(...) El Nacimiento de La Arqueología Moderna, 1798-1945

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Arqueologia.

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  • EL NACIMIENTO DE LA ARQUEOLOGA MODERNA,1798-1945

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  • EL NACIMIENTODE LA ARQUEOLOGA MODERNA,

    1798-1945

    ve Gran-Aymerich

    Prefacio de Jean LeclantPrlogo de Andr Laronde

    Traduccin de Ins Sancho-Arroyo

  • FICHA CATALOGRFICA

    GRAN-AYMERICH, veEl nacimiento de la arqueologa moderna, 1798-1945 / ve Gran-Ayme-

    rich ; prefacio de Jean Leclant ; prlogo de Andr Laronde ; traduccin deIns Sancho-Arroyo. Zaragoza : Prensas Universitarias de Zaragoza, 2001

    716 p. : il. col. y n. ; 22 cm. (Ciencias Sociales ; 41)

    ISBN 84-7733-556-71. ArqueologaHistoria1798-1945. I. Leclant, Jean, pr. II. Laronde,

    Andr, pr. III. Sancho-Arroyo, Ins, trad. IV. Ttulo. V. Serie: CienciasSociales (Prensas Universitarias de Zaragoza) ; 41

    902(091)1798/1945

    No est permitida la reproduccin total o parcial de este libro, ni su tratamiento informtico,ni la transmisin de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por foto-copia, por registro u otros mtodos, ni su prstamo, alquiler o cualquier forma de cesin de uso delejemplar, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

    CNRS ditions De la edicin espaola, Prensas Universitarias de Zaragoza

    1. edicin, 2001

    Ilustracin de la cubierta: Acuarela de A. Blouet, Vue prise Athnes en 1830: le Parthnon, realizada porel arquitecto de la Misin cientfica de Morea durante su estancia en Grecia. Clich, Museo de Angers.

    Coleccin Ciencias Sociales, n. 41Director de la coleccin: Jos Manuel Latorre Ciria

    Edicin original: Naissance de larchologie moderne 1798-1945Pars, CNRS ditions, 1998

    Editado por Prensas Universitarias de ZaragozaEdificio de Ciencias GeolgicasC/ Pedro Cerbuna, 1250009 Zaragoza, Espaa

    Prensas Universitarias de Zaragoza es la editorial de la Universidad de Zaragoza, que editae imprime libros desde su fundacin en 1542.

    Impreso en EspaaImprime: INO Reproducciones, S.A.D.L.: Z-1971-2001

  • AGRADECIMIENTOS

    Antes de que el lector inicie su largo recorrido por esta historia de laarqueologa, querra que supiera lo mucho que debe a todos aquellos queme han apoyado, animado y ayudado de muy distintas maneras. Perm-tanme evocar aqu en primer lugar el vivo recuerdo de Jacques Heurgon,miembro del Instituto, que gui en la Sorbona mis primeros pasos en elcamino de esta investigacin, de cuyo resultado ha sido testigo.

    Este libro es fruto de un largo trabajo de investigacin cuya realiza-cin no hubiera sido posible sin el inters constante y paciente de JeanLeclant, secretario vitalicio de la Academia de Inscripciones y BellasLetras, y Andr Laronde, catedrtico de la Sorbona, que han tenido laamabilidad de leer este texto y someterlo al examen de su elevadsimacompetencia. Los consejos de Dominique Briquel, catedrtico de la Sor-bona, me han resultado valiossimos, as como el anlisis atento y cons-tructivo que Fanette Laubenheimer, directora de la revista Gallia, tuvo laamabilidad de prestar a este manuscrito.

    Este trabajo est basado en una vasta documentacin recopilada enun buen nmero de instituciones, tanto francesas como extranjeras. Aun-que mencionarlas todas sera imposible, querra expresar mi agradeci-miento a aquellos que me han facilitado el trabajo, hacindolo provecho-so y placentero: en Pars, los archivos del Ministerio de Asuntos Exterio-res, de los museos de Francia y los archivos nacionales; en Roma, laEscuela Francesa y el Instituto Arqueolgico Alemn me han hecho des-cubrir los tesoros de su biblioteca y me han brindado la oportunidad deconsultar los archivos y la biblioteca del Vaticano; en la Universidad de Tu-binga y en el Rmischgermanisches Museum de Maguncia pude no slo

  • consultar las publicaciones ms recientes sino tambin disfrutar de unosintercambios muy fructferos. Me gustara destacar aqu mi agradeci-miento a la disponibilidad y dedicacin que me han prestado la seoraDumas, conservadora general honoraria, la seora Pastoureau, directora yconservadora general de la biblioteca del Instituto de Francia, y la seoraPetitmengin, directora de la Biblioteca de Letras de la cole NormaleSuprieure (Escuela Superior de Magisterio). A ellas se debe la ilustracinde esta obra, puesto que han tenido la amabilidad de permitir la repro-duccin de los documentos conservados en sus colecciones. El intersconstante que ha demostrado la seora Chassagne, conservadora de labiblioteca del Instituto de Francia, as como su inestimable ayuda sonobjeto de mi ms sincero agradecimiento.

    Desde estas lneas quiero dar las gracias de corazn a todos aquellosque han depositado en m su confianza invitndome a tomar la palabraen los congresos y coloquios en los que poda intervenir la historia de laarqueologa; por supuesto en Francia, pero tambin en Blgica, Dinamar-ca, Espaa, Grecia o Estados Unidos. Finalmente, dedico un recuerdoespecial a aquellos estudiantes y colegas participantes en los seminariossobre la historia de la arqueologa que me confiaron en la UniversidadLibre de Bruselas, la Universidad de Zaragoza y la de Arizona, en Tucson.

    No quiero dejar de mencionar lo que este libro debe en su formatodefinitivo al equipo de CNRS ditions, Thomas Mourier, su editor,Huguette Champs y Lise Beninca, con quienes he compartido largas peromuy agradables sesiones de trabajo.

    Para terminar, permtanme decir que nada de esto hubiera sido posi-ble sin la paciencia y atencin constantes que me han prodigado Jean,Julien y Laure; el primero ha sacrificado buena parte de su tiempo pararealizar la gran cantidad de clichs fotogrficos necesarios para la ilustra-cin, y los segundos han aceptado crecer en una atmsfera muy estu-diosa...

    Agradecimientos8

  • PREFACIO

    Durante los ltimos aos se ha prestado mucha atencin a la historiade la investigacin cientfica en sus muy diversas reas. Pero a fin de defi-nir mejor los objetivos que pueden fijarse, puede ser sin duda til cono-cer mejor las etapas superadas gracias a los avances que genera el placer desaber. El inters por estas perspectivas epistemolgicas resulta especial-mente importante para la arqueologa, dadas las considerables revelacio-nes y conquistas logradas al estudiar las civilizaciones antiguas; ms allde los objetos, los monumentos y los yacimientos, la arqueologa es, dehecho, el descubrimiento constantemente renovado del hombre en sudiversidad.

    As, le estaremos sumamente agradecidos a ve Gran-Aymerich porhaber abierto, con metdica pasin, el gran archivo de la historia de laarqueologa francesa y por haberlo ubicado en el contexto del desarrollode las escuelas arqueolgicas de otras naciones.

    La arqueologa, que practicaron en primer lugar los anticuarios enbusca de objetos siguiendo una tradicin que se remonta al Renacimien-to, se apoya en su hermana, la filologa, para constituirse como una cien-cia cuyos avances han sido especialmente rpidos durante la primeramitad del siglo XIX. Fue entonces cuando se dibujaron las grandes figurasde la investigacin y algunos acontecimientos favorecieron el progresode la misma; basta recordar, por ejemplo, la importancia de la Expedicina Egipto (1798-1801), cuyo bicentenario celebran ahora egipcios y fran-ceses, la Description de lEgypte y el sonado descubrimiento del descifra-miento de los jeroglficos por Jean-Franois Champollion en septiembrede 1822, e incluso, en Mesopotamia, los descubrimientos de P.-. Botta

  • en Jorsabad (1844). Poco a poco se fueron creando instituciones destina-das a fomentar el desarrollo de las investigaciones: la creacin de laEscuela Francesa de Atenas en 1846, y la de Roma poco despus de 1870fueron decisivas. En Francia, despus de Arcisse de Caumont, se multipli-caron las investigaciones locales pero fue ya en 1941-1942, con las leyesCarcopino, cuando naci una autntica organizacin de la arqueologametropolitana. Poco a poco vemos cmo las preocupaciones esencialmen-te cientficas fueron hacindose dependientes de la vida cultural, eviden-temente, pero tambin econmica y poltica del pas. Por supuesto, lasperipecias francesas no pueden desligarse de su contexto internacional, alque la autora no ha dejado de asomarse.

    Para llevar a buen trmino esta obra han sido necesarias intermina-bles y pacientes investigaciones por parte de ve Gran-Aymerich, ascomo la gran capacidad de sntesis de que hace gala, para presentar losresultados. La amplitud y precisin de sus investigaciones preliminaresquedan patentes en las referencias bibliogrficas que completan su obra, yen las numerosas y sustanciosas notas que incluye. Consigue resumir, demanera clara y ordenada, un siglo y medio de resultados obtenidos enmuy distintas direcciones. En un rea en la que el papel de las personali-dades es sin duda preponderante (cuntos nombres ilustres son objeto denuestra admiracin!), el papel de las instituciones ha sido determinante:la Academia de Inscripciones y Bellas Letras, la Sociedad Asitica, la Ofi-cina de Misiones Cientficas y Literarias, el Comit de Trabajos Histri-cos del Ministerio de la Instruccin Pblica, la Comisin de Excavacio-nes del Ministerio de Asuntos Exteriores, el Museo del Louvre, el CNRS(Centre national de la recherche scientifique); a los que hay que aadirlas grandes escuelas e institutos extranjeros: Atenas, Roma, IFAO de ElCairo, Casa de Velzquez, Escuela Francesa de Extremo Oriente y, tras elfinal de la segunda guerra mundial, IFAPO (Beirut, Damasco, Amman),Tehern, Estambul, Mxico...

    A travs de las vicisitudes de la historia y en un campo geogrficoinmenso que, desde Francia, nos hace recorrer este mundo tan vasto, laautora sabe evocar muy bien la variedad de mtodos y tcnicas; pone derelieve los lazos tan diversos de la arqueologa con los dems campos delsaber, y tambin (algo que sorprender seguramente a ms de uno) con lopoltico entendido en su sentido ms amplio, y en concreto con la diplo-macia.

    Prefacio10

  • En unas circunstancias difciles para ella tuvo que obrar sola, sindar con el apoyo necesario, se trata de un libro bello, tremendamentetil y a menudo apasionante que ve Gran-Aymerich ha sabido realizar yque ahora ofrece a nuestra curiosidad.

    Jean LeclantCatedrtico honorario del Collge de France

    Secretario vitalicio de la Academia de Inscripciones y Bellas Letras

    11Prefacio

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  • PRLOGO

    No es difcil constatar que la arqueologa ha salido del reducidombito de la erudicin para entrar en nuestras vidas por derecho propio.A raz del gusto por los viajes, el descubrimiento de monumentos delpasado resulta ahora ms seductor que nunca. Prueba de ello es la granaceptacin que han experimentado las grandes exposiciones tanto enEuropa occidental como al otro lado del Atlntico.

    El brillo y la superficialidad de esta pasin no han de ocultar el pro-greso innegable que desde hace un siglo ha experimentado la arqueologa.Este movimiento constituye la culminacin de una corriente que seremonta a los albores de la modernidad. Cmo no evocar, entre tantasotras figuras, la de Ciriaco de Ancona que en pleno siglo XV recorri laGrecia continental e insular para recopilar las inscripciones griegas?Desde su origen, el Renacimiento no slo se dedic a redescubrir y difun-dir textos, a pesar de que esta obra siga brillando de modo excepcional.Los siglos XVI y XVII fueron la poca de los viajeros, a menudo en unambiente de diplomticos apasionados por la antigedad tales comoNicolay, en tiempos de Enrique II, o Nointel, bajo el reinado de LuisXIV.

