Post on 19-Nov-2019
ESTRUCTURA SOCIAL Y OCUPACIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA
CIUDAD DE MÉXICO, 1790
Manuel Miño Grijalva
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Durante las últimas décadas los estudios sobre la ciudad histórica han puesto mucho
empeño en explicar la relación de ésta con su hinterland. Se afirmaba que se ha avanzado en
torno a nuestra comprensión sobre los sistemas urbanos, al mismo tiempo que se detenían las
investigaciones sobre la estructura espacial interna de las ciudades1. De la misma forma, a la
par que se comprendía mejor el funcionamiento del sistema económico, el avance sobre
nuestra comprensión en torno a los grupos sociales se había detenido prácticamente a inicios
de los años ochenta. Y lo que sabemos está restringido a unas cuantas ciudades, ciertamente
las más importantes. Sabemos significativamente más sobre la familia2, los comportamientos
colectivos3, la reforma urbana de las ciudades a finales del siglo XVIII, la propia estructura
social y ocupacional de ciudades como Querétaro o Guanajuato4, así como los estudios de
varios censos, particularmente de 1777 y 1788 para varias parroquias y ciudades
novohispanas5, este conocimiento, como es obvio, ha sido desigual, acentuado, sobre todo,
después de los imponentes trabajos de Thomas Calvo para Guadalajara del siglo XVII6.
Los trabajos sobre la población y varios aspectos de la dimensión social han rendido,
para la ciudad de México, sus máximos frutos a través del estudio de los censos de 1753 y
1811, particularmente a través de los trabajos de los integrantes del Seminario de Historia
Urbana del INAH dirigidos por Alejandra Moreno Toscano. Mucho es, entonces, lo que hay
pensado y propuesto. Sin duda, sobre el esquema general y en torno a muchos de los
conceptos sobre los grupos que ahora manejamos, está presente esa clásica elaboración de
'Alejandra Moreno Toscano y jorge González Angulo, "Cambios en la estructura interna de la ciudad de México
(1753-1882)", en Jorge E. Hardoy y Richard P. Schaedel, Asentamientos urbanos y organización soaoprockvctiva en la historia
de América Latina. Buenos Aires: Ediciones Siap, 1968, p. 171. 2Pilar Gonzalbo Aispuro, Principalmente Familia y orden colonial. México: El Colegio de México, 1998. Y últimamente la
tesis de Cecilia Rabell, "Oaxaca en el siglo XVIII. Población, familia y economía" (Tesis de doctorado), El Colegio
de México, 2001. 3Juan Javier Pescador, De bautizados a fides difuntas. Población, familia y mentalidades en una parroquia miaña, Santa Catarina de
México, 1568-1820. México: El Colegio de México, 1992. 4Celia Wu, "The Population of the City of Querétaro in 1791", en Journal of Latin American Studies, XVI: 2 (nov.) pp.
287-307. David Brading, "La ciudad en la América borbónica: elite y masas", en Jorge Enrique Hardoy, Las ciudades
de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia, Buenos Aires: Ediciones Siap, 1975, Mineros y
comerciantes en el México borbónico, 1763-1810. México: Fondo de Cultura Económica, 1975. s Agueda Jiménez Pelayo, Jaime OI veda y Beatriz Núñez Miranda, El crecimiento urbano de Guadalajara. México: El
Colegio de Jalisco, H. Ayuntamiento de Guadalajara, CONACYT, 1995; Carmen Blázquez Domínguez, Carlos
Contreras Cruz y Sonia Pérez Toledo (Coordinadores), Población y estructura urbana en México, siglos XVIII y XIX.
México: Instituto Mora, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Veracruzana, 1996. 6Por citar los más importantes, Poder, rdigpn y sociedad en la Guadalajara del siglo XVII. México. Ediciones del Ayuntamiento
de Guadalajara, Centre D'Estudes Mexicaines et Centramericaines, 1992 y Guadalajara y su región en el siglo XVII.
Población y economía. Guadalajara: Ediciones Ayuntamiento de Guadalajara, 1992.
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McAlister7 y Aguirre Beltrán8 que recogieron de la legislación y de las fuentes institucionales
los señalamientos raciales como base de la constitución de la trama social novohispana, como
antes los había hecho Pérez de Barradas en 19489, pero que si bien revelan lo complejo del
mestizaje en la mentalidad de una sociedad regida por criterios raciales, en la práctica
cotidiana, los censos y en particular el de 1790, registraron los grupos básicos más visibles,
que son los que debemos adoptar.
Por otra parte, el constante estudio de registros parroquiales o de censos que se
realizaron en la segunda mitad del siglo XVIII, ha incrementado notablemente nuestro acervo
de conocimientos sobre el mundo de las ciudades. De hecho empezamos a superar la
asfixiante preocupación por la estructura agraria y en el caso urbano, la explicación formal de
la traza urbana, los servicios, etc., que siendo importantes sólo son una pequeña parte de ese
mundo de las ciudades, que fueron el eje rector de la vida colonial. El hallazgo de los
padrones de varios cuarteles menores de la ciudad de México, abre nuevas posibilidades
analíticas, particularmente sobre la estructura social y la ocupación que es el tema de este
capítulo. Podemos, por una parte, mostrar que hacia finales del siglo XVIII la complejidad
social se había extendido y multiplicado con el crecimiento demográfico y por otra, que ya no
correspondía exactamente a sus formas originales y que si bien en el nivel más alto la
corporación fue el soporte de la estabilidad de la estratificación social10, en el más bajo, había
perdido fuerza con la expansión de sectores subalternos agregados por migración o
crecimiento natural de la ciudad. Se comprobará esta situación con la notable presencia de
jornaleros y trabajadores asalariados que actuaban al margen de la corporación gremial. Las
corporaciones habían quedado reducidas a membretes de distinción y estatus social con escasa
vigencia normativa y de organización. Esto no quiere decir que en la mentalidad de la época y
en el comportamiento colectivo hubiesen desaparecido, o incluso hubiese disminuido su
importancia. Las dimensiones cuantitativas de la ciudad y la creciente disparidad económica,
alteraba profundamente la estructura social general.
Para los testigos de la época era claro que las "familias principales patricias [...]no son
demasiadas", como tampoco lo eran "los que componen los cuerpos de los tribunales, ambos
7L. N. McAlister, "Social Structure and Social Change in New Spain" en Hispanic American Historical Review, volumen
XLIII, número 3, (agosto de 1963), pp. 349-370. 8Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra en México. México: Fondo de Cultura Económica, 1946. 9José Pérez de Barradas, Los Mestizos en América, Madrid: Espasa-Calpe, 1976. 10Véase L. N. McAlister, "Social Structure"..^ cit. p. 352.
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cleros, colegiales, empleados en la Real Hacienda y los dedicados al comercio". La mayoría o
el "resto es un enjambre ó cúmulo puramente plebeyo". No había más división que aquella
marcada por un problema de clase que en la época se traducía en la expresión de "la
disparidad de las dos poblaciones [...]que en la una es más la gente culta o morigerada y en la
otra la gentualla grosera y desarreglada"11.
Por otra parte, y refiriéndonos a la distribución espacial, por lo menos en teoría, no
hay ningún cambio sobre el patrón anotado para la "ciudad colonial" o tradicional, es decir
que quienes formaban parte del estrato social más alto tendían a concentrarse en el centro,
mientras que los pobres o menos favorecidos se ubicaban en la periferia12. Sin embargo, esta
puede ser una simplificación de la literatura urbana, ya que en el centro se encontraron tanto
viviendas modestas y pobres como en los extremos de la ciudad, aunque no es posible
observar que la gente de grandes recursos habitaba en los cuarteles "periféricos". Por otra
parte, la distribución espacial de la población muestra que, por lo menos cuantitativamente,
hubo un equilibrio al interior de las unidades de los cuarteles mayores, lo que implicaba que
más allá de las diferencias socioeconómicas evidentes, hubo un perfecto conocimiento y
control de la ciudad que engarzaba las diversas zonas como un todo, capaz de que las partes
extremas o periféricas vivían en función de las centrales y viceversa en diversos grados y
niveles, esta totalidad despeja la duda permanente de saber en donde termina el centro y
empieza la periferia o qué es lo que determina lo uno o lo otro, pues el abuso de los conceptos
ha sido frecuente. Centro y periferia resultan conceptos anacrónicos porque la ciudad del siglo
XVIII y buena parte del XIX funcionó con base en lo que yo llamaría "segmentos sociales",
constituidos por barrios, iglesias y parroquias; gremios y santos que conformaban unidades
sociales por sí
mismas y que llegaron a tener su propia identidad. En términos del funcionamiento
económico la ciudad funcionó como un todo más bien armónico que en conflicto.
No está por demás hacer una observación metodológica, más que técnica: he preferido
usar los cuarteles como unidades espaciales en donde se expresaban los diversos grupos y
ocupaciones como unidades per se, esto les dota de cierta unidad y riqueza histórica, en vez
de analizarlos por categoría social y ocupacional que englobaba más de un oficio, ya que el
"Miguel Páez de la Cadena, AGNM, Historia, volumen 74, fs. 144 r y 144 v. 12 Alejandra Moreno Toscano y Jorge González Angulo, "Cambios en la estructura interna" ...art c¿L, p. 172.
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oficio como tal fue determinante en la formación de la corporación o gremio, base de la vida
social colonial; por otra parte, perseguía también descubrir esas diferencias espaciales de las
que venimos hablando. Además, la codificación de la información permite plantear y resolver
minuciosas interrogantes que parecen descubrir, unas veces, y afinar otras, algunas de las
hipótesis que se han venido planteando en estas últimas décadas, particularmente relacionadas
con el equilibrio o desequilibrio de los sexos o con la edad de la población. Finalmente, he
preferido jugar con los grupos de oficios o profesiones como los proporciona la fuente más
que agruparlos siguiendo criterios modernos, pues es distinto mostrar la dimensión de oficios
como el de los sastres o sirvientes que reducirlos a esquemas que vuelven anacrónica nuestra
percepción, así como su presencia en el conjunto socioétnico, por válidos que fueran los
criterios.
Por otra parte, en relación al uso de categorías han sido respetadas aquellas
consignadas por las fuentes, particularmente tratándose de la calidad de los individuos, el más
notorio es el uso de español para designar al "criollo" y así lo hemos dejado. En el uso de
conceptos parece adecuado rescatar diferencia entre el artesano formal, regido por la
corporación o gremio de aquel artesano informal, trabajador libre que ejercía un oficio por un
jornal. Si observamos el anexo número 1, el porcentaje de este tipo de trabajadores es
comparable justamente con el denominado "artesanos" en el "Estado General" de población.
En la época en que el concepto operario y jornalero aparece de manera nítida en el contexto
general. Entonces ya no podemos hablar para esta época simplemente de artesanos como
concepto uniforme y siempre referida al mundo de la corporación.
LA ESTRUCTURA GENERAL DEL TRABAJO
a. Población, Talleres y Trabajadores
La primera pregunta que surge sobre este problema es ¿cuál fue la distribución
demográfica interna de la ciudad de México al caer el siglo XVIII? Con los datos que resume
Alzate del censo de Revillagigedo sobre la distribución por cuarteles, podemos corroborar que
por una parte fue la zona central la que concentró mayor población, lo que obviamente venía
ocurriendo desde su fundación, pero por otra, que cada cuartel mayor tenía en su interior un
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cuartel menor dominante demográficamente, posiblemente por un problema de equilibrio en
la administración de la ciudad. El siguiente cuadro muestra los porcentajes de esta
distribución espacial:
POBLACION DE LA CIUDAD DE MEXICO POR CUARTELES CUADRO 1
1790
CUARTELES HABITANTES % HABITANTES %
MAYORES MENQRES
I 19 366 18.46 1 8 384 7.99
2 5 573 5.31
3 2 821 2.69
4 2 588 2.47
II 16 629 15.85 5 7 021 6.69
6 4 072 3.88
7 4 426 4.22
8 1 110 1.06
III 14 022 13.36 9 2 783 2.65
10 2 733 2.60
11 6 181 5.89
12 2 325 2.22
IV 16 300 15.53 13 3 192 3.04
14 7 706 7.34
15 3 077 2.93
16 2 325 2.22
V 11202 10.67 17 5 693 5.42
18 1 162 1.11
19 2 209 2.10
20 2 138 2.04
VI 8 202 7.82 21 2 367 2.26
22 2 179 2.08
23 1 872 1.78
24 1 785 1.70
VII 10 830 10.32 25 2 571 2.45
26 2 860 2.72
27 2 054 1.96
28 3 345 3.19
VIH 8 384 7.99 29 2 241 2.14
30 1497 1.43
31 3 151 3.00
32 1495 1.42
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Es evidente que los cuarteles menores 1,5, 11 y 14 concentran el 27.9% del total de la
población registrada. No hemos hecho aún cálculos sobre densidad de población, pero
posiblemente coincide con las estimaciones que conocemos, es decir, que como en 1753 y
1811, la zona de la Alcaicería, ubicada en el cuartel 1, concentraba una población con
una densidad 54.1% más elevada que la de la zona circundante, primacía que mantendrá a
pesar de descender a un 40% hacia 181113. De la misma forma, la diferenciación socioétnica
se ve definida por una mayor concentración de españoles -si seguimos nuestros propios
cortes- en el cuartel 1, que reunía al 49.5% de población catalogada como criolla, mientras la
indígena sólo representaba el 18.3%. En cambio el cuartel extremo, el número 20, al que no le
llamaría periférico ni marginal, a pesar de contar únicamente con 2 138 habitantes según el
ajuste de Alzate ó 2 179 personas según Revillagigedo, era la población indígena la que
concentraba la mayor población seguida por los mestizos, distribución también distinta a lo
que ocurrió al otro extremo, en el lado norponiente, en donde la población mayoritaria era
española y mestiza, aunque ya no lo era en una proporción tan grande como en la zona
central, pues sólo llegaba al 29.6%, mientras la indígena apenas representaba el 14.0 por
ciento.
Sin embargo, no podemos confirmar que en 1790 el centro de la ciudad haya
cambiado en su composición social, es decir, que si en 1753 su población se ocupaba
básicamente en el trabajo artesanal hacia 1790 se notara ya un cambio hacia un espacio
dominado por los comerciantes. Sigue siendo un espacio artesanal y de servicio doméstico,
pues los comerciantes, si bien son numerosos, están muy atrás de los dos grupos anteriores.
Podríamos retomar, de manera provisional, con fines metodológicos, el hecho de que
si bien en 1753 el promedio de sirvientes domésticos en la zona de la Alcaicería era de 212 y
subió a 489 en 1811, como apuntaron Moreno Toscano y González Angulo, nuestros
resultados apuntan a que en 1790 sólo en el servicio doméstico entre hombres y mujeres se
encontraba ocupada una población de 1 055 personas. Ellos han propuesto que la línea
ascendente se debe a que aumentaron, "proporcionalmente, los jefes de familia que emplean
más de dos sirvientes domésticos y porque esos jefes de familia son generalmente españoles
peninsulares"14. Pero es poco probable, apenas eran el 4.3% de la población total. Pudo
13Alejandra Moreno Toscano y Jorge González Angulo, "Cambios en la estructura interna de la ciudad de México",
p. 187. i4ia, P. 187.
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ocurrir lo contrario, es decir que 1790 representa el año pico en el cual las familias españolas,
peninsulares y hasta mestizas pudieron dar empleo a un máximo de personal doméstico,
luego, con el deterioro de las condiciones de vida, ya no pudieron sostener a tantos
empleados, por lo que tuvieron que despedirlos o servirse de un número menor. Esto
explicaría bien una caída hacia los 489 de 1811. Pero aceptar esta hipótesis sería tanto como
plantear que entonces estaba ocurriendo una transformación profunda en el mundo de las
costumbres, los ingresos y de la cultura material, lo cual no es tan cierto, simplemente
muestra que, a pesar de todo, el censo de 1790 es, como fuente, infinitamente superior a los de
1753 y 1811 para medir la estructura y la composición laboral.
El censo de "Establecimientos públicos" de 1793 nos proporciona por lo menos una
imagen cuantitativa de su persistencia a lo largo de la ciudad en ese año, aunque no sepamos
la estructura mercantil de manera pormenorizada. De los 4 199 giros o negocios existentes,
1 995 son establecimientos comerciales, educativos u otros y 2 204, o sea más del 50.0%,
corresponden a talleres artesanales. La gráfica siguiente muestra una distribución espacial
acentuada de los giros en los cuarteles centrales, aunque los artesanos claramente ocupan un
lugar prominente hasta el cuartel 19.
ESTABLECIMIENTOS Y TALLERES POR CUARTEL
Gráfico 1
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600
500
400
300
200
100
0 1 2 4 5 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 25 26 27 28 29 30 31 32
□ TOTAL DE ESTABLECIMIENTOS * ESTA B LEO IM ENTOS PÚBLICOS OTA LLER ES ARTESANALES
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En términos globales, el cuadro siguiente muestra la distribución espacial de giros,
"casas de trato, oficinas y oficios públicos", como se registraron en 1793 (1794) y que nos
permite conocer mejor la composición espacial del trabajo artesanal formal e informal, así
como de la importancia cuantitativa de los establecimientos comerciales. Es el cuartel mayor
III, al que correspondían los cuarteles menores 9, 10, 11 y 12, el más relevante en giros
comerciales con más del 66%, aunque cabe señalar que en términos del trabajo artesanal
y doméstico, son los cuarteles mayores I y II los que predominan, y que, aún faltando las
cifras del cuartel menor seis, mantenía en su interior 301 y 394 talleres, respectivamente.
Tratándose de negocios formales, los barrios y cuarteles de los extremos de la ciudad son los
que presentan menor incidencia de oficinas. En total, nuestros cómputos arrojan un número
mayor de talleres que los que maneja la historiografía actualmente.
DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE "CASAS DE TRATO" Y CUADRO 2
OFICIOS ARTESANALES POR CUARTEL
1793
CUARTELES ESTABLECIMIENTOS % TALLERES % TOTAL
TOTAL 1 995 100.00 2 204 100.00 4 199
I 468 23.46 393 17.83 861
II 281 14.09 525 23.82 806
III 739 37.04 379 17.20 1118
IV 191 9.57 295 13.38 486
V 75 3.76 314 14.25 389
VI 78 3.91 92 4.17 170
VII 89 4.46 87 3.95 176
VIII 74 3.71 119 5.40 193
Fuente: "Relación de las casas de trato y oficios existentes en México por el año de [ 17]93"
AGNM, Bienes Nacionales, Leg. 101, fols. 1-91.
No está por demás indicar que en los cómputos anteriores han sido incorporados los
datos correspondientes a los cuarteles menores 3, 6 y 24, que han sido obtenidos del promedio
de los cuarteles existentes de la unidad mayor, lo que ha hecho subir la suma de manera
importante. Queda por saber el número de los talleres domésticos no contabilizados en este
"censo". De todas formas, son los cuarteles mayores I, II y III los que mantenían el 66% de
"oficinas públicas" de toda la ciudad, tal vez es un reflejo de que justamente estos tres
cuarteles mantenían el 47% de la población estimada por Revillagigedo. Sin embargo, salta a
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la vista de manera discordante el hecho de que el cuartel mayor IV, uno de los más poblados,
apenas sí registró 191 giros mercantiles y establecimientos públicos.
Finalmente, una consideración sobre los migrantes a la ciudad de México en 1790, es
que fue éste un contingente que repercutió de manera decisiva sobre la constitución de la
fuerza de trabajo de la ciudad. Como se analizará en las páginas siguientes, son las mujeres
las que migran en mayor proporción, siendo más acentuado el fenómeno en el sector indígena
con 63.75% por 36.24% de los hombres, proporciones muy parecidas tuvieron los mestizos,
mientras entre los españoles el porcentaje es de 55.22% por 44.78%, casi parecido con el de
los negros. Por su parte, los españoles peninsulares invirtieron la proporción, pues el censo
registró 89.74% de hombres por 10.26% de mujeres. El cuadro siguiente resume la situación
POBLACION MIGRANTE SEGUN CALIDAD ETNICA CUADRO 3
POR GRUPOS DE EDAD LA CIUDAD DE MEXICO, 1790
CUARTEL 1 INDIOS ESPAÑOLES DE ESPAÑOLES MESTIZOS TOTAL
EDAD MÉXICO PENINSULARES TOTAL HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES
TOTAL" ¡99 350 446 550 271 31 131 236 Í~098 1213 2311
0-4 02 00 00 00 022
5-9 49 7 1 10 0 1 12 11 23
10-14 18 31 26 II 3 1 7 14 54 62 116
15-19 53 69 34 33 17 0 21 43 131 151 282
20-24 33 77 44 67 30 7 24 42 138 202 340
25-29 21 37 50 82 30 4 21 38 129 166 295
30-34 16 32 74 82 39 3 20 26 159 152 311
35-39 14 19 50 56 26 1 12 15 107 93 200
40-44 17 27 49 70 32 3 II 24 I 13 117 230
45-49 4 II 36 44 25 2 3 7 69 68 137
50-54 6 19 24 40 36 6 3 7 72 79 151
55-59 5 6 10 22 10 2 3 13 29 43 72
60 y más 8 II 42 42 22 2 6 6 85 67 152
% 36.25 63 75 44.78 55.22 89.74 10.26 35.69 64.31 47.51 52.49
En los totales se han incluido 51 hombres negros y 66 mujeres de la misma calidad.
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En general se puede observar que la población registrada en el momento del censo
fluctuaba entre los 15 y 24 años, pues el 18.26% estuvo conformado por gente entre esas
edades, y prácticamente se mantuvo estable hasta los 44 años, con un ligero incremento entre
los 30 y 34 años, baja un poco entre los 35 y 39 años, pero la pendiente se acentúa después de
los 44 años. Pero esta distribución cambió entre grupos. Los indígenas que habían mi grado
hacia la ciudad contaban en 1790 con 15 y 19 años, como es obvio debieron haber llegado
antes, aunque no sabemos edad de arribo, mientras que los españoles de México contaban de
manera predominante con 30 y 34, por lo menos este fue el caso de los peninsulares, en
cambio entre los mestizos se movilizaron entre los 15 y 24 años.
Los promedios de edad para 1790 son altos: los hombres del grupo indígena tenían
en promedio a los 28 años y las mujeres 28.2. En cambio los españoles de México y los
peninsulares registraron una edad de entre los 35 y 36 los primeros y un poco más viejos los
peninsulares con 38.6 y 37.8 años. Si pensamos que el promedio de edad del matrimonio se
ubicó entre los 16 años y los 20, para mujeres y hombres indígenas, y entre 20 y 25 para
hombres de los otros grupos, llegaríamos a la conclusión de que quienes optaron por salir de
sus lugares de origen eran solteros o viudos que podían moverse con mayor facilidad en el
mercado laboral, sobre todo en el caso de las mujeres para el servicio doméstico, sin descartar
a casados que no declararon su estado marital. Esta aseveración es factible si observamos que
los segmentos de 0-4 hasta los 14 años son muy bajos, pues apenas registraron 141 personas o
el 6.1%. El grupo de peninsulares, que suponemos eran parientes pobres jóvenes que llegaban
a la ciudad desde España en busca de empleo y fortuna, lo habían hecho hace mucho tiempo,
pues más del 60 por ciento registraba entre 30 y 60 o más años en 1790. Si llegaron jóvenes es
que el movimiento migratorio se produjo hacia 1780 o antes y por el contrario, si llegan
"viejos" es que este movimiento tuvo que ver principalmente con cargos oficiales y un estatus
ya establecido. Sin embargo no hay que olvidar que sólo estamos hablando del caso de un sólo
cuartel.
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b. La estructura general del trabajo
Nuestro conocimiento sobre la estructura laboral de la ciudad de México ha avanzado,
en su conjunto, de manera significativa y se dispone ya de numerosas fuentes que han servido
para perfilar uno de los aspectos determinantes de la constitución de su identidad, reafirmando
la idea aceptada de que fue la esencia étnica la base del entramado social15. Sin duda, hay que
reconocer la utilidad de los censos de 1753 y 1811 para aproximarse a este tema, así como los
trabajos pioneros de varios estudiosos que se mencionarán en este texto. En principio muy
ligado al problema de la ocupación estuvo el de la propia estructura social de la ciudad. El
censo de 1753 mostraba ya que las categorías raciales y sociales fueron seleccionadas por
percepción social e identificación, es decir, la pertenencia social de un individuo combinó
la apariencia física, el estatus económico, la ocupación y las conexiones familiares, o sea, la
posición socioeconómica y la apariencia física16. Pero esta caracterización de los grupos es
demasiado flexible, de todas formas, de acuerdo con este censo, se puede establecer que en el
caso de la población masculina la mayoría estaba empleada en los almacenes y tiendas
mercantiles, (81.4%) tratándose de los peninsulares y buena parte de los españoles, mientras
que entre castizos (72%), mestizos (54.0) y mulatos (43.6), la ocupación dominante fue el
trabajo artesanal, aunque en el caso de los indios fue el trabajo agrícola y en el de los negros
el servicio doméstico. En el caso de las mujeres la ocupación principal fue el trabajo
doméstico, aunque una proporción alta de españolas y castizas estaban vinculadas al trabajo
textil. Por el contrario, es seguro que hubo españoles pobres y de bajo estatus que se
desempeñaron como sirvientes, (4.1%) o artesanos (41.1%).
En todo caso, la información de la que disponemos proporciona una idea acerca de la
dispersión social y ocupacional de los segmentos grupales, pero son más claros cuando nos
adentramos en la estructura por género y edad17. No llama la atención el hecho de que el
42.1% de las españolas, un porcentaje bastante alto, se ocupen en el oficio de sirvientas,
aunque siempre debajo de los porcentajes de mestizas, castizas, mulatas e indias. No existe el
hecho tan ponderado de que a una ocupación determinada correspondía un determinado grupo
15 Esta parte ha sido tomada de mi libro El mundo Novohispano. Población, ciudades y economía. México: El
Colegio de México-Fondo de Cultura Económica-Fideicomiso Historia de las Américas, 2001. 16 Patricia Seed, "Social Dimensions of Race: Mexico City, 1753", en Hispanic American Historical Review, vol. 82,
n°4 (1982), p. 574. 17 Idem, número 586.
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racial. El problema es que no se ha estudiado con profundidad el proceso de constitución de
los grupos sociales.
El censo de 1790, por su parte, revela a grandes rasgos la composición total:
comerciantes, cirujanos barberos, profesionistas "universitarios", que destacan en los primeros
grupos, pero muy lejos del número de clérigos, monjas y gente ligada a la Iglesia. En la parte
baja de la estructura, artesanos y jornaleros son los sectores más visibles. Repartidos en estos
últimos grupos debió permanecer esa gran parte de tributarios18, socialmente compuesta por
indios, mulatos o castas sujetas a gravamen. El censo contabiliza en total 104 765, por lo que
la cifra de 112 926 resulta del agregado "individuos que habitan los conventos y colegios". De
la primera cifra, el cómputo total de ocupados era de 38 520 por una población de 17 a 60 años
de un total 69 167. El sector eclesiástico registraba el 12.8% de la población de 17 a 60 años;
los profesionistas el 2.8% y el 40% constituían el resto de labradores, comerciantes, artesanos,
jornaleros y tributarios19, cifras éstas que no coinciden con las utilizadas por Brading. De todas
formas, las categorías impuestas tienen que ver con una población mayoritariamente de
"europeos" y "españoles". De los primeros se registraban 2 335 y de los segundos, casi la
mayoría del total de la población, 50 371 (48.08%); mientras que los indios habitantes de la
ciudad eran 25 603 (24.43%), cifra nada despreciable para borrar la idea de una ciudad
segmentada y dividida. Mulatos y otras castas registraban en total 26 451 habitantes
(25.24%)20
De este extenso y complejo sector laboral destacó con mucho la manufactura estatal del
tabaco hasta constituirse en el eje del trabajo urbano en Nueva España. La mayor parte de la
fuerza de trabajo estuvo concentrada en la fábrica de México, que hacia finales del siglo XVIII
llegó a mantener poco más de siete mil trabajadores y para la primera década del siglo XIX, casi
duplica su contingente laboral. El mayor crecimiento se produjo sobre todo en el campo del
trabajo femenino, pues de 3 055 mujeres que empleaba en 1795 pasó a 9 555 para 1809,
mientras el trabajo de los hombres bajó de 4 019 a 3 761. En términos regionales la fábrica de
18 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el remo de la Nueza España. México: Editorial Porrúa, 1966, p. 579; David
A. Brading. "La ciudad en la América borbónica: elite y masas" en: Las ciudades de América Latina y sus áreas de
influencia a través de la historia. Buenos Aires, Ediciones Siap, 1975, pp. 216 - 217. 19 Alejandra Moreno Toscano, "Algunas características de la población urbana: ciudad de México, siglos XVIII-XIX",
en Investigación demográfica en México. México: CONAPO, 1978, p. 407, cuadro 4. 20 Alejandro de Humboldt, Ensayo...op. at., p.575.
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México disminuyó su contingente en 1 637, mientras la fábrica de Querétaro lo aumentó en
2 309 trabajadores, casi el 100% entre 1795 y 180921.
El predominio de la fuerza de trabajo femenina en este sector que ha sido atribuido al
costo más bajo de su trabajo en relación al salario pagado a los hombres22, aunque esto parece
aplicable a unas y no a todas las categorías de trabajadores de las fábricas. El empleo de mujeres
tenía que ver también con la habilidad y la limpieza de éstas para el manejo del papel y del
propio proceso de fabricación de cigarrillos que constituía la mayor parte de la producción total.
En general, el pago del trabajador a destajo no fue ni más alto ni más bajo que el pago que se
hizo en otros sectores de la artesanía y la manufactura colonial novohispana, pero en cambio el
peso de la población ocupada en la manufactura del tabaco fue indudable, pues llegó a
representar el 11.6% de la población económicamente activa de la ciudad de México23.
Pero el trabajo libre manufacturero alcanzó cifras importantes al terminar el siglo XVIII,
pues si de acuerdo a nuestros cálculos asumimos que en 1793-94 existían 2 204 talleres
dedicados a la producción artesanal con un promedio de 5 trabajadores obtendríamos una cifra
de 11 020 de trabajadores fijos24. Si a estas cifras se suman los 4 talleres reales la población
total dedicada a actividades industriales rondaría las 20 000 personas25. Es decir, de los poco
más de 38 000 ocupados, se habían encargado más de la mitad en producir artículos
manufacturados. De este gran contingente casi la mitad estaban adscritos a los gremios. El censo
de 1788 muestra que en ese año había 58 veedores, 1 644 maestros, 6 447 oficiales, 1 806
aprendices para un total de 9 955 trabajadores incorporados al trabajo artesanal formal, o sea
gremial. El censo arrojaba la suma de 18 624 trabajadores artesanales. Es decir prácticamente la
mitad estaba constituida por trabajadores domésticos o a domicilio o mano de obra no calificada
en el mercado26. Computando las cifras de 1794 y 1811 se llega a la conclusión de que
aproximadamente el 40% de la población trabajadora de la ciudad giraba en torno a los gremios,
mientras el 43% lo hacía de manera domiciliaria27.
2'Compárese las cifras que proporciona María Amparo Ross, La pmduanon cigmera, p. 37 con el cuadro citado. 22 Amparo Ross, La producción cigarrera, p. 37. 23Susan Dean-Smith. "The Plant of Money", pp. 379-380.
24 Relación de casas de trato...", fols. 1-91. 25 Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad afinales del siglo XVIII...op. at., p. 11. 26 John E. Kicza. Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los barbones. México: Fondo de
Cultura Económica, 1986, p. 227. 27 Sonia Pérez Toledo. Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: El Colegio de
México, 1996, p. 77.
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En cifras relativas estos porcentajes significaban un crecimiento importante en relación
a lo que ocurrió a mediados del siglo XVIII, sin embargo era claro que el trabajo gremial había
descendido, pues para 1753 se calculaba en 7 600 artesanos, cifra que significaba el 68.6% de
los trabajadores industriales en conjunto28. Es evidente que la migración debió jugar un papel
importante para esta variación, pero que no conocemos sus proporciones. En la práctica, el
desequilibrio se acentúa si a los 9 000 trabajadores libres —no adscritos a los gremios— les
sumamos los 5 227 que laboraban en la fábrica de cigarros. El cómputo será, finalmente, de
23 851 trabajadores para 1793. Los gremios, atravesaban por este tiempo por una profunda
transformación y los conflictos eran frecuentes entre agremiados, a pesar de esta situación,
hubo sectores como el textil cuya expansión parece evidente dada la expansión comercial y su
dinamismo a finales del siglo XVIII como organizador del trabajo, que articuló y dirigió la
producción comercializable29.
Sin embargo, el contingente de la población ocupada no sólo hay que medirlo en
términos del trabajador artesanal formal o libre, mucho de éste debió pertenecer a los giros
comerciales y educativos en sus diversas categorías. Por lo que si a los 1995 giros y
establecimientos públicos les atribuimos como mínimo 3 trabajadores por unidad,
obtendríamos un promedio de 5 895 empleados y trabajadores. Finalmente, si a la cifra de
23 851 de González Angulo le añadimos estos 5 895 obtendríamos un total de 29 836 para el
sector ocupacional más bajo. Sin duda, hay un sector descuidado en los cómputos que se
realizan tradicionalmente y es el sector de mujeres trabajadoras que sólo el cuartel 1 registraba
1 073, que es el 30% del total de mujeres. Así, si asumimos un promedio de 30% sólo para los
cuarteles centrales como mínimo, las cifras desbordarían fácilmente ese 36.6% de la población
empleada30, cómputo obtenido sobre los 30 057 trabajadores hombres que registra el resumen.
28 Felipe Castro Gutiérrez, Iji extinción de la artesanía gronial. México: Universidad Nacional Autónoma de México,
1986, p. 33. 29 Manuel Miño Grijalva, Obrajes y tejedores....op. at., pp. 137-139. ,c Véase, Alejandra Moreno Toscano, "Algunas características de la estructura"..Art cit., p. 408.
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ESTRUCTURA SOCIOÉTNICA DE LA POBLACIÓN CON OFICIO
En el contexto de este gran contingente de trabajadores, ¿cuál fue la estructura
socioétnica que podemos extraer con base en los casos que venimos trabajando? Otras fuentes
presentan una imagen parecida a la estructura descrita en líneas anteriores, así, en un espacio
seleccionado de siete manzanas perteneciente a los cuarteles menores 11 y 14, la distribución
seguía el patrón central:
DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE LA POBLACIÓN CUADRO 4
POR CALIDAD ÉTNICA
CUARTELES 11 Y 14
AÑOS 1777 Y 1793
1777 ¡793
CALIDAD POBLACIÓN PORCENTAJE POBLACIÓN PORCENTAJE
TOTAL 1 960 100.0 1 789 100.0
Hidalgo 545 27.8 646 36.1
Español 644 32.9 562 31.4
Casta 517 26.4 343 19.2
Indio 254 12.9 238 13.3
Fuente: Linda Arnold, "Sobre la deducción de evidencia: Estratificación en un barrio de la
ciudad de México, 1777-1793", en Estudios de Historia Novohispana (UNAM),
vol. XV, p. 99.
La preeminencia española y peninsular —el término hidalgo resulta muy forzado en un
contexto documental en el que en ninguna parte, que se sepa, es reconocido de esta forma si
no es tratándose de títulos— es incluso superior a la que se encuentra en el cuartel número 1.
Si este cuadro es aplicable a otros espacios de la ciudad en donde los extremos —no
marginales ni periféricos porque siempre se encuentran articulados a los servicios y funciones
de la ciudad— no son necesariamente idénticos, aunque la parte central esencialmente lo era,
pero será su estructura laboral la que defina mejor la composición social de la urbe, porque es
allí donde interactúan los grupos y donde se expresan cotidianamente.
Es importante señalar primero el profundo desequilibrio entre la población ocupada y
la no ocupada, particularmente en el caso de las mujeres. El 70% de ellas no registran oficio
por el 24% de los hombres. De aquellas que sí lo hacen son las indígenas las que registran la
mayor proporción seguidas por las mestizas y las criollas. Ciertamente es alto el número de
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casos que no especifican su calidad étnica, pero en líneas generales no ofrece ninguna sorpresa
la distribución general, en donde una aplastante mayoría de españoles y peninsulares, de más
del 50%, habitan el cuartel, sin embargo no es muy pequeño el porcentaje de 13% para el
número de indígenas que se concentraban principalmente en los oficios de servidumbre. En
cambio es prácticamente similar el número de indígenas mujeres y mestizas que registraban
oficio de aquella que no lo hacía, de todas maneras, a pesar de la alta proporción de casos sin
especificar apenas el 21.14 de las mujeres trabajaban.
POBLACION OCUPADA POR CALIDAD ETNICA
SEGÚN SEXO
CUARTEL 1
CUADRO 5
CALIDAD MUJERES HOMBRES TOTAL %
CON OFICIO SIN OFICIO CON OFICIO SIN OFICIO
TOTAL 1 158 4 082 2 323 1 394 8 957a 100.00
Españoles
Peninsulares
Castizos
Indios
Mestizos
Negros
Mulatos
Moriscos
Otras castas
Sin especificar
230
4
79
386
215
17
122
4
1
100
2 377
70
133
344
326
6
113
18
40
655
1 127
231
79
338
186
13
116
8
7
218
676
77
34
111
95
4
19
I
33
344
4410
382
325
1 179
822
40
370
31
81
1 317
49.24
4.26
3.63
13.16
9 18
0.45
4.13
0.35
0.90
14.70
"Alzate consigna en su suma 8 384 para todo el cuartel como población total, mientras el "Estado
General" 9 310 personas.
Es evidente, por este cuadro, el desequilibrio en la relación hombres/mujeres.
Humboldt hacía notar que en Nueva España en general "los hombres [son] en mayor número
que las mujeres"31 y en el caso concreto de dos parroquias de la ciudad de México, el mayor
número de hombres sobre mujeres en una proporción general que el creía de 100:97. Sin
embargo, Alzate había ajustado sus cómputos a 44 771 hombres por 60 163 mujeres, es decir
una diferencia de 15 392 mujeres, mientras que el "Estado general" de Revillagigedo arrojaba
una diferencia a favor de las mujeres de 13 804. En ambos cómputos la población femenina
representaba el 57.3 y 56.5% de la población total, respectivamente32. Como podrá observarse
las cifras del cuartel menor 1 representan exactamente esta diferencia, las mujeres constituyen
11 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el Reino de la Nueva, España, México: Editorial Porrúa, 1966, p. 92.
"Véase el "Estado reducido de los habitantes de México empadronados en el año de 1790" de José Antonio de
Alzate en este mismo volumen. También Alejandro de Humboldt, Ensayo, ...op. at., p. 92 y Silvia Marina Arrom, Las
mujeres ...op. at., p. 129.
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el 58.0% de la población del cuartel, cosa que no ocurrió en los cuarteles extremos, 20 y 23 en
donde el equilibrio es prácticamente perfecto.
Por su parte, el espectro étnico del cuartel 23 es similar en la distribución, pero la
presencia española y peninsular ya no significa más del 50.0% de la población total como en
el cuartel anterior:
POBLACION OCUPADA POR CALIDAD ETNICA SEGUN SEXO
CUARTEL 23
CUADRO 6
CALIDAD MUJERES HOMBRES
CON OFICIO SIN OFICIO CON OFICIO SIN OFICIO TOTAL %
TOTAL
Españoles
Indios
Mestizos
Castizos
Peninsulares
Mulatos
Moriscos
Negros
Sin especificar
48
17
11
6
2
3
5
0
0
4
1 112
353
151
117
37
63
29
12
0
350
631
263
1 15
60
44
19
11
6
1
112
498
43
44
37
44
15
8
1
2
304
2 289a
676
321
220
127
i 00
53
19
3
770
100.0
29.53
14.02
9.61
5.55
4.37
2.32
0.83
0.13
33.64
La cifra consignada por Alzate para este cuartel es de 1872.
En este cuartel el desequilibrio de los sexos es prácticamente inexistente, aunque no
podríamos explicar las razones. Pues la aparente evasión de hombres en el centro de la ciudad
no es aplicable en este caso, donde la población tampoco es predominantemente indígena. De
todas formas, las mujeres con empleo apenas significaban el 2.1% del total, mientras la
proporción de hombres con oficio o sin él era apenas favorable a los primeros, pero que en
conjunto en el caso de los españoles representaban el doble de la presencia indígena y el triple
de la de los mestizos. Sin duda la presencia de la iglesia y de los artesanos era fuerte en este
cuartel y los españoles desempeñaron oficios relacionados con estos campos. En general el
cuadro siguiente define la participación de cada grupo socioétnico en el sector artesanal:
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DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE
LOS ARTESANOS POR
GRUPO SOCIOÉTNICO
CUARTEL 1
CUADRO 7
CALIDAD ARTESANOS %
TOTAL
Mestizos
Castizos
Mulatos
Castas
Españoles
Indios
Sin especificar
Peninsulares
647
327
126
67
39
19
7
45
17
100.00
50.54
19.47
10.36
6.03
2.94
2.63
1.08
6.95
El resultado era de esperarse; la presencia española rebasa el 50.0% de la muestra de
647 artesanos entre maestros, oficiales y aprendices, pero no es desestimable el porcentaje de
los otros grupos seguramente vinculados a la estructura formal o informal como oficiales o
aprendices, cuando los indios apenas representaban el 19.5%. Por otra parte, la escasa
presencia de peninsulares confirma la poca preferencia de este grupo por este tipo de oficios.
Resulta importante destacar que el grueso de este conjunto, el 54.0%, se ubica entre los 8 y
los 30 años de edad, es decir se trataba de una población lo suficientemente joven, lo cual
permite ir cambiando esa idea de que la población de la ciudad de México era básicamente
vieja.
Si analizamos a los artesanos por oficio, por lo menos los principales, tendremos una
representación similar de todo lo que venimos exponiendo. En el caso de los sastres, el 66.0%
eran españoles, mientras que eran pocos los sastres mestizos (9), castizos (9), indios (5),
mulatos (3), castas (2), y apenas se registró 1 peninsular y 1 morisco. De estos 118, las
cohortes centrales de 21 a 40 años eran las más representativas. En el caso de los plateros el
predominio de los españoles era absoluto, con el 84.0% a favor de ellos, pues sólo
había 2 peninsulares y 2 indígenas con este oficio. No tan pronunciada, pero esta era también
la situación de los carpinteros, lo que no sucedía con el trabajador no vinculado con un oficio
tradicional como eran los anteriores, sino más bien como fuerza de trabajo de una panadería;
aquí los trabajadores eran casi todos indios (76.0%) y el resto eran españoles, mestizos,
mulatos y castizos. Evidentemente no había panaderos peninsulares.
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Como una referencia que puede arrojar más luz acerca de la calidad de los artesanos
de la ciudad y su expresión espacial heterogénea podemos citar lo que sucedía en los cuarteles
8 y 15. En el caso del primero el 90.2% era indio, mulatos el 5.5% y el resto moriscos y lobos.
En el caso del cuartel 15, sucedía todo lo contrario, el 64.8% estaba representado por
españoles peninsulares con 10.4%, mestizos el 13.8% e indígenas con apenas el 9.6 por
ciento33.
Por su parte, el cuartel 20 presentaba la siguiente distribución étnica de la población
que registraba oficios:
POBLACION OCUPADA POR CALIDAD ETNICA SEGUN SEXO
CUARTEL 20
CUADRO 8
CALIDAD MUJERES HOMBRES
CON OFICIO SIN OFICIO CON OFICIO SIN OFICIO TOTAL %
TOTAL
Indios
Españoles
Mestizos
Mulatos
Castizos
Moriscos
Peninsulares
Sin especificar
0
0
o
o
o
o
o
o
o
1 110
195
86
62
4
1
2
0
760
563
63
46
41
7
7
2
0
397
505
64
13
10
0
1
0
1
416
2 178" 100.00
322
145
113
11
9
4
1
573
14.78
6.66
5.19
0.51
0.41
0.18
0.05
72.22
Alzate consignaba 2 138 personas.
En este cuartel tampoco hay desequilibrio entre sexos: 1 068 hombres contra 1 110
mujeres. Por otra parte, el panorama étnico de este cuartel es acentuadamente indio y mestizo,
pues los españoles apenas representaban el 6.7% del total, pero sin duda lo más relevante es la
ausencia de mujeres con oficio alguno. No es posible pensar en una situación así, simple-
mente 1110 mujeres no registraron afirmativamente, aunque sepamos que normalmente fue el
sector masculino el más reacio a consignar su trabajo por miedo a la tributación y al impuesto.
El registro de este cuartel, sin duda, tiene muchos problemas, pues de 2 178 personas 1 573, o
sea el 72.2% no tenía registro de su calidad y sólo 563 ó el 25.8% consignan oficio. Es posible
también que las mujeres indígenas que no registran ocupación no la tuvieran, muchas de ellas
desarrollaban trabajo doméstico o podían ayudar a sus maridos a recoger zacate. De todas
formas, es muy baja la muestra para sacar conclusiones definitivas. Sin embargo, puede
"AHEM, Padrones, C. De Méx., Cuartel 8, 1790, volumen 2, exp. 2, f. 12 y C. De Méx., Cuartel 15, 1790, volumen
3, exp. 5, f. 7.
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presumirse que en general, tomando el cómputo total de la población de la ciudad —dado el
predominio de los cuarteles centrales—, las "actividades artesanales eran compartidas por las
diferentes etnias en proporción a su número en la ciudad"34, aunque tratándose del sector
femenino esta regla no parece muy adecuada.
Pero es posible también explorar otras posibilidades, ya que pueden ayudarnos a
explicar lo que en realidad pasaba con los oficios en el conjunto de los cuarteles analizados.
En el caso del cuartel 20, si analizamos la pirámide de edad, resulta que de las 1 616 personas
que no declaran su oficio, el 48.8% corresponde a menores cuya edad fluctuaba entre 0 y 15
años, por tanto su ingreso al mercado laboral y el simple hecho de decir que tenía un oficio
era prematuro, seguramente se trataba de aprendices. Habla también de una pirámide cargada
a la infancia y la adolescencia, es decir de una población más bien joven, al revés de lo que
comúnmente hemos creído sobre esa población vieja que pululaba por la ciudad. En el
cuartel 1, las cohortes que no especifican empleo de forma importante corresponden a las
edades 0-5, 6-10 y 11-15, pues significaban el 38.8% del total de personas sin oficio. En el
Cuartel 23, por su parte, correspondían al 46.0%. Lo anterior no quiere decir que toda la
población entre los 7 y 15 años no registrara oficio; en el Cuartel 1 el 10.0% de la población
con oficio eran de esta edad y en el 20 sólo el 4.0%, mientras en el 23 significaba casi el
5.0%. Es decir la tendencia fue que el oficio, y eventualmente el empleo, se daban de manera
más generalizada a partir de los 18 años.
De todas formas, resalta la alta proporción de mujeres, particularmente campesinas
que llegaban a la ciudad a incorporarse al servicio doméstico, mientras los hombres se iban de
arrieros o a buscar trabajo en las minas, o ingresaban a la propia ciudad a engrosar espacios
periféricos como el cuartel 20 en donde encontraban oficios ligados con la agricultura o la
pesca. En el caso femenino, la cifra sobre mujeres incorporadas a la actividad laboral en 1811
bordeaba las 20 500, cifra considerable que posiblemente estaba en relación a la población
masculina —que seguramente mantenía el mismo índice de masculinidad de 1790— que en la
ciudad era de 79:100 hombres/ mujeres35.
34Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad, ...op. at., p. 153. vsSilvia Marina Arrom, Las mupes de la ciudad de México, 1790-1857. México: Siglo XXI editores, 1985, pp. 131 y 196.
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LOS OFICIOS Y EL ESTADO MARITAL
No existe ninguna estimación particular por cuartel de la estructura laboral de la
ciudad de México, es hasta ahora cuando hemos podido estudiar tres de los 32 cuarteles
menores y ofrecer un panorama más detallado del trabajo. Ciertamente el Cuartel 1 es donde
se concentra la parte más tradicional de la ciudad y sus estructuras son también las más viejas
y consistentes, también pueden ser las más reacias al cambio, pero que finalmente revelan lo
que pudo haber ocurrido en espacios similares, distintos a los periféricos, más movibles y
dinámicos.
En el Cuartel 1, sobre el total de personas registradas, 8 9 5736, eran jefes de familia
1 856, de los cuales 1 237 eran hombres y 619 mujeres. Del total 735 jefes de familia no
especifican oficio, correspondiendo la mayoría a 570 mujeres y 165 hombres, mientras que de
los 1 121 que especifican oficio, 1 072 eran hombres y 49 mujeres.
HOMBRES QUE REGISTRARON OFICIO
SEGÚN ESTADO CIVIL
CUARTEL I
CUADRO 9
ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO
TOTAL
Casados
Solteros
Viudos
Sin especificar
1 237
935
171
111
20
1 072
824
144
88
16
165
111
27
23
4
Es decir, el 86.6% tenía oficio y sólo el 13.4% de los jefes de familia no registraban
oficio alguno. Cabe destacar que es relativamente alto el número de solteros que fungen como
jefes de familia sobre viudos, cuando en el caso de las mujeres justamente la pirámide se
invierte, constituyendo las viudas el 68.2% de la población del cuartel.
MUJERES QUE REGISTRARON OFICIO
SEGÚN ESTADO CIVIL
CUARTEL 1
CUADRO 10
ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO
TOTAL
Viudas
Solteras
Casadas
Sin especificar
619
422
133
57
7
49
31
13
5
0
570
391
120
52
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^El Censo consigna 9 310 personas y Alzate que ajustó sus cifras, 8 384.
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A pesar de que el número de viudas es de 422, de éstas sólo 31 registran oficio, las
solteras eran 13 y apenas cinco casadas trabajaban. El porcentaje de mujeres con oficio era de
apenas 7.9 por ciento.
¿Qué sucedía en uno de los extremos de la ciudad, en el cuartel 20? Aquí, de un total
de 2 179 personas, 529 son jefes de familia, 461 hombres y 68 mujeres. De éstos 120 jefes de
familia no especifican oficio, desagregados en 68 mujeres y 52 hombres, mientras que 409
jefes de familia especifican oficio, todos hombres. De las 68 mujeres jefes de familia ninguna
registró oficio, raro, puesto que la mayoría (58) eran viudas, seis casadas y tres solteras.
En el caso de los 461 hombres, su composición marital era la siguiente:
HOMBRES QUE REGISTRARON OFICIO CUADRO 11
SEGÚN ESTADO CIVIL
CUARTEL 20
ESTADO CIVIL HOMBRES CON OFICIO SIN OFICIO
TOTAL 461 409 52
Casados 436 388 48
Viudos 19 15 4
Solteros 3 3-
Sin especificar 3 3-
En principio resulta bajo el número de viudos en relación al Cuartel 1, pues es de
apenas 4.1%, mientras que en el central era de 9.0%. Pero en este cuartel periférico, el número
de jefes de familia con oficio era mayor, pues lo registraron 88.7% y sólo 11.3% no lo
hicieron. Como es evidente, estamos suponiendo que no necesariamente quienes registraron
oficio estaban empleados y quienes no lo hicieron estaban, a su vez, desempleados. Otra
característica diferente del cuartel 20 en relación al número 1 es también el bajo número de
solteros jefes de familia, de los cuales todos registraron oficio.
Hacia el poniente de la ciudad, en el Cuartel 23 de un total de 2 289 personas censadas
había 508 jefes de familia, de los cuales 159 eran mujeres y 349 eran hombres. Se
contabilizaban 183 jefes de familia que no especificaron oficio, 150 mujeres y 33 hombres.
Con oficio eran 325; siendo 316 hombres y 9 mujeres.
En el caso de las 159 mujeres, el número de las que registran oficio es muy bajo, pero
si bien las mujeres viudas son la mayoría, no hay una gran diferencia en el trabajo en relación
a solteras o casadas:
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MUJERES QUE REGISTRAN OFICIO SEGÚN ESTADO CIVIL CUADRO 12
CUARTEL 23
ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO
TOTAL 159 9 150
Viudas 116 4 112
Casadas 23 2 21
Soltera 18 3 15
Sin especificar 2 0 2
Nota: todas eran caseras
Los hombres, por su parte, 349 tenían oficio, predominando los casados sobre viudos
y solteros.
HOMBRES QUE REGISTRAN OFICIO SEGÚN ESTADO CIVIL CUADRO 13
CUARTEL 23
ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO
TOTAL 349 316 33
Casados 326 299 27
Viudos 15 10 5
Soltero 8 7 1
Sin especificar 0 0 0
De estos 349, sólo el 9.5% no registraba oficio, mientras en el Cuartel número 1 este
porcentaje subía al 13.3% y al 11.0% en el número 20. ¿Estas diferencias tenían una
explicación en la localización interna de las unidades productivas?
En total el número de jefes de familia que registraron oficio en los cuarteles
periféricos fue parecido, 529 en el 20 y 508 en el 23, pero mientras en el primero ninguna
mujer tenía oficio en éste llegaban a 9, o sea el 6% del total de jefes de familia.
LA COMPOSICIÓN DE LOS OFICIOS POR CUARTEL
El panorama cambia por lo menos cuantitativamente en relación a los jefes de familia,
pues ya en un análisis más abierto varios miembros de una misma familia pueden tener oficio,
por lo mismo los cómputos cambian. En total el cuartel 1 aparecen 2 323 hombres con oficio
y 1 121 sin él, mientras sin especificar oficio se registran 1 394 hombres y 4 082 mujeres, es
decir 3 444 tenían oficio, es decir el 70.0% de las mujeres no trabajaban por el 24 de hombres.
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De las mujeres que trabajaban, de 15 años para adelante, que suman 1 073 las ocupaciones
registradas, de acuerdo a su número y particularidad, eran las siguientes:
ESTRUCTURA OCUPACIONAL
DE LAS MUJERES
CUARTEL 1
CUADRO 14
OFICIO O PROFESION MUJERES
TOTAL
Académicas
Administradoras
Empleadas
Religiosas
Empleadas domésticas
Comerciantes
Costureras
Caseras
Molenderas
Otras
Panaderas y pasteleras
1 073
7
143
60
784
10
15
20
7
17
9
Destacan, sin duda, las empleadas domésticas. De éstas, cocineras y recamareras
representaban los números más importantes con 270 y 173, respectivamente, seguidas por
criadas de conventos que sumaban nada menos que 69 y 88 criadas en general; las chichiguas
o nodrizas y las amas de llaves no eran pocas, pues sumaban 44 y 27. Las demás ocupaban
oficios reducidos 10 lavanderas, 5 sirvientas, 6 pilmamas, 8 ayudantes, 6 criadoras de niños, 5
damas de compañía,37 y 1 cuidadora de adultos.
Como oficios más frecuentes figuran, exceptuando a las religiosas, 143 empleadas 15
costureras y 20 caseras. Entre las primeras se incorporaron en ese segmento principalmente
las administradoras, estanquilleras, cajera, alguna empleada del Virreinato. Las caseras, en
cambio, eran las encargadas de administrar la casa o vecindad. Destaca también en este
conjunto la abogada, por su presencia solitaria.
Cabe resaltar la gran cantidad de mujeres empleadas en el servicio doméstico que
sumaban 784, a las que si añadimos los 271 hombres ligados al mismo sector, obtendríamos
un total de 1 055. Es evidente que se trata de un sector de la ciudad de alto estatus y que por lo
mismo disponía de un crecido número de servidumbre. No es este el cuartel de las costureras
37Una mujer figuraba como "ama de asistencia" que fue incorporada a este grupo.
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y las cigarreras como lo fue su vecino, el cuartel 2, perteneciente a la parroquia de Santa
Catarina38, pero como en éste el número de chichiguas y nodrizas no es desestimable.
¿Qué significan estas cifras en el contexto de otras referidas para otros años? Para
obtener una respuesta, en principio el cuadro siguiente ubica nuestras estimaciones entre las
obtenidas por Arnold para 1777 y 1793:
SERVIDORAS DOMÉSTICAS POR CASA CUADRO 15
1777 Y 1793
NUMERO DE 1777 1793
SERVIDORAS TOTAL PORCENTAJE TOTAL PORCENTAJE
TOTAL 566 lOOTO 486 ÍOO
Ninguno 410 72.5 287 59.0
Una 60 10.6 92 18.9
Dos 37 6.5 46 9.5
Tres 20 3.5 30 6.2
Cuatro o más 39 6.9 31 6.4
Fuente: Linda Arnold, "Sobre la deducción de evidencia"...art. cit.. p. 99.
El porcentaje de casas que no contaba con servicio doméstico disminuyó entre 1777 y
1793, es decir, cada vez más las personas contaron con este servicio al caer el siglo: el 10.6%
que contaron con una empleada en 1777 subió al 18.9%, mientras que aquellos que tuvieron
dos servidoras, de 6.5%, pasaron a 9.5% en 1793, incluso aquellas casas que contaban con 3
servidoras de 3.5% se incrementaron a 6.2% por "grupo de casa", duplicando el de 1777.
Estos porcentajes se verían incrementados si se ajustara la muestra de 1777 con la de 1793.
Todo hace pensar que es correcta la apreciación de que hacia 1790 se había extendido el
sector doméstico a costa seguramente, de ese conocido movimiento de atracción de la ciudad
de México. ¿Qué significado tienen estas cifras? En principio el disponer de este tipo de
servicio tenía mucho que ver con una mayor cantidad de recursos económicos para
mantenerlo y luego con cuestiones de estatus, pero la conclusión más importante es que el
número de mujeres empleadas en este cuartel de un universo de 8 957 personas censadas es de
apenas el 12.0% y casi todas en el servicio doméstico. Por lo menos en este cuartel la
participación de la mujer era marginal. Tal vez sucedía lo que comenta Arrom de que la
mayoría de las mujeres identificadas en su muestra entre 1753 y 1811 eran de clase baja,
"porque no trabajar era un signo de estatus para las mujeres mexicanas. Coser para la propia
^8Juan Javier Pescador, De bautizados y fieles difuntos ...op. at., pp. 212-213.
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familia era admirable, pero 'coser lo ajeno' era degradante"39. Las 4 082 mujeres desocupadas
así lo atestiguan.
En cambio la composición de oficios del sector masculino es mucho más compleja,
pues alcanza cerca de 500 ocupaciones en las más distintas variedades. De los 2 102
registrados de 15 años en adelante, mozos, lacayos, criados, cocineros, pajes, hasta
mandaderos, sumaban 271. De éstos hemos reunido a 186, para quienes se especifica la
información y se precisa que 148 o el 79.6% eran solteros, 27 casados y 11 viudos.
Evidentemente 139 vivían como criados, otros 39 como agregados a las casas donde servían,
1 era hijo y 3 fungían como jefes de familia independientes. Como rasgo distintivo si bien se
encontró que el rango de edad de 12 iba de 7 a 10 años, 45 o el 30.4% tenían entre los 11 y los
15 años, 67 (45.3%) entre los 16 y los 20 años. De esta última edad el número empezó a bajar,
pues 27 se encontraban entre los 21 y 25 años, 22 entre los 26 y 30 y de allí el número de
mozos con edades sobre los 30 decrecía más acentuadamente. Como éstos, los lacayos eran
gente joven, el 78.7% tenía una edad que fluctuaba entre los 21 y los 25 años y el 79.6% de 44
registrados 35, eran solteros.
