Post on 11-Feb-2015
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YANANTI
Cuadernos Tradicionales Andinos 3 otohuiracocha@gmail.com
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Peregrinaje de Huiracocha al
Qosqo
Rubén Pilares Villa
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A Rubén Pilares Tamayo, con gratitud y afecto filial.
15 de abril del 2012.
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Nuestro reconocimiento a Javier Escóbar, amigo y compañero del espíritu,
por su colaboración en este número de Yananti.
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I Noción Tradicional de Peregrinaje
Valle de Kosñipata, vista desde el mirador de Tres Cruces. Paucartambo. 2004.
(Foto: Sonia Herrera)
a voz peregrinación procede del latín peregrinatio y su significado
alude a la realización de un viaje por tierras extrañas o desconocidas
buscando una meta de índole espiritual. Quien efectúa dicho viaje es
denominado peregrino, pues personifica al “viajero”, al “extranjero”, así
como también al “expatriado”, al “exiliado”.
La peregrinación, es un hecho sacro cuya presencia está atestiguada
universalmente, se halla relacionada con determinados centros espirituales
conocidos por la geografía sagrada. En esta experiencia, el peregrino inicia su
viaje al encuentro de aquel lugar que ha reconocido como su destino, destino
L
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rebosante, saturado de potencia espiritual, por tanto, la meta a alcanzar es la
gracia benefactora de estar ante la presencia de dicha realidad; en otro casos,
el peregrinaje se puede emprender obedeciendo a un llamado, una revelación o
un descubrimiento que muchas veces toma la forma de una insalvable
urgencia interior, pues como anota Julius Evola, el espíritu es el principio que
determina la actitud de cada uno de nosotros hacia lo sagrado, hacia el destino,
en fin, ante la vida y la muerte.
En lo que del tema es pertinente aquí desarrollar, debemos recordar que
son muchas las tradiciones que asimilan analógicamente las alternativas del
desarrollo o etapas de una peregrinación a los estadios sucesivos o niveles
iniciáticos que un hombre dotado atraviesa durante su realización espiritual,
por lo que ese itinerario espiritual es asimilado como un “travesía” y en
oportunidades, como una “navegación”, tal como es por ejemplo el caso de la
“Odisea” de Homero, la historia de Jasón y los Argonautas en búsqueda del
vellocino de oro o las “navegaciones” que realizaba el almirante Francisco de
Alderete Maldonado en su casona cusqueña, en esa Ciudad del Sol, según
narra Luis Enrique Tord en su relato “La Nave del Dragón”1.
El simbolismo del “viaje” muestra una perspectiva en la que la vida de
un hombre2 sobre la faz de la tierra es interpretada como la asunción de un
estado de exilio. Es un errante, alguien que voluntariamente se expatria o
desarraiga, para emprender una peligrosa vía o camino, cercado de diferentes
pruebas y ordalías –las que hacen a manera de imprescindibles purificaciones
o “catarsis”, previas a la Iniciación– por países o regiones desconocidas,
privado de la asistencia de su colectividad familiar y cuya meta final, es
alcanzar un lugar sagrado, que simboliza el mundo celeste, su auténtica patria.
Una muestra de todo esto, por ejemplo, puede verificarse en lo que el
apologista rosicruciano, John Heydon (n. Inglaterra, 1629) anotó en su obra:
1 “Revelaciones” Relatos reunidos 1979-2011, Luis Enrique Tord. Santillana S.A., Lima, 2011. Pág. 81. 2 “La vida es un peregrinaje donde el hombre arrastra sus pies por un camino escabroso, de espinas. Con el nombre de Dios en sus labios, no sentirá sed; con la forma de Dios en su corazón, no sentirá ningún
agotamiento. La seguridad de que Dios está al alcance del llamado, de que Él está siempre cerca, dará
fuerza a sus miembros y valor a su vida”
“Recuerden que con cada paso se están acercando a la Divinidad y la Divinidad también, cuando
dan un paso hacia él, da diez hacia ustedes. No hay paradas en este peregrinaje, es un solo viaje continuo,
día y noche, por valles y desiertos, con lágrimas y sonrisas, con muertes y nacimientos, con tumbas y cunas.
Al término del camino, cuando alcanza la meta, el peregrino encuentra que ha viajado sólo de sí mismo a sí
mismo, que el camino fue largo y solitario, pero que la Divinidad que la ha guiado, estaba durante todo ese
tiempo con él, a su alrededor y a su lado[…]”
“[…] caminen lo más que puedan para acampar más cerca de la meta al caer la noche”.
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“Iréis a la montaña en una noche muy negra u oscura; os prepararéis para
el viaje con largas plegarias, pero no pidáis consejo a ningún hombre […]”
“[…] esa montaña por la maldad del demonio, está rodeada de fieras
crueles y aves de presa que hacen el camino difícil y peligroso […]”
Además, estos también llamados “viajes celestes”, son realizados según
precisas correspondencias terrestres, mostrando una analogía intensa y
rigurosa entre los lugares de peregrinación y determinados “cúmulos” de
estrellas que rigen el cielo de la geografía sagrada de las peregrinaciones.
La pluralidad de sentidos del simbolismo del “viaje” o peregrinación es
una cualidad ampliamente reconocida, tal como se puede apreciar en los
numerosos relatos existentes sobre el tema. Así, tenemos el que anotó el poeta
lituano Oscar Vladislas de Lubicz Miloz:
“Los «nobles viajeros», es el nombre secreto de los iniciados de la
antigüedad, transmitido por la tradición oral a aquellos de la Edad Media y
de los tiempos modernos. Ha sido pronunciado por última vez en público el
30 de mayo de 1786, en París, durante el transcurso de una sesión del
Parlamento dedicada al interrogatorio de un célebre imputado (Cagliostro),
víctima del libelista Théveneau de Morande. Los peregrinajes de los
iniciados no se distinguían de los comunes viajes de estudio, salvo por el
hecho de que su itinerario coincidía rigurosamente bajo las apariencias de
un trayecto azaroso, con las aspiraciones y aptitudes del adepto. Los
ejemplos más ilustres de tales peregrinajes nos lo brindan: Demócrito,
iniciado en los secretos de la alquimia por los sacerdotes egipcios y por el
sabio persa Ostanes, así como en las doctrinas orientales durante su
permanencia en Persia y, según algunos historiadores, en la India; Thales,
formado en los templos de Egipto y de Caldea; Pitágoras, que visitó todos
los países conocidos por los antiguos (y muy posiblemente la India y China)
y cuya estadía en Persia se distinguió por sus encuentros con el mago
Zaratas, en las Galias por su colaboración con los Druidas y finalmente, en
Italia por sus discursos ante la Asamblea de los Ancianos de Crotona. A
estos ejemplos, sería oportuno agregar las estancias de Paracelso en
Francia, Austria, Alemania, España y Portugal, Inglaterra, Holanda,
Dinamarca, Suecia, Hungría, Polonia, Lituania, Valaquia, Carniola,
Dalmacia, Rusia y Turquía, así como los viajes de Nicolás Flamel por
España, donde el Maestre Canches le enseñó a descifrar las famosas figuras
jeroglíficas del libro de Abraham el Judío. El poeta Robert Browning definió
la naturaleza secreta de estos peregrinajes […] con una estrofa
extraordinariamente rica en intuición: «Veo mi itinerario como el ave que
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mira su ruta sin huellas; un día u otro, en su día predestinado, llegaré. Él
me guía, Él guía al ave»”3.
De otro lado, René Guénon precisa que:
“El conocimiento de los «Pequeños Misterios», que corresponde al
conocimiento de las leyes del «devenir» se adquiere recorriendo la «rueda
de las cosas»; pero el conocimiento de los «Grandes Misterios», siendo el
conocimiento de los principios inmutables, exige la contemplación inmóvil
en la «gran soledad», en ese punto fijo que es el centro de la rueda, el polo
invariable a cuyo alrededor se cumplen, sin que él participe, en las
revoluciones del Universo manifestado”
De allí que toda genuina peregrinación enseñe y recuerde al hombre, la
idea de que su existencia terrestre en un simple tránsito, “un viaje en el tren
nocturno”, por eso su estado de desarraigo lo conduce hacia un alejamiento de
lo mundano, que además deriva, en una conciencia cosmopolita, hecho que a
Julius Evola le hizo precisar así:
“El carácter metafísico del «tránsito», que es el de la existencia terrestre y
el distanciamiento del mundo, ha recibido dos expresiones características, a
la vez simbólicas y orientadas hacia la realización: 1) La vía Eremítica que
iba hasta el aislamiento en lugares desiertos y salvajes y 2) La vía Errante:
no tener ni casa ni tierra, vagar por el mundo.”
