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Las Voces de la Participación Lic. Pablo Gabriel Mandrile
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LAS VOCES DE LA PARTICIPACIÓN
Análisis de las Asambleas Ciudadanas en la provincia de Santa Fe, mayo-junio de 2009.*
Lic. Pablo Gabriel Mandrile**
Resumen:
El presente trabajo recoge y sintetiza los principales hallazgos encontrados por una investigación de
mayor alcance previamente desarrollada. La ponencia indaga así sobre los diversos significados con
que ciudadanos y ciudadanas santafesinos entienden la participación democrática dentro del marco de
las Asambleas Ciudadanas. Estos encuentros consisten en una iniciativa participativa organizada por
el gobierno de la provincia de Santa Fe desde principios del año 2008, y vienen desarrollándose desde
entonces en cinco ciudades del territorio provincial: Rafaela, Reconquista, Rosario, Santa Fe y Venado
Tuerto.
Partiendo de los diferentes paradigmas con que a lo largo del siglo XX se ha teorizado la democracia y
el rol que le cabe a la participación ciudadana dentro de esta particular forma de gobierno, las
conclusiones apuntan a recrear los principales idearios con que las personas entrevistadas entienden y
significan estos nuevos espacios de participación directa como así también la participación política en
general.
Palabras clave:
democracia – participación – gobernantes – gobernados
Introducción:
Durante los últimos años la discusión sobre la democracia es testigo de un doble movimiento, tanto
teórico como práctico, que busca redefinir los criterios mismos de legitimidad de la acción política,
estudiando e impulsando una gran variedad de iniciativas que proponen la inserción de nuevos actores
* El presente trabajo es una síntesis de la tesina inédita de licenciatura del autor, la cual se encuentra disponible en su versión original en la biblioteca de la Universidad Católica de Santa Fe.
** Politólogo (UCSF). Maestrando en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Santa Fe, Argentina. Egresado de Instituto Superior de Cultura Sophia, Ottmaring, Alemania. www.iu-sophia.org. Integrante de la Red Universitaria para el Estudio de la Fraternidad (RUEF). - pablomandrile@hotmail.com -
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más allá de los tradicionalmente contemplados dentro de los procedimientos de toma de decisión
previstos en nuestras actuales democracias representativas.
Se habla de participación ciudadana y de las presuntas bondades de una sociedad civil más activa
tanto a nivel académico (especialmente dentro de la ciencia política, pero también en el resto de las
disciplinas sociales), como así también en los discursos de partidos políticos y organizaciones sociales
de las más variadas, independientemente de la filiación ideológica de la cual provengan.
Es en esta dirección que se inscriben también numerosas iniciativas o prácticas participativas,
generalmente impulsadas desde los gobiernos locales o sub-nacionales (presupuestos participativos,
audiencias públicas, comisiones y foros temáticos, consejos barriales o municipales, etc.), y que con
los objetivos más diversos, y siguiendo una gran variedad de mecanismos, grados de
institucionalización y procedimientos, dan forma a un universo de experiencias que si bien
difícilmente puedan ser analizadas como un todo homogéneo podríamos englobar dentro de un nutrido
conjunto de experimentos democráticos.1
Entre las presuntas ventajas que la participación cívica traería aparejadas, la literatura específica
rescata aspectos tales como la superación de los límites impuestos por la racionalidad limitada de los
decisores públicos a través del intercambio argumentativo y de información que propician los debates.
A su vez, esta superación de la racionalidad limitada también estimularía el llamado “ascenso en
generalidad”, que no es otra cosa que el proceso de transición desde opiniones basadas en los
conocimientos e intereses particulares que cada actor lleva consigo al debate, hasta alcanzar
propuestas o compromisos que se vinculen ante todo con los intereses y beneficios del conjunto de la
comunidad.2 Otra de las ventajas que comúnmente se destaca es que la deliberación, al convocar y
escuchar a un mayor número de actores respecto de aquellos considerados dentro de la teoría
republicana clásica, cimentaría una nueva fuente de legitimación política, ensanchando por
1 Sirviéndome del excelente análisis del Dr. Alberto Ford (2007), me interesa rescatar la definición de experimentos democráticos por dos motivos. En clave descriptiva, esta aproximación nos ayuda a no prescindir del realismo político necesario a la hora de estudiar estos fenómenos y comprender que aún se trata de una serie desarticulada e inconexa de prácticas participativas, inscritas todavía dentro de un esquema democrático representativo y de una cultura política nacional fuertemente delegativa (O´Donnell 1994). Por otra parte, la categoría de experimentos democráticos nos dota, en sentido metodológico, de una cierta flexibilidad a la hora de juzgar el alcance y los primeros resultados de estas innovaciones institucionales, ya que como sucede en las ciencias duras, la experimentación se sustenta en procedimientos continuos de prueba y error, a fin de ir mejorando los procesos de manera continua.
2 Resulta interesante recordar que este “ascenso en generalidad” no se produciría únicamente en base a comportamientos de tipo altruista por parte de los participantes en un ámbito de discusión-decisión, sino que también entra en juego lo que Jon Elster (2001) denominó como la fuerza civilizadora de la hipocresía. Ésta consiste en la auto-moderación de los intereses particulares que cada actor -expuesto al juicio de los demás participantes a través de su argumentación- se ve forzado a realizar como resultado de la lógica colectiva que sustenta el espacio de deliberación.