Por su parte los que estaban ligados a actividades comerciales eran 190; entre 101
cajeros que constituían el mayor número 24 corredores, 12 viandantes, 23 tenderos y
almaceneros, 3 arrieros, 4 funcionarios del Consulado, 2 mercaderes y 6 vendedores de
diverso tipo y otros menores en número. La información reunida para 174 de ellos, muestra,
particularmente que de 97 cajeros el 84.5% eran solteros, sólo 12 eran casados y 3 viudos. Por
tanto únicamente 14 aparecen como jefes de familia, 2 son hijos, 65 agregados, 13 aparecen
como empleados, 1 como familiar, y 9 no especifican su parentesco. La mayoría de estos
cajeros era gente joven, de 73 sus edades fluctuaban entre 16 y 30 años, 13 tenían entre 31 y
35 años, otros 13 iban de 36 a 60 y sólo 1 pasaba de esta última edad. En cambio de 69
comerciantes que especifican edad, parentesco y estado civil, 40 figuraban como casados, 23
solteros y 6 viudos y de los cuales la mayoría eran jefes de familia (53), 6 eran hijos, otros 6
familiares y 4 agregados a la casa. A la inversa de los cajeros, la edad de estos comerciantes
fluctuaba entre los 31 y 50 años, 10 tenían entre 51 y 60 y sólo 6 pasaban de los 60 años. Pero
al contrario de lo que se podría pensar, estos cajeros y los comerciantes en general no habían
nacido todos, ni siquiera su mayoría en España, por el contrario, el 49% dijo haber nacido en
39Silvia Marina Arrom, Las mujeres de la andad de México, 1790-1857. México, Siglo XXI Editores, 1988, p. 197.
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la ciudad de México y el 29% registró un origen peninsular. Por su parte indios, mestizos y
castizos dijeron ser comerciantes el 13 por ciento.
El origen del cajero puede estar en la vieja costumbre de los comerciantes importantes,
por lo general miembros del Consulado, al traer a parientes jóvenes de España para integrarlos
a sus propios negocios, mientras sus hijos se convertían en sacerdotes o abogados40. El cajero
era en general cualquier persona de ventas o administrativo de una casa comercial
independientemente de su rango, aunque no hay que confundirlos con el llamado "Cajero
mayor" que era un administrador a sueldo de la firma. Subordinados a él podían estar uno, dos
o tres cajeros. Sin ninguna especificación su denominación implicaba pertenencia a cualquier
establecimiento comercial, aparte del propietario y podía ser "socio administrador, sobrino del
propietario o solamente un empleado del mostrador con limitado campo de expansión y
progreso41. En el caso de nuestros cajeros, siendo en su mayoría solteros, es claro que vivían
con familiares casados o no. Esta juventud y la soltería eran también rasgos distintivos de los
cajeros de Guanajuato, así como su gran número, pues aproximadamente la mitad de los 314
peninsulares radicados allí, desempeñaban tales funciones42.
Por supuesto, los miembros de la iglesia eran también muy visibles, pues alcanzaban a
ser 154 entre 48 religiosos profesos, 25 presbíteros, 37 clérigos, 8 diáconos, 9 subdiáconos, 8
sacristanes, 5 novicios, 3 legos, 5 capellanes, apuntadores de coro, monaguillo y ayudantes y
6 funcionarios de la Iglesia y la Inquisición. De los religiosos profesos, sólo 1 tenía entre 21 y
25 años, seis se ubicaban entre los 26 y 30 y 20 entre los 46 y 55 años. Más que en cualquier
profesión y oficio, 8 tenían más de 60 años.
Los funcionarios públicos sobrepasaban a los anteriores, contaban con 180
representantes. En este cuartel radicaban desde los escribanos públicos (39) hasta los
empleados de las diversas dependencias: Virreinato, Casa de Moneda, Tabaco, Milicia, Real
Audiencia, Acordada, Temporalidades, Pólvora, Real Aduana, etc. Como lo muestra el cuadro
siguiente la mayoría eran españoles y peninsulares:
40Christiana Renace Borchart de Moreno, Los mercaderes y el capitalismo en México (1759-1778), México, Fondo de
Cultura Económica, 1984, p. 227. 41John E. Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad, de México durante los barbones. México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, p. 153. 42David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México: Fondo de Cultura Económica, 1975,
pp. 338-339.
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CALIDAD DE LOS FUNCIONARIOS CUADRO 16
CUARTEL 1
CALIDAD FUNCIONARIOS %
TOTAL 180 100.00
Españoles 121 67.22
Peninsulares 38 21.11
Mestizos 3 1.67
Indios 2 1.11
Castizos 2 1.11
Negros 1 0.56
Mulatos 0 0
Castas 0 0
Moriscos 0 0
Sin especificar 13 7.22
De este grupo, 180 registran calidad y edad. En el primer caso el 67.2% dijo ser
español y el 21.1% peninsular. En el segundo caso, la mayoría se concentraba en una etapa de
mayor edad que los comerciantes y artesanos, pues el 68.0% tenía más de 31 años. En cuanto
a su lugar de origen, sorprende que la mayoría no fuera española.
LUGAR DE ORIGEN DE LOS FUNCIONARIOS CUADRO 17
CUARTEL 1
LUGAR DE ORIGEN FUNCIONARIOS %
TOTAL 180 100.00
Ciudad de México 79 43.89
Vizcaya 6 3.33
Puebla 4 2.22
Otros 71 39.45
Sin especificar 20 11.11
Un grupo que destaca en este universo es el de los plateros que en total sumaban 61,
de los cuales los datos nos hablan sólo de 57 de ellos. Por ejemplo, aparecen 35 como casados
y 16 como solteros; seis eran viudos. De 60 de ellos 43 eran jefes de familia, 12 eran hijos, 2
familiares y 3 agregados. Para 1790, la mayor parte de éstos (54.1%) se encontraba entre los
16 y los 30 años (33). Un buen número (7) se concentraba entre los 36 y 40 años y sólo 2
pasaban de los 60 años. Los restantes estaban en edades intermedias, aunque 1 del total de 11
a 15 años estaba registrado ya como platero, seguramente aprendiz. Eran, como dice Kicza,
fabricantes pequeños y procesadores de bajo nivel, principalmente españoles, pero con
presencia de peninsulares a quienes la movilidad social no se les presentaba de manera
rápida43.
43John E. Kicza, Empresarios coloniales ...op. at., p. 230.
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Entre los grupos de artesanos, destacaban los sastres, que eran numerosísimos para
radicar en un sólo cuartel -sólo comparable con aquellos que radicaban en el cuartel vecino, el
número 5-, pues como tales aparecen registradas 112 personas y 1 oficial. El 63.0% estaba
casado o unido, 31 eran solteros y 7 viudos. Por lo mismo 66.0% fungían como jefes de
familia, 13.0% eran hijos y el 7.0% vivía como agregado, seguramente en su calidad oficial.
Como era de esperarse, las edades fluctuaban entre los 11 y los 40 años; la cohorte más
numerosa es la de 36 a 40 que estaba formada por el 17.0% de los sastres. En 1794 la
"Relación de tratos y establecimientos mercantiles", registraba aún 109 oficiales que
trabajaban en 13 sastrerías, es decir, un promedio de 8 trabajadores44.
Los cigarreros eran 91, de los cuales 52.0% eran casados, 25.0% solteros y 8.0%
viudos; el 25.0% tenía entre 11 y 20 años de edad, mientras el 41.0% fluctuaba entre los 21 y
30 años. Esta es la parte más ancha de la pirámide, luego entre el 8.2% y el 2.0% transcurren
los restantes entre los 31 y los 60 años. Lo interesante en estos cigarreros es que el 37.0%
tiene agregados. A estos habría que añadir 12 recortadores y envolvedores de la fábrica. En
términos de edad, era tal vez el grupo más joven, pues se concentraban entre los 11 y los 30
años.
Por su parte, los carpinteros eran más viejos, el 51% fluctuaba entre los 26 y los 40
años, seguramente eran artesanos mejor establecidos que los cigarreros, quienes siempre
estaban asociados a la fábrica de tabaco de la ciudad, pero como éstos también tenían un alto
porcentaje de agregados, como los tenían los 30 zapateros registrados en el cuartel quienes
tampoco eran jóvenes, pues el grueso se ubicaba entre los 31 y los 40 años de edad,
albañiles 29; los ligados a la industria del pan eran 121, los pintores eran 22, los barberos 17,
aguadores 14, peluqueros 14, así como los confiteros. En cambio eran muy pocos los
vinculados a la industria textil (42), destacaban los bordadores quienes sumaban 13. No era
este cuartel, como es obvio, el mejor espacio para el tejedor, y el hilador o hiladora. Su corto
número —de un total de 3 169 artesanos dedicados al trabajo textil que registraba la
"Relación" de 17884r\— indica en un espacio segregado para un tipo de oficio de más
tradición, a pesar de la gran masa de artesanos radicados en esta demarcación, importante en
44AGNM, Bienes nacionales, leg. 101.
"^Manuel Mino Grijalva, Obrajes y tejedores de Nueva España, 1700.1810. México, El Colegio de México, 1998,
p. 136.
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términos de la densidad del cuartel, pero no lo suficientemente amplia para competir con los
cerca de 1 000 empleados domésticos registrados entre hombres y mujeres.
En los servicios de transporte destacaban 80 cocheros, de los cuales el 75% se ubicaba
entre los 21 y los 40 años y, como rasgo particular, el 68% tenía agregados, familiares o no
familiares. El comportamiento de agregación muy tradicional en el mundo artesanal —como
en el comercial— era un distintivo de esta parte de la ciudad.
El lugar de origen de los artesanos muestra una permanencia y estabilidad respaldada
por esa gran mayoría originaria de la propia ciudad, como lo muestra el cuadro siguiente:
LUGAR DE ORIGEN DE LOS ARTESANOS CUADRO 18
CUARTEL 1
LUGAR DE ORIGEN ARTESANOS %
TOTAL 647 100.00
Ciudad de México 368 56.88
Puebla 38 5.87
Toluca 11 1.70
Querétaro 8 1.24
Real del Monte 8 1.24
Oaxaca 7 1.08
Actopa 5 0.77
Chalco 4 0.62
Otros 104 16.07
Sin especificar 94 14.53
No hay una indicación de una acentuada migración, aunque es obvio que tratándose de
un cuartel central de mayor antigüedad, su población sea permanente, por lo menos más que
aquella de los cuarteles extremos. Por otra parte, los lugares de donde provino parte de la
población migrante, era de las zonas aledañas a la ciudad, con excepción de los 7 oaxaqueños.
Según el "Estado General" de 1794, en el cuartel número 1 se registraron 160 talleres
públicos46, es decir reunía el 1.0% de los 1 555 registrados para entonces. Si bien el número
de sastrerías es importante, destacaron también cererías, velerías, confiterías, biszcocherías y
melerías. Evidentemente tuvieron los talleres públicos una fuerte presencia en el cuartel, que
albergó, además, religiosos, comerciantes y funcionarios, en torno a los que pulularon mozos
y sirvientes.
46Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad... op. cit., p. 94.
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En general, el grupo de comerciantes (9.0%), sirvientes y criados (12.9%),
funcionarios (7.8%), eclesiásticos (7.3%) y una parte de ese extenso grupo de artesanos
(28.6%), sumaban las 1 462 personas de un conjunto de 2 102 que especificaban oficio. El
restante 33.6% estaba constituido por una gran cantidad de productores dedicados a la sillería,
tocinería, talabartería; eran veleros, botoneros, encuadernadores, armeros, maestros, etc. Por
supuesto, aquí vivían también los mineros más ricos, los hacendados o "dueños de fincas" que
son pocos cuantitativamente hablando, pero que con los comerciantes y funcionarios,
reunieron tras sí una cuota importante del poder de la ciudad.
¿Qué pasaba en la denominada periferia? En el cuartel 20, de los 550 hombres de 15
años y más que registraron ocupación de un total de 563, prácticamente todos estaban
empleados, pero muchos tenían ocupaciones agrícolas, sobre todo en la obtención de zacate,
el mayor número de ellos figuraban como zacateros (105) que representaban el 18.6%. La
mayor parte, como indica el resumen del anexo 1, eran jornaleros. De estos zacateros más del
70% estaban casados y de ellos el 74% aparece como jefe de familia, pero al contrario de lo
que sucedía en el cuartel 1 ninguno tenía agregados y un alto porcentaje, el 16% eran parejas
sin hijos; luego seguían en número aquellos dedicados al trabajo de la piel como los
zapateros, de los cuales el 67% estaba casado, sólo 8 estaban solteros y 9 eran viudos.
También se comportaban de manera distinta a los artesanos del cuartel 1 al no tener
agregados, eran parejas sin hijos o familias cerradas, apenas hay dos casos de jefes con
agregados.
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EDAD DE LOS ARTESANOS CUADRO 19
CUARTEL 20
EDADES ARTESANOS %
TOTAL 425 TOthO
8 a 10 1 0.2
11 a 15 20 4.7
16 a 20 73 17.2
21 a 25 49 11.5
26 a 30 85 20.0
31 a 35 30 7.1
36 a 40 62 14.6
41 a 45 18 4.2
46 a 50 32 7.5
51 a 55 16 3.8
55 a 60 20 4.7
más de 60 19 4.5
Con relación a la edad el cuadro 16 muestra que hay cuatro cohortes perfectamente
definidas: la de 16 a 20 años que reúne 17.2%, la de 26 a 30 donde radica el 20.0%, la de 36 a
40 que tiene el 14.6% y de 46 a 50 años que representa el 7.5%. Ciertamente, los "artesanos"
de 8 y 15 años son aprendices, pero están ya dentro de la estructura gremial.
Por otra parte, la mayoría de los que registró calidad -apenas el 20%- el 10% dijeron
ser indios y el 8% españoles y mestizos. Era también el cuartel con mayor número de
tributarios, y junto al 19, eran los que registraban el mayor número de jornaleros, es decir,
gente que trabajaba libremente por un salario (véase el anexo 1) y que no estaba adscrito a la
corporación gremial.
CALIDAD DE LOS ARTESANOS CUADRO 20
CUARTEL 20
CALIDAD ARTESANOS %
TOTAL 407 100.00
Indios 41 10.07
Criollos 18 4.42
Mestizos 18 4.42
Castizos 3 0.74
Mulatos 3 0.74
Sin especificar 324 79.61
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Con relación a la edad, el 54% —de 407 que la registraron— se ubicaba entre los 11 y
los 30 años, aunque entre los 36 y 40 años aparece un buen porcentaje de 15. Sin embargo,
como en los demás cuarteles, la mayoría de los artesanos de este cuartel era de la misma
ciudad de México, entre los pocos que registraron el origen.
Según el mencionado "Estado" de 1794 este cuartel tenía únicamente 22 talleres47,
muy pocos para albergar a toda la población trabajadora, pero muchos de ellos debieron
pertenecer, entre otros, a artesanos ligados al trabajo del cuero como curtidores, gamuceros y
badaneros que sumaban 91 y tenían las mismas características que los anteriores, casados la
mayoría, con pocos o ningún agregado familiar y de edades repartidas a lo largo de la
pirámide. Pero además de éstos constan numerosas personas como los 44 botoneros que
representaban el 8.0% de la población ocupada; 31 hortelanos (5.6%), 25 pescadores (4.5%) y
22 dedicados a actividades textiles (4.0%). A éstos tendríamos que agregar 11 artesanos
dedicados a la carpintería y a 8 más que se dedicaban a la producción del pan. Hortelanos eran
31,3 pintores y 7 músicos que también tenían presencia. En general sumaban 407, es decir
77.6% de la población del cuartel que registró oficio y como los anteriores la mayoría eran
casados y pocos reconocían tener agregados en sus casas. Por su parte los miembros de la
iglesia se reducían al vicario de la parroquia, el presbítero, el sacristán, el diácono y un
cura. No había a quien servir -pues constan sólo 2 sirvientes- ni a quien hacer ropa con 2
sastres. Era un cuartel de cargadores, albañiles, tocineros y triperos, veleros, aguadores,
herreros. Había un barbero para el cuartel y un maestro de escuela. La ocupación o el oficio
mucho habla ya de su composición étnica, pero aquí las mujeres no trabajaban o no
registraban su actividad y no sabemos por qué.
Por el lado norponiente, en el cuartel 23, de las pocas mujeres que registraron su
oficio, 42, se muestra su composición en el cuadro siguiente:
47Id, p. 94.
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DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL
DE LAS MUJERES OCUPADAS
CUARTEL 23
CUADRO 21
OFICIOS MUJERES %
TOTAL
Caseras
Criadas
Esclavas
Moza
Sirvientas de convento
Enfermeras
42
26
5
3
3
2
100.0
61.9
11.9
7.1
7.1
4.8
2.4
2.4
2.4
Pintora
Miga
El cuadro es por demás evidente, la mayoría era "casera", administradora o estaba
dedicada a actividades de su casa, como dueña de la casa y parte de ella; pues pocas familias
tenían "criadas". La pintora que aparece en el cuadro, seguramente tenía una actividad ligada
con la iglesia o convento y la "miga" con la enseñanza. Tampoco en este cuartel las mujeres
ocupan un lugar importante en la esfera del trabajo. En cambio, de los 580 hombres mayores
de 15 años que especifican oficio de un total de 631, unos 93 (16.0%) estaban dedicados a la
fabricación de cigarros; 89 (15.3%) eran parte del Convento, pues en ese cuartel estaban
ubicados la Iglesia y convento de San Juan de Dios; albañiles eran 60 (10.3%); constan 29
zapateros (5.0%) 7 sastres y 23 oficiales (5.2%). También está representado el trabajo textil
con 25 artesanos entre maestros y oficiales. Dedicados al comercio había 22 personas (3.8%)
entre corredores, baratilleros, cajeros, arrieros, mercaderes y comerciantes.
Como no fueron en los otros cuarteles analizados, aquí son importantes los lozeros que
eran 18 más un oficial (3.3%). Apenas había 15 sirvientes (2.6%), de los cuales 6 eran
cocineros seguramente del Convento y 25 (4.3%) se dedicaban a la preparación de alimentos,
como carne, tocino, pulque, dulces y pan. Estos grupos conformaban el 70% de la población
que registraba oficio. Se observa en los registros la presencia gremial como no lo era en los
otros, pues aquí los maestros se apuntaban como maestros: el "maestro de carpintero" o el
"maestro hilador" o el "maestro cantero", de la misma forma consta el "oficial de pintor",
"oficial de tejedor", "oficial de zapatero". De éstos muchos debieron tener su taller propio,
aunque el "Estado" de 1794 sólo registra, como sucedió en el 20, únicamente 22 talleres, es
obvio que la mayoría de la población trabajaba en la fábrica de cigarrillos, el Convento y la
Iglesia y en obras o trabajos independientes.
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CALIDAD ÉTNICA DE LOS ARTESANOS CUADRO 22
CUARTEL 23
CALIDAD ARTESANOS %
TOTAL 126 100.0
Españoles 58 46.0
Indios 22 17.5
Mestizos 19 15.1
Castizos 12 9.5
Mulatos 3 2.4
Moriscos 3 2.4
Peninsulares 0 0.00
Castas 0 0.00
Negros 0 0.00
Sin especificar 9 7.1
De todas formas, el 46.0% del total de artesanos eran españoles, 24.6% eran mestizos
o castizos y un 17.5% eran indios. En relación a la edad, el cuadro siguiente es ilustrativo al
respecto:
EDAD DE LOS ARTESANOS CUADRO 23
CUARTEL 23
EDAD ARTESANOS %
TOTAL 126 100.0
8 a 10 0 0
11 a 15 1 0.8
16 a 20 19 15.1
21 a 25 18 14.3
26 a 30 20 15.8
31 a 35 18 14.3
36 a 40 15 11.9
41 a 45 10 7.9
46 a 50 12 9.5
51 a 55 5 4.0
55 a 60 2 1.6
más de 60 4 3.2
Sin especificar 2 1.6
Del grupo de artesanos, 74.0% tenía una edad que fluctuaba entre los 16 y 35 años,
pocos eran realmente los artesanos "viejos".
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CONCLUSIONES
Queda bastante clara la estructura ocupacional de los tres cuarteles, aunque
evidentemente el Cuartel 1 representa el universo general de ocupaciones, con excepción de
aquel ligado al trabajo de la laguna, la pesca y la caza de patos muy propio del cuartel 20
donde no se ubica ningún convento o iglesia de la jerarquía de Santo Domingo o San Juan de
Dios.
Una de las reflexiones finales que pueden desprenderse del análisis de estros tres
cuarteles en términos de su estructura de grupos, es su heterogeneidad espacial. Los cuarteles
mayores mantienen en su interior una jerarquía demográfica encabezada por uno de
sus cuarteles menores. En relación a la calidad de los cuarteles analizados se observa una
diferente constitución étnica, mientras el cuartel 20 era principalmente indígena, el del centro
y el noroccidente son españoles, aunque en general pueda notarse el predominio del grupo
español y mestizo.
Sin duda otro importante resultado es comprobar que la población de este núcleo de la
ciudad estuvo constituido por población joven. Hasta ahora hemos sabido, de acuerdo a los
censos de 1753 y 1811, que la población de la ciudad era mayoritariamente adulta,
"envejecida", lo que no sucedía en las poblaciones pequeñas48. Por ser años posteriores a
crisis de subsistencia importantes, podría pensarse que la causa principal radicaba en que este
"envejecimiento" era producto de la migración, de gente que llegaba a establecerse sin su
familia e hijos, pues se ha calculado que se trataba de una tendencia que duró hasta las
primeras décadas del siglo XX. Sin embargo esta hipótesis es, ahora, poco probable. Los
datos del censo de 1790 meten mucho ruido para confirmar esta idea, pues la migración a la
ciudad fue elevada, y al parecer generó un crecimiento de población joven desempleada, pero
esencialmente joven. Las cifras y cómputos sobre la edad de los artesanos, comerciantes,
servidores domésticos, etc., muestran que fue así, más el 39% de la población fluctuaba entre
0 y 16 años, exactamente igual a Londres en 182 1 49.
Al contrario de lo que hasta ahora se había pensado, los comerciantes no habían
nacido en España, la gran mayoría dijo ser originaria de la ciudad de México y mucho menos
48Idem, p. 400. 49r. H. Hollingsworth, Demografía histórica. México, f. C. E., 1983, p. 294.
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dijo haber nacido en la Península, aunque figuran originarios de Asturias, Santander y
Vizcaya; en cambio los cajeros, más jóvenes, sí eran predominantemente de la Península. De
la misma forma, los artesanos muestran también un origen más uniforme, pues el 57% fueron
registrados como originarios de México, el 16% dijeron ser de Chalco, sólo el 6% eran de
Puebla, situación que era comprobable también con los funcionarios del reino. La presencia
de un mayor número de gente llegada de los alrededores de la ciudad es obvia, pero la
presencia poblana, por pequeña que fuera, sugiere que algo pasaba en ese territorio.
Por otra parte, al cruzar la información entre "número de talleres" y "número de
artesanos", puede concluirse que existe una baja correlación entre ellos, lo que indica que un
gran número de éstos no vivía en el taller ni como oficiales ni como aprendices, lo hacían
fuera de su lugar de residencia, lo cual rompe con la idea extendida de que el lugar de trabajo
era el mismo que el de su habitación. Por otra parte, aparecen conceptos nuevos, como es el
caso más numeroso, el de los panaderos, quienes no se registraron como oficiales o
aprendices, sino como "operarios", concepto de implicaciones distintas al mundo del artesano
corporativo.
Finalmente, la configuración ocupacional de los cuarteles es clara: el cuartel número 1
era básicamente artesanal, el 20 estaba ligado a actividades agrarias y en el 23 también
predominaban los jornaleros o trabajadores libres.
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POBLACION OCUPADA DE LA CIUDAD DE MEXICO (SEGÚN LOS RESÚMENES DE LOS CENSADORES), 1790
CUADRO 1 Inicio
Ocupación 12 13 15 17 18 19 20 23 24 26 28 32 TOTAL
ARTESANOS Alhamíes
Amoladores
Armeros
Aserradores
Barberos/Sangradores
Batihojas
Bizcocheros
Bordadores
Botoneros
Bruñidores
Cajeteros
Caldereteros
Canteros
Cardadores
Carniceros
Carpinteros
Carroceros
Cedaceros
Cereros
Cocheros
Coheteros
Colchoneros
Confiteros
Costeros
Curtidores
Doradores
Dulceros
Encamador
Enfardelador
Ensambladores
Ensayadores
Entorchadores
Escarchadores
Escobilleros
Escultores
Farmacopeos
Fundidores
Galoneros
Gamuzeros
Guitarreros
Herreros
Hiladores
Hiladores de seda
Hojalateros
Impresores
Jaboneros
Jaquimeros
Lapidarios
Latoneros
Lozeros
Mamoneros
Mecateros
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POBLACION OCUPADA DE LA CIUDAD DE MEXICO (SEGÚN LOS RESÚMENES DE LOS CENSADORES), 1790
CUADRO 1 Continuación
Ocupación 1' 12 13 15 17 18 19 20 23 24 26 28 32 TOTAL
Monederos
Morteros
Miuu\]ueros
Neveros
()bleros
maderos
¡'.uleros
1'as.im,meros
Peluqueros
Pintores
Plateros
Plumarios
Purrros
Reloieros
Ros.ineros
Salineros
Salit eros
Sastres
Sederos
Silleros
Soleteros
Sombrereros
Tabureteros
Taconeros
Tal .ib.ut eros
Talladores
Tamboreros
Tejedores
Tejedores d lo ancho
Te|edores de lo Angosto
Tintoreros
Tiradores de oro
Tocineros
Veleros
Vidrieros
Xarcieros
Xicareros
Zapateros
Zurradores
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9
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10
10
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EMPLEADOS, JORNALEROS Y PROFESIONISTAS
Aceiteros
Acordada
Agentes
Aguadores
Almidoneros
AKjuiirusta
Arquitectos
Arrieros
Beneficiados
Caleros
Cultor
Capellán de Misas
Carboneros
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POBLACIÓN OCUPADA DE LA CIUDAD DE MEXICO (SEGÚN LOS RESÚMENES DE LOS CENSADORES), 1790
CUADRO 1 Conclusión
Ocupación
Cernidores
Cig.irreros
Gruíanos
Cocineros
Comerciantes
Crudos
( Aims
Diáconos
Dibu).uitcs
Eclesiásticos
Empedradores
Empl R. Hacienda
Empl. Alrruicén
Empl. del Foro
Empls. Oficina Real
Ensayadores
Escribanos
Escribientes
Estudiantes
Fabricantes
Inquisición
Jaipros
Jornaleros
Labradores
Letrados
Libreros
Médicos
Militar
Mineros
Ministro de justicia
Ministro de justicia
Músicos
Organistas
Partidores
Pasante de abogada
Picadores
Piscadores
Poneros
Presbíteros
Primeras letras
Recamareros
Sacristanes
Temente de Sacristán
Títulos
Vaqueros
Vicarios
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TOTAl.b 1 199 218 36 241 182 168 77 27S 651 M2 322 126 473 117 101 4 698
TOTAL 1 928 251 251 246 19S 3 SO 82 277 660 M8 328 141 801 572 109 6 694 ' Las cifras del cuartel número 1 provienen del padrón del mismo cuartel. ' Suma parcial que comprende las ocupaciones desde cajeros a sacristanes.
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OCUPACIÓN Y CONDICIÓN DE LA POBLACIÓN DE LA CIUDAD DE MÉXICO (SEGÚN LOS CONCENTRADOS IMPRESOS DE 15 CUARTELES), 1790
CUADRO 2
cx:ui> ACIÓN 1" 8 12 1} 15 17 18 19 20 23 24 26 28 32 TOTAL1» CIUDAD
NOTA: La diferencia con nuestros cómputos es que éntrelos mésanos nosotros incluimos a panaderos y cigarreros. ' Las cifras del cuartel número 1 provienen del padrón del mismo cuartel.
F.l total de la ciudad pronene de Humboldt, p. 579.
TOTAL CUAR- TELES
Artesanos 527 416 254 175 172 259 44 270 486 90 65 98 240 376 238 8157 3 710
Barberos y Sang. 0 19 1 3 9 5 5 1 0 0 2 3 13 1 I 189 63
Beneficiados 154 0000 0 000 0 05 4 03 77 166
Cm,¡anos 07002 2 001 0 10 14 00 38 27
Comerciantes 190 87 23 2 57 33 16 16 54 7 33 . 16 52 45 30 1 384 661
Curas 0001 36 2 320 1 10000 26 46
Dep. acordada 01001 0 001 006000 50 9
Dep. Cruzada 00000 0 000 000000 3 0
Dep. de foro 00000 0 000 0090 45 5 127 59
Dep. Inquisición 0000 10 0 000 000001 17 11
Emp. R. Hacienda 180 4 0 1 17 4 12 3 1 0 4 8 21 4 311 259
Escribanos 02000 1 601 001200 63 13
Estudiantes 0 23 0 2 12 1 4 1 0 0 1 2 1 3 2 300 5:
f abricantes 0 0 0 0 0 0 0 0 0 3 38 2 162 165 15 I 474 385
Hidalgos 0 33 0 0 0 0 0 0 0 0 0 17 0 0 0 118 50
l'.nuln 296 76 0 232 0 97 22 250 528 498 229 83 171 151 38 7 430 2671
Labradores 0801 3 8 00003534 3 97 38
Letrados 0 2 0 1 13 500 002000 130
Médicos 060121 100000100 51 12
Militar (c. fuero) 0 5 0 0 0 0 8 0 64 0 14 1 1 13 3 510 109
Mineros 040000002001010 40 8
Orden de menor 00000 0 000 0000 19 0 84 19
Orden por patrimonio 00000 0 000 000000 174 0
Sacristanes 01000 I 011 2301 14 43 15
Títulos 0 3 3 0 1 I 0 0 0 0 0 1 1 0 0 44 10
Tributarios 350 150 72 444 111 1 11 363 162 483 658 252 181 484 475 155 9 086 4 451
Vicarios 01010 2 00 3 2000 11 34 11
Total 1697 848 353 864 446 528 489 706 1 625 1 261 642 437 1 158 1321 503 30 057 12 878
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MERCADO URBANO Y DEMANDA ALIMENTARIA, 1790-1800
Enriqueta Quiroz Muño/
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Este capítulo tiene por objeto destacar la importancia de la demanda alimentaria de
la capital novohispana y vincularla con las condiciones sociales de esta población hacia la
década de 1790. La investigación se centrará en el estudio de la carne pero manteniendo
-en la medida de lo posible- un parámetro comparativo con otros alimentos, tales como el
maíz, el trigo, el pulque y el aguardiente. Las fluctuaciones en la demanda serán
relacionadas y analizadas conjuntamente con el comportamiento de los precios de estos
comestibles para así constatar en la propia dinámica del mercado capitalino, posibles
impactos en la conducta consumidora de esta población.
Así también, se pretende destacar la particularidad de la década de 1790, vista a
nuestro juicio como un momento de recuperación en los niveles de demanda, respecto a los
años inmediatos anteriores. Lo que fue motivado a su vez por una caída temporal en los
precios hasta mediados de esa década y posteriormente por el propio repunte de la
demanda, que habría generado un aumento de los precios hacia 1798/1800. El
comportamiento del mercado observado para esos años, difiere de la tendencia, que algunos
historiadores han señalado a partir de la década de los años 80, de un alza sostenida de
precios y de un desmedro continuo en las condiciones de vida de la población.
Por demanda alimentaria urbana, entendemos las cantidades de comestibles que
ingresaban a la ciudad en respuesta a las necesidades del mercado capitalino. Idea que está
en directa relación con el comportamiento demográfico de la ciudad, esto quiere decir que a
mayor población debió existir - en principio - una mayor demanda, o viceversa. Es de
particular interés para este estudio la consabida relación entre la demanda y los precios,
debido a que éstos se ven afectados por las variaciones de aquélla. Este trabajo tendrá en
cuenta estas variaciones cuantitativas tanto de la población, como de los volúmenes de
mercancías ingresados a la ciudad de México, así también las variaciones de precios de
algunos comestibles. La relación entre estas variables económicas, será estudiada
específicamente para la década de 1790, aunque guardando una relación con el tiempo
semisecular de 1750-1800.
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Población y demanda
En 1790 la capital debía responder - cuando menos - a una demanda alimentaria de
unos 112 929 habitantes según las cifras arrojadas por el censo de Revillagigedo, cantidad
que no deja de sorprender si se considera que era la urbe más grande del virreinato.
Haciendo comparaciones, Guadalajara - la segunda ciudad demográficamente más
importante en el reino - tenía entre 24 y 28 mil habitantes hacia 17931.
La población de la ciudad de México experimentó una notable recuperación hacia la
segunda mitad del siglo XVIII. Luego de la grave epidemia de matlazahuatl que afectó a la
capital entre los años 1737 y 1739, la población tendió a repuntar como puede ser
observado a través de las cifras arrojadas por los censos de 1742 y 1753 y por la diferencia
que se produce entre estas cifras y los resultados del censo de 1790. El censo de 1742
ordenado por el virrey Conde Fuenclara y compilado por Villaseñor entre 1746 y 1748,
indicó que en la ciudad existían unas 50 mil familias de ascendencia española, entre
europeos y "patricios", otras 40 mil familias de mestizos, mulatos y negros y un total de 8
mil indios2. Ciertamente estas cifras resultan poco esclarecedoras por contabilizarse
familias. Por su parte, el padrón de 1753 aunque incompleto, ha permitido estimar que los
habitantes de la capital no podían sobrepasar 70 mil almas en ese año'. Finalmente el censo
de Revillagigedo, discutido por su inexactitud, señalaría la existencia de 112 929 personas
en el año 1790.
También se sabe que el vecindario no padeció focos infecciosos desde el rebrote de
matlazahuatl y la viruela de los años 1761-1762. La ciudad entonces tuvo tiempo de
recuperarse e incluso de crecer. Tomando en cuenta los estudios de Pescador para el barrio
de Santa Catarina, se puede estimar que la población total de la capital podía ascender en
1779 a 110 mil habitantes4. Considerando estas evidencias y tomando la población
estimada para 1753 y luego para 1779, se puede calcular específicamente para esos años
'Erik Van Young La ciudad y el campo en el México del siglo XVIII. La economía rural de la región de
Guadalajara, 1675-1820. México, Fondo de Cultura Económica. 1989, p. 44.
"Joseph Antonio de Villaseñor, Thealro americano, descripción general de los reinos y provincias de la Nueva
España y sus jurisdicciones, México: Editora Nacional 1952. T. I., p. 35.
^Manuel Báez Macías, 'Planos y censos de la ciudad de México, 1753", en Boletín del Archivo General de la
Nación, Vil: 1-2, 1967, p. 424. 4Juan Javier Pescador, De bautizados afieles difuntos. Población, familia y mentalidades en una parroquia
urbana, Santa Catarina de México, 1568 - 1820. México: El Colegio de México. 1992, p. 97.
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una tasa de crecimiento de la población de 1.8% anual, porcentaje alto considerando que
para todo el siglo se tiende a estimar un 1% anual.
En el transcurso de casi treinta años la ciudad incrementó el número de sus
habitantes en un 60%. Desde 1779 hasta 1786 experimentó trastornos demográficos como
epidemias y migraciones que por un lado entorpecieron el crecimiento llevado antes de esos
años y por otro lo favorecieron a través del flujo constante de personas llegadas desde fuera
que contrarrestaron la mortalidad de esos años. Entre 1779 y 1790 la ciudad incrementó su
vecindario en un 2.6%, es decir su crecimiento había sido mínimo comparado con las
décadas anteriores, sin embargo había crecido o por lo menos había mantenido el alto nivel
de demanda alimentaria.
El comportamiento demográfico de la ciudad en el transcurso de las décadas
siguientes y hasta el censo de 1811, nuevamente se aceleró. Su crecimiento entre este
último censo y el anterior de 1790, fue dé un ritmo anual aproximado de 1.9%, teniendo en
cuenta que la población en 1811 llegaba a las 168 845 personas5. Sin embargo,
contradictoriamente el problema del crecimiento urbano se dio junto a focos epidémicos,
que incrementaron la mortalidad especialmente de niños y mujeres. Así las viruelas de 1797
y 1804 perturbaron la dinámica demográfica de la ciudad. No obstante, dicho decrecimiento
fue compensado por los flujos migratorios que al parecer se hicieron aún más importantes
que en la década anterior y especialmente hacia la década de 1800. Dicho comportamiento
demográfico generó que la demanda urbana de alimentos en la década de 1790 fuese tanto
o más importante que en la década anterior.
La población en cuanto demandante de comestibles generó importantes flujos de
mercancías hacia la capital. Los volúmenes de productos ingresados en los años 90 pueden
ser conocidos a partir de los registros alcabalatorios, contenidos en los Libros de la Real
Aduana de la Ciudad de México; como también a través de la Gaceta, periódico que
publicó para algunos años de esa década, listados con volúmenes de mercancías llegadas a
la ciudad. Igualmente, para el año 1791 se conocen las cifras recogidas por Humboldt en su
Ensayo Político, que corresponden - según declaró - a un informe redactado ese año, sobre
"indagaciones" que mandó hacer el conde de Revillagigedo sobre los consumos de
^Fernando Navarro y Noriega, Memoria sobre la población del reino de Nueva España, México: Impresa en
la Oficina de D. Juan Bautista de Arizpe, 1820, p. 67, nota n° 1.
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México6. Es decir sus cifras probablemente no pertenecen a ese año en específico sino a
promedios de 1791 u otros anteriores. Por su parte, Francisco Sedaño en sus Noticias de
México - basándose en un informe que especifica corresponde al superintendente de la Real
Aduana Miguel Páez de la Cadena, realizado por orden de Revillagigedo en 1791 - indicó
volúmenes de mercancías ingresados a la capital, pero advirtió que sus cifras corresponden
a consumos "regulados de un año con otro", es decir promedios, lo que no puede tomarse
como una cifra específica para un año determinado7. Es decir estas son cifras redondeadas y
su objetivo es apuntar a estimar consumos generales de la ciudad, pero no a denotar
fluctuaciones ni particularidades de una década con otra. Por esta razón los registros de la
Gaceta de México y los Libros de la Aduana siguen siendo importantes por sus cifras
anuales y por la posibilidad de reconstruir series.
Sin embargo, a pesar de no conocerse aún series de volúmenes de mercancías
referidas a estos libros en particular, se tiende a criticar la importancia de las cifras de
alcabalas, en primer lugar para advertir que la aduana de la capital recibía mercancías que
estaban de paso y que por tanto los volúmenes señalados no correspondían al consumo
urbano. Así por ejemplo Pescador y Garza hacen énfasis en que la naturaleza comercial de
la ciudad radica esencialmente como gran intermediaria y distribuidora de los productos
nacionales y extranjeros y no tanto como gran consumidora8.
Ciertamente existía una introducción de bienes importados a la ciudad de México y
muchos de estos productos no eran para el consumo directo de sus habitantes, sino con el
fin de redistribuirlos en otras localidades del reino. Pero lo que los autores no señalan
es que existía una preocupación en los registros de la Aduana en hacer la distinción entre
los productos llamados de adeudo o los de tránsito en la ciudad, hecho que se advierte en
las cifras publicadas por la Gaceta de México, donde se diferenciaba claramente el destino
de las mercancías ingresadas a la capital. Así por ejemplo se encabezaban esas listas
publicadas anualmente en ese periódico: "Estado del número de tercios, barriles y piezas,
así de las introducciones de efectos o géneros que ha habido en esa capital durante el
próximo pasado año de 1794 con final destino para adeudar, como por vía de tránsito o
^Alejandro de Humboldt, Ensayo Político sobre el reino de la Nuera España, México: Porrua. 1991, p. 132.
^Francisco de Sedaño, Noticias de México, México: Imprenta de J. R. Barbed i Ho 1880 (1756), T. I., p. 173. 8 Juan Javier Pescador y Gustavo Garza "La caja y general depósito del reino: la concentración comercial en
la ciudad de México a fines de la colonia 1770-1780, en secuencia, 24, pp. 5-46.
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escala dirigiéndose a otros lugares del Reino"9. Es posible también que a través de un
estudio pormenorizado de los pliegos de los libros de la Aduana de México referidos a los
cobros de alcabalas sobre productos del Reino y ultramarinos se pueda identificar el destino
de estas mercancías.
También se tiende a señalar que muchos productos eran procesados y llevados fuera
de la capital, es decir no eran para consumo interno de la ciudad, sin embargo es difícil
pensar que comestibles básicos como la carne, y harina de trigo y maíz salieran de México,
en forma importante. En primer lugar, porque las dimensiones de la demanda capitalina
generaban precios bajos al interior de ese mercado; en cambio al salir, los costos de
transporte necesariamente elevaban el precio del producto. El caso de la carne es
representativo, pues era barata al llegar al mercado capitalino, donde la extraordinaria
demanda de cabezas de ganado era atractiva para los hacendados que trasladaban ganado
desde grandes distancias. Como a la vez por provenir los animales desde haciendas
norteñas, donde la tierra no era altamente demandada y por tanto económica para criar
animales a bajo costo. También era barata porque no se incurría en gastos de transporte,
pues el ganado llegaba en pie hasta los alrededores de la ciudad. El ganado que entraba al
espacio urbano era para ser sacrificado, por lo que sacar carne implicaba que fuera salada o
seca, es decir procesada y vendida a un precio mayor, por tanto con menor demanda, de lo
contrario la carne fresca habría experimentado descomposición.
Los registros de alcabalas también han sido criticados por representar cifras muy
conservadoras, es decir por corresponder a una subestimación sobre los volúmenes
ingresados a la capital, lo que quiere decir que la demanda capitalina era superior a la
registrada por las alcabalas, pero no se puede desconocer que sus registros son los únicos
que existen y que al menos pueden dar una idea del mínimo de comestibles demandados
por el comercio de la capital, es decir ¿cuánto más enormes fueron esos volúmenes? A
pesar de este problema, la pregunta viene a ratificar la importancia de la demanda urbana.
El flujo de alimentos
El flujo de alimentos y mercancías llegados a la capital hacia la década de 1790 era
de dimensiones impresionantes en comparación con el resto de los mercados del reino. Los
9Gaceta de México, T. VII, n° 2, p. 14, Miércoles 21 enero, 1795.
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registros alcabalatorios, contenidos en los Libros de Aduana de la ciudad de México - y que
corresponden tanto a la recaudación por productos importados (clasificados como
procedentes de Europa, China, Perú y ultramarinos en general), del Reino y del Viento -
revelan que hacia la década de los años noventa los ingresos al erario por concepto de
mercancías producidas al interior del reino eran tanto o más importantes que las mercancías
importadas contenidas en las cuentas de ultramarinos (véase cuadro 1). Ciertamente en
dicha década se produjo una reducción en los ingresos por concepto de importaciones, sin
embargo también se crearon nuevos rubros contables al interior del virreinato como fue el
caso del ramo de aguardiente de caña. Más aún se debe señalar que en estos libros, no
estaban contenidas las recaudaciones por pulque, tabaco, ni cobros por introducción de
maíz. Productos de gran circulación en la ciudad de México y otros mercados del reino,
sobre los que el erario llevó su contabilidad en forma independiente de las alcabalas, lo que
sólo reitera una vez más, la importancia de la demanda de las mercancías locales.
RECAUDACION DE ALCABALAS CUADRO 1
ANOS PRODUCTOS
IMPORTADOS
PRODUCTOS INTERNOS
REINO VIENTO AGUARDIENTE OTROS CANA
TOTAL
ALCABALAS
1789
1794
1795
1796
1797
1798
378 541
241 893
442 836
263 783
298 009
316 623
114 964
110 946
115 911
92 091
107 488
109 964
88 342
107 433
101 112
133 734
1 10 496
113 981
565
19 627
24 177
185 014
124 326
161 584
299 888
69 265
186 733
766 861
584 598
821 443
790 061
604 885
751 478
Fuente: AGN, Alcabalas, material no clasificado, cajas 210. 211. 212. 213. 214.
Las cuentas del Reino contenían diversos productos y comestibles producidos al
interior del virreinato y que llegaban a la ciudad de México para su venta. Entre ellos
podemos señalar chile, azúcar, especias, pescado, mantas y tejidos, algodón, cera, enseres
domésticos como loza y manteles; tintes y minerales como plomo, estaño, cobre, etc. Hasta
el momento no conocemos en detalle las cuentas de este rubro y mucho menos podemos
estimar los volúmenes ingresados de cada uno de los productos señalados. Sin embargo, los
registros de la Gaceta al menos para algunos años de la década de 1790, nos ayudan a
percibir la importancia volumétrica de estos productos llamados del Reino, como también.
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ciertas variaciones en su consumo durante esos años. Como se observa en el cuadro 2 se
puede percibir un incremento en la demanda de chile hacia los años 1798 y 1799 cercano a
un 60% respecto a 1794, lo que indicaría que este incremento se debió más que a una baja
en el precio del producto, a un crecimiento demográfico urbano en este periodo que
impulsó una mayor demanda del mismo, en forma similar los volúmenes de queso
ingresados a la ciudad experimentaron un aumento en 1797 de un 23.9%, respecto a 1794 y
de un 81.7% en 1799. Igualmente los ingresos de sal en 1799 se habían incrementado en un
56.9% respecto a 1794.
VOLÚMENES INTRODUCIDOS CUADRO 2
A LA CIUDAD
(Cantidades en tercios)
ANOS CONCEPTO
1794 1797 1798 1799 1800
Azúcar 22 818 26 130 22 493 22 770 21 968
Canela 77 78 77 43 53
Chile 9 428 10 865 15 047 16 609 10 074
Queso 2 757 3 417 3 446 5 009 5 666
Sal 4 025 4 362 3 378 6 315 4 496
Cacao 7 630 13 152 9 179 9 732 7 313
Fuente: Gaceta de México. Tomo IV. núm. 2. p. 11: Tomo VII, núm. 2. p. 14; Tomo IX. núm. 24. p. 187; Tomo XI. núm. 1 I. p. 85.
Así también, al estudiar en detalle las cuentas particulares del ramo del Viento
(Cuadro 3) se observa que los volúmenes introducidos a la ciudad por estos conceptos
fueron muy importantes y que respondían a una alta demanda alimentaria. Dichos rubros
contables contienen la recaudación de algunos de los productos más importantes del abasto
capitalino, tales como la harina, cebada, lana, pieles, semillas, carnes y lechones.
Sus cuentas indican que en los primeros años de la década de 1790 la recaudación total por
concepto de carneros, reses y lechones (cerdos) fluctuó entre 43 mil y 44 mil pesos, en
1796 dicha recaudación ascendió a 49 769 pesos anuales y a fines de esa década aún
mantenía esos rangos. En esos años las carnes representaron entre un 40% y un 42% de la
recaudación total del Viento y correspondieron a un 12.5% y 13.4% del total de las
alcabalas. Es decir el rubro de las carnes era el más importante del ramo del Viento y su
aporte dentro de las alcabalas en general era considerable.
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RAMO DEL VIENTO: RECAUDACION FISCAL CUADRO 3
CONCEPTO AÑOS 1789 1794 1795 1796 1797 1798
Harinas 26 962 25Ü47 25 327 27 988 27 817 27 735
Carnes 35 788 43 332 44 039 49 769 45 058 48 116
Cebada 947 564 518 1 758 1 619 1 762
Pieles 3 147 3 632 4 475 4 826 2 183
Lanas 1033 2 062 2 382 2 180 2 208
Testimonios 10 033 20 818 12 055 29 186
Semillas y otros
efectos 10 430 11474 12 312 18 024 17 846 17 647
Fuente: AGN, Alcabalas, material no clasificado. Cajas 210. 211.212. 213. 214.
Por su parte, la harina de trigo, era el segundo producto más importante del Viento
hacia los años 1794-1795 pues su recaudación alcanzó los 25 500 pesos. En 1796 ascendió
a casi 28 000 pesos y a fines de esa misma década, mantuvo rangos similares. La harina
representó en la década de los años 90 entre un 20.9% y un 30.5% del ramo del Viento y
del total de las alcabalas representó entre un 3.0% y un 4.5%.
En los inicios de la década los montos del ramo de semillas y otros efectos,
fluctuaban entre 10 y 11 mil pesos, pero a mediados de la misma sus ingresos aumentaron
en más de un 46%, alcanzando los 18 mil pesos y mantuvo esos rangos hasta fines de esa
década. El ramo de semillas representó cerca de un 13% del total del ramo del Viento y
sólo un 2.2% del total de las alcabalas.
Otros rubros menores del ramo del Viento y que tuvieron que ver con el consumo
urbano, fueron la cebada, las pieles y las lanas, entre ellos la cebada en 1796 experimentó
un alza de un 240.0% respecto al año anterior y mantuvo una recaudación desde ese
año hasta fines de la década de 1 600 a 1 700 pesos. Las lanas ascendieron en 1795 en
15.5% respecto al año anterior, con una recaudación de 2 382 pesos, en los años siguientes
mantuvo rangos de 2 000 a 2 200 pesos. Las pieles en 1795 y 1796 presentaron una
recaudación de 4 400 a 4 800 pesos, lo que significó un alza de un 28.0% respecto a 1794,
no obstante hacia fines de esa década no mantuvo esos niveles.
Cabe señalar que las cuentas del Viento registradas en la década de los años 90
manifiestan una clara recuperación en los ingresos respecto a los años ochenta, no obstante,
no lograron superar los montos de la década de 1770. Así por ejemplo, las cuentas de
carnes y lechones en 1776 alcanzaron los 53 905 pesos, no obstante que en 1796 los montos
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habían descendido en un 8.3% respecto a 1776, pero a su vez se habían recuperado en un
39.0% respecto a 1789.
Específicamente, se puede señalar que las cuentas del ramo de carne y ¡echones en el
transcurso de esa década de 1770 tienden a incrementarse y/o a presentar valores difícilmente
registrados en las últimas décadas del siglo. En los inicios de la década de 1780 las cuentas por
concepto de harina tienden a decrecer, las de carne en cambio tienden a mantener en líneas
generales los niveles de la década anterior, el rubro de Iechones aumenta al igual que el de
semillas, compensando la caída por harina y dándole cierta estabilidad a la cuenta general del
ramo del Viento, en esos primeros años de la década. A fines de la década de los ochenta las
cuentas del Viento decrecen, específicamente por una caída en la recaudación tanto de harina
como por concepto de carnes, a pesar de que este último rubro continuó siendo el más
importante, registró una caída de casi un 32% respecto a sus niveles de los años setenta y
comienzo de los años ochenta.
Hacia la década de los años noventa las cuentas del Viento en general tienden a
recuperarse, a pesar de que los rubros no logran superar la recaudación de la década de los
años setenta, por su parte la cuenta de carnes logra los niveles alcanzados al comienzo de los
años ochenta y el rubro de Iechones y cerdos tiende a decrecer y a estabilizarse. Hacia
mediados y hasta fines de esa década, el rubro de semillas logra igualar sus montos a los
obtenidos hacia los años setenta.
En síntesis, de acuerdo a nuestras estimaciones obtenidas de los libros de la Aduana
de la capital entre 1770 y 1810, la carne era uno de los comestibles más importantes de la
recaudación llamada del Viento. Haciendo la salvedad que el maíz no era gravado bajo esos
conceptos, la carne de carnero, res y cerdo aportaron aquellos años, entre el 38.8% y el
48.3% de la recaudación total del Viento, y a su vez constituyó entre un 6.2% y un 12.5%
del total de alcabalas captadas por la Real Aduana de la ciudad de México en ese mismo
periodo.
Demanda y precios de la carne
De acuerdo a las cifras registradas en las cuentas del Viento, es posible deducir los
volúmenes de mercancías ingresados a la capital, como también a través de las
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publicaciones de la Gaceta arriba señaladas10. A partir de estas fuentes podemos llegar a
estimar la importancia cuantitativa de la demanda en la ciudad de México e incluso
observar un cierto incremento de la misma hacia la década de los años 90, como también
descubrir el papel de la carne dentro de este mercado urbano y destacar su importancia en el
consumo cotidiano de sus habitantes.
Los volúmenes de carne demandados por la capital en la década de 1790 tuvieron
fluctuaciones importantes, especialmente en lo que se refiere al rubro de res, a principios de
la misma sus montos fluctuaron entre 8 000 y 13 700 animales, no obstante a mediados de
esa década el consumo se había elevado notablemente, en 1794 ascendió a 18 852 cabezas
y en 1795 a 28 465. Es decir sus montos se incrementaron en un 54% respecto al bienio
91-92, no obstante respecto a los años 1776 y 1777, había descendido en un 9.8 por ciento.
El carnero a principios de la década de los años 90 registró una demanda promedio
cercana a las 200 000 cabezas, ascendiendo en 1795 a 250 mil carneros y en 1796 a
374 mil, es decir este último aumento significó un incremento de un 49.6%. Los volúmenes
de carne de cerdo presentan al parecer una tendencia distinta a los dos anteriores tipos de
carnes, de acuerdo a las cifras de Humboldt en 1791 la demanda de cerdos ascendía a
50 600 cabezas, pero de acuerdo a las cifras de la Aduana en 1794 la demanda de cerdos no
llegaba a 25 mil animales, sólo en 1796 la cifra se acercó a los 35 mil y a fines de la década
sólo llegaban a 31 mil cerdos.
En 1791 Humboldt estimó el consumo global de carne de la ciudad sobre la base de
bueyes, terneras, carneros, cerdos, cabritos y conejos, gallinas, patos, pavos, pichones y
perdices en 26 millones de libras y un consumo per cápita de 189 libras anuales, es decir
255 gramos diarios por habitante. En la época, este autor se sorprende de sus propios
cálculos y señala que en México se consumía más carne que en París, donde sólo se
alcanzaban las 163 libras anuales (79 kilogramos) por habitante. Este cálculo no deja de
llamar la atención si se considera que París era la ciudad privilegiada de Francia aún antes
10De los listados publicados por la Gaceta, sólo se ha considerado la producción de comestibles de adeudo al
capital, (es decir, no los que estaban de paso) y que corresponden a productos del Reino, por carecer hasta el
momento de un estudio pormenorizado de éstos, se utilizan aquí, los publicados por la Gaceta.
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de la revolución, cuando el consumo medio en toda la nación sólo era de 48.5 libras, es
decir 23.5 kilogramos, cantidad que incluso para muchos comentaristas era aún generosa".
Algunos autores han interpretado la aparición de registros de aves y animales de
caza en el consumo de la ciudad de México en 1791 como una innovación en la dieta
capitalina ante la insuficiencia y carestía de la carne proveída por el abasto12. No obstante,
el consumo de ese tipo de carnes desde siempre fue tradicional entre la población, aunque
lo que sí es importante de aquella hipótesis es que esas carnes comienzan a importar para
los registros oficiales de la ciudad. Pero a pesar de eso, si tomamos en cuenta las cifras de
Humboldt y los datos que se manejan en esta investigación sobre el peso de la res, el
carnero y el cerdo13, las llamadas carnes de matadero cubrirían un 60% del consumo total
del abasto urbano, es decir seguían siendo la principal fuente de abastecimiento cárnico
para sus habitantes.
De acuerdo a nuestros estudios de precios de la carne, la tendencia a lo largo del
siglo XVIII, difiere de las observadas hasta ahora para los precios de los alimentos en esa
centuria. Para algunos autores había existido sólo una gran tendencia sostenida al alza o
para otros una tendencia alcista desde los años 70 a 80 en adelante. Para nosotros en
cambio, los precios de la carne, fundamentalmente en las especies de res y carnero, vienen
a revelar una tendencia distinta y reñida con las anteriores interpretaciones, ya que -a
nuestro juicio- las carnes sólo vinieron a ascender sostenidamente hacia 1798 y a mantener
ese comportamiento hasta por lo menos 181114. Lo que sienta un precedente para cambiar
la percepción de las condiciones alimentarias que se tenían para el siglo XVIII, ya que los
bajos precios de la carne, hacen descartar crisis de subsistencias en ese siglo.
Ciertamente al individualizar el comportamiento de los precios de la carne de res y
carnero, se observa que la primera manifestó fases cortas de alzas de precios a partir de
"Braudel menciona estos cálculos realizados por Lavoisier antes de la Revolución y agrega que las cifras que
maneja para París entre 1751 y 1854, son de un consumo anual de 51 a 65 kilogramos de carne de matadero
por habitante. Fernand Braudel, Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XV-XVIIl, Madrid:
Alianza Editorial, 1984, p. 159.
'"Castillero-Calvo, Alfredo, "Niveles de vida y cambios de dieta a fines del período colonial en América" en
Anuario de Estudios Americanos, XLIV, 1987, p. 448 (p. 22). nPara esta fecha se manejaban animales con los siguientes pesos: res 10.5 arrobas, carnero 30 libras,
cerdo 30 kilos. Consúltese para el estudio y discusiones sobre el peso de estos animales AHCM, Abasto de
carne, vol. 4 exp. 102, vol. 6 exp. 193, vol. 7 exp. 196. AHINAH, Fondo Lira, vol. 73.
^Enriqueta Quiroz Muñoz, La carne entre el lujo y la subsistencia. Mercado, abastecimiento y precios, en
ciudad de México, 1750-1812 (Tesis de doctorado), 2000.
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1783, pero seguidas de movimientos de estabilidad y donde sólo los movimientos de alzas
vienen a presentarse otra vez a inicios de 1800. Los precios del carnero en cambio
presentaron alzas de 1780 a 1791, interrumpiendo dicha tendencia con otra de precios a la
baja entre 1792 y 1797, pudiendo incluso haber sido más bajos de lo que fueron, pero por la
intervención del gobierno local los precios no se desplomaron como debían haberlo hecho;
a pesar de todo y como veremos más adelante la inflexión de esos años es notable en los
precios del carnero. Luego hacia 1798, las alzas son recurrentes hasta por lo menos 1810'\
Los años entre 1792 y 1796, presentaron un clima estable y registraron un
incremento en la producción de carneros o al menos una sobreoferta de los mismos en el
mercado de la ciudad de México. Prueba de ello, fue que se permitieron baratas de camero al
Marqués de Aguayo, tanto en 1794 como en 1796 cuando ofreció dar 4 onzas más por un real
que las fijadas en las demás tablas16. Para el mercado rural existen referencias sobre una baja
en los precios del ganado por lo que esos años fueron reconocidos como malos para los
ganaderos17.
En 1792 la postura de la carne de res fue de 80 onzas por un real y la del carnero de 30
onzas por un real. Más aún los precios del carnero continuaron a la baja y entre 1796 y 1797 se
llegaron a ofrecer en la capital hasta 35 onzas por un real, es decir el precio cayó en un 16%
respecto al año 1794 y en un 75% en relación a 1790; al mismo tiempo la caída de precios
también se manifestó en la carne de res que después de seis años de mantener su precio en
80 onzas por un real (5 libras), bajó a 88 onzas es decir en un 10% respecto al sexenio
anterior18.
