Pensamientos de la Sierva de Dios Madre Mercedes de Jesús, Monja Concepcionista de Alcázar de San...

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Pensamientos de la Sierva de Dios Madre Mercedes de Jesús,

Monja Concepcionista de Alcázar de San Juan.

Avance automático

Nuestra vocación como hijos de Dios es transmitir con nuestro comportamiento la

imagen y semejanza de Dios, la santidad y su amor…

La vida interior es la fuerza espiritual que nos alcanza el dominio propio para vencer el

desorden de la pasión.

Vida interior que nos ayuda

a obrar bien, y a hacerlo todo

en presencia de Dios.

La paz, la comprensión, la mansedumbre nos construyen. La ira, la soberbia nos destruyen, nos aíslan de los demás, porque el iracundo con su ira teje su propia soledad.

Si nos encerramos en nuestras tinieblas nunca llegaremos a percibir

la realidad de la bondad de Dios en sus criaturas, ni entenderemos

que la causa de nuestras perturbaciones emocionales no son los hechos en sí, sino la interpretación que hacemos

de los mismos.

La unión con Dios nos hace salir de nuestro egoísmo

para vivir el amor, el amor desde

Dios que es quien apaga todo desorden.

Sólo el amor puede entusiasmarnos y estimular nuestras capacidades hacia lo alto, hacia la vida del espíritu.

Sanemos nuestra mente, retornemos nuestro amor hacia

el origen de nuestra existencia,

donde nos toparemos con el

manantial de santidad que nos

dio a luz (Dt 32, 5s).

Hablar de amor es tocar la propia vida.¿Es el amor el que la escribe o el

egoísmo?

¿Nuestra vida es una historia de cómo se vive el amor

y la imagen de Dios para que otros puedan también vivirla, o es una historia de tibieza,

de negrura o turbación por mantenernos esclavos del egoísmo?

Amar es quedarse con sólo Dios, pero manifestado en el comportamiento, encajando el modo de ser de Dios en nuestra conducta.

Encajando su amor en el nuestro, su mansedumbre en nuestra ira, su humillación en nuestra prepotencia, su obediencia en la nuestra.

Su silencio divino en nuestra locuacidad, su perdón en

nuestros rencores, su paz en nuestro espíritu de

discordia.

La obediencia verdadera es el beso de amor

de dos voluntades que se aman: la divina y la humana.

Que la obediencia sea tan dulce como un beso de amor, tan sincera, que realice la unidad de

corazones, tan completa que no quepa en ella más que

Dios.

La fuerza de la mente que cree y del corazón que ama

nos lleva a configurarnos con el que creemos y amamos.

A Dios se le conoce amando. Porque Dios es amor. Dios sólo transita por el dilatado camino del amor, por eso sólo se le encuentra amando.

¿Quién podrá conocer las profundidades del amor divino? ¿Quién puede conocer a Dios?

San Juan nos responde: “Quien no ama no ha

conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 8).No conoceremos

a Dios si no amamos con un amor verdadero, “no de palabra ni con la boca, sino con obras y según verdad” (1 Jn 3, 18).

Sin la luz de Dios y su gracia nunca podremos reconocer los defectos

propios.Todo pecado

venial debilita nuestra

vida espiritual restándole

fuerzas para hacer el cambio;

porque el pecado es separación de

Dios, de quien nos viene

la gracia para conseguirlo.

Un amor, cuando es de verdad, no puede, porque no sabe, desvincularse del amor que

le dio vida, haciéndole ser prolongación de su mismo amor.

Regeneremos nuestro amor creyendo en el que Cristo nos tiene. Ésta es nuestra senda. Que así llevemos a plenitud nuestro amor por Cristo.

Amén.

Realización:Monjas Concepcionistas de Alcázar de San Juan

Texto:Sierva de Dios Madre

Mercedes de Jesús Egido

Música:Chopin Nocturno en

Do # menor Op 27 No.1

Pax per Sanctitatem