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consiguiente las bases que legitiman las democracias vigentes.
Otra mirada, más crítica y reticente frente al discurso participacionista, entiende a estas prácticas
participativas como meras herramientas técnicas-administrativas diseñadas para una mejor gestión y
control del conflicto social. Dichas herramientas permitirían al sistema político percibir mejor el eco
de su ambiente societal, previniendo las eventuales oposiciones y evaluando constantemente las
relaciones de fuerza, a fin de imponer intereses políticos particulares (los del gobierno de turno) por
sobre otros intereses sociales.
Como vemos, lejos está de existir un acuerdo unívoco acerca de la conveniencia y/o efectividad de los
nuevos mecanismos de participación ciudadana mencionados con anterioridad. Precisamente, uno de
los puntos comunes tanto en el plano académico como en el de la crítica y discusión política cotidiana,
viene dado por la recurrente impugnación a la distancia aún existente entre las pretensiones teóricas y
retóricas sostenidas por este tipo de iniciativas participativas y los logros concretos que se desprenden
de su realización. ¿Para qué sirve la participación? ¿Se logra -a través de la participación activa de
la ciudadanía- agilizar y volver más pertinentes los procesos de toma de decisión? Las decisiones
resueltas y consensuadas en esos ámbitos participativos ¿llegan a plasmarse en políticas concretas en
beneficio de la comunidad? De ser así ¿las políticas implementadas son aquellas resueltas de manera
conjunta o fueron posteriormente rescritas (rediseñadas) en los despachos públicos?
Estas son algunas de las preguntas cruciales que surgen casi de manera inmediata cuando bajamos de
la elaboración normativa teórica al análisis de los procesos participativos reales, preguntas que
también me he planteado de frente al caso de estudio analizado en el presente trabajo. Y es justamente
desde las voces de los participantes entrevistados que los interrogantes anteriormente mencionados
adquirieron un tono menos general o abarcativo, reformulándose en la pregunta central que guió esta
investigación: ¿cuáles son las representaciones sociales o significados construidos por los
participantes y no participantes invitados a las AC respecto a la participación ciudadana?
Tres enfoques teóricos en torno a la democracia:
La democracia, definida en sentido amplio como aquel particular régimen político llamado a
garantizar la participación de los ciudadanos en los asuntos de gobierno (básicamente en las funciones
de elección, ejecución, legislación y control público), es objeto de reflexión y estudio desde la antigua
Grecia hasta nuestros días. Aún si resulta una quimera debido a la extensión del presente trabajo,
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quisiera al menos mencionar tres enfoques teóricos (o tres tradiciones de pensamiento podríamos
decir) que han avanzado sobre la caracterización de los regímenes democráticos existentes y el lugar
que le cabría a la participación ciudadana dentro de ellos. El objetivo de este breve recorrido es
dotarnos de conceptos generales que nos ayuden a abordar las distintas dimensiones en que fue
desagregada nuestra variable principal de estudio: las representaciones sociales sobre la participación
ciudadana.
En primer lugar podemos citar la tradición democrática elitista, en la cual ubicamos autores como los
italianos Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto, los alemanes Robert Michels y Max Weber, y el austríaco
Joseph Schumpeter.3 Si bien las obras de los referidos varían en torno a una gran diversidad de temas,
existe entre ellos un común denominador en cuanto a su pretensión de análisis objetivo y descriptivo
de la realidad política y social de su tiempo, perspectiva que los lleva a redefinir a la democracia como
un método político basado en la libre competencia entre elites, reservándole un papel secundario y
marginal a la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Testigos del nacimiento y
consolidación de las modernas democracias de masas, estos autores resaltan las dinámicas de
competencia entre partidos -cada vez más burocratizados- y elites -siempre más profesionalizadas- por
ganarse los votos de las mayorías populares, caracterizadas a su vez como una masa informe de
ciudadanos y ciudadanas fuertemente influenciables por la propaganda política.
Ya en la segunda mitad del siglo XX, autores como Robert Dahl, desde una perspectiva conocida
como pluralista, han sabido reconocer en sus estudios la existencia y capacidad de influencia que
sobre las decisiones políticas cotidianas tienen diversos grupos u organizaciones sociales que reúnen a
ciudadanos con intereses comunes y que, pese a no ostentar necesariamente un cargo público, por
medio del trabajo conjunto y diversos recursos logran modificar según sus propios intereses y en
diversas medidas cuestiones de la agenda gubernamental. La tesis principal sostenida por el enfoque
pluralista -heredero de la tradición tocquevilliana- es que el poder político se haya disperso al interior
de las sociedades modernas. Al contrario de los elitistas, aseguran que en las actuales democracias de
masa existe entre la elite gobernante y la ciudadanía un amplio espacio conformado por diferentes
grupos de interés que interactúan entre sí y también con las agencias gubernamentales, estableciendo
relaciones de cooperación, coordinación, presión, control e influencia mutua.