Se debe señalar también que los precios del camero pudieron ser más bajos aún. sin
embargo su caída fue contenida por injerencia del gobierno local debido al cobro de dos onzas
sobre la postura del camero para que se destinaran a las arcas del municipio19. Sin embargo, el
1 ^ Idem. u'Véase AHCM, Abasto de Carne, vol. 4. exp. 109 y vol. 6, exp. 156. l7Véase los estudios de Harris, sobre la familia Sánchez Navarro, ganaderos de tradición en Coahuila que
habrían perdido dinero en esos años. Charles Harris. A mexican family empire the latifundio of Sánchez
Navarros, 1765-1867, Austin: University of Texas 1975, pp. 84-86.
'^Enriqueta Quiroz Muñoz, op. cit., pp. 192-193. i9AHCM, Abasto de Carne, vol. 6, exp. 185, "Estado que manifiesta el producto del arbitrio de las onzas de carne
que por orden Superior se destinaron al reintegro de la pérdidas que tuvieron los Propios de la N.C."
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gravamen extraordinario aplicado a la carne de carnero, afectó la demanda de carne entre 1792
y 17932".
Sólo en los años siguientes la demanda de carnero tendió a recuperarse, así en 1794 se
vendieron 248 012 cabezas, pero a pesar de ello, esa cantidad significaba un descenso de un
10.8% respecto a 1791 y de un 17.3% respecto a 177321. Sólo en 1796 se produjo un
crecimiento real de la demanda, registrándose como vendidos 374 000 carneros del abasto, lo
que sólo fue posible a partir de la considerable baja del precio registrada en ese año. Por su
parte, la demanda de res experimentó notoriamente entre 1794 y 1795 un incremento de más
de un 100% en ese bienio respecto a los dos primeros años de esa década, e incluso
alcanzando niveles muy similares a los de mediados de la década de 1770 -los más altos del
siglo- presentando una diferencia de sólo 9% menos, respecto al bienio 1776-1777.
En 1797 se produjeron nuevas dificultades en el año 1797, producto de una seca de
pastos y de una epidemia que afectó principalmente al ganado lanar de tierra adentro22. Como
hecho sintomático en el año 1798 no se presentó ningún postor para el abasto de carne; el
ayuntamiento asumió dicha responsabilidad pero se vio obligado a elevar los precios del
carnero en un 29.3% y los de la res en un 9.9% con respecto al año anterior. Este ascenso
constituyó el primer indicador que los precios continuarían subiendo aún más. Los años
siguientes de 1798 hasta 1811 son años de alzas sostenidas que concluyeron en 1812 con la
liberalización general de los precios de la carne y en definitiva con el término de la
administración unipersonal del abasto de carne de res.
El ascenso moderado que había experimentado la carne de res en 1798, se vio
acelerado nuevamente por el factor climatológico. En 1799 la situación se agravó debido a las
pérdidas de animales en Huapango originadas por las bajas temperaturas y la presencia de
nevadas en esos llanos. Igualmente, la escasez de carneros entre 1799 y 1800, provocó
problemas para poblar las tablas destinadas a este tipo de carne y varias de ellas
'"Enriqueta Quiroz, op. cit., p. 191. 2'De acuerdo a las cifras de la aduana de la ciudad en 1773 habrían ingresado 299 658 carneros. Véase AGN,
AHH, leg. 2 138. Humboldt señala en sus Tablas Geográfico-Políticas que en 1791 se habían consumido
278 300 carneros en la ciudad. Véase Humboldt, Tablas geográfico-políticas del reino de Nueva España que
manifiestan su superficie, población, agricultura, fábricas, comercios, minas, rentas y fuerza militar, México,
Impreso en la oficina de D. Mariano Ontiveros 1822, p. 24.
"Bajo esta denominación de "Tierra adentro" se incluyen los extensos territorios norteños que constituían el grupo
de regiones abastecedoras de ganado para el consumo interior de Nueva España. Para menciones sobre la
epidemia en el ganado lanar véase AHCM, Abasto de Carne, vol. 6, exp. 183.
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permanecieron cerradas, ya que los tratantes se resistieron a abrirlas por no tener la seguridad
de contar con el número suficiente de carneros con qué abastecerlas23. En definitiva era el
mismo problema que podían tener los obligados: responder a una demanda creciente con
precios fijos y sin poder subirlos aunque se redujera la cantidad de ganado disponible durante
los años del contrato.
Respecto a los precios de la carne de cerdo en la década de 1790, podemos señalar que
los subproductos tales como la manteca, el jamón, el chorizo, el jabón habían descendido
respecto al alza que registraron a mediados de los años 8024. Otra razón para argumentar la
caída de sus precios podría ser un incremento en su demanda percibida a través de informes y
observaciones de José Antonio Alzate25. No obstante la realidad señalada por las cifras fiscales
fue otra, las recaudaciones por concepto de alcabala de consumo, desde mediados de la década
de los años 90 hasta la de 1800, indican el ingreso de cerdos a la capital en un rango de 25 mil
a 35 mil cabezas, registrando un promedio de 28 851 puercos entre los años 1794 a 1796; en la
década siguiente al parecer mantuvo ese rango, o incluso presentando un promedio estimado
en 29 530 cabezas. Lo que evidentemente indicaría un decrecimiento en los niveles de
recaudación respecto a los años setenta hasta inicios de los ochenta, situación que podría
reforzar la idea de una evasión fiscal o de un real descenso en la demanda de carne de cerdo.
Esta realidad particular en el comportamiento de los precios de la carne, requiere ser
comparada con la de otros alimentos urbanos, como también establecer comparaciones
entre sus niveles de demanda y ver sus efectos en las condiciones sociales.
Demanda y precios de otros alimentos
En nuestro esfuerzo por comparar la tendencia secular de los precios de la carne con
las de otros alimentos, se ha observado que al igual que en aquélla sólo se puede afirmar
que los precios de los granos ascienden sostenidamente desde 1798/1800 hasta por lo
23AHCM, Abasto de Carne, vol. 6, exp. 193, "Reglas para el abasto de carnes del presente año y el de 1800". 24En 1791 se presentó un descenso en las posturas de los efectos de tocinería respecto a las fijadas en 1786,
así la manteca bajó en un 22%, el jamón en un 28.5%, el chorizo en un 16.6%, el jabón en un 8%. *
^ Véase AHCM, Policía en General, vol. 3 627, exp. 43 "Reflexiones y apuntes sobre varios objetos que
interesan a la salud pública y la policía en particular de esta ciudad de México, si se adaptasen las
providencias o remedios correspondientes, 1788". Alzate reprodujo en 1791 las mismas cifras de consumo
contenidas en este informe. Consúltese Alzate, Gacetas de Literatura, vol. II, p. 301.
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menos los años de insurgencia. Lo que a su vez se puede inferir de los niveles de consumo
urbano de bebidas alcohólicas. Es decir, la tendencia al alza de los precios de los
comestibles es un problema de inicios del siglo XIX. Con lo cual nosotros no
desconocemos ni aminoramos el problema social generado a partir de esa alza, es más,
creemos que un decenio de precios altos y sostenidos, debió impactar traumáticamente a la
sociedad consumidora que vio nacer el movimiento de insurgencia26.
En el transcurso de la década de los años 80 a pesar de que hemos constatado
oscilaciones importantes de precios, fueron sólo eso, debido a que sus efectos en la
demanda no pudieron ser ni agudos ni sostenidos porque el comportamiento demográfico
tendió a frenarse por el ataque de epidemias al menos hasta 1786. La carestía de maíz en
1785 no se dio en ninguno de los otros alimentos, lo que apoyaría nuestra tesis de que el
incremento fue producto de la especulación, ya que incluso en el trigo dicha alza de precios
se presenta al año siguiente, y ambas decaen abruptamente en los años inmediatos de 1786
y 1787; pero en ningún caso la demanda de granos baja a niveles de hambre. Más aún
nuestra idea viene a ser corroborada porque los precios de la res y carnero continuaron
siendo generosos para la población y el consumo urbano de carne se mantuvo estable. Así
también el consumo de pulque, mermado desde la década de los años 80 por tasas
impositivas, se vio frenado parcialmente por los impactos de la política fiscal, aún pudiendo
mantener en esos años altos niveles de consumo urbano, e incluso tal vez superiores a los
medidos, pensando en ciertas estrategias de venta implementadas por sus propios
expendedores. Más aún la caída de precios de la carne en la década de los años 90,
mencionada anteriormente, junto a los volúmenes de maíz entre 1795 y 1796, como
también los ingresos de harina señalados por los libros de Aduana señalarían un repunte en
su consumo urbano por lo menos en el periodo mencionado. Todo lo cual hace imposible
generalizar un alza sostenida en los precios de los comestibles antes de la segunda mitad de
la década de 1790.
Para nosotros sólo es evidente que los precios de los comestibles comienzan a
ascender sostenidamente desde fines de la década de 1790; ciertamente por una población
en crecimiento con flujos migratorios importantes desde la segunda mitad de esa misma
década. Dicho movimiento demográfico desde ese entonces cobra importancia para generar
26 Enriqueta Quiroz, op. cit.
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una demanda en crecimiento, pero que termina siendo frenada en las primeras décadas del
siglo XX por las mismas alzas como también por reducciones en la producción por efectos
climáticos y por el incremento de la indigencia en la capital, resultado de aquellos
movimientos migratorios.
Harina de trigo
Los volúmenes de harina estimados a partir de los libros de Aduana señalan para la
primera mitad de la década un promedio de 270 mil cargas anuales, en 1796 esos niveles se
incrementaron a 298 538 cargas, lo que significó un aumento de un 10.6% en su demanda,
para terminar la década manteniendo esos niveles de consumo. No obstante el incremento
experimentado en 1796 significó un descenso de un 9.8% respecto al año 1776, pero una
recuperación de un 11.6% respecto a los inicios de la década de los años ochenta.
HARINA: VOLÚMENES CUADRO 4
INTRODUCIDOS
A LA CAPITAL
ANOS CARGAS
Í789 287 594
1794 272 501
1795 270 154
1796 298 538
1797 296 714
1798 295 840
Fuente: AGN. Alcabalas, material sin clasificar,
cajas 210. 211.212. 213. 214.
Cabe señalar que existe una diferencia notoria en los volúmenes de harina de trigo
estimados por nosotros a partir de la recaudación de los libros de la Real Aduana de la
ciudad y entre los volúmenes calculados por Clara Elena Suárez a partir de la recaudación
registrada especialmente en los libros de Cargo de Propios, Sisa y Pósito existentes en el
Fondo Lira27. A pesar de que ambos registros corresponden al cobro llamado tres cuartillas
de real por carga ingresada a la ciudad, nuestros cálculos son más del doble de los
~7Clara Elena Suarez, La política cerea/era y la economía novohispana: el caso del trigo, México: Colección
Miguel Othón de Mendizábal, C1ESAS, 1985, pp. 132-133.
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volúmenes registrados por la autora, lo que a nuestro juicio parece señalar que los montos
encontrados por Suárez son parciales y que los libros de la Aduana registrarían el total de la
harina ingresada a la capital. Apreciación que es ratificada porque de acuerdo a los
aranceles del Viento no sólo había harina introducida por los panaderos sino también por
labradores28. Es decir, el consumo de harina en esta ciudad al parecer era más alto de lo
señalado por Suárez, lo que estaría incluyendo el consumo de harina para uso doméstico,
además del utilizado para fabricar pastas ("fideos") vendidas en tiendas de la capital, como
también toda la empleada en la fabricación de pan vendido en las calles y plazuelas de la
misma. A pesar de ello, la serie de Suárez es más completa porque abarca gran parte del
siglo XVIII.
Respecto a los precios del trigo, podemos señalar que los años de 1789 a 1792, fueron
de buenas cosechas tanto para el maíz como para el trigo; lo que ayudó a mantener los precios
bajos entre los 58 y 65 reales la carga, sin embargo estos nunca fueron tan bajos como entre
los años 50 ó 70. Lo que es lógico, pues la ciudad había incrementado pese a todo su
población, y la demanda entonces debía ser mayor. Entre los años 93 y 94 hubo pobres
cosechas de maíz, lo que generó el alza del precio del trigo en 1794 y luego como éstas
mejoraron hasta 1797, el trigo mantuvo su precio estable en 71 y 72 reales, precio que aún era
alto respecto a los inicios de esa década, lo que ratifica una vez más la presencia de una
demanda en crecimiento. En 1799 el precio del trigo ascendió aún más llegando a 104 reales,
en esa ocasión se agregaba al problema el resultado de pobres cosechas de maíz y también de
trigo, según informes de la intendencia de Puebla29.
Maíz
La cuantificación de los volúmenes de maíz ingresados a la capital ha sido una tarea
compleja de resolver, en especial porque las cifras de la Albóndiga presentan problemas o
variaciones importantes en el transcurso de un mismo año, como también los testimonios
de cronistas que indican volúmenes muy superiores de consumo con respecto a los
registrados en la Albóndiga. En la capital se producía una notable variación de la demanda
28Véase Fabián De Fonseca, y Carlos De Urrutia, Historia General de la Real Hacienda. México: Imprenta de
Vicente García Torres, 1849, vol. II, p. 43. 29Arij Ouweneel, Ciclos interrumpidos, ensayos sobre historia rural mexicana, siglos XVIII-XIX,
Zinacantepec. Estado de México: El Colegio Mexiquense, 1998, p. 88.
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de maíz en tiempos de buenas o malas cosechas10. En la Albóndiga se vendía tanto el maíz
del Pósito como el de los productores, en años de escasez el Pósito incrementaba sus
ventas, pues su grano servía para frenar las alzas de precios ya que sus volúmenes junto a
los de los productores lograban cubrir la demanda urbana esperada. La situación se invertía
cuando se presentaban buenas cosechas, pues la Albóndiga reducía sustancialmente las
ventas de ambos sectores y en especial los aportes del Pósito eran insignificantes ya que no
se necesitaba deprimir aún más los precios.
Sin embargo, a pesar de estas variaciones en las ventas de la Albóndiga, la
comparación de sus cifras con las dadas por algunos cronistas, resultan aún bastante
dispares. Así por ejemplo, San Vicente, indicó que en 1767 la ciudad de México consumió
350 mil cargas de maíz, sin embargo para ese mismo año la Albóndiga registró la venta de
apenas 8 mil cargas. Por su parte, Humboldt para 1791 indicó un consumo urbano
de 117 200 cargas, pero las cifras de la Albóndiga entre 1795 y 1800 no superan las 56 mil.
La diferencia es mucha. El problema tal vez radique en la no cuantificada venta callejera de
maíz practicada por los indígenas, la que debió ser fundamental en el mercado urbano. Es
decir, el consumo de maíz en la capital debió ser mayor al contabilizado por la Albóndiga.
Sin embargo sus cifras son prácticamente las únicas que se disponen y sirven de referente
para estimar al menos algunas fluctuaciones en la demanda urbana.
No se disponen cifras de ventas de la Albóndiga para principios de la década de
1790, sino a partir de 1795. En 1795 y 1796 hubo buenas cosechas y el consumo de maíz
registrado por la Albóndiga fue de 33 952 cargas y 55 072 cargas. Ese último año presentó
una demanda similar a la alcanzada a mediados de la década de los años 80. es decir una
demanda alta, considerando que había buenas cosechas y se debía haber producido
lo contrario. El año 1797 hubo sequía, es decir fue mal año, sin embargo el consumo
no aumentó como habría sido lo esperado sino que se redujo a 35 488 cargas. Tal vez
influyó en esta situación la epidemia de viruela de ese mismo año donde murieron más de 7
000 personas en la capital. En consecuencia las ventas de la Albóndiga no se incrementaron
como habría sido esperado en años de sequía, sino que se deprimió ostensiblemente en
1798 y 1799 bordeando las 24 mil cargas.
■"Véase un informe sobre las ventas de maíz en la Albóndiga entre 1741-1767, en que se indica esta diferencia
entre años de buenas y malas cosechas, AHCM, Pósito y Albóndiga, vol. 3 694, exp. 22.
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Entre 1795 y 1805 los volúmenes de maíz ingresados a la Albóndiga de la ciudad
fluctuaron entre las 20 mil y las 35 mil cargas (véase cuadro 5), a excepción de 1796
cuando se registraron 55 072 cargas. Aparentemente la demanda de maíz en la ciudad se
había reducido cerca de un 50% respecto a los registros que se disponen de la década
anterior. Por su parte los precios, si bien eran más bajos que el promedio de la década de
1780, se mantuvieron en un rango relativamente alto de 19 reales la fanega.
MAIZ: RECAUDACION FISCAL ANUAL CUADRO 5
RECAUDACION FANEGAS AÑOS EN PESOS" ESTIMACIÓN CARGAS
1795 2~¡22 101 856 33 952
1796 3 442 165 216 55 072
1797 2 218 106 464 35 488
1798 1530 73 440 24 480
1799 1505 72 240 24 080
1800 1973 94 704 31568
1801 1379 66 192 22 064
1802 1271 61008 20 336
1803 1896 91008 30 336
1804 1252 60 096 20 032
1805 1359 65 232 21744 a Medio real por carga
En 1795 y 1796 hubo buenas cosechas y los precios del maíz bajaron a 13 y 16
reales la fanega respectivamente. En 1796 la demanda se recuperó alcanzando los niveles
de mediados de la década de los años 80. Sin embargo dicho incremento, provocó junto a la
sequía de 1797, el inmediato ascenso de precio a 20 reales la fanega. Ese mismo año se
produjo el rebrote de viruela, más arriba señalado31. En consecuencia la demanda se
deprimió ostensiblemente en 1798, pero los precios no bajaron, como era de esperarse,
debido a la sequía de 1799 y que al parecer generó malas cosechas hasta 1801.
Pulque
Respecto del pulque no podemos afirmar incrementos tan importantes en sus precios
como en los productos anteriores, sin embargo como Hernández Palomo lo señaló el precio de
''Juan Javier Pescador, De bautizados a fieles difuntos. Población, familia y mentalidades en una parroquia
urbana. Santa Catarina de México, 1568 ~ 1820. México: El Colegio de México 1992, p. 101.
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la bebida debió ascender aunque su aumento fue de carácter más cualitativo, es decir se
comenzó a consumir pulque de mala calidad (fundamentalmente mezclado), tanto en el
interior como en las afueras de la ciudad. El mencionado autor estimó que los costos de
producción debieron hacerse tan altos a costa de los excesivos recargos fiscales, que en
consecuencia los beneficios de los pulqueros debieron reducirse proporcionalmente. Sólo
pudieron sobrevivir los productores aledaños a la capital o los grandes pulqueros dueños de
haciendas maguey eras; lo que en definitiva ocasionó la reducción del área abastecedora de la
ciudad y la consiguiente disminución de volúmenes de pulque enviados hacia ella (véase
cuadro ó).
PULQUE: VOLUMENES CUADRO 6
INTRODUCIDOS A LA CAPITAL
ANOS ARROBAS DE PULQUE
Í794 1 734 567
1795 1634 098
1796 1761252
1797 1809 859
1798 1 701 506
1799 1656 570
1800 1734 875
1801 I 679 304
1806 I 092 215
1807 1 144 569
1808 1094 557
1809 1061460
1810 1088 010
FUENTE: José Jesús Hernández Palomo. La renta del pulque en Nueva España, 1663-1810, Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos. 1979, p. 428.
A partir de 1794 fue notable la disminución de arrobas de pulque ingresadas a la
capital, entre ese año y 1801, hubo una demanda de 1 600 000 a 1 700 000 arrobas anuales,
con excepción de 1797 que llegó a un millón ochocientas; la tendencia en este periodo y
notablemente en la siguiente década, fue de una baja sostenida en la demanda; desde mediados
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hasta fines de la década de 1800 los ingresos de dicha bebida llegaron sólo a bordear el millón
de arrobas (véase cuadro 6).
Paralelamente, la Real Hacienda con el fin de crear una nueva renta fiscal que le
proporcionara nuevos ingresos, en 1796 implemento el cobro de la renta del aguardiente de
caña. En ese año y el siguiente, curiosamente los ingresos por el ramo de pulque tendieron a
mejorar, tal vez por el mayor control fiscal en las aduanas de la ciudad producto del nuevo
impuesto. Sin embargo este movimiento fue sólo un pequeño y breve ascenso en la serie del
pulque, pues en 1798 continuó el decrecimiento en los volúmenes ingresados a la ciudad, los
que se redujeron notablemente en todo el transcurso de la década de 1800.
Aguardiente de Caña
Contrariamente, en esa misma década la demanda de aguardiente tendió a ascender,
luego de que en sus primeros años de cobro se produjera una cierta contracción en su
consumo. Desde 1799 fue paulatinamente creciendo el incremento de barriles de aguardiente
ingresados a la capital, como una consecuencia natural de la recuperación demográfica de la
ciudad (después de la epidemia de 1797) y la disminución del consumo de pulque. Sin
embargo, los volúmenes de chinguirito legalmente introducidos nunca llegaron a aproximarse
a los de pulque, éstos apenas representaron entre un 5% y un 16% de las arrobas de
pulque ingresadas entre 1796 y 1810. A pesar de que el consumo de aguardiente estaba
bastante generalizado en la capital (se estimaba que en la época sólo la duodécima parte del
vecindario no lo bebía) las cantidades ingeridas por la población debían ser menores que las
habituales de pulque. Algunos autores han señalado que el consumo de chinguirito antes de
legalizarse era cercano a los 2.5 galones anuales por persona (unos 9 litros) y que después de
su autorización ascendió a 4 galones anuales (15 litros)32. Para Teresa Lozano este aumento
del consumo fue sólo aparente, pues lo que en realidad había sucedido fue una mejor
recaudación y confiscación del aguardiente clandestino33.
"Teresa Lozano Armendares, El Chinguirito vindicado. El contrabando de Aguardiente de Caña y la Política
Colonial, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1995, p. 186, comenta los cálculos de
Michael C Scardaville, "Crime and the Urban Poor: Mexico City in the Late Colonial Period", Tesis
doctoral. University of Florida. 1977, p. 211.
"Teresa Lozano Armendares, op. cit., 1995, p. 1 86.
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AGUARDIENTE DE CANA: VOLUMENES INTRODUCIDOS A LA
CAPITAL Y RECAUDACIÓN FISCAL
CUADRO 7
BARRILES
AÑOS AGUARDIENTE
CAÑA
RECAUDACIÓN FUENTE
1797
1797
1797
1798
1799
1800
1801
1804
1805
1806
1809
1810
1813
10 050
9 850
8 440
8 059
11 902
12 674
14 763
16214
16 869
4 714
14 830
13 180
14 286
25 321
25 321
24 177
50 669
14 732
Hernández Palomo
Gaceta de México
AGN, AHH, vol. 1 823
AGN, AHH, vol. 1 823
Gaceta de México
Gaceta de México
Gaceta de México
AHINAH, F. Lira, vol.148
AHINAH, F. Lira, vol.152
AHINAH, F. Lira, vol.154
AHINAH. F. Lira, vol.162
AHINAH, F. Lira, vol.135
AHINAH. F. Lira, vol.174
De acuerdo a nuestros cálculos la demanda de aguardiente en 1797, llegó a 1 249 120
litros (99 929 arrobas) es decir a un consumo anual de 9.6 litros per cápita34, en 1799 esa cifra
posiblemente llegaba a 13 litros, en 1802 a 15 litros y en 1805 a 16.5 litros anuales por
persona. Sin embargo en 1809 y 1810 el consumo se redujo y para el año en que se dio el grito
de independencia sólo se puede estimar un consumo per cápita de 11.7 litros35. Es decir con el
incremento demográfico, el consumo per cápita se redujo en vez de ascender. Con estas cifras
también se refrenda la importancia del consumo per cápita de pulque, que aún en el año de
menor demanda, es decir en 1809, se puede estimar unos 81 litros anuales por persona. La
popularidad del pulque es explicable por el bajo precio de esa bebida que llegaba a mediados
de la década de 1780 a medio real por tres cuartillos, en cambio en esa misma fecha cada
cuartillo de aguardiente de caña costaba dos reales36.
34Se estimó para ese año de 1797 una población de 129 132 habitantes en la capital, de acuerdo a la tasa de
crecimiento de 1.93% anual obtenida entre los dos censos de 1790 y 1811. 35Se ha estimado para estos cálculos que un barril de aguardiente contenía 148 litros, basándonos en los
cálculos de Michael C. Scardaville, op. cit1977 y HUMBOLDT, 1991, anexo III, aunque en este dice 148
hectolitros, debiendo decir 1.48 hectolitros. Sin embargo Lozano Armendares ha señalado que es difícil
estimar el contenido de los barriles utilizados en la época, para la autora los más comunes eran de 50 litros,
pero había algunos de hasta de 72 960 litros. Teresa Lozano Armendares, op. cit., 1995 p. 169. 36Teresa Lozano Armendares, op. cit., 1995, p. 104.
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A pesar de las notorias diferencias en el consumo y en el precio, ambas bebidas fueron
gravadas en forma similar. El derecho fijado por cada barril de chinguirito ingresado a la
ciudad, fue similar al cobrado por cada arroba de pulque; sobre el primero se cobraba tres
pesos por barril, es decir dos reales por arroba y en el segundo dos reales un grano por
arroba37. Lo que comprobaría el interés de la Real Hacienda por recaudar fuertes ingresos con
la nueva renta del aguardiente, casi tanto como los que había obtenido con el pulque. Los
ingresos obtenidos en todo el reino por aguardiente de caña, llegaron a representar en 1798 un
43% (su mejor año de recaudo) de los ingresos por pulque. Es decir el erario con la nueva
renta del aguardiente más la del pulque llegó a reunir fondos cercanos a los alcanzados a fines
la década de los años 70 y comienzo de la de los años ochenta, tan sólo por la recaudación
obtenida del pulque que ese año se había aproximado a 700 mil pesos anuales. Desde 1794
hasta 1800 el ramo de pulque bordeó los 500 mil a 570 mil pesos, y desde 1802 fue inferior a
500 mil pesos y superior a 370 mil38. Por su parte la renta de aguardiente de todo el reino en
sus mejores años, es decir entre 1797 y 1801, fluctuó en 200 000 pesos, luego entre 1802 y
1806 decayó a 150 mil y 170 mil pesos anuales. Posteriormente, entre 1807 y 1810 fluctuó en
170 y 192 mil pesos anuales39 .
La expansión general de la demanda de comestibles observada hacia mediados de
los años 90, fue paulatinamente frenada hacia 1800, donde el propio crecimiento de la
misma, los problemas en la producción a causa de la meteorología y finalmente el
movimiento de insurgencia, terminaron por incrementar el nivel de precios de los
comestibles entre una población consumidora con altos niveles de indigencia.
Las condiciones sociales
Según las estimaciones de Alejandra Moreno, hacia 1790 la ciudad de México
presentaba una estructura por edades envejecida, es decir el porcentaje de habitantes adultos
era superior al de infantes, específicamente señalaba la autora que la población entre 17 y 60
'7Si se considera que un barril se compone de 148 litros, es decir 12 arrobas, significa que se cobraban 24
reales (3 pesos) por 12 arrobas, o sea 2 reales por arroba. ,8José Jesús Hernández Palomo, op. cit., 1979, cuadro 9. ,9José Jesús Hernández Palomo, El Aguardiente de Caña en México, Sevilla: Escuela de Estudios Hispano
Americanos. 1974, pp. 135-136.
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años correspondía al 55.6% del total40. A pesar de ello, la población que gozaba de un trabajo
estable correspondía a un 36.6% del total. Es decir, la fuerza laboral permanente en la ciudad
de México no era despreciable hacia la década de 1790, ciertamente lo que era una condición
natural de la capital por estar concentrada en ella servicios administrativos, actividades
comerciales y artesanales.
Entre la población con ocupación registrada hacia 1790, Moreno estimó que existían
8 799 eclesiásticos, religiosos y enclaustrados que representaban un 8.4% del total de la
población urbana; existían 1 886 profesionales, entre doctores, abogados, médicos, empleados
y militares que equivalían a un 1.8% de los habitantes de la ciudad. Así también identificó a
27 655 trabajadores tales como labradores, mineros, comerciantes, artesanos y jornaleros, que
correspondían a un 26.4% de la población.
Otros autores como González Angulo han precisado un número superior de población
ocupada para 1794. Así el autor indicó que en ese año habrían existido en la capital unas
40 mil personas con trabajo, de las cuales 20 mil correspondían a mano de obra dedicada a la
producción industrial, estimando unos 6 731 trabajadores agremiados, entre ellos oficiales y
aprendices, incluyendo a los propietarios de talleres; a 7 500 trabajadores de talleres reales y
otros 5 000 trabajadores a domicilio. Es decir de esta fuerza laboral un 56% correspondía a
artesanos, o sea gente con una ocupación específica y estable41.
En virtud de esta realidad tenemos variedad de oficios y lógicamente diversidad de
ingresos en la ciudad de México. Lejos de intentar un estudio sobre los salarios en la capital
durante este periodo, se puede señalar ciertamente que existía una gran disparidad entre los
ingresos de los diversos grupos de trabajadores urbanos, como por ejemplo entre los
funcionarios del gobierno local y los jornaleros, siendo tal vez los dos polos de la población
económicamente activa. Podemos señalar por ejemplo que el contador de la ciudad ganaba en
1794, 1 896 pesos anuales (42 reales diarios), los abogados del Cabildo 600 pesos anuales
(13 reales diarios), el capellán del Cabildo 300 pesos anuales (6.6 reales diarios)42. Por su
parte los trabajadores en obras públicas, podían percibir hacia 1790, cinco reales diarios en la
40Alejandra Moreno Toscano, "Algunas características de la población urbana: ciudad de México, siglos
XVIII-XIX", en Investigación demográfica en México, México, CONAPO. 1978. 4lVéase Jorge González Angulo. Artesanos y ciudad a finales del siglo XVIII. México. Secretaria de
Educación Pública, Fondo de Cultura Económica. 1983, p. 11 y Sonia Pérez Toledo, Los hijos del trabajo.
Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: El Colegio de México, 1996, p. 76. 42 AHINAH, Fondo Lira, vol. 124.
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categoría de sobrestante, cuatro reales diarios como oficial y 2.5 reales como peones
de construcción43. Así también reconsiderando la importancia del grupo de artesanos en la
capital, se puede pensar que estamos ante una población activa donde el 50% de ésta, debía
percibir algo más que el salario mínimo de un peón o jornalero.
Sin embargo el estado actual sobre los conocimientos de salarios para el siglo XVIII
- ciertamente aún muy precarios - permiten a través del estudio de salarios de trabajadores de
la construcción, señalar que éstos permanecieron invariables en el transcurso del siglo en un
monto promedio cercano a los seis pesos mensuales, de 2.5 a 3 reales diarios44. De acuerdo a
nuestra revisión sobre los salarios de los trabajadores del Cabildo y los contratados para obras
de construcción en la ciudad, pudimos percibir que ciertamente estos salarios permanecieron
invariables a lo largo del siglo (cuadro 8). Sin embargo no podemos afirmar - que debido a
este estancamiento de los salarios en el siglo XVIII - se habría producido en la década de 1790
un descenso de sus ingresos reales respecto a inicios de siglo.
43 AHINAH, Fondo Lira, vol. 118. 44 Véase Eric Van Young, op. cit., 1988, p. 213.
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SALARIOS EN OBRAS DE CONSTRUCCION
EN LA CIUDAD DE MÉXICO
CUADRO 8
Salario Oficio Fuente Año
Mensual Diario
1719
1732
1733
1734
1735
1736
1737
1738
1752
1754
1756
1764
1767
1778
1790
9 pesos
9 pesos
6 reales
5 reales
6 reales
8 reales
3 reales
2.5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
5 reales
3 reales
6 reales
5 reales
3 reales
6 reales
1 peso
6 reales
5 reales
3 reales
3 reales
6 reales
3 reales
6 reales
5 reales
3 reales
5 reales
4 reales
2.5 reales
1794
1804
1806
9 pesos
9 pesos
9 pesos
Oficial de construcción
Oficial de construcción
Sobrestante de construcción
Sobrestante de construcción
Limpiadores en obra
Peón de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Sobrestante de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Sobrestante de construcción
Sobrestante de construcción
Oficial de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Peón de construcción
Sobrestante de construcción
Peón de construcción
Sobrestante de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Construcción, nivel no
especificado
No calificados y semi
calificados
Sobrestante de construcción
Oficial de construcción
Peón de construcción
Peón no calificado
Construcción urbana
Peón no calificado
AHINAH, F. Lira, vol. 81
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AHINAH, F. Lira. vol. 82
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ibidem.
AHINAH, F. Lira, vol. 91
ibidem.
AHINAH, F. Lira, vol. 91
ibidem.
ibidem.
AHINAH, F. Lira, vol. 93
ibidem.
ibidem.
ibidem.
ibidem.
AHINAH, F. Lira, vol. 91
AHINAH, F. Lira, vol. 96
ibidem.
AHINAH, F. Lira, vol. 98
ibidem.
ibidem.
Van Young, p. 112
Van Young, p. 113
AHINAH, F. Lira, vol. II!
ibidem.
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Van Young, p. 113
Van Young, p. 114
Van Young, p. 114
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Si se compara el precio de la carne de res en 1701/1703 con el de 1790/1794
percibimos que costaban las mismas 80 onzas por un real. El carnero en 1701/1703 costaba
32 onzas por un real y en 1790/1791 llegaba a 20 onzas, pero en el transcurso de esos años
llegó a recuperarse hasta alcanzar las 35 onzas por un real en 1796/1797. Es decir el poder
adquisitivo de los trabajadores respecto a la carne era, sino igual al menos similar, al de
comienzos de siglo. El problema se produce cuando observamos que los precios de los años
60/70 fueron los más generosos de la centuria y respecto a ellos, se habría producido un
deterioro en la década de los años 90. Así por ejemplo en 1768 se podían comprar con un real
152 onzas de carne de res y 42 de carnero, lo que significaba un deterioro de un 47% respecto
a aquel año en 1790 y en 1796 de un 42 por ciento.
No obstante, se debe prestar atención que respecto a los años 84, 85 y 88 que
presentaron un precio de alza de 72 onzas por un real, la década de 1790 vino a significar una
recuperación notable para el poder adquisitivo de la población. En 1790 se produjo una baja en
el precio de la carne de res de un 11% respecto a los años mencionados de la década de los
años 80 y en 1796/97 la caída llegó a un 22 por ciento.
En términos prácticos esto significaba por ejemplo que, si en aquellos años
mencionados de la década de 1780, se podía comprar con un jornal de 3 reales diarios
216 onzas de res, es decir unos 6 kilogramos de esa carne, en 1790 se podía comprar con ese
mismo salario cerca de siete kilos de carne de res. Más aún en 1796/1797 con el mismo jornal
"estancado" en tres reales se podía comprar 7.5 kilogramos diarios de res o tres de carnero.
Se puede pensar que sólo la carne tenía la particular condición de ser barata y por ello
venderse en cantidades importantes, pero podemos observar en el cuadro 9 que en 1791 por
ejemplo, se podía comprar con un real abundantes cantidades de maíz, 4.6 kilogramos
(alrededor de 164 tortillas), o poco más de un kilo de pan, o más de 2 kilogramos de carne de
res. Dicho de otro modo, más simplista si se prefiere, se podían comprar con un salario de tres
reales diarios, una generosa cantidad de tortillas y una importante cantidad de pan y de carne.
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CANTIDADES DE ALIMENTOS COMPRADOS CON UN REAL
(Kilogramos)
ANO MAIZ TRIGO PAN PAN
FLOREADO
PAN
COMÚN RES
CUADRO 9
CARNERO
1790
1791
1792
1793
1794
1795
1796
1797
1798
1799
3
4.6
2.2
3.4
2.7
2.1
2.3
2.3
2.1
2
2.3
1.7
1.9
1.9
1.9
1.32
1.096
1.104
1.03
0.973
1.03
1.37
1.23
1.37
1.29
2.2
2.2
2.2
2.2
2.2
2.5
2.5
2.2
2.2
0.574
0.574
0.861
0.861
0.861
1
0.940
0.703
El año 1795 fue otro de precios particularmente bajos del maíz y del trigo, durante esa
década. Así en 1795 se podía comprar con un real 3.4 kilogramos de maíz (121.4 tortillas), o
cerca de 2 kilogramos ó 1.23 kilogramos de pan común. Es decir con un jornal de tres reales se
podrían llegar a comprar un total de 10.2 kilogramos de maíz; ó 5.7 kilogramos de trigo; ó
3.69 kilogramos de pan común.
El año 1799 fue tal vez el de menor poder adquisitivo de la población en esa década de
los años 90, como se advierte en el cuadro 9. Sin embargo, sus cantidades son muy superiores
a las de 1785/1786. Comparativamente en 1785, el año de mayor carestía del maíz, se podía
comprar con un real 1.090 kilogramos de este grano (aproximadamente 39 tortillas). En ese
año el maíz llegó a valer casi el doble de la carne de res, y poco menos que el carnero, ya que
con un real se compraban 2 kilogramos de carne de res y 669 gramos de carnero. En 1786, año
de mayor carestía del trigo se podía comprar con un real 1.6 kilogramos de maíz, o 1.24
kilogramos de trigo, o poco más de 400 gramos de pan.
Con estos cálculos se quiere demostrar en primer lugar que el poder adquisitivo de la
población no decayó, sostenidamente a lo largo del siglo XVIII, sino que por el contrario hubo
vaivenes, incrementos y recuperaciones importantes, a pesar de existir probablemente
"salarios estancados". En segundo lugar, se debe destacar las cantidades de compra que
estamos manejando, todas - incluso las de los años 80 - resultan generosas, comparadas con
las que se pueden comprar actualmente con un sueldo mínimo.
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No obstante, estudios demográficos han señalado que desde la segunda mitad de la
década de 1790, se había producido un incremento demográfico por efecto de flujos
migratorios. El aumento de la población migrante, debió provocar, el descenso en los
niveles de consumo per cápita de alimentos básicos, como puede ser demostrado para el
problema específico de la carne. En 1795 - año de precios bajos- el consumo per cápita
estimado era de 76.6 gramos diarios y a pesar de que la demanda urbana de res experimentó
un incremento entre los años 94/96 y hubo una recuperación de los consumos urbanos, no
obstante ya se percibía un deterioro en los niveles per cápita respecto a los años 70, lo que
era causa, más que del alza en los precios de la carne o de los productos básicos, por el
problema del aumento demográfico y de la indigencia en la ciudad, lo que se demuestra en
el hecho de que en los años señalados la carne, al menos la de res, no fue más cara que a
comienzo de siglo45.
De acuerdo a las observaciones de demógrafos actuales, la ciudad de México en este
periodo no habría experimentado un crecimiento natural sino que habría padecido las
consecuencias de un fuerte movimiento migratorio. La capital que recibía un flujo
permanente y continuo de los 250 pueblos de los valles de México y Toluca, en esos años
atrajo población, específicamente, de las áreas de Puebla-Atlixco, Tula-Querétaro,
Pachuca-Tulancingo, Toluca-Tenango46. Es decir la población que era atraída a la capital
era eminentemente rural y en gran medida debió ser indígena y mestiza. Humboldt estimó
que hacia 1803 debía existir dentro de la ciudad de México unos 33 000 indígenas, lo que
significaba un incremento notable de acuerdo a las estadísticas que Villaseñor realizó en
1742, año en que se calculó la existencia de unos 8 000 indios. Según las estimaciones de
Humboldt en 1803, la población de color, es decir indígena, mestiza y negra, sumaba un
total de 69 500 personas y había llegado a sobrepasar a la población blanca que en total
debían ser 67 500 habitantes47.
Es decir la migración venía desde largo tiempo engrosando la población capitalina y
no podía ser, como argumentaron algunos contemporáneos como Navarro y Noriega, un
45La tasa de crecimiento demográfico anual que se estimó para esos años fue de 1.93% sobre la base de la
población que arrojó el censo de Revillagigedo de 1790 de 112 929 habitantes y la población estimada por
el censo de 1811 que alcanzaba 168 845 personas. 46Véase los trabajos de Alejandra Moreno Toscano y Carlos Aguirre, 1974. 47Humboldt estimó que en 1803 debían existir en la ciudad unos 33 000 indígenas, 26 500 mestizos y 10 000
mulatos. Alejandro de Humboldt Op. cit., 1991, p. 129.
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problema que sólo tuvo efectos temporales48, fue más bien un movimiento de larga
duración que jugó un papel importante en la definición de las características de la estructura
poblacional urbana, tanto así que la pirámide de edades, reconstruida por Alejandra
Moreno, con base en el censo de 1811, reflejó una sociedad envejecida, donde la migración
femenina tanto o más importante que la masculina, engrosó especialmente los sectores
comprendidos entre los 15 y los 40 años. El conjunto de inmigrantes en 1811 llegó a
representar un 38% de la población total49.
Sin embargo, si la población llegó a crecer a ritmo acelerado a causa de la
migración, lo lógico habría sido que la demanda hubiera crecido en proporciones similares,
la realidad no fue así debido a que el crecimiento demográfico de la ciudad llevó a la
elevación de los precios, y los nuevos grupos restringirían su consumo. Hacia la segunda
mitad de la década de 1790 ya se percibía en la ciudad un incremento de la indigencia. A
modo de ejemplo, en 1795 la mayoría de los albergados del Hospicio de Pobres de la
ciudad de México (55%), correspondía a hombres mayores de 15 años, sin impedimento
físico para trabajar, es decir, no era por enfermedades por lo que la mayoría de los hombres
se reducía a la indigencia, lo que estaría revelando una alta tasa de desempleo en la capital
mexicana; así mismo, de la pequeña muestra de indigentes recogidos por el hospicio, un
30% eran inmigrantes, dos terceras partes de ellos venían de México, Puebla e Hidalgo y
muchos de éstos provenían de los pequeños pueblos que rodeaban la capitaP0. En asilos
como estos, existía una alta tasa de movimiento, es decir, indigentes que entraban y salían
cada semana, de cada siete indigentes que entraban, uno salía dentro de la primera
semana y tres más salían dentro de los cuatro meses, lo que también hablaría de
la afluencia constante a estos recintos de una población flotante en la capital que era
recogida esporádicamente por dichas instituciones"1.
48EI censo de 1811 mostró una población total de 168 846 habitantes, cantidad que según Navarro y Noriega
incluía 16 179 indígenas de las parcialidades de Santiago y San Juan y las "muchas familias" emigradas de
los pueblos ocupados por los rebeldes. Esta observación llevaría a pensar que la tasa de crecimiento
calculada para estos años debería ser menor. Véase Fernando Navarro y Noriega. Op.cit., 1820. p.67, nota I.
^Véase Lourdes Márquez Morfín, La desigualdad ante la muerte en la ciudad de México: el tifo v el cólera,
1813-1833. México: Siglo XXI. 1994, p. 81. 50Silvia Arrom, Desintegración familiar y pauperización: Los indigentes del Hospicio de Pobres de la Ciudad
de México, 1795", en Familia y Vida Privada en la Historia de Iberoamérica, Seminario de Historia de la
Familia, México: El Colegio de México/IJNAM. 1996, pp. 123-125. 51Idem, 1996, pp. 121-122.
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Es más, esta población flotante se incrementaba en la ciudad gracias a los
movimientos migratorios, los que a su vez eran ocasionados por la escasez de alimentos en
las zonas rurales, específicamente cuando se presentaba la escasez y carestía de maíz. El
virrey ya conocía esos flujos migratorios a la capital y en 1809 a raíz de la sequía, prevenía
a las autoridades locales para retener esas migraciones:
Siendo muy frecuente en los años de calamidad el que las'pobres gentes y con
especialidad los indios abandonen sus domicilios y deserten de los lugares y
pueblos de su residencia con notable perjuicio del estado y detrimento de ellos
mismos, estarán muy a la mira de los justicias y párrocos de evitar estos desórdenes
en sus jurisdicciones, valiéndose de su respectiva autoridad para contener en ellas
a sus moradores y no admitir a los que se presenten de otras partes con este motivo
y en calidad de errantes y vagos, pues las providencias que van insertas se dirigen
a socorrer a todos con generalidad donde quiera que se hallen establecidos, sin que
se vean obligados a desamparar sus casas y terrenos52.
La migración era motivada por la búsqueda de maíz, naturalmente la capital era la
mayormente abastecida por la compulsión que existía para que las provincias circundantes
le enviaran sus cosechas y por las facilidades que el virrey ofrecía para trasladar el grano.
En este sentido el clima no podía dañar el abastecimiento urbano, aunque sí sus precios,
debido a la especulación que podían practicar los agricultores.
Villarroel testigo de esa época, denunciaba el flujo constante de personas que
mi graban y pedía a las autoridades que esa masa de gente "inútil y viciosa" que no tenía
domicilio ni ocupación fija se "restituyese a sus pueblos" ya que en la capital sólo
engrosaban las filas de la indigencia, y si la expulsión no era suficiente proponía
drásticamente amurallar la ciudad, para impedir su ingreso53. El problema de la indigencia,
agravado o no por la migración campo-ciudad, debió ser de grandes proporciones, tanto así
que los estudios actuales sobre la mendicidad y la vagancia indicarían que en la segunda
S2Bando del 25 de octubre de 1809 para precaver los daños de la escasez de granos, México, 21 de octubre
de ¡809, en Fuentes para la historia de la crisis agrícola (1809-1811), 1985, p. 120.
^'Hipólito Villarroel, Enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva España. México: Miguel
Ángel Porrúa.1979, pp. 253-255.
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mitad del siglo XVIII hubo nuevas políticas para tratar estos problemas sociales. Cristina
Sacristán por ejemplo diferencia la política seguida por las autoridades en los siglos XVI y
XVII - cuando "el objetivo no era erradicar al mendigo, entre otras cosas porque la pobreza
guardaba un carácter sacralizante: la caridad como medio de salvación" - y la aplicada en la
segunda mitad del siglo XVIII con la que se busca dar una solución a la mendicidad
y sustituir la caridad privada por la beneficencia pública54. En esta y otras investigaciones
sobre el tema se deja en claro que el problema de la pobreza estaba asociado en este
periodo fundamentalmente con la falta de trabajo y la delincuencia. Norman Martín fija
específicamente este cambio en el proceder de las autoridades desde 1766, cuando a su
juicio, los mandatos y ordenanzas contenían una orientación preventiva de la mendicidad y
la indigencia, idea que a su vez había nacido de un interés económico, "la preocupación era
incorporar a la vida socioeconómica activa a centenares de personas que antes no
contribuían al bienestar del reino", así por ejemplo los trabajos forzados ya no serán un
castigo, dice el autor, sino la necesidad de utilizar mano de obra barata55. Lo evidente en
estas investigaciones es la mención a un incremento en la indigencia a causa del desempleo
y una preocupación de las autoridades por dar trabajo a una masa flotante de la población,
enseñarles un oficio y recluir a los realmente incapacitados. Los autores hablan de la
mentalidad racional desarrollada en esa época que los habría inducido a ese cambio. Sin
embargo también es probable que el problema social se hubiese hecho tan inmanejable que
las autoridades se vieron obligadas a implementar acciones realmente planificadas y
racionales.
Sin embargo, el problema en el descenso de los consumos per cápita se hizo
realmente notorio a inicios del siglo XIX, cuando el deterioro de éstos tuvo un declive de
un 82.3% respecto a los de mediados de los años noventa y desde entonces se hizo
continuo. En 1800 el consumo per cápita de res bordeaba los 42 gramos diarios, en 1807 la
tendencia a decrecer se insinuaba al registrar un consumo por persona cercano a los 41
gramos y todavía más en 1808 cuando descendió a los 36 gramos por cabeza. Por su parte,
la carne de carnero al parecer siguió un comportamiento similar al sacrificarse en 1800
54Sacristán, "Filantropismo, improductividad y delincuencia en algunos textos novohispanos sobre pobres.
vagos y mendigos (1782-1794)" en Relaciones, IX:36, pp. 21-32. 1988, p. 30. 55Martin, "Pobres, Mendigos y vagabundos en la Nueva España, 1702-1766: Antecedentes y soluciones
presentadas", en Estudios de Historia Novohispana, 8, pp. 99-126. 1984, p. 126.
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unos 230 000 animales que en conjunto produjeron 3 174 000 kilogramos de carne, lo que
arrojaría un consumo por persona de 64 gramos diarios, es decir una disminución de un
31.0% respecto a los niveles de 1791. La escalada de precios para ambas carnes iniciada en
1807/1808 hizo a la carne de res tan cara como había sido desde siempre la de carnero y
ésta última a su vez sólo pudo estar al alcance de los ricos de la corte novohispana.
Paralelamente, en 1801 las arrobas de pulque ingresadas a la ciudad alcanzaron 1 679 304 lo
que da un consumo per capita de 418 mi. diarios, en 1806 se redujo a 247 mi. y en 1811 a
228 mililitros al día o sea menos de un vaso por persona, lo que significaba una reducción de
un 50% respecto a 1786.
En síntesis, nos consta que desde los inicios del siglo XIX, tanto la carne de res como
el pulque, dos productos básicos en la dieta popular, se vieron restringidos a cantidades nunca
antes alcanzadas en todo el periodo colonial, y tanto el maíz como el trigo registraron precios
tan elevados que su consumo seguramente se deterioró en igual proporción. Es decir, el
ascenso de precios y el deterioro del poder adquisitivo de la población vino a ser notorio y
sostenido sólo en el siglo XIX, por tanto, dicho problema no se dio realmente en el siglo
XVIII.
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TRABAJADORES, GRUPO DOMÉSTICO Y SUPERVIVENCIA DURANTE
EL PERIODO COLONIAL TARDÍO EN LA CIUDAD DE MÉXICO O, "LA
FAMILIA PEQUEÑA NO VIVE MEJOR"*
Michael C. Scardaville**
* Traducción del inglés de Adriana Santoveña Rodríguez.
** Quiero expresar mi agradecimiento a la Dra. Elaine C. Lacy por sus comentarios y
sugerencias para las versiones anteriores de este ensayo. También agradezco a Melissa
Scardaville, quien brindó su ayuda para organizar la información final de los censos, y a
Adam Mack, quien me asistió en la búsqueda bibliográfica. Por último, reconozco el apoyo
que me brindó el Dr. Manuel Miño Grijalva al proporcionarme una copia del material del
censo de 1790 que se utilizó en este ensayo.
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Mientras empadronaba a la población de un barrio de clase trabajadora al sur de la
ciudad de México a mediados de 1811, un escribano del cuartel dio con un taller que
alojaba a trece hombres, mujeres, y niños, todos ellos empobrecidos y de distintos orígenes
étnicos, quienes habían emigrado a la ciudad capital en el curso de la última década. El
hogar estaba encabezado por una viuda mestiza de 38 años, María Matilde Urquiza, quien
vivía con sus tres hijos adolescentes y otras tres familias: dos parejas indígenas de edad
madura, sin hijos y entrenados como sastres, y otra pareja compuesta por José Manuel
Beitía, empleado en la Real Fábrica de Tabaco, su esposa y tres hijos pequeños. Del lado
opuesto del pueblo, al norte de la Catedral, residía Dolores Flores, una inmigrante criolla de
27 años quien, luego de enviudar, acababa de llegar de la vecina ciudad de Toluca a la
capital con dos hijos muy pequeños y una hija mayor. A decir de Dolores, mantenía a su
familia vendiendo comida hecha en casa y hospedando a dps mujeres, una viuda mayor
española y una mujer indígena joven de su ciudad natal, quien también ganaba el sustento
en el negocio de la comida. María del Carmen Ramírez, de 23 años, madre soltera de tres
hijos que iban de tres a siete años, vivía cerca de los Flores. A diferencia de Dolores,
continuaba viviendo con sus padres y dos hermanos mayores que aún eran solteros. Al
mantener a la familia extendida completa en su pequeña casa de una sola habitación, los
Ramírez compartían los gastos del hogar y por las tardes, como resultado de sus posiciones
en la Real Fábrica de Tabaco, trabajaban juntos para enrollar la cantidad de papel tabaco
necesaria para cubrir la cuota del día siguiente1.
¿Qué nos dicen estas imágenes de arreglos domésticos acerca de la vida de la clase
trabajadora en la ciudad de México a fines del periodo colonial? ¿Hasta dónde son típicas
de los arreglos de vida entre los pobres en la capital del virreinato a fines del siglo XVIII y
principios del XIX? Algunas investigaciones sobre hogares preindustriales en Europa
Occidental. México y el resto de América Latina muestran que las familias extendidas o
múltiples viviendo en una sola casa no era lo más común entre las familias urbanas pobres2
'Archivo General de la Nación, México (de aquí en adelante AGNM), Padrones, vol. 56, f. 44 r; vol. 62, fs.
22 r y 32 r.
"Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial (Ciudad de México, 1998); Juan Javier Pescador, De
bautizados a fieles difuntos: familia y mentalidades en una parroquia urbana, Santa Catarina de México,
1568-1820 (Ciudad de México, 1992); Rodney D. Anderson, Guadalajara a la consumación de la
Independencia: estudio de su población según los padrones de 1821-1822 (Guadalajara, 1983); Catherine
Elspeth Doenges, "A Regional Society in Colonial Mexico: Eighteenth-century Celaya, a Perspective from
the Household", (Tesis doctoral, Syracuse University, 1993); Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, Essays
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¿Por qué entonces encontramos hogares más extensos y complejos en la ciudad de México
de principios del siglo XIX que en los censos previos de 1753 y 1790? ¿Y qué nos puede
enseñar la respuesta acerca de las costumbres y la cultura de la clase trabajadora en el
periodo colonial tardío?.
Al señalar una marcada correlación entre la estructura doméstica y el clima
económico general y bienestar material de las clases populares, los estudios etnográficos
acerca del México y la América Latina urbanos del siglo XX nos proporcionan un marco
comparativo para entender mejor la estructura variable de los hogares de la clase
trabajadora en la ciudad de México de fines del periodo colonial. Como lo han demostrado
los antropólogos y sociólogos, las respuestas domésticas a las peores crisis económicas de
las últimas dos décadas han sido asombrosamente similares en todas las ciudades
importantes. El patrón urbano general consiste en el incremento de miembros del hogar a
medida que se incorporaban más personas con ingresos para aumentar el tamaño de la
fuerza de trabajo, lo cual traía como consecuencia que las formas domésticas se volvieran
menos nucleares y más complejas. Todos los estudios señalan a aquellas familias que se
insertaron en unidades domésticas más grandes como las que mejor han podido soportar las
recesiones económicas de finales del siglo XX3.
in Population History: Mexico and the Caribbean 2 vols. (Berkeley, 1971-74); Agustín Grajales Porras,
"Hogares de la villa de Atlizco a fines de la Colonia: estados, calidades y ejercicios de sus cabezas," en
Pilar Gonzalbo Aizpuru, coordinadora, Familias novohispanas, siglos XVI aJXIX (Ciudad de México, 1991),
325-342; Cecilia Rabell Romero, "Trayectoria de vida familiar, raza y género en Oaxaca colonial", en Pilar
Gonzalbo Aizpuru y Cecilia Rabell Romero, coordinadoras, Familia y vida privada en la historia de
Iberoamérica (Ciudad de México, 1996), 75-118; Pablo Rodríguez Jiménez, "Una manera difícil de vivir.
Las familias urbanas neogranadinas del siglo XVIII", en Ibid., 309-324; Evelyne Sanchez, "Démographie et
perception du statut social dans une société coloniale: analyse du recensement de la paroisse de San Joseph
(Puebla, Nouvelle Espagne) de 1777, Annales de Démographie Historique (1996), 409-422; Elizabeth Anne
Kuznesof, Household Economy and Urban Development: Sao Paulo, 1765 to 1836 (Boulder, 1986); Peter
Laslett, "Mean Household Size in England since the Sixteenth Century", en Peter Laslett, ed., Houselhold
and Family in Past Time, (Cambridge, 1972), 125-158; Tamara K. Hareven, "The History of the Family and
the Complexity of Social Change", American Historical Review 96(1991), 95-124.
^Mercedes González de la Rocha, The Resources of Poverty: Women and Survival in a Mexican City (Oxford,
1994); Henry A. Selby, Arthur D. Murphy y Stephen A. Lorenzen, The Mexican Urban Household:
Organizing for Self-Defense (Austin, 1990); Lourdes Benería y Martha Roldán, The Crossroads of Class
and Gender: Industrial Homework, Subcontracting, and Household Dynamics in Mexico City (Chicago,
1987); Benería y Shelley Feldman. eds.. Unequal Burden: Economic Crisis, Persistent Poverty, and
Women's Work (Boulder, 1992); Sylvia Chant, Women and Survival in Mexican Cities: Perspectives on
Gender, Labour Markets and Low-income Households (Manchester. 1991); Brígida García, Humberto
Muñoz y Orlandina de Oliveira, Hogares y trabajadores de la Ciudad de México (Ciudad de México,
1982); Larissa Lomnitz, Networks and Marginality: Life in a Mexican Shanty town (Nueva York, 1977).
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Estos hallazgos me animaron a centrar mi investigación en los cambios de tamaño y
composición de los hogares en la ciudad de México a fines del periodo colonial y en la
relación de tales cambios con la naturaleza de la irregular economía urbana. Las clases
trabajadoras de México tuvieron que luchar contra una crisis económica severa al final del
ancien régime colonial. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los trabajadores
pobres, una amalgama de artesanos y jornaleros españoles, indígenas y de diversas castas,
que constituían entre el 75% y el 80% de la población de la ciudad de México, sufrían de
un creciente exceso de mano de obra, inflación, estancamiento de los salarios y un descenso
general en la calidad de vida4. De acuerdo con todos los informes de la época, los márgenes
de pobreza se incrementaron en la última generación del régimen colonial cuando una
combinación de factores demográficos y económicos obligó al creciente número de grupos
populares en la ciudad de México, ya de por sí amenazados a diario por el empobrecimiento
del ciclo vital, a buscar remedios materiales aquí y allá. ¿Cómo es que reaccionaron los
pobres de la ciudad más grande del Hemisferio Occidental ante un derrumbe en la calidad
de vida? ¿Cómo lograron subsistir y perseverar a pesar de sus ingresos insuficientes? ¿Qué
hicieron los pobres de la ciudad de México a fines del periodo colonial para aumentar sus
posibilidades de supervivencia dentro de una economía urbana cada vez más deprimida?
