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99FUNDAMENTOS DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO
TIEMPOS DE RECONSTRUCCIÓNJosé Antonio Martínez Lapeña
Hoy podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que los encargos más fre-
cuentes en los estudios de arquitectos son los proyectos de intervención en
edificios, tengan o no la calificación de monumentos histórico-artísticos, pero
con posibilidad de ser rescatados de un proceso de degradación producido, bien
por el transcurso del tiempo, bien por el inadecuado uso que se ha hecho de
él, recuperando así, para el patrimonio público o privado, edificios, a veces de
estimable valor.
Este fenómeno no sólo se da en relación a los edificios si no también en lo que
podríamos llamar proyectos urbanos, u obras públicas si se prefiere, consisten-
tes, la mayor parte de las veces, en pequeñas operaciones que intentan restañar
heridas producidas en un pasado reciente, más empeñado en la producción y
desarrollo que en el crecimiento armónico de la ciudad en cuanto al equilibrio
que entre techo construido, equipamiento y servicios ha de existir.
Esta realidad es consecuencia, por una parte, de una nueva conciencia de la
Administración, que ha hecho se le preste mayor atención al patrimonio inmo-
biliario urbano, y por otra de una clara recesión en la construcción de obras de
nueva planta que se ha producido en todos los sectores, que hace de esta época
inmediata que nos toca vivir más un periodo de reconstrucción que de construc-
ción. Será ésta la razón por la que los proyectos de intervención en edificios, y
más concretamente en los calificados de histórico-artísticos, estén tan presentes
en las publicaciones de arquitectura y sean objeto de debate en los frecuentes
congresos que organizan las instituciones responsables de su tutela.Collage del proyecto de rehabilitación del Ayuntamiento de Utrecht, Enric Miralles, 1997-2000.
100 I. FUNDAMENTOS CUATRO CUADERNOS. APUNTES DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO
La relativa importancia de la oferta de este tipo de trabajos ha hecho que aumen-
te el número de arquitectos que desarrollan, en estos momentos, proyectos de
restauración, pero al mismo tiempo ello también es debido a que desde algunos
órganos de la Administración se ha apostado por profesionales de los que, por
el conocimiento de la obra realizada, se confía puedan resolver de forma satis-
factoria la tarea encomendada, poniendo en duda, de esta manera, la necesaria
especialización que hasta estos momentos era casi obligado acreditar por los
arquitectos que realizaban las obras de restauración.
Es muy posible que en la idea de la especialización del arquitecto pueda estar
buena parte del problema de las obras de restauración. Para afrontar una inter-
vención en un edificio, dañado en sus fábricas o con problemas patológicos de
otro tipo, es necesaria la intervención de técnicos cualificados, de la misma ma-
nera que, a veces, es imprescindible un estudio arqueológico, que pueda datar y
relacionar distintas partes de una construcción, o ser muy importante la infor-
mación que pueda facilitar un historiador bien documentado. Nada de todo esto
debería negarse y es importante que especialistas de estas materias intervengan
en los trabajos de restauración, si el edificio lo requiere, de la misma manera que
hoy otros técnicos colaboran con el arquitecto redactor de otro proyecto com-
plejo y que confía en personas cualificadas materias muy específicas. Pero toda
intervención, que no sea una mera cuestión técnica, necesitará de una respuesta
arquitectónica que ofrezca la solución adecuada al problema que se plantea en
el edificio, respuesta que, naturalmente, vendrá apoyada en el conocimiento
más profundo del edificio que, si los hubiere, proporcionan las aportaciones de
los especialistas. Pero en la imagen que se pudiera tener del arquitecto restau-
rador subyacía la idea de que, entre otros conocimientos, debería tener uno en
especial: el de los estilos históricos, que garantizaría así la perfección y ajuste
de los cánones estilísticos con los que el edificio en cuestión fue construido.
Nada se debería objetar a una restauración o restitución que, hecha con rigor y
basada en datos fidedignos e inequívocos, pueda proporcionarnos una mejora
en la apreciación visual del objeto o edificio restaurado, pero lamentablemente
no ha sido siempre éste el criterio con el que se ha actuado, sino que a veces, al
amparo del cuerpo teórico que las tesis de Viollet-le-Duc, en cuanto a la inter-
vención en edificios históricos, pudieran haber proporcionado, o a causa de las
ambiciones locales por recuperar un glorioso pasado que ya no existe, o debido
a parciales preferencias estilísticas de grupos o personas, etc., se han llegado a
emprender dudosas reconstrucciones que aparecen, unas veces como fantasmas
esclerotizados del pasado, por su deficiente y esquemática construcción, y otras
como reinterpretaciones edilicias que pueden crear una imagen bien distinta de
la que se pretende, la original, al carecer la documentación fiable que avale la
operación que se propone.
