Un moustruo en el placard

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Autores: alumnos de 7º

grado 2012

Cada grupo de tres integrantes tuvo la consigna de escribir los capítulos para una novela destinada a primer ciclo y que previamente había sido planificada por el grupo y las docentes (argumento, personajes, etc.)Al finalizar el momento de escritura de cada capítulo se realizó lectura en voz alta y una votación para elegir cual de los capítulos formaría parte de la versión final de la novela, pero dado que a veces la elección resultaba difícil se decidió fusionar dos o más capítulos tomando lo mejor de cada uno

Un extraño en el placard…

¡FELIPEEEEEEEE! ¡Me cansé!

El grito de mamá quedó flotando en el comedor como el olor a empanadas de jamón y queso que salía del horno.

¡¿Cómo podes ser tan desordenado?! Ya cumpliste siete y hay que repetirte todos los días que ordenes tu habitación!?Hasta que no acomodes todo este lío…¡NADA DE COMPU…NADA DE TELE…NADA DE PLAY!

Furioso subí las escaleras hasta mi cuarto, abrí la puerta y la cerré de un golpe.

Lolita, mi perrita, que dormía despatarrada sobre la cama, saltó y se escondió entre medias olorosas y remeras sudadas.

Desganado empecé a tirar mis cosas dentro del armario y cuando no quedó nada en el piso, lo cerré.

-¡Toc, toc!-alguien golpeó la puerta. No tenía ganas de recibir visitas molestas.

-¡Toc, toc!-espié por la cerradura. No había nadie.

-¡Grrr!¡Wo-wo!-de repente Lolita empezó a ladrarle al armario. Entonces me di cuenta que los golpes venían de ahí.

Aterrado, caminé hacia él y apoyé la oreja en la puerta. Como seguía escuchando ruidos tomé coraje y la abrí de un tirón.

Cuando lo ví no lo podía creer. Sus ojos rojos me miraban fijamente y de su boca abierta salía un olor nauseabundo.

Todo comenzó a nublarse a mi alrededor. Las piernas me temblaban y mi corazón latía como loco. Él salió del armario y en ese momento me desmayé.

¡Secuestro dental!

Cuando abrí los ojos, la abuela Chola estaba parada delante de mí gritándome. Tenía las mismas chancletas rojas con flores de siempre, que dejaban ver sus enormes juanetes y que combinaban con su viejo vestido.

Noté algo raro en su cara y en su manera de hablar. Sus labios estaban hundidos y su boca arrugadita. Entonces me preguntó:

Le respondí que no sabía de que me estaba hablando y ella enojada se fue protestando.

¿Vos me sacaste la dentadura postiza?

Me paré confundido, me refregué los ojos y miré a mi alrededor pensando que todo había sido un sueño, el monstruo del armario no podía ser real. Me sentía aliviado y me senté en la cama con Lolita.

De repente escuché un fuerte rechinar de dientes que provenía debajo de la cama. Me agaché y… allí estaba “el monstruo del armario” masticándose mis botines. Me sonrió y descubrí algo espantoso…¡TENÍA LOS DIENTES DE LA ABUELA!

Un monstruo en el chat

Para mi sorpresa, no sólo yo me asusté del monstruo, sino que él también se asustó de mí y, al mismo tiempo, pegamos un grito de horror, el mío acompañado de dolor porque encima me ligué un botinazo en medio de la cabeza.

A punto de llorar le pregunté-¿y vos quién sos?¿de dónde venís? De pronto salió y comenzó a cantar con voz de rockero viejo:

“Yo soy Suciusy vengo de tu placard

me armé de tu ropa sucia,y de lo que no lograste ordenar”

Lo observé con atención y me resultó familiar, porque tenía puesto mi sweater viejo, las piernas eran varios pares de medias sucias y los pies dos cuadernos que me habían quedado de primer grado.

De ellos se asomaban sus largas uñas hechas de lápices y tapitas de lapiceras.

Como cabeza tenía mi pelota de fútbol embarrada y sus ojos torcidos eran las tapitas rojas de gaseosas que se amontonaban en el fondo de mi mochila.

Lo dejé cantando sólo y salí disparado al cuarto de mi hermana, quería que lo viera pero al entrar Guada no estaba allí…

Sucius estaba sentado frente a la computadora.

-¿Qué estás haciendo?- le pregunté

-¡Chateo con mis nuevas amigas!

-¡¿Qué hacés hablando con las amigas de mi hermana?!¡Guada me va a matar!

Le ordené que apagara la compu y me devolviera los dientes de la abuela Chola.

De repente, saltó a la mesa y se escondió detrás del monitor.

Enojado, me senté en la silla e intenté eliminar los mensajes que Sucius había escrito a las amigas de Guada pero…ya era muy tarde, Guada estaba parada en la puerta.

¡FELIPEEEEEEEEEE!¡¿Pero qué haces revisando mis mensajes?!¡¿Estás loco? Pero, pero, pero…e

s que había un monstruo y…

Pero, pero…es cierto

¡¿Un monstruo?!AJAJAJA

Dejá de decir tonterías y salí de mi cuarto

o…¿querés que le diga a mamá?

