Post on 11-Mar-2016
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Lo que queda de unaEsquina Redonda
Lo que queda de una Esquina Redonda supone unarecopilación de los pocos textos y relatos que desde
octubre de 2004 hasta junio de 2008 formaronparte del blog Esquina Redonda. Hace tiempo quedejé de actualizarlo y no tenía apenas lectores, así
que el resultado más lógico era hacerlo desaparecer.Queda, como recuerdo y homenaje, esta recopila-
ción de posts que espero que disfruten y compartancon todo aquel al que le puedan interesar.
Un por qué
Cuentan que cierto escritor presentaba en rueda deprensa su nuevo libro hace ya algunos años cuandoalguien le preguntó:
-¿Qué hay que hacer para escribir un Best-seller?
Oculto tras su gran talento, el literato respondióante las risas y el asombro de todos:
-Es algo muy fácil, no hay que hacer nada especial...
Finalizado el acto, el periodista que había formuladoaquella pregunta se acercó al escritor y le puso aprueba sugiriéndole que era incapaz de escribir un
Best-seller en un mes. Una cena era el premio para
aquel que tuviera razón. 28 días después, Umberto
Eco le remitió al redactor una copia de la novela 'El
nombre de la rosa', uno de los libros más vendidos
de los últimos tiempos. Y el periodista tuvo que invi-
tarle a cenar en un lujoso restaurante de Madrid.
Es esta una buena reflexión para comenzar esta
aventura. Nada es imposible. Todo puede costar
más o menos, pero nunca hay que retirarse
antes de intentarlo.
Espero que disfruten.
¿Y si todo estuvieraen nuestra mano?
Publicado el 26 de octubre de 2004
Ir y volver no es tan complicado. En realidad es algo
que hacemos sin darnos cuenta conforme la vida
avanza. Ir es descubrir y volver es arrepentirse. Nin-
guna opción es mejor que la anterior, es sólo un
equilibrio que nos ayuda a seguir vivos. A saber que
estamos ahí, esperando el próximo movimiento que
nos lleve a un nuevo lugar. Quizá un día lleguemos a
la orilla, pero nunca olvidaremos lo que pasamos
por alta mar. Lo único que nos quedará claro es que
las piedras siempre van a estar por debajo de nos-
otros y eso significa que no nos podrán parar por
muy grandes que sean.
¡Estamos por encima de ellas!
Sin títuloPublicado el 26 de octubre de 2004
Cuando las palabras se van por un tiempo, la vida
apenas tiene sentido. Al final siempre vuelven; por-
que callar una palabra es como frenar el avance de
una nube, algo imposible. Pero todo ese periodo
que queda atrapado entre medio no resulta agrada-
ble. Resulta difícil caminar con el silencio como
único compañero y la soledad aburre cuando llega
su segundo día de existencia. No porque sea abu-
rrida sino porque carece de palabra. Y el ser hu-
mano la tiene, pero sin nadie a su lado debe
tragársela hasta que cada vez se va haciendo más
amarga y no queda más remedio que escupirla...
Es duro vivir sin hablar; sin decir nada. Sobre todo si
eres una simple pantalla en la que todos los días
aparece reflejado lo mismo. Nada puedo hacer que
no sea esperar hasta que vuelvan a escribir sobre
mí. A la espera de que llegue ese momento, les diré
a unos y ceros que pueden tomarse un respiro. Al
menos así podré descansar yo también...
AusenciaPublicado el 29 de octubre de 2004
Cuatro personas. No creo que resulte tan compli-
cado. Coca cola, cerveza, capuchino y cerveza. Sin
embargo, un joven larguirucho y con cara de imbécil
me saca del error, mientras sorprende
con su estupidez:
–El té, ¿para quién?
Y la respuesta me golpea el alma. Isabel nunca supo
decidir con firmeza y eso siempre juntó nuestras mi-
radas para que descubriera en ella el rostro de una
desconocida. Cuando sentenció que quería casarse
conmigo me enamoró por completo, pero todo ha
cambiado. Ahora odio a las personas que nunca se
definen; ésas que acaban bebiendo té cuando ha-
bían pedido un capuchino.
(Escrito hace dos meses con motivo de un concurso.
Nunca más se supo...)
Out-fusiónPublicado el 9 de febrero de 2005
Sueño con una vida, una mano, un cabello.Imagino tus dedos como fuente de sensaciones,o incluso de deseos...
