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POLÍTICA Y CULTURA EN LA ÉPOCA MODERNA

(Cambios dinásticos. Milenarismos, mesianismos y utopías)

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Alfredo Alvar Ezquerra

Jaime Contreras Contreras

José Ignacio Ruiz Rodríguez

(Eds.)

POLÍTICA Y CULTURA, ,-

EN LA EPOCA MODERNA

(Cambios dinásticos. Milenarismos, mesianismos y utopías)

Universidad de Alcalá

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ISBN: 84-8138-587-5 Depósito Legal: M-5.473-2004 Fotocomposición e Impresión: Solana e Hijos, A.G., S.A.

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LA «DEMONIZACIÓN» DEL ENEMIGO EN EL DISCURSO BÉLICO DE LA GUERRA

DE SUCESIÓN ESPAÑOLA

David González Cruz

Albricias España, albricias, albricias, pues ia de Filipo la eroica cuchilla venziendo enemigos más triunfa que lidia ... no temais a la Olanda ni a Ynglaterra, pues con mares con vientos y hombres pelean ... y con el que a Dios tiene razón y esfuerzo ará Dios que se alisten los elementos; está el cielo empeñado i a por FiI ipo ' ... »

(Madrid, 1702)

Estas «letras» cantadas por los alumnos del Real Colegio de Su Majestad se enmarcan, Como es lógico, en la campaña de concienciación colectiva diseñada tanto por fclipistas como por austracistas con el fin de conseguir partidarios que los apoyasen en la disputa que mantenían por el Trono de España para que, de este modo, contribuyeran a la victoria en la Guerra de Sucesión. Desde luego, en una contienda bélica como ésta, en la que la acepta-

. I {(Letras que se cantaron en el real Culegio de su Magestad las tres nuches de luminarias por la victoria del rc~, l1l~eslro Scfíor, Don Phelipe quinlo, que Dios guarde muchos años. Afío de 1702». Real Academia ele la Hlslona (R.A,H.). Manuscritos 9/7287,

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218 DA VID GONZlíLEZ CRUZ-

ción social eJe los candidatos a la Corona de España era un componente estratégico de pri­mera magnitud, el sistema propagandístico se dirigió, sin excepciones, a todos los sectores de la población hispana ~tanto española como americana- utilizando para ello la educa" ción en el ámbito escolar, el púlpito y el confesionario, los folletos, las gacetas, los diarios, las relaciones de sucesos y otros instrumentos publicísticos.

Se trataba, como es sabido, de una guerra internacional cuyo campo principal de opera_ ciones se desarrollaba en suelo español, a diferencia de contiendas anteriores en las que los enfrentamientos de los ejércitos tenían lugar en territorio europeo. Junto a ello, la dimensión de guerra civil entre españoles que adoptó el conflicto motivó que ambos bandos moviliza_ ran sus efectivos -no solamente militares, sino también sociales- COIl objeto que lograran identificar a los hispanos con las causas dinásticas que representaban Pelipe de Anjou yel archiduque Carlos. Así, desde sus comienzos, se fue perfilando una guelTa COIl marcado ca­riz ideológico que introdujo en primera línea del «discurso bélico» a clérigos que en a!gllno~ casos se sintieron tan comprometidos con la causa que llegaron, incluso, a tomar el mando de las tropas. Precisamente, don Luis Belluga -obispo de Caltagena y prototipo de eelc., siástico que no dudada en ponerse al frente del ejército-2, denunció en 1706, con el apasio­namiento que le caracterizaba, la conducta practicada por los clérigos defensores de! Archiduque debido ~según él- a que utilizaban el confesionario y las conversaciones pri­vadas para reclutar adeptos entre los fieles. Evidentemente, de este supuesto «pecado» tam­poco estaban libres los eclesiásticos felipistas; no obstante, su crítica ofrece pincelada:.. clarificadoras sobre una práctica común que se había difundido en España y en la Europa

Católica] durante los conflictos bélicos y que él describía en estos términos:

«Como el enemigo común, que nunca duerme, siempre procura como infernal lobo, hacer presa de las almas, disimulándose con pieles de oveja, para mejor aprisionar a aquellw; que halla mellos Glll­tas para recelar sus engaños; en estos días ha llegado a nuestra noticia, como su astucia ha sido tanta, que ha procurado valerse de algunos Ministros de Dios para sembrar, no solo en conversaciones pri­vadas, sino hasta en el confesionario mismo, así en esta ciudad, como en algunos otros lugares del Obispado, el sacrílego error con que ha procurado turbar las inocentes conciencias de los mils lcales vasallos de nuestro Gran Monarca FELIPE QUINTO, nuestro Rey y Señor natural, en:..eñilndolcs e imponiéndoles en que no tenían obligación a conservarle la debida obediencia', y que sólo podían, sino debaxo de pecado mortal debían rendirla al Archiduque Carlos, solicitar su entrada en estos Reinos, y ayudar a su entronización, y que fuese depuesto nuestro católico Felipe. Temeridad la más sacrílega que ha podido inventar la malicia diabólica; y error el más abominable que en el fuego de la pasión ha sabido tOljar el atrevimiento. Y para que más bien conozcais el elTor ... estais obligados debaxo de pecado mortal a esta fidelidad y obediencia a nuestro Católico Rey y repeler y contradecir todos sus contrarios y a defender con todos modos sus derechos; y el castigo, e indignación que lllC­

reciérais de Dios, haciendo lo contrario)) '-1

Vid. Pefiafic! Ramón, Antonio, Mentalidad y religiosidad popular 1lI11/'('im1(f ell la prilllera lIIitod del sigfo XV!!!. Universidad de Murcia, 1988, p. 294,

J Vid, GarcíaCnrcd, R" «Orígenes de la hispanofobiu)), ffi.\'toria 16, vol. 16, n° 193, p. 25. 4 Carta qlle el {//lstrúilllo Sei/or D, Luis Be/luga, Obispo de Cartagt!J/a, de! Consejo de Sil Majestad, eSI':'¡¡Ji!

a !o.I'ji'de.I' de .1'11 Obispado. principa!lIIell/e a la gen/e .I'(-'llci//a, prel'illiéndofe.\' de! riesgo de dar nú/i/o a /II/{IJ(I/.I'(I dOcfl'Ína y error q/le eJl cOlIl'er.\'acioIlCs pril'ada.I'. y hasta en el ('O/!fesiOlwl'Ío lIIi,mlO en esta ('iudad y aIJllllO.\' fllgarc.I' de fa Diú('(!si.l' ,I'e ha pretendido sClllbrar, En: Pércz Picaza, M", T, L(/ plIblicÍ.I'tim e,l"/mtio!a ell lo (,w'I'f'{1 dc SI/(,(!.I'híll, tOIllO!l (Texto.I' doclllllentales), pp, 5-6.

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O,, \1 Y FELIPE 11: CAMBIOS DINÁSTICOS

C¡\/IL J • 219

Realmente, este entusiasta prelado felipista ejemplarizaba un modelo de conducta cleri­"11 que él mismo denunciaba, puesto que instrumentalizaba poHticamente la religión tratan­~~ de dirigir las conciencias de la «gente sencilla» aludiendo al castigo divino y al pecado mortal como medio para conseguir la obediencia y fidelidad a Felipe V. En este contexto, los publicistas de ambos bandos no dudaban en exagerar, distorsionar, falsear o manipular la información con el fin de crear un clima de opinión favorable a los intereses de sus respecti­vos candidatos a la Corona de España; en este sentido, ni siquiera eran una excepción los sermones predicados desde los púlpitos o los que, tras sufrir una censura previa, eran publi­cados en las diversas imprentas españolas y americanas. Las propias fuentes documentales ofrecen testimonios sobre la dudosa veracidad de las noticias que se difundían a la pobla­ci6n sobre lo sucedido en el campo de batalla; la guerra psicológica que mantenían los con­tendientes generaban, como era lógico, continuas confusiones a los contemporáneos motivadas por situaciones como las nanadas por el mejicano Antonio de Robles el 31 de octubre de 1702: «Estos días se ha dicho que de los ejércitos de España se han pasado más de veinte mil hombres al emperador; fue falso»5,

Sin duda, los hispanos de comienzos del siglo XVrTI presenciaron una campaña publi­cística en la que no se cuidaban las apariencias ni se ocultaban los objetivos perseguidos por las diferentes publicaciones escritas por partidarios de uno u otro candidato. Por el contra­rio, los autores acostumbraban a manifestar de forma nítida su defensa de la causa fehpista o austracista haciendo, incluso, declaraciones de intenciones. Como muestra de ello, Arias Ri­pamón Cielvegra declaraba su actitud comprometida con las pretensiones del archiduque Carlos al dejar constancia, en un texto impreso en Barcelona en 1709, que había escrito la narración sobre la Guerra de Lombardia para extender, entre los posibles lectores, el con­vencimiento de que la Casa de Austria se encontraba avalada por la «Justicia Divina»6:

«Observa pues, benigno Lector, la fucn;a de la Justicia Divina, que da a cada qual lo suyo. En dos Campai'ías perdió la Francia Lada la Lombardia, buena parle de! PiamonLe, y el Rcyno de Nápo!es, cuyas conquistas le costaron un mundo de genLe y una inmensidad de oro. Y la Au­gustissima Casa de Austria, ( ... ) ha recuperado lo que era suyo, ( ... ) no lo exeeutó también su Alteza real de Saboya. Quiera Dios favorecer estas dos Católicas Familias, para que acaben de restaurar lo que eSLá usurpado, y de una vez quede la miserable Europa libre, con una Paz fir­mada, y segunl»6.