Además, Evola agrega que entre las tareas que debe asumir el hombre
espiritualmente despierto, dueño de una orientación interior, en un clima como
el que impera en el actual mundo moderno, debe ser el de intentar ˗en la
medida de su propia capacidad intelectual y posibilidades innatas˗ “transmutar
en alimento el veneno”.
“[…] en una gran ciudad donde reina la masa, en medio de seres
hormigueantes, casi irreales, sin rostro, puede a menudo experimentarse un
sentimiento de aislamiento o distanciamiento, de forma quizá más intensa
que en la soledad de las estepas y las montañas; también lo que acabamos
de comentar respecto a las técnicas ultramodernas de comunicación que
hacen desaparecer distancias y amplían los horizontes del hombre actual a
dimensiones planetarias, pueden servir para alimentar el distanciamiento, la
superioridad interior, la calma trascendente en el corazón de la acción y del
33 Citado por René Guénon en el artículo “A propósito de los Peregrinajes”, publicado originalmente en
“Voile d’Isis” de Enero de 1930, París.
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movimiento en el vasto mundo: Estar en todas partes y en ninguna como en
su propia casa. De esta forma, lo negativo puede, una vez más,
transformarse en positivo”. (El subrayado es nuestro)
Es así entonces que el genuino iniciado, lejos de asumir actitudes
peripatéticas, lóbregas o empalagosas, de pura escenografía o pose
insignificante, muestra a aquellos que saben ver, una
“imagen de firmeza interior, de calma e imperio sobre sí mismo, de quien
feliz y victoriosamente ha peregrinado entre las vicisitudes del viaje, sin
convertirse en víctima de la misma”
Sintiendo el desamparo espiritual de nuestros tiempos, ciertos espíritus
en quienes muchas veces alborea de manera intuitiva una raigal ansia de
infinito y eternidad, resuelven en consecuencia ˗sea esto de manera definitiva
o en el cumplimiento de cierta etapa espiritual˗ que sus pasos los conduzcan
hacia la dimensión del tiempo y el espacio sagrado del Qosqo de los Incas.
Quienes lo logran, son hombres realmente erguidos, pues durante su
peregrinaje, atraviesan por el fuego purificador de las destrucciones internas y
externas, toda vez que asumen dicho peregrinaje como propia catarsis, como
medio de liberación y de despertar interior.
Quizá sea necesario aquí recordar al lector, la magnitud de suma de
medios y sobre todo, de carácter y resolución, que implicaba en los años
iniciales del s. XX, un peregrinaje desde Buenos Aires hasta el Qosqo de los
Incas, es decir, recorrer a lomo de caballo miles de kilómetros por senderos
cuya memoria hasta hoy contienen el intenso tráfico de los arrieros con sus
recuas de mulas y llamas desde el actual sur andino peruano con las minas de
la Villa Imperial de Potosí y el Virreynato de La Plata, caminos que aún
atesoran callada y obstinadamente, los ecos sublimes de las eternas huellas de
Túpac Amaru II, caminos en fin, donde parafraseando a Esteban Ierardo:
“El que explora expande sus ojos y oídos, los hace rodar y bailar sobre los
poros de la materia. Impregnándose con todos los cantos de la tierra y con
las inmensidades de la cúpula celeste”
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O tal vez glosando a Mario Satz, se afirme que ese peregrinaje
“[…] es morir al espacio y al tiempo, pues una vez que el viajero arriba a la
orilla del mundo y se zambulle en la corriente vertical de su eje, el Creador
lo recibe en su «océano de paz» puesto que el peregrino de esos senderos es
«Alguien», cuyo rostro se ha esfumado en el polvo de las rutas y la
procesión de las nubes, atravesando ríos, cruzando puentes, cabalgando
desiertos, caminando por valles envueltos en la luz malva de las tardes
secas; es el que comió y ayunó, ayunó y bebió de pozos cuyas aguas sabían
a misterio y a sal de la tierra, compartiendo el té de los nómadas y el
cordero de los sedentarios, rezó a cielo descubierto en amaneceres
brillantes de rocío y meditó sobre la grandeza de la Creación, en medio de
promesas e instrucciones para su despierta frente de viajero[…]”
Podemos ahora tomar conciencia de la distancia sideral de todo esto
respecto al moderno turismo, ese que proporciona una diversidad de
veleidades para las multitudes de migrantes con agencias de viajes, esas del
ocio y el fisgoneo organizado para masas, famélicas por un denominado
“turismo vivencial” de amaneceres andinos de postal, sensibleras noches de
Luna y folclor, entre otras empalagosas regresiones naturalistas, las cuales al
decir de Evola, no son más que “caprichosas usurpaciones para mitigar las
indigencias de un occidente perturbado”, pero que al hombre realmente
erguido, “muestra la posibilidad de dirigirnos en un sentido distinto al de
aquellos que parodiando y criticando la enajenación de nuestra civilización,
ofrecen productos de igual modo enajenados, obsoletos y repetitivos[…]”,
esos en fin, cuya conducta resulta análoga a lo que anota con tino
incomparable el poeta Khalil Gibrán cuando se interroga sobre ¿qué traerá el
mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin
huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa?
“Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos,
Que el viento sople siempre a tus espaldas,
Que el Sol brille cálido sobre tu cara,
Que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos y,
Hasta tanto volvamos a encontrarnos,
Que Dios te guarde en la palma de sus manos […]”
(Antigua despedida de los peregrinos)
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II
Sobre el Nombre Iniciático
Cuyo grande. Písaq, Calca, Cusco. 2004.
(Foto: Sonia Herrera)
in duda, una de las más explícitas evidencias de la generalizada invasión
del punto de vista profano en las esferas de lo trascendental, es la actual
pérdida o el despojo de todo valor superior del Nombre otorgado a una
persona, por lo que ahora, este es sobre todo resultado de algo que obedece a
una contingencia meramente mundana, cuando no a un capricho, al imperio de
cierta moda y hasta a procesos agudos de aculturación; de manera que dentro
de ese contexto ya no llama la atención que los padres impongan a sus
vástagos nombres de los artistas de moda, los de los políticos que admiran,
acaso del jefe donde trabajan o más corrientemente porque “suena bonito”, “es
exótico”, “llama la atención” o sin más: “impresiona”.
El resultado de tal estado de cosas, es que podemos encontrar a
individuos cuyos nombres son “Sherwin Williams”, la marca comercial de una
S
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pintura para paredes o “Stanley”, “Turbo”, “Pastor Alemán”, “Neurona”, etc.,
todo lo cual, para quien puede ver tras esas manifestaciones de alienación o
perturbación, transparenta con nitidez los agudos síntomas de una incontenible
marea de frivolización y despropósito.
Es evidente entonces que hoy, en el caso del nombre profano, por lo
general éste no contenga el menor rastro que roce siquiera de manera leve o
por lo menos aluda tenuemente al particular genio interior que alienta en aquel
que lo lleva –o ¿acaso será que quien lo porta carece de esencia interior?˗,
puesto que tanto su forma como su sentido son otorgados teniendo en
consideración ideas totalmente vacías del más mínimo contenido
trascendental, de ahí, en consecuencia, su rotunda inutilidad para servirse de él
en la esfera espiritual.
“[…] entre los antiguos, había ciertas nociones elementales que ahora
parecen pertenecer a la esfera de la magia trascendente. Así, nombrar la
fortuna, por ejemplar, es forzar la fortuna, en el dominio de la fortuna, por
la omnipotencia de la palabra, del verbo, del pensamiento humano bien
conducido y que entra en juego. Así, saber el nombre del enemigo ya es
desbaratar sus malas intenciones o tenerlo a nuestra merced.
Por esta razón, hoy en día, en una gran familia oriental que no me está
permitido nombrar, se dan al niño dos nombres, uno de los cuales debe
permanecer secreto y no ser conocido más que por el padre y la madre con
exclusión de todos los demás, incluidos hermanos y hermanas. De este
modo, los enemigos ignoran el verdadero nombre y no pueden dirigirse
contra el niño, que en cierto modo se ha vuelto invulnerable, pues ninguna
imprecación en esas condiciones resulta efectiva.
Si junto con esto, se ha procurado prevenir al niño con un talismán
enérgico, ya nada prevalecerá contra él. Pues el talismán es energía
concentrada en la que la consagración mágica ha sabido encerrar algo de
la omnipotencia inaprensible del verbo. Hay en efecto, palabras y fórmulas
que pronunciadas por una voz humana de acuerdo a ritos rigurosamente
establecidos, penetran hasta el fondo del abismo y actúan, con una
atracción invencible, sobre las inteligencias del Más Allá, sobre las fuerzas
desconocidas.