    Pero estos diplomticos pronto se encargaron de misiones concretas,como Fourmont, hombre de letras, e incluso el naturalista Granger, quie-nes recibieron, al igual que muchos otros, subsidios de la Casa del Rey,prefigurando as las misiones cientficas de pocas ms recientes. El inte-rs por observar, copiar, medir y dibujar dio enseguida paso a la necesi-dad de realizar excavaciones. Y estos precursores embebidos del espritude las luces saban adems de botnica, zoologa, etnografa y confirma-

  • Prlogo14

    ban la investigacin de la antigedad mediante una familiaridad exacer-bada con los autores griegos y latinos.

    A pesar de estos primeros balbuceos, la arqueologa de ayer no estabatan lejos de la actual. Nunca ha dejado de mantener estrechos lazos con lafilologa, la protohistoria o la antropologa, antes de que hace unas dca-das la revolucionara la irrupcin de mtodos de anlisis fsico, qumico onuclear. Asimismo, los recursos informticos hoy se han generalizado tan-to para los dibujos como para la catalogacin de monumentos y objetos.

    Sin embargo, esta larga trayectoria curiosamente no ha captado laatencin de los historiadores. Bien es cierto que los aniversarios de unagran figura de la ciencia, de una excavacin, o del descubrimiento de unyacimiento o regin haban suscitado conmemoraciones y estudios. Peroes seguramente una laguna de la investigacin francesa haberse mostradoms tmida que la investigacin anglosajona a la hora de emprender unestudio de sntesis de la arqueologa, desdeando las barreras y separacio-nes de ayer y de hoy.

    ve Gran-Aymerich ha sabido captar el nuevo campo de investiga-cin que se abra ante ella. Su slida formacin clsica, su gusto por elterreno, la magnitud de sus investigaciones ya le permitieron presentar ensu da el asunto Dieulafoy en un bello estudio que goz de una gran aco-gida entre un pblico amplio. Despus se embarc en una obra muchoms ambiciosa, a pesar de correr el riesgo de quedarse en lo anecdtico ode resultar inextricable, con unas informaciones sin duda tiles pero cuyaabundancia amenazaba con ahogar el principio director de la obra, esdecir, la evolucin de los innumerables mtodos, tcnicas y vnculos de laarqueologa con las dems ramas del conocimiento, as como con elcomercio, la diplomacia o la poltica.

    Es todo un mrito que ve Gran-Aymerich haya sabido afrontar esteambicioso programa. El libro que el lector tiene hoy ante s responde ple-namente a su ttulo y no le decepcionar. La Expedicin a Egipto consti-tuye un punto de partida deslumbrante, con la plyade de hombres deciencia que acompaaban al joven conquistador a peticin suya. La fun-dacin del Instituto de Egipto, an activo, muestra cmo se preocupabael general Bonaparte por los resultados obtenidos a corto plazo, en menosde dos aos, y que despus dieron lugar en menos de veinte a este monu-mento sin igual que es la Description de lEgypte.

  • 15Prlogo

    La segunda guerra mundial constituye otro punto de referencia cro-nolgico. Por una parte, la nueva situacin poltica del Mediterrneo yOriente Prximo exiga un nuevo enfoque de la arqueologa. Por otra, lafulgurante aceleracin del progreso cientfico y tcnico cambiaron radi-calmente los mtodos de trabajo.

    Entre estos dos momentos, hay un recorrido y unas evoluciones quela autora ha sabido analizar y presentar con claridad y precisin. El alcan-ce de su informacin y la calidad de su interpretacin hacen de este librouna herramienta de trabajo segura y cmoda. Pero adems, el libro espropulsor de ideas y de investigaciones nuevas. No cierra una investiga-cin sino que, sobre todo, abre nuevas vas. Si aadimos que ve Gran-Aymerich ha trabajado a la vez que imparta clases de Bachillerato, sincontar con una excedencia ni una beca, podemos valorar la fuerza devoluntad y la capacidad de trabajo poco comunes que le animan. No mequeda ms que desear que este libro tan bello, que es un gran libro,obtenga la audiencia que merece. Lege, quaeso!

    Andr LarondeCatedrtico de la Universidad de Pars IV-Sorbona

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  • 1 Esta historia de la arqueologa francesa en el Mediterrneo y en Oriente Prximose emprendi en 1983 y en un primer momento se abord desde una perspectiva biogr-fica. Cf. los artculos titulados Les grands archologues, aparecidos en Archologia de1983 a 1987.

    2 O. Motte, Camille Jullian: les annes de formation, Pars-Roma, cole Franaisede Rome, 1990, prlogo, p. 1 sq.

    INTRODUCCINARQUEOLOGA E HISTORIOGRAFA

    A travs de su dedicacin a la antigedad clsica, a Oriente Prximoo a Egipto, o contribuyendo al pleno reconocimiento de la prehistoria enFrancia y en toda la cuenca mediterrnea, los viajeros, diplomticos, afi-cionados o eruditos son testigos de una evolucin que empieza con loscoleccionistas y anticuarios de finales del siglo XVIII y lleva hasta los inves-tigadores de nuestros das.

    Efectivamente, mientras en el siglo XIX se elaboran el mtodo histri-co y la crtica en filologa, y la arqueologa se va definiendo progresiva-mente como ciencia, asistimos a la implantacin de instituciones que,tanto en Francia como en el extranjero, impulsarn la investigacin. Lasbiografas de arquelogos,1 que extraen la aportacin cientfica de cadauno, esbozan las lneas maestras de una historia de la ciencia, contribuyen-do a reconstituir un medio intelectual y social. As, la biografa de CamilleJullian en su juventud permite a Olivier Motte encontrar desde el interior[...] el gnesis de un pensamiento erudito y captar el proceso de trasla-cin del saber en el seno de los grupos de expertos.2 La biografa de JaneDieulafoy, que colabor con su marido en la exploracin de Persia y las

  • Introduccin. Arqueologa e historiografa

    3 . y J. Gran-Aymerich, Jane Dieulafoy, une vie dhomme, Pars, Perrin, 1991.4 J. Bottro, Essor de la recherche historique, en LHistoire et ses mthodes, C.

    Samaran (dir.), Pars, Gallimard, 1961.5 C. Charlie, Les Professeurs de la facult des lettres de Paris, dictionnaire biographi-

    que, vol. 1: 1809-1908, vol. 2: 1909-1939, Pars, ditions du CNRS-INRP, 1985-1986.E. Telks, Les Professeurs du Collge de France. Dictionnaire biographique. 1901-1939,Pars, ditions du CNRS-INRP, 1988.

    6 P. Nora, Entre Mmoire et Histoire. La problmatique, en Les Lieux de mmoi-re. I, La Rpublique, Pars, Gallimard, 1984.

    7 C.-O. Carbonell, Histoire et historiens en France, Toulouse, Privat, 1976.8 C. Charle, Rapport sur ltat prsent de lhistoire de lhistoriographie, en Collo-

    que de dfinition sur lhistoire des sciences sociales et humaines, Pars, CNRS, 1986, p. 2.9 Revista Storia della Storiografia, Miln, dos nmeros anuales desde 1982.

    10 Glyn Daniel lo resume en Towards a History of Archaeology, Londres, 1981; O.Klindt Jensen es autor de una historia de la arqueologa escandinava, A History of Scandi-navian Archaeology, Londres, Thames & Hudson, 1975.

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    excavaciones en Susa, ofrece la imagen de la arqueologa de terreno antesde convertirse en campo exclusivo de los profesionales.3 Se podra, cierta-mente, considerar la redaccin de un diccionario biogrfico de los repre-sentantes de la ciencia arqueolgica4 parecido a los que ChristopheCharle y Eva Telks dedicaron a los profesores de la Facultad de Letras dePars o del Colegio de Francia.5 Pero el repertorio no tendra un interssociolgico tan grande ya que no se trata de elaborar la historia de una ins-titucin, sino de una ciencia representada por mltiples instancias.

    No por ser del campo de la historiografa, la historia de la arqueologadeja de pertenecer a la epistemologa. Esto implica, por lo tanto, que sepuede abordar desde una diversidad de ngulos: se trata de reconstruir lasetapas que sigue la ciencia arqueolgica en su elaboracin y evolucin.

    Como seala Pierre Nora,6 asistimos desde hace unos aos al desper-tar de una conciencia historiogrfica que da prioridad a los lugares de lamemoria, entre los que figuran en primer plano los yacimientos arqueol-gicos, y que tiende a sustituir la historia-memoria por la historia-crtica.

    Mientras en 1976 apareca en Francia la primera tesis de historia dela historiografa7 y esta subdisciplina8 se dotaba de instituciones laComisin de Historia de la Historiografa, fundada en Bucarest en 1980y la revista internacional Storia della storiografia,9 la historia de laarqueologa constitua en 1978 el tema exclusivo de un primer coloquioorganizado en Aarhus (Dinamarca) por Ole Klindt Jensen;10 en Catania

  • 19Introduccin. Arqueologa e historiografa

    11 V. La Rosa (ed.), LArcheologia italiana nel Mediterraneo fino alla seconda guerramondiale, Catania, Centro di studi per larcheologia greca CNR, 1986.

    12 Historiografa de la arqueologa y de la historia antigua en Espaa, coordinada porJ. Arce y R. Olmos, Madrid, Ministerio de Cultura, 1991.

    13 G. Daniel, Archaeology and the History of Art, leccin inaugural de la Universidadde Hull, 21 de enero de 1969, Hull, 1970, p. 13.

    14 G. Perrot, Mmoires darchologie, dpigraphie et dhistoire, Pars, 1875; cf. la rese-a biogrfica aparecida en Archologia, 216, sept. 1986, pp. 73-79.

    se celebraba en 1985 un congreso donde se abordaba la arqueologa ita-liana en el Mediterrneo;11 en Madrid, el CSIC organizaba una reunininternacional sobre la historiografa de la arqueologa en Espaa.12 EnFrancia, la reflexin sobre la historia de las ciencias sociales y humanassuscit la celebracin en 1986 de un coloquio de definicin de la arqueo-loga organizado por el CNRS, en el que se redact un informe sobre laarqueologa que dio lugar a la fundacin, en 1987, de la Sociedad France-sa de Historia de las Ciencias y del Hombre. De hecho, a esta ltima ledebemos el coloquio sobre historia de la prehistoria organizado en Pars yen Saint-Germain-en-Laye, en 1991, en colaboracin con la SociedadPrehistrica Francesa. Finalmente, en septiembre de 1992, el Centro deInvestigaciones A. Piganiol (Universidad de Tours) reuni en Boug-en-Bresse su coloquio anual cuyo tema, Los arquelogos y la arqueologa,da buena muestra del inters creciente que genera en nuestro pas elpasado del pasado, segn la expresin de Glyn Daniel.13

    Historiografa, historia de la historiografa, historia de las ciencias,epistemologa: todas estas disciplinas se aplican a la arqueologa en lamedida en que, como deca Georges Perrot,14 es la proveedora de la his-toria, pero tambin una ciencia ligada a la realidad, a la produccinhumana, cuya revelacin progresiva modifica la visin del historiador.