3 El término “elitistas” con el cual adjetivo a los mencionados autores no se refiere a que éstos hayan defendido una postura política en favor de, sino más bien a que, en su pretensión de análisis sociológico-científico de la democracia, desarrollaron una aproximación teórica en la que la centralidad del debate no pasa tanto por valores como la participación ciudadana o la deliberación pública, sino mas bien por el rol principal desempeñado por las elites y el conjunto de reglas e incentivos que ordenan la competencia entre las mismas.
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En tercer lugar, podemos mencionar a la escuela participacionista, en la cual destacan autores como
Bachrach, Macpherson, Pateman, Walzer o Marc Warren. Este enfoque, retomando el pensamiento
democrático clásico, destaca la importancia del fortalecimiento de la dimensión prescriptiva o
normativa de la democracia, haciendo particular hincapié en la continua necesidad de habilitar nuevos
espacios para que los gobernados tomen parte en los procesos de decisión política. Este
involucramiento generaría progresivamente un doble efecto: por un lado, el desarrollo individual en
los ciudadanos de ciertas virtudes o aptitudes democráticas que favorecerían su compromiso activo y
responsable en la arena pública. Por otro lado, frente al cambio en la estructura social que
acompañaría nuestras actuales democracias a principios del siglo XXI, la apertura de nuevos canales
de participación y legitimación democrática sería funcional frente al siguiente diagnóstico: la
complejidad social reclamaría más democracia, más participación de nuevos actores en los procesos
de toma de decisión contemplados en los actuales sistemas políticos, y menos dirección jerárquica.
Como vemos, las posiciones esgrimidas distan considerablemente unas de otras y hasta incluso
sostienen concepciones diametralmente opuestas respecto al significado y a los alcances de la
participación ciudadana dentro de un régimen democrático. También así, muchas de las opiniones
manifestadas por los entrevistados durante el trabajo de campo pudieron vincularse con mayor o
menor claridad a una u otra de las diferentes perspectivas teóricas descritas.
El supuesto de base del cual partí a la hora de analizar los testimonios recogidos fue que dentro del
imaginario social podemos encontrar cristalizados y simplificados en el lenguaje cotidiano de cada
ciudadano, diversos argumentos ya expresados por las corrientes teóricas mencionadas. Sin embargo,
junto a ellos, apareció también otro conjunto de representaciones que no encajan dentro de una u otra
corriente teórica, y que pueden ser interpretadas como expresiones que emergen a raíz de las tensiones
democráticas irresueltas entre representación política y participación directa, entre concepciones
normativas y concepciones instrumentales de la democracia, o simplemente entre participación
ciudadana y resultados.
Las asambleas ciudadanas (AC):
En el mes de abril de 2008 el gobierno de la provincia de Santa Fe puso en marcha el proceso
participativo de AC, componente central dentro del marco más amplio de regionalización y
planificación estratégica encarado por la actual administración del Frente Progresista Cívico y Social.4
4 El Frente Progresista Cívico y Social (FPCyS) es una coalición de gobierno a nivel provincial, que cuenta entre sus
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Las AC consisten en una iniciativa participativa impulsada con el objetivo específico de construir y
monitorear de manera colectiva el Plan Estratégico Provincial. Dicho plan pretende, a su vez, definir
en clave prospectiva los principales lineamientos o políticas necesarias a mediano y largo plazo para
promover el desarrollo social, económico, cultural e institucional de la provincia de Santa Fe. Las AC
se presentan así como espacios de interacción5 y debate entre representantes del sector público estatal,
privado y social, provenientes de grandes ciudades o pequeñas localidades de todo el territorio
provincial, quienes reunidos en jornadas cuya duración no excede generalmente las tres horas de
trabajo, discuten acerca de las políticas públicas que consideran estratégicas para favorecer el
desarrollo integral de cada una de sus regiones6 y de la provincia en su conjunto.
En las asambleas confluyen una diversidad de actores muy variados, vinculados de diferentes modos
con la realidad santafesina: autoridades políticas de la provincia; intendentes, presidentes comunales y
concejales de diferentes localidades y partidos; empresarios, industriales, productores agropecuarios y
dirigentes de cámaras y colegios profesionales; sindicalistas; docentes y directivos de instituciones
educativas; policías y trabajadores de la salud; junto a un nutrido grupo de representantes de
instituciones, credos u organizaciones características de la sociedad civil (ONG, asociaciones civiles,
cooperativas, mutuales, etc.) y ciudadanos en general que, sin manifestar una pertenencia
organizacional determinada, toman parte de dicho espacio.
Mediante decenas de miles de correos postales y electrónicos, llamados telefónicos personalizados y
propaganda en radio, televisión y periódicos, se difunde la convocatoria abierta para dichas reuniones,
las cuales vienen teniendo lugar desde el 24 de abril de 2008, con el inicio de las AC en la ciudad de
Reconquista. Al cabo de dicho año, luego de cuatro rondas asamblearias, fueron realizados un total de
20 encuentros -a razón de 4 por cada región- con una participación aproximada de 10.000 personas a
lo largo del proceso (PEP 2008:25), mientras que hacia finales de 2011 el número de asambleas llegó
a un total de 50 reuniones en todo el territorio provincial.
miembros mayoritarios al Partido Socialista y la UCR, y otras fuerzas políticas menores como el Partido Demócrata Progresista (PDP), el partido Solidaridad e Igualdad (SI), el partido PARES y el ARI-Coalición Cívica. Desde diciembre de 2007 el FPCyS asumió el Gobierno de la Provincia de Santa Fe, luego de 25 años de administraciones justicialistas, y retuvo la gobernación en las últimas elecciones celebradas durante el año 2011.