Enfrentado a toda idea de restauración está el pensamiento que arranca de las
tesis lanzadas por Ruskin, que propugna, como única actitud posible ante los
edificios del pasado, su conservación como reliquias de la historia, que debemos
mantener sin mácula, significando su valor arqueológico, histórico y testimo-
nial sobre cualquier otro. De estas ideas y con una clara carga ético-puritana,
partieron las propuestas modernas para la restauración de monumentos, que
han supuesto, en general, actitudes cautas y beneficiosas, precisamente por la
responsabilidad moral que llevaba implícita toda iniciativa de restauración.
101TIEMPOS DE RECONSTRUCCIÓN
La decidida postura que la sociedad en general ha tomado en relación al patri-
monio cultural, tratando de conservarlo y mejorarlo si era posible, ha hecho que
se buscase un necesario equilibrio entre la difícil reconstrucción que algunos
podían ambicionar y la inalterabilidad del mismo que otros propugnaban. Así
se llegaron a redactar normas generales en congresos internacionales (carta de
Atenas, carta de Venecia) en las que se definían los criterios que las adminis-
traciones responsables del patrimonio histórico-artístico deberían seguir para
mejor conservar y restaurar sus monumentos, proporcionando programas que
contenían ordenamientos jurídicos, administrativos y técnicos, que configu-
raban una política global de protección de patrimonio histórico-artístico. Aún
reconociendo lo positivo que la aplicación de estas normas ha supuesto, y que de
haberlas llevado con constancia y rigor hubieran significado una menor degra-
dación del patrimonio, hemos de convenir que, fundamentalmente las normas
técnicas, han sido esgrimidas en ocasiones de forma indiscriminada y ofrecidas
como garantía de una actuación de acuerdo con lo reglamentado, es decir lo
reconocido como conveniente, ratificado incluso por las cartas anteriormente ci-
tadas. Estas recomendaciones técnicas, que sugieren diferenciar estilos entre lo
viejo y lo nuevo, utilizar materiales distintos a los originales para la sustitución
y reparación de las fábricas dañadas, para hacer evidente la actuación, utilizar
juntas visibles que deslinden con claridad lo antiguo de lo moderno y otras
intenciones parecidas, constituyen argumentos más próximos a la ética que a
la arquitectura, se justifican desde su pretendida neutralidad con lo existente
y tranquilizan al autor por haber actuado honestamente, sin ánimo de engaño,
con los instrumentos materiales y elementos que proporciona la arquitectura
moderna, que significará un sedimento más sobre el monumento, como tantas
veces ha sucedido en su dilatada vida, de lo cual la historia de la arquitectura
ofrece tantos ejemplos.
Existen magníficas restauraciones realizadas en un reciente pasado, funda-
mentalmente en Italia, en las que es reconocible la influencia que las normas
mencionadas anteriormente han ejercido, y que se ofrecen, por algunos, como
paradigma de una restauración moderna, pero también hay que advertir que
estos criterios han sido muchas veces guía común y han dificultado la necesaria
reflexión, con el peligro que esto conlleva de dar respuestas desajustadas a la
dimensión del problema, cayendo en el error de confiar en algo que, por experi-
mentado y reconocido, se da por bueno y es generalizable a todos los casos. De
ahí que se reclame para cada intervención una respuesta específica para solu-
cionar el problema concreto que se plantea, y que el criterio y buen juicio deban
prevalecer sobre las actitudes éticas impuestas; llegar a entender la verdadera
naturaleza del problema significará hallar su dimensión y los medios que vamos
a necesitar para que la respuesta tenga su justa medida.
Es en este sentido que podrían verse actitudes similares en obras de apariencia
tan distinta como la ampliación de los juzgados de Göteborg, de Asplund, y
la del Banco de España de Madrid, de Rafael Moneo. La dimensión de la obra
añadida al edificio antiguo, hizo decidirse a Asplund por un lenguaje moderno
como solución óptima entre las numerosas propuestas realizadas. Precisamente
el mismo problema, el de la dimensión, en este caso pequeña en relación al edi-
ficio existente, daba sentido a la utilización por Moneo del mismo lenguaje, para
así rematar sin sobresaltos el escaso solar que debería haber proporcionado el
derribo del edificio adosado al Banco de España.