Al principio era el verbo, es decir, la palabra pura intacta, nueva,
inmaterial. ¿Qué hizo el dios Yahve para ver claro en medio del caos en que
se debatía? No hizo nada. Dijo, sin más. Habló. Pronunció un
encantamiento. Sojuzgó el verbo increado, preexistente. ¿Qué dijo? « ¡Que
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la luz sea!». Y ante esta palabra, la primera en el tiempo de todas las
palabras, ante esta encantación primera, el espíritu de las tinieblas huyó”4.
Ya en el ámbito iniciático, que es el que nos interesa, digamos que es
una verdad inconmovible, que en toda genuina organización iniciática, la
designación de cualquiera de sus integrantes por su nombre profano siempre
estará maculada tanto por la falsedad como por la ignorancia extrema. Para
arribar a esa conclusión basta recordar que si la Iniciación es efectivamente un
“segundo nacimiento”, la lógica e inmediata consecuencia de ese hecho es que
el recién iniciado deba recibir o asumir un nuevo nombre, totalmente diferente
de su nombre profano, pero esto, no como una simple formalidad sentimental
o acaso, como medida de prudencia, sino, por que el nuevo nombre, si es
digno de tal título, debe siempre aludir de algún modo, a la peculiar naturaleza
espiritual de su Ser, es decir, debe referirse a aquella cualidad esencial que
mediante su realización espiritual le ha sido posible acceder o actualizar.
De manera que en el iniciado tendremos a dos modalidades de Ser, el
contingente que se expresa en el mundo exterior con sus derechos,
obligaciones y costumbres inherentes, y la otra, profunda, trascendental, que
se expresa al interior de la organización iniciática con la cual está vinculado.
El corolario de todo esto es que, el primer nombre será visto y sentido como
teniendo una existencia meramente ilusoria con relación al segundo, esto no
sólo en razón de la diferencia de grados de realidad a los que se relacionan,
sino sobre todo, porque si el citado “segundo nacimiento” ha implicado
ineludiblemente la “muerte” de la individualidad profana, ésta desde entonces
sólo subsistirá a título de una simple apariencia exterior; lo que aludimos aquí
corresponde naturalmente a cuando la iniciación es “operativa” y no
simplemente de la naturaleza de aquellas que hoy son promocionadas como
“simbólicas”, “especulativas” o “virtuales”.
Y todavía deberemos llamar la atención sobre el hecho que, siendo la
naturaleza de la iniciación un proceso habitualmente gradual, es evidente que
al acceder o ser recibido en cada escalón, esto cuando corresponde a una
efectiva constatación de su cada vez mayor aproximación al núcleo de su Ser,
y consiguientemente, en cada una de esas oportunidades, el iniciado recibirá o
asumirá un nuevo nombre que expresará o aludirá al nuevo estado de su Ser:
4 “La Reina de Saba”. Según el texto y traducción del Dr. F. C. Mardrus. Versión de Eteve Serra. José de
Olañeta Editor, Barcelona, 1992.
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“Al estar hace muchos años en el Perú, pasé en la tierra de los Incas por
una iniciación, y en ella se me dio el nombre de Huiracocha, y aunque en
grados posteriores me han dado otros nombres, le tengo cariño al primero,
pues él me trae recuerdos bellos y sagrados”5
Por tanto, es factible constatar que un Nombre es más auténtico o
verídico en la medida que corresponde al estado del Ser en su orden más
profundo, ya que ese Nombre está expresando algo que se halla más próximo
a la genuina esencia del Ser, por eso, es legítimo afirmar que en última
instancia, el auténtico nombre de un ser humano, es aquel que atañe en su
totalidad a la modalidad central de su individualidad, es decir, es ese que alude
a la restauración total de su “estado primordial”, en otras palabras, es ese
sonido, melodía o cadencia singular cuyo eco halla un absoluta y total
resonancia en el interior del Ser en particular, por constituir su expresión
integral, de allí además que se le reconozca la condición de “cifra” o
“número”.
Resulta por tanto obvio que el Nombre Iniciático jamás será resultado
de la frivolidad, azar, balotaje, sentimentalismo o capricho, porque su
expresión exige un mínimo de conocimiento acerca de las virtudes de las
palabras que expresan la esencia del Ser, conocimiento que en diversas
tradiciones constituyen sendas Ciencias Sagradas, tal el caso por ejemplo, de
la Gematría y Notaricón cabalísticos, el Mantra Yoga hindú, la “Ciencia de las
Letras” árabe denominada “Sími’á” o la “Gramática” considerada dentro del
Trívium de la “Siete Artes Liberales” cultivada por la antigua Masonería
Operativa. El conocimiento de todo esto fue con seguridad, lo que llevó a
escribir tan diáfanamente al Dr. Krumm Heller así:
“Todas las formas, desde el mineral más grosero, la flor más perfumada,
hasta el hombre de inteligencia más genial, son pues Letras vivas de un gran
alfabeto universal, y toda la Naturaleza, excelsa y deslumbrante, un libro
abierto a la Verdad y del Amor Divino. Todo lo que existe, es un bello
jeroglífico[…] Cada cuerpo es el símbolo de una fuerza sutil e invisible,
análoga a él y que vive dentro de él, como la sal vive diluida e imperceptible
dentro del agua que lo contiene[…]
[…] La Palabra o Logos no sólo es una boca que habla, sino oído que
escucha y un ojo que ve entre líneas […]”6
5 Revista “Rosacruz”, Heilgense, Alemania, del 27. 6. 1930. El resaltado es nuestro. 6 “Logos, Mantram, Magia”, Arnoldo Krumm Heller. 4ª Ed. Edit. Kier, 1971. B. Aires. Págs. 85,86 y 124.
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III WIRAKOCHA:
Una Metahistoria
uchos acontecimientos y experiencias con lo trascendental, por sus
peculiares connotaciones e implicaciones, sugieren no adherirse
exclusivamente al dato histórico y su determinismo progresista, sino
más bien, examinarlos desde la particular ecuación de sus elementos
materiales y espirituales, sobre todo en sus trazos maestros que es donde
palpita todo un universo que subyace profundamente bajo la superficie de la
conciencia ordinaria, es decir, como una Metahistoria que conjuga
simultáneamente Suelo, Sangre, Tradición e Intensidad interior.
De esa forma, dicha Metahistoria descubre significados trascendentes en
ciertas acumulaciones o secuencias de hechos en el que coinciden por una vez
o súbitamente, la horizontalidad de la dimensión cotidiana de la experiencia
M
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humana con la verticalidad de un haz resplandeciente de eternidad proveniente
de nuestras auténticas fuentes.
Aquí y ahora, vamos a reproducir tres experiencias con el Dios Wirakocha,
cada cual explicitado conforme a su particular momentum; lo importante de
todo esto, es lograr alcanzar a percibir la evidencia de que tal como anotó
Georges Dumézil7: “el más remoto pasado puede habitar en todo momento
posible” y además, que la proyección del hombre hacia la eternidad no
siempre se efectúa linealmente, sino que muchas veces se da sobre la vertical,
a manera de irrupciones esenciales, ya que la experiencia numinosa puede
filtrarse a través del mito, la historia, la literatura y “hasta en un silencio que
provenga del corazón”, en otras palabras, mediante aquello que logra alcanzar
el centro mismo de nosotros, es entonces que esa Metahistoria, es decir “lo
más que histórico”, que nos conduce e incita hacia la consideración de las
referencias espirituales de ciertos eventos “fundacionales”, únicos que pueden
a nuestro entender salvar la fractura actual entre los valores y los hechos o
entre el mito y la historia, y cuyo devenir está formado por unidades de tiempo
discontinuo y que al ojo avizor puede proporcionar ciertos derroteros
indispensables para conocer o acaso intuir, el carácter de lo real, eso, a lo que
precisamente el emperador Juliano se refería cuando anotaba:
“Lo que en los mitos parece inverosímil es precisamente lo que nos abre el
camino a la verdad. Efectivamente, cuanto más paradójico y extraordinario
es el enigma, tanto más parece advertirnos de que no nos fiemos de la
palabra desnuda, sino que nos esforcemos en buscar la verdad escondida”8
Las tres experiencias que aquí presentamos demuestran además, cómo es
que en lo más recóndito de la conciencia humana existen ciertos instantes
saturados de eternidad, misterio e intensidad, permitiendo sumergirse al
hombre dotado de una sensibilidad cuyas raíces se nutren en su particular
Tradición Espiritual, en el núcleo atemporal de la memoria de su sangre y
suelo, por eso es que como se verá en seguida, en el caso del Inca Ripac ˗el
futuro Inca Pachakuteq˗, su experiencia transformadora tiene hondas analogías
con lo anotado por un poeta en la forma siguiente:
“Ese súbito relámpago, esa flama de incandescencias, arroja un brillo
momentáneo pero eterno sobre mi vida en el tiempo.