5 Sigo a Gaventa en la definición de espacios de interacción como “oportunidades, momentos y canales en los que los ciudadanos pueden actuar [con el Estado] para potencialmente incidir en políticas, discursos, decisiones y relaciones que afectan sus vidas e intereses”. (Gaventa, J. citado en CIPPEC 2008:4)
6 La actual administración santafesina ha decidido abordar el territorio provincial subdividiéndolo en 5 regiones, cada una de las cuales reúne en su interior a un número variable de municipios y comunas y cuenta con una ciudad nodo. Cabe aclarar que estas regiones no comportan una nueva división política de la provincia, ya que de acuerdo a lo establecido por la constitución provincial ésta se divide en 19 departamentos. Para ver el mapa con las 5 regiones delineadas y sus ciudades nodo ver anexo nº 1.
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Estas características particulares nos permiten encuadrar las AC dentro de lo que Annunziata (2009) ha
denominado como dispositivos participativos. A diferencia de la participación militante en grandes
partidos de masa u organizaciones sindicales, ambas formas distintivas del siglo XX, las últimas
décadas han sido testigo del emerger de nuevas modalidades de participación ciudadana más allá del
compromiso militante o la participación electoral.7
Los dispositivos participativos constituyen así espacios de participación ciudadana abiertos y
regulados por el poder político (generalmente desde instancias de gobierno local o sub-nacional), por
lo cual las dinámicas de trabajo y el alcance de lo debatido quedan siempre -y en última instancia-
bajo la órbita de quien promueve dichos espacios, con los límites que ello supone. En este tipo de
prácticas la participación encuentra un cierto grado de institucionalización conferido por el aval del
gobierno que convoca, y la lógica que prima es siempre top-down, es decir, la participación de la
gente no surge desde abajo por iniciativa de la sociedad civil, sino que “es el Estado el que, mediante
la apertura de estas instancias, se expande, en el mismo acto de volverse poroso” (Annunziata
2009:9).
Ahora bien, dentro de esta variedad de nuevos dispositivos participativos -siguiendo a la autora-, las
AC constituyen un tipo especial denominado dispositivos de enunciación / elaboración de problemas.
Algunas de las características propias que definen la fisonomía de esta clase de iniciativas son:
• la invitación abierta a todo ciudadano interesado en participar (combinada, como vimos,
con invitaciones particulares dirigidas a representantes de diversas instituciones)
• un formato de encuentro del tipo asambleario
• la coordinación de los grupos de trabajo está generalmente a cargo de representantes del
gobierno promotor, sean funcionarios políticos o personal de carrera (en el caso de las AC
denominados facilitadores)
7 Entre estas nuevas vías de expresión y demanda ciudadana encontramos un universo heterogéneo de diferentes prácticas; siguiendo a la autora, podemos reconocer desde estallidos espontáneos de la ciudadanía frente a problemáticas puntuales instaladas en la agenda pública (corralito y cacerolazo 2001; Blumberg y las marchas por la seguridad; la asamblea permanente de Gualeguaychú, o en la actualidad la movilización de comunidades riojanas en torno al debate por la mega-minería a cielo abierto), hasta formas semi-institucionalizadas de participación características en algunos sectores sociales más postergados en su vinculación-disputa con instancias gubernamentales por la apropiación de recursos en el territorio.
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• la toma de la palabra se da de manera espontánea entre los participantes, quienes
intercambian distinto tipo de información componiendo un proceso mixto entre deliberación
racional y negociación de argumentos particulares.
En todo caso, lo que es preciso resaltar es que el eje de la discusión está puesto en la enunciación
grupal respecto a los problemas más relevantes que aquejarían a una determinada comunidad o región
-así como sus posibles soluciones-, más allá de que efectivamente sean resueltos posteriormente. En
este sentido, el binomio enunciación / elaboración de problemas destaca precisamente el carácter no
vinculante (en términos jurídicos) entre lo discutido en este tipo de encuentros y lo actuado por el
gobierno auspiciante.
