de 90 años pa-ra los hombres en 2070, según el “esce-nario central” del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos de Francia (1). Las proyecciones no dejan de ser un ejercicio peligroso (2), dado los numerosos datos desconocidos ta-les como la evolución del contexto social y ambiental. En el pasado, cada vez que los demógrafos lo intentaron, se equivo-caron al prever aumentos inferiores a lo que realmente ocurrió. En la actualidad, ¿no caerían acaso en el error inverso?

En los últimos tiempos, incluso, va-rias regiones del mundo tuvieron epi-sodios de derrumbe de la esperanza de vida, generalmente pasajeros y debidos a perturbaciones políticas o a enferme-dades que no se sabía combatir. Esto ocurrió en África Oriental y del Sur tras la aparición del sida, pero también, pa-ra los hombres, en los países del viejo bloque comunista después de la caída del Muro de Berlín en 1989. En Rusia

(sal, azúcar, materias grasas saturadas, conservantes y aditivos de todo tipo). Un estudio reciente, efectuado en una multi-tud de más de 100.000 personas, concluyó que un alza del 10% del consumo de pro-ductos ultraprocesados se traducía en un aumento del 12% de los cánceres (6).

Por otra parte, es sabido que el sedenta-rismo representa un importante factor de riesgo para la mayoría de las enfermedades crónicas. Algunos trabajos mostraron que la práctica regular de una actividad física reducía la mortalidad entre un 29 y un 41%. Aunque carecemos de elementos de com-paración precisos con el pasado, se puede afirmar que el ejercicio cotidiano, sobre todo para desplazarse, disminuyó drásti-camente. El ejemplo más impactante es el de los niños y los adolescentes. Hasta los años setenta, el transporte escolar estaba poco desarrollado, muchos volvían a su ca-sa al mediodía, a pie o en bici, para almor-zar. Con el cierre de numerosas escuelas de cercanía, y más recientemente el temor a los accidentes o los secuestros, la mayoría de ellos toman hoy el ómnibus o el auto, o comen en la cafetería. En 1982, el 60% de los desplazamientos hacia el lugar de estu-dios eran efectuados sin medios motoriza-dos, pero solamente el 36% en 2008 (7). Por otra parte, el tiempo pasado ante una pan-talla aumentó fuertemente: para la franja etaria 18-44 años era de cinco horas y vein-tiséis minutos por día en 2014-2015, contra tres horas cuarenta en 2006-2007, o sea, un alza del 47% (8).

Las últimas encuestas muestran que el nivel de actividad física sigue sien-do muy inferior a lo recomendado. Por ejemplo, solo el 5% de las chicas de 15 años alcanzan un nivel satisfactorio, de-terminante entre los adolescentes para la solidez de los huesos en la edad adulta. Según diversas encuestas, sólo la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres se mueven lo suficiente, lo que aumen-ta el riesgo de obesidad, de diabetes y de algunos cánceres. Así, se ha demostrado que la actividad física reducía en un 58% el riesgo de aparición de una diabetes en una población intolerante a la gluco-sa, mientras que un tratamiento medi-camentoso solo lo disminuía en un 31% (9). Un ejercicio regular reduce así la in-cidencia de accidentes vasculares cere-brales en un 25%, y otro tanto el riesgo de cáncer de colon.

La industrialización generalizada de la producción en todos los campos se tra-dujo en una invasión de productos quí-micos en nuestro medioambiente co-tidiano: pesticidas, contaminantes hi-drocarburos, metales pesados, ftalatos, bisfenol A y miles de otros compuestos nunca evaluados. La mayoría de ellos tie-nen efectos acumulados a muy largo pla-zo aún mal conocidos. “Se considera que las enfermedades causadas por la conta-minación fueron responsables de nueve millones de muertes prematuras en 2015, o sea, el 16% de la totalidad de las muer-tes en el mundo”, afirmaba la revista The Lancet en octubre de 2017; pero lamenta-blemente todavía no se disponen de mu-chos datos sobre las consecuencias de las otras contaminaciones.

Nuevas enfermedadesNadie puede predecir de manera precisa el impacto del aumento de esos tres fac-tores de riesgo. En cambio, se sabe que la primera generación expuesta desde la más tierna infancia a la “comida basura”, al sedentarismo y a los cócteles químicos, nació a partir de los años ochenta. Toda-vía es demasiado joven para ser diezmada por las enfermedades crónicas. Pero pre-ver que podrá vivir masivamente después de los 70 años es una apuesta azarosa, a

hubo incluso que esperar hasta 2013 para que la esperanza de vida mascu-lina recuperara el nivel de 1988 (3). Algo aun más revelador es el descen-so registrado en Estados Unidos para los dos últimos años conocidos (2015 y 2016) y después de cuatro años de es-tancamiento (4). En Francia ya se ob-serva una erosión. Después de un au-mento regular de tres meses por año entre 1980 y 2010, la esperanza de vida no progresó más que en un mes por año desde entonces. A partir de 2014, en-contró su techo para las mujeres y solo crece 0,9 meses para los hombres. En-tonces, ¿qué curva hay que prolongar?

Cambio radical de costumbresLa cuestión es saber si la baja de la mor-talidad va a proseguir, y al mismo ritmo. Para las dos primeras causas de muerte –enfermedades cardiovasculares y cán-ceres–, es posible pensarlo. La medicina sigue progresando y permite curar cada vez más personas aquejadas por esas en-fermedades, o prolongar su existencia. Pero nadie puede prejuzgar acerca de los avances venideros, mientras que el nú-mero de enfermos aumenta.

¿Qué ocurre con las enfermedades que empezaron a desarrollarse a fines del siglo XX y comienzos del XXI, lo que no es un

azar, teniendo en cuenta la modificación radical del modo de vida en algunas déca-das? Tres de los principales factores que contribuyen a la buena salud cambiaron fuertemente: la alimentación, el nivel de ejercicio físico y la exposición a los con-taminantes químicos. El impacto negativo de estos tres elementos en general no se manifiesta sino al cabo de varias decenas de años, lo que explica que todavía no se traducen en un aumento de la mortalidad.

Los hábitos alimentarios de los fran-ceses se modificaron profundamente du-rante la segunda mitad del siglo XX. No sólo comen más, sino que la proporción de cada tipo de producto consumido evo-lucionó mucho. Entre 1960 y 2001, los cambios más relevantes son el incremen-to considerable de los productos procesa-dos (+258% de preparaciones y conservas de legumbres, +198% de carnes prepara-das, +60% de dulces, pastelería y bebidas azucaradas) en detrimento de los produc-tos frescos (-36% de legumbres frescas, -21% de frutos frescos, -59% de materias primas tradicionales) (5). El impacto de la parte creciente de los alimentos proce-sados y azucarados resulta indiscutible-mente negativo. Esto conduce a una baja importante de los aportes de componen-tes útiles (vitaminas, antioxidantes) y a un incremento desmedido de los indeseables

Krasnoyarsk, 24-7-12 (Ilya Naymushin/Reuters)

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NOVEDADES

INDIA EN CONSTRUCCIÓNEconomía, sociedad y cultura

Amartya Sen

EL OFICIO MÁS ANTIGUO DEL MUNDOSecretos, mentiras y belleza de la política

Andrés Malamud

¿QUIÉN GOBIERNA EL MUNDO?El rol del G20 en el nuevo orden mundial

Jorge Argüello

menos que la medicina haga progresos fulgurantes y sea drásticamente reorien-tada hacia la prevención.

La incidencia de la diabetes, enferme-dad que hace disminuir la esperanza de vida, aumentó en un 5,4% por año en el período 2006-2009, y en un 2,8% por año desde el período 2012-2015. Francia tiene 3,3 millones de diabéticos tratados médi-camente, y posiblemente 700.000 diabéti-cos no tratados. Mientras que el tabaquis-mo tiende a disminuir entre los hombres, la tasa de mortalidad antes de los 65 años por bronconeumopatía crónica obstructi-va aumentó en un 77,7% entre 2000 y 2014, probablemente debido a la contaminación.

Algunas enfermedades eran desco-nocidas o raras hace todavía cincuenta años. La enfermedad de Alzheimer afec-ta en la actualidad a cerca de un millón de personas en Francia, y la de Parkinson a alrededor de 150.000 personas. Es sabido que esta última no carece de lazos con el medioambiente, sobre todo por la expo-sición a los pesticidas. El gran público ig-noraba la esteatosis hepática no alcohó-lica, o “enfermedad de la gaseosa”, has-ta que los medios de comunicación re-velaron que el cronista deportivo Pierre Ménès la padecía. Sin síntomas específi-cos, e incurable en el estado actual de los conocimientos, afectaría del 10 al 30% de la población europea y del 27 al 34% de la población estadounidense (10). Se tra-ta de una sobrecarga del hígado de ma-terias grasas, en la cual los enfermos de-sarrollan una suerte de foie gras [hígado graso], principalmente a causa de una diabetes tipo 2, de la obesidad y la hiper-tensión. Un estudio estadounidense con-cluyó que el consumo de más de una lata

de gaseosa por día aumentaba en un 50 al 60% el riesgo de contraerla (11).

La propia esperanza de vida en buena salud (o sin incapacidades) no aumenta desde hace unos diez años (64,1 años para las mujeres y 62,7 para los hombres). Pa-samos una cantidad creciente de años de nuestra vida –veintiún años para las muje-res y diecisiete para los hombres– con por lo menos una incapacidad. También se observa un aumento constante de la can-tidad de personas con “afecciones de lar-

ga duración”, que pasó de 8,3 millones en 2008 a 10,4 millones en 2015.

Este estado de situación es válido pa-ra el conjunto de los países industriali-zados, y en particular para los otros paí-ses europeos, en los cuales la curva de la esperanza de vida evoluciona en prome-dio como la de Francia. En cambio, varía considerablemente según la categoría social y el nivel de estudios. Un ejecuti-vo de 35 años puede tener la esperanza de vivir seis años más que un obrero de la misma edad. Asimismo, los graduados de

la enseñanza superior viven siete años más que los no graduados. Estas diferen-cias tienen varias causas: mejor higie-ne de vida entre los ejecutivos y los gra-duados, menor exposición a los conta-minantes químicos, mejor seguimiento médico, lo que se traduce por una menor incidencia de sobrepeso o de ciertas en-fermedades, sobre todo la diabetes, y por asumir de mejor manera las enfermeda-des crónicas. La diferencia de esperanza de vida entre los barrios desfavorecidos y los más acomodados fue bien estudia-da en la ciudad de Glasgow, en Escocia, donde las diferencias son considerables: trece años para los hombres y nueve pa-ra las mujeres (12).

¿Qué inferir de esto para los próximos años? Cualquier previsión en números sería imprudente, pero el optimismo que se transparenta en los discursos públicos o las estadísticas oficiales merece ser dis-cutido, e incluso en gran medida mode-rado; por otra parte, entre un sector de los consumidores emerge una toma de conciencia. Varias tendencias de fondo, confirmadas por indicios recientes, per-miten pensar que la esperanza de vida pronto se estancará, e incluso disminuirá si no cambiamos rápida y drásticamente nuestro modo de vida. Dos modificacio-nes parecen prioritarias para prolongar nuestra existencia en plena capacidad de nuestros medios: más ejercicio físico y una alimentación liberada tanto de los pesticidas como de las transformaciones y agregados deletéros (azúcares, sal, con-servantes químicos, etcétera). g

1. “Projections de population 2013-2070 pour la France”, INSEE, París, 2016.

2. En Espérance de vie, la fin des illusions (Terre vivante, Mens, 2006), habíamos pronosticado con un poco de premura un techo, y luego una disminución de la esperanza de vida a partir de 2013. Felizmente, esa fecha era errónea.3. Philippe Descamps, “La Russie en voie de dépeuplement”, Le Monde diplomatique, París, junio de 2011.4. Maxime Robin, “Overdoses sur ordonnance”, Le Monde diplomatique, París, febrero de 2018.5. “La consommation alimentaire depuis quarante ans. De plus en plus de produits élaborés”, Insee Première, N° 846, París, mayo de 2002.6. Colectivo, “Consumption of ultra-processed foods and cancer risk: results from NutriNet-Santé prospective cohort”, British Medical Journal, Londres, 14-2-18.7. Corinne Praznoczy, Céline Lambert y Charlotte Pascal, “État des lieux de l’activité physique et de la sédentarité en France. Édition 2017”, Observatorio Nacional de la Actividad Física y el Sedentarismo, París, 2017.8. “INCA 3 : Évolution des habitudes et modes de consommation, de nouveaux enjeux en matière de sécurité sanitaire et de nutrition”, Agence nationale de sécurité sanitaire, de l’alimentation, de l’environnement et du travail, Maisons-Alfort, 2017.9. Corinne Praznoczy, Céline Lambert y Charlotte Pascal, “État des lieux de l’activité physique et de la sédentarité en France”, art. cit.10. “Stéatose hépatique non alcoolique et stéato-hépatite non alcoolique”, World Gastroenterology Organisation, Milwaukee, 2012.11. Colectivo, “Sugar-sweetened beverages, diet soda, and fatty liver disease in the Framingham heart study cohorts”, Journal of Hepatology, Vol. 63, N° 2, Nueva York, agosto de 2015.12. Ruairidh Nixon, “Comparisons of aspects of Glasgow’s 56 neighbourhoods”, Glasgow Center for Population Health, febrero de 2016. Véase Julien Brygo, “Vivre riche dans une ville de pauvres”, Le Monde diplomatique, agosto de 2010.

*Ingeniero agrónomo, especializado en agricultura biológica.

Traducción: Víctor Goldstein

El impacto del consumo creciente de alimentos procesados y azucarados resulta indiscutiblemente negativo.

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El miedo a desaparecer

Desde los años 1980, la baja de la fecundidad llevó a Hungría a sufrir un declive de población agravado por la creciente emigración. Con un millón de habitantes menos en 30 años, este despoblamiento alimenta todos los fantasmas y las demagogias.

