Un reportaje de EDUARDO TIJERAS, · árabe -ladrillos, azulejos, arcos y filigra-nas-, rinden culto...

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Un reportajede EDUARDO TIJERAS,ilustrado por MAN

E N los aproximadamente cuatro kilómetros de istmo que unen a Cádiz conla Península, istmo angosto, lo justo para que quepan la vía férrea y la ca-rretera, tiene especial relieve el río salitroso Arillc,, que convierte la ciudad

fenicia y trimilenaria en una isla y da vida al cargadero ferroviario de sal delmismo nombre, Río Arillo, por donde pasan las negruzcas gabarras repletas de lasedimentación marina. De modo que el tren corre festoneado a ambos lados porel mar, a la derecha mar playero y turís tico y a la izquierda mar fabril y mercan-te, con las chimeneas de grandes petroleros carenando en algún dique seco.

la salida de San Fernando 0isla de León, famosa por susimplicaciones en la invasiónfrancesa del siglo pasado, eltren cruza los fangos y limosdel Caño de ^Sancti Petiri, me-diante un puente de dos tra-mos metálicos de siete metrosde luz y tres de 34 metros. E1caño de Sancti Petri -esta-mos viendo su arteria princi-pal- es en realidad una red de

canales que comunican a través del istmolas aguas de la bahía de Cádiz con el litoralatlántico, le otorgan su insularidad a SanFernande y levantan poco más tarde lospuentes de El Aguila y Boca de Ave.

Paisaje plano y lacustre donde los últimosvientos estivales de Levante, al incrementarla evaporación del agua del mar en losesteros, originan el fenómeno natural dela sal con sus pálidos y fascinantes tonosrojizos.

GUADALETE VINICO.POEMA DE TOROS Y TRENES

Después de Puerto Real, con sus canterasde pinos de copa redonda, aparece el ríoSan Pedro -puente metálico de tres tramos,cl mayor de 45 metros de luz teórica-,que es un brazo grande desprendido delGuadalete. Este descmboca por Puerto deSanta María y forma sus muclles de carga,entre palmeras, pirámides de sal y buquescon la línea de flotación hundida por lapreciosa carga de fino vino del lugar, loscaldos del marco jerezano.

Puertc de Santa María -popularmenteEl Puerto- exhibe la coquetería florida desu estación y los grandes rótulos de suhistórica tradición bodeguera. Cal y añosde solera. Hace poco hemos atravesado elpuente de San Alejandro, sobre el Guadalete,tendidos en renovación. En la ribera existeun mínimo astillero de bajura, pintoresco,que a veces se confunde con un cemente-rio de barcas a desguazar. El Guadalete tie-ne 157 kilómetros de longitud y procedede la sierra del Endrinal, cerca de Graza-lema, y es también río marismeño, con.olor a pelaje de toros, a alcohol, a especias,Y ahora contaminado por los residuos re-molacheros que producen las fábricas deazúcar.

La voz de un hombre de la tierra, RafaelAlberti, fija este ámbito: Negro toro, nos-tálgfco de heri^ías,/rorneánda]e al agua suspaisajes,/revisándole cartas y equipajes/alos trenes que van a las corridas.

TAMBIEN VAGAN LOS CISNESPOR ^LA MARISMA

A partir de Jerez y hasta La Salud haymás de cien kilómetros en que la vista,llena del anterior esplendor marismeño yfluvial, pugna por distinguir un hilo deagua encauzada en la inmensa estepa, sa-bana o pampa andaluza, que presenta si-milares fenómenos de espejismo y dondeuna choza en la lejanía puede parecer unjinet^, según anotaba aproximadamente elgran cor.ocedor de estas regiones, ManuelHalcóu, pariente de Fernando Villalón, elpoeta y ganadero de reses bravas que, se-gún la leyenda, bonita y falsa, quiso criartoros de+ lidia con ojos verdes. Si no lopuclo coiiseguir, escribió estos versos parael i ecuerdo: Soledad ^marismeña, serena#a/de silenci^ dormido en los esteros/una cuer-da de cisnes viajeros/al cielo con 1a tierra,en plu^mas ata.

Sól^ veredas que se saben conducen alGuadalquivir. Terreno susceptible de inun-

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Caño de Sancti Petri. Tras los esqueletos

dación en caso de lluvia pertinaz. Manadasde toros bravos pastando oscuros en la in-cipiente niebla. Un cortijo de tapias enca-ladas. Juncos, picabueyes. La magnífica mo-notonía de la marisma termina en Utrera,enlace ferroviario a Málaga, y que ya tieneen sus calles naranjos y huele intensamentea orujo, el residuo de la molturación acei-tunera. .