    La arqueologa se designa a s misma como ciencia, pero no ha recibi-do esta denominacin desde un principio y el debate sobre su relacin conla historia o la filologa an no ha concluido. La arqueologa, como cien-cia del pasado, se define por su objeto, sus principio tericos, sus mto-dos y sus resultados. Se aplica a cualquier obra humana en la misma medi-da que la filologa, segn la definicin de Ernest Renan como ciencia delhombre que consiste en la experimentacin universal de la vida humanay, por consiguiente, en el estudio de todos los productos de su activi-

  • Introduccin. Arqueologa e historiografa

    15 E. Renan, LAvenir de la science. Penses de 1848, Pars, 1890, en la ed. completade H. Psichari (1947-1961), t. 3, p. 939.

    16 Ibidem, p. 832.17 J. Bottro, Essor de la recherche historique, op. cit., p. 143. A Schnapp hace

    una reflexin sobre la arqueologa y la presencia del pasado en la introduccin a su obraLa Conqute du pass. Aux origines de larchologie, Pars, ditions Carr, 1993.

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    dad.15 La identidad entre arqueologa y filologa que se deduce de estaspropuestas es el resultado de la conversin que exige Renan al fillogo:ste, tras el descubrimiento de documentos epigrficos del Antiguo Orien-te, debe ser a la vez lingista, historiador, arquelogo, artista y filsofo.16

    La invencin y la definicin del objeto arqueolgico imponen lanocin de cultura material e introducen nuevos tipos de testimonios delpasado; el campo de la historia se ve ampliado ms all de sus propioslmites, ya que abarca los tiempos cuyos vestigios materiales de una activi-dad humana se erigen en documentos histricos. La ciencia arqueolgi-ca, entendida como la materia de la que el historiador extrae su conoci-miento, ha contribuido al notable enriquecimiento del conocimientodel pasado, a la renovacin de la historia.17

    Dada la diversidad de mbitos a los que se aplica la arqueologa, nopodemos pretender abarcar su historia sin definir el marco que nos hemosfijado. Hemos decidido examinar la arqueologa francesa en el Mediterr-neo occidental y oriental, en Italia y en Espaa as como en frica delNorte y Egipto, Grecia y el Oriente helnico, las costas de Oriente Prxi-mo, llegando hasta Mesopotamia, Anatolia y Persia. Regiones todas ellasmuy diversas que han suscitado arqueologas, clsica, oriental e inclusoprehistrica, constituidas simultnea o sucesivamente a lo largo del siglopasado en una relacin de competencia de la que todava hoy dan pruebalas instituciones nacidas entre 1830 y 1945, y la ms reciente de ellas, elCNRS (Centre national de la recherche scientifique) en el que desde suorigen se establece una relacin desigual entre, por una parte, la arqueolo-ga clsica y oriental y, por otra, la arqueologa prehistrica y metropolita-na. Son divergencias heredadas de la propia historia de esta disciplina, delperiodo 1830-1945 que asiste a la creacin de muchas instituciones, aveces rivales, con intereses a menudo contradictorios.

    Si bien para la arqueologa 1830 parece ser un momento privilegiadoen el que nace el inters del Estado por el patrimonio monumental nacio-

  • 21Introduccin. Arqueologa e historiografa

    18 En 1834, Comit de Trabajos Histricos y Cientficos y en 1837, Comit deArtes y Monumentos. Cf. X. Charmes, Le Comit des travaux historiques et scientifiques,Pars, 1886.

    19 Bernard de Montfaucon (1655-1741), benedictino de la orden de Saint-Maur,LAntiquit explique et reprsente en figures par les monuments, Pars, 1719-1767.

    20 Conde Anne Claude de Tubires de Caylus (1692-1765), Recueil dantiquitsgyptiennes, grecques, trusques et romaines, 7 vols., Pars, 1752-1767.

    21 Description de lEgypte, 9 vols. de texto y 14 vols. de lminas, Pars, 1809-1828.22 El cuerpo de la expedicin francesa de 1829, acompaada por una comisin cien-

    tfica, est encargado de expulsar a los turcos del Peloponeso: A. Blouet, A. Ravoisi, A.Poirot, F. Trzel, F. de Gournay, Expdition scientifique de More, Pars, 1831-1838.

    23 E. Renan, Mission de Phnicie, Pars, 1861.24 E. Renan, LAvenir de la science, op. cit., p. 926.

    nal y en el que se constituyen los comits de Franois Guizot,18 est claroque, al intentar recoger la informacin de la ciencia arqueolgica yrecomponer las distintas etapas, hay que extender la bsqueda hasta elsiglo XVIII, con la obra de Bernard de Montfaucon19 o de un tal conde deCaylus,20 para encontrar las nociones y los principios fundadores.

    Cmo negar, por otra parte, que la Expedicin a Egipto hace posi-ble el nacimiento de una nueva disciplina al otorgarle un marco oficial einstitucional? En la misin no slo participan expertos, entre los cuales seencuentra Dominique Vivant Denon, sino que adems enseguida se creael Institut de lgypte y se rene una comisin para elaborar la famosaDescription.21 Adems, Denon asume la direccin del Museo del Louvre,que completa el abanico de instituciones dedicadas a la arqueologa. LaExpedicin a Egipto, que por primera vez conjuga intereses militares ycientficos, concretamente arqueolgicos, sirve de modelo para la misinde Morea,22 para la expedicin cientfica de Argelia e incluso para lamisin de Fenicia de Ernest Renan.23

    Por lo que respecta al ao 1945, aparece como el final de este largoperiodo que culmina y termina con la creacin de la gran organizacincientfica que reclamaba E. Renan24 ya desde 1848 y que se materializaen el CNRS y en la reglamentacin de la arqueologa en territorio nacio-nal. Esta fecha marca asimismo el comienzo de una nueva era para laarqueologa, no slo en Francia sino en todo el mundo, que se caracterizatanto por la generalizacin de nuevos mtodos como por las transforma-ciones histricas y polticas.

  • Introduccin. Arqueologa e historiografa22

    1. Los eruditos de la Expedicin a Egipto toman las medidas de una mano de coloso, Description delgypte. Antiquits, tomo V, lm. 12. Biblioteca de Letras de la Escuela Normal Superior.

    2. Tebas, Medinet Habu, Description de lgypte. Antiquits, tomo II, lm. 14. Biblioteca de Letras dela Escuela Normal Superior.

  • 23Introduccin. Arqueologa e historiografa

    25 Recueil de rapports sur les progrs des lettres et des sciences en France, Pars, 1867-1868. Informes redactados en el marco de la Exposicin Universal de 1867, sobre elmodelo de los que presentaron en 1810 las distintas clases del Instituto a Napolen I.

    26 Cf. Alexandre Bertrand, Arqueologia, 227, sept. 1987. Ttulo del curso imparti-do en la Escuela del Louvre en 1882-1883: La Gaule avant les Gaulois.

    Es posible la historia de la arqueologa en este contexto? No laveramos disgregada en diversas historias yuxtapuestas, vinculadas todassin duda a un mismo objeto que es el pasado del hombre, pero con formadistinta y estudiadas mediante mtodos diferentes? Hay que abordar porseparado la historia y la prehistoria, la arqueologa clsica y la arqueologaoriental o incluso la arqueologa metropolitana? De hecho, se puedeincluso fraccionar cada uno de sus sectores y emprender la historia de laegiptologa, la asiriologa, la etruscologa, etc. Sera por lo tanto la uni-dad de la ciencia arqueolgica un seuelo y su historia, inaccesible?

    En todo caso, a finales del siglo XIX esta apora desaparece. Las dife-rentes disciplinas arqueolgicas seguramente se elaboraron y desarrollarona la vez y por separado. Si bien 1867 ao que fue testigo de dos acon-tecimientos importantes: la presentacin de la prehistoria en la Exposi-cin Universal de Pars y la inauguracin del Museo de AntigedadesNacionales en Saint-Germain-en-Laye es el ao del reconocimiento dela prehistoria, los Rapports sur les progrs des lettres et des sciences25 presen-tados en la misma fecha no hacen referencia a la prehistoria al abordar laarqueologa. No hay ningn otro informe de este Recueil que la mencionede manera explcita, aunque sea pertinente hacerlo a propsito de losavances de la antropologa y la paleontologa. Estamos ante una situacinmarginal de la prehistoria, que todava no ha logrado hacerse un huecoen la arqueologa; pero se trata de una situacin provisional ya que lainauguracin del Museo de Saint-Germain-en-Laye supone un cambiodecisivo para el estatuto de la prehistoria y determina la aparicin de unaciencia arqueolgica unificada. Alexandre Bertrand, instigador y primerdirector del Museo de Antigedades Nacionales, fue el primer helenistaque se dedic a la arqueologa prerromana de la Galia y pionero en ense-ar la prehistoria en la Escuela del Louvre.26 La integracin de la prehis-toria en la historia, esbozada entonces, se acelera con los extraordinariosdescubrimientos de Heinrich Schliemann en Troya, Micenas y Tirinto,que dejan bien claro que el milagro griego no nace espontneamente de

  • Introduccin. Arqueologa e historiografa

    27 Tello-Lagash, descubierta en 1877 por E. de Sarzec, vicecnsul de Francia enBassora, revel la civilizacin de los sumerios.

    28 Susa fue excavada en primer lugar por Jane y Marcel Dieulafoy (1884-1886) y,ms tarde, por J. de Morgan que estuvo al frente de la delegacin arqueolgica francesa enPersia de 1897 a 1912.

    29 R. P. Teilhard de Chardin, Le Phnomne humain, 1955.30 C. Jullian, Confrences du Collge de France entre 1918 et 1921, en Au seuil

    de notre histoire, t. 2, Pars, 1930, y citado por A. Grenier, Camille Jullian, un demi-siclede science historique et de progrs franais (1880-1930), Pars, 1944, p. 292.

    24

    la nada, sino que encuentra sus races ms profundas en la prehistoria delOriente helnico.

    Cuando, muy a finales del siglo XIX, se admite la prehistoria de Egip-to y Palestina, y Tello27 y Susa28 dan a conocer unas civilizaciones de lasque la historia no conservaba huella alguna, la continuidad entre laprehistoria y la historia se hace ms que evidente.

    A partir de ese momento, la prueba de la validez de una labor estric-tamente arqueolgica viene dada por la arqueologa prehistrica, ya queinterpreta cualquier vestigio de produccin humana como un hecho cul-tural que contribuye a la comprensin del fenmeno humano.29 Deeste modo, la concepcin de la historia se ve tremendamente modificada,pues la nocin de documento llega ms all de los archivos escritos: laarqueologa proporciona los archivos del suelo, que contribuyen areconstruir la historia humana en todas sus manifestaciones, desde losorgenes de la especie.

    En la transicin del siglo XIX al XX, se toma conciencia de que la histo-ria de la humanidad rebasa el mbito de los nicos vestigios escritos queconforman la historia entendida como disciplina intelectual. Ya en el sigloXVIII, Montfaucon y Caylus haban elevado los objetos a la categora dedocumentos que demostraban la actividad humana y su evolucin a lolargo de la historia; Camille Jullian, por su parte, no puede contentarse conlimitar la historia de la Galia al nico periodo del que se han conservadotextos, aqul en el que el pas se hallaba sometido a la influencia romana.Para recomponer la historia de la Galia, siente la imperiosa necesidad derecurrir a todas las disciplinas que investigan todos los aspectos del hom-bre.30 As, la arqueologa prehistrica, que hasta entonces se haba encasi-llado en las ciencias naturales, pasa a formar parte de la ciencia histrica.

  • 25Introduccin. Arqueologa e historiografa

    31 C. Jullian, Plaidoyer pour la prhistoire, leccin inaugural del Collge de Fran-ce, 4 de diciembre de 1907, en Au seuil de notre histoire, t. 2, Pars, 1930.

