Post on 11-Apr-2016
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CUANDO UNA AGUJA AYUDA EN UN DERRAME CEREBRAL
© Alberto Omar Walls
Antes de conocer a un maestro de acupuntura uno sólo sabía
algunas generalidades de la diferencia entre el vacío y la plenitud. Lo
que cualquier occidental puede suponer de estos dos adjetivos
aplicados a un lugar o cosa. ¿Qué se entiende por vacío?, pues
cuando no hay nada allí, que está falto de contenido o función; y
que la plenitud es cuando ese mismo lugar está lleno o rezuma por
abundancia. Pero no relacionaba el vacío o la plenitud con las
desarmonías en la creatividad, en el crecimiento, en la generosidad,
en el valor, en el metabolismo o en la memoria, sólo por exponer
algunos pocos ejemplos.
De desarmonías trata la manopuntura o acropuntura. O si
queremos verlo desde el anverso: de los problemas que genera el
que ataquemos a nuestra natural armonía corporal y anímica.
Tampoco sabía de la búsqueda del equilibrio de los órganos y
vísceras, ni de tonificarlos y dispersarlas, o del orden y equilibrio
entre el yin y yang, ni de las cualidades de los sabores, o de lo capital
que es para la salud de un cuerpo cuando en él pierden su natural
estructura la relación de los cinco elementos: madera, fuego, tierra,
metal y agua.
Fui por primera vez al Maestro Shin hace ya algunos años,
recomendado por mi amiga Mercedes, y porque tenía el objeto de
iniciar con equilibrio físico unas vacaciones que estaban cercanas. Si
detenía el continuo de lo diario, quería estar conmigo mismo lo más
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sereno posible. Me sorprendí por la sencillez y humanidad de su
trato mientras intuía su alto nivel de conocimiento. Esas
impresiones se producen o no se dan y, por otro lado, es
prácticamente imposible intentar desentrañarlas. Recibir esa
sensación desde alguien que apenas imaginas que exista, es un
regalo que se te pone delante. Pensé que a esas alturas de mi vida
no debía hacer oídos sordos a la intuición. Por eso entré pronto a
estudiar la Manopuntura Coreana con el propio Maestro Shin Ra
Hyun Seung, para nosotros los canarios Daniel Shin a secas.
¿Cómo podría resumir en pocas palabras lo que cree uno
haber aprendido? Se descubre el valor del servicio a seres
desconocidos y que sufren; se aprende a ser humilde y a rectificar
sobre la marcha en los errores. Que no es poco cuando hemos
estado cultivando el territorio del intelecto y el ego durante años, y,
aunque tuvieras un genio endiablado, si asimilas la sutil filosofía de
las agujas, descubrirás en el centro huracanado de tu personalidad
que el corazón de tu alma vibra a la misma velocidad que el corazón
del alma de tu enemigo. Más aún, que no existes tú ni el enemigo
enfrentados, porque sólo se es Uno. Algo de esto expuse o quise dar
a conocer en mi relatito, basado en la realidad, que titulé Un
humilde palillo que cura.
En este artículo de hoy sólo pretendo dar a conocer una
técnica sencilla e influyente que le servirá a muchas personas, estén
en la geografía que estén y puedan asistir, desgraciadamente, a una
experiencia tan desagradable como darse cuenta de que alguien a
su lado está sufriendo en esos momentos un derrame cerebral. Ya
saben, ese accidente cerebro vascular que ocurre si el individuo se
queda hablando confuso y casi babeante, o mareado, con falta de
coordinación, quizá con la boca torcida, o con un lado del cuerpo
paralizado, brazo o pierna, y puede que sin ver de un ojo. Y, de
verdad, ser útiles hasta el punto que ayuden a salvarse a un ser
querido o desconocido, es gratificante. Porque se tratará de ayuda
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en un momento de urgencia, nunca de interferir las acciones futuras
de los facultativos.
Hay que ir por partes y, antes que nada, por supuesto, dejar
a la persona tendida en el suelo donde cayó, o sentada si así
estuviera, sin estar trasladándola como un fardo de aquí para allá.
No la estén moviendo hasta que lleguen los técnicos sanitariosi. Para
eso, han de llamar al punto a urgencias al teléfono 112 y, mientras
llega la ambulancia, ustedes pueden ir haciendo un par de cosas
muy prácticas y eficaces, sin mover nunca su cuerpo.
La gente de la Manopuntura lleva siempre en el bolsillo una
lanceta de las que se usan para pinchar los dedos de los diabéticos a
la hora de hacer sus comprobaciones periódicas. Si la lleva, úsela
urgentemente. Si no fuera así, debe agenciarse una aguja de
jeringuilla o un objeto punzante y desinfectarlo con el fuego de un
mechero. Mientras se espera, usted, sin perder la calman, masajéele
las puntas de los dedos y los lóbulos de las orejas de la persona
afectada. Después de esto, pinche en las puntas de los dedos, lo más
cerca de las uñas, y presionen para que le salga sangre en cada uno
de los dedos. Inmediatamente, hagan lo mismo en sendos lóbulos
de las dos orejas, masajee, pinche y saque sangre de cada lado.
Seguro que ya para entonces, es posible que esté a punto de llegar
la ambulancia. Cuando le informen más adelante comprobará que
esa simple acción que usted realizó ha resultado ser muy eficaz y de
ayuda para los primeros pasos que deberán llevar a cabo luego los
facultativos de urgencias.
El propio Daniel nos contó una vez que algo de esto le
ocurrió hace años con una mujer de la mesa vecina de un
restaurante donde estaban comiendo en Tacoronte, y tuvo que
recurrir urgente a un tenedor para sangrarle en las yemas de los
dedos y, ese hecho, la ayudó. Yo tuve una experiencia similar con
una persona mayor, hace ya unos tres años y pico, y me bastó con
hacer algo más simple, sólo con pinchar en el dedo gordo del pie en
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el lugar del hígado uno, cerca de la uña, apretar algo para sacar unas
gotas de sangre y su cuerpo, en muy poco tiempo, se normalizó.
Pero ocurre que, aunque es bueno estar prevenido, uno se
deja casi siempre la lanceta en otra chaqueta. ¿Se imaginan al
guerrero medieval olvidándose en la casa el escudo y la espada
porque ese día se va a la taberna, o le tocara ir a trabajar al campo,
por no hallarse la región en guerra? Bueno, está dicho, pero mucho
mejor será que no nos tengamos que ver en ese tipo de
situaciones…, pero si les pasa, ya saben, a manejar el hemisferio
creativo del cerebro y ¡manos a la obra!
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Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad 112 de Canarias
Teléfono: 112. Es un servicio al que pueden acceder todos los ciudadanos o
visitantes que requieran, en caso de urgente necesidad, la asistencia de los
dispositivos públicos competentes en materia de urgencias sanitarias,
seguridad ciudadana, extinción de incendios, salvamento y rescate. Para
ello, basta con llamar al 112, un número de teléfono gratuito de cobertura
regional que funciona las 24 horas del día y que es atendido por personal especializado en los idiomas inglés, alemán y español. El 901.501.901 es el
Servicio de Atención al Ciudadano.