Nacionalismo demográfico a la húngara

por Corentin Léotard y Ludovic Lepeltier-Kutasi*

“¿Cómo es posible que después de mil años aún estemos aquí? Quizás, porque siempre supimos que nues-tra vida tenía un sentido, que aquí había una cultura, un espíritu y un

alma que alimentaron nuestros corazones durante siglos. Hemos conservado nuestro ideal de unidad y de unificación, así como nuestro orgullo nacional.” Era el 15 de mar-zo de 2018, día nacional de Hungría. Ante decenas de miles de partidarios, Viktor Or-bán fustigaba a las “fuerzas globalizado-ras”. El Primer Ministro húngaro profeti-zaba la desaparición de Europa Occidental y hacía un llamado a la juventud que emi-gró a defender la patria cuya supervivencia se veía amenazada por los flujos migrato-rios: “Tenemos derecho a existir. […] Si el dique cede, la inundación llegará y la inva-sión cultural ya no podrá rechazarse”.

Cada año, las celebraciones de la Revo-lución de 1848 representan un momento de paroxismo en la vida política del país. Tres semanas antes de las elecciones le-gislativas del 8 de abril, el tono utilizado por el jefe de Gobierno asombraba por su radicalidad. Sin embargo, se inscribía en una antigua obsesión: el miedo a desapa-recer como nación. Desde el Tratado de Trianón, en 1920, y la división del Reino de Hungría (1), la derecha desarrolló una poderosa retórica en torno a una “magia-ridad” (magyarság) vulnerable en toda la cuenca de los Cárpatos, como consecuen-cia de una historia agitada y una fuerte sensación de aislamiento lingüístico y cul-tural (2). Desde hace mucho tiempo, ha dado forma a un nacionalismo demográ-fico basado en tres puntos: la “unión de la nación” más allá de las fronteras impues-tas a Hungría después de la Primera Gue-rra Mundial; la valorización de la familia tradicional a través de políticas natalistas tendientes a frenar la caída sostenida del índice de fecundidad, y finalmente, una postura paranoica respecto del grupo de “otros”, se trate de las minorías del inte-rior (romaníes, judíos) o, más reciente-mente, de inmigrantes extraeuropeos.

El ascenso del irredentismo caracteri-zó el período de entreguerras y condujo al regente Miklós Horthy a los brazos de la Alemania nazi. La amnesia impuesta lue-go por el poder comunista se disipó tras su caída, y resurgió la cuestión magiar. El 2 de junio de 1990, el nuevo jefe de Gobier-no, el conservador József Antall, declaró “sentirse afectiva y espiritualmente Pri-mer Ministro de quince millones de hún-garos”, mientras que el país sólo tenía diez millones de habitantes. Esta fuerte señal dirigida a los cinco millones de hablantes de húngaro que vivían fuera de las fron-teras sería amplificada por el Fidesz, el partido liberal-conservador que llegó al poder en 1998. Su jefe, Orbán, asumió el

rol de protector de los húngaros de Serbia durante el conflicto kosovar de 1999. Más tarde, de vuelta en la oposición, apoyó en 2004 la iniciativa de otorgar la ciudadanía a los residentes magiarófonos de Ruma-nia, Eslovaquia, Serbia, Ucrania, Austria y Eslovenia. Pero el referéndum impuesto por la Federación Mundial de Húngaros a la mayoría socialista-liberal de esa época quedó finalmente invalidado por falta de participación.

Fecundidad en decliveTras ocho años de social-liberalismo, el re-torno al poder de Orbán en mayo de 2010 marcó un viraje. Desde que asumió sus fun-ciones, hizo aprobar –por un Parlamento que le es adicto en sus dos terceras partes– un procedimiento simplificado de natura-lización de los magiarófonos del exterior. El éxito fue inmediato en Rumania, Serbia (dos países que practican también una po-lítica de emisión de pasaportes a sus pro-pias minorías extraterritoriales) y Ucrania. En siete años, Hungría naturalizó a más de un millón de personas. Para el Fidesz, la ju-gada fue doblemente ventajosa: permitió aumentar el número de residentes húnga-ros asegurando al mismo tiempo una sóli-da cantera electoral (3). Durante las elec-ciones legislativas del 8 de abril, 378.000 húngaros del exterior se habían inscripto y podían votar para la lista nacional; sólo los residentes disponían de la segunda bo-leta prevista por el sistema electoral para el voto por circunscripción. En definitiva, 225.000 personas participaron del escruti-nio y el 96% de ellas votaron por el Fidesz.

Sin embargo, esta política de natu-ralización no tuvo ningún impacto en el declive demográfico –una tendencia marcada–. Tras haber alcanzado un pi-co de 10,7 millones de habitantes en 1980, Hungría no dejó de perder habitantes: en 2017, registraba menos de 9,8 millones. Según la proyección mediana de Nacio-nes Unidas, serán menos de 8 millones para 2060 (4). En septiembre de 2010, cuatro meses después de la llegada al po-der del Fidesz, la Asociación Nacional de Familias Numerosas había representado la caída de la población del país por deba-jo de la barrera simbólica de los diez mi-llones de habitantes con una cuenta re-gresiva gigante instalada en una gran ar-teria del centro de Budapest.

Durante las elecciones de 2010, la profe-sión de fe del Fidesz acordaba un lugar de privilegio a la familia: “La salud intelectual y mental de Hungría y de Europa depende-rá de nuestra capacidad para restablecer y preservar la salud de las familias tanto en nuestra patria como en una Europa co-mún. [...] Debemos superar el enfoque li-mitado que reduce la cuestión de la familia y la maternidad exclusivamente a la esfera

personal”, afirmaba su Programa de Coo-peración Nacional (5). Se consideraron di-versas medidas –que no se implementa-ron– para estimular la natalidad: otorgar descuentos en los préstamos estudiantiles para premiar a los egresados que tuvieron hijos mientras cursaban sus estudios, asig-nar beneficios previsionales en función del número de hijos, e incluso otorgar un dere-cho de voto ampliado a las familias nume-rosas. El gobierno optó finalmente por una política de asignaciones familiares más clá-sica y ampliamente inspirada en el sistema francés, por reducciones impositivas y un paquete de medidas para conciliar mejor la vida familiar y profesional. Su principal medida: la asignación de un capital de 10 millones de forintos (algo más de 30.000 euros) para la compra de una vivienda nue-

va a los hogares que ya tenían tres hijos y a las parejas que se comprometían a tenerlos en un período de diez años.

Desde comienzos de los años 1980, el indicador coyuntural de fecundidad ca-yó por debajo de dos hijos por mujer. En medio de las crisis económicas y sociales de los años 1990 –cuando se destruyeron 1,5 millón de empleos– y 2000, descen-dió incluso por debajo de 1,3 hijos, antes de subir un poco, para alcanzar 1,5 hijos por mujer durante los dos últimos años. “Fue en parte gracias al mensaje de Or-bán: ‘Tengan hijos’. Se sabe que los men-sajes en ese sentido influyen –analiza At-tila Melegh, demógrafo de la Universidad Corvinus de Budapest–. Pero fue sobre todo debido a la situación del mercado la-boral, que hoy está mucho mejor: actual-mente se registran alrededor de 4,5 millo-nes de empleos, contra sólo 3,8 millones en 2010.” Sin embargo, eso no bastó pa-ra detener el declive: el número de naci-mientos sigue siendo inferior al de defun-ciones, especialmente porque las mujeres en edad de procrear son poco numerosas.

Contra el “gran reemplazo”La cuestión migratoria hizo una primera irrupción en el debate público a comien-

zos de los años 2000, cuando se trató de estrechar los lazos entre la “madre pa-tria” y los húngaros “del exterior”. Para oponerse al referéndum de 2004 sobre el otorgamiento de la ciudadanía a los ma-giarófonos, los socialistas-liberales en el poder agitaron la amenaza de una inva-sión de trabajadores extranjeros. Pero fue el paso por Hungría de medio millón de migrantes camino a Alemania durante el año 2015 lo que provocó un sismo. Con un bajo nivel de popularidad a comienzos del mismo año, Orbán eligió sacar prove-cho de la situación presentando a esos re-fugiados como un nuevo peligro para la nación. Reafirmar la idea de una Hungría que lucha en soledad por su superviven-cia no fue una tarea imposible, en la medi-da en que existe en el país un terreno fértil para este tipo de discurso, con una novela nacional que dedica sus principales capí-tulos a las sucesivas ocupaciones: tártara, otomana y soviética (6).

“El mundo tal como existe desde ha-ce miles de años, basado en valores tradi-cionales, se está derrumbado. [...] Tarde o temprano, esto conducirá a una invasión. […] Este declive está ligado a la ‘teoría del género’ y al ataque de nuestro ‘espacio vi-tal’ por parte de otras civilizaciones”, de-claró el presidente del Parlamento, László Kövér, confirmando el giro nacionalista de la derecha húngara (7). Convertido en un modelo a seguir para una amplia fran-ja de la extrema derecha europea, que lo felicitó calurosamente por su victoria en las últimas elecciones legislativas, Orbán hizo suya la retórica del “gran reempla-zo”, siguiendo los pasos de los identitarios franceses y de Renaud Camus (8).

Este discurso toma forma en momen-tos en que Hungría se ve afectada du-ramente, a partir del viraje de los años 2010, por un fenómeno diferente: una emigración masiva hacia Ocidente. Eu-rostat contabilizaba al 1° de enero últi-mo 460.000 ciudadanos húngaros insta-lados en otros países de la Unión Euro-pea –e incluso este número fue en gran medida subestimado, ya que sólo tiene en cuenta a las personas registradas en sus países de acogida–. Un problema im-portante para la derecha en el poder, de-bido al déficit de mano de obra que im-plica y a la dimensión simbólica de esta “fuga de cerebros”. Ironía del destino, el partido radical Jobbik, corrido por dere-cha por el Fidesz, le responde hoy que la cuestión no es saber si Hungría se vol-verá o no un país de inmigración, sino si seguirá siendo de hecho un país de emi-gración... Tres días después de su victo-ria en las legislativas de abril, Orbán pre-sentó la lucha contra el declive demo-gráfico como el gran desafío de su nuevo mandato de cuatro años. g

1. Véase la cartografía “Des frontières mouvantes”, Le Monde diplomatique, París, noviembre de 2016.2. Anne-Marie Losonczy y András Zempléni, “Anthropologie de la ‘patrie’ : le patriotisme hongrois”, Terrain, N° 17, París, octubre de 1991.3. Corentin Léotard, “La Hongrie a naturalisé un million de personnes en sept ans!”, Le Courrier d’Europe centrale, 18-12-17, https://courrierdeuropecentrale.fr4. Eurostat y Oficina de Estadísticas de Hungría, Kirchberg (Luxemburgo) y Budapest, 2017.5. Oficina de la Asamblea Nacional, Budapest, 22-5-10.6. Catherine Horel, “L’histoire en Hongrie aujourd’hui à travers l’interprétation du régime Horthy”, Histoire@Politique, N° 31, París, enero-abril de 2017.7. Entrevista en la emisora InfoRádió, 15-12-15.8. Ludovic Lepeltier-Kutasi, “Viktor Orbán et l’obsession du ‘grand remplacement’”, Le Courrier d’Europe centrale, 29-7-16.

*Periodista, jefe de redacción de Le Courrier d’Europe

centrale; doctorando en Geografía, director del

mismo portal de información, respectivamente.

Traducción: Gustavo Recalde

Tras haber alcanzado un pico de 10,7 millones de habitantes en 1980, Hungría no ha dejado de perder población.

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34 | Edición 228 | junio 2018

Los dueños de Internet

En remera y con un ejército de relacionistas públicos que difunden sus acciones filantrópicas, un club de cinco empresas tecnológicas domina el mundo como antes lo hicieron las grandes potencias. Sin palacios, murallas ni sangre, este neocolonialismo tech llegó a la cima. ¿Cuánto podrá mantener su dominio?

Nueva colonización del mundo

por Natalia Zuazo*

El neoliberalismo puede significar mu-chas cosas, incluyendo un programa eco-nómico, un proyecto político y una fase del capitalismo que data de los años 70. Sin embargo, en su raíz, el neoliberalismo es la idea de que todo debe ser manejado co-mo un negocio: de que las metáforas, mé-tricas y prácticas del mercado deben per-mear todos los campos de la vida humana.Ben Tarnoff

En este mismo momento, la mi-tad de las personas del mundo están conectadas a los servi-cios de alguna de estas cinco empresas: Google, Microsoft,

Facebook, Apple y Amazon. A través de los mails que llegan a su teléfono, de la notificación a la foto que subió hace un rato, de los archivos que guardó en un servidor lejano, de los datos que está procesando con un software creado por ellas o por el paquete que espera desde el otro lado del mundo. La vida de me-dio planeta está en manos del Club de los Cinco, un manojo de corporaciones que concentra tanto poder que gran parte de la economía, la sociedad y las decisiones del futuro pasan por ellas.

Pero esto no siempre fue así. Hubo un tiempo en que el Club de los

Cinco tenía competencia. En 2007, la mitad del tráfico de Inter-

net se distribuía entre cientos de miles de sitios dispersos por el mundo. Siete años después, en 2014, esa misma cifra ya se había concentrado en 35 empresas. Sin embargo, el podio todavía estaba repar-tido, tal como venía sucediendo desde el gran despegue del cambio tecnológico en la década de los 70. Microsoft repartía su poder con IBM, Cisco o Hewlett-Pac-kard. Google convivió con Yahoo!, con el buscador Altavista y con AOL. Previo a Facebook, MySpace tuvo su reinado. An-tes de que Amazon tuviera una de las ac-ciones más valiosas de la Bolsa, eBay se quedaba con una buena parte de los in-gresos del comercio electrónico. El Club de los Cinco ni siquiera estaba a salvo de que alguna startup, con un desarrollo in-novador, le quitara su reinado.

Sin embargo, en los últimos años, el negocio de la tecnología ubicó a esos cin-co gigantes en un podio. Y todos noso-tros –que les confiamos nuestro tiempo, costumbres y datos a estas empresas– contribuimos.

Hoy ostentan un poder tan grande y concentrado que ponen en juego no solo el equilibrio del mercado, sino también las libertades y los derechos de las per-sonas en cada rincón del mundo.