    32 C. Jullian, ibidem, citado por A. Grenier, Camille Jullian..., op. cit., p. 292.

    En su Plaidoyer pour la prhistoire,31 Camille Jullian reivindica elderecho a la historia [...] para estudiar el slex y el bronce, los monumen-tos anteriores a los textos, y afirma: la prehistoria es historia.32

    El mundo antiguo, tal como lo demuestra la arqueologa en Grecia,Egipto, Oriente Prximo y Asia occidental, pone de relieve la fuertecohesin y estrecha solidaridad de las sociedades que lo componen. A lavez que se borran las distancias entre prehistoria e historia, las distintasarqueologas, definidas hasta entonces por los campos a los que se aplica-ban, descubren su unidad fundamental y todas confluyen al dilucidar losvnculos establecidos entre las civilizaciones que se haban ido sucediendoen torno al Mediterrneo. Algunos arquelogos clsicos, en generalhelenistas, como Lon Heuzey, Salomon Reinach o Edmond Pottier,ponen la mirada en el Oriente ms antiguo y dan buena prueba en supropia persona y en su obra de la reduccin de barreras que mantenandividida la ciencia arqueolgica.

    El periodo comprendido entre 1880 y 1940 fue un momento deequilibrio ideal y frgil durante el cual la arqueologa adquiri unidad yalgunos arquelogos vieron posible abarcar en su conjunto todo el pasadode la humanidad. Tras la segunda guerra mundial, los progresos de losmtodos aplicados en arqueologa, la intervencin de un nmero crecien-te de ciencias en su ejercicio y la consiguiente especializacin cada vezmayor provocaron la fragmentacin de la ciencia arqueolgica que nostransmiti el siglo XIX.

    1945 es a la vez un lmite y un punto de llegada, una fecha quemarca la ruptura y un nuevo comienzo. La arqueologa francesa en elMediterrneo y en Oriente Prximo, elaborada a lo largo del siglo XIX, seextiende de Espaa a Irn hasta 1939, dominada por el sentimiento apa-sionante de que los descubrimientos excepcionales, que se suceden enOriente entre las dos guerras mundiales, dan la clave de un pasado que yapuede reconstruirse. Es precisamente la historia de esta arqueologa ante-rior a la prdida de la ilusin la que nos proponemos estudiar.

  • Introduccin. Arqueologa e historiografa26

    Se trata de una historia de descubrimientos, de instituciones especfi-camente arqueolgicas, pero sin olvidar que la historia de una ciencia nopuede concebirse fuera del contexto poltico, econmico, social e ideol-gico en el que se desarrolla. As, no se puede abordar la arqueologa fran-cesa sin tener en cuenta la arqueologa europea y estadounidense de lamisma poca. Es evidente que, a lo largo del periodo que abarca nuestroestudio y en las regiones en las que se ejerce la arqueologa Grecia, Ita-lia, Oriente Prximo, Egipto y Espaa, la competencia entre las gran-des potencias, con Francia, Gran Bretaa y Alemania a la cabeza, refleja larivalidad poltica por lograr la hegemona en estas regiones.

    La evaluacin de la arqueologa francesa exige por lo tanto una com-paracin con la de los pases en competencia, no slo desde el nicopunto de vista de su presencia en el terreno (misiones, expediciones, exca-vaciones), sino tambin examinando la organizacin y el funcionamientode esta ciencia en los distintos pases. De este modo, ser ms clara laespecificidad de la arqueologa francesa y ms fcil su comprensin.

    Generalmente se considera que, entre principios del siglo XIX y1939, la arqueologa francesa conoci una autntica edad de oro duran-te la cual se multiplicaron las expediciones lejanas de exploracin, lasgrandes excavaciones en Grecia, en Oriente Prximo o en Irn, a la vezque se proceda a la revalorizacin sistemtica de los emplazamientos defrica del Norte.

    Este auge slo se explica si tenemos en cuenta la poltica de expan-sin que desarrollaron los diferentes regmenes. De hecho, sus cambiostraducan las fluctuaciones de los obstculos o las decisiones generales.As, por ejemplo, las excavaciones de Jorsabad sufren el contragolpe de larepresin que sigue a los acontecimientos de 1848, ya que Paul-mileBotta es destituido de su cargo de diplomtico de Mosul. En este mismoorden de ideas, hay que preguntarse por qu y por qu hasta ese momen-to se haba ignorado la arqueologa metropolitana, durante el SegundoImperio sta conoce una poca brillante. Por lo tanto, la historia de laarqueologa queda estrechamente ligada a la historia poltica.

    Este enfoque suscita una reflexin sobre el estado actual de la arqueo-loga en Francia: efectivamente, desde hace unos aos asistimos a unaprofunda renovacin y un auge espectacular de la arqueologa metropoli-tana, a la explosin de la influencia de lo nacional. A este fenmeno se

  • 27Introduccin. Arqueologa e historiografa

    33 P. Nora, lcole du patrimoine, en Les Jeunes et Patrimoine architectural, colo-quio organizado en la Unesco, Pars, 1989, por Jeunesse et Patrimoine international,Lieja, 1990, p. 21.

    34 Le mirage oriental de S. Reinach, en Chroniques dOrient, t. 2, Pars, 1890,apndice 1, p. 509-565; d., Les desses nues, Revue archologique, 1895; O. Montelius,Der Orient und Europa, 1899; V. Gordon Childe, The Orient and Europe, AmericanJournal of Archaeology, 1939, pp. 10-26.

    35 Gustav Kosinna (1858-1931): fillogo y despus prehistoriador, nombrado en1902 catedrtico de prehistoria alemana en la Universidad de Berln, donde ejerci hastasu muerte.

    36 G. Daniel, The Idea of Prehistory, Londres, C. A. Watts & Co. Ltd., 1962, cap.VI; A. Schnapp, Archologie et nazisme, Quaderni di Storia, 5, 1977, pp. 1-26; A.Schnapp, Archologie, archologues et nazisme, en L. M. Olender (ed.), Mlanges LonPoliakov. Le racisme mythes et sciences, Bruselas, 1981.

    le puede aplicar el anlisis de P. Nora de la llegada de la nocin de patri-monio al seno de la conciencia pblica y pedaggica, relacionndolo conla conciencia industrial, la descolonizacin y el paso de un sentimientode gran potencia a un sentimiento de potencia media.33

    La historia de la arqueologa ser tambin la historia de las ideas y losgrandes debates que la han jalonado, por ejemplo, la cuestin de Orien-te y del origen de la civilizacin, que agita y divide a los arquelogos,desde Salomon Reinach u Oscar Montelius hasta Vere Gordon Childe.34

    Los argumentos utilizados para ponerse en guardia contra el espejismooriental y establecer en Europa una relacin de intercambios equilibra-dos con Oriente sern desechados por los prehistoriadores alemanes, cuyafigura ms influyente es G. Kosinna,35 que pondrn todo su empeo enhacer de su pas el epicentro de todos los descubrimientos fundadores delas sociedades humanas y el foco desde el cual deban irradiar hacia elresto de Europa y Oriente.36

    La historia de la ciencia arqueolgica ser la historia de su elabora-cin: su objeto, sus principios, sus mtodos, sus resultados y sus relacio-nes con las dems ciencias, en particular con la filologa y la historia.

    La definicin del documento arqueolgico pasar por distintas eta-pas, desde los objetos de coleccin organizados en catlogos por Bernardde Montfaucon y el conde de Caylus hasta los restos de recipientes,herramientas de piedra o hueso y cualquier vestigio de la industria

  • Introduccin. Arqueologa e historiografa

    37 R. R. M. Wheeler, What matters in archaeology, Antiquity, 24, 1950, p. 128.

    28

    humana. Veremos cmo el apartamiento sistemtico de las ciudades anti-guas da paso a su saqueo; y en la bsqueda vida y desordenada deantigedades se sucedern los esfuerzos por restituir los lugares de lavida cotidiana mediante la excavacin organizada y el trabajo de recons-truccin de edificios, capas estratigrficas y objetos. Asistiremos al interspor reconocer los intercambios entre los distintos mbitos de la arqueolo-ga; es el caso de la nocin de estratigrafa, que la prehistoria toma de lageologa y aplica durante las grandes excavaciones de Grecia y Oriente, ode los estudios cermicos, concebidos y puestos en prctica en las investi-gaciones de vasos griegos y desarrollados en los trabajos de Oriente Prxi-mo y en la prehistoria metropolitana, centrndose en la cermica de lapoca neoltica, hasta entonces desdeada.

    Al igual que la propia arqueologa, su historia ser multiforme, res-petar la diversidad de la ciencia e intentar manifestar su coherenciainterna para comprender mejor su organizacin y los problemas con quese encuentra. En un momento en que nuestra sociedad sufre profundastransformaciones y reclama que cada uno de nosotros realicemos unesfuerzo importante de adaptacin, la arqueologa tiene una funcin nadadespreciable que desempear para definir y mantener una identidad cul-tural, y su historia garantiza que puede asumir esa funcin. El carcteruniversal de su finalidad y su mtodo puede ser un factor de integraciny de cohesin sociales.

    Siempre que los arquelogos no se contenten con cavar el suelopara encontrar objetos y no se preocupen exclusivamente por los mto-dos que aplican, olvidando su finalidad primera, que es encontrar hom-bres, segn la bella frase de sir Mortimer Wheeler,37 la arqueologa,consciente de s misma y tras haber recorrido su historia, tendr pordelante un largo futuro

  • PRIMERA PARTELOS ORGENES

    DE LA ARQUEOLOGA CIENTFICA(1719-1848)

  • This page intentionally left blank

  • 1 Jacob Spon (1647-1685): Mdico y erudito lions. Miscellanae eruditae antiquita-tis, 3 vols., Lyon, 1679-1685.

    2 Rponse la critique publie par M. Guillet, 1679.3 Referencia a J. Boucher Crvecoeur de Perthes, Antiquits celtiques et antdiluvien-

    nes, Pars, 1847-1864. Hacemos alusin a los progresos simultneos de la arqueologaoriental y prehistrica en Occidente y Oriente.

    4 A. L. Millin, Introduction ltude des monuments antiques, Pars, 1796-1826.5 LArchologie. Sur ltude des vases peints antiques, Revue archologique, 1,

    1844, p. 3 ss.

    1. UNA CIENCIA DE LOS OBJETOSY MONUMENTOS

    En 1679 Jacob Spon fue el primero en dar al trmino arqueologasu sentido moderno,1 preconiz un mtodo crtico para el estudio de lasinscripciones y sostuvo la validez de los testimonios arqueolgicos.2 A par-tir de ese momento, se construy y organiz la ciencia arqueolgica, pri-mero en el mbito preferido de los humanistas del Renacimiento lascivilizaciones griega y romana y despus cada vez ms lejos haciaOriente, hasta un pasado antediluviano.3

    Al establecerse un objeto propio y unas reglas especficas, la arqueolo-ga se distingue de la prctica de los coleccionistas, de la filologa y de la his-toria filosfica. Pero, entre la definicin que da Aubin-Louis Millin en17964 y la de Charles Lenormant en el primer nmero de la Revue archo-logique en 1844,5 puede apreciarse la distancia que marcaron los sucesoresde Caylus y Winckelmann y los inventores de Egipto y Mesopotamia.

    Para Millin, es arquelogo y, ms vulgarmente, anticuario quien sededica al estudio de las antigedades, es decir, al estudio de los monu-

  • mentos antiguos y de las antiguas costumbres que han llegado hasta nos-otros.6 Pero despus de establecer la equivalencia aparente entre arque-logo y anticuario, introduce esta distincin: se aplica de manera msgeneral el primer nombre (arquelogo) a aqul que estudia los usos y cos-tumbres y el segundo (anticuario) a aqul que estudia los monumentos.Para mantener la misma distincin, C. Lenormant introduce sin embargoun matiz y da ventaja al arquelogo sobre el anticuario, que es ms bienquien recoge los monumentos de la antigedad y los entiende. De la erade los anticuarios7 pasamos a la de los arquelogos.

