Los Ojos

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“Según los ojos de quien ve”

Un día, el padre de una familia rica, un gran empresario, llevó a su hijo de

viaje hasta un lugar con el firme propósito de mostrar cuán

pobres pueden ser las personas.

El objetivo era convencerlo de la necesidad de valorar los bienes materiales que tenía, el estatus, el prestigio social;

el padre quería, desde temprano, transmitirle esos

valores a su heredero.

Pasaron un día y una noche en una pequeña casa de barro, de un habitante de la hacienda de su

primo.

Cuando regresaban del viaje, el padre preguntó a su hijo:- Y, hijito, ¿qué te pareció el viaje?- Muy bueno papá, respondió el pequeño.- ¿Has visto la diferencia entre vivir con riqueza y vivir en la pobreza?- ¡Si papá! Retrucó el hijo, pensativo.- ¿Y qué aprendiste, con todo lo que viste en estos días, en aquél lugar tan pobre?

El niño respondió:- Papá, vi que nosotros tenemos un solo perro en casa, y ellos tienen cuatro. Tenemos una piscina que ocupa la mitad del jardín, ellos

tienen un arroyo que no tiene fin.

Tenemos un balcón cubierto e iluminado con lámparas fluorescentes y ellos tienen las

estrellas y la luna en el cielo.

Nuestro patio va hasta el portón de entrada y ellos tienen un bosque completito.

Nosotros tenemos algunos canarios en una jaula y ellos tienen todas las aves que la naturaleza puede ofrecerles, ¡sueltas!

El hijo suspiró y continuó:

- Y además papá, observé que ellos oran antes de cualquier

comida, mientras que nosotros en casa nos sentamos a la

mesa hablando de negocios, dólar, eventos sociales, y

comemos, empujamos el plato y ¡listo!

En la habitación en la que fui a dormir con Antonio, pasé vergüenza, pues no sabía siquiera orar, mientras que él se arrodilló y le agradeció a Dios por todo, inclusive por nuestra visita a su hogar. En casa, vamos a la habitación, nos acostamos, miramos televisión y dormimos.

Otra cosa, papá, dormí en la cama de Antonio, mientras que él durmió en el

piso, pues no había una cama para cada uno de nosotros.

En nuestra casa mandamos a Maristela, nuestra empleada, a dormir en aquel cuarto en el que guardamos

cosas, sin ninguna comodidad, a pesar de que tenemos camas suaves y

perfumadas de sobra.

A medida que el niño hablaba, su padre quedaba estupefacto, sin sonreír y avergonzado.El hijo, en su sabia ingenuidad y en su brillante desahogo, se levantó, abrazó al padre y encima le dijo:

- ¡Gracias papá, por haberme mostrado cuán pobres somos!

MORALEJA DE LA HISTORIA

No es lo que usted es, lo que tiene, dónde está o qué hace,

lo que determinará su felicidad; ¡sino lo que usted

piensa sobre eso!La forma en la que valora todo

lo que usted tiene, depende de la manera en que lo mire.

Si usted tiene amor y sobrevive en esta vida con dignidad, tiene actitudes positivas y comparte con benevolencia sus cosas,

entonces…

¡Usted tiene todo!

Desconozco la Autoría