Post on 04-Jun-2018
1.1. El propósito de esta presentación es dar a conocer la Carta Encíclica
Laudato Si y provocar una reflexión, un diálogo, en orden a un cambio en
nuestro paradigma ecológico.
1.2. Cuidar la creación es, para los creyentes, un mandato divino:
Dios el Señor puso al hombre en el jardín del
Edén para que lo cultivara y lo cuidara
(Gn. 2,15). Para todos los hombres es una obligación ética.
1.3. El interés y la preocupación por el cuidado de la tierra, nuestra “casa común”
y de todo lo creado no es una novedad absoluta del Papa Francisco. Es parte de la
doctrina social y moral de la Iglesia.
Dios ha dado a los hombres ser causas inteligentes y libres para completar la obra de
la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los
hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo
por sus acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos (cf. Col. 1, 24).
Entonces llegan a ser plenamente “colaboradores […] de Dios” (1 Co 3,9: 1 Ts. 3,2) y de su Reino (cf. Col. 4, 11)” (CIC 307).
Cultivar la tierra significa no abandonarla a sí misma; dominarla es tener cuidado de ella
(Compendio de la DSI, 255).
1.4. Los Papas Juan XXIII, el Beato Pablo VI, San Juan Pablo II y el Papa
Emérito Benedicto XVI han marcado en la Iglesia una línea de pensamiento y acción
en relación a una “ecología humana”.
“Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la
concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba, perdiendo el concepto de ecología humana y
con ello el de la ecología ambiental” (CV 51 c).
“Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la
concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba, perdiendo el concepto de ecología humana y
con ello el de la ecología ambiental” (CV 51 c).
1.5. El Papa Francisco es, pues, en cierto modo, heredero del pensamiento ecológico
de varias instancias eclesiales y extraeclesiales, pero más directamente de la concepción antropológica de la ecología de
Benedicto XVI, cuya síntesis revela éste párrafo:
“La familia necesita una casa a su medida, un ambiente donde vivir sus propias relaciones. Para la
familia humana, ésta es la tierra, el ambiente que Dios Creador nos ha dado para que lo habitemos
con creatividad y responsabilidad. Hemos de cuidar el medio ambiente: éste ha sido confiado al hombre
para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio
orientador el bien de todos.
Obviamente, el valor del ser humano está por encima de toda la creación.
Respetar el medio ambiente no quiere decir que la naturaleza material o animal sea más importante que
el hombre. […] Y tampoco se ha de olvidar a los pobres, excluidos en muchos casos del destino universal de los
bienes de la creación. Hoy la humanidad teme por el futuro equilibrio ecológico”
(Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz,
08-12-2013 N. 7)
1.6 Antes de exponer su ideario ecológico en la Carta
LAUDATO SI, el Papa Francisco lo había mostrado en su primer Mensaje para la Jornada Mundial de
la Paz (08-12-2013):
“La familia humana ha recibido del Creador un don en común: la naturaleza. La visión cristiana de la creación
conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones en la naturaleza para sacar provecho de ello, a condición de obrar responsablemente, es decir, acatando aquella “gramática” que está inscrita en ella
y usando sabiamente los recursos en beneficios de todos, respetando la belleza, la finalidad y la utilidad de
todos los seres vivos y su función en el ecosistema.
En definitiva, la naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos llamados a
administrarla responsablemente. En cambio, a menudo nos dejamos llevar por la codicia,
por la soberbia de dominar, del tener, del manipular, del explotar, no custodiamos la
naturaleza, no la respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos
que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones
futuras.”(No. 9).
“La fe […] revelándonos el amor de Dios nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace
reconocer en ella una gramática escrita por él y una morada que nos ha confiado para cultivarla
y salvaguardarla;
Y en su primera Encíclica Lumen Fidei (la luz de la fe):
nos invita a buscar modelos de desarrollo que no se basen solo en la utilidad y el provecho, sino que consideren la creación como un don del que todos somos deudores”. (L.F. 55)
1.7. De modo especial amplía su exposición en la Exhortación
Evangelli Gaudium (la Alegría del Evangelio) que, en palabras suyas, es el documento programático de
su pontificado (EG 1). El contexto en que expresa su pensamiento ecológico es el de una nueva forma de evangelización (cf EG 11). Aunque la comparación no sea perfecta, la Exhortación EG se parece a la Constitución Conciliar sobre la Iglesia Lumen Gentium y la Encíclica LS es más cercana a la Constitución Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual.
2.1. La Encíclica es una lectura creyente, ético-religiosa, del cuidado de la creación,
¡No podía ser de otra manera! Pero es también una lectura o interpretación que
no se limita a lo ambiental, sino que toma en consideración las dimensiones
antropológica, social, cultural, económica y espiritual de la ecología.