Testimonios como el anterior demostraban que una vez más, ahora a comienzos del Si­glo de la Ilustración, cobraba de nuevo fuerza el discurso bélico de resonancias medievales que hacía depender la suerte de Jos contendientes en la Guerra de Sucesión de la protecci6n de la divinidad; como si se tratase de una cruzada, los puhlicistas -principalmente los feli­pistas- intentaron conectar con el substrato cultural de los hispanos insistiendo en que este

s Robles, Antonio de, Diario de sl/cesos l/ofable,I' (1665-1703), tomo 111. México, Editorial POlTua, 1946, p. 235. ,6. La simple lectura de la dedicatoria de la publicación ponía al lector en siluación de alerta sobre el

p;II'.tldlsmo austracista de su autor; «Dedicado al Exc!entísimo Seilor el Sr. Conde eJe! Sacro Romano Imperio Don Ulll~ob<lldo de Starhemberg, caballero eJe la Orden Teutónica, Consejero de Eslado de su Majestad Cesárea, y su ¡Y~anscal de Campo, Comandante General de las Tropas Aliadas en España)). Riparnon Cielvegrn, Arias. COlllpendio Iris/órico de la GI/erra de LO/llbardí(/ ellfre {os /1 l/o.\' Afiados y los G{/ffi-hispallo,I'. Barcelona, hn[wellta de Rafael Pigueró, 1709. p. 43.

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220 DAVID GONzALEZ el/u'/.

conflicto tenía como objetivo combatir la herejía en España. Si bien esta estrategia of"e '. C!o

resultados evidentes en la captación de partidarios, no es menos cierto que al mismo titm se había convertido en una pantalla útil para intentar ocultar a la población el conjunto ~l~ intereses políticos y económicos de carácter internacional que se dilucidaban en el desenlace de la crisis sucesoria española. Mientras que las diferentes potencias europeas medían SUs

fuerzas militares con el incentivo de repartirse posesiones pertenecientes a la Corona Espa_ ñola, así como áreas de influencia en la política exterior, los hispanos de liTIO y otro lado eJel Atlántico eran bombardeados con una amplia gama de sermones y publicaciones de conteni_ do religioso que procuraban insertar a los lectores y fieles católicos en un escenario bélico en el que se mezclaba de forma interesada la realidad con narraciones que hoy nos pueden resultar inverosímiles. De este modo, se construyó un discurso ideol<Ígieo enfocado a crear en [a población un rechazo visceral hacia el enemigo y, por supuesto, una actitud de apoyo ;', [a causa promovida por cada uno de los bandos.

En el seno de una mentalidad colectiva impregnada de perfiles barrocos y gusto por el efectismo no parece que resultara demasiado complicado generar, a través de la narración campos virtuales en que conviviesen los hechos realmente acontecidos con episodios qll~ pudiéramos juzgar actualmente como extremadamente fan{¿l.sticos. Como aval de ello se

puede citar una amplia batería de relatos cuasi diabólicos o milagrosos que eran divulgados por publicistas y clérigos como si hubiesen sucedido durante la contienda; a este respecto, en el sermón predicado en el Convento de las Llagas de la ciudad de Puebla de los Ángeles, el fraile franciscano José Torres Peze1!ín, guardián del convento y notario apostólico, a pe­sar de su condición de fedatario de la documentaci<Ín eclesiástica, concedía visos de verosi­mHitud a la visión que tuvieron treinta campesinos en relación con unas tropas de demonios:

« ... hagamos eceo a que algunos espiritados dixeron, que estaba empeñado el Infierno a que el Archi­duque de Austria fuesse Rey de España, y assi es opinión de que como treinta hombres que se halla­ban en la co~eeha oe algarrobas en el monte oyeron, y vieron un espantoso ruido militar, que se componía de tropw.; de Demonios vestidos de colorado, nzul, y amari!!o, que dos varas en alto de la tierra salian huyendo de España. Supuesto el ser ,L5Sí, enpuñe las armas ... Mas póngnsele a nuestro

PHELIPE, y sus españoles un exército de Diablos a la vista; aunque el valor de nuestro Rey, y la va­lentía Española le embistieran, en lo humano no son sus fuerzas cnpazes para vencer a los Demo­nios, porque solo con auxilio soberano se triumpha del infiemo. Aora bien los Diablos salen huyendo de España desesperados de que reyne el Archiduque, porque no tiene más Rey España, que a PHEUPE ... Quien los arroja de España es María Sanctíssirna» 7.

Por su parte, este «fantástico» relato era descrito en parecidos términos por fray Manuel de ArguelJo en otra publicaci6n editada en 171 J con motivo de la solemne acción de gracias. realizada a Nuestra Señora de Guadalupe para agradecerle las victorias que obtuvo Fe!ipe V en Brihucga y Villaviciosa. Este fraile, que sumaba a su condición de teólogo su cargo de calificador del Santo Oficio, decía haber utilizado como fuente de su narración una carta es-

7 Tones Pezc1lin, Fr. Joseph, Sermón de acciólI de gradw· que se celebraron el/ el COllvenfo de 1(/.1" L/(lgas de S. Frandl·¡·o de la Ciud(/d de la Pueblo de los Ange/es, (/1 Sanfísilllo Sacramento, y la Co//cepció// e/l gracia qt' Ir: Reyl/a de los Ange/es María. Ofh/cidas por la vicforia qul' cOIlsiguió nl/esfro Católico D. Plle/ip/' \t :M Archiduque de AI/stria, y la liga dI' Alelllania, Portug{/l, lng{oferm, )' Olmu/o, el OliO de mil s/'fec!ell/o.\" y dll!Z, Puebla de los A ngdes, 1 mprenla de Joseph Pérez, ! 7! !, pp. 2! -22.

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O ~ \/ y FELIPE \/: CAMBIOS D/NASTlCOS (¡IR/.. .

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't. en Valencia Y firmada por una «persona de autoridad» que había recogido declaracio-en ,1 f b I "j' d di' d d ' nes de testigos; aunque no se a CITa a a a vcroslml ¡lu e menCiona o ocumento episto-

lar tampOco la cuestionaba, por lo que reproducía un fragmento tcxtualR:

«En término de Galig vieron mas de lreynla personas un exército con estruendo horrihle, que de Castilla venía caminando a Cataluña, compuesto de tropas de horrendas figuras, con vesti­dos colorados, azules, y amarillos, y que iban lebantados del suelo, como dos baras».

Entre metáforas y lenguaje simbólico, en la población hispana -más o menos crédula respecto a relatos corno los reproducidos con antcrioridad- se iba forjando un espíritu de (ídemonizacióm> del enemigo en el que no resultaha extraño que se comparara, de forma ve­lada, al propio Carlos de Austria con Lucifer. De esta manera, el doctor Lucas Verdiguer Isasi _canónigo de la Iglesia Metropolitana de México- establecía un paralelismo sutil entre Luzbel y el candidato de la Casa de Austria por haberse querido apropiar de un trono ajeno9. En esta línea de identificación de los enemigos de Felipe V con el demonio se inte­gra toda una corriente publicística que instrumental izó el teatro, los romances y la literatura popular para propagar que las actuaciones de los partidarios del Archiduque se asemejaban a las realizadas por el Diablo; desde luego, la simple lectura del título de algunos de los tex­tos editados en la época y que se citan a continuación es clarificadora: «Astucias de Lucifer y desengaños de los Aliados», «Junta de diablos, y asamblea en el infierno. Nuevos tratados para la futura campaña ... », o la comedia «Rey decretado en el Cielo y astucias de Lucifer». A este respecto, los romances no se cansaban de insistir en que los aliados tenían al demo­nio en sus cuerpos y que, como consecuencia de ello, sus almas terminarían en el Infierno. Si bien estas ideas contaron con una difusión eficaz en España también se intentó que tras­pasaran las fronteras para obtener adeptos entre los habitantes de los países aliados en los que se profesaba la religión católica; ciertamente, esta técnica de infiltración en la retaguar­dia del ejército contrincante se llevó a decto mediante la distribución de romances popula­res impresos en lengua portuguesa como el que se le atribuyó, a pesar de ser anónimo, al marqués de las Minas -general del ejército lusitano-:

«o Demo en o C011JO tein, porque xa tanto se calla:

e pregue a Deos naon demos con os vos en as brasas. O scnhor Felipe Quinto. que es MarLe, e ainda en España, as cervices vay postrando de as

8 ArgueHo, Fr. Manuel de, !I('!'iáll de gra('ias a la SobeIYllla Reyna dI'! Cle{o Moría ss. de Gllado{lIpe e/l .1"lI

Magll(fl('() Tempfo. COIl que .\'o!ellll/izú e! Real A('lIerdo de esta Cortc, {'JI virtud de real Urde/!. fa,\' pi('rori{/.\" (file Ct:lIsiglll¡) persollolllu.'llle fa Ma)e.\·rad del Rey NiIt'slro Seno!' Don P/¡ifippo \1 (que Dio.l" GI/arde) en lIil'llega, y I'llIm¡il'iosa {os dío,\' 8 y 11 de Diciembre de! aiio de 17/0. México, Imprenta de la Viuda de Miguel de Ribera, 1711,foI.7.