    1.1. La era de los anticuarios:La aparicin del objeto arqueolgico

    El siglo XVIII, que asiste al triunfo de las Luces, conoce tambin unaautntica revolucin en el gusto por el mtodo histrico, alentada por loseruditos de la orden de los benedictinos de Saint-Maur, que se esfuerzanpor fundamentar la historia en el anlisis completo de todas las fuentes,concediendo una nueva importancia a los testimonios no literarios, cartasconstitutivas, inscripciones, monedas, estatuas, objetos y monumentosconcebidos como testigos, que jalonan el camino de la civilizacin y delprogreso y despiertan desde ese momento un inters excepcional.

    Los eruditos Jean Mabillon (1632-1707) y Bernard de Montfaucon(1655-1741) establecen las reglas de clasificacin e interpretacin de estosnuevos documentos histricos: el primero funda la diplomacia8 y elsegundo, la paleografa griega9 y una iconografa cientfica,10 que pre-senta en cinco volmenes su Antiquit explique et reprsente en figures.11

    B. de Montfaucon explica este ttulo: Por el trmino antigedad entien-

    32 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    6 A. L. Millin, op. cit.7 A. Momigliano, Lhistoire ancienne et lantiquaire, en Problmes dhistoriographie

    ancienne et moderne, Pars, Gallimard, 1983, p. 244-293.8 J. Mabillon, De re diplomatica, Pars, 1681.9 B. de Montfaucon, Paleographia graeca sive de ortu et progressu litterarum graecarum

    et variis omnium saeculorum scriptionis graecae generibus, Pars, 1708.10 A. Momigliano, op. cit., p. 244.11 B. de Montfaucon, LAntiquit explique et reprsente en figures, Pars, 1719-1724.

  • do nicamente aquello que puede llegar a la vista y aquello que puederepresentarse mediante imgenes, y distingue dos clases de monumen-tos de la Antigedad: la de los libros y la de las estatuas, bajorrelieves,inscripciones y medallas, que se complementan.12 El estudio de los textosy el de los objetos, considerados como documentos histricos, son, aspues, complementarios y deben concurrir para reconstruir todos los aspec-tos de una civilizacin.

    El objeto ya no es una simple ilustracin sino que se convierte entema de estudio, como ocurre con las antiguas armas de los galos a lasque B. de Montfaucon dedica en 1734 una ponencia ante la Academia deInscripciones y Bellas Letras. En su preocupacin por clasificarlas y fechar-las, se vale de la hiptesis de las tres edades (piedra, cobre y hierro) emiti-da por J.-C. Helin, profesor de Basilea, en una carta del 12 de mayo de1718. B. de Montfaucon, que mantiene relaciones epistolares con lossabios de toda Europa, es conocedor de las investigaciones llevadas a cabosobre las sepulturas megalticas de Dinamarca, Noruega o Gran Bretaa.Publica en el tomo quinto de su Antiquit explique..., la sepultura deCocherel descubierta en 1685.13

    B. de Montfaucon pas una larga temporada en Italia entre 1698 y1701 y, si bien es, como sus contemporneos italianos y franceses, espe-cialmente sensible a la influencia de la civilizacin romana, participa en larenovacin de los estudios griegos e incluso anima al cardenal Quirini,convertido en obispo de Corf, a realizar excavaciones en Olimpia.14

    No obstante, es en Italia donde la obra pionera del benedictino sever reforzada por unos descubrimientos extraordinarios y turbadores. Dehecho, en 1723, aparece por fin la obra que encarg a Thomas Dempsterel gran duque de Toscana Cosme II en 1615.15 En Toscana, los eruditos

    Una ciencia de los objetos y monumentos 33

    12 Ibidem, introduccin: citado por A. Schnapp, Modle naturaliste et modle phi-lologique dans larchologie europenne du XVIe au XIXe sicle, en Historiografa de laarqueologa, Madrid, Ministerio de Cultura, 1991, p. 19.

    13 B. de Montfaucon, Antiquit explique et reprsente en figures, Pars, 1719, t. V, 2.parte, p. 194 ss.

    14 Carta del 14 de junio de 1723.15 Thomas Dempster (1579-1625), catedrtico de la Universidad de Pisa, De Etruria

    Regali, Florencia, 1723.

  • locales, obsesionados por la etruscomana, exploran las tumbas deTarquinia, se renen en academias en Cortona, Volterra o Florencia y unode ellos, Francesco Gori (1691-1757), publica un Museum Etruscum en1737, poco antes del descubrimiento de la cista Ficorini, en Preneste.16

    Luigi Lanzi, ayudante de la Galera de Oficios de Florencia, constituye unmuseo etrusco y contribuye a crear la etruscologa dando las primerasexgesis exactas de textos etruscos.17 Estamos an muy lejos, sin duda, dela etruscologa moderna ya que el patriotismo, la fantasa y la imaginacinhacen las veces de mtodo cientfico, pero ya pueden reconocerse los obje-tos etruscos y existen pruebas de que puede identificarse una civilizacinpor los objetos que ha producido, con lo cual, su valor como documentoshistricos queda confirmado.

    Las vasijas etruscas, que J. J. Winckelmann reconocer como grie-gas,18 se estudian por su ornamentacin19 y estn muy buscadas por loscoleccionistas, tal es el caso de lord W. Hamilton, embajador ingls anteel rey de Dos Sicilias. ste confa la publicacin de su gabinete al caba-llero P. V. dHancarville20 que, junto con G. B. Passeri, es uno de los ini-ciadores de la ceramologa griega.

    La incipiente arqueologa ve cmo su horizonte se ampla considera-blemente desde 1738, ao en el que se da un principio de exploracin enHerculano, y sobre todo en 1748, cuando Pompeya sale del olvido. Estedescubrimiento fue toda una revelacin: cuando todava se ignoraba elnombre de la ciudad que sala de su sudario, todas las miradas se diriganya al lugar del milagro.21 Esta ciudad, que se vio sorprendida por la erup-cin del Vesubio, parece haber conservado intacta su ltima escena y ofre-

    34 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    16 M. Cristofani, Le mythe trusque en Europe entre le XVIe et le XVIIIe sicle, cat-logo de la exposicin del Grand Palais, Les trusques et lEurope, Pars, Runion des musesnationaux, 1992.

    17 Luigi Lanzi (1732-1810), Saggio di lingua etrusca e di altre nazioni di Italia,Florencia, 1789.

    18 J. J. Winckelmann, Histoire de lart dans lAntiquit, trad. Hubert, 3 vols., Pars,1781, t. 1, p. 188.

    19 G. B. Passeri, Picturae Etruscorum in vasculis, 3 tomos, 1767-1775.20 P. V. dHancarville, Collection of Etruscan, Greek and Roman Antiquities from the

    Cabinet of the Homble W. Hamilton, Londres, 1766-1767.21 P. Grimal, la recherche de lItalie antique, Pars, Hachette, 1961, introduccin,

    p. 7.

  • ce una imagen nica y sobrecogedora de la civilizacin romana del siglo Id.C. De este modo, surge en Pompeya la antigedad que B. deMontfaucon trataba de explicar y representar, transmitiendo la impresinde una proximidad inmediata. Los objetos, que hasta entonces se habanido coleccionando, clasificando e interpretando encuentran un contexto,el de su utilidad diaria; y la arqueologa recupera un nuevo mbito: la ciu-dad, que suscita una curiosidad apasionada y deja de concebirse como unamina de antigedades destinadas a enriquecer las colecciones, para con-vertirse en objeto de investigacin y estudio. En Pompeya, la arqueologaentendida como el estudio de objetos y monumentos disponibles y visi-bles, segn el planteamiento de Jacob Spon, por ejemplo, se convierte enuna autntica actividad de campo en la que la prctica de la excavacinocupa un lugar especial.

    Los pases griegos22 de Italia, la Gran Grecia y Sicilia conocen lamisma tendencia descubridora: en 1784, F. Gazzola llama la atencinsobre Paestum y sus templos, mientras en Sicilia el padre Pancrazi, emu-lando a B. de Montfaucon, publica sus Antiquits siciliennes (1751) y la islase llena de viajeros. Los prncipes Biscari y de Torremuza23 realizan exca-vaciones en Catania restauraciones en los templos de Segesta y Agrigento,fundan los museos de Catania y Palermo y, en 1779, logran que se implan-te el embrin de lo que ser un servicio arqueolgico.

    La arquitectura pasa a ser una de las provincias de la arqueologa,que ve nacer en Italia sus primeras instituciones. En la misma poca,Grecia es el lugar predilecto de viajeros y arquitectos ingleses, cuyas obrasreavivarn el gusto por los estudios helnicos y contribuirn a completarla arqueologa clsica que empieza a gestarse.

    En 1751, la sociedad londinense de los Dilettanti enva a Atenas a unpintor, James Stuart, y a un arquitecto, Nicolas Revett, con la tarea de ano-

    Una ciencia de los objetos y monumentos 35

    22 dem, p. 294-341. A. Momigliano, La riscoperta della Sicilia antica da T. Fazelloa P. Orsi, en Storia della Sicilia, vol. I, Npoles, 1979, pp. 767-777; V. La Rosa,Archaiologhia e storiografia: quale Sicilia?, en Storia dItalia. Le regioni dall Unit aoggi. La Sicilia, Turn, 1987, pp. 699-731.

    23 El prncipe de Torremuza fue asociado libre residente de la Academia deInscripciones y Bellas Letras, cf. J. Leclant, LAcadmie des inscriptions et belles lettres...il y a deux cents ans, en Comptes rendus de lAcadmie des inscriptions et belles lettres, 1989.

  • tar, medir y dibujar las antigedades de Atenas y trazar un plano de laAcrpolis.24 Las medidas que toman de los monumentos son rigurosamen-te exactas, su anlisis es cientfico y no dejan ningn resquicio a la imagi-nacin. Ennio Quirino Visconti, el arquelogo-anticuario italiano msnotable de su poca no se equivoca al declarar: J. Stuart fue el primero endescubrir en Europa el verdadero gusto por la arquitectura griega.25

    La misin de Stuart y Revett es la primera que obedece a unos finescientficos fijados de antemano. En la misma fecha, Julien-David Le Roy26 seencuentra en Atenas y reproduce los monumentos de la Acrpolis. Enseguidaalcanza a los ingleses y publica su obra antes que ellos, en 1758, con lo queofrece la primera reproduccin de monumentos helnicos.27 Mas Le Roy nohace gala del mismo rigor y precisin que Stuart y Revett y cede con dema-siada facilidad a su fantasa. Las misiones inglesas continan en el Orientehelnico, y Richard Chandler y William Pars, financiados por la sociedad delos Dilettanti, acuden a Jonia en 1764, para dibujar los templos.28

    En Grecia, como en Italia, la arqueologa clsica define poco a pocosus mbitos y se va constituyendo a medida que los trabajos de los arqui-tectos sientan las bases de estudios cientficos con el rigor y la precisin desus anotaciones, dibujos y croquis. En Italia y en Grecia, el estudio de laantigedad a travs de sus vestigios materiales, de sus objetos artsticos ode la vida diaria, as como de sus ruinas de monumentos y ciudades,requiere viajeros, arquitectos y anticuarios. Es en este contexto donde losdos gigantes del siglo XVIII,29 el conde de Caylus y J. J. Winckelmann,30

    36 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    24 N. Revett y J. Stuart, Antiquities of Athens mesured and delineated, Londres, 1761-1762, traducido al francs y publicado por el editor Firmin-Didot en 2 tomos, Pars, 1808-1822.

    25 Citado por R. y F. tienne, La Grce antique, archologie dune dcouverte, Pars,Gallimard (Dcouvertes), 1990, p. 56.

    26 Julien, David Le Roy (1728-1803), arquitecto, catedrtico asociado a la Academiade Arquitectura y miembro del Institut de France.