Este ensayo sugiere que cierto comportamiento basado en las redes sociales
informales, particularmente el hogar, constituyó la respuesta más habitual de los pobres de
la ciudad de México ante la crisis económica de fines del periodo colonial. Otras redes que
4De acuerdo con la muestra aleatoria del 20% del censo de 1811 en la ciudad de México, 12.0% de los jefes
de hogar están clasificados como élite, 33.3% como artesanos y 54.7% como jornaleros. Los rangos de la
élite alta estaban constituidos por grandes comerciantes y oficiales importantes del gobierno, entre otros,
mientras que la élite baja estaba compuesta de pequeños comerciantes, pequeños propietarios y empleados
del gobierno. Las clases trabajadoras —término utilizado aquí para denotar una construcción ocupacional
que no transmite ni implica un sentido de cohesión o conciencia de grupo— consistía tanto de artesanos
como de asalariados. Los oficios especializados más usuales eran, en orden jerárquico, albañiles, zapateros,
tejedores, carpinteros, y sastres. El censo no distingue entre maestros, artesanos y oficiales. Los trabajos
asalariados comunes incluían, en orden jerárquico, empleados de la Real Fábrica de Tabaco, elaboradores
de comida, sirvientes y porteros. La gente de origen español (40.8%), sobre todo criollos, y los indígenas
(39.4%) constituían los grupos étnicos más amplios entre los trabajadores pobres, mientras que las castas, en
especial castizos o mestizos, constituían el resto (19.8%). Si los grupos sociales de la clase alta se incluyen
en este perfil, la gente de linaje español constituye casi la mitad (47.3%) de la población seleccionada. Casi
tres de cada cinco pobres urbanos (56.0%) nacieron en la ciudad de México, 0.4% en España o en la
América Española y 43.6% en las provincias de la Nueva España, en particular en las comunidades de la
zona central de México. Puesto que algunos distritos en donde predomina la clase trabajadora están
sobrerrepresentados, el porcentaje general de trabajadores pobres de la ciudad es menor de lo que indica la
muestra. Véase la nota 13 para una discusión más amplia sobre la muestra del censo de 1811.
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reunían a parientes, padrinos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, empleados o
asociaciones locales como gremios o hermandades religiosas solían proveer el capital social
necesario para enfrentar la crisis día con día, pero el hogar urbano fue el que desempeñó el
papel fundamental en la búsqueda del sustento por parte de los pobres*. Si bien algunos
escritos sobre la pobreza en Europa Occidental antes y durante la industrialización
reconocen la importancia de las redes sociales para brindar ayuda y apoyo mutuos, los
historiadores de Europa suelen considerar el hogar y la familia como instituciones
demasiado fracturadas y frágiles como para ofrecer asistencia6. Por otra parte,
los historiadores del México colonial no dudan en conferirle mayor importancia a las redes
familiares para la supervivencia entre grupos populares urbanos, pero estos escritos no
discuten explícita y ampliamente el hecho de que los hogares de los pobres también
sirvieron como recurso crítico, incluso para quienes no tenían lazos familiares sólidos7. Este
ensayo tratará de demostrar que el hogar de la clase trabajadora en la ciudad de México
borbónica, en tanto vínculo de las redes sociales, constituía una unidad social viable,
efectiva y proactiva, y que la estructura de su composición y tamaño debe verse como una
5Algunos estudios sobre el papel central y el valor económico de las redes sociales, en especial el hogar,
dentro de las sociedades urbanas de clase trabajadora en México y América Latina en los periodos colonial,
siglo XIX y contemporáneo, se pueden encontrar —además de las fuentes enlistadas en la nota 3-- en Dennis
Nodin Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas'\ (Tesis doctoral, University of Michigan, 1978);
Pescador, De bautizados a fieles difuntos; Anderson, Guadalajara a la consumación de la Independencia;
Doenges, "A Regional Society in Colonial Mexico"; Deborah Ellen Kanter, "Hijos del pueblo: Family,
Community, and Gender in Rural Mexico, the Toluca Region, 1730-1830", (Tesis doctoral, University of
Virginia, 1993); Angela Thompson, "Children in Family Society, Guanajuato, Mexico, 1780 to 1840"
(Tesis doctoral, University of Texas at Austin, 1990); Lanny Thompson, "Households and the Reproduction
of Labour in Mexico, 1876-1970" (Tesis doctoral, State University of New York at Binghampton, 1988);
Margaret Tyler Mitchell, "The Porfirian State and Public Beneficence: The Hospicio de Pobres of Mexico
City" (Tesis doctoral, Tulane University, 1998); Marie Eileen Francois, "When Pawnshops Talk: Popular
Credit and Material Culture in Mexico City, 1775-1916" (Tesis doctoral, University of Arizona, 1998);
Kuznesof, Household Economy and Urban Development. La importancia económica de las redes sociales
entre los trabajadores pobres de la Europa preindustrial se discute ampliamente en Robert Jiitte, Poverty and
Deviance in Early Modern Europe (Cambridge, 1994), capítulo 6. 6Stuart Woolf, The Poor in Western Europe in the Eighteenth and Nineteenth Centuries (Londres, 1986), 199,
212-13; Catharina Lis, Social Change and the Laboring Poor: Antwerp, 1770-1860 (New Haven, 1986),
149, 166-67. En su antología subsecuente. Domestic Strategies, Work and Family in France and Italy, 1600-
1800 (Cambridge, 1991), Woolf reconoce una actividad mayor de las familias de clase trabajadora.
Por ejemplo, véase RabelI Romero, "Introducción", en Gonzalbo Aizpuru y Rabell Romero, coordinadoras.
Familia y vida privada en Ia historia de Iberoamérica, 13-19; Silvia M. Arrom, "Desintegración familiar y
pauperización: los indigentes del Hospicio de Pobres de la ciudad de México, 1795", Ibid., 119-131; Pedro
Pérez Herrero, "Evolución demográfica y estructura familiar en México (1730-1850)", en Pilar Gonzalbo
Aizpuru, coordinadora. Familias novohispanas, 345-371.
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respuesta discreta de los trabajadores pobres ante las crecientes carencias materiales8. Si
bien ciertos comportamientos públicos provocados por la situación económica, como la
mendicidad o el robo, resultaban más notorios para las autoridades coloniales, eran las
medidas más privadas y comunes que tomaban los pobres en sus propias viviendas y
vecindades —el comportamiento de lo cotidiano— las que les permitían enfrentar las
fuerzas hostiles que moldeaban su medio urbano9.
Un estudio de la estructura cambiante de los hogares de la clase trabajadora a fines
del periodo colonial nos ayudará a saber cómo los pobres de la ciudad de México, al valerse
de la unidad doméstica como material crítico y recurso humano, trataban de amortiguar el
impacto de las condiciones económicas en deterioro. Finalmente, un acercamiento
doméstico para analizar las repuestas populares a la pobreza en la ciudad de México
borbónica nos permitirá explorar temas cuyas implicaciones para los estudios sobre la clase
trabajadora urbana van más allá del México colonial y de América Latina.
Este ensayo, basado gran parte en el análisis de censos civiles efectuados en la
ciudad de México a fines del periodo colonial, estudiará la formación de hogares de la clase
trabajadora en tres diferentes momentos del estado de la economía urbana y la calidad de
vida popular10. El censo de 1753, efectuado antes de que se presentaran dificultades
económicas y demográficas importantes, puede considerarse como un punto de partida
8Los estudiosos han reconocido que una economía familiar adaptable, al incluir varios asalariados, en general
esposas e hijos mayores, en la fuerza de trabajo, puede ofrecer cierta protección ante la indigencia, pero los
estudios históricos prevalecientes consideran el hogar como una institución estática en la cual los miembros
de la familia, de naturaleza típicamente nuclear, buscan medios para generar ingresos. Estos estudios no
conciben que la construcción de un perfil demográfico favorable para el hogar resultaba central para las
estrategias de subsistencia entre los trabajadores pobres y que la familia simple no siempre era la forma de
hogar más común. Un resumen de los estudios sobre Europa se incluye en Marco H. D. Van Leeuwen,
"Logic of Charity: Poor Relief in Preindustrial Europe", Journal of Interdisciplinary History 24 (1994),
589-613. Por otro lado, una visión semejante de las familias pobres en el México borbónico, puede
encontrarse en Steve J. Stern, The Secret History of Gender: Womén, Men, and Power in Late Colonial
Mexico (Chapel Hill, 1995), 264-265; Eric Van Young, "Los ricos se vuelven más ricos y los pobres más
pobres: salarios reales y estándares populares de vida a fines de la colonia en México" en Eric Van Young,
ed., La crisis del orden colonial: Estructura agraria y rebeliones populares de la Nueva España, 1750-1821
(Ciudad de México, 1992), 93-99. 9Como nos dice atinadamente Gonzalbo Aizpuru, son las experiencias diarias y de rutina las que nos permiten
discernir creencias, valores y patrones de comportamiento más amplios y form at i vos. "La familia en México
colonial: una historia de conflictos cotidianos", Mexican Studies-Estudios Mexicanos 14 (1998), 391.
González de la Rocha hace eco de esta opinión en su estudio acerca del comportamiento doméstico reciente
en el México urbano: "La rutina diaria y las acciones individuales dentro del hogar han sido cruciales para
entender las respuestas populares a la crisis". The Resources of Poverty, 276. l0La composición de los hogares variaba año con año, los tres censos del gobierno sirven como marcadores
demográficos y económicos en momentos determinados que permiten a los historiadores reconocer
tendencias y patrones de largo plazo en la formación de hogares. De bautizados a fieles difuntos, 183-190.
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anterior a la crisis para la formación de hogares11. El censo de Revillagigedo de 1790 se
llevó a cabo cuando los problemas de carácter económico y demográfico se hacían cada vez
más evidentes, pero antes de que, en esa misma década, una serie de reveses importantes
afectaran la capital del virreinato12. En 1811, los oficiales del gobierno efectuaron otro
censo cuando los residentes de la ciudad de México se vieron asediados por una crisis
grave. Este último censo de la era borbónica retrató la ciudad en su punto máximo de
crecimiento urbano colonial y en un momento de severa depresión económica, situación
desatada en parte por insurrecciones populares en el campo13.
"Los datos de 1753 sobre hogares aparecen en Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas86-138. La
población estimada de la ciudad de México en ese entonces era de 70 000 habitantes. Eduardo Báez,
"Planos y censos de la ciudad de México, 1753, primera parte", Boletín del Archivo General de la Nación,
serie 2d, 7 (1966), 424. I2E1 censo de Revillagigedo de 1790 indica 112 926 habitantes en la ciudad. AGNM, Impresos Oficiales, vol.
51, exp. 48. Mis observaciones sobre los hogares de este censo se basan en una muestra aleatoria del 20%
obtenida del cuartel menor no. 18. Archivo Histórico del Estado de México, Ciudad de México, 'Padrón de
tributarios del Cuartel no. 18", vol. 20, exp. 7. A pesar del título, este censo incluye a todos los habitantes
del distrito. Tomé mi muestra de este cuartel menor porque fue el único entre dieciséis distritos que
seleccioné tanto en el censo de 1790 como en el de 1811.
El perfil de los hogares seleccionados abarca, dependiendo de las características específicas de cada grupo
doméstico, datos sobre el jefe de familia, el cónyuge legal o de común acuerdo, hijos, residentes
emparentados y no emparentados, incluidos inquilinos y sirvientes. Como lo indica la práctica estándar en
los estudios familiares, la primera persona enlistada de cada hogar es el jefe de la unidad doméstica
correspondiente. Al determinar los tipos de hogares, inferí las relaciones entre los miembros de la unidad
doméstica, tomando en cuenta las similitudes en los apellidos y el orden en el que el empadronador enlistó a
los residentes. Arrom presenta un acercamiento similar para definir la variedad de formas domésticas en los
censos de la ciudad de México. The Women of Mexico City (Stanford, 1985), 317, nota 41. En nota 4 en el
ensayo siguiente hay una definición de los términos "clases trabajadoras" y "élite" usada en el análisis de
los censos. I3EI análisis del censo de 1811 se basa en una muestra aleatoria del 20% tomada de siete de los 32 cuarteles
menores de la ciudad de México a fines del periodo colonial (Números 10, 15, 16, 18, 22, 28 y 30). La nota
anterior incluye el perfil de los hogares seleccionados. Dado que las tendencias demográficas y económicas
evidentes en la ciudad de México desde 1770 culminaron en varias formas para 1811, el censo efectuado en
ese año será analizado con mayor detalle en el ensayo siguiente. AGNM, Padrones, vols. 56,61, 62, 64, 68,
74, 76.
Estudios recientes cuestionan la validez del recuento oficial de 168 846 en 1811 y proponen una cantidad
bastante menor de 120 000. Herbert S. Klein, "The Demographic Structure of Mexico City in 1811",
Journal of Urban History 23 (1996), 67, 70, 90, nota 6, 116, nota 22; Sonia Pérez Toledo, Los hijos del
trabajo: los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853 (Ciudad de México, 1996), 39-49, 79, nota 16;
Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad a finales del siglo XVIII (Ciudad de México, 1983), 121. Aun
si aceptamos la cifra menor, los residentes de la ciudad de México en 1811 enfrentaban presiones
demográficas crecientes y una severa crisis económica.
Además, debemos señalar que el incremento de la población entre 1790 y 1811 no sólo representa la llegada
de inmigrantes a la ciudad por el inicio del movimiento de independencia en las provincias a finales de
1810, sino también el crecimiento sostenido de la capital durante la década precedente. El análisis del censo
y otros materiales relacionados con la logística del recuento demuestran que la población ya había
aumentado antes de 1810. De acuerdo con la muestra del censo de 1811, los inmigrantes de clase baja
llegaron a la ciudad de México, en promedio, en 1803. El estudio del censo de tendencias migratorias antes
de la insurgencia indica un flujo continuo de inmigrantes a la capital, aunque durante algunos años, en
especial 1803-1804 y 1808-1809, el flujo fue mayor. En respuesta a esta situación, el Virrey Pedro Garibay
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La crisis de fines de la colonia y el hogar de la clase trabajadora en la ciudad de
México
Los historiadores de Nueva España suelen señalar una crisis económica que afectó a
las clases populares en la ciudad de México y otros lugares a fines del periodo colonial. El
consenso al que parecen llegar los estudiosos es que la recuperación económica borbónica
comenzó a tambalearse en la segunda mitad del siglo XVIII como consecuencia del
incremento de la población, los precios y los costos de producción, así como de una serie de
guerras europeas que entorpecieron el comercio y la entrega de provisiones para ciertas
industrias14. Algunas pruebas sugieren que las presiones demográficas y el crecimiento
ordenó un censo de la creciente metrópolis a mediados de 1809. Escribió a los oficiales principales de los
ocho cuarteles mayores de la ciudad que el "considerable incremento de la población" de la ciudad requería
un censo para asegurar la adecuada administración de los gobiernos local y virreinal. A pesar de la orden del
Virrey, sólo algunos de los alcaldes de barrio, alegando exceso de trabajo, enfermedades y falta de apoyo de
la gente del distrito, completaron el recuento en sus jurisdicciones. No fue sino hasta la creación de la
Superintendencia de Policía a mediados de 1811 cuando el censo se completó en toda la ciudad. Si bien los
movimientos de independencia incitaron un flujo de inmigrantes a la capital, el incremento de la población
posterior a 1790 se debió en gran parte al movimiento continuo pero creciente de inmigrantes antes de que
la sublevación popular movilizara a la gente hacia las zonas central y occidental de México. Como lo
sugieren el análisis del censo y la intención del Virrey en 1809, los datos del documento de 1811 referentes
a los hogares y otros patrones demográficos no pueden atribuirse sólo al estallido de la guerra de
independencia. La ya sobrepoblada ciudad sólo se vio un poco más agobiada, al tiempo que la crisis colonial
empeoró para los trabajadores pobres de la ciudad de México. Véase Virrey Pedro Garibay a jueces de
cuarteles mayores No. 1-8, junio 17 de 1809, AGNM, Historia, vol. 523, f. 267 r; El Marqués de Santa Cruz
de Ynguanzo al Virrey Francisco Javier de Venegas, 31 de diciembre de 1811, AGNM, Padrones, vol. 78, f.
68 r. También véase AGNM, Historia, vol. 454.
También se ha cuestionado la validez del censo en cuanto a la precisión del perfil por sexo de la población.
Se piensa que los hombres, temiendo la conscripción militar, evadían al empadronador y por lo tanto están
subrepresentados en el censo. Sin embargo, la relación hombre-mujer de 72.5 en 1811 es similar a la
relación documentada en censos parroquiales de finales del siglo XVII y XVIII, levantados con propósitos
eclesiásticos y no militares ni políticos. Como reflejo de los patrones migratorios, en los que las mujeres
constituían la mayoría, parece que un desequilibrio caracterizaba la constitución por sexo de la población en
la Ciudad de México, así como en otras ciudades novohispanas, durante un periodo considerable. Pescador,
De bautizados a fieles difuntos, 113-128; Arrom, The Women of Mexico City, 105-111; Gonzalbo Aizpuru,
Familia y orden colonial, 278; Klein, "The Demographic Structure of Mexico City", 71; Anderson,
Guadalajara a la consumación de la Independencia, 63-65; RabelI Romero, "Trayectoria de vida familiar,
raza y género en Oaxaca colonial", 86-87. uLas fuentes para la crisis económica de fines del periodo colonial en la Nueva España incluyen Richard L.
Garner, Economic Growth and Change in Bourbon Mexico (Gainesville, 1993); Van Young, "Los ricos se
vuelven más ricos", 53-74, 79-82, 97-100; Susan Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers: The
Making of the Tobacco Monopoly in Bourbon Mexico (Austin, 1992), 55, 101-102, 153-157; Arij Ouweneel
y Catrien D. J. Bijleveld, "The Economic Cycle in Bourbon Central Mexico: A Critique of the Recaudación
del diezmo líquido en pesos", Hispanic American Historical Review 69 (1989), 479-530; John Jay TePaske,
"Economic Cycles in New Spain in the Eighteenth Century: The View from the Public Sector", en Richard
L. Garner y William B. Taylor, eds., Iberian Colonies, New World Societies: Essays in Memory of Charles
Gibson (State College, PA, 1985), 119-141; TePaske, "The Financial Disintegration of the Royal
Government of Mexico during the Epoch of Independence", en Jaime E. Rodriguez 0., ed., The
Independence of Mexico and the Creation of the New Nation (Los Angeles, 1989), 63-83; TePaske,
"General Tendencies and Secular Trends in the Economies of Mexico and Peru, 1750-1810: The View from
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económico irregular precipitaron un notable descenso en el ingreso per capita de la Nueva
España dos décadas antes de que estallaran los movimientos de independencia en 1810L\
Los pobres urbanos y rurales cargaron con todo el peso de esta recesión, pues los salarios
estancados y la inflación crónica ocasionaron una reducción de por lo menos 25% en su
poder adquisitivo entre la década de 1770 y 1811.
Estas penurias se veían exacerbadas en la ciudad de México, sobre todo por la
rápida urbanización durante la última generación del dominio colonial16. Alimentada por la
inmigración del campo y de pequeños centros urbanos en la zona central de México, el
aumento demográfico de la capital virreinal sobrepasaba por mucho la de la colonia entera,
pues cada vez más pobres llegaban a buscar trabajo y sustento en la creciente metrópoli17.
La combinación del crecimiento demográfico continuo y el estancamiento económico
general trajo como consecuencia un grave exceso de mano de obra que mantenía los
salarios estancados mientras los precios de comida, renta y artículos manufacturados
seguían subiendo. El caso de la Real Fábrica de Tabaco, la fuente de empleo más grande de
la ciudad que procuraba el sustento para una de cada cinco familias de clase trabajadora,
sirve para ilustrar la situación: sus salarios bajaron a menos de la mitad entre 1775 y 1794,
aun cuando los administradores de la fábrica incrementaron la cuota diaria de trabajo.
the Cajas of Mexico and Peru", en Nils Jacobsen y Hans-Jürgen Puhle, eds., The Economies of Mexico and
Peru during the Late Colonial Period, 1760-1810 (Berlin, 1986), 316-339; Enrique Florescano, Precios de!
maíz y crisis agrícolas en México (1708-1810) (Ciudad de México, 1969), 180-195. l5De acuerdo con los cálculos de TePaske, el ingreso per capita cayó de 41 pesos en 1793 a 28 pesos en 1806,
reducción de casi un tercio. "Economic Cycles in New Spain in the Eighteenth Century", 126. l6La discusión acerca de la crisis en la ciudad de México se basa en las siguientes fuentes: González Angulo,
Artesanado y ciudad, 1 1, 18-19, 54-55, 141-146, 180-189, 203, 209-219, 223, 228, 232-237; Pérez Toledo,
Los hijos del trabajo, 60-103; Pescador, De bautizados a fieles difuntos, 90-106, 128-138, 378; Van Young,
"Los ricos se vuelven más ricos", 29, 56, 64-80, 84-87, 95-100, 111-121; Deans-Smith, Bureaucrats,
Planters, and Workers, 23, 55, 59, 152-154, 166-171, 176-182, 191-199, 209-213, 217, 245; Florescano,
Precios del maíz, 88-172; Teresa Lozano Armendares, La criminalidad en la ciudad de México, 1800-1821
(Ciudad de México, 1987), 178-179, 182; Gabriel Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial
Mexico City, 1692-1810 (Alburquerque, 1999), 7-35; Timothy E. Anna, The Fall of the Royal Government
in Mexico City (Lincoln, 1978), 140-149; Michael C. Scardaville, "Crime and the Urban Poor: Mexico City
in the Late Colonial Period" (Tesis doctoral, University of Florida, 1977), 51-55, 72-73; Valdés, "The
Decline of the Sociedad de Castas", 109-110; David Lome McWatters, "The Royal Tobacco Monopoly in
Bourbon Mexico, 1763-1810", (Tesis doctoral, University of Florida, 1979), 52, 156-167, 178, 189-209,
241. l7La ciudad de México tuvo un índice de crecimiento de 71.4% entre 1742 y 1811, mientras que la población
de la Nueva España aumentó menos de 1% durante el mismo periodo. Scardaville, "Crime and the Urban
Poor", 80; Van Young, "Los ricos se vuelven más ricos", 55-56.
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Sin embargo, la erosión de la calidad de vida popular entre 1753 y 1811 no fue
lineal. Si bien en las décadas de 1760 y 177018 ya había indicios de exceso de mano de
obra, trabajo irregular, desempleo y otros malestares sociales y económicos, el periodo que
siguió a la segunda mitad de los noventa estuvo pleno de penurias sin tregua para los pobres
de la ciudad de México. Los bloqueos navales británicos incitados por las guerras
napoleónicas de 1792 a 1802 y de 1804 a 1808 entorpecieron el comercio internacional y el
desarrollo económico de la capital. Entre tanto, algunos oficiales de la colonia, ante el
temor de trastornos sociales, redujeron más de 40% la fuerza laboral de la Fábrica de
Tabaco, lo cual significó una pérdida de casi 4 000 puestos de trabajo entre 1797 y 1798.
Los despidos continuaron en la década siguiente, cuando la población de la ciudad alcanzó
sus mayores índices de crecimiento. El creciente exceso de mano de obra y las
subsecuentes necesidades de los pobres urbanos contribuyeron a la desaparición del
restrictivo sistema gremial a medida que cada vez más hombres, mujeres y niños se
dedicaban a la producción artesanal doméstica familiar para generar los ingresos necesarios
para sobrevivir. Mientras que los gremios debilitados permitían oportunidades
remunerativas flexibles para todos los miembros de los hogares de la clase trabajadora,
los pequeños talleres independientes solían generar ingresos apenas suficientes para ganarse
la vida.
A estas carencias se sumaba el incremento precipitado del precio del maíz. El precio
promedio del maíz aumentó 57% entre 1753 y 1790 y 86% adicional entre 1790 y 1811,
mientras que los precios a corto plazo escalaron durante las tres crisis más graves en
1785-86, 1801-02 y 1810-11. Como consecuencia, las clases trabajadoras de la ciudad de
México tuvieron que asignar una proporción mayor de su presupuesto doméstico a la
alimentación - cerca del 75% en 1810 - cuando los salarios eran fijos y con frecuencia
irregulares. El desastre que significó para los pobres la creciente crisis económica fue el
l8Prueba de la miseria de estas décadas son, por ejemplo, los comentarios cada vez más frecuentes sobre el
aumento de inmigrantes y mendigos en la capital, el establecimiento de talleres ilegales independientes de
los gremios, y la fundación de tres importantes instituciones, la Casa de Expósitos, el Hospicio de Pobres y
el Monte de Piedad, designadas para responder a situaciones como el exceso de mano de obra, los salarios
estancados, y el declive en la calidad de vida, que continuarían y se intensificarían durante las dos próximas
generaciones. Arrom, "Desintegración familiar y pauperización"; Felipe Arturo Avila Espinosa, "Los niños
abandonados en la Casa de Niños expósitos de la ciudad de México: 1767-1821", en Pilar Gonzalbo
Aizpuru y Cecilia Rabell, compiladoras, La familia en el mundo iberoamericano (Ciudad de México, 1994),
265-310; González Angulo, Artesanado y ciudad, 180-122; Pérez Toledo, Los hijos del trabajo, 62-65.
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detonador de los movimientos de independencia en las provincias de la Nueva España, lo
cual no sólo hizo que miles de inmigrantes buscaran refugio en la ciudad de México, sino
que también entorpeció el aprovisionamiento de comida, provocó un descenso en la
producción y el comercio locales, contribuyó a las tendencias inflacionarias y trajo niveles
aún mayores de subempleo y desempleo. Estos acontecimientos, ocurridos durante una de
las crisis agrícolas más graves, volvieron aún más desesperanzadora una situación que ya
era difícil para la mayoría de los residentes pobres de la ciudad. En suma, estos indicadores
económicos y demográficos de largo plazo muestran que los hogares de clase trabajadora
estaban sujetos a presiones económicas crecientes y en consecuencia se volvían cada vez
más vulnerables a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
La vida del pueblo se volvió más ardua y menos segura durante las últimas décadas
del dominio colonial. El poder adquisitivo reducido y el correspondiente descenso en la
calidad de su dieta llevaron a cada vez más trabajadores de la ciudad de México a una
situación extrema de subsistencia. Ellos, mejor que nadie, reconocían lo precario de su
situación, pues sabían que perder un empleo o a un miembro de la familia por enfermedad o
muerte podía resultar en desastre. Con vividos recuerdos de las crisis de maíz que asolaban
la colonia periódicamente, los pobres vivían sabiendo que el mañana no traería garantías ni
certidumbre, en especial cuando llegaban quienes competirían con ellos por empleo y
vivienda a buscar algo de seguridad en la ciudad.
¿Cómo reaccionaron las clases trabajadoras a esta extensa y severa crisis? ¿Cómo
lograron sobrevivir en un medio urbano cada vez más prohibitivo? Si bien estas preguntas
se pueden responder parcialmente ilustrando cómo algunos individuos buscaban la escasa
caridad que había y desempeñaban actividades económicas ilegales, la reacción popular a la
crisis de fines del periodo colonial se puede entender de manera más provechosa y cabal si
se examina el modo en la que las clases trabajadoras respondieron en el nivel doméstico.
El hogar urbano de la ciudad de México de finales del periodo colonial servirá como
marco a este ensayo para estudiar el comportamiento económico de las clases trabajadoras.
La cruda realidad material de finales del siglo XVIII y principios del XIX volvía precarios
los esfuerzos individuales por sobrevivir y ganarse el sustento, incluso cuando la inflación
llegaba a estar controlada. Muy pocos trabajadores pobres eran económicamente
autosuficientes o tenían recursos para sobrellevar los periodos difíciles. No había muchas
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oportunidades para que individuos solos aumentaran sus ingresos en la sobrepoblada capital
virreinal. Si bien los lazos de parentesco, tanto reales como creados, podían ser
económicamente valiosos para el individuo, y con frecuencia lo eran, lo que mejor lo
protegía de la destitución y la privación era formar parte de un hogar, aumentando así al
máximo las posibilidades de supervivencia económica. Aunque la pertenencia a esta unidad
social no garantizaba la seguridad del individuo, ciertamente la incrementaba, ya fuera en el
caso de un jornalero que había inmigrado de la provincia o de un artesano de la ciudad de
México.
Los habitantes de la ciudad del México colonial vivían en hogares, no sólo en
familias, y era allí donde se tomaban las decisiones esenciales para enfrentar las crisis
económicas. Temas como la fecundidad, el cuidado de los niños, los gastos, la producción,
el empleo, la residencia, la contratación de sirvientes o el alojamiento de nuevos huéspedes
se discutían y negociaban dentro del hogar. Sin duda, se buscaba consejo y asistencia entre
parientes y conocidos externos, pero en última instancia éstos y otros problemas se
resolvían para el beneficio e interés propio de los individuos que constituían el hogar.
No obstante, debemos tener cuidado de no considerar los hogares como unidades
independientes en el aspecto económico y social. Debemos reconocer que resulta imposible
documentar con precisión hasta dónde dependían los hogares del parentesco y las
redes sociales para apoyo económico y de otro tipo, pues las fuentes que hablan de
los hogares identifican las relaciones dentro del hogar mismo y no las que trascienden los
grupos coresidentes. Seguramente, los hogares en la ciudad de México de fines del periodo
colonial se apoyaban en organizaciones y mecanismos externos formales e informales.
Existía en la capital una serie de instituciones, desde el Hospicio de Pobres hasta los
juzgados, que vinculaban a los individuos y sus hogares con la sociedad. También se podía
contar con la familia extendida y otras redes sociales, incluidos los padrinos, para ayudar al
hogar en tiempos difíciles, ya fuera con apoyo económico, comida o servicios personales.
Sin embargo, opino que este apoyo externo era temporal. La ayuda familiar iba
acompañada de un precio, pues solía ser de naturaleza recíproca. Los miembros del hogar
tenían que dar, no sólo recibir. Además, como lo indica el notable historiador inglés, Peter
Laslett, "un círculo amplio de parientes desafortunados con una mala salud peculiar o
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víctimas de la pobreza podía ser una desventaja"19. Es muy probable que cualquier apoyo
proveniente del exterior fuera de corta duración y de carácter no monetario, pues la mayoría
de las familias trabajadoras a fines del periodo colonial se encontraba en apuros
económicos similares y tenía pocas reservas para ayudar a parientes externos. Si bien el
hogar formaba parte de una red de parentesco, no dependía económicamente de las
relaciones biológicas, así como tampoco dependía enteramente de los lazos de amistad,
vecindad o trabajo para obtener apoyo. En mi opinión, visto como una unidad económica
orientada hacia el trabajo que relacionaba a los trabajadores pobres con el mercado laboral
así como con otras redes sociales, el hogar de la ciudad de México de fines del periodo
colonial funcionaba como el principal medio de supervivencia para la gran mayoría de
individuos y familias de jornaleros y trabajadores.
Las respuestas domésticas a la crisis de fines del periodo colonial: consideraciones
generales
Una forma de apreciar las respuestas de la clase trabajadora ante la profunda e
implacable crisis de finales del siglo XVIII y principios del XIX en la ciudad de México es
estudiar la formación de hogares entre los grupos populares de la capital en diferentes
momentos. En respuesta a las miserables condiciones de trabajo y los bajos salarios, los
hogares urbanos, mediante las acciones de sus miembros, lograban adaptarse a la crisis
modificando su tamaño, composición, estructura y actividades colectivas, creando en el
proceso redes de ayuda mutua entre los trabajadores pobres. Puesto que la organización
doméstica estaba (y sigue estando) determinada por normas sociales y factores
demográficos y materiales, el análisis de los rasgos domésticos cambiantes revela diferentes
patrones de comportamiento en la clase trabajadora que, a su vez, sugieren la forma en que
los trabajadores pobres trataban de mejorar su posición dentro de la aquejada economía
local. Estas estrategias de supervivencia muestran cómo los trabajadores en la ciudad de
l9Peter Laslett, "The Family as a Knot of Individual Interests", en Robert Me C. Netting, Richard R. Wilk, y
Eric Arnould, eds., Households: Comparative and Historical Studies of the Domestic Group (Berkeley,
1984), 356.
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México de finales de la Colonia lograban, a través de sus hogares, aumentar al máximo sus
oportunidades económicas y su seguridad personal20.
Antes de continuar es conveniente hacer algunas observaciones. Los historiadores
deben ser cuidadosos con el término "estrategia de supervivencia", pues sugiere una
conciencia de grupo que bien pudo haber estado ausente, al igual que implica cierta
racionalidad en el proceso de toma de decisiones que pudo no haber existido. Tampoco
debemos asumir que un grupo doméstico siempre tomará decisiones en interés del bienestar
material de la familia, en especial porque los valores personales y culturales, como gastar
sus pocos recursos en bebida o juego, podían haberse antepuesto a lo que podríamos
considerar opciones más razonables en un medio de privación. Además, no debemos pensar
que a los supuestos marginados les falta inteligencia para tomar las decisiones que ellos
creen sensatas. En todo caso, quienes se encuentran bajo tales presiones económicas
arriesgan más al buscar como mejorar su situación. También es peligroso suponer que el
hogar poseía una voluntad colectiva, por lo general encarnada en su jefe, pues
probablemente este enfoque no considere la negociación, por contenciosa que resultara, que
se efectuaba entre los miembros del hogar antes de emprender cualquier acción que afectara
su bienestar material21. Con estas advertencias en mente, los términos "estrategia" y
"respuesta" en este ensayo no necesariamente connotan un comportamiento planeado de
manera consciente. Por lo general, no se refieren sino a reacciones plausibles ante
oportunidades y restricciones externas para conseguir ciertos objetivos, "un pragmatismo
colectivo" o "procedimientos de la creatividad diaria", en palabras de Pilar Gonzalbo
Aizpuru y Michel de Certeau respectivamente22. La lectura de algunos censos civiles y
eclesiásticos de finales del siglo XVIII y principios del XIX -en especial los recuentos de
^González de la Rocha "no concuerda con la opinión de que los individuos de sociedades tradicionales, o
aquellos con pocos recursos y poder, no son capaces de tomar decisiones y actuar fuera de la costumbre y la
tradición". The Resources of Poverty, p. 12. Para una reseña de los estudios sobre la validez del término
"estrategia de supervivencia", véase The Resources of Poverty, pp. 11-16, que define las estrategias
domésticas de supervivencia como "estrategias de organización a corto plazo que se desarrollan para
enfrentar los problemas y privaciones tanto esperados como inesperados de la vida diaria" p. 15 y Hareven,
"The History of the Family", pp. 98-101, p. 117.
"'Los conflictos domésticos dentro de los hogares de la clase trabajadora están ampliamente documentados.
Por ejemplo, véanse los estudios de Sonya Lipsett-Rivera, María Teresa Pita Moreda y Juan Javier Pescador
en Gonzalbo Aizpuru y RabelI Romero, coordinadoras, Familia y vida privada en la historia de
Iberoamérica, 325 ss. 22Gonzalbo Aizpuru, "La familia en México colonial", p. 397. Certeau nos recuerda sobre la acción de los
grupos populares, "las formas clandestinas adoptadas por la creatividad dispersa, táctica y provisional de
grupos o individuos". The Practice of Everyday Life (Berkeley, 1985), X1V-XV.
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1790 y 1811- indica que los trabajadores aspiraban a tomar el control de sus vidas ante
las fuerzas económicas externas; también podemos observar sus múltiples respuestas a la
crisis de fines del periodo colonial al observar los patrones demográficos cambiantes de los
principales tipos de hogar.
El análisis de las características de los hogares de clase trabajadora puede
entenderse mejor dentro de un marco general que identifique los factores que subyacen las
respuestas domésticas a la crisis económica en la ciudad de México. El tamaño del hogar y
los tipos de familia -nuclear, extendida o múltiple- son indicadores de ciertos temas
culturales, demográficos y materiales, y sugieren un sentido de estrategia que subyace la
formación de hogares, aunque no sean los únicos determinantes del bienestar del grupo
doméstico23. Estos factores no bastan por sí mismos para entender de manera comprensiva
las respuestas de los trabajadores pobres de la ciudad de México ante la creciente crisis en
el nivel doméstico. El factor crucial reside en la administración del número de miembros
que conforman el hogar y en la habilidad de cada unidad doméstica para crear un perfil
demográfico que favorezca la relativa salud económica del grupo y sus miembros. El
bienestar económico del hogar dependía de su capacidad para generar ingresos así como de
23Con base en la composición interna de cada grupo residencial, en este estudio se definió cada hogar de
acuerdo con los tipos básicos de hogar propuestos primero por Peter Laslett en 1972 y modificados en lo
subsecuente por estudiosos del grupo doméstico latinoamericanos y europeos, entre otros. La tipología de
Laslett, que reconoce el papel fundamental de la familia en la formación de hogares, refleja en primera
instancia las relaciones de parentesco dentro del hogar. De esta manera, los hogares pueden clasificarse en
cinco arreglos generales: 1) Unipersonal: individuos que viven solos, aunque tengan inquilinos o sirvientes;
2) No familiares: personas que viven juntas pero sin estar casadas, aunque pueden estar emparentadas o no;
3) Familia simple: se trata de diversos arreglos de las llamadas familias nucleares, como una pareja casada o
en unión de común acuerdo con o sin hijos y un padre soltero (viuda, viudo o abandonado) con hijos;
4) Familia extendida: grupo que consiste de por lo menos una relación conyugal (matrimonio, unión libre o
viudo con o sin hijos) y algún otro pariente, como el padre, la madre, algún abuelo, hermano, tío o sobrino;
5) Familia múltiple: por lo menos dos unidades conyugales con o sin parientes adicionales y que pueden
estar emparentados o no. Peter Lastlett, ed., Household and Family in Past Time, pp. 23-40. A pesar de
algunas limitaciones de la tipología de Lastlett, en especial el énfasis en el parentesco como centro de la
formación de hogares y la subsecuente subestimación de la complejidad de los mismos, el uso de estas
definiciones para clasificar los arreglos domésticos es valiosa para perspectivas comparativas e
interculturales.
Como los censos de 1790 y 1811 no especifican el tipo de relación dentro del hogar, clasifiqué los grupos
domésticos y sus variaciones internas con base en los apellidos, la raza, el lugar de origen y la edad. Como
resultado, me fue posible clasificar cada familia o unidad doméstica en uno de los patrones domésticos
amplios sin especificar los lazos familiares dentro del hogar específico. Resulta especialmente difícil definir
con precisión la categoría de inquilino, pues es probable que las pautas precedentes no revelen ninguna
relación familiar con el jefe del hogar. Sin embargo, es posible que esta relación no resulte tan importante,
dado que las funciones económicas que realizan dentro del hogar los residentes emparentados y los
inquilinos son muy similares.
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sus gastos, los hogares que lograban incrementar la primera disminuyendo los segundos
podían ajustarse mejor a las exigencias de la vida urbana de fines del periodo colonial. La
composición favorable de un hogar resultaba fundamental para este éxito relativo. El
objetivo supremo de los trabajadores pobres, así como el medio principal para elevar los
ingresos y reducir los gastos, consistía en limitar el número de dependientes en relación con
el número de asalariados potencial mente productivos.
El concepto de relación de dependencia permite medir el grado en que los hogares
de clase baja se habían vuelto más hábiles para organizarse y enfrentar las exigencias de la
crisis. En este ensayo, este concepto se define como la relación de dependientes, es decir,
de miembros no productivos del hogar, respecto de los miembros potencialmente
productivos, los adultos dentro del rango de edades más productivo, entre los 16 y 50, y los
niños entre los 12 y 15 años24.
La relación de dependencia es una herramienta útil para entender las estrategias de
formación de hogares25. Un porcentaje bajo que refleja arreglos domésticos con pocas
24Dadas las consideraciones de salud y mortalidad a finales del siglo XVIII y principios del XIX en la ciudad
de México, el periodo en que los adultos tenían más posibilidades de generar ingresos era entre los 16 y los
50 años. La inclusión de niños de entre 12 y 15 años en la fuerza de trabajo potencialmente productiva se
basa en el estudio de González Angulo que muestra cómo casi todos los niños se volvían aprendices a los
12 años y adquirían el estatus de oficial a más tardar a los 17. Artesanado y ciudad, pp. 176-178. Las
familias esperaban que niños y niñas contribuyeran de alguna manera al bienestar material del hogar cuando
alcanzaban la adolescencia. Las niñas podían ser particularmente valiosas en diversas tareas domésticas así
como ayudando a los padres trabajadores cuando se les pagaba por destajo. Véase Pescador, De bautizados
a fieles difuntos, pp. 219-221; Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers, pp. 206-208, pp. 237-239;
Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, p. 287. 25Aunque los estudiosos, con ayuda de censos publicados y métodos de campo, suelan medir la dependencia
doméstica examinando la relación de dependientes respecto de los miembros que trabajan, pienso que no se
puede confiar en las estadísticas sobre fuerza de trabajo en los censos de 1790 y 1811 para calcular una
relación de dependencia creíble para los hogares de la clase trabajadora. En general, el análisis de los censos
de fines del periodo colonial basados en las ocupaciones y oficios registrados por el empadronador
distorsiona el tamaño y la naturaleza de la fuerza de trabajo, pone demasiado énfasis en los ingresos por
salarios y por lo tanto subestima el ingreso total potencial del hogar. En primer lugar, que una persona se
registrara bajo un oficio no significaba que trabajara en algo relacionado con ese oficio o siquiera que
trabajara. En segundo lugar, los datos ocupacionales en los censos de 1790 y 1811 no consideraban varias
fuentes de ingreso que conformaban estrategias y expectativas de subsistencia. Las actividades generadoras
de ingresos que no solían figurar en los registros incluían el trabajo no asalariado, en especial dentro de la
producción doméstica, el empleo intermitente en situaciones de emergencia, y los negocios ilegales como
tabernas clandestinas o casas de juego. Particularmente, los censos subestiman el papel productivo de la
mujer, en especial de las mujeres casadas o hijas mayores. A muchas de las mujeres que tenían un empleo
propio y trabajaban dentro del sector informal, así como las que participaban o contribuían a la producción
artesanal doméstica como fuerza de trabajo auxiliar, no se les asignaba una ocupación u oficio formal. Si
bien no están documentados en forma sistemática por los historiadores ni registrados por los
empadronadores, la existencia y utilización del sector informal y otros sectores ocultos del mercado laboral
ampliaba claramente la base de recursos de los hogares urbanos específicos. El conocimiento incompleto
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tensiones económicas indica que hay menos dependientes por número de asalariados
potenciales, y que por lo tanto el hogar está organizado para poder aprovechar al máximo
las oportunidades que se presentan en el medio urbano. Por el contrario, un porcentaje de
dependencia mayor revela un desequilibrio entre los miembros económicamente activos e
inactivos, lo cual implica una mayor vulnerabilidad económica. La noción de relación de
dependencia, como medida del grado en que un hogar se encuentra bajo presiones
económicas, nos ayuda a entender cómo los individuos trataban de aumentar al máximo sus
posibilidades de seguridad personal durante la crisis económica de fines del periodo
colonial26.
Los trabajadores pobres de la ciudad de México reaccionaron ante su situación
económica en el nivel doméstico tratando de reducir el número de dependientes, en
particular niños y sirvientes, mientras aumentaban el número de trabajadores productivos,
que se tiene del alcance y grado de desempleo y subempleo no permite usar los datos ocupacionales del
censo para medir la dependencia doméstica.
Un acercamiento menos conjetural consiste en definir la capacidad generadora de ingresos del hogar como
el reflejo del número de adultos y niños mayores potencialmente capaces de trabajar para mantenerse a sí
mismos y al hogar. El concepto de miembros del hogar potencialmente productivos muestra en forma más
atinada la capacidad generadora de ingresos de la unidad doméstica, y no sólo los posibles ingresos en
moneda, toma en cuenta la naturaleza del mercado laboral, en especial el importante papel del sector
informal y la producción artesanal doméstica en la subsistencia de las clases trabajadoras, y por lo tanto,
admite un mayor rango de posibles oportunidades remunerativas a la vez que reconoce la capacidad
productiva de mujeres y niños dentro de la economía del hogar. Esta medida representa mejor la capacidad
del hogar para generar ingresos y permite entender el hogar como "una unidad económica que manda
trabajadores al mercado laboral para obtener salarios al tiempo que mantiene trabajadores en casa para
participar en actividades de subsistencia e industria doméstica". González de la Rocha, The Resources of
Poverty, p. 16. Para una discusión de la economía familiar y los patrones ocupacionales femeninos en la
ciudad de México de fines del periodo colonial, véase González Angulo, Artesanado y ciudad, pp. 134-141
y Arrom, The Women of Mexico City, pp. 154-205. 26No debemos olvidar que una relación de dependencia no puede determinar en forma precisa cómo un hogar
específico logra enfrentar la privación. Otras variables no cuantificables afectaban el bienestar de los
hogares: la administración del presupuesto; la fluctuación del precio de bienes y servicios esenciales; el
costo de la renta; los niveles de desempleo y subempleo; el acceso a parcelas de maíz y raciones
alimenticias producto del trabajo; la salud y la subsecuente capacidad de empleo de los miembros del hogar;
el grado en que la economía informal, la caridad o las actividades ilegales mantenían o por lo menos
aportaban ingresos a la familia; y las características demográficas específicas de la unidad doméstica, como
el número de niños y la relación entre trabajadores mujeres y hombres, con el subsecuente impacto en la
capacidad de generar ingresos. Por ejemplo, la cantidad promedio de niños era manejable para la mayoría de
los hogares de la clase trabajadora, pero aquellos que llegaban a tener diez o más pequeños en una sola
vivienda enfrentaban grandes dificultades para sobrevivir día con día. El análisis de los censos y el uso de
conceptos como la relación de dependencia no revelan nada sobre la eficiencia de la organización doméstica
cuando se estudia caso por caso; no obstante, sugieren patrones generales de comportamiento entre las
clases trabajadoras en el nivel de la unidad doméstica.
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incluidos los inquilinos, en la unidad doméstica27. Buscar y mantener la flexibilidad en la
formación doméstica era esencial para reducir el porcentaje de dependencia e incrementar
las oportunidades de salir adelante. El número de dependientes así como el tamaño de la
fuerza potencial de trabajo doméstica estaban en relación directa con la habilidad de
administrar, si no es que de manipular, el tamaño y en especial la composición del hogar.
Era mediante el proceso de formación de hogares y los arreglos domésticos resultantes
como los trabajadores pobres podían controlar relativamente la eficiencia y productividad
de su colectividad. Un estudio de los tipos más importantes de hogar y su estructura interna
identificados en los censos de 1753, 1790 y 1811 nos permitirá explorar de manera más
completa los hogares que buscaban los trabajadores en su lucha por sobrevivir28.
27Las expectativas de que la seguridad personal aumentaría si había varios miembros generadores de ingresos
en el hogar y de que el riesgo personal se vería exacerbado si una familia o individuo dependía de una sola
persona para su subsistencia, constituían un factor fundamental para la estrategia de incrementar el número
de miembros potencialmente productivos del hogar. Todos los estudios sobre la relación entre ingresos y
niveles de subsistencia en la ciudad de México de fines del periodo colonial subrayan la necesidad de incluir
tantos miembros del hogar como fuera posible en la fuerza de trabajo, dado el disminuido poder adquisitivo
y la escasez de empleos. Si bien en ocasiones el estado se ocupaba de la noción de "salario familiar", en
realidad los salarios para los jefes de hogar eran inadecuados para mantener la unidad doméstica completa.
Scardaville, "Crime and the Urban Poor", pp. 66-68; Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers,
p. 178, pp. 191-200; González Angulo, Artesanadoy ciudad, pp. 125-135.
La cantidad de miembros potencialmente productivos resultaba bastante crítica dentro de un mercado
laboral en el que los salarios solían basarse en el trabajo a destajo, como en la Real Fábrica de Tabaco y los
talleres artesanales domésticos. Este tipo de remuneración, que dependía de la producción diaria, favorecía
aquellos hogares en los que el mayor número de miembros ayudaba en la tarea productiva. El potencial del
hogar para generar ingresos se podía ampliar no sólo a través de salarios, sino también mediante el
intercambio de bienes y servicios, en particular en el caso de trabajadores que recibían comida u otros
bienes materiales como parte de su salario. Además, los adultos que ya habían rebasado sus años
productivos podían proporcionar valiosos servicios personales, como el cuidado de los niños y las tareas
domésticas, que resultaban fundamentales, aunque no se puedan medir, dentro de las estrategias domésticas
de supervivencia. Tales servicios permitían a otros miembros del hogar, tal vez más jóvenes y productivos,
entrar al mercado laboral formal o informal. Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers, pp. 159,
p. 191, pp. 208-209, pp. 238-239; McWatters, "The Royal Tobacco Monopoly", p. 220; González Angulo,
Artesanado y ciudad, p. 145, pp. 231 -234. 28En parte, la formación de hogares es un reflejo tanto del ciclo familiar como de una respuesta a condiciones
económicas externas. Como se desarrollará en la siguiente sección de este ensayo, sostengo que estas
condiciones resultado de la grave situación económica, desempeñaron un papel crucial en la conformación
de gran parte de los grupos domésticos de la clase trabajadora en la ciudad de México a fines del periodo
colonial.
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Patrones de hogar y relación de dependencia en la ciudad de México de fines del
periodo colonial
Los datos del cuadro 1, que muestran el tamaño y los tipos de hogar de las clases
alta y trabajadora en la ciudad de México en 1790 y 1811, sugieren diferencias críticas en la
formación de hogares entre quienes tenían una posición acomodada y quienes estaban en
franca desventaja ante la crisis económica de fines del periodo colonial. Como ya ha sido
documentado para las sociedades occidentales preindustriales, incluido México e
Iberoamérica, la riqueza constituía un factor determinante en el tamaño del hogar29. El
tamaño de los hogares de clase alta en las muestras de ambos censos es significativamente
mayor que el de los hogares de la clase trabajadora (9.8 contra 4.0 en 1790 y 6.5 contra
4.7% en 1811), pues los ricos podían permitirse mantener más hijos y sirvientes bajo un
mismo techo, mientras que los pobres, entre quienes los índices de mortalidad infantil eran
mayores, no podían ni estaban dispuestos a crear y mantener unidades domésticas más
grandes30.
29Entre los estudios sobre familias mexicanas que documentan esta relación entre clase y estructura
doméstica, véase Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, pp. 284-285; Rabell Romero, "Trayectoria
de vida familiar, raza y género en Oaxaca colonial", p. 96; Agustín Grajales Porras, "Hogares de la villa de
Atlizco a fines de la Colonia", pp. 325-342; Sánchez, "Démographie et perception du statut social dans une
société coloniale", pp. 409-422. Para encontrar análisis basados en las clases sociales sobre los hogares
europeos, véase Laslett, ed., Household and Family in Past Time. 30Por su amplitud, la muestra de hogares de las élites en 1811 es más representativa de las formas domésticas
de la clase alta que la de 1790, aunque la tendencia de las élites a formar unidades domésticas más grandes
está claramente presente en ambas instancias. Un análisis más detallado de los hogares de las clases más
adineradas en 1811 -grandes comerciantes, mineros y oficiales del gobierno— muestra que su tamaño era
más de dos veces mayor (9.7) que el de los hogares de la clase trabajadora, lo cual se puede atribuir al
mayor número de niños y en especial de sirvientes en las casas de los residentes más adinerados de la capital
virreinal. En promedio, las altas élites empleaban 3.6 sirvientes más y tenían como residentes 1.52 niños
más por hogar que las unidades domésticas de clase trabajadora. Sólo en 5.8% de los hogares de la clase
trabajadora se encontraron sirvientes, mientras que en el caso de las altas élites en 94% y en las bajas élites
49.1 por ciento.
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DISTRIBUCION PORCENTUAL DE HOGARES POR TIPO CUADRO 1
SEGÚN CLASE
1790 Y 1811
TIPO DE HOGAR CLASE
ALTA TRABAJADORA
1790 1811 1790 1811
Unipersonal - 7.4 4.2 4.9
No familiar 16.7 12.0 6.2 3.3
Familiar: 83.3 80.6 89.6 91.8
Simple 50.0 55.6 64.6 53.4
Extendido 33.3 17.6 4.2 16.9
Múltiple - 7.4 20.8 21.5
Con lazos de parentesco - 7.4 10.4 8.5
Sin lazos de parentesco - 0.0 10.4 13.0
Tamaño promedio 9.8 6.5 4.0 4.7
Tamaño de muestra N= 6 108 48 790
Nota: En la nota 23 se define tipo de hogar. En las notas 12 y 13 se discute la nuestra de los censos y las técnicas de selección. Fuente: Muestras de los censos de 1790 y 1811.
Las formas de organización de los hogares en la ciudad de México de fines del
periodo colonial, también mostradas en el cuadro 1, determinan tanto similitudes como
diferencias fundamentales entre las élites y las clases trabajadoras. Lo más importante para
nuestro análisis son las divergencias, pues nos ilustran sobre algunos asuntos esenciales de
supervivencia respecto de los pobres urbanos. Por ejemplo, vemos que el índice de arreglos
unipersonales y no familiares en 1811, en el punto culminante de la crisis en la ciudad de
México, era mucho menor entre los pobres (8.2%) que entre las élites (19.4%). La
diferencia más asombrosa es el alto índice de formación de hogares de familias múltiples en
la sociedad de la clase baja (21.5%) comparado con el de las clases altas (7.4%). Lo más
notable es que mientras 13.0% de los hogares de la clase trabajadora consiste de dos
unidades conyugales no relacionadas compartiendo la misma residencia, no hubo ningún
caso similar entre las familias de la clase alta en las muestras del censo31.
3'Este patrón de clases en los hogares múltiples sin lazos de parentesco también resulta evidente en la muestra
del cuartel menor 18 del censo de 1790. Sin embargo, un aspecto importante de la estructura doméstica que
no debe pasarse por alto es que la élite y las clases trabajadoras, como lo muestran ambos censos, valoraban
en forma considerable los arreglos familiares simples, extendidos y con lazos de parentesco (Cuadro
1: 83.4% (1790) y 80.6% (1811) para la clase alta y 89.6% (1790) y 91.8% (1811) para la clase trabajadora).
La familia nuclear o simple representaba la forma ideal de organizar el hogar, en particular porque estas
unidades conyugales también constituían la base de hogares más complejos. Las familias extendidas o
múltiples con lazos de parentesco constituían simplemente medios para cuidar y proteger a padres,
hermanos y otros parientes en determinados periodos. La existencia de arreglos domésticos no basados en el
parentesco refleja que los ideales y las normas no siempre se cumplían debido a factores económicos o
personales. Véase la discusión de Doenges sobre el énfasis cultural en los lazos de parentesco en general y
dentro de la familia simple en particular. "A Regional Society in Colonial Mexico", p. 156, pp. 168-169,
p. 243.
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Podemos suponer que la relativa escasez de hogares unipersonales, en particular
entre las clases bajas, se debe tanto al sentido común económico como a las nociones
ideológicas prevalecientes sobre la familia. Vivir solo no conducía a la seguridad personal
ni al bienestar emocional. Dada la importancia cultural del parentesco, así como la
necesidad de incrementar las posibilidades de supervivencia en la caprichosa economía
urbana, gran parte de los residentes de la ciudad de México de fines del periodo colonial, en
especial los más pobres, trataban de evitar el aislamiento social integrándose a algún otro
tipo de unidad doméstica. Como consecuencia de las estructuras salariales y la naturaleza
del mercado laboral, resultaba difícil que los trabajadores individuales sobrevivieran por sí
mismos, en especial porque las condiciones económicas seguían deteriorándose32. Con
menos de un hogar pobre de trece clasificado como unipersonal o no familiar en 1811,
podemos conjeturar que la subsistencia basada en la familia constituía una ideología
preponderante -reforzada por la realidad económica- para los grupos de clase
trabajadora33.
Los porcentajes de hogares de familias múltiples en los que las unidades conyugales
estaban emparentadas resultaron similares en todos los grupos sociales en 1811 (7.4% para
la élite y 8.5% para los trabajadores pobres); sin embargo, la gran mayoría de las unidades
múltiples en la sociedad de la clase trabajadora estaba constituida por familias no
emparentadas entre sí. Padres e hijos de clases altas y trabajadoras llegaban a compartir el
mismo techo en caso de necesidad, pero las élites no estaban dispuestas a vivir con parejas
casadas o padres solteros sin lazos de parentesco. La popularidad de las unidades familiares
múltiples sin lazos de parentesco entre los trabajadores pobres los separaba claramente de
los residentes más ricos en términos de comportamiento doméstico; también sugiere la
32En 1790, cerca de uno de cada diez hogares de la clase trabajadora consistía de unidades familiares
unipersonales o no familiares, lo cual sugiere que las condiciones económicas permitían dichos arreglos.
Para comentarios sobre la dificultad de sobrevivir solo en la ciudad de México de fines del periodo colonial,
véase Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, p. 267 y Arrom, "Desintegración familiar y
pauperización", pp. 123-131. Los estudios sobre las sociedades preindustriales europeas han notado que
"vivir solo no es una buena alternativa". Orvar Lógfren, "Family and Household: Images and Realities:
Cultural Change in Swedish Society", en Netting, Wilk y Arnould, eds., Households, p. 466. También véase
Martine Segalen, "Nuclear is Not Independent: Organization of the Household in the Pays Bigouden Sud in
the Nineteenth and Twentieth Centuries", en Ibid., pp. 166-167; Jiitte, Poverty and Deviance, p. 87.
También en el México contemporáneo, con sus problemas económicos, son escasos los hogares
unipersonales: sólo 2.4% de los mexicanos urbanos vivían solos a finales de la década de 1980. Selby,
Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, p. 53. 33Para una conclusión similar respecto de los grupos populares en el México urbano a fines del siglo XX,
véase Selby, Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, pp. 91-93.
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posibilidad de que estos tipos de hogar, al reflejar el grado de marginación o la crisis
familiar, representen una respuesta particular ante las deterioradas condiciones económicas
y demográficas en la ciudad de México en 181134.
Patrones domésticos: 1753-1811
La comparación de los censos de 1753, 1790 y 1811 tiende a reafirmar lo dicho
sobre la formación de hogares en la capital virreinal35. El siguiente análisis de las
estructuras domésticas en el seno de los trabajadores comenzará por estudiar los extensos
cambios a largo plazo llevados a cabo entre 1753 y 1811, y continuará con una discusión de
transformaciones más específicas entre 1753 y 1790, y entre 1790 y 1811. La comprensión
de los cambios demográficos secuenciales que tuvieron lugar en las residencias de los
sectores populares en la ciudad de México de fines del periodo colonial ilustrara de manera
más clara la emergencia y el desarrollo de la crisis económica, así como la relación entre el
estado de la economía urbana y las formas domésticas entre los residentes más pobres de la
ciudad.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, periodo que precedió el punto culminante
de la crisis económica, los hogares de clase trabajadora eran consistentemente más
pequeños y de composición menos compleja de lo que serían a principios del siglo XIX.
Por ejemplo, en 1753, el tamaño promedio del hogar era de 3.8%, casi una persona menos
por unidad doméstica que en 1811, o casi 20% menor, mientras que el índice de formación
de hogares múltiples sin lazos de parentesco era de sólo 4.4%, casi tres veces menor que el
34Los datos del Cuadro 1 subestiman la importancia de la formación de hogares complejos entre los grupos
populares de la ciudad de México en 1811. Si se analizan de acuerdo con la distribución de la población de
la clase trabajadora en las formas de hogar específicas, más de la mitad (38.4%) de los trabajadores pobres
vivían en arreglos familiares extendidos y múltiples, con uno de cada siete (13.0%) viviendo en unidades
domésticas múltiples sin lazos de parentesco. Doenges también sugiere que el índice de formación de
hogares mútliples a fines del siglo XVIII y principios del XIX en Celaya es algún tipo de indicador de una
crisis demográfica o económica, pues las unidades domésticas complejas ofrecían apoyo crítico de corto
plazo. El porcentaje promedio de hogares múltiples en años de crisis (1770, 1785, 1798-1800) era 35%,
mientras que el de los demás años sólo era 8.6%. "A Regional Society in Colonial Mexico", pp. 145-146,
pp. 156-157. 35Los análisis de corto y largo plazo de los censos parroquiales de fines del siglo XVIII y principios del XIX
suelen comprobar los patrones domésticos generales evidentes en los censos del gobierno. Pescador, De
bautizados a fieles difuntos, pp. 183-191; Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, pp. 274-292; Linda
Arnold, "Sobre la deducción de evidencia: estratificación en un barrio de la ciudad de México, 1777-1793",
Revista de Estudios de Historia Novohispana, 15 (1995), pp. 94-96.