Breve reseña metodológica:
Si bien tuve la posibilidad de observar más de 30 AC realizadas desde el año 2008, decidí tomar como
período sistemático de análisis al bimestre transcurrido entre mayo y junio del año 2009, período
durante el cual se desarrolló la primer ronda de AC correspondientes a aquel año. La población o
universo del estudio quedó así conformada por el total de invitados a participar de aquella primer
ronda del 2009 (independientemente de que luego hayan participado o no lo hayan hecho), los que
ascendieron a 12.241 personas, varones y mujeres mayores de 18 años, con o sin pertenencia
organizacional, residentes en diferentes localidades de la provincia de Santa Fe.8 Dados una serie de
limitantes fácticos a la hora de realizar el trabajo de campo, la muestra analizada fue del tipo no
probabilística (Sampieri 1997)
Durante el bimestre referido realicé tres viajes a las ciudades de Reconquista, Rafaela y Santa Fe
(ciudades nodo, sedes de las asambleas), en los cuales realicé un total de 28 entrevistas semi-
estructuradas a ciudadanos y ciudadanas de diferentes edades que se habían acercado a participar de
dichos eventos. Dentro del mismo período, y atento a la necesidad de contar con un grupo de control
para evitar posibles sesgos metodológicos, también realicé otras cuatro entrevistas en profundidad a
personas que, habiendo sido invitadas a las AC, decidieron no concurrir por diversos motivos. El
control establecido a partir de la inclusión de este segundo grupo tuvo que ver con poder conocer si las
representaciones sociales sobre la participación variaban en función de la experiencia efectiva que se
tenga de ésta.9
8 Agradezco los datos suministrados por la Dirección General de Despacho y Asistencia Técnica, perteneciente a la Secretaria de Regiones, Municipios y Comunas de Santa Fe.
9 Para ver los formularios de preguntas realizadas a los entrevistados, ver anexos nº 2, 3 y 4.
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La opción por la estrategia metodológica seleccionada obedeció a privilegiar el contacto directo con
los actores, obviando su pertenencia a una u otra región, y sin reparar en características personales
tales como nivel de educación formal alcanzado o nivel socio-económico, ni variables de tipo
estructural vinculadas a indicadores regionales como NBI, PBG o tasa de desempleo. Si bien se podría
señalar que el estudio hubiese ganado en complejidad atendiendo a estas características sociales como
si actuasen a modo de variables independientes sobre los significados dados a la participación
ciudadana (en tal caso el estudio hubiera adquirido un enfoque correlacional y no descriptivo), para
los objetivos de esta primer investigación consideré suficiente el propósito más viable de explorar y
describir las principales representaciones con que los ciudadanos santafesinos invitados a las
asambleas manifestaron entender la participación pública.
Para acercarnos a una definición más tangible de lo que he denominado como representaciones
sociales de la participación ciudadana, dicha variable necesariamente debió ser definida
operacionalmente. Por lo tanto, para organizar y desagregar el análisis de dichas representaciones,
decidí hacerlo a través de seis dimensiones transversales a los distintos enfoques democráticos
previamente mencionados, dimensiones que a mi entender logran recoger y expresar los diferentes
significados otorgados por nuestros entrevistados a la variable estudiada.
• En primer lugar, las representaciones que cada actor puede expresar sobre la participación
ciudadana contienen un elemento claramente subjetivo: la motivación para participar. Esta
dimensión, por lo tanto, rescató el conjunto de causas, intereses y pautas actitudinales por las
cuales los sujetos entrevistados decidieron concurrir o no concurrir a las asambleas.
• En segundo lugar, la dimensión costos de la participación buscó identificar entre los
entrevistados aquellos factores que pudieron ser reconocidos por ellos mismos como
limitantes o condicionantes fácticos de la participación. Es decir, indagar sobre la
ponderación que los invitados a las AC hacen de la posibilidad misma de participar en
relación con otros compromisos u obligaciones de su vida cotidiana.
• La tercera dimensión buscó medir las percepciones sobre el potencial fortalecimiento de las
capacidades de los actores participantes y los posibles aprendizajes desarrollados a partir de
su implicación en el espacio de AC. Esta dimensión lógicamente tomó en cuenta solo a
aquellas personas que concurrieron efectivamente a las AC.
• Utilidad de la participación: Si en la primera dimensión mencionada anteriormente el
acento fue puesto sobre el aspecto subjetivo-motivacional, esta dimensión, en cambio, hizo
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foco sobre los objetivos formales y/o informales que distinguieron los ciudadanos
entrevistados en la realización de las AC y los posibles resultados producto de éstas.
• Las percepciones acerca de la traducción de lo discutido durante las asambleas en
decisiones concretas de políticas públicas fueron recogidas por la quinta dimensión que opté
por denominar como incidencia efectiva. En otras palabras, esta dimensión refiere a la
opinión de los actores entrevistados respecto a la efectividad de estos espacios de interacción
en la definición de programas y proyectos públicos gubernamentales.
• Por último, la sexta dimensión comprendió el binomio gobernante-gobernado. Se
abordaron así las diferentes concepciones respecto a cómo debería darse aquel vínculo en
términos ideales, y también al sentido de novedad -o no- con que los entrevistados
entendieron al espacio de las asambleas como posibilidad alternativa de ejercer su ciudadanía
política, más allá de su condición de electores y la posibilidad de participar de alguna
organización política y/o social.
Principales hallazgos encontrados:
Algunos de los puntos citados a continuación dan cuenta de los imaginarios participativos que
pudieron reconstruirse a partir de los diálogos mantenidos con los entrevistados, mientras que otros,
en cambio, tienen que ver con reflexiones vinculadas directamente a las AC en tanto práctica
institucional desarrollada a escala provincial durante los últimos cuatro años.