    27 J. D. Le Roy, Ruines des plus beaux monuments de la Grce, Pars, 1758.28 R. Chandler y W. Pars, Antiquities of Ionia, Londres, 1769-1797. Cf. D.

    Constantine, Early Greek Travellers and the Hellenic Ideal, Cambridge, 1984.29 A. Hus, Stendhal et les trusques, en Mlanges J. Heurgon, 1, 1976, p. 462.30 Johann Joachim Winckelmann (1717-1768). Cf. W. Schiering, Zur Geschichte

    der Archologie, y en particular I. Von Bernard de Montfaucon zu Johann JoachimWinckelmann, en U. Hausmann, Allgemeine Grundlagen der Archologie, Mnich, 1969,pp. 11-161.

  • Una ciencia de los objetos y monumentos 37

    3. James Athenian Stuart (1713-1788),retrato del frontispicio del primer volumende las Antiquits dAthnes, publicado enfrancs por C. P. Landon, 2 vols., 4 tomos,Pars, Imprimerie Firmin-Didot, 1808-1822.Biblioteca del Instituto de Francia.

    4. Nicolas Revett, retrato del frontispiciodel tomo IV de Antiquits dAthnes,publicado en francs por C. P. Landon,2 vols., 4 tomos, Pars, ImprimerieFirmin-Didot, 1808-1822. Biblioteca delInstituto de Francia.

  • 38 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    5. Atenas, vista de la fachada oriental del Partenn. Puede apreciarse la mezquita que seconstruy en el interior del templo. J. Stuart y N. Revett, Les Antiquits dAthnes, publicado enfrancs por C. P. Landon, 2 vols., 4 tomos, Pars, Imprimerie Firmin-Didot, 1808-1822, lm. IV delsegundo tomo. Biblioteca del Instituto de Francia.

  • Una ciencia de los objetos y monumentos 39

    6. Vue de quelques fragments duntemple, situ dans un lieu de lAttiqueappel Thoreon. En primer plano, losterraplenadores proceden a laexcavacin. J. D. Le Roy, Les Ruines desplus beaux monuments de la Grce,2 vols., Pars, 1770, lm. II del tomo I.Biblioteca del Instituto de Francia.

    7. Atenas, Vue de lextremit occidentaledu temple de Minerve poliade et le

    Pandrosium (el conjunto del Erection):Disdar Aga y su yerno Ibrahim Aga vigilanlas excavaciones que realizan los obreros

    de Stuart y Revett para descubrir losescalones del basamento y la base inferior

    de las Caritides. J. Stuart y N. Revett,Les Antiquits dAthnes, publicado en

    francs por C. P. Landon, 2 vols., 4 tomos,Pars, Imprimerie Firmin-Didot, 1808-1822,

    lm. XIX, fig. 1, tomo segundo. Bibliotecadel Instituto de Francia.

  • darn un impulso decisivo a la arqueologa que se encuentra en fase de ges-tacin. Tanto uno como otro siguen con gran inters las excavaciones deHerculano y de Pompeya, y el conde de Caylus divulga mediante una tra-duccin francesa el panfleto que redacta Winckelmann para protestar porlos mtodos empleados y las prohibiciones de la corte de Npoles antevisitantes y eruditos.31 Su colaboracin en la difusin de los trabajos rea-lizados en las dos ciudades campanienses no es la nica razn para que seles asocie en un mismo epteto superlativo: por sus obras respectivas, tantouno como otro pueden aspirar al ttulo de fundadores de la arqueologa;el francs por su Recueil dantiquits...32 que establece los principios delmtodo tipolgico, y el prusiano33 por aportar al arte antiguo una historiay un sistema.

    Mientras que B. de Montfaucon abogaba por el recurso simultneo ycomplementario a los textos y a los vestigios materiales para explicar laantigedad, el conde de Caylus muestra absoluta preferencia por un puntode vista estrictamente arqueolgico: los monumentos y los objetos ya nose cotejan con los textos sino con otros monumentos y objetos y se clasi-fican por s mismos en clases generales relativas a los pases que los hanproducido y, en cada clase, se clasifican en un orden relativo segn la pocaque los vio nacer.34

    Los objetos y monumentos pasan de ser modelos para los artistas con-temporneos35 a ser el centro del estudio, cuyo mtodo y cuyas reglas sontan seguros y firmes como los que estableci B. de Montfaucon para lapaleografa. La naturaleza y evolucin de los productos de las civilizacio-

    40 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    31 Sendschreiben von den herculanischen Entdeckungen an der Reichsgrafen H. vonBrhl, 1762. Nachrichten von den neuesten herculanischen Entdeckungen an H. Fssly, 1764.Lettres de Winckelmann Bianconi, 1779.

    32 Conde Anne Claude de Tubires de Caylus, Recueil dantiquits gyptiennes, grec-ques, trusques et romaines, 7 vols., Pars, 1752-1767.

    33 J. J. Winckelmann, Geschichte der Kunst des Altertums, 1763.34 Conde de Caylus, op. cit. Prefacio del t. 1, citado por A. Laming-Emperaire,

    Origines de larchologie prhistorique en France, Pars, ditions du Seuil, 1964, p. 83.35 Punto de vista de lord W. Hamilton, que, durante su estancia en Npoles como

    embajador ante el rey de Dos Sicilias, constituye una coleccin de vasijas etruscas y lamanda publicar al caballero P. V. dHancarville con el fin de procurar modelos a los dibu-jantes y pintores de su poca. Cf. R. M. Cook, Greek Painted Pottery, Londres, 1972(2. ed.).

  • Una ciencia de los objetos y monumentos 41

    8. Johann Joachim Winckelmann (1717-1768),segn C. Justi, Winckelmann und seineZeitgenossen, 2.a edicin, Leipzig, 1898, vol.1. Biblioteca del Instituto de Francia.

    9 y 10. A. C. P. de Tubires, conde de Caylus.Arriba: frontispicio del Recueil dAntiquitsgyptiennes, trusques, grecques et romaines,Pars, en Desaint y Saillant, 1752. Bibliotecadel Instituto de Francia. Abajo: lm. XXXIII, querepresenta un cntaro etrusco adquirido por elconde de Caylus y que perteneci al gabinetedel conde Peralta.

  • nes no son fruto del azar: son el resultado de un suelo y una poca y la vade comparacin, que es al anticuario lo que las observaciones y los experi-mentos son al fsico,36 permite reconocer tipos caractersticos de un pasy establecer su cronologa.

    Los objetos y monumentos se consideran manifestaciones de una iden-tidad nacional y su evolucin traduce la identidad de la sociedad que los hacreado. Es el mismo punto de vista que adopta J. J. Winckelmann para suHistoire de lart dans lAntiquit, en la que vemos aparecer por primera vezesta idea [...] de que el arte nace, crece y se desarrolla con la sociedad en la queflorece, en una palabra, hay una historia del arte.37 J. J. Winckelmann adop-ta los mtodos descriptivos de los anticuarios italianos y franceses, define losestilos sucesivos e inventa un lenguaje artstico basado en la observacin de lanaturaleza. Impone un concepto arqueolgico comn para los pases deEuropa y permite ir ms all de las separaciones que conoce la filologa.

    Mientras el siglo XVIII sigue una segunda va, los estudios de arqueo-loga se apartan de las recopilaciones de coleccionistas para otorgar a losobjetos la categora de documentos histricos y, en Francia, dos institu-ciones, la Academia de Inscripciones y Bellas Letras y el Cabinet des mdai-lles, aparecen como los centros de la historia erudita.

    La Petite Acadmie, que fue fundada en 1663 y en un principio tenala misin de redactar las inscripciones conmemorativas para Luis XIV,recibe, mediante la ordenanza del 16 de julio de 1701, un completo plande organizacin elaborado por el conde de Pontchartrain y el abad Bignonque hacen de ella una institucin permanente y de estado.38 Con estereglamento se amplan sus competencias y se le asignan las descripciones

    42 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    36 Comte de Caylus, op. cit., 1752, introduccin del t. 1.37 G. Perrot, Les tudes darchologie classique depuis Winckelmann jusqu nos

    jours, Revue des Deux Mondes, 1 de agosto de 1880, pp. 516-555.38 A. Franklin, G. Perrot y G. Boissier, LInstitut de France, Pars, 1907, cf. el captu-

    lo sobre la Academia de Inscripciones y Bellas Letras redactado por G. Perrot, pp. 135-196.Cf. tambin J. Leclant, LAcadmie des inscriptions et belles lettres il y a deux cents ans,Comptes rendus de lAcadmie des inscriptions et belles lettres, 1989; dem, Trois cents ans detradition, Revue des Deux Mondes, febrero de 1993, p. 72-87, dem, LAcadmie des ins-criptions et belles lettres, en Histoire des cinq acadmies, Pars, Perrin, 1995, pp. 101-197;dem, Des acadmies de lAncien Rgime lInstitut national du Directoire, Mlanges delcole franaise de Rome. Italie et Mditerrane, t. 108, 1996-2, pp. 627-641.

  • histricas de los acontecimientos para los que se hacen las medallas y laexplicacin de todas las medallas, medallones, piedras y otras curiosidadesdel Gabinete de Su Majestad, as como [...] la descripcin de todas lasantigedades y todos los monumentos de Francia.39 De este modo, laAcademia tena ante s un amplio campo de investigacin: ya no slo el dela historia de Francia, sino tambin el de los objetos y monumentos, cuyoestudio abra los caminos apenas esbozados hasta entonces de la numis-mtica y la arqueologa nacional.40 El Instituto Nacional creado por laasamblea revolucionaria en 1795 har suya la preocupacin por el patri-monio monumental, considerado como una de las manifestaciones de laidea de nacin.41

    La numismtica, la glptica y la epigrafa son las disciplinas domi-nantes a finales del siglo XVIII. Las inscripciones halladas en el mediodafrancs han sido ya para entonces objeto de estudio y de una publicacindel gran erudito italiano Scipione Maffei,42 que recorre Europa en 1732acompaado por Jean-Franois Sguier (1703-1784), autor de la primeraedicin cientfica de la inscripcin de la Maison Carre de Nmes.43

    El Gabinete del Rey, formado por las colecciones de la Corona y orga-nizado en 1560 durante el reinado de Carlos IX,44 concentraba antes de laRevolucin las investigaciones sobre la exgesis de los monumentos que enl figuran, tarea que realizan B. de Montfaucon y el conde de Caylus; elabad Jean-Jacques Barthlemy (1716-1795), amigo y colaborador deCaylus y, al igual que l, miembro de la Academia de Inscripciones y BellasLetras desde 1747, se convierte en guardia de las medallas del Gabinete delRey en 1753 y confiere a la numismtica un brillo excepcional. A travsde las memorias dedicadas a inscripciones ticas, demuestra el gran parti-

    Una ciencia de los objetos y monumentos 43

    39 Reglamento ordenado por el rey para la Real Academia de Inscripciones yMedallas, del 16 de julio de 1791: citado por G. Perrot, 1907, p. 148.

    40 G. Perrot, ibidem.41 D. Poulot, Muse, patrimoine, nation, 1789-1815, Pars, Gallimard, 1997.42 Marqus Scipione Maffei (1675-1755), literato y arquelogo italiano, fundador de

    la Academia de Verona, Galliae Antiquitates quaedam selectae, Pars, 1733.43 A. Buonopane, Scipione Maffei e il suo contributo agli studi di epigrafia romana

    in Europa, coloquio Les archologues et larchologie, en Caesarodunum, XXVII, Tours,1993, pp. 180-197.

    44 E. Babelon, Le Cabinet des mdailles et antiquits de la Bibliotque nationale. Noticehistorique et guide du visiteur. I. Les Antiques et les objets dart, Pars, 1924.