9 Verdiguer Isasi, Lucas, !I('ciún gratlllatoria que la Santa Iglesia Metropolitallo de Méxi('o ('elebró el ~()lIIillgo doz.e de! //le.l· de julio de este presente mIo de 1711 estando pa/m/e el SantúsÍlno Sa('rrllllelllo; pOI' faJi!!iz. \'Ieroria qlle Su Mage.l"tad ({jue Dios GI/(/rde) al('{/IIZó de las Imperia!e.\· Arllla.l· el día 9 y JO de Dizielllbre del aiio [Jasado dI! 1710. México, Imprenta de los herederos de Juan Joseph Guillena Carrascoso, 17\1, fols" 11-12.

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xcntcs Luteranas .. E pois naon fico el de as Miñas en Castc!a, tamben salgan, si paderen os hcrcyxos, o uemon cheve suas almas» lO.

DAVro GONZÁLEZ CRUZ

En este contexto, el ya mencionado fray Manuel de Argucllo, en la predicación realizada con motivo de una acción de gracias, manifestaba a los fieles sus fundadas sospechas de que el ejército que defendía los intereses de la Casa de Austria en España estaba poseído por los demonios, pues de sus palabras se desprende que estimaba que la huida de las tropas hacia Catalui"ía se pudo haber debido a los conjuros y exorcismos practicados en Castilla! j:

«Es experiencia de Exorcistas, que quando el demonio ucxa a un cuerpo, o de milagro, o por conjuro, queda el cuerpo desmayado, y también frio; pues assí el exército posseedol', desmesu­rauo cuerpo de gente, y armas, luego que resolvieron dexarlo las del abysmo, frio sin sus lla­mas, y exanime sin sus espíritus, comenc;ó a lehantar, y a cmvolver tiendas, a arrollar, y romper pave!!oncs, a cargar, y clavar arti!!erías, a tomar sin orden, ni ayre las armas, a ensillar mallos cavallos, a desfilar las tropas, y por último a coger, y dcjar los caminos ... Pues si el exército de la liga era possccdor de Castilla, y su Corte, y el exército del infierno, si no posseeclor, auxiliar ue los posseedores de Castilla; como aquel dexa repentinamente la Corte, y éste se parte por los

ayres a Cataluña destacado uel que queda en Madrid? Estrañas preguntas! Como si en Castilla

no hubiera contra espíritus, y nublados, conjuros, y exorcismos !».

El mismo clérigo, haciendo alusión a pasajes bíblicos -en concreto, a los Hechos de los Apóstoles-, comparaba la salida de Castilla protagonizada por el ejército austracista con la salida de un espíritu maligno del cuerpo de una doncella, tras ser expulsado gracias a la in­tervención del Apóstol San Pablo 12. Realmente, si atendemos a la propaganda clerical, Feli­pe V no se encontraba desamparado ante las huestes de Lucifer; puesto que de la misma forma que la doncella encontró la ayuda del apóstol romano, los sermones reiteraban que el joven monarca español disponía de la colaboración de la Virgen María para vencer a las tro­pas austracistas y demonios; de ahí que la Madre de Jesucristo apareciese en la literatura re­

ligiosa evitando que el Diablo y los ejércitos aliados le quitasen la corona al Borbón 13 .

10 «Carta Segunda del Marqués de las Minas, General que fué del Exército de Portugal, quando entró en Castilla y Madrid, Ano ele 1706. Al general Guido de ESlaremberg, General del Exército de los Aliados, a la entrada en las Castilla, ailo de 1710». Vid. Huarle y EChenique, A., Papeles festil'os dd Reinado de Felipe V. Madrid, Tipografía de Archivos, 1930, pp. 38-39.

11 Arguello, Fr. Mauuel, Op. dI., fo1s. ¡S-9. 12 Así consta, al menos, en el texto que publicó en 1711: «En los hechos Apostólicos se refiere, que el

Apóstol San Pablo lanzó un espíritu de una muger en el nombre del Seil0r. Spiritui dixit: praetipio {i!Ji inllOminl' lesll CfIri.I,ti exire ab ea; exiit a/de llOra. Esta expulsión es cumplidamente acomodable a la de unos, y aIras espíritus, de una, y aIra Castilla, porque se consiguió en nombre de lIIlO, y aIro Christo, y de UIlO, y otro Salvado.!'] UIlO Salvador del Estado, otro de la Fc~; el Scfíor leSllS de sus Mysterius, el Sefíor Phi lipa ele SllS dominios ... saliO el exército de Castilla, COlllO cl demonio de la duncella ... » Arguello, Fr. Manuel, Op. dI., fol. 11.

i] Así lu expresaba el predicador y guardián del convento de San Prancisco de Méxicu: «Pues si antes no vcian porque solicitaba el Demollio quitar a nueslro Rey la Corolla. Ya ven porque cmpefíada Maria ell su dcfenza, les hizo abriessen los ojos COll este celebre triumpho». Dafíón, Fr. Pedro, Claridad de ojos, apadá/l de oh/os, y verdad de p(/Iabras, {jue 1I/(/I/(I'·e.l'/olI (/ Fisfa de el de.l'mgw/o, I(/.\' gloria.l" de/mayor /rilllllp/W, (/I/e (/ ill/luxo (kJa Concepción de María SSI/W. (,o/lsigui() e/l .1'11 Oc/ova NI/estro Católico MO/lc/rca D. Plrifippo Quinto (que DIO'>

gl/arde) y ('011 ze/oso pec!w,fe.l'fil'o ('/1/10, y del'ida !l.cciá/l de Grad{/.\' 1I/(1!I(h) celebrar e/l e.l'/e COllvm{o de N. P. S.

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RLOS l' Y FELIPE V: CAMBIOS DiNÁSTICOS

CA 223

Sin duda, la publicística recurría con demasiada frecuencia a los espíritus diabólicos Jara justificar, incluso, aspectos comerciales y de la vida cotidiana en los que influían de ~orma determinante las relaciones exteriores que mantuvo España durante la Guerra de Su­cesión. En este marco los partidarios del archiduque Carlos propagaban que el acceso al Trono de Felipe V había favorecido el ejercicio de las actividades mercantiles de franceses en España pctjudicando gravemente a los intereses comerciales de los propios españoles; desde luego, la insistencia en esta línea argumental proporcionaba un campo abonado para lograr adhesiones, ya que existía una comprobada animadversión popular hacia las activida­des lucrativas practicadas por los galos en telTitorio peninsular, lo que contribuy(í a que es­pecialmente en las ciudades de Barcelona, Zaragoza y Valencia la fobia hacia los franceses fuera el origen de algunos disturbios civiles l4, Por el contrario, la publicística felipista -le­jos de ofrecer razones sólidas sobre las virtudes de la competencia gala- manifestaba que la difusión de los pel:juicios causados por los franceses al comercio español era una es trate­(Jia del Diablo para provocar que los profesionales que se dedicaban a esta actividad en Es-o paña fueran favorables a la causa austracista!5, Por tanto, en el diseño de la campaña de concienciación colectiva en favor de la causa borbónica aparecía como uno de los denomi­nadores comunes el siguiente: «los grupos sociales o personas que defendían al candidato de la Casa de Austria actuaban siguiendo las tentaciones del demonio», De esta premisa o acu­sación general no quedaban libres ni siquiera los servidores de la Iglesia Católica, puesto que los eclesiásticos que mostraron una actitud receptora ante el Archiduque fueron denos­tados en la publicística felipista por haberse dejado llevar por supuestas astucias de Satán que les proponía -según ellos- el ascenso en la jerarquía eclesiástica como compensación al apoyo que pudieran prestar a Carlos de Austria, Así consta, al menos, en un texto an6ni­mo de 24 páginas escrito durante la Guerra de Sucesión por un partidario de Felipe V16:

,(Pues qué diré rel Diahlo} de lo que enLre frailes y clérigos hc movido desde el más ínLimo lego, hasta el Maestro graduado, y desde el Clérigo más Bolonio, hasta el Doctor más agudo, no he dexado de embesLirles a cada uno con proposiciones conformes a su genio; qué ideas no

Francisco de México, el día 15 de Julio de 171!. Méxieo, Imprenta de la Viuda de Miguel de Ribera, 1711, p. 7. Por su parLe, el notario apostólico y guardüín de! Convento de ,san Francisco de Puebla de los Angeles, en su arán de difundir la protección de la Virgen sohre Felipe V, llegó a decir que María nc!ornó la corona de Pelipe con los demonios vencidos: «Cn:ení que acordúndome de que nuestro Calhólico Rey dexó su corona a los pies ele lluestra Señora de Atocha, se me ofreció el que se la guardó la Reylla de los Angeles para que pcrricionada la victoria se la volviese adornada de Demonios y no sin fundamento; porquc si quien afianza la corona con la gloria del triumpho a Iluestro Reyes la Virgen María nuestra Scilora, y esta adorna la corona de Demonios como tropheo ele su gracia, [a coroníl que corre por su quenta ha de estar adornada (no dc Austriacos, Portugueses, Alemanes, Ingleses, Palatinos, y Olandeses, aunque los más son Diablos por sus Zelas) sino de los mesmos Demonios, porque tiene el blazón de haver conseguido e!c ellos In victoria». Torres Pezellin, Joseph, Op. t"Ír., p. 24.