La leyenda cuenta que el Club de los Cinco alguna vez fue un grupito de nerds conectando cables y escribiendo líneas

de código en un garaje. En 1975, Bill Ga-tes y Paul Allen, trabajando día y noche durante ocho semanas en el programa para la computadora personal Altair, que daría inicio a Microsoft y haría que Gates dejara la Universidad de Harvard a los 19 años para dedicarse a su nueva empresa en Seattle. En 1998, Larry Page y Sergei Brin, desertando de su posgrado en Computación en Stanford para fun-dar Google en una cochera alquilada de Menlo Park, California, luego de publi-car un artículo donde sentaban las bases de “Page Rank”, el algoritmo que hoy or-dena cada resultado de la web. En 2004, Mark Zuckerberg en su habitación de Harvard creando Facemash, el prototi-po de Facebook, para conectar a los estu-diantes de la Universidad.

Todos ellos hoy integran una súper clase de millonarios que desde la torre de sus corporaciones miran al resto del mundo (incluso al del poder de los go-bernantes, jueces y fiscales) con la cal-ma de los invencibles. Desde sus aviones privados o sus oficinas con juegos, mas-cotas y pantallas donde exhiben su fi-lantropía para con los pobres, saben que con un minuto de sus acciones en la Bol-sa pueden pagar el bufete de abogados más caro de Nueva York o al financista que les resuelva en instantes un giro mi-llonario a un paraíso fiscal.

Lo curioso de esta historia es que el Club de los Cinco llegó a la cima sin vio-

lencia. No necesitó utilizar la fuerza, co-mo otras superclases de la Historia. Su dominio, en cambio, creció controlando piezas tan pequeñas como datos y códi-gos. Luego, consolidó su feudo en los te-léfonos móviles, Internet, las “nubes” de servidores, el comercio electrónico y los algoritmos, y los llevó a otros territorios.

Hoy las grandes plataformas tecnoló-gicas son, a su vez, los monopolios que dominan el mundo. Unos pocos juga-dores controlan gran parte de la acti-vidad en cada sector. Google lidera las búsquedas, la publicidad y el aprendi-zaje automatizado. Facebook controla gran parte del mercado de las noticias y la información. Amazon, el comercio en gran parte de Occidente, y está avanzan-do en producir y distribuir también sus propios productos. Uber no sólo quiere intermediar y ganar dinero con cada via-je posible, sino que también busca con-vertirse en la empresa que transporte los bienes del futuro, incluso sin necesi-dad de conductores, a través de vehícu-los autónomos. De la tecnología al resto de nuestras vidas, estas empresas están comenzando a conquistar otras grandes industrias, como el transporte, el entre-tenimiento, las ventas minoristas a gran escala, la salud y las finanzas.

En remera y con un ejército de rela-cionistas públicos difundiendo sus co-municados de prensa donde se declaran en favor del desarrollo de los más nece-sitados, hoy los Cinco Grandes domi-nan el mundo como antes lo hicieron las grandes potencias con África y Asia. La diferencia es que en nuestra era de tec-no-imperialismo su superclase nos do-mina de una forma más eficiente. En vez de construir palacios y grandes murallas, se instala en oficinas abiertas llenas de luz en Silicon Valley. En vez de desple-gar un ejército, suma poder con cada “me gusta”. En vez de trasladar sacerdotes y predicadores, se nutre del “capitalismo del like” –en palabras del filósofo surco-reano Byung-Chul Han (1)–, la religión más poderosa de una época en la que nos creemos libres mientras cedemos volun-tariamente cada dato de nuestra vida. Cien años después, estamos viviendo un nuevo colonialismo.

Dividirse el mundoFrente al mapa de África colgado sobre el pizarrón, en los recreos de la escuela me preguntaba cómo podía ser que las

¿Cómo construyó Microsoft un impe-rio del conocimiento? ¿Cómo predi-ce Google nuestros movimientos? ¿Cómo cimentó Facebook su poderío

informativo? ¿Cómo maneja Uber un mono-polio de transporte? Pero sobre todo, ¿cómo podemos revertir esta situación? En Los due-ños de Internet. Cómo nos dominan los gigan-tes de la tecnología y qué hacer para cambiarlo, publicado este mes por Debate, la periodista especializada en tecnopolítica Natalia Zuazo se sumerge en el mundo de las grandes cor-poraciones tecnológicas para entender sus fines. Y cuenta otras historias donde la tec-nología está siendo usada con otra lógica: la de un mundo más equitativo.

Desde los 90, cuando Internet comenzó a expandirse masivamente en Estados Uni-dos y luego por el mundo, la acompañaron las metáforas del progreso. En esos años, Al Gore, vicepresidente de la administración de Bill Clinton, había bautizado a la Red como una “autopista de la información”, una “superca-rretera” que había que ayudar a desarrollar desde los gobiernos del mundo porque, a su vez, iba a llevar al progreso de los ciudadanos. La asociación era lineal: a más infraestructu-ra, más conexiones, más comunicación, más libertad, más crecimiento económico.

Casi veinte años después, esa idea no sólo se repite, sino que además es acompañada por la supuesta “democratización” que ofre-cen las tecnologías. “Utilizar el comercio elec-trónico es superdemocratizador del lado del comprador y del vendedor”, dijo Marcos Gal-perín, el fundador de la empresa argentina Mercado Libre a la periodista Martina Rúa. “La nube se está convirtiendo en el gran demo-cratizador de los servicios de virtualización, big data e inteligencia artificial para todas las empresas”, según Larry Ellison, fundador de Oracle. “Con su plataforma Discover, Snapchat crea una relación más accesible entre marcas y consumidores, abrazando la democratiza-ción del mercado y la economía”, declaró Jeff Fromm, columnista de Forbes.

Junto con la idea de la relación directa en-tre tecnología y democracia, hay otra que se repite: la “inevitabilidad” del progreso tecno-lógico. Su abanderado, el fundador de la revis-ta Wired Kevin Kelly sostiene que “la tecnolo-gía es el acelerador de la humanidad” y que “a largo plazo la tecnología la deciden los opti-mistas”. En su libro Lo inevitable, Kelly clasifi-ca las tendencias del futuro y nos avisa que, queramos o no, ellas van a ocurrir. “No signi-fica que sea un destino, pero sí que vamos en ese camino”, que en el final es una gran matrix global donde todos estaremos conectados (y monitoreados). Pero él, optimista, está con-vencido de que nos hace un favor: tenemos que saber que esto va a ocurrir –dice– para ver cómo hacemos para enfrentarlo. Leer a Ke-lly sin contexto (sin pensar en la historia, en la economía y la política) casi nos hace agrade-cerle por iluminarnos hacia el patíbulo. Pero también puede hacernos reaccionar en el sen-tido contrario: ¿qué pasa si entendemos esta era de híper concentración tecnológica como una de las caras de la desigualdad? g

Natalia Zuazo

Debates del futuro

Las grandes plataformas tecnológicas son los monopolios que hoy controlan gran parte de la actividad en cada sector.

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Marcelo Pombo, Paisaje con tres figuras, 1996

líneas que separaban a los países fueran tan rectas. ¿Cómo podía ser tan perfecta la frontera diagonal entre Argelia y Ní-ger? ¿Cómo formaban una cruz absoluta las perpendiculares que cortaban como una torta a Libia, Egipto y Sudán? ¿Cómo habían rediseñado un continente que sorteaba ríos y civilizaciones antiguas y los habían unido bajo la identidad de sus conquistadores?

Entre 1876 y 1915, un puñado de po-tencias europeas se había repartido el continente negro y el asiático. El Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Bél-gica, los Países Bajos, Estados Unidos y Japón no dejaron ningún Estado inde-pendiente por fuera de Europa y Amé-rica. Entre esos años, un cuarto del mun-do quedó en manos de media docena de países. El avance fue exponencial: mien-tras que en 1800 las potencias occiden-tales poseían el 35 por ciento de la super-ficie terrestre, en 1914 controlaban ya el 80 por ciento, donde vivía el 50 por cien-to de la humanidad (2).

Gracias a sus ventajas tecnológicas y a un aumento de su producción de bie-nes que necesitaban más consumidores, la conquista de nuevos territorios pro-fundizó el antiguo colonialismo hacia un imperialismo que volvió a dejar de un lado a los fuertes y del otro a los débi-les. Los “avanzados”, dueños de los fla-mantes motores a combustión interna, de grandes reservas de petróleo y de los ferrocarriles, necesitaban de los “atrasa-dos” poseedores de materias primas. El caucho del Congo tropical, el estaño de Asia, el cobre de Zaire y el oro y los dia-mantes de Sudáfrica se volvieron vitales para abastecer a las industrias del Nor-te y a sus nuevos consumos de masas. A medida que avanzaban, también descu-brían que esos mismos países podían ser compradores de sus alimentos.

“¿Qué ocurriría si cada uno de los tres-cientos millones de seres que viven en China compran tan sólo una caja de cla-vos?”, se preguntaban los comerciantes británicos de la época. “¿Qué ocurriría si cada habitante del planeta que toda-vía no tiene internet la tuviera y pudie-ra acceder a mi red social?”, sería la fra-se idéntica que, en nuestra época, se hizo Mark Zuckerberg, uno de los socios del Club de los Cinco, al lanzar el proyecto internet.org (o Free Basics), que ofre-ce internet “gratuita” en países pobres a cambio de una conexión limitada donde está incluida su empresa Facebook.

El reparto convirtió a las grandes po-tencias en monopolios que dominaron durante décadas. Lo hicieron gracias a una ventaja tecnológica: habían llega-do primero a nuevas industrias y avan-ces militares. Pero también porque ne-cesitaban más consumidores por fuera de sus territorios, donde la primera eta-pa de la Revolución Industrial producía más de lo que allí se necesitaba. La diplo-macia y las conferencias internacionales resolverían las disputas. Las contiendas por los territorios, cada vez más duras, fueron luego uno de los factores del ini-cio de la Primera Guerra Mundial.

Pero eso sucedía puertas adentro. Frente al mundo cada imperio glorifica-ba sus dominios en los “pabellones colo-niales” de las exposiciones internacio-nales, donde los hombres blancos mos-traban su poder frente a sus súbditos, a los que exhibían en su exotismo, e inclu-so en su inferioridad, a la que había que educar en los valores occidentales. En la Conferencia Geográfica Africana de 1876, en Bruselas, el emperador Leopol-do II de Bélgica dijo en su discurso: “Llevar la civilización a la única parte del globo adonde aún no ha penetrado,

Lauren Powell Jobs, viuda de Steve Jobs y heredera de Apple.

“La tecnología no hace más que mejo-rarnos la vida”, leemos como mantra de la publicidad tecno-optimista. Es cierto: gracias a ella hacemos cosas como ir al supermercado desde la computadora, llevamos en la mochila una colección in-finita de libros en un lector digital o te-ner del otro lado de la cámara a nuestro abuelo que vive lejos. También la tecno-logía aplicada a la salud mejoró la espe-ranza de vida de gran parte del planeta: en 2015 una persona vivía un promedio de 71 años, cinco años más que en el año 2000, el mayor salto desde el año 1960. Se mejoraron los niveles de superviven-cia infantil, el control de enfermedades como la malaria, se amplió el acceso a las vacunas y descendió la tasa de muerte por enfermedades como en cáncer (4).

Sin embargo, hay un problema que no mejoró, sino que, al contrario, se profun-dizó: la desigualdad. Allí reside el gran di-lema de nuestro tiempo: si la tecnología no sirve para que más personas vivan de un modo digno, entonces algo está fallando.

Pero algo está empezando a cambiar.En los últimos años, distintas voces

provenientes especialmente desde Eu-ropa y desde algunos centros académi-cos y grupos de activistas en todos los continentes están comenzando a alertar y tomar acciones respecto del gran poder concentrado de las compañías tecnoló-gicas y su impacto en la desigualdad. El control de los datos de Google, la poca transparencia de Facebook sobre el ma-nejo de las noticias, los conflictos labo-rales y urbanísticos de Uber y el impac-to comercial de gigantes como Amazon prendieron las primeras alarmas serias. El movimiento, no obstante, todavía es lento y enfrenta grandes obstáculos. g

1. Byung-Chul Han, Psicopolítica, Herder, Barcelona, 2014. 2. Eric Hobsbawn, La era del Imperio, Crítica, Buenos Aires, 1987.3. Rudyard Kipling, “La carga del hombre blanco”, McClure’s Magazine, 1899.4. Federico Kukso, “Los mejores años de nuestra vida”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, octubre de 2017.

*Periodista, politóloga. Autora de Guerras de internet y

Los dueños de internet (Debate, Buenos Aires, 2015 y

2018, respectivamente).

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

desvanecer las tinieblas que aún envuel-ven a poblaciones enteras, es, me atre-vería a decirlo, una Cruzada digna de es-ta Era del Progreso” (3). Desde la litera-tura, escritores como Rudyard Kipling, nacido en el seno de la India imperial, se encargaron de darle apoyo e incluso de poetizar la empresa expansionista, con narraciones donde las tribus nati-vas eran casi animales salvajes (“mitad demonios, mitad niños”), que el hombre blanco debía educar, sobreponiéndose al cansancio que significaba llevar espe-ranza a la “ignorancia salvaje”.

Durante el dominio colonial reinaba el consenso: el camino del progreso era civilizar al resto del mundo desde Occi-dente, con su tecnología y sus costum-bres. Fue después de la Primera Guerra Mundial cuando se comenzó a cuestio-nar el horror humano y la desigualdad que había significado la etapa imperial. Sólo Joseph Conrad –ucraniano nacio-nalizado inglés– se atrevió a revelar la oscuridad de las aventuras expansionis-tas mientras sucedían, tras vivir en pri-mera persona la experiencia como ma-rinero en una misión al Congo africano. En El Corazón de las Tinieblas, publicado en 1902, narró la brutalidad de las prácti-cas y la degradación de los hombres que las potencias enviaban a las colonias y terminaban enloquecidos por una natu-raleza que los abrumaba y por las atro-cidades que practicaban con los nativos. “Los hombres que vienen aquí deberían carecer de entrañas”, escribía en alusión a las palabras que había escuchado de boca de un general europeo.