Entre La Salud y Sevilla transitamos so-bre el Guadaira. El puente es metálico ytiene 36 metros de luz. Masas de eucaliptos,pobreza de agua negra. Eufonía perfecta delnombre: Gua-dai-ra. La fisonomía del paisa-je acusa la proximidad de la urbe sevillana.El río Guadaira, con sus 82 kilómetros derecorrido, procede de la sierra de Algodo-nales y vierte por Gelves en el Guadalquivir.

TRANSBORDO SEVILLANO.ARRABAL CON RIO

Prosigue viaje con obligado transbordo enSevilla. Entre las estaciones de San Bernar-do y plaza de Armas es posible, a pie, entaxi o en coche de caballos, que aún proli-feran por estas latitudes, seguir el cursoportuario del Guadalquivir. Tras las grúasy los buques de carga hay bares presumidosque bajan hasta la orilla y alguna pareja

de barcas, e1 caserío de San Fernando.

de novios que surca en hidropedal el aguaaceitosa y parada bajo el puente de Triana.Nada más salir de Sevilla, otra vea pegadala cara a la ventanilla del tren, nos muestrael Guadalquivir, ancho, turbio y«feo», unagran imagen de arrabal, en contra del dul-cificado tópico sevillano. Barcazas viejas,casas viejas y pobres, polvo industrial, cru-ce con ferrocarriles ruinosos de vía estrecha.

El campo va adquiriendo paulatina belleza.Los alcores sevillanos delimitan las planta-ciones de girasol, olivos y naranjos. Unviajero del ferrobús se refiere a la puestade sol con palabras sencillas y antiguas quenadie ha mejorado. Dice: «iPrecioso!». Enefecto, la inmensa bola de fuego cae sobrelos campos, y uno se da cuenta -ente ur-bano al fin y al cabo- de que la puesta desol ya se ha convertido en un aconteci-miento de orden exótico, como el de losríos, las aves y el silencio. Parece que elerror sutil es una ley del progreso.

EL GUADIAMAR UNELAS TRES PROVINCIAS

He aquí el Guadia^ar, entre Benacazón yAznalcázar, salvado por un puente de dostramos de 24,5 metros y uno de 30 metros.Afluente del Guadalquivir y río marismeñobalsámico-eucaliptal, forma caños ,y «lucios»

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en su desembocadura. La particularidad deesta corriente fluvial --cerealista, poco me-nos de 70 kilómetros de curso, con ampliovalle- es que desagua en el punto de in-tersección de las tres provincias que estamosrecorriendo: Cádiz, Sevilla y Huelva, lascuales constituyen una comarca natural de-terminada por los misnios accidentes geo-físicos, la sierra al Norte, las marismas yel litoral atlántico. Los mismos accidéntesgeofísicos e históricos.

Las estaciones da esta línea, construidasen un :stilo ar^uitectónico de influenciaárabe -ladrillos, azulejos, arcos y filigra-nas-, rinden culto a la planta y a la flory han merecido premios turísticos. Son re-cordables los hermosos macetones de aspi-distras de La Palma del Condado, y laspalmeras, las rosas y los geranios de todoel trayecto.

POBRE E HISTORICO HASTALA MEDUTA. GRACIAS AL TRAN[POLINDEL RIO TINTO, HOY EN AINERICAHABLAN ESPANOL ^MASDE 120 MILLONES DE PERSONAS

El encuentro simultái^eo con las murallasde Niebla v el río 1Ynto es un verdadero

EI río Tinto,pobre de caudal,peladode árbolesy ferruginoso,ostentala gloriadeldescubrimientode Rmérica,cuyo482 aniuersariose conmemoraprecisamenteen octubre.

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Los bares baian al Gttadalquívir.

E/ Gnadctlete, rrnico ^^ portr^nrio, et el río d^ Ptterro de Santa María.

acontecimiento. Se trata de uno de los ríosmás signiticativos de la historia española yamericana. El puente que lo cruza tienedos tramos de 22,85 metros de luz y otrode 30 metros. Río pelado, rocoso, minero,menguado de caudal, que se arrastra deso-lado entre piedras fúlgidas y cuyo color depúrpura sucia lo toma de las materias fe-rruginosas que arrastra.

Pues bien, este río, ya fenicio, ya moris-co, ya cristianomedieval, ya estéril y amar-

Guadaíra.

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go, es el mismo que unos kilómetros másabajo forma nada menos que el puerto dePalos de la Frontera, donde un día del mesde agosto, pero hace 482 años ^n realidad,una miseria de tiempo para las cosas quehan pasado después- salieron las navesde Colón hacia lo que más tarde (12 de oc-tubre de 1492) habría de convertirse en eldescubrimientu de América. La grandezahistórica parece que se paga, y así el Tin-to, por sus explotaciones mineras que se

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}'] rrn Tinfo, esóticu, sublunar, rnu^ero, es de Kran intportanciu uutorua.

