Post on 18-May-2015
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El Vendedor del Tiempo
• Un cuento para chicos, hecho por otros chicos
En la ciudad de Rosario, vivía un hombre que se llamaba Álvaro. Álvaro era alto, de pelo
castaño y con los ojos marrones. Era alegre, divertido, simpático y siempre intentaba ayudar
a los demás. Solía vestir muy de traje con camisas de cuadros, corbatas rojas y con saco
y pantalones elegantes. Le gustaba cantar, jugar a las cartas e ir al cine.
• Se podía decir que Álvaro era un hombre perfecto, pero no era así, tenía un problema, siempre llegaba tarde a la oficina. Todos los días era lo mismo, el despertador sonaba tarde, desayunaba rápido, se vestía rápido, corría hasta llegar a la oficina, y cuando llegaba, su jefe lo retaba.
- Esto no puede seguir así. Repetía Álvaro una y otra vez.
Un día, al llegar de la oficina Álvaro se quedó mirando el reloj un buen rato, y después de media hora mirando el reloj exclamó:
- ¡Claro! Tomaré minutos y horas del reloj, me los meteré en el bolsillo y así tendré tiempo suficiente para ir a la oficina.
Álvaro estaba muy contento pues había encontrado una solución. Pero sintió pena por las demás personas que seguirían llegando tarde, y como era muy buena persona dijo;
- ¡Ya sé! Pondré un pequeño puesto y venderé el tiempo, así, nadie llegará tarde a ningún lado
A la mañana siguiente como Álvaro dijo, puso un puesto donde vendía tiempo, con un cartel con letras de color naranja que ponía: SE VENDE TIEMPO.
La gente cuando pasaba miraban a Álvaro con cara muy extraña, pero a él, no le importaba. Por allí, pasó un hombre que tenía mucha prisa por llegar a una reunión de trabajo.
- ¡Que tarde es! -decía. El hombre vio el puesto y pensó
que era una broma pero por probar no pasaba nada.
- ¿Es aquí donde se vende tiempo? -preguntó el hombre.
- Si, aquí es, ¿cuánto tiempo quiere comprar? - contestó Álvaro.
- Un cuarto de hora -contestó el hombre.- Bien, son 25 centavos -dijo.
- ¿25 centavos? Tome, 1 peso, y quédese con el vuelto.
Así, que el hombre metió su tiempo en el bolsillo y fue a la oficina. Cuando llegó, no había nadie en la sala de reuniones. El hombre miró muy enojado su
bolsillo y dijo:— Que tonto he sido. ¡Me han estafado! Lo del
tiempo era mentira, y ahora, ya habrá acabado la reunión y el jefe me despedirá.
En ese momento el jefe llegó a la sala de reuniones y dijo asombrado:- ¡Gómez! Ha sido el primero que ha llegado a la oficina.- ¿De verdad? -preguntó el hombre.- Si, y así me gusta -contestó.El hombre no lo podía creer.¡Había llegado pronto! Así, que empezó a contárselo a los demás. Al principio no le creía nadie, pero luego, cuando fueron a comprobar si era verdad lo que decía, no podían creer lo que pasaba. ¡Era cierto!
Entonces unas personas se lo decían a otras, y así el puesto de Álvaro se convirtió en una tienda, y la tienda se
convirtió en unos grandes almacenes donde vendían bollos de segundos, lámparas de horas, sofás de minutos...
Es decir, que entre minutos y horas Álvaro se había convertido en el hombre más rico y afortunado del mundo. Un día Álvaro fue a buscar más tiempo, pero había un problema, ¡ya no quedaba más! Fue preguntando por todas las casas pero la respuesta era la misma, no.
-Tengo que hacer algo. Porque si no, no habrá horas en el mundo y no podremos saber qué hora es - decía Álvaro.
En ese momento Álvaro vio un gran cartel con letras moradas que decía:¿ Tiene un problema y no sabes que hacer? ¿ Te gustaría que se solucionara por arte de magia? Ven a visitar al "Mago Soluciones" siempre tiene una solución. Su oficina está en Corrientes nº 14.
Álvaro se quedó muy impresionado, y decidió ir a ver al Mago. Cuando llegó a su oficina vio al Mago Soluciones, tenía una barba blanca que le llegaba hasta la panza, y vestía con un traje morado. Era bajo, con los ojos azules y con los cachetes rojos. Parecía simpático, amable y con buen sentido del humor.
- ¿ Cual es tu problema? - preguntó el mago.Álvaro le contó todo lo sucedido.
- ¿ Que puedo hacer? - preguntó Álvaro. - El tiempo no puedes hacer que
llegue, tienes que esperar que llegue. Si llegabas tarde a la oficina no era culpa del tiempo, era tuya – contestó.
- Es verdad, tienes razón. ¿ Que voy hacer? - preguntó.
- Nada. Las horas y los minutos irán volviendo poco a poco a los relojes. Pero recuerda, hay que aprovechar hasta el menor segundo de tu vida - contestó el Mago.
- Gracias - dijo Álvaro.
Y así fue, poco a poco el tiempo fue volviendo a los relojes, primero volvieron los segundos, luego los minutos, después las horas y al final los días. Álvaro ya no llega tarde a la oficina, y desde ese día, todos los habitantes aprovechan hasta el menor segundo del día.
FIN!
• Autores: Franco, Gisella, Anaí, Gerónimo y Lucía (5º A, Escuela Normal Nº 2)