Del otro lado del Atlántico, en Esta-dos Unidos, la acumulación capitalista también avanzaba bajo su propio mito: el del “sueño americano”. Con el do-minio de la industria de la navegación, los ferrocarriles, el petróleo, el acero, la nueva energía eléctrica, los flaman-tes automóviles, el crecimiento de las finanzas y los bancos, América tam-bién veía nacer un selecto club de nue-vos súper millonarios. Cornelius Van-derbilt, John D. Rockefeller, Andrew Carnegie, J.P. Morgan y Henry Ford estaban transformando a Estados Uni-dos en un país moderno. Como recom-pensa, desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo XX, acumularon tanta riqueza que to-davía hoy se encuentran en la lista de las mayores fortunas de la Historia. En

esa misma nómina, actualizada anual-mente por la revista Forbes, la mayoría de sus integrantes provienen de la era del Imperio y la Revolución Industrial.

Desde entonces, sólo lograron su-marse al ranking algunos miembros del actual Club de los Cinco. Los protago-nistas de esta “nueva revolución” (que ellos llaman “la cuarta revolución”, la del “conocimiento”) tienen como líder a Bill Gates, el dueño de Microsoft, quien además ostenta el puesto de hombre más rico del mundo.

Las eras de los ImperiosLas similitudes entre las dos etapas son impactantes. En la era del Imperio, un pu-ñado de naciones occidentales se repar-tió el control del mundo hasta dominar al 50 por ciento de la población. En nuestra época, el Club de los Cinco controla la mi-tad de nuestras acciones diarias. En am-bos casos, la tecnología jugó un papel de-cisivo. La diferencia es que en la era im-perial, Europa y Estados Unidos contro-laban territorios y acopiaban oro. Hoy, la súper clase tecno-dominante controla el oro de nuestra época: los datos. Cuantos más tienen, más poder concentran.

Mientras que en la era imperial las potencias intentaron imponer una edu-cación occidental en sus colonias y no lo lograron masivamente, en nuestra era el Club de los Cinco todavía domina con un consenso casi absoluto. En África y Asia la gran masa de la población apenas mo-dificó su forma de vida: la “occidentali-zación” tuvo límites. Sin embargo, hoy no hay habitante del mundo que no sue-ñe con un iPhone. Aun más, los grandes de la tecnología no sólo dominan en sus productos, sino que también ganan di-nero cada vez que pagamos con nuestros datos. Todos, de alguna forma, termina-mos sometidos a ellos.

Lo que permanece, de una época a otra, es la desigualdad. La diferencia en-tre unos pocos que tienen mucho y unos muchos que tienen muy poco es el deno-minador común. Hoy, ocho grandes mi-llonarios concentran la misma riqueza que la mitad de la población del mundo. De esa cúpula, cuatro son dueños de em-presas tecnológicas: Bill Gates de Micro-soft, Jeff Bezos de Amazon, Mark Zuc-kerberg de Facebook y Larry Ellison de Oracle. Muy cerca de ellos están Larry Page y Sergei Brin de Google, Steve Ball-mer de Microsoft, Jack Ma de Alibaba y

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Ecosocialismo, una idea que viene de lejos

Para algunos, la crisis ecológica invalidaría los análisis de Karl Marx, quien en su crítica del capitalismo habría soslayado la cuestión ambiental. Para otros, como el intelectual estadounidense John Bellamy Foster, por el contrario, socialismo y ecología constituyen las dos caras de una misma moneda.

Karl Marx y la explotación de la naturaleza

por John Bellamy Foster*

del humus eran enviados muy lejos de su lugar de origen, volviendo tanto más difícil la reproducción de la fertilidad de los suelos.

Lejos de estar ciego a la ecología, Marx, bajo la influencia de los traba-jos de Liebig de fines de la década de 1850 y principios de la de 1860, debía desarrollar acerca de la tierra una crí-tica sistemática de la “explotación” ca-pitalista, en el sentido del robo de sus nutrientes o de la incapacidad de ase-gurar su regeneración. Marx concluía sus dos principales análisis de la agri-cultura capitalista con una explicación de la forma en la que la industria y la agricultura a gran escala se combina-ban para empobrecer los suelos y a los trabajadores. Lo fundamental de la crí-tica resultante se resume en un pasaje ubicado al final del tratamiento de “la génesis de la renta capitalista del sue-lo”, en el Libro Tercero de El Capital: “La gran propiedad sobre la tierra re-duce la población agrícola a un mínimo en descenso constante y le opone una población industrial, concentrada en las grandes ciudades, que crece sin ce-sar; de este modo crea condiciones que provocan un abismo irremediable en el equilibrio complejo del metabolismo social compuesto por las leyes natura-les de la vida; de esto resulta una dila-pidación de las fuerzas del suelo, que el comercio traslada mucho más allá de las fronteras del país en cuestión. [...] La gran industria y la gran agricultura explotada industrialmente actúan en el mismo sentido. Si bien en un princi-pio se distinguen por el hecho de que la primera devasta y arruina más la fuerza de trabajo y, por lo tanto, la fuerza na-tural del hombre, y la segunda más di-rectamente la fuerza natural de la tie-rra, al desarrollarse terminan dándo-se la mano: el sistema industrial acaba debilitando también las energías de los trabajadores del campo, al tiempo que la industria y el comercio, por su parte, suministran a la agricultura los medios para la explotación de la tierra”.

La clave de todo el enfoque teórico de Marx en este ámbito es el concepto de metabolismo (Stoffwechsel) socioeco-lógico, el que está basado en su com-prensión del proceso de trabajo. En su definición genérica del proceso de tra-bajo (por oposición a sus manifestacio-nes históricas específicas), Marx utilizó el concepto de metabolismo para des-cribir la relación del ser humano con la naturaleza a través del trabajo: “El tra-bajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en el que éste regula y controla su meta-bolismo con la naturaleza mediante su propia acción. En este proceso, el hom-bre se enfrenta a la materia de la natu-raleza como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales de su persona física, los brazos y las piernas, la cabeza y las manos, para de ese mo-do apropiarse la materia natural, bajo una forma útil para su propia vida. Pe-ro al actuar sobre la naturaleza exterior y modificarla por ese movimiento, mo-difica también su propia naturaleza. […] El proceso de trabajo […] es la condición natural eterna de la vida humana” (4).

Tanto para él como para Liebig, la incapacidad para restituir al suelo sus nutrientes encontraba su contrapar-tida en la contaminación de las ciuda-des y la irracionalidad de los sistemas de desagües modernos. En El Capital, aparece esta observación: “En Lon-dres, por ejemplo, no se ha encontra-do mejor destino al abono procedente de cuatro millones y medio de hombres

Estos últimos años, la influen-cia creciente de las cuestio-nes ecológicas se manifestó especialmente en la relectura a través del prisma de la eco-

logía de numerosos pensadores, de Pla-tón a Mohandas Karamchand Gandhi. Pero, de todos, sin dudas es Karl Marx el que suscitó la literatura más abun-dante y la más polémica. Así, Anthony Giddens afirmó que Marx, pese a haber dado testimonios de una sensibilidad ecológica particularmente desarrolla-da en sus primeros escritos, luego ha-bía adoptado una “actitud prometeica” hacia la naturaleza (1). De la misma ma-nera, Michael Redclift señala que, para él, el medioambiente tenía la función de “hacer posibles las cosas, pero todo va-lor derivaba de la fuerza de trabajo” (2). Por último, según Alec Nove, Marx creía que “el problema de la producción había

Juan Soto (www.sotografico.blogspot.com)

sido ‘resuelto’ por el capitalismo y que la futura sociedad de productores aso-ciados no debería, pues, tomar en serio el problema de la utilización de recur-sos escasos”, lo que significa que era in-útil que el socialismo tuvi era cualquier tipo de “conciencia ecológica” (3). Esas críticas ¿se justifican?

En el transcurso de los años 1830 a 1870, la disminución de la fertilidad de los suelos por la pérdida de sus nu-trientes constituyó la principal preocu-pación ecológica de la sociedad capita-lista, tanto en Europa como en América del Norte. La inquietud suscitada por ese problema solo podía ser compara-da con la que provocó la contamina-ción creciente de las ciudades, la defo-restación de continentes enteros y los miedos malthusianos a la superpobla-ción. En los años 1820 y 1830, en Gran Bretaña, y poco después en las demás

economías capitalistas en expansión de Europa y América del Norte, la inquie-tud general respecto al agotamiento de los suelos llevó a un aumento fenome-nal de la demanda de abono. El primer barco cargado de guano peruano des-embarcó en Liverpool en 1835; en 1841, ya se importaban 1.700 toneladas y, en 1847, 220.000. Durante ese período, los agricultores recorrían los campos de batalla napoleónicos, como los de Waterloo y Austerlitz, en una búsqueda desesperada de osamentas para espar-cir en sus campos.

La fractura metabólicaJustus von Liebig, químico alemán, in-teresándose en Estados Unidos, señala-ba que podía haber centenares, incluso miles de kilómetros entre los centros de producción de cereales y sus mer-cados. Así, los elementos constitutivos

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que el de emplearlo, con unos gastos gi-gantescos, para convertir el Támesis en un foco pestilente”. Según él, los “re-siduos resultantes de los intercambios fisiológicos naturales del hombre”, al igual que los desechos de la produc-ción industrial y del consumo, debían ser reintroducidos en el ciclo de la pro-ducción, dentro de un ciclo metabólico completo (5). El antagonismo entre la ciudad y el campo, y la fractura meta-bólica que generaba, también eran evi-dentes a nivel mundial: colonias ente-ras veían cómo sus tierras, sus recursos y su suelo eran robados para sostener la industrialización de los países colo-nizadores. Marx escribía: “Desde hace un siglo y medio, Inglaterra ha expor-tado indirectamente el suelo irlandés, sin siquiera conceder a quienes lo cul-tivan los medios para reemplazar los componentes del suelo” (6).

Precursor del desarrollo sostenibleLos análisis de Marx sobre la agricultu-ra capitalista y la necesidad de restituir al suelo sus nutrientes (y en particular los desechos orgánicos de las ciudades) lo llevaron, así, a una idea más general de sustentabilidad ecológica –idea de la que pensaba que sólo podía tener una pertinencia práctica muy limitada en una sociedad capitalista, por definición incapaz de tal acción racional y cohe-rente, pero idea, en cambio, esencial para una sociedad futura de producto-res asociados–. “Pero el hecho de que el cultivo de los distintos productos agrí-colas dependa de las fluctuaciones de los precios del mercado, que generan cambios constantes de estos cultivos, y

La verdadera riqueza consistía en valo-res de uso –que caracterizan la produc-ción en general, más allá de su forma ca-pitalista–. Por consiguiente, la natura-leza, que contribuía a la producción de valores de uso, era una fuente de rique-za tanto como el trabajo. En su Crítica del Programa de Gotha, Marx reprende a los socialistas que atribuyen que él lla-me una “fuerza creadora sobrenatural” al trabajo considerándolo como la úni-ca fuente de riqueza y no tomando en cuenta el rol de la naturaleza. g

1. Anthony Giddens, A Contemporary Critique of Historical Materialism, University of California Press, Berkely, 1981.2. Michael Redclift, Development and the Environmental Crisis: Red or Green Alternatives?, Methuen, Nueva York, 1984.3. Alec Nove, “Socialism”, en John Eatwell, Murray Milgate y Peter Newman (directores), The New Palgrave Dictionary of Economics, Vol. 4, Stockton, Nueva York, 1987.4. Karl Marx, El Capital, Libro 1, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2017.5. Karl Marx, El Capital, Libro 3, Siglo XXI editores, 2017.6. Karl Marx, El Capital, Libro 1, Siglo XXI editores, 2017.7. N. de la R.: “Nuestro futuro común”, informe redactado en 1987 por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas bajo la dirección de la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland.8. Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Comisión Brundtland), Our Common Future, Oxford University Press, Nueva York, 1987.

*Jefe de Redacción de Monthly Review, Nueva York.

Este texto fue extraído de Marx écologiste (Éditions

Amsterdam, 2011).

Traducción: Bárbara Poey Sowerby

martes a viernes21 a 24hs

J A V I E R

ROMERO

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lunes a viernes18 a 21hs

C L A U D I O

ALBARENQUE

el propio espíritu de la producción ca-pitalista, centrado en el beneficio más inmediato, entran en contradicción con la agricultura, la que tiene que produ-cir teniendo en cuenta las condiciones constantes de vida de las generaciones humanas que se suceden.”

Al subrayar la necesidad de preservar la tierra para “las próximas generacio-nes”, Marx captaba la esencia de la idea contemporánea de desarrollo sosteni-ble, cuya definición más célebre fue da-da por el Informe Brundtland (7): “Un

desarrollo que responde a las necesi-dades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futu-ras de responder a las suyas” (8). Para él, es necesario que la tierra sea “trata-da consciente y racionalmente como la propiedad perpetua de la colectividad, la condición inalienable de la existencia y la reproducción de la serie de las gene-raciones sucesivas”. Así, en un famoso pasaje de El Capital, escribía que, “des-de el punto de vista de una organización

económica superior de la sociedad, el derecho de propiedad de ciertos indi-viduos sobre partes del globo resultará tan absurdo como el derecho de propie-dad de un individuo sobre su prójimo”.

A Marx se le reprocha con frecuen-cia haber estado ciego al rol de la natu-raleza en la creación del valor: habría desarrollado una teoría según la cual todo valor derivaría del trabajo, dado que la naturaleza era considerada como un “don” hecho al capital. Pero esta crí-tica se basa en un contrasentido. Marx no inventó la idea de que la tierra fuera un “regalo” de la naturaleza al capital. Fueron Thomas Malthus y David Ricar-do los que propusieron esta idea, una de las tesis centrales de sus obras económi-cas. Marx era consciente de las contra-dicciones socioecológicas inherentes a tales concepciones y, en su Manuscri-to económico de 1861-1863, le reprocha a Malthus caer de manera recurrente en la idea “fisiócrata” según la cual el medioambiente es “un don de la natura-leza al hombre”, sin tomar en considera-ción la forma en la que ésta se vinculaba con el conjunto específico de relaciones sociales establecidas por el capital.

Ciertamente, Marx coincidía con los economistas liberales en decir que, se-gún la ley del valor del capitalismo, no se le reconoce ningún valor a la naturaleza. Como en el caso de toda mercadería en el capitalismo, el valor del trigo deriva del trabajo necesario para producirlo. Pero, para él, esto no hacía más que re-flejar la concepción estrecha y limitada de la riqueza inherente a las relaciones mercantiles capitalistas, en un sistema construido en torno del valor de cambio.