  • do que puede sacar el historiador a estos documentos fundando as la epi-grafa griega.45 Gracias a su conocimiento de las lenguas orientales, consi-gue descifrar las inscripciones de Palmira copiadas por Robert Wood, des-cubre el arameo46 e identifica el alfabeto fenicio.47 No slo garantiza unagestin perfecta del Gabinete, sino que adems, al organizar la investiga-cin de los visitantes, hace de l el centro en el que convergan los estu-dios [de una] plyade de sabios.48 En 1795, llega al Gabinete de Medallasla primera ctedra de arqueologa monumental romana y medieval, crea-da para Aubin-Louis Millin, quien rene las antigedades nacionales enun Recueil, trmino que designa uno de los campos predilectos de laAcademia en materia de investigacin, la recopilacin.

    En la Academia, J.-J. Barthlemy, descrito por Charles Picard como elsabio ms grande de su poca,49 representa la epigrafa oriental antes de quela Expedicin a Egipto y los trabajos de Paul-mile Botta en Mesopotamiaabriesen el camino a Jean-Franois Champolion y Jules Oppert. La epigra-fa, ligada tanto a la filologa como a la arqueologa, aparece magnficamen-te ilustrada en la Academia de Inscripciones y contribuye a suscitar el inte-rs por las civilizaciones que elaboraron los textos que empiezan a leerse.

    Sin embargo, la excepcional calidad de estos pioneros que aportan a lahistoria la riqueza de la documentacin material no basta para provocar unauge de estos estudios. El historiador ingls E. Gibbon comprueba a finalesdel siglo XVIII este hecho amargo: In France, [...] the learning and langua-ge of Greece and Rome were neglected by a philosophic age. The guardianof those studies, the Academy of Inscriptions, was degraded to the lowestrank among the three royal societies of Paris; the new appellation of Eruditswas contemptuously applied to the successors of Lepsius and Casaubon.50

    44 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    45 G. Perrot, LAcadmie des inscriptions et belles lettres, en A. Franklin, G. Perrot,G. Boissier, LInstitut de France, Pars, 1907, p. 164.

    46 En 1754.47 En 1758, a partir de la inscripcin bilinge de Malta: Rflexions sur quelques

    monuments phniciens et sur les alphabets qui en rsultent, Mmoires de lAcadmie desinscriptions et belles lettres, t. 30, pp. 405-427.

    48 E. Babelon, op. cit., p. XII.49 Les recherches darchologie lAcadmie des inscriptions et belles lettres (1739-

    1945), Comptes rendus de lAcadmie des inscriptions et belles lettres, 1945, p. 35-67.50 Citado por A. Momigliano, La contribution de Gibbon la mthode historique,

    en Problmes dhistoriographie ancienne et moderne, Pars, 1983.

  • Una ciencia de los objetos y monumentos 45

    11. Jean-Jacques Barthlemy (1716-1795),retrato publicado en la recopilacin Les CinqCents Immortels, iconographie, conservado enla Biblioteca del Instituto de Francia.

    12. Barn Bon-Joseph Dacier (1742-1833),Recueil de portraits de personnages clbresfaisant partie des quatre diffrentes classesacadmiques de lInstitut, lithographis parBoilly fils, Biblioteca del Instituto de Francia.

    13. Ennio Quirino Visconti (1751-1818), medallnde las Planches de lIconographie romaine par lechevalier E. Q. Visconti, Pars, 1817. Bibliotecade Letras de la Escuela Normal Superior.

    14. Antoine Chrysostome Quatremre deQuincy (1755-1849), Iconographie de lInstitutroyal de France, 1.a entrega. Biblioteca delInstituto de Francia.

  • El informe sobre estudios clsicos en Francia que Bon-Joseph Dacier,secretario vitalicio de la Academia de Inscripciones, dirigi en 1808 alemperador es igual de pesimista.51 La revolucin histrica de 1830 con-tribuir a reducir la oposicin de la historia filosfica y de la historia eru-dita dominante en el siglo XVIII.52 Los trastornos que acarre el mtodocrtico elaborado por los filsofos alemanes y la arqueologa, que desdeprincipios del siglo XIX experimenta un gran desarrollo, provocarn ungiro considerable de los trminos de debate. Nace una ciencia de los obje-tos, elaborada por los eruditos del siglo XVIII que elevan los vestigiosmateriales de las civilizaciones antiguas a la categora de documentos his-tricos y, para interpretarlos, enuncian una serie de reglas metdicas convalor universal.53

    Los objetos, que se distribuyen en clases segn su origen geogrfi-co y cronolgico, no se relacionan, en cambio, con ningn contextoarqueolgico concreto, pero el descubrimiento de ciudades comoPompeya, Herculano o las ciudades de Mesopotamia favorecer el desa-rrollo de la topografa y obligar a arquelogos y anticuarios a reflexionarsobre las funciones de los objetos y su significado en el lugar en el quefueron hallados.

    Desde el gabinete del erudito, la arqueologa acudir al suelo mismode las grandes civilizaciones desaparecidas en un despliegue de expedicio-nes y misiones, a la espera de las grandes excavaciones de los siglos XIX y XX.

    1.2. Los monumentos, patrimonio nacional y universal:Francia y el Occidente mediterrneo

    Hacia 1750, el descubrimiento progresivo de monumentos en el surde Italia, Sicilia y Grecia orienta las investigaciones arqueolgicas y com-pleta esta ciencia de los objetos que se est creando.

    46 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    51 Bon-Joseph Dacier (1742-1833), Rapport historique sur les progrs de lhistoire et dela littrature ancienne, depuis 1789 et sur leur tat actuel, Pars, F. Hartog ed., 1989.

    52 Cf. K. Pomian, Maffei et Caylus, en Collectionneurs, Amateurs et Curieux, Paris-Venise, XVIe-XVIIIe sicle, Pars, 1987, pp. 195-211.

    53 Ibidem.

  • La Revolucin Francesa, al dar luz a la nacin, provoca la irrupcinde una nocin nueva, la de patrimonio, que encarna la de identidad nacio-nal, y cuya semilla encontrbamos ya en la obra de Caylus.54

    Los edificios que encierran el carcter de cada siglo, segn la fr-mula de Quatremre de Quincy,55 encierran tambin el carcter de cadapueblo y, en este sentido, despiertan el inters de los polticos. As, en1790, la Asamblea Nacional decide constituir una primera comisin demonumentos y, en 1793, una segunda relacionada con el arte. Estas doscomisiones traducen la preocupacin por compilar y salvaguardar el patri-monio monumental nacional y anuncian las instituciones que puso enmarcha Franois Guizot bajo la Monarqua de Julio.

    El Instituto Nacional de Ciencias y Artes,56 creado por laConvencin para reemplazar las academias reales que se suprimieron enagosto de 1793, muestra asimismo esta preocupacin por el patrimoniomonumental y desempea un papel determinante en la formacin de laidentidad nacional: sin dejar de garantizar la perennidad de la culturaacadmica del Antiguo Rgimen, contribuye a su fusin con el espritude la revolucin inspirado en la filosofa de las Luces.57 Algunos miem-bros del Instituto militan muy activamente para que se haga un inventa-rio de monumentos y se organice su proteccin: Pierre Legrand dAussy(1737-1800), miembro de la clase de ciencias morales y polticas, enca-beza el movimiento con su informe sobre las antiguas sepulturas nacio-nales,58 al que da lectura en la sesin del 7 de ventoso del ao VII. Estepionero resume la arqueologa prehistrica e histrica, propone la prime-ra cronologa de las sepulturas en seis edades establecidas sobre la base de

    Una ciencia de los objetos y monumentos 47

    54 P. Nora, lcole du patrimoine, en Jeunesse et patrimoine architectural, Lieja,1990, p. 22.

    55 Citado por A. Chastel, La notion de patrimoine, en P. Nora (dir.), Les Lieux demmoire, II, La Nation, vol. 2, Pars, Gallimard, 1986.

    56 J. Leclant, LAcadmie des inscriptions et belles-lettres, op. cit.; dem, Des aca-dmies de lAncien Rgime lInstitut national du Directoire, op. cit.

    57 L. Theis, Guizot et les institutions de mmoire, en P. Nora (dir.), Les Lieux demmoire, II, La Nation, vol. 2, op. cit.

    58 P. Legrand dAussy, Mmoire sur les anciennes spultures nationales et les ornementsextrieurs qui en divers temps y furent employs, sur les embaumements, sur les tombeaux desrois francs dans la ci-devant glise de Saint-Germain-des-Prs, et sur un projet de fouilles fairedans nos dpartements, Pars, 1799; reed. M. de Roquefort, 1824.

  • las diferencias observadas en los modos de amortajamiento y se preguntasi, a falta de pruebas histricas, no habra modo de comprobar estoscambios y [...] ordenarlos metdicamente en varias pocas principales,para lo cual pone el ejemplo del mtodo arqueolgico. Es el primero endefender las excavaciones sistemticas y cientficas, algo que le gustaraque se organizase a escala nacional.59 Para ello sugiere que se enven cir-culares-cuestionarios a los representantes del estado en los departamentosy que se exija una autorizacin, de modo que las excavaciones se realicenbajo la supervisin de uno o dos comisarios responsables de los trabajos.Se trata del primer proyecto de legislacin sobre arqueologa, que no sellevar a la prctica hasta 1941. Esta iniciativa de Legrand dAussy, queno trascendi en su da, ser retomada en 1810 por el conde deMontalivet, ministro de Interior, en una circular inspirada por el condeAlexandre de Laborde y examinada por la Academia de Inscripciones ensu sesin del 20 de noviembre de 1818: se elabora entonces un cuestio-nario sobre los monumentos y antigedades, que se enva a los prefectosy eruditos de provincias para, ms tarde, proceder al inventario y lanomenclatura de los monumentos. Pero a falta de recursos suficientes yde una autoridad administrativa competente, la iniciativa fracasa antesincluso de ponerse en marcha.60 Alexandre de Laborde (1774-1842) que,desde 1816, presenta Les monuments de la France, es la alma mter deesta comisin acadmica, que aparece como definitiva en 1819 bajo elttulo de Commission des Antiquits de France.61

    A finales del siglo XVIII y principios del XIX asistimos a las primerastentativas de organizar y centralizar la arqueologa nacional, pero no puedeolvidarse el papel de las sociedades eruditas, numerosas ya en esta poca,que celosas de su independencia del estado y del mundo erudito oficial,multiplicarn sus esfuerzos por coordinar sus acciones.62

    48 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    59 A. Laming-Emperaire, Origines de larchologie prhistorique en France, Pars, di-tions du Seuil, 1964, p. 102.

    60 X. Charmes, Le Comit des travaux historiques et scientifiques, Pars, 1886, 3 vols.,t. 1, p. cxx ss.

    61 P. Marot, Lessor de ltude des antiquits nationales lInstitut, du Directoire la Monarchie de Juillet, Academia de Inscripciones y Bellas Letras, lectura hecha en lasesin pblica anual del 22 de noviembre de 1963.

    62 J.-P. Chaline, Sociabilit et rudition. Les socits savantes en France. XIXe-XXe sicles,Pars, ditions du Comit des travaux historiques et scientifiques, 1995.

  • Aubin-Louis Millin (1759-1818) rene las Antiquits nationales en suRecueil des monuments qui peuvent servir lhistoire de France (1790-1798).La expresin antigedades nacionales, creada por el sucesor de J.-J. Bar-thlemy en la direccin del Gabinete de Medallas, consagra definitiva-mente el valor histrico y nacional de los objetos y monumentos legadospor el pasado.

