Santa Teresa de Lisieux. Gota de rocío. La Naturaleza me enseñó que todas las flores son...

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Santa Teresa de Santa Teresa de Lisieux.Lisieux.

Gota de rocío.Gota de rocío.

La Naturaleza me enseñó que todas las flores son

hermosas, y que la rosa y el lirio no le quitan a la humilde violeta

su perfume ni a la margarita su encantadora sencillez.

Si todas las flores quisieran ser rosas,

la naturaleza perdería su gala primaveral y los

campos ya no se verían esmaltados de florecillas…

Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el Jardín de Jesús.

Dios ha querido crear grandes santos, que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también

otros más pequeños y éstos han de comformarse

con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios.

El sol ilumina a la vez a los cedros y a cada florecilla,

como si sólo ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa también Nuestro

Señor de cada alma personalmente, como sino hubiera más que ella.

Los relámpagos hacían surcos en las nubes oscuras y vi caer un rayo a corta distancia.

Lejos de asustarme, estaba encantada. ¡Me parecía que Dios estaba muy cerca de

mi!

Las maravillas de la naturaleza elevan hacia Quien ha querido sembrar de tanta obra maestra

esta tierra de destierro.

La contemplación de la belleza siembra pensamientos muy

profundos en el alma.

Se comprende ya en la tierra la grandeza

de Dios y las maravillas del

cielo.

Si, en el orden de la naturaleza, Jesús se complace en sembrar a nuestros

pies maravillas tan encantadoras, no es sino para ayudarnos a adivinar los

misterios, más ocultos y de un orden superior,

que él opera a veces en las almas.

Jesús, para alegrar nuestra vista

e instruir nuestras almas, ha creado una multitud de

pequeñas margaritas.

Al amanecer, sus carolas rosadas como éste envía uno de sus cálidos

rayos, las hojas forman una especie de

corona.

Durante todo el día las margaritas no cesan de mirar fijamente al sol,

y van girando como él hacia la tarde;

luego, cuando él desaparece, ellas cierran enseguida sus

rosadas.

Jesús es el sol divino, y las margaritas son sus esposas.

Cuando Jesús mira a un alma, le da inmediatamente su parecido divino,

pero es preciso que esa alma no deje de fijar en EL sólo su mirada.

No envidies a las flores de los jardines. Jesús no ha dicho:

“Yo soy la flor de los jardines, la rosa cultivada”,

sino “Yo soy la flor de los campos

y el lirio de los valles”.

Sé una gota de rocío escondida en la corola divina del Lirio de los

valles.

Una gota de rocío, que hay de más sencillo

y más puro?.

No son las nubes las que la han formado, pues el rocío desciende sobre las flores cuando el azul del

cielo está estrellado.

El rocío sólo existe por la noche.

En cuanto el sol empieza a lanzar sus cálidos rayos,

hace destilar las preciosas perlas que brillan en la punta de las briznas de hierba

de la pradera, y el rocío se torna en ligero vapor.

Durante la noche de la vida, su misión es esconderse en el

corazón de la Flor de los campos.

Ninguna mirada humana debe descubrirla, sólo el cáliz que contiene la pequeña gotita conocerá su frescor.

¡Dichosa gotita de rocío, tan sólo conocida de Jesús!