7 Georges Dumézil, filólogo e historiador. (n. París, 4.3.1898 – m. 11.12.1986) 8 Emperador Juliano, Contra. Erac., 217c.
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Un silencio extraño entra en el alma y la gran paz invade el Ser.
La visión, el relámpago, son momentos supremos de identificación, de
realización consciente, unciendo mi Ser con su designio revelado.
La conciencia suprema, la presencia sentida a plenitud, trajo consigo un
arrebato que me llevó más allá de la alegría, hasta un conocimiento que
trasciende la razón, y a una certidumbre más intensa que la vida misma,
infinita en serenidad y armonía[…]”.
1
Visión de Inca Ripac Yupanqui9
ristóbal de Molina, el del Cusco, relata la leyenda mítica de la
aparición del Sol al Inca Yupanqui, de la siguiente manera:
1. Hallábase de camino el príncipe con
dirección al palacio de su padre en
Sacsayhuaman, a cinco leguas del
Cusco.
2. Al tiempo que llegó cerca de un
manantial llamado Susurpuquio, vio
caer en el agua una tabla de cristal y,
acercándose a ella, vio una figura de
hombre.
3. De la parte posterior de la cabeza le
salían tres rayos resplandecientes y
debajo de las axilas unas culebras
enroscadas. Llevaba como tocado un
llautu como el del Inca y como las
de este unas vistosas orejeras. Eran también similares sus vestidos.
De entre las piernas salía una cabeza de un puma y sobre las espaldas
otro puma, cuyas patas se apoyaban sobre uno y otro hombro del
personaje, y una culebra le recorría el cuerpo de arriba abajo y por
atrás.
9 Historia del Perú Antiguo. Tomo IV. Luis E. Valcárcel. Ed. Juan Mejía Baca. Lima, 1978.
C
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4. Espantóse Inca Yupanqui e iba a huir, cuando escuchó que se le
llamaba por su nombre con una voz que salía de dentro de la fuente.
Oyó que le decía: “Venid acá, hijo mío, no tengáis temor, que yo soy
el Sol, vuestro padre, y sé que habéis de sujetar muchas naciones,
tened muy gran cuenta conmigo de reverenciarme y acordaros en
vuestro sacrificio de mí”
5. Dichas estas palabras, la figura se esfumó y quedó como un espejo la
tabla de cristal que el inca recogió y guardó, y en la cual se dice que
veía todas las cosas que quería.
6. En recuerdo de esta visión, Inca Yupanqui mandó labrar una estatua
del Sol en la forma como se le había aparecido.
2
La Experiencia de Julio C. Tello
s una roca como muchas hay
en la puna. Desde lejos
parece como si se hubiera
sentado allí un gigante y que
ensimismado tan profundamente,
hubiese olvidado todo lo demás.
Está un poco inclinada hacia
adelante y forma por consiguiente,
una techumbre. Aquí buscan cobijo
los pastores de llamas, y las llamas
también, cuando el viento de la
puna hace barruntar hielo.
Y a veces viene desde muy lejos un sacerdote, porque es una roca como
no hay dos en la puna. Cuenta entre las huacas más importantes del Perú. De
esta roca, según refiere la tradición, salió una vez Wirakocha y se apareció
ante aquel pastor de llamas que, como Inca, tomó el nombre de Wirakocha. El
Dios despertó hacia el alba al príncipe que habíase quedado dormido bajo el
techo roqueño y le avisó. Los peregrinos que vienen a esta roca, pasan allí la
noche como el príncipe inca esperando que el Dio los despierte y hable.
E
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Yo todavía no la había buscado nunca. Sin embargo, en aquel tiempo
excavábamos por las inmediaciones, aunque sin éxito. Nunca había dado
menos de sí una excavación. Pero no era eso lo que me oprimía. En mí se
habían ido acumulando preguntas, en más de treinta años de investigaciones.
Y algunas preguntas se me quedaban clavadas como flechas con
garfios: “Nunca podrás descifrarme[…]” Y eso fue lo que un día me impulsó a
efectuar la prueba con la roca de Wirakocha. Si ya un día le había dado su
consejo a un príncipe inca, pensaba yo, y a otros muchos que acudieron a ella,
¿Por qué no había de dártelo a ti? Y vine. Me puse en camino al atardecer. No
estaba lejos: menos de dos horas. Estaba cansado, no sólo por el trabajo del
día. Cuanto más me acercaba a la roca, más exhausto me sentía. Las flechas
con los garfios se dejaban sentir; todas las dudas que, desde hacía años, no me
dejaban en paz. El ocaso se espesaba; por consiguiente tenía que darme prisa
para no extraviarme.
Pensaba en el regio pastor de llamas que había sido desterrado a la puna
por su padre, el que lloró sangre, porque ya cuando niño había derribado
imágenes de los Dioses. ¿Por qué había sabía yo eso? ¿Quién me lo había
contado? Cavilé.
Y he aquí que, de pronto, se coloca uno a mi vera: un indio con arreos
de viejo español. Lo conocía desde hacía más de treinta años. Era el nieto del
Inca Poma de Ayala.
-Puedes creerme- dijo; y también a mis cuadros. Y también a lo que te
ha contado Garcilaso… Aun antes de que pudiese replicar una palabra, surgió
otro: el navegante Sarmiento. Dijo airadamente:
-Durante años he realizado interrogatorios. Cómo eran realmente estos
incas, que han inventado muchos cuentos sólo con objeto de hacer que los
españoles aparezcan como diablos. Yo conocía a Sarmiento muy bien, y
cuando le miré a él y a Poma, escrutadoramente, cara a cara, no pudieron
resistir mi mirada. Se retiraron y seguí andando.
Otras preguntas se alzaron en mí: ¿De dónde trajo el décimo inca, que
navegó hacia el Oeste “para probar si su estrella lo iluminaba también en el
mar”, cráneos de caballo y el trono de bronce? ¿Cuándo llegó a hacerse el Sol
20
más poderoso que la Luna? ¿Quién había erigido la Puerta del Sol? ¿Quién la
destruyó?
Un padre se me acercó a largas zancadas. Empezó a hablarme del reino
Pirua.
-Pirua Manco fundó el reino que de él recibe el nombre. Y este primer
amauta no era un idólatra…
-Y Ofir fue el primer peruano- completé yo.
Eso hizo que el Padre se detuviera. No estaba acostumbrado a que le
cortasen la palabra.
Estaba solo cuando llegué a la roca. Y ella también estaba a solas. No
había allí ni siquiera una llama. Me senté y esperé, hasta que la noche se hizo
un manto negro.
Me atormentaban demasiadas preguntas para poder dormir. En la
oscuridad se alzaba ante mí la piedra verde de Chavín, la torre de las cabezas.
Huaca, yo de allí… ¿De qué allí? ¿Cuánto tendría que retroceder para llegar al
comienzo de Chavín? ¿Dónde empezaba el Perú?
Me faltaba valor para hacerle preguntas a la roca. Se me ocurrió pensar
en el viejo cuentista Montesinos, al que había yo ofendido. A él nunca le había
asaltado duda alguna; para él Ofir fue el descubridor del Perú, y su lista de
reyes del reino Pirua resultaba incontrovertible: “Fueron ciento dos…”. Uno
de los últimos amautas me había preocupado con frecuencia: Túpac Cauri. Si
Montesinos no estaba en un error, este amauta, lo mismo que el emperador
chino Chen-Huang-Ti, había hecho quemar cuidadosamente todo lo escrito.
Eso podría contárselo yo a la roca, pensé; tal vez ella me oyera, tal vez me
corrigiese cuando resultara demasiado extravagante. Y empecé
aproximadamente cómo decía aquella historia: Aquel amauta Túpac Cauri se
nombró séptimo Pachacuti, después que hubo conseguido restaurar de nuevo
el reino Pirua. No consiguió en muchos años rechazar a los pueblos del Sur.
Entonces los sacerdotes le explicaron el motivo de sus fracasos.
21
-Porqué permites que también en el pueblo se haya extendido la escritura
dijeron.
–No debías consentir que escribiesen en hojas, como es ahora
costumbre general. Sólo los iniciados deberían poder leer. Nosotros
inventaremos una escritura que sea sólo para pocos.
Y entonces inventaron los cordeles de nudos. Y lo que estaba escrito fue
quemado…
Yo espiaba para ver si la roca aceptaba la historia. Ella no decía nada.
