Williams, Tennessee - Grand

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    Tennessee Williams

    Silenciosa y profundamente, mi abuela saba formar vnculos emocionales entre ella y losdiversos lugares y gentes. Poda ser feliz quedndose a vivir para siempre jams en cualquierrectora, tan pronto hubiera empapelado con papel color limn las paredes de su dormitorio,colgado unas cortinillas en las ventanas, y conseguido unos cuantos alumnos de piano y violn.Pero mi abuelo so aba siempre en mudarse y moverse de un lado para otro, sue o que no habaabandonado a!n al llegar a la nonag"sima se#ta primavera de su vivir.Pese a estar casado con un aut"ntico poema viviente, y esto es algo que forzosamente tuvo quesaber, el !nico reproche que mi abuelo diriga a mi abuela consista en decir que "sta nocomprenda ni saba apreciar la poesa, y que no tena demasiado sentido del humor.

    $i abuelo sola decir% &'uando yo era todava muy joven, sola pasar algunas tardes dedicado aleer poesas a mi mujer, pero ella se pona a dormir, mientras yo lea.( )sto me ha inducido apreguntarme ms de una vez, si la tendencia de mi abuela a arraigar en los lugares, y la tenden*cia de mi abuelo a irse a otros lugares constitua la !nica diferencia entre los dos que la infinitacomprensin de mi abuela no haba eliminado. $i abuelo todava es, y sin duda ha sido en elcurso de toda su vida, un hombre inconsciente e infantilmente egosta. )s humilde y afectuoso,pero siempre dispuesto a llevar a cabo sus impulsos, sean los que sean, y hasta los dos o tres!ltimos a os que mi abuelo y mi abuela vivieron juntos, "sta no comenz a rebelarse contra sumarido, y cuando lo haca se deba a una razn que mi abuela no poda e#plicar a mi abuelo, larazn de saber que la muerte haba anidado en su cuerpo, y que ya no poda volar de un ladopara otro en compa a de su hombre, sino que, por fin, no le quedaba ms remedio quequedarse donde estuviera, cuando "l quera ir a otro sitio.'uando mi abuela se cas, no poda imaginar que su marido decidira un buen da ser ministrodel Se or. + la sazn, mi abuelo era maestro de escuela, y viva cmodamente merced a estavocacional profesin. )ra un maestro nato, y, poco despu"s de contraer matrimonio, fue nom*brado director de una escuela de chicas, de carcter particular, en la zona oriental de ennessee,en la que mi abuela pas a ser profesora de m!sica. -ubo tiempo en que mi abuela tuvocincuenta alumnos, entre las clases de piano y violn. )n aquellos das, los ingresos delmatrimonio les permitan vivir bastante bien.Pero, de repente, mi abuelo dijo a mi abuela que haba decidido ser ministro de la glesia, y,desde aquel da hasta el de su muerte, mi abuela no volvi a saber lo que era vivir sin

    privaciones. /urante este segundo perodo de la vida de mi abuela, mi abuelo, el reverendo yencantadoramente egosta caballero, encabezaba grupos de se oras fieles a la iglesiaepiscopaliana que efectuaban giras por )uropa, se vesta con las ms elegantes ropas eclesialesque se confeccionan en 0ueva 1or2 y en 3ondres, pasaba los veranos en 'hautauqua, y seguacursillos en Se4anee, mientras mi abuela perda los dientes debido a su empe o en no gastar endentista, se compraba gafas baratas en 5ool4orth, se ataviaba a la edad de sesenta a os convestidos confeccionados con restos de su trousseau de novia, y ocultaba las enfermedades parano tener que pagar al m"dico. 3a abuela hizo viajes de dieciocho horas en autob!s, siempre queel verano, o cualquier otra crisis de este estilo, la obligaba a acudir al hogar de su hija, en Saint3ouis6 se ocup de los trabajos de la casa6 haca la colada6 a veces atenda a dos o treshu"spedes6 dio clases de violn y de piano6 confeccion vestidos para mi madre, cuando mi

    madre era joven6 confeccion vestidos para mi hermana, cuando mi madre dej de ser joven6tom parte activa en todas las reuniones de asociaciones femeninas y obras ben"ficas 6 escuch

