Post on 20-Feb-2016
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Las vidas de Juan
Juan fué muy pobre en su infancia. Pasó hambre siendo niño, y al ser
adulto, no podía contenerse cuando veía la buena mesa. Así que Juan se hizo
ayudante de cocina, luego progresó a chef, y se dedicó de lleno a su debilidad y
su pasión. Pero las comilonas trajeron obesidad, diabetes, afecciones al hígado, y
como con ése cuerpo enfermo tenía vergüenza de estar con una mujer, Juan fué
perdiendo el ánimo y la salud, y así murió joven y triste.
En su siguiente vida, Juan decidió cuidar su aspecto. Se hizo pronto un
joven atlético, y el sexo opuesto empezó a acercarse. Pronto venció toda
timidez, y se volvió donjuan. Su fama era tal, que cuando sus amigos tenían una
novia “seria”, se alejaban de él, y empezó a rodearse de chicas con largo historial
de pasiones pasajeras. Sin embargo, de a poco su vida se fué complicando, fué
usado para dar celos a otros hombres, engaño a varias mujeres y fué descubierto,
también fué engañado, y los fondos para las salidas, la ropa y el gimnasio eran
todo el tiempo un gran problema. Muchas venían a él, pero no quedaba mucho
tiempo nadie, así que se sintió solo y pobre, y se decidió sentar cabeza, empezó
a estudiar y encontró trabajo. Formó familia, y la cuidó, hasta que vió que una de
las amigas de aquel tiempo alocado lo invitó a volver a las andadas, le recordó
aquellos placeres prohibidos. Empezó asi una de varias aventuras, y llevó
entonces una doble vida: por un lado, un serio padre de familia, por otro lado, un
loco pirata. Sus andanzas empezaron a ser conocidas, primero mantuvo a raya a
los chismosos, y supo tantos chismes como pudo para intentar extorsionar a
otros, pero al final fué descubierto y tuvo que divorciarse. Cansado, hechó la
culpa a las mujeres, y se hizo gay. Allí pronto se permitió todos los excesos, se
drogaba y se contagió de sida. Sus familia lo olvidó, avergonzada, y dejaron de
visitarlo, y nuevamente murió solo, joven y triste.
La vida siguiente Juan decidió que sería un gran doctor. Salvaría vidas, y
llegaría a ser la mayor eminencia en su campo. No se distrajo con mujeres, ni con
fiestas, y estudio hasta el cansancio. Finalmente, una vieja compañera de estudio
logró seducirlo, y se casó, y tuvo hijos. Su fama empezó a crecer, se convirtió en
el doctor que todos querían y admiraban. Trabajaba incansablemente, y cuando
no lo hacía, debía estudiar para seguir actualizado. El stress y el agotamiento
empezaron a estragarlo, su mujer se cansó de esperarlo y sus hijos crecían sin él.
Así que decidió no atender más pobres: limitaría su horario de consulta, y
solamente atendería a aquellos que pudieran pagar muy altos honorarios. El
dinero empezó a llegar a raudales, y Juan fué rico. Empezó a darles todos los
gustos sus hijos y su señora, que se volvieron perezosos, y consumistas. Pero aún
así, Juan estaba muchas horas lejos ocupado, y llegaba malhumorado a su hogar,
así que su familia sólo quería verlo para pedirle dinero, y así se acostumbró a
evitarlos, llegar sólo para dormir y ver un poco de televisión frívola. Se divorció,
se puso en pareja con su joven y ardiente enfermera, y vivió así unos años, hasta
que agotado por las largas horas de trabajo, enfermó por sus bajas defensas,
contagiado por un paciente. Allí fué atendido por uno de sus colegas, que
envidioso en secreto, alargó la internación, para sacarle su dinero, y fué víctima
de mala praxis. Su novia, viendo que debía cuidar a un viejo enfermo, ahora más
pobre y con menores ingresos, se fué con otro, sus hijos apenas lo visitaban, y
Juan murió otra vez, solo, joven y triste.
Juan entonces decidió que en esta oportunidad renegaría de todos los
excesos. Que sería rico en amigos y en el aprecio de la gente, y que sería humilde
y modesto. Así, se dijo, se libraría de las malas compañías. Estudió un oficio, fué
artesano, pasó una divertida y apasionada juventud, tuvo su familia y a ella se
dedicó. Era bueno en la cocina, cada tanto hacía alguna delicia para sus amigos,
tenía su perro, su casa, estaba contento con su vida. Cuando venía la gente,
nunca dejaba de atenderlos, de darles una palabra de aliento o una sabio consejo
de prudencia. Vivió así durante largo tiempo, pero cada vez eran más aquellos
que habían perdido el rumbo y que deseaban su compañía. A veces, incluso
escribía, así podía ayudar a muchos más. Empezó a ser alabado por la sabiduría
de sus palabras, pero otros se quejaban, y decían que no daba soluciones
verdaderas, sólo repetía los mismos consejos que habían recibido de sus padres,
del médico, de la religión, o de otros lados. Entre estos, estaba aquella ex-novia
que lo había decepcionado, y ahora divorciada quería revivir el viejo fuego, uno
que vivía gastando y que siempre quería descuentos o fiados en los productos,
un empleado que tenía que faltaba la mitad de los días pero exigía la mitad de las
ganancias. Todos ellos decían: “este si que es un vivo, se hace pasar por bueno,
tanta palabrería y no hace más que repetirme los viejos sermones”. Así que
empezaron repartir chismes, decían que era un estafador, homosexual, otro
chanta, falso amigo, y siempre envidiosos de su prestigio como buena persona,
trabajador, y de su buen humor y alegría. Cuando Juan se dió cuenta de los
rumores maliciosos, trató de defenderse desnudando a los mentirosos y
alejándose de ellos. Así que se consiguió enemigos, que intentaron seducir a su
esposa, y cuando ella se negó, despechados dieron su dirección a los ladrones,
que robaron su casa y su perro. Por fortuna, conocido por la calidad de su
trabajo de artesano, lentamente juntó otra vez una pequeña cantidad de dinero,
comenzó a recomprar sus nuevos objetos, y sus verdaderos amigos, los pocos
que eran buenos, vinieron a ayudarlo, y lentamente Juan volvió a estar feliz. Y
esta fué su mejor vida, envejeció rodeado de su familia, sus mejores amigos, sus
hijos se casaron con los hijos de ellos, y murió muy anciano, aún aficionado a
escribir bellos cuentos y a ser feliz.
María Andrea Vignau06/04/2013