LOPEZ VELARDE · pez Velarde se ha vuel to un ominoso lugar común. Ni propios ni extra ños pueden...

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cuanto libro de versOS tuvo ala~cance de su mano, pues unaiío más tarde publicaba enKalcndas, revista de Lagos,Jalisco, el poema "Domingosde provincia", en que ya apa­rece con leves variantes, eltext~ definitivo que publicómás tarde en La sangre de­vota.

Es natural pensar, pues, quelos hallazgos ulteriores de supoesía se debieron a su for­mación intelectual, y especial­mente literaria, que a partirde entonces rebasa las fronte­ras de 10 nacional y continen­tal para situarse en Francia,que desde el siglo XIX tantotiene que ver con la poesía deAmérica española.

France

UNIVERSIDAD DE MEXICO

Ya desdc la adolescencia h:1­bía recibido los fundamentosde una maciza cultura huma­nística en el Seminario deAguascalientes, y posterior­mente había tenido oportuni­dad de refrescar su latín mien­tras realizaba sus estudios deDerecho. Ya no abandonaríala devoción de los clásicos an­tiguos, especialmente de Vir­gilio, a quien glosa con fre­cuencia. Pero desde su llegadaa la capital los autores france­ses llenan sus preferencias,que quizá se habían inaugura­do tiempo atrás con Baudelai­re. En un poema de su primerlibro confiesa que a Baudelairedebió el trasponer la etapa ini­cial de su evolución poética, yes seguro que, además de esainfluencia decisiva que marcaen él más de un sendero, be­bió también en Montaigne, decuyo escepticismo participabay de quien le impresionaba so­bre todo aquello de que "todonuestro aprendizaje filosóficose reduce a aprender a morir" 1

y que tan bien encajaba consu atormentada sensibilidadde frustración. Da idea de quelo conocía bien, asimismo, suobstinación en comentar a esteautor una noche inclemeñte ala intemperie que le ocasionóla enfermedad que nos lo arre­bató. También proviene de

R ADE

tria" con los poemas mejor lo­grados de La sangre devotaveremos que, salvando las na­turales distancias recorridas endiez años de adiestramiento yevolución poéticos, los temasson los mismos, aunque el tra­tamiento de conjunto sea unanovedad y la audacia verbalmucho mayor.

Bien está, pues, que a esaprimera etapa de su poesía sele llame provinciana; podríaestarlo, quizá, si se alude a esaparte final de su obra que ha­bría desarrollado de haber vi­vido unos años más; pero no10 está de ninguna manera si sequiere aludir a una ingenuidadespiritual y a un talento natu­ral apenas informado de lascorrientes de su época. Su es­tilo es un hallazgo con que cul­mina esa búsqueda intensa quede la expresión realiza todoaquel que quiere cuajar unaobra consistente. El mismo serefiere a ese buscar afanosode sus años mozos cuando encompañía de Enrique Fernán­dez Ledesma corría y tropeza­ba tras el tono del verso, trasel "metal" de su propia voz.y creo que lo encontró hacia1907. Por esa época debió leer

LOPEZ

LA CULTULITERARIA

Por Carlos VILLEGAS

VELARDEdistinguir, claramente delinea­das, dos etapas de su poesíaque son reflejo de otras tantasetapas de su vida. Una, la deladolescente, que comprende laépoca de sus estudios vocacio­nales y profesionales, y quetermina más o menos con sullegada a la metrópli, en suma,lo que de una manera generalpuede llamarse la época deFucnsanta y de La sangre de­vota. Este es el poeta provin­ciano, el de las inquietudes ju­veniles y la pasión de quinceaños, que añora la plaza de ar­mas, la parroquia del pueblo ylos rostros y los aromas fami­liares. De aquí a Zozobra, elotro libro definitivo del poeta,el que señala su etapa de ma­durez, hay un abismo senti­mental y expresivo, por másque sigan existiendo el mismosensualismo, la misma obser­vación sagaz y un más acen­drado horror al lugar común,que parece ser una de sus nor­mas espi rituales más impera­tivas. Y todavía, al final de suvida, se insinúa una vuelta a10 primitivo, un regreso al pri­mer punto de partida que mar­ca su libro inicial. En efecto,si comparamos "La suave pa-