14 Kamcn, Henry, La Cuerra dI! S/{(,l!siólIl!II E.\paíia, 1700-1715. Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1974, p. 141. 15 Un documento anónimo escrito por un partidario de Felipc V describía en estos términos su perccpción

sobre la estrategia utilizada por el demonio para difundir la causa austracista entre los comerciantes españoles: ;(Desde las Antesalas y Zaguancs, mc iba le! DiabJoJ a los mercaderes y Oficiales, cogía dos o [res mercantes e mlluyéndoles lo que habían de decir, los guiabíl a casa de un mercadcr, pcdían una o dos varas de raso, preguntaban cl precio, respondían le veintiséis rcales, aquí era la mía ele entrar con lo de mucho más barato y tal, y tan bl1~no, y a(m de mejor calidad, lo están vendiendo en casa de un f'rancés, yo espero en Dios que con nuestro Felipe QllllllO, todo se ha de nbaratar, porque vendrán franceses que se aplicarán a todos los oficios, y harán cualquier cosa por menos precio ... ». Lllc{fó· el! visita y el diablo C/I /"esidclI('[a ,wín¡{o (/ luz el poeta dorlllido a la sallld dc I/UCS/ro G/'(//I kfolla/"m Don Felipl! Quil//o que Dios GI/arde. En: Pérez Picaza, M. T., Op. ci/., tomo ll, p. 139.

16 Lucifer en visita y el diablo en residencia ... , Op. cit., tomo Ir, p. 140.

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224 DA VID GONüíLEZ crWZ

les he querido en aquellas cabezas de los ascensos y conveniencias que podrán tener si el Ar­chiduque viene a Reinar; como si el Archiduque trajera muchos Navios de Mitras y prevendas que había de andar convidando con ellas, así los alucinaba; Lego ha habido que se juzga Maes_ tro de su Religión, si viene el Archiduque por Rey. Sacristán hay que se sueña Cura de su Pa­rroquia, de resulta de la Mitra de su Cura, Zapatero hay que discurre que sus hormas se las ha de convertir el Archiduque en nobles armas y a este modo otros muchos con olras propuestas que sólo pueden tener en su fantástica imaginación, los he reducido a que deseen el reinado dei Archiduque y que no le tengan amor a su Rey Felipe Y, .. »

La preocupación existente en ambos bandos por la toma de partido por parte del estamento eclesiástico resultaba evidente, puesto que desde los comienzos de la contienda bélica se había mostrado como un sector social muy activo en la defensa de uno u otro candidato. Asimismo, el hecho de que este estamento apareciese dividido en su apoyo a la causa borbónica o austracistn y, por tanto, que no reflejara una actitud homogenea motivó que el reclutamiento de sus miem­bros fuese una de las prioridades de los contendientes; no en vano, todos eran sabedores de la in­fluencia ideológica que ejercían sobre el conjunto de la sociedad. De ahí que las tropas aliadns, desde los inicios de la guerra -inmediatamente después de desembarcar en el Puerto de Santa María el 23 de agosto de 1702- dirigieran parte de sus esfuerzos a conseguir que curas y frniles portugueses se integraran activamente en el bando austracista para ganarse, de este modo, la simpatía de la población española; sin embargo, este proyecto de reclutamiento encontró dificul­tades como consecuencia del apoyo que el Pontífice, en un principio, otorgó a Felipe V y como resultado de la prohibición papal que impedía que los eclesiásticos ayudasen a los aliados 17 .

Como era lógico, este intento de alistar a los clérigos se extendió a la América Española, cllla que los partidarios de Carlos trataron de infiltrar a miembros de órdenes religiosas para captar adeptos; precisamente sobre esta realidad se haCÍa eco Felipe V en una cédula real en la que mnn­daba apresar a unos religiosos trinitarios y seglares que se dirigían a las Indias -tras embarcarse en Londres- y que llevaban consigo diversos fardos de papeles impresos «en forma de manifiestos de! emperador» con el fin de tentar la fidelidad que los vasallos habían manifestado al monarca Borbón 18. Cieltamente, tanto en España como en América el grado de compromiso de los «minis­tros de Dios» les llevó a implicarse sobremanera en la contienda -si atendemos a los testimonios de sus contemporáneos- hasta llegar a incurrir en actuaciones que estaban totalmente al margen de la moral católica; prueba de ello fue [a labor desempeñada por diferentes clérigos avalando in­formaciones falsas como medio para diligir el curso de la guelTa en favor de uno u otro candidato. Esta actitud era descrita muy gráficamente por Melchor Rafael de Macanaz, en uno de sus manus­critosl9, cüando aludía a eclesiásticos felipistas que habían mentido al difundir de forma intcresadn j

en la villa de Madrid, que el archiduque Carlos había muerto en e! Reino de Valencia:

« ... Sembrase que Ilavía muerto el Archiduque en Valencia y Ilaviendo fray les que atestiguasen Ilaverle visto embalsamado, anduvo tan vúlida la V07" que no hubo pleveyo que no la creyese, ni Persona de otra esfera que dudasen, de que se originaron encuentros, y riñas, porque los

17 Voltes, Pedro, La GUI'I"IYI de S/u·c.\·h)I/. Barcelona, Planeta, 1990, p. 102. iR "id. Borges, ;\nalola, ~<Los aliados del Archiduque Carlos en la América Virreinal», Al/l/ario de Estlldios

AlIIl'I"icQIlO.l', XXX]], p. 13. 19 Macanaz, Mdchar Rafael de, Sucesos memorables de Estado y Guerra, acontecidos en el Reynado dcl

SeriO!" Don Felipe SO: desde d año de 1703 hasLa d de 1706. Fals. 133-134.

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S I' l' FEUPt: V: CAMBIOS DINÁSTICOS (¡IRLO

225

afectos a Felipe 5° a cara descubierta le aclamaban y haviendo sucedido esto, una tarde en la puerLa del Sol, y Di do de los Miqueletes del P. PI". Francisco Sánchcz dispararon algunos cara­vinazos, Y desicieron la bulla con muerte de quatro o cinco Personas, lo que fue causa para que se hechase Bando, para que nadie aclamase sino a Carlos 3° pena de la vida».

Como es obvio, testimonios corno el relatado por Macanaz demuestran la politización del

clero durante la Guerra de Sucesión. En efecto, miembros de este estamento intervenían con üe­cucnda manipulando sutilmente los mensajes y contenidos bíblicos en favor de las argumenta­ciones de alguno de los dos bandos. En este sentido, los pasajes del Evangelio servían para 'ustificar la necesidüd de expulsar las potencias coaligadas20 e, incluso, para asemejar la conduc­~a de la Familia Real en su huida de Madrid con la que manifestó la Sagrada Familia durante la persecución de HerocJes21 , Realmente, los mensajes bélico-religiosos, especialmente entre los fe­lípisws, acostumbraban a tener una acreditada receptividad en los seglares; sin embargo, las pro­pias fuentes solúm mostrarse contrariadas por la actitud rebclde que observaban en los «pastores del rebailo», a quienes los propios publicistas describían como sujetos de difícil reconversión en sus ideas políticas, De este modo, un partidario de Felipe V que se ocultaba en el anonimato no [tcababa de comprender que hubiera clérigos que, en vez de constituirse en ejemplo ante el con­junto de los seglares, se mostraran afectos al Archiduque a pesar que éste estaba siendo apoyado

por países en los que había triunfado la herejía:

«Quien nos había de persuadir que con Clérigos y Frailes había de lener más que ll'abajar, y que ha­bía de ser más dificultoso reducirlos a que aclamaran al Archiduque, que no a los Scglarcs, cualquie­

ra lo dixera, por las muchas razones que lo dictan. Lo primero, porque por su eslado debían ser el

cxemplo del pueblo, y los que debían apaciguar cualquiera revolución, y más la que tocase en des­lealtad. Lo segundo, porque más entendidos, y sabios, dehían conocer la obligación y fuerza del jura­

mento que había hecho, y procurar con todo esfuerzo guardarlos; y lo tercero, y más principal, porque como Ministros de la Iglesia Católica, deben cuidar que esa no dcscaezca y que su fe vaya en aumento

cuda día, y debían prudenlemente presumir, que entrando el Archiduque eslo no podía ser, viniendo favorecido y amparado de los herejcs, que han de querer dilatar sus doctrinas por todas partes22».