Siento, un cuerpo fuera del mío,una mente que invade mi cabeza;una nueva forma de pensar y de actuar.
Mi vida sin mí pero sin ti,la dualidad que todo aleja,que todo olvida...
Dos miradas en la noche que se sueñan distantes,pero que a todas horas pueden rozarse.
Negro azabache que ilumina mis pisadasy una mano que me sostenga cuando caiga.
Sueños...
Una voz en mitad de la noche,un pensamiento que se apaga.
Una ilusión que con nocturnidad desaparecey que durante el día resulta olvidada.
Apaga la luz y vuelve a mi cama.Las noches son frías y extrañas en tu ausencia.
Solo sueños, que nunca terminan de cumplirse;que se escapan de mis dedos a diario...
Y duele
Desdibujando laoscuridad
Publicado el 17 de febrero de 2005
En mi ventana siempre aparecía la misma gente.Con pasos diferentes y sentidos comunes que seperdían al doblar la esquina. Miradas perdidas encarteles de conciertos y puestas de sol en los muros.Todos iguales dentro de su inmensa diferencia. Inca-paces de descubrir su parecido genético y mental,sin querer decir: “Yo también pertenezco a la masa,como tú”.
Por suerte, ella era diferente. Con un andar ensimis-mado y unas uñas que se pulían en todas las pare-des. Tenía un brillo especial en la mirada; ése que
distingue a los genios de los mediocres. Ése que me
cautivó por completo. Pasaba cada tarde bajo mi
particular mirador a las siete y cinco con una pun-
tualidad antagonista con su caminar lento y pau-
sado. El viento, cuando se dejaba sentir de cuando
en cuando a este lado de la ciudad, agitaba su
media melena pelirroja con dulzura y encanto. Justo
la hacía coincidir con los últimos rayos del sol que la
convertían en un alboroto de miel y oro. A ella le
gustaba sentir esa brisa, le hacía sentir que la vida
tiene cosas maravillosas, supongo.
EllaPublicado el 4 de julio de 2005
Yo siempre estuve seguro de eso. El que ella apare-
ciera cada día para decirme con su mirada triste ‘es-
pérame mañana’ me convirtió en un luchador que
se adueñó de una ventana blanca. Un rincón del que
todos comprendieron que jamás podrían tomar po-
sesión hasta el día que me fuera. Y el caminar de
aquella dama alargó ese momento al menos cinco
años. Me lo dijo el médico cuando le revelé mi se-
creto, cuando le susurré al oído que mi única aspira-
ción en esta vida era esperar a contemplar un día
más a la mujer más bella que contemplé nunca.
¿Qué más puede esperar un pobre anciano sordoque lleva quince años abandonado en una residen-
cia donde sólo ve a gente acabada como él? Sólopuede esperar a que el corazón deje de latir mien-
tras sus ojos intentan convencerle de que merece lapena haber vivido.
Hoy la observé por última vez. Y lloré al intuir queno llegaría un mañana con ella bajo mi ventana. El
corazón es incapaz de soportar una vida que seapaga sin intención, obligada por la insoportable
exigencia del paso del tiempo.
Quizá también me eche de menos; esta tarde se fijoen mí.
Amaba sin ni siquiera abrir los ojos y besaba oliendoa colonia. Poseía la palabra precisa en el instante co-rrecto y nunca erraba. Perfecta ella, torpe de mí. Ladescubrí una noche de otoño, cigarrillo en mano,mientras buscaba una vía de escape a madrugadassin sentido. Mucho tiempo después me abrazó ha-ciéndome sentir el tipo más desdichado del planeta.Tener o no tener que dijo aquel. Lo hizo sólo una vezen cuerpo presente pero miles en duermevela. Allífue donde intenté conocerla y logré algún avance,pero nada como la realidad para descubrir que elpensamiento siempre se queda corto.
Alma en velaPublicado el 20 de octubre de 2005
Se fue sin decir adiós, como lo hacen los visitantesingratos.
Busqué por calles, ciudades y países, pero nadiesupo de ella nunca más. Quizá por eso el encanta-
miento fue desapareciendo hasta convertirse en unvago recuerdo. Seiscientas treinta y dos noches des-
pués la sigo buscando en cada mirada. No me inte-resa para nada, tan sólo confío en que algún día
pueda recuperar mi alma. Y poder así entregarla denuevo. O mejor aún, guardarla en un baúl escondido
bajo las entrañas de un gran árbol donde nadiepueda encontrarla. Y volver a decir aquello: "De
nuevo en la brecha amigos míos".