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Alguien puede ver actitudes opuestas y contradictorias en los ejemplos mencio-
nados y habrá que aceptarlo así y admitir que pueda existir, pues aunque no lo
sean, así se podría entender la exquisita restitución del Tesoro de lo Atenienses
en Delfos, con la incorporación de fustes para sus columnas y sillares para sus
antas, tallados en el extraordinario mármol de Paros, el mismo con el que fue
construido el pequeño edificio, y la transfiguración que Jujol realiza a una casa
rural en Sant Joan Despí, negando toda relación con la anterior construcción
para convertirla en una espléndida residencia para la familia Negre.
Documentos de arquitectura, nº 3, Elías Torres - José Antonio Martínez Lapeña, Colegio Oficial de
Arquitectos de Almería, 1987.
Sección por el ala nueva y maqueta general del proyecto de rehabilitación del Ayuntamiento de Utrecht, Enric Miralles, 1997-2000.
103TIEMPOS DE RECONSTRUCCIÓN
DESTROZADA LA VIDRIERA DE LA CAPILLA DE LE CORBUSIER EN RONCHAMP.
Ana Teruel.
Le Corbusier aceptó reconstruir la Capilla de Ronchamp, en el este de Francia, destrui-
da por los bombardeos durante la guerra, y la finalizó en 1955. El arquitecto franco-
suizo recreó así, en la cima del monte de Bourlémont, «un lugar de silencio, de rezo,
de paz, de alegría interior», según su propia definición. Este remanso de paz sufrió sin
embargo el ataque de unos vándalos el pasado viernes, que dejaron en mil pedazos la
gran vidriera principal de la capilla. Dibujada y firmada por el artista, de medio metro
de alto por medio de ancho, era la mayor del sitio. La Fundación Le Corbusier ha pedido
medidas urgentes para preservar la capilla, una petición que extiende al conjunto de
la obra del arquitecto.
Sobre las siete y media de la tarde del viernes, una monja del vecino monasterio edi-
ficado en 2011 y obra del arquitecto Renzo Piano descubrió la degradación y dio la
alerta a la gendarmería. El o los autores del ataque forzaron la entrada al interior del
edificio, inscrito en la lista de monumentos históricos franceses en 1967 como parte
del Patrimonio del siglo XX. Dejaron destrozada la principal vidriera, en la que Le
Corbusier había dibujado una luna con rostro humano y la única de la capilla que ha-
bía firmado. Los vándalos también trataron sin éxito entrar en la librería-tienda de la
iglesia y arrancaron un buzón de colecta de hormigón, que estaba vacío y que apareció
fuera del edificio.
Los miles de pedazos de la vidriera se encuentran ahora en manos de un vidriero envia-
do por la Dirección regional de Asuntos Culturales, encargado de elaborar una copia de
la original. De momento, la capilla, que recibe cada año la visita de unos 80.000 turistas
y fieles, se mantiene abierta al público. Se ha colocado una tabla de madera para cubrir
el vacío dejado por la vidriera, a la espera de la nueva copia. La gendarmería por su par-
te ha pedido la colaboración ciudadana para dar con los autores del acto de vandalismo,
sobre el que parece disponer de momento de poca información.
«Es terrible ver un elemento original de la obra de Le Corbusier destruido», reacciona
por teléfono Michel Richard, director de la Fundación Le Corbusier, encargada del le-
gado del arquitecto franco-suizo. «En una obra como la de Ronchamp, lo que él aporta
personalmente, además de la arquitectura, es su toque de artista plástico. Era un artista
en el sentido completo de la palabra. Sus dibujos son algo muy íntimamente ligados a
Le Corbusier», añade.
La Fundación ha pedido medidas urgentes para garantizar la seguridad y lamenta en
un comunicado que «ninguna medida específica haya podido permitido garantizar la
seguridad de las instalaciones y preservar uno de los elementos más emblemáticos y
más frágiles de la Capilla». Reclama también mayores esfuerzos por el mantenimiento
y la restauración del edificio, que sufre también problemas de infiltraciones.
«Queremos llamar la atención de los poderes públicos y de los diferentes propietarios
sobre el hecho de que este Patrimonio es frágil, sea por motivos de seguridad o de
urbanismo. Estamos ante una obra que está en peligro», añade Richard. Por ello espera
que culmine la iniciativa promovida también la Asociación de lugares de Le Corbusier
de lograr, tras frustradas tentativas pasadas, la inscripción de esta obra en la lista del
Patrimonio de la UNESCO en 2015.
El País, 22 de enero de 2013.