Como es lógico, la participación comprometida de los eclesiásticos en este connicto bé­Iíco era necesaria si tenernos en cuenta que los felipistas utilizaban constantemente la perse­cución de la herejía y la argumentación demoníaca para fundamentar y justificar la campaña que habían diseñad023 . El propio Felipe V se hallaba imbuido de los beneficios que le repor­taba a su causa que la contienda fuese percibida por los españoles corno una guerra de reli­gi6n; así se desprende de diferentes reales cédulas24 y documentos otorgados en los que,

20 Arguello, Fr. Manuel de, Op. !'ir., rol. 7. 11 p" 1" M"" o . 6 n elez lcazo, '.1" P. ('It., tomo 1, p. ¡ l. ~~ Lucifer en visita y el diablo en residencia ... , Op. cit., pp. 135-136. -, Evidentemente, la persecución de la herejía era una causa considerada como justa parajustiricar una guerra

¡;~Id ;nareo ele la mentalidad de la época y del pensamiento tradicional de los teólogos y filósofos es pafio les. Vid. {lol1zalez Cruz, n., "Arias Montano y la fundamentación eJe los derechos de Felipe lJ al Trono de Portugal», tlllf/I~mía de! HIIIUGlli.\·J!/o. Benito Aria\" Montano, 1598-1998. Universidad de Huclva, 1998, pp. 301-318 .

• , E . " n ~a real cédula firmada en Madrid el 13 de marzo de 1705, otorgada con el motivo ele pedir un donativo

pata hnanclar los gastos que causaba el conflicto bélico, el monarca declaraba que se trataba de una guerra de ':úerensa de la Religión y de la Justicia». Archivo Nacional de Chile (ANCH), Fondo.dc Capitanía General, ~nltlln{'n 719, fols. 161- 162,

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226 DAV/IJ GON'LÁLF:Z CfIUZ

entre otras cuestiones, acusaba al archiduque Carlos de haberse auxiliado de ejércitos pro­testantes y de haber permitido exponer a las iglesias a sacrilegios y ultrajes realizados por los componentes de las tropas enemigas25 . El carácter de guerra sagrada concedido por el primer monarca de la dinastía borbónica descansaba principalmente en la capitalización pro­pagandística que hizo de las profanaciones de los templos y de las «ofensas» y «sacrilegios)) comelidos por los «herejes enemigos» con respecto a Jesús Sacramentado, la Virgen y las imágenes de los santos. Felipe V logró obtener una significativa rentabilidad política dCes_ los hechos; de ahí que él mismo se encargara de que fueran conocidos en todos los telTito" dos hispanos a través de documentos oficiales y reales cédulas, entre otros medios. Precisamente, la institucionalización de la Fiesta de Desagravios del Santísimo Sacramento mediante una real cédula fechada en Zaragoza el 1 de junio de 1711, contribuyó a difllndh~ su devoción al Divino Sacramento, al tiempo que le permitió mencionar los comportamien, tos herejes de los ejércitos enemigos:

K .. como lo es, la de que del Sagrado horror que ocasionaron las sacrílegas repetidas prophana. ciones, con que los Enemigos inculcaron los Templos despedazando las Irnágenes de Santos de MARÍA Santíssima, de JESUCHRISTO Sefior Nuestro, y lo que mús estimula a dolor,·; Religiosa irritación, su mismo cuerpo Sacramentado arrojado, y puesto en precio, y almoneda, he resucito, para que queden recuerdos, que en la forma possible soliciten en cultos Religiosos los Desagravios del mismo Christo Señor Nuestro SACRAMENTADO que en todas las Ciuda­des, Villas, y Lugares de mis Reynos, y Dominios, se celebren todos los afios, el Domingo im­mediato al día de la Concepción de MARÍA Santíssima, una [<,iesta de los Desagravios del Santíssimo SACRAMENTO, en manifestación del dolor, y sentimiento de las injurias, y ullra­jes, que le fueron hechos por la Barbaridad de los rel"cridos Enemigos, y que esta Fiesta se haga en la Iglesia Principal de cada Lugar patente el Santísslmo SACRAMENTO con missa voliva solemne de este Soberaníssimo Misterio, y cornmemoración de la Dominica, y del Mystcrio de la Pura Concepción de NuesLra Señora, con sermón a el AssLlmpto»2ú.

Asimismo, la celebración de las victorias obtenidas sobre los aliados fue otro mecanis­

mo instrumentalizado por Felipe V para propagar entre sus vasallos que contaba con la pro­tecci6n de Dios en el campo de batalla, mientras que manifestaba que, por el contrario, su contrincante Carlos de Austria y las tropas que lo apoyaban estaban siendo objcto del casli­go divino. El interés del monarca de extender esta idea le llevó a emplear la maquinaria es­tatal y eclesiástica para otorgarle un cierto carácter de obligatoriedad a la celebración de sus triunfos distribuyendo reales cédulas, cartas circulares y edictos en todos sus dominios de España y América con el fin que los clérigos seculares y regulares organizasen cultos con­sistentes en una misa cantada en acción de gracias y «demás festiva pompa que alcanzare sU

25 Felipe V exponía sus fundamentaciones ideológicas sobre la Guerra de Sucesión en un elocmncnln redactado cn PlllSCIlCill el 30 de abril de 1704 con el título de «Razones de la Guerra elel Rey Cathólico contra el Rey de Portugal, el An.:hiduquc, Carlos de Austria, y sus aliados). 13iblioteca Nllcional dc España (13NE). MllllllScrilo 10.129, fols. 552-553.

26 Cédula ele Su Magestad a los Scilores Vi-Reyes, Arr;obispos, Obispos, y Governadores para quc ?!l la Dominica infraoclavll elc la Puríssima Concepción, se haga Fiesta Votiva annunlmcnte, con título de Desagravlos¡¡l SS. Sacramento, y a su Madrc Snntíssima. CasLorena y Ursun, .luan Ignacio de, Ra(·ol/es de /(( leallnd. c!míslI{a.u!e la .f/I/esa 1'1/ elogio de fas !/{/wil{/s. que 1'11 lo.\" dia (l/IO,l" def Ueyl~ado del C11O!h(¡fi("() Monarc!ta Philipo, \~ el mÚ/l/o.I·O, Hey de {as Espmlas, y de las India.l· 110 (·e1ebrado la Sallla Yglesi(l Ca!!tedral Me!ropolilano de Mexu'O. Móico, lrnprCI1Lll ele los herederos de Juan Joscph Gui11ena Carrascoso, 1711, pp. 30-31.

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LIP L' V CAMBIOS DINÁSTICOS (¡\¡rLOS l' )' FE " : 227

sibilidad»27. Buena prueba de la importancia propagandística concedida a los mencionados ~~1tOS fue la estrategia de control activada por la administración real que instaba a informar a Su ~~¡úestad, a través de los Consejos y autoridades civiles y eclesiásticas, sobre el grado de CUffi­

-¡¡miento de los actos conmemorativos organizados en cada uno de los lugares. !J En este discurso de guerra sagrada asumido por la publicística felipista se acusaba de sa-

o'leaos J"unto a los ejércitos enemigos, a todos los españoles que habiendo jurado a Felipe ell t> "

V como rey de España se hubiesen mostrado, con posterioridad, partidarios de Carlos de Austria. De este modo, los prelados defensores de su causa no dudaban en poner la etiqueta de perjuros a quienes, a pesar de que 10 hubieran aceptado por «grave miedo», hubiesen de­

j,ldo de rendirle fidclid.a~; ~de esta manera, acudían en ~us argumentacion~s a 1:\ f~rmula del castigo divino que reclbman los transgresores sustentando lo en los pasajes blbhcos en los que se relataban las penas impuestas a Sedecias o al pueblo judío a consecuencia de jura­mentos incumplidos28 . A esta estrategia de atemorizaci6n de los fieles se unió las amenazas de poder ser juzgados por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, ser excomulgados o obtener la condición de reos de crimen de lesa Majestad29 e, incluso, llegaron a utilizar el sacramento de la penitencia como arma política; de lo contrario no podría entenderse que el arzobispo de Zaragoza y el obispo de Murcia ordenasen a los confesores que negasen la ab­solución a los que declarasen ser austracistas30 . No obstante, los partidarios del Archiduque -aunque en menor medida- tampoco estuvieron ajenos al empleo del simbolismo del «peljurio», puesto que insistían con ti-ecuencia en que la Corona le correspondía a la Casa de Austria atendiendo a que la dinastía borbónica había incumplido el juramento público re­alizado en la Paz de los Pirineos, en el que aceptaba las renuncias realizadas por la infantas deEspana a los derechos de sucesÍón.

Con este marco, en que la simple simpatía por el candidato de la Casa de Austria ya su­ponía ser considerado como pel:juro, no deben extrañarnos !as expresiones que los felipistas empleaban para desprestigiar a los que tuvieron una participación activa en la causa del Ar­chiduque; basta citar algunos calificativos con los que eran denominados: traidores, herejes luteranos, pérfidos calvinistas, maquiavelos, políticos ateístas, entre otros3!. Se trataba de [oda una batería de imágenes que, repetidas una y otra vez, iban creando en la mentalidad colectiva hispana una cierta actitud de aversión que se veía reafirmada con la constante ad­vertencia que los partidarios de Felipe V hacían de que la victoria del príncipe Carlos podría

27 A modo de ejemplo, en la Catedral de México se llevó a efecto una celebración de los triunfos de Felipe V organizándose una procesión, misa y sermón, y ((dem<Ís sumptuosos aparatos que pide tan plausible regocijo». C:lstorena y Ursua, Juan Ignacio de, Op. cit., pp. 3-5.