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índice de 181136. A mediados del siglo XVIII, la formación familiar compleja -familias
nucleares con inquilinos así como familias extendidas y múltiples- era mucho más común
entre las élites que entre las clases trabajadoras, pues los artesanos y jornaleros no tendían a
incorporar a los parientes o conocidos residentes, incluidos los inquilinos, en la unidad
doméstica37.
Como se muestra en el Cuadro 2 y la Figura 1, los cambios generales en la
estructura doméstica entre los censos de 1753 y 1811 incluyen una duplicación del índice
de formación doméstica compleja (de 29.4 a 61.8%), así como un descenso correspondiente
en las formas más simples o no familiares (de 70.6 a 38.2%) y en el uso de sirvientes (de
8.2 a 5.8%). Las formas domésticas habían cambiado tanto que para 1811 había casi tantas
familias complejas sin lazos de parentesco (33.3%) como unidades domésticas no
complejas (38.2%), mientras que en 1753, había casi seis veces más de las últimas que de
las primeras. En total, el tamaño medio de los hogares de clase trabajadora aumentó 24.5%
entre 1753 y 1811, en tanto que el incremento en el número de unidades domésticas con y
sin lazos de parentesco fue de 54.3% y 202.7% respectivamente (Cuadro 3.) Al comienzo
del siglo XIX, había 29.3% menos hogares pobres con sirvientes38.
36Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas", p. 89, p. 91. 37Ibid., p. 93, p. 109, pp. 124-125. Pescador, De bautizados a fieles difuntos, p. 123, p. 126, pp. 183-190,
p. 205, p. 208; Arnold, "Sobre la deducción de evidencia1', pp. 94-96. Valdés sugiere que el índice de
formación de hogares unipersonales entre la clase trabajadora era mayor también en 1753, pues los adultos
no comprometidos tenían mayor disposición y capacidad económica para vivir solos que para compartir una
residencia (p. 97). El estudio de Pescador sobre la parroquia de Santa Catarina y el de Arnold sobre la de
Catedral también muestran un índice significativamente mayor de formación de hogares unipersonales a
fines del siglo XVIII (12.7%) que a inicios del XIX (5.1%). Gonzalbo Aizpuru encontró que los hogares
unipersonales comprendían 10% de todas las unidades domésticas en uno de los distritos de la parroquia
Sagrario en 1777. Familia y orden colonial, pp. 284-285.
La respuesta de los hogares de la clase trabajadora a la severa crisis económica revirtió la relación
tradicional entre clase y estructura doméstica, pues para 1811, las unidades domésticas de los grupos
populares de la ciudad de México se habían vuelto más complejas que las de la élite. Como se puede ver en
el Cuadro 1, la formación de familias extendidas y múltiples entre los pobres en 1811 era de 38.4%,
mientras que para la élite era de 25%. Valdés no discute los tipos de hogar específicos en su estudio del
censo de 1753, pero, como muestra de una mayor complejidad entre la élite, señala que casi la mitad de los
hogares de la clase alta (45.6%) incluía miembros emparentados y no emparentados, mientras que menos de
un tercio de los hogares de la clase trabajadora (29.4%) había incorporado tales miembros en sus grupos
domésticos. "The Decline of the Sociedad de Castas", p. 93. En 1811, estas cantidades eran de 35.2% para
la élite y 43.8% para los trabajadores pobres. 38Debe señalarse que estos patrones domésticos caracterizan, en grados variables, los hogares pobres sin
tomar en cuenta el sexo, la ocupación y la etnicidad del jefe del grupo doméstico. Por ejemplo, entre 1753 y
1811, el tamaño promedio de los hogares dirigidos por artesanos aumentó 25.5%, mientras que el de
unidades domésticas dirigidas por otros miembros de la clase trabajadora aumentó 24.0 por ciento.
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DISTRIBUCION DE HOGARES DE CLASE TRABAJADORA CUADRO 2
1753,1790 Y 1811
COMPOSICION DEL HOGAR ANOS
1753 1790 1811
No complejo 70.6 58.3 38.2
Complejo 29.4 41.7 61.8
Con parientes 18.4 14.6 28.5
Con no parientes 11.0 27.1 33.3
Con sirvientes 8.2 2.1 5.8
Tamaño promedio 3.8 4.0 4.7
Número promedio de niños 2.2 1.5 1.7
Porcentaje de niños 58.4 37.3 36.8
Porcentaje de sirvientes 2.2 0.5 1.2
Tamaño de muestra N= 490 48 790
Nota: Los hogares definidos como "no complejos" incluyen arreglos unipersonales y no familiares, así como familias simples sin inquilinos Los hogares "complejos" incluyen familias nucleares con inquilinos, así como familias extendidas y múltiples Los inquilinos se incluyen en las unidades domésticas complejas sin lazos de parentesco.
Fuente Muestras de los censos de 1790 y 1811. Los datos de 1753 se encuentran en Valdés, "The Decline of the Sociedad de CaMos", 89-92.
PORCENTAJE DE CAMBIO EN EL TAMAÑO Y COMPOSICION CUADRO 3
DE LOS HOGARES DE LA CLASE TRABAJADORA
1753-1811,1753-1790 Y 1790-1811
CONCEPTO PERIODO
1753- 1811 1753- 1790 1790- 1811
Parientes 54.3 -20.7 94.5
No parientes 202.7 146.4 22.9
Número de sirvientes -29.3 -74.3 176.2
Número de niños -21.6 -32.4 16.0
Tamaño promedio 24.5 5.8 17.7
Nota: Los inquilinos se incluyen con los demás miembros no emparentados del hogar. Fuentes: Muestras de los censos de 1790 y 1811
Valdés. "The Decline of the Sociedad de Castaspp. 89-92.
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Resulta significativo notar que en 1811 los hogares eran más grandes a pesar de la
reducción del número de niños residentes. Como se muestra en los Cuadros 2 y 3, el
promedio de niños en los hogares pobres disminuyó 21.6% (de 2.2 a 1.7%) entre ambos
recuentos, lo cual resalta la importancia de la limitación familiar como estrategia de
subsistencia de las clases trabajadoras, así como el papel fundamental que la importación de
adultos con o sin lazos de parentesco desempeñaba en la construcción de unidades
domésticas más amplias para fines del periodo colonial39.
Sin embargo, estos cambios de largo plazo, impulsados en gran parte por la irregular
economía urbana, no se desarrollaron de manera constante. Las iniciativas para reducir las
tensiones económicas y mejorar el bienestar material de la unidad doméstica no eran
estables ni estaban predeterminadas. Las respuestas de los hogares de grupos populares
39Para los datos de 1753, véase Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castasp. 111, nota 9. La menor
cantidad de niños en 1811 no se puede explicar del todo con los brotes de epidemias y su magnitud, pues la
ciudad de México sufrió pestilencias más graves a mediados del siglo XVIII que a fines del periodo
borbónico. En las dos décadas que precedieron cada censo civil, la ciudad de México experimentó la misma
cantidad de epidemias, pero su intensidad fue mayor en el periodo anterior al censo de 1753. Pescador, De
bautizados a fieles difuntos, pp. 90-106. Si bien debe investigarse más al respecto, parece que las familias
más pobres adoptaron medidas para reducir la cantidad de niños dependientes en el hogar o por lo menos
para disminuir su costo total para la economía doméstica. Las familias pobres, en especial los asalariados,
colocaban a sus hijos como aprendices en talleres de artesanos urbanos o bien como sirvientes en las casas
de las élites. En 1811, había 23.1% más niños en el hogar de un artesano que en el de un asalariado (2.0%
contra 1.6% en promedio). Los niños de los artesanos no representaban una desventaja porque podían
contribuir a la capacidad productiva del hogar. Véase González Angulo, Artesanado y ciudad, pp. 134-146.
Para una discusión sobre la circulación de niños de la clase trabajadora a finales del siglo XVIII en Oaxaca,
véase Rabel 1 Romero, "Trayectoria de vida familiar, raza y género en Oaxaca colonial", pp. 97-117.
Las familias de la clase trabajadora también podían limitar el número de niños dependientes controlando la
fecundidad. La escasa evidencia sugiere que la edad de quienes contraían matrimonio por primera vez pudo
haber aumentado en la última generación del dominio colonial. Pescador, De bautizados a fieles difuntos,
p. 150, p. 152; Arrom, The Women of Mexico City, pp. 119-121 y pp. 316-317, nota 40. Las familias pobres
tanto de la ciudad como del campo en el México de fines del periodo colonial empleaban otras medidas para
restringir la fertilidad, como el aborto, el abandono de los hijos y, en casos extremos, el infanticidio. Si bien
tales acciones no constituían el medio principal para controlar la fecundidad, es probable que su uso a fines
del siglo XVII1 y principios del XIX -como se ha documentado para ese periodo en Europa Occidental-
hayan aumentado a medida que la crisis se intensificaba. Sin importar la legalidad o ilegalidad de estos
métodos, los hogares de la clase trabajadora se las arreglaban para evitar que su propia descendencia se
volviera una carga económica más. Véase Pérez Herrero, "Evolución demográfica y estructura familiar en
México", pp. 361-362; Celina Guadalupe Becerra, "Hijos legítimos en los Altos de Jalisco, 1770-1820", en
Virginia Guedea y Jaime E. Rodríguez O., eds., Five Centuries of Mexican History / Cinco siglos de
historia de México (Ciudad de México, 1992), II, pp. 274-285; Pilar Gonzalbo Aizpuru, "La casa de niños
expósitos de la ciudad de México: una fundación del siglo XVIII", Historia Mexicana 31 (1982),
pp. 409-430 y Ávila Espinosa, "Los niños abandonados en la Casa de Niños Expósitos de la ciudad de
México". Para un resumen de estudios sobre Europa, véase Louise A. Tilly, Rachel G. Fuchs, David I.
Kertzer y David L. Ransel, "Child Abandonment in European History: A Symposium", Journal of Family
History 17 (1992), pp. 1-23. Para un estudio sobre el infanticidio y el abandono de niños en la España
borbónica, véase Joan Sherwook, Poverty in Eighteenth-Century Spain: The Women and Children of the
Inclusa (Toronto, 1988).
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variaban de acuerdo con situaciones específicas, como las consecuencias de enfermedades
en la estructura familiar, el estado de la economía local y el mercado laboral, así como los
precios del maíz. Los trabajadores pobres de la ciudad de México tomaban decisiones con
base en las oportunidades y restricciones que percibían en 1790 y 1811.
Patrones domésticos: 1753-1790
En 1790, las familias del sector laboral tuvieron que enfrentar las secuelas
demográficas de dos graves epidemias, en 1784 y 1786, un incremento notable en el precio
del maíz luego de una importante crisis agrícola en 1785-86, y la erosión gradual pero
constante del sistema gremial restrictivo, provocada en parte por un exceso crónico de
mano de obra que mantuvo los salarios estancados en tiempos de inflación creciente. Las
respuestas domésticas ante tales circunstancias pueden verse en los Cuadros 2 y 3 y en la
Figura 1. Entre 1753 y 1790, los hogares de los trabajadores aumentaron ligeramente su
número de miembros (de 3.80 a 4.02 para un incremento de 5.8%) y se hicieron
considerablemente más complejos (de 29.4% a 41.7%), aunque gran parte de las unidades
domésticas (58.3%) aún se caracterizaba por arreglos simples sin inquilinos, unipersonales
o no familiares. Estos patrones sugieren una economía local en deterioro, pero, como
veremos más tarde, aún no se alcanzaba la etapa de crisis.
Esta complejidad fue un resultado claro de la incorporación de miembros no
emparentados al hogar (11.0% a 27.1% de aumento en los hogares complejos sin lazos de
parentesco). A mi parecer, esta situación está relacionada con el creciente índice de
inmigración a la ciudad, en donde muchos inmigrantes fueron absorbidos por las unidades
domésticas existentes, así como con las epidemias de mediados de 1780, que ocasionaron la
formación de numerosas familias fragmentadas, incrementando así la cantidad de personas
-en especial de huérfanos, viudas y familias de padres solteros- que podían convertirse en
inquilinos potenciales o formar hogares múltiples sin lazos de parentesco al reagruparse las
diferentes familias luego de la crisis de mortalidad40. La complejidad mayor, que tendería a
40Véase Pescador para una discusión sobre el impacto de las epidemias. De bautizados a fieles difuntos,
pp. 200-201. Los censos de la parroquia de Santa Catarina sugieren que el aumento en el tamaño del hogar,
a pesar de las epidemias de 1784 y 1786, y la tendencia hacia arreglos complejos sin lazos de parentesco
tuvieron lugar hacia fines de esa década, cuando los problemas económicos y de subsistencia se vieron
exacerbados. Ibid., p. 123, p. 126, pp. 184-190.
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aumentar el tamaño de los hogares, aparecía cuando las familias de los trabajadores tenían
menos posibilidades de emplear sirvientes (descenso de 74.3%) y de mantener tantos
niños (descenso de 32.4%), como a mediados del siglo XVIII. Estas medidas para reducir
gastos y dependientes reducirían al mínimo el incremento general del tamaño de las
unidades domésticas a pesar de la incorporación significativa de miembros no
emparentados41.
Una comparación entre ambos censos civiles del siglo XVIII ofrece evidencias para
corroborar el relativo descenso de la posición económica de las familias artesanas urbanas.
En 1753, los artesanos residían, en mayor grado que los jornaleros, en hogares de familia
nuclear y casi no tendían a alojar inquilinos42. Sin embargo, para 1790, no sólo comenzaron
a aproximarse los índices de formación doméstica no compleja entre artesanos y jornaleros
(60.0% y 56.5% respectivamente), sino que ahora la incidencia de formación familiar
múltiple sin lazos de parentesco entre los artesanos excedía la de los hogares de jornaleros
(12.0% y 8.7% respectivamente). Además, en los hogares de artesanos, el empleo de
sirvientes descendió de 13.4% en 1753 a sólo 4.0% en 1790, mientras que la inclusión de
inquilinos generadores de ingresos aumentó de 7.7% a 12.0% durante el mismo periodo43.
Tal situación sugiere que los artesanos no pudieron resistir los cambios económicos de
41Véase nota 39 para una discusión sobre las posibles razones para la reducción del número de niños en los
hogares de la clase trabajadora a fines del periodo colonial. La disminución del índice de formación
doméstica compleja con lazos de parentesco (cuadro 2: de 18.4 a 14.6% para 1790), especialmente clara por
el bajo porcentaje de hogares extendidos (cuadro 1: 4.2% en 1790), se opone a los patrones generales de
largo plazo de las estructuras domésticas de la clase trabajadora en la segunda mitad del siglo XVIII. Este
declive podría ser sólo una anomalía en la muestra del censo de Revillagigedo, pero también podría indicar
ciertas respuestas populares a circunstancias específicas. Las graves epidemias de mediados de la década de
1780 redujeron en forma desproporcionada la población adulta de la ciudad de México, en particular la
población de mayor edad, que constituía el grupo más susceptible a la crisis de mortalidad y con mayor
tendencia a incorporarse a una unidad familiar extendida. Pescador, De bautizados a fieles difuntos,
pp. 200-201. RabelI Romero atribuyó el bajo índice de familias extendidas en Oaxaca en 1777 (1%) a
índices excepcionalmente altos de mortalidad. "Trayectoria de vida familiar, raza y género en Oaxaca
colonial", pp. 96-97.
Por otra parte, los sobrevivientes solteros con hijos podían mudarse con algún otro miembro de la familia, lo
cual explicaría el mayor índice de unidades domésticas múltiples con lazos de parentesco en 1790.
(cuadro 1: 10.4%). Finalmente, como lo sugiere el alto índice de hogares no complejos, los sobrevivientes
aún podían arreglárselas en unidades domésticas simples, unipersonales o no familiares. Estas cantidades
sugieren que la economía local, aunque había empeorado desde mediados de siglo, no había alcanzado su
momento más crítico, y tal vez por ello aún no resultaba indispensable mudarse a unidades familiares en
busca de apoyo. 42Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas", p. 97 y p. 109. Valdés no proporciona porcentajes de tipos
de hogar por ocupación. 43Ibid., 93.
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finales del siglo XVIII44. En términos de forma y composición domésticas, para 1790, los
artesanos ocupaban una posición muy similar a la de las familias de trabajadores no
especializados.
Patrones domésticos: 1790-1811
Los residentes de la capital virreinal en 1811 tuvieron que enfrentar una severa
crisis económica, así como los efectos de la insurgencia de Hidalgo en el campo. Además
de responder a los acelerados índices de inmigración y del consecuente exceso de mano de
obra, los pobres de la ciudad de México también debían luchar contra la recesión causada
por los precios hiperinflados del maíz y los desastres económicos que comenzaron a
mediados de la década de 1790. En general, las clases trabajadoras empobrecidas
reaccionaron ante estas amenazas modificando sus arreglos domésticos, como ya se percibe
en el censo de 1790, pero ante las severas crisis demográficas y económicas, los hogares
siguieron haciéndose cada vez más grandes y complejos a lo largo de las siguientes
décadas. (Cuadros 1-3 y Figura 1).
Para 1811, el tamaño de los hogares de la clase trabajadora había aumentado de 4.0
a 4.7 miembros, que representa un incremento substancial de 17.7% en el número de
integrantes, índice tres veces mayor que entre 1753 y 179045. Esta expansión fue el
resultado de un cambio significativo en los tipos de hogar, pues en 1811 gran parte de los
hogares de la clase trabajadora (61.8%) había adoptado alguna forma de arreglo familiar
complejo46. Más aún, como prueba de la privación, el porcentaje de hogares múltiples sin
44E1 declive social y económico de gran parte de la fuerza laboral especializada en la ciudad de México
continuaría hasta principios del siglo XIX. Para 1811, los índices de formación doméstica compleja entre
artesanos y trabajadores eran casi iguales (58.5% contra 57.0%), al tiempo que los inquilinos se habían
vuelto ligeramente más comunes entre los artesanos que entre los trabajadores no especializados (21.0%
contra 17.7%). No obstante, debo recalcar que el declive más precipitado en la posición económica de los
artesanos ya había ocurrido para 1790. 4íLuego de las severas epidemias de 1797 y 1804, se podría esperar una disminución en el tamaño de los
hogares, pero el flujo de inmigrantes a la ciudad después de 1790 compensó la pérdida considerable de
vidas. Véase Pescador, De bautizados a fieles difuntos, pp. 98-106. 4frNo sólo disminuyó el número de familias simples, sino que también había cambiado radicalmente la
composición de aquéllas que podían mantenerse en unidades nucleares a partir de 1790. Las familias de
padres solteros, las unidades domésticas más económicamente vulnerables de todas, comprendían 41.9% del
total de familias simples en 1790, y sólo 23% en 1811. Este dramático declive sugiere que, en vista de las
deterioradas condiciones económicas, mantener una residencia independiente se había vuelto demasiado
difícil para los hogares de padres solteros. Profundizaré en esta situación cuando hable de la relación de
dependencia.
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lazos de parentesco siguió aumentando de 10.4% en 1790 a 13.0% en 181147. Las
dificultades económicas, ya discernibles en los rasgos domésticos del recuento de 1790,
habían empeorado para 1811. En mi opinión, los datos del censo sugieren que los pobres de
la ciudad de México estaban luchando por sobrevivir ante una crisis económica de enormes
proporciones.
En general, los cambios en el tamaño y la composición de los hogares se debían en
gran parte a la incorporación de parientes a la unidad doméstica (94.5% de aumento desde
1790), aunque los trabajadores pobres seguían incorporando igualmente miembros no
emparentados. Una comparación entre las muestras de ambos censos indica que entre 1790
y 1811, periodo en el que la incidencia de hogares complejos con lazos de parentesco casi
se duplicó (14.6% a 28.4%), los parientes ya no establecían y mantenían
hogares independientes tanto como antes. Algunos cambios en los arreglos domésticos
múltiples con lazos de parentesco son un buen ejemplo de este patrón: para 1811, las
parejas jóvenes casadas tendían más a vivir con sus padres48. El deplorable estado de la
economía local y del mercado de trabajo alentaba a más niños, hermanos y ancianos a
permanecer o regresar a una unidad familiar más amplia.
En lo que aparenta ser una paradoja en plena crisis económica, los pobres urbanos
aumentaron el número de niños (16.0%) y en especial de sirvientes (176.2%) en sus
hogares. Si bien estos miembros constituyen típicamente una carga para la economía
familiar, la lectura cuidadosa del censo sugiere una explicación. Cierto es que el promedio
de niños aumentó entre 1790 y 1811 (1.5 a 1.7), pero como resultado del incremento en el
tamaño del hogar, en especial mediante la importación de adultos, los niños representaban
para 1811 un porcentaje del total de integrantes similar al de 1790 (37.3 a 36.8%)49.
Aunque todavía era escaso para 1753, el empleo de más sirvientes fue posible gracias a una
mayor y más eficiente organización doméstica, no a una recuperación de la economía y el
mercado de trabajo. Como se verá más adelante, algunos hogares, en particular los más
47Otro signo de vulnerabilidad económica es la disminución del índice de formación de hogares unipersonales
y no familiares de 10.4% a 8.2% entre 1790 y 1811. 48Mientras que en 1790 sólo en uno de cada cinco hogares múltiples con lazos de parentesco había hijos
casados viviendo con sus padres, casi la mitad de estas unidades (46.3%) incluía parejas jóvenes en 1811. 49Esto recalca el hecho de que el tamaño de los hogares aumentó a partir de 1790 como resultado de un mayor
índice de complejidad en las formas familiares, no por un incremento en la cantidad de niños.
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grandes y complejos, desarrollaron una mayor capacidad para emplear sirvientes a pesar de
la crisis.
Una comparación entre las muestras de los censos de 1790 y 1811 sugiere que de
todos los grupos étnicos, la población indígena de la ciudad de México fue la más afectada
por la creciente crisis económica. Como ya lo ha discutido Susan Kellog, una de las
transformaciones principales entre los nahuas urbanos durante los dos siglos que siguieron
a la conquista española fue la reaparición de unidades nucleares más pequeñas en lugar de
los grandes hogares de familias múltiples. Hacia finales del siglo XVII, sólo uno de diez
hogares indígenas en la ciudad de México podía definirse como extendido o múltiple, y
para 1753, las unidades de residencia indígenas eran las más pequeñas entre todos los
grupos étnicos en la sociedad de clase trabajadora, patrón que continuó hasta 1790.
Además, para 1790, los residentes indígenas de la capital presentaban los índices más altos
de formación familiar simple entre los pobres urbanos (68.5%)50. Sin embargo, para 1811,
los hogares indígenas de la ciudad de México eran los más grandes y complejos (52.2%) de
todos los hogares de clase trabajadora51.
Es necesario mencionar un último tema en esta discusión sobre cómo los pobres
urbanos respondieron a las cada vez peores condiciones económicas del periodo posterior a
1790. Algunos datos cualitativos y cuantitativos sugieren dos situaciones aparentemente
contradictorias en la estructura familiar durante ese periodo: la fragmentación familiar y el
aumento del hogar. Como lo documentan los registros del Hospicio de Pobres y materiales
50Susan Kellog, Law and the Transformation of Aztec Culture, 1500-1700 (Norman, 1995), pp. 160-212;
Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castasp. 91, p. 93. El tamaño promedio de los hogares indígenas
en 1753 era de 3.3 y de 3.4% en 1790. Las cantidades correspondientes para hogares españoles y de castas
fueron de 4.6 y 4.0%, y de 3.7 y 4.71%. Dado que Valdés incluyó todas las unidades domésticas españolas
en su análisis, incluidos los hogares de las élites, es más probable que el tamaño promedio de los hogares
españoles de la clase trabajadora en 1753 fuera de 4.0%. La complejidad doméstica era variable entre los
grupos étnicos más importantes en 1790. Los hogares de castas eran los más complejos (50.0%), seguidos
por los españoles (38.8%) e indígenas (31.5%). 5'En 1811, el tamaño promedio de los hogares y el porcentaje de hogares complejos encabezados por
españoles y castas de clase trabajadora era de 4.6 y 48.2%, y de 4.7 y 47.5%, respectivamente. Si bien la
raza seguía influyendo al escoger pareja (73.1% de los matrimonios de la clase trabajadora eran del mismo
origen étnico), importaba menos en la creación de redes domésticas. Quizás resulte más revelador saber que
la mitad de los hogares múltiples sin lazos de parentesco (50.5%) eran interraciales, mientras que no más de
un tercio de los hogares con lazos de parentesco (32.8%) tenían miembros de diferentes orígenes étnicos. De
acuerdo con mi estimación de relaciones dentro de la unidad doméstica, lo esencial en la construcción de
hogares múltiples sin lazos de parentesco eran la ocupación y el lugar de origen, de modo que se le daba
prioridad al fomento de una economía doméstica más productiva y al apoyo de conocidos de la misma
ciudad o pueblo, sin importar la raza.
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de censos, algunas de las familias más frágiles y desafortunadas se desintegraron al buscar
sus miembros mejores posibilidades de supervivencia fuera de la unidad nuclear^2. Si bien
esto era cierto para algunos, en especial para aquellos que no contaban con redes familiares
en la capital -como nos dice Silvia Arrom-, pienso que la mayoría de los miembros de
familias fragmentadas eran alojados en otros hogares, ya fuera con la familia de algún
pariente o como inquilino no emparentado o sirviente53. Como sostienen algunos
historiadores de la Europa de antes y durante la industrialización, la ineficacia de la
asistencia formal institucional -que por lo general se dejaba como último recurso para
periodos cortos- acordaba mayor importancia a los sistemas de apoyo informales como el
grupo doméstico54. Además, en comparación con los sistemas de asistencia europeos del
siglo XVIII y principios del XIX, el Hospicio de Pobres no contaba con los recursos
económicos suficientes para atender a los miembros dispersos de las familias más
necesitadas de la capital55. Si bien desempeñó un papel fundamental para quienes se
encontraban en circunstancias extremas, no estaba en condiciones de enfrentar tal magnitud
de miseria como la que había en el creciente centro urbano56. Cierto es que ante la creciente
^ Arrom, "Desintegración familiar y pauperización", pp. 119-131. 53De acuerdo con Pescador, las epidemias y los altos índices de mortalidad subsecuentes que azotaban a la
ciudad de México a fines del periodo colonial habrían debilitado los lazos familiares y contribuido a crear
índices más altos de familias fragmentadas. De bautizados a fieles difuntos, pp. 200-201. Sin embargo,
incluso si los indigentes hubieran contado con otras redes familiares, no necesariamente habrían recibido
ayuda en razón de su salud o edad y porque no podían contribuir a los ingresos del hogar. Tal vez el
problema no radique en la existencia de redes familiares, sino en su disponibilidad para proporcionar ayuda
ante una situación que se volvía cada vez más difícil. 54EI índice de admisiones y salidas sugiere que los pobres de la ciudad de México utilizaban los recursos del
Hospicio para socorrerse a corto plazo durante los periodos más difíciles. Véase Arrom, "Desintegración
familiar y pauperización", pp. 121-122. Para estudios sobre Europa, véase Jütte, Poverty and Deviance in
Early Modern Europe; Woolf, Domestic Strategies; Steve King, "Reconstructing Lives: The Poor, the Poor
Law and Welfare in Calverley", Social History 22 (1997), pp. 318-338; Lynne L. Kiesling, "Institutional
Choice Matters: The Poor Law and Implicit Labor Contracts in Victorian Lancashire", Explorations in
Economic History 33 (1996), pp. 65-85; Peter Laslett, "Family, Kinship and Collectivity as Systems of
Support in pre-Industrial Europe: A Consideration of the 'Nuclear-Hardship' Hypothesis", Continuity and
Change 3 (1988), pp. 153-175. 55Woolf, The Poor in Western Europe, pp. 20-38. Entre 1774 y 1804, el Hospicio de Pobres, con sus escasos
recursos, mantenía en promedio 827 residentes al año, promedio que casi se duplicó en los siguientes ocho
años. Para mostrarle al gobierno colonial la eficacia de una casa de asistencia bien respaldada, el editor del
periódico local señaló en 1786 que la institución estatal de caridad en Berlín mantenía casi 12 000
indigentes al año. AGNM, Historia, vol. 441, fols. 7 r-11 v; Gacetas de México, 8 de agosto de 1786, pp.
169-170. Véanse también los comentarios de Arrom respecto de la incompetencia de la asistencia pública en
la ciudad de México. "Desintegración familiar y pauperización", pp. 130-131.
^Durante gran parte de fines del periodo colonial, muy pocos trabajadores pobres de la ciudad estaban
institucionalizados en el Hospicio de Pobres. Por ejemplo, en 1795, el Hospicio albergaba 691 indigentes o
0.7% de la población estimada de clase trabajadora (100 000). Arrom, "Desintegración familiar y
pauperización", p. 122. Si bien las admisiones comenzaban a sobrepasar el crecimiento de la población a
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pobreza las familias se desintegraban, y que los más desposeídos acudían temporalmente a
la asistencia pública, pero en mi opinión, la respuesta más común a la privación e
indigencia entre los pobres de la ciudad de México consistía en reconfigurar el tamaño y la
forma de los hogares.
Relación de dependencia doméstica: 1811
Las transformaciones en los patrones de organización doméstica reflejan una mayor
vulnerabilidad económica entre los pobres de la ciudad de México a principios del
siglo XIX, así como las ventajas de los hogares más grandes y complejos como defensa
contra la privación material. El concepto de relación de dependencia nos permitirá
descubrir los fundamentos de estos cambios en la sociedad de clase trabajadora, en
particular cuando examinemos la relativa eficiencia económica y el valor de los principales
tipos de hogar. Una comparación entre porcentajes de dependencia ilustrará de manera más
amplia cómo las clases trabajadoras reaccionaron ante la crisis de fines del periodo colonial
a través de los grupos domésticos.
Concentrémonos ahora en cómo las estrategias de supervivencia funcionaban en los
hogares de familias simples, extendidas y múltiples, que eran los más comunes entre las
clases trabajadoras de la ciudad de México durante el peor momento de la crisis en 1811.
Para entender mejor las respuestas a la crisis, el siguiente análisis tendrá que centrarse en
los aspectos económicos de la organización doméstica, en especial aquellos factores que
afectan de manera más directa el bienestar material de los hogares de clase baja: 1) el
promedio de dependientes, incluidos niños, ancianos y sirvientes, 2) el tamaño y la
composición por sexo de la fuerza potencial de trabajo, y 3) el uso de inquilinos.
Intentaremos explorar las estrategias domésticas de las mayorías urbanas de la capital
virreinal analizando cómo -dentro de diferentes formas de hogar- lograban disminuir la
relación de dependencia para aumentar al máximo sus posibilidades durante los periodos de
adversidad económica.
principios del siglo XIX, el porcentaje de residentes apenas se habrá duplicado. AGNM, Historia, vol. 441,
fols. 7 r-11 v.
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TAMAÑO PROMEDIO DE LOS HOGARES DE LA CLASE
TRABAJADORA POR COMPOSICIÓN, SEGÚN TIPO
1811
CUADRO 4
MULTIPLE
COMPOSICION SIMPLE EXTENDIDO CON LAZOS DE SIN LAZOS DE MULTIPLE
PARENTESCO PARENTESCO
Total 4.09
Total de dependientes 1.75
Niños 0-11 años 1.32
Adultos más de 50 años 0.37
Sirvientes 0.06
Total de miembros 2.34
potencialmente productivos
Hombres adultos 16-50 0.91
Mujeres adultas 1.11
Niños 12-15 años 0.32
Relación de dependencia 0.75
Porcentaje de adultos 55.2
mujeres
Porcentaje con inquilinos 25.6
Porcentaje con sirvientes 5.7
Porcentaje en jacales 9.0
Tamaño de la muestra N= 422
5.47
2.15
1.52
0.52
0.11
3.32
1.19
1.81
0.32
0.65
60.5
15.8
5.3
7.6
133
7.18
2.49
2.04
0.37
0.08
4.69
1.84
2.40
0.45
0.53
57.7
12.9
5.3
5.9
170
7.26
2.67
199
0.56
0.12
4.59
1.87
2.40
0.32
0.58
57.8
17.9
7.5
7.5
67
7.11
2.37
2.08
0.24
0.05
4.74
1.82
2.40
0.52
0.50
57.8
9.7
3.9
3.8
103
Fuente: Muestra del censo de 1811.
El Cuadro 4 presenta datos sobre dependencia en los tipos de hogar más
representativos entre la clase trabajadora en 1811. La relación de dependencia -el número
de dependientes mantenido por cada miembro potencialmente productivo- variaba según
los tipos de hogar, aunque los hogares de familias extendidas y múltiples estaban en clara
ventaja respecto de las unidades domésticas nucleares. Los arreglos de familias simples se
caracterizaban por un porcentaje de dependencia significativamente mayor (0.8%)57. Los
dependientes en estas unidades representaban un segmento del hogar proporcionalmente
mayor que en las familias más complejas, situación que se veía exacerbada por el menor
57E1 uso de las ocupaciones enlistadas en la muestra del censo de 1811 en lugar del número de adultos
potencialmente productivos no altera el patrón básico de relación de dependencia. Las familias simples
(1.1%) seguían teniendo una relación más alta respecto de las familias extendidas y múltiples (1.0%), pero
la diferencia era mucho menor pues, de acuerdo con datos del censo, las familias simples tenían
proporcionalmente más miembros con algún oficio o trabajo. Reconozco que la relación de dependencia
basada en el concepto de adultos potencialmente productivos refleja de forma más precisa las relativas
ventajas económicas de los hogares más complejos.
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número de niños mayores y de adultos (2.3%) que podían incorporarse a la fuerza de
trabajo. Sin embargo, el mayor porcentaje de dependencia en los hogares de familias
simples se compensaba parcialmente por el uso extensivo de inquilinos (25.6% del total de
hogares simples), en comparación con las familias extendidas y múltiples, y por un
porcentaje menor de mujeres en la fuerza de trabajo potencial del hogar (55.2%).
La relación de dependencia en las familias extendidas (0.7%) y múltiples (0.5%) -a
pesar de su mayor tamaño- era mucho menor que en las familias simples, puesto que había
un número proporcionalmente menor de dependientes en la unidad doméstica y podían
integrar a más niños mayores y adultos a la fuerza de trabajo en caso de necesidad. Las
familias extendidas hospedaban inquilinos con mayor frecuencia que las familias múltiples
(15.8% contra 12.9% del total de hogares), pero esta ventaja económica disminuía
parcialmente por el mayor número de mujeres que había en las unidades domésticas
extendidas (60.5% contra 57.7%). El mayor porcentaje de mujeres lo explican las
peculiaridades de la formación familiar extendida: los hijos y hermanos llevaban consigo a
las madres viudas o a las hermanas solteras o abandonadas58. El exceso de mujeres -bien
documentado para la ciudad de México de fines del periodo colonial- era absorbido en gran
parte por los arreglos de hogares extendidos y, en menor grado, por los múltiples59. Por otro
lado, los últimos podían neutralizar las desventajas económicas de una fuerza de trabajo
doméstica desequilibrada en cuanto a sexos mediante su habilidad de incluir bajo el
mismo techo por lo menos una, y en ocasiones dos o más familias con jefes hombres.
El análisis de los porcentajes de dependencia para familias múltiples con y sin lazos
de parentesco que se muestra en el Cuadro 5 indica una clara ventaja de los hogares que
consisten de por lo menos dos unidades conyugales no emparentadas. Las familias
múltiples sin lazos de parentesco -la forma más común de organización doméstica
múltiple, que comprende tres o cinco de estas unidades conyugales- eran más jóvenes que
las familias múltiples con vínculos de parentesco (37.3 contra 42.1 años en promedio del
jefe de familia) y por lo tanto tenían un porcentaje mayor de niños que la colectividad. Aun
así, lograban compensar esta desventaja económica al reducir el empleo de sirvientes y
58Dos tercios del total de hogares extendidos (66.3%) incluían viudas. 59Casi tres cuartos del total de hogares múltiples (72.4%) incluían una segunda familia encabezada por una
mujer soltera o viuda. El índice no varía en forma considerable para las unidades domésticas con o sin lazos
de parentesco.
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creando una fuerza de trabajo potencial en la que 94.6% de todos los residentes adultos
tenían menos de 50 años, lo cual constituía la proporción más alta de fuerza de trabajo
potencialmente productiva para cualquier tipo importante de hogar.
DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE HOGARES DE LA CLASE CUADRO 5
TRABAJADORA PARA CADA TIPO DE VIVIENDA
1811
Cuarto 60.4 51.7
Jacal 9.0 6.4
Accesoria 20.4 25.4
Casa 0.9 6.4
Otra 9.3 10.1
Fuente: Muestra del censo de 1811.
Estas unidades domésticas múltiples sin lazos de parentesco alcanzaban una
situación favorable porque sus miembros no estaban tan limitados por obligaciones
familiares, es decir, por la responsabilidad de incorporar miembros necesitados de la
familia, como una madre viuda, una hermana soltera o un sobrino huérfano. Si bien los
ancianos podían prestar servicios importantes no retribuidos para apoyar el hogar, como
cuidar de los niños y los enfermos, también podían volverse una carga si, debido a su edad
o salud, dejaban de hacerlo. Sin obligaciones inmediatas hacia los parientes, los miembros
de los hogares múltiples sin vínculos de parentesco lograban construir unidades domésticas
con posibilidades de incrementar el potencial del grupo para generar ingresos, con la forma
de organización doméstica más eficiente y por lo tanto una menor necesidad de alojar
inquilinos que contribuyeran con ingresos o servicios.
Quienes tendían más a formar unidades familiares múltiples sin lazos de parentesco
como estrategia de supervivencia doméstica eran los inmigrantes que llegaban a la capital
virreinal, más indígenas que españoles y castas. La relativa ausencia de redes amplias de
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parentesco entre la mayoría de los inmigrantes significaba que, al igual que otras familias
de inmigrantes con ocupaciones similares y de las mismas regiones de la Nueva España,
éstos dependían de la creación de sus propias unidades domésticas, aun cuando los
miembros de la vivienda no estuvieran emparentados. Para los inmigrantes casados, esta
forma doméstica resultó la más viable económicamente para adaptarse a la sobrepoblada
ciudad capital, más que buscar alojamiento60.
Esta discusión sobre la relación de dependencia y las diversas estrategias que los
trabajadores pobres seguían para tratar de reducirla nos permite apreciar los méritos y la
eficacia de los diferentes tipos de hogar para responder a la crisis de fines del periodo
colonial61. Los arreglos domésticos complejos y flexibles resultaban más ventajosos
económicamente que los grupos de familias simples62. Al disminuir el riesgo que corrían
los individuos sin ingresos, los hogares compuestos por familias extendidas o múltiples
ofrecían una seguridad que no poseían las familias nucleares más pequeñas. Los miembros
de las unidades domésticas más amplias no se juntaban para compartir o dividir la pobreza,
sino que trataban de mantener y mejorar su calidad de vida mediante las ventajas que solían
60La cantidad desproporcionada de inquilinos originarios de la ciudad de México (62.7% contra 56.0% del
total de la población de clase trabajadora seleccionada) resulta sorprendente y contraria a las expectativas.
Estudios sobre inquilinos en los centros urbanos de Estados Unidos y Europa durante el siglo XIX muestran
que muchos de ellos acababan de llegar a la ciudad. Hareven, "The History of the Family", p. 105. El
material sobre la ciudad de México en 1811 muestra que el alojamiento era una opción elegida más por los
residentes de la capital virreinal que por los inmigrantes, lo cual puede ser un reflejo de los tipos de redes
que cada grupo desarrollaba en el medio urbano. 6lEn general, los patrones de relación de dependencia en 1790 eran similares. Al igual que en 1811, los
hogares múltiples tenían la relación de dependencia más baja en 1790: todos los hogares múltiples (0.52%),
múltiples con lazos de parentesco (0.55%) y múltiples sin lazos de parentesco (0.50%). Estas cantidades
sugieren que una generación anterior de trabajadores pobres comprendió el valor de los hogares más
complejos durante los periodos de dificultades económicas, en especial los compuestos por familias
múltiples, si bien los arreglos nucleares hubieran representado un ideal cultural. No obstante, como ya se
explicó, el estado de la economía local en 1790 resultaba menos desfavorable para las familias simples de lo
que sería en 1811. 62Otros estudios que consideran la relación entre las familias nucleares pequeñas y la vulnerabilidad
económica y la indigencia en Francia, Italia, Inglaterra y España en el periodo preindustrial, incluyen J. P.
Gutton, La Societé et les pauvres: l'exemple de la generalité de Lyon, 1534-1789 (Paris, 1971), pp. 54-56;
Peter Laslett, "Family and Collectivity", Sociology and Social Research 63 (1979), pp. 432-42; Woolf, The
Poor in Western Europe, pp. 14-15, pp. 158-197. Incluso Benjamin Rowntree, en su estudio clásico sobre la
pobreza en la Gran Bretaña victoriana, Poverty: A Study of Town Life, comentó que las familias urbanas más
pobres eran también las más pequeñas en cuanto al tamaño del hogar. Citado en Antoinette Fauve-
Chamoux, "Household Forms and Living Standards in Preindustrial France: From Models to Realities",
Journal of Family History 18 (1993), p. 143.
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generar la composición y organización de un hogar más grande63. Los beneficios de dichos
hogares no escapaban a los inmigrantes y otros individuos que apreciaban el valor de los
arreglos familiares múltiples, aun cuando sus miembros no estuvieran emparentados.
Resultaba mejor incorporar extraños a la unidad para aumentar las ventajas que tratar de
salir adelante solo, incrementando así los riesgos.
Las familias múltiples y extendidas no sólo lograban disminuir sus porcentajes de
dependencia, sino también establecer economías de escala en el consumo y en el uso
compartido de ingresos. Gracias a estas prácticas, los hogares más amplios y complejos se
volvieron aún más eficientes y ventajosos para combatir los efectos de la crisis
económica64. Sin duda alguna, la ventaja más notable que un arreglo familiar complejo
ofrecía a los trabajadores pobres consistía en compartir los gastos, sobre todo los del hogar.
Las altas rentas en la ciudad de México de finales del siglo XVIII y principios del XIX
absorbían una parte significativa del presupuesto doméstico. Los pobres ideaban trucos para
disminuir estos costos, como mudarse con frecuencia para evitar al casero y habitar
edificios deteriorados o los cada vez más ubicuos jacales65. Una vivienda costeable
resultaba esencial para la subsistencia de las clases bajas, y la formación de hogares más
complejos respondió en parte a la necesidad de dividir las altas rentas entre tantos
individuos y parejas como fuera posible, estuvieran emparentados o no66. En consecuencia,
las familias simples en 1811 -como se muestra en el Cuadro 5-, solían residir en las
viviendas más accesibles, como los cuartos individuales, al tiempo que trataban de evitar
las viviendas más costosas, como las casas particulares67.
63Para una perspectiva similar respecto del México urbano a finales del siglo XX, véase Robert Hackenburg,
Arthur D. Murphy y Henry A. Selby, "The Urban Households in Dependent Development", en Netting,
Wilk y Arnould, eds., Households, p. 208. 64Muchos factores, como los lazos de parentesco y la dinámica interpersonal, determinaban el grado en que
los ingresos se juntarían en beneficio del grupo. 65Véase, por ejemplo, Alcaldes de barrio número 29-32 a Fernando Hermosa, 7 de julio de 1809, AGNM,
Historia, vol. 523, f. 270 r; AGNM, Padrones, vol. 65, fs. 23 v-24 r, 42 r-43 r, 49 v; vol. 73, fs. 1 r-8 r. 66Debe recalcarse que la formación de hogares múltiples era común en la sociedad de clase trabajadora por los
beneficios de los gastos compartidos, no por la falta de vivienda. Por el contrario, los índices de vacancia
eran bastante altos de acuerdo con los datos de vivienda tomados de la muestra del censo de 1811. Por
ejemplo, en el cuartel menor 20, uno de cada cinco cuartos en las casas de vecindad estaban desocupados.
AGNM, Padrones, vol. 65, fs. 2 r-104 v. 67Como medida de eficiencia doméstica, menos unidades domésticas múltiples sin lazos de parentesco vivían
en jacales (3.8%) respecto de los demás tipos principales de hogar.
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A pesar de las diversas ventajas económicas que ofrecían los hogares de
familias más complejas, vivir en una casa repleta de gente representaba un reto para los
grandes grupos domésticos que compartían la misma vivienda68. Las clases trabajadoras
urbanas podrían haber mejorado tales condiciones dividiéndose en unidades más pequeñas
y habitando los numerosos cuartos vacantes de la ciudad capital. Que no lo hayan hecho
demuestra la eficacia de los arreglos domésticos amplios y complejos. Una fuerza de
trabajo doméstica compuesta por varios asalariados protegía a sus miembros del embate del
desempleo y subempleo, y de los caprichos del mercado de trabajo. Durante un periodo de
mínima asistencia0 gubernamental y privada, las unidades familiares múltiples se
convirtieron en fuente de bienestar para sus miembros, pues ofrecían redes de seguridad
monetaria y de otros tipos a los pobres de la ciudad de México. Visto desde el punto de
vista económico, la formación de hogares de familias complejas representaba un éxito
notable para quienes lograban construirlos y mantenerlos69.
Los miembros de hogares de familias nucleares no tenían que vivir apiñados, pero
eran más vulnerables y no estaban en una situación económica tan favorable como aquellos
que residían en unidades domésticas de familias complejas. Las familias simples, obligadas
a mantener proporcionalmente más niños con menos adultos potencialmente productivos,
estaban más expuestas a las adversidades diarias. Sin la seguridad ofrecida por el grupo, la
pérdida de un trabajo o la enfermedad de un adulto constituían una amenaza para el
bienestar económico de las familias simples. Sin esta seguridad, el margen de apoyo
económico era limitado y las tragedias diarias se veían amplificadas. Aunado a esto, las
familias nucleares no podían por sí solas compartir sus ingresos ni dividir sus gastos,
medidas que caracterizaban los arreglos de vida en los hogares de familias complejas70.
68Es comprensible que vivir apiñados resultaba más problemático para los hogares de familia múltiple. Sólo
una de cada cinco familias extendidas (20.2%) tenía más de seis integrantes, mientras que en el caso de las
familias múltiples, tanto emparentadas como no emparentadas, este porcentaje representaba más de la mitad
(53.9%). Si bien se hacía por razones económicas y de bienestar familiar, meter tantas personas en un
espacio tan limitado seguramente contribuía a crear conflictos interpersonales, pues desde tres hasta más de
veinte adultos y niños, emparentados o no, dormían y en ocasiones comían bajo el mismo techo. 69Un buen ejemplo de los beneficios de la formación de hogares complejos es la permanencia con los padres
de algún hijo luego de haberse casado, o el regreso a casa de alguna hija viuda y sus hijos. Estas unidades
domésticas (por debajo de las secundarias según la tipología de Laslett) podían generar una relación de
dependencia bastante baja (0.48%) al incorporar un hijo casado a la familia nuclear. Esta formación
doméstica era la más común de entre todos los tipos múltiples con lazos de parentesco (43.3%) en la
muestra del censo de 1811. 70Debemos recalcar que además del factor económico, también el demográfico y el cultural, entre otros,
conformaban la estructura doméstica, en particular si queremos entender por qué el índice de formación de
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Por su debilidad económica inherente, las familias simples necesitaban del empleo
de inquilinos en un grado mayor que los hogares de familias múltiples y extendidas. Casi
70% del total de inquilinos en la muestra del censo de 1811 residía en hogares de familias
nucleares, al tiempo que era más frecuente encontrar inquilinos en los hogares dirigidos por
viudos o solteros, que constituían el arreglo familiar nuclear más vulnerable71. Al igual que
los individuos y parejas, emparentados o no, incorporados a las familias extendidas o
múltiples, los inquilinos en los hogares de familias simples servían para reducir el
porcentaje de dependencia. Por lo tanto, emplear inquilinos resultaba una estrategia
importante para las familias simples en su lucha por mantener unidades domésticas
económicamente viables.
Sin embargo, las unidades domésticas simples no tenían una red de seguridad, de
modo que cuando no contaban con el apoyo de inquilinos, su margen para sortear las
catástrofes era menor. Podríamos suponer que estas familias pedían apoyo en los momentos
críticos a no residentes, emparentados o no. Puede ser que, por su naturaleza local, el censo
no tome en cuenta la existencia de redes domésticas fuera del lugar de residencia. Quizás
familias nucleares —incluso a pesar de que no resultaba ventajoso durante periodos de tensión económica—
excedía el de otros arreglos domésticos en 1811 (véase Cuadro 1: 53.4%). Es probable que algunas familias
hayan valorado más la privacidad, en particular si el jefe de familia deseaba mantener aislado a su cónyuge,
y que otras hayan tenido más fortuna dentro del mercado laboral y asegurado un empleo regular. En cuanto
a los factores demográficos, el bajo porcentaje de hijos que sobrevivía entre las parejas de clase trabajadora
reducía las posibilidades de formar hogares con familias extendidas y múltiples. Sólo se podían crear tantos
arreglos familiares complejos como lo permitiera la situación demográfica. En consecuencia, muchos niños
y adultos debían arreglárselas solos en familias simples si no podían mantener un hogar complejo con lazos
de parentesco. Por lo tanto, una alternativa para los trabajadores pobres y una manera de evitar estas
limitaciones demográficas era importar integrantes no emparentados al hogar, lo cual explica el alto índice
de formación de hogares múltiples sin lazos de parentesco, así como el difundido uso de inquilinos. Para
una discusión sobre el impacto de las condiciones demográficas en las estructuras domésticas, véase Steven
Ruggles, "The Transformation of American Family Structure", American Historical Review 99 (1994), pp.
103-128. 71 Las familias de padres solteros, 90.7% encabezadas por mujeres, tenían una relación de dependencia
demasiado alta (0.75%), a la cual se aunaba una fuerza de trabajo del femenina 75%. Por lo tanto, no resulta
sorprendente que tales unidades domésticas, cuya situación económica solía ser muy desafortunada, alojaran
inquilinos en mayor grado que los demás tipos de hogar (29.9%). Dicho de otra manera, los hogares de
padres solteros encabezados por mujeres constituían 11.1% de todas las formas de organización doméstica,
pero alojaban 22.2% del total de inquilinos. Otra forma doméstica simple que dependía en gran parte del uso
de inquilinos era la conformada por parejas mayores que no tenían hijos viviendo con ellas. Si bien esta
estructura doméstica tenía la relación de dependencia más baja (0.3), la falta de alternativas en caso de
enfermedad o despido no ofrecía mucha seguridad. En consecuencia, 27.1% de estos hogares incorporaban
inquilinos para crear cierta complejidad. La muestra del censo de 1790 ofrece patrones similares en el uso
de inquilinos: ocho de cada diez inquilinos residía en hogares de familia simple, con una cantidad
desproporcionada de ellos (50.0%) viviendo en hogares encabezados por mujeres. En su estudio de Celaya a
fines del periodo colonial, Doenges señala la conexión entre la necesidad económica y el uso de inquilinos.
"A Regional Society in Colonial Mexico", p. 249.
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algunos de los arreglos de familias simples registrados en el recuento fueran en realidad
arreglos complejos conformados por familias en otras viviendas, para quienes las formas de
cooperación, como los ingresos y gastos compartidos y el cuidado de los niños, resultaban
fundamentales. Parafraseando a Martine Segalen, "ser nuclear no necesariamente significa
ser indepente de los demás"72. Sin embargo, de ser este el caso en la ciudad de México, la
respuesta para enfrentar la crisis colonial tardía seguía hallándose en los grupos, la
complejidad y la flexibilidad de arreglos dentro de los hogares y entre ellos.
Sin importar de qué tipo fueran, las unidades domésticas mejor organizadas para
enfrentar la crisis eran aquellas compuestas por miembros lo suficientemente creativos o
afortunados para construir un hogar que les permitiera aumentar al máximo las
oportunidades limitadas que ofrecía el sobrecargado mercado de trabajo urbano y un poder
adquisitivo en declive. La complejidad de la estructura doméstica -extendida, múltiple o
simple con inquilinos- era fundamental para soportar las exigencias económicas locales. Al
parecer, los trabajadores pobres supieron apreciar las ventajas de los hogares complejos,
pues se encontraron residentes con o sin parentesco, incluidos inquilinos, en tres de cada
cinco familias de la clase trabajadora (61.8%), lo cual representa un incremento notable
desde 1753 y 1790, respectivamente, cuando sólo 29.4% y 41.7% del total de hogares de la
clase trabajadora incluía miembros ajenos a la familia nuclear. Si bien las normas sociales
daban mayor peso a los arreglos domésticos con lazos de parentesco, la supervivencia
dependía en primer lugar de la habilidad para crear unidades domésticas complejas, incluso
si esto significaba vivir con personas no emparentadas. La flexibilidad en la formación de
hogares de la clase trabajadora atenuaba el embate de los rápidos cambios demográficos y
las deterioradas condiciones económicas en la ciudad virreinal preindustrial.
"Véase Segalen. "Nuclear is Not Independent", pp. 163-186.
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Conclusión
El análisis de los censos civiles de 1753, 1790 y 1811 sugiere que los hogares de la
clase trabajadora eran unidades sociales maleables y eficaces que permitían a los
individuos y familias adaptarse de manera creativa a las circunstancias económicas y
demográficas variables en la ciudad de México de fines de la época borbónica73. Las clases
trabajadoras conformaban activamente sus arreglos de vida y trabajo para encontrar la
mejor respuesta ante la inflación, los salarios estancados y la escasez de trabajo. Si bien no
lograban controlar las fuerzas que los acosaban, trataban de mejorar su posición para
mitigar sus efectos. A pesar de la amenaza material de la economía local estancada y el
mercado de trabajo saturado, los grupos populares de la capital no estaban del todo
desvalidos, ni sujetos en forma pasiva a las fases del ciclo familiar, sino que dependían de
sí mismos para resistir la crisis74. La manipulación del tamaño y constitución de los hogares
-una estrategia de supervivencia clara y fundamental que no se reconoce en los estudios de
pobreza preindustrial- representaba un recurso social y económico para las clases
trabajadoras, un recurso basado en la habilidad que tenían para organizarse colectivamente
en unidades sociales designadas para enfrentar los retos de la vida diaria75.
73Debo enfatizar que mis interpretaciones representan un estudio preliminar y sugerente de cuestiones
demográficas y económicas en las cuales se debe profundizar más. Por otra parte, si bien la evidencia
sugiere que cambios similares estaban ocurriendo en los hogares urbanos en otros lugares de la Nueva
España, debo apuntar que las conclusiones de este estudio sólo aplican a la ciudad de México a fines del
periodo colonial. Se necesitan más estudios locales, ubicados en contextos económicos y demográficos
específicos, para determinar si otros residentes de la Colonia, tanto del campo como de otras ciudades,
respondían en forma similar en el nivel doméstico a la crisis económica y la creciente pobreza a fines de la
época borbónica. De acuerdo con Pérez Herrero, las estructuras domésticas rurales y urbanas diferían en la
primera mitad del siglo XIX como consecuencia de factores contextúales distintos. "Evolución demográfica
y estructura familiar en México", p. 361.
Para información sobre el mayor tamaño y complejidad de los hogares en Guadalajara y Celaya a fines del
periodo colonial, véase Cook y Borah, Essays in Population History, I: pp. 170-183; Anderson,
Guadalajara a la consumación de la Independencia, pp. 71-98; y Doenges, "A Regional Society in Colonial
Mexico", pp. 37-38, p. 109, pp. 145-146, pp. 156-157. Cook y Borah documentan un aumento en el tamaño
y el índice de formación de hogares complejos en México occidental entre 1760 y 1821; el tamaño
promedio de la familia aumentó 30.0% (de 4.06 a 5.28). 74Debemos matizar nuestros comentarios sobre el control que las clases trabajadoras tenían sobre sus vidas
recordando que no todos podían o querían seguir estrategias de supervivencia basadas en la familia. No
todos lograban disminuir su relación de dependencia, aun cuando se esforzaran por conseguirlo.
Seguramente, las desgracias económicas y demográficas -como la muerte de algún trabajador importante,
un despido, el nacimiento de un hijo lisiado o la llegada de un pariente indigente- frustraban los esfuerzos
de las familias que trataban de mejorar sus perspectivas de una vida más tolerable. 75AI referirse al estudio que Lomintz hizo en 1978 sobre el comportamiento familiar en el México
contemporáneo, Pérez Herrero supone acerca de los hogares urbanos de principios del siglo XIX que "un
mayor número de parientes permite vadear, mejor los momentos difíciles". "Evolución demográfica y
estructura familiar en México", p. 361. Hasta donde pude determinar, la manipulación de la composición
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La naturaleza precaria de la vida entre los trabajadores pobres de la ciudad de
México de fines del periodo colonial empeoraba con la dificultad que conlleva mantener
arreglos domésticos amplios y complejos. A pesar de su valor económico, estas unidades
tendían a la inestabilidad, pues sus miembros debían responder rápidamente a las
circunstancias cambiantes y a la evolución de los ciclos domésticos para seguir
aprovechando al máximo sus posibilidades. La pérdida de un trabajo, la llegada o partida de
un niño, la reubicación de un inquilino, la muerte de un miembro de la familia, o el
desacuerdo entre los integrantes del grupo podían causar la reorganización del hogar. En
razón de su naturaleza misma, los hogares complejos eran formas frágiles de protección
contra la carencia, por más viables que fueran en el aspecto económico. Si bien los censos
ofrecen una visión estática de las formas domésticas, los individuos -si creemos en los
informes gubernamentales acerca de la movilidad residencial de las clases bajas son
representativos- llegaban a formar hogares complejos a corto plazo antes de fragmentarse y
reintegrarse en otros grupos domésticos amplios76.