El mismo Papa Francisco la llama, en consecuencia, (LS, 1; 10; 62; 255),
(LS 15). Este es el núcleo de la propuesta de
la Encíclica
2.2. El capítulo IV ha sido estructurado por el Papa en cinco (5) apartados correspondientes a
las diferentes dimensiones de la ecología:
•Ecología ambiental, económica y social
•Ecología cultural
•Ecología de la vida cotidiana
•El principio del bien común
•Justicia entre las generaciones
2.2.1. Hay algunos ejes transversales que recorren toda la carta: el eje de la
entre las partes, la convicción de
que en el mundo todo está conectado (LS 16; 137), y
(16).
Cuando el Papa Francisco habla de se refiere a
, lo que hace que no se pueda
entender la naturaleza como algo separado de nosotros o
como un mero arco de nuestra vida.
Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. En consecuencia,
la contaminación de un lugar exige un
. […]
. (LS 139)
2.2.2. Una , o la protección del medio ambiente, no puede considerarse en forma aislada. El análisis de los problemas ambientales es inseparable de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos y de la relación con cada persona, consigo mismo, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente (LS 141).
2.2.3. La , que cuida de las relaciones humanas y de la calidad de vida, tiene su efecto en el medio ambiente.
Ha escrito el Papa Benedicto XVI: Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales (CV 51). La carta encíclica Laudato Si afirma: El consumo de narcóticos en las sociedades opulentas […] termina degradando el ambiente (LS 142).
2.2.4. La tiene cuidado de las riquezas culturales locales y universales en relación con el medio ambiente.
No se ocupa sólo de los monumentos del pasado sino especialmente del sentido vivo, dinámico y participativo de la relación del ser humano en el ambiente (LS 143).
La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. La imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción puede ser tan dañina como la alteración de los ecosistemas (LS 145).
2.2.5. Para las comunidades aborígenes la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. Son ellas quienes mejor cuidan sus territorios, pero en diversas partes son objeto de presiones para que los abandonen a fin de dejarlos libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y la cultura. (LS 146).
3. La es el desafío de asegurar una mejora integral en la calidad de vida humana. Los escenarios que nos rodean, habitación casa, lugar de trabajo, influyen en nuestro modo de ver la vida. Un ambiente desordenado, caótico o cargado de contaminación visual o acústica nos desafían a configurar una identidad integrada y feliz.
La sensación de asfixia producida por la aglomeración en
residencias y espacios con alta densidad
poblacional se contrarresta si se
desarrollan relaciones humanas cercanas y
cálidas (LS 148).
La vida social positiva y benéfica derrama luz sobre un ambiente aparentemente
desfavorable.
3.1. La carencia extrema facilita la aparición de comportamientos inhumanos. Para los habitantes de barrios muy precarios el paso cotidiano del hacinamiento al anonimato social puede provocar una sensación de desarraigo que favorece las conductas antisociales y la violencia. Pero
Muchas personas en estas condiciones son capaces de tejer lazos de pertenencia y de convivencia que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria (LS 145).
3.2. Hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos que acrecientan nuestro , nuestra , nuestro
Es importante que las diferentes partes de una ciudad estén bien integradas y que los habitantes puedan tener una visión de conjunto en lugar de encerrarse… privándose de vivir la ciudad entera (LS 151).
3.3. La falta de viviendas es grave en muchas partes del mundo. Los presupuestos estatales sólo suelen cubrir una pequeña parte de la demanda.
La creatividad debería llevar a integrar los barrios precarios en una ciudad acogedora (LS 152).
3.4. La calidad de vida en las ciudades tiene mucho que ver con el transporte. En muchas ciudades significa un trato indigno para las
personas (LG 153).
3.5. La vida caótica que deben llevar las personas en nuestras ciudades no debería
hacer perder de vista el estado de abandono y olvido que sufren también algunos habitantes de zonas rurales donde no llegan los servicios
esenciales.
3.6. La implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita
en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno.
(Benedicto XVI).
En esta línea cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una ecología humana.
También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el
diferente. No es sana una actitud que pretenda cancelar
la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la
misma (LS 155).
La ecología humana es inseparable de este principio que cumple un
. En las condiciones actuales de la sociedad mundial, el principio del bien común se convierte inmediatamente en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común (LS 158).
La noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras. Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una
solidaridad intergeneracional. Es una cuestión básica de justicia, ya que la tierra que recibimos pertenece también a los que
vendrán. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros,
desiertos y suciedad (LS 159-161).
6. La
. Este desafío tiene que ver con un deterioro ético y cultural que acompaña al deterioro ecológico. No imaginemos sólo a los pobres del futuro, basta que recordemos a los pobres de hoy, que tienen pocos años de vida en esta tierra y no pueden seguir esperando (LS 162).
¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Si esta pregunta se plantea con valentía, nos
lleva inexorablemente a otros cuestionamientos muy directos: ¿Para qué
pasamos por este mundo? ¿Para qué vinimos a ésta vida? ¿Para qué nos necesita esta
tierra? Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad Somos
PARA LA REFLEXION Y EL DIALOGO