Tal vez no había oído nada en absoluto. Pendía pesadamente sobre mí y
tapaba la mayor parte del cielo. Renuncié a contar historias. Envuelto en mi
capa, terminé por dormirme.
No soñé, estuve tendido como piedra… hasta que alguien me despertó.
Me incorporé entumecido. Ya la noche no estaba negra, la mañana apuntaba
en el aire. No veía a nadie, solamente a la roca. Aparecía extrañamente viva al
alba.
-¿Eres tú quien me ha despertado?, le pregunté.
Y entonces vi al Dios. Primero reconocí las huellas de lágrimas que
colgaban de las comisuras de los ojos. Vi los grandes ojos, sombras pasadas.
El rostro de Wirakocha, inconfundible, se alzaba en la piedra. Los ojos
aguardaban mis preguntas. Estaba tan fuera de mí, que tuve que hacer un
esfuerzo para formular las preguntas.
-¿Quién eres?- le pregunté -¿Desde cuándo existes?
El Dios en la roca me miraba con expresión petrificada, como si no
quisiera darme nunca una respuesta.
-¿Por qué no a mí?- quise saber, -te he buscado durante toda mi vida…
¡con mucha más pasión que todos esos que tuvieron que venir desde muy
lejos! Me refería a franceses, alemanes, norteamericanos.
22
Claramente oí entonces la pregunta:
-¿No has recorrido tú un camino más largo? ¿No estuvieron tus
antepasados sometidos al Inca y no fueron a su vez, tus antepasados alfareros
Chimús, tejedores Chavín, cuyos antepasados fueron plantadores, cazadores
primitivos? ¿No seguías tú las huellas de las manadas de bisontes? ¡Solo
tienes que entrar dentro de ti mismo!
Temblando de sorpresa dije:
-Quizá sólo por eso encontré millares de cosas, quizá por eso las cosas
me hablan. Pero las cosas no dicen lo bastante. Y, a veces, mienten.
Me traspasó una mirada que me hizo callar. Proseguí con más
prudencia:
-No nos dicen lo mismo a mí y a los otros… ¿Cómo puede ser eso?
-No es culpa de las cosas- llegó la respuesta.
Me sentía tan turbado, que empecé a dudar si estaba o no despierto.
Palpé la roca. Estaba dura, fría y no reaccionaba. Me puse violento.
-Nunca me he complacido en mí mismo- grité a la roca. Excavé y
excavé todo lo que pude. Estoy dispuesto a reconocer mis errores: Pero dime
en qué tengo razón y en qué no. No dejaré de preguntar.
Resplandeció la roca con la primera luz de la mañana. El rostro de
Wirakocha empezó a desvanecerse. Ya sólo veía borrosamente la huella de las
lágrimas. Se apoderó de mí el temor de que el Dios pudiera desaparecer. Y le
conjuré:
-¡Dame una respuesta como al pastor de llamas, no me niegues tampoco
tu consejo!
Y entonces la roca me entregó su secreto. La voz que oí me contó cómo
había sucedido aquello realmente:
23
“El príncipe venía aquí a menudo, porque aquí se encontraba al
resguardo del viento y la lluvia. Las llamas se apelotonaban en torno a él. Pero
él no las veía. No veía otra cosa que su preocupación. El destierro lo
paralizaba. Había en él rebelión contra su padre, que obraba como si no
hubiese enemigos del reino inca, como si no hubiese ningún peligro. Y he aquí
que él, el príncipe inca, veía venir a los Chancas”.
-¡Porque tú le avisaste!- dije, -¡porque te le apareciste!
Una última vez me dejó oír su voz. Me respondió:
-Se lo dije por medio de él mismo… igual que ahora estoy hablando
contigo. ¿Por qué no habría de hacerlo, puesto que soy un Dios?
Era de día. No veía al Dios. El Sol se alzaba ardiente en el cielo. El día
estaba allí y lo sumergía todo en su dura luz. Despertaba la puna. No sentía
frío y regresé al sitio donde estábamos excavando.
Aquel día descubrimos una imagen del Dios que me había despertado
junto a la roca, zarandeándome…
También existen casos, en los que el hombre descubre de manera plena
a la luminosa fuente que lleva en sí, durante sus instantes últimos, muy
próximos a la muerte, algo de esto se ha podido recoger en base a testimonios
de aquellos que por diversas circunstancias “retornaron” desde los nebulosos
límites de la vida.
Sin duda, una visión tal depende mucho de la orientación e intensidad
de una existencia en constante “peregrinación hacia las fuentes”, pero, como
ya alguien anotaba, aún hoy existen muchas puertas para ingresar en la misma
habitación, una de ellas, nos muestra el siguiente relato.
24
3
Dos extractos de la Novela “Chima Panaca”10
☼
a habitual atmósfera serena de la ciudad sagrada se halla ligeramente
alterada: en las panacas hay una discreta pero intensa actividad; los
preparativos para el próximo Huarachicuy concentran el interés de las
mayorías, y los comentarios no hacen más que confirmar anhelos y
expectativas.
Entre los cerca de seiscientos jóvenes que se preparan para las
competencias que comprende la celebración del Huarachicuy, se halla uno que
si bien su aspecto físico no denuncia nada particular, sus modales y voz sí
tienen algo de singular.
Los padres del muchacho, junto con los primeros rayos del Sol, le
habían entregado las sandalias que al día siguiente utilizaría. Durante el rito,
brevemente habíanle dejado entrever las reliquias de su Panaca, pero cuando
quiso efectuar un escrutinio más detallado, las delicadas manos de su madre
cubrieron suavemente sus ojos, en un ademán como si le enjugara lágrimas.
Entonces, su padre habló sobre las tradiciones que conservaba la Panaca.
Sentimientos antagónicos se agitaban en el alma de joven. Pese a que en
el Yachayhuasi, los amautas le habían enseñado a conservar la serenidad
concentrando sus pensamientos en un solo objeto, ahora que se había enterado
de que la muchacha que atraía su alma se había prometido con el hijo de un
Señor de una comarca recientemente incorporada al Imperio, todo le resultaba
opaco, sin interés, entre ello su futuro desempeño en las pruebas del
Huarachicuy.
Sólo la intuición de su madre había logrado entrever su ánimo, por eso,
aquella mañana le había permitido no sólo acercarse, sino hasta ver las
reliquias de la Panaca, algo que desde mucho tiempo atrás concitaba
fuertemente su curiosidad, pues cuando lograba estar sereno, desde allí
10 Chima Panaca, Novela. Dionisio Inca Yupanqui, (Inédita).
L
25
parecíale percibir un llamado extrañamente familiar, sobre todo, desde el día
en que niño de siete años, halló un halcón herido entre los riscos de su
montaña tutelar, el Apu Wanakawri. Tenía en el brazo derecho las indelebles
marcas que las garras del ave le produjeron cuando sumido en inusual euforia
logró al fin atraparla; también era imborrable la honda cicatriz que tenía entre
la sien y el ojo izquierdo, desde aquella vez que descuidó el trato reservado
con el halcón.
Tres años había cuidado secretamente del ave, hasta que cierto día,
descendiendo de su montaña tutelar, llamó su atención los chillidos y
acrobacias de una pareja de halcones.
Reconociendo al halcón, se detuvo a observar, -no recordaba por cuánto
tiempo-, pero las evoluciones de los alígeros semejaban por instantes la danza
ritual de su Panaca, después, uno de los halcones descendió hasta el borde de
un alto risco de la montaña y dejó evolucionar solitario a su halcón. Este,
luego de trazar un círculo sobre su pareja, ejecutó una serie de maniobras que
demostraban fuerza, velocidad y perfección de vuelo; en seguida, planeando
lento, se aproximó hasta rozarlo ligeramente para quedarse inmóvil unos
instantes ante su rostro, en seguida, batiendo sus alas extendidas lanzó un
agudo chillido que atravesó dolorosamente su pecho, retomando vuelo con
lentitud, ya en el aire, ascendió en círculos cada vez más amplios, hasta que al
llegar a cierta altura, a su llamado, se le unió su pareja.
Por un momento, los halcones detuvieron su vuelo, estaban ahora en un
ángulo en que su visión daba directamente al Sol del Mediodía. Ahora…, sólo
recordaba que casi enceguecido por el resplandor solar, le pareció notar que
los dos halcones se fundían haciéndose uno, para elevarse raudamente hasta
desaparecer en la brillantez transparente del astro rey.
Tres días después de ese suceso, su madre entre confidencia y reproche
le contó que peregrinos provenientes del Antisuyo, lo habían hallado sin
conocimiento y, que todos esos días había estado musitando sin cesar el
nombre del Padre Sol: Illa Tecse Apu Inti Wirakocha Punchau…
26
☼☼
La mujer había advertido la presencia de una rara ave posada sobre la
copa del árbol al que dedicaba mayor atención en su bello y cuidado huerto.