Con la intención de presentar de forma esquemática los principales resultados hallados, opté por
reconstruir lo que he denominado como universos semánticos. Cada uno de estos universos recoge en
su interior los principales conceptos o ideas fuerza presentes en los discursos de nuestros entrevistados
consultados sobre el/los significado/s otorgados a la participación ciudadana. A su vez, cada uno de
ellos se vincula, en mayor o menor medida, con alguno de los enfoques democráticos expuestos
anteriormente. De esta manera creo que logramos visualizar perspectivas que, aún si en muchos
puntos se presentan como antagónicas, expresan cada una a su manera una cara de la moneda o, en
otras palabras, una faceta diferente de nuestras actuales democracias.
Antes de presentar ambos universos quisiera realizar una breve aclaración. Identificar rápidamente
cada uno de estos universos con un grupo determinado de personas -como si constituyeran dos bandos
opuestos- sería incurrir en un error, pues, como fue evidente a través de las entrevistas, muchas veces
una misma persona se mostró atravesada en su discurso y sus percepciones por visiones
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contradictorias o encontradas respecto a los significados con que entiende la participación
democrática. Si bien es cierto que, por ejemplo, dentro del grupo de control (no participantes)
predominó una visión crítica respecto a las asambleas, también es cierto que ese mismo grupo sostuvo
la necesidad de un mayor compromiso social de los ciudadanos; como así también es cierto que entre
los concurrentes no dejó de subrayarse el rol fundamental de las autoridades en la toma de decisiones
políticas pese a sus alegatos en favor de las AC. Por lo tanto, el ejercicio reflexivo que propongo aquí
radica en reconstruir ambos imaginarios sabiendo de antemano que son cuerpos generales de ideas
presentes en la sociedad, y que como tales deben ser tenidos en cuenta a la hora de pensar cómo se
entiende la participación ciudadana y diseñar instancias institucionales en su favor.
Figura 1. Universo Semántico Competitivo – Elitista
La pesquisa arrojó todo un conjunto de representaciones (por lo general identificables dentro del
grupo de los entrevistados no participantes, aunque no de manera excluyente) que dieron forma a lo
que he llamado universo semántico competitivo-elitista. Dentro de este universo pudimos distinguir un
discurso de corte más realista o descriptivo sobre el significado de la participación ciudadana y la
democracia, en comparación a la orientación normativa característica en los entrevistados
participantes.
Democracia entendida predominantemente como competencia entre elites
o partidos políticos
Participación ciudadana instrumental: pedidos concretos en
base a intereses particulares (cabildeo informal) Importancia otorgada a la función de
liderazgo o conducción política en la gestión de los asuntos públicos
Se destaca la aprobación electoral de los gobiernos
-legitimidad de origen-
Carga empírico-realista en la
descripción de la democracia y la participación ciudadana.
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La pareja competitivo – elitista hace alusión a la importancia dada dentro de esta perspectiva a las
reglas de juego que organizan la competencia entre agrupaciones políticas por el voto popular,
considerada como la dinámica fundamental que anima la vida democrática. En esta dirección,
podríamos afirmar que prevalece cierta visión delegativa del vínculo entre gobernantes y gobernados,
con una cierta impronta electoralista o plebiscitaria de la participación política de estos últimos,
impronta que se plantea en oposición al modelo participacionista y su énfasis en la construcción
cultural, continua y colectiva de la legitimidad democrática.
Por otra parte se evidenció la fuerte presencia de un criterio pragmático a la hora de analizar la validez
de experiencias como las AC. Los resultados o beneficios particulares medidos en términos de
subsidios, ayudas económicas u obras públicas aparecieron como el criterio central para juzgar la
utilidad o inutilidad de esta innovación democrática. Esta misma mirada pragmática explicaría
aquellas percepciones que identificaron como motivación u objeto de la participación la obtención de
algún beneficio particular para una determinada persona, localidad u organización. Vista de este
modo, la participación cobra sentido en tanto y en cuanto satisfaga y ayude a la resolución inmediata
de necesidades concretas o puntuales de la gente.
Figura 2. Universo Semántico Cultural - Participativo
Democracia entendida como una construcción cultural colectiva con necesidad de una
continua relegitimación
La participación en las AC es valorada positivamente como un fin en sí mismo, más allá de los
resultados esperados
Énfasis en la continua necesidad de formarnos culturalmente y ejercitarnos en la participación
(Desarrollo de virtudes cívicas - auto transformación)
Importancia dada a la interacción entre el Estado y las OSC en la gestión de los asuntos públicos
Discurso prescriptivo o normativo respecto a cómo debería ser la democracia y la participación
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El binomio cultural - participativo comprende las representaciones sociales de todos aquellos
entrevistados que visualizaron las asambleas y la participación ciudadana haciendo hincapié en la
necesidad y el valor que adquieren éstas como instancias acordes para acrecentar los vínculos
democráticos entre la sociedad civil y el Estado, y facilitar a la vez canales de interacción entre los
actores públicos estatales y no estatales más allá de los procesos electorales.
Con el adjetivo cultural quise resaltar la importancia otorgada por numerosos entrevistados a la misma
posibilidad de participar, entendida como un ejercicio social con valor en sí mismo, pese a las dudas y
reparos que efectivamente surgen entre los mismos al ser consultados respecto a los resultados
esperados del espacio asambleario en términos de políticas públicas.