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    con paciencia y silencio, durante cincuenta a os, los chismorreos de las sure as se orasepiscopalianas6 sonri dulcemente, pero sin entreabrir los labios, para que no se viera que lefaltaban dientes6 hablaba siempre con voz suave y amable6 algunas veces sonrea como unatmida muchachita, pese a que mi abuelo siempre deca que no saba distinguir un chiste de unafrase grave6 no paraba en todo el a o, y todo lo haca sin la ayuda de criadas, con la sola

    finalidad de subir al autob!s y efectuar un largo viaje, en verano, para acudir a Saint 3ouis y allvisitar a su !nica hija, mi madre, y a sus tres nietos, a saber, yo, mi hermana y nuestro hermanomenor. 'uando llegaba, traa siempre consigo bastante dinero, que llevaba cosido al cors".

    gnoro a cunto ascenda el dinero que mi abuela traa, pero supongo que sera una suma devarios cientos de dlares, pese a que el sueldo que mi abuelo perciba jams super los cientocincuenta dolares mensuales.+ mi abuela la llambamos &7rand(. Su llegada significaba monedas de diez centavos paracomprar helados, monedas de veinticinco centavos para ir al cine, y meriendas en el 8orest Par2.Significaba tambi"n alegres y dulces risas de mi madre y la madre de mi madre, voces que seelevaban y descendan como escalas de piano. Significaba una resurreccin de la graciasude a, significaba el apaciguamiento de la ira de mi padre contra la vida y contra el mundo, iraque 9hombre desdichado9 siempre descargaba sobre sus hijos, salvo cuando la presencia demi abuela 9como la de una m!sica9 en el furiosamente cerrado y estrecho piso ciudadanoinfunda una curiosa paz e#traterrena a todos los all confinados.1 as ocurri, sin apenas, variaciones, durante los a os en que nos fuimos haciendo mayores.:7rand representaba cuanto de /ios llegamos a saber en aquellos a os; : 1 la Providencia era eldinero que 7rand llevaba cosido al cors";$i abuela nunca necesit llevar cors", y jams he llegado a saber a ciencia cierta por qu" lollevaba. Siempre anduvo erecta, y siempre fue esbelta, y siempre tuvo en su porte aquellasencilla nobleza propia de las reinas y campesinas. )ra de origen alemn. /e soltera se llamabaismarc2.

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    ventana del dormitorio, en el momento en que la luz se tornaba color de violeta. Pero, entonces,yo era un ni o de siete a os, y mis recuerdos verdaderamente vividos se reducen al barril demiel en el porche trasero, a los melones puestos a refrescar en la fuente, al pozo cuya aguasaba a hierro, y a aquellas ma anas esplendorosas.

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    capaz de hacerlo, y slo renunci a ello y vino a Saint 3ouis cuando le quedaban ya muy pocosmeses de vida.?nos cuantos a os antes, cuando mi abuela viva en compa a del abuelo, en $emphis, con lapensin de retiro de "ste, que ascenda a ochenta y cinco dlares mensuales, me refugi" unavez ms en su casa, despu"s de sufrir un colapso nervioso producido por mi trabajo en la em*