Intrigada, se aproximó hasta una prudente distancia para poder
distinguirlo con cierto detalle: era de mediano tamaño, de color negruzco por
encima y blanco ceniciento en el pecho.
Raro halcón –se dijo-, nunca había visto por el Qosqo uno de esas
características. Trató de saludarlo mentalmente y lo que percibió como
respuesta fue la visión un rutilante azul oscuro tachonado de estrellas de oro y
plata, simultáneamente, su consciencia se sumergió en una blanca brillantez
enceguecedora.
Hizo un desesperado esfuerzo para no caer por el vértigo que le produjo
la visión. Algo dentro de ella le dijo que eso que advertía como halcón era en
realidad una etérea e insondable partícula de la eternidad de Wirakocha…, se
estremeció al ser atravesada por una especie de angustia que parecía le haría
estallar en infinitos haces de luz…
Cuando al fin pudo recuperar su habitual serenidad, se dio cuenta que
había estado allí bastante, mucho tiempo, entonces, rápidamente se dirigió
hasta su morada, mientras pensaba que ya era tarde para visitar al amauta Illa
Huamán y consultarle acerca de su experiencia con el singular halcón. Un aura
de ternura y melancolía saturó su rostro antes de entregarse al sueño.
Muy de mañana, los chillidos del extraño halcón la despertaron.
Rápidamente se aseó, hizo su habitual rito matutino, para de ir de inmediato
hasta la morada del amauta.
Durante su matinal recorrido por las solitarias y pétreas calles del
Qosqo, con violencia percibió en su corazón, que las piedras emanaban
misterio y eternidad. Se dijo que eso era inusual, y al apurar el paso, sintiose
invadida por una penetrante congoja que atenazaba su garganta.
Ingresó directamente a los aposentos del amauta, casi olvidando toda
etiqueta; lo halló en su recámara y desde el dintel de la puerta le dirigió sus
saludos con voz que intentaba parecer sosegada. No obtuvo respuesta.
27
En ese momento el amauta Illa Huamán se hallaba dándole la espalda,
sentado sobre su familiar tiana, con el rostro dirigido hacia el Sol naciente que
lo iluminaba por completo con sus rayos que penetraban a través de una
ventana-hornacina de regular dimensión.
Se acercó con cuidado, y al intentar tomar con delicadeza una de las
manos del amauta, presintió algo extraño… con creciente ansiedad fue al
encuentro del rostro que ahora brillaba saturado de la luz matinal… sus ojos
estaban abiertos, contemplando serenamente el Sol…
Fue en ese momento que el sonido de un vigoroso aleteo llamó su
atención; comprendió entonces que el raro halcón de la tarde anterior, desde la
ventana-hornacina silenciosamente había esperado su ingreso a la recámara y
ahora, con circunspecta dignidad se lanzaba al aire.
A su vista trazó con pausado vuelo un círculo, luego, lentamente
remontó hacia el Apu Wanakawri…
Chullpas. Ninamarca. Paucartambo. Cusco. 2004
(Foto: Sonia Herrera)
28
VIAJE AL ANTISUYO
EL PEREGRINAJE DEL DR. ARNOLDO KRUMM HELLER
“HUIRACOCHA” AL QOSQO
Apu Cañajhuay. Paucartambo. 2004.
(Foto: Sonia Herrera)
n el tiempo que el Dr. Krumm Heller residía en Concepción, Chile,
trabó amistad con León Denis11
, a la sazón notorio conferenciante y
escritor espiritista francés, divulgador de las ideas de Allan Kardec;
Denis cumpliendo un ofrecimiento hecho a Krumm Heller, a su retorno, de
Europa le remitió junto con su libro “Después de la Muerte”, la voluminosa
obra “La Doctrina Secreta, Una síntesis de la Ciencia, Religión y Filosofía”
de Helena P. Blavatsky12
.
“Animado a propagar la filosofía que me había consolado, fundé con varios
amigos y redacté una revista que llamamos “El Reflejo Astral”. Al estar
expuesto en las librerías uno de sus números, se me presentó un señor de
Barcelona, el cual me felicitó por propagar esas ideas en un país donde el
11 León Denis (n. Francia, 1846 – m. Francia, 12.4.1927) Sus trabajos y conferencias alcanzaron notoriedad
en su época. Obras: “Después de la Muerte” (1890); “Síntesis Doctrinal y Práctica del Espiritismo” (1949),
El Problema del Ser y del destino” (1905); “En lo Invisible” (1903), etc. 12 Helena Petrovna Hahn Fadéef de Blavatsky (n. Rusia, 31 Julio, 1831 – m. Londres, 8, Mayo, 1891)
Fundadora del Teosofismo en 1875 junto con el Coronel Olcott.
E
29
fanatismo religioso aún ejercía su influencia. Ofreció obsequiarme varias
obras, ofrecimiento que cumplió, pues a los dos meses recibí por correo
“Después de la Muerte” de León Denis y “La Doctrina Secreta” de
Blavatsky. La amabilidad del Doctor León, con el cual nos hemos
encontrado aquí en México, otra vez, después de tantos años, pues viaja
actualmente por uno de los Estados del Norte, me hizo admirar nuevos
horizontes”13
.
Por esa misma época, Krumm Heller toma contacto epistolar con
Gérard Encausse “Papus”14
, quien desde París dirigía y era líder indiscutible
del movimiento espiritualista europeo de esos años como Presidente del
Supremo Consejo y Gran Maestre General de la Orden Martinista que había
organizado en 1887.
Interesado sobremanera el Dr. Krumm Heller por las enseñanzas de la
Orden Martinista, recibió una carta de Papus en la que le indicaba que podía
tomar contacto en Buenos Aires, Argentina, con su Representante Personal
para ese país, el Dr. Heinrich Girgois.
“Las vidas de (Louis Claude de) Saint-Martín y de Martínez de Pasqually
me habían dejado preocupado; más aún, cuando supe que el célebre abate
católico (Eliphas) Levi, el autor de “Dogma y Ritual de Alta Magia”, había
sido martinista. Resueltamente escribí a Doctor (Gérard) Encausse para
saber algo sobre esa Orden secreta, el cual en su respuesta me recomendó a
un Doctor Girgois, de Buenos Aires, quien después de llenar las
formalidades, me inició indicándome si por alguna duda necesitara un
consejo, me dirigiera a un Señor, Don A.... C..., como quien dice, el vecino
de la esquina”15
.
Aproximadamente hacia 1898, Krumm Heller viajó desde Concepción,
Chile, a Buenos Aires, Argentina, con la finalidad de entrevistarse con
Girgois. Ya en Buenos Aires, Krumm Heller es iniciado por Girgois en la
Orden Martinista, quien acto seguido le asigna como Instructor a Arturo
Climent Terrer.
13 “Autobiografía”. Arnoldo Krumm Heller. México, 1908. Varias ediciones. 14 Gérard Encausse (Papus) (n. La Coruña, 13. 7. 1865 – m. París, 25. 12. 1916). Doctor en Medicina. Atraído
por el esoterismo, tuvo como maestros a H. Delaage, P. Davidson, St. Yves d´Alveydre y N. Philippe. Fue
uno de los Maestros Espirituales del Dr. Krumm Héller. 15 “Autobiografía”, Arnoldo Krumm Heller, México, 1908. Varias ediciones.
30
Como anotó Krumm Heller, fue tanto la lectura de “La Doctrina
Secreta” como sus conversaciones con el Dr. Heinrich Girgois los que
despertaron su atención e interés por los Incas y el Imperio del Tawantinsuyo.
El resultado de todo esto fue que al poco tiempo junto con Heinrich
Girgois16
iniciaron los preparativos para un largo viaje de exploración por
Bolivia hacia el Cusco, Perú, lugares que recorrieron la más de las veces a
lomo de bestia.