Estas percepciones construyen a la vez un discurso con una marcada carga normativa o prescriptiva
respecto a la democracia y cómo debería darse la participación ciudadana en su interior, discurso
anclado en una serie de conceptos transversales como ser diálogo, pluralidad, horizontalidad,
tolerancia, democratización de las decisiones, compromiso ciudadano, y otros.
Puestos en perspectiva, si el universo competitivo–elitista se basa primordialmente en un criterio
pragmático a la hora de juzgar la utilidad de las AC (con base en las necesidades concretas de los
participantes), lo que vino de manifiesto en este segundo universo fue la visión de la democracia como
una construcción social que demandaría procesos continuos de relegitimación, y estos se entienden a
la vez como un mayor acercamiento entre gobernantes y gobernados. En esta dirección, la utilidad
reconocida a las asambleas pasa justamente por el hecho de alentar y favorecer la proximidad entre
ambas partes. Podríamos afirmar entonces que desde el imaginario cultural-participativo se privilegia
un enfoque más horizontal y continuo de la participación, en contraposición a la mirada más estática y
agonal del universo competitivo– elitista.
Conclusiones: el valor de lo incierto
Ahora bien, así como ambos universos o corpus de representaciones emergieron de entre nuestros
entrevistados como modelos de referencia a la hora de hablar sobre las AC y la participación
democrática en general, quisiera detenerme, a modo de conclusión, en una serie de consideraciones
que atravesaron los universos arriba delineados, dando cuenta de algunas de las tensiones existentes
entre representación y participación, o entre la faz competitiva de la democracia y su faz dialógica.
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El valor que asumen estos puntos es el valor de lo indefinido, de los matices, de los grises, de todo
aquello que justamente por incierto, cristaliza y nos muestra las dudas, los interrogantes abiertos o las
contradicciones características de una determinada época.
• En primer lugar podemos mencionar una tensión entre lo mediato y lo inmediato. En lo
mediato o de largo plazo hubo un acuerdo mayor tanto entre participantes como entre no
participantes, en cuanto al valor cívico-cultural de las asambleas como práctica necesaria y
positiva que alienta la participación y compromiso político de la ciudadanía. En cambio, el
desacuerdo o las críticas crecieron desde una perspectiva con eje en lo inmediato. Desde esta
perspectiva se subrayó sea el escepticismo como la crítica en torno a la capacidad de las
asambleas en generar respuestas concretas frente a las múltiples necesidades de la gente. Mas
allá de que estas críticas sean más o menos ciertas, y de las valoraciones puntuales recogidas
entre nuestros entrevistados, considero que esta tensión entre lo mediato y lo inmediato nos
habla en un sentido más profundo del doble significado que adquiere la democracia para los
ciudadanos: tanto como estilo de vida y relacionamiento social, como así también como
método de resolución de las problemáticas públicas y garantía de mejores niveles de vida para
toda la población.
• Otro de los puntos que atravesó los universos descritos y que nos sugiere cierta
complejidad a la hora de analizar iniciativas como las asambleas, es aquel que señala la
multiplicidad de objetivos y fines simultáneos que puede perseguir una acción política.
Considero que esta mirada nos permite acercarnos al fenómeno de las asambleas sin
reducirlas a esquemas binarios excluyentes del tipo abiertas o cerradas, propaganda política o
participación genuina, deliberación consultiva o decisión vinculante. Desde una visión más
abarcadora, en cambio, podemos distinguir en las asambleas muchos de estos elementos al
mismo tiempo: por un lado una apertura irrestricta al universo de organizaciones e
instituciones que desean participar (garantizada por el envío masivo de invitaciones), y por
otra parte la predominancia de sectores ideológicamente afines al gobierno provincial;
también podemos encontrar elementos de propaganda de la gestión provincial (folletos,
audiovisuales, discursos) que a su vez conllevan una carga de información detallada muy
grande respecto a obras y políticas públicas en marcha (y aquí la rendición de cuentas a la
ciudadanía); en otro aspecto, el carácter no vinculante de lo resuelto en las asambleas podría
ser comprendido como un atenuante del poder de la participación allí dada, pero a su vez el
hecho del contacto asiduo entre gobierno y sociedad en el marco de las asambleas permite
una dinámica de control y responsabilización entre ambas partes que, pese a no ser aquellas
vinculantes, termina generando un compromiso no menor en quien habilita el espacio, es
decir, la administración provincial. Estas aparentes contradicciones dan cuenta de la
complejidad tanto de las asambleas como de las visiones que los actores tienen respecto a
ellas.
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• Otra perspectiva particular que se manifestó a través de las entrevistas fue la
conceptualización de la sociedad civil como un espacio heterogéneo y dinámico, con sus
lógicas autónomas de comportamiento, capacidades e intereses propios. No existe una visión
unívoca sea a favor o en contra de las organizaciones que componen dicho espacio, sino más
bien el reconocimiento mismo de su existencia y capacidad de acción colaborativa o
conflictual con el Estado, lo que moldea una visión realista al respecto.