En el Cañode Sancti Petri

-la redde canales

que enlazala bahía

de Cádizcon las aguas

del océanoAtlántico-

comienzala historia

documentadade España. Todo

lo anteriores prehistoria.

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EI estuario de1 Guadiana, en la raya de Portugal.

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El Guadalquivir entre Sevilla y Camas.^ _ i `,

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Odiel. Con el Tinto, jorman la ría de Huelva.

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Guadiamar. Desemboca por ei límite de las tres provincias.

AI final del recorrido,tanto férreocomo fluvial, el Guadianay su hermosoestuarioforma la fronteranatural con Portugal.

remontan a mil años antes de Cristo, llevasus aguas rojizas que no engrendran plan-tas ni peces ni nadie se atreve a beberlas.Y que se comen t^asta el hierro.

En la misma área breve donde cruzanferrocarril y río es posible captar las mu-rallas de Niebla, de origen romano, peroque en su base advierten los arqt^ebio^Oshuellas iberas. Están declaradas monumen-to nacional. Su contextura se ha hecho po-rosa. A través de la erosión del tiempo, lasmurallas de Niebla, con el río rojo cerca,presentan una soberbia y ruinosa estampade su trascendencia histórica. En medio dela tradición romana y las naves de Colón,enhebradas por el Tinto, se alza en Moguerla dulzura contemporánea de Platero y yo,Pucs cu ese punto nació uno de nuestros

Premio Nobel de Literatura: Juan Ramón LA IZAYA DE PORTUGALJiménez.

DOS RIOS QUE SE CONVIERTENEN UNA RIA

Desde Huelva y hasta la próxima corrien-te de agua, que es el Odiel, y discurre pa-sado Gibraleón (sus casas se reflejan en elagua verde) existe un paisaje de salinas ycosta marisquera. Se mezclan el cereal, losgirasoles y el olivo con los esteros y loscaños desprendidos del Odiel, insinuado alo lejos por la izquierda. Pitas y chumberas.Pinos piñoneros. Gibraleón maderero. E1 ríoOdiel -grandes eucaliptos, cauce ancho-tiene belleza a pesar de su escaso caudal.El Odieí y el Tinto, al confluir más al Sur,forman la ría de Huelva, donde se asientael puerto.

En la provincia onubense hay grandes ex-tensiones plantadas de higueras. A veces flo-ta en la atmósfera un aroma dulzón. Abierto,sin árboles y mínimo de aguas se deslizael rio Piedras hacia la ancha barra arenosade El Rompido entre Cartaya y Lepe. Lagu-nas, caños, esteros y aves zancudas conpinta de espátulas y garzas. No en baldeostenta esta región, en el límite de Cádiz yHuelva, una de las más importantes reser-vas biológicas de Europa. Nos referimosal Coto Doñana. Aparte de las especies rarasque normalmente albeiga -flamencos rosas,águilas reales, ciervos, camellos, gatos mon-teses- es punto obligado de paso (paraday fonda) para las continuas comitivas deaves migratorias que incesantemente circu-lan entre el Norte de Europa y Africa. AlCoto Doñana lo amenazan en la actualidadlas plantaciones an^oceras del bajo Guadal-quivir y la urbanización turística de la zona.

Por fin, Ayamonte, final de línea y denuestro recorrido. Pueblo blanco, suave, dearquitectura diáfana y rectilínea, pesquero,turístico y fronterizo. A mil metros de laestación, el espléndido estuario del río Gua-diana, al que ya el viajero llega por suspropios pies, caminando entre los hippiescon mochila, algunos turistas y la gente dediversa condición social que tiene relaciónmercantil al otro lado de la frontera. En-frente, Portugal.

El Guadiana es surcado por los transbor-dadores panzudos y acicalados que hacen eltraslado diario de mercancías (incluidosautomóviles ) y personas entre las riberas.Tiene 820 kilómetros de curso total, de loscuales 743 pertenecen a España. En el anchoestuario -un kilómetro a ojo de buen cu-bero- queda sometido al influjo de lasmareas y casi no hace falta decir, por obvioy sabido, que es el famoso y no por ellomenos misterioso río que hace parte de surecorrido bajo tierra y emerge en >Vos lla-mados Ojos del Guadiana, en la Mancha,aunque algunos expertos creen que aquí

están sus verdaderas fuentes.

Entre el Guadiana y la terminal ferro-viaria de Ayunoetie, ya dije, hay aproxima-damente unos mil metros que se alárgano contraen según la avidez viajera. Pero tam-bién hay como nostalgia de ver.tendido soi^re

el Guadiana la esbelta traza metáiica de unpuente ferroviario hendiendo la luz delrío, ahora sólo patrullada por las gaviotasque vuelven a su invernadero del Sur y porlas golondrinas que se van también a susinvernaderos, como las aguas del Guadiana,como las personas, como los trenes. n E. T.