Cuando cerré la puerta del cuarto de Guadaescuché sus carcajadas, se estaba riendo de mí. Pero yo estaba convencido de que ese monstruo era real.

Al mediodía mi mamá había hecho su famosa tarta de jamón y queso, que a Guada y a mí nos gustaba tanto.

Aún estaba aterrado por Sucius, el monstruo del armario. De repente, la abuela Chola gritó:

¡FELIPEEE! ¿Encontraste mis dientes o en realidad me los estás escondiendo?

¡Yo no te los escondí, los agarró Sucius, el monstruo que vive en mi placard!

¡Ya te dije que yo no fui!

¡Ya me cansé! No vas a comer esa riquísima tarta hasta que me devuelvas mis dientes!

¡Tonterías! No hay tal monstruo llamado Sucius en la vida real. Tenes que dejar de ver caricaturas.

Me fui enojado a mi cuarto dando pisotones. Cuando llegué di un portazo tan fuerte que retumbó toda la casa. Me acosté en la cama a pensar en Sucius…

Escuché su risa otra vez, y recé para que no estuviese debajo de la cama. Pero no tuvo casa, allí lo encontré. Estaba poniéndose un pantalón roto de fútbol y se reía cruelmente.

Llamé a mi mamá para que lo viera pero cuando llegó, Sucius se desarmó por toda la habitación. Otra vez caí en su trampa.

¡FELIPEEEEEEEEEE! ESTAS CASTIGADO! ¡AHORA ANDÁ A LAVAR TODA ESTA ROPA!

Me puse contento porque al fin me iba a deshacer de Sucius.

Bajé al lavadero con el monstruo desarmado en el canasto y lo metí en el lavarropas. Cuando lo encendí, salió tan rápido que me golpeó la cabeza.

Quedé tirado en el tacho de la ropa sucia con las patas para arriba. De cómo quedó el lavadero, mejor, ni hablar…

Una pesadilla en el aula

No hace falta decir que después de la caída en el tacho del lavadero, me castigaron otra vez.

Esa noche, preparé la mochila para el cole y me acosté temprano.

A la mañana siguiente, agarré mi mochila y me pareció mas pesada de lo habitual, pero como estaba tan apurado, no me importó y me fui a la escuela sin saber que mi día sería una verdadera pesadilla.

Cuando entré al aula, la seño me pidió la tarea. Abrí la mochila para buscarla y Sucius estaba allí comiéndosela.

Espantado le expliqué a la maestra que un monstruo se la había devorado. Enojadísima, abrió mi mochila y me gritó:

¡QUÉ ASCO! ¡ACÁ SOLO HAY ROPA SUCIA Y

APESTOSA!

Sucius me había tenido otra trampa.

Cuando me pidió el cuaderno de comunicaciones, tampoco pude dárselo porque estaba en la panza del malvado monstruito.

En una hoja la seño me escribió a mis padres que en toda la semana no tendría recreo por haberle mentido.

Volví a casa triste y desilusionado. La seño tampoco me había creído y Sucius seguía siendo un problema en mi vida.

Canción de cuna

El día siguiente que era un feriado, vino mi papá de Nueva Zelanda con muchísimos regalos. Me había traído juguetes y ropa nueva. Supuse que a Sucius le gustarían pero como no quería que los tocara, los escondí.

A la hora de comer, mi mamá conversó con mi papá sobre mi comportamiento durante su ausencia, pero él no se enojó. Cuando terminó de almorzar fue a mi cuarto y revisó el lugar.

Al salir, vi a Sucius colgado de su espalda. Le pegué y se cayó al piso. Lo agarré pero se desarmó.

Es que… había… eh… eh… ¡un mos… mosquito!

Felipe, ¿Por qué me pegaste?

Volví a entrar corriendo a mi habitación para que no me retaran de vuelta.

Cuando abrí el cajón del armario encontré a Sucius con todos los regalos que me había traído papá.

Me puse tan furioso que agarré mi raqueta de tenis, le pegué en la cabeza y quedó noqueado. Luego lo metí en mi baúl de madera y lo encerré con llave.

Agotado, me tiré a mi cama y comencé a escuchar la voz ronca de Sucius cantando una canción que decía asi:

“Para hacerme desaparecer,algo tenés que entender,

toda la ropa a lavar,o de lo contrario al placard”

Estaba tan cansado que fue para mí una canción de cuna y casi sin darme cuenta, me quedé dormido.

Cuando me desperté, comprendí lo que tenía que hacer para que la vida resultara más fácil para los dos, debía ordenar mi cuarto como quería Sucius, de punta a punta. Ni una pizca de polvillo y nada en el piso.

Abrí el baúl para que Sucius viera como ordenaba. Mientras yo doblaba la ropa, él lentamente fue desarmándose.

Primero le desaparecieron los brazos, después las piernas, el cuerpo y antes de que desapareciera por completo me dijo con una sonrisa:

¡Chau amigo! Espero que hayas aprendido tu lección o si no tendré con vos una nueva misión.

Cada semana desordenaba mi habitación un poco, para ver si volvía pero nunca lo hizo.

Siempre voy a extrañar esa sonrisa picarona que tenía mientras chasqueaba los dientes de la abuela Chola.