• Vinculada con el punto anterior, apareció una visión más bien negativa respecto al nivel de
compromiso social del común de la ciudadanía, caracterizándola como apática o
desinteresada. Esta crítica que se mueve sobre todo en el plano de lo que es la cultura política,
sin embargo, encuentra su contraparte en la defensa de las asambleas como un espacio neutral
que facilita la participación de muchos ciudadanos independientes que no se identifican
abiertamente con algún color político. En este sentido, tanto de parte de los organizadores
como de los participantes, fue altamente valorada la apertura que brindan las asambleas a
personas de diferentes proveniencias, trayectorias laborales y/o profesionales y compromisos
sociales, partiendo del presupuesto que, más allá de su orientación ideológica, pueden aportar
diversos conocimientos en la evaluación y gestión de las problemáticas públicas abordadas
durante los encuentros.
• Por último, la mayoría de nuestros entrevistados reconoció la necesidad de que alguien
conduzca o lidere los procesos políticos de cambio. Lo paradójico aquí resulta la claridad con
la que se presentan las funciones de representación política y de participación directa. En todo
caso, los reclamos por una mayor participación ciudadana no fueron definidos en el sentido
radical de una democracia directa (como podría esperarse en otro tipo de experiencias
asamblearias de base), sino que más bien fueron entendidos como complemento necesario en
los procesos de toma de decisiones ya previstos institucionalmente. Por lo tanto, podríamos
conjeturar que la participación es entendida como medida re-legitimante de la representación
en términos de complementariedad y no de oposición.
En base a estos puntos, considero que las asambleas ciudadanas constituyen una práctica
democratizante necesaria pero no suficiente. Democratizante en el sentido que instalan un nuevo
espacio y una nueva escala de proximidad, reconocimiento y vinculación entre el Estado y la sociedad
santafesina que, como vimos, es valorado significativamente por la posibilidad de interacción que
habilita entre ciudadanos y autoridades provinciales. En este sentido, el dispositivo participativo, con
todas las limitaciones señaladas por los entrevistados, emerge como una expresión política con una
fuerte carga simbólica (y no por ésto menos efectiva) de cómo deberían darse las relaciones entre
gobernantes y gobernados en el marco de todo régimen democrático. Al ser así, podemos comprender
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las AC tanto como producto de un determinado contexto ideológico favorable a este tipo de iniciativas
participativas, pero también como una innovación institucional con fuertes componentes culturales,
que ayudaría a generar un cambio en los patrones de legitimación en la gestión colectiva de las
políticas públicas.
Por último, al decir que no son suficientes no me refiero a una crítica específica respecto a la
iniciativa, sino que lo hago a modo de advertencia en el sentido de evitar reducir el significado de la
palabra participación a iniciativas promovidas desde los mismos poderes estatales. No porque sean
inválidas per se, sino porque -retomando a Sartori (2005)- los límites ideales de la democracia siempre
están ahí para orientarnos en la búsqueda de nuevos espacios, bienes e instituciones que por su
naturaleza social requieran más y mejores reglas democráticas de decisión y distribución.
Bibliografía:
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Anexos:
1) Mapa provincia de Santa Fe, regiones y nodos:
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2) Guía de preguntas utilizada en las entrevistas realizadas al ingreso de las asambleas
PREGUNTAS TEXTUALES VARIABLES A EXPLORAR
¿Por qué viene a la Asamblea?
Causas, motivaciones, intereses por los cuales la gente
participa de las asambleas.
¿Qué gastó para venir? ¿Le costó algo? ¿Tuvo que
dejar algo?
Relación costo – beneficio. Pretende rescatar la
ponderación que la gente hace de la iniciativa en relación
con otros compromisos de su vida ordinaria.
Según Usted ¿para qué sirven las Asambleas?
Fin instrumental, objetivos formales o informales y posibles
resultados que distingue la gente antes de participar del
encuentro.
¿Le parece que es algo nuevo esto de participar en
las AC?
¿Remplaza o complementa otras formas de hacer
política?
Busca medir el sentido de novedad o no de las asambleas
respecto a otras formas tradicionales de vincularnos con la
política y con los gobernantes.
Fuente: elaboración propia.
3) Guía de preguntas utilizada en las entrevistas realizadas al egreso de las asambleas
PREGUNTAS TEXTUALES VARIABLES A EXPLORAR
¿Cómo fue el intercambio dentro del grupo
de trabajo? ¿Pudieron hablar todos?
Pretende indagar sobre la pluralidad o el nivel de democratización
interna del espacio.
¿Le parece que aprendió algo? ¿Lo
benefició en algo participar?
Mide la percepción sobre el fortalecimiento de las capacidades de
los actores participantes y los posibles aprendizajes desarrollados.
Según Usted ¿para qué sirven las
Asambleas?
Fin instrumental, objetivos formales o informales y posibles
resultados que distingue la gente después de participar.
¿Qué fue lo que más le gustó? ¿Qué habría
que mejorar?
Balance general respecto al encuentro.
Fuente: elaboración propia
4) Guion de entrevista utilizado con el grupo de control
Quisiera conocer su opinión respecto a:
-Utilidad de las Asambleas Ciudadanas
-Vínculo de los ciudadanos con la cosa pública y los gobernantes.
-Rol de las asociaciones voluntarias, ONG y organizaciones de la sociedad civil.
-Estado de la democracia en nuestro país, en nuestra provincia.
Fuente: elaboración propia