“Mucho interés habían despertado en mí los estudios de hermetismo en
relación a las Religiones Comparadas y de los cultos antiguos. Blavatsky y
otros habían escrito con mucho entusiasmo de los restos arqueológicos de
los Incas del Perú y de los aztecas en México. En mis coloquios veía al
Imperio de Manco Cápac y al de Moctezuma. Teniendo al Perú más cerca,
me dirigía allá y durante algún tiempo pude excavar y estudiar de cerca las
ruinas del Cusco” 17
“Sin duda alguna hay mucho que buscar e indagar para conocer las
liturgias iniciáticas de los antiguos iniciados del Sol. El Martinista Rosa –
Cruz, Dr. (Heinrich) Girgois, con quien estudiamos y nos pusimos de
acuerdo antes de nuestro viaje al Perú, hace más de 40 años, fue el primero
de los ocultistas modernos, que se ocupó de los Misterios de América del
Sur […]” 18
“Cierto es que en Oriente se encontraban las regiones de los perfumes, pero
también las civilizaciones americanas conocieron el empleo de las esencias
y todavía hoy día se encuentran indios quechuas y aymaras, que viajan a pie
por el altiplano de los incas, por toda la América del Sur, Central y México,
ofreciendo sus hierbas sagradas y esencias. Hay curanderos, que mascando
hojas de coca recorren en un día 30 millas, sin sentir el menor cansancio o
fatiga y que me recuerdan a los ascetas semi-volantes del Tíbet, descritos
por la Señora Neel en su libro sobre el Tíbet”19
“En el interior de Bolivia encontré un curandero que no usaba la espátula
ardiendo sino que se servía de una especie de palito; como sustancia
cáustica empleaba esencias olorosas. Con el tiempo el palito quedó
16 Sus investigaciones realizadas en esta expedición dieron como resultado el libro: “Lo oculto entre los
aborígenes de la América del Sur, los quichuas, raza ariana”. Heinrich Girgois. Dibujos de L. Vidal y E.
Fourreau. Barcelona, Establecimiento Tipográfico de J. Torrens y Coral. Barcelona, 1901. 17 “Autobiografía”, Arnoldo Krumm Heller, México, 1908. Varias ediciones. 18 Artículo “Huiracocha” en la Revista “Gnose” Vol. V, Nº 3. Río de Janeiro, 27 Octubre, 1939.
Publicación Oficial de la Fraternitas Rosicruciana Antiqua del Brasil. 19 “Del Incienso a la Osmoterapia”, A. Krumm Heller, Editorial “Cultura”, Santiago, Chile, 1936. Pág. 50.
31
inmundo; por broma le dije que era más fácil mantener el frasco bajo las
ventanillas de la nariz del paciente. Y el resultado fue el mismo...”20
Krumm Heller, era dueño de una mente muy perspicaz, por lo que su
estancia en la ciudad del Cusco le fue sumamente instructiva en todos los
órdenes, allí contactó con varios residentes de origen alemán, tales como el
cervecero alemán Ernesto Gunther, quienes fueron los que le proporcionaron
la información y derroteros que le interesaban, algo que no fue obstáculo para
que observara que en el muy incipiente movimiento turístico hacia la ciudad
sagrada de los incas, ya existían entonces algunas picardías con sus visitantes:
“Cuando llegué al Cusco, por lo menos así era cuando pasé por ahí, los
indios le ofrecerán ídolos que dicen haber excavado en uno de los templos
antiguos. Al examinar aquellos dioses, generalmente se descubre que son
hechos en Alemania y llevan aún la marca de fábrica de su reciente
manufacturación” 21
Luego de visitar los restos arqueológicos que atesora el Cusco, recibió
información acerca de los atractivos que poseía el antiguo Cápac Ñan
(Camino Real) hacia el Antisuyo que lleva hacia el cuadrante oriental de la
ciudad e incluso, se interna en la región amazónica, un camino jalonado de
enigmáticos e importantes restos arqueológicos incas y pre-incas, así como
que antes de emprender su descenso hacia la selva amazónica atraviesa por un
singular mirador natural desde el cual se puede contemplar en la época
adecuada un fenómeno muy particular: “La Salida del Sol”, y luego, ya con la
claridad del día, divisar el panorama del inmenso territorio amazónico a sus
pies. La zona también invitaba a realizar investigaciones arqueológicas y de
otros órdenes, sobre todo en la montaña tutelar de la región, montaña sagrada
conocida como el Apu Cañajhuay22
.
Krumm Heller aguardó en la ciudad del Cusco la llegada del período de
estío en la zona (meses de mayo, junio, julio y agosto) antes de emprender su
viaje de exploración hacia la provincia cusqueña de Paucartambo, tiempo que
20 “Del Incienso a la Osmoterapia”, A. Krumm Heller, Editorial “Cultura”, Santiago, Chile, 1939. Pág. 149. 21 “Rosa Cruz, Novela de Ocultismo Iniciático”, Arnoldo Krumm Heller, Editorial Kier S.A. B. Aires, 4ª
Edición, 1978. Pág. 189. Hay varias ediciones. 22 Comunicación Personal del Sr. Oscar Tejeira Cabrera, (n. Cusco, 12. 8. 1915 - m. Cusco, 17. 7. 1997),
destacado miembro de la Fraternitas Rosicruciana Antiqua, que llegó a conocer y tratar a muchos de los más
antiguos estudiantes de esa Fraternidad residentes en el Cusco. Tejeira Cabrera durante el período 1973-1976
fue Director del Aula Lucis “Inticc Ccosccan” del Cusco.
32
aprovechó para reunir referencias, vituallas y caballos necesarios. De esa
forma se enteró que en la capital de esa provincia residían unos inmigrantes
alemanes apellidados Odmeister, para quienes recibió tarjetas de presentación
y recomendaciones de familiares y compatriotas residentes en la ciudad del
Cusco.
Una vez llegado el tiempo propicio y estando todo preparado, la
caravana liderada por Krumm Heller y Girgois emprendió el camino inca
hacia el Antisuyo, recorriendo las actuales calles de Hatunrumiyoc, Cuesta de
San Blas y Suytucc´atu hasta llegar a la Huaca hoy denominada “Mesa
Redonda”, pasando en seguida por los restos arqueológicos de Cusillochayoc,
Laqo y Tampumachay. Una vez superado el abra de C’orao recorrió
Ch’itapampa, para descender y luego cruzar el río Willcamayu, hasta el
pueblo de Pisac que está a 30 Km. del Cusco y en cuyas alturas se halla la
gran metrópoli inca que él denomina como “Inti-huatana”23
y que hoy se le
conoce como “Písac”.
“El cariño especial que profeso a aquella tierra de Atahuallpa, por haber
visitado ese país tan hermoso y haber conocido la antigua capital del Cusco,
las huacas de Paucartambo y el Observatorio del Inti-Huatana de los
antiguos incas[...]” 24
Continuando su viaje, Krumm
Heller atravesó los pueblitos de
Cuyo Grande, Amaru, Quinsacocha,
Toqra y luego de superar el abra de
Ch'awaytiri, (4,400 msnm) hizo un
alto en el pueblo de Qolquepata
(3,600 msnm).
Desde Qolquepata, siguió el camino
inca al Antisuyo, visitando la
Hacienda de Paucona y los restos
incas adyacentes de Amaru Cancha, apartándose en el lugar denominado
Tambo Manahuañonca para investigar los monumentos funerarios o Chullpas
23 Es desde 1887 cuando el viajero J. Squier denominó así a los famosos gnómones astronómicos incas, uno
de los cuales se halla en la metrópoli inca de Pisac. 24 Introducción del trabajo “El Zodiaco Inca en comparación con el de los Aztecas”, trabajo presentado por
el Dr. Krumm Heller en el “XVII Congreso de Americanistas” celebrado en México, 1910.
Chullpas de Ninamarca. Paucartambo. 2004.
(Foto: Sonia Herrera)
33
de Ninamarca (3,900 msnm.), lugar donde estableció su campamento por un
tiempo a fin de efectuar excavaciones arqueológicas en el lugar. De esa zona
extrajo momias pre-incas, las que fueron llevadas por él hasta Alemania y
entregadas al Museo de Elberfeld.
“Al pasar por Lima, tuve ocasión de visitar la grandiosa exposición de las
excavaciones de Paracas [Efectuadas por J. C. Tello]. Hace casi 30 años
que yo mismo me ocupé de excavar tumbas incásicas, y en el Museo de
Elberfeld, Alemania, hay una colección de momias sacadas por mí y
llevadas a Europa. Orgulloso estaba de mi labor de arqueólogo, pero me he
quedado chiquito al ver lo que han sacado los peruanos últimamente” 25
También, fue en este lugar donde Krumm Heller tuvo por primera vez un
éxtasis místico:
“Me había internado al interior de Paucartambo, y al estar sentado en una
de las ruinas más célebres, contemplando a mi alrededor ese panorama
sublime, que sólo posee el país de los Virreyes, me sobrevino una especie de
vértigo, un éxtasis, en el cual los misterios de la Naturaleza se desviaban
ante mi vista; las vibraciones del gran todo se confundían en mí,
encontrándome así simple microcosmos en relación con el macrocosmos.
Yo celdilla hombre, encontrábame en relación con todo el Universo. Estado
en el cual se comprende y se entrevé la grandeza de la creación: se
transporta uno desde las regiones de los efectos al mundo de las causas,
bañándose en aquellas vibraciones de la esencia divina, de una tranquilidad
y felicidad indescriptibles.