A pesar de esta fragilidad institucional, un número cada vez mayor de trabajadores
pobres en la ciudad de México borbónica -como indican los censos- buscaba la seguridad
brindada por hogares más amplios y complejos a medida que empeoraba la situación
económica. Incluso una estadía corta en uno de estos hogares era mejor que enfrentar la
difícil realidad económica solo o con el cónyuge y los hijos. Los pobres no preferían vivir
en cuartos o jacales repletos de parientes, amigos, compañeros del trabajo y otros
individuos, pero tales arreglos ofrecían una forma de capital social que les permitía
doméstica en el sentido más amplio -la incorporación de miembros tanto emparentados como no
emparentados en distintas configuraciones- no ha sido reconocida en los estudios sobre la familia occidental
como una estrategia discreta de supervivencia de las clases trabajadoras. 76Peter Laslett sostiene que la naturaleza transitoria de la composición doméstica era típica de las sociedades
tradicionales. "The Family as a Knot of Individual Interests", p. 370. También la residencia era temporal a
fines del periodo colonial en la ciudad de México. En 1811, la Junta de Policía de Seguridad y Tranquilidad
Pública le recordó al Virrey que los trabajadores pobres "se mudan a diario de un distrito de la ciudad a
otro". El Marqués de Santa Cruz de Ynguanzo al Virrey Francisco Javier de Venegas, 31 de diciembre de
1811. AGNM, Padrones, vol. 79, f. 68. Un estudio del cuartel menor no. 4 reveló que en los 16 meses luego
de completado el censo, 56% de los residentes se había mudado, en particular a edificios diferentes en el
mismo distrito. Ibid., vol. 73, fs. 1-103. Para comentarios similares sobre un centro urbano más pequeño en
la Nueva España borbónica, véase Doenges, "A Regional Society in Colonial Mexico", p. 116, pp. 156-157.
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reaccionar ante una crisis económica inflexible que amenazaba con reducirlos a la
indigencia y la miseria77.
Este acercamiento doméstico a las respuestas de la clase trabajadora a la pobreza en
la ciudad de México de fines de la época borbónica, un acercamiento que devela algunas
experiencias familiares ocultas de la mayoría de sus residentes, también ofrece la
oportunidad de explorar brevemente algunos temas de mayor amplitud relacionados con la
naturaleza y el comportamiento de grupos populares en otros contextos históricos y
culturales:
1. Los estudios sobre la vida familiar en Occidente coinciden en que los pobres tienden a
posponer el matrimonio durante periodos de privación económica para reducir
la fecundidad. Como resultado de este comportamiento, los historiadores han utilizado la
edad promedio para el primer matrimonio como barómetro de las condiciones
económicas generales78. Si bien ambas proposiciones son irrefutables, yo sostendría que
para gran parte de los trabajadores pobres, una forma anterior -y quizás original- de
responder a las desgracias económicas y demográficas consistía en modificar la
composición y el tamaño del hogar79. Al encontrarse en el delicado margen que separa la
pobreza de la indigencia, la familia debía responder con prontitud a las circunstancias
particulares que la amenazaban en un determinado momento. La unidad doméstica, de
naturaleza adaptable, podía reconfigurarse con presteza para responder a la pérdida de
algún trabajo, una crisis repentina, una enfermedad, o la salida de un cónyuge u otro
77Otros estudios sobre la pobreza urbana preindustrial a fines del siglo XVIII y principios del XIX en México
y Europa occidental reparan en la delgada línea que separaba a la mayoría de artesanos y trabajadores de la
pobreza crónica, la desesperación y la angustia que enfrentaban durante periodos de crisis familiares o
urbanas. Pescador, De bautizados a fieles difuntos, p. 224; Arrom, "Desintegración familiar y
pauperización", p. 130; Frederick John Shaw, Jr., "Poverty and Politics in Mexico City, 1824-1854", (tesis
doctoral, University of Florida, 1975), pp. 113-120; Fauve-Chamoux, "Household Forms and Living
Standards in Preindustrial France", pp. 135-156. 78Richard Wall, "Real Property, Marriage and Children: The Evidence from Four Pre-industrial
Communities", en Richard M. Smith, ed., Land, Kinship, and Life Cycle (Cambridge, 1984), pp. 443-479;
Arrom, The Women of Mexico City, p. 143. 79Pérez Herrero dice que cuando los mecanismos tradicionales para reducir la fecundidad resultaban
insuficientes en el corto plazo, los trabajadores pobres adoptaban "mecanismos adaptivos más violentos",
como el abandono y el infanticidio. Pérez Herrero, "Evolución demográfica y estructura familiar en
México", pp. 351-357. Sin embargo, como se discutió en la nota 39, estos comportamientos se volvieron
más frecuentes a fines del periodo colonial, pero los pobres tenían una opción más común, entre los dos
extremos postulados por Pérez Herrero, para reducir el número de dependientes: aumentar el tamaño y la
complejidad del hogar.
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miembro económicamente productivo de la familia. Por supuesto, esto no significa que
no se postergaran los casamientos durante periodos prolongados de crisis económica,
sino que incrementar la eficiencia del hogar mediante una mayor complejidad resultaba
una respuesta más eficaz y oportuna a las desgracias familiares80. Si aceptamos que
la recomposición de las relaciones domésticas era un suplemento inmediato para la
reducción de la fecundidad, estrategia de largo plazo, entonces podríamos ver las formas
domésticas variables, en especial su tamaño y complejidad, como indicadores más
sensibles de las condiciones económicas locales. Si esta proposición es válida, entonces
podríamos suponer que, por lo menos en los centros urbanos de México, el índice de
formación doméstica compleja, en especial las familias múltiples sin lazos de
parentesco, refleja el grado de crisis económica y privación material81.
2. La capacidad de respuesta de los hogares empobrecidos ante la adversidad económica en
la ciudad de México de fines del periodo colonial nos previene de aceptar sin crítica
alguna la creencia convencional en la estabilidad y continuidad de formas domésticas
nucleares pequeñas en muchas sociedades preindustriales de Occidente82. Como ya lo
hemos visto en la ciudad de México borbónica, si bien la familia simple solía ser la
forma doméstica prevaleciente, las estructuras familiares -para enfrentar las crecientes
adversidades económicas y de otros tipos- no siempre permanecían estables. La severa
80Los censos y la evidencia de las parroquias sugieren que los pobres de la ciudad de México empleaban
ambas estrategias en forma simultánea a fines del siglo XVIII y principios del XIX, y es que el tamaño y la
complejidad de los hogares, así como la edad para contraer primeras nupcias, aumentaron durante este
periodo. Véase nota 39 para fuentes sobre el aumento de la edad para contraer matrimonio a fines del
periodo colonial. 81 El índice de formación de hogares extendidos y múltiples entre las clases trabajadoras de la ciudad de
México fue de 25.0% en 1790, 38.4% en 1811 y 30.0% en 1882. Para el "México urbano" el índice fue de
17.1% en 1977-79 y 44.5% en 1986-87. Lanny Thompson, "Artisans, Marginals, and Proletarians: The
Households of the Popular Classes in Mexico City, 1876-1950", en Five Centuries of Mexican
History/Cinco siglos de historia de México, ed. por Virginia Gueda y Jaime E. Rodríguez O. (Ciudad de
México, 1992), p. 324; Selby, Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, 92 y 174; Chant,
Women and Survival in Mexican Cities, p. 138.
Parece que el giro de arreglos domésticos simples hacia otros más complejos ha sido característico de las
reacciones populares a las crisis económicas graves en otras culturas. Como lo señalan Wilk y Netting,
también surgieron formas familiares complejas en Estados Unidos a finales de la década de 1930, como
respuesta a la Gran Depresión. "Households: Forms and Functions", en Netting, Wilk y Arnould, eds.,
Households, p. 18-19. 82Peter Laslett fue el primero en plantear que los hogares preindustriales eran pequeños y simples. "Mean
Household Size in England since the Sixteenth Century", pp. 125-158. Para un resumen de estos estudios en
la última generación, véase Ruggles, "The Transformation of American Family Structure", pp. 103-106 y
Hareven, "The History of the Family", pp. 99-102.
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crisis económica debilitó la base material necesaria para mantener una familia nuclear en
el nivel de subsistencia, de manera que el número de hogares de este tipo no pudo
sostenerse. La industrialización, como se suele afirmar, no es el único proceso que
condujo a la formación de hogares más grandes y complejos entre las clases
trabajadoras83. Este ensayo ha intentado demostrar que las formas de organización
doméstica, incluso antes del comienzo de la época industrial, eran sensibles al clima
económico general y al bienestar material de las ciases populares. El descubrimiento de
estas fluctuaciones de corto plazo en los arreglos domésticos en la ciudad de México de
fines del periodo colonial, y quizás en otros lugares de la Nueva España urbana, apoya
ciertos estudios recientes que comienzan a cuestionar la estabilidad de la familia nuclear
en medios preindustriales84.
3. Los historiadores se han percatado de cuán difícil resulta documentar las estrategias no
escritas y ocultas que las familias empobrecidas adoptaron para mantenerse en la incierta
e impredecible economía preindustrial urbana85. Sin embargo, como los censos indican,
los pobres de la ciudad de México urbana utilizaban el hogar como medio para enfrentar
la amenaza de la destitución y la indigencia. Si bien las clases trabajadoras urbanas
respondían a la creciente crisis económica con diversos comportamientos -como la
mendicidad, el robo, el empeño de ciertos objetos y las actividades artesanales ilegales,
entre otros-, su respuesta principal, a mi parecer, consistió en manipular la composición
del hogar, un proceso en el que se creaban redes de apoyo entre parientes, amigos,
compañeros de trabajo y otros pobres en una lucha colectiva por aliviar las presiones
provocadas por el bajo poder adquisitivo. En cuanto a institución mediadora entre el
individuo y las redes sociales, en la que además se tomaban las decisiones del grupo, el
83EI concenso entre los historiadores es que las estructuras familiares se modificaron durante las primeras
etapas de la industrialización como resultado del rápido crecimiento de la población urbana y los cambios en
los medios de producción y en la naturaleza del mercado laboral. La obra clásica de Michael Anderson,
Family Structure in Nineteenth Century Lancashire (Cambridge, 1971) alentó numerosos estudios en
Europa occidental y Estados Unidos que relacionaban un aumento en la complejidad doméstica con la
industrialización. Ruggles, "The Transformation of American Family Structure", pp. 103-128; Hareven,
"The History of the Family", pp. 95-124. 84Por ejemplo, Wally Seccombe señala que "durante el último milenio ha habido mucho más cambios en las
formas familiares de lo que se suele conceder". A Millenium of Family Change: Feudalism to Capitalism in
Northwestern Europe (Londres, 1992), p. 2. 85Woolf, Domestic Strategies, pp. 12-13; Jiitte, Poverty and Deviance, capítulo 6.
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hogar era la unidad crucial mediante la cual los pobres urbanos respondieron a la crisis
de fines del periodo colonial.
El estudio de la privación material a través del lente del hogar presenta una imagen
de los grupos populares que suele contraponerse a las concepciones prevalecientes. Los
historiadores que se ocupan de Europa y América Latina antes de la industrialización
han intentado estudiar las respuestas populares a la pobreza dentro de una marco que
subraya en forma excesiva la caridad y las reacciones desafiantes, como el crimen86.
Como ya se ha dicho, las instituciones de asistencia pública en la ciudad de México
borbónica no poseían los recursos para enfrentar la magnitud de los problemas sociales
de la ciudad, y yo agregaría que los actos criminales motivados por la situación
económica -como el robo-, si bien aumentaron durante el último periodo de la Colonia,
por lo general implicaban a los más desesperados y necesitados, no a la mayoría de los
pobres urbanos87. Los estudios que se centran únicamente en las respuestas
institucionales y criminales a la privación material no sólo distorsionan nuestra
comprensión de los trabajadores pobres, sino que también prestan demasiada atención a
esfuerzos individuales de supervivencia que resultan insubstanciales durante periodos de
adversidad económica creciente y que no cuentan con los contextos sociales necesarios
para comprenderse en forma plena88. Estudiar las reacciones de las clases trabajadoras
86Para una revisión de los estudios sobre la Europa preindustrial, véase van Leeuwen, "Logic of Charity",
pp. 589-613. Para estudios clave sobre el periodo colonial y principios del periodo nacional en la ciudad de
México, véase, además de los ya citados en este ensayo, R. Douglas Cope, The Limits of Racial
Domination: Plebeian Society in Colonial Mexico City, ¡660-1720 (Madison, 1994). Para estudios recientes
que hacen referencia a las respuestas populares a la pobreza y presiones similares en otros centros urbanos
latinoamericanos durante el periodo colonial y el comienzo del nacional, véase Oscar Comblitt, Power and
Violence in a Colonial City: Oruro from the Mining Resistance to the Rebellion of Tupac Amaru
(1740-1782) (Cambridge, 1995); Martin Minchon, The People of Quito, 1690-1810: Change and Unrest in
the Underclass (Boulder, 1994); Kenneth J. Andrien, The Kingdom of Quito, 1690-1830: The State and
Regional Development (Cambridge, 1995); Anthony McFarlane, Columbia before Independence: Economy,
Society, and Politics under the Bourbon State (Cambridge, 1993); Christopher Lutz, Santiago de
Guatemala, 1541-1773: City, Caste, and the Colonial Experience (Norman, 1994); Thomas H. Holloway,
Policing Rio de Janeiro: Repression and Resistance in a 19th Century City (Stanford, 1993). 87Si bien el papel que la caridad y los crímenes económicos desempeñaban en las estrategias de supervivencia
de los trabajadores pobres era, en general, mínimo, no se debe descartar su importancia estratégica para
algunos individuos y familias en momentos críticos de su ciclo de vida y para segmentos más amplios de la
clase trabajadora durante las distintas crisis. Tim Wales, "Poverty, Poor Relief and the Life-Cycle: Some
Evidence from Seventeenth- Century Norfolk", en Smith, ed., Land, Kinship and Life-Cycle, pp. 351-404;
Arrom, "Desintegración familiar y pauperización", pp. 121-122. 88Debo agregar que Arrom reconoce explícitamente la relación entre el comportamiento individual y las redes
familiares. "Desintegración familiar y pauperización", pp. 123-130.
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ante la pobreza concentrándose en la creación y manutención de redes sociales nos
ayuda a comprender mejor la naturaleza de la sociedad, la extensión y complejidad de su
comportamiento, así como la multiplicidad de respuestas que los pobres adoptaron para
enfrentar las crisis.
4. Al tratar de relacionar lo privado con lo público, lo social con lo político, me gustaría
sugerir la posibilidad de que las estrategias domésticas populares hayan atenuado
tensiones e incrementado la estabilidad al final del régimen colonial en la ciudad de
México. En un periodo de urbanización y pobreza creciente, las formas cada vez más
eficientes de organización doméstica aliviaban el sufrimiento material y, en
consecuencia, mitigaban en cierto grado las condiciones de intranquilidad en la capital
virreinal. Contrario a lo que sostienen algunos teóricos del poder estatal y la revolución,
la estabilidad política y social no está relacionada sólo con la habilidad del estado para
acomodar o manejar los cambios y conflictos. Tales teorías no toman en cuenta la
habilidad de los pobres para adaptarse y sobreponerse a la privación material y otras
circunstancias adversas89. Además, los estudios sobre las rebeliones urbanas y rurales
del siglo XVIII en América Latina tampoco reconocen la posibilidad de que
los trabajadores pobres hayan podido atenuar posibles conflictos sociales y políticos
mediante estrategias domésticas privadas90.
Es poco probable que la manipulación de los hogares fuera una estrategia central de
supervivencia entre los pobres del campo, pues, a diferencia de sus contrapartes de la
ciudad, tenían acceso a un mayor número de recursos no monetarios, como raciones
alimenticias y parcelas de subsistencia producto de su trabajo, y porque la naturaleza de
la economía rural no ofrecía muchas posibilidades de generar ingresos. Probablemente,
las estrategias domésticas urbanas, que acabaron por amortiguar el impacto de la
privación entre los grupos populares, nos ayuden a comprender la ausencia de
89Para una articulación y resumen de estos estudios, véase Jack A. Goldstone, Revolution and Rebellion in the
Early Modern Jfor/d (Berkeley, 1991).
^Anthony McFarlane, "Rebellions in Late Colonial Spanish America: A Comparative Perspective", Bulletin
of Latin American Research, 14 (1995): pp. 313-338. Los estudios sobre violencia colectiva y pobreza a
fines del periodo borbónico en la Nueva España no explican cómo los cambios en la estructura doméstica
podrían haber afectado la calidad de vida para los pobres urbanos y rurales de México. Van Young, "Los
ricos se vuelven más ricos", y Freidrich Katz, ed. Riot, Rebellion, and Revolution: Rural Social Conflict in
Mexico (Princeton, 1988).
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levantamientos sociales y políticos en las ciudades de la Nueva España durante la época
de la independencia91.
5. Como ya lo han señalado científicos sociales del México de fines del siglo XX, "el hogar
urbano ordinario de México nunca ha podido depender sino de sí mismo [y]... la única
forma en que se puede asegurar una mejor calidad de vida es, en definitiva, a través del
hogar"92. Estos estudios, que registran un aumento en el tamaño y complejidad de los
hogares en respuesta a la "década perdida" de los ochenta y a la recesión posterior a la
devaluación del peso en los noventa, sugieren que las raíces del comportamiento
doméstico reciente en el México urbano se pueden encontrar en el periodo de fines de la
Colonia93. Posiblemente, la privatización de las crisis económicas recurrentes que
observamos a finales del siglo XX forme parte de un viejo patrón en el México urbano,
de una respuesta cultural popular a la privación que muestra "una lógica operacional con
modelos antiguos que han quedado ocultos"94. O bien, como lo ha señalado Gonzalbo
Aizpuru recientemente, este comportamiento familiar privado "refleja ideas y prácticas
9lVéase Van Young, "Los ricos se vuelven más ricos", pp. 79-103; Michael C. Scardaville, "(Hapsburg) Law
and (Bourbon) Order: State Authority, Popular Unrest, and the Criminal Justice System in Bourbon Mexico
City", en Reconstructing Criminality in Latin America, Carlos A. Aguirre y Robert Buffington, eds.
(Wilmington, 2000), pp. 1-17. Para estrategias de supervivencia divergentes entre los hogares urbanos y
rurales en el México contemporáneo, estrategias que reflejan los diferentes contextos económicos locales,
véase C. J. Martin, "Economic Strategies and Moral Principles in the Survival of Poor Households in
Mexico: An Urban and Rural Comparison", Bulletin of Latin American Research, 15 (1996), pp. 193-210.
De acuerdo con Martin, las familias urbanas tienden a incrementar la participación de los miembros del
hogar en la fuerza de trabajo, mientras que las familias rurales se centran en reducir el consumo, no en
aumentar el ingreso. 92Selby, Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, p. 109. Los métodos para reducir la relación de
dependencia en la década de 1980, al igual que a fines del periodo colonial en la ciudad de México,
implicaban mejorar la eficiencia del grupo doméstico favoreciendo la complejidad del hogar para ampliar el
fondo de trabajo y compartir los gastos cuando resultara necesario y práctico. 9,Las respuestas de los hogares a la crisis económica mexicana en la década de 1980 en ciudades como
Oaxaca, Querétaro y Guadalajara fueron similares. En estos centros urbanos, el tamaño de la unidad
doméstica aumentó cuando se incorporaron más trabajadores al hogar para tener una fuerza de trabajo más
amplia y, en consecuencia, las formas domésticas se volvieron menos nucleares y más complejas. Los
hogares de familias extendidas y múltiples en el México urbano aumentaron de 17.1%, de entre todos los
tipos de hogar a fines de la década de 1970, a 44.5% una década más tarde. Selby, Murphy y Lorenzen, The
Mexican Urban Household, p. 92, p. 106, pp. 170-177; González de la Rocha, "Economic Crisis, Domestic
Reorganization and Women's Work in Guadalajara, México", Bulletin of Latin American Research 1
(1988), pp. 211-212; Chant, Women and Survival in Mexican Cities, p. 138, pp. 179-197. La complejidad de
los hogares volvió a aumentar en el México urbano en respuesta a la devaluación del peso en 1994 y la
recesión subsecuente. González de la Rocha, "El nuevo perfil de los grupos domésticos urbanos en la era del
trabajo precario en México", (ensayo presentado en la reunión anual de la Asociación de Estudios
Latinoamericanos, Washington, D. C., septiembre 1995). 94Certeau, The Practice of Everyday Life, XI. Para una discusión sobre cómo los mexicanos contemporáneos
prefirieron las respuestas privatizadas en lugar de las colectivas, véase González de la Rocha, The Sources
of Poverty, pp. 275-276.
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que fueron, en su momento, proyección de unas circunstancias determinadas y son hoy
exponente de valores y rutinas que han dejado huella en nuestra conciencia, aun cuando
no nos detengamos a reflexionar sobre ello. Las relaciones familiares y los hábitos
cotidianos quedaron en la penumbra y apenas recientemente comenzamos a
iluminarlos"95.
La crisis económica de finales de la Colonia fue una crisis de proporciones
importantes en la ciudad de México, y ayudó a conformar el comportamiento de los
trabajadores pobres al obligarlos a sortear los peligros de la vida urbana. Como lo
evidenciaban sus residencias opulentas y otros símbolos materiales, gran parte de la élite
en la ciudad de México y Nueva España se benefició de la economía borbónica del siglo
XVIII y principios del XIX96. Con las mejoras en su infraestructura, la ciudad de México
adoptó la apariencia de un centro urbano "moderno". Sin embargo, la pobreza se
extendía entre la riqueza y el esplendor, pero a diferencia de sus contrapartes del campo
que se rebelaban con frecuencia contra el estado borbónico, los pobres urbanos no
respondían saliendo a las calles para protestar por su situación97. Lo que hacían
entonces, al igual que gran parte de los mexicanos hicieron en crisis más recientes, era
acudir a sus propios recursos estableciendo relaciones dentro y fuera del hogar para
guarecerse de la tormenta.
95"La familia en México colonial", p. 391. 96De acuerdo con Van Young, la brecha entre las élites y los grupos populares se agrandó a fines del siglo
XVIII y principios del XIX. "Los ricos se vuelven más ricos". 97Para una discusión sobre la diferencia entre las respuestas de la ciudad y el campo, véase John H.
Coatsworth, "Patterns of Rural Rebellion in Latin America: Mexico in Comparative Perspective", en
Frederich Katz, ed., Riot, Rebellion, and Revolution p. 24, p. 57; Eric Van Young, "Islands in the Storm:
Quiet Cities and Violent Countrysides in the Mexican Independence Era", Past & Present 118 (1988),
pp. 130-155; y Scardaville, "(Hapsburg) Law and (Bourbon) Order: State and Authority, Popular Unrest,
and the Criminal Justice System in Bourbon Mexico City".
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LA ORGANIZACIÓN DE LAS TIENDAS PULPERAS EN LA CIUDAD DE
MÉXICO, SIGLO XVIII
Jorge Silva Riquer*
El trabajo fue realizado bajo la beca de sabático que me otorgó el CONACyT para mi estancia en el Instituto
Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín, Alemania y el Instituto de Investigaciones Históricas de la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán.
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Los comerciantes en el México borbónico fueron un sector económico y social de
trascendencia. El comercio fue una práctica realizada por muchos personajes que les permitió
vivir y que a la vez les dio cierta importancia en el desarrollo cotidiano de la ciudad. La
actividad mercantil tuvo una presencia vital en la vida citadina y rural, ya que cumplía la función
de abastecer a los consumidores de todos aquellos productos necesarios para el consumo diario.
Se podría decir que las tiendas y sus dueños eran los personajes más comunes de los
habitantes de la ciudad, el tendero conocía a sus clientes y estos a él, el intercambio era más
personal. La forma de venta y pago de las tiendas urbanas permitió un conocimiento de la
clientela, además su ubicación ofrecía la posibilidad de tener el artículo necesario para hacer la
comida diaria, mantener el fuego, asear la casa, comprar lo indispensable para el vestido, en fin,
una serie de mercancías de uso común en la vida diaria.
Los estudios sobre el comercio en la Nueva España hacen referencia a los mecanismos de
abasto, intercambio, crédito, consumo, pero pocos se refieren al consumo popular, a los
comerciantes, a sus familias, lazos sociales, su forma de vida, sus lugares de residencia1.
La atención se ha concentrado en los comerciantes introductores, dueños de almacenes,
tiendas grandes, y poco en el comercio de corto capital, el más común, en los pulperos. Tenderos
que tenían una pequeña tienda que surtía a los habitantes circunvecinos de artículos de consumo
diario, a precios bajos y a crédito. Menos aún se han realizado trabajos sobre su vida cotidiana2.
El trabajo que presento es sobre los pulperos, aquellos tenderos que eran parte del barrio, de la
calle, los que abastecían diariamente a los habitantes de la ciudad de México.
'El trabajo pionero fue el de David A. Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810),
México, Fondo de Cultura Económica, 1975; y luego le siguieron los de C. R. Borchart de Moreno, Los
mercaderes y el capitalismo en México (1759-1778), México, Fondo de Cultura Económica, 1984; John E. Kicza,
Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los borbones, México, FONDO DE
Cultura Económica, 1986; Jay Kinsbruner, Petty capitalism in Spanish America. The pulperos of Puebla, Mexico
City, Caracas, and Buenos Aires, Colorado Westview Press, 1987. Casi todos los trabajos se refieren a los
aspectos económicos y sociales de los comerciantes mayoristas, pocos a su forma de vida, y sólo el último se
refiere al comercio menudo. 2EI presente trabajo no intenta hacerlo, sólo realiza un acercamiento a sus formas de vida, su lugar de residencia, su
familia e integrantes, su casa y tienda, sólo busca rescatar un poco de su vida cotidiana.
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Las tiendas urbanas
Las tiendas se establecieron desde antes de la formación del Consulado en 1592, y
presentaron la misma organización durante el periodo colonial. Con excepción de la ciudad de
México, las demás ciudades tuvieron la misma estructura comercial, la que respondía a dos
factores: uno, a los artículos que vendía cada tienda y el otro a qué grupo de consumidores estaba
dirigida. La ciudad de México contaba con una variedad de tiendas que respondía a las
necesidades de ser centro receptor de los productos de importación y exportación, así como de
ser centro distribuidor al mercado interior de estas mercaderías. Las tiendas más grandes eran los
llamados almacenes, grandes tiendas que se dedicaban a ser depósitos de los comerciantes
importadores y que después vendían al interior de la Nueva España, o bien a otros tenderos para
venta al menudeo.
El principal o capital invertido era variable, pero por lo regular excedía los $ 100 000 00
debido a las mercaderías, las que se componían de telas, vinos, aceites, cacao, hierro, sedas
chinas, etc.3 Las cantidades de mercaderías eran siempre grandes; lo que les permitió obtener
mayores ganancias. Sus ventas las realizaban por medio del crédito, ya fuera en libranzas o bien
por intercambio de otros productos que interesaban al almacenero.
El crédito fue una práctica permanente de los comerciantes en sus diferentes
intercambios, salvo aquellos donde se compraba con plata en bruto, pina, ya que la pagaban
como si fuera moneda acuñada al momento de la transacción4.
El siguiente nivel de tiendas era el llamado tienda grande, o de géneros, donde los
consumidores eran los habitantes de la ciudad, los que compraban todas las mercaderías
necesarias para el vestido, la alimentación, los enseres domésticos, artículos de importación para
el consumo cotidiano, la calidad de estas mercaderías era buena y aquí acudían los consumidores
con mayor capacidad de compra. El principal invertido fluctuaba entre los 30 y los 70 mil pesos,
para 1816 había un total de 180 tiendas5.
La forma de venta era a crédito o al contado por medio de la moneda circulante. La
posición social y económica del cliente y su capacidad de pago, determinaban el crédito que
3Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Consulado, legajo 244, expediente 2 y legajo 91, expediente 1 1. 4Véase Pedro Pérez Herrero, "El Consulado de Comerciantes de la ciudad de México y sus Reformas Borbónicas",
Tesis Doctoral CEH - El Colegio de México, 1981, vol. 2. 5Kicza, op. cit., pp. 124-125.
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otorgaba el tendero, o bien la compra directa de las mercaderías evitó esta situación, sin embargo
la práctica fue casi siempre la venta a crédito.
Las mercaderías que vendían estas tiendas eran de lujo como las telas, desde las sedas
chinas, los listones de Ñapóles, hasta las mascadas y medias españolas; los llamados caldos,
vinos, aguardientes y aceites, las velas, el cacao de Guayaquil, los hilos de todas las texturas,
botones de plata u oro, imágenes religiosas, loza y botellas, hierro, etc. Todas las mercaderías
ultramarinas, salvo algunos casos que vendían productos llamados de la "tierra", o sea
regionales. La ubicación de estas tiendas también explica a qué consumidores estaba dirigido,
todos los comercios se localizaban en la plaza central en el llamado Parian, cerca de los centros
de poder económico y político de la ciudad, donde vivían los consumidores de mayores recursos
económicos, de acuerdo a la estructura habitacional de la ciudad6.
Ahora entremos a las llamadas tiendas de abarrotes, las que se dividían en tiendas
mestizas y pulperas7. Las tiendas mestizas recibían esta denominación por la variedad de
productos que vendían, ultramarinos y de la tierra. Eran más pequeñas que las anteriores, pero
con una gran variedad de mercaderías, sus consumidores estaban determinados por la capacidad
de compra, aunque en estas tiendas los compradores eran, lo que se puede llamar, la clase media
citadina. Eran principalmente los empleados administrativos, los abogados, médicos, en sí los
habitantes de recursos medios, no pertenecían a la elite, pero tampoco a los trabajadores de
menos recursos de la ciudad.
Las tiendas mestizas tenían un capital que fluctuaba entre los cinco mil y los 30 mil
pesos, aproximadamente, que estaban invertidos en mercaderías europeas: telas, hilos, agujas,
vinos, aguardiente, cacao, seda, hierro, imágenes religiosas; así como en artículos de la tierra:
loza, vidrio, mantas, seda mixteca, cacao, muebles, sillas de montar, etc. Además de productos
para la elaboración de los alimentos como carbón, leña, pimienta, sal, azúcar, azafrán, canela, etc.
Las ventas se realizaban por medio de moneda circulante, o bien a crédito, como las
anteriores, y su ubicación respondía a sus niveles de venta, se encontraban en los alrededores de
6Véase Jorge Silva Riquer, "Estructura y relaciones del comercio menudo en Valladolid, 1790-1800", Tesis
Lic. F.C.P.S.-UNAM, 1984, cap. 2.2; Claude Morin, Michoacán en la Nueva España del siglo XVIII. Crecimiento
y desigualdad en una economía colonial, México, Fondo De Cultura Económica, 1979, cap. V y Alejandra
Moreno Toscano (coord), Ciudad de México. Ensayo de Construcción de una Historia, México, INAH, 1978. 7John Kicza, las llama así, op. cit., p. 127. Dejamos la explicación de las tiendas de pulpería para el siguiente
apartado.
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la zona central de la ciudad, donde vivían sus consumidores.
La organización del comercio popular; las tiendas pulperas
Las tiendas de pulpería se denominaban así por varios factores, uno era por las
mercaderías que vendía, otro por la cantidad de venta de la mercancía y la última por la forma de
venta. Aunque se ha dicho que la variedad de mercaderías expendidas en las tiendas de pulpería,
o abarrotes, escapa a una fácil tipología8, la de esta tienda estaba determinada por los factores
antes mencionados.
Los artículos vendidos por estas tiendas son los que le dan el nombre de pulperías. Las
mercaderías llamadas así eran principalmente: arroz, frijol, chile, garbanzo, lenteja, azúcar,
panocha, sal, cebo, velas, manteca, jabón, aguardiente, ocote, carbón y leña9. En muchos de los
casos no sólo vendían estos artículos, sino otros muchos como en el caso de la pulpería de
Francisco Álvarez que tenía las siguientes mercaderías:
MERCANCIAS DE LA PULPERIA DE
FRANCISCO ÁLVAREZ
1799
CUADRO 1
Carbón de encino
Mesas
Polines
Cajones para semilla
Tinas
Armeros
Ocote
Jabón
Vidrio
Unto
Tompiates
Orégano
Almidón
Leña
Estribos
Chocolate
Cacao
Varilla de fierro
Costales
Lazo doble
Escobas
Petates
Cucharas
Candeleros
Escobetas
Vino
Agujas
Hilo
Viguetas
Alfileres
Seda
Botellas
Aguardiente
Queso
Bizcochos
Machetes
Mezcal
Pimienta
Harina
Canela
Pelotas
Ajonjolí
Almendra
Mantequilla
Vasos
Azafrán
Aceituna
Chile
Frijol
Velas
Azúcar
Pan
Panochas
Loza Fuente: AGN, Consulado, c. 287, exp. 2, 1799.
8Kicza, op. cit., p. 133. 9Fabián de Fonseca y Carlos Urrutia, Historia General de la Real Hacienda, escrita por ... por orden del virrey
conde de Revillagigedo, México, SHCP, 1978, vol. IV, pp. 361-362. El diccionario de la Lengua Española explica
lo siguiente de pulpería: Tienda, en América, donde se venden diferentes géneros para el abasto; como son vino,
aguardientes o licores, y géneros pertenecientes a droguería, buhonería, mercería, etc., Madrid, Espasa-Calpe,
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Las pulperías vendían una serie de productos necesarios para el consumo cotidiano, para
la elaboración del alimento, para el servicio doméstico, la confección del vestido y, en algunos
casos, los materiales necesarios para el trabajo de los artesanos.
Las tiendas se encontraban por lo regular en las accesorias de las casas, las cuales
rentaban a los respectivos dueños para establecer su tienda, ésta se distribuía en un local donde se
ubicaban todos los muebles necesarios y las diferentes mercaderías. Había tiendas que contaban
con tapancos y bodegas que les permitían guardar una mayor cantidad de artículos que los
exhibidos en los mostradores.
Los pulperos dedicaban su tienda al culto de algún santo, al cual le erigían un nicho
principalmente en lienzo con marco, dependía de las posibilidades económicas del pulpero la
calidad del marco. Por ejemplo la pulpería de María Jerez Gavilán dedicó su tienda al "...señor
San Antonio de Padua de lienzo, con su marco de madera gateada y su vidriera, colocado en su
nicho, con tres arbotantes de metal...", y la de Francisco Alvarez, la cual estaba dedicada a "...una
imagen de Nuestra Señora de los Dolores de lienzo colocada en su nicho con dos arbotantes../'.10
Los muebles de la tienda los integraban los mostradores y armazones con sus cajoneras,
grandes y chicas, y gavetas. Encima estaban su balanza en forma de cruz y sus jicaras, unas de
latón y otras de cobre, para pesar las mercaderías; sus frascos, con o sin tapa, donde ponían los
dulces; la botella y un embudo para la medida de los líquidos, sus cuartillos de metal, sus
medidas para "tlaquear semillas", chiquihuites para el carbón, una tina para la miel con tapa y su
medida de cobre, los fierros para hacer los tlacos y pilones, tablas para la loza, el machete para el
azúcar y la leña , cajones para el chocolate, etc. Las tiendas que no tenían trastienda armaban una
celosía con su enrejado de alambre para guardar las mercaderías, como si fuera trastienda, a
veces ponían un tapanco con el mismo fin".
La inversión que tenía una tienda era muy variable, al parecer no había una constante, a
pesar del reglamento de 1810, en que se estipulaba que se debía invertir cuando menos 1 000 en
mercaderías17. Las tiendas tenían de principal, según el padrón de 1781, un promedio que iba de
los 1 500 a los 2 000 pesos, en donde había algunas con 200 pesos y otras hasta con 4 000 pesos,
1970, vol. 5, pp. 1089-1090. I0AGN, Consulado, c. 292, exp. 1, 1784 y c. 287, exp. 2, 1799.
"AGN, Consulado, c. 292, exp. 1, 1784 y c. 287, exp. 2, 1799. 12Biblioteca Nacional, manuscrito 1 320, "Reglamento para el gobierno y dirección de las tiendas de pulpería 1810",
p. 2., (en adelante BN, ms...) citado por Kicza, op. cit., p. 133.
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y dependía de la capacidad del tendero para obtener más mercancía y más clientes13.
La cantidad de venta de los productos de pulpería era otro elemento para su clasificación,
como lo mencioné anteriormente, estas tiendas vendían al menudeo, entendiéndose por esto todas
aquellas cantidades menores a las que vendían en otras tiendas. Las medidas de la pulpería eran
medidos por quartillos o por libras que eran las medidas de peso y capacidad más pequeñas que
se utilizaban en el siglo XVIII14, lo que nos da idea de las compras en estas tiendas.
Los consumidores podían adquirir las mercancías necesarias para su consumo por
gramos, libras y onzas, por cuartillos o por unidades, lo que les permitía tener lo indispensable
para su actividad diaria y a las tiendas mantener a unos consumidores constantes. La forma de
vender en cantidades pequeñas explica, en alguna medida, la abundancia de tiendas en la ciudad,
además de que muchas de ellas tenían menos de mil pesos de principal.
En el padrón de 1781 se registraron 87 tiendas de un total de 221, con un principal menor
a los mil pesos, casi 40% de las tiendas de pulpería de la ciudad se ubicaron en este rango. Así
podemos afirmar, por ahora, que estas tiendas cumplían una función social, aparte de abastecer a
los consumidores, por ser el medio por el cual llegaban hasta los compradores los artículos
necesarios para la vida diaria en las cantidades que se requería de acuerdo a la capacidad de
compra. Además de que la inversión en una pulpería no necesitaba de mucho principal, dejaba a
los habitantes tener una actividad que les permitía vivir, en momentos que no encontraban otra
ocupación y también como complemento del ingreso familiar.
Los dueños de pulperías se ubicaron en el último nivel de los dueños de tiendas, aquellos
que tenían su establecimiento en una accesoria de alguna casa, sin embargo, dentro de este grupo
había gradaciones. Los había con una posición cómoda que les permitía tener una o más tiendas,
o bien tener una inversión considerable, como Joaquín Aldana que en 1781 tenía tres tiendas con
un principal total de 6 000 pesos, o de Fernando A. Fernández que en su única tienda tenía 5 200
pesos invertidos, o de Antonio Aleri que declaró tener entre 5 000 y 6 000 pesos en su tienda.
''Archivo Histórico de la ciudad de México, Panaderías y pulperías, volumen 3 452, legajo I, expediente 33, 1781
(en adelante AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. exp. ...).
'"Fonseca y Urrutia, op. cit., v. IV, p. 361. Las unidades de capacidad y peso eran las siguientes: capacidad, I
carga = 2 fanegas; 1 fanega = 12 almudes = 48 cuartillos. Peso, I quintal = 4 arrobas; 1 arroba = 25 libras; 1
libra (460 gr.) = 16 onzas.
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Había también el otro extremo, donde los tenderos tenían una mínima inversión, muchas
veces a crédito, que le permitía sobrevivir, como los siguientes: Miguel Caval con 25 pesos,
Josefa Mexía que tenía 400 pesos, de los cuales los debía todos, Gertrudis Mendieta con sólo 160
pesos, o Ignacio Garrido con 280 pesos15.
La situación económica de los dueños de pulperías era determinada en muchos casos por
las deudas que tenían, tanto con los tenderos mayores que los abastecían, como con los
consumidores que compraban a crédito, salvo algunos casos, los demás tenderos vivían casi al
día. En algunos las deudas los rebasaban y tenían que vender su tienda para pagar, como
Francisco García que debía 1 200 pesos y sus acreedores no le dieron más plazo; así se
comprometió a pagar 20 pesos mensuales. García no pudo abonar nada a su deuda, por lo que sus
acreedores solicitaron al Consulado se hiciera un balance de su tienda llamada "El Brindis", el
principal que tenía invertido en la tienda fue de 330 pesos solamente, ante lo cual García solicitó
una moratoria y una nueva forma de pago16.
Otro caso fue el de Joseph San Roman, que intentó traspasar su pulpería, pero se le
descubrió un adeudo de 1 908 pesos, que tenía con miembros del Consulado de comerciantes de
México, por lo que se prohibió su venta. San Roman huyó de la ciudad y uno de los acreedores,
Pedro Patricio de Sanz, propuso vender las mercaderías por ser comestibles y poder echarse a
perder pronto, así se realizó el balance donde apareció una lista de deudores por un monto de
1 036 pesos, el principal y aperos fue de sólo 200 pesos. Así se determinó que con la venta y el
cobro de las deudas se pagaría a los acreedores, todas estas operaciones fueron vigiladas y
efectuadas por el Tribunal del Consulado de Comerciantes17.
El otro factor que determinaba la calidad de pulpería era la forma de la venta de
mercaderías. El crédito fue una práctica constante en dos sentidos, tanto al comprador como al
vendedor. La forma de vender las mercaderías era, como ya dije, al menudeo. Lo que se entendía
por esto era toda aquella venta que no rebasara el medio real, ésta era la moneda de menor
denominación que circulaba en la Nueva España18.
La escasez de moneda circulante que padeció la economía novohispana en general, y las
'^AHCM, Panaderías y pulperías, vol. 3 452, leg. I, exp. 33, 1781. I6AGN, Consulados, leg. 127, exp. 16, 1790. i7AGN, Consulados, leg. 127, exp. 10, 1790. l8La unidad monetaria era la siguiente: I peso = 8 reales; 1 real = 12 granos; 1 real = 34 maravedíes.
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tiendas de pulpería en particular, fue solucionada de varias maneras, unas fueron las libranzas y
letras de cambio para el comercio al mayoreo19, otros que fueron utilizados por las pulperías
principalmente llamados tlacos y pilones y que tuvieron una circulación constante y permanente
en el comercio menudo citadino20.
Los tlacos y pilones eran una especie de monedas fraccionarias hechas por los pulperos
para solucionar el problema de la venta al menudeo, se fabricaban de varios materiales: cuero,
madera, loza, metal, y cada "moneda" tenía un sello característico de la pulpería que lo expedía,
lo cual las identificaba y limitaba su circulación. Los emisores de los tlacos y pilones fueron los
únicos obligados legalmente a aceptarlos, ninguna otra tienda los recibía. Si bien no tuvieron
ningún valor legal, representaban a la mercancía dinero en los intercambios fraccionarios, el tlaco
tuvo un valor de 1/8 de medio real, o sea que 16 tlacos eran iguales a un real y el pilón tenía el
valor de 1/12 de 1/2 real, un real era igual a 24 pilones21.
La venta se realizaba mediante dos modalidades, una era que el consumidor comprara las
mercaderías con moneda de curso legal, reales, y recibiera a cambio los artículos comprados y el
resto del dinero en tlacos y pilones, así el consumidor se veía obligado a regresar a la misma
pulpería a comprar con los tlacos recibidos anteriormente. Con lo que éste adelantaba dinero
constante y sonante al tendero, a cambio de recibir artículos de la pulpería conforme los
necesitaba. Por lo que el comprador daba crédito al pulpero, el tendero contaba con dinero en
efectivo para liquidar alguna deuda, comprar alguna mercadería, pagar la renta del local, o para
su gasto cotidiano.
La otra forma de crédito fue en sentido inverso, cuando el comprador no contaba con
dinero para adquirir las mercaderías y recurría a dos formas de compra: una, era obtener un
crédito con el tendero por los productos a comprar, dependía de la relación entre el tendero y el
cliente. Las deudas con los tenderos eran importantes, al grado de poner en peligro a la propia
tienda, como el caso mencionado de San Roman, al que le adeudaban 1 036 pesos22. Esta práctica
l9Véase Pérez, "o/?. cif\ 1981, buen estudio sobre la función de los instrumentos de crédito en la Nueva España a
mediados del siglo XVIII; y Bernardo García Martínez, "El sistema monetario de los últimos años del periodo
novohispano", en Historia Mexicana, vol. XVII, núm. 3, 1968, pp. 349-360. 20Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, p. 361. Véase Miguel L. Muñoz, Tlacos y pilones. La moneda de! pueblo de
México, México, Fomento Cultural BANAMEX, 1976.
"'Muñoz, op. cit., pp. 163-180. La conversión es la siguiente 1 real = 12 granos; 6 granos = 8 tlacos y 6
granos = 12 pilones, véase nota 26. 22AGN, Consulados, leg. 127, exp. 10, 1790. En Valladolid se realizaba la misma práctica, véase Silva, "op. cit.,
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era demasiado riesgosa debido a que el tendero sólo contaba con la calidad moral de su
comprador para otorgarle el crédito. La otra práctica, más común y extendida, fue la de vender
las mercaderías asegurándolas por medio del empeño, los compradores podían, y lo hacían,
empeñar una prenda al tendero, por lo cual se obligaba a entregar hasta cuatro reales en plata, en
caso de urgencia del marchante, o bien en otros casos que lo ameritaba según el propio pulpero.
Los artículos que se podían empeñar, según el Reglamento de tenderos de 1758, eran
"qualquier cosa de vestuario, alhaja, herramienta", y estaba prohibido recibir en "empeño alhaja,
ó cosa, que ella misma indique no ser del dominio del que la empeña, como alhajas Sagradas, y
de Santos, Libros, Platos, Tazas, Bernegales, y Cucharas, Tenedores, y alhajas de plata, llaves,
Chapas, Libreras, Frenos, Sillas, Guarniciones, y todo género de Xarcia, y que pertenezca a los
Forlones, y todas las demás que sean sospechosas...", los castigos iban desde el cobro de 50
pesos hasta prohibirles seguir teniendo la pulpería23.
El tendero estaba obligado a dar al marchante las mercaderías necesarias y dar de cambio
reales de plata y tan sólo tres tlacos, obligación que no se cubrió y siempre se daban más ti acó s a
pesar de los reglamentos. El empeño de la prenda causaba un interés de 5% anual, por el
deterioro que pudiera sufrir, el tendero otorgaba un papel donde se describía la prenda, la
condición de pago y llevaba un cuaderno de prendas para su control. El pulpero estaba obligado a
guardar la prenda un año, al término del cual le era permitido venderlas.
En la práctica el tendero sólo cumplía con aceptar el empeño y vender posteriormente la
prenda, en lo que no cumplía era en no dar más tlacos de los permitidos. Así el Reglamento de
1758 fue modificado y puesto al día en 1781, 1790 y 1792, el aspecto que sobresale fue la
constante referencia a que el pulpero no debía dar tantos tlacos ya que perjudicaban al
marchante24, ya que el tendero al dar los tlacos lo que originaba era un consumo permanente, el
comprador estaba obligado a seguir consumiendo en su pulpería, debido a que los tlacos
pp. 74-77 y Morin, op. cit., pp. 153-178.
"AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757, "Ordenanzas para el común de los tenderos de
Pulpería, para que se guarden por los individuos de su número aprobados por el excelentísimo señor marqués de
las Amarillas virrey de la Nueva España".
^Ignacio González-Polo (versión paleográfica), "Compendio de Providencias de Policía de México del segundo
conde de Revillagigedo", Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, número 14-15, 1983, Apéndice
número I, p. 36. John Kicza no dice que: "A juzgar por algunas referencias indirectas, existían casas subastadoras
especiales que se concentraban en la venta de tales mercancías", refiriéndose a los artículos empeñados en las
pulperías, pero no señala sus fuentes, op. cit., p. 134.
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recibidos por el empeño, sólo eran aceptados por el emisor. Esta forma de crédito al consumidor
lo convirtió en un comprador cautivo, a menos que tuviera la posibilidad de comprar en otra
pulpería, siempre y cuando hubiera gastado los tlacos en la tienda correspondiente para no tener
pérdidas. La relación que se estableció entre los tenderos y sus marchantes fue de un consumo
cautivo y permanente, lo que permitió una presencia abundante de tiendas de pulpería en la
ciudad, el padrón de tiendas de 1781 registró un total de 221 establecimientos25.
El comerciante abastecía su pulpería al comprar mercaderías al contado a los viandantes
que entraban a la ciudad, o a los comerciantes mayoristas citadinos, estos mecanismos de
adquisición tenían características propias. El primer método consistió en que el pulpero pagaba al
contado las mercancías que ofrecían los productores en la ciudad, artículos perecederos como:
arroz, azúcar, chile, huevos, artículos de uso doméstico, leña, carbón ocote, escobas, petates, etc.
La transacción la regulaba el "Fiel Ejecutor"26, con él se registraba toda introducción de
bastimentos y se determinaba el precio de venta. Los consumidores tenían prioridad en la compra
y después de un tiempo razonable, en que se creía que se habían abastecido los habitantes, se
permitía a los tenderos realizar su abasto, ya fuera por unidad o bien por el total de la mercancía.
Estaba prohibido que se comprara toda la mercancía a los productores antes de su entrada
a la ciudad, práctica que realizaban entre otros los comerciantes, así como el impedir la venta del
productor al consumidor, cuando el tendero estaba interesado en la compra total del artículo, o
bien acaparar toda la mercancía y venderla toda a otro comprador27.
El tendero tenía la obligación de registrar ante el "Fiel Ejecutor" la compra, la cantidad,
lo que compraban y el precio "sin encubierta algún, y en los tres días siguientes tendrán el tanto
los Vezinos, y Tenderos para coger hasta la mitad de lo comprado, y la mitad que queda, la venda
a el precio de la postura, que se le diere, ó libremente sino la tuviere, pena de perdido, o el valor
de la cosa comprada; por la segunda doblada, y dos años de Presidio". Y para un mejor y debido
cumplimiento de esta ordenanza se establece que ningún tendero pueda admitir encomiendas de
25AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. I, exp. 33, 1781. El caso de Michoacán confirma lo dicho véase
Silva, "op. cif \ pp. 62-66 y Morin, op. cit., p. 162. 26Un comerciante elegido por el Consulado de Comerciantes y el Cabildo de la ciudad para estipular los precios,
regular las ventas, ser juez en los problemas de comercio y vigilar que se cumplieran las disposiciones comerciales
dictadas por el Cabildo y el Consulado de Comerciantes. 21AHCM,Panaderías y Pulperías,vo\. 3 452,leg. l,exp. I, 1757, "Ordenanzas para el común...", ordenanza núm. 12.
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géneros comestibles, entendiéndose también "todos los géneros correspondientes a el trato de
Pulpería, para que no pueda ser encomendero de ellos, bajo de las mismas penas"28.
Esta ordenanza señalaba las obligaciones que tenía el pulpero al comprar los bastimentos
a los productores, la práctica demostró que no se cumplía con las disposiciones de 1758. La
regatonería fue un problema permanente en el comercio citadino, así como el ocultar las
mercancías al "Fiel Ejecutor", para evitar la tasación de las mismas, lo que le permitió al tendero
poner el precio que quiso.
Esta forma de abasto permitió al pulpero contar con todos aquellos productos de pulpería,
pero además con otros necesarios para el alimento, vestido y uso doméstico que elaboraban
productores indígenas y que salían del control monopólico de los comerciantes mayoristas. Las
tiendas al comprar las mercaderías a los viandantes permitían a los consumidores contar con el
abasto necesario durante el tiempo que tardaban en regresar los productores a la ciudad.
La otra forma de surtirse fue la realizada entre el comerciante al mayoreo y el tendero, el
primero entregaba al segundo los productos que estaban bajo su control monopólico, otorgándole
un crédito, con un interés y un plazo determinado. El interés era generalmente de 5% y el plazo
de pago dependía de la relación de dependencia entre ambos. El comerciante abastecedor podía
ser también un pulpero con mayor capacidad económica. Por ejemplo: Francisco Alvarez realizó
un balance a su pulpería en 1799 para venderla, se registró una lista de 11 acreedores, que iban
desde una deuda de Domingo Coloma por 365 pesos hasta la del tocinero de la esquina de San
Miguel por cinco pesos. En total Alvarez debía 988 pesos, su tienda tenía invertido en géneros y
aperos sólo 374 pesos29.
Las mercancías que compraba el tendero eran para el vestuario, el uso doméstico,
herramientas para el trabajo, vinos y aguardientes. Esta relación permitió a los comerciantes
mayoristas ejercer un control dentro de este nivel comercial, si bien, parece que no incursionaron
en este tipo de tiendas, sí ejercieron un dominio sobre ellas por medio del abasto y el crédito.
Con esto mantenían una circulación de los artículos que monopolizaban al interior de la misma
ciudad. Así la pulpería era para algunos un buen negocio, que permitió tener un mejor nivel de
28AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757, "Ordenanzas para el común ...", ord. número 13.
:qAGN, Consulado, c. 287, exp. 2, 1799; t. 127, exp. 10 y 16, 1790. Se pueden consultar también c. 292, exp. 11,
1794 y t. 234, exp. 7, 1790.
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vida, sin llegar a los estratos altos de la elite comercial o a los niveles económicos que daban las
profesiones o la función burocrática, pero sí cubrir los gastos diarios.
Algunos tenderos llegaron a tener una posición importante dentro del gremio de pulperos.
Había los que contaron con un capital considerable en su tienda, lo que demuestra, de alguna
manera, una posición económica sobresaliente del resto. El padrón de pulperías de 1781 registró
a un total de 52 tiendas con un capital que iba de los 2 000 a los 6 000 pesos, 24% de las tiendas
manejaba un principal de 4 000 pesos en promedio, casi un cuarto del total de pulperías tenía una
situación económica importante con respecto al resto, ya que la cantidad registrada era propiedad
del tendero, no tenían nada a rédito30.
El caso de Antonio Maldonado miembro del gremio de pulperos de la ciudad es más
explicativo, para 1784 compró dos tiendas de pulpería, una a Domingo Vélez de Escalante
ubicada en el Real de minas de Tlalpujahua, Michoacán. Y en el mismo año la tienda de María
Xerez Gavilán de la Vega en la ciudad de México. La que se encontraba en el barrio de la
Alameda en la esquina que llama de Juan Chiquito que su frente mira al norte, por la que pagó
1 487 pesos, e invirtió inmediatamente 918 pesos más. Nombró a Mariano Hernández como su
cajero-administrador, "quien recibiría el tercio de las ganancias o pérdidas por un tiempo de seis
meses..." Se le realizaron nueve balances a la tienda, de 1785 a 1791, cada uno registró una
ganancia neta de aproximadamente 1 000 pesos, de la cual se pagó deudas, se descontó los gastos
de la tienda, del cajero y propietario, y el resto se invirtió al principal. Para 1791 la tienda tenía
una inversión de 5 273 pesos, incrementó su capital en 120% en sólo siete años. Tuvo una
ganancia de 17% anual, si tomamos en cuenta que el crédito sobre un préstamo era de 5% por
año, Maldonado obtuvo de esta tienda 12% más de ganancia que si hubiera prestado el dinero a
rédito31.
Maldonado no sólo contaba con esta tienda, para 1785 compró la tienda llamada del
"Fraile", en 1786 compró la pulpería que llamaban del "Aguilita y que ahora llaman del
Guarico", en 1787 la denominada de "San Felipe" y en 1791 "la que se encontraba en la esquina
de la calle de San Juan de la Penitenciaria y da vuelta a la de la Victoria", a Nicolás Carreño.
Además había establecido una compañía comercial con José Alday comerciante de Pátzcuaro32.
30AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 52, leg. 1, exp. 33, 1781. 3IAGN, Consulados, c. 292, exp. 1 y 2, 1784-1793. J2AGN, Consulados, c. 292, exp. 3-5, 8 y 9, 1785-1795. No todos los tenderos eran pobres como se ha dicho aunque
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Los dueños de pulperías, al igual que los comerciantes mayoristas, contrataban a un
cajero o administrador para que estuviera al frente de la tienda. Los convenios que se establecían
entre el tendero y el cajero eran de relación de trabajo y de compañía comercial. Había los
referentes al salario que consistían en pagar a una persona un jornal y su manutención por un
tiempo determinado, el cajero estaba obligado a presentar estados de cuenta semestrales o
anuales de los ingresos, egresos y ganancias de las tiendas. La otra forma era establecer una
compañía entre el dueño y el cajero, donde se estipulaba la participación de cada uno, ya fuera
con trabajo, dinero o mercancías, y la forma de repartir las ganancias. En el padrón de 1781
estaban registrados un total de 70 cajeros o administradores de tiendas, la mayoría en pulperías
de más de mil pesos de principal, el 32% de las tiendas tenía un cajero33.
La presencia de la mujer como dueña de tiendas era insignificante para 1781 había 13
dueñas del total de 221 pulperías y para 1804 había 17 propietarias de 285 tiendas registradas, o
sea que durante 23 años se mantuvo el mismo promedio, 6% del total pertenecía a mujeres.
Además utilizaban los servicios de un cajero, en 1781 del total de tiendas propiedad de mujeres,
diez estaban bajo el control de un cajero34. Al parecer el comercio de pulpería no era una
actividad en que las mujeres citadinas se interesaran, o no se les permitía su inversión.
Organización y control de las pulperías
Los dueños de estas tiendas tuvieron una organización semejante a los comerciantes del
Consulado, estaban agrupados en una especie de gremio de tenderos de pulpería donde se elegían
a diputados y apoderados, esta organización respondía a los intereses de los propios tenderos, por
tener quien los representara ante el Consulado y el Cabildo, y al control y organización que
llevaba a cabo el gobierno español. Hubo ciertos problemas sobre cómo, dónde y cuántas
pulperías debería haber en la ciudad, situación que se empieza a regularizar, o por lo menos se
dictan las medidas correspondientes, para mediados del siglo XVIII.
En 1750 el virrey primer Conde de Revillagigedo aprobó las Ordenanzas para el común
aún faltan más casos para demostrar lo contrario, Maldonado es un ejemplo que apunta en ese sentido. Kicza, op.
cit., pp. 130-134 y Silva, "op. cit."\ p. 12.
"AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781.
34AHCM Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781 y AGN, Consulados, c. 267, exp. 8, 1804.
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de los tenderos de pulpería, para que se guarden por los individuos de su número...^ intentó
darle una organización a los tenderos, a las tiendas, a la forma de venta y señaló sus obligaciones.
Se reconoció que el común de los tenderos podían nombrar a seis diputados, "para que estos a
nombre de su trato dispusiesen lo conveniente su establecimiento, conservación, utilidad y honor,
dando desde luego por bien hecho todo lo que estos dispusieren...". La elección se realizó al
tomar en cuenta a los tenderos más antiguos, mismos que permanecían en su cargo hasta su
muerte, a los diputados se les otorgaba el poder necesario para el mejor funcionamiento y
beneficio del gremio. Además los diputados tenían la capacidad electiva de designar a un
apoderado general, "para que siguiera todas las diligencias que se ofrezcan y practique todo lo
que estimare por conveniente con acuerdo de los diputados, lo que se aprobó por el superior
gobierno desde luego todos y cada uno de los tenderos deben estar sujetos al dicho apoderado y
diputados en cuanto respecta de las cosas del trato..."36.
Los cargos además de representar al común de los tenderos, tenían la autorización de
vigilar que se cumpliera con las disposiciones del gobierno virreinal. En 1750 se amplió el
número de diputados de seis a 12, la elección de los seis primeros se respetó, los restantes se
eligirían cada tres años en asamblea general de los tenderos y con asistencia de los diputados
denominados de propios y elecciones, la que se realizaría en las "casas del cabildo,
permitiéndose la reelección de los diputados anteriores". El cargo de apoderado general tuvo un
periodo de tres años y la elección se realizaba igual que la de diputados, siendo sus obligaciones
"seguir todos los negocios, y litigios del dicho trato, dirigir los que se ofrezcan celar, velar y
cuidar la ejecución y cumplimiento de las ordenanzas de anunciar sus transgresores, solicitar su
enmienda, practicar los mandatos de la fiel ejecutoria, y los acuerdos de los diputados..., así
como al finalizar su periodo dar cuenta formal con cargo y data de lo que hubiese percibido y
hubiese gastado, comprobadas sus partidas en el modo que legalmente se refiere...", se nombraría
a tres diputados para revisar y aprobar las cuentas. La elección de los diputados temporales podía
recaer en españoles, indios, mestizos o castizos y se prohibía que a partir de la publicación de
estas ordenanzas ningún "negro, mulato o de color quebrado, pueda ser tendero ni administrar
"Fonseca y Urrutia, op. cil., vol. IV, pp. 336-350. 36Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 343-344.