28 Carla que el ilustrísimo Seilor D. Luis I3dluga ... , Op. cit., pp. 7-8 . . , 29. Esle lenguaje amenaí':ante queda atestiguado en tina carta del obispo de Cartagena dirigida a los fieles ele su

dloccsls: ((y además de estas gravísimas culpas, es pretender también el que os mezdcis en una proposición sediciosa, 0$ !1asais reos del C<lStigo que por el Santo Tribunal mereciera el que la defendiera y asegurara por taL.. Es solicitar scaJS IIlrleles a la Religión, haciéndoos autores de los herejes ayudúndolos a la COllscrv;Jción de su herejía y exponiéndoos fl que ineumíis en la Excomunión de la I3ula In Coena Domini, promulgada contra los que den ayuda a tos herejes ... Arriesg,lrais también vuestra vida y vuestros bienes pués no ignorais, hijos, que la deslealtad, e infidelidad a. tos reyes es crimen desa Maiestatis», como lo establece el Derecho; y como lal tiene pena de la vida, pérdid;J dc Inenes, y de infamia, que pasa también a los hijos ... » Carla del illlstrísill/o Serior D. Luis Bellllg(/ ... , Op. cit., pp. 18-19 .

. 30 \lid. Gfln Oiménez, P., {(El sermón y el eonresionario, formadores ele la concienda popula]), en La f('/¡giosidad popular, torno 11. I3arcelona, Ed. Anlhropos, 1989, p. 117,

}I Velaseo y Arellano, Joseph Luis, Op. di., folio 20.

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228 DAVID GON7ÁLEZ CRUZ

suponer la entrada de la hcrcj(a en España. Por ello, en esa estrategia de crear un ambiente de guerra de religión difundían que la reina Ana de Inglateml estaba empeñada en que Se predicase en España las enseñanzas de Lutcro32 o que el contacto con otros herejes motiva_ ría que los españoles quedasen «infectados» por las doctrinas protestantes33 .

En este contexto, los austracistas -al ser conocedores de los adeptos que conseguían los felipistas con la sacralización de la GUClTa de Sucesi6n- dedicaron esfuerzos propagan_ dísticos a tratar de bajarle su perfil religioso; por ello, sus publicistas acostumbraban a ha­cerse eco de la actitud hipócrita que históricamente había mantenido la realeza francesa aliándose con turcos y protestantes con el fin de acabar con el predominio español en Ellro_ p,l, De esta forma, alertaban a la población que no debían dejarse convencer por una dinastía como la Borbónica que durante las centurias anteriores había mantenido convenios interna_ cionales con países herejes poniendo en grave riesgo a la Europa Católica, mientras que el comportamiento exhibido por la Casa de Austria había demostrado su defensa de la religión católica en episodios bélicos como la GuelTa de los Treinta Años o, en su caso, en la lucha contra el peligro que supuso el expansionismo del Imperio Otomano34. Muy expresivo de esta conducta de la Monarquía Francesa que trató de ser divulgada por los partidarios del Archiduque es, entre otros35, el siguiente texto anónimo editado en Barcelona en 1706:

«Príncipes de Europa, la consecuencia es clara; Francia, ni es católica, ni Protestante, ni Maho­metana, ni de secta alguna hasta ahora conocida. Es una nueva hidra universal, compuesta de tantas cabezas que se acomoda en lodo lo que toca a su interés. Esto prefiere a cualquier Reli­gión, amistad, honeslidad, sangre, fe y palabra. Muda de religiones conforme le parece que conviene a sus intentos. A un mismo tiempo está actualmenle solicitando a los Otomanos rom-

32 El perfil de guelTa de religión que caracterizaba a este conflicto bélico era dest~lcado en este fragmento del sermón predicado en 1710 t:n el Convento de las Llagas de la ciudad de Puebla de los Angeles: «La Concepción dc María can la en Espafia la victoria? bien saben que esta guerra aunque se baptizaba con el fin de introducir por Rey de España al Archiduque dt: Austria, más era batalla eJe Religión, que defensa eJe derecho; pues estaba empeilada la Reyna Ana de Ingalaterra, que se predicasse en España la Zeta de Lutero, y otros heresiart:as, como con cffcclo havian dedicado para este fin el Seminario de la Doctrina Chirstiana, la Iglesia de la Sagrada Compañía de Jesús. Siendo pues batalla ele Religión, y no la baptizac\a de! tuerto derecho de la corona, que pretendía el Archiduque, aunque le tocaba la guerra a nuestro glorioso Rcy, y a sus basaBas; la victoria dependía de la Muralla Espaílola, que es la Concepción de María). Torres Pezellín, Joseph, Op. cit., pp. 10-11.

33 Carta que el ilustrísimo Señor D. Luis Belluga ... , Dr. cit., p. 17.

34 El texto pub!icístico que rcsef'iamos a continuación difundía entre los espaf'ioles la labor rt:alizada por In Casa de Austria en defensa de la religión católica: «y como por el contrario se parece el opuesto delinecmos las empresas y amistad de la Casa de Austria, si son más felices seguras y su sombra más benigna y al primer puso toparemos la felicidad de sus victorias, bien empleadas sus armas contra Turcos y Tártaros ganando batallas sin cuento l'cstamando Reinos y provincias del poder OLomano, habiendo hecho un antimural a la Chrisliandad inwntral<ible a sus enemigos»). craríll de fa Europa, hipoc/'esía de.l'c(ji·ada, E.I'paíia advertida. verdad declarada. En: P!5rez Picaza, M".T., Op. cit., tomo JI, p. 65.

35 Uno de los publicistas austracistas que publicaron sus textos de forma anónima dejaba constancia, en.t;ll impreso publicado en Salamanca cn 1706, de que la dinastía francesa, pese a que durante la Gut:rra dc Stl~esll:n criticó la aJíanza de la Casa dc Austria con países no católicos, había mantenido a 10 largo de la IllSlülla negociaciones con turcos y protestantes poniendo en peligro a los territorios católicos y las vidas de los que los habitaban: «I)e forma, que si le conviene a Francia, hará paces con el Soliman Turco, confirmará con un blasfcll~o juramento su liga; llamad a Barba Roxa, para quc con una armada de turcos infeste las costas de España y d~ [(alfa con la pérdida el!: tantas almas Chrislianas, como testifican las Historias y esto no wn olro fin algullo, SIIlO ~Ic abatir la envidiada potencia de Carlos V. Si le conviene a Francia auxiliará con armas y dineros a Gustavo Adollo, hecho Cabeza ele los Protestantes de Alemania; y si Dios misericordioso, no le atajara los pasos con una muerte desgraciada, quizá cumpliera lo que había amenazado de hacer establo para sus caballos de la Iglesia de San P~l.lro de Roma. Si le conviene a f'raneia, hará hacer caballeriza y escuela para predicar herejía ... ) Dicfallle/l ap%gefl('/I .\'Ob/'I' la carta pa.l'toml de! obispo de Murcia. En: I'érez Picazo, M".T., Op. cit., tomo 11, p. 43.

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· OS \')' FELIPE V: CAMBIOS DINÁSTICOS (¡IR/,

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pan con el Imperio y en ROllla proponiendo ser guerra contra la religión la que con ella se hace. Alega contra los protestantes allí y acá, en sus países está solicitando su amistad. Tísica es la Fmncia, cuya fiebre es ambición cuanto más bebe m{¡s sed tienc ... 36»

Siendo conscientes de las ventajas que obtenía Felipe V al convertir la Sucesión de la Corona de España en una gucITa de religión, los publicistas afectos al Archiduque focal iza­ron parte de su campaña en críticas hacia los felipistas por haber tratado de dotar a este con­flíeto bélico de un componente religioso que -según ellos- no poseía, ya que advertían uc lo que únicamente se dirimía era un asunto meramente secular: el derecho de dos candi­

datos a un mismo Trono37. En parecidos términos se pronunciaba el Almirante de Castilta Juan Tomás Enríquez de Cabrera, quien -tras declarar que se trataba de una contienda en la que prevalecían las razones políticas de los diferentes estados europeos- acusaba a los partidarios de la dinastía borbónica de engañar a los españoles y confundirlos con el fin de dirigir hacia ellos la «piedad innata» que caracterizaba a este pueblo38 .