Para Marx, es necesario que la tierra sea “tratada racionalmente como la propiedad perpetua de la colectividad”.

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Esta antología refleja el rico intercambio entre autores aceleracionistas, conven-cidos de la necesidad de empujar al sis-tema capitalista más allá de sus límites, y los críticos de esta corriente. El “Mani-fiesto por una Política Aceleracionista” de Alex Williams y Nick Srnicek plantea la necesidad de acelerar aquellos proce-sos que el capitalismo hace emerger y de los que se alimenta, pero que no puede

contener. El capitalismo, explican, paraliza el desarrollo tecnológico que él mismo pro-pició, al reducir el inmenso potencial de lo que Marx llamó general intellect a la pro-ducción de gadgets casi idénticos que sostienen la demanda efectiva, pero no mejoran nuestra calidad de vida. Tomando dos fuentes teóricas fundamentales –el “Fragmento sobre las máquinas” de Marx y el Anti Edipo de Gilles Deleuze y Felix Guattari–, el ace-leracionismo es la convicción de que esas capacidades pueden y deben ser liberadas.

Franco Bifo Berardi opone la idea de que la aceleración es una de las formas de la subyugación capitalista. La necesidad permanente de velocidad del sistema capitalista se engarza en tecnologías de la información que devienen en dispositi-vos automatizados: el capitalismo contemporáneo, concluye Bifo, no requiere de un gobierno racional, sino sólo de gobernanza automática.

Toni Negri abunda en esa concepción: las tecnologías son subordinadas a la auto-matización, y con ello, el general intellect es comandado por máquinas algorítmicas. Pero esa automatización, apunta Tiziana Terranova, debe ser controlada por nuevos modos de control: el capitalismo absorbe y agota el tiempo y la energía que ha libe-rado, produciendo pobreza y estrés donde, gracias al desarrollo tecnológico, debería existir riqueza y ocio. Así, el dinero en tanto capital, al dirigirse a ciertas inversiones, promueve unos futuros sobre otros; y se interna en cada vez más espacios de la vida, pues no sólo el trabajo humano, sino también sus afectos y habilidades, son subsu-midos por el capital. El aceleracionismo es, en fin, un intento de recuperar la propia noción de futuro, huyendo del “realismo capitalista” que Mark Fisher expresó así: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

La profundidad de este debate se revela en el texto de Ray Brassier. El prometeísmo, escribe el autor, reivindica “que no hay razón alguna para asumir un límite predetermi-nado a lo que podemos alcanzar”. Ya Hannah Arendt explicó cómo la propia condición humana parte de esa posibilidad de crear y recrear las condiciones de vida, pero, como expuso Jean-Pierre Dupuy, debe al mismo tiempo respetar “el frágil equilibrio entre lo dado y lo elaborado”. El pecado del prometeísmo consiste, entonces, en destruir ese equilibrio entre lo hecho y lo dado. El riesgo es nuestra ignorancia, porque “sólo lo que es humanamente hecho es humanamente cognoscible”. Cuando los humanos intervenimos la naturaleza, incluyendo nuestros propios cuerpos, desconocemos ampliamente la com-plejidad de la vida que nos sustenta y que tan largamente ha desvalorizado la moder-nidad. La crisis ambiental que enfrentamos es una prueba de esa soberbia ignorancia.

Nazaret Castro

155, tal el título de esta potente novela gráfica, era el número de prisionero del anarquista Simón Radowitzky en el pre-sidio de Ushuaia en el que pasó 21 años encarcelado en durísimas condiciones por el asesinato del coronel Ramón Falcón, responsable de la Semana Roja de 1909.

Esta obra, proyecto personal del autor, que le dedicó unos seis años de investigación y trabajo, cuenta en base a numerosas fuentes la historia de Radowitzky desde los pogromos del Imperio Zarista hasta su muerte en México, pasando por su actividad y encierro en Argentina, que despertó un gran movimiento de solidaridad inter-nacional. Comotto construye un apasio-nante relato de una vida, cuya elección, como señala Daniel Feierstein en el pró-logo, no requiere mayores explicaciones: “judío errante, internacionalista, ateo, contestatario, revolucionario, que parti-cipó de casi todos los hechos importan-tes de la historia universal del siglo XX”.

Mujeres de Kurdistán La revolución de las hijas del sol

Roma Vaquero Diaz, Leandro Albani (comps.)

Sudestada; Buenos Aires, septiembre de

2017. 128 páginas, 250 pesos.

“La liberación de las mujeres es la liberación de la sociedad”, sostienen los autores al sin-tetizar la historia del pueblo kurdo. Tras la Primera Guerra Mundial, los kurdos fueron repartidos en cuatro Estados –Irán, Turquía, Irak y Siria–, pero si bien su lucha de libera-ción se remonta a esos años, recién se afian-zó en 1987 con la creación del Movimiento de Mujeres Libres de Kurdistán.

El libro pone el foco en un punto clave para explicar las bases de ese movimiento: la Jineologî (Ciencia de las mujeres), que pro-pone un cambio ideológico en el que la mujer deje de tener el lugar de madre sagrada, esposa y objeto sexual (un pensamiento que no es exclusivo de Medio Oriente). Romper las cadenas del machismo generará la trans-formación de las relaciones sociales insertas en el capitalismo, dando paso a un nuevo orden social y político: el Confederalismo Democrático. En este sistema el protagonis-mo de las mujeres es tan importante como el comunalismo ecológico, desarrollado por el activista Murray Bookchin.

La filosofía kurda está expresada en el libro a través de artículos de activistas y militantes, además de textos de Abdullah Öcallan, líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán –preso desde 1997 en Turquía–, indispensables para entender los orígenes de este movimiento, que, aunque resulte extraño o contradictorio, tiene a un varón como prin-cipal impulsor de una perspectiva feminista.

La militancia de las mujeres kurdas es un ejemplo a imitar, porque a pesar de las dis-tancias, las demandas son compartidas.

Laura Oszust

Internacional

El exilio de Perón

J. C. Chiaramonte, H. S. Klein (coords.)

Sudamericana; Buenos Aires, septiembre de

2017. 448 páginas, 329 pesos.

En 1919 Herbert Hoover creó en la Univer-sidad de Stanford una biblioteca dedicada a la Primera Guerra Mundial. Años más tarde, Hoover se convertiría en presidente electo de Estados Unidos y la Hoover Institution se transformaría en un enorme centro de docu-mentación sobre la Guerra Fría. Allí se puede encontrar también una de las colecciones más ricas sobre el exilio de Perón. Doce cajas en las que se reparten documentos, fotografías y cartas que el líder intercambió fundamentalmente desde Madrid, la con-vierten en un testimonio de incuestionable valor, que este trabajo busca recuperar a través de seis ensayos en los que, a partir del material de archivo –que es de consulta pública–, se retratan los años de proscripción desde diversos ángulos. De las contradiccio-nes que comienza a condensar el movimien-to, retratadas por Fabián Bosoer a partir de la correspondencia que mantuvo Perón con figuras tan disímiles como Rodolfo Puiggrós y Jorge Osinde, a los informes del Movi-miento Revolucionario Peronista analizados por Christine Mathias o la experiencia del Consejo Coordinador Supervisor del Pero-nismo recuperada por Julio Melon, El exilio de Perón se suma a la serie de trabajos que en este último tiempo han decidido abordar uno de los períodos más complejos de la historia del peronismo aportando un anexo documental que, tal como destaca Mariano Ben Plotkin en otro de los artículos, “habilita una mirada renovada sobre el pensamiento de Perón, quien por primera vez durante su exilio se expresa desde fuera del poder”.

Carolina Keve

Historia

Novela gráfica

155Simón Radowitzky

Agustín Comotto

Emecé; Buenos Aires,

febrero de 2018.

272 páginas, 550 pesos.

Los límites del capitalismo

Ensayo

Libros del mes

Aceleracionismo Estrategias para una transición hacia el

postcapitalismo

Armen Avanessian y Mauro Reiis (comps.)

Caja Negra; Buenos Aires, septiembre de

2017. 304 páginas, 360 pesos.

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microcosmos de la nueva izquierda, cuya particular “ecología” daba cuenta de influencias de diversas partes del globo e interesantes cruces ideológicos y de sensibilidades. Traductores de la utopía. La Revolución cubana y la nueva izquierda de Nueva York, de Rafael Rojas, se dedica a diseccionar preci-samente los puentes y los precipicios entre La Habana y Nueva York utilizan-do para ello una enorme cantidad de fuentes que delinean un fresco donde

se superponen la política, la cultura y la geopolítica.

La pregunta sobre si el castrismo evolucionaría o no hacia el comunismo revestía una particular importancia en los años intensos de la Gue-rra Fría en los que la nueva izquierda buscaba ocupar un

Los ecos de la Revolución Cubana no solamente atravesaron las fronte-ras latinoamericanas y con-movieron el mundo de las izquierdas y de las juven-tudes politizadas. La toma del poder por el Movimiento 26 de Julio tuvo una intensa resonancia entre la izquierda de Nueva York, una ciudad en la que se había configurado un

La larga historia de los saqueos en la Argentina

Gabriel Di Meglio, Sergio Serulnikov (comps.)

Siglo XXI; Buenos Aires, septiembre de

2017. 320 páginas, 399 pesos.

En el comienzo de la película “8 y ½”, un hombre intoxicado por el aire de la cale-facción sale volando a través de la ven-tanilla de su auto y queda suspendido en un impasse onírico… hasta caer al mar.

Al igual que con la obra de Fellini, uno se zambulle en la larga historia de los saqueos en Argentina intentando definir un tipo de acontecimiento que resulta inclasificable desde la tipología conven-cional de la acción social. En un brete conceptual, los investigadores que inte-gran este libro hacen una apuesta audaz: se rehúsan a circunscribir esas irrup-ciones episódicas en el espacio público como formas “primitivas” de protesta social. Entre otros motivos porque no fueron definidos de manera homogénea a lo largo del tiempo, se los concibió como legales y legítimos en tiempos de la revo-lución y como delitos sin distinción de personas en épocas más recientes. En esa actitud de resistencia teórica, los autores proponen un recorrido histórico de los saqueos desde las guerras del período de la Independencia hasta la actualidad. Los inscriben como hechos políticos, accio-nes situadas que se despliegan a partir de relaciones y dispositivos de poder y tienen lugar en el marco de oportunida-des políticas específicas. “Un contratea-tro recitado en forma improvisada sobre el escenario de la calle” –afirma Carlo Ginzburg–, que transforma la politicidad de los sectores sociales involucrados en tales acontecimientos.

Natalia Aruguete

Historia

Fábrica de músicas

Marina Cañardo

Gourmet musical; Buenos Aires, abril de

2017. 312 páginas, 390 pesos.

Este libro aborda la relación entre la indus-tria discográfica y la música –con preemi-nencia del tango– durante la próspera déca-da de 1920. Analiza lo que se grababa en los primeros estudios fijos en Buenos Aires y demuestra que el repertorio elegido por las grandes empresas discográficas consa-gró lo que aún hoy se denomina “música nacional argentina”. Cada capítulo se centra en un tema intentando abarcar así el pro-ceso total, por ese motivo el relato general reconstruye cronológicamente los eslabo-nes en la cadena de producción de un disco.

En 1919, en cuanto se silenciaron los cla-mores de la Primera Guerra Mundial, comen-zó a funcionar en Buenos Aires la primera fábrica de discos del país. Fue una de las primeras de la región y permitió a la capital argentina transformarse en un “faro” de la industria en esta parte del mundo, debido a que por sus estudios desfilaban –junto a los artistas de todo el país– también los urugua-yos, chilenos y paraguayos. La música gra-bada generó un patrimonio, un nuevo canon que dividió las aguas entre lo que se preser-vó y lo que sólo quedó en la memoria o los relatos de testigos directos. Podría afirmarse que el “canon musical” tiene forma de colec-ción de discos a partir del siglo XX.

La autora concluye que la temprana difu-sión y circulación internacional del tango a gran escala por medio de los discos, y su con-sagración en París en tanto música auténtica, exótica y reapropiada –escindida de sus con-textos originales– podría considerarse como un caso de world music avant la lettre. Julián Chappa

Cultura

La cena de los notables

Constantino Bértolo

Mardulce; Buenos Aires, agosto de 2015.

224 páginas, 250 pesos.

¿Qué constelación de fenómenos, mate-riales y personajes gira alrededor del hecho de la lectura? El español Cons-tantino Bértolo analiza todo el espectro que mueve la literatura narrativa, a par-tir de algunos ejemplos como el de Qui-jote, Emma Bovary y Martin Eden, que vieron sus vidas alteradas desafortuna-damente por la lectura.

El punto de quiebre en la historia de la lectura se produce con la aparición de la imprenta, que deja atrás la litera-tura oral e inicia la lectura silenciosa y en solitario. Este autor busca rescatar el peso que la comunidad tenía y tiene en la lectura, y el rol de responsabilidad que ante ella debe asumir el escritor –que antes era muy obvia–, y restable-cer así su vínculo con su lector. Llama la atención que no haya referencia alguna a las nuevas tecnologías, que están cam-biando el estatus de la lectura. Recono-cido editor, Bértolo valoriza de manera particular el lugar de su profesión, al atribuir al editor la función de nexo entre el escritor y su público lector y destaca el peso dominante del mercado, actual dueño de las palabras. La función de la crítica, por su parte, es cuestionar en público el discurso de ese poder.

Es éste un libro incisivo, algo provo-cador, que puede despertar polémica por sus afirmaciones, a veces taxativas, y por su reflexión sobre la crítica. Se lee con interés, a pesar de ciertas reitera-ciones y erratas.

Josefina Sartora

Critica

Pensamiento

Traductores de la utopíaLa Revolución cubana y la nueva izquierda de Nueva York

Rafael Rojas

FCE; México, octubre de 2016.

280 páginas, 346 pesos.

esquivo lugar por fuera del “imperialis-mo yanqui” y el totalitarismo soviético. Por las páginas del libro pasan intelec-tuales –como Waldo Franck, Charles Wright Mills o Paul Sweezy– revistas como Monthly Review, movimientos como la Generación Beat. El capítulo sobre el movimiento negro radical, en el que pueden verse desplazamientos hacia el islam y/o el marxismo-leninis-mo en el marco de la expansión de los movimientos anticoloniales, ilustra una de las recepciones, en este caso etno-política, de la Revolución caribeña. De igual forma, las sensibilidades beat cho-caron a menudo con los rígidos cánones morales del nuevo régimen isleño.