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tienda de pulpería..."37.
Había otras restricciones para los tenderos, en la comercialización de algunos productos,
como la siguiente; "se ordena que ningún tendero pueda tener ni ejercitar los tratos de ganado de
cerdos, ni los de panadería o velería... se prohibe también los tenderos puedan tener con personas
de los referidos tratos, ni estas con los tenderos para que les reciban sus efectos..." O bien se
regula la venta de otros, como el pan frío, se ordenó "que ningún tendero por ningún motivo
pueda recibir ganancia mas de un real en el peso de pan que comprare al panadero" además de
que debía tener a la vista, junto al mostrador, todo el pan que tuviera para vender.
Se les fijo un horario de venta en las tiendas de 5:30 a.m. a 10:00 p.m., además de que las
pulperías que estuvieran en las esquinas tenían la obligación de poner "hachón o luminaria" por
su cuenta. Se prohibía abrir nuevas tiendas en la mitad de la calle y se disponían las esquinas
para su ubicación.
Las ordenanzas presentaron obligaciones para los tenderos que compraban una pulpería,
una de ellas fue que se hiciera responsable del empeño recibido por el dueño anterior, según el
cuaderno, vales o cualquier otra prueba que aceptara los tlacos emitidos y que circulaban
anteriormente en esa tienda, o en su caso sellar nuevos y cambiarlos por los anteriores; y que
debe reconocer y aceptar el cuaderno de prendas del anterior dueño. Estaba penado el "sonsacar"
a cualquier administrador de las demás tiendas y no se permitía la presencia de personas ajenas a
la tienda dentro o fuera de la pulpería, para evitar abusos y molestias a las mujeres. Por último se
desconocía el fuero que pudiera tener el tendero, aún "el militar o el clérigo del santo oficio" y se
les obligaba a cumplir con estas ordenanzas38, mismas que fueron publicadas nuevamente en
1758 por el virrey Marqués de las Amarillas, sin embargo esta edición no modificó nada a la
anterior. Para el periodo del virrey segundo conde de Revillagigedo se presentaron algunos
cambios en el periodo, en la forma de realizar los empeños de prendas, se fijó la tasa de 5% y el
periodo de un año para recuperar la prenda, o el tendero tenía el derecho de venderla, se marcó
una cuota para asegurar la apertura de la pulpería en 500 pesos, los que se depositaban en las
cajas del Cabildo, se prohibió la apertura de más tiendas en la ciudad, así como la uniformidad en
los toldos, los que deberían ser verdes y la seguridad en las tablas de las pulperías39.
"Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 345-347 y 349. ,8Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 336-349. V,AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757, "Ordenanzas para el común.Fonseca y
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Revillagigedo demostró su carácter de gobernante ilustrado y llegó a proponer lo
siguiente: "el recargo de derechos, atrasa bastante el comercio de España, y especialmente la
repetición de alcabalas, que se van adeudando, según van mudando de suelos; por lo cual llegan
los efectos de España muy recargados a lo interior del reino, que no están sujetos a semejantes
gravámenes:..., propuse que no se adeudase la alcabala, sino en cuando se verificase venta, y no
cuando el efecto saliese invendido de un pueblo a otro, devolviéndose lo exigido por razón de
introducción, cuando aquella no tuviese efecto"40.
Con esto se puede razonar en dos sentidos, por un lado a Revillagigedo le interesaba
aplicar la política ilustrada española de ese momento, desarrollo de una industria española y
formación de un mercado para sus productos, al eliminar la introducción de los artículos
europeos41. El otro sentido es que la desaparición del monopolio de los comerciantes de la ciudad
de México, el crecimiento en la extracción de plata, la formación del estanco del tabaco, entre
otros, permitió una circulación mucho más intensa de las mercaderías, que a pesar de las
restricciones tenían mejores precios que las ultramarinas. Todo lo que le permitió afirmar al
propio Revillagigedo que la libertad de comercio se desarrolló en gran medida.
Además de los Reglamentos para el funcionamiento de las pulperías, se recuperó, por
Orden Real, un impuesto a este comercio. Para lo cual se ordenó la realización de un Padrón de
Tiendas, así como las visitas periódicas para comprobar su principal invertido, el monto y pago
del impuesto correspondiente.
Fue en 1631 cuando se dispuso que "dexando en cada lugar de españoles de las Indias las
pulperías, que precisamente fuesen necesarias para el abasto, conforme la capacidad de cada
Pueblo, todas las demás nos pagasen por vía de composición en cada un año, desde treinta, hasta
quarenta pesos: y para mas claridad de lo sobredicho y su fácil execucion, que se señalasen
las pulperías de ordenanza, que fuesen para el abasto, y las nombrasen los Cabildos...". Las
pulperías de ordenanza, exentas del pago de impuesto, estaban también protegidas en contra de
Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 360-372; González, Polo, op. cit., pp. 29 y 36 donde señaló modificaciones que se
habían realizado en 1781, 1790 y 1792; AGN, Consulados, c. 271, exp. 10, 1791; y BN, ms. 1 320, "Reglamento
para el gobierno ...". 40Conde de Revillagigedo, Informe sobre las misiones, 1793 e Instrucción Reservada al Marqués de Branciforte,
1794, México, Editorial Jus, 1966, p. 204.
"'Véase Marcelo Bitar Letayf, Los economistas españoles del siglo XVIII y sus ideas sobre el comercio con las
Indias, México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1975, buen resumen sobre las ideas de política
mercantil que se discutían en España en el siglo XVIII.
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las visitas de los funcionarios del Cabildo, a las tiendas sujetas al impuesto se les realizaban
cuatro visitas al año y respecto a las pulperías que se encontraban en los pueblos de indios
"fuesen admitidas a composición en las cantidades referidas", pero no se permitía establecer más
y no se autorizaba ninguna de ordenanza42. El pago no se llevó a cabo en el siglo XVII, todo
parece indicar que fue hasta mediados del siglo XVIII cuando se logró su cobro (ver cuadro 2.)
RECAUDACIÓN DEL IMPUESTO DE PULPERÍAS CUADRO 2
1786-1790
AÑOS IMPUESTO" GASTOSb TOTAL
Total 424 917 6 6 3 327 5 0 421 590 1 6
1786 16 260 7 6 16 260 7 6
1787 104 043 5 6 1.29116 102 752 4 0
1788 100 043 4 6 500 5 0 100 246 7 6
1789 100 066 6 0 6716 0 99 395 0 0
1790 103 798 7 0 864 0 6 102 934 6 6
Año común 84 983 4 6 665 4 2 84 318 0 4
a Las cantidades están en pesos, reales y granos, de acuerdo a la siguiente equivalencia: 1 peso = 8 reales, 1
real = 12 granos. b Los gastos consistían en el 4% que se pagaba a los administradores de alcabalas sobre la cobranza y por la
presentación en la tesorería real respectiva, cuando no había oficiales reales.
Fuente: Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, p. 372.
42Recopilación de las Leyes de Indias, Madrid, 1756, t. II, lib. 14, tit. VIII, ley XII.
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Para lograr su cobro se publicaron varias cédulas reales en 1730, 1776, 1779, 1783 y
1785, pero fue hasta 1786 con el Conde de Gálvez que se empezó a cobrar el impuesto, después
de asignar el número de tiendas de ordenanza y de haber realizado el padrón de tiendas. El pago
del impuesto se determinó, no con base en el principal invertido el día de la visita, sino con base
en su promedio anual43.
El primer padrón que tengo registrado fue el de 178144 y se hizo por orden del fiscal de la
Real Hacienda, con base en la Real Orden de 1776 que señalaba lo siguiente: "he tenido por
conveniente conforme a su dictamen, que con la más posible brevedad proceda V. S. a
empadronar todas las tiendas y puestos de pulpería que haya en los pueblos y lugares de su
jurisdicción pues por lo que mira a esta capital paso con igual fecha la orden correspondiente a
los oficiales reales de estas caxas, expresando en cada lista de ellas los sujetos que tienen
públicamente y regulándoles según sus facultades que tengan invertidas en este género de
comercio, la contribución con que deben contribuir". Así, se giró la orden para levantar el padrón
en la ciudad de México y en las Villas de Guadalupe, Popotla, a la parcialidad de Santiago y de
San Juan de Iztacalco. Pero a pesar de que se repitió la orden el empadronamiento no se llevó a
cabo y en marzo de 1781 se aplicó una multa "a los señores corregidores y regidores fieles
executores" de 25 pesos4'.
En 1781 se registraron 221 pulperías en la ciudad de México, pero a pesar de las
disposiciones sólo se anotaron el nombre del dueño, y del administrador en su caso, el principal
invertido y la ubicación de la tienda. El siguiente registro fue de 1795 donde se anotaron un total
de 154 tiendas, es necesario aclarar que este padrón lo realizó el gremio de panaderos para
identificar a las pulperías que vendían pan, al parecer estaban registradas todas las pulperías. Y
por último el padrón de 1804, que sólo registró al dueño, sin mencionar si tenía cajero o no y su
ubicación, fueron anotadas 107 pulperías (ver los mapas I, II y III)46.
■"Eusebio Ventura Beleña, Recopilación sumaria de todos tos autos acordados de la Rea! Audiencia y Sala de!
Crimen de esta Nueva España, México, UN AM, 198], t. I, p. 344. Ricardo Rees, Rea! Ordenanza para el
establecimiento e instrucción de intendentes de ejercito v provincia en el reino de la Nueva España, 1786,
México, UNAM, 1984, pp. 195-198; Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 358-359; Archivo Histórico del
Ayuntamiento de Morelia, leg. 93, exp. 23, 1786 y AHAM, leg. 97, exp. 5, 1786. 44Es el mismo que registraron Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 353-354. 45AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. I, exp. 32 y 33, 1780.
46AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1780-81; AGN, Abastos y panaderías, leg. 4, exp. 2,
1795 y Consulados, c. 267, exp. 8, 1804.
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Si tomamos con cuidado los números de tiendas y suponemos que existe una gran
aproximación, vemos que de 1781 a 1804 desaparecieron un total de 114 pulperías, o sea que
cierran 51% en sólo 23 años, una cantidad reducida de tiendas se vio en la necesidad de dejar
de vender. Si recordamos que en 1781 había casi 40% de tiendas con menos de un mil pesos de
principal, vemos que el cierre de 114 tiendas era muy reducido, los factores ya los hemos dicho,
mantenían un círculo de consumidores cautivos que permitían la subsistencia tanto a éstos como
al tendero. La aplicación del impuesto a las pulperías causó muchos problemas porque no se
aclaraba a quién se debería cobrar los 40 pesos y a quién los 30 pesos. Fue hasta 1790 en el
gobierno del segundo conde de Revillagigedo que se dispuso se cobrara 30 pesos a las tiendas
con menos de un mil pesos y 40 pesos a las que tuvieran más de un mil pesos de principal47, con
lo que se logró una aplicación más correcta y segura del impuesto. A pesar de las protestas del
gremio de pulperos, por medio de sus diputados y apoderado, sobre lo excesivo del impuesto y
las vejaciones que sufrían los tenderos en las visitas para fijar y cobrar el impuesto, se puede
observar que sólo cierran 47 tiendas de 1795 a 1804, o sea 30%, y que en el lapso de 1781 a 1795
cierran 67 establecimientos, 30% también, lo que demuestra que el impuesto no fue, como
argumentaron los tenderos, la causa principal del cierre de sus tiendas. Y por lo que se ve en el
cuadro 2 el impuesto fue un ingreso importante para la Real Hacienda.
Los pulperos y sus relaciones familiares
Los pulperos eran personas de pocos recursos económicos que se dedicaban al comercio
como una actividad más, la pulpería permitía, en la mayoría de los casos, mantener a su familia,
su casa y hasta darle educación a alguno de sus hijos, siempre y cuando el negocio tuviera alguna
ganancia. Había pulperos que lograron comprar varias tiendas y así obtener un pequeño capital
que hizo posible casar a la hija, o mandar a estudiar al hijo.
Las relaciones de parentesco que establecieron los pulperos fueron muy similares a las
practicadas por los comerciantes del Consulado de la ciudad de México, y las podemos clasificar
en tipos; endogámica, cuando lograban establecerse con su tienda mandaban traer al pariente
lejano de España para convertirlo en su cajero, o administrador, el pulpero lo casaba con la hija,
o bien a la muerte del tío se casaba con la viuda. Hay varios casos para 1781, según el padrón de
"Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, p. 366. Sobre las quejas que se generaron sobre lo excesivo del impuesto se
puede consultar Conde de Revillagigedo, Informe sobre las misiones 1793 e instrucción reservada al Marqués de
Bra, 1794. México, Editor al jus, 1966, p. 206.
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tiendas en que las pulperías fueron controladas por un cajero, todas propiedad de mujeres48. Y la
exogámica, donde el compromiso de matrimonio de las hijas se realizaba con los integrantes de
la comunidad, de la calle o barrio, la que mantenía así una permanencia en el lugar de residencia.
Así se creaba una especie de familia extensa que permitió mantenerse unidos por su presencia en
el mismo barrio de la ciudad. A semejanza de la práctica de los comerciantes españoles, que
realizaban contratos matrimoniales con personajes de actividades económicas diferentes, lo que
les permitió expandir sus inversiones. Así los pulperos realizaban prácticas matrimoniales con
los miembros del lugar de residencia y obtenían una forma de integración a la ciudad49.
La familia del pulpero se componía por él, su esposa, los hijos y los allegados, pero no
siempre se repitió esta forma, dependía de las condiciones económicas del tendero. Condición
que hace más difícil establecer un patrón general para la familia de estos comerciantes. Cuando
se tenía una posición desahogada podía tener en casa a los parientes, los cuales se dedicaban a la
administración de la tienda, o a otras actividades citadinas. Si los recursos eran exiguos, la
familia se integraba por los miembros más cercanos, padres e hijos, a los cuales había que darles
algún oficio, sólo uno podría quedarse con la pulpería del padre, y ese seguramente recibía la
enseñanza correspondiente a la actividad comercial.
El padre podía ser español, criollo o mestizo50 siempre de escasos recursos económicos,
por lo que buscaba siempre ser considerado como español, la forma era utilizar el Don, muy
rara vez eran miembros de alguna familia rica venida a menos, lo que les permitía usar ese título.
Esta forma mercantil era una muestra de la incapacidad de ciertos sectores de la población para
obtener otra actividad que les permitiera tener los ingresos necesarios51.
Los padrones de pulperías realizados en 1781 y 1804 permiten observar lo mencionado,
la mayoría de los tenderos utilizan el Don como sinónimo de prestigio y calidad social, aunque el
capital registrado en su tienda no sea mayor de 100 pesos. Para 1781 el padrón de tiendas registró
un total de 52 pulperías con un capital de 4 000 pesos promedio, de un total de 221 sólo 24% de
los tenderos tenía un capital importante.
48AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. 49AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781; AGN, Consulado, caja 267, exp. 8, 1804; John
Kicza, "The role of family in economic development in nineteenth-century Latin America", en Journal of Family
History, vol. 10, número 3, 1985, pp. 242-243. 50Estaba prohibido que personas de color, negros o mulatos o de color quebrado pudieran ser tenderos o administrar
pulperías, Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 345-347 y 349. 51 Brading, op. cit., pp. 162-163 y Kicza, op. cit., pp. 128-136.
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Otro 20% lo representaron los que tenían invertido un capital de 1 000 pesos y el resto,
más del 50% con una inversión de menos de 1 000 pesos. Pero todos los dueños se presentaron
con el título de Don52.
El padrón de 1804 registró a un total de 107 pulperías, todas con tenderos denominados
Don, el uso se había generalizado y permitía a los tenderos considerarse como españoles. Este
registro no indica el capital invertido, pero si hacemos una comparación con las pulperías de
1781, veremos que hubo una disminución del 50% aproximadamente, lo que me hace pensar que
aún al usar el título de Don los pulperos no tenían una permanencia duradera en el comercio
citadino y menos en la vida social del barrio. Había otros que lograron mantenerse, o incluso
aumentar sus propiedades mercantiles y convertirse en prósperos pulperos53.
Los pocos documentos que dejaron las familias de pulperos nos impiden reconstruir su
estructura familiar, a diferencia de las familias de comerciantes ricas del periodo colonial, de las
cuales se conservan los archivos familiares54. Pero podemos imaginar que las prácticas de estos
mercaderes eran iguales o parecidas a las de los miembros del Consulado de Comerciantes de la
ciudad.
Los pulperos debían buscar establecer lazos de parentesco y permanencia en un espacio
geográfico, si tenemos en cuenta que eran personas de escasos recursos económicos y de grupos
sociales de bajo nivel, sus compromisos y formas de integración debieron haberse dado en los
lugares de residencia. Si los mercaderes introductores se unían en torno al lugar de origen, vascos
o montañeses, y realizaban prácticas matrimoniales entre los grupos de gente con prestigio y
solvencia económica, es factible pensar que los tenderos realizaron prácticas similares.
Los tenderos se unían en matrimonio con personas que pertenecían al mismo gremio, el
sentido de pertenencia lo obtenían al casarse, o establecer otro tipo de relaciones de parentesco
^AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. El título de Don si bien no representa un
elemento para distinguir a los tenderos por su origen, si permite decir que era una forma de mantenerse dentro de
cierto rango social diferente al de las castas e indios, aunque no fueran españoles.
"AGN, Consulado, c. 267, exp. S, f. 18, 1804 y AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. S4Para los trabajos de las familias pertenecientes a la elite véase Larissa Adler Lomnitz, y Marisol Pérez L. "The
History of a Mexican elite family", in Journal of Family History, vol. 3, número 4, pp. 392-409; Charles H. Harris
III, A Mexican family Empire: The Latifundio of The Sánchez Navarro's, 1 765-1867, Austin, University of Texas
Press, 1975; John Kicza, "The Great Families of Mexico: Elite Maintenance and Business Practices in Late
Colonial Mexico City", in Hispanic American Historical Review, vol. 62, num. 3, 1982, pp. 429^57; Doris Ladd,
La nobleza mexicana en la época de la independencia, 1780-1826, México, Fondo De Cultura Económica, 1984,
entre otros.
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con las personas que vivían dentro de la misma calle o barrio. Así lograban establecer los lazos
de parentesco que se convertirían en lazos de solidaridad, que permitieran mantenerse como
familias de comerciantes dentro de la ciudad55.
Las familias de pulperos podían ser amplias, pero no puedo afirmar que fueran de las
mismas dimensiones que las familias de la elite, el sostenimiento de una familia era costoso, y
aunque la pulpería dejara para comer no permitía mantener a una familia extensa. Por lo que me
inclino a pensar que eran familias más bien pequeñas, donde los integrantes buscaban aprender el
oficio del padre para establecer su propia tienda, o bien el dedicarse a la venta ambulante o
viandante de mercancías, era otra forma de obtener sus propios ingresos.
Había tenderos prósperos, a quienes sus ingresos permitían mantener una vida más
holgada y podían asemejarse más a las familias adineradas, sus integrantes eran sus hijos,
familiares cercanos y sus empleados o cajeros, a los que mantenía el tendero con las ganancias de
sus pulperías, tal parece ser el caso de D. Antonio Maldonado que entre 1784 y 1791 registró seis
pulperías de su propiedad en la ciudad de México y algunas compañías comerciales con
mercaderes de Michoacán56.
Las familias de pulperos eran pobres, aunque podían ser amplias, me inclino a pensar que
más bien eran nucleares, pequeñas, integradas por los padres y los hijos. Aunque podían habitar
con ellos más parientes no creo que la práctica familiar fuera ampliada, los datos de los padrones
de pulperías para 1781 y 1804 dan cifras económicas en las que me baso para suponer lo anterior.
En 1781 del total de 221 pulperías sólo 52 (el 24%) tenían un capital invertido de 4 000
pesos, los 169 restantes tenían una inversión de 800 pesos, o sea que 76% de las tiendas tenían un
capital de apenas 800 pesos. Por lo que pienso que con un capital tan corto y unas ganancias
mínimas, el tendero no podía mantener una familia ampliada por no tener que ofrecerles57.
55Los pulperos se unieron en una especie de gremio para tener una representación ante el Consulado, ya que éste no
los aceptaba como miembros, y ante el Cabildo de la ciudad y así discutir las medidas de organización y pago de
impuestos, véase Silva, "op. city, pp. 85-106; Brading, op. cit., p. 78; Kicza, op. cit., pp. 153-172; Kicza, "op.
cit:\ pp. 242-243. 56Maldonado obtuvo sólo de una de sus pulperías una ganancia de 17% anual durante siete años, lo que da 120% de
una sola de sus tiendas, esto permite pensar que la familia de este tendero podría asemejarse más a las prácticas de
las familias adineradas, pero sólo es un caso. AGN, Consulados, c. 292, exp. 1-5 y 8-9, 1784-1795.
"AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. Sólo son algunas especulaciones sobre los
integrantes de la familia de los pulperos, la verdad es que es muy difícil conocer a los integrantes, y su número, la
búsqueda en el Archivo General de Notarías no ofreció ningún dato sobre este respecto, los notarios consultados
no tenían registrados los testamentos de los tenderos y me pregunto si los llegaron a realizar.
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Ubicación, propiedad y habitación de las pulperías
La ubicación de las tiendas en la ciudad, la propiedad del local que ocupaba y el lugar de
residencia de las familias de tenderos, son elementos que permitían conocer más sobre su
comportamiento.
La ubicación de las tiendas en la ciudad respondía a un patrón común en la Nueva
España, donde cada grupo económico y social ocupaba un lugar. Las pulperías se encontraban
cerca del centro de la ciudad, pero nunca dentro de él, y se distribuían hacía los diferentes
barrios. Cada una se ubicó dentro de ciertos límites, lo que permitió tener un espacio de abasto
dentro de la ciudad, según el padrón de 1781 las tiendas presentaron un patrón disperso, lo que
permitió abarcar un número considerable de posibles consumidores. Parece que se dividieron los
espacios para cubrir las necesidades de un número determinado de habitantes (ver mapa I.)
Se encontraban a una o dos calles del centro de la ciudad, y se distribuían en forma
irregular hacia los extremos, a pesar de la existencia de un reglamento que disponía su ubicación,
las tiendas se abrían en las esquinas o a la mitad de las calles. Las pulperías se encontraban
distribuidas por todos los barrios, sin presentar aglomeraciones en alguno de ellos, puedo decir
que cubrían un espacio amplio y sin duda abastecían a un número determinado de habitantes.
La ciudad se dividió en ocho cuarteles para 178358, podemos observar que la cantidad de
tiendas por cuarteles era muy similar, de las 221 pulperías que se registraron pocas se
encontraban dentro de la misma calle, el promedio era de dos por cada manzana, salvo algunos
casos donde se encontraron cuatro tiendas dentro de la misma esquina, como en la Plaza del
Term i to cuartel segundo, Santa Teresa y Relox cuartel cuarto y tercero, Calle de Plateros cuartel
primero, o Salto de Agua en el cuartel octavo. Había tiendas a las orillas de la ciudad, su radio de
actividades era muy amplio, condicionado por las necesidades de consumo de los habitantes de la
ciudad.
Podemos ver a través del mapa que la distribución de espacios dentro de la ciudad de
México, por lo menos para los pulperos, no respondía a un patrón establecido, que se podían
S8EI mapa que utilicé lo realizó el Teniente Coronel de Dragones D. Diego García Conde para el año de 1793, por
orden del virrey segundo conde de Revillagigedo, y buscaba ordenar la ciudad de México. El mapa es útil por la
utilización de la nomenclatura citadina. la cual no encontré en otros mapas, pienso que de 1781 a 1793, la ciudad
no cambió tan radicalmente que me impidiera usar el mapa, utilizo la división por cuarteles para la explicación,
pero hago la aclaración de que fue hasta 1793 cuando se creó dicha división. Este plano fue publicado por José
Puig Casurano, Atlas General del Distrito Federal, Geográfico, Estadístico y Agrario, México, Talleres Gráficos
de la Nación, 1930, tomo 1; p. 29; el original se conserva en el AHAM. Los datos son del AHAM, Panaderías y
Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781.
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ubicar dentro de los mismos espacios de otras actividades, como el caso de los plateros,
cordovaneros, o tlapaleros, sitios al parecer designados para esos oficios. Sí el espacio de la
ciudad respondía a un patrón económico preestablecido, ya que ubicó a cada gremio por calles o
barrios, para los pulperos parece ser que no se dio tal distribución.
Hubo varios reglamentos de pulperías que intentaron ordenar y organizar este tipo de
comercio. El primer reglamento que se emitió fue en 1750 promulgado por el virrey primer
conde de Revillagigedo, donde se les prohibía abrir nuevas tiendas en la mitad de la calle y se
disponían las esquinas para su ubicación, además se les obligó a las tiendas ubicadas en las
esquinas a que pusieran un "hachón o luminaria" por su cuenta para iluminar las calles59.
Estas mismas ordenanzas fueron publicadas nuevamente en 1758 por el virrey marqués
de las Amarillas, con algunas modificaciones, como la prohibición de abrir más tiendas en la
ciudad, uniformarlas con toldos verdes, debían asegurar las tablas de las pulperías y se reiteró el
énfasis en su ubicación60.
Los reglamentos fueron observados por los tenderos y el padrón de tiendas de 1781
cumplió en la mayoría de los casos con la ubicación de las pulperías en las esquinas de las calles,
lo que permitía tener un mejor control de los comercios y ofrecer una oferta más amplia a los
consumidores. Para 1781 el 95% de las tiendas se ubicaban dentro de las disposiciones del
Cabildo de la ciudad, son pocas las que se ubicaban a la mitad de las calles, al parecer por estar
abiertas antes de la publicación de los reglamentos, o bien por no cumplir con las disposiciones
(ver mapa I)61.
La situación se modificó para 1804, la ubicación de las tiendas de la ciudad cambió
radicalmente, pasó de una distribución dispersa a una gran concentración, la mayoría de las
pulperías se ubicaron alrededor de la plaza del Volador y del portal de las Flores, donde se
registraron casi 40% del total de las pulperías registradas para ese año, las restantes se
distribuyeron por el resto de la ciudad (ver mapa II.)
El cambio generado en la ubicación de las tiendas correspondía a intereses económicos y
"Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 336-349.
^"Ordenanzas para el común de los tenderos de pulpería, para que se guarden por los individuos de su número
aprobados por el excelentísimo señor Marqués de las Amarillas virrey de la Nueva España", AHAM, Panaderías y
Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757. 6lNo lo puedo saber, ya que el padrón no indica la fecha de apertura de la tienda como suele suceder con otros
padrones.
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familiares, tal parece que los pulperos buscaron integrarse dentro de un espacio, como gremio,
crear unas calles donde se localizaran estos establecimientos, ésta respondió mejor a ciertas
características de los propios habitantes de la ciudad, la ubicación de espacios que contenían a los
familiares y que concentraron los intereses del grupo. Se realizó al parecer, una distribución de
espacios que integró a los miembros de las familias por actividad económica, los pulperos
buscaron una identidad citadina a través de esta ubicación, además de crear los lazos de
parentesco y de solidaridad que los identificara como un gremio más62.
La apertura de pulperías no respetaba los reglamentos emitidos desde 1750 hasta 181063
donde se prohibía expresamente la apertura de tiendas en la mitad de las calles y se designaban
las esquinas para su ubicación, con un máximo de dos pulperías para cada esquina. Pero ni el
Cabildo, ni el Consulado de Comerciantes hizo algo al respecto, las pulperías se abrieron y
concentraron en una sola zona de la ciudad, parece ser que fue después de las órdenes del virrey
segundo conde de Revillagigedo, que se dispuso el ordenamiento de los diferentes mercados
públicos, así como de la organización del comerciante establecido de la ciudad.
La zona donde se localizó la concentración de pulperías fue precisamente a los
alrededores de la plaza del Volador, que fue remodelada y organizada bajo el mando de
Revillagigedo. Hay que aclarar que el virrey mando ordenar y controlar la apertura de pulperías
en la ciudad64.
La propiedad del inmueble donde se encontraba la tienda, parece ser que pocas veces
pertenecía a los comerciantes, salvo los casos de los grandes mayoristas, que sí compraban los
inmuebles donde ubicaban sus almacenes, o bien construían accesorias para poner su tienda. Así
lo demuestra la mayoría de los inventarios de venta o traspaso de pulperías. La renta del local era
un egreso que aparece constantemente en los balances de las tiendas de la ciudad65.
La propiedad de las accesorias parece que estaba controlada por otras personas, los
pulperos tenían que rentarla para establecer su tienda. Esto demuestra que los tenderos no
62AGN, Consulado, c. 267, exp. 8, f. 18, 1804; Kinsbruner, op. cit., pp. 23-27; Linda Greenow, "Microgeographic
Análisis as an Index to Family Structure and Networks", in Journal of Family History, vol. 10, número 3, 1985,
pp. 272-281.
"Para ver la mayoría de los documentos emitidos para el ordenamiento de las pulperías, véase Fonseca y Urrutia,
op. cit., pp. 336-359 y Muñoz, op. cit.
^González-Polo, "op. c/7."; y conde de Revillagigedo, Informe sobre las misiones, 1793 e Instrucción reservada al
Marqués de Branciforte, 1794, México, Editorial Jus, 1966, p. 204. 65AGN, Consulado, t. 127, exp. 10 y 16, 1790; t. 234, exp. 7, 1790; c. 287, exp. 2, 1799; c. 292, exp. 1-2, 3-5, 8-9
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contaban con el capital suficiente para comprar o construir su propia accesoria, así se veían
obligados a buscar el local que se ajustara a sus necesidades y presupuesto. No todas las casas
tenían accesorias, por lo que puedo pensar que la ubicación de las tiendas dentro de la ciudad
también estuvo condicionada por este elemento, las tiendas se abrían donde había el lugar para
ponerlas y no donde designara el pulpero, o la autoridad correspondiente66.
Los contratos de venta de las casas permiten conocer los locales internamente e intentar
realizar una descripción de la habitación. Por ejemplo la casa de Margarita Nuñez Centeno,
mujer legítima de José Julián Calderón, vendió su casa del barrio de Xococalco, "estaba ubicada
en una vecindad detrás de la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, Alias Salto del
Agua". Contaba con "dos accesorias, una de ellas con recamara, patio con tres cuartos, uno con
recamara y cocina, .... la casa tenía una extensión de 789 3/4 de varas cuadradas" y el precio de
venta fue de 350 pesos67.
En 1790 Doña Ana Ma. Gertrudis vecina del pueblo de San Juan Teotihuacán vendió una
casa que se encontraba en la plaza de ese pueblo, "se componía de una tienda, trastienda, un
pasadizo, una sala alta, otra baja y una covacha todo en manipostería...el precio que fijó fue de
2 500 pesos. O las casas propiedad de D. Pedro Mariano Frías que se componían "de una tienda,
trastienda, accesoria, recamara y un zaguán que hace entrada al patio y demás piezas...", la
vendió en 500 pesos y se encontraba "en el barrio de Santa Ana entre el Puente Blanco y el que
llaman de los Chirivitos"68.
Como se puede observar los contratos de venta señalaban específicamente la existencia
de locales para tiendas, algunos eran lo primero que mencionaban y casi lo único, como la venta
de la casa de Pedro M. Farias, que sólo se limitó a decir de la existencia de más cuartos dentro
del patio, lo importante ya lo había descrito. Había niveles de habitación para las tiendas, algunas
se componían de varios cuartos donde se encontraba la cocina, otras sólo contaban con el local
sin más cuartos.
y 11, 1784-1795; Kicza, op. cit., pp. 118-120. 66Para ver los contratos de venta de casas y accesorias, o locales, ver Archivo General de Notarías de México,
Notarios Juan Manuel de Pozo, Tomás Hidalgo y Antonio Ramírez de Arellano (en adelante AGNM....), los que
registran más contratos para la ciudad de México y lugares aledaños. 67AGNM, Tomas Hidalgo, f. 37^2. 68AGNM, A. Ramírez de Arellano, 1790, f. 26v.; 1792, f. 99 y 146; A. Ramírez de Arellano, 1790, f. 13; 1791, f. 1;
Tomas Hidalgo, 1800, f. 248-251; Juan Manuel Pozo, 1785, f. 141-144, 1786, f. 53.
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Lo anterior me permite decir que los pulperos regularmente vivían en las tiendas, no sólo
las rentaban para realizar sus actividades, aunque no todas contaban con las habitaciones
necesarias para la familia. Algunos pudieron haber habitado en lugares contiguos o cercanos, los
que vivían dentro de las pulperías era por que rentaban los locales con varios cuartos y cocina, o
bien, la pobreza de los tenderos los obligó a habitar dentro de la trastienda y conformarse con un
pequeño fogón, caso que pienso era muy común, por la inversión en mercancías que tenían en
sus tiendas.
La familia vivía en las habitaciones de la tienda, la trastienda u otras habitaciones, ahí se
encontraban los utensilios domésticos, contaban con una pieza que se ocupaba como lugar
común de reunión, comedor o dormitorio, cuando contaban con cocina se podía cocinar aparte,
en caso de no contar con ella, la habitación también funcionaba como cocina69.
Había pulperos que contaban con mayores ingresos, o bien mujeres que no se dedicaban
al comercio, pero habían heredado la tienda de su esposo y tenían que contratar a un
administrador. En los dos casos el que ocupaba los cuartos que se rentaban con el local era el
cajero y su familia, con las mismas condiciones que las de los tenderos pobres.
Los gastos de renta y compostura de las accesorias se integraban a los egresos de la
tienda, así cuando se vendía el comprador debía cubrir, dentro del precio, el gasto por mejoras y
renta del local. Algunas veces los locales los rentaban con algún mobiliario de uso doméstico,
como comal, fogón, sillas, mesa, entre otras cosas70.
La historia de la familia de los pulperos, como se pudo ver no es nada fácil, la falta de
documentación impide conocer, o confirmar, algunas suposiciones que se pueden intuir a través
de documentación, pero no se puede concluir en nada. La familia, el número de sus miembros,
su integración etc., son aspectos con los que sólo se puede especular.
Lo mismo nos sucede con la casa y sus utensilios, son datos que no aparecen claramente
en los documentos, salvo algunas referencias indirectas, por ejemplo la venta de las casas,
donde se registran todos los muebles y las partes en que se compone el inmueble que se pretende
vender.
69Hay una pequeña descripción de las habitaciones de algunos comercios de la ciudad en Joaquín Fernández de
Lizardi, La Quijotilla y su prima, México, UNAM. 1980, Obras Completas t. VII, pp. 471, 491, 505, 511 y ss.
Pero no encontré una descripción completa, sólo algunas referencias en los inventarios de las tiendas y en las
ventas de casas, con lo cual intente un acercamiento a lo que pudo ser la habitación de la familia de los pulperos. 70AGNM, A. Ramírez de Arellano, 1792, f. 100.
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Distribución del Espacio Urbano en la Ciudad de México en 1790
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La ciudad de México, centro articulado: de la economía novohispana, ha sido estudiada desde
distintas perspectivas como las teorías de desarrollo, el materialismo histórico y el enfoque de las
mentalidades. Asimismo, los estudios han abordado distintos temas como la población, la estructura
ocupacional, migraciones o familia; quizá la temática menos favorecida ha sido la distribución
espacial de la vivienda. La historiografía mexicana ha tratado de manera secundaria el análisis del
espacio; o más bien, lo ha reducido al estudio de problemáticas específicas generadas en torno a la
salud, el orden y la belleza de la traza urbana. Cabe señalar que en la última década han aparecido
algunos trabajos que abordan nuevas líneas de investigación. La historiografía de la ciudad de
México referente a la distribución espacial podemos agruparla con tres criterios: las modificaciones
a la estructura urbana, las modificaciones sociales y políticas, y el último criterio, considera a la casa
como un espacio social.
Modificaciones a la estructura urbana
El primer criterio se basa en las modificaciones que ha sufrido la traza (estructura) urbana en
el proceso de centralización del poder . El análisis del espacio ha permitido a los investigadores
construir un modelo de "sistema urbano", que consiste en una línea de ciudades que están
interconectadas por factores externos como la economía o la política. Dentro de este enfoque, el
espacio ha servido a los historiadores para crear conceptos explicativos de las ciudades como
centros de difusión y de control . Las características de la traza urbana se establecen a partir del
análisis de la infraestructura y las relaciones sociales generadas entre los distintos sectores de la
población.
El camino más socorrido para explicar los procesos de urbanismo y modernización del
espacio es el estudio comparativo de los censos o padrones de épocas diferentes. Los trabajos del
seminario permanente de Historia Urbana del INAH están inscritos en esta corriente. Las
investigaciones del seminario abordan preferentemente temas de los siglos XVIII y XIX, la razón
para este corte temporal no fue arbitraria sino responde a las fuentes documentales localizadas hasta
O Gorman presentó un trabajo pionero sobre la traza de la ciudad de México. Este autor indica que la traza fue la
médula de la organización urbana al crear un espacio cerrado con características urbanas y arquitectónicas propias.
Edmundo O'Gorman, "Reflexiones sobre la distribución urbana colonial de la Ciudad de México" en Boletín del
Archivo General de la Nación, 9:4 (octubre-diciciembre), 1938, pp. 815.
"Richard Morse, Las ciudades latinoamericanas. II. Desarrollo histórico, México: Secretaría de Educación Pública
(Sepsetentas, 97) 1973; pp. 35 y ss.
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el momento . En términos generales, la producción del seminario podemos dividirla en cuatro
temáticas: el crecimiento, los espacios unitarios, las unidades habitacionales y los análisis
cartográficos. La primera temática es el crecimiento o expansión de la ciudad a partir de factores
externos como la población o la naturaleza. Lombardo centra su análisis en la influencia que tuvo el
medio físico en el ritmo de crecimiento de la ciudad. Para esta autora el espacio urbano es el
resultado del juego dialéctico entre población y el medio físico. En los trabajos de María Dolores
Morales, Carmen Morales, Erica Berra encontramos que perciben dos estructuras espaciales en la
ciudad: la traza colonial y la periferia (municipios, haciendas y pueblos aledaños). Por su parte,
López Monjardín aborda la transformación espacial de la ciudad considerando como variable la
organización de las unidades productivas. El hilo conductor de estos trabajos son los diversos
obstáculos que incidían en el desarrollo de las actividades productivas de la ciudad de México. Para
estos autores las principales trabas para el proyecto de reestructurar el espacio eran la concentración
de la propiedad, las características arquitectónicas de calles y edificios, la segregación espacial,
4 entre otros .
La segunda temática es el análisis de los espacios unitarios. Los trabajos sobre la Alcaicería y
la Real Fábrica de Tabacos son claros ejemplos de esta línea de investigación. En ellos se trata de
correlacionar otros procesos como la composición social, la estructura ocupacional y la densidad de
población5. Un tercer tema son los estudios de las unidades de vivienda, cuyas tipologías permitirán
establecer las características de estas unidades habitacionales. Los trabajos que destacan en esta
temática son "Las vecindades en 1811: tipología" y "Estudio comparativo del alquiler en tres
Los censos trabajados por el Seminario son los correspondientes a los años de 1753, 1790, 1811, 1848 y 1882. Sobre
los avances de sus investigaciones véase Carlos Aguirre, 'Los censos y la historia de la ciudad de México" en
Cuicuilco, 4: 10-11 (mayo - diciembre 1997), pp. 201-216. 4 Sonia Lombardo de Ruiz, "Influencia del medio físico en el crecimiento de la ciudad de México hasta el siglo XIX", en
Investigaciones sobre la historia de la Ciudad de México (I), México: INAH (Cuadernos de Trabajo del Departamento
de Investigaciones Históricas), 1974, pp. 50-70 y Atlas histórico de la ciudad de México, México: Smurfit Cartón y
Papel, INAH 1996; Carmen Morales, "Propiedad urbana de las corporaciones religiosas" en Investigaciones sobre la
historia de la Ciudad de México (I), México: INAH (Cuadernos de Trabajo del Departamento de Investigaciones
Históricas), 1974, pp. 121-149; Adriana López Monjardín, "El espacio en la producción: ciudad de México, 1850" en
Moreno Toscano, Alejandra (coord.) Ciudad de México: ensayo de construcción de una historia, México: INAH,
1978, María Dolores Morales y María Gayón, "Vivienda, casas y usos del suelo en la ciudad de México, 1842-1882"
en Rosalva Loreto López (coord.) Casas, viviendas y hogares en la historia de México, México: El Colegio de México,
2001, pp. 339-377.
Jorge González Angulo, "La Alcaicería, un ejemplo de remodelación urbana y sustitución de la población" en
Investigaciones sobre la historia de la ciudad de México (II), México, INAH, (Cuaderno de Trabajo 22), 1976, pp.
104-121; Sonia Lombardo de Ruiz, "La Real Fábrica de Tabacos, un ejemplo de construcción arquitectónica" en
Investigaciones sobre la historia de la Ciudad de México (II), México: INAH (Cuadernos de Trabajo del
Departamento de Investigaciones Históricas), 1976, pp. 36-57.
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unidades de vivienda en la ciudad de México 1833". Aunque sus autores estudian a las vecindades
como estructuras habitacionales sus planteamientos más bien, están encaminados a definir la
estructura social y económica de la población . Parte de esta corriente es el análisis cartográfico, el
cual pondera que los medios gráficos son fundamentales para las distintas transformaciones del
espacio urbano y para la identificación de las unidades sociales.
Modificaciones sociales y políticas.
El segundo criterio estudia a la transformación del espacio urbano de la ciudad de México a
partir de factores sociales o políticos. Algunos historiadores que siguen este criterio han centrado su
interés en los nuevos lincamientos urbanísticos de finales del siglo XVIII. Con este enfoque se ve a
la ciudad como un espacio desordenado que debe ser reconstruido con las modificaciones impuestas
por médicos, higienistas y políticos. Asimismo se intenta mostrar que la construcción de una nueva
infraestructura urbana responde a los cambios sociales del siglo XVIII. Marcela Dávalos plantea que
ciertos personajes de la Ilustración como Revillagigedo o Castera trataron de llevar a cabo modernas
prácticas encaminadas a la transformación de la ciudad. Para esta autora durante la Colonia la
ciudad conservó sus costumbres, hábitos respecto a la basura, los excrementos, el agua y el
alumbrado, pero las reformas propuestas por Revillagigedo eran indicadores de la transformación de
los hábitos cotidianos de los ciudadanos. Por su parte, Hernández Franyutti considera que el afán
reformador de la época, permitió al Ayuntamiento de México recibir proyectos encaminados a
reestructurar la ciudad . En suma, señala la autora que los criterios de los urbanistas del siglo XIX
planteaban dos modelos: la ciudad colonial y la ciudad moderna. Este enfoque trata de describir el
proceso de transformación de la ciudad colonial (desordenada e insalubre) a una ciudad moderna y
circulacionista .
^Rodríguez Piña, "Las vecindades en 1811: tipología" Investigaciones sobre la historia de la Ciudad de México (II),
México: INAH (Cuadernos de Trabajo del Departamento de Investigaciones Históricas), 1976, pp. 68-96; Aida
Castilleja González, "Estudio comparativo del alquiler en tres unidades de vivienda en la ciudad de México, 1833"
en Investigaciones sobre la historia de la ciudad de México (II), México, INAH, (Cuaderno de Trabajo 22), 1976,
pp. 104-121. Véase en particular, Sonia Lombardo, Atlas histórico de la ciudad...op. cit.
Los principales proyectos fueron los de Baltasar Ladrón de Guevara (1788), Ignacio Castoreña (1794), Simón Tadeo
Ortiz de Ayala (1822 y 1832) y Adolfo Theodore (1836). En estos proyectos se destaca la necesidad de embellecer y
reformar los espacios y servicios urbanos. Regina Hernández, "Ideología, proyectos y urbanización en la ciudad de
México, 1760-1850", en La ciudad de México en la primera mitad del siglo XIX. I: economía y estructura urbana,
México: Instituto Mora, 1998, pp. 130 y ss.
Marcela Dávalos, De basuras, inmundicias y movimiento o de cómo se limpiaba la ciudad de México a finales del
siglo XVIII. México: Cienfuegos, 1989.
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La vivienda como espacio social
El último criterio bibliográfico deriva de los estudios históricos de la familia. La casa es
9 considerada la unidad de análisis de los distintos grupos domésticos . Este enfoque tiene dos
ópticas: los estudios de vida privada y los estudios estadísticos. Para los objetivos del ensayo
trataremos la última vía de análisis. Una obra que va en este sentido, es la obra de Juan Javier
Pescador De bautizados a fieles difuntos. En el capítulo IV "las estructuras sociales: hogar, familia,
matrimonio y parentesco" se estudia el tamaño y estructura de las familias de la parroquia de Santa
Catarina. Para este autor "el espacio es pues una variable interactuante que debe ser incorporada por
quienes aspiren a dar cuenta de la vida cotidiana de otras épocas" . En el estudio se combinan el
punto de vista urbano (la estructura de las viviendas) con factores como la organización del trabajo
al interior de la casa. Este enfoque no rechaza los otros criterios, pero los complementa con el
análisis de los espacios vitales de los grupos domésticos .
Los trabajos inscritos en los criterios anteriores muestran distintas líneas de investigación
generan a su vez, nuevas interrogantes en torno al análisis del espacio urbano. A partir de estas
visiones históricas vale la pena preguntar: ¿qué era la casa a finales del siglo XVIII? ¿Cuáles son
los espacios que podemos identificar en la ciudad de México? y por último, ¿hasta dónde los censos
nos dan elementos para definir el espacio urbano? Para contestar estas preguntas contamos con una
riquísima fuente documental: el censo de la ciudad de México de 1790, en particular el padrón de
los cuarteles menores uno y veintitrés, que nos muestran los espacios habitacionales de dos áreas de
la ciudad.
El censo de 1790 contiene información para reconstruir las características de la población y de
12 la estructura física de la ciudad . El censador registró el nombre de las personas, sexo, estatus.
9 Los estudios estadísticos de Peter Laslett y The Cambrige Group for the History of Population and Social Structure,
basados en las listas de habitantes de las parroquias inglesas, analizan la estructura de los agregados domésticos.
Mediante este análisis se intenta definir los distintos sistemas familiares.
'°Juan Javier Pescador, De bautizados a fieles difuntos. Población, familia y mentalidades en una parroquia urbana,
Santa Catarina de México, 1568 - 1820. México: El Colegio de México, 1992, p. 191.
Francisco García González retoma estos elementos para explicar las características materiales de la casa como
centro en el que transcurre la vida familiar en Zacatecas. El autor también utiliza las variables de empleo del jefe de
familia para determinar el tamaño de las familias. Francisco García, "Los muros de la vida privada y la familia:
casa y tamaño familiar en Zacatecas. Primeras décadas del siglo XIX" en Estudios Demográficos y Urbanos, 7:1
(enero-abril), 1992, pp. 35-52. Otro trabajo en este sentido es el de Linda Arnold sobre la estratificación de un
barrio de la ciudad de México. Linda Arnold, "Sobre la deducción de evidencia: estratificación en un barrio de la
ciudad de México, 1777-1793" en Estudios de Historia Novohispana, vol. 15 (1995), pp. 87-109.
' Miño Grijalva, "El censo de la ciudad de México de 1790", en Historia Mexicana, XLI: 4 (164)
(abril-junio), 1992, pp. 665-670.
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calidades, origen, edad, ocupación y el estado civil. Asimismo asentó detalladamente las
características de las unidades habitacionales donde residían los habitantes de la ciudad de México.
A partir de estos datos intentamos la reconstrucción de la casa novohispana, aunque por la manera
de registrar los datos existen algunas dificultades. En primer lugar la unidad de observación del
censo fue el individuo no la casa. Para resolver este problema observamos que el censador registró
su itinerario señalando el nombre de la acera o alguna referencia y el número o nombre de la casa.
Las familias o individuos fueron ubicados dentro de una unidad residencial denominada por el
encuestador casa, vivienda, accesoria, cuarto, jacal, corral, covacha o finca. Un dato importante
para nuestro estudio fue que en el censo se indicaron las viviendas vacías. Un segundo escollo fue
establecer los criterios de análisis, el empadronador señalaba la presencia de "cuarto bajo ", "cuarto
alto", "cuarto solo", se decidió establecer únicamente el concepto de cuarto. De igual forma se
procedió a definir sólo un concepto de vivienda y accesoria. Un tercer y último, problema fue
definir cómo identificar la casa. La manera de hacerlo fue utilizar el número exterior o nombre del
edificio para una delimitación más precisa del espacio urbano. La división de este espacio estaba
bien delimitada pues en el censo se indicaba "una casa de vecindad" o "casa que nombran de las
Maravillas contigua a la capilla del santo Eccehomo, número nuevo 43 " . Esta información fue
registrada en el censo y codificada en una base de datos con las variables de manzana, calle, número
del edificio, tipo de vivienda y giro. Estos datos fueron cruzados con el número de individuos
14 residentes en cada unidad de vivienda .
La base fue hecha de dos cuarteles menores de la ciudad: el uno y el veintitrés. A partir del
análisis de estos cuarteles presentamos los primeros resultados sobre la estructura física de las
calles, manzanas y, en particular, de las casas que existían hacia 1790. Nuestra propuesta de trabajo
es abordar a la vivienda como eje de análisis del proceso urbano a fin de avanzar en la construcción
de una explicación general sobre los distintos tipos de unidades habitacionales y comerciales en la
ciudad. Es decir, a partir de los datos que los encuestadores señalaron del censo de 1790 podemos
establecer categorías para definir a las unidades habitacionales, así como los patrones de
'"A diferencia del censo de 1753, el concepto espacial de "casa" esta perfectamente definido, pues se indican
claramente los límites físicos de los edificios. Sobre el análisis del espacio urbano de la ciudad de México en 1753,
véase a Guadalupe de la Torre Villalpando, "Reflexiones sobre el concepto del espacio urbano de la ciudad de
México en el padrón de 1753" en Sonia Pérez Toledo, et al. Las ciudades y sus estructuras. Población, espacio y
cultura en México, siglos XVIII y XIX, México: Universidad Autónoma de Tlaxcala, UAM-Iztapalapa, 1999, pp.
125-136.
Véanse anexos.
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de una explicación general sobre los distintos tipos de unidades habitacionales y comerciales en la
ciudad. Es decir, a partir de los datos que los encuestadores señalaron del censo de 1790 podemos
establecer categorías para definir a las unidades habitacionales, así como los patrones de
asentamiento de la población urbana, en los cuarteles uno y veintitrés. El primero, ubicado en el
centro de la ciudad y el segundo de carácter periférico.
Los espacios públicos de la ciudad de México
En 1777 Juan de Viera al describir la parte central de la ciudad de México, donde se ubicaba
el primer cuartel, señalaba que las calles eran tan derechas que en una y otra parte se descubrían los
horizontes; haciendo cuadratura en forma de cruz'5. Este paisaje urbano estaba conformado en la
parte céntrica de la ciudad por bloques de edificios (manzanas) que conformaban las calles. La
manzana resultaba el elemento básico para organizar el espacio central de la ciudad. Sin embargo,
en la periferia, como el cuartel veintitrés, la situación era distinta, el concepto de manzana no
existió, más bien eran casas agrupadas alrededor de los edificios religiosos y comerciales de la zona.
El censador intentó darle una nomenclatura y numeración al cuartel, pero no logró establecer un
orden para este sector de la ciudad. Veamos por separado cada uno de los elementos de este paisaje.
En la descripción del paisaje urbano debemos preguntarnos cómo podemos identificar las
calles en la ciudad de México. El Diccionario de autoridades indica que la calle era el espacio que
quedaba entre las dos aceras que formaban las casas'6. En este sentido, las calles eran los espacios
públicos que permitían delimitar la extensión de los espacios habitacionales o destinados a la
producción. En el cuartel uno fueron registradas 17 manzanas, las cuales estaban formadas por 63
aceras que formaban un damero perfecto. En cambio el cuartel veintitrés estaba formado por calles
irregulares donde las casas se asentaban sin un plan urbanístico como en los cuarteles centrales.
(Véase croquis 1 y 2). Las calles de este cuartel no habían sido labradas "con la misma dirección
simetría que las primeras obras, sino torciendo o angostando calles"
'5Juan de Viera, "Breve compendiosa narración de la ciudad de México, corte y cabeza de toda la América
septentrional" en La ciudad de México en el siglo XVIII (1690-1780). Tres crónicas, México, CNCA, 1990, p. 193.
16Diccionario de Autoridades, Madrid: Credos, 1964, p. 85.
El cuartel uno fue trazado después de la Conquista por lo que siguió el patrón urbanístico establecido en las
principales ciudades novohispanas de un damero perfecto. Un cronista señalaba que "sus calles se arreglaron con
una rectitud, anchura e igualdad que pueden competir con las más hermosas del mundo". "Discurso sobre la policía
de México, 1788. Reflexiones y apuntes sobre varios objetos que interesan a la salud pública y la policía particular
de esta ciudad de México, si se adaptasen las providencias o remedios correspondientes" en Sonia Lombardo de
Ruiz, Antología de textos sobre la ciudad de México en el periodo de la Ilustación (1788-1792), México: INAH,
1982, p. 40.
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En el cuartel uno el empadronador estableció dos categorías para identificar a las calles: el
nombre y la referencia de algún edificio o comercio. A manera de ejemplo encontramos que las
calles con un nombre específico de algún personaje o característica arquitectónica: calle de Vergara,
Empedradillo, Medina, Pila Seca, entre otras. Otras llevaban los nombres de edificios públicos:
calle de San Francisco, calle de Santa Clara (por los conventos con esta advocación). Las distintas
secciones de una misma calle podían tener nombres diferentes. Los nombres respondían a
particularidades de la sección, como la calle de San Francisco, que en uno de sus tramos se llamó de
los Plateros. Viera describe la razón de este nombre:
'También inmediatamente a la Santa iglesia [Catedral] esta la calle que llaman de San
Francisco, al salir del Portal de los Mercades, que coge dos cuadras rectas hasta la casa de la
Profesa, que por una acera y otra cogen las tiendas de platería siendo cada una un obrador
donde trabajan imponderable número de oficiales, siendo cada puerta un abreviado vergel
para todos los que trafican pues a más de los aparadores de plata labrada ya fuentes, los
platones, ya flamenquillos, saleros, soperas, cuchillos, cubiertos, picheles, aguamaniles,
candeleros, etc. hay colgados en la hoja de la puerta aparadores pequeños, unos de ébano y
marfil, otros de carey y concha, otros de maderas exquisitas con sus cristales, que encierran
temos de diamantes, esmeraldas, rubíes, topacios y zafiros, pedrería, perlas y otro infinito
número de preciosidades: que hacen reflejar a los más disimulados que quieren acreditarse de
prudentes, como que no se espantan de ver tanta riqueza, pues dudo que haya otro lugar en la
18 Europa donde se vea más plata labrada en vasijas ni más oro conservado en alhajas1' .
La siguiente categoría de identificación de calles fue la referencia a estructuras urbanas como
conventos, puentes, tiendas o acequias. Así el empadronador asentó para identificar una calle:
"esquina del convento de Santo Domingo al Puente [de A mayaJ, Puerta Falsa" o "comienza desde
la esquina de la Alcaicería frente a la Puerta Falsa de la Profesa". Otra característica notable en la
descripción de las calles, es que podemos establecer el rumbo que siguió el empadronador al
momento de levantar el censo. Así en la manzana uno señalaba el derrotero recorrido: "desde la
esquina de la calle del Empedradillo, mira al oriente, tienda de Pastor, siguiendo el rumbo del
Norte, a entrar a la Alcaiceria sobre, la izquierdadespués continuó por la "Alcaicería sobre la
'SJuan de Viera, "Breve compendiosa narración de la ciudad..." op. cit, 1990, p. 256.
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izquierda que mira al Norte", "sigue la Alcaiceria, vuelta sobre la izquierda que mira al Poniente"
y por último ,"calle de San Francisco, frente de los Plateros que mira al Sur". Para el resto del
cuartel también es posible identificar el derrotero que siguió el censador sobre las aceras de las
manzanas (véase anexo 1.)
A finales del siglo XVIII el espacio central de la ciudad estaba definido en bloques de casas".
En el cuadro 1 observamos como se formaban el bloque de casas (edificios) que formaban a las
manzanas del cuartel uno. Destaca la presencia de la Alcaiceria, formada por las primeras seis
manzanas, espacio que concentraba casi la tercera parte de las casas de este cuartel. Más adelante,
haremos el análisis de este sitio, por ahora sólo planteamos que la distribución de las casas en los
20 bloques era resultado de las constantes modificaciones hechas al espacio de la ciudad .
DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL CUADRO 1
DE EDIFICIOS POR MANZANA
CUARTEL I
NUMERO DE
MANZANA EDIFICIOS" %
TOTAL 415 100.0
1 22 5.3
2 23 5.5
3 25 6.0
4 25 6.0
5 12 2.9
6 10 2.4
7 46 11.1
8 33 8.0
9 28 6.7
10 16 3.9
1 I 23 5.5
12 19 4.6
13 26 6.3
14 31 7.5
15 39 9.4
16 24 5.8
17 13 3.1 aSólo se consideran los edificios con número exterior (Anexo I)
Para el total de casas véase el cuadro 10.
19 En el censo de 1753 no se aplicó el itinerario circular más bien la calle fue el elemento de descripción del espacio,
aunque no se distinguían los límites de las aceras. Guadalupe de la Torre Villalpando "Reflexiones sobre el
concepto del espacio..." op. cit., pp. 133-134; Hacia 1777 tampoco era común registrar las manzanas, seguía
prefiriéndose el censo por calles. Así los empadronadores del censo de la parroquia del Sagrario no mencionaron
"que se dio vuelta a la derecha, a la izquierda, al costado o a la espalda de tal o cual convento o tienda". Pilar
Gonzalbo "Familias y viviendas en la capital del virreinato" en Rosalva Loreto (coord.) Casas, viviendas y hogares
1Qen la historia de México, México: El Colegio de México, 2001. p. 78.
Los propietarios de casas frecuentemente contrataban a maestros en arquitectura para reconstruir las viviendas. Por
ejemplo, en 1672 el mayordomo del convento de Regina Coeli ordenó destruir una vieja construcción y fabricar
otro edificio en donde se contemplara "ampliar el zaguán, formar una casita de alquiler y conservar tres corredores
bajos y dos altos". Sobre la reconstrucción de casas véase Martha Fernández, Arquitectura y gobierno virreinal. Los
maestros mayores de la ciudad de México, siglos XVH, México, UNAM. 1985, p. 137.