    presa de zapatera al por mayor, en Saint 3ouis. an pronto me encontr" en condiciones deviajar, me fui a la casita de mis abuelos en $emphis, donde dorm en un camastro puesto en lasala de estar. +quel verano estuve ms cerca de la locura de lo que haba estado en el curso deaquellasdesgarradoras tormentas de mi primera adolescencia, pero una vez ms, poco a poco, tal comohaba ocurrido en mis anteriores crisis, la misteriosa capacidad pacificadora de mi abuela medevolvi a una aceptable pro#imidad a la cordura. +l comenzar el oto o, emprend la larga yempinada senda de la profesin de escritor, emprend aquella desesperada y spera ascensinque, al fin, me dej, e#hausto pero todava vivo, en la, seg!n se dice, soleada meseta de &lafama y la fortuna(. odo tuvo su inicio en $emphis, aquel verano del a o BCDE. /icho verano,tan importante en mi vida, tambi"n tuvo especial significado, aunque en sentido contrario, parami abuela. ras muchos a os, gracias a los milagros de su administracin, a trabajar en lacocina, a sus privaciones, a sus clases de m!sica y a tantas otras cosas, haba conseguidoahorrar lo bastante para comprar valores del estado por valor de F.GHH dlares.?na ma ana de aquel memorable verano, un par de individuos desconocidos visitaron a miincreblemente so ador abuelo. )n tono e#citado y a cuchicheos, hablaron los tres un rato, en elporche. $i abuelo estaba ya un poco sordo, pese a que todava era un relativamente vivarachomozo de ochenta a os, y le vi inclinando la cabeza hacia los dos individuos, con la mano puestaen el odo, formando embudo, mientras haca rpidos movimientos afirmativos con la cabeza,e#citado por desconocidas y misteriosas razones. Poco despu"s, los dos individuos se iban delporche. $i abuelo pas casi todo aquel da de sol ardiente y amarillento fuera de casa.

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    con ms claridad, ms que el resplandor de las llamas, es el blanco y silencioso resplandor delrostro de mi abuela, mientras iba del barre o de la colada a la cocina y de la cocina a ladespensa, sin dirigir la vista ni una sola vez a la ventana, tras la que el anciano caballero, de msde ochenta a os, llevaba a cabo aquel auto de fe, con el fin de purificarse.&IPorqu, 5alterJ(

    :0adie lo saba;0adie, salvo mi abuelo, quien ha conservado el secreto hasta su nonag"sima se#ta primavera enla tierra, y aquel par de aves rapaces que han vuelto al lugar del que salieron, el cual espero, ycreo, que es el infierno.

    engo la seguridad de que lo que ms me ha dolido en la vida es algo que no estuvo en mi manoimpedir, algo que me ha dolido ms que el fracaso de tal o cual obra ma, ms que esta p"rdidade energa creadora que he advertido en los !ltimos tiempos. )ste algo estriba en el hecho deque mi abuela muriera tan slo un a o antes de que yo pudiera darle algo en compensacin delo mucho que ella me haba dado a m, algo material con que pagarle, en parte, los inapreciablesregalos espirituales que con tanta persistencia y generosidad puso en mis manos cuando yoacuda necesitado a ella.+ mi abuelo le gusta recordar que mi abuela naci el da de odos los Santos y que muri en lafestividad de la )pifana, que se celebra el da seis de enero.Su muerte ocurri en circunstancias dolorossimas. /urante los !ltimos cinco a os de su vida, lasalud de mi abuela empeor sin cesar, hasta que, al fin, ocurri aquello que ella haba temidotanto, durante toda su vida. uvo que abandonar y vender la casa de $emphis, y aceptar cobijoen casa de mi padre, en Saint 3ouis, porque estaba literalmente muri"ndose en pie. + pesar detodo, mi abuela todava pudo empacar cuantas pertenencias haba acumulado durante sesentaa os de regentar un hogar, cerrar la casa de $emphis, y efectuar su !ltimo viaje de dieciochohoras a Saint 3ouis. Pero apenas lleg, con alta temperatura, tuvo un desvanecimiento, y se vioobligada, por primera vez en su vida, a entrar en un hospital. 'uando esto ocurri, oto o deBCED, yo me encontraba lejos de casa. $e hallaba en 'alifornia, trabajando en un guincinematogrfico.

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    regreso.