Pese a hablar de los años 60, los debates planteados en el libro resultan sorprendentemente actuales. La mayo-ría siguen abiertos.

Pablo Stefanoni

FicheroEl sueño chino Política contemporánea

Lucía Fernández

UBA Sociales; Buenos Aires,

mayo de 2018.

96 páginas.

Este libro del Centro de Estudios en Ciudada-nía, Estado y Asuntos Políticos (CEAP) de la UBA reúne tres trabajos sobre las dinámicas políticas internas de China tras la apertura de 1979 hasta la actualidad, que a la luz del crecimiento y despliegue internacional de la República Popular, analizan las luchas y ten-siones de su actual sistema político, las con-tinuidades y rupturas con el sistema político tradicional y la cuestión de la democracia en un marco de crisis de ese mismo sistema.

La historia argentina contada por mujeres

Gabriela Margall, Gilda Manso

Ediciones B; Buenos Aires,

marzo de 2018.

240 páginas, 369 pesos.

“De la conquista a la anarquía (1536-1820)” es el primer tomo de esta historia argentina que busca recuperar la mitad de la historia al restituir el protagonismo de las mujeres en la historia nacional y en su escritura, analizan-do sus testimonios, a través de documentos de voces femeninas de todos los estratos sociales y todas las regiones del país, del ámbito rural a los salones porteños, y temas como la reproducción, el matrimonio o la violencia de género en la sociedad colonial.

Me acuerdo y otros autorretratos

Joe Brainard

Eterna Cadencia; Buenos

Aires, febrero de 2018.

384 páginas, 450 pesos.

Deshilvanado y atractivo cuaderno de memorias de Joe Brainard, prolífico artista visual y escritor miembro de la escuela de Nueva York que tuvo su mejor momento en los años 70. Notas, dibujos, diarios con observaciones sobre costumbres cotidia-nas, sobre su vida libérrima y el ambiente artístico y gay de la época constituyen un cuadro de la escena artística y de identidad de toda una generación.

Pequeño país

Gaël Faye

Salamandra; Barcelona,

febrero de 2012.

220 páginas, 365 pesos.

Dos décadas después de exiliarse en Fran-cia, Gabriel, hijo de un empresario francés y una ruandesa tutsi regresa a Burundí en busca de sus recuerdos de infancia. Desde la mirada ingenua del niño, rememora ese paraíso en el que sus días consistían en robar mangos y hacer travesuras con sus amigos, hasta que la separación de sus padres, el miedo y el odio que irrumpieron con la guerra resquebrajaron su vida.

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Las súplicas y las demostraciones de afecto de tres líderes europeos –Em-manuel Macron, Angela Merkel y Boris Johnson– hacia Donald Trump no sirvieron de nada: el Presidente de Estados Unidos les respondió humi-

llándolos. Los amenaza con represalias comerciales y financieras si no violan el acuerdo que ellos mis-mos firmaron con Irán hace tres años. Como Esta-dos Unidos cambió radicalmente su posición en este tema, a sus aliados no les queda más que alinearse. A sus ojos, París, Berlín y Londres no tienen peso algu-no, en todo caso mucho menos que Riad o Tel Aviv.

“Cuando un hombre se condena a sí mismo, uno siempre tiene ganas de pegarle para quebrar en mil pedazos la poca dignidad que le queda”, escri-bía Jean-Paul Sartre en Los caminos de la libertad. Su observación también es válida para los Estados. Por ejemplo, los de la Unión Europea. Macron pro-clama su rechazo a hablar “con un fusil en la sien” y Merkel lamenta que Washington haga las cosas aun más complicadas en Medio Oriente. Pero ni el uno ni la otro parecen dispuestos a responder más que a través de lamentos. Y las grandes empresas europeas comprendieron que debían obedecer, ya que el envío de un correo electrónico a través de un servidor estadounidense o el uso del dólar en una transacción con Irán las expondría a multas extra-vagantes (véase Warde, pág. 22).

Apenas anunciado el diktat de Trump, Total –en otras épocas Compañía Francesa de Petróleo– anuló sus proyectos de inversión en la República Islámica de Irán. Sin embargo, el presidente Macron buscaba al mismo tiempo preservar el acuerdo con Teherán. Aunque aclaraba: “Voy a ser muy claro: no vamos a sancionar o contra-sancionar empresas estadou-

nidenses. […] Y no vamos a obligar a las empresas [francesas] a quedarse [en Irán]; ésta es la realidad del mundo de los negocios. El Presidente de la Repú-blica francesa no es el CEO de Total” (1). Quien por lo tanto obedece las órdenes de la Casa Blanca.

CriteriosNuestras sempiternas ruedas de plegaria sacaron como conclusión de este episodio que hace falta más Europa (2). Pero cuanto más se amplía e insti-tucionaliza Europa, menos resiste a las órdenes es-tadounidenses. En 1980, los nueve miembros de la Comunidad Económica Europea sentaban posición sobre Medio Oriente reconociendo las aspiraciones nacionales del pueblo palestino; el pasado 14 de ma-yo, en cambio, cuatro Estados de la Unión (Austria, Hungría, República Checa y Rumania) estuvieron representados en la inauguración de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén mientras las fuer-zas armadas israelíes ejecutaban a decenas de civi-les de Gaza. Mejor aun –si se puede decir así–: entre los veintiocho miembros actuales de la Unión, once invadieron Irak junto a las tropas estadounidenses.

La Unión Europea no deja de endurecer sus crite-rios de convergencia. Siempre se olvida de uno, que Trump acaba de recordarle: la necesidad para sus miembros de ser independientes y soberanos. g

1. Conferencia de prensa, Sofía, 17-5-18. 2. Un credo que el columnista de France Inter Bernard Guetta machaca todas las mañanas desde hace más de veinte años, cualquiera sea el tema del día…

*Director de Le Monde diplomatique.

Traducción: Pablo Stancanelli

Staff 3

Dossier El oscuro futuro de la economía

Editorial: De cumbres y abismos 2por José Natanson

Turbulencias argentinas 3por Andrés Malamud

Todos los caminos conducían al Fondo 4por Claudio Scaletta

El arte de la fuga 6por Carlos Alfieri

La cultura de la crisis 8por Alejandro Grimson

México, la tentación de la esperanza 10por Renaud Lambert

Cómo papá me hizo entrar a Harvard 12por Richard D. Kahlenberg

Campesinos vs. agroindustria en Mozambique 14por Stefano Liberti

La segunda primavera armenia 16por Tigrane Yegavian

Arabia Saudita sacude sus tradiciones 18por Florence Beaugé

Dossier El desmadre TrumpIrán enfrenta el diktat de Trump 22por Ibrahim Warde

Frágil distensión entre las dos Coreas 24por Sung Il-kwon y Martine Bulard

Las lecciones del socialismo francés 26por Serge Halimi

La batalla de la paz en el País Vasco 28por Laurent Perpigna Iban

Longevidad, los límites de una esperanza 30por Claude Aubert

Nacionalismo demográfico en Hungría 32por Corentin Léotard y Ludovic Lepeltier-Kutasi

Debates del futuro: Los dueños de Internet 34por Natalia Zuazo

Marx y la explotación de la naturaleza 36por John Bellamy Foster

Libros del mes 38

Editorial: Felpudos europeos 40por Serge Halimi

Suplemento # 61: La educación en debateUniversidad Pedagógica Nacional

Felpudos europeospor Serge Halimi*

Sumario

Editorial

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El ministro de Educación, Ale-jandro Finocchiaro, es un in-vestigador especializado en la Reforma Universitaria de 1918. Escribió dos libros que abordan

el tema: UBA c/ Estado Nacional. Un estu-dio sobre la autonomía universitaria y El mi-to reformista, donde rescata no solo el pro-ceso de democratización institucional sino también sus implicancias sociales. No obs-tante, allí pone en cuestión que el concep-to de autonomía haya sido una demanda de aquellos estudiantes cordobeses y se pre-gunta si, en realidad, no se trató de un desa-rrollo intelectual y político posterior que se les atribuyó a los reformistas.

Mientras conversa, Finocchiaro se queja de que la gestión le quita tiempo para leer. No obstante, asegura que ahora está saldan-do una deuda con la literatura y que en su mesita de luz tiene Rojo y negro de Stend-hal. También está terminando Historia de las creencias y las ideas religiosas, de Mir-cea Eliade, un texto que – dice– lo ayudará a preparar sus clases tanto en la UBA como en la Universidad Nacional de La Matanza, donde entre 2004 y 2011 fue decano de De-recho y Ciencia Política.

Abogado de formación, con una maes-tría en Educación y un doctorado en His-toria, Finocchiaro fue el primer director general de Cultura y Educación en la go-bernación de María Eugenia Vidal y subse-cretario de Políticas Educativas y Carrera Docente en la Ciudad de Buenos Aires bajo la gestión de Mauricio Macri. El centena-rio de la Reforma Universitaria lo encuen-tra ocupando el principal sillón del Palacio Sarmiento y con la responsabilidad, entre otras cuestiones, de trazar la política uni-versitaria.

La Reforma del 18 quedó asociada a los conceptos de cogobierno y autono-mía. ¿Cuáles son los conceptos que se corresponderían con la universidad del siglo XXI?

La igualdad de posibilidades, la planifica-ción y la asociación de la universidad con el desarrollo del país. Me refiero a un desarro-llo con sentido amplio, no hablo sólo en tér-minos económicos y productivos sino tam-bién a los componentes sociales, culturales, políticos e institucionales de la Nación. La universidad no sólo tiene que formar gente para trabajar.

¿De qué se trata una planificación ade-cuada?De ver cuáles son las carreras que hacen al desarrollo estratégico del país y poder pla-nificar la matrícula. Está lleno de carreras de Derecho, pero el país no demanda más abogados. En cambio, tenemos uno de los litorales marítimos más extensos del mun-do y no tenemos ninguna carrera en las uni-versidades del Sur que tenga que ver con la producción marítima.

¿Qué otras carreras requiere el modelo de país que piensa el actual gobierno?Las carreras que hay que impulsar deben establecerse según las regiones. Si bien hay carreras que se necesitan en todo el país, co-mo Enfermería, en Santiago del Estero ha-cen falta médicos, y en Jujuy, licenciados en Turismo. Hacen falta, además, ingenierías en energías renovables y en alimentos: si queremos salir de ser el granero del mundo para convertirnos en el supermercado del mundo, tenemos que saber cómo procesar la soja para hacerla aceite, milanesas y otros subproductos. No estoy diciendo que haya que cerrar carreras, digo que hagamos un trabajo inteligente y demos estímulos po-sitivos para direccionar la elección. Nunca deben ser estímulos negativos, como ha-cen algunos países fijando cupos o estable-ciendo que los mejores promedios eligen la carrera que quieren estudiar. Las becas Progresar son un estímulo positivo, porque en las carreras de desarrollo estratégico el monto es superior en relación a las otras carreras. También tenemos que ir hacia la

creación de consorcios de universidades, donde existan dobles o triples titulaciones.

¿Cómo funcionarían esos consorcios?Se juntan dos o tres universidades para dar una carrera en la que cada una de ellas aporte su expertise. Por ahí una universi-dad quiere dar una carrera pero no tiene todos los docentes. Entonces, por ejemplo, se asocian la Universidad Nacional de Cór-doba, la de Buenos Aires y la del Litoral pa-ra armarla. No quiere decir que un alumno tenga que ir de un lado a otro, hay semina-rios donde pueden viajar los docentes, ma-terias que se podrían hacer a distancia.

Comenzó hablando de igualdad de posi-bilidades, ¿qué significa para usted?Hoy, la universidad pública y gratuita da igualdad de oportunidades: con solo ano-tarte ya sos alumno. Pero en la primera clase, un profesor pide tal o cual libro, tal o cual elemento y hay chicos que en ese mismo momento sienten que la igualdad se terminó. Por eso digo que es necesaria la igualdad de posibilidades. En el corto plazo, las becas Progresar apuntan a eso. A mediano plazo, va a aportar la Reforma de la Escuela Secundaria 2030. Gracias a ella los chicos aprenderán en forma interdis-ciplinar, por proyectos, de manera cola-borativa. Hoy muchos llegan mal prepara-dos de la escuela secundaria. Trabajamos durante dos años con las 24 jurisdicciones del país para diseñarla. De acá a octubre, cada jurisdicción tiene que decirnos cuál de todos los modelos diseñados elige. Dos años estuvimos trabajando, una reforma no se diseña de un día para otro.

¿Qué perfil de egresados debe buscar la universidad?Debe ser un perfil generalista, que le per-mita al egresado trabajar casi en cualquier cosa. Después, el estudiante puede espe-cializarse en un posgrado o, directamente, en el trabajo. En todas las carreras hay ma-

terias que son excesivamente específicas y que no se ven en profundidad. Y esas mate-rias te alargan innecesariamente la carrera. Son conocimientos que se terminan adqui-riendo en la práctica laboral. No puede ser que se tarde seis años en recibirse de inge-niero o abogado. Hay que acortar las carre-ras y seguir trabajando en los trayectos for-mativos: si un chico estudió Ingeniería en Sistemas en el Norte argentino y se muda a Buenos Aires le tienen que reconocer lo aprobado, no puede pasarse un año dando equivalencias o viendo qué le reconocen.

¿Cómo se conjuga ese perfil generalista con la retórica del emprendedorismo que tanto impulsa el gobierno? ¿La uni-versidad tiene que formar más empresa-rios y cuentapropistas que científicos?Tiene que formar de todo: empresarios, científicos, artistas, gente que tenga sabe-res significativos y la capacidad de pensar críticamente.