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Otro punto de referencia que utilizó el empadronador fue la numeración de los edificios
21 localizados en las manzanas . En el cuartel uno encontramos un orden, más o menos, secuencia! en
la numeración. La calle de Plateros, que más adelante se nombraba de San Francisco, tenía en su
acera derecha la secuencia del 76 al 96. La calle del Empedradillo, que después cambiaba a Santo
Domingo, los números iban de 247 al 213. Esta disposición de las manzanas y números en las casas
22 nos remite al ideal de la ciudad ordenada de los ilustrados de la época . Cabe señalar que cada acera
que formaba una calle tenía números distintos. Es decir, existían dos numeraciones en una calle.
Ejemplo en la calle de Donceles en la acera izquierda iba del número 18 al 33 y en la derecha del
114 al 126 (véase croquis 3 y anexo 2.) En la parte externa de los edificios eran colocados letreros
con el número o negocio localizado en ellos. En un informe de 1788 se indicaba que era necesario:
De una exacta numeración de manzanas y de casas con total semejanza, según se dispuso en
Madrid sobre azulejos, con rótulos y números grandes y perceptiblemente colocados
simétricamente y no como se es en esta capital con vidríales y extravagancias, ya altos, ya
bajos, ya chicos y ya mayores o tuertos y de diversos colores o absolutamente ininteligibles y
21 llenos de impropiedades en lo escrito .
En el cuartel veintitrés no es posible identificar manzanas ni una numeración secuencial, pues
las casas se agrupaban de manera irregular. Así el empadronador indicaba casas "en la arrinconada
que está al costado de la iglesia de San Diego, acera que mira al sur", o vivienda "contigua a la
capilla del santo Eccehomo". Las pocas calles que se pueden identificar están ligadas a los
conventos o plazas de las iglesias. A diferencia del cuartel uno, no existían nombres precisos para
todas las calles. Así que el censador recurrió a la referencia de alguna casa u obra pública.
Encontramos registradas las casas "dentro del callejón frente de la pulquería de la Nana "o en la
"esquina de la pila de Soto". Respecto al número de los edificios sólo en algunas casas se señalaba,
pero para identificarlas se les asentó con el nombre que las distinguía en la población. Así
encontramos "la casa de las Maravillas " con el número nuevo 43. Es claro que se intentaba dar un
*'Consideramos al edificio como el inmueble que agrupaba a un bloque de viviendas. El censo de 1790 distingue cada
edificio con un número en particular.
^ Véase Regina Hernández, "Ideología, proyectos..." op. cit.
"3En los negocios se colocaban rotulones o letreros. "Discurso sobre la policía... "op. cit., p. 40.
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orden a las casas de este cuartel, por consiguiente, era más sencillo nombrar a las casas con un
24 nombre, lo más probable el utilizado por el vecindario .
En ambos cuarteles las calles eran espacios públicos que estaban identificados por la
población. Juan Pedro Viqueira señala que las calles no sólo servían para la circulación de los
25 habitantes de la ciudad, además, se infiltraban en otros espacios sociales . En el ámbito laboral las
calles eran centro de trabajo. Un reporte señalaba que "los artesanos especialmente de la clase de
carpinteros, pintores, guarniceros y otros, se han formado la costumbre de salir a las mismas calles,
ya a aserrar o desbaratar maderas, ya a hervir cola, ya a partir los cueros y ya a varias labores o
ejercicios según el de cada uno, embarazando el tránsito y causando olores fétidos o al menos
incómodos" . Para los habitantes las calles eran extensiones de sus centros de trabajo.
Las calles también servían para que los habitantes tuvieran acceso al servicio de agua. El
sistema hidráulico de la ciudad estaba formado por dos conductos o arquerías que distribuían este
recurso a las 61 fuentes públicas y las innumerables fuentes que estaban en las casas, hospitales y
conventos. La primera arquería venía de las albercas del real alcázar de Chapultepec y remataba en
la caja de Salto del Agua. La segunda transportaba agua desde el pueblo de Santa Fe hasta el puente
27 de la Maríscala . Las arquerías a su vez, abastecían agua a diversas cañerías que recorrían las calles
de la ciudad. El cuartel uno era abastecido por las cañerías de San Lorenzo y San Andrés. En tanto
el cuartel veintitrés por la cañería dé San Cosme y la atarjea baja. El agua era repartida en las casas
que contaban con merced. Estas mercedes de agua no sólo eran para el uso doméstico sino para
instalar baños y lavaderos públicos. El censo no indica qué edificios de la ciudad prestaban estos
servicios. Empero, por otra fuente sabemos que en el cuartel uno habían diez mercedes de agua: en
las calles de la Misericordia y la Canoa existían baños, en la calle de San Lorenzo un lavadero, los
conventos de Santa Clara y Santo Domingo tenían fuentes, una fuente pública en la plaza del Factor
En el censo encontramos registrados 58 edificios con número, de los cuales 9 también se les identificaba con un
nombre. Las casas que contaban únicamente con nombre eran 17. En cambio, 16 no cuentan con número o
nombre.
Juan Pedro Viqueira Albán, ¿Relajados o reprimidos ? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México
durante el siglo de las Luces, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 133.
"Discurso sobre la policía..."op. cit., p. 46. 27
El agua de Chapultepec era conocida con el nombre de agua gorda y el agua procedente de Santa Fe y el Desierto
de los Leones se nombraba agua delgada. Alain Musset, El agua en el valle de México, siglos XVI-XVIII, México:
El Pórtico de la Ciudad de México, 1992, pp. 78 y ss; Ulises Talavera, "El abasto de agua de la ciudad de México
y los padrones como fuente para la historia urbana (1821-1880)" en Carmen Blázquez Domínguez et al. Población
y estructura urbana en México, siglos XVIII y XIX, México: Instituto Mora, Universidad Veracruzana,
UAM-Iztapalapa, 1996, p. 361.
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y cuatro mercedes particulares. Por su parte, en el cuartel veintitrés había cinco mercedes de agua; la
primera destinada al abasto del convento de San Juan de Dios, dos servían para el funcionamiento
de dos baños públicos, una fuente pública "que nombran pila de Soto" y dos mercedes para uso
privado .
En términos generales, el análisis de la variable calle dentro del censo de Revillagigedo
apunta a conformar un aspecto del paisaje urbano pues es posible identificar la traza de damero con
calles alineadas y con una numeración ordenada de edificios, pero también nos permite localizar los
sitios de la ciudad donde las casas se agrupaban de forma irregular dando nacimiento a calles sin
ningún plan urbanístico y donde no existía una exacta numeración. Sin embargo, las calles de ambos
cuarteles servían como extensiones de los centros de trabajo, además, que por ellas cruzaban los
distintos sistemas hidráulicos que permitían el abasto de agua a la población.
La casa en la ciudad de México
En el censo encontramos que el espacio físico para vincular a los individuos es la casa, que se
agrupaba en distintos tipos de edificios que eran: la casa unifamiliar, la casa multifamiliar, la casa
de entresuelos y la casa de vecindad. Dentro del análisis de la casa consideramos dos vertientes: la
casa llena y la casa vacía. Algunos estudios sólo toman en cuenta la casa llena, pues se consideran
29 únicamente los espacios ocupados por grupos domésticos . En este sentido, la casa vacía no incide
en los resultados de las investigaciones sobre el espacio en la ciudad de México . En la propuesta
que utilizamos el concepto de casa llena es complementado con el de la casa vacía. Este tipo de
casa, aunque no este habitada, también representa un factor explicativo de las estructuras urbanas.
Estos espacios estaban destinados a algún obraje, taller o bodega e incluso nos permite saber cual
era la oferta de vivienda.
La casa era el marco de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad. Así, la casa como
espacio vital, tuvo diferentes funciones para sus moradores: habitacional, comercial o artesanal.
Ahora bien, para analizar la casa colonial primero debemos definir algunos conceptos. En 1726 la
28 Archivo Histórico del Distrito Federal, Ramo de Aguas - Cañerías, vol. 21, exp. 153- fs. 3-21.
29 Peter Laslett señala que el análisis del espacio urbano debe considerar, en primer lugar, el concepto de casa llena.
Para este autor la casa llena significa "todas aquellas personas que habitan el mismo espacio o terreno". Peter Laslett,
"La historia de la familia", en Pilar Gonzalbo (comp.) Historia de ¡a familia, México: Universidad Autónoma
Metropolitana, 1993, p. 62. 30
Véase Adriana López Monjardín, "El espacio en la producción..." op. cit.
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casa era definida como el "edificio para habitar en él [y] estar defendidos de las inclemencias del
tiempo, que constaba de paredes, techos y tejados, y tiene sus divisiones, salas y buscar
apartamientos para la comodidad de los moradores" .
A partir de este concepto arquitectónico podemos establecer algunas de las características
históricas de la casa novohispana. Primero el concepto de casa implica que es un espacio con
divisiones. En el censo de Revillagigedo el empadronador hizo una lista de las unidades o viviendas
que conformaban las casas. La vivienda se entiende por el cuarto de habitación de una familia;
principalmente, era de uso habitacional, es decir "el lugar o casa donde se mora o vive" . Sin
embargo, algunas estaban destinadas a usos comerciales o de servicios. En este marco es correcto
entender por casa la agrupación de viviendas, puesto que gran parte de los edificios coloniales
contenían varias viviendas.
El censo establece para el cuartel uno la existencia de 2 413 unidades habitables que podemos
clasificar en unidades residenciales, comerciales y de servicio (véase cuadro 2) del total 1 973
viviendas (81.8%), estaban ocupadas al menos por un residente y 440 unidades estaban vacías
(18.2%), es decir, no fue registrado ningún habitante. El mayor número de estas viviendas ocupadas
se destinaba al uso habitacional, aunque 305 familias utilizaban sus residencias como centros de
trabajo. Sobre las viviendas vacías encontramos que 137 viviendas estaban destinadas
exclusivamente para alguna actividad comercial, industrial o de servicio. Así que podemos deducir
que las viviendas disponibles eran 303 unidades que significa el 12.5% de las viviendas de este
cuartel. Este cuartel se caracterizaba por concentrar la actividad comercial y de servicios de la
ciudad. El 18.3 % de las viviendas servían para actividades productivas. En contraste, en el cuartel
23 sólo el 5.1% de la vivienda albergaba algún giro. De manera tentativa, es claro que los cuarteles
centrales aglutinaban los espacios dedicados a las actividades comerciales y de servicios.
PORCENTAJE DE VIVIENDAS SEGÚN USO Y OCUPACIÓN CUADRO 2
CUARTEL 1
USO DE LA VIVIENDAS % OCUPADAS % VACÍAS %
VIVIENDA
TOTAL 2 414 100.0 1 974 100.0 440 100.0
Habitacional 1917 79.4 1630 82.6 287 65.2
Giros 442 18.3 305 15.4 137 31.1
Indeterminado 55 2.3 39 2.0 16 3.6
Diccionario de Autoridades...op. cit., p. 206. Para algunos autores la casa "era considerada la edificación ocupada por
una sola unidad doméstica". En Este sentido, la casa era un tipo de vivienda. Al respecto veáse Guadalupe de la Torre,
"La vivienda en una zona suroeste de la plaza mayor de la ciudad de México (1753-1811) en Rosalva Loreto López
(coord.) Casas, viviendas y hogares en la historia de México, México: El Colegio de México. 2001. p. 117 En el
presente trabajo, la casa es una categoría que define la agrupación de viviendas, asi que utilizamos los conceptos de
casa unifamiliar, casa multifamiliar la casa de entresuelos y la casa de vecindad.
Diccionario de Autoridades...op. cit., p. 105.
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Los datos para ambos cuarteles permiten establecer tendencias en la distribución espacial. En
el cuartel 1 se destinaba el 79.4% de la vivienda para el uso habitacional. En el cuartel 23 la
incidencia es mayor, pues la cifra se eleva al 91.3%. Con estos datos podemos inferir, a manera de
hipótesis, que los cuarteles centrales contaban con una distribución más heterogénea del suelo;
hecho relacionado directamente con la existencia de los talleres y los locales del comercio
menudo .
VIVIENDAS SEGÚN USO CUADRO 3
CUARTEL 23
USO DELA VIVIENDAS %
VIVIENDA
TOTAL 848 100.0
Habitacional 774 91.3
Giros 43 5.1
Indeterminado 31 3.6
En el cuartel 1 el promedio de habitantes por vivienda era de 4.5, que resulta menor a las 5.1
34 personas registradas en 1753 . Una posible explicación es que físicamente algunos edificios se
redujeron con las reformas urbanísticas emprendidas por las autoridades coloniales \ El cuartel uno
era un espacio con las mejores condiciones urbanísticas de la época, como tener sus calles
empedradas y con un desagüe para las aguas pluviales 6.
Ahora bien podría pensarse que la población de menores recursos se trasladó a otros sitios de
la ciudad. Al confrontar los datos con un cuartel periférico de la ciudad encontramos, que las 2 413
viviendas del cuartel 1 estaban distribuidas en 415 edificios, 72 accesorias independientes y 46
cuartos solos. Por su parte, en el cuartel veintitrés fueron contabilizados 98 edificios que agrupaban
a 848 viviendas. La vivienda ocupada era de 82.5% y el espacio disponible era de 148 viviendas
desocupadas (17.5%). La ocupación promedio era de 3.3 habitantes por vivienda. Es decir, no se
Véase el trabajo de Miño en este mismo volumen, además Jorge González, Artesanos y ciudad ...op. cit., 1983. 34
Irene Vázquez Valle, Los habitantes de la ciudad de México vistos a través del censo del año de ¡753, México:
Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1975, p. 59. Otra posible explicación del menor promedio de
habitantes por casas en 1790 fue el subregistro de población, "debido a que el interés fundamental de las autoridades
no eran los vecinos sino sus obligaciones fiscales y el conocimiento económico de la ciudad". Guadalupe de la Torre
V. (et al)., "La vivienda...", op. cit., p. 123.
Sonia Lombardo de Ruíz, "Ideas y proyectos urbanísticos de la ciudad de México, 1788-1850" en Alejandra Moreno
Toscano (ed.) Ciudad de México: ensayo de construcción de una historia, México: SEP-INAH, 1978, pp. 169-188.
&Las calles estaban empedradas con el método de formar en medio de ellas un conducto para desalojar las aguas de
lluvia. Véase "Discurso..." op. cit., p. 42.
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registra mayor ocupación que en el cuartel uno sino al contrario es menor el número de habitantes
por vivienda.
PROMEDIO DE HABITANTES POR VIVIENDA CUADRO 4
CUARTELES 1 Y 23
CUARTEL
1 23 TOTAL
Población total 8 920 2 289 11 209
Total de viviendas 2 413 848 3 261
Viviendas ocupadas I 973 700 2 673
Promedio de habitantes 4.5 3.3 4.2
Los datos anteriores contravienen las afirmaciones de que existía una aguda escasez de
vivienda en la ciudad de México a finales del periodo colonial. Pero si no existía una alta demanda
de vivienda, debemos preguntar ¿cuál era el patrón de asentamiento de la población?, a manera de
ejercicio elegimos dos calles del cuartel 1 para definir cómo se distribuía la población en las
unidades habitacionales.
En la calle 1, perteneciente a la Alcaicería, existían seis casas (identificadas por el número
exterior) que estaban integradas por 24 unidades; trece de estos espacios estaban destinados al uso
habitacional, el rango de residentes iba de 1 hasta 17 habitantes. La segunda calle tenía registradas 5
casas formadas por 15 espacios de residencia, sólo seis eran para uso habitacional, el número de
residentes iba de 1 a 21 personas. En las accesorias donde se ubicaban distintos giros artesanales o
mercantiles la tendencia era a no residir en ellas. Aunque algunas de estas accesorias llegaban a
servir de residencia para los artesanos y comerciantes (véase cuadro 5).
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DISTRIBUCION DEL ESPACIO EN LAS CALLES DEL EMPEDRADILLO"
Y SEGUNDA DE SANTO DOMINGO" SEGÚN GIRO
CUADRO 5
EMPEDRADILLO SEGUNDA DE SANTO DOMINGO
NUMERO
DE CASA TIPO DE
HABITACIÓN GIRO
HABITAN-
TES
NUMERO
DE CASA
TIPO DE
HABITACIÓN GIRO
HABITAN-
TES 247
247
246
246
246
246
245 245
245
245
245 244
244
244
244
244
244
243 243
242
242 242
242
Vivienda Tienda de géneros 6
de Castilla
Accesoria Cerería 0
Vivienda Habitacional 14
Accesoria Cerería 0
Accesoria Cerería 0
Accesoria Cerería 0
Vivienda Habitacional 5
Entresuelo Habitacional 6
Entresuelo Habitacional 9
Cuarto Habitacional 1 Accesoria Cerería 0
Vivienda Habitacional 6
Entresuelo Tienda de géneros 3
de Castilla Entresuelo Habitacional 5
Entresuelo Habitacional 0
Vivienda Bodega 6
Accesoria Sedería 1
Vivienda Habitacional 17
Vivienda Habitacional 1
Vivienda Habitacional 4
Vivienda Habitacional 4
Vivienda Habitacional 4
Accesoria Sedería 1
228 Vivienda
227 Vivienda
227 Accesoria
226 Vivienda
226 Accesoria
225 Vivienda
225 Accesoria
225 Accesoria
224 Vivienda 224 Entresuelo
224 Accesoria
224 Accesoria
0 Accesoria
independiente 0 Accesoria
independiente
Habitacional 1
Habitacional 12
Tienda mestiza 0 Habitacional 19
Tienda de géneros 0 de Europa
Habitacional 21
Nevería 4
Tienda de géneros 0
de Europa
Habitacional 6
Habitacional 6
Vacío 0 Botica 7
Tienda de géneros 0
de Europa Tienda mestiza 0
3 El censador registró esta calle como "desde la esquina de la calle del Empedradillo, mira al Oriente (tienda de Pastor) siguiendo el rumbo norte, a entrar a la Alcaicería sobre la izquierda". Véase el croquis 1
b En el censo aparece el registro de esta calle como "comienza en la esquina de la 2" calle de Santo Domingo"
Con los datos del cuadro 5 encontramos que si bien existía la tendencia de algunas familias a
concentrar un número elevado de habitantes también existían grupos residenciales con un reducido
número de integrantes. Los cronistas de la época destacan el hacinamiento en que vivían muchas
familias. En el informe de Páez de la Cadena se aludía a esta situación, señalando que era "mayor el
populacho ambulante y sin domicilio que pasaba la noche en jacales recogiéndose a veces en uno
37 mismo quince o veinte mezclados los sexos" . Esta referencia permite inferir que un sector de la
población no fue registrado en el censo por no contar con residencia fija. De los residentes
permanentes de la ciudad contamos con la información para hacer estimaciones de los porcentajes
de población en cada una de las manzanas (véase cuadro 6).
Informe de Paez de la Cadena, f. (subrayado mío.)
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POBLACION Y VIVIENDAS HABITADAS Y
DESHABITADAS POR MANZANA
CUARTEL 1
CUADRO 6
MAN-
ZANA POBLACION
% TOTAL DE
VIVIENDAS %
VIVIENDAS
HABITADAS
VIVIENDAS
% DESHABITA-
DAS
%
TOTAL 1
2
3
4
5
6
7
8 9
10
11 12
13
14
15
16 17
8 904 369
386
511
569
143 111
900
500 616
400
549
546 723
701
852
499
529
100.0 4.1
4.3 5.7
6.4
1.6 1.3
10.0
5.6
6.9
4.5
6.3 6.2
8.1
7.9
9.6
5.6
5.9
2 413
95
116 129
141 44
28
216
88
183 79
149
82
195 206
280
168 214
100.0 3.9
4.8
5.3
5.8 1.8
1.2
8.9
3.7
7.6
3.3
6.2
3.5 8.0
8.5
11.6
7.0
8.9
1 973
86 102
120
117
35
25
173 69
128 50
131
73
172
176
230
130
156
100.0 4.3
5.1 6.0
5.9
1.6
1.3
8.6 3.7 6.4
2.6 6.6
3.8
8.9
8.8 11.7
6.7
8.0
440 9
14 9
24
9
3
43 19
55 29
18 9
23
30
50 38
58
100.0 2.0
3.2 2.0
5.6
2.0
0.7
9 8 4.1
12.6
6.6
4.1
2.0 5.4
6.6 11.4
8.7
13.2
La población en el cuartel 1 se concentraba en la Alcaicería (manzanas de la 1 a la 6) con
2 089 habitantes (23.5%). Asimismo en la Alcaicería se agrupaban los 117 edificios que
representaban el 28.2% del total registrado, así como 553 viviendas (22.9%). La zona de la
38 Alcaicería tenía una densidad más elevada que en las manzanas circundantes . La oferta de
vivienda en esta zona era menor que en otras partes del cuartel. Los porcentajes de las manzanas 1,
2, 3, 4, 5 y 6 nos permiten especular que en la Alcaicería existía mayor demanda sobre la vivienda.
En cambio, las otras manzanas del cuartel presentan porcentajes menores. La manzana 7 albergaba a
900 personas, cifra que representaba el 10.0% de la población, mientras que en la manzana 10
-donde se encontraba el convento de Santo Domingo- vivían sólo 400 habitantes, suma que
significaba únicamente el 4.5% de la población. Resulta interesante ver dónde se concentraba la
oferta de vivienda de este cuartel. Con base en las cifras del cuadro 6, encontramos que las
manzanas con mayores porcentajes de viviendas vacías se agrupan alrededor del convento de Santo
Domingo (9, 15, 16 y 17). En cambio, las manzanas que colindaban con la calle de Plateros (1,2,
11 y 12) presentaban algunos de los índices más bajos de viviendas vacías.
Las estimaciones para 1753 señalaban que la Alcaicería concentraba una población 54% más elevada que en las
manzanas circundantes. Véase Alejandra Moreno y José González, "Cambios en la estructura interna de la ciudad de
México (1753-1882)" en Jorge E. Hardoy y Richard P. Schaedel, Asentamientos urbanos y organización
socioproductiva en la historia de América Latina, Buenos Aires: Ediciones Siap, 1968.
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En números relativos de vivienda por manzana encontramos que las de menores dimensiones
eran las que se encontraban dentro de la Alcaicería. Las manzanas cinco y seis contaban con 72
viviendas, cifra menor a la registrada para las demás cuadras. En seis manzanas se concentraba el
53.5% de las viviendas del cuartel (7, 9, 13, 14, 15 y 17), es decir 1 294. En tanto, la Alcaicería
concentraba el 22.8% y las restantes 566 viviendas (23.7%) se distribuían en las otras manzanas. En
el contexto de esta distribución espacial de la vivienda, debemos preguntar ¿cuál era la estructura de
la casa novohispana? A partir del censo en el siguiente apartado tratamos de establecer una
clasificación de las construcciones existentes en la ciudad de México a fines del siglo XVIII.
La configuración de las casas
La historiografía sobre la vivienda colonial ha reconstruido estos espacios a partir del estudio
39 de las casas de los nobles . El cronista Juan Manuel San Vicente apuntaba que estas casas eran:
"Generalmente con dos altos, y un bajo, por no permitir más lo poco macizo de su terreno,
todas con balcones y rejas de hierro, y algunas de metal más fino, vidrieras de cristal en las
ventanas, azoteas planas, canales a la calle con cañón de plomo para los derrames
hermosamente pintadas por lo interior, y exterior, con pozo dentro las más; fuentes muchas,
40 jardín algunas, y todas con las más necesarias comodidades para su habitación" .
Resulta evidente, que la descripción es sólo del exterior de las casas destinadas a las familias
de mayores ingresos. El censo de Revillagigedo nos da una visón más amplia sobre la casa
novohispana, Los registros describen las viviendas como "en el patiecito de la casa principal hay
dos cuartos" o "cinco accesorias de la casa". Las casas contaban con varios espacios que el
censador identificó como vivienda, vivienda alta, vivienda principal, entresuelo, cuarto, accesoria,
41 covacha, cochera, jacal, corral, finca y casa de carrizo . El espacio habitado en la ciudad de México
39 Véanse los trabajos sobre los palacios de los condes de Heras Soto y de los de Santiago de Cal ¡maya. RangeI, El
Palacio de los Condes de Heras Soto: sede del Centro Histórico de la Ciudad de México, México: Departamento del
Distrito Federal, 1984 e Ignacio González Polo, El palacio de los condes de Santiago de Calimaya, México: Instituto
de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973. 40
Juan Manuel San Vicente, "Exacta descripción de la magnifica corte mexicana, cabeza del nuevo americano mundo,
significada por sus esenciales partes, para el bastante conocimiento de su grandeza" en La ciudad de México en el
siglo XVIII (1690-1780). Tres crónicas, México: CNCA, 1990, p. 163. 41
Las categorías que manejadas en este trabajo son las consignadas en las fuentes, aunque es preciso aclarar que para
establecer una tipología de las viviendas se prefirió agrupar algunas unidades residenciales. Así cuando la fuente
señala cuarto bajo y cuarto alto se asentó sólo como cuarto o si se indicaba vivienda principal y vivienda alta
registramos sólo vivienda.
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no sólo era la superficie del territorio sino que implicaba las diferentes alturas de las casas. En las
ciudades europeas los edificios eran hasta de seis pisos, en cambio, en la Nueva España la mayoría
de las casas eran de dos plantas. Para formar una clasificación de la vivienda tomamos como punto
de partida la tarea de identificar los principales espacios para integrar un sistema clásificatorio con
base en los datos que el censador señaló al registrar los edificios de los cuarteles.
DISTRIBUCIÓN DEL ESPACIO CUADRO 7
POR TIPO DE HABITACIÓN
CUARTEL 1
TIPO DE OCUPACION DEL
HABITACIÓN SUELO
TOTAL 2 413 100.0
Vivienda 645 26.7
Entresuelo 83 3.4
Cuarto 933 38.7
Accesoria 658 27.3
Cochera 3 0.1
Covacha 33 1.4
Jacal 2 0.1
Indeterminado 56 2.3
Las viviendas eran los espacios habitables con mayores comodidades pues contaban con
varios cuartos que tenían usos específicos. Pescador señala que en la vivienda se encontraba un
corredor que permitía la comunicación con la cocina, la sala, el gabinete o estudio y a la asistencia,
42 cuarto que permitía el paso a las recámaras . Los cuartos y accesorias eran amplias construcciones
que servían de espacio de habitación y de trabajo. Los primeros tenían acceso interior; es decir, a los
patios. Las segundas comunicaban directamente a la calle. Los entresuelos eran las habitaciones que
se construían arriba de las accesorias o cuartos, pero que no se comunicaban con ellos. Contaban
con accesos independientes y eran de menores dimensiones que las viviendas. La construcción de
estos espacios respondía no sólo a requerimientos arquitectónicos sino a las necesidades gremiales
de la época. González Angulo señala que la instalación de un taller no estaba sujeto al arbitrio del
artesano, pues su obrador debía ser una tienda llana, que representaba un cuarto con acceso a la
43 calle y sin comunicación con el resto de la construcción . Los demás espacios (corrales, jacales,
cocheras y covachas) eran construcciones anexas a las casas que servían de bodegas o para alquiler.
Juan Javier Pescador, De bautizados a fieles difuntos...op. cit., pp. 194-195; Enrique Ayala Alonso, La casa de la
Ciudad de México. Evolución y transformaciones, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1996, p.
43.
Jorge González Angulo, Artesanos y ciudad... op. cit., p. 71.
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En otras investigaciones sobre las casas novohispanas también se encuentran diferentes
criterios para explicar la estructura habitacional. Pilar Gonzalbo señala que en 1777 los
empadronadores de la parroquia del Sagrario utilizaron distintas categorías para designar
las viviendas, por lo que en ciertos sectores se mencionan la existencia de zaguanes, patios, altos y
bajos. Empero, en otras calles estas viviendas desaparecen de los registros. Gonzalbo sugiere que
fue el criterio particular de censador el que determinó la forma de registro. Otros investigadores han
establecido que la variedad de viviendas coloniales esta relacionada con una estructura flexible de
44 estas propiedades .
DISTRIBUCIÓN DEL ESPACIO CUADRO 8
POR TIPO DE HABITACIÓN
CUARTEL 23
TIPO DE HABITACIÓN °CU^S!Í?í °EL %
TOTAL 849 100.0
Vivienda 95 11.2
Cuarto 535 63.0
Accesoria 166 19.5
Finca 1 0.1
Corral 6 0.7
Jacal 15 1.8
Indeterminado 31 3.7
Al comparar los cuadros 7 y 8 encontramos tendencias importantes sobre la ocupación del
suelo. Las viviendas ocupaban el 26.7% en el primer cuartel, en cambio en el veintitrés la cifra es de
11.2%. El predominio de este tipo de habitación en el cuartel 1 refleja que la población que tenía
acceso a mejores condiciones de vida se asentaba en los cuarteles centrales. Respecto a las
accesorias la situación se presenta muy parecida, el 27.3% de las habitaciones del cuartel 1 eran de
este tipo. En cambio, en el cuartel 23 el porcentaje de accesorias es menor, tan sólo del 19.5%. Esta
tendencia no puede aplicarse al número de cuartos, en el cuartel periférico este tipo de vivienda
representa el 63.0% mientras que en el cuartel central sólo el 38.7%. En el cuartel 23 encontramos
que estaban registrados dos nuevos espacios: la finca y el corral. El bajo porcentaje de ellas nos
impide establecer sus características. El estudio de otros cuarteles arrojará nuevas evidencias para
definir este tipo de casa, por ahora nos limitamos únicamente a consignarlas.
44 Pilar Gonzalbo, "Familias y viviendas...", op. cit., p. 81; Guadalupe de la Torre, et al., "La vivienda...", op. cit., pp.
1 17-123.
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Un segundo paso en el estudio de las casas novohispanas fue establecer características
específicas de ellas, con la idea de formar un sistema clasifícatorio de estos edificios (cuadro 9).
Hasta el momento, hemos detectado nueve tipos de residencia en el censo: la casa unifamiliar. la
casa multifamiliar, la casa de entresuelos, la vecindad, la accesoria independiente, el cuarto
45 separado, la finca, el corral y el jacal . Las casas estaban compuestas generalmente por las
viviendas y si contaban con accesorias (acceso a la calle) las consideramos de tipo exterior. Otras
fueron formadas por las viviendas y cuartos (acceso por los patios) las llamamos de tipo interior. Y
si mezclaban ambos tipos de accesos eran considerados del tipo mixto.
PROMEDIO DE HABITANTES POR CUADRO 9
TIPO DE CASA
CUARTEL 1
TIPO DE CASA PROMEDIO DE
HABITANTES
Unifamiliar 7.8
Multifamiliar 15.9
Entresuelo 22.0
Vecindad 44.1
Las cifras del cuadro 9 indican que las vecindades eran las más densamente pobladas, un
promedio de 44.1 habitantes. De los 62 edificios de vecindades localizados en el cuartel 1, los de
mayores dimensiones físicas estaban ubicados en las manzanas 13 y 17. El primero era el edificio
número 15 de la plazuela del Factor, contaba con 24 unidades habitacionales que albergaban a 83
residentes. La segunda estaba en el número 5 de la calle de la Misericordia, donde vivían 93
personas, el censador registro 33 divisiones del espacio. Las casas unifamiliares registraron un
menor número de residentes, en algunas sólo se consignó al propietario.
Enseguida analizamos las tendencias de cada tipo de casa.
En este trabajo sólo retomamos para el análisis de la vivienda colonial los edificios que contaban con un número o
nombre que los identificaba. Los conventos religiosos y las casas de recogidas que se consignan en los cuarteles no
son estudiados en su estructura física sólo se toman a sus residentes para términos estadísticos.
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DISTRIBUCION PORCENTUAL DE LA POBLACION CUADRO 10
POR TIPO DE CASA
CUARTEL 1
TIPO DE CASA CASAS POBLACIÓN %
TOTAL 542 8 920 100.0
Unifamiliar 58 453 5.1
Multifamiliar 222 3 535 39.6
Entresuelo 54 1 190 13.3
Vecindad 62 2 739 30.7
Indeterminado 24 309 3.4
Accesoria independiente 72 273 3.1
Cuartos solos 46 98 1.2
Convento/ Casa de Recogidas8 4 323 3.6 -1Los conventos eran el de Santa Clara, el de Santo Domingo y dos casas de recogidas
Las casas unifamiliares sólo registraban una o dos viviendas en las que vivía una familia y sus
sirvientes. En el cuartel 1 existían 58 casas de este tipo, de las cuales dos mencionan tener covachas
y una cochera. En cambio en el cuartel 23 sólo encontramos diez casas solas. Lo anterior permite
establecer que la residencia para familias unitarias tenía mayor incidencia en las partes céntricas.
Mientras que en la periferia de la ciudad predominaba un número bajo de casas unitarias.
CASAS SEGUN TIPO Y ACCESO CUADRO 11
CUARTEL 1.
TIPO/ACCESO NÚMERO HABITANTES %
DE CASAS
Multifamiliar con acceso: 222 3 535 100.0
Exterior 110 1624 45.9
Interior 37 461 13.1
Mixta 75 1450 41.0
De entresuelos con acceso: 54 1 190 100.0
Exterior 14 316 26.6
Interior 9 118 9.9
Mixta 27 694 58.3
Sin especificar 4 62 5.2
De vecindad con acceso: 62 2 739 100.0
Exterior 1 67 2.4
Interior 13 477 17.5
Mixta 48 2 195 80.1
El 39.6 % de la población habitaba en las casas tipo multifamiliar con un promedio de 15.9
habitantes. Estas casas estaban identificadas como de taza y plato. En términos generales, la
estructura de estos edificios era de dos pisos. En la planta baja se ubicaban los cuartos, accesorias y
covachas. Tanto cuartos como accesorias tenían dos niveles, el piso inferior de estas viviendas tenía
dos funciones, era un local que daba a la calle (accesoria) o a un patio (cuarto). El nivel superior
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servía de habitación. Ambos niveles se comunicaban mediante una escalera adosada al muro. En la
planta alta se localizaban las viviendas principales y abajo las accesorias o cuartos. La principal
forma de entrada a estas casas era desde la calle, como lo manifiesta la presencia de 110 casas de
este tipo, cifra que representa el porcentaje de 45.9 (véase cuadro 11). Esta disposición de las casas
indica que estaba pensado el espacio para compartir el uso habitacional con el mercantil y el
artesanal.
Las casas de entresuelos contaban en la planta baja con dos niveles, pero a diferencia de las de
taza y plato, ambos locales eran independientes, con lo cual se formaba un piso intermedio entre la
vivienda principal y los cuartos bajos. "El acceso al local inferior se lografba] desde la calle, y el
otro se alcanza[ba] exclusivamente desde adentro, es decir, desde el patio de la casa". Este espacio
46 era el que se conocía como entresuelo . En el cuartel 1 existían 54 casas de este tipo, en ellas
habitaban el 13.3% de la población. El promedio de habitantes en cada entresuelo era de 22. En el
cuartel 23 no aparece la construcción de casas con entresuelos, la posible explicación es que la
construcción de los entresuelos fuera pensada para cubrir el sector mercantil, actividad
preponderante en el cuartel 1. Los comerciantes vivían en los pisos superiores de sus negocios, pero
no como los talleres donde las actividades familiares se desarrollaban a la par que el trabajo
artesanal, ya que el entresuelo contaba con entradas separadas, y esto permitía separar la vida
privada de las actividades económicas.
La vecindad, al igual que la casa multifamiliar, era una construcción de amplias dimensiones y
con múltiples habitaciones (vivienda, cuartos, accesorias y jacales) distribuidas alrededor de
distintos patios. En estos espacios los servicios eran comunitarios, es decir, los lavaderos y
47 excusados eran utilizados por todos los vecinos . En el cuartel 1 existían 62 casas de vecindad que
albergaban al 30.7% de la población total. Resalta la existencia de 48 casas con acceso mixto y sólo
una vecindad con acceso exterior. La mayoría de ellas estaban ubicadas en las manzanas 16 y 17 (20
edificios.) En tanto, en la Alcaicería únicamente fueron registradas dos vecindades con 16 viviendas
cada una. Al interior de estas casas encontramos que algunas llegaron a tener más de 30 cuartos y
accesorias, pero las más de las veces su número fluctuaba entre 15 y 22.
46 Manuel Toussaint, Arte colonial en México, México: UNAM, 1990, p. 101; Enrique Ayala Alonso, La casa de la
Ciudad...op. cit., p. 43. 47
El concepto de vecindad significa cercanía o proximidad de cuartos de habitación. Diccionario de Autoridades...op.
cit., p. 428.
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El censo de 1790 nos proporciona la idea de que el espacio de la ciudad era heterogéneo,
aunque con los datos existentes podemos establecer algunas tendencias de distribución espacial
dentro de la ciudad. Es claro, que el mayor número de accesorias se concentraba en la Alcaicería y
en las manzanas que la rodeaban. Ya sabemos como se distribuían los distintos tipos de casas, pero
¿qué actividades se desarrollaban dentro de ellas?. El uso prioritario del espacio era el habitacional,
sin embargo, en el cuartel 1 el 18.3% de las viviendas eran destinadas a alguna actividad productiva;
en el cuartel 23 la cifra sólo alcanzó un porcentaje de 5.1%. En este contexto, el último punto del
análisis de la distribución espacial es definir como se comportaban los espacios productivos de la
ciudad (ver cuadros 2 y 3).
La concentración de población del cuartel 1 estaba ligada a las actividades comerciales y de
servicios que se desarrollaban en este cuartel. Así lo demuestra la presencia de 442 establecimientos
que prestaban algún servicio a la población. En la Alcaicería y la manzana 7 se concentraba el
43.2% de los establecimientos comerciales y artesanales de todo el cuartel 1. En las manzanas 9 y
13 se registraron con el censador 65 espacios productivos, que representaban el 14.7%. En cambio,
en el cuartel 23 fueron registrados únicamente 18 establecimientos . Lo anterior es un indicador de
que era en los cuarteles centrales donde se concentraban las actividades comerciales y de servicio.
Es claro que la casa tenía distintos usos para los grupos domésticos. En primer lugar, estaba
destinada a uso habitacional, pero muchas veces dentro de la casa se desarrollaban actividades
productivas, de comercio o administrativas. Esta característica hace más complejo el paisaje urbano.
En el análisis del paisaje urbano debemos considerar que no es posible establecer fronteras claras
entre los espacios productivos y los habitacionales. Es decir, en ocasiones resulta difícil delimitar el
lugar de trabajo y el lugar de vivienda, pues ambas actividades se desarrollan dentro de un mismo
espacio físico.
En este cuartel aparecen registrados dos estanquillos de puros y cigarros, dos chocolaterías, una tocinería,
una pulquería, una cocina, una sastrería, un obraje, cuatro tiendas, una carbonería, una carpintería, una sillería, una
vinatería y un trato de panadería.
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DISTRIBUCIÓN DE ACTIVIDADES CUADRO 12
COMERCIALES POR MANZANA
CUARTEL 1
MANZANA GIROS %
TOTAL 442 100.0
1-6 132 29.9
7 59 13.3
8 24 5.4
9 32 7.2
10 25 5.7
11 24 5.4
12 11 2.5
13 33 7.5
14 18 4.1
15 23 5.2
16 22 5.0
17 15 3.4
24" 5.4
* Este número corresponde a las viviendas que servían de portería en las vecindades.
La estructura productiva de la ciudad de México reprodujo formas específicas de la
apropiación del espacio. La investigación de Pérez Toledo establece que en los cuarteles centrales
estaba localizada la mayor parte de los talleres, en el cuartel 1 se señala la presencia del 15.4% de
los talleres de la parte céntrica de la ciudad "y sus productos tenían como consumidores a los grupos
49 más ricos de la población" . Aunque no contamos con la cifra para la rama de servicios, podemos
suponer que era parecida, pues los productos que ofrecían estaban destinados al mismo sector de la
población5 .
En el sector de servicios destaca la presencia de barberías (16) y peluquerías (9). Era común
la existencia de servicios de alquiler de caballos (5), de coches (1), de luto y ataúd (2) y de ropa (3).
Sólo aparecen registradas tres escuelas y un mesón. La mayoría de los establecimientos censados
estaban ligados al comercio, principalmente destinado al consumo interno de la ciudad. Cada
establecimiento funcionaba como una unidad productiva, pues en algunos talleres confluían varios
oficios, por ejemplo en las carrocerías trabajaban carpinteros, carroceros, herreros y artesanos
dedicados al cuero5 .
Sonia Pérez, Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: El Colegio de México-
Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, 1996, pp. 86-87. I En el cuartel 1 aparecen registrados establecimientos dedicados a la diversión. Un expendio de lotería y dos casas de
truco.
Sonia Pérez, Los hijos del trabajo...op. cit., p. 54.
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TALLERES Y COMERCIOS POR GIRO
CUARTEL 1
CUADRO 13
GIRO
Amoladuría
Armería
Bordaduría
Caldetería
Carpintería
Cerería
Dorador a fuego
Encuadernaduría de libros
Herrería
Hojalatería
Imprenta de estampas
Latonería
Obrador de batihojas
Obrador de pintor
Telares de listón
Baratillo
Bodega
Bodega de trastes
Botica
Carbonera
Estanquillo de puros y cigarros
Marchamo
Miga
Géneros de Europa y de China
Tintorería
TOTAL
3
2
2
4
10
I I
I
1
2
8
2
4
3 ?
2
6
6
9
1
7
2
2
GIRO
Pajería
Platería
Relojería
Sastrería
Sedería
Sillería
Sombrerería
Talabartería
Trato de pintura
Velería
Zapatería
Relojería
Sastrería
Tienda mestiza
Trastes y prendas
Cristales y loza de China
Tienda de géneros de Castilla
Géneros de Europa y Filipinas
Tienda de géneros de la tierra
Tienda de mercería
Tienda de moda
Tienda de ropas
Tienda de ropas de la tierra
Tienda de batihojería
TOTAL
8
16
8
15
4 ->
15
9
8
15
3 2
3
5
12
2
3
3
I
0
3
En el cuartel 1 destacan los locales de platería (16), velería (15), sastrería (15), carpintería
(10), pajería (8), relojería (8) y sedería (4). Resulta importante destacar, para los fines de este
artículo, que los establecimientos se encontraban sin un patrón de ubicación por manzanas, quizá la
única excepción se da en la rama de los metales preciosos. Los locales de platería se ubicaban en la
calle de Plateros. En cambio, los demás giros no muestran una tendencia espacial de localizar
servicios por zonas.
En los establecimientos comerciales encontramos que existía una amplia gama de tiendas y
productos. El baratillo era el sitio o lugar donde se vendían o intercambiaban cosas menudas de
poco valor, como eran el fierro viejo, retazos de tela, trastos y baratijas. El marchamo era el sitio
donde los aduaneros marcaban las mercancías. Por su parte, la miga era un pequeño sitio donde se
efectuaba alguna negociación y comercio de géneros. Y la cacahuatería era el nombre que se daba a
las tiendas de comestibles. Los productos que ofrecían eran locales pero también europeos, de las
Filipinas e incluso de la China.
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ESTABLECIMIENTOS DE ALIMENTOS POR GIRO CUADRO 14
CUARTEL 1
GIRO TOTAL GIRO TOTAL
Almuercería
Amasajio
Azucarería
Bizcochería
Chocolatería
Bodegón
Bolería
Cacahuatería
Carnicería
Cocina
Confitería
2
11
22
10
3
4
3
4
Figón
Fonda
Lechería
Nevería
Panadería
Pastelería
Quesería
Tabla de panadería
Tienda de verduras
Tienda de pulpería
Tienda de repostería
Vinatería
3
5
5
12
2
2
25
Sobre el consumo de alimentos encontramos que existían distintos locales que ofrecían una
amplia variedad de productos. Existía un alto número de establecimientos dedicados a
la comercialización del pan. Primero estaban las panaderías (12) que vendían el pan floreado de
mejor calidad. En segundo término estaban las tablas de panadería (1) y las tiendas de pulpería (1)
que comercializaban el pan común. El gran número de panaderías nos remite a pensar en una
población que demandaba altas cantidades de pan . En el cuartel 23 aparece registrada una tabla de
panadería, esto es un probable indicador de que su población consumía menor cantidad de pan y
de diferente calidad que los residentes de la parte céntrica de la ciudad. Además, el registro de 11
bizcocherías y 2 pastelerías en el sector central también denotan un consumo diferenciado. Otros
productos que se comercializaban eran los chocolates, existían 22 establecimientos destinados a la
venta de este alimento. Asimismo, encontramos locales para la venta de productos específicos,
como neverías (5), lecherías (5), confitería (4), azucarería, (2), tienda de verduras (2) y queserías
(1). En el ramo de alimentos preparados existían los bodegones que eran los sótanos o portales en
que se guisaba para la gente pobre. El figón era la tienda donde se guisaban y vendían diferentes
manjares. Las cocinas, las fondas y las almuercerías eran espacios que se adaptaban a las casas para
vender comida en los espacios públicos como calles o plazas.
A manera de conclusión
En este trabajo tratamos de reconstruir los distintos tipos de unidades habitacionales y
comerciales en la ciudad. En este contexto, queda claro que el espacio en la ciudad de México no
Sobre el consumo y la población véase el trabajo de Miño en este volumen.
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fue compacto y definido y que las partes céntricas estaban formadas por bloques de viviendas que
formaban una estructura de damero. En cambio, en la periferia las hileras de casas eran dispersas e
irregulares, pues las viviendas se extendían sin un orden o plan urbanístico. Si bien es difícil
establecer las características de la casa novohispana con los datos de dos cuarteles, si es posible
definir algunos conceptos para el análisis del espacio urbano.
En el cuartel 1 encontramos que el primer elemento de identificación de espacio fue el
concepto de manzana. Un segundo concepto de identificación del espacio fue la calle conformada
por hileras compactas de casas. El censador dio un tercer elemento de identificación el número de la
casa, que permitía identificar las divisiones del espacio en una calle. Empero, la situación era
distinta en la periferia, pues las hileras de casas aparecen dispersas sin formar bloques compactos.
En el estudio de la configuración de la casa, encontramos que al interior las casas estaban
divididas con la finalidad de albergar un mayor número de habitantes. Una de las características de
la distribución del espacio es la unión del espacio habitacional y el del trabajo. Dentro del análisis
de la casa destaca que el 83.6% de la población vivía en espacios de convivencia comunitaria; es
decir, compartían el espacio más de dos familias. Sin embargo, el uso del espacio cambia de
acuerdo al tipo de casa. A partir del análisis de las vecindades encontramos que estas casas eran
numéricamente inferiores a las casas multifamiliares, de las primeras existían 62 y de las otras 222.
Es decir, existía el predominio de la casa multifamiliar, más que la casa de vecindad. Ambas
representaban la unión de espacios comunitarios, pero la vecindad estaba considerada con una
vocación habitacional, pues el número de accesorias era inferior al de las casas multifamiliares.
Queda por resolver en investigaciones futuras cuál fue el patrón de establecimiento de
distintos servicios comerciales y artesanales. Algunos estudios señalan la importancia de los
gremios en la ubicación de los locales para sus miembros. La. diferencia entre el cuartel central y el
periférico es notoria, el primero aglutina los giros comerciales y artesanales. Un estudio más
detallado de los demás cuarteles de la ciudad de México mostrará que la actividad productiva no
estuvo restringida a la zona céntrica, más bien se debe ir perfilando tendencias de la ocupación del
espacio por cuarteles con la finalidad de distinguir los distintos usos del suelo de la ciudad de
México.
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Anexo 1
DESCRIPCION DE LAS CALLES POR ACERA Y MANZANA' CUARTEL 1 ACERA UBICACIÓN DESCRIPCIÓN
Desde la esquina de la calle del Empedradillo, mira al Oriente (tienda de Pastor) siguiendo el rumbo del Norte, a entrar a la Alcaicería sobre la izquierda. Alcaicería sobre la izquierda que mira al Norte Sigue la Alcaicería, vuelta sobre la izquierda que mira al Poniente Calle de San Francisco, frente de los Plateros que mira al Sur Empieza desde la vinatería de Pineda en la calle de San Francisco, que mira al Sur sobre la derecha a dar vuelta en la Profesa. Calle frente de la Profesa sobre la derecha que mira al Poniente Esquina de la vinatería que entra a la Alcaicería frente a la Profesa sobre la derecha Centro de la Alcaicería, vuelta sobre la derecha de la Olla Comienza desde la esquina de la Alcaicería frente a la Puerta Falsa de la Profesa Calle de Tacuba sobre la derecha que mira al Norte. Alcaicería a la Olla sobre la derecha Alcaicería, vuelta a la Profesa donde se comenzó. A la vuelta de Cazuela dentro de la Alcaicería Esquina de Tacuba y Alcaicería, tomando el rumbo al Oriente Esquina del Empedradillo (Empedradillo) Esquina de la Alcaicería que mira al Oriente sobre la derecha. Vuelta a la Calle de Tacuba en donde se comenzó. En el centro de la Alcaicería entrando por la calle del Empedradillo. Al centro de la Alcaicería De la esquina de la la calle de Santo Domingo a la de los Donceles sobre la izquierda. Calle de los Donceles sobre la izquierda Esquina de la calle de Manrique a la izquierda Calle de Tacuba sobre la izquierda Comienza en la esquina de la 2a calle de Santo Domingo (a la izquierda) Calle de Medina sobre la izquierda Vuelta a la calle del Esclavo a mano izquierda Calle de los Donceles sobre la izquierda/calle del Relox Esquina de Medina a la esquina del Portal de Santo Domingo mirando al oriente, a la izquierda. Calle de la Cerca de Santo Domingo a la izquierda Calle de la Pila Seca sobre la izquierda Calle de los Medina sobre mano izquierda Esquina del convento de Santo Domingo a la Puente, Puerta Falsa Orilla de la Acequia (izquierda) Puente de Amaya /2a calle de la Pila Seca, a la izquierda Esquina de la calle de la Cerca de Santo Domingo, a la izquierda. Empieza desde la esquina de la Profesa en la 3a calle de San Francisco, a la derecha Callejón de Santa Clara sobre la derecha Calle de Santa Clara sobre la derecha Calle de la Profesa en la acera que mira al Oriente Esquina de la calle de la 2a de San Francisco en la acera que mira al Sur. Calle de Vergara sobre la derecha Vuelta a la calle de Santa Clara sobre la derecha (esta la iglesia y portería) Callejón de Santa Clara sobre la derecha. Esquina de la calle del Factor a la esquina de la plazuela del Factor (acera que mira al poniente) Esquina de la plazuela del Factor que da vuelta a la calle de la Canoa (a la derecha) Esquina que da vuelta a la calle de Manrique Esquina que da vuelta a la calle de Santa Clara sobre a la derecha De la esquina de la calle de la Canoa a la calle del Esclavo (Calle del Águila), esquina que da vuelta a la calle del Esclavo sobre la izquierda. (Calle de los Dolores), esquina que da vuelta a la calle del Águila sobre la izquierda Calle de la esquina de la plazuela del Factor a la calle de la Canoa sobre la izquierda Empieza en la esquina del Águila Esquina y da vuelta a la calle de Pila Seca Esquina que da vuelta a la calle de San Lorenzo sobre la izquierda Esquina que da vuelta a la calle del León sobre la izquierda Esquina frente de San Lorenzo en la cera del beaterío Esquina carnicería que da vuelta a la Pila Seca sobre la izquierda Esquina que da vuelta a la calle de la Misericordia Calle de la estampa de San Lorenzo sobre la izquierda Empieza en la esquina de la Misericordia que mira al sur, calle del Puente de Amaya o Pila Seca Esquina que da vuelta al puente de Amaya sobre la izquierda Esquina que da vuelta a la orilla de la Acequia sobre la izquierda (calle del Puente o de la Misericordia) Esquina que da vuelta a la calle de San Lorenzo (por Misericordia sobre la izquierda)
Este anexo 1 contiene información sobre el número de acera que forman las calles (para ser identificado en los croquis), la manzana de ubicación y una descripción que el empadronador hizo de la acera
01
02 03 04 05
06 07 08 09 10 11 12 63 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62
Manzana 1
Manzana I Manzana I Manzana I Manzana 2
Manzana 2 Manzana 2 Manzana 2 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 4 Manzana 4 Manzana 4 Manzana 4 Manzana 5 Manzana 6 Manzana 7 Manzana 7 Manzana 7 Manzana 7 Manzana 8 Manzana 8 Manzana 8 Manzana 8 Manzana 9 Manzana 9 Manzana 9 Manzana 9 Manzana 10 Manzana 10 Manzana 10 Manzana 10 Manzana 11 Manzana 11 Manzana 11 Manzana 11 Manzana 12 Manzana 12 Manzana Manzana Manzana Manzana Manzana 13 Manzana 13 Manzana 14 Manzana 14 Manzana 14 Manzana 14 Manzana 15 Manzana 15 Manzana 15 Manzana 15 manzana 16 Manzana 16 Manzana 16 Manzana 16 Manzana 17 Manzana 17 Manzana 17 Manzana 17
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Anexo 2
NÚMERO DE LA CASA DEL CUARTEL 1
M. L-Calle 1:
247, 246, 245, 244, 243, 242
M. 1 - Calle 2:
10. 9, 8, 7,6
M. 1 - Calle 3:
6, 5,4,3,2, 1
M. 1 - Calle 4:
80,81,78, 77, 76
M. 4 - calle 13
68, 69, 70,71,72
M, 4- calle 14
236, 237, 238, 239, 240, 241
M. 4 - calle 15
11, 12, 13, 14, 15
M.2 - calle 5
82, 83, 84, 85, 86, 87
M. 4 - calle 16
16, 17, 18, 19, 20,21,22, 23,24
M. 2 - calle 6
50,51,52,53,54 M. 5 - calle 17
15, 16, 17, 10, 11, 12, 13, 18, 19, 20,21
M. 2 - calle 7
1,2 M. 6 - calle 18
21,20, 19, 18, 17, 16, 15, 14, 13, 12
M. 2- calle 8
21,22, 1,2,3,4, 5, 6, 27, 28 M. 7 - calle 19
235, 234, 233,232, 231,230, 229
M. 3 - calle 9
55,56, 57,58, 59, 60,61,62
M. 3 - calle 10
10, 63,65, 66, 67
M. 3 - calle 11
15, 16, 17
M. 3 - calle 63
14, 15, 16, 17, 18, 19, 20
M. 7 - calle 20
33, 32,31, 30, 29, 28, 26, 25, 24, 23, 22,21, 20,
19, 18
M. 7 - calle 21
65, 64, 63
M. 7 - calle 22
192, 191, 190, 189, 188, 187, 186, 185, 184,
183, 182, 181, 180, 179, 178, 177, 176, 175,
174, 173, 172
M. 3 - calle 12
18, 20 M. 8 - calle 23
228, 227, 226, 225, 224
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M. 8 - calle 24
27, 26, 25, 24, 23, 22, 21, 20, 19, 18, 17, 16, 15,
14
M il - calle 37
57,58, 59, 60,61,62, 63
M. 8 - calle 25
68, 67, 66
Mil - calle 38
119, 120, 121,0, 122, 123
M. 8 - calle 26
126, 125, 124, 123, 122, 121, 118, 117, 116,
115, 114
M. 9 - calle 27
223,222, 221,220,219,218
M. 9 - calle 28
30,25,24,29,28,27,26
M. 9 - calle 29
73,72, 70, 69,71
M. 9 - calle 30
113. 112, 111, 110, 109, 108, 107, 105, 104, 103
M. 10 - calle 31
217,216,215,214,213
M. 10 - calle 32
Aparece casa sin número
M. 10 - calle 33
75,74
M. 12 - calle 39
91,92, 93,94, 95,96
M. 12 - calle 40
24, 25,26, 27, 28, 29,30,31,32
M. 12 - calle 41
Nada
M. 12 - calle 42
16, 17, 18, 19
M. 13 - calle 43
33,34
M. 13 - calle 44
12, 13, 14, 15, 16, 17
M. 13 - calle 45
115, 116, 117
M. 13 - calle 46
193, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201
202, 203, 204, 205, 206
M. 10 - calle 34
61,60,59,58,57, 56,55, 54
M. 14 - calle 47
134, 133, 132, 131, 130, 129, 128, 127
M il - calle 35
88, 89, 90
M. 14 - calle 48
114, 113, 112, 111, 110, 109, 108
Mil - calle 36
9, 10, 11, 12, 13, 14, 15
M. 14 - calle 49
13, 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5,4,3,2
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37,36
M. 16 - calle 56
102, 101
M. 15 - calle 51
129, 128, 127, 126, 125, 124, 123, 122, 121,
120, 119, 118, 117, 116, 115, 114
M. 16 - calle 57
4,3,2
M. 15 - calle 52
107, 106, 105, 104
M. 16 - calle 58
49, 48, 47, 46, 45, 44
M. 15 - calle 53
23,22,21,20, 19, 18, 17, 16, 15, 14, 13, 12, 11
M. 17 - calle 59
11, 10, 9, 7, 6,5
M. 15 - calle 54
43,42,41,40, 39,38
M. 17 - calle 60
99, 98
M. 16 - calle 55
74, 73, 72,71, 70, 69, 68, 67, 66, 65, 64, 63, 62
M. 17-calle 61
4,3,2
M. 17 - calle 62
51,50
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MANZANAS Y CALLES DEL CUARTEL UNO, 1790
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C. de León C. de la Estampa
47
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XVI
56
La Profesa, Manrique Esclavo La Pila Seca C. de la Pila Seca
34
33
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C. del Empedradillo Sto. Domingo sto. Domingo 3a. C. de Sto. Domingo
Croquis 1 I Manzana
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CALLES DEL CUARTEL VEINTITRÉS, 1 790
Arrinconada de la Iglesia de San Diego
f
6
San Juan de Dios
Capilla del Santo Eccehomo
6
Convento
Croquis 2
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NUMERACION DE CASAS DEL CUARTEL UNO, 1790
C. de Vergara C. del Dolores C, de León C. de la Estampa
ÍCT-5H
C. del Empedradillo Sto. Domingo sto. Domingo
Croquis 3
3a. C. de Sto. Domingo
Alcaiceiia
Convento
Casa Recogida
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LOS AUTORES
Diana Birrichaga Guardida
El Colegio Mexiquense
Correo: dbirrichaua'cvcmq.edu.mx
Herbert S. Klein
Department of History
University of Columbia
New York, N.Y. 10027-USA
Correo: hsk@columbia.edu
Manuel Miño Grijalva
Centro de Estudios Históricos
El Colegio de México
Correo: m m i no@co 1 mex. mx
Sonia Pérez Toledo
Departamento de Historia
División de Humanidades
Universidad Autónoma Metropolitana
Correo: sopetoól @hotmail.com
Enriqueta Quiroz
Instituto Dr. José María Luis Mora
Correo: henryeab@prodigy.net.mx
Michel S. Scardaville
University of South Carolina
USA
Correo: mscardaville@sc.edu
Jorge Silva Riquer
Instituto Dr. José María Luis Mora
JSilva@institutomora.edu.mx
Marta Vera Bolaños
El Colegio Mexiquense
Correo: mvera@cmq.edu.mx
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Esta publicación consta de 430 ejemplares y se terminó de
imprimir en el mes de agosto del 2002 en los talleres gráficos del
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
Av. Héroe de Nacozari Núm. 2301 Sur, Acceso 11, PB
Fracc. Jardines del Parque, CP 20270
Aguascalientes, Ags.
México