Se siente sanar, no sólo alumbrar, los rayos solares, y si se pudieran
transcribir al papel todas las sensaciones, lo tomarían a uno como
alucinado[ ...]
Más tarde, enfrente de Assmanshausen, a la orilla de nuestro padre Rhin, en
el Canal Smith (Tierra del Fuego), en el Tirol, en la cordillera Cantábrica
de España, enfrente de las Cataratas del Niágara, en los Alpes de Suiza y
aquí en México, en un pedacito de tierra que ha bautizado el ilustre General
Treviño con el nombre de «Rincón de María» me sobrevino el mismo
fenómeno, pero sin que lo provocara: sólo por la meditación tenía para mis
exigencias de ocultista, un defecto: no lo manejaba, no lo podía producir a
voluntad; me faltaba la llave de ese paraíso tan sublime. A buscarla, me
dije”26
25 Revista “Rosacruz”, Alemania, Heilgense, 1930. 26 “Autobiografía”, ob., cit.
34
Al respecto, es el mismo Krumm Heller quien en su “Autobiografía”
publicada como Introducción a su libro “Conferencias Esotéricas” anota que
no fue hasta que se puso a estudiar en París bajo la dirección de Gerard
Encausse “Papus” que logró conseguir la clave para acceder a voluntad a los
estados de éxtasis místicos que espontáneamente se le presentaban:
“El destino quiso que al poco tiempo regresara a París. Si bien obligaciones
perentorias me reclamaban durante el día, la noche me quedaba libre e
ingresé como alumno a la Escuela Hermética, en la cual, más tarde, me
entregó su director, el diploma que acredita mi doctorado en Kábala.
El Doctor Encausse (Papus), una de las lumbreras médica, laureado en los
hospitales de París, ex médico agregado a la corte del Zar de Rusia,
discípulo de Eliphas Levi y de Phillip, autor de más de treinta obras
universalmente conocidas y a quien conocen en París por el Mago Papus,
me dio lo que anhelaba introduciéndome en la verdadera senda de la
iniciación; me dio las claves que ponen al hombre conscientemente en los
dinteles del mundo invisible, el anfiteatro de la mansión de los llamados
muertos”27
En el pueblo de Paucartambo, Cusco, Krumm Heller se estableció en
casa de la familia alemana apellidada Odmeister, luego, inició sus
investigaciones para internarse en la zona hoy denominada de “Tres Cruces”
que se halla justo al frente de la montaña llamada “Apu Cañajhuay”.
Es en esas circunstancias que logra contactar con nativos de la
Comunidad Indígena de Q´eros28
los que regularmente descendían al pueblo
de Paucartambo para aprovisionarse de algunos alimentos y pertrechos; entre
los integrantes de esta comunidad se hallaban varios sacerdotes andinos, los
hoy denominados “Altomesayoc”, con quienes luego de las coordinaciones del
caso, se reunieron para participar y conocer los diversos ritos que hasta hoy
conservan. Fue durante la celebración de uno de esos ritos que Krumm Heller
recibió la influencia espiritual que los Q´eros conservan junto con el Nombre
Esotérico de “Huiracocha”:
27 “Autobiografía”, ob., cit. 28 Esta Comunidad Indígena situada en la provincia cusqueña de Paucartambo, se alza sobre los 5500 msnm,
casi en la confluencia de los ríos Pumachaca y Mapacho. Se considera que los Q’eros son el reducto quechua
del Qosqo de los incas; los propios Q’eros se irrogan el derecho de ser purun y salq’a runas descendientes del
Allin K’uychi (Arco Iris). Fuente: “Diccionario Enciclopédico del Qosqo”, Ángel Avendaño, Concejo
Provincial del Qosqo. Cusco. Perú. 1995.
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“Al estar hace muchos años en el Perú, pasé en la tierra de los Incas, por
una iniciación, y en ella se me dio el nombre de Huiracocha, y aunque en
grados posteriores me han dado otros nombres, le tengo cariño al primero,
pues él me trae recuerdos bellos y sagrados” 29
Una vez preparada la expedición a la zona de “Tres Cruces” y hacia el
Apu Cañajhuay, conseguidos los guías más hábiles y conocedores de la zona,
emprendió la marcha, siempre a caballo.
“Tres Cruces” se halla a 4860 msnm., y es una zona a 156 Km. de la
ciudad del Cusco, camino hacia la región selvática del valle de K’osñipata que
a su vez es el ingreso al Parque Nacional del Manu, ya en plena Amazonía,
pero cedamos lugar a una vibrante descripción del lugar:
“Apukcañajhuay está a la vista. El cerro enfrenta, insolente, al majestuoso
Inti-Pujllarina. «Aquí juega el Sol», eso significa esa expresión en el idioma
quechua. La falda es devorada por la inmensidad del abismo. La cumbre,
adornada con nubes, emerge en el cielo, como un índice tremendo. Hay
profusión de musgos de vivísimos colores. El prodigio de la creación se
manifiesta aquí en un cromatismo indescriptible.
Nos detenemos en una meseta o mirador. Es casi el anochecer. Ha llegado
el tiempo de recuperar energías[…] Una improvisada hoguera nos protege
del frío. El viento sopla raudo y amenaza arrebatarnos nuestra carpa.
Son ahora las tres de la madrugada y el amanecer se preanuncia con
resplandores nuevos. Es el milagro de la naturaleza, reiterado, pero no por
ello menos imponente. A nuestros pies, las cadenas de montañas, se definen
como pequeñas manchas. Hay un mar de nubes que tremola en lo alto y se
van disipando como desperezándose. El mundo está ahí abajo. El frío clava
sus heladas garras en nuestra piel. Tiritamos. Estamos fascinados por el
espectáculo. ¿Será el frío o tal vez la, emoción? Ambas cosas. Todo refulge
de pronto en lontananza. Una bola gigantesca, rojiza, emerge del abismo.
Parece que diera saltos. Se hunde en el océano verde y surge nuevamente.
Ahora el torbellino rojo se sumerge otra vez para subir, por fin, en el
firmamento y prodigar sus esplendores[…] La visión es única. Jamás se
repite. Nuestra buena fortuna se debió a la ausencia de la pertinaz neblina
de estas zonas. Los incas llamaban Inti-Pujllarina a este paraje. Y no se
equivocaron al definirlo así, el Sol juega aquí, toma su recreo y en su
29 Revista “Rosacruz”, Heilgense, Alemania, del 27.6.1930.
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pirotecnia fantástica parecería deleitarse como un niño ante lo estupendo de
la Creación que vibra[…]”30
rumm Heller se dio fuerzas para
internarse hacia la montaña sagrada
del Apu Cañajhuay, donde efectuó
estudios e investigaciones, de las cuales nunca
hizo referencias, pues a quienes le solicitaban
información al respecto, respondía
invariablemente que había ido allí “en busca
de un tesoro”31
.
Después de esta larga peregrinación en
el corazón de los Andes, Krumm Heller y
Girgois emprendieron el retorno a
Paucartambo, luego a Qolquepata, de donde
esta vez se dirigieron más hacia el Sur,
inspeccionando la zona de Kepa Pfucuna en la
localidad de Kucya (3,730 msnm.) donde existen restos de un meteorito, una
zona Suni o Jalca cuyo paisaje de puna y clima frío boreal con una
temperatura media de 10ºC; atravesaron seguidamente el abra de Walla Walla
y de allí, siguiendo el camino inca, visitaron los pueblitos de Huasaq y
Vilcabamba, hasta encontrarse y atravesar nuevamente el río Willcamayu en
Huambutío, que se halla a 27 Km. al Sur de la ciudad del Cusco.
Del Cusco, Krumm Heller y Girgois viajaron hacia el Puerto de
Mollendo en Arequipa, donde se despidieron, pues Girgois retornó a Buenos
Aires, Argentina y Krumm Heller se embarcó de regreso a Europa:
“Del Perú me dirigí a Europa en una Tournée de dos años visitando a los
principales ocultistas[..].”32
☼☼☼
felix qui potuit rerum cognoscere causas. 30 “Paisajes Peruanos: Inti Pujllarina, recreo del Sol”. Esther Villafuerte. Anuario Americano Kier, 1974.
B. Aires, 1973. Es importante subrayar aquí que esta interesante y sensitiva descripción pertenece a la Sr.
Esther Villafuerte, una antigua integrante de la Fraternitas Rosicruciana Antiqua del Cusco, Perú. 31 Comunicación personal del Sr. Oscar Tejeira Cabrera. Ver Ut Supra 9. 32 “Autobiografía”, ob., cit.
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