Con todo, el modelo publicístico de demonización del enemigo al que nos hemos venido refiriendo no tuvo reparos ni escrúpulos ético-morales para dar un salto cualitativo y pasar de la identificación de las tropas aliadas con las huestes de Lucifer a la personificación, in­cluso, del AntiCristo en la figura del archiduque Carlos, A él le otorgaban este título des­pués de responsabilizarlo de las profanaciones y sacrilegios cometidos por los soldados y militares aliados, así como de las consecuencias de una guerra que decían que Carlos de Austria había generado por «vanidad mundana» y por su ambición de reinar aunque fuese con la ayuda de los luteranos 3lJ • La imputación de Anticristo que la publicística felipista hizo al Príncipe de la Casa de Austria aparece con nitidez en el sermón predicado por fray José Torres y publicado en la ciudad de Puebla de los Ángeles (Nueva España) una vez supera­dos los controles de censura habituales:

« .. y avrá quien diga con esto que el Archi-Duque e~ de la Cassa dc Austria? Ni es, ni lo será .. No es de la Austria, es de el Aquilón el Archi-Duque, de donde ha de venir al mundo el Anti­Christo, que a esso alude el texto, que dize, que vendrá todo el mal dc el Aquil6n: Ab. Aquilone pallde{lIr 011111[' /l/a/lfm, Y assi por este Príncipe ha venido la turbación de España. pérdida de Señores, blasfemias de Sacerdotes, como la que dixo el otro con el Santo Crucifixo en la mano, desprecio de los Templos, injurias de las Imágenes afrentas al mismo DIOS, y a su Evangelio Santo, Sectas de Hereges, como se predicaron en Valencia, y podrá ser (como lo espero en Dios) que oyen este día se ayan extirpado en Barcelona; fuera de esto, la opressión dc los ren-

3~ Claríll de fa Europa, .. , Op. cit., {amo 11, p, H2. 31 Didallll'/I apologhico .. ,, Op, cit., pp. 39-40, 38 M,:mifies{o del Almirante de Castilla Don Juan Thomds Enríque7, c!t; Cabrera, HNE, Ms, 11028, En: Pérez

I'icnzo, M"T" Op, cit., tomo 11, pp. 219-220.

J9, A cste respecto, Juan Alfonso Guerra, en un manuscrito redactado en 1711 decía lo siguiente: «Seilor, el conquistar reinos para Dios y el ayudar a católicos que los conquisten es hacer a Dios sellar de lo conquistado; el ilnhclnrlos para aquella razón de estados y de interés y esforzarlos con sus armas para la vanidad mundana, es qucrcrlos para el demoniu, Príncipe que con sus sueílos de Rey quiso introducirse en el mundo, idolatrado de ta CCWlednd lulerana, halla por una fantástica ambición de reinar (donde le loca) un principio», Di,\'cu/'.\'Os ('oJlJe/urale,\' y p/'t'ci,\'(I,\' cO/l,\'e('//{!lIcias qllt' Jilllda fa ladlad JI razón sob/'t' la poca {ff{t' adq/liert' el Sd'io}' tll'i'hl(~lqut' de fa prmeculÍóll de la gllerra, y in(('/'t'st's de fos aliadO,l' en ,\'U lIIall/lIt'J/ciúll, y horrores cO/lletido,l' ell esteww de /7/0 por Sil ('xácito <:/1 las Castilla,\': piedra de foque, y descubre Sil.\' ideas, JI de.\'eJ/gw/os dt'.I'1I tenaz. pref('II.1'ión. BNE, Ms, 5,999, En: Pérez Pic;:¡zo, MOT., Op, cit" tomo 11, p, 258,

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230 DAVID GONZfíLEZ CRUZ

JiJas, el saqueo de sus cassas, la afrenta de las familias; esto, no es ser Rcdcmptor, sino ser como de el Aquilón Habens nomen exlerminQl1s. El verdadero Redemptor de España, es solQ DON PHELiPE QUlNTO,,40

Esta identificación del heredero de la Casa de Austria con un enviado del Demonio no dejaría de contribuir a que se incrementase el rechazo que se había estado incentivando en~ tre los castellanos e hispanoamericanos hacia su figura. Desde luego, este discurso bélico di­vulgado por los felipistas que incidía en la conducla hereje y «diabólica» del Archiduque, al mismo tiempo que se dirigía a captar adeptos en una población confesionalmente católica y mayoritariamente analfabeta, estaba pClfectamente articulado para demostrar que el Príncipe Carlos no debía ser acreedor a la titularidad de la Corona de España por razones religiosas, entre otros motivos; en este sentido, sl atendemos al sermón publicado en 1712 por Manuel Núñez de Godoy -canónigo de la Catedral de Guadalaxara (Nueva España)- habría per-. dido sus posibilidades de sucesión al Trono por haber incumplido la claúsula del testamenl0 de Carlos n en la que se decía que se privaría de sus derechos dinásticos a los eventuales su­cesores que demostrasen practicar alguna herejía:

«Cosa tan necesaria para suceder en el Reyno de España, como consta en la claúsula nOna de! Testamento de nuestro verdaderamente Cathólico Rey, y Señor Carlos Segundo: pues quando por las muchas, y repetidas demonstraciones, y por su gloriosa ascendencia no obtuviera este tí­tulo, se le devía de justicia por esta c1aúsula, que a la letra Lrasumpte de el Testamento. Dice pues hablando de sus successores: "Y si lo que Dios no quiera ni permita alguno de mis succes­sores professare alguna secta, o heregía de las condenadas por nuestra SanLa Madre Iglesia Ro­mana, y se apartare de esta única, y verdadera Sagrada Religión, por el mismo hecho le doy, y declaro por inapto, e inhábil, para la governación, y regimiento de todos los dichos Reynos, y estados, y de qualquiera de ellos, y del offieio, y dignidad de Rey, y le privo de la succcssión, poscssión, y derecho de ellos"41».

No obstante, la pretensión de hacer creer a todos los hispanos de principios del siglo XVIII que un miembro de la dinastía austriaca era un Anticristo o un hereje no se vislum­braba como una tarea fácil, sobre todo si consideramos que los Habsburgo se habían canlC~ terizado a lo largo de los siglos por defender la doctrina católica frente al expansionismo

protestante o musulmán; de ahí que los felipistas focahzaran su estrategia propagandística en insistir que la conducta del Archiduque de aliarse con los países herejes ofreciéndoles ventajas le apartaba inmediatamente de ser practicante de la religión católica, a pesar que Carlos se declarase miembro de la Iglesia Romana. Posiblemente por esta motivación carga­ron las tintas en la divulgación de un cúmulo de profanaciones, saqueos y sacrilegios -Sll~ puestarncnte realizados por las tropas aliadas-, que podrían haberse exagerado C01110

40 Torres Pc.:zcllin, Joseph, Gp. cit., pp. 38-40. 41 Núñez De Godoy, Miguel, Prognóstico Philippico hallado en la Sagrada Historia del Real Propheta David.

Discurso panegyrico que en el Sermón de la Missa de gracias, que por la aclamación de Nuestro Rey, y ~efior D~n Philippo Quinto [que Dios guarde] celebró en la Sancta Iglesia Cathcc\ral de Guadalaxara ... en 26 de juho del anO 1701. México, Imprenta de Francisco de Ribera Calderón, 1712, p. 4. En concreto, la c1alÍsula novena del testamento otorgado por Carlos II en Madrid el 2 de octubre de 1700, fundamentaba esta decisión en jas I.e~es canónicas, santos concilios y disposiciones pontincias que privan a los herejes y apóstatas de I~s d()m;n~os temporales. Vic], Copia del Testamento Cerrado de S.M,C. Carlos Segundo. Archivo Gener¡:¡l de la NaCión, McXICO (AUNM). Pondo de Inquisición, vol. 1509, exp. 7, pp. 3-4.

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C¡\{lLOS V)' FEUlJE \': CAMBIOS D1NASTICOS 231

'onsecuencia lógica ele la parcialidad de los autores de los relatos42, El perfil de los militares

~ liados descrito en la publicística felipista no parecía ser aconsejable ------en el marco de la menta­;!idad católica de sus contemporáneos- corno para que el Archiduque tuviera alguna relación de amistad con ellos, puesto que el estereotipo respondía al de her~jes que no creían en la Virgen ni en las imágenes de Cristo y de los santos, que se mostraban partidarios de! casamicnto de los clérigoS, que practicaban la predicación ele la doctrina protestante en territorio español, que se apropiaban del diezmo eclesiástico, que blasfemaban contra Dios y que profanaban los templos

I los lugares de culto sagrado43 . Corno ejemplo modélico que sintetiza alguna de estas descrip­~¡ones puede resultar ilustrativo una narraci6n relativa al Obispado de Siguenza44:

«Son muchas las nefandas acciones conlra el Culto Divino, y de la Religión, que executaron dicha." Tropa,> de el Archiduque, en los Pucblos donde llegaron de este Obispado, siendo común en lodos, el aver violado, y enlrado a reconocer las Parroquias, y Hermilas (y algunos Convenlos) y en la mas nverlo execulado con violencia, y qucbrantamiento ele puerlas, con iITissión de sus 1 rnagenes, enlran­Jo en muchas a caval1o, haziendolas establos, y executando en especial las cosas siguientes: En el Lugar de Barbalona, llegaron algunos de los dichos Soldados, y se fueron a la Iglesia Parroquial, rompieron sus pueltas, y robaron enteramenle todos los Fronlales, Casullas, Alvas, Sobrepellizes, Chrismcras, con los Santos Oleos, quebrantaron las puertas de el Sagrario, donde estava Nuestro Se­ñor Sacramentado, y se llevaron el Copón con su Divina Mageslad, levantaron las Aras de Jos Alla­res, desnudaron una Imagen de Nueslra Señora, y se llevaron todas las demús Alhajas, que avía en dicha Iglesia, excepto un Caliz que se pudo guarda]'».