Llueve y el día se dibuja raro. Es mediodía, caras se-rias y ropas oscuras me rodean en un lugar que noresulta el más apetecible para volver a toparse conrostros conocidos aunque olvidados por algúntiempo. Funeral. El paso definitivo del aquí al allá.Digo allá porque siempre quise creer que existe algomás que una vida agitada. Lo imagino como un lugartranquilo, con hermosas fuentes de agua y un cieloazul celeste perpetuo. Supongo que será así, aun-que no podré contárselo jamás como comprende-rán. Es el gran secreto del vida, el lugar al que van aparar todas las buenas personas (y las no tan bue-nas, seamos realistas) cuando todavía tenían cosaspor hacer cuando tenían los pies en el suelo.
En casa de la muerte
Publicado el 26 de abril de 2007
Llueve y el día se dibuja raro. Es mediodía, caras se-rias y ropas oscuras me rodean en un lugar que noresulta el más apetecible para volver a toparse con
rostros conocidos aunque olvidados por algúntiempo. Funeral. El paso definitivo del aquí al allá.
Digo allá porque siempre quise creer que existe algomás que una vida agitada. Lo imagino como un lugar
tranquilo, con hermosas fuentes de agua y un cieloazul celeste perpetuo. Supongo que será así, aun-que no podré contárselo jamás como comprende-
rán. Es el gran secreto del vida, el lugar al que van aparar todas las buenas personas (y las no tan bue-
nas, seamos realistas) cuando todavía tenían cosaspor hacer cuando tenían los pies en el suelo.
Se me ocurren estas cosas en un cementerio, lugarde cualidades mágicas y silenciosas. Sin que nadie
comente nada, sin que nadie haga mención, losfuertes se vuelven demasiado vulnerables; los des-
aliñados, correctos; y, mientras, la vida pasa como sien aquel lugar nada tuviera importancia. En un ce-
menterio nada importa. Comprensible por otraparte, el motivo de visita quita las ganas de todo.
Por eso no me gustan los cementerios.
A continuación les dejo el relato que me han publi-cado en el libro "Soy canalla", editado por la Asocia-ción de la Prensa de Aragón. Espero que les guste.
Cuando sonó el timbre me temblaban las piernas.
Abrí la puerta con una sensación a medio camino
entre la frustración y la euforia para encontrarme al
otro lado un gesto serio y casi dos metros de altura.
Tras los sobrios saludos de rigor, le invité a sentarse
en la mesa que estaba en el mismo recibidor y sobre
la que había dos vasos usados y las llaves de mi
coche. Ambos nos sentamos y nos miramos fija-
mente. Después, el individuo se despojó de una ga-
bardina grisácea y algo mugrienta para apoyarla en
una tercera silla sobre la que ya descansaba un
arrugado abrigo de tiros largos.
Extraje de debajo del faldón de la mesa camilla una
carpeta repleta de recortes de periódico, cintas de
música y una decena de cintas de vídeo. Entonces,
todo estaba listo. El hombre, cuyo nombre nunca
supe, comenzó a examinar toda aquella retahíla de
asuntos varios con mucho interés. Para facilitarle la
tarea, había colocado un ladrón en el enchufe si-
tuado junto a la puerta de entrada para que pudiera
hacer uso de un radiocasete, un vídeo y una televi-
sión a su antojo. Yo mientras, esperaba.
Un cuarto de hora después, el ascensor se detuvo en
mi rellano y unos tacones femeninos se deslizaron
hasta mi puerta. Todo sucedió muy rápido. Unas lla-
ves cayeron al suelo, fueron rescatadas para abrir la
puerta y mi mujer, el perfecto desconocido y yo nos
quedamos mirando. Con cara de asombro ellos; yo
reflejaba una gran decepción.
- Quedamos en que nada de terceras personas, –me
inquirió mi invitado mientras recuperaba con gesto
Clasificado, principio y fin
Publicado el 22 de abril de 2008
fugaz su gabardina–. Has perdido.
El tipo desapareció en menos de cinco segundos lle-
vándose las llaves de mi coche. Alicia no sabía a
dónde mirar.
- ¿Quién era ese hombre? ¿Dónde va con las llaves
de nuestro coche? ¿Qué significa todo este montaje
de cacharros en la entrada? ¿Y por qué has dejado
que dejara su abrigo sobre mi prenda nueva? Ya
sabes que lo odio...