¿Y cómo se lleva este impulso a los em-prendedores con el desarrollo nacional que usted propone como objetivo de la universidad? Da la sensación de que el emprendedorismo apunta más a pro-yectos personales, individualistas, que a profesionales que se integren a un proyecto colectivo de Nación.Es un prejuicio con nuestro gobierno. Hay que formar un egresado integral. Un inge-niero que se pone un emprendimiento con un compañero contribuye al desarrollo productivo del país, dará trabajo e innova-rá en otras prácticas. La lógica del empren-dedorismo me parece maravillosa, es la de los países que se terminaron desarrollando. Y si no querés ser emprendedor, podés tra-bajar en otro lado. El emprendedorismo es una construcción colectiva, siempre te re-lacionás con alguien. Nadie pone una em-presa solo; tendrá que dar empleo a otras personas, desarrollar sociedades. Hay un uso sesgado del discurso del gobierno: ha-blamos siempre del equipo, para nosotros nunca alguien es alguien solo. Eso lo trajo a la política argentina Mauricio (Macri).

¿Cómo hace un gobierno que aboga por el libre mercado para que no sea el mer-cado el que fije la política universitaria?Es otro prejuicio con el gobierno: el 76 por ciento del presupuesto está destinado a políticas sociales. El gobierno aboga por el ejercicio de libertades en todo sentido, pero también está en el cuidado de todos los argentinos. Si no fuera así, las tarifas hubieran aumentado todo de golpe en di-ciembre de 2015. El gradualismo tiene que ver con una participación activa para

La universidad, hoypor Diego Rosemberg*

d

La educación en debate #61

Suplemento

junio2018

AlejAndro FinocchiAro, miniStro de educAción de lA nAción

Page 42:  · junio 2018 el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A. Paraguay 1535 (1061) Buenos Aires, Argentina Publicación mensual …

II | La educación en debate #61 La universidad, hoy

no dejar todo librado a los actores econó-micos. Por supuesto que este no es un go-bierno estatista, pero tampoco deja todo librado a la fuerza del mercado.

¿Cómo sería el gradualismo llevado a la política universitaria?El Estado y los privados tenemos que tra-bajar mancomunadamente para hacer un gran programa de becas. Acabamos de ha-cer un esfuerzo enorme: 10.000 millones de pesos en becas. Los privados también de-berían tener un programa de becas por su cuenta. En ese caso, becarán aquellas áreas de conocimiento que crean que son nece-sarias para su actividad. Nosotros avanza-remos en una planificación del sistema que tienda al desarrollo argentino. Las universi-dades de gestión estatal tienen que trabajar con los privados. Por ejemplo, Farmacia y Bioquímica puede investigar junto a labo-ratorios y compartir las patentes. El gran problema de Argentina es esta profunda di-visión entre lo privado y lo estatal.

Al mismo tiempo que plantea esto, el Estado dio de baja a numerosos conve-nios que tenía con universidades y los reemplazó por consultoras privadas.Lo que estamos haciendo es mirar si esos contratos no ocultan otro tipo de cuestio-nes que nada tienen que ver con la universi-dad. No es que las universidades sólo tienen que hacer patentes para ganar plata, tam-bién se tienen que dedicar a los bienes cul-turales, como algunas del conurbano que arman grandes exposiciones que atraen gente que no es alumna. Es el logro más acabado de la extensión.

En el momento de mayor tensión en el conflicto del Conicet hubo una cam-paña de desprestigio contra las inves-tigaciones en Ciencias Sociales. Se in-tentó banalizar algunas de ellas. ¿La política oficial valora más la investi-gación en ciencias duras que en Cien-cias Sociales?Nuestro ministerio no banaliza ningún ti-po de investigación. Son muy importantes las que se dan en ciencias duras porque per-miten determinados desarrollos del país y también son importantes las del campo de las Ciencias Sociales porque posibilitan realizar determinados diagnósticos, cono-cer a la sociedad y elaborar políticas públi-cas. En uno y otro caso, lo que deben definir

comités de expertos probados y objetivos es si la investigación se sustenta por sí misma, si tiene la metodología adecuada. Después, como el presupuesto de investigación es fi-nito, cada universidad establecerá dentro de su política a qué rama del conocimiento quiere apuntalar con más dinero. Es propio de la autonomía universitaria.

Una universidad para el desarrollo na-cional, como la que plantea, ¿no necesi-ta más presupuesto en vez de recortes?No es un problema de dinero, es de plani-ficación. Fui ocho años decano en una uni-versidad, y afinando la lapicera podía pla-nificar con el presupuesto que tenía sin res-tar un ápice de calidad académica. Es una cuestión de organización. El presupuesto es altamente significativo: más de cien mil millones de pesos.

No obstante, hay docentes ad honorem, los salarios docentes no son buenos, existen problemas de insumos e infraes-tructura…Problemas de infraestructura graves no hay, cada vez hay menos docentes ad ho-norem. También es verdad que tenés un no docente cada ocho alumnos y debería haber uno cada 90 o 100, según estánda-res internacionales. Hay muchas univer-sidades que lo cumplen. Ahora, si como rector tomás la decisión de no cumplir-lo, no te va a alcanzar la plata. Hay que planificar con buena predisposición del Estado y las universidades, teniendo en cuenta que la educación es un bien social que nos compete a todos, siempre respe-tando la autonomía.

Esteban Bullrich, su antecesor, quería imponer que haya un determinado por-centaje de profesores extranjeros en las universidades nacionales. ¿Sigue en pie esa idea?Lo que tenemos que procurar es que cada vez los profesores sean mejores, más ca-pacitados, promover la formación docen-te en maestrías y doctorados. Después, si es argentino, uruguayo, norteamericano o japonés es otra cuestión. Es bueno el intercambio, pero no creo en ese tipo de subjetividades. g

*Editor de La educación en debate, integrante

de ANCCOM y docente universitario.

Judicialización, recortes y menos autonomía

Gabriela Diker es una de las seis rectoras con que cuen-tan las 57 universidades ar-gentinas. Asumió en 2014 al

frente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y, a un si-glo de la Reforma, analiza los cambios que hoy requiere el sistema de altos estudios y evalúa la política de Cam-biemos para el sector.

La Reforma implicó un cambio del statu quo universitario. Hoy, ¿qué cosas hay que transformar?Los discursos dicen que la universi-dad debe impactar en el desarrollo social, cultural y económico del país. Pero las demandas sociales se cons-truyen en diálogo entre las universida-des y el afuera; además, están subordi-nadas a lo que en cada período se es-tablezca como modelo de desarrollo. ¿Qué pasa cuando esos modelos cons-truyen sociedades más inequitativas? En esos casos, si creemos que la uni-versidad debe contribuir a construir sociedades más igualitarias, tenemos la obligación de ir en contra.

¿Qué modelos universitarios hoy están en disputa?Hay uno más dispuesto a responder a las demandas del mercado. Hoy te-nemos un documento de la Secreta-ría de Políticas Universitarias sobre áreas de vacancia de titulaciones a los fines de planificar la expansión del sis-tema –algo necesario–, pero lo único que releva es la demanda de empleo privado. Encima, el mercado laboral se presume muy cambiante y eso ge-nera otra discusión: ¿el perfil de nues-tros egresados tiene que ser poliva-lente o muy específico para respon-der puntualmente a las demandas del mercado? También hay un modelo de universidad posible que no existe hoy en Argentina, una que piense la for-mación de profesionales no solo para responder a los requerimientos exis-tentes sino que a la vez promueva de-mandas de formación. Por ejemplo, en la UNGS se creó una Licenciatura en Urbanismo bajo el diagnóstico de que uno de los problemas de esta zo-na, el tercer cordón bonaerense, es el desarrollo urbano, un perfil profesio-nal que no existía, pero que es indis-pensable para el diseño de políticas públicas.

¿La retórica del emprendedoris-mo se corresponde con la actual política universitaria?Está en la base de la única política que ha desarrollado el gobierno para la universidad: el sistema nacional de re-conocimiento académico, destinado a otorgar equivalencias entre carreras de distintos lugares. Se presume un estudiante que tiene iniciativa indivi-dual para armar su carrera, cursando un trayecto en cada institución, como si el sistema fuera una estantería de recursos en la cual el individuo elige lo que más le conviene. Es verdad que hay un problema con la rigidez en las

carreras, pero esta propuesta omite que un plan de estudio se compone pensan-do en una formación integral para ese profesional, no es una suma de conoci-mientos empaquetados.

¿Cómo evalúa la política universita-ria de Cambiemos? Desde que asumió, las universidades fueron desprestigiadas. El Presiden-te las nombró como ejemplo de inefi-ciencia y hubo una judicialización sin precedentes: 52 universidades fue-ron denunciadas por malversación de caudales públicos sin identificación de delito. En el caso de la UNGS se acaba de archivar la causa por falta de méri-to, pero nadie se enteró. También hay un avasallamiento de la autonomía: las fuerzas de seguridad ingresaron a seis universidades. Y hay resoluciones del Ministerio de Modernización sobre licitaciones, compras, contratación de personal, que avanzan sobre la autono-mía universitaria. Dicen que formamos parte de la administración pública na-cional pero la Constitución y los dictá-menes de la Corte Suprema y la Procu-raduría del Tesoro señalan lo contrario. Encima, el ajuste de este año ya es de 3.000 millones de pesos y hay retrasos en las transferencias de partidas.

El Gobierno dice que el presupues-to es suficiente, que el problema es de planificación y que hay universi-dades con un no docente cada ocho alumnos.Si hubiera alguna universidad en ese caso, habría que trabajar con ella pa-ra poner en escala a su personal. Dicho así, genéricamente, no justifica los re-cortes. El sistema atiende a un millón y medio de estudiantes y concentra el 90% de la investigación en ciencia y tecnología.

Hoy la universidad garantiza el in-greso pero no el egreso, ¿por qué?Las universidades ampliaron el ingre-so pero no modificaron sus mecanis-mos selectivos, que hacen que algunos estudiantes abandonen. No se piensa qué efectos generan ciertas prácticas de enseñanza y evaluación. Omiti-mos enseñar el oficio de estudiante y perviven prácticas alejadas del modo de vinculación que los jóvenes tienen con el conocimiento. Echarle la culpa al secundario funciona como un atajo para no ver qué hacemos mal. Y hay otra discusión que nos debemos: el ac-ceso irrestricto, traducido en que cada uno estudia lo que quiere, a veces con-tradice las necesidades de la sociedad. Es necesario asegurar el ingreso irres-tricto pero también equilibrar la ma-trícula. Hay que discutir cómo se esti-mulan las carreras estratégicas y cómo se distribuyen las vacantes de manera justa cuando son limitadas. Hay uni-versidades con ingreso irrestricto pe-ro después aplican mecanismos selec-tivos brutales. g

D.R.

GAbrielA diker, rectorA de lA unGS

Laura Messing, Sol de frente, 2005

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La educación en debate | III

La educación superior como un derecho humano

“Más científica y menos profesionalista”

“La Reforma de 1918 es una de las piedras fundacionales de nuestra estructura universitaria”, afirma Mario Lozano, director general

del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y docente e investigador en el De-partamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes.

¿Qué importancia tiene la Reforma para nuestro sistema universitario?La Reforma instaura el concepto de cali-dad: la necesidad de que los mejores es-tén al frente de las cátedras y que eso se garantice mediante una evaluación ex-terna. También impulsa una democrati-zación en el gobierno universitario que, hasta ese momento, estaba monopoliza-do por una elite de docentes muy ligada a lo eclesial. Las rupturas principales de la Reforma se han asentado. La univer-sidad sigue pensando en la importancia de garantizar que los mejores estén al frente de las cátedras; sin embargo, hoy se discute cómo conseguirlo.

¿Por ejemplo?Durante un tiempo muy largo se pensó que los concursos periódicos de reno-vación de los cargos eran la mejor ma-nera de garantizarlo. Eso probablemen-te tenga relación con un pensamiento meritocrático que no considera la his-toria de cada docente: si hay alguien mejor, ese es el que tiene que ocupar el puesto. Pero eso va contra los derechos laborales. Debemos preguntarnos si hay que castigar a alguien que hizo las cosas bien porque aparece alguien que es “mejor” en esa circunstancia parti-cular. El convenio colectivo de trabajo que en 2015 se firmó con la CONADU y las otras gremiales docentes sostiene, en cambio, un ingreso por concurso a la carrera y después una evaluación con-tinua. Mientras la persona siga produ-ciendo dentro de los parámetros que la universidad fija, se sostiene en su cargo. A quienes critican ese cambio, hay que recordarles que la institución más me-ritocrática de Argentina, que es el CO-NICET, usa ese mismo sistema.

En nombre de la autonomía universi-taria, hay instituciones que no cum-plen ese convenio colectivo.La autonomía también es un valor de la Reforma, además de la libertad de cáte-dra y la selección de docentes por con-curso. Ahora, es una característica que hay que revisar autocríticamente y eva-luar continuamente su aplicación. La autonomía no puede significar que una universidad sea un principado. Se deben respetar las leyes y los convenios colecti-vos de trabajo.

¿Cuáles son los avances contemporá-neos más importantes en materia de reforma universitaria?Me gusta resaltar la Conferencia Regio-nal de Educación Superior que se hizo

“El Mayo Francés de 1968 in-trodujo en la universidad fran-cesa cosas que ya existían en la Universidad argentina de

1918”, asegura Alberto Kornblihtt, reconocido biólogo y doctor en Quí-mica que se desempeña como pro-fesor titular plenario en la Facul-tad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Además, Kornblihtt es inves-tigador superior del Conicet y su la-bor científica fue destacada en varias ocasiones. Entre otras distinciones, la Presidencia de la Nación le otorgó el premio Investigador de la Nación Argentina 2010 y, en 2012, recibió el premio TWAS en Ciencias Médicas de parte de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo.

De acuerdo con el investigador, hay conquistas impulsadas por la Refor-ma universitaria, tales como la auto-nomía Universitaria y el cogobierno, que hoy parecerían estar garantizadas. “Aun aquellos sectores más elitistas o del establishment que quisieran que esto cambie –observa– se encuentran con una tradición histórica arraigada y probablemente con el temor de que generarían una reacción masiva muy grande.” Sin embargo, advierte, “siem-pre es necesario estar alertas”. Las conquistas heredadas del movimien-to reformista de 1918 serían, además, “la clave del éxito de las universida-des públicas argentinas”. Sostiene Kornblihtt: “Fundamentalmente durante el gobierno de Menem se las quiso denostar y se dijo que eran lu-gares donde se iba a hacer política y donde no había una intención de for-mar buenos profesionales y científi-cos. La realidad indica todo lo con-trario. Las universidades públicas siguen produciendo conocimiento científico de muy buen nivel”.