B01tdelaire

EL pretendido provincia­nismo de Ramón Ló­pez Velarde se ha vuel­to un ominoso lugar

común. Ni propios ni extra­ños pueden eludir el calific:a­tivo, evidentemente parcial,que a modo de marbete le hacolocado la crítica, y ello es in­justo, pues no puede generali­zarse para aplicarlo al todo loque es sólo un aspecto carac­terístico de su producción ini­cial. En efecto, lo que comen­zó apuntando al tema se hahecho extensivo al poeta y elloha dado por resultado una la­mentable confusión de valores,totalizando lo que apenas puc­de aplicarse a una etapa de suformación espiritual y opa­cando otras facetas definitivas.

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Los prll~leros que estudia­ron la poesía del jerezano in­sistieron en su carácter pro­vinciano, aplaudieron por lanovedad extraordinaria de ese"tono menor" que el poetamanejaba con tanta destrezadestacaron lo audaz de St;vocabulario y los· aciertos inu­sitados de sus tropos; peroellos sólo tuvieron a la vis­ta La sangre devota, libro ini­ci~l que ya intentaba impri­111lrSe en 1908. Y a partir deento~~es se corea ese juicio dela cntlca; la poesía de RamónLópez Velarde seguirá siendoprovi~ciana y aun el poetatendra, que soportar el epítetopor mas q~te sus problemas yano se localIcen en la provincia,aunque su inspiración alientepanoramas personales v aun­que su inquietud se a~raio"ue

. ben cuestIOnes humanas de al-cance universal. Porque LópezVelarde no es nada más eseprimer libro, donde la Ilan·ezaes resultado de una vueltacompleta sobre sí en la cual sehan superado todos los problc­mas que implica la expresión;lo que parece espontáneo es elresultado de una decantaciónlenta y laboriosa, donde lo quesale a la luz es el mínimo acen­drado de emociones y tentati­vas desechados.

En López Velarde hav que

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Montaigne la dolorosa sensa­ción del tiempo ido.

Es patente que leyó tambiéna muchos de los románticos yparnasianos franceses: Dau­det, Gautier, Leconte de Lisie,'"el que puso en verso las ri­dículas bondades", Coppée,Roland, Mme. de Sévigné,Chénier, Francis Jammes,Banville, d'Aurevilly, Rous­seau, Chauteaubriand, Verha­eren ... ; no ignoró a los con­temporáneos, pero su autorpreferido era Anatore France,que tan bien conocía y que tan­to admiraba; llega a llamarlo"nuestro fetiche" y lo cita con­tinuamente sin escatimarle elo­gios. 2

Entre los autores españü;esde su predilección figuran 1.0­pe, cuya obra teatral da mues­tras de conocer diversos as­pectos, Cervantes, Garcilaso.Kempis, Fray Luis de León,Ruiz de Alarcón, Gracián, Rai­mundo Lulio y, en fin, Gón­gora, a quien llamaba "maes­tro" y de quien parece haberpreferido los sonetos y los ro­mances. También leyó a diver­sos autores modernos y con­temporáneos: Bécquer, Calde­rón. Martínez Sierra, Valle1nclán, Marquina, Villaespe­sa, Manuel Machado y Una­muna, a quien atacaba sin pie­dad diciendo que no debía es­cribir versos.

También estaba al día, encnanto puede eso ser posibleen nuestro medio y en su épo­ca, de la producción de Amé­rica española: Luis Carlos Ló­pez, Leopoldo de la Rosa. Gui­llermo Valencia. Herrera yReissig, Torri, Rosado Vegá,Chocano, ademá~ de aquellosque eran sus amIgos persona­les, como González fartínez,Rafael López, Tablada, Ca­mín, etc., y naturalmente, lascumbres mayores: Dario, Ner­YO, Othón, Gutiérrez Nájera,Lugones, especialmente el úl­timo que, como se sabe, le me­reció el calificativo de "sumopoeta" y a quien aludía f.re­cuentemente como prototIpode virtud poética.