Comprendí que estaba dolida. Y no porque alguien
hubiera arrugado su reciente adquisición para el in-
minente invierno, ni mucho menos porque hubiera
colado en casa a un completo desconocido. Estaba
dolida porque nunca estuvo al corriente del asunto,
eso la mataba. Pero no supo que me estaba ha-
ciendo el hombre más infeliz del mundo.
- Alicia, cariño... Ahora sí que tenemos un problema,
–le expliqué-. Siéntate y respira hondo porque es
una historia algo larga de contar.
No me quedó otra que reconocer que cuando le dije
que había encontrado trabajo lo hice en un clasifi-
cado que simplemente decía: “Si te atreves, te re-
compensaré”. No recuerdo qué extraña razón me
llevó a acudir a la dirección indicada, pero lo cierto
es que no pasó ni media hora hasta que aparecí allí.
Nadie me recibió cara a cara, lo cual me hizo des-
confiar y suponer que la suma a ganar sería gene-
rosa. Una voz seca me dijo:
- Coge el sobre que hay bajo el felpudo y sigue las
instrucciones. Antes de irte, rellena con tus datos la
ficha que hay y deposítala en el buzón de este piso.
Pon bien claro el número que hay en tu sobre. Te
haré una visita dentro de un mes.
Dudé sobre si obedecer o salir corriendo, pero decidí
coger el sobre.
- Nunca dejas de sorprenderme... –me recriminó Ali-
cia-.
Como siempre intuí, Alicia reaccionó con una in-
quieta serenidad mientras trataba de atar los cabos
de una hilarante idea. Idea que, por otra parte,
nunca me pareció descabellada. Cogiendo aquel
sobre acepté lo que seguramente sería una exce-
lente oportunidad de ganar dinero. Me guiaba la
desesperación.
Las instrucciones eran claras, estaba obligado a
hacer lo que fuera por llamar la atención de la
prensa. Atención cifrada en cuatrocientas noventa y
seis apariciones en cualquier medio, la suma del
valor de los treinta y un días que tiene mayo. A cam-
bio, y sin posibilidad de negociar, yo ponía en juego
mi coche. Por último, ‘no hay marcha atrás ni otros
actores, –versaba la escueta nota-. Si te atreves te
recompensaré’.
- No entiendo cómo no te planteaste renunciar, es
algo imposible. ¿No pensaste en huir, escapar por un
tiempo? –preguntó inocente Alicia-.
- ¡Qué claridad de ideas la tuya! Recuerdas que dejé
un papel con todos mis datos en su buzón. Estoy se-
guro de que un tipo así es capaz de encontrarte en
cualquier parte, aunque te escondas en un agujero
bajo la tierra.
- ¿Pero no te diste cuenta de que era una misión im-
posible?
- No. De hecho lo conseguí...
- Eso quiere decir que yo...
- Sí. Estaba a puntito de ganar y acabé perdiendo mi
coche.
Por un momento su mirada rebuscó en la habitación
una distracción con la que dejar correr los segundos.
Poco después, me preguntó cómo lo había logrado.
Efectivamente yo no tenía mucha idea acerca del
funcionamiento de los medios de comunicación,
pero debía lograrlo si quería recuperarme económi-
camente. Así, me dediqué a llamar a programas ra-
diofónicos, escribí cartas al director para periódicos
y revistas, dejé multitud de comentarios en los dia-
rios digitales, esperé a las puertas de las redacciones
para poder participar en las encuestas callejeras, fui
público de hasta treinta programas televisivos, parti-
cipé en un concurso de preguntas y respuestas en un
canal nacional, perseguí a fotógrafos para colarme
en el fondo de sus instantáneas y terminé mi labor,
tres días antes del plazo, del mismo modo que em-
pezó, con un clasificado en el que puse en venta mi
apartamento a un precio muy asequible para llamar
la atención.
- Ya decía yo que últimamente llamaba mucha
gente. Pensé que se equivocaban.
- Lógico...
- Sí, pero luego pensé que al final te habías decidido
a vivir conmigo.
- ¿En serio?, -pregunté antes de echarme a reír-.
- Sí, por eso estoy aquí. Quería empezar a recoger.
Acepté una de las ofertas...
- ¿Y si diéramos la vuelta al mundo? - preguntó.
- Quizá mañana, quizá...
Tarde de juevesPublicado el 27 de junio de 2008
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Copyright: Juan Pablo Montaner. Enero de 2012