Cualquier hecho histórico ad-quiere significaciones diferentes según la perspectiva política desde la cual sea interpretado: la Refor-ma Universitaria no es la excepción. Para Kornblihtt, este movimiento “cambió una concepción medio au-toritaria y clerical de la universidad por otra concepción más abierta, que contempla la participación de los distintos claustros en la toma de decisiones”. Y agrega: “Si bien no es un punto especial de la Reforma, rescato que este carácter abierto de la universidad pública argenti-na permite considerar la educación universitaria como un derecho y no como un privilegio”.

La herencia reformista permitió, según el investigador, que la uni-versidad se constituyera como “un lugar de ebullición de pensamien-to, de discusión de nuevas ideas, de apertura mental y de pensamien-to crítico”. No obstante, sostiene, desde el punto de vista reglamen-tario, algunas instituciones tienen deudas pendientes: “Al menos en la UBA, los trabajadores no docen-

en 2008 en Cartagena de Indias y va a repetirse en Córdoba este mes de junio, en conmemoración de los cien años de la Reforma. En esa Conferencia, la Unesco reconoció que la educación superior es un derecho humano y, como tal, debe ser sostenida por los Estados. Además, allí se planteó que, para garantizar ese derecho, deben cumplimentarse tres parámetros: la inclusión, la calidad y la pertinencia. El sistema tiene que ser pertinente, tiene que tener al interés del pueblo argentino como ordenador. En particular, la uni-versidad argentina es sustentada histó-ricamente por el pago de impuestos de su pueblo y, por lo tanto, tiene una deuda muy grande con ese pueblo.

¿Qué rol debería jugar el CIN en el sis-tema universitario? El CIN es una organización de tercer orden donde las universidades –que ya son organizaciones complejas– tie-nen sus representantes e intentan tener políticas comunes. El CIN debe procu-rar que las distintas universidades que tenemos a lo largo y a lo ancho del país sean un único sistema universitario. Con toda la diversidad que existe, es im-portante que se piensen como sistema alrededor de la calidad, la inclusión y la pertinencia. El CIN viene trabajando para potenciar esas características.

¿Cómo se expresa esa tarea?El CIN tiene redes temáticas. La Red Audiovisual Universitaria o la Red de Radios Universitarias son herramientas que nos permiten, por ejemplo, firmar convenios con instituciones que necesi-tan cubrir eventos en cualquier lugar del territorio. Si, por ejemplo, la Secretaría de Deportes necesita cubrir un evento en alguna provincia, a las universida-des no les cuesta tanto hacerlo si puede distribuir ese trabajo entre los actores locales de esa red. Ese funcionamien-to de a poco se va solidificando. Pero el CIN también tiene la responsabilidad de mostrarle a la sociedad cuál es la mi-rada global del sistema universitario en determinadas temáticas. Eso es más di-fícil porque el sistema universitario es complejo y tiene muchas miradas, pero hay cosas en las que podemos ponernos de acuerdo. El CIN opinó sobre la despe-nalización del aborto y participó activa-mente en el desarrollo de la Ley de Ser-vicios de Comunicación Audiovisual.

¿Qué aspectos deberían mejorarse? La mayoría de las universidades tienen más profesoras que profesores y, sin em-bargo, tienen muchísimos más rectores que rectoras. Es importante que eso em-piece a ser revertido. Obviamente son los órganos de cada universidad los que tienen que revertirlo y seguramente esto se irá emparejando. g

*Licenciado en Ciencias de la Comunicación e

integrante del equipo editorial de UNIPE.

tes no forman parte de los órganos de decisión y eso debería modificar-se”. Por otra parte, el sistema uni-versitario estaría mayoritariamente orientando hacia el profesionalismo liberal. Kornblihtt, en cambio, reco-mienda que debería profundizarse el trabajo científico de investigación en todas las disciplinas: “Cuando fui candidato a rector en el 2006, el eje fundamental de mi plataforma era una universidad más científica y me-nos profesionalista”.

Aunque la universidad argentina sea masiva, el investigador observa que gran parte de los estudiantes pro-vienen de las clases medias. “En par-te –explica– esto tiene que ver con un deterioro de la educación secundaria pública. Uno se encuentra en los pri-meros años, por lo menos en la Facul-tad de Ciencias Exactas, que el 50% o el 60% de los estudiantes fue a cole-gios secundarios privados. Eso marca un cierto elitismo en cuanto a la com-posición de clase, pero no es un eli-tismo numérico.” Contra lo que suele argumentarse, Kornblihtt considera que la masividad es una ventaja: “Dar clase a 300 alumnos genera una ma-sa pensante y crítica de la cual surgen ideas y preguntas que no surgirían en un grupo sesgado de diez o quince alumnos. Esto no es algo que ocurra sólo aquí: en las grandes universida-des norteamericanas (MIT, Harvard, Yale, Princeton) las clases son de 100, 200 alumnos y nadie se queja”.

En opinión del biólogo, al estab-lishment le incomoda que los estu-diantes tengan representación en los órganos de gobierno. “Creo que se ig-nora que hay instituciones de todo el mundo, como la Universidad Com-plutense de Madrid o la Universidad de París, donde los Consejos Supe-riores o Directivos de la Universi-dad tienen una representación estu-diantil que participa con voz y voto de las decisiones. Tal como sucede aquí, participan en nombramientos de profesores, en el abordaje de pro-blemas edilicios o en la distribución del presupuesto.” En efecto, la Uni-versidad Complutense de Madrid tiene representantes estudiantiles en su Consejo de Gobierno; mientras que la Universidad de París los tiene tanto en su Consejo de Administra-ción como en su Consejo Académico. Muchas veces –señala Kornblihtt– las críticas se sostienen en prejuicios sobre la universidad pública y esto se agrava cuando “la mayor parte de los actores del gobierno actual pro-vienen de universidades privadas”. Contra los prejucios, afirma: “El ni-vel de ciencia en esas universidades, salvo raras excepciones, es casi nulo. La mayor parte de los investigadores del Conicet provienen de institucio-nes públicas”. g

D.H.

mArio lozAno, director GenerAl del cin Alberto kornblihtt, proFeSor e inveStiGAdor

por Diego Herrera*

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Staff

UNIPE: Universidad Pedagógica Nacional

rector Adrián Cannellotto

vicerrectorCarlos G.A. Rodríguez

Editorial Universitaria directora editorial María Teresa D’Meza

editor de La educación en debateDiego Rosemberg redactor Diego Herrera

IV | La educación en debate #61 La universidad, hoy

¿Democracia o reinado? “Poner el foco en la comunidad”L

a vida académica y política del arqueólogo Carlos de Feo siempre estuvo ligada a la Uni-versidad Nacional de La Plata

(UNLP). En 1976, cuando era presiden-te del Centro de Estudiantes de la Fa-cultad de Ciencias Naturales, tuvo que exiliarse en La Pampa. Hoy es secreta-rio general de la Federación Nacional de Docentes Universitarios (Conadu) e investigador del Conicet. “En la UNLP hay un rector radical que ganó las elec-ciones el 15 de abril. En el discurso de asunción habla de una universidad in-clusiva, con compromiso. Es un discur-so político, está planteando una posi-ción. Eso tiene que ver claramente con el espíritu de la Reforma Universita-ria”, reflexiona.

“Yo soy peronista. En mi época de militancia estudiantil pensábamos que la universidad era una isla elitista, y el cogobierno, por ejemplo, una cosa de liberales. Tampoco le dimos mucha importancia a la autonomía. Terrible error”, recuerda De Feo. Con el paso de los años, y varios viajes mediante, descubrió la importancia que tiene en otros países lo que se conoce como “el grito de Córdoba”. “En América La-tina –sostiene el representante gre-mial–, hubo tres movimientos políti-cos progresistas: uno fue el de las re-voluciones independentistas naciona-les de 1810-1820, el otro fue la Refor-ma Universitaria y el último tuvo lu-gar con los gobiernos de Lula, Chávez, Correa, Kirchner”. La importancia regional de la Reforma Universitaria, según De Feo, reside en que expandió una idea política progresista y renova-dora, con mucho más contenido que la libertad de cátedra o la autonomía universitaria. Y añade: “Era una vi-sión distinta no solo de la universidad sino de la sociedad”.

El secretario general de Conadu ob-serva con preocupación la situación la-boral de los docentes universitarios. En 2015, Cristina Fernández de Kirchner homologó el convenio colectivo de tra-bajo que, durante los años previos, los docentes universitarios acordaron con los rectores de las universidades. Ese

“Hay que avanzar en una educación más flexible y que entienda cuál es la realidad de los estudiantes”, pro-pone Samir Mohuanna, presidente

de la Federación Universitaria de Córdo-ba (FUC) por la agrupación Franja Mo-rada. Desde el epicentro de la Reforma Universitaria del 18, analiza las necesi-dades del sistema universitario actual.

¿La universidad argentina conquistó definitivamente las demandas de los reformistas?Las conquistas están aseguradas en tan-to las resguarden los estudiantes. A lo lar-go de la historia se han puesto en tensión algunos principios como la autonomía, que es fundamental para que la univer-sidad pueda responder a las necesida-des concretas de la sociedad y no sea so-lo un articulador del gobierno de turno. En otras oportunidades se ha avanzado sobre la gratuidad, se ha cuestionado la educación superior como un bien uni-versal y un derecho soberano.

¿Qué demandas del movimiento estu-diantil aún no han sido conquistadas?Si bien existen el cogobierno y la gra-tuidad en todas las universidades pú-blicas, hay varias deudas pendientes,

acuerdo reglamenta la carrera docen-te y consagra el ingreso por concurso y la permanencia en el cargo por evalua-ción. “La periodicidad en el cargo –ex-plica De Feo– estaba pensada para abo-gados, médicos y gente de familia aco-modada, que eran los docentes de 1918. Hoy, en cambio, el universitario vive de la universidad”. Sin embargo, el conve-nio no es reconocido por más de la mi-tad de los rectores. En materia de dere-chos de los trabajadores, entonces, se presentaría una paradoja: se evoca la autonomía universitaria para descono-cer un convenio colectivo de trabajo.

La regularización de la carrera do-cente estaría ligada también con el avan-ce de la democratización de la universi-dad. En este sentido, la falta de concur-sos para los cargos docentes afecta la re-presentación docente en los órganos de cogobierno. “Los docentes interinos no votan –explica De Feo–. No tienen ciu-dadanía universitaria.” Otro punto críti-co sería la falta de renovación en los car-gos directivos: “Si una universidad tiene 20 años el mismo rector, se parece mu-cho más a un reinado que a un gobierno democrático”. La democratización, de acuerdo con el secretario general de Co-nadu, también debe alcanzar al acceso y permanencia de los estudiantes en la universidad: “Necesitamos reestructu-rar la lógica de la docencia en los prime-ros años. No podemos contentarnos con decir que los pibes vienen de la escue-la media con mala calidad. Es lo mismo que una maestra de primer grado diga ‘este chico no sabe leer’”.

Pese a las fuertes críticas, De Feo rei-vindica la impronta popular de la uni-versidad argentina: “Tenemos una uni-versidad mucho más popular que en la mayoría de los países de la región. Algu-nos hablan de una universidad plebeya. No es aquella institución de elite que existía antaño. Probablemente no sea por la decisión de este gobierno, pero sí de los propios actores de la vida univer-sitaria que defienden un espíritu ligado a los problemas de la gente y compro-metido con la política”. g

D.H.

como el desarancelamiento de la edu-cación a distancia. Los posgrados tam-bién deberían ser gratuitos. Por otra parte, deberían existir currículas me-nos rígidas que respondan a las nece-sidades puntuales de los estudiantes. Por ejemplo, las carreras podrían no ser presenciales en su totalidad y podrían generarse títulos intermedios. Es pro-pio del reformismo generar nuevas ini-ciativas, cambiar los paradigmas vigen-tes para poner el foco en la comunidad.

¿La Reforma de 1918 tiene un pe-so especial entre los estudiantes de Córdoba? Totalmente. Todos levantan esa bandera. Según la orientación política, las inter-pretaciones que se hacen de cada uno de sus valores son distintas. El tema de la au-tonomía tiene un gran abanico de inter-pretaciones, por ejemplo. Para nosotros, la universidad debe ser autónoma para generar conocimiento independiente-mente del contexto socioeconómico.

¿Hoy estaría garantizada esa au-tonomía?Siempre que el Estado garantice un fi-nanciamiento acorde para que los inves-tigadores y los docentes puedan ejercer su profesión de la mejor forma y sin nin-gún tipo de restricción, va a estar garan-tizada. En este momento, a diferencia de otros años, el presupuesto destinado a educación superior ha crecido signifi-cativamente. Esa es una realidad, aunque como reformista y defensor de la educa-ción pública entiendo que aún existen varias necesidades. El acceso de los sec-tores más vulnerables es una de las gran-des deudas de la universidad. g

D.H.

cArloS de Feo, GremiAliStA SAmir mohuAnnA, eStudiAnte

“cambiar sólo la universidad no cambia la sociedad”“Hay proclamas de la Reforma Universitaria que no están plasmadas en la historia actual. Por ejemplo, la unión con los trabajadores y el acceso democrático a la universidad. Hay al-gunas características que nosotros le atribuimos al movimiento reformista y que la historia hegemónica no se las atribuye. Nosotros la entendemos como antiimperialista, anticapita-lista, latinoamericanista, obrerista e indigenista. Pero hay otra lectura más hegemónica que no hace hincapié en eso, sino en las cuestiones más liberales que tiene la Reforma. Deodoro Roca decía: ‘No habrá reforma universitaria hasta tanto no haya una reforma social’, y eso tie-ne que ver con que la universidad no está aislada. Si cambia sólo la universidad no cambia la sociedad. Necesitamos que la universidad aporte a un cambio social. Hoy, a 100 años de la Reforma, es un desafío pensar el rol de las mujeres en las universidades, por ejemplo. En ese momento, salvo por Prosperina Paraván, estudiante de Odontología, no había ninguna mujer que encabezara ese proceso.” (Dania Villanueva, secretaria de Integración Latinoamericana de la Federación Universitaria de Córdoba por el Movimiento de Participación Estudiantil)