Su cultura literaria, pues,estaba muy por encima de locomún tratándose de quien,como él, tenía que vivir "ex­primiéndole algo y algo a laprofesión". ¿ Qué tiene de ra­ro que sus temas, aunq~e .sesitúen a veces en la prOVll1Cla,sean los del hombre universal:el amor, la religión, la muer-te? ...

1 "El señor invierno" ef. Ele­na Molina Ortega, El dm¡ de fe­bl'ero J' otras prosas, 'niversidadK acional Autónoma de México,1952.

2 PI'obablemente leía a estosautores en Sil lengua, como lo su'giere el hecho de que al citar alcorrer de la pluma La révoite desanges la lla!"T1a la "Revuelta" ... ;;es bien sabIdo que la traducclonhabitual es La rebelión de los (Íl/­

peles.

ARTESPLASTICAS

Por J. J. CRESPO DE LA SERNA

C..(;-ilZ: 1:.1 ClI(/dro de los cuadros

Goerit7.: ilÍ nllmo

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EL ARTE DE MA.T E'HA SGOERITZ

ESTE alemán románticoy ~ufórico tiene una in,qUIetud contagiosa. Bu­cea en todo. Le atrae

todo. No se ha conformadocon haber establecido un con­tacto estrecho con el hombrede las cayernas, interpretando,c?n sentIdo nuevo, su balbu­Clente p~ro vigoroso mensaje.Su espIrltu está siempre abier­to, como si tuviera poderosasa~tenas receptoras, a lo quesIrva para la exteriorizaciónconcreta de visiones o de en­tel~quias de la mente, en cual­qUIer momento de la vida. Poreso, ensaya hacer pintura, lue­go somete la materia a la fuer­za y la voluntad de sus dedosrdtorciénddla, atenaceándola'perforándola, es t r u j á n d01;hasta sacar de clla formas qu~respondan a sus estados aní­micos, y más ta rde someteotros. materiales a sus capri­chos para producir una arqui­tect~ra, .a la vez espectaculary mlstenosa. Conversa sonríetiene la "bonhomie" de quie~sabe c?mprender y tolerar yangustiarse y alegrarse con loque le pasa a la humanidad.Todo esto se traduce en su ar­te. Un arte inquieto, de conti­nua experimentación, un arteque es resultado del hombre ac­tual, situado en una encrucija­da de caminos y de dolores,pero que sabe entrever aquí yallá, el remanso y la ~strella.

En su gran exposición dela Galería Proteo, realizada ap~incipios de mayo, hemos po­dIdo comprobar su multivariaactividad, no sólo por las foto­grafías de los proyectos inte­grados a la arquitectura, o lasrealizaciones hechas como el'Perro d'et Pedregal, que·es tanfamoso, o la Gran Mano Di­vina, en una iglesia recién re­fon:la?a, o su ensayo arqui­tectolllco de "El Eco", sino porel contingente de esculturasque ha enviado, junto con doso tres pinturas. En lo que des­cuella, es, empero, en la escul­tura. Goeritz es escultor, cuan­do pinta y cuando "hace"arquitectura. Concibe la ex­presión artística como un todounitario y de tres dimensiones,por eso es en lo escultóricodonde está mejor. Su arte esun arte de síntesis, y más queeso, de esencias. En cierto sen­tido sigue una norma, tal vezinconsciente, del expresionis­mo que tan rico florecimientoha tenido en su país. Encuen­tro en sus esculturas, al ladode un estilizamiento de tipoactual, una supervivencia deformas góticas, por Jo menosen su espíritu. Ha l!egado a¡'na depuración ascética deld<!to real, pero no se diluyel"11 lo frío de UJla ecuación en-