    A.-L. Millin, botnico y mineralogista, introduce en Francia el sis-tema de Linn y preconiza la adaptacin de la arqueologa,63 siguiendolos pasos del conde de Caylus. En el Gabinete de Medallas, estrena en1795 la enseanza de la arqueologa en Francia con su curso deArqueologa monumental romana y medieval, que asocia arqueologanacional, nacida de la Revolucin, y arqueologa clsica, contribuyendoa la fundacin de esta ltima. Con su Voyage dans le sud de la France64,contina el camino abierto por el conde de Caylus que, despus deexplorar el Medioda francs, haba dejado a P.-J. Mariette la labor de pu-blicar los difices antiques de la France, reunidos por fin por el arquitec-to C.-L. Clrisseau.65

    Siguiendo la definicin de las investigaciones sobre las antigedadesnacionales,66 Millin se interesa tambin por Italia, adonde se dirige paravisitar Pompeya y las tumbas de Apulia. En sus Peintures de vases antiquesvulgairement appels trusques,67 convierte el estudio de las vasijas griegasen una especialidad de la arqueologa. Millin, miembro de la Academia deInscripciones, aparece entonces como una especie de jefe oficial de laciencia del pasado.68

    El reconocimiento del patrimonio redunda en la instalacin y elfomento de museos, como, por ejemplo, el de Monumentos Franceses,

    Una ciencia de los objetos y monumentos 49

    63 A.-L. Millin, Introduction ltude des monuments antiques, Pars, 1796-1826.64 1807-1811.65 C.-L. Clrisseau, Les Antiquits de la France, Pars, 1778: primera obra dedicada a

    los monumentos antiguos de la Galia.66 Funda Le Magasin encyclopdique, que dirige de 1795 a 1816.67 1808-1810, reeditado por S. Reinach en 1891 en Peintures de vases antiques recuei-

    llies par Millin et Millingen, Pars.68 C. Jullian, Notes sur lhistoire en France au XIXe sicle, Pars, 1897, reed. coleccin

    Ressources, Pars, Ginebra, 1979, p. V.

  • que se decidi en la Convencin en 1793 y se confi a Alexandre Lenoir.69

    Situado en el claustro y los jardines del convento de los Petits-Augustinsactual Escuela de Bellas Artes, rene los restos de santuarios gticosy palacios del Renacimiento,70 que provocarn en Michelet el despertarde la viva impresin de la historia.71 Pero Alexandre Lenoir ha de lucharpara que se reconozca el arte medieval, al cual los neoclsicos, yQuatremre de Quincy el primero, niegan cualquier valor. El arte griegoy romano son los autnticos protagonistas del Museo Central del Louvre,que atraa a las masas, ya que el gusto dominante era tal que, de 1792a 1800, los directores del gran museo retiran todas las obras maestras denuestra escuela y todos los monumentos de nuestro pas.72 El MuseoCentral de las Artes el actual Louvre se instituy por el mismo decre-to de la Convencin Nacional que su desafortunado rival. El 18 de bru-mario del ao IX se convierte en Museo Napolen:73 se trataba de unautntico compendio del patrimonio universal ya que presentaba la mayorcoleccin de antigedades del mundo. Era el fruto de la campaa de Italiaque dirigi Bonaparte para el Directorio, a cuyo trmino los francesesocuparon Roma y requisaron las grandes colecciones privadas, as como lasdel Vaticano y el Capitolio.74 Ennio Quirino Visconti, heredero deWinckelmann75 en Italia, lleva las obras a Pars, asume la responsabilidadde las antigedades del Louvre entre 1802 y 1818 y redacta su catlogo76

    segn los principios de la historia del arte que haba establecido su maes-

    50 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    69 Marie-Alexandre Lenoir (1761-1839). Cf. D. Poulot, Alexandre Lenoir et lesmuses des monuments franais, en P. Nora (dir.), Les Lieux de mmoire, II, La Nation,vol. 2, op. cit., p. 497-531.

    70 C. Jullian, op. cit., p. VI.71 J. Michelet, Le Peuple, p. XXVI.72 C. Jullian, op. cit., p. VI.73 C. Gould, Trophy of Conquest. The Muse Napolon and the Creation of the Louvre,

    Londres, 1965.74 Cf. Moati, la recherche de la Rome antique, Pars, Dcouvertes Gallimard,

    1989.75 Ennio Quirino Visconti (1751-1818), autor del extraordinario catlogo Museum

    Pio-Clementinum, Roma, 1784-1807. Cf. S. Settis, Da centro a periferia: larcheologiadegli Italiani nel sec. XIX, en LAntichit classica nellOttocento, Atti del convegno Acquas-parta 1988, L. Polverini ed., 1993.

    76 E. Q. Visconti, Notice des statues, bustes et bas-reliefs de la Galerie des Antiques duMuse central des Arts, Pars, 1800; Supplment la notice des Antiques du Muse Napolon,Pars, 1811 y Description des Antiques du Muse royal, Pars, 1817.

  • Una ciencia de los objetos y monumentos 51

    15. Aubin-Louis Millin(1759-1818), Iconographiede lInstitut royal de Francedepuis 1814 jusquen 1825,dessins et lithographispar J. Boilly. Biblioteca delInstituto de Francia.

    16. Pompeya. F. Mazois, Les Ruines de Pompi, 1824,lm. XXXIV, segunda parte. Biblioteca del Instituto de Francia.

    17. Pompeya, vista de la baslica con dibujante, F. Mazois, Les Ruines de Pompi, 1829, lm. XVI,tercera parte. Biblioteca del Instituto de Francia.

  • tro. Contra esta poltica de expoliacin deliberada se alzan atrevidas pro-testas, especialmente las de Quatremre de Quincy (1755-1845), quepublica en 1796, durante la campaa de Italia, sus Lettres sur le prjudicequoccasionneraient aux arts et la science le dplacement des monuments delart de lItalie, le dmembrement de ses coles et la spoliation de ses collections,galeries, muses, etc.77

    En esta ocasin, es el primero en formular la idea de la relacin nece-saria entre un objeto y su lugar de origen:78 El museo de Roma perderaen las figuras que lo forman, la culminacin de las lecciones y paralelismosde los que se desprende la compleja teora de lo Bello. El museo que se for-mase en otro lugar con estos desmembramientos no tendra la unidad nila base que puede conferir a estos fragmentos el valor necesario.79 Y, cier-tamente, la seccin de antigedades del Louvre, aun atesorando muestrasde todos los periodos del arte, de Fidias a Adriano, no logra recomponerla visin de conjunto que haba en Roma. Sin embargo, al estar reunidaslas colecciones en Pars, podan establecerse comparaciones, contribuyen-do a realizar progresos importantes en el estudio de la arqueologa.

    En Italia se instaura una repblica cisalpina controlada por Franciacon lo que Roma se convierte, en 1809, en departamento del imperiofrancs y segunda capital despus de Pars. En su afn por hacer de Romauna ciudad digna de su nuevo ttulo, Napolen I subvenciona generosa-mente las obras de arquitectos y arquelogos a quienes ordena levantar yrestaurar la ciudad antigua.80 Con esto se da un impulso decisivo a laarqueologa y se ensean en Roma las grandes obras.

    Por otra parte, surge el mismo problema que se plantea hoy en da conla arqueologa moderna: al levantar y restaurar los grandes conjuntos, hay quehacer un esfuerzo por conciliar la revalorizacin de las ruinas y su conserva-cin con las exigencias del urbanismo y el desarrollo de una gran ciudad.

    52 Los orgenes de la arqueologa cientfica (1719-1848)

    77 Esta publicacin, seguida de una peticin dirigida al Directorio y firmada por cin-cuenta artistas con el fin de apoyar las tesis de Quatremre de Quincy, se conoce bajo elttulo de Lettres Miranda sur le dplacement des monuments de lart de lItalie; cf. por lti-mo la edicin con introduccin y notas de E. Pommier, Pars, 1989.

    78 C. Moati, op. cit., p. 88.79 C. Quatremre de Quincy, Lettres sur le prjudice..., Pars, 1796, p. 33.80 M. Jonsson, La Cura dei monumenti alle origini. Restauro e scavo di monumenti

    antichi a Roma 1800-1830, Estocolmo, 1986, pp. 41-96.

  • En Roma ya no se trata simplemente de recoger los objetos de lascolecciones, sino de sacar a la luz los conjuntos completos encerradosdentro de la ciudad y, para comprenderlos, recurren a la topografa y alestudio arquitectnico de los monumentos. Se fundan instituciones ofi-ciales: el gobierno francs queda representado por la Consulta straordi-naria integrada por Tournon, prefecto de Roma, el conde Daru, inten-dente de la Corona, y Paris, director de la Academia de Francia. Losarquelogos y arquitectos italianos, Antonio Canova, Carlo Fea, GiorgioValadier, G. Guattani y Camporesi tambin participan y dirigen los tra-bajos.

    Po VII, deseoso de proteger las antigedades, ordena en 1802 lapromulgacin de un edicto que prohiba excavar y exportar objetos sinautorizacin, disposicin que se completa en 1820 con el Edicto Pacca.Los estados pontificios son, a principios del siglo XIX, los primeros que sedotan de una legislacin para la arqueologa.

    La Comisin del embellecimiento de la ciudad de Roma, creada en1811, otorga los permisos de excavacin establecidos por el prefecto, quecontrola los trabajos y la suerte que corren los descubrimientos. MientrasCarlo Fea organiza y dirige de 1803 a 1817 las primeras excavaciones cien-tficas en el Foro, el arquitecto Jean-Franois Mnager, husped de la VillaMedicis, es responsable de los trabajos que inician los franceses a partir de1810: as, se limpiaron los templos de la Concordia, Antonino y Faustino,el de Venus y Roma, la baslica de Majencio o el arco de Tito. Se empren-de la actualizacin de la casa dorada de Nern y el arquitecto italiano G. Va-ladier, que lo es de todos los trabajos, preside el acondicionamiento de laplaza Trajano. El papel de los arquitectos es primordial en la elaboracinde una arqueologa de campo y de una ciencia de los monumentos, querestituyen liberando las construcciones del subsuelo y estudian copiandoplanos precisos. Al despejar los grandes conjuntos arquitectnicos, lasinvestigaciones se orientan a la comprensin y la topografa de los yaci-mientos. Desde esta perspectiva, la gua de Roma de G. Guattani es el pre-ludio de los trabajos de A. Nibby y W. Gell.81

    Una ciencia de los objetos y monumentos 53

    81 A. Nibby y W. Gell, The Topography of Rome and its Vicinity, Londres, 1827.Ambos son los iniciadores del mapa de los alrededores de Roma: Analisi storico-topographi-co-antiquaria della carta dedintorni di Roma, Roma, 1837.

  • Fuera de Roma, la actividad arqueolgica bajo autoridad francesase concentra en Pompeya. Tras los trabajos para los que Carlos III, reyde Npoles, haba designado ingeniero a Roque Joaqun de Alcubierre,se intensifican las obras en la Civit entre 1770 y 1815.82 En 1798, elgeneral Championnet ocupa Npoles y manda retomar las excavacio-nes que se haban interrumpido al restablecerse la dinasta de losBorbones. Jos Bonaparte, instalado en el trono de Npoles de 1806 a1808, confa al corso Charles Saliceti la direccin de las obras: esentonces cuando se despeja la casa de Salustio. Por otro lado, MicheleArditi, director del Museo de Portici, recibe el encargo de presentar alministro de Interior un proyecto global de excavaciones para Pompeya;sugiere que el Estado adquiera el territorio y elabore un plano de con-junto de la ciudad. Los crditos concedidos permiten contratar a cien-to cincuenta obreros.83 Murat y Carolina, hermana de Napolen, con-vertidos en soberanos de Npoles en 1808, intensifican los trabajosaumentando a seiscientos el nmero de obreros y ordenan que se pro-ceda a la compra de los terrenos: el conde de Clarac,84 preceptor de loshijos de la pareja real, se interesa por las excavaciones, durante las cua-les se limpia la calle de la necrpolis y se descubre el foro, el