Por su parte, las valoraciones realizadas por algunos de los clérigos simpatizantes de Fe­lipe V incrementaban el acento sat<Ínico de los relatos sobre profanaciones o sacrilegios; no en vano, predicadores como el mencionado fray José Torres indicaban que los soldados del Archiduque llevaban a efecto actuaciones que ni siquiera el Demonio se había atrevido a ejecu­(¡u.4\ de este modo, se refería al saqueo de los templos y al destrozo de las imágene,.<.; de la Virgen <m golpe de cuchillo». Aunque se le acusase a Carlos de Austria ------en la mayoría de las ocasiones­del «pecado de omisión» y tolerancia ante estos comportamientos heréticos46, lo cierto es que

42 Un illlstracista ilnónimo se quejilbil de hl difusión de falsos sacrilegios imputllc10s a las tropilS llHadas: «Aquí rnsnngrienta la pluma el Obispo, cargllndo de improperios y lhlsedades a los Ingleses y Holilndeses de la Gran Ligll; suponicndo horrendos sacrilegios cometidos en el Puerto de GibralL.1.r y Barcelona. Invención infam¡: de franceses, divulgada con el mayor tacto [)ilra malquistar o alurdir los sencillos e ignomntcs, que no saben, o no pueden penetmr el rll!, sin la realidad de estilS ficciones. Estos son ,lrtificios ordinarios de Pranciil; para quedarlc el brazo sano, en cuanto uSllrpa, se finge en materias de Religión cscrupulosil; y aunque su interés es la única religión que profesa, supone que descubre en los ojos ajellos la motil, no viendo en los propios la vig'lJ>. Di!"lalllt'1I apologétim ... , Op. cit., p. 42 .

. ~J Vid. Rl'sulI/t'l/, y t'xtraf"lo dI' {os sacrifegios, pn!l"anal"iO!lt'.I·, y excessos, ell lo Sagrado, qut' por las fryol"lIIac!one.\· (({{léntit"G.\", ex{,clllada,\·, de ordell de los Ordillorios [;clesiá,\·/im.\· (/() {O.I· Obispado.l· de Sigllt'l/{"a, (11('11("(/, OSlIIa y I\.r{'obisp(/do de Toledo .l"e jus/(!im, av(!{"se come/ido, por {o.\" So/dado.\", y Tropas de/ Archiduque, ¡'I//o.\" más de jo,\' Pllt'bfo,l· adolIde /legaroll, elI las dos ocasiones, que ¡!lle/"llaron t'1I este /{eYllo de Castilla (I)(J}" Sil desgracia) ('11 {os w/o,\·1706 y 1710. Madrid, Imp. Matheo Blanco,

44 Resumen y extracto de los sacrilegios.,., Op. cit., pp. 1-2. 45 Ton'es Pczellín, Joscph, Op. ci/., pp. 25-26.

. 46 En cste sentido se pronul1cíahil Juan Alfonso Guena en 1710: {(BUeml potestad deja el seilor Archiduque a los ~lgtos venideros con tales permisos y tolerancias, y buen lustre pam conservar la honra y religión de la CaSil de Austria qUe tan a su costn labraron sus ascendientes.,., pues hubo cum que llevó una porción de Formas, en el halcJa de la capil y ,e lns mostró diciendo: El vaso donde estaba este Señor Sacramentado robaron sus soldados, he recogido del suelo estas rO['~las, por ello me han maltratado, tema a Dios y hágame justicia. Y sólo mereció ver encoger los hombros a Carlos y dcm: No pueelo remediarlo). Di,\'CI/!:\'o.\· (·o/ljl:'!lIrales)' precim.\" ("OIl.I·('cllellr!(/.\" ... , Op. cit., p. 266.

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232 DA VED GONZÁLEZ CRUZ

siempre apareda, como era de suponer, en el centro de las críticas de la propaganda felipis_ tao Por el contrario, frente a él se describía a Felipe V como un monarca lleno de virtude s cristianas que no utilizaba en su ejército a soldados protestantes47 y que era definido COlno

«Redentor» o comparado con Cristü48 . Sin embargo, esta imagen idílica del primer barbón también encontró acusaciones de herejía en la publicística austracista, puesto que -al tiem_ po que se le achacaba su política regalista y su falta de respeto a la autoridad del Papa_ también se le culpaba de mantener unas tesis coincidentes con Juan Huss, John Wicliff y otros herejes, por considerar -según los textos publicísticos- que los obispos debían ad­ministrar su jurisdicción espiritual en función de las disposiciones reales y de forma inde_ pendiente al Pontífice Romano. El propio fray Antonio Monrroy -arzobispo de Santiago de Compostela- declaraba en 1709, en una carta dirigida al marqués de la Mejorada -Se­cretario del Despacho Universal-, su sorpresa ante los manifiestos firmados por Felipe y49; no en vano, deCÍa que si no los hubiera visto rubricados por Su Majestad y el Consejo Supremo de la Cámara hubiese creido que eran obra de algún hereje o envidioso, pues esti­maba que eran opuestos a la «innata piedad y religión con que ha merecido, no menos que heredado, el título de Rey Cathólico».

Tras lo dicho, es evidente que la propagand<'1 diseí1ada dunmte la Guerra de Sucesión B,.­pañola mezcló la realidad con la ficción intentando hacer creibles -en múltiples ocasio­nes- acciones exageradas o inventadas sobre un marco geográfico verosímil. De este modo, la labor de creación de una imagen «demoniaca» del enemigo en la mentalidad colec­tiva no dejaría de tener su eficacia, tanto en el reclutamiento de adeptos en el seno de la so­ciedad civll como en el ánimo de los componentes de las tropas. Ya fueran narraciones verídicas o invenciones, lo cierto es que el Anticristo y los ejércitos de Luzbel () Lucifer pa­reCÍan recorrer cotidianamente los campos de batalla si damos crédito a los testimonios que -por escrito, inc!uso- ofreCÍan clérigos, notarios apostólicos, relatores de sucesos bélicos, y aficionados a las canciones populares. Desde luego, en una sociedad confesionalmente Ca­tólica y acostumbrada al mundo efectista y de «lo maravilloso» del Barroco, no tendrían de­masiadas dificultades los lectores de la publicística y los oyentes de sermones y romances para imaginar las supuestas actuaciones del Diablo o de la Divinidad50 en favor de uno u

47 Juan Alfollso Guerra, en la defensa que hizo de Felipe Y, relataba que el primer Barbón mandó despedir a soldados extranjeros que habían predicado falsos dogmas: «Diólc cucnta el Marqués ele Astorgn, Yü,-ey de Yalenci;¡ que los grisoncs que habían venido a ayudar n In guerra de Portugnl habían inlentndo en algunas partes por donde pasaron manifestnf o hacer pree]íear entre ellos de sus falsos dogmns y le responde así: Al punlo, Marqués, los despedireis, que más quiero carecer de sus fuerzas que ver la fe en mis vasnllos en el menor riesgOl), DisCllrsos ClJllje(urafes .. " Op. cit., p. 261.

48 El fraile mereednrio fray Pablo de los Reyes ensalzaba en 1711 la imagen de Felipe Y, en su predicaci(íll en el convento de las dominicas ele La Rambla, estableciendo semejanzas entre el monarca y Cristo: (en todo original de Felipe, ya que fue Rey de Judea en cuanto hombre, por Stl madre, y Felipe fue heredero de ese Reino por línea materna». Vid. Aguilar Piñal, F., «Predicación y mentalidad popular en la Andalucía del siglo XVIII», La Rdigiosidad poplllar, tomo 11. Barcelona, Ed. Anthropos, 1989, p. 68.

49 «Carta dcll1lmo. Señor Arzobispo de Santiago de Ga!ieia D. Fray Antonio Monrroy,., Escripto al M~ll"t!ués de la Mexornda, secretario del Despacho Universal, y del Patronato, en rrespuesta de los mnnifiestos pubhcados contra el Papa en nombre de S.M. el afio ele \709». Archivo General de la Nación, México (AGNM). Fondo Inquisición, vol. 715, exp, 11, fols.376-396,

50 Vid. González Cruz, D" «Los dioses de la guerra: propaganda y religiosidad en Espafín y Amérlc:t durante el Antiguo Régimelll), en Religiosidad y cosfllllllm;,s pOjJllfare,\' e/l IberoalllJrica. Universidad ele I-Iuclva, 2000, pp. 29-48 .

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S. V)' FELIPE V: CAMBiOS DINÁSTICOS

('¡INto 233

o bando. Como si se tratase de la épica clásica, todavía a comienzos del siglo XVIII, las (hJtr ~l'IS y den'otas de Felipe V y del archiduque Carlos se dilucidaban, en el Mundo Hispá­[lZ(11 (

, en una ¡Jugna de «dioses» y demonios que centralizaban su discurso bélico-propaga n­!lleo. dístico.